Cartas Gilberto Owen
Cartas Gilberto Owen
Prlogo G. O. ..."Es que lo recuerdo olvidado" (como l mismo dira en una de sus cartas) y lo recuerdo de vidrio, transparente, retorcido, como ese vidrio de nuestros artesanos mexicanos. Su boca era lo ms importante en su rostro y de la herida delgada de su boca brotaban las palabras que caan retricamente como un hilo de miel, formando arabescos, figuras; realmente era Schoquer el vidriero de Orfeo de Cocteau, escribiendo su poesa en el aire impalpable que lo rodeaba. Haba que hacer malabarismos para entender el transmundo de sus poemas y para entrar en esa vehemente agona amorosa en la que viva la vida palpando la muerte. Era sincero y vivido en todos sus momentos, amaba y odiaba en un mismo instante, aunque ms amaba que odiaba a los amigos. Sus manos acompaaban y enmarcaban sus palabras. Las dibujaba y por ellas se escapaba diluido y enroscado siempre; como si quisiera exprimir su cuerpo o sus sentidos hasta la ltima gota de sangre irlandesa que irremediablemente llevaba en sus venas. (Me miraba enternecido y yo, adolescente casi, me hunda en un pozo de dudas y temores.)
TRES Amaba su poesa, amaba al poeta, ms no al hombre y, sin embargo, ms tarde, empec a necesitar sus cartas, las esperaba con ansiedad, acaso con cierta ilusin. Mas no estaba segura de que fuera amor?, amor? "Por siempre jams. La adora G. O. ": fueron sus ltimas palabras en su ltima carta. Se fue y no llegu a su vida. Se fue huyendo de mi desamor? No lo supe: slo s que en su ltima carta se senta culpable, tal vez por haber encontrado otros amores, o por haber perdido la esperanza de esperarme. Clementina Otero
POEMAS*^"
Comienza aqu una palabra vestida de sueo ms msica L levas puados de rboles en el viento de Orfeo E n los ojos menos grandes que el sol pero mucho ms vrgenes M aanas eternas y que llegan hasta Pars y hasta China E se otro ojo azul de prpados de oro en el dedo N o sabras sin el Nigaras a tu espalda de espuma T ampoco el sueo duro en que nada cabra como nada en el huevo I ba el sabio bajo la fbula y volvi la cabeza Nadie sino l mismo recoga las yerbas desdeadas As me lloro vaco y lleno de mi pobreza como de sombra O acabo de inventar la lnea recta T odo el horizonte fracasa despus de sus mil siglos de ensayos E 1 mar no te lo perdonar nunca ni Dionysos R ecuerda aquella postura en que yo fui tu to que ha eternizado O tra fotografa desenfocada por un temblor de tierra en la luna
Creo que abril de mil novecientos y tantos
G I L B E R T O O W E N perteneci al g r u p o de la revista Contemporneos(1928-31)en la q u e public t r a d u c ciones y poesas y p r o s a originales. Naci en El R o s a r i o (Sinaloa), el 4 d e f e b r e r o de I 9 0 5 , s i e t o d e un minero irlands. En la P r e p a r a t o r i a se hizo a m i g o d e J o r g e Cuesta y, p o c o m s tarde, de la m a n o d e Villaurrutia, se di a c o n o c e r c p m o poeta en la revista lises (1926-28). Fue a c t o r del g r u p o teatralUlises, y all conoci a la actriz C l e m e n t i n a O t e r o (1926). Sirvi en el c u e r p o d i p l o m t i c o m e x i c a n o en Estados Unidos, Ecuad o r , Per y C o l o m b i a . S i e n d o vicecnsul en Filadelfia, m u r i all el 9 de m a r z o d e 1952. Sus Obras Completas han sido e d i t a d a s por el F o n d o d e C u l t u r a Econmica (1981). C L E M E N T I N A O T E R O c o m e n z m u y j o v e n su vida de actriz en el g r u p o teatral Ulises. b a j o la direccin de N o v o , Villaurrutia y Celestino Gorostiza. Estren, c o m o principal figura femenina, o b r a s d e Lenorm a n d , Vildrac, L o r d D u n s a n y , C o c t e a u , O'Neill y Xavier Villaurrutia. Prosigui su carrera artstica en el T e a t r o O r i e n t a c i n . En 1945 inici u n a intensa labor pedaggica p a r t i c i p a n d o en la creacin de la Escuela d e Arte T e a t r a l e i m p a r t i e n d o clases en la Escuela de Arte D r a m t i c o del 1NBA. En los a o s cincuenta realiz una a m p l i a labor c o m o directora d e teatro. A c t u a l m e n t e vive retirada en el Distrito Federal.
LA
INHUMANA
Encienda la ventana de ese asfixiado interior impresionista La robar a esa noche que mella sueo a sueo su contorno Aguda pero afuera Sea el brillo rgido ya de un litoral de slo proas afuera Dibujo de palabras de menta que cuelga un fro del medioda' Todos cabalgando sus sombras y ella difana y ella s libre Sin ms que un iris a sus pies de vidrio tatuada de sonrisa Sin Narciso afuera
Usted o mi poesa. Pero no se lo diga a nadie, ni a PA TROCIO.
Gilberto Owen
ESCENA
DE
MELODRAMA
La miro perderse, nacida de mi mano, por un paisaje urbano que mis ojos sacuden para limpiarlo de nubes o de polvo. Es que la recuerdo olvidada. Dura, sale virgen del da, pero ya no del todo blanca. Su hermana, gris, va marcando con una seal imperceptible las casas en que habr, al da siguiente, escenas desgarradoras. Me encantara que vivieran en la casa de enfrente. Acaso tienen secretos. Mi sombra encuentra fcil saltar por el balcn, silenciosa. El cdigo no es muy severo en este punto. El primer electricista lo saba? Se hubiera ahorrado tantas escenas de celos el Olimpo. Una lluvia de oro es demasiado rastacuera, se llama el sistema capitalista y todos lo saben. Los cisnes hacen demasiado fuido golpeando el agua retrica. Los toros se prestan a alusiones demasiado fciles. Pero una sombra...Ms sabia su esposa, que se daba vestida de nube. Como no quedan huellas, casi no es pecado. Y mis palabras tienden del mo a su balcn un puente. Tan frgil, que slo se aventuran por l pensamientos sonredos como nios. Por l llega hasta mi cuarto su hermana, que no existe. Se recarga, gris, en el muro. Inmensa y gris. Y
mm^ma^a^^ cantamos la misma voz. Cantamos alargando desesperadamente, como sombra en el muro, las palabras. Porque nos parece que enfrente hay alguien que slo espera el desenlace de nuestra cancin para suicidarse. Y queremos salvarle la vida, pues porqu lo hace, si una sombra no deja, casi, huellas? 27 de abril,. 1928
cartas
(sin fecha) Dionisiosea esta hora mi novia y mteme la voz. Al sur del sueo tiento unas palabras que yo saba pronunciar sin ruido. Se me quedaron sin empleo de no amar a nadie. En mi pueblo es la seorita ms linda la que se queda soltera. Son cinco. Pero el meique es tan leve que casi nada significa, o, al contrario, significa tanto casi como la palabra nada. Amar no es nada. Lo que importa es saber que se ama. Bueno y la parbola? Es una seda el hilo del discurso. Qu frase lo puede, sin nada todas despus de todo? Me dejo ir mejor mi voz a su alma. No la bese usted tanto, se va a morir. Es la tragedia del gato, con los pies de trapo, y los ojos al revs. Era un gato, como todos, introspectivo. Como ven de noche, vea en su alma. Se llamaba Narciso Negro, y saba mis palabras y uno de mis sueos. El llamado lnea. Muri de lnea, el da que quem Desvelo.2 Todo es ahora un problema, su recuerdo me espina, estoy enamorado. Yo no lo entend hasta que perd la lnea, aquel da de usted enferma. Cmo ser usted con las palabras que no me dej nunca decirle, y que van a estar rondndola sin descanso, y usted sin abrirles, y mi amor con ellas, y usted sin abrirle al suyo, y todo lo que pasa cuando los temblores de cielo desenfocan el sueo? Un beso de Gilberto.
Mxico, Abril ?
Q u i e r e c o n t a r m e un p o c o de su vida, h a b l a r m e ms directamente de usted en sus cartas? Prefiere un c u e s t i o n a r i o ? D g a m e t o d o un da suyo, quiere? Quisiera enviarle sus lecturas, pero prefiero tenerlas. E s c r b a m e un s u e o s u y o . Ya v que no puedo ms, por mi parte, hacerlo. No podr? La otra noche quise escribirle a Celestino. No se me ocurra nada. No pude casi hacerlo. Me ama? Le besa la mano, G.O.
Clementina: La odio y no me importa que a usted no le importe. Mi odio es gratuito y absoluto; y es de cien das por cada segundo de anoche. Y no me importa que me crea usted loco, y que esto sea ridculo y que haga esfuerzos por rerse leyndolo. Y no necesito ya nada de usted que ser usted el objeto, la cosa, el blanco negro de mi odio. Y este odio me salva y me llena y me basta y slo sera mayor mi alegra si la supiera a usted ms miserable que yo mismo. Gilberto
i Dionisia o Denise. N o m b r e del p e r s o n a j e f e m e n i n o , r e p r e s e n t a d o p o r C l e m e n t i n a O t e r o , en la obra El peregrino, d e Charles Vildrac, en la q u e O w e n tena el papel d e to d e la p r o t a g o n i s t a . La f o t o g r a f a de la pgina 6 c o r r e s p o n d e a una escena d e esa o b r a .
2
Mxico, Junio 10 Ya s (y lo sospechaba de antemano) que el tratar de conocerla me separ de usted inefablemente. Cada movimiento mo para explicrmela, me aleja ms y ms de usted porque yo trato de ganar hacia adentro en profundidad lo que siento imposible abarcar en extensin. Y me alejo de usted al adentrarme en su vida, porque usted est slo en su superficie, por ms que diga (o mejor, que no diga) y me mira, sin mover un dedo para detenerme, creer en fin en usted sin fondo. Una vez hablamos de intentar yo conocerla, no teniendo llave de amor suyo, por el ojo de cerradura de amor mo noms. Y esto que era innoble, yo lo acept creyendo que usted lo toleraba. Y cuando despus estaba espiando, usted de otro lado cogi un largo alfiler para pincharme un ojo. Me refiero as, a que todas las veces que he tratado de abordarla anuncindoselo, usted se ha defendido contra mi ternura maosamente. Tuve as que preferir entrar por la ventana, y como soy poco gil, me he cado y seguir cayendo en usted no s cuanto. A veces me sorprendo mirndola enternecido; luego vuelve usted el rostro y me mira as, y como ya
s bien que es eso precisamente lo que la molesta, me improviso un gesto impertinente y le digo una tontera odiosa, que usted ve en mi boca y en mi rostro naturales y por eso no la molestan. Porque es eso, el pensar que la delicadeza, la ternura, la nobleza son en m postizas, lo que las hace ofensivas para usted, y es tambin el haberme pensado siempre una gente desagradable lo que hace que mis a ristas las vea naturales y no la irriten ya, disculpndolas casi. Lo terrible es que ni usted ni yo podremos encontrar nunca, los gusanos llenos de manzana, usted por desconfiada, yo por amargado. Alguna vez me he puesto a pensar angustiado, en lo espantoso, en lo monstruoso que sera un noviazgo entre nosotros. Cruzo los brazos y la toco excesivamente dura y en punta, y yo tan blando que la vergenza me golpea en lo nico firme, mi amor a usted; cierro los ojos y la veo de luz de acero para cortar mi sombra, y me tapo los odos para la cruel risa de su silencio clavada, en cada una de mis palabras que nacen como del suelo, y en mi boca su dulzura para los otros me amarga sangre de mi lengua mordida, Dionisia, y me dan ganas de odiarla, y solo consigo odiarme en blandura y penumbra e insabor. Y es unir todo esto lo que me parece monstruoso y horrible, y sentirlo as, me hace empearme en decirle a usted mis palabras ms agrias, y ser sin verdad rasposo y en filo para su mano y alejarme de usted infinitamente. Y slo me consuela no deberle nunca ninguna felicidad. Me parece que si no acabo voy a llorar muy cursi.
Mxico, junio 11 Clementina: Porqu lo hace usted? Cree deveras que haya necesidad de herir continuamente a las personas que nos aman? Me parece usted dura. Siempre me lo ha parecido. Y la arista que ms me rasga, el ngulo suyo que se me clava ms adentro, es sospechar que otras gentes la crean a usted blanda y suave. Puede haber personas que sean ms fuertes que usted, por no amarla, Xavier por ejemplo, a las que su dureza no pueda vulnerar. Pero ser de veras fuego para ablandarme el amor, como repiten los tontos, y yo estoy sin cscara y sin nada ms que mi sangre para que me hunda usted la mano o la sonrisa. Me parece usted dura, y no la odio y me odio por ello. Sus heridas me duelen en mi carne, y, en mi torpeza de no haber sabido evitarlas, mucho ms. Sus heridas me las siento dadas por m a m y me desesperan como un vicio infame que no hubiera tenido voluntad de matarme. Me parece usted falsa. Traicionando cada instante la imagen, la teora que el instante anterior haba yo construido de usted, obligndome a pensarla de nuevo enteramente, desde el
primer principio, para borrarme la frase antes aun de haber acabado de escribirla en mi pizarra de sueo. Y entonces no la odio por inconstante, y me odio por mi poca agilidad en seguirla, distinta a cada pulsacin, y en adivinarla, y en conocerla en fin. Me acuerdo que en Montaigne el conocimiento era imposible al hombre, y tratar de tomarlo era coger puados de agua. Tratar de saberla a usted me es coger, o menos an, puados de aire. Ahora estoy muy amargo entre mis cosas, que no la conocen sino de verla en mis ojos, azul en el derecho y negro en el otro. Y slo de parpadear ya la vern en ellos distinta, infinitamente. Ahora voy a cerrar los ojos para imaginarla, y usted tiene el rostro de ese cuadro o es usted enteramente como ese libro, o me parece otra vez la sombra ma en el muro. Y yo enloquecera, no de que usted no me ame, sino de no amarla a usted, precisamente, porque no s cual es usted y tengo miedo de amarme en mi teora de usted, a cada momento ms falsa. En usted obscura. O no, sino obscureced ora. Y yo, que estaba dicindole hace un momento a Dios, agradecido, que no mereca la fortuna de amarla como la amo, me hallo de pronto sin nada, sin saber lo que amo, sin saber si amo, con las manos vacas de haber querido apretar puados de aire. Y yo me odio profundamente. Gilberto
Mxico, junio 12
Clementina: Adems, fsicamente no es usted el tipo de mujer de la que yo deseaba enamorarme. Me parece usted hermosa, y ahora tengo que empearme naturalmente en encontrarle nuevos atractivos cada da. (En honor a su realidad, dir que es tarea fcil.) Pero no, no es usted como yo me la hubiera imaginado la hora anterior a nuestro encuentro. Luego hubo un momento en que usted me habra atrado por su apariencia de salud saludable, yo tan enfermo; pero cuando he descubierto que usted lo est tanto como yo, y a pesar de ello he seguido enamorado, he tenido que ponerme a buscar por otro lado. Mi tipo de mujer sigue siendo otro, acaso el opuesto a usted. Y me maravilla no odiarla, y no habrseme ocurrido ni ahora, reprocharle el ser como es. S me siento un poco defraudado por ello, y s me irrita haber tenido que borrar la imagen imaginada para llenarla con la imagen de usted y gustar su manera de belleza. Ya ve que, aun aqu, yo soy el dbil y el derrotado. Gilberto
Mxico, junio 16 de 1928 Clementina: Me encantara que fuera usted ms tonta que yo, o, mejor, (sin hipocresa) menos inteligente que yo. No por llevarle alguna ventaja en ello, pues mi ventaja prefiero que sea el amor, que slo aparentemente es desventaja. Era rabia contra la mala suerte suya de estar fra lo que me arrastr a las tonteras de anoche. Me molestaba, me dola en usted que usted, ms dbil que yo, me hiriera volviendo contra m el escudo de modestia que haba yo alzado al decirle aquella vez que no tomara en cuenta mis cartas. Era slo modestia, y usted fue mala porque comprendindolo, me quiso hacer sentir que no era la modestia lo que me hace verme tan abajo, sino el hecho de que en realidad estoy yo tan abajo que mis cartas la dejan vaca de comentarios. Es usted agresiva y es su desventaja. Es usted cruel y es su desventaja. Es usted helada y razonable. Yo estoy negro y puedo parecerle, amargado, el poeta Gilberto; pero entonces hay que admitir que tambin para el poeta Gilberto era espejo Elvira, y de aumento Y que usted es demasiado Elvira.
Es peor lo suyo infinitamente; puede ser que yo mire negro lo blanco, que sienta malo lo bueno; es un defecto de perspectiva y mis sentidos son los culpables. Pero usted ve blanco lo blanco, y bueno lo bueno, y sin embargo se pone luego a ennegrecerlo, y no se engaa pero no se queda satisfecha hasta ennegrecerlo, hasta falsear lo bueno y hacerlo negro y malo. Y eso slo para darse el pobre gusto de demostrarme que es ms inteligente que yo. Adems de que eso no tiene ningn valor (yo enamorado y usted inhumanamente, casi divinamente helada, no es extrao), a m me encanta mi lucidez irrazonable, gusto mejor mi instinto que su razn, me llena ms de Dios mi locura que a usted su cordura. As que no le envidio esa supuesta ventaja, y no por vanidad ni por deseo de ella (ni siquiera porque me ame usted, ya que no lo deseo) me encantara que fuera usted menos inteligente, o que al menos no lo ostentara tan ofensivamente. Suyo Gilberto
Mxico, junio 23
Clementina: He ensayado intilmente formular precisas las preguntas que me muerden sobre lo que me interesa mas que mi vida ma, mi vida suya, Dionisia. Slo acierto a dar forma a las que se refieren a mis cosas en relacin a usted; las otras estn en un desorden que me desespera y me ahoga. Nadando en l quiero intentarlo otra vez: 1 Me dijeron que usted se disculpaba la otra tarde, diciendo que como nunca en la vida ha hablado como tiene que hablarme en la comedia que estamos ensayando, no saba sentir en su boca esas palabras de ternura, a) esto lo cree usted natural, naturaleza en su corazn, seco? b) o es precisamente el no tener seco el corazn que la hace temer el amor muy doloroso? c) o es, en fin, no haber encontrado a quien amar, o pensar que la persona a quien empiece usted a amar no sea digna de usted? 2 Como no es ni fsica ni espiritualmente posible una tal ausencia de vida ertica, tengo que preguntarle temblando si no es que ama usted a alguien ya, o si es haber amado
con una pasin reprimida, que no se ha confesado usted ni a s misma, lo que le da esa apariencia de frialdad. 3 Qu opinin sentimental tiene de m?, y 4 Porqu no me ama usted? Me parece que la adora y le anticipa su gratitud, siempre Gilberto Clementina: No me sospechaba esta riqueza de amarla como la amo, Dionisia, y me ha amanecido una felicidad desolada, sin nadie ms que mi alma hacindose ms y ms grande, inmensa de avaricia, para amarla con mi ms doloroso desinters, en amor puro, gratuito, poesa pura y vida pura no ms. Me sorprende una voluntad ntegra de todos mis momentos llenos de usted ausente, ms ausente an cuando slo su presencia material est junto a m para decirme con un gesto, con una palabra, con un silencio tambin, que nunca estar yo en su vida, que usted no va a querer nunca vivir un instante en la ma. Antes me irritaba este alejarse usted de mi sueo que, todava un poco enamorado de mi vanidad, me dola herida que usted me hiciese de mala f, con maldad inocente de mujer naturalmente dura. Pero desde anoche que no la vi sufrir y la adivin sufriendo, y me di cuenta de que su dolor estaba dolindome en carne de mi alma, ya no sufra de verla que se me iba de mi vida, y s, mucho, agarrado a su estela con toda mi voluntad, el arrecife que la hera y no me maMxico, junio 28
taba, injusto. No me perdono las palabras vacas que he escrito antes. No me perdono las preguntas tontas que mi carta ltima le haca. Me parece justo que no las haya contestado usted, me parece natural que, vacas todas, la hayan dejado siempre vaca usted de comentarios. Yo no he hecho nada para merecer una palabra suya, y como amarla no es ningn mrito, y es ya una dicha en s, e inmerecida, ya no me hiere, Rome 3 , su indiferencia. Antes me importaba, y ahora no, ms que amarla, la elegancia de sufrir amndola, la amaba yo en el sufrimiento que me causaba. Ahora puedo amarla ya en su dolor suyo, y esta nobleza que ya no me sospechaba me hace una felicidad seria, austera, como va a ser para siempre mi vida. Tendr un sueo de usted nunca ma, pero tan amado por m, y mi sueo ser un paisaje sin nadie y sin rboles, artificial, como hecho todo por m, y en mi paisaje muerto la alegra nica, sin sonrisas, ser poder escribir mi firma. Tengo que decirle, ahora que la amo como nunca, mi ofrecimiento de no seguirla ya, usted fugitiva? Ya s cunto me costar cruzarme de brazos para mirarla rseme, pero todo es poco para agradecerle, Clementina, la gracia infinita que me ha hecho usted slo con ser,con estar, para mi amor, un momento, sobre el cristal de mis ventanas. Tengo por usted quince aos y el mundo es tan joven como yo. Soy, y ya no me avergenza, romntico y tonto para usted, y la amo ms que a mi vida, a la que por usted comprendo amable. Y estoy pidindole a todas mis supersticiones, Dionisia, que la hagan feliz, y que yo me
muera si se paga as su salud, y que pronto se enamore de quien la merezca como no ha sabido su leal Gilberto Ultima carta que la mortificar; el 27 de junio de 1928. P.D. Al da siguiente de la representacin, que por usted deseo lo ms pronto posible, he de irme de Mxico por mucho tiempo, no s todava. Sera excesivo pedirle que me regale algo que all, en el verdadero desierto a que me voy, me ayude a recordarla? Soy suyo G. Owen
La recuerdo constantemente. No me ha olvidado por su parte? Tengo que estarme aqu en Laredo hasta maana. Me voy a Saint Louis en aeroplano. Si no me caigo le escribo de all. En el tren empec a escribirle, pero la jaqueca no me dej acabar. Le mando el principio de la carta. La quiero mucho cuando voy a casarme con usted? nos casamos por poder? Le voy a ser fiel un ao. Al ao me enamorar de la muerte y me pegar un balazo. Estoy desolado de no verla. Saludos a su mam y dgale que se vaya acostumbrando a suegra ma. Voy a ver si puedo comer. La adalina no da resultado. Saludos a Goroceli y a Celesara? y a Lupe y a todos. Muy suyo Gilberto
Celesara/ Goroceli. F o r m a festiva para referirse a Celestino G o r o s t i z a , director del t e a t r o Ulises, y a su esposa Araceli Otero, h e r m a n a de Clementina.
Todava El Infierno, julio 2/1928 Clementina: Dentro de media hora voy a volar a St. L. Anoche me llev el Cnsul a una serenata de mexicanos, y tocaron la pieza nica que le he odo tocar a usted. Luego, en un baile, la tocaron tambin. Es horrible no verla sino en mi memoria despierta. Ya me ama un poquito? No, mejor, cuando me ame, que sea mucho. Ahora comprendo muy bien la frase de la comedia, y la amo hasta la angustia. No me olvide. Saludos a los que me recuerden con cario. La adora Gilberto
En los barcos nunca sucede nada. Tampoco en los hoteles. Menos en los aeroplanos. Sin embargo, a m me sucedi, hermoso, pensar mucho en Dios y en usted. Hasta luego, qu injusto, en mi madre. El aeroplano, que yo crea que me llevara a St. Louis slo hasta aqu haba sido contratado y aqu me dej. En el Sunshine de maana le escribo. La adora Gilberto.
Julio 3 de 1928 Clementina: Me estoy muriendo de calor y de no verla. Este pas es endemoniado. Dentro de tres das estar en New York y le escribir muy largo. Voy a ver a su hermano en cuanto llegue, y si me simpatiza le voy a contar luego luego, para que despus no se llame a engao, que estoy enamorado de usted y que es muy posible (verdad?) que nos casemos. Es necesario que me quiera usted mucho y que me conteste mucho y que me recuerde mucho. Muy suyo Gilberto
(New York), julio 5 de 1928 Acabo de llegar, Clementina querida, y quiero que me sepa suyo, inmensamente y siempre. Estoy lleno de usted, y me pregunto si esta riqueza no va a rseme de las manos, pues no creo haber hecho nada para pagar el amarla tanto. Cuando usted me quiera as (lo esperar un siglo) comprender lo que le agradezco humilde el amarla. No me olvide siquiera. Voy en diciembre a casarme con usted? La adora Gilberto
escrbame, o m e m a t o .
Clementina: Escrbame, me muero de "sin usted". Nadie la ha querido, nadie la querr nunca como yo. Me duele no quererla ms, que no sea posible quererla ms. Ahora se me ha ido el da en un montn de cosas. No pude buscar la calle donde vive su hermano. Maana lo har. No me olvide. La adora y ya quiere volver a Mxico a besarle la mano, suysimo Gilberto Saldeme a su mam y dgale a Araceli que en cuanto me ponga en orden le escribir mucho G. O.
(New York), julio 8 de 1928 Clementina: No podr nunca dejar de quererla, y no quiero intentarlo. Escrbame una palabra apenas que me consuele de no verla, s presente en mi memoria ms que todas estas gentes que no son de mi raza, que apenas me entienden, que, ellas s, no me amarn nunca. Todo Gilberto
(New York), julio 10 de 1928 Clementina: Como de su hermano slo tengo la direccin de la casa en que trabaja, y coinciden nuestras horas de trabajo, no he podido verlo. Le envi su carta por correo, con otra ma en que le explicaba eso y le rogaba decirme dnde puedo encontrarlo. Estoy esperando, pues, que me hable por telfono luego, o que me ponga una tarjeta, para charlar con l y poder decirle, a usted, la impresin que me produzca. No se imagina qu alegra me di hace un momento al recibir sus palabras lindas. Me estoy haciendo fuerte, Clementina, y digno de usted. He aumentado 5 libras de peso. La otra tarde soport sin desmayo un viajecito en la ms grande montaa rusa que usted haya imaginado. Testigo Pancho Agea, que se mare y yo no. Ya empiezo a entender los pedacitos de ingls que hablan estos pobres, estos lamentables neoyorkinos. No dejo de pensar ni un momento en usted. Mis impresiones del viaje, tan desordenadas en este momento, no podra resumrselas en una carta. Estuvo lleno de su recuerdo. Estoy
ordenndolas en dos momentos, un "adis al Valle de Mxico", y una "plegaria en el subway". Se las enviar en cuanto las termine. Maana voy a escribirle una carta muy grande, muy llena de la palabra t y de mi amor a usted, tan firme (New York), julio 22 de 1928 Gilberto Owen Adorada Clementina:
Me resigno a que no se case conmigo todava, me resigno a que no me ame, pero mreme cosa suya, Clementina, dulce de estar entre sus dedos, suave de limarme su dolor, tan spero. Pasajero ese dolor y todos, ya ir una tarde precisamente amarilla a buscarle el corazn, como no supe aquella vez que estaba yo, muy feliz, arrojndoles fuego a los rboles, desde su ventana. Ahora ira, desde los rboles, por su ventana, a usted, con unas palabras muy buenas que se me quedan sin empleo, aqu, porque los rboles son de cemento y el viento no sopla al sur para que se las llevara. Su retrato, aqu enfrente, no me ayuda a recordarla, ms usted en mi memoria despierta para usted en todos los segundos, pero me es como un espejo de mi memoria, parcial y desleal como todos, y amado. Hgame ms azul, y quteme el egosmo, y suavceme ms, para ser ms cosa suya todava. Est usted en su silln, esclava, y yo entre sus manos? Que ste que habla un ingls demasiado correcto, ininteligible, que vive la vida de seis millones de almas apresuradas, no es nada
mo, a lo sumo un "cajero dado por la naturaleza". Me deja besar su mano? Todo Gilberto P.D.- No m<? ha escrito, Denise, y ya me s de memoria sus otras cartas ("cmo hasta la angustia?" "dice usted que me ser fiel un ao, despus me va a olvidar" "Usted quiere enamorarse de la muerte, yo quisiera que se enamorara ella de m" se las repito todas?) Bueno, pero de todos modos, no s en qu, siento y adivino que me recuerda. Hgalo mucho, que siempre ser mucho menos que su (no, su amigo tambin, pero otra cosa?) G. Owen Otra.- Fu ayer Fernando (y ya lo conoc! qu bien!) al Consulado, a arreglar un asunto de la casa en que trabaja, y tuvo que conocerme. Hoy volvi, y como lonchamos juntos, pude certificar lo que de l me haban dicho, y me simpatiza. Qued en venir maana a mi cuarto para salir a dar una vuelta. No s si esconder su retrato, Clementina, que est aqu en mi mesa demasiado visible (en un marco precioso que fu mi primera compra en New York, antes an que los cigarros, la noche de lluvia que llegu). Ya le contar pasado maana cmo sale todo. Me voy ahorita al box. Le dir, si las tengo, mis impresiones. Pasado maana muy temprano me voy a Nigara; regre-
sar el martes y le escribir de all. (Caray, cmo la amo!) (Si se casa conmigo se alivia, pregntele al mdico). Estoy muy nervioso y muy triste. La adoro G. Owen Otra.- Fernando me ense su carta pues qu pues con Ulises? No ha visto a nadie? Lupita me escribi, muy triste de verla a usted enferma, pero nadie me ha dicho nada de Ulises. (De mi novela ni me hable; es falsa, horrible, no deseo verla.5 Tengo el propsito de no volver a escribir ni media palabra de literatura en espaol hasta que no sepa hacerlo en ingls.) G O.
Adorada
Clementina:
Porqu tan amarga su carta? Cmo es su dolor, o el dolor de no tener ningn dolor? Y cmo es que no me quiere dejar entrar a ellos, sola y casi imposible siempre nunca ma? He aprendido que la amo inmensamente, Denise, y que no era, no, no, no y no, lo que yo sospechaba que usted sospechaba, mis nervios no ms sedientos de atormentarme con usted huida. Era mi mejor, y es mi ms puro amor otra vez en el siglo pasado, en todos los siglos, picndose pelcano el corazn para acariciarla con l. Slo que era yo torpe, y slo consegua picarla a usted tambin, toda mi vida de antes ngulos. La ausencia acaso me ennoblece en su recuerdo, y me consuela pensar que usted no dud nunca de mi sinceridad, y me consolara ms saber que no dudara nunca de ella. Porqu no se casa usted conmigo? Yo nunca tendr prisa, y no me importa que no me ame desde ahora. Sera un matrimonio slo para tenerla cerca de m y conquistar poco a poco su cario, que Amor es una casa que yo ten-
dra que hacer ladrillo tras ladrillo. Nos podemos casar sin ir yo a Mxico. Es terrible tener que imitar a Barreda, pero el hambre de verla me hace barata, no sa, la peor vulgaridad. La adoro, Clementina, y no s decirle ms que eso. No encuentre que es poco, y recurdelo escrito con la sangre casi de Gilberto P.D.- Ya sabr que no le escribo a nadie, tan ocupado en entenderme en orden en N.Y. Estuve esperando la llamada de Fernando, que slo me puso una carta corts y fra. Luego he hablado por telfono, y me dicen que est de vacaciones. Mi vida es de soledad sin soledad. Me he hecho algunos amigos gringos. Como a las mujeres les entiendo mejor, pues slo ellas hablan ingls en N.Y., son ms mis amigas que mis amigos. Mientras no estoy a solas con ellas son muy agradables. A solas son repugnantes de facilidad epidrmica. No amar nunca a nadie ms que a Clementina Otero. No visito de hispanoamericanos ms que a Orozco, en una obsesin antisemtica muy divertida que se acerca a la locura y sobrepasa a su Diegofobia, slo porque Ana Brenner le ha hecho dos o tres malas jugadas de buena juda. Me llevo muy bien con Pancho Agea, el amigo de Lupita Medina (saldemela mucho) (si nos casamos le seguir hablando de usted hasta que me ame). Los pobres chicos del Consu-
lado no valen la pena. Ahora vino John Dos Passos del lugar en que veranea, y me ofreci no salir antes de ensearme algunas cosas interesantes. Como habla ingls, nos entendemos muy bien. (Imagnese que tengo que estrmelas viendo con marineros y con negros, que dicen Yas, Yae, Ye, Yoe, etc. en vez de yes durante tres horas diarias.) En N.Y. no hay norteamericanos, yo slo conozco a Dos Passos y a una Helen muy rubia y muy descarada que lo sean. Como no es temporada, casi no hay teatros. He visto una cosa de O'Neill y algunas comedias y revistas sin importancia. La vida es muy dura y muy interesante. A usted la aliviara si se viniera casndose conmigo. La adoro, mi apartamento es muy cmodo y solo falta usted en l. Vivo a una cuadra del Consulado y me voy a mudar a Riverside; ya s que esto, todo, no le importa pues quera charlar con usted Gilberto Otra.- Cuando pase esto de la muerte de Carranza, que tan ocupado me tiene, le escribir a Celes, y a Goroz. La adora Beto (es cursi?) LO ES.
Clementina: La adoro sin a pesar de nada. La seora de mi casa me ve todos los das. Desayunamos y comemos juntos. Luego charlamos, de sobremesa, de cosas tontas, slo porque no sabe ni media palabra de espaol. Ya ve que debiera verme. Saberme. Sin embargo hoy, delante de Fernando, me dijo de pronto que mis dientes son muy bonitos. Usted ya sabe que no es cierto. Me defend dbilmente. Cuando yo la deje, esta seora va a quedarse con la memoria de un mexicano que tena unos dientes muy bonitos. Y yo le mandar un retrato sonriendo, con mis dientes feos confesndose, y ella me dir que lo ha roto porque los retratos traicionan. Lo mismo, naturalmente, para el caso contrario. El amor ayuda para evitar traiciones. Siempre somos muy malos retratos de nosotros mismos. Y usted es igual en mi memoria, y en ese retrato de sobre mi mesa, y en el que vi el otro da en casa de Fernando, y en el que tienen que ir dibujando mis ojos sobre su
carta, que-deca envirmelo y slo de aire. "Basta (corregira a Flaubert) con pasar sobre todo una mirada larga, con vrtebra de amor". No simpata, Natanael,6 amor. Mi odio a lo fcil, aqu acentuado, y la amargura de confesarme con usted ms distante cada vez, fugndose sentada de mi sueo, odiando usted mi sueo, sentada en el suyo. La adoro, Clementina, y usted sabe mucho de literatura para saber que ya no hago literatura. Quisiera firmar "si" su Gilberto P.D.- Yo quisiera que Fernando nunca supiera lo que ahora voy a escribirle de l, y al mismo tiempo quisiera que lo supiera. Reconozco que mi deber era decrselo a l, pero acaso no supiera yo hacerlo. De todos modos prefiero que quede entre usted y yo, por ahora, ya lo intentar con mesura. Me parece inteligente, y me parece que su inteligencia est sin uso desde hace mucho tiempo. El origen de todo (no tome usted esto para mi caso) est en la muchacha que se trajo. Es resignada, pero nada ms, y eso, aqu sobre todo, es tontera. Me parece tonta. Muy simptica. Lo hizo vivir en Mxico aqu. El, que como yo trabaja con hispanoamericanos, necesitaba despus del trabajo vivir un poco en N.Y. Resultado, que Fernando no habla ingls (sabe menos segn me confiesa que cuando lleg) no ha ido a la escuela, etc., no sabe nada de N.Y. (Ni de la vida por dentro, que ahora tanto me preocupa,
ni de la meramente exterior, teatros, diversiones en general, etc.) No ha ido sino al cine, desde que est aqu, y dos veces a Coney Island. Sale de su trabajo y va a encerrarse en su cuarto, muy poco confortable, con ella. (Yo s que todo esto le duele, Clementina, pero no me lo callo porque a m me duele tambin.) No lee nada, no se interesa por nada, y todava se atreve a decir que es la mejor poca de su vida. Yo no he querido contradecirlo en nada, por ganarme primero su confianza, su simpata tambin. El otro resultado terrible es que la chica le ha apocado el espritu. El teme de verse sin empleo y sin pan para ella, le ha hecho aceptar y conservar indefinidamente un trabajo sin porvenir ni importancia, cuando si estuviera solo yo s que se atrevera a todo, y es indudable que lo lograra todo, pues ya le digo que me parece inteligente. Ahora se ocupa, y ya se imagina con qu alegra lo he alentado yo, de ahorrar dinero para el regreso de la chica a Mxico; hoy que me lo dijo comprend que ha visto l mismo el estado en que se encuentra. Trata de disculparse a s mismo para no reconocer que slo lo hace por egosmo, y yo le ayudar en esa mentira a s mismo, porque lo veo ya salvado. Es mucho, mucho muy joven y dos aos slo en N.Y. lo harn fortsimo. He tratado de inquietarlo, parece que con xito, en las dos o tres ocasiones que hemos podido charlar largamente. La tendr al tanto de todo, Clementina. Quisiera que l no supiera nunca el fracaso en que me ha parecido encontrarlo, y que sobre todo no supiera que usted lo sabe, pues ya comprende que lo herir mucho. Le
tengo amr de hermano, y mis opiniones no son sino mi temor. Perdneme este mal rato y no se lo diga a nadie ms. 9 de agosto. (Me quiere mandar el retrato?) (New York), agosto 12 de 1928 Gilberto Clementina: No me va a perdonar nunca las palabras duras que le he dicho, las que sigo dicindole? Detrs estoy, con unos labios muy suaves, desnudo. Ya le confi que el silencio me desnuda? Las mscaras que uso las prefiero desagradables, y es el error ms grande de mi carcter. En realidad he credo pensar lo que le he dicho. Nada de lo que he escrito era mentira en el momento slo de escribirle. Despus, mucha ha cambiado por dentro. Un minuto a veces, todava, en su carta de ayer, por ejemplo me pareci usted cruel, nunca miserable. La inhumanidad se la atribua un poco con ndole literaria, por saberla igual a como yo quera mi poesa. Luego me he ido acostumbrando a querarla igual a usted. Por eso he renunciado a ella, escrita. Usted me basta en ese sentido. Yo ya s (y estaba ayer predicndoselo a Fernando) que el amor no es toda la vida ma. Pero s lo mejor de mi vida, lo ms cercano, lo que ms me arrima a mi eternidad. Y slo la eternidad ma, mi yo (qu feo trmino ineludible), slo Gilberto Owen sin ese nombre y sin esta mano, el de por de
N a t h a n a e l . P e r s o n a j e de Los alimentos terrestres d e A n d r Gide. novela q u e en su m o m e n t o , f u e una especie d e breviario espiritual de la generacin d e C o n t e m p o r n e o s .
dentro, me-interesa. Usted no puede llamarme ahora a m al orden, porque esto es lo contrario del narcisismo. Aqu tambin est Dios, me parece, o algo que parece algo y lo es y el arte algo que parece algo y no es y los primeros principios y los ltimos fines. Y usted, me interesa salvarme, es mi sed. Es decir, salvarla a usted, a Dios, al arte. Perdneme estas palabras demasiado usuales, que slo dichas como ahora se las digo tienen para m un sentido. (Perdneme aquellas duras de entonces.) Yo no s decirle con claridad esto, acaso. Me sucede con esto como con su recuerdo, tan vivo y todava creciente, creciente, que no me atrevo a fijarlo por temor a la inexactitud de la imagen cambiando a cada momento. Lo invariable es mi amor por usted. Antes me semienamoraba fcilmente. Tambin de usted estuve enamorado de una manera artificial, fcil, falsa y epidrmica. Ya le dije que hubo un momento en que me atrajo slo su apariencia de salud. Era, crea, lo que me faltaba a m, y sala a buscar slo fuera de m. Despus me descubr muchas faltas. Se lo dije tambin. Es que en realidad lo que me faltaba era usted. As, el amor no ha sido ahora fcil. Ha sido duro, hecho poco a poco (todava no acabado, nunca acabado), creciendo de mi doloroso descubrimiento de mi realidad real desde mi apariencia, para m mismo, antes de hallarla a usted. No le he contado una cosa dramtica ma, muy sincera, que ahora voy a decirle. Y no se la cont porque luego me pareci demasiado teatral, con apariencia de falsedad, como todo lo verdadero de la vida. Uno de aquellos das ho-
rribles (el siguiente del Imperio y sus escenitas) yo no estuve en cama. Estaba enfermo, es cierto y le haba escrito cosas que no me avergenzan, Clementina, porque eran mi verdad de aquella noche. Aquel da, le digo, me fui al campo. Me baj de un automvil no s dnde, donde no haba gente. Anduve no s cuanto sin ver. Cuando despert estaba en un pedregal inmenso, grande, desoladsimo (tengo que emplear palabras vulgares para describirlo, y prefiero no hacerlo minucioso). Eran slo la roca y el cielo. Entonces pens en Prometeo, el de Gide, y su guila. "Tengo que emplear para que ella engorde". El guila era, todava, el amor. Pens hacerlo, trabajosamente, en aquel pedregal. Arranqu una piedra, como hacen los indios de all, y la puse sobre otra, para construir una cerca y otra, y otra. Luego llevara, penosamente, tambin con mis indios, una poca de tierra. Y la regara con cualquier cosa muy cara, y puede ser que usted me amara. Regres a mi casa despedazadas las manos, un poco ms firme el espritu. Ese da empec a amarla, Dionisia. Un da vaya por San Angel, por Tlalpan. Ver esas siembras trabajosas de los indios. Ya deben haber fructificado. Hgame el honor de una cursilera, y comprelas a mi amor. Yo he seguido trabajndolo. Yo seguir toda mi vida. Era mi orgullo el que le deca que mi amor vive independientemente del amor de usted. Era ese orgullo deseo de saberlo slo hijo mo. No. Estoy esperando una poca de lluvia suya. Necesito su amor. No se trata de conquistarlo, no de ganarlo ni de comprarlo con cualquier clase de moneda. Se
trata de (ion de Dios. Se trata de la lluvia. Naturalmente que, sin mi trabajo constante, yo no tendra o no tendr una cerca, y un poco de tierra, para recibirla a usted de Dios. Me parece que es mi hora de la humildad, y es la hora de perdonarme yo mismo hasta mi orgullo y sus palabras malas. La adoro. Dgame si la espero. Todas las cosas buenas, para recibirla, de su Gilberto -Ya saba del temblor. Mi hermano Antonio me cuenta todos los chismes y saba de, en el Pirata, un "Danzn dedicado a la bella y ". La otra tarde fui a una representacin de Cndida por un grupo como el nuestro, de la Universidad de Columbia (En la que ya me inscrib para mi Derecho Internacional.) Slo dieron tres funciones, como nosotros. Lo hacen menos bien y tuvieron mucho xito. De "taquilla" y de*comentarios. Tengo unas ganas brbaras de hablar en espaol de algo que no sean facturas consulares y pasaportes y barcos y etc. Pienso en usted y su recuerdo me tranquiliza. No me aconseje que no lo haga ni que deje de estar triste. Voulez vous jouer avec moi? Quiere usted vivir un poco como yo? La invito a mi vida. Es cmoda, apacible, y dura y agitada. Nunca aburrida. No soy egosta, no ronco y no atropello a las gentes sino a la entrada del subway. (Ha notado por mi insistencia en nombrarlo que es lo que ms me ha movido, removido y conmovido?) Es todo Nueva York. Es lo ms
monstruoso, lo ms duro, lo ms bestial. Gentes que los domingos van sin falta a sus iglesias (catlicas, judas, budistas, todas); gentes que en el Home no son sino ms bien corteses y educadas, se vuelven fieras en las estaciones del subway. Ni la excusa fcil, cuando bailan sobre los pies de uno. Nada. Lea yo las memorias de un Lord muy rico que acaba de morir. Le dedica media pgina a su cacera de elefantes, dos lneas a su matrimonio, una al accidente en que murieron sus padres salvndose l de chiripada. En cambio en diez pginas, en veinte, en todo un captulo de treinta o cincuenta no acaba de contar de una vez que se perdi, al ir en subway del Times Square al Grand Central Station. Es sobrehumano o infrahumano, no he decidido. Pero la adora Gilberto
Crea en los orculos, pero sepa interpretarlos. Est segura de haber entendido el que le habl? Apriete mi recuerdo y levntese y venga. (Le juro que no tengo un momento libre; as, hasta hoy he podido terminar esta carta. Y no le escribo a nadie.) (No le parece un poco duro el retrato? Mndeme el que la hace sonrer, quiere? Prefiero que no lea nunca mi carta de ayer. Ni la que le escrib a Araceli. Olvdese de ella al menos. Mil besos en su mano ma.)
Adorada
Clementina:
(Y a propsito de todos mis minutos, ya me quiere mucho, mucho?) Haba estado sin dejar de esperarla constante, estudiando una bola de latas inevitables. Creo que en esta semana he aprendido taquigrafa; una muy arbitraria, pero prctica y enteramente ma. Es una mezcla de la Pitman, que casi no recordaba, y de la Gregg, que quisiera saber bien. Ya s casi todos los verbos, y estoy usndolos constantemente, forzando la conversacin, para darle el gusto de corregirme a Mrs. Pritchard. Tambin he tenido que aprender contabilidad fiscal. Es una cosa maravillosa. Usted hace muchas, muchas sumas, en un lado de un libro. Ese lado, no s porqu, se llama haber. Luego suma otras cifras distintas enteramente en el otro lado, que se llama debe. Y es una cosa muy emocionante, despus de 5 6 horas de trabajo, ver cmo las sumas son iguales. Como me traen de un departamento al otro, pues esos Seores Cnsules tienen ms inters que yo en que aprenda todo lo del oficio. O-
tros das me toca hacer retratos sintticos. Es muy divertido, lo llaman hacer pasaportes. Consiste en clasificar el color de un individuo, su talla, si es robusto o dbil o etc., el color de los ojos y pelo, la forma de cejas y boca, etc. Luego quieren que aprenda las leyes de este pas para oficiar un poco de defensor de pobres. La otra tarde fue mi debut. Al pobre compatriota le pagaron su indemnizacin de chiripada, pero yo y el Gobierno estamos convencidos de que se debi a mis buenos oficios. Es muy "divertido", como repetira usted. Adems s de Cajero, papelito que hice tres semanas. S certificar facturas y reir con los marineros y reprender a los comerciantes. Luego quedan mis labores extraoficiales. Casi todas las noches voy al teatro, a los conciertos (en Mxico no hemos odo msica, de veras), al cine a veces, a los museos (estos gringos lo tienen todo; ya no daran ganas de ir a Europa. En el Museo, tienen "todo" el Renacimiento, casi todos los primitivos, todo el arte, en fin, y nada suyo, pobres ricos) o a visitar a amigos interesantes. Y usted por donde quiera. Slo duermo 5 y 1/2 6 horas diarias. Me bao en agua helada. Como tres veces al da como un lobo. (No s si la comparacin ser elegante, me parece que no, pero es muy exacta.) No tengo tiempo para el aburrimiento, nunca me ha ganado la pereza. Usted nunca me vi, nunca me ver bostezar. Dice Mrs. Pritchard que voy a morir del corazn, como su marido. No es una metfora, porque me lo dice en gringo. Asegura que si es la misma girl la de los dos retratos, est usted mucho ms linda con el pelo
largo. Todas las tardes vienen a comer con nosotros algunos de sus parientes o de sus amigos. Casi siempre seoras adorablemente nias de 50 aos en adelante. Todos son nios aqu. A veces muchachos malcriados inaguantables. La noche del sbado por ejemplo, fui a una reunin de esas gentes que viven en el barrio sofisticado de N.Y., que escriben libros y peridicos y hacen teatros como el nuestro. Los hombres, sobre todo, son insoportables (ya le he dicho que las mujeres son aqu infinitamente superiores?) Se emborrachan siempre como si fuera la primera vez. Luego procuran demostrarlo, ingenuos, como muchachos de la Preparatoria. Uno se siente un poco apenado de verlos tan "animales", literalmente, o acaso de sentirse tan, tan viejo. Me dicen que hay gentes con las que se puede conversar para otra cosa que para practicar el ingls. Pero que estn veraneando fuera. Mi deseo suena a octubre. Todas estas boteras egostas quieren decirle la falta que me hace, Dionisio, su presencia y su amor. Poco a poco me he ido acostumbrando a soar que me ama, aunque recuerde todos los minutos aquella protesta suya, en el tren, cuando mi hermano le dijo novia ma, y todos los que ah estaban lo hubieran credo, sin su protesta ma, Dionisia. A Salvador7 no le he escrito por darle el gusto de hablar mal de m con algn motivo, y evitarle el trabajo de inventrselo. A Celestino y a Lupita s les escribir, en cuanto pueda robarme un cuarto de hora de esta vida intil sin usted. Quiero a Fernando y slo espero que se quede solo (siempre, siempre, sera inevitable, con mi
asiduididad, un buen o mal cuarto de hora de celos de l o de ella) para tomarlo por mi cuenta exclusivamente. Ahora lo veo dos veces a la semana, cuando puedo o puede, y a veces hasta conversamos. (Por lo general mi monlogo o el suyo nos apartan un poco, demasiado egostas los dos.) Hay tambin, la Religin como refugio, si no quiere el amor, Dionisia. Yo estoy fuerte y vivo y me siento vivir porque la amo. Usted puede, ya que no me ama, repetirse que es pecado estar triste, y leerlo en San Agustn . (Quiere mis libros de Teologa? Puedo decirle a mi hermana, si quiere usted que se los enve.) La adora infinidamente, la espera, la espera Gilberto
(New York), agosto 31 de 1928 Clementina: Y por la noche viv cosas atroces, que ningn Freud exagerara ms que aquel sueo. Era....como en Mxico, y mis ltimas escenas convocaban en mi odio a todos mis amigos de all, tan queridos. Ellos seguan slo inteligentes, y mi amor era otra y otra vez ridculo, y yo mataba al ms querido, al ms inteligente, al ms, ser la palabra? pervertido y ostensiblemente fro. Usted sabe cmo la amo, Clementina, con mi mejor amistad ms pura. Y bastaba un gesto (le he dicho que nunca sueo palabras, sino imgenes?) y el decirme sin palabras que usted era suya y que a l no le importaba, para hacrmelo odioso hasta el otro da. Lo recuerdo an ahora, o con rencor o con remordimiento. Ya s, no se manche los labios, lo que decan de l, de todos los otros. Es como si siguieran sonando las mismas palabras siempre. Yo le digo, Clementina, que ese amigo que amo es, despus de Jorge Cuesta y de usted misma, la persona ms moral que .he conocido. Armazn slida, dura inquebrantable. Son, usted y ellos, los nicos vertebrados que he conoc-
Se refiere a S a l v a d o r N o v o .
do. En el orden de mis preferencias ustedes (perdneme que ahora le est hablando independientemente de mi amor de hombre a mujer, y slo amiga parezca sentirla) y luego, acaso, Celestino. A ste no alcanc a conocerlo bastante, pero hay en l algo que me atraa y me lo haca amable. (Tambin, alguna vez, slo una, hund el dedo y no hall resistencia, y me parece que quera yo llorar.) (Al principio yo mismo era falso, pues si procur acercarme a l, era por lo que l pudiera acercarme a usted.) (Y al principio tambin, muy al principio, lo odiaba un poco, celoso noms, envidioso mejor, yo.) Era, ms que nada, la falta de esqueleto lo que me repeta siempre de S.N.8, de todos los otros, casi. Lo nico que en el mundo me interesa, ya lo ha notado? es el hombre. Y, en el hombre, la arquitectura. Despus de todo no me interesa cmo canten sino secundariamente. Este ltimo que he nombrado canta muy bien y lo admiro y no lo amo. Es lo que me desesperaba en sus primeras cartas, Dionisia, demasiado bien escritas algunas, me pareca. Y me orgullece pensar que ninguna de las mas lo ha estado, en confesin demasiado apresurada todas. No creo haber logrado, y he querido siempre irle diciendo cmo la amaba cada da, ningn da como.el siguiente, siempre vivo mi amor a usted. He sido un espejo mirndome mirarla. En francs lo le: jeme voyais me voir, y escrib entonces un esperpento. Ahora corrijo: "yo me vea verla". Me espiaba espindola. El espa de un espa de usted. Desde su carta, todas las noches, todos los momentos que dejo de pelear, estn llenos de us-
ted. El trabajo, el estudio, como me la borran infinitamente, se me haran odiosos si no me ayudaran a pensar, luego, en que son minutos de usted tambin, hechos para no perderla derrotado. As es el conocimiento de usted mo. La conozco y la comprendo, Clementina. Pero desde muchos puntos de espionaje. Desde dentro de usted cmo? Solo no puedo. El ojo, los mil ojos de la cerradura no bastan. Se necesita ser un poco la lmpara, en el centro. Y las lmparas no alumbran por s solas. El dueo de la casa tiene que darle electricidad o amor. A veces pienso una frase de mi tierra: dgame, adorada, si estoy en el candelero. Si yo fuera optimista, o usted menos sabia en poesa mallarmeana (el arte del rodeo) pensara que en su carta me dice que me ama. Dgamelo. La dormida dormida, se queda atrs. Esta otra, dice usted, despierta. Salo para quien la adora y la besa, Gilberto Owen. New York, agosto 31 de 1928. Pongo la fecha para seguir esta Post-Data: Entre usted y mi asombro neoyorkino gana usted. Son mayores sorpresas las suyas. No la aburro por mi excesiva solemnidad? Si slo la quisiera como amiga, me agradara agradarla. Pero ya ha sentido usted demasiado lo secundario de esto, obligado yo a una desnudez que naturalmente no me favorece. G. Owen. Ms: El otro da me escribi Xavier dicindome que deba escribirle a S.N., algo as como condicin indispensable para la publicacin de ese libro, que de veras no deseo. Fue por esto por lo que le escrib hasta con sello de urgencia, inmediatamente. Claro que en el principio
I me indign, pero luego dej de pensar en lo innoble que era lo que yo haca, para pensar slo en lo divertido del asunto. Me confieso a usted de esta inmoralidad para que me absuelva en honor del buen humor. Suyo, Gilberto. Maana me voy en la maana a Washington, donde estar hasta el martes para asistir a una fiesta a que me invit Castro Leal. La otra noche conoc a un elefante canoro, Fanny Anita, a la que le dieron una cena muy cursi los cnsules. Canta atronadoramente, y con perfeccin cosas espantosas. Tambin a una nia prodigio que ay! no es ya nia y sigue siendo prodigio. Se llama Anglica Morales, toca muy bien, es muy boba, suda (suda!) demasiado. No he visto a Fernando. Le voy a dedicar mi prxima semana ntegra. Como no me gusta estar con las mejicanas de aqu, se indignan en las reuniones de que sea yo tan poco caballero que las prefiera rubias. No saben, pero sospechan, que slo practico el ingls. No me olvide. Ameme mucho, sin descanso. La besa Gilbertoadis.
(New York), septiembre 6 de 1928 Clementina: Ahora sonre usted no ms lo mismo de hermosa y yo sigo azul en el sentido melanclico que los cursis de aqu le dan a esa palabra en sus canciones que ya me suenan folklore mo desastrosamente a los dos meses de no tenerlos a usted ni a Mxico y para consolarme me voy ahora a visitar a un escritor que veranea en un pueblo cercano llamado Amenia y aunque l no habla espaol tiene de escritor el vicio impune? del chisme como veo por la carta en que nos invita a Orozco y a m llena de cosas terribles contra Diego naturalmente molestando de paso a Maroto por el artculo de Contemporneos que le semitraduje y le sedujo sin embargo de sus similitudes con un libro que prepara y que ahora sin confesarlo tendr que corregir en ciertos sentidos insospechables estoy loco de no recibir ninguna carta suya qu le pasa me dice Fernando que queran operarla de la nariz y que l le aconsej algo que a pesar de mi ignorancia en eso me parece fcil y menos peligroso yo me morira si a usted le pasara algo no quiero ni pensar en eso me dej a guardar su lindo re-
x Salvador N o v o .
trato por que vino a ensermelo y nos estuvimos hasta muy noche platicando y ya no poda cargar con ellos a esa hora yo no quisiera que me lo quitara nunca sonriendo siempre usted en mi mesa podra devolverle su pistola qu tonteras se me ocurren de no saber exactamente si usted me ama o es slo que tambin ahora tendr que corregir mi teora de conocerla adis y escrbame y la adora Gilberto No le escribo ms para escribirle a Celestino y saber chismes. Querida Clementina: Me molesta ms que a usted mi indiscrecin de esa horrible tarjeta de Washington? No s cmo me la perdonar usted, y estoy sin embargo seguro de que ya lo ha hecho. Me duele a mi la contrariedad que le haya causado recibirla. Y no tengo ninguna escusa. Ese ltimo da, en Washington, despus de escribirla y echarla al correo, tuve ganas de llorar y me castigu encontrando aburrida la ciudad y estpido mi paseo. Perdneme, siquiera, porque la adoro. Otra indiscrecin: Fernando lleg, de pronto, hasta mi mesa en el Consulado. No pude evitar que viera, tambin all, su retrato. Ha de estar ahora convencido de que somos novios, y me desespera no poder aclarar esta inocente mistificacin. Estoy muy triste de mi torpeza y de soar involuntariamente, Clementina, en usted yndoseme. Es para matarse. Fernando me dej a guardar su pistola. Yo no puedo
amar a nadie ms que a usted. Nunca entender nada de estas gentes con quienes vivo. No van a entenderme nunca, si usted no quiere intentarlo. Mi familia me ama y no me entiende. Usted no me ama. Nadie me entiende. A usted siquiera yo la entiendo, o, lo que vale ms, quiero entenderla. Estoy solo, sin desnudez, pesimista. Beso sus manos Gilberto P.D. de la carta a Dionisia: Mi mejor lectura sigue siendo la Biblia. Hay una parbola en San Mateo (21-28) en que el padre ordena a sus dos hijos: "v a labrar la via", y el primero contest: "no", y va, sin embargo. Y el otro hijo obedeca de palabra la orden del padre, no hacindolo de hecho. No amo a ninguno. Yo sera un tercer hijo que dira "s" e ira, o, acaso, "no", y no ira. Y usted se parece demasiado al primero, en amor a Gilberto Owen (Me acuerdo tambin de San Dionisio, en las vidas de santos que le una vez, llevando en la mano, decapitado, su cabeza para ir a decir un "s" que haba olvidado.)
Se trata d e una t a r j e t a postal, impresa con la tpica pareja de e n a m o r a d o s , q u e . tal ve? en un r a p t o d e h u m o r , envi O w e n a C l e m e n t i n a O t e r o .
(New York), septiembre 11 de 1928 Qu me deca, Clementina cundo pongo ma? en esa carta que yo no supe pedirle? Ayer regres de Nigara. Ninguna carta suya me esperaba aqu, y sent esta ciudad ms el extranjero que nunca. En Nigara pasan su luna de miel todos los Estados Unidos. Pero yo vi una vez dos millones de parejas, en Coney Island, semiahogado un amor dividido en diezmillonsimos, que no poda nadar en la arena de carne. Yo llevaba ese asco para lavarlo en la ms mortal cada del agua ma. Sigo amando al agua como en las palabras mas que deca en la comedia. Pero todava menos que a Rome. El cielo es demasiado inaccesible, la tierra demasiado segura, fiel; usted y el agua no. Cuando cae es una nada mortal, un encaje envenenado. Y los cinco, los cinco sentidos para ella. Se desgarra, se hace polvo, aire. Hay un lugar demasiado romntico que yo amaba. El ro describe el signo del infinito, se cruza de brazos. Una lnea que es una barrera dramtica impide que se unan las aguas al Norte y las que vuelven al Sur. Se suea en usted. La gente es feliz y no tiene prisa. Ya no est uno hostilizado. Pero, sin usted. Y la luna de miel de los Estados Unidos se nos clava en forma de gota. Y luego
hay que regresar, sin usted. Egosta? Pero usted no est sin m! Ay, mi enfermedad de no soarla sonreda! Y como por ahora no soy ya literato, la gota es para adentro, de adentro para adentro. (Qu me deca en esas cartas, Adorada?) Amo tambin el agua que hay en la baha, debajo del aceite, que odio. Hay un momento en que se precisa su libertad. Uno tambin se siente libre, porque no es ya N.Y. Y qu vanas y qu lejos, usted aparte, las cosas fciles que amaba. La molicie me roa. La literatura. Ahora con esta sangre llorada, con esta sonrisa -herosmo sin sospecha- bien merecida, yo voy a escribir unas cosas menos bellas que usted y menos giles, "pero tan vrgenes": Me duele escribir. Me preocupa que me quede mucho de entonces. Me repito cada frase en voz alta y me tranquilizo, porque tienen un ruido seco y duro que no es la msica. He odo cosas muy bellas. La Sinfnica tuvo hasta el martes un director admirable, naturalmente europeo, sin el bluff que aqu aman. Todo es superficial, se cree uno. Y luego hay un sentimiento trgico de la vida adentro de cada cosa que le desconcierta a uno. Adis, meme como la adoro. Me voy a soar en su grillo. Todo, todo Gilberto (Ahora me mud a una casa particular muy interesante. Maana le cuento.)
Clementina: Djeme no escribirle de m todava. Quisiera haberme muerto. No pude y me duele esconderme de usted, no mereciendo yo su recuerdo, por toda la vida. Usted sabe que me molestan las palabras demasiado solemnes: dira sin embargo amor a usted, desgarrndome, "por siempre jams". El viento me gan. Y no puedo culparla, y s a mi debilidad. Aunque usted no se hubiera casado conmigo, deba yo de haber sido inteligente. Y no lo he sido y no la merezco ma y la vergenza me va a matar. Antes lo deca exagerando, y ahora en realidad justa. No merezco amarla. No sueo ya que me ame. La adoro. Mi vida est llena de usted. Estoy a punto de llorar y me indigna que eso me la har ms imposible. A nadie le escribo porque nadie me importa. Tampoco tengo inters en m. Me odio de dbil. Me odio. La adoro. Llevo una vida imbcil. No puedo escribir, porque nada me mueve a hacerlo. Todo menos mi amor a usted es vano. Le mando la carta de Araceli. Devulvamela despus de leerla y que
nunca llegue a saberlo. Dgale si se ofrece que un da le contestar. Qu tema usted que me hubiera contado? Ya ve que inocente. La adora, Clementina, Gilberto (en viaje) (sin fecha) Clementina: Para que vea que el paisaje no es un estado de alma, la noche de anoche era maravillosa. La pas casi toda en el saln de fumar. Me llev all y a la noche, en una revista, su retrato. So en poesa. Ahora es una estacin. Yo no tengo sueo. Se ve un monte cnico. Hay unas casas. Dos nios hacen frente a lo que Gngora llamaba bellaqueras. Otra nia est sentada en el umbral. La madre, enfrente, cocina. La estacin se llama Bocas. Parece que por ah viene Espinazo. Usted, acaso, si viniera aqu, me aconsejara bajarme para una mecidita en el Columpio. No. Voy a vivir cuerdo de usted. Recuerdo en su recuerdo. Re-cuerdo. Mi ingls es extraordinario. Lo aprendera, un ingls, en seis aos. Esto llaman desierto. Unas plantas mezquinas, rastreras. Nopales. Me he de casar con usted aunque me espine la mano. Pero nopales a ras de tierra. Los postes hacen gimnasia sueca. Cruzados-crucificados de noticias. Los alambres sin pjaros y sin versos. Un remolino, a lo lejos, hace un pedestal blanco sucio para su autor, el Dia-
blo. No conoces el mar? Fuensanta era como Rome Cremers. Polvo. Polvo. Lo ms feo. El ms feo hijo del Diablo. Odia al cielo, el ms lindo hijo de Dios, y lo ensucia. Slo un momento. El cielo es intachable, esplndido, es tu cielo, Patria ma. No existe, azul, sino en Mxico. G. O. Querida, muy querida Rome: (sin fecha)
Mi mejor ternura la he sentido cantndome en usted, una tarde, en una playa desierta que todava no han descubierto los turistas acalorados y apresurados. A cada hija ma en el mar le he dado su nombre, escrito y borrado por las olas cien veces y una noms inborrable en el alma, que debajo de su arena est mi amor a usted, en roca viva. Alegra enternecida de sentirme voluble como el mar con una roca, adentro, inmutable. Y usted tan triste, alegrndome la esperanza de esperarla alegre. Una vez o el himno nacional aqu, porque me aseguraban que estaba yo de luto, y no sent ninguna emocin. Otra vez vena en un barco chiquito, que s poda caminar, en el que apenas caban tres salones de baile como el Mxico, y as de llenos. Y yo no pensaba en nadie ni en nada, y tocaron entonces ese Blue Heaven que le o a usted, y usted llenaba el mar, y su recuerdo s era la Patria y yo me senta emocionado y cant muy recio un corrido que empieza: Desterrado me fui para el muey. He pensado en sueos su carta, muchas horas, y siempre
es lo que ya pensaba yo, despierto, aquella noche en que le propuse casarnos. Todava insisto toda mi vida suya en ello dulce de pensar los silencios sin vaco que traera usted a mi sueo. Ya tendremos tiempo de hablar en el transmundo, y tambin en la noche se abren las ventanas. De m s decirle que el silencio me vende; al hablar las palabras me hacen un velo retrico, o lgico, o simplemente un velo de ruido, que me es mscara no siempre propicia. Pero callo y es como si de pronto me quedara desnudo a mis propios ojos, que es la desnudez ms absoluta que conozco. Y tampoco el espejo est nunca vaco. Mire, mire, mire usted con atencin y qutese el pesimismo que se ha puesto (que yo le aseguro que no est enferma de la vista) y mrese largamente, como yo sabra mirarla, como voy sabiendo mirarla en el recuerdo y en la esperanza. Y mi amor subsiste independientemente de la posibilidad o imposibilidad del suyo, como se lo he demostrado, y me duele en l que lo baje usted hasta el capricho. Y se lo perdono porque todo lo suyo, lgrima o sonrisa, es sano y consuela de la ausencia. Y la adoro, Clementina, y espero sin prisa que un da me encuentre lleno de manzana, y tengo para usted un sueo que me voy a soar ahora mismo. Y la amo en extensin de eternidad, no todo suyo, sueo siempre suysimo, besando su huella Gilberto P.D. Es imposible ver a quien no quiere dejarse ver si no hay un amor como el mo a usted que quiera ver. A Fer-
nando no he podido verlo; luego de su carta habl por telfono a la casa en que trabaja y me dijeron que est de vacaciones. Y yo que deseaba tnto su amistad. G O. * Se acuerda de la cita de D'Ors? Elosa escriba a Abelardo: Haz lo que quieras, menos olvidarme. Owen. Otra: Mi vida es un limn. Esto explica que no les haya escrito a los amigos ms queridos. Quiere excusarme con su mam, Celis, Araceli, Lupita, todos? Gracias. G'
to G i l b e r t o O w e n se cas el 2 de d i c i e m b r e d e 1935, en Bogot, con Cecilia Saladar R o l d n . hija del general Vctor M a n u e l Salazar, ex-presidente d e C o l o m b i a , y t u v o d o s hijos. El m a t r i m o n i o f r a c a s y Owen vivi luego en M x i c o (1942-1943) y, d e nuevo, en C o l o m b i a (1944-1946). En 1947 se instal c o m o "oficial canciller d e p r i m e r a " en Filadelfia, cerca d e sus hijos y de su m u j e r , q u e vivan en Nueva York. Muere ciego, vctima d e una cirrosis heptica, el 9 de m a r z o de 1952, en Filadelfia.