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OPINIÓN

Y la democracia sindical, ¿cuándo?


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Francisco Bravo
06 de octubre de 2024 00:03

El pasado 12 de septiembre se realizaron asambleas para elegir comités


delegacionales en la sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE), a la que pertenecemos maestras y maestros de educación inicial,
prescolar, primaria y educación especial. Tal actividad tuvo lugar después de 26 años,
tiempo en que el charrismo apostó a la desaparición de todas las estructuras
sindicales y al olvido de aquellas grandes movilizaciones de la primavera magisterial
de 1989.

La cosa no es menor si consideramos que la mayoría de los más de 40 mil mentores


y mentoras de nuestra sección no habían vivido un acto sindical de esa naturaleza,
en razón que desde 1998 todas las “dirigencias” estatutarias de la novena han sido
impuestas desde las cúpulas del charrismo mediante fraudes, cobijados siempre por
los gobiernos en turno.
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A esas imposiciones, el movimiento democrático magisterial de la CNTE ha


respondido con la elección de comités ejecutivos democráticos, con la participación
de cientos de representantes de escuela; es decir, no hemos tenido el reconocimiento
legal, pero sí el reconocimiento legítimo. La labor no ha sido fácil si tomamos en
cuenta que no hemos contado con “comisionados” (gente que se dedica sólo a
actividades político-sindicales) y tampoco hemos tenido recursos económicos, pues
todos los millones generados por las cuotas sindicales que arbitrariamente nos quitan
quincena a quincena se los entregan a la élite charril del SNTE.

En ese contexto, las referidas asambleas delegacionales en ningún sentido fueron


muestra de democracia, como quiere hacerlo ver el charrismo, sino una sucia y
alevosa maniobra, considerando que la convocatoria fue dada a conocer de manera
soterrada apenas tres días antes del proceso, con el objetivo de no dar tiempo para
que las profesoras y profesores se organizaran y formaran su planilla.

En cambio ellos, como juez y parte, integraron sus planillas con semanas de
anticipación mediante el clientelismo y la colaboración de una parte de la estructura
oficial compuesta principalmente por directivos, quienes en esa calidad ejercieron
coacción hacia el personal de sus centros de trabajo. La otra parte de la maniobra fue
no convocar a asambleas en las zonas escolares donde la CNTE tiene clara
presencia, es decir, fue un acto de exclusión.

Ya en el desarrollo de las asambleas, hubo actos encomiables de cientos de


maestros y maestras, quienes a pesar de la conducción amañada del charrismo, se
organizaron, pudieron armar su “planilla roja” y ganaron sus comités delegacionales.
Lo inverosímil es que no les entregaron acta de resultados de la elección, cuando es
una obligación, según lo marcan sus propios estatutos, en el artículo 272.

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Estas irregularidades son suficientes para desconocer el proceso y demandar su total


reposición, como también tiene que ser repuesto la elección de un nuevo comité
ejecutivo seccional estatutario, como hemos demandado ante el Tribunal Federal de
Conciliación y Arbitraje, dadas las anomalías y la exclusión de la que fue objeto
nuestra planilla roja en junio de 2023.

Es claro que este nuevo fraude tiene que ver con la próxima renovación del Comité
Ejecutivo Nacional del SNTE, encabezado hoy por el senador Alfonso Cepeda, al
querer “planchar” el camino para que no haya sobresaltos.

Lo sucedido con las asambleas delegacionales es tan sólo una de las muestras de la
antidemocracia que ha imperado en nuestra sección hace ya varias décadas. Contra
ello, hemos resistido con movilización y denuncia política jurídica. Incluso en 2010
ganamos una demanda en tribunales, que no fue respetada. Ayer como ahora,
hemos demostrado la ilegalidad, los fraudes, la trampa del charrismo sindical, y sin
embargo, no pasa nada.

Lo que se anunció como avance importante relacionado con el voto “directo,


personal, libre y secreto”, establecido en 2019 en la Ley del Trabajo en el artículo
371, fracción IX, por sí sola no es suficiente para democratizar a los sindicatos. Más
bien ha sido la vía para legalizar el charrismo, como sucedió con los petroleros o la
mayoría de las renovaciones de los comités seccionales en los estados del país. Es
necesario generar “piso parejo”, desmontar la estructura y las vías con que se
alimenta el charrismo.

En el inicio de un nuevo gobierno, la pregunta que nos hemos hecho a lo largo de


muchos años sigue vigente e intacta: y la democracia sindical, ¿cuándo?

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