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Espiriruahdad, Magisterio, Sentido de la Fe

Cardenal Ed u a r d o Gag non, p.s.s.

Prefecto del Consilium de Familia (Vaticano).

Mientras me estaba preparando, durante las últimas semanas,' para


este encuentro, las oraciones y lecturas de la liturgia me han hecho notar
la similitud entre nosotros aquí y los primeros cristianos que se reunían
en los tiempos apostólicos. Cuando Pedro, Pablo, Clemente y Cipriano
pasaban por primera vez o regresaban a un punto central de las primeras
comunidades, los fieles acudían de diversas partes para rezar juntos y
para ponerse nuevamente en contacto, a través de los Apóstoles, con el
pensamiento y los deseos de Cristo, Verbo del Padre, para llenarse de su
Espíritu. Y los textos de las epístolas y de los escritos apostólicos quedan
como testigos de 10 que daba claridad a sus convicciones y les devolvía
a sus Iglesias, llenos de valor y de un ardor conquistador.
Tres semejanzas sobre todo me llaman la atención:

1. La predicación apostólica: la evangelización ha sido desde el inicio,


búsqueda de una espiritualidad.

2. Los primeros discípulos, sacerdotes o laicos, estaban en la condición


de sembrar la Palabra en un mundo pagano, perverso; sin embargo,
no vacilaron en creer que ese mundo podía ser salvado de su pecado
únicamente por la aceptación del Espíritu Santificador.'

3. Han sentido también que no podían realizar esta obra imposible de


la transformación del mundo sino con una atención escrupulosa a
la enseñanza de Cristo y de los pastores puestos por El para ser
responsables de las almas.
Vamos a alimentar nuestra reflexión de estos días con documento
providencial que constituye la Exhortación Familiaris Consortio (FC).
El Santo Padre, quien puso la última mano al documento durante el
período privilegiado de contacto con el Señor que fue su convalescencia
después del atentado, dice que "esta Exhortación indica las orientaciones
fundamentales según las cuales la Iglesia, en este fin del segundo milenio,
debe vigilar sobre. el matrimonio y la familia. .. La verdad que la Iglesia
anuncia es una verdad de vida, debe hacerse vida... Esta exigencia de
la verdad concierne ya sea la vida personal de los cónyuges, sea la
146 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

cultura en la que viven los esposos ... " (26 nov. 1982, al Simposio
Europeo sobre Matrimonio y Familia, Roma).
La Exhortación tiene toda esta importancia porque analiza las CIr-
cunstancias nuevas en las que se vive la realidad conyugal y familiar, y
las ilumina con toda la sabiduría acumulada por la Iglesia en el curso
de los siglos.
La FC será para nosotros un instrumento eficaz de rescate de la
humanidad -conforme a la proclamación del Papa de que el futuro de
la humanidad se fragua en la familia- si entendemos que ella es esen-
cialmente espiritualidad, y si nos ponemos como los Apóstoles al servicio
del misterio redentor, presente y activo en la persona misma del Cristo
Redentor cada instante de la historia de la humanidad.
Nada puede asegurar mejor el éxito de un seminario sobre la espi-
ritualidad conyugal y familiar que una confrontación franca y humilde
de la enseñanza luminosa de FC con vuestra experiencia propia de
esposos y de padres, o de agentes de pastoral.
En conformidad con 10 que me ha sido pedido, espero ser útil y
dar un primer impulso a vuestras deliberaciones, sugiriendo darles como
base una noción clara de la palabra espiritualidad, recordando cuán'
importante es dejarse guiar en el camino de la santidad por un Magisterio
auténtico, e invitandoos a no descuidar el don del Espíritu que está en
vosotros, pero sí a aprovechar al máximo vuestro carisma, vuestro sentido
de la fe, para encontrar siempre nuevas vías de una espiritualidad capaz
de redimir el tiempo presente.

I . Espiritualidad

Se hace necesario ante todo, tener una noción clara de lo que es


espiritualidad. Ha existido siempre una tentación de tomar por espiri-
tualidad ciertas formas de iluminismo, cierta evasión de los deberes con-
cretos de la vida real, un cierto desapego o desprecio por las prosaicas
necesidades en las que se mueve el vulgo.
Los autores elaboran a veces definiciones complejas de la espiritua-
lidad o de las espiritualidades. Me contento con seguir de cerca el
lenguaje de los Apóstoles y llamar sencillamente con este nombre el arte,
el conocimiento, a la vez doctrinal y práctico, de 10 que es "vivir por
el Espíritu y según el Espíritu de Cristo", el Espíritu de Cristo que es
Persona Divina. "Nosotros, decía San Pablo, no hemos recibido el espíritu
del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias
que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras
aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expre-
sando realidades espirituales en términos espirituales. .. Nosotros tenemos
la mente de Dios" (l Co 2, 12-16).
MedelIín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 147

a) El Espíritu que nos ha sido dado.


El breviario pone a menudo ante nuestros ojos el reclamo que San
Pablo hacía a los Romanos: "No recibisteis un espíritu de esclavos para
recaer en el temor; antes bien, recibísteis un espíritu de hijos adoptivos
que nos hace exclamar: Abbá, Padre. El Espíritu mismo se une a nuestro
espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dio". (Ro 8, 15-16).
Creados a semejanza de Dios, estábamos ya bajo la moción de su Espíritu
y llamados a vivir como hijos de Dios. Pero la rebelión del pecado ha
roto esa relación, y, hasta la venida de Cristo, el hombre ha vivido más
que todo en un espíritu de servidumbre y de temor.
* La pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, de los que somos
partícipes de la fe y el bautismo, nos obtienen el don del Espíritu. Ya
no tenemos por qué temer a Dios Padre nuestro, ya que somos sus hijos
de verdad.
Los padres suelen quejarse de no poder comunicar a sus hijos su
propio espíritu; los hijos, dicen, no tienen el espíritu de familia, no toman
a pecho los intereses del hogar, se encuentran más a gusto fuera de la
casa. El Espíritu de Dios es una persona, y es una persona que el Padre
y el Hijo nos mandan para que viva en nosotros, nos ilumine y nos
santifique. Gran parte de las confidencias de Cristo a sus discípulos en
la última Cena fueron para establecer en ellos esta certidumbre: si creemos,
si el bautismo viene a autenticar nuestra fe, si la obediencia a los man-
damientos viene a probar nuestro amor, el Espíritu vivirá en nosotros,
Cristo no cesará de estar presente en nuestras existencias y seremos
capaces de revelar el Padre al mundo. (In 14-17).

** En su proyecto original, "al principio" como le gusta al Papa


repetir -aun si el hombre no se demoró en mostrarse pecador- Dios
no ahorró los medios para revelarse como Amor y para poner en lo más.
profundo del corazón del hombre y de la mujer una participación de su~:
Espíritu de amor. Su mismo poder de dar la vida, expresión suprema de'
su amor, no se lo reservó Dios exclusivamente para sí, sino que decidió
ejercerlo mediante la colaboración del hombre y de la mujer unidos en
el amor.
Lo ilustra bien la Fe: "Dios ha creado al hombre a su imagen y
semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo
tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión
personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente
en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la
vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor
y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata
de todo ser humano". (n. 11).
Pero es en la institución del Sacramento del Matrimonio donde se
148 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

manifiesta todo el plan divino. El Espíritu de amor por el que Cristo se


da cada día a la Iglesia se ofrece a los esposos cristianos para animar toda
su vida. "En el sacrificio que Jesucristo hace de sí mismo en la cruz por
su esposa, la Iglesia, se desvela enteramente el designio que Dios ha im-
preso en la humanidad del hombre y de la mujer desde su creación". (n. 13).

b) Vivir del don del Espíritu.


"Mediante el bautismo, el hombre y la mujer son insertados defini-
tivamente en la Nueva y Eterna Alianza, en la Alianza esponsal de Cristo
con la Iglesia. Debido a esta inserción indestructible, la comunidad íntima
de vida y amor conyugal, fundada por el Creador es elevada y asumida
en la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza
redentora". (FC 13).
Vivir ese don del Espíritu, recibido en los sacramentos del bautismo
y del matrimonio, no puede ser, en personas libres, un brote espontáneo,
una obra de improvisación. Una verdadera espiritualidad debe pedirle a
la sabiduría divina las normas de un modo de ser digno del Espíritu,
normas que consientan discernir 10 que es moción del Espíritu y 10 que
es búsqueda, amor a sí mismo.
El primer Papa, San Pedro, había comprendido ya que era deber suyo
confirmar a sus hermanos y que parte de este deber era definir criterios,
precisar las exigencias concretas de una vida cristiana auténtica. "Por su
poder divino el Señor nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la
piedad para que, por las promesas ... , os hiciérais partícipes de la natu-
raleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la
concupiscencia". (2 Pe 1, 3-4).
Todo es don de Dios en nuestra vida espiritual, pero es un don que
nos hace compartir la naturaleza misma de Dios, nos comunica su fuerza,
nos empeña en la lucha contra el pecado y nos provee de virtudes múl-
tiples para el servicio de Dios y de nuestros hermanos.
Es la descripción de toda una espiritualidad la que da San Pedro
cuando deduce las consecuencias de nuestra participación a la naturaleza
divina: "Poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la
virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la
tenacidad, a la tenacidad la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor
fraterno la caridad. (ibid 5-7)".
Afán de conocer el misterio de Cristo, fidelidad en confesar las
maravillas de Dios en la oración, esperanza de la vida eterna, caridad
fraterna, y también repudio a lo que apetece el mundo, son los componentes
constantes de la vocación cristiana en la doctrina de las Epístolas. Y para
que no olvidemos ninguno de estos elementos, San Pablo nos ofrece una
síntesis elocuente de lo que es la vida según el Espíritu cuando escribe
Medellin, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 149

a los Gálatas: "Hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que


no toméis esa libertad pretexto para la carne. .. Si vivís según el Espíritu,
no daréis satisfacción a la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias
al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí
antagónicos. " Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación,
impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras,
rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas
semejantes ... ". ¿No son esos los pecados que hoy día están todavía en el
origen de las crisis que destruyen la vida familiar y social?
"En cambio, continúa él Apóstol, el fruto del Espíritu es amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, dominio de sí. .. ". ¿No son
esas disposiciones también las que siguen siendo necesarias para asegurar
la felicidad de la vida familiar? "Los que son de Cristo Jesús, han cruci-
ficado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu". (Gá 5, 13-25, passim).
Los maestros de la vida espiritual la han definido como la práctica
de la fe, de la esperanza y de la caridad, con motivación profunda en el
corazón y con manifestación visible en las palabras y las obras.
Es a semejante espiritualidad que nos reconduce siempre el Nuevo
Testamento. Uno no puede vivir de verdad si no renueva continuamente
su adhesión de fe al misterio siempre presente de Cristo: "no vivo yo,
dice San Pablo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo'
al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó
y se entregó a sí mismo por mí". (Gá 2, 20). Uno no puede perseverar-
en medio de las dificultades y tentaciones sino esperando, mirando hacia
las realidades eternas y sabiendo que con la gracia de Dios nada queda
imposible (cf. 1 Pe 1, 16-20). Uno no vive si no demuestra su amor por
la observación de los mandamientos del Señor, sin sentirse constreñido"
sino con alegría y generosidad: "el Señor quiere a quien da con gozo",
(2 Co 9, 7).

Jesús había dicho ya en un coloquio íntimo con los discípulos: "El


espíritu es el que da la vida; la carne no sirve para nada", (In 6, 63),

11 • Magisterio

Por definición, VIVIr según el Espíritu es algo que supera nuestras


fuerzas, es una vía en la que no podemos caminar sin guía.

a) Necesidad del Magisterio


"El Magisterio, recuerda Fe, es la única guía auténtica del Pueblo
de Dios" (n. 31). Esto los Apóstoles 10 han aprendido del mismo Señor.
Cuando Pablo pide a Tito y a Timoteo dar normas precisas de conducta
150 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

a las comunidades en vía de formación, pide 10 que él mismo ha aprendido


de Cristo. Se necesita una dosis extraordinaria de pretensión o de incons-
ciencia para afirmar, como 10 hacen algunos, que Dios para respetar la
autonomía en la que creó al hombre, debe abstenerse de darle más que
orientaciones muy generales. El Nuevo Testamento está lleno de preceptos
y de consejos sobre la obligación de conocer el misterio de Cristo, sobre
el modo de orar o de vivir en medio de un mundo pecador sin dejarse
contaminar por él sino, más bien, edificándolo y santificándolo.
Para negar esa evidencia, para negarles a las directrices culturales,
ascéticas y morales de la Escritura, una fuerza vinculante sobre la vida
espiritual de hoy; para presentar la Iglesia primitiva como una comunidad
carismática sin jefes dotados de magisterio, hay que llegar a 10 que me
parece un ultraje a la sabiduría y a la bondad divina. Dios, en efecto,
habría hecho a su Iglesia un regalo envenenado si la Escritura que le
dió hubiera sido tan oscura que habría resultado un error el haberla utili-
zado durante siglos como normativa.
Segura de la presencia del Espíritu, la Iglesia se ha sentido siempre,
para usar una expresión jurídica, en posesión tranquila de su responsa-
bilidad y de sus derechos de Mater et Magistra.
Sacando de su tesoro "cosas antiguas y cosas nuevas", ha enseñado
los requisitos de la perfección humana y de la perfección cristiana a
generaciones continuas de santos, santos grandes por sus realizaciones
extraordinarias, santos más grandes por el heroísmo de la vida cotidiana.
El Magisterio de la Iglesia es un servicio, una exigencia de fidelidad
al Espíritu que el Señor ha prometido para todos los días y todos los
lugares hasta el fin de los tiempos (cfr. In 15 ss). Es así, por ejemplo que
Juan Pablo II presenta la ayuda que el Sínodo y la Exhortación FC quieren
prestar a las familias: "La Iglesia consciente de que el matrimonio y la
familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la humanidad,
quiere hacer sentir su voz y ofrecer su ayuda a todo aquél que, conociendo
ya el valor del matrimonio y de la familia, trata de vivirlo fielmente; a
todo aquél que, en medio de la incertidumbre o de la ansiedad, busca
la verdad, y a todo aquél que se ve injustamente impedido para vivir con
libertad el propio proyecto familiar". (FC 1).
El Papa actual no es -y tampoco 10 fueron sus predecesores inme-
diatos- un hombre a quien le guste mandar. Delega, en todo lo posible,
el ejercicio de la autoridad. Sólo el sentido de su misión y su piedad por
los pobres del Señor, expuestos a todos los vientos de doctrina y sometidos
a presiones brutales o sutiles, le hace pedir que se le atienda y se le
obedezca. "En un momento históric-o en que la familia es objeto de muchas
fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente de
que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado
al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión
Medellín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 151

de proclamar a todos el designio. de Dios sobre el matrimonio y la fa-


milia ... " (FC 3, fin).

10 hace el Papa sin temer el cansancio ni los riesgos. En la FC


reivindica los derechos del Magisterio sobre todo en los números 5 a 8,
subrayando la .necesidad del discernimiento evangélico y de una sabiduría
que viene de arriba para analizar las situaciones actuales y tomarlas
de mano.

Lo hace también, con el mismo acento que Pablo VI en Humanae


Vitae, en los números 28 a 35, hablando del servicio a la vida. Bien sabe
desde luego, que es sobre la cuestión de la moral conyugal donde la fe
y la docilidad de muchos ha tropezado sobre una piedra de escándalo.
Tiene piedad de los que han sido desorientados por ciertos teólogos felices
de encontrar en eso una causa popular para franquearse del magisterio
doctrinal de Roma y solidarizarse con los protestantes. Tiene piedad de
los que han sido arrastrados por distinciones y concesiones de pastores
animados de una aparente misericordia, pero que no tienen suficiente fe
en el poder de la gracia y en la capacidad de heroísmo de los esposos
cristianos. Tiene piedad de la muchedumbre que no puede aceptar la
palabra del Vicario de Cristo porque ni siquiera conoce a Cristo o porque
le tiene miedo.

Pero esa misma piedad del Papa le obliga a hablar y a no callar


ninguna de las exigencias de la verdad. Si insiste porque no dejemos a
nadie en la ignorancia de la ley de Dios, inscrita en 10 más profundo
de nuestra naturaleza, es porque sabe por experiencia cuantas violaciones,
aún meramente materiales de esta ley -que los principios tradicionales
de la teología moral quizás excusarían- destruyen sin embargo el plan
admirable del Creador y han llevado las sociedades, hasta las más ejem-
plares por su vida cristiana, al deterioro moral y social previsto por
Pablo VI. Sabe cuántos esposos se han parado en el camino de la santi- {
ficación por la falta de valor frente a esta ley. Sabe que la contracepción,
cualquiera que sea el motivo con que se excuse, produce el egoísmo,
destruye el verdadero amor y quita a los padres la capacidad de pedir a
sus hijos los sacrificios y una continencia que ellos mismos rehusan.

A un grupo de sacerdotes, más bien jóvenes, venidos a Roma para


seguir un curso sobre la pastoral de la paternidad responsable, el Papa
decía:

"Debéis aprender a reconciliar la conciencia humana de los esposos


con el Dios de la Verdad y del Amor. Debéis mostrar a los esposos
que 10 que la Iglesia enseña no es más que el proyecto original
impreso por el Creador en la humanidad del hombre y de la mujer
que se unen en el matrimonio, proyecto que el Redentor ha venido
a restaurar.
152 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

"Esta enseñanza que vosotros hacéis resonar a los oídos de los


hombres y de las mujeres de hoy, está ya escrita en sus corazones.

"Sabed que la fidelidad de los sacerdotes a esta verdad y a las


normas morales de Humanae Vitae y Familiaris Consortio debe ser
pagada a un precio alto. Uno se vuelve blanco de burla, acusado de
incomprensión, de dureza y de otras cosas todavía. De hecho la
verdad es difícil de aceptar para un corazón en el que reina la
concupiscencia.
"La reconciliación con el Dios de la verdad pasa por la remisión
de los pecados. Debéis entonces estar siempre disponibles para servir
a los pecadores" (2 marzo 1984).

Notemos dos detalles en el modo de hablar del Papa. El primero


es que el Magisterio no consiste únicamente en enseñar la ley; de Dios
sino que encuentra su dimensión total en la catequesis y administración
de los sacramentos, para hacer presente al Cristo Redentor y comunicar
su Espíritu, fuente de todas las victorias.
Segundo, el Santo Padre es realista, no vacila en hablar de la concu-
piscencia contra la que es necesario combatir. Un Padre Cartujo, confesor
bien conocido del Papa, hizo una intervención impresionante durante el
Sínodo sobre la reconciliación. Manifestó su convicción de que poderes
humanos muy diversos y opuestos entre sí no podrían presentarse tan
unidos como los vemos en su oposición al Papa y a la doctrina de la
Iglesia, si no hubiera un ser extraordinariamente inteligente, el diablo,
para coordinar las fuerzas y los asaltos. El secreto de su éxito está en
hacer que se hable mucho del amor, que se exalte el amor, pero separándolo
de la obediencia. Sin obediencia el amOr está en el poder de la concupis-
cencia y del pecado.

Para completar la catequesis que ha hecho los miércoles desde su


llegada a Roma, sobre la familia, el amor y 10 que llama la teología del
cuerpo, el Santo Padre ha iniciado ahora una nueva serie de discursos,
siguiendo de cerca el texto mismo de la Humanae Vitae, y explicando cómo
su doctrina es la única conforme al Plan Divino, la única que puede
conciliarse con el Evangelio, la única que la Iglesia puede proponer.

Trabaja desde hace años en este tema, pues fue uno de los pocos
teólogos y pastores que tomaron en serio, desde el inicio, la llamada de
Pablo VI para que se estudiara y se explicara bien la doctrina de la
Encíclica. Escribía él' mismo en la presentación de la edición polaca de
HV en 1969: "La doctrina respecto a la ética de la vida matrimonial ha
sido detalladamente transmitida y definida por la autoridad del Magisterio
de la Iglesia en Humanae Vitae. Por eso, después de la promulgación de
este documento es difícil hablar, en relación a los católicos, de ignorancia
inculpable o de error en buena fe".
Medellín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 153

Nadie, a nivel de pastores, de agentes de pastoral, de parejas com-


prometidas en el servicio de las familias, debería sentirse en paz mante-
niendo un cierto distanciamiento en relación con HV, si no estudia seria-
mente estos nuevos discursos del Papa, profundos e indispensables.
Ya se ve en ellos que, para el Papa, no puede tratarse de proponer
a los cristianos otro ideal, otra obligación que la de vivir según el Espíritu.
Se ve también que el Papa se basa mucho en el texto de la Epístola a
los Gálatas, en el que veíamos al inicio una definición de la espiritualidad
cristiana y particularmente conyugal. El Papa indica muy bien que no
puede haber una espiritualidad genuina fuera de la fidelidad a las leyes
morales, ni moral cristiana que no sea ya espiritualidad. Los dones del
Espíritu Santo, explicaba Santo Tomás, están al servicio de las virtudes
cardinales y morales, y éstas se demuestran auténticas por una obediencia
a los mandamientos movida desde el interior.

b) Algunos puntos típicos del Magisterio actual sobre la espiritua-


lidad conyugal y familiar.
Uno de los peritos de este Seminario analizará los aportes de la
Exhortación FC en el campo de la espiritualidad. Colocándome en una
perspectiva diversa quisiera indicar algunos aspectos que me parecen
típicos en el Magisterio actual. He insistido ahora sobre la obligación para
una espiritualidad sincera de atenerse a la doctrina de la Iglesia sobre el
servicio a la vida. La confusión que existe en ese campo causa en el
cuerpo de la Iglesia heridas que los pastores tienen que identificar y curar.
Pero no se limita a ese problema el Magisterio de la Iglesia. Pablo VI y
Juan Pablo II repiten que para seguir en todo la ley de Dios los esposos
necesitan gracias especiales que sólo un esfuerzo global de pastoral puede
ayudarles a conseguir.
Desde el puesto de observación que han constituido el Comité y ahora
el Consejo para la Familia, he creido notar las siguientes notas caracte- "
rísticas en 10 que enseña la Iglesia por la voz de su Pastor supremo.
(Observo por otra parte que además de la FC y de los discursos regulares
del Papa sobre el tema preciso de la familia o del amor, se encuentran
muchos elementos de espiritualidad familiar en las grandes encíclicas Re-
demptor Hominis, Dives in Misericordia, Laborem Exercens, y en casi
todas las instrucciones del Papa).

1. Una primera característica del lenguaje del Papa sobre la familia


es de ser optimista. Siempre el Papa afirma su fe en los planes grandiosos
de Dios sobre nosotros, en su misericordia infinita que nunca se desanima
con nuestras flaquezas; afirma su fe en el hombre con la seguridad de
que éste tiene una aspiración profunda, un afán de superar los límites
en los que quisieran encerrarlo la mediocridad, la timidez o la satisfacción
con sí mismo.
154 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

No se cansa de proclamar su fe en Cristo Redentor y en su presencia


constante al mundo en la comunidad eclesial que ejerce la caridad y
comunica sus sacramentos.
Esta fe optimista se manifiesta en las esperanzas que el Papa pone
en la familia y en 10 que le pide. Los textos de FC son ya clásicos: "El
futuro de la humanidad se· fragua en la familia. El futuro de la evange-
lización depende de la familia. Amar a la familia significa saber estimar
sus valores y posibilidades, promoviéndolos siempre. Una forma eminente
de amor es dar a la familia cristiana de hoyrconfrecuencia tentada por
el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones de con-
fianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia, en
la misión que Dios le ha confiado". (nn. 86 y 52).

En la misma constatación de las crisis y pruebas de la familia en


nuestro tiempo, el Papa encuentra una nueva razón de optimismo, porque
llevar la cruz es para la familia un medio seguro de participar en el poder
infinito del Cristo Salvador. (nn, 9 y 86).

2. Una segunda nota característica, cuando el Papa traza las líneas


de una espiritualidad conyugal y familiar, es la importancia dada a la
vida sacramentaria. El sacramento del matrimonio, pero también los demás
sacramentos preparados y frecuentados en familia, son libros en los que
se aprende a leer los planes del Amor divino sobre nosotros, y momentos
de gracia ofrecidos a los miembros de la familia para entrar en un contacto
vivificante con Cristo y su Espíritu.

y es como una preparación o una prolongación de la vida sacramental


en el interior del hogar que quisiera rehabilitar, revivificando las prácticas
de piedad, de las que él mismo ha sabido servirse en su ministerio pastoral.

3. Un tercer aspecto del magisterio reciente de la Iglesia se mani-


fiesta en el hecho de invitar a la familia a no cerrarse sobre sí misma,
sino a realizarse como Iglesia abierta a las necesidades de la grande Iglesia
y de la humanidad.

Antes del Concilio, estimulados por las enseñanzas de la Encíclica


Casti Connubii y la renovación de la teología sacramentaria, algunos
grupos de familia sintieron la urgencia de comprender más a fondo las
riquezas del sacramento del matrimonio y de enseñar a los esposos cómo
hallar en él una llamada a la santidad y la fuente de un amor santificador.
De la convicción muy justa de que, para cumplir con los deberes hacia
sus hijos y sus tareas en su ambiente profesional y social, los esposos
debían empezar por asegurar la vitalidad de su propia vida de amor,
de esa convicción, algunos llegaron a preocuparse casi exclusivamente de
la profundización de su unión. En el momento del Concilio, la palabra
espiritualidad conyugal tenía para muchos esa connotación un poco cerrada,
MedelIín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 155

especialmente en algunos países que más tarde se distinguirán por su


reticencia frente a la Encíclica Humanae Vitae.

Cuando Pablo VI estableció el Comité para la Familia, nos impresionó


ver cómo en muchas partes los movimientos familiares y los de Acción
Católica se ignoraban y aún se acusaban mutuamente o de desinteresarse
de la familia, o de interesarse solamente en ella descuidando los demás
ambientes por evangelizar. Recuerdo cómo el director de una importante
asociación familiar, invitado a presentarse al Comité para la Familia, me
dijo: "a nosotros lo que nos interesa no es la familia sino la pareja",
expresión sintomática de una espiritualidad que contribuyó al distancia-
miento entre padres e hijos. El presidente de otro movimiento nos dijo:
"estamos en un dilema: hasta ahora hemos sido un movimiento de espi-
ritualidad, ahora se nos pide que nos empeñemos en una acción social",
y fue una revelación para él descubrir que no puede haber espiritualidad
familiar sin apertura hacia lo social, ya que el sacramento del matrimonio
es un sacramento también social.

Pablo VI propuso como una de las tareas principales del Comité la


de trabajar para que el lugar, la dimensión social del matrimonio y de
la familia fueran más comprendidos. Juan Pablo II ha sido, ya desde el
Concilio Vaticano y durante sus años de colaboración en los albores del
Consejo para los Laicos y de otros organismos post-conciliares, y también
mediante su participación en los sínodos de obispos, uno de los principales
artífices de la evolución de las ideas en este campo.

Tuvo luego, primero como miembro del Consejo de la Secretaría del


Sínodo proyectado por Pablo VI y después como Papa, convocando y
presidiendo el Sínodo de 1980, la posibilidad de asegurar que la misión
social de la familia fuera puesta en evidencia y considerada como uno
de los elementos esenciales de la espiritualidad familiar. Los números.
42-48 y 63-64 de la Exhortación FC ilustran claramente los motivos por'
los cuales una verdadera espiritualidad debe guiar a la familia no sólo
en su irradiación hacia las demás familias sino en su misión de construir
la Iglesia y de humanizar y redimir la sociedad entera.

J JI· Sentido de la Fé

Un día estaba comentando frente al Santo Padre un artículo de


Stephen Mumford, uno de los grandes maestros del secularismo y de la
dominación de los países ricos sobre los pobres por medio de las campañas
contra la vida. Ese autor había expresado una impaciencia furiosa contra
la Iglesia: La palabra de una sola persona, decía, la palabra del Papa
reduce a la nada programas que han costado millones de dólares a nuestro
país para reducir la población del tercer mundo. Y concluía: No se logrará
156 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

nada mientras no lleguemos a alejar de los cargos públicos a todos los


católicos y a otras personas que escuchan esa palabra.

Yo decía al Santo Padre: Vea, Santo Padre, el poder de su palabra;


hay que seguir hablando aún si toda la opinión pública pareciera contra-
decirla. Me contestó con su sencillez desarmante: No es porque habla el
Papa que el mundo escucha, bino porque el Papa dice 10 que Dios ha
puesto de más profundo en el corazón de los hombres.
Jesús había explicado algo semejante a los Apóstoles después de la
multiplicación de los panes y del anuncio de la Eucaristía. A pesar de
los milagros, muchos juzgaron imposible aceptar la palabra del Señor
cuando dijo: "Os daré mi carne como comida y mi sangre como bebida,
y quien no las tome no tendrá la vida eterna". "Muchos se van", dijeron.
los Apóstoles preocupados. Y Jesús les contestó: "Os iríais también vosotros
si el Padre no pusiera en ]0 íntimo de vuestro corazón la gracia de creer
y de quedaros". (cfr. [n 6, 65).
La teología de la misión ha retenido siempre el principio repetido
por el Señor a sus discípulos hasta el día de su regreso al cielo: Vosotros,
predicad el Evangelio ... , dejad luego que la gracia interior venida de
mi Padre cambie las inteligencias y los corazones.

Lo mismo sucede hoy con el anuncio de la verdad. A la proclamación


de la doctrina por parte del Magisterio corresponde el "sentido de la fe",
mantenido por el Espíritu en los corazones puros y sencillos.

El Papa ha creido siempre en ese sentido de la fe y ha acudido


siempre a él en su reflexión y en sus escritos, sobre el amor y el matrimonio,
por ejemplo. Convoca constantemente y escucha a personas, doctas o
sencillas, en las que sabe descubrir un verdadero sentido de fe.

Insiste porque no haya confusión sobre el significado de la expresión


tradicional: sentido de la fe, sensus iidelium. No son todas las voces,
interiores o exteriores, las que merecen ser escuchadas. El drama de ciertos
páíses donde la aplicación del Concilio ha causado divisiones penosas en
el Pueblo de Dios, es que se ha escuchado a toda la gente fuera de los
fieles, es decir, fuera de los que acostumbran rezar y frecuentar la iglesia,
que dan vocaciones a las diócesis y a las comunidades, fieles que hubieran
tenido derecho a que se les explicaran los cambios antes de imponerlos.

El Papa ha respondido en la Exhortación a la necesidad de definir


10 que no es el sentido de la fe. "El sentido sobrenatural de la fe" no
consiste única y necesariamente en el consentimiento de los fieles. La
Iglesia, siguiendo a Cristo, busca la verdad que no siempre coincide con
la opción de la mayoría. Escucha a la conciencia y no al poder. .. Puede
recurrir también a la investigación sociológica y estadística, cuando se
Medellín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 157

revele útil para captar el contexto histórico dentro del cual la accion
pastoral debe desarrollarse y para conocer mejor la verdad; no obstante
tal investigación por sí sola, no debe considerarse, sin más como expresión
del sentido de la fe. (FC 2)... En la base de fenómenos negativos está
muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad,
concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de
Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma
de autoafirmación, no pocas veces contra los demás, en orden al propio
bienestar egoísta ... La historia no es simplemente un progreso histórico
hacia 10 mejor, sino más bien un acontecimiento de libertad, más aún, un
combate entre libertades que se oponen entre sí, es decir, según la
expresión conocida de San Agustín, un conflicto entre dos amores: el
amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí, y el amor de sí mismo
llevado hasta el desprecio de Dios. Se sigue de ahí que solamente la
educación en el amor enraizado en la fe puede conducir a adquirir la
capacidad de interpretar 105 signos de los tiempos, que son la expresión
histórica de este doble amor". (n. 6).

Una vez establecidas estas precisiones, es más bien en cuanto a sus


aspectos positivos que el Papa habla del aporte necesario de los fieles,
para que la enseñanza de Cristo y del Magisterio sea entendida y se adapte
a las exigencias siempre nuevas del mundo que es preciso salvar.
El n. 6 de FC es importante para que los hogares tomen confianza"
en sí mismos y encuentren su puesto en la elaboración de una espiritua-j
lidad conyugal y familiar. "El discernimiento hecho por la Iglesia se;
convierte en ofrecimiento de una orientación a fin de que se salve y'
realice la verdad y la dignidad plena del matrimonio y de la familia. Tal
discernimiento se lleva a cabo con el sentido de la fe que es un don
participado por el Espíritu Santo a todos Jos fieles. Es por tanto obra de
toda la Iglesia, según la diversidad de los diferentes dones y carismas,
que según la responsabilidad propia de cada uno, cooperan para un más.•
hondo conocimiento y actuación de la Palabra de Dios.

"La Iglesia no lleva a cabo el propio discernimiento evangélico úni-


camente por medio de los Pastores, quienes enseñan en nombre y por el
poder de Cristo, sino también por medio de los seglares. Cristo los
constituye sus testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la
palabra para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria familiar
y social. Más aún, Jos seglares, por razón de su vocación particular, tienen
el cometido específico de interpretar a la luz de Cristo la historia de este
mundo, en cuanto que están llamados a iluminar y ordenar todas las
realidades temporales según el designio de Dios Creador y Redentor"
(FC 6).
He tenido el privilegio, durante el Concilio, de colaborar con los
auditores laicos nombrados por Pablo VI al inicio de la tercera sesión.
158 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

Fue hermoso ver cómo entendían las repercusiones concretas de los


debates en curso. Pero fue muy triste ver cómo después algunos de ellos,
quienes habían siempre aceptado con fidelidad y generosidad 10 que enseña
la Iglesia, fueron desorientados por dichos peritos, que aprovecharon una
muy natural inclinación a la vanidad para transformarlos en contestatarios.

En los principios del Comité para la Familia, habíamos convocado a


representantes de movimientos familiares internacionales. Vinieron, de
Europa más que todo, parejas acompañadas por un sacerdote, director o
asistente eclesiástico. Me pareció ver otra vez el fenómeno del Concilio:
los laicos se mostraban sabios, perspicaces, capaces de iluminarnos, cuando
hablaban a partir de su experiencia propia, del modo en que habían
descubierto el amor y los sacramentos, de los auxilios encontrados en la
vida eclesial y en los sacramentos para cumplir sus tareas de padres y
superar las crisis familiares o conyugales. Pero era fácil reconocer que
no intervenía mucho su "sensus [idelium" cuando no hacían más que leer
textos escritos por clérigos repitiendo las tesis de la teología de moda o
enunciando pretextos para substraerse a las exigencias de un catolicismo
plenario.
En Europa esos movimientos, cerrados sobre sí mismos y demasiado
vinculados a un director paternalista, están perdiendo velocidad y dejan
el paso a asociaciones más abiertas, preocupadas por salvar a la familia
y a los jóvenes, pero al interior de un plan global de renovación del
conjunto de la comunidad, asociaciones por lo demás que no tienen
vergüenza en afirmar su adhesión a la persona y a la doctrina del Papa.

Mucho ha cambiado en estos últimos años, pero el Santo Padre está


c-onvencido de que hace falta volver a la reflexión que el Concilio había
inspirado sobre la misión y el carisma de los seglares; Esa reflexión, de
la que dan testimonio casi todos los documentos conciliares, no ha sido
bastante profundizada después; no ha llevado a las realizaciones concretas
que se podían esperar.

Era para recuperar el empuje perdido que Juan Pablo II había


deseado que la preparación del Sínodo sobre la Familia partiera de una
re-lectura de los textos conciliares relativos a la triple misión del Pueblo
de Dios y de los laicos. Confiaba encontrar allí las pautas para describir
el papel primordial de la familia en la realización de las misiones de
la Iglesia.

No todos entendieron la perspectiva en la que se colocaba el Papa


y que era la de los primeros documentos de trabajo del Sínodo. Muchos
me preguntaron de qué servía esa recopilación de textos conciliares. Los
documentos del Concilio parecían tener menos atractivo ya para los obispos
más ancianos, sus autores. Y para los obispos más jóvenes, el Concilio
parecía historia antigua quizás. Pero el Espíritu guiaba las deliberaciones
Medellín, Vol. 11, n. 42, Junio de 1985 159

del Sínodo y se llegó al fin a una descripción de la familia como sujeto


esencial en las misiones de la Iglesia.
Un obervador, que acompañaba a los obispos de los Estados Unidos,
comentaba después que los obispos llegaron al Sínodo preguntándose qué
podía hacer la Iglesia a favor de la familia, para salvarla, pero que la
Exhortación Familiaris Consortio habla más bien de lo que la familia
puede hacer para ayudar y salvar a la Iglesia. Hacía un reproche al Papa
de haber cambiado las perspectivas. Pero fue el Sínodo mismo quien había
recuperado la justa dirección. Los primeros discursos hablaban de la
familia como de una persona de menor edad, débil y en crisis. Pero
cuando las parejas invitadas por el Papa empezaron a mostrar cómo Cristo
Redentor estaba presente en su vida y en la acción de sus familias, los
pastores sintieron renacer la esperanza. Y sin dejar de ver las duras
realidades de la existencia actual de las familias, fueron solidarios de la
convicción del Papa y afirmaron que la solución de los problemas de la
familia debe partir de la familia misma (cfr. por ejemplo los nn. 17, 42,
45, de FC). "Corresponde a los cristianos el deber de anunciar con alegría
y convicción la "buena nueva" sobre la familia, que tiene absoluta nece-
sidad de escuchar siempre de nuevo y de entender mejor las palabras
auténticas que le revelan su identidad, sus recursos interiores, la importancia
de su misión en la Ciudad de los hombres y en la de Dios". (FC 86).

Queda todavía mucho por hacer para que esta fe en la familia se


traduzca en la práctica.

Hay lugares donde se considera como prornocion del laicado, más


que todo, la multiplicación de los diáconos casados, de los ministros
extraordinarios de la comunión, o iniciativas semejantes. Conozco una
diócesis donde los sacerdotes se quedan confortablemente sentados en su
silla mientras laicos distribuyen la comunión, pero donde se levantó un
escándalo tremendo cuando los padres manifestaron su deseo de intervenir
en el manejo de las escuelas católicas. Sin embargo si allí se ha logrado
establecer escuelas católicas es en virtud del derecho que tienen los padres
a escoger libremente el tipo de educación adaptado a sus hijos. En un
puesto, fueron citados ante los tribunales algunos padres que habían hecho
grabar por sus hijos adolescentes cursos de educación sexual que ellos,
padres e hijos, juzgaban inaceptables. Sin embargo dice FC, y repite la
Carta de los Derechos de la Familia: "La educación sexual, derecho y
deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección
solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados
por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad,
que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual,
situándose en el espíritu mismo que anima a los padres". (n. 37).
Se hace cada vez más necesario que haya teólogos laicos, -jy
casados!-; que los laicos ayuden y a menudo, suplan al clero en el
160 E. Gagnon, Espiritualidad, Magisterio

ejercicio de su propio ministerio. Pero el carisma más esencial de los


laicos, indispensable, para la Iglesia y el clero, es el que está en ellos en
virtud del don del Espíritu Santo para el discernimiento y el desempeño
de sus responsabilidades en la vida familiar, profesional y social. No se
promueve al laica do, a la familia, a la mujer, clericalizándolos. Nosotros
10l:> sacerdotes tenemos aquí un grave deber: el de mostrar, con todo
nuestro modo de ser, que la condición sacerdotal no es de privilegio
sino de servicio. Desdichadamente es más fácil ser "prepotente" que
sencillo y capaz de escuchar.

Al escoger, para el próximo Sínodo, el tema de la "misión de los


laicos en la Iglesia", el Papa es consciente de estar en continuidad con
los sínodos precedentes y de indicar un camino para que esos sínodos
lleven sus frutos. Siente, como también 10 sienten los numerosos obispos
que han sugerido el tema, la necesidad de volver a encontrar las líneas
claras de la ecIesiología, valorizada por el Concilio Vaticano Il, que es la
de la Iglesia primitiva y de todos los tiempos fuertes de la historia.

Pido a Dios que el trabajo de este Seminario para trazar las líneas
fundamentales de una espiritualidad familiar, constituya una contribución
al futuro Sínodo.

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