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Dirección de Ética y Formación Cristiana

Programa de Formación Cristiana

DOCTRINA SOCIAL DE
LA IGLESIA

Versión 2020-2
Versión 2019-1

CONTENIDOS CLAVES DE ASIGNATURA: DOCTRINA SOCIAL

Unidad 1: Fundamentos sociales e históricos de la Doctrina Social de la


Iglesia
Objetivo de la Unidad: Reconocer la naturaleza y la importancia de los elementos
que fundamentan la Doctrina social de la Iglesia, con la finalidad de interpretar y
transformar los acontecimientos de la realidad social desde el punto de vista
cristiano.

Semana 1: Dios sale al encuentro del ser humano en la vida cotidiana

“La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Todas las


responsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de la
caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley”
(Benedicto XVI)

Objetivo de aprendizaje: Reconocer la DSI como una propuesta para el desarrollo


de una sociedad más justa con la finalidad de abordar las problemáticas sociales a
la luz de la Revelación.

Conceptos claves: Dios, vida social, DSI, actualidad.

1. Dios sale al encuentro del ser humano y lo acompaña en la vida social.

Estamos comenzando un nuevo curso entre tantos que te ofrece Duoc UC


para avanzar en tu carrera. El curso de Doctrina Social de la Iglesia (DSI)
pertenece al Programa de Formación Cristiana y de seguro has tenido otros como
Antropología y Ética, que pertenecen al Programa de Ética. Todas las temáticas
que has podido estudiar en estos cursos aportan a tu formación integral. Como
Duoc UC no sólo queremos buenos profesionales en el ámbito técnico, sino
también en lo humano y con una visión amplia de la realidad social. Respecto a

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Versión 2019-1
los contenidos que has estudiado o que vas a estudiar podríamos pensar que son
totalmente teóricos, pero iremos viendo que, si bien es cierto tienen una sólida
base teórica, son de grandes implicancias para la vida práctica. Así, el respeto por
la dignidad humana que se enseñó en Antropología y la práctica de las virtudes
estudiada en Ética son cuestiones que se realizan en la acción misma y que se
deben desarrollar en el día a día. En esta misma línea está este curso de
Formación Cristiana. Muchas veces todos nos hemos preguntado: ¿cómo actuar
frente al tema de la inmigración? ¿Por qué hacer un emprendimiento económico
que respete la naturaleza? ¿Por qué debemos respetar la dignidad de un
trabajador? ¿Qué rol juega la familia en la sociedad?, etc. Todos estos
cuestionamientos y muchos otros irán apareciendo en tu vida laboral, pues son
temas muy actuales y que como buenos profesionales tenemos que enfrentar.
Podemos adelantarte que la DSI te va a dar las directrices generales para que
puedas reflexionar de manera fundamentada y actuar de manera correcta.

Una pregunta que probablemente te estás haciendo en este momento es ¿por qué
tenemos que hacer un curso de estas características los que estudiamos una
carrera técnica o profesional? Tenemos la convicción que esta asignatura será un
aporte para tu vida, y hay cuatro razones para ello.

La primera, porque como institución católica creemos que es necesario seguir


reflexionando acerca de la riqueza del mensaje que entrega Jesucristo, pues “Dios
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”1.
La segunda, es que la fe cristiana es de carácter universal y todos estamos
llamados a participar libre y voluntariamente de ella, ya que es un regalo que todo
ser humano puede recibir gratuitamente; para decidir y participar hay que conocer
primero. La tercera, es que hay muchos elementos de la fe cristiana, en nuestro
mundo occidental, que son parte de nuestra vida cotidiana, y que facilitan nuestra
vida y que se han hecho naturales. Por esta razón, vemos que es importante
enseñarlos, para que se comprendan experiencias que están presentes en nuestra

1 1 Tim 2, 3-4.

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Versión 2019-1
vida. Y por último, tal como lo estudiaste en el curso de Antropología, el ser
humano posee una dimensión trascendente o religiosa. Nuestro espíritu anhela
con todas sus fuerzas saciar esa “hambre” de Dios, esto exige de parte de
nosotros la transformación de la sociedad según el proyecto original de Dios, a
esto llamaremos: “la civilización del amor”.
Por civilización del amor, entendemos: “ese conjunto de condiciones
morales, civiles y económicas, que permiten a la vida humana una mejor
posibilidad de existencia, una razonable plenitud, un feliz destino eterno”2. Por
tanto, este curso te ayudará a entender ese anhelo de condiciones más humanas
y darle un sentido profundo a tu vida personal y profesional en la conformación de
la civilización del amor. Esas son algunas razones de por qué te queremos invitar
a estudiar la DSI.

¿Pero de dónde obtiene el catolicismo este impulso? Una de las principales


características del cristianismo es que Dios se hace persona para acompañarnos
en nuestra vida; no es un Dios lejano, sino cercano, que camina junto a nosotros.
Dios, en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, es por esencia un Dios
relacional, que se relaciona con el ser humano. En efecto, Dios en la persona de
Jesús muestra su verdadero rostro amoroso: “porque tuve hambre, y me dieron de
comer; tuve sed, y me dieron de beber; era un extraño y me hospedaron; estaba
desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”3.
Tal como lo señalamos, Dios no es un ser alejado de la realidad cotidiana, ni
tampoco lo debe ser el cristiano, sino que debe estar inserto en la realidad,
impactando su entorno, tal como lo hizo Jesús.
La presencia de Dios en nuestra vida y sociedad nos impulsa a preguntarnos
¿qué tiene que decir el cristianismo al respecto? San Alberto Hurtado decía.
“¿Qué haría Cristo en mi lugar?” La DSI es un intento por interpretar fielmente lo
que Jesús haría en la sociedad y se lo propone al ser humano de hoy como
inspiración de su actuar.

2 Este término fue propuesto por el Papa Pablo VI en 1975, clausura del Año Santo.
3 Mt 26, 35-36.

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Versión 2019-1

2. Naturaleza y sentido de la Doctrina social de la Iglesia.

Tal como lo hemos señalado, una de las características del cristianismo es


que Dios acompaña a la persona en todo el recorrido de su vida para que tenga
vida abundante. Este caminar, tal como es la vida, está lleno de momentos y
situaciones que nos hacen gozar de felicidad, pero también de problemáticas que
nos hacen sufrir y nos ponen a prueba. Por lo mismo, la DSI se ha ido
“construyendo” gracias a la reflexión misma de estas problemáticas a la luz de la
Revelación divina y especialmente a la de los Evangelios. Así pues, debido a esta
mirada desde Dios, podemos decir que la DSI es de naturaleza teológica, es decir,
pertenece a la ciencia que estudia a Dios, porque es desde la perspectiva de Dios
que se estudia el hecho social. Pertenece específicamente a la Teología Moral,
que orienta la vida del ser humano en la sociedad teniendo como base el amor de
Dios. Entonces, podemos definir a la DSI como un conjunto de enseñanzas que
nos da la Iglesia para vivir de manera plena en la vida social.

Cabe señalar que la DSI no es propiamente un invento del ser humano,


pues emana de una sola fuente: la Revelación, que corre por dos cauces; por una
parte la Escritura o la Biblia y por otra la Tradición de la Iglesia. Esta revelación es
el deseo de Dios de mostrarse a la persona y contarle cuál es su proyecto.

Dios es el autor de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradición porque


inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y por medio de ellos. Esto nos da la
seguridad de que estos escritos enseñan sin error la verdad salvífica4. Además,
Cristo dijo y realizó muchas otras cosas que no están por escrito,
encomendándole a sus doce Apóstoles que las transmitieran a las futuras
generaciones. Estas enseñanzas transmitidas es lo que llamamos Tradición. Ésta
se ha desarrollado de manera ininterrumpida a lo largo de la historia y lo hará

4 Cfr. Dei Verbum, nº11. En adelante DV.

4
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hasta el fin de los tiempos. En efecto, la Escritura y la Tradición constituyen el
depósito sagrado de la palabra de Dios.5

Sin embargo, la Palabra de Dios necesita ser interpretada y actualizada


para que responda a las problemáticas sociales y no esté descontextualizada y,
por lo tanto, alejada de la realidad del ser humano. Esta labor la cumple el
Magisterio de la Iglesia ejercida por el Papa y los Obispos, asistidos por el Espíritu
Santo. Tiene por finalidad explicar y custodiar la fe recibida, actualizándola
constantemente en una nueva comprensión para arrojar luces sobre nuevas
situaciones a las que nos vemos enfrentados diariamente. Por tanto, la DSI tiene
como fuente esencial: la Escritura y la Tradición de la Iglesia6, por eso no es un
invento del primeramente humano.

Para cumplir su objetivo más plenamente, la DSI se sirve también de


ciencias auxiliares. Éstas, como la antropología, psicología, y economía, por citar
algunas, ayudan a comprender y resolver una serie de desafíos sociales,
ampliando la comprensión del ser humano, permitiendo a la DSI abordar de
manera más clara y precisa los problemas de la sociedad.

Por otra parte, la tarea de la DSI es doble: por una parte, anuncia a Cristo y la
transformación de la sociedad según su modelo para construir la civilización del
amor y denuncia los atropellos a la dignidad del ser humano en la vida social. Lo
que está de por medio es la defensa “del hombre en toda su verdad, en su plena
dimensión. No se trata del hombre «abstracto» sino real, del hombre «concreto»,
«histórico»7. Por otra parte, la Iglesia, a través de la DSI, tiene la obligación de
salvaguardar la dignidad de la persona y promover una civilización del amor y una
cultura de la vida para que este se desarrolle plenamente.

5 DV, nº10.
6 Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 74. En adelante Compendio DSI.
7 Encíclica Redemptor Hominis, nº 13.

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Versión 2019-1
3. Cristo en medio nuestro: actualidad de la DSI.

En reiteradas ocasiones, ante problemáticas de la vida cotidiana, vemos


dificultades para dar soluciones o actuar correctamente. Muchas veces, es porque
no sabemos cómo actuar o por desconocimiento de la realidad social. El ser
humano cuando debe tomar decisiones busca referencias o paradigmas de cómo
actuar. Pues bien, el modelo para el cristiano es el mismo Cristo. En el Sermón de
la montaña o comúnmente conocido «las Bienaventuranzas» 8 se ve cómo las
problemáticas cotidianas que vive todo ser humano, desde la perspectiva de Dios,
se pueden resolver desde otra mirada. La próxima semana nos adentraremos más
detalladamente en las Bienaventuranzas. Sin embargo, adelantaremos algunas
ideas.

En las Bienaventuranzas se nos presentan problemáticas que en nuestra


sociedad se viven a diario: injusticias, hambre, las personas que sufren, pero lo
novedoso es la valoración que hace Jesús de estas situaciones que comúnmente
miramos como desgracias. Los criterios del mundo nos dirían: “si sufres injusticia,
paga con injusticia”, “si eres perseguido, arráncate”, “si te odian, tú también tienes
el derecho a odiar”. Pero el lenguaje y la lógica de Dios son radicalmente distintos.
En las bienaventuranzas Jesús nos da una guía de cómo actuar y conformar una
civilización del amor. La lógica de Dios es la del amor.

Nosotros queremos que conozcas qué hizo Cristo y sugerirte qué es lo que
debes hacer desde la perspectiva del amor. Cuando el ser humano comienza a
mirar y a vivir a través de Dios, cuando camina con Jesús, entonces vive con los
criterios de amor9; con Jesús entra la felicidad en la tribulación y desolación.

Te invitamos en primer lugar a escuchar atenta y respetuosamente qué


podemos decir desde la perspectiva de Jesús respecto a las problemáticas

8 Mt. 5, 3-12.
9 Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, p. 99.

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Versión 2019-1
sociales; en segundo lugar, a colocar todo tu esfuerzo intelectual para que des lo
mejor de ti en este curso; y, por último, comprometerte a contribuir a una
civilización del amor mediante tu trabajo profesional, pues el verdadero desarrollo
integral del ser humano implica ser un aporte efectivo a la construcción de la
civilización del amor.

7
Versión 2019-1

Semana 2: Cristo: el modelo a seguir.


“Solo podrá ser guía de los demás en la medida en que él mismo sea conducido
por Cristo, en la medida en que reproduzca su modelo, o al menos tienda a él…
hasta que pueda decir: ya no soy yo el que vive en mí; ¡es Cristo!”
(San Alberto Hurtado)

Objetivo de aprendizaje: Identificar en los actos y palabras de Cristo un camino a


seguir para vivir de manera plena en la sociedad.

Conceptos claves: Cristo, amor, evangelio, bienaventuranzas, vida social.

1. Dios sale al encuentro de la persona en Cristo.

La semana anterior estuvimos estudiando en qué consistía la Doctrina


Social de la Iglesia. En aquella oportunidad dijimos que la DSI es de naturaleza
teológica y especialmente de teología moral, pues orienta la vida del ser humano
en la sociedad desde la perspectiva del amor de Dios. En este sentido, la DSI no
es un invento de la persona, pues emana de una sola fuente, que es la revelación,
contenida en dos cauces: uno escrito, la Biblia y otro oral, la Tradición que nutre el
Magisterio de la Iglesia. Expusimos también que la DSI tiene la finalidad de
anunciar el sentido social del mensaje de Cristo y denunciar cuando se atropellan
los derechos fundamentales de las personas y su dignidad. En resumen, nos
propone que la humanidad está llamada a formar una sociedad con los criterios de
la caridad, la llamada civilización del amor.
Pero ¿quién es Cristo Jesús? Es el centro de la vida cristiana, el Hijo de
Dios. De esta manera los seguidores de Jesús, se les llama cristianos y su
práctica religiosa se conoce como el cristianismo. Pues bien, una de las
características esenciales del cristianismo es revelarnos que Dios es Trino: es
Padre, Hijo y Espíritu Santo. No es que sean tres dioses, sino que es un Dios en

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Versión 2019-1

tres Personas: el Padre crea, el Hijo redime y el Espíritu Santo santifica con su
amor. Cristo es la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, que se
encarnó en la Virgen María. Al venir al mundo él enseñó y realizó muchos milagros
que están atestiguados en la Biblia. Pero el centro de su vida es la Pasión, Muerte
y Resurrección. Al hacerse Persona, Dios se hace visible a los seres humanos
como amigo y les enseña el camino hacia la plenitud. Quiere entrar en comunión
con nosotros y recibirnos en su compañía. Así, Dios acompaña a la persona en
todas las etapas de su vida y en el contexto social en el que éste se desenvuelve.
Dios nunca ha dejado solo a la persona, así lo demostró con Cristo y lo sigue
demostrando día a día. Dios es amor y muestra su rostro amoroso en Jesús,
entregando su vida por todos los seres humanos. El nombre de Jesús (Jeshua)
significa “salvación” o “Dios salva”: “Él salvará a su pueblo de los pecados”. A su
vez término Cristo significa “mesías” que a su vez viene de “ungido”, es decir, es el
elegido de Dios para salvar al ser humano y a todo el mundo del pecado y sus
consecuencias.

Una vez cuando Jesús iba de camino a una ciudad con sus discípulos les
preguntó a ellos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” La mayoría de
las personas pensaban que era un profeta más de entre tantos, sin embargo,
Jesús les vuelve a preguntar: “Y según ustedes, ¿quién soy yo? Simón Pedro
respondió: Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”1. Pero ¿cómo es Jesús de
Nazaret? ¿Cómo podemos acercarnos su figura? El texto de las
Bienaventuranzas, que veremos a continuación, nos puede ayudar a comprender
de verdad como es Jesús mismo y lo qué había en su corazón.
Este conocimiento de Cristo es muy importante porque en la medida que
conocemos a Jesús, vamos adentrándonos más en el misterio de Dios y, por
consiguiente, vamos también conociendo más quién es la persona. A la inversa
conociendo verdaderamente más al ser humano y valorando más su dignidad

1 Mt 16, 13-16.

2
Versión 2019-1

también vamos acercándonos más al conocimiento de Dios. Pues fue creado a


imagen y semejanza de Dios, fuente última de la dignidad humana.
En suma, la DSI tiene como criterio y fundamento último a la persona y el
mensaje de Jesús. Desde esa perspectiva, nos invita a construir la civilización del
amor.

2. El Evangelio: Jesús y la Buena noticia.

La Palabra de Dios escrita, es decir, las Sagradas Escrituras es el elemento


clave para comprender cómo Dios se ha ido manifestando y regalando a la
persona; y para conocer quién es Jesús. En la condescendencia de su bondad,
Dios, para revelarse a los seres humanos, les habla en palabras humanas: «La
palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje
humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición
humana, se hizo semejante a los hombres»2. Dios baja al ser humano y se
asemeja a él para que éste le pueda conocer. En la Sagrada Escritura podemos
encontrar lo que Dios le ha comunicado y le comunica a cada persona y a toda la
sociedad.

La Palabra de Dios es sagrada, pues los libros se escribieron inspirados por


el Espíritu Santo y el autor último es Dios mismo. De esto se sigue que estos libros
enseñan sin error la verdad de lo que Dios quiere que hagamos en nuestra vida
personal y social.

La Sagrada Escritura se divide en dos grandes partes: Antiguo Testamento


y Nuevo Testamento. El primer grupo de libros nos relata cómo Dios fue
preparando la venida de Jesús y la pedagogía que Dios ha propuesto para salir al
encuentro del ser humano. El otro grupo, el Nuevo Testamento, nos ofrece la

2 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n° 101.

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Versión 2019-1

verdad definitiva de la Revelación divina, su objeto central es Jesucristo, el Hijo de


Dios encarnado. Sus palabras y sus obras, su pasión, muerte y resurrección
ocupan el centro de los cuatro evangelios. Los Evangelios son el corazón de
todas las Escrituras por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la
Palabra hecha carne, nuestro Salvador. En los Evangelios se relatan
acontecimientos tan importantes como el nacimiento de Jesús, la institución de los
sacramentos, la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Estas enseñanzas no
pasan de moda porque representan las verdades más hondas del sentido de la
vida, del mundo y en definitiva, la verdad sobre Dios.
Dios sale al encuentro del ser humano en las Sagradas Escrituras, y de
manera plena en Jesucristo: “El Rostro de Dios, revelado progresivamente en la
historia de la salvación, resplandece plenamente en el Rostro de Jesucristo
Crucificado y Resucitado. Dios es Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo”3. En
resumen, podemos afirmar que, así como el corazón de Cristo está expresado
fielmente en las Bienaventuranzas, también podemos decir que es imprescindible
conocer a Jesús para descubrir su proyecto social, que hemos llamado la
civilización del amor. Esto lo expresaba concretamente san Alberto Hurtado con la
pregunta: ¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? Para saber la respuesta es
necesario ir al Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas que veremos a
continuación.

3 Las Bienaventuranzas: el corazón de Jesús.

La clase anterior adelantamos que las Bienaventuranzas - que se encuentra


en el Sermón de la Montaña, esto está en el evangelio de san Mateo capítulos 5, 6
y 7. Es un mensaje que Jesús entregó al ser humano y que demuestra realmente
cómo es el corazón de Jesús. La palabra bienaventuranza, la podemos entender
como “feliz”. Veamos qué nos relata Jesús:

3 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n° 31.

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Versión 2019-1

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los


cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de
Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira
toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

Este texto nos presenta una mirada de Jesús reordenando los valores tras
los cuales camina el ser humano. Al leer las bienaventuranzas, lo primero que nos
llama la atención es lo paradójicas que son, parecen lo contrario de lo que
acostumbramos a describir como la felicidad o el triunfo en la vida. Estas
paradojas son precisamente las que vive el cristiano en el mundo de hoy. En
efecto, lo primero que manifiesta el corazón de Jesús es esperanza ante las
problemáticas, pues ante la tribulación y los problemas, Cristo ofrece grandes
recompensas.

Después de mostrarnos qué aprecia Jesús y cómo interpreta las diversas


situaciones de los humanos, nos invita a actuar conforme a sus enseñanzas. Aquí
nacen las exigencias para el cristiano en cuanto persona y en su proyecto de
sociedad. Muchos textos del Sermón de la Montaña nos indican cómo reaccionar y
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Versión 2019-1

responder ante la injusticia, el odio, la necesidad, etc. Desafiando los criterios


corrientes que nos enseñan “si son injustos contigo, paga con injusticia”; “cuando
te injurien, tú también tienes el derecho de hacer lo mismo”. Él nos enseña a
responder con amor hasta el extremo. Los criterios de Jesús están en la lógica del
amor, de querer el bien del otro, incluso dando la vida. Las Bienaventuranzas
dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad. El poder de Dios se
manifiesta ahora en su mansedumbre, su grandeza en su sencillez y cercanía.

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Versión 2019-1

Semana 3: La Iglesia, los Apóstoles y sus sucesores los obispos.

“La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie
que sufra por falta de lo necesario.”
(Benedicto XVI)

Objetivo de aprendizaje: Identificar las estructuras y las fuentes que nos


transmiten la enseñanza de la DSI y que nos permiten ver la realidad con el amor
cristiano.

Conceptos claves: Iglesia, Apóstoles, Tradición y DSI

1. La Iglesia, los Apóstoles y la realidad social.

La semana pasada estuvimos estudiando el fundamento de la DSI:


Jesucristo. Allí dijimos que Jesucristo es la segunda Persona de la Santísima
Trinidad; es Dios hecho hombre. Dios, por amor al ser humano y porque lo busca
incesantemente, tomó carne humana y nació de la Virgen María, padeció el dolor y
el sufrimiento, murió y finalmente resucitó de entre los muertos. Lo anterior
muestra el amor que Dios le tiene a la persona; con la muerte y resurrección de
Jesús llegó la salvación al ser humano. También vimos que las Bienaventuranzas
muestran el verdadero corazón de Jesús, y, por tanto, de Dios. Así descubrimos el
proyecto social que Dios quiere para nosotros y al cual hemos llamado civilización
del amor. Esta semana estudiaremos cómo se transmite la enseñanza de Jesús y
por tanto nos referiremos a su Iglesia, los apóstoles y la Tradición, para revisar
finalmente cómo se vinculan con la Doctrina Social de la Iglesia.

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Versión 2019-1

1.1. La Iglesia.

La vida y enseñanza de Jesús habría quedado olvidada si no hubiera


formado una comunidad de discípulos, seguidores que vivieron con él, lo
escucharon y fueron testigos de su Resurrección. Esta comunidad es la que luego
se recibirá el nombre de Iglesia. Si buscamos alguna definición de qué es la
Iglesia es muy probable que estemos convencidos que es una simple estructura
jerárquica, la infraestructura de un templo o una organización que sólo la
componen los sacerdotes, obispos y religiosas. Sin embargo, la Iglesia es mucho
más que esto. Comencemos por la palabra Iglesia; proviene del griego que
significa “convocar” o “asamblea”. Podemos decir que son todos los convocados a
seguir las enseñanzas de Jesucristo. En ella Dios reúne a su pueblo desde todos
los confines de la tierra. La Iglesia es aquella que vive de la Palabra y del Cuerpo
de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma cuerpo de Cristo.

Podemos también definirla de manera más clara como el “Pueblo de Dios”.


Es todo el Pueblo reunido en el Espíritu, sin distinción de nación, lengua o cultura.
Se llega a ser miembro de este Pueblo por la fe en Cristo y por el Bautismo. Tiene
por “jefe” (cabeza) a Jesús. La identidad de este Pueblo de Dios es la dignidad y la
libertad de los hijos de Dios. La ley de este Pueblo es el amor como el mismo
Cristo amó. Su misión es ser luz del mundo y un germen para la salvación de todo
el género humano. El destino de este Pueblo es el Reino de Dios que Él mismo
Dios comenzó. Por tanto, el Pueblo de Dios lo forman personas de todas las
naciones, ya que de todas las naciones toma sus ciudadanos; ciudadanos de un
Reino que no es de naturaleza terrestre, sino celeste. Para mantener la unión
entre tantos seres humanos que son diversos, el Espíritu Santo derrama sus
dones y nos hace unirnos como un solo cuerpo. El apóstol san Pablo usa esta
analogía de cuerpo para explicar cómo siendo muchas diferentes personas se
logra la unidad. Pensemos en un cuerpo y en todas sus partes; cada uno de
nosotros somos esas partes o miembros que conformamos el cuerpo, la Iglesia,
2
Versión 2019-1

siendo su cabeza Cristo. Así podemos concluir que cuando una parte de los
miembros sufre, todo el cuerpo sufre con él. Por lo mismo, la Iglesia se hace
solidaria del sufrimiento que causan las injusticias sociales y los abusos a la
dignidad humana, y asimismo se alegra cuando los miembros de la comunidad
están bien.

Pero ¿por qué tiene la Iglesia que preocuparse por temas sociales? La
Iglesia no se puede restar de los problemas que aquejan a la sociedad,
precisamente porque Jesús, que es la cabeza de la Iglesia, acompaña al ser
humano en toda su vida; porque todo lo que le afecta a la persona también le
importa a Cristo. Por lo mismo la Iglesia tiene la obligación de defender al sujeto y
cuidar su dignidad, pues éste ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para
ser fermento de la historia. Finalmente, porque la Iglesia recibe la misión de
enseñar el camino hacia la plenitud es que no puede dejar de recibir el llamado a
ponerse al servicio de la humanidad.

1.2. Apóstoles.
Jesús tenía muchos seguidores dentro de los cuales podemos distinguir
discípulos y apóstoles. Los primeros eran seguidores de Jesús, anunciadores de
su Evangelios y de sus enseñanzas, que se sentían atraídos por su persona. Y de
entre los discípulos, Jesús eligió a un grupo de doce, a los que dio el nombre de
Apóstoles. Este grupo ya no sólo son seguidores, sino que Jesús los elije como
“enviados suyos con representación oficial”. Por eso San Pablo dirá: “somos los
embajadores de Cristo, como si Dios nos exhortase por medio de nosotros”1.
Ahora podemos continuar la historia preguntándonos si la importancia de los
apóstoles se limitaba solo hasta su muerte o tenía una trascendencia mayor.
Como las enseñanzas de Jesús deben permanecer hasta el final de los tiempos, la
misión de los apóstoles está llamada a prolongarse a lo largo de los siglos.

1 2 Cor 5,20.

3
Versión 2019-1

¿Quiénes lo hacen? Los obispos. Eso es lo que entendemos cuando se dice que
los obispos son los sucesores de los Apóstoles. Ahora bien, esta comunidad tiene
también una cabeza y ese es Pedro. En los Evangelios se testifica su importancia
y destaca en la vida pública de Jesús, tanto así que el nombre de Pedro se señala
154 veces en el Nuevo Testamento: el Señor hizo de Simón la piedra de su
Iglesia, le entregó las llaves de la Iglesia y lo instituyó Pastor de todo el rebaño, es
decir, de todo el Pueblo de Dios. El Papa es el Sumo Pontífice, obispo de Roma y
sucesor de san Pedro. Cabe señalar que la palabra Papa tiene su origen en griego
y significa simplemente “papá” o “padre”. Tal como un padre da vida a su familia,
así lo hace el Papa con toda la Iglesia universal. Él vive en Roma, la ciudad donde
murió y fue sepultado San Pedro. Podemos ver entonces que la estructura o
jerarquía de la Iglesia no es una cuestión antojadiza ni un simple invento humano,
sino que es el mismo Jesús quien la ha configurado. Así la Iglesia o todo Pueblo
de Dios, dirigida por el Papa y los obispos, se hace parte de los padecimientos y
las alegrías que aquejan a toda la sociedad.

2. La Tradición y la Doctrina Social de la Iglesia.

Todos los principios en los que se fundamenta la Iglesia y todas sus


enseñanzas proceden de Cristo. Pero ¿cómo conocemos las enseñanzas del
Señor? Pues bien, una de las fuentes que nos permiten saber cómo ocurrió el
acontecimiento cristiano y toda la historia de la salvación es la Sagrada Escritura.
Este punto lo estudiamos la semana pasada. Ya dijimos que la Palabra de Dios
escrita está en la Sagrada Escritura, compuesta por el Antiguo Testamento y por
el Nuevo Testamento. Sin embargo, la fe no sólo la hemos recibido por la palabra
Escrita, sino también por una transmisión oral. Esta forma de transmitir la fe de
generación en generación, manteniendo viva la vida de Cristo y su Iglesia es lo
que denominamos Tradición. La Tradición se define como "el conjunto de
verdades reveladas que miran a la fe y costumbres y que no se contienen en la
Sagrada Escritura, sino que las transmite Dios oralmente a su Iglesia. Esta
4
Versión 2019-1

transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en


cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella”2. Por
ella, la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas
las edades lo que es y lo que cree. El Espíritu Santo garantiza la fidelidad de esta
transmisión.

Al ser parte de la sociedad, la fe de la Iglesia incluye una mirada de los


problemas que la aquejan, insertándose en ella y dándole un sentido de
trascendencia según el camino de amor de Jesucristo. De esta manera, la
Sagrada Escritura y la Tradición no están alejadas de la realidad social ni de lo
que vive el ser humano. Así, podemos decir que la Iglesia o Pueblo de Dios
camina y contempla a Dios en la realidad concreta del día a día. Esta fe de la
Iglesia ilumina la realidad dando cuerpo a la DSI como una respuesta
constantemente actualizada a los caminos nuevos de la humanidad. Esta realidad
nos lleva a desafíos siempre nuevos que requiere mirar la enseñanza de Cristo y
actualizarla sin faltar a la verdad que él nos regaló. Muchos autores han
comparado este desarrollo con el crecimiento de un árbol, que siendo más grande
es distinto pero el mismo.

Hemos recorrido así el camino desde Cristo y su enseñanza hasta nuestros


días, gracias a la transmisión que han hecho de los Apóstoles y los obispos que
son sus sucesores. La próxima semana veremos cómo desarrolla la enseñanza la
Iglesia para actualizarla constantemente.

2 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 76-79.

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Versión 2019-1

Semana 4: El Magisterio y la Teología moral, dos caminos para acoger el


proyecto de Dios.

“Es mucho más hermoso iluminar que simplemente brillar; de la misma manera es
más hermoso transmitir a los demás lo que se ha contemplado que solo
contemplar”
(Santo Tomás de Aquino)

Objetivo de aprendizaje: Reconocer en el Magisterio de la Iglesia y la teología


moral una respuesta de amor a la realidad social.

Conceptos claves: Magisterio, Teología, DSI

1. Luz en el quehacer social: el Magisterio.

Hasta aquí hemos estudiado que la Tradición y la Escritura están estrechamente


unidas y compenetradas, pues emanan de la misma fuente que es la revelación.
Pero nos falta una parte muy importante: ¿cómo se actualiza la Iglesia para que su
enseñanza sea novedosa y fructífera para iluminar el camino de la humanidad?
Esta función no la inventó la Iglesia, sino que la recoge el Magisterio de la
invitación que nos hace Jesús a todos: “Vayan y enseñen todo lo que yo les he
enseñado”1.
Para acercarnos al conocimiento del Magisterio necesitamos mirar la
revelación, es decir la Biblia y la Tradición, y buscar qué nos enseña sobre nuestra
vida y la sociedad. Si miramos el proceso de gestación del Magisterio, el momento
inicial es la elección de los Apóstoles enviados por Jesucristo, para transmitir y

1 Mt 2, 28-20.

1
Versión 2019-1

custodiar la fe recibida. En este sentido, el Papa es sucesor de Pedro y los


obispos son sucesores de los Apóstoles, que tienen la misión de interpretar la
Palabra de Dios y la Tradición. El resultado de la interpretación de las Sagradas
Escrituras y la Tradición da origen al Magisterio.

La palabra Magisterio, deriva de la palabra Maestra, apuntando a la misión


que tiene la Iglesia de ser Maestra de los seres humanos. Así, el Magisterio
consiste en "el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o
escrita2". Una tarea del Magisterio es velar porque el Pueblo de Dios permanezca
en la verdad, para que las enseñanzas de Jesús sean entendidas tal cual como Él
las transmitió, pero en un contexto actual. Otra tarea del Magisterio es la de
explicitar lo que ya estaba contenido en la Revelación, y aplicarlo en las
situaciones que se nos presentan hoy. Así, Cristo va guiando y acompañando a su
Pueblo, llamándolo a ser sal y luz para el mundo.

“Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que


la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y
con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la
expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone
como verdad revelada por Dios que se ha de creer"3. Por medio del Magisterio, se
enseña y se escucha el mensaje de Cristo: “El que os escucha a vosotros, a Mí
mismo me escucha”4. Este oficio de enseñar, la Iglesia lo cumple comúnmente
mediante homilías, las catequesis y los documentos escritos. Los escritos de
mayor importancia son los que provienen de un Concilio y las cartas llamadas
encíclicas5 que envía el Papa a los fieles y personas de buena voluntad sobre

2 DV, nº 10.
3 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 86.
4 Lc 10, 16.
5 Las encíclicas son cartas solemnes sobre asuntos relacionados con la vida de la Iglesia y el ser

humano, abarcando a la persona, la sociedad y el mundo.

2
Versión 2019-1

algún tema en específico. Estas enseñanzas en conjunto que abordan temáticas


de carácter social han dado origen a la Doctrina Social de la Iglesia.

Una de estas encíclicas se llama Rerum Novarum, que significa “De las
cosas nuevas”, escrita por el Papa León XIII en el año 1891. Esta es de suma
importancia para este curso, pues es la primera carta que aborda específicamente
la cuestión social desde la coyuntura de la situación de los obreros durante la
revolución industrial. Lo anterior no quiere decir que la Iglesia no se había
preocupado de las problemáticas sociales hasta ese momento; siempre lo ha
hecho tal como lo hizo Jesús. Lo particular de esta encíclica es su tema central,
que son las problemáticas sociales. Por eso, en esta encíclica se defienden
derechos fundamentales de los trabajadores, pues estaban siendo vulnerados y
tratados como máquinas por el avance salvaje de una economía no regulada y por
una sociedad de consumo. En aquel tiempo estábamos en plena Revolución
Industrial y junto a ello se vivían fuertes cambios en la sociedad, pero
lamentablemente se hacía perjudicando la dignidad de los trabajadores, entre los
que se encontraban mujeres y niños.
Un ejemplo más actual de una encíclica social es Laudato Si’ del papa
Francisco, que aborda el tema de la contaminación, el cambio climático y la vida
humana hoy.

2. Las decisiones éticas en la vida cristiana: la teología moral.

La teología, hemos señalado en unas clases anteriores, es la ciencia que


estudia a Dios y la realidad desde Dios. Esta ciencia está dividida según sea el
objeto que quiere estudiar: si es por el ser humano, se llama antropología; si es
por el mundo: creación; si es por la legislación: derecho canónico.
Cuando la teología quiere iluminar la forma de actuar del ser humano recibe
el nombre de teología moral y por ello la DSI se ubica dentro de la Teología Moral
ya que reflexiona sobre la realidad. La moral invita a la persona a actuar de
3
Versión 2019-1

manera libre y correcta, iluminado por el ejemplo de Cristo, las Sagradas


Escrituras, la Tradición y el Magisterio.

La persona es un ser con capacidad de elegir libre y voluntariamente, y


además tiene responsabilidad sobre sus actos. Las decisiones se toman en base
a criterios específicos que están presentes en la Teología Moral. Así el ser
humano no decide de la nada, el primer criterio para tomar una decisión es la ley
natural6. El segundo es la ley positiva. En este sentido, la Teología Moral, es una
ciencia eminentemente práctica, pues tiene que ver con el actuar de la persona.
La Teología Moral, para orientar el acto humano, tiene como fuentes la
Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. De ahí la importancia de establecer
y expresar de manera clara los principios del cristianismo, pues repercuten de
manera directa en la vida de la persona, en la conformación de la sociedad y en
la salvación del ser humano.

Podemos decir entonces, que la DSI en su naturaleza pertenece a la


teología moral, pues orienta el actuar humano en la sociedad a la luz de los
valores cristianos: “(…) se propone como un instrumento para el discernimiento
moral y pastoral de los complejos acontecimientos que caracterizan nuestro
tiempo; como una guía para inspirar, en el ámbito individual y colectivo, los
comportamientos y opciones que permitan mirar al futuro con confianza y
esperanza”7.

La enseñanza de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio en el


ámbito social, se resumen en una propuesta social denominada Doctrina Social de
la Iglesia con el fin que el ser humano pueda construir la civilización del amor:
“Vemos la vicisitud histórica, en la que nos encontramos: y entonces, observando
siempre la vida humana, querríamos abrirle vías de mayor bienestar y civilización,

6 Este tema ya ha sido estudiado en la clase 2 del curso de Ética.


7 Compendio DSI, nº 10.

4
Versión 2019-1

animada por el amor, entendiendo por civilización ese conjunto de condiciones


morales, civiles y económicas, que permiten a la vida humana una mejor
posibilidad de existencia, una razonable plenitud, un feliz destino eterno”8. Así la
Teología Moral y con ello la DSI, es una luz en el camino que guía a la persona
para la consecución de la civilización del amor.

3. El cristiano: luz en la vida social.

A nuestro alrededor podemos apreciar una serie de hechos sociales que


están muy alejados del espíritu cristiano: violencia, desconfianza, pobreza,
vulneración de la dignidad humana en el mundo laboral, acumulación injusta de la
riqueza, etc. En efecto, la sociedad la vamos construyendo mediante nuestras
acciones libres y voluntarias. De esta forma, la responsabilidad en la decisión de
qué tipo de sociedad es la que queremos construir va a depender en gran medida
de la acción de cada persona. Sin embargo, para saber qué y cómo realizar
acciones que respondan a los criterios cristianos primero que todo debemos tener
como criterio último las enseñanzas de amor que nos regaló Jesús. Conectados
con Jesús e iluminados por la fe nos es posible construir una civilización del amor.
Cristo es la luz del mundo, y nos envía diciéndonos: “brille la luz de ustedes
delante de los hombres para que viendo sus buenas obras glorifiquen al Padre
que está en los cielos”9. En efecto, especialmente hoy es una aventura vivir la fe y
no considerarla sólo como una teoría, sino arriesgarse realmente a ser cristiano,
es decir, “no basta con escuchar alguna enseñanza religiosa o aprender una
doctrina; lo que queremos es vivir como Jesús vivió: ¿Qué haría Cristo en mi
lugar?”10.
En suma, en la medida que vivamos los valores y principios cristianos
vamos a ir construyendo una civilización del amor y una sociedad más justa.

8 Pablo VI, Audiencia del 31 de diciembre de 1975.


9 Mt 5,16.
10 Papa Francisco, Discurso a los Jóvenes, Templo Votivo de Maipú, 17 de enero de 2018, Chile.

5
Versión 2019-1

Unidad 2: Principios y valores fundamentales presentes en la doctrina social


de la Iglesia.
Objetivo de la unidad: Comprender que Dios es el fundamento último de la vida
humana, el cual inspira la construcción de la civilización del amor.

Semana 6: La persona, imagen de Dios y los derechos humanos.

“El amor no es sólo una palabra o un sentimiento, sino una realidad


concreta, que permite a la luz de Dios entrar en la vida de las personas y de toda
comunidad civil”
(Benedicto XVI)

Objetivos de aprendizajes: Distinguir las razones en las que se sustentan los


derechos fundamentales de la persona humana desde el punto de vista cristiano.

Conceptos claves: persona humana, dignidad, imagen y semejanza de Dios,


civilización del amor.

1. El ser humano creado a imagen y semejanza de Dios.

En la unidad anterior estudiamos una serie de temas que nos permiten


comprender qué es la Doctrina Social de la Iglesia. Allí vimos que Cristo tiene un
proyecto para la sociedad: la civilización del amor. Y nosotros, con la gracia de
Dios, debemos contribuir a su conformación.
En la segunda y tercera unidad, veremos una serie de temas que son
relevantes en la vida social en vistas a la conformación de la civilización del amor.
Esta semana estudiaremos la importancia de la persona humana, sus derechos y
el fundamento de la dignidad.

1
Versión 2019-1

Para iniciar nuestra reflexión, cabe preguntarnos ¿cuál es el fundamento de


la dignidad humana? ¿Cómo se explica que la persona tenga este valor infinito?
Las respuestas a estas preguntas están en el origen de la humanidad. En el relato
del libro del Génesis leemos: “Y dijo Dios: hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra;(…). Creó pues Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios los creó”1.

Esta cita se complementa con lo descubierto por la razón natural: que la


persona es un ser único e irrepetible, lo que le confiere una especial dignidad. Sin
embargo, la dignidad humana y sus derechos fundamentales no son verdades
solamente visibles a la luz de la razón, sino que se complementan y enriquecen
con la fe y con el mensaje de Cristo. Entonces ¿Qué significa que el ser humano
haya sido creado a imagen y semejanza?

El concepto imagen apunta en subrayar la distinción entre el ser humano y


su Creador, y al mismo tiempo se nos muestra que entre ambos existe una
relación cercana, es por eso que toda persona está invitada a relacionarse con su
Creador por medio de la fe. Es ahí donde se descubre creado para dar testimonio
de la acción de Dios en el mundo, por medio del amor y la libertad que están
impresos en su alma. Por esa razón, podemos decir que hemos sido creados a
imagen de Dios.

Por otra parte, la semejanza se relaciona con el orden sobrenatural en el


que es constituido el ser humano y apunta a una comunión plena entre él y su
Creador. Para eso lo dotó de alma espiritual, razón y libertad. Lo invita a ser el
continuador y responsable de su obra. Sin embargo, este principio de comunión es
roto por la acción del pecado. Ahora bien, la acción del pecado pone de manifiesto
que el ser humano, en su dignidad debe ser restaurado, como imagen y
semejanza de Dios, pues no se puede ser continuador de la obra de Dios si se

1 Cfr. Gn 1, 26 y 27.

2
Versión 2019-1

está sometido a las acciones del mal. Porque se pierde la comunión con Dios, la
libertad y el diálogo pleno con el Creador. La acción del mal daña nuestro ser
creatural, de ahí que surja la necesidad de un nuevo modelo de ser humano:
Jesucristo. Su salvación se nos ofrece como restauración de la naturaleza caída
por el pecado. Jesucristo es modelo del ser humano, porque no conoce el
pecado, pero asume el pecado de la humanidad con su muerte. De esta manera,
invita a todos los seres humanos a vivir la plenitud del amor.

2. La dignidad humana, el humanismo integral en el contexto actual y la


DSI.

Cada integrante de la familia tiene una particularidad, un modo de ser único.


Lo mismo nos pasa con un compañero de curso, del trabajo, de la persona de la
que estamos enamorados; es decir, cada uno de ellos es único e irrepetible. Esta
experiencia nos indica que somos irremplazables. De ahí que la persona no se
puede cuantificar, vender ni transar 2 . La mayoría de nosotros conocemos a
personas que han estado mucho tiempo trabajando en alguna empresa, industria
o colegio y hemos visto cómo se han ido ganando el cariño y el respeto de los
demás, y cómo han ido dándole un sello personal a ese trabajo. Lo anterior no
solo es fruto del trabajo bien hecho, sino especialmente por su condición de
persona, es decir, que las personas no son reemplazables, sino que cada persona
es tan única como otra. Por lo mismo, afirmamos que las cosas materiales pasan,
se desgastan, se reemplazan, se venden, se permutan y se desechan cuando ya
no sirven, pero el trato con el ser humano es distinto. Es decir, el ser humano no
es un “algo”, como una cosa material, sino un “alguien”. Por eso podemos afirmar
que la persona no es un medio, sino un fin en sí mismo. Esto equivale a decir, que
la persona tiene una dignidad por sobre los demás elementos que rodean su vida.

2Este tema fue tratado, desde el punto de vista filosófico, en el curso de Antropología y
corresponde la semana 11.

3
Versión 2019-1

¿De dónde le viene esa dignidad? En efecto, la dignidad de la persona no


se adquiere porque un conjunto de leyes o una serie de elementos sociales le han
dado esa condición, sino porque la persona ya posee esa característica, por ser
único e irrepetible. Así, entonces, las condiciones sociales, las leyes y las
innumerables acciones que emprendemos a diario deben reconocer la dignidad
humana. El principio fundamental de la vida en sociedad es el reconocimiento de
la dignidad de las personas; de todas las personas por igual. Estas ideas son
cuestiones a las que podemos llegar usando la razón. Sin embargo, esto se
complementa con la visión cristiana, que entiende al ser humano como creado a
imagen y semejanza de Dios.

3. Los derechos fundamentales y deberes para construir la civilización


del amor.

Los derechos fundamentales de cada persona, como: el derecho a la vida,


a la alimentación, a la salud, a una vivienda, a una educación digna, a una familia,
a la libertad religiosa, a la paz, por citar algunos, no son antojadizos sino una
condición para alcanzar la plenitud del desarrollo integral. Esta exigencia nace de
su condición de persona. No basta con construir una sociedad que asegure los
elementos básicos de supervivencia, sino que debe apuntar al reconocimiento y
desarrollo de la dignidad de las personas. El conjunto de los derechos del ser
humano corresponde a lo más esencial de esa dignidad, entendido integralmente
y no reducido a una sola dimensión. Se refieren a la satisfacción de las
necesidades esenciales de la persona, al ejercicio de sus libertades, a sus
relaciones con otras personas; pero se refieren también, siempre y donde quiera
que sea, a la persona, a su plena dimensión humana. ¿Qué características tienen
los derechos humanos? Estudiaremos tres, que son de enorme importancia en la
concepción cristiana de la persona humana.

4
Versión 2019-1

- Universales, porque están presentes en todos los seres humanos, sin excepción
alguna de tiempo, de lugar o de sujeto.
- Inviolables, en cuanto inherentes a la persona humana y a su dignidad y porque
sería vano proclamar los derechos, si al mismo tiempo no se realizase todo
esfuerzo para que sea debidamente asegurado su respeto por parte de todos, en
todas partes y con referencia a quien sea.
- Inalienables, porque nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno
sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia
naturaleza.

En efecto, la Iglesia ve en estos derechos la extraordinaria oportunidad que


nuestro tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana
sea reconocida de manera más profunda y promovida universalmente como
característica impresa por Dios Creador en su creatura. Además de derechos
también tenemos deberes; es decir, la persona es responsable de sus actos. El
primer deber es reconocer y respetar la condición de persona. El segundo deber
es promover su dignidad. El tercer deber es cuidar la familia y de propiciar
condiciones sociales para lograr la perfección. “Por tanto, quienes, al reivindicar
sus derechos olvidan por completo sus deberes o no les dan la importancia
debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra
construyen”3.

En síntesis, la conformación de la civilización del amor solo se logrará en la


medida en que, primero, se reconozca la dignidad humana considerando que es
creado a imagen y semejanza de Dios. Segundo, se trabaje firmemente para que
los derechos humanos sean respetados en toda circunstancia. Y tercero, se
promueva el cumplimiento de los deberes esenciales.

3 Compendio DSI, nº 156.

5
Versión 2019-1

Semana 7: El bien común y el destino universal de los bienes

“Los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la
justicia y con la compañía de la caridad”
(Gaudium et Spes)

Objetivo de aprendizaje: Describir el bien común y el destino universal de los


bienes como principios básicos para la configuración de la una civilización basada
en el amor.

Conceptos claves: bien común, destino universal de los bienes, dignidad


humana, Dios.

1. Los principios sociales

La semana pasada estuvimos abordando el tema de la dignidad humana y


su fundamento último. Bien dijimos que cuando hacemos mención a la persona
humana, hablamos de un alguien, un sujeto, no de una cosa o un algo. En dicho
sentido, los seres humanos no son medios o herramientas, sino que son un fin en
sí mismos. La condición de persona que cada uno de nosotros tenemos no es
producto de un consenso social ni una cuestión antojadiza, sino resultado de que
hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, como fruto de su amor. De
ahí entonces, emanan la dignidad y los derechos humanos, también los deberes
que tenemos que reconocer a cada persona. En efecto, en tanto creaturas de
Dios, todas las personas son iguales en dignidad, así lo enseñó Cristo con
acciones concretas. Es por eso que la Doctrina Social de la Iglesia asume algunos
principios que son de carácter permanentes.

Estos principios son: el bien común, el destino universal de los bienes,


la subsidiaridad, la participación y la solidaridad. Los principios de la DSI son
1
Versión 2019-1

aquellos puntos en los que se apoya la enseñanza social católica: “estos


principios, expresión de la verdad íntegra sobre el ser humano conocida a través
de la razón y de la fe, brotan del encuentro del mensaje evangélico y de sus
exigencias —comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al
prójimo en la Justicia— con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”1.
En efecto, estos principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se
refieren a la realidad social en su conjunto; así también deben ser apreciados en
su unidad, conexión y articulación. Esta semana estudiaremos el tema del bien
común y el destino universal de los bienes.

2. La dignidad humana y el bien común.

La experiencia nos señala que la persona, no puede vivir solo, pues es un


ser social por naturaleza2. De este modo, todo ser humano necesita de las demás
personas para desarrollarse, lograr metas e ir perfeccionándose. Por otra parte,
no podemos ignorar el hecho de que vivimos en una sociedad. Pues, los seres
humanos vivimos en comunidad insertos en una realidad particular. Esta
“socialización” expresa igualmente la tendencia natural que impulsa a los seres
humanos a asociarse con el fin de alcanzar objetivos que exceden las
capacidades individuales. En este sentido, la persona necesita de condiciones
sociales que le reconozcan y promuevan su condición de persona y a que su vez,
le ayuden a perfeccionarse. Al conjunto de estas condiciones se les llama bien
común.
Entonces, ¿qué es el bien común? Es “el conjunto de condiciones de la vida
social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección”3. No se debe entender el bien

1 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 72: AAS 79 (1987) 585; Cfr.
DSI, nº 160.
2 Si desea profundizar en esta temática, puede consultar los Contenidos Claves de Asignatura de

Antropología correspondiente a la semana 14 y de Ética a la semana 8.


3 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1905-1912.

2
Versión 2019-1

común como una simple suma de bienes individuales, sino como la consecución
de un bien respecto a todos los seres humanos y de toda persona.

En efecto, el bien común está en estrecha relación con la dignidad humana.


Así, el bien común exige, ante todo, el compromiso por la paz, la correcta
organización de los poderes del Estado, un sólido ordenamiento jurídico, la
salvaguardia del ambiente, la prestación de los bienes esenciales para la vida con
dignidad de cada una de las personas que integran la sociedad. Algunos de estos
bienes se constituyen en verdaderos derechos humanos: alimentación, vivienda,
trabajo, educación y acceso a la cultura; transporte, salud, libre circulación de las
informaciones y la libertad religiosa por mencionar algunos.

Tenemos, el deber de contribuir de manera efectiva al bien común, pues cada


uno de nosotros es parte de la sociedad. Sin embargo, exige la capacidad y la
búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio. Cabe
señalar que si bien es difícil conseguirlo, esto no implica que sea imposible de
alcanzar. De esa forma, todos estamos invitados, en tanto que somos seres
sociales, a aportar a la conformación del bien común, en vistas de la civilización de
amor.

3. La dignidad humana y el destino universal de los bienes.

¿A quién le pertenecen los bienes del universo? ¿Todo es de todos? Para


responder a estas y otras inquietudes es necesario que conozcamos otro principio
social conocido como “destino universal de los bienes”. Es verdad que a través de
las cosas creadas podemos construir nuestras casas, conseguir nuestros
alimentos, confeccionar nuestras ropas, etc. Por lo tanto, todos debemos tener
acceso a estos bienes que sustentan nuestra existencia cotidiana. También
experimentamos que necesitamos una serie de bienes para desarrollar nuestro
trabajo y tener la seguridad que los tendremos a la mano para mañana. Esto da
3
Versión 2019-1

origen a lo que llamamos propiedad, que es la forma de asegurar una cierta


cantidad de bienes de forma duradera. Pero ¿a quién le pertenecen esos bienes
que el mundo parece que nos ofrece? “Dios ha dado la tierra a todo el género
humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni
privilegiar a ninguno”4. Es decir, Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene
para uso de todos los seres humanos y pueblos. Por lo mismo, los bienes creados
deben llegar a todos en forma equitativa bajo el cuidado de la justicia (este término
lo estudiaremos en las próximas semanas) y de la caridad. Es decir, toda persona
debe tener el derecho de gozar los bienes de la tierra para su desarrollo pleno e
integral.
Podemos decir que el bien común implica necesariamente, para su
realización, el destino universal de los bienes y esto, a su vez, permite
salvaguardar la dignidad la persona humana. En efecto, el destino universal de
los bienes permite la realización de un derecho universal como es el uso de los
bienes necesarios para la vida humana. Todo ser humano debe tener el derecho a
gozar de los bienes de la tierra para su desarrollo pleno e integral. ¿Qué
características tiene este derecho? Este derecho es un derecho natural, pues tiene
que ver con las necesidades naturales del ser humano. Además, es originario, ya
que posibilita otros derechos y es parte de la persona. Y por último, es prioritario,
porque todos los demás derechos están subordinados al destino universal de los
bienes.

3.1. Destino universal de los bienes y propiedad privada.

Resulta del todo razonable preguntarnos: ¿qué sucede con la propiedad


privada? ¿Sigue siendo válida como derecho? En primer lugar, podemos señalar
que mediante el trabajo, el ser humano, usando su inteligencia, se relaciona con la
tierra para que pueda vivir de manera digna. En efecto, de este modo habita una

4 Compendio DSI n° 171.

4
Versión 2019-1

parte de la tierra de manera permanente, mediante su trabajo. Este es el origen de


la propiedad privada.
En segundo lugar, cabe señalar que no hay contradicción entre el bien
común y la propiedad privada, siempre y cuando esta última no sea concebida
como absoluta e intocable. Es decir, como si fuese un bien superior a cualquier
otro o que no se pueda intervenir en alguna circunstancia mediante la
expropiación. Por tanto, en este sentido, la propiedad privada debe ser concebida
solo como un medio para el desarrollo pleno de la persona y nunca como un fin en
sí misma. Sería bueno, reflexionar sobre este punto, pues vemos que muchas
veces le damos un valor desmedido a la propiedad privada. El ser humano no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente
suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no sean provechosas
solamente a él, sino también a los demás. La propiedad lleva inherente el sentido
de administración de algo que en último término le pertenece a todos.

3.2. Destino universal de los bienes y la opción preferencial por los


más pobres.

Respecto al tema del destino universal de los bienes, la Iglesia descubre en


el mensaje de Jesús una opción preferencial por los más pobres. El amor de la
Iglesia por los más necesitados se inspira en el Evangelio de las
bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los más
desposeídos y abandonados. Este amor se refiere a la pobreza material y también
a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa. El cristiano no solo debe
interpelar a las autoridades para que dirijan sus esfuerzos a diseñar políticas
públicas con el fin de derrotar la pobreza, sino también se debe preguntar de
manera particular qué ha hecho o puede hacer al respecto para ser parte de la
solución de dichas injusticias. Pero debemos considerar que la pobreza muchas
veces no sólo tiene que ver con cuestiones materiales, sino con situaciones y
oportunidades, como por ejemplo el nivel de educación de las personas, el acceso
5
Versión 2019-1

a la cultura, las oportunidades laborales o al enriquecimiento de la experiencia


religiosa. Ante estas situaciones podemos preguntarnos, como el Padre Hurtado,
¿qué haría Cristo en mi lugar?

En síntesis, el destino universal de los bienes está en directa relación con la


dignidad de la persona humana. Toda persona tiene dignidad y, por tanto, el
derecho de gozar de los bienes para cubrir las necesidades básicas y de esta
forma poder desarrollarse.

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Versión 2019-1

Semana 8: Hacia la civilización del amor: subsidiaridad, participación y la


solidaridad

"El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres,

Tanto que hasta Él mismo se hizo pobre".

(Papa Francisco).

Objetivo de aprendizaje: Explicar cómo los principios sociales de solidaridad,


subsidiariedad y participación pueden ser aplicados a la vida personal y
comunitaria.

Conceptos claves: subsidiaridad, participación, solidaridad, virtud.

1. La civilización del amor: el principio de subsidiaridad.

La clase anterior estudiamos dos de los principios de la Doctrina Social de


la Iglesia, el bien común y el destino universal de los bienes. Dijimos que el bien
común es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las
asociaciones y a cada uno de los miembros el logro más pleno y más fácil de la
propia perfección. En este sentido, todos tenemos el deber de propiciar el bien
común. También señalamos que los bienes tienen un destino universal y que toda
persona, de manera justa, debe gozar de ellos. Todo lo anterior va contribuyendo
poco a poco a la construcción de la civilización del amor.

Esta semana estudiaremos los principios restantes. Comencemos por la


subsidiaridad. Te has preguntado alguna vez si solo el Estado tiene el derecho y
deber de brindar educación, o los privados también pueden educar. ¿Es necesario
que exista un programa único de salud para que todos podamos ser atendidos por
igual, con una salud estatal, sin darle cabida a la salud que privados puedan

1
Versión 2019-1

ofrecer? ¿Debe el Estado proveer de locomoción colectiva? ¿O entregar viviendas


a aquellos que no tienen una propia? Todas estas interrogantes están vinculadas
al principio de subsidiaridad.

La subsidiaridad es la coordinación de las actividades de la sociedad en


apoyo de la vida de los individuos y las comunidades locales1, es decir, es una
ayuda que se presta a las personas o grupos intermedios por parte de instancias
superiores de modo de promocionarles lo necesario para que estos realicen sus
propias actividades, con libertad.

La subsidiaridad oscila entre dos polos opuestos: primero que el Estado


propicie el desarrollo de los cuerpos intermedios, las familias y las comunidades. Y
segundo, existe la posibilidad que el Estado anule las iniciativas de quienes
deciden asociarse por medio de juntas de vecinos, sindicatos, etc. derogando todo
tipo de creatividad de agrupación y transformándose en un totalitarismo o
populismo que priva de las capacidades que tienen los individuos.

En efecto, la subsidiaridad es una ayuda a la persona. Esta tarea la realiza


el cuerpo mayor, por ejemplo, las Municipalidades a través de asociaciones
deportivas y juntas vecinales, por medio de subvenciones y capacitaciones. La
subsidiaridad respeta la dignidad de la persona, en la que ve un sujeto siempre
capaz de dar algo a los otros. Este principio reconoce la reciprocidad -el aporte del
individuo al cuerpo mayor- forma parte de toda sociedad humana, es el antídoto
más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista. Un ejemplo de
esto lo podemos ver cuando alguien nos enseña a pescar. Nos enseñan a poner la
carnada, a tirar la caña de pescar y reconocer cuando un pez mordió el anzuelo y
la manera sacar el pez hacia nosotros. Sin embargo, asistencialismo paternalista
sería que el otro tire la cuerda y haga el trabajo por nosotros, por miedo a que
fracasemos o simplemente porque es más cómodo que enseñar a hacerlo.
Necesitamos aprender a pescar nuestro propio pescado, y para conseguir nuestro

1Estas ideas propias de Benedicto XVI se encuentran tanto en su Encíclica Caritas in Veritate, 38 y
en “La solidaridad y la subsidiariedad auténticas, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias
Sociales”, 5 de mayo de 2008.

2
Versión 2019-1

objetivo necesitamos, en primer lugar, ayuda con las herramientas para pescar;
nos pueden financiar la caña, o el anzuelo, dar un manual para pescar, pero no
nos deben quitar la libertad y garantías para realizarlo por nosotros mismos.

La subsidiaridad supone entregar algo de sí. El que es maestro apoya y


subsidia al discípulo para que este saque cada una de sus potencialidades y en el
futuro enseñe a otros el conocimiento adquirido. En este sentido, la subsidiaridad
no es solo vertical, busca también una dimensión de horizontalidad, es decir, entre
pares 2 . La subsidiaridad busca promover la dignidad del otro, promoviendo la
ayuda entre familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, etc.

A modo de ejemplo: el profesor busca que el alumno aprenda y no sea su alumno


para siempre, sino que, busca que él se transforme algún día también en profesor,
en un maestro. Esto no será siempre posible pues no todos serán maestros. Sin
embargo, debe estar como principio la promoción del ser humano en su dignidad y
libertad. La Iglesia no propone este principio para plantear un sistema de gobierno
o dar soluciones técnicas a los problemas sociales, sino aplicar la verdad sobre el
ser humano que busca “la ayuda y sostenimiento, para que la persona, tanto
individual como asociadamente, pueda realizarse y perfeccionarse y a la vez
perfeccionar a otros”3. En definitiva, la subsidiaridad busca favorecer la libertad, el
desarrollo y la participación de todos los seres humanos.

2. Cooperando en la construcción de la civilización del amor: Participación.

Para la construcción de la civilización del amor se hace necesario entonces


contar con los principios de la DSI que en definitiva se fundamentan en la dignidad
humana. Los cinco principios (el bien común, el destino universal de los bienes, la

2 Cfr. Gregorio Guitián, “Subsidiaridad y lógica del don…”, 537.


3 Cfr. Gregorio Guitián, “Subsidiaridad y lógica del don…”, 548-549.

3
Versión 2019-1

subsidiaridad, participación, y la solidaridad) están profundamente conectados,


pues todos tienen como fin la dignidad humana y favorecer las condiciones para
que el ser humano pueda alcanzar su plenitud. En este sentido, la sociedad para
ser más justa y caminar hacia el bien común necesita de una participación activa
de todos los miembros de la sociedad. Por ejemplo, hemos visto como
movimientos sociales han puesto en la palestra temas que aquejan a diversos
actores de la sociedad y así buscar soluciones a estos problemas: Educación,
migración, salud, pensiones, etc.

La participación apunta a diversas instancias a través de las cuales el


ciudadano, contribuye directamente o indirectamente a la vida cultural, económica,
política y social de la comunidad civil a la que pertenece. Por la importancia que
tiene en la sociedad, la participación es un deber que se cumple en conciencia y
se aplica a diversos ámbitos de la vida social: política, cultura, economía, trabajo,
etc. Por tanto, la participación es un desafío de justicia y caridad cristiana para
aportar al bien común, ya sea en la elección de los representantes, en la
administración e incluso en el gobierno del Estado. Para cumplir con este principio
se nos invita, por ejemplo, a participar en juntas de vecinos, clubes deportivos,
comités vecinales de seguridad, elección de alcaldes, diputados, senadores y
presidente, etc.

3. La civilización del amor: la solidaridad.

El bien común, el destino universal de los bienes, así también la


subsidiaridad y la participación están directamente relacionada con la capacidad
de estar atentos a las necesidades de los demás, considerando que todas las
personas tienen igual dignidad. En efecto, la formación de la civilización del amor
implica necesariamente la solidaridad. Es responsabilidad de toda la preocupación
por los otros. Esto no es solo un deber exclusivo del Estado, sino que es tarea de
todos los miembros de una comunidad. Esto permite a todo miembro de la familia

4
Versión 2019-1

humana compartir sus tesoros materiales y espirituales, y exige ser practicada


constantemente, es decir, que hagamos de ella un hábito4. En este sentido, la
solidaridad no puede reducirse a unos cuántos actos aislados, sino que debe ser
una constante actitud por el bien del otro. Por tanto, solo es posible llevar a cabo
la solidaridad cuando veo a la persona como un semejante 5 . Aunque la gran
mayoría de las personas de la sociedad están de acuerdo en este principio. Se
aprecia en la actualidad, como poco a poco nos hemos ido configurando en una
“sociedad individualista”. De este modo, las acciones solidarias sólo se restringen
a momentos esporádicos o circunstanciales, por ejemplo, cuando ocurre alguna
catástrofe. Por lo mismo, la Iglesia nos hace el llamado a que la solidaridad debe
captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las instituciones,
según el cual las estructuras de egoísmo6 que dominan las relaciones entre las
personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de
solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de
mercado, ordenamientos7, entre otros.

Para que la solidaridad llegue a ser un verdadero principio moral, debe


superar la idea que es un simple sentimiento o algo esporádico. En efecto, la
solidaridad solamente contribuirá a la formación de la sociedad, en tanto se
constituya como la firme y perseverante determinación de preocuparse por el bien
común, es decir, por el bien de todos y cada uno. Lo anterior rompe con la lógica
del individualismo tan predominante hoy. Así también, la solidaridad emerge de
aquel corazón que se siente en “deuda” con la sociedad en la que está inserto por
lo que ha recibido. Semejante deuda se salda con las diversas manifestaciones en
el actuar social, de manera que el desarrollo de la humanidad no se interrumpa,
sino que siga creciendo para las generaciones presentes y futuras.

4 Cfr. Benedicto XVI: “La solidaridad y la subsidiariedad auténticas, Discurso a la Pontificia


Academia de las Ciencias Sociales”, 5 de mayo de 2008.
5 Cfr. Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis , nº39.
6 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 36. 37: AAS 80 (1988) 561-564; cf. Id., Exh.

ap. Reconciliatio et paenitentia, 16: AAS 77 (1985) 213-217.


7 Cfr. Compendio DSI, nº 193.

5
Versión 2019-1

Cristo es la imagen perfecta, plena e insuperable del principio de solidaridad


que hemos descrito. Jesús es el Hombre Nuevo que nos muestra cómo se debe
actuar con la persona y con la sociedad; es la solidaridad en plenitud, pues Él fue
solidario hasta la muerte. En Jesús, podemos reconocer la verdadera intención de
lo que Dios quiere para nosotros. Por tanto, la solidaridad alcanza su plenitud por
medio de la fe, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de
gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces, el prójimo no es solamente un
ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se
convierte en la imagen viva de Dios8.

El principio de la solidaridad y los otros que hemos estudiado, pueden ser


vividos incluso por personas no cristianas, pues pertenecen a la naturaleza
humana. Estos principios se realzan por amor al otro: poniendo la propia vida al
servicio de los demás porque los reconozco como iguales y a su vez como hijos
de Dios. Jesús nos ha enseñado a vivir no sólo como personas que conviven en
una sociedad, sino a vernos como verdaderos hermanos porque somos hijos de
un mismo Padre. Ver al otro como un hermano me ayuda a buscar y promover
instancias para que viva mejor, con dignidad y pueda alcanzar la plenitud. Es así
que Jesús nos anima a hacer a los demás lo que querríamos que se nos hiciera a
nosotros9 y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.10 En este sentido,
podemos hablar entonces de caridad cristiana. Ciertamente las situaciones que
cada uno de nosotros va a vivir pueden ser diversas, pero nunca debemos perder
de vista el objetivo que debemos buscar: construir la civilización del amor. Para no
olvidar esto el Padre Hurtado se preguntaba siempre “¿qué haría Cristo en mi
lugar?”.

8 Cfr. Compendio DSI, nº 196.


9 Cfr. Lc 6, 31.
10 Cfr. Mt 22, 35.

6
Versión 2019-1

Semana 9: Los valores fundamentales de la vida social.


“Yo hago lo que usted no puede y usted lo que yo no puedo. Juntos podemos
hacer grandes cosas”

(Madre Teresa de Calcuta)

Objetivo de aprendizajes: Describir los valores fundamentales de la vida social


que permiten ir conformando la civilización del amor.

Conceptos claves: principios, valores, verdad, libertad, justicia y caridad.

1. La importancia de los principios y de los valores para la civilización


del amor.

La clase pasada estuvimos abordando los principios en donde se sustenta


la doctrina social católica. Estudiamos la subsidiaridad y dijimos que es un
principio que promueve, ayuda e impulsa las iniciativas de las personas, familia y
asociaciones menores, pero que en ningún caso reemplaza lo que ellas puedan
hacer. En tanto, el principio de participación corresponde al ejercicio de las
capacidades del ser humano al incorporarse a las diferentes organizaciones
civiles, lo que contribuye a la construcción de la civilización del amor. También
estudiamos el principio de solidaridad y señalamos que es la capacidad de estar
atentos a las necesidades de los miembros de la comunidad y que debe ser ante
todo una virtud moral, pues no es un simple sentimiento, sino un modo de ser
permanente. En este sentido, vimos que Jesús encarna de manera perfecta y
plena la solidaridad. Esta semana nos adentraremos en los valores fundamentales
de la vida social: la verdad, la libertad y la justicia. Y por último, un criterio
universal y supremo que está en toda la DSI: la caridad.

1
Versión 2019-1

Hemos dicho que la doctrina social de la Iglesia se apoya en determinados


principios. Ahora bien ¿cómo podemos saber si estamos aplicando correctamente
los principios? Esto se aclara por medio de los valores, por lo tanto, existe una
reciprocidad entre los principios y los valores. Así, por ejemplo, no puede haber
bien común, si no practicamos la justicia. La dignidad humana solo la
reconocemos a partir de los valores de la verdad, la libertad y la justicia. De esta
manera, se pone de manifiesto que existe una relación recíproca entre los
principios y los valores.

Estos valores tienen la característica que son parte de la naturaleza


humana, es decir, no son un consenso social, ni una cuestión antojadiza de cada
persona. Y “su práctica es el camino seguro y necesario para alcanzar la
perfección personal y una convivencia social más humana; constituyen la
referencia imprescindible para los responsables de la vida pública (…)” 1 . En
resumen, los valores y su aplicación nos permiten observar los principios que
fundamentan la moral social católica y nos ayudan a cumplir con el anhelo de una
civilización del amor.

2. La verdad.

Hay temáticas que han sido o son transversales en la historia de la


humanidad y que lo han llevado a cuestionarse; una de ellas es la búsqueda de la
verdad. Tal como lo hemos visto en Antropología y en Ética2, ésta se define como
una “afirmación que describe adecuadamente la realidad”. Por ejemplo, sería
verdadero decir que en este mismo momento estamos leyendo esta clase. En este
sentido, la verdad no se inventa, sino que se descubre mediante la razón. No
somos estudiantes porque nuestra mente ha imaginado eso, sino porque de

1Cfr. Compendio DSI, nº 197.


2Para profundizar este tema puede revisar la clase de la semana nº 6 de Antropología y nº 1 de
Ética.

2
Versión 2019-1

verdad lo somos. Es decir, la verdad es conocer lo que son las cosas realmente.
Así ser un buen trabajador o un buen profesional de excelencia implica realizar de
la mejor forma mi trabajo y para ello debo estar constantemente formándome en
mi disciplina y cultivando las virtudes, especialmente en la verdad.

La verdad no puede reducirse a la simple opinión, que es una mera valoración


subjetiva de la realidad, sino como una afirmación objetiva que describe las cosas
tal cual son. En este sentido, la verdad adquiere mayor profundidad en el
cristianismo, con la persona de Jesucristo que dice: “Yo soy el Camino, la Verdad
y la Vida”3. En suma, podemos advertir la importancia de la verdad para la vida de
la persona, pues no es una simple cuestión teórica, sino que impacta en todos los
ámbitos de la existencia.

3. La libertad.

Otro valor que se relaciona de manera directa con los principios de la DSI
es la libertad. En efecto, no es de extrañar que esta palabra la usemos a menudo
en el ámbito social o personal. Este tema lo hemos estudiado extensamente en el
curso de Antropología 4 . Bien hemos señalado que la libertad no la podemos
entender como una simple excusa para hacer lo que cada uno desee con su vida,
es decir, como un ejercicio incontrolable de su autonomía o de elección sin ningún
parámetro que nos oriente. La libertad se apoya en la razón y la voluntad que
capacitan a la persona para que encuentre el bien y se decida a seguirlo.

“El ejercicio de la libertad es inseparable de la dignidad humana”5, ya que no


podemos justificar desde la libertad una vulneración a la dignidad humana, pues
atenta contra la propia causa de la libertad; por lo mismo, la libertad también es

3 Jn 14 5,6; Cfr. Pr 8, 7; 2 S 7, 28; Sal 119, 142; Sal 119, 90; Lc 1, 50; Rm 3, 4; Sal 119, 30.
4 Revisar clase correspondiente a la semana nº 8 del curso de Antropología.
5 Compendio DSI, nº 199.

3
Versión 2019-1

inseparable de la responsabilidad. El valor de la libertad, como expresión de la


singularidad de cada persona, es respetado cuando a cada miembro de la
sociedad le es permitido realizar su propia vocación personal. En efecto, la libertad
adquiere un sentido profundo cuando está al servicio de la consecución de la
civilización del amor. La libertad es en el ser humano una fuerza de crecimiento y
de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando
está ordenada a la búsqueda de Dios y de nuestra verdadera felicidad6; es una
clara manifestación y signo de la imagen de Dios en el ser humano7. La libertad,
se une a los principios de la DSI, dado que la entrega y la construcción de la
civilización del amor suponen un ejercicio libre y voluntario de mis capacidades
que pongo al servicio de otros.

4. La justicia.

En nuestra experiencia cotidiana, más de alguna vez hemos utilizado la


palabra justicia para reclamar por algún derecho o defender a una persona, pero
¿sabemos realmente qué significa la justicia? Imaginemos que nuestro empleador
nos exige hacer algún trabajo que nunca estuvo pactado, es decir, nos está
exigiendo algo que no nos corresponde; pero también podría pasar que nosotros
no hagamos lo que se nos pidió y, por tanto, con toda razón nuestro empleador
nos podría reclamar. En las dos situaciones vemos que no se está haciendo lo
que corresponde y por lo tanto se está cometiendo una injusticia. En efecto, la
virtud de la justicia se define como una “constante y firme voluntad de dar a Dios y
al prójimo lo que es debido”8. En los casos relatados anteriormente se presenta
una injusticia porque lo que se debe realizar en un trabajo debe estar pactado
anteriormente.

6 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1731.


7 Cfr. Compendio DSI, nº 199.
8 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1807; cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa theologiae, II-II, q.

58, a. 1: Ed. Leon. 9, 9-10: «iustitia est perpetua et constans voluntas ius suum unicuique tribuendi
».

4
Versión 2019-1

Por otro lado, tenemos que la justicia es una virtud y esto implica que sea una
acción permanente en nosotros. De tal manera, que actuemos así en todo ámbito
de la vida. Para ser verdaderamente justos, primero debo saber qué es lo que le
corresponde a la persona con quién haré justicia, es decir, actuar conforme a la
verdad de la situación. Pero también, la justicia implica respetar la dignidad
humana. Pues no corresponde, por ejemplo, tratar a una persona como una “cosa”
o algo, siendo que es un “alguien”. En definitiva, podemos señalar que no hay
justicia sin verdad y sin respeto a la dignidad humana. Así, por tanto, la justicia no
es un simple consenso social, sino que tiene un sólido fundamento en la condición
de la persona. De ahí que el papa Juan Pablo II decía que en justicia el trabajo
vale por el ser que lo realiza, más que por la función que desempeña. Por ejemplo,
si contratamos a una persona para realizar un trabajo de temporero bajo precarias
condiciones y una remuneración indigna, no podemos decir que es justo por el
simple hecho de que ambas partes hayan estado de acuerdo. Pues, atenta contra
la dignidad del trabajador.

Otro problema al que se enfrenta la sociedad actual es la corrupción, que


corroe la justicia y destruye a las sociedades y al ser humano. Vemos que en la
sociedad actual se ha extendido la corrupción a diversos ámbitos. Un ejemplo es
cuando un político es corrompido por un empresario, quien ofrece una
recompensa por la aprobación de una ley que lo favorece. En este caso, ambos
faltan a la justicia.
Esta virtud también nos ayuda a ordenar las relaciones sociales. La virtud de la
justicia nos permite respetar la autoridad, respetar las leyes, saber qué trato se
merecen los adultos mayores, etc. Sin embargo, la justicia no se agota en
cuestiones legales o normativas, sino que debe abrirse a la dimensión cristiana del
amor. El fundamento último del respeto a la justicia es el reconocimiento de la
dignidad humana como expresión de la caridad.

5
Versión 2019-1

5. La caridad.

El ser humano exige que lo veamos y reconozcamos como sujeto de


derechos y deberes. Los cristianos además reconocen a este ser humano como
hijo de Dios. Por eso, es destinatario de todo su amor. En este sentido, todos los
valores que hemos expresado anteriormente parecen pocos ante la grandeza de
lo que es el ser humano: creado a imagen y semejanza de Dios, y por esto
destinado a amar y ser amado. Dios mismo es Caridad. En efecto, los valores y
principios señalados anteriormente nacen y son “superados” por la virtud del amor.
Lamentablemente esta virtud siempre la limitamos sólo al trato puntual con el
prójimo, pero la verdad es que debe ser reconsiderada en su auténtico valor de
criterio supremo y universal de toda la ética social: “la caridad no sólo como
inspiradora de la acción individual, sino también como fuerza capaz de suscitar
vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar
profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y
ordenamientos jurídicos” 9 . Así nuestra capacidad de amar es elevada a la
perfección sobrenatural del amor divino.

Esta virtud articula y ordena todos los demás valores y principios y, por
tanto, se coloca como un criterio universal y supremo de toda la ética social
cristiana. Así, por ejemplo: La caridad va más allá de la justicia, porque amar es
dar, es ofrecer de lo «mío» al otro y no dar solo lo que me sobra. Es decir, no
puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le
corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos10.
Es decir, en esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social: ésta nos
hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las

9 Cfr. Compendio DSI, nº 207.


10 CV, nº 6.

6
Versión 2019-1

personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión


social que las une11.

También la caridad está relacionada con otros valores y principios, por


ejemplo, con la verdad. En efecto, no puede haber caridad si no hay verdad. No
puedo decir que amo a la sociedad si es que falto a la verdad, por ejemplo, para
conseguir un ascenso en la empresa o para obtener una licencia médica recurro a
la mentira. Un caso más común es la evasión del pago del transporte público. En
la medida que consideremos y actuemos bajo el criterio universal de la caridad,
podemos decir que estamos construyendo la civilización del amor.
Ahora que se han estudiado los principios y valores de la DSI, podemos
preguntarnos cómo cada uno de estos principios y valores nos aportan en el
desarrollo de nuestra vida: ¿estoy actuando de acuerdo a la caridad y a los demás
principios y valores?

11 Cfr. Compendio DSI, nº 207.

7
Versión 2019-1

UNIDAD 3: La doctrina social de la Iglesia aplicada a la vida cotidiana, en


su dimensión personal y comunitaria.

Objetivo de la unidad: Analiza con juicio crítico la realidad que nos rodea a
partir de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia, dando relevancia al
compromiso social que como profesional ha de tener en la realidad.

Semana 11: La familia: regalo de Dios y fundamento de la sociedad.

"La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña y, como
tal, es una institución fundamental para la vida de toda sociedad”

(San Juan Pablo II)

Objetivo de aprendizaje: Determina las razones que constituyen a la familia


como ámbito de origen de la persona humana y fundamento de la sociedad.

Conceptos claves: Amor, comunidad humana, tarea educativa, matrimonio.

1. ¿Por qué es importante la familia para la persona y la sociedad?1

La unidad anterior hemos estudiado los principios y valores de la DSI,


donde establecimos que la caridad es el criterio universal y supremo de la doctrina
social católica, la que nos permite anunciar plenamente a Cristo en el ámbito
social. En este sentido, la DSI tiene en sí el valor de un instrumento de
evangelización en cuanto tal, porque anuncia a Dios y su misterio de salvación en
Cristo y las proyecciones sociales de ese anuncio. La fe cristiana le revela al ser
humano su identidad de hijo de Dios y desde ahí se inicia la doctrina social de la

1
Esta clase la puedes profundizar con la unidad 3 de la asignatura de antropología que ya cursaste.

1
Versión 2019-1

Iglesia, la cual, valiéndose del aporte de la ciencia y de la filosofía, se propone


ayudar al ser humano en el camino de la salvación.

En esta última unidad te presentamos algunos temas que son relevantes


para el desarrollo de la DSI en la consolidación de la civilización del amor: la
familia, el trabajo, la economía, el cuidado del medio ambiente y la política. De
este modo, el primer tema que abordaremos es la familia. Algunas de las
preguntas que planteamos; ¿Cuál es la importancia de la familia para las
personas? ¿Qué aporta la familia en concreto para el desarrollo de la persona y la
sociedad? Es importante considerar que existen distintas configuraciones
familiares. Por ejemplo, existen mamás solas al cuidado de sus hijos, o papás que
se han hecho cargo de ellos o abuelos cumpliendo el rol de padre y madre, etc. Lo
importante en todo esto es que se debe considerar que en cada una de estas
formas de familia se encuentra un elemento en común: buscar lo mejor para el
crecimiento y desarrollo de la persona.

El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Sin lugar a
dudas, la familia está cada vez más sujeta a riesgos, tales como convertirse en un
lugar de paso, al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo, o
donde uno va a reclamar derechos, etc. El Papa Francisco es bastante claro al
asumir que el ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de
estabilidad que anhela la Iglesia, ya no es un camino mayoritario, y que mientras
se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al
mismo tiempo, crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar
el logro de las aspiraciones personales y profesionales.

A pesar de las dificultades que enfrenta hoy la familia, sigue siendo un bien
para la sociedad, y que la mayoría de las personas quiere alcanzar a formar.
Desde que se constituye la familia, se va entregando a las futuras generaciones
una serie de riquezas que son el patrimonio familiar. En este patrimonio
encontramos aspectos de carácter cultural, valores y principios que son
transmitidos desde una generación actual a una futura. Los valores como el

2
Versión 2019-1

respeto, la responsabilidad y las tradiciones familiares, aportan en el crecimiento


de la persona para que después se pueda integrar a la sociedad y desde esta
experiencia, colabore en su desarrollo.

Sin duda, que la familia tiene una centralidad vital en la persona, porque es
la que le da apoyo, cuidado y le permite crecer en un entorno basado en respeto y
amor mutuo. Así se amplía el concepto de familia, ya que no necesariamente debe
haber vínculos sanguíneos, pues existen casos en que un matrimonio, por
diversas circunstancias no pudo tener hijos y decide adoptar. Esta unión, legal en
primera instancia y posteriormente de carácter afectivo, se reconoce como familia.

La familia “posee una específica y original dimensión social”2, en cuanto


que es la primera instancia de relaciones entre los distintos miembros de la
sociedad, constituyéndose en modelo de toda organización social, recibiendo los
primeros elementos sobre la verdad y el bien, es un lugar propicio, además, para
la generación del vínculo de sentirse amado y a la vez amar.

El Papa san Juan Pablo II señalaba que la familia posee vínculos vitales y
orgánicos con la sociedad. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y éstos
encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma
de la vida y del desarrollo de la sociedad. De esta manera, la familia no debe
encerrarse en sí misma, sino que tiene una función social de participación y
comunión que debe asumir. La familia va más allá de la relación personal entre un
“yo” y un “tú”, se establece como verdadera comunidad que constituye la sociedad
transformándose en un “nosotros”.

Esta necesaria construcción de una sociedad con un “nosotros” es lo que hace


posible el rompimiento del individualismo, porque se pone el bien de la persona
como el fin y no como un medio, Pues en la familia se inculcan los valores morales
que van a acompañar toda nuestra vida en sociedad. Por este motivo, la familia es
prioritaria en la relación de la sociedad y el Estado. Es por eso que sin ella es

2
Cfr. Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Ciudad del Vaticano,
2005), 211.

3
Versión 2019-1

impensable la sociedad y por consiguiente el Estado. De aquí surge la


obligatoriedad de parte del Estado de atenerse al principio de subsidiariedad3, así
se entiende que las autoridades púbicas deben fortalecer las asociaciones de
familias y tienen el deber de auxiliarlas, por ejemplo, favoreciendo y fortaleciendo
las juntas de vecinos, los centros de padres y apoderados, etc.

2. El matrimonio cristiano como fundamento de la familia.

En la exhortación apostólica del papa Francisco Amoris Laetitia se refiere a la


familia en relación al matrimonio. Este binomio, es decir dos realidades diferentes
pero que están vitalmente muy unidas, se transforma en una realidad social que
en el caso de los creyentes se plantea también como una realidad sacramental.

Al hablar de matrimonio cristiano, hacemos referencia a la libre voluntad de los


cónyuges de realizar un pacto o alianza en el que se comprometen a la ayuda y
cuidado mutuo, por medio del cual el varón y la mujer se complementan y
prometen amarse y respetarse para toda la vida. Esta institución tiene a Dios
como autor, lo avala no sólo el pensamiento cristiano, sino que es un componente
que se encuentra presente en la misma naturaleza humana. Así también en
diversas culturas, el matrimonio queda expresado con diferentes ritos y
tradiciones. Sin embargo, desde la perspectiva cristiana, el matrimonio tiene una
serie de características propias que se encuentran expresadas en la revelación
bíblica, en la tradición de la Iglesia y en la reflexión teológica. Esta sociedad
naciente, también descrita como íntima comunidad de vida y de amor,
concretizada por medio de un pacto, llamado comúnmente contrato matrimonial,
en el que ambos se donan mutuamente, fundado en el amor recíproco, con el
deseo de permanecer toda la vida y de engendrar hijos.

3
Tema desarrollado en la semana 8 de este curso.

4
Versión 2019-1

Dicha comunidad debe estar amparada por la justicia y respeto de los


derechos y deberes. Si bien es cierto, el vínculo matrimonial conlleva obligaciones
mutuas de fidelidad, cuidado y protección, de la cual nacen los hijos. Éstos deben
ser educados no solamente en lo intelectual, sino también en lo espiritual y en lo
afectivo, transmitiendo de esta forma los valores sociales propios con los cuales,
más adelante, podrá insertarse en la sociedad.

A raíz de esta unión, se desprenden las distintas responsabilidades y roles


al interior de la familia, a la que la Iglesia llama “Iglesia doméstica”. “El hogar
cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la
casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de
oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana”4.

En definitiva, ¿cuál es el aporte del matrimonio a la sociedad? Para


responder a esta pregunta hay que considerar que el matrimonio está orientado
tanto al bien de los cónyuges como al cuidado y la educación de los hijos, pues así
se transmite el patrimonio cultural y religioso, junto con los principios y valores que
se entregan para las futuras generaciones.

Toda persona está llamada a dar testimonio del aporte de la familia a la


sociedad, junto con los valores que en ella se viven, puesto que es una
experiencia primera del amor de Dios. No hacerlo sería privarnos a nosotros
mismos y a la sociedad de los valores que podemos y debemos aportar. La iglesia
no busca imponer su visión de la familia, sino mostrar un camino atractivo y real
de humanización que nos hace vivir una vida concreta entregada al amor en
libertad ayudados por Dios. Los cristianos están llamados a mostrar el don del
matrimonio y la familia invitando a todos a vivir lo que nosotros mismos hemos
recibido como regalo. Hay ocasiones en que los proyectos matrimoniales no
alcanzan a perpetuarse por diversas razones. Aun así, sus integrantes están
llamados a vivir los valores propios de la familia en todos los ámbitos de su vida.

4
Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 1666.

5
Versión 2019-1

La sociedad al servicio de la familia.

La familia humana con toda su riqueza tiene también sus debilidades y por lo
tanto requiere de la ayuda de la sociedad. Esta relación entre familia y sociedad es
recíproca, es decir, se necesitan mutuamente. Efectivamente, el matrimonio crea
la familia que es una comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad
humana que contribuye en modo único e insustituible al bien común, y a su vez, la
sociedad le entrega los elementos necesarios para que logre su desarrollo y
plenitud.

En este sentido la comunidad civil tiene el rol clave de reconocer la


importancia de la familia como base de la sociedad, es por ello que debe respetar
y promover la familia, generando instancias, instituciones y leyes que la
favorezcan y respeten. Nadie puede pensar que debilitar a la familia como
sociedad natural es algo que favorezca al bien común. Ocurre lo contrario:
perjudica el crecimiento de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el
desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos.

La familia y el trabajo.

Las relaciones de la familia con la sociedad no se agotan en la socialización,


sino que tienen otros vínculos con la sociedad, uno de ellos es el trabajo. Hoy
resulta frecuente encontrar muchos matrimonios que sufren una continua tensión
al intentar conciliar la vida profesional y la vida familiar. Cuántas familias se
esfuerzan diariamente para sacar adelante a sus hijos, entregando una educación
adecuada para que tengan un desarrollo en cultura, valores y principios. Por otra
parte, son numerosas las familias que han sufrido o sufren a causa de la cesantía,
limitando aspectos de desarrollo, crecimiento y mejores condiciones de vida. Es
por eso que el trabajo es esencial en cuanto representa la condición que hace

6
Versión 2019-1

posible la fundación de una familia y la consecución de los medios de desarrollo


que se logran a partir del trabajo.

El trabajo condiciona también el proceso de desarrollo de las personas, porque


una familia afectada por la desocupación corre el peligro de no realizar
plenamente sus finalidades. Por el contrario, cuando el trabajo es mucho, los
padres se encuentran con falta de tiempo y de energía para llegar a todos los
ámbitos: la atención de los hijos, el cuidado de la casa, la formación, la recreación
y por cierto la oración. Esta tensión afecta negativamente a la familia. Por ello
tenemos el desafío de complementar armónicamente familia y trabajo, puesto que
la familia se enriquece con el trabajo y el desarrollo laboral cobra un sentido de
plenitud cuando es apoyado por el grupo familiar. De este modo la familia asume
el desafío de contribuir a la construcción de la civilización del amor.

7
Versión 2019-1

Semana 12: El trabajo: la participación del ser humano en la creación.

“Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”

(San Agustín)

Objetivo de aprendizaje: Señalar los elementos que caracterizan el trabajo como


una actividad que expresa la dignidad humana y que coopera con la creación de
Dios.

Conceptos claves: Trabajo, creación, modernidad, dignidad, felicidad.

1. El trabajo: una actividad que aporta a la perfección humana.

El trabajo es una de las preocupaciones de la Doctrina Social de la Iglesia.


Así queda expresado en la primera encíclica social, Rerum Novarum (1891) del
papa León XIII. Este documento es una respuesta iluminadora ante la llamada
“cuestión social”. Este fenómeno fue la situación creciente de injusticia y
explotación de los trabajadores, producto de la nueva organización industrial y del
naciente modelo económico. Producto de la revolución industrial se transformó
toda la sociedad de aquellos años. Ante las importantes demandas que hacían los
trabajadores -justas por lo demás- hubo un sector que instrumentalizó estas
problemáticas con fines ideológicos-políticos. Ante esta situación, la Iglesia siente
el llamado evangélico por enfrentar estas dificultades. Por esa razón, nace la DSI,
para ser una respuesta cristiana ante las dificultades de un tiempo particular. Por
eso existe un desarrollo de las enseñanzas sociales, pues los contextos históricos
han cambiado, pero la preocupación social de la Iglesia sigue intacta.

Nadie puede negar la importancia que tiene el trabajo para la persona, para
la familia y la sociedad. A través del trabajo los seres humanos desarrollan sus
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Versión 2019-1

talentos, aportan a la sociedad y adquieren los medios para subsistir. Esta


actividad siempre busca dignificar la vida del ser humano, por eso que actividades
como el tráfico de drogas o la prostitución no son un trabajo, pues no dignifican a
la persona que lo realiza ni cooperan al bien común. En definitiva, “trabajo” es toda
actividad humana personal y libre en la cual el ser humano emplea su fuerza física
o intelectual en orden a obtener un bien material o espiritual distinto del placer
derivado directamente de su ejecución. En la naturaleza vemos que hay otros
seres vivos que emplean su tiempo en adquirir los medios para la subsistencia, sin
embargo, puesto que no es una actividad libre y voluntaria, no se entiende como
un trabajo. Así, el trabajo humano puede ser realizado solo y directamente por el
ser humano, que ha sido creado a imagen de Dios y llamado a prolongar la obra
de la creación administrando y cuidando la tierra.

Por otra parte, Jesús, nos invita por medio de su vida a valorar el trabajo.
Siendo plenamente persona, es muy probable que haya colaborado en el oficio de
carpintero de José. Esto nos muestra que el trabajo es un medio de santificación
en la vida diaria y de superación, pues allí podemos anunciar a Dios, participar de
la creación y amar al prójimo.

El trabajo en tanto acto humano libre y voluntario, es expresión esencial del


ser persona. Por ejemplo, cuando ejercemos una actividad laboral no es una
simple actividad que implica esfuerzo físico o mental, o un mero instrumento por el
cual practicamos nuestros talentos, sino que es una de las tantas formas en que
las personas actúan de acuerdo a su naturaleza. Con esto queremos mostrar
cómo la labor humana ayuda al desarrollo de su dignidad.
Por otra parte, es importante decir que cualquier forma de ideología que
intente reducir al trabajador a un mero instrumento de producción, a simple fuerza
de trabajo o a un valor exclusivamente material, acabaría por desnaturalizar
irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su finalidad más noble y
profundamente humana.
2
Versión 2019-1

El trabajo presenta dos dimensiones: una dimensión subjetiva y otra


objetiva. La dimensión subjetiva implica que el ser humano, al trabajar, no sólo
modifica la sociedad y el entorno, sino que también se modifica y realiza a sí
mismo, desarrollando su personalidad. Es precisamente este aspecto subjetivo el
que constituye una actividad exclusiva del ser humano y a la vez hace de la
persona el fin último de todo el proceso productivo. Lo anterior permite no tratar el
trabajo como una simple mercancía, un bien de consumo o un elemento
impersonal, como si el ser humano fuese solo un medio de producción. Por el
contrario, el trabajo es un acto personal en donde se manifiesta lo que somos y se
perfeccionan nuestras capacidades para alcanzar la felicidad. En virtud de todo lo
que hemos señalado, podemos comprender que ningún trabajo es igual a otro,
pues cada uno le da su sello personal. La dimensión subjetiva nos entrega un
paradigma para poder medir lo importante que es el trabajo en el desarrollo del ser
humano en su dignidad.

Por otra parte, la dimensión objetiva del trabajo, “hace referencia al


producto final, la técnicas y procesos requeridos para la producción de un bien o
servicio”. Esta dimensión es cuantificable y medible. Por ejemplo, la tecnología, las
máquinas y la producción; el realizar un zapato con materias primas como cuero,
pegamentos, etc. Por eso es complejo posicionar esta dimensión como el
paradigma de las relaciones laborales, porque no responde en plenitud a las
exigencias de la realidad de la persona. Por lo mismo, Juan Pablo II proponía “la
preeminencia del significado subjetivo del trabajo sobre el significado objetivo”1
porque el sentido subjetivo está relacionado con las personas, con toda su
dignidad, mientras que el objetivo solo se refiere a la materialidad del proceso.
Esto implica que el trabajo ha de estar en función la persona y no la persona en
función del trabajo. Así se establece que el primer fundamento del valor del trabajo
es el ser humano, y no el producto o servicio generado por él.

1 Juan Pablo II, Laborem exercens, 6.

3
Versión 2019-1

2. El trabajo: una actividad humana que aporta al bien común.

Todo trabajo, ya sea de manera directa o indirecta, afecta a las personas y


por eso también al bien común. Por ejemplo, un mecánico automotriz que realiza
responsablemente su trabajo, un técnico de enfermería que realiza diligentemente
un procedimiento, o un técnico en turismo de aventura que les da buenas
informaciones a los turistas, podrían favorecer a las personas y afectar
positivamente a la sociedad. También puede ocurrir lo contrario. Un técnico o
profesional que realiza su trabajo de manera irresponsable puede afectar
negativamente a los destinatarios de su labor.
Así pues, mediante el trabajo, se contribuye para que la serie de condiciones
sociales que el ser humano necesita para desarrollarse como persona (acceso a
alimentación, vivienda, educación, salud, etc.) estén presente en la sociedad. En
este sentido, podemos decir que el trabajo tiene una dimensión social. Hoy,
principalmente, el trabajar es trabajar con otros y para otros: es un hacer algo para
alguien. De esa forma, el objetivo fundamental del trabajo es aportar al bien
común antes que la preocupación individual por la adquisición de bienes
materiales. Así, debemos comprender nuestras acciones laborales desde la
perspectiva de la cooperación con todos los miembros de la sociedad para lograr
el objetivo común: el desarrollo de las personas y alcanzar la plenitud.

3. El trabajo y la dignidad del trabajador: derechos y deberes.

Hemos señalado que el criterio para saber si cierta actividad es realmente


un trabajo es la propia dignidad de la persona. Es decir, una actividad que vulnera
la dignidad humana no debería ser considerada trabajo. Lamentablemente, tanto
en el pasado como en el presente hemos podido observar que algunos seres
humanos se aprovechan de las personas, ofreciendo condiciones laborales
indignas, bajas remuneraciones, jornadas de trabajo demasiado extensas y sin

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Versión 2019-1

posibilidad de un buen descanso. Por ello es necesario que, como sociedad, nos
esforcemos para cambiar esta realidad.
Si profundizamos en esta idea podemos decir que el trabajo es un derecho
fundamental, pues el ser humano necesita acrecentar su dignidad y poner en
práctica sus talentos. Por lo mismo, el trabajo es un bien que todos deben tener la
oportunidad alcanzar. De ahí la importancia que la empresa privada y el Estado se
preocupen de que todas las personas puedan acceder a una fuente de empleo. Un
problema actual es que “el alto índice de desempleo, la presencia de sistemas de
instrucción obsoletos y la persistencia de dificultades para acceder a la formación
y al mercado de trabajo constituyen para muchos, sobre todo jóvenes, un grave
obstáculo en el camino de la realización humana y profesional”2. Problemáticas
que el Estado debe abordar en conjunto con el mundo privado. Junto con el
acceso a las oportunidades, es relevante entender que las oportunidades
laborales deben cumplir con estándares mínimos para que puedan cumplir con su
objetivo: la dignificación del ser humano. De esa forma, el amplio abanico de
derechos laborales se fundamenta no en la legislación de los países, sino en la
misma naturaleza humana, en su dignidad.

Pero el trabajo no es solamente un derecho, sino que también es un deber.


Podemos señalar varias razones para afirmar esto. Primero, porque el ser humano
está llamado a perfeccionarse como persona y el trabajo es un medio para poder
lograrlo. Segundo, porque el trabajo es la fuente que nos permite proveer lo
necesario para la subsistencia de nuestras vidas y de nuestra familia. En tercer
lugar, este deber nace de la naturaleza social del ser humano; somos personas
que vivimos en sociedad y tenemos el deber de contribuir de manera efectiva al
desarrollo social.

2 Cfr. Compendio DSI, nº 289.

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Versión 2019-1

4. La precarización del trabajo y los nuevos desafíos.

Es relevante preguntarnos sobre qué condiciones laborales tenemos como


país. Nos estamos formando para entrar de lleno al mundo laboral pero, ¿qué es
lo nuevo en estos tiempos? Varias cosas podemos apuntar. La globalización
impulsada por internet, la digitalización de la vida y la automatización de los
procesos, entre otros, han traído numerosos avances, y a su vez nos desafían
también con grandes problemas. Si compramos ropa en una gran tienda, por
ejemplo, no estamos en condiciones de conocer si las condiciones laborales del
que fabricó esa ropa son justas o no. Por ello, es relevante comprender la
responsabilidad que significa nuestro rol como consumidores y miembros de la
sociedad.
Para conseguir esto, primero debemos realizar acciones que eviten
considerar el trabajo como una mercancía, con el fin de evitar su
“despersonalización”. El trabajo es un derecho de la persona y por tanto debemos
mirar a la persona que está detrás. Los avances tecnológicos no deben hacernos
perder de vista el lugar privilegiando que ha de tener el ser humano en la
realización del trabajo. En segundo lugar, contribuir para que el trabajo sea un
lugar en donde se valore la familia y que permita el equilibrio entre la vida
personal, social y laboral. En tercer lugar, la creciente preocupación por los
efectos de la globalización donde los trabajadores ya no pertenecen a empresas
locales, sino a empresas multinacionales teniendo efectos en las relaciones entre
trabajador y empleador. Es posible observar algunos vicios en este tipo de
empresas, tales como subcontrataciones sin condiciones laborales mínimas, con
la imposibilidad de generar cambios a través de organizaciones sindicales, entre
otros.

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Versión 2019-1

Semana 13: La economía y el cuidado del medio ambiente, un compromiso


moral.

“El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno


respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo
natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un
sistema ordenado”
(Papa Francisco)

Objetivo de aprendizaje: Especificar la relación que existe entre la economía, la


moral y la importancia de cuidar el medio ambiente como una responsabilidad
social.

Conceptos claves: moral, economía, medio ambiente, Casa Común.

1. La persona, la economía y la moral.

En esta clase continuaremos con la reflexión acerca de diferentes


realidades en las que viven las personas desde los valores y principios de la
Doctrina Social de la Iglesia. Nos adentraremos en la economía y en el cuidado
del medio ambiente1.
En primer lugar, el origen de la palabra economía proviene del griego
oikonomía, que hace referencia a la administración de la casa. Hoy en día se
entiende como la disciplina que se preocupa de estudiar los modos de producir y
administrar bienes y servicios para proveer de los medios necesarios para que la
persona pueda subsistir. En efecto, la persona humana, como ya se ha
mencionado en otras ocasiones, posee una dignidad que le es propia porque fue

1 Cfr. El tema de la economía fue tratado desde el punto de vista filosófico en el curso de Ética en
la semana n° 14.

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Versión 2019-1

creado a imagen y semejanza de Dios. De aquí nace el deber de sustentarse y


organizar la administración de los bienes que necesita para sobrevivir. Todo debe
ir encaminado a perfeccionar la vida misma del ser humano. De esta manera, la
economía para que sea considerada como constructora del bien común, debe
comprender a la persona en su integralidad, entendiéndola en todos sus aspectos:
físicos, espirituales, psicológicos, sociales, etc.
En efecto, a la luz de la fe, la actividad económica debe vivirse como un don
que Dios regala para la vida más plena de la persona. “La actividad económica y
el progreso material deben ponerse al servicio del hombre y de la sociedad:
dedicándose a ellos con la fe, la esperanza y la caridad como discípulos de Cristo,
la economía y el progreso pueden transformarse en lugares de salvación y de
santificación”2.

Cabe preguntarse ¿cuál es la relación entre la economía y la persona? ¿Es


posible establecer como prioridad la persona por sobre la economía? La economía
en sí implica decisiones humanas, por lo mismo, no puede ser ajena a la moral,
sino que debe ser parte constitutiva de ella. Por esto se debe establecer un orden
económico ético que le permita a la persona alcanzar la plenitud. Hay entonces
una necesaria reciprocidad en el ámbito de la moral y la economía. Esto es
significa que se deben tener en cuenta las razones y las exigencias de la
economía en relación a las exigencias de la vida moral, en la que se debe respetar
y promover la dignidad humana. En último término se debe responder al autor de
la naturaleza, que es Dios entendido como creador. Dado que el objetivo de la
economía es buscar el desarrollo de la dignidad humana y su felicidad, es que se
hace necesario establecer un orden para evitar que la atención se centre
solamente en las cosas materiales.

2 Cfr. Compendio DSI, n° 326.

2
Versión 2019-1

En la modernidad existen algunas experiencias de la economía cuya


finalidad se aleja del orden ético que le es propio. Por ejemplo la tarea de la
producción de bienes y servicios, donde la centralidad de su búsqueda queda
excluido el propósito de la autorrealización del ser humano. El evangelio, con sus
valores de justicia y solidaridad nos invita a construir una sociedad basada en el
amor fraterno. Por ello, estamos invitados a usar de la manera más eficiente y
respetuosa la creación, y que sus recursos estén al alcance de todos. De lo
contrario, se podrá dar paso al egoísmo y a la injusticia social en sus diversas
formas.
El principio de la Doctrina Social de la Iglesia conocido como destino
universal los bienes sostiene que, aunque haya bienes que fueron legítimamente
adquiridos, “toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se encuentra
en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos
los bienes”3. Por otro lado, como la economía está relacionada con el trabajo, se
debe hacer todo lo necesario para que ésta vele por el acceso igualitario a las
oportunidades laborales.
En definitiva, toda la actividad económica debe estar orientada a contribuir
al progreso del país y de las familias. Esta es la clave para un verdadero
desarrollo de los pueblos: que todos se hagan responsables de la sociedad y de
su desarrollo económico.

2. El cuidado del Medio ambiente y la Casa Común.

La experiencia nos indica que efectivamente existe un deterioro ambiental


producto de la contaminación, por ejemplo, del aire, lagos, ríos, mares, bosques,
flora y fauna. Esto lo vemos a diario en las noticias o lo experimentamos en los
lugares donde vivimos. Entonces ¿cómo puedo desde mi realidad cuidar el medio
ambiente? ¿Puedo yo ser una persona que ayude a generar conciencia de esta

3 Cfr. Compendio DSI, n° 328.

3
Versión 2019-1

situación desde mi lugar de trabajo? ¿Vale la pena el esfuerzo de uno solo? Estas
son algunas de las preguntas que intentaremos responder.

La Iglesia no se ha quedado ajena a la discusión sobre el cuidado del medio


ambiente. En efecto, en su reciente encíclica Laudato Si’ (“Alabado seas”), el Papa
Francisco ha querido iluminar la problemática que vive nuestro mundo con una
reflexión desde la sabiduría común, la opinión científica mayoritaria y sobre todo la
fe bíblica. Llama a la Tierra la “Casa Común” en la que todos estamos invitados a
vivir y a cuidar. Nuestro planeta es la Casa que compartimos con muchos otros
seres vivos y diversas especies; nos cobija, alimenta y protege. Al igual que todos
anhelamos tener una casa cómoda y limpia, lo mismo pasa con el planeta,
especialmente si somos tantos los que lo compartimos.
El Papa Francisco y su magisterio social, nos señala que la crisis
medioambiental refleja, en cierto sentido, una crisis de “humanismo integral”. Es
decir, lo que ve la Iglesia en la problemática ambiental es que la crisis es aún más
profunda, porque no solo involucra al medio ambiente, sino también la forma de
vida de la persona, que provoca una crisis socio-ambiental.
En efecto, existen modelos de vida que han llevado a la crisis actual. El
primero es el “tecnocrático”: la técnica por sobre el resto de las ciencias, el ser
humano por sobre la naturaleza, dueño de todo y capaz de manipular todo a su
antojo. Por otra parte, un profundo “biocentrismo o ecologismo” es decir, la
ecología y el medio ambiente por sobre todo, casi como algo sagrado4. En esta
forma de entender el mundo la persona termina apareciendo como enemigo de la
naturaleza. Ambos extremos comparten el mismo problema: una visión
reduccionista de lo humano y de la naturaleza, lo que lleva a la confusión de roles,
sin entender que el ser humano fue puesto para cuidar la creación y en medio de
ella desarrollarse.

4Este término se refiere al culto del ecosistema: nada se puede tocar. De ahí derivan tendencias
de no comer nada que provenga de lo animal, o tener animales de mascota con privilegios
mayores que cualquier ser humano.

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Versión 2019-1

En la realidad el ser humano y la naturaleza no son enemigos sino


compañeros de ruta. Tampoco somos dueños absolutos de la naturaleza, sino
administradores de un regalo que se ha dado a toda la humanidad, presente y
futura. En efecto, una mirada desde la fe nos dice que la naturaleza es reflejo del
amor de Dios por la humanidad. Esta mirada exige una responsabilidad de las
personas frente a ella, ya que sus acciones u omisiones pueden llegar a ser
dramáticas tanto para la naturaleza como para los seres humanos.
Si el ambiente humano se degrada, también el ambiente natural y
viceversa, es decir, la libertad humana juega un papel determinante frente a la
crisis medioambiental. Muchas veces hemos hecho un mal uso de los bienes de la
naturaleza. Vivimos sin ser concientes de que la naturaleza y todo lo que nos
rodea es un don y más que dominar o maltratarla, debemos administrarla para el
bien de nosotros mismos y de las futuras generaciones.

El gran aporte que hace el cristianismo es comprender al ser humano como


creatura y no como dios, por tanto, su responsabilidad es cuidar, proteger y
preservar la creación que le ha sido dada. Esta convicción de que la tierra es un
don dado a todos y no una pertenencia individual, es una de las claves para vivir la
vida y movernos en el mundo día a día buscando administrar y no explotar
destructivamente la naturaleza.
Ante la problemática compleja de esta tragedia del ser humano no podemos
dar respuestas simplistas. En efecto, uno de los caminos que debe seguir el ser
humano, especialmente el cristiano, es vivir la “ecología integral”. ¿En qué
consiste la ecología integral? Significa considerar al hombre y a la mujer en esta
Casa Común como centro de la creación sin dominar o aniquilar al planeta.
Significa que sea justo con la naturaleza para que no solo la generación actual
pueda gozar de ella, sino también las futuras. La ecología integral no pone a la
persona por sobre la naturaleza, sino que comprende que ésta le ha sido dada
para desarrollarse y, de esa forma, alcanzar su plenitud. La Casa Común debe ser
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Versión 2019-1

habitable para todos, un bien común para los habitantes de la tierra. Si todo fue
hecho para que el ser humano disfrute de lo creado, debe hacerlo
responsablemente, es decir, hacer un buen uso de su libertad.
En suma, podemos darnos cuenta de que tenemos el deber de cuidar la
Casa Común, porque la tierra no solo nos cobija y nos da todo lo necesario para
vivir, sino que también le dio a nuestros padres, abuelos o bisabuelos y también a
los hijos que vendrán.

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Versión 2019-1

Semana 14: La comunidad política y la cooperación internacional.

“La política tiene una función social. Y precisamente porque los políticos están
más altamente colocados, porque tienen una labor directa, de ellos ha de venir al
país un ejemplo de la moralidad privada y pública, de honradez, de sobriedad de
vida, de trabajo, de consagración al bienestar nacional”.
(San Alberto Hurtado)

Objetivo de aprendizajes: Señalar desde la DSI las ideas fuerza que otorgan
relevancia a la comunidad política y a la cooperación internacional para el logro
del bien común y la paz.

Conceptos claves: actividad política, cooperación internacional, dignidad


humana.

1. La política al servicio del ser humano y de la civilización del amor.

La palabra “política” es muy común en el lenguaje diario. Lo mismo


podemos decir de la frecuencia en que se relatan “hechos políticos” en las
noticias. La política puede aportar al bien común. Por ejemplo: el postnatal de seis
meses, lo que implica que la madre, o si se prefiere el padre, pueden pasar mucho
más tiempo con sus hijos recién nacidos. También la implementación de un
seguro de cesantía que permite a las personas que han perdido su trabajo tener
algunos meses el dinero necesario para subsistir. Estos ejemplos son el resultado
de decisiones políticas. Sin embargo, al escuchar la palabra “política” de seguro
no tendremos una buena opinión. Al parecer nos quedamos en los escándalos
provocados por algunos que se dedican a esta actividad sin desarrollar esta tarea
con plena honestidad.

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Versión 2019-1

Podemos decir que la política es una actividad humana que se refiere a la


toma de decisiones que conducirán el actuar de una sociedad. De esta forma,
debemos entenderla como la actividad que busca generar una mejor convivencia
social a través de los principios permanentes y valores sociales que propone la
DSI. En este sentido, no debemos confundir la política con el partidismo, pues la
acción política es mucho más amplia que estar ligado a un partido político. El
quehacer político es un elemento esencial del desarrollo humano. Esto se origina
en la condición racional del ser humano y su dimensión de sociabilidad. Es por eso
que hay una organización social que se determina por los ciudadanos, que recibe
el nombre de Estado y que gobierna la sociedad a través de sus tres poderes. En
efecto, es precisamente esta dimensión social la que lleva a la persona a formar
una comunidad y que lo impulsa a salir al encuentro del otro reconociéndolo con
su dignidad propia de persona y su derecho a la participación en la vida social. Por
este motivo, la persona humana es considerada como el fundamento y el fin de la
convivencia política. Esta visión se encuentra ya presente en los escritos de la
filosofía antigua. Aristóteles plantea en su libro La Política que la persona es un
“ser político” por naturaleza. Se entiende entonces que la comunidad política surge
de la misma naturaleza humana, en cuanto que las personas se reúnen para
organizarse y administrar los bienes necesarios para alcanzar la plenitud.

La relación entre la comunidad política y la sociedad civil se ordena


mediante el principio de subsidiaridad. Recordemos que este principio enlaza los
organismos mayores, como el Estado, con los menores, como la junta de vecinos.
Estas instancias se ayudan mutuamente para conseguir el desarrollo y perfección
propios de cada uno de sus miembros, en definitiva, para la colaboración en la
construcción del bien común del cual la sociedad es el primer responsable. Este
bien común buscado en forma individual sería imposible de alcanzar. Pensemos
en que cada familia tenga que crear una escuela para que los hijos aprendan. Por
ello, la organización social provee de los elementos requeridos para el desarrollo
personal.
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Versión 2019-1

Cabe entonces preguntarse, ¿por qué la Iglesia interviene en el quehacer


político? Ciertamente la comunidad política y la Iglesia son realidades distintas,
sin embargo, inspiradas en el evangelio, da su opinión al igual que cualquier otro
actor social. Como sus implicancias sociales “abarcan toda la realidad humana: la
Iglesia, sintiéndose íntima y realmente solidaria del género humano y de su
historia reivindica la libertad de expresar su juicio moral sobre estas realidades,
cuantas veces lo exija la defensa de los derechos fundamentales de la persona o
la salvación de las almas”1.
La política debe estar al servicio del ser humano, ese es su fin más sagrado
y nunca las sociedades al servicio de la política. Por esta razón Jesús rechaza el
poder opresivo y despótico de los jefes de las naciones y su pretensión de hacerse
llamar benefactores. Jesús jamás rechaza directamente las autoridades de su
tiempo. Más bien, rechaza el mal empleo de la política, pero no a la política como
tal. En este sentido, la autoridad política debe resguardar el bien de las personas y
promover los derechos fundamentales, y también respetar los valores esenciales
de la persona. Así, el cristiano tiene el deber moral de participar en la actividad
política, y de rechazar los gobiernos que atentan contra la dignidad humana.

La autoridad debe emitir leyes justas, es decir, conforme a la dignidad humana.


Cada ciudadano está obligado como miembro de dicha sociedad a cumplirlas.
Pero los ciudadanos no están obligados a seguir mandatos de la autoridad civil si
las leyes son contrarias a las exigencias del orden moral, a los derechos
fundamentales de las personas o a las enseñanzas del evangelio. Cuando esto
sucede, estas leyes pasan a ser injustas y tenemos el derecho a denunciar esa
injusticia.

1 Cfr. Compendio DSI, n° 426.

3
Versión 2019-1

En efecto, una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes


investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren en la
medida suficiente su actividad y su trabajo al bien común de la sociedad.
Lamentablemente, debido a la corrupción y alejamiento de distintas autoridades de
los reales intereses de sus ciudadanos, hemos ido perdiendo poco a poco el
interés en la actividad política. Sin embargo, aquello no es excusa para restarnos
de la participación. Este principio ya lo hemos revisado en la clase de la semana
n° 8, pero cabe señalar, que en este contexto, la participación no solo es un
derecho, sino ante todo un deber. Lamentablemente la participación en las cosas
del ámbito público ha bajado de manera considerable, así lo vemos no solo en las
votaciones, sino en organizaciones sociales, voluntariados, etc. Recordemos que
el logro del bien común es siempre una tarea de cada uno y de todos los
integrantes de la sociedad. En suma, la política debe estar al servicio del ser
humano y cooperar para la conformación de una civilización en donde reine el
amor y la paz.

2. Cooperación internacional: el dilema de los migrantes.

A nivel internacional los dilemas que vive la humanidad no son pocos. Entre
los temas más importantes están la paz mundial, la justicia, la migración, el
cuidado del medio ambiente y la economía. Estas dos últimas problemáticas ya las
hemos visto en clases anteriores. Nos gustaría ahora centrarnos en especial en el
tema de la migración y cómo desde la DSI se puede promover una cooperación
internacional al respecto.

La centralidad de la persona humana y la natural tendencia de los humanos


a asociarse y de los pueblos a trabajar en conjunto, es buscar el bien común en la
comunidad internacional. Lamentablemente aquella realización de esta comunidad
no se ha desarrollado en plenitud, pues los intereses de las naciones, en algunas
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Versión 2019-1

ocasiones, no pasan por el respeto a la dignidad humana, ni a la justicia, ni por la


solidaridad. Se trata más bien de privilegiar sus intereses económicos, culturales,
religiosos y políticos. En efecto, lo que debe mover a las naciones son los mismos
valores que mueven a las personas: la justicia, la solidaridad y la libertad. En este
sentido, el mensaje cristiano ofrece una visión universal de la vida de los seres
humanos y de los pueblos sobre la tierra, que hace comprender la unidad de la
familia humana, pues todos somos hijos de Dios creados a su imagen y
semejanza. En este sentido, la globalización puede ayudar positivamente a la
cooperación entre las naciones, pero resguardando la identidad de cada pueblo.
Bien sabemos que un problema complejo que está viviendo el mundo en la
actualidad es la migración. Hemos visto con mucho dolor como miles de migrantes
se trasladan en precarias embarcaciones cruzando mares y muchos de ellos no
alcanzan a llegar con vida a sus destinos. Otros caminan kilómetros y kilómetros
tratando de buscar nuevas oportunidades de desarrollo o simplemente huyendo de
la guerra para salvar sus vidas. Las causas son muchas: caos social, escasez de
comida, inestabilidad política, guerras, problemas medioambientales, etc. En
efecto, ante el tema de la inmigración, nuestro país no ha quedado ajeno. Algunos
piensan que ellos vienen a quitarnos el trabajo; otros creen que se vienen a
aprovechar de la salud y de los beneficios que ofrece nuestra nación; otros
sencillamente quieren que se vayan del país. Sin embargo, debemos hacer un
esfuerzo por comprender su situación. Debemos entender que vienen a buscar
trabajo y nuevas oportunidades para ellos y sus familias. Ellos se ven obligados a
salir de su lugar de origen porque allí no pueden acceder a los medios necesarios
para vivir dignamente y lo hacen con la esperanza de un futuro mejor y más
seguro. Muchos vienen huyendo de condiciones duras y opresivas. Nuestro deber
como cristianos es estar atentos a sus necesidades y acogerlos fraternalmente.

En este sentido, la cooperación es un imperativo ético. En esta lógica, la


Iglesia como actor destacado de la sociedad civil, podrá aportar su experiencia y
red de apoyo e información, así como una visión antropológica centrada en la
5
Versión 2019-1

dignidad de las personas. A su vez el Estado podrá desplegar su capacidad para


sumar esfuerzos con distintos actores sociales y articular políticas públicas de
larga duración para abordar esta realidad. Por otro lado, la sociedad civil y las
empresas pueden generar redes de apoyo a inmigrantes de tal manera que se
sientan acogidos y así las barreras sean cada vez menores, teniendo un trabajo
digno y también acceso a la educación, salud y vivienda.

Desde el punto de vista cristiano, el migrante no es un extranjero para


nosotros, sino un hermano o hermana, un conciudadano del reino de Dios.
Además de sensibilizar e instar a los líderes nacionales y a toda la comunidad
internacional a poner en práctica políticas humanas y adoptar medidas concretas
para abordar la crisis migratoria, los cristianos pueden mostrar la solidaridad con
los migrantes a través de acciones concretas, por ejemplo, el apoyo a los
esfuerzos de ayuda humanitaria, colaboración con fundaciones e instituciones de
apoyo y, evidentemente, con la oración. Los migrantes son también el rostro de
Jesús, porque Cristo quiso identificarse con cada persona especialmente con
aquellos más necesitados “porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y
me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me
vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme"2. Así pues, lo
que hacemos a ellos lo hacemos a Jesús y lo que negamos a ellos, se lo negamos
también a Jesús. Los inmigrantes permiten descubrir que la evangelización no se
realiza solo en los denominados territorios misioneros, sino en todo momento y
lugar de nuestras vidas.

El Papa Francisco nos ilumina con cuatro verbos para hacer frente a la
problemática: acoger, proteger, promover e integrar. Acoger significa, ante todo,
ampliar las posibilidades para que los inmigrantes y refugiados puedan entrar de
modo seguro y legal en los países de destino. En ese sentido, sería deseable un

2 Mt 25, 35-37.

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Versión 2019-1

compromiso concreto para incrementar y simplificar los trámites y autorizaciones


por motivos humanitarios y por reunificación de las familias que han sido obligadas
a separarse. El segundo verbo, proteger, se conjuga en toda una serie de
acciones en defensa de los derechos y de la dignidad de los emigrantes y
refugiados, independientemente de su estatus migratorio. Promover quiere decir
esencialmente trabajar con el fin de que, a todos los emigrantes y refugiados, así
como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse
como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida
por el Creador. El último verbo, integrar, se pone en el plano de las oportunidades
de enriquecimiento intercultural generadas por la presencia de los inmigrantes y
refugiados. La integración no es una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar
la propia identidad cultural. El contacto con el otro lleva, más bien, a descubrir su
“secreto”, a abrirse a él para descubrir su valor y contribuir así a un conocimiento
mayor de cada uno y de la riqueza que puede aportar.

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Versión 2019-1

Semana 15: La civilización del amor, la paz y la justicia

“El amor no es sólo una palabra o un sentimiento, sino una realidad concreta, que
permite a la luz de Dios entrar en la vida de los hombres y de toda comunidad
civil”
(Benedicto XVI)

Objetivo de aprendizaje: Analizar los aspectos que configuran la civilización del


amor y su relación con Dios como fundamento esencial.

Conceptos claves: civilización del amor, paz, caridad, justicia

1. Dios y la civilización del amor.

En este curso hemos estudiado una serie de temas relativos a la Doctrina Social
de la Iglesia. Es evidente que nos falta mucho por hacer y contribuir para la
construcción de una sociedad más justa donde se vivan los valores y principios de
esta enseñanza. Nos podemos preguntar al terminar este curso qué y cómo hacer
vida lo que hemos aprendido.

El primer cambio que debemos hacer es a nivel personal al momento de


percibir esta nueva realidad, que nos invita a la acogida y disponibilidad frente al
necesitado. En este sentido —como ya habrás notado en el desarrollo del curso—
la Iglesia, especialmente desde la Doctrina Social, debe pronunciarse en relación
a la dignidad de las personas y el servicio que necesariamente se debe prestar a
los más necesitados. Este es el punto central de toda la reflexión social de la
Iglesia, la promoción de la dignidad humana. Es por ello que se desarrolla este
curso para los técnicos y profesionales que se forman en Duoc UC, para que
puedan tener una mirada humana de quienes están cerca suyo, y desde la
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experiencia cristiana darle una mano a quienes lo necesitan. El segundo cambio


es no quedarse en lo estrictamente teórico, sino poner a disposición de la
sociedad todas nuestras capacidades e innumerables conocimientos para la
construcción de la civilización del amor.

Para poner en práctica todo lo anterior, resulta iluminadora la expresión del


Papa Pablo VI “civilización del amor” que se refiere al ideal cristiano de sociedad.
Pablo VI señala que la civilización del amor “es aquel conjunto de condiciones
civiles y económicas que permiten a la vida humana una condición mejor de
existencia, una racional plenitud y un feliz destino eterno” 1 . En efecto, esta
propuesta de la civilización del amor no es algo simplemente ideológico, político o
económico, ni menos técnico; es algo completamente concreto y una de las
primeras preocupaciones de la Iglesia.

¿Qué características tiene la civilización del amor? Es una propuesta que


abarca todos los ámbitos de la existencia de la persona y, por tanto, eso incluye
también a la sociedad. La civilización del amor es un compromiso que implica
acciones decididas y organizadas pues, en definitiva, es la fuerza que nos permite
cambiar realidades y desgracias sociales en situaciones llenas de esperanza. La
civilización del amor es también tarea diaria, pues mientras vamos caminando en
nuestra vida y en las diferentes ocupaciones que tenemos podemos ir
transformando la sociedad. La construcción de la civilización del amor es fruto de
las acciones humanas, impulsadas por la gracia de Dios. En la civilización del
amor podemos ver el proyecto original amoroso que tiene Dios para la sociedad y
la humanidad.

1 Pablo VI, Homilía de clausura en el Año Santo, Misa Noche Buena 1975.

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2. El cristiano constructor de paz y de justicia.

Desde la invención de las armas nucleares, la humanidad tiene en sus manos el


poder de terminar completamente con su propia existencia. Nunca antes en la
historia el ser humano había tenido el poder de eliminar a toda la humanidad de
una forma tan simple y fácil. Por eso, el contexto actual exige cada vez más
promover de manera efectiva la paz, entendiendo que siempre es lamentable un
conflicto bélico. El Papa Francisco nos dice: “no es la cultura de la confrontación,
la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los
pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; este es el único
camino para la paz. Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al
corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de
paz”2. En efecto, la paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un
equilibrio estable entre fuerzas adversarias, sino que se funda sobre una correcta
concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la
justicia y la caridad.

El ser humano está llamado a crear un orden racional y moral de la


sociedad que tiene sus raíces en Dios mismo y esto incluye la paz como ambiente
lógico de desarrollo. En efecto, la paz se funda en la relación entre todo ser creado
y Dios, en una relación marcada por la rectitud. Sin embargo, por un acto
voluntario el ser humano altera esta relación. Esto se hace evidente en la violencia
que podemos observar en las relaciones interpersonales y sociales. Es así que la
paz y la violencia no pueden habitar juntas, donde hay violencia no puede estar
Dios. Dios es el fundamento de la paz, Jesús el salvador, nuestra paz. Él vino a
reconciliar a la humanidad con Dios porque esta enemistad que nace a causa del
pecado es el origen de todas las formas de violencia. Jesús crucificado ha anulado
la división, instaurando la paz y la reconciliación por medio de la resurrección.

2 Ángelus, 1 de septiembre del 2013.

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Pero esta paz no nace sola. Para la Iglesia la paz viene unida con una virtud
que es de enorme relevancia: la justicia. Si no hay justicia es imposible que haya
paz, es decir, la paz es fruto de la justicia. Pero la justicia debe ser entendida en
su dimensión más profunda. Este término ya lo hemos estudiado en la clase de la
semana 9, que trataba sobre los valores fundamentales de la vida social. La paz
es fruto del amor, pues se construye la paz en cuanto la persona quiere el bien y
se dona a las demás personas. Cabe recordar que el amor no es un sentimiento
(aunque vaya acompañado de sentimientos), sino que es un acto de la voluntad
que permite la donación de una persona a otra. La paz se construye día a día y
sólo se consigue cuando nos hacemos responsables de promoverla. Esta
construcción de la paz es responsabilidad de todos: de los políticos con la
ciudadanía, de los ciudadanos con la sociedad, de los padres con sus hijos, de los
hijos con sus padres y hermanos, de los estudiantes con sus compañeros y
profesores, de los trabajadores con sus colegas, etc. La paz es fruto de la justicia,
es un valor y un deber universal que todos debemos perseguir. Los cristianos, que
buscan imitar a Jesús, tienen una especial responsabilidad en esta búsqueda de la
paz.

3. La verdadera paz, fruto de la caridad

La paz es fruto del amor, en efecto, “la verdadera paz tiene más de caridad
que de justicia”3. Comprender la paz como fruto de la experiencia del amor es el
resultado de vivir bajo la lógica de la civilización del amor. Ser portadores de la
buena noticia, que se entregan en gratuidad, es comprometerse con otras
personas sin esperar nada a cambio, es fruto de la vivencia de la caridad.
Así pues, la promoción de la paz en el mundo es una parte integral de la
misión con la que la Iglesia continúa la obra redentora de Cristo sobre la tierra. La
promoción de la verdadera paz es una manifestación de la fe cristiana en el amor

3 Cfr. Compendio DSI, nº 494.

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que Dios regala a cada ser humano. Para expresar este compromiso surgen las
Jornadas Mundiales de la Paz. Éstas son celebraciones en que se hace oración
por la paz para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI las
instituyó con el fin de dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la paz, una
celebración particular en el día primero del año civil. En suma, la paz se afianza
solamente con la paz, buscando la justicia por medio del sacrificio, por la
clemencia, la misericordia y por el amor. De la paz se expresa la caridad, por eso
es posible construir la civilización del amor que es fruto de la experiencia de la
paz.

Si bien la Iglesia Católica, y los cristianos en general, asumen el desafío de


construir una sociedad basada en el amor y la justicia, es un llamado que todos
debemos responder. Al tratarse de valores que están arraigados en la naturaleza
humana, todas las personas, creyentes o no, son responsables de hacer del
mundo un lugar mejor, más justo, solidario y caritativo para las generaciones
actuales y las futuras, de manera que todos tengan la posibilidad de vivir una vida
plena y en paz.

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Semana 17: El desafío de vivir la doctrina social de la Iglesia.

“El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en


su integridad”

(Benedicto XVI)

Objetivo de aprendizaje: Sintetizar las ideas fundamentales de la doctrina social


de la Iglesia.

Conceptos clave: Doctrina Social de la Iglesia, dignidad de la persona, principios


y valores sociales.

Contenidos clave.

1) Nuestro entorno social.


2) El valor de la persona y la felicidad.
3) Enseñanza social de la Iglesia.
4) Principios y valores de la vida en sociedad.
5) Vivir la doctrina social de la Iglesia.

1. Nuestro entorno social.

Hemos llegado a la última clase de este semestre, luego de hacer un


recorrido por diferentes temas y de situar a la persona en su contexto frente a los
acelerados cambios que vivimos. Es urgente la necesidad de hacer frente a las
problemáticas desde los principios y valores de la DSI y así anunciar a Cristo en la
realidad social. Ahora te proponemos los siguientes puntos a manera de
recapitulación.

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2. El valor de la persona y la felicidad.

Uno de los puntos centrales que hemos tocado es que el ser humano tiene una
constante búsqueda de la felicidad en su vida. Para lograr esta plenitud debemos
primero reconocer a la persona como un individuo único e irrepetible, lo que lo
hace irremplazable. Esta condición viene dada por ser creado a imagen y
semejanza de Dios. Esta es la dignidad de la persona humana, que es inviolable.
Además, se debe considerar que es un ser racional dotado de libertad y voluntad
para poder decidir y esto es lo que le permite amar y ser amado.

Además, la persona es un ser trascendente, busca algo más allá de nuestra


realidad. Esta búsqueda es la respuesta al anhelo humano de verdad y esta se
encuentra en Dios y en la creación. El cristianismo afirma que Dios se ha dado a
conocer, se ha revelado: Él es la verdad a la que la persona aspira, aunque
incluso no lo sepa el mismo ser humano. Tenemos el ejemplo de un gran
buscador, San Agustín, que después de muchos años de vagar en una serie de
doctrinas se convierte al cristianismo y escribe: “Tarde te amé, hermosura tan
antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y por
fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por Ti”1. El ser
humano está creado para encontrarse con Dios.

Esta verdad transforma la mirada de toda la existencia del ser humano. Es el


fundamento para el quehacer y compromiso social de la persona, ya que desde la
fe veo al otro como un prójimo y desde el amor no puedo quedar indiferente. Esto
es lo que se conoce como civilización del amor; esa civilización a la que podemos
llegar si seguimos el modelo de Cristo para construir una sociedad más plena y
justa.

1 San Agustín, Las Confesiones.

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3. Enseñanza social de la Iglesia.

El papel fundamental de la enseñanza social de la Iglesia es el de anunciar


la Buena Noticia de Jesús y denunciar las injusticias sociales. Si la Revelación es
la fuente inicial de la enseñanza de la DSI, esto nos permite afirmar que esta
doctrina tiene su origen en la enseñanza de Jesucristo, por lo que la fe es el pilar
fundamental en la que se sostiene toda esta reflexión. Pero más aún, la fuente es
Jesucristo mismo, Él es «el camino, la verdad y la vida». La DSI también se sirve
de otras ciencias humanas para su reflexión y descubrir la verdad de la persona.
Así, fe y razón se complementan en este análisis para alcanzar la verdad.

4. Principios y valores de la vida social.

La dignidad humana es la clave orientadora de toda la reflexión de la


Doctrina Social de la Iglesia. A su vez, la persona es sujeto y objeto del principio
del bien común, es decir que cada persona debe ser reconocida como objeto de
preocupación de este principio y, a la vez, como sujeto responsable de orientar su
acción diaria pensando primero en este bien más universal que en sus propias
necesidades.

Este compromiso de búsqueda está acompañado por el principio del


destino universal de los bienes que la Iglesia propone en su enseñanza social.
Trae impresa la noción de que “tanto el pleno y perenne señorío de Dios sobre
toda realidad, como la exigencia de que los bienes de la creación se orienten al
desarrollo de todo el ser humano y de la humanidad toda”2, permite que cada
persona sea responsable, no solamente de su propia suerte, sino de aceptar su
corresponsabilidad con toda la sociedad. Esta corresponsabilidad de los seres
humanos entre sí y con el Estado y viceversa, está regida por el principio de
subsidiariedad que permite que cada persona pueda obtener la ayuda suficiente y
necesaria para su desarrollo. Esta forma de ayuda no debe suprimir la opción de

2 Compendio DSI, n°177.

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Versión 2019-1

decidir su propio destino. Nunca se debe suprimir la perspectiva personal del


ciudadano. En este sentido es que el axioma principal de este principio es la
promoción de la autonomía de las personas y de los grupos intermedios, por lo
que no puede venir un grupo superior y remplazar en su capacidad resolutiva a
grupos menores.

Otro de los valores que forman la estructura base de la DSI es la


solidaridad. El Papa Juan Pablo II la define de la siguiente manera: “es la
determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por
el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente
responsables de todos”3. En conjunto podemos decir que los principios y valores
se iluminan recíprocamente.

Los seres humanos tienen una especial obligación de tender continuamente


hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Vivir en la verdad
tiene un importante significado en las relaciones sociales. La convivencia de los
seres humanos dentro de una comunidad es ordenada, fecunda y conforme a su
dignidad de personas, cuando se funda en la verdad.

Por su parte el valor de la libertad, como expresión de la singularidad de


cada persona humana, es respetado cuando a cada miembro de la sociedad le es
permitido realizar su propia vocación personal; es decir, puede buscar la verdad y
profesar las propias ideas religiosas, culturales y políticas; expresar sus propias
opiniones; decidir su propio estado de vida y, dentro de lo posible, el propio
trabajo; asumir iniciativas de carácter económico, social y político. Todo ello debe
realizarse en el marco de un sólido contexto jurídico, dentro de los límites del bien
común y del orden público y, en todos los casos, bajo el signo de la
responsabilidad.

En su formulación más clásica, la justicia «consiste en la constante y firme


voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido».

3 Carta encíclica Sollicitudo rei Socialis, n. 38.

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5. Viviendo la doctrina social de la Iglesia

Hacia la tercera unidad nos centramos en temáticas como la familia que es


reconocida como la célula básica de la sociedad. Esto quiere decir que la sociedad
encuentra en la familia su piedra angular. Reconociendo al ser humano como un
ser social, llamado a vivir en comunidad, entonces debe proceder de una
experiencia de “común unidad”, lo más sólida y significativa posible. Así, es en el
espacio familiar es el lugar de mutua donación es el espacio para que la persona
crezca y se fortalezca en este encuentro con los demás. Visto así, es clave
comprender que es voluntad de Dios que las personas nazcan y crezcan en una
comunidad de amor. Por su parte, el principio de la subsidiariedad recuerda la
centralidad de la familia, al proponer que tanto el Estado como las sociedades
intermedias no pueden sustituir a la familia en las decisiones claves de su propio
quehacer. La autoridad tiene la obligación de subsidiar a las familias, ir en su
auxilio cuando esta comunidad de vida no puede satisfacer por sí misma alguna
necesidad, pero en ningún caso deben sustituir, ni suplantar, ni menos violar sus
derechos fundamentales.

En tanto que, la comunidad política es fruto de la naturaleza de las


personas y encuentra en la referencia al pueblo su auténtica dimensión, al punto
que ella es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un
verdadero pueblo. El cuidado de la casa común es la idea fuerza que encontramos
en la Carta Laudato, Si’ del Papa Francisco, acerca de la responsabilidad que nos
corresponde a todos en el cuidado del medio ambiente en el actual contexto de
cambio climático que está experimentando nuestro planeta. Al hablar en esta
Encíclica sobre la contaminación y el cambio climático el Papa Francisco pone
especial atención en el sufrimiento de los más pobres. Son ellos quienes ya están
sufriendo los altibajos del cambio climático de manera más dura. También
recuerda la interconexión que hoy caracteriza a nuestra sociedad globalizada; y
motiva la búsqueda de otras formas de progreso que no descuiden la dignidad de

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la naturaleza, en cuanto que es creación de Dios y en cuanto sostén de la


comunidad humana.

Así, hemos llegado al final de este curso, que nos ha mostrado que el ser
humano es el centro de toda la actividad humana y por ende la principal
preocupación de la Iglesia.

La Iglesia no quiere dejar de aportar al debate común en torno a temas


contingentes y relevantes del diario vivir como los que hemos tratado en este
semestre. Este curso no marca el final del recorrido ni de la enseñanza de la
Iglesia, sólo abre la puerta a que puedas buscar y reflexionar en torno a todas
estas problemáticas sociales poniendo al ser humano siempre primero, y de
acuerdo a la Iglesia con la ayuda de Dios, de modo que puedas siempre plantearte
en tu quehacer profesional y diario cómo buscar soluciones a los nuevos desafíos
que la humanidad enfrenta.

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