7 Descifrando A Cox Jess GR

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Descifrando a Cox

Jess GR

Derechos de autor © 2020 Jess GR

Todos los derechos reservados

Los personajes y acontecimientos retratados


retratados en este libro son ficcios. Cualquier parecido con
personas reales, vivas o muertas, es casualidad y no es una intención del autor.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o
transmida en ninguna forma o por ningún medio, electrónico, mecánico
mecánico,, fotocopia, grabación u
otro, sin el permiso expreso por escrito del editor.

Diseño de portada por: Bookdesign LT

Después de la tormenta, siempre llega la calma. Disfruta de ella al máximo y no pienses en la


siguiente tempestad.
tempestad. Cuando llegue, que te pille con una sonrisa.
Contenido

Pagina de tulo

Derechos de autor
Dedicación
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23

Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35

Epílogo
Agradecimientos
Prólogo

M e concentro
concentro al máximo para no fallar esta vez. Estoy trabajando en algo nuevo, algo que podría
cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Acciono
Acciono el interruptor y una pequeña luz se enciende
de inmediato.
i nmediato.

—Hola? ¿Me escuchas? —Mi voz resuena por toda la habitación, pero no recibo ninguna
respuesta—.. Mierda, ¿qué he hecho mal ahora? —me pregunto a mí misma.
respuesta—

—Ho… Hola —una voz desconocida sale por los altavoces dejándome paralizada.

¿Ha funcionado? No me lo puedo creer. Llevo meses intentándolo sin ningún éxito.

—Oye, ¿sabes quién eres? —pregunto.

—Eh… No estoy seguro. ¿Quién eres tú?

—Rachel, me llamo Rachel, y tú eres Gregory.

— ¿Dónde estoy? —pregunta.

—Bueno, específicamente,
específicamente, estamos en la universidad
universidad de Oxford, en Inglaterra,
Inglaterra, pero tú… Es un
poco complicado explicarlo. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás aturdido o confuso?

—Estoy… Estoy… No lo sé muy bien.

—No te preocupes, muy pronto te acostumbrarás —me acercaré al ordenador central y entraré en
el programa madre de mi proyecto
proyecto para ajustar algunos detalles—. Vamos
Vamos a hacer un par de
pruebas, ¿de acuerdo, Gregory? Necesito que… —El mbre suena interrumpiéndome y resoplo
levantándome
levantán dome de la silla para ir a abrir la puerta—. Dame cinco minutos. Seguramente
Seguramente es mi novio,
lo despacharé y podremos seguir trabajando. Tú solo… —Niego con la cabeza—. Da igual, vuelve
ahora mismo.

Salgo corriendo de la habitación y cierra la puerta a mi espalda. El apartamento que me ha


comprado mi padre en Oxford no es demasiado grande, aunque ene espacio suficiente para usar
una de las habitaciones como más alta. A excepción de las clases en la universidad, ese es el lugar
en el que paso más empo desde hace tres años.

El mbre vuelve a sonar y suspiro rando de la manilla de mala leche. Se supone que Clay iba a
dejarme tranquila hoy. Siempre
Siempre insiste en que tengo que salir más de mi ratonera y vivir en el
mundo real, algo que es complicado cuando eres quien soy yo. Mi misión en la vida es aprender
todo lo que pueda en el menor empo posible. Tengo que ser la mejor, solo así podré demostrarle
a mi padre que no soy tan inúl como cree y, tal vez algún día, librarme de él. ¿Me voy de fiesta?
Pues sí, muchas veces más de las que a mi querido padre le gustaría, y eso no significa que no
tenga muy claro cuál es mi propósito. Algún día será libre, aunque hasta entonces no dejaré de
intentarlo con todas mis fuerzas.

Me llevo una sorpresa enorme al comprobar que no es Clay el que está


e stá al otro lado de la puerta
sino mi hermano Josh.
—Buenas tardes, hermanita —saluda entrando a mi apartamento como si estuviese en su propia
casa.

— ¿Qué haces aquí? —pregunto con sorpresa.

—He viajó dos horas en coche para venir a visitar a mi hermana pequeña y ella no parece muy
contenta de verme —señala haciendo pucheros.

Suspiro y niego con la cabeza. Josh es tan solo un año mayor que yo, y me saca un par de cabezas
de estatura, por eso cada vez que me abraza me siento aún más pequeña de lo que soy.

—Me alegra mucho que estés aquí, idiota —digo sonriendo. Rompo nuestro abrazo y le miro a la
cara achinando los ojos. Eso no explica qué haces aquí. Es viernes, ¿no has tenido clases hoy?

—Sí, pero he faltado —contesta encogiéndose de hombros.

Sus ojos grises, tan parecidos a los míos, se desvían hacia el suelo de manera inquietante
inquietante.. Algo está
pasando, lo sé.

—Vale, suéltalo de una vez. ¿Qué pasa? Tú no faltas a clases porque sí. ¿Tienes algún problema?

- ¡No! Yo solo… ¿No puedo pasar de todo, aunque sea un solo día? Solo quería hacerte una visita.

Pasar
no nosalgo de empo
vemos. con
Te echo demi hermana.
menos, nadaDesde
más. que yo me mudé a Cambridge y tú aquí a Oxford, casi

Le mantengo la mirada un rato y asiento. Sé que no me lo está contando todo, el empo me ha


enseñado que, si Josh no quiere hablar de algo, no lo hará hasta que él mismo lo decida. Así es mi
hermano.

—Está bien. Estoy algo liada, puedes quedarte aquí si quieres. ¿Volverás hoy a Cambridge?

—Esperaba que me acogieras el fin de semana —propone rodear mis hombros con uno de sus
pesados brazos.

—Está bien, solo que el lunes te largo. No puedes seguir faltando a clases. Recuerda que aquí la
rebelde de la familia soy yo. Tú eres el responsable y confiable.

—Eso dicen —murmura justo antes de resoplar y hundir los dedos en su pelo castaño echándolo
hacia atrás.

—Josh, ¿estás seguro de que va todo bien? —pregunto agarrando su rostro con ambas manos para
que me mire directamente—. Si puedo ayudarte en algo… Sabes que puedes contarme, ¿verdad?

-Perder. No te preocupes, ¿vale? —sacude la cabeza y da una palmada recuperando su sonrisa


habitual—. Mejor cuéntame a dónde me vas a llevar. ¿Nos vamos a alguna fiesta?

—¿Fiesta? —Alzo una ceja en su dirección y sonrío—. ¿Quién eres tú y dónde está mi hermano?
¿Desde cuándo vas a fiestas?

—Somos universitarios. Tú
Tú enes veindós y yo veintrés años. Se supone que los viernes
tendríamos que estar emborrachándonos
emborrachándonos y pasándolo bien.

—No creo que sea buena idea. Odio ser yo la sensata, si papá se entera…
—El viejo no va a enterarse.
enterarse. —Me mira a los ojos y me desarma por completo con su gran sonrisa y
esa caída de pestañas. Este es el hermano al que adoro y enendo por qué trae locas a todas las
chicas. Además de su belleza, posee un encanto natural que te obliga a decirle que sí a todo—.
Vamos, hermanita, por favor. —Une las manos frente a su cara y pone esa expresión de cachorrito
abandonado que siempre le funciona para salirse con la suya.

—Está bien —cedo con un bufido hasado—. Deja que me cambie de ropa. Iremos a cenar a algún
lado y después a una fiesta. Llamaré a Clay, seguro que sabrá dónde ir.
- ¡Genial! —Una nueva palmada resuena en el salón y mi hermano sonríe de oreja a saber que ya
me ene dónde oreja quería—. De paso conozco a ese tal Clay. ¿Cuánto empo lleváis juntos?

—Casi un año. Y te advierto —alzo el dedo índice en su dirección y frunzo el ceño—, nada de
amenazas ni tonterías. Clay es un buen po y me gusta, mucho. No te pases de sobreprotector,
hermanito.

—Nunca haría tal cosa —jadea llevándose la mano al pecho y fingiendo estar ofendido.

—No me vengas con tonterías. Aún recuerdo la paliza que le diste a Mike Jenkins.

—Ese o te estaba engañando con otra. Lo pillé comiéndole los morros a Sarah Mitchell a tus
espaldas.

—Josh, teníamos doce años. Eso no es excusa


excusa para pegarle una paliza a un crío. Prométeme que te
comportarás con Clay. —Pone los ojos en blanco y el fulmino con la mirada—. Promételo, no
pienso ir a ningún lado hasta que lo hagas.

—Está bien, lo prometo —canturrea dejándose caer en el sofá—, pero date prisa. Estoy
hambriento.

Me meto en mi habitación, y mientras me veía con unos vaqueros ajustados y una camiseta de
hombro descubierta llamo a Clay. Tengo que hacer malabarismos para sujetar el móvil con el
hombro mientras me calzo las botas de tacón.

—Hola, preciosa —contesta al cuarto tono—. Creí que hoy ibas a trabajar hasta tarde. ¿Ha

cambiado de idea? Puedo estar ahí en diez minutos. Espérame sin ropa.
—No te emociones, vaquero —digo sonriendo. Él detesta que lo llame de ese modo, basándome
en sus orígenes es el apodo que mejor le queda. Aunque no puedo verlo, sé que ha hecho una
mueca al escucharme—. Mi hermano ha venido de visita.

—Josh? ¿Está aquí? —pregunta


—pregunta en tono preocupado.

—Sí, acaba de llegar de improviso y parece que ene ganas de marcha. He pensado que podríamos
ir a cenar los tres juntos y después a una de esas fiestas que tanto te gustan. Apuesto a que sabes
dónde hay alguna —comento mientras empiezo a aplicar color a mis labios.

—Por supuesto que lo sé —se jacta—. Pensaba pasarme solo esta noche por allí, aunque mis
planes acaban de cambiar. Es mucho mejor pasar la velada con mi chica, aunque su hermano y mi

futuro asesino esté con nosotros. ¿Crees que será muy doloroso?
Suelto una carcajada y tengo que limpiarme la comisura de los labios.

—No te preocupes. He hablado con él y yo ha promedo portarse bien. ¿Nos vemos en el Mirror
en una hora?

—Por supuesto. Estoy deseando verte, preciosa —susurra en tono seductor—. Por cierto, ¿qué
llevas puesto? —Una nueva carcajada sale de mi boca sin que pueda evitarlo y le escucho reír a él
también al otro lado de la línea—. Vale, mejor dejamos el sexo telefónico para cuando tu hermano
no esté en la ciudad. Nos vemos en un rato. Te quiero.

—Y yo a  —contesto mirándome
mirándome al espejo. Mi sonrisa ilumina todo mi rostro y el color gris
g ris de mis
ojos brilla, dándole un aspecto metálico líquido.

Cuelgo la llamada y suspiro. Estoy completamente enamorada de este chico. Desde que lo conocí
en la cafetería del campus supe que tenía algo especial. Me invitó a salir ese mismo día y yo lo
rechacé, y el muy cabezota
cabezota no cejó en su empeño hasta que consiguió hacerme cambiar de
parecer.

Somos muy parecidos. Los dos hemos sido presionados por nuestros respecvos padres desde que
éramos unos niños para ser alguien que no somos. En su caso, su padre es un magnate del
petróleo procedente de Texas. Toda su vida ha vivido en un rancho, sabiendo que será el heredero
de todos los negocios y fortuna de su familia.
Si nos paramos a pensarlo, es una vida
v ida triste. Saber que no enes alternavas. Su vida, al igual que
la mía, ha sido predesnada desde antes de que naciéramos.
naciéramos.

∞∞∞

—Con que tú eres el famoso Clay —murmura mi hermano mirándole fijamente. Intenta
inmidarlo, lo sé. He visto
v isto esa mirada antes.

—Y tú eres Josh —mi chico le devuelve la misma mirada fija y con el ceño fruncido.

Pasan varios segundos en los que ninguno de los dos dice nada. Solo se miran fijamente a los ojos.
Creo que la mejor forma de definirlo sería una batalla de intenciones. Uno está diciendo a gritos,
no te metas con mi hermana, y el otro, no te metas entre tu hermana y yo.

—Ya vale, muchachos —digo para llamar su atención—. La testosterona que irradiáis ya me está
mareando. ¿Tenéis hambre? Yo voy a pedir alitas de pollo.

El local está abarrotado de gente. Siempre venimos al espejo. Es uno de esos lugares en los que
sirven comida a cualquier hora del día y los estudiantes disfrutan de cerveza barata a mitad de
precio.

Mi hermano resopla y desvía su mirada hacia mí.

—Alitas para mí también y una jarra de cerveza.

- ¿Arcilla? —pregunto al ver que él sigue mirando a Josh.


—Lo mismo, preciosa. Voy un momento al baño.

Asiento, y cuando nos quedamos solos mi hermano se gira hacia mí frunciendo el ceño.

—No me gusta —afirma de manera contundente.

—Josh, no empieces. Ni siquiera lo conoces.

—No necesito conocerlo. Veo la forma en la que te mira, como si tú fueses un pastelito de
chocolate que está a punto de devorar.

Pongo los ojos en blanco y alzo la mano para llamar al camarero.

—Hermano, siento decirte que este pastelito ya se lo ha comido muchas veces.

—Puaj. —Hace una mueca de asco y yo sonrío—. Eso no necesito saberlo, joder.

—Entonces no te metas en lo que no te incumbe. Solo buscas una razón para mantenerme alejada
de él, aunque en realidad no importa si es Clay o cualquier otro. —El camarero se acerca a nuestra
mesa y le hago el pedido antes de seguir hablando—. Lo que no enendes es que ya no soy una
niña y no necesito que me protejas de todo. Acéptalo, Josh, tu hermana ha crecido y ene
relaciones sexuales con hombres. Eso no te matará, te lo aseguro.

—¿Me he perdido algo? —pregunta Clay


Clay volviendo a la mesa justo cuando Josh estaba a punto de
replicar.

—Nada —contesta mi hermano con una sonrisa falsa. El camarero trae las bebidas y las deja sobre
la mesa. Clay no tarda en llevarse su cerveza a la boca—. Aquí mi hermanita estaba contándome
que tú y ella tenéis sexo a menudo.

Clay escupe la cerveza bañando la cara de mi hermano y yo suelto una carcajada.

—Lo… Lo siento —se disculpa mi chico tendiéndole una servilleta.

No puedo parar de reír al ver lo mal que lo está pasando Clay y el cabreo de Josh. Mi hermano me
mira de reojo y veo como una sonrisa intenta
intenta aflorar en su rostro.

—Muy graciosa, enana —masculla lanzándome la servilleta mojada a la cara.


∞∞∞

Varias horas después, estamos en una fiesta, rodeados por un centenar de desconocidos. La
música electrónica suena por los altavoces de manera ensordecedora y me siento algo mareada
por la candad de cerveza que he ingerido. Eso no es nada comparado a como están Josh y Clay.
Desde nuestra conversación en el Mirror, mi hermano ha cambiado su actud y ahora parece que
son los mejores amigos de toda la vida. No han parado de reír y beber juntos, incluso olvidándose
de mí.

Salgo a una terraza para poder respirar algo de aire fresco y un par de minutos después siento una
presencia a mi espalda. Sé que es Josh, por muy borracho que está es incapaz de dejar de
preocuparse por mí.
—¿Todo bien, enana? —me pregunta con voz afónica y prolongando las úlmas silabas de cada
palabra. Muy pico de los borrachos.

Me giro hacia él y sonrío al verle tropezar con sus propios pies. Nunca antes le había visto en este
estado. Mi hermano siempre ha sido muy responsable y locuaz. Se supone que yo soy la rebelde, la
oveja negra de la familia. Él es el formal, el digno heredero y sucesor de nuestro padre. No es
propio de él comportarse de este modo.

—Vas a contarme qué te pasa? —pregunto alzando una ceja.

Josh resopla y niega con la cabeza apoyándose en la barandilla a mi lado.

—Estoy cansado, Rach —dice tras pasar varios minutos en silencio mirando hacia el cielo
estrellado—. No puedo seguir con esto.

—¿De qué hablas? —inquiero rando de su brazo para que me mire a los ojos,
o jos, y cuando lo hace,
me quedo de piedra al comprobar que está a punto de echarse a llorar—. Oye hermanito, ¿qué
sucede? Sabes que puedes hablar conmigo.

—Lo sé, y por eso estoy aquí —traga saliva y se limpia los ojos con el dorso de la mano—. Voy a
dejarlo.

—¿El qué? ¿Qué vas a dejar?


—Todo, la universidad, la carrera, mi futuro… Voy a dejarlo todo. Estoy agotado y harto de ser un
peón en sus manos, Rach. El viejo me presiona hasta tal punto que… —toma una respiración
profunda para tranquilizarse
tranquilizarse y yo apoyo mi mano en su hombro.

-Perder. Las expectavas son muy altas y él no deja de presionarnos, pero…

—¡Pero nada! ¡He acabado con esta mierda! —exclama exaltándose y lanzando el vaso de su
cerveza al suelo de malos modos—. ¡Controla toda mi vida! No quiero seguir así. Ni siquiera soy
capaz de tener amigos o una novia porque sé que él no lo aprobaría. Son una distracción y yo no
puedo perder el empo con nada. Es un suplicio. Ya ni siquiera sé quién soy. Cada vez que me miro
al espejo, solo reconozco
reconozco al hombre que él ha creado, no veo por ningún lado mi propia idendad.

Tras su declaración, los dos nos quedamos callados durante un buen rato. Sabía que mi padre lo
presionaba mucho. Si lo hace conmigo, no puedo ni imaginarme hasta qué punto lo hace con él,
solo que nunca pensé que Josh se sinera tan desdichado. Él siempre sonríe y pone buena cara a
todo.

— ¿Qué piensas hacer? —pregunto tras carraspear.

Josh me mira y toma aire por la nariz soltándolo por la boca a connuación.

—Voy a vivir con mamá en Los Ángeles. Sé que él no lo aceptará, intentará que cambie de idea a
cualquier coste, y no voy a ceder. Esta vez no.

—¿Has hablado con mamá? ¿Le ha contado todo esto?

Mi hermano niega con la cabeza y sorbe por la nariz.


—Primero quería hablarlo congo. Sé que esto también te va a afectar a . Nuestro padre
probablementee me deseará y…
probablement

—Y yo seré su sucesora —murmuro en voz baja.

-Si. Siento hacerte esto, Rach. Te juro que he intentado aguantarlo por , para que tú no tuvieses
que pasar por eso, es que ya no lo soporto más. Quiero tener una vida normal, como cualquier
otro chico de mi edad. No soporto seguir viviendo bajo sus reglas ni un solo día más.

—Tranquilo —susurro sujetando sus hombros—. Me gustaría que me hubieras dicho todo esto
mucho antes, que no te lo hubieras guardado hasta llegar a este extremo, hermano.

Una lágrima corre por su mejilla y la seco de inmediato con mis dedos.

—Solo intentaba…

—Protegerme, lo sé. Eso es lo que siempre


s iempre haces, y por una vez quiero ser yo quien te proteja a .
Déjame hacerlo. Mañana llamaremos juntos a mamá y le explicaremos la situación.

—¿Crees que me aceptará? Hace mucho que se fue. Nos dejó con él en Londres y…

—Da igual. Aunque ella no lo haga, buscaremos de otra manera. Te juro que nadie va a impedir

que vivas como quieres vivir, Josh. Juntos podemos lograr cualquier cosa.
—Sabía que podría contar congo, Rach —susurra intentando mantener a raya el llanto.

—Siempre, ya lo sabes. —Me lanzo hacia él y soy acogida por un abrazo apretado.
apretado. Sus labios se
posan sobre mi nuca y apoyo mi cara en su pecho fuerte y seguro. Este es el lugar donde siempre
me he sendo y me senré protegido de todo mal. Tras un rato, me separo de él y limpio el rastro
de humedad de sus mejillas con mis manos—. Vámonos de aquí. Se ha hecho tarde y Clay debe
estar buscándome.
buscándome.

—Sigue sin gustarme para  —señala frunciendo el ceño.

—Josh —le avisó.

—Lo digo en serio, Rach. No es hombre para .

Resoplo y me cruzo de brazos en posición defensiva.

—Y según tú… ¿Quién sería hombre para mí? —pregunto


— pregunto en tono hasado.

—Alguien capaz de enfrentarse hasta al mismísimo infierno por conseguirte —contesta con
vehemencia—. No digo que Clay sea mal po. Casi no lo conozco
conozco y parece diverdo, pero sé que tú
acabarías con él en poco empo. Hace falta mucho más que una sonrisa y unas cuantas bromas
para mantenerte bajo control.

—Yo no necesito que me controlen, Josh.

—Sí lo necesitas. Tienes tanto carácter y tanta fuerza interior que solo podrás ser feliz con alguien
tan fuerte o más incluso que tú. Le miré a los ojos, hermanita, y vi su temor. El hombre que sea
digno de poseerte por el resto de su vida, no debería temer a nadie. Al contrario, a cualquiera que
se interponga en su camino lo aplastará como una cucaracha por el simple hecho de respirar cerca
de .

— ¿Qué te hace pensar que Clay no es ese hombre? Yo confió en él. Sé que sería capaz de dar su
vida por mí si fuese necesario. Yo quiero, Josh.

—No lo dudo, solo que no es el indicado. —Se encoje de hombros y ene que sujetarse para no
caer de culo.

—Estás muy borracho —señalo soltando una carcajada.

—Cierto, aunque eso no me quita razón. Pásalo bien con Clay, pero ambos sabemos que te espera
alguien mucho mejor que él. Solo es cuesón de empo que lo encuentres.

—Oye, os encontró. —Clay aparece en la terraza con su pelo rubio despeinado y esa sonrisa pilla
que fue lo que me enamoró de él—. ¿Nos vamos ya? La fiesta se está descontroland
descontrolandoo un poco y no
creo que tarde en llegar la policía. Yo no puedo estar aquí para entonces. Mi padre me mataría si
me meto en líos.

Josh me lanza una mirada de “¿Ves? Te lo dije, no es para ” y yo resoplo.

—Sí, vamos. ¿Llamas un taxi? No creo que ninguno de nosotros esté en condiciones de conducir.

—Puedo intentarlo, es viernes por la noche, no creo que ssea


ea fácil.

∞∞∞

Efecvamente, media hora después, estamos frente al todoterreno de Josh esperando a que algún
Efecvamente,
taxista se apiade de nosotros y decida venir a buscarnos.

—Algo? —pregunto a Clay. No se ha despegado el teléfono de la oreja en ningún momento. Niega


con la cabeza y corta la llamada.

—En la central no aenden. Están desbordados —señala tras resoplar. Mira hacia la entrada de la
casa y maldice en voz alta. Cada vez se escuchan más gritos y jaleo provenientes
provenientes del interior—. La
policía llegará de un momento a otro y mi padre me matará. Joder, no debería haber venido —se
queja.

—Vayamos caminando —propone Josh.

—Estamos a media hora en coche de mi apartamento. ¿Sabes


¿Sabes cuánto es eso a pie? —inquiero
frunciendo el ceño—. Da igual. Dame las llaves, yo conduzco. Soy la que menos ha bebido de los
tres.

Mi hermano duda, aunque acaba haciendo lo que le digo. Básicamente porque casi está dormido
sentando en el borde de la acera. Me acomodo en el asiento del conductor y veo como Clay va a
subir a mi lado, pero tras una mirada dura de mi hermano agacha la cabeza y va hacia la parte
trasera. Josh entra en el coche y me lanza una de sus miradas de “te lo dije”, antes de abrocharse el
cinturón.
Chasqueo la lengua por no darle la razón y arranca el motor de inmediato. Salgo a toda prisa al
escuchar las sirenas de la policía y Clay se encoge en el asiento trasero.
trasero. Cuando ya estamos lejos de
la casa, pongo música en el reproductor para intentar que los dos no se queden dormidos y
empiezo a cantar a pleno pulmón la canción Numb de Linkin Park. Mi hermano sonríe de medio
lado sabiendo que la letra de esta canción es perfecta para nosotros, incluso Clay lo siente, lo sé
por el modo en el que me mira a través del espejo retrovisor.

Unos segundos después, los tres estamos gritando la letra y riendo a carcajadas,
carcajadas, tan
entusiasmados que ni siquiera me doy cuenta de que un vehículo ha invadido nuestro carril y viene
justo hacia nosotros.
nosotros. Apenas tengo
tengo empo de girar el volante
volante para esquivarlo.
esquivarlo. A parr de ese
momento, solo siento las sacudidas violentas del coche. Estamos cayendo y quiero que pare, pero
el coche sigue moviéndose de un lado a otro. Escucho gritos, no sé si son los míos o los de ellos.
Humo, olor a gasolina, dolor, y después silencio.

Capítulo 1

M e recoloco las gafas protectoras y respiro de manera pausada para que no me emble el pulso.

—Gregory, acerca de la imagen tres milímetros —ordeno—. Derecho, atento por si enes que
intervenir. —Veo por el rabillo del ojo como la mano robóca se mueve de arriba abajo
intervenir.
asinendo—. Izquierdo,
Izquierdo, sujétalo con mucho cuidado. —La mano robóca izquierda se mueve
descolocando
descolocand o la lente de su soporte y echando a perder el trabajo de todo el día—. ¡Mierda! —Me
quito las gafas de plásco y el lanzamiento sobre la mesa—. ¡Izquierdo, qué parte de “mucho
cuidado” no ha entendido?! Tenemos que volver a empezar. Gregory, crea un mapa en tres
dimensiones con el que pueda trabajar. Si tengo que seguir dependiendo de estos dos inúles,
tardaré una eternidad en acabar el protopo.

—Ahora mismo, Rachel —contesta de inmediato.

Me giro hacia la mesa de proyección


proyección y veo como empieza a aparecer un modelo en tres
dimensiones de la lente en la que estoy trabajando. Cuando termine, será uno de los arlugios
ar lugios del
siglo veinuno, unas lenllas que actuarán como guía en cualquier cosa que necesites. El podrá
leer sus mails, mensajes instantáneos del teléfono móvil, comprobar sus redes sociales… Todo con
un solo pestañeo.

Esto es a lo que me dedico, creo cosas. Robots, tecnología


tecnología punta… Eso es lo mío. Por suerte soy
capaz de ganarme la vida con ello gracias a Braincom,
B raincom, la empresa para la que trabajo. Nuestr
Nuestro
o
acuerdo es sencillo, yo sigo llenándoles los bolsillos
bo lsillos con mis inventos y ellos me dejan tranquila en
mi enorme casa de Malibú, al oeste de la ciudad de Los Ángeles, y se eencarg
ncarganan de que mi cuenta
nunca esté en números rojos. Ellos ganan y yo también, ya que puedo hacer lo que me apasiona
sin que nadie me toque las narices.

—Amplíalo —ordeno mirando el plano que Gregory acaba de crear—. No debería ser dicil que
entren todos los circuitos. El problema es la humedad del ojo. Ten
Tengo
go que conseguir ocultar todo el
mecanismo entre las capas de hidrogel de silicona. ¿Has hecho el nuevo pedido, Gregory?
—Sí, Raquel. Mañana a primera hora estará aquí. Por cierto, me pediste que te recordara la cita
para comer con tu madre.

—Cierto, llámala y cancela. Hoy no tengo empo —digo sin apartar la mirada del plano.

—Ya la has cancelado dos veces.

—Eso ha sonado una recriminación —señalo sonriendo.

—Nada más lejos de la realidad. Solo busca complacerte, Rachel.

—Ay, vale. No vuelvas a decir eso. Suena demasiado porno y puede ser malinterpretado. No
tenemos ese po de relación.

—Entendido. Mark está llamando, ¿vas a coger la llamada?

—No, dile que se la devuelvo más tarde —contesto volviendo a la mesa para intentar trabajar
nuevamente con la lenteja real.

—Eso se lo dijiste ayer y también anteayer. No creo que siga creyéndoselo. ¿Puedo darle otra
excusa?

—No, solo dile que estoy ocupada.

—Ya lo he hecho e insiste en hablar congo. Ahora amenaza con presentarse aquí si no le
contestas.

Resoplo y dejo las herramientas


herramientas sobre la mesa.

—Programa video llamada, ponlo en la pantalla grande —ordeno.

Unos segundos después, la cara de mi joven y hermoso jefe cubre una de las paredes de mi taller.
Va vesdo de manera impecable, como siempre, con un traje de tres piezas gris marengo, una
camisa blanca y corbata azul marino.

—Rachel, ¿vas a dejar de ignorarme de una vez? Te recuerdo que soy tu jefe —dice en tono
cabrero. Su acento me marcó resulta extraño. Llevo seis años viviendo en Estados Unidos, y aún no
me acostumbro al acento americano.
—Hola, jefe. Buenas noches a  también. ¿No deberías estar dor
dormido?
mido? —pregunto con falsa
amabilidad.

—Son las diez de la mañana, así que no, no debería estar dormido, aunque apuesto a que tú no
has pisado la cama, de nuevo.

—La cama no se pisa, Mark. Te tumbas sobre ella, no…

—Me ha entendido perfectamente —me corta. Resopla y se endereza la corbata—. ¿Por qué no
has dormido?

—Estoy trabajando para que sigas siendo millonario.


millonario. Si alguien ene la culpa de mi insomnio, ese

eres tú —miento.
En realidad, odio dormir, porque cada vez que cierro los ojos, no puedo evitar que las imágenes de
mi pasado regresen para torturarme.

—Tenemos que hablar de tu viaje a Nueva York —dice cambiando de tema.

—No va a haber ningún viaje a Nueva York, Mark. Tenemos un trato, yo sigo trabajando y tú no me
tocas las narices con papeles ni burocracia. Así funcionamos
funcionamos y lo hacemos genial. Ahora,
Ahora, si no
enes nada más que decir,
decir, me gustaría seguir trabajando tranquilamente.

—Rachel, de esto no vas a poder librarte. Sé que tenemos un acuerdo, pero este proyecto es muy
importante. Cox Tech son nuestros mayores compedores.

—Exactamente por eso les envié los planos del proyecto


—Exactamente proyecto hace más de un mes. Mi trabajo con ellos
ha concluido —desvío mi mirada hacia la mesa de trabajo y vuelvo a recoger las herramientas para
seguir trabajando—. Ahora, si me disculpas...

—Raquel, por favor. Sé que esto no te gusta, solo que el mismísimo señor Cox, el dueño de la
empresa, ha solicitado que tú estés presente en el proceso de producción. La expo es en tres
meses y no podemos cometer errores.

—Mark, todo va a ir bien. Todos los años nuestros proyectos encabezan la lista de los mejores en la

expo, y esta vez


exoesqueleto enno será trabajamos
el que disnta. Lasen
lentes de contacto
conjunto con Coxinteligentes serán
Tech también. unellos
Son hecholosyque
el dichoso
deberían
preocuparse, no nosotros.

—Ellos enen un contrato


contrato millonario con Lockwell Aeronaucs al igual que el resto de nuestros
compedores. Somos los únicos que hemos rechazado
rechazado todas sus ofertas, y lo he hecho por .

Alzo la mirada hacia la pantalla y frunce el ceño.

—¿En serio vas a jugar esa baza conmigo? Sabe perfectamente


perfectamente que Lockwell Aeronaucs son
fabricantes
fabricantes de armas, y mi tecnología no será usada jamás de ese modo. Se supone que
trabajamos para hacerle la vida más fácil a la gente, no para alimentar la industria armamensca.

—Lo sé, y yo pienso del mismo modo, pero el señor Cox ha hablado directamente con los

accionistas y estos se están poniendo nerviosos. No puedo jusficar que siga sin aceptar las
propuestas de Lockwell.

—Eres el socio mayoritario y el representante


representante de la empresa, te irá bien, Mark. Puedes con ellos,
solo enes que creer en tus capacidades.

—Gracias por los consejos de autoayuda, es que de verdad necesito que viajes a Nueva York para
apaciguar los ánimos. Me estoy jugando el cuello.

Resoplo dando por sentado que hoy no voy a poder seguir trabajando y me pinzo el puente de la
nariz con dos dedos.

—Me estás matando, Mark. Odio a esos ejecuvos que usan la corbata hasta para dormir. Se creen
que lo saben todo y pueden dirigir las vidas de todo el mundo.

—Te recuerdo que yo soy uno de esos ejecuvos —señala sonriendo.


—¿Tengo que quedarme hasta la expo? No me gustan esos eventos.

—Rachel, todos los años recibo el premio en tu nombre. Estaría bien que por una vez estés
presente, te mezcles con la gente, te conocerán… Fama, adulación, todas esas cosas por las que la
mayoría de ingenieros del gremio matarían.

Suelto un gruñido porque me apetece tanto que me laman el culo unos cuantos ejecuvos como
que me arrancan una muela sin anestesia.

—Está bien. Dale a Gregory las fechas y que él se encargue de reservar los vuelos —Mark hace un
gesto de victoria con su puño y sonríe de oreja a oreja—. TTee lo advierto, como me toquen las
narices, me regreso en el primer vuelo y me importa una mierda si el puñetero señor Cox se pilla
una rabieta.

—Está bien, le adverré que no te presione demasiado.

—Y Gregory se viene conmigo, así que…

—No te preocupes, me encargo de que todo esté adaptado para él. ¿Necesitas algo más?

—Sí, quiero un taller en el lugar donde me aloje, así que nada de hoteles. Me pasaré por las
oficinas de Cox Tech, hablaré con el ingeniero jefe y después volveré a casa y seguiré trabajando en
la lenteja.
—¿Ha hecho avances?

—Sí, ya lo tengo todo listo. Solo necesito montarlo para que llaa lente de contacto sea cómoda y que
no deje ciego a nadie.

—Sí, eso es importante —comenta


—comenta sonriendo—. Lo logarás, tú siempre lo haces. Me encargaré de
que tengas todo lo que necesitas. Por cierto, enes que estar allí pasado mañana. Pásalo bien.
Adiós.

La llamada se corta y me quedo mirando la pantalla en negro como una idiota. ¿Pasado mañana?

—Hijo de… —siseo. Respiro profundamente y vuelvo a pellizcarme el puente de la nariz—. No me


puedo creer que me haya convencido para hacer esto. Gregory, ¿lo enes todo?
—Sí, Raquel. Ahora mismo estoy reservando los billetes de avión. Venta
Ventass mañana a primera hora.

—Genial —murmuro sin ánimo—. ¿Te apetece conocer Nueva York?

—Yo ya conozco Nueva York —contesta en su tono mecánico de siempre—. En realidad, conozco
cada rincón del planeta.

—Si fueses un hombre, serías uno muy afortunado —comento levantándome.


levantándome. Esro los músculos
de la espalda y muevo el cuello de un lado a otro para liberar un poco de tensión.

—En ese caso, solo soy un afortunado sin más—réplica.


más—réplica.

Sonrío mirando hacia el techo del taller, como si de ese modo pudiese mirarlo directamente a él.
— ¿Eso ha sido una broma? Vas mejorando, amigo. Lo siguiente será buscarte una novia. Yo me
presentaría voluntaria,
voluntaria, pero no eres mi po.

—Creo que me falta algo indispensable para ser tu po —señala.

— ¿Otra broma? Y esta vez de po sexual. Hoy estás que te sales, muchacho —bromeo.

—En realidad, me refería al cuerpo en general, no solo a un apéndice del mismo.

—De cualquier manera, ese apéndice es indispensable


indispensable para mí —digo tras soltar una carcajada—.
carcajada—.
Bien, si mañana nos vamos a Nueva York, tendré que descansar un rato, antes voy a hablar con mi
madre. Ve preparándome un café y llámala, esto me va a llevar un rato.

—Enseguida, Rachel —contesta de inmediato.

Escucho su voz alta y clara a través de los altavoces y no puedo evitar sonreír. Gregory es mi
asistente personal
personal y mi mejor amigo. En realidad, es mi único amigo y ni siquiera es de carne y
hueso. Solo es una conciencia a base de cables y circuitos, pero cono en él más que en cualquier
ser humano. Gregory nunca podrá fallarme porque no está programado para eso. Esa es mi
garana y por eso lo adoro.
a doro.

Cierro el taller que está situado en el sótano, y paso de largo por el ascensor para coger las
escaleras que llevan hacia la planta principal. La luz del sol que entra por las cristaleras que hacen
de pared en toda la casa me ciega por unos instantes. Amo mi casa, de verdad. Es moderno,
rodeado de naturaleza y con unas vistas inmejorables al océano pacífico, solo que en momentos
como este me gustaría que no fuera tan luminosa.

—Gregory, cierra las cornas —ordeno caminando hacia la cocina.

Toda la casa está decorada en tonos claros, blanco, beige, crema, marrón claro, eso crea un
ambiente de paz y armonía que normalmente disfruto, aunque ahora mismo no estoy para nada
armonioso. Llevo casi cuarenta y ocho horas sin dormir y mañana tengo que viajar a Nueva York.
York.
Solo de pensarlo me pongo de mala leche.

Entro en mi enorme cocina, perfectamente ordenada gracias a Gregory ya sus ayudantes, Izquierdo

y Derecho. Siempre pensó que un par de manos extra me vendrían bien, así que creé dos robots
con brazos mecánicos
mecánicos arculados que pueden moverse por toda la casa ggracias
racias a las ruedas que
hay incorporadas en la plataforma en las que han sido instaladas. Y voilà, tengo asistentes del
hogar gras. Obviamente ellos no poseen la matriz de Gregory. Son muchos más sencillos y encima
más tontos que un alfiler,
alfiler, pero casi siempre hacen su trabajo sin dar demasiados problemas.
Aparte de mis órdenes por voz, aende también a las de Gregory,
Gregory, y eso me facilita mucho
mucho la vida.
Mi asistente siempre está pendiente de cada una de mis necesidades. Lo dicho, si tuviese cuerpo,
especialmentee cierto apéndice que antes él mismo ha mencionado, me casaría con él sin dudarlo
especialment
ni un segundo.

Le doy un sorbo a mi taza de café y suelto un gemido de puro placer. Soy inglesa, y aunque se
supone que debería amar el té, no lo soporte. Sin embargo, el café amargo es una de mis
debilidades.

—Llamada en curso con la señora Doris Taylor —me informa Gregory.


Hay altavoces instalados en cada estancia de la casa para que pueda comunicarse conmigo, y por si
eso no fuese suficiente, también puedo hablar con él a través de mi teléfono móvil de úlma
generación. Así que me lo llevo a todas partes. Sinceramente,
Sinceramente, ya no sabría qué hacer sin él.

—Ponla en la pantalla de la cocina, Gregory —le ordeno.


o rdeno.

Enseguida, veo la cara de mi madre. Está preciosa, como siempre. No aparente para nada su edad
y eso es algo que la enorgullece. Antes de casarse con mi padre, Doris Taylor era una actriz con una
incipiente carrera en el mundo del cine en Hollywood. Obviamente, cuando consiguió librarse de
ese matrimonio, los años habían pasado, los grandes productores ya la habían olvidado y pasó a
ser una cara desconocida más en medio de una multud. Ella dice no lamentarlo. Vive como una
reina con los millones que le sacó a mi padre en el divorcio, y sinceramen
sinceramente
te yo me alegro por eso.
Al menos alguien salió ganando con ese… Respiro profundamente
profundamente para no pensar en él y centro mi
atención en la pantalla. Mi madre hace un buen rato que está parloteando sin parar.

—¿No dices nada, hija?

—Aún no me has dejado hablar, mamá —señalo tras darle un trago a mi café.

— ¿Comemos mañana juntas? Llevas posponiéndolo varias semanas. Sé que tu trabajo es


importante para , solo que podrías sacar al menos una hora para comer con tu madre.

Hace pucheros y ese gesto me recuerda demasiado a mi hermano Josh. Él siempre se parecía
mucho más a nuestra madre, aunque los dos heredamos el color y la forma de ojos de papá. Sin
embargo, los gestos, la forma de hablar y expresarse de Josh, siempre fueron idéncos a los de
mamá.

—Mañana no puedo. Tengo que viajar a Nueva York por trabajo.

Mi madre frunce el ceño extrañada.

—Viajar? Tú nunca viajarás. Vives encerrada en esa casa de cristal como una ermitaña trabajando
hasta caer rendida.

—Pues esta vez no puedo librarme del viaje. Y no soy ninguna ermitaña, mamá. Salgo de vez en

cuando. Voy a cenar o al cine. También salgo a tomar una copa o a bailar con algún amigo.
—Menra, tú no bebes —señala arrugando la nariz.

—Bebo todos los días, madre. Si no lo hiciese moriría. No consumo alcohol, que es muy disnto. Y
no miento. Sabe que me gusta estar sola, a veces salgo a diverrme.

—Algún amigo destacable del que quieres hablarme? —pregunta cambiando su gesto. Una sonrisa
pilla aparece en su rostro contagián
contagiándome
dome a mí también de su entusiasmo.

—Nadie importante, madre. Prefiero mantener mi vida sexual al margen de la senmental.

—Haces bien. A follar como si no hubiera un mañana, y después cada uno a su casa. Si yo hubiera
hecho lo mismo, ahora mi vida sería muy disnta.

—Y Josh y yo nunca hubiésemos exisdo —le recuerdo.


—Eso es de lo único que no me arrepiento, cariño. Por cierto, hablan
hablando
do de tu hermano…

—Mamá, tengo que colgar —digo interrumpiéndola.


interrumpiéndola. Ya sé qué es lo que viene a connuación y
estoy dispuesta a cualquier cosa con tal de no seguir escuchándola—. Te llamaré cuando volvamos
e iremos a comer juntas, te lo prometo. Adiós, te quiero —le lanza un beso a la pantalla y toco un
botón en mi teléfono
teléfono para colgar la llamada.

Respiro profundamente dejando la taza sobre la encimera y cierro los ojos con fuerza. Me gustaría
poder dormir tres días del rón, pero sé que eso es imposible, así que tendré que conformarme
con mal descansar un par de horas antes de volver al taller y seguir trabajando.

Mientras subo las escaleras hacia la planta superior, obviando nuevamente el ascensor, escucho las
primeras notas de la canción Boulevard of Broken Dreams del grupo Green Day. Sonrío mirando al
techo como siempre hago cuando quiero dirigirme a Gregory.

—Creí que te apetecería escuchar un poco de música antes de intentar dormir —dice por los
altavoces.

—Gracias, Gregory, es justo lo que necesitaba.

—Estoy para servirte, Rachel —contesta haciéndome reír.

—Vale,, hemos pasado del porno a la esclavitud —señalo entre carcajadas.


—Vale

Capítulo 2

Nada más salir del aeropuerto, veo a un señor de mediana edad, vesdo con traje y corbata,
portando un cartel con mi nombre. Me acerco a él sujetando la correa de mi mochila sobre el
hombro.

—¿Es usted la señorita Rachel Taylor? —me pregunta en cuanto me planto frente a él.

—Así es, llámeme solo Rachel.

—Encantada, señorita. Yo soy Hank, el chofer del señor Cox. Me ha pedido que venga a recogerla
personalmente.
personalmente. Puedo ir a buscar su equipaje, si gusta.

Señalo mi mochila y me encojo de hombros.

—Esto es todo lo que traigo, le agradezco su ofrecimiento. Bueno, a su jefe, creo que puedo
arreglármelas sola.

El hombre parece algo descolocado, se atusa el sombrero azul marino sobre la cabeza y vuelve a
insisr.

—Señorita, me temo que tengo que llevarla. Tengo órdenes y…

—Lo enendo, Hank, de verdad. No quiero crearle ningún po de problema, pero no hay poder en
el mundo que consiga que yo me suba a un coche. Ya ha sido suficiente estar encerrada en el avión
durante cinco insufribles horas. No se preocupe y dígale a su jefe que no tardaré en llegar a sus
oficinas.
—Pero, señorita….

—Rachel, solo Rachel, Hank. Un


U n placer saludarle —me despido con la mano y voy directamente
directamente
hacia la zona de vehículos de alquiler. Enciendo mi teléfono y acciono el botón que me permite
hablar con mi asistente—. ¿Has hecho la reserva de la moto, Gregory?

—Por supuesto —contesta de inmediato—. Está a tu nombre y la factura cargada en la cuenta de

Braincom. Solo enes que recogerla.


—Eres el mejor, colega —contesto apretando de nuevo el botón y guardando el teléfono en el
bolsillo trasero de mis vaqueros.

Mientras espero a que la amable chica de la ventanilla se encargue de mi reserva, no puedo evitar
pensar en lo mucho que me gustaría estar en mi casa en estos momentos. Odio viajar. Estar
encerrada en una máquina de metal a cuarenta mil pies de altud me pone frenéca. Estoy
agotada por el simple hecho de intentar soportar la ansiedad que esa situación me estaba
provocando.

—Aquí ene, señorita Taylor —me dice la chica tendiéndome una llave—. Podrás encontrarla en el
aparcamiento privado del aeropuerto. Si ene algún problema, solo ene que ponerse en contacto
con nosotros y lo solucionaremos de inmediato.

—Muchas gracias —contesto


—contesto colgándome de nueva la mochila al hombro para seguir mi camino.

La gente me mira de manera extraña al entrar al parking privado. Esta es una empresa de alquiler
de vehículos de lujo, y yo no tengo pintas de ser una ricachona que conduce un Ferr
Ferrari
ari o un Rolls
Royce. A pesar de mis vaqueros rotos en las rodillas, mis deporvas Nike y la cazadora
cazadora de cuero
desgastada que llevo puestos, soy perfectamente capaz de costearme el alquiler de la belleza que
tengo frente a mí. Por suerte paga Mark, por ir de listo.

Me sujeto el pelo en una cola de caballo alta para ponerme el casco y subo a lomos de una belleza
negra Triumph Rocket 3 nuevecita. Enciendo el motor y acelerando. Los dos mil quinientos
cenmetros cúbicos y casi ciento setenta caballos de potencia resuenan en el aparcamiento en
forma de ronquido, provoca que la piel se me erice de puro gusto. Estoy deseando sacarla a la

carretera y dejarla
Tras conectar correr. Esta
mi teléfono moto es
de manera libertad encon
inalámbrica estado puro,salgo
el casco, una que pienso disfrutar
del aparcamiento ya mismo.
quemando
rueda.

Apenas tardo media hora en llegar al distrito financiero de Manhaan. El tráfico es imposible,
apenas consigo evitarlo. Esa es una de las ventajas de ir en moto. Siguiendo las instrucciones
instrucciones de
Gregory, me planto frente a un enorme edificio con el nombre Cox Tech en rojo y negro escrito en
letras grandes sobre la puerta. Tardo unos cuantos minutos en buscar un sio donde aparcar y voy
directamente hacia el edificio con mi mochila colgada en el hombro y el casco en la mano.

Al entrar en la zona de recepción, veo a un montón de ejecuvos bien peinados y con malenes
andando de un lado para otro. Mientras estaba a lomos de la belleza negra, casi olvido
olvido lo que he
venido a hacer aquí y cuanto odio esto.
Resoplo y camino hacia un mostrador donde hay una chica rubia, perfectamente
perfectamente vesda y
maquillada como si en sus ratos libres trabajase como modelo de revistas. Lleva un auricular en la
oreja y teclea sin parar en el ordenador que ene frente a ella.

—Buenos días —me dice en cuanto repara en mi presencia—. Bienvenida a Cox Tech. ¿En qué
puedo ayudarla?

—Vengo a ver al señor Cox —contesto dejando el casco sobre la superficie del mostrador.
La chica lo mira y frunce el ceño como si yo acabara de escupir en el reluciente granito rojo y negro
perfectamente
perfectamen te pulido.

—El señor Cox no aende a nadie sin s in cita previa—dice arrugando la nariz al ver mis pintas—. Llame
a su secretaria para pedir una cita y rece para que acepte atenderla.

De pronto, Miss Sonrisas, enseña la cara que no está reservada para las exclusivas personas que
pasan frente a ella. Lo pico, un snob de manual.

—Señorita… —miro la placa que hay colgada en su pecho y sonrío de manera cínica—, Mathews.
Ni siquiera me ha preguntado si tengo cita con el señor Cox.

— ¿La ene? —pregunta alzando ambas cejas de manera alva.

—Pues no lo sé, la verdad. Pero si le avisa de que estoy aquí, le aseguro que él me dejará pasar. Me
está esperando hace un buen rato.

—Dudo que el señor Cox esté esperando a… —una nueva mirada reprobatoria
reprobatoria hacia mi atuendo
sin ni siquiera molestarse en disimular—, alguien como usted. Lo siento,
siento, ene que pedir cita a su
secretaria.

Respiro profundamente
profundamente para intentar tranquilizarme y no desnucar a la snob es
esrada
rada que tengo
delante de mí con un golpe de mi casco en su cabeza.

—Está bien. Pongamos que quiero pedir una cita. ¿Podría facilitarme el contacto de su secretaría?

—Lo siento, no estoy autorizado a darle esa información —contest


—contestaa con otra sonrisa fingida.

—Entonces, ¿cómo demonios voy a pedir la cita si no tengo cómo contactar con ella? —Miss
Simpaa se encoge de hombros y empieza a teclear de nuevo en el ordenador como si yo no
estuviese presente—.
presente—. La madre que parió a la Barbie esta —mascullo intentando mantener la
calma—. Señorita Mathews, de verdad que me encanta
e ncantaría
ría seguir aquí charlando con usted, pero el
señor Cox me está esperando. Si es tan amable, solo dile que Rachel Taylor ha llegado.

En cuanto escucha mi nombre, toda su postura cambia y su rostro se pone lívido.

—Ay, por Dios. ¿Usted es Rachel Taylor? —se levanta de su silla como un recurso y me mira con
pánico—. Lo siento mucho, señorita Taylor. El señor Cox la está esperando en su oficina.

—Eso es lo que llevo diciendo durante diez jodidos minutos —siseo de mala leche.

—Sí, discúlpeme, por favor. Tome —me ende un pase con mi nombre escrito y me señala la zona
de los ascensores—, suba por el ascensor hasta la planta dieciséis, a dirección.
¿Dieciséis? ¿Dieseis putas plantas? Mi día mejora por momentos, sí señor.

— ¿Dónde están las escaler


escaleras?
as? —pregunto de malos modos.

—¿Perdón? —Miss Snob me mira como si me hubieran salido tres cabezas y una de ellas fuese
bizca.

—Las escaleras. Ya
Ya sabe, eso que sirve
s irve para subir y bajar cuando no hay electricidad o en caso de
incendio. Creo que si lo piensa un poquito sabrá de lo que le estoy hablando.
—Oh, sí, claro. El acceso a las escaleras está por aquella puerta, pero
pero,, ¿va a subir dieciséis pisos
andando?

—Me gusta hacer deporte por las mañanas —escupo sin tan siquiera molestarme en mirarla a la
cara. Yo también sé actuar como una hija de perra cuando quiero.

Salgo a toda prisa hacia la puerta que me ha indicado, y me preparo para subir dieciséis putos
pisos andando. Espero no tener que venir aquí muy a menudo o acabaré destrozada.
destrozada. Aunque
mirándole el lado bueno, me va a quedar un culo monísimo.

Riéndome de mis propios estupideces, empiezo a subir las escaleras peldaño


peldaño a peldaño. Al llegar a
la décima planta, ya he maldecido a Mark y todos sus descendient
descendientes
es no natos por meterme en esta
puñetera ratonera. ¿Por qué me dejaría convencer por ese desgraciado?
Nada más pisar la decimosexta planta, me sujeto a la pared y respiro profundamente
profundamente para intentar
llenar mis pulmones de aire fresco. No funciona demasiado bien, ya que termina con un ataque de
tos impresionante. Cuando finalmente consigo recuperar el aliento, me adecento un poco
sacudiendo mi ropa y soltando mi melena. No es que me importe demasiado lo que piensen estos
esrados de mi aspecto, especialmente
especialmente el señor Cox. Según lo que he oído decir a Mark sobre él,
ene fama de ser un capullo insufrible
insufrible.. Lo imagino
i magino de unos cincuenta años, algo entrado en carnes
y medio calvo. Seguramente sea de esos pos que llevan los botones de la americana a modo de
arma dirigible. En cuanto se relajan, salen disparados corriendo el riesgo de quitarle un ojo a
cualquiera que esté dos metros a la redonda.

Respiro profundamente una vez más, abra la puerta de la planta entrando a connuación en una
sala de estar decorada en tonos negro y rojo. El suelo es de granito de los mismos colores. Creo
que los voy a mucho por aquí. Con lo que a mí me gusta el blanco, esto no puede ir a mejor.

Hay varias puertas en la planta, en todas hay una placa con un nombre y apellido grabados.
Supongo que serán las oficinas de los jefazos. Me acerco a una mesa que hay fuera de la puerta
más grande del lugar, parece ser de roble macizo y es de color negro… Y adivina qué… Sí, rojo.
Acabo de llegar y ya estoy de los puñeteros colores rojo y negro hasta las narices.

—Buenos días —dice la chica que hay sentada al otro lado de la mesa en cuanto me ve. Esta al
menos no es rubia. Tiene el pelo liso y castaño, algo más claro que el mío, pómulos marcados y
unos grandes ojos azules—. ¿En qué puedo ayudarla?

—Vengo a ver al señor Cox —contesto.

—Tiene cita? —pregunta entrecerrando


entrecerrando los ojos.
Ahí vamos de nuevo, pienso para mí. Ver a este jodido hombre es más dicil que conseguir una
puñetera entrada para un concierto de Jusn Bieber.

—Señorita, si va a decirme que tengo que pedirle una cita a su secretaria, puede ahorrárselo.
ahorrárselo. He
tenido esta misma conversación con la señorita sonrisas de la
l a recepción en la planta baja. El señor
Cox me está esperando. Solo dile que Rachel Taylor ha llegado.

La chica intenta retener una sonrisa al ver mi cara de cabreo.


—Yo
—Y o soy la secretaria del señor Cox, y puedo asegurarle que no necesita cita para hablar con él,
señorita Taylor. Le diré que ya ha llegado. Hace un buen rato que la está esperando.

—Se lo agradezco —contesto con una sonrisa sincera.

Ahora me siento mal por haberla tratado así. Esta chica no parece tan mala. Tras hablar por el
auricular que lleva en la oreja, me hace pasar con un gesto de su mano.

—Por esa puerta, señorita Taylor. El señor Cox la está esperando.

—Muchas gracias, eh…

—Shana, puedes llamarme Shana y tutéeme, por favor.

—Encantada, Shana, yo soy Rachel. Puedes guardarte lo de señorita —le guiño un ojo haciéndola
—Encantada,
sonreír y ajustando la cinta de la mochila sobre el hombro comenzando a caminar hacia la enorme
puerta—. Ahora vamos a por el viejo calvo —susurro para darme ánimos.

Estoy deseando llegar a donde sea que vaya a vivir mientras esté en esta ciudad para pegarme un
baño relajante. Es casi mediodía y aún no he podido tomarme una puñetera taza de café.

Toco a la puerta con los nudillos y sin esperar respuesta la abro de par en par y entra en el
despacho. No sé por qué no me extraña al reconocer los dos colores predilectos de esta empresa
en cada rincón de la estancia. Incluso la alfombra que preside el lugar es
e s negra, con las letras Cox
Tech escritas en rojo en el centro.

—Llega tarde, señorita Taylor —una voz ronca y varonil me obliga a levantar la mirada
rápidamente.
rápidament e. Abro los ojos como platos y siento como casi se me desencaja la mandíbula al mirar
al pedazo de hombre que tengo delante. Borra lo de viejo, calvo y gordo. Este hombre no debe
sobrepasar mucho los treinta años, su pelo es corto de un color azabache que entona a la
perfección con las facciones
facciones marcadas de su rostro y esos dos zafiros que ene a modo de ojos. Lo
de gordo… Le repaso de arriba abajo con la mirada. El traje de tres piezas azul marino se adapta a
cada uno de sus músculos, que por lo que puedo deducir a simple vista son bastantes. En
definiva, no es lo que esperaba—. Señorita Taylor, ¿Aparte de llegar tarde también se va a quedar
ahí pasmada mirándome fijamente?

Cabeceo y compruebo que no he dejado un rastro de baba en mi barbilla. Me enderezo y sonrío lo


mejor que soy capaz.

—¿Es usted el señor Cox? —pregunto,


—pregunto, solo para estar segura.
—Eso dice en la placa de mi puerta y también en mi documento de idenficación. Supongo que
usted es la señorita Taylor, ¿verdad? —Me ende su mano y yo la acepto de inmediato. No voy a
perder la oportunidad de tocar a este pedazo de maromo—. Encantado de conocerla. No es usted
para nada como la imaginaba.

Su tono es serio y calmado, no hay ningún amago de sonrisa en su rostro, ni siquiera la pica
cortesía.

—Solo Rachel, por favor. Usted tampoco es como lo imaginaba.

—Tome asiento —dice señalándome un sillón que hay al frente de la mesa del despacho.

Su voz ha sonado tan autoritaria, que juraría que más que pedirmelo, me acaba de dar una orden.
“No vayamos por ahí, señor Cox”, pienso. No llevo nada bien que me digan lo que tengo que hacer.
Cada vez que alguien me da una orden, siento el irrefrenable deseo de llevarle la contraria.

Dejando a un lado todos mis impulsos, tomo asiento donde me ha señalado y dejo la mochila y el
casco en el suelo a mi lado.

—Me ha costado llegar hasta usted. La recepcionista


recepcionista no quería dejarme pasar —comento
—comento
echándome el pelo hacia atrás con los dedos.

Me fijo en que sus dos zafiros no pierden detalle de cada movimiento que hago. Tengo que
refrenar el impulso de moverme de un lado a otro como una marioneta para saber si seguiría
mirándome.

—Es lógico. Tenemos códigos de vesmenta en la empresa y usted no los cumple en absoluto —
me recrimina.

Vale, empezamos
empezamos muy mal, señor o bueno. ¿Qué mierda te importa cómo voy vesda? Pongo mi
mejor sonrisa falsa y me encojo de hombros.

—Siento no estar a la altura de sus expectavas,


expectavas, señor Cox.

Su mirada se estrecha, como si estuviese conteniéndose


conteniéndose a sí mismo para no pegarme un grito o
algo.

—Creí que los ingleses eran más puntuales —declara sorprendiénd


sorprendiéndome.
ome.

Ahora me echa en cara que he llegado tarde, eso no habría pasado si su jodida recepcionista no me
hubiera entretenido.

—Y yo creí que los americanos eran más afables, está claro que los dos estábamos equivocados —
contesto con arrogancia.

Si cree que puede joderme, la lleva clara. No me importa lo más mínimo lo que él o su conjunto
conjunto de
esrados piensen sobre mí. Hace mucho que esas cosas dejaron de importarme.

—Señorita Taylor…

—Rachel —le corrijo.

—Señorita Taylor, quiero hacerle una propuesta.


—Usted dirá. —Ya
—Ya sé lo que va a decirme. Mark me lo adviró cuando hablamos justo antes de
embarcar en Los Ángeles.

—Quiero que trabaje para mí. Sea lo que sea lo que le ofrecen en Braincom, yo lo duplico. Necesito
a alguien con su talento en mi empresa.

—Gracias, señor Cox, solo que no me interesa. He venido aquí para trabajar en el proyecto que Cox

Tech y Braincom
empleo, presentarán
no necesito otro. en conjunto en la expo tecnológica de Nueva York. Ya tengo un

—Puedo darle lo que quiera —insiste.

—Una vez más se lo agradezco, pero no estoy interesada —contesto de manera cortante.

—¿Por qué en Braincom


B raincom sí y en mi empresa no? ¿Cuál es la diferencia? —inquiere
—inquiere frunciendo el
ceño.

Tengo que admir que con esa cara de mala leche es incluso más guapo, pero eso no influye en mi
decisión. Ni muerta trabajaría para alguien como él.

—Señor Cox, ¿sabe que lo que intenta hacer podría ser considerado
considerado competencia desleal? —
pregunto alzando una ceja.

Veo como se acomoda en su silla y me mira fijamente.

—¿Tengo cara de que eso me preocupa en absoluto? Soy un hombre prácco, señorita Taylor.
Cuando quiero algo, lo consigo, a cualquier coste y sin importar las consecuencias.
consecuencias.

Sonrío de medio lado y me echo hacia delante clavando


clavando mis ojos en los suyos.

—Y ahí, señor Cox, ene usted la respuesta a su pregunta.

No mueve ni un solo músculo de su s u cuerpo, aunque su mirada lo delata. Lo he sorprendido. Me


doy una palmadita mental en la espalda por haber conseguido descolocar
descolocar a este hombre tan…
indescifrable creo que sería la palabra correcta. Me levanto de un salto, recojo mis pertenencias y
aliso mi ropa dispuesta a marcharme de este lugar.

—¿A dónde cree que va? —inquiere imitando mi gesto con el ceño fruncido.

—Si esto es todo lo que tenía que decirme, ya me voy. He venido directamente desde el
aeropuerto, tras pasar cinco horas infernales de vuelo y ni siquiera he tenido empo de tomarme
un mísero café. Así que, si no le importa, me gustaría ir a instalarme en mi nuevo hogar temporal.

—Claro, es comprensible —señala la puerta mientras se abrocha los botones de la americana y no


puedo evitar mirarlos. No, esos no son dirigibles. Su estómago parece completamente plano y muy
duro. La acompaña a su nuevo hogar, señorita.

—Perdón, ¿qué? ¿Cómo que me acompaña? —pregunto confundida.

—Sí, su jefe, el señor Spencer, ¿no se lo ha comentado? Cox Tech le proporcionará un apartamento

con todas las comodidades durante el empo que esté con nosotros.
—No, Mark no me dijo nada de eso —farfullo despellejando mentalmente a mi jefe.
—Yo mismo le mostraré el camino. Si hace el favor —abre la puerta y espera a que salga como
todo un caballero.

Al pasar junto a la secretaria, Shana creo que se llama, le informa que no tardará en volver y que se
encargue de todo en su ausencia. Entonces me indica que siga por el pasillo y él lo hace tras de mí.
Llegamos a un ascensor, más pequeño que los demás y que solo se abre con una llave que el señor
Cox saca de su bolsillo. Comienzo a ponerme nerviosa ya sudar como una puta en una iglesia.

—¿En qué planta es? —pregunto tras carraspear.

—En la diecisiete, justo encima. El ascensor es privado. Es el único que recorre las dieciocho
plantas del edificio. En el apartamento que va a ocupar, hay una llave para usted.

—No la necesito. En realidad, prefiero subir por las escaleras si no le importa.

¿Por las escaleras? —Su mirada muestra confusión—. ¿Tiene algún problema con los ascensores?

—No me gustan los lugares cerrados, es solo eso. ¿Le importa si subo por las escaleras?

—Por supuesto que no, la acompaña. —Me señala la puerta de acceso por la que llegué y no
pierdo ni un instante en dirigirme hacia allí, pero antes de que pueda abrir la puerta, él la sujeta
por mí y se me queda mirando fijamente—. Señorita Taylor, ¿ha subido hasta aquí por las
escaleras? —pregunta,
—pregunta, y aunque las comisuras de su boca no se mueven ni un ápice, podría jurar
que está sonriendo por dentro.

Puedo ver la diversión dibujada en su mirada. Vamos, que el muy capullo se lo está pasando en
grande a mi costa.

—Así es. ¿Algún problema? —inquiero alzando la barbilla de manera alva.

—Ninguno. Ahora enendo por qué ha llegado tan tarde. ¿Va


¿Va a subir y bajar todos los días por las
escaleras? Son muchos pisos.

—Sí, se me va a quedar un culo tremendo —contesto


—contesto pasando frente a él y empezando a subir los
escalones.

No sé por qué dijo eso y estoy a punto de disculparme,


disculparme, pero cuando miro hacia atrás, compruebo
que el señor Cox ene su mirada fija en mi trasero. El muy cabrón me está mirando el culo
descaradamente,
descaradame nte, tampoco es que pueda recriminárse
recriminárselo,
lo, mi gran bocaza y yo lo hemos llevado
llevado a
ello.

Capítulo 3

M e detengo frente a una puerta de madera y antes de que el e l señor Cox la abra, ya sé lo que voy a
encontrarme en su interior, más rojo y negro. Entramos y me detengo a echar un vistazo. El
apartamento es grande, a la derecha hay dos enormes sofás orientados hacia un televisor que
ocupa casi toda la pared lateral, ya mano izquierda, una gran cocina moderna y completamente
equipada. Y, por si fuera poco, los muebles son todos de color rojo en contraste con el negro de la
encimera y los electrodoméscos. Nada que no esperara.
esperara.
—Hay un baño principal y otro en suite —me informa—. La segunda habitación está equipada con
todo lo que pidió el señor Spencer. —Señala hacia una esquina en el techo con el dedo índice—.
Todas las habitaciones cuentan con sistema de sonido inalámbrico. ¿Puedo saber el movo por el
cual quiere montar un taller en una de las habitaciones?
habitaciones? Bajando unos pocos pisos, disponemos de
talleres de trabajo perfectamente equipados con la tecnología más puntera.

—Sinceramente,
—Sinceramente, no tenía ni idea de que iban a alojarme aquí. ¿Qué po de persona vive en el
mismo edificio en el que trabaja?
—Yo vivo justo encima —contesta sorprendiéndome. Como siempre, mi tremenda bocaza me pone
en evidencia—. En la planta dieciocho se encuentra
encuentra mi áco. Solo usted y yo podemos usar el
ascensor privado. La llave está en el aparato de la entrada.

—Me parece que va a seguir usándolo usted solo, señor Cox. Yo no pienso subirme a ese cacharro.

— ¿Claustrofobia? —inquiere introduciendo


introduciendo las manos en los bolsillos delanteros del pantalón.

—Algo así —contesto dejando


dejando mi mochila y el casco sobre uno de los sofás y voy hacia el ventanal
de cuerpo completo que delimita la estancia, acciono el botón de recogida de la persiana y me
quedo impactada por las preciosas vistas de la ciudad—. Algo bueno debía tener —murmuro para
mí.

—¿Ha dicho algo, señorita Taylor? —pregunta Cox a mi espalda.

Me giro sonriendo y niego con la cabeza.

—Nada importante. Ha sido muy amable en enseñarme el apartamento personalmente,


personalmente, pero
ahora me gustaría descansar un rato y ponerme a trabajar. ¿Mis cosas ya han llegado?

—Sí, pidió que dejaran las maletas en su habitación y las cajas metálicas en el taller. Para pensar
quedarse solo unos pocos meses, te trae mucho equipaje.

—Ya sabe cómo somos las mujeres con la ropa —contesto cruzándome de brazos.

El señor Cox me repasa con la mirada y asiente no muy convencido. No pienso decirle qué es lo
que él trajo. Eso forma parte de mi trabajo y es confidencial. No puedo olvidar que este po es el
el
dueño de la empresa rival para la que trabajo y ya me ha dejado muy claro que jugar limpio no es
lo suyo.

—Bien, la planta de ingeniería es el número doce. Allí le proporcionarán todo lo que necesite para
llevar a cabo su trabajo.

—En realidad, yo trabajo aquí. Por eso lo del taller en la segunda habitación. No se me da
demasiado bien jugar en equipo.

Veo como frunce el ceño y sus ojos se estrechan. Me mira tan intensamente que podría
atravesarme en cualquier momento.

—Señorita Taylor, creo que no ha entendido el propósito de su presencia en Cox Tech. Se supone
que tenemos que trabajar en este proyecto en conjunto.
—Lo enendo perfectamente,
perfectamente, pero trabajar en conjunto no significa que yo tenga que eestar
star
presente en las oficinas constantemente. Los planos del exoesqueleto ya están terminados y los
enen sus ingenieros, ahora solo enen que montarlo todo con los materiales que les especifiqué.
Puedo echarle un vistazo a su trabajo si eso es lo que quiere, no mucho más.

—Eso no era lo acordado —señala.

Una vez más,


facciones soy capaz de
lo demuestra. verhombre
Este la furiaes
que hay contenidaherméco.
completamente en su mirada, pero ni una sola de sus

—Yo no he acordado nada. Haré mi trabajo, si eso es lo que le preocupa, aunque le recuerdo que
yo no soy uno de sus empleados y no tengo por qué atenerme a sus normas. Si ene algún
problema con mi actud, puede hablarlo con mi jefe, el señor Spencer.

—Vamos, que no va ni a molestarse en fingir que solo está aquí para pasar unas vacaciones
vacaciones de lujo
a costa de la empresa de su jefe y de la mía, ¿cierto?

Vaya, una acusación directa. Esto se pone interesante. Está claro que el señor Cox esconde mucho
más carácter del que parece tener una simple vista.

Sonrío abiertamente y camino hacia él con lentud, me detengo a menos de un metro de distancia

y busco su mirada.
—Señor Cox, me alegra de que sea tan intuivo y que finalmente podamos ser sinceros el uno con
el otro. De esta forma, usted tampoco tendrá que seguir fingiendo que no ha insisdo tanto en que
yo estuviese aquí solo para poder ficharme para su empresa.

Su mirada sigue clavada en la mía, gris contra azul, en una batalla épica. Está cabreado, puedo
notarlo, pero también hay una chispa de diversión en sus zafiros y algo parecido a un reto. Eso es
en lo que me he converdo. Al señor Cox le gusta jugar al gato y al ratón y acaba de encontrar la
presa perfecta. Lo que él no sabe aún es, que este ratón es más escurridizo de lo puede llegar a
imaginar.

—No la molesta más, señorita Taylor —dice apartando su mirada de la mía. Por un momento, casi
tengo ganas de pedirle que no se vaya. De alguna manera, este jueguecito me resulta diverdo y
excitante,
excitante, más de lo que he sendo
s endo en mucho empo—. La dejo descansar e instalarse tranquila.
tranquila.
La espero en mi oficina mañana a las ocho. Le presentaré al personal con el que va colaborar y le
mostraré nuestras instalaciones.
instalaciones. Espero que se sienta cómodo en su nuevo hogar y si necesita algo,
póngase en contacto con Shana. Su número está junto al teléfono.
teléfono. Ella podrá ayudarla en cualquier
cosa que desee.

—Lo tendré en cuenta —murmuro viendo cómo se gira y camina hacia la puerta.

Aprovecho la ocasión para mirarle el trasero y sonrío, ya que de alguna manera le estoy
devolviendo la jugada. Joder, que culo más prieto le marcan los pantalones de vesr. Estoy tan
ensimismada, que ni siquiera me doy cuenta de que está mirando hacia atrás y pillándome in
fragan. Solo cuando se gira del todo, levante la mirada.

Vuelve a mirarme fijamente y noto de nuevo ese brillo de diversión en su mirada. Es como si sus
ojos sonrieran en lugar de su boca, y es una sonrisa perfecta y seductora. Se queda quieto unos
segundos, quizás esperando que me sonroje o me sienta avergonzada por lo que acabo de hacer. Si
es así, puede esperar sentado. Solo estaba echando un vistazo
vistazo a su mercancía. No es nada que él
no haya hecho conmigo antes.

—Una úlma cosa —dice sin dejar de mirarme a los ojos—. He visto el casco y supongo que habrá
dejado la moto fuera. —Asiento—. Hable con Shana y ella le proporcionará una plaza en el
aparcamiento subterráneo. Son aún más escaleras, pero estoy seguro de que su trasero se lo
agradecerá.
Tengo que contenerme para no soltar una carcajada. ¿Acabas de hacer una broma? A simple vista
nadie lo diría, ya que su postura es rígida y sus músculos faciales no se han movido ni un milímetro,
pero su mirada… Oh, señor, esa estoy aprendiendo a leerla a la perfección y sé que está
bromeando.

Tras despedirse con un gesto de su cabeza, sale del apartamento y me deja aquí plantada mirando
hacia una puerta cerrada.

—El señor Cox ene sendo del humor, ¿quién me lo iba a decir? Con lo esrado que parece —
murmuro para mí.

Miro a mi alrededor y resoplo al intuir el trabajo que tengo por delante. Me quito la chaqueta y las
deporvas, y lo primero que hago es ir a la cocina y prepararme un café.
café. Compruebo que la nevera
está a reventar de comida que probablemente terminará estropeándose. Yo soy más de pedir a
domicilio. Cocinar no es lo mío y la comida sana tampoco. Soy feliz sobrevi
sobreviviendo
viendo a base de café y
pizza.

Tras
Tras tomarme mi delicioso elixir marrón y con ánimos renovados, voy hacia las habitaciones y para
no variar compruebo que el rojo y el negro es el color predominante de todas las estancias. ¿Qué
le pasa a este hombre con esos colores? Incluso las paredes son de una imitación de piedra en
color rojizo, las persianas negras y cada jodido
jo dido detalle de la decoración es de esa misma gana
cromáca.

Entro en la habitación que será mi taller y compruebo que ya hay muchos aparatos instalados.
Computadoras, una mesa de proyección
proyección y todo lo demás que necesito para hacer mi trabajo. Las
cajas metálicas conenen todos los materiales del proyecto de las lentes de contacto inteligentes,
por eso están debidamente cerradas con una combinación que solo yo conozco. Tras abrirlas,
empiezo a ordenar cada cosa en su lugar y ensamblo todas las piezas de Izquierdo y Derecho. Sí,
ellos también se han venido conmigo. Los necesito para seguir trabajando desde aquí. Una vez
montados, me encargo de enlazar todos los aparatos electrónic
electrónicos
os con el ordenador central y pasar
la matriz de programación de Gregory para que él pueda controlarlo todo. Ese trabajo me lleva
varias horas, pero cuando finalmente termina, todo queda bajo el mando de mi asistente personal.
Las luces, enchufes, la cafetera, la ducha, las persianas, el equipo de música e incluso la nevera y el
horno. Este úlmo no pienso usarlo, aunque no está de más tenerlo controlado.

—¿Qué tal en tu casa nueva, Gregory? —pregunto mirando hacia el techo, negro cómo no.

—Igual que en la anterior —me contesta de inmediato por los altavoces.


altavoces.

—Haz un escaneo del soware y la programación para buscar posibles errores de instalación.
—Ahora mismo, Rachel —contesta. Tras unos segundos en los que aprovecho para sujetarme el
pelo en un moño desordenado en lo alto de la cabeza, Gregory vuelve a hablar—. Solo he
encontrado un par de errores en Izquierdo y Derecho, pero esos son de fabricación.
fabricación.

—Ignóralos. —Miro hacia los brazos robócos y compruebo que están girados hacia mí como si si
realmente pudiesen
pudiesen verme—. Eso es lo que los hace tan estúpidos, pero son de la familia y los
queremos de todos modos.

—¿Cómo ha ido tu reunión con el señor Cox? —me pregunta mi asistente.

Esa es una de las razones por las que se ha converdo en algo indispensable
indispensable en mi vida. Se
preocupa por mí. Es increíble que le importe más a una máquina que a ningún ser humano, y no
voy a quejarme por ello. Soy una afortunada por tenerlo.

—El señor Cox es… interesante.

—Definir interesante —solicita.

—Bueno, es joven, más de lo que esperaba, y muy guapo. También parece estar tallada en granito
como una estatua de jodida. Apuesto a que, si fuese una, sería de color negro y rojo —añado
soltando una carcajada por mi propio chiste—. Tiene unos ojos azules zafiros muy expresivos y me

ha mirado el
e l culo descaradamente.
descaradamente.
— ¿Eso significa que tendré que desconectarme la próxima vez que el señor Cox venga a visitarte?
—pregunta con segundas.

—No, colega. El señor Cox no parece el po de hombre que disfruta de una buena sesión de sexo
sin compromiso. Es demasiado serio y encorsetado.
encorsetado. Una pena, ya que no me importaría descubrir
por mí misma qué hay debajo de ese traje hecho a medida.

Me pierdo en mis propios pensamientos


pensamientos imaginando cómo será el señor Cox sin ropa. Tiene pinta
de hacer ejercicio a diario. Quizás vaya al gimnasio o pracque natación. Descarte el boxe
boxeo
o o algún
po de deporte que conlleve contacto
contacto sico. Es demasiado para él.

—Llamada entrante de Mark —me informa Gregory sacándome de mi ensoñación.

—Acéptala —contesto de inmediato.

—Hola, Rachel —saluda mi jefe. Puedo escucharlo a través de los altavoces—. ¿Cómo te va? ¿Ya te
lo has instalado?

—Sí, justo acabo de terminar. Podrías haberme avisado que me iba a alojar en el jodido edificio de
Cox Tech.

—¿No te lo dije? Se me debe haber pasado —miente. Puedo intuirlo en su tono de voz. Mark ene
muchas virtudes, menr bien no es una de ellas—. Pero estás bien, ¿no? ¿Cox te ha tratado bien?
¿Tienes todo lo que necesitas?

—Sí, lo tengo todo, y algún añadido extra, como subir diecisiete jodidas plantas para llegar a casa.
Gracias por eso, por cierto.
—Mierda, olvidé que no usas el ascensor —murmura, y parece realmente arrependo—.
arrependo—. Vale,
puedo arreglarlo. Te conseguiré otro apartamento y…

—No, déjalo. He pasado todo el día programando a Gregory


Gregory.. Ahora me quedo aquí. Como necesito
fisioterapia en las piernas después de estos tres meses, pienso pasar la factura a la empresa.

—Puedo conseguir un exoesqu


exoesqueleto
eleto muy mono —bromea.

Sonrío y niego con la cabeza.


—Tú búrlate. ¿Cuándo voy a poder volver a casa?

—Son solo tres meses. Después de la expo podrás regresar y te prometo que no volveré a pedirte
que hagas esto jamás.

—Más te vale —mascullo pinzándome el puente de la nariz con los dedos.

—Oye, intenta descansar un poco, ¿vale? ¿Qué te ha parecido a Cox?

—Un capullo arrogante con ínfulas de grandeza que se esconde bajo una apariencia de hombre
serio y responsable para no tener que admir que en realidad se siente como un cero a la
izquierda.

—Mierda —susurra sorprendida—.


sorprendida—. ¿Has sabido
s abido todo eso solo en un encuentro con él? No le
habrás dicho nada ofensivo, ¿no? Rachel, me estoy jugando el cuello y este po es muy poderoso.

—No te preocupes, sé comportarme como una señorita. Y no, no le he dicho nada ofensivo, pero
me ha pillado mirándole el culo.

—Espera, ¡¿qué?! —En vez de cabrearse, Mark empieza a reír a carcajadas—. ¿Y qué te ha dicho?

—Nada —me encojo de hombros, aunque sé que no puede verme—. Solo me miró como si me
estuviese perdonando la vida.

—¿Y qué tal? El culo digo, ¿folable?

—Eso te lo dejo a , amigo mío —contesto sonriendo.

—Yo ya lo sé. Coincidió con él en varias ocasiones. Sobre todo, en las exposiciones a las que tú te
niegas a presentarte. Te estoy preguntando tu opinión.

—¿Qué quieres que te diga que ya no sepas? El o está más bueno que una tostada de mermelada
de arándanos, pero es tan inexpresivo que ni siquiera me imagino cómo será en la cama. Supongo
que un muñeco hinchable le pondría más empeño.

Mark suelta una nueva carcajada y yo me contagio de su risa.

—Los ojos impresionan, ¿eh? —pregunta cuando finalmente deja de reír.

—Ajá —contesto de manera escueta. No quiero admir cuánto me han impresionado en realidad
esos dos zafiros.
—Rachel, hazme el favor y no te lo neumácos. No creo que eso fuese beneficioso
beneficioso para el negocio
—el tono de advertencia en su voz no me pasa desapercibido.

—Descuida, mezclar negocios con placer nunca venta bien. Por eso tú y yo nunca nos hemos
acostado. Bueno,
Bueno, por eso y porque te gusta más el rabo que a mí.

—Serás bruta —señala paréndose de risa.

—Bruta, pero cierto. Oye, te dejo que voy a intentar descansar un rato. Mañana te llamo y te
cuento las novedades. Por cierto, tenías razón, el señor Cox no ha perdido el empo, me ofreció
trabajo nada más verme.

—Eso ya lo esperábamos.

—Su oferta es interesante.


interesante. Creo que voy a tener que pedir un aumento de ssueldo
ueldo a mi actual
empresa —bromeo.

—Rachel, ambos sabemos que no trabajarías para él ni, aunque te bajara la mismísima luna. Cox es
uno de esos ejecuvos agresivos de los que piensan que el fin jusfica todos los medios, así sean
rastreros y descabellados.
descabellados.

—Me conoces demasiado, eso no es bueno —digo haciendo una mueca.

—Cierto. Te dejo ya. Intenta descansar. Adiós.

Me despido de él y la llamada se corta. Entonces me planteo qué hacer a connuación. Me


gustaría salir y dar una vuelta por la ciudad, pero estoy completament
completamentee agotada, así que voy a
dejarlo para otro día. Quizás el fin de semana aproveche
aproveche para ir a cenar a algún lado y conocer
gente nueva. Por ahora, me conformo con un buen baño y descansar unas cuantas horas. Por Dios,
espero que las dichosas sabanas de la cama no sean rojas o negras, aunque sé que mis suplicas van
a ser en vano.

Capítulo 4

E l nauseabundo olor a gasolina y humo me provoca fuertes arcadas, intento moverme, pero un
dolor punzante recorre mi pierna paralizándome. Noto el sabor metálico de la sangre en mi boca y
aprieto los dientes intentando no gritar y enfocar la vista. Solo hay cristales y trozos de metal y
pláscos por todos lados, entonces giro la cabeza y lo veo, me está mirando con los ojos abiertos.

Un grito desgarrador
desgarrador sale de lo más profundo de mi garganta y me despierto bañada en sudor.
Aparte de un puntapié las horribles sabanas rojas y me incorpora en la cama sujetando las rodillas
contra mi pecho e intentando recuperar el control de mi respiración. Siento mi corazón golpear
contra mi pecho como si estuviese a punto de salir volando y soy incapaz de dejar de temblar.

—Rachel, ¿te encuentras bien? —escucho la voz de Gregory, y no soy capaz de contestarle. Aún
sigo en ese lugar donde viven todos y cada uno de los demonios que me atormentan—. Rachel,
¿quieres que llames a alguien? —insisr.
Sacudo la cabeza para intentar centrarme y carraspeo. Tengo la boca seca. Suele sucederme a
menudo. Incluso he llegado a despertar afónica por gritar tanto.

—Estoy bien —contesto con voz ronca y entrecortada. Tomo una respiración profunda y poco a
poco empiezo a recuperar el control sobre mi cuerpo—. ¿Qué hora es, Gregory?

—Los cuatro de la madrugada. ¿Le ordeno a Derecho que te traiga algo de beber?

—No, ya me levanto
levanto yo. No creo que pueda seguir durmiendo —miento. En realidad, sí podría
hacerlo, pero me aterra volver a ese lugar—. Prepare café y encienda todo en el taller. Vamos a
trabajar un rato.

—Ahora mismo —contesta de inmediato—. ¿Te preparas la ducha?

Toco mi camiseta larga, una de las que siempre uso para dormir, y compruebo que está empapada.

—Sí, por favor. Me vendrá bien un poco de agua caliente.

Me levanto haciendo
haciendo una mueca al ver que las sábanas también están mojadas y entro en el baño
quitándome la camiseta por la cabeza. La ducha está encendida y puesto que el agua ene una
temperatura ideal. Adoro a Gregory, sabe qué es lo que necesito en cada momento.

El enorme baño dispone de bañera y ducha y un gran lavamanos de dos cubetas con encimera de
granito. Cojo una toalla del colgador y me miro en el espejo de cuerpo entero. No puedo evitar que
mis ojos se deslicen por todo mi cuerpo y vayan a parar a mi muslo derecho. Una gran cicatriz lo
atraviesa de un lado a otro. La toco con las puntas de mis dedos y me estremezco al recordar el
dolor que sen, era insoportable.

Resoplo y vuelvo a sacudir la cabeza. Necesito salir de ahí ya mismo. El pasado solo es eso, pasado,
y no va a volver. Al menos no esencialmente, porque en mis sueños… Ahí me perseguirá hasta el
día en que mi corazón deje de lar.

El agua caliente sobre mi cuerpo actúa como un bálsamo, llevándose por el sumidero todo rastro
de angusa y desesperación. Al salir, ya me encuentro mucho mejor. Me pongo otra de mis
camisetas largas desgastadas de tanto uso, y me hago con una humeante taza de café antes de
encerrarme en el taller.
Las horas pasan muy rápido cuando estoy haciendo lo que me apasiona. Tres cafés más tarde,
Gregory me recuerda que tengo que prepararme para mi reunión con el señor Cox. Se me pasó por
la cabeza no acudir, pero probablemente metería a Mark en un lío y le prome que pondría de mi
parte, así que, a regañadientes, entraría en mi nueva y horrible habitación y me cambio de ropa.
Nada formal. Me importa una mierda el código de vesmenta de la empresa, yo no trabajo aquí y
no tengo por qué seguir sus estúpidas normas. Me pongo un vaquero ajustado, unas deporvas y
una camiseta estampada dejando un hombro al descubierto. Pein Peinoo mi melena dejándola lisa y
suelta y salgo del apartamento guardándome el teléfono
teléfono móvil en el bolsillo trasero del pantalón.
Gregory se viene conmigo a todos lados.

Por suerte solo tengo que bajar dos tramos de escaleras


escaleras para llegar a la planta de dirección. Salgo
por la puerta de acceso y me encuentro de frente a Shana.
—Buenos días, señorita Taylor —me saluda con una sonrisa sincera.

—Solo Rachel, por favor. ¿El señor Cox está en su despacho?

—Sí, ya ha preguntado por usted —miro la hora en mi teléfono y compruebo que ya pasan diez
minutos de las ocho—. Por cierto, me comentó lo de la plaza de aparcamiento. Ya he hablado con
el responsable y esta misma mañana le asignarán una.

-Genial. ¿Podrías hacerme otro favor?


—Claro.

—Tutéame. Ya tengo que aguantar que tu querido jefe esté llamándome señorita en todo
momento, y no lo soporto.

La chica suelta una carcajada


carcajada y asiente.

—Está bien, Raquel. Deberías entrar. No le gustan las impuntualidades.

—Ya, eso he notado —susurro alzando ambas cejas con una sonrisa pilla.

Entro en el despacho sin llamar a la


l a puerta, básicamente porqu
porquee hoy estoy en plan de tocar las
narices todo lo que pueda, y recibo una mirada reprobatoria por parte del señor Cox. ¿Tendrá
nombre de pila? En
E n su puerta solo ponga a Cox. Ignorando deliberadamente su cabreo
cabreo,, me acerco
a la mesa y veo que no está solo. Un hombre de pelo oscuro peinado hacia atrás, barba corta y
ojos marrones me observa con atención.

—Buenos días —saludo con una sonrisa.

—Buenos días, señorita Taylor, llega usted más de diez minutos tarde y la próxima vez que entre en
mi despacho, haga el favor de llamar a la puerta —escupe el simpaquísimo señor Cox.

—Buenos días —su compañero se levanta y me enseña unos blanquísimos dientes mientras me
repasa de arriba abajo con la mirada—. Tenía ganas de conocer a la famosa señorita Taylor —me
dice tendiendo su mano. La
L a acepta devolviéndole la sonrisa y asiento—. Es un placer conocerla.

—Igualmente. Es solo Rachel, por favor.

—Yo soy…

—Él es Paul Summers, vicepresidente de Cox Tech y mi mano derecha —le interrumpe el señor
Cox.

—Puedes llamarme Paul —murmura soltando mi mano.

—También está casado, así que le agradecería que no hiciera caso a sus coqueteos nada
disimulados —interfiere de nuevo el señor Cox.

—¡Vamos, Cox! —se queja Paul riendo a carcajadas—. Solo estaba siendo amable. Loren me
cortaría las pelotas si llego a pasarme de la raya.

—Está bien saberlo —murmuro en tono diverdo.


Veo como el señor Cox se levanta de su silla y tras abrocharse los botones de la americana gris, a
juego con el pantalón
pantalón y el chaleco,
chaleco, camina hacia
hacia a mí deteniéndose
deteniéndose a menos de unun metro. Tengo
Tengo
que mirar hacia arriba para poder hacer contacto con sus zafiros. Este hombre, además de
corpulento, también es muy alto. Yo mido un metro y sesenta y siete cenmetros y él me supera
por más de veinte. Calculo que tendrá una altura de un metro noventa y dos o noventa y tres. Esta
mañana una sombra negra cubre su barbilla y parte de su cara. Le queda muy sexy la barba de un

día.
—Si ya ha terminado, señorita Taylor, acompáñeme. Bajaremos a la decimosegunda planta para
que pueda conocer a nuestro equipo de ingenieros.

—Perfecto —contesto con fingido entusiasmo—. Estoy deseando conocerlos.

Estoy a punto de girarme para ir hacia la puerta, pero la intensidad de su mirada me deja
paralizada.

—Señorita Taylor, me cuesta mucho disnguir cuándo está siendo sarcásca o no —comenta sin
tapujos.

—Es fácil, yo estoy hecha por un noventa por cierto de sarcasmo, de modo que casi siempre lo soy.

— ¿Y el otro diez por ciento? —pregunta frunciendo el ceño.


—Ese, señor Cox, está reservado para quien realmente esté interesado en conocerlo —le sonrío
abiertamente y doy media vuelta para dirigirme hacia la puerta.

Me despido de Shana al pasar y voy directamente hacia el acceso a las escaleras. Puedo escuchar
al señor Cox resoplar,
resoplar, aunque me sigue bajando los escalones.

—¿Por qué no vamos por el ascensor? —pregunta Pablo. Puedo escucharlos a pesar de ir bastante
más adelantada.

—No preguntes. Esto es una tremenda estupidez —se queja Cox.

Llego a la planta número doce y tras cruzar la puerta, les espero a ambos. No tardarán en llegar.

—¿Te gusta hacer deporte? —pregunta Paul en cuanto se deene a mi lado—. En la sexta planta
hay un gimnasio para los empleados. Yo lo uso todos los días. O si lo que te gusta es correr, aquí
nuestro jefe sale todas las mañanas. ¿Corres?

Sonrío y niego con la cabeza.

—Solo cuando me persiguen —contesto arrancándole una carcajada.

—Aparte de guapa, eres diverda. Va a ser interesante tenerte por aquí —señala Paul, pero por la
forma en la que me mira no parece realmente
realmente interesado en mí. Creo que solo es una de esas
personas a las que les encanta coquetear.

—Por aquí —indica el señor Cox.

Una vez taller


enorme más los colores
donde unarojo y negro
veintena dedecoran
personascada lugar
están por el que
trabajando. pasamos
Veo hasta
como un llegar
chico a un
bastante
joven con gafas
gafas de pasta negras, tatuajes
tatuajes en los brazos
brazos y las orejas perforadas
perforadas con pe
pequeños
queños
dilatadores negros, trastea en el que puedo reconocer como el protopo del exoesqueleto que yo
misma diseñé.

Un hombre de mediana edad se acerca a nosotros en cuanto nos ve.

—Señor Cox, no lo esperábamos —dice sonriendo de manera forzada.

Lo observa fijamente y compruebo que no es capaz de mantenerle la mirada a Cox, solo sonríe
intentando agradar. Un lameculos, estoy segura.

—Señorita Taylor, le presentó a Thomas Aldrich, nuestro ingeniero jefe y el responsable del
proyecto del exoesqueleto.

Vale, ahora ya sé quién es. He hablado por mail con este po varias veces y no me gusta ni un pelo.

—Encantadaa —le endo mi mano y él la recibe con una nueva sonrisa fingida.
—Encantad

Antes de que nadie me dé permiso, entro en el taller y voy directamente hacia la plataforma en la
que se encuentra el exoesqueleto. Es precioso, pero… algo no va bien.

—No toque eso —dice el chico de los tatuajes al ver que extendiendo mi mano para comprobar
qué material se ha usado para la fabricación del protopo—. Es muy sensato.
—Pues no debería serlo
s erlo —comento frunciendo el ceño. Muevo lo que se supone que deben actuar
como arculaciones de una rodilla biomecánica y compruebo que no está construido con los
materiales que dejó por escrito—. ¿Qué demonios es esto? —inquiero girándome para mirar
directamente al tal Thomas, el jefe de ingenieros—. Especifiqué en el informe que solo debería
usarse poliuretano a base de dióxido de carbono para los componentes
componentes arculados y para los fijos
el tungsteno.

El señor Cox frunce el ceño y mira a su empleado esperando una explicación.

—Esos materiales son extremadamente caros y es muy dicil trabajarlos. He creído conveniente
sustuirlos por otros de igual calidad, pero más accesibles.

—¿Titanio? —pregunto chocando mis nudillos contra lo que se supone que ene que actuar como
—¿Titanio?
una bia—. Este material es mucho más pesado y menos flexible. Se supone que estos
exoesqueletos enen que ser cómodos aparte de resistentes. —Doy un rón a la esponja interior y
se desgarra sin apenas ejercer fuerza—. ¿Y esto qué es, esponja de baño? Por el amor de Dios, se
supone que aquí usáis materiales de calidad. Estas prótesis van a ser usadas por personas con
movilidad reducida. Son las piernas que necesitan para andar y no estaría demasiado bien que se
rompieran la crisma nada más probarlas.

El silencio se hace en la estancia y atraigo todas las miradas hacia mí, cosa que no puede
importarme menos. Trabajó duro en este proyecto y no pienso permir que un capullo se lo cargue
por querer reducir gastos de producción.

El señor Cox vuelve a mirarme fijamente, pero en esta ocasión no soy capaz de descifrar lo que
está pensando o cuál es su postura respecto a este inconveniente.
—Señorita Taylor, ¿quiere que lo despida? —me pregunta de sopetón.

—¿Perdón? —Me quedo boquiabierta y sin saber qué contestar.

—Le he preguntado si quiere que despida al señor Aldrich, pero en ese caso usted tendrá que
suplir su puesto. Es lo justo.

Entrecierro
Entrecierro los ojos y se me escapa una sonrisa.

—Muy bien jugado, señor Cox, pero no, no me interesa trabajar para usted. Creí que eso ya había
quedado claro.

—Pues dado que no quiere asumir el puesto del señor Aldrich, tendrá usted que trabajar con él en
este proyecto. Estoy perfectamente seguro de que podrás manejarlo a la perfección.

¿Me está tomando el pelo? Le miro a los ojos y vuelvo a ver ese brillo travieso en sus zafiros. El
muy capullo me está poniendo a prueba y de paso riéndose de mí.

—¡Oh, Dios mío! Es usted Rachel Taylor —dice el chico de los tatuajes interrumpiendo la guerra de
miradas entre el señor Cox y servidora—. Oh mierda, y yo le dije que… Perdón, no tenía ni idea de
que era Rachel Taylor.
Taylor.

Miro hacia el chico y le sonrío de manera tranquilizadora.


—No te preocupes por eso…

—Damon, me llamo Damon. —Exende su mano y yo la acepta dándole un presionado—. Es un


placer conocerla, señorita Taylor. Usted es una leyenda por aquí.

—Llámame solo Rachel, por favor, y también es un gusto conocerte. ¿Eres ingeniero? —El
muchacho asiente rápidamente.

—Damon es uno de nuestros mejores ingenieros —me informa Paul.

—Me alegro de escuchar eso. —Me giro hacia el chico y le sonrío de nuevo—. ¿Podrías echar un
vistazo a los planos y al informe que envié sobre el protopo
protopo,, por favor?

—Eh… a esa información solo ene acceso el señor Aldrich —contesta señalando a su jefe.
—Pues a parr de ahora serás tú quien se encargue de pedir los materiales exactos que describo
en mi informe. Estoy seguro de que Thomas tendrá muchas otras cosas con las que entretenerse.

—Eh… Claro, sí, por supuesto, señor… —Alzo una ceja y el chico sonríe. Me cae bien—. Raquel.

Todos vuelven a su trabajo al ver que el espectáculo


espectáculo ha llegado a su fin y Damon se apresura en ir a
buscar los planos del protopo.

—Si enes algún problema al hacer los pedidos, me llamas a mí directamente


directamente —cojo un papel que
hay sobre la mesa y escribe mi número tendiéndoselo a connuación—. Te atenderá mi asistente,
Gregory. Dile que necesitas hablar conmigo y que es urgente o probablemente rechace tu llamada.
¿Lo has entendido? —El muchacho vuelve a asenr y yo me giro para volver hacia donde están
Paul y el señor Cox. Sé que me están escuchando
escuchando dar órdenes en su empresa como si fuese la
dueña, pero me importa bien poco. Si quieren echarme que lo hagan, no dejaré que la
incompetencia de un imbécil arruine mi trabajo—. Por cierto —me giro de nuevo hacia Damon y
incompetencia
este me mira expectante—, ¿conoces algún lugar donde salir mañana por la noche? Acabo de
llegar a la ciudad y apenas conozco nada.

—Eh… Pues… —el muchacho tubea y mira hacia el señor Cox—. No estoy seguro de que le
gusten… digo, te gusten los sios que yo frecuento.

—¿Por qué no? —Me encojo de hombros y escucho la risa de Paul a mi espalda.
—Si buscas salir a tomar una copa, yo puedo aconsejarte un par de sios —propone.

—Sí, eso precisamente es lo que busco, salir,


salir, diverrme, pasarlo bien… Con un poco de suerte,
incluso echar un polvo. Lo normal en una chica soltera que no llega a los treinta.

Paul ríe a carcajadas y el señor Cox me mira como si intentara atravesarme con sus zafiros.

—No creo que este sea el mejor lugar para hablar de esto, señorita Taylor —señala en tono de
regaño.

—No veo qué ene de malo, señor Cox, el sexo es muy sano. ¿Usted lo pracca?

Paul se atrae con su propia carcajada y empieza a toser. Damon también se está aguantando la risa,
al igual que los demás empleados que fingen seguir trabajando con normalidad.
—No creo que eso sea asunto suyo —escupe de malos modos, y por primera vez veo una reacción
en su rostro. Es furia, está muy cabreado, pero se conene.

—Cierto, discúlpeme si le ha ofendido mi pregunta —digo sonriendo de manera pilla—. Cada uno
es libre de follar cuando quiera, donde quiera, con quien pueda, y no dar explicaciones a nadie. —
Paul sigue tosiendo sin parar y es Damon quién lo intenta ayudar, dándole palmaditas en la
espalda—. Cuídate esos tos, Paul —desvío
—desvío mi mirada de nuevo hacia el señor Cox y veo que abre y
cierra los puños con fuerza, como si estuviese intentando contenerse para no estrangularme.
Sonrío sabiendo que esta batalla acabo de ganarla yo y alzo ambas cejas en su dirección—. Si la
visita guiada ha terminado ya, me gustaría volver al trabajo en mi taller. —Me giro hacia Damon y
le guiño un ojo—. Avísame con lo que sea, ¿vale?

Tras esperar su confirmación, me giro de nuevo y salgo del taller con la barbilla en alto y
aguantando las ganas de soltar una carcajada. Esto está resultando ser la mar de diversión.

Capítulo 5

Nada más volver al apartamento, seguí trabajando en el taller hasta que anocheció. No sé por qué
la gente insiste en estar siempre acompañada.
acompañada. Supongo que le temen a la soledad, pero yo no
siento esa preocupación. A mí me gusta estar sola. Ten
Tengo
go a Gregory cubriéndome las espaldas, no
necesito a nadie más.

—Vale —doy una palmada y tomo una bocanada profunda de aire—. Vamos con la primera

prueba. Cuando te lo digas la conectas, Gregory.


—Rachel, ¿puedo sugerir que no lo hagas? Solo es un protopo.
protopo . Algo podría salir mal.
Hago una mueca por la advertencia de mi asistente y niego con la cabeza.

—Nunca sabremos si algo saldría mal si no lo probamos antes.

—Deja que haga un escaneo del soware en busca de algún error, antes de que… —Sin que ni
siquiera pueda terminar la frase, ya me colocó la lente de contacto en el ojo izquierdo—. O
también puedes ignorar todos los protocolos de seguridad y exponer tu integridad sica.

—No va a pasar nada, colega. —Abro


—Abro y cierra el ojo varias veces—. Es cómodo. Casi no noto ni que
la llevo puesta. Está bien —vuelvo a dar otra palmada—, enciéndela.

—Rachel, no creo que sea buena idea.

—Nunca lo son, pero eso no me ha detenido hasta ahora. Vamos, haz lo que te digo. Veamos hasta
dónde puede llegar este chisme.

Casi puedo escucharle suspirar, aunque no lo hace, básicamente porque no respira, no obstante, si
pudiera hacerlo, ahora mismo estaría resoplan dando como un toro.

—Encendido en tres, dos, uno…

Una luz azul brillante aparece frente a mi rostro. El programa se inicia y el logo de Braincom
B raincom
aparece en el primer plano de la interfaz. Después
Después de unos segundos, aparece un menú
desplegable ante mí. Esro mi mano y el programa detecta el movimiento
movimiento de inmediato.

—Esto va bien —señalo desplazándome


desplazándome por las opciones de la interfaz con solo un toque de mi
dedo en el aire.

—Registro un aumento de la temperatura en el protopo —advierte Gregory.

—Sí, yo también lo noto. Oye, creo que puedo reducir el empo de acvación del programa un
cuatro o cinco por ciento. También aumentará la memoria virtual para que vaya más fluido. Se
ataca un poco.

De pronto, siento que mi ojo empieza a escocer y noto mucho más calor.

—La temperatura
—dice Gregory. del protopo sigue en ascenso. Rachel, te sugiero que te lo quites de inmediato

—Eso intento —murmuro buscando


buscando el borde de la lenteja en el interior de mi ojo para poder
extraerla—. Mierda, esto empieza a doler. ¡Joder, cómo quema!

—¿Raquel? ¿Rachel, estás bien?

—Sí, solo dame… —sigo intentando quitarme el dichoso aparato del ojo—. ¡Mierda! Quema,
quema —finalmente pude levantar
levantar un lateral y la bolsa de un rón—. Auch, eso no ha salido
exactamente como esperaba.

—¿Estás bien? ¿Quieres que pida una ambulancia?

—No, estoy bien —me miro al espejo y compruebo que tengo el ojo algo enrojecido, pero veo
perfectamente—. Vale, creo que vamos a tener que aumentar la densidad del hidrogel. —Dejo la
lenteja sobre la mesa de escaneado virtual y pestañeo varias veces—. Haz un diagnósco completo
y busca fallos en la programación. Creo que también podemos reducir el impacto de temperatura
bajando los niveles de metal en los componentes electrónicos.

—Creo que el diagnósco debería haberlo hecho antes de que testaras el protopo por tu cuenta,
Rachel. Es más, estoy seguro de que lo propuse y tú rechazaste
rechazaste mi sugerencia.

—Gregory, puedes ahorrarte el tono de “te lo dije” —señalo mirando hacia el techo y sonriendo

levemente. En realidad, me gusta que uses ese tono conmigo. Lo hace más humano—. ¿Tiempo
esmado?

—Cinco horas y veindós minutos.

—¡¿Tanto?! ¿Qué voy a hacer mientras?

—Te sugiero que comas algo y descanses unas horas —contesta.

—Paso. Aún no estoy lo suficientemente cansada como para intentar dormir. Tengo que buscar
otra cosa que hacer. ¿Qué hora es?

—Las seis y tres minutos de la tarde.

—jueves, seis de la tarde —murmuro para mí—. ¿Qué hacen las personas normales?

—Puedes salir a dar un paseo. Conocer un poco la ciudad y gente nueva. Con un poco de suerte,
hacer un nuevo amigo, uno que tenga cuerpo.

—Amigo, creo que se está pegando mi sarcasmo —señalo tras soltar una carcajada—. Pasamos
demasiado empo juntos y me temo que estoy siendo una mala influencia para .

—Solo son sugerencias. En realidad, no espero


e spero que lo hagas —réplica.

Frunzo el ceño y vuelvo a mirar hacia el techo.

—Crees que no soy capaz? Aunque no lo parezca, soy una persona muy sociable. Podría hacer un
amigo hoy mismo, sin siquiera salir de casa.

—Permíteme ponerlo en duda —contesta mi asistente. Antes de que pueda darle una buena
réplica, vuelve a hablar, esta vez en un tono mucho más serio—. Tienes una llamada entrante.
—¿Quién es? Si es mi madre, dile que ya la llamaré.

—Dice llamarse Damon, y que ene que hablar congo de manera urgente —aclara.

—Damon? ¡Ay, sí! Es el ingeniero. Acepta la llamada.

—Ahora mismo, Rachel.

Tras unos segundos de espera, la voz del ingeniero empieza a sonar por los altavoces.

—Eh… ¿Hola? Señorita... Digo, Rachel. Soy Damon. Nos conocemos esta mañana en el taller
central de Cox Tech. No sé si se... te acuerdas de mí.

—Hola, Damon —contesto—. Claro que me acuerdo de . Guapo, tatuajes, orejas perforadas y
gafas negras. ¿Correcto?
Escucho su risa al otro lado de la línea y yo también sonrío.

—Sí, exactamente,
exactamente, y gracias por lo de guapo. Espero no molestarte. Me dijiste que si tenía algún
problema te llamara.

—Sí, no me molestes en absoluto. ¿Qué ha pasado?

—Estoy sufriendo algunos inconvenientes al encargar los materiales que solicitaste para el
protopo del exoesqueleto. Los proveedores no garanzan la entrega en un empo menor a tres
semanas y…

—Eso es demasiado. La expo es en tres meses y no podemos permirnos estar paralizados durante
tres semanas. ¿Cuál es el material que te está dando problemas?

—El tungsteno. Acudió a varios proveedores, pero todos dicen lo mismo. Hay que esperar.

—Vale,, déjalo en mis manos. En un par de días lo tendremos.


—Vale

—Perfecto. Entonces, pues… eh… creo que eso es todo. Espero que pases buenas noches.

Me quedo en silencio unos segundos y una idea se me cruza por la mente. Alzo una ceja mirando
hacia el techo como si estuviese mirando a Gregory y sonrío levemente. ¿Cree que no soy capaz de
hacer nuevos amigos? Vemos si ene razón.
—Oye, Damon, ¿dónde estás? —pregunto.

—Eh… Pues en la empresa. Justo ahora estaba a punto de marcharme. ¿Por qué?

—¿No es un poco tarde para que sigas trabajando?

—Sí, bueno… estuve liado contactando con los proveedores, ya me voy.

— ¿Tienes aviones para esta noche? —pregunto de sopetón.

Supongo que lo habré tomado por sorpresa, ya que se queda callado durante un buen rato.

—No, no. Eh… pensaba irme a casa, cenar y jugar a la videoconsola


videoconsola un rato.

- ¡Genial! ¿Qué te parece si te invitan a cenar? Pizza, cerveza y una peli mala de los noventa.
—Eh… Señor… digo, Raquel. No sé si es buena idea. Yo no quiero problemas y…

— ¿Problemas? ¿Por qué tendrías problemas? Yo no trabajo en Cox Tech. Solo estoy aquí de visita.
Además, tampoco es que esté ligando congo, Damon. Solo quiero pasar un rato agradable con un
amigo.

—¿Amigo? Bueno… —le escucho resoplar al otro lado de la línea y entrecierro


entrecierro los ojos—. Vale —
alzo el puño en señal de victoria y lanza al techo una mirada de “Jódete, Gregory”—, pero a cambio
de mi compañía, cambia esa peli mala por una parda de Smasher.

— ¿Aplastador? —pregunto confundida.


confundida.

—Sí, ya lo sabes, Tony Smash.


—Pues no, no lo sé —contesto sonriendo.

—¡¿En serio?! ¿No conoces el videojuego Smasher?

—Espera… ¿Ese de las plataformas


plataformas que se hizo tan famoso hace unos años?

—Ese mismo. Smasher llevó a los videojuegos de plataformas a otro nivel. Es una obra de arte de
nuestro siglo.

—Vale, ya veo que te gustan los videojuegos —señalo sin poder dejar de sonreír—. Creo que lo
—Vale,
jugué un par de veces
veces en la universidad.
universidad. Mi novio… Bueno,
Bueno, Clay… Él estaba
estaba enganchado
enganchado a ese
juego. —Al recordar
recordar a Clay,
Clay, un nudo de dolor y rabia se
se instala en mi garganta,
garganta, pero
pero decidió
ignorarlo y seguir hablando con mi futuro nuevo amigo—. Vale, entonces sube y pedimos unas
pizzas.

—¿Subo? ¿Adónde? —pregunta


—pregunta confundida.

—Por el ascensor principal hasta la planta de dirección, después coge las escaleras hasta la planta
diecisiete. Te estaré esperando. Hasta ahora. —Antes de que pueda replicar, cuelgo la llamada y
me pongo en pie de un salto.

—Bien jugado —dice mi asistente.

—Te lo he dicho, amigo. Soy una persona muy sociable.

Menos de diez minutos después, el mbre del apartamento empieza a sonar.

—Es tu nuevo amigo —informa Gregory con recochineo—. ¿Quieres que abra?

—No, yo me encargo —contesto corriendo hacia la puerta.

Miro mi reflejo en el espejo de la entrada y me encojo de hombros. Voy descalza y con el pelo
sujeto en lo alto de la cabeza en un moño desordenado. Tampoco estoy tan mal. Abro la puerta y
veo a Damon, está de espaldas a mí observando todo a su alrededor, como si esperara a que
alguien lo eche a patadas o algo así.

—Eh… hola —saluda tras verme—. No sabía si este era el lugar correcto.
—Lo es, pero pasa, no te quedes en la puerta —ro de su brazo para meterlo en el apartamento y
cerrar la puerta.

Me paro a observarlo un instante, del mismo modo que él hace con el apartamento. Está vesdo
con la misma ropa que llevaba esta mañana, solo que ya no lleva la bata blanca puesta. Pantalones
de vesr negros, camisa blanca y corbata estrecha negra y gris claro algo desabrochada. Lleva las
mangas de la camisa enrolladas a la altura de los codos, dejando expuestos sus brazos
completamente cubiertos de nta de colores. También trae una mochila que cuelga de uno de sus
hombros.

—No sabía si tenías videoconsola —señala la mochila encogiéndose de hombros algo cohibido.
—La verdad, no tengo ni idea. Acabo de llegar y ni siquiera he encendido el televisor. Busca ahí —
señalo el mueble bajo que hay en el salón—. Yo voy a pedir unas pizzas ya coger algo de bebida.
¿Cerveza?

—Eh… sí, claro —contesta


—contesta con media sonrisa.

—¿De qué quieres la pizza?

—Cualquiera me va bien. No soy quisquilloso —responde tomando asiento en uno de los enormes
—Cualquiera
sofás. Deja la mochila en el suelo a su lado y saca de ella un videojuego—. Lo he traído.

—Genial —alzo mi dedo índice para que me dé un segundo y miro hacia el techo—. Gregory, pide
un par de pizzas. Tocino, pollo, champiñones, carne y salsa picante —miro a Damon buscando su
aprobación y este asiente, aunque parece extraño por verme hablar sola.

—Ahora mismo, Rachel —contesta mi asistente.

—¡Mierda! ¿Qué ha sido eso? —pregunta Damon frunciendo el ceño.

—Ese es Gregory, mi asistente. —Miro nuevamente al techo y sonrío levemente—. Gregory, te


presento a Damon, mi nuevo amigo.

—Un placer conocerlo, señor Damon. Ya hemos hablado por teléfono.


—¿Por teléfono? —Damon sigue con el ceño fruncido—.
fr uncido—. Oh, sí, pero… creí que… no imaginé que
estaba hablando con una interfaz de voz. —Me mira y su expresión se relaja—. ¿Está
automazado? Yo siempre he querido instalar un buscador por voz en mi casa, sin embargo, soy
demasiado vago para hacerlo.

—Bueno… Gregory es algo más que una interfaz de voz, aunque eso ahora no importa. Voy a
buscar las bebidas mientras instalas el videojuego.

Salgo hacia la cocina mientras veo a Damon trastear en el mueble y enciende el televisor. Cuando
vuelvo, dejo una botella de cerveza y una lata de refresco sobre la mesa auxiliar y tomo asiento a
su lado.

Las pizzas no tardan en llegar y es Damon quien se acerca a recogerlas a la puerta mientras yo
golpeo los botones del mando concentrado en matar la mayoría de monstruos que pueda. Tras
darnos un atracón y jugar varias pardas, me doy cuenta de que me lo estoy pasando genial con mi
nuevo amigo.

Damon, muy diverdo y charlatán, entre y parda y parda me cuenta que proviene de Nueva
Jersey. Es hijo único, sus padres aún viven allí. Se mudó a Nueva York para estudiar ingeniería
industrial en el NYU[yo] con una beca completa. Tras hacer las práccas en Cox Tech, decidió
contratarlo, así que se mudó definivamente a la Gran Manzana.

—Coge la llave —ordena. Los dos estamos jugando con diferentes avatares. Él con Tony Smash, y
yo con una chica llamada Clary Green, que, por cierto, no creo que lleve la ropa adecuada para el
trabajo que está desempeñando—. Nos va a hacer falta para pasar al siguiente nivel.
—¿Por qué los creadores de videojuego
videojuegoss siempre le ponen tan poca ropa a los avatares
femeninos? En serio, no puede ser cómodo ponerte a disparar un fusil y matar monstruos con ese
short y en sujetador. Y en el nivel anterior, con la nieve que había en el exterior, solo llevaba un
jodido gorro con orejeras,
orejeras, pero seguía medio en pelotas.
pelotas. Eso no ene sendo.

Damon suelta una carcajada y niega con la cabeza.

—Eso vas a tener que preguntárselo al señor Cox. Fue él quien creó Smasher .
—Espera… ¡¿Qué?! —Pongo el juego en pausa y me giro hacia D Damon—.
amon—. Explica eso.

—Pues lo que he dicho. El señor Cox diseñó y programó personalmente


personalmente Smasher . Ese fue el inicio
de Cox Tech y… —entrecierra los ojos y deja el mando sobre el sofá—. ¿Qué sabes sobre Cox Tech?
—Antes de que pueda contestar, alza su mano para detenerme—. Vale, voy a reformular mi
pregunta. ¿Qué sabes sobre el señor Cox?

—Bueno, sé lo que he visto, que es el po más herméco e inexpresivo que he conocido jamás.
Alguien debería sacar el palo que lleva medo en el culo —Damon empieza a reír a carcajadas—.
pero...

—Oh, ya sé lo que vas a decir —murmura entre risas.

—Está bueno que te cagas —confieso.

—¡Lo sabía! —exclama volviendo a reír—. No sé qué os pasa a las mujeres con ese hombre. Todas
dejamos un rastro de baba a su paso y él ni siquiera
s iquiera se inmuta. Al final voy a empezar a creerme los
rumores.

— ¿Qué rumores? —pregunto realmente interesada en lo que pueda contarme.

—Bueno… eh… No sé si es buena idea que te diga esto. ¿Puedo confiar en ?

—He compardo mi pizza congo —señalo hacia la caja de pizza vacía que hay sobre la mesa y él
sonríe.

—Vale, te lo voy a contar. El señor Cox, como ya te habrás dado cuenta, está muy reservado con su
vida privada. En realidad, mucho pensamos que ni siquiera ene una. El o es el primero en llegar
a la oficina cada día y el úlmo en marcharse. Incluso
Incluso vive en el mismo edificio.

—Lo sé, en el áco —añado.

—Exactamente. Solo venta del edificio por las mañanas. Se supone que sale a correr todos los días.
—Exactamente.
También si ene que acudir a algún evento o reunión, pero siempre va solo. Nuca se le ha visto con
una mujer en plan cita o relación. Tampoco se le conoce ninguna novia en el pasado, así que…

—No me lo digas. Corre el rumor de que es homosexual y no ha salido del ar


armario.
mario.

—Sí, justo eso —afirma haciendo una mueca.

—Al final sí que va a jugar en la liga de Mark —susurro para mí.

—¿Qué dices?
—No, nada. El caso es que no enendo
e nendo qué ene que ver eso con el videojuego.

—Ah, sí, eso. En realidad, no ene que ver. El caso es que Cox Tech nació a raíz de Smasher. Fue la
primera creación del señor Cox y lo que impulsó la creación de la empresa. El videojuego fue un
éxito de ventas y revolucionó el mercado. Marcó el inicio de una nueva era de videojuegos, mucho
más realistas y con una mejora increíble de los gráficos y plataformas. Después de eso, la empresa
comenzó a crear videoconsolas,
v ideoconsolas, a connuación, teléfonos inteligent
inteligentes
es y ordenadores, y así
sucesivamente
sucesivamen te hasta llegar a ser una de las empresas tecnológicas más importantes
importantes e influyentes
influyentes
del mundo.

—Sin contar con Braincom —señalo alzando una ceja.

—No voy a meterme en esa guerra —replica alzando sus manos a modo de rendición.

—Vamos, que el señor Cox es gay y un cerebrito, ¿no?

—Algo así. Aunque ahora ya solo se dedica a dirigir la empresa. Nunca lo he visto trabajar en un
taller.

—Qué interesante —murmuro con aire pensavo.

Damon echa un vistazo a su reloj inteligente y suspira.

—Bueno, debería irme ya. Se ha hecho tarde y mañana tengo que trabajar. El señor Aldrich me
matará si llegará tarde.

—Ese o es un capullo —señalo frunciendo el ceño.

Damon vuelve a reír y asiente.

—Eres buena calando a la gente. Thomas Aldrich es mucho más que un capullo, es el jefe, al menos
el mío. —Se levanta y esra los brazos para desentumecerlos—. Ha sido un verdadero placer,
Rachel. Nunca imaginé que terminaría comiendo pizza y jugando una parda con la mismísima
Rachel Taylor. Tu trabajo es una inspiración para todos los ingenieros de por aquí. Admito que te
tenemos un poco de manía, ya que siempre
s iempre consigues arrasar en la expo dejando nuestros
proyectos a ras de suelo.

—No voy a decir que lo siento —contesto sonriendo. Me levanto también y me cruzo de brazos.

—No esperaba que lo hicieras, aunque sí me gustaría aprender de  algún día. Quizás podamos
reper lo de esta noche en alguna otra ocasión.

—Por supuesto. Yo también lo he pasado genial. Si quieres repemos mañana.

—¿Mañana? ¿No enes que asisr a la gala benéfica? Todos los jefazos van a estar allí y creí que tú
irías en representación
representación de Braincom.

—¿Tengo pinta de que me gusten ese po de eventos? —inquiero alzando una ceja en su
dirección.

—No, en realidad no la enes. Siempre imaginé que Rachel Taylor sería una mujer formal y seria,
una adicta al trabajo.
—¿Como el querido señor Cox?

Damon ríe de nuevo y oriental.

—Sí, algo parecido. Me alegra saber que no eres de ese modo. Ganas mucho en persona, Rachel
Taylor.

—Bueno, muchas gracias. Y yo me alegro de haber encontrado un amigo en este lugar. No suelo
tener muchas personas a mi alrededor.
alrededor. Soy más de pasar mi empo rodeado de máquinas.

—Pues aquí me enes cuando me necesitas. Llámame mañana y me confirma nuestra cita para
pizza y Smasher.

—Genial, lo haré. Por cierto, llévate el juego si quieres.

—No, déjalo ahí. Yo tengo otro en casa. Ese lo he cogido de la sala de pruebas. Siempre hay unos
cuantos de nuestros juegos disponibles para los empleados. Si quieres, mañana probamos
Smasher 2. Es aún mejor que el primero.

—Hecho. —Le acompaño a la puerta y levanto mi mano a modo de despedida—. Buenas noches
Damon.

—Hasta mañana —contesta


—contesta sonriendo antes de que cierre la puerta.
—¿Lo has visto, Gregory? Te dije que podía hacer un nuevo amigo sin tan siquiera salir de casa.

—Me alegro, Raquel. Ahora te sugiero que descanses un rato.

— ¿Cómo va el diagnósco del protopo? —pregunto ignorando su sugerencia.

—Al noventa y siete por ciento. Estará lista en menos de media hora.

—Genial, prepara café, esta noche va a ser larga. Y que Izquierdo y Derecho recojan el salón.

Capítulo 6

Ni siquiera sé cuánto empo llevo dormida cuando escucho el mbre sonar. Resoplo girándome en
la cama y maldigo en voz alta. Para una vez que no me despierta una pesadilla, lo hace el dichoso
mbre.

—Gregory, ¿quién demonios llama a la puerta? —pregunto de mal humor.

—El señor Cox —contesta.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué mierda hace ese po aquí?! —El mbre empieza a sonar con más insistencia y
vuelvo a resoplar—. ¡Hijo de...! No se da por vencido.

— ¿Quieres que lo eche? ¿Le abro?

—No, deja, ya voy yo. Quiero darme el gusto de mandarlo a la mierda por mí misma —respondo
levantándome de un salto.
Salgo de la habitación descalza y vesda únicamente con una camiseta ancha y desgastada que me
llega por debajo de los muslos y ni siquiera me molesta en arreglarme el nido de pájaros que tengo
a modo de cabello. Abro la puerta de mala leche y clavo mis furiosos ojos en el jodido señor Cox.

—Señorita Rachel, llevo un buen rato llamando a la puerta —señala mirando su reloj de pulsera,
que, por cierto, es feo de cojones.

—Lo sé, estaba intentando


intentando ignorarlo, señor Cox. ¿Hay algún mo
movo
vo por el cual haya decidido venir
a despertarme?

Vuelve a mirar su reloj y su mirada se estrecha.

—Son las tres de la tarde. No debería estar durmiendo a esta hora —señala entrand
entrando
o en el
apartamento como si estuviese en su propia casa.

Bueno, en realidad es suyo, pero yo vivo en él, así que no debería tomarse esas confianzas.

—Adelante, puede pasar —murmuro en tono sarcásco


sarcásco cerrando la puerta.

Veo cómo se dirige hacia la cocina y empieza a toquetear la cafetera.

—¿Por qué no funciona? —susurra frunciendo el ceño.

—No toque eso —le quito la jarra de las manos y la coloco de nuevo en su lugar—. Gregory,
prepara café —ordeno.

—Enseguida, Rachel —contesta mi asistente.

La cafetera se enciende de inmediato y veo como la arruga en el entrecejo del señor Cox se
acentúa.

—Comando por voz. Por eso quiso que le instalaran el sistema de sonido en todas las estancias —
comenta.

—Sí, algo así. El de la voz es Gregory, mi asistente personal. Ahora, ¿puede decirme qué hace aquí,
señor Cox?

—Por lo visto, no esperaba ninguna visita —señala mirándome de arriba abajo con reprobación.
Me cruzo de brazos sin molestarme en disculparme por mis pintas. Estoy en mi casa, bueno, en la
suya, pero vivo aquí, aunque sea de manera temporal y el señor Cox debería aprender a no invadir
el espacio personal de los demás—. ¿Suele abrir la puerta con tan poca ropa puesta de manera
habitual, señorita Taylor?

—Solo cuando estoy durmiendo y viene a joderme, señor Cox. ¿Puedo saber ya el movo mo vo de su
visita? Me gustaría seguir justo donde lo dejé antes de que su insistencia al tocar el mbre me
sacara de la cama.

—Solo he venido a informarle de que va a tener que cambiar sus planos de esta noche. —Lo miró
fijamente sin entender a qué se refiere. ¿Qué demonios sabe él sobre mis aviones? —. Ya sabe, lo
que dijo ayer en el taller sobre lo de salir a diverrse y…
—Y echar un polvo? —pregunto alzando una ceja en su dirección. Veo como su nuez sube y baja
tras el cuello de su camisa blanca. Hoy no lleva chaleco bajo la americana y eso me da una
perspecva mayor del contorno de sus pectorales. ¿Será verdad que es gay? Eso sería una
verdadera pena para el mundo femenino. Carraspeo y sacudo la cabeza para quitarme la imagen
del pecho desnudo del señor Cox de la mente y desvío de nuevo mi mirada hacia su cara—. No se
preocupe, mis aviones ya han cambiado. No voy a salir.

—Entonces vuelva a cambiarlos. Esta noche va a acompañarme a la gala benéfica que se celebra en
el Ritz. Pasaré a buscarla a las ocho. —Veo que se acerca de nuevo a la cafetera y tras sacar una
taza de uno de los armarios, se sirve un café—. ¿Quieres? —pregu
—pregunta
nta tras darle un sorbo.

—Sí, gracias —contesto arrebatándole


arrebatándole la taza de las manos para darle un buen trago. Mientras él
se sirve otra taza, lo observa en silencio. Ha dicho que voy a acompañarlo, pero se supone que él
nunca va acompañado a ningún evento o reunión, eso fue lo que me dijo anoche Damon. Además,
la forma en la que lo ha dicho ha sonado más a orden que una invitación y eso no me gusta un
pelo—. No voy a ir —contesto muy seria.

Sus ojos se clavan en los míos y veo cómo brillan. Otra vez ese reto en su mirada, como si yo fuese
su presa y él el cazador.

—No le estaba preguntando, señorita Taylor. He venido únicamente a informarle.


—No, ha venido a imponerme que vaya con usted, y resulta que yo no llevo muy bien eso de
recibir órdenes. Son pequeños traumas familiares de mi infancia que no viene
v iene al caso comentar
ahora mismo. El caso es que no voy a ir. Soy ingeniera, y de las buenas. Mi trabajo no consiste en
pasearme por una fiesta sorbiendo champán para que un puñado de ejecuvos me laman el culo
fingiendo que están ahí por una buena causa y no solo para hacer negocios.

—Veo que enende el propósito de esas fiestas. Como usted acaba de mencionar, se hacen
negocios, y ese es nuestro objevo.

—No, ese es su propósito, señor Cox. Yo solo soy una ingeniera —insisto.

—Señorita Taylor, creo que no ha entendido bien la finalidad de esta sociedad entre Braincom y
Cox Tech. Es muy poco habitual que dos empresas rivales trabajen juntas en un proyecto, pero esa
fue una decisión que tomamos el señor Spencer y yo por el bien de ambos. Hoy en día casi no
tenemos compedores, nosotros dominamos el mercado americano en su totalidad, aunque los
asiácos son una piedra en nuestros respecvos zapatos cuando se trata del mercado
internacional. Tenemos que mostrar unión frente a esa amenaza.

—Eso ya lo sabía —respondo bebiendo de mi taza.

—Entonces entenderá que es lógico que usted, como representante de Braincom en ausencia del
señor Spencer, acuda a este evento y podamos demostrar a nuestros compedores que la
sociedad entre Braincom y Cox Tech es un hecho y que no podrán con nosotros.

—Lo enendo perfectamente,


perfectamente, señor Cox. Lo que usted no comprende es que yo no soy
representante
represent ante de nada ni de nadie. Lo mío es el trabajo de campo, no las reuniones y relaciones
públicas. Si ene algún problema con eso, háblelo con mi jefe.
—Acabo de hacerlo y él mismo me confirmó que usted acudiría conmig
conmigo
o a ese evento.

—¡¿Que él hizo qué cosa?! —resoplo y alzo una mano para detener lo que sea que el señor Cox iba
a decir—. Gregory, llama a Mark. ¡Ahora mismo!

—Llamada establecida —informa mi asistente de inmediato.

Apoye mis manos en la encimera y respiro profundamente para intentar tranquilizarme. Estoy por
pegarle cuatro gritos a Mark en cuanto se digna a contestar la llamada. ¡¿A qué demonio viene
todo esto?! Él sabe qué es lo que pienso de todos esos puñeteros ejecuvos lameculos.

—Hola, Rachel —saluda nada más descolgar,


descolgar, con su tono alegre y jovial habitual. Su voz se escucha
por toda la estancia. Veo como el señor Cox se cruza de brazos y sigue dándole sorbos a su taza de
café como si nada—. Menuda sorpresa que seas tú quien me llame a mí. ¿Ha pasado algo?

—Si ha pasado algo? No sé, Mark, dímelo tú —siseo furiosa—. Se supone que ha confirmado mi
asistencia a una puñetera gala benéfica sin tan siquiera
s iquiera avisarme. ¿Me he perdido algo? Porque no
recuerdo haber aceptado eso en los términos de nuestro acuerdo.

—Vale, estás cabreada —murmura.

—¡Joder, claro que estoy cabreada! ¡¿Qué mierda pinto yo en esa gala?!

—Rachel, tranquilízate. Necesito que un miembro de Braincom me represente en ese evento.


Tenemos que mostrar un frente unido junto a Cox Tech de cara a los asiácos.

Vale, ya veo que ambos se han puesto de acuerdo en esto. Miro al señor Cox y él solo alza su taza a
modo de brindis mientras sus zafiros brillan con diversión. ¡Hijo de puta! Se está cachondeando de
mí.

—¡Si necesitas un puto representante, mueve tu jodido culo a Nueva York y ocúpate tú mismo! Yo
no voy a ir.

—Rachel, no puedo viajar ahora. Necesito que lo hagas por mí.

- ¡No! No me vengas con esas, Mark. Tú


Tú y yo teníamos un jodido acuerdo y te lo estás pasando por
el forro de los huevos. Quiero escuchar como dices alto y claro que yo no voy a ir a esa mierda de
gala. El señor Cox te escucha.

—Espera… ¿Él está ahí? Joder, Raquel. Dime que no estás hablando como una camionera delante
del señor Cox.

—Hola, señor Spencer —saluda Cox.

—Mierda —susurra mi jefe—.


jefe—. Señor Cox, le pido disculpas por la ac
actud
tud de Rachel.

—Ah no, muchacho —intercedo—. No te disculpes por mí, porque no lo siento en absoluto. Te
adver de que, si me tocabais las narices, volvería a casa en el primer vuelo y eso es precisamente
precisamente
lo que pienso hacer. Ya puedes ir moviendo tu culo y encargarte tú mismo de estos asuntos. Yo he
terminado con esta mierda.
—Vale, vale, Rachel, no puedes hacerme esto —suena realmente preocupada, y por un instante
—Vale,
casi me da pena, pero entonces recuerdo que ha conspirado con Cox a mis espaldas y se me pasa.

—Apostamos a que sí puedo? —me cruzo de brazos y sonrío de manera cínica, aunque sé que no
puede verme.

—Está bien, lo siento, ¿vale? Sé que hice mal en presionarte para esto, de verdad que te estaría
muy agradecido si pudieses acompañar al señor Cox a esa fiesta.
—¡No! —replicó.

—Rachel, te lo suplico. Es algo muy importante para la empresa y para mí. Te


Te prometo que no
volveré a pedirte algo así nunca más.

—Yaa he escuchado eso antes, Mark. Mi respuesta sigue siendo un no rotundo.


—Y

—Vamos, Raquel. Te deberás un gran favor y podrás cobrártelo cuando quieras. Solo enes que
ponerte guapa, ir allí y dejarte ver al lado del señor Cox. Ni siquiera tendrás que hablar con nadie si
no quieres. Por favor, por favor, por favor.

Bufo y miro hacia el señor Cox. Él me devuelve una mirada indescifrable. Es increíble cómo
consigue no mostrar ninguna reacción. Apuesto que es un jugador de póker excepcional.

—No enes ni idea de lo grande que es el favor que me debes —claudico.

—Enorme, te jurado que lo tendré en cuenta —señala en un tono más animado—. Teng Tengo o que
colgar, estoy a punto de entrar en una reunión. Pórtate bien en la fiesta, y por favor, no te cargues
nuestra incipiente sociedad con Cox Tech molestando al señor Cox.

Miro de nuevo hacia el hombre que tengo frente a mí y sonrío.

—Lo intentaré, pero no prometo nada. Adiós, Marcos.

—Te llamaré mañana. —La llamada se corta y vuelvo a resoplar.

—Parece que tenemos una cita, señor Cox —comento haciendo una mueca.

—Eso he dicho nada más llegar, señorita Taylor, pero por lo visto a usted le gusta complicarlo todo.
Pasaré a buscarla a las ocho. —Deja la taza vacía sobre la encimera y me repasa con la mirada de
arriba abajo—. Espero que su indumentaria sea la apropiada para este po de ocasión.
o casión.

—No se preocupe, señor Cox. Sé comportarme como una dama cuando quiero. No suelo quererlo
muy a menudo, pero no le avergonzaré, lo prometo —señalo sonriendo falsamente.

Tras ajustarse la corbata negra a juego con su traje, el señor Cox vuelve a mirar el reloj de su
pulsera y camina hacia la puerta si siquiera despedirse. Me pregunto cuántas veces al día mirará la
hora. Parece que siempre está
está preocupado por el empo. Le sigo sin decir nada, y somos
interceptados
intercept ados por Izquierdo, que sale del pasillo que da a las habitaciones con una prenda de ropa
colgada en su dedo pulgar metálico.

— ¿Qué demonios…? —susurra Cox mirándolo fijamente.


Es la primera vez que veo una reacción por su parte. Sorpresa. Está completament
completamentee sorprendido.
Me acerco a Izquierdo y compruebo que lo que lleva colgado es una pieza de mi conjunto de ropa
interior de encaje negro. Para ser más preciso, unas mini braguitas casi transparentes.

—Justo anoche lo estuve buscando —señalo cogiendo la prenda.

Miro hacia el señor Cox y le veo mirar fijamente hacia mis manos y tragar saliva con dificultad, pero
esa muestra por su parte solo dura un par de segundos. Enseguida se enderez
endereza,a, vuelve a mirar su
reloj y camina con paso firme hasta la salida.
—A las ocho la espero en recepción, señorita Taylor. Haga el favor de ser puntual —dice antes de
marcharse cerrando la puerta a su espalda.

—A lis ichi li ispiro in li ricipcion siñiri lir —me burlo poniendo voz de pito. Resoplo y levanto mi
dedo corazón en dirección a la puerta—. Primero sáquese el puñetero palo del culo, señor Cox —
farfullo.

El resto de la tarde me el paso buscando un vesdo que ponerme para la dicha gala. No estaba
preparado para esto. También aprovecho para llamar a Damon y cancelar nuestra cita de esta
noche para comer pizza y jugar a Smasher. Para una vez que me siento cómodo y me divierto en
compañía de otro ser humano, ene que venir el puñetero señor Cox a joderme la noche.

A las ocho en punto ya estoy lista con un vesdo color gris claro de raso que me llega hasta los
pies, con una abertura lateral que va hasta la mitad del muslo izquierdo. Llevo puestos unos
zapatos de tacón de aguja negros de doce cenmetros y el pelo perfectamente peinado y suelto
respetando sus ondas naturales. También
También me he maquillado más de lo habitual, con sombras grises
y negras sobre los parpados y un color nude en los labios.

Sé cómo funcionan estas fiestas y por eso las odio tanto. Desde que tuve edad para subirme a unos
tacones, no dejé de pasear por esos dichosos eventos
eventos y galas viendo como todo el mundo me
miraba y aprobaba o no mi forma de vesr, andar, hablar y comportarme. Lo detesto, de verdad. La
falsedad e hipocresía que envuelve todos esos lujosos acontecimientos son insoportables.

Tras
Tras poner las llaves del apartamento, mi móvil y algo de maquillaje de repuesto
repuesto en mi pequeño
bolso negro a juego con los zapatos, decidió irme ya, solo que, al
a l llegar a la puerta, sonrío y decidió
esperar un rato más. Tengo ganas de tocarle las narices al señor Cox siendo impuntual. Ya pasan
dos minutos de las ocho, estoy segura de que no morirá si espera otros cinco minutos más. Así que
me quedo de pie, frente a la puerta cerrada, simplemen
simplemente te esperando a que pase el empo.
Cuando creo que ya es suficiente, respiro profundamen
profundamente te para darme ánimos y salir de casa.

La bajada hacia la planta principal subida en los tacones no resulta nada sencilla, pero me niego a
quitármelos. Para subir será otro cantar, pero no voy a pensar en eso ahora.

En cuanto llego a la planta baja, salgo de la zona de acceso a las escaleras y compruebo
compruebo que el
señor Cox ya me está esperando junto al mostrador de recepción. No hay nadie en el edificio a
estas horas a excepción del guardia de seguridad, no le veo, así que supongo que estará haciendo
su ronda en otro piso.

Nada más escuchar el sonido de mis tacones impactando contra el granito del suelo, el señor Cox
se gira lentamente sin apartar la vista de su reloj de muñeca.
—Llega usted tarde, señorita… —deja la frase sin
s in terminar alzar su mirada hacia mí. Sigo
caminando, sinendo como sus zafiros me atraviesan y brillan con fuerza.

Juraría que el señor Cox acaba de sorprenderse, otra vez. Me doy una palmadita mental en la
espalda por haber conseguido dejar sin palabras a este imperturbable hombre y sonrío de oreja a
oreja.

—Lo sé, llego tarde —comento sin perder la sonrisa—. Será mejor que nos demos prisa o
lleguemos los úlmos a la magnífica fiesta que nos espera —señalo sarcáscamente.
sarcáscamente. Paso frente a
él y voy hacia las enormes puertas de salida del edificio, al llegar compruebo que el señor Cox no
me sigue. Aún está en el mismo lugar en el que lo dejé, mirándome fijamente—. Señor Cox, creí
que tenía usted prisa.

Le veo carraspear y sacudir la cabeza antes de ajustarse la corbata y empezar a caminar hacia mí.
Creo que esta noche va a resultar más interesante de lo que esperaba.

Capítulo 7

—No, no, y mil veces, no —repito cruzándome de brazos.

El señor Cox sigue de pie frente a su reluciente coche negro y el chofer, Hank, manene la puerta
abierta, pero no hay poder en el mundo que consiga que yo me meta en esa caja metálica.
—Señorita Taylor, ya llegamos muy tarde. Entre en el coche de una vez —insiste Cox.

—Yo iré en mi moto. Está aparcada justo ahí —señalo el lugar donde la dejé y me cruzo de brazos.

—No creo que vaya vesda para subir en moto. Entre en el coche —ordena.

Creo que está perdiendo la paciencia. Ha mirado su reloj más de cinco veces desde que salimos del
edificio y empezamos con este ra y afloja.

—En serio, señor Cox. Normalment


Normalmentee disfruto llevando la contraria. No es nada personal, se lo
aseguro, esta vez es disnto —le miro a los ojos y respiro profundamente—.
profundamente—. No puedo subir ahí.
No es un capricho ni una rabieta. De verdad que no puedo.

Sus ojos se estrechan y asiente haciéndole un gesto al chófer para que cierre la puerta.
—Vamos, yo conduzco —señala empezando a caminar hacia dónde está mi moto.

—¡¿Qué?! —Corro tras él subida en los tacones y consigo alcanzarlo justo cuando se deene frente
a la belleza negra—. No es necesario que me acompañe. Puede ir en su coche. Nos vemos allí.

—Las llaves, señorita Taylor —solicita extendiendo la palma de su mano hacia mí.

—No creo que…

—Las llaves —insiste. Resoplo y saco las llaves de mi bolso tendiéndoselas a connuación. El señor
Cox, se desabrocha la chaqueta negra de traje y sube a la moto de manera ágil, mete la llave en el
contacto y arranca el motor—. ¿Necesita ayuda? —pregunta quitando el caballete de la moto.

Niego con la cabeza y subo mi vesdo para poder pasar la pierna al otro lado del asiento. Dejo el
bolso entre mis piernas y consigo poner los pies en las estriberas.
—No llevamos cascos —señalo.

—Entonces, esperemos que no nos pare la policía —contesta. De pronto, mira hacia atrás y frunce
el ceño. Veo cómo se quita la chaqueta y me la ende—. Póngase esto o morirá de frío durante el
trayecto.

Miro hacia abajo y compruebo que mi vesdo no es demasiado escotado


escotado,, pero llevo los brazos y
piernas al descubierto. La cojo con un nuevo resoplido y me la coloco rápidamente.
En cuanto tengo la chaqueta puesta, un agradable olor se cuela por mi nariz. No sé disnguirlo, no
es un perfume. Quizá es el olor del jabón o de su loción de afeitado,
afeitado, no estoy segura. Lo cierto es
que huele genial. Acerco una de las solapas a mi nariz y aspiro fuerte disfrutando del maravilloso
maravilloso
aroma que despide. Al alzar la mirada de nuevo, compruebo
compruebo que el señor Cox me está observando,
y una vez más ese
e se brillo en sus zafiros me indican que por dentro está riendo.

—Podemos irnos, señor Cox —señalo enderezándome.

Él se gira hacia adelante y separa los brazos de sus costados.

—Sujétese, señorita Taylor. No me gustaría llegar a la fiesta y darme cuenta de que se ha quedado
por el camino.

Casi sonrío al notar el tono diverdo en su voz. Como si realmente le importara bien poco que
terminara espachurrada en mitad de la carretera.

Bufo una vez más, mostrando mi disgusto por la situación, y rodeo su cuerpo con mis brazos.
¡Santa madre de Dios! ¡Este hombre es puro músculo y fibra! Tanteo sus abdominales con mis
dedos e incluso desplazo las manos para tocar sus duros pectorales que se contraen
contraen bajo mis
palmas.

Cuando me doy cuenta, el señor Cox ha girado de nuevo la cabeza hacia atrás y me está mirando
fijamente.

—¿Por qué no arranca? —pregunto


—pregunto deteniendo finalmente mis manos en su estómago plano y
duro.

—No quería interrumpir su inspección


i nspección tácl, señorita Taylor
Taylor —su voz suena ronca y sigue
sonriendo con la mirada.

—Yaa he terminado. Cuando quiera podemos irnos —señalo sin ningún po de vergüenza.
—Y vergüenza.

Tras echarme un úlmo vistazo, el señor Cox pone primera y acelera la moto poniéndola en
movimiento.

El resto del trayecto me dedico a disfrutar de las sensaciones que se me presentan. El delicioso
olor que despide la chaqueta, el viento en la cara, la dureza del torso del señor Cox bajo mis
manos… Incluso me acerco más a su espalda y apoyo mi frente en la parte posterior de uno de sus
hombros. Su camisa huele igual de bien que la chaqueta. Observo cómo sus brazos se flexionan
esrando la tela de la camisa a la altura del bíceps mientras él conduce de manera magistral
recorriendo la Décima Avenida hasta el Hotel Ritz, situado en Central Park. Son solo quince
minutos de viaje, y aunque parezca extraño, se me hacen muy cortos.
Al llegar, el señor Cox espera a que yo baje de la belleza negra y después lo hace él. Me quito su
chaqueta y se la endo con una sonrisa sincera. Al fin y al cabo, el o se ha comportado como todo
un caballero.

—¿Tiene frío? —pregunta frunciendo el ceño al ver que me froto los brazos. Niego con la cabeza y
le observo peinarse el pelo hacia atrás con los dedos antes de ponerse la chaqueta y darle las llaves
al aparcacoches—. Tiene… —mira sobre mi cabeza y entonces hace algo que no esperaba. Esra su
mano y desliza un mechón de mi pelo tras la oreja. Cuando se da cuenta de que estoy mirándolo
sorprendida por su gesto, se rera rápidamente dando un paso hacia atrás y mira su reloj de
nuevo—. Ya llegamos tarde —se coloca a mi lado y me señala su brazo flexionado para que lo
sujete.

No me hago de rogar, entrelazo mi brazo con el suyo aprovechando el momento para senr la
dureza de sus músculos y empiezo a caminar a su par hacia el
e l interior del hotel.

Tres horas después, estoy hasta las narices de la dichosa fiesta. Me duele la jodida mandíbula de
mantener una falsa sonrisa mientras el señor Cox me pasea de un lado a otro de la pomposa y
cargante sala de actos del hotel. Apenas he dicho unas cuantas palabras desde que llegamos y he
rechazado todas las copas de champán que me han ofrecido los camareros bajo la mirada
interrogante del señor Cox.

—¿Puedes traerme una tónica con lima, por favor? —pido al camarero cuando se acerca
nuevamente con una bandeja cargada de copas de champán.

El chico asiente y se marcha a buscar mi pedido de inmediato.

—Creí que había perdido el habla —comenta el señor Cox mirándome fijamente—. En el poco
empo que la conozco, no la había visto estar callada durante tanto empo —señala.

—Créame, señor Cox, usted prefiere que guarde silencio. Si le dijese a cada una de estas personas
lo que pienso de sus cumplidos y falsos halagos, rompería la promesa que le hice Mark de
portarme bien y no dejarlo en evidencia.

El camarero vuelve con mi bebida y le doy un trago largo. Estaba sedienta. Al mirar de nuevo hacia
mi cita de esta noche, compruebo que sigue mirándome fijamente. Intento evitar quedarme
prendada de sus zafiros, miro hacia todos lados. La fiesta está en su apogeo. Ya han terminado los
discursos y ahora los invitados se reúnen en la pista de baile para moverse al compás de las
canciones que representa el cuarteto de cuerda que hay sobre el escenario. Todo muy elegante y
sobrio. Me dan ganas de salir huyendo.

—¿Le apetece bailar, señorita Taylor? —pregunta Cox sorprendiéndome.

Le miro abriendo los ojos como platos y una vez más sus zafiros me sonríen y ex
exende
ende su mano
hacia mí.

No sé qué me lleva a posar mi mano sobre la suya


s uya y dejar que me guie hacia el centro de la pista,
pero lo cierto es que lo hago. Una vez colocados, el señor Cox rodea mi cintura con uno de sus
robustos brazos y sujeta mi mano con la suya empezando a moverse lentamente de un lado a otro.
Otra vez ese olor se cuela en mi nariz embriagándome por complet
completo.
o. El señor Cox sabe moverse.
Incluso parece que el palo de su culo se ha vuelto un poco más flexible.

Alzo mi brazo libre y rodeo su cuello con él alzando la cabeza para poder mirarle a los ojos.

—Esto sí que es sorprendente —susurro—. El señor Cox sabe bailar.

—Sé hacer muchas más cosas, señorita Taylor —contesta en mí mismo tono.

—Eso es aún más sorprendente. ¿Puedo pedirle un favor? —Una de sus negras y espesas cejas se
alza de manera interrogante—. ¿Podría, por favor, llamarme Rachel? Detesto lo de señorita.

—Está bien, Rachel —concede.

Sonrío de oreja a oreja y me relajo disfrutando por primera vez desde que hemos llegado a la
fiesta.

—¿Puedo llamarte yo también por tu nombre? —pregunto


—pregunto tuteándole. Asiente de nuevo—. ¿Y tu
nombre es…?

—Cox —contesta.

—¿Cox? Vamos, puedes darme más que eso —insisto.


Se me queda mirando fijamente sin dejar de bailar al ritmo de la música y finalmente cede.

—Me llamo Oliver, pero todos me llaman Cox —murmura.

—Oliver —entrecierro
—entrecierro los ojos y vuelvo a sonreír—. Es bonito. Te
Te imaginé con un nombre como
Oswald o Harrison. No deberías ocultar tu verdadero nombre, Oliver.

Noto como la mano que ene en mi cintura se estrecha acercándome


acercándome más a él y trago saliva con
dificultad. Sus zafiros se clavan en mis ojos dejándome completamente fascinada. No creo que este
hombre sea homosexual. Joder,
Joder, al menos no lo parece. Espero que esos rumores solo sean eso,
habladurías. Ya que me encantaría comprobar por mí misma si el señor Cox sabe moverse tan bien
en horizontal como en vercal.

—¿Eres gay? —pregunto sin pensar. Mi bocaza ha decidido que este es un buen momento para
hacer acto de presencia—. Vale, lo siento. Eso ha sido una indiscreción. No enes por qué
contestar.

El señor Cox… Oliver, sigue mirándome sin inmutarse y sus zafiros brillan de nuevo con diversión.

—No va a pasar,
pasar, Rachel —me dice tras unos segundos de silencio.
s ilencio.

—¿El qué? —pregunto


—pregunto confundida.

—Tú y yo no vamos a acostarnos —afirma—. Mezclar negocios con placer nunca sale bien.

Suelto una carcajada echando la cabeza hacia atrás y niego.

—¿Qué te hace pensar que quiero acostarme congo? Por primera vez estamos de acuerdo en
algo. Solo siento curiosidad por saber si te gustan las mujeres.
—La curiosidad mató al gato —contesta sin dejar de mirarme.

Su brazo me aprieta aún más fuerte y nuestros cuerpos quedan totalmente pegad
pegados.
os. Entonces lo
noto, una dureza en mi bajo vientre. Alzo una ceja y él sigue mirándome como si no estuviese
clavándome su erección en el abdomen. Y qué erección, madre mía. Este hombre lleva un arma de
largo alcance cargada y lista para disparar.

—Creo que eso resuelve todas mis dudas —murmuro en tono diverdo.
—Sin embargo, yo aún tengo muchas —comenta—. Me gustaría saber por qué no te gustan los
espacios cerrados, o por qué cada vez que alguien te exige algo, sientes el irrefrenable deseo de
llevarle la contraria. Eso por no hablar de tu rechazo hacia las bebidas alcohólicas.

—Eso son muchas dudas —susurro intentando apartarme unos cenmetros de él. No soy capaz de
concentrarme en la conversación mientras tengo su polla pegada al vientre. Me está poniendo
cardiaca. Pero la firmeza con la que me sujeta no me permite alejarme ni un solo milímetro.

—¿Y bien? —insiste.

—Y bien, ¿qué? —me estoy haciendo la tonta, yo lo sé y él también.

—¿Vas a aclarar mis dudas, Rachel?

—¿Quieres que te cuente todos mis oscuros secretos, Cox? —alzo una ceja sonriendo de medio
lado y él frunce el ceño.

—No hagas eso —ordena en tono seco.

—¿El qué?

—Usar evasivas y desviar la atención escudándote en el sarcasmo y las sonrisas falsas.

Mi sonrisa muere de inmediato y me enderezo desviando la mirada. Acaba de calarme por


completo y eso no me gusta. Este hombre es capaz de leer cada uno de los trucos que he
perfeccionado
perfeccionado durante años con solo una mirada. Eso como que… me asusta.

—Traumas de la infancia —contesto de manera cortante—. ¿Podemos irnos ya? Creo que ya he
cumplido con mi parte y me gustaría poder quitarme estos zapatos.

—Claro. —Finalmente
—Finalmente se aparta de mí y me señala el camino hacia la salida con el brazo.

No puedo evitar echar un vistazo a su entrepierna antes de empezar a moverme. Se le marca todo.
Y cuando digo todo, es absolutamente todo. No me puedo creer que vaya a atravesar todo el salón
cruzándose con los invitados estando completamente empalmado.

Al darse cuenta de mi escrunio, el señor Cox… Oliver me sonríe con sus zafiros y vuelve a
indicarme que me ponga en marcha.

Un pie detrás de otro, me limito a pensar mientras camin


camino
o rápidamente hacia la salida. Mi humor
ha cambiado de manera radical desde que empecé a bailar con Oliver. Antes estaba aburrida y
ahora estoy… ¿Cabreada? ¿Triste? ¿Asustada? ¿Excitada? Sinceramente, no tengo ni idea de cómo
me siento, pero no me gusta. Yo
Yo siempre tengo el control sobre mis emociones, o al menos lo
intento con todas mis fuerzas. Solo cuando duermo no puedo hacerlo, y ahora… Ahora no tengo
ningún po de control.

El trayecto de vuelta a casa no resulta ser ni por asomo tan placentero como el de ida. En esta
ocasión no acepto su chaqueta, y él tampoco insiste. Algo ha cambiado, y me gustaría volver atrás
el empo y poner cada cosa en su lugar, erguir de nuevo esa barrera entre el señor Cox y yo, y que
nada de lo que ha sucedido en la fiesta haya pasado.

Oliver aparca en el parking subterráneo y tras devolverme las llaves de la belleza negra, en silencio,
los dos caminamos hacia el ascensor, me detengo a un par de metros y empiezo a buscar la puerta
de acceso a las escaleras.

—Buenas noches, señor Cox —me despido en cuanto visualizo mi vía de escape.

Oliver alza una ceja en mi dirección. Sí, he dejado de tutearle. Creo que es mejor así. Cada cosa en
su lugar y las barreras bien altas.

—¿Vas a subir diecisiete pisos por las escaleras con esos zapatos? —inquiere con su gesto serio
habitual.

—Pienso quitármelos —contesto viendo como introduce la llave en la ranura para llamar el
ascensor—. Ha sido un placer comparr esta velada con usted, señor Cox.
—No mientas, Rachel. Te has aburrido casi toda la noche, y creo que he dicho o he hecho algo que
te ha molestado —afirma.

—Nada que tenga que preocuparle, señor. Ahora si me disculpa, las escaleras me esperan.

Intento salir huyendo, pero antes de poder hacerlo siento su mano sobre mi muñeca
reteniéndome en el sio.

—Sube conmigo en el ascensor. —Su orden, aunque suena a eso mismo, una jodida orden, resulta
ser una especie de súplica. Eso es lo que me dice la forma en la que me mira. Niego con la cabeza y
Oliver avanza los pasos que nos separan y rodea mi cintura con sus manos—. Por favor —susurra
contra mis labios.

Vuelvo a negar, aunque con menos vehemencia. El olor que desprende este hombre me deja
completamente alelada. Apenas soy capaz de unir dos pensamientos coherentes seguidos. Mi
voluntad se viene abajo cuando siento sus dedos deslizándose
deslizándose por la parte alta de mi trasero,
acariciando la suavidad de la tela.

—No puedo —susurro mirando fijamente sus labios. Joder, quiero pegarles un bocado. Se ven tan
apetecibles…

—Puedes —insiste. Y entonces ocurre, su boca se cierne sobre la mía. Los brazos que antes me
rodeaban, ahora me estrangulan pegándome a su duro y tonificado cuerpo. No soy capaz de
pensar en nada más cuando siento su sabor. Nuestras lenguas se enredan en una batalla a muerte
en la que ninguna saldrá vencedora mientras mis pies se mueven por el suelo de cemento sin que

se lo ordene.
movemos. Antes de
Entonces quesucede
todo puedaadarme cuenta,
cámara lenta. escucho el pido
Oliver sigue del ascensor
besándome, y noto
y yo soy cómodenos
incapaz
devolverle el beso. Su olor ya no me resulta agradable. Ahora solo soy capaz de notar el olor del
humo y la gasolina. Una punzada de dolor en mi muslo provoca que mi corazón empiece a lar con
fuerza y mi respiración se vuelve irregular. Estoy hipervenlando. Ahora ya no estoy con Cox, estoy
muy lejos, encerrada en lo más profundo de mis recuerdos—. Rachel, abre los ojos —escucho su
orden, pero no puedo acatarla. Solo cojo aire y lo suelto de manera irregular intentando controlar
mis acelerados lados—. Rachel, mírame —siento sus manos en mi rostro y su aliento cerca de mi
boca—. ¡Rachel! —su grito me sobresalta y abro los ojos de par en par. Sé que ahora mismo estoy
vulnerable. Este hombre acaba de descifrar el pánico que hay en mi mirada—. Mírame, solo a mí.
Todo está bien —susurra en tono calmado—. Estoy aquí congo. Solo durará unos segundos, te lo
prometo.

Como por arte de magia, su voz actúa como un bálsamo en mi sistema nervioso. Mi corazcorazón
ón se
ralenza y consigo recuperar el control de mi respiración. Antes de que pueda darme cuenta, su
boca está de nuevo sobre la mía. Su lengua regresa a mi boca avasallándome. Mierda, este hombre
sabe besar. Podría volverme adicta a su sabor. Y la forma en la que sus dedos se clavan en mis
nalgas acercándome a su cuerpo para pegar su dura entrepierna a mi sexo, me dejan
completamente
completamen te desquiciada. ¿Quién dijo que el señor Cox no era apasionado?

Apenas soy consciente de que salimos del ascensor,


ascensor, y seguimos caminando sin apartarnos ni un
solo milímetro. Mis manos rodean su cuello acercándolo más a mí y las suyas
s uyas siguen en mi trasero,
al menos hasta que llegamos a una puerta y él ene que usar una de ellas para abrirla. Entramos a
trompicones, y tras cerrarla de una patada, Oliver me empotra contra la primera pared que
encuentra y abandona mi boca para besar mi cuello.

No puedo detener el impulso de mis manos y empiezo


empiezo a quitarle la chaqueta por los hombros
mientras él se da un fesn con la piel que deja al aire mi vesdo. Después me encargo de
desabrochar su corbata y, por úlmo, con un rón, desgarro los botones de la camisa dejando su
pecho al descubierto.

¡Santa María de la pata de palo! Su pecho es… ¡Joder, es una puta obra de arte de carne y hueso!
Su piel es morena y no hay ni un solo gramo de grasa de más en todo su torso. Deslizo
Deslizo mis manos
por sus pectorales y él suspira bajando uno de sus braz
brazos
os para alzar el borde de mi vesdo. Recorre
mi muslo derecho de manera ascendente y noto como se deene al llegar a la
l a cicatriz. Sus ojos se
deslizan hacia los míos y puede leer el interrogante en ellos.

—No preguntes —susurro volviendo a besarle.

Con un gruñido de lo más sexy, Oliver me alza en brazos obligándome a rodear sus caderas con mis
piernas. Camina un par de pasos y siento el frío de la madera en mi trasero expuesto.
expuesto. Mi vesdo
queda enrollado a la altura de mi cintura y el encaje de mis mini braguitas grises queda totalmente
expuesto.

Mis manos van a parar a su cinturón y lo desabrocho con rapidez mientr


mientras
as él ra de mi escote
hacia abajo dejando mis senos expuestos y a la altura de sus ojos. Un nuevo gruñido retumba en
mi bajo vientre excitándome,
excitándome, más aún si eso es posible, y sus labios se ciernen alrededor de mi
sobreexcitado
sobreex citado pezón. Una de sus manos amasa el otro pecho sin ningún cuidado mientras la otra
se desliza hacia abajo, al llegar a la unión de mis muslos, presiona sobre la tela de mi ropa interior
arrancándome un gemido de placer.
Se me cruza por la mente la frase que le dije a Gregory que un muñeco hinchable se movería
mucho mejor que el señor Cox. Bueno… Está claro que me equivocaba. El señor Cox no es para
nada un muermo en la cama. Al contrario, parece todo un salvaje.

—Si quieres que me detenga


detenga vas a tener que decírmelo ya —susurra soltando mi pezón para pasar
su lengua por el borde de mi pecho. ¡Mierda, no! ¿Por qué demonios iba a querer que se
detuviese? —. Lo imaginé —murmura de nuevo justo antes de volver a atacar mi pecho con sus
dientes.

Un grito mezcla entre dolor y placer sale de mis labios, pero lo olvido por completo justo cuando
sus dedos apartan la tela de mis braguitas y se hunden en mi interior sin previo aviso.

—¡Joder! —exclamo sinendo como una oleada de placer me recorre de arriba abajo.

—Sí, eso es justo lo que pretendo hacer. Voy a joderte tan fuerte y tan duro que no podrás volver a
andar en una semana —amenaza rotando sus dedos con pericia y arrancándome un nuevo
gemido.

Al señor Cox le gusta hablar sucio, y definivamente,


definivamente, a mí me encanta que lo haga. Vuelvo a poner
empeño en desabrocharle el pantalón, y cuando finalmente lo consigo, introduz
introduzco
co mi mano en su
ropa interior y sujeto su miembro con fuerza. Joder, es grande y está duro como una piedra. Lo
acaricio de arriba abajo y veo como Oliver cierra los ojos con vigor y aprieta la mandíbula.

Es la primera vez que le veo reaccionar a algo, que sus facciones siempre rígidas e inamovibles se
contorsionan
contorsi onan demostrando que, bajo su fachada de hombre imperturbable y serio, existe una fiera
indomable. Increíblemente, me excito aún más al verle. Sinceramente, su ceño fruncido con la
frente perlada en sudor y los huesos de la mandíbula que marcan sus mejillas es una de las
imágenes más sensuales que he visto jamás. Pero mi deleite no dura demasiado, ya que sus zafiros
no tardan en clavarse en mis ojos y lo siguiente que escucho es el sonido del encaje rompiéndose.

No puedo hablar, ni siquiera soy capaz de pensar en nada que no sea la imagen de este hombre
poseyéndome en cuerpo y alma. Sus manos vuelven a fijarse en mi trasero y ra de mí para
acercarme al borde del mueble. Solo un segundo, eso es lo que necesita para bajar levemente sus
pantalones y clavarse en mi interior de una sola estocada.

Grito, literalmente aúllo de placer cuando vuelve a moverse. Sus caderas cobran vida y empiezan a
marllear a una velocidad de vérgo. A cada golpe me deslizo por la superficie del mueble y mi
espalda golpea la pared. Debería preocuparme, probablemente
probablemente acabe con morados en todo el
cuerpo gracias a los fuertes golpes, pero estoy demasiado ocupada en disfrutar de todas las
sensaciones que me provoca su miembro moviéndose fuera y dentro de mí, cada vez más rápido y
más duro, y sus manos amasando mis pechos sin ningún reparo. Apenas puedo buscar un lugar
donde sujetarme, que resulta ser su musculosa espalda que no tardo en arañar.

Le estoy haciendo daño, lo sé, aunque eso no parece importarle y me lo demuestra volviendo
volviendo a
pegar su boca a la mía y arrasando con todos mis sendos mientras lo que promete ser el mayor y
más intenso orgasmo que he sendo en mi vida se va fraguando en mi bajo vientre.

—¡Oliver! —grito. Es una advertencia de que el final se acerca.


—¡No! —ordena mirándome con fiereza. Apoya su frente en la mía e intensifica la velocidad de sus
arremedas—. ¡Aguanta!

—No puedo —mi respuesta es casi una súplica.

—¡Sí puedes! —insiste con voz autoritaria—. ¡Joder, qué bueno! —gime sin parar de moverse.

Cierro los ojos y me concentro en aguantar, en mantener en pie el muro del dique que está a punto
de quedar hecho añicos, pero noto que estoy fallando estrepitosamente.

—¡Oliver! —grito de nuevo.

—¡Vale, ahora! —su orden penetra en mi mente y no necesito más.

Poco a poco visualizo ese muro resquebrajándose


resquebrajándose y viniéndose abajo mientras siento como mi
cuerpo embla de manera descontrolada, perdido en una vorágine de placer indescripble.
Escucho su gruñido y la forma en la que todo su cuerpo se tensa, me dice que él también está
disfrutando de su propia liberación.

Capítulo 8

Nos quedamos quietos durante un buen rato, unidos y respirando de manera agitada. Yo con mi
frente pegada a su hombro y él con la boca pegada a mi cuello. Poco a poco nuestras respiraciones
se van acompasando y empiezo a notar el dolor en mi espalda. Apuesto a que me van a salir
morados.

En cuanto Oliver se mueve, suelto un gemido y él alza la mirada hacia mi cara.

—¿Estás bien? —pregunta. Su voz es ronca y como es habitual en él, no muestra ninguna reacción,
pero sus zafiros revelan preocupación—.
preocupación—. He sido
s ido muy rudo,
r udo, ¿verdad?

—Sí. Bueno, no. Un poco —sacudo la cabeza y sonrío levemente—. Ha sido… intenso.

—En eso estoy totalmente de acuerdo —afirma deslizando sus manos por mis muslos desnudos. Al
llegar a la altura de la cicatriz, la repasa con el dedo y vuelve a mirarme—. ¿Sigo sin poder
preguntar por esto?

Mi postura relajada post orgasmo, se convierte en una rígida y tensa al instante.


instante. Le empujo
levemente para que se aparte, y cuando lo hace intento ponerme sobre mis pies sin caerme de
morros contra el suelo.

En silencio, me coloco bien el vesdo y me quito lo que queda de mi ropa interior guardándolo en
mi bolso, que encuentro rado en el suelo junto a la puerta. En cuanto me vuelvo a girar,
compruebo que Oliver ya se ha abrochado el pantalón, aunque sigue sin camisa. Es lógico, la bruta
que hay en mí se la ha cargado.

—¿Qué ha pasado con eso de no mezclar negocios


negocios y placer? —inquiero
—inquiero ignorando por completo su
anterior pregunta.
—Lo he intentado
intentado —responde encogiéndose de hombros. Una de sus comisuras se alza, apenas
unos cenmetros y en un gesto muy fugaz. Sucede tan rápido que me planteo si me lo habré
imaginado, pero no. Acaba de sonreír y eso de alguna manera libera por completo la presión que
estaba sinendo en el pecho tras su pregunta nada discreta—. ¿Quieres beber algo? No bebes
alcohol, no obstante, tengo agua o refrescos.

Por primera vez, me detengo a mirar dónde estoy. Este no es mi apartamento, aunque los colores
son los mismos, pero el lugar es mucho más amplio y hay unas escaleras en mitad de la estancia
que supongo que llevara a las habitaciones Estoy en el áco del señor Cox.

Carraspeo y asiento.

—Agua está bien. ¿Te importa que use el baño antes de marcharme?

—Por supuesto. Es esa puerta de ahí —señala el final de lo que parece ser el salón—. Por cierto,
siento no haber… No usé… Ya sabes. —Sonrío viéndole tartamudear. El seguro e imperturbable
señor Cox parece avergonzado.

—No te preocupes —respondo adivinando lo que quiere decir—. Mientras no pegues nada malo…
Tomo la píldora, así que por eso no hay problema.

—Me alegra escuchar eso —afirma.


—Me alegra escuchar eso —repito imitando su acento americano.

Oliver me mira fijamente y sus zafiros me sonríen.

—Quédate —susurra. Y me temo que no es una sugerencia. A este hombre le encanta dar órdenes
tanto como a mí desafiarlas.

—¿No te parece que ya ha sido suficiente mezcla


mezcla de placer y negocios? —inquiero
—inquiero alzando una
ceja.

—Yaa no hay vuelta atrás. Si solo voy a tener una noche, deseo disfrutarla al máximo.
—Y

—Un hombre prácco —murmuro sinendo como mi estómago pega un brinco.

Me sorprende senr algo así. Nunca, jamás, me había ocurrido, y ni siquiera quiero pensar qué es
lo que significa.

—Voy a buscar las bebidas. Te espero arriba. Por el pasillo, segunda puerta de la derecha. No me
hagas esperar, Rachel. —Sin esperar respuesta por mi parte, se apresura en caminar hacia una
puerta que supongo que da a la cocina.

—No he aceptado quedarme —digo deteniendo su avance.

Se gira de nuevo hacia mí y la intensidad con la que me mira provoca que se me seque la boca.
Joder, claro que voy a quedarme. No puedo decir que no a ese pedazo de boca que ene.

—Lo harás —afirma volviendo a emprender la marcha.

En cuanto lo pierdo de vista, suelto el aire que ni sabía que estaba conteniendo y decido ir hacia el
baño. Apenas pierdo el empo en adecentarme un poco y vuelvo a salir a toda prisa. Ha dicho que
no le haga esperar. Me doy una bofetada mental y sacudo la cabeza. ¿Desde cuándo cumplo
órdenes? En otro momento me hubiese quedado esperando
esperando que pasase el empo solo para
llevarle la contraria, pero lo cierto es que yo también tengo ganas de averiguar qué viene a
connuación.

Subo los peldaños de dos en dos. Joder, literalmente subo corriendo todo el tramo de escaleras
hasta llegar al pasillo superior.

—Segunda puerta —susurro para mí.

La puerta está entornada, así que aprovecho para detenerme a curiosear. Echo un vistazo al
interior de la habitación y ni siquiera me extraña que esté decorada en tonos negros y rojos. Lo
raro sería que no fuese así. Oliver está tumbado sobre una cama enorme. Solo lleva puesto un
bóxer ajustado de color negro.

Joder, qué bueno está, y no puedo creer que me obligara a subir al ascensor. Bueno, en realidad no
me obligó, solo me distrajo lo suficiente para que yo subiese por mi cuenta. Y lo más sorprendente
es que aguanté ascender dieciocho
dieciocho pisos en esa máquina infernal. Nunca creí que sería capaz de
hacer algo así.

—Rachel, ¿vas a entrar o tengo que ir a buscarte? —pregunta


—pregunta con voz ronca sin
s in siquiera mirar
hacia la puerta.

Al verme pillada, decido dar un paso hacia delante y entrar en la habitación.

—No voy a quedarme a dormir —advierto quitándome los zapatos.

—Aquí nadie ha hablado de dormir. Quítate la ropa. —Estoy a punto de negarme, básicamente por
llevarle la contraria, pero la necesidad que desde hace un rato estoy sinendo en mi bajo vientre
me indica que mejor me calle la bocaza que tengo y haga lo que me dice—. ¿Por qué estabas
parada en la puerta? —pregunta clavando sus zafiros en mí mientras me desvisto.

—Estaba pensando que aún no puedo creer que haya subido a un ascensor sin sufrir un infarto —
contesto con sinceridad.

El vesdo cae al suelo y Cox me repasa con la mirada. Más bien me devora con ella.
—Ven aquí. —Otra vez ese tono de voz autoritario que tanto me repatea, solo que, en esta
ocasión, aunque parezca extraño, creo que… me gusta. Un nuevo giro en mi estómago. Esto ya
empieza a preocuparme. ¿Qué mierda me pasa con este hombre? Si ni siquiera me gusta. Es uno
de esos ejecuvos aburridos y esrados que tanto detesto. Entonces, ¿por qué demonios estoy
caminando hacia él y deseando que vuelva a poner sus manos sobre mí? —. La próxima vez que
quieras subir en ascensor, avísame y lo repemos —susurra rando de mi mano para que me deje
caer en la cama, justo sobre él. Frunzo el ceño al darme cuenta del significado de sus palabras. ¿La
próxima vez? ¿Repemos? Esto es solo la aventura
aventura de una noche, ¿no? No esperará
esperará que…—.
Rachel, por Dios, es solo una forma de hablar —resopla y con un movimiento rápido, se gira
quedando sobre mí—. Puedo ver cómo los mecanismos de tu extraña mente echan humo. No lo

pienses más. Solo ha sido una expresión.


—Me alegra saber eso —imito su acento americano para quitarle tensión al momento y una vez
más, veo como una de sus
s us comisuras se alzan de manera fugaz.

Mierda, ha sonreído de nuevo. Joder, que guapo es cuando sonríe, incluso aún más que con su cara
seria habitual.

—Ni siquiera sé por dónde empezar —susurra deslizando


deslizando el dorso de su mano por el contorno de
uno de mis pechos—. Tal vez por aquí. —Baja la cabeza lentamente y aprisiona mi pezón entre sus
dientes arrancándome un gemido involuntario.
involuntario. Su mano sigue descendiendo
descendiendo por mi cuerpo hasta
llegar a mi sexo, y entonces sus zafiros me miran de nuevo—. O por aquí. —Hunde los dedos en mi
sexo y cierro los ojos
o jos mientras disfruto de todas las sensaciones que sus caricias me provocan—. Sí,
definivamente
definivamen te empezaré por aquí.

Su cuerpo se escurre sobre el mío descendiendo hasta que noto como su boca ataca mi carne más
sensible. A duras penas consigo mantener la respiración
respiración cuando su lengua se mueve entre mis
pliegues con pericia.

¡Santo Dios! Este hombre ene un piquito de oro. Ahora enendo por qué habla poco. Reserva su
boca para hacer cosas mucho más placenteras con ella.

Retuerzo las sábanas rojas entre mis dedos cerrando los ojos con fuerza y gimiendo una y otra vez
mientras su boca me devora, y cuando dos de sus dedos entran en acción, llego al máximo de
placer que una mujer puede senr. Un grito liberador sale de mi garganta y mi espalda se alza en
forma de arco mientras los úlmos lagazos de placer recorren cada extremidad de mi cuerpo.

Siento como Oliver repta hasta que su cara está frente a mí. Apenas puedo verlo con claridad. Creo
que este orgasmo ha fundido las pocas luces que quedaban en mi cerebro dejándome
completamente a ciegas.

—Mmmm —intento hablar, pero solo sale un murmullo inteligible de mi boca.

—Voy a suponer que eso es algo bueno —susurra. Entre la neblina post orgasmo, consigo ver un
destello blanco, juraría que son sus dientes. Espera… ¿Sus dientes? Abro los ojos de par en par y
me doy una bofetada mental a mí misma por no haber sido lo suficientemente ráp rápida
ida y haberme
perdido su sonrisa—. Date la vuelta —ordena con su habitual tono autoritario.
Antes de que pueda dar la orden a mi cerebro para que mueva mi cuerpo, Oliver pierde la
paciencia y me gira sobre mí misma con un movimiento brusco. Acabo boca abajo sobre el
colchón. Siento sus manos en mi cintura y cómo ra de mí para incorporarme hasta
hasta que termino
de rodillas y con las palmas de las
l as manos pegadas a la superficie de la cama.

La punta de su miembro se desliza entre mis pliegues y se clava en lo más hondo de mi vientre.

—¡Dios! —exclamo cerrando los ojos con fuerza.

Se queda inmóvil y a mí me da vueltas la cabeza por la profundidad que ha alcanzado con una sola
embesda. Jadeo, trato de llevar aire a los pulmones totalmente aturdida. Oliver enrosca mi
melena en su puño y ra de él haciéndome gritar.

—¿Lista? —pregunta anclando


anclando su otra mano en mi cadera.
—Lista —le confirmo, aunque lo correcto sería decir desesperada.

—Dios, yo estoy más que listo —sisea entre dientes.

Se rera y vuelve a clavarse en mí con brutalidad. Y ese es el ritmo que marca a parr de ese
momento. Rápido. Duro. Sin piedad, sin reprimirse. Nuestr
Nuestros
os cuerpos chocan haciendo un ruido
r uido
ensordecedor. Su cuerpo se empotra en el mío con tanta violencia que me cuesta mantener el
equilibrio sobre las rodillas.
—¡Oliver! —grito sin siquiera ser consciente de ello.

—Si es demasiado, avísame.

—¡No!

Acepto sus embesdas implacables, rogando en silencio para que me dé aún más. Porque con cada
violenta sacudida todos mis demonios se alejan, se dispersan como si jamás hubiesen exisdo.

Se me contrae el estómago, la cabeza no para de darme vueltas y la sangre circula por mis venas a
toda velocidad.

—¡Oliver! —lo aviso.

—Aún no, Rach —me ordena—. No te atrevas a soltarte todavía.

Gruño al borde de la explosión. Trato de contenerme, pero veo que voy a perder la parda.

—Oliver, no puedo aguantar más.

Sus embesdas aflojan el ritmo, se vuelven más calmadas y mesuradas.

—Siempre se puede.

Un estallido resuena en la habitación y siento un tremendo picor en una de mis nalgas. ¿Acaba de
darme un azote? La piel me arde y se supone que eso era una advertencia, solo que creo que la
jugada no le ha salido
salido del todo bien ya
ya que está a punto
punto de converrse en
en el gallo que me hará
hará
estallar.. Aguantar el orgasmo se vuelve más dicil que antes y creo que el muy cabrón lo sabe.
estallar

—Aguanta —gruñe deslizando su mano hacia delante y amasando uno de mis pechos.

—No me estás ayudando —replico.

—¿Ah, ¿no? —su tono diverdo no me pasa desapercibido


desapercibido y estoy a punto de girar la cabeza para
comprobar si está sonriendo. No quiero perdérmelo de nuevo, pero entonces se le ocurre retorcer
mi pezón entre sus dedos, y un dardo de dolor se dirige directamente hacia mi sexo, donde se
mezcla con el calor que me inflama—. ¡Aguanta! —repite.

—¡Oliver!

Estoy segura de que mis gritos se están escuchando en recepción y seguramente el guardia de
seguridad esté flipando mucho, me da absolutamente
absolutamente igual.

—¡Puedes hacerlo! —Me embiste gruñendo con cada acomeda—. Solo un poco más.
Me encierro en mí misma, cerrando los ojos y respirando
respirando para soportar la tortura. Porque, menuda
revelación, no quiero incumplir sus órdenes. Sus embates han adquirido una candencia hermosa,
aunque no han perdido brutalidad. Siento que estoy fuera de mi cuerpo, totalmente a su merced.

Entonces oigo las palabras:

—Déjate ir, Rach.

Obedezco y caigo, dando tumbos, en un potente orgasmo.

La piel me cosquillea con furia mientras mis paredes internas reciben el masaje del miembro de
Oliver. Él gime, va reduciendo la velocidad de sus movimientos hasta detenerse del todo en mi
interior.. Ambos jadeamos y yo me habría caído ya de no ser por su brazo que me sosene por la
interior
cintura.

Sale de mí y no me da empo a caer sobre el colchón porque su brazo me sosene. Me da la vuelta


y cae sobre mí. Nuestros pechos sudorosos se unen. Tengo los brazos agarrotados y me arde la
nalga por su manotazo, pero nada de eso me quita la sensación de absoluta serenidad
serenidad que me
inunda.

El olor a humo y gasolina se cuela por mi nariz paralizándome. De alguna manera, soy consci
consciente
ente
de que esto es una pesadilla, mas no soy capaz de despertar. Necesito salir de aquí porque sé lo
que viene a connuación. El dolor en mi muslo derecho arrancá
arrancándome
ndome un grito desgarrador y
después sus ojos, abiertos, mirando sin verme.

—¡Josh! —grito con todas mis fuerzas, y él no despierta. Lo zarandeo y vuelvo a gritar su nombre
una y mil veces—. ¡Josh! ¡Josh! ¡Josh!

Siento como me zarandean de un lado a otro y alguien está gritando mi nombre. Suplico que quien
quiera que sea me saque de este infierno. No puedo seguir aquí.

—¡Rachel! ¡Rachel, despierta! —Abro los ojos y encuentro a Oliver frente a mí. Su cara seria ha
sido sustuida por una expresión de preocupación—. ¿Estás bien? Estabas teniendo
teniendo una pesadilla.
Gritabas en sueños.

Le aparto de un empujón y me encojo sujetando las rodillas contra mi pecho mientras intent
intento
o
recuperar el control. No debí quedarme dormida. ¿Cuándo sucedió? Se supone que no debería
haber ocurrido.

Oliver me observa desde el borde de la cama e intenta acercarse, me levanto de un salto y empiezo
a recoger mi ropa que está esparcida por el suelo.

—Me tengo que ir —informo poniéndome el vesdo.

Mis piernas casi no me enen en pie. No estoy segura si es por la intensa sesión de sex
sexoo con el
señor Cox o por la pesadilla, lo cierto es que aún puedo notar el sabor metálico de la sangre en mi
boca y soy incapaz de quitarme ese nauseabundo olor de la nariz.

—Espera, ¿dónde vas? —Oliver se levanta


levanta como Dios lo trajo al mundo y viene hacia mí frunciendo
el ceño, pero cuando intenta tocarme me aparto rápidamente—. ¿Estás bien? Rach, me estás
preocupando.
—¿Rach? —Alzo una ceja en su dirección mientras abrocho la cremallera del vesdo y frunzo el
ceño—. No te equivoques, Cox. No tenemos tanta confianza. Hemos echado un polvo y ha estado
genial, a parr de ahora cada uno seguirá con su vida como si nada.

Sus ojos se entrecierran


entrecierran y veo la furia que desprenden sus zafiros al mirarme.

—No es necesario que te comportes como una zorra, Rachel. Me ha quedado muy claro lo que hay
entre nosotros, y te aseguro que yo tampoco estoy interesado en que sea nada más que un polvo.
—Genial —sonrío de manera cínica —. Entonces todo claro. Que pase buena noche, señor Cox.

Salgo de la habitación con mis zapatos en la mano y bajo las escaleras a toda prisa. Necesito salir
de aquí, llegar a casa, pegarme una ducha caliente y olvidar que acabo de tener una de mis crisis
frente al hombre que me ha regalado no uno, sino tres maravillosos orgasmos en solo unas horas.
Más patéca no se puede ser, eso está claro.

Tras
Tras coger mi bolso, salgo del áco y sigo bajando escaleras hasta mi planta. Casi no soy capaz de
llegar al baño antes de desplomarme y empezar a llorar como una imbécil. Supongo que hoy es
uno de esos días en los
lo s que mis demonios ganan la parda.

Capítulo 9

Llevo tres días sin pegar ojo, y ahora que lo pienso, tampoco es que haya comido demasiado, me
mantengo en pie a base de cafeína. Lo bueno es que casi he conseguido
conseguido estabilizar el protopo de
la lente de contacto. Solo me falta perfeccionarlo y estará listo para la expo mucho antes de lo
esperado.

El exoesqueleto
exoesqueleto es un mundo aparte. He pasado toda la mañana recibiendo llamadas de Da Damon.
mon.
Los nuevos materiales llegaron
llegaron a primera hora, pero Aldrich está dando por saco y meendo las
narices en todo. Me temo que voy a tener que bajar a leerle la car
carlla
lla si sigue así. Me importa una
mierda quién sea o el poder de mando que maneje. Si sigue jodiendo, va a tener que vérselas
conmigo.

De Oliver no he sabido nada. El señor Cox, tengo que acostumbrarme a llamarlo así, aunque en mi
cabeza seguirá siendo Oliver. Cada vez que recuerdo la escenita que monté en su casa me dan
ganas de darme a mí misma un par de bofetones, pero pensándolo fríament
fríamente,
e, supongo que ha
sido mejor así. Cox me hace senr demasiadas cosas para las que no estoy preparada en absoluto.
Decir que es el mejor amante que he tenido, sería quedarse muy corta. He descubierto que el
señor Cox es mucho más de lo que aparenta ser en realidad, y eso me gusta y asusta a partes
iguales, porque la forma en la que me mira… como si realmente pudiese vver
er más allá de las
barreras que yo misma he creado para protegerme, me hace querer salir corriendo sin mirar atrás.

—Llamada entrante de Damon, otra vez —informa Gregory.

Resoplo y me pinzo el puente de la nariz con el dedo índice y pulgar. Estoy agotada y no solo por la
falta de sueño. Aún siento mi cuerpo dolorido tras la sesión de sexo con Cox.

—Acéptala —contesto.
—Hola, Rachel, siento molestarte de nuevo —saluda Damon.

—¿Qué pasa ahora? ¿Aldrich sigue tocando las narices?

—Y que lo digas. Está echando por erra todo el trabajo que hacemos y me ha rerado del
proyecto. Dice que va a hablar con el señor Cox para que me despida.

—Por encima de mi cadáver —respondo de inmediato. Para un ingeniero competente que ene
Cox Tech, no pienso dejar que Aldrich se lo cargue—. Ni se te ocurra abandonar tu trabajo. Te
llamo enseguida.

Cuelgo la llamada y corro a mi habitación para vesrme con un vaquero roto en las rodillas y la
primera camiseta que encuentro. Me calzo unas deporvas y tras guardar el teléfono en mi bolsillo
trasero, salgo del apartamento a toda prisa.

A cada paso que doy bajando las escaleras, siento


siento como mis músculos doloridos se quejan, pero no
me detengo. Ni siquiera me molesto en bajar a la decimosegunda planta para discur el problema
con el incompetente de Thomas Aldrich, bajo solo un piso y salgo en la planta de dirección.
dirección.

Shana me saluda en cuanto me ve. He hablado con ella un par de veces por teléfono y me reafirmo
en mi conclusión inicial, la chica es un encanto. Incluso he llegado a pensar en invitarla a unirse a
Damon y a mí la próxima vez que quedemos en casa.
—¿Está Ol… el señor Cox? —pregunto nada más llegar a su lado.

—Sí, está en su despacho. Le avisaré que quieres verle.

—No te molestes, yo misma lo hago —contesto pasando de largo. Abro la puerta de su despacho
sin molestarme en llamar y le veo sentando frente a su gran escritorio con sus zafiros clavados en
mí—. Quiero verle —anuncio tal y como le prome a Shana.

—Señorita Taylor, existe una cosa llamada puerta y sirve para llamar con los nudillos cuando está
cerrada. La persona que está en el interior puede decidir si le deja pasar o no, no sirve de nada si
se salta todo el protocolo y la abre directamente
directamente —indica sin dejar de mirarme fijamente con su
indescifrable expresión habitual.

—Necesito hablar con usted,


usted, señor Cox —ignoro las lecciones de modales que nadie le ha pedido y
me acerco.

Él se levanta del sillón y rodea su mesa, apoya el trasero en el borde y se cruza de brazos sin dejar
de mirarme fijamente
fi jamente..

—Usted dirá, señorita Taylor. ¿Va a explicarme por qué salió huyendo de mi casa en mitad de la
noche como si un asesino en serie la estuviese persiguiendo?
persiguiendo?

Me quedo estupefacta y sin saber qué contestar


contestar a eso. No esperaba esa pregunta, por ende, no
tengo ninguna respuesta preparada.

—Eh… No, yo… solo quería hablarle del señor Aldrich.

—El señor Aldrich —repite tocando su labio inferior con el dedo índice.
Miro hacia su mano y aprieto los muslos al recordar el placer que recibí por parte de esos dedos, y
sus labios, por Dios. Esa boca fue creada para dar placer a una mujer.

—Sí —sacudo la cabeza para librarme de mis libidinosos pensamientos y me enderezo—. Su


ingeniero jefe está dando problemas. Pone trabas a cada una de mis decisiones y se niega a
colaborar con Damon.

—Interesante —murmura comenzando a caminar a mi alrededor como un jodido león a punto de


abalanzarse sobre una gacela—. ¿Y por qué me dice eso a mí, señorita Taylor?

—Pues porque… porque… —tartamudeo bajo su atenta mirada. Me giro y veo sus zafiros brillar
con diversión. Sabe lo que está haciendo y lo está disfrutando el muy capullo. Carraspeo y miro al
frente para no flaquear—. Porque se supone que usted es el jefe. Dele un toque de atención a
Aldrich o lo haré yo misma.

—Adelante, señorita Taylor —susurra a mi espalda, demasiado cerca de mi cuello. Camino hacia
delante, pero solo puedo dar unos cuantos pasos antes de toparme de frente con su mesa—. Creo
que le he dado autoridad suficiente para tratar con los empleados de la planta doce —un nuevo
susurro junto a mi cuello me provoca un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Me está
acorralando contra
contra la mesa y no puedo o no quiero hacer nada para evitarlo, aún no lo tengo muy
claro—. Si ene algún problema con Aldrich, dígaselo usted misma. Pero ya sabe, si lo despide,
usted tendrá que ocupar su lugar.

Intento escabullirme por un costado, sin embargo, siento sus manos en mi cintura manteniéndome
clavada en el sio.

—¿Qué haces? —susurro sinendo como cada célula de mi ser entra en combusón espontánea.
Solo ha necesitado un roce de sus manos para tenerme temblando como una brizna de hierba
azotada por el viento y más caliente que las mismísimas puertas del infierno—. Oliver, para.

—Cómo me pone que digas mi nombre —susurra pegando su endurecida entrepi entrepierna
erna a mi
trasero—, pero sinceramente, prefiero que lo grites mientras te follo. —Vale, ahora creo que
podría correrme solo con su tono de voz, con esos susurros tan cerca de mi oído—. Abajo, manos
sobre la mesa —ordena. Una vez más, me debato entre seguir o no su mandato. Una parte de mí
está deseando rebelarse,
rebelarse, la otra, la que se hace papilla cada vez que él me pone un dedo encima,
solo grita que deje de ser imbécil y ponga las putas manos sobre la mesa—. Ahora, Rach. —Giro la
cabeza para fulminarle con la mirada y veo como sus zafiros vuelven a sonreír abiertamente—.
abiertamente—. No
voy a reperlo de nuevo. —Una palmada resuena en el despacho y siento el calor en una de mis
nalgas. Ha vuelto a darme un jodido azote el muy hijo de… ¿A quién quiero engañar? Me ha
encantado. Con un suspiro, coloco
coloco las palmas de las manos sobre la mesa y siento como sus
dientes se clavan en mi hombro mientras sigue rozando su miembro contra mi trasero de manera
lenta y pausada—. Creo que me estoy obsesionando congo, Rach, y eso no es bueno —murmura
deslizando sus labios hacia mi cuello y lamiendo esa zona tan sensible tras la oreja. Yo
Yo no puedo
hacer otra cosa más que cerrar los ojos con fuerza y contener un gemido—. Quiero que vengas a
mi casa esta noche.

—Creí que habíamos acordado que solo era un polvo de una noche —murmuro justo antes de que
sus dientes vuelvan a clavarse en mi piel.
—Quizás yo quiera que esto se convierta en varios polvos de varias noches.

—No creo que eso sea buena idea —me quejo, pero yo también muevo mi trasero para rozarme
contra su dureza.

—¿Por qué? Dime por qué crees que no es una buena idea.

Eso
pez Rachel,
fuera deldile por¡¿Nada?!
agua. qué. Abro¡¿En
la boca y vuelvo
serio?! a cerrarla
Creo que puedes varias veces
hacerlo boqueando
mucho como
mejor que unSolo
eso. jodido
dile
por qué es una jodida mala idea que volváis a echar un polvo, o muchos para el caso.

—Eh… Eh…

—¿Eh?

Ambos escuchamos el sonido de la puerta abriéndose y nos separamos a toda prisa.

—Cox, tengo… —Paul se deene y nos mira a uno y a otro frunciendo el ceño—. Lo siento. ¿Estoy
interrumpiendo
interrumpiendo algo?

—¿Qué quieres? —escupe Oliver de malos modos.

—Te traigo los informes que llevas pidiendo toda la mañana —contesta alzando una carpeta con
papeles.

—Paul, danos cinco minutos —ordena.

—¿Perdón? —Paul parece totalmente


totalmente confundido y extrañado por su actud. Como si no esperara
que dijese jamás algo así.

—Que te largues y vuelvas en cinco minutos. —Al ver que no se mueve del lugar y sigue mirándole
boquiabierto, Oliver resopla—. ¡Fuera, Paul!

El pobre Paul casi tropieza con sus propios pies al salir corriendo del despacho. Una vez solos de
nuevo, Cox vuelve a acercarse a mí.

—¡Alto! —Levanto una mano entre los dos y niego con la cabeza—. Voy a bajar a hablar con el
señor Aldrich.

—Me parece perfecto, pero aún no has dicho que vendrás a mi casa esta noche.

—Porque no voy a ir.

—¿Por qué?

—Tú mismo lo dijiste, Oliver, mezclar negocios con placer nunca sale bien. Será mejor que paremos
esto antes de que se nos vaya de las manos.

—No. —Clava sus ojos en los míos con fiereza y sus manos se anclan en mi cintura—. Vas a venir
esta noche a mi casa. No es una sugerencia, Rach. —Antes
—Antes de que pueda negarme de nuevo, sus
labios se pegan a los míos y me besa con rudeza, arrasando con cada uno de mis sendos. Cuando
se aparta de mí, siento los labios hinchados y doloridos, pero lo peor es la sensación de ahogo que
oprime mi pecho. No puedo hacer esto. Necesito salir de aquí—. Ahora ve a hablar con Thomas y
esta noche te espero en mi casa.

—No puedo. Tengo planes esta noche —miento.

Su mirada se estrecha y casi puedo ver como arde la furia en su mirada. Al señor Cox no le gusta
g usta
que le digan que no.

—¿Qué planes? —inquiere.

—He quedado con un amigo.

—¿Qué amigo? —Su entrecejo se arruga y me sigue mirando como si estuviese a punto de
estrangularme, pero no mueve ni un solo músculo.

—Eso no es asunto tuyo —me enderezo y me mantengo firme. No puedo flaquear ahora—. Ahora,
si no le importa, señor Cox, tengo cosas que hacer.

Antes de que pueda detenerme, salgo de su despacho y cierro la puerta a mi espalda. Solo cuando
me siento segura en el exterior, me atrevo a cerrar los ojos y respirar profundamente.

—Rachel, ¿te encuentras bien? —me pregunta Shana.

Abro los ojos y sonrío falsamente


falsamente caminando a paso rápido hacia su mesa.

—¿Tienes planes para esta noche? —le pregunto de sopetón.

—Eh… No. Estamos a lunes. No tenía pensado salir porque mañana hay que trabajar.

—¿Te apetece venir a casa a jugar una parda a la videoconsola y comer pizza? —Necesito un
seguro, algo que me mantenga ocupada, o sé que terminaré flaqueando e iré a su casa. Estoy
segura de ello. Shana me mira extrañada, como si lo que acabara de decirle fuese una completa
locura—. Te prometo que no te marcharás tarde. También va a venir un amigo. Lo pasaremos bien,
ya verás.

—Eh… Vale. No soy muy buena con los videojuegos, pero lo puedo intentar.

Una sonrisa sincera ra de mis labios y asiento.

—¡Genial! Entonces cuando salgas, solo sube un piso hasta mi apartamento y nos vemos allí.

—Vale, nos vemos luego.

Le sonrío de nuevo y me despido con la mano antes de entrar en la zona de acceso a las escaleras.
Ya tengo resuelto un problema. Entre Shana y Damon podrán retenerme en mi apartamento para
que no cometa la que puede ser la locura más descabellada de mi vida. Ahora tengo que
encargarme del otro asunto. Más vale que el señor Aldrich esté preparado, porque está a punto de
conocer en persona a la perra mala que vive en mí.

Capítulo 10
Ni tan siquiera tuve que gritar demasiado. He descubierto que en cuanto levantas un poco la voz,
Aldrich se viene abajo y se hace pequeñito
pequeñito como la insignificante cucaracha
cucaracha que es.

Tras
Tras poner en su lugar al viejo imbécil y asegurarme de que Damon se queda al cargo bajo mis
órdenes, quedo con él para esta noche y subo de nuevo a mi apartamento, pero al llegar me llevo
una sorpresa enorme al ver el salón completamente destrozado. Los sofás están fuera de su lugar,
mi ropa esparcida por todo el suelo y hay platos y vasos rotos por todos lados.

Encuentro al culpable del desastre dando vueltas sobre sí mismo como una jodida peonza cerca
del ventanal. Está cubierto con mi ropa interior.

—¡Izquierdo! —mi grito provoca que se detenga en seco. Se gira hacia mí y se agacha como si
estuviera avergonzado—.
avergonzado—. ¡¿Qué demonios…?!—Me
demonios…?!—Me acerco a él y le arrebato uno de mis
sujetadores de sus dedos mecánicos—. ¡¿Pero a vosotros qué os pasa con mi ropa?! En cuanto me
descuido un momento aprovecháis para travesros.

—Rachel, menos mal que has llegado —Gregory suena agobiado. A veces incluso creo que ene
senmientos—. He intentado
intentado llamarte y no lo cogías.

Saco el móvil de mi bolsillo trasero y compruebo que tengo tres llamadas perdidas de Gregory.

—¿Se te rebelan los esclavos? —bromeo sin evitar sonreír.


—No es gracioso. Izquierdo ene problemas serios de soware y no aende mis órdenes —me
informa.

El aludido se alza y empieza a moverse como si fuese a seguir dando vueltas, lo detengo alzando mi
dedo índice en su dirección

—Te juro que como lo hagas te convierto en un jodido microondas —le amenazo. Vuelve a
agacharse y resoplo—. Ya me lo parecía. Gregory, ¿dónde está Derecho?

—En el taller.

—Dime que él no se ha vuelto loco también.

—No, él está bien. Bueno, como siempre —contesta.

—Genial, ponlo a recoger todo este desastre —señalo a Izquierdo con el dedo—. Tú, conmigo.
Vamos a ver qué es lo que te pasa.

Paso el resto del día reparando al tonto de mi brazo izquierdo sustuto. Tampoco es que pueda
hacer milagros. Para volverlo más inteligente tendría que reestructurar el soware de sus u matriz
desde cero y tampoco lo veo necesario. Ya tengo a Gregory como cabeza pensante, Izquierdo y
Derecho solo son peones, y de alguna manera ya me he acostumbra
acostumbrado
do a sus locuras. Es como si te
nace un hijo idiota, lo quieres igual, aunque eres consciente de que es más tonto que un higo. En
mi caso, me han salido dos.

Una vez listo, no tengo empo ni a cambiarme antes de que el mbre suene. Es Shana. Mi nueva
amiga se queda fascinada con Gregory y no deja de hacerle preguntas en todo momento. ¿Ya he
dicho que me gusta esta chica? Es muy dulce y también algo ingenua. Siempre se empeña en ver el
lado bueno de las cosas y carece de maldad.

El mbre vuelve a sonar un rato después y esta vez es Damon quien se presenta, con su sonrisa
aniñada habitual.

—Hola —saluda mirando a Shana de reojo.

Cierro la puerta y decido presentarlos formalmente.


formalmente.

—No sé si ya os conocéis.

—No —responde Shana.

—Sí —contesta Damon justo al mismo empo—. La asistente ejecuva del señor Cox —dice
interrumpiéndome.
interrumpiéndome. Exende su brazo y una sonrisa vuelve a rar de sus labios—. Encantado. Yo
Yo
soy Damon.

—¿Asistente ejecuva? —Shana sonríe de oreja a oreja mirando fijamente a mi amigo—.


—¿Asistente
Normalmente me dicen secretaria, pero eso me gusta.

Se quedan mirando un buen rato sin separar sus manos y con una sonrisa bobalicona en sus
rostros, hasta que Damon repara en mi presencia.
—Ah, hola, Rachel, ¿cómo estás? —pregunta.

—Bien, gracias por preguntar. Creí que no sabías que estaba aquí —bromeo—. Vamos, ya sabes
dónde está el sofá. Shana y yo encargaremos las pizzas.

—Genial —Damon va directamente hacia el salón y empieza a trastear en la videoconsola bajo la


atenta mirada de Shana.

—Lo vas a desgastar de tanto mirarlo —susurro.

—Por Dios, qué mono es —dice usando mí mismo tono.

—Todo tuyo, bonita. ¿Quieres cerveza?

—Sí, está bien.

Tras coger un par de cervezas para ellos y un refresco para mí, nos instalamos frente al televisor y
empezamos una parda de Smasher 2. Decido dejarlos solos en uno de los sofás y sentarme yo en
el otro para darles algo de inmidad, y resulta ser una decisión acertada, ya que Damon se encarga
de enseñar a Shana a jugar y no dejan de bromear entre ellos y reír, llegando
llegando incluso a ignorarme a
mí por completo.

Es el turno de Shana de avanzar con el avatar que yo usé el otro día y ella también opina que el
el
vestuario del personaje no es el más adecuado.

—En serio, si fuese real, la chica ya hubiese pillado una neumonía —comento haciendo reír a los
otros dos.
—La verdad, no sé por qué nos extraña tanto. El videojuego ha sido creado por un hombre —
señala Shana sin dejar de golpear los botones del mando. Incluso pone la lengua fuera ladeada y
respira por la nariz concentr
concentrándose
ándose en matar monstruos. Es muy graciosa.

—Bueno, no sé si el señor Cox entra en los parámetros del pico hombre que disfruta viendo a las
mujeres con poca ropa —dice Damon.

—¿Por qué dices eso? —pregun


—pregunta
ta Shana.
—Bueno, ya sabes… Los rumores que corren por la empresa.

“Los rumores no son ciertos”, pienso, pero no lo digo. Me escudo tras mi lata de refresco y dejo
que sean ellos quienes discutan el tema.

Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza.

—El señor Cox no es gay. Eso son tonterías. Los de ingeniería sois unas marujas —afirma.

—Oye, que no lo digo solo yo. Es una idea generalizada


generalizada que circula por toda la empresa —se queja
mi amigo.

—Pues es completamente falsa —asegura Shana.

—¿Cómo lo sabes? —Damon sigue sonsacándole información


información mientras ella juega sin apartar la
mirada de la pantalla.

—Porque conozco a su querida —contesta.

Espera, ¡¿qué?! ¡¿Tiene una querida?! ¡¿Será su novia?!

—Vale,, para el juego, Shana. Explícanos eso —pido dejando la lata sobre la mesa.
—Vale

Mi amiga suspira pausando la parda y me mira haciendo una mueca.

—Se supone que eso es parte de la vida privada de mi jefe y no debería mencionarlo. Ya he dicho
demasiado —murmura.

—Ah, no, señorita. Estás en confianza. Nada de lo que digas va a salir de aquí, pero suelta la lengua
ya mismo —insisto.

Tras resoplar, coge una gran bocanada de aire y asiente.

—¿Qué queréis saber?

—¿Cómo se llama?
l lama? —pregunto.

—¿Está buena? —inquiere Damon al mismo empo.

Shana le mira frunciendo el ceño y este se encoge de hombros como diciendo, “Soy un o”.

—Se llama Melisa Smith, y sí, es


e s muy guapa.

—¿Cómo de guapa? —suelto antes de poder siquiera pensar en ello.


—Pues no sé, es rubia,
r ubia, alta, piernas kilométricas, ene los ojos claros y siempre viste de manera
elegante y va muy maquillada. Parece una modelo de pasarela.

Cuando me doy cuenta, estoy pensando en que esa tal Melisa y yo no tenemos nada en común.
Está claro que los gustos del señor Cox están muy desviados de lo que yo soy. Me doy una bofetada
mental por siquiera pensar eso. ¿Qué demonios me importa a mí lo que le guste a ese hombre?
Solo hemos echado un puto polvo. Tengo que dejar de pensar estupideces.

—¿Llevan mucho empo juntos? —le pregunta Damon.

—Bastante. Yo trabajo en Cox Tech hace tres años, y cuando yo llegué ya salían, o lo que quiera
que hagan. Sinceramente, el señor Cox no hace otra cosa que trabajar. Ni siquiera sé cómo ene
empo para mantener una relación. Lo cierto es que la tal Melisa viene a verlo al despacho muy de
vez en cuando y también lo llama por teléfono.
teléfono.

—La tal Melisa —murmura Damon—. Eso ha sonado a que no te cae nada bien.

—Es que me cae fatal. La chica es una hipócrita mandona. Cuando el señor Cox está presente,
suele comportarse, pero a sus espaldas, cuando viene a verlo o soy yo quien le coge el teléfono,
teléfono, se
comporta como una snob esrada dando órdenes como si fuese la dueña de la empresa. De

verdad que no la soporto.


Shana sigue quejándose de la Barbie pija como la ha apodado, y yo ya no presto atención a lo que
dice. Soy incapaz de dejar de pensar que Oliver y ella llevan juntos más de tres años. Tiene una
jodida relación y el muy cabrón no pierde
pierde el empo en ffollarse
ollarse todo lo que se le pone a ro, en
este caso, yo misma. Incluso hoy en su despacho insisó en que fuese a su s u casa. Aún recuerdo lo
que dijo… “Quizá yo quiera que esto se convierta en varios polvos de varias noches” ¡Hijo de perra!
Y mientras tanto, su novia la Barbie, esperándolo.

—Rachel, Rachel —escucho a Damon llamarme y le miro sacudiendo la cabeza para arrancarme
esos pensamientos estúpidos—. Te toca jugar. —Me ende el mando y yo lo acepto con una falsa
sonrisa.

Durante la siguiente media hora, me olvido por completo del tema y decido disfrutar de la
compañía de mis nuevos amigos mientras descargo mi frustración cargándome
cargándome monstruos
virtuales.

Le estoy pasando el mando de nuevo a Damon cuando escucho el mbre.

—Las pizzas han llegado —murmuro.

—Genial, aprovecho para ir al baño —comenta Shana.

Antes de que Gregory me pregunte si quiero que sea él quien abra, me levanto y voy hacia la
puerta, la abro y me quedo boquiabierta al ver a Oliver al otro lado.

—Pero… ¿qué haces…?

—Rachel, ¿me prestas tus cadenas? —pregunta Damon a mi espalda. Veo como Oliver frunce el
ceño y entra en el apartamento como si estuviese en su casa—. Señor Cox —dice Damon
mirándole sorprendido.
s orprendido.
—Damon —Cox nos mira a uno y a otro y puedo notar como sus zafiros brillan con furia
contenida—. ¿Qué haces aquí?

—Un trío —contesto sin pensar.

Damon abre los ojos como platos y Oliver me mira fijamente.

—¿Perdón?
Casi puedo notar cómo se atraganta con las palabras y tengo que hacer un esfuerzo sobre humano
para contener una carcajada. Entonces Shana aparece en escena y la cosa se pone aún más
interesante.

—Señor Cox, hola —saluda la chica visiblemente sorprendida—.


sorprendida—. No tenía ni idea que Rachel lo
hubiese invitado también. ¿Va a jugar con nosotros?

Pierdo estrepitosamente la batalla contra la risa y me doblo sobre mí misma soltando largas
carcajadas. La cara de Damon es un poema. Shana me mira sin entender a qué viene tanta risa y
Cox… Bueno, él no parece muy contento.

—Smasher —aclara Damon. Parece estar bastante agobiado,


agobiado, pero yo soy incapaz de dejar de reír—

. Estamos jugando a Smasher. —Señala el televisor en el que se ve la parda pausada y Oliver


vuelve a mirarme fijamente.

—Smasher —repite en un susurro. Los zafiros que antes parecían furiosos, ahora ya no lo están
tanto, al contrario, creo que empiezan a sonreír—. Señorita Taylor, no tenía ni idea de que
disfrutara tanto con los videojuegos.

Consigo calmarme y me enderezo frotándome el estómago, que me duele de tanto reír.

—Sí, hacemos un buen trío de jugadores, señor Cox. ¿Quiere probar? —Señalo el sofá y él se me
queda mirando.

—¿Hola? —una voz proveniente de la puerta llama mi atención.

—Eh… hola —Me acerco al repardor y tras


t ras pagarle, recojo nues
nuestra
tra comida y cierro la puerta.

Shana y Damon susurran entre ellos mientras yo dejo las cajas de pizza sobre la mesa auxiliar del
salón y me dirijo a la cocina a buscar servilletas y más bebidas.

—¿Va a quedarse a cenar con nosotros, señor Cox? —se atreve a preguntar Shana.

Oliver me mira a mí y yo niego con la cabeza. No quiero que se quede. Que se vaya a cenar con su
novia la pija y me deje en paz de una vez.

—Sí, Shana, muchas gracias por la invitación —contesta desabrochándose la chaqueta del traje.

Resoplo y dejo todo sobre la mesa volviéndome a sentar en mi lugar. Cómo no, el jodido señor Cox
decide tomar asiento justo a mi lado. Y esa maldita fragancia que desprende su ropa no me
permite comer tranquila. Es más, apenas soy capaz de probar bocado. La tensión se siente en el
ambiente y las risas y bromas que antes
a ntes reinaban en el salón, ahora se han sustuido por los
sonidos que hacemos al comer, únicamente interrumpidos por comentarios banales para rellenar
silencios incómodos.

En menos de media hora, Damon y Shana ya se están despidiendo y marchándose a toda prisa,
dejándome a solas con el único hombre con el que no quería quedarme esta noche, y ya puestos,
ninguna otra.

Sin decir ni una sola palabra, empiez


empiezo
o a recoger la basura de la mesa y la llevo a la cocina para
desecharla. Estoy dándole vueltas a la cabeza para encon
encontrar
trar una forma de echar a Oliver del
apartamento sin tener que dirigirle ni una sola mirada, cuando siento su presencia a mi espalda.

—Ni lo sueñes —digo girándome cuando siento su aliento en mi cuello.

Le doy un empujón que apenas consigue desplazarlo medio metro y me cruzo de brazos apoyando
mi espalda contra la encimera.

—Estuve esperándote
esperándote en mi casa y no viniste —señala con voz firme.

—Te dije que no iría. Como habrás podido comprobar, ya tenía planes. —Me mantengo rígida y con
el ceño fruncido. Eso es lo que tengo que hacer, aguantar.

—¿Un trío con Damon y Shana? —Sus zafiros me sonríen y veo como alza una ceja en mi
dirección—. No tenía ni idea de que te gustaban las emociones fuertes.

—Ya ves —comento encogiéndome de hombros—. Oliver, ya es tarde y supongo que tú mañana te
levantas temprano
temprano para trabajar,
trabajar, así que si no te importa… —señalo la puerta y él frunce el ceño.

—Sí, me importa. He venido hasta aquí para hablar congo.

—Señor Cox, no creo que tengamos nada de lo que hablar.

Eso, mantente firme, Rachel. Has hecho bien en tratarle de usted. Marca unas distancias.

—No juegues conmigo, Rach —me advierte. Las aletas de su nariz se dilatan y respira
profundamente—. Quiero hacerte una propuesta.

Chasqueo la lengua, hasada, y niego con la cabeza.


—No, señor Cox, por enésima vez, no voy a trabajar para usted. Ahora le agradecería que se
marche y… —suelto un grito agudo al senr sus manos sujetándome por las caderas y alzándome
para dejarme sentada sobre la encimer
e ncimera.
a.

—Deja… de… echarme —sisea con sus zafiros despidiendo furia. Vuelve a tomar una respiración
respiración
profunda y afloja el agarre de sus manos sin
s in llegar a soltarme—. No se trata de un acuerdo laboral.
Bueno… eso también sigue en pie, lo que quiero proponerte es a tulo personal. —Alzo una ceja
verdaderamente intrigada y él sigue hablando—. Tú y yo, solo sexo, sin ningún po de
compromisos. Cuando alguno de los dos quiera dejarlo, se acabó.

Mi boca se abre y pestañeo varias veces repiendo sus palabras en mi cabeza.

—No —contesto tras pensarlo unos segundos.


—¿Por qué?
—Pues porque… porque… Esas relaciones nunca funcionan. Al final uno de los dos siempre termina
queriendo algo más y…

—¿Tú vas a querer algo más? —pregunta interrumpiéndome.

—¡No! Claro que no. Yo no estoy interesada en mantener ninguna relación, con nadie.

—Perfect
—Perfecto,
Eso de sero,cortejadas
porque yoytampoco. No tengo—Una
toda esa mierda. empo para esas
sonrisa chorradas
se escapa que
de mis os gusta
labios a las
sin que mujeres.
pueda
evitarlo—. ¿Se puede saber qué es lo que te parece tan gracioso? —pregunta frunciendo
frunciendo el ceño.

—Has dicho un taco —señalo—. Tú nunca dices palabras malsonantes. Bueno… en el sexo sí, pero
solo entonces. Normalmente eres tan formal y educado que me provoca urcaria.

Veo como sus zafiros brillan con diversión.

—No me has contestado, Rach. ¿Aceptas? —insiste.

—No creo que sea una buena idea. Saldrá mal. Yo voy a irme tras la expo y…

—Una razón más para que te des cuenta de que no quiero nada serio. No puedes negar que lo
pasamos bien juntos. El sexo es fantásco,
fantásco, y sería una pena desperdiciar tanto potencial solo
porque a  te da miedo.
—Yo no tengo miedo —exclamo arrugando los labios.

—Sí que enes. Te asusta pensar que alguien pueda acercarse demasiado, que haga preguntas que
no quieres contestar o que intente meterse en tu extraña cabecita. —Por un segundo noto que mi
corazón se deene. ¿Cómo lo sabe? Este hombre es capaz de ver a través de mí y eso sí que es
aterrador—. Ahora mismo estás preocupada
preocupada porque yo haya logrado sacar estas conclusiones,
¿verdad?

Le miro a los ojos y suelto el aire que estaba conteniendo.

—No hagas esto —mi tono es de súplica y él se da cuenta.

—No lo haré. No necesito saber qué es lo que te ocurrió en la pierna, o por qué le enes pánico a
los espacios cerrados, y por supuesto que tampoco voy a hacerte preguntas incomodas sobre tus
pesadillas. Si quieres contármelo,
contármelo, bien, pero si prefieres seguir guardándotelo todo, yo no te
presionaré ni intentaré indagar en ello. Ese será uno de los términos de nuestro acuerdo.

Respiro hondo y le miro de nuevo.

—Vale, para que yo me entere, ¿qué otros términos se incluirían en ese acuerdo si aceptara? Y no
digo que vaya a hacerlo.

—Lo que quieras —contesta deslizando las palmas de sus manos sobre mis muslos.

—¿Tienes novia? —pregunto sin pensar.

Su ceño se frunce y niega con la cabeza.


—Hace unos días me preguntas si soy gay y hoy si tengo novia. Lo siento, no te sigo.
—Tú solo contesta sí o no. ¿Hay alguien especial en tu vida? No voy a ser yo la tercera en discordia,
eso te lo aseguro.

—No hay nadie —afirma.

—¿Me estás diciendo que no te acuestas con nadie más?

—Yo no he
supuesto dicho
que me eso. Me con
acuesto has preguntado
mujeres, no sisoy
tengo novia, ypero
un monje, yo he
norespondido con la Cero
tengo relaciones. verdad. Por
compromisos. Solo sexo, nada más.

—¿Y lo nuestro sería… exclusivo? ¿Nada de sexo con otras personas mientras dure el acuerdo? —
inquiero mordiéndome el interior de la mejilla.

—Si eso es lo que tú quieres, sí —contesta de manera contundente.

—¿Tú enes alguna exigencia o sugerencia?

—Ninguna, solo dejar bien claro que no voy a estar disponible siempre. Mi empo libre es
limitado. —Se queda callado y veo que entorna los ojos como si acabara de ocurrírsele algo—. Lo
de la exclusividad también. Mientras dure el acuerdo no te acostarás con nadie más que no sea yo,

y obtendrás lo mismo por mi parte.


—¿Tengo empo para pensarlo? —mi pregunta provoca que sus ojos vuelvan a brillar.

—Sí, los dos minutos que voy a esperar antes de arrancarte


arrancarte la ropa y follarte sobre esta bonita
encimera.

—No… —boqueo como un jodido pez y niego con la cabeza—. Necesit


Necesito
o empo.

Oliver mira su horrible reloj de pulsera y chasquea la lengua.

—Un minuto y treinta segundos —informa.

—¿Y si digo que no?

—Un minuto y veinte segundos.

—Oliver, hablo en serio. No puedes hacerme una propuesta de este po y esperar que tome una
decisión en dos jodidos minutos.

—No hay nada que pensar. Ya has tomado una decisión, solo intentas llevarme la contraria —
señala—. Un minuto.

—La madre que te… —resoplo y asiento—. Vale, vale, joder. Quiero añadir un término más al
acuerdo.

—¿Cuál?

—No pienso quedarme a dormir congo, nunca. ¿Entendido?

—¿Y qué pasa si nos apetece echar un polvo en mitad de la noche?


—Vives literalmente
literalmente justo encima de mí. Si los dos queremos, pues tú bajas o yo subo. Y después
cada uno a su casa. ¿Estás de acuerdo?

—Tiempo. —Sus ojos sonríen y deja caer la mano sobre mi muslo. Acerca sus labios a los míos y
lame la comisura de mi boca de manera lenta y sensual—. Estoy de acuerdo. Ahora desnúdate, ya.

Solo ha necesitado eso, tres putas palabras para tenerme completamen


completamente
te a su merced. No discuto.
Apaciguo a la rebelde que hay en mí y acato cada una de sus órdenes. Cuando estoy
completamente desnuda, decido hacer lo mismo con él, y Oliver no se opone en absoluto. Una vez
completamente
despojados de nuestras ropas, vuelve a alzarme y dejarme sentada sobre la encimera mientras nos
comemos la boca como dos jodidos animales salvajes.

No hay preliminares ni caricias previas, solo pasión y deseo. Oliver se introduce en mí de un solo
empellón y yo le clavo los dientes en el hombro. El brutal mordisco no parece afectarle, me clava
los dedos con más fuerza en el trasero, impulsándome hacia delante y hacia atrás, y ensartándome
con su miembro. Sus embesdas son implacables,
implacables, el sonido de nuestros cuerpos sudorosos al
impactar llena la estancia. Logro levantar la cabeza
cabeza y me echo hacia atrás hasta que noto la pared a
mi espalda. Tengo los brazos esrados y las manos enlazadas tras su nuca. Su rostro, firme, severo,
goteando sudor, el pelo revuelto, las venas del cuello hinchadas, la mandíbula tan apretada que
parece a punto de romperse, el pecho que sube y baja, los bíceps, prominentes.
prominentes. Es lo más hermoso
y eróco que he visto en la vida.

Cada vez que embiste contra mí, grito. Con cada movimiento de sus caderas, gimo. Tengo el
corazón desbocado,
desbocado, la piel me cosquillea, me vibra el cuerpo entero. Mis sendos están sobre
saturados por los sonidos, las sensaciones, las imágenes. Estoy a punto de estallar, luchando contra
el clímax solo por alargar el momento.

—Vas a correrte conmigo —gruñe. Y me alegra que esa sea una orden que estoy deseando cumplir.

Los dedos se me resbalan y me apoyo en el borde de la encimera para mantener el equilibrio.

—Dios santo, Oliver.

—¿Lista?

—¡Sí!

Mi confirmación hace que aumente el ritmo todavía más. Los gritos suben de volumen, el placer es
inimaginable. Contengo el aliento con mis ojos clavados en sus zafiros mientras él me ve alcanzar la
cima del placer. No puedo seguir reteniéndolo. Echo la cabeza hacia atrás y suelto el aire, gritando
en dirección al techo mientras el orgasmo
o rgasmo se apodera de mí sin piedad. Mi cuerpo se
s e descompone
en mil pedazos, acosado por la intensidad que lo presiona por todos los ángulos. El jadeo ronco de
Oliver atraviesa el zumbido de mis oídos mientras sus dedos se clavan aún más profundamente en
mi trasero y empuja las caderas hacia delante, derramándose por completo en mi interior.

—Santo Cristo —murmura Oliver cuando su frente cae sobre mi hombro.

Suelto la encimera y llevo las manos a su espalda, que sube y baja como si hubiera corrido una
maratón. Su peso me ene clavada a la pared, donde reposo la cabeza. Estoy exhausta.
Capítulo 11

Me miro en el espejo empañado del baño y no puedo evitar que una sonrisa re de mis labios.
Estoy agotada, pero totalmente sasfecha y relajada. Eso es lo que ene el buen sexo, es más
efecvo que un chute de felicidad en vena.

Esro mis músculos doloridos y hago una mueca. A este ritmo la que va a terminar necesitando
uno de esos exoesqueletos voy a ser yo. Este hombre va a matarme a polvos. Me río de mis propias
estupideces y rememoro todo lo que ha ocurrido esta noche. Tras nuestra intensa sesión de sexo
sobre la encimera, le siguió una incluso más intensa en mi cama. Tanto fue así, que tuve que
levantarme a toda prisa de ella para darme una ducha y poder despejarme. Corría el riesgo de
quedarme dormida. Con un simple “hasta mañana” me despedí del indescifrable
indescifrable Oliver Cox y me
me en el baño mientras él estaba a punto de vesrse para subir a su áco.

Creo que puedo hacer esto. Sexo del bueno y cada uno a lo suyo. No necesito darle explicaciones a
nadie y tampoco confiar, solo es sexo y así va a seguir siendo.

Salgo del baño vesda con una de mis camisetas de dormir y frotándome el pelo con la toalla. Me

asomo y compruebo
hace más que Oliver
de media hora, sigueestá
pero ahora tumbado en mi acama,
durmiendo justo
pierna en elBoca
suelta. mismo lugar
arriba que le dejéente
y completamente
completam
desnudo, con la boca abierta y el pelo revuelto.

—No me jodas —murmuro acercándome a la cama—. Oliver —lo zarandeo y el gruñe, pero sigue
durmiendo—. ¡Oliver, despierta! —un nuevo gruñido sale de su garganta y se gira poniéndose boca
abajo y abrazando la almohada—. Esto es increíble —siseo. Repaso con la mirada su cuerpo
desnudo y me detengo en su redondo, duro y perfecto trasero—. Al menos las vistas son
excelentes —susurro.

Tras resoplar, decido salir de la habitación. De todos modos, no pensaba dormir y él parece estar
agotado. Cuando despierte ya le leeré la carlla. No es normal que este acuerdo acabe de empezar
y ya se esté pasando una de las
l as normas por el arco del tr
triunfo.
iunfo.

Paso por la cocina para recoger una taza de café humeante y voy directamente hacia mi taller. Tras
la discusión de esta mañana con Aldrich, he decidido traer algo de trabajo a casa. Al fin y al cabo, el
protopo de la lente de contacto ya está casi acabado y necesito algo con lo que distraerme. Los
ingenieros de Cox Tech están teniendo problemas con el implante que actúa como control remoto
de la prótesis. No consiguen hacerlo lo suficientement
suficientementee pequeño como para introducirlo en la zona
del cerebro que da la orden de moverse a las extremidades.
extremidades. El implante es lo más importante del
proyecto, ya que, sin él, el exoesqueleto solo sería una prótesis más como las que ya sobran en el
mercado.

Tres horas después, ya me he tomado cerca de un litro de café y estoy meda de lleno en la
fabricación del protopo del implante. Está resultando ser más complicado de lo que creí en un
principio, ya que el pequeño chip que actúa como micro ordenador, es tan pequeño que tengo que

estar comprobando los planos en tres dimensiones constantemente.


constantemente.
—Vale, Gregory, amplíalo un poco más. —La imagen proyectada en tres dimensiones del
mecanismo central del implante se expande sobre la mesa de proyección y me paro a observarla
atentamente—. No lo veo nada claro —murmuro rascándome el cuello. Me hago con mi taza de
café a medio beber y le doy un buen sorbo antes de seguir—. Sepáralo por secciones y partamos
desde ahí.

—¿Qué haces? —la voz de Oliver a mi espalda me sobresalta y pego un brinco.


Miro hacia atrás y lo veo en la puerta, vesdo únicamente con sus bóxers blancos que se ajustan a
la perfección a sus fornidos muslos.

—¿Quieres matarme de un infarto? —pregunto alzando una ceja en su dirección.

—No me has contestado. ¿Qué estás haciendo? —camina hacia mí y entrecierra los ojos mirando
los planos proyectados del implante.

—Estoy trabajando —contesto encogiéndome de hombros tras darle un nuevo trago a mi café.

—¿A las cuatro y media de la madrugada? —Asiento y él frunce el ceño mirando hacia mi taza—.
¿Cuánto café has tomado?

—Unos cuantos —respondo ignorándole para seguir trabajando.


Escucho como se sienta en mi silla reclinable y suspira.

—¿Cuántos cafés te tomas al día?

—No lo sé, unos veinte o más —contesto sin dejar de observar la mesa de proyección.

—Niña, ¿sabes lo que es el cáncer de colon? —su pregunta me hace sonreír, pero no me giro y
tampoco contesto—. ¿Por qué tomas tanto café?

—Porque me gusta y me ayuda a mantenerme despierta —murmuro—. Gregory, pasa a la sección


tres.

De inmediato, la imagen cambia y me detengo a observarla. Escucho a Oliver bostezar a mi


espalda.
—Prueba con la cocaína —puedo notar la burla en su tono de voz.

—Ya lo hice y no funcionó —contesto


—Ya —contesto sin pensar—. El subidón es enorme, solo que cuando bajas,
te entran ganas de dormir durante varios días. Prefiero el café. Efectos más lentos y duraderos,
además no deja resaca.

Se queda en silencio durante un buen rato mientras yo sigo trabajando sin prestarle atención.

—¿En qué trabajas? —pregunta varios minutos después.

Resoplo y me giro hacia él frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa con eso de nada de preguntas? Y ya puestos, te has saltado una de las normas. Se
supone que tendrías que irte a tu casa.
—No seas gruñona. Estaba agotado y me quedé dormido. ¿Ahora vas a decirme en qué trabajas?
t rabajas?

—Parece que se te está soltando la


l a lengua, ¿eh Cox? Me gustas más calladito —murmuro.

Un pellizco en mi trasero me hace dar un nuevo salto.

—No te pases de lista conmigo. Contéstame,


Contéstame, ¿en qué estás trabajando?
t rabajando? —señalo la imagen que

hay expuesta del exoesqueleto—. ¿Ese es el implante?


—Ajá —mis contestaciones son escuetas, pero es porque no me gusta que me molesten cuando
trabajo.

—¿Sabes que enes varios talleres en la planta de ingeniería? Estoy seguro de que enen muchos
más medios que aquí, en esta habitación improvisada.

—No me gusta trabajar con gente pululando a mi alrededor. Prefiero la soledad y el silencio.

—Eso ha sonado a indirecta, señorita Taylor —su tono de voz vuelve a estar cargado de diversión.
Parece que el señor Cox se ha despertado de buen humor—. ¿Quieres que me vaya?

Miro hacia atrás y sonrío de manera cínica.

—Si no te importa…
Sus zafiros brillan con diversión y veo como una de ssus
us comisuras se alza, solo unos milímetros.

—Sí que me importa —contesta espatarrándose


espatarrándose en la silla para ponerse cómodo.

Ahora ya me está tocando las narices. No puedo trabajar


t rabajar con él aquí haciéndome preguntas
constantemente.

—¿Puedes al menos estarte callado? Necesito concentrarme


concentrarme en esto.

Veo cómo se lleva el dedo índice y pulgar a la boca y los desliza por sus labios como si estuviese
cerrando una cremallera, entonces
entonces hace un giro con sus dedos y hace como que ra sobre su
hombro una llave imaginaria.

Sin poder evitarlo, suelto una carcajada al verle actuar de esta forma tan infanl.
—Rachel, el plano que me pediste ya está listo —informa Gregory llamando mi atención.

—Está bien, colega, vamos allá. —Me acerco al soporte donde tengo el implante y señalo a
Izquierdo—. Tú, tonto, ven aquí. —Viene de inmediato y le endo un soldador eléctrico—. Vas a
soldar exactamente dónde te diga, ¿entendido? —La mano se mueve de arriba abajo asinendo—.
Nada de imitar a abuelas con Parkinson. Pulso firme y no te salgas del área de trabajo. —Miro
hacia el techo y suspiro—. Gregory, mantenlo controlado.

—Rachel, no me pidas imposibles —contesta haciéndome sonreír.

—Al menos, inténtalo —insisto—. No te estoy pidiendo que salgas a ligarte a una chica virtual
monísima, solo que vigiles a tu esclavo —connúo
—connúo con la broma.
—¡Hosa! —la exclamación de Oliver me sobresalta de nuevo y le miro frunciendo el ceño. Estaba
tan callado que por un momento ni recordaba que lo tenía justo detrás—. Gregory no es solo una
interfaz de búsqueda por voz, ¿verdad?

—No. ¿Puedes seguir callado un rato más? Estamos a punto de hacer algo importante.

Veo como se levanta y camina de un lado a otro mirando hacia el techo.

—¿Has hecho…? —Me mira a mí y sacude la cabeza como si no acabara de creerse lo que está a
punto de decir—. Has creado inteligencia
inteligencia arficial —susurra con sorpresa.

Suspiro y dejo las herramientas


herramientas sobre la mesa de trabajo, dando por imposible seguir avanzando
mientras él esté aquí.

—Sí, lo he hecho. Oliver, te presento a Gregory. Gregory, él es Oliver Cox.

—Un placer conocerlo, señor Cox —dice mi asistente.

—¿Qué es capaz de hacer? —pregunta.

—Pues casi de todo. Pregúntaselo a él mismo. Es inteligente, ¿recuerdas?

—Pero… pero… —abre la boca y vuelve a cerrarla. Sonrío. Parece que el señor Cox está realmente
alucinado—. ¿Por qué Braincom no lo ha sacado al mercado?

—Porque Gregory es mío, no de Braincom —contesto perdiendo la sonrisa.

—¿Tuyo? ¿Sabes los millones que podrías ganar vendiendo su patente? O puedes comercializarlo
directamente.
directament e. Las grandes empresas aeronáucas, darían cualquier cosa por tener en sus
s us manos
inteligenciaa arficial.
inteligenci

—Sí, y las probabilidades de que terminaran conviréndolo en un arma serían incontables. No me


interesa, gracias. —Oliver
—Oliver frunce el ceño y niega con la cabeza, pero no dice nada más al
respecto—. Ya que por lo visto no enes ganas de marcharte, ¿quieres desayunar? Creo que hay
pizza en la nevera que no está mala aún.

—¿Pizza fría para desayunar? ¿Qué clase de alimentación


alimentación llevas, Rach? —Aunque su rostro no lo
demuestra, puedo ver la reprobación en su mirada—. Prepararé el desayuno y después saldrás
conmigo a correr.

Suelto una sonora carcajada.


carcajada.

—Eso no lo verán tus ojos, Cox. Yo no corro a no ser que me persiga un león o algo.

—El desayuno no lo vas a rechazar —afirma.

—Está bien, pero nada de leche. No la soporto.

Estamos a punto de salir del taller cuando Oliver se gira hacia atrás y se queda mirando el techo de
manera pensava.

—¿Me mostrarías la programación de la matriz de Gregory?


—No, no lo haría —contesto.

—¿Qué pasa, no te as de mí? —Sus ojos se clavan en los míos buscando una respuesta ante
antess de
que pueda hablar.

—No, Cox, no me o de . Y no te lo tomes como algo personal. YoYo no me o de nadie, ni siquiera


de mí misma. Al único al que le confiaría cualquier cosa es a Gregory y ni siquiera es un ser
humano.
Tras
Tras encogerme de hombros, salgo del taller y camino hacia la cocina escuchando sus pisadas a mi
espalda.

Oliver se mueve por la cocina semidesnudo como si fuese todo un profesional


profesional culinario. Prepara
huevos con beicon que resultan estar deliciosos. El señor Cox es hombre de pocas palabras, y
pocos gestos también, pero cada vez soy capaz de descifrar mejor sus miradas.

Estamos comiendo en silencio frente a la barra de desayuno cuando Gregory nos interrumpe.

—Rachel, enes una llamada entrante —informa.

—Ahora no, Gregory. Sea quien sea, dile que después le llamo.

—Imaginé que dirías eso, es tu madre y dice que necesita hablar congo de manera urgente. Que
es una emergencia.

Dejo el tenedor sobre el plato y frunzo el ceño. ¿Qué puede pasarle a mi madre? Sujeto la muñeca
de Oliver y compruebo la hora en su reloj. Son casi las cinco de la madrugada, en Los Ángeles son
ya las dos. Esto no me gusta.

—Pásame la llamada —ordeno de inmediato.

Miro hacia Cox esperando a que se levante para darme un poco de inmidad, pero este sigue
comiendo como si nada.

—Rachel, hija —la voz de mi madre suena por los altavoces alta y clara.

—Mamá, ¿qué ocurre? ¿Te encuentras bien? —pregunto ansiosa.


—Sí, cariño. ¿Y tú? ¿Cómo estás? —su voz cantarina me hace resoplar con fuerza.

—Mamá, ¿acabas de usar la baza de la emergencia para que te cogiera la llamada? —siseo de mala
leche.

—Sí, y no me arrepiento.
arrepiento. Una madre no debería tener que fingir una emergencia para poder
hablar con su propia hija. ¡Por el amor de Dios! Llevo tres días llamándote y no me contestas ni me
devuelves las llamadas.

Resoplo una vez más y al mirar hacia Oliver, compruebo que sus zafiros se están descojonando. Sí,
todo muy diverdo. Se supone que entre nosotros solo hay una relación meramente
meramente sexual, y aquí
estamos, desayunando juntos a las cinco de la madrugada mientras hablo por teléfono con mi
madre en su presencia.
—Mamá, deja el drama. ¿Se puede saber para qué me llamas de madrugada? Y a todo esto, ¿qué
haces despierta a estas horas?

—Acabo de llegar de cenar y bailar con unos amigos, y te llamo porque sé que tú nunca duermes.
Por cierto, ese es el movo principal por el
e l cual te he estado llamando estos días. —Oh no. Por
favor, que no vaya por ahí, y menos con Oliver escuchando toda la conversación—. El otro día me

encontré por casualidad con la Doctora Wilson y…


—Mamá, tengo que colgar —le advierto.

—¡Rachel Eleonor Taylor, ni se te ocurra colgarme el teléfono! —Escucho como Cox se atraganta
con la comida y empieza a toser y escupir los huevos sobre la encimera. El muy cabrón se lo está
pasando en grande—. ¿Quién es? —pregunta mi madre olvidando su regañina—. Rachel, ¿hay un
hombre ahí congo?

—No, mamá, estoy sola.

Le hago una señal a Oliver para que se mantenga en silencio y veo como una de sus comisuras se
alza, esta vez casi puedo ver el blanco de sus dientes.

—A mí no me engañas, jovencita. He escuchado a un hombre toser. ¿Estás acompañada?

—Hola, señora Taylor —saluda Oliver con su tono de voz calmado habitual, dejándome de piedra.

¡¿Qué demonios pretende este hombre?! No sabe dónde se está meendo. Aunque al menos, ha
distraído a mi madre lo suficiente para que no siga hablando de la jodida Doctora Wilson.

—Hola, ¿y usted es? —inquiere mi madre.

—El señor Cox, señora. Es un placer saludarla.

—El placer es mío, caballero —responde mi madre con su tono elegante y coqueto que tanto le
gusta usar—. ¿Puedo preguntar qué está haciendo con mi hija a estas
e stas horas?

—Por supuesto. Estamos haciendo lo que cualquiera hace a las cinco de la madrugada —me mira
con sus zafiros brillando a más no poder—. Estamos desayunando. Huevos con beicon.

—Oh, me alegro mucho, señor Cox. A ver si usted consigue que mi hija se alimente de algo más
que cafeína y trabajo. Yo ya la he dado por imposible.

—Haré todo lo que esté en mis manos, señora —afirma.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Lo que me faltaba, que mi madre se alíe con el o
con el que me acuesto. Como si ya no me tocaran las narices bastante cada uno por separado.

—Ya vale de tanta charla. Mamá, estoy bien. Te prometo que mañana te llamo y hablamos de lo
que quieras, ahora tengo que colgar.

—Dios santo, hija. ¿Cuándo te has vuelto tan gruñona? —se queja mamá.

Bufo intentando no perder la paciencia con ella.


—Adiós, mamá. Te llamo mañana, te quiero —me despido antes de que siga parloteando—.
Gregory, corta la llamada.

Aparto el plato a medio comer y me pinzo el puente de la nariz con los dedos.

—Muy simpáca tu madre —comenta Cox mirándome fijamente—. ¿Eleonor?

—Ni se te ocurra burlarte, capullo —le apunto con el dedo índice, y de nuevo su comisura se alza—
. Era el nombre de mi abuela.

—No se me ocurriría jamás. Tu madre es americana.

—Sí, ¿y qué? —inquiero.

—Creí que provenías de Inglaterra y tu familia también.

—Solo por parte de mi padre —farfullo deseando


deseando que deje ya el dichoso tema de mi familia.

Por suerte, no vuelve a hacer ningún comentario al respecto. Veo como se levanta y recoge ambos
platos para dejarlos en el fregadero.
fregadero.

—Tengo que irme —anuncia—. Mi empo de recreo ha terminado.

—El señor importante ene una empresa que dirigir —digo en tono burlón.

—Sí y mucho trabajo pendiente. ¿Crees que podremos vernos esta noche?

—No lo sé. Pásate por aquí, y si estoy disponible, puede que hasta te deje metert
metertee en mi cama —
bromeo.

Sus ojos vuelven a brillar con diversión y rodea la barra, camina hacia mí y se coloca en el hueco
que queda entre mis piernas.

—Te recuerdo que es mi cama, al igual que este apartamento. Todo lo que hay en este edificio me
pertenece.

—Yo estoy en el edificio, y no te pertenezco —susurro contra sus labios.

—Eso es lo que tú crees, Rach —replica mordiendo mi labio inferior. Antes de que pueda
preguntarle a qué coño se refiere, da media vuelta y sale de la cocina para entrar en la habitación.
No tarda ni dos minutos en volver, con los pantalones y la camisa puestos. Lleva la corbata y la
chaqueta en el antebrazo y los cordones de los zapatos desabrochados—. Te veo esta noche —
murmura justo antes de darme un beso rápido en los labios y salir rápidamente
rápidamente del apartamento.

En cuánto me quedo sola, miro fijamente hacia la puerta cerrada sin poder dejar de pensar en sus
palabras. “Eso es lo que tú crees”. ¡¿Qué mierda es lo que creo yo?!

Capítulo 12

He bajado a la planta de ingeniería para informar al equipo de Cox Tech de los nuevos avances que
he logrado con el implante. Hace dos semanas que Thomas Aldrich está totalmen
totalmente
te apartado del
proyecto y el responsable directo
directo después de mí, ha pasado a ser Damon. Cono en él para esto,
aunque sea extraño en mí. Normalmente, solo me o de mis propias capacidades, y a veces ni eso.

En el úlmo mes, Damon de alguna manera se ha ganado esa confianza, trabajando duro y siendo
un buen amigo. De vez en cuando seguimos quedando en mi casa para jugar a la videoconsola y
comer pizza. Shana también es una asidua a esas noches. Ella y Damon enen algo así como un lío

algo de
po extraño. Son amigos,
relaciones, pero
ya que no se acuestan.
sabría definir loSupongo
que hay que soy
entre la menos
Oliver y yo. indicada para juzgar ese

Es extraño, nunca había pasado tanto empo con un hombre desde Clay, y se siente… bien. Cada
noche, Oliver viene a mi apartamento o subo yo a su áco y disfrutamos de unas sesiones de sexo
espectacular. Normalmente, él termina durmiéndose. Si estamos en su áco, yo me marcho y si
por el contrario es mi cama la que usamos, acostumbro dejarlo dormir mientras me encierr
encierro
oa
trabajar en el taller. Hemos llegado a algo así como una runa, y lo más raro es que ya no me
molesta que se quede a dormir y prepare el desayuno antes del amanecer. En esos momentos en
los que pasamos a solas me doy cuenta, cada vez más, del hombre que se oculta tras el rostro
pétreo y las facciones serias del señor Cox. Hay mucho más en su interior de lo que deja ver al
resto del mundo. Sus zafiros no mienten, y para mí ya son como un libro abierto. Puedo descifrar
cada una de sus reacciones con tan solo mirar esos preciosos ojos azules que me enen
completamente fascinada. Aunque no lo parezca a primera vista, ni a segunda, ni a tercera, Oliver
completamente Oliver
es un hombre diverdo a su manera. No lo demuestra sicamente, pero yo puedo percibir cada
una de sus bromas en su tono de voz o en la forma en la que me mira.

—¿Lo enes todo? —le pregunto a Damon.

Son las once de la mañana y me caigo de sueño. Esta ha ssido


ido una de esas noches en las que Oliver
se ha quedado dormido en mi cama y yo he trabajado sin parar hasta que él me ha obligado a
desayunar,, y después de echarme uno de esos polvos que quitan el sendo, se ha marchado.
desayunar
Pensaba acostarme unas horas al quedarme sola, solo que entonces Damon ha solicitado mi
presencia en el taller y no me ha quedado más remedio que bajar.

—Sí, creo que sí —contesta


—contesta mi amigo ajustándose sus gafas de pasta sobre la nariz—. Oye, ¿tú

estás bien? Pareces algo cansada.


—Sí, no he dormido demasiado —miento. En realidad, no he dormido absolutament
absolutamentee nada desde
hace varios días—. Aprovecharé el fesvo para descansar.

—¿Vas a ir a casa por Acción de Gracias?

—No. Los ingleses no celebramos esa fesvidad. Eso os lo dejamos a vosotros, los americanos.

—Pues no sabes lo que te pierdes —comenta


—comenta Damon sonriendo—. Mi madre hace el mejor relleno
de pavo de todo el estado. Si quieres puedes venir. Nos juntamos más de treinta personas para
cenar.

—Gracias, pero paso. Prefiero quedarme aquí y descansar un rato. ¿Por qué no invitas a Shana? —
pregunto sonriendo de manera pilla—. Me dijo que no había conseguido vuelo a Florida.

—¿Crees que aceptará pasar el fesvo conmigo?


—No lo sé, y tú tampoco lo sabrás si no se lo preguntas. Tal como yo lo veo, si acepta acostarse
congo, no tendría por qué negarse a una simple cena.

—Una cena en la que mi familia no dejará de atosigarla con preguntas incómodas —señala
haciendo una mueca.

—Ahí ya no me meto. —Me encojo de hombros y sujeto la carpeta con el informe sobre el
protopo del exoesqueleto—. ¿Quieres que le entregue esto al señor Cox?
—¿No te importa? Yo tengo bastante trabajo aquí. Solo dáselo a Shana y ella se encargará de
hacérselo llegar al jefe.

—Sin problema. De todos modos, me queda de camino. Por cierto, la próxima vez puedes
informarme por teléfono. No hace falta que me hagas bajar hasta aquí.

—Yo no te he hecho bajar —contesta confundido.

—¿No le enviaste un mensaje de texto a Gregory pidiéndole que viniese? —inquiero.

—No. Pensaba llamarte en un rato para informarte de los avances —responde.

—Qué raro —murmuro encogiéndome de hombros—. Supongo que Gregory se está haciendo
mayor. Si es que eso fuese posible —bromeo.

Me despido de Damon y subo por las escaleras, obviamente,


obviamente, a la planta dieciséis.
dieciséis. De alguna
manera ya me he acostumbrado a subir y bajar y casi no me supone ningún esfuerzo. Como
vaciné hace más de un mes, se me está quedando un culo y unos muslos bien prietos. Incluso he
llegado a plantearme montar un gimnasio en mi casa de Malibú cuando vuelva para no perder la
costumbre.

—Buenos días, Rachel —me saluda Shana nada más verme.

—Buenos días —canturreo—. Vengo a dejarte el informe de avances en el protopo del


exoesqueleto para que se lo entregues al gran jefe.

—Pues no vienes en un buen momento. El señor Cox ha llegado hace un par de minutos y no está
de muy buen humor. Paul está con él y creo que están discuendo.

Abro los ojos con sorpresa al escuchar gritos en el interior del despacho. Es la voz de Paul, pero no
enendo lo que dice. Me extraña. Paul es un o muy simpáco y amable. Nunca lo he visto
enfadado.

—¿Sabes qué está pasando? —inquiero alzando una ceja.

Shana suspira y se inclina sobre la mesa para que pueda escuchar sus susurros.

—El señor Cox ha desaparecido esta mañana, y tenía una reunión importante con el señor Liú
Zhang.

—¿El dueño de Zhangjishu,


Z hangjishu, la empresa china de tecnología?

—Sí. La reunión era a primera hora, pero el señor Cox no llegó hasta pasadas las nueve de la
mañana y Paul tuvo que sustuirlo. —Hago una mueca al darme cuenta de lo que ha retrasado a
Oliver. A esa hora estaba en el apartamento conmigo, haciendo guarrerías sobre la barra del
desayuno—. Y hace un rato ha vuelto a salir sin dar explicaci
explicaciones
ones a nadie, y solo ha tardado unos
quince minutos en volver. De verdad, no sé qué le está ocurriendo úlmamente. La semana pasada
también faltó a una junta direcva a media tarde.

Vale, creo que eso también es culpa mía. Hace unos días, Oliver me sorprendió apareciendo sin

avisar
terminóenquedándose
mi apartamento
hastapor la entrada
bien tarde. Dijo que tenía una reunión importante en una hora, y
la madrugada.

La puerta del despacho se abre de golpe y veo a Oliver sosteniéndola para que Paul se marche.
Aunque sus facciones no se mueven, puedo ver como sus zafiros brillan con furia contenida. Parece
estar echando a Paul de su despacho de no muy buenas maneras.

—¿Qué hace usted aquí, señorita Taylor? —pregunta en tono seco y cortante.

—Solo he venido a dejar el informe de avances del proyecto —contesto alzando la carpeta.

—Pase a mi despacho —ordena. Mira a Paul y le hace un gesto con la cabeza—. Tú, lárgate. —Paul
chasquea la lengua y sale a toda prisa hacia su despacho, entra en él y cierra de un portazo—. ¿Se
puede saber a qué está esperando? He dicho que pase a mi despacho, señorita Taylor.

Miro a Shana y esta se encoge en su silla mirándome con cara de pena. Está claro que el señor Cox
no ene un buen día hoy.

Tras resoplar, hago lo que me pide porque no tengo ganas de montar una escena delante de Shana
y de cualquier empleado que pueda escucharnos, porque estoy segura que con las ganas que me
están entrando de pegarle cuatro gritos, me escucharían hasta en recepción.

La puerta se cierra a mi espalda y Oliver camina con paso firme hasta su mesa, la rodea, y tras
sentarse en su sillón, alza la mirada hacia mí.

—Buenos días a usted también, señor Cox —digo en


e n tono sarcásco.

—Siéntate —gruñe.

Una vez más, tengo que morderme la lengua para no mandarlo a la mierda a él y a sus órdenes. Lo
único que deseaba era dormir unas cuantas horas. Estoy agotada, y parece que mi día acaba de
empeorar.

Hago lo que me pide y tomo asiento al otro lado de su mesa, le endo la carpeta con el informe y
él lo coge. Empieza a ojearlo sin perder su pose rígida y esa mirada de mala leche, que
normalmente encuentro muy sensual, pero ahora mismo ya me está mosqueando.

—¿Algún problema? —pregunto al ver que sigue leyendo el informe sin siquiera pestañear.

—Muchos —escupe. Cierra la carpeta y la lanza sobre la mesa cerca de mí—. Esto es una puta
mierda. Faltan menos de dos meses para la expo y el trabajo está retrasado. Has relegado a mi jefe
de ingenieros y no veo que el proyecto avance.

—El proyecto está avanzando, es solo que…


—No he dicho que puedas hablar —me interrumpe con tono autoritario. Tomo una respiración
profunda y aprieto los puños clavándome las uñas en las palmas de las manos. Tengo que
contenerme o acabaré lanzándole el puto informe a la cara—. La verdad es que no enendo a qué
demonios estás jugando. Apartaste al señor Aldrich del proyecto, pero tú no te encargas de suplir
su trabajo. Te lo dije bien claro, Rachel. Si me quedo sin ingeniero jefe, tú te encargas de sustuirle,
y no veo que lo estés haciendo. Apuesto a que el proyecto individual de Braincom hace mucho que
está terminado. Está muy claro cuáles son tus prioridades y…
—Lo que yo haya terminado o no, no es asunto tuyo —le interrumpo empezando
empezando a alterarme.

—¡He dicho que te calles! —su puño golpea la superficie de la mesa sobresaltándome.
sobresaltándome.

Su rostro sigue sin expresión


expresión,, como tallado en piedra, pero ese grito… Nunca le había visto
expresarse de este modo. Oliver siempre manene la calma y la compostura en cualquier
situación.

—¡¿A  qué mierda te pasa?! —grito levantándome de un salto—. ¡Entra! ¡Siéntate! ¡Cállate!
¡Mueve la colita! —imito su acento americano vibrando de furia—. ¡No soy un puto perro, Cox! ¡Si
estás cabreado por algo o con alguien, págalo con quién lo haya provocado, joder! ¡Yo no te he
hecho nada!

Su mirada se suaviza y veo como se levanta y camina hacia mí.

—Rach, yo…

—¡No! ¡No te equivoques conmigo, Oliver! ¡Yo no soy tu madre, ni tu hermana y mucho menos tu
novia como para tener que aguantar tus mierdas! —Me doy media vuelta y echo a caminar hacia la
puerta a largas zancadas—. ¡Que tenga buen día, señor Cox! —me despido colocando mi mano
sobre el rador.
rador. Antes de que pueda abrir la puerta, veo como la palma de su mano impacta sobre
la madera impidiéndome abrirla—. ¡Aparta! —ordeno.

—Lo siento —susurra rodeando mi cintura con su brazo libre. Siento su aliento en mi cuello y su
pecho pegado a mi espalda—. Lo siento, Rach —su voz es una súplica.

Tomo una respiración profunda y me giro quedando encerrada entre sus brazos y con la puerta a
mi espalda. Entonces alzo la mirada, y lo que veo me deja completamente descolocada. Oliver
ene los ojos cerrados y un gesto de dolor atraviesa su ros
rostro.
tro. Es la primera vez que veo alguna
expresión sica en sus facciones, y sinceramente, desearía no haberlo visto jamás, porque el dolor
y la desesperación
desesperación que trasmite, me rompen el corazón.
corazón.

—¿Qué te pasa? —susurro acariciando su mejilla. No sé qué me lleva a hacer algo así, pero la
aspereza de su barba corta rozando la palma de mi mano, me resulta muy agradable—. Si me lo
dices, quizá pueda ayudarte. —Sus ojos se abren y los zafiros me miran, solo que no hay brillo en
en
ellos, como si poco a poco se estuviesen apagando—. ¿Oliver?
¿Oliver?

—Lo siento —repite—. Todo se está yendo a la mierda, tú no enes la culpa. Mierda, tú eres la
menos culpable de todo esto.
e sto.
Veo como respira profundamente y vuelve a cerrar los ojos con fuerza. Cuando los abre de nuevo,
su rostro ha recuperado la firmeza y ya no hay expresión alguna en él. Vuelve a ser el señor Cox de
siempre.

—¿Estás bien? —pregunto sin apartar mi mano de su mejilla.

Busco sus zafiros con mis ojos y puedo verlos brillar, muy levemente, pero ahí está esa luz. Oliver
sujeta mi mano con la suya y ladea la cara para depositar un beso en la palma de mi mano.
—Estoy bien. Voy a resolverlo —afirma—. ¿Qué haces aquí? Creí que ibas a dormir algo.

—No he tenido empo. Tuve que ir a hablar con Damon y después he tenido que aguantar la mala
leche del socio temporal de mi jefe —comento con media sonrisa.

—Estaría bien que el socio


s ocio temporal de tu jefe se convirera en tu jefe directo algún día. —Sus
zafiros ganan intensidad y veo como sonríen.

—¿Piensas comprar Braincom? Te advierto que su ingeniera estrella es una toca pelotas de narices
—sigo bromeando mientras noto como sus manos rodean mi cintura.

—En realidad pensaba intentar convencer a esa ingeniera para que trabaje para mí. Creo que
puedo controlarla.
Suelto una carcajada y veo como una de sus comisuras se alza.

—Eres un iluso. Otros han intentado controlarla antes


antes y no pudieron. ¿Qué te hace pensar que tú si
puedes conseguirlo?

—Conozco sus puntos débiles —susurra posando la boca en mi cuello y clavando


clavando sus dientes en mi
piel.

—Yo que tú me lo pensaría mejor antes de tomar una mala decisión que acabe llevándote a la
—Yo
ruina.

—Ya es tarde para eso —susurra contra mi cuello—. La decisión está tomada y probablemente sea
mi ruina. —Frunzo el ceño y ro del pelo de su nuca alzando su cabeza para poder mirarlo a los
ojos, pero sea lo que sea que estaba pensando, ya no está ahí y apuesto a que no va a aclararme
de qué decisión hablaba—. Vete a dormir, Rach. Algún día acabarás enfermando si sigues a este
ritmo —dice apartándose de mí.

—No lo creas. Soy más fuerte de lo que parezco —señalo.

—De eso estoy seguro —murmura justo antes de darme un largo beso en los labios. Cuando se
aleja de mí, me gira y palmea mi trasero—. Largo, señorita Taylor.

Le lanzo una mirada asesina y sus zafiros vuelven a reír.

—Tienes que dejar de hacer eso —farfullo masajeándome la nalga.

—Deja de fingir que no te gusta. —Se aleja hacia su mesa y señala la puerta con su mano—. Adiós,
señorita Ta
Taylor.
ylor.
—Hasta luego, Oliver capullo Cox —replico antes de salir del despacho.
Me acerco a Shana y esta alza ambas cejas mirándome con preocupación.

—Te ha caído una buena del jefazo, ¿verdad? Se escuchaban desde aquí los gritos.

—Tranquila, lo tengo controlado —contesto guiñándole un ojo.

—Adiós.

Me despido con un gesto de mi mano y subo por las escaleras hasta mi apartamento, abro la
puerta con mi llave y me doy cuenta de que el interior está completamente a oscuras.

—Gregory, corre las persianas —ordeno dejando las llaves sobre la barra del desayuno. Tras unos
segundos, la oscuridad sigue reinando en el apartamento—. Gregory
Gregory,, ¿no me has escuchado?
Corre las cornas. —Silencio,
—Silencio, y las cornas no se mueven—. ¿Gregory? —Miro hacia el techo
empezando a preocuparme. Esto es muy raro. Camino deprisa hacia el taller y tras encender el
ordenador central, accedo a la programación de Gregory—. Pero, ¿qué demonios…? ¿Por qué estás
desconectado?
desconectad o? —Acvo su programa y todas las luces se encienden de inmediato—. ¿Gregory? —
lo llamo de nuevo.

—¿Sí, Rachel? ¿En qué puedo ayudarte? —contesta como si nada.

—Estabas desconectado. ¿Por qué estabas apagado? Esto no ene sendo. ¿Hay algún fallo en tu
sistema? ¿Te encuentras bien?

—Sí, todo normal —responde—.


—responde—. No sé qué puede haber pasado.

—Haz un barrido de diagnósco buscando posibles fallos en tu programación.


programación.

—Entendido. Diagnosco
Diagnosco iniciado. Tiempo esmado para su fin, cuatro horas y cincuenta
cincuenta y dos
minutos.

—Bien. Supongo que solo será un fallo de soware, pero me asusté al no escucharte —confieso.
—confieso.
Pinzo el puente de mi nariz con el dedo índice y pulgar y suspiro—. Necesito dormir un rato. Tú no
vuelvas a darme estos sustos, ¿vale, colega?

—Lo intentaré —contesta—. Descansa, Rachel.

—Sí, yo también digo lo mismo, lo intentaré.

Capítulo 13

Siento un cosquilleo en la parte trasera de mi muslo y me revuelvo apartando las sábanas que se
enroscan a mis pies de una patada. Necesito seguir durmiendo antes de que empiecen las
pesadillas. Suspiro y me dejo llevar de nuevo por Morfeo, pero ese cosquilleo se intensifica
desplazándose hacia mi trasero.

—Rachel, despierta —escucho


—escucho su voz, más me niego a abrir los ojos—. Rach. —El cosquilleo en mi
nalga se convierte en una presión bastante placentera y gimo abrazando mi almohada—. Rachel,
abre los ojos —su orden me hace resoplar.
—Déjame dormir —murmuro sin moverme ni un cenmetro.
—Ya dormirás después —siento como la cama se mueve y el aroma tan caracterísco que
desprende Oliver, inunda toda la habitación—. Ahora necesito que te levantes.

—Cox, no me jodas ahora. Literalmente,


Literalmente, no quiero que lo hagas. Necesito dormir unas horas más,
así que vete.

—Rachel, no voy a volver a reperlo. Levántate de la cama y vístete —ordena. Me doy la vuelta,
gimiendo de disgusto y coloco mis brazos sobre la cabeza al notar la claridad que se cuela por el
ventanal. ¿Quién ha abierto las jodidas cornas? —. Vamos, bella durmiente. Si no te das prisa,
llegaremos tarde.

—¿A dónde? Yo no tengo que ir a ningún lado. Por favor, Oliver. Solo quiero dormir —farfullo.

—Voy a llevarte a cenar —informa.

Abro los ojos como platos y aparto mis brazos incorporán


incorporándome
dome en la cama para poder mirarlo. Está
sentado a mi lado. No lleva el mismo traje que esta mañana, y ene el pelo húmedo como si
acabara de ducharse hace poco.

—¿Cenar? —pregunto confundida.


confundida.

—Sí, ya sabes, eso que hacen las personas normales en vez de alimentar
alimentarse
se a base de comida
basura y cafeína. Vamos, metete en la ducha y vístete. He reservado mesa para dentro de una
hora.

—¿Una hora? —Mi cabeza sigue dando vueltas sin parar. Miro a través de la ventana y compruebo
que está anocheciendo. ¿Cuántas horas he dormido? —. Pero, ¿qué…? ¿Por qué?

—Porque quiero cenar congo. No necesito más movos. Vamos, levántate de una vez. —Tira de
mi mano para alzarme, y yo me resisto haciendo pucheros.
pucheros.

—No, esto no forma parte de nuestro acuerdo —me quejo ya de pie.

Oliver acomoda mi pelo peinándolo hacia atrás con sus dedos y me mira fijamente.

—Creo que el acuerdo ya ha quedado un poco obsoleto—murmura.


obsoleto—murmura.

Eso me espabila de golpe y le miro frunciendo el ceño.

—¿Desde cuándo? ¿Qué quieres decir con obsoleto? El acuerdo funciona.

¿Ya se ha cansado de mí? Quizá quiera terminar esta extraña relación nuestra, pero si es así, ¿por
qué demonios quiere invitarme a cenar?

—Rach, deja de pensar estupideces —señala, demostrándome


demostrándome una vez más que es capaz de
leerme el pensamiento—. Solo creo que algunos de los términos del acuerdo pueden ser
modificados para adaptarse
adaptarse a la situación actual. Está claro que lo de no quedarme a dormir, no
funciona.

—Eso es porque entras en coma cada vez que echas un polvo —me burlo—. Temo que en algún
momento te quedes dormido en mitad de la faena.
Me gano un pellizco en el trasero por su parte y pego un brinco.
—Deja de hacerte la graciosa conmigo y ve a ducharte —ordena en su tono serio habitual.

Resoplo viendo cómo va hacia el vesdor y empieza a remover mi ropa de un lado a otro.

—Yo no me hago la graciosa, soy graciosa —mascullo—. ¿Qué se supone que estás haciendo?

Vuelve con mi vesdo rojo que deja la espalda al descubierto y lo coloca sobre la cama.

—Dúchate y ponte esto —una nueva orden que me hace poner los ojos en blanco.

—A ver si lo adivino… Combino el vesdo con unos zapatos y un bolso negro, ¿verdad?
¿verdad? —Oliver
entrecierra los ojos mirando el vesdo como si se lo estuviese pensando seriamente—. También
tengo un cinturón ancho negro.

—Sí, creo que te quedará bien —asiente.

—¡Ni de coña! ¡¿A  qué demonios te pasa con esos colores?! ¿Sabes que hay un número infinito
de colores? Solo los básicos son once, pero parece que tú solo conoces dos de ellos.

—Me gustan —responde encogiéndose de hombros.

—¿Ah sí? No lo había notado —mi tono sarcásco me hace ganarme un nuevo pellizco en el
trasero—. Auch, eso ha dolido —me quejo.
—Y más te va a doler como no te metas en la ducha en lo
loss próximos veinte segu
segundos
ndos —amenaza.

Resoplo y me acerco a él rodeando su cuello con mis brazos.

—Tengo una idea mejor. ¿Qué te parece si pedimos comida a domicilio y después de cenar
pasamos unas cuantas horas en posición horizontal?
horizontal? —Bajo mi mano por su pecho hasta llegar a su
entrepierna y acaricio su miembro por encima del pantalón de traje—. Tampoco me quejaré si es
en vercal.

Veo como sus zafiros brillan de deseo y saca la lengua para humedecer sus labios. La zona que
acaricio se endurece en milésimas de segundo y sonrío sabiendo que me estoy saliendo con la mía.

—Tentador
sujetando mi—susurra
muñeca contra mis labios.
y apartándola Cuando
de su creo que ya
entrepierna—. A laheducha
ganado la parda,
—ordena siento su mano
de nuevo
girándome y palmeando nuevamente mi trasero.

—No quiero salir —me quejo haciendo pucheros como una niña pequeña. Oliver me empuja hacia
el baño, pero voy arrastrando los pies—. Dejaré que te duches conmigo —uso mi úlmo cartucho
para intentar convencerlo.

Desde que empezó nuestro acuerdo


acuerdo hace más de un mes, Oliver se ha medo
me do en la ducha conmigo
en varias ocasiones, aunque yo siempre he conseguido escabullirme.
escabullirme. Una no se ducha con el o
con el que solamente folla. Eso es demasiado ínmo y personal.

—Una vez más, es tentador, pero no. —Me mete en el baño y entorna la puerta—. Tienes cinco
minutos, Rach. Si no estás lista para entonces, yo mismo te bañaré —amenaza desde el otro lado
de la puerta.
—Tinis diz minis. Yi mismi  biñiri —me burlo poniendo voz de pito y haciendo muecas con los
labios—. Capullo mandón. No puedo ni dormir tranquila un puto día, joder.
joder.

Al salir del baño me encuentro con unos zapatos


zapatos de tacón negros y un bolso a juego al lado del
vesdo. El muy capullo intenta obligarme a vesrme con esos putos colores. Estoy a punto de
rebelarme, pero la verdad es que combinan a la perfección y estoy segura de que, si me pongo a

rebuscar en el vesdor otra cosa que ponerme, acabará desquiciado, así que, con un resoplido, me
deshago de la toalla que cubre mi cuerpo y empiezo a vesrme con lo que el puñetero señor Cox
ha elegido para mí.

Mientras me arreglo, Oliver viene varias veces a la habitación, resopla y vuelve a marcharse. Me
está poniendo de los nervios. Estoy intentando
intentando dibujar una jodida raya en el parpado, cuando
vuelve a entrar, otra vez.

—Rach, vamos a llegar tarde —se queja.

—Si dejaras de meterme prisa, ya estaría lista —replico mirándole a través del espejo.

—¿Te falta mucho? —mira su reloj de pulsera y vuelve a resoplar.

—Dos minutos. Si sigues poniéndome de mala leche van a ser diez solo por joder —farfullo.

Sale de nuevo de la habitación y suspiro terminando de guardar todo lo que necesito en mi


pequeño bolso. Una vez lista, estoy a punto de salir de la habitación, pero me detengo antes de
llegar a la puerta y sonrío de manera maliciosa apoyándome concontra
tra la pared y mirándome las uñas.
Tiene prisa, pues que espere o se largue solo. Ni siquiera han pasado dos minutos cuando lo veo
entrar en la habitación, sorprendiéndome.
sorprendiéndome.

—¿Qué haces? —pregunta frunciendo el ceño.

—Nada —contesto encogiéndome de hombros.

—¿Estás haciendo empo a propósito solo para molestarme? —asiento y sus ojos se
entrecierran—.
entrecierran—. ¿Qué enes, cinco años?

—Seis —contesto sonriendo—. Cumplo los siete la próxima semana.


—Joder —farfulla agarrando
agarrando mi mano y rando de mí hacia a fuera de la habitación.
habitación. Su mano,
fuerte y suave a la vez, aprieta la mía con vigor mientras me arrastra por todo el apartamento sin
siquiera darme la opción de quejarme—. Gregory,
Gregory, luces fuera —ordena a mi asistente, recoge mi
abrigo y el suyo de encima
e ncima del sofá y sigue rando de mi mano hacia la puerta.

—Enseguida, señor Cox —contesta Gregory, y las luces se apagan de inmediato—. Les deseo que
pasen buena noche.

—Mejor deséame una tonelada de paciencia para aguantar a este capullo —murmuro atravesando
la puerta de salida.

Cox cierra la puerta y antes de que pueda darme cuenta, lo tengo sobre mí, besándome
apasionadamente mientras
mientras sus manos acarician mi espalda desnuda. Nos gira y camina hacia
delante obligándome a retroceder de espaldas sin dejar de avasallarme con su beso. Escucho el
pido del ascensor y me pongo en tensión.

—Vamos, Rach —susurra antes de besarme de nuevo.

—No —intento apartarlo de mí, pero sus dedos se clavan con fuerza en mi cintura y sigue
empujándome hacia el interior de la máquina del demonio—. Oliver, ni se te ocurra —me quejo
girando la cara para que deje de distraerme con sus besos.
Le escucho suspirar y enseguida tengo sus manos en mi rostro, una en cada mejilla, obligándome
obligándome a
mirarle a los ojos.

—Todo va a estar bien, cona en mí. Te prometo que no dejaré que nada malo te suceda —niego
con la cabeza empezando a notar los lados acelerados de mi corazón, pero Oliver no me da
oportunidad y vuelve a besarme haciéndome perder la poca cordura que me queda.

Mis pies se mueven sin que lo ordene, y cuando siento que el ascensor se mueve, ya es demasiado
tarde. Empiezo
Empiezo a hipervenlar y cierro los ojos con fuerza. El olor a humo y gasolina se cuela en
mis fosas nasales, mareándome y provocándome nauseas.

—Tengo que salir de aquí —siseo apoyando la parte trasera de mi cabeza contra una de las
paredes del ascensor.

—Rachel. —Sus manos vuelven a estar mi rostro—. Rach, mírame. Por favor, abre los ojos —
escucho su súplica y hago lo que me pide. Sus zafiros me miran con cautela, pero firmeza. Su frente
se une a la mía y respiro su aliento—. Respira, cariño. Solo serán unos segundos. —Me concentro
concentro
en coger aire por la nariz y expulsarlo por la boca hasta que siento como el ascensor se deene
de ene y
las puertas se abren. Oliver ra de mí hacia el exterior y me abraza por la cintura hundiendo su
cara en el hueco de mi cuello mientras yo intento recuperar el control de mi propia respiración—.
No ha sido para tanto, ¿verdad?
¿verdad? —susurra mordisqueando mi cuello—. Algún día te follaré en un
ascensor.

Abro los ojos como platos y niego con la cabeza.

—¿Te va la necrofilia? Porque existen muchas posibilidades de que muera de un jodido infarto si
eso llega a suceder. En serio, acabarías rándote a un cadáver. —Siento como su pecho se mueve
de arriba abajo y veo como su espalda se sacude con lo que parece ser… ¿Risa?

Me aparto rápidamente de él para poder mirarle a la cara y lo que veo me deja totalmente
alucinada. Está sonriendo. Una sonrisa completa mostrando sus preciosos dientes blancos y unos
hoyuelos en las mejillas que son de lo más sexi que he visto jamás. Estoy tan anonadada que ni
siquiera me doy cuenta de que estamos caminando de nuevo. No puedo apartar mi mirada de su
rostro. Sigue riendo mientras nos acercamos a mi moto, que está aparcada justo al lado de un
enorme todoterreno negro.

—¿Qué miras? —me pregunta en cuanto nos detenemos junto a la belleza negra.

—A  riendo —contesto anonadada.


anonadada.

—Es que me ha hecho gracia eso de la necrofilia —comenta volviendo a soltar una carcajada.
Mis labios se curvan hacia arriba al verle reír de ese modo y una presión que ya no es desconocida
para mí, se instala en mi pecho. Úlmamente me ocurre mucho cuando estoy con Oliver, no quiero
ni puedo pensar en lo que significa.

Sin poder apartar la mirada de él, lo sigo a ciegas por donde me lleva, pero entonc
entonces
es escucho como
una puerta se cierra y la oscuridad se cierne sobre mí. Sacudo la cabeza para centr
centrar
ar mi mirada en

lo que tengo a mi alrededor y se me corta la respiración al darme cuenta de que estoy sentada en
la parte trasera del todoterreno.
todoterreno.

—Pero, ¿qué…? —Tiro


—Tiro de la manilla para abrir la puerta, sin embargo, el sonido del seguro
acvándose me avisa de que no voy a poder salir—. Tengo
Tengo que salir de aquí —susurro rando de la
dichosa manilla una y otra vez.

Ya estoy hipervenlando de nuevo y el nauseabundo olor ha vuelto. Mi corazón late tan fuerte que
resulta casi doloroso.

—Hank, arranca —ordena Oliver.

—¡No! —El coche empieza a moverse y me llevo las manos a la cara. Me emblan tanto que casi
me golpean el rostro—. No me hagas esto… —mi voz suena entrecortada y respiro con dificultad—.
Te lo suplico, Oliver
O liver.. Déjame salir.
Siento su brazo rodeando mi cintura y ra de mi cuerpo hasta tenerme sentada sobre su regazo.

—No va a pasar nada. Solo serán diez minutos —susurra en mi oído.

¿Diez minutos? Puedo morir en diez putos minutos.

—¡No, joder! —Golpeo su pecho con mis puños, él me sujeta los brazos con fuerza y pega su frente
a la mía—. ¡Eres un puto cabrón retorcido! ¡Vas a matarme! —grito retorciéndome para que me
suelte. Estoy dispuesta a rarme del coche en marcha si es necesario—. No puedo respirar —
susurro intentando
intentando llenar mi pecho de aire, pero me da la impresión de que lo que estoy
respirando es humo.

Pongo la mano sobre mi muslo sinendo un dolor punzante,


punzante, y la imagen de unos ojos grises
totalmente abiertos y sin vida se cuela en mi cabeza.

—Espera, Rachel. Voy a abrir la ventanilla, ¿vale? Necesito soltarte y que no sigas golpeándome —
escucho lo que dice, y no le prestó atención.
atención. Ahora mismo ya estoy muy lejos de aquí, perdida en
lo más profundo de mis dolorosos recuerdos, allí donde viven todos y cada uno de mis demonios.
Sus manos dejan las mías y una brisa fresca me roza la nuca—. Ahora mírame. —Las manos de
Oliver sujetan mi rostro y lo alza—. Abre los oojos,
jos, Rachel. ¡Ahora! —su orden, clara, concisa, actúa
como un gallo en mi cerebro, sacándome de esa vorágine de dolor y angusa en la que estoy
sumida. Abro los ojos y sus zafiros me miran con preocupación—. Eso es. Ahora respira,
lentamente.
lentament e. Inhala por la nariz y exhala por la boca, poco a poco. —Hago lo que me dice porque
no sé qué otra cosa puedo hacer, e increíblemente mi corazón empieza a ralenzarse y mis manos
dejan de temblar. Apoyo la frente en el pecho de Oliver y respiro profundamente. Ya no huele a
humo y gasolina, ahora solo soy capaz de disnguir el delicioso aroma que desprende su ropa—.
Eso es. Relájate, ya estamos llegando. —Sus brazos me rodean y sus dedos rozan mi espalda de
arriba abajo en una caricia lenta y relajante.

El resto del trayecto no levanto la cabeza para nada. Sigo con los ojos cerrados e inspirando su olor
mientras disfruto de sus caricias. Cada poco empo, Oliver susurra cosas como… “Lo estás
haciendo genial”, “Ya casi está” o “Estoy aquí congo” y besa mi pelo con ternura. E increíblemente

esos gestos me tranquilizan hasta tal punto que apenas recuerdo dónde estoy y por qué tengo
tanto miedo.

—Hemos llegado —la voz de Hank me saca de mi letargo


l etargo y me alzo como un resorte.

Apenas escucho el sonido del seguro de las puertas desacvándose, salgo del coche a toda prisa y
tomo una gran bocanada de aire fresco.

—¿Estás bien? —Oliver está a mi lado, sujeta mi brazo, pero me revuelvo rando con fuerza de él y
fulminándole con la mirada—. Vale, estás cabreada —adivina.

—¿Cabreada? ¡Estoy furiosa, joder! —grito golpeando su hombro con mi puño. Hace una mueca
de dolor y se toca la zona volviendo a mirarme sin mostrar ninguna reacción—. ¡¿Por qué
demonios has hecho eso?! ¡Eres un hijo de…!

Sus zafiros furiosos se clavan en mis ojos y cubre mi boca con su mano.

—Nunca, jamás, se te ocurra volver a insultarme. —Hay tanta furia contenida en su mirada que me
arrepiento al instante de casi insultarlo. En cuanto se da cuenta de la forma en la que está
actuando, me suelta y carraspea endere
enderezándose
zándose la corbata—. Lo siento. No quise sser
er tan brusco.
¿Estás bien?

—Ahora mismo te arrancaría


a rrancaría las pelotas y me haría unos jodidos pendientes con ellas —siseo
furiosa.

Una de sus comisuras se alza y veo como sus ojos brillan con diversión.

—Estoy seguro de que crearías tendencia. Vamos. Ya llegamos tarde. —Vuelve a coger mi mano y
ra de mí para que me mueva.

Capítulo 14

Nada más entrar en el lujoso y bien decorado restaurante italiano, voy directamente hacia el baño.
Necesito despejarme después de mi crisis en el coche y la del ascensor. ¡Jodido cabronazo! No me
puedo creer que me haya obligado a hacer algo así.

Tras refrescarme un poco, vuelvo a la mesa para dos que hay en la zona más alejada y privada del
restaurante
restauran te y compruebo que Oliver ha pedido una botella de champán.

—¿Qué se celebra? —pregunto tomando asiento frente a él.

Desdoblo la servilleta de tela y la dejo caer sobre mis piernas bajo la atenta mirada del señor Cox.
—Celebramos que he conseguido sacarte de la cueva a la que llamas hogar —contesta
—contesta bebiendo
un sorbo de su copa.

Señala la mía, que ya está lista para ser tomada y niego con la cabeza.

—La cueva a la que llamo hogar


hogar,, está en Los Ángeles y gracias, pero yo no bebo.

—¿Ni siquiera un sorbo?


—Ni uno solo —respondo sirviendo agua en un vaso.

—¿Tienes o has tenido algún problema con el alcohol?

Le doy un trago a mi agua y lo miró fijamente.

—Si lo que me estás preguntando es si he sido o soy alcohólica, la respuesta es no.

—Me alegra escuchar eso. Entonces, ¿por qué tanta aversión


aversión hacia las bebidas espirituosas?

—Creí que uno de los términos de nuestro acuerdo incluía que nada de preguntas personales —
señalo.

—Una vez más, ese acuerdo


a cuerdo está obsoleto—rebate.
obsoleto—rebate.
—Pero los términos siguen en vigor
v igor —advierto.

—¿Por qué eres tan herméca, Rachel Taylor? —pregunta clavando su mirada en la mía.

Suelto una carcajada que probablemente ha llamado la atención de todos los comensales y Oliver
frunce el ceño.

—Lo siento, es que me hace mucha gracia que seas precisamente


precisamente tú quien me haga esa pregunta.
¿Te has mirado al espejo alguna vez? Eres la persona más inexpresiva e indescifrable que he
conocido jamás.

—No veo que a  te suponga ningún problema descifrarm


descifrarme,
e, Rach —susurra justo antes
antes de beber
de su copa—. ¿Te encuentras mejor?

—Sí, aún tengo ganas de arrancarte tu cruel y retorcido corazón, pero ya estoy mejor —contesto
con una sonrisa encantadoramente cínica.

El camarero viene a tomarnos nota y tras marcharse con nuestro pedido, Oliver vuelve a la carga.

—Cuéntame algo sobre  —pide, aunque más bien parece una orden. Alzo una ceja en su dirección
y él chasquea la lengua—. Rach, no me vengas con el acuerdo. Hemos salido a cenar. Solo te estoy
pidiendo que me hables de .

Bufo y cruzo mis manos sobre la mesa.

—¿Qué quieres saber?

—Muchas cosas, pero no vas a contármelas, así que me conformo con algo sencillo. Por ejemplo,
¿de dónde eres?
—¿Dónde nací? —Asiente—. En Londres. Viví allí hasta que me trasladé a Oxford para cursar
ingeniería industrial. Hice varios másteres y después me mudé a Los Ángeles.

—¿Qué másteres?

—Ingeniería mecánica,
mecánica, informáca, robóca, y un par más.

—¿No eres muy joven para haber estudiado todo eso? —inquiere alzando una ceja.
—Tengo un cerebro privilegiado —respondo alzando ambas cejas.

—Eso ya lo sabía. ¿Te mudaste a Los Ángeles porque tu madre es de allí?

—Sí. —Traen nuestros platos y empezamos a comer sin dejar de hablar—. Doris Taylor fue actriz en
Hollywood en sus empos mozos. Tras divorciarse de mi padre, volvió a casa.

—¿Por qué se divorciaron?


divorciaron?

Hago una mueca y dejo el tenedor sobre el plato para poder beber un sorbo de agua.

—Porque mi padre es un cabrón insufrible incapaz de convivir con nadie, incluso consigo mismo.

Oliver deja el tenedor a medio camino de su boca y me mira fijamente.


—Supongo que esa fue una de las razones por las que decidiste mudarte a Los Ángeles.

—Supones bien. Esa fue una de las razones.

—¿Hay más?

—Sí, pero no quiero hablar de ellas.

Veo como asiente y sigue comiendo en silencio. Cuando abre la boca para hablar de nuevo, le
interrumpo alzando mi mano.

—Creo que ya hemos hablado de mí bastante. Es mi turno de hacer preguntas.

—¿Qué quieres saber? Yo soy un libro abierto. —Río por su comentario, ya que abierto no sería
exactamente
exactamen te como yo lo definiría. Más bien es como ese libro de las películas de Harry Poer que
te arranca la mano de un bocado
bo cado si intentas abrirlo.

Podría hacerle muchas preguntas, como ¿por qué nunca sonríes? O, ¿por qué ttrabajas
rabajas tanto si está
claro que no lo necesitas? Pero eso sería demasiado personal y podría darle pie a que él también
me hiciera ese po de preguntas a mí. Miro hacia su muñeca y sonrío.

—¿Por qué usas ese vejest


vejestorio
orio de reloj? Eres dueño de una de las empresas tecnológicas más
importantes del mundo. Comercializáis
Comercializáis docenas de modelos de relojes inteligentes,
inteligentes, pero tú usas
esa cosa, que perdona mi sinceridad, es feo de cojones.

Una de sus comisuras se alza y mira hacia su reloj.

—Es una especie de reliquia familiar. Era de mi padre. —Sus zafiros sonríen cuando desliza su dedo
índice sobre la esfera del reloj—. Él siempre lo llevaba. Cuando murió, quise ponérmelo para
llevarlo siempre conmigo.
—Lo siento, Oliver. No quise… —carraspeo y esro mi mano para sujetar la suya sobre la mesa—.
No tenía ni idea. Perdona mi indiscreción.

Entrelaza sus dedos con los míos y me mira desde el otro lado de la mesa. No hay dolor en su
mirada, pero sí pena y anhelo. Supongo que cada uno sobrelleva la muerte de un familiar de
manera disnta.

Seguimos charlando mientras cenamos tranquilamente. Hoy estoy descubriendo un señor Cox que
no conocía. Atento,
Atento, erno y hasta diverdo, ya que su amago de sonrisa hace acto de presencia en
varias ocasiones. Tras los postres, él paga la cuenta y salimos del restaurante bajo nuestros abrigos.
Aún estamos en noviembre, pero el frío en Nueva York no perdona.

—Voy a llamar a Hank —señala sacando su teléfono.

—No pienso volver a subir a ese cacharro —advierto.

Oliver resopla y se gira hacia mí.

—Hay un buen paseo a pie hasta casa. ¿De verdad quieres caminar sobre esos tacones? —Señala
mis pies y yo me encojo de hombros. Cualquier
Cualquier cosa es mejor que estar encerrada en ese chisme—
. Está bien. —Guarda el teléfono en su bolsillo de nuevo y toma mi mano. Empieza a caminar, pero
yo me quedo clavada en el sio —. ¿Qué pasa? —pregunta confuso.

Señalo nuestras manos unidas y frunzo el ceño.

—Definivamente, pasear por las calles cogidos de la mano, no es algo que conste en nuestro
—Definivamente,
acuerdo.

—Rach, ¿puedes dejar el jodido acuerdo a un lado solo por un rato? Hace una buena noche. Tú
quieres volver caminando a casa. Pues bien, disfrutemos del paseo y deja de preocuparte por
tonterías.

Tira nuevamente de mí, y tras resoplar, empiezo a caminar a su lado, y sí, nuestras manos siguen
entrelazadas, y así se quedan durante todo el trayecto hasta llegar al edificio de Cox Tech.

Antes que pueda huir hacia el acceso de las escaleras


e scaleras,, Oliver vuelve a jugármela y me besa, de esa
forma que me hace olvidarme hasta de cómo me llamo, y así consigue que vuelva a meterme en el
cacharro infernal, otra vez. Tengo que admir que esta vez no ha sido tan, tan, tan malo. Quizás es
porque estaba demasiado ocupada arrancándole la ropa como para pensar en cualquier otra cosa.

Entramos en su áco y vamos directamente hacia la planta superior, a su habitación. Nos


deshacemos del resto de nuestras prendas entre besos y caricias y los dos caemos sobre la cama.
Lo que pasa a connuación, nos deja a ambos completamente
completamente exhaustos desmadejados sobre el
colchón, tanto es así, que en cuanto mi corazón se ralenza y consigo recuperar el aliento, caigo en
un profundo sueño del que solo puedo salir cuando mis demonios vienen a buscarme.

Me despierto sobresaltada y bañada en sudor. Oliver me mira fijamente e intenta acercarse, lo


aparto de un empujón y me levanto para salir de este lugar cuanto antes.

—Me tengo que ir —murmuro recogiendo


recogiendo mi ropa que está esparcida por el
e l suelo.
—Oh, no. Otra vez no —dice Oliver sujetándome por los brazos para lanzarme sobre la cama. Se
tumba sobre mí y yo me retuerzo para escapar, pero pesa demasiado—. Estate quieta —ordena
sujetando mis manos unidas contra el colchón por encima de mi cabeza.

—Por favor —suplico—. Déjame ir, Oliver. —Estoy a punto de echarme a llorar, y no quiero… No
puedo hacerlo frente a él.

—Shhh. —Una de sus manos cubre mi mejilla mientras la otra sigue inmovilizándome—. Solo ha
sido una pesadilla, Rach. Nada puede hacerte daño. Estás segura —susurra. Giro mi cabeza para
que no pueda ver el llanto en mis ojos y respiro profundamente.
profundamente. No soy capaz de sacar la imagen
de esos ojos sin vida de mi cabeza—. Déjame ayudarte. Quédate conmigo.
conmigo.

Le miro de nuevo y esos zafiros me cauvan. Intento contener el llanto, pero sé que no voy a ser
capaz de retenerlo durante mucho más empo. Su frente se pega a la mía y soy yo quien da el
paso, lo beso. Oliver intenta apartarse, pero yo insisto.

—¿Quieres ayudarme? —pregunto entrecortadamente. Él asiente con la cabeza sin dejar de


mirarme a los ojos—. No necesito tu compasión, Oliver. Si quieres ayudarme, quítame esa jodida
pesadilla de la cabeza.

Su agarre se afloja y libera mis manos que van a parar directamente a su pelo. Oliver besa mi cuello
y empieza a descender dejando un rastro de besos húmedos a su paso hasta llegar a la unión de
mis muslos.

Contengo el aliento esperando el calor de su boca sobre mi carne húmeda y palpitante.


palpitante. Me lame
con firmeza, tomándose su empo, hasta que decide unir sus dedos a la ecuación.

Grito y echo la cabeza hacia atrás, esrándome, como si la tensión pudiese protegerme de la divina
tortura que es su boca. Sus dedos abandonan mi sexo y su boca asciende hasta mi ombligo. Clava
sus rodillas en el colchón para connuar subiendo, y su lengua deja un reguero entre mis pechos.
Me recorre el cuello y la barbilla hasta alcanzar mi boca. Su miembro, duro y caliente,
caliente, encuentra el
lugar donde quiere estar y se cuela en mi interior, penetrándome profundamente con un
movimiento preciso
preciso de caderas, al mismo empo que un gruñido sale de su garganta mientras
mientras me
besa. La embesda es tan poderosa que me deja sin aliento,
aliento, pero me importa muy poco no volver
a respirar, porque esto, ahora, es la perfección. No me importaría en absoluto que este fuese el
úlmo instante de mi vida.

Le clavo las uñas en la espalda y los dientes en el cuello. Rodeo sus caderas con mis piernas y lo
atraigo hacia mí con una fuerza descomunal. Necesito olvidar, volver a enterrar los recuerdos
dolorosos para siempre. Intento,
Intento, juro que lo intento, pero no puedo evitar que una lágrima se
deslice por mejilla.

—Estoy congo —susurra inmóvil, clavado en lo más hondo de mí—. Te prometo que no dejaré
que nadie te haga daño.

Se aparta, sin importarle que mis dientes sigan clavados en su carne y me mira a los ojos. Sus dos
zafiros brillan con un senmiento que no conozco o simplemente no me atrevo a descifrar. De
pronto, ya no me importa que él esté delante, necesito soltarlo todo.
Un sollozo rasgado me ignora cuando trato de detenerlo. Quiere salir, desea ser oído. Es absurdo,
pero cierro los ojos y me escondo
e scondo en el hueco de su cuello. Aunque no puedo disfrutar de mi
santuario demasiado empo porque él echa las caderas hacia atrás y vuelve a hundirse en mí,
sacándome de mi escondite al alcanzarme con tanta precisión que me desplaza un poco en la
cama.

—Mírame —ordena, seco, brusco, volviendo a quedarse inmóvil.


Su mirada me paraliza y me llena de paz. No hay compasión en sus ojos, ni tampoco pena. Solo…
solo… No puedo ni quiero admir lo que veo en sus dos zafiros, porque si lo hago, esto, este
extraño acuerdo que nos manene unidos, habrá terminado,
terminado, y ahora
a hora mismo no puedo imaginarme
algo así. Sus manos recorren mis mejillas limpiando el rastro de humedad que han dejado las
lágrimas.

Sonrío con la boca pegada a sus labios, sin


s in senr la necesidad de decir nada, y levanto
levanto las caderas,
en un recordatorio mudo de lo unidos que estamos. Él gruñe y sigue mi ejemplo moviendo las
caderas y besándome para llevarme
llevarme a un lugar donde desaparece todo lo que no somos él y yo. LLee
acaricio la espalda arriba y abajo, explorando con delicadeza sus costados mientras se mueve
dentro de mí. Su lengua se retuerce en mi boca y no deja ni un milímetro sin explorar. Arqueo la

espalda despacio, rindiéndome al placer que gana intensidad de un modo imparable.


—Oh, Dios, Oliver —gimo.

—Mi nombre en tus labios es lo más sexy que he oído nunca —afirma adelantando las caderas,
embiséndome con fuerza.

Me retuerzo, gruño, y mi mente se pierde en una nebulosa generada por el éxtasis. Mis sendos se
intensifican, cada movimiento es más apasionado, cada sensación más potente que la anterior.

—¡Oliver! —grito agarrándome al cabecero de la cama, como si eso fuese a evitar que saliera
catapultada por el poder del clímax que está a punto de apoderarse de mí. Me estremezco y una
oleada de calor recorre cada célula de mi cuerpo—. ¡Oliver!

—Otra vez —ordena, tranquilame


t ranquilamente,
nte, bombeando, arrancándome el orgasmo a embesdas
certeras—. Dilo otra vez.

—¡Oliver! —grito y grito hasta quedarme sin aire en los pulmones.

Inspiro profundamente, aferrándome a la madera del cabecero con tanta fuerza que pierdo la
sensibilidad de los brazos.

—¡Otra vez! —brama apoyándose en los puños para poder


po der impulsarse con más fuerza—. ¡Otra vez,
Rach!

—¡Oliver! —La potencia de mi orgasmo es casi irresisble. Cada una de mis terminaciones
nerviosas echa chispas, se rompe y explota—. No puedo más —susurro.

Es como si él tuviese el control de mis orgasmos y dictara también su duración,


duración, como para
asegurarse de que no puedo caminar durante una semana cuando acaba conmigo.
—Sí puedes, y vas a aguantar mucho más que esto, te lo prometo —dice con la voz distorsionada,
como su rostro—. Oh, santo… ¡Joder! —Su cuerpo se queda bloqueado, pega la barbilla al pecho y
empieza a temblar de un modo que me parecería irreal de no ser porque estoy justo debajo de él,
absorbiendo cada una de las vibraciones. Suelto una mano del cabecero y la apoyo en su cuello
notando como lucha por tragar saliva y llenar sus pulmones de aire—. Me matas, Rach —murmura.

Se desploma sobre mi cuello y noto su aliento ardiente en la piel. No puedo contener la necesidad
de hundir mis dedos en el pelo de su nuca y acariciar su cabeza mientras él sigue respirando contra
mi piel. Y así, sin darme cuenta y con Oliver sobre mí, vuelvo a quedarme dormida.

Capítulo 15

Despierto desorientada y con la boca seca. Tardo varios segundos en darme cuenta de donde
estoy, y entonces compruebo que Oliver no está en la cama.

—Gregory, ¿qué hora es? —murmuro con los ojos cerrados, pero no recibo respuesta ya que no
estoy en mi apartamento—. Eres idiota, Rachel. Me levanto
levanto de la cama y busco mi ropa. El vesdo
está rado en el suelo, pero no encuentro los zapatos ni el bolso, y en él está mi teléfono. Al
asomarme a la ventana, compruebo que ya ha amanecido—. Joder, pues sí que he dormido. —
Suspiro. Aún no sé cómo me voy a enfrentar a Cox tras lo que pasó anoche. Me vio llorando, joder,
justo en medio de
de una de mis crisis, pero
pero lo que me asusta aú
aún
n más es, que se quedó
quedó conmigo, y
me consoló. Definivamente, nuestro acuerdo
acuerdo se está quedando ancuado. Estas no son el po de
cosas que hacen dos personas que simplemente se acuestan juntas.

Me pongo el vesdo y me peino con los dedos antes de salir de la habitación. Bajo la escalera de
punllas, sin hacer ruido. Quizá si me marcho antes de que me vea… Soy estúpida, lo sé. Tampoco
es que pueda huir de él. Vivo en su jodido edificio.

Encuentro mi bolso en el salón, sobre el sofá, y mis zapatos también. Me los pongo y saco el
teléfono de mi bolso para mirar la hora. Son las diez de la mañana. No me puedo creer que haya
dormido tanto. Supongo que años de horas de sueño atrasadas me han pasado factura, pero al
menos sé que durante las próximas semanas podré aguantar mejor durmiendo lo mínimo. Eso me
alegra.

Agudizo el oído al escuchar voces que provienen de la cocina. Es Oliver que habla con… ¿Una
mujer? Vale, tal vez lo de marcharme a escondidas no sea tan mala idea. Cuando llegue a casa le
mandaré un mensaje diciéndole que no quise interrumpirle
interrumpirle y listo. Eso me dará algo de empo
para armarme del valor que necesito para mirarlo a la cara.

Busco las llaves del apartamento en mi bolso, pero no las encuentro por ningún lado. Joder, para
una vez que pierdo algo y enen que ser justo las llaves en este momento. Reso
Resoplo
plo y decido dar la
cara. Tal vez Oliver sepa dónde están.

Camino hacia la cocina escuchando como las voces suben de intensidad y me asomo para mirar
hacia el interior. Oliver está vesdo únicamente con un pantalón de algodón que cuelga de sus
estrechas caderas mientras bebe de una taza, de lo que, a juzgar por el olor, juraría que es café,
mientras conversa
conversa con una chica muy guapa. Y cuando digo guapa es que lo es de verdad. Morena,
alta y de facciones marcadas. Viste con un pantalón vaquero ajustado, unos zapatos de tacón
alsimos y una blusa azul claro. Ella también está tomando café y parece muy cómoda apoyada
sobre la encimera.

Oliver mira en mi dirección pillándome in fragan y sus zafiros se clavan en mis ojos.

—Buenos días —susurra tras darle otro trago a su café.


café.

Entonces la chica repara en mi presencia y sus ojos se abren de par en par. Mira hacia Oliver y
nuevamente a mí.

—¿Dónde la tenías escondida? —pregunta con una sonrisa mirándome de arriba abajo.

Veo como Oliver pone los ojos en blanco y se gira para rellenar otra taza de café. La deja sobre la
encimera y me hace un gesto con la mano para que me acerque a cogerla.

—Yo… eh… —carraspeo y entro en la estancia—. Buenos días. No quiero interrumpir, pero no
encuentro mis llaves. ¿Sabes dónde están?

—Sí, siéntate y tomate el café. Ahora sirvo el desayuno —ordena señalándome el taburete que hay
frente a mí.

—No hace falta. Solo necesito las llaves —insisto.

—Rachel, siéntate a desayunar —su voz suena inflexible.

—De verdad que me tengo que ir. Yo solo…

—Rach —advierte.

—Vale, vale. Ya que nadie nos presenta, tendré que hacerlo yo misma —comenta la chica esrando
su mano hacia mí—. Te llamas Rachel, ¿verdad? Yo soy Loren. —Miro su mano con desconfianza,
pero decido cogerla.

—Encantada —susurro—. Oliver, mis llaves —mi insistencia provoca que un resoplido salga de sus
preciosos labios.

—Rachel, el desayuno. Siéntate. Mi hermana ya se va.

—¿Tu hermana? —Miro de nuevo hacia la chica y veo el parecido, pero ella carece de los dos
zafiros a modo de ojos que posee Cox.

—Sí, eso he dicho. Ahora siéntate a desayunar. —Pone un plato de tortas sobre la encimera, justo
al lado de mi café y me mira fijamente—. Rachel, no voy a volver a reperlo.

Resoplo y me acerco perdiendo la paciencia. Me bebo el café de un par de tragos y dejo la taza
vacía de nuevo en su lugar.

—Estoy servida. Ahora mis llaves —exendo mi palma hacia arriba y veo como Oliver arruga el
entrecejo.

—No vas a salir de aquí hasta que no comas. Tú misma. —Apoya la cadera en la encimera y bebe
de su taza relajado.
—Oliver —siseo.

—Desayuna —ordena.

—Primero mis llaves. —Sigo con la mano extendida. Tras unos segundos en los que nuestras
miradas batallan en un duelo a muerte, resopla y se acerca al frigorífico, abre la puerta del
congelador y saca las llaves de su interior—. ¿El congelador? ¿En serio? Muy maduro por tu parte,
Cox —murmuro.

Me lanza las llaves que cojo al vuelo y señala de nuevo el plato.

—Ahora desayuna, Rachel.

—No tengo hambre, pero gracias de todos modos.

Un nuevo bufido sale de sus labios. Me mira y su expresión se suaviza.

—Por favor —pide.

—¡Madre mía! —exclama su hermana. ¿Loren se llamaba? Ni siquiera recordaba


recordaba que estaba aquí—
. Oliver Cox pidiendo las cosas por favor. Si no lo escucho yo misma, no lo creo.

—Lárgate, Loren —escupe Oliver fulminando a su hermana con la mirada.


—De eso nada, hermanito. —Se apoya en su hombro desnudo y dirige su mirada hacia mí—. Tráela
a casa esta noche.

Oliver me mira también y una de sus comisuras se alza. No sé qué está pasando, pero esto no me
gusta nada.

—Vale, yo ya tengo que irme —informo.

—Oh no, señorita —dice la chica caminando hacia mí sobre sus altos tacones. Sujeta mi brazo y me
gira para mirarme de frente. Tengo que alzar la cabeza para ver su cara. Es tan alta como su
hermano, al menos con los tacones puestos—. Esta noche cenamos todos en casa. Ya sabes, por
Acción de Gracias. Aunque tú eres inglesa, ¿no? Por tu acento lo pareces. —Asiento y ella sonríe de
oreja a oreja. Parece que no todos los Cox enen miedo a mostrar los dientes—. No sé si lo
celebras o no, pero enes que venir. Nosotros vamos a estar allí para el almuerzo y después ayudar
a mamá a preparar el pavo, pero me conformo con que mi hermano y tú lleguéis para cenar.

—Eh… Yo… No creo que… —miro a Cox pidiendo ayuda, pero él únicamente nos observa mientras
sigue dándole sorbos cortos a su café—. Gracias por la invitación, pero no puedo.

—Irá —afirma Oliver sorprendiéndome.

—No, no iré —replico asesinándole con la mirada.

—Señorita Taylor, ¿nunca le han dicho que es de mala educación rechazar una invitación de
alguien a quien acaba de conocer? —replica con sus zafiros riendo a más no poder.

Me cruzo de brazos y alzo una ceja en su dirección.


—Señor Cox, ¿nunca se ha planteado que forzar a alguien a hacer algo que no quiere es de muy
mal gusto y una reverenda putada?

Loren ríe y da una palmada muy emocionada.

—Oh, esto va a ser diverdo. Estoy deseando que llegue la cena —comenta con entusiasmo.

Se acerca a su hermano y le da un beso en la mejilla antes de recoger su bolso y echar a caminar


hacia la salida, pero al pasar a mi lado, me sorprende deteniéndose y abalanzándose sobre mí para
abrazarme. Me quedo paralizada y no respondo. ¿Por qué me abraza esta chica? Ni siquiera me
conoce.

—Loren, suéltala ya. La estás asustando —advierte Oliver.

La chica se aparta de mí y vuelve a sonreír de oreja a oreja.

—Nos vemos esta noche —canturrea levantando su mano como despedida mientras se marcha
hacia la salida.

—Desayuna —repite Oliver en cuanto escuchamos la puerta principal cerrarse.

—Oliver, no me jodas. No voy a ir a cenar con tu familia.


—Sí vas a ir. Mi hermana te ha invitado, y ahora mismo estará hablando por teléfono con mi
madre, así que ya no hay vuelta atrás. No puedo presentarme en su casa sin  o me harán ir a
buscarte, aunque sea a pie.

—Esto no forma parte del puto acuerdo ni por asomo.

—Obsoleto —señala indicándome que me siente. Al ver que no me muevo, vuelve a fruncir el
ceño—. Tienes diez jodidos segundos para sentarte. Te juro que, si no lo haces, yo mismo pondré
tu precioso culo en el taburete, pero antes te lo dejaré tan rojo que todas y cada una de las veces
que te sientes durante el próximo mes, mi cara será lo único que veas en tu mente. —Su amenaza
me resulta diverda. Alzo una ceja en su dirección y sonrío provocándole —. ¿Te estás riendo de
mí? —inquiere caminando hacia donde estoy de manera lenta, como un jodido león a punto de
abalanzarse sobre su presa. Retrocedo al mismo empo que el avanza, pero no dejo de mirarle a
los ojos. A él también le parece diverdo, aunque no lo admita, sus zafiros no mienten—. Rachel…
Ven… Aquí… Ahora.

Niego con la cabeza y sus ojos brillan con la palabra desao escrito en ellos. Antes de que pueda
darme cuenta, ya se ha abalanzado sobre mí, así que hago lo que cualquier mujer sensata haría,
echó a correr. Escucho
Escucho sus pasos fuertes a mi espalda, pero no me detengo. Llego al salón y rodeo
el sofá usándolo como escudo.

—Oliver, detente —ordeno señalándole con el dedo índice. Intento mantenerme seria, pero se me
escapa la risa. Veo como se acerca por un lado y yo huyo, por el contrario. Parecemos dos críos
jugando al pillapilla
pillapilla alrededor del sofá—.
sofá—. No puedes pegarme.

—No voy a pegarte. Solo te dejaré el culo como la bandera de china.


—Es de Japón —le corrijo huyendo nuevamente.
—Eso después. Antes va a quedar del color de la puta bandera china —sisea.

Empieza a correr hacia mí y yo cambio de dirección en el úlmo


úl mo segundo y subo las escaleras
e scaleras
corriendo, pero obviamente correr no es lo mío y acabo tropezando y cayendo de bruces a medio
camino. Antes de que consiga levantarme de nuevo, Oliver me sujeta y se coloca sobre mí
inmovilizándome.

—Oliver, por favor —suplico entre risas.

Sus comisuras se elevan y vuelvo a ver esos dientes blancos y relucientes que tanto se empeña en
ocultar.

—Sí, suplica. Te aseguro que te va a hacer falta —amenaza, pero sé que está bromeando. Oliver no
sería incapaz de hacerme daño.

El impacto de esa revelación


revelación me deja sin aliento y mi estómago se retuerce dando un vuelco. “No
sería capaz de hacerme daño” Lo sé.
s é. Creo firmemente en ello, y eso solo puede significar una cosa,
aunque no quiera admirlo en voz alta, cono plenamente en Oliver Cox. Es aterrador.

∞∞∞

Todo eso de confiar plenamente en Oliver… Lo rero. Lo rero por completo. Este hombre en un
maldito sádico y un bastardo retorcido. No sé cómo he dejado que me vuelva a engatusar para
subirme al maldito coche, pero aquí estoy, hipervenlando de nuevo e intentando controlar el
inminente ataque de pánico.

—Te odio. Te odio profundamente —susurro cerrando los ojos con fuerza.

Siento su mano sobre mi muslo y resoplo. Ni siquiera puedo aferrarme a él como hice la úlma
úl ma vez,
ya que en esta ocasión es él quien conduce, un Masera deporvo de color rojo. Si no estuviese
tan aterrada, hasta haría bromas con el dichoso color.

—Solo respira, Rach. Ya estamos llegando —susurra.

—Dijiste eso hace más de media hora, joder —farfullo.

—No esperaba que hubiese tanto tráfico. Es por el desfile de Acción de Gracias, pero te prometo
que ya no falta mucho. Concéntrate en respirar profundamente.

Hago lo que me dice, porque… ¿Qué otra


o tra cosa puedo hacer? Estoy encerrad
encerradaa en este maldito
agujero.

Sigo intentando controlar mi respiración durante


durante varios minutos más, hasta que siento como el
coche se deene. Abro los ojos y compruebo que estamos parados en mitad de un barrio
residencial. No sé dónde exactamente, pero tampoco me importa.

—Déjame salir —ordeno con ansias. Las puertas se abren y salgo del coche tropezando
tropezando y casi
cayendo de bruces.
Me incorporo y apoyo mi espalda contra la carrocería del deporvo cogiendo aire con fuerza.
—Esta vez lo has hecho mucho mejor —comenta Oliver deteniéndos
deteniéndosee a mi lado tras salir
s alir del
vehículo.

—En serio, un día de estos….

—Lo sé, te harás unos pendientes con mis pelotas —me interrumpe.

Alzo la mirada frunciendo el ceño y clavo mi dedo índice en su pecho.


—Y una garganlla con tu polla —añado.

Una sonrisa ra de sus labios y puedo ver sus perfectos


perfectos dientes blancos. El muy cabrón es
increíblemente
increíblemen te guapo, y hoy aún más. Nunca lo había visto vesr con otra cosa que no fuese uno
de sus trajes hechos a medida, pero Oliver Cox en pantalones vaqueros y camisa negra, es un
jodido orgasmo visual.
visual.

—¿Te encuentras mejor? —pregunta colocando su mano en mi mejilla para mirarme a la cara.

Asiento y me aliso el jersey de cuello vuelto, sacudo mis vaqueros ajustados y tomo una úlma
profunda bocanada de aire.
a ire.

—No sé qué demonios estoy haciendo aquí, Cox. ¿Cómo me has convencido para hacer esto?
Se encoge de hombros, entrelaza su mano con la mía y ra de mí para empezar a caminar. Mis
tacones resuenan en el camino empedrado que lleva a una bonita casa color ladrillo. Es grande,
aunque no parece muy lujosa. Un par de pequeños balcones dan a la calle y las ventanas son de
color blanco. Subimos los cinco escalones hacia un pequeño porche en la entrada y Oliver toca con
los nudillos en la puerta de madera blanca.

Se escuchan voces en el interior y desde aquí puedo disnguir un delicioso aroma a comida casera.
La puerta se abre y la hermana de Oliver nos mira sonriendo.

—Ya habéis llegado —dice con entusiasmo—. Genial, pasad. El pavo ya está en el horno.

Entramos a una casa decorada a base de madera y colores claros que transmiten muchísima paz.

No sé por quéte
completamente
completamen pensé que volvería
equivocada. Lorenase
verhace
los dichosos colores
con nuestros rojo yque
abrigos, negro, pero estaba
ni siquiera nos hemos
puesto, y los guarda en un pequeño armario que hay en la entrada, después se gira hacia su
hermano y lo besa en la mejilla antes de hacer lo mismo conmigo.

Esta chica es realmente encantadora


encantadora y muy risueña. Si no fuese por su parecido sico, no me
creería que sean hermanos.

—¿Dónde está mamá? —pregunta Oliver sin soltar mi mano.

—En la cocina —contesta ella.

—¿Y tu marido?

La mirada de Loren se estrecha y frunce el ceño. Vale,


Vale, ahora el parecido entre los dos es
perfectamente visible.
—Está en la sala de estar. Y no sé qué demonios os ha pasado a vosotros dos, pero ya lo estáis
resolviendo. Es Acción de Gracias, hermanito. Nada de discusiones ni problemas.

—Si no te hubieses casado con un imbécil, no habría discusiones ni problemas —señala Oliver.

—Oli, te recuerdo que el imbécil con el que me casé es tu mejor amigo, así que no te pases de
listo.

Oliver resopla y veo como Paul viene hacia nosotros sonriendo, como es habitual en él. No tenía ni
idea de que él estaría aquí esta noche.

—¿Quién es el imbécil? —pregunta el recién llegado rodeando con su brazo la cintura de Loren.

—Tú —contesta Oliver en tono seco.

Loren pone los ojos en blanco y señala


s eñala a Paul.

—Rachel, creo que ya conoces a mi marido, ¿verdad?

¿Su marido? ¿Paul es el cuñado de Oliver?

—Sí que lo conoce, y nada más hacerlo, intentó flirtear con ella —contesta Olive
Oliverr por mí.

Loren vuelve a rodar los ojos. Creo que hace eso a menudo.

—Menuda novedad. Él flirtea con todas —murmura, pero la forma en la que lo mira demuestra
que eso no es algo que le moleste en absoluto.

—Me alegra verte, Rachel —me saluda Paul.

—Igualmente —contesto algo cohibida.

Llevo un buen rato intentando soltar mi mano de la de Oliver, pero él me sujeta fuerte para que no
la aparte. Decido darme por vencida, pero justo en ese momento un crío de unos cuatro o cinco
años viene corriendo hacia nosotros y se lanza a los brazos de Oliver,
Oliver, obligándole a soltarme para
poder sujetarlo.

—¡Tío Oliver! —grita el chiquillo abrazándose al cuello de Cox.

Veo como Oliver lo aparta y una enorme sonrisa se dibuja en su rostro mostrando esos dos
hoyuelos en la parte superior de sus mejillas al mirar al niño.

—Has crecido, chaval —comenta esrando sus brazos para alzarlo sobre su cabeza. El chiquillo ríe a
carcajadas y Loren los mira haciendo muecas.

—Oliver, deja de hacerle eso o terminará vomitándote encima —advierte.

Lo baja de inmediato, pero no lo deja en el suelo, lo sujeta a su costado apoyando el peso del niño
sobre su cadera y se gira hacia mí sin dejar de sonreír.

¡Madre del amor hermoso! Oliver Cox con su pose rígida y seria es lo más sexi que he conocido,
conocido,
pero sonriéndole a un chiquillo moreno y de ojos castaños le da un aire
a ire tan dulce y erno…
—Rachel, este es el pequeño de la familia, Mathew. —El niño esra su mano hacia mí enseñando
su dentadura incompleta y no puedo hacer más que sonreír. Es una monada.

—Encantada,
—Encantada, Mathew
M athew —digo cogiendo su mano.

—Tío Oliver, ya soy grande —señala el crío.

—Cierto. —Oliver asiente dándole la razón—. Tus padres estarán deseando que te marches de
casa.

Loren niega con la cabeza al ver a su hijo reír y Paul sonríe abiertamente.

—¿Por qué nadie contesta? —Una señora morena vesda con un delantal negro aparece de pronto
y sonríe mirando a Oliver. Supongo que será su madre, aunque parece muy joven—. Hola, cariño,
ya has llegado. —Él deja al niño en el suelo y acepta el abrazo de su madre depositando un beso en
lo alto de su cabeza. Cuando
Cuando se separan, la señora me mira, más bien me repasa con la mirada de
los pies a la cabeza. No sé por qué, pero me pongo nerviosa. Nunca he conocido a la madre de mi…
no sé qué, pero de lo que sea que seamos Cox y yo—. Tú debes ser Rachel —murmura—. He oído
hablar mucho de . —Clavo mi mirada en Oliver y él se encoge de hombros—. Oh, no, mi hijo no
ene nada que ver en eso —aclara.

—Mi hermana es una colla —señala Oliver.

—Un placer conocerla, señora Cox —digo extendiendo mi mano.

Ella la mira y niega con la cabeza.

—Llámame Sophia, y en esta casa no se saluda así. —Se abalanza sobre mí abrazándome al igual
que hizo su hija esta mañana.

—Mamá, por Dios —se queja Oliver.

Sophia me suelta y sonríe de oreja a oreja.

—No he hecho nada malo —le dice a su hijo—. Para una vez que traes una chica a casa, tengo que

aprovecharlo.
—Ya me estoy arrepinendo —farfulla Oliver ganándose un manotazo en el brazo de su madre—.
¡Mamá!

—Esos modales, jovencito. Parece que no te dieron educación. —Oliver resopla y veo como Loren
y Paul intentan aguantarse la risa. Me gusta esta mujer. No es para nada como esperaba. Imaginé
que el señor Cox vendría de una familia pija de esrados, pero es todo lo contrario. En esta casa se
respira ambiente familiar y mucho cariño. Algo que yo nunca tuve en mi infancia—. Pero, entrad.
No os quedéis en la puerta. —Sophia enlaza su brazo
brazo con el mío arrastrándome al interior de la
casa—. ¿Te gusta el pavo, Rachel?

—Sí, señora —contesto.

—Deja lo de señora, muchacha. Me haces senr vieja.


—No era mi intención —contesto con una sonrisa sincera.
Entramos en la sala de estar y Paul llega con un par de cervezas, le ende una a Oliver y se dirige a
mí.

—Ella no bebe —dice Oliver.

Paul me mira y yo niego con la cabeza.

—¿Agua, refresco? —pregunta.


—Cualquiera me sirve, gracias —contesto sentándome
—Cualquiera sentándome en el sofá donde Sophia me indica. Ella lo
hace a mi lado y se me queda mirando fijamente.

—Dios santo, muchacha, eres una preciosidad —susurra. Se peina el flequillo de su cabello corto y
oscuro con los dedos y vuelve a sonreírme—. ¿Qué demonios le has visto tú a mi hijo?

—Mamá —advierte Oliver.

Río por la forma en la que ella lo ignora haciéndole un gesto con la mano.

—Pero cuéntame —insiste Sophia—, eres inglesa, ¿cierto?

Asiento y acepto la lata de refresco que me ende Paul, quien ha vuelto a entrar en la sala con su
hijo en brazos.
—De Londres, pero mi madre es americana.

—¿Hace mucho que vives en Nueva York?

—No. En realidad, no vivo aquí. Solo vine de manera temporal, por trabajo. Vivo en Los Ángeles.

—¿Trabajas en Cox Tech con Oliver y Paul?

Miro a Oliver y sus zafiros me sonríen.

—No, trabajo para otra empresa, pero ahora mismo estamos colaborando con Cox Tech en un
proyecto.

—Rachel es ingeniera —informa Paul.


—Igual que Oliver —señala Sophia sonriendo.

¿Oliver es ingeniero? ¿Por qué no lo sabía? Lo miro de nuevo y él se encoge de hombros dándole
un trago a su botellín de cerveza.

—Es mucho mejor que él —se mete de nuevo Paul—. Rachel es una de las mejores ingenieras del
país, Sophia. Tu hijo está intentando ficharla para Cox Tech a como dé lugar.

Veo como la mirada de Oliver cambia al escuchar a Paul. Ambos se miran, como si tuviesen ganas
de empezar una pelea.

Durante la siguiente hora, recibo cientos de preguntas por parte de Sophia y de Loren. Algunas las

contesto
puedo. Lacon sinceridad empieza
conversación y otras, las relacionadas
a dar con la familia
un giro dramáco cuandoy mi pasado,
Sophia me las esquivosi como
pregunta tengo más
familia aparte de mis padres, aunque por suerte, Oliver acude en mi ayuda cambiando de tema
radicalmente. Poco después, todos ayudamos a poner la mesa mientras Sophia se encarga de
servir la comida.

Capítulo 16

Tras la deliciosa cena en la que Sophia y Loren siguieron interrogándome y todos tuvimos que
aguantar las constantes pullas que se lanzaban Oliver y su hermana, tomamos café en la sala de
estar. Yo decidí salir al pao trasero a respirar un poco de aire fresco mientras la familia Cox al
completo seguía conversando.

Estoy sentada en los escalones, revisando mi teléfono,


teléfono, completamente ensimismada,
ensimismada, cuando
escucho unos pasos a mi espalda. Me giro y veo a Oliver caminar hacia mí.

—¿No enes frío? —pregunta sentándose justo detrás de mí, deja el botellín de cerveza que ene
en la mano a su lado en el escalón, y me abraza por la espalda. Al principio pienso en apartarme,
pero entonces siento su aliento en mi cuello y me doy cuenta de que se siente demasiado bien
como para renunciar a ello. Niego con la cabeza y apoyo mi nuca en su pecho sin apartar la vista
del aparato—. ¿Qué haces?

—Estoy revisando el diagnósco del sistema de Gregory —contesto.

—¿Tiene algún problema?

—Al parecer no, pero ayer, cuando llegué al apartamento, estaba desconectado. No tengo ni idea
de qué fue lo que pasó.
pasó .

—¿Has comprobado si hay algún error de soware? —Asiento—. ¿Un virus, tal vez?

—Imposible. Lo he revisado todo varias veces.

—¿Te has planteado que quizá solo haya sido un bajón de tensión? —Miro hacia atrás y frunzo el
ceño—. Has montado un taller de ingeniería industrial en una habitación que no está ni por asomo
preparada para algo así. No sería de extrañar que pasara algo así. ¿Eso podría provocar que
Gregory se desconectara?
desconectara?
—Es posible —murmuro volviendo a mirar mi teléfono.

—Pues ahí enes una posible aclaración a tus dudas. —Antes de que pueda reaccionar, me quita el
teléfono de las manos y lo guarda en su bolsillo—. Deja eso. Olvídate de las máquinas un segundo
y disfruta de los seres humanos.

—La mayoría de las veces las máquinas son mejores que las personas —replico, pero no rechazo su
abrazo cuando siento sus brazos rodeando mi cintura. Respiro profundamente y miro hacia el
frente—. Debió haber sido genial crecer en un lugar como este.

—No lo sé, yo no crecí aquí —responde encogiéndose


encogiéndose de hombros. Me muero de ganas de
preguntarle dónde creció, pero obviamente
obviamente no lol o hago. Si empezamos a hablar de cosas
demasiado personales, la situación podría írseme rápidamente de las manos—. Rach, puedo ver
los engranajes de tu cabeza funcionar a toda velocidad. Si quieres decirme o preguntarme algo,
simplemente hazlo.

Me giro hacia atrás para mirarlo y alzo una ceja.

—Empieza a ser bastante molesto que me leas el pensamiento de esta forma.

—Me encantaría hacerlo, pero apenas soy capaz de leer superficialmente tus reacciones.
—Créeme, no quieres estar en mi cabeza —murmuro girándome de nuevo hacia delante.

—¿Qué es eso que quieres preguntarme?

—No enes por qué responder si no quieres.

—De acuerdo, dispara.

—Dices que no creciste aquí. ¿Dónde lo hiciste?

—En un lugar no tan bonito, y ni por asomo tan tranquilo como este. —Suspira y tras un buen rato
en silencio, cuando creo que ya no va a decir nada más, sigue hablando—. Mi padre murió cuando
yo tenía doce años. Cáncer. Tras su muerte, solo nos quedó un montón de deudas que pagar. —
Quiero seguir preguntando, pero sé que no debo hacerlo. Me estoy meendo en un terreno
pantanoso—. Rach, te salen humo por las orejas.

Miro de nuevo hacia atrás y frunzo el ceño.

—En serio, es muy molesto —afirmo. Una sonrisa se dibuja en su rostro dejándome
dejándome apreciar de
cerca los dos hoyuelos que adornan sus mejillas—. ¿Por qué nunca sonríes? —pregunto sin pensar.

—Sí lo hago. Cuando tengo movos.

—¿Necesitas más movos? —Hago un gesto con mi brazo señalando a mi alrededor y él se encoge
de hombros—. Tienes una madre que te adora, una hermana que es asquerosamente encantadora
encantadora
—su sonrisa se amplía y niega con la cabeza—, Paul…
Paul… Bueno, es Paul, y ese niño te idolatra. ¿De
verdad no sabes lo afortunado que eres?

Me pega más a su cuerpo colocando la barbilla sobre mi hombro y le escucho suspirar.

—No todo lo que reluce es oro. Supongo que enes razón y soy un afortunado, pero no siempre ha
sido así. —Un nuevo silencio se interpone entre los dos. Esta vez sí que no voy a preguntar nada
más—. Pasamos unos cuantos años muy duros —connúa sorprendiéndome—. Mi madre no era
capaz de pagar todas las deudas que dejaron las facturas médicas de mi padre con su trabajo como
camarera —suspira nuevamente y yo me quedo muy quieta, guardando silencio para no
interrumpirlo—. Nunca
Nunca pasamos hambre. Mamá jamás lo permió, pero sí estuvimos a punto de
perder la casa. No es que fuese gran cosa, pero era nuestro hogar. Entonces ella encontró un nuevo
trabajo. Tenía que trabajar por las noches y yo cuidaba de Loren. Una noche despertó llorando.
Estaba ardiendo en fiebre. Entonces yo tenía quince años y ella once. Me asusté mucho. Dejé a
Loren con una vecina y fui a buscar a mi madre. Llegué al lugar donde trabajaba, se supone que era
un restaurante de esos que están abiertos toda la noche, pero no era así. —Escucho como traga
saliva con dificultad e insnvamente entrelazo sus dedos con los míos en mi abdomen—.
a bdomen—. La vi
con uno de sus clientes. Mi madre estaba vendiendo su cuerpo para poder sacarnos adelante a mi
hermana y a mí.

—Mierda —murmuro sorprendida.

—No te imaginas cuánto. Solo hizo falta que mi cerebro se diera cuenta de lo que estaba pasando
para que le diese la orden a mis piernas de echar a correr. Estaba destrozado. No podía creer que
eso fuese real. Volví a casa y por suerte Loren ya se encontraba mejor. Mi madre no supo que
había estado esa noche en el antro en el que trabajaba.
t rabajaba.

Me quedo en silencio, intentando asimilar todo lo que acaba de confesarme. ¿Su madre fue
prostuta? ¿Hasta qué punto puede esa información
información trastornar la vida de un crío de quince años?

—Deberías estar orgulloso de ella —susurro sin pensar—. Hizo lo necesario para manteneros a
salvo.

—Lo sé, y lo estoy, de verdad, pero no fue fácil para mi yo de quince años asimilar algo así. Nunca
se lo dije a Loren.
L oren.

—¿Y a tu madre?

—No, pero de alguna manera ella intuyó que lo sabía. Yo cambié. Antes era un chaval como
cualquier otro, salía con mis amigos, con alguna chica, pero desde esa noche nada fue igual. Algo
dentro de mí se jodió y mi única prioridad era sacar a mi madre de es
esee maldito sio. Programar
siempre se me dio bien. En el instuto me tenían como un pequeño genio de la informáca. Ya
había empezado a crear Smasher, pero hasta ese momento nunca me lo había tomado en serio.
Crear y perfeccionar ese videojuego se conviró
conviró en una obsesión para mí. Empecé a estudiar día y
noche. Sacaba las mejores notas y cada minuto libre que tenía lo usaba para seguir trabajando en
Smasher. Mi objevo era triunfar, tener el dinero suficiente para que mi madre no necesitara hacer
nada más, ni trabajar,
trabajar, ni… Bueno,
B ueno, lo que hacía.

—Y lo conseguiste. —Acaricio su antebrazo con las puntas de mis dedos y cuando siento de nuevo
sus labios sobre la piel de mi cuello, esro el otro brazo hacia atrás y hundo mis dedos en el pelo
de su nuca—. Ahora que ya lo has hecho. ¿Por qué sigues
s igues trabajando como si no hubiese un
mañana? Deberías intentar disfrutar de las cosas buenas de la vida.

—¿Como haces tú? —inquiere clavando sus dientes en mi cuello.

—Yo no soy un buen ejemplo para nadie —comento encogiéndome de hombros.

—Creo que ya no sé vivir de otra manera, Rach. Me esforcé tanto en trabajar para ayudar a mi
familia, que ahora se ha converdo en una costumbre, en una forma de vida. Cox Tech es lo más
importante para mí.

Le suelto el cuello y veo como recupera su cerveza para darle un trago. Sin pensarlo, me giro y le
quito el botellín llevándomelo a la boca. Oliver alza una ceja sorprendido y me encojo de hombros
devolviéndole su bebida.

—Acabo de faltar a una promesa —susurro haciendo una mueca.


—¿Puedo preguntar? —Tira de mi rostro para mirarme a los ojos y yo suspiro.
Joder, sabía que estaba caminando sobre fuego y que terminaría quemándome. No puedo decirle
Joder,
que no. Este hombre acaba de abrirse en canal ante mí. Lo justo sería que yo también le diera algo.

—Le prome a mi madre que no volvería a beber —confieso tras resoplar—. Hace unos años, mi
terapeuta, me recetó unas pasllas para dormir. Creí que, quizá tomándolas, no tendría pesadillas,
pero no funcionaron. Seguía teniéndolas, pero me era más dicil despertar,
despertar, así que dejé de
tomarlas. —Un nuevo resoplido sale de mis labios mientras nuestras manos unidas se rozan en una
leve caricia—. Un empo después, una noche estaba desesperada. Llevaba casi una semana sin
pegar ojo, así que decidí tomarlas de nuevo, pero las acompañé con una cerveza.

—¿Pasllas y alcohol? Eso no es algo muy sensato.

—Nadie dijo que yo lo sea. Resulta que el efecto de las pasllas no fue el esperado. Al mezclarlas
con alcohol, funcionaron a la inversa. Estuve como un búho durante casi veincuatro horas.
Descubrí una forma de mantenerme despierta y centrada durant
durantee días seguidos.
s eguidos. Pero como podrás
imaginar, no salió nada bien.

—¿Te volviste adicta a las pasllas?

—No llegué a eso. El cuerpo humano ene un límite y yo lo rocé de manera muy peligrosa.
Recuerdo estar en el sótano de mi casa, en el taller, trabajando. Empecé a encontrarme mal y perdí
la conciencia. Mi madre llegó una hora después. Fue Gregory quien la avisó.

—Dios, Rach —susurra en mi oído—. ¿Por qué te haces esto a  misma? ¿Qué es lo que ocurre en
esas pesadillas para que arriesgues tu vida solo por no quedarte dormida?

—Oliver, no —contesto envarándome.

Lo escucho suspirar y sus brazos se aferran con fuerza alrededor de mi cuerpo.

—No voy a presionarte. Te lo prome, pero me gustaría que confiaras en mí. Aunque no sea ahora,
pero algún día.

—¿Algún día? —Miro hacia atrás girándome levemente—. En dos meses volveré a Los Ángeles,

Oliver. Esta… Lo que sea que haya entre nosotros ene fecha de caducidad.
Está a punto de contestar
contestar cuando vemos llegar a su sobrino corriendo.
corriendo. Le ende una tableta
electrónica a su o y le sonríe
so nríe enseñando su dentadura incompleta.

—Tío Oliver, mamá dice que me arregles la tableta.

—Dile a tu madre que no soy el encargado de mantenimien


mantenimiento
to —señala Oliver frunciendo el ceño.

Golpeo su hombro con mi mano, y tras arrebatarle la tableta, me giro hacia el crío y sonrío.

—No le hagas caso a tu o. Yo le echaré un vistazo. ¿Tienes herramientas? —le pregunto a Oliver.

—Sí, vamos —farfulla levantándose y rando de mi mano.

Entramos de nuevo en la casa y nos unimos a los demás en la sala de estar.


estar. Oliver me trae un juego
de herramientas de precisión y empiezo a desmontar la tableta.
¿Puedes arreglarla? me pregunta el pequeño Ma mirando fijamente lo que estoy haciendo.

—Vamos a intentarlo —murmuro. Oliver también se acerca para mirar el corazón de la máquina
sobre mi hombro. No hay mucha visibilidad, así que decido acudir a Gregory, pero no encuentro mi
teléfono—. Oliver, ¿enes tú mi móvil?

—¿Qué?

Pongo los ojos en blanco y yo misma meto la mano en su bolsillo y recupero


recupero mi teléfono. Con solo
tocar un botón, accedo al programa de Gregory.

—¿Gregory?

—¿En qué puedo ayudarte, Rachel? —pregunta al instante.


instante.

Puedo escucharlo por el altavoz del teléfono.


teléfono. Le hago una foto al interior del aparato y lo dejo a un
lado.

—Accede a la galería de fotos de mi móvil. Acabo de añadir la imagen de la placa base de una
tableta electrónica.
electrónica. Busca modelo y marca y accede a los planos de fabricación.

—La tableta es de fabricación china, Zhangjisu. —Miro hacia Oliver y compruebo que está
fulminando con la mirada a su hermana.

Tengo que contener una sonrisa cuando ella se encoge de hombros como si nada. Está comprando
productos de la competencia, pero no se siente culpable en absoluto. Me encanta esta chica.

—¿Los planos son públicos? —le pregunto a Gregory ignorando la guerra de miradas entre los dos
hermanos.

—Sí, enseguida los descargo.

—Déjalo, Rachel. Mañana le traigo una tableta nueva a Ma. Una de las nuestras y no de nuestros
mayores compedores —sisea.

En ese momento mi teléfono se ilumina y compruebo que Gregory ya ha conseguido lo que


necesito.

—Gracias, colega —murmuro abriendo los planos. Los estudio durante unos segundos y no tardo
en encontrar el problema.

—Rach, he dicho que lo dejes —Oliver intenta coger la tableta, pero le doy un manotazo.

—No toques y deja de respirarme en el cuello. No puedo trabajar así.

—Pues déjalo de una vez.

—Ya está casi —susurro puenteando dos de los cables. En solo unos segundos, vuelvo a montar el
aparato y lo enciendo.

—¡Lo has arreglado! —grita el chiquillo dando saltos al ver cómo se ilumina la pantalla.

Se la entrego y recibo a cambio una enorme sonrisa y un sonoro beso en la mejilla. Se ve que lo de
ser cariñosos es cosa de toda la familia. De todos menos de Oliver, aunque… Hoy se está
comportando de manera muy erna y cariñosa. Sinceramente,
Sinceramente, no sé si eso me gusta. Ahora mismo
no tengo muy claro qué es lo que estamos haciendo. Se supone que solo iba a ser sexo, pero aquí
estoy, en su casa, con su familia, arreglando la tableta de su sobrino y confesándole vivencias de mi
pasado justo después de escuchar las suyas. Las cosas se están descontrolando y ya no sé qué
hacer para devolverlas a su cauce. Aunque pensándolo bien, no sé si quiero que vuelvan.

Capítulo 17

Tras esa cena con la familia Cox, algo cambió en el acuerdo, relación, o lo que sea que tengamos
Oliver y yo. Lo poco o mucho que he dormido en este mes, no lo he hecho sola, y eso es porque
Oliver práccamente se ha mudado a mi apartamento. Intenté evitarlo, incluso llegué a exigirle
que me diera su llave para que no pudiese entrar y salir cuando le diese la gana, pero obviamente
nada de eso funcionó.

Aparte de inflexible y pesado de cojones, Oliver Cox también es un cabezota sin remedio. Cuando
algo se le mete entre ceja y ceja, no hay quien le haga cambiar de idea. Mi única opción ha sido
llegar a un nuevo acuerdo que consiste en que él puede quedarse a dormir siempre que quiera, a
no ser los días en los que yo quede con Damon y Shana para nuestras sesione
sesioness de pizza y Smasher.
Smasher.
Él aceptó y yo me aprovecho de ello hasta tal punto que creo que mis amigos están cerca de
renegar de mí. Pero es que los necesito, preciso de esas noches alejada de Oliver, veladas en las
que no como las deliciosas y sanas cenas que prepara o en las que no duermo como mínimo ocho
horas porque él me obliga a permanecer en la cama. Me hace falta esa distancia para seguir
manteniendo el control y no admir que cuando me vaya, lo voy a echar
e char de menos, a él y a todas
esas cosas que me obliga a hacer.

—Se supone que enes que cargarte al bicho, no a mí —le dice Damon a Shana.

Hace más de dos horas que estamos jugando aprovechándonos


aprovechándonos de que mañana es sábado y ellos
no enen que trabajar. Gracias a su presencia esta noche en mi apartamento, he esquivado una
invitación a cenar del señor Cox. Ese es otro de los cambios en nuestro acuerdo,
acuerdo, ahora salimos a
cenar a menudo, y la semana
s emana pasada me sorprendió llevánd
llevándome
ome al teatro. En serio, tengo que
hacer algo para detener esto.

—Ya me estoy cargando al bicho —señala Shana, se gira hacia Damon olvidándose totalmente de
la parda y lo besa en los labios—. A mi bicho nerd preferido.

Damon sonríe y responde a su beso embobado.

—Sois asquerosamente monos —me burlo desde mi lugar en el otro sofá.

Ellos se apartan y Damon me alza el dedo corazón sin dejar de sonreír. Río, pero no puedo evitar
pensar que en menos de un mes ya no podré disfrutar de estas
estas noches, y realmente las voy
voy a
echar de menos. Nunca había tenido dos amigos, al menos no de carne y hueso.

Le quito el mando de las manos a Damon y connúo yo la parda mientras él se queja en broma.
Estamos riendo a carcajadas cuando escucho como la puerta se abre. Solo cierro los ojos con
fuerza porque sé perfectamente
perfectamente quién es, y se supone que no debería estar aquí.
—Rach, he pensado que… —Escucho su voz y abro los ojos.
o jos. Oliver está de pie junto a la puerta, con
la corbata a medio desabrochar y sus zafiros reflejan la sorpresa por ver a mis dos amigos con la
mirada clavada en él—. Creo que vengo en mal momento —susurra haciendo una mueca.

Me levanto de un salto y camino hacia él con una sonrisa fingida en los labios.

—Señor Cox, ¿qué hace aquí? No lo esperaba —siseo.

Oliver entrecierra los ojos adoptando su pose seria habitual y niega con la cabeza.

—No voy a entrar en tu juego —advierte—. He pasado cuatro horas en una reunión infernal
infernal con la
direcva de la empresa. No tengo ganas ni paciencia de andarme con chorradas.

Frunzo el ceño y echo un vistazo a mi espalda. Como ya esperaba, Damon y Shana nos observan sin
disimulo.

—Oliver —susurro entre dientes a modo de advertencia.


advertencia.

—No, Rachel. Nada de juegos —repite sin inmutarse. Termina de aflojarse la corbata, se quita la
chaqueta y recoge las mangas a la altura de los codos—. ¿Eso es pizza? —Camina hacia el salón y
coge un trozo de pizza grasienta de la caja que hay sobre la mesa auxiliar—. Me muero de hambre.
Hoy no tengo ganas ni de cocinar —Veo como se sienta ocupando el lugar en el que yo estaba bajo
la mirada estupefacta de mis amigos.

Mierda, esto no está bien. Las barreras que tanto he insisdo en mantener erguidas se están
viviendo abajo de golpe. Esta es una de mis noches sin Cox, esas que me sirven para
desintoxicarme de él. No puede estar aquí.

Voy hacia él intentando controlarme para no empezar a pegar gritos como una loca y me cruzo de
brazos mirándole desde arriba.

—Cox —siseo.

—Rachel, deja el drama para otro momento, ¿quieres? —Coge mi refresco y le da un trago antes
de volver a morder su trozo de pizza.

Damon y Shana no dicen nada, solo nos miran alucinados a uno y al otro.

—Tienes que irte —susurro.

Traga la comida y alza una ceja en mi dirección.

—Señorita Taylor, ¿tengo que recordarle que todo lo que hay en este edificio me pertenece? —Su
voz es firme, pero sus zafiros brillan con diversión.

—Tenemos un trato —vuelvo a hablar entre dientes como si de ese modo Damon y Shana no
pudiesen entenderme.

Resopla, y tras terminarse mi refresco de un trago, se levanta y coloca sus manos en mi cintura.

—Obsoleto —susurra justo


justo antes de darme un beso en los labios. Escucho un jadeo ahogado a mi
espalda. Sé que ha sido Shana. Si ver a su jefe sentarse en mi sofá a comer pizza como si nada le
había sorprendido, ahora debe estar flipando—. Voy a por una cerveza. ¿Quieres algo? —Lo miro

con furia y no contesto—. Te traigo un refresco —Se gira hacia mis amigos con su pose seria
habitual—. ¿Vosotros queréis algo?

No me volteo para saber qué contestan, aunque supongo que niegan con la cabeza ya que Oliver
empieza a caminar hacia la cocina.

—Maldito cerdo manipulador —murmuro para mí pensando que ya se ha ido, pero el estallido que
escucho y el picor que empiezo a senr en mi trasero, me indica que lo tengo justo detrás de mí.
Me vuelvo fulminándole
fulminándole con la mirada y veo como sus comisuras
comisuras se alzan—. No ene ni puñetera
gracia, Oliver —siseo.

Un nuevo jadeo se escucha por parte de mi amiga.

—Deja de insultarme —ordena besándome de nuevo.

Antes de que pueda darme cuenta, ya se ha ido.

—¡Oliver! —grito furiosa.

—¡Te lo estás rando! —exclama Damon en voz baja.

Miro a mis amigos y hago una mueca.


—Es solo sexo —aclaro.

—¿Sexo? El señor Cox acaba de palmearte el trasero y te mira como si…

—Ha sonreído —susurra Shana llamando nuestra atención. Al ver que la miramos suspira con aire
soñador—. Qué sonrisa, madre mía. Creo que he mojado las bragas.

—¡Shana! —exclama Damon.

—¡¿Qué?! ¡¿Has visto esa sonrisa?! Lo raro es que no te hayas puesto cachondo hasta tú. —La
mueca de asco que hace mi amigo provoca que empiece a reír a carcajadas.

—¿A qué vienen tantas risas? —Oliver llega desde la ccocina


ocina con una cerveza y un refr
refresco
esco en las
manos, los deja sobre la mesa y vuelve a sentarse.
—Nada —farfulla Damon poniendo mala cara.

Shana sigue mirándolo fijamente como si estuviese esperando que su sonrisa vuelva a aparecer en
cualquier momento. No la culpo, yo a veces también me comporto como una idiota cuando me
sonríe.

Oliver ra de mi mano arrastrándome a su lado en el sofá. Intento apartarme, pero su brazo rodea
mis hombros y me atrae a su costado abrazándome.

—¿Puedo jugar? —pregunta extendiendo


extendiendo su brazo libre hacia Damon. Este le pasa el mando, así
que se ve obligado a soltarme para poder iniciar la parda.
par da.

Durante
Smasher.las siguientes tres
Obviamente, él eshoras, Oliver
el mejor se encarga
jugador de esede darnos
juego unaes
ya que gran lección de
su creador. Yocómo
decidojugar a
relajarme y seguir disfrutando de la velada. He aprendido que con este hombre no sirven las
quejas. Si quiere hacer algo va a hacerlo de todos modos y se mantendrá impasible por mucho que
te cabrees con él. Es insoportable.

Cuando Damon y Shana deciden marcharse, no tengo empo ni de reclamarle su comportamiento


comportamiento
de esta noche. Antes de que pueda abrir la boca ya lo tengo sobre mí besándome con pasión y
arrinconándome contra la primera superficie plana que encuentra, que termina siendo una de las
paredes del salón.
Su boca se desliza por mi mandíbula y muerde mi hombro mientras sus habilidosos dedos se
encargan de desabrochar mis pantalones. No me opongo a su ataque. Al contrario, lo acepto
gustosa. En estos momentos me planteo si realmente he de marcharme de Nueva York, pero sé
que debo hacerlo. Mi vida está en Los Ángeles y Oliver… Bueno, él solo es alguien con quien me
acuesto. La pregunta del millón es si podré seguir viviendo como si nada al saber que no volveré a
senr sus manos sobre mí nunca más.

—Te sale humo de la cabeza —susurra dándome la vuelta. Mis pechos quedan aplastados contra la
pared y siento como su mano se cuela en mi ropa interior.

—¡Joder! —exclamo cuando sus dedos se hunden en mi sexo.

Oliver ra de mi pelo hacia atrás y muerde mi cuello empujan


empujando
do sus caderas contra mi trasero.
—Eso es exactamente lo que voy a hacer. Llevo pensando en esto todo el puto día, Rach —Su voz
ronca con ese acento americano tan sexi en mi oído junto a la forma en la que sus dedos se
mueven dentro de mí, me hacen jadear de placer—. ¿Sabes qué se siente al estar empalmado
durante cuatro horas seguidas? En una puta reunión, Rachel. Mientras hablaban sobre
presupuestos
presupuest os y futuros proyectos, yo no podía dejar de pensar en venir aquí y follarte como si no
hubiese un mañana.

—¡Sí, hazlo! —suplico aferrándome a su muñeca con mis manos.

Sus dedos no dejan de torturarme y estoy a punto de explotar.

—Creo que no —susurra sacando su mano de mis pantalones y apartándose de mí.

Me giro sorprendida y compruebo que sus zafiros están sonriendo. El muy cabronazo
cabronazo se está
riendo de mí.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —pregunto frunciendo el ceño.

—Mostrarte qué es lo que se siente cuando quieres algo tan desesperadamente


desesperadamente y no puedes
tenerlo.

—¿Y qué culpa tengo yo de que seas un puto salido? No he hecho nada.

—Sí que has hecho algo —sisea volviendo a apretarme contra la pared. Su boca se pega a la mía de
nuevo y siento la dureza de su miembro en mi bajo vientre—. Volverme loco, eso es lo que siempre
haces.
Sus manos amasan mis pechos y deja un reguero de besos en mi clavícula mientras yo me encargo
de deshacerme de su camisa. Cuando estoy a punto de desabrochar su cinturón, Oliver da un paso
hacia atrás apartándose de mí.

—¿A qué estás jugando, Cox? —pregunto perdiendo la paciencia.

¿Yo lo vuelvo loco? Lo que está haciendo debería ser ilegal. No puede calentarme como a una olla
a presión y después apartarse como si nada.

—De rodillas —ordena mirándome fijamente a los ojos.

Estoy a punto de mandarlo a la mierda, pero la punzada de placer que recorre mis entrañas al
pensar lo que me está ordenando que haga, me impide negarme. Simplemen
Simplemente te hago lo que me
dice. Me arrodillo frente a él quedando atrapada entre sus fuertes piernas y la pared. Mis manos
desabrochan su cinturón con rapidez, a connuación,
connuación, me deshago del botón y la cremallera de su
pantalón, y solo necesito bajarlo un poco para que su miembro, duro, largo y grueso, salte como
un resorte irguiéndose ante mis ojos.

—¿Alguna orden más, señor Cox? —pregunto alzando la mirada y sonriendo de manera
provocava.

Con un gruñido, Oliver sujeta mi pelo envolviéndoselo en el puño y ra de cabeza hacia delante
para acercarme a su miembro. No me hago de rogar y abro la boca acogiendo en mi interior su
enorme pedazo de carne. Él vuelve a gruñir cuando arrastro mis dientes por su tronco hasta llegar
a la punta. Lo estoy provocando deliberadamente
deliberadamente y sé que va a hacerme pagar por ello. No espero
menos de él.

—Rachel —sisea en tono de advertencia cuando clavo mis dientes de nuevo.

Antes de que pueda darme cuenta, sus caderas cobran vida y empieza a bombear dentro y fuera
de mi boca. Su mano sujeta mi cabeza impidiéndome
impidiéndome moverme, pero tampoco lo necesito. Está
siendo brusco, y me encanta. Solo con escuchar sus gemidos, sus jadeos, con ver las venas de su
cuello hincharse al echar la cabeza hacia atrás, me excita de tal manera que creo que no necesito

ni que me toque para llegar al clímax.


Oliver sigue disfrutando de mi boca sin contemplación hasta que noto como su miembro empieza
a engrosarse cada vez más. Está a punto de terminar, lo sé, y deseo que lo haga, pero entonces se
deene, ra de mis brazos levantándome
levantándome y vuelve a girarme empujándome contra la pared.
Apenas soy consciente de que me baja los pantalones junto a la ropa interior, y al instante
siguiente se está clavando en mi interior con una embesda brutal.

Apoyo las palmas de mis manos en la pared e intento coger aire. Dios, senr tanto placer debería
estar prohibido. Es como una jodida
jo dida droga, cuando lo pruebas ya no puedes dejarlo.

—Oliver —gimo cuando vuelve a embesrme con fuerza. Mi frente golpea la pared dejándome
atontada, pero sigo pidiendo más.

Siento sus dedos clavándose en mis muslos con tanta fuerza que probablemente termine llena de
cardenales, pero no puede importarme menos. Me concentro
concentro únicamente en sus certeros golpes
de caderas y en la forma en la que su miembro me llena cada vez más rápido y con más violencia.
v iolencia.
Empiezo a sudar e intento contener la inminente oleada de placer que estoy a punto de senr.

—¡Aguanta, Rachel! —me ordena sin parar de moverse. Siento su aliento pesado en mi nuca y
puedo notar el calor que desprende su piel—. Solo un poco más.

—No puedo —gimo.

—Sí puedes.

Una de sus manos se cuela entre mis piernas y alcanza mi sexo. Si ya lo tenía dicil antes, ahora,
con sus dedos acariciándome
acariciándome con destreza, retener el orgasmo me resulta imposible. Empiezo a
temblar de pies a cabeza, aferrándome a cada pequeña parcula de fuerza de voluntad que aún
queda en mi interior.

—Oliver —esta vez mi gemido es una súplica.

—¡Mierda! Está bien, hazlo —su orden actúa como un jodido detonador en mi cerebro.

Me dejo llevar por un intenso orgasmo mientras Oliver sigue bombeando en mi interior buscando
su propia liberación. Puedo notar el momento justo en el que la alcanza, ya que sus manos me
sujetan los muslos aún con más fuerza y después su cabeza cae sobre mi hombro.
Ambos intentamos recuperar
recuperar el aliento. Oliver me abraza por detrás y deposita un beso en la piel
húmeda de mi cuello.

—Necesito una ducha —susurro entrecortadamente.

—Yo también —se aparta de mí, me gira y antes de que pueda darme cuenta, ya me ha cogido en
brazos—. Quéjate y patalea todo lo que quieras, pero voy a ducharme congo —farfulla
caminando a largas zancadas hacia la habitación.

Suspiro y apoyo la cabeza en su hombro demasiado agotada como para discur. Al fin y al cabo,
dentro de unas semanas no podré seguir disfrutando de estos momentos, así que es mejor que
aproveche mientas aún puedo tenerlos, aunque eso signifique sufrir su pérdida.

Capítulo 18

Mientras el agua caliente cae sobre mi cuerpo, siento las manos de Oliver en mi espalda. Otra
norma ha sido totalmente derribada. Nos estamos duchando juntos. Sinceramente,
Sinceramente, hace mucho
empo que soy incapaz de disnguir las líneas que yo misma impuse en esta especie de relación.
Los límites y barreras han sido completamente desdibujados,
desdibujados, y aunque parezca
parezca extraño, ya no me
asusta tanto como antes.

Sus dedos largos y gruesos siguen acariciando mi cuerpo, enjabonándolo de manera suave y
delicada. Es increíble cómo es capaz de cambiar este hombre en cuesón de minutos. Hace un rato
me estaba follando como un animal salvaje y ahora es pura ternura y dulzura. Al llegar a mi muslo
derecho, se deene y alza la mirada hacia mis ojos.
—¿Algún día vas a decirme cómo te hiciste esto? —pregunta sin apartar la mirada.

Trago
Trago saliva y abro la boca para negarme, pero ninguna palabra sale de ella. Suspiro y cierro los
ojos.

—Indagar en mi pasado no va a ayudarte a entenderme mejor. Esa mierda… No quiero


atormentarte con eso.

—Quizás yo quiera ser atormentado —insiste.

—Créeme, no lo quieres —replico abriendo mis ojos.

—Solo dime cómo fue. ¿Alguien te lo hizo?

—Un accidente de coche —contesto tras bufar.

—¿Ibas sola? —Una punzada de dolor presiona mi pecho al recordar esos ojos grises que tanto me
atormentan en mis sueños, pero niego con la cabeza—. ¿Cuántas personas iban congo?

—Dos —contesto sin tan siquiera pensar en ello.

—¿Cuántas sobrevivieron?
sobrevivieron?

Respiro hondo y estoy a punto de negarme a contestar, pero la forma en la que me mira… Dios, me
transmite tanta confianza. Es como si pudiese confiarle mis más profundos secretos y sé que con él
estarían a salvo.

—Una—respondo.

—¿Personas importantes para ? —Asiento—. ¿Qué paso para…?

—Ya vale —advierto desviando la mirada.

Oliver coloca sus manos en mi rostro y lo gira hacia él.

—Gracias por contestar —susurra mirándome


mirándome a los ojos—. Y siento haber interrumpido tu noche.

—No es verdad, no lo sientes en absoluto —afirmo alzando una ceja.

Sus comisuras se elevan y se encoge de hombros.


—Cierto, pero te prometo que no recordaba que ellos estarían aquí. Fue totalmente casual. ¿Estás
cabreada?

—No. —Rodeo su cuello con los brazos y sonrío levemente—. He decidido que voy a dejar de
preocuparme por el acuerdo, o más bien por la falta de él. Solo nos quedan unas pocas semanas y
quiero disfrutarlas.

—En realidad, pueden ser muchas semanas más. Solo enes que aceptar trabajar para mí.

—Tú no te rindes, ¿verdad? —pregunto negando con la cabeza.

—Nunca. Ya te lo dije, Rach, cuando quiero algo, no me detengo hasta conseguirlo, y te quiero a .

—Mi sonrisa
significa eso?se congela
Oliver y me
frunce el aparto rápidamente.
rápidamen
ceño y me atrae dete.nuevo
¿Cómo queélme
hacia dequiere
maneraa mí? ¿Qué demonios
brusca—. Deja de
hacer eso. No acabo de declararme. Me refería al trabajo, joder. Te quiero a  trabajando en mi
empresa.

Hago una mueca al darme cuenta de mi meda de pata y él niega con la cabeza.

—Oye, no me culpes. La forma en la que lo dijiste... Era fácil malin


malinterpretarlo.
terpretarlo. Las cosas ya se han
complicado demasiado. El acuerdo…

—Creí que ibas a dejar de pensar en el dichoso acuerdo. ¿Qué fue de eso de disfrutar el empo
que nos queda?

—Lo sigo pensando, pero no quiero que haya confusiones entre nosotros. Nos llevamos bastante
bien, al menos cuando no quiero asesinarte por ser un cabezota
cabezota manipulador y tú no estás a punto
de rarme por una ventana gracias a mis gilipolleces. Hemos sobrepasado todos los límites
impuestos y…

—¿Y tan malo es? —pregunta interrumpiéndome—. Sé que no buscas una relación y yo tampoco,
pero tener una relación estable, ¿no es lo que llevamos haciendo más de dos meses? Tienes razón
en que a veces me dan ganas de lanzarte desde la azotea del edificio,
edificio, sin embargo, en la mayoría
de las ocasiones
o casiones me gusta estar a tu lado. Creo que nos complemen
complementamos
tamos bien.

—Hasta que uno de los dos termine cagándola.

—Si confiaras en mí, podría funcionar.

—Oliver, no te equivoques. Nosotros pasamos unas pocas horas al día juntos. El sexo es genial,
aparte de eso no tenemos nada en común. Una relación requiere trabajo y esfuerzo, que le
dediques empo. Un empo que tú tendrías que robarle a lo más importante de tu vida,
v ida, tu
empresa, y que yo… Bueno, ni siquiera creo en las relaciones.

—¿Alguna vez has tenido una relación? —inquiere frunciendo


frunciendo el ceño. Asiento y sus zafiros
muestran sorpresa—. ¿Qué ocurrió?

—No acabó bien —contesto de manera escueta.

—Te rompió el corazón, ¿eh?


—No te haces una idea de cuánto —suspiro y vuelvo a rodear su cuello con mis brazos—. Deja de
pensar estupideces, Oliver. Concéntrate en el presente, aquí y ahora. Dejemos de intentar adivinar
lo que nos depara el futuro y disfrutemos del empo que aún nos queda.

Una exhalación profunda impacta contra mi rostro y su cabeza se mueve afirmando. Cierra el grifo
g rifo
y sale de la ducha, coge un par de toallas y tras anudarse una alrededor de la cintura, me ende la
otra a mí.

—¿Tienes planes para mañana? —me pregunta ayudándome a salir de la ducha.

—Sí, trabajar.

—¿En qué? El protopo del exoesqueleto ya está listo.


—Aún falta que el neurólogo dé el visto bueno al implante.
—Lo sé. Estuve hablando con él esta tarde por videoconferencia. Está encantado con la idea.

—No es solo una idea. Ya es un hecho y va a poder ayudar a mucha gente.

—Sí, en cuanto lo presentemos en la expo los inversores van a volverse locos —afirma.

—Esperemos que no demasiado —murmuro para mí.

—¿Qué quieres decir con eso? Tú lo has dicho, este proyecto va a poder hacerle la vida más fácil a
muchísima gente.

—Sí, y en las manos equivocadas


equivocadas puede ser un arma destrucva. Imagina lo que sería si un ejército
de soldados estuviese equipado con esos exoesqueletos. Serían más fuertes, rápidos y resistentes.

—Por eso Braincom insisó tanto en tener poder de decisión sobre el protopo y sus futuros
inversores, ¿verdad?

—Exacto. No quiero ver como mi trabajo se usa para destruir vidas humanas. Se supone que es
algo bueno, hasta que algún ejecuvo sin ningún po de moral o remordimientos
remordimientos decide meterse
en el medio.

Veo como se queda mirando fijamente.


—¿Me consideras a mí uno de esos ejecuvos sin moral?

Le aguanto la mirada sin saber qué contestar. ¿Lo hago? Hace un par de meses lo tendría claro,
pero ahora… Oliver ha resultado ser muy disnto del hombre que yo pensé que era.

—No, no lo creo, sin embargo, sí pienso que tu ambición puede nublarte el juicio. Eres un buen
hombre, Oliver, pero la avaricia es una mala compañera de viaje, y tú siempre la llevas congo.

—Me ofendería si no creyera que enes razón. Nunca me ha importado pasar por encima de
cualquier cosa o persona para conseguir lograr mis objevos. Como ya te he dicho, lo más
importante para mí es mi empresa. Y si no hubiese actuado de esa forma, ahora no estaría donde
estoy.

—Y exactamente
exactamente por eso, amigo mío, es que estoy segura de que tú y yo jamás podríamos ser
nada más de lo que ya somos. Tú crees
crees en eso de que el fin jusfica los medios, y yo pienso que
solo con los medios justos se llega a buen fin.

—Rachel, llamada entrante de Mark —me informa Gregory.

—Dile que después lo llamo —ordeno.

—Ya lo he hecho, pero dice que es urgente.

Resoplo y hago una mueca.

—Tengo que hablar con Mark —le digo a Oliver.

—Está bien. Te espero en la habitación.


—Si quieres irte…
—No, te espero —susurra justo antes de darme un beso en los labios—. Por cierto, este fin de
semana nos vamos tú y yo solos. Ya sabes, eso de robarle empo a mi querida empresa y todo eso.
—Me guiña un ojo y sale del baño dejándome anonadada.

¿Por qué hace esto? ¿Qué es lo que quiere demostrar? Resoplo y voy hacia el taller vesda
únicamente con la toalla.

—Gregory,, pásame la llamada —ordeno tras cerrar la puerta.


—Gregory

—Hola, desconocida —saluda mi jefe enseguida—.


enseguida—. Hace días que no sé nada de . ¿Cómo va el
exoesqueleto?

—Todo en orden. Estamos esperando el visto bueno del neurólogo y podremos darlo por
finalizado.

—Genial, escucha, hay algo que quiero comentarte. La lente de contacto ya ha sido testada y
tenemos luz verde. No solo podremos presentar el protopo en la expo sino también anunciar su
comercialización
comercialización inmediata. Las fábricas están trabajando a pleno rendimiento.
rendimiento. En menos de seis
meses estarán en el mercado.

—¡Eso es genial! —exclamo—. ¿Cómo están los ánimos con los jefazos?
jefazos? ¿Siguen dando por saco?
—No, ahora están más tranquilos. Han leído el informe que nos pasó el señor Cox sobre tu trabajo
en Cox Tech.

—¿Un informe? ¿Qué informe? Yo no sabía nada de esto.

—Fue algo inesperado, no te preocupes. Ese hombre está alucinando con tu trabajo. En serio, no
sé qué le has dado, pero te pone en una jodida nube. Después de leer ese informe me han dado
ganas hasta de pedirte matrimonio.

Suelto una carcajada y niego con la cabeza.

—Mark, olvidas que yo no soy tu po —señalo.

Él también ríe al otro lado de la línea.


—Cierto, así que mejor seguimos como estamos. Te echo de menos por aquí, Taylor. No tengo a
nadie a quien echar la bronca.

—Ya no falta mucho para que puedas volver a hacerlo. ¿Vendrás a la expo?

—Claro, es tu primera vez, pero yo acudo todos los años. Al menos este podrás recoger el premio
en persona.

—Estás muy seguro de que vamos a ganar.

—Por supuesto que lo haremos. Cox Tech no ene nada que hacer contra nosotros. Casi siento
pena por ellos. Ahora que saben lo que es tener un genio en su casa, les va a costar volver a la
mediocridad de su equipo de ingenieros.

—Siempre puedo quedarme con ellos —comento en broma.


—No lo harás —afirma muy seguro de sí mismo.

¿No? ¿Podría hacerlo? ¿Me veo trabajando para Cox Tech y dejando Braincom? Mark siempre ha
estado a mi lado. Con él todo es sencillo. Yo
Yo trabajo y ellos me pagan, sin obligaciones
obligaciones ni
responsabilidades,
responsabilidade s, tal como a mí me gusta, pero Cox Tech…
Tech… Quedarme aquí significaría poder
seguir viendo a Oliver y… ¡Mierda, Rachel! ¡¿Qué demonios estás pensando?! Me doy una
bofetada mental y pinzo el puente de mi nariz con dos dedos.
—Oye, Mark, tengo que dejarte. Nos vamos hablando y te veo en la expo en menos de un mes.

—Sí, cuídate, Rachel. ¿Has dormido algo?

—Sí, más de lo que puedas imaginar. —Cierto cabezota obseso del control me obliga a hacerlo,
pienso, pero no lo digo, obviamente—. Nos hablamos, adiós.

Dejo que Mark se despida y cuelgo la llamada. Estoy hecha un jodido lio. Se supone que debería
estar deseando volver a casa a seguir con mi vida, pero aquí estoy, planteándome si podría llegar a
trabajar para el hombre que ahora mismo está esperándome en mi cama, probablemente
probablemente
desnudo.

Resoplo de ynuevo
conclusión y decido
terminaré con dejar de darle
jaqueca. Caminovueltas
haciaalalahabitación,
cabeza. Noyvoy a conseguir
al entrar sacar ninguna
compruebo que estaba
en lo cierto, Oliver está tumbado sobre mi cama completamente
completamente desnudo.

—Has tardado —anuncia mirando su reloj de pulsera.

Pongo los ojos en blanco. Hasta en estos momentos ene que ser un jodido
j odido obseso del control y la
puntualidad.

—Mark me ha dicho que has enviado un informe a los accionistas de Braincom, un informe sobre
mí. —Camino hacia el interior de la habitación viendo como sus zafiros me miran con deseo.
Asiente y sigo acercándome hasta llegar a los pies de la cama—. ¿Qué decía exactamente ese
documento?

—Que eres muy buena trabajadora y aún mejor en la cama. También incluí algún párrafo en el que
describí lo mucho que gritas cuando te follo, pero que te encanta.

Sus zafiros brillan con diversión y yo suelto una carcajada. Dejo que la toalla se escurra de mi
cuerpo cayendo al suelo y me subo de rodillas a la cama completamente
completamente desnuda bajo la
hambrienta mirada de Oliver.

—Creo que voy a tener que agradecerte todos esos halagos y méritos que mencionabas en tu
dossier —susurro gateando hacia él sobre la cama de manera seductora.

—Solo dije la verdad. —Aparto su toalla y me siento a horcajadas sobre sus cader
caderas
as sinendo su
miembro erecto rozar mi sexo. Oliver sisea y posa su mano en mi mejilla de manera posesiva—. Les
dije que eres una puta pasada, un sueño hecho realidad, y que no voy a devolverte a ellos. Ahora
ven aquí. —Se incorpora rando de mi cabeza hacia él y nuestros labios se unen con violencia.

Esa noche no dormimos nada, ni tampoco las dos siguientes. Olive


Oliverr me llevó a una preciosa casa
en la montaña donde pasamos el fin de semana aislados del mundo. El viaje de más dos horas en

moto fue bastante duro por las bajas temperaturas, pero yo me negué en rotundo a subirme a su
coche durante un trayecto
trayecto tan largo. Al final él cedió, algo raro, ya que por norma general siempre
ene que salirse con la suya.

Fueron dos días fantáscos en los cuales apenas


a penas salimos de la cama. Bueno, también usamos la
alfombra que había frente a la chimenea como colchón.

Tras volver el lunes, seguimos con nuestra runa anterior, en la que él casi vive en el apartamento
conmigo. De alguna forma, Oliver se las arregló para pasar más empo fuera de la oficina,
conmigo, y eso me alegra, aunque también me preocupa, porque sé que voy a echarle de menos
cuando tenga que volver a Los Ángeles. El momento cada vez está más cerca y aprovecho cada
instante a su lado como si fuese el úlmo. Incluso dejo de organizar noches de pizza y videojuegos
con mis amigos para poder pasar más empo con él. Ellos lo enenden, saben lo que hay entre
nosotros, o al menos lo que yo les he contado, que es una relación sica, pero que quiero
aprovecharla mientras
mientras dure y tampoco parece importarles mucho mi ausencia porque la relación
entre ellos va viento en popa. Ya
Ya son pareja oficialmente y yo me alegro muchísimo por ellos. Al fi fin
n
y al cabo, ese es el objevo de la mayoría de seres humanos, encontrar a alguien con quien
comparr sus vidas y poder crear una familia. Por suerte o por desgracia, yo no soy así y no creo en
un felices para siempre, pero si lo hiciese, si hubiese una mínima chispa de esperanza en el amor
dentro de mí, estoy segura de que Oliver sería el elegido, el hombre con el que me gustaría pasar
el resto de mi vida.

Capítulo 19

Me despierto sinendo un cosquilleo en mi cuello. Quiero seguir durmiendo. Busco a Oliver en la


cama, pero no lo encuentro. Farfullo una maldición y sigo buscándolo. Ya me he acostumbrado a
tenerlo a mi lado siempre que duermo, a que hagamos el amor cada vez que una de mis pesadillas
me despierta sobresaltada. Espera…
Espera… ¿He dicho hacer el amor? Abro los o ojos
jos de golpe y me
incorporo en la cama.

—Mierda,
el traje queniña.
va a Menudo
usar en ladespertar —señala
gala de esta Oliver.
noche. TrajeEstá
negrosentado al borde
y corbata de la cama,
roja, como no—. vesdo con?
¿Estás bien?
bien
—pregunta. Sus zafiros me miran con cautela—. ¿Otra pesadilla?

Niego con la cabeza. Esta vez no es eso. Solo me acabo de dar cuenta de que he pensado en hacer
el amor y no en follar. Solo un pequeño e insignificante detalle que me está fundiendo el puñetero
cerebro.

—No —contesto tras carraspear—. En realidad… esta noche no he tenido pesadillas —susurro
incrédula.

—Eso es bueno, ¿no? —Sus comisuras se alzan y me deja ver los hoyuelos de sus mejillas.

—Sí, es bueno. Estoy durmiendo más que nunca.

—Y aun así es poco. En cuanto me descuido ya te has escapado de la cama y estás encerrada en el
taller —me reprocha.
—¿Ya te vas? —pregunto para cambiar de tema.

—Sí, solo iba a despedirme. Tengo una reunión temprano y varios pendientes antes de la fiesta de
esta noche. ¿Tú vas a bajar?

—Sí, tengo que ir a ingeniería a comprobar que todo va según lo planeado. Damon ayer estaba

desquiciado de los nervios. Después volveré aquí a cambiarme. ¿Nos vemos en el pabellón?
—No, salimos juntos. Te recojo a las siete.

—Oliver, yo voy a adelantarme. Necesito estar allí antes para comprobar que todo está correcto.
Nos vemos allí.

—Mierda —chasquea la lengua y resopla—. Yo


Yo quería ir congo, pero tengo una reunión a úlma
hora.

—Tranquilo. —Acaricio su rostro cubierto de barba de dos días y sonrío—. Nos vemos allí. Yo soy la
que va de rojo.

—¿En serio, de rojo? —pregunta con sorpresa.

—Sí, voy a hacer una concesión esta noche, además llevaré zapatos y bolso negro.
—Son mis colores favoritos —susurra mirándome fijamente a los ojos.

—¿No me digas? No lo había notado —bromeo ganándome un pellizco en la cadera.

—Te veo esta noche —susurra dándome un beso en los labios—. Pórtate bien y no ligues con
ningún ingeniero guapo en mi ausencia.

—Descuida —murmuro mirándole descaradamente


descaradamente el trasero cuando se gira.
g ira. El pantalón se cierne
a ese redondo y prieto culo haciéndome babear—. Intentaré contener todos mis encantos, aunque
te advierto que a veces no puedo evitar ser irresisble.

Veo como sonríe de oreja a oreja y sale de la habitación cabeceando. Yo también sonrío, pero solo
hasta que recuerdo qué día es hoy.
hoy. El principio del fin, eso es lo que es. Esta noche termina mi
trabajo en Cox Tech y mañana mismo tengo que coger el vuelo de vuelta a Los Ángeles. Aún no se
lo he dicho a Oliver para, de alguna manera, no reventar esta burbuja en la que hemos estado
viviendo estas úlmas semanas. Pero ene que saberlo. Esta va a ser nuestra úlma noche juntos.

∞∞∞

Ha llegado el momento de la verdad. El pabellón ya ha abierto sus puertas al público y la gente


comienza a entrar visendo con sus mejores galas. El champán corre por doquier y los encargados
de cada empresa ya están en sus respecvos puestos mostrando sus más novedosos y modernos
arlugios.

Este año la organización de la expo mundial tecnológica recae en las manos de Braincom y Cox
Tech. Como las dos empresas americanas más importantes del sector, han decidido hacerlo en
conjunto. Por eso hemos trabajado juntos en el exoesqueleto.
exoesqueleto. No es algo habitual que dos

empresas rivales presenten un proyecto conjunto en la expo, pero esta es una ocasión excepcional.
Braincom y Cox Tech enen que mostrar un frente unido ante sus mayores compedores, entre
ellos Zhangjishu, la empresa china de tecnología.

Los protopos e inventos


inventos menos significavos son mostrados en los puestos o endas que hay
repardas por todo el pabellón, los proyectos más importantes serán presentados por todo lo alto,
en el escenario. Cada empresa se encargará de vender su producto ante miles de personas,
curiosos, empresarios, inversores, prensa… Todos ellos van a estar pendientes de lo que pase en el
escenario.

Braincom presentará la lente de contacto inteligente como proyecto principal, y en conjunto con
Cox Tech el exoesqueleto, que ya ha sido aprobado por el neurólogo. No conozco el proyecto
principal de Cox Tech. Eso es algo confidencial, y al igual que yo no he hablado con Oliver sobre la
lenlla, él tampoco me ha dicho nada sobre el protopo que presentarán de manera individual.

—Dime que no se nos ha olvidado nada —dice Damon parándose a mi lado. Lleva toda la tarde de
un lado para otro como pollo sin cabeza.

—Relájate, todo está listo. Los chinos abren la expo, después todos los demás, y nosotros, como

anfitriones,
después cerramos
o enlaconjunto,
el proyecto
proyect ronda de, yexposición.
conjunto finalmentePrimero
vuestroBrainc
Braincom
om con
protopo su proyecto
proyecto individual,
individual.

—Lo que me interesa que salga bien es lo del exoesqueleto. ¿Te crees que ni siquiera sé cuál va a
ser nuestro proyecto individual? Aldrich se ha encargado personalmente junto
junto a un grupo muy
reducido de ingenieros de su confianza.

—Lo siento por vosotros, colega, pero no vais a ganar. Nuestro proyecto es la leche, y conociendo a
Aldrich seguro que ese protopo no da la talla.

—Te rebaría esa afirmación, pero no puedo —contesta Damon sonriendo—. Aldrich es un inúl y
—Te
un capullo. Aún no sé por qué el señor Cox no lo ha despedido. ¿Tú sabes cuál va a ser nuestro
proyecto?

—¿Yo?
nada. Te recuerdo que trabajo para la empresa rival. Sería la úlma persona a quien le dirían

—Bueno, dado que enes línea directa con el jefazo, creí que tal vez estabas mejor informada —
comenta de manera maliciosa.

—Damon, no me jodas, ¿quieres? Ya te he dicho que entre Cox y yo solo hay algo sico. Nos
acostamos y punto.

—Ya, eso es lo que tú dices, aunque hasta un ciego podría ver que hay mucho más. Joder, la forma
en la que os miráis no es como lo hacen dos follamigos.

—No sé de qué me hablas —murmuro.

—Pues justo de cómo te está mirando él ahora mismo. —Me giro hacia mi amigo y este me señala
con el dedo la entrada al pabellón. Allí está Oliver, vesdo elegantemente, como siempre. Nuestras
miradas se encuentran y sus zafiros comienzan a brillar . Con que solo sexo,
sexo, ¿no? susurra.

Le doy un codazo y suspiro al ver que Oliver camina hacia nosotros. Joder, qué guapo es con su
inexpresivaa cara y todo. Llega a mi lado y me mira de arriba abajo sonriendo con la mirada.
inexpresiv

—Estás preciosa —susurra depositando un beso en mi mejilla.

Mi vesdo rojo de escote en forma de corazón a juego con el cinturón ancho negro es totalmente

de su agrado. Lo sé porque lo he escogido precisamente por ser sus colores favoritos.


—Usted tampoco está nada mal, señor Cox —murmuro enderezando
enderezando el nudo de su corbata.

Oliver alza una de sus comisuras y exende el brazo hacia Damon.

—¿Cómo va todo? —pregunta tras darle un apretón.

—Todo según estaba planeado, señor. Aldrich y Paul han llegado hace un rato.

—Genial, voy a ver si los encuentro. —Me lanza una úlma mirada y se aleja sin que sus zafiros
dejen de sonreír ni un segundo.

Poco a poco el pabellón se va llenando hasta los topes. Mark es uno de los úlmos en aparecer.

—¿Dónde andabas? —pregunto tras darle un abrazo.

—Joder, qué guapa estás —comenta—. Mi vuelo se retrasó. Vengo directamente desde el
aeropuerto. ¿Cómo va todo por aquí? ¿Ha habido algún problema?

—No, todo está perfecto. Recuerda que somos los úlmos en presentar el proyecto junto con Cox
Tech.

—Lo sé, lo sé —murmura sonriendo—. Por cierto, ¿dónde está el señor Cox? Estoy deseando
volver a ver ese culito.

Suelto una carcajada y pongo los ojos en blanco. Si Mark supiese que yo lo he visto en vivo y en
directo… Visto, tocado, arañado y mordido innumerables veces.

—Llegó hace un rato, pero no lo he vuelto a ver. Supongo que estará saludando a toda esta gente.

—Sí, y eso es justo lo que vamos a hacer nosotros. Tenemos


Tenemos que mezclarnos y actuar de relaciones
públicas. Apuesto a que la mayoría de esta gente ya te ha visto y ni siquiera sabe quién eres.
Vayamos a cambiar eso.

Hago una mueca y respiro profundamente.


profundamente. Supongo que no es algo de lo que pueda librarme.

Durante las siguientes tres horas cada empresa va presentando sus protopos mientras Mark y yo
saludamos a un montón de gente de las cuales olvido los nombres enseguida. Me dedico
dedico a sonreír
y asenr por educación, pero estoy deseando largarme de este infierno. Llega nuestro turno y mi
jefe se sube
sube al escenario con
con su habitual desparpajo
desparpajo para hablar sobre n
nuestro
uestro proyecto.
proyecto.

—Al fin te encuentro —escucho a Oliver a mi lado y me giro sonriendo—. He estado buscándote


un buen rato.

—Estaba haciendo nuevos amigos —comento sarcáscamente.


Sus zafiros brillan con diversión. El muy capullo sabe que odio tener que relacionarme con estos
lameculos. Siento su mano en mi espalda y su cuerpo pegado a mi costado mientras intento
centrarme en lo que Mark dice en el escenario.

—¿De qué trata vuestro proyecto? —me pregunta hablándome al oído.

—Ahora lo sabrás —contesto apartándole para que la gente no note nuestra cercanía.
Veo como frunce el ceño y vuelve a pegarme a su costado, rodeando mi cintura con su brazo.

—¿Qué te parece si mañana volvemos a la cabaña de la montaña? Tú, yo y esa enorme chimenea
—susurra en mi oído.

Sonrío, pero entonces recuerdo que mañana por la mañana tengo que volver a Los Ángeles.

Mark sigue hablando sin


s in parar desde el escenario, dándole vueltas para crear expectación como
solo él sabe hacerlo.

—Oliver, tenemos que hablar —digo mirándole fijamente.

—Vale,, esa frase nunca trae nada bueno. ¿Qué pasa?


—Vale

—Eh… Verás… Mañana —respiro profundamente


profundamente y lo suelto de golpe—. Mi vuelo a Los Ángeles
sale mañana por la mañana. Esta es la úlma noche que vamos a pasar juntos.

Veo su nuez bajar y subir tragando con dificultad, pero no dice nada, al menos no verbalmente,
porque sus zafiros sí que expresan muchas cosas y ninguna buena. Hay furia, rabia y también
tristeza. Como si no esperara jamás que yo pudiese decirle algo así.

—¿Ya has tomado la decisión? —pregunta en tono calmado.

—¿Qué decisión? Oliver,


Oliver, ambos sabíamos que esto llegaría. Solo era cuesón de empo. Mi vida
está en Los Ángeles y…

—Quédate. —No sé cómo definir su peción, si es una orden o una súplica. Sin importarle toda la
gente que hay al nuestro alrededor, acaricia mi mejilla sin apartar sus ojos de los míos—. Quédate
conmigo, Rach. No te estoy pidiendo que trabajes para mí. Obviamente eso también lo quiero,
pero lo que más me importa es que tú estés conmigo. Puede funcionar, yo sé que sí y…

—Oliver. —Una voz femenina a nuestra espalda interrumpe su discurso. Ambos nos giramos. Yo
apenas soy capaz de pensar con claridad. ¿Acaba de pedirme que me quede con él? ¿Cómo qué?
¿Su pareja? ¿Su novia? Joder, todo esto es demasiado confuso. Centro mi atención en la mujer que
tengo delante y frunzo el ceño. ¿Por qué se está comiendo a Oliver con la mirada? —. Cariño, te he
estado buscando —dice la chica.

Es rubia, alta y va muy maquillada. Joder,


Joder, es guapísima, y creo que sé quién es.

—Melisa —dice Oliver confirmando mis sospechas. Es la chica de la que habló Shana, su querida—.
¿Qué haces aquí?

—Tú me invitaste, cielo —ronronea la Barbie sujetándose a su brazo. Más bien manoseándolo.
Me aparto levemente, ya que el otro brazo de Oliver seguía en mi espalda, y él me mira frunciendo
el ceño.

—Melisa, ahora no tengo empo —sentencia sin dejar de mirarme a mí—. Estaba hablando con la
señorita. ¿Nos permites?

La chicaSume
Oliver. mira
otra de arriba
mano abajoa con
va a parar gestoydespecvo
su cuello y se aferra
aprieta su escote conelmás
contra fuerza
pecho al antebrazo de
de él.

—Cariño, hace empo que no te veo. Después hablarás con tu amiga —le susurra lo bastante alto
para que yo pueda escucharlo.

Oliver la aparta con cuidado y vuelve a clavar sus ojos en los míos.

—Rachel, yo…

Mi jefe anuncia finalmente cuál es nuestro proyecto y cuando empieza a describir todas sus
funciones, todo el público rompe a aplaudir. Yo también lo hago, intentando ignorar lo que está
sucediendo justo a mi lado. Oliver sigue hablando en susurros con la tal Melisa y ella no parece
dispuesta a soltarlo.

Poco a poco, voy alejándome de ellos. Le adver que yo no iba a ser la tercera en discordia. ¿De
verdad tendrán una relación? No lo creo. Conozco a Oliver, se ha abierto a mí completamente, y sé
que no me menría en algo así. Él no ene relaciones, solo sexo,
sexo, así que supongo que esa chica
habrá sido su amante en el pasado.

Mark termina de presentar


presentar nuestro protopo y anuncia que ya está en proceso de fabricación y
comercialización arrancando nuevos aplausos, y entonces Paul sube al escenario junto a él. Juntos,
empiezan a hablar sobre la importancia de unir fuerzas, de hacer equipo y luchar juntos por un
futuro tecnológico sin precedentes.

Paul es el encargado de presentar los proyectos de Cox Tech. Su don de gentes y simpaa natural
es mucho más apreciada por el público que la inexpresividad del dueño de la eempresa.
mpresa.

—Este es proyecto en el que hemos puesto especial empeño —dice Paul—. Los ingenieros de Cox
Tech, liderados por el señor Damon Fitzpatrick —Paul lo señala entre el público y recibe una gran
ovación—, y la ingeniera estrella de Braincom, la señorita Rachel Taylor. —en esta ocasión me
señala a mí y todo el mundo aplaude—. Han trabajado codo con codo para hacer posible este
sueño. Muchas vidas van a mejorar, otras van a cambiar. Con nuestro protopo les facilitaremos las
cosas a miles de personas en todo el mundo.

—Rachel —Oliver vuelve a estar a mi lado, sujetando mi brazo—. Ella no es nadie —susurra
mirándome a los ojos.

Asiento creyendo en sus palabras. Sus ojos me dicen que no miente, que jamás lo haría.

—Hola —Loren aparece a nuestro lado y nos saluda a ambos con un abrazo—. ¿A que está guapo
mi marido ahí
a hí arriba? —pregunta sonriendo mientras Paul y Mark siguen
s iguen hablando sin parar—. Me
alegro de verte, Rachel. A ver cuando vuelves a cenar a casa de mamá.
Oliver me mira de reojo y suspira. Sabe que estoy a punto de decirle a su hermana que eso no va a
ser posible porque mañana me marcho de la ciudad. Veo como niega con la cabeza suplicándome
que no lo haga, así que guardo silencio y dirijo mi mirada de nuevo al escenario, justo cuando un
hombre vesdo con el exoesqueleto entra en escena. El chico se dedica a saltar, correr y probar las
capacidades del protopo mientras Paul y Mark van enumerándolas
enumerándolas una por
po r una.

—Hablemos después del evento —susurra Oliver en mi oído—. Prométeme que vendrás a casa
conmigo y me escucharás. —Asiento
—Asiento y recibo una sonrisa de las suyas, tan poco habitual.

Los dos hombres que hay sobre el escenario terminan de exponer el proyecto ganándose una gran
ovación del público, Mark se baja y camina hacia nosotros sonriendo de oreja a oreja.

—Señor Cox —saluda dándole un apretón de manos—. Es un placer volver a verlo. Espero que
Rachel lo haya tratado bien.

Oliver me mira directamente y sus zafiros sonríen cuando asiente.

—Me ha tratado de maravilla, señor Spencer. Es más, creo que me la voy a quedar.

Mark suelta una carcajada y niega con la cabeza.

—Lo siento, pero ya está pillada —replica.


Oliver alza una ceja y rodea mi cintura con el brazo pegándome a su costado. Abro los ojos como
platos viendo como mi jefe frunce el ceño, pero la cosa aún va a peor. El capullo de Cox besa mi
cuello y sonríe mirando a Mark.

—Tiene razón, señor Spencer, ya está pillada —afirma.

Le estoy fulminando con la mirada cuando escucho que Paul está a punto de presentar el proyecto
principal de Cox Tech. Pongo mi atención en el escenario y escucho lo que dice.

—Este proyecto no es algo que hayamos creado recientemente. Los ingenieros de Cox Tech llevan
años trabajando en ello, liderados por nuestro ingeniero jef
jefe,
e, el señor Thomas Aldrich, han creado
lo que será el gran descubrimiento de nuestro siglo. Ahora paso a presentaros
presentaros a IACox. —Aldrich
entra en escena y se coloca junto a Paul—. El señor Aldrich va a explicarnos cómo funciona.

Miro a Oliver y frunzo el ceño.

—¿IACox? ¿Qué coño es eso? —Se encoge de hombros, pero lo noto nervioso y no aparta la vista
de Paul, como si intentara
intentara transmirle algo sin palabras.

Vuelvo a centrarme en lo que está sucediendo en el escenario y me sorprendo al ver a Thomas


hablando en alto con alguien que no está ahí.

—Hola, IACox. ¿Sabes dónde estás? —pregunta.

—En la expo tecnológica de Nueva York —contesta una voz que sale por los altavoces.

—IACox no solo
lo imposible, es una
lo que interfaz
muchos handeintentado,
búsquedapero
por voz —connúa
jamás Paul—.
han logrado. En Cox Tech
Nosotros… Hemoshemos hecho
creado
inteligenciaa arficial.
inteligenci

¡No! ¡¿Inteligencia arficial?! Miro rápidamente


rápidamente a Oliver y la mirada que me devuelve me da la
respuesta que estaba buscando. Es Gregory. No sé cómo, pero Cox Tech me ha robado a Gregory.

Capítulo 20

Siento que mi corazón se deene. Literalmente, me falta el aire y una fuerza invisible oprime mi
pecho. Oliver y yo seguimos mirándonos fijament
fijamentee mientras intento asimilar todo lo que está
ocurriendo. Cox Tech ene a Gregory. Es imposible que hayan conseguido crear su matriz a parr
de la nada. Yo
Yo tardé años en perfeccionarla. Además, estoy segura de que Oliver ha tenido algo
que ver en todo esto, la culpa que veo en su mirada me lo está diciendo a gritos.

—¿Has sido tú? —pregunto con un hilo de voz.

Sus ojos se cierran un instante, y cuando vuelven a abrirse asiente. Los pensamientos se agolpan
en mi cerebro unos sobre otros. Gregory desconectado
desconectado,, el interés que mostró Oliver en ver la
programación de su matriz.

—Rachel —susurra dando un paso hacia mí, pero yo levanto un brazo entre los dos para

mantenerlo alejado.
Él ene las llaves del apartamento. Pudo haber entrado en el ordenador central y… Ahora todo
ene sendo. Las piezas empiezan
empiezan a encajar
e ncajar a la perfección.
perfección. Su objevo siempre fue robarme a
Gregory.. Él mismo lo dijo, no le importa pasar por encima de quien sea para lograr sus objevos, y
Gregory
ese era Gregory, yo solo he sido la que ha quedado aplastada por su bota en el trayecto. Un medio
para llegar a un fin.

—Tú enviaste el mensaje haciéndote pasar por Damon para sacarme del apartamento, ¿verdad? —
Resopla y se pasa la mano por la cabeza justo antes de afirmar—. Accediste a la programación de
Gregory, lo desconectaste para que él no pudiese delatarte y copiaste su matriz. Me lo robaste. —
Un nuevo asenmiento de su cabeza provoca
provoca que las lágrimas se acumulen bajo mis parpados.

Llevo una mano al pecho al senr una punzada de dolor


dolor.. Confié en él y me ha traicionado de la
peor forma. Solo me ha ulizado.
—Rach, deja que te lo explique. Sé que lo que hice estuvo mal, pero…

Antes de que pueda detenerla, mi mano ya se ha estrellado en su cara. Ahora su mejilla está teñida
de uno de sus putos colores favoritos. Tiemblo, cada célula de mi cuerpo se rebela ante unos
senmientos que hacía mucho empo que no tenía que asimilar. La rabia corre por mis venas a
toda velocidad provocando
provocando que mi sangre hierva de furia.

—¡Eres un hijo de puta! —grito.

La gente que está a nuestro alrededor se gira para observarnos, pero me da absolutamente
absolutamente igual.
Me siento herida, traicionada y, sobre todo, humillada. ¿Cómo he podido ser tan idiota? ¡Confié
ciegamente en él, joder!

Oliver suelta aire por la nariz, frunciendo el ceño y niega con la cabeza.
—Ven conmigo —sisea sujetando mi brazo y rando de mí.

—¡No! ¡Suéltame, maldito cabrón! —Golpeo su espalda y hombro con mi puño intentando liberar
mi brazo, pero él sigue arrastrándome
arrastrándome sin soltarlo—. ¡No me toques! ¡Sácame tus jodidas manos
de encima!

La gente se nos
insultándole queda mirando
y golpeándole a cada paso
sin importar que damos que
el espectáculo y se estoy
apartan para dejarnos
montando. pasar.a Yo
Llegamos unasigo
puerta y Oliver la abre, me empuja hacia el interior y finalmente me libera. Es una pequeña oficina.
Intento salir de aquí. Necesito largarme de este lugar antes de cometer un jodido asesinato.

—Rachel, tranquilízate —ordena tras cerrar la puerta.

—¡No te atrevas a darme órdenes! ¡Mierda! ¡He sido una imbécil! ¡¿Cómo pude confiar en ?! —
Me doblo sobre mí misma intentando llenar de aire mis pulmones y siento la humedad de las
lágrimas recorriendo mis mejillas—. ¡Maldita sea, confiaba en ! —Me alzo respirando
profundamente y clavo mis ojos en los suyos—. ¡¿Por qué?! ¡Confiaba ciegamente en ! ¡¿Por qué
me has hecho esto?!

Veo como sus zafiros se apagan lentamente y niega con la cabeza.

—Tú lo has dicho, mi ambición puede nublarme el juicio. La avaricia es una mala compañera de
viaje.

—¡¿Por dinero?! ¡¿Me has robado a Gregory para venderlo al mejor postor?! ¡¿Cómo puedes ser
tan hijo de puta?! —Su mirada se estrecha y veo el músculo de su mandíbula endurecerse. ¿No le
gustan mis insultos? Pues que se joda. A mí no me gusta que sea un maldito cerdo menroso—. Sí,
Cox. ¡Eso es justo lo que eres, un maldito bastardo hijo de puta!

Respira hondo y da un paso hacia mí, pero yo retrocedo.

—Deja que te explique lo que pasó —dice en tono de súplica.

—¡No quiero que me expliques una mierda! ¡Ya sé lo que pasó! ¡Me ulizaste para llegar a Gregory
y robarlo! —bramo.
Soy incapaz de contener el llanto. Paso el dorso de mi mano por las mejillas rerando las lágrimas
de un manotazo, pero otras las sustuyen enseguida.

—Sí, bueno, no… Joder, no fue así. Yo solo… Solo quería convencerte para que trabajaras para mí.
Por eso me acerqué a  e intenté seducirte en la gala benéfica, pero cuando desc
descubrí
ubrí lo que habías
hecho con Gregory… —Resopla de nuevo y se peina con los dedos hacia atrás en un gesto de
frustración. Es increíble que el momento en el que está siendo más expresivo sea justamente
este—. Te juro que nada más hacerlo me arrepen. Paul me reclamó lo que estaba haciendo
congo y por eso discumos. Me di cuenta de la gravedad de lo que acababa de hacer y ordené
que detuvieran el proyecto. Se supone que esto no debería haber pasado. Joder, Rachel, yo no
quería esto.
—¿No querías esto? Entonces, ¡¿cómo es que tu puta empresa ha presentado ese proyecto?! ¡¿Vas
a decirme que no estabas enterado?! ¡Eres un puto obseso del control, no hay nada que ocurra en
tu empresa de lo que tú no estés informado!

—Te juro que…

—¡No jures una mierda!


profundamente—. —Vuelvo
Hace años perdía la
limpiarme l as mejillas Oliver.
las
fe en la humanidad, de un manotazo y respiro
Creí que nadie era digno de mi
confianza, pero, aun así, decidí creer en . ¿Y qué haces tú? Me robas lo más importante y valioso
que tengo por un puñado de dólares. —Un sollozo sale direct directamente
amente de mi pecho sin que pueda
evitarlo. Miro sus zafiros, esos que tanto me gustan y ya no soy capaz de descifrarlos. Supongo que
nunca lo he sido. Él solo me mostraba lo que quería que viera en ellos—. Maldigo el jodido día en
el que te conocí y haber sido tan estúpida como para creer que dentro de  hay algo bueno. —
Sonrío de manera falsa mientras las lágrimas siguen corriendo por mi cara sin descanso—. Incluso
llegué a plantearme dejar toda mi vida para quedarme congo. Seguro que te lo has pasado en
grande a mi costa, ¿verdad? Viendo cómocómo caía en cada una de tus trampas y menras.

—Rachel, escúchame, por favor… —Se acerca


acerca a mí en un par de zancadas, y sin tan siquiera
pensarlo, echo la mano hacia atrás para coger impulso y arremeto contra su cara lanzándole un
puñetazo con todas mis fuerzas. Su rostro se gira hacia un lado, y cuando vuelve a mirarme veo un
hilo de sangre correr por su barbilla. Le he roto el labio y no me arrepiento. La mano me duele
horrores, pero me da absolutamente igual. El dolor que noto en mi extremidad no es nada en
comparación con el que siento en mi pecho—. Me merezco que me golpees y me insultes —
susurra mirándome a los ojos—. Sé que me he comportado como un cabronazo, pero te pido… —
Respira profundamente y da un paso hacia mí— Te suplico que dejes que me explique. Aún
podemos resolver esto, Rach.

—¡¿Resolver el qué?! ¡¿Vas a pedirme que trabaje para ?! ¡¿Quieres que me encargue de
comercializar
comercializar el proyecto que me has robado como si no fuese mío?! ¡¿Es ese tu gran plan
maestro, Cox?! —Me acerco a él dejando mi rostro a apenas unos cenmetros del suyo—. Nunca
—siseo—. Antes muerta que pasar un solo segundo más de mi vida a tu lado.

Sus ojos se cierran como si acabara de darle otro jodido puñetazo en la cara y aprovecho el
momento para esquivarlo y salir corriendo de la oficina. Escucho sus gritos a mi espalda, me llama,
pero no me detengo. La gente se aparta al verme, no sé si por mi aspecto o por la furia que emana
de cada una de las células de mi cuerpo, pero agradezco que no se interpongan en mi camino.
Ahora mismo solo necesito salir de este maldito lugar.

—Rachel —Alguien sujeta mi brazo deteniendo mi huida y me giro con rabia pensando que puede
ser él, pero a quien veo es a mi jefe. Mark me mira con los ojos muy abiertos—. ¿Qué está
pasando? Dios santo, estás llorando —susurra.

—Mark, sácame de aquí —suplico.

Asiente y rodea mis hombros con su brazo.

—Vamos —dice empezando a caminar hacia la salida.


Me acurruco contra su pecho e intento recuperar el aliento mientras seguimos caminando. Solo
quiero olvidar,
olvidar, borrar de mi mente los úlmos tres meses y volver a casa. Regresar a mi santuario
donde nada ni nadie puede entrar y destruirme.

Oliver

La veo marcharse con Mark e intento ir hacia ellos. Necesito detenerla. No puedo permir que se
marche sin escucharme, sin que le cuente mis razones. Aunque
Aunque,, ¿qué demonios voy a decirle? No
hay movo alguno que excuse mi comportamiento. La he cagado, pero bien. Estoy a punto de
alcanzarlos cuando Paul se interpone en mi camino.

—Cox, ¡¿qué coño estás haciendo!? —Me sujeta por el brazo y ra de mí de nuevo hacia la
pequeña oficina en la que he estado encerrado con Rachel. Mierda, solo en recordar la forma en la
que me miraba… Las lágrimas que salían de sus preciosos ojos grises, el dolor que vi en ellos… ¡Soy
un puto cabronazo! Me revuelvo para zafarme del agarre de mi cuñado y seguir corriendo tras
Rachel, mi Rach. La única mujer que ha conseguido que llegue a replantearme mi forma de vida.
¿Cómo he podido ser tan estúpido? Paul me da un empujón meéndome en la oficina y cierra la

puerta—. ¡¿Qué coño haces?! ¡Estás dando un puto espectáculo! —grita.


Clavo mis ojos en los suyos y una oleada de rabia me recorre de pies a cabeza. Ni siquiera lo
pienso, me abalanzo sobre él y empiezo a golpear su rostro con mis puños exteriorizando toda la
furia que siento en estos momentos. Paul se defiende y consigue golpearme en la mandíbula
echándome hacia atrás.

—¡¿Por qué?! —bramo temblando de rabia—. ¡Te ordené que cancelaras el proyecto! ¡¿Qué
mierda significa esto?! ¡Tú fuiste el primero en echarme en cara lo que estaba haciendo con
Rachel!

—¡Yo solo te dije que los métodos que estabas usando no eran los adecuados! ¡Joder! —Se toca el
pómulo y sisea de dolor—. ¡La mierda de la pulsera para viajeros que diseñó Aldrich para que
presentáramos
presentáram os en la expo no estaba a la altura! Sé que hice mal en seguir con el proyecto
proyecto a tus
espaldas, pero no estabas en tus cabales. Desde que Rachel apareció no estás centrado.
centrado. Esa mujer
te ene completamente absorto.
absorto. No me culpes a mí por usar una herramienta
herramienta que tú mismo
conseguiste.. ¡Lo he hecho por la empresa, joder! Íbamos a quedar en ridículo en nuestra propia
conseguiste
casa.

—¡¿Crees que eso me importa?! ¡Ella me odia! —Me llevo las manos a la cabeza y ro de mi pelo
andando de un lado a otro con la respiración acelerada.
acelerada. Siento una opresión en el pecho que no
me deja llenar de aire mis pulmones.

—¡¿Y qué?! Ya sé que te has encariñado con la chica. A mí también me jode hacerle esto. Me cae
bien, pero son negocios, Cox. Solo estoy jugando con tus reglas. Siempre he sido yo el que te ha
frenado cuando cruzabas los límites, pero esta vez de verdad necesitábamos este proyecto.

—Esta vez es disnto —susurro frotándome los ojos.


Tengo ganas de llorar. Joder, no lloro desde que era un crío, pero ahora mismo me encantaría dejar
que las lágrimas corrieran a gusto.

—¿Por qué es disnto? ¿Qué ha cambiado? —Alzo mi mirada hacia él y sus ojos se abren de par en
par. Sé que los míos están rojos y acuosos—. Mierda, no es solo un encaprichamiento, ¿verdad? —
Asiento respirando por la nariz para seguir manteniendo el llanto a raya—. Te has enamorado de
ella —Aunque es una afirmación, yo asiento igualmente—. Mierda, Cox, yo no sabía…
La puerta se abre de golpe
go lpe y mi hermana entra en la oficina echa una furia, cierra de un portazo y
se cruza de brazos mirándonos a uno y otro.

—De verdad que no sé cuál de vosotros dos es más cabrón —sisea.

—Loren, cielo —dice mi cuñado acercándose


acercándose a ella.

—Ni un paso más, Paul —ordena asesinánd


asesinándole
ole con la mirada. Mi cuñado se deene de inmediato y
suspira—. No me puedo creer que los dos hombres que más quiero hayan sido capaces de hacer
una bajeza como esta.

—Deja que te explique —dice Paul, pero solo una mirada de mi hermana lo hace callar.

—No hay nada que explicar. Solo un imbécil no se daría cuenta de lo que habéis hecho. Habéis
cogido a una buena chica y la habéis destrozado
destrozado y todo por avaricia y ambición. —Me mira y sus
ojos me muestran lo decepcionada que está—. No te reconozco, hermano. Acabas de destruir lo
único bueno que has tenido en tu vida. ¿Crees que tu maldita empresa te va a dar la felicidad?
felicidad? Solo
son números. En cuanto quieras darte cuenta vas a estar completamente solo. Tendrás más dinero
del que puedas gastar en tres vidas, pero nadie con quien disfrutarlo. De verdad siento compasión
por . Algún día vas a arrepenrte de haber perdido la mejor oportunidad de tu vida,
v ida, y lo peor es
que ya no habrá vuelta atrás. —Trago saliva con dificultad y aprieto los dientes intentando retener
las lágrimas. Tiene razón. Sé que la he cagado demasiado—. Y tú —se gira hacia mi cuñado y este
agacha la mirada—, yo no me casé con un cabronazo
cabronazo sin escrúpulos. Nunca me he medo en lo
que hacéis en la empresa, pero una cosa es ignorarlo y otra darme cuenta de que sois unos jodidos
desalmados a los que no les importa llevarse vidas ajenas por delante con tal de sacar tajada.

—Loren, te juro que…

—¿Qué me vas a jurar, Paul? Lo que he visto ahí fuera es una chica maravillosa quedar hecha
añicos por vuestra puta inconsciencia. ¡No todo vale, joder! —Resopla y vuelve a mirarme a mí—.
Oliver, te aconsejo que hagas algo para resolver esta situación. Lo que sea. Devuélvele el dichoso
invento a Rachel y suplícale perdón.

—Eso no va a poder ser —susurra Paul—. Ya hay inversores interesados en el proyecto. Acabo de
firmar un contrato
contrato con Lockwell Aeronaucs para su comercialización.
comercialización.

—¡¿Qué?! —Voy hacia él dispuesto a darle otro par de puñetazos, pero mi hermana se interpone
en mi camino—. ¡¿Quién coño te crees que eres?! ¡Esta es mi jodida empresa!

—¡Lo siento! ¡Joder, creí que te alegraría! Es un contrato millonario.


Resoplo y veo a mi hermana fulminarlo con la mirada.

—Me da igual cómo lo hagáis, pero resolved esta mierda —ordena—. Oliver, tú enes que ir tras
Rachel inmediatamente.

—¡¿Y qué demonios le digo?! ¡Tu jodido marido acaba de atarme de pies y manos! No puedo
presentarme ante ella y simplemente esperar que me perdone porque sí. ¡Mierda! —Golpeo la
mesa con mis puños y jadeo como un toro.

—¡Pues poned vuestras retorcidas mentes a pensar una manera de salir de este embrollo! Se os da
de puta madre cagarla, así
a sí que ahora buscad una solución. Por cierto, habéis ganado el jodido
premio al mejor proyecto de la expo. Es una pena que sea robado. —Se da media vuelta y está
punto de salir de la oficina, pero mi cuñado la deene—. Tú y yo ya hablaremos en casa. No
pienses ni por un segundo que esto se termina aquí —le advierte.

Me lanza una úlma mirada de reproche y sale de la estancia cerrando la puerta a su espalda.

—Joder, me esperan unas cuantas semanas durmiendo en el sofá —se queja Paul—. Espero que no
me eche de casa.

—Si lo hace, ni se te ocurra presentarte en el áco —escupo.

—Ya te he dicho que lo siento, Cox. No tenía ni idea de que esa chica era tan importante para .
Creí que solo estabas encoñado. A veces un buen par de tetas nos deja medio tontos. Te ayudaré a
recuperarla, ¿vale? Yo mismo hablaré con ella y le explicaré lo sucedido.

—¡No! —exclamo—. No te acerques a Rachel. Yo me ocupo de esto, y ni se te ocurra volver a hacer


algo sin mi permiso. A parr de ahora vas a darme cuentas de cada paso que sigas en la empresa,
¿entendido? Si no te echo a la puta calle ahora mismo es porque mi hermana no me lo perdonaría
jamás, pero no voy a permir
permir que vuelvas a entrometerte
entrometerte en mis asuntos. —Me arreglo
arreglo la ropa
como puedo y limpio la sangre de mi labio con un pañuelo antes de suspirar—. Ahora voy a
intentar arreglar la mierda que has hecho. Tú lárgate de aquí. Ah, y despide a Aldrich. No lo quiero
volver a ver en mi empresa.

—No podemos quedarnos sin ingeniero jefe, Cox. Al menos deja que encuentre a alguien que lo
sustuya.
—Asciende a Damon. Ha demostrado con creces que puede hacerse cargo de ese puesto —
sentencio saliendo de la oficina.

La fiesta sigue como si nada a pesar del espectáculo que hemos montado. BuscoBusco a mi alrededor y
encuentro al vicepresidente
vicepresidente de Lockwell
L ockwell Aeronaucs charlando en una esquina con una copa en la
mano. Tomo una gran bocanada de aire y voy hacia él. Tengo que resolver esta situación de la
mejor manera antes de ir a buscar a Rachel. Necesito tene
tenerr algo que ofrecerle, y si para eso tengo
que perder un contrato millonario,
millonario, que así sea. Rachel vale más que todo el dinero del mundo, y
eso lo único a lo que no estoy dispuesto a renunciar.

Capítulo 21
Rachel

—Derecho, ven a ayudarme —pido. Aparto mi mano y dejo que sea él quien se encargue de
apretar los úlmos tornillos que me faltan.

Abro y cierro mi mano derecha sinendo una pequeña punzada de dolor. El vendaje no me deja
moverla con soltura, pero al menos es más cómodo que la escayola. Esa tuve que llevarla durante
tres semanas. ¿Quién me iba a decir a mí que el capullo de Cox tenía la cara tan dura?
Literalmente, me rompí la mano contra su rostro.
—¿Ya está? —pregunta Gregory. Su voz suena impaciente.

—Tranquilo, amigo. Te voy a dejar muy guapo. —Sonrío sentándome frente al ordenador central y
accediendo a su programación—. Y ahora ya deberías estar listo. —. Aprieto entró y un rostro
aparece en la gran pantalla del taller.

—¿Ya soy humano? —pregunta Gregory desde la pantalla.

—Sí, o algo parecido. Al menos ahora ya enes un rostro visible, y muy guapo, por cierto.

Mi asistente sonríe y me recuerda a la sonrisa de Sam Heughan, el actor. En realidad, me he


basado en su sico para crear sus facciones.
facciones.

—¿Te sientes disnto? No he cambiado demasiado tu programación. Se me va a hacer extraño


verte. Estoy acostumbrada a mirar el techo cada vez que te hablo.

—Yo sigo siendo el mismo —contesta sonriendo levemente.

—Genial. —Me levanto y esro la espalda para desentumecer


desentumecer los músculos.

Desde que volví a casa apenas he conseguido dormir y me siento agotada todo el empo. Las
pesadillas ahora son peores que nunca. A veces esos ojos grises que tanto me atormentan en mis
sueños se vuelven azules, dos zafiros que me miran sin vida.

Sacudo la cabeza para dejar de pensar en ello. Me obligo a hacerlo a diario. Por suerte, no he
sabido nada de él ni de Cox Tech desde el fadico día de la expo, hace ya un mes. Y prefiero que
siga siendo así. Por ahora me he tomado una especie de vacaciones, y no estoy trabajando en nada
nuevo para Braincom. Solo me he dedicado a mejorar a Gregory, a hacerlo disnto. P Puede
uede que
esos cabrones de Cox Tech me hayan robado su matriz, pero jamás llegarán a explotarla del modo
que yo lo hago. Gregory nunca será suyo, y menos ahora que con sus nuevas mejoras es casi
humano. Incluso he llegado a plantearme el crear un cuerpo para él. Tuve la idea al ver un anuncio
de unos muñecos sexuales realistas. Bueno, yo no lo quiero para eso, pero quizás si uso la
tecnología base del exoesqueleto
exoesqueleto para crear un robot, el implante neuronal podría albergar su
programación y cubrirlo con el material sintéco ulizado en esos muñecos. Es una idea muy
ambiciosa, pero sé que puedo llevarla a cabo.

—Video llamada entrante de Mark —informa Gregory—. Ha alucinado bastante al verme.

Sonrío y le doy un trago a mi taza de café.

—Me lo imagino. Pásame la llamada —ordeno.


Enseguida la cara de Gregory es sustuida por la de Mark en la pantalla.

—Joder, ¿ese es Gregory? —Asiento dejando la taza sobre la mesa de trabajo—. ¿Eso es lo que has
—Joder,
estado haciendo estas úlmas semanas? Se supone que tenías que descansar.

—No me des la charla, Mark. ¿Has sabido algo de lo mío?

Suspira, y por su reacción a mi pregunta sé que no va a darme buenas no


nocias.
cias.

—Acabo de reunirme con los abogados otra vez. Lo siento, Rachel, pero no hay mucho que
podamos hacer. Es tu patente, y si los demandas, ganarás, pero eso lleva mucho empo y dinero.
Cox es muy poderoso y los mejores abogados del país lo respaldan. Cuando un juez falle a tu favor,
si es que llegamos a juicio, habrán pasado años y el proyecto que te robaron ya se estará
comercializando por todo el mundo.

Respiro profundamente y me pinzo el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar.

—Gracias, Mark. Imaginé que ese sería el resultado, pero tenía que intentarlo. ¿Has sabido algo del
exoesqueleto?

—Sí —resopla—. Cox Tech se ha pasado por el forro el contrato. Lo han incluido en las
negociaciones con Lockwell Aeronaucs.

—Vamos, que dos de mis creaciones van a ser usadas como posibles armas, ¿no? Eso es genial.
Llevo toda mi vida intentando evitar que ocurra exactamente esto.

—Lo siento, Rachel. Te juro que intenté evitarlo, pero los accionistas rechazaron todas mis quejas.
Sabes que ellos estaban deseando firmar con Lockwell, y de esta forma lo hacen de manera
indirecta. El contrato ha sido modificado para que Cox Tech pueda vender el proyecto sin
necesidad de tener nuestra aprobación.

—Hijo de puta —siseo abriendo y cerrando el puño—. Me encantaría pegarle otro puñetazo
puñetazo,,
aunque volviese a romperme la mano de nuevo.

—¿Has tenido nocias suyas? —pregunta mi amigo con cautela.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza.

—No, y no creo que vaya a tenerlas. El señor Cox ya ha conseguido obtener lo que buscaba de mí,
y de paso se ha llevado unos cuantos polvos de propina.

Mi jefe me mira con compasión. Tras sacarme del pabellón el día de la expo, le conté entre sollozos
todo lo que había ocurrido desde que llegué a Nueva York. Necesitaba desahogarme con alguien, y
una vez más, Mark me demostró que aparte de buen jefe, también es un gran amigo.

—Espero que tengas razón. Intenta olvidarlo todo y seguir con tu vida. Ya sabes que cuando estés
lista para volver al trabajo, aquí estoy.

—Gracias —contesto sonriendo—. Lo haré pronto. Tengo un par de ideas más para Gregory y
después soy toda tuya.

—Está bien, pero intenta descansar un poco, ¿vale? Perdona que te lo diga, es que enes un
aspecto horrible.

Miro hacia mi camiseta desgastada con el logo de la universidad de Cambridge casi ilegible y me
encojo de hombros. No he salido de casa en un mes, ni siquiera para ir a ver a mi madre. Aunque
ella se ha encargado de venir a visitarme cada pocos días para darme la charla sobre mi mala
alimentación y mi falta de descanso.

Me despido de Mark, y tras ayudar a Izquierdo y Derecho a recoger el taller, subo a la planta
principal por las escaleras. Miro a mi alrededor y la luminosidad de la casa me ciega por
momentos. Aunque parezca increíble, echo de menos los colores rojo y negro. Ahora, tras haber
vivido tres meses en ese apartamento, mi casa me parece demasiado sosa y sin vida.

Entro en la cocina y me preparo otro café. Necesito mantenerme despierta unas horas más antes
de irme a la cama. Me siento agotada, pero sé que aún no he llegado a mi límite. Aguantaré un
rato más. Cuando ya tengo la taza en mis manos, escucho sonar el mbre. Resoplo. Probablemente
Probablemente
sea mi madre de nuevo.

—Abre la puerta, Gregory —ordeno sentándome en uno de los taburetes frente a la barra de
desayuno. Escucho pasos en el interior de la casa y le doy otro trago a mi café—. Mamá, no hace
falta que vengas a verme todos los puñeteros días. De verdad que estoy bien.

—Me alegra escuchar eso, Rach —esa voz me deja paralizada.


Levanto la mirada y mis ojos se clavan en los suyos, en esos dos zafiros que tanto adoro. Quiero
Quiero
decir… Adoraba. Ahora me dan absolutamente
absolutamente igual. Sigue estando guapísimo, aunque ellos ya no
brillan como antes, o quizás soy yo que los veo de disnta forma. Ahora que sé cómo es realmente,
no creo que haya una chispa de luz en su interior. Solo oscuridad, negra y podrida. Negro y rojo,
oscuridad y sangre, al igual que sus colores favoritos.

—¿Qué demonios haces aquí? —pregunto frunciendo el ceño.

Suspira y se acerca hasta quedar al otro lado de la barra, coloca las palmas de sus manos en la
superficie de mármol dejando a la vista su reloj de pulsera y sigue mirándome fijamente.
fijamente.

—Vengo a hacerte una propuesta —contesta en tono calmado y sin rastro de emoción en su voz.

—No me interesa nada de lo que tengas que ofrecer. Ahora lárgate —señalo la salida y me cruzo de
brazos—. Gregory, abre la puerta. El señor Cox ya se va.

La puerta se abre y la mirada de Oliver se estrecha.

—Gregory, cierra la puerta —ordena. La puerta vuelve a cerrarse. Miro hacia la pantalla que hay en
la cocina y veo a mi asistente encogerse
encogerse de hombros. Oliver se fija en la imagen y frunce el ceño—.
¿Ese es Gregory? —inquiere.

—Hola, señor Cox —saluda mi asistente.


asistente.

—Gregory, desconéctate —ordeno. Miro hacia Oliver alzando una ceja—. Si vienes a robarme algo
más, lo siento, pero no tengo nada para .

—Rachel, solo he venido a hablar congo como los adultos que somos. Sé que la he cagado
congo, pero…

—Pero nada. Cierra la puerta al salir, Cox. —Me levanto y rodeo la barra para salir de la cocina,
pero antes de que pueda huir su mano se aferra a mi brazo deteniéndome. Con un rón, me libero
y hago una mueca al senr un pinchazo de dolor en la mano vendada—. No vuelvas a tocarme o
juro que te daré otro puñetazo
puñetazo —siseo mirándole
mirándole con odio.

—Lo siento. No quería lasmarte. ¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado en la mano? —Alzo una ceja y
sus zafiros reflejan sorpresa—. ¿Te lo hiciste pegándome?
—Tienes la cara más dura de lo que pensaba, y mira que ya sabía de antemano lo caradura que
eres, pero ya ves… a veces las personas no son lo que parecen. Yo he aprendido eso a las malas y
demasiadas veces para mi propio bien. ¿Ahora puedes largarte de mi casa?

—¿Ni siquiera vas a escuchar lo que tengo que decir?

—No. Créeme, ya he escuchado demasiado. Quiero


Quiero que te largues ahora mismo. Si no lo haces
llamaré a la policía.

—No me amenaces,
a menaces, Rach —sisea clavando sus ojos en los míos. Respira profundamen
profundamentete y cierra
los ojos como para intentar tranquilizarse—.
tranquilizarse—. Paul ha firmado un contrato
contrato con Lockwell
Aeronaucs.

—¿Paul? —inquiero cruzándome de brazos.

—Sí, Paul. Aunque te suene a excusa, lo hizo a mis espaldas, al igual que la presentación del
proyecto IACox en la expo.

—IACox ¿Qué significa? ¿Idiotas Asociados Cox?

—Inteligencia Arficial Cox, pero eso ya lo sabes. Creo que el sarcasmo está de más en esta
—Inteligencia
conversación. Intento hablar congo de un tema serio.

—¿Serio? ¿Qué es lo que vas a decirme, que has vendido la patente que me robaste a un
fabricante
fabricante de armas? Eso ya lo sé, Cox. Y no te preocupes,
preocupes, también sé que no puedo hacer nada
para evitarlo y recuperar lo que es mío. No te demandaré, si es lo que intentas evitar. Espero que el
proyecto vaya
vaya muy bien y al menos lleves la cuenta de la candad de vidas humanas que se van a
perder gracias a mi proyecto
proyecto y tus manos largas.

—¿Otra vez con el sarcasmo? —pregunta volviendo a alzar su ceja negra. Me encojo de hombros y
él vuelve a suspirar—. Si me escucharas solo un segundo, podría explicar que hay forma de evitar
que Lockwell use IACox como un arma. —Frunzo el ceño. Eso llama mi atención—. ¿Ahora vas a
escucharme? —pregunta, y una pequeña chispa de diversión ilumina sus zafiros.

—Habla de una puta vez —escupo.

—El contrato con Lockwell está blindado. He intentado romperlo, pero de hacerlo, sus abogados se
me echarían encima y lo perdería todo. —Pongo los ojos en blanco porque eso ya lo había
imaginado. Nadie juega con Hayden Lockwell. Si quiere algo, lo obene. Es incluso peor que Cox—.
Pero… Y ahora viene la parte en la que te hago una propuesta, hay una cláusula, Cox Tech es la
única empresa que puede trabajar el protopo tanto del exoesqueleto como de la IA, hacer los
ajustes y cambios necesarios hasta que consideremos que está listo para su comercialización.

—Cualquier cambio o ajuste —susurro pensando a toda velocidad.

—Sí, cualquiera que sea necesario. Por eso quiero que seas tú la encargada de hacerlo. Puedes
asegurarte de que no las conviertan en armas.

—También puedo simplemente destruirlo —comento volviendo a encogerme de hombros.

—Seamos serios, Rachel. Estoy seguro de que esa cabecita brillante tuya puede encontrar la forma
de darle a Lockwell lo que quiere sin que llegue a ser peligroso.

—¿Y a  qué te importa si lo convierten en armas? Mientras sigas llenándote los bolsillos, todo va
bien, ¿no?

—Si no me importara, no estaría aquí pidiéndote que vuelvas a casa conmigo.

—Yo ya estoy en mi casa —afirmo.

—Muy bonita, por cierto, pero ya sabes lo que quiero decir. Te necesito, y tú necesitas saber que
tus creaciones no van a ser empleadas en usos militares. Al menos no de la forma que Lockwell
quiere hacerlo.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza. No me o de él. Seguramente esta sea otra de sus tretas para
engañarme y poder sacar algo más de mí.

—¿Qué es lo que ganas tú con todo esto? No intentes hacerme cre


creer
er que lo haces por la bondad
de tu corazón, porque ambos sabemos que dentro de tu pecho solo hay una jodida roca.

Respira profundamente
profundamente y mete las manos en los bolsillos de su pantalón de traje.

—Tal vez me preocupe eso de tener que contar las vidas humanas que se van a perder. Puede que
me esté ablandando y mi conciencia no me deje vivir con ello.

—No te creo —digo mirándole a los ojos—. No me o de una sola de todas las palabras que has
dicho. En mi opinión,
o pinión, todo son patrañas.

—Es justoenque
una ceja su pienses
direccióneso,
y élpero no necesitas
resopla—. confiarlegal,
Un contrato en mí, Rach.diga
donde Hagamos untú
que solo acuerdo.
tendrás—Alzo
poder de
decisión en lo referente a los dos proyectos
proyectos que deben ser entregados a Lockwell. Los cambios
correrán por tu cuenta y nadie podrá inmiscuirse, ni siquiera yo.

Abro los ojos como platos al escucharle. Un contrato así me daría libertad suficiente para modificar
la IA. Tal vez pueda converrlo en un asistente de vuelo automazado o crear protocolos de
seguridad que impidan que sea ulizado para cualquier po de maniobra militar ofensiva.

—Sigo sin fiarme —susurro.

—Está bien. Piénsalo, ¿vale? Yo vuelvo mañana por la noche a Nueva York. Tienes hasta entonces
para contestarme, y si aceptas, nos iremos de inmediato. Tenemos una fecha límite para entregar
los protopos y vamos algo justos de empo. —Asiento a regañadientes y veo como se gira para
marcharse, pero antes de abrir la puerta vuelve a mirarme—. Por cierto, no sé si es lo que quieres
escuchar, pero te echo de menos.

—No, ni quiero ni necesito escuchar eso. Básicamente porque no creo que sea verdad.

—Lo imaginé —susurra—. Espero tu llamada,


l lamada, Rach.

Abre la puerta y se marcha dejándome de pie mirando hacia el lugar que antes ocupaba. Ahora sí
que estoy hecha un lío. Se supone que ya había terminado con esta mierda e iba a seguir con mi

vida como si nunca hubiese pasado, pero ahora… Joder, no sé qué hacer. Tengo la oportunidad de
impedir que mi creación se convierta en un arma que acabará con miles de vidas. No puedo
simplemente ignorarlo,
ignorarlo, ¿o sí?

Oliver

Repiqueteo con los dedos en el volante y vuelvo a echar otro vistazo a la pantalla de mi teléfono.
Nada, no hay llamadas ni mensajes. Esro el cuello para mirar a través de la ventanilla del
acompañante y compruebo que hay luz dentro de la casa.

—Vamos, Rach, llámame —murmuro para mí.

Llevo parado delante de su casa desde esta mañana. No aguantaba estar más empo encerrado en
el hotel, sin nocias, sin llamadas, sin saber si Rachel finalmente aceptar
aceptaráá mi propuesta. En dos
horas tengo que estar en el aeropuerto y ella aún no me ha contestado,
contestado, pero va a hacerlo. No voy a
irme de Los Ángeles solo. Esperaré y seguiré insisendo el empo que sea necesario.

Resoplo y llevo las manos a mi cabeza rando del pelo hacia atrás. Tengo que recuperarla como
sea. La echo demasiado de menos. Al verla hoy sen como si un jodido rayo me atravesara, fue casi
tan intenso como el día en que la conocí. Sonrío pensando en ese día. YYoo solo quería conocer a la
ingeniera estrella
estrella de Braincom, a la mujer que en cada ocasión nos dejaba en ridículo en la expo
con sus novedosas e increíbles creaciones, pero lo que encontré fue mucho más. Esa chica alocada,
sonriente y sarcásca que entró en mi despacho me dejó completamente fascinado, y excitado
también. Cada vez que se rebelaba contra mí, me daban ganas de follarla hasta que se le quitaran
las ganas de llevarme la contraria. Sus ojos grises, esos que parecen del color del metal líquido, se
clavaron en los míos y sen como si pudiesen traspasar
traspasar mi cuerpo y ver más allá de mi alma. La
sensación fue intensa e increíble. Sigue siéndolo, pero ahora sé que voy a tener que ganármela de
nuevo.

Soy un imbécil. Tenía lo más dicil hecho, conseguí que se abriera a mí, al menos parcialmente,
logré ganarme su confianza, y cuando ya poseía todo lo necesario para ser feliz, la cagué. Cada
jodido segundo del día
día me arrepiento de lo que hice. Sabía
Sabía que estaba mal,
mal, pero la ambición
ambición me
cegó. La oportunidad de tener en mis manos ni más ni menos que inteligencia arficial… Eso fue
más de lo que pude manejar.

Resoplo una vez más y miro mi reloj de pulsera. ¡A la mierda! No voy a seguir desesperado en este
jodido coche. Salgo
Salgo del vehículo
vehículo y camino hacia la entrada de su ca
casa,
sa, toco al mbre y espero. Soy
incapaz de dejar de moverme y me emblan las manos. ¿Por qué demonios me emblan las
manos? Porque eres un capullo que quiere caerle en gracia a la chica más maravillosa que has
conocido, me contesto a mí mismo.

La puerta se abre de golpe justo cuando estoy intentando arreglar el desastre que llevo por ropa.
Tengo los pantalones arrugados por estar tanto empo sentado en el coche, la corbata floja y llevo
la camisa por fuera. Eso por no hablar de mi pelo, que apunta en todas las jodidas direcciones.

—¿Te has caído en un basurero? —me pregunta Rachel alzando una ceja.

Niego con la cabeza y no puedo evitar deslizar mi mirada por todo su cuerpo. Sus vaqueros
rasgados en las rodillas le dan un aire juvenil que me encanta y esa camiseta con el hombro al
descubierto… Joder, me encantaría clavar mis dientes en esa porción de piel que deja al
descubierto, escuchar sus gemidos cuando mi lengua se pasea por su cuello y… ¡Mierda! Tengo Tengo
que dejar de mirarla como un puto obseso sexual. No estoy aquí para esto. En momentos como
este doy gracias al cielo por ser tan inexpresivo o seguramente
seguramente ahora mismo estaría
e staría con cara de
idiota y babeando.

—El empo se agota, Rachel —señalo tras carraspear.


carraspear.

—¿Sabes por dónde me paso yo tu empo, Cox? —pregunta


—pregunta con una falsa sonrisa. Ahí está otra
vez ese tono sarcásco que tanto me molesta y me gusta al mismo empo—. Lárgate. —Va a cerrar
la puerta, pero consigo encajar mi pie y abrirla.

Entro en la casa y veo como pone los ojos en blanco antes de dar media vuelta y entrar en la cocina
como si yo no estuviese presente. Esta chica sabe hacer que alguien se sienta
s ienta ignorado a la
perfección.

—Rach, necesito una respuesta. —Mi tono de voz suena áspero y duro, carente de ninguna
emoción, pero eso no es algo que yo pueda cambiar. Soy así.

—Genial, si has venido hasta aquí para eso, puedes seguir con tu vida. La respuesta
respuesta es no.

—¿No? —inquiero sorprendido.

Joder, esto no me lo esperaba. Creí que aceptaría volver conmigo a Nueva York tras hacerle la
propuesta.

—No. N y O, así como suena. ¿Puedo ayudarle en algo más, señor Cox? —Su sonrisa cínica me
pone de los nervios, pero al mismo empo me excita.

—Sí, puedes ayudarme en algo más, Rachel. Puedes dejar el puto sarcasmo antes de que me
calientes los cojones y termine poniéndote el culo como el de un jodido mandril.

Sus ojos se abren de par en par y traga saliva con fuerza. La he sorprendido. Tal vez si aprovecho el
momento… Doy un paso hacia ella, pero su expresión cam cambia
bia de inmediato. Sus ojos me miran con
rabia y aprieta los labios con fuerza.

—Cox, un paso más y juro que te dejo estéril de una patada en tus jodidas pelotas —amenaza.

Reculo un par de pasos y alzo mis manos en son de paz.

—Está bien. Lo siento. ¿Puedes explicarme por qué no aceptas mi propuesta?


—¿Tú realmente crees que yo te debo algún po de explicación, muchacho? —Una de sus finas
cejas se alza y contengo las ganas de sonreír.

¿Acaba de llamarme muchacho? Se está pasando de lista, pero voy a pasarlo por alto esta vez.

—¿Tienes una cerveza? —pregunto tras resoplar.

Me siento en uno de los taburetes que hay en la cocina y apoyo los codos en la barra de mármol
pulido.

—No, yo no bebo —contesta encogiéndose de hombros.

—¿Refresco? —Niega con la cabeza—. ¿Agua?

Gruñe y abre la nevera que está a su espalda, coge una jarra de agua, la sirve en un vaso y justo
cuando pienso que va a venir hacia mí, uno de los dos brazos robozados que ene se cruza en su
camino.

—Izquierdo, dale esto al señor Cox —le ordena.

El robot viene hacia mí y me ende el vaso, pero justo cuando voy a cogerlo, lo empuja hacia mí
derramando el agua sobre mi pantalón a la altura de mi entrepierna.

—¡Mierda! —Me levanto de golpe y empiezo a sacudir el agua. Parece que me he meado encima.
Miro hacia Rachel y la veo contener la risa. La muy cabrona lo ha hecho a propósito—. ¿Puedes
dejarme algo para que me seque? —pido.

—Claro —contesta
—contesta sonriendo. Coge una servilleta de tela y en vez de dármela a mí, se la ende al
dichoso robot—. Izquierdo,
Izquierdo, el señor
s eñor Cox necesita ayuda para limpiarse —dice con una sonrisa
maliciosa.

Antes de que pueda darme cuenta de sus intenciones, el dichoso brazo robóco ya ha cogido la
servilleta y la está empujando contra mi entrepierna con tanta fuerza
fuerza que me doblo por el
e l dolor de
huevos que me ocasiona. Arrodillado en el suelo y con las manos acunando mis tesculos, intento
intento
respirar por la nariz para soportar el dolor.

—La madre que te parió, Rach —gimo.

Alzo la mirada y la veo frente a mí con los brazos cruzados y una sonrisa ladeada en su rostro.
—¿Necesita usted algo más, señor Cox?

Capítulo 22

Rachel

Tengo que retener una carcajada al verlo rado en el suelo, encogido y haciendo muecas de dolor.
Hago nota mental de agradecerle a Izquierdo su aportación a este inesperado encuentro.

—¡Joder, como duele! —se queja Oliver tras resoplar por la nariz.

Estoy a punto de apiadarme de él y ofrecerle un vaso de agua, uno que pueda beber y que no
termine en su ropa, pero justo en ese momento suena el mbre.

—¿Quién es, Gregory? —pregunto.

—Doris —contesta mi asistente.

El mbre sigue sonando de manera insistente. Está claro que no va marcharse sin más.

—Abre la puerta —ordeno. Me agacho y ro del brazo de Oliver para que se incorpore. Hace una
mueca de dolor, pero se endereza y me fulmina con la mirada—. Te diría que te largues, pero ya es
demasiado tarde para eso. Estate calladito,
calladito, ¿entendido?

Frunce el ceño y está a punto de replicar, pero la mujer rubia y enérgica que aparece en ese
momento en la cocina interrumpe sus intenciones.

—Rachel Eleonor Taylor, ¿no pensabas abrirme la puerta? —inquiere mamá dejando su bolso
sobre la encimera.

—Sí, mamá. Lo he hecho, ¿no? ¿Qué haces aquí?

Mi madre mira a Oliver con curiosidad y frunce el ceño.

—Hija, ¿por qué hay un vagabundo en tu cocina? —susurra.

Miro hacia él y compruebo por qué mi madre cree que se trata de un vagabundo. Tiene la ropa
arrugada, el cabello completamente
completamente despeinado, la barba descuidada y parece haberse meado
encima. A pesar de todo ello, sigue siendo el hombre más jodidamente atracvo
atracvo que he visto
jamás. Lo sé, lo mío es para darme de comer aparte.
aparte.

—No es un vagabundo —señalo.

—Encantado, señora Taylor —dice el susodicho acercándose a nosotras con el brazo extendido.
Una sonrisa maliciosa ra de mis labios al ver que camina con las piernas entreabiertas, como si
acabara de bajarse de un caballo—. Soy Oliver Cox. Ya hemos hablado por teléfono.

Mi madre le devuelve el saludo y sonríe mirándome a mí de reojo.

—Oh, es usted
terminar el señor
haciendo de lasdesayunos. —Mi sonrisa
suyas, la conozco—. Creíseque
esfuma al escucharla.
era usted de NuevaSé que¿Qué
York. mi madre
haceva
enaLos
Ángeles? ¿Ha venido por negocios?

—Algo así —susurra Oliver. Él también me mira de reojo—. He venido a hacerle una propuesta a su
hija, pero me está costando convencerla de que la acepte.

—¿Una propuesta decente? —inquiere mamá sonriendo de manera ladina.

—Mamá —siseo a modo de advertencia.

No puedo dejar que se emocione o terminará haciéndome la cama para que me acueste con él.

Los zafiros de Oliver también brillan con diversión, aunque no como lo hacían antes. Me da la
impresión de que algo ha cambiado en su mirada, como si esa luz hubiese perdido intensidad.
En realidad, mi propuesta es laboral señala . Tengo un avión privado esperándonos en el
aeropuerto para volar de regreso a Nueva York.

—Entonces debería apresurarse, señor Cox. No quiero retrasarlo —comento.

Sus ojos se clavan en lo míos y niega con la cabeza.

—No pienso irme sin , Rach. Me da igual si tengo que aacampar


campar en tu jodido jardín durante
semanas. Ese vuelo lo cogemos juntos.

Alzo una ceja con diversión. ¿De verdad cree que va a conseguir algo dándome órdenes y
haciéndome exigencias? La lleva clara.

—No estoy interesada. Si quiere quedarse, le aconsejo que duerma en la playa. Por la noche
refresca un poco, pero le prestaré una manta, no vaya a ser que se resfríe, señor Cox. Ahora, si me
disculpa, quiero pasar un rato con mi madre. —Señalo la puerta y él frunce el ceño.

—No voy a irme —afirma.

—Wow, vale. Creo que he llegado en mal momento —comenta mamá—. La tensión sexual puede
cortarse con cuchillo.

—¡Mamá! —le advierto de nuevo.

—¡¿Qué?! ¡Por Dios santo, hija! Este hombre está para comérselo, deja de hacerte la remilgada y
pégale un buen revolcón. A ver si así te cambia un poco la cara. Desde que has llegado de Nueva
York casi no sales de esta prisión de cristal.

Resoplo al ver como mi madre repasa con la mirada a Oliver,


Oliver, parece que estuviese imaginándolo
desnudo.

—¡A la mierda! No os aguanto


ag uanto a ninguno de los dos —farfullo yendo al frigorífico para coger un
vaso de agua.

—¿Siempre ha sido tan cabezota y malhumorada? —le pregunta Cox a mi madre.

—Cabezota, sí. Desde niña siempre tenía que salirse con la suya, y claro, como era la pequeña,
siempre la consenamos en todo, especialmente su hermano.

—¡Mamá! —mi advertencia esta vez va muy en serio.

Quiero que se calle inmediatamente, pero ambos siguen hablando como si yo no estuviese
presente.

—Como iba diciendo —connúa mi madre—, lo de cabezota le viene desde niña, pero antes era
mucho más alegre y social. Fue desde el accidente que…

—¡Mamá! —esta vez mi grito llama su atención. Respiro profundamente para tranqui
tranquilizarme—.
lizarme—. No
creo que al señor Cox le importe nuestros problemas familiares.

—Oh, perdón —susurra mamá—. ¿Lo estoy molestando,


molestando, señor Cox?

—No, en absoluto, y puede llamarme solo Cox.


Mi madre sonríe de oreja a oreja. Pongo los ojos en
e n blanco y me bebo el agua de un trago, dejo el
vaso en el fregadero y los miro.

—Señores, tengo trabajo que hacer. ¿Pueden largarse ya de mi casa?

—Hija, no seas maleducada —me regaña mi madre.

—No me dejas otra opción, mamá —siseo.

—¿Dónde está tu equipaje? —pregunta Oliver llamando mi atención.

Bufo y me pinzo el puente de la nariz con los dedos.

—Te lo digo por úlma vez, Cox. No voy a ir congo a ningún lado —sentencio.

Oliver se acerca a mí y me mira a los ojos con tanta intensidad que casi me marea. Creo que
necesito descansar un rato, o comer. Sí, probablemente solo esté débil por la falta de sueño.

—Rachel, si no vienes conmigo Aldrich se ocupará del proyecto con Lockwell Aeronaucs. —Su voz
es calmada, pero suena a amenaza—. ¿De verdad quieres ver tu trabajo en sus manos?

—Creí que lo habías despedido —señalo.

—Lo hice, pero puedo volver a contratarlo. Estoy seguro que no me costará nada que acepte volver
a su anguo puesto.

—¿De qué habláis? ¿Por qué soy la única que no se entera de nada? —pregunta mi madre
interrumpiendo
interrumpiendo nuestra guerra de miradas.

—Sí, mamá. Es un asunto de trabajo. No te metas en esto, por favor —pido.

Vuelvo a mirar a Oliver y este se encoge de hombros.

—Es tu decisión, Rach. Te estoy proponiendo que te hagas cargo de todo, con total libertad para
hacer y deshacer a tu gusto, pero si no aceptas no puedo hacerme responsable de lo que pueda
pasar con IACox y tampoco con el exoesqueleto. Aldrich responderá directamente a las demandas
de Lockwell, y ya sabes lo que eso significa.

Resoplo y aprieto ambos puños a cada lado de mi cuerpo. Me siento furiosa. Este cabronaz
cabronazo o me
está poniendo contra las cuerdas. Sabe lo importante que es para mí que mis creaciones no acaben
siendo armas, y eso es exactamente lo que pasará si Aldrich está a cargo del proyecto. Ese imbécil
cederá a todas las exigencias de Lockwell Aeronaucs y lo que yo diseñé para ayudar a la gente,
acabará arrebatando vidas inocentes.

—Eres un cerdo manipulador —siseo.

—Soy mucho más que eso —dice alzando levemente una de sus comisuras—.
comisuras—. Ahora, ¿dónde está
tu equipaje, Rachel?

Un nuevo bufido sale de mi boca y le miro con rabia contenida.

—No puedo hacer las maletas así sin más. Gregory


Gregory,, Izquierdo y Derecho se vienen conmigo.

El brillo de su mirada se intensifica levemente y asiente.


—Yo tengo que irme ya. En cuanto llegue a Nueva York, el piloto volverá a buscarte. Más te vale
subirte a ese avión, Rach, o te juro que yo mismo regresaré y te subiré a bordo por las malas.

—¿Sabes, Cox? Me estoy cansando de tus jodidas amenazas —replico.

—Bien —su comisura vuelve a alzarse—, si quieres volver a golpearme, ya sabes dónde
encontrarme. —Se gira hacia mi madre y le ende la mano—. Un placer conocerla, señora Taylor.
—Doris —susurra mamá sonriendo como una colegiala.

—Doris, ahora enendo de dónde heredó Rachel su belleza.

¡¿Qué?! ¡El muy capullo está siendo empalagosamente amable! ¡Joder, él no es así! Intenta
ganarse a mi madre con su galantería y sus
s us cumplidos. Lo dicho, es un puto cerdo manipulador
manipulador..

Se despide con un gesto de su cabeza, y tras lanzarme una mirada de advertencia, se va de mi casa
dejándome a solas con mi madre.

—¡Por el amor de Dios, hija! —excla


—exclama
ma mamá dándose aire con la mano—. Ese hombre es fuego
puro, y la forma en la que te mira… Dime que te has acostado con él.

—No voy a hablar de esto congo, mamá —contesto cruzándome de brazos.


—¿Por qué? Bueno, recuerdo que estaba desayunando congo en mitad de la madrugada, así que
ya tengo mi respuesta, pero no enendo por qué lo tratas así. ¿A qué viene ese rechazo?

—Oliver Cox no es una buena persona —afirmo—. Puede engañar al principio, pero solo hace falta
rascar un poco la superficie para darse cuenta de que está podrido por dentro. No puedo confiar
en él.

Mi madre suspira, se acerca a mí y coge mi mano entre las suyas.

—Hija, eso es lo que piensas de todo el mundo. Tienes que intentar abrirte un poco. Sé que lo que
te ocurrió en el pasado aún te afecta, pero no puedes dejar que eso condicione tu vida. A veces las
personas no te decepcionan, no todas al menos, solo enes
 enes que darles la oportunidad de
demostrarlo.
“A él se la di”, pienso. Le dejé entrar, confié en él y me pisoteó como a una jodida cucaracha.

—¿A qué vino hablar de Josh con Oliver? Ni siquiera lo conoces y ya estabas contándole cosas
sobre mi vida privada —reclamo.

—No es para tanto. Enendo que te duela, a mí también me pasa, pero han pasado más de sseis
eis
años, cariño. Tarde
Tarde o temprano enes que aceptar lo que pasó y poder hablar de tu hermano con
normalidad. No porque no pienses en él o no lo menciones va a cambiar lo que sucedió.

—No quiero seguir hablando de esto —zanjo girándome para salir de la cocina.

—¿Ves
—¿Ves lo que te digo? Cada vez que menciono a Josh o ese maldito accidente, sales corriendo.

¡Tienes que enfrentarte a tus miedos, Rachel!


R achel!
—¡¿A mis miedos?! —Me giro hacia ella temblando de furia—. ¡¿Dónde estabas tú, madre?! ¡¿Qué
hacías mientras tus dos hijos se estrellaban en ese coche?! Te recuerdo que tú fuiste la primera en

salir huyendo cuando las cosas se pusieron feas. Nos dejaste con él para poder vivir tu vida sin
cargas, así que no vengas a darme lecciones de moral a estas alturas, porque ni las quiero, ni las
necesito. —En cuanto me doy cuenta de todo lo que acabo de decir, me arrepiento. Mi madre me
mira con los ojos vidriosos y tragando saliva con dificultad—. Joder
Joder,, mamá, yo no quería… —
jadeo— Lo siento mucho.
mucho.

—No, está bien. —Se limpia un par de lágrimas que se escapan de sus ojos e intenta sonreír, pero
apenas consigue hacer una mueca con los labios—. Tienes razón, yo os dejé con él, y no hay ni un
solo día que me arrepienta por haber tomado esa decisión. Pero te aseguro que no lo hice por
razones egoístas. Yo quería tener a mis hijos conmigo, pero vuestro padre… Ya sabes cómo es,
Rachel. Él nunca lo hubiese permido. Si hubiese intentado teneros, estoy segura de que alguno de
sus abogados habría encontrado la forma de que un juez me prohibiera veros. De esa manera, al
irme sin hacer ruido, al menos podía estar con mis hijos de vez en cuando.

—Eso ya lo sé. —Me acerco a ella y la abrazo. Ahora mismo me siento muy culpable por haberla
hecho llorar. Joder, ella no ene la culpa de lo que pasó. Mis malas decisiones y confiar en la
persona equivocada fueron el desencadenante de todas las desgracias de mi familia—. Lo siento,
mamá —susurro.

Alza la mirada hacia mí y peina mi flequillo con sus dedos.


—No lo sientas. Deja de culparte de una vez por lo que sucedió. Necesitas recuperar tu vida, volver
a ser la de antes. ¿Por qué no llamas a la doctora Wilson? Tal vez te venga bien hablar con ella.

—Mamá, estuve tres años saltando de psicólogo en psicólogo. Ella no puede ayudarme.

—Porque tú no quieres ser ayudada —sentencia.

Hago una mueca y me encojo de hombros dándole la razón sin necesidad de decir decir palabra alguna.
No quiero ser ayudada. Eso es cierto, y es la conclusión a la que llegaron los mejores psicólogos de
Los Ángeles cada vez que intentar
intentaron
on meterse en mi cabeza, aunque ellos no lo enenden, nadie lo
hace. Las pesadillas, el miedo a los espacios cerrados… Todo
Todo eso condiciona mi vida, sin embargo,
también lo necesito para seguir viviendo. Quiero que esas imágenes que me atormentan
desaparezcan, pero al mismo empo, sé que me merezco senr todo ese pánico, ese dolor… Esa es
mi penitencia, el precio que tengo que pagar por los errores que come, los errores que llevaron a
mi hermano a la tumba.

Oliver

Nueva York está inundada. El sonido de la lluvia es atronador y las calles están repletas de charcos.
Hace más de una hora que Rachel debería haber llegado a Cox Tech. Envié a Hank a buscarla al
aeropuerto, pero me llamó diciendo que Rach se había negado a subirse al coche. Debí imaginarlo.
Tendría que haber ido yo mismo a buscarla y no dejar que viniese sola. Joder, cayendo el jodido
diluvio universal y apuesto a que ella viene en moto. Es una inconsciente.

Miro a través del cristal de las puertas principales del edificio y compruebo la hora de nuevo.
¿Dónde está? ¿Por qué demonios tarda tanto? ¿Le habrá pasado algo? Mis empleados me saludan

al pasar. Ya ha terminado la jornada laboral y la mayoría se han ido, solo quedan algunos rezagados
que me miran extrañados al verme aquí, de pie, frente a las puertas, y mirando hacia el exterior.

—Señor Cox —me giro y veo a la recepcionista a mi espalda—. ¿Quiere que llame a su chofer? —
pregunta.

—No —contesto secamente. No tengo por qué darle explicaciones.


Un sonido me alerta, es el ruido del motor de una motocicleta de alta cilindrada.
cilindrada. Miro hacia el
exterior y la veo bajarse de la moto. En cuanto se quita el casco, sale corriendo hacia el edificio.

Respiro profundamente al comprobar que está sana y salva. Joder, creí que me iba a dar un infarto
si no llegaba en los siguientes minutos.

—¡Mierda! —exclama
—exclama Rachel nada más atravesar
atravesar las puertas. Se sacude el pelo y hace una mueca
mirando su ropa. Lleva un pantalón vaquero que se le pega a los muslos al estar empapado, y su
chaqueta de cuero no ha podido retener la candad de agua suficiente para no traspasar el jersey
de cuello vuelto que lleva por dentro—. Acabo de llegar a Nueva York y ya estoy deseando volver a
Los Ángeles. —Se quita la chaqueta mojada y se estremece. Entonces me fijo en sus labios
morados por el frío y en la forma en la que abre y cierra las manos como si intentara darles calor.

—Estás congelada —digo en tono duro.

Joder, tengo ganas de ponerle el culo como una pandereta por ser tan irresponsable y ponerse en
peligro de esta forma.

—Gracias, Einstein, no me había dado cuenta —replica


—replica castañeando los dientes. Entonces se fija en
mí y frunce el ceño—. ¿Qué haces tú aquí? ¿Desde cuándo sales de tu bonito despacho para
recibir a alguien?

“Desde que no soy capaz de enfocarme en otra cosa que no seas tú”, pienso. Ni siquiera he podido
dormir en toda la noche al saber que podría verte hoy
hoy,, y he pasado todo el jodido día deseando
que llegue este momento. Pero
Pero en vez de decir todo eso, solo me ajusto la corbata y le hago un
gesto con la mano para que venga conmigo.

Voy directamente hacia el ascensor, pero antes de llegar, me giro hacia atrás y compruebo que
Rachel no me sigue.

—No voy a subirme a ese trasto —señala frotándose los brazos para entrar en calor.

—Rachel, estás empapada. Es la forma más rápida de subir y que no sufras una hipotermia —
replico frunciendo el ceño.

—Correré el riesgo —señala yendo hacia las escaleras.

Resoplo y la sigo, pero al ver como empieza a hacer muecas en los primeros escalones, sujeto
sujeto su
brazo para detenerla. En cuanto la toco, noto su rechazo. Su brazo se aparta de mí
instantáneamente.
Joder, no admite ni que la roce. Esto va a ser dicil. Necesito que vuelva a confiar en mí. Supongo
Joder,
que mi paciencia va a ser puesta a prueba, tengo que mantener la calma y no apresurar las cosas.
Esta vez voy a hacerlo bien.

—Tienes las piernas entumecidas


entumecidas por el frío, ¿ver
¿verdad?
dad? —inquiero.

—Sí, pero ya se me pasará —contesta subiendo más escalones sin dejar de hacer muecas.
No puedo evitar que se me escape un nuevo bufido. La alcanzo en un par de zancadas, y tras
quitarle la mochila empapada y colgarla en mi hombro, me agacho pasando un brazo tras sus
rodillas y alzándola. Por puro insnto, acaba sujetándose a mi cuello, aunque su postura rígida me
hace saber que no está nada cómoda con la situación.

—Antes de que empieces a quejarte, te informo que lo único que pretendo es que no termines
enferma. Te necesito en el taller, trabajando, y no con fiebre en la cama. —Está a punto de replicar,
pero mi mirada fulminante la hace cambiar de idea. Aprieta los labios y desvía la vista en cuanto yo
empiezo a subir las escaleras. Al llegar al piso diecisiete,
diecisiete, me duelen las piernas y mis pulmones no
dan más de sí, pero me apena que hayamos llegado tan pront pronto
o porque ahora tendré que soltarla, y
no creo que ella me permita volver a estar así de cerca en mucho empo—. Ya hemos llegado —
señalo dejándola sobre sus pies.
Sigue temblando y respira por la nariz castañeando los dientes. Abro la puerta, y en cuanto
entramos en el apartamento, sus ojos se abren como platos.

—¿Qué has hecho aquí? —pregunta


—pregunta abrazándose a sí misma.

—¿Te gusta? —señalo la nueva decoración, con colores más claros, como a ella le gusta, aunque
sin perder mi esencia. El rojo y el negro siguen presentes en muchos lugares de cada estancia—.
Creí que te senrías más cómoda.

Me mira alzando una ceja y niega con la cabeza.

—No me importa el color de las paredes. Hace falta mucho más que una mano de pintura y
cambiar algunos muebles para hacer este lugar un hogar. Por suerte, yo ya tengo uno y no pienso
pasar demasiado empo aquí. En cuanto termine con el dichoso proyecto, me largo a casa.

Contengo un bufido. Sí, esto va a ser muy, pero muy dicil. Le endo las llaves y ella niega de
nuevo con la cabeza.

—Son las llaves del apartamento, Rachel —señalo—. En el taller todo está tal como lo dejaste. Tus
cosas llegarán mañana a primera hora.

—Gracias, no quiero las llaves. Hoy mismo instalaré un nuevo sistema de seguridad. Voy a colocar
un escáner de rena en la puerta. A parr de esta noche solo Gregory o yo podremos abrir esa
puerta. Así que, si estabas pensando robarme algo más, puedes ir olvidándote. —Mira hacia el
techo, a todas las esquinas, y entrecierra los ojos—. Voy a hacer una búsqueda exhausva de
cámaras y micros. Te digo esto por si quieres ahorrarme el trabajo y mandar a alguien que venga a
rerarlos.
—No he puesto cámaras en tu apartamento,
apartamento, Rachel —afirmo mirándola fijamente—. Aunque no lo
creas, estoy arrependo de lo que hice, y te aseguro que jamás volverá a pasar. Solo intento
redimir mis errores.

—¿Obligándome a trabajar para ? —inquiere alzando


alzando una ceja de manera arrogante—. Bonita
forma de disculparte, Cox, aunque, sinceramente,
sinceramente, no esperaba otra cosa de . Ahora, si me
disculpas, me gustaría darme una ducha caliente para ponerme a trabajar.
—Está bien —asiento tras resoplar—. Si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme. Mañana te
esperan en el taller a primera hora y por la tarde tenemos una reunión con el vicepresident
vicepresidentee de
Lockwell Aeronaucs. Espero que estés presente.

—Ahí estaré —confirma sin mirarme.

Me quedo unos segundos más esperando alguna reacción por su parte. Joder, yo estoy
entusiasmado y nervioso por estar de nuevo aquí, con ella, pero parece que Rach no siente lo
mismo. Se comporta como si fuésemos dos desconocidos. O aún peor, enemigos. Al ver que ni
siquiera voy a obtener una mirada suya, decido marcharme a casa. Mañana es otro día e intentaré
un nuevo acercamiento. Poco a poco, Oliver, me digo a mí mismo. Te la ganaste una vez y vas a
poder hacerlo de nuevo. Solo enes que tener paciencia.

Capítulo 23

Rachel

Tras pegarme una ducha caliente, me meto en el taller y empiezo a hacer las nuevas
modificaciones en el apartamento. Admito que ha quedado precioso. Los tonos claros junto a los
oscuros que ya exisan, les dan a todas las habitaciones
habitaciones mucha más calidez. Incluso la ropa de
cama es más clara y también las alfombras. Ha sido todo un detalle por parte de Oliver hacer esos
cambios. Eso me hace pensar en qué será lo que me está ocultando ahora. ¿Qué pretende con
tanta amabilidad?

—Gregory, ¿has terminado de cifrar el código de la puerta? —pregunto.

Mi asistente me mira desde la pantalla y asiente.

—Todo listo.

—Genial, entonces creo que hemos terminado. Mañana llegarán el resto de cosas, incluyendo
incluyendo a los
dos zoquetes que tenemos de ayudantes. Yo no estaré aquí, así que asegúrate de que dejan todo al
lado de la puerta y después se marchen. No quiero a nadie paseando por el apartamento y el taller
que esté cerrado en todo momento, ¿entendido?

—Sí, Rachel. Oye, y algo que quería preguntarte…

Miro hacia la pantalla y compruebo que Gregory baja la mirada como si algo le avergonzara.
avergonzara.
Espera… ¿Se está sonrojando? ¿Puede hacer eso?
—¿Qué pasa, colega?

—Me preguntaba si… Bueno, ya sé que con todo esto de venir a Nueva York vas a estar muy
ocupada, y no estoy seguro de que quieras seguir adelante con tu otro proyecto.

—¿Qué proyecto? —Sonrío al entender el movo por el cual se comporta de forma tan extraña—.
Quieres saber si sigo pensando crearte un cuerpo, ¿es eso?

—Sí, así es.


—Por supuesto que sigo teniendo eso en mente. Es más, quiero que te pongas en contacto con esa
empresa de muñecos sexuales.
sexuales. Creo que puedo usar la misma aleación y modificar un poco los
planos del exoesqueleto
exoesqueleto para la base ósea, sin embargo, necesitamos
necesitamos recubrirla con algún material
realista. Tampoco quiero que andes por ahí en plan Robocop. Serías más bien un rollo Terminador,
pero sin cargarte a nadie, y más listo que Schwarzenegger [1].

—Eso suena bien.

—Sí, ya verás. Vas a quedar muy guapo. Ya sé cómo introducir tu sistema operavo en el implante
cerebral. Trabajaremos en eso por las noches.

—Si vas a trabajar para Cox Tech durante el día y en mi cuerpo por las noches, ¿cuándo vas a
dormir? —pregunta mi compañero.
—No necesito dormir. Cuando tenga que hacerlo, lo haré, pero no es algo indispensable.

—Rachel, creí que habías dicho que te lo tomarías con más calma. Se supone que enes que…

—Gregory,, si necesito que alguien me dé la


—Gregory l a charla, llamaré a mi madre —le corto.

—Lo siento. No quise ser imprudente —dice con pose seria.

Resoplo y me pinzo el puente de la nariz.

—No, yo lo siento. Tú no enes la culpa de nada. Es solo que… todo esto me está volviendo loca.
No quiero estar aquí, y tampoco ver a Cox, ni mucho menos trabajar para él. YYaa me había hecho a
la idea de no volver a verlo jamás.

—Necesitas una distracción —señala.

—Sí, y el trabajo lo es.

—También puedes probar algo que no sea tan perjudicial para tu salud. Podrías quedar con tus
—También
amigos para jugar a ese videojuego —sugiere.

—¿Amigos? Ya no sé si son mis amigos, o si realmente lo fueron alguna vez. Trabajan para Cox.
Quizás él mismo los puso en mi vida para vigilarme. Siendo sincera, ya no sé de quién puedo
fiarme y de quién no.

—De mí puedes hacerlo.

Sonrío y asiento mirando


mirando la pantalla.
—Lo sé, colega. Tú nunca vas a fallarme.

—Porque soy una máquina y estoy programado para ello —señala.

—Exactamente. Creo que me va a gustar tenerte cerca de carne y hueso, o algo así. Es más, te
dejaré que escojas por  mismo cuál quieres que sea tu aspecto.

—Me gusta este.

—Sí, pero en tres


t res dimensiones es disnto. Tamaño
Tamaño de brazos, piernas, altura y todo eso. Por ahora
encárgate de hablar con los de la fábrica de muñecos y pídeles más información.

—Lo haré mañana mismo.

—Genial —suelto un bostezo—. Creo que voy a tener que dormir un par de horas —susurro
haciendo una mueca.

—¿Quieres que te despierta a alguna


a lguna hora en concreto?

—No creo que sea necesario. Probablemente no aguante


aguante más de tres horas en la cama. Buenas
noches, Gregory.

—Descansa, Rachel.

Alzo mi mano hacia la pantalla para despedirme de mi asistente y entro directament


directamentee en mi
habitación. No tardo ni cinco minutos en quedarme dormida, aunque como ya esperaba, en menos
de dos horas despierto bañada en sudor y gritando a pleno pulmón. Apenas tengo empo de llegar
al baño y vomitar los restos de lo poco que comí ayer antes de embarcar. Las pesadillas están
empeorando y me temo que más pronto que tarde acabarán pasándome factura.

Me obligo a dejar de pensar en ello o las náuseas no cederán. Es ese olor


olor,, humo, sangre y gasolina.
Sentada en el sueño del baño inspiro lentamente por la nariz dejando la mente en blanco.

—Tranquilízate,
—Tranquilíza te, Rachel —me digo a mí misma—. Solo es una pesadilla. Tienes que respirar y
sacarla de tu mente. —La ducha se acva de repente y miro al techo—. Gracias, Gregory.

—Creí que la necesitabas.

Me levanto y ro de la cadena antes de apoyarme en el lavamanos y mirar fijamente mi imagen en


el espejo.

—En serio, cuando tengas un cuerpo voy a averiguar si es legal que podamos casarnos. Creo que
serías el marido ideal para mí.

—Lo siento, Rachel, pero no me gusta ser el


e l segundo plato. Deberías hacerle esa propuesta tan
interesante al hombre que realmente deseas.

—Me estás saliendo demasiado listo —refunfuño quitándome la camiseta larga para entrar en la
ducha.

Tras meterme un par de cafés en vena, decido volver al taller para empezar con el diseño de lo que
será el futuro cuerpo de Gregory. Las horas pasan volando sin que me dé cuenta y cuando
amanece decido dejarlo y vesrme para bajar a la planta de los ingenieros.

Llego pasada las ocho de la mañana y me encuentro a Damon dando órdenes a los ingenieros.
ingenieros.
Cuando me ve, se sorprende y viene hacia mí sonriendo.

—Rachel, qué alegría verte. Te he llamado, pero Gregory me dijo que…

—¿Eres el nuevo ingeniero jefe? —pregunto cortándole. Su sonrisa se esfuma y asiente—. Bien.
Tenemos trabajo que hacer. No quiero ni necesito tu puesto, así que puedes quedarte tranquilo. En
cuanto hagamos las modificaciones en IACox, me largaré por donde he venido.

—Rachel, ¿qué te pasa? ¿He hecho algo que te haya molestado? —pregunta frunciendo el ceño.

—Damon, vamos a dejar una cosa clara, yo no he venido hasta aquí a hacer amigos. Voy a trabajar
y a haceros trabajar a vosotros también muy duro. Tenemos poco empo para hacer las
modificaciones, así que poneos las pilas. Bajaré todas las mañanas, dejaré órdenes explícitas y tú
te encargarás de que se cumplan estrictamente, ¿estamos? El resto del trabajo lo haré en mi taller.
¿Ha llegado ya el neurólogo? Lo necesitamos para adaptar el implante y empezar con las pruebas
en humanos.

—Acaba de llegar —contesta tras carraspear.

Me giro y veo a Oliver entrar en el lugar seguido de un hombre joven. Según se van acercando,
puedo verlo con más claridad. Es guapo, de unos treinta y pocos años, moreno, pelo largo peinad
peinadoo
hacia atrás, con algunas canas al igual que en la barba corta. Sus ojos son de un color verde oscuro
y ene los labios finos y rosados. Todo
Todo un bombonazo.

—Rachel, buenos días —saluda Oliver con su gesto serio habitual—. Te presento al doctor Marcus
Novak, él es el neurólogo que se encargará de parcipar y supervisar el proyecto
proyecto del exoesqueleto.

—Un placer, doctor Novak —sonrío extendiendo mi mano hacia él y veo como me repasa con la
mirada de arriba abajo.

No parece un doctor y por suerte,


s uerte, tampoco un ejecuvo. Va
Va vesdo con un pantalón de tela gris y
una camisa blanca. Elegante a la par que informal. Ya me gusta.

—El placer es mío, señorita Taylor —contesta sujetando mi mano—. He escuchado hablar mucho
de usted.

—Supongo que nada bueno —alzo una ceja y él sonríe.

—Al contrario, usted es toda una celebridad por aquí. Me han hablado de su talento con las
máquinas y he podido comprobarlo por mí mismo cuando vi lo que había creado. El implante del
exoesqueleto es toda una obra de arte. Lo que nadie me comentó es que usted fuese tan atracva.

—¿Atracva? —Sonrío de oreja a oreja—. Acaba de lanzarme un piropo, doctor Novak, creo que se
ha ganado llamarme por mi nombre. Solo Rachel, por favor.

—Perfecto. Creo que eso ayudará bastante.


—Perfecto. bastante. Al fin y al cabo, vamos a pasar muchas horas
trabajando juntos. Las formalidades están de más.
—¿Sabes, Marcus? —Suelto su mano y doy un paso en su dirección sin dejar de sonreír. Puedo ver
por el rabillo del ojo la forma en la que me está mirando Oliver. Si tuviese rayos láser en los ojos, yo

ya estaría muerta—. Creo que enes


 enes razón. Vamos
Vamos a pasar muchas horas juntos. Deberíamos
conocernos mejor.

—Eso suena muy bien. —Sus ojos se clavan en los míos y su sonrisa se ladea—. ¿Qué te parece si
nos conocemos mejor cenando juntos esta noche?

—Me parece una gran i…


—Si habéis dejado ya de flirtear, os recuerdo que ambos estáis aquí para trabajar —me interrumpe
Oliver.

Le dirijo una sonrisa forzada y me encojo


e ncojo de hombros mirando nuevamente
nuevamente a Marcus.

—No te lo tomes como algo personal —susurro—. El jefe es incapaz de sacarse el palo del culo.

Escucho las risas contenidas a mi espalda. Los trabajadores me han escuchado y Oliver también,
pero me importa una mierda. Quizás Gregory ene razón y lo que necesito es distraerme. Le doy
un nuevo repaso al doctor Novak y alzo ambas cejas. Una distracción muy atracva, sí señor.

Oliver

¡La madre que la parió! Ni siquiera mi interrupción a modo de advertencia ha servido de nada.
Rachel y ese jodido médico siguen coqueteando descar
descaradamente
adamente sin importarles que yo y todo el
jodido equipo de ingeniería
ingeniería este
estemos
mos presentes.
presentes. ¿Por qué lo hace
hace Rachel? Las intenciones
intenciones del puto
puto
Novak las tengo muy claras, quiere meterse entre
entre las piernas de ella. Mis piernas, las de mi chica.
Joder, no puedo creer que acabe de pensar eso. ¿Mi chica? Yo nunca he tenido ni he querido tener
una chica, pero ahora mismo no soporto la idea de que ese estúpido pueda ponerle un solo dedo
encima.

—¿Y dices que la idea de crear el exoesqueleto se te ocurrió mientras te duchabas? —escucho
como pregunta Novak.

—Sí,
puse me agaché
a pensar enpara… Bueno,
lo poco da igual.
que nos cuestaEldar
caso
la es quealalcerebro
orden ver cómo se doblaban
para misese
que ejecute rodillas
po deme
movimientos y que hay gente que eso no puede hacerlo. Una cosa llevó a la otra, y cuando quise
darme cuenta, ya tenía listo el primer diseño del implante.

Novak ríe y niega con la cabeza.

—Qué cosas más profundas piensas en la ducha —comenta sin parar de reír.

—¿Qué piensas tú en la ducha? —pregunta ella.

Novak alza ambas cejas y veo como Rach suelta una sonora carcajada.

—No sé por qué hice esa pregunta. Eres un hombre, ¿en qué vas a pensar si no?

—Así de básicos somos —comenta él encogiéndose


encogiéndose de hombros.
Así de básicos somos comenta él encogiéndose
encogiéndose de hombros.
Genial, ahora se hacen confesiones sexuales. Esto era lo úlmo que me faltaba. Me acerco a la
animada parejita colocándome justo detrás de Rachel.

—Rach, tengo que hablar congo en mi despacho —mascullo.

Estoy cabreado, no, lo siguiente, estoy furioso. Hago todo lo que está en mis manos para ganarme
su confianza y su perdón y ella solo piensa en ligar con el primero que se le cruza por delante.

—Ahora estoy ocupada —contesta sin mirarme.

—No te estaba preguntando. A mi despacho, ahora. —Se gira hacia mí y una de sus cejas se eleva
de manera arrogante—. No voy a reperlo —siseo.

Con una falsa sonrisa, Rach se gira


g ira hacia su nuevo mejor amigo y se encoge de hombros.

—El jefe necesita ayuda para sacarse el palo del trasero. No creo que pueda hacer milagros, pero
es el que manda.

Consigue que todos los trabajadores


trabajadores sonrían, incluso escucho alguna carcajada ahogada y eso aún
me enfurece más.

—Rachel —advierto apretando la mandíbula con fuerza.

Tengo que contenerme para no meterla en el ascensor a la fuerza cuando pasamos la puerta de
largo y la veo dirigirse hacia las escaleras. Ahora mismo me encantaría empotra
empotrarla
rla contra la
primera pared que encuentre y hacerle gritar mi nombre a base de… ¡Mierda! Estoy haciendo justo
lo que me propuse no hacer, perder la paciencia. Pero es que… No sé qué es lo que me pasa.
Nunca me había sendo así.

Subo tras ella hasta la planta dieciséis donde está mi despacho y la sigo. Me sorprende ver que ni
siquiera se deene a saludar a Shana. Son buenas amigas y sé que mi secretaria la aprecia mucho.
No me da empo a preguntarle qué es lo que pasa porque en cuanto entramos
entramos en el despacho veo
a Melisa sentada sobre mi mesa con las piernas abiertas, mostrando que no lleva nada más puesto
que un abrigo negro. Santa mierda.

—Señor Cox, creo que nuestra conversación va a tener que esperar —dice Rach mirando fijamente
a Melisa.

—No, Rachel… —Sujeto su brazo,


brazo, y ella se libra de mi agarre con un fuerte rón.

—Me voy. Cuando quiera hablar conmigo, ya sabe dónde encontrarme —se dirige hacia la puerta,
pero le corto el paso.

—¡Melisa, largo! —ordeno sin dejar de mirar a Rachel a los ojos. Necesito que deje de desconfiar
de mí.

—Pero, amor, te quise dar una sorpresa —lloriquea la rubia.

—Melisa, ahora mismo no voy a hablar congo, y te aseguro que esto va a quedar solucionado hoy
mismo. Ahora lárgate de mi despacho antes de que pierda la poca paciencia que me queda. —
Respiro profundamente
profundamente por la nariz para tranquilizarme y sigo mirando a Rachel.
Debí haber adivinado que Melisa haría algo así. Hace demasiado empo que la situación se estaba
descontrolando.
descontroland o. Estoy cansado de sus jueguecitos y hoy mismo voy a terminar con esta mierda.

—Cox, cariño… —se queja. Desvío mi mirada furiosa hacia ella y veo como se baja rápidamente de
la mesa y recoge su bolso—. ¿Me llamarás? —pregunta al pasar por mi lado.

—Dalo por hecho —escupo sin siquiera mirarla.

En cuanto escucho la puerta cerrarse, intento


intento acercarme a Rachel, sin embargo, ella se aleja de mí
reculando.
—¿Qué quieres, Cox? —pregunta cruzándose de brazos y frunciendo el ceño—. Supongo que debe
ser importante para que eches a tu novia del despacho.

—¿Mi novia? Ya te he dicho que no tengo novias. Nunca he tenido una. ¿Por qué no me crees?

—¿Hablas en serio? Esa a estaba en pelotas y abierta de piernas sobre tu mesa esperando a que
vinieses a follártela.

—Eso ha sido un malentendido


malentendido —aclaro.

—No, el malentendido fue que yo aceptara acostarme congo —replica—. Ni siquiera fuiste capaz
de cumplir tu propia regla del acuerdo, no rarte a nadie más. Es bastante revelador
revelador descubrir que
me he estado
e stado cepillando
cepillando a media ciudad.

—Rachel, no me he acostado con nadie más desde que te conocí —afirmo.

—¿Se supone que tengo que creerte? —Sonríe falsamente y niega con la cabeza—. Da igual,
tampoco es que tengas que darme explicaciones. Solo Solo dime de una vez por qué me has hecho
venir aquí. Por cierto, acabo de llegar y ya me estoy cansando de seguir tus órdenes como un puto
perrito.

—¿Prefieres seguir las órdenes del doctor Novak? —siseo.

—¿Qué demonios ene que ver Marcus en todo esto? —pregunta con sorpresa.

—¿Marcus? Lo tuteas, te ríes con él, flirteas… ¿Qué es lo siguiente? ¿Vas a follártelo en mi propio
apartamento?

Entrecierra los ojos y su sonrisa se ladea de manera macabra.

—¿Y qué si lo hago? Soy una mujer soltera, libre y sin ningún po de compromisos. Yo me acuesto
con quien quiera, cuando quiera y donde quiera, sea hombre, mujer o animal de granja. ¿Algo que
objetar?

Me acerco a ella en un par de zancadas y sujeto su rostro entre mis manos.

—¡Lo estoy intentando, Rach! ¡Maldita sea, estoy intentando


intentando darte espacio, pero no voy a permir
que juegues a darme celos con ese imbécil!

—¿Darte celos? —Una carcajada más falsa que las tetas de una actriz porno sale de su garganta—.
No te equivoques, Cox. Me importa una mierda lo que tú pienses o quieras. No estoy jugando
jugando a
nada y tampoco me interesa hacerlo. Así que deja ya ese papel de macho alfa herido y espabila de
una vez. Yo no juego a nada. Si quiero rarme a Marcus lo haré, y si por casualidad me apetece

salir a follarme media ciudad, también lo voy a hacer. —Acerca su cara a la mía y su sonrisa se
esfuma—. Es mi puto problema, no el tuyo —sisea.

No puedo resisrlo. Lo intento, pero al senr sus labios tan cerca de los míos, toda la fuerza de
voluntad que poseo se va al carajo. Sujeto su cuello con fuerza y la beso. Noto que se resiste al
principio, casi temo que me muerda o algo peor, pero finalmente se tranquiliza. Tanteo sus labios
con mi lengua rogándole en silencio que me deje entrar, y no lo logro. Ya no se resiste, aunque
tampoco pone de su parte. Es como besar una jodida estatua de piedra.

Me aparto con un suspiro y la miro a los ojos de nuevo.

—Rachel, deja que…

—¿Has terminado? —pregunta alzando una ceja—. ¿Crees que ya has descargado suficiente
testosterona
testosterona por un día, Cox? Porque si es así, ahora es mi turno. —Clava su dedo índice en mi
pecho y me fulmina con la mirada—. Es la úlma vez que voy a decir esto. Nunca, jamás, vuelvas a
ponerme tus jodidas y asquerosas manos encima, porque como lo hagas, te juro que será lo úlmo
que hagas. ¿He sido lo suficientemente
suficientemente clara?

Capítulo 24

Rachel

Salgo del despacho con una mala leche digna de un campeonato. ¿Por qué tenía que besarme?
Ese… Ese… Manipulador. Y lo peor, ¿por qué me ha gustado tanto que lo hiciera? Joder, estoy mal,
de verdad. El capullo de Cox me uliza, me miente, me roba, y yo no puedo dejar de desearlo y de
ansiar esa jodida boca. He estado a punto de dejarme llevar.
llevar. En serio, ¿por qué todos los
cabronazos enen que besar tan bien? Y su olor… ¡Por Dios! Ese
E se olor que desprende su ropa me
trae demasiados recuerdos.
recuerdos.

—Rachel, hola —saluda Shana atravesándose en mi camino—. ¿Cómo estás? Me alegro de verte
aquí otra vez.

—Hola —digo tras resoplar.

—Oye, ¿te pasa algo conmigo? Acabo de recibir un mensaje de Damon y dice que te has
comportado de manera muy extraña con él, y ahora… —Me señala y frunce el ceño—. ¿He hecho
algo malo?

—No lo sé, Shana. ¿Lo has hecho? —inquiero alzand


alzando
o una ceja en su dirección.

—No sé a qué te refieres.

Respiro hondo y me cruzo de brazos.

—Voy a hacerte una pregunta muy directa y quiero que me respondas con total sinceridad.
¿Damon y tú sabíais que vuestro jef
jefee iba a robarme a Gregory para usarlo como su proyecto en la
expo?

—¡¿Qué?! ¡Claro que no! Yo lo supe cuando os vi discur en el evento. Sinceramente, no tenía ni
idea de que Gregory era una creación tan importante. Joder, yo soy secretaria, no ingeniera.

—Pero Damon sí lo es. Ya sabes, tu novio, ese que ahora es jefe de ingenieros. Además, tú eres
quien más cerca está de Cox. ¿No sabías nada sobre el proyecto?

—¡No! El proyecto que presentó Cox Tech en la expo era totalmente secreto. Solo la direcva y los
que trabajaban directamente
directamente en él lo sabían. Y Damon…
Da mon… Mierda, Rachel, tú misma has dicho en
varias ocasiones que es mucho mejor que Aldrich y que se merecía ese puesto. ¿Qué ha
cambiado? Seguimos siendo tus amigos. No enendo cómo puedes desconfiar así de no nosotros.
sotros.

Resoplo y me encojo de hombros.

—La escasa fe que tenía en la humanidad, ahora es nula. No me fio ni de mi sombra. Tal vez esté
siendo injusta con vosotros dos, pero no puedo arriesgarme. No voy a permir que nadie más me
tome por imbécil. Si estoy comeendo un error, lo siento, esa es mi decisión.

—Es una pena —susurra agachando la mirada—. Puedo entender tu postura, y me apena que te
alejes de las personas que te rodean por miedo a que te decepcionen. —Vuelve a mirarme a los
ojos y suspira—. Eso es lo que haces, Rachel. Alejas de  a todos los que te quieren. Espero que
algún día te des cuenta de ello y lo cambies, o vas a terminar muy sola.

—No necesito a nadie —afirmo alzando la barbilla.

—Espero que tengas razón, de todos modos, si en algún momento cambias de parecer, ya sabes
dónde encontrarme. —Suspira de nuevo y alza los hombros—. ¿Necesita algo más, señorita Taylor?

Tardo unos segundos en contestar. Aún sigo dándole vueltas a lo que acaba de decir. Quizás estoy
totalmente equivocada y ella no tuvo nada que ver en lo del robo, pero ¿y si no es así? Ya no sé
disnguir mis amigos de mis enemigos en este lugar
lugar.. Me siento como si hubiese entrado en un
nido de serpientes esperando un ataque inminente por parte de cualquiera que esté a mi
alrededor.

Tomo aire y le endo mis llaves.


—Mi moto se quedó anoche fuera del edificio. ¿Podrías hacer que alguien la meta en el
aparcamiento
aparcamient o y la seque?

—Por supuesto —contesta cogiéndolas—. ¿Algo más?

—No, nada más, Shana. Muchas gracias.

—No hay de qué.

Me despido con un gesto de mi mano y voy directamente


directamente hacia el acceso a las escaleras. No puedo
sacarme de la cabeza sus palabras porque sé que ene razón. Alejo de mí a todas las personas que
me importan para que no puedan decepcionarme. Resoplo y sigo bajando las escaleras, pero al
llegar a mi planta las palabras de Gregory se meten en mi cabeza. Necesito una distracción y sé
dónde encontrarla. Tal vez esa sea la solución a mis problemas.

Sigo bajando los escalones hasta llegar a la doceava planta y me dirijo al taller principal. Allí
encuentro a la persona que estoy buscando, alguien que no me importa, que no puede
decepcionarme, y que quizá consiga sacarme de la cabeza a cierto cabrón manipulador.

Respiro profundamente acercándome a él por la espalda. Aún no me ha visto porque está


charlando con Damon. Toco su hombro, y él se gira dándome la bienvenida con una sonrisa
ladeada.

—¿La cena de esta noche sigue en pie? —pregunto sin rodeos.

Marcus pestañea un par de veces y asiente ampliando su sonrisa.

—Claro, cuando quieras. Puedo recogerte a las siete o… —Mira hacia la ventana y hace una
mueca—. Aunque el clima no está a nuestro favor. No tengo coche, sin embargo, podemos usar un
taxi.

—En mi casa —propongo sorprendiéndole—.


sorprendiéndole—. Solo hay que subir a la planta diecisiete.
diecisiete. No nos
mojamos.

—¿Vives
—¿Vives en el edificio? —pregunta estrechando
estrechando su mirada—. Oye, que por mí no hay problema.
Donde quieras-
—Genial. Entonces, ¿nos vemos allí a las ocho?

—Sí, claro. Aunque vamos a vernos antes en la reunión con los jefazos de Lockwell. ¿Crees que el
Barón Hayden Lockwell vendrá? Nunca he conocido a un Barón
B arón —señala con una sonrisita.

Mierda, había olvidado la reunión. Lo úlmo que me apetece es sentarme a una mesa con un
puñado de ejecuvos aburridos, pero no me queda de otra.

—Yo sí conozco alguno —contesto—. Ya sabes, lo de ser inglesa me da ventaja.

Marcus ríe y afirma con la cabeza.

—Cierto. ¿Quieres que lleve algo a la cena? No sé si vas a cocinar tú o…

—Dios santo, no. ¿Quieres morir esta noche? —Vuelve


—Vuelve a reír y yo sonrío—. Pediré comida a
domicilio.

—Si quieres yo puedo preparar algo. No soy un reputado chef, pero me apaño en la cocina.

La imagen de Oliver en mi cocina me viene a la mente. Siempre cocinaba para ambos y lo hace
genial. Echo de menos su comida y que me obligue a terminarla toda. Normalmente,
Normalmente, tras degustar
un buen plato terminábamos con una sesión de sexo sobre la encimera, o contra el frigorífico o…
¡Mierda, Rachel! Tengo que parar ya.

Sacudo la cabeza para apartar esas tortuosas imágenes y le dirijo a Marcus una sonrisa nada
creíble.
No hace falta. Tú solo ven sobre las ocho y yo me encargo del resto.
—Bien, como prefieras. Por cierto, ¿quieres que nos pongamos ya con los planos de las
modificaciones iniciales del implante?

—Claro, pero yo no puedo quedarme. Damon puede mostrarte los primeros pasos y mañana lo
ponemos en prácca. ¿Te parece bien?

—Por supuesto. Entonces, nos vemos más tarde.

—Sí, hasta luego —me despido de él y salgo del taller bufand


bufando.
o.

No sé si estoy haciendo lo correcto, pero algo tengo que hacer. No puedo seguir babeando por ese
imbécil. Marcus es perfecto, guapo, simpáco, nada esrado, y no tengo ningún lazo afecvo con
él. Puede ser exactamente lo que necesito ahora mismo.

Al llegar al apartamento encuentro


encuentro todas las cosas que he enviado desde Los Ángeles en la
entrada, de modo que me pongo manos a la obra. Lo primero que hago es eensamblar
nsamblar todas las
piezas de Izquierdo y Derecho, después pasamos el resto de la mañana y parte de la tarde
colocando el resto de enseres en sus respecvos lugares. En varios momentos me desespero con
Izquierdo,, mientras guardamos mi ropa lo pillo colocándose mi ropa interior y algunos vesdos. En
Izquierdo
serio, no sé qué le pasa a este idiota con mi ropa. Creo que me equivoqué en llamarlo Izquierdo, es
más una Izquierda.
Izquierda.

Agotada tras todo el ajetreo, me doy cuenta de que ya es la hora de acudir a la dichosa reunión. No
tengo ganas, pero he de ir. Estoy a punto de cambiarme de ropa por algo más formal, cuando
cambio de idea. No tengo que agradar ni impresionar a nadie. Si no me quieren allí, pues me iré,
así de fácil. Solo espero que el Barón Lockwell no comparezca personalmente. Ya va a ser suficiente
suplicio tener que aguantar a su enviado.

Salgo del apartamento y bajo una planta hasta dirección. Shana me informa que la reunión ya ha
empezado en la sala de juntas, así que me dirijo allí
a llí con calma. Sin tocar a la puerta, la abro y
entro. Hay una decena de hombres de traje alrededor de una gran mesa ovalada, entre ellos,
Oliver y William Clayford, la mano derecha de Hayden Lockwell. El único que no lleva ropa tan
formal es Marcus.
M arcus.

—Señorita Taylor, llega tarde —me informa Cox mirando su reloj de pulsera con su habitual cara
inexpresiva.

Me encojo de hombros y voy directamente hacia William. Él se levanta al verme y una pequeña
sonrisa ra de sus labios.

—Un placer volver a verte, Rachel—dice tendién


tendiéndome
dome su mano.

Le doy un apretón y yo también sonrío. William me cae bien. No sé por qué sigue trabajando para
Lockwell. Siempre he pensado que es buena persona, pero supongo que la ambición de estar en
una de las empresas más importantes del mundo pesa más que tener principios
pri ncipios y algún po de
ideales.

—El placer es mío, William—contesto. Rodeo la mesa para sentarme en el único asiento libre, justo
al lado de Oliver. No me pasa desapercibida su mirada interrogante por la forma en la que he
saludado a William
sentándome—. antespuede
¿Alguien que a nadie más—.
ponerme Siento
al día? haberlos
Tampoco hechoun
necesito esperar
esperar,
, señores
resumen muy —comento
extenso.

—Acabo de informarle al señor Clayford que tú serás la encargada del proyecto IACox y del
exoesqueleto —contesta Oliver.

—Estoy seguro de que al señor Lockwell le agradará saber eso —comenta William.
William.

Hago una mueca. Lo úlmo que quiero es agradar al señor Lockwell.

—No creo que al señor Lockwell le agrade tanto cuando sepa los cambios que pienso hacer en el
protopo —informo con una falsa sonrisa.

Siento la mano de Oliver sobre mi pierna, apretando mi rodilla, y aunque sé que lo que pretende
es adverrme y hacerme callar,
callar, no puedo evitar que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
vertebral.
Echo de menos su tacto, sus benditas manos recorriendo cada recoveco de mi cuerpo. Cabeceo y
me recompongo apartando mi pierna de su contacto.

El resto de la reunión, como ya esperaba, es aburridísima, casi soporífera. En serio,


serio, al salir de la
sala de juntas bostezo un par de veces. ¿Cómo es posible que estos pos aguanten esto todos los
jodidos días? Y pensar que
que esta podría haber sido
sido mi vida… Me imagino visendo
visendo un traje de falda
falda
y chaqueta todas las mañanas, con el pelo recogido y unos zapatos de tacón, no muy altos, eso sí,
porque hay que dar una imagen profesional. Todo el puto día rellenando informes y hablando con
gente muermo sobre cosas aburridas, pendiente de la hora como si eso fuese lo más importante
del mundo. Por Dios, me entran nauseas solo de pensarlo.

Soy la primera en salir, así que me ahorro tener que despedirme de todos. Antes de que nadie
pueda detenerme, subo corriendo hasta mi piso y respiro profundamente.

—Pareces cansada —dice mi asistente en cuanto entro.

—Más bien aburrida. Necesito un café cargado. —La cafetera se enciende de inmediato así que voy
hacia la cocina, me apoyo en la encimera y suspiro—. Recuérdame
Recuérdame qué demonios hago aquí,
Gregory —murmuro pellizcándome
pellizcándome el puente de la
l a nariz.

—Has venido a evitar que mi programa pueda ser ulizado como un arma —contesta—.
—contesta—. ¿Quieres

que haga algo por ? ¿Pido pizza para cenar?


—No. Voy a darme una ducha. Esta noche ceno acompañada.

—¿El señor Cox? —inquiere.

Alzo la mirada hacia la pantalla que hay colgada en la cocina y veo como intenta contener una
sonrisa.

—No, es un nuevo amigo, o algo así. Se llama Marcus Novak, es el neurólogo que va a trabajar en
el implante. Aprovecharé
Aprovecharé la cena para hacerle algunas preguntas que pueden serme úles
ú les para tus
modificaciones. Pide comida a algún restaurante decente.

—¿Algún po de comida en parcular?


—Lo dejo a tu elección. Que esté aquí sobre las ocho—contesto.
—¿Quieres que pida algo más? ¿Vino,
¿Vino, tal vez? ¿Algún postre? ¿Condones?

Vuelvo a mirarlo en la pantalla y suelto una carcajada.

—¿En serio? Eres un colla, Gregory. Buena forma de preguntarme si voy a acostarme con Marcus.

—No quería ser indiscreto


indiscreto —se jusfica.

—Bueno, preguntarme si quiero que me compres condones no es lo que se dice muy discreto,
¿no?

—Tampoco me has contestado —señala.

—No, no compres condones. Sinceramente,


Sinceramente, aún no sé qué va a pasar esta noche. Marcus me cae
bien. Parece buen o y muy simpáco, aunque nunca se sabe. Mientras me ducho, haz una
pequeña búsqueda sobre él en la red. Dime solo si encuentras
encuentras algo raro o inusual.

—¿Quieres saber si es un asesino en serie?

—O un infiltrado de Cox Tech. Todo es posible.

—Lo haré. Disfruta de tu baño. He llenado la bañera, creo que te relajará un poco.

—Gracias, siempre estás en todo, colega —señalo sonriendo.


Una hora después, salgo del baño oliendo de maravilla y mucho más relajada. Casi me quedo
dormida en la bañera de lo a gusto que estaba, pero tengo que vesrme y Marcus no tardará en
llegar. Tampoco me arreglo demasiado. Estoy en mi casa y quiero estar cómoda. Me pongo un
vaquero ajustado y una camiseta con el hombro descubierto, una indumentaria muy habitual en
mí. Me gusta, es cómodo. La otra opción
o pción sería ir en chándal todos los días.

El mbre suena cuando estoy terminando de ponerme unos zapatos bajos.

—¿Quieres que abra? —pregunta Gregory mientras yo salgo de la habitación.

—Sí, por favor. —La puerta se abre y yo sonrío acercándome—. Has llegado pronto —comento.

Me detengo al ver que no es Marcus el que está entrando, sino Oliver.

—¿Esperabas a alguien? —pregunta cerrando la puerta a su espalda.

—Sí, y obviamente no eres tú, así que lárgate —contesto yendo hacia la cocina. Escucho sus pasos
a mi espalda y resoplo—. ¿Qué quieres, Cox? —pregunto girándome con las manos en las caderas.

—Hablar congo. ¿Puedo saber a quién estás esperando? —Su gesto es inexpresivo, pero sus
zafiros están brillando con fuerza, yo diría que con rabia—. Has quedado con él, ¿verdad? ¿Vas a
rarte a Novak?

—Una vez más, señor Cox, y creo que esta conversación


conversación se está repiendo,
repi endo, no le debo ninguna
explicación.. A quien yo meta o no en mi cama, es solo asunto mío.
explicación

Un musculo en su mandíbula se tensa y su mirada se estrecha.


—Y yo te recuerdo que es mi cama. Todo lo que hay en este puto edificio es mío, Rachel,
empezando por .

Abro los ojos de par en par y sonrío abiertamente.

—Eso sí que ene gracia. ¿Crees que te pertenezco? ¿Por qué? ¿Porque me has echado unos
cuantos polvos? No te confundas, Cox.

Solo necesita dar un par de zancadas para tenerlo frente a mí, respirando con fuerza por la nariz y
clavando sus furiosos zafiros en mis ojos.
o jos.
—Puedes seguir fingiendo que lo nuestro fue solo sexo, Rach, pero en el fondo sabes que hubo
mucho más. —Sus manos se anclan en mi cintura y aunque intento revolverme, no me suelta.

—Oliver, suéltame —exijo.

—Joder, escuchar mi nombre en tus labios es un puto sueño —susurra acercándose aún más a mí.
—Joder,
Intento apartarme, más no puedo, me ene totalmente arrinconada contr
contraa la encimera—.
encimera—. Deja ya
de menrme a mí y a  misma, Rachel
R achel —susurra enterrando
enterrando su cara en mi cuello—. Sientes por mí
mucho más de lo que estás dispuesta a admir. —Sus dientes se clavan en mi piel y siento un
calambrazo en mis extremidades.

Joder, qué bien huele. El sonido ronco de su voz tan cerca de mi oído, me enciende como una
jodida cerilla.
—Oliver —murmuro empujándole por el pecho.

—Repítelo —ordena pegando su entrepierna a mi bajo vientre.

Intento contenerme,
contenerme, de verdad que lo hago, sin embargo, mis manos cobran vida propia y se
deslizan por su pecho acariciando
acariciando sus músculos por encima de la camisa. Es tal y como lo
recordaba. Solo ha pasado poco más de un mes, pero parece una eternidad, una solitaria y triste
eternidad sin poder senrlo de esta forma.

—Sabes que digo la verdad, Rach —sigue susurrando mientras su lengua recorre todo mi cuello.

Antes de que pueda darme cuenta, alcanza mi trasero y lo amasa con fuerza, ra de mí hacia arriba

sentándome sobre la encimera, y se coloca entre mis piernas. Su erección roza la unión de mis
muslos. Sus movimientos son firmes, pero lentos, a cada roce la costura del vaquero se clava en mi
sexo arrancándome un gemido involuntario.
involuntario. Oliver sigue besando y mordisqueando
mordisqueando mi cuello y sus
manos ascienden hasta llegar a mis pechos.

—Oliver —gimo de nuevo. No sé exactamente qué estoy suplicando, que pare o que siga.

—Eso, vuelve a decirlo —murmura regando mi mandíbula de besos húmedos y cortos hasta llegar
a mi boca— Mírame, Rach. —Su orden es clara y directa, y yo como buen perrito que soy,
obedezco instantáneamente. El impacto que recibo al ver la forma en la que brillan sus zafiros es
algo que jamás olvidaré, por muchos años que pasen y muchas vueltas que dé la vida, esa mirada
quedará grabada en mi memoria por siempre. En sus ojos puedo descifrar el deseo, la pasión,
rabia… pero también ternura, cariño y… Se me corta la respiración.
respiración. Literalmente no respiro y tengo
la impresión de que mi corazón ha dejado de lar—. Lo sabes, ¿verdad?
¿verdad? —pregunta sin apartar la
mirada. Sus manos se deslizan hacia mis costados y los acaricia con suavidad. Me he quedado sin
voz y sin palabras. Sigo mirando sus zafiros, pensando a toda velocidad, buscando excusas. Tengo

que estar equivocada, porque si no lo estoy… Mierda—. Rachel, estás temblando —susurra—. No
es tan malo, ¿sabes? Solo enes que admirlo
a dmirlo de una vez. Al menos a  misma. Yo lo he hecho, y
te juro que es la sensación más emocionante y maravillosa
maravillosa que he sendo jamás. —Niego con la
cabeza, pero sigo sin poder hablar. Quiero gritarle que se vaya porque no soporto lo que estoy
sinendo ahora mismo. Sus menras, su engaño, la forma en la que me traicionó, y ahora esto. Es
demasiado—. No me asusta decirlo, ya no. ¿Quieres escucharlo? —Mi cabeza vuelve a moverse
negando. Una de sus comisuras se alza mostrando el hoyuelo en su mejilla—. Voy a decirlo de
todos modos —susurra.

—No. —Tomo una gran bocanada de aire y cierro los ojos. No quiero seguir mirándole y
definivamente no quiero escucharle—. Oliver, vete —pido. Mi voz es un susurro casi inaudible.

—Ni en tus jodidos sueños —replica—. Rachel, abre los ojos. —Otra vez ese tono autoritario. Me
siento tentada a abrirlos, pero niego con la cabeza—. Rach, no voy a volver a decirlo. Abre. Los.
Putos. Ojos. —Niego otra vez, pero entonces siento su boca sobre la mía. Sus labios moviéndose y
como su lengua intenta colarse entre mis labios. Vale, esto está mejor. Puedo con esto, controlarlo,
llevarlo a mi terreno. Solo sexo, sin senmientos. Así es como hemos funcionado siempre.

—Oliver. —Sí, he dicho su nombre otra vez, pero esta vez sé por qué lo he hecho, porque no quiero
que se detenga.

Ya tendré empo para lamentar este error más tarde, ahora me dejo llevar abriendo la boca y
dejando que su lengua explore cada recoveco de ella. Su sabor es embriagador, dulce y picante a la
vez, tal y como lo recordaba. Soy como una marioneta en sus manos. Gira mi cabeza de un lado a
otro para profundizar el beso y sus manos recorren mi cuerpo con descaro. Las mías tampoco se
quedan quietas, una de ellas se enreda en su pelo y la otra desciende para acariciar su erección por
encima del pantalón. Oliver abandona mi boca por un segundo y gime, suss us labios se entreabren y
entonces dice algo que me deja completamente helada.

—Me he enamorado de , Rachel. No sé


s é cómo pasó, pero soy incapaz de sacarte de mi cabeza.

Mis ojos suben de sus labios a sus ojos. Quiero pensar que todo es imaginación mía y que no acabo
de escuchar lo que sé que acabo de escuchar. El fuego que consumía mis entrañas hace tan solo un
par de segundos se ha exnguido por completo. Ahora mismo solo quiero huir porque sus zafiros
me dicen que está siendo completamente sincero, pero sé que no puedo fiarme de ellos, y
¡maldita sea, yo quiero confiar! Por algún extraño movo deseo profundamente que sus palabras
sean reales. Porque en el fondo, muy en el fondo, sé que yo también siento lo mismo.

Capítulo 25

Oliver

Noto su indecisión. Puedo percibir la batalla que se está fraguando en su mente. Una parte de ella
quiere admir que también siente lo mismo por mí, pero la otra descona y se niega a mostrar ese
po de vulnerabilidad.
vulnerabilidad.

—Rach, no pasa nada —susurro acariciando su rostro, pero ella huye de mi contacto. Frunzo el
ceño y la retengo—. No te atrevas a hacerlo. ¿Me escuchas? Ni se te ocurra, Rachel —ordeno.

—Oliver, apártate —dice empujándome por el pecho.

Eso era justo lo que no quería que hiciese. Niego con la cabeza y busco su mirada. Quizás aún
pueda convencerla.
—Por favor, mírame —mi tono se suaviza e intento mantener el control. Si fuese por mí, ya les
hubiese arrancado la ropa a bocados y demostrado lo buenos que somos juntos, pero me he
promedo tener paciencia—. Rach, sé que estás asustada y que una parte de  ni siquiera me cree.
He sido un capullo congo y te juro que no hay un solo segundo en el que no me arrepienta de
haber hecho lo que hice. En el mismo momento en el que te perdí, me di cuenta de que no podía
vivir sin . Tienes que creerme.

—¿Me perdiste? —Su cara se gira hacia mí, pero no me mira, al menos no a los ojos—. Tú nunca
me tuviste, Cox. ¿Cómo demonios ibas a poder perderme? ¡Aparta, joder! —Con un nuevo
empujón consigue alejarme unos cenmetros,
cenmetros, lo suficiente para que ella se pueda bajar de la
encimera de un salto.

Resoplo y me paso la mano por el pelo. Creo que he perdido mi oportunidad. La miro sin saber qué
más decir. Tiene el pelo revuelto y los labios hinchados por mis besos. Joder, es terriblemente
preciosa, y la deseo tanto que duele.

—Rachel, si me dejas… —El sonido del mbre me interrumpe. Veo que respira profundamen
profundamente
te y va
hacia la puerta—. ¿Es él? —siseo—. Como se te ocurra abrir esa puerta…

—¡¿Qué?! —Se gira hacia mí con los brazos en jarras y me envía una mirada asesina—. ¿Qué vas a
hacer si abro la puerta?

—Rachel, no te atrevas. Estamos hablando. ¡Acabo de decirte que te quiero, joder! ¡¿De verdad
vas a pasar la noche con ese po después de esto?! —Se encoge de hombros, y sin dignarse en
contestarme
contesta rme vuelve a girarse y abre la puerta.

Cierro los ojos y la estrangulo en mi mente. En serio, es capaz de sacarme de mis casillas. Cuando
vuelvo a abrirlos, el puto Marcus Novak me está mirando sorprendido.

—Señor Cox, no sabía que… Perdón si interrumpo.

—No interrumpes nada, Marcus —dice Rachel agarrando su brazo y rando de él para meterlo en
el apartamento—. El señor Cox vino a traerme unos informes, pero ya se iba. ¿Verdad,
¿Verdad, señor Cox?
—Una de sus cejas se alza en mi dirección.

Obviamente no es una pregunta. Me está echando descaradamente.

—En realidad, creo que aún tenemos un tema pendiente, señorita Taylor —siseo.

Como me eche de nuevo, la mato, juro que la estrangulo con mis propias manos.
—Nada que no podamos resolver en horario de oficina —señala abriendo la puerta de par en par.
par.

Resoplo y camino hacia ella. No voy a irme sin más para dejarle el puto camino libre a Novak. No
puedo. Ni siquiera soy capaz de imaginarla con él, besándolo o… Mierda.

—¿Puedes hacer el favor de comportarte como una adulta? —pregunto al llegar a su lado. Me
lanza cuchillos con la mirada, pero yo lo ignoro deliberadamente.
deliberadamente. Me acerco aún más y tras colocar
mis manos en su cintura, me agacho levemente y deposito un beso en su comisura—.
comisura—. Piensa bien
lo que vas a hacer, Rach —susurro cerca de su oído—. Si lo que buscas es hacerme daño, ya lo has
conseguido, pero no cometas el error de acostarte con él por cabezonería.

Escucho un carraspeo a mi espalda. Es Novak y sé que ha escuchado lo que he dicho. Esa era la
idea. Llámalo marcar territorio o trazar limites, pero quiero que sepa que Rachel es mía.

—Oliver, vete —ordena Rach apartándome de nuevo.

—Está bien. Te veo mañana. —Miro hacia Novak y frunzo el ceño—. Más te vale portarte bien con
mi chica, muchacho. Como le pongas un solo dedo encima, te quedarás sin él, y sin los otros nueve
también.

—¡Oliver! —exclama
—exclama Rachel rando de mi brazo para sacarme del apartamento.
a partamento.

—Vale, vale. —Alzo las manos en son de paz y sonrío por dentro. Aunque mis labios no se muevan,
ella sabe que estoy sonriendo,
sonriendo, lo percibe. Soy incapaz de ocultarle ninguno de mis senmientos—.
Tú también pórtate bien. —Sin que se lo espere, la beso rápidamente, un beso corto y robado,
pero que sabe a gloria—. Buenas noches —murmuro saliendo del apartamento.

Escucho un portazo a mi espalda y sonrío. No va a ser capaz de acostarse con él después de esto,
espero. Mi sonrisa se esfuma y frunzo el ceño. ¿Sería capaz? Joder, es cabezota, pero, ¿tanto como
para rárselo solo por llevarme la contraria? ¡Mierda! Resoplo de nuevo y llamo el ascensor, pero
antes de que llegue voy hacia el acceso de las escaleras y me siento en uno de los escalones. Creo
que esta noche va a ser muy larga.

Rachel

—Siento mucho todo esto —digo tras suspirar.

Marcus me mira fijamente con las manos en los bolsillos.

—Creo que he llegado en mal momento. No tenía ni idea de que el señor Cox y tú…

—El señor Cox y yo, nada. No hay nada ahí —afirmo.

—Eso no es lo que me ha parecido. Oye, Rachel, me gustas, eres una mujer preciosa y muy
diverda, pero no quiero ser el tercero en discordia. Está claro que entre el señor Cox y tú hay algo
y no me gustaría meterme ahí, entre otras cosas porque
porque él es el que firma mi nómina.

—Lo sé, y lo siento, de verdad. No quise meterte en un problema. Te prometo que Cox no va a
hacer nada en tu contra. —Me acerco a él y señalo el sofá para que tome asiento. Tras instalarnos,
sigo hablando—. Hubo algo entre él y yo, pero se acabó. Te voy a ser sincera, ni siquiera sé por qué
te invité hoy a cenar. Supongo que solo busco algo de compañía.

—En realidad, yo te invité primero —señala sonriendo—. Y si estoy aquí para hacerte compañía, a
cambio quiero que me alimentes. Estoy hambriento.

Suelto una carcajada y asiento, justo cuando el mbre vuelve a sonar.

—Esa debe ser nuestra cena —digo levantándome para abrir.

Pasamos una velada agradable. No me equivoqué con Marcus, es un hombre sencillo y muy
abierto, todo lo contrario, a Oliver. Me habla sin tapujos de su familia y amigos, y en lo que le
movó a estudiar medicina, una de sus grandes pasiones jun junto
to a las motos. Me resulta fácil hablar
con él, pero no termino de fiarme del todo. Supongo que eso ya es algo que está grabado a fuego
en mi ADN, y más después de lo que pasó con Oliver.

Nos despedimos ya entrada la madrugada y paso el resto de la noche trabajando en las


modificaciones de IACox. Quiero terminar cuanto antes este proyecto para poder volver a casa y
olvidarme de una vez de todo lo que hay en este lugar, empezando por cierto cabronazo que no
deja de atormentarme. Ni siquiera soy capaz de pararme a pensar en lo que dijo. No le creo. Estoy
segura de que solo pronunció esas palabras para ganarse de nuevo mi confianza. Trama algo, estoy
segura, pero si cree que esta vez voy a ser tan tonta de caer en su juego, se equivoca. He aprendido
la lección. Esos zafiros que creí que había aprendido a descifrar, son tan menrosos como él.
La noche resulta ser bastante producva, hasta me da empo a dormir un par de horas antes de
despertarme con una nueva pesadilla. Tras vaciar mi estómago en el inodoro, decido darme una
ducha caliente y prepararme para un nuevo día. Al menos hoy no tendré que acudir a ninguna
reunión soporífera, aunque sí tengo que pasarme por el taller para comprobar los avances que se
están haciendo en el proyecto.

Estoy a punto de salir de casa, abro la puerta y me sorprendo al ver a la hermana de Oliver al otro
lado, con la mano alzada, como si estuviese a punto de llamar.

—Hola, Rachel —me saluda bajando la mano y sonriendo levemen


levemente—.
te—. ¿Puedo hablar congo un
momento?

Descono. Ella es la hermana de Oliver y la esposa de Paul. Seguramente


Seguramente estuvo al corriente de
todo lo que me hicieron. Quizá hasta parcipó de alguna forma en el macabro plan de esos dos.

Frunzo el ceño y abro más la puerta para que pueda entrar.

—¿En qué puedo ayudarte, Loren? —pregunto cruzándome de brazos.

—Vengo a pedirte disculpas en nombre de mi hermano y de Paul. Lo que te hicieron no ene


nombre.

—Sí que lo ene, muchos nombres. Bajeza, traición, perrada, robo… Puedo seguir así durante
horas.

—Estoy totalmente de acuerdo congo. Se comportaron como dos desgraciados y enendo que
ahora no tengas ganas de estar aquí, en Cox Tech. Apuesto a que mi hermano casi te obligó a venir.
—Así es, pero no enendo qué es lo que ganas tú viniendo a verme —señalo.

—Solo quería disculparme. Te juro que yo no sabía nada de lo que planeaban. Cuando lo supe tuve
ganas de asesinarlos con mis propias manos. Están arrependos o eso dicen. Sé que Oliver intenta
ganarse tu perdón y Paul… —resopla y se echa la melena hacia un lado—. Mi querido maridito está
disfrutando de una buena temporada durmiendo en el sofá. Mi hermano le ha prohibido que se
acerque a , pero si pudiese hacerlo, se disculparía congo.

—Las disculpas no resuelven nada, Loren. Lo cierto es que, gracias a esos dos imbéciles, mi trabajo,
todo mi esfuerzo, está cerca de converrse en potenciales armas muy ofensivas. Si estoy aquí
ahora mismo, es única y exclusivamente
exclusivamente para evitar que eso ocurra. No me importan las disculpas
ni retomar anguas amistades. Tal vez tú no tengas nada que ver con esto, pero no me o de , al
igual que de nadie en este lugar.

—Sí, Oli me ha hablado de tus problemas de confianza en el ser humano. Tal vez yo
yo pueda
ayudarte con eso. Verás, soy terapeuta y…

—Para, para, para —digo alzando mi mano—. ¿Quieres psicoanalizarme?


psicoanalizarme?

—No tanto. Solo creo que quizá si hablas conmigo puedas senrte mejor.

—Eso dicen los terapeutas


terapeutas cuando quieren psicoanalizarte
psicoanalizarte —señalo sonriendo levemente—.
levemente—. Esto
no funciona así, Loren. Primero, que no me o un pelo de tus buenas intenciones,
intenciones, y segundo…
¿qué te hace pensar que tú podrías ayudarme? Lo han intentado los mejores psic psicólogos
ólogos y
psiquiatras de Los Ángeles y no tuvieron éxito. Sigo estando igual de jodida.

—¿Has ido a terapia? —pregunta sorprendida.

—Sí, durante varios años. Pero eso no es algo de tu incumbencia,


incumbencia, y por supuesto tampoco de la de
tu hermano. Solo quiero que me dejéis en paz. Voy a terminar mi trabajo
t rabajo y volveré a casa.

Una sonrisa se dibuja en sus labios y niega con la cabeza.

—¿De verdad crees que Oliver va a permir que te vayas? Eres una ilusa, Rachel. Él es aún más
cabezota que yo. Vas
Vas a sufrir acoso por mi parte. No creas que te vas a librar de mí con tanta

facilidad,
le pone laspero
cosaslo suyo será
fáciles, acosoque
alguien y derribo. Por primeraque
le ha demostrado vez la
havida
encontrado a una
no es solo persona
trabajar paraque noa
llegar
lo más alto, y no va a dejarte escapar. —Me quedo totalmente muda. Ni siquiera sé qué pensar—.
Sinceramente,
Sinceramen te, espero mucho de él porque sé que eres la persona indicada para mi hermano.
Nunca lo había visto tan a gusto con una mujer. Bueno… En realidad, nunca lo había visto con
ninguna mujer. Tú fuiste la primera a la que trajo a casa, y justo en ese momento supe que eras
especial. Es un capullo, eso no te lo niego, pero está loco por .

—Vale, todo eso que acabas de decir… No ene ningún sendo. Oliver solo se aprovechó de la
—Vale,
situación. Se acercó a mí para robarme, nada más.

—Ajá —sonríe alzando una ceja—. Tú sigue pensando eso. El empo me dará la razón.

—Oye, Loren, me encantaría seguir charlando congo, pero tengo que trabajar.
—Sí, está bien. Te llamo luego y comemos juntas, ¿te parece?

—No creo que…

—No acepto un no por respuesta. Ya te dije que no vas a librarte de mí. Además, necesito contarle
a alguien las maldades que le estoy haciendo a mi marido. ¿No te apetece escuchar lo mal que lo
está pasando Paul? —Casi suelto una carcajada al ver su sonrisa maliciosa. Esta mujer es un peligro
con piernas—. Te llamo y me coges el teléfono, ¿entendido? —Se acerca a mí y me abraza
brevemente—. No es una sugerencia, Rachel. Si no me contestas, vendré a buscarte y te obligaré.

—¿Todos los Cox sois tan mandones? —pregunto reteniendo una sonrisa.

—Nos viene de familia —contesta encogiéndose de hombros—. Tendrías que ver cómo le gusta
mandar a mamá. Es una rana. —Sonrío negando con la cabeza y Loren se despide con la mano
antes de marcharse del apartamento.

Una vez sola, suspiro en alto. Si estaba confusa, ahora sí que estoy completamente perdida. Loren
es un amor y de verdad me gustaría creer lo que dice. Bueno, todo menos lo de los supuestos
senmientos de Oliver hacia mí. Eso sí que es algo completamente
completamente surrealista.

∞∞∞

Loren cumplió su amenaza ese día y también los siguientes. Hemos comido juntas, salido de
compras y ella ha podido despotricar de su marido
mar ido a gusto en mi presencia. Finalmente
Finalmente,, empiezo a
creer que ella no tuvo nada que ver con lo que pasó, sobre todo después de lo que pasó hace una
semana. Cuando llegamos de comer en un restaurante cercano, nos encontramos con Paul en el
vesbulo y ella práccamente lo obligó a pedirme disculpas. Después de eso, simplemente le
ordeno que recogiera al pequeño Ma de la guardería y se fue sin despedirse de él y con la cabeza
bien alta. Estuve a punto de darle un abrazo de consuelo a Paul al ver su carita de pena por
quedarse con la palabra en la boca.

En estas dos semanas también me he dado cuenta de que come un error juzgando a Damon y a
Shana. Ellos se han comportado conmigo como verdaderos
verdaderos amigos, pero, sinceramente, no he
tenido el valor de disculparme. Con Oliver… Bueno, él es un tema aparte. Básicamente lo he

ignorado ytodo
llamadas lo posible.
tampoco Cada
le abro vez que
la puerta él entra
cuando en algún
viene lugar, yo salgo.
lugar,
al apartamento, queNo aendo
es casi ninguna
todas de sus
las noches. Si
algo tengo que decir del señor Cox, es que su insistencia es digna de admiración.

No es que esté huyendo de él… Bueno, sí, lo estoy haciendo, es que no quiero volver a escuchar
sus estupideces. Tal vez me esté comportando como una niña, pero qué demonios, tengo derecho
a hacerlo. Lo que no es lógico es que venga hablándome de senmientos tras lo que se atrevió a
hacerme.

—¿Te gusta más este? —Alzo el trozo de látex hacia la pantalla para que Gregory pueda verlo.

Hace unos días llegaron los materiales que pedimos para poder crear su cuerpo. También
También he
estado trabajando en el implante. Incluso lo hablé con Marcus y él me está ayudando a adaptarlo.
Me costó confiarle mi trabajo y aún tengo miedo de que me falle como lo hizo Cox, aunque hasta
ahora me ha demostrado
demostrado que es una buena persona y muy profesional.
profesional. Hemos cenado juntos un
par de veces más y mañana hemos quedado para salir a bailar.
bailar. Aparte de eso, nuestra relación es
platónica por completo. Él no ha dado ningún paso en otra dirección, y yo tampoco. Quizá sea

mejor así. Ya tengo suficientes complicaciones con cierto hombre inexpresivo como para meterme
en más líos.

—Muéstrame el otro —pide Gregory.

Cojo la otra muestra y la alzo. Es extraño tener un pene de látex en la mano, no obstante, me niego
a crearle un cuerpo eunuco. No creo que vaya a ulizar esa parte de su anatomía nunca, sin
embargo, al menos la tendrá.

El mbre suena y le ordeno a mi asistente que abra la puerta. Probablemen


Probablemente
te sea Marcus.

—Estoy en el taller, Marcus —grito para que me oiga.

Sigo dándole vueltas al pene en mi mano, mostrándole todos los ángulos a Gregory para que
pueda escoger uno.

Un carraspeo llama mi atención y me giro para ver a Oliver observándome apoyado


apoyado en la entrada.

—¿Interrumpo algo? —pregunta con su tono serio habitual, pero sus zafiros ríen maliciosamente.

—Nada que te importe —contesto—. Vete de aquí. Tienes la entrada a esta estancia rotundamente
prohibida. —Me giro de nuevo hacia la pantalla—. Entonces, ¿te quedas con este?
—No lo sé. —Gregory hace una mueca—. Creo que quiero uno como el del señor Cox.

Contengo una carcajada y cojo otra de las muestras, el más pequeño de todos.

—¿Estás seguro? —Miro hacia Oliver, directamente a su entrepierna y vuelvo a girarme hacia la
pantalla—. Sería algo así, y creo que tú te mereces algo más, Gregory.

—¿Has dicho Gregory? —Oliver camina hacia el centro del taller mirando fijamente la pantalla—.
Le estás dando forma sica —murmura alucinado. Entonce
Entoncess se gira hacia mí y entrecierra los ojos
mirando las muestras—. ¿Quieres crearle un cuerpo? —inquiere.

—Gregory, desconéctate —ordeno.

La pantalla se apaga de inmediato y empiezo a guardar las muestras en una caja. Manos, pies,
penes, traseros… todo fabricado en látex de la mejor calidad.

—¿Por qué has hecho eso? ¿Crees que voy a robarte la idea o algo así?

—No sería la primera vez —contesto sin mirarle.

Lo escucho resoplar, mas no me giro.

—Me parece genial lo que estás haciendo y te aseguro que no voy a robarte nada, Rach. Ya he
aprendido la lección. Ahora lo que intento es reparar mis errores, no cometer otros.

—Me alegro por . —Me giro y cruzo mis brazos sobre el pecho mirándolo fijamente
fijamente—.
—. ¿Has
venido hasta aquí para decirme eso o quieres algo más?
Avanza un par de pasos en mi dirección y frunzo el ceño.

—He venido hoy, igual que ayer, anteayer y todos los días desde hace dos semanas. La pregunta es,
¿vas a dejar ya de evitarme?

—Yo no te evito —miento—. Solo intento no cruzarme congo. Ya sabes, por eso de las náuseas
que me entran al verte. —Con una sonrisa falsa me acerco a él y sujeto una de las solapas de su
chaqueta con mis dedos—. No quisiera mancharte tu bonito traje. Tiene pinta de ser muy caro.

—Lo es —susurra clavando sus zafiros en mis ojos. “Vale, Rachel, ese ha sido un mal movimiento.
Retrocede inmediatamente”. Intento apartar mi mano, no obstante, sus dedos rodean mi muñeca
impidiendo mi rerada—. Adelante, te permito que lo hagas pedazos si quieres, pero deja ya de
darme esquinazo. Tenemos cosas importantes de las que hablar.

—Yo no tengo nada que hablar congo —replico rando de mi mano, aunque obviamente él no
me suelta. Al contrario,
contrario, con un solo rón consigue acercarme más—. Suéltame —siseo.

—¿Qué pasa si no lo hago? ¿Vas


¿Vas a seguir huyendo de mí, Rachel? —Inspira fuerte por la nariz—.
Para de una vez. He sido sincero congo, te he dicho directa y claramente lo que siento por . ¿No
puedes comportarte como una persona adulta y enfrentarte
enfrentarte a ello?
e llo?

—No tengo que


equivocado, Cox.enfrentarme
Me engañastea nada. Si crees
una vez, que me
no habrá unahe tragado¿Cómo
segunda. tus gilipolleces,
te atrevesestás muy a
tan siquiera
insultar mi inteligencia de esa forma? ¿De verdad creíste
creíste que iba a lanzarme a tus brazos y abrirme
de piernas por escuchar una falsa declaración de amor susurrada al oído? ¿Tan estúpida piensas
que soy?

Nuestros rostros están tan pegados


pegados que puedo senr su aliento sobre mí. A sus labios apenas los
separan unos cenmetros de los míos, solo que esta vez no voy a ceder. Me mantendré fuerte y…
Vale, olvida lo que acabo de decir. Me está besando y yo estoy cediendo, pero ¿cómo no hacerlo?
Este maldito bastardo es capaz de encender cada una de mis terminaciones nerviosas con solo un
roce de sus labios.

—Voy a dejarte bien claro lo que siento por , Rach —susurra contra mis labios justo antes de

invadir mi boca con su lengua.


Intento apartarlo, o quizás acercarlo más. No estoy demasiado segura. No soy capaz de mantener
ningún pensamiento coherente
coherente con sus manos amasando mi trasero y su erección pegada a mi
bajo vientre. Mis manos también buscan su propio camino, entrelazánd
entrelazándose
ose tras su cuello mientras
disfruto de su sabor.
sabor. Oliver ra de mí hacia él, clavándome
clavándome aún más su entrepierna. Esto es gloria
bendita. Estoy a punto de mandar a la mierda cualquier pizca de autocontrol que aún quede en mi
organismo justo cuando somos interrumpidos por un sonido estridente.
estridente. Es su teléfono móvil. Se
aparta de mí soltando una maldición y al instante me doy cuenta de la gilipollez que he estado a
punto de cometer.

No soy colla, pero algo me lleva a mirar la pantalla de su teléfono. Melisa, es ella quien lo llama.

—Deberías cogerle el teléfono a tu no novia —mascullo cruzándome de brazos.


Rechaza la llamada y tras guardar el móvil de nuevo en su bolsillo, resopla pasándose la mano por
el pelo.

—No es lo que piensas, Rach —susurra.

—No, por favor, no me des explicaciones. No las quiero, ni las necesito. Ahora lárgate.

—Rachel, ella no es mi novia. Tuvimos una especie de relación que se terminó el día que tú
entraste en mi vida. Te prometo que no he estado con nadie desde que te conocí.

—Repito, no me debes explicaciones. Además, lo enendo perfectamente. Lo vuestro fue algo así
como lo que tuvimos nosotros. Solo sexo sin compromiso.

—Ni siquiera se te ocurra compararlo. —Vuelve a resoplar y empieza a caminar por la habitación
de un lado a otro—. Lo que hay entre nosotros es verdadero. Con ella… Joder, no sé ni cómo
decirlo sin que suene mal. —Me mira y tras cerrar los ojos
o jos un par de segundos, los abre de
nuevo—. Melisa es una prostuta.

¡¿Qué?! ¡¿La Barbie es puta?! Joder, eso sí que no me lo esperaba. Un momento… ¿Se acostaba
con ella estando conmigo? Mierda, nosotros siempre lo hemos hecho
hecho sin ningún po de
protección.

—¡¿Te estuviste rando a una puta mientras te acostabas conmigo?! —Su entrecejo se arruga y
veo como sus zafiros brillan con furia contenida—. ¡No me mires así, Cox! ¡Te he hecho una jodida
pregunta! ¡Solo quiero saber si he compardo fluidos con media maldita ciudad!

—¡¿Qué jodida parte de “no he estado con nadie desde que te conocí” no has entendido, Rachel?!

—Aunque sea así. ¡Has tenido una relación asidua con una prostuta, joder!

—¿Tienes algún problema con las prostutas? —inquiere alzando una ceja.

—Oh, no. No te hagas el listo conmigo. No se trata de eso. Estoy de acuerdo en que cada una se
gane la vida como pueda y quiera, pero tengo derecho a estar preocupada por mi jodida salud.

—Tu salud no corre ningún po de peligro. Eres la única mujer con la que no he usado preservavo
—Tu
por el simple hecho de que el resto de las mujeres con las que he estado, se dedican todas a la
prostución. —Su confesión me deja completamente en blanco. ¿Solo se acuesta con putas? ¿Por
qué? ¿Tiene
¿Tiene algún po de trauma por lo de su madre? —. Ni se te ocurra decir eso en voz alta,
Rachel —advierte.

Odio cuando hace eso, leerme la mente como si me conociese de toda la vida.

—¿Tienes algún problema con salir por ahí a ligar, Cox? Ya sabes, vas a un pub o una discoteca e
invitas a una copa a alguna mujer que te agrade. Eso es lo que hacen los hombres normales.

—Yo no soy un hombre normal —afirma sin mover un gesto—. Ya te lo he dicho con anterioridad,
no tengo empo para seducir a una mujer. Las copas, las citas… Todo eso requiere mucho empo,
yo me lo salto. Pago por lo que realmente me interesa
interesa y me evito problemas. Conocí
Conocí a Melisa de
ese modo. Tras unos cuantos encuentros pactados decidí hacer un acuerdo con ella. Le compré un
apartamento, le doy una mensualidad, y ella solo trabaja para mí.
—Te has comprado una puta —murmuro alucinada.

—Sí, si quieres verlo de ese modo. Ya le he informado del cese de nuestro acuerdo, aunque parece
que no he sido lo suficientemente claro. Te aseguro que le pondré remedio cuanto antes.

—¿Le has informado? —asiente—. ¿Cuándo ha sido eso?

—La mañana siguiente a la primera noche que estuvimos juntos tú y yo.

—¿Seguiste pagando su mensualidad? —Vuelve a asenr—. Ahí está la confusión, Cox. Si no vas a
seguir usando los servicios de una prostuta, no deberías seguir pagándole.

—Le pondré remedio —afirma. Respira profundamente y vuelve a acercarse a mí—. Ahora me
encantaría seguir justo donde lo dejamos, sin embargo, mi visita no es solo para eso. Tenemos una
reunión con Lockwell Aeronaucs en… —mira su reloj y chasquea la lengua—, hace cinco minutos.
Tenemos que irnos.

—Genial, justo lo que me apetece ahora mismo —murmuro en tono sarcásco—.


sarcásco—. No hay nada
como una reunión mortalmente aburrida para empezar bien el día.

—¿Quieres que la aplace? —pregunta alzando una de sus comisuras. Entrecierr


Entrecierro
o los ojos
o jos
mirándole con fijeza. Es una pregunta trampa, estoy segura—. Puedo hacerlo, pero entonces
vamos a seguir lo que estábamos haciendo. No podrás huir de mí, Rach. Tú decides,
decides, ¿reunión
aburrida o sexo diverdo?

Sexo diverdo. ¡No! Reunión aburrida. Eso es. Tengo que tener claras mis prioridades. Tras echarle
un úlmo vistazo, me doy media vuelta y camino hacia la salida.

—Llegamos tarde a la jodida reunión —farfullo cabreada.


cabreada.

Escucho su risa a mi espalda y me siento tentada a girarme para ver esos preciosos hoyuelos que
aparecen en sus mejillas cada vez que ríe, mas no lo hago. Tengo que mantenerme firme, y esta
vez de verdad.

Mientras bajamos las escaleras, puedo escuchar cómo se queja en susurros. No le gustan las
escaleras. Pues que se joda, yo no le he pedido que me acompañe. Sin que Shana me diga nada
voy directamente hacia la sala de juntas y abro la puerta sin llamar. Pongo en mi rostro la mejor
sonrisa falsa que puedo fabricar y alzo la mirada.

Me quedo paralizada. No ha cambiado nada a pesar de los seis años que han pasado desde la
úlma vez que nos vimos. Oliver choca contra mí por mi repenno frenazo,
frenazo, y ni siquiera siento
siento el
golpe. No puedo apartar mi mirada de esos ojos que tan bien conozc
conozco.
o. Lo veo caminar hacia mí
con su andar elegante de hombre todopoderoso. Siento
Siento a Oliver a mi lado, exende su mano y él la
recibe.

—Barón Lockwell, no sabía que vendría personalment


personalmentee —saluda Oliver—. Le presento a Rachel
Taylor, la encargada del proyecto IACox.

—Yaa nos conocemos —susurra Lockwell sin apartar su mirada de la mía—. Hola, Rachel,
—Y R achel, ¿cómo
estás?

Carraspeo y me enderezo. No puedo mostrar debilidad ante él. Aunque tenga ganas de gritar, llorar
y largarme de aquí para encerrarme hasta que vuelva a largarse al jodido agujero de donde salió,
no puedo hacerlo, porque eso sería una muestra de cobardía, y yo no soy una cobarde.

—Bien. ¿Cómo estás tú, padre?

Capítulo 26

Rachel

Tras el momento de estupor generalizado, tomamos asiento alrededor de la mesa ovalada. Oliver
no ha dicho ni una sola palabra. Supongo que la impresión de saber que soy hija del mismísimo
Barón Hayden Lockwell lo ha dejado en blanco.

Saludo a William de pasada y este me lanza una mirada tranquilizadora.


tranquilizadora. Como si eso fuese a
ayudarme. Tengo ante mí al causante de todas mis desgracias, y aunque siempre supe que este día
llegaría tarde o temprano, no estaba preparada para la candad de recuerdos y senmientos
desagradables que su presencia despierta en mí.

—Nunca imaginé que Rachel fuese hija suya, Barón —dice Paul ganándose una mirada fulminante
por mi parte.

—Ya ve, señor Summers, a veces los hijos terminan haciendo cosas inesperadas. Y aquí estoy yo,
comprando los protopos que diseña y crea mi propia hija. —Mi padre se pasa los dedos por su
perilla blanca y sonríe levemen
levemente—.
te—. En realidad, Rachel
R achel ene su puesto asegurado en Lockwell
Aeronaucs. Es una Lockwell, al igual que su hermano.

—¡Cállate! —escupo mirándole con furia.

—Rachel, hija, esa no es la educación que has recibido


recibido —señala mi padre—. Siempre te he
enseñado a comportarte como una señorita.

—Siento ser una decepción, padre —mascullo.


Siento la mano de Oliver sobre mi rodilla y respiro profundamente
profundamente para intentar tranquiliz
tranquilizarme.
arme. No
deseo esto. No quiero que él esté aquí ni mucho menos que hable de Josh.

—No digas tonterías. Estoy seguro de que algún día recapacitarás


recapacitarás y volverás a casa, a dirigir la que
en un futuro cercano será tu empresa.

—No, gracias —contesto. Siento


Siento que Oliver rera su mano, pero la sujeto rápidamente
rápidamente y vuelvo a
colocarla sobre mi pierna. De alguna manera su contacto me calma. Y eso es lo que necesito ahora
mismo—. ¿Podemos empezar con la reunión? No creo que todos estéis aquí para presenciar una
riña familiar.

—Por supuesto —dice Oliver tras carraspear—. Señor Lockwell, como ya sabrá, vamos a hacer
algunas modificaciones en IACox y el exoesqueleto antes de entregárselos.
—Eso espero. —Mi padre se ajusta los gemelos de oro de las mangas dentro de su chaqueta azul
marino—. He escuchado que mi hija ha conseguido ir mucho más allá con el protopo. ¿Un cuerpo

sintéco? Eso es algo increíble. Fusionando la inteligencia arficial con el exoesqueleto


exoesqueleto y
recubriéndolo con una piel sintéca podríamos tener en nuestras manos el ejército del futuro.

Miro directamente a Oliver y este niega con la cabeza. Está tan confundido como yo. ¿Cómo es
posible que mi padre se haya enterado de lo que estoy haciendo con Gregory? Dirijo mi mirada
hacia él y veo como mira hacia Marcus y le sonríe.

—Hijo de puta —siseo asesinando a Marcus con la mirada.

Ha sido él. ¿Trabaja para mi padre? ¡¿Cómo he podido ser tan estúpida?! ¡¿Es que no hay nadie en
quien pueda confiar?!

—¡Rachel! —Me regaña mi padre—. Controla tu vocabulario.

—¡Y una mierda! —Me levanto de golpe provocando que la silla caiga hacia atrás y clavo mis ojos
en los suyos—. ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Qué ganas con venir aquí a hosgarme?! ¡¿Qué quieres de
mí, padre?!

—Quiero que te sientes y te comportes como una Lockwell. Tu hermano y tú habéis recibido una
educación y…

—¡Deja de mencionar a Josh de una puta vez! —grito golpeando la mesa con el puño—. ¡¿Por qué
sigues hablando de él como si estuviese a punto de venir?! ¡No se ha ido de vacaciones, papá!
¡Maldita sea, está muerto!

—Sí, ¿y gracias a quién?

Su pregunta maliciosa me sienta como un puñetazo en el estómago. Noto a Oliver de pie a mi lado
y el tacto de su mano en la parte baja de mi espalda. Joder, ahora mismo solo quiero retroceder en
el empo unos minutos y volver al apartamento con él. Cualq
Cualquier
uier cosa es mejor que estar viviendo
esto.

—Dilo, vamos —le increpo—. Es culpa mía, ¿verdad? Tu adorado hijo está muerto porque la
irresponsable y rebelde de su hermana lo mató.

—Rachel, siéntate —me ordena.

—¿Y si no lo hago? ¿Qué vas a hacer, quitarme la paga? ¿Vas a desheredarme? Oh, no, que eso ya
lo has hecho. Te aseguro que no hay nada más que puedas hacer que vaya a afectarme. —Rodeo la
mesa bajo la mirada estupefacta de todos los demás y encaro a mi padre. No le tengo miedo—. Y
enes razón, yo maté a Josh. No hace falta que me culpes por ello porque yo misma lo hago. Te
aseguro que si pudiese cambiarme por él lo haría sin dudar ni un segundo. Te devolv
devolvería
ería a tu hijo
predilecto y ocuparía su lugar en el maldito infierno.

Lo veo levant
l evantarse
arse con el ceño fruncido
fr uncido y se abrocha la chaqueta como si yo no estuviese justo
frente a él con unas ganas terribles de saltarle a la yugular.

—Rachel, creo que debes rerarte ya —señala sin inmutarse—. Estás dando un espectáculo
deplorable.

—¿Deplorable? Uy, papá, lo siento mucho —digo en tono sarcásco—. Bueno, no, en realidad no
siento una puta mierda. Si lo que estabas buscando al enviar a uno de tus
t us perritos falderos —
señalo a Marcus con el dedo y veo como Oliver lo mira fijamente. Sus zafiros
zafiros brillan con fuerza de
pura rabia. Estoy segura de que ahora mismo está planeando la forma de cargárselo—, era que yo
volviese a casa con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas, puedes irte por donde has venido.
Hace mucho empo que dejó de importarme lo que piensas y si tengo o no tu aprobación.
—Rerate —ordena apretando los dientes.

Instalo una sonrisa falsa en mi rostro y me agacho levemente haciéndole una reverencia.

—Como usted mande, Barón. —Camino a toda prisa hacia la puerta, pero antes de salir vuelvo a
girarme—. Por cierto, que te jodan, papá. —Salgo de la sala y cierro la puerta con un golpe que
resuena en toda la planta.

Shana me mira asustada cuando paso frente a ella, sin embargo, no me detengo. Subo las
escaleras corriendo y cuando finalmente entro en el apartamento, siento que me falta el aire.
Estoy llorando de rabia y frustración, pero también por el peso de los recuerdos, por la culpa que
siento cada vez que mi padre me mira como lo que soy, la persona que le arrebató a su hijo.

—Rachel, ¿estás bien? —pregunta Gregory. No contesto, no puedo. La opresión que siento en el
pecho apenas me deja respirar. Todos los recuerdos de esa maldita noche acuden a mi mente en
tropel, como una maldita película de terror de la que soy incapaz de salir—. ¿Quieres que llame a
alguien? Puedo prepararte una ducha o…

—¡Cállate, Gregory! —grito.

Intento coger aire con fuerza. Necesito una distracción. Tengo que dejar de pensar en ello antes de
que sufra una crisis
cr isis y termine vomitando o desmayándome.
desmayándome.

Camino hacia el salón y acvo el reproductor musical,


musical, subo el volumen y me dirijo hacia el taller
mientras la canción Going Under de Evanescence
Evanescence suena a todo volumen. Así es como me siento,
como si me estuviese ahogando
ahogando en una marea de malos recuerdos.

Oliver

Hace tres días que no sé nada de Rachel. Tras la atropellada reunión no pude ir tras ella porque
estaba demasiado ocupado conteniendo
conteniendo mis propias ganas de matar a su padre y al capullo de
Novak. Ni siquiera hizo falta echarlo, él mismo se fue con su verdadero jefe. ¿Cómo es posible que
no me diera cuenta de que trabajaba para Lockwell?

Cuando se fueron y conseguí tranquili


tranquilizarme
zarme un poco, subí al apartamento y casi hecho la puerta
abajo, pero nadie me abrió. Dudo que siquiera haya escuchado el mbre con la atronadora música
que se escuchaba en el interior. Y así ha estado durante tres malditos días. No aende a mis
llamadas ni me abre la puerta, y la música sigue encendida. Casi puedo escucharla desde mi áco.
Decidí darle un poco de empo antes de tomar alguna medida extrema, y ya se me está agotando
la paciencia. Temo
Temo que le pueda pasar algo. Rachel ende a encerrarse en sí misma cuando las

cosas se ponen feas, y ahora puedo entender un poco mejor por qué lo hace. Con el padre que
ene no me extraña tanto su comportamiento. Y lo de su hermano… Joder, estoy seguro de que
murió en el mismo accidente
accidente en el que ella resultó herida en el muslo. Se culpa por ello, y por lo
visto el maldito cabronazo de Lockwell también lo hace.

Bufo y me echo hacia atrás en la silla. Llevo toda la mañana encerrado en el despacho y no he
avanzado nada. Soy incapaz de concentrarme en el trabajo. Me siento frustrado por no poder
ayudarla, porque no me deje hacerlo, pero también agotado. No puedo dormir. Me paso las
noches sentado frente a su puerta con la esperanza de que la abra y por obra
o bra de algún milagro,
decida dejarme entrar.

Por Dios santo, ene que estar destrozada. Primero la traiciono yo y ahora Novak. Es lógico que no
cone en nadie si cada persona que se acerca a ella termina lasmándola.

Mi teléfono suena sobre la mesa y me incorporo rápidamente al ver su número. Descuelgo la


llamada y me llevo el móvil a la oreja.

—¿Rachel? —Mi voz suena ansiosa y no me importa. Solo necesito saber que está bien.

—Señor Cox, soy Gregory.


—¿Gregory? —Me levanto de un salto y empiezo a caminar por el despacho—. ¿Rachel está bien?
¿Le ha pasado algo?

—Eh… Aún no, pero… —suspira. Él también parece preocupado. ¿Cómo es posible? Es una
máquina, aunque parece que realmente tenga senmientos—. Señor Cox, le agradecería que
viniese al apartamento. No quiero preocuparlo, pero Rachel no está
e stá bien.

—¿Qué ha pasado? —pregunto saliendo del despacho con el teléfono en la oreja. Voy
directamente hacia las escaleras y empiezo a subirlas de dos en dos—. ¡¿Qué le ha pasado a
Rachel?!

—Ella… Lleva varios días encerrada en el taller. No sé qué sucedió en la reunión, pero algo le pasa.

No ha dormido nada en tres días y apenas ha probado bocado. Temo


Temo que en cualquier momento
pueda derrumbarse. No es la primera vez que sucede y no sabía a quién avisar.

—Has hecho bien en llamarme. —Salgo de la zona de acceso a las escaleras y camino hacia la
puerta—. Ábreme, Gregory.

Me abre de inmediato y cuelgo la llamada. Guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón y voy


hacia el taller. No puedo ni escuchar mis propias pisadas con el sonido de la música. Abro la puerta
y veo a Rachel muy concentrada, trabajando en lo que parece ser el implante neuronal del
exoesqueleto.

El taller está hecho un desastre. Hay un montón de tazas vacías sobre las mesas de trabajo y un
fuerte olor a cerrado.
—Izquierdo, ni siquiera lo pienses —dice Rachel
—Izquierdo, R achel sin mirarle.
El brazo robóco, que estaba a punto de alejarse de ella, vuelve a su posición sujetando un
soldador.

—¿Rachel? —mi voz queda apagada por la música. La canción In the shadows del grupo The
Rasmus suena a todo volumen—. Gregory, apaga la música —grito.

Rachel se gira de inmediato hacia mí y frunce el ceño. Está vesda con una de sus camisetas viejas
y descalza.

—¿Qué demonios haces tú aquí? —inquiere.


En una esquina veo una especie de maniquí muy realista. El cuerpo de Gregory.

—¿Has hecho eso en tres días? —pregunto señalando el cuerpo robóco.

—No me has contestado. ¿Qué haces aquí, Cox? ¿Cómo has entrado? —repite.

—Yo lo he llamado —contesta Gregory apareciendo en la pantalla que cubre una de las paredes de
la habitación—. Lo siento, Rachel, pero estoy programado para velar por tu seguridad y protegerte,
protegerte,
incluso de  misma.

—Otro traidor —murmura volviendo a centrarse en su trabajo—. Lárgate, Cox. Aquí no hay nada
que ver.

—Rachel, ¿estás bien? —pregunto con cautela entrando en la habitación.


—Perfectamente, solo necesito que esto… ¡Mierda! —Lanza las herramientas sobre la mesa y tras
—Perfectamente,
coger el implante, lo ra con fuerza contra la pared haciéndolo añicos—. ¡Joder! ¡Casi lo tenía! —
Se levanta y empieza a caminar por el taller cogiendo disntos componentes electrónicos—. Tengo
que ajustarlo más y… Oh, sí.
s í. Quizá eso funcione. —Habla consigo misma y da varias vueltas sin
moverse del sio. Está desquiciada y también parece agotada. Unos enormes círculos negros
rodean sus preciosos ojos grises.

La detengo cuando pasa por mi lado y busco su mirada.

—Rachel, para —ordeno.

—No. Ya casi lo tengo. Necesito una batería duradera. No quiero que Gregory tenga que estar
horas cargándose. Casi lo tengo. Solo necesito un café y volveré a empezar.

Intenta irse de nuevo, sin embargo, la retengo en el lugar.

—¿No crees que ya has tomado suficiente café? —Miro hacia las tazas vacías y de nuevo a ella—.
¿Has ingerido algo más que café estos tres días?

—¿Tres días? —Parece sorprendida—. ¿Han pasado tres días? —Asiento—. He estado tan ocupada
que ni cuenta me he dado.

—Tienes que comer algo y descansar, Rach.

Niega con la cabeza rápidamente y retrocede intentando huir de mi agarre.


—No puedo —susurra con ojos vidriosos.
—Rach, cariño. Mira lo que te estás haciendo. —Acaricio su mejilla y ella niega de nuevo—. Tienes
que descansar.

—No puedo, Oliver.


Oliver. No me obligues a volver allí —suplica. Las lágrimas desbordan sus ojos y
corren por sus mejillas en cascada. Estoy viendo a una de las mujeres más fuertes que he conocido
jamás derrumbarse anteante mis ojos, y me mata
mata no poder hacer nada para ayudarla—.
ayudarla—. No quiero
quiero
estar en ese lugar de nuevo. No puedo.

—Escúchame, no voy a dejar que vayas, ¿vale? Me quedaré congo y…


—¡No puedes evitarlo! ¡Está en mi jodida cabeza! ¡¿No lo enendes?! ¡Es mi casgo, Oliver!

—¿Tu casgo? ¿De qué hablas, Rach? Tú no enes que ser casgada por nada.

—¡Suéltame! —grita llorando con más fuerza y rando de su brazo.

No la suelto. Mierda, enen que matarme antes de apartarme de ella en estos momentos. La
atraigo más hacia a mí y la abrazo soportando sus golpes e insultos. Intenta
Intenta patearme mientras
llora desconsoladamente,
desconsoladamente, pero aguanto sus embistes y sigo abrazándola con fuerza.

—Ya está —susurro besando su pelo cuando comienza a tranquilizarse—. No te va a pasar nada,
cariño.

Llora contra mi pecho y niega con la cabeza.


—Mientes —afirma entrecortadamente—. En cuanto cierre los ojos volveré a ese maldito coche.
Sé que me lo merezco, pero ya no puedo seguir reviviendo esa mierda una y otra vez.

—¿El qué? ¿El accidente? ¿Eso es lo que tanto miedo te da? ¿Es allí donde suceden tus pesadillas?
—Se aparta de mí levemente y se lo permito porque ya no forcejea. Al mirarme, veo sus mejillas
inundadas y una profunda tristeza en su mirada. Mi chica guerrera se está rindiendo, y ahora
mismo me encantaría que siguiese golpeándome solo por no verla de esta forma. Tiro de una silla
y la insto a sentarse—.
s entarse—. Cuéntame
Cuéntame qué sucede en tus pesadillas, Rach. ¿Es por Josh?

—Cállate —susurra tapándose la cara con las manos—. TTúú eres como ellos, como todos los demás.
La única persona que jamás me habría traicionado es mi hermano, y está muerto por mi culpa.

Me arrodillo frente a ella y coloco mis manos sobre sus muslos.


—Lo siento mucho, Rachel, lo de tu hermano y lo que hice. Yo nunca quise hacerte daño. —Inspiro
por la nariz intentando retener mis propias lágrimas—. Te juro que daría mi vida por cambiarlo, por
haber aprovechado la oportunidad que tenía a tu lado. Fui un imbécil y te suplico que me
perdones. —Me mira fijamente como si intentara descifrar en mi mirada si estoy siendo sincero.
Maldita sea, espero que pueda ver que cada maldita palabra que digo es verdad—. Escúchame, sé
que ahora estás enfadada conmigo y con el mundo, y enes tus razones, pero déjame ayudarte. No
puedo verte así. Me estás matando, Rach. Odio ver lo que te haces a  misma. No puedo
soportarlo porque te quiero tanto que duele.

—Mientes —susurra sin dejar de mirarme a los ojos—. Yo no merezco que nadie me quiera.

—No digas eso. No sé quién te ha medo esa tontería en la cabeza, pero…


—Nadie. Yo sé lo que hice. Mi hermano está muerto por mi culpa, Oliver. ¿Sabes lo jodido que es
eso? La única persona que me ha querido jamás, murió porque yo fui tan estúpida como para

confiar en la persona equivocada. Y no aprendo, joder. Sigo comeendo los mismos errores una y
otra vez.

Suspiro y limpio sus mejillas aprovechando


aprovechando para acariciar su rostro.

—Cuéntame lo que pasó. No puedo ayudarte si no me dejas, cielo.

—Nadie puede ayudarme —susurra agachando la mirada.

Levanto su rostro sosteniendo


sosteniendo su barbilla y vuelvo a mirarla a los ojos.

—Haz la prueba. Solo inténtalo, por favor. —Mi tono es una súplica, y parece surr efecto.

Rachel respira profundamente


profundamente y cierra los ojos con fuerza. Cuando vuelve a abrirlos, es como si ya
no estuviese aquí sino perdida en sus recuerdos.

—Yo estaba estudiando en Oxford y Josh en Cambridge —empieza diciendo—. Él estudiaba


empresariales y yo ingeniería industrial. Hacía varios
varios meses que no nos veíamos, y un día mi
hermano apareció por sorpresa en mi apartamento. Estaba raro, lo noté en cuanto lo vi. Siempre
estuvimos muy unidos. Solo era un año mayor que yo, aunque lo parecía mucho más. Eso era culpa

de nuestro padre. Siempre lo presionaba para que fuese el mejor, el más listo, el futuro heredero y
presidente de Lockwell Aeronaucs.
Aeronaucs. Ese mismo día descubrí que mi hermano odiaba su vida y que
nunca había dicho nada por protegerme a mí. Ya estaba harto y dispuesto a terminar con todo.

—No conocí a tu hermano, pero ya me cae bien —susurro sonriendo levemente para infundirle
ánimos.

Entrelazo mis dedos con los suyos y le hago un gesto para que connúe.

—En esos momentos yo salía con un chico, Clay. Era mi primer novio formal. Llevábamos juntos un
año y estaba loca por él.

—Ese no me cae tan bien —murmuro.

—A Josh tampoco. —Una sonrisa triste ra de sus labios al recordar a su hermano. Suspira y mira
hacia nuestras manos unidas—. Salimos a cenar los tres y después a una fiesta. La cosa se estaba
descontrolando y Clay y Josh habían bebido demasiado. Yo también bebí, aunque no tanto.
Intentamos llamar un taxi, y no conseguimos que vinieran a buscarnos. Clay empezó a
impacientarse. Su padre era un hombre muy poderoso e importante, no tanto como el mío, claro,
pero ejercía mucha presión sobre su hijo. Clay tenía pánico a que ssu
u padre se enterase de que
usaba la universidad como vía de escape yendo de fiesta en fiesta en vez de estar clavando los
codos día y noche. Como no conseguimos taxi, decidí conducir yo. —Respira profundamente y
siento su mano temblar bajo la mía.

—Tranquila,
—Tranquila, no pasa nada, Rach —susurro.

—Sí pasó algo —dice empezando a llorar de nuevo—. Estaba distraída. Los tres cantábamos y
reíamos y yo… Joder, no vi el puto coche que se meó en nuestro carril. Te juro que intenté
evitarlo. Solo reaccioné en milésimas de segundo. Di un volantazo y salimos de la carretera. El
coche empezó a dar vueltas hasta que se estampó contra un árbol. Cuando desperté, Josh estaba a
mi lado, tenía los ojos abiertos, pero no respondía. —Su respiración se agita y sigue lllorando
lorando con

fuerza—. Intenté despertarlo.


despertarlo. Cuando quise salir del coche, me di cuenta de que estaba atrapada.
Tenía un hierro enterrado en el muslo y no podía moverme. Clay iba en la parte trasera y no sufrió
tanto impacto, tenía algunas magulladuras, sin embargo, pudo salir del vehículo. Dijo que iba a por
ayuda, pero… Nunca volvió.

—Hijo de puta —siseo.


—Estuve tres putos días encerrada en ese coche con el cadáver de mi hermano. Cuando nos
encontraron,
encontraron, dijeron que había sido un milagro que yo no hubiese muerto desangrada.

—Santo Cristo —susurro apretando su mano.

Ahora enendo por qué siente pánico al estar en lugares cerrados. Tuvo que vivir un infierno en
ese lugar, atrapada con su hermano muerto y sin poder moverse.

—Eso es lo que veo cada vez que cierro los ojos, Oliver. Por eso no quiero ni puedo dormir. En mis
pesadillas sigo viendo a Josh a mi lado, mirándome fijamen
fijamentete sin verme, mientras las horas pasan y
pasan, sin saber si alguien finalmente nos encontrará o yo también moriré atrapada en ese coche.

—Rach, tú no tuviste la culpa. Fue un accidente —digo limpiando nuevamen


nuevamente
te sus mejillas.

—Sí la tuve. Yo confié en Clay. A Josh ni siquiera le gustaba, aunque lo aceptaba por mí, para verme
feliz —resopla y se levanta de golpe sorprendiéndome.
sorprendiéndome.

Veo que se tambalea y me apresuro a sujetarla.

—Eh, ¿estás bien? —pregunto rodeando su cintura con mi brazo.

Intento buscar su mirada, pero ella parece no poder enfocarla hacia ningún lado en concreto.

—Sí —contesta en un susurro—. Solo me he mareado un poco.

—Es lógico. Llevas demasiado empo sin comer ni dormir. Tu cuerpo está llegando a su límite. Te
prepararé algo de comer y… —De pronto veo como rueda los ojos y su cuerpo se desploma.

Capítulo 27

Rachel

Me despierto sudando y con la garganta irritada. Alguien me zarandea, pero no soy capaz de abrir
los ojos. Tengo nauseas. Ese olor tan desagradable está medo en mi garganta y mi nariz.

—Rachel, tranquila, es solo una pesadilla.

Escucho la voz de Oliver y de alguna forma consigo tranquilizarme,


tranquilizarme, aunque las náuseas no
disminuyen. Me sobreviene una arcada y enseguida siento como me cogen en brazos y nos
movemos. Apenas tengo empo de inclinarme sobre el inodoro cuando empiezo a vomitar. Bueno,
cuando lo intento,
suelo y respiro porque tengo
profundamente.
profundament e. el estómago vacío. Cuando las arcadas cesan, me siento en el

—Sal de aquí —susurro con voz afónica.

—Ni lo sueñes —replica Oliver pasando una toalla mojada por mi frente—. ¿Te encuentras mejor?
—Asiento e intento levantarme. Antes de que pueda hacerlo, vuelve a alzarme en brazos y me
sienta sobre el mueble del lavamanos.

Finalmente abro los ojos y lo miro. Solo lleva puesto unos calzoncillos
calzoncillos ajustados. Moja la toalla de

nuevo y, tras escurrirla, la coloca en mi frente otra vez.


—¿Qué ha pasado? Me he desmayado, ¿verdad?

—Sí, y me has dado un susto de muerte. He llamado un médico mientras estabas inconsciente. —
Señala mi brazo y compruebo que tengo un pequeño apósito en la parte interior del codo. Hago
una mueca y Oliver frunce el ceño—. ¿Algo que objetar?

—No me gustan los médicos —contesto.

Ahora mismo no tengo ganas ni ánimo para preocuparme


preocuparme por eso.

—Nadie lo diría. Hasta


H asta hace cuatro días eras muy amiguita del capullo de Novak.

—Ni me lo recuerdes —murmuro


—murmuro llevándome la mano a la cabeza—.
cabeza—. Espera, ¿has dicho cuatro
días? ¿Cuántas horas he dormido?
—Desde ayer a mediodía y son las… —mira su reloj de pulsera—, Casi las seis de la mañana.

—¿Cómo es posible? No me he enterado de nada.

—El doctor te administró un sedante cuando le expliqué la situación. Dijo que lo que necesitabas
era descansar y al despertar, alimentarte bien. Y eso es precisamente lo que vas a hacer. ¿Crees
que puedes desayunar?

—No estoy muy segura. Dame unos minutos —susurro—. ¿Qué más dijo el doctor?

—Nada. Solo que tu cuerpo ya no aguantó tanta presión y caíste de puro agotamiento. También te
hizo un análisis y algunas pruebas. Quedó en llamar cuando tenga los resultados.

—Genial, un matasanos más usándome de conejillo de indias —me quejo.


—Ese matasanos ha conseguido que durmieras toda la noche y parte del día de ayer, Rachel.

—¿Qué haces tú aquí? —Le miro de arriba abajo y alzo una ceja—. ¿Tienes
¿Tienes calor?

—No mucho, pero me puse cómodo para dormir. Aunque con tus ronquidos no pude hacerlo
demasiado.

—Yo no ronco —replico.

Una de sus
s us comisuras se alza y sonrío levemente.

—Me alegra comprobar que has recuperado tu espíritu guerrero —comenta.


—¿Lo había perdido?
—Sí —suspira y abre el grifo de la ducha—. Casi no reconozco a la mujer que vi ayer en ese taller.
—Vuelve a mi lado y ra de mi camiseta hacia arriba para quitármela. No sé por qué dejo que lo

haga sin rechistar.


rechistar. Supongo que no tengo ganas de pelea ahora
a hora mismo. Me siento agotada—.
Nunca más vas a volver a hacer algo así, Rach. Si Gregory no me hubiese llamado…

—Ya arreglaré cuentas con ese traidor —siseo mirando al techo.

—Con el único que enes cuentas pendientes


pendientes es conmigo. —Desliza las manos por mis caderas y
sujeta los bordes de mis bragas—. Arriba. —Alzo un poco el trasero para que me las quite
quedándome completamente desnuda frente a él, pero no me importa. Tampoco es que sea la
primera vez que me ve sin ropa—. ¿Te ayudo a bajar o puedes sola?

—Puedo —contesto.

Me pongo de pie y dejo que me guie hasta la ducha. El agua caliente me sienta bien, y por alguna
razón, no me sorprende verlo quitarse los calzoncillos
calzoncillos y entrar conmigo. Pasamos más de media
hora bajo el agua, en silencio. Oliver
Oliver enjabona mi cuerpo con mimo y ternura, e incluso me lava el
pelo.

Me siento rara dejando que alguien me trate así. Estoy acostumbrada a hacerlo todo por mí
misma.

—Vamos, a secarse y desayunar —dice cuando ambos estamos ya limpios.


Sale él primero y me espera con una toalla abierta. Tras envolverme con ella, coge otra más
pequeña y empieza a frotar mi pelo con cuidado para absorber la humedad.

—Puedo hacerlo sola, Oliver —señalo.

—Lo sé, pero quiero hacerlo yo —contesta.

Se toma su empo en secarme, y después me guía de vuelta a la habitación, rebu


rebusca
sca en mis
cajones y me ende una camiseta larga de Cambridge y unas braguitas negras.

—Era de mi hermano —susurro tras ponerme la camiseta. Oliver termina de subirse el pantalón de
algodón y me mira—. Las camisetas que uso para dormir eran todas de Josh. Al principio las usaba
porque olían a él, y después me acostumbré a ellas.
No sé por qué le estoy diciendo esto, y es que de alguna forma me siento liberada tras haberle
contado todo mi pasado. Es como si me librara de una gran carga al comparrla
comparr la con alguien más.

—Te quedan muy sexis —comenta alzando una de sus comisuras—. ¿Huevos y zumo de naranja?

—Y café —añado.

Veo como rueda los ojos y me ende


 ende su mano. La cojo como una autómata y lo sigo hasta la
cocina. Me siento en uno de los taburetes mientras él rebusca en el frigorífico los alimentos que
necesita.

—¿Qué le pasó a Clay? —pregunta tras un rato de silencio. Está baendo los huevos y me mira de
reojo.

Suspiro y me encojo de hombros.

—El Barón se encargó de que lo meeran en la cárcel por un delito de omisión de socorro, aunque
supongo que a estas alturas ya estará de nuevo en libertad.

—Me alegro. Así podré buscarlo y parrle la cara —comenta con su gesto inexpresivo habitual.

—Gregory, prepara café —ordeno.

—Rachel, creo que no es buena idea —contesta mi asistente—. Recuerda que…

—Gregory, café —insisto—. Tú y yo ya hablaremos después de tu falta de lealtad.

—Como gustes —cede.

La cafetera se enciende de inmediato y Oliver empieza a reparr la comida en dos platos. También
ha exprimido naranjas, así que me ende un vaso lleno de zumo.

—Está delicioso —susurro tras beber medio vaso de un trago. Tras poner los platos sobre la barra,
Oliver toma asiento a mi lado y empieza a comer. Clavo mi tenedor en los jugosos huevos y me lo
llevo a la boca. Está muy bueno, pero tengo el estómago cerrado y casi no puedo tragar—. Gracias
por venir —susurro sin pensar dándole vueltas a la comida con el tenedor.

—Gracias a  por confiarme tu historia —contesta mirándome fijamente.

—No me o de  —señalo siendo completamente sincera.

Oliver suspira y aparta su plato para girarse hacia mí.

—Lo enendo, y enes razones para pensar de ese modo. Sé que me va a costar sangre, sudor y
lágrimas que vuelvas a confiar en mí, solo te pido que me dejes intentarlo. No huyas de mí, Rach,
eso es todo lo que quiero.

¿Que no huya? Ahora mismo no tengo fuerzas ni para volver a la cama, mucho menos para salir
corriendo. Aunque ganas no me faltan. Sé que no puedo dejarlo entrar de nuevo o terminaré con
el corazón roto. Siempre supe que este hombre era peligroso para mí y el empo me lo ha
demostrado, no solo por su traición, sino por lo que ese hecho ha significado para mí. Y después
está el otro tema que no quiero ni detenerme a pensar. Sé que está ahí y tarde o temprano tendré
que enfrentarlo, pero
pero aún no puedo. Es ridículo, pero si no lo admito ni lo pienso, es como si no
exisera y eso me manene cuerda. Al menos medianamente cuerda.

—¿No enes que ir a trabajar? —pregunto para cambiar


cambiar de tema.

—No. Hoy Paul se encarga de la oficina. Deja de remover los huevos y come, Rachel —ordena.

Le doy un nuevo bocado y siento como si estuviese tragando un puñado de arena húmeda. Joder,
no tengo hambre.

—¿Cómo es que el señor adicto al trabajo no va a ir hoy a la oficina? —insisto.

—El señor adicto al trabajo ene ganas de quedarse aquí con la señorita alérgica al compromiso
compromiso —
contesta siguiendo mi broma. Sujeta mi mano y acaricia el dorso con sus dedos mirándome
directamente a los ojos—. Quiero cuidar de , aunque sea solo por un día. Estoy seguro de que en
directamente
cualquier momento dejarás
dejarás de ser tan dócil y me echarás a patadas, así que tengo que aprovechar

estos instantes. —Su teléfono


teléfono empieza a sonar encima de la barra y Oliver suspira llevándolo a la
oreja—. Hola, doctor Bishop —saluda.

Desconecto de su conversación
conversación y sigo removiendo la comida en mi plato de un lado a otro. Sería
muy fácil creer que realmente siente algo mí. Sus zafiros lo gritan a viva voz y su actud también,

pero
sobreyaelme he Espera…
plato. equivocado
¿Haantes
dichoy doctor?
no voy a¿Estará
cometer el mismocon
hablando error. Suspiroque
el médico y dejo
me el tenedor
atendió?
Levanto la mirada hacia él y compruebo que mis temores no son infundados. Sus zafiros brillan con
rabia y ene la mandíbula apretada como si se estuviese conteniend
conteniendo.
o.

—¿Qué pasa? —susurro tras carraspear.

—Sí, doctor, gracias por todo. Le llamo más tarde —comenta antes de colgar. Me mira aún con más
intensidad y yo me encojo en mi asiento. Santa mierda, ahora sí que la he cagado. ¿Por qué no
pensé en el puto médico? — ¿Tienes algo que decirme, Rachel? —pregunta. Su tono es calmado y
serio, pero sé que por dentro está hirviendo de furia.

—No tengo ni idea de qué hablas —contesto.

—¿En serio? Acabo de hablar con el doctor Bishop, fue el médico que te atendió ayer. Resulta que
ya ene los resultados de tus análisis y son muy interesantes.
interesantes.

Resoplo y le doy un empujón al plato antes de intentar levantarme. Y digo intentar porque Oliver
me sujeta por el brazo deteniendo mi huida.

—Suéltame —siseo fulminándole con la mirada.

—Ha vuelto la guerrera, ¿no? Pues mira, me alegro, así puedo pegarle unos cuantos gritos a gusto.

—¿Gritar tú? —sonrío falsamente y niego con la cabeza—. Tal vez el día que te saques el palo del
culo y te comportes como alguien con sangre en las venas.

Justo cuando estoy intentando levantarme de nuevo, escucho el golpe en la barra y me


estremezco. Acaba de destrozar su teléfono estampándolo contra el mármol.

—¡Maldita sea, Rachel! —grita sorprendiéndome. Nunca lo he visto tan cabreado—. ¡¿Creíste
¡¿Creíste que
podrías ocultármelo toda la puta vida?! ¡Estás embarazada,
embarazada, joder! Y ni siquiera has tenido el
detalle de decírmelo.

—¡Yo no tengo que decirte una mierda! —Me suelto de su agarre con un rón y finalmente me
levanto—. ¡Es mi jodido problema, no el tuyo!

—¡¿Que no es mi problema?! ¡¿Qué demonios estás insinuando?! ¡Si lo que intentas es engañarme
diciendo que ese bebé no es mío, ya puedes dejarlo! Estás embarazada de seis semanas.

—¡No hace falta que me lo digas, ya lo sabía! —replico cruzándome de brazos—. Y no pretendo
engañarte. Esto es algo que ninguno de los dos quería. Yo tuve la culpa y me haré cargo de la
situación.

—¿Pero ¿qué…? —Se levanta de un salto y empieza a bufar como un toro mientras camina de un
lado a otro de la cocina. Definivamente
Definivamente el palo en el culo del señor Cox se ha volalizado en

cuesón de segundos. Hasta parece una persona normal. Extremadamente


Extremadamente cabreada, pero
normal—. ¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde que volví a Los Ángeles —contesto encogiéndome


encogiéndome de hombros.

—De eso hace un mes y medio. ¿Me estás diciendo que no has encontrado un momento en todo
ese empo para decirme que vas a tener un hijo mío? —Entrecierra los ojos y me mira fijamente—
. No pensabas decírmelo, ¿verdad? —Niego con la cabeza.

—Ya te he dicho que no es asunto tuyo. Fui yo quien olvidó tomar la píldora. Es mi responsabilidad
—Ya
ocuparme del asunto.

—¿Asunto? Joder, no estarás pensando… Rachel, dime que no piensas interrumpir el embarazo.

Me pinzo el puente de la nariz y cierro los ojos. Justo esto era lo que intentaba evitar. No quiero
hablarlo, ni siquiera pensarlo. ¿Por qué no puede dejarme en paz de una vez?

—Lo que vaya a hacer o no, no es asunto tuyo. No quiero pensar en eso ahora, Oliver —contesto
calmada, todo lo contrario, a él, que sigue echando fuego por las orejas.

—Claro, si no piensas en ello, no existe, ¿cierto? —Exactamente. “Justo eso es lo que quiero”,
pienso. Respira profundamente
profundamente y se acerca a mí en un par de zancadas, sujeta mi rostro entre sus
manos y clava sus zafiros en mis ojos—. Ahora mismo estoy más cabreado congo de lo jamás he
estado con nadie, mujer. ¿Qué es lo que pretendías, terminar con la vida de esa criatura? Te
desmayastee de puro agotamiento, casi no duermes ni comes. ¿Quieres morir y llevarte a nuestro
desmayast
hijo congo? ¿Es eso lo que buscas?

—¿Criatura? —Aparto sus manos de mi cara y resoplo—. ¡Por el amor de Dios, Oliver! ¡Tiene el
tamaño de un puto grano de arroz!
a rroz! ¡Deja de ser tan dramáco, joder!

—¡¿Dramáco?! —Inspira con fuerza por la nariz y niega con la cabeza—. Ahora mismo te pondría
—¡¿Dramáco?!
sobre mis rodillas y te daría la mayor tunda que te han dado jamás. ¡¿Cómo puedes decir algo así?!
¡¿No hay ni una sola pizca de insnto maternal en tu interior?!

—¡No! —grito notando como mis ojos se inundan de inmediato—. ¡Mírame,


¡Mírame, Oliver! —Me señalo—
. ¡Soy incapaz de cuidar de mí misma, ¿cómo demonios voy a cuidar a un bebé?! ¡Estoy tan jodida
que terminaría siendo una madre horrible! Tú no lo enendes porque enes una familia
maravillosa, que te adora y siempre
s iempre estará ahí para , pero yo… ¡¿Qué demonios puedo ofrecerle
yo a un crío?!

Veo como su rostro cambia y la rabia desaparece de sus ojos.

—Mierda, Rach —susurra antes de abalanzarse sobre mí y abrazarme con fuerza. Intento apartarlo,
pero desisto enseguida porque realmente necesito que alguien me abrace y me diga que todo va a
estar bien, que el caos en el que mi vida se ha converdo desde la muerte de mi hermano tarde o
temprano pasará—. No me apartes —suplica hundiendo su cara en el hueco de mi cuello—. Te juro
que no volveré a fallarte, déjame ayudar.

—No necesito tu ayuda —susurro sorbiendo por la nariz.

Su cabeza se alza y me mira a los ojos. Sus manos acarician mi rostro con suavidad y me besa, un
beso lento y erno que no soy capaz de esquivar. Ni siquiera lo intento.

Capítulo 28

Oliver

Intento apartarme, dejar de besarla. No era esto lo que quería. Solo intentaba consolarla
consolarla de algún
modo, hacerle entender que voy a estar a su lado pase lo que pase. Mierda, voy a ser padre. No sé
cómo asimilar esa información, y menos aún con Rachel restregando su cadera contra mi
entrepierna. Tengo que detener esto.

—Para, Rach —susurro apartándola.


a partándola.

—¿Qué pasa ahora? —replica—.


—replica—. Has sido tú quien me ha besado.

—Lo sé, pero… —Resoplo frotándome la cara con las manos—. ¿Podemos sentarnos un momento
mo mento
y hablar de esto?

—No quiero hablar —replica cogiendo su taza de café. Está a punto de beber cuando se la arrebato
de las manos y la dejo sobre la barra—. ¿Qué mierda haces?

—Siéntate —ordeno
—ordeno señalando la sala de estar—. Se acabaron las tonterías. No enes quince años
así que deja de comportarte como una niña malcriada.

Veo una sonrisa maliciosa dibujarse en sus labios y cruza los brazos sobre el pecho mirándome con
fijeza.

—¿Y si me niego? —pregunta con actud chulesca.

Me agacho levemente y clavo mi hombro en su cadera alzándola sobre mi hombro. Sus quejas a
gritos son recompensadas
recompensadas con una palmada fuerte en el trasero
t rasero mientras camino hacia el salón. En
cuanto llego, la lanzo sobre el sofá.

—Eso pasa si te niegas —contesto.

—Eres una puta besa —señala frotándose el trasero con la palma de la mano.

—Aún no enes ni idea de lo besa que puedo llegar a ser, así que no me provoques, Rachel —le
advierto sentándome a su lado.

—Eso ha sonado a amenaza, Cox.

—Es que lo es. Mientras no te comportes como una adulta, no voy a tratarte como tal. Si te portas
mal, te llevarás
l levarás tus nalgadas. ¿Lo has entendido?

Veo que intenta retener una sonrisa como si mi amenaza no fuese más que palabras dichas en
vano. Noadoro
hacerlo, me ene
quemiedo, y esode
me desae me encanta.
esta forma.Aunque me persona
Es la única saca de quicio
que secomo nadie es capaz de
at reve.
atreve.

—¿De qué quieres hablar? —pregunta acomodándose en el sofá—. Date prisa que tengo cosas que
hacer.

—Para empezar, vamos a hablar de nosotros.

—Nosotros, nada —replica—.


—replica—. Hay un tú y un yo, pero no un nosotros.

—Vamos a tener un hijo, Rachel.

—Eso aún está por verse, y, aunque así sea, no cambia nada. Tú sigues siendo el maldito cabronazo
que me usó para ganar un puñado de dólares. Y es curioso que justamente sea mi padre quien te
los vaya a dar.

—Aún no puedo creer que seas hija del Barón Lockwell. ¿Por qué no me lo dijiste?

—¿Crees que eso es algo de lo que enorgullecerse? Mi padre es un cabrón narcisista y controlador
sin ningún remordimiento. Para
Para él las vidas humanas no valen más que las armas que fabrica y los
beneficios que estas le dan.

—Lo odias —susurro mirándola fijamente.

—Sí. Puede que yo condujera el coche que mató a mi hermano, pero fue mi padre el que lo llevó a
emborracharse esa noche, el que presionó tanto
tanto a su propio hijo, que él solo quería huir bien lejos.
Mi padre es un monstruo, Oliver, y a ese ser le vas a entregar mi mayor creación.

—No, no lo haré —afirmo.

Sus ojos se estrechan con curiosidad y extrañeza.

—¿Qué quieres decir con eso? Tienes un contrato


contrato con Lockwell Aeronaucs, sis i lo rompes perderás
tu empresa. Mi padre no dudará en destrozarte, Oliver. Él no ene piedad por nadie.

—Por eso vas a ayudarme a librarme del contrato sin que Lockwell pueda aplicar la cláusula de
rescisión. No me o de él. Y después de lo que he sabido hoy te aseguro que no voy a ser yo quien
ponga IACox, tu trabajo, en sus manos.

—¿Por qué lo haces? —pregunta sin dejar de mirarme a los ojos.

—Porque te quiero, y todo lo que te haga daño a , también me lo hace a mí —contesto


acariciando su rostro—. En parte él ene la culpa porque tú te sientas
s ientas como lo haces. Se supone
que un padre ene que apoyar y proteger a sus hijos, no hacerles vivir con culpa y
remordimientos. Tú no eres responsable de la muerte de tu hermano, y él debería habértelo
dejado claro hace mucho empo.

—No hay nada que pueda hacer para ayudarte —dice desviando la mirada.

—Sí que lo hay. Juntos podemos lograrlo, pero necesito que cones en mí.

Chasquea la lengua y niega con la cabeza.


—Me pides un imposible,
i mposible, Oliver —masculla.

—No, solo te pido que lo intentes. Dame a menos el beneficio de la duda —insisto.

—Ya te lo di, y no estuviste a la altura.

Resoplo de nuevo y me muevo para arrodillarme frente a ella, coloco mis manos sobre sus rodillas
y la miro a los ojos.

—Rach, enes todas las razones del mundo para estar cabreada y no fiarte de mí, pero necesito
que me creas. No voy a fallarte otra vez. Haré lo que sea para que me perdones. Yo no… Mierda, a
mí no se me dan bien las palabras, ¿vale? Nunca he tenido ni querido seducir o conquistar a una
mujer, aunque ahora disnto. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo. Solo te pido que me des la
oportunidad de demostrarte que estoy de tu parte.

Se queda en silencio mirándome a los ojos. Intento transmirle con ellos toda la sinceridad que
hay en mi interior. Por primera vez quiero hacer las cosas bien. Ella se lo merece. Ya ha tenido que
pasar por un infierno en su vida. Si tengo que renunciar a la empresa, lo haré, pero no sin antes
luchar, y quiero que ella lo haga a mi lado.

—No te prometo nada —susurra desviando la mirada.

Suelto todo el aire que estaba conteniendo


conteniendo y sonrío. Dios, creo que nunca había sonreído tanto en

mi vida hasta que la conocí. No tenía movos para hacerlo, aunque ahora… Miro hacia su vientre y
mi sonrisa se expande aún más. Joder, voy a tener un hijo. Es de locos. Exendo mi mano y la
coloco sobre su abdomen.

—Nunca me había planteado ser padre, ¿sabes? Ni siquiera lo pensé jamás. Mi hermana ya
cumplió con eso de darle un nieto a mi madre, pero… —Alzo la mirada hacia sus ojos sin dejar de
sonreír de oreja a oreja—. Creo que me gusta la idea.

Su ceño se frunce y aparta mi mano de un rón.

—No te adelantes tanto, muchacho. Aún no he tomado ninguna decisión respecto a ese tema.

Mi sonrisa se esfuma de inmediato y frunzo el ceño.

—No hay ninguna decisión que tomar. Vamos a tener un hijo y te aseguro que lo vas a querer casi
tanto como me quieres a mí.

Suelta una carcajada y me mira incrédula.

—Tu ego no ene límites, Cox. ¿De verdad crees que yo te quiero?

—Estoy completamente
completamente seguro. Y sé que tú también lo estás, pero por ahora, solo por el
momento, voy a permir que te hagas la tonta —me levanto alisándome el traje—. Recoge tus
cosas, te vienes conmigo al áco.

—¡¿Qué?! ¡Ni en tus putos sueños! Yo no me voy a ningún lado.

Resoplo hasado y me encojo de hombros.


—Está
boca conbien, entoncesMe
la mano—. medamudo
igualyo aquí.
que no —Está a punto
te guste. No voydea replicar,
permir así
queque la detengo
sigas tapándole
arriesgando tu saludla
y la de nuestro hijo por ser una cabezota. A parr de ahora vas a comer bien y dormir un mínimo

de ocho horas diarias, aunque tenga que meterte la comida en la boca yo mismo y esposarte a la
cama. ¿Entendido?

Rachel

No, no, y mil veces no. Me niego a ser controlada por este patán. Por un momento creí que tal vez
estaba siendo sincero y se preocupaba por mí, pero ahora sé que lo único que le importa es el
bebé. Joder, menudo fallo por mi parte no haber hablado directamente con el médico.

—Oliver —digo tras suspirar. Ya le he repedo hasta el cansancio que no puede quedarse en el
apartamento, y no me hace ni puñetero caso. Ahora mismo está en la cocina apuntando lo que
necesita para hacer la compra—, yo puedo cuidarme sola. De verdad, no hace falta esto.

Intento hablar con voz suave y calmada. Ya he gritado bastante y no ha servido de nada. Este
hombre es incluso más cabezota que yo.

—Por Dios, no enes absolutamente


absolutamente nada en la nevera. ¿De qué te alimentas?

—Pido comida a domicilio —contesto


—contesto encogiéndome de hombros.
—Eso se acabó. Yo me encargo de cocinar. Tú solo enes que comer todo lo que yo te diga. —Alzo
una ceja conteniendo una sonrisa y él niega con la cabeza—. Deja de pensar guarrerías. No me
refería a eso, aunque tampoco es que vaya a quejarme.

—Ni en tus mejores sueños, Cox —digo sonriendo finalmente—. Ahora en serio, ¿qué tengo que
hacer para librarme de ? Solo quiero que me dejes en paz. No puedes obligarme a vivir congo.

—Soy yo el que va a vivir congo, cariño —murmura sin mirarme. Derecho entr
entraa en la cocina y
pasa junto a él—. ¿Este es el que casi me deja eunuco? —pregunta retrocediendo para alejarse del
robot.

Río y niego con la cabeza.

—No, ese es Derecho, el que te ayudó con lo de la mancha en el pantalón fue Izquierdo. —Me
acerco a Derecho y coloco mi mano sobre su anclaje—. Derecho es más formal que su hermano.

—No me gustan, ninguno de los dos. Deberías pensar qué vas a hacer con ellos cuando nazca el
bebé. No creo que sea buena idea que anden por la casa como si nada.

—¿Qué casa? ¿Puedes dejar de adelantar acontecimientos? Aún no sabes si voy a tener… —En un
par de zancadas lo tengo justo frente a mí con toda su cara de mala leche. Joder, que sexi es
cuando se cabrea.

—Deja de decir eso —ordena—. A mí también me asusta, pero en algún momento vas a tener que
enfrentarte al hecho de que vas a ser madre. Llora, grita, patalea, haz lo que tengas que hacer,
hacer, y
hazlo pronto, porque el empo pasa volando y antes de que puedas pestañear, tendremos con
nosotros un precioso bebé al que ambos vamos a consenr en todo.
Trago saliva con dificultad intentando bajar el nudo de angusa que tengo en la garganta.

—Menuda forma de tranquilizarme


tranquilizarme —susurro con sarcasmo.

Oliver sujeta mi cara entre sus manos y sus zafiros me sonríen.

—Todo va a estar bien. Estaré a tu lado en todo momento y te aseguro que vas a ser una madre
estupenda. Solo enes que confiar en  misma. Eres una mujer fuerte, valiente y luchadora,
Rachel. Ahora estás aterrada, y lo enendo, pero sé que vas a superarlo y cuando nazca este bebé,
vas a luchar por él
é l con uñas y dientes.

Me quedo en silencio. Ni siquiera sé qué decir. Me gustaría estar tan segura como él, mas no
puedo. Aunque aprecio sus palabras y que intente infundirme ánimos. De alguna manera empiezo
a creer que tal vez pueda hacerlo.

—¿Tú no enes nada mejor que hacer? —pregunto apartándome de él. Necesito cambiar el rumbo
de esta conversación—.
conversación—. Algo como dirigir una empresa o así. Estoy segura que tus empleados
están deseando que vayas a tocarles un poco las narices.

—Ahora mismo no son mi prioridad —contesta volviendo a meter la cabeza en la nevera.

—¿Cuándo ha dejado tu empresa de ser la mayor prioridad en tu vida?

—Desde que cierta mujer británica me absorbió el cerebro —responde sin mirarme.

Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.

—Tengo que trabajar. ¿Vas a estar aquí todo el día?

—Y la noche también. En un rato iré a buscar algunas cosas al áco. —Se gira hacia mí y frunce el
ceño—. Más te vale que me abras la puerta cuando vuelva o te juro que la echaré abajo.

—Estás un pelín nervioso hoy, ¿no? —inquiero alzando una ceja.

—Rachel, hablo en serio. Reventaré la puta puerta como no me dejes entrar.

—¡Por Dios, Oliver! No puedes pretender mudarte conmigo así de la nada. Te estás pasando
mucho.
Suspira y se acerca a mí. Solo la barra de la cocina nos separa.

—Hagamos un acuerdo…

—Y ahí vamos de nuevo —siseo—. Tú y tus acuerdos. No todo en la vida son negocios, ¿sabes?

—Es todo lo que yo conozco.


conozco. Así que escúchame. Pon tus reglas y yo pondré las mías para que esta
convivencia sea lo más cómoda posible.

—Muy bien. Digamos que entro en tu juego, ¿cuáles son tus jodidas reglas?

—Muy sencillas. Comes y duermes cuando yo te lo diga, sin rechistar. Te prometo que no me
meteré en tu trabajo ni en el empo que quieras pasar encerrada en el taller
taller.. Esas son mis reglas.

—Vale, pues mi regla principal es que enes totalmente prohibido entrar en el taller.

Hace una mueca y desvía la mirada.

—¿De verdad crees que hago todo esto solo para espiarte y robar tu trabajo?

—No sería la primera vez, así que no sé qué pensar exactamente.


exactamente.

—Bien. Regla aceptada, ¿qué más?

—Duermes en el sofá.
s ofá.
—No. Otra regla, esa no pienso cumplirla —afirma.

—Sabes que obligar a una mujer a comparr cama congo se considera un delito, ¿verdad?
¿verdad?

—Siempre que la mujer no quiera comparr cama conmigo, y este no es el caso. Tú y yo dormimos
juntos. Fin del debate.
debate. ¿Tienes
¿Tienes alguna
alguna peción más o hemos acabado?
acabado?

—Yo no he dicho que acepte —le recuerdo.

—Tampoco has dicho que no.

Resoplo pinzándome el puente de la nariz.

—Oliver, me agotas, de verdad. Tengo que trabajar. Haz lo que te dé la gana, pero dame un respiro,
¿vale?

—Perfecto. Te veo en un rato —comenta como si nada volviendo a su tarea.

Voy hacia el taller y me encierro volviendo a bufar con fuerza. Es una puta locura. Ni siquiera me
o de él y ahora lo tengo de okupa en mi casa. Bueno, es ssu
u casa en realidad, sin embargo, yo vivo
aquí y no tengo por qué aguantar esta mierda. Tal vez lo mejor sea buscar otro lugar donde vivir o
volver directamente
directamente a Los Ángeles y dejar todo este lio atrás.

—Gregory, trabajemos un rato —digo acercándome a la mesa de trabajo. Necesito mantenerme


ocupada para no pensar en todo esto.

Paso varias horas encerrada en el taller probando diferentes mecanismos eléctricos que provean al

cuerpo de Gregory de energía inagotable, pero no logro dar con la formula exacta.
—¿Necesitas ayuda? —escucho
—escucho la voz de Oliver a mi espalda y me giro sobresaltada.

—¿Qué haces aquí? —pregunto de mala leche—. ¿Para ¿Para qué me dices que ponga unas putas reglas
si tú después te las vas a pasar por el forro de los huevos?

—Qué boquita enes, niña —comenta alzandoalzando una de sus comisuras. Señala la puerta contra la
que está apoyado y se encoje de hombros—. Dijiste que tenía terminantemente prohibido entrar
en el taller, no que no pudiese estar en la puerta. Ahí hay un vacío legal que yo he usado en mi
beneficio.

—Lo que tú digas —susurro dándole la espalda para volver al trabajo, aunque no tardo en ser
interrumpida.
Sus brazos rodean mi cintura y me abraza por la espalda apoyando la barbilla en mi hombro. Su
olor me invade de inmediato y tengo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no girarme y
abalanzarme sobre él.

—¿En qué trabajas? ¿Sigues con el cuerpo de Gregory? —inquiere.

—¿Qué vacío legal has encontrado ahora para estar tan pegado a mí? —farfullo sin dejar de
trabajar bajo su atenta mirada.

—No necesito ningún vacío legal para abrazarte, Rach. Lo hago porque me apetece y porque me
gusta tenerte cerca. —Deposita un beso en mi cuello y un escalofrío recorre mi cuerpo. Me
gustaría que su tacto no me afectara como lo hace, de esa forma podría apartarlo de mí de un
empujón, pero no lo hago, porque, aunque no lo admita en voz alta, a mí también me gusta
tenerlo cerca—. No me has contestado. ¿En qué trabajas?

—Una batería. Necesito encontrar


encontrar una forma de darle energía al cuerpo de Gregory y que pueda
recargarsee por sí
recargars s í mismo.

—Energía por rozamiento —sugiere sin despegarse de mí ni un cenmetro.

—No funciona, ya lo he probado. Gregory tendría que correr unos ocho kilómetros diarios para
recargar sus baterías.

—Puede salir a correr conmigo por las mañanas —comenta.


—comenta.

Miro hacia atrás y compruebo que está sonriendo.

—Muy gracioso, Cox. Necesito otra opción. He pensado en paneles solares, pero no sería muy
estéco instalarle unas placas en la cabeza.

—¿Vas a ponerle pelo? —pregunta soltándome y acercándose al cuerpo de Gregory.

—Hombre, calvo no lo voy a dejar.

Repasa con la mirada el protopo de arriba abajo varias veces y me mira.

—¿Esto era necesario? —inquiere señalando la entrepierna del cuerpo sintéco—. Tampoco es
que vaya a usarlo.

—Me niego a crear un cuerpo po Barbie —señalo. Dejo las herramientas sobre la mesa y me
acerco a él—. Además, si quiere, puede usarlo. —Acerco mi mano al órgano sexual y aprieto los
tesculos con mis dedos, enseguida el pene se alza de manera automáca—. ¿Lo ves? Erección
instantánea. Ya les gustaría a muchos hombres tener una de estas.

—¿No crees que es un poco grande?

—Ha sido Gregory quien lo ha elegido, al igual que todo lo demás —aclaro—. Es su cuerpo. Yo solo
me encargo de la parte mecánica.

—Es parecido al suyo, señor Cox —dice Gregory sobresaltando a Oliver.

—¡Mierda! —exclama—. ¿Siempre estás pendiente de todas las conversaciones, Gregory?


—Soy muy discreto, señor —contesta mi asistente.
—No tanto si sabes cómo es mi polla —me mira fijamente—. Espera… ¿Gregory está mirando
cuando nosotros lo hacemos?

Me encojo de hombros y vuelvo a la mesa de trabajo.

—Yo no tengo secretos con él —contesto.

—Vamos, que sí. Gregory está de mirón cada vez que follamos. Eso me hace senr un pelín
inmidado. —Mira hacia la pantalla en la que está mi asistente y frunce el ceño—. A parr de
ahora te apagarás cada vez que Rachel y yo… Ya sabes.
—No puedo hacer eso, señor —contesta Gregory.

—¿Por qué? —Se gira hacia mí—. ¿Por qué no puede apagarse cuando se lo digo?

—Porque solo recibe órdenes directamente


directamente de mí. Esa es una de las modificaciones que he
implementado en su sistema. Además, estás muy seguro de  mismo, ¿no? ¿Qué te hace pensar
que voy a volver a acostarme congo?

—Te lo demostraría ahora mismo, pero… —mira su reloj de pulsera y suspira—, no tenemos
empo. He organizado una reunión aquí y empieza en un par de minutos. Deben estar a punto de
llegar.

—¿Quién va a llegar? —inquiero.


—Ahora lo verás. Vamos. —Toma mi mano y ra de mí para sacarme del taller—. Por cierto, creo
que tengo la solución para tu problema con la batería. Haré unas llamadas tras la reunión y veré
qué puedo hacer.

Una vez más me dejo llevar por Oliver. Ha tomado el control de la situación y no hay mucho que
pueda hacer para detenerlo. Aunque la verdad es que no estoy segura de que quisiera hacerlo de
todos modos. Sienta bien dejar que alguien tome el control de vez en cuando. Si tan solo pudiera
confiar en él, estoy segura de que se lo permiría más a menudo.

Capítulo 29

Oliver

—Tomad asiento —ordeno señalando los sofás. Paul, Shana y Damon hacen lo que les digo sin
—Tomad
rechistar, pero obviamente, la tozuda de Rachel sigue en pie, de brazos cruzados y con cara de
pocos amigos— Rachel, por favor —insisto.

—Estoy bien de pie, gracias. Me gustaría saber qué está pasando aquí.

—Lo mismo digo —comenta mi cuñado.

—Siéntate y hablemos —insisto mirando a Rachel.

—¡Cox, deja ya de tocarme las narices y habla de una puta vez! ¡¿Qué hacen ellos aquí?!
Resoplo. Esta mujer me saca de quicio. Es capaz de hacer cualquier cosa para llevarme la contraria.

—Están aquí para ayudarnos. —Me giro hacia los otros tres—. Damon, como jefe de ingenieros
enes que estar al tanto de esto. Vas a paralizar todo el trabajo que se esté haciendo con IACox.
Quiero que parezca que seguís con el proyecto.

—¿Paralizarlo?
—¿Paralizarlo? No enendo. ¿Por qué? Estamos avanzando rápido y…

—Por eso mismo —lo interrumpo—. Necesitamos


Necesitamos empo para romper ese contrato. No vamos a
entregarle nada a Lockwell.

—¡¿Qué?! ¡¿Te has vuelto loco?! —exclama mi cuñado—. No puedes romper el contrato. Te estás
olvidando de la cláusula de rescisión millonaria. Si no cumplimos, Lockwell Aeronaucs nos
destrozará.
destrozará. No podremos afrontar el pago de esa cláusula y lo más probable es que acabes
perdiendo la empresa. Todos tus empleados se quedarían sin trabajo.

—Por eso mismo vas a encargarte de buscar un vacío legal en ese contrato. Shana puede ayudarte.
Haz valer tu carrera de derecho y encuentra algo a lo que podamos atenernos en caso de crisis.
Necesito empo para invesgar a fondo a Lockwell.

—Con invesgar, quieres decir…

—Exactamente
—Exactamente —afirmo interrumpiendo a Paul—. Voy a hacer lo que sea necesario.

—¿Por qué? No ene ningún sendo. Creí que le entregaríamos


entregaríamos a Lockwell la versión inofensiva de
IACox.

—Cambio de planes. —Miro hacia Rachel que no ha abierto la boca en ningún momento—. No voy
a entregarle a Lockwell el trabajo de Rach por las buenas. Fuimos nosotros quienes
quienes la cagamos y
tenemos que resolverlo. Además, piensa en los puntos que te hará ganar eso con mi hermana.

—Eso es cierto —murmura mi cuñado—. Sigo pensando que es una locura y demasiado
arriesgado, sin embargo, enes razón. —Mira hacia Rach y hace una mueca—. Ya te he pedido
disculpas por lo que hice, Rachel, más si puedo ayudarte con esto, lo haré. Es justo que IACox
vuelva a su respecva dueña.

—Entonces poneos manos a la obra. Shana, dale apoyo a Paul en todo lo que necesite, y Damon,
mantén controlados
controlados a los ingenieros. No quiero ninguna fuga de información.
información. Si estás aquí es
porque solo cono en vosotros para esto. Nos estamos jugando mucho, así que andad con pies de
plomo. Lockwell ya infiltró a alguien en Cox Tech. No sabemos si hay más topos. ¿Entendido?

—Oye, quizá me estoy meendo donde no me llaman —tubea Paul—, pero, ¿por qué no hablas
con Lockwell, Rachel? Al fin y al cabo, es tu padre. Tal vez puedas convencerlo de que te devuelva
tu proyecto.

—¿Estabas en esa reunión donde casi nos arrancamos la yugular el uno al oro? —inquiere Rach en
respuesta a la sugerencia de mi cuñado—. Mi padre y yo no tenemos muy buena relación.
Básicamente porque
porque él es un maldito cabronazo sin senmientos. Lo único que lo mova es
e s el
dinero y el poder.
poder. Créeme, podría suplicarle de rodillas y aun así solo conseguiría que se burlara de
mí.

—Entonces, tenemos trabajo que hacer —sentencia Shana levantánd


levantándose—.
ose—. Pido disculpas si estoy
siendo irrespetuosa, señor Cox, pero nada de esto habría sucedido si usted y Paul no hubiesen
urdido esta tremenda cagada.

Damon la mira abriendo mucho los ojos en señal de sorpresa y Paul suela una carcajada.

—Tienes razón —dice Rach encogiéndose de hombros—. Por cierto, chicos, creo que os debo una
disculpa por…

—Tú no nos debes nada —la corta Damon—. Es normal que desconfiaras hasta de tu propia
sombra. Cualquiera en tu lugar hubiese hecho lo mismo.

—Bien, si todo está ya aclarado, pongámonos manos a la obra —ordeno dando una palmada—.
Informadme si hay alguna novedad.

Los tres se despiden y no tardan en marcharse del apartament


apartamento
o dejándonos solos a Rachel y a mí.

—¿Y ahora qué, Cox? ¿Crees que vas a poder joder a mi padre? —Niega con la cabeza sonriendo—.
Él es mucho más listo que eso. En cuanto hagas el mínimo movimiento
movimiento,, se te echará encima como
el buitre que es.

—Por eso vamos a encontrar algo con lo que negociar —replico—. Tú, por casualidad, no
conocerás algún oscuro y sucio secreto de Lockwell, ¿no?

—¿Pretendes chantajearlo?
chantajearlo? —suelta una carcajada—. Estás loco. No digo que mi padre no tenga
trapos sucios, probablemente esconda más de un cadáver en su armario, solo que están bien
escondidos. No lograrás descubrir nada.

—Eso ya lo veremos —murmuro yendo hacia el taller.

—¡Hey, ahí no puedes entrar! —exclama Rachel siguiéndome. Me siento frente al ordenador de
sobremesa y empiezo a golpear el teclado con los dedos a toda velocidad—. ¿Qué se supone que
estás haciendo? —pregunta confundida.

—Intento entrar en los archivos personales de tu querido papaíto. Cuentas bancarias, propiedades,
mails… Lo quiero todo.

—¿Puedes hacer eso? —cuesona colocándose a mi espalda y mirando la pantalla por encima de
mi hombro.

—Por supuesto que puedo, pero no será


s erá fácil. Tiene mucha seguridad.

—¿Por qué estudiaste ingeniería si lo tuyo es la informáca? Y por lo que veo, también el hackeo.

—Exactamente por eso —contesto sin dejar de teclear—. No había nada más que pudieran
enseñarme sobre ordenadores e informáca. La ingeniería también me gustaba, así que… —Me
encojo de hombros dejando la frase en el aire y frunzo el ceño al darme de frente con un muro de
cortafuegos—. No voy a poder pasar de aquí, aunque al menos he conseguido acceso a uno de sus
correos electrónicos.
electrónicos.
—Vale, voy a suponer que esto es
—Vale, e s ilegal, ¿no? ¿Qué pasaría si alguien se entera de que estás
haciendo esto?

—Pues que estaría una buena temporada en la cárcel, Rach —aseguro accediendo al correo—.
Mira esto. Son mails recibidos de una empresa llamada Cure Residenal. ¿La conoces? —Miro
hacia atrás y la veo negar con la cabeza. Intento abrir el mail, pero está codificado—.
codificado—. No puedo
abrirlos, sin embargo, hay cientos de correos y los recibe desde hace años.

—Gregory, busca esa empresa en la red —ordena Rachel.


Tras unos segundos de silencio, Gregory responde.

—Esa empresa ene sede en Liverpool, no encuentro más información. Tampoco hay signos de
acvidad en toda la red con ese nombre.

—Como mínimo es algo sospechoso —murmura Rach mordiéndose el interior de la mejilla—.


¿Crees que hemos podido dar con algo? —me pregunta.

—Es posible, aunque necesito más información y sé quién puede dármela. —Saco mi teléfono y
tras marcar el número, lo llevo a mi oreja.

—Oliver,, menuda sorpresa —saluda mi amigo al otro lado de la línea.


—Oliver

—Kevin, necesito un favor.


Rachel

Mis tacones resuenan al impactar en el mármol pulido del suelo de restaurante. Me he negado
rotundamente a ponerme un vesdo y eso no le ha gustado demasiado al señor Cox, cosa que me
trae sin cuidado. El único movo por el que he aceptado acompañarle a esta dichosa cena es
porque me ha asegurado que vamos a encontrarnos con alguien que podría ayudarnos a tener más
información sobre esa empresa fantasma
fantasma,, Cure Residenal.

Camino tras Oliver sin evitar echar un vistazo a su retaguardia. Tiene un culo tremendo. Cada vez
que pienso en todas las veces en las que lo estrujé, arañé e incluso mordí, me suben los mil
calores. Creo que son las dichosas hormonas que me enen más caliente que las jodidas puertas
del infierno.

Llegamos a un reservado y Oliver se deene. Apenas me da empo a echar un vistazo al hombre al


que está saludando con un apretón de manos. ¡Santo Dios! ¿Este hombre es real? Me mira y una
sonrisa se dibuja en su cincelado rostro. Tiene el pelo rubio y la mandíbula cubierta por una barba
corta también rubia, pero no es eso lo que más me llama la atención, sino su pose chulesca y esa
expresión de “fóllame” que transmite con la mirada.

—Kevin, te presento a Rachel Taylor—dice Oliver frunciendo el ceño al ver que práccamente
estoy babeando sobre su amigo.

—Un placer, señorita Taylor —contesta tendiéndome su mano. La estrecho encantada sin dejar de
mirarlo con una sonrisa bobalicona—. He escuchado hablar mucho de usted.
—El placer es mío —susurro.

Escucho un carraspeo a mi derecha y mi sonrisa se esfuma de inmediato al ver a una chica morena
mirándome como si estuviese a punto de asesinarme. Aparto mi mano rápidamente
rápidamente y carraspeo
carraspeo
mirándola de reojo. Tiene unos ojos azules tan claros e intensos que parecen cuchillas. Me está
acojonando un poco, la verdad.

—Hola, Erin —la saluda Oliver.


La chica se coloca al lado del amigo de Oliver y este la abraza por la cintura. ¿Kevin dijo que se
llamaba? No lo sé. Estaba demasiado ocupada comiéndomelo con los ojos para prestar atención.

—Señorita Taylor, le presento a mi esposa, Erin —dice el dios rubio.

Carraspeo de nuevo y sacudo la cabeza para centrarme. “Contrólate, Rachel”, me digo mí misma en
mi cabeza. El o está aquí con su mujer y tú babeando como una quinceañera. Pero, ¿cómo no
hacerlo frente a semejante bombón?

—Un placer —murmuro extendiendo mi mano hacia ella, solo que la mirada que me lanza me hace
retroceder un par de cenmetros—, o no —susurro haciendo una mueca. Vuelvo a mirar a su
marido y sonrío, esta vez una sonrisa normal y no de loca obsesiva—. Puede llamarme solo Rachel.

—Está bien, Rachel. ¿Nos sentamos? —sugiere señalando la mesa.

Tomo asiento al lado de Oliver con la pareja frente a nosotros y el camarero no tarda en venir a
traernos las cartas.

—Me sorprendió tu llamada —comenta Kevin mirando


mirando fijamente a Cox—. Hace años que no
quedamos. Solo nos vemos en eventos públicos
públicos y de pasada.

—¿De qué os conocéis? —pregunto sin pensar.

—Kevin y yo fuimos juntos a la universidad —contesta Oliver—. Nos convermos en buenos


amigos.

—Y tras esa época, casi no nos hemos relacionado. Por


Por eso es tan extraña tu llamada —dice Kevin
frunciendo el ceño—. Dijiste que necesitabas un favor. ¿De qué se trata?
—Tú como siempre tan directo —murmura Oliver sin perder su gesto serio habitual.

No puedo evitar mirar de reojo a la mujer de Kevin. ¿Erin? Me está poniendo de los nervios. No
para de mirarme fijamente y sin pestañear.

—¿Por qué dar vueltas? ¿Qué es lo que necesitas?

—¿Sigues trabajando con nanotecnología? —Kevin asiente—. ¿Qué hay de esos micro paneles
solares? ¿Son viables?

—Aún están en fase de pruebas, espero poder comercializarlos pronto. ¿Por qué te interesan
tanto? ¿Estás pensando en inverr en el sector energéco?
—No exactamente,
exactamente, aunque necesito algunos esos micro paneles. No me importa su
comercialización.
comercialización. Estaría dispuesto a pagar lo que me pidas por un protopo.

—¿Para qué? —inquiere Kevin.

—Creo que Rachel puede explicarlo mucho mejor que yo, no obstante, esto es completamente
confidencial.

Oliver me hace un gesto con su mano para que empiece a hablar, pero yo no puedo dejar de mirar
a la chica de reojo.

—Vale, antes de nada —me giro hacia ella y frunzo el ceño—. deja de mirarme así. Me estás
—Vale,
poniendo de los nervios, de verdad.

Kevin suelta una carcajada y sujeta la mano de su mujer sobre la mesa.

—No se lo tomes en cuenta, Rachel. Es su forma de mirar. Cuando no la conoces impresiona un


poco, sin embargo, es inofensiva.

—¿Inofensiva? —repite Erin alzando una ceja en su dirección—. No soy un perrito, y


—¿Inofensiva?
definivamente no soy inofensiva.

—Cierto, nena —susurra su marido sonriendo—. Eres muy ofensiva,


ofensiva, pero Rachel no te ha hecho
nada.

—Te lo haría a  si yo no estuviese presente —farfulla lanzándole a él la misma mirada que antes a
mí.

Esta vez soy yo la que sonrío. La chica empieza


empieza a gustarme. No ene pelos en la lengua y le da igual
quien la escuche.

—Cierto —digo sorprendiendo a todos los presentes—. Te pido perdón por eso.

La chica me mira fijamente y mi disculpa parece tranquilizarla,


tranquilizarla, porque asiente y desvía la mirada.

—¿Podemos seguir con lo que estábamos


e stábamos hablando? —pregunta
—pregunta Cox con un tono de voz calmado,
aunque sus zafiros brillan de pura rabia.

—Por Dos, vosotros dos haríais buena pareja —señalo a Erin y después a Oliver—. Sois igual de…

raritos.
—Rachel, al tema —sisea a modo de advertencia.

—Vale, vale. —Ruedo los ojos de manera teatral y me giro hacia Kevin—. Te explicaré lo que
necesito y para qué.

Capítulo 30

Rachel

—Inteligencia arficial —murmura Kevin tras quedarse callado varios segundos, supongo que
—Inteligencia
asimilando toda la información que acabo de darle.
—Exacto. Necesito cargar
cargar las baterías sin tener que prescindir de la funcionalidad del cuerpo.

—Rachel, cuando dije que había escuchado


e scuchado hablar de , no estaba siendo solamente cordial. Eres
una leyenda en el mundillo de las nuevas tecnologías —señala Kevin—. La primera vez que te vi,
fue en la expo de hace unos meses.

—¿Estuviste allí? —pregunto frunciendo el ceño.

—Efecvamente, por eso me extraña tanto que precisamente tú seas quien está trabajando con
inteligenciaa arficial. Según tengo entendido,
inteligenci entendido, eres la ingeniera estrella
estrella de Braincom,
Braincom, y ellos son los
rivales directos de Cox Tech,
Tech, la empresa que presentó
presentó un modelo de inteligencia arficial en la
expo. Todo esto es, como mínimo… confuso.

Miro hacia Oliver y veo que sigue con su gesto imperturbable habitual. No sé si es buena idea
contarle la verdad a este po, pero… por algún movo, me inspira confianza.

—Él me lo robo —acuso señalando a Oliver con el dedo.

—Rachel —sisea a modo de advertencia.

—¡¿Qué?! Es la verdad, me robaste mi proyecto y lo presentaste como tuyo, además de vendérselo


a Lockwell Aeronaucs a mis espaldas.

—¿Lockwell? —inquiere Kevin alzando una ceja.

—¿Trabajas con ellos? —pregunto.

—No —contesta Erin—. Lockwell es un fabricante de armas. En Energy Ross no negociamos con
asesinos.

—Y solo por eso ya me caes mejor —señalo sonriendo.

—Espera… ¿Le robaste? —pregunta Kevin a su amigo. Cox asiente sin cambiar su gesto—. A ver si
lo adivino… Primero le robaste y después te enamoraste de ella, ¿verdad? —Mira hacia su mujer y
ambos sonríen—. Esa historia me suena un poco.

—Eso es irrelevante. Vamos a lo que importa, ¿vas a venderme ese protopo? —insiste Cox.
—No hasta saber exactamente qué está pasando aquí. Me da la impresión de que hay algo que no
me estáis contando. Le has vendido el proyecto de inteligencia
inteligencia arficial a Lockwell, pero ella quiere
crear una especie de humanoide autónomo e inteligente. Sinceramente, no encuentro la conexión.

—El Barón Lockwell es mi padre —declaro sorprendiendo a todos, Oliver incluido—. Eso no ene
nada que ver con lo que te estoy pidiendo
pidiendo,, aunque esa es la razón por la que ambos estamos aquí.
Cox va a hacer lo necesario por romper ese contrato con Lockwell.

—Vale, ahora las piezas del puzle empiezan a unirse. ¿No hay cláusula de rescisión de contrato? —
le pregunta a Oliver.

—Sí, la hay, ya estoy buscando la manera de obligar a Lockwell a no ejecutarla.


—¿Ya has usado tus habilidades? —Kevin sigue interrogándolo sin una pizca de reparo.
Está claro que se conocen bien y que Oliver cona en él porque asiente de inmediato.

—No he podido llegar a ninguna conclusión. Ese o ene


 ene una red de seguridad virtual que ni la del
pentágono.

—¿Tienes algo?

Oliver me mira pidiéndome permiso para darle esa información a su amigo y yo asiento. Al fin y al
cabo, estamos en un punto muerto. Quizá nos venga bien una o
opinión
pinión externa.

—Solo el nombre de una empresa, ene sede en Liverpool, es lo único que sabemos.

Kevin mira a su mujer y me da la impresión de que se comunican mentalmente. Ella asiente


asiente y él
suspira volviendo a girarse
g irarse hacia nosotros.

—Nosotros podemos echaros una mano. Terminemos


Terminemos de cenar y vamos a mi casa. Allí podremos
hablar más tranquilos.

La cena no dura demasiado. Creo que todos estamos ansiosos por saber qué viene a connuación,
especialmente yo. No sé de qué forma pueden ayudarnos a tener más información sobre mi padre.

Tras levantarnos, Oliver propone llamar al chofer, pero Kevin rechaza su oferta ofreciéndose a
llevarnos en su coche. Eso resulta ser un problema para mí, ya que el dichoso vehículo es un
deporvo, bajito, corto y en mi opinión, asfixiante.

—¿Estás bien? —pregunta


—pregunta Oliver colocando su mano en la parte baja de mi espalda. Es la primera
vez desde que empezamos a cenar que me dirige la palabra.

Soy incapaz de contestar. Solo en pensar en meterme en el coche que tengo justo delante, ya me
falta el aire.

—¿Hay algún problema? —inquiere Erin con la puerta delantera del pasajero ya abierta.

—Rachel ene un pequeño problema con los espacios cerrados —informa Cox. Me gira, colocando
sus manos sobre mis mejillas y clava sus zafiros en mis ojos—. Todo va a estar bien, Rach.

Respiro
de golpehondo y asiento
y empiezo reuniendo valor para entrar en el coche. Aunque una vez dentro, lo pierdo
a hipervenlar.

—Mierda, esto no ha sido buena idea —susurro cerrando los ojos con fuerza mientras Kevin
conduce.

Siento la mano de Oliver buscando la mía y la aprieto con ganas.

—Respira hondo —murmura rando de mí para sentarme sobre sus rodillas.

Dejo que lo haga, y que me abrace también. Apoyo la mejilla en su pecho y me concentro
concentro en
escuchar el lado constante de su corazón mientras su olor invade mis sendos.

De alguna manera consigo tranquilizarme,


tranquilizarme, y no tardamos en llegar a una preciosa y enorme casa
de tres plantas a las afueras de Nueva York.

Salgo rápidamente del coche llenando de aire mis pulmones y, al alzar la mirada, veo a Erin
observándome, ya no hay ni rastro de esa fiereza que había antes en sus ojos. Ahora son amables y
comprensivos,, como si realmente pudiese ver a través de mí y reconocer todos mis demonios.
comprensivos

—¿Estás mejor? —pregunta Kevin abrazando a su mujer a su costado.

—Sí, mucho mejor. Gracias —contesto enderezándome.

Busco a Oliver con la mirada, él ni siquiera se deene a comprobar cómo estoy


estoy.. Sigue a la pareja
dejándome atrás como si no le importara nada lo que me pasa.

¡¿Qué demonios le pasa ahora a este hombre?! Soy incapaz de seguir sus cambios de humor.

Resoplo y lo sigo
s igo a una distancia
distancia prudencial aprovechando para babear a gusto mirándole el
trasero de nuevo. ¿Qué le voy a hacer? Tiene un culo de infarto y yo las hormonas alborotadas. Si
no hubiésemos venido aquí, ahora mismo con toda probabilidad estaría clavando mis uñas en ese
redondo y esculpido trasero mientras Oliver se hundiría en mí una y otra vez.

Sacudo la cabeza para sacarme esa imagen de la cabeza y sigo caminando tras ellos. Entramos en la
casa y vamos directamente hacia una enorme sala de estar.

—¿Queréis tomar algo? —pregunta Kevin—. ¿Una copa?

Kevin la acepta y yo niego con la cabeza.

—Rachel no bebe —aclara Cox.

Preparo mis excusas habituales


habituales para cuando alguien me pregunta el movo por el cual no bebo
alcohol, pero por extraño que me parezca, nadie hace preguntas.

—Estamos esperando a alguien —informa Kevin tendiéndole una copa a Oliver.

Los veo juntos, ambos con esa pose rígida y seguros de sí mismos, y no puedo evitar babear un
poco. Incluso llego a fantasear con la idea de tener a estos dos tanes prestándome
prestándome toda su
atención de una manera muy poco decente.

—Sé en lo que estás pensando —susurra Erin a mi espalda sobresaltándome.

Me giro y sonrío de manera inocent


inocente,
e, como una niña que acaba de ser pillada haciendo una
travesura.
—Oye, no te cabrees. Es que… —Señalo hacia ellos y hago un gesto
g esto con mis ojos.

—Son como dos regalos de navidad que esperan a ser desenvueltos


desenvueltos —susurra ella mirándolos
fijamente—. Quieres hacerlo despacio para mantener la expectava, pero las ansias te pueden y la
impaciencia por saber qué se esconde debajo te hace rasgar el eenvoltori
nvoltorio
o de cualquier forma y
disfrutar de una maldita vez de tu obsequio.

Su declaración me sorprende. Literalmente,


Literalmente, me quedo boquiabierta, pero cuando una sonrisa
traviesa ra de sus labios no puedo evitar soltar una carcajada. Parece que yo no soy la única que
fantasea con el hombre ajeno. Qué pillina Erin.
—¿Pasa algo? —inquiere su marido mirándonos extrañado.

—No —Erin camina hacia a él y le da un beso rápido en los labios—. Voy


Voy a echarle un vistazo a los
niños y vuelvo enseguida.

—¿Tenéis hijos? —pregunto cuando Erin abandona el salón.

Oliver me mira de reojo, y soy incapaz de descifrar lo que dicen sus zafiros. Es como si volviera a
ser ese hombre inalcanzable que conocí el primer día que llegué a Cox Tech. Su actud me
incomoda. ¿Por qué se comporta de este modo?

—Tres —contesta Kevin llamando mi atención. Sonríe y niego con la cabeza—. Me vuelven loco,
pero son lo mejor que me ha dado la vida. El mayor es Connor
Connor,, está en esa edad dicil
di cil en la que
piensa que lo sabe todo de la vida. Después vino Emma, la princesita de la casa. Admito que me
ene comiendo de su mano con solo una caída de ojos. Y el pequeño Cody ene solo ttres res meses.
Me costó convencer
convencer a Erin esta noche para que viniese conmigo y dejara a los niños con la
canguro. No aguanta demasiado empo lejos del bebé.

—Suena genial —susurra Oliver sin mirarme—. Me alegro por , hermano.

—Sí, quién me iba a decir a mí en la universidad


universidad que acabaría teniendo tres retoños. Es una locura
—dice sonriendo abiertamente.
abiertamente.

Erin vuelve al cabo de unos pocos minutos y al mismo empo escuchamos que la puerta principal
se cierra y un grupo de voces viniendo en nuestra dirección.
—Llamé solo a Sam —informa Erin a su marido.

Este pone los ojos en blanco y resopla justo antes de que dos hombres y una mujer entren en el
salón. Uno de los chicos es moreno y el otro rubio, este úlmo parece ser más joven, o al menos
sus rasgos son aniñados. Y la chica… Ella es una belleza pelirroj
pelirrojaa que camina hacia mí sonriendo de
oreja a oreja.

—¿Qué tenemos aquí? —susurra repasándome con la mirada—. Hola, belleza. —Mira
—Mira hacia Erin y
amplía su sonrisa—. ¿Es mi regalo de cumpleaños adelantado? —pregunta señalándome
señalándome..

No puedo evitar sonreír ante su descaro. Está claro que me ha salido una pretendiente.

—Amy, compórtate —ordena Erin—. Ella es Rachel Taylor, y él Oliver Cox. Son amigos.

—Yo quiero ser mucho más que su amiga —canturrea la pelirroja invadiendo mi espacio personal.

—Amy, córtate un poco —sisea de mala leche el chico moreno que ha llegado con ella.

—Ty, eres un aburrido —replica ella rodando los ojos.

—¿Se puede saber qué hacéis todos aquí? —inquiere Kevin—. Solo hemos llamado a Sam.

El rubio se encoje de hombros. Él debe ser el tal Sam.

—Estábamos juntos —contesta la pelirroja, Amy, encogiéndose de hombros y retrocediendo un par


de pasos.
—Pues marchaos —ordena Erin—. Sam ene que hacernos un favor.

—Espera… ¿Un favor ilegal? —pregunta el moreno frunciendo el ceño—. Joder, pero ¿qué os pasa?
¿No podéis pasar una puta semana sin meteros en líos? —Alza las palmas de las manos y niega con
la cabeza—. Yo no quiero tener nada que ver con esto.

—Amy, llévate a Tyler de aquí —dice Kevin.

La pelirroja chasquea la lengua y bufa a disgusto.

—Ahora que las cosas se ponían interesantes… Si es que solo a mí se me ocurre liarme con un poli.
Adiós diversión.

Una pequeña sonrisa ra de los labios de Erin.

—Te recuerdo que has aceptado casarte con ese poli, así que deja de quejarte —señala.

—Eso, deja de quejarte y vámonos —dice el tal Tyler—. Chicos, ha sido un placer. Saludad a los
niños de mi parte y llamad cuando queráis hacer algo que no me den mo
movos
vos para meteros en una
celda.

Me hace gracia la forma en la que Kevin mira a su mujer, como si ella fuese la culpable de llevarlo
por mal camino.

—Espero que nos volvamos a ver, dulzura —susurra la pelirroja volviendo a acercarse a mí.

Sonrío de nuevo y me despido moviendo los dedos de la mano antes de que el moreno pierda la
paciencia, quien, tras un bufido, arrastra a su promeda hacia la salida.

—Vale, ya estamos solos —dice Sam dando una palmada—. ¿Qué necesitáis de mí?

—Queremos información sobre una empresa, se llama Cure Residenal —solicita Kevin—. También
todo lo que puedas conseguir sobre el Barón Hayden Lockwell.

—¿Ese no es el dueño de Lockwell Aeronaucs? —cuesona el muchacho.

—Sí —contesto—.
—contesto—. Y te aseguro que ene muchos trapos sucios, solo que todos muy bien
escondidos. ¿Crees que puedes conseguir encontrar algo?

—Veamos qué se puede hacer —murmura sacando un ordenador portál de su mochila.

Se instala en el sofá y empieza a teclear sin parar mientras los demás lo observamos. El chico
parece saber lo que hace ya que mira la pantalla sin pestañear ni respir
respirar
ar ni un segundo.

—¿Tienes algo? —pregunta Kevin impacientándose.

—Ross, dame un poco de empo más. Este o ene más seguridad que la CIA y la Interpol juntos.
—Sigue tecleando unos minutos más hasta que se deene y una sonrisa ra de sus comisuras
hacia arriba—. Vale, tengo algo. No he podido acceder a la información
información de Lockwell,
L ockwell, pero sí tengo
algo sobre esa empresa fantasma.
fantasma. De alguna manera está vinculada con otra empresa, una
llamada Braincom, con sede en…

—Los Ángeles —susurro sinendo como mi corazón se deene por milésimas de segundos.
Oliver me mira confundido y yo niego con la cabeza. No puede ser.

—¿Crees que…? ¿Tu padre sería capaz? —inquiere.

—Sí —susurro cerrando los ojos con fuerza—. Ese hijo de puta me ha hecho trabajar
indirectamente para él durante años —siseo.

—No ene sendo. Braincom no trabaja con Lockwell. Ese es el movo por el cual no se ha hecho
aún con todo el mercado tecnológico —señala Cox.

—Al parecer sí que trabajan, aunque no con ellos, sino para ellos. Y yo… —Estampo
—Estampo mi mano
contra la mesa y resoplo—. ¡Mierda! ¡Me ha engañado, joder! —Me giro hacia el tal Sam
respirando hondo para tranquilizarme—.
tranquilizarme—. ¿Tienes alguna información más sobre Lockwell?

—No, nada. Sus archivos personales están completamente cifrados. Podría intentarlo, solo que me
llevaría bastante empo.

—¿Hay alguna otra forma de acceder a ellos? —pregunta Oliver.

—Sí, yendo directamente a la fuente. Podría conseguir el código de su ordenador personal. Dame
un minuto. —Teclea un rato más y vuelve a sonreír—. Lo tengo. Este es el código. —Apunta algo en
un papel y me lo ende—. Si conseguís acceder a su ordenador personal, con ese código abriréis
todos los archivos. Oh, mierda —susurra perdiendo la sonrisa—. La dirección donde se encuentra
el aparato es en Hampstead, un barrio de…
—Londres —termino yo. Miro hacia Oliver y suspiro—. Está en la mansión Lockwell.

Capítulo 31

Oliver

Entro en el apartamento tras Rachel. Ella no ha vuelto a decir una palabra desde que salimos de la
casa de Kevin y Erin. Ni siquiera cuando se meó en el todoterreno al llegar Hank. En cuanto
llegamos al edificio, fue directamente hacia las escaleras y yo no se lo impedí, simplemente subí
tras ella los diecisiete pisos, en silencio. Incluso aunque no estuviese cabreado, que lo estoy, no
sabría qué decirle.

—Voy a darme una ducha caliente —informa tras quitarse el abrigo.

—Estás temblando. ¿Tienes frío? —pregunto.

Puedo estar furioso, pero no evitar preocuparme.

—Es el clima de esta puñetera ciudad. Con lo bien que se está en Los Ángeles —masculla—. ¿Te vas
a quedar? —Asiento sin mirarla—. Y, ¿vas a decirme qué te pasa? Has estado toda la noche de un
humor de perros.

La miro y me encojo de hombros. Si ahora mismo ella no estuviese tan afectada por las nocias
que hemos recibido esta noche, le dejaría bien claro qué es lo que me pasa.
—Ve a ducharte, Rachel. Yo iré después —contesto.
—Eso, como explicación, es una mierda, ¿sabes?

—Yo no tengo por qué darte ninguna explicación —replico.

—¿Ah no? ¿Qué ha pasado con eso de intentar ganarte


ganarte mi perdón y de qué estás loco de amor por
mí? ¿Ya se te ha olvidado? Porque ahora mismo no te reconozco, Oliver. —Me mira directamente a
los ojos y niega con la cabeza—. No consigo entenderte.

—Yo soy así —señalo desviando la mirada.

—No conmigo. Sé que algo te pasa. Ni siquiera eres capaz de mantenerme la mirada. ¿Has hecho
algo malo? No me digas que has vuelto a agenciarte algo ajeno…

—Ve a ducharte, Rachel —insisto en tono apáco.

Tras bufar, escucho el sonido de sus tacones alejándose y echo un vistazo para comprobar que se
dirige hacia la habitación.

Yo también resoplo, me quito el abrigo y la chaqueta y busco alguna botella para servirme una
copa, sin embargo, no hay ni una gota de alcohol en todo el apartamento. Maldigo y voy hacia la
habitación desabrochándome
desabrochándome la corbata y la camisa.

Escucho el sonido del agua proveniente del baño y miro hacia la puerta. Está entreabierta. ¿Por
qué no la ha cerrado? Tal
Tal vez sea una invitación, aunque lo dudo mucho. Rachel no es del po de
mujeres que se anda con rodeos. Si quiere algo, lo busca y lo consigue, y eso me encanta de ella.

Me debato entre entrar o no en el baño. Quiero hacerlo, pero estoy demasiado cabreado ahora
mismo y temo cometer una locura. Rach no necesita eso ahora mismo y yo prome ser paciente.
Finalmente, y tras pensarlo mucho, decido entrar.

Me deshago del resto de mi ropa dejándola esparcida por el suelo del baño y abro la puerta de
cristal de la ducha. La veo, completamente desnud
desnuda,a, empapada, de espaldas a mí. Tiene la frente
apoyada en la pared de azulejos y respira de manera pausada. Al darse cuenta de mi presencia,
gira la cabeza y me doy de frente con su ceño fruncido.

—¿Qué haces, Oliver? No creo haberte pedido que me acompañaras —escupe en tono despecvo.

Sus palabras
pudiese haberme
enenfurecen aún más, mandando al trasto cualquier po de autocontrol que
mi interior.

—Mirando a la pared —ordeno en tono seco.

—No estoy para tus jueguecitos,


jueguecitos, Cox —murmura poniendo los ojos en blanco.

—Mirando a la puta pared, Rachel —repito palmeando su trasero con mi mano.

Al ver que no me hace caso, pongo la mano en su nuca y giro su cuello pegando mi pecho a su
espalda.

—Oliver —advierte.
Muerdo su cuello, clavando los dientes con fuerza y ella gime de dolor, o de placer, no estoy

demasiado seguro.

—Voy a enseñarte a no mirar a otros hombres como lo has hecho esta noche con mi amigo —siseo
en su oído justo antes de anclar mis manos en sus caderas y rar hacia atrás obligándola
obligándola a doblarse
por la mitad—. Nunca más lo volverás a hacer —digo guiando mi miembro a su hendidura.

Con un golpe de caderas la penetro hasta el fondo. Rachel grita y se le corta la respiración.

—Oliver —gime en alto sujetándose a la pared con las palmas abiertas.

—Dilo. —Una nueva embesda, esta vez aún más fuerte que la anterior. Si no la estuviese
sujetando, se habría empotrado contra la pared de cabeza—. Quiero que digas en voz alta que no
vas a hacerlo nunca más.

Embisto de nuevo, rotando las caderas y ella vuelve a gemir. Tiro de ella hacia mí enderezándola y
tras girar su cara para introducir mi lengua en su boca, empiezo a marllear
mar llear sin descanso dentro y
fuera de su cavidad. Llevándola
Llevándola al límite. Siento como su interior me succiona y su respiración
respiración se
acelera cada vez más. Está a punto, pero aún no he terminado. Me aparto rápidamente y la giro
con un gesto brusco.

—¡¿Qué coño haces?! —exclama mirándome extrañada.

Me pego de nuevo a ella, esta vez de frente, mirándola a los ojos, y aprovecho
aprovecho para amasar sus
pechos mientras mi entrepierna dura como una jodida barra de acero, se cuela entre sus
s us piernas
rozando su inmidad.

—Vas a decirlo, Rachel —siseo justo antes de morder sus labios.

—El señor Cox está celoso —canturrea en tono de burla cabreándome aún más.

Alzo una de sus piernas para que rodee mi cintura y vuelvo a colarme en su interior.

—¿Quieres correrte? —pregunto viendo de nuevo su respiración acelerarse con cada vaivén de mis
caderas—. ¡Contesta, Rachel! —ordeno.

—¡Sí, joder! —exclama echando la cabeza hacia atrás y golpeando los azulejos con la nuca cuando
nuevamente me detengo sin previo aviso.
—Di lo que quiero escuchar, y te juro que haré que toques las jodidas estrellas.

Sus ojos se abren y una sonrisa ladeada adorna su rostro.

—¿Qué quieres saber, Cox? ¿Te preguntas si hubiese sido capaz de rarme a tu amigo? —Su
sonrisa se expande y rodea mi cuello con sus brazos—. Kevin es guapo y ene esa cara de
“fóllame” capaz de derrer el mismísimo polo norte, pero qué quieres que te diga… Yo los prefiero
morenos. —Se encoge de hombros y esta vez es ella quien muerde mi labio—. Ahora sigue
follándome o te juro que yo misma terminaré lo que has empezado.

Un gruñido sale de lo más profundo de mi pecho sin que pueda evitarlo. Llevo mis manos a su
su
trasero y la alzo empotrándola contra la pared con la misma agresividad que mi boca cae sobre la
suya. Mis embistes vuelven a ganar velocidad, cada vez más, hasta que apenas soy consciente de
que las estoy moviendo. Siento como su interior abraza mi miembro como un jodido guante
caliente y húmedo y mi coraz
corazón
ón se desboca. Solo necesito escuchar sus gemidos y verla retorcerse

cuando llega a la cúspide del placer para alcanzar mi propio orgasmo y caer rendido enterrando mi
cara en su cuello.

—¿Estás bien? —pregunto apartando el exceso de agua de su cara.

—Sí, ¿y tú? ¿Se te ha pasado ya el berrinche? —Su sonrisa sincera me deja descolocado.

Niego con la cabeza y la dejo en el suelo.

—Eres capaz de llevarme al jodido límite de mi paciencia, Rachel —suspiro y la miro de nuevo—.
Siento haber sido tan brusco. ¿Te he hecho daño?

—No, estoy bien. ¿Por qué te disculpas? Tú siempre eres brusco, o al menos casi siempre.

—Ya, pero ahora… —Pongo mi mano sobre su vientre y noto que su cuerpo se envara—. Rach, no
puedes seguir ignorándolo. Sé que ahora mismo enes mucho de lo que preocuparte,
preocuparte, solo que, en
algún momento, muy pronto, vas a tener que asumir que estás embarazada.

—Lo sé, y como tú acabas de decir, ahora mismo tengo otros problemas más urgentes.

—Ven, salgamos de aquí —susurro rando de ella.


Nos envolvemos en un par de toallas y caminamos de vuelta a la habitación. Rachel
Rachel se sienta en el
borde de la cama y enerra la cara en sus manos bufando con fuerza.

—No sé qué hacer. He pensado en viajar a Londres. Si voy a casa…

—Ya he hablado con el piloto del jet. Nos espera mañana a primera hora en el aeropuerto —
informo.

—¿Nos espera? ¿Tú también vienes? —pregunta extrañada.

Me agacho frente a ella y la miro directamente a los ojos.

—Tú no vas a ir a ningún lugar sin mí. No me o de tu padre. Además, no podría quedarme
tranquilo sabiendo lo que vas a hacer allí.
Veo una sonrisa rar de sus labios.

—Voy a empezar a creer que es verdad que estás pillado por mí —murmura en broma.

—Solo un poquito —contesto respondiendo a su sonrisa con otra.

—¿Qué excusa voy a darle a mi padre para jusficar tu presencia?

—Bueno, es normal que el padre de tu


t u hijo vaya congo a darle la nocia al futuro abuelo —
contesto encogiéndome de hombros.

Su sonrisa desaparece al instante y coloca una mano en su vientre.


—No —dice—. No quiero que él lo sepa. Hayden Lockwell destroza todo lo que toca. No lo quiero a
menos de un kilómetro de nuestro hijo. —Esro mis labios hacia arriba sonriendo como creo que
nunca lo había hecho antes. Lo que siento ahora mismo en mi pecho… Joder, la sensación es
indescripble—. ¿De qué te ríes? —inquiere frunciendo
frunciendo el ceño.

—Has dicho “nuestro hijo” —contesto sin dejar de sonreír.

Veo como rueda los ojos de manera teatral y se deja caer de espaldas en la cama.

—A veces eres como un crío, Oliver. Te cabreas porque miro a otro hombre y ahora sonríes como
un imbécil por un comentario de nada.

—No te quites méritos, bonita. Si me cabreé, fue por la forma en la que miraste a mi amigo. Te lo
comías con la mirada.

—Es guapo —señala encogiéndose de hombros sin dejar de mirar el techo.

—Yo soy más guapo —replico.

Alza levemente la cabeza y veo como hace esfuerzos para retener la risa.

—Oliver, eres muy mono cuando estás celoso, de verdad, aunque también un poco desquiciante.
Ni que fuera a saltar encima del pobre hombre delante de su mujer.
mujer. Por Dios, la propia Erin
también te miró a  con ojos golosos. Es algo normal, ¿sabes? Ni que tú nunca miraras a otras
mujeres.

—Yo solo te veo a  —afirmo.

—Menra. Apuesto
Apuesto a que sigues pagándole el piso y pasándole la mensualidad a tu amante
prostuta de turno. ¿Cómo está Melisa? ¿La has visto úlmamente?

—No desde el día en que la eché del despacho. Tengo que hablar con ella sobre ese tema, tendrá
que ser cuando volvamos de Londres. No te preocupes por eso, ¿vale?
¿vale? Melisa no significa nada
para mí.

—Si no me preocupa —señala levantándose.

Veo como se seca y coge una de sus camisetas largas de un cajón. Tras ponérsela, empieza a
caminar hacia la puerta.

—¿Dónde vas? —pregunto frunciendo el ceño.


—A trabajar un rato en el taller.

—De eso nada, señorita —digo yendo tras ella y arrastr


ar rastrándola
ándola hacia la cama—. Mañana salimos a
primera hora y enes que descansar.

—Oliver, no voy a poder dormir —se queja cruzándose de brazos.

La abrazo por la espalda y camino hacia adelante empujándola


empujándola hasta que sus rodillas tocan el
borde del colchón.

—Inténtalo al menos. Te aseguro que podrás. Y si no es así, yo me comprometo a dejarte exhausta


para que duermas como un bebé —susurro mordiendo levemente su hombro.

—No puedes extorsionarme con sexo —se queja, aunque su tono


to no es de diversión.

—¿Qué no? Eso ya lo veremos, señorita Taylor.

Rachel

¿Sabes esa sensación de ahogo y angusa que se instala en tu pecho cuando sabes a ciencia cierta
que algo anda mal? Así es como me siento ahora mismo. Oliver intenta tranquilizarme, pero soy
incapaz de abrir los ojos. Mis manos aprietan con fuerza el borde del reposabrazos
reposabrazos del asiento
mientras el dichoso y diminuto avión despega.
—Tranquila, ya estamos en el aire —susurra Oliver.

—No me ayudas —señalo tras tomar una bocanada de aire.

¿Por qué demonios he aceptado viajar en este maldito trasto? Los aviones comerci
comerciales
ales tampoco
me gustan, aunque al menos me transmiten algo más de confianza.

—Solo respira. No tardaremos demasiado.

Abro los ojos y le dirijo una mirada asesina.

—¡Son cinco putas horas, Cox! —rebato.

Veo que hace una mueca y se encoje de hombros.


—Solo intento ayudar.

—Pues se te da de pena. Mejor déjalo y… —Siento como mi estómago se contra


contraee y la bilis sube por
mi garganta—. Mierda —susurro desabrochándome el cinturón a toda prisa.

Me levanto y camino dando bandazos por el interior del jet hasta llegar al minúsculo baño.
Escucho a Oliver decir mi nombre y sus pisadas a mi espalda, solo que no me detengo hasta que
estoy arrodillada frente al retrete vaciando el contenido de mi estómago.

—¿Estás bien? —pregunta Oliver sujetando mi frente.

—Sí —respondo cuando finalmente empiezo


empiezo a encontrarme
encontrarme mejor—. No enendo por qué
demonios las llaman nauseas matunas si duran todo el puto día.

—Bueno, aún es por la mañana —replica ganándose una nueva mirada fulminante por mi parte—.
Vale, mejor me callo. Ven
Ven aquí. —Me ayuda a incorporarme y tras mojar una toalla, la pasa por mi
cara—. ¿Qué más puedo hacer?

—Nada. Ya me encuentro mejor. Sal ahí fuera y dame unos minutos. Necesito lavarme los dientes.

—¿Estás segura? —pregunta mirándome con el ceño fruncido.

—Sí, Oliver. Vete. Yo salgo enseguida. —Asiente, y tras besar mi frente me deja sola en el baño.

Resoplo volviendo a mojar mi rostro. Estoy agotada. No he sido capaz de dormir nada en toda la
noche, incluso después de que Oliver cumpliera su promesa de dejarme exhausta a base de sexo,
solo pude dormir durante algunos minutos antes de despertar gritando a pleno pulmón. Durante
algún empo creí que las pesadillas estaban disminuyendo
disminuyendo,, ahora han vuelto con mucha más
intensidad. Supongo que todas las preocupaciones que cargo son las responsables de ello. No sé ni
por dónde empezar a poner orden en mi vida.

Tras resoplar de nuevo, salgo del baño y camino de vuelta a mi asiento. Oliver me mira con
preocupación cuando me siento a su lado.

—¿Mejor? —murmura.

Intento sonreír para tranquilizarlo,


tranquilizarlo, aunque creo que no lo logro.

—Solo quiero llegar cuanto antes a Inglaterra y salir de este trasto.

Sujeta mi mano entrelazando nuestros dedos y asiente.

—Tranquila. Pronto estaremos en erra firme. Te prometo que el coche que nos espera en el
aeropuerto es muy grande y espacioso.

—Prefiero no pensar en eso ahora —mascullo tras soltar un gemido de desesperación.

Cierro los ojos y me concentro en respirar pausadamente mientr


mientras
as las horas van pasando. Estoy
casi segura de que lo tengo controlado, pero entonces el jet empieza a dar bandazos.

—Tranquila, tranquila —susurra Oliver—. Solo son turbulencias.

Empiezo a hipervenlar y me sujeto a su mano con fuerza. Sigo con los ojos cerrados. Mi corazón
corazón
late tan fuerte que estoy segura de que en cualquier momento saldrá a través de mi pecho.

—¡Vamos a caer! —grito.

—No, Rach. No pasa nada. Tienes que tranquilizarte.

—Nos estrellaremos y nos quedaremos atrapados entre los escombros —digo intentando coger
aire.

Siento como mi pecho se oprime y mis pulmones se colapsan dejándome sin oxígeno.

—¡Rachel! —Cox me zarandea—. ¡Rach, respira! No va a pasar nada. ¡Mierda! —Escucho el clic
que hace su cinturón al soltarse y enseguida lo tengo frente a mí, sujetándome el rostro con las
manos—. ¡Rachel, mírame!
Abro los ojos y cojo una gran bocanada de aire. No lleva puesto el cinturón, y si caemos…

—¡¿Qué coño haces?! ¡Ponte el cinturón, joder! —Lo empujo hacia su asiento, pero él no se
mueve y el avión vuelve a sacudirse con violencia—. Vuelve a tu asiento, Oliver.

—Está todo bien. No te preocupes por mí.

—Por favor, por favor —suplico con lágrimas en los ojos—. Vuelve a tu asiento y ponte el cinturón.
No puedo perderte a  también.

Justo en ese momento las turbulencias cesan y respiro profundamente. Cuando


Cuando miro hacia abajo,
veo que Oliver sigue arrodillado frente a mí con una sonrisa radiante en los labios.

—Me quieres —susurra sin dejar de sonreír.


Intento controlar mi respiración y niego con la cabeza.

—No sé de qué me hablas.

—Acabas de decir que no puedes perderme a mí también. Eso significa que me quieres. ¿Vas a
admirlo de una vez?

Resoplo y clavo mis ojos en los suyos.

—¿Qué quieres de mí, Oliver? —pregunto en un susurro.

—Otra oportunidad. Solo quiero que me permitas demostrarte lo felices que podemos ser juntos.

—Yo no merezco ser feliz —mascullo desviando la mirada.

El piloto informa que estamos a punto de aterrizar. Tras resoplar en voz alta, Oliver se levanta y
vuelve a su asiento.

Capítulo 32

Rachel

Un pie tras el otro, una respiración


respiración profunda y sigo avanzando hacia la enorme mansión en la que
me crie. Oliver no ha soltado
so ltado mi mano en ningún momento desde que nos bajamos del avión. Tras
el incidente de las turbulencias, el viaje en el enorme todoterreno que nos esperaba me ha
parecido bastante insignificante, la verdad. Ahora lo que más me preocupa es tener que aguantar
las gilipolleces de mi padre. Ni siquiera sé qué voy a decirle.

—¿Estás lista? —pregunta Oliver cuando llegamos a la puerta.

—No. Ni siquiera sé cómo voy a explicar tu presencia. ¿Qué le digo cuando me pregunte qué
hacemos aquí?

—Yo tengo una solución para eso —dice meendo la mano en el bolsillo interior de su
—Yo
americana—. Dame tu mano. —Le endo la mano derecha y él chasquea la lengua—. La otra
mano. —Su tono cortante me hace sonreír falsamente.
falsamente.
—Tú siempre tan amable y simpáco, Cox —murmuro.

—Y tú siempre tan sarcásca —replica.

—Uso el sarcasmo porque el homicidio es ilegal —contesto encogiéndome de hombros.

Una de sus comisuras se alza y niega con la cabeza dándome por imposible. Suje
Sujeta
ta mi mano
derecha y veo como desliza un anillo por mi dedo anular. Me quedo muy quieta observándolo, es
precioso, con tres diamantes, uno grande en el centro y dos más pequeños a cada lado.

—Es de oro blanco y plano. ¿Te gusta? —pregunta mirándome a los ojos.
—¿Qué…? —Carraspeo para aclararme la garganta—. ¿Qué es esto?

—Es un anillo —contesta encogiéndose de hombros.

—No me digas… Creí que se trataba de una lima de uñas.

—¿Otra vez el sarcasmo? —inquiere alzando una ceja—. No empieces a volverte loca ya, ¿vale?
Necesitábamos una excusa
excusa para estar aquí, y ya que no quieres decirle a tu padre lo del bebé, he
pensado que venir a su casa a pedirle la mano de su preciosa hija sería una buena forma de no
levantar sospechas.

—¿No se te ha ocurrido nada mejor? Es un puto anillo de compromiso, Oliver.


—No he visto que tú pensaras en otra cosa —contes
—contesta
ta frunciendo el ceño. Resopla y vuelve a
cogerme de la mano—. Vamos, acabemos con esto. En cuanto tengas la oportunidad, cuélate en su
despacho como lo hemos hablado. Yo lo entretendré. ¿Has traído el código que nos dio Sam?

—Lo he memorizado —respondo sin poder dejar de mirar el enorme pedrusco que llevo en el
dedo.

—Rach, deja de mirarlo como si te fuese a morder. No le des tanta importancia. —Toca al mbre y
se ajusta la corbata con la mano que le queda libre—. O si prefieres dársela, piensa que es un paso
que ya está dado. Solo enes que escoger fecha y lugar.

Abro la boca para replicar, pero en ese momento la puerta se abre y no puedo evitar sonreír al ver
a Susan, el ama de llaves y la mujer que más cariño me dio en esta casa durante muchos años.
—Mi niña, estás aquí —murmura llevándose
llevándose la mano a la boca para retener un sollozo.

—Nana —sonrío abiertamente y me acerco a ella soltando la mano de Oliver para darle un
abrazo—. Te he echado mucho de menos.

—Nadie lo diría —replica al apartarse de mí. Frunce el ceño para fingir estar cabreada, pero no le
sale. Susan es la mujer más buena y erna que he conocido en mi vida—. Sigo esperando tus
llamadas.

—He venido a verte —digo sin dejar de sonreír.

—Ya, claro. —Mira a Cox y recupera la compostura al instante—. Perdón, señor —susurra al ver su

porte serio y esrado.


—No te preocupes, nana. Él es Cox, mi…

—Su promedo —dice Oliver rápidamente.

Le fulmino con la mirada y sus zafiros me sonríen.

—¡¿Te vas a casar?! —exclama Susan abriendo los ojos como platos.

—Algo así —farfullo sin dejar de mirar de reojo a Cox—. ¿Está el Barón en casa?

—Sí, está desayunando en el comedor.

—¿Desayunando? —Compruebo mi reloj y asiento—. Cierto, la diferencia horaria.


¿Desayunando? Compruebo mi reloj y asiento . Cierto, la diferencia horaria.

—Voy a pedir que pongan dos servicios más en la mesa. —Me abraza de nuevo y sonríe de oreja a
oreja—. Me alegra mucho que estés aquí, mi niña. —Mira a Cox y asiente con la cabeza—. Un
placer conocerlo, señor Cox.

—El placer es mío —contesta Oliver extendiendo


extendiendo su mano.

Una sonrisa involuntaria ra de mis labios al ver la forma en la que trata a Susan. Ella es
e s muy
importante para mí y Oliver ha sabido entenderlo sin siquiera tener que decírselo.

Pasamos al interior de la mansión y Oliver silba mirando hacia los enormes techos y el
e l lujo que
queda impreso en cada detalle de la decoración.

—¿Impresionado? —pregunto alzando una ceja.

—¿En serio creciste aquí? Nunca imaginé que fueras una niña rica. Has terminado siendo toda una
cajita de sorpresas, Rach —murmura abrazándome por la cintura para arrastrarme
arrastrarme a su costado.

—Eso es porque no lo soy. He vivido y crecido entre lujos, protocolos y apariencias, pero todo
esto… —Señalo a mi alrededor con la mano—. Solo es una cárcel de oro, fría, aburrida, carente de
calor de un verdadero hogar. Muy disnta a la casa de tu madre.

—Mucha gente podría definirme a mí de ese modo, frío y aburrido.

—Oliver, tú eres tan seco que solo con verte me deshidrato, solo que en el fondo… —Pongo una
mano sobre su pecho y sonrío levemente—
levemente— Muy, muy en el fondo, enes tu punto erno y
diverdo.

—Voy a tomarme eso como un cumplido —dice pellizcándome el trasero con una sonrisa pilla
bailando en los labios.

Doy un respingo y respiro profundame


profundamente,
nte, preparándome para volver a ver a mi padre. Nunca es
agradable, pero ahora mismo tengo tantas ganas de hacerlo como de que me arranquen las uñas
de los pies con unos alicates.

—Vamos. No hagamos esperar al Barón. Seguramente ya está enterado de nuestra visita.

Caminamos lentamente y en silencio el largo recorrido hacia el comedor. Sujeto fuerte su mano a
cada paso que damos. No me gusta estar aquí. Me asfixio entre las lujosas paredes de esta
mansión.
Entramos en el comedor y mi padre se levanta para recibirnos.

—Rachel, señor Cox, qué agradable sorpresa —dice sonriendo. Mira hacia nuestras manos unidas y
su mirada se estrecha—. Ya
Ya conocía vuestra relación, sin embargo, no pensé que sería tan seria.
Adelante, sentaos y desayunad conmigo.

Nos sentamos frente a la mesa y no puedo evitar sonreír de manera cínica.

—Ya veo que estás muy informado sobre mi vida privada, padre —comento—. ¿Sabes también con
cuanta frecuencia nos acostamos?
—Rachel, no seas ordinaria —me regaña—. Eso no es asunto mío. Lo que sí me alegra es que hayas
encontrado una pareja a tu altura. Especialmente después de lo que sucedió con Clay.
Mi sonrisa desaparece al instante y siento a Oliver colocar una mano sobre mi muslo para
tranquilizarme.

—Barón Lockwell, hemos venido hasta aquí para hablar con usted —dice Oliver con su tono
calmado habitual. Coge mi mano por encima de la mesa y señala el anillo—. Le he pedido a su hija
que se case conmigo y ella ha aceptado, pero yo soy un hombre bastante tradicional y he querido
venir aquí personalmente a buscar su aprobación.

Mi padre sonríe de oreja a oreja


o reja y asiente.
—Se lo agradezco mucho, señor Cox. Ya no quedan hombres como usted. Por supuesto que estoy
encantado de aprobar ese enlace, aunque tengo que adverrle algo. —Me mira de reojo y sonríe
de esa forma que tanto detesto—. Mi hija es bastante rebelde e indisciplinada. Le prometo que
hice todo lo que estuvo en mi mano para moldearla y que se comportara como la señorita que se
supone que es, solo que no tuve demasiado éxito. Es increíble
increíble,, la verdad, mis dos hijos han
recibido la misma educación, y son completamente disntos.

—Deja de hablar de Josh como si estuviese vivo —siseo perdiendo


perdiendo la calma.

Siento de nuevo la mano de Oliver sobre mi muslo, pero esta vez no me resulta tan tranquilizadora.
Si tengo que seguir aquí, mirando a mi padre a la cara y escuchando como habla de Josh, terminaré
montando una escena, otra vez, y eso no nos beneficia en nada.

—Hija, enes que superar el pasado —señala mi padre poniéndome aún más de los nervios.

Me levanto bruscamente haciendo sonar la silla en el mármol del suelo e intento sonreír, pero no
me sale.

—Necesito ir al baño un segundo —informo.

—Es de mala educación levantarse de la mesa sin que los demás hayan terminado de comer,
Rachel —me reprocha el Barón.

—Padre, es de peor educación mearse encima —replico.

Doy media vuelta y salgo del comedor para no ver la cara que pone tras mi comentario. Siempre

me pasa
cosa paralomolestarlo.
mismo. Desde niña heevitarlo.
No puedo sendoViví
la necesidad
demasiadodeencarcel
llevarleada
la contraria
encarcelada por sus y hacer cualquier
s us malditas reglas y
directrices.

Compruebo que nadie del servicio me esté observando, y en vez de dirigirme al baño voy
directamente hacia el despacho. Tengo una misión. Necesito saber qué ene en su ordenador que
requiera tanta seguridad. Si encuentro algo ilegal o algún sucio secreto, tendremos
tendremos munición para
extorsionarlo y que me devuelva
devuelva mi proyecto.
proyecto. Sé que suena mal chantajear a mi propio padre, sin
embargo, él no es mejor que eso.

Tras entrar, cierro la puerta del despacho con cuidado de no hacer ruido y me dirijo hacia su mesa.
Su ordenador portál está cerrado sobre ella. Me siento en el sillón y lo abro, tecleo rápidamente
rápidamente
el código que me dio Sam y consigo entrar en el sistema operavo. No me paro a indagar en los

archivos, simplemente
ordenador.simplemente copio todo el disco duro en una memoria U
USB
SB y vuelvo a apagar el

Me lleva más empo de lo esperado sustraer toda la información, y al volver a la mesa compruebo
que ellos ya no están allí. Necesito encontrar a Oliver y que nos larguemos de aquí de una jodida
vez.

Los encuentro en la sala de estar charlando amigablemente, como si de verdad estuviesen a punto
de converrse en familia. Me acerco a Oliver y con un gesto casi impercepble, le hago saber que
he conseguido lo que vinimos a buscar.

—Barón, creo que ya le hemos robado mucho empo —dice Oliver volviendo a unir nuestras
manos.

—¿Cómo? ¿No os quedáis? —pregunta mi padre sorprendido.

—No, padre. Tenemos que volver al trabajo —informo.

—De acuerdo, espero tener nocias muy pronto de nuestros proyectos.

—Las tendrá —afirma Oliver, y por su tono de voz juraría que es una amenaza.

Nos despedimos rápidamente


rápidamente y salimos de la mansión. Una vez en la parte trasera del
todoterreno, saco
saco la memoria USB
U SB de mi bolsillo y sonrío de manera triunfal.
—Lo conseguimos —señalo.

—Tú lo has conseguido —susurra Oliver hundiendo su cara en mi cuello y besándolo—. Yo estaba a
punto de perder la paciencia. Si hubiese tenido que escuchar otra de ssus
us advertencias respecto
respecto a
, te juro que acabaría dándole un puñetazo en la cara a tu padre.

Suelto una carcajada y siento que él también sonríe con la boca pegada a mi cuello.

—Pagaría por ver algo así, solo que no te imagino en plan camorrista, Cox. No te pega nada.

—Espero que nunca tengas que verlo —susurra apartándose de mí. Deposita un beso rápido en los
labios y le da una dirección al conductor—. Vayamos
Vayamos al hotel a comprobar qué es lo que hay en esa

memoria. Espero que haya valido la pena el viaje.


Oliver

Nada más entrar a nuestra suite, enciendo el ordenador portál y conecto la memoria. Rachel mira
la pantalla por encima de mi hombro sin tan siquiera pestañear.

—Abre los archivos —susurra.

Miro hacia atrás y compruebo que está jugando con el anillo que le regalé hace unas horas. Sonrío
internamente. No voy a dejar que me lo devuelva. Tal vez no haya sido la propuesta de matrimonio
más románca de la historia, pero esa sorja va a permanecer en su dedo así tenga que soldársela
a la piel.

Respiro profundamente
profundamente volviendo a mirar hacia la pantalla y comienzo a abrir los archivos uno por
uno. Hay muchísima información,
información, cuentas bancarias, documentación, informes y cientos de cosas
más.

—Esto nos va a llevar horas —murmuro.

—Empieza buscando por Cure Residenal, a ver si encuentras algo.

Hago lo que me pide y el buscador automáco me informa que hay más de cien menciones
referentes a esa búsqueda.

—Es demasiado —comento.

—Vale, tengo una idea. —Deja su teléfono móvil sobre la mesa y la imagen digital de su asistente
aparece en la pantalla—. Gregory,
Gregory, necesito que hagas una búsqueda exhausva de una memoria
USB. Asimila toda la información y haznos un resumen rápido. Busca solo cosas extrañas.

—Extrañas, ¿en qué sendo? —inquiere Gregory.

—Dinero que entre o salga de las cuentas sin explicación, transacciones poco comunes y también
todo lo que tenga que ver con Cure Residenal y Braincom. ¿Puedes hacerlo?

—Por supuesto, pero es mucha información. Va a llevarme algún empo.

—¿Cuánto? —pregunto.
—Doce minutos —contesta tras unos segundos de silencio.

Miro a Rachel y ella sonríe. Tengo que admir que su idea ha sido
s ido genial. Si Gregory no logra
encontrar nada, entonces tendremos que comprobar los archivos uno a uno de manera tradicional.

—¿Crees que Mark Spencer está medo en esto? —pregunto.

Sé que ese es un tema que le preocupa. Ella cona en él. Aparte de su jefe, tambi
también
én es su amigo.

—Espero que no —dice con un bufido—. No sé si podré aguantar más traiciones.


t raiciones. Ahora
Ahora mismo he
llegado al cupo máximo de gente de la que no me puedo fiar.

Suspiro y me giro rando de ella para sentarla sobre mi regaz


regazo.
o.

—No me cansaré de pedirte perdón, Rach —susurro hundiendo mi cara en su cuello.

Estoy siendo completamente sincero y necesito que lo sepa. Si pudiese volver el empo atrás lo
haría todo de disnta manera.

Pasamos un buen rato en silencio hasta que Gregory vuelve a hablar.

—Tengo algo —informa.

Rachel se levanta de un salto y mira fijamente la pantalla de su teléfono.

—¿Qué has encontrado? —pregunta.


—Había unos archivos ocultos con información muy interesante. Es un testamento.

—¿Un testamento? ¿De quién? —inquiero.


—Del Barón Stuart Lockwell.

—Mi abuelo —aclara Rachel.

—Exactamente. En el testamento lega todos sus bienes a su único hijo, Hayden Lockwell, solo que,
bajo una serie de condiciones, entre ellas, que dos tercios de su herencia serán entregados
entregados a sus
s us
nietos, Rachel Eleonor Lockwell Taylor y Joshua Dominic Lockwell Taylor a su mayoría de edad.

—¡¿Qué?! —exclama Rach—. Yo no sabía nada de esto. Mi padre no nos entregó ninguna
herencia. Espera… —abre los ojos como platos y niega con la cabeza—. Eso significa que Lockwell
Aeronaucs pasaría a manos de Josh y mías si el testamento se hubiese cumplido.

—En efecto, aunque eso no es todo —connúa Gregory—. He encontrado una cesión de poderes
con tu nombre y el de tu hermano. Se supone que el Barón está a cargo de los negocios de los
Lockwell porque vosotros se lo habéis permido. Los supuestos ingresos de esas acciones son
ingresados en cuentas en paraísos fiscales como las Islas Caimán.

—Evasión de impuestos y falsificación de documentos —susurro—. Tenemos algo.

—¿Has encontrado algo que tenga que ver con Cure Residenal o Braincom? —pregunta Rach.
Parece estar completamente alucinada.

—Sí. Braincom pertenece a Lockwell Aeronaucs, además hay unos correos que deberías leer,
leer,
Rachel. Están dirigidos a Mark.

Empiezan a aparecer una serie de correos electrónicos


electrónicos en la pantalla del portál y Rach se acerca
para leerlos. En ellos queda constatado
constatado que Mark trabajaba directamente
directamente para el Barón. Frases
como “Mi hija no puede enterarse” o “Presiónala para que siga trabando en ello” a modo de
órdenes de Lockwell hacia Spencer, no dejan lugar a dudas.

—Hijo de puta —siseo pasándome la mano por el pelo.

—Sobre Cure Residenal no tengo demasiado —informa Gregory—. Solo una dirección en
Liverpool. He buscado un mapa satélite de la zona en la red y parece ser una casa con bastante
terreno. Siento no poder ser de más ayuda.

—Has hecho bastante, Gregory —susurra Rachel sentándose en mi lugar.

La veo pinzarse el puente de la nariz con los dedos y resopla.

—¿Estás bien? —pregunto agachándome frente a ella.

—Todo son menras y engaños en mi vida, Oliver. Mi padre ha manipulado cada una de mis
acciones durante años. Ya no sé en quién o en qué confiar.

—Puedes hacerlo en mí —susurro alzando su rostro para mirarla a los ojos—. Sé que me he
portado como un cabronazo
cabronazo congo, déjame demostrarte que no voy a volver a fallarte.
Me mira fijamente y no dice nada, como si estuviese intentando averiguar si mi declaración es
genuina.

—Quiero ir a Liverpool —dice tras resoplar de nuevo.

—¿Para qué? Ya tenemos lo que buscábamos. Con esa información podremos chantajear a tu
padre. No solo se arriesga a ir a la cárcel por evasión de impuestos, también por falsificar
documentos y robarte algo que te pertenece por derecho.

—Ya lo sé, lo tenemos cogido por los huevos, solo que me intriga saber qué hay en ese lugar. ¿Por
qué tanto hermesmo? Tal vez encontremos algo aún más gordo.
—¿Aguantarás un par de horas
ho ras más en el jet? —pregunto alzando una ceja en su dirección—.
dirección—.
También podemos ir en coche, pero son más de cinco horas.

—Llama al piloto de ese puto cacharro y que se prepare para salir cuanto antes —contesta.

Capítulo 33

Oliver

Rach ha aguantado bastante bien el viaje a Liverpool. Se la ve agotada, pero su tenacidad es digna
de admiración. Cualquiera en su lugar estaría completamente destruido al descubrir que su propio
padre le ha hecho algo así, más ella está hecha de una pasta disnta. Mi Rachel es una luchadora y
me siento el hombre más afortunado del mundo por poder estar a su lado.

He conseguido alquilar un vehículo en el aeropuerto, y tras conducir más de media hora en lo que
para mí es el sendo contrario, llegamos a la dirección que Gregory nos indica. Un enorme
portalón se alza en mitad de un muro de más de tres metros. El lugar parece una especie de casa
de campo o una residencia de ancianos tal vez. Llegamos a la entrada y un guardia de seguridad se
dirige hacia nosotros.

—Buenos días —saluda—. Lo siento, es propiedad privada. No pueden pasar.

Miro hacia Rachel buscando una salida, y ella no se amilana, se esra para mirar al guardia a través
de mi ventanilla y sonríe como la niña buena que jamás será.

—Buenos días, soy Rachel


R achel Lockwell. Mi padre me envía.
—¿El Barón Lockwell? —El chico parece confundido—. Lo siento, no me han informado de ninguna
visita, de modo que no puedo dejarles pasar.

La sonrisa que Rachel lucía en su cara desaparece


desaparece en milésimas de segundo y frunce el ceño.

—Siento que no le hayan informado de mi llegada, pero tenemos que entrar. —El guardia abre la
boca para replicar, de modo que Rachel alza una mano deteniéndolo al instante—. Si no me deja
entrar ahora mismo, le aseguro que este será su úlmo día de trabajo.
t rabajo. Usted decide.
decide. Con solo una
llamada su superior aparecerá aquí y usted mañana estará en el paro.
Veo al chico tragar saliva con dificultad y asenr. Tras entrar en la garita, el portalón empieza a
abrirse.

—Buena representación —susurro cuando ya hemos entrado.

—Soy una Lockwell, aunque intente ocultarlo hay


hay una parte snob y autoritaria que el Barón se ha
encargado de grabar a fuego dentro de mí.

—Cariño, deja lo de autoritario para mí —susurro apretando su muslo—. A  te quiero bien sumisa
y lista para cumplir mis órdenes en todo momento.

Suelta una carcajada que resuena en el interior del vehículo provocand


provocando
o mi propia risa. Buscaba
relajarla un poco y lo he conseguido.

—Tú sí que sabes hacer reír a una mujer, Cox —señala sonriendo—. Tienes que publicarlo en algún
lado. Cómo hacer reír a una mujer en tres pasos: Uno, dirígete a ella; Dos, mírala a los ojos; Tres,
Tres,
dile “aquí mando yo”. —Vuelve a reír y yo paro el motor frente a una enorme casa—. Te harías
millonario.

—Yaa soy millonario —afirmo—. Y por lo visto tú también.


—Y

Señalo la casa y su sonrisa desaparece.

—¿Qué sio es este? Parece una residencia de mayores o un centro de rehabilitación —susurra al

ver a un po vesdo de sanitario saliendo por la puerta principal.


Salimos del coche y vamos hacia la puerta. El enfermero frunce el ceño al vernos y se acerca a
nosotros.

—Buenos días. ¿Puedo ayudarles en algo? Este es un centro privado.

—Lo sé, es mío —contesta


—contesta Rachel alzando la barbilla. Una vez más puedo ver la arrogancia de los
Lockwell en su forma de actuar—. Soy Rachel Lockwell.

—Oh, perdón. No sabía que… —El enfermero agacha la mirada disculpándose—. Nunca la había
visto por aquí.

—Digamos que me estoy haciendo cargo de los negocios familiares y me toca visitar una por una
todas nuestras propiedades.

—Sí, lo siento,
siento, señorita Lockwell. No ene por qué darme explicaciones.
explicaciones. Disculpe mi atrevimiento.
La acompañaré dentro.

El chico vuelve a entrar en la casa y Rachel y yo nos miramos con sorpresa. Eso ha estado bastante
bien.

Rachel

Seguimos al enfermero por los largos pasillos de la casa sin saber a dónde nos lleva. Cada vez estoy
más convencida de que este lugar es algún po de tapadera para negocios no del todo legales. A
primera vista parece una residencia
residencia de ancianos o algo así, aunque no se ven residentes ni más
personal por ningún lado.

Pasamos por docenas de puertas cerradas. Intento


Intento agudizar el oído, y lo único que logro escuchar
es el sonido de nuestras propias pisadas. Si hay alguien tras esas puertas, están en completo
silencio.

El enfermero se deene al final del pasillo, abre una de las puertas y nos indica con la mano que
pasemos al interior.
interior. Oliver va primero, con ssu
u gesto serio habitual, aunque puedo notar su
nerviosismo. Empiezo a pensar que nos estamos meendo en la boca del lobo. ¿Y si mi padre sabe
que estamos aquí? ¿Sería capaz de hacernos daño para que no sigamos indagando en sus sucios
negocios?

Me detengo frente a la puerta y carraspeo.

—Tenemos que irnos —digo sorprendiendo al enfermero—. Se nos está haciendo muy tarde y…

—¿Rachel? —Mi corazón se deene por un momento al escuchar esa voz y dejo de respirar. No
puede ser—. Rachel, ¿eres tú?

Me asomo y miro hacia el interior de la habitación, y entonces lo veo, tumbado en la cama y con
una expresión de sorpresa en su rostro que debe rivalizar con la mía.

Doy pequeños pasos adentrándome en la estancia sin poder creer en lo que ven mis ojos, solo que
es real.

—Josh —susurro con un hilo de voz.

Sus brazos se abren y una sonrisa ra de sus labios. Antes de que pueda darme cuenta estoy
corriendo hacia él y abrazánd
abrazándolo
olo con todas mis fuerzas.

—Te he echado de menos, hermanita —susurra en mi oído.

Las lágrimas recorren mis mejillas sin que pueda hacer nada para detenerlas. Esto es surrealista.
¡Mi hermano está vivo! ¡¿Cómo?! ¡Yo lo vi!

—Estabas muerto —susurro apartándome y apretando su rostro entre mis manos para
cerciorarme de que lo que estoy viendo es real—. ¿Cómo es posible? —Sollozo
—Sollozo y sigo mirándole a
la cara. Está exactamente igual. No ha cambiado nada.

—Solo lo parecía —contesta secando mi rostro—. Estuve dos meses en coma. Eso fue lo que me
dijeron. Cuando desperté no podía ni moverme —Se aparta levemente y señala sus piernas—.
Estas dos siguen sin responder.

Toco sus piernas y niego con la cabeza. ¿No puede andar? Dios, mi hermano está vivo y eso es lo
único que me importa.
i mporta.

—¿Por qué estás aquí? ¿Papá lo sabe? —Frunce el ceño y asiente—. ¿Por qué no dijo nada?
¡Mamá se va a volver loca cuando se entere!
—Porque nuestro padre es un maldito hijo de perra, Rach. ¿Recuerdas lo que te dije antes del
accidente, que quería dejarlo todo? —Asiento—. Unos días antes había descubierto que el abuelo
nos dejó gran parte de la fortuna Lockwell a nosotros dos. Todo, incluso la empresa.

—Lo sé, acabo de enterarme, por eso encontré este lugar.

—Le vino de perlas el accidente.


accidente. Fue la mejor forma de silenciarme y que no reclamara
reclamara lo que es
nuestro. Él sabía perfectamente que si nos poníamos en su contra lo perdería todo. Iba a decírtelo,
pero no tuve oportunidad
o portunidad de hacerlo.

—¿Crees que él tuvo algo que ver con el accidente? —escucho la voz de Oliver y me giro. Ni
siquiera recordaba que él estaba ahí.
—¿Tú quién eres? —pregunta mi hermano frunciendo el ceño.

Mi hermano… Por Dios, ni siquiera puedo creer que esté pensando en él en presente. Me he
acostumbrado a mantenerlo en el pasado.

—Oliver Cox —contesta extendiendo


extendiendo su mano—. Soy su promedo —afirma señalándome.

—¿Qué? Deja de decir eso, Oliver —me quejo.

—¿No es tu promedo entonces?


entonces? —inquiere Josh alzando una ceja con gesto diverdo.

—No. Bueno, tengo un anillo, pero no es… Eso da igual ahora. ¡Estás vivo, Josh! ¿Crees que nuestro
padre tuvo algo que ver en el accidente?

—No. Solo fue una coincidencia, aunque le benefició. Pudo darme por muerto para no tener que
remover la mierda que hizo en el pasado. Tiene unos poderes legales a nuestro nombre.
Falsificados,
Falsificados, obviamente.

—Lo sé, los he visto. Es más, tengo una copia en mi poder.

—Eso es genial, Rach —comenta entusiasmado.

—Él te… Te manene cauvo en este lugar, ¿verdad? ¿No te deja salir?

—Solo al jardín un par de veces al día. Para el resto del mundo estoy muerto. Al menos lo estaba
hasta ahora. —Aprieta mi mano y sonríe de oreja a oreja—. He deseado llamarte y verte cada día
desde que desperté. Al principio creí que habías muerto en el accidente,
accidente, entonces él me dijo que
no, que estabas viva. No enes ni idea del alivio que sen.
Vuelvo a abrazar a mi hermano y una nueva oleada de lágrimas acude a mis ojos. Escucho un
carraspeo a mi espalda y me giro pensando que es el enfermero
enfermero,, sin embargo, ya se ha ido y en su
lugar está uno de los hombres que me ha traicionado, Marcus Novak.

—Hijo de puta —murmura Oliver caminando hacia él.

Al principio no estoy muy segura de lo que va a hacer, pero entonces Marcus cae hacia atrás tras
recibir un puñetazo en la cara por parte de Cox. Me quedo completamente paralizada. El tranquilo
y sereno Oliver Cox ene una mala leche de cuidado. Tras lanzarle un segundo puñetazo, escucho
el grito de Josh.
—¡Detenlo, joder! —ordena zarandeándome.

Me bajo de la cama de un salto y voy hacia ellos con rapidez. Me coloco entre ambos y sujeto a
Oliver por el pecho.

—¡Para, Oliver! —grito. Sus zafiros miran fijamente a Marcus y están ansiosos de sangre.

—¡Voy a matarlo! —amenaza.

—Eh, para… —dice Marcus levantándose y alzando las manos a modo de rendición—. Deja que te
lo explique.

—¡¿Qué demonios me vas a explicar?! —brama. Su pecho sube y baja con violencia y noto su
corazón golpear su caja torácica al ritmo de una locomotora. Nunca antes lo había visto perder el
control de este modo, y en parte, me siento culpable porque me guste tanto. Oliver Cox
descontrolado
descontrolad o es sexi como el jodido diablo—. ¡Primero intentas meterte entre las piernas de MÍ
mujer! —Golpea su propio pecho con el puño en un gesto pico  pico de los jodidos cromañones que
casi hace que me corra del gusto—. ¡Después descubro que eres el puto criado de Lockwell y que
solo te acercaste a ella para espiarla, y ahora resulta que estás aquí y eras consciente
consciente del secreto
que guardaba tu jefe! ¡Te mereces que te mate a golpes, desgraciado!

—Aquí nadie va a matar a nadie —digo sujetándolo con fuerza.

—¡¿Intentaste ligarte a mi hermana?! —exclama Josh desde la cama.

Marcus hace una mueca limpiándose la sangre que sale de un corte en su labio, en un movimiento
rápido se escurre por un lateral huyendo de Oliver y llega hasta la cama donde está mi hermano.
—¡Claro que no! —contesta—. Yo solo… Cumplí un encargo de tu padre.

—¿Qué hiciste, Marcus? —inquiere mi hermano fulminándole con la mirada.

—El Barón me habló de un exoesqueleto guiado por un implante natural. Dijo que, si me infiltraba
i nfiltraba
en la vida de tu hermana y conseguía información, tú serías el primero en obtener uno de esos
protopos. —Veo
—Veo la manera en que se acerca
a cerca a mi hermano y sujeta su rostro con las manos—.
Solo quería que volvieras a caminar,
caminar, Josh. No me culpes por hacer todo lo necesario para ello.
Vendería mi jodida alma al diablo si eso pudiese ayudarte.

La forma en la que ambos se miran…

—¡Joder! —exclamo abriendo los ojos como platos.


Josh dirige su mirada hacia mí y hace una mueca.

—Bueno, creo que ya conoces a Marcus, hermanita. Él es… Eh… Bueno, es mi neurólogo y…

—Su pareja —dice Marcus ganándose una nueva mirada fulminante por parte de mi hermano.

—¡¿Eres gay?! —pregunta Oliver


Oliver con la cara desencajada
desencajada por la sorpresa.

—¿Algún problema con eso? —inquiere Marcus cruzándose de brazos de manera desafiante.

Veo como Cox sonríe y niega con la cabeza.


—En absoluto. Ahora ya me caes un poquito mejor, aunque sigo pensando que eres un capullo por
haber ulizado a Rachel.

—No creo que haya hecho nada que tú no hicieras antes —replica mi ex amigo, y por lo que he
entendido,, mi cuñado.
entendido

—Vale, calmémonos todos —digo pinzándome el puente de la nariz—. No busquemos culpables


—Vale,
ahora. Tenemos que salir de este lugar cuanto antes.

—¿Por qué no hiciste nada para sacarlo de aquí? —le pregunta Oliver a Marcus.

—¿Sabes quién es el Barón Lockwell? ¡¿Crees que no lo he pensado millones de veces?! ¿Cuánto
empo crees que tardaría en localizarnos y en hacerme desaparecer? Y después, ¿quién cuidaría
de Josh? Si me he quedado aquí y he hecho todo lo que me ha pedido es precisamente porque sé
que él ene el poder. ¡Intento proteger a Josh, maldita sea!

Veo como mi hermano sujeta su mano para intentar tranquilizarlo


tranquilizarlo,, y no necesito más que una
mirada suya para darme cuenta de que realmente lo ama. Joder, mi hermano no solo está vivo,
también ene una relación homosexual. Si ahora mismo me dicen que los unicornios
un icornios existen, me lo
creería.

—Tenemos que sacarlo de aquí —le digo a Oliver. Él asiente rápidamente—. Y Marcus se viene
también. —Hace una mueca mirándolo y resopla, aunque vuelve a asenr.

—¿Cómo vas a hacerlo? —pregunta Marcus.

—Por la puerta principal. —Me acerco a mi hermano y beso su frente—. Voy


Voy a sacarte de aquí,
¿entendido? —Afirma con la cabeza sonriendo de esa manera infanl que tantos recuerdos me
trae—. Marcus, ayúdalo a vesrse y consigue una silla de ruedas. ¿Quién manda en este lugar?

—El director del centro se llama Anthony Baker. Su despacho está en la segunda planta.

—Genial. Oliver, quédate con ellos.

—Yo voy congo —afirma frunciendo el ceño.

Me acerco a él y le doy un beso en los labios.

—Ahora mismo necesito que te quedes aquí y cuides de mi hermano. No lo pierdas de vista ni un
solo segundo. Quiero volver a casa con él. ¿Puedes hacer eso por mí? —Suspira resignado y
asiente.
Vuelvo a besarlo y salgo de la habitación a toda prisa. No tardó demasiado en encontrar el
despacho del director, y tras convencerlo de que tengo órdenes estrictas de mi padre para
llevarme a Josh, vuelvo a la habitación donde mi hermano ya está sentado en una silla de ruedas y
listo para parr.

Me parte el corazón verlo así. Al menos está vivo, y eso es algo más de lo que tenía hace apenas un
par de horas. Ahora lo importante es sacarlo de este lugar. Ya me encargaré personalmente de que
mi hermano vuelva a caminar, aunque tenga que dejarme la piel en ello.
Capítulo 34

Oliver

Llegamos a Nueva York en plena madrugada. Todos estamos agotados, pero Rachel se ve
completamente
completamen te destrozada. Las más de doce horas que hemos viajado en avión, junto a todas las
emociones que ha vivido hoy, unido a su falta de sueño, le están pasando factura.

Sugerí que nos quedáramos en un hotel a pasar la noche, y no hubo forma humana de
convencerla. Estaba decidida a volver a Nueva York lo antes posible. Al menos el viaje de vuelta en
el jet fue algo más tranquilo. Rachel no sufrió ninguna crisis a pesar de que estaba muy nerviosa.
Aproveché el momento para intentar tranquilizarla,
tranquilizarla, mas no fue fácil apartarla de su hermano.
Aunque finalmente lo conseguí. CreoCreo que pude hacerlo porque ella misma no quiso que Josh se
diese cuenta de sus miedos.

Al salir del coche que nos recogió en el aeropuerto, la escucho respirar profundamente. Entramos
en el edificio y saludo al guardia de seguridad antes de dirigirnos hacia el ascensor.
ascensor. Marcus empuja
la silla de ruedas en la que va Josh y Rachel
R achel camina a su lado mirándolo alucinada, como si aún no
terminara de creer que él está vivo.

Al llegar al ascensor,
ascensor, Marcus empuja a Josh hacia el interior y lo acomoda mientras yo sujeto la
puerta. Miro a Rachel a los ojos y puedo percibir la batalla que se está librando en el interior de su
cabeza. Una parte de ella no quiere separarse de Josh, y la otra está aterrada por tener que subir
en el cubículo, y más con tanta gente.

—¿Quieres que suba congo por las escaleras? —pregunto. En otra ocasión la presionaría para que
entrara en el ascensor, pero hoy ya ha sufrido bastante presión.

Veo como toma una respiración profunda y niega con la cabeza accediendo al interior. Sonrío ante
su valena y me coloco a su lado entrelazando
entrelazando mis dedos con los suyos. Presiono el botón del piso
dieciocho y la máquina empieza a ascender.

—¿Qué te pasa? —pregunta Josh al notar la incomodidad


incomodidad de su
s u hermana—. También
También estabas
nerviosa en el avión y en el coche.

—Tengo un pequeño problema con los espacios cerrados —contesta Rach volviendo a respirar
profundamente.
—Tranquila, estamos llegando —susurro besando su nuca mientras la abrazo contra mi costado.

—¿Desde cuándo? —insiste Josh.

Estoy a punto de pedirle de no muy buenas formas que cierre la puta boca, pero sé que eso no le
agradaría a Rachel, así que me mantengo callado.

—Desde que pasé tres días atrapada en un coche con el supuesto cadáver de mi hermano —
contesta ella demostrándome una vez más su valena.

Las puertas se abren, y ni Marcus ni Josh se mueven. Los dos se han quedado paralizados tras la
declaración de Rach.

—Vamos —susurro rando de ella hacia fuera.


—¿Qué hacemos aquí? —pregunta extrañada.

—En el apartamento no entramos todos y supuse que no querrías alejarte de tu hermano esta
noche —contesto
—contesto abriendo la puerta. Recibo una preciosa sonrisa por su parte y la insto a entrar
en el áco. En cuanto estamos todos, cierro y me giro —. La habitación de servicio está en la planta
baja, de modo que es más cómodo que os quedéis ahí —señalo—. Allí está el baño, y por allá la la
cocina. El resto de habitaciones están en la planta superior, incluida la nuestra.

Vuelvo a sujetar a Rachel contra mi costado y me alegra comprobar que ella no me rechaza. Al
contrario, rodea mi cintura con sus brazos y apoya la cabeza en mi pecho.

—Te veo por la mañana, hermanita. Tenemos muchas cosas de las que hablar —señala Josh
despidiéndose antes de que Marcus se lo lleve hacia la habitación.

Cuando nos quedamos a solas, veo que Rach sigue mirando hacia la puerta por la que su hermano
acaba de cruzar.

—¿Estás bien? —pregunto besando su cuello.

—Aún no me puedo creer que esté vivo, Oliver. —Me mira y sonríe de manera sincera y radiante—
. No lo he matado. Me siento como si mi vida hubiese vuelto a resurgir después de seis jodidos
años estancada.
estancada.
—Y no sabes cuánto me alegra, cariño. ¿Estás cansada?

—Agotada, pero tengo miedo de dormir y al despertar darme cuenta de que todo esto solo ha sido
un sueño.

—Eso no va a pasar. Vamos, te llevaré a la cama. Esta noche vas a dormir.

—¿Vas a volver a dejarme exhausta a polvos si no lo hago? —pregunta en tono diverdo alzando
—¿Vas
una ceja.

—Me encantaría, solo que creo que ahora mismo estás tan agotada que acabarías quedándote
dormida en cuanto te ponga las manos encima. Así que, a dormir, ya pensaré en dejarte exhausta

por la mañana.
—Por primera vez, y sin que sirva de precedente, señor Cox, voy a darle la razón. Creo que necesito
descansar unas cuantas horas. Supongo que el Barón no tardará en venir a comprobar por sí
mismo la gravedad del lío en el que está medo, y necesito pensar en que pasos voy a seguir, para
eso debo tener la mente despejada.

—Pensaremos en eso por la mañana. Ahora a dormir.

Rachel
Me despierto sola en la cama. Ni siquiera sé qué hora es, pero me siento como si hubiese dormido
durante una semana seguida. Aparto de un puntapié las sábanas rojas de la cama de Oliver y me
levanto. Encuentro mi ropa lavada y planchada sobre la cómoda y no puedo evitar sonreír. Cox es
un hombre meculoso y siempre piensa en todo.

Al salir de la habitación compruebo


compruebo que ya ha amanecido, y por la
l a luz que entra por los ventanales
ventanales
juraría que hace bastante
bastante empo.
empo. Es increíble que
que haya podido
podido dormir tantas horas
horas del rón, y lo
más sorprendente es que no he tenido ninguna pesadilla.

Bajo las escaleras y me dirijo a la cocina sinéndome completamente


completamente descansada. Hacía muchos
años que no me sena
s ena así, liberada. Encuentro
Encuentro a Josh, Marcus y Oliver desayunando,
desayunando, este úlmo
me ende una taza de café nada más verme. Hago una mueca al darle un trago y comprobar que
es descafeinado,
descafeinado, aun así, no me quejo.

—Buenos días —susurra dándome un beso rápido.

Ni siquiera me esfuerzo en evitarlo. Me gusta que me bese y creo que ha llegado el momento de
dejar de fingir que no es así.

—Buenos días —contesto. Me acerco a mi hermano y acaricio su pelo sonriendo. Sigo sin creerme
que esté aquí conmigo—. ¿Cómo has dormido?

—Como un jodido bebé —responde sonriendo.

Marcus también
admirador. No sésonríe mirándolo
qué pensar embele
embelesado.
al respecto yasado.
que,Creo que de
después a mi
lohermano le hanosalido
que me hizo, me ounun
gran
pelo de
él, aunque también enendo su postura. YoYo hubiese hecho cualquier cosa por ayudar a Josh,
menr, engañar, vender mi alma al diablo… Lo que sea.

—Nos estábamos poniendo al día —informa Oliver.

—¿Algo que yo deba saber? —Alzo una ceja y mi hermano sonríe negando con la cabeza—
cabeza—..
Hablábamos de Clay. Padre me contó lo que hizo tras el accidente, el muy hijo de perra.

—Sí, está claro que no tengo demasiado ojo para escoger a los hombres con los que me lío —
señalo—. Apuesto que voy a escuchar un “te lo dije”.

—Es que te lo dije —replica Josh—. Ese o no era para . Lo supe nada más verlo. —Ruedo los ojos

de manera teatral y me preparo para escuchar uno de los famosos sermones de mi hermano.
Sinceramente,
Sinceramen te, aunque me molesten, los echaba de menos—. ¿Has sabido aalgo
lgo de él?

—Nada desde que entró en prisión y tampoco me hace falta. Ahora mismo solo quiero dejar toda
esa mierda atrás. Tengo cosas más importantes en las que centrarme.

—El Barón no tardará en aparecer —señala Marcus.

Puedo ver el temor reflejado en su mirada.

—Enendo por qué hiciste lo que hiciste, Marcus, solo que sigo sin comprender por qué no
ayudaste a Josh a ponerse en contacto conmigo. Tenías su pasaporte en tus manos, podría haberos
sacado de ese lugar en cualquier momento.
—Mierda, Rachel, no era fácil. Mis llamadas, mi correo… TodTodoo está monitorizado. Estaba más
vigilado que el jodido presidente. Por eso sé a ciencia cierta que el Barón no tardará en
encontrarnos.
encontrarno s. ¿Qué vas a decirle?

—De mi padre me encargo yo. Si no quiere pasar el resto de su vida en la cárcel, va a quedarse
quietecito. —Me acerco a mi hermano y me agacho para quedar a su altura—. ¿Estás preparado
para asumir el mando de los negocios familiares?

—¿Yo? —pregunta sorprendido.

—Sí, tú. Yo puedo echarte una mano, ya sabes que los negocios, las reuniones y los despachos no
son lo mío. Obviamente no voy a presionarte para que lo hagas, hermano. Si no lo quieres, buscaré
otra solución.

—Yo… Eh… —Mira hacia Marcus y resopla—. No es que no lo quiera, pero sinceramente, creo que
no estoy capacitado para hacerlo —señala sus piernas y agacha la mirada.

—Josh, estar en una silla de ruedas no es ningún impedimento, aunque te prometo que voy a
lograr que te levantes de ella. Hoy mismo me pondré a trabajar en ello. No será igual que tener tus
propias piernas, pero te aseguro que podrás volver a caminar y hacer una vida normal.

El teléfono de Oliver empieza a sonar, y tras hablar unos segundos, cuelga la llamada y me mira
fijamente.

—El Barón Lockwell acaba de entrar en el edificio —informa.

—Pues sí que se ha dado prisa —murmuro.

—He ordenado que lo lleven a la sala de juntas. Nos espera allí.

Asiento y me enderezo bebiendo el resto de mi café de un solo trago.

—Vosotros quedaos aquí —les digo a Marcus y Josh—. No tardaremos en regresar. Por cierto… —
Le endo mi teléfono a Josh—. Llama a mamá.

—No sé qué decirle —susurra mirando fijamente el móvil.

—Probablemente se desmaye, así que ten paciencia —bromeo.

Tras
Tras despedirnos, Oliver y yo salimos del apartamento. Sin siquiera pensarlo, me dirijo hacia el
ascensor y al llegar a la puerta, él me mira sonriendo con sus zafiros.

—¿No voy a tener que obligarte a entrar en el ascensor nunca más? —pregunt
—pregunta—.
a—. Me gustaba eso
de distraerte.

Sonrío y niego con la cabeza cuando las puertas se abren. Respiro hondo y entro en la dichosa
máquina. Las puertas se cierran de manera inconsciente busco su mano, entrelazo mis dedos con
los suyos y vuelvo a respirar hondo.

—Tengo que devolverte el anillo —susurro.


—Ni se te ocurra quitártelo —ordena como un jodido dictador—. Es tuyo.

Lo miro frunciendo el ceño.


—Oliver, no puedes regalarme un anillo de diamantes, y definivamente yo no puedo ir por ahí
usando un anillo de compromiso. La gente pensará que…

—¿Desde cuándo te importa lo que piense la gente? —inquiere.

—No es que me importe, solo que… Vamos, no es real. Fue una treta para convencer a mi padre, y
salió bien, pero ya se acabó.

—Pues hagámoslo real —propone sin ni siquiera mirarme.


—Espera… Qué… ¿Estás…? —Las puertas se abren y Oliver sale del ascensor sin esperarme.

—¿Vienes o qué? Para no gustarte los espacios cerrados te estás aficionando a ellos —señala
alzando una de sus comisuras.
comisuras.

Sacudo la cabeza para centrarme y dejar de pensar en que este jodido capullo acaba de
proponerme matrimonio, o algo así. Salgo del ascensor y caminamos directamente
directamente hacia el
despacho de Oliver.

—Creí que íbamos a la sala de juntas —susurro mientras él abre la puerta.

—Ya vamos. —Entro en el despacho y compruebo que Paul y Shana están esperándonos en el
interior—. ¿Tienes lo que te pedí? —le pregunta Oliver a su cuñado.

Este asiente y le ende una carpeta con algunos documentos.

—¿Qué es esto? —pregunto arrebatándosela de las manos. Le echo un vistazo y abro los ojos
como platos—. ¿Cuándo has hecho esto? —pregunto alucinada.

—Llamé a Paul a primera hora y pedí que los redactara. Tuve que contarle lo que está pasando.

—Y me parece totalmente surrealista —comenta


—comenta Paul—. Aunque también me alegro mucho por ,
Rachel. —Suspira y se acerca a mí—. Ya sé que me porté como un cerdo congo, y que no te as
de mí, pero de verdad que lo siento mucho.

—Tú lo que quieres es dejar de dormir en el sofá —señalo sonriendo levemente.

—Eso también —confiesa—. Ahora voy a explicarte exactamente lo que puedes hacer. Tu padre ha
comedo una serie de delitos y si no firma esos papeles, podrás meterlo en la cárcel. Escúchame
con atención.

Pasamos más de media hora encerrados en el despacho planeando una ofensiva contra mi padre.
Lo tenemos cogido por los huevos y voy a aprovechar la oportunidad para sacármelo de encima.
Aunque no termino de confiar en Paul, el cabronazo es abogado y sabe muy bien cómo doblegar a
una persona. Shana se manene en silencio. Sé que su presencia no era necesaria en esta reunión,
está aquí para apoyarme y se lo agradezco de todo corazón.

En cuanto tengo claro lo que voy a hacer, Oliver y yo salimos del despacho y nos dirigimos a la sala
de juntas.
—Puedo hacerlo sola —susurro antes de entrar.

Su mano aprieta la mía y dirige sus zafiros hacia mis ojos.

—Lo sé, solo quiero estar congo. No me apartes ahora, Rach —su tono de voz es calmado, pero
ha sonado a suplica.

—No lo haré —contesto respirando profundamente—. ¿Estás listo?

—Lo estoy si tú lo estás. Voy


Voy a mantenerme al margen, Rach, y no dudes ni por un segundo que le
parré la cabeza a tu padre si se le ocurre faltarte al respeto.

Se me escapa una sonrisa y niego con la cabeza de manera incrédula.


—Estás muy sexi cuando te enfadas, Cox. Así todo descontrolado y salvaje.

Una de sus comisuras se alza y pellizca mi trasero haciéndome reír.

—Entra ahí, pequeña provocadora. Ya te diré yo a  lo salvaje que puedo llegar a ser.

Respiro hondo nuevamente y abro la puerta poniendo mi mejor cara de póker. Mi padre me
fulmina con la mirada nada más verme y resopla caminando
caminando hacia mí.

—¿Dónde está? —pregunta.


—pregunta.

—Buenos días, padre. ¿Dónde ha quedado tu educación? —pregunto en tono cínico.

—Rachel, no estoy para tus jueguecitos. ¿Dónde está tu hermano?

—Supuestamente bajo erra, padre. Toma asiento, tenemos mucho de lo que hablar.

—No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago. Solo dime dónde está tu hermano.

Su respiración es irregular y está sudando. Bien, lo estoy poniendo nervioso y eso me conviene.

—No voy a pedirte explicaciones. Sé perfectamente por qué encerraste a Josh en ese lugar y
también tengo conocimiento
conocimiento de todos tus chanchullos. —Dejo la carpeta sobre la mesa y la abro
extendiendo los documentos sobre la superficie—. Ahora vas a firmar esto, padre.

—¿Qué demonios son esos papeles? —pregunta hirviendo de furia.

—Es la revocación del supuesto poder que firmamos Josh y yo y el traspaso de acciones de
Lockwell Aeronaucs.

—Yo no voy a firmar eso —señala sonriendo de manera macabra.

—Sí lo vas a hacer. ¿Quieres que te explique por qué lo harás? Porque si no los firmas sin dramas ni
discusiones innecesarias,
innecesarias, voy a hacer pasar a esta sala a los dos hombres que están en el despacho
de al lado. Uno de ellos es fiscal federal y el otro un agente del FBI que no dudará en sacarte del
edificio esposado.

—Es un farol —señala—. No enes pruebas de nada.

—¿Eso crees? —Chasqueo la lengua y sonrío de nuevo—. Tengo registros de todos tus chanchullos,
padre. En nuestra visita a tu casa hice una pequeña parada en tu despacho y copié el disco duro de
tu portál, y también tengo a Josh.

Su expresión de superioridad desaparece de manera instantánea.


—¡¿Sabes lo poderoso que soy, niñata malcriada?! ¡Puedo comprar a cualquier juez! ¡No enes
una puta mierda en mi contra! —sisea con furia.

—Padre, controla tu lenguaje. No es esa la educación que nos enseñaste —me burlo—. Estoy de
acuerdo congo. Tal Tal vez no lleguen a condenarte por ninguno de tus crímenes, pero, ¿qué pensará
la aristocracia británica cuando se enteren de que estás siendo invesgado por el secuestro de un
ciudadano americano, tu hijo precisamente, fraude fiscal, evasión de capitales y falsificación
documental? Entres o no en prisión, tu reputación quedará por los suelos. Incluso puedes llegar a
perder ese tulo que tanto adoras.

—Hija de…

—¡Barón! —le advierte Oliver—. Termine esa frase y le aseguro que tendrán que llevarlo a prisión
en silla de ruedas.

—Firma los documentos, padre. Tómatelo como una jubilación. Josh y yo nos haremos cargo de los
negocios familiares y tú podrás vivir el resto de tu vida al margen. Haz las cosas bien esta vez.

—Eres una desagradecida. Yo te lo di todo.

—¡Sí, y también dejaste que viviera seis malditos años culpándome por la muerte de mi hermano,
maldito hijo de perra! ¡Firma los putos papeles y sal de nuestras vidas!

Tras bufar repedamente, coge el bolígrafo que hay sobre la mesa y estampa su firma en los
documentos.

—Esto es extorsión —declara.

—Sí. —Recojo los documentos y los guardo de nuevo en la carpeta—. He aprendido del mejor.
Ahora lárgate de aquí, y como me enteré de que estás a menos de cien kilómetros de mi hermano
o de mí, te juro que no me temblará el pulso en mandarte a prisión por el resto de tus días. —Me
acerco a la puerta y la abro—. Hasta nunca, padre.

Vuelve a resoplar y se pasa la mano por


po r su perfecto peinado en un gesto de frustración antes de
salir de la sala a toda prisa. Cuando vuelvo a cerrar la puerta, suelto el aire que estaba contenie
conteniendo
ndo
y compruebo que Oliver me está observando con una sonrisa de oreja a oreja.

—No enes ni idea de lo orgulloso que estoy de  —dice mientras camina hacia mí sin perder la
sonrisa.

—Ahora vamos a negociar tú y yo —señalo.

Capítulo 35

Rachel

Su sonrisa desaparece y deene su avance frunciendo el ceño.


—¿Qué vamos a negociar exactamente? —inquiere.

—Tenemos que hacer un acuerdo de esos que tanto te gustan.

—¿Qué po de acuerdo?

—Uno en el que conste que no vas a volver a menrme jamás. Necesito confiar en , Oliver.

—Firmaré lo que quieras.

Me acerco a él hasta que solo unos pocos cenmetros separan nuestros cuerpos.

—No quiero que firmes nada. Quiero que me des tu palabra. Si voy a hacer esto, no puedo estar
dudando de  a cada instante.

—¿Esto? —pregunta alzando una ceja—. ¿Qué es exactamente lo que vas a hacer?

Respiro profundamente y lo miro a los ojos.

—Admir en voz alta lo que siento


s iento por .

Sus zafiros sonríen y rodea mi cintura con sus brazos.

—Rach, yo ya sé lo que sientes por mí. Creí que hablabas de mi propuesta.

—¿Tu propuesta? ¿Ponerme un anillo en el dedo y decir “hagámoslo real”, es lo que tu llamas una
propuesta?

—No soy bueno con las palabras, eso ya lo sabes, quiero pasar el resto de mi vida demostrándote
lo mucho que te amo. ¿Eso te sirve como propuesta?

—Vas mejorando —señalo intentando contener una sonrisa—. Aunque te aconsejo que sigas
praccando.

Me aparto de él y voy hacia la puerta.

—¿Dónde vas? Aún estamos negociando los términos de nuestro acuerdo.

—Aplazamos esta reunión para otro momento, Cox. Mi madre ya debe estar en un avión y quiero
preparar a mi hermano para recibirla. Además, necesito ponerme a trabajar en el exoesqueleto
exoesqueleto
cuanto antes.

—Rachel, ni se te ocurra salir —me advierte. Sonrío de medio lado y salgo de la sala de juntas
escuchándole bufar
bufar a mi espalda. Apenas tengo empo de llegar a la puerta del ascensor cuando
me alcanza. Justo en ese momento las puertas se abren y Oliver me empuja al interior
abalanzándose sobre mí—. Me sacas de quicio —dice justo antes de besarme.

Rodeo su cuello con mis brazos y respondo a su beso con fervor. Sus manos no tardan en sujetar mi
trasero y siento mi espalda impactar contra la pared metálica mientras el ascensor sigue
ascendiendo. Su olor me invade extasiándome. Joder, estoy loca por él.

—¿Ves cómo puedes distraerme de todos modos? —susurro contra sus labios antes de morderlos.
Escuchamos como las puertas se abren, pero no nos detenemos,
detenemos, seguimos besándonos
apasionadamente hasta que las puertas vuelven a cerrarse.

—Quiero follarte tan duro que no puedas levantarte en una semana —murmura deslizando su
boca hacia mi cuello, el cual muerde de inmediato.

—Hablando de cosas duras… —deslizo mi mano por su bragueta y aprisiono su erección entre mis
dedos.

Escucho su gemido y se aparta rápidamente.

—Eso ha sido… No
profundamente puedes hacer
enderezando algo así y…No
su corbata—. Intentas distraerme,
va a funcionar. ¿ve
¿verdad?
rdad? —Respira
Nuevamente estás evitando el tema.
Te he pedido que te cases conmigo y…

—Corrección, me has puesto un anillo en el dedo, más en ningún momento me has pedido nada.

—Vale, muy bien, te lo pido ahora. —Veo como clava una rodilla en el suelo con mala leche—.
Cásate conmigo —gruñe.

—¿En serio? ¿Esto te parece una proposición decente? —intento contener la risa al ver como sus
zafiros brillan de rabia contenida.

Un nuevo bufido sale de sus labios y vuelve a mirarme.

—Señorita Rachel Taylor, ¿acepta ser mi esposa?

—Eso está algo mejor —señalo.

Presiono el botón para que las puertas se abran y salgo del ascensor dejándolo allí arrodillado y
solo.

—¡Rachel! —escucho
—escucho su grito cuando ya he llegado a la puerta, y enseguida sus pisadas. Está muy
cabreado y yo me lo estoy pasando en grande—. No me has contestado.

Toco al mbre sinendo su aliento en mi nuca y me giro sonriendo de oreja a oreja.

—No.

—¿Cómo qué no? —Su cara es poema. El señor inexpresivo está completamente descolocado—.
Explícate —ordena.

—No hace falta ser un genio para entenderlo, Cox. No, es no. No quiero casarme congo.

—¿Por qué?

—Porque no —contesto encogiéndome de hombros.

—¿Qué clase de respuesta es esa?

—La única que vas a recibir.

Marcus abre la puerta y entro en el áco dejándolo solo de nuevo, pero esta vez en la entrada.
Voy directamente hacia el salón y encuentro a Josh sentado en el sofá.

—¿Cómo ha ido? —pregunta con cautela.


Sonrío de oreja a oreja y le endo la carpeta con los documentos firmados.

—No vamos a volver a saber nada del Barón Lockwell en mucho empo. Con un poco de suerte, el
resto de nuestras vidas.

—¿Es en serio?

—Sí. A parr
muchos de este
cambios, momento
hermano, tú eres
y todos el nuevo
serán CEO de Lockwell Aeronaucs. Vamos
para mejor. Vamos a hacer

Compruebo que Marcus y Oliver no están en el salón, de modo que me siento en el sofá junto a
Josh y suspiro.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Sí. Intento poner cada cosa en su sio poco a poco. Aún no me puedo creer que estés aquí
conmigo.

Su mano sujeta la mía y sonríe.

—Yo tampoco. Estoy muy feliz de verte, hermanita. Ayer, cuando dijiste eso en el ascensor, me di
cuenta de lo mal que lo has pasado todos estos años. Yo he sufrido, aunque tengo la sensación de
que lo tuyo ha sido peor.
Mis ojos se inundan de lágrimas y asiento.

—Vi a mi único hermano morir delante de mí, o al menos eso fue lo que pensé. Estuve tres días en
ese coche congo. —Me estremezco al recordarlo y Josh aprieta mi mano—. Tengo pesadillas
todas las jodidas noches. Mi vida se fue a la mierda tras ese accidente, Josh. Me dediqué por
completo al trabajo, a nada más.

—Pues para haberte dedicado solo al trabajo has conseguido ligarte a un o bueno —señala
sonriendo. Suelto una carcajada y limpio mis mejillas húmedas—. ¿Recuerd
¿Recuerdasas lo que te dije del
hombre perfecto para ? Alguien capaz de enfrentarse
enfrentarse al mismísimo infierno por conseguirte. El
hombre que sea digno de poseerte por el resto de su vida, no debería temer a nadie. Al contrario,
contrario,
a cualquiera que se interponga en su camino lo aplastará como una cucaracha por el simple hecho
de respirar cerca de . —Vuelve a sonreír y señala con el dedo la puerta de la cocina—. Ese o es el
indicado. ¿Viste cómo golpeó a Marcus? Joder, me puso cachondo hasta a mí.

—¡Puaj! —Hago una mueca y me levanto rápidamente mientras mi hermano se parte de risa—.
Quiero sacar esa imagen de mi mente.

—No seas tonta, hermanita. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla con temores
estúpidos. Yo
Yo aprendí eso por las malas. Siempre supe que estaba del lado equivocado de la acera,
solo que era demasiado cobarde como para cruzar la jodida carretera. Tuve que estar al borde de
la muerte para darme cuenta de que lo único que verdaderamente importa es lo que nos hace
felices.

—Gracias por el valioso consejo, doctor amor. ¿Has llamado a mamá?

Pone los ojos en blanco por mi cambio drásco de conversación


conversación y asiente.

—Se desmayó dos veces. Gritó, lloró, yo también lloré, y terminó insultando al Barón y diciendo
que cogería el primer vuelo hacia Nueva York.

—¿Hace cuánto empo fue eso? —pregunto cogiendo mi teléfono de la mesa.

—Poco más de una hora.


—La tendremos aquí para la hora de comer. Por cierto, voy a bajar al apartamento a trabajar un
rato. Quiero tener listo cuanto antes el exoesqueleto. Tú vas a ser el primero en usarlo.

—¿Vas a ulizarme como conejillo de indias? —pregunta sonriendo.

—Sí, ¿algo que objetar? —Alzo una ceja en su dirección y él niega con la cabeza.

—Marcus me ha puesto al día de lo de tus inventos y todo eso. ¿Crees de verdad que podré volver
a andar?

—Te lo aseguro, hermanito. No descansaré hasta que vuelva a verte de pie.

Oliver

Tras el rechazo por parte de Rachel no puedo dejar de pensar en qué hice mal. ¿Por qué ha dicho
que no? Hasta me arrodillé. Eso ene que contar, ¿no?

—¿Qué te pasa? —pregunta Marcus mirándome fijamente.

Cuando llegamos al áco, Rachel se fue al salón con su hermano y yo arrastré a Marcus hasta la
cocina para darles un poco de inmidad. Han estado separados durante seis años y necesitan
ponerse al día. Ya me estoy arrepinendo por quedarme solo con este imbécil.

—Nada que a  te importe —contesto de manera cortante.

—Oye, ya sé que no te caigo muy bien, aunque por lo visto vamos a ser algo así como cuñados, así
que, ¿te parece si hacemos una especie de tregua e intentamos tolerarnos?
tolerarnos?
—Te querías follar a mi chica, capullo —siseo.

—Joder, ¿otra vez con eso? Nunca fue mi intención.


—Joder, intención. Rachel es una mujer preciosa, sin embargo, no
es mi po. Yo los prefiero de pelo en pecho. —Resoplo y él sonríe negando con la cabeza—. Vamos,
dime qué es lo que te pasa. Tal vez pueda ayudarte.

—Rachel no quiere casarse conmigo —respondo desviando la mirada.

—Espera… ¡¿Qué?! ¿Se lo has pedido? —Asiento—. ¿Te ha dicho que no? —Vuelvo a asenr—.
¿Por qué?
—No tengo ni puta idea. Creí que estábamos haciendo avances, que finalmente me estaba

ganando su confianza, pero por lo visto me equivocaba.


—¿Vas a rendirte?

¿Voy a hacerlo? ¡No! Joder, claro que no.

—Ni de coña —contesto


—contesto alzando la barbilla.

—Lo imaginaba. Estoy seguro de que eres un hombre de recursos, Cox. Encontrarás la forma de
hacerla cambiar de idea.

Paso las siguientes


opinión. horas
Tras la charla
Tras buscando
entre eso mismo,
los hermanos, una idea
ella baja brillante que
al apartamento haga a Rachel
a trabajar cambiar
en el taller dea
junto
Marcus y yo me quedo con Josh en el áco. Doris no tardará en aparecer y alguien ene que
recibirla. Me molesta que Rach y el imbécil de Marcus estén a solas, ahora ya no me preocupa
tanto.

Cambio el canal de la televisión fingiendo que no me doy cuenta de la forma en la que me observa
o bserva
Josh.

—¿Quieres decirme algo? —pregunto perdiendo la paciencia.

—Sí, solo una cosa. —Apago la tele y me giro hacia él cruzándome de brazos—. Como le vuelvas a
hacer daño a mi hermana, te juro que acabaré congo. No te fijes en mis piernas. Si le rompes el
corazón otra vez, me levanto
levanto de la jodida
j odida silla y te muelo a palos. ¿Lo has entendido?

—Perfectamente —contesto.

Yo le hice una amenaza muy parecida a Paul el día que me enteré de la relación que mantenía con
mi hermana. Es justo y lo acepto.

—Dicho esto, dame el puto mando de la televisión. Llevas media hora cambiando de canales sin
parar. Me estás poniendo de los nervios.

Le endo el control remoto y me acomodo en el sofá viendo sin ver la televisión. Me agrada Josh,
quiere a su hermana y yo también la quiero. Eso es un buen punto en común.

Rachel

Marcus y yo subimos al áco comentando con entusiasmo los nuevos avances que hemos logrado.
Si seguimos así, Josh podrá empezar a andar muy pronto. Aún me escama bastan
bastante
te su traición,
mas no le guardo rencor. Si de verdad quiere a mi hermano, yo estoy dispuesta a olvidar el pasado
y empezar de nuevo con él.

Toco al mbre y es Oliver quien abre la puerta. Ni siquiera me saluda antes de volver a marcharse.
Está cabreado. Siempre hace eso cuando se enfada, me azota con su indiferencia. Me hace gracia.
A veces se comporta como un niño pequeño.

Escucho voces en el salón y me dirijo allí


a llí seguida por Marcus. En cuanto mi madre me ve, corre a
abrazarme.

—Está vivo —susurra en mi oído.


o ído.

—Lo sé, mamá —contesto estrechándola


estrechándola entre mis brazos.

Se aparta de mí y mira a Josh con lágrimas en los ojos.

—He recuperado a mi hijo. —Sujeta mi mano y sonríe—. Ahora espero poder recuperar también a
mi hija, a la de verdad. Ya puedes dejar de auto flagelarte, cielo. Tu hermano está vivo. Si antes no
eras culpable de nada, ahora mucho menos.

Asiento agachando la mirada. Supongo que ene razón. Ya no hay movos para senr culpa y
remordimientos. Tal vez, si me esfuerzo, pueda recuperar mi vida, la que tenía antes de esta
pesadilla.

Miro hacia abajo poniendo una mano sobre mi vientre. Tengo que hacerlo. Intentaré pasar página
y dejar atrás el pasado, por mí y por mi hijo.

El mbre suena y Oliver se acerca a abrir.


abrir. Enseguida me veo rodeada por una marea de personas.
Paul, Shana, Damon, Loren con el pequeño Ma, e incluso Sophia, la madre de Oliver.

—¿Qué hacéis vosotros aquí? —pregunta Oliver extrañado.

—Yo los he invitado a venir —contesto—. Hoy es un día de celebración.

—¿Qué celebramos exactamente? —inquiere Damon.

—Bueno, para empezar que mi hermano está vivo y con nosotros, también que he recuperado mi
proyecto,, IACox, no va a ser
proyecto s er usado como arma jamás, y, por úlmo, y no menos importante… —
miro a Oliver y este alza una ceja en mi dirección expectante—, que estoy embarazada —declaro.

El silencio se hace en el salón y todos me miran abriendo mucho los ojos.

—¿En serio? —Oliver se acerca a mí resoplando—. ¿No podías hacer las cosas como las personas
normales?

—¿A qué te refieres? Eras tú el que decía eso de… “Tienes que aceptar que estás embarazada,
Rach” o “Tarde o temprano tendrás que asumir que vamos a tener un hijo” —imito su tono de voz
con acento americano y todos empiezan a reír, todos menos Oliver, claro.

—¿Te estás burlando de mí? Yo solo… ¿Por qué eres tan dicil? Lo normal es que tú y yo
habláramos de esto antes de que lo anunciaras a bombo y plallo.

—¡¿A  qué mierda te pasa?! —exclamo


—exclamo perdiendo los nervios—. Creí que te alegrarías por ver
que lo estoy asumiendo de una vez. De verdad que no hay quien te enenda.
en enda. —Me giro hacia
Sophia y señalo a Oliver con el dedo índice—. Pensaba quedármelo, pero he cambiado de idea. Te
lo devuelvo al capullo de tu hijo.

—Lo siento, cielo, no se aceptan devoluciones —contesta sonriendo.

—Pues vaya mierda de compra que he hecho —bufo cruzándome de brazos y lo miro.

Su pose es seria, sin embargo, sus zafiros están brillando con fuerza.
—¿Qué demonios voy a hacer congo, Rachel Taylor? —pregunta sonriendo con sus ojos.

—Señor, si me permite una sugerencia… —dice Gregory a través de los altavoces de mi teléfono.

No sé quién lo ha conectado,
conectado, aunque me alegro que lo haya hecho. Mi mejor amigo no podía faltar
en este día tan especial para mí.

—No, gracias —contesta Oliver sujetando


sujetando mi cintura con sus manos—. Ahora, explícame bien eso
de que quieres devolverme.

—Tu madre no acepta devoluciones —respondo encogiéndome de hombros—. Muy a mi pesar, no


me va a quedar otro remedio que aguantar tus gilipolleces.

—Te encantan mis gilipolleces —susurra pegando su frente a la mía—. Además, estás loca por mí.

—Solo un poquito —digo conteniendo


conteniendo una sonrisa—, pero no se lo digas al señor Cox. Si se entera,
ya sabes cómo se pone de mandón. El palo que ene medo en el culo se… —Antes de que pueda
terminar la frase ya tengo sus labios pegados a los míos.

Dejo que me bese y rodeo su cuello con mis brazos escuchando los vítores de nuestros seres
queridos. Cuando finalmente nos apartamos, ambos estamos sin aliento.

—Te quiero —susurra contra mis labios.

—Y yo a  —contesto sonriendo—. Tienes una maldita oportunidad, Oliver. Aprovéchala bien


porque no habrá otra.

—Lo prometo. ¿Vas a casarte conmigo?

Retrocedo un par de pasos y sonrío ladeando la cabeza.

—No, no lo haré.

FIN

Epílogo

Rachel

Me pellizco el puente de la nariz y suspiro. Estoy agotada. Daría cualquier cosa por dormir una
semana entera, pero eso no puede ser. Tengo demasiadas cosas pendientes que hacer. Después de
más de un año y medio de trabajo, la sede de Lockwell Technologies en Nueva York ya está a pleno
rendimiento,
rendimient o, ahora hay que sacarla adelante. Josh es quien se encarga de dirigir la empresa, yo me
hago cargo de la parte técnica. Vamos, que me ocupo de lo que antes era Braincom. Ahora ya no
existe. Desmantelé
Desmantelé la empresa y despedí a parte del personal, incluido a Mark. Al resto de
empleados les ofrecí un puesto de trabajo en la renovada empresa Lockwell.

La puerta de mi despacho se abre con violencia y no necesito mirar para saber quién es. Esperaba
esta visita desde hace un par de horas.

—¡La madre que te parió, Rachel! —exclama Oliver.


Le sonrío y me echo hacia atrás en el sillón.

—Hola, amor, buenos días a  también —saludo de manera cínica.


—No me vengas con tonterías, Rach. ¡¿De verdad tenías que hacerlo?! ¡¿Damon?! ¡¿Tenías que
robarme a mi jefe de ingenieros?!

Chasqueo la lengua y me levanto, aliso mi camiseta y me apoyo contra el borde del escritorio.

—Yo no te he robado nada. Le hice una oferta a Damon y él la aceptó, nada más.

—¡¿Nada más?! Eso podría ser considerado competencia


competencia desleal, ¿sabes?

—Robar mi proyecto y presentarlo como tuyo, también, y eso no te impidió hacerlo —señalo
encogiéndome de hombros.

Me mira fijamente y niega con la cabeza.

—Creí que ya habíamos superado eso.

—Y lo hemos hecho. Está completamente superado, sin embargo, eso no significa que no te a
devolver la jugada. Ahora sí estamos en paz.

Respira profundamente y se acerca a mí.

—Sabes que lo que estás haciendo es una tontería, ¿verdad? ¿Por qué compemos? ¿Te das
cuenta de que vas en contra de tus propios intereses? Estamos casados, Rachel. Si yo pierdo
dinero, tú también. Dejemos de enfrentarnos y asociémonos de una vez.
—Quieres decir que te trabaje para , ¿no? Eso no va a pasar, Cox.

—Estás casada conmigo, pero, ¿no puedes trabajar conmigo?

—Tampoco es que me hayas dejado otra opción —señalo frunciendo el ceño.

—Hablas como si te puesto una pistola en la cabeza para que dijeras “sí, quiero”.

—No, solo me llevaste a Las Vegas, me emborrachaste y lo siguiente que recuerdo es despertarme
con una alianza de matrimonio en el dedo.

Una de sus comisuras se alza y rodea mi cintura con sus brazos.

—Deberías haberte replanteado eso de la absnencia tras el nacimiento de Dominic.


—Muy gracioso —digo golpeando su pecho en broma.

—Hablo en serio, Rach. Ahora que Lockwell Technologies ene la sede central en Nueva York, nos
estamos pisando el uno al otro. Asociémonos y trabajemos juntos.

—Me lo voy a pensar —susurro.

Bostezo sin poder evitarlo y Oliver vuelve a sonreír.

—Estás agotada, ¿verdad?


—Completamente. El día que ese niño duerma una noche entera del rón, le regalaré un jodido
Ferrari.

—Espera a que tenga edad para conducirlo al menos. Quién te ha visto y quién te ve ahora. Hace
un par de años intentabas
intentabas no dormir a toda costa y ahora estás deseando pillar la cama.

—Sí, creo que me estoy haciendo mayor —replico haciendo una mueca.

—Eres una anciana muy sexy —dice justo antes de morder mi labio inferior.

—¡Eh, dejad los arrumacos para cuando estéis solos! —exclama mi hermano entrando en el
despacho sin llamar a la puerta.

Cada vez que lo veo


un exoesqueleto, de le
y eso pie, andando,
devolvió no de
parte puedo evitar sonreír.
la vitalidad Él fue
que había el primero
perdido tras eldeaccidente.
muchos en usar

—Estábamos solos hasta que tú has llegado —señala Oliver apartándose de mí.

—Siento mucho haberte cortado el rollo, Cox —dice en tono sarcásco.

Siempre están igual. Mi hermano se ha aficionado a meterse con mi marido y lo peor es que Oliver
le sigue el juego. Sus batallas verbales son agotadoras.

—Antes de que empecéis un nuevo debate, ¿qué quieres, Josh? —pregunto.

—Necesito que revises estos documentos. —Me ende una carpeta y yo hago una mueca—. Ya sé
que no te gusta el papeleo, pero es importante.

Oliver coge la carpeta y la deja sobre mi mesa.


—Mañana lo hará. Ahora me la llevo a casa —dice.

—¿Ahora? Son las doce de la mañana, o —se queja mi hermano.

Oliver mira la hora en su reloj de pulsera y se encoge de hombros.

—Me importa una mierda. Mi mujer está cansada y me la llevo a casa. ¿Algo que objetar?

Mi hermano levanta las manos a modo de rendición y yo sonrío dejándome llevar hacia afuera
afuera por
mi marido.

—Por cierto —me giro para mirar a mi hermano—, ¿vas


¿vas a ir a verle?

Sé de inmediato
y desde entoncesde quién
está me estáenhablando.
ingresado El BarónYo
Cure Residenal. Lockwell sufrió
no he ido una embolia
a verle, hacesí.
aunque Josh seis meses
Dice que
apenas habla y no puede moverse de la cama.

Es curioso como la vida te hace pagar con sangre todo el mal que haces. Mi padre tuvo encerrado a
Josh en ese lugar y ahora es él quien está incluso en una situación peor, solo, sin nadie que se
preocupe por él y sin poder valerse por sí mismo. Al final, la avaricia y el deseo de dominio no nos
lleva a ningún lado. En nuestros malos momentos el dinero no sirve de nada. Lo que realmente
importa es rodearnos de esas personas que nos quieren y a las que queremos.

—No —contesto antes de despedirme de él con la mano y seguir mi camino.


En cuanto entramos en el ascensor,
ascensor, arrincono a Oliver contra la pared y me cuelgo de su cuello
besándolo.

—¿Ya te he dicho que estás muy sexy cuando te cabreas? —pregunto antes de besarlo de nuevo.

Ya no me molestan tanto los espacios cerrados y las pesadillas han desaparecido por completo. No
voy a menr, a veces aún me cuesta subirme a un coche o al jodido jet, poco a poco lo voy
superando y tengo que admir que en parte es gracias al hombre que ahora mismo tengo
acorralado contra la pared del ascensor. Él fue el primero en animarme a enfrentar mis miedos y

superarlos,
de a susé
sus errores, manera,
que mepero
ama,lome
hizo. Medemostrado
lo ha ayudó incluso cuando
infinitas yo sno
veces
vece quería
y de ser ayudada
disntas y ay pesar
maneras, yo…
Joder, yo lo amo más que a nada en este jodido mundo.

¿Quién me lo iba a decir? Al final la alérgica al compromiso terminó enamorándose del adicto al
trabajo.

Oliver

Aparco frente a nuestra casa y le lanzo una mirada de reproche a Rachel. Es una pequeña y
retorcida provocadora. He tenido que conducir con una erección monumental por culpa de su
ataque en el ascensor.

Me sonríe y yo resoplo saliendo del coche. Entramos en casa y escucho el berrido de mi hijo a lo
lejos. No puedo evitar ponerme nervioso. Desde que Dominic nació, se ha converdo en mi nueva
obsesión. El mismo empeño que ponía antes en mi empresa, ahora está dirigido hacia mi pequeño.

—Solo está llorando, Oliver. No te vuelvas loco —dice Rach leyendo mis pensamientos a la
perfección.

No sé cómo lo hace. Yo siempre me he caracterizado por ser un hombre inexpresivo, sin embargo,
ella es capaz de descifrar mi estado de ánimo con solo una mirada, y esa es una de las razones
razones por
las que me vuelve loco.

Rachel deja su bolso sobre el mueble de la entrada y nos dirigimos hacia donde se escucha el llanto
de nuestro hijo. Lo encontramos en el salón, en los brazos de Gregory.

—¿Qué pasa? —pregunto


—pregunto acercándome a ellos.

—Gracias a Dios. Tome, señor Cox. —Me ende al niño y se lleva las manos a la cabeza—. No
consigo que deje de llorar y… —Señala la habitación, que está completamente desordenada.

—¿Qué demonios ha pasado aquí?


a quí? —pregunto mientras Dominic va tranquilizán
tranquilizándose
dose en mis
brazos.

La respuesta a mi pregunta entra en el salón cubierto por ropa interior de Rachel.

—¡Izquierdo!
—¡Izquierdo! —grita mi mujer haciendo que el robot se detenga de inmediato.
—Se ha vuelto completamente loco, Rachel —dice Gregory con tono de desesperación.

Es increíble lo humano que parece. Tras


Tras darle un cuerpo, Gregory se ha converdo en uno más de
la familia. Ahora, aparte de ser el asistente de Rachel, también es el canguro oficial de nuestro hijo.
La verdad es que no sé qué haríamos sin él.

—Vale, voy a llevar al niño a su habitación. —Señalo a Izquierdo y frunce el ceño—. Rach, pon
—Vale,
orden en esos trastos o te juro que los encierro en el sótano.

—¿A mí también? —pregunta Gregory abriendo mucho los ojos.

Paso a su lado y golpeo su hombro con la palma de mi mano.


—No, colega. Tú eres la única persona sensata de esta casa —digo marchándome del salón.

Subo a la habitación de Dominic y tras jugar un rato con él, termina quedándose dormido, de
modo que lo tumbo ene n su cuna y me quedo observándolo en silencio mientras
mientras duerme.

—No se va a escapar de ahí, ¿sabes? —susurra Rachel abrazánd


abrazándome
ome por la espalda.

Sonrío y echo mi brazo hacia atrás para atraerla a mi costado.

—Lo sé, pero me gusta ver como duerme. Cada día se parece más a .

—Pues será por la mala leche, porque en el resto es una calcomanía tuya —señala.

—Sí, debe ser por eso. —Beso su frente y suspiro volviendo a mirarlo—. ¿Cuánd
¿Cuándo
o crees que
podremos tener otro?

Desvío la mirada hacia Rachel al notar que se aparta de mí bruscamente.

—No hablas en serio —dice frunciendo el ceño. Alzo una ceja y ella niega con la cabeza—. No, ni
de puta broma.

Sale a toda prisa de la habitación y yo río siguiéndola.

Creo que me va a costar un poquito convencerla, pero lo lograré. Puedo llegar a ser un grano el
culo cuando me lo propongo.

Agradecimientos

Hola de nuevo. Si habéis llegado hasta aquí, espero que lo pasarais bien con Rachel y sus locuras.
No hay palabras suficientes en el vocabulario español para agradeceros todo el apoyo y el cariño
que recibo de vuestra parte. Gracias a vosotros, los lectores, puedo seguir haciendo lo que más me
gusta en el mundo, creando nuevas historias.

Ahora empiezo con la ronda de agradecimientos. Son demasiadas personas las que hacen parte de
mi vida y espero no olvidarme de nadie.

Recuerdo perfectamente el día que tuve la idea de escribir esta historia. Estaba hablando por
WhatsApp con Raki y ella fue la primera en tener que soportar mi vomito de palabras. Gracias,
compañera noctambula.
noctambula. Sin , nada de esto habría sido posible.

Sigo con mis Crazys. Choche, Maripuri, Mara, Trilli


Trilli y Rach. Les debo demasiado a todas ellas, y
espero de todo corazón poder pagarles algún día todo el apoyo y el cariño que me brindan.

A las diosas, semidiosas y ninfas del Olimpo entre libro


libros,
s, solo puedo decirles gracias. De todo
corazón muchas gracias por luchar por mí y por muchos otros autores sin pedir nada a cambio. Sois
maravillosas.
No quiero olvidarme de tres grupos que también hacen una labor maravillosa, The readers coven,
Bleu books y Velaris. Os quiero mucho, chicas.

A mis bipocabras maravillosas,


maravillosas, ellas son las que me alegran en mis días tristes, las que me sacan
una sonrisa, aunque no tenga ganas de reír. Son mis niñas y las adoro.

Mi grupo de betas, Tina, Heidy, Bey, mi tocaya Jessi, Paola, Adri y Moni. Gracias por aguantar
todas mis locuras. Vosotras habéis sido parte de este proyecto y un pedacito de él también es
vuestro. Moni, Adri, las originales. Vosotras lleváis
lleváis más años aguantándome. No sé cómo lo hacéis,
pero os quiero muchísimo.

Luce de Bookdesign LT, la creadora de la gran portada de Cox. Muchas gracias por todo, niña.
Tienes un talento excepcional y sé que vas a llegar muy lejos.
Fer, mi buscadora oficial de musos. Algún día te cansarás de mí, pero mientras tanto voy a seguir
abusando de mi suerte. Maca, la creadora de los mejores booktrailers
booktrailers que he visto y mi tocadora
de pelotas personal. Te odio, ya lo sabes.

Xio, Ilyn, Eryka, Emi, Ana, Anita, Despiste, Marian, YYoli,


oli, y muchas otras más. Gracias de todo
corazón por estar siempre a mi lado.

Mara, mi compañera de viaje, de verdad que no sabría qué hacer sin . Eres mi pepito grillo
parcular, la voz de mi conciencia y la insgadora de la mayoría de mis maldades. Te adoro.

Ahora quiero seguir agradeciendo


agradeciendo a esas personas que forman parte de mi día a día. A mi suegra,
Elena, por darme tanto sin pedir nada a cambio, por estar ahí en los buenos y malos momentos,
actuando como una verdadera madre para mí. No me llegará la vida para agradecérselo.

A mi familia por apoyarme incondicionalmente y también a mi pata, esa amiga que siempre está
ahí cuando la necesito.

Por úlmo, al amor de mi vida, gracias por darme una razón para exisr. Te quiero, Manu.

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