7 Descifrando A Cox Jess GR
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Jess GR
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Pagina de tulo
Derechos de autor
Dedicación
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo
Agradecimientos
Prólogo
M e concentro
concentro al máximo para no fallar esta vez. Estoy trabajando en algo nuevo, algo que podría
cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Acciono
Acciono el interruptor y una pequeña luz se enciende
de inmediato.
i nmediato.
—Hola? ¿Me escuchas? —Mi voz resuena por toda la habitación, pero no recibo ninguna
respuesta—.. Mierda, ¿qué he hecho mal ahora? —me pregunto a mí misma.
respuesta—
—Ho… Hola —una voz desconocida sale por los altavoces dejándome paralizada.
¿Ha funcionado? No me lo puedo creer. Llevo meses intentándolo sin ningún éxito.
—Bueno, específicamente,
específicamente, estamos en la universidad
universidad de Oxford, en Inglaterra,
Inglaterra, pero tú… Es un
poco complicado explicarlo. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás aturdido o confuso?
—No te preocupes, muy pronto te acostumbrarás —me acercaré al ordenador central y entraré en
el programa madre de mi proyecto
proyecto para ajustar algunos detalles—. Vamos
Vamos a hacer un par de
pruebas, ¿de acuerdo, Gregory? Necesito que… —El mbre suena interrumpiéndome y resoplo
levantándome
levantán dome de la silla para ir a abrir la puerta—. Dame cinco minutos. Seguramente
Seguramente es mi novio,
lo despacharé y podremos seguir trabajando. Tú solo… —Niego con la cabeza—. Da igual, vuelve
ahora mismo.
El mbre vuelve a sonar y suspiro rando de la manilla de mala leche. Se supone que Clay iba a
dejarme tranquila hoy. Siempre
Siempre insiste en que tengo que salir más de mi ratonera y vivir en el
mundo real, algo que es complicado cuando eres quien soy yo. Mi misión en la vida es aprender
todo lo que pueda en el menor empo posible. Tengo que ser la mejor, solo así podré demostrarle
a mi padre que no soy tan inúl como cree y, tal vez algún día, librarme de él. ¿Me voy de fiesta?
Pues sí, muchas veces más de las que a mi querido padre le gustaría, y eso no significa que no
tenga muy claro cuál es mi propósito. Algún día será libre, aunque hasta entonces no dejaré de
intentarlo con todas mis fuerzas.
—He viajó dos horas en coche para venir a visitar a mi hermana pequeña y ella no parece muy
contenta de verme —señala haciendo pucheros.
Suspiro y niego con la cabeza. Josh es tan solo un año mayor que yo, y me saca un par de cabezas
de estatura, por eso cada vez que me abraza me siento aún más pequeña de lo que soy.
—Me alegra mucho que estés aquí, idiota —digo sonriendo. Rompo nuestro abrazo y le miro a la
cara achinando los ojos. Eso no explica qué haces aquí. Es viernes, ¿no has tenido clases hoy?
Sus ojos grises, tan parecidos a los míos, se desvían hacia el suelo de manera inquietante
inquietante.. Algo está
pasando, lo sé.
—Vale, suéltalo de una vez. ¿Qué pasa? Tú no faltas a clases porque sí. ¿Tienes algún problema?
- ¡No! Yo solo… ¿No puedo pasar de todo, aunque sea un solo día? Solo quería hacerte una visita.
Pasar
no nosalgo de empo
vemos. con
Te echo demi hermana.
menos, nadaDesde
más. que yo me mudé a Cambridge y tú aquí a Oxford, casi
—Está bien. Estoy algo liada, puedes quedarte aquí si quieres. ¿Volverás hoy a Cambridge?
—Esperaba que me acogieras el fin de semana —propone rodear mis hombros con uno de sus
pesados brazos.
—Está bien, solo que el lunes te largo. No puedes seguir faltando a clases. Recuerda que aquí la
rebelde de la familia soy yo. Tú eres el responsable y confiable.
—Eso dicen —murmura justo antes de resoplar y hundir los dedos en su pelo castaño echándolo
hacia atrás.
—Josh, ¿estás seguro de que va todo bien? —pregunto agarrando su rostro con ambas manos para
que me mire directamente—. Si puedo ayudarte en algo… Sabes que puedes contarme, ¿verdad?
—¿Fiesta? —Alzo una ceja en su dirección y sonrío—. ¿Quién eres tú y dónde está mi hermano?
¿Desde cuándo vas a fiestas?
—Somos universitarios. Tú
Tú enes veindós y yo veintrés años. Se supone que los viernes
tendríamos que estar emborrachándonos
emborrachándonos y pasándolo bien.
—No creo que sea buena idea. Odio ser yo la sensata, si papá se entera…
—El viejo no va a enterarse.
enterarse. —Me mira a los ojos y me desarma por completo con su gran sonrisa y
esa caída de pestañas. Este es el hermano al que adoro y enendo por qué trae locas a todas las
chicas. Además de su belleza, posee un encanto natural que te obliga a decirle que sí a todo—.
Vamos, hermanita, por favor. —Une las manos frente a su cara y pone esa expresión de cachorrito
abandonado que siempre le funciona para salirse con la suya.
—Está bien —cedo con un bufido hasado—. Deja que me cambie de ropa. Iremos a cenar a algún
lado y después a una fiesta. Llamaré a Clay, seguro que sabrá dónde ir.
- ¡Genial! —Una nueva palmada resuena en el salón y mi hermano sonríe de oreja a saber que ya
me ene dónde oreja quería—. De paso conozco a ese tal Clay. ¿Cuánto empo lleváis juntos?
—Casi un año. Y te advierto —alzo el dedo índice en su dirección y frunzo el ceño—, nada de
amenazas ni tonterías. Clay es un buen po y me gusta, mucho. No te pases de sobreprotector,
hermanito.
—Nunca haría tal cosa —jadea llevándose la mano al pecho y fingiendo estar ofendido.
—No me vengas con tonterías. Aún recuerdo la paliza que le diste a Mike Jenkins.
—Ese o te estaba engañando con otra. Lo pillé comiéndole los morros a Sarah Mitchell a tus
espaldas.
—Está bien, lo prometo —canturrea dejándose caer en el sofá—, pero date prisa. Estoy
hambriento.
Me meto en mi habitación, y mientras me veía con unos vaqueros ajustados y una camiseta de
hombro descubierta llamo a Clay. Tengo que hacer malabarismos para sujetar el móvil con el
hombro mientras me calzo las botas de tacón.
—Hola, preciosa —contesta al cuarto tono—. Creí que hoy ibas a trabajar hasta tarde. ¿Ha
cambiado de idea? Puedo estar ahí en diez minutos. Espérame sin ropa.
—No te emociones, vaquero —digo sonriendo. Él detesta que lo llame de ese modo, basándome
en sus orígenes es el apodo que mejor le queda. Aunque no puedo verlo, sé que ha hecho una
mueca al escucharme—. Mi hermano ha venido de visita.
—Sí, acaba de llegar de improviso y parece que ene ganas de marcha. He pensado que podríamos
ir a cenar los tres juntos y después a una de esas fiestas que tanto te gustan. Apuesto a que sabes
dónde hay alguna —comento mientras empiezo a aplicar color a mis labios.
—Por supuesto que lo sé —se jacta—. Pensaba pasarme solo esta noche por allí, aunque mis
planes acaban de cambiar. Es mucho mejor pasar la velada con mi chica, aunque su hermano y mi
futuro asesino esté con nosotros. ¿Crees que será muy doloroso?
Suelto una carcajada y tengo que limpiarme la comisura de los labios.
—No te preocupes. He hablado con él y yo ha promedo portarse bien. ¿Nos vemos en el Mirror
en una hora?
—Por supuesto. Estoy deseando verte, preciosa —susurra en tono seductor—. Por cierto, ¿qué
llevas puesto? —Una nueva carcajada sale de mi boca sin que pueda evitarlo y le escucho reír a él
también al otro lado de la línea—. Vale, mejor dejamos el sexo telefónico para cuando tu hermano
no esté en la ciudad. Nos vemos en un rato. Te quiero.
—Y yo a —contesto mirándome
mirándome al espejo. Mi sonrisa ilumina todo mi rostro y el color gris
g ris de mis
ojos brilla, dándole un aspecto metálico líquido.
Cuelgo la llamada y suspiro. Estoy completamente enamorada de este chico. Desde que lo conocí
en la cafetería del campus supe que tenía algo especial. Me invitó a salir ese mismo día y yo lo
rechacé, y el muy cabezota
cabezota no cejó en su empeño hasta que consiguió hacerme cambiar de
parecer.
Somos muy parecidos. Los dos hemos sido presionados por nuestros respecvos padres desde que
éramos unos niños para ser alguien que no somos. En su caso, su padre es un magnate del
petróleo procedente de Texas. Toda su vida ha vivido en un rancho, sabiendo que será el heredero
de todos los negocios y fortuna de su familia.
Si nos paramos a pensarlo, es una vida
v ida triste. Saber que no enes alternavas. Su vida, al igual que
la mía, ha sido predesnada desde antes de que naciéramos.
naciéramos.
∞∞∞
—Con que tú eres el famoso Clay —murmura mi hermano mirándole fijamente. Intenta
inmidarlo, lo sé. He visto
v isto esa mirada antes.
—Y tú eres Josh —mi chico le devuelve la misma mirada fija y con el ceño fruncido.
Pasan varios segundos en los que ninguno de los dos dice nada. Solo se miran fijamente a los ojos.
Creo que la mejor forma de definirlo sería una batalla de intenciones. Uno está diciendo a gritos,
no te metas con mi hermana, y el otro, no te metas entre tu hermana y yo.
—Ya vale, muchachos —digo para llamar su atención—. La testosterona que irradiáis ya me está
mareando. ¿Tenéis hambre? Yo voy a pedir alitas de pollo.
El local está abarrotado de gente. Siempre venimos al espejo. Es uno de esos lugares en los que
sirven comida a cualquier hora del día y los estudiantes disfrutan de cerveza barata a mitad de
precio.
Asiento, y cuando nos quedamos solos mi hermano se gira hacia mí frunciendo el ceño.
—No necesito conocerlo. Veo la forma en la que te mira, como si tú fueses un pastelito de
chocolate que está a punto de devorar.
—Puaj. —Hace una mueca de asco y yo sonrío—. Eso no necesito saberlo, joder.
—Entonces no te metas en lo que no te incumbe. Solo buscas una razón para mantenerme alejada
de él, aunque en realidad no importa si es Clay o cualquier otro. —El camarero se acerca a nuestra
mesa y le hago el pedido antes de seguir hablando—. Lo que no enendes es que ya no soy una
niña y no necesito que me protejas de todo. Acéptalo, Josh, tu hermana ha crecido y ene
relaciones sexuales con hombres. Eso no te matará, te lo aseguro.
—Nada —contesta mi hermano con una sonrisa falsa. El camarero trae las bebidas y las deja sobre
la mesa. Clay no tarda en llevarse su cerveza a la boca—. Aquí mi hermanita estaba contándome
que tú y ella tenéis sexo a menudo.
No puedo parar de reír al ver lo mal que lo está pasando Clay y el cabreo de Josh. Mi hermano me
mira de reojo y veo como una sonrisa intenta
intenta aflorar en su rostro.
Varias horas después, estamos en una fiesta, rodeados por un centenar de desconocidos. La
música electrónica suena por los altavoces de manera ensordecedora y me siento algo mareada
por la candad de cerveza que he ingerido. Eso no es nada comparado a como están Josh y Clay.
Desde nuestra conversación en el Mirror, mi hermano ha cambiado su actud y ahora parece que
son los mejores amigos de toda la vida. No han parado de reír y beber juntos, incluso olvidándose
de mí.
Salgo a una terraza para poder respirar algo de aire fresco y un par de minutos después siento una
presencia a mi espalda. Sé que es Josh, por muy borracho que está es incapaz de dejar de
preocuparse por mí.
—¿Todo bien, enana? —me pregunta con voz afónica y prolongando las úlmas silabas de cada
palabra. Muy pico de los borrachos.
Me giro hacia él y sonrío al verle tropezar con sus propios pies. Nunca antes le había visto en este
estado. Mi hermano siempre ha sido muy responsable y locuaz. Se supone que yo soy la rebelde, la
oveja negra de la familia. Él es el formal, el digno heredero y sucesor de nuestro padre. No es
propio de él comportarse de este modo.
—Estoy cansado, Rach —dice tras pasar varios minutos en silencio mirando hacia el cielo
estrellado—. No puedo seguir con esto.
—¿De qué hablas? —inquiero rando de su brazo para que me mire a los ojos,
o jos, y cuando lo hace,
me quedo de piedra al comprobar que está a punto de echarse a llorar—. Oye hermanito, ¿qué
sucede? Sabes que puedes hablar conmigo.
—Lo sé, y por eso estoy aquí —traga saliva y se limpia los ojos con el dorso de la mano—. Voy a
dejarlo.
—¡Pero nada! ¡He acabado con esta mierda! —exclama exaltándose y lanzando el vaso de su
cerveza al suelo de malos modos—. ¡Controla toda mi vida! No quiero seguir así. Ni siquiera soy
capaz de tener amigos o una novia porque sé que él no lo aprobaría. Son una distracción y yo no
puedo perder el empo con nada. Es un suplicio. Ya ni siquiera sé quién soy. Cada vez que me miro
al espejo, solo reconozco
reconozco al hombre que él ha creado, no veo por ningún lado mi propia idendad.
Tras su declaración, los dos nos quedamos callados durante un buen rato. Sabía que mi padre lo
presionaba mucho. Si lo hace conmigo, no puedo ni imaginarme hasta qué punto lo hace con él,
solo que nunca pensé que Josh se sinera tan desdichado. Él siempre sonríe y pone buena cara a
todo.
Josh me mira y toma aire por la nariz soltándolo por la boca a connuación.
—Voy a vivir con mamá en Los Ángeles. Sé que él no lo aceptará, intentará que cambie de idea a
cualquier coste, y no voy a ceder. Esta vez no.
-Si. Siento hacerte esto, Rach. Te juro que he intentado aguantarlo por , para que tú no tuvieses
que pasar por eso, es que ya no lo soporto más. Quiero tener una vida normal, como cualquier
otro chico de mi edad. No soporto seguir viviendo bajo sus reglas ni un solo día más.
—Tranquilo —susurro sujetando sus hombros—. Me gustaría que me hubieras dicho todo esto
mucho antes, que no te lo hubieras guardado hasta llegar a este extremo, hermano.
Una lágrima corre por su mejilla y la seco de inmediato con mis dedos.
—Solo intentaba…
—¿Crees que me aceptará? Hace mucho que se fue. Nos dejó con él en Londres y…
—Da igual. Aunque ella no lo haga, buscaremos de otra manera. Te juro que nadie va a impedir
que vivas como quieres vivir, Josh. Juntos podemos lograr cualquier cosa.
—Sabía que podría contar congo, Rach —susurra intentando mantener a raya el llanto.
—Siempre, ya lo sabes. —Me lanzo hacia él y soy acogida por un abrazo apretado.
apretado. Sus labios se
posan sobre mi nuca y apoyo mi cara en su pecho fuerte y seguro. Este es el lugar donde siempre
me he sendo y me senré protegido de todo mal. Tras un rato, me separo de él y limpio el rastro
de humedad de sus mejillas con mis manos—. Vámonos de aquí. Se ha hecho tarde y Clay debe
estar buscándome.
buscándome.
—Alguien capaz de enfrentarse hasta al mismísimo infierno por conseguirte —contesta con
vehemencia—. No digo que Clay sea mal po. Casi no lo conozco
conozco y parece diverdo, pero sé que tú
acabarías con él en poco empo. Hace falta mucho más que una sonrisa y unas cuantas bromas
para mantenerte bajo control.
—Sí lo necesitas. Tienes tanto carácter y tanta fuerza interior que solo podrás ser feliz con alguien
tan fuerte o más incluso que tú. Le miré a los ojos, hermanita, y vi su temor. El hombre que sea
digno de poseerte por el resto de su vida, no debería temer a nadie. Al contrario, a cualquiera que
se interponga en su camino lo aplastará como una cucaracha por el simple hecho de respirar cerca
de .
— ¿Qué te hace pensar que Clay no es ese hombre? Yo confió en él. Sé que sería capaz de dar su
vida por mí si fuese necesario. Yo quiero, Josh.
—No lo dudo, solo que no es el indicado. —Se encoje de hombros y ene que sujetarse para no
caer de culo.
—Cierto, aunque eso no me quita razón. Pásalo bien con Clay, pero ambos sabemos que te espera
alguien mucho mejor que él. Solo es cuesón de empo que lo encuentres.
—Oye, os encontró. —Clay aparece en la terraza con su pelo rubio despeinado y esa sonrisa pilla
que fue lo que me enamoró de él—. ¿Nos vamos ya? La fiesta se está descontroland
descontrolandoo un poco y no
creo que tarde en llegar la policía. Yo no puedo estar aquí para entonces. Mi padre me mataría si
me meto en líos.
—Sí, vamos. ¿Llamas un taxi? No creo que ninguno de nosotros esté en condiciones de conducir.
∞∞∞
Efecvamente, media hora después, estamos frente al todoterreno de Josh esperando a que algún
Efecvamente,
taxista se apiade de nosotros y decida venir a buscarnos.
—En la central no aenden. Están desbordados —señala tras resoplar. Mira hacia la entrada de la
casa y maldice en voz alta. Cada vez se escuchan más gritos y jaleo provenientes
provenientes del interior—. La
policía llegará de un momento a otro y mi padre me matará. Joder, no debería haber venido —se
queja.
Mi hermano duda, aunque acaba haciendo lo que le digo. Básicamente porque casi está dormido
sentando en el borde de la acera. Me acomodo en el asiento del conductor y veo como Clay va a
subir a mi lado, pero tras una mirada dura de mi hermano agacha la cabeza y va hacia la parte
trasera. Josh entra en el coche y me lanza una de sus miradas de “te lo dije”, antes de abrocharse el
cinturón.
Chasqueo la lengua por no darle la razón y arranca el motor de inmediato. Salgo a toda prisa al
escuchar las sirenas de la policía y Clay se encoge en el asiento trasero.
trasero. Cuando ya estamos lejos de
la casa, pongo música en el reproductor para intentar que los dos no se queden dormidos y
empiezo a cantar a pleno pulmón la canción Numb de Linkin Park. Mi hermano sonríe de medio
lado sabiendo que la letra de esta canción es perfecta para nosotros, incluso Clay lo siente, lo sé
por el modo en el que me mira a través del espejo retrovisor.
Unos segundos después, los tres estamos gritando la letra y riendo a carcajadas,
carcajadas, tan
entusiasmados que ni siquiera me doy cuenta de que un vehículo ha invadido nuestro carril y viene
justo hacia nosotros.
nosotros. Apenas tengo
tengo empo de girar el volante
volante para esquivarlo.
esquivarlo. A parr de ese
momento, solo siento las sacudidas violentas del coche. Estamos cayendo y quiero que pare, pero
el coche sigue moviéndose de un lado a otro. Escucho gritos, no sé si son los míos o los de ellos.
Humo, olor a gasolina, dolor, y después silencio.
Capítulo 1
M e recoloco las gafas protectoras y respiro de manera pausada para que no me emble el pulso.
—Gregory, acerca de la imagen tres milímetros —ordeno—. Derecho, atento por si enes que
intervenir. —Veo por el rabillo del ojo como la mano robóca se mueve de arriba abajo
intervenir.
asinendo—. Izquierdo,
Izquierdo, sujétalo con mucho cuidado. —La mano robóca izquierda se mueve
descolocando
descolocand o la lente de su soporte y echando a perder el trabajo de todo el día—. ¡Mierda! —Me
quito las gafas de plásco y el lanzamiento sobre la mesa—. ¡Izquierdo, qué parte de “mucho
cuidado” no ha entendido?! Tenemos que volver a empezar. Gregory, crea un mapa en tres
dimensiones con el que pueda trabajar. Si tengo que seguir dependiendo de estos dos inúles,
tardaré una eternidad en acabar el protopo.
—Amplíalo —ordeno mirando el plano que Gregory acaba de crear—. No debería ser dicil que
entren todos los circuitos. El problema es la humedad del ojo. Ten
Tengo
go que conseguir ocultar todo el
mecanismo entre las capas de hidrogel de silicona. ¿Has hecho el nuevo pedido, Gregory?
—Sí, Raquel. Mañana a primera hora estará aquí. Por cierto, me pediste que te recordara la cita
para comer con tu madre.
—Cierto, llámala y cancela. Hoy no tengo empo —digo sin apartar la mirada del plano.
—Ay, vale. No vuelvas a decir eso. Suena demasiado porno y puede ser malinterpretado. No
tenemos ese po de relación.
—No, dile que se la devuelvo más tarde —contesto volviendo a la mesa para intentar trabajar
nuevamente con la lenteja real.
—Eso se lo dijiste ayer y también anteayer. No creo que siga creyéndoselo. ¿Puedo darle otra
excusa?
—Ya lo he hecho e insiste en hablar congo. Ahora amenaza con presentarse aquí si no le
contestas.
Unos segundos después, la cara de mi joven y hermoso jefe cubre una de las paredes de mi taller.
Va vesdo de manera impecable, como siempre, con un traje de tres piezas gris marengo, una
camisa blanca y corbata azul marino.
—Rachel, ¿vas a dejar de ignorarme de una vez? Te recuerdo que soy tu jefe —dice en tono
cabrero. Su acento me marcó resulta extraño. Llevo seis años viviendo en Estados Unidos, y aún no
me acostumbro al acento americano.
—Hola, jefe. Buenas noches a también. ¿No deberías estar dor
dormido?
mido? —pregunto con falsa
amabilidad.
—Son las diez de la mañana, así que no, no debería estar dormido, aunque apuesto a que tú no
has pisado la cama, de nuevo.
—Me ha entendido perfectamente —me corta. Resopla y se endereza la corbata—. ¿Por qué no
has dormido?
eres tú —miento.
En realidad, odio dormir, porque cada vez que cierro los ojos, no puedo evitar que las imágenes de
mi pasado regresen para torturarme.
—No va a haber ningún viaje a Nueva York, Mark. Tenemos un trato, yo sigo trabajando y tú no me
tocas las narices con papeles ni burocracia. Así funcionamos
funcionamos y lo hacemos genial. Ahora,
Ahora, si no
enes nada más que decir,
decir, me gustaría seguir trabajando tranquilamente.
—Rachel, de esto no vas a poder librarte. Sé que tenemos un acuerdo, pero este proyecto es muy
importante. Cox Tech son nuestros mayores compedores.
—Raquel, por favor. Sé que esto no te gusta, solo que el mismísimo señor Cox, el dueño de la
empresa, ha solicitado que tú estés presente en el proceso de producción. La expo es en tres
meses y no podemos cometer errores.
—Mark, todo va a ir bien. Todos los años nuestros proyectos encabezan la lista de los mejores en la
—Lo sé, y yo pienso del mismo modo, pero el señor Cox ha hablado directamente con los
accionistas y estos se están poniendo nerviosos. No puedo jusficar que siga sin aceptar las
propuestas de Lockwell.
—Gracias por los consejos de autoayuda, es que de verdad necesito que viajes a Nueva York para
apaciguar los ánimos. Me estoy jugando el cuello.
Resoplo dando por sentado que hoy no voy a poder seguir trabajando y me pinzo el puente de la
nariz con dos dedos.
—Me estás matando, Mark. Odio a esos ejecuvos que usan la corbata hasta para dormir. Se creen
que lo saben todo y pueden dirigir las vidas de todo el mundo.
—Rachel, todos los años recibo el premio en tu nombre. Estaría bien que por una vez estés
presente, te mezcles con la gente, te conocerán… Fama, adulación, todas esas cosas por las que la
mayoría de ingenieros del gremio matarían.
Suelto un gruñido porque me apetece tanto que me laman el culo unos cuantos ejecuvos como
que me arrancan una muela sin anestesia.
—Está bien. Dale a Gregory las fechas y que él se encargue de reservar los vuelos —Mark hace un
gesto de victoria con su puño y sonríe de oreja a oreja—. TTee lo advierto, como me toquen las
narices, me regreso en el primer vuelo y me importa una mierda si el puñetero señor Cox se pilla
una rabieta.
—No te preocupes, me encargo de que todo esté adaptado para él. ¿Necesitas algo más?
—Sí, quiero un taller en el lugar donde me aloje, así que nada de hoteles. Me pasaré por las
oficinas de Cox Tech, hablaré con el ingeniero jefe y después volveré a casa y seguiré trabajando en
la lenteja.
—¿Ha hecho avances?
—Sí, ya lo tengo todo listo. Solo necesito montarlo para que llaa lente de contacto sea cómoda y que
no deje ciego a nadie.
La llamada se corta y me quedo mirando la pantalla en negro como una idiota. ¿Pasado mañana?
—Yo ya conozco Nueva York —contesta en su tono mecánico de siempre—. En realidad, conozco
cada rincón del planeta.
Sonrío mirando hacia el techo del taller, como si de ese modo pudiese mirarlo directamente a él.
— ¿Eso ha sido una broma? Vas mejorando, amigo. Lo siguiente será buscarte una novia. Yo me
presentaría voluntaria,
voluntaria, pero no eres mi po.
— ¿Otra broma? Y esta vez de po sexual. Hoy estás que te sales, muchacho —bromeo.
Escucho su voz alta y clara a través de los altavoces y no puedo evitar sonreír. Gregory es mi
asistente personal
personal y mi mejor amigo. En realidad, es mi único amigo y ni siquiera es de carne y
hueso. Solo es una conciencia a base de cables y circuitos, pero cono en él más que en cualquier
ser humano. Gregory nunca podrá fallarme porque no está programado para eso. Esa es mi
garana y por eso lo adoro.
a doro.
Cierro el taller que está situado en el sótano, y paso de largo por el ascensor para coger las
escaleras que llevan hacia la planta principal. La luz del sol que entra por las cristaleras que hacen
de pared en toda la casa me ciega por unos instantes. Amo mi casa, de verdad. Es moderno,
rodeado de naturaleza y con unas vistas inmejorables al océano pacífico, solo que en momentos
como este me gustaría que no fuera tan luminosa.
Toda la casa está decorada en tonos claros, blanco, beige, crema, marrón claro, eso crea un
ambiente de paz y armonía que normalmente disfruto, aunque ahora mismo no estoy para nada
armonioso. Llevo casi cuarenta y ocho horas sin dormir y mañana tengo que viajar a Nueva York.
York.
Solo de pensarlo me pongo de mala leche.
Entro en mi enorme cocina, perfectamente ordenada gracias a Gregory ya sus ayudantes, Izquierdo
y Derecho. Siempre pensó que un par de manos extra me vendrían bien, así que creé dos robots
con brazos mecánicos
mecánicos arculados que pueden moverse por toda la casa ggracias
racias a las ruedas que
hay incorporadas en la plataforma en las que han sido instaladas. Y voilà, tengo asistentes del
hogar gras. Obviamente ellos no poseen la matriz de Gregory. Son muchos más sencillos y encima
más tontos que un alfiler,
alfiler, pero casi siempre hacen su trabajo sin dar demasiados problemas.
Aparte de mis órdenes por voz, aende también a las de Gregory,
Gregory, y eso me facilita mucho
mucho la vida.
Mi asistente siempre está pendiente de cada una de mis necesidades. Lo dicho, si tuviese cuerpo,
especialmentee cierto apéndice que antes él mismo ha mencionado, me casaría con él sin dudarlo
especialment
ni un segundo.
Le doy un sorbo a mi taza de café y suelto un gemido de puro placer. Soy inglesa, y aunque se
supone que debería amar el té, no lo soporte. Sin embargo, el café amargo es una de mis
debilidades.
Enseguida, veo la cara de mi madre. Está preciosa, como siempre. No aparente para nada su edad
y eso es algo que la enorgullece. Antes de casarse con mi padre, Doris Taylor era una actriz con una
incipiente carrera en el mundo del cine en Hollywood. Obviamente, cuando consiguió librarse de
ese matrimonio, los años habían pasado, los grandes productores ya la habían olvidado y pasó a
ser una cara desconocida más en medio de una multud. Ella dice no lamentarlo. Vive como una
reina con los millones que le sacó a mi padre en el divorcio, y sinceramen
sinceramente
te yo me alegro por eso.
Al menos alguien salió ganando con ese… Respiro profundamente
profundamente para no pensar en él y centro mi
atención en la pantalla. Mi madre hace un buen rato que está parloteando sin parar.
—Aún no me has dejado hablar, mamá —señalo tras darle un trago a mi café.
Hace pucheros y ese gesto me recuerda demasiado a mi hermano Josh. Él siempre se parecía
mucho más a nuestra madre, aunque los dos heredamos el color y la forma de ojos de papá. Sin
embargo, los gestos, la forma de hablar y expresarse de Josh, siempre fueron idéncos a los de
mamá.
—Viajar? Tú nunca viajarás. Vives encerrada en esa casa de cristal como una ermitaña trabajando
hasta caer rendida.
—Pues esta vez no puedo librarme del viaje. Y no soy ninguna ermitaña, mamá. Salgo de vez en
cuando. Voy a cenar o al cine. También salgo a tomar una copa o a bailar con algún amigo.
—Menra, tú no bebes —señala arrugando la nariz.
—Bebo todos los días, madre. Si no lo hiciese moriría. No consumo alcohol, que es muy disnto. Y
no miento. Sabe que me gusta estar sola, a veces salgo a diverrme.
—Algún amigo destacable del que quieres hablarme? —pregunta cambiando su gesto. Una sonrisa
pilla aparece en su rostro contagián
contagiándome
dome a mí también de su entusiasmo.
—Haces bien. A follar como si no hubiera un mañana, y después cada uno a su casa. Si yo hubiera
hecho lo mismo, ahora mi vida sería muy disnta.
Respiro profundamente dejando la taza sobre la encimera y cierro los ojos con fuerza. Me gustaría
poder dormir tres días del rón, pero sé que eso es imposible, así que tendré que conformarme
con mal descansar un par de horas antes de volver al taller y seguir trabajando.
Mientras subo las escaleras hacia la planta superior, obviando nuevamente el ascensor, escucho las
primeras notas de la canción Boulevard of Broken Dreams del grupo Green Day. Sonrío mirando al
techo como siempre hago cuando quiero dirigirme a Gregory.
—Creí que te apetecería escuchar un poco de música antes de intentar dormir —dice por los
altavoces.
Capítulo 2
Nada más salir del aeropuerto, veo a un señor de mediana edad, vesdo con traje y corbata,
portando un cartel con mi nombre. Me acerco a él sujetando la correa de mi mochila sobre el
hombro.
—¿Es usted la señorita Rachel Taylor? —me pregunta en cuanto me planto frente a él.
—Encantada, señorita. Yo soy Hank, el chofer del señor Cox. Me ha pedido que venga a recogerla
personalmente.
personalmente. Puedo ir a buscar su equipaje, si gusta.
—Esto es todo lo que traigo, le agradezco su ofrecimiento. Bueno, a su jefe, creo que puedo
arreglármelas sola.
El hombre parece algo descolocado, se atusa el sombrero azul marino sobre la cabeza y vuelve a
insisr.
—Lo enendo, Hank, de verdad. No quiero crearle ningún po de problema, pero no hay poder en
el mundo que consiga que yo me suba a un coche. Ya ha sido suficiente estar encerrada en el avión
durante cinco insufribles horas. No se preocupe y dígale a su jefe que no tardaré en llegar a sus
oficinas.
—Pero, señorita….
Mientras espero a que la amable chica de la ventanilla se encargue de mi reserva, no puedo evitar
pensar en lo mucho que me gustaría estar en mi casa en estos momentos. Odio viajar. Estar
encerrada en una máquina de metal a cuarenta mil pies de altud me pone frenéca. Estoy
agotada por el simple hecho de intentar soportar la ansiedad que esa situación me estaba
provocando.
—Aquí ene, señorita Taylor —me dice la chica tendiéndome una llave—. Podrás encontrarla en el
aparcamiento privado del aeropuerto. Si ene algún problema, solo ene que ponerse en contacto
con nosotros y lo solucionaremos de inmediato.
La gente me mira de manera extraña al entrar al parking privado. Esta es una empresa de alquiler
de vehículos de lujo, y yo no tengo pintas de ser una ricachona que conduce un Ferr
Ferrari
ari o un Rolls
Royce. A pesar de mis vaqueros rotos en las rodillas, mis deporvas Nike y la cazadora
cazadora de cuero
desgastada que llevo puestos, soy perfectamente capaz de costearme el alquiler de la belleza que
tengo frente a mí. Por suerte paga Mark, por ir de listo.
Me sujeto el pelo en una cola de caballo alta para ponerme el casco y subo a lomos de una belleza
negra Triumph Rocket 3 nuevecita. Enciendo el motor y acelerando. Los dos mil quinientos
cenmetros cúbicos y casi ciento setenta caballos de potencia resuenan en el aparcamiento en
forma de ronquido, provoca que la piel se me erice de puro gusto. Estoy deseando sacarla a la
carretera y dejarla
Tras conectar correr. Esta
mi teléfono moto es
de manera libertad encon
inalámbrica estado puro,salgo
el casco, una que pienso disfrutar
del aparcamiento ya mismo.
quemando
rueda.
Apenas tardo media hora en llegar al distrito financiero de Manhaan. El tráfico es imposible,
apenas consigo evitarlo. Esa es una de las ventajas de ir en moto. Siguiendo las instrucciones
instrucciones de
Gregory, me planto frente a un enorme edificio con el nombre Cox Tech en rojo y negro escrito en
letras grandes sobre la puerta. Tardo unos cuantos minutos en buscar un sio donde aparcar y voy
directamente hacia el edificio con mi mochila colgada en el hombro y el casco en la mano.
Al entrar en la zona de recepción, veo a un montón de ejecuvos bien peinados y con malenes
andando de un lado para otro. Mientras estaba a lomos de la belleza negra, casi olvido
olvido lo que he
venido a hacer aquí y cuanto odio esto.
Resoplo y camino hacia un mostrador donde hay una chica rubia, perfectamente
perfectamente vesda y
maquillada como si en sus ratos libres trabajase como modelo de revistas. Lleva un auricular en la
oreja y teclea sin parar en el ordenador que ene frente a ella.
—Buenos días —me dice en cuanto repara en mi presencia—. Bienvenida a Cox Tech. ¿En qué
puedo ayudarla?
—Vengo a ver al señor Cox —contesto dejando el casco sobre la superficie del mostrador.
La chica lo mira y frunce el ceño como si yo acabara de escupir en el reluciente granito rojo y negro
perfectamente
perfectamen te pulido.
—El señor Cox no aende a nadie sin s in cita previa—dice arrugando la nariz al ver mis pintas—. Llame
a su secretaria para pedir una cita y rece para que acepte atenderla.
De pronto, Miss Sonrisas, enseña la cara que no está reservada para las exclusivas personas que
pasan frente a ella. Lo pico, un snob de manual.
—Señorita… —miro la placa que hay colgada en su pecho y sonrío de manera cínica—, Mathews.
Ni siquiera me ha preguntado si tengo cita con el señor Cox.
—Pues no lo sé, la verdad. Pero si le avisa de que estoy aquí, le aseguro que él me dejará pasar. Me
está esperando hace un buen rato.
—Dudo que el señor Cox esté esperando a… —una nueva mirada reprobatoria
reprobatoria hacia mi atuendo
sin ni siquiera molestarse en disimular—, alguien como usted. Lo siento,
siento, ene que pedir cita a su
secretaria.
Respiro profundamente
profundamente para intentar tranquilizarme y no desnucar a la snob es
esrada
rada que tengo
delante de mí con un golpe de mi casco en su cabeza.
—Está bien. Pongamos que quiero pedir una cita. ¿Podría facilitarme el contacto de su secretaría?
—Entonces, ¿cómo demonios voy a pedir la cita si no tengo cómo contactar con ella? —Miss
Simpaa se encoge de hombros y empieza a teclear de nuevo en el ordenador como si yo no
estuviese presente—.
presente—. La madre que parió a la Barbie esta —mascullo intentando mantener la
calma—. Señorita Mathews, de verdad que me encanta
e ncantaría
ría seguir aquí charlando con usted, pero el
señor Cox me está esperando. Si es tan amable, solo dile que Rachel Taylor ha llegado.
—Ay, por Dios. ¿Usted es Rachel Taylor? —se levanta de su silla como un recurso y me mira con
pánico—. Lo siento mucho, señorita Taylor. El señor Cox la está esperando en su oficina.
—Eso es lo que llevo diciendo durante diez jodidos minutos —siseo de mala leche.
—Sí, discúlpeme, por favor. Tome —me ende un pase con mi nombre escrito y me señala la zona
de los ascensores—, suba por el ascensor hasta la planta dieciséis, a dirección.
¿Dieciséis? ¿Dieseis putas plantas? Mi día mejora por momentos, sí señor.
—¿Perdón? —Miss Snob me mira como si me hubieran salido tres cabezas y una de ellas fuese
bizca.
—Las escaleras. Ya
Ya sabe, eso que sirve
s irve para subir y bajar cuando no hay electricidad o en caso de
incendio. Creo que si lo piensa un poquito sabrá de lo que le estoy hablando.
—Oh, sí, claro. El acceso a las escaleras está por aquella puerta, pero
pero,, ¿va a subir dieciséis pisos
andando?
—Me gusta hacer deporte por las mañanas —escupo sin tan siquiera molestarme en mirarla a la
cara. Yo también sé actuar como una hija de perra cuando quiero.
Salgo a toda prisa hacia la puerta que me ha indicado, y me preparo para subir dieciséis putos
pisos andando. Espero no tener que venir aquí muy a menudo o acabaré destrozada.
destrozada. Aunque
mirándole el lado bueno, me va a quedar un culo monísimo.
Respiro profundamente una vez más, abra la puerta de la planta entrando a connuación en una
sala de estar decorada en tonos negro y rojo. El suelo es de granito de los mismos colores. Creo
que los voy a mucho por aquí. Con lo que a mí me gusta el blanco, esto no puede ir a mejor.
Hay varias puertas en la planta, en todas hay una placa con un nombre y apellido grabados.
Supongo que serán las oficinas de los jefazos. Me acerco a una mesa que hay fuera de la puerta
más grande del lugar, parece ser de roble macizo y es de color negro… Y adivina qué… Sí, rojo.
Acabo de llegar y ya estoy de los puñeteros colores rojo y negro hasta las narices.
—Buenos días —dice la chica que hay sentada al otro lado de la mesa en cuanto me ve. Esta al
menos no es rubia. Tiene el pelo liso y castaño, algo más claro que el mío, pómulos marcados y
unos grandes ojos azules—. ¿En qué puedo ayudarla?
—Señorita, si va a decirme que tengo que pedirle una cita a su secretaria, puede ahorrárselo.
ahorrárselo. He
tenido esta misma conversación con la señorita sonrisas de la
l a recepción en la planta baja. El señor
Cox me está esperando. Solo dile que Rachel Taylor ha llegado.
Ahora me siento mal por haberla tratado así. Esta chica no parece tan mala. Tras hablar por el
auricular que lleva en la oreja, me hace pasar con un gesto de su mano.
—Encantada, Shana, yo soy Rachel. Puedes guardarte lo de señorita —le guiño un ojo haciéndola
—Encantada,
sonreír y ajustando la cinta de la mochila sobre el hombro comenzando a caminar hacia la enorme
puerta—. Ahora vamos a por el viejo calvo —susurro para darme ánimos.
Estoy deseando llegar a donde sea que vaya a vivir mientras esté en esta ciudad para pegarme un
baño relajante. Es casi mediodía y aún no he podido tomarme una puñetera taza de café.
Toco a la puerta con los nudillos y sin esperar respuesta la abro de par en par y entra en el
despacho. No sé por qué no me extraña al reconocer los dos colores predilectos de esta empresa
en cada rincón de la estancia. Incluso la alfombra que preside el lugar es
e s negra, con las letras Cox
Tech escritas en rojo en el centro.
—Llega tarde, señorita Taylor —una voz ronca y varonil me obliga a levantar la mirada
rápidamente.
rápidament e. Abro los ojos como platos y siento como casi se me desencaja la mandíbula al mirar
al pedazo de hombre que tengo delante. Borra lo de viejo, calvo y gordo. Este hombre no debe
sobrepasar mucho los treinta años, su pelo es corto de un color azabache que entona a la
perfección con las facciones
facciones marcadas de su rostro y esos dos zafiros que ene a modo de ojos. Lo
de gordo… Le repaso de arriba abajo con la mirada. El traje de tres piezas azul marino se adapta a
cada uno de sus músculos, que por lo que puedo deducir a simple vista son bastantes. En
definiva, no es lo que esperaba—. Señorita Taylor, ¿Aparte de llegar tarde también se va a quedar
ahí pasmada mirándome fijamente?
Su tono es serio y calmado, no hay ningún amago de sonrisa en su rostro, ni siquiera la pica
cortesía.
—Tome asiento —dice señalándome un sillón que hay al frente de la mesa del despacho.
Su voz ha sonado tan autoritaria, que juraría que más que pedirmelo, me acaba de dar una orden.
“No vayamos por ahí, señor Cox”, pienso. No llevo nada bien que me digan lo que tengo que hacer.
Cada vez que alguien me da una orden, siento el irrefrenable deseo de llevarle la contraria.
Dejando a un lado todos mis impulsos, tomo asiento donde me ha señalado y dejo la mochila y el
casco en el suelo a mi lado.
Me fijo en que sus dos zafiros no pierden detalle de cada movimiento que hago. Tengo que
refrenar el impulso de moverme de un lado a otro como una marioneta para saber si seguiría
mirándome.
—Es lógico. Tenemos códigos de vesmenta en la empresa y usted no los cumple en absoluto —
me recrimina.
Vale, empezamos
empezamos muy mal, señor o bueno. ¿Qué mierda te importa cómo voy vesda? Pongo mi
mejor sonrisa falsa y me encojo de hombros.
Ahora me echa en cara que he llegado tarde, eso no habría pasado si su jodida recepcionista no me
hubiera entretenido.
—Y yo creí que los americanos eran más afables, está claro que los dos estábamos equivocados —
contesto con arrogancia.
Si cree que puede joderme, la lleva clara. No me importa lo más mínimo lo que él o su conjunto
conjunto de
esrados piensen sobre mí. Hace mucho que esas cosas dejaron de importarme.
—Señorita Taylor…
—Quiero que trabaje para mí. Sea lo que sea lo que le ofrecen en Braincom, yo lo duplico. Necesito
a alguien con su talento en mi empresa.
—Gracias, señor Cox, solo que no me interesa. He venido aquí para trabajar en el proyecto que Cox
Tech y Braincom
empleo, presentarán
no necesito otro. en conjunto en la expo tecnológica de Nueva York. Ya tengo un
—Una vez más se lo agradezco, pero no estoy interesada —contesto de manera cortante.
Tengo que admir que con esa cara de mala leche es incluso más guapo, pero eso no influye en mi
decisión. Ni muerta trabajaría para alguien como él.
—Señor Cox, ¿sabe que lo que intenta hacer podría ser considerado
considerado competencia desleal? —
pregunto alzando una ceja.
—¿Tengo cara de que eso me preocupa en absoluto? Soy un hombre prácco, señorita Taylor.
Cuando quiero algo, lo consigo, a cualquier coste y sin importar las consecuencias.
consecuencias.
—¿A dónde cree que va? —inquiere imitando mi gesto con el ceño fruncido.
—Si esto es todo lo que tenía que decirme, ya me voy. He venido directamente desde el
aeropuerto, tras pasar cinco horas infernales de vuelo y ni siquiera he tenido empo de tomarme
un mísero café. Así que, si no le importa, me gustaría ir a instalarme en mi nuevo hogar temporal.
—Sí, su jefe, el señor Spencer, ¿no se lo ha comentado? Cox Tech le proporcionará un apartamento
con todas las comodidades durante el empo que esté con nosotros.
—No, Mark no me dijo nada de eso —farfullo despellejando mentalmente a mi jefe.
—Yo mismo le mostraré el camino. Si hace el favor —abre la puerta y espera a que salga como
todo un caballero.
Al pasar junto a la secretaria, Shana creo que se llama, le informa que no tardará en volver y que se
encargue de todo en su ausencia. Entonces me indica que siga por el pasillo y él lo hace tras de mí.
Llegamos a un ascensor, más pequeño que los demás y que solo se abre con una llave que el señor
Cox saca de su bolsillo. Comienzo a ponerme nerviosa ya sudar como una puta en una iglesia.
—En la diecisiete, justo encima. El ascensor es privado. Es el único que recorre las dieciocho
plantas del edificio. En el apartamento que va a ocupar, hay una llave para usted.
¿Por las escaleras? —Su mirada muestra confusión—. ¿Tiene algún problema con los ascensores?
—No me gustan los lugares cerrados, es solo eso. ¿Le importa si subo por las escaleras?
—Por supuesto que no, la acompaña. —Me señala la puerta de acceso por la que llegué y no
pierdo ni un instante en dirigirme hacia allí, pero antes de que pueda abrir la puerta, él la sujeta
por mí y se me queda mirando fijamente—. Señorita Taylor, ¿ha subido hasta aquí por las
escaleras? —pregunta,
—pregunta, y aunque las comisuras de su boca no se mueven ni un ápice, podría jurar
que está sonriendo por dentro.
Puedo ver la diversión dibujada en su mirada. Vamos, que el muy capullo se lo está pasando en
grande a mi costa.
Capítulo 3
M e detengo frente a una puerta de madera y antes de que el e l señor Cox la abra, ya sé lo que voy a
encontrarme en su interior, más rojo y negro. Entramos y me detengo a echar un vistazo. El
apartamento es grande, a la derecha hay dos enormes sofás orientados hacia un televisor que
ocupa casi toda la pared lateral, ya mano izquierda, una gran cocina moderna y completamente
equipada. Y, por si fuera poco, los muebles son todos de color rojo en contraste con el negro de la
encimera y los electrodoméscos. Nada que no esperara.
esperara.
—Hay un baño principal y otro en suite —me informa—. La segunda habitación está equipada con
todo lo que pidió el señor Spencer. —Señala hacia una esquina en el techo con el dedo índice—.
Todas las habitaciones cuentan con sistema de sonido inalámbrico. ¿Puedo saber el movo por el
cual quiere montar un taller en una de las habitaciones?
habitaciones? Bajando unos pocos pisos, disponemos de
talleres de trabajo perfectamente equipados con la tecnología más puntera.
—Sinceramente,
—Sinceramente, no tenía ni idea de que iban a alojarme aquí. ¿Qué po de persona vive en el
mismo edificio en el que trabaja?
—Yo vivo justo encima —contesta sorprendiéndome. Como siempre, mi tremenda bocaza me pone
en evidencia—. En la planta dieciocho se encuentra
encuentra mi áco. Solo usted y yo podemos usar el
ascensor privado. La llave está en el aparato de la entrada.
—Me parece que va a seguir usándolo usted solo, señor Cox. Yo no pienso subirme a ese cacharro.
—Sí, pidió que dejaran las maletas en su habitación y las cajas metálicas en el taller. Para pensar
quedarse solo unos pocos meses, te trae mucho equipaje.
—Ya sabe cómo somos las mujeres con la ropa —contesto cruzándome de brazos.
El señor Cox me repasa con la mirada y asiente no muy convencido. No pienso decirle qué es lo
que él trajo. Eso forma parte de mi trabajo y es confidencial. No puedo olvidar que este po es el
el
dueño de la empresa rival para la que trabajo y ya me ha dejado muy claro que jugar limpio no es
lo suyo.
—Bien, la planta de ingeniería es el número doce. Allí le proporcionarán todo lo que necesite para
llevar a cabo su trabajo.
—En realidad, yo trabajo aquí. Por eso lo del taller en la segunda habitación. No se me da
demasiado bien jugar en equipo.
Veo como frunce el ceño y sus ojos se estrechan. Me mira tan intensamente que podría
atravesarme en cualquier momento.
—Señorita Taylor, creo que no ha entendido el propósito de su presencia en Cox Tech. Se supone
que tenemos que trabajar en este proyecto en conjunto.
—Lo enendo perfectamente,
perfectamente, pero trabajar en conjunto no significa que yo tenga que eestar
star
presente en las oficinas constantemente. Los planos del exoesqueleto ya están terminados y los
enen sus ingenieros, ahora solo enen que montarlo todo con los materiales que les especifiqué.
Puedo echarle un vistazo a su trabajo si eso es lo que quiere, no mucho más.
—Yo no he acordado nada. Haré mi trabajo, si eso es lo que le preocupa, aunque le recuerdo que
yo no soy uno de sus empleados y no tengo por qué atenerme a sus normas. Si ene algún
problema con mi actud, puede hablarlo con mi jefe, el señor Spencer.
—Vamos, que no va ni a molestarse en fingir que solo está aquí para pasar unas vacaciones
vacaciones de lujo
a costa de la empresa de su jefe y de la mía, ¿cierto?
Vaya, una acusación directa. Esto se pone interesante. Está claro que el señor Cox esconde mucho
más carácter del que parece tener una simple vista.
Sonrío abiertamente y camino hacia él con lentud, me detengo a menos de un metro de distancia
y busco su mirada.
—Señor Cox, me alegra de que sea tan intuivo y que finalmente podamos ser sinceros el uno con
el otro. De esta forma, usted tampoco tendrá que seguir fingiendo que no ha insisdo tanto en que
yo estuviese aquí solo para poder ficharme para su empresa.
Su mirada sigue clavada en la mía, gris contra azul, en una batalla épica. Está cabreado, puedo
notarlo, pero también hay una chispa de diversión en sus zafiros y algo parecido a un reto. Eso es
en lo que me he converdo. Al señor Cox le gusta jugar al gato y al ratón y acaba de encontrar la
presa perfecta. Lo que él no sabe aún es, que este ratón es más escurridizo de lo puede llegar a
imaginar.
—No la molesta más, señorita Taylor —dice apartando su mirada de la mía. Por un momento, casi
tengo ganas de pedirle que no se vaya. De alguna manera, este jueguecito me resulta diverdo y
excitante,
excitante, más de lo que he sendo
s endo en mucho empo—. La dejo descansar e instalarse tranquila.
tranquila.
La espero en mi oficina mañana a las ocho. Le presentaré al personal con el que va colaborar y le
mostraré nuestras instalaciones.
instalaciones. Espero que se sienta cómodo en su nuevo hogar y si necesita algo,
póngase en contacto con Shana. Su número está junto al teléfono.
teléfono. Ella podrá ayudarla en cualquier
cosa que desee.
—Lo tendré en cuenta —murmuro viendo cómo se gira y camina hacia la puerta.
Aprovecho la ocasión para mirarle el trasero y sonrío, ya que de alguna manera le estoy
devolviendo la jugada. Joder, que culo más prieto le marcan los pantalones de vesr. Estoy tan
ensimismada, que ni siquiera me doy cuenta de que está mirando hacia atrás y pillándome in
fragan. Solo cuando se gira del todo, levante la mirada.
Vuelve a mirarme fijamente y noto de nuevo ese brillo de diversión en su mirada. Es como si sus
ojos sonrieran en lugar de su boca, y es una sonrisa perfecta y seductora. Se queda quieto unos
segundos, quizás esperando que me sonroje o me sienta avergonzada por lo que acabo de hacer. Si
es así, puede esperar sentado. Solo estaba echando un vistazo
vistazo a su mercancía. No es nada que él
no haya hecho conmigo antes.
—Una úlma cosa —dice sin dejar de mirarme a los ojos—. He visto el casco y supongo que habrá
dejado la moto fuera. —Asiento—. Hable con Shana y ella le proporcionará una plaza en el
aparcamiento subterráneo. Son aún más escaleras, pero estoy seguro de que su trasero se lo
agradecerá.
Tengo que contenerme para no soltar una carcajada. ¿Acabas de hacer una broma? A simple vista
nadie lo diría, ya que su postura es rígida y sus músculos faciales no se han movido ni un milímetro,
pero su mirada… Oh, señor, esa estoy aprendiendo a leerla a la perfección y sé que está
bromeando.
Tras despedirse con un gesto de su cabeza, sale del apartamento y me deja aquí plantada mirando
hacia una puerta cerrada.
—El señor Cox ene sendo del humor, ¿quién me lo iba a decir? Con lo esrado que parece —
murmuro para mí.
Miro a mi alrededor y resoplo al intuir el trabajo que tengo por delante. Me quito la chaqueta y las
deporvas, y lo primero que hago es ir a la cocina y prepararme un café.
café. Compruebo que la nevera
está a reventar de comida que probablemente terminará estropeándose. Yo soy más de pedir a
domicilio. Cocinar no es lo mío y la comida sana tampoco. Soy feliz sobrevi
sobreviviendo
viendo a base de café y
pizza.
Tras
Tras tomarme mi delicioso elixir marrón y con ánimos renovados, voy hacia las habitaciones y para
no variar compruebo que el rojo y el negro es el color predominante de todas las estancias. ¿Qué
le pasa a este hombre con esos colores? Incluso las paredes son de una imitación de piedra en
color rojizo, las persianas negras y cada jodido
jo dido detalle de la decoración es de esa misma gana
cromáca.
Entro en la habitación que será mi taller y compruebo que ya hay muchos aparatos instalados.
Computadoras, una mesa de proyección
proyección y todo lo demás que necesito para hacer mi trabajo. Las
cajas metálicas conenen todos los materiales del proyecto de las lentes de contacto inteligentes,
por eso están debidamente cerradas con una combinación que solo yo conozco. Tras abrirlas,
empiezo a ordenar cada cosa en su lugar y ensamblo todas las piezas de Izquierdo y Derecho. Sí,
ellos también se han venido conmigo. Los necesito para seguir trabajando desde aquí. Una vez
montados, me encargo de enlazar todos los aparatos electrónic
electrónicos
os con el ordenador central y pasar
la matriz de programación de Gregory para que él pueda controlarlo todo. Ese trabajo me lleva
varias horas, pero cuando finalmente termina, todo queda bajo el mando de mi asistente personal.
Las luces, enchufes, la cafetera, la ducha, las persianas, el equipo de música e incluso la nevera y el
horno. Este úlmo no pienso usarlo, aunque no está de más tenerlo controlado.
—¿Qué tal en tu casa nueva, Gregory? —pregunto mirando hacia el techo, negro cómo no.
—Haz un escaneo del soware y la programación para buscar posibles errores de instalación.
—Ahora mismo, Rachel —contesta. Tras unos segundos en los que aprovecho para sujetarme el
pelo en un moño desordenado en lo alto de la cabeza, Gregory vuelve a hablar—. Solo he
encontrado un par de errores en Izquierdo y Derecho, pero esos son de fabricación.
fabricación.
—Ignóralos. —Miro hacia los brazos robócos y compruebo que están girados hacia mí como si si
realmente pudiesen
pudiesen verme—. Eso es lo que los hace tan estúpidos, pero son de la familia y los
queremos de todos modos.
Esa es una de las razones por las que se ha converdo en algo indispensable
indispensable en mi vida. Se
preocupa por mí. Es increíble que le importe más a una máquina que a ningún ser humano, y no
voy a quejarme por ello. Soy una afortunada por tenerlo.
—Bueno, es joven, más de lo que esperaba, y muy guapo. También parece estar tallada en granito
como una estatua de jodida. Apuesto a que, si fuese una, sería de color negro y rojo —añado
soltando una carcajada por mi propio chiste—. Tiene unos ojos azules zafiros muy expresivos y me
ha mirado el
e l culo descaradamente.
descaradamente.
— ¿Eso significa que tendré que desconectarme la próxima vez que el señor Cox venga a visitarte?
—pregunta con segundas.
—No, colega. El señor Cox no parece el po de hombre que disfruta de una buena sesión de sexo
sin compromiso. Es demasiado serio y encorsetado.
encorsetado. Una pena, ya que no me importaría descubrir
por mí misma qué hay debajo de ese traje hecho a medida.
—Hola, Rachel —saluda mi jefe. Puedo escucharlo a través de los altavoces—. ¿Cómo te va? ¿Ya te
lo has instalado?
—Sí, justo acabo de terminar. Podrías haberme avisado que me iba a alojar en el jodido edificio de
Cox Tech.
—¿No te lo dije? Se me debe haber pasado —miente. Puedo intuirlo en su tono de voz. Mark ene
muchas virtudes, menr bien no es una de ellas—. Pero estás bien, ¿no? ¿Cox te ha tratado bien?
¿Tienes todo lo que necesitas?
—Sí, lo tengo todo, y algún añadido extra, como subir diecisiete jodidas plantas para llegar a casa.
Gracias por eso, por cierto.
—Mierda, olvidé que no usas el ascensor —murmura, y parece realmente arrependo—.
arrependo—. Vale,
puedo arreglarlo. Te conseguiré otro apartamento y…
—Son solo tres meses. Después de la expo podrás regresar y te prometo que no volveré a pedirte
que hagas esto jamás.
—Un capullo arrogante con ínfulas de grandeza que se esconde bajo una apariencia de hombre
serio y responsable para no tener que admir que en realidad se siente como un cero a la
izquierda.
—No te preocupes, sé comportarme como una señorita. Y no, no le he dicho nada ofensivo, pero
me ha pillado mirándole el culo.
—Espera, ¡¿qué?! —En vez de cabrearse, Mark empieza a reír a carcajadas—. ¿Y qué te ha dicho?
—Nada —me encojo de hombros, aunque sé que no puede verme—. Solo me miró como si me
estuviese perdonando la vida.
—Yo ya lo sé. Coincidió con él en varias ocasiones. Sobre todo, en las exposiciones a las que tú te
niegas a presentarte. Te estoy preguntando tu opinión.
—¿Qué quieres que te diga que ya no sepas? El o está más bueno que una tostada de mermelada
de arándanos, pero es tan inexpresivo que ni siquiera me imagino cómo será en la cama. Supongo
que un muñeco hinchable le pondría más empeño.
—Ajá —contesto de manera escueta. No quiero admir cuánto me han impresionado en realidad
esos dos zafiros.
—Rachel, hazme el favor y no te lo neumácos. No creo que eso fuese beneficioso
beneficioso para el negocio
—el tono de advertencia en su voz no me pasa desapercibido.
—Descuida, mezclar negocios con placer nunca venta bien. Por eso tú y yo nunca nos hemos
acostado. Bueno,
Bueno, por eso y porque te gusta más el rabo que a mí.
—Bruta, pero cierto. Oye, te dejo que voy a intentar descansar un rato. Mañana te llamo y te
cuento las novedades. Por cierto, tenías razón, el señor Cox no ha perdido el empo, me ofreció
trabajo nada más verme.
—Eso ya lo esperábamos.
—Rachel, ambos sabemos que no trabajarías para él ni, aunque te bajara la mismísima luna. Cox es
uno de esos ejecuvos agresivos de los que piensan que el fin jusfica todos los medios, así sean
rastreros y descabellados.
descabellados.
Capítulo 4
E l nauseabundo olor a gasolina y humo me provoca fuertes arcadas, intento moverme, pero un
dolor punzante recorre mi pierna paralizándome. Noto el sabor metálico de la sangre en mi boca y
aprieto los dientes intentando no gritar y enfocar la vista. Solo hay cristales y trozos de metal y
pláscos por todos lados, entonces giro la cabeza y lo veo, me está mirando con los ojos abiertos.
Un grito desgarrador
desgarrador sale de lo más profundo de mi garganta y me despierto bañada en sudor.
Aparte de un puntapié las horribles sabanas rojas y me incorpora en la cama sujetando las rodillas
contra mi pecho e intentando recuperar el control de mi respiración. Siento mi corazón golpear
contra mi pecho como si estuviese a punto de salir volando y soy incapaz de dejar de temblar.
—Rachel, ¿te encuentras bien? —escucho la voz de Gregory, y no soy capaz de contestarle. Aún
sigo en ese lugar donde viven todos y cada uno de los demonios que me atormentan—. Rachel,
¿quieres que llames a alguien? —insisr.
Sacudo la cabeza para intentar centrarme y carraspeo. Tengo la boca seca. Suele sucederme a
menudo. Incluso he llegado a despertar afónica por gritar tanto.
—Estoy bien —contesto con voz ronca y entrecortada. Tomo una respiración profunda y poco a
poco empiezo a recuperar el control sobre mi cuerpo—. ¿Qué hora es, Gregory?
—Los cuatro de la madrugada. ¿Le ordeno a Derecho que te traiga algo de beber?
—No, ya me levanto
levanto yo. No creo que pueda seguir durmiendo —miento. En realidad, sí podría
hacerlo, pero me aterra volver a ese lugar—. Prepare café y encienda todo en el taller. Vamos a
trabajar un rato.
Toco mi camiseta larga, una de las que siempre uso para dormir, y compruebo que está empapada.
Me levanto haciendo
haciendo una mueca al ver que las sábanas también están mojadas y entro en el baño
quitándome la camiseta por la cabeza. La ducha está encendida y puesto que el agua ene una
temperatura ideal. Adoro a Gregory, sabe qué es lo que necesito en cada momento.
El enorme baño dispone de bañera y ducha y un gran lavamanos de dos cubetas con encimera de
granito. Cojo una toalla del colgador y me miro en el espejo de cuerpo entero. No puedo evitar que
mis ojos se deslicen por todo mi cuerpo y vayan a parar a mi muslo derecho. Una gran cicatriz lo
atraviesa de un lado a otro. La toco con las puntas de mis dedos y me estremezco al recordar el
dolor que sen, era insoportable.
Resoplo y vuelvo a sacudir la cabeza. Necesito salir de ahí ya mismo. El pasado solo es eso, pasado,
y no va a volver. Al menos no esencialmente, porque en mis sueños… Ahí me perseguirá hasta el
día en que mi corazón deje de lar.
El agua caliente sobre mi cuerpo actúa como un bálsamo, llevándose por el sumidero todo rastro
de angusa y desesperación. Al salir, ya me encuentro mucho mejor. Me pongo otra de mis
camisetas largas desgastadas de tanto uso, y me hago con una humeante taza de café antes de
encerrarme en el taller.
Las horas pasan muy rápido cuando estoy haciendo lo que me apasiona. Tres cafés más tarde,
Gregory me recuerda que tengo que prepararme para mi reunión con el señor Cox. Se me pasó por
la cabeza no acudir, pero probablemente metería a Mark en un lío y le prome que pondría de mi
parte, así que, a regañadientes, entraría en mi nueva y horrible habitación y me cambio de ropa.
Nada formal. Me importa una mierda el código de vesmenta de la empresa, yo no trabajo aquí y
no tengo por qué seguir sus estúpidas normas. Me pongo un vaquero ajustado, unas deporvas y
una camiseta estampada dejando un hombro al descubierto. Pein Peinoo mi melena dejándola lisa y
suelta y salgo del apartamento guardándome el teléfono
teléfono móvil en el bolsillo trasero del pantalón.
Gregory se viene conmigo a todos lados.
—Sí, ya ha preguntado por usted —miro la hora en mi teléfono y compruebo que ya pasan diez
minutos de las ocho—. Por cierto, me comentó lo de la plaza de aparcamiento. Ya he hablado con
el responsable y esta misma mañana le asignarán una.
—Tutéame. Ya tengo que aguantar que tu querido jefe esté llamándome señorita en todo
momento, y no lo soporto.
—Ya, eso he notado —susurro alzando ambas cejas con una sonrisa pilla.
—Buenos días, señorita Taylor, llega usted más de diez minutos tarde y la próxima vez que entre en
mi despacho, haga el favor de llamar a la puerta —escupe el simpaquísimo señor Cox.
—Buenos días —su compañero se levanta y me enseña unos blanquísimos dientes mientras me
repasa de arriba abajo con la mirada—. Tenía ganas de conocer a la famosa señorita Taylor —me
dice tendiendo su mano. La
L a acepta devolviéndole la sonrisa y asiento—. Es un placer conocerla.
—Yo soy…
—Él es Paul Summers, vicepresidente de Cox Tech y mi mano derecha —le interrumpe el señor
Cox.
—También está casado, así que le agradecería que no hiciera caso a sus coqueteos nada
disimulados —interfiere de nuevo el señor Cox.
—¡Vamos, Cox! —se queja Paul riendo a carcajadas—. Solo estaba siendo amable. Loren me
cortaría las pelotas si llego a pasarme de la raya.
día.
—Si ya ha terminado, señorita Taylor, acompáñeme. Bajaremos a la decimosegunda planta para
que pueda conocer a nuestro equipo de ingenieros.
Estoy a punto de girarme para ir hacia la puerta, pero la intensidad de su mirada me deja
paralizada.
—Señorita Taylor, me cuesta mucho disnguir cuándo está siendo sarcásca o no —comenta sin
tapujos.
—Es fácil, yo estoy hecha por un noventa por cierto de sarcasmo, de modo que casi siempre lo soy.
Me despido de Shana al pasar y voy directamente hacia el acceso a las escaleras. Puedo escuchar
al señor Cox resoplar,
resoplar, aunque me sigue bajando los escalones.
—¿Por qué no vamos por el ascensor? —pregunta Pablo. Puedo escucharlos a pesar de ir bastante
más adelantada.
Llego a la planta número doce y tras cruzar la puerta, les espero a ambos. No tardarán en llegar.
—¿Te gusta hacer deporte? —pregunta Paul en cuanto se deene a mi lado—. En la sexta planta
hay un gimnasio para los empleados. Yo lo uso todos los días. O si lo que te gusta es correr, aquí
nuestro jefe sale todas las mañanas. ¿Corres?
—Aparte de guapa, eres diverda. Va a ser interesante tenerte por aquí —señala Paul, pero por la
forma en la que me mira no parece realmente
realmente interesado en mí. Creo que solo es una de esas
personas a las que les encanta coquetear.
Lo observa fijamente y compruebo que no es capaz de mantenerle la mirada a Cox, solo sonríe
intentando agradar. Un lameculos, estoy segura.
—Señorita Taylor, le presentó a Thomas Aldrich, nuestro ingeniero jefe y el responsable del
proyecto del exoesqueleto.
Vale, ahora ya sé quién es. He hablado por mail con este po varias veces y no me gusta ni un pelo.
—Encantadaa —le endo mi mano y él la recibe con una nueva sonrisa fingida.
—Encantad
Antes de que nadie me dé permiso, entro en el taller y voy directamente hacia la plataforma en la
que se encuentra el exoesqueleto. Es precioso, pero… algo no va bien.
—No toque eso —dice el chico de los tatuajes al ver que extendiendo mi mano para comprobar
qué material se ha usado para la fabricación del protopo—. Es muy sensato.
—Pues no debería serlo
s erlo —comento frunciendo el ceño. Muevo lo que se supone que deben actuar
como arculaciones de una rodilla biomecánica y compruebo que no está construido con los
materiales que dejó por escrito—. ¿Qué demonios es esto? —inquiero girándome para mirar
directamente al tal Thomas, el jefe de ingenieros—. Especifiqué en el informe que solo debería
usarse poliuretano a base de dióxido de carbono para los componentes
componentes arculados y para los fijos
el tungsteno.
—Esos materiales son extremadamente caros y es muy dicil trabajarlos. He creído conveniente
sustuirlos por otros de igual calidad, pero más accesibles.
—¿Titanio? —pregunto chocando mis nudillos contra lo que se supone que ene que actuar como
—¿Titanio?
una bia—. Este material es mucho más pesado y menos flexible. Se supone que estos
exoesqueletos enen que ser cómodos aparte de resistentes. —Doy un rón a la esponja interior y
se desgarra sin apenas ejercer fuerza—. ¿Y esto qué es, esponja de baño? Por el amor de Dios, se
supone que aquí usáis materiales de calidad. Estas prótesis van a ser usadas por personas con
movilidad reducida. Son las piernas que necesitan para andar y no estaría demasiado bien que se
rompieran la crisma nada más probarlas.
El silencio se hace en la estancia y atraigo todas las miradas hacia mí, cosa que no puede
importarme menos. Trabajó duro en este proyecto y no pienso permir que un capullo se lo cargue
por querer reducir gastos de producción.
El señor Cox vuelve a mirarme fijamente, pero en esta ocasión no soy capaz de descifrar lo que
está pensando o cuál es su postura respecto a este inconveniente.
—Señorita Taylor, ¿quiere que lo despida? —me pregunta de sopetón.
—Le he preguntado si quiere que despida al señor Aldrich, pero en ese caso usted tendrá que
suplir su puesto. Es lo justo.
Entrecierro
Entrecierro los ojos y se me escapa una sonrisa.
—Muy bien jugado, señor Cox, pero no, no me interesa trabajar para usted. Creí que eso ya había
quedado claro.
—Pues dado que no quiere asumir el puesto del señor Aldrich, tendrá usted que trabajar con él en
este proyecto. Estoy perfectamente seguro de que podrás manejarlo a la perfección.
¿Me está tomando el pelo? Le miro a los ojos y vuelvo a ver ese brillo travieso en sus zafiros. El
muy capullo me está poniendo a prueba y de paso riéndose de mí.
—¡Oh, Dios mío! Es usted Rachel Taylor —dice el chico de los tatuajes interrumpiendo la guerra de
miradas entre el señor Cox y servidora—. Oh mierda, y yo le dije que… Perdón, no tenía ni idea de
que era Rachel Taylor.
Taylor.
—Llámame solo Rachel, por favor, y también es un gusto conocerte. ¿Eres ingeniero? —El
muchacho asiente rápidamente.
—Me alegro de escuchar eso. —Me giro hacia el chico y le sonrío de nuevo—. ¿Podrías echar un
vistazo a los planos y al informe que envié sobre el protopo
protopo,, por favor?
—Eh… a esa información solo ene acceso el señor Aldrich —contesta señalando a su jefe.
—Pues a parr de ahora serás tú quien se encargue de pedir los materiales exactos que describo
en mi informe. Estoy seguro de que Thomas tendrá muchas otras cosas con las que entretenerse.
—Eh… Claro, sí, por supuesto, señor… —Alzo una ceja y el chico sonríe. Me cae bien—. Raquel.
—Eh… Pues… —el muchacho tubea y mira hacia el señor Cox—. No estoy seguro de que le
gusten… digo, te gusten los sios que yo frecuento.
—¿Por qué no? —Me encojo de hombros y escucho la risa de Paul a mi espalda.
—Si buscas salir a tomar una copa, yo puedo aconsejarte un par de sios —propone.
Paul ríe a carcajadas y el señor Cox me mira como si intentara atravesarme con sus zafiros.
—No creo que este sea el mejor lugar para hablar de esto, señorita Taylor —señala en tono de
regaño.
—No veo qué ene de malo, señor Cox, el sexo es muy sano. ¿Usted lo pracca?
Paul se atrae con su propia carcajada y empieza a toser. Damon también se está aguantando la risa,
al igual que los demás empleados que fingen seguir trabajando con normalidad.
—No creo que eso sea asunto suyo —escupe de malos modos, y por primera vez veo una reacción
en su rostro. Es furia, está muy cabreado, pero se conene.
—Cierto, discúlpeme si le ha ofendido mi pregunta —digo sonriendo de manera pilla—. Cada uno
es libre de follar cuando quiera, donde quiera, con quien pueda, y no dar explicaciones a nadie. —
Paul sigue tosiendo sin parar y es Damon quién lo intenta ayudar, dándole palmaditas en la
espalda—. Cuídate esos tos, Paul —desvío
—desvío mi mirada de nuevo hacia el señor Cox y veo que abre y
cierra los puños con fuerza, como si estuviese intentando contenerse para no estrangularme.
Sonrío sabiendo que esta batalla acabo de ganarla yo y alzo ambas cejas en su dirección—. Si la
visita guiada ha terminado ya, me gustaría volver al trabajo en mi taller. —Me giro hacia Damon y
le guiño un ojo—. Avísame con lo que sea, ¿vale?
Tras esperar su confirmación, me giro de nuevo y salgo del taller con la barbilla en alto y
aguantando las ganas de soltar una carcajada. Esto está resultando ser la mar de diversión.
Capítulo 5
Nada más volver al apartamento, seguí trabajando en el taller hasta que anocheció. No sé por qué
la gente insiste en estar siempre acompañada.
acompañada. Supongo que le temen a la soledad, pero yo no
siento esa preocupación. A mí me gusta estar sola. Ten
Tengo
go a Gregory cubriéndome las espaldas, no
necesito a nadie más.
—Vale —doy una palmada y tomo una bocanada profunda de aire—. Vamos con la primera
—Deja que haga un escaneo del soware en busca de algún error, antes de que… —Sin que ni
siquiera pueda terminar la frase, ya me colocó la lente de contacto en el ojo izquierdo—. O
también puedes ignorar todos los protocolos de seguridad y exponer tu integridad sica.
—Nunca lo son, pero eso no me ha detenido hasta ahora. Vamos, haz lo que te digo. Veamos hasta
dónde puede llegar este chisme.
Casi puedo escucharle suspirar, aunque no lo hace, básicamente porque no respira, no obstante, si
pudiera hacerlo, ahora mismo estaría resoplan dando como un toro.
Una luz azul brillante aparece frente a mi rostro. El programa se inicia y el logo de Braincom
B raincom
aparece en el primer plano de la interfaz. Después
Después de unos segundos, aparece un menú
desplegable ante mí. Esro mi mano y el programa detecta el movimiento
movimiento de inmediato.
—Sí, yo también lo noto. Oye, creo que puedo reducir el empo de acvación del programa un
cuatro o cinco por ciento. También aumentará la memoria virtual para que vaya más fluido. Se
ataca un poco.
De pronto, siento que mi ojo empieza a escocer y noto mucho más calor.
—La temperatura
—dice Gregory. del protopo sigue en ascenso. Rachel, te sugiero que te lo quites de inmediato
—Sí, solo dame… —sigo intentando quitarme el dichoso aparato del ojo—. ¡Mierda! Quema,
quema —finalmente pude levantar
levantar un lateral y la bolsa de un rón—. Auch, eso no ha salido
exactamente como esperaba.
—No, estoy bien —me miro al espejo y compruebo que tengo el ojo algo enrojecido, pero veo
perfectamente—. Vale, creo que vamos a tener que aumentar la densidad del hidrogel. —Dejo la
lenteja sobre la mesa de escaneado virtual y pestañeo varias veces—. Haz un diagnósco completo
y busca fallos en la programación. Creo que también podemos reducir el impacto de temperatura
bajando los niveles de metal en los componentes electrónicos.
—Creo que el diagnósco debería haberlo hecho antes de que testaras el protopo por tu cuenta,
Rachel. Es más, estoy seguro de que lo propuse y tú rechazaste
rechazaste mi sugerencia.
—Gregory, puedes ahorrarte el tono de “te lo dije” —señalo mirando hacia el techo y sonriendo
levemente. En realidad, me gusta que uses ese tono conmigo. Lo hace más humano—. ¿Tiempo
esmado?
—Paso. Aún no estoy lo suficientemente cansada como para intentar dormir. Tengo que buscar
otra cosa que hacer. ¿Qué hora es?
—jueves, seis de la tarde —murmuro para mí—. ¿Qué hacen las personas normales?
—Puedes salir a dar un paseo. Conocer un poco la ciudad y gente nueva. Con un poco de suerte,
hacer un nuevo amigo, uno que tenga cuerpo.
—Amigo, creo que se está pegando mi sarcasmo —señalo tras soltar una carcajada—. Pasamos
demasiado empo juntos y me temo que estoy siendo una mala influencia para .
—Crees que no soy capaz? Aunque no lo parezca, soy una persona muy sociable. Podría hacer un
amigo hoy mismo, sin siquiera salir de casa.
—Permíteme ponerlo en duda —contesta mi asistente. Antes de que pueda darle una buena
réplica, vuelve a hablar, esta vez en un tono mucho más serio—. Tienes una llamada entrante.
—¿Quién es? Si es mi madre, dile que ya la llamaré.
—Dice llamarse Damon, y que ene que hablar congo de manera urgente —aclara.
Tras unos segundos de espera, la voz del ingeniero empieza a sonar por los altavoces.
—Eh… ¿Hola? Señorita... Digo, Rachel. Soy Damon. Nos conocemos esta mañana en el taller
central de Cox Tech. No sé si se... te acuerdas de mí.
—Hola, Damon —contesto—. Claro que me acuerdo de . Guapo, tatuajes, orejas perforadas y
gafas negras. ¿Correcto?
Escucho su risa al otro lado de la línea y yo también sonrío.
—Sí, exactamente,
exactamente, y gracias por lo de guapo. Espero no molestarte. Me dijiste que si tenía algún
problema te llamara.
—Estoy sufriendo algunos inconvenientes al encargar los materiales que solicitaste para el
protopo del exoesqueleto. Los proveedores no garanzan la entrega en un empo menor a tres
semanas y…
—Eso es demasiado. La expo es en tres meses y no podemos permirnos estar paralizados durante
tres semanas. ¿Cuál es el material que te está dando problemas?
—El tungsteno. Acudió a varios proveedores, pero todos dicen lo mismo. Hay que esperar.
—Perfecto. Entonces, pues… eh… creo que eso es todo. Espero que pases buenas noches.
Me quedo en silencio unos segundos y una idea se me cruza por la mente. Alzo una ceja mirando
hacia el techo como si estuviese mirando a Gregory y sonrío levemente. ¿Cree que no soy capaz de
hacer nuevos amigos? Vemos si ene razón.
—Oye, Damon, ¿dónde estás? —pregunto.
—Eh… Pues en la empresa. Justo ahora estaba a punto de marcharme. ¿Por qué?
Supongo que lo habré tomado por sorpresa, ya que se queda callado durante un buen rato.
- ¡Genial! ¿Qué te parece si te invitan a cenar? Pizza, cerveza y una peli mala de los noventa.
—Eh… Señor… digo, Raquel. No sé si es buena idea. Yo no quiero problemas y…
— ¿Problemas? ¿Por qué tendrías problemas? Yo no trabajo en Cox Tech. Solo estoy aquí de visita.
Además, tampoco es que esté ligando congo, Damon. Solo quiero pasar un rato agradable con un
amigo.
—Ese mismo. Smasher llevó a los videojuegos de plataformas a otro nivel. Es una obra de arte de
nuestro siglo.
—Vale, ya veo que te gustan los videojuegos —señalo sin poder dejar de sonreír—. Creo que lo
—Vale,
jugué un par de veces
veces en la universidad.
universidad. Mi novio… Bueno,
Bueno, Clay… Él estaba
estaba enganchado
enganchado a ese
juego. —Al recordar
recordar a Clay,
Clay, un nudo de dolor y rabia se
se instala en mi garganta,
garganta, pero
pero decidió
ignorarlo y seguir hablando con mi futuro nuevo amigo—. Vale, entonces sube y pedimos unas
pizzas.
—Por el ascensor principal hasta la planta de dirección, después coge las escaleras hasta la planta
diecisiete. Te estaré esperando. Hasta ahora. —Antes de que pueda replicar, cuelgo la llamada y
me pongo en pie de un salto.
—Es tu nuevo amigo —informa Gregory con recochineo—. ¿Quieres que abra?
Miro mi reflejo en el espejo de la entrada y me encojo de hombros. Voy descalza y con el pelo
sujeto en lo alto de la cabeza en un moño desordenado. Tampoco estoy tan mal. Abro la puerta y
veo a Damon, está de espaldas a mí observando todo a su alrededor, como si esperara a que
alguien lo eche a patadas o algo así.
—Eh… hola —saluda tras verme—. No sabía si este era el lugar correcto.
—Lo es, pero pasa, no te quedes en la puerta —ro de su brazo para meterlo en el apartamento y
cerrar la puerta.
Me paro a observarlo un instante, del mismo modo que él hace con el apartamento. Está vesdo
con la misma ropa que llevaba esta mañana, solo que ya no lleva la bata blanca puesta. Pantalones
de vesr negros, camisa blanca y corbata estrecha negra y gris claro algo desabrochada. Lleva las
mangas de la camisa enrolladas a la altura de los codos, dejando expuestos sus brazos
completamente cubiertos de nta de colores. También trae una mochila que cuelga de uno de sus
hombros.
—No sabía si tenías videoconsola —señala la mochila encogiéndose de hombros algo cohibido.
—La verdad, no tengo ni idea. Acabo de llegar y ni siquiera he encendido el televisor. Busca ahí —
señalo el mueble bajo que hay en el salón—. Yo voy a pedir unas pizzas ya coger algo de bebida.
¿Cerveza?
—Cualquiera me va bien. No soy quisquilloso —responde tomando asiento en uno de los enormes
—Cualquiera
sofás. Deja la mochila en el suelo a su lado y saca de ella un videojuego—. Lo he traído.
—Genial —alzo mi dedo índice para que me dé un segundo y miro hacia el techo—. Gregory, pide
un par de pizzas. Tocino, pollo, champiñones, carne y salsa picante —miro a Damon buscando su
aprobación y este asiente, aunque parece extraño por verme hablar sola.
—Bueno… Gregory es algo más que una interfaz de voz, aunque eso ahora no importa. Voy a
buscar las bebidas mientras instalas el videojuego.
Salgo hacia la cocina mientras veo a Damon trastear en el mueble y enciende el televisor. Cuando
vuelvo, dejo una botella de cerveza y una lata de refresco sobre la mesa auxiliar y tomo asiento a
su lado.
Las pizzas no tardan en llegar y es Damon quien se acerca a recogerlas a la puerta mientras yo
golpeo los botones del mando concentrado en matar la mayoría de monstruos que pueda. Tras
darnos un atracón y jugar varias pardas, me doy cuenta de que me lo estoy pasando genial con mi
nuevo amigo.
Damon, muy diverdo y charlatán, entre y parda y parda me cuenta que proviene de Nueva
Jersey. Es hijo único, sus padres aún viven allí. Se mudó a Nueva York para estudiar ingeniería
industrial en el NYU[yo] con una beca completa. Tras hacer las práccas en Cox Tech, decidió
contratarlo, así que se mudó definivamente a la Gran Manzana.
—Coge la llave —ordena. Los dos estamos jugando con diferentes avatares. Él con Tony Smash, y
yo con una chica llamada Clary Green, que, por cierto, no creo que lleve la ropa adecuada para el
trabajo que está desempeñando—. Nos va a hacer falta para pasar al siguiente nivel.
—¿Por qué los creadores de videojuego
videojuegoss siempre le ponen tan poca ropa a los avatares
femeninos? En serio, no puede ser cómodo ponerte a disparar un fusil y matar monstruos con ese
short y en sujetador. Y en el nivel anterior, con la nieve que había en el exterior, solo llevaba un
jodido gorro con orejeras,
orejeras, pero seguía medio en pelotas.
pelotas. Eso no ene sendo.
—Eso vas a tener que preguntárselo al señor Cox. Fue él quien creó Smasher .
—Espera… ¡¿Qué?! —Pongo el juego en pausa y me giro hacia D Damon—.
amon—. Explica eso.
—Bueno, sé lo que he visto, que es el po más herméco e inexpresivo que he conocido jamás.
Alguien debería sacar el palo que lleva medo en el culo —Damon empieza a reír a carcajadas—.
pero...
—¡Lo sabía! —exclama volviendo a reír—. No sé qué os pasa a las mujeres con ese hombre. Todas
dejamos un rastro de baba a su paso y él ni siquiera
s iquiera se inmuta. Al final voy a empezar a creerme los
rumores.
—He compardo mi pizza congo —señalo hacia la caja de pizza vacía que hay sobre la mesa y él
sonríe.
—Vale, te lo voy a contar. El señor Cox, como ya te habrás dado cuenta, está muy reservado con su
vida privada. En realidad, mucho pensamos que ni siquiera ene una. El o es el primero en llegar
a la oficina cada día y el úlmo en marcharse. Incluso
Incluso vive en el mismo edificio.
—Exactamente. Solo venta del edificio por las mañanas. Se supone que sale a correr todos los días.
—Exactamente.
También si ene que acudir a algún evento o reunión, pero siempre va solo. Nuca se le ha visto con
una mujer en plan cita o relación. Tampoco se le conoce ninguna novia en el pasado, así que…
—¿Qué dices?
—No, nada. El caso es que no enendo
e nendo qué ene que ver eso con el videojuego.
—Ah, sí, eso. En realidad, no ene que ver. El caso es que Cox Tech nació a raíz de Smasher. Fue la
primera creación del señor Cox y lo que impulsó la creación de la empresa. El videojuego fue un
éxito de ventas y revolucionó el mercado. Marcó el inicio de una nueva era de videojuegos, mucho
más realistas y con una mejora increíble de los gráficos y plataformas. Después de eso, la empresa
comenzó a crear videoconsolas,
v ideoconsolas, a connuación, teléfonos inteligent
inteligentes
es y ordenadores, y así
sucesivamente
sucesivamen te hasta llegar a ser una de las empresas tecnológicas más importantes
importantes e influyentes
influyentes
del mundo.
—No voy a meterme en esa guerra —replica alzando sus manos a modo de rendición.
—Algo así. Aunque ahora ya solo se dedica a dirigir la empresa. Nunca lo he visto trabajar en un
taller.
—Bueno, debería irme ya. Se ha hecho tarde y mañana tengo que trabajar. El señor Aldrich me
matará si llegará tarde.
—Eres buena calando a la gente. Thomas Aldrich es mucho más que un capullo, es el jefe, al menos
el mío. —Se levanta y esra los brazos para desentumecerlos—. Ha sido un verdadero placer,
Rachel. Nunca imaginé que terminaría comiendo pizza y jugando una parda con la mismísima
Rachel Taylor. Tu trabajo es una inspiración para todos los ingenieros de por aquí. Admito que te
tenemos un poco de manía, ya que siempre
s iempre consigues arrasar en la expo dejando nuestros
proyectos a ras de suelo.
—No voy a decir que lo siento —contesto sonriendo. Me levanto también y me cruzo de brazos.
—No esperaba que lo hicieras, aunque sí me gustaría aprender de algún día. Quizás podamos
reper lo de esta noche en alguna otra ocasión.
—¿Mañana? ¿No enes que asisr a la gala benéfica? Todos los jefazos van a estar allí y creí que tú
irías en representación
representación de Braincom.
—¿Tengo pinta de que me gusten ese po de eventos? —inquiero alzando una ceja en su
dirección.
—No, en realidad no la enes. Siempre imaginé que Rachel Taylor sería una mujer formal y seria,
una adicta al trabajo.
—¿Como el querido señor Cox?
—Sí, algo parecido. Me alegra saber que no eres de ese modo. Ganas mucho en persona, Rachel
Taylor.
—Bueno, muchas gracias. Y yo me alegro de haber encontrado un amigo en este lugar. No suelo
tener muchas personas a mi alrededor.
alrededor. Soy más de pasar mi empo rodeado de máquinas.
—Pues aquí me enes cuando me necesitas. Llámame mañana y me confirma nuestra cita para
pizza y Smasher.
—No, déjalo ahí. Yo tengo otro en casa. Ese lo he cogido de la sala de pruebas. Siempre hay unos
cuantos de nuestros juegos disponibles para los empleados. Si quieres, mañana probamos
Smasher 2. Es aún mejor que el primero.
—Hecho. —Le acompaño a la puerta y levanto mi mano a modo de despedida—. Buenas noches
Damon.
—Al noventa y siete por ciento. Estará lista en menos de media hora.
—Genial, prepara café, esta noche va a ser larga. Y que Izquierdo y Derecho recojan el salón.
Capítulo 6
Ni siquiera sé cuánto empo llevo dormida cuando escucho el mbre sonar. Resoplo girándome en
la cama y maldigo en voz alta. Para una vez que no me despierta una pesadilla, lo hace el dichoso
mbre.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué mierda hace ese po aquí?! —El mbre empieza a sonar con más insistencia y
vuelvo a resoplar—. ¡Hijo de...! No se da por vencido.
—No, deja, ya voy yo. Quiero darme el gusto de mandarlo a la mierda por mí misma —respondo
levantándome de un salto.
Salgo de la habitación descalza y vesda únicamente con una camiseta ancha y desgastada que me
llega por debajo de los muslos y ni siquiera me molesta en arreglarme el nido de pájaros que tengo
a modo de cabello. Abro la puerta de mala leche y clavo mis furiosos ojos en el jodido señor Cox.
—Señorita Rachel, llevo un buen rato llamando a la puerta —señala mirando su reloj de pulsera,
que, por cierto, es feo de cojones.
—Son las tres de la tarde. No debería estar durmiendo a esta hora —señala entrand
entrando
o en el
apartamento como si estuviese en su propia casa.
Bueno, en realidad es suyo, pero yo vivo en él, así que no debería tomarse esas confianzas.
—No toque eso —le quito la jarra de las manos y la coloco de nuevo en su lugar—. Gregory,
prepara café —ordeno.
La cafetera se enciende de inmediato y veo como la arruga en el entrecejo del señor Cox se
acentúa.
—Comando por voz. Por eso quiso que le instalaran el sistema de sonido en todas las estancias —
comenta.
—Sí, algo así. El de la voz es Gregory, mi asistente personal. Ahora, ¿puede decirme qué hace aquí,
señor Cox?
—Por lo visto, no esperaba ninguna visita —señala mirándome de arriba abajo con reprobación.
Me cruzo de brazos sin molestarme en disculparme por mis pintas. Estoy en mi casa, bueno, en la
suya, pero vivo aquí, aunque sea de manera temporal y el señor Cox debería aprender a no invadir
el espacio personal de los demás—. ¿Suele abrir la puerta con tan poca ropa puesta de manera
habitual, señorita Taylor?
—Solo cuando estoy durmiendo y viene a joderme, señor Cox. ¿Puedo saber ya el movo mo vo de su
visita? Me gustaría seguir justo donde lo dejé antes de que su insistencia al tocar el mbre me
sacara de la cama.
—Solo he venido a informarle de que va a tener que cambiar sus planos de esta noche. —Lo miró
fijamente sin entender a qué se refiere. ¿Qué demonios sabe él sobre mis aviones? —. Ya sabe, lo
que dijo ayer en el taller sobre lo de salir a diverrse y…
—Y echar un polvo? —pregunto alzando una ceja en su dirección. Veo como su nuez sube y baja
tras el cuello de su camisa blanca. Hoy no lleva chaleco bajo la americana y eso me da una
perspecva mayor del contorno de sus pectorales. ¿Será verdad que es gay? Eso sería una
verdadera pena para el mundo femenino. Carraspeo y sacudo la cabeza para quitarme la imagen
del pecho desnudo del señor Cox de la mente y desvío de nuevo mi mirada hacia su cara—. No se
preocupe, mis aviones ya han cambiado. No voy a salir.
—Entonces vuelva a cambiarlos. Esta noche va a acompañarme a la gala benéfica que se celebra en
el Ritz. Pasaré a buscarla a las ocho. —Veo que se acerca de nuevo a la cafetera y tras sacar una
taza de uno de los armarios, se sirve un café—. ¿Quieres? —pregu
—pregunta
nta tras darle un sorbo.
Sus ojos se clavan en los míos y veo cómo brillan. Otra vez ese reto en su mirada, como si yo fuese
su presa y él el cazador.
—Veo que enende el propósito de esas fiestas. Como usted acaba de mencionar, se hacen
negocios, y ese es nuestro objevo.
—No, ese es su propósito, señor Cox. Yo solo soy una ingeniera —insisto.
—Señorita Taylor, creo que no ha entendido bien la finalidad de esta sociedad entre Braincom y
Cox Tech. Es muy poco habitual que dos empresas rivales trabajen juntas en un proyecto, pero esa
fue una decisión que tomamos el señor Spencer y yo por el bien de ambos. Hoy en día casi no
tenemos compedores, nosotros dominamos el mercado americano en su totalidad, aunque los
asiácos son una piedra en nuestros respecvos zapatos cuando se trata del mercado
internacional. Tenemos que mostrar unión frente a esa amenaza.
—Entonces entenderá que es lógico que usted, como representante de Braincom en ausencia del
señor Spencer, acuda a este evento y podamos demostrar a nuestros compedores que la
sociedad entre Braincom y Cox Tech es un hecho y que no podrán con nosotros.
—¡¿Que él hizo qué cosa?! —resoplo y alzo una mano para detener lo que sea que el señor Cox iba
a decir—. Gregory, llama a Mark. ¡Ahora mismo!
Apoye mis manos en la encimera y respiro profundamente para intentar tranquilizarme. Estoy por
pegarle cuatro gritos a Mark en cuanto se digna a contestar la llamada. ¡¿A qué demonio viene
todo esto?! Él sabe qué es lo que pienso de todos esos puñeteros ejecuvos lameculos.
—Si ha pasado algo? No sé, Mark, dímelo tú —siseo furiosa—. Se supone que ha confirmado mi
asistencia a una puñetera gala benéfica sin tan siquiera
s iquiera avisarme. ¿Me he perdido algo? Porque no
recuerdo haber aceptado eso en los términos de nuestro acuerdo.
—¡Joder, claro que estoy cabreada! ¡¿Qué mierda pinto yo en esa gala?!
Vale, ya veo que ambos se han puesto de acuerdo en esto. Miro al señor Cox y él solo alza su taza a
modo de brindis mientras sus zafiros brillan con diversión. ¡Hijo de puta! Se está cachondeando de
mí.
—¡Si necesitas un puto representante, mueve tu jodido culo a Nueva York y ocúpate tú mismo! Yo
no voy a ir.
—Espera… ¿Él está ahí? Joder, Raquel. Dime que no estás hablando como una camionera delante
del señor Cox.
—Ah no, muchacho —intercedo—. No te disculpes por mí, porque no lo siento en absoluto. Te
adver de que, si me tocabais las narices, volvería a casa en el primer vuelo y eso es precisamente
precisamente
lo que pienso hacer. Ya puedes ir moviendo tu culo y encargarte tú mismo de estos asuntos. Yo he
terminado con esta mierda.
—Vale, vale, Rachel, no puedes hacerme esto —suena realmente preocupada, y por un instante
—Vale,
casi me da pena, pero entonces recuerdo que ha conspirado con Cox a mis espaldas y se me pasa.
—Apostamos a que sí puedo? —me cruzo de brazos y sonrío de manera cínica, aunque sé que no
puede verme.
—Está bien, lo siento, ¿vale? Sé que hice mal en presionarte para esto, de verdad que te estaría
muy agradecido si pudieses acompañar al señor Cox a esa fiesta.
—¡No! —replicó.
—Vamos, Raquel. Te deberás un gran favor y podrás cobrártelo cuando quieras. Solo enes que
ponerte guapa, ir allí y dejarte ver al lado del señor Cox. Ni siquiera tendrás que hablar con nadie si
no quieres. Por favor, por favor, por favor.
Bufo y miro hacia el señor Cox. Él me devuelve una mirada indescifrable. Es increíble cómo
consigue no mostrar ninguna reacción. Apuesto que es un jugador de póker excepcional.
—Enorme, te jurado que lo tendré en cuenta —señala en un tono más animado—. Teng Tengo o que
colgar, estoy a punto de entrar en una reunión. Pórtate bien en la fiesta, y por favor, no te cargues
nuestra incipiente sociedad con Cox Tech molestando al señor Cox.
—Parece que tenemos una cita, señor Cox —comento haciendo una mueca.
—Eso he dicho nada más llegar, señorita Taylor, pero por lo visto a usted le gusta complicarlo todo.
Pasaré a buscarla a las ocho. —Deja la taza vacía sobre la encimera y me repasa con la mirada de
arriba abajo—. Espero que su indumentaria sea la apropiada para este po de ocasión.
o casión.
—No se preocupe, señor Cox. Sé comportarme como una dama cuando quiero. No suelo quererlo
muy a menudo, pero no le avergonzaré, lo prometo —señalo sonriendo falsamente.
Tras ajustarse la corbata negra a juego con su traje, el señor Cox vuelve a mirar el reloj de su
pulsera y camina hacia la puerta si siquiera despedirse. Me pregunto cuántas veces al día mirará la
hora. Parece que siempre está
está preocupado por el empo. Le sigo sin decir nada, y somos
interceptados
intercept ados por Izquierdo, que sale del pasillo que da a las habitaciones con una prenda de ropa
colgada en su dedo pulgar metálico.
Miro hacia el señor Cox y le veo mirar fijamente hacia mis manos y tragar saliva con dificultad, pero
esa muestra por su parte solo dura un par de segundos. Enseguida se enderez
endereza,a, vuelve a mirar su
reloj y camina con paso firme hasta la salida.
—A las ocho la espero en recepción, señorita Taylor. Haga el favor de ser puntual —dice antes de
marcharse cerrando la puerta a su espalda.
—A lis ichi li ispiro in li ricipcion siñiri lir —me burlo poniendo voz de pito. Resoplo y levanto mi
dedo corazón en dirección a la puerta—. Primero sáquese el puñetero palo del culo, señor Cox —
farfullo.
El resto de la tarde me el paso buscando un vesdo que ponerme para la dicha gala. No estaba
preparado para esto. También aprovecho para llamar a Damon y cancelar nuestra cita de esta
noche para comer pizza y jugar a Smasher. Para una vez que me siento cómodo y me divierto en
compañía de otro ser humano, ene que venir el puñetero señor Cox a joderme la noche.
A las ocho en punto ya estoy lista con un vesdo color gris claro de raso que me llega hasta los
pies, con una abertura lateral que va hasta la mitad del muslo izquierdo. Llevo puestos unos
zapatos de tacón de aguja negros de doce cenmetros y el pelo perfectamente peinado y suelto
respetando sus ondas naturales. También
También me he maquillado más de lo habitual, con sombras grises
y negras sobre los parpados y un color nude en los labios.
Sé cómo funcionan estas fiestas y por eso las odio tanto. Desde que tuve edad para subirme a unos
tacones, no dejé de pasear por esos dichosos eventos
eventos y galas viendo como todo el mundo me
miraba y aprobaba o no mi forma de vesr, andar, hablar y comportarme. Lo detesto, de verdad. La
falsedad e hipocresía que envuelve todos esos lujosos acontecimientos son insoportables.
Tras
Tras poner las llaves del apartamento, mi móvil y algo de maquillaje de repuesto
repuesto en mi pequeño
bolso negro a juego con los zapatos, decidió irme ya, solo que, al
a l llegar a la puerta, sonrío y decidió
esperar un rato más. Tengo ganas de tocarle las narices al señor Cox siendo impuntual. Ya pasan
dos minutos de las ocho, estoy segura de que no morirá si espera otros cinco minutos más. Así que
me quedo de pie, frente a la puerta cerrada, simplemen
simplemente te esperando a que pase el empo.
Cuando creo que ya es suficiente, respiro profundamen
profundamente te para darme ánimos y salir de casa.
La bajada hacia la planta principal subida en los tacones no resulta nada sencilla, pero me niego a
quitármelos. Para subir será otro cantar, pero no voy a pensar en eso ahora.
En cuanto llego a la planta baja, salgo de la zona de acceso a las escaleras y compruebo
compruebo que el
señor Cox ya me está esperando junto al mostrador de recepción. No hay nadie en el edificio a
estas horas a excepción del guardia de seguridad, no le veo, así que supongo que estará haciendo
su ronda en otro piso.
Nada más escuchar el sonido de mis tacones impactando contra el granito del suelo, el señor Cox
se gira lentamente sin apartar la vista de su reloj de muñeca.
—Llega usted tarde, señorita… —deja la frase sin
s in terminar alzar su mirada hacia mí. Sigo
caminando, sinendo como sus zafiros me atraviesan y brillan con fuerza.
Juraría que el señor Cox acaba de sorprenderse, otra vez. Me doy una palmadita mental en la
espalda por haber conseguido dejar sin palabras a este imperturbable hombre y sonrío de oreja a
oreja.
—Lo sé, llego tarde —comento sin perder la sonrisa—. Será mejor que nos demos prisa o
lleguemos los úlmos a la magnífica fiesta que nos espera —señalo sarcáscamente.
sarcáscamente. Paso frente a
él y voy hacia las enormes puertas de salida del edificio, al llegar compruebo que el señor Cox no
me sigue. Aún está en el mismo lugar en el que lo dejé, mirándome fijamente—. Señor Cox, creí
que tenía usted prisa.
Le veo carraspear y sacudir la cabeza antes de ajustarse la corbata y empezar a caminar hacia mí.
Creo que esta noche va a resultar más interesante de lo que esperaba.
Capítulo 7
El señor Cox sigue de pie frente a su reluciente coche negro y el chofer, Hank, manene la puerta
abierta, pero no hay poder en el mundo que consiga que yo me meta en esa caja metálica.
—Señorita Taylor, ya llegamos muy tarde. Entre en el coche de una vez —insiste Cox.
—Yo iré en mi moto. Está aparcada justo ahí —señalo el lugar donde la dejé y me cruzo de brazos.
—No creo que vaya vesda para subir en moto. Entre en el coche —ordena.
Creo que está perdiendo la paciencia. Ha mirado su reloj más de cinco veces desde que salimos del
edificio y empezamos con este ra y afloja.
Sus ojos se estrechan y asiente haciéndole un gesto al chófer para que cierre la puerta.
—Vamos, yo conduzco —señala empezando a caminar hacia dónde está mi moto.
—¡¿Qué?! —Corro tras él subida en los tacones y consigo alcanzarlo justo cuando se deene frente
a la belleza negra—. No es necesario que me acompañe. Puede ir en su coche. Nos vemos allí.
—Las llaves, señorita Taylor —solicita extendiendo la palma de su mano hacia mí.
—Las llaves —insiste. Resoplo y saco las llaves de mi bolso tendiéndoselas a connuación. El señor
Cox, se desabrocha la chaqueta negra de traje y sube a la moto de manera ágil, mete la llave en el
contacto y arranca el motor—. ¿Necesita ayuda? —pregunta quitando el caballete de la moto.
Niego con la cabeza y subo mi vesdo para poder pasar la pierna al otro lado del asiento. Dejo el
bolso entre mis piernas y consigo poner los pies en las estriberas.
—No llevamos cascos —señalo.
—Entonces, esperemos que no nos pare la policía —contesta. De pronto, mira hacia atrás y frunce
el ceño. Veo cómo se quita la chaqueta y me la ende—. Póngase esto o morirá de frío durante el
trayecto.
—Sujétese, señorita Taylor. No me gustaría llegar a la fiesta y darme cuenta de que se ha quedado
por el camino.
Casi sonrío al notar el tono diverdo en su voz. Como si realmente le importara bien poco que
terminara espachurrada en mitad de la carretera.
Bufo una vez más, mostrando mi disgusto por la situación, y rodeo su cuerpo con mis brazos.
¡Santa madre de Dios! ¡Este hombre es puro músculo y fibra! Tanteo sus abdominales con mis
dedos e incluso desplazo las manos para tocar sus duros pectorales que se contraen
contraen bajo mis
palmas.
Cuando me doy cuenta, el señor Cox ha girado de nuevo la cabeza hacia atrás y me está mirando
fijamente.
—Yaa he terminado. Cuando quiera podemos irnos —señalo sin ningún po de vergüenza.
—Y vergüenza.
Tras echarme un úlmo vistazo, el señor Cox pone primera y acelera la moto poniéndola en
movimiento.
El resto del trayecto me dedico a disfrutar de las sensaciones que se me presentan. El delicioso
olor que despide la chaqueta, el viento en la cara, la dureza del torso del señor Cox bajo mis
manos… Incluso me acerco más a su espalda y apoyo mi frente en la parte posterior de uno de sus
hombros. Su camisa huele igual de bien que la chaqueta. Observo cómo sus brazos se flexionan
esrando la tela de la camisa a la altura del bíceps mientras él conduce de manera magistral
recorriendo la Décima Avenida hasta el Hotel Ritz, situado en Central Park. Son solo quince
minutos de viaje, y aunque parezca extraño, se me hacen muy cortos.
Al llegar, el señor Cox espera a que yo baje de la belleza negra y después lo hace él. Me quito su
chaqueta y se la endo con una sonrisa sincera. Al fin y al cabo, el o se ha comportado como todo
un caballero.
—¿Tiene frío? —pregunta frunciendo el ceño al ver que me froto los brazos. Niego con la cabeza y
le observo peinarse el pelo hacia atrás con los dedos antes de ponerse la chaqueta y darle las llaves
al aparcacoches—. Tiene… —mira sobre mi cabeza y entonces hace algo que no esperaba. Esra su
mano y desliza un mechón de mi pelo tras la oreja. Cuando se da cuenta de que estoy mirándolo
sorprendida por su gesto, se rera rápidamente dando un paso hacia atrás y mira su reloj de
nuevo—. Ya llegamos tarde —se coloca a mi lado y me señala su brazo flexionado para que lo
sujete.
No me hago de rogar, entrelazo mi brazo con el suyo aprovechando el momento para senr la
dureza de sus músculos y empiezo a caminar a su par hacia el
e l interior del hotel.
Tres horas después, estoy hasta las narices de la dichosa fiesta. Me duele la jodida mandíbula de
mantener una falsa sonrisa mientras el señor Cox me pasea de un lado a otro de la pomposa y
cargante sala de actos del hotel. Apenas he dicho unas cuantas palabras desde que llegamos y he
rechazado todas las copas de champán que me han ofrecido los camareros bajo la mirada
interrogante del señor Cox.
—¿Puedes traerme una tónica con lima, por favor? —pido al camarero cuando se acerca
nuevamente con una bandeja cargada de copas de champán.
—Creí que había perdido el habla —comenta el señor Cox mirándome fijamente—. En el poco
empo que la conozco, no la había visto estar callada durante tanto empo —señala.
—Créame, señor Cox, usted prefiere que guarde silencio. Si le dijese a cada una de estas personas
lo que pienso de sus cumplidos y falsos halagos, rompería la promesa que le hice Mark de
portarme bien y no dejarlo en evidencia.
El camarero vuelve con mi bebida y le doy un trago largo. Estaba sedienta. Al mirar de nuevo hacia
mi cita de esta noche, compruebo que sigue mirándome fijamente. Intento evitar quedarme
prendada de sus zafiros, miro hacia todos lados. La fiesta está en su apogeo. Ya han terminado los
discursos y ahora los invitados se reúnen en la pista de baile para moverse al compás de las
canciones que representa el cuarteto de cuerda que hay sobre el escenario. Todo muy elegante y
sobrio. Me dan ganas de salir huyendo.
Le miro abriendo los ojos como platos y una vez más sus zafiros me sonríen y ex
exende
ende su mano
hacia mí.
Alzo mi brazo libre y rodeo su cuello con él alzando la cabeza para poder mirarle a los ojos.
—Sé hacer muchas más cosas, señorita Taylor —contesta en mí mismo tono.
—Eso es aún más sorprendente. ¿Puedo pedirle un favor? —Una de sus negras y espesas cejas se
alza de manera interrogante—. ¿Podría, por favor, llamarme Rachel? Detesto lo de señorita.
Sonrío de oreja a oreja y me relajo disfrutando por primera vez desde que hemos llegado a la
fiesta.
—Cox —contesta.
—Oliver —entrecierro
—entrecierro los ojos y vuelvo a sonreír—. Es bonito. Te
Te imaginé con un nombre como
Oswald o Harrison. No deberías ocultar tu verdadero nombre, Oliver.
—¿Eres gay? —pregunto sin pensar. Mi bocaza ha decidido que este es un buen momento para
hacer acto de presencia—. Vale, lo siento. Eso ha sido una indiscreción. No enes por qué
contestar.
El señor Cox… Oliver, sigue mirándome sin inmutarse y sus zafiros brillan de nuevo con diversión.
—No va a pasar,
pasar, Rachel —me dice tras unos segundos de silencio.
s ilencio.
—Tú y yo no vamos a acostarnos —afirma—. Mezclar negocios con placer nunca sale bien.
—¿Qué te hace pensar que quiero acostarme congo? Por primera vez estamos de acuerdo en
algo. Solo siento curiosidad por saber si te gustan las mujeres.
—La curiosidad mató al gato —contesta sin dejar de mirarme.
Su brazo me aprieta aún más fuerte y nuestros cuerpos quedan totalmente pegad
pegados.
os. Entonces lo
noto, una dureza en mi bajo vientre. Alzo una ceja y él sigue mirándome como si no estuviese
clavándome su erección en el abdomen. Y qué erección, madre mía. Este hombre lleva un arma de
largo alcance cargada y lista para disparar.
—Creo que eso resuelve todas mis dudas —murmuro en tono diverdo.
—Sin embargo, yo aún tengo muchas —comenta—. Me gustaría saber por qué no te gustan los
espacios cerrados, o por qué cada vez que alguien te exige algo, sientes el irrefrenable deseo de
llevarle la contraria. Eso por no hablar de tu rechazo hacia las bebidas alcohólicas.
—Eso son muchas dudas —susurro intentando apartarme unos cenmetros de él. No soy capaz de
concentrarme en la conversación mientras tengo su polla pegada al vientre. Me está poniendo
cardiaca. Pero la firmeza con la que me sujeta no me permite alejarme ni un solo milímetro.
—¿Quieres que te cuente todos mis oscuros secretos, Cox? —alzo una ceja sonriendo de medio
lado y él frunce el ceño.
—¿El qué?
—Traumas de la infancia —contesto de manera cortante—. ¿Podemos irnos ya? Creo que ya he
cumplido con mi parte y me gustaría poder quitarme estos zapatos.
—Claro. —Finalmente
—Finalmente se aparta de mí y me señala el camino hacia la salida con el brazo.
No puedo evitar echar un vistazo a su entrepierna antes de empezar a moverme. Se le marca todo.
Y cuando digo todo, es absolutamente todo. No me puedo creer que vaya a atravesar todo el salón
cruzándose con los invitados estando completamente empalmado.
Al darse cuenta de mi escrunio, el señor Cox… Oliver me sonríe con sus zafiros y vuelve a
indicarme que me ponga en marcha.
El trayecto de vuelta a casa no resulta ser ni por asomo tan placentero como el de ida. En esta
ocasión no acepto su chaqueta, y él tampoco insiste. Algo ha cambiado, y me gustaría volver atrás
el empo y poner cada cosa en su lugar, erguir de nuevo esa barrera entre el señor Cox y yo, y que
nada de lo que ha sucedido en la fiesta haya pasado.
Oliver aparca en el parking subterráneo y tras devolverme las llaves de la belleza negra, en silencio,
los dos caminamos hacia el ascensor, me detengo a un par de metros y empiezo a buscar la puerta
de acceso a las escaleras.
—Buenas noches, señor Cox —me despido en cuanto visualizo mi vía de escape.
Oliver alza una ceja en mi dirección. Sí, he dejado de tutearle. Creo que es mejor así. Cada cosa en
su lugar y las barreras bien altas.
—¿Vas a subir diecisiete pisos por las escaleras con esos zapatos? —inquiere con su gesto serio
habitual.
—Pienso quitármelos —contesto viendo como introduce la llave en la ranura para llamar el
ascensor—. Ha sido un placer comparr esta velada con usted, señor Cox.
—No mientas, Rachel. Te has aburrido casi toda la noche, y creo que he dicho o he hecho algo que
te ha molestado —afirma.
—Nada que tenga que preocuparle, señor. Ahora si me disculpa, las escaleras me esperan.
Intento salir huyendo, pero antes de poder hacerlo siento su mano sobre mi muñeca
reteniéndome en el sio.
—Sube conmigo en el ascensor. —Su orden, aunque suena a eso mismo, una jodida orden, resulta
ser una especie de súplica. Eso es lo que me dice la forma en la que me mira. Niego con la cabeza y
Oliver avanza los pasos que nos separan y rodea mi cintura con sus manos—. Por favor —susurra
contra mis labios.
Vuelvo a negar, aunque con menos vehemencia. El olor que desprende este hombre me deja
completamente alelada. Apenas soy capaz de unir dos pensamientos coherentes seguidos. Mi
voluntad se viene abajo cuando siento sus dedos deslizándose
deslizándose por la parte alta de mi trasero,
acariciando la suavidad de la tela.
—No puedo —susurro mirando fijamente sus labios. Joder, quiero pegarles un bocado. Se ven tan
apetecibles…
—Puedes —insiste. Y entonces ocurre, su boca se cierne sobre la mía. Los brazos que antes me
rodeaban, ahora me estrangulan pegándome a su duro y tonificado cuerpo. No soy capaz de
pensar en nada más cuando siento su sabor. Nuestras lenguas se enredan en una batalla a muerte
en la que ninguna saldrá vencedora mientras mis pies se mueven por el suelo de cemento sin que
se lo ordene.
movemos. Antes de
Entonces quesucede
todo puedaadarme cuenta,
cámara lenta. escucho el pido
Oliver sigue del ascensor
besándome, y noto
y yo soy cómodenos
incapaz
devolverle el beso. Su olor ya no me resulta agradable. Ahora solo soy capaz de notar el olor del
humo y la gasolina. Una punzada de dolor en mi muslo provoca que mi corazón empiece a lar con
fuerza y mi respiración se vuelve irregular. Estoy hipervenlando. Ahora ya no estoy con Cox, estoy
muy lejos, encerrada en lo más profundo de mis recuerdos—. Rachel, abre los ojos —escucho su
orden, pero no puedo acatarla. Solo cojo aire y lo suelto de manera irregular intentando controlar
mis acelerados lados—. Rachel, mírame —siento sus manos en mi rostro y su aliento cerca de mi
boca—. ¡Rachel! —su grito me sobresalta y abro los ojos de par en par. Sé que ahora mismo estoy
vulnerable. Este hombre acaba de descifrar el pánico que hay en mi mirada—. Mírame, solo a mí.
Todo está bien —susurra en tono calmado—. Estoy aquí congo. Solo durará unos segundos, te lo
prometo.
Como por arte de magia, su voz actúa como un bálsamo en mi sistema nervioso. Mi corazcorazón
ón se
ralenza y consigo recuperar el control de mi respiración. Antes de que pueda darme cuenta, su
boca está de nuevo sobre la mía. Su lengua regresa a mi boca avasallándome. Mierda, este hombre
sabe besar. Podría volverme adicta a su sabor. Y la forma en la que sus dedos se clavan en mis
nalgas acercándome a su cuerpo para pegar su dura entrepierna a mi sexo, me dejan
completamente
completamen te desquiciada. ¿Quién dijo que el señor Cox no era apasionado?
¡Santa María de la pata de palo! Su pecho es… ¡Joder, es una puta obra de arte de carne y hueso!
Su piel es morena y no hay ni un solo gramo de grasa de más en todo su torso. Deslizo
Deslizo mis manos
por sus pectorales y él suspira bajando uno de sus braz
brazos
os para alzar el borde de mi vesdo. Recorre
mi muslo derecho de manera ascendente y noto como se deene al llegar a la
l a cicatriz. Sus ojos se
deslizan hacia los míos y puede leer el interrogante en ellos.
Con un gruñido de lo más sexy, Oliver me alza en brazos obligándome a rodear sus caderas con mis
piernas. Camina un par de pasos y siento el frío de la madera en mi trasero expuesto.
expuesto. Mi vesdo
queda enrollado a la altura de mi cintura y el encaje de mis mini braguitas grises queda totalmente
expuesto.
Un grito mezcla entre dolor y placer sale de mis labios, pero lo olvido por completo justo cuando
sus dedos apartan la tela de mis braguitas y se hunden en mi interior sin previo aviso.
—¡Joder! —exclamo sinendo como una oleada de placer me recorre de arriba abajo.
—Sí, eso es justo lo que pretendo hacer. Voy a joderte tan fuerte y tan duro que no podrás volver a
andar en una semana —amenaza rotando sus dedos con pericia y arrancándome un nuevo
gemido.
Es la primera vez que le veo reaccionar a algo, que sus facciones siempre rígidas e inamovibles se
contorsionan
contorsi onan demostrando que, bajo su fachada de hombre imperturbable y serio, existe una fiera
indomable. Increíblemente, me excito aún más al verle. Sinceramente, su ceño fruncido con la
frente perlada en sudor y los huesos de la mandíbula que marcan sus mejillas es una de las
imágenes más sensuales que he visto jamás. Pero mi deleite no dura demasiado, ya que sus zafiros
no tardan en clavarse en mis ojos y lo siguiente que escucho es el sonido del encaje rompiéndose.
No puedo hablar, ni siquiera soy capaz de pensar en nada que no sea la imagen de este hombre
poseyéndome en cuerpo y alma. Sus manos vuelven a fijarse en mi trasero y ra de mí para
acercarme al borde del mueble. Solo un segundo, eso es lo que necesita para bajar levemente sus
pantalones y clavarse en mi interior de una sola estocada.
Grito, literalmente aúllo de placer cuando vuelve a moverse. Sus caderas cobran vida y empiezan a
marllear a una velocidad de vérgo. A cada golpe me deslizo por la superficie del mueble y mi
espalda golpea la pared. Debería preocuparme, probablemente
probablemente acabe con morados en todo el
cuerpo gracias a los fuertes golpes, pero estoy demasiado ocupada en disfrutar de todas las
sensaciones que me provoca su miembro moviéndose fuera y dentro de mí, cada vez más rápido y
más duro, y sus manos amasando mis pechos sin ningún reparo. Apenas puedo buscar un lugar
donde sujetarme, que resulta ser su musculosa espalda que no tardo en arañar.
Le estoy haciendo daño, lo sé, aunque eso no parece importarle y me lo demuestra volviendo
volviendo a
pegar su boca a la mía y arrasando con todos mis sendos mientras lo que promete ser el mayor y
más intenso orgasmo que he sendo en mi vida se va fraguando en mi bajo vientre.
—¡Sí puedes! —insiste con voz autoritaria—. ¡Joder, qué bueno! —gime sin parar de moverse.
Cierro los ojos y me concentro en aguantar, en mantener en pie el muro del dique que está a punto
de quedar hecho añicos, pero noto que estoy fallando estrepitosamente.
Capítulo 8
Nos quedamos quietos durante un buen rato, unidos y respirando de manera agitada. Yo con mi
frente pegada a su hombro y él con la boca pegada a mi cuello. Poco a poco nuestras respiraciones
se van acompasando y empiezo a notar el dolor en mi espalda. Apuesto a que me van a salir
morados.
—¿Estás bien? —pregunta. Su voz es ronca y como es habitual en él, no muestra ninguna reacción,
pero sus zafiros revelan preocupación—.
preocupación—. He sido
s ido muy rudo,
r udo, ¿verdad?
—Sí. Bueno, no. Un poco —sacudo la cabeza y sonrío levemente—. Ha sido… intenso.
—En eso estoy totalmente de acuerdo —afirma deslizando sus manos por mis muslos desnudos. Al
llegar a la altura de la cicatriz, la repasa con el dedo y vuelve a mirarme—. ¿Sigo sin poder
preguntar por esto?
En silencio, me coloco bien el vesdo y me quito lo que queda de mi ropa interior guardándolo en
mi bolso, que encuentro rado en el suelo junto a la puerta. En cuanto me vuelvo a girar,
compruebo que Oliver ya se ha abrochado el pantalón, aunque sigue sin camisa. Es lógico, la bruta
que hay en mí se la ha cargado.
Por primera vez, me detengo a mirar dónde estoy. Este no es mi apartamento, aunque los colores
son los mismos, pero el lugar es mucho más amplio y hay unas escaleras en mitad de la estancia
que supongo que llevara a las habitaciones Estoy en el áco del señor Cox.
Carraspeo y asiento.
—Agua está bien. ¿Te importa que use el baño antes de marcharme?
—Por supuesto. Es esa puerta de ahí —señala el final de lo que parece ser el salón—. Por cierto,
siento no haber… No usé… Ya sabes. —Sonrío viéndole tartamudear. El seguro e imperturbable
señor Cox parece avergonzado.
—No te preocupes —respondo adivinando lo que quiere decir—. Mientras no pegues nada malo…
Tomo la píldora, así que por eso no hay problema.
—Quédate —susurra. Y me temo que no es una sugerencia. A este hombre le encanta dar órdenes
tanto como a mí desafiarlas.
—Yaa no hay vuelta atrás. Si solo voy a tener una noche, deseo disfrutarla al máximo.
—Y
Me sorprende senr algo así. Nunca, jamás, me había ocurrido, y ni siquiera quiero pensar qué es
lo que significa.
—Voy a buscar las bebidas. Te espero arriba. Por el pasillo, segunda puerta de la derecha. No me
hagas esperar, Rachel. —Sin esperar respuesta por mi parte, se apresura en caminar hacia una
puerta que supongo que da a la cocina.
Se gira de nuevo hacia mí y la intensidad con la que me mira provoca que se me seque la boca.
Joder, claro que voy a quedarme. No puedo decir que no a ese pedazo de boca que ene.
En cuanto lo pierdo de vista, suelto el aire que ni sabía que estaba conteniendo y decido ir hacia el
baño. Apenas pierdo el empo en adecentarme un poco y vuelvo a salir a toda prisa. Ha dicho que
no le haga esperar. Me doy una bofetada mental y sacudo la cabeza. ¿Desde cuándo cumplo
órdenes? En otro momento me hubiese quedado esperando
esperando que pasase el empo solo para
llevarle la contraria, pero lo cierto es que yo también tengo ganas de averiguar qué viene a
connuación.
Subo los peldaños de dos en dos. Joder, literalmente subo corriendo todo el tramo de escaleras
hasta llegar al pasillo superior.
La puerta está entornada, así que aprovecho para detenerme a curiosear. Echo un vistazo al
interior de la habitación y ni siquiera me extraña que esté decorada en tonos negros y rojos. Lo
raro sería que no fuese así. Oliver está tumbado sobre una cama enorme. Solo lleva puesto un
bóxer ajustado de color negro.
Joder, qué bueno está, y no puedo creer que me obligara a subir al ascensor. Bueno, en realidad no
me obligó, solo me distrajo lo suficiente para que yo subiese por mi cuenta. Y lo más sorprendente
es que aguanté ascender dieciocho
dieciocho pisos en esa máquina infernal. Nunca creí que sería capaz de
hacer algo así.
—Aquí nadie ha hablado de dormir. Quítate la ropa. —Estoy a punto de negarme, básicamente por
llevarle la contraria, pero la necesidad que desde hace un rato estoy sinendo en mi bajo vientre
me indica que mejor me calle la bocaza que tengo y haga lo que me dice—. ¿Por qué estabas
parada en la puerta? —pregunta clavando sus zafiros en mí mientras me desvisto.
—Estaba pensando que aún no puedo creer que haya subido a un ascensor sin sufrir un infarto —
contesto con sinceridad.
El vesdo cae al suelo y Cox me repasa con la mirada. Más bien me devora con ella.
—Ven aquí. —Otra vez ese tono de voz autoritario que tanto me repatea, solo que, en esta
ocasión, aunque parezca extraño, creo que… me gusta. Un nuevo giro en mi estómago. Esto ya
empieza a preocuparme. ¿Qué mierda me pasa con este hombre? Si ni siquiera me gusta. Es uno
de esos ejecuvos aburridos y esrados que tanto detesto. Entonces, ¿por qué demonios estoy
caminando hacia él y deseando que vuelva a poner sus manos sobre mí? —. La próxima vez que
quieras subir en ascensor, avísame y lo repemos —susurra rando de mi mano para que me deje
caer en la cama, justo sobre él. Frunzo el ceño al darme cuenta del significado de sus palabras. ¿La
próxima vez? ¿Repemos? Esto es solo la aventura
aventura de una noche, ¿no? No esperará
esperará que…—.
Rachel, por Dios, es solo una forma de hablar —resopla y con un movimiento rápido, se gira
quedando sobre mí—. Puedo ver cómo los mecanismos de tu extraña mente echan humo. No lo
Mierda, ha sonreído de nuevo. Joder, que guapo es cuando sonríe, incluso aún más que con su cara
seria habitual.
Su cuerpo se escurre sobre el mío descendiendo hasta que noto como su boca ataca mi carne más
sensible. A duras penas consigo mantener la respiración
respiración cuando su lengua se mueve entre mis
pliegues con pericia.
¡Santo Dios! Este hombre ene un piquito de oro. Ahora enendo por qué habla poco. Reserva su
boca para hacer cosas mucho más placenteras con ella.
Retuerzo las sábanas rojas entre mis dedos cerrando los ojos con fuerza y gimiendo una y otra vez
mientras su boca me devora, y cuando dos de sus dedos entran en acción, llego al máximo de
placer que una mujer puede senr. Un grito liberador sale de mi garganta y mi espalda se alza en
forma de arco mientras los úlmos lagazos de placer recorren cada extremidad de mi cuerpo.
Siento como Oliver repta hasta que su cara está frente a mí. Apenas puedo verlo con claridad. Creo
que este orgasmo ha fundido las pocas luces que quedaban en mi cerebro dejándome
completamente a ciegas.
—Voy a suponer que eso es algo bueno —susurra. Entre la neblina post orgasmo, consigo ver un
destello blanco, juraría que son sus dientes. Espera… ¿Sus dientes? Abro los ojos de par en par y
me doy una bofetada mental a mí misma por no haber sido lo suficientemente ráp rápida
ida y haberme
perdido su sonrisa—. Date la vuelta —ordena con su habitual tono autoritario.
Antes de que pueda dar la orden a mi cerebro para que mueva mi cuerpo, Oliver pierde la
paciencia y me gira sobre mí misma con un movimiento brusco. Acabo boca abajo sobre el
colchón. Siento sus manos en mi cintura y cómo ra de mí para incorporarme hasta
hasta que termino
de rodillas y con las palmas de las
l as manos pegadas a la superficie de la cama.
La punta de su miembro se desliza entre mis pliegues y se clava en lo más hondo de mi vientre.
Se queda inmóvil y a mí me da vueltas la cabeza por la profundidad que ha alcanzado con una sola
embesda. Jadeo, trato de llevar aire a los pulmones totalmente aturdida. Oliver enrosca mi
melena en su puño y ra de él haciéndome gritar.
Se rera y vuelve a clavarse en mí con brutalidad. Y ese es el ritmo que marca a parr de ese
momento. Rápido. Duro. Sin piedad, sin reprimirse. Nuestr
Nuestros
os cuerpos chocan haciendo un ruido
r uido
ensordecedor. Su cuerpo se empotra en el mío con tanta violencia que me cuesta mantener el
equilibrio sobre las rodillas.
—¡Oliver! —grito sin siquiera ser consciente de ello.
—¡No!
Acepto sus embesdas implacables, rogando en silencio para que me dé aún más. Porque con cada
violenta sacudida todos mis demonios se alejan, se dispersan como si jamás hubiesen exisdo.
Se me contrae el estómago, la cabeza no para de darme vueltas y la sangre circula por mis venas a
toda velocidad.
Gruño al borde de la explosión. Trato de contenerme, pero veo que voy a perder la parda.
—Siempre se puede.
Un estallido resuena en la habitación y siento un tremendo picor en una de mis nalgas. ¿Acaba de
darme un azote? La piel me arde y se supone que eso era una advertencia, solo que creo que la
jugada no le ha salido
salido del todo bien ya
ya que está a punto
punto de converrse en
en el gallo que me hará
hará
estallar.. Aguantar el orgasmo se vuelve más dicil que antes y creo que el muy cabrón lo sabe.
estallar
—Aguanta —gruñe deslizando su mano hacia delante y amasando uno de mis pechos.
—¡Oliver!
Estoy segura de que mis gritos se están escuchando en recepción y seguramente el guardia de
seguridad esté flipando mucho, me da absolutamente
absolutamente igual.
—¡Puedes hacerlo! —Me embiste gruñendo con cada acomeda—. Solo un poco más.
Me encierro en mí misma, cerrando los ojos y respirando
respirando para soportar la tortura. Porque, menuda
revelación, no quiero incumplir sus órdenes. Sus embates han adquirido una candencia hermosa,
aunque no han perdido brutalidad. Siento que estoy fuera de mi cuerpo, totalmente a su merced.
La piel me cosquillea con furia mientras mis paredes internas reciben el masaje del miembro de
Oliver. Él gime, va reduciendo la velocidad de sus movimientos hasta detenerse del todo en mi
interior.. Ambos jadeamos y yo me habría caído ya de no ser por su brazo que me sosene por la
interior
cintura.
El olor a humo y gasolina se cuela por mi nariz paralizándome. De alguna manera, soy consci
consciente
ente
de que esto es una pesadilla, mas no soy capaz de despertar. Necesito salir de aquí porque sé lo
que viene a connuación. El dolor en mi muslo derecho arrancá
arrancándome
ndome un grito desgarrador y
después sus ojos, abiertos, mirando sin verme.
—¡Josh! —grito con todas mis fuerzas, y él no despierta. Lo zarandeo y vuelvo a gritar su nombre
una y mil veces—. ¡Josh! ¡Josh! ¡Josh!
Siento como me zarandean de un lado a otro y alguien está gritando mi nombre. Suplico que quien
quiera que sea me saque de este infierno. No puedo seguir aquí.
—¡Rachel! ¡Rachel, despierta! —Abro los ojos y encuentro a Oliver frente a mí. Su cara seria ha
sido sustuida por una expresión de preocupación—. ¿Estás bien? Estabas teniendo
teniendo una pesadilla.
Gritabas en sueños.
Le aparto de un empujón y me encojo sujetando las rodillas contra mi pecho mientras intent
intento
o
recuperar el control. No debí quedarme dormida. ¿Cuándo sucedió? Se supone que no debería
haber ocurrido.
Oliver me observa desde el borde de la cama e intenta acercarse, me levanto de un salto y empiezo
a recoger mi ropa que está esparcida por el suelo.
Mis piernas casi no me enen en pie. No estoy segura si es por la intensa sesión de sex
sexoo con el
señor Cox o por la pesadilla, lo cierto es que aún puedo notar el sabor metálico de la sangre en mi
boca y soy incapaz de quitarme ese nauseabundo olor de la nariz.
—No es necesario que te comportes como una zorra, Rachel. Me ha quedado muy claro lo que hay
entre nosotros, y te aseguro que yo tampoco estoy interesado en que sea nada más que un polvo.
—Genial —sonrío de manera cínica —. Entonces todo claro. Que pase buena noche, señor Cox.
Salgo de la habitación con mis zapatos en la mano y bajo las escaleras a toda prisa. Necesito salir
de aquí, llegar a casa, pegarme una ducha caliente y olvidar que acabo de tener una de mis crisis
frente al hombre que me ha regalado no uno, sino tres maravillosos orgasmos en solo unas horas.
Más patéca no se puede ser, eso está claro.
Tras
Tras coger mi bolso, salgo del áco y sigo bajando escaleras hasta mi planta. Casi no soy capaz de
llegar al baño antes de desplomarme y empezar a llorar como una imbécil. Supongo que hoy es
uno de esos días en los
lo s que mis demonios ganan la parda.
Capítulo 9
Llevo tres días sin pegar ojo, y ahora que lo pienso, tampoco es que haya comido demasiado, me
mantengo en pie a base de cafeína. Lo bueno es que casi he conseguido
conseguido estabilizar el protopo de
la lente de contacto. Solo me falta perfeccionarlo y estará listo para la expo mucho antes de lo
esperado.
El exoesqueleto
exoesqueleto es un mundo aparte. He pasado toda la mañana recibiendo llamadas de Da Damon.
mon.
Los nuevos materiales llegaron
llegaron a primera hora, pero Aldrich está dando por saco y meendo las
narices en todo. Me temo que voy a tener que bajar a leerle la car
carlla
lla si sigue así. Me importa una
mierda quién sea o el poder de mando que maneje. Si sigue jodiendo, va a tener que vérselas
conmigo.
De Oliver no he sabido nada. El señor Cox, tengo que acostumbrarme a llamarlo así, aunque en mi
cabeza seguirá siendo Oliver. Cada vez que recuerdo la escenita que monté en su casa me dan
ganas de darme a mí misma un par de bofetones, pero pensándolo fríament
fríamente,
e, supongo que ha
sido mejor así. Cox me hace senr demasiadas cosas para las que no estoy preparada en absoluto.
Decir que es el mejor amante que he tenido, sería quedarse muy corta. He descubierto que el
señor Cox es mucho más de lo que aparenta ser en realidad, y eso me gusta y asusta a partes
iguales, porque la forma en la que me mira… como si realmente pudiese vver
er más allá de las
barreras que yo misma he creado para protegerme, me hace querer salir corriendo sin mirar atrás.
Resoplo y me pinzo el puente de la nariz con el dedo índice y pulgar. Estoy agotada y no solo por la
falta de sueño. Aún siento mi cuerpo dolorido tras la sesión de sexo con Cox.
—Acéptala —contesto.
—Hola, Rachel, siento molestarte de nuevo —saluda Damon.
—Y que lo digas. Está echando por erra todo el trabajo que hacemos y me ha rerado del
proyecto. Dice que va a hablar con el señor Cox para que me despida.
—Por encima de mi cadáver —respondo de inmediato. Para un ingeniero competente que ene
Cox Tech, no pienso dejar que Aldrich se lo cargue—. Ni se te ocurra abandonar tu trabajo. Te
llamo enseguida.
Cuelgo la llamada y corro a mi habitación para vesrme con un vaquero roto en las rodillas y la
primera camiseta que encuentro. Me calzo unas deporvas y tras guardar el teléfono en mi bolsillo
trasero, salgo del apartamento a toda prisa.
Shana me saluda en cuanto me ve. He hablado con ella un par de veces por teléfono y me reafirmo
en mi conclusión inicial, la chica es un encanto. Incluso he llegado a pensar en invitarla a unirse a
Damon y a mí la próxima vez que quedemos en casa.
—¿Está Ol… el señor Cox? —pregunto nada más llegar a su lado.
—No te molestes, yo misma lo hago —contesto pasando de largo. Abro la puerta de su despacho
sin molestarme en llamar y le veo sentando frente a su gran escritorio con sus zafiros clavados en
mí—. Quiero verle —anuncio tal y como le prome a Shana.
—Señorita Taylor, existe una cosa llamada puerta y sirve para llamar con los nudillos cuando está
cerrada. La persona que está en el interior puede decidir si le deja pasar o no, no sirve de nada si
se salta todo el protocolo y la abre directamente
directamente —indica sin dejar de mirarme fijamente con su
indescifrable expresión habitual.
Él se levanta del sillón y rodea su mesa, apoya el trasero en el borde y se cruza de brazos sin dejar
de mirarme fijamente
fi jamente..
—Usted dirá, señorita Taylor. ¿Va a explicarme por qué salió huyendo de mi casa en mitad de la
noche como si un asesino en serie la estuviese persiguiendo?
persiguiendo?
—El señor Aldrich —repite tocando su labio inferior con el dedo índice.
Miro hacia su mano y aprieto los muslos al recordar el placer que recibí por parte de esos dedos, y
sus labios, por Dios. Esa boca fue creada para dar placer a una mujer.
—Pues porque… porque… —tartamudeo bajo su atenta mirada. Me giro y veo sus zafiros brillar
con diversión. Sabe lo que está haciendo y lo está disfrutando el muy capullo. Carraspeo y miro al
frente para no flaquear—. Porque se supone que usted es el jefe. Dele un toque de atención a
Aldrich o lo haré yo misma.
—Adelante, señorita Taylor —susurra a mi espalda, demasiado cerca de mi cuello. Camino hacia
delante, pero solo puedo dar unos cuantos pasos antes de toparme de frente con su mesa—. Creo
que le he dado autoridad suficiente para tratar con los empleados de la planta doce —un nuevo
susurro junto a mi cuello me provoca un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Me está
acorralando contra
contra la mesa y no puedo o no quiero hacer nada para evitarlo, aún no lo tengo muy
claro—. Si ene algún problema con Aldrich, dígaselo usted misma. Pero ya sabe, si lo despide,
usted tendrá que ocupar su lugar.
Intento escabullirme por un costado, sin embargo, siento sus manos en mi cintura manteniéndome
clavada en el sio.
—¿Qué haces? —susurro sinendo como cada célula de mi ser entra en combusón espontánea.
Solo ha necesitado un roce de sus manos para tenerme temblando como una brizna de hierba
azotada por el viento y más caliente que las mismísimas puertas del infierno—. Oliver, para.
—Cómo me pone que digas mi nombre —susurra pegando su endurecida entrepi entrepierna
erna a mi
trasero—, pero sinceramente, prefiero que lo grites mientras te follo. —Vale, ahora creo que
podría correrme solo con su tono de voz, con esos susurros tan cerca de mi oído—. Abajo, manos
sobre la mesa —ordena. Una vez más, me debato entre seguir o no su mandato. Una parte de mí
está deseando rebelarse,
rebelarse, la otra, la que se hace papilla cada vez que él me pone un dedo encima,
solo grita que deje de ser imbécil y ponga las putas manos sobre la mesa—. Ahora, Rach. —Giro la
cabeza para fulminarle con la mirada y veo como sus zafiros vuelven a sonreír abiertamente—.
abiertamente—. No
voy a reperlo de nuevo. —Una palmada resuena en el despacho y siento el calor en una de mis
nalgas. Ha vuelto a darme un jodido azote el muy hijo de… ¿A quién quiero engañar? Me ha
encantado. Con un suspiro, coloco
coloco las palmas de las manos sobre la mesa y siento como sus
dientes se clavan en mi hombro mientras sigue rozando su miembro contra mi trasero de manera
lenta y pausada—. Creo que me estoy obsesionando congo, Rach, y eso no es bueno —murmura
deslizando sus labios hacia mi cuello y lamiendo esa zona tan sensible tras la oreja. Yo
Yo no puedo
hacer otra cosa más que cerrar los ojos con fuerza y contener un gemido—. Quiero que vengas a
mi casa esta noche.
—Creí que habíamos acordado que solo era un polvo de una noche —murmuro justo antes de que
sus dientes vuelvan a clavarse en mi piel.
—Quizás yo quiera que esto se convierta en varios polvos de varias noches.
—No creo que eso sea buena idea —me quejo, pero yo también muevo mi trasero para rozarme
contra su dureza.
—¿Por qué? Dime por qué crees que no es una buena idea.
Eso
pez Rachel,
fuera deldile por¡¿Nada?!
agua. qué. Abro¡¿En
la boca y vuelvo
serio?! a cerrarla
Creo que puedes varias veces
hacerlo boqueando
mucho como
mejor que unSolo
eso. jodido
dile
por qué es una jodida mala idea que volváis a echar un polvo, o muchos para el caso.
—Eh… Eh…
—¿Eh?
—Cox, tengo… —Paul se deene y nos mira a uno y a otro frunciendo el ceño—. Lo siento. ¿Estoy
interrumpiendo
interrumpiendo algo?
—Te traigo los informes que llevas pidiendo toda la mañana —contesta alzando una carpeta con
papeles.
—Que te largues y vuelvas en cinco minutos. —Al ver que no se mueve del lugar y sigue mirándole
boquiabierto, Oliver resopla—. ¡Fuera, Paul!
El pobre Paul casi tropieza con sus propios pies al salir corriendo del despacho. Una vez solos de
nuevo, Cox vuelve a acercarse a mí.
—¡Alto! —Levanto una mano entre los dos y niego con la cabeza—. Voy a bajar a hablar con el
señor Aldrich.
—Me parece perfecto, pero aún no has dicho que vendrás a mi casa esta noche.
—¿Por qué?
—Tú mismo lo dijiste, Oliver, mezclar negocios con placer nunca sale bien. Será mejor que paremos
esto antes de que se nos vaya de las manos.
—No. —Clava sus ojos en los míos con fiereza y sus manos se anclan en mi cintura—. Vas a venir
esta noche a mi casa. No es una sugerencia, Rach. —Antes
—Antes de que pueda negarme de nuevo, sus
labios se pegan a los míos y me besa con rudeza, arrasando con cada uno de mis sendos. Cuando
se aparta de mí, siento los labios hinchados y doloridos, pero lo peor es la sensación de ahogo que
oprime mi pecho. No puedo hacer esto. Necesito salir de aquí—. Ahora ve a hablar con Thomas y
esta noche te espero en mi casa.
Su mirada se estrecha y casi puedo ver como arde la furia en su mirada. Al señor Cox no le gusta
g usta
que le digan que no.
—¿Qué amigo? —Su entrecejo se arruga y me sigue mirando como si estuviese a punto de
estrangularme, pero no mueve ni un solo músculo.
—Eso no es asunto tuyo —me enderezo y me mantengo firme. No puedo flaquear ahora—. Ahora,
si no le importa, señor Cox, tengo cosas que hacer.
Antes de que pueda detenerme, salgo de su despacho y cierro la puerta a mi espalda. Solo cuando
me siento segura en el exterior, me atrevo a cerrar los ojos y respirar profundamente.
—Eh… No. Estamos a lunes. No tenía pensado salir porque mañana hay que trabajar.
—¿Te apetece venir a casa a jugar una parda a la videoconsola y comer pizza? —Necesito un
seguro, algo que me mantenga ocupada, o sé que terminaré flaqueando e iré a su casa. Estoy
segura de ello. Shana me mira extrañada, como si lo que acabara de decirle fuese una completa
locura—. Te prometo que no te marcharás tarde. También va a venir un amigo. Lo pasaremos bien,
ya verás.
—Eh… Vale. No soy muy buena con los videojuegos, pero lo puedo intentar.
—¡Genial! Entonces cuando salgas, solo sube un piso hasta mi apartamento y nos vemos allí.
Le sonrío de nuevo y me despido con la mano antes de entrar en la zona de acceso a las escaleras.
Ya tengo resuelto un problema. Entre Shana y Damon podrán retenerme en mi apartamento para
que no cometa la que puede ser la locura más descabellada de mi vida. Ahora tengo que
encargarme del otro asunto. Más vale que el señor Aldrich esté preparado, porque está a punto de
conocer en persona a la perra mala que vive en mí.
Capítulo 10
Ni tan siquiera tuve que gritar demasiado. He descubierto que en cuanto levantas un poco la voz,
Aldrich se viene abajo y se hace pequeñito
pequeñito como la insignificante cucaracha
cucaracha que es.
Tras
Tras poner en su lugar al viejo imbécil y asegurarme de que Damon se queda al cargo bajo mis
órdenes, quedo con él para esta noche y subo de nuevo a mi apartamento, pero al llegar me llevo
una sorpresa enorme al ver el salón completamente destrozado. Los sofás están fuera de su lugar,
mi ropa esparcida por todo el suelo y hay platos y vasos rotos por todos lados.
Encuentro al culpable del desastre dando vueltas sobre sí mismo como una jodida peonza cerca
del ventanal. Está cubierto con mi ropa interior.
—¡Izquierdo! —mi grito provoca que se detenga en seco. Se gira hacia mí y se agacha como si
estuviera avergonzado—.
avergonzado—. ¡¿Qué demonios…?!—Me
demonios…?!—Me acerco a él y le arrebato uno de mis
sujetadores de sus dedos mecánicos—. ¡¿Pero a vosotros qué os pasa con mi ropa?! En cuanto me
descuido un momento aprovecháis para travesros.
—Rachel, menos mal que has llegado —Gregory suena agobiado. A veces incluso creo que ene
senmientos—. He intentado
intentado llamarte y no lo cogías.
Saco el móvil de mi bolsillo trasero y compruebo que tengo tres llamadas perdidas de Gregory.
El aludido se alza y empieza a moverse como si fuese a seguir dando vueltas, lo detengo alzando mi
dedo índice en su dirección
—Te juro que como lo hagas te convierto en un jodido microondas —le amenazo. Vuelve a
agacharse y resoplo—. Ya me lo parecía. Gregory, ¿dónde está Derecho?
—En el taller.
—Genial, ponlo a recoger todo este desastre —señalo a Izquierdo con el dedo—. Tú, conmigo.
Vamos a ver qué es lo que te pasa.
Paso el resto del día reparando al tonto de mi brazo izquierdo sustuto. Tampoco es que pueda
hacer milagros. Para volverlo más inteligente tendría que reestructurar el soware de sus u matriz
desde cero y tampoco lo veo necesario. Ya tengo a Gregory como cabeza pensante, Izquierdo y
Derecho solo son peones, y de alguna manera ya me he acostumbra
acostumbrado
do a sus locuras. Es como si te
nace un hijo idiota, lo quieres igual, aunque eres consciente de que es más tonto que un higo. En
mi caso, me han salido dos.
Una vez listo, no tengo empo ni a cambiarme antes de que el mbre suene. Es Shana. Mi nueva
amiga se queda fascinada con Gregory y no deja de hacerle preguntas en todo momento. ¿Ya he
dicho que me gusta esta chica? Es muy dulce y también algo ingenua. Siempre se empeña en ver el
lado bueno de las cosas y carece de maldad.
El mbre vuelve a sonar un rato después y esta vez es Damon quien se presenta, con su sonrisa
aniñada habitual.
—No sé si ya os conocéis.
—Sí —contesta Damon justo al mismo empo—. La asistente ejecuva del señor Cox —dice
interrumpiéndome.
interrumpiéndome. Exende su brazo y una sonrisa vuelve a rar de sus labios—. Encantado. Yo
Yo
soy Damon.
Se quedan mirando un buen rato sin separar sus manos y con una sonrisa bobalicona en sus
rostros, hasta que Damon repara en mi presencia.
—Ah, hola, Rachel, ¿cómo estás? —pregunta.
—Bien, gracias por preguntar. Creí que no sabías que estaba aquí —bromeo—. Vamos, ya sabes
dónde está el sofá. Shana y yo encargaremos las pizzas.
Tras coger un par de cervezas para ellos y un refresco para mí, nos instalamos frente al televisor y
empezamos una parda de Smasher 2. Decido dejarlos solos en uno de los sofás y sentarme yo en
el otro para darles algo de inmidad, y resulta ser una decisión acertada, ya que Damon se encarga
de enseñar a Shana a jugar y no dejan de bromear entre ellos y reír, llegando
llegando incluso a ignorarme a
mí por completo.
Es el turno de Shana de avanzar con el avatar que yo usé el otro día y ella también opina que el
el
vestuario del personaje no es el más adecuado.
—En serio, si fuese real, la chica ya hubiese pillado una neumonía —comento haciendo reír a los
otros dos.
—La verdad, no sé por qué nos extraña tanto. El videojuego ha sido creado por un hombre —
señala Shana sin dejar de golpear los botones del mando. Incluso pone la lengua fuera ladeada y
respira por la nariz concentr
concentrándose
ándose en matar monstruos. Es muy graciosa.
—Bueno, no sé si el señor Cox entra en los parámetros del pico hombre que disfruta viendo a las
mujeres con poca ropa —dice Damon.
“Los rumores no son ciertos”, pienso, pero no lo digo. Me escudo tras mi lata de refresco y dejo
que sean ellos quienes discutan el tema.
—El señor Cox no es gay. Eso son tonterías. Los de ingeniería sois unas marujas —afirma.
—Vale,, para el juego, Shana. Explícanos eso —pido dejando la lata sobre la mesa.
—Vale
—Se supone que eso es parte de la vida privada de mi jefe y no debería mencionarlo. Ya he dicho
demasiado —murmura.
—Ah, no, señorita. Estás en confianza. Nada de lo que digas va a salir de aquí, pero suelta la lengua
ya mismo —insisto.
—¿Cómo se llama?
l lama? —pregunto.
Shana le mira frunciendo el ceño y este se encoge de hombros como diciendo, “Soy un o”.
Cuando me doy cuenta, estoy pensando en que esa tal Melisa y yo no tenemos nada en común.
Está claro que los gustos del señor Cox están muy desviados de lo que yo soy. Me doy una bofetada
mental por siquiera pensar eso. ¿Qué demonios me importa a mí lo que le guste a ese hombre?
Solo hemos echado un puto polvo. Tengo que dejar de pensar estupideces.
—Bastante. Yo trabajo en Cox Tech hace tres años, y cuando yo llegué ya salían, o lo que quiera
que hagan. Sinceramente, el señor Cox no hace otra cosa que trabajar. Ni siquiera sé cómo ene
empo para mantener una relación. Lo cierto es que la tal Melisa viene a verlo al despacho muy de
vez en cuando y también lo llama por teléfono.
teléfono.
—La tal Melisa —murmura Damon—. Eso ha sonado a que no te cae nada bien.
—Es que me cae fatal. La chica es una hipócrita mandona. Cuando el señor Cox está presente,
suele comportarse, pero a sus espaldas, cuando viene a verlo o soy yo quien le coge el teléfono,
teléfono, se
comporta como una snob esrada dando órdenes como si fuese la dueña de la empresa. De
—Rachel, Rachel —escucho a Damon llamarme y le miro sacudiendo la cabeza para arrancarme
esos pensamientos estúpidos—. Te toca jugar. —Me ende el mando y yo lo acepto con una falsa
sonrisa.
Durante la siguiente media hora, me olvido por completo del tema y decido disfrutar de la
compañía de mis nuevos amigos mientras descargo mi frustración cargándome
cargándome monstruos
virtuales.
Antes de que Gregory me pregunte si quiero que sea él quien abra, me levanto y voy hacia la
puerta, la abro y me quedo boquiabierta al ver a Oliver al otro lado.
—Rachel, ¿me prestas tus cadenas? —pregunta Damon a mi espalda. Veo como Oliver frunce el
ceño y entra en el apartamento como si estuviese en su casa—. Señor Cox —dice Damon
mirándole sorprendido.
s orprendido.
—Damon —Cox nos mira a uno y a otro y puedo notar como sus zafiros brillan con furia
contenida—. ¿Qué haces aquí?
—¿Perdón?
Casi puedo notar cómo se atraganta con las palabras y tengo que hacer un esfuerzo sobre humano
para contener una carcajada. Entonces Shana aparece en escena y la cosa se pone aún más
interesante.
Pierdo estrepitosamente la batalla contra la risa y me doblo sobre mí misma soltando largas
carcajadas. La cara de Damon es un poema. Shana me mira sin entender a qué viene tanta risa y
Cox… Bueno, él no parece muy contento.
—Smasher —repite en un susurro. Los zafiros que antes parecían furiosos, ahora ya no lo están
tanto, al contrario, creo que empiezan a sonreír—. Señorita Taylor, no tenía ni idea de que
disfrutara tanto con los videojuegos.
—Sí, hacemos un buen trío de jugadores, señor Cox. ¿Quiere probar? —Señalo el sofá y él se me
queda mirando.
Shana y Damon susurran entre ellos mientras yo dejo las cajas de pizza sobre la mesa auxiliar del
salón y me dirijo a la cocina a buscar servilletas y más bebidas.
—¿Va a quedarse a cenar con nosotros, señor Cox? —se atreve a preguntar Shana.
Oliver me mira a mí y yo niego con la cabeza. No quiero que se quede. Que se vaya a cenar con su
novia la pija y me deje en paz de una vez.
—Sí, Shana, muchas gracias por la invitación —contesta desabrochándose la chaqueta del traje.
Resoplo y dejo todo sobre la mesa volviéndome a sentar en mi lugar. Cómo no, el jodido señor Cox
decide tomar asiento justo a mi lado. Y esa maldita fragancia que desprende su ropa no me
permite comer tranquila. Es más, apenas soy capaz de probar bocado. La tensión se siente en el
ambiente y las risas y bromas que antes
a ntes reinaban en el salón, ahora se han sustuido por los
sonidos que hacemos al comer, únicamente interrumpidos por comentarios banales para rellenar
silencios incómodos.
En menos de media hora, Damon y Shana ya se están despidiendo y marchándose a toda prisa,
dejándome a solas con el único hombre con el que no quería quedarme esta noche, y ya puestos,
ninguna otra.
Le doy un empujón que apenas consigue desplazarlo medio metro y me cruzo de brazos apoyando
mi espalda contra la encimera.
—Estuve esperándote
esperándote en mi casa y no viniste —señala con voz firme.
—Te dije que no iría. Como habrás podido comprobar, ya tenía planes. —Me mantengo rígida y con
el ceño fruncido. Eso es lo que tengo que hacer, aguantar.
—¿Un trío con Damon y Shana? —Sus zafiros me sonríen y veo como alza una ceja en mi
dirección—. No tenía ni idea de que te gustaban las emociones fuertes.
—Ya ves —comento encogiéndome de hombros—. Oliver, ya es tarde y supongo que tú mañana te
levantas temprano
temprano para trabajar,
trabajar, así que si no te importa… —señalo la puerta y él frunce el ceño.
Eso, mantente firme, Rachel. Has hecho bien en tratarle de usted. Marca unas distancias.
—No juegues conmigo, Rach —me advierte. Las aletas de su nariz se dilatan y respira
profundamente—. Quiero hacerte una propuesta.
—Deja… de… echarme —sisea con sus zafiros despidiendo furia. Vuelve a tomar una respiración
respiración
profunda y afloja el agarre de sus manos sin
s in llegar a soltarme—. No se trata de un acuerdo laboral.
Bueno… eso también sigue en pie, lo que quiero proponerte es a tulo personal. —Alzo una ceja
verdaderamente intrigada y él sigue hablando—. Tú y yo, solo sexo, sin ningún po de
compromisos. Cuando alguno de los dos quiera dejarlo, se acabó.
—¡No! Claro que no. Yo no estoy interesada en mantener ninguna relación, con nadie.
—Perfect
—Perfecto,
Eso de sero,cortejadas
porque yoytampoco. No tengo—Una
toda esa mierda. empo para esas
sonrisa chorradas
se escapa que
de mis os gusta
labios a las
sin que mujeres.
pueda
evitarlo—. ¿Se puede saber qué es lo que te parece tan gracioso? —pregunta frunciendo
frunciendo el ceño.
—Has dicho un taco —señalo—. Tú nunca dices palabras malsonantes. Bueno… en el sexo sí, pero
solo entonces. Normalmente eres tan formal y educado que me provoca urcaria.
—No creo que sea una buena idea. Saldrá mal. Yo voy a irme tras la expo y…
—Una razón más para que te des cuenta de que no quiero nada serio. No puedes negar que lo
pasamos bien juntos. El sexo es fantásco,
fantásco, y sería una pena desperdiciar tanto potencial solo
porque a te da miedo.
—Yo no tengo miedo —exclamo arrugando los labios.
—Sí que enes. Te asusta pensar que alguien pueda acercarse demasiado, que haga preguntas que
no quieres contestar o que intente meterse en tu extraña cabecita. —Por un segundo noto que mi
corazón se deene. ¿Cómo lo sabe? Este hombre es capaz de ver a través de mí y eso sí que es
aterrador—. Ahora mismo estás preocupada
preocupada porque yo haya logrado sacar estas conclusiones,
¿verdad?
—No lo haré. No necesito saber qué es lo que te ocurrió en la pierna, o por qué le enes pánico a
los espacios cerrados, y por supuesto que tampoco voy a hacerte preguntas incomodas sobre tus
pesadillas. Si quieres contármelo,
contármelo, bien, pero si prefieres seguir guardándotelo todo, yo no te
presionaré ni intentaré indagar en ello. Ese será uno de los términos de nuestro acuerdo.
—Vale, para que yo me entere, ¿qué otros términos se incluirían en ese acuerdo si aceptara? Y no
digo que vaya a hacerlo.
—Lo que quieras —contesta deslizando las palmas de sus manos sobre mis muslos.
—Yo no he
supuesto dicho
que me eso. Me con
acuesto has preguntado
mujeres, no sisoy
tengo novia, ypero
un monje, yo he
norespondido con la Cero
tengo relaciones. verdad. Por
compromisos. Solo sexo, nada más.
—¿Y lo nuestro sería… exclusivo? ¿Nada de sexo con otras personas mientras dure el acuerdo? —
inquiero mordiéndome el interior de la mejilla.
—Ninguna, solo dejar bien claro que no voy a estar disponible siempre. Mi empo libre es
limitado. —Se queda callado y veo que entorna los ojos como si acabara de ocurrírsele algo—. Lo
de la exclusividad también. Mientras dure el acuerdo no te acostarás con nadie más que no sea yo,
—Oliver, hablo en serio. No puedes hacerme una propuesta de este po y esperar que tome una
decisión en dos jodidos minutos.
—No hay nada que pensar. Ya has tomado una decisión, solo intentas llevarme la contraria —
señala—. Un minuto.
—La madre que te… —resoplo y asiento—. Vale, vale, joder. Quiero añadir un término más al
acuerdo.
—¿Cuál?
—Tiempo. —Sus ojos sonríen y deja caer la mano sobre mi muslo. Acerca sus labios a los míos y
lame la comisura de mi boca de manera lenta y sensual—. Estoy de acuerdo. Ahora desnúdate, ya.
No hay preliminares ni caricias previas, solo pasión y deseo. Oliver se introduce en mí de un solo
empellón y yo le clavo los dientes en el hombro. El brutal mordisco no parece afectarle, me clava
los dedos con más fuerza en el trasero, impulsándome hacia delante y hacia atrás, y ensartándome
con su miembro. Sus embesdas son implacables,
implacables, el sonido de nuestros cuerpos sudorosos al
impactar llena la estancia. Logro levantar la cabeza
cabeza y me echo hacia atrás hasta que noto la pared a
mi espalda. Tengo los brazos esrados y las manos enlazadas tras su nuca. Su rostro, firme, severo,
goteando sudor, el pelo revuelto, las venas del cuello hinchadas, la mandíbula tan apretada que
parece a punto de romperse, el pecho que sube y baja, los bíceps, prominentes.
prominentes. Es lo más hermoso
y eróco que he visto en la vida.
Cada vez que embiste contra mí, grito. Con cada movimiento de sus caderas, gimo. Tengo el
corazón desbocado,
desbocado, la piel me cosquillea, me vibra el cuerpo entero. Mis sendos están sobre
saturados por los sonidos, las sensaciones, las imágenes. Estoy a punto de estallar, luchando contra
el clímax solo por alargar el momento.
—Vas a correrte conmigo —gruñe. Y me alegra que esa sea una orden que estoy deseando cumplir.
—¿Lista?
—¡Sí!
Mi confirmación hace que aumente el ritmo todavía más. Los gritos suben de volumen, el placer es
inimaginable. Contengo el aliento con mis ojos clavados en sus zafiros mientras él me ve alcanzar la
cima del placer. No puedo seguir reteniéndolo. Echo la cabeza hacia atrás y suelto el aire, gritando
en dirección al techo mientras el orgasmo
o rgasmo se apodera de mí sin piedad. Mi cuerpo se
s e descompone
en mil pedazos, acosado por la intensidad que lo presiona por todos los ángulos. El jadeo ronco de
Oliver atraviesa el zumbido de mis oídos mientras sus dedos se clavan aún más profundamente en
mi trasero y empuja las caderas hacia delante, derramándose por completo en mi interior.
Suelto la encimera y llevo las manos a su espalda, que sube y baja como si hubiera corrido una
maratón. Su peso me ene clavada a la pared, donde reposo la cabeza. Estoy exhausta.
Capítulo 11
Me miro en el espejo empañado del baño y no puedo evitar que una sonrisa re de mis labios.
Estoy agotada, pero totalmente sasfecha y relajada. Eso es lo que ene el buen sexo, es más
efecvo que un chute de felicidad en vena.
Esro mis músculos doloridos y hago una mueca. A este ritmo la que va a terminar necesitando
uno de esos exoesqueletos voy a ser yo. Este hombre va a matarme a polvos. Me río de mis propias
estupideces y rememoro todo lo que ha ocurrido esta noche. Tras nuestra intensa sesión de sexo
sobre la encimera, le siguió una incluso más intensa en mi cama. Tanto fue así, que tuve que
levantarme a toda prisa de ella para darme una ducha y poder despejarme. Corría el riesgo de
quedarme dormida. Con un simple “hasta mañana” me despedí del indescifrable
indescifrable Oliver Cox y me
me en el baño mientras él estaba a punto de vesrse para subir a su áco.
Creo que puedo hacer esto. Sexo del bueno y cada uno a lo suyo. No necesito darle explicaciones a
nadie y tampoco confiar, solo es sexo y así va a seguir siendo.
Salgo del baño vesda con una de mis camisetas de dormir y frotándome el pelo con la toalla. Me
asomo y compruebo
hace más que Oliver
de media hora, sigueestá
pero ahora tumbado en mi acama,
durmiendo justo
pierna en elBoca
suelta. mismo lugar
arriba que le dejéente
y completamente
completam
desnudo, con la boca abierta y el pelo revuelto.
—No me jodas —murmuro acercándome a la cama—. Oliver —lo zarandeo y el gruñe, pero sigue
durmiendo—. ¡Oliver, despierta! —un nuevo gruñido sale de su garganta y se gira poniéndose boca
abajo y abrazando la almohada—. Esto es increíble —siseo. Repaso con la mirada su cuerpo
desnudo y me detengo en su redondo, duro y perfecto trasero—. Al menos las vistas son
excelentes —susurro.
Tras resoplar, decido salir de la habitación. De todos modos, no pensaba dormir y él parece estar
agotado. Cuando despierte ya le leeré la carlla. No es normal que este acuerdo acabe de empezar
y ya se esté pasando una de las
l as normas por el arco del tr
triunfo.
iunfo.
Paso por la cocina para recoger una taza de café humeante y voy directamente hacia mi taller. Tras
la discusión de esta mañana con Aldrich, he decidido traer algo de trabajo a casa. Al fin y al cabo, el
protopo de la lente de contacto ya está casi acabado y necesito algo con lo que distraerme. Los
ingenieros de Cox Tech están teniendo problemas con el implante que actúa como control remoto
de la prótesis. No consiguen hacerlo lo suficientement
suficientementee pequeño como para introducirlo en la zona
del cerebro que da la orden de moverse a las extremidades.
extremidades. El implante es lo más importante del
proyecto, ya que, sin él, el exoesqueleto solo sería una prótesis más como las que ya sobran en el
mercado.
Tres horas después, ya me he tomado cerca de un litro de café y estoy meda de lleno en la
fabricación del protopo del implante. Está resultando ser más complicado de lo que creí en un
principio, ya que el pequeño chip que actúa como micro ordenador, es tan pequeño que tengo que
—No me has contestado. ¿Qué estás haciendo? —camina hacia mí y entrecierra los ojos mirando
los planos proyectados del implante.
—Estoy trabajando —contesto encogiéndome de hombros tras darle un nuevo trago a mi café.
—¿A las cuatro y media de la madrugada? —Asiento y él frunce el ceño mirando hacia mi taza—.
¿Cuánto café has tomado?
—No lo sé, unos veinte o más —contesto sin dejar de observar la mesa de proyección.
—Niña, ¿sabes lo que es el cáncer de colon? —su pregunta me hace sonreír, pero no me giro y
tampoco contesto—. ¿Por qué tomas tanto café?
Se queda en silencio durante un buen rato mientras yo sigo trabajando sin prestarle atención.
—¿Qué pasa con eso de nada de preguntas? Y ya puestos, te has saltado una de las normas. Se
supone que tendrías que irte a tu casa.
—No seas gruñona. Estaba agotado y me quedé dormido. ¿Ahora vas a decirme en qué trabajas?
t rabajas?
—¿Sabes que enes varios talleres en la planta de ingeniería? Estoy seguro de que enen muchos
más medios que aquí, en esta habitación improvisada.
—No me gusta trabajar con gente pululando a mi alrededor. Prefiero la soledad y el silencio.
—Eso ha sonado a indirecta, señorita Taylor —su tono de voz vuelve a estar cargado de diversión.
Parece que el señor Cox se ha despertado de buen humor—. ¿Quieres que me vaya?
—Si no te importa…
Sus zafiros brillan con diversión y veo como una de ssus
us comisuras se alza, solo unos milímetros.
Veo cómo se lleva el dedo índice y pulgar a la boca y los desliza por sus labios como si estuviese
cerrando una cremallera, entonces
entonces hace un giro con sus dedos y hace como que ra sobre su
hombro una llave imaginaria.
Sin poder evitarlo, suelto una carcajada al verle actuar de esta forma tan infanl.
—Rachel, el plano que me pediste ya está listo —informa Gregory llamando mi atención.
—Está bien, colega, vamos allá. —Me acerco al soporte donde tengo el implante y señalo a
Izquierdo—. Tú, tonto, ven aquí. —Viene de inmediato y le endo un soldador eléctrico—. Vas a
soldar exactamente dónde te diga, ¿entendido? —La mano se mueve de arriba abajo asinendo—.
Nada de imitar a abuelas con Parkinson. Pulso firme y no te salgas del área de trabajo. —Miro
hacia el techo y suspiro—. Gregory, mantenlo controlado.
—Al menos, inténtalo —insisto—. No te estoy pidiendo que salgas a ligarte a una chica virtual
monísima, solo que vigiles a tu esclavo —connúo
—connúo con la broma.
—¡Hosa! —la exclamación de Oliver me sobresalta de nuevo y le miro frunciendo el ceño. Estaba
tan callado que por un momento ni recordaba que lo tenía justo detrás—. Gregory no es solo una
interfaz de búsqueda por voz, ¿verdad?
—No. ¿Puedes seguir callado un rato más? Estamos a punto de hacer algo importante.
—¿Has hecho…? —Me mira a mí y sacude la cabeza como si no acabara de creerse lo que está a
punto de decir—. Has creado inteligencia
inteligencia arficial —susurra con sorpresa.
—Pero… pero… —abre la boca y vuelve a cerrarla. Sonrío. Parece que el señor Cox está realmente
alucinado—. ¿Por qué Braincom no lo ha sacado al mercado?
—¿Tuyo? ¿Sabes los millones que podrías ganar vendiendo su patente? O puedes comercializarlo
directamente.
directament e. Las grandes empresas aeronáucas, darían cualquier cosa por tener en sus
s us manos
inteligenciaa arficial.
inteligenci
—Eso no lo verán tus ojos, Cox. Yo no corro a no ser que me persiga un león o algo.
Estamos a punto de salir del taller cuando Oliver se gira hacia atrás y se queda mirando el techo de
manera pensava.
—¿Qué pasa, no te as de mí? —Sus ojos se clavan en los míos buscando una respuesta ante
antess de
que pueda hablar.
Estamos comiendo en silencio frente a la barra de desayuno cuando Gregory nos interrumpe.
—Ahora no, Gregory. Sea quien sea, dile que después le llamo.
—Imaginé que dirías eso, es tu madre y dice que necesita hablar congo de manera urgente. Que
es una emergencia.
Dejo el tenedor sobre el plato y frunzo el ceño. ¿Qué puede pasarle a mi madre? Sujeto la muñeca
de Oliver y compruebo la hora en su reloj. Son casi las cinco de la madrugada, en Los Ángeles son
ya las dos. Esto no me gusta.
Miro hacia Cox esperando a que se levante para darme un poco de inmidad, pero este sigue
comiendo como si nada.
—Rachel, hija —la voz de mi madre suena por los altavoces alta y clara.
—Mamá, ¿acabas de usar la baza de la emergencia para que te cogiera la llamada? —siseo de mala
leche.
—Sí, y no me arrepiento.
arrepiento. Una madre no debería tener que fingir una emergencia para poder
hablar con su propia hija. ¡Por el amor de Dios! Llevo tres días llamándote y no me contestas ni me
devuelves las llamadas.
Resoplo una vez más y al mirar hacia Oliver, compruebo que sus zafiros se están descojonando. Sí,
todo muy diverdo. Se supone que entre nosotros solo hay una relación meramente
meramente sexual, y aquí
estamos, desayunando juntos a las cinco de la madrugada mientras hablo por teléfono con mi
madre en su presencia.
—Mamá, deja el drama. ¿Se puede saber para qué me llamas de madrugada? Y a todo esto, ¿qué
haces despierta a estas horas?
—Acabo de llegar de cenar y bailar con unos amigos, y te llamo porque sé que tú nunca duermes.
Por cierto, ese es el movo principal por el
e l cual te he estado llamando estos días. —Oh no. Por
favor, que no vaya por ahí, y menos con Oliver escuchando toda la conversación—. El otro día me
—¡Rachel Eleonor Taylor, ni se te ocurra colgarme el teléfono! —Escucho como Cox se atraganta
con la comida y empieza a toser y escupir los huevos sobre la encimera. El muy cabrón se lo está
pasando en grande—. ¿Quién es? —pregunta mi madre olvidando su regañina—. Rachel, ¿hay un
hombre ahí congo?
Le hago una señal a Oliver para que se mantenga en silencio y veo como una de sus comisuras se
alza, esta vez casi puedo ver el blanco de sus dientes.
—Hola, señora Taylor —saluda Oliver con su tono de voz calmado habitual, dejándome de piedra.
¡¿Qué demonios pretende este hombre?! No sabe dónde se está meendo. Aunque al menos, ha
distraído a mi madre lo suficiente para que no siga hablando de la jodida Doctora Wilson.
—El placer es mío, caballero —responde mi madre con su tono elegante y coqueto que tanto le
gusta usar—. ¿Puedo preguntar qué está haciendo con mi hija a estas
e stas horas?
—Por supuesto. Estamos haciendo lo que cualquiera hace a las cinco de la madrugada —me mira
con sus zafiros brillando a más no poder—. Estamos desayunando. Huevos con beicon.
—Oh, me alegro mucho, señor Cox. A ver si usted consigue que mi hija se alimente de algo más
que cafeína y trabajo. Yo ya la he dado por imposible.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Lo que me faltaba, que mi madre se alíe con el o
con el que me acuesto. Como si ya no me tocaran las narices bastante cada uno por separado.
—Ya vale de tanta charla. Mamá, estoy bien. Te prometo que mañana te llamo y hablamos de lo
que quieras, ahora tengo que colgar.
—Dios santo, hija. ¿Cuándo te has vuelto tan gruñona? —se queja mamá.
Aparto el plato a medio comer y me pinzo el puente de la nariz con los dedos.
—Ni se te ocurra burlarte, capullo —le apunto con el dedo índice, y de nuevo su comisura se alza—
. Era el nombre de mi abuela.
Por suerte, no vuelve a hacer ningún comentario al respecto. Veo como se levanta y recoge ambos
platos para dejarlos en el fregadero.
fregadero.
—El señor importante ene una empresa que dirigir —digo en tono burlón.
—Sí y mucho trabajo pendiente. ¿Crees que podremos vernos esta noche?
—No lo sé. Pásate por aquí, y si estoy disponible, puede que hasta te deje metert
metertee en mi cama —
bromeo.
Sus ojos vuelven a brillar con diversión y rodea la barra, camina hacia mí y se coloca en el hueco
que queda entre mis piernas.
—Te recuerdo que es mi cama, al igual que este apartamento. Todo lo que hay en este edificio me
pertenece.
—Eso es lo que tú crees, Rach —replica mordiendo mi labio inferior. Antes de que pueda
preguntarle a qué coño se refiere, da media vuelta y sale de la cocina para entrar en la habitación.
No tarda ni dos minutos en volver, con los pantalones y la camisa puestos. Lleva la corbata y la
chaqueta en el antebrazo y los cordones de los zapatos desabrochados—. Te veo esta noche —
murmura justo antes de darme un beso rápido en los labios y salir rápidamente
rápidamente del apartamento.
En cuánto me quedo sola, miro fijamente hacia la puerta cerrada sin poder dejar de pensar en sus
palabras. “Eso es lo que tú crees”. ¡¿Qué mierda es lo que creo yo?!
Capítulo 12
He bajado a la planta de ingeniería para informar al equipo de Cox Tech de los nuevos avances que
he logrado con el implante. Hace dos semanas que Thomas Aldrich está totalmen
totalmente
te apartado del
proyecto y el responsable directo
directo después de mí, ha pasado a ser Damon. Cono en él para esto,
aunque sea extraño en mí. Normalmente, solo me o de mis propias capacidades, y a veces ni eso.
En el úlmo mes, Damon de alguna manera se ha ganado esa confianza, trabajando duro y siendo
un buen amigo. De vez en cuando seguimos quedando en mi casa para jugar a la videoconsola y
comer pizza. Shana también es una asidua a esas noches. Ella y Damon enen algo así como un lío
algo de
po extraño. Son amigos,
relaciones, pero
ya que no se acuestan.
sabría definir loSupongo
que hay que soy
entre la menos
Oliver y yo. indicada para juzgar ese
Es extraño, nunca había pasado tanto empo con un hombre desde Clay, y se siente… bien. Cada
noche, Oliver viene a mi apartamento o subo yo a su áco y disfrutamos de unas sesiones de sexo
espectacular. Normalmente, él termina durmiéndose. Si estamos en su áco, yo me marcho y si
por el contrario es mi cama la que usamos, acostumbro dejarlo dormir mientras me encierr
encierro
oa
trabajar en el taller. Hemos llegado a algo así como una runa, y lo más raro es que ya no me
molesta que se quede a dormir y prepare el desayuno antes del amanecer. En esos momentos en
los que pasamos a solas me doy cuenta, cada vez más, del hombre que se oculta tras el rostro
pétreo y las facciones serias del señor Cox. Hay mucho más en su interior de lo que deja ver al
resto del mundo. Sus zafiros no mienten, y para mí ya son como un libro abierto. Puedo descifrar
cada una de sus reacciones con tan solo mirar esos preciosos ojos azules que me enen
completamente fascinada. Aunque no lo parezca a primera vista, ni a segunda, ni a tercera, Oliver
completamente Oliver
es un hombre diverdo a su manera. No lo demuestra sicamente, pero yo puedo percibir cada
una de sus bromas en su tono de voz o en la forma en la que me mira.
—No. Los ingleses no celebramos esa fesvidad. Eso os lo dejamos a vosotros, los americanos.
—Gracias, pero paso. Prefiero quedarme aquí y descansar un rato. ¿Por qué no invitas a Shana? —
pregunto sonriendo de manera pilla—. Me dijo que no había conseguido vuelo a Florida.
—Una cena en la que mi familia no dejará de atosigarla con preguntas incómodas —señala
haciendo una mueca.
—Ahí ya no me meto. —Me encojo de hombros y sujeto la carpeta con el informe sobre el
protopo del exoesqueleto—. ¿Quieres que le entregue esto al señor Cox?
—¿No te importa? Yo tengo bastante trabajo aquí. Solo dáselo a Shana y ella se encargará de
hacérselo llegar al jefe.
—Sin problema. De todos modos, me queda de camino. Por cierto, la próxima vez puedes
informarme por teléfono. No hace falta que me hagas bajar hasta aquí.
—Qué raro —murmuro encogiéndome de hombros—. Supongo que Gregory se está haciendo
mayor. Si es que eso fuese posible —bromeo.
—Pues no vienes en un buen momento. El señor Cox ha llegado hace un par de minutos y no está
de muy buen humor. Paul está con él y creo que están discuendo.
Abro los ojos con sorpresa al escuchar gritos en el interior del despacho. Es la voz de Paul, pero no
enendo lo que dice. Me extraña. Paul es un o muy simpáco y amable. Nunca lo he visto
enfadado.
Shana suspira y se inclina sobre la mesa para que pueda escuchar sus susurros.
—El señor Cox ha desaparecido esta mañana, y tenía una reunión importante con el señor Liú
Zhang.
—Sí. La reunión era a primera hora, pero el señor Cox no llegó hasta pasadas las nueve de la
mañana y Paul tuvo que sustuirlo. —Hago una mueca al darme cuenta de lo que ha retrasado a
Oliver. A esa hora estaba en el apartamento conmigo, haciendo guarrerías sobre la barra del
desayuno—. Y hace un rato ha vuelto a salir sin dar explicaci
explicaciones
ones a nadie, y solo ha tardado unos
quince minutos en volver. De verdad, no sé qué le está ocurriendo úlmamente. La semana pasada
también faltó a una junta direcva a media tarde.
Vale, creo que eso también es culpa mía. Hace unos días, Oliver me sorprendió apareciendo sin
avisar
terminóenquedándose
mi apartamento
hastapor la entrada
bien tarde. Dijo que tenía una reunión importante en una hora, y
la madrugada.
La puerta del despacho se abre de golpe y veo a Oliver sosteniéndola para que Paul se marche.
Aunque sus facciones no se mueven, puedo ver como sus zafiros brillan con furia contenida. Parece
estar echando a Paul de su despacho de no muy buenas maneras.
—¿Qué hace usted aquí, señorita Taylor? —pregunta en tono seco y cortante.
—Solo he venido a dejar el informe de avances del proyecto —contesto alzando la carpeta.
—Pase a mi despacho —ordena. Mira a Paul y le hace un gesto con la cabeza—. Tú, lárgate. —Paul
chasquea la lengua y sale a toda prisa hacia su despacho, entra en él y cierra de un portazo—. ¿Se
puede saber a qué está esperando? He dicho que pase a mi despacho, señorita Taylor.
Miro a Shana y esta se encoge en su silla mirándome con cara de pena. Está claro que el señor Cox
no ene un buen día hoy.
Tras resoplar, hago lo que me pide porque no tengo ganas de montar una escena delante de Shana
y de cualquier empleado que pueda escucharnos, porque estoy segura que con las ganas que me
están entrando de pegarle cuatro gritos, me escucharían hasta en recepción.
La puerta se cierra a mi espalda y Oliver camina con paso firme hasta su mesa, la rodea, y tras
sentarse en su sillón, alza la mirada hacia mí.
—Siéntate —gruñe.
Una vez más, tengo que morderme la lengua para no mandarlo a la mierda a él y a sus órdenes. Lo
único que deseaba era dormir unas cuantas horas. Estoy agotada, y parece que mi día acaba de
empeorar.
Hago lo que me pide y tomo asiento al otro lado de su mesa, le endo la carpeta con el informe y
él lo coge. Empieza a ojearlo sin perder su pose rígida y esa mirada de mala leche, que
normalmente encuentro muy sensual, pero ahora mismo ya me está mosqueando.
—¿Algún problema? —pregunto al ver que sigue leyendo el informe sin siquiera pestañear.
—Muchos —escupe. Cierra la carpeta y la lanza sobre la mesa cerca de mí—. Esto es una puta
mierda. Faltan menos de dos meses para la expo y el trabajo está retrasado. Has relegado a mi jefe
de ingenieros y no veo que el proyecto avance.
—¡He dicho que te calles! —su puño golpea la superficie de la mesa sobresaltándome.
sobresaltándome.
—¡¿A qué mierda te pasa?! —grito levantándome de un salto—. ¡Entra! ¡Siéntate! ¡Cállate!
¡Mueve la colita! —imito su acento americano vibrando de furia—. ¡No soy un puto perro, Cox! ¡Si
estás cabreado por algo o con alguien, págalo con quién lo haya provocado, joder! ¡Yo no te he
hecho nada!
—Rach, yo…
—¡No! ¡No te equivoques conmigo, Oliver! ¡Yo no soy tu madre, ni tu hermana y mucho menos tu
novia como para tener que aguantar tus mierdas! —Me doy media vuelta y echo a caminar hacia la
puerta a largas zancadas—. ¡Que tenga buen día, señor Cox! —me despido colocando mi mano
sobre el rador.
rador. Antes de que pueda abrir la puerta, veo como la palma de su mano impacta sobre
la madera impidiéndome abrirla—. ¡Aparta! —ordeno.
—Lo siento —susurra rodeando mi cintura con su brazo libre. Siento su aliento en mi cuello y su
pecho pegado a mi espalda—. Lo siento, Rach —su voz es una súplica.
Tomo una respiración profunda y me giro quedando encerrada entre sus brazos y con la puerta a
mi espalda. Entonces alzo la mirada, y lo que veo me deja completamente descolocada. Oliver
ene los ojos cerrados y un gesto de dolor atraviesa su ros
rostro.
tro. Es la primera vez que veo alguna
expresión sica en sus facciones, y sinceramente, desearía no haberlo visto jamás, porque el dolor
y la desesperación
desesperación que trasmite, me rompen el corazón.
corazón.
—¿Qué te pasa? —susurro acariciando su mejilla. No sé qué me lleva a hacer algo así, pero la
aspereza de su barba corta rozando la palma de mi mano, me resulta muy agradable—. Si me lo
dices, quizá pueda ayudarte. —Sus ojos se abren y los zafiros me miran, solo que no hay brillo en
en
ellos, como si poco a poco se estuviesen apagando—. ¿Oliver?
¿Oliver?
—Lo siento —repite—. Todo se está yendo a la mierda, tú no enes la culpa. Mierda, tú eres la
menos culpable de todo esto.
e sto.
Veo como respira profundamente y vuelve a cerrar los ojos con fuerza. Cuando los abre de nuevo,
su rostro ha recuperado la firmeza y ya no hay expresión alguna en él. Vuelve a ser el señor Cox de
siempre.
Busco sus zafiros con mis ojos y puedo verlos brillar, muy levemente, pero ahí está esa luz. Oliver
sujeta mi mano con la suya y ladea la cara para depositar un beso en la palma de mi mano.
—Estoy bien. Voy a resolverlo —afirma—. ¿Qué haces aquí? Creí que ibas a dormir algo.
—No he tenido empo. Tuve que ir a hablar con Damon y después he tenido que aguantar la mala
leche del socio temporal de mi jefe —comento con media sonrisa.
—¿Piensas comprar Braincom? Te advierto que su ingeniera estrella es una toca pelotas de narices
—sigo bromeando mientras noto como sus manos rodean mi cintura.
—En realidad pensaba intentar convencer a esa ingeniera para que trabaje para mí. Creo que
puedo controlarla.
Suelto una carcajada y veo como una de sus comisuras se alza.
—Yo que tú me lo pensaría mejor antes de tomar una mala decisión que acabe llevándote a la
—Yo
ruina.
—Ya es tarde para eso —susurra contra mi cuello—. La decisión está tomada y probablemente sea
mi ruina. —Frunzo el ceño y ro del pelo de su nuca alzando su cabeza para poder mirarlo a los
ojos, pero sea lo que sea que estaba pensando, ya no está ahí y apuesto a que no va a aclararme
de qué decisión hablaba—. Vete a dormir, Rach. Algún día acabarás enfermando si sigues a este
ritmo —dice apartándose de mí.
—De eso estoy seguro —murmura justo antes de darme un largo beso en los labios. Cuando se
aleja de mí, me gira y palmea mi trasero—. Largo, señorita Taylor.
—Deja de fingir que no te gusta. —Se aleja hacia su mesa y señala la puerta con su mano—. Adiós,
señorita Ta
Taylor.
ylor.
—Hasta luego, Oliver capullo Cox —replico antes de salir del despacho.
Me acerco a Shana y esta alza ambas cejas mirándome con preocupación.
—Te ha caído una buena del jefazo, ¿verdad? Se escuchaban desde aquí los gritos.
—Adiós.
Me despido con un gesto de mi mano y subo por las escaleras hasta mi apartamento, abro la
puerta con mi llave y me doy cuenta de que el interior está completamente a oscuras.
—Gregory, corre las persianas —ordeno dejando las llaves sobre la barra del desayuno. Tras unos
segundos, la oscuridad sigue reinando en el apartamento—. Gregory
Gregory,, ¿no me has escuchado?
Corre las cornas. —Silencio,
—Silencio, y las cornas no se mueven—. ¿Gregory? —Miro hacia el techo
empezando a preocuparme. Esto es muy raro. Camino deprisa hacia el taller y tras encender el
ordenador central, accedo a la programación de Gregory—. Pero, ¿qué demonios…? ¿Por qué estás
desconectado?
desconectad o? —Acvo su programa y todas las luces se encienden de inmediato—. ¿Gregory? —
lo llamo de nuevo.
—Estabas desconectado. ¿Por qué estabas apagado? Esto no ene sendo. ¿Hay algún fallo en tu
sistema? ¿Te encuentras bien?
—Entendido. Diagnosco
Diagnosco iniciado. Tiempo esmado para su fin, cuatro horas y cincuenta
cincuenta y dos
minutos.
—Bien. Supongo que solo será un fallo de soware, pero me asusté al no escucharte —confieso.
—confieso.
Pinzo el puente de mi nariz con el dedo índice y pulgar y suspiro—. Necesito dormir un rato. Tú no
vuelvas a darme estos sustos, ¿vale, colega?
Capítulo 13
Siento un cosquilleo en la parte trasera de mi muslo y me revuelvo apartando las sábanas que se
enroscan a mis pies de una patada. Necesito seguir durmiendo antes de que empiecen las
pesadillas. Suspiro y me dejo llevar de nuevo por Morfeo, pero ese cosquilleo se intensifica
desplazándose hacia mi trasero.
—Rachel, no voy a volver a reperlo. Levántate de la cama y vístete —ordena. Me doy la vuelta,
gimiendo de disgusto y coloco mis brazos sobre la cabeza al notar la claridad que se cuela por el
ventanal. ¿Quién ha abierto las jodidas cornas? —. Vamos, bella durmiente. Si no te das prisa,
llegaremos tarde.
—¿A dónde? Yo no tengo que ir a ningún lado. Por favor, Oliver. Solo quiero dormir —farfullo.
—Sí, ya sabes, eso que hacen las personas normales en vez de alimentar
alimentarse
se a base de comida
basura y cafeína. Vamos, metete en la ducha y vístete. He reservado mesa para dentro de una
hora.
—¿Una hora? —Mi cabeza sigue dando vueltas sin parar. Miro a través de la ventana y compruebo
que está anocheciendo. ¿Cuántas horas he dormido? —. Pero, ¿qué…? ¿Por qué?
—Porque quiero cenar congo. No necesito más movos. Vamos, levántate de una vez. —Tira de
mi mano para alzarme, y yo me resisto haciendo pucheros.
pucheros.
Oliver acomoda mi pelo peinándolo hacia atrás con sus dedos y me mira fijamente.
¿Ya se ha cansado de mí? Quizá quiera terminar esta extraña relación nuestra, pero si es así, ¿por
qué demonios quiere invitarme a cenar?
—Eso es porque entras en coma cada vez que echas un polvo —me burlo—. Temo que en algún
momento te quedes dormido en mitad de la faena.
Me gano un pellizco en el trasero por su parte y pego un brinco.
—Deja de hacerte la graciosa conmigo y ve a ducharte —ordena en su tono serio habitual.
Resoplo viendo cómo va hacia el vesdor y empieza a remover mi ropa de un lado a otro.
—Yo no me hago la graciosa, soy graciosa —mascullo—. ¿Qué se supone que estás haciendo?
Vuelve con mi vesdo rojo que deja la espalda al descubierto y lo coloca sobre la cama.
—Dúchate y ponte esto —una nueva orden que me hace poner los ojos en blanco.
—A ver si lo adivino… Combino el vesdo con unos zapatos y un bolso negro, ¿verdad?
¿verdad? —Oliver
entrecierra los ojos mirando el vesdo como si se lo estuviese pensando seriamente—. También
tengo un cinturón ancho negro.
—¡Ni de coña! ¡¿A qué demonios te pasa con esos colores?! ¿Sabes que hay un número infinito
de colores? Solo los básicos son once, pero parece que tú solo conoces dos de ellos.
—¿Ah sí? No lo había notado —mi tono sarcásco me hace ganarme un nuevo pellizco en el
trasero—. Auch, eso ha dolido —me quejo.
—Y más te va a doler como no te metas en la ducha en lo
loss próximos veinte segu
segundos
ndos —amenaza.
—Tengo una idea mejor. ¿Qué te parece si pedimos comida a domicilio y después de cenar
pasamos unas cuantas horas en posición horizontal?
horizontal? —Bajo mi mano por su pecho hasta llegar a su
entrepierna y acaricio su miembro por encima del pantalón de traje—. Tampoco me quejaré si es
en vercal.
Veo como sus zafiros brillan de deseo y saca la lengua para humedecer sus labios. La zona que
acaricio se endurece en milésimas de segundo y sonrío sabiendo que me estoy saliendo con la mía.
—Tentador
sujetando mi—susurra
muñeca contra mis labios.
y apartándola Cuando
de su creo que ya
entrepierna—. A laheducha
ganado la parda,
—ordena siento su mano
de nuevo
girándome y palmeando nuevamente mi trasero.
—No quiero salir —me quejo haciendo pucheros como una niña pequeña. Oliver me empuja hacia
el baño, pero voy arrastrando los pies—. Dejaré que te duches conmigo —uso mi úlmo cartucho
para intentar convencerlo.
—Una vez más, es tentador, pero no. —Me mete en el baño y entorna la puerta—. Tienes cinco
minutos, Rach. Si no estás lista para entonces, yo mismo te bañaré —amenaza desde el otro lado
de la puerta.
—Tinis diz minis. Yi mismi biñiri —me burlo poniendo voz de pito y haciendo muecas con los
labios—. Capullo mandón. No puedo ni dormir tranquila un puto día, joder.
joder.
rebuscar en el vesdor otra cosa que ponerme, acabará desquiciado, así que, con un resoplido, me
deshago de la toalla que cubre mi cuerpo y empiezo a vesrme con lo que el puñetero señor Cox
ha elegido para mí.
Mientras me arreglo, Oliver viene varias veces a la habitación, resopla y vuelve a marcharse. Me
está poniendo de los nervios. Estoy intentando
intentando dibujar una jodida raya en el parpado, cuando
vuelve a entrar, otra vez.
—Si dejaras de meterme prisa, ya estaría lista —replico mirándole a través del espejo.
—Dos minutos. Si sigues poniéndome de mala leche van a ser diez solo por joder —farfullo.
—¿Estás haciendo empo a propósito solo para molestarme? —asiento y sus ojos se
entrecierran—.
entrecierran—. ¿Qué enes, cinco años?
—Enseguida, señor Cox —contesta Gregory, y las luces se apagan de inmediato—. Les deseo que
pasen buena noche.
—Mejor deséame una tonelada de paciencia para aguantar a este capullo —murmuro atravesando
la puerta de salida.
Cox cierra la puerta y antes de que pueda darme cuenta, lo tengo sobre mí, besándome
apasionadamente mientras
mientras sus manos acarician mi espalda desnuda. Nos gira y camina hacia
delante obligándome a retroceder de espaldas sin dejar de avasallarme con su beso. Escucho el
pido del ascensor y me pongo en tensión.
—No —intento apartarlo de mí, pero sus dedos se clavan con fuerza en mi cintura y sigue
empujándome hacia el interior de la máquina del demonio—. Oliver, ni se te ocurra —me quejo
girando la cara para que deje de distraerme con sus besos.
Le escucho suspirar y enseguida tengo sus manos en mi rostro, una en cada mejilla, obligándome
obligándome a
mirarle a los ojos.
—Todo va a estar bien, cona en mí. Te prometo que no dejaré que nada malo te suceda —niego
con la cabeza empezando a notar los lados acelerados de mi corazón, pero Oliver no me da
oportunidad y vuelve a besarme haciéndome perder la poca cordura que me queda.
Mis pies se mueven sin que lo ordene, y cuando siento que el ascensor se mueve, ya es demasiado
tarde. Empiezo
Empiezo a hipervenlar y cierro los ojos con fuerza. El olor a humo y gasolina se cuela en
mis fosas nasales, mareándome y provocándome nauseas.
—Tengo que salir de aquí —siseo apoyando la parte trasera de mi cabeza contra una de las
paredes del ascensor.
—Rachel. —Sus manos vuelven a estar mi rostro—. Rach, mírame. Por favor, abre los ojos —
escucho su súplica y hago lo que me pide. Sus zafiros me miran con cautela, pero firmeza. Su frente
se une a la mía y respiro su aliento—. Respira, cariño. Solo serán unos segundos. —Me concentro
concentro
en coger aire por la nariz y expulsarlo por la boca hasta que siento como el ascensor se deene
de ene y
las puertas se abren. Oliver ra de mí hacia el exterior y me abraza por la cintura hundiendo su
cara en el hueco de mi cuello mientras yo intento recuperar el control de mi propia respiración—.
No ha sido para tanto, ¿verdad?
¿verdad? —susurra mordisqueando mi cuello—. Algún día te follaré en un
ascensor.
—¿Te va la necrofilia? Porque existen muchas posibilidades de que muera de un jodido infarto si
eso llega a suceder. En serio, acabarías rándote a un cadáver. —Siento como su pecho se mueve
de arriba abajo y veo como su espalda se sacude con lo que parece ser… ¿Risa?
Me aparto rápidamente de él para poder mirarle a la cara y lo que veo me deja totalmente
alucinada. Está sonriendo. Una sonrisa completa mostrando sus preciosos dientes blancos y unos
hoyuelos en las mejillas que son de lo más sexi que he visto jamás. Estoy tan anonadada que ni
siquiera me doy cuenta de que estamos caminando de nuevo. No puedo apartar mi mirada de su
rostro. Sigue riendo mientras nos acercamos a mi moto, que está aparcada justo al lado de un
enorme todoterreno negro.
—¿Qué miras? —me pregunta en cuanto nos detenemos junto a la belleza negra.
—Es que me ha hecho gracia eso de la necrofilia —comenta volviendo a soltar una carcajada.
Mis labios se curvan hacia arriba al verle reír de ese modo y una presión que ya no es desconocida
para mí, se instala en mi pecho. Úlmamente me ocurre mucho cuando estoy con Oliver, no quiero
ni puedo pensar en lo que significa.
Sin poder apartar la mirada de él, lo sigo a ciegas por donde me lleva, pero entonc
entonces
es escucho como
una puerta se cierra y la oscuridad se cierne sobre mí. Sacudo la cabeza para centr
centrar
ar mi mirada en
lo que tengo a mi alrededor y se me corta la respiración al darme cuenta de que estoy sentada en
la parte trasera del todoterreno.
todoterreno.
Ya estoy hipervenlando de nuevo y el nauseabundo olor ha vuelto. Mi corazón late tan fuerte que
resulta casi doloroso.
—¡No! —El coche empieza a moverse y me llevo las manos a la cara. Me emblan tanto que casi
me golpean el rostro—. No me hagas esto… —mi voz suena entrecortada y respiro con dificultad—.
Te lo suplico, Oliver
O liver.. Déjame salir.
Siento su brazo rodeando mi cintura y ra de mi cuerpo hasta tenerme sentada sobre su regazo.
—¡No, joder! —Golpeo su pecho con mis puños, él me sujeta los brazos con fuerza y pega su frente
a la mía—. ¡Eres un puto cabrón retorcido! ¡Vas a matarme! —grito retorciéndome para que me
suelte. Estoy dispuesta a rarme del coche en marcha si es necesario—. No puedo respirar —
susurro intentando
intentando llenar mi pecho de aire, pero me da la impresión de que lo que estoy
respirando es humo.
—Espera, Rachel. Voy a abrir la ventanilla, ¿vale? Necesito soltarte y que no sigas golpeándome —
escucho lo que dice, y no le prestó atención.
atención. Ahora mismo ya estoy muy lejos de aquí, perdida en
lo más profundo de mis dolorosos recuerdos, allí donde viven todos y cada uno de mis demonios.
Sus manos dejan las mías y una brisa fresca me roza la nuca—. Ahora mírame. —Las manos de
Oliver sujetan mi rostro y lo alza—. Abre los oojos,
jos, Rachel. ¡Ahora! —su orden, clara, concisa, actúa
como un gallo en mi cerebro, sacándome de esa vorágine de dolor y angusa en la que estoy
sumida. Abro los ojos y sus zafiros me miran con preocupación—. Eso es. Ahora respira,
lentamente.
lentament e. Inhala por la nariz y exhala por la boca, poco a poco. —Hago lo que me dice porque
no sé qué otra cosa puedo hacer, e increíblemente mi corazón empieza a ralenzarse y mis manos
dejan de temblar. Apoyo la frente en el pecho de Oliver y respiro profundamente. Ya no huele a
humo y gasolina, ahora solo soy capaz de disnguir el delicioso aroma que desprende su ropa—.
Eso es. Relájate, ya estamos llegando. —Sus brazos me rodean y sus dedos rozan mi espalda de
arriba abajo en una caricia lenta y relajante.
El resto del trayecto no levanto la cabeza para nada. Sigo con los ojos cerrados e inspirando su olor
mientras disfruto de sus caricias. Cada poco empo, Oliver susurra cosas como… “Lo estás
haciendo genial”, “Ya casi está” o “Estoy aquí congo” y besa mi pelo con ternura. E increíblemente
esos gestos me tranquilizan hasta tal punto que apenas recuerdo dónde estoy y por qué tengo
tanto miedo.
Apenas escucho el sonido del seguro de las puertas desacvándose, salgo del coche a toda prisa y
tomo una gran bocanada de aire fresco.
—¿Estás bien? —Oliver está a mi lado, sujeta mi brazo, pero me revuelvo rando con fuerza de él y
fulminándole con la mirada—. Vale, estás cabreada —adivina.
—¿Cabreada? ¡Estoy furiosa, joder! —grito golpeando su hombro con mi puño. Hace una mueca
de dolor y se toca la zona volviendo a mirarme sin mostrar ninguna reacción—. ¡¿Por qué
demonios has hecho eso?! ¡Eres un hijo de…!
Sus zafiros furiosos se clavan en mis ojos y cubre mi boca con su mano.
—Nunca, jamás, se te ocurra volver a insultarme. —Hay tanta furia contenida en su mirada que me
arrepiento al instante de casi insultarlo. En cuanto se da cuenta de la forma en la que está
actuando, me suelta y carraspea endere
enderezándose
zándose la corbata—. Lo siento. No quise sser
er tan brusco.
¿Estás bien?
Una de sus comisuras se alza y veo como sus ojos brillan con diversión.
—Estoy seguro de que crearías tendencia. Vamos. Ya llegamos tarde. —Vuelve a coger mi mano y
ra de mí para que me mueva.
Capítulo 14
Nada más entrar en el lujoso y bien decorado restaurante italiano, voy directamente hacia el baño.
Necesito despejarme después de mi crisis en el coche y la del ascensor. ¡Jodido cabronazo! No me
puedo creer que me haya obligado a hacer algo así.
Tras refrescarme un poco, vuelvo a la mesa para dos que hay en la zona más alejada y privada del
restaurante
restauran te y compruebo que Oliver ha pedido una botella de champán.
Desdoblo la servilleta de tela y la dejo caer sobre mis piernas bajo la atenta mirada del señor Cox.
—Celebramos que he conseguido sacarte de la cueva a la que llamas hogar —contesta
—contesta bebiendo
un sorbo de su copa.
Señala la mía, que ya está lista para ser tomada y niego con la cabeza.
—Creí que uno de los términos de nuestro acuerdo incluía que nada de preguntas personales —
señalo.
—¿Por qué eres tan herméca, Rachel Taylor? —pregunta clavando su mirada en la mía.
Suelto una carcajada que probablemente ha llamado la atención de todos los comensales y Oliver
frunce el ceño.
—Sí, aún tengo ganas de arrancarte tu cruel y retorcido corazón, pero ya estoy mejor —contesto
con una sonrisa encantadoramente cínica.
El camarero viene a tomarnos nota y tras marcharse con nuestro pedido, Oliver vuelve a la carga.
—Cuéntame algo sobre —pide, aunque más bien parece una orden. Alzo una ceja en su dirección
y él chasquea la lengua—. Rach, no me vengas con el acuerdo. Hemos salido a cenar. Solo te estoy
pidiendo que me hables de .
—Muchas cosas, pero no vas a contármelas, así que me conformo con algo sencillo. Por ejemplo,
¿de dónde eres?
—¿Dónde nací? —Asiente—. En Londres. Viví allí hasta que me trasladé a Oxford para cursar
ingeniería industrial. Hice varios másteres y después me mudé a Los Ángeles.
—¿Qué másteres?
—Ingeniería mecánica,
mecánica, informáca, robóca, y un par más.
—¿No eres muy joven para haber estudiado todo eso? —inquiere alzando una ceja.
—Tengo un cerebro privilegiado —respondo alzando ambas cejas.
—Sí. —Traen nuestros platos y empezamos a comer sin dejar de hablar—. Doris Taylor fue actriz en
Hollywood en sus empos mozos. Tras divorciarse de mi padre, volvió a casa.
Hago una mueca y dejo el tenedor sobre el plato para poder beber un sorbo de agua.
—Porque mi padre es un cabrón insufrible incapaz de convivir con nadie, incluso consigo mismo.
—¿Hay más?
Veo como asiente y sigue comiendo en silencio. Cuando abre la boca para hablar de nuevo, le
interrumpo alzando mi mano.
—¿Qué quieres saber? Yo soy un libro abierto. —Río por su comentario, ya que abierto no sería
exactamente
exactamen te como yo lo definiría. Más bien es como ese libro de las películas de Harry Poer que
te arranca la mano de un bocado
bo cado si intentas abrirlo.
Podría hacerle muchas preguntas, como ¿por qué nunca sonríes? O, ¿por qué ttrabajas
rabajas tanto si está
claro que no lo necesitas? Pero eso sería demasiado personal y podría darle pie a que él también
me hiciera ese po de preguntas a mí. Miro hacia su muñeca y sonrío.
—Es una especie de reliquia familiar. Era de mi padre. —Sus zafiros sonríen cuando desliza su dedo
índice sobre la esfera del reloj—. Él siempre lo llevaba. Cuando murió, quise ponérmelo para
llevarlo siempre conmigo.
—Lo siento, Oliver. No quise… —carraspeo y esro mi mano para sujetar la suya sobre la mesa—.
No tenía ni idea. Perdona mi indiscreción.
Entrelaza sus dedos con los míos y me mira desde el otro lado de la mesa. No hay dolor en su
mirada, pero sí pena y anhelo. Supongo que cada uno sobrelleva la muerte de un familiar de
manera disnta.
Seguimos charlando mientras cenamos tranquilamente. Hoy estoy descubriendo un señor Cox que
no conocía. Atento,
Atento, erno y hasta diverdo, ya que su amago de sonrisa hace acto de presencia en
varias ocasiones. Tras los postres, él paga la cuenta y salimos del restaurante bajo nuestros abrigos.
Aún estamos en noviembre, pero el frío en Nueva York no perdona.
—Hay un buen paseo a pie hasta casa. ¿De verdad quieres caminar sobre esos tacones? —Señala
mis pies y yo me encojo de hombros. Cualquier
Cualquier cosa es mejor que estar encerrada en ese chisme—
. Está bien. —Guarda el teléfono en su bolsillo de nuevo y toma mi mano. Empieza a caminar, pero
yo me quedo clavada en el sio —. ¿Qué pasa? —pregunta confuso.
—Definivamente, pasear por las calles cogidos de la mano, no es algo que conste en nuestro
—Definivamente,
acuerdo.
—Rach, ¿puedes dejar el jodido acuerdo a un lado solo por un rato? Hace una buena noche. Tú
quieres volver caminando a casa. Pues bien, disfrutemos del paseo y deja de preocuparte por
tonterías.
Tira nuevamente de mí, y tras resoplar, empiezo a caminar a su lado, y sí, nuestras manos siguen
entrelazadas, y así se quedan durante todo el trayecto hasta llegar al edificio de Cox Tech.
—Por favor —suplico—. Déjame ir, Oliver. —Estoy a punto de echarme a llorar, y no quiero… No
puedo hacerlo frente a él.
—Shhh. —Una de sus manos cubre mi mejilla mientras la otra sigue inmovilizándome—. Solo ha
sido una pesadilla, Rach. Nada puede hacerte daño. Estás segura —susurra. Giro mi cabeza para
que no pueda ver el llanto en mis ojos y respiro profundamente.
profundamente. No soy capaz de sacar la imagen
de esos ojos sin vida de mi cabeza—. Déjame ayudarte. Quédate conmigo.
conmigo.
Le miro de nuevo y esos zafiros me cauvan. Intento contener el llanto, pero sé que no voy a ser
capaz de retenerlo durante mucho más empo. Su frente se pega a la mía y soy yo quien da el
paso, lo beso. Oliver intenta apartarse, pero yo insisto.
Su agarre se afloja y libera mis manos que van a parar directamente a su pelo. Oliver besa mi cuello
y empieza a descender dejando un rastro de besos húmedos a su paso hasta llegar a la unión de
mis muslos.
Grito y echo la cabeza hacia atrás, esrándome, como si la tensión pudiese protegerme de la divina
tortura que es su boca. Sus dedos abandonan mi sexo y su boca asciende hasta mi ombligo. Clava
sus rodillas en el colchón para connuar subiendo, y su lengua deja un reguero entre mis pechos.
Me recorre el cuello y la barbilla hasta alcanzar mi boca. Su miembro, duro y caliente,
caliente, encuentra el
lugar donde quiere estar y se cuela en mi interior, penetrándome profundamente con un
movimiento preciso
preciso de caderas, al mismo empo que un gruñido sale de su garganta mientras
mientras me
besa. La embesda es tan poderosa que me deja sin aliento,
aliento, pero me importa muy poco no volver
a respirar, porque esto, ahora, es la perfección. No me importaría en absoluto que este fuese el
úlmo instante de mi vida.
Le clavo las uñas en la espalda y los dientes en el cuello. Rodeo sus caderas con mis piernas y lo
atraigo hacia mí con una fuerza descomunal. Necesito olvidar, volver a enterrar los recuerdos
dolorosos para siempre. Intento,
Intento, juro que lo intento, pero no puedo evitar que una lágrima se
deslice por mejilla.
—Estoy congo —susurra inmóvil, clavado en lo más hondo de mí—. Te prometo que no dejaré
que nadie te haga daño.
Se aparta, sin importarle que mis dientes sigan clavados en su carne y me mira a los ojos. Sus dos
zafiros brillan con un senmiento que no conozco o simplemente no me atrevo a descifrar. De
pronto, ya no me importa que él esté delante, necesito soltarlo todo.
Un sollozo rasgado me ignora cuando trato de detenerlo. Quiere salir, desea ser oído. Es absurdo,
pero cierro los ojos y me escondo
e scondo en el hueco de su cuello. Aunque no puedo disfrutar de mi
santuario demasiado empo porque él echa las caderas hacia atrás y vuelve a hundirse en mí,
sacándome de mi escondite al alcanzarme con tanta precisión que me desplaza un poco en la
cama.
—Mi nombre en tus labios es lo más sexy que he oído nunca —afirma adelantando las caderas,
embiséndome con fuerza.
Me retuerzo, gruño, y mi mente se pierde en una nebulosa generada por el éxtasis. Mis sendos se
intensifican, cada movimiento es más apasionado, cada sensación más potente que la anterior.
—¡Oliver! —grito agarrándome al cabecero de la cama, como si eso fuese a evitar que saliera
catapultada por el poder del clímax que está a punto de apoderarse de mí. Me estremezco y una
oleada de calor recorre cada célula de mi cuerpo—. ¡Oliver!
Inspiro profundamente, aferrándome a la madera del cabecero con tanta fuerza que pierdo la
sensibilidad de los brazos.
—¡Oliver! —La potencia de mi orgasmo es casi irresisble. Cada una de mis terminaciones
nerviosas echa chispas, se rompe y explota—. No puedo más —susurro.
Se desploma sobre mi cuello y noto su aliento ardiente en la piel. No puedo contener la necesidad
de hundir mis dedos en el pelo de su nuca y acariciar su cabeza mientras él sigue respirando contra
mi piel. Y así, sin darme cuenta y con Oliver sobre mí, vuelvo a quedarme dormida.
Capítulo 15
Despierto desorientada y con la boca seca. Tardo varios segundos en darme cuenta de donde
estoy, y entonces compruebo que Oliver no está en la cama.
—Gregory, ¿qué hora es? —murmuro con los ojos cerrados, pero no recibo respuesta ya que no
estoy en mi apartamento—. Eres idiota, Rachel. Me levanto
levanto de la cama y busco mi ropa. El vesdo
está rado en el suelo, pero no encuentro los zapatos ni el bolso, y en él está mi teléfono. Al
asomarme a la ventana, compruebo que ya ha amanecido—. Joder, pues sí que he dormido. —
Suspiro. Aún no sé cómo me voy a enfrentar a Cox tras lo que pasó anoche. Me vio llorando, joder,
justo en medio de
de una de mis crisis, pero
pero lo que me asusta aú
aún
n más es, que se quedó
quedó conmigo, y
me consoló. Definivamente, nuestro acuerdo
acuerdo se está quedando ancuado. Estas no son el po de
cosas que hacen dos personas que simplemente se acuestan juntas.
Me pongo el vesdo y me peino con los dedos antes de salir de la habitación. Bajo la escalera de
punllas, sin hacer ruido. Quizá si me marcho antes de que me vea… Soy estúpida, lo sé. Tampoco
es que pueda huir de él. Vivo en su jodido edificio.
Encuentro mi bolso en el salón, sobre el sofá, y mis zapatos también. Me los pongo y saco el
teléfono de mi bolso para mirar la hora. Son las diez de la mañana. No me puedo creer que haya
dormido tanto. Supongo que años de horas de sueño atrasadas me han pasado factura, pero al
menos sé que durante las próximas semanas podré aguantar mejor durmiendo lo mínimo. Eso me
alegra.
Agudizo el oído al escuchar voces que provienen de la cocina. Es Oliver que habla con… ¿Una
mujer? Vale, tal vez lo de marcharme a escondidas no sea tan mala idea. Cuando llegue a casa le
mandaré un mensaje diciéndole que no quise interrumpirle
interrumpirle y listo. Eso me dará algo de empo
para armarme del valor que necesito para mirarlo a la cara.
Busco las llaves del apartamento en mi bolso, pero no las encuentro por ningún lado. Joder, para
una vez que pierdo algo y enen que ser justo las llaves en este momento. Reso
Resoplo
plo y decido dar la
cara. Tal vez Oliver sepa dónde están.
Camino hacia la cocina escuchando como las voces suben de intensidad y me asomo para mirar
hacia el interior. Oliver está vesdo únicamente con un pantalón de algodón que cuelga de sus
estrechas caderas mientras bebe de una taza, de lo que, a juzgar por el olor, juraría que es café,
mientras conversa
conversa con una chica muy guapa. Y cuando digo guapa es que lo es de verdad. Morena,
alta y de facciones marcadas. Viste con un pantalón vaquero ajustado, unos zapatos de tacón
alsimos y una blusa azul claro. Ella también está tomando café y parece muy cómoda apoyada
sobre la encimera.
Oliver mira en mi dirección pillándome in fragan y sus zafiros se clavan en mis ojos.
Entonces la chica repara en mi presencia y sus ojos se abren de par en par. Mira hacia Oliver y
nuevamente a mí.
—¿Dónde la tenías escondida? —pregunta con una sonrisa mirándome de arriba abajo.
Veo como Oliver pone los ojos en blanco y se gira para rellenar otra taza de café. La deja sobre la
encimera y me hace un gesto con la mano para que me acerque a cogerla.
—Yo… eh… —carraspeo y entro en la estancia—. Buenos días. No quiero interrumpir, pero no
encuentro mis llaves. ¿Sabes dónde están?
—Sí, siéntate y tomate el café. Ahora sirvo el desayuno —ordena señalándome el taburete que hay
frente a mí.
—Rach —advierte.
—Vale, vale. Ya que nadie nos presenta, tendré que hacerlo yo misma —comenta la chica esrando
su mano hacia mí—. Te llamas Rachel, ¿verdad? Yo soy Loren. —Miro su mano con desconfianza,
pero decido cogerla.
—Encantada —susurro—. Oliver, mis llaves —mi insistencia provoca que un resoplido salga de sus
preciosos labios.
—¿Tu hermana? —Miro de nuevo hacia la chica y veo el parecido, pero ella carece de los dos
zafiros a modo de ojos que posee Cox.
—Sí, eso he dicho. Ahora siéntate a desayunar. —Pone un plato de tortas sobre la encimera, justo
al lado de mi café y me mira fijamente—. Rachel, no voy a volver a reperlo.
Resoplo y me acerco perdiendo la paciencia. Me bebo el café de un par de tragos y dejo la taza
vacía de nuevo en su lugar.
—Estoy servida. Ahora mis llaves —exendo mi palma hacia arriba y veo como Oliver arruga el
entrecejo.
—No vas a salir de aquí hasta que no comas. Tú misma. —Apoya la cadera en la encimera y bebe
de su taza relajado.
—Oliver —siseo.
—Desayuna —ordena.
—Primero mis llaves. —Sigo con la mano extendida. Tras unos segundos en los que nuestras
miradas batallan en un duelo a muerte, resopla y se acerca al frigorífico, abre la puerta del
congelador y saca las llaves de su interior—. ¿El congelador? ¿En serio? Muy maduro por tu parte,
Cox —murmuro.
Oliver me mira también y una de sus comisuras se alza. No sé qué está pasando, pero esto no me
gusta nada.
—Oh no, señorita —dice la chica caminando hacia mí sobre sus altos tacones. Sujeta mi brazo y me
gira para mirarme de frente. Tengo que alzar la cabeza para ver su cara. Es tan alta como su
hermano, al menos con los tacones puestos—. Esta noche cenamos todos en casa. Ya sabes, por
Acción de Gracias. Aunque tú eres inglesa, ¿no? Por tu acento lo pareces. —Asiento y ella sonríe de
oreja a oreja. Parece que no todos los Cox enen miedo a mostrar los dientes—. No sé si lo
celebras o no, pero enes que venir. Nosotros vamos a estar allí para el almuerzo y después ayudar
a mamá a preparar el pavo, pero me conformo con que mi hermano y tú lleguéis para cenar.
—Eh… Yo… No creo que… —miro a Cox pidiendo ayuda, pero él únicamente nos observa mientras
sigue dándole sorbos cortos a su café—. Gracias por la invitación, pero no puedo.
—Señorita Taylor, ¿nunca le han dicho que es de mala educación rechazar una invitación de
alguien a quien acaba de conocer? —replica con sus zafiros riendo a más no poder.
—Oh, esto va a ser diverdo. Estoy deseando que llegue la cena —comenta con entusiasmo.
—Nos vemos esta noche —canturrea levantando su mano como despedida mientras se marcha
hacia la salida.
—Obsoleto —señala indicándome que me siente. Al ver que no me muevo, vuelve a fruncir el
ceño—. Tienes diez jodidos segundos para sentarte. Te juro que, si no lo haces, yo mismo pondré
tu precioso culo en el taburete, pero antes te lo dejaré tan rojo que todas y cada una de las veces
que te sientes durante el próximo mes, mi cara será lo único que veas en tu mente. —Su amenaza
me resulta diverda. Alzo una ceja en su dirección y sonrío provocándole —. ¿Te estás riendo de
mí? —inquiere caminando hacia donde estoy de manera lenta, como un jodido león a punto de
abalanzarse sobre su presa. Retrocedo al mismo empo que el avanza, pero no dejo de mirarle a
los ojos. A él también le parece diverdo, aunque no lo admita, sus zafiros no mienten—. Rachel…
Ven… Aquí… Ahora.
Niego con la cabeza y sus ojos brillan con la palabra desao escrito en ellos. Antes de que pueda
darme cuenta, ya se ha abalanzado sobre mí, así que hago lo que cualquier mujer sensata haría,
echó a correr. Escucho
Escucho sus pasos fuertes a mi espalda, pero no me detengo. Llego al salón y rodeo
el sofá usándolo como escudo.
—Oliver, detente —ordeno señalándole con el dedo índice. Intento mantenerme seria, pero se me
escapa la risa. Veo como se acerca por un lado y yo huyo, por el contrario. Parecemos dos críos
jugando al pillapilla
pillapilla alrededor del sofá—.
sofá—. No puedes pegarme.
Sus comisuras se elevan y vuelvo a ver esos dientes blancos y relucientes que tanto se empeña en
ocultar.
—Sí, suplica. Te aseguro que te va a hacer falta —amenaza, pero sé que está bromeando. Oliver no
sería incapaz de hacerme daño.
∞∞∞
Todo eso de confiar plenamente en Oliver… Lo rero. Lo rero por completo. Este hombre en un
maldito sádico y un bastardo retorcido. No sé cómo he dejado que me vuelva a engatusar para
subirme al maldito coche, pero aquí estoy, hipervenlando de nuevo e intentando controlar el
inminente ataque de pánico.
—Te odio. Te odio profundamente —susurro cerrando los ojos con fuerza.
Siento su mano sobre mi muslo y resoplo. Ni siquiera puedo aferrarme a él como hice la úlma
úl ma vez,
ya que en esta ocasión es él quien conduce, un Masera deporvo de color rojo. Si no estuviese
tan aterrada, hasta haría bromas con el dichoso color.
—No esperaba que hubiese tanto tráfico. Es por el desfile de Acción de Gracias, pero te prometo
que ya no falta mucho. Concéntrate en respirar profundamente.
—Déjame salir —ordeno con ansias. Las puertas se abren y salgo del coche tropezando
tropezando y casi
cayendo de bruces.
Me incorporo y apoyo mi espalda contra la carrocería del deporvo cogiendo aire con fuerza.
—Esta vez lo has hecho mucho mejor —comenta Oliver deteniéndos
deteniéndosee a mi lado tras salir
s alir del
vehículo.
—Lo sé, te harás unos pendientes con mis pelotas —me interrumpe.
—¿Te encuentras mejor? —pregunta colocando su mano en mi mejilla para mirarme a la cara.
Asiento y me aliso el jersey de cuello vuelto, sacudo mis vaqueros ajustados y tomo una úlma
profunda bocanada de aire.
a ire.
—No sé qué demonios estoy haciendo aquí, Cox. ¿Cómo me has convencido para hacer esto?
Se encoge de hombros, entrelaza su mano con la mía y ra de mí para empezar a caminar. Mis
tacones resuenan en el camino empedrado que lleva a una bonita casa color ladrillo. Es grande,
aunque no parece muy lujosa. Un par de pequeños balcones dan a la calle y las ventanas son de
color blanco. Subimos los cinco escalones hacia un pequeño porche en la entrada y Oliver toca con
los nudillos en la puerta de madera blanca.
Se escuchan voces en el interior y desde aquí puedo disnguir un delicioso aroma a comida casera.
La puerta se abre y la hermana de Oliver nos mira sonriendo.
—Ya habéis llegado —dice con entusiasmo—. Genial, pasad. El pavo ya está en el horno.
Entramos a una casa decorada a base de madera y colores claros que transmiten muchísima paz.
No sé por quéte
completamente
completamen pensé que volvería
equivocada. Lorenase
verhace
los dichosos colores
con nuestros rojo yque
abrigos, negro, pero estaba
ni siquiera nos hemos
puesto, y los guarda en un pequeño armario que hay en la entrada, después se gira hacia su
hermano y lo besa en la mejilla antes de hacer lo mismo conmigo.
—¿Y tu marido?
—Si no te hubieses casado con un imbécil, no habría discusiones ni problemas —señala Oliver.
—Oli, te recuerdo que el imbécil con el que me casé es tu mejor amigo, así que no te pases de
listo.
Oliver resopla y veo como Paul viene hacia nosotros sonriendo, como es habitual en él. No tenía ni
idea de que él estaría aquí esta noche.
—¿Quién es el imbécil? —pregunta el recién llegado rodeando con su brazo la cintura de Loren.
—Sí que lo conoce, y nada más hacerlo, intentó flirtear con ella —contesta Olive
Oliverr por mí.
Loren vuelve a rodar los ojos. Creo que hace eso a menudo.
—Menuda novedad. Él flirtea con todas —murmura, pero la forma en la que lo mira demuestra
que eso no es algo que le moleste en absoluto.
Llevo un buen rato intentando soltar mi mano de la de Oliver, pero él me sujeta fuerte para que no
la aparte. Decido darme por vencida, pero justo en ese momento un crío de unos cuatro o cinco
años viene corriendo hacia nosotros y se lanza a los brazos de Oliver,
Oliver, obligándole a soltarme para
poder sujetarlo.
Veo como Oliver lo aparta y una enorme sonrisa se dibuja en su rostro mostrando esos dos
hoyuelos en la parte superior de sus mejillas al mirar al niño.
—Has crecido, chaval —comenta esrando sus brazos para alzarlo sobre su cabeza. El chiquillo ríe a
carcajadas y Loren los mira haciendo muecas.
Lo baja de inmediato, pero no lo deja en el suelo, lo sujeta a su costado apoyando el peso del niño
sobre su cadera y se gira hacia mí sin dejar de sonreír.
¡Madre del amor hermoso! Oliver Cox con su pose rígida y seria es lo más sexi que he conocido,
conocido,
pero sonriéndole a un chiquillo moreno y de ojos castaños le da un aire
a ire tan dulce y erno…
—Rachel, este es el pequeño de la familia, Mathew. —El niño esra su mano hacia mí enseñando
su dentadura incompleta y no puedo hacer más que sonreír. Es una monada.
—Encantada,
—Encantada, Mathew
M athew —digo cogiendo su mano.
—Cierto. —Oliver asiente dándole la razón—. Tus padres estarán deseando que te marches de
casa.
Loren niega con la cabeza al ver a su hijo reír y Paul sonríe abiertamente.
—¿Por qué nadie contesta? —Una señora morena vesda con un delantal negro aparece de pronto
y sonríe mirando a Oliver. Supongo que será su madre, aunque parece muy joven—. Hola, cariño,
ya has llegado. —Él deja al niño en el suelo y acepta el abrazo de su madre depositando un beso en
lo alto de su cabeza. Cuando
Cuando se separan, la señora me mira, más bien me repasa con la mirada de
los pies a la cabeza. No sé por qué, pero me pongo nerviosa. Nunca he conocido a la madre de mi…
no sé qué, pero de lo que sea que seamos Cox y yo—. Tú debes ser Rachel —murmura—. He oído
hablar mucho de . —Clavo mi mirada en Oliver y él se encoge de hombros—. Oh, no, mi hijo no
ene nada que ver en eso —aclara.
—Llámame Sophia, y en esta casa no se saluda así. —Se abalanza sobre mí abrazándome al igual
que hizo su hija esta mañana.
—No he hecho nada malo —le dice a su hijo—. Para una vez que traes una chica a casa, tengo que
aprovecharlo.
—Ya me estoy arrepinendo —farfulla Oliver ganándose un manotazo en el brazo de su madre—.
¡Mamá!
—Esos modales, jovencito. Parece que no te dieron educación. —Oliver resopla y veo como Loren
y Paul intentan aguantarse la risa. Me gusta esta mujer. No es para nada como esperaba. Imaginé
que el señor Cox vendría de una familia pija de esrados, pero es todo lo contrario. En esta casa se
respira ambiente familiar y mucho cariño. Algo que yo nunca tuve en mi infancia—. Pero, entrad.
No os quedéis en la puerta. —Sophia enlaza su brazo
brazo con el mío arrastrándome al interior de la
casa—. ¿Te gusta el pavo, Rachel?
—Dios santo, muchacha, eres una preciosidad —susurra. Se peina el flequillo de su cabello corto y
oscuro con los dedos y vuelve a sonreírme—. ¿Qué demonios le has visto tú a mi hijo?
Río por la forma en la que ella lo ignora haciéndole un gesto con la mano.
Asiento y acepto la lata de refresco que me ende Paul, quien ha vuelto a entrar en la sala con su
hijo en brazos.
—De Londres, pero mi madre es americana.
—No. En realidad, no vivo aquí. Solo vine de manera temporal, por trabajo. Vivo en Los Ángeles.
—No, trabajo para otra empresa, pero ahora mismo estamos colaborando con Cox Tech en un
proyecto.
¿Oliver es ingeniero? ¿Por qué no lo sabía? Lo miro de nuevo y él se encoge de hombros dándole
un trago a su botellín de cerveza.
—Es mucho mejor que él —se mete de nuevo Paul—. Rachel es una de las mejores ingenieras del
país, Sophia. Tu hijo está intentando ficharla para Cox Tech a como dé lugar.
Veo como la mirada de Oliver cambia al escuchar a Paul. Ambos se miran, como si tuviesen ganas
de empezar una pelea.
Durante la siguiente hora, recibo cientos de preguntas por parte de Sophia y de Loren. Algunas las
contesto
puedo. Lacon sinceridad empieza
conversación y otras, las relacionadas
a dar con la familia
un giro dramáco cuandoy mi pasado,
Sophia me las esquivosi como
pregunta tengo más
familia aparte de mis padres, aunque por suerte, Oliver acude en mi ayuda cambiando de tema
radicalmente. Poco después, todos ayudamos a poner la mesa mientras Sophia se encarga de
servir la comida.
Capítulo 16
Tras la deliciosa cena en la que Sophia y Loren siguieron interrogándome y todos tuvimos que
aguantar las constantes pullas que se lanzaban Oliver y su hermana, tomamos café en la sala de
estar. Yo decidí salir al pao trasero a respirar un poco de aire fresco mientras la familia Cox al
completo seguía conversando.
—¿No enes frío? —pregunta sentándose justo detrás de mí, deja el botellín de cerveza que ene
en la mano a su lado en el escalón, y me abraza por la espalda. Al principio pienso en apartarme,
pero entonces siento su aliento en mi cuello y me doy cuenta de que se siente demasiado bien
como para renunciar a ello. Niego con la cabeza y apoyo mi nuca en su pecho sin apartar la vista
del aparato—. ¿Qué haces?
—Al parecer no, pero ayer, cuando llegué al apartamento, estaba desconectado. No tengo ni idea
de qué fue lo que pasó.
pasó .
—¿Has comprobado si hay algún error de soware? —Asiento—. ¿Un virus, tal vez?
—¿Te has planteado que quizá solo haya sido un bajón de tensión? —Miro hacia atrás y frunzo el
ceño—. Has montado un taller de ingeniería industrial en una habitación que no está ni por asomo
preparada para algo así. No sería de extrañar que pasara algo así. ¿Eso podría provocar que
Gregory se desconectara?
desconectara?
—Es posible —murmuro volviendo a mirar mi teléfono.
—Pues ahí enes una posible aclaración a tus dudas. —Antes de que pueda reaccionar, me quita el
teléfono de las manos y lo guarda en su bolsillo—. Deja eso. Olvídate de las máquinas un segundo
y disfruta de los seres humanos.
—La mayoría de las veces las máquinas son mejores que las personas —replico, pero no rechazo su
abrazo cuando siento sus brazos rodeando mi cintura. Respiro profundamente y miro hacia el
frente—. Debió haber sido genial crecer en un lugar como este.
—Me encantaría hacerlo, pero apenas soy capaz de leer superficialmente tus reacciones.
—Créeme, no quieres estar en mi cabeza —murmuro girándome de nuevo hacia delante.
—En un lugar no tan bonito, y ni por asomo tan tranquilo como este. —Suspira y tras un buen rato
en silencio, cuando creo que ya no va a decir nada más, sigue hablando—. Mi padre murió cuando
yo tenía doce años. Cáncer. Tras su muerte, solo nos quedó un montón de deudas que pagar. —
Quiero seguir preguntando, pero sé que no debo hacerlo. Me estoy meendo en un terreno
pantanoso—. Rach, te salen humo por las orejas.
—En serio, es muy molesto —afirmo. Una sonrisa se dibuja en su rostro dejándome
dejándome apreciar de
cerca los dos hoyuelos que adornan sus mejillas—. ¿Por qué nunca sonríes? —pregunto sin pensar.
—¿Necesitas más movos? —Hago un gesto con mi brazo señalando a mi alrededor y él se encoge
de hombros—. Tienes una madre que te adora, una hermana que es asquerosamente encantadora
encantadora
—su sonrisa se amplía y niega con la cabeza—, Paul…
Paul… Bueno, es Paul, y ese niño te idolatra. ¿De
verdad no sabes lo afortunado que eres?
—No todo lo que reluce es oro. Supongo que enes razón y soy un afortunado, pero no siempre ha
sido así. —Un nuevo silencio se interpone entre los dos. Esta vez sí que no voy a preguntar nada
más—. Pasamos unos cuantos años muy duros —connúa sorprendiéndome—. Mi madre no era
capaz de pagar todas las deudas que dejaron las facturas médicas de mi padre con su trabajo como
camarera —suspira nuevamente y yo me quedo muy quieta, guardando silencio para no
interrumpirlo—. Nunca
Nunca pasamos hambre. Mamá jamás lo permió, pero sí estuvimos a punto de
perder la casa. No es que fuese gran cosa, pero era nuestro hogar. Entonces ella encontró un nuevo
trabajo. Tenía que trabajar por las noches y yo cuidaba de Loren. Una noche despertó llorando.
Estaba ardiendo en fiebre. Entonces yo tenía quince años y ella once. Me asusté mucho. Dejé a
Loren con una vecina y fui a buscar a mi madre. Llegué al lugar donde trabajaba, se supone que era
un restaurante de esos que están abiertos toda la noche, pero no era así. —Escucho como traga
saliva con dificultad e insnvamente entrelazo sus dedos con los míos en mi abdomen—.
a bdomen—. La vi
con uno de sus clientes. Mi madre estaba vendiendo su cuerpo para poder sacarnos adelante a mi
hermana y a mí.
—No te imaginas cuánto. Solo hizo falta que mi cerebro se diera cuenta de lo que estaba pasando
para que le diese la orden a mis piernas de echar a correr. Estaba destrozado. No podía creer que
eso fuese real. Volví a casa y por suerte Loren ya se encontraba mejor. Mi madre no supo que
había estado esa noche en el antro en el que trabajaba.
t rabajaba.
Me quedo en silencio, intentando asimilar todo lo que acaba de confesarme. ¿Su madre fue
prostuta? ¿Hasta qué punto puede esa información
información trastornar la vida de un crío de quince años?
—Deberías estar orgulloso de ella —susurro sin pensar—. Hizo lo necesario para manteneros a
salvo.
—Lo sé, y lo estoy, de verdad, pero no fue fácil para mi yo de quince años asimilar algo así. Nunca
se lo dije a Loren.
L oren.
—¿Y a tu madre?
—No, pero de alguna manera ella intuyó que lo sabía. Yo cambié. Antes era un chaval como
cualquier otro, salía con mis amigos, con alguna chica, pero desde esa noche nada fue igual. Algo
dentro de mí se jodió y mi única prioridad era sacar a mi madre de es
esee maldito sio. Programar
siempre se me dio bien. En el instuto me tenían como un pequeño genio de la informáca. Ya
había empezado a crear Smasher, pero hasta ese momento nunca me lo había tomado en serio.
Crear y perfeccionar ese videojuego se conviró
conviró en una obsesión para mí. Empecé a estudiar día y
noche. Sacaba las mejores notas y cada minuto libre que tenía lo usaba para seguir trabajando en
Smasher. Mi objevo era triunfar, tener el dinero suficiente para que mi madre no necesitara hacer
nada más, ni trabajar,
trabajar, ni… Bueno,
B ueno, lo que hacía.
—Y lo conseguiste. —Acaricio su antebrazo con las puntas de mis dedos y cuando siento de nuevo
sus labios sobre la piel de mi cuello, esro el otro brazo hacia atrás y hundo mis dedos en el pelo
de su nuca—. Ahora que ya lo has hecho. ¿Por qué sigues
s igues trabajando como si no hubiese un
mañana? Deberías intentar disfrutar de las cosas buenas de la vida.
—Creo que ya no sé vivir de otra manera, Rach. Me esforcé tanto en trabajar para ayudar a mi
familia, que ahora se ha converdo en una costumbre, en una forma de vida. Cox Tech es lo más
importante para mí.
Le suelto el cuello y veo como recupera su cerveza para darle un trago. Sin pensarlo, me giro y le
quito el botellín llevándomelo a la boca. Oliver alza una ceja sorprendido y me encojo de hombros
devolviéndole su bebida.
—Le prome a mi madre que no volvería a beber —confieso tras resoplar—. Hace unos años, mi
terapeuta, me recetó unas pasllas para dormir. Creí que, quizá tomándolas, no tendría pesadillas,
pero no funcionaron. Seguía teniéndolas, pero me era más dicil despertar,
despertar, así que dejé de
tomarlas. —Un nuevo resoplido sale de mis labios mientras nuestras manos unidas se rozan en una
leve caricia—. Un empo después, una noche estaba desesperada. Llevaba casi una semana sin
pegar ojo, así que decidí tomarlas de nuevo, pero las acompañé con una cerveza.
—Nadie dijo que yo lo sea. Resulta que el efecto de las pasllas no fue el esperado. Al mezclarlas
con alcohol, funcionaron a la inversa. Estuve como un búho durante casi veincuatro horas.
Descubrí una forma de mantenerme despierta y centrada durant
durantee días seguidos.
s eguidos. Pero como podrás
imaginar, no salió nada bien.
—No llegué a eso. El cuerpo humano ene un límite y yo lo rocé de manera muy peligrosa.
Recuerdo estar en el sótano de mi casa, en el taller, trabajando. Empecé a encontrarme mal y perdí
la conciencia. Mi madre llegó una hora después. Fue Gregory quien la avisó.
—Dios, Rach —susurra en mi oído—. ¿Por qué te haces esto a misma? ¿Qué es lo que ocurre en
esas pesadillas para que arriesgues tu vida solo por no quedarte dormida?
—No voy a presionarte. Te lo prome, pero me gustaría que confiaras en mí. Aunque no sea ahora,
pero algún día.
—¿Algún día? —Miro hacia atrás girándome levemente—. En dos meses volveré a Los Ángeles,
Oliver. Esta… Lo que sea que haya entre nosotros ene fecha de caducidad.
Está a punto de contestar
contestar cuando vemos llegar a su sobrino corriendo.
corriendo. Le ende una tableta
electrónica a su o y le sonríe
so nríe enseñando su dentadura incompleta.
Golpeo su hombro con mi mano, y tras arrebatarle la tableta, me giro hacia el crío y sonrío.
—No le hagas caso a tu o. Yo le echaré un vistazo. ¿Tienes herramientas? —le pregunto a Oliver.
—Vamos a intentarlo —murmuro. Oliver también se acerca para mirar el corazón de la máquina
sobre mi hombro. No hay mucha visibilidad, así que decido acudir a Gregory, pero no encuentro mi
teléfono—. Oliver, ¿enes tú mi móvil?
—¿Qué?
—¿Gregory?
—Accede a la galería de fotos de mi móvil. Acabo de añadir la imagen de la placa base de una
tableta electrónica.
electrónica. Busca modelo y marca y accede a los planos de fabricación.
—La tableta es de fabricación china, Zhangjisu. —Miro hacia Oliver y compruebo que está
fulminando con la mirada a su hermana.
Tengo que contener una sonrisa cuando ella se encoge de hombros como si nada. Está comprando
productos de la competencia, pero no se siente culpable en absoluto. Me encanta esta chica.
—¿Los planos son públicos? —le pregunto a Gregory ignorando la guerra de miradas entre los dos
hermanos.
—Déjalo, Rachel. Mañana le traigo una tableta nueva a Ma. Una de las nuestras y no de nuestros
mayores compedores —sisea.
—Gracias, colega —murmuro abriendo los planos. Los estudio durante unos segundos y no tardo
en encontrar el problema.
—Rach, he dicho que lo dejes —Oliver intenta coger la tableta, pero le doy un manotazo.
—Ya está casi —susurro puenteando dos de los cables. En solo unos segundos, vuelvo a montar el
aparato y lo enciendo.
—¡Lo has arreglado! —grita el chiquillo dando saltos al ver cómo se ilumina la pantalla.
Se la entrego y recibo a cambio una enorme sonrisa y un sonoro beso en la mejilla. Se ve que lo de
ser cariñosos es cosa de toda la familia. De todos menos de Oliver, aunque… Hoy se está
comportando de manera muy erna y cariñosa. Sinceramente,
Sinceramente, no sé si eso me gusta. Ahora mismo
no tengo muy claro qué es lo que estamos haciendo. Se supone que solo iba a ser sexo, pero aquí
estoy, en su casa, con su familia, arreglando la tableta de su sobrino y confesándole vivencias de mi
pasado justo después de escuchar las suyas. Las cosas se están descontrolando y ya no sé qué
hacer para devolverlas a su cauce. Aunque pensándolo bien, no sé si quiero que vuelvan.
Capítulo 17
Tras esa cena con la familia Cox, algo cambió en el acuerdo, relación, o lo que sea que tengamos
Oliver y yo. Lo poco o mucho que he dormido en este mes, no lo he hecho sola, y eso es porque
Oliver práccamente se ha mudado a mi apartamento. Intenté evitarlo, incluso llegué a exigirle
que me diera su llave para que no pudiese entrar y salir cuando le diese la gana, pero obviamente
nada de eso funcionó.
Aparte de inflexible y pesado de cojones, Oliver Cox también es un cabezota sin remedio. Cuando
algo se le mete entre ceja y ceja, no hay quien le haga cambiar de idea. Mi única opción ha sido
llegar a un nuevo acuerdo que consiste en que él puede quedarse a dormir siempre que quiera, a
no ser los días en los que yo quede con Damon y Shana para nuestras sesione
sesioness de pizza y Smasher.
Smasher.
Él aceptó y yo me aprovecho de ello hasta tal punto que creo que mis amigos están cerca de
renegar de mí. Pero es que los necesito, preciso de esas noches alejada de Oliver, veladas en las
que no como las deliciosas y sanas cenas que prepara o en las que no duermo como mínimo ocho
horas porque él me obliga a permanecer en la cama. Me hace falta esa distancia para seguir
manteniendo el control y no admir que cuando me vaya, lo voy a echar
e char de menos, a él y a todas
esas cosas que me obliga a hacer.
—Se supone que enes que cargarte al bicho, no a mí —le dice Damon a Shana.
—Ya me estoy cargando al bicho —señala Shana, se gira hacia Damon olvidándose totalmente de
la parda y lo besa en los labios—. A mi bicho nerd preferido.
Ellos se apartan y Damon me alza el dedo corazón sin dejar de sonreír. Río, pero no puedo evitar
pensar que en menos de un mes ya no podré disfrutar de estas
estas noches, y realmente las voy
voy a
echar de menos. Nunca había tenido dos amigos, al menos no de carne y hueso.
Le quito el mando de las manos a Damon y connúo yo la parda mientras él se queja en broma.
Estamos riendo a carcajadas cuando escucho como la puerta se abre. Solo cierro los ojos con
fuerza porque sé perfectamente
perfectamente quién es, y se supone que no debería estar aquí.
—Rach, he pensado que… —Escucho su voz y abro los ojos.
o jos. Oliver está de pie junto a la puerta, con
la corbata a medio desabrochar y sus zafiros reflejan la sorpresa por ver a mis dos amigos con la
mirada clavada en él—. Creo que vengo en mal momento —susurra haciendo una mueca.
Me levanto de un salto y camino hacia él con una sonrisa fingida en los labios.
Oliver entrecierra los ojos adoptando su pose seria habitual y niega con la cabeza.
—No voy a entrar en tu juego —advierte—. He pasado cuatro horas en una reunión infernal
infernal con la
direcva de la empresa. No tengo ganas ni paciencia de andarme con chorradas.
Frunzo el ceño y echo un vistazo a mi espalda. Como ya esperaba, Damon y Shana nos observan sin
disimulo.
—No, Rachel. Nada de juegos —repite sin inmutarse. Termina de aflojarse la corbata, se quita la
chaqueta y recoge las mangas a la altura de los codos—. ¿Eso es pizza? —Camina hacia el salón y
coge un trozo de pizza grasienta de la caja que hay sobre la mesa auxiliar—. Me muero de hambre.
Hoy no tengo ganas ni de cocinar —Veo como se sienta ocupando el lugar en el que yo estaba bajo
la mirada estupefacta de mis amigos.
Mierda, esto no está bien. Las barreras que tanto he insisdo en mantener erguidas se están
viviendo abajo de golpe. Esta es una de mis noches sin Cox, esas que me sirven para
desintoxicarme de él. No puede estar aquí.
Voy hacia él intentando controlarme para no empezar a pegar gritos como una loca y me cruzo de
brazos mirándole desde arriba.
—Cox —siseo.
—Rachel, deja el drama para otro momento, ¿quieres? —Coge mi refresco y le da un trago antes
de volver a morder su trozo de pizza.
Damon y Shana no dicen nada, solo nos miran alucinados a uno y al otro.
—Señorita Taylor, ¿tengo que recordarle que todo lo que hay en este edificio me pertenece? —Su
voz es firme, pero sus zafiros brillan con diversión.
—Tenemos un trato —vuelvo a hablar entre dientes como si de ese modo Damon y Shana no
pudiesen entenderme.
Resopla, y tras terminarse mi refresco de un trago, se levanta y coloca sus manos en mi cintura.
con furia y no contesto—. Te traigo un refresco —Se gira hacia mis amigos con su pose seria
habitual—. ¿Vosotros queréis algo?
No me volteo para saber qué contestan, aunque supongo que niegan con la cabeza ya que Oliver
empieza a caminar hacia la cocina.
—Maldito cerdo manipulador —murmuro para mí pensando que ya se ha ido, pero el estallido que
escucho y el picor que empiezo a senr en mi trasero, me indica que lo tengo justo detrás de mí.
Me vuelvo fulminándole
fulminándole con la mirada y veo como sus comisuras
comisuras se alzan—. No ene ni puñetera
gracia, Oliver —siseo.
—Ha sonreído —susurra Shana llamando nuestra atención. Al ver que la miramos suspira con aire
soñador—. Qué sonrisa, madre mía. Creo que he mojado las bragas.
—¡¿Qué?! ¡¿Has visto esa sonrisa?! Lo raro es que no te hayas puesto cachondo hasta tú. —La
mueca de asco que hace mi amigo provoca que empiece a reír a carcajadas.
Shana sigue mirándolo fijamente como si estuviese esperando que su sonrisa vuelva a aparecer en
cualquier momento. No la culpo, yo a veces también me comporto como una idiota cuando me
sonríe.
Oliver ra de mi mano arrastrándome a su lado en el sofá. Intento apartarme, pero su brazo rodea
mis hombros y me atrae a su costado abrazándome.
Durante
Smasher.las siguientes tres
Obviamente, él eshoras, Oliver
el mejor se encarga
jugador de esede darnos
juego unaes
ya que gran lección de
su creador. Yocómo
decidojugar a
relajarme y seguir disfrutando de la velada. He aprendido que con este hombre no sirven las
quejas. Si quiere hacer algo va a hacerlo de todos modos y se mantendrá impasible por mucho que
te cabrees con él. Es insoportable.
—Te sale humo de la cabeza —susurra dándome la vuelta. Mis pechos quedan aplastados contra la
pared y siento como su mano se cuela en mi ropa interior.
Me giro sorprendida y compruebo que sus zafiros están sonriendo. El muy cabronazo
cabronazo se está
riendo de mí.
—¿Y qué culpa tengo yo de que seas un puto salido? No he hecho nada.
—Sí que has hecho algo —sisea volviendo a apretarme contra la pared. Su boca se pega a la mía de
nuevo y siento la dureza de su miembro en mi bajo vientre—. Volverme loco, eso es lo que siempre
haces.
Sus manos amasan mis pechos y deja un reguero de besos en mi clavícula mientras yo me encargo
de deshacerme de su camisa. Cuando estoy a punto de desabrochar su cinturón, Oliver da un paso
hacia atrás apartándose de mí.
¿Yo lo vuelvo loco? Lo que está haciendo debería ser ilegal. No puede calentarme como a una olla
a presión y después apartarse como si nada.
Estoy a punto de mandarlo a la mierda, pero la punzada de placer que recorre mis entrañas al
pensar lo que me está ordenando que haga, me impide negarme. Simplemen
Simplemente te hago lo que me
dice. Me arrodillo frente a él quedando atrapada entre sus fuertes piernas y la pared. Mis manos
desabrochan su cinturón con rapidez, a connuación,
connuación, me deshago del botón y la cremallera de su
pantalón, y solo necesito bajarlo un poco para que su miembro, duro, largo y grueso, salte como
un resorte irguiéndose ante mis ojos.
—¿Alguna orden más, señor Cox? —pregunto alzando la mirada y sonriendo de manera
provocava.
Con un gruñido, Oliver sujeta mi pelo envolviéndoselo en el puño y ra de cabeza hacia delante
para acercarme a su miembro. No me hago de rogar y abro la boca acogiendo en mi interior su
enorme pedazo de carne. Él vuelve a gruñir cuando arrastro mis dientes por su tronco hasta llegar
a la punta. Lo estoy provocando deliberadamente
deliberadamente y sé que va a hacerme pagar por ello. No espero
menos de él.
Antes de que pueda darme cuenta, sus caderas cobran vida y empieza a bombear dentro y fuera
de mi boca. Su mano sujeta mi cabeza impidiéndome
impidiéndome moverme, pero tampoco lo necesito. Está
siendo brusco, y me encanta. Solo con escuchar sus gemidos, sus jadeos, con ver las venas de su
cuello hincharse al echar la cabeza hacia atrás, me excita de tal manera que creo que no necesito
Apoyo las palmas de mis manos en la pared e intento coger aire. Dios, senr tanto placer debería
estar prohibido. Es como una jodida
jo dida droga, cuando lo pruebas ya no puedes dejarlo.
—Oliver —gimo cuando vuelve a embesrme con fuerza. Mi frente golpea la pared dejándome
atontada, pero sigo pidiendo más.
Siento sus dedos clavándose en mis muslos con tanta fuerza que probablemente termine llena de
cardenales, pero no puede importarme menos. Me concentro
concentro únicamente en sus certeros golpes
de caderas y en la forma en la que su miembro me llena cada vez más rápido y con más violencia.
v iolencia.
Empiezo a sudar e intento contener la inminente oleada de placer que estoy a punto de senr.
—¡Aguanta, Rachel! —me ordena sin parar de moverse. Siento su aliento pesado en mi nuca y
puedo notar el calor que desprende su piel—. Solo un poco más.
—Sí puedes.
Una de sus manos se cuela entre mis piernas y alcanza mi sexo. Si ya lo tenía dicil antes, ahora,
con sus dedos acariciándome
acariciándome con destreza, retener el orgasmo me resulta imposible. Empiezo a
temblar de pies a cabeza, aferrándome a cada pequeña parcula de fuerza de voluntad que aún
queda en mi interior.
—¡Mierda! Está bien, hazlo —su orden actúa como un jodido detonador en mi cerebro.
Me dejo llevar por un intenso orgasmo mientras Oliver sigue bombeando en mi interior buscando
su propia liberación. Puedo notar el momento justo en el que la alcanza, ya que sus manos me
sujetan los muslos aún con más fuerza y después su cabeza cae sobre mi hombro.
Ambos intentamos recuperar
recuperar el aliento. Oliver me abraza por detrás y deposita un beso en la piel
húmeda de mi cuello.
—Yo también —se aparta de mí, me gira y antes de que pueda darme cuenta, ya me ha cogido en
brazos—. Quéjate y patalea todo lo que quieras, pero voy a ducharme congo —farfulla
caminando a largas zancadas hacia la habitación.
Suspiro y apoyo la cabeza en su hombro demasiado agotada como para discur. Al fin y al cabo,
dentro de unas semanas no podré seguir disfrutando de estos momentos, así que es mejor que
aproveche mientas aún puedo tenerlos, aunque eso signifique sufrir su pérdida.
Capítulo 18
Mientras el agua caliente cae sobre mi cuerpo, siento las manos de Oliver en mi espalda. Otra
norma ha sido totalmente derribada. Nos estamos duchando juntos. Sinceramente,
Sinceramente, hace mucho
empo que soy incapaz de disnguir las líneas que yo misma impuse en esta especie de relación.
Los límites y barreras han sido completamente desdibujados,
desdibujados, y aunque parezca
parezca extraño, ya no me
asusta tanto como antes.
Sus dedos largos y gruesos siguen acariciando mi cuerpo, enjabonándolo de manera suave y
delicada. Es increíble cómo es capaz de cambiar este hombre en cuesón de minutos. Hace un rato
me estaba follando como un animal salvaje y ahora es pura ternura y dulzura. Al llegar a mi muslo
derecho, se deene y alza la mirada hacia mis ojos.
—¿Algún día vas a decirme cómo te hiciste esto? —pregunta sin apartar la mirada.
Trago
Trago saliva y abro la boca para negarme, pero ninguna palabra sale de ella. Suspiro y cierro los
ojos.
—¿Ibas sola? —Una punzada de dolor presiona mi pecho al recordar esos ojos grises que tanto me
atormentan en mis sueños, pero niego con la cabeza—. ¿Cuántas personas iban congo?
—¿Cuántas sobrevivieron?
sobrevivieron?
Respiro hondo y estoy a punto de negarme a contestar, pero la forma en la que me mira… Dios, me
transmite tanta confianza. Es como si pudiese confiarle mis más profundos secretos y sé que con él
estarían a salvo.
—Una—respondo.
—No. —Rodeo su cuello con los brazos y sonrío levemente—. He decidido que voy a dejar de
preocuparme por el acuerdo, o más bien por la falta de él. Solo nos quedan unas pocas semanas y
quiero disfrutarlas.
—En realidad, pueden ser muchas semanas más. Solo enes que aceptar trabajar para mí.
—Nunca. Ya te lo dije, Rach, cuando quiero algo, no me detengo hasta conseguirlo, y te quiero a .
—Mi sonrisa
significa eso?se congela
Oliver y me
frunce el aparto rápidamente.
rápidamen
ceño y me atrae dete.nuevo
¿Cómo queélme
hacia dequiere
maneraa mí? ¿Qué demonios
brusca—. Deja de
hacer eso. No acabo de declararme. Me refería al trabajo, joder. Te quiero a trabajando en mi
empresa.
Hago una mueca al darme cuenta de mi meda de pata y él niega con la cabeza.
—Creí que ibas a dejar de pensar en el dichoso acuerdo. ¿Qué fue de eso de disfrutar el empo
que nos queda?
—Lo sigo pensando, pero no quiero que haya confusiones entre nosotros. Nos llevamos bastante
bien, al menos cuando no quiero asesinarte por ser un cabezota
cabezota manipulador y tú no estás a punto
de rarme por una ventana gracias a mis gilipolleces. Hemos sobrepasado todos los límites
impuestos y…
—¿Y tan malo es? —pregunta interrumpiéndome—. Sé que no buscas una relación y yo tampoco,
pero tener una relación estable, ¿no es lo que llevamos haciendo más de dos meses? Tienes razón
en que a veces me dan ganas de lanzarte desde la azotea del edificio,
edificio, sin embargo, en la mayoría
de las ocasiones
o casiones me gusta estar a tu lado. Creo que nos complemen
complementamos
tamos bien.
—Oliver, no te equivoques. Nosotros pasamos unas pocas horas al día juntos. El sexo es genial,
aparte de eso no tenemos nada en común. Una relación requiere trabajo y esfuerzo, que le
dediques empo. Un empo que tú tendrías que robarle a lo más importante de tu vida,
v ida, tu
empresa, y que yo… Bueno, ni siquiera creo en las relaciones.
Una exhalación profunda impacta contra mi rostro y su cabeza se mueve afirmando. Cierra el grifo
g rifo
y sale de la ducha, coge un par de toallas y tras anudarse una alrededor de la cintura, me ende la
otra a mí.
—Sí, trabajar.
—Sí, en cuanto lo presentemos en la expo los inversores van a volverse locos —afirma.
—¿Qué quieres decir con eso? Tú lo has dicho, este proyecto va a poder hacerle la vida más fácil a
muchísima gente.
—Por eso Braincom insisó tanto en tener poder de decisión sobre el protopo y sus futuros
inversores, ¿verdad?
—Exacto. No quiero ver como mi trabajo se usa para destruir vidas humanas. Se supone que es
algo bueno, hasta que algún ejecuvo sin ningún po de moral o remordimientos
remordimientos decide meterse
en el medio.
Le aguanto la mirada sin saber qué contestar. ¿Lo hago? Hace un par de meses lo tendría claro,
pero ahora… Oliver ha resultado ser muy disnto del hombre que yo pensé que era.
—No, no lo creo, sin embargo, sí pienso que tu ambición puede nublarte el juicio. Eres un buen
hombre, Oliver, pero la avaricia es una mala compañera de viaje, y tú siempre la llevas congo.
—Me ofendería si no creyera que enes razón. Nunca me ha importado pasar por encima de
cualquier cosa o persona para conseguir lograr mis objevos. Como ya te he dicho, lo más
importante para mí es mi empresa. Y si no hubiese actuado de esa forma, ahora no estaría donde
estoy.
—Y exactamente
exactamente por eso, amigo mío, es que estoy segura de que tú y yo jamás podríamos ser
nada más de lo que ya somos. Tú crees
crees en eso de que el fin jusfica los medios, y yo pienso que
solo con los medios justos se llega a buen fin.
¿Por qué hace esto? ¿Qué es lo que quiere demostrar? Resoplo y voy hacia el taller vesda
únicamente con la toalla.
—Todo en orden. Estamos esperando el visto bueno del neurólogo y podremos darlo por
finalizado.
—Genial, escucha, hay algo que quiero comentarte. La lente de contacto ya ha sido testada y
tenemos luz verde. No solo podremos presentar el protopo en la expo sino también anunciar su
comercialización
comercialización inmediata. Las fábricas están trabajando a pleno rendimiento.
rendimiento. En menos de seis
meses estarán en el mercado.
—¡Eso es genial! —exclamo—. ¿Cómo están los ánimos con los jefazos?
jefazos? ¿Siguen dando por saco?
—No, ahora están más tranquilos. Han leído el informe que nos pasó el señor Cox sobre tu trabajo
en Cox Tech.
—Fue algo inesperado, no te preocupes. Ese hombre está alucinando con tu trabajo. En serio, no
sé qué le has dado, pero te pone en una jodida nube. Después de leer ese informe me han dado
ganas hasta de pedirte matrimonio.
—Ya no falta mucho para que puedas volver a hacerlo. ¿Vendrás a la expo?
—Claro, es tu primera vez, pero yo acudo todos los años. Al menos este podrás recoger el premio
en persona.
—Por supuesto que lo haremos. Cox Tech no ene nada que hacer contra nosotros. Casi siento
pena por ellos. Ahora que saben lo que es tener un genio en su casa, les va a costar volver a la
mediocridad de su equipo de ingenieros.
¿No? ¿Podría hacerlo? ¿Me veo trabajando para Cox Tech y dejando Braincom? Mark siempre ha
estado a mi lado. Con él todo es sencillo. Yo
Yo trabajo y ellos me pagan, sin obligaciones
obligaciones ni
responsabilidades,
responsabilidade s, tal como a mí me gusta, pero Cox Tech…
Tech… Quedarme aquí significaría poder
seguir viendo a Oliver y… ¡Mierda, Rachel! ¡¿Qué demonios estás pensando?! Me doy una
bofetada mental y pinzo el puente de mi nariz con dos dedos.
—Oye, Mark, tengo que dejarte. Nos vamos hablando y te veo en la expo en menos de un mes.
—Sí, más de lo que puedas imaginar. —Cierto cabezota obseso del control me obliga a hacerlo,
pienso, pero no lo digo, obviamente—. Nos hablamos, adiós.
Dejo que Mark se despida y cuelgo la llamada. Estoy hecha un jodido lio. Se supone que debería
estar deseando volver a casa a seguir con mi vida, pero aquí estoy, planteándome si podría llegar a
trabajar para el hombre que ahora mismo está esperándome en mi cama, probablemente
probablemente
desnudo.
Resoplo de ynuevo
conclusión y decido
terminaré con dejar de darle
jaqueca. Caminovueltas
haciaalalahabitación,
cabeza. Noyvoy a conseguir
al entrar sacar ninguna
compruebo que estaba
en lo cierto, Oliver está tumbado sobre mi cama completamente
completamente desnudo.
Pongo los ojos en blanco. Hasta en estos momentos ene que ser un jodido
j odido obseso del control y la
puntualidad.
—Mark me ha dicho que has enviado un informe a los accionistas de Braincom, un informe sobre
mí. —Camino hacia el interior de la habitación viendo como sus zafiros me miran con deseo.
Asiente y sigo acercándome hasta llegar a los pies de la cama—. ¿Qué decía exactamente ese
documento?
—Que eres muy buena trabajadora y aún mejor en la cama. También incluí algún párrafo en el que
describí lo mucho que gritas cuando te follo, pero que te encanta.
Sus zafiros brillan con diversión y yo suelto una carcajada. Dejo que la toalla se escurra de mi
cuerpo cayendo al suelo y me subo de rodillas a la cama completamente
completamente desnuda bajo la
hambrienta mirada de Oliver.
—Creo que voy a tener que agradecerte todos esos halagos y méritos que mencionabas en tu
dossier —susurro gateando hacia él sobre la cama de manera seductora.
—Solo dije la verdad. —Aparto su toalla y me siento a horcajadas sobre sus cader
caderas
as sinendo su
miembro erecto rozar mi sexo. Oliver sisea y posa su mano en mi mejilla de manera posesiva—. Les
dije que eres una puta pasada, un sueño hecho realidad, y que no voy a devolverte a ellos. Ahora
ven aquí. —Se incorpora rando de mi cabeza hacia él y nuestros labios se unen con violencia.
moto fue bastante duro por las bajas temperaturas, pero yo me negué en rotundo a subirme a su
coche durante un trayecto
trayecto tan largo. Al final él cedió, algo raro, ya que por norma general siempre
ene que salirse con la suya.
Tras volver el lunes, seguimos con nuestra runa anterior, en la que él casi vive en el apartamento
conmigo. De alguna forma, Oliver se las arregló para pasar más empo fuera de la oficina,
conmigo, y eso me alegra, aunque también me preocupa, porque sé que voy a echarle de menos
cuando tenga que volver a Los Ángeles. El momento cada vez está más cerca y aprovecho cada
instante a su lado como si fuese el úlmo. Incluso dejo de organizar noches de pizza y videojuegos
con mis amigos para poder pasar más empo con él. Ellos lo enenden, saben lo que hay entre
nosotros, o al menos lo que yo les he contado, que es una relación sica, pero que quiero
aprovecharla mientras
mientras dure y tampoco parece importarles mucho mi ausencia porque la relación
entre ellos va viento en popa. Ya
Ya son pareja oficialmente y yo me alegro muchísimo por ellos. Al fi fin
n
y al cabo, ese es el objevo de la mayoría de seres humanos, encontrar a alguien con quien
comparr sus vidas y poder crear una familia. Por suerte o por desgracia, yo no soy así y no creo en
un felices para siempre, pero si lo hiciese, si hubiese una mínima chispa de esperanza en el amor
dentro de mí, estoy segura de que Oliver sería el elegido, el hombre con el que me gustaría pasar
el resto de mi vida.
Capítulo 19
—Mierda,
el traje queniña.
va a Menudo
usar en ladespertar —señala
gala de esta Oliver.
noche. TrajeEstá
negrosentado al borde
y corbata de la cama,
roja, como no—. vesdo con?
¿Estás bien?
bien
—pregunta. Sus zafiros me miran con cautela—. ¿Otra pesadilla?
Niego con la cabeza. Esta vez no es eso. Solo me acabo de dar cuenta de que he pensado en hacer
el amor y no en follar. Solo un pequeño e insignificante detalle que me está fundiendo el puñetero
cerebro.
—No —contesto tras carraspear—. En realidad… esta noche no he tenido pesadillas —susurro
incrédula.
—Eso es bueno, ¿no? —Sus comisuras se alzan y me deja ver los hoyuelos de sus mejillas.
—Y aun así es poco. En cuanto me descuido ya te has escapado de la cama y estás encerrada en el
taller —me reprocha.
—¿Ya te vas? —pregunto para cambiar de tema.
—Sí, solo iba a despedirme. Tengo una reunión temprano y varios pendientes antes de la fiesta de
esta noche. ¿Tú vas a bajar?
—Sí, tengo que ir a ingeniería a comprobar que todo va según lo planeado. Damon ayer estaba
desquiciado de los nervios. Después volveré aquí a cambiarme. ¿Nos vemos en el pabellón?
—No, salimos juntos. Te recojo a las siete.
—Oliver, yo voy a adelantarme. Necesito estar allí antes para comprobar que todo está correcto.
Nos vemos allí.
—Tranquilo. —Acaricio su rostro cubierto de barba de dos días y sonrío—. Nos vemos allí. Yo soy la
que va de rojo.
—Sí, voy a hacer una concesión esta noche, además llevaré zapatos y bolso negro.
—Son mis colores favoritos —susurra mirándome fijamente a los ojos.
—Te veo esta noche —susurra dándome un beso en los labios—. Pórtate bien y no ligues con
ningún ingeniero guapo en mi ausencia.
Veo como sonríe de oreja a oreja y sale de la habitación cabeceando. Yo también sonrío, pero solo
hasta que recuerdo qué día es hoy.
hoy. El principio del fin, eso es lo que es. Esta noche termina mi
trabajo en Cox Tech y mañana mismo tengo que coger el vuelo de vuelta a Los Ángeles. Aún no se
lo he dicho a Oliver para, de alguna manera, no reventar esta burbuja en la que hemos estado
viviendo estas úlmas semanas. Pero ene que saberlo. Esta va a ser nuestra úlma noche juntos.
∞∞∞
Este año la organización de la expo mundial tecnológica recae en las manos de Braincom y Cox
Tech. Como las dos empresas americanas más importantes del sector, han decidido hacerlo en
conjunto. Por eso hemos trabajado juntos en el exoesqueleto.
exoesqueleto. No es algo habitual que dos
empresas rivales presenten un proyecto conjunto en la expo, pero esta es una ocasión excepcional.
Braincom y Cox Tech enen que mostrar un frente unido ante sus mayores compedores, entre
ellos Zhangjishu, la empresa china de tecnología.
Braincom presentará la lente de contacto inteligente como proyecto principal, y en conjunto con
Cox Tech el exoesqueleto, que ya ha sido aprobado por el neurólogo. No conozco el proyecto
principal de Cox Tech. Eso es algo confidencial, y al igual que yo no he hablado con Oliver sobre la
lenlla, él tampoco me ha dicho nada sobre el protopo que presentarán de manera individual.
—Dime que no se nos ha olvidado nada —dice Damon parándose a mi lado. Lleva toda la tarde de
un lado para otro como pollo sin cabeza.
—Relájate, todo está listo. Los chinos abren la expo, después todos los demás, y nosotros, como
anfitriones,
después cerramos
o enlaconjunto,
el proyecto
proyect ronda de, yexposición.
conjunto finalmentePrimero
vuestroBrainc
Braincom
om con
protopo su proyecto
proyecto individual,
individual.
—Lo que me interesa que salga bien es lo del exoesqueleto. ¿Te crees que ni siquiera sé cuál va a
ser nuestro proyecto individual? Aldrich se ha encargado personalmente junto
junto a un grupo muy
reducido de ingenieros de su confianza.
—Lo siento por vosotros, colega, pero no vais a ganar. Nuestro proyecto es la leche, y conociendo a
Aldrich seguro que ese protopo no da la talla.
—Te rebaría esa afirmación, pero no puedo —contesta Damon sonriendo—. Aldrich es un inúl y
—Te
un capullo. Aún no sé por qué el señor Cox no lo ha despedido. ¿Tú sabes cuál va a ser nuestro
proyecto?
—¿Yo?
nada. Te recuerdo que trabajo para la empresa rival. Sería la úlma persona a quien le dirían
—Bueno, dado que enes línea directa con el jefazo, creí que tal vez estabas mejor informada —
comenta de manera maliciosa.
—Damon, no me jodas, ¿quieres? Ya te he dicho que entre Cox y yo solo hay algo sico. Nos
acostamos y punto.
—Ya, eso es lo que tú dices, aunque hasta un ciego podría ver que hay mucho más. Joder, la forma
en la que os miráis no es como lo hacen dos follamigos.
—Pues justo de cómo te está mirando él ahora mismo. —Me giro hacia mi amigo y este me señala
con el dedo la entrada al pabellón. Allí está Oliver, vesdo elegantemente, como siempre. Nuestras
miradas se encuentran y sus zafiros comienzan a brillar . Con que solo sexo,
sexo, ¿no? susurra.
Le doy un codazo y suspiro al ver que Oliver camina hacia nosotros. Joder, qué guapo es con su
inexpresivaa cara y todo. Llega a mi lado y me mira de arriba abajo sonriendo con la mirada.
inexpresiv
Mi vesdo rojo de escote en forma de corazón a juego con el cinturón ancho negro es totalmente
—Todo según estaba planeado, señor. Aldrich y Paul han llegado hace un rato.
—Genial, voy a ver si los encuentro. —Me lanza una úlma mirada y se aleja sin que sus zafiros
dejen de sonreír ni un segundo.
Poco a poco el pabellón se va llenando hasta los topes. Mark es uno de los úlmos en aparecer.
—Joder, qué guapa estás —comenta—. Mi vuelo se retrasó. Vengo directamente desde el
aeropuerto. ¿Cómo va todo por aquí? ¿Ha habido algún problema?
—No, todo está perfecto. Recuerda que somos los úlmos en presentar el proyecto junto con Cox
Tech.
—Lo sé, lo sé —murmura sonriendo—. Por cierto, ¿dónde está el señor Cox? Estoy deseando
volver a ver ese culito.
Suelto una carcajada y pongo los ojos en blanco. Si Mark supiese que yo lo he visto en vivo y en
directo… Visto, tocado, arañado y mordido innumerables veces.
—Llegó hace un rato, pero no lo he vuelto a ver. Supongo que estará saludando a toda esta gente.
Durante las siguientes tres horas cada empresa va presentando sus protopos mientras Mark y yo
saludamos a un montón de gente de las cuales olvido los nombres enseguida. Me dedico
dedico a sonreír
y asenr por educación, pero estoy deseando largarme de este infierno. Llega nuestro turno y mi
jefe se sube
sube al escenario con
con su habitual desparpajo
desparpajo para hablar sobre n
nuestro
uestro proyecto.
proyecto.
—Ahora lo sabrás —contesto apartándole para que la gente no note nuestra cercanía.
Veo como frunce el ceño y vuelve a pegarme a su costado, rodeando mi cintura con su brazo.
—¿Qué te parece si mañana volvemos a la cabaña de la montaña? Tú, yo y esa enorme chimenea
—susurra en mi oído.
Sonrío, pero entonces recuerdo que mañana por la mañana tengo que volver a Los Ángeles.
Veo su nuez bajar y subir tragando con dificultad, pero no dice nada, al menos no verbalmente,
porque sus zafiros sí que expresan muchas cosas y ninguna buena. Hay furia, rabia y también
tristeza. Como si no esperara jamás que yo pudiese decirle algo así.
—Quédate. —No sé cómo definir su peción, si es una orden o una súplica. Sin importarle toda la
gente que hay al nuestro alrededor, acaricia mi mejilla sin apartar sus ojos de los míos—. Quédate
conmigo, Rach. No te estoy pidiendo que trabajes para mí. Obviamente eso también lo quiero,
pero lo que más me importa es que tú estés conmigo. Puede funcionar, yo sé que sí y…
—Oliver. —Una voz femenina a nuestra espalda interrumpe su discurso. Ambos nos giramos. Yo
apenas soy capaz de pensar con claridad. ¿Acaba de pedirme que me quede con él? ¿Cómo qué?
¿Su pareja? ¿Su novia? Joder, todo esto es demasiado confuso. Centro mi atención en la mujer que
tengo delante y frunzo el ceño. ¿Por qué se está comiendo a Oliver con la mirada? —. Cariño, te he
estado buscando —dice la chica.
—Melisa —dice Oliver confirmando mis sospechas. Es la chica de la que habló Shana, su querida—.
¿Qué haces aquí?
—Tú me invitaste, cielo —ronronea la Barbie sujetándose a su brazo. Más bien manoseándolo.
Me aparto levemente, ya que el otro brazo de Oliver seguía en mi espalda, y él me mira frunciendo
el ceño.
—Melisa, ahora no tengo empo —sentencia sin dejar de mirarme a mí—. Estaba hablando con la
señorita. ¿Nos permites?
La chicaSume
Oliver. mira
otra de arriba
mano abajoa con
va a parar gestoydespecvo
su cuello y se aferra
aprieta su escote conelmás
contra fuerza
pecho al antebrazo de
de él.
—Cariño, hace empo que no te veo. Después hablarás con tu amiga —le susurra lo bastante alto
para que yo pueda escucharlo.
Oliver la aparta con cuidado y vuelve a clavar sus ojos en los míos.
—Rachel, yo…
Mi jefe anuncia finalmente cuál es nuestro proyecto y cuando empieza a describir todas sus
funciones, todo el público rompe a aplaudir. Yo también lo hago, intentando ignorar lo que está
sucediendo justo a mi lado. Oliver sigue hablando en susurros con la tal Melisa y ella no parece
dispuesta a soltarlo.
Poco a poco, voy alejándome de ellos. Le adver que yo no iba a ser la tercera en discordia. ¿De
verdad tendrán una relación? No lo creo. Conozco a Oliver, se ha abierto a mí completamente, y sé
que no me menría en algo así. Él no ene relaciones, solo sexo,
sexo, así que supongo que esa chica
habrá sido su amante en el pasado.
Paul es el encargado de presentar los proyectos de Cox Tech. Su don de gentes y simpaa natural
es mucho más apreciada por el público que la inexpresividad del dueño de la eempresa.
mpresa.
—Este es proyecto en el que hemos puesto especial empeño —dice Paul—. Los ingenieros de Cox
Tech, liderados por el señor Damon Fitzpatrick —Paul lo señala entre el público y recibe una gran
ovación—, y la ingeniera estrella de Braincom, la señorita Rachel Taylor. —en esta ocasión me
señala a mí y todo el mundo aplaude—. Han trabajado codo con codo para hacer posible este
sueño. Muchas vidas van a mejorar, otras van a cambiar. Con nuestro protopo les facilitaremos las
cosas a miles de personas en todo el mundo.
—Rachel —Oliver vuelve a estar a mi lado, sujetando mi brazo—. Ella no es nadie —susurra
mirándome a los ojos.
Asiento creyendo en sus palabras. Sus ojos me dicen que no miente, que jamás lo haría.
—Hola —Loren aparece a nuestro lado y nos saluda a ambos con un abrazo—. ¿A que está guapo
mi marido ahí
a hí arriba? —pregunta sonriendo mientras Paul y Mark siguen
s iguen hablando sin parar—. Me
alegro de verte, Rachel. A ver cuando vuelves a cenar a casa de mamá.
Oliver me mira de reojo y suspira. Sabe que estoy a punto de decirle a su hermana que eso no va a
ser posible porque mañana me marcho de la ciudad. Veo como niega con la cabeza suplicándome
que no lo haga, así que guardo silencio y dirijo mi mirada de nuevo al escenario, justo cuando un
hombre vesdo con el exoesqueleto entra en escena. El chico se dedica a saltar, correr y probar las
capacidades del protopo mientras Paul y Mark van enumerándolas
enumerándolas una por
po r una.
—Hablemos después del evento —susurra Oliver en mi oído—. Prométeme que vendrás a casa
conmigo y me escucharás. —Asiento
—Asiento y recibo una sonrisa de las suyas, tan poco habitual.
Los dos hombres que hay sobre el escenario terminan de exponer el proyecto ganándose una gran
ovación del público, Mark se baja y camina hacia nosotros sonriendo de oreja a oreja.
—Señor Cox —saluda dándole un apretón de manos—. Es un placer volver a verlo. Espero que
Rachel lo haya tratado bien.
—Me ha tratado de maravilla, señor Spencer. Es más, creo que me la voy a quedar.
Le estoy fulminando con la mirada cuando escucho que Paul está a punto de presentar el proyecto
principal de Cox Tech. Pongo mi atención en el escenario y escucho lo que dice.
—Este proyecto no es algo que hayamos creado recientemente. Los ingenieros de Cox Tech llevan
años trabajando en ello, liderados por nuestro ingeniero jef
jefe,
e, el señor Thomas Aldrich, han creado
lo que será el gran descubrimiento de nuestro siglo. Ahora paso a presentaros
presentaros a IACox. —Aldrich
entra en escena y se coloca junto a Paul—. El señor Aldrich va a explicarnos cómo funciona.
—¿IACox? ¿Qué coño es eso? —Se encoge de hombros, pero lo noto nervioso y no aparta la vista
de Paul, como si intentara
intentara transmirle algo sin palabras.
—En la expo tecnológica de Nueva York —contesta una voz que sale por los altavoces.
—IACox no solo
lo imposible, es una
lo que interfaz
muchos handeintentado,
búsquedapero
por voz —connúa
jamás Paul—.
han logrado. En Cox Tech
Nosotros… Hemoshemos hecho
creado
inteligenciaa arficial.
inteligenci
Capítulo 20
Siento que mi corazón se deene. Literalmente, me falta el aire y una fuerza invisible oprime mi
pecho. Oliver y yo seguimos mirándonos fijament
fijamentee mientras intento asimilar todo lo que está
ocurriendo. Cox Tech ene a Gregory. Es imposible que hayan conseguido crear su matriz a parr
de la nada. Yo
Yo tardé años en perfeccionarla. Además, estoy segura de que Oliver ha tenido algo
que ver en todo esto, la culpa que veo en su mirada me lo está diciendo a gritos.
Sus ojos se cierran un instante, y cuando vuelven a abrirse asiente. Los pensamientos se agolpan
en mi cerebro unos sobre otros. Gregory desconectado
desconectado,, el interés que mostró Oliver en ver la
programación de su matriz.
—Rachel —susurra dando un paso hacia mí, pero yo levanto un brazo entre los dos para
mantenerlo alejado.
Él ene las llaves del apartamento. Pudo haber entrado en el ordenador central y… Ahora todo
ene sendo. Las piezas empiezan
empiezan a encajar
e ncajar a la perfección.
perfección. Su objevo siempre fue robarme a
Gregory.. Él mismo lo dijo, no le importa pasar por encima de quien sea para lograr sus objevos, y
Gregory
ese era Gregory, yo solo he sido la que ha quedado aplastada por su bota en el trayecto. Un medio
para llegar a un fin.
—Tú enviaste el mensaje haciéndote pasar por Damon para sacarme del apartamento, ¿verdad? —
Resopla y se pasa la mano por la cabeza justo antes de afirmar—. Accediste a la programación de
Gregory, lo desconectaste para que él no pudiese delatarte y copiaste su matriz. Me lo robaste. —
Un nuevo asenmiento de su cabeza provoca
provoca que las lágrimas se acumulen bajo mis parpados.
Antes de que pueda detenerla, mi mano ya se ha estrellado en su cara. Ahora su mejilla está teñida
de uno de sus putos colores favoritos. Tiemblo, cada célula de mi cuerpo se rebela ante unos
senmientos que hacía mucho empo que no tenía que asimilar. La rabia corre por mis venas a
toda velocidad provocando
provocando que mi sangre hierva de furia.
La gente que está a nuestro alrededor se gira para observarnos, pero me da absolutamente
absolutamente igual.
Me siento herida, traicionada y, sobre todo, humillada. ¿Cómo he podido ser tan idiota? ¡Confié
ciegamente en él, joder!
Oliver suelta aire por la nariz, frunciendo el ceño y niega con la cabeza.
—Ven conmigo —sisea sujetando mi brazo y rando de mí.
—¡No! ¡Suéltame, maldito cabrón! —Golpeo su espalda y hombro con mi puño intentando liberar
mi brazo, pero él sigue arrastrándome
arrastrándome sin soltarlo—. ¡No me toques! ¡Sácame tus jodidas manos
de encima!
La gente se nos
insultándole queda mirando
y golpeándole a cada paso
sin importar que damos que
el espectáculo y se estoy
apartan para dejarnos
montando. pasar.a Yo
Llegamos unasigo
puerta y Oliver la abre, me empuja hacia el interior y finalmente me libera. Es una pequeña oficina.
Intento salir de aquí. Necesito largarme de este lugar antes de cometer un jodido asesinato.
—¡No te atrevas a darme órdenes! ¡Mierda! ¡He sido una imbécil! ¡¿Cómo pude confiar en ?! —
Me doblo sobre mí misma intentando llenar de aire mis pulmones y siento la humedad de las
lágrimas recorriendo mis mejillas—. ¡Maldita sea, confiaba en ! —Me alzo respirando
profundamente y clavo mis ojos en los suyos—. ¡¿Por qué?! ¡Confiaba ciegamente en ! ¡¿Por qué
me has hecho esto?!
—Tú lo has dicho, mi ambición puede nublarme el juicio. La avaricia es una mala compañera de
viaje.
—¡¿Por dinero?! ¡¿Me has robado a Gregory para venderlo al mejor postor?! ¡¿Cómo puedes ser
tan hijo de puta?! —Su mirada se estrecha y veo el músculo de su mandíbula endurecerse. ¿No le
gustan mis insultos? Pues que se joda. A mí no me gusta que sea un maldito cerdo menroso—. Sí,
Cox. ¡Eso es justo lo que eres, un maldito bastardo hijo de puta!
—¡No quiero que me expliques una mierda! ¡Ya sé lo que pasó! ¡Me ulizaste para llegar a Gregory
y robarlo! —bramo.
Soy incapaz de contener el llanto. Paso el dorso de mi mano por las mejillas rerando las lágrimas
de un manotazo, pero otras las sustuyen enseguida.
—Sí, bueno, no… Joder, no fue así. Yo solo… Solo quería convencerte para que trabajaras para mí.
Por eso me acerqué a e intenté seducirte en la gala benéfica, pero cuando desc
descubrí
ubrí lo que habías
hecho con Gregory… —Resopla de nuevo y se peina con los dedos hacia atrás en un gesto de
frustración. Es increíble que el momento en el que está siendo más expresivo sea justamente
este—. Te juro que nada más hacerlo me arrepen. Paul me reclamó lo que estaba haciendo
congo y por eso discumos. Me di cuenta de la gravedad de lo que acababa de hacer y ordené
que detuvieran el proyecto. Se supone que esto no debería haber pasado. Joder, Rachel, yo no
quería esto.
—¿No querías esto? Entonces, ¡¿cómo es que tu puta empresa ha presentado ese proyecto?! ¡¿Vas
a decirme que no estabas enterado?! ¡Eres un puto obseso del control, no hay nada que ocurra en
tu empresa de lo que tú no estés informado!
—¡¿Resolver el qué?! ¡¿Vas a pedirme que trabaje para ?! ¡¿Quieres que me encargue de
comercializar
comercializar el proyecto que me has robado como si no fuese mío?! ¡¿Es ese tu gran plan
maestro, Cox?! —Me acerco a él dejando mi rostro a apenas unos cenmetros del suyo—. Nunca
—siseo—. Antes muerta que pasar un solo segundo más de mi vida a tu lado.
Sus ojos se cierran como si acabara de darle otro jodido puñetazo en la cara y aprovecho el
momento para esquivarlo y salir corriendo de la oficina. Escucho sus gritos a mi espalda, me llama,
pero no me detengo. La gente se aparta al verme, no sé si por mi aspecto o por la furia que emana
de cada una de las células de mi cuerpo, pero agradezco que no se interpongan en mi camino.
Ahora mismo solo necesito salir de este maldito lugar.
—Rachel —Alguien sujeta mi brazo deteniendo mi huida y me giro con rabia pensando que puede
ser él, pero a quien veo es a mi jefe. Mark me mira con los ojos muy abiertos—. ¿Qué está
pasando? Dios santo, estás llorando —susurra.
Oliver
La veo marcharse con Mark e intento ir hacia ellos. Necesito detenerla. No puedo permir que se
marche sin escucharme, sin que le cuente mis razones. Aunque
Aunque,, ¿qué demonios voy a decirle? No
hay movo alguno que excuse mi comportamiento. La he cagado, pero bien. Estoy a punto de
alcanzarlos cuando Paul se interpone en mi camino.
—Cox, ¡¿qué coño estás haciendo!? —Me sujeta por el brazo y ra de mí de nuevo hacia la
pequeña oficina en la que he estado encerrado con Rachel. Mierda, solo en recordar la forma en la
que me miraba… Las lágrimas que salían de sus preciosos ojos grises, el dolor que vi en ellos… ¡Soy
un puto cabronazo! Me revuelvo para zafarme del agarre de mi cuñado y seguir corriendo tras
Rachel, mi Rach. La única mujer que ha conseguido que llegue a replantearme mi forma de vida.
¿Cómo he podido ser tan estúpido? Paul me da un empujón meéndome en la oficina y cierra la
—¡¿Por qué?! —bramo temblando de rabia—. ¡Te ordené que cancelaras el proyecto! ¡¿Qué
mierda significa esto?! ¡Tú fuiste el primero en echarme en cara lo que estaba haciendo con
Rachel!
—¡Yo solo te dije que los métodos que estabas usando no eran los adecuados! ¡Joder! —Se toca el
pómulo y sisea de dolor—. ¡La mierda de la pulsera para viajeros que diseñó Aldrich para que
presentáramos
presentáram os en la expo no estaba a la altura! Sé que hice mal en seguir con el proyecto
proyecto a tus
espaldas, pero no estabas en tus cabales. Desde que Rachel apareció no estás centrado.
centrado. Esa mujer
te ene completamente absorto.
absorto. No me culpes a mí por usar una herramienta
herramienta que tú mismo
conseguiste.. ¡Lo he hecho por la empresa, joder! Íbamos a quedar en ridículo en nuestra propia
conseguiste
casa.
—¡¿Crees que eso me importa?! ¡Ella me odia! —Me llevo las manos a la cabeza y ro de mi pelo
andando de un lado a otro con la respiración acelerada.
acelerada. Siento una opresión en el pecho que no
me deja llenar de aire mis pulmones.
—¡¿Y qué?! Ya sé que te has encariñado con la chica. A mí también me jode hacerle esto. Me cae
bien, pero son negocios, Cox. Solo estoy jugando con tus reglas. Siempre he sido yo el que te ha
frenado cuando cruzabas los límites, pero esta vez de verdad necesitábamos este proyecto.
—¿Por qué es disnto? ¿Qué ha cambiado? —Alzo mi mirada hacia él y sus ojos se abren de par en
par. Sé que los míos están rojos y acuosos—. Mierda, no es solo un encaprichamiento, ¿verdad? —
Asiento respirando por la nariz para seguir manteniendo el llanto a raya—. Te has enamorado de
ella —Aunque es una afirmación, yo asiento igualmente—. Mierda, Cox, yo no sabía…
La puerta se abre de golpe
go lpe y mi hermana entra en la oficina echa una furia, cierra de un portazo y
se cruza de brazos mirándonos a uno y otro.
—Deja que te explique —dice Paul, pero solo una mirada de mi hermana lo hace callar.
—No hay nada que explicar. Solo un imbécil no se daría cuenta de lo que habéis hecho. Habéis
cogido a una buena chica y la habéis destrozado
destrozado y todo por avaricia y ambición. —Me mira y sus
ojos me muestran lo decepcionada que está—. No te reconozco, hermano. Acabas de destruir lo
único bueno que has tenido en tu vida. ¿Crees que tu maldita empresa te va a dar la felicidad?
felicidad? Solo
son números. En cuanto quieras darte cuenta vas a estar completamente solo. Tendrás más dinero
del que puedas gastar en tres vidas, pero nadie con quien disfrutarlo. De verdad siento compasión
por . Algún día vas a arrepenrte de haber perdido la mejor oportunidad de tu vida,
v ida, y lo peor es
que ya no habrá vuelta atrás. —Trago saliva con dificultad y aprieto los dientes intentando retener
las lágrimas. Tiene razón. Sé que la he cagado demasiado—. Y tú —se gira hacia mi cuñado y este
agacha la mirada—, yo no me casé con un cabronazo
cabronazo sin escrúpulos. Nunca me he medo en lo
que hacéis en la empresa, pero una cosa es ignorarlo y otra darme cuenta de que sois unos jodidos
desalmados a los que no les importa llevarse vidas ajenas por delante con tal de sacar tajada.
—¿Qué me vas a jurar, Paul? Lo que he visto ahí fuera es una chica maravillosa quedar hecha
añicos por vuestra puta inconsciencia. ¡No todo vale, joder! —Resopla y vuelve a mirarme a mí—.
Oliver, te aconsejo que hagas algo para resolver esta situación. Lo que sea. Devuélvele el dichoso
invento a Rachel y suplícale perdón.
—Eso no va a poder ser —susurra Paul—. Ya hay inversores interesados en el proyecto. Acabo de
firmar un contrato
contrato con Lockwell Aeronaucs para su comercialización.
comercialización.
—¡¿Qué?! —Voy hacia él dispuesto a darle otro par de puñetazos, pero mi hermana se interpone
en mi camino—. ¡¿Quién coño te crees que eres?! ¡Esta es mi jodida empresa!
—Me da igual cómo lo hagáis, pero resolved esta mierda —ordena—. Oliver, tú enes que ir tras
Rachel inmediatamente.
—¡¿Y qué demonios le digo?! ¡Tu jodido marido acaba de atarme de pies y manos! No puedo
presentarme ante ella y simplemente esperar que me perdone porque sí. ¡Mierda! —Golpeo la
mesa con mis puños y jadeo como un toro.
—¡Pues poned vuestras retorcidas mentes a pensar una manera de salir de este embrollo! Se os da
de puta madre cagarla, así
a sí que ahora buscad una solución. Por cierto, habéis ganado el jodido
premio al mejor proyecto de la expo. Es una pena que sea robado. —Se da media vuelta y está
punto de salir de la oficina, pero mi cuñado la deene—. Tú y yo ya hablaremos en casa. No
pienses ni por un segundo que esto se termina aquí —le advierte.
Me lanza una úlma mirada de reproche y sale de la estancia cerrando la puerta a su espalda.
—Joder, me esperan unas cuantas semanas durmiendo en el sofá —se queja Paul—. Espero que no
me eche de casa.
—Ya te he dicho que lo siento, Cox. No tenía ni idea de que esa chica era tan importante para .
Creí que solo estabas encoñado. A veces un buen par de tetas nos deja medio tontos. Te ayudaré a
recuperarla, ¿vale? Yo mismo hablaré con ella y le explicaré lo sucedido.
—No podemos quedarnos sin ingeniero jefe, Cox. Al menos deja que encuentre a alguien que lo
sustuya.
—Asciende a Damon. Ha demostrado con creces que puede hacerse cargo de ese puesto —
sentencio saliendo de la oficina.
La fiesta sigue como si nada a pesar del espectáculo que hemos montado. BuscoBusco a mi alrededor y
encuentro al vicepresidente
vicepresidente de Lockwell
L ockwell Aeronaucs charlando en una esquina con una copa en la
mano. Tomo una gran bocanada de aire y voy hacia él. Tengo que resolver esta situación de la
mejor manera antes de ir a buscar a Rachel. Necesito tene
tenerr algo que ofrecerle, y si para eso tengo
que perder un contrato millonario,
millonario, que así sea. Rachel vale más que todo el dinero del mundo, y
eso lo único a lo que no estoy dispuesto a renunciar.
Capítulo 21
Rachel
—Derecho, ven a ayudarme —pido. Aparto mi mano y dejo que sea él quien se encargue de
apretar los úlmos tornillos que me faltan.
Abro y cierro mi mano derecha sinendo una pequeña punzada de dolor. El vendaje no me deja
moverla con soltura, pero al menos es más cómodo que la escayola. Esa tuve que llevarla durante
tres semanas. ¿Quién me iba a decir a mí que el capullo de Cox tenía la cara tan dura?
Literalmente, me rompí la mano contra su rostro.
—¿Ya está? —pregunta Gregory. Su voz suena impaciente.
—Tranquilo, amigo. Te voy a dejar muy guapo. —Sonrío sentándome frente al ordenador central y
accediendo a su programación—. Y ahora ya deberías estar listo. —. Aprieto entró y un rostro
aparece en la gran pantalla del taller.
—Sí, o algo parecido. Al menos ahora ya enes un rostro visible, y muy guapo, por cierto.
Desde que volví a casa apenas he conseguido dormir y me siento agotada todo el empo. Las
pesadillas ahora son peores que nunca. A veces esos ojos grises que tanto me atormentan en mis
sueños se vuelven azules, dos zafiros que me miran sin vida.
Sacudo la cabeza para dejar de pensar en ello. Me obligo a hacerlo a diario. Por suerte, no he
sabido nada de él ni de Cox Tech desde el fadico día de la expo, hace ya un mes. Y prefiero que
siga siendo así. Por ahora me he tomado una especie de vacaciones, y no estoy trabajando en nada
nuevo para Braincom. Solo me he dedicado a mejorar a Gregory, a hacerlo disnto. P Puede
uede que
esos cabrones de Cox Tech me hayan robado su matriz, pero jamás llegarán a explotarla del modo
que yo lo hago. Gregory nunca será suyo, y menos ahora que con sus nuevas mejoras es casi
humano. Incluso he llegado a plantearme el crear un cuerpo para él. Tuve la idea al ver un anuncio
de unos muñecos sexuales realistas. Bueno, yo no lo quiero para eso, pero quizás si uso la
tecnología base del exoesqueleto
exoesqueleto para crear un robot, el implante neuronal podría albergar su
programación y cubrirlo con el material sintéco ulizado en esos muñecos. Es una idea muy
ambiciosa, pero sé que puedo llevarla a cabo.
—Joder, ¿ese es Gregory? —Asiento dejando la taza sobre la mesa de trabajo—. ¿Eso es lo que has
—Joder,
estado haciendo estas úlmas semanas? Se supone que tenías que descansar.
—Acabo de reunirme con los abogados otra vez. Lo siento, Rachel, pero no hay mucho que
podamos hacer. Es tu patente, y si los demandas, ganarás, pero eso lleva mucho empo y dinero.
Cox es muy poderoso y los mejores abogados del país lo respaldan. Cuando un juez falle a tu favor,
si es que llegamos a juicio, habrán pasado años y el proyecto que te robaron ya se estará
comercializando por todo el mundo.
Respiro profundamente y me pinzo el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar.
—Gracias, Mark. Imaginé que ese sería el resultado, pero tenía que intentarlo. ¿Has sabido algo del
exoesqueleto?
—Sí —resopla—. Cox Tech se ha pasado por el forro el contrato. Lo han incluido en las
negociaciones con Lockwell Aeronaucs.
—Vamos, que dos de mis creaciones van a ser usadas como posibles armas, ¿no? Eso es genial.
Llevo toda mi vida intentando evitar que ocurra exactamente esto.
—Lo siento, Rachel. Te juro que intenté evitarlo, pero los accionistas rechazaron todas mis quejas.
Sabes que ellos estaban deseando firmar con Lockwell, y de esta forma lo hacen de manera
indirecta. El contrato ha sido modificado para que Cox Tech pueda vender el proyecto sin
necesidad de tener nuestra aprobación.
—Hijo de puta —siseo abriendo y cerrando el puño—. Me encantaría pegarle otro puñetazo
puñetazo,,
aunque volviese a romperme la mano de nuevo.
—No, y no creo que vaya a tenerlas. El señor Cox ya ha conseguido obtener lo que buscaba de mí,
y de paso se ha llevado unos cuantos polvos de propina.
Mi jefe me mira con compasión. Tras sacarme del pabellón el día de la expo, le conté entre sollozos
todo lo que había ocurrido desde que llegué a Nueva York. Necesitaba desahogarme con alguien, y
una vez más, Mark me demostró que aparte de buen jefe, también es un gran amigo.
—Espero que tengas razón. Intenta olvidarlo todo y seguir con tu vida. Ya sabes que cuando estés
lista para volver al trabajo, aquí estoy.
—Gracias —contesto sonriendo—. Lo haré pronto. Tengo un par de ideas más para Gregory y
después soy toda tuya.
—Está bien, pero intenta descansar un poco, ¿vale? Perdona que te lo diga, es que enes un
aspecto horrible.
Miro hacia mi camiseta desgastada con el logo de la universidad de Cambridge casi ilegible y me
encojo de hombros. No he salido de casa en un mes, ni siquiera para ir a ver a mi madre. Aunque
ella se ha encargado de venir a visitarme cada pocos días para darme la charla sobre mi mala
alimentación y mi falta de descanso.
Me despido de Mark, y tras ayudar a Izquierdo y Derecho a recoger el taller, subo a la planta
principal por las escaleras. Miro a mi alrededor y la luminosidad de la casa me ciega por
momentos. Aunque parezca increíble, echo de menos los colores rojo y negro. Ahora, tras haber
vivido tres meses en ese apartamento, mi casa me parece demasiado sosa y sin vida.
Entro en la cocina y me preparo otro café. Necesito mantenerme despierta unas horas más antes
de irme a la cama. Me siento agotada, pero sé que aún no he llegado a mi límite. Aguantaré un
rato más. Cuando ya tengo la taza en mis manos, escucho sonar el mbre. Resoplo. Probablemente
Probablemente
sea mi madre de nuevo.
—Abre la puerta, Gregory —ordeno sentándome en uno de los taburetes frente a la barra de
desayuno. Escucho pasos en el interior de la casa y le doy otro trago a mi café—. Mamá, no hace
falta que vengas a verme todos los puñeteros días. De verdad que estoy bien.
Suspira y se acerca hasta quedar al otro lado de la barra, coloca las palmas de sus manos en la
superficie de mármol dejando a la vista su reloj de pulsera y sigue mirándome fijamente.
fijamente.
—Vengo a hacerte una propuesta —contesta en tono calmado y sin rastro de emoción en su voz.
—No me interesa nada de lo que tengas que ofrecer. Ahora lárgate —señalo la salida y me cruzo de
brazos—. Gregory, abre la puerta. El señor Cox ya se va.
—Gregory, cierra la puerta —ordena. La puerta vuelve a cerrarse. Miro hacia la pantalla que hay en
la cocina y veo a mi asistente encogerse
encogerse de hombros. Oliver se fija en la imagen y frunce el ceño—.
¿Ese es Gregory? —inquiere.
—Gregory, desconéctate —ordeno. Miro hacia Oliver alzando una ceja—. Si vienes a robarme algo
más, lo siento, pero no tengo nada para .
—Rachel, solo he venido a hablar congo como los adultos que somos. Sé que la he cagado
congo, pero…
—Pero nada. Cierra la puerta al salir, Cox. —Me levanto y rodeo la barra para salir de la cocina,
pero antes de que pueda huir su mano se aferra a mi brazo deteniéndome. Con un rón, me libero
y hago una mueca al senr un pinchazo de dolor en la mano vendada—. No vuelvas a tocarme o
juro que te daré otro puñetazo
puñetazo —siseo mirándole
mirándole con odio.
—Lo siento. No quería lasmarte. ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado en la mano? —Alzo una ceja y
sus zafiros reflejan sorpresa—. ¿Te lo hiciste pegándome?
—Tienes la cara más dura de lo que pensaba, y mira que ya sabía de antemano lo caradura que
eres, pero ya ves… a veces las personas no son lo que parecen. Yo he aprendido eso a las malas y
demasiadas veces para mi propio bien. ¿Ahora puedes largarte de mi casa?
—No me amenaces,
a menaces, Rach —sisea clavando sus ojos en los míos. Respira profundamen
profundamentete y cierra
los ojos como para intentar tranquilizarse—.
tranquilizarse—. Paul ha firmado un contrato
contrato con Lockwell
Aeronaucs.
—Sí, Paul. Aunque te suene a excusa, lo hizo a mis espaldas, al igual que la presentación del
proyecto IACox en la expo.
—Inteligencia Arficial Cox, pero eso ya lo sabes. Creo que el sarcasmo está de más en esta
—Inteligencia
conversación. Intento hablar congo de un tema serio.
—¿Serio? ¿Qué es lo que vas a decirme, que has vendido la patente que me robaste a un
fabricante
fabricante de armas? Eso ya lo sé, Cox. Y no te preocupes,
preocupes, también sé que no puedo hacer nada
para evitarlo y recuperar lo que es mío. No te demandaré, si es lo que intentas evitar. Espero que el
proyecto vaya
vaya muy bien y al menos lleves la cuenta de la candad de vidas humanas que se van a
perder gracias a mi proyecto
proyecto y tus manos largas.
—¿Otra vez con el sarcasmo? —pregunta volviendo a alzar su ceja negra. Me encojo de hombros y
él vuelve a suspirar—. Si me escucharas solo un segundo, podría explicar que hay forma de evitar
que Lockwell use IACox como un arma. —Frunzo el ceño. Eso llama mi atención—. ¿Ahora vas a
escucharme? —pregunta, y una pequeña chispa de diversión ilumina sus zafiros.
—El contrato con Lockwell está blindado. He intentado romperlo, pero de hacerlo, sus abogados se
me echarían encima y lo perdería todo. —Pongo los ojos en blanco porque eso ya lo había
imaginado. Nadie juega con Hayden Lockwell. Si quiere algo, lo obene. Es incluso peor que Cox—.
Pero… Y ahora viene la parte en la que te hago una propuesta, hay una cláusula, Cox Tech es la
única empresa que puede trabajar el protopo tanto del exoesqueleto como de la IA, hacer los
ajustes y cambios necesarios hasta que consideremos que está listo para su comercialización.
—Sí, cualquiera que sea necesario. Por eso quiero que seas tú la encargada de hacerlo. Puedes
asegurarte de que no las conviertan en armas.
—Seamos serios, Rachel. Estoy seguro de que esa cabecita brillante tuya puede encontrar la forma
de darle a Lockwell lo que quiere sin que llegue a ser peligroso.
—¿Y a qué te importa si lo convierten en armas? Mientras sigas llenándote los bolsillos, todo va
bien, ¿no?
—Muy bonita, por cierto, pero ya sabes lo que quiero decir. Te necesito, y tú necesitas saber que
tus creaciones no van a ser empleadas en usos militares. Al menos no de la forma que Lockwell
quiere hacerlo.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza. No me o de él. Seguramente esta sea otra de sus tretas para
engañarme y poder sacar algo más de mí.
Respira profundamente
profundamente y mete las manos en los bolsillos de su pantalón de traje.
—Tal vez me preocupe eso de tener que contar las vidas humanas que se van a perder. Puede que
me esté ablandando y mi conciencia no me deje vivir con ello.
—No te creo —digo mirándole a los ojos—. No me o de una sola de todas las palabras que has
dicho. En mi opinión,
o pinión, todo son patrañas.
—Es justoenque
una ceja su pienses
direccióneso,
y élpero no necesitas
resopla—. confiarlegal,
Un contrato en mí, Rach.diga
donde Hagamos untú
que solo acuerdo.
tendrás—Alzo
poder de
decisión en lo referente a los dos proyectos
proyectos que deben ser entregados a Lockwell. Los cambios
correrán por tu cuenta y nadie podrá inmiscuirse, ni siquiera yo.
Abro los ojos como platos al escucharle. Un contrato así me daría libertad suficiente para modificar
la IA. Tal vez pueda converrlo en un asistente de vuelo automazado o crear protocolos de
seguridad que impidan que sea ulizado para cualquier po de maniobra militar ofensiva.
—Está bien. Piénsalo, ¿vale? Yo vuelvo mañana por la noche a Nueva York. Tienes hasta entonces
para contestarme, y si aceptas, nos iremos de inmediato. Tenemos una fecha límite para entregar
los protopos y vamos algo justos de empo. —Asiento a regañadientes y veo como se gira para
marcharse, pero antes de abrir la puerta vuelve a mirarme—. Por cierto, no sé si es lo que quieres
escuchar, pero te echo de menos.
—No, ni quiero ni necesito escuchar eso. Básicamente porque no creo que sea verdad.
Abre la puerta y se marcha dejándome de pie mirando hacia el lugar que antes ocupaba. Ahora sí
que estoy hecha un lío. Se supone que ya había terminado con esta mierda e iba a seguir con mi
vida como si nunca hubiese pasado, pero ahora… Joder, no sé qué hacer. Tengo la oportunidad de
impedir que mi creación se convierta en un arma que acabará con miles de vidas. No puedo
simplemente ignorarlo,
ignorarlo, ¿o sí?
Oliver
Repiqueteo con los dedos en el volante y vuelvo a echar otro vistazo a la pantalla de mi teléfono.
Nada, no hay llamadas ni mensajes. Esro el cuello para mirar a través de la ventanilla del
acompañante y compruebo que hay luz dentro de la casa.
Llevo parado delante de su casa desde esta mañana. No aguantaba estar más empo encerrado en
el hotel, sin nocias, sin llamadas, sin saber si Rachel finalmente aceptar
aceptaráá mi propuesta. En dos
horas tengo que estar en el aeropuerto y ella aún no me ha contestado,
contestado, pero va a hacerlo. No voy a
irme de Los Ángeles solo. Esperaré y seguiré insisendo el empo que sea necesario.
Resoplo y llevo las manos a mi cabeza rando del pelo hacia atrás. Tengo que recuperarla como
sea. La echo demasiado de menos. Al verla hoy sen como si un jodido rayo me atravesara, fue casi
tan intenso como el día en que la conocí. Sonrío pensando en ese día. YYoo solo quería conocer a la
ingeniera estrella
estrella de Braincom, a la mujer que en cada ocasión nos dejaba en ridículo en la expo
con sus novedosas e increíbles creaciones, pero lo que encontré fue mucho más. Esa chica alocada,
sonriente y sarcásca que entró en mi despacho me dejó completamente fascinado, y excitado
también. Cada vez que se rebelaba contra mí, me daban ganas de follarla hasta que se le quitaran
las ganas de llevarme la contraria. Sus ojos grises, esos que parecen del color del metal líquido, se
clavaron en los míos y sen como si pudiesen traspasar
traspasar mi cuerpo y ver más allá de mi alma. La
sensación fue intensa e increíble. Sigue siéndolo, pero ahora sé que voy a tener que ganármela de
nuevo.
Soy un imbécil. Tenía lo más dicil hecho, conseguí que se abriera a mí, al menos parcialmente,
logré ganarme su confianza, y cuando ya poseía todo lo necesario para ser feliz, la cagué. Cada
jodido segundo del día
día me arrepiento de lo que hice. Sabía
Sabía que estaba mal,
mal, pero la ambición
ambición me
cegó. La oportunidad de tener en mis manos ni más ni menos que inteligencia arficial… Eso fue
más de lo que pude manejar.
Resoplo una vez más y miro mi reloj de pulsera. ¡A la mierda! No voy a seguir desesperado en este
jodido coche. Salgo
Salgo del vehículo
vehículo y camino hacia la entrada de su ca
casa,
sa, toco al mbre y espero. Soy
incapaz de dejar de moverme y me emblan las manos. ¿Por qué demonios me emblan las
manos? Porque eres un capullo que quiere caerle en gracia a la chica más maravillosa que has
conocido, me contesto a mí mismo.
La puerta se abre de golpe justo cuando estoy intentando arreglar el desastre que llevo por ropa.
Tengo los pantalones arrugados por estar tanto empo sentado en el coche, la corbata floja y llevo
la camisa por fuera. Eso por no hablar de mi pelo, que apunta en todas las jodidas direcciones.
—¿Te has caído en un basurero? —me pregunta Rachel alzando una ceja.
Niego con la cabeza y no puedo evitar deslizar mi mirada por todo su cuerpo. Sus vaqueros
rasgados en las rodillas le dan un aire juvenil que me encanta y esa camiseta con el hombro al
descubierto… Joder, me encantaría clavar mis dientes en esa porción de piel que deja al
descubierto, escuchar sus gemidos cuando mi lengua se pasea por su cuello y… ¡Mierda! Tengo Tengo
que dejar de mirarla como un puto obseso sexual. No estoy aquí para esto. En momentos como
este doy gracias al cielo por ser tan inexpresivo o seguramente
seguramente ahora mismo estaría
e staría con cara de
idiota y babeando.
Entro en la casa y veo como pone los ojos en blanco antes de dar media vuelta y entrar en la cocina
como si yo no estuviese presente. Esta chica sabe hacer que alguien se sienta
s ienta ignorado a la
perfección.
—Rach, necesito una respuesta. —Mi tono de voz suena áspero y duro, carente de ninguna
emoción, pero eso no es algo que yo pueda cambiar. Soy así.
—Genial, si has venido hasta aquí para eso, puedes seguir con tu vida. La respuesta
respuesta es no.
Joder, esto no me lo esperaba. Creí que aceptaría volver conmigo a Nueva York tras hacerle la
propuesta.
—No. N y O, así como suena. ¿Puedo ayudarle en algo más, señor Cox? —Su sonrisa cínica me
pone de los nervios, pero al mismo empo me excita.
—Sí, puedes ayudarme en algo más, Rachel. Puedes dejar el puto sarcasmo antes de que me
calientes los cojones y termine poniéndote el culo como el de un jodido mandril.
Sus ojos se abren de par en par y traga saliva con fuerza. La he sorprendido. Tal vez si aprovecho el
momento… Doy un paso hacia ella, pero su expresión cam cambia
bia de inmediato. Sus ojos me miran con
rabia y aprieta los labios con fuerza.
—Cox, un paso más y juro que te dejo estéril de una patada en tus jodidas pelotas —amenaza.
¿Acaba de llamarme muchacho? Se está pasando de lista, pero voy a pasarlo por alto esta vez.
Me siento en uno de los taburetes que hay en la cocina y apoyo los codos en la barra de mármol
pulido.
Gruñe y abre la nevera que está a su espalda, coge una jarra de agua, la sirve en un vaso y justo
cuando pienso que va a venir hacia mí, uno de los dos brazos robozados que ene se cruza en su
camino.
El robot viene hacia mí y me ende el vaso, pero justo cuando voy a cogerlo, lo empuja hacia mí
derramando el agua sobre mi pantalón a la altura de mi entrepierna.
—¡Mierda! —Me levanto de golpe y empiezo a sacudir el agua. Parece que me he meado encima.
Miro hacia Rachel y la veo contener la risa. La muy cabrona lo ha hecho a propósito—. ¿Puedes
dejarme algo para que me seque? —pido.
—Claro —contesta
—contesta sonriendo. Coge una servilleta de tela y en vez de dármela a mí, se la ende al
dichoso robot—. Izquierdo,
Izquierdo, el señor
s eñor Cox necesita ayuda para limpiarse —dice con una sonrisa
maliciosa.
Antes de que pueda darme cuenta de sus intenciones, el dichoso brazo robóco ya ha cogido la
servilleta y la está empujando contra mi entrepierna con tanta fuerza
fuerza que me doblo por el
e l dolor de
huevos que me ocasiona. Arrodillado en el suelo y con las manos acunando mis tesculos, intento
intento
respirar por la nariz para soportar el dolor.
Alzo la mirada y la veo frente a mí con los brazos cruzados y una sonrisa ladeada en su rostro.
—¿Necesita usted algo más, señor Cox?
Capítulo 22
Rachel
Tengo que retener una carcajada al verlo rado en el suelo, encogido y haciendo muecas de dolor.
Hago nota mental de agradecerle a Izquierdo su aportación a este inesperado encuentro.
—¡Joder, como duele! —se queja Oliver tras resoplar por la nariz.
Estoy a punto de apiadarme de él y ofrecerle un vaso de agua, uno que pueda beber y que no
termine en su ropa, pero justo en ese momento suena el mbre.
El mbre sigue sonando de manera insistente. Está claro que no va marcharse sin más.
—Abre la puerta —ordeno. Me agacho y ro del brazo de Oliver para que se incorpore. Hace una
mueca de dolor, pero se endereza y me fulmina con la mirada—. Te diría que te largues, pero ya es
demasiado tarde para eso. Estate calladito,
calladito, ¿entendido?
Frunce el ceño y está a punto de replicar, pero la mujer rubia y enérgica que aparece en ese
momento en la cocina interrumpe sus intenciones.
—Rachel Eleonor Taylor, ¿no pensabas abrirme la puerta? —inquiere mamá dejando su bolso
sobre la encimera.
Miro hacia él y compruebo por qué mi madre cree que se trata de un vagabundo. Tiene la ropa
arrugada, el cabello completamente
completamente despeinado, la barba descuidada y parece haberse meado
encima. A pesar de todo ello, sigue siendo el hombre más jodidamente atracvo
atracvo que he visto
jamás. Lo sé, lo mío es para darme de comer aparte.
aparte.
—Encantado, señora Taylor —dice el susodicho acercándose a nosotras con el brazo extendido.
Una sonrisa maliciosa ra de mis labios al ver que camina con las piernas entreabiertas, como si
acabara de bajarse de un caballo—. Soy Oliver Cox. Ya hemos hablado por teléfono.
—Oh, es usted
terminar el señor
haciendo de lasdesayunos. —Mi sonrisa
suyas, la conozco—. Creíseque
esfuma al escucharla.
era usted de NuevaSé que¿Qué
York. mi madre
haceva
enaLos
Ángeles? ¿Ha venido por negocios?
—Algo así —susurra Oliver. Él también me mira de reojo—. He venido a hacerle una propuesta a su
hija, pero me está costando convencerla de que la acepte.
No puedo dejar que se emocione o terminará haciéndome la cama para que me acueste con él.
Los zafiros de Oliver también brillan con diversión, aunque no como lo hacían antes. Me da la
impresión de que algo ha cambiado en su mirada, como si esa luz hubiese perdido intensidad.
En realidad, mi propuesta es laboral señala . Tengo un avión privado esperándonos en el
aeropuerto para volar de regreso a Nueva York.
Alzo una ceja con diversión. ¿De verdad cree que va a conseguir algo dándome órdenes y
haciéndome exigencias? La lleva clara.
—No estoy interesada. Si quiere quedarse, le aconsejo que duerma en la playa. Por la noche
refresca un poco, pero le prestaré una manta, no vaya a ser que se resfríe, señor Cox. Ahora, si me
disculpa, quiero pasar un rato con mi madre. —Señalo la puerta y él frunce el ceño.
—Wow, vale. Creo que he llegado en mal momento —comenta mamá—. La tensión sexual puede
cortarse con cuchillo.
—¡¿Qué?! ¡Por Dios santo, hija! Este hombre está para comérselo, deja de hacerte la remilgada y
pégale un buen revolcón. A ver si así te cambia un poco la cara. Desde que has llegado de Nueva
York casi no sales de esta prisión de cristal.
—Cabezota, sí. Desde niña siempre tenía que salirse con la suya, y claro, como era la pequeña,
siempre la consenamos en todo, especialmente su hermano.
Quiero que se calle inmediatamente, pero ambos siguen hablando como si yo no estuviese
presente.
—Como iba diciendo —connúa mi madre—, lo de cabezota le viene desde niña, pero antes era
mucho más alegre y social. Fue desde el accidente que…
—¡Mamá! —esta vez mi grito llama su atención. Respiro profundamente para tranqui
tranquilizarme—.
lizarme—. No
creo que al señor Cox le importe nuestros problemas familiares.
—Te lo digo por úlma vez, Cox. No voy a ir congo a ningún lado —sentencio.
Oliver se acerca a mí y me mira a los ojos con tanta intensidad que casi me marea. Creo que
necesito descansar un rato, o comer. Sí, probablemente solo esté débil por la falta de sueño.
—Rachel, si no vienes conmigo Aldrich se ocupará del proyecto con Lockwell Aeronaucs. —Su voz
es calmada, pero suena a amenaza—. ¿De verdad quieres ver tu trabajo en sus manos?
—Lo hice, pero puedo volver a contratarlo. Estoy seguro que no me costará nada que acepte volver
a su anguo puesto.
—¿De qué habláis? ¿Por qué soy la única que no se entera de nada? —pregunta mi madre
interrumpiendo
interrumpiendo nuestra guerra de miradas.
—Es tu decisión, Rach. Te estoy proponiendo que te hagas cargo de todo, con total libertad para
hacer y deshacer a tu gusto, pero si no aceptas no puedo hacerme responsable de lo que pueda
pasar con IACox y tampoco con el exoesqueleto. Aldrich responderá directamente a las demandas
de Lockwell, y ya sabes lo que eso significa.
Resoplo y aprieto ambos puños a cada lado de mi cuerpo. Me siento furiosa. Este cabronaz
cabronazo o me
está poniendo contra las cuerdas. Sabe lo importante que es para mí que mis creaciones no acaben
siendo armas, y eso es exactamente lo que pasará si Aldrich está a cargo del proyecto. Ese imbécil
cederá a todas las exigencias de Lockwell Aeronaucs y lo que yo diseñé para ayudar a la gente,
acabará arrebatando vidas inocentes.
—Soy mucho más que eso —dice alzando levemente una de sus comisuras—.
comisuras—. Ahora, ¿dónde está
tu equipaje, Rachel?
—Bien —su comisura vuelve a alzarse—, si quieres volver a golpearme, ya sabes dónde
encontrarme. —Se gira hacia mi madre y le ende la mano—. Un placer conocerla, señora Taylor.
—Doris —susurra mamá sonriendo como una colegiala.
¡¿Qué?! ¡El muy capullo está siendo empalagosamente amable! ¡Joder, él no es así! Intenta
ganarse a mi madre con su galantería y sus
s us cumplidos. Lo dicho, es un puto cerdo manipulador
manipulador..
Se despide con un gesto de su cabeza, y tras lanzarme una mirada de advertencia, se va de mi casa
dejándome a solas con mi madre.
—Oliver Cox no es una buena persona —afirmo—. Puede engañar al principio, pero solo hace falta
rascar un poco la superficie para darse cuenta de que está podrido por dentro. No puedo confiar
en él.
—Hija, eso es lo que piensas de todo el mundo. Tienes que intentar abrirte un poco. Sé que lo que
te ocurrió en el pasado aún te afecta, pero no puedes dejar que eso condicione tu vida. A veces las
personas no te decepcionan, no todas al menos, solo enes
enes que darles la oportunidad de
demostrarlo.
“A él se la di”, pienso. Le dejé entrar, confié en él y me pisoteó como a una jodida cucaracha.
—¿A qué vino hablar de Josh con Oliver? Ni siquiera lo conoces y ya estabas contándole cosas
sobre mi vida privada —reclamo.
—No es para tanto. Enendo que te duela, a mí también me pasa, pero han pasado más de sseis
eis
años, cariño. Tarde
Tarde o temprano enes que aceptar lo que pasó y poder hablar de tu hermano con
normalidad. No porque no pienses en él o no lo menciones va a cambiar lo que sucedió.
—No quiero seguir hablando de esto —zanjo girándome para salir de la cocina.
—¿Ves
—¿Ves lo que te digo? Cada vez que menciono a Josh o ese maldito accidente, sales corriendo.
salir huyendo cuando las cosas se pusieron feas. Nos dejaste con él para poder vivir tu vida sin
cargas, así que no vengas a darme lecciones de moral a estas alturas, porque ni las quiero, ni las
necesito. —En cuanto me doy cuenta de todo lo que acabo de decir, me arrepiento. Mi madre me
mira con los ojos vidriosos y tragando saliva con dificultad—. Joder
Joder,, mamá, yo no quería… —
jadeo— Lo siento mucho.
mucho.
—No, está bien. —Se limpia un par de lágrimas que se escapan de sus ojos e intenta sonreír, pero
apenas consigue hacer una mueca con los labios—. Tienes razón, yo os dejé con él, y no hay ni un
solo día que me arrepienta por haber tomado esa decisión. Pero te aseguro que no lo hice por
razones egoístas. Yo quería tener a mis hijos conmigo, pero vuestro padre… Ya sabes cómo es,
Rachel. Él nunca lo hubiese permido. Si hubiese intentado teneros, estoy segura de que alguno de
sus abogados habría encontrado la forma de que un juez me prohibiera veros. De esa manera, al
irme sin hacer ruido, al menos podía estar con mis hijos de vez en cuando.
—Eso ya lo sé. —Me acerco a ella y la abrazo. Ahora mismo me siento muy culpable por haberla
hecho llorar. Joder, ella no ene la culpa de lo que pasó. Mis malas decisiones y confiar en la
persona equivocada fueron el desencadenante de todas las desgracias de mi familia—. Lo siento,
mamá —susurro.
—Mamá, estuve tres años saltando de psicólogo en psicólogo. Ella no puede ayudarme.
Hago una mueca y me encojo de hombros dándole la razón sin necesidad de decir decir palabra alguna.
No quiero ser ayudada. Eso es cierto, y es la conclusión a la que llegaron los mejores psicólogos de
Los Ángeles cada vez que intentar
intentaron
on meterse en mi cabeza, aunque ellos no lo enenden, nadie lo
hace. Las pesadillas, el miedo a los espacios cerrados… Todo
Todo eso condiciona mi vida, sin embargo,
también lo necesito para seguir viviendo. Quiero que esas imágenes que me atormentan
desaparezcan, pero al mismo empo, sé que me merezco senr todo ese pánico, ese dolor… Esa es
mi penitencia, el precio que tengo que pagar por los errores que come, los errores que llevaron a
mi hermano a la tumba.
Oliver
Nueva York está inundada. El sonido de la lluvia es atronador y las calles están repletas de charcos.
Hace más de una hora que Rachel debería haber llegado a Cox Tech. Envié a Hank a buscarla al
aeropuerto, pero me llamó diciendo que Rach se había negado a subirse al coche. Debí imaginarlo.
Tendría que haber ido yo mismo a buscarla y no dejar que viniese sola. Joder, cayendo el jodido
diluvio universal y apuesto a que ella viene en moto. Es una inconsciente.
Miro a través del cristal de las puertas principales del edificio y compruebo la hora de nuevo.
¿Dónde está? ¿Por qué demonios tarda tanto? ¿Le habrá pasado algo? Mis empleados me saludan
al pasar. Ya ha terminado la jornada laboral y la mayoría se han ido, solo quedan algunos rezagados
que me miran extrañados al verme aquí, de pie, frente a las puertas, y mirando hacia el exterior.
—Señor Cox —me giro y veo a la recepcionista a mi espalda—. ¿Quiere que llame a su chofer? —
pregunta.
Respiro profundamente al comprobar que está sana y salva. Joder, creí que me iba a dar un infarto
si no llegaba en los siguientes minutos.
—¡Mierda! —exclama
—exclama Rachel nada más atravesar
atravesar las puertas. Se sacude el pelo y hace una mueca
mirando su ropa. Lleva un pantalón vaquero que se le pega a los muslos al estar empapado, y su
chaqueta de cuero no ha podido retener la candad de agua suficiente para no traspasar el jersey
de cuello vuelto que lleva por dentro—. Acabo de llegar a Nueva York y ya estoy deseando volver a
Los Ángeles. —Se quita la chaqueta mojada y se estremece. Entonces me fijo en sus labios
morados por el frío y en la forma en la que abre y cierra las manos como si intentara darles calor.
Joder, tengo ganas de ponerle el culo como una pandereta por ser tan irresponsable y ponerse en
peligro de esta forma.
“Desde que no soy capaz de enfocarme en otra cosa que no seas tú”, pienso. Ni siquiera he podido
dormir en toda la noche al saber que podría verte hoy
hoy,, y he pasado todo el jodido día deseando
que llegue este momento. Pero
Pero en vez de decir todo eso, solo me ajusto la corbata y le hago un
gesto con la mano para que venga conmigo.
Voy directamente hacia el ascensor, pero antes de llegar, me giro hacia atrás y compruebo que
Rachel no me sigue.
—No voy a subirme a ese trasto —señala frotándose los brazos para entrar en calor.
—Rachel, estás empapada. Es la forma más rápida de subir y que no sufras una hipotermia —
replico frunciendo el ceño.
Resoplo y la sigo, pero al ver como empieza a hacer muecas en los primeros escalones, sujeto
sujeto su
brazo para detenerla. En cuanto la toco, noto su rechazo. Su brazo se aparta de mí
instantáneamente.
Joder, no admite ni que la roce. Esto va a ser dicil. Necesito que vuelva a confiar en mí. Supongo
Joder,
que mi paciencia va a ser puesta a prueba, tengo que mantener la calma y no apresurar las cosas.
Esta vez voy a hacerlo bien.
—Sí, pero ya se me pasará —contesta subiendo más escalones sin dejar de hacer muecas.
No puedo evitar que se me escape un nuevo bufido. La alcanzo en un par de zancadas, y tras
quitarle la mochila empapada y colgarla en mi hombro, me agacho pasando un brazo tras sus
rodillas y alzándola. Por puro insnto, acaba sujetándose a mi cuello, aunque su postura rígida me
hace saber que no está nada cómoda con la situación.
—Antes de que empieces a quejarte, te informo que lo único que pretendo es que no termines
enferma. Te necesito en el taller, trabajando, y no con fiebre en la cama. —Está a punto de replicar,
pero mi mirada fulminante la hace cambiar de idea. Aprieta los labios y desvía la vista en cuanto yo
empiezo a subir las escaleras. Al llegar al piso diecisiete,
diecisiete, me duelen las piernas y mis pulmones no
dan más de sí, pero me apena que hayamos llegado tan pront pronto
o porque ahora tendré que soltarla, y
no creo que ella me permita volver a estar así de cerca en mucho empo—. Ya hemos llegado —
señalo dejándola sobre sus pies.
Sigue temblando y respira por la nariz castañeando los dientes. Abro la puerta, y en cuanto
entramos en el apartamento, sus ojos se abren como platos.
—¿Te gusta? —señalo la nueva decoración, con colores más claros, como a ella le gusta, aunque
sin perder mi esencia. El rojo y el negro siguen presentes en muchos lugares de cada estancia—.
Creí que te senrías más cómoda.
—No me importa el color de las paredes. Hace falta mucho más que una mano de pintura y
cambiar algunos muebles para hacer este lugar un hogar. Por suerte, yo ya tengo uno y no pienso
pasar demasiado empo aquí. En cuanto termine con el dichoso proyecto, me largo a casa.
Contengo un bufido. Sí, esto va a ser muy, pero muy dicil. Le endo las llaves y ella niega de
nuevo con la cabeza.
—Son las llaves del apartamento, Rachel —señalo—. En el taller todo está tal como lo dejaste. Tus
cosas llegarán mañana a primera hora.
—Gracias, no quiero las llaves. Hoy mismo instalaré un nuevo sistema de seguridad. Voy a colocar
un escáner de rena en la puerta. A parr de esta noche solo Gregory o yo podremos abrir esa
puerta. Así que, si estabas pensando robarme algo más, puedes ir olvidándote. —Mira hacia el
techo, a todas las esquinas, y entrecierra los ojos—. Voy a hacer una búsqueda exhausva de
cámaras y micros. Te digo esto por si quieres ahorrarme el trabajo y mandar a alguien que venga a
rerarlos.
—No he puesto cámaras en tu apartamento,
apartamento, Rachel —afirmo mirándola fijamente—. Aunque no lo
creas, estoy arrependo de lo que hice, y te aseguro que jamás volverá a pasar. Solo intento
redimir mis errores.
Me quedo unos segundos más esperando alguna reacción por su parte. Joder, yo estoy
entusiasmado y nervioso por estar de nuevo aquí, con ella, pero parece que Rach no siente lo
mismo. Se comporta como si fuésemos dos desconocidos. O aún peor, enemigos. Al ver que ni
siquiera voy a obtener una mirada suya, decido marcharme a casa. Mañana es otro día e intentaré
un nuevo acercamiento. Poco a poco, Oliver, me digo a mí mismo. Te la ganaste una vez y vas a
poder hacerlo de nuevo. Solo enes que tener paciencia.
Capítulo 23
Rachel
Tras pegarme una ducha caliente, me meto en el taller y empiezo a hacer las nuevas
modificaciones en el apartamento. Admito que ha quedado precioso. Los tonos claros junto a los
oscuros que ya exisan, les dan a todas las habitaciones
habitaciones mucha más calidez. Incluso la ropa de
cama es más clara y también las alfombras. Ha sido todo un detalle por parte de Oliver hacer esos
cambios. Eso me hace pensar en qué será lo que me está ocultando ahora. ¿Qué pretende con
tanta amabilidad?
—Todo listo.
—Genial, entonces creo que hemos terminado. Mañana llegarán el resto de cosas, incluyendo
incluyendo a los
dos zoquetes que tenemos de ayudantes. Yo no estaré aquí, así que asegúrate de que dejan todo al
lado de la puerta y después se marchen. No quiero a nadie paseando por el apartamento y el taller
que esté cerrado en todo momento, ¿entendido?
Miro hacia la pantalla y compruebo que Gregory baja la mirada como si algo le avergonzara.
avergonzara.
Espera… ¿Se está sonrojando? ¿Puede hacer eso?
—¿Qué pasa, colega?
—Me preguntaba si… Bueno, ya sé que con todo esto de venir a Nueva York vas a estar muy
ocupada, y no estoy seguro de que quieras seguir adelante con tu otro proyecto.
—¿Qué proyecto? —Sonrío al entender el movo por el cual se comporta de forma tan extraña—.
Quieres saber si sigo pensando crearte un cuerpo, ¿es eso?
—Sí, ya verás. Vas a quedar muy guapo. Ya sé cómo introducir tu sistema operavo en el implante
cerebral. Trabajaremos en eso por las noches.
—Si vas a trabajar para Cox Tech durante el día y en mi cuerpo por las noches, ¿cuándo vas a
dormir? —pregunta mi compañero.
—No necesito dormir. Cuando tenga que hacerlo, lo haré, pero no es algo indispensable.
—Rachel, creí que habías dicho que te lo tomarías con más calma. Se supone que enes que…
—No, yo lo siento. Tú no enes la culpa de nada. Es solo que… todo esto me está volviendo loca.
No quiero estar aquí, y tampoco ver a Cox, ni mucho menos trabajar para él. YYaa me había hecho a
la idea de no volver a verlo jamás.
—También puedes probar algo que no sea tan perjudicial para tu salud. Podrías quedar con tus
—También
amigos para jugar a ese videojuego —sugiere.
—¿Amigos? Ya no sé si son mis amigos, o si realmente lo fueron alguna vez. Trabajan para Cox.
Quizás él mismo los puso en mi vida para vigilarme. Siendo sincera, ya no sé de quién puedo
fiarme y de quién no.
—Exactamente. Creo que me va a gustar tenerte cerca de carne y hueso, o algo así. Es más, te
dejaré que escojas por mismo cuál quieres que sea tu aspecto.
—Genial —suelto un bostezo—. Creo que voy a tener que dormir un par de horas —susurro
haciendo una mueca.
—Descansa, Rachel.
—Tranquilízate,
—Tranquilíza te, Rachel —me digo a mí misma—. Solo es una pesadilla. Tienes que respirar y
sacarla de tu mente. —La ducha se acva de repente y miro al techo—. Gracias, Gregory.
—En serio, cuando tengas un cuerpo voy a averiguar si es legal que podamos casarnos. Creo que
serías el marido ideal para mí.
—Me estás saliendo demasiado listo —refunfuño quitándome la camiseta larga para entrar en la
ducha.
Tras meterme un par de cafés en vena, decido volver al taller para empezar con el diseño de lo que
será el futuro cuerpo de Gregory. Las horas pasan volando sin que me dé cuenta y cuando
amanece decido dejarlo y vesrme para bajar a la planta de los ingenieros.
Llego pasada las ocho de la mañana y me encuentro a Damon dando órdenes a los ingenieros.
ingenieros.
Cuando me ve, se sorprende y viene hacia mí sonriendo.
—¿Eres el nuevo ingeniero jefe? —pregunto cortándole. Su sonrisa se esfuma y asiente—. Bien.
Tenemos trabajo que hacer. No quiero ni necesito tu puesto, así que puedes quedarte tranquilo. En
cuanto hagamos las modificaciones en IACox, me largaré por donde he venido.
—Rachel, ¿qué te pasa? ¿He hecho algo que te haya molestado? —pregunta frunciendo el ceño.
—Damon, vamos a dejar una cosa clara, yo no he venido hasta aquí a hacer amigos. Voy a trabajar
y a haceros trabajar a vosotros también muy duro. Tenemos poco empo para hacer las
modificaciones, así que poneos las pilas. Bajaré todas las mañanas, dejaré órdenes explícitas y tú
te encargarás de que se cumplan estrictamente, ¿estamos? El resto del trabajo lo haré en mi taller.
¿Ha llegado ya el neurólogo? Lo necesitamos para adaptar el implante y empezar con las pruebas
en humanos.
Me giro y veo a Oliver entrar en el lugar seguido de un hombre joven. Según se van acercando,
puedo verlo con más claridad. Es guapo, de unos treinta y pocos años, moreno, pelo largo peinad
peinadoo
hacia atrás, con algunas canas al igual que en la barba corta. Sus ojos son de un color verde oscuro
y ene los labios finos y rosados. Todo
Todo un bombonazo.
—Rachel, buenos días —saluda Oliver con su gesto serio habitual—. Te presento al doctor Marcus
Novak, él es el neurólogo que se encargará de parcipar y supervisar el proyecto
proyecto del exoesqueleto.
—Un placer, doctor Novak —sonrío extendiendo mi mano hacia él y veo como me repasa con la
mirada de arriba abajo.
—El placer es mío, señorita Taylor —contesta sujetando mi mano—. He escuchado hablar mucho
de usted.
—Al contrario, usted es toda una celebridad por aquí. Me han hablado de su talento con las
máquinas y he podido comprobarlo por mí mismo cuando vi lo que había creado. El implante del
exoesqueleto es toda una obra de arte. Lo que nadie me comentó es que usted fuese tan atracva.
—¿Atracva? —Sonrío de oreja a oreja—. Acaba de lanzarme un piropo, doctor Novak, creo que se
ha ganado llamarme por mi nombre. Solo Rachel, por favor.
—Eso suena muy bien. —Sus ojos se clavan en los míos y su sonrisa se ladea—. ¿Qué te parece si
nos conocemos mejor cenando juntos esta noche?
—No te lo tomes como algo personal —susurro—. El jefe es incapaz de sacarse el palo del culo.
Escucho las risas contenidas a mi espalda. Los trabajadores me han escuchado y Oliver también,
pero me importa una mierda. Quizás Gregory ene razón y lo que necesito es distraerme. Le doy
un nuevo repaso al doctor Novak y alzo ambas cejas. Una distracción muy atracva, sí señor.
Oliver
¡La madre que la parió! Ni siquiera mi interrupción a modo de advertencia ha servido de nada.
Rachel y ese jodido médico siguen coqueteando descar
descaradamente
adamente sin importarles que yo y todo el
jodido equipo de ingeniería
ingeniería este
estemos
mos presentes.
presentes. ¿Por qué lo hace
hace Rachel? Las intenciones
intenciones del puto
puto
Novak las tengo muy claras, quiere meterse entre
entre las piernas de ella. Mis piernas, las de mi chica.
Joder, no puedo creer que acabe de pensar eso. ¿Mi chica? Yo nunca he tenido ni he querido tener
una chica, pero ahora mismo no soporto la idea de que ese estúpido pueda ponerle un solo dedo
encima.
—¿Y dices que la idea de crear el exoesqueleto se te ocurrió mientras te duchabas? —escucho
como pregunta Novak.
—Sí,
puse me agaché
a pensar enpara… Bueno,
lo poco da igual.
que nos cuestaEldar
caso
la es quealalcerebro
orden ver cómo se doblaban
para misese
que ejecute rodillas
po deme
movimientos y que hay gente que eso no puede hacerlo. Una cosa llevó a la otra, y cuando quise
darme cuenta, ya tenía listo el primer diseño del implante.
—Qué cosas más profundas piensas en la ducha —comenta sin parar de reír.
Novak alza ambas cejas y veo como Rach suelta una sonora carcajada.
—No sé por qué hice esa pregunta. Eres un hombre, ¿en qué vas a pensar si no?
Estoy cabreado, no, lo siguiente, estoy furioso. Hago todo lo que está en mis manos para ganarme
su confianza y su perdón y ella solo piensa en ligar con el primero que se le cruza por delante.
—No te estaba preguntando. A mi despacho, ahora. —Se gira hacia mí y una de sus cejas se eleva
de manera arrogante—. No voy a reperlo —siseo.
—El jefe necesita ayuda para sacarse el palo del trasero. No creo que pueda hacer milagros, pero
es el que manda.
Tengo que contenerme para no meterla en el ascensor a la fuerza cuando pasamos la puerta de
largo y la veo dirigirse hacia las escaleras. Ahora mismo me encantaría empotra
empotrarla
rla contra la
primera pared que encuentre y hacerle gritar mi nombre a base de… ¡Mierda! Estoy haciendo justo
lo que me propuse no hacer, perder la paciencia. Pero es que… No sé qué es lo que me pasa.
Nunca me había sendo así.
Subo tras ella hasta la planta dieciséis donde está mi despacho y la sigo. Me sorprende ver que ni
siquiera se deene a saludar a Shana. Son buenas amigas y sé que mi secretaria la aprecia mucho.
No me da empo a preguntarle qué es lo que pasa porque en cuanto entramos
entramos en el despacho veo
a Melisa sentada sobre mi mesa con las piernas abiertas, mostrando que no lleva nada más puesto
que un abrigo negro. Santa mierda.
—Señor Cox, creo que nuestra conversación va a tener que esperar —dice Rach mirando fijamente
a Melisa.
—Me voy. Cuando quiera hablar conmigo, ya sabe dónde encontrarme —se dirige hacia la puerta,
pero le corto el paso.
—¡Melisa, largo! —ordeno sin dejar de mirar a Rachel a los ojos. Necesito que deje de desconfiar
de mí.
—Melisa, ahora mismo no voy a hablar congo, y te aseguro que esto va a quedar solucionado hoy
mismo. Ahora lárgate de mi despacho antes de que pierda la poca paciencia que me queda. —
Respiro profundamente
profundamente por la nariz para tranquilizarme y sigo mirando a Rachel.
Debí haber adivinado que Melisa haría algo así. Hace demasiado empo que la situación se estaba
descontrolando.
descontroland o. Estoy cansado de sus jueguecitos y hoy mismo voy a terminar con esta mierda.
—Cox, cariño… —se queja. Desvío mi mirada furiosa hacia ella y veo como se baja rápidamente de
la mesa y recoge su bolso—. ¿Me llamarás? —pregunta al pasar por mi lado.
—¿Mi novia? Ya te he dicho que no tengo novias. Nunca he tenido una. ¿Por qué no me crees?
—¿Hablas en serio? Esa a estaba en pelotas y abierta de piernas sobre tu mesa esperando a que
vinieses a follártela.
—No, el malentendido fue que yo aceptara acostarme congo —replica—. Ni siquiera fuiste capaz
de cumplir tu propia regla del acuerdo, no rarte a nadie más. Es bastante revelador
revelador descubrir que
me he estado
e stado cepillando
cepillando a media ciudad.
—¿Se supone que tengo que creerte? —Sonríe falsamente y niega con la cabeza—. Da igual,
tampoco es que tengas que darme explicaciones. Solo Solo dime de una vez por qué me has hecho
venir aquí. Por cierto, acabo de llegar y ya me estoy cansando de seguir tus órdenes como un puto
perrito.
—¿Qué demonios ene que ver Marcus en todo esto? —pregunta con sorpresa.
—¿Marcus? Lo tuteas, te ríes con él, flirteas… ¿Qué es lo siguiente? ¿Vas a follártelo en mi propio
apartamento?
—¿Y qué si lo hago? Soy una mujer soltera, libre y sin ningún po de compromisos. Yo me acuesto
con quien quiera, cuando quiera y donde quiera, sea hombre, mujer o animal de granja. ¿Algo que
objetar?
—¿Darte celos? —Una carcajada más falsa que las tetas de una actriz porno sale de su garganta—.
No te equivoques, Cox. Me importa una mierda lo que tú pienses o quieras. No estoy jugando
jugando a
nada y tampoco me interesa hacerlo. Así que deja ya ese papel de macho alfa herido y espabila de
una vez. Yo no juego a nada. Si quiero rarme a Marcus lo haré, y si por casualidad me apetece
salir a follarme media ciudad, también lo voy a hacer. —Acerca su cara a la mía y su sonrisa se
esfuma—. Es mi puto problema, no el tuyo —sisea.
No puedo resisrlo. Lo intento, pero al senr sus labios tan cerca de los míos, toda la fuerza de
voluntad que poseo se va al carajo. Sujeto su cuello con fuerza y la beso. Noto que se resiste al
principio, casi temo que me muerda o algo peor, pero finalmente se tranquiliza. Tanteo sus labios
con mi lengua rogándole en silencio que me deje entrar, y no lo logro. Ya no se resiste, aunque
tampoco pone de su parte. Es como besar una jodida estatua de piedra.
—¿Has terminado? —pregunta alzando una ceja—. ¿Crees que ya has descargado suficiente
testosterona
testosterona por un día, Cox? Porque si es así, ahora es mi turno. —Clava su dedo índice en mi
pecho y me fulmina con la mirada—. Es la úlma vez que voy a decir esto. Nunca, jamás, vuelvas a
ponerme tus jodidas y asquerosas manos encima, porque como lo hagas, te juro que será lo úlmo
que hagas. ¿He sido lo suficientemente
suficientemente clara?
Capítulo 24
Rachel
Salgo del despacho con una mala leche digna de un campeonato. ¿Por qué tenía que besarme?
Ese… Ese… Manipulador. Y lo peor, ¿por qué me ha gustado tanto que lo hiciera? Joder, estoy mal,
de verdad. El capullo de Cox me uliza, me miente, me roba, y yo no puedo dejar de desearlo y de
ansiar esa jodida boca. He estado a punto de dejarme llevar.
llevar. En serio, ¿por qué todos los
cabronazos enen que besar tan bien? Y su olor… ¡Por Dios! Ese
E se olor que desprende su ropa me
trae demasiados recuerdos.
recuerdos.
—Rachel, hola —saluda Shana atravesándose en mi camino—. ¿Cómo estás? Me alegro de verte
aquí otra vez.
—Oye, ¿te pasa algo conmigo? Acabo de recibir un mensaje de Damon y dice que te has
comportado de manera muy extraña con él, y ahora… —Me señala y frunce el ceño—. ¿He hecho
algo malo?
—Voy a hacerte una pregunta muy directa y quiero que me respondas con total sinceridad.
¿Damon y tú sabíais que vuestro jef
jefee iba a robarme a Gregory para usarlo como su proyecto en la
expo?
—¡¿Qué?! ¡Claro que no! Yo lo supe cuando os vi discur en el evento. Sinceramente, no tenía ni
idea de que Gregory era una creación tan importante. Joder, yo soy secretaria, no ingeniera.
—Pero Damon sí lo es. Ya sabes, tu novio, ese que ahora es jefe de ingenieros. Además, tú eres
quien más cerca está de Cox. ¿No sabías nada sobre el proyecto?
—¡No! El proyecto que presentó Cox Tech en la expo era totalmente secreto. Solo la direcva y los
que trabajaban directamente
directamente en él lo sabían. Y Damon…
Da mon… Mierda, Rachel, tú misma has dicho en
varias ocasiones que es mucho mejor que Aldrich y que se merecía ese puesto. ¿Qué ha
cambiado? Seguimos siendo tus amigos. No enendo cómo puedes desconfiar así de no nosotros.
sotros.
—La escasa fe que tenía en la humanidad, ahora es nula. No me fio ni de mi sombra. Tal vez esté
siendo injusta con vosotros dos, pero no puedo arriesgarme. No voy a permir que nadie más me
tome por imbécil. Si estoy comeendo un error, lo siento, esa es mi decisión.
—Es una pena —susurra agachando la mirada—. Puedo entender tu postura, y me apena que te
alejes de las personas que te rodean por miedo a que te decepcionen. —Vuelve a mirarme a los
ojos y suspira—. Eso es lo que haces, Rachel. Alejas de a todos los que te quieren. Espero que
algún día te des cuenta de ello y lo cambies, o vas a terminar muy sola.
—Espero que tengas razón, de todos modos, si en algún momento cambias de parecer, ya sabes
dónde encontrarme. —Suspira de nuevo y alza los hombros—. ¿Necesita algo más, señorita Taylor?
Tardo unos segundos en contestar. Aún sigo dándole vueltas a lo que acaba de decir. Quizás estoy
totalmente equivocada y ella no tuvo nada que ver en lo del robo, pero ¿y si no es así? Ya no sé
disnguir mis amigos de mis enemigos en este lugar
lugar.. Me siento como si hubiese entrado en un
nido de serpientes esperando un ataque inminente por parte de cualquiera que esté a mi
alrededor.
Sigo bajando los escalones hasta llegar a la doceava planta y me dirijo al taller principal. Allí
encuentro a la persona que estoy buscando, alguien que no me importa, que no puede
decepcionarme, y que quizá consiga sacarme de la cabeza a cierto cabrón manipulador.
—Claro, cuando quieras. Puedo recogerte a las siete o… —Mira hacia la ventana y hace una
mueca—. Aunque el clima no está a nuestro favor. No tengo coche, sin embargo, podemos usar un
taxi.
—¿Vives
—¿Vives en el edificio? —pregunta estrechando
estrechando su mirada—. Oye, que por mí no hay problema.
Donde quieras-
—Genial. Entonces, ¿nos vemos allí a las ocho?
—Sí, claro. Aunque vamos a vernos antes en la reunión con los jefazos de Lockwell. ¿Crees que el
Barón Hayden Lockwell vendrá? Nunca he conocido a un Barón
B arón —señala con una sonrisita.
Mierda, había olvidado la reunión. Lo úlmo que me apetece es sentarme a una mesa con un
puñado de ejecuvos aburridos, pero no me queda de otra.
—Si quieres yo puedo preparar algo. No soy un reputado chef, pero me apaño en la cocina.
La imagen de Oliver en mi cocina me viene a la mente. Siempre cocinaba para ambos y lo hace
genial. Echo de menos su comida y que me obligue a terminarla toda. Normalmente,
Normalmente, tras degustar
un buen plato terminábamos con una sesión de sexo sobre la encimera, o contra el frigorífico o…
¡Mierda, Rachel! Tengo que parar ya.
Sacudo la cabeza para apartar esas tortuosas imágenes y le dirijo a Marcus una sonrisa nada
creíble.
No hace falta. Tú solo ven sobre las ocho y yo me encargo del resto.
—Bien, como prefieras. Por cierto, ¿quieres que nos pongamos ya con los planos de las
modificaciones iniciales del implante?
—Claro, pero yo no puedo quedarme. Damon puede mostrarte los primeros pasos y mañana lo
ponemos en prácca. ¿Te parece bien?
No sé si estoy haciendo lo correcto, pero algo tengo que hacer. No puedo seguir babeando por ese
imbécil. Marcus es perfecto, guapo, simpáco, nada esrado, y no tengo ningún lazo afecvo con
él. Puede ser exactamente lo que necesito ahora mismo.
Agotada tras todo el ajetreo, me doy cuenta de que ya es la hora de acudir a la dichosa reunión. No
tengo ganas, pero he de ir. Estoy a punto de cambiarme de ropa por algo más formal, cuando
cambio de idea. No tengo que agradar ni impresionar a nadie. Si no me quieren allí, pues me iré,
así de fácil. Solo espero que el Barón Lockwell no comparezca personalmente. Ya va a ser suficiente
suplicio tener que aguantar a su enviado.
Salgo del apartamento y bajo una planta hasta dirección. Shana me informa que la reunión ya ha
empezado en la sala de juntas, así que me dirijo allí
a llí con calma. Sin tocar a la puerta, la abro y
entro. Hay una decena de hombres de traje alrededor de una gran mesa ovalada, entre ellos,
Oliver y William Clayford, la mano derecha de Hayden Lockwell. El único que no lleva ropa tan
formal es Marcus.
M arcus.
—Señorita Taylor, llega tarde —me informa Cox mirando su reloj de pulsera con su habitual cara
inexpresiva.
Me encojo de hombros y voy directamente hacia William. Él se levanta al verme y una pequeña
sonrisa ra de sus labios.
Le doy un apretón y yo también sonrío. William me cae bien. No sé por qué sigue trabajando para
Lockwell. Siempre he pensado que es buena persona, pero supongo que la ambición de estar en
una de las empresas más importantes del mundo pesa más que tener principios
pri ncipios y algún po de
ideales.
—El placer es mío, William—contesto. Rodeo la mesa para sentarme en el único asiento libre, justo
al lado de Oliver. No me pasa desapercibida su mirada interrogante por la forma en la que he
saludado a William
sentándome—. antespuede
¿Alguien que a nadie más—.
ponerme Siento
al día? haberlos
Tampoco hechoun
necesito esperar
esperar,
, señores
resumen muy —comento
extenso.
—Acabo de informarle al señor Clayford que tú serás la encargada del proyecto IACox y del
exoesqueleto —contesta Oliver.
—Estoy seguro de que al señor Lockwell le agradará saber eso —comenta William.
William.
—No creo que al señor Lockwell le agrade tanto cuando sepa los cambios que pienso hacer en el
protopo —informo con una falsa sonrisa.
Siento la mano de Oliver sobre mi pierna, apretando mi rodilla, y aunque sé que lo que pretende
es adverrme y hacerme callar,
callar, no puedo evitar que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
vertebral.
Echo de menos su tacto, sus benditas manos recorriendo cada recoveco de mi cuerpo. Cabeceo y
me recompongo apartando mi pierna de su contacto.
Soy la primera en salir, así que me ahorro tener que despedirme de todos. Antes de que nadie
pueda detenerme, subo corriendo hasta mi piso y respiro profundamente.
—Más bien aburrida. Necesito un café cargado. —La cafetera se enciende de inmediato así que voy
hacia la cocina, me apoyo en la encimera y suspiro—. Recuérdame
Recuérdame qué demonios hago aquí,
Gregory —murmuro pellizcándome
pellizcándome el puente de la
l a nariz.
—Has venido a evitar que mi programa pueda ser ulizado como un arma —contesta—.
—contesta—. ¿Quieres
Alzo la mirada hacia la pantalla que hay colgada en la cocina y veo como intenta contener una
sonrisa.
—No, es un nuevo amigo, o algo así. Se llama Marcus Novak, es el neurólogo que va a trabajar en
el implante. Aprovecharé
Aprovecharé la cena para hacerle algunas preguntas que pueden serme úles
ú les para tus
modificaciones. Pide comida a algún restaurante decente.
—¿En serio? Eres un colla, Gregory. Buena forma de preguntarme si voy a acostarme con Marcus.
—Bueno, preguntarme si quiero que me compres condones no es lo que se dice muy discreto,
¿no?
—Lo haré. Disfruta de tu baño. He llenado la bañera, creo que te relajará un poco.
—Sí, por favor. —La puerta se abre y yo sonrío acercándome—. Has llegado pronto —comento.
—Sí, y obviamente no eres tú, así que lárgate —contesto yendo hacia la cocina. Escucho sus pasos
a mi espalda y resoplo—. ¿Qué quieres, Cox? —pregunto girándome con las manos en las caderas.
—Hablar congo. ¿Puedo saber a quién estás esperando? —Su gesto es inexpresivo, pero sus
zafiros están brillando con fuerza, yo diría que con rabia—. Has quedado con él, ¿verdad? ¿Vas a
rarte a Novak?
—Eso sí que ene gracia. ¿Crees que te pertenezco? ¿Por qué? ¿Porque me has echado unos
cuantos polvos? No te confundas, Cox.
Solo necesita dar un par de zancadas para tenerlo frente a mí, respirando con fuerza por la nariz y
clavando sus furiosos zafiros en mis ojos.
o jos.
—Puedes seguir fingiendo que lo nuestro fue solo sexo, Rach, pero en el fondo sabes que hubo
mucho más. —Sus manos se anclan en mi cintura y aunque intento revolverme, no me suelta.
—Joder, escuchar mi nombre en tus labios es un puto sueño —susurra acercándose aún más a mí.
—Joder,
Intento apartarme, más no puedo, me ene totalmente arrinconada contr
contraa la encimera—.
encimera—. Deja ya
de menrme a mí y a misma, Rachel
R achel —susurra enterrando
enterrando su cara en mi cuello—. Sientes por mí
mucho más de lo que estás dispuesta a admir. —Sus dientes se clavan en mi piel y siento un
calambrazo en mis extremidades.
Joder, qué bien huele. El sonido ronco de su voz tan cerca de mi oído, me enciende como una
jodida cerilla.
—Oliver —murmuro empujándole por el pecho.
Intento contenerme,
contenerme, de verdad que lo hago, sin embargo, mis manos cobran vida propia y se
deslizan por su pecho acariciando
acariciando sus músculos por encima de la camisa. Es tal y como lo
recordaba. Solo ha pasado poco más de un mes, pero parece una eternidad, una solitaria y triste
eternidad sin poder senrlo de esta forma.
—Sabes que digo la verdad, Rach —sigue susurrando mientras su lengua recorre todo mi cuello.
Antes de que pueda darme cuenta, alcanza mi trasero y lo amasa con fuerza, ra de mí hacia arriba
sentándome sobre la encimera, y se coloca entre mis piernas. Su erección roza la unión de mis
muslos. Sus movimientos son firmes, pero lentos, a cada roce la costura del vaquero se clava en mi
sexo arrancándome un gemido involuntario.
involuntario. Oliver sigue besando y mordisqueando
mordisqueando mi cuello y sus
manos ascienden hasta llegar a mis pechos.
—Oliver —gimo de nuevo. No sé exactamente qué estoy suplicando, que pare o que siga.
—Eso, vuelve a decirlo —murmura regando mi mandíbula de besos húmedos y cortos hasta llegar
a mi boca— Mírame, Rach. —Su orden es clara y directa, y yo como buen perrito que soy,
obedezco instantáneamente. El impacto que recibo al ver la forma en la que brillan sus zafiros es
algo que jamás olvidaré, por muchos años que pasen y muchas vueltas que dé la vida, esa mirada
quedará grabada en mi memoria por siempre. En sus ojos puedo descifrar el deseo, la pasión,
rabia… pero también ternura, cariño y… Se me corta la respiración.
respiración. Literalmente no respiro y tengo
la impresión de que mi corazón ha dejado de lar—. Lo sabes, ¿verdad?
¿verdad? —pregunta sin apartar la
mirada. Sus manos se deslizan hacia mis costados y los acaricia con suavidad. Me he quedado sin
voz y sin palabras. Sigo mirando sus zafiros, pensando a toda velocidad, buscando excusas. Tengo
que estar equivocada, porque si no lo estoy… Mierda—. Rachel, estás temblando —susurra—. No
es tan malo, ¿sabes? Solo enes que admirlo
a dmirlo de una vez. Al menos a misma. Yo lo he hecho, y
te juro que es la sensación más emocionante y maravillosa
maravillosa que he sendo jamás. —Niego con la
cabeza, pero sigo sin poder hablar. Quiero gritarle que se vaya porque no soporto lo que estoy
sinendo ahora mismo. Sus menras, su engaño, la forma en la que me traicionó, y ahora esto. Es
demasiado—. No me asusta decirlo, ya no. ¿Quieres escucharlo? —Mi cabeza vuelve a moverse
negando. Una de sus comisuras se alza mostrando el hoyuelo en su mejilla—. Voy a decirlo de
todos modos —susurra.
—No. —Tomo una gran bocanada de aire y cierro los ojos. No quiero seguir mirándole y
definivamente no quiero escucharle—. Oliver, vete —pido. Mi voz es un susurro casi inaudible.
—Ni en tus jodidos sueños —replica—. Rachel, abre los ojos. —Otra vez ese tono autoritario. Me
siento tentada a abrirlos, pero niego con la cabeza—. Rach, no voy a volver a decirlo. Abre. Los.
Putos. Ojos. —Niego otra vez, pero entonces siento su boca sobre la mía. Sus labios moviéndose y
como su lengua intenta colarse entre mis labios. Vale, esto está mejor. Puedo con esto, controlarlo,
llevarlo a mi terreno. Solo sexo, sin senmientos. Así es como hemos funcionado siempre.
—Oliver. —Sí, he dicho su nombre otra vez, pero esta vez sé por qué lo he hecho, porque no quiero
que se detenga.
Ya tendré empo para lamentar este error más tarde, ahora me dejo llevar abriendo la boca y
dejando que su lengua explore cada recoveco de ella. Su sabor es embriagador, dulce y picante a la
vez, tal y como lo recordaba. Soy como una marioneta en sus manos. Gira mi cabeza de un lado a
otro para profundizar el beso y sus manos recorren mi cuerpo con descaro. Las mías tampoco se
quedan quietas, una de ellas se enreda en su pelo y la otra desciende para acariciar su erección por
encima del pantalón. Oliver abandona mi boca por un segundo y gime, suss us labios se entreabren y
entonces dice algo que me deja completamente helada.
Mis ojos suben de sus labios a sus ojos. Quiero pensar que todo es imaginación mía y que no acabo
de escuchar lo que sé que acabo de escuchar. El fuego que consumía mis entrañas hace tan solo un
par de segundos se ha exnguido por completo. Ahora mismo solo quiero huir porque sus zafiros
me dicen que está siendo completamente sincero, pero sé que no puedo fiarme de ellos, y
¡maldita sea, yo quiero confiar! Por algún extraño movo deseo profundamente que sus palabras
sean reales. Porque en el fondo, muy en el fondo, sé que yo también siento lo mismo.
Capítulo 25
Oliver
Noto su indecisión. Puedo percibir la batalla que se está fraguando en su mente. Una parte de ella
quiere admir que también siente lo mismo por mí, pero la otra descona y se niega a mostrar ese
po de vulnerabilidad.
vulnerabilidad.
—Rach, no pasa nada —susurro acariciando su rostro, pero ella huye de mi contacto. Frunzo el
ceño y la retengo—. No te atrevas a hacerlo. ¿Me escuchas? Ni se te ocurra, Rachel —ordeno.
Eso era justo lo que no quería que hiciese. Niego con la cabeza y busco su mirada. Quizás aún
pueda convencerla.
—Por favor, mírame —mi tono se suaviza e intento mantener el control. Si fuese por mí, ya les
hubiese arrancado la ropa a bocados y demostrado lo buenos que somos juntos, pero me he
promedo tener paciencia—. Rach, sé que estás asustada y que una parte de ni siquiera me cree.
He sido un capullo congo y te juro que no hay un solo segundo en el que no me arrepienta de
haber hecho lo que hice. En el mismo momento en el que te perdí, me di cuenta de que no podía
vivir sin . Tienes que creerme.
—¿Me perdiste? —Su cara se gira hacia mí, pero no me mira, al menos no a los ojos—. Tú nunca
me tuviste, Cox. ¿Cómo demonios ibas a poder perderme? ¡Aparta, joder! —Con un nuevo
empujón consigue alejarme unos cenmetros,
cenmetros, lo suficiente para que ella se pueda bajar de la
encimera de un salto.
Resoplo y me paso la mano por el pelo. Creo que he perdido mi oportunidad. La miro sin saber qué
más decir. Tiene el pelo revuelto y los labios hinchados por mis besos. Joder, es terriblemente
preciosa, y la deseo tanto que duele.
—Rachel, si me dejas… —El sonido del mbre me interrumpe. Veo que respira profundamen
profundamente
te y va
hacia la puerta—. ¿Es él? —siseo—. Como se te ocurra abrir esa puerta…
—¡¿Qué?! —Se gira hacia mí con los brazos en jarras y me envía una mirada asesina—. ¿Qué vas a
hacer si abro la puerta?
—Rachel, no te atrevas. Estamos hablando. ¡Acabo de decirte que te quiero, joder! ¡¿De verdad
vas a pasar la noche con ese po después de esto?! —Se encoge de hombros, y sin dignarse en
contestarme
contesta rme vuelve a girarse y abre la puerta.
Cierro los ojos y la estrangulo en mi mente. En serio, es capaz de sacarme de mis casillas. Cuando
vuelvo a abrirlos, el puto Marcus Novak me está mirando sorprendido.
—No interrumpes nada, Marcus —dice Rachel agarrando su brazo y rando de él para meterlo en
el apartamento—. El señor Cox vino a traerme unos informes, pero ya se iba. ¿Verdad,
¿Verdad, señor Cox?
—Una de sus cejas se alza en mi dirección.
—En realidad, creo que aún tenemos un tema pendiente, señorita Taylor —siseo.
Como me eche de nuevo, la mato, juro que la estrangulo con mis propias manos.
—Nada que no podamos resolver en horario de oficina —señala abriendo la puerta de par en par.
par.
Resoplo y camino hacia ella. No voy a irme sin más para dejarle el puto camino libre a Novak. No
puedo. Ni siquiera soy capaz de imaginarla con él, besándolo o… Mierda.
—¿Puedes hacer el favor de comportarte como una adulta? —pregunto al llegar a su lado. Me
lanza cuchillos con la mirada, pero yo lo ignoro deliberadamente.
deliberadamente. Me acerco aún más y tras colocar
mis manos en su cintura, me agacho levemente y deposito un beso en su comisura—.
comisura—. Piensa bien
lo que vas a hacer, Rach —susurro cerca de su oído—. Si lo que buscas es hacerme daño, ya lo has
conseguido, pero no cometas el error de acostarte con él por cabezonería.
Escucho un carraspeo a mi espalda. Es Novak y sé que ha escuchado lo que he dicho. Esa era la
idea. Llámalo marcar territorio o trazar limites, pero quiero que sepa que Rachel es mía.
—Está bien. Te veo mañana. —Miro hacia Novak y frunzo el ceño—. Más te vale portarte bien con
mi chica, muchacho. Como le pongas un solo dedo encima, te quedarás sin él, y sin los otros nueve
también.
—¡Oliver! —exclama
—exclama Rachel rando de mi brazo para sacarme del apartamento.
a partamento.
—Vale, vale. —Alzo las manos en son de paz y sonrío por dentro. Aunque mis labios no se muevan,
ella sabe que estoy sonriendo,
sonriendo, lo percibe. Soy incapaz de ocultarle ninguno de mis senmientos—.
Tú también pórtate bien. —Sin que se lo espere, la beso rápidamente, un beso corto y robado,
pero que sabe a gloria—. Buenas noches —murmuro saliendo del apartamento.
Escucho un portazo a mi espalda y sonrío. No va a ser capaz de acostarse con él después de esto,
espero. Mi sonrisa se esfuma y frunzo el ceño. ¿Sería capaz? Joder, es cabezota, pero, ¿tanto como
para rárselo solo por llevarme la contraria? ¡Mierda! Resoplo de nuevo y llamo el ascensor, pero
antes de que llegue voy hacia el acceso de las escaleras y me siento en uno de los escalones. Creo
que esta noche va a ser muy larga.
Rachel
—Creo que he llegado en mal momento. No tenía ni idea de que el señor Cox y tú…
—Eso no es lo que me ha parecido. Oye, Rachel, me gustas, eres una mujer preciosa y muy
diverda, pero no quiero ser el tercero en discordia. Está claro que entre el señor Cox y tú hay algo
y no me gustaría meterme ahí, entre otras cosas porque
porque él es el que firma mi nómina.
—Lo sé, y lo siento, de verdad. No quise meterte en un problema. Te prometo que Cox no va a
hacer nada en tu contra. —Me acerco a él y señalo el sofá para que tome asiento. Tras instalarnos,
sigo hablando—. Hubo algo entre él y yo, pero se acabó. Te voy a ser sincera, ni siquiera sé por qué
te invité hoy a cenar. Supongo que solo busco algo de compañía.
—En realidad, yo te invité primero —señala sonriendo—. Y si estoy aquí para hacerte compañía, a
cambio quiero que me alimentes. Estoy hambriento.
Pasamos una velada agradable. No me equivoqué con Marcus, es un hombre sencillo y muy
abierto, todo lo contrario, a Oliver. Me habla sin tapujos de su familia y amigos, y en lo que le
movó a estudiar medicina, una de sus grandes pasiones jun junto
to a las motos. Me resulta fácil hablar
con él, pero no termino de fiarme del todo. Supongo que eso ya es algo que está grabado a fuego
en mi ADN, y más después de lo que pasó con Oliver.
Estoy a punto de salir de casa, abro la puerta y me sorprendo al ver a la hermana de Oliver al otro
lado, con la mano alzada, como si estuviese a punto de llamar.
—Sí que lo ene, muchos nombres. Bajeza, traición, perrada, robo… Puedo seguir así durante
horas.
—Estoy totalmente de acuerdo congo. Se comportaron como dos desgraciados y enendo que
ahora no tengas ganas de estar aquí, en Cox Tech. Apuesto a que mi hermano casi te obligó a venir.
—Así es, pero no enendo qué es lo que ganas tú viniendo a verme —señalo.
—Solo quería disculparme. Te juro que yo no sabía nada de lo que planeaban. Cuando lo supe tuve
ganas de asesinarlos con mis propias manos. Están arrependos o eso dicen. Sé que Oliver intenta
ganarse tu perdón y Paul… —resopla y se echa la melena hacia un lado—. Mi querido maridito está
disfrutando de una buena temporada durmiendo en el sofá. Mi hermano le ha prohibido que se
acerque a , pero si pudiese hacerlo, se disculparía congo.
—Las disculpas no resuelven nada, Loren. Lo cierto es que, gracias a esos dos imbéciles, mi trabajo,
todo mi esfuerzo, está cerca de converrse en potenciales armas muy ofensivas. Si estoy aquí
ahora mismo, es única y exclusivamente
exclusivamente para evitar que eso ocurra. No me importan las disculpas
ni retomar anguas amistades. Tal vez tú no tengas nada que ver con esto, pero no me o de , al
igual que de nadie en este lugar.
—Sí, Oli me ha hablado de tus problemas de confianza en el ser humano. Tal vez yo
yo pueda
ayudarte con eso. Verás, soy terapeuta y…
—No tanto. Solo creo que quizá si hablas conmigo puedas senrte mejor.
—¿De verdad crees que Oliver va a permir que te vayas? Eres una ilusa, Rachel. Él es aún más
cabezota que yo. Vas
Vas a sufrir acoso por mi parte. No creas que te vas a librar de mí con tanta
facilidad,
le pone laspero
cosaslo suyo será
fáciles, acosoque
alguien y derribo. Por primeraque
le ha demostrado vez la
havida
encontrado a una
no es solo persona
trabajar paraque noa
llegar
lo más alto, y no va a dejarte escapar. —Me quedo totalmente muda. Ni siquiera sé qué pensar—.
Sinceramente,
Sinceramen te, espero mucho de él porque sé que eres la persona indicada para mi hermano.
Nunca lo había visto tan a gusto con una mujer. Bueno… En realidad, nunca lo había visto con
ninguna mujer. Tú fuiste la primera a la que trajo a casa, y justo en ese momento supe que eras
especial. Es un capullo, eso no te lo niego, pero está loco por .
—Vale, todo eso que acabas de decir… No ene ningún sendo. Oliver solo se aprovechó de la
—Vale,
situación. Se acercó a mí para robarme, nada más.
—Ajá —sonríe alzando una ceja—. Tú sigue pensando eso. El empo me dará la razón.
—Oye, Loren, me encantaría seguir charlando congo, pero tengo que trabajar.
—Sí, está bien. Te llamo luego y comemos juntas, ¿te parece?
—No acepto un no por respuesta. Ya te dije que no vas a librarte de mí. Además, necesito contarle
a alguien las maldades que le estoy haciendo a mi marido. ¿No te apetece escuchar lo mal que lo
está pasando Paul? —Casi suelto una carcajada al ver su sonrisa maliciosa. Esta mujer es un peligro
con piernas—. Te llamo y me coges el teléfono, ¿entendido? —Se acerca a mí y me abraza
brevemente—. No es una sugerencia, Rachel. Si no me contestas, vendré a buscarte y te obligaré.
—¿Todos los Cox sois tan mandones? —pregunto reteniendo una sonrisa.
—Nos viene de familia —contesta encogiéndose de hombros—. Tendrías que ver cómo le gusta
mandar a mamá. Es una rana. —Sonrío negando con la cabeza y Loren se despide con la mano
antes de marcharse del apartamento.
Una vez sola, suspiro en alto. Si estaba confusa, ahora sí que estoy completamente perdida. Loren
es un amor y de verdad me gustaría creer lo que dice. Bueno, todo menos lo de los supuestos
senmientos de Oliver hacia mí. Eso sí que es algo completamente
completamente surrealista.
∞∞∞
Loren cumplió su amenaza ese día y también los siguientes. Hemos comido juntas, salido de
compras y ella ha podido despotricar de su marido
mar ido a gusto en mi presencia. Finalmente
Finalmente,, empiezo a
creer que ella no tuvo nada que ver con lo que pasó, sobre todo después de lo que pasó hace una
semana. Cuando llegamos de comer en un restaurante cercano, nos encontramos con Paul en el
vesbulo y ella práccamente lo obligó a pedirme disculpas. Después de eso, simplemente le
ordeno que recogiera al pequeño Ma de la guardería y se fue sin despedirse de él y con la cabeza
bien alta. Estuve a punto de darle un abrazo de consuelo a Paul al ver su carita de pena por
quedarse con la palabra en la boca.
En estas dos semanas también me he dado cuenta de que come un error juzgando a Damon y a
Shana. Ellos se han comportado conmigo como verdaderos
verdaderos amigos, pero, sinceramente, no he
tenido el valor de disculparme. Con Oliver… Bueno, él es un tema aparte. Básicamente lo he
ignorado ytodo
llamadas lo posible.
tampoco Cada
le abro vez que
la puerta él entra
cuando en algún
viene lugar, yo salgo.
lugar,
al apartamento, queNo aendo
es casi ninguna
todas de sus
las noches. Si
algo tengo que decir del señor Cox, es que su insistencia es digna de admiración.
No es que esté huyendo de él… Bueno, sí, lo estoy haciendo, es que no quiero volver a escuchar
sus estupideces. Tal vez me esté comportando como una niña, pero qué demonios, tengo derecho
a hacerlo. Lo que no es lógico es que venga hablándome de senmientos tras lo que se atrevió a
hacerme.
—¿Te gusta más este? —Alzo el trozo de látex hacia la pantalla para que Gregory pueda verlo.
Hace unos días llegaron los materiales que pedimos para poder crear su cuerpo. También
También he
estado trabajando en el implante. Incluso lo hablé con Marcus y él me está ayudando a adaptarlo.
Me costó confiarle mi trabajo y aún tengo miedo de que me falle como lo hizo Cox, aunque hasta
ahora me ha demostrado
demostrado que es una buena persona y muy profesional.
profesional. Hemos cenado juntos un
par de veces más y mañana hemos quedado para salir a bailar.
bailar. Aparte de eso, nuestra relación es
platónica por completo. Él no ha dado ningún paso en otra dirección, y yo tampoco. Quizá sea
mejor así. Ya tengo suficientes complicaciones con cierto hombre inexpresivo como para meterme
en más líos.
Cojo la otra muestra y la alzo. Es extraño tener un pene de látex en la mano, no obstante, me niego
a crearle un cuerpo eunuco. No creo que vaya a ulizar esa parte de su anatomía nunca, sin
embargo, al menos la tendrá.
Sigo dándole vueltas al pene en mi mano, mostrándole todos los ángulos a Gregory para que
pueda escoger uno.
—¿Interrumpo algo? —pregunta con su tono serio habitual, pero sus zafiros ríen maliciosamente.
—Nada que te importe —contesto—. Vete de aquí. Tienes la entrada a esta estancia rotundamente
prohibida. —Me giro de nuevo hacia la pantalla—. Entonces, ¿te quedas con este?
—No lo sé. —Gregory hace una mueca—. Creo que quiero uno como el del señor Cox.
Contengo una carcajada y cojo otra de las muestras, el más pequeño de todos.
—¿Estás seguro? —Miro hacia Oliver, directamente a su entrepierna y vuelvo a girarme hacia la
pantalla—. Sería algo así, y creo que tú te mereces algo más, Gregory.
—¿Has dicho Gregory? —Oliver camina hacia el centro del taller mirando fijamente la pantalla—.
Le estás dando forma sica —murmura alucinado. Entonce
Entoncess se gira hacia mí y entrecierra los ojos
mirando las muestras—. ¿Quieres crearle un cuerpo? —inquiere.
La pantalla se apaga de inmediato y empiezo a guardar las muestras en una caja. Manos, pies,
penes, traseros… todo fabricado en látex de la mejor calidad.
—¿Por qué has hecho eso? ¿Crees que voy a robarte la idea o algo así?
—Me parece genial lo que estás haciendo y te aseguro que no voy a robarte nada, Rach. Ya he
aprendido la lección. Ahora lo que intento es reparar mis errores, no cometer otros.
—Me alegro por . —Me giro y cruzo mis brazos sobre el pecho mirándolo fijamente
fijamente—.
—. ¿Has
venido hasta aquí para decirme eso o quieres algo más?
Avanza un par de pasos en mi dirección y frunzo el ceño.
—He venido hoy, igual que ayer, anteayer y todos los días desde hace dos semanas. La pregunta es,
¿vas a dejar ya de evitarme?
—Yo no te evito —miento—. Solo intento no cruzarme congo. Ya sabes, por eso de las náuseas
que me entran al verte. —Con una sonrisa falsa me acerco a él y sujeto una de las solapas de su
chaqueta con mis dedos—. No quisiera mancharte tu bonito traje. Tiene pinta de ser muy caro.
—Lo es —susurra clavando sus zafiros en mis ojos. “Vale, Rachel, ese ha sido un mal movimiento.
Retrocede inmediatamente”. Intento apartar mi mano, no obstante, sus dedos rodean mi muñeca
impidiendo mi rerada—. Adelante, te permito que lo hagas pedazos si quieres, pero deja ya de
darme esquinazo. Tenemos cosas importantes de las que hablar.
—Yo no tengo nada que hablar congo —replico rando de mi mano, aunque obviamente él no
me suelta. Al contrario,
contrario, con un solo rón consigue acercarme más—. Suéltame —siseo.
—Voy a dejarte bien claro lo que siento por , Rach —susurra contra mis labios justo antes de
No soy colla, pero algo me lleva a mirar la pantalla de su teléfono. Melisa, es ella quien lo llama.
—No, por favor, no me des explicaciones. No las quiero, ni las necesito. Ahora lárgate.
—Rachel, ella no es mi novia. Tuvimos una especie de relación que se terminó el día que tú
entraste en mi vida. Te prometo que no he estado con nadie desde que te conocí.
—Repito, no me debes explicaciones. Además, lo enendo perfectamente. Lo vuestro fue algo así
como lo que tuvimos nosotros. Solo sexo sin compromiso.
—Ni siquiera se te ocurra compararlo. —Vuelve a resoplar y empieza a caminar por la habitación
de un lado a otro—. Lo que hay entre nosotros es verdadero. Con ella… Joder, no sé ni cómo
decirlo sin que suene mal. —Me mira y tras cerrar los ojos
o jos un par de segundos, los abre de
nuevo—. Melisa es una prostuta.
¡¿Qué?! ¡¿La Barbie es puta?! Joder, eso sí que no me lo esperaba. Un momento… ¿Se acostaba
con ella estando conmigo? Mierda, nosotros siempre lo hemos hecho
hecho sin ningún po de
protección.
—¡¿Te estuviste rando a una puta mientras te acostabas conmigo?! —Su entrecejo se arruga y
veo como sus zafiros brillan con furia contenida—. ¡No me mires así, Cox! ¡Te he hecho una jodida
pregunta! ¡Solo quiero saber si he compardo fluidos con media maldita ciudad!
—¡¿Qué jodida parte de “no he estado con nadie desde que te conocí” no has entendido, Rachel?!
—Aunque sea así. ¡Has tenido una relación asidua con una prostuta, joder!
—¿Tienes algún problema con las prostutas? —inquiere alzando una ceja.
—Oh, no. No te hagas el listo conmigo. No se trata de eso. Estoy de acuerdo en que cada una se
gane la vida como pueda y quiera, pero tengo derecho a estar preocupada por mi jodida salud.
—Tu salud no corre ningún po de peligro. Eres la única mujer con la que no he usado preservavo
—Tu
por el simple hecho de que el resto de las mujeres con las que he estado, se dedican todas a la
prostución. —Su confesión me deja completamente en blanco. ¿Solo se acuesta con putas? ¿Por
qué? ¿Tiene
¿Tiene algún po de trauma por lo de su madre? —. Ni se te ocurra decir eso en voz alta,
Rachel —advierte.
Odio cuando hace eso, leerme la mente como si me conociese de toda la vida.
—¿Tienes algún problema con salir por ahí a ligar, Cox? Ya sabes, vas a un pub o una discoteca e
invitas a una copa a alguna mujer que te agrade. Eso es lo que hacen los hombres normales.
—Yo no soy un hombre normal —afirma sin mover un gesto—. Ya te lo he dicho con anterioridad,
no tengo empo para seducir a una mujer. Las copas, las citas… Todo eso requiere mucho empo,
yo me lo salto. Pago por lo que realmente me interesa
interesa y me evito problemas. Conocí
Conocí a Melisa de
ese modo. Tras unos cuantos encuentros pactados decidí hacer un acuerdo con ella. Le compré un
apartamento, le doy una mensualidad, y ella solo trabaja para mí.
—Te has comprado una puta —murmuro alucinada.
—Sí, si quieres verlo de ese modo. Ya le he informado del cese de nuestro acuerdo, aunque parece
que no he sido lo suficientemente claro. Te aseguro que le pondré remedio cuanto antes.
—¿Seguiste pagando su mensualidad? —Vuelve a asenr—. Ahí está la confusión, Cox. Si no vas a
seguir usando los servicios de una prostuta, no deberías seguir pagándole.
—Le pondré remedio —afirma. Respira profundamente y vuelve a acercarse a mí—. Ahora me
encantaría seguir justo donde lo dejamos, sin embargo, mi visita no es solo para eso. Tenemos una
reunión con Lockwell Aeronaucs en… —mira su reloj y chasquea la lengua—, hace cinco minutos.
Tenemos que irnos.
Sexo diverdo. ¡No! Reunión aburrida. Eso es. Tengo que tener claras mis prioridades. Tras echarle
un úlmo vistazo, me doy media vuelta y camino hacia la salida.
Escucho su risa a mi espalda y me siento tentada a girarme para ver esos preciosos hoyuelos que
aparecen en sus mejillas cada vez que ríe, mas no lo hago. Tengo que mantenerme firme, y esta
vez de verdad.
Mientras bajamos las escaleras, puedo escuchar cómo se queja en susurros. No le gustan las
escaleras. Pues que se joda, yo no le he pedido que me acompañe. Sin que Shana me diga nada
voy directamente hacia la sala de juntas y abro la puerta sin llamar. Pongo en mi rostro la mejor
sonrisa falsa que puedo fabricar y alzo la mirada.
Me quedo paralizada. No ha cambiado nada a pesar de los seis años que han pasado desde la
úlma vez que nos vimos. Oliver choca contra mí por mi repenno frenazo,
frenazo, y ni siquiera siento
siento el
golpe. No puedo apartar mi mirada de esos ojos que tan bien conozc
conozco.
o. Lo veo caminar hacia mí
con su andar elegante de hombre todopoderoso. Siento
Siento a Oliver a mi lado, exende su mano y él la
recibe.
—Yaa nos conocemos —susurra Lockwell sin apartar su mirada de la mía—. Hola, Rachel,
—Y R achel, ¿cómo
estás?
Carraspeo y me enderezo. No puedo mostrar debilidad ante él. Aunque tenga ganas de gritar, llorar
y largarme de aquí para encerrarme hasta que vuelva a largarse al jodido agujero de donde salió,
no puedo hacerlo, porque eso sería una muestra de cobardía, y yo no soy una cobarde.
Capítulo 26
Rachel
Tras el momento de estupor generalizado, tomamos asiento alrededor de la mesa ovalada. Oliver
no ha dicho ni una sola palabra. Supongo que la impresión de saber que soy hija del mismísimo
Barón Hayden Lockwell lo ha dejado en blanco.
—Nunca imaginé que Rachel fuese hija suya, Barón —dice Paul ganándose una mirada fulminante
por mi parte.
—Ya ve, señor Summers, a veces los hijos terminan haciendo cosas inesperadas. Y aquí estoy yo,
comprando los protopos que diseña y crea mi propia hija. —Mi padre se pasa los dedos por su
perilla blanca y sonríe levemen
levemente—.
te—. En realidad, Rachel
R achel ene su puesto asegurado en Lockwell
Aeronaucs. Es una Lockwell, al igual que su hermano.
—Por supuesto —dice Oliver tras carraspear—. Señor Lockwell, como ya sabrá, vamos a hacer
algunas modificaciones en IACox y el exoesqueleto antes de entregárselos.
—Eso espero. —Mi padre se ajusta los gemelos de oro de las mangas dentro de su chaqueta azul
marino—. He escuchado que mi hija ha conseguido ir mucho más allá con el protopo. ¿Un cuerpo
Miro directamente a Oliver y este niega con la cabeza. Está tan confundido como yo. ¿Cómo es
posible que mi padre se haya enterado de lo que estoy haciendo con Gregory? Dirijo mi mirada
hacia él y veo como mira hacia Marcus y le sonríe.
Ha sido él. ¿Trabaja para mi padre? ¡¿Cómo he podido ser tan estúpida?! ¡¿Es que no hay nadie en
quien pueda confiar?!
—¡Y una mierda! —Me levanto de golpe provocando que la silla caiga hacia atrás y clavo mis ojos
en los suyos—. ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Qué ganas con venir aquí a hosgarme?! ¡¿Qué quieres de
mí, padre?!
—Quiero que te sientes y te comportes como una Lockwell. Tu hermano y tú habéis recibido una
educación y…
—¡Deja de mencionar a Josh de una puta vez! —grito golpeando la mesa con el puño—. ¡¿Por qué
sigues hablando de él como si estuviese a punto de venir?! ¡No se ha ido de vacaciones, papá!
¡Maldita sea, está muerto!
Su pregunta maliciosa me sienta como un puñetazo en el estómago. Noto a Oliver de pie a mi lado
y el tacto de su mano en la parte baja de mi espalda. Joder, ahora mismo solo quiero retroceder en
el empo unos minutos y volver al apartamento con él. Cualq
Cualquier
uier cosa es mejor que estar viviendo
esto.
—Dilo, vamos —le increpo—. Es culpa mía, ¿verdad? Tu adorado hijo está muerto porque la
irresponsable y rebelde de su hermana lo mató.
—¿Y si no lo hago? ¿Qué vas a hacer, quitarme la paga? ¿Vas a desheredarme? Oh, no, que eso ya
lo has hecho. Te aseguro que no hay nada más que puedas hacer que vaya a afectarme. —Rodeo la
mesa bajo la mirada estupefacta de todos los demás y encaro a mi padre. No le tengo miedo—. Y
enes razón, yo maté a Josh. No hace falta que me culpes por ello porque yo misma lo hago. Te
aseguro que si pudiese cambiarme por él lo haría sin dudar ni un segundo. Te devolv
devolvería
ería a tu hijo
predilecto y ocuparía su lugar en el maldito infierno.
Lo veo levant
l evantarse
arse con el ceño fruncido
fr uncido y se abrocha la chaqueta como si yo no estuviese justo
frente a él con unas ganas terribles de saltarle a la yugular.
—Rachel, creo que debes rerarte ya —señala sin inmutarse—. Estás dando un espectáculo
deplorable.
—¿Deplorable? Uy, papá, lo siento mucho —digo en tono sarcásco—. Bueno, no, en realidad no
siento una puta mierda. Si lo que estabas buscando al enviar a uno de tus
t us perritos falderos —
señalo a Marcus con el dedo y veo como Oliver lo mira fijamente. Sus zafiros
zafiros brillan con fuerza de
pura rabia. Estoy segura de que ahora mismo está planeando la forma de cargárselo—, era que yo
volviese a casa con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas, puedes irte por donde has venido.
Hace mucho empo que dejó de importarme lo que piensas y si tengo o no tu aprobación.
—Rerate —ordena apretando los dientes.
Instalo una sonrisa falsa en mi rostro y me agacho levemente haciéndole una reverencia.
—Como usted mande, Barón. —Camino a toda prisa hacia la puerta, pero antes de salir vuelvo a
girarme—. Por cierto, que te jodan, papá. —Salgo de la sala y cierro la puerta con un golpe que
resuena en toda la planta.
Shana me mira asustada cuando paso frente a ella, sin embargo, no me detengo. Subo las
escaleras corriendo y cuando finalmente entro en el apartamento, siento que me falta el aire.
Estoy llorando de rabia y frustración, pero también por el peso de los recuerdos, por la culpa que
siento cada vez que mi padre me mira como lo que soy, la persona que le arrebató a su hijo.
—Rachel, ¿estás bien? —pregunta Gregory. No contesto, no puedo. La opresión que siento en el
pecho apenas me deja respirar. Todos los recuerdos de esa maldita noche acuden a mi mente en
tropel, como una maldita película de terror de la que soy incapaz de salir—. ¿Quieres que llame a
alguien? Puedo prepararte una ducha o…
Intento coger aire con fuerza. Necesito una distracción. Tengo que dejar de pensar en ello antes de
que sufra una crisis
cr isis y termine vomitando o desmayándome.
desmayándome.
Oliver
Hace tres días que no sé nada de Rachel. Tras la atropellada reunión no pude ir tras ella porque
estaba demasiado ocupado conteniendo
conteniendo mis propias ganas de matar a su padre y al capullo de
Novak. Ni siquiera hizo falta echarlo, él mismo se fue con su verdadero jefe. ¿Cómo es posible que
no me diera cuenta de que trabajaba para Lockwell?
cosas se ponen feas, y ahora puedo entender un poco mejor por qué lo hace. Con el padre que
ene no me extraña tanto su comportamiento. Y lo de su hermano… Joder, estoy seguro de que
murió en el mismo accidente
accidente en el que ella resultó herida en el muslo. Se culpa por ello, y por lo
visto el maldito cabronazo de Lockwell también lo hace.
Bufo y me echo hacia atrás en la silla. Llevo toda la mañana encerrado en el despacho y no he
avanzado nada. Soy incapaz de concentrarme en el trabajo. Me siento frustrado por no poder
ayudarla, porque no me deje hacerlo, pero también agotado. No puedo dormir. Me paso las
noches sentado frente a su puerta con la esperanza de que la abra y por obra
o bra de algún milagro,
decida dejarme entrar.
Por Dios santo, ene que estar destrozada. Primero la traiciono yo y ahora Novak. Es lógico que no
cone en nadie si cada persona que se acerca a ella termina lasmándola.
—¿Rachel? —Mi voz suena ansiosa y no me importa. Solo necesito saber que está bien.
—Eh… Aún no, pero… —suspira. Él también parece preocupado. ¿Cómo es posible? Es una
máquina, aunque parece que realmente tenga senmientos—. Señor Cox, le agradecería que
viniese al apartamento. No quiero preocuparlo, pero Rachel no está
e stá bien.
—¿Qué ha pasado? —pregunto saliendo del despacho con el teléfono en la oreja. Voy
directamente hacia las escaleras y empiezo a subirlas de dos en dos—. ¡¿Qué le ha pasado a
Rachel?!
—Ella… Lleva varios días encerrada en el taller. No sé qué sucedió en la reunión, pero algo le pasa.
—Has hecho bien en llamarme. —Salgo de la zona de acceso a las escaleras y camino hacia la
puerta—. Ábreme, Gregory.
El taller está hecho un desastre. Hay un montón de tazas vacías sobre las mesas de trabajo y un
fuerte olor a cerrado.
—Izquierdo, ni siquiera lo pienses —dice Rachel
—Izquierdo, R achel sin mirarle.
El brazo robóco, que estaba a punto de alejarse de ella, vuelve a su posición sujetando un
soldador.
—¿Rachel? —mi voz queda apagada por la música. La canción In the shadows del grupo The
Rasmus suena a todo volumen—. Gregory, apaga la música —grito.
Rachel se gira de inmediato hacia mí y frunce el ceño. Está vesda con una de sus camisetas viejas
y descalza.
—No me has contestado. ¿Qué haces aquí, Cox? ¿Cómo has entrado? —repite.
—Yo lo he llamado —contesta Gregory apareciendo en la pantalla que cubre una de las paredes de
la habitación—. Lo siento, Rachel, pero estoy programado para velar por tu seguridad y protegerte,
protegerte,
incluso de misma.
—Otro traidor —murmura volviendo a centrarse en su trabajo—. Lárgate, Cox. Aquí no hay nada
que ver.
—No. Ya casi lo tengo. Necesito una batería duradera. No quiero que Gregory tenga que estar
horas cargándose. Casi lo tengo. Solo necesito un café y volveré a empezar.
—¿No crees que ya has tomado suficiente café? —Miro hacia las tazas vacías y de nuevo a ella—.
¿Has ingerido algo más que café estos tres días?
—¿Tres días? —Parece sorprendida—. ¿Han pasado tres días? —Asiento—. He estado tan ocupada
que ni cuenta me he dado.
—¿Tu casgo? ¿De qué hablas, Rach? Tú no enes que ser casgada por nada.
No la suelto. Mierda, enen que matarme antes de apartarme de ella en estos momentos. La
atraigo más hacia a mí y la abrazo soportando sus golpes e insultos. Intenta
Intenta patearme mientras
llora desconsoladamente,
desconsoladamente, pero aguanto sus embistes y sigo abrazándola con fuerza.
—Ya está —susurro besando su pelo cuando comienza a tranquilizarse—. No te va a pasar nada,
cariño.
—¿El qué? ¿El accidente? ¿Eso es lo que tanto miedo te da? ¿Es allí donde suceden tus pesadillas?
—Se aparta de mí levemente y se lo permito porque ya no forcejea. Al mirarme, veo sus mejillas
inundadas y una profunda tristeza en su mirada. Mi chica guerrera se está rindiendo, y ahora
mismo me encantaría que siguiese golpeándome solo por no verla de esta forma. Tiro de una silla
y la insto a sentarse—.
s entarse—. Cuéntame
Cuéntame qué sucede en tus pesadillas, Rach. ¿Es por Josh?
—Cállate —susurra tapándose la cara con las manos—. TTúú eres como ellos, como todos los demás.
La única persona que jamás me habría traicionado es mi hermano, y está muerto por mi culpa.
—Mientes —susurra sin dejar de mirarme a los ojos—. Yo no merezco que nadie me quiera.
confiar en la persona equivocada. Y no aprendo, joder. Sigo comeendo los mismos errores una y
otra vez.
—Haz la prueba. Solo inténtalo, por favor. —Mi tono es una súplica, y parece surr efecto.
de nuestro padre. Siempre lo presionaba para que fuese el mejor, el más listo, el futuro heredero y
presidente de Lockwell Aeronaucs.
Aeronaucs. Ese mismo día descubrí que mi hermano odiaba su vida y que
nunca había dicho nada por protegerme a mí. Ya estaba harto y dispuesto a terminar con todo.
—No conocí a tu hermano, pero ya me cae bien —susurro sonriendo levemente para infundirle
ánimos.
Entrelazo mis dedos con los suyos y le hago un gesto para que connúe.
—En esos momentos yo salía con un chico, Clay. Era mi primer novio formal. Llevábamos juntos un
año y estaba loca por él.
—A Josh tampoco. —Una sonrisa triste ra de sus labios al recordar a su hermano. Suspira y mira
hacia nuestras manos unidas—. Salimos a cenar los tres y después a una fiesta. La cosa se estaba
descontrolando y Clay y Josh habían bebido demasiado. Yo también bebí, aunque no tanto.
Intentamos llamar un taxi, y no conseguimos que vinieran a buscarnos. Clay empezó a
impacientarse. Su padre era un hombre muy poderoso e importante, no tanto como el mío, claro,
pero ejercía mucha presión sobre su hijo. Clay tenía pánico a que ssu
u padre se enterase de que
usaba la universidad como vía de escape yendo de fiesta en fiesta en vez de estar clavando los
codos día y noche. Como no conseguimos taxi, decidí conducir yo. —Respira profundamente y
siento su mano temblar bajo la mía.
—Tranquila,
—Tranquila, no pasa nada, Rach —susurro.
—Sí pasó algo —dice empezando a llorar de nuevo—. Estaba distraída. Los tres cantábamos y
reíamos y yo… Joder, no vi el puto coche que se meó en nuestro carril. Te juro que intenté
evitarlo. Solo reaccioné en milésimas de segundo. Di un volantazo y salimos de la carretera. El
coche empezó a dar vueltas hasta que se estampó contra un árbol. Cuando desperté, Josh estaba a
mi lado, tenía los ojos abiertos, pero no respondía. —Su respiración se agita y sigue lllorando
lorando con
Ahora enendo por qué siente pánico al estar en lugares cerrados. Tuvo que vivir un infierno en
ese lugar, atrapada con su hermano muerto y sin poder moverse.
—Eso es lo que veo cada vez que cierro los ojos, Oliver. Por eso no quiero ni puedo dormir. En mis
pesadillas sigo viendo a Josh a mi lado, mirándome fijamen
fijamentete sin verme, mientras las horas pasan y
pasan, sin saber si alguien finalmente nos encontrará o yo también moriré atrapada en ese coche.
—Sí la tuve. Yo confié en Clay. A Josh ni siquiera le gustaba, aunque lo aceptaba por mí, para verme
feliz —resopla y se levanta de golpe sorprendiéndome.
sorprendiéndome.
Intento buscar su mirada, pero ella parece no poder enfocarla hacia ningún lado en concreto.
—Es lógico. Llevas demasiado empo sin comer ni dormir. Tu cuerpo está llegando a su límite. Te
prepararé algo de comer y… —De pronto veo como rueda los ojos y su cuerpo se desploma.
Capítulo 27
Rachel
Me despierto sudando y con la garganta irritada. Alguien me zarandea, pero no soy capaz de abrir
los ojos. Tengo nauseas. Ese olor tan desagradable está medo en mi garganta y mi nariz.
—Ni lo sueñes —replica Oliver pasando una toalla mojada por mi frente—. ¿Te encuentras mejor?
—Asiento e intento levantarme. Antes de que pueda hacerlo, vuelve a alzarme en brazos y me
sienta sobre el mueble del lavamanos.
Finalmente abro los ojos y lo miro. Solo lleva puesto unos calzoncillos
calzoncillos ajustados. Moja la toalla de
—Sí, y me has dado un susto de muerte. He llamado un médico mientras estabas inconsciente. —
Señala mi brazo y compruebo que tengo un pequeño apósito en la parte interior del codo. Hago
una mueca y Oliver frunce el ceño—. ¿Algo que objetar?
—El doctor te administró un sedante cuando le expliqué la situación. Dijo que lo que necesitabas
era descansar y al despertar, alimentarte bien. Y eso es precisamente lo que vas a hacer. ¿Crees
que puedes desayunar?
—No estoy muy segura. Dame unos minutos —susurro—. ¿Qué más dijo el doctor?
—Nada. Solo que tu cuerpo ya no aguantó tanta presión y caíste de puro agotamiento. También te
hizo un análisis y algunas pruebas. Quedó en llamar cuando tenga los resultados.
—¿Qué haces tú aquí? —Le miro de arriba abajo y alzo una ceja—. ¿Tienes
¿Tienes calor?
—No mucho, pero me puse cómodo para dormir. Aunque con tus ronquidos no pude hacerlo
demasiado.
Una de sus
s us comisuras se alza y sonrío levemente.
—Puedo —contesto.
Me pongo de pie y dejo que me guie hasta la ducha. El agua caliente me sienta bien, y por alguna
razón, no me sorprende verlo quitarse los calzoncillos
calzoncillos y entrar conmigo. Pasamos más de media
hora bajo el agua, en silencio. Oliver
Oliver enjabona mi cuerpo con mimo y ternura, e incluso me lava el
pelo.
Me siento rara dejando que alguien me trate así. Estoy acostumbrada a hacerlo todo por mí
misma.
—Era de mi hermano —susurro tras ponerme la camiseta. Oliver termina de subirse el pantalón de
algodón y me mira—. Las camisetas que uso para dormir eran todas de Josh. Al principio las usaba
porque olían a él, y después me acostumbré a ellas.
No sé por qué le estoy diciendo esto, y es que de alguna forma me siento liberada tras haberle
contado todo mi pasado. Es como si me librara de una gran carga al comparrla
comparr la con alguien más.
—Te quedan muy sexis —comenta alzando una de sus comisuras—. ¿Huevos y zumo de naranja?
—Y café —añado.
—¿Qué le pasó a Clay? —pregunta tras un rato de silencio. Está baendo los huevos y me mira de
reojo.
—El Barón se encargó de que lo meeran en la cárcel por un delito de omisión de socorro, aunque
supongo que a estas alturas ya estará de nuevo en libertad.
—Me alegro. Así podré buscarlo y parrle la cara —comenta con su gesto inexpresivo habitual.
La cafetera se enciende de inmediato y Oliver empieza a reparr la comida en dos platos. También
ha exprimido naranjas, así que me ende un vaso lleno de zumo.
—Está delicioso —susurro tras beber medio vaso de un trago. Tras poner los platos sobre la barra,
Oliver toma asiento a mi lado y empieza a comer. Clavo mi tenedor en los jugosos huevos y me lo
llevo a la boca. Está muy bueno, pero tengo el estómago cerrado y casi no puedo tragar—. Gracias
por venir —susurro sin pensar dándole vueltas a la comida con el tenedor.
—Lo enendo, y enes razones para pensar de ese modo. Sé que me va a costar sangre, sudor y
lágrimas que vuelvas a confiar en mí, solo te pido que me dejes intentarlo. No huyas de mí, Rach,
eso es todo lo que quiero.
¿Que no huya? Ahora mismo no tengo fuerzas ni para volver a la cama, mucho menos para salir
corriendo. Aunque ganas no me faltan. Sé que no puedo dejarlo entrar de nuevo o terminaré con
el corazón roto. Siempre supe que este hombre era peligroso para mí y el empo me lo ha
demostrado, no solo por su traición, sino por lo que ese hecho ha significado para mí. Y después
está el otro tema que no quiero ni detenerme a pensar. Sé que está ahí y tarde o temprano tendré
que enfrentarlo, pero
pero aún no puedo. Es ridículo, pero si no lo admito ni lo pienso, es como si no
exisera y eso me manene cuerda. Al menos medianamente cuerda.
—No. Hoy Paul se encarga de la oficina. Deja de remover los huevos y come, Rachel —ordena.
Le doy un nuevo bocado y siento como si estuviese tragando un puñado de arena húmeda. Joder,
no tengo hambre.
—El señor adicto al trabajo ene ganas de quedarse aquí con la señorita alérgica al compromiso
compromiso —
contesta siguiendo mi broma. Sujeta mi mano y acaricia el dorso con sus dedos mirándome
directamente a los ojos—. Quiero cuidar de , aunque sea solo por un día. Estoy seguro de que en
directamente
cualquier momento dejarás
dejarás de ser tan dócil y me echarás a patadas, así que tengo que aprovechar
Desconecto de su conversación
conversación y sigo removiendo la comida en mi plato de un lado a otro. Sería
muy fácil creer que realmente siente algo mí. Sus zafiros lo gritan a viva voz y su actud también,
pero
sobreyaelme he Espera…
plato. equivocado
¿Haantes
dichoy doctor?
no voy a¿Estará
cometer el mismocon
hablando error. Suspiroque
el médico y dejo
me el tenedor
atendió?
Levanto la mirada hacia él y compruebo que mis temores no son infundados. Sus zafiros brillan con
rabia y ene la mandíbula apretada como si se estuviese conteniend
conteniendo.
o.
—Sí, doctor, gracias por todo. Le llamo más tarde —comenta antes de colgar. Me mira aún con más
intensidad y yo me encojo en mi asiento. Santa mierda, ahora sí que la he cagado. ¿Por qué no
pensé en el puto médico? — ¿Tienes algo que decirme, Rachel? —pregunta. Su tono es calmado y
serio, pero sé que por dentro está hirviendo de furia.
—¿En serio? Acabo de hablar con el doctor Bishop, fue el médico que te atendió ayer. Resulta que
ya ene los resultados de tus análisis y son muy interesantes.
interesantes.
Resoplo y le doy un empujón al plato antes de intentar levantarme. Y digo intentar porque Oliver
me sujeta por el brazo deteniendo mi huida.
—Ha vuelto la guerrera, ¿no? Pues mira, me alegro, así puedo pegarle unos cuantos gritos a gusto.
—¿Gritar tú? —sonrío falsamente y niego con la cabeza—. Tal vez el día que te saques el palo del
culo y te comportes como alguien con sangre en las venas.
—¡Maldita sea, Rachel! —grita sorprendiéndome. Nunca lo he visto tan cabreado—. ¡¿Creíste
¡¿Creíste que
podrías ocultármelo toda la puta vida?! ¡Estás embarazada,
embarazada, joder! Y ni siquiera has tenido el
detalle de decírmelo.
—¡Yo no tengo que decirte una mierda! —Me suelto de su agarre con un rón y finalmente me
levanto—. ¡Es mi jodido problema, no el tuyo!
—¡¿Que no es mi problema?! ¡¿Qué demonios estás insinuando?! ¡Si lo que intentas es engañarme
diciendo que ese bebé no es mío, ya puedes dejarlo! Estás embarazada de seis semanas.
—¡No hace falta que me lo digas, ya lo sabía! —replico cruzándome de brazos—. Y no pretendo
engañarte. Esto es algo que ninguno de los dos quería. Yo tuve la culpa y me haré cargo de la
situación.
—¿Pero ¿qué…? —Se levanta de un salto y empieza a bufar como un toro mientras camina de un
lado a otro de la cocina. Definivamente
Definivamente el palo en el culo del señor Cox se ha volalizado en
—De eso hace un mes y medio. ¿Me estás diciendo que no has encontrado un momento en todo
ese empo para decirme que vas a tener un hijo mío? —Entrecierra los ojos y me mira fijamente—
. No pensabas decírmelo, ¿verdad? —Niego con la cabeza.
—Ya te he dicho que no es asunto tuyo. Fui yo quien olvidó tomar la píldora. Es mi responsabilidad
—Ya
ocuparme del asunto.
—¿Asunto? Joder, no estarás pensando… Rachel, dime que no piensas interrumpir el embarazo.
Me pinzo el puente de la nariz y cierro los ojos. Justo esto era lo que intentaba evitar. No quiero
hablarlo, ni siquiera pensarlo. ¿Por qué no puede dejarme en paz de una vez?
—Lo que vaya a hacer o no, no es asunto tuyo. No quiero pensar en eso ahora, Oliver —contesto
calmada, todo lo contrario, a él, que sigue echando fuego por las orejas.
—Claro, si no piensas en ello, no existe, ¿cierto? —Exactamente. “Justo eso es lo que quiero”,
pienso. Respira profundamente
profundamente y se acerca a mí en un par de zancadas, sujeta mi rostro entre sus
manos y clava sus zafiros en mis ojos—. Ahora mismo estoy más cabreado congo de lo jamás he
estado con nadie, mujer. ¿Qué es lo que pretendías, terminar con la vida de esa criatura? Te
desmayastee de puro agotamiento, casi no duermes ni comes. ¿Quieres morir y llevarte a nuestro
desmayast
hijo congo? ¿Es eso lo que buscas?
—¿Criatura? —Aparto sus manos de mi cara y resoplo—. ¡Por el amor de Dios, Oliver! ¡Tiene el
tamaño de un puto grano de arroz!
a rroz! ¡Deja de ser tan dramáco, joder!
—¡¿Dramáco?! —Inspira con fuerza por la nariz y niega con la cabeza—. Ahora mismo te pondría
—¡¿Dramáco?!
sobre mis rodillas y te daría la mayor tunda que te han dado jamás. ¡¿Cómo puedes decir algo así?!
¡¿No hay ni una sola pizca de insnto maternal en tu interior?!
—Mierda, Rach —susurra antes de abalanzarse sobre mí y abrazarme con fuerza. Intento apartarlo,
pero desisto enseguida porque realmente necesito que alguien me abrace y me diga que todo va a
estar bien, que el caos en el que mi vida se ha converdo desde la muerte de mi hermano tarde o
temprano pasará—. No me apartes —suplica hundiendo su cara en el hueco de mi cuello—. Te juro
que no volveré a fallarte, déjame ayudar.
Su cabeza se alza y me mira a los ojos. Sus manos acarician mi rostro con suavidad y me besa, un
beso lento y erno que no soy capaz de esquivar. Ni siquiera lo intento.
Capítulo 28
Oliver
Intento apartarme, dejar de besarla. No era esto lo que quería. Solo intentaba consolarla
consolarla de algún
modo, hacerle entender que voy a estar a su lado pase lo que pase. Mierda, voy a ser padre. No sé
cómo asimilar esa información, y menos aún con Rachel restregando su cadera contra mi
entrepierna. Tengo que detener esto.
—Lo sé, pero… —Resoplo frotándome la cara con las manos—. ¿Podemos sentarnos un momento
mo mento
y hablar de esto?
—No quiero hablar —replica cogiendo su taza de café. Está a punto de beber cuando se la arrebato
de las manos y la dejo sobre la barra—. ¿Qué mierda haces?
—Siéntate —ordeno
—ordeno señalando la sala de estar—. Se acabaron las tonterías. No enes quince años
así que deja de comportarte como una niña malcriada.
Veo una sonrisa maliciosa dibujarse en sus labios y cruza los brazos sobre el pecho mirándome con
fijeza.
Me agacho levemente y clavo mi hombro en su cadera alzándola sobre mi hombro. Sus quejas a
gritos son recompensadas
recompensadas con una palmada fuerte en el trasero
t rasero mientras camino hacia el salón. En
cuanto llego, la lanzo sobre el sofá.
—Eres una puta besa —señala frotándose el trasero con la palma de la mano.
—Aún no enes ni idea de lo besa que puedo llegar a ser, así que no me provoques, Rachel —le
advierto sentándome a su lado.
—Es que lo es. Mientras no te comportes como una adulta, no voy a tratarte como tal. Si te portas
mal, te llevarás
l levarás tus nalgadas. ¿Lo has entendido?
Veo que intenta retener una sonrisa como si mi amenaza no fuese más que palabras dichas en
vano. Noadoro
hacerlo, me ene
quemiedo, y esode
me desae me encanta.
esta forma.Aunque me persona
Es la única saca de quicio
que secomo nadie es capaz de
at reve.
atreve.
—¿De qué quieres hablar? —pregunta acomodándose en el sofá—. Date prisa que tengo cosas que
hacer.
—Eso aún está por verse, y, aunque así sea, no cambia nada. Tú sigues siendo el maldito cabronazo
que me usó para ganar un puñado de dólares. Y es curioso que justamente sea mi padre quien te
los vaya a dar.
—Aún no puedo creer que seas hija del Barón Lockwell. ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Crees que eso es algo de lo que enorgullecerse? Mi padre es un cabrón narcisista y controlador
sin ningún remordimiento. Para
Para él las vidas humanas no valen más que las armas que fabrica y los
beneficios que estas le dan.
—Sí. Puede que yo condujera el coche que mató a mi hermano, pero fue mi padre el que lo llevó a
emborracharse esa noche, el que presionó tanto
tanto a su propio hijo, que él solo quería huir bien lejos.
Mi padre es un monstruo, Oliver, y a ese ser le vas a entregar mi mayor creación.
—Por eso vas a ayudarme a librarme del contrato sin que Lockwell pueda aplicar la cláusula de
rescisión. No me o de él. Y después de lo que he sabido hoy te aseguro que no voy a ser yo quien
ponga IACox, tu trabajo, en sus manos.
—No hay nada que pueda hacer para ayudarte —dice desviando la mirada.
—Sí que lo hay. Juntos podemos lograrlo, pero necesito que cones en mí.
—No, solo te pido que lo intentes. Dame a menos el beneficio de la duda —insisto.
Resoplo de nuevo y me muevo para arrodillarme frente a ella, coloco mis manos sobre sus rodillas
y la miro a los ojos.
—Rach, enes todas las razones del mundo para estar cabreada y no fiarte de mí, pero necesito
que me creas. No voy a fallarte otra vez. Haré lo que sea para que me perdones. Yo no… Mierda, a
mí no se me dan bien las palabras, ¿vale? Nunca he tenido ni querido seducir o conquistar a una
mujer, aunque ahora disnto. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo. Solo te pido que me des la
oportunidad de demostrarte que estoy de tu parte.
Se queda en silencio mirándome a los ojos. Intento transmirle con ellos toda la sinceridad que
hay en mi interior. Por primera vez quiero hacer las cosas bien. Ella se lo merece. Ya ha tenido que
pasar por un infierno en su vida. Si tengo que renunciar a la empresa, lo haré, pero no sin antes
luchar, y quiero que ella lo haga a mi lado.
mi vida hasta que la conocí. No tenía movos para hacerlo, aunque ahora… Miro hacia su vientre y
mi sonrisa se expande aún más. Joder, voy a tener un hijo. Es de locos. Exendo mi mano y la
coloco sobre su abdomen.
—Nunca me había planteado ser padre, ¿sabes? Ni siquiera lo pensé jamás. Mi hermana ya
cumplió con eso de darle un nieto a mi madre, pero… —Alzo la mirada hacia sus ojos sin dejar de
sonreír de oreja a oreja—. Creo que me gusta la idea.
—No te adelantes tanto, muchacho. Aún no he tomado ninguna decisión respecto a ese tema.
—No hay ninguna decisión que tomar. Vamos a tener un hijo y te aseguro que lo vas a querer casi
tanto como me quieres a mí.
—Tu ego no ene límites, Cox. ¿De verdad crees que yo te quiero?
—Estoy completamente
completamente seguro. Y sé que tú también lo estás, pero por ahora, solo por el
momento, voy a permir que te hagas la tonta —me levanto alisándome el traje—. Recoge tus
cosas, te vienes conmigo al áco.
de ocho horas diarias, aunque tenga que meterte la comida en la boca yo mismo y esposarte a la
cama. ¿Entendido?
Rachel
No, no, y mil veces no. Me niego a ser controlada por este patán. Por un momento creí que tal vez
estaba siendo sincero y se preocupaba por mí, pero ahora sé que lo único que le importa es el
bebé. Joder, menudo fallo por mi parte no haber hablado directamente con el médico.
—Oliver —digo tras suspirar. Ya le he repedo hasta el cansancio que no puede quedarse en el
apartamento, y no me hace ni puñetero caso. Ahora mismo está en la cocina apuntando lo que
necesita para hacer la compra—, yo puedo cuidarme sola. De verdad, no hace falta esto.
Intento hablar con voz suave y calmada. Ya he gritado bastante y no ha servido de nada. Este
hombre es incluso más cabezota que yo.
—Ni en tus mejores sueños, Cox —digo sonriendo finalmente—. Ahora en serio, ¿qué tengo que
hacer para librarme de ? Solo quiero que me dejes en paz. No puedes obligarme a vivir congo.
—Soy yo el que va a vivir congo, cariño —murmura sin mirarme. Derecho entr
entraa en la cocina y
pasa junto a él—. ¿Este es el que casi me deja eunuco? —pregunta retrocediendo para alejarse del
robot.
—No, ese es Derecho, el que te ayudó con lo de la mancha en el pantalón fue Izquierdo. —Me
acerco a Derecho y coloco mi mano sobre su anclaje—. Derecho es más formal que su hermano.
—No me gustan, ninguno de los dos. Deberías pensar qué vas a hacer con ellos cuando nazca el
bebé. No creo que sea buena idea que anden por la casa como si nada.
—¿Qué casa? ¿Puedes dejar de adelantar acontecimientos? Aún no sabes si voy a tener… —En un
par de zancadas lo tengo justo frente a mí con toda su cara de mala leche. Joder, que sexi es
cuando se cabrea.
—Deja de decir eso —ordena—. A mí también me asusta, pero en algún momento vas a tener que
enfrentarte al hecho de que vas a ser madre. Llora, grita, patalea, haz lo que tengas que hacer,
hacer, y
hazlo pronto, porque el empo pasa volando y antes de que puedas pestañear, tendremos con
nosotros un precioso bebé al que ambos vamos a consenr en todo.
Trago saliva con dificultad intentando bajar el nudo de angusa que tengo en la garganta.
—Todo va a estar bien. Estaré a tu lado en todo momento y te aseguro que vas a ser una madre
estupenda. Solo enes que confiar en misma. Eres una mujer fuerte, valiente y luchadora,
Rachel. Ahora estás aterrada, y lo enendo, pero sé que vas a superarlo y cuando nazca este bebé,
vas a luchar por él
é l con uñas y dientes.
Me quedo en silencio. Ni siquiera sé qué decir. Me gustaría estar tan segura como él, mas no
puedo. Aunque aprecio sus palabras y que intente infundirme ánimos. De alguna manera empiezo
a creer que tal vez pueda hacerlo.
—¿Tú no enes nada mejor que hacer? —pregunto apartándome de él. Necesito cambiar el rumbo
de esta conversación—.
conversación—. Algo como dirigir una empresa o así. Estoy segura que tus empleados
están deseando que vayas a tocarles un poco las narices.
—Desde que cierta mujer británica me absorbió el cerebro —responde sin mirarme.
—Y la noche también. En un rato iré a buscar algunas cosas al áco. —Se gira hacia mí y frunce el
ceño—. Más te vale que me abras la puerta cuando vuelva o te juro que la echaré abajo.
—¡Por Dios, Oliver! No puedes pretender mudarte conmigo así de la nada. Te estás pasando
mucho.
Suspira y se acerca a mí. Solo la barra de la cocina nos separa.
—Hagamos un acuerdo…
—Y ahí vamos de nuevo —siseo—. Tú y tus acuerdos. No todo en la vida son negocios, ¿sabes?
—Muy bien. Digamos que entro en tu juego, ¿cuáles son tus jodidas reglas?
—Muy sencillas. Comes y duermes cuando yo te lo diga, sin rechistar. Te prometo que no me
meteré en tu trabajo ni en el empo que quieras pasar encerrada en el taller
taller.. Esas son mis reglas.
—Vale, pues mi regla principal es que enes totalmente prohibido entrar en el taller.
—¿De verdad crees que hago todo esto solo para espiarte y robar tu trabajo?
—Duermes en el sofá.
s ofá.
—No. Otra regla, esa no pienso cumplirla —afirma.
—Sabes que obligar a una mujer a comparr cama congo se considera un delito, ¿verdad?
¿verdad?
—Siempre que la mujer no quiera comparr cama conmigo, y este no es el caso. Tú y yo dormimos
juntos. Fin del debate.
debate. ¿Tienes
¿Tienes alguna
alguna peción más o hemos acabado?
acabado?
—Oliver, me agotas, de verdad. Tengo que trabajar. Haz lo que te dé la gana, pero dame un respiro,
¿vale?
Voy hacia el taller y me encierro volviendo a bufar con fuerza. Es una puta locura. Ni siquiera me
o de él y ahora lo tengo de okupa en mi casa. Bueno, es ssu
u casa en realidad, sin embargo, yo vivo
aquí y no tengo por qué aguantar esta mierda. Tal vez lo mejor sea buscar otro lugar donde vivir o
volver directamente
directamente a Los Ángeles y dejar todo este lio atrás.
Paso varias horas encerrada en el taller probando diferentes mecanismos eléctricos que provean al
cuerpo de Gregory de energía inagotable, pero no logro dar con la formula exacta.
—¿Necesitas ayuda? —escucho
—escucho la voz de Oliver a mi espalda y me giro sobresaltada.
—¿Qué haces aquí? —pregunto de mala leche—. ¿Para ¿Para qué me dices que ponga unas putas reglas
si tú después te las vas a pasar por el forro de los huevos?
—Qué boquita enes, niña —comenta alzandoalzando una de sus comisuras. Señala la puerta contra la
que está apoyado y se encoje de hombros—. Dijiste que tenía terminantemente prohibido entrar
en el taller, no que no pudiese estar en la puerta. Ahí hay un vacío legal que yo he usado en mi
beneficio.
—Lo que tú digas —susurro dándole la espalda para volver al trabajo, aunque no tardo en ser
interrumpida.
Sus brazos rodean mi cintura y me abraza por la espalda apoyando la barbilla en mi hombro. Su
olor me invade de inmediato y tengo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no girarme y
abalanzarme sobre él.
—¿Qué vacío legal has encontrado ahora para estar tan pegado a mí? —farfullo sin dejar de
trabajar bajo su atenta mirada.
—No necesito ningún vacío legal para abrazarte, Rach. Lo hago porque me apetece y porque me
gusta tenerte cerca. —Deposita un beso en mi cuello y un escalofrío recorre mi cuerpo. Me
gustaría que su tacto no me afectara como lo hace, de esa forma podría apartarlo de mí de un
empujón, pero no lo hago, porque, aunque no lo admita en voz alta, a mí también me gusta
tenerlo cerca—. No me has contestado. ¿En qué trabajas?
—No funciona, ya lo he probado. Gregory tendría que correr unos ocho kilómetros diarios para
recargar sus baterías.
—Muy gracioso, Cox. Necesito otra opción. He pensado en paneles solares, pero no sería muy
estéco instalarle unas placas en la cabeza.
—¿Esto era necesario? —inquiere señalando la entrepierna del cuerpo sintéco—. Tampoco es
que vaya a usarlo.
—Me niego a crear un cuerpo po Barbie —señalo. Dejo las herramientas sobre la mesa y me
acerco a él—. Además, si quiere, puede usarlo. —Acerco mi mano al órgano sexual y aprieto los
tesculos con mis dedos, enseguida el pene se alza de manera automáca—. ¿Lo ves? Erección
instantánea. Ya les gustaría a muchos hombres tener una de estas.
—Ha sido Gregory quien lo ha elegido, al igual que todo lo demás —aclaro—. Es su cuerpo. Yo solo
me encargo de la parte mecánica.
—Vamos, que sí. Gregory está de mirón cada vez que follamos. Eso me hace senr un pelín
inmidado. —Mira hacia la pantalla en la que está mi asistente y frunce el ceño—. A parr de
ahora te apagarás cada vez que Rachel y yo… Ya sabes.
—No puedo hacer eso, señor —contesta Gregory.
—¿Por qué? —Se gira hacia mí—. ¿Por qué no puede apagarse cuando se lo digo?
—Te lo demostraría ahora mismo, pero… —mira su reloj de pulsera y suspira—, no tenemos
empo. He organizado una reunión aquí y empieza en un par de minutos. Deben estar a punto de
llegar.
Una vez más me dejo llevar por Oliver. Ha tomado el control de la situación y no hay mucho que
pueda hacer para detenerlo. Aunque la verdad es que no estoy segura de que quisiera hacerlo de
todos modos. Sienta bien dejar que alguien tome el control de vez en cuando. Si tan solo pudiera
confiar en él, estoy segura de que se lo permiría más a menudo.
Capítulo 29
Oliver
—Tomad asiento —ordeno señalando los sofás. Paul, Shana y Damon hacen lo que les digo sin
—Tomad
rechistar, pero obviamente, la tozuda de Rachel sigue en pie, de brazos cruzados y con cara de
pocos amigos— Rachel, por favor —insisto.
—Estoy bien de pie, gracias. Me gustaría saber qué está pasando aquí.
—¡Cox, deja ya de tocarme las narices y habla de una puta vez! ¡¿Qué hacen ellos aquí?!
Resoplo. Esta mujer me saca de quicio. Es capaz de hacer cualquier cosa para llevarme la contraria.
—Están aquí para ayudarnos. —Me giro hacia los otros tres—. Damon, como jefe de ingenieros
enes que estar al tanto de esto. Vas a paralizar todo el trabajo que se esté haciendo con IACox.
Quiero que parezca que seguís con el proyecto.
—¿Paralizarlo?
—¿Paralizarlo? No enendo. ¿Por qué? Estamos avanzando rápido y…
—¡¿Qué?! ¡¿Te has vuelto loco?! —exclama mi cuñado—. No puedes romper el contrato. Te estás
olvidando de la cláusula de rescisión millonaria. Si no cumplimos, Lockwell Aeronaucs nos
destrozará.
destrozará. No podremos afrontar el pago de esa cláusula y lo más probable es que acabes
perdiendo la empresa. Todos tus empleados se quedarían sin trabajo.
—Por eso mismo vas a encargarte de buscar un vacío legal en ese contrato. Shana puede ayudarte.
Haz valer tu carrera de derecho y encuentra algo a lo que podamos atenernos en caso de crisis.
Necesito empo para invesgar a fondo a Lockwell.
—Exactamente
—Exactamente —afirmo interrumpiendo a Paul—. Voy a hacer lo que sea necesario.
—Cambio de planes. —Miro hacia Rachel que no ha abierto la boca en ningún momento—. No voy
a entregarle a Lockwell el trabajo de Rach por las buenas. Fuimos nosotros quienes
quienes la cagamos y
tenemos que resolverlo. Además, piensa en los puntos que te hará ganar eso con mi hermana.
—Eso es cierto —murmura mi cuñado—. Sigo pensando que es una locura y demasiado
arriesgado, sin embargo, enes razón. —Mira hacia Rach y hace una mueca—. Ya te he pedido
disculpas por lo que hice, Rachel, más si puedo ayudarte con esto, lo haré. Es justo que IACox
vuelva a su respecva dueña.
—Entonces poneos manos a la obra. Shana, dale apoyo a Paul en todo lo que necesite, y Damon,
mantén controlados
controlados a los ingenieros. No quiero ninguna fuga de información.
información. Si estás aquí es
porque solo cono en vosotros para esto. Nos estamos jugando mucho, así que andad con pies de
plomo. Lockwell ya infiltró a alguien en Cox Tech. No sabemos si hay más topos. ¿Entendido?
—Oye, quizá me estoy meendo donde no me llaman —tubea Paul—, pero, ¿por qué no hablas
con Lockwell, Rachel? Al fin y al cabo, es tu padre. Tal vez puedas convencerlo de que te devuelva
tu proyecto.
—¿Estabas en esa reunión donde casi nos arrancamos la yugular el uno al oro? —inquiere Rach en
respuesta a la sugerencia de mi cuñado—. Mi padre y yo no tenemos muy buena relación.
Básicamente porque
porque él es un maldito cabronazo sin senmientos. Lo único que lo mova es
e s el
dinero y el poder.
poder. Créeme, podría suplicarle de rodillas y aun así solo conseguiría que se burlara de
mí.
Damon la mira abriendo mucho los ojos en señal de sorpresa y Paul suela una carcajada.
—Tienes razón —dice Rach encogiéndose de hombros—. Por cierto, chicos, creo que os debo una
disculpa por…
—Tú no nos debes nada —la corta Damon—. Es normal que desconfiaras hasta de tu propia
sombra. Cualquiera en tu lugar hubiese hecho lo mismo.
—Bien, si todo está ya aclarado, pongámonos manos a la obra —ordeno dando una palmada—.
Informadme si hay alguna novedad.
—¿Y ahora qué, Cox? ¿Crees que vas a poder joder a mi padre? —Niega con la cabeza sonriendo—.
Él es mucho más listo que eso. En cuanto hagas el mínimo movimiento
movimiento,, se te echará encima como
el buitre que es.
—Por eso vamos a encontrar algo con lo que negociar —replico—. Tú, por casualidad, no
conocerás algún oscuro y sucio secreto de Lockwell, ¿no?
—¿Pretendes chantajearlo?
chantajearlo? —suelta una carcajada—. Estás loco. No digo que mi padre no tenga
trapos sucios, probablemente esconda más de un cadáver en su armario, solo que están bien
escondidos. No lograrás descubrir nada.
—¡Hey, ahí no puedes entrar! —exclama Rachel siguiéndome. Me siento frente al ordenador de
sobremesa y empiezo a golpear el teclado con los dedos a toda velocidad—. ¿Qué se supone que
estás haciendo? —pregunta confundida.
—Intento entrar en los archivos personales de tu querido papaíto. Cuentas bancarias, propiedades,
mails… Lo quiero todo.
—¿Puedes hacer eso? —cuesona colocándose a mi espalda y mirando la pantalla por encima de
mi hombro.
—¿Por qué estudiaste ingeniería si lo tuyo es la informáca? Y por lo que veo, también el hackeo.
—Exactamente por eso —contesto sin dejar de teclear—. No había nada más que pudieran
enseñarme sobre ordenadores e informáca. La ingeniería también me gustaba, así que… —Me
encojo de hombros dejando la frase en el aire y frunzo el ceño al darme de frente con un muro de
cortafuegos—. No voy a poder pasar de aquí, aunque al menos he conseguido acceso a uno de sus
correos electrónicos.
electrónicos.
—Vale, voy a suponer que esto es
—Vale, e s ilegal, ¿no? ¿Qué pasaría si alguien se entera de que estás
haciendo esto?
—Pues que estaría una buena temporada en la cárcel, Rach —aseguro accediendo al correo—.
Mira esto. Son mails recibidos de una empresa llamada Cure Residenal. ¿La conoces? —Miro
hacia atrás y la veo negar con la cabeza. Intento abrir el mail, pero está codificado—.
codificado—. No puedo
abrirlos, sin embargo, hay cientos de correos y los recibe desde hace años.
—Esa empresa ene sede en Liverpool, no encuentro más información. Tampoco hay signos de
acvidad en toda la red con ese nombre.
—Es posible, aunque necesito más información y sé quién puede dármela. —Saco mi teléfono y
tras marcar el número, lo llevo a mi oreja.
Mis tacones resuenan al impactar en el mármol pulido del suelo de restaurante. Me he negado
rotundamente a ponerme un vesdo y eso no le ha gustado demasiado al señor Cox, cosa que me
trae sin cuidado. El único movo por el que he aceptado acompañarle a esta dichosa cena es
porque me ha asegurado que vamos a encontrarnos con alguien que podría ayudarnos a tener más
información sobre esa empresa fantasma
fantasma,, Cure Residenal.
Camino tras Oliver sin evitar echar un vistazo a su retaguardia. Tiene un culo tremendo. Cada vez
que pienso en todas las veces en las que lo estrujé, arañé e incluso mordí, me suben los mil
calores. Creo que son las dichosas hormonas que me enen más caliente que las jodidas puertas
del infierno.
—Kevin, te presento a Rachel Taylor—dice Oliver frunciendo el ceño al ver que práccamente
estoy babeando sobre su amigo.
—Un placer, señorita Taylor —contesta tendiéndome su mano. La estrecho encantada sin dejar de
mirarlo con una sonrisa bobalicona—. He escuchado hablar mucho de usted.
—El placer es mío —susurro.
Escucho un carraspeo a mi derecha y mi sonrisa se esfuma de inmediato al ver a una chica morena
mirándome como si estuviese a punto de asesinarme. Aparto mi mano rápidamente
rápidamente y carraspeo
carraspeo
mirándola de reojo. Tiene unos ojos azules tan claros e intensos que parecen cuchillas. Me está
acojonando un poco, la verdad.
Carraspeo de nuevo y sacudo la cabeza para centrarme. “Contrólate, Rachel”, me digo mí misma en
mi cabeza. El o está aquí con su mujer y tú babeando como una quinceañera. Pero, ¿cómo no
hacerlo frente a semejante bombón?
—Un placer —murmuro extendiendo mi mano hacia ella, solo que la mirada que me lanza me hace
retroceder un par de cenmetros—, o no —susurro haciendo una mueca. Vuelvo a mirar a su
marido y sonrío, esta vez una sonrisa normal y no de loca obsesiva—. Puede llamarme solo Rachel.
Tomo asiento al lado de Oliver con la pareja frente a nosotros y el camarero no tarda en venir a
traernos las cartas.
No puedo evitar mirar de reojo a la mujer de Kevin. ¿Erin? Me está poniendo de los nervios. No
para de mirarme fijamente y sin pestañear.
—¿Sigues trabajando con nanotecnología? —Kevin asiente—. ¿Qué hay de esos micro paneles
solares? ¿Son viables?
—Aún están en fase de pruebas, espero poder comercializarlos pronto. ¿Por qué te interesan
tanto? ¿Estás pensando en inverr en el sector energéco?
—No exactamente,
exactamente, aunque necesito algunos esos micro paneles. No me importa su
comercialización.
comercialización. Estaría dispuesto a pagar lo que me pidas por un protopo.
—Creo que Rachel puede explicarlo mucho mejor que yo, no obstante, esto es completamente
confidencial.
Oliver me hace un gesto con su mano para que empiece a hablar, pero yo no puedo dejar de mirar
a la chica de reojo.
—Vale, antes de nada —me giro hacia ella y frunzo el ceño—. deja de mirarme así. Me estás
—Vale,
poniendo de los nervios, de verdad.
—Te lo haría a si yo no estuviese presente —farfulla lanzándole a él la misma mirada que antes a
mí.
—Cierto —digo sorprendiendo a todos los presentes—. Te pido perdón por eso.
—Por Dos, vosotros dos haríais buena pareja —señalo a Erin y después a Oliver—. Sois igual de…
raritos.
—Rachel, al tema —sisea a modo de advertencia.
—Vale, vale. —Ruedo los ojos de manera teatral y me giro hacia Kevin—. Te explicaré lo que
necesito y para qué.
Capítulo 30
Rachel
—Inteligencia arficial —murmura Kevin tras quedarse callado varios segundos, supongo que
—Inteligencia
asimilando toda la información que acabo de darle.
—Exacto. Necesito cargar
cargar las baterías sin tener que prescindir de la funcionalidad del cuerpo.
—Efecvamente, por eso me extraña tanto que precisamente tú seas quien está trabajando con
inteligenciaa arficial. Según tengo entendido,
inteligenci entendido, eres la ingeniera estrella
estrella de Braincom,
Braincom, y ellos son los
rivales directos de Cox Tech,
Tech, la empresa que presentó
presentó un modelo de inteligencia arficial en la
expo. Todo esto es, como mínimo… confuso.
Miro hacia Oliver y veo que sigue con su gesto imperturbable habitual. No sé si es buena idea
contarle la verdad a este po, pero… por algún movo, me inspira confianza.
—No —contesta Erin—. Lockwell es un fabricante de armas. En Energy Ross no negociamos con
asesinos.
—Espera… ¿Le robaste? —pregunta Kevin a su amigo. Cox asiente sin cambiar su gesto—. A ver si
lo adivino… Primero le robaste y después te enamoraste de ella, ¿verdad? —Mira hacia su mujer y
ambos sonríen—. Esa historia me suena un poco.
—Eso es irrelevante. Vamos a lo que importa, ¿vas a venderme ese protopo? —insiste Cox.
—No hasta saber exactamente qué está pasando aquí. Me da la impresión de que hay algo que no
me estáis contando. Le has vendido el proyecto de inteligencia
inteligencia arficial a Lockwell, pero ella quiere
crear una especie de humanoide autónomo e inteligente. Sinceramente, no encuentro la conexión.
—El Barón Lockwell es mi padre —declaro sorprendiendo a todos, Oliver incluido—. Eso no ene
nada que ver con lo que te estoy pidiendo
pidiendo,, aunque esa es la razón por la que ambos estamos aquí.
Cox va a hacer lo necesario por romper ese contrato con Lockwell.
—Vale, ahora las piezas del puzle empiezan a unirse. ¿No hay cláusula de rescisión de contrato? —
le pregunta a Oliver.
—¿Tienes algo?
Oliver me mira pidiéndome permiso para darle esa información a su amigo y yo asiento. Al fin y al
cabo, estamos en un punto muerto. Quizá nos venga bien una o
opinión
pinión externa.
—Solo el nombre de una empresa, ene sede en Liverpool, es lo único que sabemos.
La cena no dura demasiado. Creo que todos estamos ansiosos por saber qué viene a connuación,
especialmente yo. No sé de qué forma pueden ayudarnos a tener más información sobre mi padre.
Tras levantarnos, Oliver propone llamar al chofer, pero Kevin rechaza su oferta ofreciéndose a
llevarnos en su coche. Eso resulta ser un problema para mí, ya que el dichoso vehículo es un
deporvo, bajito, corto y en mi opinión, asfixiante.
Soy incapaz de contestar. Solo en pensar en meterme en el coche que tengo justo delante, ya me
falta el aire.
—¿Hay algún problema? —inquiere Erin con la puerta delantera del pasajero ya abierta.
—Rachel ene un pequeño problema con los espacios cerrados —informa Cox. Me gira, colocando
sus manos sobre mis mejillas y clava sus zafiros en mis ojos—. Todo va a estar bien, Rach.
Respiro
de golpehondo y asiento
y empiezo reuniendo valor para entrar en el coche. Aunque una vez dentro, lo pierdo
a hipervenlar.
—Mierda, esto no ha sido buena idea —susurro cerrando los ojos con fuerza mientras Kevin
conduce.
Dejo que lo haga, y que me abrace también. Apoyo la mejilla en su pecho y me concentro
concentro en
escuchar el lado constante de su corazón mientras su olor invade mis sendos.
Salgo rápidamente del coche llenando de aire mis pulmones y, al alzar la mirada, veo a Erin
observándome, ya no hay ni rastro de esa fiereza que había antes en sus ojos. Ahora son amables y
comprensivos,, como si realmente pudiese ver a través de mí y reconocer todos mis demonios.
comprensivos
¡¿Qué demonios le pasa ahora a este hombre?! Soy incapaz de seguir sus cambios de humor.
Resoplo y lo sigo
s igo a una distancia
distancia prudencial aprovechando para babear a gusto mirándole el
trasero de nuevo. ¿Qué le voy a hacer? Tiene un culo de infarto y yo las hormonas alborotadas. Si
no hubiésemos venido aquí, ahora mismo con toda probabilidad estaría clavando mis uñas en ese
redondo y esculpido trasero mientras Oliver se hundiría en mí una y otra vez.
Sacudo la cabeza para sacarme esa imagen de la cabeza y sigo caminando tras ellos. Entramos en la
casa y vamos directamente hacia una enorme sala de estar.
Los veo juntos, ambos con esa pose rígida y seguros de sí mismos, y no puedo evitar babear un
poco. Incluso llego a fantasear con la idea de tener a estos dos tanes prestándome
prestándome toda su
atención de una manera muy poco decente.
Oliver me mira de reojo, y soy incapaz de descifrar lo que dicen sus zafiros. Es como si volviera a
ser ese hombre inalcanzable que conocí el primer día que llegué a Cox Tech. Su actud me
incomoda. ¿Por qué se comporta de este modo?
—Tres —contesta Kevin llamando mi atención. Sonríe y niego con la cabeza—. Me vuelven loco,
pero son lo mejor que me ha dado la vida. El mayor es Connor
Connor,, está en esa edad dicil
di cil en la que
piensa que lo sabe todo de la vida. Después vino Emma, la princesita de la casa. Admito que me
ene comiendo de su mano con solo una caída de ojos. Y el pequeño Cody ene solo ttres res meses.
Me costó convencer
convencer a Erin esta noche para que viniese conmigo y dejara a los niños con la
canguro. No aguanta demasiado empo lejos del bebé.
Erin vuelve al cabo de unos pocos minutos y al mismo empo escuchamos que la puerta principal
se cierra y un grupo de voces viniendo en nuestra dirección.
—Llamé solo a Sam —informa Erin a su marido.
Este pone los ojos en blanco y resopla justo antes de que dos hombres y una mujer entren en el
salón. Uno de los chicos es moreno y el otro rubio, este úlmo parece ser más joven, o al menos
sus rasgos son aniñados. Y la chica… Ella es una belleza pelirroj
pelirrojaa que camina hacia mí sonriendo de
oreja a oreja.
—¿Qué tenemos aquí? —susurra repasándome con la mirada—. Hola, belleza. —Mira
—Mira hacia Erin y
amplía su sonrisa—. ¿Es mi regalo de cumpleaños adelantado? —pregunta señalándome
señalándome..
No puedo evitar sonreír ante su descaro. Está claro que me ha salido una pretendiente.
—Amy, compórtate —ordena Erin—. Ella es Rachel Taylor, y él Oliver Cox. Son amigos.
—Yo quiero ser mucho más que su amiga —canturrea la pelirroja invadiendo mi espacio personal.
—Amy, córtate un poco —sisea de mala leche el chico moreno que ha llegado con ella.
—¿Se puede saber qué hacéis todos aquí? —inquiere Kevin—. Solo hemos llamado a Sam.
—Espera… ¿Un favor ilegal? —pregunta el moreno frunciendo el ceño—. Joder, pero ¿qué os pasa?
¿No podéis pasar una puta semana sin meteros en líos? —Alza las palmas de las manos y niega con
la cabeza—. Yo no quiero tener nada que ver con esto.
—Ahora que las cosas se ponían interesantes… Si es que solo a mí se me ocurre liarme con un poli.
Adiós diversión.
—Te recuerdo que has aceptado casarte con ese poli, así que deja de quejarte —señala.
—Eso, deja de quejarte y vámonos —dice el tal Tyler—. Chicos, ha sido un placer. Saludad a los
niños de mi parte y llamad cuando queráis hacer algo que no me den mo
movos
vos para meteros en una
celda.
Me hace gracia la forma en la que Kevin mira a su mujer, como si ella fuese la culpable de llevarlo
por mal camino.
—Espero que nos volvamos a ver, dulzura —susurra la pelirroja volviendo a acercarse a mí.
Sonrío de nuevo y me despido moviendo los dedos de la mano antes de que el moreno pierda la
paciencia, quien, tras un bufido, arrastra a su promeda hacia la salida.
—Vale, ya estamos solos —dice Sam dando una palmada—. ¿Qué necesitáis de mí?
—Queremos información sobre una empresa, se llama Cure Residenal —solicita Kevin—. También
todo lo que puedas conseguir sobre el Barón Hayden Lockwell.
—Sí —contesto—.
—contesto—. Y te aseguro que ene muchos trapos sucios, solo que todos muy bien
escondidos. ¿Crees que puedes conseguir encontrar algo?
Se instala en el sofá y empieza a teclear sin parar mientras los demás lo observamos. El chico
parece saber lo que hace ya que mira la pantalla sin pestañear ni respir
respirar
ar ni un segundo.
—Ross, dame un poco de empo más. Este o ene más seguridad que la CIA y la Interpol juntos.
—Sigue tecleando unos minutos más hasta que se deene y una sonrisa ra de sus comisuras
hacia arriba—. Vale, tengo algo. No he podido acceder a la información
información de Lockwell,
L ockwell, pero sí tengo
algo sobre esa empresa fantasma.
fantasma. De alguna manera está vinculada con otra empresa, una
llamada Braincom, con sede en…
—Los Ángeles —susurro sinendo como mi corazón se deene por milésimas de segundos.
Oliver me mira confundido y yo niego con la cabeza. No puede ser.
—Sí —susurro cerrando los ojos con fuerza—. Ese hijo de puta me ha hecho trabajar
indirectamente para él durante años —siseo.
—No ene sendo. Braincom no trabaja con Lockwell. Ese es el movo por el cual no se ha hecho
aún con todo el mercado tecnológico —señala Cox.
—Al parecer sí que trabajan, aunque no con ellos, sino para ellos. Y yo… —Estampo
—Estampo mi mano
contra la mesa y resoplo—. ¡Mierda! ¡Me ha engañado, joder! —Me giro hacia el tal Sam
respirando hondo para tranquilizarme—.
tranquilizarme—. ¿Tienes alguna información más sobre Lockwell?
—No, nada. Sus archivos personales están completamente cifrados. Podría intentarlo, solo que me
llevaría bastante empo.
—Sí, yendo directamente a la fuente. Podría conseguir el código de su ordenador personal. Dame
un minuto. —Teclea un rato más y vuelve a sonreír—. Lo tengo. Este es el código. —Apunta algo en
un papel y me lo ende—. Si conseguís acceder a su ordenador personal, con ese código abriréis
todos los archivos. Oh, mierda —susurra perdiendo la sonrisa—. La dirección donde se encuentra
el aparato es en Hampstead, un barrio de…
—Londres —termino yo. Miro hacia Oliver y suspiro—. Está en la mansión Lockwell.
Capítulo 31
Oliver
Entro en el apartamento tras Rachel. Ella no ha vuelto a decir una palabra desde que salimos de la
casa de Kevin y Erin. Ni siquiera cuando se meó en el todoterreno al llegar Hank. En cuanto
llegamos al edificio, fue directamente hacia las escaleras y yo no se lo impedí, simplemente subí
tras ella los diecisiete pisos, en silencio. Incluso aunque no estuviese cabreado, que lo estoy, no
sabría qué decirle.
—Es el clima de esta puñetera ciudad. Con lo bien que se está en Los Ángeles —masculla—. ¿Te vas
a quedar? —Asiento sin mirarla—. Y, ¿vas a decirme qué te pasa? Has estado toda la noche de un
humor de perros.
La miro y me encojo de hombros. Si ahora mismo ella no estuviese tan afectada por las nocias
que hemos recibido esta noche, le dejaría bien claro qué es lo que me pasa.
—Ve a ducharte, Rachel. Yo iré después —contesto.
—Eso, como explicación, es una mierda, ¿sabes?
—No conmigo. Sé que algo te pasa. Ni siquiera eres capaz de mantenerme la mirada. ¿Has hecho
algo malo? No me digas que has vuelto a agenciarte algo ajeno…
Tras bufar, escucho el sonido de sus tacones alejándose y echo un vistazo para comprobar que se
dirige hacia la habitación.
Yo también resoplo, me quito el abrigo y la chaqueta y busco alguna botella para servirme una
copa, sin embargo, no hay ni una gota de alcohol en todo el apartamento. Maldigo y voy hacia la
habitación desabrochándome
desabrochándome la corbata y la camisa.
Escucho el sonido del agua proveniente del baño y miro hacia la puerta. Está entreabierta. ¿Por
qué no la ha cerrado? Tal
Tal vez sea una invitación, aunque lo dudo mucho. Rachel no es del po de
mujeres que se anda con rodeos. Si quiere algo, lo busca y lo consigue, y eso me encanta de ella.
Me debato entre entrar o no en el baño. Quiero hacerlo, pero estoy demasiado cabreado ahora
mismo y temo cometer una locura. Rach no necesita eso ahora mismo y yo prome ser paciente.
Finalmente, y tras pensarlo mucho, decido entrar.
Me deshago del resto de mi ropa dejándola esparcida por el suelo del baño y abro la puerta de
cristal de la ducha. La veo, completamente desnud
desnuda,a, empapada, de espaldas a mí. Tiene la frente
apoyada en la pared de azulejos y respira de manera pausada. Al darse cuenta de mi presencia,
gira la cabeza y me doy de frente con su ceño fruncido.
—¿Qué haces, Oliver? No creo haberte pedido que me acompañaras —escupe en tono despecvo.
Sus palabras
pudiese haberme
enenfurecen aún más, mandando al trasto cualquier po de autocontrol que
mi interior.
Al ver que no me hace caso, pongo la mano en su nuca y giro su cuello pegando mi pecho a su
espalda.
—Oliver —advierte.
Muerdo su cuello, clavando los dientes con fuerza y ella gime de dolor, o de placer, no estoy
demasiado seguro.
—Voy a enseñarte a no mirar a otros hombres como lo has hecho esta noche con mi amigo —siseo
en su oído justo antes de anclar mis manos en sus caderas y rar hacia atrás obligándola
obligándola a doblarse
por la mitad—. Nunca más lo volverás a hacer —digo guiando mi miembro a su hendidura.
Con un golpe de caderas la penetro hasta el fondo. Rachel grita y se le corta la respiración.
—Dilo. —Una nueva embesda, esta vez aún más fuerte que la anterior. Si no la estuviese
sujetando, se habría empotrado contra la pared de cabeza—. Quiero que digas en voz alta que no
vas a hacerlo nunca más.
Embisto de nuevo, rotando las caderas y ella vuelve a gemir. Tiro de ella hacia mí enderezándola y
tras girar su cara para introducir mi lengua en su boca, empiezo a marllear
mar llear sin descanso dentro y
fuera de su cavidad. Llevándola
Llevándola al límite. Siento como su interior me succiona y su respiración
respiración se
acelera cada vez más. Está a punto, pero aún no he terminado. Me aparto rápidamente y la giro
con un gesto brusco.
Me pego de nuevo a ella, esta vez de frente, mirándola a los ojos, y aprovecho
aprovecho para amasar sus
pechos mientras mi entrepierna dura como una jodida barra de acero, se cuela entre sus
s us piernas
rozando su inmidad.
—El señor Cox está celoso —canturrea en tono de burla cabreándome aún más.
Alzo una de sus piernas para que rodee mi cintura y vuelvo a colarme en su interior.
—¿Quieres correrte? —pregunto viendo de nuevo su respiración acelerarse con cada vaivén de mis
caderas—. ¡Contesta, Rachel! —ordeno.
—¡Sí, joder! —exclama echando la cabeza hacia atrás y golpeando los azulejos con la nuca cuando
nuevamente me detengo sin previo aviso.
—Di lo que quiero escuchar, y te juro que haré que toques las jodidas estrellas.
—¿Qué quieres saber, Cox? ¿Te preguntas si hubiese sido capaz de rarme a tu amigo? —Su
sonrisa se expande y rodea mi cuello con sus brazos—. Kevin es guapo y ene esa cara de
“fóllame” capaz de derrer el mismísimo polo norte, pero qué quieres que te diga… Yo los prefiero
morenos. —Se encoge de hombros y esta vez es ella quien muerde mi labio—. Ahora sigue
follándome o te juro que yo misma terminaré lo que has empezado.
Un gruñido sale de lo más profundo de mi pecho sin que pueda evitarlo. Llevo mis manos a su
su
trasero y la alzo empotrándola contra la pared con la misma agresividad que mi boca cae sobre la
suya. Mis embistes vuelven a ganar velocidad, cada vez más, hasta que apenas soy consciente de
que las estoy moviendo. Siento como su interior abraza mi miembro como un jodido guante
caliente y húmedo y mi coraz
corazón
ón se desboca. Solo necesito escuchar sus gemidos y verla retorcerse
cuando llega a la cúspide del placer para alcanzar mi propio orgasmo y caer rendido enterrando mi
cara en su cuello.
—Sí, ¿y tú? ¿Se te ha pasado ya el berrinche? —Su sonrisa sincera me deja descolocado.
—Eres capaz de llevarme al jodido límite de mi paciencia, Rachel —suspiro y la miro de nuevo—.
Siento haber sido tan brusco. ¿Te he hecho daño?
—No, estoy bien. ¿Por qué te disculpas? Tú siempre eres brusco, o al menos casi siempre.
—Ya, pero ahora… —Pongo mi mano sobre su vientre y noto que su cuerpo se envara—. Rach, no
puedes seguir ignorándolo. Sé que ahora mismo enes mucho de lo que preocuparte,
preocuparte, solo que, en
algún momento, muy pronto, vas a tener que asumir que estás embarazada.
—Lo sé, y como tú acabas de decir, ahora mismo tengo otros problemas más urgentes.
—Ya he hablado con el piloto del jet. Nos espera mañana a primera hora en el aeropuerto —
informo.
—Tú no vas a ir a ningún lugar sin mí. No me o de tu padre. Además, no podría quedarme
tranquilo sabiendo lo que vas a hacer allí.
Veo una sonrisa rar de sus labios.
—Voy a empezar a creer que es verdad que estás pillado por mí —murmura en broma.
Veo como rueda los ojos de manera teatral y se deja caer de espaldas en la cama.
—A veces eres como un crío, Oliver. Te cabreas porque miro a otro hombre y ahora sonríes como
un imbécil por un comentario de nada.
—No te quites méritos, bonita. Si me cabreé, fue por la forma en la que miraste a mi amigo. Te lo
comías con la mirada.
Alza levemente la cabeza y veo como hace esfuerzos para retener la risa.
—Oliver, eres muy mono cuando estás celoso, de verdad, aunque también un poco desquiciante.
Ni que fuera a saltar encima del pobre hombre delante de su mujer.
mujer. Por Dios, la propia Erin
también te miró a con ojos golosos. Es algo normal, ¿sabes? Ni que tú nunca miraras a otras
mujeres.
—Menra. Apuesto
Apuesto a que sigues pagándole el piso y pasándole la mensualidad a tu amante
prostuta de turno. ¿Cómo está Melisa? ¿La has visto úlmamente?
—No desde el día en que la eché del despacho. Tengo que hablar con ella sobre ese tema, tendrá
que ser cuando volvamos de Londres. No te preocupes por eso, ¿vale?
¿vale? Melisa no significa nada
para mí.
Veo como se seca y coge una de sus camisetas largas de un cajón. Tras ponérsela, empieza a
caminar hacia la puerta.
Rachel
¿Sabes esa sensación de ahogo y angusa que se instala en tu pecho cuando sabes a ciencia cierta
que algo anda mal? Así es como me siento ahora mismo. Oliver intenta tranquilizarme, pero soy
incapaz de abrir los ojos. Mis manos aprietan con fuerza el borde del reposabrazos
reposabrazos del asiento
mientras el dichoso y diminuto avión despega.
—Tranquila, ya estamos en el aire —susurra Oliver.
¿Por qué demonios he aceptado viajar en este maldito trasto? Los aviones comerci
comerciales
ales tampoco
me gustan, aunque al menos me transmiten algo más de confianza.
Me levanto y camino dando bandazos por el interior del jet hasta llegar al minúsculo baño.
Escucho a Oliver decir mi nombre y sus pisadas a mi espalda, solo que no me detengo hasta que
estoy arrodillada frente al retrete vaciando el contenido de mi estómago.
—Bueno, aún es por la mañana —replica ganándose una nueva mirada fulminante por mi parte—.
Vale, mejor me callo. Ven
Ven aquí. —Me ayuda a incorporarme y tras mojar una toalla, la pasa por mi
cara—. ¿Qué más puedo hacer?
—Nada. Ya me encuentro mejor. Sal ahí fuera y dame unos minutos. Necesito lavarme los dientes.
—Sí, Oliver. Vete. Yo salgo enseguida. —Asiente, y tras besar mi frente me deja sola en el baño.
Resoplo volviendo a mojar mi rostro. Estoy agotada. No he sido capaz de dormir nada en toda la
noche, incluso después de que Oliver cumpliera su promesa de dejarme exhausta a base de sexo,
solo pude dormir durante algunos minutos antes de despertar gritando a pleno pulmón. Durante
algún empo creí que las pesadillas estaban disminuyendo
disminuyendo,, ahora han vuelto con mucha más
intensidad. Supongo que todas las preocupaciones que cargo son las responsables de ello. No sé ni
por dónde empezar a poner orden en mi vida.
Tras resoplar de nuevo, salgo del baño y camino de vuelta a mi asiento. Oliver me mira con
preocupación cuando me siento a su lado.
—¿Mejor? —murmura.
—Tranquila. Pronto estaremos en erra firme. Te prometo que el coche que nos espera en el
aeropuerto es muy grande y espacioso.
Empiezo a hipervenlar y me sujeto a su mano con fuerza. Sigo con los ojos cerrados. Mi corazón
corazón
late tan fuerte que estoy segura de que en cualquier momento saldrá a través de mi pecho.
—Nos estrellaremos y nos quedaremos atrapados entre los escombros —digo intentando coger
aire.
Siento como mi pecho se oprime y mis pulmones se colapsan dejándome sin oxígeno.
—¡Rachel! —Cox me zarandea—. ¡Rach, respira! No va a pasar nada. ¡Mierda! —Escucho el clic
que hace su cinturón al soltarse y enseguida lo tengo frente a mí, sujetándome el rostro con las
manos—. ¡Rachel, mírame!
Abro los ojos y cojo una gran bocanada de aire. No lleva puesto el cinturón, y si caemos…
—¡¿Qué coño haces?! ¡Ponte el cinturón, joder! —Lo empujo hacia su asiento, pero él no se
mueve y el avión vuelve a sacudirse con violencia—. Vuelve a tu asiento, Oliver.
—Por favor, por favor —suplico con lágrimas en los ojos—. Vuelve a tu asiento y ponte el cinturón.
No puedo perderte a también.
—Acabas de decir que no puedes perderme a mí también. Eso significa que me quieres. ¿Vas a
admirlo de una vez?
—Otra oportunidad. Solo quiero que me permitas demostrarte lo felices que podemos ser juntos.
El piloto informa que estamos a punto de aterrizar. Tras resoplar en voz alta, Oliver se levanta y
vuelve a su asiento.
Capítulo 32
Rachel
—No. Ni siquiera sé cómo voy a explicar tu presencia. ¿Qué le digo cuando me pregunte qué
hacemos aquí?
—Yo tengo una solución para eso —dice meendo la mano en el bolsillo interior de su
—Yo
americana—. Dame tu mano. —Le endo la mano derecha y él chasquea la lengua—. La otra
mano. —Su tono cortante me hace sonreír falsamente.
falsamente.
—Tú siempre tan amable y simpáco, Cox —murmuro.
Una de sus comisuras se alza y niega con la cabeza dándome por imposible. Suje
Sujeta
ta mi mano
derecha y veo como desliza un anillo por mi dedo anular. Me quedo muy quieta observándolo, es
precioso, con tres diamantes, uno grande en el centro y dos más pequeños a cada lado.
—Es de oro blanco y plano. ¿Te gusta? —pregunta mirándome a los ojos.
—¿Qué…? —Carraspeo para aclararme la garganta—. ¿Qué es esto?
—¿Otra vez el sarcasmo? —inquiere alzando una ceja—. No empieces a volverte loca ya, ¿vale?
Necesitábamos una excusa
excusa para estar aquí, y ya que no quieres decirle a tu padre lo del bebé, he
pensado que venir a su casa a pedirle la mano de su preciosa hija sería una buena forma de no
levantar sospechas.
—Lo he memorizado —respondo sin poder dejar de mirar el enorme pedrusco que llevo en el
dedo.
—Rach, deja de mirarlo como si te fuese a morder. No le des tanta importancia. —Toca al mbre y
se ajusta la corbata con la mano que le queda libre—. O si prefieres dársela, piensa que es un paso
que ya está dado. Solo enes que escoger fecha y lugar.
Abro la boca para replicar, pero en ese momento la puerta se abre y no puedo evitar sonreír al ver
a Susan, el ama de llaves y la mujer que más cariño me dio en esta casa durante muchos años.
—Mi niña, estás aquí —murmura llevándose
llevándose la mano a la boca para retener un sollozo.
—Nana —sonrío abiertamente y me acerco a ella soltando la mano de Oliver para darle un
abrazo—. Te he echado mucho de menos.
—Nadie lo diría —replica al apartarse de mí. Frunce el ceño para fingir estar cabreada, pero no le
sale. Susan es la mujer más buena y erna que he conocido en mi vida—. Sigo esperando tus
llamadas.
—Ya, claro. —Mira a Cox y recupera la compostura al instante—. Perdón, señor —susurra al ver su
—¡¿Te vas a casar?! —exclama Susan abriendo los ojos como platos.
—Algo así —farfullo sin dejar de mirar de reojo a Cox—. ¿Está el Barón en casa?
—Voy a pedir que pongan dos servicios más en la mesa. —Me abraza de nuevo y sonríe de oreja a
oreja—. Me alegra mucho que estés aquí, mi niña. —Mira a Cox y asiente con la cabeza—. Un
placer conocerlo, señor Cox.
Una sonrisa involuntaria ra de mis labios al ver la forma en la que trata a Susan. Ella es
e s muy
importante para mí y Oliver ha sabido entenderlo sin siquiera tener que decírselo.
Pasamos al interior de la mansión y Oliver silba mirando hacia los enormes techos y el
e l lujo que
queda impreso en cada detalle de la decoración.
—¿En serio creciste aquí? Nunca imaginé que fueras una niña rica. Has terminado siendo toda una
cajita de sorpresas, Rach —murmura abrazándome por la cintura para arrastrarme
arrastrarme a su costado.
—Eso es porque no lo soy. He vivido y crecido entre lujos, protocolos y apariencias, pero todo
esto… —Señalo a mi alrededor con la mano—. Solo es una cárcel de oro, fría, aburrida, carente de
calor de un verdadero hogar. Muy disnta a la casa de tu madre.
—Oliver, tú eres tan seco que solo con verte me deshidrato, solo que en el fondo… —Pongo una
mano sobre su pecho y sonrío levemente—
levemente— Muy, muy en el fondo, enes tu punto erno y
diverdo.
—Voy a tomarme eso como un cumplido —dice pellizcándome el trasero con una sonrisa pilla
bailando en los labios.
Caminamos lentamente y en silencio el largo recorrido hacia el comedor. Sujeto fuerte su mano a
cada paso que damos. No me gusta estar aquí. Me asfixio entre las lujosas paredes de esta
mansión.
Entramos en el comedor y mi padre se levanta para recibirnos.
—Rachel, señor Cox, qué agradable sorpresa —dice sonriendo. Mira hacia nuestras manos unidas y
su mirada se estrecha—. Ya
Ya conocía vuestra relación, sin embargo, no pensé que sería tan seria.
Adelante, sentaos y desayunad conmigo.
—Ya veo que estás muy informado sobre mi vida privada, padre —comento—. ¿Sabes también con
cuanta frecuencia nos acostamos?
—Rachel, no seas ordinaria —me regaña—. Eso no es asunto mío. Lo que sí me alegra es que hayas
encontrado una pareja a tu altura. Especialmente después de lo que sucedió con Clay.
Mi sonrisa desaparece al instante y siento a Oliver colocar una mano sobre mi muslo para
tranquilizarme.
—Barón Lockwell, hemos venido hasta aquí para hablar con usted —dice Oliver con su tono
calmado habitual. Coge mi mano por encima de la mesa y señala el anillo—. Le he pedido a su hija
que se case conmigo y ella ha aceptado, pero yo soy un hombre bastante tradicional y he querido
venir aquí personalmente a buscar su aprobación.
Siento de nuevo la mano de Oliver sobre mi muslo, pero esta vez no me resulta tan tranquilizadora.
Si tengo que seguir aquí, mirando a mi padre a la cara y escuchando como habla de Josh, terminaré
montando una escena, otra vez, y eso no nos beneficia en nada.
—Hija, enes que superar el pasado —señala mi padre poniéndome aún más de los nervios.
Me levanto bruscamente haciendo sonar la silla en el mármol del suelo e intento sonreír, pero no
me sale.
—Es de mala educación levantarse de la mesa sin que los demás hayan terminado de comer,
Rachel —me reprocha el Barón.
Doy media vuelta y salgo del comedor para no ver la cara que pone tras mi comentario. Siempre
me pasa
cosa paralomolestarlo.
mismo. Desde niña heevitarlo.
No puedo sendoViví
la necesidad
demasiadodeencarcel
llevarleada
la contraria
encarcelada por sus y hacer cualquier
s us malditas reglas y
directrices.
Compruebo que nadie del servicio me esté observando, y en vez de dirigirme al baño voy
directamente hacia el despacho. Tengo una misión. Necesito saber qué ene en su ordenador que
requiera tanta seguridad. Si encuentro algo ilegal o algún sucio secreto, tendremos
tendremos munición para
extorsionarlo y que me devuelva
devuelva mi proyecto.
proyecto. Sé que suena mal chantajear a mi propio padre, sin
embargo, él no es mejor que eso.
Tras entrar, cierro la puerta del despacho con cuidado de no hacer ruido y me dirijo hacia su mesa.
Su ordenador portál está cerrado sobre ella. Me siento en el sillón y lo abro, tecleo rápidamente
rápidamente
el código que me dio Sam y consigo entrar en el sistema operavo. No me paro a indagar en los
archivos, simplemente
ordenador.simplemente copio todo el disco duro en una memoria U
USB
SB y vuelvo a apagar el
Me lleva más empo de lo esperado sustraer toda la información, y al volver a la mesa compruebo
que ellos ya no están allí. Necesito encontrar a Oliver y que nos larguemos de aquí de una jodida
vez.
Los encuentro en la sala de estar charlando amigablemente, como si de verdad estuviesen a punto
de converrse en familia. Me acerco a Oliver y con un gesto casi impercepble, le hago saber que
he conseguido lo que vinimos a buscar.
—Barón, creo que ya le hemos robado mucho empo —dice Oliver volviendo a unir nuestras
manos.
—Las tendrá —afirma Oliver, y por su tono de voz juraría que es una amenaza.
—Tú lo has conseguido —susurra Oliver hundiendo su cara en mi cuello y besándolo—. Yo estaba a
punto de perder la paciencia. Si hubiese tenido que escuchar otra de ssus
us advertencias respecto
respecto a
, te juro que acabaría dándole un puñetazo en la cara a tu padre.
Suelto una carcajada y siento que él también sonríe con la boca pegada a mi cuello.
—Pagaría por ver algo así, solo que no te imagino en plan camorrista, Cox. No te pega nada.
—Espero que nunca tengas que verlo —susurra apartándose de mí. Deposita un beso rápido en los
labios y le da una dirección al conductor—. Vayamos
Vayamos al hotel a comprobar qué es lo que hay en esa
Nada más entrar a nuestra suite, enciendo el ordenador portál y conecto la memoria. Rachel mira
la pantalla por encima de mi hombro sin tan siquiera pestañear.
Miro hacia atrás y compruebo que está jugando con el anillo que le regalé hace unas horas. Sonrío
internamente. No voy a dejar que me lo devuelva. Tal vez no haya sido la propuesta de matrimonio
más románca de la historia, pero esa sorja va a permanecer en su dedo así tenga que soldársela
a la piel.
Respiro profundamente
profundamente volviendo a mirar hacia la pantalla y comienzo a abrir los archivos uno por
uno. Hay muchísima información,
información, cuentas bancarias, documentación, informes y cientos de cosas
más.
Hago lo que me pide y el buscador automáco me informa que hay más de cien menciones
referentes a esa búsqueda.
—Vale, tengo una idea. —Deja su teléfono móvil sobre la mesa y la imagen digital de su asistente
aparece en la pantalla—. Gregory,
Gregory, necesito que hagas una búsqueda exhausva de una memoria
USB. Asimila toda la información y haznos un resumen rápido. Busca solo cosas extrañas.
—Dinero que entre o salga de las cuentas sin explicación, transacciones poco comunes y también
todo lo que tenga que ver con Cure Residenal y Braincom. ¿Puedes hacerlo?
—¿Cuánto? —pregunto.
—Doce minutos —contesta tras unos segundos de silencio.
Miro a Rachel y ella sonríe. Tengo que admir que su idea ha sido
s ido genial. Si Gregory no logra
encontrar nada, entonces tendremos que comprobar los archivos uno a uno de manera tradicional.
Sé que ese es un tema que le preocupa. Ella cona en él. Aparte de su jefe, tambi
también
én es su amigo.
Estoy siendo completamente sincero y necesito que lo sepa. Si pudiese volver el empo atrás lo
haría todo de disnta manera.
—Exactamente. En el testamento lega todos sus bienes a su único hijo, Hayden Lockwell, solo que,
bajo una serie de condiciones, entre ellas, que dos tercios de su herencia serán entregados
entregados a sus
s us
nietos, Rachel Eleonor Lockwell Taylor y Joshua Dominic Lockwell Taylor a su mayoría de edad.
—¡¿Qué?! —exclama Rach—. Yo no sabía nada de esto. Mi padre no nos entregó ninguna
herencia. Espera… —abre los ojos como platos y niega con la cabeza—. Eso significa que Lockwell
Aeronaucs pasaría a manos de Josh y mías si el testamento se hubiese cumplido.
—En efecto, aunque eso no es todo —connúa Gregory—. He encontrado una cesión de poderes
con tu nombre y el de tu hermano. Se supone que el Barón está a cargo de los negocios de los
Lockwell porque vosotros se lo habéis permido. Los supuestos ingresos de esas acciones son
ingresados en cuentas en paraísos fiscales como las Islas Caimán.
—¿Has encontrado algo que tenga que ver con Cure Residenal o Braincom? —pregunta Rach.
Parece estar completamente alucinada.
—Sí. Braincom pertenece a Lockwell Aeronaucs, además hay unos correos que deberías leer,
leer,
Rachel. Están dirigidos a Mark.
—Sobre Cure Residenal no tengo demasiado —informa Gregory—. Solo una dirección en
Liverpool. He buscado un mapa satélite de la zona en la red y parece ser una casa con bastante
terreno. Siento no poder ser de más ayuda.
—Todo son menras y engaños en mi vida, Oliver. Mi padre ha manipulado cada una de mis
acciones durante años. Ya no sé en quién o en qué confiar.
—Puedes hacerlo en mí —susurro alzando su rostro para mirarla a los ojos—. Sé que me he
portado como un cabronazo
cabronazo congo, déjame demostrarte que no voy a volver a fallarte.
Me mira fijamente y no dice nada, como si estuviese intentando averiguar si mi declaración es
genuina.
—¿Para qué? Ya tenemos lo que buscábamos. Con esa información podremos chantajear a tu
padre. No solo se arriesga a ir a la cárcel por evasión de impuestos, también por falsificar
documentos y robarte algo que te pertenece por derecho.
—Ya lo sé, lo tenemos cogido por los huevos, solo que me intriga saber qué hay en ese lugar. ¿Por
qué tanto hermesmo? Tal vez encontremos algo aún más gordo.
—¿Aguantarás un par de horas
ho ras más en el jet? —pregunto alzando una ceja en su dirección—.
dirección—.
También podemos ir en coche, pero son más de cinco horas.
—Llama al piloto de ese puto cacharro y que se prepare para salir cuanto antes —contesta.
Capítulo 33
Oliver
Rach ha aguantado bastante bien el viaje a Liverpool. Se la ve agotada, pero su tenacidad es digna
de admiración. Cualquiera en su lugar estaría completamente destruido al descubrir que su propio
padre le ha hecho algo así, más ella está hecha de una pasta disnta. Mi Rachel es una luchadora y
me siento el hombre más afortunado del mundo por poder estar a su lado.
He conseguido alquilar un vehículo en el aeropuerto, y tras conducir más de media hora en lo que
para mí es el sendo contrario, llegamos a la dirección que Gregory nos indica. Un enorme
portalón se alza en mitad de un muro de más de tres metros. El lugar parece una especie de casa
de campo o una residencia de ancianos tal vez. Llegamos a la entrada y un guardia de seguridad se
dirige hacia nosotros.
Miro hacia Rachel buscando una salida, y ella no se amilana, se esra para mirar al guardia a través
de mi ventanilla y sonríe como la niña buena que jamás será.
—Siento que no le hayan informado de mi llegada, pero tenemos que entrar. —El guardia abre la
boca para replicar, de modo que Rachel alza una mano deteniéndolo al instante—. Si no me deja
entrar ahora mismo, le aseguro que este será su úlmo día de trabajo.
t rabajo. Usted decide.
decide. Con solo una
llamada su superior aparecerá aquí y usted mañana estará en el paro.
Veo al chico tragar saliva con dificultad y asenr. Tras entrar en la garita, el portalón empieza a
abrirse.
—Cariño, deja lo de autoritario para mí —susurro apretando su muslo—. A te quiero bien sumisa
y lista para cumplir mis órdenes en todo momento.
—Tú sí que sabes hacer reír a una mujer, Cox —señala sonriendo—. Tienes que publicarlo en algún
lado. Cómo hacer reír a una mujer en tres pasos: Uno, dirígete a ella; Dos, mírala a los ojos; Tres,
Tres,
dile “aquí mando yo”. —Vuelve a reír y yo paro el motor frente a una enorme casa—. Te harías
millonario.
—¿Qué sio es este? Parece una residencia de mayores o un centro de rehabilitación —susurra al
—Oh, perdón. No sabía que… —El enfermero agacha la mirada disculpándose—. Nunca la había
visto por aquí.
—Digamos que me estoy haciendo cargo de los negocios familiares y me toca visitar una por una
todas nuestras propiedades.
—Sí, lo siento,
siento, señorita Lockwell. No ene por qué darme explicaciones.
explicaciones. Disculpe mi atrevimiento.
La acompañaré dentro.
El chico vuelve a entrar en la casa y Rachel y yo nos miramos con sorpresa. Eso ha estado bastante
bien.
Rachel
Seguimos al enfermero por los largos pasillos de la casa sin saber a dónde nos lleva. Cada vez estoy
más convencida de que este lugar es algún po de tapadera para negocios no del todo legales. A
primera vista parece una residencia
residencia de ancianos o algo así, aunque no se ven residentes ni más
personal por ningún lado.
El enfermero se deene al final del pasillo, abre una de las puertas y nos indica con la mano que
pasemos al interior.
interior. Oliver va primero, con ssu
u gesto serio habitual, aunque puedo notar su
nerviosismo. Empiezo a pensar que nos estamos meendo en la boca del lobo. ¿Y si mi padre sabe
que estamos aquí? ¿Sería capaz de hacernos daño para que no sigamos indagando en sus sucios
negocios?
—Tenemos que irnos —digo sorprendiendo al enfermero—. Se nos está haciendo muy tarde y…
—¿Rachel? —Mi corazón se deene por un momento al escuchar esa voz y dejo de respirar. No
puede ser—. Rachel, ¿eres tú?
Me asomo y miro hacia el interior de la habitación, y entonces lo veo, tumbado en la cama y con
una expresión de sorpresa en su rostro que debe rivalizar con la mía.
Doy pequeños pasos adentrándome en la estancia sin poder creer en lo que ven mis ojos, solo que
es real.
Sus brazos se abren y una sonrisa ra de sus labios. Antes de que pueda darme cuenta estoy
corriendo hacia él y abrazánd
abrazándolo
olo con todas mis fuerzas.
Las lágrimas recorren mis mejillas sin que pueda hacer nada para detenerlas. Esto es surrealista.
¡Mi hermano está vivo! ¡¿Cómo?! ¡Yo lo vi!
—Estabas muerto —susurro apartándome y apretando su rostro entre mis manos para
cerciorarme de que lo que estoy viendo es real—. ¿Cómo es posible? —Sollozo
—Sollozo y sigo mirándole a
la cara. Está exactamente igual. No ha cambiado nada.
—Solo lo parecía —contesta secando mi rostro—. Estuve dos meses en coma. Eso fue lo que me
dijeron. Cuando desperté no podía ni moverme —Se aparta levemente y señala sus piernas—.
Estas dos siguen sin responder.
Toco sus piernas y niego con la cabeza. ¿No puede andar? Dios, mi hermano está vivo y eso es lo
único que me importa.
i mporta.
—¿Por qué estás aquí? ¿Papá lo sabe? —Frunce el ceño y asiente—. ¿Por qué no dijo nada?
¡Mamá se va a volver loca cuando se entere!
—Porque nuestro padre es un maldito hijo de perra, Rach. ¿Recuerdas lo que te dije antes del
accidente, que quería dejarlo todo? —Asiento—. Unos días antes había descubierto que el abuelo
nos dejó gran parte de la fortuna Lockwell a nosotros dos. Todo, incluso la empresa.
—¿Crees que él tuvo algo que ver con el accidente? —escucho la voz de Oliver y me giro. Ni
siquiera recordaba que él estaba ahí.
—¿Tú quién eres? —pregunta mi hermano frunciendo el ceño.
Mi hermano… Por Dios, ni siquiera puedo creer que esté pensando en él en presente. Me he
acostumbrado a mantenerlo en el pasado.
—No. Bueno, tengo un anillo, pero no es… Eso da igual ahora. ¡Estás vivo, Josh! ¿Crees que nuestro
padre tuvo algo que ver en el accidente?
—No. Solo fue una coincidencia, aunque le benefició. Pudo darme por muerto para no tener que
remover la mierda que hizo en el pasado. Tiene unos poderes legales a nuestro nombre.
Falsificados,
Falsificados, obviamente.
—Él te… Te manene cauvo en este lugar, ¿verdad? ¿No te deja salir?
—Solo al jardín un par de veces al día. Para el resto del mundo estoy muerto. Al menos lo estaba
hasta ahora. —Aprieta mi mano y sonríe de oreja a oreja—. He deseado llamarte y verte cada día
desde que desperté. Al principio creí que habías muerto en el accidente,
accidente, entonces él me dijo que
no, que estabas viva. No enes ni idea del alivio que sen.
Vuelvo a abrazar a mi hermano y una nueva oleada de lágrimas acude a mis ojos. Escucho un
carraspeo a mi espalda y me giro pensando que es el enfermero
enfermero,, sin embargo, ya se ha ido y en su
lugar está uno de los hombres que me ha traicionado, Marcus Novak.
Al principio no estoy muy segura de lo que va a hacer, pero entonces Marcus cae hacia atrás tras
recibir un puñetazo en la cara por parte de Cox. Me quedo completamente paralizada. El tranquilo
y sereno Oliver Cox ene una mala leche de cuidado. Tras lanzarle un segundo puñetazo, escucho
el grito de Josh.
—¡Detenlo, joder! —ordena zarandeándome.
Me bajo de la cama de un salto y voy hacia ellos con rapidez. Me coloco entre ambos y sujeto a
Oliver por el pecho.
—¡Para, Oliver! —grito. Sus zafiros miran fijamente a Marcus y están ansiosos de sangre.
—Eh, para… —dice Marcus levantándose y alzando las manos a modo de rendición—. Deja que te
lo explique.
—¡¿Qué demonios me vas a explicar?! —brama. Su pecho sube y baja con violencia y noto su
corazón golpear su caja torácica al ritmo de una locomotora. Nunca antes lo había visto perder el
control de este modo, y en parte, me siento culpable porque me guste tanto. Oliver Cox
descontrolado
descontrolad o es sexi como el jodido diablo—. ¡Primero intentas meterte entre las piernas de MÍ
mujer! —Golpea su propio pecho con el puño en un gesto pico pico de los jodidos cromañones que
casi hace que me corra del gusto—. ¡Después descubro que eres el puto criado de Lockwell y que
solo te acercaste a ella para espiarla, y ahora resulta que estás aquí y eras consciente
consciente del secreto
que guardaba tu jefe! ¡Te mereces que te mate a golpes, desgraciado!
Marcus hace una mueca limpiándose la sangre que sale de un corte en su labio, en un movimiento
rápido se escurre por un lateral huyendo de Oliver y llega hasta la cama donde está mi hermano.
—¡Claro que no! —contesta—. Yo solo… Cumplí un encargo de tu padre.
—El Barón me habló de un exoesqueleto guiado por un implante natural. Dijo que, si me infiltraba
i nfiltraba
en la vida de tu hermana y conseguía información, tú serías el primero en obtener uno de esos
protopos. —Veo
—Veo la manera en que se acerca
a cerca a mi hermano y sujeta su rostro con las manos—.
Solo quería que volvieras a caminar,
caminar, Josh. No me culpes por hacer todo lo necesario para ello.
Vendería mi jodida alma al diablo si eso pudiese ayudarte.
—Bueno, creo que ya conoces a Marcus, hermanita. Él es… Eh… Bueno, es mi neurólogo y…
—Su pareja —dice Marcus ganándose una nueva mirada fulminante por parte de mi hermano.
—¿Algún problema con eso? —inquiere Marcus cruzándose de brazos de manera desafiante.
—No creo que haya hecho nada que tú no hicieras antes —replica mi ex amigo, y por lo que he
entendido,, mi cuñado.
entendido
—¿Por qué no hiciste nada para sacarlo de aquí? —le pregunta Oliver a Marcus.
—¿Sabes quién es el Barón Lockwell? ¡¿Crees que no lo he pensado millones de veces?! ¿Cuánto
empo crees que tardaría en localizarnos y en hacerme desaparecer? Y después, ¿quién cuidaría
de Josh? Si me he quedado aquí y he hecho todo lo que me ha pedido es precisamente porque sé
que él ene el poder. ¡Intento proteger a Josh, maldita sea!
—Tenemos que sacarlo de aquí —le digo a Oliver. Él asiente rápidamente—. Y Marcus se viene
también. —Hace una mueca mirándolo y resopla, aunque vuelve a asenr.
—El director del centro se llama Anthony Baker. Su despacho está en la segunda planta.
—Ahora mismo necesito que te quedes aquí y cuides de mi hermano. No lo pierdas de vista ni un
solo segundo. Quiero volver a casa con él. ¿Puedes hacer eso por mí? —Suspira resignado y
asiente.
Vuelvo a besarlo y salgo de la habitación a toda prisa. No tardó demasiado en encontrar el
despacho del director, y tras convencerlo de que tengo órdenes estrictas de mi padre para
llevarme a Josh, vuelvo a la habitación donde mi hermano ya está sentado en una silla de ruedas y
listo para parr.
Me parte el corazón verlo así. Al menos está vivo, y eso es algo más de lo que tenía hace apenas un
par de horas. Ahora lo importante es sacarlo de este lugar. Ya me encargaré personalmente de que
mi hermano vuelva a caminar, aunque tenga que dejarme la piel en ello.
Capítulo 34
Oliver
Llegamos a Nueva York en plena madrugada. Todos estamos agotados, pero Rachel se ve
completamente
completamen te destrozada. Las más de doce horas que hemos viajado en avión, junto a todas las
emociones que ha vivido hoy, unido a su falta de sueño, le están pasando factura.
Sugerí que nos quedáramos en un hotel a pasar la noche, y no hubo forma humana de
convencerla. Estaba decidida a volver a Nueva York lo antes posible. Al menos el viaje de vuelta en
el jet fue algo más tranquilo. Rachel no sufrió ninguna crisis a pesar de que estaba muy nerviosa.
Aproveché el momento para intentar tranquilizarla,
tranquilizarla, mas no fue fácil apartarla de su hermano.
Aunque finalmente lo conseguí. CreoCreo que pude hacerlo porque ella misma no quiso que Josh se
diese cuenta de sus miedos.
Al salir del coche que nos recogió en el aeropuerto, la escucho respirar profundamente. Entramos
en el edificio y saludo al guardia de seguridad antes de dirigirnos hacia el ascensor.
ascensor. Marcus empuja
la silla de ruedas en la que va Josh y Rachel
R achel camina a su lado mirándolo alucinada, como si aún no
terminara de creer que él está vivo.
Al llegar al ascensor,
ascensor, Marcus empuja a Josh hacia el interior y lo acomoda mientras yo sujeto la
puerta. Miro a Rachel a los ojos y puedo percibir la batalla que se está librando en el interior de su
cabeza. Una parte de ella no quiere separarse de Josh, y la otra está aterrada por tener que subir
en el cubículo, y más con tanta gente.
—¿Quieres que suba congo por las escaleras? —pregunto. En otra ocasión la presionaría para que
entrara en el ascensor, pero hoy ya ha sufrido bastante presión.
Veo como toma una respiración profunda y niega con la cabeza accediendo al interior. Sonrío ante
su valena y me coloco a su lado entrelazando
entrelazando mis dedos con los suyos. Presiono el botón del piso
dieciocho y la máquina empieza a ascender.
—Tengo un pequeño problema con los espacios cerrados —contesta Rach volviendo a respirar
profundamente.
—Tranquila, estamos llegando —susurro besando su nuca mientras la abrazo contra mi costado.
Estoy a punto de pedirle de no muy buenas formas que cierre la puta boca, pero sé que eso no le
agradaría a Rachel, así que me mantengo callado.
—Desde que pasé tres días atrapada en un coche con el supuesto cadáver de mi hermano —
contesta ella demostrándome una vez más su valena.
Las puertas se abren, y ni Marcus ni Josh se mueven. Los dos se han quedado paralizados tras la
declaración de Rach.
—En el apartamento no entramos todos y supuse que no querrías alejarte de tu hermano esta
noche —contesto
—contesto abriendo la puerta. Recibo una preciosa sonrisa por su parte y la insto a entrar
en el áco. En cuanto estamos todos, cierro y me giro —. La habitación de servicio está en la planta
baja, de modo que es más cómodo que os quedéis ahí —señalo—. Allí está el baño, y por allá la la
cocina. El resto de habitaciones están en la planta superior, incluida la nuestra.
Vuelvo a sujetar a Rachel contra mi costado y me alegra comprobar que ella no me rechaza. Al
contrario, rodea mi cintura con sus brazos y apoya la cabeza en mi pecho.
—Te veo por la mañana, hermanita. Tenemos muchas cosas de las que hablar —señala Josh
despidiéndose antes de que Marcus se lo lleve hacia la habitación.
Cuando nos quedamos a solas, veo que Rach sigue mirando hacia la puerta por la que su hermano
acaba de cruzar.
—Aún no me puedo creer que esté vivo, Oliver. —Me mira y sonríe de manera sincera y radiante—
. No lo he matado. Me siento como si mi vida hubiese vuelto a resurgir después de seis jodidos
años estancada.
estancada.
—Y no sabes cuánto me alegra, cariño. ¿Estás cansada?
—Agotada, pero tengo miedo de dormir y al despertar darme cuenta de que todo esto solo ha sido
un sueño.
—¿Vas a volver a dejarme exhausta a polvos si no lo hago? —pregunta en tono diverdo alzando
—¿Vas
una ceja.
—Me encantaría, solo que creo que ahora mismo estás tan agotada que acabarías quedándote
dormida en cuanto te ponga las manos encima. Así que, a dormir, ya pensaré en dejarte exhausta
por la mañana.
—Por primera vez, y sin que sirva de precedente, señor Cox, voy a darle la razón. Creo que necesito
descansar unas cuantas horas. Supongo que el Barón no tardará en venir a comprobar por sí
mismo la gravedad del lío en el que está medo, y necesito pensar en que pasos voy a seguir, para
eso debo tener la mente despejada.
Rachel
Me despierto sola en la cama. Ni siquiera sé qué hora es, pero me siento como si hubiese dormido
durante una semana seguida. Aparto de un puntapié las sábanas rojas de la cama de Oliver y me
levanto. Encuentro mi ropa lavada y planchada sobre la cómoda y no puedo evitar sonreír. Cox es
un hombre meculoso y siempre piensa en todo.
Ni siquiera me esfuerzo en evitarlo. Me gusta que me bese y creo que ha llegado el momento de
dejar de fingir que no es así.
—Buenos días —contesto. Me acerco a mi hermano y acaricio su pelo sonriendo. Sigo sin creerme
que esté aquí conmigo—. ¿Cómo has dormido?
Marcus también
admirador. No sésonríe mirándolo
qué pensar embele
embelesado.
al respecto yasado.
que,Creo que de
después a mi
lohermano le hanosalido
que me hizo, me ounun
gran
pelo de
él, aunque también enendo su postura. YoYo hubiese hecho cualquier cosa por ayudar a Josh,
menr, engañar, vender mi alma al diablo… Lo que sea.
—¿Algo que yo deba saber? —Alzo una ceja y mi hermano sonríe negando con la cabeza—
cabeza—..
Hablábamos de Clay. Padre me contó lo que hizo tras el accidente, el muy hijo de perra.
—Sí, está claro que no tengo demasiado ojo para escoger a los hombres con los que me lío —
señalo—. Apuesto que voy a escuchar un “te lo dije”.
—Es que te lo dije —replica Josh—. Ese o no era para . Lo supe nada más verlo. —Ruedo los ojos
de manera teatral y me preparo para escuchar uno de los famosos sermones de mi hermano.
Sinceramente,
Sinceramen te, aunque me molesten, los echaba de menos—. ¿Has sabido aalgo
lgo de él?
—Nada desde que entró en prisión y tampoco me hace falta. Ahora mismo solo quiero dejar toda
esa mierda atrás. Tengo cosas más importantes en las que centrarme.
—Enendo por qué hiciste lo que hiciste, Marcus, solo que sigo sin comprender por qué no
ayudaste a Josh a ponerse en contacto conmigo. Tenías su pasaporte en tus manos, podría haberos
sacado de ese lugar en cualquier momento.
—Mierda, Rachel, no era fácil. Mis llamadas, mi correo… TodTodoo está monitorizado. Estaba más
vigilado que el jodido presidente. Por eso sé a ciencia cierta que el Barón no tardará en
encontrarnos.
encontrarno s. ¿Qué vas a decirle?
—De mi padre me encargo yo. Si no quiere pasar el resto de su vida en la cárcel, va a quedarse
quietecito. —Me acerco a mi hermano y me agacho para quedar a su altura—. ¿Estás preparado
para asumir el mando de los negocios familiares?
—Sí, tú. Yo puedo echarte una mano, ya sabes que los negocios, las reuniones y los despachos no
son lo mío. Obviamente no voy a presionarte para que lo hagas, hermano. Si no lo quieres, buscaré
otra solución.
—Yo… Eh… —Mira hacia Marcus y resopla—. No es que no lo quiera, pero sinceramente, creo que
no estoy capacitado para hacerlo —señala sus piernas y agacha la mirada.
—Josh, estar en una silla de ruedas no es ningún impedimento, aunque te prometo que voy a
lograr que te levantes de ella. Hoy mismo me pondré a trabajar en ello. No será igual que tener tus
propias piernas, pero te aseguro que podrás volver a caminar y hacer una vida normal.
El teléfono de Oliver empieza a sonar, y tras hablar unos segundos, cuelga la llamada y me mira
fijamente.
—Vosotros quedaos aquí —les digo a Marcus y Josh—. No tardaremos en regresar. Por cierto… —
Le endo mi teléfono a Josh—. Llama a mamá.
Tras
Tras despedirnos, Oliver y yo salimos del apartamento. Sin siquiera pensarlo, me dirijo hacia el
ascensor y al llegar a la puerta, él me mira sonriendo con sus zafiros.
—¿No voy a tener que obligarte a entrar en el ascensor nunca más? —pregunt
—pregunta—.
a—. Me gustaba eso
de distraerte.
Sonrío y niego con la cabeza cuando las puertas se abren. Respiro hondo y entro en la dichosa
máquina. Las puertas se cierran de manera inconsciente busco su mano, entrelazo mis dedos con
los suyos y vuelvo a respirar hondo.
—No es que me importe, solo que… Vamos, no es real. Fue una treta para convencer a mi padre, y
salió bien, pero ya se acabó.
—¿Vienes o qué? Para no gustarte los espacios cerrados te estás aficionando a ellos —señala
alzando una de sus comisuras.
comisuras.
Sacudo la cabeza para centrarme y dejar de pensar en que este jodido capullo acaba de
proponerme matrimonio, o algo así. Salgo del ascensor y caminamos directamente
directamente hacia el
despacho de Oliver.
—Ya vamos. —Entro en el despacho y compruebo que Paul y Shana están esperándonos en el
interior—. ¿Tienes lo que te pedí? —le pregunta Oliver a su cuñado.
—¿Qué es esto? —pregunto arrebatándosela de las manos. Le echo un vistazo y abro los ojos
como platos—. ¿Cuándo has hecho esto? —pregunto alucinada.
—Llamé a Paul a primera hora y pedí que los redactara. Tuve que contarle lo que está pasando.
—Eso también —confiesa—. Ahora voy a explicarte exactamente lo que puedes hacer. Tu padre ha
comedo una serie de delitos y si no firma esos papeles, podrás meterlo en la cárcel. Escúchame
con atención.
Pasamos más de media hora encerrados en el despacho planeando una ofensiva contra mi padre.
Lo tenemos cogido por los huevos y voy a aprovechar la oportunidad para sacármelo de encima.
Aunque no termino de confiar en Paul, el cabronazo es abogado y sabe muy bien cómo doblegar a
una persona. Shana se manene en silencio. Sé que su presencia no era necesaria en esta reunión,
está aquí para apoyarme y se lo agradezco de todo corazón.
En cuanto tengo claro lo que voy a hacer, Oliver y yo salimos del despacho y nos dirigimos a la sala
de juntas.
—Puedo hacerlo sola —susurro antes de entrar.
—Lo sé, solo quiero estar congo. No me apartes ahora, Rach —su tono de voz es calmado, pero
ha sonado a suplica.
—Entra ahí, pequeña provocadora. Ya te diré yo a lo salvaje que puedo llegar a ser.
Respiro hondo nuevamente y abro la puerta poniendo mi mejor cara de póker. Mi padre me
fulmina con la mirada nada más verme y resopla caminando
caminando hacia mí.
—Supuestamente bajo erra, padre. Toma asiento, tenemos mucho de lo que hablar.
—No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago. Solo dime dónde está tu hermano.
Su respiración es irregular y está sudando. Bien, lo estoy poniendo nervioso y eso me conviene.
—No voy a pedirte explicaciones. Sé perfectamente por qué encerraste a Josh en ese lugar y
también tengo conocimiento
conocimiento de todos tus chanchullos. —Dejo la carpeta sobre la mesa y la abro
extendiendo los documentos sobre la superficie—. Ahora vas a firmar esto, padre.
—Es la revocación del supuesto poder que firmamos Josh y yo y el traspaso de acciones de
Lockwell Aeronaucs.
—Sí lo vas a hacer. ¿Quieres que te explique por qué lo harás? Porque si no los firmas sin dramas ni
discusiones innecesarias,
innecesarias, voy a hacer pasar a esta sala a los dos hombres que están en el despacho
de al lado. Uno de ellos es fiscal federal y el otro un agente del FBI que no dudará en sacarte del
edificio esposado.
—¿Eso crees? —Chasqueo la lengua y sonrío de nuevo—. Tengo registros de todos tus chanchullos,
padre. En nuestra visita a tu casa hice una pequeña parada en tu despacho y copié el disco duro de
tu portál, y también tengo a Josh.
—Padre, controla tu lenguaje. No es esa la educación que nos enseñaste —me burlo—. Estoy de
acuerdo congo. Tal Tal vez no lleguen a condenarte por ninguno de tus crímenes, pero, ¿qué pensará
la aristocracia británica cuando se enteren de que estás siendo invesgado por el secuestro de un
ciudadano americano, tu hijo precisamente, fraude fiscal, evasión de capitales y falsificación
documental? Entres o no en prisión, tu reputación quedará por los suelos. Incluso puedes llegar a
perder ese tulo que tanto adoras.
—Hija de…
—¡Barón! —le advierte Oliver—. Termine esa frase y le aseguro que tendrán que llevarlo a prisión
en silla de ruedas.
—Firma los documentos, padre. Tómatelo como una jubilación. Josh y yo nos haremos cargo de los
negocios familiares y tú podrás vivir el resto de tu vida al margen. Haz las cosas bien esta vez.
—¡Sí, y también dejaste que viviera seis malditos años culpándome por la muerte de mi hermano,
maldito hijo de perra! ¡Firma los putos papeles y sal de nuestras vidas!
Tras bufar repedamente, coge el bolígrafo que hay sobre la mesa y estampa su firma en los
documentos.
—Sí. —Recojo los documentos y los guardo de nuevo en la carpeta—. He aprendido del mejor.
Ahora lárgate de aquí, y como me enteré de que estás a menos de cien kilómetros de mi hermano
o de mí, te juro que no me temblará el pulso en mandarte a prisión por el resto de tus días. —Me
acerco a la puerta y la abro—. Hasta nunca, padre.
—No enes ni idea de lo orgulloso que estoy de —dice mientras camina hacia mí sin perder la
sonrisa.
Capítulo 35
Rachel
—Uno en el que conste que no vas a volver a menrme jamás. Necesito confiar en , Oliver.
Me acerco a él hasta que solo unos pocos cenmetros separan nuestros cuerpos.
—No quiero que firmes nada. Quiero que me des tu palabra. Si voy a hacer esto, no puedo estar
dudando de a cada instante.
—¿Esto? —pregunta alzando una ceja—. ¿Qué es exactamente lo que vas a hacer?
—¿Tu propuesta? ¿Ponerme un anillo en el dedo y decir “hagámoslo real”, es lo que tu llamas una
propuesta?
—No soy bueno con las palabras, eso ya lo sabes, quiero pasar el resto de mi vida demostrándote
lo mucho que te amo. ¿Eso te sirve como propuesta?
—Vas mejorando —señalo intentando contener una sonrisa—. Aunque te aconsejo que sigas
praccando.
—Aplazamos esta reunión para otro momento, Cox. Mi madre ya debe estar en un avión y quiero
preparar a mi hermano para recibirla. Además, necesito ponerme a trabajar en el exoesqueleto
exoesqueleto
cuanto antes.
—Rachel, ni se te ocurra salir —me advierte. Sonrío de medio lado y salgo de la sala de juntas
escuchándole bufar
bufar a mi espalda. Apenas tengo empo de llegar a la puerta del ascensor cuando
me alcanza. Justo en ese momento las puertas se abren y Oliver me empuja al interior
abalanzándose sobre mí—. Me sacas de quicio —dice justo antes de besarme.
Rodeo su cuello con mis brazos y respondo a su beso con fervor. Sus manos no tardan en sujetar mi
trasero y siento mi espalda impactar contra la pared metálica mientras el ascensor sigue
ascendiendo. Su olor me invade extasiándome. Joder, estoy loca por él.
—¿Ves cómo puedes distraerme de todos modos? —susurro contra sus labios antes de morderlos.
Escuchamos como las puertas se abren, pero no nos detenemos,
detenemos, seguimos besándonos
apasionadamente hasta que las puertas vuelven a cerrarse.
—Quiero follarte tan duro que no puedas levantarte en una semana —murmura deslizando su
boca hacia mi cuello, el cual muerde de inmediato.
—Hablando de cosas duras… —deslizo mi mano por su bragueta y aprisiono su erección entre mis
dedos.
—Eso ha sido… No
profundamente puedes hacer
enderezando algo así y…No
su corbata—. Intentas distraerme,
va a funcionar. ¿ve
¿verdad?
rdad? —Respira
Nuevamente estás evitando el tema.
Te he pedido que te cases conmigo y…
—Corrección, me has puesto un anillo en el dedo, más en ningún momento me has pedido nada.
—Vale, muy bien, te lo pido ahora. —Veo como clava una rodilla en el suelo con mala leche—.
Cásate conmigo —gruñe.
—¿En serio? ¿Esto te parece una proposición decente? —intento contener la risa al ver como sus
zafiros brillan de rabia contenida.
Presiono el botón para que las puertas se abran y salgo del ascensor dejándolo allí arrodillado y
solo.
—¡Rachel! —escucho
—escucho su grito cuando ya he llegado a la puerta, y enseguida sus pisadas. Está muy
cabreado y yo me lo estoy pasando en grande—. No me has contestado.
—No.
—¿Cómo qué no? —Su cara es poema. El señor inexpresivo está completamente descolocado—.
Explícate —ordena.
—No hace falta ser un genio para entenderlo, Cox. No, es no. No quiero casarme congo.
—¿Por qué?
Marcus abre la puerta y entro en el áco dejándolo solo de nuevo, pero esta vez en la entrada.
Voy directamente hacia el salón y encuentro a Josh sentado en el sofá.
—No vamos a volver a saber nada del Barón Lockwell en mucho empo. Con un poco de suerte, el
resto de nuestras vidas.
—¿Es en serio?
—Sí. A parr
muchos de este
cambios, momento
hermano, tú eres
y todos el nuevo
serán CEO de Lockwell Aeronaucs. Vamos
para mejor. Vamos a hacer
Compruebo que Marcus y Oliver no están en el salón, de modo que me siento en el sofá junto a
Josh y suspiro.
—Sí. Intento poner cada cosa en su sio poco a poco. Aún no me puedo creer que estés aquí
conmigo.
—Yo tampoco. Estoy muy feliz de verte, hermanita. Ayer, cuando dijiste eso en el ascensor, me di
cuenta de lo mal que lo has pasado todos estos años. Yo he sufrido, aunque tengo la sensación de
que lo tuyo ha sido peor.
Mis ojos se inundan de lágrimas y asiento.
—Vi a mi único hermano morir delante de mí, o al menos eso fue lo que pensé. Estuve tres días en
ese coche congo. —Me estremezco al recordarlo y Josh aprieta mi mano—. Tengo pesadillas
todas las jodidas noches. Mi vida se fue a la mierda tras ese accidente, Josh. Me dediqué por
completo al trabajo, a nada más.
—Pues para haberte dedicado solo al trabajo has conseguido ligarte a un o bueno —señala
sonriendo. Suelto una carcajada y limpio mis mejillas húmedas—. ¿Recuerd
¿Recuerdasas lo que te dije del
hombre perfecto para ? Alguien capaz de enfrentarse
enfrentarse al mismísimo infierno por conseguirte. El
hombre que sea digno de poseerte por el resto de su vida, no debería temer a nadie. Al contrario,
contrario,
a cualquiera que se interponga en su camino lo aplastará como una cucaracha por el simple hecho
de respirar cerca de . —Vuelve a sonreír y señala con el dedo la puerta de la cocina—. Ese o es el
indicado. ¿Viste cómo golpeó a Marcus? Joder, me puso cachondo hasta a mí.
—¡Puaj! —Hago una mueca y me levanto rápidamente mientras mi hermano se parte de risa—.
Quiero sacar esa imagen de mi mente.
—No seas tonta, hermanita. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla con temores
estúpidos. Yo
Yo aprendí eso por las malas. Siempre supe que estaba del lado equivocado de la acera,
solo que era demasiado cobarde como para cruzar la jodida carretera. Tuve que estar al borde de
la muerte para darme cuenta de que lo único que verdaderamente importa es lo que nos hace
felices.
—Se desmayó dos veces. Gritó, lloró, yo también lloré, y terminó insultando al Barón y diciendo
que cogería el primer vuelo hacia Nueva York.
—Sí, ¿algo que objetar? —Alzo una ceja en su dirección y él niega con la cabeza.
—Marcus me ha puesto al día de lo de tus inventos y todo eso. ¿Crees de verdad que podré volver
a andar?
Oliver
Tras el rechazo por parte de Rachel no puedo dejar de pensar en qué hice mal. ¿Por qué ha dicho
que no? Hasta me arrodillé. Eso ene que contar, ¿no?
Cuando llegamos al áco, Rachel se fue al salón con su hermano y yo arrastré a Marcus hasta la
cocina para darles un poco de inmidad. Han estado separados durante seis años y necesitan
ponerse al día. Ya me estoy arrepinendo por quedarme solo con este imbécil.
—Oye, ya sé que no te caigo muy bien, aunque por lo visto vamos a ser algo así como cuñados, así
que, ¿te parece si hacemos una especie de tregua e intentamos tolerarnos?
tolerarnos?
—Te querías follar a mi chica, capullo —siseo.
—Espera… ¡¿Qué?! ¿Se lo has pedido? —Asiento—. ¿Te ha dicho que no? —Vuelvo a asenr—.
¿Por qué?
—No tengo ni puta idea. Creí que estábamos haciendo avances, que finalmente me estaba
—Lo imaginaba. Estoy seguro de que eres un hombre de recursos, Cox. Encontrarás la forma de
hacerla cambiar de idea.
Cambio el canal de la televisión fingiendo que no me doy cuenta de la forma en la que me observa
o bserva
Josh.
—Sí, solo una cosa. —Apago la tele y me giro hacia él cruzándome de brazos—. Como le vuelvas a
hacer daño a mi hermana, te juro que acabaré congo. No te fijes en mis piernas. Si le rompes el
corazón otra vez, me levanto
levanto de la jodida
j odida silla y te muelo a palos. ¿Lo has entendido?
—Perfectamente —contesto.
Yo le hice una amenaza muy parecida a Paul el día que me enteré de la relación que mantenía con
mi hermana. Es justo y lo acepto.
—Dicho esto, dame el puto mando de la televisión. Llevas media hora cambiando de canales sin
parar. Me estás poniendo de los nervios.
Le endo el control remoto y me acomodo en el sofá viendo sin ver la televisión. Me agrada Josh,
quiere a su hermana y yo también la quiero. Eso es un buen punto en común.
Rachel
Marcus y yo subimos al áco comentando con entusiasmo los nuevos avances que hemos logrado.
Si seguimos así, Josh podrá empezar a andar muy pronto. Aún me escama bastan
bastante
te su traición,
mas no le guardo rencor. Si de verdad quiere a mi hermano, yo estoy dispuesta a olvidar el pasado
y empezar de nuevo con él.
Toco al mbre y es Oliver quien abre la puerta. Ni siquiera me saluda antes de volver a marcharse.
Está cabreado. Siempre hace eso cuando se enfada, me azota con su indiferencia. Me hace gracia.
A veces se comporta como un niño pequeño.
—He recuperado a mi hijo. —Sujeta mi mano y sonríe—. Ahora espero poder recuperar también a
mi hija, a la de verdad. Ya puedes dejar de auto flagelarte, cielo. Tu hermano está vivo. Si antes no
eras culpable de nada, ahora mucho menos.
Asiento agachando la mirada. Supongo que ene razón. Ya no hay movos para senr culpa y
remordimientos. Tal vez, si me esfuerzo, pueda recuperar mi vida, la que tenía antes de esta
pesadilla.
Miro hacia abajo poniendo una mano sobre mi vientre. Tengo que hacerlo. Intentaré pasar página
y dejar atrás el pasado, por mí y por mi hijo.
—Bueno, para empezar que mi hermano está vivo y con nosotros, también que he recuperado mi
proyecto,, IACox, no va a ser
proyecto s er usado como arma jamás, y, por úlmo, y no menos importante… —
miro a Oliver y este alza una ceja en mi dirección expectante—, que estoy embarazada —declaro.
—¿En serio? —Oliver se acerca a mí resoplando—. ¿No podías hacer las cosas como las personas
normales?
—¿A qué te refieres? Eras tú el que decía eso de… “Tienes que aceptar que estás embarazada,
Rach” o “Tarde o temprano tendrás que asumir que vamos a tener un hijo” —imito su tono de voz
con acento americano y todos empiezan a reír, todos menos Oliver, claro.
—¿Te estás burlando de mí? Yo solo… ¿Por qué eres tan dicil? Lo normal es que tú y yo
habláramos de esto antes de que lo anunciaras a bombo y plallo.
—Pues vaya mierda de compra que he hecho —bufo cruzándome de brazos y lo miro.
Su pose es seria, sin embargo, sus zafiros están brillando con fuerza.
—¿Qué demonios voy a hacer congo, Rachel Taylor? —pregunta sonriendo con sus ojos.
—Señor, si me permite una sugerencia… —dice Gregory a través de los altavoces de mi teléfono.
No sé quién lo ha conectado,
conectado, aunque me alegro que lo haya hecho. Mi mejor amigo no podía faltar
en este día tan especial para mí.
—Te encantan mis gilipolleces —susurra pegando su frente a la mía—. Además, estás loca por mí.
Dejo que me bese y rodeo su cuello con mis brazos escuchando los vítores de nuestros seres
queridos. Cuando finalmente nos apartamos, ambos estamos sin aliento.
—No, no lo haré.
FIN
Epílogo
Rachel
Me pellizco el puente de la nariz y suspiro. Estoy agotada. Daría cualquier cosa por dormir una
semana entera, pero eso no puede ser. Tengo demasiadas cosas pendientes que hacer. Después de
más de un año y medio de trabajo, la sede de Lockwell Technologies en Nueva York ya está a pleno
rendimiento,
rendimient o, ahora hay que sacarla adelante. Josh es quien se encarga de dirigir la empresa, yo me
hago cargo de la parte técnica. Vamos, que me ocupo de lo que antes era Braincom. Ahora ya no
existe. Desmantelé
Desmantelé la empresa y despedí a parte del personal, incluido a Mark. Al resto de
empleados les ofrecí un puesto de trabajo en la renovada empresa Lockwell.
La puerta de mi despacho se abre con violencia y no necesito mirar para saber quién es. Esperaba
esta visita desde hace un par de horas.
Chasqueo la lengua y me levanto, aliso mi camiseta y me apoyo contra el borde del escritorio.
—Yo no te he robado nada. Le hice una oferta a Damon y él la aceptó, nada más.
—Robar mi proyecto y presentarlo como tuyo, también, y eso no te impidió hacerlo —señalo
encogiéndome de hombros.
—Y lo hemos hecho. Está completamente superado, sin embargo, eso no significa que no te a
devolver la jugada. Ahora sí estamos en paz.
—Sabes que lo que estás haciendo es una tontería, ¿verdad? ¿Por qué compemos? ¿Te das
cuenta de que vas en contra de tus propios intereses? Estamos casados, Rachel. Si yo pierdo
dinero, tú también. Dejemos de enfrentarnos y asociémonos de una vez.
—Quieres decir que te trabaje para , ¿no? Eso no va a pasar, Cox.
—Hablas como si te puesto una pistola en la cabeza para que dijeras “sí, quiero”.
—No, solo me llevaste a Las Vegas, me emborrachaste y lo siguiente que recuerdo es despertarme
con una alianza de matrimonio en el dedo.
—Hablo en serio, Rach. Ahora que Lockwell Technologies ene la sede central en Nueva York, nos
estamos pisando el uno al otro. Asociémonos y trabajemos juntos.
—Espera a que tenga edad para conducirlo al menos. Quién te ha visto y quién te ve ahora. Hace
un par de años intentabas
intentabas no dormir a toda costa y ahora estás deseando pillar la cama.
—Sí, creo que me estoy haciendo mayor —replico haciendo una mueca.
—Eres una anciana muy sexy —dice justo antes de morder mi labio inferior.
—¡Eh, dejad los arrumacos para cuando estéis solos! —exclama mi hermano entrando en el
despacho sin llamar a la puerta.
—Estábamos solos hasta que tú has llegado —señala Oliver apartándose de mí.
Siempre están igual. Mi hermano se ha aficionado a meterse con mi marido y lo peor es que Oliver
le sigue el juego. Sus batallas verbales son agotadoras.
—Necesito que revises estos documentos. —Me ende una carpeta y yo hago una mueca—. Ya sé
que no te gusta el papeleo, pero es importante.
—Me importa una mierda. Mi mujer está cansada y me la llevo a casa. ¿Algo que objetar?
Mi hermano levanta las manos a modo de rendición y yo sonrío dejándome llevar hacia afuera
afuera por
mi marido.
Sé de inmediato
y desde entoncesde quién
está me estáenhablando.
ingresado El BarónYo
Cure Residenal. Lockwell sufrió
no he ido una embolia
a verle, hacesí.
aunque Josh seis meses
Dice que
apenas habla y no puede moverse de la cama.
Es curioso como la vida te hace pagar con sangre todo el mal que haces. Mi padre tuvo encerrado a
Josh en ese lugar y ahora es él quien está incluso en una situación peor, solo, sin nadie que se
preocupe por él y sin poder valerse por sí mismo. Al final, la avaricia y el deseo de dominio no nos
lleva a ningún lado. En nuestros malos momentos el dinero no sirve de nada. Lo que realmente
importa es rodearnos de esas personas que nos quieren y a las que queremos.
—¿Ya te he dicho que estás muy sexy cuando te cabreas? —pregunto antes de besarlo de nuevo.
Ya no me molestan tanto los espacios cerrados y las pesadillas han desaparecido por completo. No
voy a menr, a veces aún me cuesta subirme a un coche o al jodido jet, poco a poco lo voy
superando y tengo que admir que en parte es gracias al hombre que ahora mismo tengo
acorralado contra la pared del ascensor. Él fue el primero en animarme a enfrentar mis miedos y
superarlos,
de a susé
sus errores, manera,
que mepero
ama,lome
hizo. Medemostrado
lo ha ayudó incluso cuando
infinitas yo sno
veces
vece quería
y de ser ayudada
disntas y ay pesar
maneras, yo…
Joder, yo lo amo más que a nada en este jodido mundo.
¿Quién me lo iba a decir? Al final la alérgica al compromiso terminó enamorándose del adicto al
trabajo.
Oliver
Aparco frente a nuestra casa y le lanzo una mirada de reproche a Rachel. Es una pequeña y
retorcida provocadora. He tenido que conducir con una erección monumental por culpa de su
ataque en el ascensor.
Me sonríe y yo resoplo saliendo del coche. Entramos en casa y escucho el berrido de mi hijo a lo
lejos. No puedo evitar ponerme nervioso. Desde que Dominic nació, se ha converdo en mi nueva
obsesión. El mismo empeño que ponía antes en mi empresa, ahora está dirigido hacia mi pequeño.
—Solo está llorando, Oliver. No te vuelvas loco —dice Rach leyendo mis pensamientos a la
perfección.
No sé cómo lo hace. Yo siempre me he caracterizado por ser un hombre inexpresivo, sin embargo,
ella es capaz de descifrar mi estado de ánimo con solo una mirada, y esa es una de las razones
razones por
las que me vuelve loco.
Rachel deja su bolso sobre el mueble de la entrada y nos dirigimos hacia donde se escucha el llanto
de nuestro hijo. Lo encontramos en el salón, en los brazos de Gregory.
—Gracias a Dios. Tome, señor Cox. —Me ende al niño y se lleva las manos a la cabeza—. No
consigo que deje de llorar y… —Señala la habitación, que está completamente desordenada.
—¡Izquierdo!
—¡Izquierdo! —grita mi mujer haciendo que el robot se detenga de inmediato.
—Se ha vuelto completamente loco, Rachel —dice Gregory con tono de desesperación.
—Vale, voy a llevar al niño a su habitación. —Señalo a Izquierdo y frunce el ceño—. Rach, pon
—Vale,
orden en esos trastos o te juro que los encierro en el sótano.
Subo a la habitación de Dominic y tras jugar un rato con él, termina quedándose dormido, de
modo que lo tumbo ene n su cuna y me quedo observándolo en silencio mientras
mientras duerme.
—Lo sé, pero me gusta ver como duerme. Cada día se parece más a .
—Pues será por la mala leche, porque en el resto es una calcomanía tuya —señala.
—Sí, debe ser por eso. —Beso su frente y suspiro volviendo a mirarlo—. ¿Cuánd
¿Cuándo
o crees que
podremos tener otro?
—No hablas en serio —dice frunciendo el ceño. Alzo una ceja y ella niega con la cabeza—. No, ni
de puta broma.
Creo que me va a costar un poquito convencerla, pero lo lograré. Puedo llegar a ser un grano el
culo cuando me lo propongo.
Agradecimientos
Hola de nuevo. Si habéis llegado hasta aquí, espero que lo pasarais bien con Rachel y sus locuras.
No hay palabras suficientes en el vocabulario español para agradeceros todo el apoyo y el cariño
que recibo de vuestra parte. Gracias a vosotros, los lectores, puedo seguir haciendo lo que más me
gusta en el mundo, creando nuevas historias.
Ahora empiezo con la ronda de agradecimientos. Son demasiadas personas las que hacen parte de
mi vida y espero no olvidarme de nadie.
Recuerdo perfectamente el día que tuve la idea de escribir esta historia. Estaba hablando por
WhatsApp con Raki y ella fue la primera en tener que soportar mi vomito de palabras. Gracias,
compañera noctambula.
noctambula. Sin , nada de esto habría sido posible.
Mi grupo de betas, Tina, Heidy, Bey, mi tocaya Jessi, Paola, Adri y Moni. Gracias por aguantar
todas mis locuras. Vosotras habéis sido parte de este proyecto y un pedacito de él también es
vuestro. Moni, Adri, las originales. Vosotras lleváis
lleváis más años aguantándome. No sé cómo lo hacéis,
pero os quiero muchísimo.
Luce de Bookdesign LT, la creadora de la gran portada de Cox. Muchas gracias por todo, niña.
Tienes un talento excepcional y sé que vas a llegar muy lejos.
Fer, mi buscadora oficial de musos. Algún día te cansarás de mí, pero mientras tanto voy a seguir
abusando de mi suerte. Maca, la creadora de los mejores booktrailers
booktrailers que he visto y mi tocadora
de pelotas personal. Te odio, ya lo sabes.
Mara, mi compañera de viaje, de verdad que no sabría qué hacer sin . Eres mi pepito grillo
parcular, la voz de mi conciencia y la insgadora de la mayoría de mis maldades. Te adoro.
A mi familia por apoyarme incondicionalmente y también a mi pata, esa amiga que siempre está
ahí cuando la necesito.
Por úlmo, al amor de mi vida, gracias por darme una razón para exisr. Te quiero, Manu.