Primera Propuesta

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Sobre la idea

de justicia
Justicia

La palabra justicia procede del latín iustitia, que a su vez sirvió para traducir
el término griego dikaiosine, y que el derecho romano definió como «la
voluntad constante y permanente de dar a cada uno lo que le
corresponde». Esta definición recoge algunos elementos esenciales del
concepto de justicia, pero resulta demasiado vaga mientras no aclaremos qué
es “lo que corresponde a cada uno” y porqué. Veamos cómo responden a
esta cuestión algunas de las más relevantes teorías de la justicia social.

Se debe a Ch. Perelman una famosa enumeración de seis reglas de justicia,


que determinan cuándo dos personas, por poseer características iguales,
deben recibir el mismo trato. Equivalen a una interpretación de la fórmula
romana ius suum unicuique tribuere:
1. «A cada uno lo mismo». Igualdad absoluta
entre todos. Igualitarismo. En algunas
comunidades primitivas. Ideal de ideologías
anarquistas extremas.
2. «A cada uno según lo atribuido por la ley».
Concepción conservadora que identifica la
justicia con el Derecho. Es el modo como suele
interpretarse la fórmula ius suum...
3. «A cada uno según su rango». Fórmula de
las sociedades esclavistas o estamentales.
Consagra la desigualdad social.
4. «A cada uno según sus méritos o su
capacidad». Criterio de justicia de las
sociedades capitalistas basadas en el principio
de libre competencia. Las capacidades de los
individuos dependen de las oportunidades
sociales, culturales y económicas, que, de
hecho, son desiguales.
5. «A cada uno según su trabajo». Criterio
de justicia de la sociedad socialista
6. «A cada uno según sus necesidades».
Criterio de la sociedad comunista, según Marx
(quien consideraba que el criterio anterior
termina por producir desigualdades). Su
mayor dificultad es determinar un concepto
objetivo de necesidad.

Ninguno de estos criterios es enteramente


satisfactorio, y algunos lo son muy poco, En
la práctica, se suele acudir a todos o casi
todos, otorgando a cada uno mayor o menor
peso según sea la ideología de que se parta.
Por ejemplo, se acepta que todos reciban lo
mismo respecto a las necesidades básicas
(sanidad, educación, etc.), pero reciba más
sueldo el que trabaja más, etc.
Platón: la justicia
aristocrática como
armonía social
Para Platón, según lo que expone en La República, una sociedad perfectamente justa sería aquella
en la que cada cual realizase correctamente la función que le asignan los gobernantes, conforme a
sus capacidades físicas y mentales. Los mejor dotados en saber y en fortaleza física, deberían ser
educados para la misión de guardianes de la sociedad, y entre ellos habría que seleccionar a los
más sabios de todos, que serían los gobernantes. Los demás, el pueblo, deberían dedicarse a las
actividades productivas: agricultura, construcción, etc.

Platón sugiere que los guardianes, entre los que hay varones y mujeres, tengan en común todos
los bienes y formen una sola familia: así carecerán de ambiciones personales y sólo se ocuparán
del bien colectivo. En cambio, a los productores se les permitiría tener propiedad privada y familia
propia, pero estarían obligados a proporcionar todos los bienes necesarios para mantener a los
guardianes y para cubrir los objetivos civiles y militares de la sociedad.
En síntesis, Platón propone dar todo el poder
político a los más sabios guardianes, y distribuir los
bienes económicos de tal manera que tengan
prioridad los fines sociales frente a los individuales.
En cuanto a la manera de adjudicar las funciones,
propone que se haga conforme al talento natural
que muestren en los primeros anos el niño o la niña,
sin discriminación en razón de sexo. De este modo,
«los mejores» (en griego, aristoi) llegarán a los
puestos de mando, y se podrá alcanzar la armonía
social en que, según él, consiste la justicia.
Aristóteles: la justicia
como igualdad
proporcional.

Aristóteles, por su parte, estuvo de acuerdo con su maestro Platón en cuanto a la


importancia de que las funciones sociales estén claras y en la necesidad de que cada cual
desempeñe correctamente la suya, de manera que lo justo es dar a cada uno lo que le
corresponda según la ley.

Aristóteles relaciona esta noción de Justicia, con la de igualdad proporcional puesto que
cree que, en general, la justicia representa la idea de dar un trato igual a quienes sean iguales
y un trato desigual a los desiguales.

Esta idea se manifiesta de dos maneras, según los casos:


● La justicia conmutativa es la igualdad o equilibrio en el intercambio de bienes entre
individuos; es justa la igualdad de trato en las relaciones comerciales, de manera que si
alguien vende una casa no sería justo que se le pagase con un par de sandalias. La
igualdad de valor de los bienes que se intercambian es una condición básica para que el
trato pueda considerarse justo. En estos casos, Aristóteles se refería a los intercambios
«entre iguales», es decir, entre personas del mismo rango.

● La justicia distributiva es la igualdad o equilibrio en el reparto de bienes y de cargas


entre los distintos individuos de igual rango dentro del colectivo social. Aquí Aristóteles
insiste en la noción de mérito como concepto básico para una distribución justa.

● En resumen, «lo que corresponde a cada uno», según Aristóteles, ha de estar en


proporción a su rango social y a sus méritos personales, pero la especificación de lo que
ha de contar como mérito es una cuestión política que cada sociedad debe resolver.
Santo Tomás
de Aquino:
En el siglo XIII, santo Tomás de Aquino realiza una síntesis
la ley de cristianismo y aristotelismo, que ha tenido una gran
influencia en la historia. En lo que respecta al concepto de
natural justicia, toma en lo esencial la definición de Aristóteles y sus
clasificaciones, pero señala que la caridad es superior a la
justicia porque, mientras la justicia se limita a reparar los
daños y premiar los méritos, la caridad «sobrepasa la mera
justicia» teniendo como modelo, la gratuidad con que
Dios ama a los seres humanos.
Santo Tomás de Aquino: la
ley natural
Por otra parte, santo Tomás insiste en que la justicia consiste en
cumplir dos tipos de leyes: la ley positiva, que cobra su fuerza
obligatoria de un pacto o convenio, y la ley natural, que es la que Dios
da a las criaturas para que puedan alcanzar el fin que les es propio.

A partir de esta idea de una ley natural


se fue abriendo paso la creencia en
unos “derechos naturales” de las
personas, unos derechos innatos,
eternos e inmutables, establecidos
por Dios como evidentes a la razón
humana. Más tarde, esos “derechos
naturales” se entenderán como
“derechos humanos”.
Edad
Moderna:
los derechos
naturales
Lo específico de la noción de justicia de la Edad Moderna es la
insistencia en que los individuos poseen unos derechos naturales
que se pueden discernir reflexionando sobre la noción de
naturaleza humana. A partir de ahora solo se considerarán justos o
legítimos los sistemas políticos que garanticen unos derechos básicos
a toda la población.

En esta línea se sitúan filósofos como Hobbes, Locke y Rousseau.


Todos ellos entienden la sociedad política como el resultado de un contrato social en el que
las personas renuncian a una parte de sus derechos naturales en favor del Estado, para que
éste utilice el poder resultante en beneficio de la paz, la seguridad y la prosperidad de todos.

Así pues, la justicia se entiende ahora como una


situación en la que los individuos ya no están
sometidos al esquema social del feudalismo, con
sus estamentos cerrados, sino que disfrutan de un
amplio conjunto de libertades como son las de
movimiento, de contratación, de religión, etc., junto
con ciertas garantías procesales, como el derecho a
un juicio justo y a una pena proporcionada al delito,
y una serie de protecciones de la propiedad privada
que la burguesía consideraba indispensables para la
estabilidad y la seguridad en las relaciones sociales.
El utilitarismo:
justicia y conveniencia
En los siglos XIX y XX el utilitarismo afirma que la concepción de justicia que ha
social
de regir en una sociedad moderna es la de fomentar la mayor felicidad para el
mayor número de personas. Así, John Stuart Mill (1806-1873) considera
que los derechos y libertades básicos son medios para elevar al máximo la
felicidad colectiva, que es el fin último del Estado y de la vida social. Por eso
el utilitarismo fue una filosofía inspiradora de numerosas reformas económicas
y sociales.
A menudo se ha planteado a los utilitaristas la objeción de que su noción de justicia sólo se
preocupa de elevar el nivel de bienestar global de la sociedad, pero que no pone atención a cómo
se deben distribuir los bienes entre las personas. Bentham y Mill alegaban que todas las vidas
humanas tienen el mismo valor y, por tanto, se debe la misma consideración y respeto a todos.
En consecuencia, piensan que este principio obliga a tomar medidas para que la riqueza
producida se reparta con equidad. Sin embargo, esta crítica sigue representando un problema
para el utilitarismo.
Teorías socialistas: la
abolición de la desigualdad
En el pensamiento socialista, la justicia ha sido entendida generalmente como
abolición de los privilegios socio-económicos de los poderosos. Ahora bien, entre
las distintas propuestas socialistas existe una gran variedad de planteamientos de
este ideal y de los medios para alcanzarlo.

En las primeras décadas del siglo XIX, los fundadores del llamado socialismo
utópico, Saint-Simon, Owen y Fourier, entre otros, entienden que no es posible una
sociedad próspera y justa sin abolir la propiedad privada de los medios de
producción, o al menos restringirla radicalmente. Pero no creen que sea conveniente
intentar una revolución violenta, sino que ellos mismos crean comunidades justas
-cooperativas, fábricas-modelo, falansterios de Fourier, etc.- y promueven un tipo de
educación que inculque a las nuevas generaciones las virtudes necesarias para la
solidaridad y la armonía social.
En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX se sitúan los clásicos del socialismo libertario o
anarquismo: Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Abad de Santillán. Para ellos, la justicia será el
resultado de un cambio profundo de las personas y de las estructuras sociales, que se producirá
sobre todo con la abolición del Estado y de cualquier tipo de opresión. Identifican la justicia con un
modelo de sociedad solidaria, autogestionaria y federalista, que sólo podrá hacerse realidad mediante
la lucha organizada de los trabajadores.

En cambio, para el marxismo, la prioridad para alcanzar una sociedad


nueva no ha de ser la abolición del Estado. Karl Marx (1818-1883)
considera que el Estado desaparecerá por sí solo al final de un largo
proceso revolucionario, cuando por fin la sociedad funcione como una
unidad de productores libremente asociados y en la que cesará la
división en explotadores y explotados. En su Critica del programa de
Gotha (1875), Marx expone que, tras la revolución proletaria, vendrá una
fase socialista y que en ella la distribución justa de los bienes sociales
se hará bajo el principio: «exigir de cada uno según su capacidad, dar a
cada uno según su contribución». Pero más adelante, cuando se
alcance la fase «comunista», caracterizada por la sobreabundancia de
bienes y la desaparición del Estado, la distribución adoptará el principio:
«exigir de cada uno según su capacidad, dar a cada uno según su
necesidad».
LA TEORÍA DE LA JUSTICIA
DE RAWLS
La teoría de la justicia de Rawls afecta a las instituciones
básicas de la sociedad: deben ser justas. ¿Cuándo podemos
decir que una institución funciona de un modo justo? Las
respuestas de otras doctrinas –intuicionismo y utilitarismo- no
le satisfacen y propugna su doctrina, asumiendo una
concepción contractualista para no tener que remitirse a
explicaciones religiosas en la fundamentación de por qué
debemos obedecer ciertas reglas.

Defiende un contrato hipotético –acuerdo que firmaríamos


en ciertas condiciones ideales y en el cual se respeta
nuestro carácter de seres libres e iguales. Otros tipos de
contratos no-hipotéticos –p. e. el de Hobbes- no le resultan
interesantes porque sus resultados no van a reflejar ciertas
ideas que parecen propias de nuestras concepciones morales
habituales, p. e. la idea de que debe respetarse el valor
intrínseco de cada individuo.
Tiene sentido pensar en contratos que no han existido en la práctica? Para Rawls sí porque no pretende
sino reflejar nuestro estatus moral igual. Igualdad que nos fuerza a desarrollar una preocupación por la
imparcialidad. El objetivo del contrato es establecer ciertos principios básicos de justicia: a) como
criterios a aplicar en relación con la estructura básica de la sociedad: “el modo en que las instituciones
sociales más importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de
las ventajas provinientes de la cooperación social; b) principios que vienen a aplicarse a sociedades
orientadas a promover el bien de sus miembros y donde no existe ni extrema escasez ni extrema
abundancia.

Según Rawls, en situaciones como las mencionadas, no existe un criterio independiente que nos
pueda decir qué es lo que es justo hacer, aunque sí procedimientos que nos pueden ayudar a
llegar a resultados equitativos. En lo que respecta a la elección de los principios de justicia, las
condiciones procedimentales imparciales conducen a lo que él llama un sistema de justicia como
“equidad”: se considera que los principios de justicia imparciales son los que resultarían de una
elección realizada por personas libres, racionales y autointeresadas situadas en una posición de
igualdad.
Para modelar estas condiciones recurre a la “posición original”. ¿Qué condiciones distinguen a
la posición original? La situación hipotética tiende a reflejar su intuición conforme a la cual la
elección de principios morales no debe estar supeditada a nuestras situaciones
particulares. Imagina una discusión entre individuos racionales, autointeresados, que se
proponen elegir por unanimidad los principios sociales que habrán de organizar la sociedad.
Estos sujetos están afectados por un “velo de ignorancia”: desconocen su clase social,
inteligencia, fuerza, raza, generación, concepción del bien o propensión psicológica, etc. En
definitiva, desconocen toda información que les permita orientar la decisión en su propio
favor: el velo de ignorancia es un test intuitivo de equidad. A tales seres imaginarios les supone
motivados por obtener los bienes básicos para satisfacer cualquier plan de vida. Bienes de tipo
social como la riqueza y de tipo natural como la salud o la inteligencia. Y la regla de racionalidad
utilizada por esos sujetos supone que les llevaría a optar por una alternativa cuyo peor resultado
sea superior al peor resultado de las otras alternativas. Cuáles son los principios de justicia que
resultarían escogidos en esas circunstancias:
1. Cada persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de
libertades básicas iguales que sea compatible con un esquema semejante de
libertades para los demás.

2. Las desigualdades sociales y económicas habrán de habrán de ser


conformadas de modo tal que a la vez que:
a) se espere razonablemente que sean ventajosas para los más desfavorecidos
b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para todos.
La tarea de la escuela,
también, el comercio
Educar es humanizar, suscitar personas, de lo que se justo
trata es de facilitar el desarrollo pleno de las mejores
capacidades del ser humano, y esta tarea ha sido
encomendada a la escuela, cuya finalidad es colaborar en
el proceso de liberación del ser humano. Liberación de la
ignorancia y del mal, para lo que se requiere tanto
conservar lo bueno que la humanidad ha ido
descubriendo, como transformar, erradicar lo malo.

Somos animales sociables. Frente a otros animales, la naturaleza


no organiza nuestra vida en común. Necesitamos organizarla
nosotros, y necesitamos del uso de la razón para articular
bien nuestra convivencia. Eso es lo que hacemos a través de
las normas, leyes… Son mandatos para realizar valores y
orientan nuestra vida. Hay distintos tipos de normas.
Además de dar cuenta de la idea de justicia para justificar estas
normas deberíamos atenernos a los distintos ámbitos de acción y
a las finalidades que persiguen, desde el respeto a la dignidad de
todas las personas.
Ahora es el ámbito económico el que debemos tener en cuenta.
En el mundo moderno, con el surgimiento del sistema capitalista, se produjo
una transformación asombrosa del trabajo: abandona la esfera doméstica y
ocupa el centro de la pública, porque la economía pasa a ser un potente motor
de los cambios sociales, cuando antes se reducía al gobierno de la casa.

En el siglo XX se produce una nueva gran transformación en las sociedades del


capitalismo tardío. La producción de bienes para el consumo aumenta
prodigiosamente, y la posibilidad de disfrutar inmediatamente de ellos
universaliza el consumo.

Las empresas son las instituciones sociales que han cobrado mayor
protagonismo en el mundo moderno. La mayor parte de la economía
contemporánea está en manos de las empresas, y cuesta imaginar un futuro en
el que las empresas no tengan un papel importante que desempeñar. El hecho
de que sean instituciones con ánimo de lucro puede ser motivo de desconfianza,
pero, al mismo tiempo, es preciso reconocer que el afán de lucro no es ni debe
ser su única característica, ni la más esencial.
Las empresas suelen proporcionar bienes y servicios que la sociedad necesita. Si lo hacen bien, merecen su
recompensa y si lo hacen mal, deben rectificar o desaparecer.
Es imprescindible reflexionar sobre la empresa como un tipo de institución que forma parte de la realidad social de
nuestra época.
En lo que respecta a la actividad económica, y a la empresa como su institución básica, los desafíos más
importante en nuestro tiempo son:
1. La transformación del orden
económico: debemos ser capaces
de superar una economía
claramente injusta que condena a
la pobreza a millones de personas,
genera grandes desigualdades
sociales, crea inseguridad y guerras,
y amenaza con destruir los recursos
del planeta.
2. Respeto y mejora del equilibrio
ecológico: el aumento de la equidad
debe realizarse dentro de los límites
ecológicos. El planeta está amenazado
si seguimos con el actual ritmo de
producción y consumo. Los problemas
actuales de cambio climático, escasez
de agua, contaminación,
enfermedades, etc., son un síntoma
evidente del deterioro medioambiental.
3. Instauración de una gobernanza global: en un
mundo global, las consecuencias de la actividad
económica afectan a todos los habitantes del
planeta, sin excepción, tanto las generaciones
presentes como a las futuras. Por ello, es
necesaria una gobernanza global, es decir, un
sistema de gobierno a escala mundial, que sea
capaz de hacer frente a los problemas de la
guerra, la miseria y el deterioro ecológico. Ha de
ser una gobernanza que incluya la
responsabilidad no solo de los estados, sino
también de las organizaciones que componen la
sociedad civil, incluyendo las empresas.

4. Este es el marco teórico desde el que nos proponemos educar y


poner en práctica, por ejemplo, una mesa de comercio justo.
“A nosotros, pianistas del siglo
XX, nos falta un piano»

El título se escribió hace unos años, ahora nosotros, aunque


hubiéramos encontrado un piano, lo difícil es encontrar pianistas.
Tenemos, eso sí, una pequeña escuela de solfeo y el deseo de
convocar a ella a todos los que estén interesados en cantar en este
coro del comercio justo.

Además, con el tiempo, hemos conseguido algunos instrumentos


ligeros que intentamos mantener afinados, no sin esfuerzo, es decir,
si se tiene la voluntad de hacer ciertas cosas, por ejemplo, montar
una mesa para vender productos, cuya elaboración y
distribución respeta los derechos humanos, no es tan difícil.
Los productos, las últimas veces que montamos mesas de comercio justo, nos los cedieron
una parroquia del barrio madrileño de Orcasitas y una tienda de comercio justo del barrio de
Prosperidad. Pusimos las mesas unas mañanas en que el colegio estaba abierto por el lugar
en el que los padres y familia de los alumnos iban a pasar. Vendimos los productos,
distribuimos algunos folletos y poco más. Económicamente, no fue un gran éxito.
Llevamos el dinero a la parroquia que nos había cedido los productos y a la tienda de
Prosperidad. Pero sí que nos fue muy útil hacer esta acción, porque permitió a los
muchachos tomar conciencia de una realidad que no conocían.

Nadie nos mandó con la música a otra parte, pero el contexto social en el que estamos
parece que ha hecho de la indiferencia su sintonía.
Textos y vídeos
1. Adela Cortina: Aporofobia.

https://youtu.be/Kc92s05D8L8?feature=shared

https://youtu.be/ZODPxP68zT0?feature=shared

2. Contra la indiferencia. Texto enviado por correo.

3.Vídeo Manos Unidas:

https://youtu.be/ZODPxP68zT0?feature=shared

4. Una modesta proposición. Jonathan Swift. Libro que se encuentra en internet. Sugiere una
solución para el problema del hambre que a algunos les puede interesar: los padres deben
vender a sus hijos a los terratenientes ricos para que se los coman.

5. Presentación sobre la opinión de Adela Cortina sobre el hambre.


https://es.slideshare.net/CarlosRobles89/adela-cortina-y-el-hambre-en-el-mundo.

6. Justicia cordial -Adela cortina-

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