Análisis 11,12,13

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Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña

Recinto: Emilio Prud´Homme

Literatura Española II: Siglo de Oro

Prof. Patricio García

Análisis de los capítulos 11, 12 y 13 del Quijote,


titulados: “De lo que le sucedió a don Quijote con unos
cabreros” y “De lo que contó un cabrero a los que
estaban con don Quijote”.

Elaborado por:

Arlenys Rodríguez

2/11/2024

Santiago, República Dominicana

Tarea IV de Literatura Española II: Siglo de Oro


I. Vocabulario, Modismos y Refranes; Referencias Culturales

En los capítulos 11, 12 y 13 de El Quijote, se destacan términos, modismos, refranes y


referencias culturales que reflejan el lenguaje y las costumbres de la época. A
continuación, detallo algunos de estos elementos junto con sus significados y contexto.

Termino/refrán Significado Contexto cultural

Cabrero Persona que cuida cabras Representa la vida rural y


sencilla, idealizada en la
literatura pastoril de la
época.

“Dichosa edad y siglos Refleja la idealización de Hace referencia al


dichosos aquellos a quien una Edad de Oro donde no concepto renacentista de
los antiguos pusieron existían conflictos ni una época dorada ideal.
nombre de dorados” maldad.
Este es un tópico que
La Edad de Oro es una encuentra su modelo en las
época mítica en la que, Metamorfosis de Ovidio y
según los poetas, los en las Geórgicas de
hombres vivían felices. Virgilio, y se vincula con la
literatura pastor.

"A quien buen árbol se Este refrán sugiere que la Don Quijote lo usa para
arrima, buena sombra le compañía adecuada puede expresar su deseo de vivir
cobija” ser beneficiosa. bajo los principios
caballerescos.

"Hermosuras son gracias Hace referencia a la Expresa el pensamiento de


de Dios que no han de libertad de Marcela para libertad femenina, inusual
venderse ni trocarse” decidir sobre su vida y en la literatura de la época.
rechazar el amor no
correspondido de
Grisóstomo.

II. Argumento de Cada Capítulo

Capítulo 11: “De lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros”

Don Quijote y Sancho Panza se encuentran con unos cabreros que los reciben con
amabilidad y comparten su comida humilde. Durante esta reunión, Don Quijote ofrece
un discurso sobre la idealizada "Edad de Oro", una época de paz y armonía que él
considera perdida. En sus palabras: "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los
antiguos pusieron nombre de dorados..." (Cervantes, p. 96), expresa un anhelo profundo
por un tiempo sin conflictos y con igualdad. También compara aquellos tiempos con los
siglos presentes, en los que la inseguridad y la malicia han obligado a instituir la orden
de la caballería andante, a la cual pertenece. Luego les agradece a los cabreros que los
hayan acogido. Le pide además a Sancho que cure la herida de su oreja. Un cabrero, al
ver la herida de don Quijote, prepara un remedio efectivo mezclando hojas de romero
mascadas y sal.

Esta parte está representada por el mundo pastoril de los cabreros. En ese entorno tiene
lugar el discurso que pronuncia don Quijote sobre la Edad de Oro, el citado
anteriormente. Allí alude a la amistad, a la igualdad entre los hombres y al uso de bienes
comunes: “los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.” (p. 96).

Este capítulo me hizo reflexionar sobre la humanidad de Don Quijote y su incansable


deseo de cambiar el mundo a través de su visión idealista. A pesar de sus aparentes
locuras, su deseo de justicia y paz es algo que todavía hoy me conmueve. La mezcla de su
inocencia y sus ilusiones representa algo muy humano: la búsqueda de un mundo mejor,
aun cuando la realidad sea todo lo contrario.

Capítulo 12: “De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote”

En el capítulo 12, uno de los cabreros relata la trágica historia de Grisóstomo, quien
muere de amor al ser rechazado por Marcela, una pastora de inigualable belleza y
espíritu libre. Marcela elige vivir en soledad y rechaza el amor de Grisóstomo,
prefiriendo la libertad sobre las ataduras sentimentales. Al escuchar esta historia, me
sentí cautivada por la fuerza de Marcela, quien desafía las expectativas sociales de su
tiempo. Su frase, "Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos"
(Cervantes, p. 102), es una declaración de independencia que desafía los valores
tradicionales.

Don Quijote le agradece al cabrero la narración del cuento y le aconseja que no se pierda
el entierro de Grisóstomo, que será muy vistoso. El cabrero le dice que no conoce la
mitad de los casos que le han sucedido a los amantes de Marcela, pero que tal vez en el
camino se encuentren con algún pastor que se lo cuente.

Me asombra cómo Cervantes logra presentar a una mujer fuerte y decidida en una época
en la que era raro encontrar personajes femeninos con tal libertad de decisión. Siento
que Marcela es una figura adelantada a su tiempo, que inspira respeto por su capacidad
de elegir su propio destino.

Capítulo 13: Continuación de la Historia de Grisóstomo y Marcela

Durante el entierro de Grisóstomo, Marcela aparece para defender su derecho a no


corresponder el amor de alguien a quien no ama. Su discurso finaliza con una frase que,
en mi opinión, captura la esencia de su personalidad: "Que yo no nací para amar ni para
aborrecer a nadie, sino para vivir libre" (Cervantes, p. 105). Marcela reafirma su
independencia y se niega a ser culpabilizada por las expectativas de los demás. Este
momento me hizo sentir admiración por su valentía y por la manera en que Cervantes la
construye como un símbolo de libertad.

La narración arranca un medias res, es decir, en medio de la historia. Lo primero que se


cuenta es la muerte de Grisóstomo, y luego se profundiza en la historia de su amor no
correspondido por Marcela. Al principio, quien relata es Pedro, un hombre que lleva
provisiones desde el pueblo al campo. Más adelante, en los capítulos 13 y 14, los
acontecimientos relacionados con el entierro de Grisóstomo y lo que sucede después
vuelven a ser narrados por un narrador omnisciente.

En esta primera parte, don Quijote corrige dos veces a Pedro, su narrador, por
pronunciar mal las palabras “eclipse” y “estéril”. Esto resalta nuevamente la diferencia
en el lenguaje de los personajes de la novela. El discurso de Marcela es particularmente
elocuente al expresar su inocencia, ya que justifica detalladamente por qué no estaba
obligada a corresponder a Grisóstomo. Además, defiende su libertad y su decisión de no
casarse. Este personaje destaca por su firmeza y por decidir su destino, a pesar de las
opiniones de los demás: “El que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial
y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien
cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida
ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera”.

En este episodio se muestran las distintas perspectivas de los personajes sobre Marcela
y su comportamiento. Pedro exalta su belleza y honestidad; luego, Ambrosio, amigo de
Grisóstomo, la describe como la cruel culpable de la muerte de su amigo, refiriéndose a
ella como “basilisco”, un animal fabuloso al que se atribuía el poder de matar con la
mirada. También conocemos el punto de vista de Grisóstomo a través de su “Canción
desesperada”, en la que culpa a Marcela por su desilusión y sus celos. Finalmente,
escuchamos la defensa de Marcela en sus propias palabras.

Por otro lado, don Quijote explica los orígenes de la caballería andante, remontándose a
Gran Bretaña en tiempos del rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, quienes
instituyeron la orden de la caballería. También menciona a Lanzarote del Lago y a la
reina Ginebra.

Se considera que la literatura de Chrétien de Troyes (1130-1180) inspiró a las novelas de


caballería, ya que él fue quien relató aventuras de estos personajes legendarios, como en
Lanzarote o el caballero de la carreta (1190). Amadís de Gaula (1508), libro que don
Quijote menciona como el origen de todas las novelas de caballería, es la obra más
emblemática de este género. Su protagonista representa el amor cortés, una forma de
concebir el amor que surgió en el siglo XI, donde los caballeros dedicaban cada una de
sus victorias a sus damas y se encomendaban a ellas en situaciones de peligro.

Este capítulo tiene una riqueza particular en cuanto al manejo de la estructura y la


multiplicidad de voces, que reflejan tanto el juego literario de Cervantes como las
tensiones entre idealismo y realidad. La elección de comenzar in medias res, con la
muerte de Grisóstomo, rompe con una narrativa lineal y crea un ambiente de misterio y
tragedia desde el inicio. Al presentar de inmediato la muerte del personaje y luego
revelar su historia, Cervantes subraya el destino trágico de Grisóstomo y prepara al
lector para un debate sobre el amor idealizado, un tema recurrente en la obra.

Un aspecto clave en este capítulo es el uso de múltiples narradores y perspectivas.


Pedro, Ambrosio, Grisóstomo y Marcela nos ofrecen sus versiones de los hechos, dando
al lector la libertad de interpretar y cuestionar cada punto de vista. Esta diversidad
narrativa enriquece la trama y plantea preguntas sobre la objetividad y la justicia en los
juicios que se hacen sobre Marcela. Cada personaje expresa su percepción del amor y del
papel que Marcela juega en la muerte de Grisóstomo, evidenciando el contraste entre la
idealización romántica y la voluntad de la mujer de definir su propio destino.

Marcela, además, sobresale como una figura que desafía las convenciones. Su discurso
es un acto de reivindicación de su libertad y su derecho a no corresponder el amor de
Grisóstomo. En una época en la que las mujeres eran frecuentemente retratadas en
función de los deseos de los hombres, Marcela se presenta como un personaje con voz
propia y autonomía. La escena en la que ella se defiende convierte el amor en un campo
de batalla donde los deseos y las expectativas de la sociedad se enfrentan con las
convicciones personales. Su discurso no solo es una defensa de su inocencia, sino
también una afirmación de su identidad y su rechazo a ser considerada una "cruel
basilisco".

Cervantes, con gran habilidad, juega con el lenguaje para resaltar diferencias de estatus
y de educación, como se ve en la corrección de don Quijote a Pedro por sus errores de
pronunciación. Este detalle no solo sirve para diferenciar a los personajes, sino que
también pone en evidencia la obsesión de don Quijote con la precisión y la idealización
del lenguaje caballeresco. Además, el uso de un narrador omnisciente en momentos
clave le permite a Cervantes ampliar la perspectiva sin comprometer la subjetividad de
los personajes.

Por último, este capítulo también explora los orígenes de la caballería y del amor cortés
a través de los ojos de don Quijote, quien en su idealización de Marcela la sitúa en un
pedestal similar al de las damas de la literatura caballeresca. Este juego de referencias y
homenajes a la literatura medieval, como la alusión a Amadís de Gaula, sugiere una
mezcla de admiración y parodia hacia esos antiguos ideales. Cervantes parece decirnos
que la realidad, con toda su complejidad y contradicciones, no encaja en esos esquemas
idealizados, lo que añade una capa de ironía y profundidad a esta escena de la novela.

III. Aspecto Retórico y Tópicos Literarios

En estos capítulos, Cervantes emplea varias figuras retóricas y tópicos literarios que
enriquecen el texto.

1. Figuras Retóricas:

-Símil: Cuando Don Quijote describe la Edad de Oro, utiliza expresiones como "las
ramas eran la sombra, los ríos los espejos, y los árboles las camas" (p. 96), comparando
la naturaleza con elementos ideales para la vida en paz. Esto crea una imagen idílica de
un mundo natural y perfecto.
-Hipérbole: La muerte de Grisóstomo por amor es una exageración que resalta el dolor
romántico y el sacrificio por una pasión no correspondida. La intensificación de este
dolor exagera la realidad, pero también realza el tema del amor imposible.

2. Tópicos Literarios:
-Edad de Oro: El discurso de Don Quijote sobre la Edad de Oro representa el deseo de
un mundo perfecto. Este tópico refleja la nostalgia de Don Quijote por una época
idealizada que, en su mente, encarna los valores caballerescos y la paz absoluta.

- Amor no correspondido: La historia de Grisóstomo y Marcela es un claro ejemplo del


amor imposible, donde el sufrimiento amoroso lleva al desenlace trágico. Este tópico
recuerda al amor cortés y la tragedia que acompaña a la pasión desmesurada.

-Libertad Femenina: A través de Marcela, Cervantes explora el derecho de una mujer a


decidir sobre su propia vida y afectos, un tema que desafía las normas sociales de la
época y coloca a Marcela como símbolo de la autonomía y libertad personal.

-Donna angelicata: La belleza de Dulcinea, tal como don Quijote la describe,


corresponde a este tópico, según el cual se representaba un prototipo de belleza
femenina muy extendido en el Renacimiento: pelo rubio y largo, piel blanca, mejillas
sonrosadas, ojos grandes y claros.
(...) su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los
imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus
cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus
mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su
pecho, marfil sus manos, su blancura nieve (…) (p. 107)

- Descriptio Puellae: La enumeración de sus atributos también corresponde a este


tópico, que consiste en enumerar, generalmente en orden descendente, las
características de un doncella con rasgos sumamente idealizados.
IV. Procedimientos Narrativos

Cervantes utiliza varios procedimientos narrativos que enriquecen la obra, permitiendo


al lector sumergirse en diferentes perspectivas y estilos.

1. Metaficción: En estos capítulos, Cervantes incorpora relatos dentro del relato


principal. La historia de Grisóstomo y Marcela es contada por los cabreros como si fuera
una leyenda dentro de la trama principal. Este procedimiento le da a la historia un
carácter casi mitológico, que intensifica el sentido de tragedia y de idealización
romántica. Esto me hizo ver cómo Cervantes juega con las capas de la realidad y la
ficción, enredando la historia de tal manera que hace difícil distinguir la verdad de las
invenciones quijotescas.

Este procedimiento se observa en el constante juego de Cervantes con la realidad y la


ficción, especialmente en cómo se cuestiona la veracidad de los hechos narrados. En el
capítulo 12, por ejemplo, los personajes hablan sobre la historia de Marcela y
Grisóstomo, donde se introducen relatos dentro del propio relato, generando una
conciencia narrativa. Cervantes incluye debates sobre la naturaleza de la poesía y las
artes, reflexionando sobre los géneros literarios, lo cual es un guiño a la naturaleza
ficticia del texto mismo. Al poner en tela de juicio las convenciones de los libros de
caballerías y al reflexionar sobre el acto de contar historias, Cervantes invita a los
lectores a pensar en los límites entre realidad y ficción.

2. Multiperspectivismo: La historia de Marcela y Grisóstomo es narrada primero desde


la perspectiva de los cabreros, que cuentan los eventos según los rumores y creencias de
los pastores. Sin embargo, cuando Marcela aparece y expresa su punto de vista, ofrece
su verdad y rechaza los prejuicios de quienes la acusan de haber "causado" la muerte de
Grisóstomo. Esta confrontación de perspectivas me hizo cuestionar cómo los prejuicios
afectan nuestras percepciones y nos recordó la importancia de escuchar ambas caras de
una historia. Al integrar múltiples voces y perspectivas, Cervantes logra que la obra sea
rica en interpretaciones y presente un enfoque crítico sobre las normas sociales y las
relaciones de género.
V. Comentario General Valorativo

Al adentrarme en los capítulos de El Quijote que narran la visión de Don Quijote sobre
la Edad de Oro y el discurso de Marcela, sentí que Cervantes me llevaba a un viaje
íntimo y trascendental, uno que atravesaba mis emociones y despertaba reflexiones
profundas sobre ideales que, sin importar la época, parecen nunca perder su relevancia.
La mirada nostálgica de Don Quijote hacia una Edad de Oro me resultó especialmente
conmovedora. Esa era idealizada —una especie de paraíso terrenal en la que los
humanos convivían en armonía, sin codicia ni maldad, y donde la naturaleza misma
parecía bendecir la bondad innata de las personas— me hizo pensar en cómo, incluso
hoy, mantenemos esa misma nostalgia por algo puro y perfecto que no hemos conocido,
pero que imaginamos en algún lugar del pasado o en nuestros sueños más idealistas.
Mientras leía, sentí un eco de añoranza, como si en esa visión utópica se reflejara un
anhelo compartido, casi universal, de vivir en un mundo donde los valores más nobles
no fueran excepción, sino la norma. Es como si él autor estuviera hablando al oído de
todos, invitándonos a recordar ese ideal de bondad perdida, ese algo esencial que
siempre buscamos y que parece escapar con cada paso de la humanidad hacia un
progreso incierto.

Y esa nostalgia, teñida de cierta melancolía, no se queda solo en una mirada romántica
al pasado; es también una crítica punzante a la realidad de la época de Cervantes y, por
extensión, a nuestra propia sociedad. Al leer las palabras de Don Quijote, sentí una
especie de despertar a la forma en que nos hemos alejado de ese ideal, atrapados en una
vida marcada por la ambición y la competencia, en la que lo esencial se ha desdibujado
en favor de lo material. Me impactó profundamente esa habilidad de Cervantes para
proyectar una aspiración tan pura a través de un personaje como Don Quijote, que, pese
a ser visto como un loco, tiene una visión clara y honesta sobre el tipo de mundo que
querría ver. Me hizo sentir que hay una nobleza en mantener nuestros ideales, aun
cuando la sociedad los desestima. Leer sobre esa Edad de Oro despertó en mí una
mezcla de nostalgia y esperanza, pero también de impotencia, como si estuviera
observando una verdad tan evidente y, al mismo tiempo, inalcanzable en nuestro propio
tiempo.
En contraste, el personaje de Marcela me atrapó de una manera diferente,
provocándome una admiración y empatía profundas. Marcela es tan fascinante y
compleja que, desde el momento en que empieza a hablar, su voz resuena con una
fuerza casi revolucionaria. Su decisión de rechazar el papel de objeto de deseo, de
negarse a complacer a los hombres solo porque la sociedad lo dicta, me pareció de una
valentía abrumadora, especialmente en el contexto de la época en que fue escrita. Me
maravilla la habilidad de Cervantes para crear una mujer que, sin miedo ni disculpas,
defiende su derecho a ser libre y a vivir de acuerdo con su voluntad, en un mundo que
esperaba lo contrario de ella. Mientras leía su discurso, no podía evitar sentir una
conexión profunda con su deseo de autenticidad, su negativa a ceder ante las
expectativas impuestas. Sentí que Marcela representaba no solo una rebeldía admirable,
sino también una dignidad inquebrantable; ella no se limita a desafiar las normas, sino
que lo hace con la convicción de quien sabe que su libertad y su felicidad son más
importantes que cualquier expectativa externa.

Lo que más me conmovió de Marcela fue su firmeza para expresar que no debía
justificar sus elecciones de vida, que el amor y la admiración de los hombres no le
imponen ninguna obligación. Su derecho a ser libre, a vivir en la naturaleza y a no
dejarse encadenar, me hizo pensar en cuán modernas son sus palabras, en cómo, siglos
después, aún estamos luchando por la autonomía y el derecho de ser fieles a nosotros
mismos sin temor al juicio ajeno. En Marcela vi a una mujer adelantada a su época,
alguien que encarna una autenticidad que todavía hoy sigue siendo difícil de alcanzar.
Sentí que su fuerza me inspiraba a mirar mis propias decisiones, a preguntarme si
realmente estoy siendo fiel a mis valores o si, de alguna forma, también estoy
permitiendo que el juicio de otros defina mis elecciones.

Al final, leer sobre Don Quijote y Marcela, estos dos personajes que en apariencia son
tan diferentes y distantes, me dejó con una sensación de profunda reflexión y
admiración. Cervantes, con su extraordinario talento para darle vida a estos personajes
tan humanos y auténticos, parece recordarnos que, sin importar el tiempo, los
verdaderos ideales —la justicia, la libertad, la autenticidad— siguen siendo tan
necesarios como esquivos. La locura de Don Quijote, su obstinación por perseguir un
ideal de bondad y de nobleza, me hizo cuestionarme si realmente estamos tan cuerdos
como creemos, si nuestra "cordura" no es, de hecho, una resignación que nos hace
olvidar nuestros propios sueños. Por otro lado, Marcela me recordó la importancia de la
autonomía y de vivir sin que las expectativas de otros sean cadenas invisibles que
condicionen nuestra felicidad.

Al terminar estos capítulos, me quedé con una mezcla de sentimientos intensos: una
especie de reverencia hacia esos ideales de justicia y bondad, pero también una nostalgia
profunda por ese mundo que no fue. Don Quijote y Marcela, en su búsqueda de algo
mejor, me dejaron con un deseo de ser un poco más valiente y auténtica, de no temer el
juicio ajeno y de, como ellos, vivir conforme a lo que creo justo y verdadero. Cervantes,
en su genio, nos ofrece a estos personajes para que, siglos después, nos preguntemos si
estamos viviendo fieles a nosotros mismos o simplemente conformándonos.
Bibliografía

- Cervantes, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.


Editorial Cátedra, 2004.

- Diccionario de la Real Academia Española (RAE). Consultado en línea para los


términos y expresiones del español de la época.

- Covarrubias, Sebastián de. Tesoro de la lengua castellana o española. Edición de


Martín de Riquer, 1611 (para el contexto de los términos y modismos).

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