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N.

º 18 | ENE-JUN 2023 | ISSN: 2448-4954


DOI: doi.org/10.25009/blj.i18.2699

CUPIDO ME ENSEÑÓ A LEER EN LOS LIBROS DEL PAISAJE


Reseñas

La lectura al centro.
55 autobiografías lectoras
Eduardo Cerdán (comp.)
Ciudad de México: Universidad
Nacional Autónoma de México, 2022

Olivia Jarvio Fernández


Universidad Veracruzana
ojarvio@uv.mx
El estudio de las prácticas de lectura en nuestro país se ha intensificado du-
rante los últimos 20 años. Esto se ha abordado desde diversas disciplinas
como la pedagogía, la sociología, la historia, la filología, la psicología, la
semiótica, los estudios literarios, la bibliotecología y, más recientemente,
la antropología. En cuanto a esta última área de estudio, los trabajos etno-
gráficos de investigación cultural consideran la interacción con un grupo
de personas, por un tiempo determinado, para acercarse a un conocimiento
profundo de la vida cotidiana. Pero también ha habido aproximaciones al
tema mediante protocolos que consideran análisis estadísticos muy elabo-
rados.
Con la irrupción de una cultura técnica, donde se pluralizan las
prácticas de lectura, estos estudios empíricos, que realizan principalmente
las editoriales, instituciones educativas y culturales, bibliotecas, ferias de
libros, informes, u organismos como la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Centro Regional para el Fomento
del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) o el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI), se han movido hacia aquellos que
utilizan técnicas de recolección de datos y de análisis de contenido, como
los cuestionarios online ‒sobre todo en la etapa de la pandemia y pospan-
demia‒, observación participante, entrevistas a profundidad –abiertas, dis-
cursivas o semidirigidas–, talleres experimentales, webnografía, etc. Todo
ello debido a que, como lo establece Cruces (2017), pocas prácticas coti-
dianas ‒y hasta morales‒ han tenido un lugar tan central en la constitución
del sujeto social como la lectura y la escritura. Y es que nuestras formas de
trabajo y de ser resultan impensables sin ellas; se puede decir que estamos
ante una práctica estructurante.
Leer ha pasado de ser un comportamiento o una acción a ser una prác-
tica compleja que está determinada social e históricamente y que debe
abordarse desde la multiplicidad de significaciones. Tal situación ubica a
la lectura como una práctica de gran valor en los entornos de la creación
cultural. Por lo anterior, los estudios de literacidad hacen énfasis en la im-
portancia de mostrar todas estas transformaciones con lectores situados, en
diversos contextos y a partir de su vida cotidiana.
El libro La lectura al centro. 55 autobiografías lectoras es el resultado
de un proyecto que nació en Internet con la revista Cuadrivio, fundada, en-
tre otros, por Ramsés LV. En esta revista se incluyeron temas de literatura,

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crítica cultural y política y divulgación de la ciencia, incluyendo la sección
Caminos de la lectura. La idea surgió a partir de la idea de Tim Parks,
quien en The New York Review planteó la necesidad de acercarse a la an-
tropología de la lectura. Así, en Cuadrivio se propusieron recabar testimo-
nios sobre la experiencia lectora de novelistas, poetas, ensayistas, editores
y periodistas. De esta manera, a partir de 2016 y por poco más de un año,
autores de diferentes países compartieron cómo y por qué se convirtieron
en lectores. Quien asumió la responsabilidad y edición de los materiales
fue Eduardo Cerdán, joven escritor xalapeño, egresado de la Universidad
Veracruzana, quien continuó la idea de tener colaboraciones con las que
compartiera afinidad y admiración. En la presentación del libro se enfatiza
que Caminos de la lectura “no fue ni se propuso ser el epítome de una ge-
neración ni una muestra representativa de nada” (p. 13).
En el tema de la promoción de la lectura es central indagar cómo al-
guien se puede hacer lector, aunque el problema es altamente complejo.
“Tenemos muchos datos sobre la lectura, pero sabemos muy poco” (García
Canclini, 2017, p. xiii), por lo que hoy más que nunca se requiere conocer
más a los lectores: su historia, sus prácticas, sus relaciones e imaginarios.
El libro integra todos los elementos para constituirse en un material de
análisis, y no solo para ser un libro ampliamente disfrutable, que lo es, por
las historias que cuenta y cómo se cuentan: historias breves, que pueden
ser leídas sin orden, algunas sobrecogedoras, cargadas de sentimientos de
todo tipo, que además muestran lo determinante que puede llegar a ser la
lectura en la elección de vida.
Las 55 autobiografías se constituyen en un grupo que tiene elemen-
tos que nos hacen creer que el número de participantes son suficientes.
Si atendemos a que una muestra representativa es una pequeña cantidad,
parte o subconjunto que tiene las mismas propiedades que una población
mayor que representa, podemos decir que es representativa: es representa-
tiva respecto a sexo ‒incluye hombres y mujeres‒, a diferentes grupos de
edad ‒se encuentran en el rango de 1930 a 1990‒ y también de profesión
‒novelistas, poetas, ensayistas, editores y periodistas‒ y de ubicación geo-
gráfica –México, España, El Salvador, Guatemala, República Dominicana,
Argentina, Chile y Estados Unidos‒. Que una muestra no sea aleatoria no
demerita su representatividad; de hecho, una muestra seleccionada aleato-
riamente puede no ser representativa. Las muestras “por juicio” o de “pro-

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pósito” pueden ser muy adecuadas en muchas investigaciones, sobre todo
cuando se estudia un fenómeno a profundidad, es decir cualitativamente.
Creo que este es el caso.
Además, el libro se concibió “como una pequeña contribución a la dis-
cusión general sobre el sentido de la lectura, de gente enamorada de las
letras”; es decir, de lectores situados en determinados contextos, como tes-
timonios personales, de vida cotidiana, para lo que se consideró un criterio
de afinidad y de admiración. Cito: “Un conciliábulo de cómplices y en-
tusiastas que querían compartir los motivos de su gozo por la lectura” (p.
13); es decir, compartirla como una práctica estructurante.
El compilador del libro se encargó, junto a otros colegas, de realizar la
selección de participantes, del diseño y el orden de los trabajos, para acer-
carse al porqué y a los resultados. Estableció además un hilo conductor de
análisis a fin de revelar las correspondencias entre ellos. Desde un punto de
vista de interés en la formación de lectores y de la promoción de la lectura,
considero relevante destacar lo siguiente:
Primero, 52 de los 55 participantes contaron con libros en sus entor-
nos. Como bien lo establece Judith Kalman (2003), la disponibilidad de
materiales impresos influye sobre el surgimiento de oportunidades para
acceder a las prácticas de lectura y escritura. Pero igual de destacable fue
el apoyo de los padres, los cuales en su mayoría eran lectores, o de otras
personas que fungieron como guías en este proceso. Es decir, aquí vemos
la importancia de los mediadores. Y como la misma Kalman dice: la pre-
sencia física de materiales no es suficiente para diseminar la cultura de la
lectoescritura. La presencia de libros no siempre promueve por sí sola la
lectura; es su circulación y su uso entre las manos de los lectores lo que la
fomenta. Así se aporta la voz personal.
Las biografías que aquí se plasman inician en la infancia. De ahí la im-
portancia de afianzar estas prácticas en esta etapa. También destaca en al-
gunas de las biografías un punto de inflexión que se da en la adolescencia.
El dejar y regresar. Está documentado que niños que tuvieron acercamien-
tos a la lectura y que realizan prácticas de lectura de forma permanente, al
llegar a la adolescencia, las dejan de lado. Por un lado, los jóvenes trasla-
dan sus energías e intereses a otras actividades inherentes a la edad. Aquí
la tecnología juega un papel muy importante. Pero, además, los padres que
dedicaron tiempo a la lectura con sus hijos en la infancia dan por sentado

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que la escuela continuará este proceso. A veces esto no ocurre.
Otro punto que destacar es la lectura como salvación o asidero. Petit
(2021) estableció que la lectura en etapas difíciles permite construir senti-
do, encontrar puntos de referencia, aclarar lo incomprensible, transformar
las tristezas en ideas y tal vez hasta en belleza. La lectura nos da abrigo,
un espacio íntimo y un horizonte (p. 10). Qué importante es conocer esto
cuando se promueve la lectura.
Algunas de las autobiografías también señalan etapas de enfermedad
en la infancia, lo que obligó a la reclusión o a guardar cama por largos
periodos. El acercamiento a los libros fue decisivo para la aprehensión de
los textos. En estos espacios se eliminan las prisas, la rapidez, lo urgente.
Como dice Vallejo (2020, p. 53):

Las ideas que sustentan nuestra racionalidad necesitan tiempo, sigilo


y sosiego para desarrollarse. Presos de la prisa, hemos arrinconado la
educación de la paciencia. A esta falta de serenidad cognitiva podemos
denominarla crisis de distracción. Por ello siguen siendo los libros los
aliados para recuperar el placer de la concentración, la intimidad y la
calma.

Cabe señalar que todas las biografías mencionan el libro impreso como
fuente de lectura. Esto puede deberse al periodo en que nacen las y los par-
ticipantes, entre los años treinta y noventa. Y no es que quiera reducir las
prácticas vernáculas actuales de los jóvenes a una reversión de la lectura;
al contrario, la lectura digital es una forma de expresión que permite que
se lea y se escriba como nunca, aunque en soportes distintos (Albarello,
2019). Replicar un ejercicio igual al que nos muestra esta obra, pero con
personas que estén naciendo en este siglo, nos permitirá conocer si el im-
preso ha prevalecido o si hemos transitado a nuevas formas de concebir el
acto lector.
Por último, todos mencionan dentro de sus experiencias lectoras la
elección de textos solo para disfrutar. En su mayoría, los libros, comics,
periódicos, revistas que refieren fueron los que propiciaron, como bien
dice Eduardo Cerdán, una “alfabetización liberadora”; es decir, fueron un
ejercicio de libertad. Y esta acción transformadora de la lectura puede fa-
vorecer libertad y belleza en la acción creadora. Muestra de ello son estas
55 emocionantes historias de vida.

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Referencias

Albarello, F. (2019). Lectura transmedia. Leer, escribir, conversar en el ecosistema de


pantallas. Ampersand.
Cruces, F. (comp.) (2017). ¿Cómo leemos en la sociedad digital? Ariel-Telefónica Fun-
dación.
García Canclini, N., V. Garber Bicecci, A. López Ojeda, E. Nivón Bolán, C. Pérez
Camacho, C. Pinochet Cobos y R. Winocur Iparraguirre (2017). Hacia una an-
tropología de los lectores. UAM-Ariel.
Kalman, J. (2003). El acceso a la cultura escrita: la participación social y la apropiación
de conocimientos en eventos cotidianos de lectura y escritura. En Revista Mexi-
cana de Investigación Educativa, 8(17), enero-abril.
Petit, M. (2021). El arte de la lectura en tiempos de crisis. Océano.
Vallejo, I. (2020). Manifiesto por la lectura. Siruela.

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