Los Peluches de Dios 2 Ediciones Qve
Los Peluches de Dios 2 Ediciones Qve
Los Peluches de Dios 2 Ediciones Qve
I.S.B.N. 978-84-15546-55-9
Fran Ortega
fran@eraestelar2012.com
obifrankenobi@wanadoo.es (Prioritario por capacidad)
© Francisco José Ortega Estrella, 2012
Edita e imprime:
Ediciones QVE
www.edicionesqve.com
info@edicionesqve.com
La reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, no autorizada por los autores
y editores viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente autorizada.
2
LOS PELUCHES
DE DIOS II
La disolución del ego
FRAN ORTEGA
ediciones
QVE
3
4
,ו
5
6
Dedicado:
A ti, Miedo.
Me gustaría recuperar los sueños que te vendí. Apenas me dis-
te por ellos unas monedas que alcanzaron para comprar migajas
de tristeza y toneles de desesperanzas.
Si vuelves por nuevas quimeras, vete allá por donde vengas.
No te marches con las manos vacías, llévate mi inmortal gratitud
por tanta enseñanza, pero mis sueños hoy ya se quedan conmigo.
7
LO CONTADO TANTO EN EL PRESENTE VOLUMEN
como en el anterior (al margen de las terapias)
no es producto de un dictado por parte de na-
die.
No podría asegurarlo, pero no soy cons-
ciente de que alguien, fuera de este plano o de
otro, se presentara ante mí y me dijera: “Escucha
y anota”.
Se trata únicamente de un recuerdo. Bueno,
en realidad de la conexión con una experiencia
dándose en un continuo presente, pero deje-
mos esto para más adelante.
Para hacerme entender te preguntaré: ¿Re-
cuerdas tu último verano?, ¿tienes certeza de
que tus recuerdos así los viviste más o menos?
Mi respuesta es la misma, yo tan solo estoy
comenzando a recordar el “lío” en el que esta-
mos metidos y simplemente te lo comparto. Es
como cuando un amigo te dice: - Oye mira, ¿te
acuerdas de…? Que sí, de eso, ¿no te acuerdas
de cómo fue la cosa? – ¡Ah, si, es verdad! ¿Y te
acuerdas tú de…? Anda pues no me acordaba,
pero ahora que lo dices…
Resulta igual de curioso, a medida que voy
compartiendo, de más me voy acordando y de
más me ayudan a recordar los otros.
Tengo remembranzas de antes de ser un
Humano de la Tierra. Tengo memoria del “día”
en el que me despedí del “otro lugar” para ve-
nir voluntario, al igual que tú, a este mundo de
profunda densidad dual.
Siento la brisa del mar, el calor de los dos
soles en el ocaso de ese día, los colores de la
8
naturaleza de mi entorno y sobre todo la nos-
talgia incipiente anidando en mí, al saber que
mi consciencia estaría alejada de ese lugar de
serenidad por un largo “tiempo”. Cientos de
miles de años del ilusorio cómputo terrenal
separan estas palabras escritas de esas remem-
branzas.
9
10
ÍNDICE
Prólogo ................................................................................................... 13
Por qué somos todos uno .................................................................. 21
La mecánica de los milagros .............................................................. 29
Comprendiendo el Ho´oponopono .................................................. 39
La Renuncia ........................................................................................... 65
Una candela en tu frente ..................................................................... 69
Un paseo por las nubes de la multidimensionalidad ..................... 77
La mirada del Ángel ........................................................................... 125
En el cisma de los tiempos ..................................................................... 141
Niveles de atención: Ficha, Jugador, Observador ............................... 155
La decimotercera hebra ......................................................................... 173
Cristo-Anticristo versus tú .................................................................... 187
Todo está cumplido ................................................................................ 193
La disolución del yo ................................................................................ 201
Epílogo ................................................................................................... 213
Agradecimientos ................................................................................... 217
Películas y libros recomendados ....................................................... 219
Contacto y apéndices ............................................................................. 221
11
12
PRÓLOGO
13
ner. Cuando me arranco, el brainstorming asalta las paredes de mi
mente, hasta terminar plasmándose en las hojas de una libreta
escondida en los bolsillos del pantalón o en una grabadora colo-
cada estratégicamente en el salpicadero del coche. La creatividad
es una novia caprichosa que no tiene en cuenta tus quehaceres
diarios. Cuando se excita reclama tu atención ronroneándote al
oído hasta llevarte al límite de la resistencia. Termina llevándote a
la cama cuando ella decide sin tener en cuenta tus apetencias. Da
lo mismo si estás trabajando en otros asuntos, si estás de copas
con los amigos o incluso haciéndole el amor a tu pareja. Si la musa
suspira, tú te pones a su servicio.
No obstante, rompiendo una lanza por la escritura, he de con-
fesar que se me pasan las horas volando. El reloj deja de ser ene-
migo y se autoinmola en pos del proceso creativo, convirtiéndose
en el referente del estar haciendo algo con lo que disfruto de
verdad, del estar en sintonía con el autentico Creador de Todo.
Por otro lado, escribir es el único modo de escuchar mi música
favorita, la banda sonora original de la película “Las horas” de
Philip Glass. ¿Cómo es posible solo escuchar esa música cuan-
do escribes? Pues conociéndome, sabiendo de mis galbanas, me
preparé yo solito una, de la cual, a veces me arrepiento. Me gusta
tanto que hice un pacto con mi “yo creativo” prometiéndome
escucharla solo cuando me pusiera a escribir. Era el único modo
de chantajearme para dar rienda suelta a la necesidad interna de
escribir, anulando por completo el trance de posponer ese acto
con pinceladas de desidia. De eso modo, si me apetecía disfrutar
de sus compases, no tendría más remedio que emplazarme ante el
teclado o la libreta de notas. Son trucos cómplices para vencer la
pereza, al menos las mías, acumulados tras años de entregarme al
acto de poner palabras tras palabras sobre hojas en blanco.
Como habrás deducido, en este momento está sonando por
los altavoces del ordenador.
14
Pero vayamos a la manteca, al hecho de ponernos manos a la
obra con el presente libro.
Acaba “Los peluches de Dios” describiéndolo como el parvu-
lario y la educación primaria del proceso en el que nos encontra-
mos como individuos y como civilización. Si tienes este volumen
en tus manos es por que fuiste lo bastante paciente como para
leer el anterior hasta el final y acumular valor suficiente como para
querer más. Te admiro, la valentía o la locura brotan por todos
los poros de tu piel. Bromas a parte, te doy las gracias por estar
ahí, por darle sentido a esta obra, pues sois los lectores quienes
dais sentido de existencia a un libro y no los escritores. Si tomaste
buena nota del anterior habrás aprobado sin dificultades, enho-
rabuena. Un día de estos te doy la orla, las tengo encargadas. Por
otro lado, siento decirte que hay más lío aún. Bastante más lío.
Esto de momento no se ha acabado, en realidad ahora es cuando
llega lo divertido, lo interesante de verdad.
Cuando uno madura se le exigen mayores responsabilidades
y un poco más de compromiso. La madurez te alienta a recono-
cer la necesidad de hacerte cargo de las decisiones tomadas a lo
largo de la vida y asumir las consecuencias de las mismas. Ufff,
suena a lastre, a losa, a lápida, a cruz, a purgatorio y martirio, pero
solo es como suena, en realidad en ese asumir reside la autentica
bendición de la que nos hemos estado escondiendo. Tal acto de
discernimiento y de responsabilidad te ofrece el gran regalo de
recuperar tu Poder Personal. A mi modo de entender la madurez
del ser humano llega cuando honramos y reconocemos el valor
de nuestros padres. Cuando eso ha ido ocurriendo en mi vida,
he terminado por vislumbrar a los sabios antiguos intentándo-
nos hacer comprender la importancia de tan valeroso acto. Los
Diez Mandamientos, no fueron dictados por Dios, Dios no man-
da ni espera nada, solo disfruta de sus creaciones. ¿Acaso espera
algo de las flores del campo o solo se regocija de su presencia?
Los Mandamientos fueron escritos por sabios de la antigüedad,
15
conocedores del funcionamiento de las cosas en el plano de la
dualidad. Honrar a tus padres abre los caminos de la madurez
dando sentido al medrar del Ser Humano. A la mayoría de noso-
tros nuestros padres se nos tornan como enemigos. Muchos les
culpamos de nuestras desgracias, negándonos a admitir que no
podríamos haberlos tenido mejores, pues siempre han sido los
idóneos para el desarrollo y el crecimiento de nuestra alma. Al-
canzar aceptarlos como los grandes artífices del deleite surgido de
la reconciliación con todo lo vivido, a través de relacionarnos con
ellos, es un proceso doloroso en la mayoría de los casos, pero ma-
ravilloso una vez completado. El proceso de desarrollarse como
hombre o como mujer es de ida y vuelta. Se crea un proceso de
cismo-génesis, un efecto cremallera que retroalimenta al hecho de
honrar te hace madurar, y madurar te invita a honrar más. Son pa-
sos hacia la comprensión de la propia vida por medio de entender
a tus ancestros y a sus miedos.
Medrar te enseña a comprometerte. Los compromisos nunca
son con el otro, lo son con uno mismo. Por ejemplo, cuando se
dice “estoy comprometido con... mi novia... mi novio.... o cual-
quier tipo de relación sea personal o comercial”, en realidad no
te comprometes con la otra persona, sino con tus propios senti-
mientos hacia ella. Es decir que estás comprometido con lo que
sientes, por ejemplo por tu novia y son esos sentimientos los que
te hacen permanecer fiel. Luego no eres fiel a ella, sino a ti mismo
y a todo aquello que sientes. Si fallas en esa fidelidad es porque
en realidad no había un compromiso serio con tus sentimientos.
16
tiempo, muchísimo. Pero ha llegado la hora de salir del letargo y
poner manos a la obra. Puedes remolonear si quieres, de hecho es
una opción loable y, por supuesto, derecho tuyo.
Yahushua nos advirtió de la posibilidad de posponer nuestro
despertar cuando le dijo a Pedro que le negaría tres veces antes
de cantar el gallo (Mt 26, 34; Lc 22, 34; Mc 14, 30). No podemos
juzgar a Pedro por semejante acción, estaba muerto de miedo.
¿No habrías hecho tú lo mismo sintiendo idéntico pánico? En
realidad, con esa negación no traicionó a nadie más que a sí mis-
mo. El hermano mayor nos advirtió por medio de la reprimenda
a su amado apóstol que, en lo más oscuro del túnel, cuando la
turbación puede empujarnos a la negación de nuestra propia di-
vinidad, será justo el momento previo al anunciado por el gallo
del despuntar del alba de un nuevo mundo. Al apóstol le tomó
un tiempo darse cuenta de ello, aprendamos de él. Nos encon-
tramos ante el mismo peligro. Puede, por tanto, que te tropieces
con el problema de, al llegar a la mesa, no encontrar galletas para
desayunar ni un tazón de leche donde mojarlas. Tenemos mucha
hambre y no sé si quedará algo en los platos para los rezagados.
Es broma, no te preocupes por el biscocho, ni por el gallo del
nuevo despertar, ni por las negaciones de Pedro ni siquiera de
las tuyas hacia ti mismo, pues el Universo siempre nos aguarda
lleno de Amor y ricos manjares para agasajarnos. Hay de sobra
para todos. La diferencia radica en que unos disfrutamos de esos
ágapes antes que otros, nada más. Tú eliges. De ello se nos habló
en la parábola de los jornaleros de la viña (Mt 20, 1-16; hicimos
referencia a ello en el primer volumen), no es cuestión de trabajo,
sino de decisión, obtener los frutos.
17
tomar tu poder personal y a la introspección. Observarse es algo
de valientes, pues te lleva a rincones olvidados por el dolor y la
desesperación. Pero ese acto de valentía se encuentra lleno de
satisfacciones y auténticos premios sin parangón. Te libera de los
límites aceptados sin conciencia, tras haber asumido como reales
los temores que te anclan al olvido de quien eres.
18
aprende que el fuego quema cuando se quema con él.
Entregarte a la experiencia hasta las últimas consecuencias da
un gozo estimulador de autoestima, confianza y serenidad. Por
eso, una vez lo pruebas, no deseas volver atrás y reconoces que el
valor de lo vivido se lo das tú y solamente tú, sin necesitar de la
aprobación o el consentimiento de nadie.
Pero centrémonos.
El comentario referido, que me enrollo más que las persianas,
se limita a la siguiente frase:
“Los oscuros que ves fuera de ti son tú.”
(Página 279 párrafo tercero de la edición papel. Página 173,
párrafo quinto de la edición PDF)
Gracias a la buena formación recibida por parte de mis profe-
sores como guionista de cine y a que soy más listo que el hambre,
andaba abriéndome las puertas a una supuesta segunda parte.
19
20
POR QUÉ SOMOS TODOS UNO
“Lo que le hicieres al otro me lo haces a mí”.
(Mt 25, 40)
21
en el devenir de la humanidad. Muy pocas fueron las respuestas
encontradas. Aún así, por poner un ejemplo, Yahushua nos hablo
de la multidimensionalidad del Universo cuando comentó “En la
Casa de mi padre hay múltiples moradas” (Jn 14, 2) o de fractalidad con
la archiconocida expresión “Así en el Cielo como en la Tierra”.
Ahora bien “Todos somos Uno”, al margen de ser bellas pala-
bras, ¿podemos comprender su significado desde los paradigmas
actuales de la ciencia?
Me gustaría abordar la cuestión desde varios puntos de pers-
pectiva. Para ello recurriré en primera instancia a un símil.
22
de la Verdad. El día que descubramos esto cobrarán sentido las
palabras de Yahushua “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Aún así
su labor es imprescindible, pues de no ser por él, no dudaríamos
ni un ápice en regresar a las comodidades de refugiarnos bajo el
techo de la Casa Divina. De seguir en el juego se torna indispen-
sable, pero si tu deseo es regresar, lo único a hacer es quitar el
tapón y volver a verter el agua al océano. Claro que en esa acción,
el Ego se hace innecesario y, por tanto, candidato a la disolución.
23
Ego. Y lo más maravilloso de todo, además, somos idénticos al
océano que nos contiene. El Cosmos, tú, yo y toda manifestación
universal nos formamos de la misma Esencia Divina.
Por ello me atrevo a defender la postura de la inexistencia de
Maestros, pues si todos procedemos de la misma Fuente, todos
portamos el mismo agua, luego ¿qué podemos enseñarnos unos
a otros si todos somos el mismo origen? La diferencia radica ex-
clusivamente en el momento de despertar, unos lo hacen unos
minutos antes que otros.
“No os hagáis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, mien-
tras que todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8)
24
crean en unidad una hermosa melodía ofrendada a la Fuente.
No hace falta volver a profundizar en la explicación, ¿verdad?
La encontráis en el capitulo “Hay otros mundos, pero están en
este” del libro mencionado.
25
Aceptando todo esto como una posibilidad real, surge la si-
guiente pregunta:
¿Quién me dice a mí que tu “Yo Superior” y el mío no son en
realidad dos hermanos clones paralelos procedentes de un “Yo
Superior” común a ellos? Y de no ser en esa generación, ¿por qué
no desde una “más arriba”?, al fin de cuentas que más da.
Si el “Yo Superior” del “Yo superior” del “Yo Superior” así
hasta el infinito... supuestamente es Dios, al final somos el mismo,
somos Uno.
Por eso, cuando aquietas los delirios del Ego entrando en el si-
lencio del aquí y el ahora, tu conciencia se eleva, miras alrededor y
observas que eres igual al otro, a la anciana cruzando la calle presa
de la inquietud por no ser atropellada, al niño llorando por haber
perdido un juguete o a la adolescente enamorada del cantante de
moda. Su dolor y su gozo son iguales a los tuyos, tan solo varían
las máscaras utilizadas por unos y otros para sentirlo.
Manteniendo el estado de atención aquietada en el silencio,
puedes encumbrarte hacia la percepción de “Yos Superiores” de
mayor elevación de conciencia, alcanzando de ese modo, subli-
mes cotas de comprensión al descubrir que no solo eres igual al
otro, sino que Eres el Otro.
En ese estado de quietud, la confianza se instala en tu corazón
alejando de ti los temores. Ya no hay nada que perder, te encuen-
tras a salvo de toda supuesta desgracia imaginada por el elemento
del juego llamado Ego. Ahora la Fraternidad de la Unidad forman
parte de tu Ser, tal cual siempre fue pero tenías olvidado.
Amig@ mi@, si llegas a entregarte a la gracia de la confra-
ternización, rindiéndote al amor surgido de ello hasta las últimas
consecuencias, estarás regresando a Casa.
Mientras uno solo de nosotros no se salve, ninguno del resto
lo hará en realidad. Buda dijo que aguardaría a las puertas del Cie-
lo a que el último de nosotros entrara. No estaremos completos
26
hasta que seamos conscientes de que somos Uno sin poder dejar
atrás ninguna parte de nosotros. En el ámbito militar se cono-
ce bien esta circunstancia, nadie se queda abandonado, el grupo
vuelve al rescate del rezagado. La humanidad se encuentra en una
encrucijada así. Nos necesitamos todos. Todos formamos equipo,
unidad. Tu dolor es el mío, y tu gozo también. Mientras no me
sane yo, tú tampoco lo harás.
Quédate por favor con esta cita de los evangelios y podrás dar
sentido a todo lo hablado hasta ahora con una perspectiva muy
superior a la del ego.
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, para que
quien crea en él tenga vida eterna” (Jn 3, 17)
27
28
LA MECÁNICA DE LOS MILAGROS
“Pide y se te dará” (Lucas 11, 9)
Me explicaré.
29
Con bastante probabilidad habrás leído el libro “El secreto”,
un libro que de secreto no sé que tiene pues ya en “El Kibalión”,
con una antigüedad de miles de años, se hablaba en uno de sus
principios de lo mismo. Pero dejemos esto de lado. Vayamos al
tema en si de la “Ley de Atracción”.
En ese libro se habla claramente de cómo la mente puede
atraer a nuestras vidas aquello en lo que ponemos la atención. Las
personas entrevistadas nos llenan de ilusiones o esperanzas de
crear un mundo mejor, al menos el nuestro propio y vemos todo
como un camino de rosas maravilloso. El problema llega cuando
pasa el tiempo y nada o muy poco ocurre. ¿Cómo es posible que
eso pueda ser así? ¿En donde está el fallo? ¿Lo estaré haciendo
bien? ¿Será que no me lo creo con suficiente convicción?
No es nada de eso, al menos así lo creo yo. Se trata de una
simple circunstancia; simplemente no hemos tomado responsabi-
lidad de las limitaciones que nosotros mismos nos hemos estado
poniendo, la mayoría de ellas, inconscientes.
La “Ley de Atracción” funciona. Lo hace por que el Universo
de la Dualidad busca siempre el equilibrio y tiende a la armoniza-
ción de todas sus partes. Nosotros somos una de ellas. En reali-
dad, como conciencias o partículas cósmicas fractales, somos un
Universo en sí mismo, luego somos quienes buscamos la armonía
por medio de los acontecimientos que creamos en nuestro entor-
no. Por lo tanto, si atraemos un acontecimiento de los tildados
como “negativos o trágicos” son en realidad hechos para mos-
trarnos una desarmonía interna la cual hemos de sanar.
Es decir, estamos atrayendo constantemente por simpatía vi-
braciones acordes con nuestro estado interno. En otras palabras,
nuestro desbarajuste emocional emite señales al Universo atra-
yendo, por resonancia, situaciones afines a él. Tú puedes estar
de forma consciente poniendo la atención en algo que quieres o
crees armónico, pero hay un universo mental inconsciente en ti
que está atrayendo con mayor fuerza lo relativo a él mismo. Por
30
eso se hace de vital importancia sanar nuestros miedos, pues su
poder es tan grande que siguen materializando lo más temido,
aunque sea de manera inconsciente.
31
periencia. ¿Cuántos de nosotros hacemos lo mismo? Buscamos
y buscamos el modo de forzar las situaciones para que salgan las
cosas como nosotros queremos, es decir nuestro eguito, pero ahí
está el Universo con su infinito amor por nosotros para colocar-
nos en nuestro sitio. Y para colmo de los colmos, nuestra ingrati-
tud nos invita a culparle de nuestra partida de crisma.
- Por tu culpa... ¿qué habré hecho yo para merecer esto? ... buuuua-
aaahhhh, Dios no escucha mis plegarias... me odia… ¡Dios no existe!...
(Esto siempre me hizo mucha gracia; ¿cómo podría odiarte si no existe?)
32
suelo para ser atendido. Hasta que no le miramos y le prestamos
atención el pataleo seguirá pendiente.
Para explicarme mejor voy a poner todas las cartas sobre el
tapete.
33
la armonía, el equilibrio interno, habría guerras, hambre o debacle
mercantil? Proyectaríamos fuera nuestra serenidad y la fraterni-
dad de estar juntos en esto. Por ley de atracción materializaríamos
acontecimientos afines a la vibración interna.
De eso hablo hermanit@, de responsabilizarnos de las mise-
rias del ego llevándonos por caminos de desesperación llenos de
oscuridad.
Recuerda la cuarentena de Yahushua en el desierto. Por un
lado el “diablillo” le decía “Tienes poder para gobernarlos a to-
dos” y el “angelito” “No, tú tienes el conocimiento, tu tienes la
responsabilidad”. Si recuerdas lo escrito en las Sagradas Escritu-
ras, Yahushua asumió sus responsabilidades y fue entonces cuan-
do hizo milagros.
34
recapitular mi vida mirándome en el fondo de los ojos a través
de un espejo. Un espejo colocado en cada una de las personas de
mi existencia terrenal. Y ahí, como por arte de magia, surgen las
sombras y las luces de cada uno. Cuando miras a alguien y se te
disparan las transaminasas del hígado es por que esa persona te
está indicando en dirección a asuntos descolocados en ti. Si por
el contrario, miras al otro con cariño, con esa ternura que te hace
decir: “pobrecillo mío, si le veo venir en la distancia, mírale si es para...” y
lo haces con afecto, entonces esa circunstancia te está rotulando
una proyección, la cual ya tienes integrada y aceptada en ti.
Cuando comencé a caminar en la dirección de asumir respon-
sabilidades, fue cuando comenzaron a ocurrir los milagros.
35
Le está diciendo al Ser, “Yo soy responsable, luego yo me hago
cargo de ello, yo lo pongo en orden”. Estás recuperando todo tu
poder personal y entras en resonancia con el poder co-creador de
la divinidad.
Piensa por un momento en lo siguiente. Si tú te responsabi-
lizas de todo lo acontecido en tu vida, lo tildes de bueno o des-
graciado, si asumes que lo has atraído hacia ti, ¿cuál es el mensaje
subliminal que le mandas a tu mente?
Piensa.
Piensa un poquito más, anda.
Pues el mensaje subliminal enviado a la mente es que tienes
el Poder de Generar todo eso. Y cuando le estás mandando la
información a tu mente de “Tengo el poder de generar”, ¿cuál es
el mensaje implícito en esa aseveración?
Piensa.
Anda, piensa un poquito más, que te gusta mascadito, ¿eh?
Pues que si Tienes el Poder de Generarlo, Tienes el Poder de
Cambiarlo. Es entonces, al integrar esto, cuando los milagros co-
mienzan a ocurrir en tu vida. Te has reconectado con tu divini-
dad. Has recuperado el poder. Un día renunciaste a él creyendo
estar en peligro. Te pusiste en las manos de todos aquellos a los
que creías más poderosos que tú, pretendiendo estar a salvo de
ese modo.
Pero uno solo puede salvarte, precisamente el mismo quien te
metió también en el lío del cual pretendes salir. ¿Quién si no tiene
el poder de sumergirte en semejantes situaciones?
36
Pero, ¿cómo se hace eso?
Para llegar a ello estaría bien que te hicieras una pregunta lo
más adecuada posible. Te facilito una a ver como resuena en ti.
¿Qué hay desarmonizado en mí que me lleva a generar un Uni-
verso así?
37
38
COMPRENDIENDO EL HO´OPONOPONO
El maestro soportó, pacientemente sentado, las quejas
que una mujer tenía contra su marido.
Cuando ella concluyó, dijo:
“Tu matrimonio sería más feliz, querida, si tú fueras una esposa mejor”.
“¿Y cómo puedo serlo?”
“Renunciando a tus esfuerzos por intentar hacer de él un mejor marido”
Anthony de Mello.
39
ellos veo entrar personas que, a la hora de estar dando lo mejor
de sí, rompen a llorar debido a la culpa arrastrada desde muchos
años atrás, mientras en el discurrir del día sus rostros se van dis-
tendiendo hasta quedar completamente relajados. Por otro lado,
suelo escuchar en numerosas ocasiones, “siento como con cada prac-
tica me voy liberando de pesadas mochilas, me da la sensación de tener alas
desplegándoseme en la espalda”.
En la primera practica de la mañana ya descubres quien está
dispuest@ a tirarse completamente a la piscina y quien va a nece-
sitar de un empujoncito pero, hasta hoy, nadie ha salido impasible
de esa confrontación con los resentimientos de un pasado tan
punzante.
40
¿Quién lo es?
41
La mente conciente utiliza una ínfima parte del potencial de
toda ella en su conjunto, es en el inconsciente donde se está dan-
do el autentico alubión de registros. La sanación, por tanto, tiene
que ser un proceso subconsciente. No se puede sanar algo desde
la propia enfermedad. ¿Cómo podrías sanar tu mente desde un
proceso conciente de la propia mente enferma? Resultaría cuanto
menos un acto desmesurado de voluntad sin demasiadas garan-
tías de éxito.
El consciente tiene olvidado de pleno el origen de todo trau-
ma por una razón muy sencilla, le causó dolor. El dolor intenso
le empujó a ponerse a salvo cubriendo con la manta del olvido el
acontecimiento originario del mismo. El tiempo es buen aliado de
la amnesia, no esperes recordar con facilidad, entonces, lo ocu-
rrido. No te queda otra que confiar. Has de renunciar al control
de tu sanación poniéndola en manos de la Divinidad, es ella la
única poseedora del conocimiento necesario para el proceso de
curación. Es en la presente cuestión donde reside lo difícil del
ho´oponopono, llegar al punto de renunciar al control y poner-
te en manos del Padre-Madre. Una vez trascendidas esas dudas,
todo sea dicho, es coser y cantar.
42
los nervios, de discutir conmigo por todo, de repatearme la entrepierna con
tu mera presencia? De ese modo encajamos los dos el uno en la realidad del
otro”. Esto es debido a la cantidad ingente de basura escondida
en el inconsciente colectivo de la humanidad. Es desde ahí desde
donde salen todas las miserias de este mundo.
En el Universo Dual nos encontramos prisioneros de la Ley de
causa-efecto. Estamos educados para centrarnos en los efectos,
poniendo el esmero en dar solución a esas secuelas. Muestra de
ello lo tenemos en la medicina alopática, empeñada en curar sin
tener en cuenta los auténticos orígenes de la enfermedad. Se nos
pasa por alto que, si corregimos las causas, invariablemente esta-
remos corrigiendo los efectos. Limpiando la suciedad del origen
terminamos por obtener un efecto de lavado, al ir corrigiendo lo
que está originando el dolor o la desarmonía. Invariablemente,
nos será entonces imposible mantener el efecto resultante de la
anterior discordancia.
Uno de los problemas reside en que no nos interesa soltar la
rabia porque se nos acabarían las excusas de poder quejarnos y
soltar balones fuera. De librarnos de los resentimientos, nos ve-
ríamos obligados asumir la responsabilidad de nuestra vida, pero
resulta más fácil culpabilizar el entorno. No nos damos cuenta
de que siguiendo esos pasos, lo en apariencia sencillo o cómodo,
termina por convertirse en las garras de un destino lleno de dolor.
¿Se puede sentir rabia hacia la inocencia?
Todos somos el producto de nuestro propio sistema familiar y,
como cuentan las constelaciones familiares, la terapia floral áurea
o la bioenergética, por fidelidad y amor a los ancestros, seguimos
las mismas pautas de comportamiento dando compensación al
dolor sufrido por ellos. Si lo recapacitas un poco te darás cuenta
que no somos conscientes de estar alimentando una rabia hacia
alguien que ha actuado desde donde supo mientras era fiel a sus
mayores. Una vez comprendido esto, no tenemos justificación al-
guna para seguir dándole alimento a semejante sentimiento. De
43
ser así deberíamos revisar los motivos. Apuesto que en la mayoría
de los casos es por la creencia errónea de que es más fácil sentir
resentimiento mientras culpamos a los demás que reconocer que
todo se encuentra en el interior de cada cual. En las relaciones
sean del cualquier tipo, nos usamos unos a otros de sparring para
dar salida a la rabia, aumentando de ese modo la rabia en si.
44
experiencia con los talleres de ho´oponopono o las numerosas
conferencias que suelo dar sobre el renacer de la Conciencia Crís-
tica. Al principio de todas ellas renuncio a tener razón. El deseo
de estar en posesión de la verdad surge del miedo del Ego. De
no sentirse en posesión de la razón, se siente inseguro y pone
todas sus energías en defender su postura. Al renunciar desde
un primer momento llevar razón, permito a la Fuente Original
actuar a través de mí. No soy yo quien habla, no es mi Ego quien
intenta seducir o convencer, es la Fuente quien se comunica y,
como regalo ante mi entrega sin condiciones, me llena de amor y
por supuesto de energía, logrando estar muchas horas hablando o
viajando de un lugar a otro sin llegar a sentir en ningún momento
fatiga. Es decir, que en cada uno de los talleres o conferencias
que dirijo, quien más está sanando o llevándose para casa, soy yo.
Todo por permitir a la Divinidad actuar en mi lugar desistiendo
por completo del control.
45
rienda suelta a mi creatividad literaria, acumulando de ese modo
mi propio recuerdo de quien soy; pues cuanto más hablo de ello
más recuerdo. Y tú aceptaste mi invitación porque en tu empeño
por recordar sabías que este libro podría ayudarte. Entre los dos
hemos generado la realidad que sujetas en las manos en forma
de libro. Siguiendo los preceptos del ho´oponopono acepto el
100% de responsabilidad de tu amnesia. Lo siento, lo siento de
veras, te pido disculpas porque los entresijos oscuros de mi mente
crearon tu olvido de quien eres. Te doy las gracias por leer este
libro pues con ello me ayudas a ver mi propia amnesia dándome
la oportunidad de sanarla. Y por demás termino diciéndote que
te amo porque eres otro Yo.
(No tengo ni la menor idea de si esto fue o está siendo así o
no, no me importa lo más mínimo, se trata simplemente de sanar)
Uno se sana cuando libera en sí todo aquello que genera la
desarmonía en el otro.
46
Pero no es ahí donde debe darse la sanación, sino en las causas.
Lo bueno de esta técnica es que no es necesario conocerlas, de
hecho la premisa es que es imposible conocerlas. Por tanto, se
recurre directamente a la Fuente.
Cuando se vaya produciendo la limpieza de las creencias de
cada uno, o al menos de uno, se producirán cambios acordes con
el nuevo estado, y las infidelidades o las sensaciones de ahogo irán
desapareciendo.
47
“pecados” del mundo. Se hizo cargo de ellos y fue por eso que
pudo realizar los milagros conocidos por todos. Si te das cuenta,
no iba diciendo “te he sanado tus enfermedades”, sino: “tus pecados te
han sido perdonados”; es decir, la basura de tu mente, la que te hacía
creer separado de la Fuente, te ha sido limpiada porque yo la he
limpiado primero en mí. ¿Se referiría a esto cuando nos dijo: “Es
por medio de mí que se llega al Padre”? ¿Será que gracias a su 100% de
responsabilidad de todas nuestras miserias es que es limpiado el
camino de regreso a Casa?
¿Por qué luego añadía: “vete y no vuelvas a pecar”? ¿No sería que
nos estaba instando a hacer lo mismo, a asumir la misma respon-
sabilidad, a no volver a ensuciar nuestra mente con el miedo?
Imaginad si todos asumimos idéntico compromiso de libera-
ción. Nos sería imposible no Bajar el Cielo a la Tierra.
Practicando el ho´oponopono.
48
Cuando uno reconoce que cada acontecimiento de su vida es
resultado de la serie de decisiones tomadas a lo largo del camino
y que cada una de esas decisiones son producto, en la mayoría de
los casos, de los miedos; si es honest@ consigo mism@ ha de,
antes de nada, disculparse primero ante los demás y luego ante
si mismo. Si te disculpas estarás asumiendo tu rol en la película
montada y propiciando la oportunidad de ir corrigiendo tu inter-
pretación del papel.
Luego el primer paso es decir “Lo siento”. Pero no decirlo
así, sin más, sino sintiéndolo de verdad.
¡Eh!, te recuerdo que estás pidiendo disculpas por algo que has
liado y que, por lo visto, ha afectado a muchas otras personas. Así
que por favor, pon corazón en ello y di “Lo siento” desde lo más
profundo de tu ser. Recapacita en el modo de afectar a los otros
las decisiones tomadas por ti, las consecuencias avenidas con tu
actitud. Cuando logres entrar en empatía con ellos, sintiendo en
tus carnes las secuelas, te será más fácil pedir disculpas.
No es necesario decírselo a la otra persona cara a cara, basta
una foto o pensar en ella y hablar desde el silencio de la almohada.
49
situación, y estar dispuestos a curarlos. Tan solo has de asumir su
existencia en ti y poner la intención de colocarlos en las manos de
la Divinidad. Así de sencillo.
“Lo siento, lo siento de veras, ahora lo sé, soy quien forja esto, ahora me
hago cargo y te pido disculpas. Lo siento de corazón”.
50
seguir diciendo “lo siento” por más tiempo. Ahora bien, cuando
pedimos perdón, si se lo estamos solicitando a la Divinidad, en
realidad estamos requiriendo que se nos ayude a perdonarnos a
nosotros mismos. Para ello hay que llegar al punto de darte cuenta
de que no hay nada a perdonar, pues lo hecho fue realizado des-
de donde supimos y bajo las diligencias de un ego asustado. De
todos modos, si tu fuero interno, tu experiencia vital, claman por
pedir perdón, sin dudarlo hazlo por favor. Cada uno ha de seguir
los dictados del corazón y no los caminos del otro. Decide, pues,
si pides o no perdón.
“Gracias, gracias con todo mi corazón. Ahora lo veo, ahora sé que estás
ahí para mostrarme mis temores, mis desarmonías, los lugares de mí sin
sanar. Gracias, gracias por estar ahí. Te doy las gracias porque eres el regalo
del Cosmos que me da la oportunidad de sanarme”.
51
Vayamos más allá. Ahora piensa por unos instantes en lo si-
guiente. Si te haces cargo del mismo modo de todas las experien-
cias vividas por la otra persona, aunque creas que nada tienen que
ver contigo, tu sanación será más rápida e integra. Te lo aclaro. Al
responsabilizarte por ejemplo de la ruina económica de otra per-
sona por muy poco que la conozcas, si haces ho´oponopono con
esa circunstancia, podrás sanar en ti lugares que ni siquiera sabías
de su existencia. Si le pides disculpas al reconocer la existencia en
tu interior de memorias erróneas sin armonizar, las cuales están
propiciando esa ruina económica del ejemplo, puedes llegar a un
punto de suma gratitud al darte cuenta de que esa persona pasó
por esa experiencia tan dolorosa evitándotela a ti. Si todos somos
Uno, si el dolor y el gozo de uno son el dolor y el gozo de todos,
esas memorias internas responsables de la generación de situacio-
nes de desastre son compartidas. Si la otra persona pasó por una
situación dramática y tú asumes que esa desarmonía también está
en ti, entonces has de ser agradecid@ pues lo ha estado viviendo
el o ella precaviéndote a ti de pasar por lo mismo. En su sacrificio
y en tu gratitud se encuentra la sanación de ambos. Por demás, la
de todos, claro.
Gracias, muchas gracias por haber vivido todo eso en mi lugar. Gracias
por evitarme ese dolor. Ahora lo entiendo, lo sé, hay algo en mí que provocó
esa situación vivida por ti y tú, en un acto de amor incondicional del cual
ni siquiera eres consciente, pasaste por el sacrificio de experimentarlo en mi
lugar. Gracias. Tienes, tendrás mi gratitud eterna.
¿Cómo lo llevas?
A lo mejor eres una experta o un experto en esto, de lo cual
52
me congratulo, pues con tu toma de responsabilidades nos estás
ayudando al resto de los humanos a sanarnos también. Te doy las
gracias de corazón, nos estás ayudando a hacerlo mas sencillo.
Si eres de los que las estás viendo venir, tranquil@, es cuestión
de cinco minutos para darse cuenta de las cosas. Es sencillo una
vez lo integras. Has de poner un poco de atención para no per-
mitirte invadir por la rabia o el resentimiento y darle todo el valor
que se merece a la humildad. Ponte a prueba, comprueba qué da
más serenidad si un posicionamiento de soberbia o uno de humil-
dad. Luego decides cual tomas por bandera.
“Te amo. Amo la situación y doy las gracias eternas por haber sido lo
suficientemente humilde como para darme cuenta y asumirlo. Gracias. Te
amo”. Esta gratitud me llena de un infinito amor.
53
Gracias por tu valentía.
54
bles de la sinapsis cerebral en segunda; pero, si te armas de valor
y humildad, podrás reconocer el inmenso regalo del cual puedes
estar disfrutando para recordar quien eres y de donde vienes.
A nuestros padres les pasó lo mismo. A nuestros abuelos,
igual. A los bisabuelos... tatarabuelos... nadie está libre de seme-
jantes vaivenes.
Por otro lado, las generaciones anteriores lo tuvieron menos
fácil, no solo por tener menos cultura, sino también por estar aún
menos atendidos por sus antepasados que nosotros.
Si tienes algún resquemor con alguien de tu línea ancestral,
puedes formularte una pregunta muy sencillita:
55
dres siempre dan y los hijos toman. Si uno de los factores se des-
equilibra, se descompone todo el entramado.
Toca por tanto sanar con ellos o no habrá paz en tu vida
mientras decidas seguir ahí estancado. Necesitas una fuerte do-
sis de humildad para seguir adelante, asumiendo las condiciones
de recibir de los ancestros y de honrarles viviendo más y mejor.
¿Conoces alguna manera mejor de honrar a tus antepasados que
viviendo mejor que ellos? Imagina la alegría de cada uno al ver
como has mejorado la especie. Mientras permitas a la soberbia
campar en tu corazón, te estarás negando la gracia de recibir toda
la fuerza oriunda de la línea ascendente. Sé inteligente, anda.
Mira que fácil es: No se trata de justificar las posibles “atroci-
dades” de las que has sido “víctima”, solo se trata de hacer lo mis-
mo que en los casos anteriores, los tratados con los de la vecina
del quinto o con los de tu jefe.
“Gracias papá, gracias mamá, por haber estado ahí, por haberlo hecho
del mejor modo que vuestra vida e historia personal os permitió hacer. Gra-
cias, gracias por que yo no lo habría sabido hacer mejor si hubiese pasado por
lo mismo que pasasteis vosotros”. “He sido un/una ingrato/a, al no prestar
56
atención a todo lo que me habéis dado o habéis intentado darme aunque no
supierais como hacerlo. Gracias. Gracias. Gracias.”
“Te amo mamá, te amo papá. Ahora lo sé. Mis miedos sustentaban los
rencores y la desconfianza, pero ahora estoy libre de ellos. Gracias, os amo.
57
Pues permíteme decirte lo siguiente: sí; sí existe, está ahí, a tu
lado.
Existe y no te puedes imaginar hasta qué punto está de enfa-
dad@ contigo. Enfadad@, decepcionad@, entristecid@, defrau-
dad@... Y todos los @@@@@ que puedan ocurrírsete.
58
Lo único a hacer es decirle al niño, “por favor pídele a la divinidad
que limpie mis pensamientos erróneos que están provocando esta situación
con respecto a la persona que tengo delante” (de todo esto hablaremos a
continuación).
La divinidad se encargará de lo necesario para tu propia sana-
ción. Recuerda, no es el otro, sino tú quien se sana. Al hacerlo,
entonces por resonancia, el otro también sana.
Dime una cosa.
59
Introdúcete en el momento de ese dolor tan intenso. En él se
originó otro “tú”, que decidió no seguir soportándolo por más
tiempo y se colocó en una dimensión paralela. Es decir, en ese
instante surgieron dos “tú” en la misma situación. Uno de ellos,
es decir el “tú” que hoy tiene “cuarenta y catorce tantos años”,
fue creciendo hasta alcanzar la edad actual dejando atrás el dolor
sentido. Ese “tú” crecidito, a consecuencia de un dolor tan inten-
so, se apartó de allí dando la espalda al niño que fuiste. En otras
palabras, le abandonaste. No fue un acto de cobardía, no te juz-
gues, fue un acto de supervivencia. Hiciste lo necesario para salir
airoso de una situación insostenible para un niño de esa edad. El
problema es que en una dimensión paralela se quedó el otro “tú”
estancado en esa edad tan temprana. Se quedó dolido, desconcer-
tado, solo, desamparado, en definitiva, le diste la espalda sin mirar
atrás. Recurriste al “sálvese quien pueda”.
Piensa en ello por un instante. Un niño o una niña de, por
poner un ejemplo, cuatro años, cuando más necesitaba de ser
cuidado o protegido, cuando su indefensión es genuina, vas y le
abandonas, le dejas solo y sin amparo.
¿Qué le dirías a ese niño o esa niña tan pequeño perdido en la
soledad, desde el adulto que eres hoy?
60
“Lo siento, mi amor. Te dejé a tu suerte, pero ahora lo sé, ahora lo veo y
aquí mi tienes. Ahora estaré siempre cuidando de ti y nuca más, nuca jamás,
volveré a dejarte solo. Ahora yo cuido de ti. Lo siento, lo siento de todo cora-
zón, por eso en estos momentos sé que estaré a tu lado siempre cuidando de ti,
mi amor. Ojala pudieras confiar de nuevo en mi. Ahora puedo cuidar de ti,
pero es imprescindible que recuperes la confianza. Sin ella nada puedo hacer.”
“Te amo, te amo por ser tú. Te amo desde todo mi ser. Gracias, gracias
por haber estado ahí siempre y por darme una nueva oportunidad de cuidar
de ti. Te doy las gracias, tienes mi gratitud eterna pues en tu soledad estuviste
aguantando todo ese dolor evitándomelo a mí. Gracias por vivirlo en mi lugar.
Gracias, qué grande eres a pesar de tu tamaño tan pequeño. Cuanto te amo.
Gracias, gracias, gracias.”
Seguir estos pasos tan sencillos y a la vez tan valientes nos lleva
por medio del ho´oponopono a la toma de responsabilidades por
la historia de nuestra vida. Asumiéndola, nos permitimos retornar
a la esencia de la inocencia de ese niño que nunca dejamos de ser.
Y si recuerdas las palabras de nuestro hermano mayor, “Dejad que
los niños se acerquen a mi, porque de ellos es el reino de los Cielos” (Mc
10, 14; Lc 18, 16) podrás entender entonces el gran significado
escondido en tamaña afirmación por tantos siglos.
61
Abrazando al niño interior, entregándole todo el amor del
mundo, haciéndole sentir seguro, protegido; estaremos bajando
el Reino de los Cielos a la Tierra. Dime una cosa: ¿conoces algún
niño o niña menor de siete años (a partir de esa edad comienzan
a estar contaminados por los prejuicios de sus mayores) que no
se sienta merecedor de TODO? ¿No te das cuenta de que todos
ellos son chico/as L´Oréal (por qué yo lo valgo)? No entran en
juicios de si eso cuesta un euro o cien mil, simplemente lo quieren
y punto. No se plantean en ningún momento si se lo merecen
o no. Todo el Universo es suyo. ¿Por qué de mayores no nos
sentimos igual de meritorios? Pues por la influencia directa del
Anticristo, ¿recuerdas?, la culpa, el miedo, la vergüenza y el no
merecimiento. Los niños no se juzgan, no existe el bien o el mal;
por tanto no entra en su concepto la culpa o la falta de mérito de
los parabienes universales. Son suyos por derecho de conciencia.
Si en tu madurez, alcanzas de nuevo la inocencia del niño o la niña
que fuiste reconciliándote con el/ella, volverás a ser de nuevo
merecedor de toda la Gracia Celestial, bajando con esa actitud, el
Reino de los Cielos a la Tierra.
62
Le respondí que si se le estaba presentando era porque, en algún
lugar, los tres, (mi hijo, ella y yo) compartíamos memorias enfer-
mas. El hecho de no identificarlas no significaba que no estuvie-
ran. Seguimos con la práctica y, cuando comencé a profundizar
un poco más en mi narración de “dolor” con mi hijo, comprobé
que mi compañera comenzaba a emocionarse. En ese instante
supe que había surgido del olvido algo doloroso en relación di-
recta a lo expresado de mis labios. Al finalizar me confesó que las
sensaciones de mi hijo con respecto a mi, eran idénticas a las de
ella con respecto a su padre en su infancia.
Mi hijo y ella no se conocían, ni siquiera sabían de la existencia
el uno del otro, de hecho mi hijo sigue sin saber de la existencia de
ella y, en cambio, estaban compartiendo memorias enfermas. Tan
solo habían existido cinco minutos de un encuentro energético,
pues él estaba presente únicamente a modo de fotografía. Posi-
blemente, quizás nunca se conozcan y, sin embargo, comparten
esa memoria.
Piensa ahora, si en cinco minutos de encuentro entre esa mu-
jer y mi hijo, descubrimos historias comunes, ¿cuántas memorias
desarmonizadas puedes estar compartiendo con las personas de
tu entorno a las que ves día tras día durante décadas? Imagina
el potencial de sanación que el universo pone a tus pies a cada
momento. Entrégate al proceso de limpieza, aunque creas que la
historia no tiene nada que ver contigo tal como le pasó a aquella
mujer en un principio.
Todos, de un modo u otro, tenemos puntos de intersección
de memorias afines de dolor y desarmonía; al igual, por supuesto,
que de las de gozo o felicidad.
63
64
LA RENUNCIA
“Hasta el último de los pelos de la cabeza tenéis contados” (Mt 10, 30)
65
Divinidad la única que puede y debe limpiar todas nuestras desar-
monías. Para ello hemos renunciar a controlar, desde nuestro ego,
cualquier proceso de armonización.
Hablando con claridad, Confiar.
“Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pero el Padre del Cielo sabe
que vosotros tenéis necesidad de todo aquello. Buscad primero el Reino de los
Cielos y lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6, 32-33)
66
¿Quién tiene la absoluta confianza de lanzarse al vacío con la
certeza de estar a salvo? Y no me estoy refiriendo a tentar al Se-
ñor, como nos anunció Yahushua en el desierto tras los aguijona-
zos de la Sombra. Me estoy refiriendo a saberme a salvo de todo
mal al igual que si estuviera en el útero de mi madre.
¿Acaso cuando estamos ahí, en esa manifestación fractal de
la Casa de Dios, nos ocupamos de estar haciendo cosas? ¿Acaso
ponemos atención en que nos salgan las orejas o se formen los
riñones? Estamos renunciando a todo control de la situación. En
el útero de nuestra madre, en la Casa de Dios, no hacemos, sim-
plemente Somos. Nuestro ego aún no se ha formado luego no
intenta controlar nada. Todo queda en manos de la Providencia.
Es la Fuente de Todo lo que Es quién se ocupa de todo disfrutan-
do de nuestra presencia como un padre disfruta de la presencia
de su hijo en la cuna. ¿Acaso el padre de esa criatura se asoma por
encima de los barrotes y le dice “Hijo, tienes que… y si no, no te
querré”? Ridículo ¿verdad?
No hemos de hacer nada, simplemente ser.
Ya nos lo dijo Yahushua:
67
68
UNA CANDELA EN TU FRENTE
69
a culturas paganas? Pues sí, claro, ¿que te habías pensado tú? Si
no, dime, ¿qué hace un obelisco enfrente de la entrada a la na-
ción eclesiástica semejante al del Capitolio estadounidense? (¿De
qué van en realidad estos estamentos de sumo poder mundial?).
Los primeros en ser sometidos por el anticristo, no por ello eran
estúpidos, siempre han sido conocedores de secretos iniciáticos
bastante considerables. ¿A qué crees que es debido la señal de la
cruz sobre tu frente, sino a un modo de crucificar tus accesos a las
otras dimensiones de la realidad? (Échale un vistazo al capitulo de
“El Anticristo” del anterior volumen). Todas y cada una de estas
culturas tenían la creencia que era en ella donde residía el alma
humana.
Una de las más recientes referencias a la glándula pineal la en-
contramos en el billete de mayor reconocimiento mundial. Ya lo
sabes, te estoy hablando del dólar con su archiconocida pirámide
coronada por el gran ojo.
Pitágoras, Platón o Descartes, entre otros, hablaron en sus es-
critos a menudo de ella. Este último afirmaba que el ser humano
se formaba de un cuerpo y un alma, cuyo punto de intersección
era la pineal.
70
“El Campo Fuente” donde expone con pelos y señales todas esta
investigaciones).
Según sus pesquisas, la retina de los ojos y la pineal son los
principales órganos del cuerpo responsables en identificar la luz
del exterior. Esta curiosa coincidencia empujó a los oftalmólogos
y a los neurólogos a unir esfuerzos para desarrollar un campo
de investigación con el cual propiciar la posibilidad de descubrir
mayores relaciones entre los citados órganos. No se tardó mucho
en encontrar cuantiosas concordancias entre ellos.
Sin tener aun claro el modo de producirse, llegaron a descubrir
que la pineal, en medio de la oscuridad reinante en el centro de
la cabeza, producía por si misma destellos fotónicos. A lo cual
me pregunto si no será que simplemente se abre a “algún lugar”
desde donde entra luz. Debido a su extraordinaria semejanza a
la retina del ojo, por medio de mecanismos desconocidos por el
momento, la glándula detecta fotones enviándolos ulteriormente
al cerebro como si de un ojo se tratase. Uno de los experimen-
tos tratados consistía en introducir a una persona en una cámara
completamente a oscuras con un medidor fotónico. Se le solicita-
ba que recordara algo de su vida. El medidor fotónico registraba
un aumento considerable de fotones en la habitación sin que se
produjera ningún tipo de influencia externa. Lo curioso resultó
ser que, al pedírsele que imaginara algo no vivido hasta entonces,
el aumento de fotones fue similar.
Hablando de un modo más sencillito, digamos que este mi-
niórgano está viendo algo, gracias a un flujo inexplicable de fo-
tones, y mandándole esa información al cerebro. Una pregunta,
espero adecuada, pudiera ser: ¿Qué hace un ojo en medio de una
cavidad donde supuestamente no hay nada que ver?
Esta cuestión me lleva a pensar, sin más remedio, en dirección
a los sueños, las visualizaciones, la imaginación o incluso los re-
cuerdos.
¿No será que cada uno de estos eventos en realidad se está
71
dando en una dimensión paralela que, por algún proceso desco-
nocido, la pineal lo detecta y manda la información fotónica al
cerebro? Si admitimos la existencia de esas otras dimensiones pa-
ralelas, tal como nos cuenta la Física Cuántica, podemos tener la
respuesta en esta glándula como la ventana de acceso a ellas. Esto
me invita a cuestionarme lo siguiente: si según los cuánticos se es-
tán dando simultáneamente todas las posibilidades, (hablaremos
adelantado el libro en profundidad de ello); los recuerdos de un
acontecimiento que consideramos pasado, en realidad se está pro-
duciendo en este preciso momento ahí mismo en una dimensión
paralela. Así que, ¿cada vez que recordamos no será en realidad
que la pineal está “mirando” dentro de esa dimensión y mos-
trándole a tu cerebro lo que observa al igual como lo hacen los
ojos? O por ejemplo, el proceso de imaginar algo, ¿no será preci-
samente echar un “vistazo” semejante a otra dimensión distinta?
La cuántica defiende la idea de que vivimos la experiencia en la
que ponemos la atención. Luego, ¿los recuerdos e imaginaciones
son meras conexiones de tu pineal con esas realidades paralelas?
Por otro lado, ¿los esquizofrénicos no será que no saben como
cerrar su “ojo” mental y están viendo constantemente las otras
realidades sin saber distinguir una de otra? No me parece tan des-
cabellado hacerse esas preguntas debido a la infinidad de datos
que tenemos tanto en el campo científico de la neurología como
en el cuántico. El cerebro del sujeto del experimento del cuarto
oscuro no distinguía entre recordar o imaginar, producía por igual
el mismo número de fotones.
Parece ser que el archiconocido escritor Lobsang Rampa no
andaba nada desencaminado con su libro “El tercer ojo”.
72
podemos ser testigos conscientes de las realidades externas a la
“Matrix”.
Para esto también tenemos respuestas.
Al margen del famoso gesto de plantarte una cruz en la frente,
se han ido dando otro tipo de manipulaciones con elementos más
cercanos al nivel corporal; naturalmente hablando desde el nivel
de fichas, (algo de lo que trataremos en profundidad avanzados
los capítulos).
Según los neurólogos, dentro de la pineal se encuentran del
orden de cien a trescientos microcristales de calcita por milímetro
cúbico. Estos cristales son extremadamente sensibles a los cam-
bios de flujo electromagnético. Lo cual nos lleva a pensar si los
imprescindibles teléfonos móviles son tan necesarios. Ya lo sabes,
crea una necesidad y luego la cubres; un modo rápido de enrique-
cerse al margen de los escrúpulos de si es dañino o no. Si esos
cristales de calcita se descomponen con los campos electromag-
néticos, tu generación de melatonina se verá mermada, con ello
se perjudicará la regulación del sueño y aparecerán un sin fin de
enfermedades derivadas, como la esclerosis múltiple, depresión,
ansiedad, esquizofrenia, etc. La serotonina tampoco tendrá lugar
debido a que su madre, la melatonina, no tendrá fuerza suficiente
para metabolizarla por medio del triptófano. Al no tener seroto-
nina en tu flujo sanguíneo ya puedes tener innumerables motivos
para sentirte feliz, dará igual; al carecer de esa hormona te será
por completo imposible experimentarla.
Pero no queda la cosa aquí. El flúor tiene una incidencia bas-
tante desastrosa, tanto o más que los campos electromagnéticos.
Este elemento no es metabolizado por el organismo ni eliminado,
sino que pasa directamente del flujo sanguíneo a la glándula pi-
neal. Una vez allí se adhiere a los cristales de calcita anulando su
función en la metabolización de la melatonina, llevándonos a ser
candidatos de primer orden a padecer las enfermedades mencio-
nadas con anterioridad.
73
Por otro lado, no queda muy claro que el flúor ayude tanto a
las caries, de hecho yo me he lavado por muchos años los dientes
con pasta dentrífica con ese componente y he tenido caries como
todo hijo de cristiano. Me sorprende también que nuestros go-
biernos enriquezcan el agua corriente de los grifos con la excusa
de nuestra salud dental. ¿Habrá otros motivos?
Bajo mi modo de ver, no es simplemente provocarnos depre-
sión, incapacidad de sentir gozo, ansiedad o sensaciones afines,
que también, pues son daños colaterales asimismo muy revelado-
res. Creo que el verdadero motivo para propiciar la calcificación
de tu glándula pineal es cegarla a esas otras realidades fuera del
influjo del holograma antepuesto a tu mente. Algo muy indicativo
dentro del juego de la dualidad.
74
No sería mala idea por parte de nadie prestarle un mínimo de
atención a la lámpara de su cuerpo, su tercer ojo. Basta con una
mera intención de activarla. Si así lo haces podrás pasar por aven-
turas como las expuestas en el capítulo siguiente.
75
76
UN PASEO POR LAS NUBES
DE LA MULTIDIMENSIONALIDAD
“En la casa de mi Padre existen múltiples moradas;
si no fuera así, yo os lo hubiera dicho” (Jn 14, 2)
77
Bien antes, me gustaría aclarar tres cosas.
Primero es que no me drogo. De hecho me cuestiono la ne-
cesidad de hacerlo cuando puedo alcanzar estados ampliados de
conciencia de forma natural, sana y por supuesto gratuita. Nada
de lo mencionado a continuación ha sido bajo los efectos de
psicotrópico alguno. Lo único que he hecho ha sido acallar mi
mente, prestando atención a esas otras realidades acomodadas ahí
mismo, en todo momento, en una dimensión paralela.
Segundo: Esto se trata de un simple anecdotario de situaciones
vividas por mí. Con ello doy fe de esas otras dimensiones pues
he ido cotejándolas con estudios científicos de la Física Cuántica.
No es sencillo, pero en alguna rara ocasión me he visto o senti-
do en dos lugares a la vez sacando información de ambos sitios,
pudiendo comprobar después las coincidencias con la realidad
(curiosamente hay experimentos de la física moderna donde se ha
comprobado el don de la ubicuidad de los fotones cuando éstos
se convierten en ondas. Por tanto si una partícula cósmica como
un simple fotón puede estar en dos sitios a la vez, ¿por qué no ha-
bría de poder un ser humano?). O por poner otro ejemplo, entrar
en sintonía con personas a las cuales no conozco de nada pero
habiéndoseme dicho su nombre y ciudad de residencia, he podido
reconocer las enfermedades que está padeciendo.
Todo esto sólo se trata de simples anécdotas. Lo importante
es el nivel de compromiso a alcanzar con tu propio despertar,
alejándote por completo de la parafernalia del espectáculo de la
fenomenología. No interesa lo espectacular que pueda resultar
un acontecimiento, solo importa tu capacidad de llenarte de valor
para tomar la decisión de recordar quien eres. Claro está que estas
situaciones extradimensionales, aun no siendo imprescindibles,
ayudan a recabar confianza en el proceso del despertar.
Y para finalizar: Recordarte el pacto de no creerte nada, de
experimentar por ti mism@ centrándote en el corazón mientras
te dejas llevar adonde él te lleve. Eso sí, con tu permiso he de
78
comentarte algo. Por favor, si quieres explorar realidades parale-
las, has de darte cuenta de que no vas a moverte por las mismas
leyes de la cuarta dimensión de conciencia, por tanto has de de-
jar de lado toda posibilidad de juicio. En el momento que entres
en la evaluación de lo acaecido estarás castrando por completo
la experiencia bajo la valorización de lo posible y lo imposible.
Simplemente entrégate al juego y ya tendrás ocasión de juzgar o
incluso de calificarte de cretino si es tu gusto. Como se te ocurra
cuestionarte la inmensa imaginación de la que eres poseedor y las
chorradas que se te ocurren, ya la has liado. Habrás puesto fin al
proceso. Si deseas adentrarte en estos universos permítete el lujo
de experimentarlo como si fueras un niño imbuyéndose en el País
de las Maravillas, por favor.
Ok.
79
electrodoméstico sobre la encimera? La nevera ¿es grande, peque-
ña? O podemos afinar un poco más si te apetece. ¿Podrías visua-
lizar el marco de la puerta? O ¿alguna mancha en las cortinas? Si
vas poniendo vigilancia a detalles cada vez más pequeños, el nivel
de observación irá en aumento.
Ahora le daremos un cuarto de vuelta. ¿Podrías poner la aten-
ción en tus sensaciones dentro de ella? ¿Te apetece cocinar o es
un fastidio? ¿Hace calor, fresco? Sujeta el tirador de la puerta de
la nevera, ¿está suave?, ¿se encuentra frío? En estos instantes tus
niveles de apreciación se están agudizando.
Pues aún podemos profundizar un poco más. A partir de este
momento, comienzas a adentrarte en los horizontes considerados
por muchos como los de la locura.
¿Se alegra la cocina de sentirte dentro de ella?
Te lo advertí, pero no, no estamos locos, ni tú por seguir le-
yendo, ni yo por escribirlo. Estás a salvo de mi locura, recuerda el
pacto de no creerte nada. Quedamos en que lo explorarías por ti
mism@. Responde por favor. ¿Se alegra? ¿Oyes si cuchichean los
cubiertos de la cajonera? ¿Entra la luz contigo o, por el contrario,
se oscurece? ¿Las paredes se expanden o se contraen? Agudizan-
do los sentidos en esta línea estarás comenzando a adentrarte en
universos paralelos donde cualquier cosa es posible.
¿De locos?
Bueno he de decirte por ejemplo que Einstein formuló la Teo-
ría de la Relatividad subiéndose mentalmente en un fotón y sur-
cando el espacio sideral a la velocidad de la luz a ver que ocurría.
Y ahí le tienes.
Prueba, no pierdes nada.
De hecho podemos profundizar un poquito más. ¿Cómo te
sientes tú con respecto a la reacción de la cocina al entrar en ella?
¿Te está diciendo algo como por ejemplo, “no me vendría mal un
poquito de lejía, cariño”?
Si te has mantenido fiel al hecho de no juzgar nada y ponerte
80
a juguetear con ello, seguramente hayas sacado algo en claro. El
problema es que hace rato te pusiste a evaluar, primero la cordura
del escritor, lo segundo si merecía la pena seguir leyendo y, por
último, tu capacidad de poder dar respuesta a las rimbombantes
últimas preguntas.
“Pero por el amor de Dios, ¿cómo van a hablar las cucharas con los
cuchillos?”
81
apetece, claro está, bucear por los universos paralelos de tu propia
realidad.
82
tros de la triangular coronilla, nuca y oreja derecha (busca tu pun-
to) te adentras en ese universo fractal del corazón. Déjate llevar
por todo lo que acontezca, recuerda, libre de juicio y abróchate
el cinturón pues se presenta una montaña rusa de interesantes
situaciones.
Esta Semana Santa del año 2012, vi cumplido uno de mis sue-
ños de toda la vida. Lo tenía desde temprana edad apuntado en
“asuntos pendientes” y no quería dejar pasar tan emblemático
año sin verlo cumplido. Uno de esos asuntos pendientes consis-
tía en ir a Tierra Santa, más concretamente, Jerusalén. Era una
especie de pequeña obsesión, una inquietud consciente de haber
andado por aquellas tierras en otras vidas paralelas. Por lo demás
el viaje incluía la visita a la ciudad de Belén y a otro país que, en
primera instancia, sonaba bastante interesante pero que para mí
se tornaba como algo secundario. Os hablo de Jordania. Una vez
terminado el viaje resultó por completo al revés, lo más impresio-
nante lo viví en el país árabe. Pero en fin, así vienen las cosas y lo
mejor que puedes hacer es dejarte fluir, pues tu Yo Superior sabe
bastante más que tú de lo necesario para ti.
Jerusalén me decepcionó desde el primer momento. La sentí
como una ciudad prostituida, donde todo el mundo quiere un
83
trozo del pastel. El nivel de decepción viene en relación directa al
nivel de expectativas, luego el mero responsable de ese desencan-
to soy yo, claro.
Aún así en el Muro de las Lamentaciones, la primera noche,
apenas habiendo llegado un par de horas antes a la ciudad, tuve
un pequeño encuentro con un animal de Poder bastante impor-
tante para mí.
Estar en la cuidad milenaria y no ponerte frente al Muro es
como no haber ido. Al menos eso pienso.
Partiendo del punto de desilusión gestándose en mi ánimo, me
planté ante esa pared cargada de un egregor de miles o millones
de peregrinos en súplica y me entregué a la experiencia dejando
de lado cualquier tipo de expectación.
Solo puse sobre el tapete una intención, una especie de res-
puesta a la pregunta: ¿Éste viaje va a ser significativo para mi, va
a acallar la impaciencia de que aquí tengo un lazo energético a
sanar?
Con esa cuestión en mente puse la frente sobre la pared.
El murmullo de los cientos de creyentes rezando a mi lado, se
fue acallando hasta silenciarse por completo. Un túnel negro se
abrió ante mí absorbiéndome por completo con una sensación de
paz y confianza. Mientras caía por ese abismo oscuro un Pegaso
de color blanco vino volando hacia mí con la cabeza baja a modo
de saludo. Su presencia era poderosa, llena de una profunda sere-
nidad. Un aura de azul plateado le envolvía todo el cuerpo dando
destellos blanquecinos al compás de los movimientos de la cabeza
y el batir de las alas. Percibí la invitación de montarle como otras
tantas veces. Al subir en él fui arrastrado fuera de la oscuridad
hacia un horizonte de azul turquesa con pinceladas de nacarados
destellos. Me deje llevar mientras el corazón se expandía en el pe-
cho. Puse atención para ver si lograba diferenciar algo más en ese
lugar al margen de los colores, pero no logré identificar más que
destellos luminosos de esas dos tonalidades. Nada más cuestio-
84
narme esa posibilidad ocurrió una circunstancia parecida a otras
ya vividas en Sintonizaciones Crísticas, las cuales había aprendido
de la mano de José Antonio Campaña.
Me convertí en el Pegaso al tiempo que era yo mismo mon-
tándole, es decir, coexistíamos montura y jinete a la vez. Nos fun-
dimos en uno los dos. En ese instante la sensación de libertad
fue completa, profunda, nacida del fondo de mi ser. Un Pegaso
y Fran, simultáneamente en el aquí y el ahora, me hizo evocar la
Fuerza Divina de la cual disponemos por el mero hecho de ser
Hijos de la Creación. Esto me recordó a lo que se viene dando
como situación final en las Sintonizaciones Crísticas; ver frente a
ti al Cristo (si eres de cultura cristiana a Yahushua, si eres orien-
tal al Buda, etc....) mirándote a los ojos y a la vez siendo él. Una
sensación inefable, lo siento, pero eso sí, imborrable de cualquier
memoria.
Volar libre por el cosmos turquesa y nácar me hizo entender
que ese viaje se presentaría la mar de interesante.
85
a la cabeza de la estatua recostada de la Virgen y sabrás de qué
hablo.
86
veras cuando lleguemos a Petra, vas a sorprenderte”. Ella jugaba con la
ventaja de haber ido unos años antes. Mi obsesión por Israel nu-
bló por completo toda expectativa referente a la ciudad de piedra.
Hoy lo veo como una bendición pues así el impacto fue mayor.
Al ser un viaje con intenciones más allá de lo cultural, tanto
ella como yo, prescindimos de las indicaciones, seguro muy inte-
resantes, del guía. Para mí, visto lo visto con la historia aprendi-
da en el colegio ya pocas cosas me convencen. Por ejemplo, me
contaron que una de las civilizaciones más antiguas de la huma-
nidad fue la Sumeria, de unos 8000 años atrás, y resulta que las
pirámides descubiertas hace unos pocos de años en Bosnia, según
el Carbono-14, tienen una antigüedad de 40.000 años. Me lo ex-
pliquen por favor.
Nos cogimos de la mano distanciándonos del grupo. A las
puertas de “El Siq”, nombre recibido por la entrada a la ciudadela,
donde el sendero se estrecha y las paredes rocosas te dan el abrigo
de la majestuosidad, decidimos hacer el camino cada cual con su
silencio interior. Algo por completo posible a pesar de la algarabía
de turistas de todo pelo.
87
litos debían superar los temores y abrirse camino hasta el final de
la garganta. Hoy día no sorprende, pero en tiempos remotos, si tú
a un postulante le hablabas de espíritus de la naturaleza, de demo-
nios salvajes escondidos entre las grietas de las rocas, le estarías
sugestionando con suma facilidad. Sería un modo perfecto de se-
leccionar a los auténticos valientes merecedores de una iniciación.
El soplar del viento a veces imita aullidos diabólicos mientras los
rincones oscuros parecen esconder, entre sus entrañas, alimañas
de las sombras prestas a hacerte prisionero del inframundo. Ima-
gínate caminado sol@ por esa ceñida garganta de pedruscos en
una noche de luna llena en la cual las sombras son bastante suges-
tivas. Un discípulo deseoso de alcanzar la Maestría debía dejar de
lado los vanos temores fruto de su mente pues, de no hacerlo así,
bien podría echarse para atrás.
88
de suciedad resultaba por completo imposible de recoger, pero lo
importante no fue el acto en sí, sino el talante de conexión entre
el corazón de la tierra que me encontraba pisando y el mío.
Con toda la atención puesta en el aquí y el ahora me resultó
largo y corto a la vez mi peregrinaje a “El Tesoro”. Vivir el aquí
y el ahora distorsiona el discurrir del tiempo dándose de manera
simultanea todo. Parece pues que no ha pasado el tiempo o que
bien han sido siglos los transcurridos.
Habiendo visto el portal de “El Tesoro” en muchas ocasiones
en fotos, documentales o la archiconocida película de “Indiana
Jones y la última cruzada”, pensaba en que no me prendería en
absoluto tremendo monumento pétreo. Pero al ir caminado entre
rocas de decenas de metros de altura a modo de laberinto y tras
girar en un recoveco, te encuentras la escultura arrancada de las
rocas frente a ti.
No puedes evitar el asombro.
Me guardo en los bolsillos del pantalón las suciedades recogi-
das del suelo y me entrego al panorama. Me sorprende compro-
bar lo diminuto de la sala tras el Portal, apenas tendrá la treintena
de metros cuadrados. Y entonces surge la pregunta. “¿Para qué
tanto esfuerzo en pulir la piedra con semejante majestuosidad para luego
penetrar en la montaña apenas unos metros?”
La arqueología encuentra respuesta en simples tumbas. Me
hace gracia que cuando algo no tiene sentido nos agarramos a lo
qué más sencillo resulta encajar dentro de los patrones mentales
acuñados durante siglos de existencia humana. Trabajar la piedra
con semejante esfuerzo es simplemente para construir tumbas, de
reyes claro. Entonces miras hacia arriba y dices, “¿para qué techos
tan altos?” (unos quince o veinte metros) y entonces la teoría de los
mausoleos, en principio floja, termina por desmoronarse.
La sensación que poco a poco va adquiriendo forma se aden-
tra en respuestas relacionadas con portales dimensionales, máxi-
me cuando hay puertas labradas en rocas de apenas unos metros
89
de anchura, no encontrándose nada tras ellas.
Me encuentro con la mirada cómplice de Angélica y me veo
en la situación de darle la razón, es un lugar sorprendente. Ella se
sonríe y me dice: “Pues aún no has visto nada”. Me resulta inquietan-
te semejante comentario pues tenia la sensación de que ya nada
podía asombrarme.
- Ahora vete al templo de “El fin del Mundo” y luego a “El Altar de los
sacrificios”, para eso vas a tener que seguir camino por ahí. – Y me señala
en dirección a una nueva garganta perfilada en la piedra.
90
paciente trabajo de pulimento de las mismas. Esto lo dejo abierto
para quien desee darse respuesta a sí mismo.
Al otro lado del camino, frente al teatro romano, un pórtico
concreto entre incalculables llama mi atención. Se encuentra a un
centenar de metros escalando por el abrupto collado. La voz no
escuchada me invita a adéntrame en el frescor de sus sombras. Es
el momento de volver a caminar en soledad. Angélica continúa su
propio camino y yo me pongo a escalar entre los riscos en direc-
ción al lugar donde se me ha invitado.
Disfruto del frescor de las paredes escondidas del sol mientras
me dejo atrapar por la paz del lugar. Desde allí puedo ver bajo mis
pies el peregrinar, algunos a burro, de infinidad de turistas ajenos
a mi presencia en las alturas. En ese momento, tras comenzar a
percibir la presencia de alguien más, me olvido de las gentes.
Mis ojos se cierran, me recuesto, la roca se reblandece y me
dejo absorber hacia sus profundidades. Un ser de unos dos me-
tros y medio de altura me espera al otro lado. Lleva una túnica
blanca con un cordel dorado a modo de cinturón. Sus cabellos
son rubios brillantes, casi albinos, la tez la tiene distendida, diría
yo cargada de una insondable serenidad y sus ojos azules cielo
de mirada traslucida. Me agarra con un inmenso brazo sobre mis
hombros apretándome contra sí. Yo intento amarrarle con mi
mano derecha su hombro izquierdo pero a duras penas llego has-
ta allí. Recuerdo que esa sensación de pequeñez no me incomodó
en absoluto, la sensación era de iguales, de fraternidad consciente.
Me invitó a acompañarle abrazados como viejos amigos, por
un sendero cristalino adentrándose en los riscos de la recia mon-
taña pedregosa. Un flujo parecido a luz líquida cristalina, manaba
por surcos labrados en las paredes de esa garganta adimensional
dentro de la roca. Las piedras eran de cristal luminoso parecido
al cuarzo blanco sin llegar a ser así, dando la sensación de poder
penetrarse como si de gelatina fueran. A lo lejos, pude distinguir
a las gentes del lugar transitando por un mundo igual al que ha-
91
bía visto en el camino de la ciudadela, con la diferencia de ser un
mundo de cristal líquido o gelatinoso, pero a la vez tremenda-
mente consistente. Todos, incluidos los niños, llevaban el mismo
ropaje. Túnica blanca y cordón dorado o rojo. Su aspecto físico
definía una raza blanca de dorados cabellos, algunos pelirrojos
y una gran altura, entre los dos metros veinte y los dos y medio.
Las mujeres llevaban cubierta la cabeza, algunas con la túnica y
otras con una especie de maya dorada con el pelo recogido. Nadie
emitía sonido alguno pero todos mantenían una animada con-
versación pues, observando sus rostros, mostraban interés por
la persona de enfrente, sonriendo algunos, haciendo gestos de
extrañeza otros, asintiendo, etc...
El único sonido que alcancé oír fue el de los pájaros cantando
y revoloteando entre nosotros y las risas de los niños dando rien-
da suelta a una tremenda alegría.
Me llamó la atención algo que realmente me desconcertó un
poco. Evidentemente yo era un extraño allí, muchos niños eran
más altos que yo, pero a nadie pareció sorprenderle mi presencia,
ni siquiera les llamó la atención. Simplemente era uno más entre
ellos.
Mi compañero me llevó hacia un lugar donde se encontraban
sentados en semicírculo un grupo de hombres charlando entre si
en silencio. Por primera vez me sentí reconocido, pues una mujer
de ojos felinos me miró sonriente camino del grupo. Eran todos
hombres, pero sin saber como, internamente sabía que era una
simple coincidencia, no se trataba de una reunión cerrada al géne-
ro masculino, sino sencillamente así se había dado en esa ocasión.
De hecho varias mujeres se acercaron a hacer ternuras a lo que
supuse sus parejas, mientras los niños o las niñas se acurrucaban
en las piernas de los que consideré sus padres.
Me llamaron la atención dos cosas bastante significativas.
Una: De entre todas las personas presentes por allí, había en el
grupo de hombres uno de pelo negro con barba y bigote de igual
92
color. Resultaba muy llamativo al ser el resto rubio o pelirrojo. No
me dirigió la mirada en ningún momento y siempre lo vi de costa-
do, siendo su parte del rostro derecho el puesto frente a mí. Esta
circunstancia cobraría sentido unos días después. Ya hablaremos
de ello en su momento.
Dos: Una niña de pelo rojizo como la arcilla y de ojos color
miel, me observaba silente desde el regazo de su padre. No me
dijo nada, tampoco me sonrió o realizó gesticulación alguna, solo
me miraba. Me llamó la atención pues hasta ese momento era casi
invisible para todos menos para ella.
Mi compañero, al cual no se me ocurrió preguntarle su nom-
bre, rompió el silencio reinante hablándole a mi mente.
-“El inmenso problema del ser humano es que no sois capaces de sentir
gratitud en vuestros corazones.”
93
corazón. Es en el paso de dar las gracias desde lo más profundo
de nosotros, cuando llega la sanación y comienzan a producirse
los milagros en nuestra vida, pues empezamos a atraer situaciones
en avenencia con nuestro nuevo estado de armonía.
Atrapado por este maremágnum de sensaciones noté una es-
pecie de tensión en el ambiente. De repente la algarabía de los ni-
ños y el canto de los pájaros cesaron. El rostro de todos, incluidos
los niños, se tiñó de una cierta seriedad al tiempo que la serenidad
aún podía descubrirse en ellos. Todos, desde el más joven al más...
ups acabo de darme cuenta de que no había ancianos... se pusieron
de pie mirando al cielo.
Una mancha negra comenzó a agrandarse en forma de remoli-
no sobre el cielo claro y limpio de nubes. En apenas unos minutos
prácticamente todo el horizonte se cubrió de una sombra pegajo-
sa. Entonces del pecho de todos ellos, también del de los niños,
comenzó a salir un rayo de luz azulado-blanquecino en dirección
a la mácula negra. Poco a poco comenzó a trasmutarse en una
esfera de luz cristalina la cual fue catapultada a otra dimensión.
Tras esto, todos volvieron a sus labores, los niños siguieron
riendo como si nada hubiese ocurrido y el grupo de hombres
volvió a sentarse.
94
Es entonces cuando caigo en la cuenta de que ahí mismo, en
una realidad paralela, hay infinidad de turistas invadiendo el lugar,
muchos de ellos con la falta de respeto necesario para mantener
limpio el terreno. ¿Cuantos de ellos dejan sus porquerías internas
de forma metafórica por medio de las basuras de papel o plástico,
sin ningún tipo de consideración?
95
resuelva la situación que únicamente debéis sanar vosotros. Es vuestra res-
ponsabilidad antes de alcanzar la madurez necesaria para un reconocimiento
mayor.”
96
Un profundo sentimiento de gratitud invadió todo mi ser.
- ¿Cómo te llamas?
Sonrisa silente.
- Yo, Fran. –señalándome el pecho. -¿Tú?
- Fátima.
- ¿Cuántos años tienes? - Silencio. Descubro los mocos resecos
caídos de su nariz.
- How old are you? – Repito.
Parece entenderme.
- Seis. – Me señala con los deditos.
- Te doy cinco euros, es mucho más de lo que me pides. -Le digo mos-
trándole el billete mientras se lo recalco con gestos.
Ella me dice que no, que un Dinar. Insisto que es más. Parece
desconfiar. La miro a los ojos y sin mediar palabra le digo en si-
lencio: “Por favor”. Ese leguaje universal nacido del corazón parece
surtir efecto pues Fátima accede cogiendo el billete.
Se levanta y sale corriendo, aparece por otro lado de las rocas,
vuelve a esconderse y surge de entre las grietas, está jugando con-
migo. Corre de nuevo, intuyo por donde va a parecer y la espero,
se sorprende entre risas descontroladas y mi corazón se regocija
por el regalo que me está dando la vida por medio de esa niña.
Por último inclina un poco la cabeza y se despide de mí en
busca de otros turistas, supongo.
Gracias Fátima allá donde estés ahora y siempre.
97
vida. Casualidad o causalidad, me topé en la cima con Miguel
Blanco, director del programa de radio “Espacio en Blanco”, que
además era el organizador del viaje. Gracias a ello pude disfrutar
de su consejo para proceder con el ritual.
98
iguales. La única diferencia residía en la estatura; esta, claro está,
era de las considerada normales entre nuestra especie.
¿Una nueva confirmación para ponerme a salvo de la locura?
No lo sé, simplemente son demasiadas casualidades como para
no tener en cuenta la posibilidad de haber vivido un encuentro
real y no imaginado. Precisamente, las dos personas que llamaron
mi atención al otro lado fueron las dos que se presentaron ante
mí en este.
Son regalos de la vida que uno debería agradecer.
Yo lo hago.
Fran-gollum
99
Con sumo cuidado me asomo hacia el interior y ahí está, ahí
estoy. Mi fosforescencia alumbra su rostro, es entonces cuando
logro verle sus rasgos claramente. Se trata de Fran, de mí. Tiene
mis facciones, mi mirada, solo que se encuentra muy demacrado.
Me recuerda el personaje de Gollum, del libro “El Señor de los
Anillos”.
Percibo sus miedos. Mi presencia a su lado le asusta aún más.
Siento una profunda tristeza. Sé que soy yo. Es un yo inferior
paralelo al mío, el cual ha ido tomando decisiones a lo largo de
una vida arrastrándose sin freno hacia la culpa y el miedo. Una
profunda compasión invade todo mi ser. Apenas puedo llorar del
dolor.
Cuando logro recuperarme un poco, intento articular palabras
para ofrecerle mi ayuda. Le digo que soy el mismo en estado muy
superior de conciencia con respecto a él. Este comentario le aleja
aun más de mí. No quiere escucharme. Insisto con mayor ternura.
- “Estoy aquí para ayudarte”- Insisto.
- Déjame. No quiero tu ayuda. ¡Vete! ¡No eres yo!
Sus palabras me llenan de temores, noto como empieza a car-
comerme una desazón y una profunda impotencia. Me encuentro
desconcertado notando como me quedo sin argumentos mientras
siento una densidad aplastante dentro del corazón.
Una voz interior, quizás fuera mi Yo Superior, ¿quién sabe?
Me hace saber que se encuentra sumido en la culpa, en el no me-
recimiento, en el pavor. Esa caída tan profunda en la sombra le
impide creer que algún día pudiera ser un ser de luz como yo soy
ahora. Algo paradójico, pues estábamos los dos presentes al uní-
sono en un mismo lugar. Luego no es cuestión del transcurrir del
tiempo sino que se está dando a la vez en dimensiones paralelas.
Se trata de un eterno Aquí y Ahora.
- Oh, Cielos, el miedo está arraigando en el pecho. - Pienso en voz alta.
Un instante de lucidez me alerta en la mente: “Hey, Fran te estás
dejando atrapar por la baja densidad”. Reacciono amputando la desa-
100
zón imperante y me vuelvo a centrar en el amor. Noto un nuevo
ánimo. De nuevo a salvo. La confianza vuelve. Un escalofrío re-
corre mi nuca cuando pienso lo cerca que he estado de quedar-
me atrapado en esa vibración. Ese pensamiento una vez más me
acerca a la densidad negra, otra vez el dichoso miedo. Ahora, en el
momento de escribir estas líneas, me viene a la memoria la pelícu-
la “Más allá de los sueños” protagonizada por Robin Williams, en
el instante de estar rescatando a su mujer de las tinieblas.
Madre mía, cuan atento hay que permanecer en el inframundo.
A la par, mi gemelo dimensional, gimiendo y gritando para
que me vaya. Momentos de gran tensión. Pienso que si rompo a
llorar quizás me quede atrapado para siempre, por otro lado, estoy
seguro de que en ésta confrontación se encuentra la solución para
salir los dos.
Esta marea de pensamientos desbocados me hace saltar de la
confianza al sinsabor, sin control ninguno. No puedo evitar acor-
darme de Yahushua cuando vino a las dimensiones lóbregas para
el rescate de todos nosotros y del peligro tan grande que corrió
de quedarse encarcelado. Éste pensamiento me devuelve al amor
ayudándome a ver que, la única formula es permanecer centrados
en el corazón y recordar que hay un mundo de luz esperando ahí
fuera.
101
tión de etiquetas, ángel, yo paralelo, ser de luz, qué mas da. Todos
somos uno.
Son los dominios del Anticristo y hay que andar muy atentos.
No se trata de combatirlo, sino de iluminarlo.
102
Pasado el tiempo volví a ese lugar en un par de ocasiones a
comprobar si me encontraba por allí. Jamás volví a verme en-
tre aquellas grietas. Dejé de visitar la cueva el día que vislumbré
en mis comprobaciones un modo de alimentar la desconfianza.
Si permanecía yendo estaría dándole aliento al temor de seguir
atrapado, manifestando con esa atención, de nuevo esa misma
realidad. Ahí se acabaron mis exploraciones, ahora simplemente
lo sé. Ya no estoy allí.
Con esta experiencia intento decirte que las sombras vas a te-
ner que confrontarlas si deseas redimirte. Es un plato degustado
en soledad, si acaso tu Yo Superior te acompaña. ¿Quién mejor
que él?
Ya lo comentamos en el anterior libro. Yahushua no entró en
la tumba de Lázaro. Desde el umbral le ordeno “Ven hacia mí. Le-
vántate y anda.” El hermano mayor, desde la lucidez del recuerdo
de quien es, sabia perfectamente que las sombras confrontadas
por su amigo eran un lugar sagrado exclusivo de él. Nadie con un
mínimo de claridad podría profanarlo.
Amig@ mí@, ya sabes.
Te aseguro que las bendiciones llegarán a tu vida cuando, poco
a poco, vayas limpiando la culpa. No eres tú quien actúa en el jue-
go, sino el Ego. Desidentifícate de él y podrás liberarte.
103
quetipo de nuestras luces y sombras internas pugnando por ma-
nifestarse. Todo lo que vemos fuera de nosotros es un reflejo de
nosotros mismos. La lucha entre las huestes de la Luz y las de las
Sombras se está dando de igual modo en el corazón de cada uno.
No obstante, contaré una nueva anécdota, en esta ocasión con
el temido ángel, desde la perspectiva de encontrarse fuera de mí
como si yo no fuera un reflejo de él ni él de mí.
104
der por ti, se las pondré. Es algo así como un: “Me estás comen-
zando a tocar las narices, tú presencia aquí empieza a resultarme
incómoda”.
Sorprendentemente no hay miedo. Una paz tensa reina entre
los dos.
Ahora con un poco más de resquemor vuelvo a intentarlo.
- Aún así, reconozco tu inocencia y te doy las gracias por representar tu
papel a la perfección.
Ahora la oleada de un “¡Basta ya, te estás pasando!” me golpea
por completo, me tambaleo pero el temor sigue ausente. No lo-
gro comprender como no puedo sentir terror ante lo que estoy
viviendo.
- Te amo, gracias.
- No tengo miedo, sé quien eres. Eres tan hijo de Dios como yo.
105
No puedo inspirar a pesar de tener la boca por completo abierta.
Reacciono, pero sin llegar a asustarme, solo comprendiendo
que no es ese el camino para llegar a él. Quizás nunca deba darse
ese acercamiento.
106
de continuar debo recordarte lo de las proyecciones. Esos oscu-
ros externos a ti son en realidad tú. Pero, tal cual te he contado
en la aventurita con mi amigo el Luci, haré en esta otra lo mismo.
Hagamos como si fueran distintos a nosotros.
107
buscaban el modo de salir de ahí. En realidad no me querían a mí,
sino a la luz grisácea que poseo, pero tremendamente luminosa
desde su perspectiva.
108
luz invitándoles a transitarla. Piensa que para ellos es una visión
imposible pues se encuentran atrapados en las tinieblas.
Por demás el Universo te compensa con algo maravilloso. A
medida que cada una de esas proyecciones es liberada, tú te en-
cuentras más cerca de tu propia libertad.
109
con una realidad paralela donde se dan acontecimientos propios
de una película de Steven Spielberg. En esta ocasión sería en Kar-
nak, “ciudad fortificada”, llamada en el antiguo Egipto Ipet Sut “el
lugar más venerado”. Se trata de una pequeña población situada
en la ribera oriental del Nilo, muy próxima a Luxor.
Disimulándote entre los entresijos de sus calles terminas per-
diéndote por el Templo de Mut hasta dar con una de las salas
ocultas al turista de a pie. De no haber sido por las indicaciones
de Manuel, yo también habría dejado pasar la ocasión de conocer
el citado rincón. Tan solo se limitó a mostrarme donde se encon-
traba una estatua bastante interesante sin darme mayores indica-
ciones. Una vez terminado todo le agradecí su silencio, pues de
haberme contado algo es muy posible que hubiese terminado por
viciar con expectativas lo que viví.
Siguiendo el camino trazado me topé con un recoveco hacía la
izquierda adentrándose en un mundo olvidado por la mayoría de
los visitantes. El calor apretaba, mi camiseta se humedecía a cada
paso dado y poco a poco fui acunado por los murmullos cada vez
más distantes de los turistas.
El silencio se hizo total cuando por fin me oculté por comple-
to de los ojos de todo transeúnte al girar por un nuevo recodo.
Frente a mi se interpuso un vigilante sonriente, el cual me indicó
con la cabeza en dirección a una sala engullida por la oscuridad.
Sin haberle dicho palabra alguna, ya sabía a que había ido a ese
lugar. Momentos antes de adentrarme en semejante negrura me
dijo, en un tosco inglés que no me preocupara, vigilaría mientras
estuviera dentro para evitar la intromisión de alguien que pudiera
molestarme. Sabía que eso me supondría una suculenta propina,
pero agradecí su ofrecimiento, ya que tanto enigma estaba dispa-
rando mi curiosidad ante inusuales cánones de misterio.
Sentí el frescor de las sombras. Un escalofrió me recorrió la
médula, no sé si fruto del frescor del pasillo adentrándose en la
opacidad o si del pálpito de saberme próximo a un nuevo acae-
110
cimiento extraordinario. En lo más lóbrego del corredor pude
distinguir un halo de luz proveniente del fondo. Agudicé la vista
y fue cuando puede verla. Ahí estaba la diosa Sekhmet. Un escul-
tural cuerpo de mujer, capaz de despertar los instintos más bási-
cos de cualquier hombre, coronado por una imponente cabeza
de leona.
Se encontraba, silenciosa, al fondo de la sala. Una pequeña cla-
raboya en el techo permitía el paso de los rayos del sol recalcando
todo su resplandor y haciéndola más imponente si cabe. Todo el
resto estaba disipado entre las tinieblas. Me dejé empapar, no sé
si de los temores o de la irresistible atracción ejercida por mi, a
pesar de situarse al otro lado del recinto. El sudor se había secado
por completo.
Aquella majestuosidad sosegada me espera desde el albor de
los tiempos. El silencio era el único testigo de aquel encuentro.
Recuerdo haberme esperado unos minutos antes de decidirme
a caminar hacia ella. No me atrevía a sentir temor, era consciente
de que si permitía el más mínimo ápice de miedo adentrarse en
mis venas, saldría despavorido de allí. No estaba dispuesto per-
derme la ocasión de hablar con la madre de las diosas.
Di un primer paso, luego un segundo y por fin me acerque
hasta ella con paso decidido. Me planté ante ella y pude comparar
su elevada estatura con respecto a mí. Las imágenes se difuminan
en mi mente, pero creo recordar que la llegaba un poco más abajo
de su barbilla. Me pegue a ella sin llegar a tocarla y miré de lleno
a sus ojos. Solo me separaba de ella su prominente hocico. Per-
manecí unos segundos callado observando la placidez de su ros-
tro. Comenzó a apoderarse de mí una inusitada seguridad cargada
de confianza, dejándome arrastrar hacia un lugar sin forma, solo
pincelado con sensaciones de paz. De repente abrió sus fauces
con un tenebroso rugido metiendo por completo mi cabeza en
ellas. Me sorprendió, claro está, pero en ningún momento sentí
miedo. Aún hoy sigo sin comprender como evité asustarme cuan-
111
do una leona se engullía mi cabeza con una fiereza terrible. No
moví ni un solo músculo de mi cuerpo. Me pareció escuchar un
chasquido, como si el cráneo se me crujiera parecido a una nuez.
Perseveré inmóvil sin saber muy bien si aguantar o salir corriendo.
Al final decidí que quedarse era la mejor opción aunque eso supu-
siera perder la cabeza (quizás algún día la recupere).
Entonces oí su voz.
112
voy, cuando mantengo la confianza suficiente en el Amor de la
Madre Universal. Ese fue el regalo recibido ante la entrega ciega
sin expectativa alguna.
Enemigo mío
113
Me encontraba visitando el palacio del Topkapi donde se su-
ponen están las reliquias del profeta Mahoma. Un palacio mere-
cedor de los mayores sueños de cualquier conquistador bien fuera
de tierras o de corazones.
Mantengo grabado en mi mente con suma nitidez el pedazo
de huella, si no recuerdo mal en escayola, que hay de la planta
del pie del emisario divino. Digna de un gigante de otros tiem-
pos. Algunos pelos de sus barbas, dientes y demás objetos de
culto.
114
Lo maravilloso de haber pasado por ese lugar fue encontrarme
con la oportunidad del perdón. Pude entender que su acto no
fue contra mí por un motivo personal. Ambos estábamos bajo el
juramento de tomar las armas en pos de nuestros estandartes reli-
giosos. Mi amigo solo cumplía órdenes tras haber sido engañado,
al hacérsele creer que yo era una amistad peligrosa para su fe. De
hecho, seguramente fuera verdad. Pero lo importante es que en
ese instante la última pieza de ese puzzle se colocó en mi interior
dando sentido a todo el entramado silenciado de por siglos. Com-
prender la historia de la historia me hizo sentir que no había nada
que perdonar. El auténtico perdón es darte cuenta de eso, de que
no hay nunca nada que perdonar. Pasar por ello invadió mi ser de
ternura y de una profunda compasión por mi amigo. Pude sentir
en el fondo del corazón su propio dolor al estar realizando seme-
jante acto. Ese día, aquel capitán de la guardia musulmana y yo
nos reconciliamos de por siempre para ser de nuevo hermanos.
Una vieja herida había sido sanada.
115
Estando en una ocasión con Sananda, sí has leído bien, con
Sananda.
¿Has empezado a encender el fuego para poner la mano?
Te lo advierto, si metes la mano te la vas a quemar.
116
Me sorprendió, había resultado demasiado fácil, diría incluso
sospechoso que cediera tan rápido.
De mi sorpresa surgió una nube de luz azulada interponién-
dose entre los dos. Al desvanecerse se encontró ante mí vestido
con un frac al puro estilo Fred Aster, por supuesto con las greñas
cayéndole del bombín, sus barbas desaliñadas, un bastón en las
manos y bailando claqué. Estuvo así por un par de minutos.
- Mira, mira, es divertido, puedes hacer esto si te gusta.
Me dieron ganas de estrangularle.
- Venga, anímate.
Lo cierto es que bailaba bastante bien. Por aquel entonces aún
no había salido la película, pero hoy lo puedo comparar con Ha-
ppy Feet. Son clavados.
Siguió bailando hasta el momento en que, supongo intuyendo
mí enervamiento, debió decirse para sus adentros, “se están rifando
galletas y llevo todos los cupones”. Dejó entonces de moverse.
- O mira, puedes hacer esto otro, te daré más ideas. – Intentó desviar
la atención.
De nuevo la nube azulada. Al disiparse me le encuentro ves-
tido con un traje de la Danza del Vientre, lleno de lentejuelas
de colores y monedas tintineando. Por supuesto con las mismas
melenas de siempre, las barbas descuidadas y por último, pelo en
pecho y piernas.
Comenzó a contonear las caderas con gestos eróticos.
- “Mira, mira, este movimiento se llama el camello”.
No sabía si echarme a reír, a llorar, romperle la cabeza a gol-
pes, ahogarle con ese sujetador tan rimbombante, salir corriendo
hasta desfallecer, o cortarme las venas.
- Pruébalo, es divertido.
En ese instante vi algo inesperado, algo en verdad de lo más
preocupante. En un movimiento de cadera me llamó la atención
una especie de autopista de pelos bajándole por el abdomen hasta
el ombligo, fue ahí donde descubrí el pastel.
117
¡Tenía pelotillas en el ombligo!
Definitivamente rompí a reír.
- Eres la leche, tío. No hay quien te soporte.
- Venga, Fran, relájate ¿no te das cuenta de que no hay nada que hacer?
Por eso sus bailes de claqué o la danza del vientre. ¿Por qué
hemos de anclarnos en el sufrimiento o la desdicha? ¿Por qué no
relajarnos entregándonos al esparcimiento? Salimos del Jardín del
Edén por propia voluntad, del mismo modo podemos regresar a
118
él. Como dijo en cierta ocasión: “Observad a los pájaros, no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mt 6, 26) “Fijaros cómo crecen los
lirios del campo: ni trabajan ni hilan y os digo que ni Salomón en todo su
fasto, estaba vestido como uno de ellos” (Lc 12, 27)
¿Por qué habríamos nosotros de hacer algo distinto?
Semillas Cósmicas
119
y serenidad frente a las sensaciones de intensa soledad que termi-
naron invadiéndome con el tiempo, mientras iba madurando el
significado de las imágenes de la primera. Me estoy refiriendo a lo
contado en el capítulo “Tres días de oscuridad”.
No ha sido cambiada ni una sola coma, te pido comprensión
por lo tanto, pues has de tener en cuenta que mientras hablaba es-
taba en un estado ampliado de conciencia aunque bastante cons-
ciente del aquí y el ahora. Al narrarlo, puede dar la impresión de
falta de continuidad en la descripción al pasar de un lugar a otro
induciendo a veces a la incoherencia.
Otra aclaración, el tigre blanco para mí, es un arquetipo del
Cristo. Para otro puede ser cualquier otra cosa.
Al mismo tiempo está el tigre blanco mirándome. Yo soy el tigre, pero está
fuera de mí. Nos miramos a los ojos…y Jesús dice: Sólo puede morir el ego,
es lo único que puede morir… Se ha quitado el tigre de delante y aparece la
pirámide convertida en cristal. La pirámide de cristal se da la vuelta y se clava
en la tierra. Se ha puesto, encima de ella, otra etérica. Forman un rombo, la
pirámide de cristal en la tierra y la etérica por encima del nivel del suelo…
Y todo gira en el sentido de las agujas del reloj, pero más lentamente que
antes… Y detrás de la pirámide hay dos manos extendidas de las que sale
luz. No ciega esa luz, pero es muy intensa…
120
Y ahora estoy colocado encima de la pirámide mirando hacia abajo, estoy
flotando encima… Es una puerta y me ha absorbido, succionado… Ahora
estoy en la otra punta de la pirámide que hay metida en tierra... está todo
oscuro, pero las aristas de la pirámide son pulsiones de luz intermitente, como
las balizas de los aviones.
Jesús pone sus manos en ángulo, como un tejado, y la coloca recta… el giro
ahora es armónico... Me ha dicho que me ponga también así, yo con él… Y
somos los dos en uno, yo tengo conciencia de mí y estoy en Él… Soy yo y él...
la sensación es de paz y serenidad. Y me dice: Esto que sientes es amor…
Esta ahí enfrente el arcángel Gabriel. Está cogiendo el cielo como si fuera
una manta y está tirando hacia arriba, corriendo el cielo y descubriendo el
vacío tras de sí, es como si el cielo fuera una manta que tapa el vacío… El
arcángel tira del decorado y la estrella se queda en el vacío, flotando en la
nada… Esa estrella de David de tres dimensiones está vacía, pero las aristas
son de luz azulada y blanca…Y me veo ahí dentro…
La sensación que tengo es que estoy encerrado, como si fuera una prisión,
no tengo más opción que estar ahí… Y veo al tigre blanco y a Jesús de niño
(unos 4 años) se ríen de mí… Eso no es más que una ilusión, me dice Jesús
Niño… La solución es ser más grande tú…y la estrella tridimensional del
121
tamaño de una manzana, dentro del corazón. Se me llena el corazón de una
luz blanca y rosada… Y eso me convierte en un ser de luz líquida… luz
cristal… luz miel…como corpórea…eterna…
Y la sensación es la misma. Estoy aquí y allí. Soy el tigre, soy eso. El niño
se monda de risa de mí, le resulta divertido observar mi confusión… Estoy
extrañado de verme y sentirme en tres sitios a la vez… Me veo sentado en la
cocina tuya, me veo flotando con una estrella tridimensional en el pecho, y me
veo como tigre blanco… Y está ahí la tierra, en el espacio, en la nada, como
una pelota de baloncesto, y es transparente se puede ver a través de ella…
Hay una especie de hoyo en el espacio, como un agujero negro que es una
puerta interdimensional, un embudo… Es. No ocurre, pero va a ocurrir…
La tierra va a entrar en esa puerta… Es un agujero negro que la absorbe,
como un portal dimensional… Y cuando pasa al otro lado… Me están
mostrando lo que va a ocurrir…El Niño me deja claro que esto no es, pero
que va a ocurrir… Al otro lado, la tierra va a ser una bola de cristal… Pero
antes de que eso ocurra, de que sea todo de cristal, y pase al otro lado…aquí,
está ocurriendo otra cosa… Veo el planeta tierra desde la luna… Antes de
que salte a esa dimensión, brota de la tierra una flor de lis, es necesario que
ocurra eso, y va a ocurrir… No hay vuelta atrás…
Las sensaciones son como que la Tierra llora, de pena y de tristeza, por-
que sabe que va a tener que dejarse algo en el camino… Es como si supiera
que tendrá que desprenderse de amados hijos suyos que no van a querer ir con
ella… Es como una madre que entiende a su hijo, pero aún así, le duele…
Está más pendiente de los que se quedan que de los que se van con ella… La
sensación que me perdura de ésta experiencia es como si guardara más ternura
hacia los que se quedan a este lado de la puerta… y no hay consuelo… sabe
que se tiene que ir… No dice nada. No dice a nadie lo que tiene que hacer,
su deseo es que nos vayamos con ella, pero a ninguno le dice “vente”. Acepta
la decisión de cada cual con resignación y con amor… Sabe, tiene la certeza,
de que habrá otro lugar y otro momento…
122
¡Hostias! Algo encajó en el puzzle.
El tránsito que hay desde este lado a ese portal, lo que va a ocurrir es lo
que ocurrió a Jesús en la cruz, que se va a expandir su esencia por todo el
universo. Es como si la humanidad fuera portadora de la esencia… Simbó-
licamente, va a morir la humanidad, y en ese tránsito al otro lado, nuestra
esencia va a explotar, y lo que ocurrió a nivel terráqueo va a ocurrir a nivel
universal, e impregnar todos los planetas…
123
124
LA MIRADA DEL ÁNGEL
“…y en ese momento se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios
que bajaba como una paloma y se posaba sobre él” (Mt 3, 16)
125
son, para mis genuinos deseos.
He olvidado la cantidad de veces que oí decir, “Estás loco, como
se te ocurre meterte por esos lugares, te van a matar”. Pero aquí estoy,
nunca me pasó nada malo, o al menos nada que no pudiera dárse-
le alguna solución plausible.
Gracias a esa inconsciencia temeraria he podido vivir encuen-
tros cargados de auténticos regalos del Cielo. Solo se requiere de
una sencilla cosa, ir con el corazón abierto.
126
O también compartir sueños con Gregorio, mi anfitrión. Un
padre de familia con cinco hijos que jamás han salido de la isla.
Perderme en busca de una cascada, en medio de la foresta, en
las inmediaciones del Cuzco.
Recorrer a pie el asombroso Camino Sagrado del Inca, desde
Ollantaytambo hasta la ciudadela del Machu Picchu, pasando va-
rias noches al raso en las montañas andinas a cuatro mil y pico
metros de altitud.
Ver en el valle del Colca cóndores a menos de diez metros de
mí con su majestuoso vuelo. Todo un privilegio.
Hay muchas más, como por ejemplo, conocer a mi compañera
actual, Angélica, en el pueblo de Aguascalientes al lado de Machu
Picchu, lugar de ensueño de los dos, con apenas minuto y medio
para charlar, pues perdía el tren de regreso a Cuzco y no podía
estarme. Ya veis, dos madrileños conociéndose al otro lado del
mundo.
No obstante, si todas estas aventuras peruanas valen su peso
en oro, la que deseo compartir con todo lujo de detalles es la si-
guiente.
127
procedencia de otra época. Parece más antiguo por lo tosco de
la construcción, pero resulta que es al contrario, es bastante más
moderno.
Preguntando a un transeúnte de la tierra, hallo la respuesta.
- Es sencillo, amigo mío, esta parte del muro fue hecha por los Incas, y esta
otra por los Inca-paces, es decir, los españoles.
128
- ¿Y tus padres?
- Nos abandonaron los dos siendo pequeños. Vivimos desde entonces con
nuestra abuela.
129
- ¿Cómo te llamas?
- Héctor ¿de verdad puedo coger lo que quiera?
Asiento con la cabeza.
- Coge también cosas que le gusten a tu abuela y a tu hermanita.
- Eso estoy haciendo.
No nos caben las cosas en las manos, dejamos una primera
remesa en el mostrador y vamos a por más.
Cuando se da por satisfecho Héctor, pago. No quiero pensar
en la lámpara roja.
Salimos del supermercado con dos grandes bolsas llenas de
comida.
- No se lo va a creer mi abuela cuando llegue con todo esto.
Le sonrío.
- Hoy cenaréis todos.
Un pellizco me asalta el pecho. Sé que esto es solo tapar una
vía de agua en la inmensidad de una presa descomponiéndose
por la aluminosis. En unos días estarán tal cual estaban hace diez
minutos. Me entristece ese pensamiento. “Al menos para un par de
días le da”, intento consolarme.
- Gracias. ¿Cómo te llamas tú?
- Fran.
- Gracias Fran, de verdad, muchas gracias Fran.
- Vale, vale, con una vez basta.
130
encuentra la caja y saca dos chicles de fresa. Sin mediar palabra
me los ofrece. Sé perfectamente que no los necesito y él puede
conseguir unas monedas por ellos. Héctor desea desde lo más
profundo del corazón que yo los acepte. Por un momento noto
su miedo ante la posibilidad de una negativa y me veo incapaz de
rechazarlos. No voy a fallarle. Extiendo la mano y los cojo. Nues-
tros ojos se enrojecen.
- Gracias por aceptarlos, Fran.
Mi garganta se niega en redondo proferir sonido alguno. Me
duele de gratitud por lo que está acaeciendo. Estamos sumergi-
dos en el silencio insondable del eterno aquí y ahora. El Universo
bendice el encuentro de dos almas que han encontrado el amor,
la unión de dos corazones en uno. Héctor es, en ese instante de
perpetuidad, un mensajero de Dios venido para invitarme a sabo-
rear el gozo de la gratitud.
Un euro, un euro.
131
imponente de las pirámides, la esfinge o los templos levantados
con herramientas inexistentes a día de hoy, amartillan la mente de
cualquier persona con un mínimo de curiosidad. Roza el insulto a
la inteligencia humana el intento de hacernos creer que esas cons-
trucciones se hicieran con tablillas, sogas y arrastrando las piedras
por planos inclinados hasta la cúspide. No existe grúa capaz de
hacer eso en el mundo actual.
Pero no es de las bondades de un paisaje deslumbrante de lo
que quiero hablaros en esta ocasión. Sino de un nuevo encuen-
tro con uno de los mensajeros divinos que deambulan por entre
nosotros.
En el Cairo, como en muchos países árabes de fuerte afluen-
cia turística, es imposible andar tres pasos sin ser abordados por
algún comerciante ofreciéndote sus mercancías. Muchas de las
veces son niños.
132
hora de estancia en el país. La única forma de salir airoso de se-
mejante asedio era subirse al autobús. Desde una de las ventanas
seguí disfrutando con los turistas intentando escabullirse entre
tanto infante. De nuevo me fijé en el chaval de pelo rojo, pero
en esta ocasión no fue por sus cabellos, sino por que no estaba
ofreciendo nada, absolutamente nada, a nadie. Afiné la vista para
desmoronar mi incredulidad. Era cierto, no vendía ningún tesoro
egipcio a nadie. La curiosidad se disparó obligándome a mantener
la atención en él. Ya no dejé de observarle ni un instante. In-
tentaba darle explicación a algo desconcertante. ¿Por qué estaría
ahí? ¿Cuáles serían sus pretensiones? Simplemente se dedicaba
a seguir a sus compañeros entre turista y turista con una sonrisa
de oreja a oreja. Le imaginé una vida. En sus ropas se notaba la
pobreza, pero la serenidad del rostro, la sonrisa, los aspavientos
parecían entrar en pugna con semejante desdicha.
Alguien me habló desde dentro de autocar haciéndome perder
el hilo de lo ocurrido fuera. Me quedé atrapado en la conversa-
ción y me olvidé por completo de mi amiguito.
De repente golpearon la ventana, me volví y oh, decepción.
“Es como todos, al final viene a venderme algo”. Se trataba del niño
de pelo rojo. Su sonrisa era más dulce si cabe a la regalada a los
otros turistas. Tenía pecas y unas pestañas claras dándole carácter
a unos ojos azules que aún me sumieron más en la extrañeza, ¿será
de un origen distinto al egipcio?
Le hice un gesto con la cabeza como preguntándole que qué
quería. Me hace indicaciones con la mano para abrir la ventana.
Por suerte era un autobús antiguo, se podía hacer.
A medida que desplazaba la ventana me iba convenciendo de
la factible posibilidad de comprarle algo, simplemente porque me
había gustado el chiquillo.
Me asomé preguntándole que quería y sin mediar palabra, con
una sonrisa que podría recortar los límites del firmamento, me
entregó un diminuto ramillete de flores minúsculas.
133
Sorprendido las recojo. Se podía entrever la frescura de un
corte recién hecho, pero estábamos rodeados de un paraje des-
gastado por la sequedad. Miré por los alrededores y no logré dis-
tinguir rincón alguno donde pudieran darse semejantes lisonjas.
- ¿Un euro? – Le pregunto.
Me niega lleno de convicción con las manos.
- La, la. (No, no, en árabe). Sin perder la sonrisa retrocedió
confundiéndose con el gentío.
Un inusitado nudo se atrincheró en mi garganta. No deseaba
nada de mí, solo la aceptación de su regalo. ¿Aún existían esas co-
sas en el mundo? Sí, me estaba ocurriendo a mí, a un simple mor-
tal encerrado en una armadura para defenderse de la sensación de
agresión ante unas compras indeseadas. Me había decepcionado
la idea de verle igual a los otros; un niño más buscándose el sus-
tento de la familia. Pero con toda la sutileza del universo supo
entrar hasta los rincones de un corazón de los cuales ni siquiera
sabía de su existencia. Esas flores de color amarillo, encontraron
un nuevo hogar entre las páginas de uno de mis diarios. De vez en
cuando lo abro dejándome impregnar por los recuerdos.
Han pasado muchos años desde entonces y aún escudriño en
el recuerdo la pregunta de donde consiguió adquirir el hermoso
regalo que me hizo.
A veces jugueteo con la fantasía de imaginarme como fabrica-
ba entre sus manitas, aquellas flores frescas embadurnadas en una
complicidad pletórica de amor.
Aún sigo oliéndolas en mi mente.
134
puto de las trescientas mil. Os estoy hablando, como os habréis
dado cuenta, del Tsunami del Índico. Unos años después Japón
correría semejante suerte con el añadido del problema nuclear.
Apenas tuve veinte horas para dejar todo colocado en una vida
que se veía abocada a un paréntesis al tener que partir en ayuda de
toda aquella gente. Nunca podré agradecer lo suficiente a Angéli-
ca, mi pareja, que se hiciera cargo de todo; de entre otras muchas
cosas, de nuestro hijo con apenas unos meses de vida. Nos habían
dejado claro que sabíamos cuando partíamos para la zona, pero
sería por mucho tiempo una incógnita la fecha de regreso.
Un sin fin de anécdotas podría contar de aquel viaje al otro
lado del mapa. Por ejemplo, el desvío de más de ochocientos ki-
lómetros al sur de nuestra ruta al denegársenos el espacio aéreo
paquistaní, por tener como escala técnica la India, país en conflic-
to con ellos. De nada sirvió anunciarles nuestra carga humanitaria
con destino a los damnificados de Indonesia. El mero hecho de
tener que tomar tierra en la nación “enemiga” nos privaba del
derecho de parada en su territorio.
O, por ejemplo también, que los fallos burocráticos, supongo
por falta de tiempo al haber sido todo tan precipitado, no nos
permitieran entrar en la India obligándonos a pernoctar a pie de
pista bajo los planos (las alas) de nuestros aviones. Algo a nivel
de embajadas no funcionó y el visado de entrada al estado in-
dio no llegó dentro de plazo. No teníamos por tanto derecho
a entrar, por extraño que pudiera parecer, siquiera a la zona de
tránsito donde se supone es tierra de nadie. La solución se limitó
a dejarnos encerrados en los aviones. Menos mal que estábamos
hablando de llevar víveres, medicinas y una depuradora de agua a
la ciudad de Bandaché en la costa oeste de Indonesia.
Os confieso, después de todos estos años, que aquella noche
nos comimos unos cuantos paquetes de galletas y algún que otro
litro de zumo destinados a la población azotada por la desgra-
cia. Por otro lado, también os comento que el asfalto de una de
135
las plataformas del aeropuerto de Nueva Delhi, es bastante duro.
Terminas por no dormir nada. Quizás te estés preguntado por
qué no pasamos la noche dentro del avión; pues por el tremendo
calor de aquellas latitudes a pesar de ser invierno y de lo incomo-
do de los asientos de los aviones de carga. Te aseguro una cosa,
nada tienen que ver con los asientos de pasajeros de las compa-
ñías aéreas.
136
si lo estuviera viviendo en este preciso instante, bajaba con una
caja de paquetes de arroz entre mis brazos. Yo soy mecánico de
aviones, mi función era de apoyo técnico, pero ahí habíamos ido
todos, para todo. Frente a mí, a escasos veinte metros, se encon-
traba el cercado de delimitación de la zona aeroportuaria. Había
sido lo primero en reconstruirse precisamente para evitar la in-
vasión de las pistas. Tras él, millares de personas con sus rostros
pegados al alambre observando cómo descargábamos la comida y
las medicinas. De entre esa infinidad de personas unos niños me
llamaron la atención. Algunos de ellos habían logrado meter sus
manitas por el entretejido de la alambrada y las extendían a modo
de súplica para que les diéramos algo. Me quedé paralizado sin
saber con claridad que hacer. El primer impulso fue irme derecho
en su dirección y haberme puesto a repartir los paquetes de arroz
uno a uno entre ellos. Pero sabía que si hacía eso podría haber
generado, bueno, estoy seguro que habría generado una avalancha
de personas corriendo en la dirección del lugar donde se estaban
repartiendo suministros. De haber sido así habría concluido en
tragedia, pues más de uno habría terminado aplastado por la mul-
titud y la alambrada. Bajé la mirada apartando la mente de aquella
estampa y haciendo, cómo se suele decir, de tripas corazón, me
olvidé del mundo circundante concentrándome en mi trabajo de
llevar cajas de un lado a otro. No es fácil ignorar una realidad tan
cercana, pero hay momentos en los que uno hace lo que tiene que
hacer. Aquel día éramos cinco compañeros descargando el avión,
ninguno nos atrevimos a abrir la boca, ninguno levantamos la
mirada del suelo, ninguno hablamos de ello nunca, el silencio fue
nuestro testigo; cada cual llevó la procesión por dentro.
137
jas de latas de cerveza compradas de nuestro bolsillo y traídas del
interior del país. Los pobres no daban crédito a semejante vianda.
Eran las ventajas de tener relación directa con los afortunados del
puente aéreo.
138
no me gusta nada, me resulta muy incómodo, en realidad bastan-
te desagradable, pero aquellos chiquillos parecían disfrutar tanto
que les permití tocarla un par de veces, ni una más. De repente se
hizo un silencio sepulcral, llegué a inquietarme, no lograba enca-
jar entre mis sentidos como se podía pasar de los chillidos y risas
a una extrema quietud ponderada. No tardé en comprenderlo.
Un anciano, encorvado por las alforjas de una vida intensa, con
una altura que apenas me llegaba al pecho, se acercó hasta mí
recolocándose su Peci (típico gorro indonesio). Comenzó a hablar
con unas palabras incomprensibles para mí, tan solo alcancé a di-
ferenciar dos de ellas, la primera tsunami y la segunda Terima kasih
(gracias). Sin darme cuenta me encontré rodeado por un centenar
de personas guardando silencio con sumo respeto al anciano. No
tardé mucho en comprender que se trataba de alguna especie de
patriarca del barrio, o incluso algo más, por la devoción mostrada
hacia él. No entendí ni una palabra, pero hay un idioma que se
sumerge mucho más allá de las mismas, un lenguaje universal de
alma a alma que no necesita de sonidos. Mientras con las manos
me acariciaba el rostro, con los labios profería cacofonías sin sen-
tido. Alcancé a deducirlo, me estaba dando las gracias por estar
allí ayudándoles en tan terribles circunstancias. Me desconcertó,
pues no sé por qué dedujo mi relación con la misión humanitaria
en vez de tomarme por un simple turista australiano, cómo había
ocurrido en anteriores ocasiones. Sus ojos fijos en los míos abrie-
ron las puertas de la presencia del aquí en el ahora golpeándome
en el centro del pecho. Se me humedecieron sin remedio. No le
estaba hablando a mi mente, sino a mi corazón, al que no necesita
de palabras, tan solo de amor.
Cuando hubo dicho todo, permaneció callado por un rato, al
tiempo que el resto de los presentes juntaban las palmas de las
manos y hacían pequeñas inclinaciones ante mí o, los más atrevi-
dos, a palmearme la espalda.
Resulta curioso que una hora antes mis compañeros me esta-
139
ban rogando encarecidamente que no me adentrara por aquellos
andurriales solo. Consideraban mejor evitar correr riesgos con la
población, ante la osadía de mezclarse con ellos en solitario. Sin
embargo, si me hubiese dejado contagiar por los miedos ajenos, la
vida me habría privado de ese regalo. Cargarte de confianza ante
los posibles acontecimientos, tiene recompensas inimaginables
para alguien asustado. Como las de un corazón gozoso cada vez
que recuerda aquel silencio colmado de tantas palabras.
Me alegro mucho de haber tenido el valor de escuchar al cora-
zón y haberme aventurado todas las veces que me adentré en las
entrañas de la ciudad en soledad.
140
EN EL CISMA DE LOS TIEMPOS
“Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgarlo,
sino para salvarlo por medio de él.”
(Jn 3, 17)
141
rateca. He de decir que si recuerdas el capítulo de “El anticristo”
del libro “Los peluches de Dios”, sabrás que para mí “Crístico” y
“Cristiano” no solo no significan lo mismo, sino que además son
términos antónimos. Uno me habla de inocencia y amor incondi-
cional y el otro de culpa y miedo. Por lo tanto, relájate ante la idea de
estar relacionando este libro con la religión y mucho menos con la
cristiana, a pesar de mis continuas alusiones a los escritos sagrados.
142
nuestro propio autoengaño sustentado en la falacia del ego.
143
de protección uterina al estar en su medio natural acuoso, de ex-
plorador de las profundidades marinas, arquetipo del buceador
de las emociones representadas por el agua; mientras que la cruz
cristiana es símbolo de muerte, de aniquilación. Dime, ¿qué mató
al representante del cristo sino una cruz? Pídele a un kinesiólogo
te teste la respuesta muscular sujetando una cruz griega de cuatro
lados iguales y luego haga lo mismo con una cristiana. Ya habla-
mos de ello en el libro anterior.
Yahushua era un avatar de la Era de Piscis, y como tal se iden-
tificaba a si mismo. Quizás, algunos iniciados de la época supieran
de la importancia de semejante personaje y la relevancia de estar
presente en esta dimensión en ese momento concreto. Por ese
motivo es posible que lo escogieran de símbolo. Muestra de ello
lo tenemos en los Evangelios cuando nos cuentan el milagro de
los panes y los peces (Jn 6, 1-15) donde dio para todos y ade-
más sobró. Semejante historia representa un mensaje oculto mas
allá de la magia o el espectáculo de ver multiplicarse la comida.
Con ese acto Yahushua vino a decirnos que tan importante era
el alimento terrenal para el cuerpo físico simbolizado por el pan,
como el espiritual simbolizado por los peces, arquetipo del Avatar
de la Era de Piscis. Él tenía de ambos para todos.
144
los primeros compases de la de Acuario. Escuchando las palabras
del Hermano Mayor desde esta perspectiva, podemos entender
el significado de lo dicho. Nosotros, habitantes de planeta Tie-
rra, hemos seguido nuestro camino. En realidad ha sido el Sol y,
por consecuencia, todos los que formamos el sistema solar, los
que hemos seguido caminando por el universo en dirección al
cuadrante formado por la constelación de Acuario. Como bien
sabrás Acuario se representa con un hombre vertiendo en el suelo
el agua contenida en un cántaro. Es decir, estamos dejando atrás
la era de Piscis y adentrándonos en la de Acuario. Luego sus pala-
bras fueron bastante más literales de lo que cabría suponer.
145
manencia hasta el día de hoy: ¿Entones, ahora qué?, ¿nos va aban-
donar a nuestra suerte? O sea, que cuando más patas arriba están
las cosas; más perdido nos encontramos como personas; cuando
más se encuentra la humanidad perdida, desorientada, desespe-
ranzada; mayores cataclismos de todo tipo, personal, social, eco-
nómico, político, ecológico, se están dando, vas tú, quién parece
tener las cosas más claras que nadie y nos abandonas. Me lo ex-
pliquen por favor.
La respuesta es muy sencilla. Solo se requiere de un poco de
valor para atreverse a entenderla. Pensémoslo con un poco más
de corazón y no tanto desde la mente. ¿Qué puede estar diciendo,
en realidad, con lo de “permaneceré con vosotros hasta...”
Algo tan sencillo, como que llegado ese plazo, ya no necesi-
taremos más de su presencia entre nosotros. ¿Y por qué? Pues
porque desde ese momento, dejará de estar con nosotros, para
ser nosotros. Aunque en realidad sería más acertado decir: noso-
tros ser Él.
Un maestro permanece con su discípulo mientras este lo ne-
cesita, una vez alcanzado el nivel necesario de compromiso y sa-
biduría ya no necesita más de la compañía de su mentor, pues es
ahora igual que él, el alumno es ahora “el nuevo maestro” (recuer-
da lo mismo que su preceptor).
Por tanto, Yahushua dejará de estar con nosotros porque no-
sotros nos habremos convertido en Yahushuas, es decir en nue-
vos Crísticos.
Si con esto que acabo de compartir con vosotros no os da que
pensar, sinceramente, a mi ya no se me ocurre otro modo de ha-
céroslo saber. Si acaso acudo a la archiconocida saga de Star Wars.
En ella los maestros Jedis siempre van acompañado de un
aprendiz Padawan.
Cuando el mentor considera que su discípulo está preparado
para la iniciación, lo lleva ante el Consejo de Maestros, donde
será puesto a prueba. Una vez superada se le concede el grado
146
de Caballero Jedi. En ese momento su mentor deja de estar con él.
¿Por qué? Porque en ese instante el alumno ha dejado de serlo,
alcanzando el mismo nivel de iniciación del maestro. Ahora el
discípulo es el maestro, luego ya no es necesario que siga por
más tiempo a su lado. Se encuentra en igualdad de condiciones al
de sus educadores. Ahora él/ella es un nuevo iniciado, pudiendo
tomar a su cargo un aprendiz.
En esas estamos. Claro está que no nos van a regalar nada. Para
superar las pruebas de iniciación vamos a tener que sumergirnos
en las profundidades de la humildad y asumir por completo las
responsabilidades de la cuales nos hemos estado escaqueando por
mucho tiempo, tal cual acólito que desea su elevación. Una inicia-
ción tiene su valor implícito en la medida de la entrega del aspi-
rante a iniciado. Si no somos capaces de ver, como solicitantes,
el valor de la misma, ¿de qué modo esperamos ser merecedores
de ella?
El hombre con el cántaro de agua ya se está cruzando en nues-
tro camino y es hora de tomar serias decisiones. Las preguntas
que me surgen son las siguientes:
147
Hij@s Prodig@s de Dios volviendo al Hogar del que decidimos
partir tiempo atrás. Tenemos la oportunidad genuina de regresar
a los brazos de nuestra Fuente primigenia donde se nos aguarda
para dar una fiesta en nuestro honor, pues el Gran Hijo Prodigo
Universal regresa a Casa.
148
prisionero de un universo de luces y sombras, al no ser conscien-
te de estar sumergido de lleno en el juego de exploración de la
dualidad.
Nos encontramos ante la posibilidad de dos tipos de ascensión.
La primera opción es ascender a la quinta dimensión de concien-
cia, asumiendo la responsabilidad de poder controlar el tiempo
desde un estadio de madurez, sensatez y de la serenidad que pro-
porciona esos niveles de percepción. La otra opción es propiciar
un salto mayor fuera de toda dimensión, dejar la dualidad atrás y
regresar a la Unidad Divina de la que salimos cuando decidimos
adentrarnos en el Universo autocreado de la diabolización; arras-
trando con ello a todos nuestros hermanos de ambos bandos, o
como diría Yahushua “rediles de rebaños”, a esa Unidad.
La diferencia reside simplemente en donde colocas el nivel de
atención.
En el nivel básico de aplicación, nos encontramos en un mo-
mento histórico donde podemos alcanzar la quinta dimensión de
conciencia llena de lucidez, serenidad, fraternidad, compromiso
con uno mismo, etc...
Será mejor explicarlo, ¿no?
Nos hallamos en un nivel de percepción de cuarta dimensión.
Disponemos de las tres espaciales donde podemos desplazarnos
hacia la izquierda, derecha, arriba, abajo, adelante, atrás; pero si
te das cuenta necesitas de un tiempo para poder moverte en esas
direcciones. Para trasladarte de Madrid a Lima necesitas de unas
horas de vuelo, es decir, te encuentras limitado por una cuarta
dimensión temporal. Al habitar una cuarta dimensión puedes ma-
nejar a tu antojo las tres inferiores, puedes coger un poco de ar-
cilla y fabricar una jarra de barro del modo que te apetezca, pero
será necesario de un tiempo, el cual es tu límite.
Esto nos hace suponer que si alcanzamos un nivel de concien-
cia, pongámoslo de quinta dimensión, podremos manejar a nues-
tro antojo, las cuatro dimensiones inferiores, es decir, la temporal
149
también. Por supuesto para que esto ocurra, habrás de alcanzar
el suficiente grado de madurez como para ser responsable de la
cantidad ingente de posibilidades que se nos ofrece al poder do-
minar el tiempo. Imagina las consecuencias acompañadas de un
uso irresponsable de semejante poder. Sin poner cuidado en ello,
a este nivel podríamos generar infinidad de paradojas, haciendo
posible la simultaneidad de cosas imposibles, como por ejemplo
matar a tu abuelo antes de engendrar a tu padre.
Piensa por un momento la infinidad de posibilidades brinda-
das con esa capacidad de indagación dimensional. Podrías tomar
decisiones en función de las consecuencias de las mismas, pues
solo habrías de desplazar la conciencia por el espacio-tiempo y
comprobar los resultados de esa toma de decisiones. Algo que
nos haría poseedores de suma sabiduría.
Si todo esto te suena a ciencia ficción, no tienes más que echar-
le un vistazo a los avances en la física cuántica donde, en nu-
merosos laboratorios del planeta, se llevan a cabo experimentos
científicos en los cuales se ha demostrado que un fotón puede
estar en dos sitios a la vez. Es decir, una conciencia fotónica tiene
desarrollado el don de la ubicuidad, imagina qué no seríamos no-
sotros capaces de hacer si tuviéramos el mismo horizonte de con-
fianza de la partícula subatómica. Piensa si no en los estudios del
afamado Masauro Emoto y sus fotografías de cristales de hielo.
Emoto ha fotografiado cristales de agua congelada de un frasco
donde no se había puesto ninguna intención o pensamiento en
particular. Paralelamente fotografió otro frasco con agua de la
misma fuente del anterior y también sin poner intención ninguna.
Las fotos resultantes se mantuvieron en secreto, sin que nadie del
equipo de investigación supiera de lo registrado en las mismas
hasta la finalización del experimento.
Luego se pidió a un sujeto que eligiera decretar un pensamien-
to amoroso a uno de los frascos, pongamos por caso el “A”, y un
pensamiento de desprecio al otro frasco al cual llamaremos “B”.
150
Acto seguido se visionaron las fotografías hechas con anterio-
ridad a dejar al sujeto elegir a cual le dedicaba un pensamiento de
amor y a cual se lo ofrendaba de desprecio. La sorpresa fue gran-
de al comprobar que los cristales del frasco “A” eran armoniosos
y los del “B” desestructurados. Algo que venía siendo la tónica
en los estudios realizados por el equipo, donde se comprobaba
la simetría habida entre los pensamientos catalogados como po-
sitivos generando cristales llenos de belleza y los considerados
como negativos formándolos irregulares. ¿Cómo es posible si los
dos botes se llenaron con la misma agua procedente de la misma
fuente y las fotos fueron realizadas antes de ser puesta la inten-
ción del sujeto en ellos?
Con este ejemplo revelamos que hay un lugar donde no existe
un lugar ni un tiempo, una dimensión donde se está dando simultá-
neamente todo a la vez. En otras palabras, la información viajó
en el tiempo y ésta fue registrada en el negativo fotográfico. El
pensamiento lanzado al objeto, en este caso el agua, llegó a su
destino antes de salir del punto de origen, la mente del voluntario
del experimento. Esto nos hace pensar en qué medida pueden
los pensamientos afectar por un lado al agua de nuestro cuerpo,
un 70% del mismo, y por otro, a los demás, a las personas a las
que lanzamos todo tipo de improperios o por el contrario, todo
tipo de sentimientos amorosos. Toda esa información queda re-
gistrada en el hidrógeno de las moléculas de agua, determinando
las circunstancias del caminar de cada uno. Ya los sabios de la
antigüedad nos advirtieron del poder de la palabra; de hecho, lo
primero de toda la creación fue el Verbo y de ahí se crearon todas
las cosas. Te recuerdo que la madurez es directamente proporcio-
nal a los grados de responsabilidad. Lo mandado al Universo nos
vuelve multiplicado en la justa medida necesaria para el aprendi-
zaje. Tú mism@.
Así que nuestros científicos, en sus lugares de investigación,
están arañando con las puntas de los dedos la quinta dimensión
151
de conciencia. Hace cien años la electricidad era ciencia al alcan-
ce de tres chalados fuera de su época, como podían ser Tesla,
Edison, o Voltaire con anterioridad. En cambio hoy a nadie se le
ocurre cuestionarse si es ciencia la electricidad o no, simplemente
das al interruptor y disfrutas de la luz o del equipo de música.
No tardando mucho, el viaje en el tiempo estará al alcance
de todos de manera cotidiana y llegará el momento en el que no
nos cuestionaremos siquiera si estamos haciendo uso o no de esa
tecnología o ese estado de conciencia. Es decir, nuestros nietos
se van a gastar bromas cuánticas en el colegio. En vez de jugar al
escondite en el patio del recreo, lo van a hacer entre dimensiones,
o van a decir: “Hey ¿qué ha ocurrido?, me habéis mandado cinco minutos
al pasado, ¿¡Qué me he perdido!?
O tú te vas a pasar las noches de los sábados, en vez de estar
preguntándote ¿en qué discoteca estarán los niños? diciendo:
152
su existencia? Por otro lado, tú como jugador por ejemplo del
parchís, necesitas de unos dados y unas fichas de colores; o para
jugar el ajedrez de unos peones, alfiles, torres, etc. representantes
de ti, como jugador, dentro del tablero. Si nadie juega, tampoco
tienen razón de ser las figuras.
En el juego de la dualidad, necesitas un delegado que te repre-
sente dentro del tablero. ¿Te imaginas a un ajedrecista presentarse
a la partida y que no tenga ni una sola ficha en la mesa? ¿A qué
estaría jugando? Se hace necesario al menos de una figura que
haga de ti en el juego.
En el universo de la dualidad, también es necesario ese repre-
sentante, en este caso lo podemos llamar Ego. El Ego es quien se
abre camino entre los demás trebejos del casillero, marca territo-
rios, pacta, manipula, miente, cede, contraataca, aguarda, observa
y, poco a poco, va intentando posicionarse en mejores lugares
para ir acumulando poder. Un poder solo ficticio dentro de una
partida.
Al encontrarnos en un nivel de conciencia de ficha nos cree-
mos ser eso, una simple figura a la buena de Dios, en peligro
constante. Por ello, tanto el juego en sí, como el ego, instrumento
de tu Yo Superior dentro del mismo, se miran y entran en pánico.
Ambos saben que si te das cuenta de estar embebido dentro de
un juego, que si te descubres como algo muy superior a un simple
peón en desventura, puedes recuperar la potestad de abandonar
todo el entramado sin dar explicaciones a nadie. Es tu derecho di-
vino. Puedes, como hijo prodigo de Dios, regresar al hogar cuan-
do quieras. Entonces, ¿qué razón de ser tendrían juego y figura?
En ese momento, confabulan y reconocen que han de dar ciertas
concesiones, aligerar un poco las cosas. Ven lo complicado de la
partida este tiempo atrás y te muestran el caramelo de un periodo
más dulce, armónico o equilibrado. Si no andas atento puedes
caer en esa trampa, cuando en realidad lo que se nos ofrece por
parte de la Creación es dejar de jugar si así nos place.
153
El salto a una quinta dimensión de conciencia es una muy bue-
na, buenísima, jugada, pero es sólo eso, una jugadas más. Puedes
quedarte ahí si es tu gusto, ahora bien, la Gran Oportunidad se
encuentra dando un paso mayor, saliendo de los paradigmas limi-
tantes de la partida y confrontándolo desde otra perspectiva muy
diferente.
Hemos de liberarnos de la mentira de ser prisioneros de algo a
lo que nos entregamos por decisión propia.
La diferencia radica en donde ponemos la atención.
154
NIVELES DE ATENCIÓN:
FICHA, JUGADOR, OBSERVADOR
(De seguir leyendo, doy por sentado la lectura por tu parte del
primer volumen “Los peluches de Dios”, donde hablo de los Po-
deres Ocultos, los Annunakis y demás representantes de las fichas
negras del tablero)
155
tar semejante lucha, por demás cierta. Nos hace recordar tiempos
más nobles y gloriosos, donde lo caballeresco se enarbolaba con
tintes de honor, mientras la inmolación o la entrega total por los
desvalidos sustentaba la esperanza de un mundo de justicia lleno
de prosperidad.
Tremenda pena haber dejado en el olvido semejantes valores.
Es en la entrega al prójimo, al margen de los intereses de uno
mismo, donde recaen los primeros brotes del estado de Gracia.
Personajes de la talla de Siddharta, Yahushua, Babaji, Gandhi,
Luther King, etc... Personajes de ficción como el Rey Arturo con
sus Caballeros, el Rey Aragorn de “El Señor de los Anillos” o
los Caballeros Jedi, nos han dado muestra de ello alcanzando los
máximos estadios de representación de la entrega hacia el otro.
En una partida donde hay, no pudiendo ser de otro modo,
al menos dos contrincantes, los enfrentamientos, desde la pers-
pectiva de las fichas, pueden ser tremendamente sangrientos, in-
cluso despiadados. De hecho, en cualquier guerra, llegados a un
extremo, se termina por aceptar lo inaceptable. Los tratados del
Convenio Ginebra quedan rápidamente abocados al ostracismo
cuando te ves en serios peligros de derrota. Lo cierto es que no es
para juzgarlo, si te vieras en semejante encrucijada a nivel de fichi-
ta, repito, mucho me temo que pasarías por el aro de la total falta
de escrúpulos para hacer lo necesario antes de caer en derrota.
Ya, ya sé que tú jamás cometerías ciertas cosas por muy mal
que estuviera tu situación. Eres una persona excepcional, llena de
compasión brotando por todos los poros de tu piel y bajo ningún
concepto cometerías actos impropios del ser humano. Bueno, he
de decirte que yo no soy tan bueno como tú. Lo cierto es que,
tras un cúmulo de situaciones cargadas de desesperación, odio,
resentimiento, traición, mentira, manipulación, falta de respeto,
maltrato al débil, atrapado en la conciencia de peón y, sobre todo
ello, miedo, mucho miedo, puedo llegar a ser un auténtico capullo
despiadado sin conciencia ni respeto por el otro. Es muy posible,
156
de hecho pondría la mano en el fuego a que llegaría a cometer
algunos desatinos despiadados llegado a ciertos límites. En fin,
reconozco ser un simple mortal metido en un lío de la leche, del
cual muchas veces me he preguntado hasta la desesperación, cual
puede ser el modo de salir airoso del mismo.
157
mejante prerrogativa. Pero, como no lo sabemos y para colmo, si
te atreves a decir algo al respecto eres objetivo de burla, pues así
nos luce el pelo. Decir en voz alta que estamos esclavizados por
ellos, gracias a Dios, resulta cada vez un poco más digerible, al en-
contrarse menos resistencias ante una idea tan dramática. Hemos
de darnos cuenta de que para salir de esa posición de perjuicio,
primero hay que reconocer encontrarse en ella.
Si no comenzamos por ahí, no podremos seguir dando pasos.
Al nivel de fichas hemos de saber que nos encontramos en jaque.
A pesar de estar en semejante situación límite, Sananda, por me-
dio del sacrificio de su peón Yahushua, tras su previa iniciación en
“Dama”, nos puso en la situación de poder distraer al contrincan-
te para darle la estocada final. (Véase libro anterior)
Chic@s, no podemos fallarle, su sacrificio fue muy alto como
para ahora no estar nosotros a la altura de las circunstancias.
Nuestra jugada es ver más allá de la botellita del ego asustado
de nuestros adversarios, para poder alcanzar el estadio de compa-
sión necesaria para darnos cuenta de que no hay nada que perdo-
nar. Viendo su esencia idéntica a la nuestra nos daremos cuenta
de la fraternidad entre ambos. Si miramos más allá de nuestros
propios miedos lograremos sentir la idéntica procedencia de los
dos. Todos venimos de la misma Fuente Divina. Un solo rebaño
con un solo pastor qué puede significar sino la salida de la duali-
dad para entrar en la unidad.
158
se sustentan en la lógica pura. Si conocéis la serie de Televisión
y cine Star Trek, veréis a Spock procedente del planeta Vulcano.
Los habitantes de ese mundo son los representantes oficiales de
un comportamiento sustentado en valores relacionados con una
mente exclusivamente lógica. Es curioso descubrir como en los
inicios, antes de ser rodados los primeros capítulos, cuando tan
solo aún eran guiones sobre papel, este personaje era un lagarto.
Pero lo productores obligaron a los guionistas cambiarlo por un
humanoide de orejas picudas pues no quedaba muy apropiado un
personaje tan animal. Al menos esas fueron las excusas dadas al
margen de encontrarse de moda las películas de Godzilla y mons-
truos varios. Es muy posible que en realidad sea que en aquellos
tiempos, hablo de la década de los sesenta, fuera demasiado explí-
cito reconocer, primero, la existencia de la Federación Galáctica
y segundo la existencia de seres reptilianos en pugna con la raza
adámica.
No hace falta mucha atención para descubrir correlaciones
mucho más literales de lo aceptable como normal, entre las pelí-
culas de cine o las novelas de ficción, con la realidad misma.
159
La Divinidad, en un momento dado (donde no existe el tiem-
po-espacio, pero de algún modo tendré que expresarme, ¿no?)
decidió experimentarse a sí mismo de un modo muy distinto a su
estado esencial. En ese momento decidió diabolizarse, dividirse
generando un “hijo” copia exacta de sí mismo. Con ese movi-
miento generó el Universo Dual conocido por todos nosotros.
Pongamos que ese es el Hijo Pródigo de la parábola contada por
Yahushua. Para mí, el Big-Bang mencionado por los científicos
como la creación del universo, es el portazo de salida del hijo de
la casa del padre. En ese instante la Divinidad genera un Universo
de Posibilidades, el cual explora desde la infinidad de partículas de
fractalidad de si mismo. Cada una de esas partículas es un súper-
universo entero, un universo, una súper-galaxia, una galaxia, un
sistema solar, un sol, un planeta, un ser humano, un animal, un ve-
getal, un mineral, una célula, una molécula, un átomo, un electrón
que a su vez, siguiendo el modelo fractal donde la parte es igual
al todo, se torna un nuevo súper-universo en el cual, nos encon-
tramos un nuevo universo, una nueva super-galaxia, una nueva
galaxia… como partículas divinas en expansión y así hasta el infi-
nito, tanto por “arriba” como por “abajo”. Recuerda el principio
hermético de correspondencia: “Lo que es arriba es abajo, y lo que
es abajo es arriba”,o la cita bíblica: “Así en la Tierra como en el Cielo”.
Dios en su inmensa grandeza se descubre a sí mismo a través
de cada una de esas partículas, por medio de cada uno de noso-
tros, copias fractales de la divinidad. De esto viene la expresión:
“Hechos a imagen y semejanza de Dios”. Digamos pues que ese
Universo Fractal es metafóricamente hablando el Hijo Pródigo
de Dios.
Tal cual cuenta la parábola, cuando el hijo se da cuenta de la
situación tan penosa en la que se encuentra tras haber gastado
toda la herencia, mira al horizonte y se pregunta por la necesidad
de estar pasando por esas calamidades cuando su padre, siendo
poseedor de una rica hacienda, sirvientes dispuestos, camas mu-
160
llidas, rugientes hogueras, sabrosos ágapes y demás chucherías de
las que cualquier sibarita gusta disfrutar, podría darle cobijo de
nuevo. En ese momento de lucidez se hace cargo de la decisión
de abandonar el hogar de origen y, armándose de la responsabi-
lidad cargada de la humildad necesaria, regresa a casa. ¿En ese
reencuentro el padre le reprime, se enfada, le regaña? No. Todo
lo contrario, se llena de gozo y le recibe con los brazos abiertos
preparando una fiesta en su honor porque su hijo ha vuelto a casa
y es ahora mejor que cuando marchó, pues se atrevió a vivir la
existencia lejos de las comodidades y la seguridad del hogar.
Nos encontramos en ese estadio de acontecimientos, el Gran
Hijo Pródigo Universal ha tomado la decisión de volver a casa y
está buscando el modo de hacerlo.
Por eso me arriesgo a decir, te recuerdo no creerte nada, que
los habitantes del planeta Tierra somos los encargados de dar con
las coordenadas de salida del juego de la dualidad para regresar a
la Unidad Divina. Es como si este diminuto planeta fuera un elec-
trón en el centro justo del corazón del Hijo Pródigo Cósmico, el
lugar exacto donde ha de tomarse la humildad, la responsabilidad
y la decisión necesarias para regresar.
En esto sustento mi atrevimiento, al hablar en el próximo capí-
tulo del “experimento” genético creado por civilizaciones extra-
terrestres o extradimensionales de avanzada evolución para que,
por medio de nuestro ADN se puedan encontrar las claves de
salida de la diabolización.
161
de una célula del dedo meñique del pie izquierdo del Hijo Pródi-
go Cósmico, pero aguardando la esperanza de que en el electrón
terráqueo del centro del corazón se den las circunstancias de de-
cisión de regreso, pues no será sólo el corazón quien vuelva a
casa, sino el cuerpo entero. Es éste el motivo por el que somos el
centro de atención de muchas civilizaciones.
Puede ser egocentrismo, algo muy común en el ser humano,
como me han dicho en alguna ocasión tras hablar de esto en mis
conferencias. Puede ser, claro está. Pero también es un acto de
responsabilidad barajar esta posibilidad para hacernos cargo de
nuestro papel en la gran Obra Universal en representación y eso
de tomar responsabilidad, ya no es tan común del ser humano.
¿Acaso crees que estás aquí-ahora en este preciso instante por
casualidad? O por el contrario, ¿piensas que en un momento dado
(del no tiempo) decidiste venir para ser parte activa de un gran
proceso?
162
al hecho de estar presentes en el ahora, no podremos tomar la
responsabilidad que nos corresponde en la Gran Función repre-
sentada.
Recuerdo que cuando hacía teatro, si no estaba muy presen-
te en el aquí y el ahora, se me iba el texto y la conexión con
el personaje, es decir, un verdadero desastre. Tenía una res-
ponsabilidad con los espectadores, con mis compañeros de
reparto y, sobre todo, conmigo mismo; no podía permitir-
me el lujo de distraerme. Si tanto hablo de responsabilidad en
mis escritos y conferencias es precisamente porque es lo que
más necesito recordar, pues me pasé la vida eludiéndola, dis-
trayéndome con banalidades. Ahora me toca hacerme cargo
y buscar el modo de compensar todos aquellos escamoteos.
Somos parte activa del Gran Salto y nuestros corazones claman
por entrar en sintonía unos con otros. Será ahí donde se dé pre-
cisamente el salto al vacío hacia la providencia. Estate segur@ de
que tus pies tocarán suelo, al igual que el salto de Indiana Jones
en su “Última Cruzada” en busca del Santo Grial. El Cáliz de
la Alianza de cada uno reside en el centro de su pecho y es ahí
donde ha de darse la Alquimia. No hay otro lugar. Amigos míos,
se requiere de nosotros para hacernos cargo del privilegio y la
responsabilidad de la que hemos sido agraciados por estar a la
vanguardia de los acontecimientos.
163
Tremendas palabras. No entiendo como no se les ha dado la me-
nor importancia a pesar de poseer, a mi modo de ver, el genuino
significado del entramado en el que nos encontramos.
¿Tú qué opinas? ¿Pudiera estar refiriéndose con lo de las otras
ovejas, a los representantes de las fichas negras del tablero? A
mi modo de entender, sí. Son los regentes de la vibración oscura
sustentada en el miedo. Su vibración es muy densa, sombría, te-
merosa, se encuentran inmersos en el papel del Ego. Están por
completo identificados con su Ego oscuro, lleno de pavor ante la
eventualidad de ser destruido.
Terminaba hablando en un capítulo anterior, de la trampa del
ego de dejarnos en el juego gracias al estado de pánico ante la idea
de la disolución. Ese es el problema de todos los representantes
de la Oscuridad, es tal la identificación con su Ego que están ate-
rrorizados de perderlo. Han puesto todos los medios a su alcance
para evitar en lo posible que se den esas coordenadas de salida de
la dualidad, pues ello supondría la disolución total de sus repre-
sentantes en la partida.
Se encuentran rebosantes de pánico. Si piensas en ello con un
amor cargado de mucha humildad comprenderás que son quienes
más necesitan de nuestra compasión. Su miedo los ciega, empu-
jándoles a actuar en consecuencia a ese estado de terror. Nuestra
función ante estos hechos la expliqué en el otro libro. Hemos de
alcanzar el estado de gracia donado reconociendo la inocencia del
otro viendo mucho más allá de su ego, adentrándonos en los en-
tresijos de su esencia divina. Son partículas de la divinidad como
tú o yo, explorando el universo de la sombra. No son nuestros
enemigos, son hermanos caídos, por propia voluntad, en la des-
gracia de un mundo sombrío de terror. Se han metido en el papel
hasta el punto de olvidar su origen divino.
“Perdónalos por que no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)
Necesitan de nuestra ayuda, de nuestro “perdón” para salir de
ahí y por ende nosotros con ellos. Ahí el significado de las pala-
164
bras de Yahushua: “He venido para que todos podáis oír mi voz y hacer de
todos vosotros un solo rebaño con un solo pastor” (Jn 10, 16).
Las pretensiones del Hermano Mayor son, como buen pastor,
guiarnos a todos, ovejas de un redil y de otro, hacia la salida de
la dualidad juntándonos en uno solo rebaño. Date cuenta, unos y
otros procedemos de la misma Fuente Divina, por tanto, porta-
mos el mismo Agua. Nuestro fin es volver todos juntos al mismo
punto de origen, la Unidad.
En la compasión de asumir nosotros la inocencia de ellos, pues
no han actuado desde la esencia sino desde el ego asustado y
por otro lado, en hacerse cargo ellos, de todo el “daño” causado,
poniéndose a compensarlo con la responsabilidad eludida hasta
ahora, se dará la coordenada de salida de este sin vivir dual.
165
tido en auténticos esclavos a su servicio o antojo. Si te fijas, no es
muy distinto a lo hecho por nosotros con el ganado, ni tampoco
a lo hecho por ejemplo, por las hormigas con el pulgón, al cual
crían en granjas para “ordeñarles” sus deliciosas secreciones (di-
chosa fractalidad).
De lo que no se han dado cuenta es de que, al pretender evitar
ese movimiento por parte nuestra, paradójicamente lo están pro-
piciando, pues la calidad del diamante viene dada por la presión
sometida al carbón. Nuestra presión ha sido terrible, por tanto la
calidad de nuestro diamante está procurándose extraordinaria. Es
decir, la función, el papel de la Sombra en este juego era, bueno,
es más que necesaria.
Resumiendo, al nivel de pieza estamos en medio de una batalla
casi perdida por las fichas blancas en busca de las coordenadas
de salida del juego, es decir, nosotros; pero tal cual conté en “Los
peluches de Dios”, Yahushua, como Dama del equipo de las blan-
cas, se sacrificó para dar lugar a la jugada final de jaque mate al
contrario; paso que hemos de dar nosotros sin más remedio.
Por eso hemos de mantenernos atentos a la trampa de la que
os hablé, pues una quinta dimensión, a pesar de ser una buena
jugada, no nos saca de la dualidad y, por tanto, el ego permane-
ce vivo. Estamos ante la encrucijada de dos posibles ascensiones
distintas, hacia la quinta de conciencia o hacia la suprema de re-
greso a la Unidad. Permaneciendo atentos salvaguardaremos la
capacidad de elegir con responsabilidad. Volvemos a lo de asumir
responsabilidades, ¿verdad?, no es casual tu presencia aquí.
166
contratiempo en el que has de prestar mayor atención para sub-
sanar en lo posible la situación. Es decir, debes desarrollar estra-
tegias alejándote de la identificación del ego. ¿Te imaginas a un
ajedrecista identificado por completo con cada una de sus fichas
del tablero? Cada vez que perdiera un peón o un alfil, se desaga-
rraría en dolor, le estaría yendo la vida en cada una de las jugadas.
Menudo papelón, sería un sin vivir continuo.
¿Eso es jugar? Más bien me resulta un sufrimiento que un di-
vertimento.
Nuestro problema reside en la completa identificación con
nuestro ego. Esa filiación nos hace entrar en pánico ante la idea de
disolverlo. Cada movimiento del juego nos resulta una desgracia
sin no nos percatarnos de que no es a nosotros, a los jugadores,
a los que se daña, sino que tan solo se menoscaba a los represen-
tantes tuyos en la partida, en este caso a tu ego.
Para un peón, para el ego, es morir; para el jugador es un con-
tratiempo por completo subsanable en la siguiente jugada que
podría ser perfectamente una nueva reencarnación. Pero claro,
como nos mantenemos en el nivel de conciencia de la ficha, pues
creemos que ahí se acaba todo, con la muerte. Gracias a Dios,
cada vez somos más los que consideramos la seria posibilidad de
que no sea así.
Tu Yo Superior está a salvo de todo contratiempo. Es única-
mente tu ego quien peligra. La partida puede ser eterna, bueno
más bien el juego, pues en un universo dual se hace imprescindi-
ble la existencia de ambos jugadores. Luz y sombra, dentro de la
dualidad se combaten, pero a su vez se necesitan, es la paradoja
de la dualidad, pretendes destruir al “contrario” cuando en ese
contexto su destrucción significaría la tuya, pues no tendrías con
quien tomar referencias.
En realidad la dualidad tampoco tiene sentido en sí misma,
pues no hay la existencia de dos opuestos, sino la misma esencia
en distinto grado. Es decir la oscuridad es luz de muy baja intensi-
167
dad. No es digital el asunto, es analógico, pero no compliquemos
las cosas que bastante difícil resulta buscar explicaciones a todo
esto como para abrir más el mapa del territorio.
Me explico.
Mis hijos juegan, por ejemplo uno disfrazado de policía y el
otro de ladrón. En esto me llega el pequeñín de los dos llorando
y diciendo:
- “Papá, Sergio dice que no puedo seguir jugando de ladrón porque me
ha matado.
168
- No te preocupes, cariño. Mira ahí tienes un disfraz de general. Imagína-
te, campeón, un general con una división entera a su disposición aguardando
tus órdenes. Un simple policía no tiene nada que hacer ante semejante mues-
tra de fuerza. Mátale tú ahora”
¿Acaso crees que Dios te juzga si has matado a alguien? Pero
si para Él, el otro sigue ahí. En un tipo de manifestación distinto,
pero ahí mismo.
Para nuestro Micah particular somos igualmente así. Él no
juzga. No le preocupa lo más mínimo nuestros jueguecitos, solo
espera que lo disfrutemos. Está claro que para él no ha habido
ninguna muerte de ninguno de sus hijos. Simplemente se ha daña-
do al representante de su hijo como jugador, es decir, al disfraz de
ladrón, pero su hijo sigue vivito y coleando lleno de alegría ante
la posibilidad de poder seguir divirtiéndose. Mi hijo podría haber
entrado en depresión si se hubiese quedado enganchado a la idea
de ser un mero ladrón al que un policía le había pegado un tiro
y, por consiguiente, sacado de la partida al matarlo; es decir, si se
hubiera metido tanto en el papel que su identificación le sumiera
en la desgracia. ¿Te resulta familiar este símil con tu propia histo-
ria? ¿Es real para un observador aquello que para un peón resulta
una fatídica jugada de muerte? ¿Tiene la más mínima importancia
ante su imparcialidad?
Por eso le doy tanta importancia al nivel de conciencia. Desde
el lugar donde te posiciones, una misma circunstancia se convier-
te en una tragedia sin parangón o en un simple paso dentro de
una historia mucho mayor.
Tu Micah particular, no se identifica con el ego, él sabe que es
mucho mayor que un simple peón y no solo eso, también sabe
que es mucho mayor que la partida e incluso el juego en sí; tal cual
un ajedrecista es mucho más que una sencilla figura, la partida en
ciernes y muchísimo más que el juego del ajedrez por sí mismo,
pues podría pasarse el resto de la vida sin jugar con ello y seguiría
siendo él.
169
¿Dónde quieres poner tú la atención?
Si deseas seguir jugando ponla en la quinta dimensión de con-
ciencia, es una jugada realmente preciosa y cargada de infinitas
posibilidades. Tienes la diversión asegurada. Por fin una buena
noticia después de tantos siglos de transitar las sombras del dolor.
Si pretendes descansar de juegos por un rato, has de posicio-
narte en el observador y seguir los pasos explicados en el anterior
volumen, donde como víctima has de encontrar la inocencia del
otro y como perpetrador asumir la responsabilidad de ponerte a
compensar. Ambos movimientos te llevarán al estado de com-
pasión al sentir en tus carnes el dolor inflingido al prójimo y la
propia inocencia de tus actos al reflejarte en la del otro. Este paso
sería el propuesto por Yahushua al decirnos lo de las ovejas de
uno y otro redil.
Elección a gusto del consumidor. Dios te ama por igual, tomes
la decisión que tomes. Incluso puedes atreverte a mucho más.
Puedes posicionarte en un observador que observa al observador
del juego. Si te das cuenta, en esa posición la dualidad se difumina
aún más y, si te sigues atreviendo, puedes ir ascendiendo los nive-
les de atención de observador observando al observador hasta el
infinito, el cual quien puede ser sino Dios.
La salida del juego de la dualidad, el retorno a Casa, depende
de donde pongamos el nivel de atención. El Ser Humano perma-
necerá entre las tinieblas mientras así lo decida. Es laudo nuestro,
de nadie más, salir de las miserias enalteciéndonos en dirección a
la Fuente. En las epístolas de Pablo (1-Tesalonicenses 4, 17), el
estado de arrebatamiento surge de la situación emocional, no de
las circunstancias externas. Todo a tu alrededor puede estar patas
arriba, pero tú estar en completa armonía. Es como si te metieras
en la cueva más oscura de la Creación, pero en tu corazón hubiese
una candela encendida.
Si lo externo influye en tu ánimo es porque te encuentras
con la atención puesta en el nivel de fichas.
170
Todo lo acontecido en ese estadio de percepción se torna real
hasta el punto de hacerte caer presa de las situaciones dramáticas.
Quedándonos en el nivel de consciencia de las fichas del tablero
muchas cosas pueden dañarnos, desde la pérdida de un hijo a ser
aniquilado por contarle al mundo lo que sientes en el corazón. No
se trata de devastar los miedos dejándolos atrás, se trata de no per-
mitir que ellos anulen tu poder divino. La salida está en elevar el
nivel de consciencia y no verte como un peón del juego a la suerte
de los acontecimientos, sino como un observador imparcial tan
sólo disfrutando de las jugadas. En ese nivel de consciencia eres
invencible. Dime, ¿qué es lo peor que puede pasarte? ¿Morir? Para
el observador es simplemente una ficha del parchís devorada y
mandada a casa para un nuevo comienzo. Se trata de sacar otro
cinco y comenzar recién una nueva reencarnación. Para superar
tus temores has de elevar tu nivel consciencia. Colócate ahí y nada
podrá ocurrirte. ¿Crees que el observador está en peligro cuando
un peón está amenazado por algo? Elevando tu conciencia llega-
rás a ese estado de arrebatamiento necesario para salir del influjo
de las situaciones desastrosas. Si deseas mantenerte a salvo has de
transcender los acontecimientos gracias a la citada elevación de
tus percepciones.
Se tú, mi querid@ amig@, la luz necesaria en el mundo.
Pon fin a los días de oscuridad con el amor varado en tu corazón.
No temas, pues el problema surgió cuando dejamos de confiar en
nuestra propia divinidad.
Nuestro miedo como civilización es inmenso, atraemos por
resonancia los desastres más inimaginables, sé entonces por favor
aún más impecable en tu empeño de dar luz, pues son necesa-
rias personas como tú que con compromiso de responsabilidad
y amor quieran dar ejemplo de un mundo mejor. Forma parte de
esa masa crítica para mostrar el camino a todos aquellos que estén
despavoridos ante semejantes circunstancias.
171
Si mantienes vivo en tu recuerdo lo siguiente, tu sendero per-
manecerá por siempre allanado.
172
LA DECIMOTERCERA HEBRA.
La importancia del Ser Humano
en el Plan Cósmico.
“En cuanto a vosotros, hasta los pelos de la cabeza tenéis contados”
(Mt 10, 30)
173
Lo cierto es que no me afecto lo más mínimo pues pensé: “Vaya
tontería. ¿Cuántas otras muchas cenas habrían estado los doce apóstoles y
Jesús juntos, y nada había pasado al día siguiente?”. Pero como los niños
buenos no replican, callé. Además no murió, se iluminó, por tan-
to debería ser considerado un número sagrado en vez de maldito,
pero en fin, el Anticristo sabe muy bien lo que se hace. De todos
modos, gracias a su respuesta comprendí el resquemor generado
por dicha cifra.
174
libro, dejémoslo pues. Lo concerniente a lo tratado en el presente
capítulo es centrarnos en lo mencionado en las Sagradas Escritu-
ras. Según ellas fueron doce los discípulos del Hermano Mayor.
Ajustémonos a ese hecho pues es donde reside el mensaje oculto
por nuestros ancestros para darnos las posibles claves del juego.
Las preguntas adecuadas, según lo veo, son: ¿Por qué doce
y no otra cifra? ¿Tiene esto algo que ver con el mensaje oculto
en nuestro ADN?, pues no debe ser casual la coincidencia de
cifras…
175
go de la geografía americana. Según la tradición amerindia, estos
discos se revelan como los guardianes del tiempo encargados de
reunificarnos con el tiempo real de nuestro Universo Local. O ya
puestos, el famoso calendario maya de las trece lunas.
Podemos seguir especulando con semejante número, si no te
molesta ojear la Biblia, imbuyéndonos en el Apocalipsis. En di-
cho texto, Juan nos describe como será la nueva Jerusalén (nuevo
mundo) después de las tribulaciones:
“Tenía una muralla grande y alta, con doce puertas y doce ángeles cus-
todiándolas, grabados en ellas los doce nombres de las doce tribus de Israel”
(Apocalipsis 21, 12 ¿casualidad?).
“La muralla de la ciudad tiene doce piedras como cimientos que llevan los
nombres de los doce apóstoles del cordero” (Apocalipsis 21, 14). Curiosa-
mente, Juan incluye al defenestrado Judas.
“(Medidas de la ciudad)…doce mil estadios, igual en longitud, an-
chura y altura. Midió la muralla: ciento cuarenta y cuatro codos (12 x 12=
144, ¿te suena la cifra?).
En medio de la plaza y en los márgenes del río crece el Árbol de la Vida,
que da fruto doce veces, una cada mes… y ya nada será maldito (Apoca-
lipsis 22, 2).
Vamos, que para dar creación a la nueva Jerusalén, “el nuevo
mundo”, hacen falta las doce hebras de ADN.
176
Compartiré con vosotros, tal como he estado haciendo a lo
largo de los dos libros, una información que bien pudiera ser con-
secuencia de una mente ansiosa por recordar, a la cual, cualquier
cosa le vale sea producto de su imaginación o no. Por ello, por
favor permítete apelar al sentido crítico de tu corazón y dejar que
sea él quien te de respuestas.
Si acaso te preguntas de donde saco la información, te diré
que muchos otros comparten cosas parecidas producto de cana-
lizaciones con seres extraterrestres o extradimensionales. Yo no
estoy en contra de esas supuestas comunicaciones con el más allá,
sólo digo que corremos el peligro de dejar de escuchar al corazón,
guía solitario en esta maravillosa aventura, cada vez que ponemos
la atención en esas energías procedentes de otros planos de mani-
festación. Muchas de las canalizaciones son auténticos libros del
saber cargados con infinidad de contestaciones adecuadas para
un corazón inquieto. De todos modos, si al final cuenta lo dictado
de tu interior, ¿por qué tanto empeño en seguir buscado fuera si
eres un Universo por ti mism@ poseedor de todas las respuestas?
177
mos hablado de ello, pero permíteme por favor que profundice
en el tema. Son poseedores de una profunda sabiduría, conocen
los misterios de la Creación, el amor corre por sus venas y la se-
renidad es su bandera, pero a pesar de todo ello, se encuentran
prisioneros de la dualidad. Su función ahora es proteger la gesta-
ción donde se está dando. Más no pueden hacer. Existe una ley
universal de no intervención. No es gratuita, tiene un porqué muy
bien definido. Si ellos intervinieran lo harían desde donde saben y
lo que saben los mantiene en dualidad. Su sabiduría tan profunda
les autoimpone esa ley, haciéndoles mantenerse al margen preci-
samente para no intervenir, pues si lo hicieran terminarían por es-
tropearlo. Se limitan pues solo a dar cobijo a nuestra germinación.
Por otro lado, nos encontramos con hermanos nuestros (no-
sotros mismos en un estado más denso de conciencia) vibrando
en el miedo y por tanto en la oscuridad. Estos sí que han inter-
venido y es algo de lo que tendrán que responsabilizarse tarde o
temprano.
Unos y otros se encuentran estancados en su proceso evolu-
tivo sin poder dar salida a un nivel superior de conciencia enca-
minado hacia la Divinidad. Aunque no lo recordemos, nosotros,
en la ilusión del tiempo, fuimos antaño seres espirituales proce-
dentes de esas civilizaciones. Tuvimos el coraje, la gallardía de
ofrecernos voluntarios para sacar adelante el experimento. Me he
encontrado con cantidad de personas que me suelen decir: “yo me
siento de Sirio, yo de Arcturus, yo pleyadiano…etc.”, son muchos los que
comienzan a recordar. Por nuestro voluntariado nos honran con
admiración pues nos consideran almas viejas con la fuerza sufi-
ciente como para adentrarnos en una densidad tan profunda de
dualidad. En cuestión de un minuto podemos pasar de un estado
de extrema desesperación, con los actos que eso puede acarrear,
a sentimientos de genuino amor de entrega total. Algo de locos si
lo viéramos desde la perspectiva serena de un Ser dimensional de
elevada vibración amorosa o desde la de un Ser Mental carente de
178
emociones. Nuestra particularidad reside en poder elegir dentro
del abanico inmenso existente entre la pura lógica y la emoción
suprema.
179
De hecho, fue acogido con tanto entusiasmo, que infinidad de
especies cósmicas quisieron poner su granito genético en el asun-
to. Si te informas, o ya sabrás, nuestro cerebro más profundo es
reptiliano. Somos una legítima creación con lo mejor de cada uno.
En cierta ocasión leí o escuché en algún lugar o lo soñé, no lo
recuerdo, que era tal cantidad de civilizaciones, que si cada una
de ellas introdujera a un solo representante en la Tierra, no ca-
bríamos físicamente todos juntos. Quizá sea por ello la ingente
cantidad de conciencias energéticas habitando el planeta en otro
nivel de manifestación, empapándose de cada uno de los avances
acaecidos, quien sabe.
Esta nueva especie necesitaba de entidades espirituales para
dar vida en ella a sus cuerpos y es ahí donde apareces tú mi
querido/a lector/a. Lo recuerdes o no (permite a tu corazón de-
jarse sentir) en el momento de la creación de “Adán y Eva”, tú
decidiste comprometerte hasta la médula (recuerda lo del cerdo y
la gallina del libro anterior) para llevar este experimento hasta sus
últimas consecuencias. El Hijo Pródigo Cósmico está tomando
la decisión en el centro de su corazón, donde reside un electrón
llamado Tierra y habitado por siete mil millones de conciencias,
las cuales vamos a originar las coordenadas de salida de juego de
la dualidad buscando el camino directo al Hogar. Con esto os
estoy diciendo que cada uno de los presentes hoy en día en el pla-
neta somos voluntarios. Un día nos plantamos ante el “Consejo
de Ancianos” co-creadores del experimento para ofrecernos de
manera potestativa como artífices directos de tamaña aventura.
Te doy las gracias y te honro por ello hermano/a.
Se nos admira, honra y respeta por nuestro valor. No es fá-
cil permanecer en un estado tan denso de dualidad sin perder
la cabeza. Es un sacrificio enorme haberse introducido en este
maremágnum de emociones encontradas de miedo y amor, para
después compartir con nuestros hermanos mayores del Cosmos
nuestro descubrimiento del camino de vuelta a Casa. Se nos ad-
180
mira por ello y es tal la esperanza puesta en nosotros que solo nos
queda asumir la responsabilidad de habernos ofrecido voluntarios
a ello.
Por demás podemos deducir que, si hay tantos mundos im-
plicados y todos desean ser partícipes del episodio, somos unos
auténticos privilegiados. De hecho, tenemos la inmensa suerte de
estar en primera fila de los acontecimientos. Algo propio de un
Ser auténticamente responsable. ¿Entiendes por qué hablo tanto
de responsabilidad?
No podemos anclarnos en la sensación de víctimas pues eso
nos arrebata todo el poder. Hay demasiado en juego como para
dejarse arrastrar por semejante actitud.
181
la nada, necesita de las otras para existir, al igual que el decimo-
tercero filamento de ADN necesita de los otros doce para su ma-
nifestación.
182
mos con la coordenada de salida del juego o de si permanecemos
en él por otros tantos eones.
183
viera a su cauce. El Hunab-ku citado por los Mayas está siendo el
interruptor de la reactivación del ADN. Nada es tan poderoso
como aquello a lo que le ha llegado su momento. El propio Cos-
mos se va a encargar de despertar de nuevo todas aquellas cade-
nas de nuestra genética que están adormecidas.
Al igual que la historia de Josue (Génesis, capítulos 37 al 41).
Este fue vendido como esclavo por sus hermanos envidiosos.
Tras derroteros de la vida y un sincero perdón de corazón hacia
ellos, termina por convertirse en el regente de Egipto. Sus herma-
nos al intentar evitar su elevación, esencialmente propiciaron lo
que más deseaban evitar. Esa será nuestra historia. Nuestros her-
manos nos esclavizaron encerrándonos en las sombras (todo esto
a nivel fichas, no lo olvides), pero ahora, siguiendo las enseñanzas
de Yahushua en la cruz y Josue en la esclavitud, solo hemos de
perdonar al saber que lo único que hicieron fue dejarse arrastrar
por un ego asustado.
Estamos encaminados a plantarnos delante de nuestros her-
manos, tal cual diría Yahushua, “tanto los de un redil como los
del otro”, para que puedan escuchar nuestra voz y marcarles el
camino a Casa. A unos invitarles a buscar la inocencia de la Esen-
cia Divina escondida tras los temores de un Ego asustado, y a los
otros a responsabilizase de sus actos y ponerse a compensarlos.
Está en ellos si quieren escucharnos o no, esa es nuestra función
ante el diseño del plan. Si los hermanos de la Luz llegan a com-
prender la inocencia de la Oscuridad y los hermanos de las tinie-
blas a hacerse cargo de sus acciones, ambos “bandos” se fundirán
en un abrazo fraternal pletórico de compasión (sintiendo con el
otro); elevándose por encima de la perspectiva dual de cada uno
de ellos hacia la Unidad. Es como cuando juntas dos ascuas que
por si mismas son incapaces de crear una llama, pero que unidas,
entre ellas surge una de la nada. “Si dos o más se reúnen en mi nombre,
yo estaré allí entre ellos” (Mt 18, 20).
Yahushua, nuestro hermano, fue uno de los voluntarios para el
184
plan que despertó un instante antes que nosotros y vino a zaran-
dearnos, pero nuestro papel y el suyo es el mismo, aunar a todos
los seres de la Creación sumergidos en la Dualidad para reunirlos
en un solo rebaño hacia la Unidad Divina. Somos los pastores,
mira tú la responsabilidad que portamos de cuidar las piaras. Si
logramos reunirlos a todos en un solo rebaño nuestra decisión de
volver a Casa habrá tenido su fruto. El Hijo Pródigo Universal
habrá regresado al Hogar.
185
también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento: la camaradería,
la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad y la grandeza de ánimo que
todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que
todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su perdón.”
186
CRISTO-ANTICRISTO VERSUS TÚ
“Los hombres no aman la luz, porque la luz les revela sus debilidades.
Ahora bien, todo el que ama la verdad viene tarde o temprano a la luz
porque no teme que sus acciones se manifiesten.”
El Evangelio Acuario de Jesús (Capítulo 75, 25-26)
de Levi H. Dowling
187
seguimos viendo como verdaderos angelitos. Es batalla perdida
frente a semejante realidad, haciéndose ineludible la pregunta:
188
premisa le hace entrar en vibración de pánico y se busca todas las
artimañas para evitar en lo posible cualquier confrontación capaz
de darte un ápice de lucidez sobre quien eres y el lío en el que
estás medido.
189
mundo dual siempre van de la mano como principio de acción-
reacción. En realidad no es una cuestión digital, de “si” o “no”,
de negro o blanco, sino más bien analógica, se trata de una infinita
escala de grises donde ambos extremos son una cegadora lumi-
nosidad y una insondable oscuridad. En el universo diabolizado
donde se desenvuelve esta contienda es imposible separarlos, el
uno se referencia sobre el otro. Si quieres salir de la dualidad vas
a tener que integrar a los dos en el corazón, pues ambos son tú.
Vas a tener que abrazar tus miedos con amor, pues es el amor el
único que puede disolver los temores.
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, para que
quién crea en él no muera y tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
Estas palabras encierran una de las claves importantes de la
salida de la dualidad. Si tú crees en el Hijo Único, es decir en la
Unidad, podrás salir de la falacia de la división y tener Vida Eterna
volviendo al Hogar.
Dime una cosa. ¿Te gustaría ver el rostro del Cristo? ¿Seguro?
Mira tú que hace falta de mucho, de muchísimo valor y de una
confianza en ti mism@ ciclópea, confrontar una energía tan po-
tente frente a ti.
¿Quieres saber donde se esconde el Anticristo? ¿Quieres po-
nerle un rostro para identificarlo y saber así cómo protegerte de
Él? ¿Seguro? Mira tú que hace falta de mucho, de muchísimo
valor y de una confianza en ti mism@ ciclópea, confrontar una
energía tan potente frente a ti.
Para ello has de dar un salto al vacío, has de llenarte de una
confianza ciega en tu Yo Superior o mejor aún en la Providencia.
190
Y cuando lo hayas conseguido solo habrás de mirarte a un espejo.
Habrás de mirarte en un espejo hasta las últimas consecuencias,
tal cual hizo nuestro Hermano Mayor en el desierto cuando con-
frontó sus luces y sus sombras.
Cuando llegues a confrontar los lugares de ti donde el pavor y
el terror reinan, cuando llegues a acariciar la culpa carcomiéndote
hasta privarte de la libertad de ser quién Eres; estarás mirando de
lleno a los ojos del Anticristo.
Cuando llegues al lugar de ti donde veas la pureza, la inocen-
cia y el Amor Incondicional que Eres, estarás mirando de lleno
a los ojos del Cristo. La lucha entre la luz y la oscuridad que ves
fuera de ti, se está dando en tu corazón. Cristo y Anticristo, luz y
oscuridad, son hermanos mostrándonos el juego de la dualidad.
Ambos son tú.
Confía en tu Cristo Interior, Él es el buen pastor cuidando de
su oveja. Te llevará por los caminos acertados. De su mano tran-
sitarás en la confianza. Entrégate a Él en todo tu esplendor y la
Gracia del Universo colmará de parabienes todo Tu Ser.
En esto, solo en esto, se resume todo el entramado diaboliza-
do en el que nos encontramos.
191
192
TODO ESTÁ CUMPLIDO
“La mente humana es lineal, está prisionera del tiempo,
ahora ocurre esto y ahora esto otro, antes ocurrió eso otro.
En la Mente Cósmica todo ocurre al mismo tiempo”.
Deepak Chopra.
193
de individuos necesario para trasmitir por medio del inconciente
colectivo un descubrimiento o un nuevo aprendizaje para la ele-
vación de la conciencia de una especie.
Los Hopi hablaban de 144.000 danzantes al Sol necesarios
para bajar el Reino de la Luz a la Tierra, mientras a miles de kiló-
metros de distancia, al otro lado del mapa y sin la posibilidad del
conocimiento de la existencia del uno por el otro, el apóstol Juan
mencionaba en Apocalipsis 7, 4 la exacta cantidad de 144.000
“marcados” necesarios para bajar el Reino de los Cielos a la Tie-
rra. ¿Casualidad? ¿Número significativo? Supongo que algún día,
no tardando mucho, lo sabremos.
En mi opinión, ese número mínimo de personas para el des-
pertar colectivo es: Uno.
El mono número 100 es solo uno. De hecho la primera mona
fue en realidad solo una. De ella surgió todo lo acaecido después.
Luego si una mona fue capaz de dar el primer paso, generando
una cadena de acontecimientos irremediable, el resto fue cuestión
de tiempo.
194
Entonces, ¿cómo encajamos ahora todas estas piezas del
puzzle?
Para ello hemos de recurrir a lo dicho por nuestro hermano
mayor en los instantes finales de su manifestación terrenal.
Pero aún así me atrevo a ir más allá. Si el tiempo, tal cual nos
afirman los científicos “locos” de la Física Cuántica no existe,
pues todo es una “sopa” de posibilidades infinitas dándose de
manera simultánea, si todo está cumplido, entonces estamos ha-
blando de una literalidad bastante concluyente.
195
Mejor me explico, ¿no? No tengo ni idea de cómo lo voy a
hacer, pero ahí va.
196
de los romanos, en la tercera una del futuro y así cada cadena a
su antojo. Bien, en tu televisor solo puedes visionar una y será la
que selecciones por medio del mando. Pues la “sopa” cuántica
funciona por igual. Todo se está dando a la vez, pasado presente
y futuro, mientras es la mente la seleccionadora de la realidad ex-
perimentada. Es decir, en este momento estás leyendo el presente
libro por que tu mente decide experimentar dicha acción de entre
el infinito de posibilidades a elegir en la sopa cuántica. Mientras,
un tú paralelo está haciendo la colada, otro comiendo, otro re-
funfuñando de su mala suerte, otro gozando del modo que estás
pensando, etc.
“Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacía mí” (Jn 12,
32).
197
La diferencia entre nuestro hermano mayor y nosotros es en
donde estamos poniendo la atención y donde la está poniendo el
representante del Cristo. Evidentemente él en la Ascensión y noso-
tros aún en una de las innumerables posibilidades del proceso. Lo
bueno es que otros muchos ya han puesto su atención en ese pun-
to, como por ejemplo, Siddharta o Maitreya, antes que Yahushua;
Babaji, Mahasaya, Yukteswar, maestros de Yogananda, San Juan de
la Cruz, Teresa de Jesús, mi tocayo el de Asís y muchos otros.
Cuando Buda decía que esperaría a las puertas del Cielo hasta
que el último de nosotros las traspasara, se estaba refiriendo a
esto. Él ya se encuentra ascendido, no obstante, aguarda en la
ilusión del tiempo a que cada uno del resto decidamos poner la
atención en esa posibilidad.
198
Y esa es la buena noticia. La ascensión se ha dado ya, de hecho
se dio en el mismo momento de la salida de la Casa del Padre-Ma-
dre, pues están ocurriendo en este preciso instante ambas situa-
ciones de manera simultánea. Somos nosotros mismos quienes
aceptamos la mentira de esa separación sustentada por la falacia
del tiempo al adjudicarnos el título de Hijos Pródigos. Viviremos
lo que escojamos vivir en cada decisión.
Yahushua nos abrió las puertas del regreso al mostrarnos que
en realidad nunca se produjo tal separación de la Divinidad. Sim-
plemente aceptamos en nuestra mente esa falsa apariencia de la
desunión, dando nacimiento al Ego con solo cambiar de canal en
el televisor.
199
200
LA DISOLUCIÓN DEL YO
201
no estoy hablando de resignación. La resignación se sustenta en
la rabia de verse uno obligado a asumir sin más remedio lo inevi-
table, cargado todo ello de un gran dolor al descubrir la inexis-
tencia de otras alternativas. La aceptación, sin embargo, consiste
en integrar en tu corazón la certeza de que todo está como debe
estar aunque no logres entenderlo en un principio. Ese convenci-
miento va acompañado de una profunda sensación de serenidad.
El Ego y tú.
202
Ahora bien, si alcanzas el horizonte de lucidez para descubrir-
te en un simple juego, puedes tomar, a partir de ese punto, la
decisión de abandonarlo. De ser esa la decisión tomada, el repre-
sentante esgrimido hasta ese instante deja de tener utilidad, se
hace prescindible y por tanto te desprendes de él.
¿Un jugador de ajedrez permanece con la atención puesta en
los peones una vez terminada la partida y tomándose una cerveza
con los amigos? En ese lugar no tiene ninguna razón de ser el
peón.
¿Te imaginas ya no ser tú, nunca más? ¿No ser jamás, María,
Juan, Sebastián o Almudena...? Ésta es la enorme encrucijada en
la que estamos inmersos. Estamos tan identificados con nuestro
Ego que nos llena de pánico desprendernos de él. Ese temor nos
impide dar el salto al vacío de salida de este estadio de expresión
dual. Es el Ego quien desconfía de lo ofrecido por la Providencia,
pues nos brinda el acto de abandonar la dualidad y por tanto la
disolución del mismo. Ese resquemor le empuja a buscar todas las
artimañas para mantenernos en la mentira de un holograma irreal
donde supuestamente se están dando las jugadas.
Fíjate por ejemplo en nuestra proyección ante los Annunakis.
Ellos manipularon el ADN humano para evitar en lo posible que
se dieran las claves de salida de la dualidad, por el mero hecho
de vibrar en el pánico de ver disuelto su Ego. Siendo una pro-
yección de nuestros miedos internos, nosotros no ascendemos
hacia el estado de Unidad por el mismo hecho; nos da idéntico
pavor disolver el nuestro. Esa es la única traba hacia la ascensión,
agradezcamos entonces a los representantes de la Oscuridad por
servirnos de espejo para poder distinguir el interior temeroso ace-
chante que nos negamos a ver de nosotros mismos.
203
la partida por todas las figuras. Es el Yo Superior del peón, de tu
Ego en el juego de la Dualidad. Ahora el jugador le dice al peón:
“Tranquilo, estoy aquí y vengo a decirte que la partida se está acabando, ya
has cumplido con tu cometido con creces. Te honro, te reconozco, respeto pro-
fundamente tu trabajo, sin ti la partida no hubiese sido posible.”
Como peón, ¿cómo te sentirías? Respóndete.
Supongo que extraordinariamente bien. Se te reconoce, se te
honra y agradece. Luego bastante bien, ¿no?
Pero ahora viene la segunda parte, lo inevitable. Si la partida se
acaba, ¿qué va a ser de mí, magnífico y honrado peón? Descubres
en ese pensamiento la falta de razón de seguir existiendo. ¿Aho-
ra cómo te sientes? ¿Asustado? ¿Decepcionado? ¿Abandonado?
Mucho me temo que entrando en el pánico ante la idea de dejar
de existir al no tener una razón de subsistencia.
Pues ¡campeón!, ¡campeona! Esa es exactamente la situación
en la que nos encontramos todos. El único modo de dejar de
sufrir esos estados de miedo o incertidumbre es poniendo la aten-
ción en que no somos el peón del tablero. Hemos de elevar el es-
tado de conciencia hacia el Jugador, dejando de seguir identifica-
dos con el trebejo de la partida. Al reconocernos como superior a
una simple figura de ajedrez, no tendremos temor alguno en dejar
atrás esa falsa creencia. Caminando hacia ese estado superior de
conciencia terminaremos por descubrir que tampoco somos el
jugador. Éste se encuentra en un estado dual de existencia, pues
tiene otro Jugador en contra poniéndole a prueba constantemen-
te. Manteniendo la tónica de elevarte en conciencia terminarás
por descubrirte como el observador, como el Hijo Unigénito de
todo este juego de dualidad. En ese estado de reconocimiento de
ti mism@ descubrirás el Universo de Posibilidades en el que te
encuentras.
204
Primero: Permanecer en el juego, pero con la inestimable ven-
taja de tener la lucidez de estar jugando. Saberte que no eres un
simple peón, sino un Observador poniendo su atención a través
de la perspectiva de una de las piezas del tablero. Un nivel de
conciencia que nos permite comenzar a disfrutar del juego, pues
a partir de esa toma de contacto vemos venir las jugadas, com-
prendiendo que se trata simplemente de un entretenimiento o, si
lo prefieres, de una exploración de un universo distinto a lo que
somos. En otras palabras, la mentada quinta dimensión.
Segundo: Dejar de jugar.
205
de saber como están las cosas en el casillero donde se desarrollan
las jugadas y las normas del mismo.
206
terminar descubriendo el tesoro de la sencillez, sustentado en un
simple reconocimiento de mi mismo.
Por poneros un ejemplo os contaré algo vivido con la escritura
de estas obras. ¿Algunos os habéis preguntado como es posible
que este mismo libro y su predecesor estén editados en forma-
to papel, si con un simple clic de ratón puedes descargártelo de
modo gratuito desde Tokio hasta Lima?
La respuesta es muy sencilla: por un mero hecho de Ego.
Una vez terminado cualquiera de los dos libros, pongamos por
ejemplo el primero, me planteo lo normal de cualquier escritor,
presentarlo en las editoriales para ver si alguna tiene a bien con-
cederme la suerte de editarme. Es cierto que mientras lo escribía
me encontraba barruntando la idea de colgarlo gratis en Internet,
sustentando esa decisión en las experiencias anteriores con mis
otros títulos. No obstante uno siempre tiene esperanzas de una
vida mejor y aposté por ello llevando el manuscrito a una serie de
editoriales. No tardé mucho en ratificar mis sospechas, evidente-
mente materializadas por mi mente temerosa, pero eso es asunto
de otro debate. Me topé con un panorama no muy distinto de
lo encontrado años atrás. Es normal, se trata de negocios y una
empresa está creada para generar dinero, no se les puede censurar
nada.
Al corroborar mis recelos, me dio un pequeño ataque de rabia
y dispuse todo para darle salida por la Red. Conociéndome en mis
prontos irreflexivos, me planté ante el espejo y me dije, “vale, vale
tío, tranquilízate que estás pasando por un estadio de rabia. Si colocas el libro
en Internet con esta energía vas dado”. No tuve otro remedio que reco-
nocer la verdad de ello. Como soy muy visceral soliendo hacer las
cosas por impulsos no demasiados pensados, me remordí las uñas
y acumulé una paciencia de la cual nunca dispuse. Me obligué a
tomarme unos días para cambiar al menos esa energía destructiva.
Para ello me cuestioné los auténticos motivos por el que quería
poner a disposición de todo el mundo un trabajo tan intenso, sin
207
cobrar nada. Miré el reloj, el calendario, y me di cuenta del poco
tiempo, dentro de la falacia como tal, que nos quedaba para el
Gran Salto. De ser muy rápidos los canales de distribución nor-
mal, como algo excepcional, habrían pasado meses hasta ver el
libro en la mayoría de las librerías. Por demás, muchos lugares
de habla hispana no dispondrían de él, primero, por cuestiones
de distribución y, segundo, por carecer de recursos económicos.
Así que me planteé la siguiente pregunta: ¿Qué prefieres Fran, ganar
dinero o que se te lea?
La respuesta creo que la tienes en la pantalla del ordenador.
Por otro lado son textos para ayudarnos unos a otros a recor-
dar quienes somos, por tanto son patrimonio de todo el mundo y
nada debía coartar la posibilidad de tenerlos.
Con el tiempo he terminado por confirmar mis intuiciones de
saber que un Yo Superior siempre tiene sus motivos para ponerte
tantas trabas a la hora de marcarte un camino, en este caso, en-
contrar una editorial. Lo gracioso del caso es que, al día siguiente
justo de colgarlo en la web, ya estaba recibiendo un e-mail de una
conocida editorial interesada en él. ¿Dios juega a los dados?
Gracias a los obstáculos puestos por mi Sananda particular,
vía Internet he llegado a una cifra de lectores la cual me resisto a
poner aquí debido a lo increíble de ella. Algo que por los cauces
normales de edición habría costado años y una campaña de mar-
keting desorbitada pero que, aún así, ni en la más optimista de las
esperanzas me habría atrevido a soñar. Mejor así, a fin de cuentas
se trata de ayudarnos a recordar unos a otros quienes somos. A
medida que vayamos recordando un mayor número de personas,
más fácil se les tornará al resto.
208
dedicadas al proceso de escritura, los momentos robados a otros menesteres
como disfrutar de la familia, la lectura de otros libros o simplemente vegetar
en el sofá, ¿no se me va a reconocer nada de eso? Yo también merezco mi
momento de gloria.
- ¿Sabes? Llevas toda la razón. También mereces tu momentazo de glo-
ria.
209
tado dándome la tabarra en todo momento; en cambio ahora me
siento libre de poder actuar desde el corazón cada vez que toco
los temas del libro, bien sea en entrevistas o bien en conferencias.
210
pido disculpas por haber renegado de ti, estaba equivocado. Ahora reconozco
tu labor. Gracias, muchas gracias por todo lo que has estado haciendo por mí.
Reconozco tus constantes servicios, te veo, te siento ahí y desde lo más profundo
del corazón te doy las gracias. No sabes lo agradecido que te estoy, lo mucho
que te amo. Me has dado la vida y no lo supe ver. Gracias a tu labor he
terminado por recordar quien soy. Te amo. Gracias.
211
Cuando el hermano mayor nos dijo: “Los últimos serán los prime-
ros” (Mt 20, 16), “El que quiera seguirme que se niegue a si mismo” (Mt
16, 24; Mc 8, 34; Lc 9, 23) o “Quién entre vosotros quiera llegar a ser
grande que se haga servidor de los demás; y quien quiera ser el primero, que
se haga sirviente de los demás. Lo mismo que el Hijo de Hombre no vino a
ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,
26-28) nos estaba hablando de todo esto.
Si dejas de pretender tener razón, de intentar convencer de tus
creencias, de imponer criterios a los demás, de buscarte un lugar
de seguridad en el mundo circundante a tu realidad, te llenarás de
una paz desconocida para ti hasta entonces. Piensa que tus afanes
por marcar territorios están sustentados en el miedo a perder o a
no sentirte reconocido, todo ello elementos característicos de un
ego temeroso. Si te miras al espejo haciéndote sentir protegido y a
salvo al entregar todo tu amor a quien ves reflejado en él, podrás
recuperar el contacto con la esencia divina escondida mucho más
allá. Al no pretender defender tus posiciones, al quedarte al mar-
gen de las desconfianzas, es en realidad como quedarte el último
o la última en el juego. Estarás dejando de alimentar los miedos
de tu fichita en el tablero, estarás siendo el más humilde de todos
los presentes y, con esa actitud, tu mismo estarás abriéndote los
portales de la liberación, estarás siendo el primero o la primera en
entrar al Reino de la Serenidad.
212
EPÍLOGO
213
Otra referencia bastante significativa quedada plasmada en ta-
bletas de barro escritas hace 1.900 años. En ellas se nos habla
de una controversia entre él y sus maestros, sobre el tema de la
reencarnación. Podríamos llenar un libro entero con datos testifi-
cantes de sus innumerables viajes por el mundo, incluida Europa,
pero me gustaría quedarme solo con lo más significativo de todo
esto, al menos para mí.
1 HUN HUN
2 CAS CA
3 OX OX
4 SAN CAN
5 HO HO
6 USAC UAC
7 UAXAC UAXAC
8 BOLAN BOLAN
9 LAHUN LAHUN
214
Esto sirva solo como reseña.
Te voy a decir una cosa. Tras haber sido abandonado por tus
seres más cercanos, negado por tus discípulos, apaleado, fustiga-
do y por demás crucificado, una de las más crueles muertes que
se pueden infligir; ¿tú estarías viendo angelitos por algún lado? La
parte humana de Jesús era tan terrenal como la tuya. Lo grande
de él es que no dijo: “Me equivoqué, Dios no existe”; sino que
estaba afirmando: “No te veo, no te siento, pero sé que estás ahí,
¿por qué me abandonas?” Una Fe ciega en el Padre-Madre. Algo
que lo hace grande de verdad.
215
Nâga, nos está hablando desde la absoluta confianza en Dios, es
decir, el Amor.
216
AGRADECIMIENTOS
217
Sanamedic de Alcorcón, Ana Muñoz de Granada, a Cándido Me-
dina, Enrique Vicioso, Ángela Moreno, Enrique Ribes y Eugenia
Sánchez de la comunidad del Orillar de Hervás, Carmen Ruiz de
Toledo, Iñaki López de Castro de Bilbao, Marina Caballero del
Centro Aguamarina, librería Jardín de luz de Madrid, Eco-centro
de Madrid, librería Bohindra de Madrid, Librería 7 llamas de Al-
calá de Henares, Grupo El Silencio de Tarifa, Belén Montes de
Sevilla, Piedad del Pino del centro Prima-Mater de Salamanca,
ayuntamiento de Robledo de Chavela, Concha Ortiz de Cuenca,
Pilar Almagro de Málaga, Yolanda Bravo del Centro Ámate de
Madrid, Juan Jordán de Barcelona, Sala Elsa de Barcelona, a Flor
Lozada de Sintonía de Luz de Argentina, a la Gran Hermandad
Blanca, Begoña Beneito (Luhema) del programa “El mundo de
las trece lunas” de Radio Alcoy Cadena Ser, Centro Shiva-luna de
Leganés, Joan “Arel” y a todo el equipo de La Caja de Pandora
(www.lacajadepandora.eu)
A Cinta Barrobés de la distribuidora Alfaomega de Madrid,
por confiar en mis libros en edición papel a pesar de encontrar-
se, en formato Pdf, de manera gratuita a disposición de todo el
mundo.
A ti, lector/a que aguardas el instante de recordar por comple-
to quien eres y porque sois vosotr@s y no los escritores, quienes
dais sentido a la vida de un libro. Gracias a todos.
Y por último, a toda aquella persona que por algún motivo
u otro considere que debiera estar en ésta lista. Discúlpame por
favor el despiste.
218
PELICULAS Y LIBROS
Películas y documentales
219
“2012. el mundo no se acaba, se transforma” (Documental). Un
mensaje de confianza absoluta ante tan renombrada fecha.
“El planeta libre” (La Belle Verte) con guión de Coline Serreau.
Una forma alternativa de ver nuestro mundo y para darte
cuenta de las incongruencias de una vida materialista.
“Kymatica” Un documental que se adentra en la responsabilidad
personal de cada uno de nosotros.
“Revolver” con guión de Guy Ritchie. Para echarle un vistazo a
los entresijos del Ego.
“Juan Salvador Gaviota” (Jonathan Livingston Seagull), con guión de
Hall Bartlett basado en la obra de Richard Bach. Para recor-
dar quienes somos y compartirlo con los demás. Para disfru-
tar también de una maravillosa conjunción de imágenes con
música de Neil Daimon..
“No te mueras sin decirme adonde vas”. De Eliseo Subiela. Para
comprender que hay vida después de esta vida, aunque per-
manezcamos en el juego.
“El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela: Para escuchar y
prestar atención a los recovecos oscuros del Ser.
“Pequeños Milagros” de Eliseo Subiela, para descubrir el efecto
de la certeza en los pequeños acontecimientos diarios.
“No mires abajo” de Eliseo Subiela. Para descubrir el poder sa-
grado de la sexualidad.
“El libro mágico” (Neverwas) con guión de Joshua Michel Stern,
para propiciar el reencuentro con el niño interior. Es el único
que puede salvar al reino.
“El club del emperador” (The emperor´s club) con guión de Neil
Tolkin y Ethan Canin. Para comprender los autoengaños y
la falta de integridad sustentada en un ego temeroso de no
ser reconocido.
“Como Dios” (Bruce Almighty) con guión de Steve Koren, Mark
O´Keefe y Steve Oedekerk para descubrir de manera diverti-
da quien es el que sabe a la perfección, lo mejor para cada uno.
220
Conferencias de David Wilcock, Nassim Haramein, Gregg Bra-
den, Drunvalo Melquisedek y otros tantos que encontrarás
fácilmente en Internet.
Documentales de la Fundación Sol-iris de Marisol González Ster-
ling para darle rienda suelta a tu pineal.
Libros
Todos los de Gregg Braden. Un escritor-conferenciante cons-
ciente de la realidad que nos rodea sabiéndose explicar con
la misma comodidad desde una faceta científica como desde
una espiritual.
“El Campo Fuente” de David Wilcock. Una forma bastante do-
cumentada tanto histórica como científicamente del univer-
so que nos rodea.
“La vida como un juego” de Alan Watts. Para tomarse la vida
como un juego de niños.
“La sabiduría de la inseguridad” de Alan Watts. Para vivir el pre-
sente continuo.
“Salir de la trampa” de Alan Watts. Para salir de la prisión del ego.
“La realidad que creamos” de Alberto Villoldo. Para comprender
los modos de manifestación de tus temores y anhelos.
“El poder del amor” de Susan Carroll. Para adentrarte en las lí-
neas del tiempo de ti mismo.
“Pintará los soles de mi camino” de Cristina Romero. Para entrar
en contacto con el niño o la niña interior.
Apéndices:
221
Nota aclaratoria: Si has llegado hasta aquí, eso que te llevas.
El texto inicial en hebreo se traduce por: “En el nombre del
Cristo vengo a vosotros”.
Contacto.
fran@eraestelar2012.com
obifrankenobi@wanadoo.es (prioritario por capacidad).
Por medio de su web:
www.eraestelar2012.com
www.facebook.com/lospeluchesdedios
222