Los Cuatro Pilares de La Educació, Enviar A Los Grupos

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LOS CUATRO PILARES DE LA EDUCACIÓN, SEGÚN LA UNESCO

Desarrolla una lectura reflexiva del siguiente recurso didáctico que aborda los cuatros

pilares de la educación, a partir de ahí reflexiona sobre estos aspectos.

1- Citas los cuatro pilares o ejes fundamentales de la educacion, para ti cuales son

los aspectos más trascendentales a tomar en consideración en cada pilar.

2- ¿Qué necesita una mente íntegramente formado en esta época?

3- ¿Sería posible concebir una educación que permitiera evitar los conflictos o

solucionarlos de manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de

sus culturas y espiritualidad?

4- ¿Cómo mejorar esta situación?

5- ¿cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo

tiempo, cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado de trabajo, cuya evolución

no es totalmente previsible?

6- Considera usted que los cuatro pilares de la educacion son potenciando desde la

oferta educativa que nos ofrece el sistema educacional actual.

La educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en

el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del

conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la

comprensión; aprender a hacer, para poder influir sobre el propio entorno.

Aprender a conocer Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de

conocimientos clasificados y codificados que al dominio de los instrumentos mismos

del saber, puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana. En cuanto a

medio, consiste para cada persona en aprender a comprender el mundo que la rodea, al
menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades

profesionales y comunicarse con los demás. Como fin, su justificación es el placer de

comprender, conocer, de descubrir. Aunque el estudio sin aplicación inmediata este

cediendo terreno frente al predomino actual de los conocimientos útiles, la tendencia a

prolongar la escolaridad e incrementar el tiempo libre debería permitir a un número

cada vez mayor de adultos apreciar las bondades del conocimiento y de la investigación

individual. El incremento del saber, que permite comprender mejor las múltiples facetas

del propio entorno, favorece el despertar de la curiosidad intelectual, estimula el sentido

crítico y permite descifrar la realidad, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía de

juicio. Desde esa perspectiva, insistimos en ello, es fundamental que cada niño, donde

quiera que este, pueda acceder de manera adecuada al razonamiento científico y

convertirse para toda la vida en un “amigo de la ciencia” 1 en los niveles de enseñanza

secundaria y superior, la formación inicial de proporcionar a todos los alumnos los

instrumentos, conceptos y modos de referencia resultantes del progreso científico y de

los paradigmas de la época. Sin embargo, puesto que el conocimiento es múltiple e

infinitamente evolutivo, resulta cada vez más utópico pretender conocerlo todo; por ello

más allá de la enseñanza básica, la idea de un saber omnisciente es ilusoria. Al mismo

tiempo, la especialización incluso en el caso de futuros investigadores no debe excluir

una cultura general. “En nuestros días una mente verdaderamente formada necesita una

amplia cultura general y tener la facilidad de estudiar a fondo un pequeño número de

materias. De un extremo a otro de la enseñanza, debemos favorecer la simultaneidad de

ambas tendencias”2 pues la cultura general, apertura a otros lenguajes y conocimientos,

permite ante todo comunicar. Encerrado en su propia ciencia, el especialista corre un

riego de desinteresarse de lo que hacen los demás. En cualesquiera circunstancias, le

resultara difícil cooperar. Por otra parte, argamasa de las sociedades en el tiempo y en el
tiempo y en el espacio, la formación cultural entraña a una apertura a otros campos del

saber, lo que contribuye a fecundas entre disciplinas diversas. En el ámbito de la

investigación, en particular, el progreso de los conocimientos se produce a veces en el

punto en el que confluyen disciplinas diversas. Aprender para conocer supone, en

primer término aprender a aprender, ejercitando la atención, la memoria y el

pensamiento. Desde la infancia, sobre todo en las sociedades dominadas por la imagen

televisiva, el joven debe aprender a concentrar su atención a las cosas y a las personas.

La vertiginosa sucesión de informaciones en los medios de comunicación y el frecuente

cambio del canal de televisión, atenta contra el proceso de descubrimiento, que requiere

una permanencia y una profundización de la información captada. Este aprendizaje de la

atención puede adoptar formas diversas y sacar provecho de múltiples ocasiones de la

vida (juegos, visitas a empresas, viajes, trabajos prácticos, asignaturas científicas, etc.).

Para cumplir el conjunto de las misiones que les son propias, la educación debe

estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la

vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pilares del conocimiento: aprender a

conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para

poder influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar

con los demás en todas las actividades humanas; por último, aprender a ser, un proceso

fundamental que recoge elementos de los tres anteriores. Por supuesto, estas cuatro vías

del saber convergen en una sola, ya que hay entre ellas múltiples puntos de contacto,

coincidencia e intercambio. Mas, en general, la enseñanza escolar se orienta

esencialmente, por no decir que de manera exclusiva, hacia el aprender a conocer y, en

menor medida, el aprender a hacer. Las otras dos formas de aprendizajes dependen las

más de las veces de circunstancias aleatorias, cuando no se les considera una mera

prolongación, de alguna manera natural, de las dos primeras. Pues bien, la comisión
estima que, en cualquier sistema de enseñanza estructurado, cada uno de esos cuatro

“pilares del conocimiento” debe recibir una atención equivalente a fin de que la

educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la

sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos cognoscitivos y

practico.

Aprender a hacer Aprender a conocer y aprender a hacer son, en gran medida,

indisociables. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado a la cuestión de la

forma profesional: ¿cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al

mismo tiempo, como adaptar la enseñanza al futuro mercado del trabajo, cuya evolución

no es totalmente previsible? La comisión procurara responder en particular a esta última

interrogante. Al respecto, corresponde establecer una diferencia entre las economías

industriales, en las que predomina el trabajo asalariado, y las demás, en las que subsiste

todavía de manera generalizada el trabajo independiente o ajeno al sector estructurado

de la economía. En las sociedades basadas en el salario que se han desarrollado a lo

largo del siglo XX conforme al modelo industrial, la sustitución del trabajo humano por

maquinas convierte a aquel en algo cada vez más inmaterial y acentúa el carácter

conflictivo de las tareas, incluso la industria, así como la importancia de los servicios en

la actividad económica. Por lo demás, el futuro de esas economías está suspendido a su

capacidad de transformar el progreso de los conocimientos e innovaciones generadoras

de nuevos empleos y empresas. Así pues, ya no puede darse a la expresión “aprender a

hacer” el significado simple que tenìa cuando se trataba de preparar a alguien para una

tarea material bien definida, para que participase en la fabricación de algo. Los

aprendizajes deben, así pues, evolucionar y ya no pueden considerarse mera transmisión

de pràcticas màs o menos rutinarias, aunque estos conserven un valor formativo que no

debemos desestimar. De la noción de Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los
demás Sin duda, este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la

educación contemporánea. Demasiado a menudo, la violencia que impera en el mundo

contradice la esperanza que algunos habían depositado en el progreso de la humanidad.

La historia humana siempre ha sido conflictiva, pero hay elementos nuevos que

acentúan el riesgo, en particular el extraordinario potencial de autodestrucción que la

humanidad misma ha creado durante el siglo XX. A través de los medios de

comunicación masiva, la opinión pública se convierte en observadora impotente, y hasta

en rehén, de quienes generan o mantienen vivos los conflictos. Hasta el momento, la

educación no ha podido hacer mucho para modificar esta situación. ¿Seria posible

concebir una educación que permitiera evitar los conflictos o solucionarlos de

manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de sus culturas y

espiritualidad? La idea de enseñar la no-violencia en la escuela es loable, aunque solo

sea un instrumento entre varios para combatir los prejuicios que llevan al

enfrentamiento. Es una tarea ardua, ya que, como es natural, los seres humanos tienden

a valorar en exceso sus cualidades y las del grupo al que pertenecen y a alimentar

prejuicios desfavorables hacia los demás. La actual atmósfera competitiva impérate en

la actividad económica de cada nación y, sobre todo a nivel internacional, tiende

además a privilegiar el espíritu de competencia y el éxito individual. De hecho, esa

competencia da lugar a una guerra económica despiadada y provoca tensiones entre los

poseedores y los desposeídos que fracturan las naciones y el mundo y exacerban las

rivalidades históricas. Es de lamentar que, a veces, a la educación contribuya a mantener

ese clima al interpretar de manera errónea la idea de emulación. ¿Cómo mejorar esta

situación? La experiencia demuestra que, para disminuir ese riesgo, no basta con

organizar el contacto y la comunicación entre miembros de grupos diferentes (por

ejemplo, en escuelas a las que concurran niños de varias etnias o religiones). Por el
contrario, si esos grupos compiten unos con otros o no están en una situación equitativa

en el espacio común, este tipo de contacto puede agravar las tensiones latentes y

degenerar en conflictos. En cambio, si la relación se establece en un contexto de

igualdad y se formulan objetivos y proyectos comunes, los prejuicios y la hostilidad

subyacente pueden dar lugar a una cooperación más serena e, incluso, a la amistad.

Parecería entonces adecuado dar a la educación dos orientaciones complementarias. En

el primer nivel, el descubrimiento gradual del otro. En el segundo, y durante toda la

vida, la participación en proyectos comunes, un método quizá eficaz para evitar o

resolver los conflictos latentes. El descubrimiento del otro La educación tiene una doble

misión: enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de

coincidencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos.

Desde la primera infancia, la escuela debe, pues, aprovechar todas las oportunidades

que se presenten para esa doble enseñanza. Algunas disciplinas se prestan

particularmente a hacerlo, como la geografía humana desde la enseñanza primaria y,

más tarde, los idiomas extranjeros.

Aprender a ser Desde su primera reunión, la comisión ha reafirmado enérgicamente un

principio fundamental: la educación debe contribuir al desarrollo global de cada

persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad

individual, espiritualidad. Todos los seres humanos deben estar en condiciones, en

particular gracias a la educación recibida en su juventud, de dotarse de un pensamiento

autónomo y crítico y de elaborar un juicio propio, para determinar por sí mismos qué

deben hacer en las diferentes circunstancias de la vida. El informe aprende a hacer

(1972) manifestaba en su preámbulo el temor a una deshumanización del mundo

vinculada a la evolución tecnológica.4. La evolución general de las sociedades desde


entonces y, entre otras cosas, el formidable poder adquirido por los medios de

comunicación masiva, ha agudizado ese temor y dado más legitimidad a la advertencia

que suscitó. Posiblemente, en el siglo XXI amplificará estos fenómenos, pero el

problema ya no será tanto preparar a los niños para vivir en una sociedad determinada

sino, màs bien, dotar a cada cual de fuerzas y puntos de referencia intelectuales

permanentes que le permitan comprender el mundo que le rodea y comportarse como un

elemento responsable y justo. Más que nunca, la función esencial de la educación es

conferir a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos

y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la plenitud y seguir

siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino. Este imperativo no es solo de

naturaleza individualista: la experiencia reciente demuestra que lo que pudiera parecer

únicamente un modo de defensa del ser humano frente a un sistema alienante o

percibido como hostil es también, a veces, la mejor oportunidad de progreso para las

sociedades. La diversidad de personalidades, la autonomía y el espíritu de iniciativa,

incluso el gusto por la provocación son garantes de la creatividad y la innovación. Para

disminuir la violencia o luchar contra los distintos flagelos que afectan a la sociedad,

métodos inéditos derivados de experiencias sobre el terreno, han dado prueba de su

eficacia. En un mundo en permanente cambio uno de cuyos motores principales parece

ser la innovación tanto social como económica, hay que conceder un lugar especial a la

imaginación y a la creatividad; manifestaciones por excelencia de la libertad humana,

pueden verse amenazadas por cierta normalización de la conducta individual. El siglo

XXI necesitará muy diversos talentos y personalidades, además de individuos

excepcionales, también esenciales en toda civilización. Por ello, habrá que ofrecer a

niños y jóvenes todas las oportunidades posibles de descubrimiento y

experimentación estética, artística, deportiva, científica, cultural y social que


completaran la presentación atractiva de lo que en esos ámbitos hayan creado las

generaciones anteriores o sus contemporáneos

Los cuatro pilares de la educación son: aprender a conocer, aprender a ser, aprender

a vivir juntos y aprender a hacer.

Aprender a conocer. Este tipo de aprendizaje tiende menos a la adquisición de

conocimientos clasificados y codificados que el dominio de los instrumentos mismo del

saber., pude considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana. En cuanto

medio, consiste para cada persona en aprender a comprender el mundo que le rodea, al

menos suficientemente para vivir con dignidad, desarrollar capacidades profesionales y

comunicarse con los demás. Como fin, su justificación es el placer de comprender, de

conocer, de descubrir.

Aprender para conocer supone, en primer término, aprender a aprender, ejercitando la

memoria, la atención y el pensamiento.

Aprender a aprender es la estrategia que pretende que el alumnado aprenda a manejar

sus "herramientas" de aprendizaje autónomo.

Aprender a ser. Como la educación debe contribuir al desarrollo global de cada persona:

cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad individual y

espiritualidad, entonces, aprender a ser equivale a florecer la personalidad, para obrar

con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal.

El aprender a hacer está estrechamente vinculado a la cuestión de la formación

profesional: ¿cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al


mismo tiempo, cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado de trabajo, cuya

evolución no es totalmente previsible?

Aprender a vivir juntos, es concebir una educación que permita evitar los conflictos o

solucionarlos de manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de su

culturas y espiritualidad, por lo que se debe enseñar la no violencia en la escuela.

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