Sociologia Cosmopolita

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Sociología Crítica Cosmopolita

Sociología crítica cosmopolita : trayectorias, diálogos y figuracio-


nes / Pablo Vommaro ... [et al.] ; Editado por José Vicente Tavares
dos Santos. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO,
2024.
822 p. ; 21 x 14 cm.
ISBN 978-987-813-905-0
1. Sociología. 2. Violencia. 3. Seguridad. I. Vommaro, Pablo II. Tava-
res dos Santos, José Vicente, ed.
CDD 301.01

Diseño de tapa: Dominique Cortondo Arias


Diseño del interior y maquetado: Eleonora Silva
Sociología Crítica Cosmopolita
Trayectorias, diálogos y figuraciones

José Vicente Tavares-dos-Santos


(ed.)
CLACSO Secretaría Ejecutiva
Karina Batthyány - Directora Ejecutiva
María Fernanda Pampín - Directora de Publicaciones
Equipo Editorial
Lucas Sablich - Coordinador Editorial
Solange Victory, Marcela Alemandi y Ulises Rubinschik - Producción Editorial

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Sociología Crítica Cosmopolita. Trayectorias, diálogos y figuraciones (Buenos Aires: CLACSO,


octubre de 2024).
ISBN 978-987-813-905-0

CC BY-NC-ND 4.0

La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras
colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicación no
necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.

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Índice

Presentación............................................................................................................................11
Karina Batthyány y Pablo Vommaro

La sociología crítica cosmopolita. Una introducción............................................ 13


José-Vicente Tavares-dos-Santos

Federico Schuster, recuerdos en movimiento..........................................................65


Pablo Vommaro

I. Trayectorias para el cosmopolitismo


Cosmopolitismo Sociológico y sentido común.
De los Antiguos a la Modernidad...................................................................................77
Renato Ortiz

O pensamento social latino-americano.


Trajetórias para o cosmopolitismo...............................................................................115
Edna Castro

Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico...........................................139


André Botelho & Antonio Brasil Jr.

Sociologia Geral na América Latina.


Colonialidade e práticas anticoloniais.......................................................................163
Paulo Henrique Martins

O cosmopolitismo negro em três tempos. Deslocamentos,


tensionamentos e atualizações no debate contemporâneo.............................. 215
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos
Literatura y sociedad. La crítica latinoamericana cosmopolita..................... 249
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial.


La experiencia del CLAPCS, Rio de Janeiro (1957-1979)........................................281
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

II.Violencia, control social y seguridad


Violencia, anomia, conflicto........................................................................................... 321
Sérgio Adorno

La construcción de un campo intelectual. Violencia, seguridad


y sociedad en América Latina........................................................................................ 351
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Feminicídios: o fato social e o estado da arte......................................................... 405


Letícia Maria Schabbach

O problema do individualismo. Apontamentos para um ensaio


sobre o individualismo no Brasil...................................................................................433
Michel Misse

Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso


de civilización.......................................................................................................................471
Tatiana Savoia Landini

Criminologia cultural no Brasil. Do centro para a margem


e da margem para o centro............................................................................................ 509
Salah H. Khaled Jr.

Criminologia feminista e os estudos de gênero.


Contribuições para compreender o direito e as práticas jurídicas................ 531
Rochele Fellini Fachinetto

III. Los diálogos internacionales


La fabricación de un diálogo. La internacionalización
de la Sociología en las sociedades BRICS.................................................................. 561
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos
La cuestión social y los jóvenes en América Latina. Una mirada
desde los estudios que promueven una sociología crítica.................................593
Nilia Viscardi

Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural


a la Ecología y Cambio Climático.................................................................................619
Jorge Rojas Hernández

Coletividade científica, inovação e comunicação.


Cosmopolitismo, conceitos e controvérsias.............................................................641
Maíra Baumgarten

IV. Ciudades, trabajo y figuraciones


La trilogía del trabajo. Valor, (des)valor y plusvalía
en la era de la desantropomorfización..................................................................... 685
Ricardo Antunes

As metrópoles das ciências sociais latino-americana........................................ 705


Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

Imaginação e poéticas sociológicas.


Ciência, literatura e linguagem.................................................................................... 749
Enio Passiani

A violência e a selva em narrativas latino-americanas.......................................773


Renan Freitas Pinto

Complejidades de una policrisis global..................................................................... 811


Alfredo Pena-Vega

Novelas y conflictualidades.
Un enfoque sociológico cosmopolita..........................................................................841
José Vicente Tavares-dos-Santos
Presentación

Federico Schuster fue una gran persona, un gran intelectual y un


gran docente. Formador de generaciones de estudiantes e investiga-
dores desde su lugar de profesor de la Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA, director del Grupo de Estudios sobre Protesta Social y
Acción Colectiva (GEPSAC) y del Instituto de Investigaciones Gino
Germani (1997-2001). Fue también un académico comprometido
con la transformación de la Universidad, y desde esa convicción
asumió responsabilidades de gestión en su Facultad (fue Decano
por dos períodos, 2002-2006 y 2006-2010) y en el Consejo Superior
de la Universidad de Buenos Aires.
Trabajó para la promoción de la Filosofía, la Sociología y las
Ciencias Sociales en la Argentina y en América Latina y el Caribe.
Dentro de este generoso compromiso, integró el Comité Directivo
de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) y fue un
activo miembro de diversos espacios de discusión política e inte-
lectual en la región. Como parte de la red CLACSO, participó de la
vida institucional, en diversos espacios de investigación y forma-
ción, aportó a publicaciones y realizó múltiples intervenciones en
ámbitos de comunicación y difusión.
Es por todos estos motivos que nos complace la publicación
de este volumen, que reúne trabajos de diferentes investigado-
ras e investigadores en torno al posicionamiento de la sociología
11
Karina Batthyány y Pablo Vommaro

latinoamericana y caribeña en el espacio global y en la historia


del conocimiento. Los capítulos, sobre temas diversos, están eng-
lobados en la conciencia de la responsabilidad de la disciplina de
interpretar los procesos de transformación de las sociedades y de
explicar el mundo social contemporáneo. Las configuraciones crí-
ticas de la sociología latinoamericana y caribeña han consolida-
do en la historia reciente su internacionalización, su legitimidad,
su hibridez y su compromiso público como conciencia crítica de
nuestras sociedades.
Este libro es un trabajo colectivo que aúna el esfuerzo de in-
vestigadoras e investigadores y multiplica sus resultados. Vaya en-
tonces esta obra para seguir construyendo memoria en torno al
querido Federico, a quien seguimos extrañando.
Y no hay mejor manera de homenajear a Federico Schuster que
proseguir por la senda del trabajo intelectual colectivo y público, el
compromiso con la producción de conocimiento desde la sociolo-
gía latinoamericana crítica, camino que tanto contribuyó a forjar.

Karina Batthyány Pablo Vommaro


Directora Ejecutiva Secretario Académico
CLACSO CLACSO

12
La sociología crítica cosmopolita
Una introducción

José-Vicente Tavares-dos-Santos

Introducción

El período reciente de la historia intelectual en América Latina


consolida la internacionalización de la sociología latinoameri-
cana. Desde sus fundadores, la sociología ha sido interpelada
por configuraciones críticas, por lo que se ha erigido como cono-
cimiento como forma de autoconciencia crítica de la realidad. Este
estilo de pensamiento, que asume la tarea de explicar el mundo
social, es un lenguaje de la modernidad, que ahora tiene la respon-
sabilidad de interpretar los procesos de formación y cambio en las
sociedades en proceso de transformación, percibiendo al mismo
tiempo diferentes procesos de configuración, sean hegemónicos
o contrahegemónicos, como enigmas de la modernidad-mundo
(Ianni, 2000).
La sociología latinoamericana está inserta en el espacio global
y en la historia del conocimiento sociológico: tiene legitimidad
y ha sido reconocida por la sociedad civil y el Estado como con-
ciencia crítica de la realidad social. El conocimiento sociológico

13
José-Vicente Tavares-dos-Santos

en América Latina ha presentado las siguientes características:


cosmopolitización, internacionalismo, hibridismo, diversidad; y
análisis críticos de procesos sociales, políticas públicas y conflic-
tos sociales; finalmente, el compromiso público de los sociólogos
(Germani, 1971; Ianni, 1993; Marini y Millán, 1994; Trindade, 2021).
Coincidimos con Ianni en que “la cultura latinoamericana está
marcada por tres inclinaciones más o menos claras: el colonialis-
mo, el nacionalismo y el cosmopolitismo” (Ianni, 1993, p. 122).
Podemos identificar siete períodos en la sociología brasileña,
latinoamericana y caribeña (Tavares-dos-Santos et al., 2020; Mari-
ni y Millán, 1994, 1996):

I) El patrimonio intelectual de la Sociología (desde el siglo


XIX hasta principios del siglo XX);
II) La Sociología de la Cátedra (1890-1950);
III) El período de la Sociología Científica y el inicio de la Sociolo-
gía Crítica (1950-1973);
IV) Las crisis institucionales derivadas de las dictaduras y la
consolidación de la Sociología Crítica (1973-1983);
V) La sociología de la transición del autoritarismo a las nue-
vas democracias: participación y exclusión (1983-2000);
VI) Consolidación institucional y globalización de la Sociolo-
gía Crítica en América Latina, en la Era de la Globalización
de los Conflictos (de 2001 a 2015);
VII) Democracia, autoritarismo y conservadurismo (2016-ac-
tualidad).

Para pensar cosmopolitismo, política, cultura e internacionaliza-


ción, es necesario enunciar un conjunto de preguntas:

• ¿Cómo desarrollar un diálogo cosmopolita con otras socio-


logías nacionales, de norte a sur, de oeste a este?

14
La sociología crítica cosmopolita

• ¿Cómo explicar las nuevas cuestiones sociales mun-


diales en el contexto de la diversidad social y cultural
latinoamericana?
• ¿Cuál es el significado de la sociología latinoamericana en
la era de la mundialización de los conflictos sociales?
• ¿Cuál es el papel latinoamericano en una sociología crítica
mundial cosmopolita y como construye su reconocimiento
planetario?

Hay una mundialización de las conflictividades sociales que pro-


duce las nuevas cuestiones sociales mundiales: cambian normas y
valores; producen movimientos sociales transnacionales, como el
feminismo, ecologismo, movilizaciones o migraciones a las gran-
des ciudades. Se desata asimismo el proceso de exclusión social y
la crisis del destino de los jóvenes: una generación del desaliento.
Muchas fuerzas sociales de resistencia han surgido en este siglo
XXI, desde las protestas hasta los movimientos sociales, todos bus-
cando alternativas en el contexto mundial.
Se ha producido un florecimiento de ideas, como lo muestran
los debates del Foro Social Mundial, desde 2001: un lugar para el
pensamiento reflexivo, crítico, en la tradición y creatividad del
debate democrático de ideas, con la formulación de agenda a
partir del intercambio de experiencias. Los actores son grupos y
movimientos sociales que se oponen al neoliberalismo y a la do-
minación del mundo por cualquier forma de imperialismo; y com-
prometidos con una sociedad centrada en el ser humano dignidad.
La Historia nos ensena. La conquista de las Américas moldeó
la modernidad a través de intercambios, imágenes y sangre. Inter-
cambios entre seres humanos, productos y procesos, artes de gue-
rra, lenguajes y símbolos. Intercambios desiguales, entre pueblos
con nuevas artes guerreras que conquistaron civilizaciones −los
incas, los aztecas, los tupi-guaranís, luego los mapuches− utilizan-
do la fuerza, la división y los mitos, incorporando y modificando

15
José-Vicente Tavares-dos-Santos

símbolos precolombinos. De modo notorio, las atrocidades y mo-


dos de matanzas, genocidios y exploración constituyeron el patri-
monio cultural criminoso de la humanidad (Zaffaroni, 2022).
Ante la incomunicabilidad de lenguas que le eran extrañas, re-
currir a la violencia y la mortificación del cuerpo se convirtió en
costumbre (Todorov, 1982). Las formas de dominación del sujeto
−la encomienda española (sistema que consistía en la explotación
de un grupo o comunidad indígena por parte de un colono, con
base en la concesión de las autoridades locales, mientras el colono
viviera. A cambio, el colono debía rendir homenaje a la metrópo-
li y promover la cristianización de los indígenas), la esclavitud de
indios y negros, el cambão, la deuda de la choza −ampliada para
garantizar los imperios coloniales. Sufrimiento a cambio de oro
y plata. Fue una época de violaciones, desde la Malinche hasta las
Indias en las costas de la Tierra de Santa Cruz, de masacres y muer-
tes: la sangre de los colonizados, el mestizaje de los colonizadores,
una mezcla de parentesco, creando culturas híbridas. El barroco
fue la expresión del borramiento del saber y la imposición del pen-
samiento moderno, originado por los epistemicidios (la muerte del
saber popular o alternativo). Imágenes entre incógnitas y amalga-
mas de deidades y mitos.
Lleno de historicidad, el período reciente de la historia inte-
lectual en América Latina consolida la internacionalización de la
sociología latinoamericana, basada en culturas híbridas (Canclini,
1989; Marini y Millán, 1994, 1995, 1996; Ewbank, Barbosa, Deme-
nech, 2022). Vivimos, después de la Era de los Extremos, la era de
metamorfosis del social, de las nuevas cuestiones sociales mundia-
les, de nuevas incertitudes, de la liquidación de las interacciones
sociales −del amor al crimen− y de la mundialización de las con-
flictualidades (Hobsbawm, 1994; Bauman, 1998; Castel, 1995, 2009;
Tavares-dos-Santos, 2009; Beck, 2017).
El objetivo es discutir la creación de la sociología contemporá-
nea, basada en experiencias intelectuales latinoamericanas, es-
clareciendo la relación entre teoría sociológica y cosmopolitismo.
16
La sociología crítica cosmopolita

Estamos viviendo una transición paradigmática de la ciencia mo-


derna (las cárceles y el nacimiento de las ciencias humanas: histo-
ricidad y representaciones sociales) a la nueva teoría crítica de la
posmodernidad rebelde. En este pasaje surgieron algunos concep-
tos: ruptura epistemológica, historicidad, complejidad, represen-
taciones sociales, relación estructura-acción, relaciones objetivas,
relaciones subjetivas y los modos de figuraciones. Y el estimulante
concepto de la imaginación sociológica (Mills, 1959), hoy día revin-
dicado aún por la “imaginación criminológica” (Young, 2011).
El tiempo social avanza a través de una aceleración virtual, per-
meada por una tensión entre el tiempo cíclico y el tiempo imagina-
rio del futuro, ya que ya no vivimos en un tiempo lineal. La cultura
moderna fue creada por la idea del tiempo evolutivo, la noción de
progreso, el evolucionismo cultural que pasó a la sociología con
Spencer. Esto ya no existe: tiempos no lineales, tiempos de inesta-
bilidad, en los que ha habido trabajo precario y la experiencia del
laberinto de la vida. Comienzan a experimentar fragmentación,
vulnerabilidad, cierto encierro y muerte. La metamorfosis de las
cuestiones sociales y del mundo en el siglo XXI.
Vivimos tiempos de inestabilidad e incertidumbre, en los que el
trabajo se ha precarizado y se han experimentado los dilemas del
laberinto de la vida; experimentamos fragmentación, vulnerabi-
lidad y encierro. Sin embargo, hay posibilidades de un tiempo de
libertad, surgido de la participación en redes sociales emancipa-
doras, con la probabilidad de que la sociología se practique como
conocimiento reflexivo de las múltiples prácticas de las transfor-
maciones sociales globales (Souza Santos, 2000).
Podemos volver a la idea de experiencia de Gastón Bachelard:
la experiencia es una interacción con lo desconocido, es una in-
tervención a través de un concepto y a través de un instrumento
que contiene un concepto en su interior; una tensión entre teoría y
empirismo, un momento en el que la experiencia se produce como
un pasaje entre el concepto, conocido, y lo nuevo, desconocido. La
noción racionalista aplicada de experiencia es fundamental para
17
José-Vicente Tavares-dos-Santos

que el estudiante perciba la ciencia como una de las formas de co-


nocimiento que también está vinculada a otras formas de enten-
der el mundo.
Evidentemente ya no vivimos en el tiempo lineal, el tiempo del
progreso. La cultura burguesa fue creada por la idea del tiempo li-
neal, la noción de progreso, el evolucionismo cultural que pasó por
la sociología con Spencer. Esta noción del tiempo marcó toda la
experiencia del siglo XX. Ahora, estamos experimentando la crisis
de la modernidad, de los valores de la Ilustración, que ya no son ca-
paces de realizarse. Boaventura de Sousa Santos analiza esta crisis
de la razón mostrando que estamos más allá de la modernidad: la
modernidad se ha agotado y, con ella, la escuela está desorientada
(Sousa Santos, 2000).
Michel Foucault escribió que las ciencias humanas surgen
cuando, a la positividad de producir, vivir y hablar, se añade una
representación de vivir, hablar y producir (Foucault, 1966). Traba-
jar con lo simbólico es también construir una ley: la función del
nombre del padre es precisamente permitir la construcción de una
ley simbólica, es decir, una ley de convivencia social, de conviven-
cia entre el hombre y la naturaleza, sus seres semejantes y los que
son diferentes. En consecuencia, practicar el conocimiento socio-
lógico es aprehender un universo simbólico de experiencias, ex-
plicaciones y, poco a poco, conceptos. La construcción de procesos
de conocimiento y la construcción de constructos, de conceptos
como instrumentos simbólicos para explicar los mundos.
Necesitamos construir las ciencias sociales desde un enfoque
transdisciplinario, enseñar la ciencia revolucionada, la ruptura
y la historicidad de la ciencia. Mostrar que las ciencias sociales
tienen una historia social y una historia epistemológica. Conocer
es descubrir lo que aún no se ha percibido en un fenómeno na-
tural o social, instancias empíricas que serán explicadas socioló-
gicamente (Fernandes, 1967). Desarrollar, entonces, un proceso de
construcción de categorías, formas por las cuales se realiza la fa-
bricación del conocimiento sociológico.
18
La sociología crítica cosmopolita

Por diálogo cosmopolita entendemos la capacidad de los autores


para asimilar múltiples culturas sociológicas, identificando con-
ceptos que pueden traducirse de un idioma a otro, para explicar
los problemas sociales del nuevo mundo en términos de sociología
comparada. La idea central es evaluar la posibilidad de construir
una sociología crítica globalizada.
¿Cómo superar un inconsciente colonizado que nos hace reco-
nocer, por ejemplo, en las disciplinas de la Teoría Sociológica, solo
a autores del norte como creadores de la teoría, relegando a los
sociólogos latinoamericanos a sociologías especiales, como la so-
ciología del desarrollo, de la violencia, etc.?

¿Qué es el cosmopolitismo?

Pensar el cosmopolitismo es una tarea que viene de los clásicos


griegos. En la modernidad, se torna relevante evocar la coexisten-
cia de mundos sociales y de individualidades diferenciadas, como
subraya el antropólogo Gilberto Velho:

En este, heterogéneo y complejo, una de las principales caracterís-


ticas es la coexistencia de diferentes mundos sociales y corrientes
culturales que expresan diferentes formas de relación e interacción
con la realidad, así como múltiples pertenencias e identidades si-
multáneas. […]. El cosmopolitismo, en cuanto se refiere a la sociedad
moderna-contemporánea, al menos desde el romanticismo, se aso-
cia, sobre todo, a valores y perspectivas individualistas (Velho, 2010,
p. 16).

La tradición griega del cosmopolitismo, desde Diógenes, o Cínico


(400 A.C. - 325 A.C.), nos ha legado dos ideas centrales. Por un lado,
la idea de que la política debería considerar a todos los seres huma-
nos como iguales, una igual dignidad humana: “El cosmopolitismo
cínico/estoico nos insta a reconocer el valor igual e incondicional
de todos los seres humanos, un valor basado en la capacidad de

19
José-Vicente Tavares-dos-Santos

elección moral […] en lugar de en rasgos que dependen de factores


naturales o fortuitos, arreglos sociales” (Nussbaum, 2019, p. 2). Por
otro, la dualidad de las obligaciones en una democracia, obligacio-
nes de justicia y obligaciones de ayuda material: “La bifurcación
de deberes entre deberes de justicia y deberes de ayuda material
ha ejercido una influencia decisiva en el curso de la política inter-
nacional y en el desarrollo del movimiento de derechos humanos”
(Nussbaum, 2019, p. 9).
El cosmopolitismo, de larga tradición griega, pasando por Cí-
cero, Marco Aurelio, Hugo Grotius (1583–1645), Adam Smith (1723-
790) renace en el Iluminismo (Nussbaum, 2019).
En el escrito de Kant, “Para la Paz Perpetua” (1795), cuatro temas
son relevantes. En primer lugar, en la representación del motor
del progreso de la humanidad para el derecho cosmopolita, Kant
asocia directamente el desarrollo de la cultura y el del comercio
(Balibar, 2022, p. 48). En según lugar, asocia la ciudadanía cosmo-
polita con la paz substancial. En tercer lugar, demuestra que esa
transformación resulta, en el curso de la historia, de una dialéc-
tica del conflicto y del derecho, en la cual, el conflicto engendra
su contrario (la insociable sociabilidad). En fin, Kant dibuja dos
concepciones: pensar las condiciones de posibilidad de un Estado
mundial (1974); por consecuencia, defender un sistema universal
de normas jurídicas, comprendiendo los derechos fundamentales
(1796) (Balibar, 2022, pp. 48-50).
Además, en el primer artículo de “Para la paz perpetua: un pro-
yecto filosófico”, de 1795, Kant sostiene que:

[…]la constitución republicana detiene, además de la pureza de su


origen es decir, de haber brotado de la fuente pura del concepto de
derecho −además la perspectiva para la consecuencia deseada, a sa-
ber, la paz perpetua; esta es el fundamento de aquella (Kant, [1795]
2020, p. 21).

Kant escribe que la república es la mejor forma de gobierno, por-


que además de garantizar la libertad en el ámbito doméstico,

20
La sociología crítica cosmopolita

manifiesta una inherente inclinación hacia la paz en el exterior.


La república se considera la forma de gobierno más pacífica, ya
que, según su constitución, la participación en conflictos armados
requiere el consentimiento de la población. Y es que, para Kant,
cuando se requiere el consenso de los ciudadanos, si se declara o
no una guerra, dudarán antes de iniciarla (Kant, 2004, p. 42).
Sin embargo, aparece el etnocentrismo racial en Kant, pues la
raza es considerada superior y la mezcla con otras etnias podría
degradarla. Sería un iluminismo despótico. Sin embargo, Foucault
demarca la contribución de Kant en términos de un ethos filosó-
fico como crítica permanente de nuestro ser histórico, fundando
una ontología del presente, una actitud de modernidad (Foucault,
1994, pp. 231 y 568).
La otra concepción novecentista proviene de Karl Marx, en el
Manifiesto Comunista de 1848. Primero, el cosmopolitismo, sobre el
nombre de internacionalismo, se transforma en una idea fuerza de
la lucha contra los sistemas de poder y de dominación, de la clase
obrera (Balibar, 2022, p. 51). Además, el internacionalismo se pre-
senta como un modo de socialización de los individuos que produ-
cen los colectivos militantes (Balibar, 2022, p. 52). Mismo su óptica
podría permanecer iluminista y eurocéntrica (Balibar, 2022, p. 55),
hay que acordar que Marx escribió sobre América Latina, India,
sobre las formaciones precapitalistas y acerca del comunitarismo
ruso (Aricó, 2020; Marx y Engels, 1980; Marx y Engels, 1974; Marx,
1971; Shanin, 1983).
Emile Durkheim (1858-1917), en su libro Las formas elementales
de la vida religiosa (1910), objetiva “estudiar la religión la más pri-
mitiva y la más simple” (p. 1): reconoce la importancia de los mate-
riales recogidos por los etnógrafos en las “sociedades primitivas”.
Mismo que las denomine sociedades primitivas, allí está el análisis
del animismo (cap. II), del totemismo (cap. IV), y todo el libro II y
el libro III, sobre todo, de las tribus australianas y sus mitologías.
Adelanta la conclusión del trabajo: “La conclusión general del libro
que vamos a leer, es que la religión es cosa eminentemente social.
21
José-Vicente Tavares-dos-Santos

Las representaciones religiosas son representaciones colectivas


que expresan realidades colectivas” (Durheim, 1910, p. 13). Encon-
tramos una relectura contemporánea de Durkheim que subraya
la importancia de su obra, en particular de Las formas elementa-
les para la comprehensión del simbolismo en la vida social (Weiss,
Gomes Neto, Magnelli, 2018; Weiss, Faracobenthien, 2017; Weiss,
Rosati, 2015; Lukes, 1984; Fournier, 2007). Martins y Guerra conclu-
yen: “la lógica ‘efervescente’ durkheimniana de la diferenciación
social que se desarrolla por la sistematización de las nociones de
representación, simbolismo y totalidad” (Martins y Guerra, 2013,
p. 186).
Max Weber realizó una sociología comparada de las religiones,
involucrando los universos del hinduismo, del budismo, del con-
fucianismo chino, del islam, del judaísmo y del protestantismo.
Además, analizó los literatos chinos. En otras palabras, realizó dos
tareas:

[…] primero, combinar la micro etnografía con la macro sociología,


de modo que el evento circunstancial arroje luz sobre procesos y ca-
tegorías sociales más amplios y viceversa; en segundo lugar, añadir
a las representaciones sociales y códigos culturales que informan la
cosmología de una sociedad determinada […] el poder y la eficacia
de la acción individual que, como parte de cualquier sociedad, en el
caso moderno ocupa un lugar especial, lugar en el establecimiento
de sus valores (Peirano, p. 93).

Un rasgo de la obra de Edgar Morin fue acentuar el humanismo


planetario, y por ende la complexidad del saber sobre el hombre,
por la problematización, contextualización et la combinación de
la multiplicidad y de la diversidad humana: “Hay que conocer inse-
parablemente las condiciones sensoriales, cerebrales, espirituales
del conocimiento humano y el conocimiento de las condiciones
históricas y sociales que pesan sobre todo conocimiento” (Morin,
2021, p. 121).

22
La sociología crítica cosmopolita

Viene a sostener una sociedad-mundo para cambiar la vida, la


Vía, mestiza, suponiendo la solidaridad, la pluralidad y la participa-
ción (Morin, 2013, p. 158). Llega Morin a proponer cinco principios
de la esperanza: el surgimiento del inesperado y del improbable,
de la incerteza; las virtudes criadoras; las virtudes de la crisis; las
virtudes del peligro; y la aspiración multilínea de la humanidad a
la armonía (Morin, 2013, pp. 383-384). Tratase de concebir la huma-
nidad como Terra-Pátria (Morin, 2003, p. 18). Una invitación a la
audacia de pensar, de imaginar nuevas ideas y valores, visiones de
futuros (Pena-Vega, 2021; Pena-Vega y Lapierre, 2008; Pena-Vega et
al., 2011; Pena-Vega y Wolton, 2014).
Said trae al debate la construcción de Oriente por Occidente,
lo que acaba situando al primero como el lugar de lo exótico, lo
diferente, lo otro (Said, 2004). Tal operación se realiza a través de
un proceso de comparación desde un punto central, que permite
identificar al otro como algo diferente. Esta construcción de un
mundo cristiano occidental en oposición al lugar de lo exótico, del
otro, reivindica una pretensión de universalidad que ha venido a
configurarse en la ciencia moderna: el resultado de una interven-
ción epistemológica que solo fue posible a partir de la fuerza con
la que se impuso la intervención política, económica y militar del
colonialismo y el capitalismo moderno a los pueblos y culturas no
occidentales y no cristianas. También la proposición de una sinolo-
gía, en el siglo XIX, sirvió para desplazar de la historia universal la
sociedad y el pensamiento chino (Cheng, 2008, 2012).
Este proceso de colonización del saber pretendió homogeneizar
el mundo y desacreditar tanto el saber como las prácticas sociales
que lo engendran, configurando un proceso de aniquilación de las
diferencias culturales, así como de derroche de los experiencias
variadas (Quijano, 2020; Domingues, 2009; Lander, 2003; Gon-
zález-Casanova, 2003; González-Casanova y Roitman, 2006). La
sociología desde América Latina ha intentado explicar tales meta-
morfosis, como lo demuestra el alentado estudio de Hélgio Trinda-
de (Trindade, 2021).
23
José-Vicente Tavares-dos-Santos

Sin embargo, el cosmopolitismo de escritores latinoamerica-


nos ha sido consagrado como el Premio Nobel de Literatura de la
Academia Sueca de Ciencias: Gabriela Mistral (Chile, 1889-1957), en
1945; Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974), en 1967; Pablo
Neruda (Chile, 1904-1973), en 1971; Gabriel García Márquez (1927-
2014), en 1982; Octavio Paz (México, 1914-1998), en 1990; y Mario
Vargas Llosa (Perú, 1936), en 2010. Podríamos agregar otros sin el
galardón, pero marcados por un “cosmopolitismo en los márge-
nes”, como escribe Beatriz Sarlo sobre Borges:

[…] puede leer como lee las literaturas extranjeras, porque está leyen-
do o ha leído la literatura rioplatense. […]. Desde la periferia, imagi-
na una relación no dependiente respecto de la literatura extranjera
[…]. Y encuentra su originalidad: escritor-crítico, cuentista filosófico,
oblicuamente discute tópicos capitales de la teoría literaria contem-
poránea. […]. Borges es el escritor de “las orillas”, un marginal en el
centro, un cosmopolita en los márgenes (Sarlo, 2007, pp. 14-17).

Otros más, también sin galardón, podrían estar presentes, entre


ellos: Guimarães Rosa (1908-1967) (Santiago, 2017; Roncari, 2007),
y Jorge Amado (1912-2001) (Almeida, 1979; Coelho, 2021; Swarnakar
y Figueiredo, 2014; Schwarcz y Goldstein, 2009; Duarte, 1996). Se
trata de una transfiguración o transculturación mundialista de la
literatura latinoamericana (Cándido, 1991; Rama, 2008), pues rea-
lizan la tarea de “mirar el mundo desde varios lugares a la vez”
(Vásquez, 2018, p. 43).
Reaparecen, por lo tanto, los dilemas del cosmopolitismo
contemporáneo:

Cómo lidiar, por un lado, con la multiplicidad de culturas y sus re-


laciones con la naturaleza, y, por otro, con la fragmentación, des-
igualdades y conflictos de la sociedad moderna-contemporánea,
particularmente en la metrópoli. Vale la pena recordar, a modo ilus-
trativo, entre los diversos cosmopolitismos políticos, económicos
y culturales con los que convivimos, la existencia de la criminali-
dad y las mafias internacionales, organizadas en redes complejas y

24
La sociología crítica cosmopolita

eficientes. Cosmopolitismo, por tanto, no es sinónimo de aristocracia


espiritual, ni de refinamiento sociocultural. Puede ser un instrumen-
to, una forma de vida que posibilite estrategias para acumular recur-
sos materiales e inmateriales, incluyendo prestigio y poder (Velho,
2010, p. 21).

Una definición reciente y muy fundamentada de lo que es teoría


social fue desarrollada por Hans Joas: teoría sociológica sería una
explanación incluyendo un discurso sobre el orden social, acerca
de la acción social y con apuntes al cambio social (Joas, 2009).
Si seguimos este punto de vista, se podría concluir que varios
autores latinoamericanos, sea de Brasil, sea de otros países lati-
noamericanos, han producido una obra de teoría sociológica con
densidad teorética, combinando distintos conceptos envasados en
análisis empíricos densos, fabricando interpretaciones sociológi-
cas sobre los fenómenos de democracia, estructura social, conflic-
tividad social, marginalidad, clases sociales, violencias, procesos
de criminalización, y acerca de las dimensiones subjetivas e imagi-
narias en Latinoamérica.1
Clásicos en su actitud de saber crítico, todos han contribuido al
debate sobre las estructuras sociales y sobre las posibilidades de
transformación social en América Latina, así como han elaborado
innovaciones conceptuales.

1
Autores de Brasil: Anita Brumer, Antonio Sérgio Guimarães, Antonio David Cattani,
Celi Scalon, César Barreira, Clarissa Baeta Neves, Emir Sader, Fernando Henrique
Cardoso, Florestan Fernandes, Heleieth Saffioti, José Maurício Domingues, José
Vicente Tavares-dos-Santos, Maria Stela Grossi Porto, Michel Misse, Octavio Ianni,
Paulo Henrique Martins, Renato Ortiz, Rui Mauro Marini, Sérgio Adorno, Sonia
Guimarães, Theotonio dos Santos, Tom Dwyer, Vania Bambirra y tantos otros y otras.
Autores de otros países latinoamericanos: Alberto L. Bialakowsky, Ana Rivoir, Aníbal
Quijano, Atílio Borón, Daniel Camacho, Edgar Lander,, Eduardo Velásquez, Gerónimo
de Sierra, Gino Germani, Guillermo O’Donnell, Jaime Preciado, James Burga Ríos,
Jordán Rosas Valdivia, Juan Pegoraro, Julio Cotler, Julio Mejia Navarrete, Luis Suárez
Salazar, Manuel Antonio Garretón, Marcelo Arnold-Cathalifaud, Néstor García
Canclini, Nilia Viscardi, Nora Garita Bonilla, Norbert Lechner, Norma Giarraca,
Orlando Fals Borda, Pablo González Casanova, Raquel Sosa Elizaga, Roberto Briceño-
León, y tantos otros y otras.

25
José-Vicente Tavares-dos-Santos

Estos autores demuestran que la Sociología Latinoamericana


está inserta en el espacio contemporáneo del conocimiento socio-
lógico: un saber sociológico crítico internacional, que analiza la
realidad contemporánea, marcada por conflictividades sociales,
pero también por utopías. Pues, al reconocer la práctica sociológi-
ca como un proceso de construcción de una autoconciencia crítica
de la sociedad, los autores se ponen a concebir posibles históricos
en un difícil proceso civilizatorio, junto a los pueblos que, en una
sociedad mundializada, están a imaginar y a construir.
Retomamos la incómoda pregunta: ¿por qué tales sociólogos
nunca aparecen en los tratados de teoría social? Ni en los trata-
dos de sociología – Craig Calhoun (1995), Jeffrey Alexander (2000),
Hans Joas y Wolfgang Knobl (2009) – ni en los de criminología –
Tim Newburn (2007), Imogene L. Moyer (2001), Garland y Sparks
(2000), Mucchielli, Laurent y Robert, Philippe, 2002; Muncie, J, E.
M. y M. Langan, − publicados en Europa o Estados Unidos.
Sin embargo, quizás llegue a pocos el reconocimiento de las di-
ferencias en el mundo del saber. Es muy reciente la incorporación
a la historia de la filosofía occidental de la tradición china y budis-
ta, aún sea más difícil el reconocimiento del islamismo (Habermas,
2020; Citot, 2022). En el pensamiento sociológico, la certificación
del universalismo intelectual también es tardío – Connell (2007),
Burawoy, Chang; Hsieh (2010), Fassin (2017), Frevel y Rogers (2018).
Shuchen Xiang sostiene que la tradición cultural china fue,
desde sus inicios formativos y a lo largo de su historia, un crisol
cosmopolita que sintetizó las diferentes culturas que surgieron
en su órbita. Las razones de esto, sostiene Xiang, son filosóficas: la
filosofía china tiene los recursos conceptuales para proporcionar
formas alternativas de entender el pluralismo (Xiang, 2023, p. 1).
Por ende, Laurence Roulleau-Berger y Li Peilin afirman que las
ciencias sociales francesas y los enfoques estadounidenses, han
parecido incapaces de explicar fenómenos producidos en otras
sociedades. Proponen, entonces, una sociología post-occidental,
lo que significaría coproducción del conocimiento, la escucha de
26
La sociología crítica cosmopolita

culturas científicas ignoradas u olvidadas y un cambio en la socio-


logía, imponiendo desvíos, desplazamientos, y conversiones teóri-
cas y metodológicas (Roulleau-Berger y Peilin, Li, 2021).
Es de todo evidente el potencial de un saber y de una cultura
cosmopolita, frente a las amenazas, violencias y riesgos del mundo
contemporáneo:

En definitiva, ante tantas posibilidades y controversias, busco sub-


rayar la potencialidad de diálogo de la experiencia cosmopolita, ya
sea a nivel de la cultura objetiva y de las relaciones materiales, ya sea
en las relaciones entre distintos sujetos que negocian la realidad y la
construyen en un proceso ininterrumpido (Velho, 2010, p. 22).

Tal situación conlleva a la construcción de un ciudadano del mun-


do, abriendo las puertas a nuevos internacionalismos.

Era de la Mundialización de las Conflictualidades:


modernidad tardía y las nuevas cuestiones sociales
mundiales.

Podríamos especificar la morfología emergente de las nuevas cues-


tiones sociales mundiales, con múltiples dimensiones: además de
las clases sociales, se produjeron otras transversalidades en la pro-
ducción de lo social, como las relaciones de género, las relaciones
raciales y las relaciones sociales entre grupos culturales y grupos
religiosos.
Las nuevas cuestiones sociales mundiales se vuelven temas
complejos, ya que hay varias dimensiones de lo social que están
siendo cuestionadas, en un espacio-tiempo planetario: el tema de
la inclusión/exclusión social; la relación del hombre con la natu-
raleza, indicando la cuestión ecológica; el descubrimiento del in-
consciente como elemento del proceso civilizatorio; el tema del
multiculturalismo; los dilemas de la educación, la universidad, la
ciencia y la tecnología; transformaciones en el mundo del trabajo
27
José-Vicente Tavares-dos-Santos

urbano y agrícola; cambios productivos a través de tecnologías in-


termedias; la diversificación de alternativas de desarrollo para las
sociedades contemporáneas tanto en el centro como en la perife-
ria del sistema; la microfísica de la violencia; y las minúsculas y
plurales luchas sociales que proponen alternativas a las formas de
dominación social.
Hay varios ejes de lucha social: denuncia de las formas de ex-
plotación, contra las múltiples formas de violencia, contra las
violaciones a la dignidad humana y contra las formas de domina-
ción, social, étnica y religiosa. Las luchas sociales contemporáneas
emergen como luchas a campo traviesa, apuntando a los efectos
del poder, ya que son luchas contra el régimen de saber-poder.
Aparecen condensados en ​​ luchas sociales que combaten las for-
mas de subjetividad de la subjetividad, incluso contra la violencia,
una de las formas de dominación, estatal y presente en la sociedad,
de la modernidad tardía.
Nuevas problemáticas sociales mundiales están surgiendo, ya
sea porque “los procesos de transformación que viene experimen-
tando el trabajo afectan su característica de integración social,
con una configuración fundamentalmente marcada por la frag-
mentación”, o por la expansión de los fenómenos de violencia di-
fusa, por ejemplo, cuya explicación podría ser útil una microfísica
de la violencia. Así como de las representaciones de la violencia
(Grossi-Porto, 2010).
La cultura adquiere una centralidad en la modernidad tardía,
la difusión de una cultura de ganadores o perdedores acentúa los
valores del individualismo competitivo y la creación de una cultu-
ra popular unidimensional, hedonista e inmediatista, induce a las
poblaciones a vivir en nuevos grupos sociales electivos y auto in-
formados. La sociedad capitalista de la modernidad tardía, fundada
en la producción posfordista, produce socialmente la exclusión so-
cial, compuesta también de una exclusión digital, la desconexión
en una sociedad red. Las redes de comunicación social introducen
un nuevo poder en la sociedad contemporánea, potenciado por
28
La sociología crítica cosmopolita

las tecnologías de la información que vienen a forjar nuevos mo-


vimientos sociales (Castells, 1999, 2009). Se caracteriza, además,
el continente por la configuración de culturas híbridas (Canclini,
1989).
En la sociedad actual, existe una fragmentación del espacio
social entre incluidos y excluidos, una ruptura del contrato social
y de los lazos sociales, provocando fenómenos de desafiliación y
ruptura en las relaciones de alteridad, desgarrando el vínculo
entre el yo y el otro (Castel, 1995). Tales rupturas se pueden ver
en las instituciones socializadoras −como en las familias, escue-
las, fábricas, religiones− y en el sistema de justicia penal (policía,
academias de policía, juzgados, asilos judiciales, instituciones de
justicia penal y prisiones) −porque todos ellos experimentan un
proceso de ineficacia del control social y pasan por una fase de
desinstitucionalización.
En este contexto, asistimos a una ruptura de los controles so-
ciales tradicionales sustituidos por una invasión de los medios de
comunicación en el ámbito de la socialización. Vale la pena hablar,
entonces, de un tiempo histórico no lineal, puntual, repetitivo, de
una sociedad del riesgo en la que el tiempo social se vive a veces
como el tiempo de la presente como inmanente, aventurero, a ve-
ces como cíclico, a veces asumiendo el tiempo de la muerte anun-
ciada (Zaluar, 2004). Hay una metamorfosis del mundo, pues se
observan transformaciones profundas, por sobre el caos de la cer-
tidumbre de la sociedad moderna (Beck, 2018).
Se mantiene en la línea histórica del pensamiento crítico en un
horizonte de rupturas epistemológicas y rebeldía intelectual. La
novedad analítica que se revela en los estudios sociológicos actua-
les reside en la perspectiva de complejidad, resumida por Morin:

El método de la complejidad nos pide pensar sin nunca cerrar con-


ceptos, romper esferas cerradas, restablecer las articulaciones entre
lo desarticulado, tratar de comprender la multidimensionalidad,
pensar con singularidad, con ubicación, con temporalidad, que

29
José-Vicente Tavares-dos-Santos

nunca olvidemos las totalidades integradoras. [...] La totalidad es si-


multáneamente verdad y falsedad, esa es la complejidad: la conjun-
ción de conceptos que luchan entre sí (Morin, 1994, p. 150).

La noción de complejidad busca reconstruir sociológicamente la


realidad histórica y social a través de series de relaciones que ex-
plicarían las diversas manifestaciones de los fenómenos sociales.
Aprehender tales relaciones implica, en un mismo movimiento,
retener la complejidad de lo real, manifestada por la diversidad
de los fenómenos sociales e históricos en la multiplicidad de sus
dimensiones, y reconocer la heterogeneidad del espacio y del tem-
po social. Estamos ante una tarea interdisciplinar, que posibilita el
uso de perspectivas multidimensionales sobre la realidad social.
El paso fundamental en la producción crítica del conocimiento
sociológico consiste en la distinción epistemológica entre el objeto
real y el objeto científico, o la transición de una cuestión social a
una cuestión sociológica.
La cuestión social ha sido, desde el nacimiento de las Ciencias
Sociales, el detonante del pensamiento sociológico, desde las pri-
meras investigaciones sobre la pobreza en las grandes ciudades
europeas, de Engels y Le Play, o sobre las transformaciones del
campesinado en el proceso de acumulación primitiva de El capi-
tal, en Marx. Sin embargo, la cuestión social es solo un momento
instigador, ya que es necesario que haya una metamorfosis de esta
cuestión social en una cuestión sociológica, para que podamos ir
más allá de la percepción social inmediata y los puntos de vista
ideológicos que nublan la descripción e interpretación sociológica
de la sociedad.
La tradición epistemológica de construcción de nuevas ciencias
y humanidades estuvo compuesta por varios momentos relevantes
hasta llegar a una epistemología crítica global: 1) el nuevo espíritu
científico y las revoluciones científicas; 2) la reconstrucción socio-
lógica de la realidad 3) el concepto de complejidad; 4) interdiscipli-
nariedad; 5) diálogo entre ciencias; 6) creatividad en la ciencia; 7)

30
La sociología crítica cosmopolita

metodologías informativas; y 8) las epistemologías del Sur (Tava-


res-dos-Santos, 2019b).
El siglo XX construyó un nuevo espíritu científico, desde la
aparición de la teoría de la relatividad de Einstein, seguida de la
mecánica cuántica, la mecánica ondulatoria y las matrices de
Heisenberg.
Gastón Bachelard propuso el concepto de nuevo espíritu cientí-
fico en el sentido de la dinámica del conocimiento en movimiento,
asumiendo una epistemología no cartesiana, es decir, la idea de
que el progreso de la ciencia se da a través del planteamiento de
problemas y rupturas epistemológicas.
El nuevo espíritu científico se guía por el significado del proble-
ma, definido por la creación y producción de nociones y conceptos
capaces de construir verdades relativas, en un procedimiento de
continua aproximación a la verdad (Bachelard, 1984).
En segundo lugar, esta operación supone el ejercicio de la vigi-
lancia epistemológica en sus tres grados: atención a los hechos y
acontecimientos relevantes para los fines científicos, cuidado con
la aplicación rigurosa de los métodos de interpretación e investi-
gación, y vigilancia epistemológica sobre el modo mismo de pro-
cedimiento científico. Se valora la lógica del descubrimiento por
encima de la lógica de la prueba, un nuevo enfoque científico guia-
do por lo desconocido y la búsqueda de alternativas explicativas
atractivas.
En tercer lugar, el nuevo espíritu científico presupone un pen-
samiento relacional, un sistema de relaciones entre los hechos que
analiza la ciencia contemporánea. Porque, no es el ser el que ilumi-
na la relación, sino que es la relación la que ilumina el ser (Bache-
lard, 1984), enfoque aplicado a la Sociología por Pierre Bourdieu
(Bourdieu, 1973).
Otro paso en la discusión fue el concepto de revolución cien-
tífica, propuesto por Kuhn: comenzó definiendo la ciencia nor-
mal como “la investigación firmemente basada en uno o más
logros científicos pasados, un logro que una comunidad científica
31
José-Vicente Tavares-dos-Santos

particular reconoce, por un tiempo, como proveedor la base de su


práctica” (Kuhn, 1962, p. 10). Kuhn afirma que “los episodios ex-
traordinarios en los que se produce este cambio de compromisos
profesionales se conocen en este ensayo como revoluciones cien-
tíficas” (Kuhn, 1962, p. 6). “Se consideran revoluciones científicas
aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en los que un pa-
radigma antiguo es sustituido, total o parcialmente, por uno nuevo
e incompatible” (Kuhn, 1962, p. 92). A menudo, en este pasaje sur-
gen preguntas involucrando relaciones de micropolítica y poder
inherentes al campo científico (Bourdieu, 2012).
En este momento de transición paradigmática, la posibili-
dad de que reconstruyamos una teoría crítica podría surgir si
reconocemos la relación entre conocimiento y emancipación,
marcadamente por el énfasis en el diálogo internacional múlti-
ple, y la interdisciplinaridad, configurando un cosmopolitismo
sociológico.

La interlocución múltiple mundial

En la era de la modernidad tardía, las transformaciones socia-


les presentan problemas de complejidad. Para responder a este
desafío, la sociología ha desarrollado, por un lado, la perspecti-
va de la multidisciplinariedad, capaz de explicar los problemas
sociales, amplificada por el movimiento de construcción de la
transdisciplinariedad.
César Barrera insiste en “la importancia de adquirir y consoli-
dar un instrumento teórico-metodológico capaz de dar cuenta de
la diversidad y complejidad de los problemas socioculturales” (Ba-
rreira, 2006; Barreira, 2003). Emerge una nueva postura intelec-
tual, en la que la búsqueda de la explicación de lo social pasa por el
placer del texto y el uso de nuevas metodologías informacionales,
forjando un oficio neointelectual en la contemporaneidad. Algu-
nos pasos son importantes para desarrollar tal tarea.
32
La sociología crítica cosmopolita

Se trata de desarrollar el pensamiento complejo y relacional,


“el tejido de relaciones” que produce el fenómeno, recordando que
“lejos de ser el ser que ilumina la relación, es la relación la que
ilumina el ser” (Bachelard, 1984). Desde el punto de vista de la epis-
temología compleja, estamos trabajando en un movimiento hacia
un realismo relacional, relativo y múltiple (Morin, 1986).
En este estilo de pensamiento residió la difusión de un habitus
de investigación informacional, marcado por los siguientes ele-
mentos: duda metódica y cuestionamiento de objetos, métodos e
hipótesis del trabajo científico; uso de la informática en el proceso
de trabajo sociológico; disciplina cotidiana de la investigación; or-
ganización flexible del trabajo; responsabilidad social ineludible;
y un lugar para el cuestionamiento y la creatividad. El lenguaje
informacional puede permitir superar viejas antinomias, median-
te el uso combinado y aplicado de varios métodos de investigación
cuantitativos y cualitativos, llegando a configurar un patrón de
trabajo que podríamos denominar sociología informacional, cu-
yos trazos precisos están en proceso de ser fabricados por los prac-
ticantes de este oficio.
Pero no solo el mundo está en crisis, la ciencia también. Si segui-
mos la filosofía de la ciencia desde Bachelard, Khun, Feyerabend,
Morin, Boaventura, González Casanova, Isabelle Stengers y otros,
todos ellos están definidos por una epistemología poscartesiana.
Es decir, la idea de ruptura epistemológica y la posterior noción de
Boaventura de que debemos ejercer una doble ruptura epistemo-
lógica, no solo en relación con el sentido común, sino luego una
ruptura con el conocimiento científico para crear un nuevo sen-
tido común (Sousa Santos, 2000, 2003, 2009). En otras palabras,
el proceso de construcción del conocimiento implica una ruptura
epistemológica, una revolución científica y una reflexividad sobre
la ciencia misma.
El pensamiento crítico cosmopolita necesita la construcción
de un nuevo paradigma, incorporando las nuevas ciencias de la
complejidad, para poder imaginar políticas alternativas (González
33
José-Vicente Tavares-dos-Santos

Casanova, pp. 424-438). De esta forma, se confirma la “[…] la impor-


tancia de adquirir y consolidar un instrumento teórico-metodoló-
gico capaz de abordar la diversidad y complejidad de los problemas
socioculturales brasileños” (Barreira, 2006, p. 140).
En los procedimientos de la sociología contemporánea, reside
la difusión de un habitus de investigación, marcado por varios
elementos: la duda metódica y el cuestionamiento de los objetos,
métodos e hipótesis del trabajo científico; uso de metodologías in-
formacionales, con el fin de superar las antinomias de los procedi-
mientos cuantitativos/cualitativos, en todo momento del proceso
de trabajo sociológico; rigor de la investigación cotidiana; organi-
zación flexible del trabajo en grupos de investigación; responsa-
bilidad social ineludible; y un lugar para el cuestionamiento y la
creatividad. Necesitamos dar un paso más y construir una sociolo-
gía verdaderamente internacionalizada.
Las cuestiones sociales del nuevo mundo constituyen un vasto
campo de cuestionamiento a la práctica sociológica. Hay muchas
posibilidades emancipatorias, sin embargo, subsiste un universo
de exclusión social y segregación socioespacial −por clases, géne-
ros, etnias, afinidades culturales, grupos de edad− que exige una
teoría crítica de la sociedad contemporánea.
Hubo un florecimiento de ideas, como muestran los debates del
Foro Social Mundial que tuvo lugar en Porto Alegre, Brasil (2001,
2002, 2003, 2005, 2010, 2012); en Bombay (2004); en Caracas y
Bamako (2006); y en Nairobi (2007); además, se organizaron reu-
niones regionales en 2008 y 2009. Algunas siguen hasta la actua-
lidad. Significó un lugar para el pensamiento reflexivo, crítico, en
la tradición y creatividad del debate democrático de ideas, con la
formulación de una agenda para el intercambio de experiencias.
Los actores son grupos y movimientos sociales que se oponen al
neoliberalismo y a la dominación mundial por cualquier forma de
imperialismo, y están comprometidos con la construcción de una
sociedad centrada en la dignidad humana (Therborn, 2006, 2011).

34
La sociología crítica cosmopolita

Los rasgos distintivos del saber sociológico en América Latina


fueron: el internacionalismo, el hibridismo, la aproximación crí-
tica a los procesos y conflictos de las sociedades latinoamericanas
y el compromiso social del sociólogo. “La cultura latinoamericana
está marcada por tres corrientes: el colonialismo, el nacionalismo
y el cosmopolitismo” (Ianni, 1993, p. 122). De verdad, estamos asis-
tiendo a una circulación internacional de las ideas sociológicas,
más allá de la dominación imperialista (Bourdieu, 2023), como lo
demuestra la historia de la Asociación Latinoamericana de Socio-
logía, desde los años cincuenta hasta hoy en día (Ríos Burga, 2019;
Tavares-dos-Santos, Baumgarten, Passiani, 2020).
Desde su fundación, ALAS ha contribuido a la construcción de
una Sociología Crítica en América Latina. Por tanto, las caracte-
rísticas distintivas del conocimiento sociológico en el continente
fueron: el internacionalismo, el hibridismo, el acercamiento crí-
tico a los procesos y conflictos de las sociedades latinoamericanas
y el compromiso social del sociólogo. Esto significa que siempre
se ha mantenido un diálogo internacional múltiple, en todos los
Periodos de la Sociología en América Latina.
La sociología latinoamericana está inserta en el espacio globa-
lizado del conocimiento sociológico: ha ganado plena legitimidad
académica y científica, siendo reconocida por la sociedad latinoa-
mericana y global, desde el Estado hasta la sociedad a nivel nacio-
nal e internacional, como un saber constructivo de un yo crítico,
como conciencia de la realidad social.
Aun así, necesitamos dar un paso más y construir una sociolo-
gía crítica internacionalizada y cosmopolita. Una sociología de la
transformación, en la que la calidad del trabajo científico del soció-
logo esté marcada por el imperativo de la responsabilidad social, el
respeto a la dignidad humana y la contemporaneidad de teorías y
metodologías.
El primer paso es profundizar el diálogo entre las sociologías
de las lenguas portuguesa y española en el continente. La presen-
cia de autores hispanoamericanos en la Sociología brasileña es
35
José-Vicente Tavares-dos-Santos

actualmente muy reducida. Notamos algunas referencias a au-


tores del positivismo argentino, José Carlos Mariátegui de Perú y
Alfredo Poviña y Gino Germani, de Argentina. Posteriormente, los
autores de la CEPAL fueron ampliamente utilizados.
Entre sus contemporáneos, los argentinos Guillermo O’Donne-
ll, Ernesto Laclau y Carlos Altamirano; Pablo González Casanova
y Néstor García Canclini de México; Aníbal Quijano de Perú; Nor-
bert Lechner de Chile; y de Venezuela, Roberto Briceño-León y Ed-
gardo Lander.
Sin embargo, el mapa de referencias teóricas y conceptuales
extranjeras en el trabajo de los sociólogos brasileños se configu-
ra como una cartografía circunscrita. Encontramos un mapa cog-
nitivo compuesto por Estados Unidos, algunos países europeos
(Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Portugal); y algunas refe-
rencias a autores de América Latina, principalmente de Argentina,
Perú, Chile, Venezuela y México. Es decir, son ventanas necesa-
rias para conseguir una gran construcción. Sociología en el Brasil
contemporáneo.
Otro desafío consiste en construir un diálogo Sur-Sur, con mi-
ras a establecer un nuevo espacio de conocimiento sociológico
efectivamente descolonizado: el conocimiento de la Sociología en
Rusia, China, Japón, Nigeria, Sudáfrica, Angola y Mozambique es
escaso.
Los sociólogos chinos están trabajando con el concepto de tran-
sición social, es decir, comprender la complejidad de una sociedad
en un proceso de mutación acelerada (Roulleau-Berger, Peilin, Yu-
hua y Shiding, 2008). A partir de este concepto de transición, se
desprenden los principales temas de la Sociología China: la Segu-
ridad Social; Innovación; Pobreza; En desarrollo; Migración; Ima-
ginario; Trabajadores laborales y migrantes; Pensamiento Social;
Urbanización; Familia; Estructura social; Conflictos Sociales Urba-
nos; y Juventud (Instituto de Sociología-Academia China de Cien-
cias Sociales, citado en Tavares-Dos-Santos et al., 2015).

36
La sociología crítica cosmopolita

En el caso de la sociología en Rusia, existe una importante pro-


ducción sociológica que se puede resumir en los siguientes temas:
estructura social, diferenciación social y movilidad social; trans-
formación y modernización de la sociedad rusa; cambiar la identi-
dad y la solidaridad nacional, civil, étnica y religiosa de la sociedad
rusa; conflictos, movimientos sociales y conductas desviadas;
cultura popular, cultura de consumo, comunicación y prácticas
comunicativas en Internet; desarrollo democrático de la socie-
dad post-totalitaria: participación ciudadana; la educación como
factor diferenciador y la integración; políticas familiares; géne-
ro en el contexto de la adaptación a nuevas condiciones sociales,
económicas y culturales; procesos y relaciones de globalización
sociocultural en los países bálticos; relaciones interétnicas e inte-
gración multiétnica; proceso político, institutos políticos y refor-
ma política; religión y política: tolerancia e intolerancia religiosa;
identidades sociales, prácticas de solidaridad e individualización;
sociología teórica en Rusia; metodología: base metodológica del
análisis de contenido, investigación social aplicada y estudios lon-
gitudinales (Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de
Rusia, citado en Tavares-Dos-Santos, Teixeira, Fachinetto y Ribei-
ro, 2015).
El primer eje está relacionado con un intercambio más sistemá-
tico entre la producción en español y portuguesa. Además, faltan
conocimientos de sociología producidos en países caribeños o con-
tinentales, en inglés, francés y holandés.
La necesidad de renovar el diálogo entre la sociología crítica
del Norte y la sociología crítica latinoamericana, de W. Mills a
Barawoy, de Bourdieu a Foucault y Wieviorka, de Hosbawm a Ea-
gleton, o particularmente la obra de Boaventura de Sousa Santos.
Y el imperativo de reconocer africanos, hindúes, rusos y chinos,
capaces de innovar en un diálogo crítico sobre la transición social
en curso.
La tarea de nuestros días es profundizar los debates globales y
la influencia que tienen en la sociología y las ciencias sociales de
37
José-Vicente Tavares-dos-Santos

América Latina y el Caribe, y, al mismo tiempo, resaltar las contri-


buciones de las ciencias sociales latinoamericanas al debate cien-
tífico y político global, trayendo la crítica de la colonialidad.
La característica central del movimiento teórico actual se ubica
en la crítica al modelo positivista de cientificidad, cuestionando
varios de sus elementos: el rechazo de la relación externa entre su-
jeto-objeto; el abandono del determinismo y la unicausalidad; y la
crítica al evolucionismo cultural y la idea de progreso (González
Casanova, 2004).
Pablo González Casanova reflexiona sobre las grandes preocu-
paciones de las ciencias sociales en América Latina. La actual re-
estructuración de conceptos en ciencias y humanidades plantea
problemas de congruencia y rigor, que no son meros ejercicios
académicos. La inconsistencia con los resultados de esta reestruc-
turación afecta la vida académica y la acción política. Responder a
la novedad de los conceptos sobre el terreno permitirá una mejor
comprensión del mundo en que vivimos, así como una mejor cons-
trucción de alternativas y una lucha más eficaz por la consecución
de los objetivos (González Casanova, 2004).
Si por paradigma entendemos una forma de plantear y resolver
problemas, la crisis de hoy abarca tanto los principales paradigmas
de la investigación científica como los principales paradigmas de
la acción política. Por ende, se debería buscar la herencia, forma-
ción y reestructuración de los conceptos y categorías que América
Latina ha formulado y reformado, que constituyen su aporte a las
ciencias sociales de la región y del mundo. Partir de esa perspecti-
va regional-mundial es reconocer nuestra posición de observación,
experimentación, construcción y lucha. Apunta, aún, a la necesi-
dad de señalar la posición epistemológica propia, necesidad que
hoy se reconoce no solo en ciencias de la vida, sino en ciencias de la
materia, y que en nuestro caso se complementa con otra posición
importante: la que propone el paradigma político-social alternati-
vo de un mundo más democrático, más libre y menos injusto, que,
para alcanzar sus objetivos sociales, reestructura sus conceptos
38
La sociología crítica cosmopolita

científicos y políticos. El propósito es concentrarnos en un trabajo


de acumulación teórica, relacionado con la actual reestructuración
de conceptos y con su formación reciente, en función de objetivos
o metas teórico-prácticas del paradigma alternativo de una demo-
cracia universal o democracia de todos.
Propone el problema de un humanismo hecho de muchos hu-
manismos, pueblos y etnias; culturas, civilizaciones y creencias.
Esto es, la construcción de un mundo alternativo hecho de muchos
mundos, y cuyo primer objetivo consiste desde ahora en cambiar a
quienes quieren cambiar el mundo, para que cultiven un respeto
político-moral a la dignidad propia y de los otros que regule las
conductas con las personas, las instituciones y los pueblos.
Como camino y utopía, la democracia de todos se presenta como
el problema central del paradigma emergente de las ciencias socia-
les. Así es que el pensamiento crítico necesita la construcción de un
nuevo paradigma, a fin de poder imaginar políticas alternativas:

[…] el pensamiento crítico tiene mayores posibilidades de triunfo si


redefine la dialéctica con las tecnociencias y con las ciencias de la
complejidad, siempre que fortalezca el pensar-hacer de las relacio-
nes contradictorias con las experiencias críticas de las clases, las na-
ciones, las ciudadanías, y que las organice como complejos y redes
para alcanzar objetivos (González Casanova, 2004, p. 438).

Podríamos agregar dos autores acerca de la crítica de la coloniali-


dad: Aníbal Quijano y Paulo Henrique Martins.
Aníbal Quijano (1928-2018) sostiene que la colonialidad del po-
der, desde la conquista de América, eligió la categoría raza como
fundamento del capitalismo mundial, del eurocentrismo y des-
pués norteamericano-centrismo, el nuevo dualismo del cuerpo y el
no-cuerpo, para culminar con la colonialidad del saber:

En realidad, cada categoría usada para caracterizar el proceso polí-


tico latinoamericano ha sido siempre un modo parcial y distorsio-
nado de mirar esta realidad. Esa es una consecuencia inevitable de

39
José-Vicente Tavares-dos-Santos

la perspectiva eurocéntrica, en la cual un evolucionismo unilineal y


unidireccional se amalgama contradictoriamente con la visión dua-
lista de la historia; un dualismo nuevo y radical que separa la natura-
leza de la sociedad, el cuerpo de la razón; que no sabe qué hacer con
la cuestión de la totalidad (Quijano, 2020, p. 827).

Paulo Henrique Martins, en su libro Teoria Crítica da Colonialidade,


presenta tres órdenes de análisis: las epistemologías poscolonia-
les, el poder y el saber en las sociedades periféricas, y las utopías
democráticas. Estableciendo las conexiones teóricas con una so-
ciología mundial, y su pluralismo metodológico, discute los apor-
tes entre autores de Sur-Sur más aún del Sur-Norte (Martins, 2019,
p. 9). Representa, por lo tanto, un “programa de resistencias y de
liberación del pensamiento crítico que emerge en las fronteras
del capitalismo colonial”; y dialoga con la teoría crítica, tanto de
Horkheimer, Julien Habermas y Axel Honneth, como con la tradi-
ción antiutilitarista de la sociología francesa, como Alain Caillé y
el proyecto M.A.U.S.S. (Martins, 2019, p. 15-16). En fin, abre un deba-
te con autores contemporáneos y de la sociología del Sur (Hussein
Alatas, R. Connell, Boaventura de Sousa Santos, y otros). El ingente
esfuerzo de establecer un diálogo creativo con el amplio pensa-
miento crítico contemporáneo.
El segundo rasgo es una explicación de la relación poder-saber
a través del develamiento de las implicaciones operativas que las
diversas ciencias humanas tuvieron, desde su surgimiento, en el
siglo XIX, vinculándolas a los dispositivos poder-saber, en tanto
emergen como tecnologías de poderes en la sociedad capitalista
(Foucault, 1976, 2013).
El tercer sello de los estudios actuales en ciencias humanas
es que las epistemologías poscartesianas, guiadas por el inde-
terminismo, la probabilidad y la figura de los fractales, vienen a
configurar un nuevo patrón epistemológico, guiado por la trans-
disciplinariedad y la sustentabilidad (Baumgarten, 2008). En cuar-
to lugar, se empieza a aceptar el componente simbólico y subjetivo

40
La sociología crítica cosmopolita

en el proceso de conocimiento en las ciencias humanas, el incons-


ciente y la contratransferencia (Teixeira, 1991; Devereux, 2012). Re-
nace la sociología de la novela (Fuentes, 2011; Tavares-dos-Santos,
2020, 2022). Ahora tenemos fenómenos complejos y multidimen-
sionales, y aceptamos combinaciones de conceptos susceptibles de
ser útiles a nuestra investigación, aunque provengan de diferentes
teorías generales.
En quinto lugar, la capacidad de los investigadores para in-
corporar al trabajo cotidiano las posibilidades abiertas por las
metodologías informacionales que, superando la antinomia cua-
litativa-cuantitativa, revolucionan el modo de cognición de la
sociología.
Podríamos entonces, combinando creativamente herramientas
conceptuales, desarrollar conocimientos transdisciplinarios, in-
volucrando las ciencias sociales y otras ciencias y humanidades,
para interpretar ciertas dimensiones fundamentales de la realidad
social: sobre estructuras y prácticas sociales, procesos y relaciones
sociales, las diferentes morfologías e instituciones sociales, y re-
presentaciones colectivas y luchas sociales.
En la sociología actual, residiría la difusión definida por los si-
guientes elementos: la duda metódica y el cuestionamiento de los
objetos, métodos e hipótesis del trabajo científico; uso de la infor-
mática en los diversos momentos del proceso de trabajo sociológi-
co; disciplina cotidiana de la investigación; organización flexible
del trabajo; responsabilidad social ineludible; y un lugar para el
cuestionamiento y la creatividad. El uso de una serie de metodo-
logías informacionales, ya sean cuantitativas o cualitativas, re-
quiere, como condición de rigor, una crítica reflexiva de técnicas
y procedimientos, guiada por los principios de incertidumbre y
cuestionamiento permanente.
Se configura una sociología crítica de la transformación, en la que
el patrón de trabajo científico del sociólogo está marcado por el
imperativo de la responsabilidad social, por el respeto a la digni-
dad humana, por la contemporaneidad de teorías y metodologías,
41
José-Vicente Tavares-dos-Santos

capacitando a los científicos sociales para respetar tanto el méri-


to y la relevancia social de la investigación. En este momento de
transición paradigmática puede surgir la posibilidad de construir
una teoría crítica si reconocemos la relación entre conocimiento y
emancipación, marcada por el énfasis en el diálogo internacional
múltiple, configurando un cosmopolitismo sociológico. Esta expli-
cación se centrará en un período que podría denominarse la Era de
las Conflictualidades, desde 1991.

Contribución de los autores y autoras

Este libro se desdobla en cuatro secciones: Trayectorias para el


cosmopolitismo; Violencia, control social y seguridad; Los diálogos
internacionales; y Ciudades, trabajo y figuraciones.
La primera sección, Trayectorias para el cosmopolitismo, em-
pieza por Renato Ortiz: hace una reflexión crítica sobre relación
al cosmopolitismo sociológico. El concepto es polifónico y quiere
entender su apropiación en el contexto contemporáneo. Analiza a
Hegel y Marx: el cosmopolitismo de la razón nos permitiría com-
prender el orden del mundo y la historicidad. Y la noción contiene
una dimensión espacial y el dilema de los límites.
En seguida, Edna Castro discute dimensiones relacionadas
con las fronteras epistemológicas, en una perspectiva interdisci-
plinaria. Fronteras y rupturas de la crítica teórica, desde América
Latina y el Caribe, como contribuciones a la sociología mundial,
través de la reflexión teórico-histórica, y conectadas con luchas de
resistencia.
André Botelho y Antonio Brasil Jr. traen una discusión del le-
gado teórico de Florestan Fernandes y los significados de su con-
tribución a la sociología. El libro La revolución burguesa en Brasil,
trae la cuestión del cosmopolitismo sociológico: primero, la forma
innovadora en la que relaciona la historia y la teoría; segundo, la

42
La sociología crítica cosmopolita

audacia teórica de la sociología como legado universal, y resaltan-


do su contribución política.
Paulo Henrique Martins destaca la presencia histórica de una
Sociología General en América Latina, cuya originalidad puede
inspirar la renovación del pensamiento. Esta Sociología General
regional se organizó desde tres perspectivas: la sobre América La-
tina, la de América Latina y la en América Latina. Esos rumbos son
centrales para comprender la teoría crítica de la colonialidad, de-
construyendo la nueva colonialidad que ha sido difundida por el
neoliberalismo.
Valter Roberto Silvério y Hasani Elioterio dos Santos parten de
la circulación intercontinental del siglo XVIII al XIX: el aconte-
cimiento primordial fue la Revolución Haitiana. Las definiciones
formales de transnacionalismo no dan cuenta de la población ne-
gra, decía Du Bois (1896). El cosmopolitismo negro-africano apunta
formas de pensar y actuar de los afrodescendientes, una comuni-
dad africana transnacional y diaspórica.
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresol-
di, recuperan obras en las que identificamos un enfoque teórico
cosmopolita. Ángel Rama, uruguayo, recupera la noción de trans-
culturación, en la Biblioteca Ayacucho, de Caracas. Antonio Cor-
nejo Polar, peruano, el concepto de heterogeneidad. Beatriz Sarlo,
argentina, y Silviano Santiago, brasileño, también expresan un
movimiento combinatorio y conflictivo del encuentro cultural
cosmopolita.
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo hacen la historia del
Centro Latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales
(CLAPCS), de la UNESCO y Brasil, de 1957 a 1979. El CLAPCS, en
Río de Janeiro, realizó investigaciones comparativas sobre temas
relevantes de las sociedades latinoamericanas, publicó la revista
América Latina así como una serie de libros, propició una inten-
sa circulación de intelectuales latinoamericanos, y contribuyó a
la formación de una notable generación de científicos sociales de
Brasil y América Latina.
43
José-Vicente Tavares-dos-Santos

La segunda sección, Violencia, control social y seguridad, em-


pieza por el texto de Sérgio Adorno. Percibe la demanda de una
nueva legitimidad de la violencia como instrumento de poder, el
mantenimiento de las jerarquías sociales, la disciplina social, y de
la ley y el orden. ¿Cómo y por qué estas tendencias a apoyar la vio-
lencia, la intolerancia y el odio han propagado la anomia en las
sociedades contemporáneas? Este ensayo indaga los nuevos signi-
ficados sociológicos que adquieren los fenómenos englobados bajo
el concepto de anomia.
César Barreira, José Vicente Tavares-dos-Santos y María Stela
Grossi-Porto (in memoriam) discuten la constitución del campo
intelectual de la violencia y de la seguridad en América Latina, en
el período de la Era de las Conflictualidades, desde 1991. Apuntan
una explicación sobre las dinámicas de la violencia, en sus formas
económicas, sociales, culturales e institucionales, así como seña-
lan las dificultades del sistema de justicia penal para reducir los
delitos violentos y los homicidios.
Letícia Maria Schabbach analiza el hecho social del feminici-
dio, mediante tres reflexiones: las definiciones que constituyeron
el debate sobre los feminicidios, el problema en América Latina y
el Caribe, con énfasis en legislación, y el estado del arte de la pro-
ducción científica internacional con el fin de comprender del co-
nocimiento acumulado.
Michel Misse parte del problema: ¿hay una deficiencia o un
exceso de individualismo en la sociabilidad urbana brasileña? Ese
tema requiere un tratamiento de la cuestión de la modernidad del
individualismo. Analiza las ambigüedades de la categoría de indi-
vidualismo, propone la categoría del individualismo jerárquico, y
discute la literatura brasileña reciente.
Tatiana Savoia Landini presenta un análisis de la violencia se-
xual contra niños, niñas y adolescentes, en Brasil: contribuye a
superar de posibles sesgos eurocéntricos de la sociología figuracio-
nal y aporta a la comprensión de los cambios en la percepción y

44
La sociología crítica cosmopolita

las actitudes hacia la violencia sexual contra niños, niñas y adoles-


centes en Brasil.
Salah H. Khaled Jr. problematiza el reciente proceso de rein-
vención de la Criminología Crítica brasileña en el contexto con-
temporáneo de la modernidad tardía, a contemplar cuestiones que
envuelven finalidad, sentido, sensibilidad, identidad, el género y la
etnia. La obra de criminólogos culturales en Brasil constituyó una
nueva faceta de la Criminología Crítica Brasileña y de la Crimino-
logía Cultural, en diferentes escenarios del Sur y del Norte Global.
Rochele Fellini Fachinetto destaca los aportes de la crimino-
logía feminista y de los estudios de género a la comprensión de
las múltiples situaciones que viven las mujeres, en relación con el
aparato del sistema de justicia, y con el derecho. La criminología
feminista, influenciada por los diversos feminismos, tensionó el
pensamiento criminológico, al cuestionar los estándares andro-
céntricos de la ciencia y del derecho.
En la sección tercera, Los diálogos internacionales, tenemos
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos, con el análisis de
la sociología de la formación y transformación de los países de los
BRICS. El tema es comprender mejor las sociedades de cada uno, y
cómo se construye cada sociología; y las limitaciones y potenciali-
dades para realizar investigaciones. También está el mapeo de los
conflictos sociales que tienen lugar entre los países, sus Estados,
las empresas públicas y privadas, y de qué modo los ciudadanos
interactúan y forman relaciones.
Nilia Viscardi analiza la cuestión social de los adolescentes y
jóvenes en tres instancias, en Montevideo: las violencias y los jó-
venes vulnerables de los barrios populares; la cuestión del cuer-
po, la sexualidad, el género y el acceso a los derechos; la cuestión
de la educación desde el punto de vista de los vínculos, la violen-
cia y la convivencia. Finalmente, recuperar las ciencias sociales
críticas gobernadas por un interés cognitivo emancipatorio y
auto-reflexivo.

45
José-Vicente Tavares-dos-Santos

Jorge Rojas Hernández explica su trayectoria académica-perso-


nal, una aventura reflexiva que atraviesa diferentes contextos, cul-
turas, regiones, exilios y países. Resalta que nadie nace ecologista.
Se llega a ser ecologista mediante un proceso progresivo de sociali-
zación y de aprendizaje, desde la vida familiar y comunitaria y en
convivencia permanente con la naturaleza. Se nace y se crece en
un paisaje, el que marca la vida de un profesional de las ciencias
sociales y ambientales.
Maira Baumgarten aborda el concepto de comunidad científica.
La producción de conocimiento se sitúa en el marco del desarrollo
histórico y de la relación hombre-mundo. Como contrapunto, pre-
senta el concepto de colectivo científico. El análisis de su génesis,
aplicaciones y límites tiene como objetivo el debate sobre la pro-
ducción de conocimiento científico y las relaciones entre ciencia,
sociedad y Estado.
Finalmente, la cuarta sección, Ciudades, trabajo y figuraciones,
empieza con Ricardo Antunes: señala que el trabajo floreció como
un auténtico ejercicio humano, a partir de la metáfora del péndulo
del trabajo. Hace un recorrido teórico, de Marx a Lukács. Con la
introducción del universo informático-digital en el proceso de pro-
ducción, la clase trabajadora viene recibiendo salarios reducidos,
bajo condiciones degradantes, la eliminación de derechos labora-
les y de seguridad social. Configurase la Industria 4.0, con esa am-
pliación del trabajo uberizado y en plataformas digitales.
Luiz César de Queiroz Ribeiro estudia las particularidades de la
urbanización en América Latina, a través de los conceptos de eco-
nomía mundial y sistema interestatal. Objetiva construir un mapa
de la producción intelectual sobre el tema de la metropolización y
ofrecer una dirección para una teoría de las metrópolis en Améri-
ca Latina.
Enio Passiani escribe que el fetichismo del método amenaza
la artesanía intelectual y la imaginación. Propone restablecer los
vínculos con la literatura, la cual representa un acceso privilegia-
do a la subjetividad de los actores sociales. Llega al ensayo, una
46
La sociología crítica cosmopolita

interpretación que, rechazando la noción positivista de ciencia, al-


canza una autonomía estética, al servicio de la imaginación y de la
libertad de pensamiento.
Ernesto Renan Freitas hace referencia a un grupo de autores
en cuya obra están presentes los temas de la violencia, de la opre-
sión social y política, y de la selva. Sería el caso de César Uribe Pie-
drahita, Ciro Alegría, Rómulo Gallegos, Alejo Carpentier, Mariano
Azuela y Vargas Llosa. Surge otra percepción de la selva como par-
te inseparable de la vida de los llamados pueblos originarios e indí-
genas, naturaleza que todavía conserva su estado primordial.
Alfredo Pena-Vega estudia las incertidumbres que han surgido
a raíz de la agitación planetaria de la pandemia, de la crisis climáti-
ca y del resurgimiento de la guerra en Europa. Hace una reflexión
sobre las complejidades de la política global, que se ha convertido
en un rasgo esencial de la mayoría de los planteamientos antropo-
líticos. Centró su atención en la conciencia ecológica, y la concien-
cia ecológica se encuentra simultáneamente, de manera global y
central, con el problema de la naturaleza como naturaleza, el de la
sociedad como sociedad y el de la humanidad como humanidad.
José Vicente Tavares-dos-Santos analiza la relación entre nove-
las y conflictualidades en América Latina, desde una sociología crí-
tica cosmopolita. Por un lado, expone la relación complementaria
entre intelectuales y literatura. Por otro, subraya los estudios de la
novela, la novela de la violencia, y las otras formas romanescas. En
fin, ofrece explicaciones para develar la sociedad contemporánea
a partir de la discusión sociológica y reflexiva de la literatura.

Conclusión: la afirmación del cosmopolitismo

Las explicaciones sociológicas en América Latina podrían con-


tribuir a un nuevo cosmopolitismo, lleno de incorporaciones
críticas, y a descubrir formas alternativas de convivencia. Se

47
José-Vicente Tavares-dos-Santos

vuelve relevante encontrar la manera de producir y difundir cono-


cimiento sociológico, a partir de nuestras realidades y contextos
específicos.
Los elementos del pensamiento sociológico −investigación cien-
tífica, compromiso político e imaginación sociológica− se constru-
yeron en una inserción tensa y estimulante, uniendo el rigor de la
investigación y el pensamiento crítico a los procesos de transfor-
mación social, siguiendo las rupturas epistemológicas de la actua-
lidad. La misión de los sociólogos es la responsabilidad social, el
respeto a la dignidad humana y una ética académica fundada en
la justicia social y la solidaridad, guiada por el mérito científico,
pero también por la relevancia social de su trabajo. Este patrón de
trabajo intelectual define los desafíos del cosmopolitismo de la so-
ciología crítica en la tradición latinoamericana.
La necesidad de construir una explicación a las nuevas for-
mas de lo social debe situarse en el contexto de los efectos de la
mundialización de la economía sobre las transformaciones de la
estructura y espacio social de las distintas regiones del planeta. Se
desarrolla la mundialización de la sociedad, un proceso de cons-
titución de formas sociales signado por los efectos excluyentes
de las políticas neoliberales, desencadenando nuevos conflictos
sociales y, en ocasiones, poniendo límites a la consolidación de
la democracia en los países periféricos del mundo capitalista. El
panorama mundial está marcado por cuestiones sociales globales
que se manifiestan de forma articulada, pero con especificidades
diferentes, en sociedades diferentes.
Para responder a tales procesos sociales planetarios, es necesa-
rio reconocer una diversificación en las alternativas de desarrollo
de las sociedades contemporáneas, tanto en el centro como en la
periferia del sistema. Desde América Latina es interesante discutir
cómo participar en la sociedad mundial desde la periferia e inda-
gar sobre el desarrollo de capacidades de innovación en prácti-
cas alternativas de gestión pública, organización y participación
sociales.
48
La sociología crítica cosmopolita

Estamos, por tanto, en pleno proceso de reinvención de las for-


mas de solidaridad; redefiniendo el trabajo, a través de múltiples
relaciones sociales, tanto en el medio rural como en el urbano; y a
través de experiencias de reducción de las formas de violencia so-
cial. En el joven siglo XXI, emergen fuerzas sociales de transforma-
ción de las relaciones sociales, las instituciones y el pensamiento:
se configuran diferentes formas de lo social, los diversos roles de la
vida privada se revelan en la experiencia histórica, y los procesos
de mundialización y localismo. Se desarrolla la mundialización de
los conflictos sociales y la crisis del conocimiento moderno.
Por los senderos reaparecen las máscaras: en los carnavales, en
los cultos a los muertos, en los dioses dorados de las lagunas andi-
nas, en los brutos disfrazados, en los adinerados de las danzas de
máscaras, sobre los torturadores encapuchados. Una búsqueda de
raíces, de identidades culturales que, más tarde, podrían conver-
tirse en identidades nacionales. Herencia de tierras rotas y vidas,
portuguesas de sembradores, hispánicas de tejedores para com-
partir pueblos ancestrales, desconocidos y dorados.
La historicidad del conocimiento y la incorporación crítica de
conceptos y explicaciones de todas las tradiciones sociológicas del
norte y del sur. Es decir, asumir la mundialización del saber socio-
lógico, signada por la diversidad, la diferenciación y la transcultu-
ración. Así como el reconocimiento de una nueva morfología de lo
social, incorporando las diferencias en las relaciones de género, en
las relaciones étnicas y en las relaciones entre generaciones
Quizás sean líneas para otro paradigma: el desarrollo sosteni-
ble alternativo, incorporando nuevas formas de producir, median-
te la aplicación de las nuevas tecnologías en la perspectiva de la
inclusión y socialización digital. La reestructuración de las insti-
tuciones de socialización y control social, formales e informales,
construyendo formas alternativas de control social de la violen-
cia y el delito, con respeto a los derechos humanos y ampliación
del acceso a la justicia. El reconocimiento de la multiculturalidad
y la hibridez en las relaciones entre saberes, culturas y flujos de
49
José-Vicente Tavares-dos-Santos

información. En fin, la afirmación del Estado como actor social en


la producción de gubernamentalidad con reconocimiento social.
En una transición al paradigma de la complejidad.
Hay un resurgimiento de la búsqueda de una tierra sin males,
por el buen vivir, en nuevos estados multiétnicos; la perspectiva es
extender el proceso civilizatorio, superando las formas de violen-
cia, la ideología del blanqueamiento e inmigración neocolonial y
territorios pacificadores.
La cartografía que entrelaza territorios desgarrados por los
laberintos de la soledad se esboza, en buscando raíces, mirando
hacia el futuro. Participamos en la construcción de diversidades
globalizadas –identidades mestizas, marcadas por pluralidades ét-
nicas, de género, de lengua, de gustos culturales y grupos de edad,
poderosamente humanos porque se configuran en el horizonte de
la mundialización de la esperanza.

Anexo
Federico Schuster, siempre presente

Nuestro querido amigo y colega, Federico Schuster, falleció el 30


de julio de 2022 en la Ciudad de Buenos Aires.
Federico Schuster ejerció un destacado liderazgo en ALAS. Par-
ticipante activo de nuestra asociación, era miembro desde 2017
del Comité Directivo, en representación del Cono Sur, y uno de los
coordinadores del Grupo de Trabajo de Acciones Colectivas, Movi-
mientos Sociales y Resistencias.
Su voz siempre fue clara y precisa, con una inteligencia excep-
cional que invitaba a reflexionar y a abrir nuevos horizontes.
En nuestros últimos encuentros, Federico insistía en la impor-
tancia de combinar la movilización de la juventud con la recu-
peración de la memoria. En ALAS siempre actuaba en esa línea,
entendiendo que los procesos actuales solo son posibles gracias
al trabajo de las generaciones pasadas junto al de los más nuevos.
50
La sociología crítica cosmopolita

Fue un intelectual comprometido con las luchas sociales, con la


democratización de la universidad y con el pensamiento crítico la-
tinoamericano. Contribuyó de forma decisiva en muchos ámbitos,
combinando, como pocos, la docencia, la investigación, la gestión
y la producción académica en el ámbito de la filosofía, la epistemo-
logía y la sociología política.
En la Universidad de Buenos Aires, fue director del Instituto de
Investigaciones Gino Germani (1997-2001) y decano de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (2002-2010).
Publicó una centena de artículos y formó varias generaciones de
investigadores, como dedicado docente y coordinador de diversos
grupos y equipos de investigación.
Su temprana e inesperada partida nos deja un vacío enorme.
Además de todo el legado de construcción intelectual e institucio-
nal, recordaremos siempre su compromiso, su firmeza tierna, su
cariño y su entrañable generosidad.

Comité Directivo de ALAS


Alexander Gamba (Colombia), Angélica Cuellar (México),
Breno Bringel (Brasil), Briseida Barrantes (Panamá),
Eduardo Arroyo (Perú), Jaime Ríos Burga (Perú),
Jesús Díaz (República Dominicana), Marina Ortiz
(República Dominicana) y Milton Vidal (Chile).

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Federico Schuster,
recuerdos en movimiento
Pablo Vommaro

Recordar a Federico Schuster es recordar a muchas personas a la


vez: al decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires, al director del GEPSAC (Grupo de Estudios sobre
Protesta Social y Acción Colectiva), a quien dirigió mi tesis docto-
ral, al hijo de Félix, al hermano de Graciela, al papá de Tomás y
Martín, al esposo de Guillermina, al militante por la universidad
pública, gratuita, cogobernada, laica y de calidad, al intelectual
que articulaba diversas disciplinas y del que aprendí tanto mo-
dos de abordaje como perspectivas acerca de la acción colectiva
contenciosa y la lectura de nuevos autores. También es recordar
a alguien siempre abierto al diálogo, que articulaba, tejía, reunía,
convocaba, promovía nuevas generaciones y nuevos espacios, es-
cuchaba y tenía la palabra justa, alguien que siempre terminaba
haciéndose el tiempo para los otros y cuando las necesidades (en
mi caso académicas) eran acuciantes, siempre estaba.
Conocí a Federico con bastante profundidad en una de las di-
mensiones que componían su vida: la universitaria. Dentro de ella,
compartí con él tanto sus pasiones políticas como las académicas
e intelectuales. Otra de sus pasiones nos encontraba en diferentes
veredas: él, fanático empedernido de Independiente, yo, modesto
hincha de Boca.
65
Pablo Vommaro

No es fácil condensar tantos recuerdos, tantas memorias, tan-


tas experiencias y caminos recorridos en un solo texto y menos
aún en uno de la extensión que requiere este capítulo. Pensando
y dejando que las emociones que irrumpían entre pensamiento
y pensamiento fluyeran, se me ocurrió que un modo de recordar
a Federico era a través de su presencia en el texto que me tomó
más años, más esfuerzos y más dedicación escribir: el de mi tesis
doctoral.
En este texto, que comunicó la investigación doctoral que des-
plegué entre 2005 y 2010, la presencia de Federico se materializó
en dos aspectos: el primero, su involucramiento personal con la
propuesta que le acerqué en el año 2004 y con el proceso investiga-
tivo que terminó condensándose en la tesis. El segundo, sus apor-
tes conceptuales y metodológicos.
Conocí a Federico Schuster cuando él era decano de la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA y, como tal, integrante del Consejo
Superior de esa, nuestra universidad. Claro que había leído varios
de sus textos, sabía también que era el hijo de Félix (decano de la
Facultad de Filosofía y Letras y con quien había compartido es-
pacios de política académica) y el hermano de Graciela (querida
colega con quien también había militado en la facultad); pero lo
conocí personalmente en esos años de ebullición y creación po-
lítica que rodearon al 2001 en la Argentina. En ese entonces yo
era estudiante de Historia (ya en el último tramo de la carrera) y
junto a la agrupación en la que militaba (La Mariátegui) había-
mos creado el espacio UBA Independiente, que articulaba diver-
sos colectivos estudiantiles que se identificaban como autónomos
o independientes en distintas facultades. Desde esta articulación
de diversas agrupaciones universitarias identificadas como de iz-
quierda, nacionales y populares y no partidarias, nos presentamos
a las elecciones del Consejo Superior (y a la Asamblea Universita-
ria) y logramos un lugar en la representación estudiantil de ese
ámbito del cogobierno de la UBA, que yo desempeñé durante poco
más de un año. Federico era parte del espacio de decanos y decanas
66
Federico Schuster, recuerdos en movimiento

“no shuberoffistas”1 y que no se identificaban con el radicalismo


universitario. Él estaba siempre abierto al diálogo y a una escucha
franca y la mayoría de los debates en el Consejo Superior nos en-
contraban compartiendo posturas y votaciones.
Pocos años más tarde, cuando aún compartíamos espacios de
militancia universitaria que, incluso, lo impulsaban a él como can-
didato a rector de la UBA, me acerqué nuevamente con la propues-
ta de investigación doctoral bajo el brazo.
Yo ya me había graduado en Historia y quería seguir investi-
gando. Eran épocas de expansión del CONICET y de políticas pú-
blicas que fortalecían la ciencia y la tecnología en la Argentina. La
carrera de investigador científico (CIC) era una opción posible y
seductora para quienes queríamos producir conocimiento científi-
co desde las universidades públicas. Entonces, me decidí a forma-
lizar estas intenciones y propuestas en un proyecto doctoral que
me permitiera postular a una de las becas doctorales del CONICET
y dedicar los próximos años de mi vida a investigar con financia-
miento público. En esos recorridos reencontré a Federico.
Por diversos motivos, sustentados, sobre todo, en el control aca-
démico que ejercía el grupo profesoral que hegemonizaba la ca-
rrera de Historia en ese momento (me habían adelantado que el
tema de mi tesis no era propio de un doctorado en Historia y que
mejor me fuese a otra facultad), yo había decidido en ese momento
migrar de mi Filosofía y Letras de origen y explorar si podía hacer
mi doctorado en la Facultad de Ciencias Sociales.
Contacté entonces a Federico, que me recibió de inmediato en
el Decanato de Sociales: “Vení a verme, Vommaro”, me dijo. Él me
llamaba por mi apellido y alternaba el trato de usted con el voceo,

1
Por el rector de la Universidad de Buenos Aires, Oscar Shuberoff, asociado a nego-
ciados, a crear una estructura burocrática en el Rectorado de la UBA que en realidad
sostenía su armado político y el de la UCR de la Ciudad de Buenos Aires y por adaptar
de hecho la UBA a las políticas del Banco Mundial y el consenso de Washington, aun-
que declamativamente se opusiera a la Ley de Educación Superior impulsada por el
gobierno menemista.

67
Pablo Vommaro

indistintamente. Luego de una fluida conversación, en la que la


política nacional, la universitaria y mi proyecto doctoral se entre-
tejieron, accedió a dirigirme y se puso a disposición de lo que nece-
sitase. A partir de allí, en todo momento confió en mí y me alentó a
continuar con el trabajo, brindándome inmerecidos comentarios
elogiosos sobre mi investigación.
Como parte de su apoyo, me invitó a participar en el GEPSAC
que él dirigía y donde me recibieron generosamente. Ese fue el es-
pacio en el que pude compartir los avances de mis investigaciones
y trabajos y del que aprendí mucho, incursionando en herramien-
tas de las ciencias sociales con las que estaba poco familiarizado
en mi carrera de Historia de origen. Desde ese espacio, también
creamos, en 2011, el Equipo de Estudios de Políticas y Juventudes
(EPoJu), junto a Melina Vázquez.
En los tramos finales de la escritura de mi tesis, ese momento
repleto de angustia, ansiedad e inseguridad, Federico me brindó
su tiempo y su dedicación, abriéndome también las puertas de su
casa y compartiendo largas horas de lecturas y comentarios, mu-
chas más que las que su lugar como director hubiesen exigido. Por
las agendas de ambos, pero sobre todo por las suyas, el único mo-
mento que teníamos para revisar la tesis y trabajar diversas partes
que requerían reformulaciones o una dedicación adicional eran
los sábados, y así pasé varios sábados de muchos meses en su casa,
recibiendo agudos y certeros comentarios y valiosos aportes, con-
viviendo con sus espacios, sus libros, sus papeles. Y también con
sus hijos (con Tomás nos reencontramos luego en otros espacios) y
con su compañera de vida.
Así, pude presentar la tesis Política, territorio y comunidad: las
organizaciones sociales urbanas en la zona sur del Gran Buenos Aires
(1970-2000), dirigida por Federico Schuster y codirigida por Pablo
Pozzi, con la que me gradué como doctor en Ciencias Sociales por
la Universidad de Buenos Aires a inicios de 2011.
En cuanto a los aportes conceptuales y metodológicos de Fede-
rico que se expresaron en una presencia concreta en el texto de mi
68
Federico Schuster, recuerdos en movimiento

tesis, presento a continuación una selección, como tal no exhausti-


va, elaborada en perspectiva, con la tesis defendida y con Federico
en la memoria.
Ya en el inicio de mi trabajo aparece un reconocimiento a los
aportes de Federico para el estudio de las organizaciones sociales,
la acción colectiva y la protesta social en la Argentina, citando tra-
bajos que se convirtieron en referencia en estos campos, como el
que produjo junto con Sebastián Pereyra (2001) y el que publicó
con Adrián Scribano (2001).
Luego, al pensar la acción en las organizaciones sociales del
conurbano bonaerense alrededor del año 2001, nos encontramos
con la propuesta elaborada desde el GEPSAC, que plantea que
en 1997 se inició un “ciclo de luchas populares” o un “ciclo de pro-
testas” (GEPSAC, 2006) que se prolongaría al menos hasta 2006, y
que encontró en 2002 un punto de inflexión. Según el informe del
GEPSAC (2006), contra lo que cualquiera pensaría, no fue 2001 el
año con más cantidad de protestas de ese ciclo. El documento rele-
va 7263 protestas entre 1989 y 2006, lo que equivale a un promedio
de 403 protestas por año. De ese total, solo 294 acciones se produ-
jeron en 2001, lo que coloca a este año por debajo del promedio
anual. Para explicar esto, Federico compartió conmigo una hipóte-
sis en las jornadas de trabajo que manteníamos los sábados en su
casa, hipótesis que proponía que la relevancia de las protestas para
explicar la oportunidad política y el ciclo se concentra más en la
integración o articulación de las protestas que en su cantidad. Para
él, era el nivel de integración o articulación de las acciones de pro-
testa, más que su número, lo que definía su impacto y capacidad
de incidencia política. Entonces, si bien en 2001 hubo menos can-
tidad de protestas que en los años anteriores y posteriores, estas
protestas estuvieron muy articuladas entre sí, lo que multiplicó su
impacto político y social.
En tercer lugar, quiero resaltar una elaboración que Federico
produjo junto a dos destacados investigadores que lo acompaña-
ron en la coordinación del GEPSAC y sostuvieron el espacio de
69
Pablo Vommaro

reuniones periódicas que teníamos: Sebastián Pereyra y Germán


Pérez. En el libro La huella piquetera. Avatares de las organizaciones
de desocupados postcrisis de 2001, publicado por Al margen en 2008,
Pereyra, Pérez y Schuster analizan la dinámica de las “organizacio-
nes piqueteras” luego de 2001, identificando cuatro elementos que
la caracterizaron. El primero fue la modificación de las formas y
periodicidades de la protesta: el distanciamiento entre los sectores
medios –movilizados en 2002 mediante las asambleas barriales y
las agrupaciones de ahorristas– y las denominadas organizaciones
piqueteras, la creciente represión que tuvo su pico en la llamada
masacre del Puente Pueyrredón, el crecimiento económico y la im-
pronta política del gobierno de Néstor Kirchner, produjeron una
relativa desmovilización y una modificación de las formas de con-
frontación y acción directa.
El segundo elemento fueron las transformaciones en la política
social. En líneas generales, continuaron los planes de empleo y los
subsidios que se habían gestado en la segunda mitad de los años
noventa y se generalizaron en 2002. Asimismo, las organizaciones
continuaron siendo un actor importante en la administración y
ejecución territorial de los planes sociales. Sin embargo, “el Estado
retomó el control como agente organizador de la política social […]
y los municipios y dirigentes políticos locales volvieron a cobrar
protagonismo en la distribución de los recursos” (Pereyra, Pérez y
Schuster, 2008, p. 21). Además, los subsidios directos como el Plan
Jefas y Jefes de Hogar –implementado a comienzos de 2002– fue-
ron complementados con planes que buscaron apoyar emprendi-
mientos autogestionados y cooperativas barriales, como el Plan
Manos a la Obra o el más reciente Argentina Trabaja. Estos planes,
sumados a una recomposición de la intervención del Estado en la
economía que tuvo su correlato presupuestario, dinamizaron la
obra pública a nivel local.
En tercer término, vemos una relativa revitalización de la par-
ticipación electoral, que se revalorizó luego de la profunda deslegi-
timación de 2001 con el “que se vayan todos, que no quede ni uno
70
Federico Schuster, recuerdos en movimiento

solo”. En efecto, varios dirigentes piqueteros incursionaron en el


terreno de la política electoral, aunque con magros resultados (Pe-
reyra, Pérez y Schuster, 2008).
Por último, los realineamientos políticos que reestructuraron
el campo de las organizaciones de trabajadores desocupados gene-
raron un acercamiento al gobierno de parte de varias de ellas. Así,
algunos grupos se integraron al gobierno kirchnerista en diferen-
tes funciones, interpretando que sus políticas eran una continui-
dad del impulso transformador de 2001 y que se estaba poniendo
fin a la “era neoliberal”. En cambio, otras agrupaciones radicaliza-
ron sus posturas e hicieron de la oposición al gobierno su principal
consigna, mientras que otros se volcaron al trabajo barrial a partir
del cual se habían constituido y habían podido fortalecer su or-
ganización, y se retiraron de la movilización callejera constante
(Pereyra, Pérez y Schuster, 2008).
Sumado a lo anterior, me parece importante mencionar una de
las nociones más trabajadas por Federico Schuster en sus estudios
de la acción colectiva: la de protesta social. En efecto, a partir de
realizar una crítica a la categoría de movimiento social para ex-
plicar los procesos de movilización en la Argentina, Schuster y
Pereyra (2001) estuvieron entre los primeros autores que propu-
sieron el concepto de protesta social como superador. Ambos auto-
res expresan que “los acontecimientos de protesta no surgen de la
nada” y afirman enseguida que “no toda protesta es exclusivamen-
te una forma de visibilización de un conflicto latente” (Schuster y
Pereyra, 2001, p. 43). Para ellos, los movimientos sociales son “sen-
tidos unívocos” que “existen más en la lente del observador que
en la percepción de los propios sujetos implicados en la moviliza-
ción”. Por otra parte, “estos sentidos […] no son los únicos posibles
ni los que presentan una relevancia definitiva desde el punto de
vista político” (Schuster y Pereyra, 2001, p. 43). Arriban así a una
definición de protesta social en tanto:

71
Pablo Vommaro

acontecimientos visibles de acción pública contenciosa de un colec-


tivo, orientados al sostenimiento de una demanda (en general con
referencia directa o indirecta al estado). […] cabe remarcar que el con-
cepto se limita a su carácter contencioso e intencional, por un lado, y
a su visibilidad pública, por el otro. (Schuster y Pereyra, 2001, p. 47).

A su carácter visible, contencioso y de expresión de una deman-


da ante el Estado –de forma más o menos mediada– Schuster y
Pereyra agregan que “las protestas sociales son formas de expre-
sión política, social y cultural de las subjetividades” y muestran
que “la diversidad, el conflicto y la dislocación son constitutivas de
la realidad social” (Schuster y Pereyra, 2001, p. 60).
En otro trabajo, Schuster (2005) vuelve a señalar las limitacio-
nes de la noción de movimiento social, que parece “una vez más
demasiado rígida para la variedad creciente de acciones colectivas
que el presente nos muestra” (Schuster, 2005, p. 45) y seguidamen-
te, propone diversas combinaciones para pensar la relación entre
protesta y movimiento social (Schuster, 2005, p. 49):

• la protesta es parte de un movimiento social previamente


existente,
• la protesta está llevada a cabo por personas que eran parte
de uno o más movimientos anteriormente, con o sin rela-
ción entre sí y con la actualidad,
• la acción de protesta constituye una auténtica novedad,
que no ha surgido de ningún movimiento conocido ni re-
conoce antecedente alguno en acciones anteriores de sus
miembros.

A esta enumeración, agregamos las protestas que generan, a partir


de la acción, movimientos sociales (Schuster, 2005, p. 52). En suma,
el carácter fragmentario y contingente que Schuster remarca para
la protesta permite criticar la noción de movimiento social en

72
Federico Schuster, recuerdos en movimiento

tanto rígida y con pretensión de una unicidad que no se constata


en el trabajo empírico.
Una última presencia de Federico en mi tesis, que no por men-
cionarla al final fue menos importante, es la de la noción de con-
figuración. Este concepto fue central en mi tesis, que se propuso
abordar las configuraciones productivas, políticas y subjetivas que
caracterizaron a las organizaciones sociales urbanas de base terri-
torial y comunitaria en la Argentina de los treinta años entre 1970
y 2000, en relación con las transformaciones y mutaciones del sis-
tema capitalista en el mismo período. Al respecto, en las conver-
saciones sabatinas mantenidas con Federico, él resaltó un tramo
de su trabajo de 2005 en el que definía la noción de configuración
como la integración de elementos, rasgos o variables en una di-
mensión que es distinta a sus partes y, a la vez, las integra (Schus-
ter, 2005). En sus palabras, se trata de una “operación intelectual
compleja que consiste en la función combinatoria de síntesis de
las dimensiones de análisis propuestas” (Schuster, 2005, p. 66). Sin
dudas, esto brindó un soporte a la elaboración de esta noción en la
sistematización de mis investigaciones y en la escritura de la tesis.
Mucho más podría decir de y con Federico, muchas memorias
más emergen y cobran forma al recorrer los recuerdos que pue-
blan estas páginas: conversaciones, momentos, experiencias, en-
cuentros; pero la extensión solicitada para este capítulo me lleva a
tener que cerrar esta evocación aquí.
Creo que logramos tener a Federico presente y con nosotros, re-
corriendo los fragmentos que propuse compartir con ustedes. Si
lo conocieron, ojalá hayan visto expresados aquí algunos de sus
propios recuerdos e instantes de cercanía. Si no, espero que este
texto sirva como invitación para adentrarse en su obra y, sobre
todo, para conocer su vida, su trayectoria y su recorrido, pobla-
do de aperturas, generosidades, persistencias y apuestas que son
parte de su legado, de esas huellas que seguimos quienes pudimos
conocer, compartir, querer y extrañar a Federico.

73
Pablo Vommaro

Bibliografía

Schuster, Federico (2005). Las protestas sociales y el estudio de


la acción colectiva. En Federico Schuster, Francisco Naishtat Ga-
briel Nardacchione y Sebastián Pereyra, Tomar la palabra. Estu-
dios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contem-
poránea. Buenos Aires: Prometeo.

Schuster, Federico y Pereyra, Sebastián (2001). La protesta social


en la Argentina democrática: balance y perspectivas de una ac-
ción política, en Norma Giarracca (comp.), La protesta social en la
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res: Alianza.

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Scribano, Adrián y Schuster, Federico (2001). Protesta Social en


la Argentina de 2001: Entre la normalidad y la ruptura. Revista
OSAL, 2, 5,. 17-22.

74
I.
Trayectorias para el cosmopolitismo
Cosmopolitismo Sociológico
y sentido común
De los Antiguos a la Modernidad

Renato Ortiz

Mi intención en este texto es hacer una reflexión crítica con rela-


ción a lo que llamaré cosmopolitismo sociológico. Con el proceso
de mundialización, el tema del cosmopolitismo adquirió una con-
figuración diferente, ocupando cada vez más la escena intelectual.
El concepto en sí es polifónico, pero es interesante resaltar algunos
puntos que nos ayudan a entender su apropiación en el contexto
contemporáneo. En este sentido, volver al pasado de esta vieja idea
puede resultar sugerente.
Cuando a Diógenes Laercio (412/403 o 324/321 a. C.: las fechas de
nacimiento y muerte son inciertas) le preguntaron de dónde venía,
su respuesta fue lacónica: “Soy kosmopolitës”, es decir, “ciudadano
del mundo” (la forma en que los expertos traducen la afirmación
varía: ciudadano del universo o ciudadano del cosmos). Es dentro
de esta perspectiva que se elogia la sabiduría de los cínicos, la apre-
ciación de una actitud que trascendería su lugar de origen. La frase
se completa con otra cita, frecuentemente utilizada y apreciada
por los filósofos: “sans ville, sans maison, chassé de sa patrie, pau-
vre, errant, vivant au jour le jour” (Diogène Laërce, 1999, p. 210).

77
Renato Ortiz

En realidad, Diógenes es un apátrida, expulsado de Sinope, su


ciudad natal (hay todo un mito sobre esta expulsión, en principio
por falsificación de monedas), vive en Atenas como un mendigo,
sin lugar, sin techo. El principal objetivo del cinismo son las con-
venciones sociales: el poder, el dinero, la fama, la familia, las auto-
ridades, todo debe quedar relegado en la búsqueda de la sabiduría.
Se niega el orden del mundo para trascenderlo (pero sin retirarse
de ese mundo como lo hacen los ascetas). Hay que recordar que
en la sociedad helénica de esta época la noción de cosmos tenía
un doble significado: abarcaba la tierra y los cielos, pero también
significaba orden. El cinismo se afirma, así como algo contestata-
rio, una insubordinación. El filósofo debe abandonar el mundo de
las ideas (como profesaba Platón), abrazar la vida en sus múltiples
adversidades y elegir el camino del rechazo. Es una ética y Dióge-
nes vive sus convicciones de forma radical: cultiva la pobreza, no
respeta a las personas en función de la posición social que ocupan,
su discurso es cáustico hacia las autoridades, y su comportamien-
to es claramente exhibicionista (masturbación en público, comer
comida cruda, viviendo en un barril).
Sin embargo, la expresión “ciudadano del mundo” es simple
solo en apariencia, en realidad contiene contradicciones y ambi-
güedades. El primero de ellos se refiere al término mismo: cosmos
+ polis. Las unidades involucradas son dispares. La ciudad griega
era restringida, tenía límites estrechos, Mosey Finley decía que te-
nía el tamaño de un campus universitario, un espacio en el que
predominaban las relaciones cara a cara (Tönnies la consideraba
una comunidad y no una sociedad) (Finley, 2012). Cabe recordar que
la polis, como institución política, excluía a los extranjeros, los es-
clavos y las mujeres.
El orden del universo difícilmente encajaría en sus pequeñas
dimensiones. Los estudiosos también nos enseñan que la respues-
ta de Diógenes es parcial, no afirma explícitamente que no per-
tenecería a ninguna ciudad, ni que no habría gobiernos justos,
solo enfatiza la insuficiencia de la polis (los cínicos vivían en las
78
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

ciudades, solo en centros urbanos sí se podía ejercer la mendicidad


con relativo éxito) (Moles, 2000). Dicho de otra manera, el pasaje
no debe leerse literalmente. Expresaría mucho más la negación de
algo (las virtudes de la polis) que la afirmación de un ideal de valo-
res comunes.
Los cínicos rechazan la ciudad como matriz de la ciudadanía
griega, la casa como referencia de la vida en sociedad, la patria;
sin embargo, no dicen nada sobre el cosmos que habitarían. Como
observa Maria Odile Goulet-Cazé: “citoyen du monde Diogène
apparaît comme cytoyen de nulle part”, a lo que añade: “les carac-
téristiques de la politeia diogénienne non seulement ne permet-
tent pas de dégager um véritable projet colectivo qui viserait a
souder la communauté des cytoyens, mais elles n’autorisent même
pas a parler d’une communauté dont les membres seraient liés par
des valeurs communes” (Goulet-Cazé, 2017, p. 503).
El rechazo a las leyes de la ciudad no implica la creación de un
conjunto de creencias compartidas. Solo indicaría el camino ha-
cia la virtud y la libertad individual, el destino de cada uno, por lo
que los estudiosos hablan de un “cosmopolitismo individualista”
en contraposición a un “cosmopolitismo colectivo”, habiéndose
hecho el paso de lo particular al todo con el advenimiento de otra
escuela de pensamiento: los estoicos.
Los estudiosos distinguen dos fases históricas del movimiento
cínico: el primero, llamado primitivo, se sitúa entre los siglos IV y
III a.C.; el segundo, su recepción por el imperio romano, extendién-
dose desde el siglo I a.C. hasta la antigüedad tardía. Durante el si-
glo II a. C., el cinismo experimentó un fuerte declive. Se dan varias
razones para ello, en particular el hecho de que nunca se estableció
como escuela (lo que dificultaba la transmisión de conocimientos).
También se puede decir que sus representantes se sentían incó-
modos, constituían una especie de intelectuales al margen, siendo
poco tolerado por las autoridades establecidas. Pero la influencia

79
Renato Ortiz

que ejercen sobre el estoicismo es importante, ahora hay una rea-


propiación de la idea de cosmopolitismo.1
Al igual que los cínicos, los estoicos también abrazan la vida, la
sabiduría se encuentra en la inmersión en lo que nos rodea, los de-
signios de la naturaleza (aquí no importa el debate sobre la noción
de naturaleza). Contrariamente al ascetismo religioso, que predica
la exclusión de la vida en común, o la distinción platónica entre el
mundo del significado y el mundo de las ideas, el estoicismo con-
sidera que la filosofía se inserta en la praxis cotidiana, incluida la
política: Marco Aurelio (121 d.C./180 d.C.) fue un emperador roma-
no, Séneca, (4 a.C./65 d.C.) y Cicerón (106 a.C./43 a.C.) fueran hom-
bres públicos del imperio.
Sin embargo, el cinismo y el estoicismo difieren en su forma de
actuar en el mundo; los cínicos cuestionan el orden establecido,
los estoicos viven con él con serenidad. El ser humano debe aceptar
el destino que le impone, soportar la naturaleza de las cosas que
le afligen. Al asumir las circunstancias de la vida (leyes, familia,
amigos, riqueza, pobreza, guerra) sería dueño de su propio desti-
no, o como decía Séneca: “la vida será larga si sabes usarla” (Sé-
neca, 2017, p. 7). Pero para no perderse en el camino es necesario
controlar las emociones y los errores (pereza, juicio ajeno, afán im-
parable de lucro, avaricia, etc.).
La ética estoica es una moral de contención y no de rechazo,
esta es la intención de Séneca cuando escribe sobre la ira en sus es-
critos filosóficos; las emociones no aportarían nada a la grandeza
de la mente, de ahí la necesidad de dominarlas.
La moral estoica plantea un dilema: como los hombres viven
en situaciones específicas (dictadas por la naturaleza; ¿los dioses?),
¿cómo es posible ser cosmopolita? La respuesta está en la idea de

1
Existe una controversia entre los estudiosos: ¿hasta qué punto influyeron los cíni-
cos en los estoicos? Algunos creen que el cosmopolitismo cínico ya contenía todas las
cualidades positivas esenciales del estoicismo, otros no. En la frase, el punto en discu-
sión es el uso de todos o posiblemente algunos, pero hay consenso respecto del paso de
lo individual a lo colectivo.

80
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

un ser humano dividido entre el ideal de universalidad de la razón


y su condición de particularidad histórica. La resignación remite
al orden inmanente de las cosas, el lugar donde se desarrolla nues-
tra vida, la sabiduría residiría en la búsqueda de la trascendencia.
En este sentido, Séneca subraya la existencia de dos ámbitos de la
vida, uno público y otro privado. “Uno es grande y verdaderamente
común a todos, donde se incluyen tanto los dioses como los hom-
bres, donde no miramos a este o aquel rincón, sino que medimos
sus límites con el sol. La otra es aquella en la que estamos inscritos
por un accidente de nacimiento” (Séneca, 1995, p. 175).
Marco Aurelio es aún más explícito: “Si la inteligencia es co-
mún a todos los hombres, también lo es la razón, de modo que
todos somos seres racionales. Por tanto, la razón que prescribe lo
que debemos o no debemos hacer es común a todos. Por lo tanto,
también existe una ley común, para que todos seamos conciudada-
nos. Como conciudadanos participamos de una misma comunidad
política, de modo que el mundo mismo se asemeja, de este modo,
a un Estado” (Marco Aurélio, 2020, p. 30). Ya no nos encontramos
dentro de los muros de la polis (para criticarla o elogiarla), la no-
ción de cosmos se expande. Hay razones para ello, y creo que no se
limitan a un problema hermenéutico, es decir, de interpretación
de los textos (fundamento de la tradición filosófica).
La historia tiene algo que decir sobre los cambios en curso. La
ciudad griega ciertamente ejerció fascinación y dominio durante
todo el período clásico, es decir, en los siglos IV y III a.C. Este fue su
momento de grandeza desde el punto de vista intelectual, político
y militar. Las cosas cambian drásticamente en el período helenís-
tico (desde el 323 a. C., muerte de Alejandro, hasta el 31 a. C., cuan-
do los romanos conquistan el último reino helénico, el Egipto de
Cleopatra); primero con las conquistas de Alejandro Magno, luego
con la expansión del imperio romano. Las ciudades griegas decaen
(aunque no desaparecen) y toda esta región mediterránea pasa a
formar parte de un sistema geopolítico centrado en Roma.

81
Renato Ortiz

Sin embargo, como subrayan innumerables autores, la fase


helenística se caracteriza por la expansión de la cultura griega
clásica (tanto la lengua como los textos filosóficos y literarios). La
pérdida de fuerza política y militar se traduce así en una paradoja:
la hegemonía cultural helénica. El paso del cosmopolitismo indivi-
dualista de los cínicos a un cosmopolitismo colectivo acompaña así
las transformaciones de toda una era. Pero es posible decir más,
teniendo en cuenta el punto de vista opuesto, el de los griegos.
Como observa Arnaldo Momigliano: “De hecho, a todos los efectos
prácticos, los griegos descubrieron a los romanos, los celtas y los
judíos solo después de Alejandro Magno”. Y añade: “Los griegos no
registraron la existencia de los judíos... esta pequeña nación... no
se menciona en ninguna parte de los textos prehelenísticos exis-
tentes” (Momigliano, 1971, p. 2 y 77).
En otras palabras, solo durante el período helénico, cuando los
muros de la polis se derrumbaron, los griegos descubrieron que
sus vecinos ya no eran bárbaros (aquellos que no hablaban griego),
sino culturas del conocimiento. La influencia de los estoicos en re-
lación con la filosofía occidental es destacada por varios autores,
incluido el pensamiento cristiano.2

La contribución de Emmanuel Kant

Limitaré la cuestión que concierne a los tiempos de la Ilustración,


considerando en particular la contribución de Kant, referencia
obligada para el debate contemporáneo.3 La filosofía kantiana

2
Por ejemplo, el pasaje del apóstol Pablo en su Carta a los Gálatas: “No hay judío ni
griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos son uno en Cristo” (capítulo 3,
versículo 26). La figura de Pablo ha sido recuperada en el debate contemporáneo pre-
cisamente por quienes se posicionan del lado de lo universal en contraposición al
relativismo cultural. Véase Badiou, Alain (1997). Saint Paul: la Foundation de l'universa-
lisme. París: PUF.
3
Cito dos textos, de autores con perspectivas diferentes, que me parecen expresi-
vos en relación con el estado de ánimo cosmopolita actual: Balibar, Étienne (2004).

82
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

presupone que las acciones humanas están determinadas por las


leyes universales de la naturaleza. En este sentido, si bien las accio-
nes individuales o colectivas (realizadas por personas) apuntan a
objetivos privados, contienen una dimensión que los trasciende.
A primera vista, la historia de la humanidad aparecería como
un conjunto heterogéneo de hechos dispersos, dispares entre sí,
entre los cuales no existiría vínculo o conexión necesaria. Pero
esto sólo revela la superficie de las cosas, dentro de esta multiplici-
dad de rasgos inconexos se esconde una intención. Kant dice: “On
peut considérer l’histoire de l’espèce humaine, comme l’execution
d’un plan caché da la naturaleza, pour réaliser, à l’intérieur, et
dans ce but, aussi à l’éxterieur, una constitution politique parfaite,
car c’est la seule fazn pour elle de pouvoir développer complète-
ment en l’humanité toutes ses dispositions” (Kant, 1784, p. 14).
Habría, pues, una naturaleza humana que el filósofo debería
descifrar, su perspectiva cosmopolita podría revelar las tramas y el
drama de esta historia universal. Nos encontramos ante una filo-
sofía de la historia que anticipa las discusiones sobre el sentido
de la historia que encontramos posteriormente en autores como
Hegel y Marx: el cosmopolitismo de la razón nos permitiría com-
prender el orden del mundo, desde el pasado hasta el presente.
Otro aspecto de la propuesta de Kant tiene que ver con los dere-
chos. Kant considera que el hombre es un animal que necesita con-
trol, sus pasiones, abandonadas a sí mismas, deben ser contenidas,
moderadas. La libertad de uno requiere respeto a la libertad del
otro, es decir, límites, para que esto ocurra debe existir un mecanis-
mo que establezca el equilibrio de intenciones en contraposición:
la sociedad civil. Sería un espacio autónomo respecto del Estado,
un lugar privilegiado dentro del cual se definirían los derechos de
cada persona. La sociedad civil reuniría dos cualidades: la libertad

Cosmopolitisme et Internationalisme: deux modèles, deux héritages. En Philosophie


Politique et Horizon Cosmopolite. Paris: Unesco; Nussbaum, Martha (1997). Kant and
Stoic Cosmopolitanism. The Journal of Political Philosophy, 5(1).

83
Renato Ortiz

individual y la dependencia de una comunidad compartida. Kant


quiere extender estos principios, válidos para Estados particula-
res, a la comunidad del cosmos, lo que implicaría derechos univer-
sales dentro de una sociedad civil que también es universal. Este es
el desafío que busca enfrentar: “Le plus grand problème pour l’es-
pèce humaine, celui que la nature la force à résoudre, est de par-
venir a une société civile administrant universellement le droit”
(Kant, 1784, p. 10).
Surge así la noción de derecho cosmopolita (por ejemplo, la
hospitalidad) que en principio se aplicaría a un espacio por encima
de la realidad de estados particulares. Finalmente, el cosmopoli-
tismo se asocia a la idea de paz perpetua (Kant, 1991). Kant con-
sidera que la paz no es un estado de naturaleza, al contrario, los
hombres suelen estar en guerra, por lo que debe instituirse. Para
lograr esto, es necesario un conjunto de reglas y principios que se
apliquen universalmente a estados particulares. El ciudadano del
mundo existiría cuando reinara la paz dentro de los Estados y en
las interrelaciones entre ellos
Se pueden hacer algunas observaciones críticas en relación con
la perspectiva kantiana. El primero de ellos se refiere a la filosofía
de la historia y es profundamente eurocéntrico. El plan oculto de
la naturaleza (identificado con la Providencia) es en realidad una
concepción teleológica en la que la evolución de las personas avan-
za hacia la mejora de la Razón (siempre con mayúscula). Perspecti-
va común a los ideólogos del progreso (Turgot, Condorcet) y a toda
una visión de superioridad y plenitud del pensamiento occidental.
Kant no se da cuenta (y no puede darse cuenta de ello) de que escribe
desde una provincia del mundo, Europa, para hablar como Chak-
bararty, el cosmos está lejos de su alcance (Chakbararty, 2000).
El segundo aspecto se refiere a la cuestión moral. Balibar llama
la atención sobre el hecho de que el texto Historia universal (1784)
se aparta de los argumentos desarrollados en Paz perpetua, publi-
cado posteriormente (1795) (Balibar, 2004). El primero, escrito du-
rante las guerras dinásticas europeas, defendía la existencia de un
84
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

Estado supranacional (recuerdo que las naciones aún no existían),


capaz de imponer un orden cosmopolita a Estados particulares.
Sin embargo, después de la Revolución Francesa, Kant abdica de
esta idea, el ciudadano del mundo ya no se identifica con el modelo
de soberanía de un Estado universal, sino que valora una comuni-
dad que uniera a todos. El cosmopolitismo se presenta, así como
una moralidad y no exactamente como un proyecto político que
apunta a la creación de instituciones específicas (como se discute
en las relaciones internacionales).
Kant es consciente de la tensión entre moral y política, y es-
tas intenciones no siempre coinciden. Sabe que la moral no es una
mera concepción teórica, de ella se deriva una práctica, una ética
que muchas veces choca con la intención política. Sin embargo,
cree que la tensión podría diluirse en la medida en que la moral
constituya una enseñanza, una doctrina universal de la prudencia
capaz de guiar a los hombres en sus acciones prácticas. Un último
punto se refiere a la asociación entre cosmopolitismo y paz perpe-
tua, que es ciertamente ilusoria.
Volvamos simplemente a la definición de Raymond Aron del
sistema internacional: un conjunto de unidades políticas que tie-
nen relaciones regulares entre sí y son susceptibles de entrar en
guerra. El sistema determina, para cada unidad política, una confi-
guración de relaciones de poder, la paz es el resultado de esta con-
figuración. Pero Aron también percibe el dilema kantiano de otra
manera cuando dice: “si suponemos una organización mundial
que, por definición, ya no tiene enemigos externos, deberíamos
esperar que se fragmente nuevamente a través del juego de los con-
flictos internos” (Aron, 2002, p. 904; cf. Canto-Sperber, 2018). La
perpetuidad de la paz presupone la existencia de un grupo cerrado
y sin enemigos externos (contradicción ya que resulta de la nego-
ciación entre adversarios); sin embargo, en este caso, el resultado
sería el contrario al esperado, la ausencia de guerras, pues ellas se
multiplicarían dentro del mismo conjunto

85
Renato Ortiz

La comparación entre las visiones estoica y kantiana nos per-


mite resaltar algunos puntos interesantes para nuestra discusión.
El estoicismo estableció un contraste entre la realidad histórica de
cada persona (donde nacimos) y el ideal cosmopolita, la ciudad ele-
vada (así decía Marco Aurelio), únicamente con la intención de di-
señar el plano superior de la razón humana; los hombres vivirían
divididos dentro de estas dos “repúblicas”. Sin embargo, el cosmos
al que se refería no tenía rostro, fisonomía, permanecía indefinido,
su existencia se limitaba a ser el contrapunto a la concreción de
las cosas.
Las nociones de sociedad civil universal o moralidad cosmopo-
lita tienen otro alcance, aunque los críticos, a su manera, califican
esta dimensión idealizada. El filósofo debe tomar el cosmos como
objeto de reflexión y preocupación ética, en el que es necesario ac-
tuar. Los estoicos cultivaron una ética de moderación en relación
con el mundo, debían apoyarlo en sus adversidades. Para ello era
necesario moderar individualmente las pasiones, el camino hacia
la sabiduría pasaba por la sublimación
Kant ve las pasiones de otra manera, deben ser controladas so-
cialmente porque el hombre es un animal que “necesita un amo”
(leyes colectivas). Hay, por tanto, un desplazamiento en la forma de
actuar en el mundo: mientras el estoicismo predica la adaptación y
un cierto conformismo, ahora hay una insatisfacción (no la misma
que la de los cínicos), la búsqueda de un parámetro compartido ca-
paz de garantizar, en la vida de cada uno, otra realidad. La noción
de cosmopolitismo adquiere así una dimensión utópica: es nece-
sario crear otra polis para que los ciudadanos del mundo puedan
reconocerse a sí mismos.

El advenimiento de la nación

En esta digresión que hago hay que destacar un último aspecto:


el advenimiento de la nación. Esto es decisivo para comprender
86
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

la cuestión del cosmopolitismo actual. Parto de una cita de Otto


Bauer que aprecio especialmente: “Solo el capitalismo ha logrado
generar una cultura verdaderamente nacional para todo el pueblo,
superando los estrechos límites de la demarcación de las aldeas.
Esto lo logró desarraigando a la población de su asentamiento lo-
cal, cambiando su lugar en el proceso moderno de formación de
clases y profesiones. Se llevó a cabo mediante la democracia, que
es su producto, y también mediante la escuela primaria, el servicio
militar obligatorio y el sufragio universal” (Bauer, 1979, p. 103).4
Una forma de captar la especificidad del espacio nacional es
a través de la evolución del propio término nación. Más bien se
aplicaba a situaciones particulares como: agregado de la población
de una provincia, gremios de zapateros o artesanos (gremios en la
Edad Media), fraternidades de estudiantes de una universidad; en
portugués se decía con relación a los esclavos de África, naciones
de los bantúes, nagô y malês. La palabra se refería a una unidad
pequeña, limitada a fronteras regionales, étnicas o profesionales
En su acepción moderna, revolución postindustrial, el término
adquiere otro significado, definiendo una totalidad más amplia
que abarca el grupo de habitantes de un país determinado. Sabe-
mos que los orígenes del Estado son antiguos (desde la revolución
urbana, diría Gordon Childe), es decir, como instancia de poder se-
parada del resto de la sociedad. La configuración que adquiere a lo
largo de la historia es ciertamente diferente, ciudad-estado, impe-
rio o estado de la Ilustración que disponía de medios coercitivos
y administrativos para imponer la voluntad del rey. Sin embargo,
la configuración social de la nación es reciente, como la considera
Marcel Mauss: es una unidad territorial, moral y cultural de ha-
bitantes que se adhieren conscientemente al Estado y sus leyes
(Mauss, “La Nation”, 1969).

4
Revisito la cita: Ortiz, Renato (1996). Anotações sobre a mundialização e a questão
nacional. En Um Outro Território. São Paulo: Olho d’Água.

87
Renato Ortiz

La definición es sugerente, explica algunos principios importan-


tes para la integración de todos dentro de una conciencia colectiva
nacional (que no está dada, debe ser construida; hay una historia
de construcción de la identidad nacional). En este sentido, Estado,
nación y pueblo constituyen un conjunto integrado en el que los
ciudadanos expresan sus derechos. Pero la nación sigue siendo un
territorio dentro del cual se materializa una cultura común (de ahí
las interminables discusiones sobre la identidad nacional). La uni-
dad nacional contiene así diferentes niveles, político, geográfico,
moral y cultural, y la pertenencia de los individuos se produce en
el ámbito de su totalidad. Por tanto, las virtudes de la ciudadanía
se realizan en este espacio específico, no en el cosmos.
El siglo XIX inventó el nacionalismo, pero no hay que pensar
que su movimiento se restringió a límites internos. Esto es en parte
cierto, pero se despliega en el plano externo como internacionalis-
mo: del comercio, de la ciencia, de la política (internacional socia-
lista), de las guerras. Es interesante ver cómo Hobson, al acuñar el
concepto de imperialismo, destaca precisamente esta dimensión
de restricción que se afirma a nivel internacional como domina-
ción. Para él, los imperios antiguos tenían una dimensión que no
podía reducirse al chovinismo de los Estados modernos, ni los pen-
sadores del pasado se conformaban a las imposiciones de los luga-
res en los que vivían:

En vísperas de la revolución francesa, todos los hombres educados


de Europa –Lessing, Kant, Goethe, Rousseau, Lavater, Condorcet,
Priestley, Gibbon, Franklin– se consideraban más ciudadanos del
mundo que de un país específico. Goethe confesó que no sabía qué
era el patriotismo y se contentaba con ello. Kant estaba mucho más
interesado en los acontecimientos que tenían lugar en París que en
la vida en Prusia (Hobson, 1902).

El mundo industrial moderno promueve una inversión de estas ex-


pectativas. El pasaje que elegí de Otto Bauer también llama la aten-
ción sobre otra cuestión: el hecho de que la revolución industrial

88
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

desarraigó a las personas de sus lugares de origen. Este es un rasgo


esencial de la modernidad, se caracteriza por la movilidad y cir-
culación de individuos, ideas y bienes. La ruptura de las fronteras
tradicionales aleja al campesino del peso de su vida aldeana. El
mundo antes de estas transformaciones estaba formado por esta-
mentos (samuráis, campesinos, artesanos, campesinos, en Japón;
aristocracia, burguesía, campesinos, en los países europeos). La
ruptura del status quo libera a los individuos de sus lealtades an-
teriores (la figura del flâneur es expresiva, circula por las calles de
París).
El espacio nacional gana así en consistencia, superponiéndose
regiones y lugares, el todo prevalece sobre las partes. En este sen-
tido, la modernidad es resultado de un proceso de desterritoriali-
zación de las personas, estas deben dejar sus raíces y asumir otra
identidad, trabajada dentro de algo que las trascienda y unifique.
La nación desplaza a los individuos de la tradición para ubicarlos
dentro de su territorialidad reciente. Sin embargo, si modernidad
y modernidad van de la mano en este siglo industrial, las dos no-
ciones abarcan realidades no coincidentes. De hecho, existe una
tensión entre ellos. Al derribar barreras, la modernidad apunta a
la expansión de los intercambios comerciales, las ideas, los viajes
y la fuerza laboral; el hombre moderno no se contenta con la fijeza
(ignora la arrogancia griega), es una especie de Prometeo desenca-
denado. La nación favorece la tendencia opuesta, la integración, el
compartir.
Una forma de captar esta tensión es a través de los conceptos de
comunidad y sociedad de Tönnies (aunque reinterpretándolos). La
sociedad está formada por un grupo de personas que viven unas al
lado de otras, pero que no están vinculadas orgánicamente entre
sí, sino separadas (por ejemplo, el anonimato en las grandes ciuda-
des); En la comunidad, las personas están necesariamente conecta-
das entre sí (las relaciones cara a cara son privilegiadas). A lo que el
autor añade: “tandis que dans la communauté ils restent liés mal-
gré toute séparation, ils sont, dans la société, séparés malgré toute
89
Renato Ortiz

liaison” (Tönnies, [1922] 1977, p. 81). Los conceptos funcionan como


pares antitéticos, describiendo realidades distintas y antagónicas.
Creo, sin embargo, que es posible unirlos mediante un oxímo-
ron: la nación es una sociedad que se imagina a sí misma como
una comunidad. Está formada por fuerzas centrífugas, cultiva lo
común, pero la sociedad en su interior está marcada por el impulso
centrípeto que conduce a la separación. Mientras se mantenga el
equilibrio entre intenciones contrapuestas los problemas se miti-
gan, sin embargo, el movimiento de la modernidad no se contie-
ne dentro de los límites establecidos, su aceleración la constituye
como modernidad-mundo.
La situación de la globalización redefine el estatus de la noción
de cosmopolitismo. Algunos puntos merecen ser destacados. El
primero se refiere a las fronteras, el Estado-nación ya no tiene el
monopolio de la construcción de identidades (lo que obviamente
no significa su fin). Por otro lado, el proceso de globalización no se
centra en la unidad nacional, es sui generis, tiene su propia lógica,
en este sentido difiere de la idea de internacionalización. También
se puede decir que este proceso, que es global, atraviesa naciones,
redefiniéndolas, es decir, ubicándolas en un contexto histórico
completamente diferente.
El surgimiento y la reanudación de la noción de cosmopolitis-
mo está condicionado por estas profundas transformaciones. A
partir de los años ochenta, pero sobre todo a partir de los noventa,
el tema se vuelve cada vez más importante y, lo que es más expresi-
vo, en diferentes ámbitos. Existe un debate entre los filósofos sobre
qué actitud adoptar después del Estado-nación (el título de uno de
los libros de Habermas) y hasta qué punto debemos ser patrióticos
o cosmopolitas.
En política emergen las ideas de sociedad civil y ciudadanía
mundial (aunque idealistas, hacen eco de las reflexiones de Kant);
Varios autores también están preocupados por el surgimiento de
formas de gobernanza global. Los ejecutivos de las corporaciones
transnacionales perciben sus productos como universales y no
90
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

como productos locales. Los teólogos buscan una ética global, en


la que se incluyan todas las religiones. Los ecologistas consideran
los peligros medioambientales como un signo de una nueva con-
ciencia planetaria. Los científicos sociales hablan de Antropología
y Sociología cosmopolitas.5 Retomando una idea de Lyotard, diría
que el cosmopolitismo se convierte en referente de una gran histo-
ria, su actualidad se impone.

Las Ciencias Sociales y la idea de cosmopolitismo

Existe toda una literatura reciente en las Ciencias Sociales que


hace un amplio uso de la idea de cosmopolitismo, a este tipo de
perspectiva la llamaré poco a poco un abordaje teórico y un siste-
ma conceptual para comprender la realidad como cosmopolitismo
sociológico. Algo del pasado permanece en él, pero es necesario
reinterpretarlo, ajustándolo a la otra situación.
Consideremos dos definiciones distintas, pero que comparten
el mismo horizonte de intenciones. Para John Tomlinson, el cos-
mopolitismo es “una especie de disposición cultural que la gente
que vive en un mundo globalizado necesita cultivar…. un sentido
activo de pertenencia al mundo más amplio, de poder experimen-
tar una identidad distanciada” (Tomlinson, 1999, p. 192). Para ello
no sería necesaria la existencia de instituciones políticas específi-
cas que aseguren una condición similar a la que conocemos con el

5
Cf. los textos más expresivos: Habermas, Jürgen (1999). Après l’État-Nation. Paris:
Fayard; Nusbaum , Martha y Rorty, Richard (1997). Cosmopolitas o Patriotas. Ciudad
de Mexico: Fondo de Cultura Económica; Nusbaum, Martha. (2008). Toward a global
sensitive patriotisme. Daedalus: Summer; Held , David (1995). Democracy and the Global
Order: from the modern state to the cosmopolitan governance. Cambridge: Polity Press;
Levit, Theodore (mayo-junio, 1997). The globalization of the markets. Harvard Business
Review; Küng, Hans (1997). Uma Ética Global para a Política e a Economia Mundiais.
Petrópolis: Vozes; Boff, Leonardo (1994). A Nova Era: a civilização planetária. São Paulo:
Ática; Beck, Ulrich (2000). The cosmopolitan perspective: sociology of the second age
of modernity. British Journal of Sociology, 51(1).

91
Renato Ortiz

Estado-nación, es decir, la presencia de una sociedad civil global.


La actitud misma garantizaría la manifestación de un cosmopo-
litismo sin cosmópolis (como dice el autor); De esta manera esca-
pamos al debate interminable e inconcluso sobre la ciudadanía
mundial.
Por otro lado, Ulf Hannerz considera que el cosmopolitismo
“implicaría una mayor implicación con una pluralidad de cultu-
ras contrastantes... un cosmopolitismo genuino es ante todo una
orientación, una voluntad de comprometerse con el Otro. Implica
una apertura intelectual y estética hacia experiencias culturales
divergentes, una búsqueda de contraste más que de uniformidad”
(Hannerz, 1996, p. 103). La primera definición enfatiza la necesi-
dad de distanciamiento con relación a las identidades locales o na-
cionales, la segunda apunta a la diversidad cultural. Destaco que
en los años noventa se consolidó la idea de la diversidad cultural
como emblema de la modernidad mundial (Ortiz, 2015). Sin embar-
go, las intenciones son las mismas, necesitamos una disposición,
una orientación capaz de emular un comportamiento específico en
relación con lo que nos rodea y nos supera. No estamos lejos de
los conceptos de moralidad y ética tan queridos por los filósofos;
después de todo, la moral es una comprensión práctica capaz de
guiar la conducta.
Sin embargo, ya no nos encontramos en la polis griega o en el
siglo de la Ilustración, la verdad planetaria nos desafía (internet,
capitalismo global, destrucción ecológica, consumo, etc.). En este
sentido, la concepción filosófica anterior se vuelve insuficiente,
difícilmente podría dar cuenta de la concreción de las cosas. Este
es el punto que señala Ulrich Beck, la diferencia entre una visión
simplemente filosófica y un “cosmopolitismo social científico” que
expresaría la realidad “tal como es” (un hecho social, diría Dur-
kheim). Recuerdo que los estoicos tenían una concepción idealiza-
da del cosmos, Kant concebía el cosmopolitismo como una moral,
ahora damos un paso adelante: correspondería a un movimien-
to real en la sociedad. Su dimensión sería sociológica. Es en este
92
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

marco que Beck propone la noción de cosmopolitización (la pala-


bra existe en lenguas latinas, inglés y alemán):

La cosmopolitización cruza fronteras como un polizón, como conse-


cuencia imprevista de una decisión mundana del mercado: la gente
desarrolla un gusto por un tipo particular de música pop o comida
india; o responden a los riesgos globales clasificando su basura o
cambiando su dieta; o invierten su dinero en estados cuyas políticas
se ajustan a la idea neoliberal de capacidad de respuesta al imperati-
vo del mercado global. Cosmopolitanización en este sentido significa
cosmopolitismo latente (Beck, 2006, p. 19).

El pasaje es sugerente, aunque equívoco y ambiguo. Al asociar el


cosmopolitismo con cosas banales y mundanas, se corre el ries-
go de confundir el proceso de globalización económica y glo-
balización de la cultura con el concepto mismo que lo captura.6
Hablamos así de cosmopolitismo en la cocina, la moda, el lujo, el
cine, la música pop, los medios de comunicación, etc. Los fenó-
menos sociales ya no se perciben en sus propias lógicas transna-
cionales (dominación, jerarquía, complementariedad, expansión,
restricción, diversidad) y, en principio, podrían agruparse dentro
del mismo conjunto de inteligibilidad. Por ejemplo, puedo decir
que la expansión del inglés como lengua de la modernidad mun-
dial es un signo de cosmopolitismo, en lugar de analizarlo como
una lengua mundial que redefine el sistema de clasificación de len-
guas a escala planetaria (hay una nueva jerarquía lingüística que
determina lo que está en el centro y lo que está en el margen).7 En
este caso, hablar inglés puede expresar algo más, ser “globalmen-
te provincial” (por ejemplo, el uso de bases de datos de Ciencias

6
Beck sugiere que se sustituya la noción de globalización por cosmopolitización. En
Rantanen, Terhi
(1
de diciembre de 2005). Cosmopolitization – now! Global Media and Communication.
7
“The use of English as a commom language, but not as a lingua franca, can provide
us with opportunities for acting as responsible cosmopolitan citizens, without impl-
ying the loss of our cultural and ideological roots” (Guilerme, 2007).

93
Renato Ortiz

Sociales donde todo ocurre en inglés).8 Pero el pasaje todavía con-


tiene algo ambiguo: por un lado, resalta la materialidad de la si-
tuación en la que vivimos, por otro, revela la fragilidad del ideal
cosmopolita: si está latente, no está manifiesto. El uso del sufijo
-ción busca darle al término una ilusión de movimiento, como en
la modernización, pero deja una sensación de inconclusión en re-
lación con el presente, “todavía no somos así”.9 Nos encontraría-
mos delante de algo parcial, como en América Latina hablábamos
de modernidad incompleta.
La noción de cosmopolitismo contiene una dimensión espacial,
que sugiere que ciertas cosas no deberían restringirse a fronteras
bien definidas. El ciudadano del mundo de Diógenes se imaginaba
fuera de la polis griega; la ciudad universal de los estoicos estaba
alejada de la existencia de cada persona; Kant saca a los hombres
de sus particularidades históricas para entenderlos como parte de
un plan universal de la naturaleza.
El cosmopolitismo sociológico retoma el dilema de los límites,
valorando la condición de estar fuera de márgenes estrechos. Beck
considera que la situación de globalización implicaría la existen-
cia de una “sensación global de falta de fronteras”; Hannerz toma
al expatriado como figura alegórica de la acentuada desterritoria-
lización que conocemos: “el concepto de expatriado puede ser el
que más fácilmente se asocie con el cosmopolitismo. Los expatria-
dos son personas que han elegido vivir en el extranjero durante
un tiempo y que cuando están allí saben que pueden volver a casa

8
De Swaan, Abram (2008). Words of the World. Cambridge: Polity Press. Sobre lo glo-
bal provinciano, cf. Ortiz, Renato (2008). A Diversidade dos Sotaques: o inglês e as ciên-
cias sociais. São Paulo: Brasiliense.
9
Irónicamente, Beck quiere escapar de la lectura normativa de los filósofos, ya que
nos desviaría de la realidad, enredándonos en las incertidumbres de un deber ser. La
noción de cosmopolitización nos llevaría en principio a ver las cosas como son, ese
es el objetivo. Sin embargo, su idea misma de una comunidad global de riesgo no
es más que una idealización, una aspiración del deber ser. Cf. Beck, Ulrich (2019).
Cosmopolitanism as Imagined Communities of Global Risk. American Behavioral
Scientist, 55(10).

94
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

cuando les convenga” (Hannerz, 1996, p. 106). Viajar a través de


fronteras marcaría el espíritu cosmopolita.
No es difícil encontrar algunos ejemplos en la literatura socio-
lógica que retoman la cuestión del cosmopolitismo en sus investi-
gaciones empíricas. Robert Merton, en un breve texto sobre una
comunidad norteamericana (Rover: 11.000 habitantes), quiere en-
tender exactamente cómo se produce la relación entre la gente de
este pueblo (Merton, 1957). Para ello divide a sus habitantes en dos
categorías: locales y cosmopolitas. Señala que al primer grupo no
le interesan las cosas de fuera, les son indiferentes las noticias de
los periódicos, básicamente se contentan con la lentitud de su vida
diaria. El segundo grupo interactúa frecuentemente con personas
ajenas a la comunidad, disfruta de periódicos y revistas y busca
referencias ajenas al lugar donde viven. Pero la investigación de
Merton aplicada a un territorio restringido, una comunidad (en
los años cincuenta los estudios comunitarios estaban de moda), en
el caso del cosmopolitismo sociológico el planeta es su alcance.
En la situación de la globalización, hay dos dimensiones que
importan para nuestro debate: las fronteras y la movilidad. Con la
expansión del espacio, aumenta la circulación de personas a escala
global, haciendo de la movilidad una especie de imperativo categó-
rico del presente. El desarrollo y la mejora de los medios técnicos
(sistema de transporte urbano, ferrocarriles, navegación marítima
y aérea) ciertamente favorecen esos movimientos. Por eso, algunos
autores hablan de clases móviles, refiriéndose a la capacidad de mo-
vimiento de algunos grupos sociales; otros destacan la existencia
de una vida móvil, marcada por constantes desplazamientos en el
espacio.
Anthony Elliot y John Urry consideran que

el compromiso individual con este mundo móvil en expansión no


se trata simplemente del uso de formas particulares de movimiento.
Más bien, el surgimiento de una sociedad intensamente móvil remo-
dela el yo: sus actividades cotidianas, sus relaciones interpersonales

95
Renato Ortiz

con los demás, así como sus conexiones con el mundo en general[...].
La globalización de la movilidad se extiende al núcleo del yo (Elliot
y Urry, 2010, p. 3).

Vale la pena recordar que el aumento de la movilidad no se refiere


solo a las personas, sino que afecta a diferentes ámbitos de la vida
cultural, por ejemplo, las imágenes que circulan globalmente, des-
de las marcas de productos, Coca-Cola, Dior, Nike, hasta los pro-
gramas de televisión, las películas, paisajes turísticos, torre Eiffel,
Cristo Redentor. La modernidad mundial acelera la circulación de
personas y bienes. Es en este marco donde se expresa el tema del
cosmopolitismo.
Bronislaw Szerszinsky y John Urry hablan así de culturas cos-
mopolitas, que proporcionarían a los individuos otro tipo de inser-
ción en el mundo, dándoles una mentalidad abierta distinta de la
lealtad provinciana. La desterritorialización los habría liberado
del peso geográfico de sus raíces provinciales. Tras realizar una se-
rie de investigaciones empíricas, los autores llegan a la siguiente
conclusión:

De hecho, encontramos un cosmopolitismo generalizado, aunque


bastante generalizado. La gente tenía una gran conciencia del flujo
global de dinero, productos básicos y contaminación; de relaciones
ampliadas que los conectan con otras personas, lugares y entornos;
de las fronteras borrosas de la cultura y la religión de la nación; y
una amplia gama de posibles experiencias locales, nacionales y glo-
bales (Szerszinsky y Urry, 2002, p. 472).

En resumen, el mundo se habría encogido. Todavía, la simbiosis en-


tre globalización, movilidad y cosmopolitismo solo revela la apa-
riencia de las cosas. El razonamiento presentado se basa en dos
supuestos: a) la existencia de fronteras bien definidas; b) la trans-
posición de estas fronteras.
Pero queda de lado una pregunta relevante: ¿cuál es el significa-
do de la categoría de espacio en el ámbito de la modernidad-mundo?

96
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

Vuelvo a una idea de Durkheim para avanzar en mi argumento (la


utilicé varias veces en mis estudios sobre globalización y cultura).
La escuela durkheimiana considera el espacio una categoría social,
en este sentido, está conformada por los diferentes contextos en los
que se inserta, por ejemplo, la concepción de espacio en el mundo
helénico o en la Edad Media. Sería así posible crear una especie de
sociología de las categorías espaciales en el tiempo. Esto tiene im-
plicaciones para nuestra discusión, puedo hablar de las diferentes
nociones de espacio en la modernidad o en la modernidad-mundo.
Como señalé anteriormente, la nación es el resultado de un
profundo desarraigo de la tradición, seguido de un arraigo en la
territorialidad nacional. Vale recordar que la sensación de espacio
cada vez más reducido era común a distintos cronistas del siglo XIX,
percibían las transformaciones que se producían en términos de
velocidad y expansión (se decía que “el vapor había suprimido las
distancias”). Cito un texto inglés de 1839:

Supongamos que se instalaran ferrocarriles en toda Inglaterra, in-


cluso a la modesta velocidad actual, esto significaría, para hablar
metafóricamente, que la población se desplazaría, acercándose al
centro de la capital en dos tercios del territorio, tiempo que actual-
mente la separa; cada uno se acercaría así a los demás en dos tercios
del tiempo que los separa. Una mayor aceleración permitiría repetir
el proceso; nuestros puertos, ciudades, muelles, toda la población del
país no solo estaría dos tercios más cerca entre sí, sino que todo es-
taría cerca de la misma proporción. Si siguiéramos reduciendo las
distancias, toda la superficie del país se reduciría hasta el tamaño de
una sola metrópoli (Schivelbush, 1990, p. 40).10

En principio las demarcaciones tradicionales habrían desapa-


recido, sin embargo, conviene matizar el testimonio de nuestro
cronista, todo sucede dentro de otros márgenes, la construcción
nacional. Algo similar se puede decir con relación a la época

10
Acerca de la relación entre espacio y modernidad, cf. Ortiz, Renato (1991). Espaço e
Tempo. En Cultura e Modernidade: a França no século XIX. São Paulo: Brasiliense.

97
Renato Ortiz

contemporánea, de hecho, los límites de la nación se rompen, pero


ahora emerge otro tipo de espacialidad que no se limita a la simple
expansión: la globalización define nuevas y redefine viejas fronte-
ras. La ilusión expansiva muchas veces nubla la vista, la pregunta
correcta es: ¿cuáles son las fronteras que se establecen dentro del
espacio transnacional?
Miremos el caso de las élites y el mundo de los ricos, varios es-
tudios buscan analizarlo desde el ángulo del cosmopolitismo. Por
ejemplo, las élites francesas estarían marcadas por este rasgo no-
table, idiosincrásico de las élites globales: viajes al extranjero, es-
tancias en estaciones de esquí, segundas residencias secundarias
afuera del país. Esto incluso reorientaría las estrategias educati-
vas de los niños, haciéndolos asistir a escuelas de habla inglesa
o bilingües para aprender correctamente el idioma del mundo
moderno. Las obras de Pinçon y Pinçon-Charlot son sugerentes a
este respecto. Muestran que la clase burguesa es cosmopolita no
solo en relación con los negocios, decisiva para la reproducción
social (especialmente con el capitalismo financiero global), sino
que es todo un modo de vida que se estructura en función de su
posición de clase: “Des activités comme la chasse, le polo, la pêche,
le Yachting, le golf ou le sky, sont des support d’échanges intensos
entre les familes dispersées au quatre coins du monde” (Pinçon y
Pinçon-Charlot, 2007, p.74).
Así, junto a la dimensión económica, existe un universo cultu-
ral compartido por miembros de un mismo cluster. Un autor como
Jonathan Beaverstock refuerza este tipo de argumento al caracte-
rizar a los “súper ricos” de la siguiente manera: “Colectivamente
comparten los rasgos del transnacionalismo y el cosmopolitismo,
tienen un estilo de vida rápidamente móvil y se mueven en circui-
tos exclusivos en los que se mueven social y capitalistamente, las
relaciones se mantienen” (Beaverstock, 2012, p. 379).
La cita, en este caso, añade un elemento adicional, el desplaza-
miento y la movilidad. Al abandonar “sus hogares”, en su noma-
dismo, desplazándose en el espacio, esta élite se daría cuenta de su
98
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

razón de ser. Movilidad y velocidad se combinarían con el objetivo


de anular distancias (por ejemplo, el crecimiento de la aviación
privada en las últimas décadas).11 Sin embargo, ¿esta espacialidad
es solo el resultado de la ruptura de fronteras?
No se debe negar la concreción de las cosas, el proceso de glo-
balización es decisivo en la constitución de la modernidad-mundo,
sin embargo, su territorialidad no coincide en modo alguno con la
noción de cosmopolitismo. De ahí mi afirmación: el mundo de los
ricos es transnacional e hiperrestringido, contiene dos movimien-
tos que no son contradictorios, al contrario, son complementarios:
expansión y restricción de fronteras; la simultaneidad es intrínse-
ca a su configuración.
Consideremos dos citas (las tomaré como alegorías) para avan-
zar en mi argumento. El Financial Times dice:

Mientras la mayoría de la gente está poniendo candados en sus


puertas, un grupo de élite mundial de superricos “sin Estado” está
floreciendo, trascendiendo las fronteras geográficas y adquiriendo
propiedades en las principales ciudades de todo el mundo. Sin vín-
culos con ningún país específico, estos individuos llevan una vida
nómada, desplazándose según las estaciones. La elección de dónde
vivir se basa en el clima, la educación de los hijos, la exención de im-
puestos o el grupo de amigos con el que almuerzan cualquier día del
año (Financial Times, 2012).

La otra cita es la siguiente:

Una persona que dirige un banco y que fue a la Escuela de Negocios


de Harvard tiene mucho más en común conmigo que con sus veci-
nos, y yo tengo más en común con él que con mis vecinos. Beijing
puede parecerse mucho a Nueva York. Ves a la misma gente, comes
en los mismos restaurantes, te alojas en los mismos hoteles (Free-
land, 2012, p. 114).

11
Cf. Budd, Lucy (2014). Aeromobile Elites: private business aviation and the global
economy. En Birtchnell, Thomas y Caletrío, Javier, Elites Mobilities. London: Routledge.

99
Renato Ortiz

En el primer caso, se pone el énfasis en la idea de expansión, desta-


cando el nomadismo de estos individuos que desconocen la distan-
cia; en el segundo destaca lo común y lo restringido. Esta aparente
contradicción puede captarse a través de la noción de viaje.12 Un
viajero es alguien que abandona un determinado lugar desplazán-
dose fuera de él en el espacio. De este modo, su mundo familiar es
reemplazado por cosas extrañas. Esta era la dimensión valorada e
idealizada por los románticos, viajar nos aleja de la comodidad de
lo habitual, abriéndonos a un mundo desconocido. Sin embargo, la
globalización redefine los parámetros de lo interior y lo exterior,
lo familiar y lo extraño, lo cercano y lo lejano. En este sentido, el
espacio fuera de los límites nacionales o locales no es necesaria-
mente ajeno. Al contrario, me resultan familiares. Esto significa
que la gente no viaja, sino que se mueve dentro del mundo de la
modernidad.
El mundo de las élites no es una excepción a la regla. Los ricos
se mueven dentro de un universo que les resulta familiar: hoteles
de lujo, viajes en yate, playas privadas, frecuentar restaurantes de
alta cocina, ir de compras en calles de lujo (Avenue Montaigne en
París, Bond Street en Londres), etc. Incluso los medios de transpor-
te utilizados son insulares: jets privados, aviones de primera clase,
yates, limusinas, coches de lujo. En todos ellos la intención prin-
cipal es separar a una clase acaudalada de las demás. Es como si
el cosmos fuera una miniatura formada por piezas interconecta-
das por una misma intención: residencia en barrios chic de París,
Londres o São Paulo + consumo en buques insignia + viajes a esta-
ciones de esquí o playas paradisíacas + hoteles palacio + galerías
y colecciones de arte. Este universo, en su totalidad, constituye lo
que Marc Augé llama lugar, un espacio que define su propia iden-
tidad.13 En este sentido, nos encontramos en el polo opuesto a cual-

12
Cf. Ortiz, Renato (1996). A Viagem o Popular e o Outro. En Ortiz, Renato, Um Outro
Território. São Paulo: Olho d’Água
13
Sorprende entender cómo Hannerz considera al expatriado una figura alegórica
del cosmopolitismo. Basta mirar una empresa, como Target Relocation, que opera en

100
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

quier cosmopolitismo, ya que estos individuos, al moverse, “no se


van del lugar”. Debemos decir: son globalmente provinciales.
Esto significa que el espacio transnacional está formado por
fronteras bien definidas. Un ejemplo es el contraste que se puede
hacer entre turismo de lujo y lujo. El llamado turismo de lujo es
un tipo de empresa en la que determinadas agencias ofrecen a los
clientes productos y servicios a escala global. A las personas se les
ofrecen paquetes de viaje y servicios que les permiten disfrutar de
ciertos beneficios. El público objetivo es la clase media y alta. Es el
caso de los viajes en crucero, organizados por compañías interna-
cionales (en Sudamérica: Australis, Club Med, Costa Cruceros, Dis-
ney, Holland American Line, Louis Cruise, MSC Cruzeiros, Oceania
Cruises, Princess Cruises, Pullmantur, Royan Caribbean). Los cru-
ceros funcionan como ciudades flotantes con un entorno similar a
un centro turístico en el que los consumidores encuentran deleite
y placer (Gomes y Unicamp, 2021).
Lo interesante es darse cuenta de que este tipo de turismo se
caracteriza por ser “masivo”, “para todos”. Esto lo diferenciaría de
la idea habitual de lujo considerada ostentosa y elitista. Los libros
de marketing dicen que habría un “viejo lujo”, esnob, pretencioso y
un “nuevo lujo” al alcance de la mayoría (Danziger, 2005). Se trata
evidentemente de una estrategia de mercado que utiliza el concep-
to de democratización para legitimar su intención, o como dicen
Michel Nicolau y Juliana Miraldi, utilizando una idea de Bourdieu,
nos encontramos ante un artificio de denegación (Nicolau y Miral-
di, 2017). De hecho, las categorías elitista y democrático solo funcio-
nan como elementos de distinción entre prácticas sociales

la ciudad de São Paulo, para acoger a empresarios expatriados que vienen a trabajar
al país, para acabar con esa ilusión. La firma ofrece varios servicios: consultor bilin-
güe; programa de introducción a la ciudad con barrios seleccionados donde se pue-
den establecer viviendas; cambios internacionales de muebles y bolsos para despacho
de aduana; gestión de diversos artículos del hogar (TV, internet, teléfono); cursos de
“formación transcultural” para adaptarse al país; buscan colegios bilingües de élite
para la educación de sus hijos. Las sorpresas hay que limitarlas al máximo.

101
Renato Ortiz

Para explorar un determinado rango de consumo, las empre-


sas necesitan justificar este tipo de operaciones, eximiéndose, por
supuesto, del objetivo puramente comercial. De hecho, la idea de
masa es inadecuada para los intereses empresariales, los codicia-
dos clientes no deben confundirse con las clases sociales inferio-
res. Como dice uno de estos agentes de viajes: “¿Conoces la película
Titanic? Está el niño que se queda en la bodega y la niña en lo alto
del barco. Lo que hago es precisamente eso: conseguir que mis
clientes se mantengan en lo más alto y que otros no puedan subir”
(Nicolau y Miraldi, 2017 p. 209).
Pero las fronteras también están establecidas arriba. El lujo
de las élites no se puede confundir con la noción de “para todos”,
sus cualidades son diferentes: rareza, excepcionalidad, unicidad14.
Este universo es “inaccesible”, es decir, se materializa sólo con un
grupo selecto de personas. Los especialistas en marketing dicen:
“Se puede decir que una marca de lujo es exclusiva, que forma par-
te de una categoría de producto y que aparece como símbolo de ra-
reza, refinamiento y buen gusto” (Chevalier y Mazavolo, 2008, p.5).
Cultivar la rareza es una estrategia fundamental en el mundo del
lujo, la exposición excesiva de los productos puede vulgarizar su
aura (de ahí las estrategias de venta limitada de perfumes, vinos,
bolsos, etc.).
Uno de estos anuncios del reloj Patek Philippe dice: “Conocer
y apreciar un Patek Philippe es ser parte del mundo que sabe que
el verdadero refinamiento reside, sin ostentación, en los detalles
ocultos”. Pocos son parte de este cosmos. Los objetos de lujo con-
tienen una semiótica virtuosa, la rareza y la excepcionalidad son
parte de su “Ser”. Esta es la diferencia fundamental en relación con
el mercado de masas, lo que hace que el término lujo de masas sea
un anacronismo.
Consideremos el caso de los viajes por mar. El barco World es un
transatlántico que alberga residencias secundarias. Los miembros

14
Cf. Ortiz, Renato (2019). O Universo do Luxo. São Paulo: Alameda.

102
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

de este grupo de excelencia determinan el itinerario a seguir y per-


manecen a bordo durante varios meses rodeados de “elegancia” y
“refinamiento” (alta cocina, productos Dior, cursos de enología,
clases de tenis, etc.). No existen paquetes en los que el cliente elige
los artículos que se ajustan a su presupuesto, crea un menú de lo
que se servirá. Lo mismo ocurre con los viajes en yate. Los recorri-
dos por el Mediterráneo se definen a priori con los navegantes, y el
recorrido planificado privilegia lugares de poco acceso, con mayor
prestigio, en definitiva, diferenciados. Volviendo a la metáfora del
Titanic, diría que las élites no comparten el mismo barco que los
demás, viven en sus islas.
El contrapunto explorado nos permite decir: la espacialidad
del mundo-modernidad está constituida por circuitos distintos, lo
que torna ficticia cualquier idea de cosmopolitismo. No es lo que
se opone a lo nacional o a lo local lo que importa, la pregunta so-
ciológica que hay que plantearse es de otra naturaleza: cuáles son
los territorios dentro de los cuales circula la gente. En este sentido,
no son las elecciones individuales (generalmente captadas por la
investigación empírica) las que determinan la validez de cada uno
de estos espacios, sino la articulación entre las prácticas inserta-
das en él.
Un multimillonario obviamente puede elegir un viaje en cruce-
ro, del mismo modo que un profesor universitario que compra un
perfume Chanel o un “carré” de Hermès son opciones plausibles.
Sin embargo, estos individuos no participan en el mismo circui-
to. Los artículos elegidos (crucero, perfume, bufanda) no deben
considerarse elementos discretos, separados de un conjunto más
amplio. Adquieren significado cuando se integran con otros ele-
mentos, otras prácticas, por ejemplo: Chanel + Dior + Rue Saint
Honnoré + Guinza + 5th Avenue + exposiciones de arte, etc. Es la
cadena metonímica la que los define como praxis de lujo. Lo mis-
mo puede decirse en relación con otras clases o fracciones de cla-
ses, diría Bourdieu, cada una de ellas traza un estilo de vida, es
decir, fronteras.
103
Renato Ortiz

Un último aspecto merece ser destacado. Había observado


que el fundamento del cosmopolitismo sociológico residía en
el contraste entre la idea de realidad y la perspectiva idealista de
los filósofos, de ahí la insistencia de Beck en hablar de cosmopo-
litización. Pero la investigación sociológica añade a todo esto una
nueva dimensión: el cosmopolitismo se convierte en una categoría
conceptual para clasificar la realidad misma, es decir, el término
se convierte en un concepto. En este sentido, sería posible reali-
zar un conjunto de estudios empíricos capaces de comprenderlo
en acción. Analizaré dos ejemplos para desarrollar mi argumento
crítico.
Consideremos una investigación comparativa sobre el consu-
mo de productos en los supermercados franceses y británicos. Los
autores definen como objeto empírico platos preparados compra-
dos por los consumidores. La hipótesis explorada es la siguiente:
“en términos generales, más productos con influencias culturales
extranjeras pueden ser más evidencia de cosmopolitismo” (Mawell
y DeSoucey, 2016, p. 86). El estudio se enmarca en un tema concre-
to, la gastronomía cosmopolita, y el resultado (respuestas cuanti-
ficadas a las preguntas del cuestionario) se agrega en función del
origen de los productos. Esto es lo que tenemos: Francia: 85,2 % de
consumo de productos nacionales; 4,8 % productos europeos; 10 %
no europeos; Reino Unido: 34,4 % de los productos naciona-
les; 20,7 % productos europeos; 44,9 % productos no europeos (¿son
los británicos más cosmopolitas que los franceses?9. ¿Pero cómo
clasificar los productos? Se elige el lugar de origen para determi-
nar su autenticidad: quiche = Francia; pastel de requesón = Reino
Unido; pizza y pasta = Italia. De esta manera se determina lo que
viene de fuera, dándoles el valor de elección cosmopolita.
El otro ejemplo se refiere a Australia, donde se han llevado a
cabo investigaciones sobre prácticas y actitudes cosmopolitas. Con
relación a las prácticas, las preguntas de los cuestionarios se ex-
presaron de la siguiente manera (Phillips y Philp Smith, 2008): a)
haber visitado 5 o más países extranjeros en su vida; b) llamar al
104
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

extranjero al menos una vez por semana; c) tener al menos 5 ami-


gos que vivan fuera del país; d) pasar de 1 a 2 horas en Internet;
e) ver programas de televisión en canales cerrados. Dependiendo
de la frecuencia de estas prácticas, es posible agrupar a los indi-
viduos en aquellos que son más o menos cosmopolitas. El mismo
razonamiento se aplica a las actitudes, es decir, a las disposiciones
éticas de las personas. La pregunta es si se ven a sí mismos como
“ciudadanos del mundo y ciudadanos australianos”. Recopilando
los resultados tenemos: “El grado de acuerdo con esta afirmación
en nuestra muestra es alto: casi dos tercios (64 %) de los encuesta-
dos coinciden en sentirse ciudadanos del mundo además de ciu-
dadanos nacionales, una cuarta parte (25 %) ni de acuerdo ni en
desacuerdo, y solo el 11 % no está de acuerdo con la afirmación”
(Woodward et al., 2008, p. 10). Evidencia que los investigadores
consideran similar a la encontrada en Estados Unidos, donde la
mayoría de las personas se consideran parte del mundo y de su
propio país.
No es difícil sospechar de estos hallazgos. Decir “soy un ciuda-
dano del mundo” no significa lo mismo que afirmar en un cuestio-
nario de opción múltiple: “Me considero un ciudadano del mundo
además de un ciudadano australiano”. Las dos oraciones pertene-
cen a dominios semánticos diferentes; por otro lado, la pregunta
induce la respuesta del entrevistado, revelando lo que está implíci-
to en su formulación. Esto es, en el mejor de los casos, una opinión,
pero como subraya Bourdieu, el resultado de la experiencia empí-
rica no debe considerarse como un puro registro, una fotografía
o un barómetro de la realidad (Bourdieu, 1990). Quizás serviría
como punto de partida para la construcción del objeto sociológico;
sin embargo, de alguna manera refleja la realidad tal cual es.
En cuanto a las prácticas llamadas cosmopolitas (ver la tele-
visión en canales cerrados; hablar por teléfono con alguien fue-
ra del país; etc.), no hay que confundir las cosas. La virtud de las
tecnologías es precisamente establecer comunicación entre indi-
viduos sin importar la distancia a la que se encuentren (la primera
105
Renato Ortiz

pregunta que hacen las personas cuando están en el celular es:


“dónde estás”). Estas prácticas no indican lo que está fuera de “mi
vida diaria”, al contrario, dan fe de “mi” familiaridad (conversa-
ciones virtuales con la familia; realización de negocios; trabajo no
presencial; charla con amigos; presencia virtual en fiestas de bau-
tizo o matrimonio, etc.). El uso de estas tecnologías no debe califi-
carse como señal de un espíritu cosmopolita; tampoco expresaría
provincianismo; de hecho, tales categorías no se aplican a lo que
quiere entender. El ejemplo de la alimentación sigue siendo un
tema emblemático de la situación de la globalización.
Los historiadores y antropólogos tradicionalmente han con-
siderado la comida como expresiones de identidad, la forma en
que las culturas representan sus idiosincrasias. En este sentido, se
arraigarían en determinados espacios, revelando las particulari-
dades de cada lugar (arroz e identidad japonesa, feijoada y Brasil,
comidas y platos típicos regionales). Lucien Febvre consideró que
la forma de preparar los alimentos, en particular el uso de grasas
variaba poco en las diferentes regiones de Francia (Febvre, 1961).
Por tanto, sería posible cartografiarlos dentro del territorio fran-
cés: el aceite de oliva se encuentra principalmente en la región
mediterránea y en Provenza; la mantequilla estaba restringida
a Bretaña y el Valle del Loira; La manteca de cerdo constituía la
base principal de la comida rural francesa. La fijeza de cada una
de estas formas de cocinar reflejaría la permanencia de la tradi-
ción. Algunos autores, retomando esta propuesta, tenían la ambi-
ción de trazar un mapa alimentario del mundo, teniendo ahora en
cuenta el consumo de carne, leche, cereales y tubérculos (Cepède y
Langelle, 1953).
El planeta podría entonces distribuirse en distintas zonas ali-
mentarias: Japón (cereales y raíces); Escandinavia (leche y pesca-
do); Italia (carne y grasa líquida); Balcanes (cereales). De esta forma
se refuerza la íntima relación entre comida, comida y lugares. Sin
embargo, a lo largo del siglo XX, una serie de transformaciones
cambiaron esta situación. En primer lugar, está la diversificación
106
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

de productos, una región ya no contiene solo el número limitado


de alimentos cultivados o producidos en sus áreas; luego está la
transformación de la cocina tradicional en cocina industrial. Esto
se hace a escala nacional y transnacional. La comida se desliga así
de sus territorialidades. En este sentido, realmente no existe una
centralidad espacial en los chocolates, galletas, cervezas, refres-
cos, productos vendidos por corporaciones que operan en el mer-
cado global: Coca-Cola, Cadbury, Jacobs-Suchard.
Vuelvo a un ejemplo que utilicé en mi libro Globalización y cul-
tura y que puede considerarse como una heurística de nuestros
tiempos contemporáneos: la publicidad de las galletas Lu transmi-
tida en Francia en los años noventa.

Hija llama a sus padres en Estados Unidos. La conversación se desa-


rrolla en inglés con subtítulos en francés. Escena: madre al fondo, co-
cinando galletas; En primer plano, padre sentado en el sofá hablando
por teléfono. Hija: “Dile a mamá que estoy comiendo galletas”. El pa-
dre se disfraza. La madre murmura: “Pobre hijita, tan lejos, sola en
Francia”.

El mensaje es claro: no es necesario estar en Estados Unidos para


disfrutar de una galleta auténtica. Lu es una empresa francesa que
utiliza los emblemas de nacionalidad para reinterpretar, a su ma-
nera, su posición en el mercado. Por tanto, no es el origen de los
alimentos lo que importa, la desterritorialización le da otro sig-
nificado. Decir que la pizza y la pasta son italianas, o que la qui-
che es francesa, como hacen las investigaciones en relación con
los supermercados, es confundir el significado de las cosas (el vo-
dka Absolut se produce en Suecia; el requesón se fabrica con la
marca Tirolez en Brasil). Sería como creer en la americanidad de
McDonald’s, como hacen los críticos cuando dicen que es sinóni-
mo de imperialismo cultural. Lo relevante de McDonald’s no es su
naturalidad, sino que es comida rápida similar a otros innumera-
bles tipos de comida rápida. La italianidad de Pizza Hut o la auten-
ticidad oriental de China in the Box es una construcción simbólica

107
Renato Ortiz

que no da testimonio del arraigo de sus orígenes. Existe un mer-


cado global de bienes simbólicos en el que las diferentes marcas
nacionales (moda brasileña o lujo francés) están completamente
redefinidas, son parte del mobiliario del mundo de la modernidad
y no tienen nada de universal.
Cuando Diógenes Laércio afirma: “Soy kosmopolitës”, su in-
tención, es decir: “No me defino solo por las cosas de este lugar”.
Lo mismo ocurre con los estoicos cuando hablan del ser humano
como un ente dividido entre lo que vive o podría ser. Lo que seduce
a Kant en la formulación estoica es que privilegia un sentimien-
to común compartido por los ciudadanos del mundo, pero en ella
también está presente la separación entre ser y devenir. De esta
manera, hay un contraste entre la vida que disfruto, que es real,
a la que estoy circunscrito, y otro lugar, un ideal que no se reali-
za como tal. La alienación es fundamental para la existencia del
espíritu cosmopolita, preserva la brecha entre dos intenciones
distintas.
El cosmopolitismo sociológico anula la separación, la distancia
entre intenciones deja de existir, sin embargo, algo se pierde en
el camino, hay una cosificación de lo que se buscaba obtener. Las
prácticas llamadas cosmopolitas (hablar por celular, escuchar mú-
sica pop, consumir productos de supermercado) no tienen nada de
trascendente, es más, niegan el propósito de una utopía que se ma-
terializa como un hecho social. Después de todo, está en la natura-
leza de las utopías superar el presente que nos aprisiona, dejando
solo la palabra cosmopolita vacía de su contenido semántico. Pero
¿cómo transformar este error en un concepto, en una categoría
teórica para aprehender la realidad?
Les presento mi hipótesis. Suelo decir que la globalización de-
cae preferentemente en inglés, dada la existencia de tantas len-
guas, la lengua inglesa es la dominante. De lengua internacional
pasa a ser, como dice David Crystal (1997), lengua mundial. Esto
ocurre en diferentes niveles de la vida en sociedad, particularmen-
te en el mundo de la ciencia.
108
Cosmopolitismo Sociológico y sentido común

El caso de las Ciencias Sociales, que tiene su especificidad, se


puede describir utilizando un término que tomo del periodismo:
agendar. Un periódico se compone de varias páginas, sin embargo,
la más importante de ellas es la primera, la que anuncia la noticia
principal. Agendar es, entre la diversidad de hechos a informar,
elegir aquellos que ocuparán el primer plano, haciéndolos más vi-
sibles. La agenda organiza los informes y da prestigio y autoridad a
lo que se quiere transmitir. En este sentido, el inglés guía los temas
y prácticas de los científicos sociales a escala global, determinando
lo que es visible y legítimo. El cosmopolitismo sociológico se ali-
menta de esta famosa ilusión transformándose en sentido común
académico, una verdad que no duda de sí misma.

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114
O pensamento social latino-americano
Trajetórias para o cosmopolitismo

Edna Castro

Introdução

O artigo procura dialogar com alguns dos desafios epistemológicos


acerca do cosmopolitismo sociológico visto a partir da América
Latina. Novas questões estão sendo postas ao conhecimento e aos
paradigmas contemporâneos, o que tem sido basilar no campo da
sociologia para entender as mudanças sociais: desafiam os siste-
mas de interpretação da sociedade e o entendimento de práticas e
processos, como aqueles referidos à modernidade e às dinâmicas
do desenvolvimento das sociedades.
As contribuições relevantes das ciências sociais produzidas so-
bretudo a partir da segunda metade do século XX apontaram o re-
ducionismo epistemológico presente nas interpretações sobre as
sociedades latino-americanas. Revisões paradigmáticas têm sido
feitas, mas deixaram à margem análises sobre a descolonização
do conhecimento que se torna um tema prioritário na reflexão
contemporânea latino-americana e para pensar uma sociologia
mundial. E o entendimento dos fundamentos da racionalidade e
das bases da legitimação de discursos e práticas classificatórias de
países no sistema mundial via categorias como desenvolvimento

115
Edna Castro

e subdesenvolvimento, países atrasados e modernos, desdobradas


em inúmeros processos operacionais, chegam com bastante eficá-
cia até o presente.
Chamo atenção ainda para abordagens contemporâneas crí-
ticas que denotam rupturas epistemológicas tal qual formuladas
pelas teorias feministas e pelo seu enorme desdobramento concei-
tual e disruptivo, como o feminismo negro, pelos estudos pós-co-
loniais e subalternos, aqueles vindos de novas leituras sobre raça,
racialização e diásporas, e pela ecologia política.
O objetivo deste artigo é discutir algumas dimensões relaciona-
das às fronteiras epistemológicas na perspectiva interdisciplinar
que conformam um campo no qual as ciências sociais latino-ame-
ricanas apresentam uma trajetória de contribuições importantes
à sociologia mundial. Trata-se de obras de intelectuais que anali-
saram a modernidade à contrapelo do pensamento e da cartogra-
fia conceitual dominantes, seja via reflexão teórico-histórica, e/
ou por estarem conectadas às lutas de resistência em experiências
sociais muito diversas e mobilizações de diferentes segmentos da
sociedade nos países da América Latina e Caribe.
A intenção, ao revisar algumas dessas contribuições, é apontar
sinalizações trazidas na produção intelectual brasileira e dos de-
mais países da América Latina, e como elas comportam elementos
fundamentais para um cosmopolitismo sociológico. Realmente
extraordinária é a construção de trajetórias no âmbito da sociolo-
gia por parte de autores, de obras, de instituições universitárias e
de pesquisa e no seio de organizações e movimentos sociais, embo-
ra grande parte dessa produção latino-americana não tenha circu-
lação nos programas de ensino e nas disciplinas ministradas nas
universidades. Ressaltamos a pesquisa empírica e as diferenças
nos aportes epistemológicos.
As pesquisas realizadas nos países andinos e nos países ama-
zônicos, ou ainda nos caribenhos, para assinalar as cartografias
políticas diversas, trazem uma enorme riqueza quanto às pro-
blemáticas abordadas, inovações metodológicas e conceituais,
116
O pensamento social latino-americano

apreendidas em parte pelas experiências dialógicas com os sis-


temas de conhecimento de populações tradicionais, teorizações
que têm a ver com a história da constituição dessas sociedades e
com diferentes situações abordadas em outros contextos históri-
cos. Enfim, apontamos aqui diversos recortes chaves, presentes no
campo do pensamento social latino-americano.
Vivemos uma época política excepcional de mundialização e de
explosão de conflitos sociais que exigem das ciências sociais des-
centrar o olhar e criar possibilidades de pensar o mundo a partir
dos desafios do presente: aumento dos conflitos e da conflitualida-
de no mundo. Entendidos como espaços de violência, interpelam
as ciências sociais em sua reflexão sobre a mundialização.
Trata-se de um tempo em que se observa o recrudescimento de
forças conservadoras organizadas internacionalmente e que têm
ocupado espaços relevantes na disputa pelas instituições estatais,
definindo o rumo de políticas governamentais, e gerado maior
precarização, desestruturação, instabilidades e extrema mercan-
tilização da vida. Esse cenário de ineficácia é sentido até mesmo
na atuação de organismos que celebraram consensos internacio-
nais em situações anteriores de grande conflitualidade mundial
no pós II Guerra Mundial. O pensamento conservador atuante na
política brasileira se contrapõe aos direitos sociais e à diversidade
sócio-étnica-cultural; justamente por isso elabora um discurso crí-
tico e acusatório às ciências sociais, às suas práticas de pesquisa
e de análise e também ao corpo conceitual e aos seus dispositivos
metodológicos.
Uma primeira observação: as ciências sociais, para dar conta
dos efeitos produzidos em tal situação de conflitos, instabilidades
e incertezas mundiais, teriam de fortalecer suas análises de natu-
reza macro, na linha que elas têm priorizado o entendimento dos
fundamentalismos e dos nacionalismos nos conflitos atuais.
Nesse contexto entendemos o cosmopolitismo e sua relação
com as categorias explicativas da modernidade. Para pensar um
mundo em movimento acelerado que ultraja outras formas de
117
Edna Castro

tempo e de movimento de culturas, de povos, e de sociedades. Con-


sideramos relevante retomar o debate filosófico e político, em sua
contextualização histórica, sobre o cosmopolitismo relacionado
ao referido campo de conflitos.
Por outro lado, as fronteiras políticas não foram eliminadas ou
“acomodadas” com a mundialização. O avanço célere da “moder-
nidade” fomenta continuamente novas fronteiras que se movem
e se exprimem nos corpos de refugiados, desalojados e migrantes
– corpos de fronteiras, lugares de fronteiras, destinos trágicos –
que atravessam terras e águas em busca de abrigos que podem ser
mais incertos do que nunca, inacessíveis, espaços interditados por
muros e cercas e por vigilância aérea de drones. Elas permanecem
com suas feridas históricas vivas, ou são reinventadas na disputa
geopolítica, e conformam cada vez mais territórios conflagrados
que tendem a se ampliar ao redor do mundo enquanto fronteiras
políticas que podem ser também geográficas, tais como vários
casos atuais de guerras político-territoriais, entre elas da Rússia
x Ucrânia, de Israel x Palestina, ambas com zonas de sacrifício à
imolação humana. Estão ainda associadas às inúmeras formas de
sanções “legais” vindas sobretudo de Estados modernos e podero-
sos na liderança e disputa geopolítica, para conter os movimen-
tos em ascensão de desterritorializados, e que tendem a se agravar
no cenário de uma crise ambiental sem precedentes. Esse cenário
mundial também interpela a sociologia e as ciências sociais.

Pensamento social e as fronteiras políticas na América Latina

Levantamos inicialmente algumas possibilidades percebidas no


pensamento social latino-americano que nos conduziram a pen-
sar estarmos diante de processos que levam a confirmar a contri-
buição da sociologia latino-americana a uma sociologia mundial.
Destacaria os conflitos sociais vistos a partir da reflexão crítica, a
partir de problemáticas nacionais e mundiais.
118
O pensamento social latino-americano

O segundo é o potencial da América Latina ao construir um ou-


tro universo intelectivo capaz de abrir novas possibilidades para
compreender lugares de experiências sociais diversas que pode-
riam potencializar a reflexão. Refiro-me aos lugares da multicul-
turalidade, ao conjunto de diversidade de culturas, de línguas, de
religiões, de pensamento e visões de mundo e, por isso, dos lugares
a partir dos quais se pode redefinir o olhar, construir interpreta-
ções de um mundo que é diverso: um giro epistemológico com base
no descentramento do olhar que possibilite a inversão de perspec-
tivas. Enfim, busca do entendimento dessa “natureza” multilinear,
multidisciplinar, multiescalar, de linguagem para além da escrita
e que contém a noção de complexidade no sentido definido por Ed-
gar Morin.
As novas questões sociais mundiais têm a ver com a moderni-
dade e com sua crítica, que revelou o esgotamento de certos para-
digmas que esclareciam até então o nosso entendimento, mas que
nos colocaram diante de novos desafios teóricos. Pensamos que a
partir da América Latina e de outras culturas do Sul, pode ser for-
mulado um debate pertinente sobre a mundialização das ciências
sociais, justamente por reconhecer a multidiversidade do pensa-
mento e da experiência social no mundo. Tal abordagem tem seus
limites que dizem respeito à inquietação sobre como expressar
essa diversidade social latino-americana quanto às novas questões
sociais mundiais.
Somos contemporâneos de um momento particular na Histó-
ria, de configurações conflitivas que se movimentam em espaços e
tempos da modernidade. As dinâmicas sociais na América Latina
no século XXI são de rupturas de fronteiras de natureza teórica, de
perspectivas, línguas e construção de novos aportes ao pensamen-
to social. Rupturas que emergem e circulam às vezes em espaços
limitados, pequenos nichos de debate e desconstrução de narrati-
vas, de linguagens e de imagens. Algumas vezes essa circulação de
ideias se faz no exercício da ação coletiva de natureza política e no
espaço das ruas. São forças sociais diversas de resistência, desde
119
Edna Castro

os protestos à sua ampliação em movimentos sociais, em busca de


construir outros lugares sociais de reconhecimento político, de di-
reitos e de vida.
A modernidade coloca o homem diante de impasses e contra-
dições de uma sociedade que caminha cada vez mais rapidamente
em direção ao progresso, mas violenta a vida cultural e a nature-
za. Habermas analisa a dinâmica social e os processos de diferen-
ciação interna nos sistemas sociais e destaca que a classificação é
uma forma de dominação pelo ordenamento de pessoas, saberes,
processos, instituições e culturas – e faz parte da crescente racio-
nalização do mundo (Habermas, 2002). As pessoas orientam suas
ações cada vez mais pela razão, e não por outras dimensões da con-
dição humana. A tensão entre a esfera do mundo onde se encon-
tram as relações sociais organizadas em torno de subsistemas da
cultura, da vida social, do simbólico e da personalidade, e a esfera
do sistema que corresponde às estruturas de poder, ao subsistema
do estado e ao sistema da economia de mercado é uma caracterís-
tica da modernidade. Nessa perspectiva, secularização e progresso
correspondem à modernidade como racionalidade instrumental
(Weber, 2004) e destino de todas as sociedades.
Para as ciências sociais, o trabalho cognitivo ou a desobediên-
cia epistemológica, como considera Mignolo (2008), corresponde
à desconstrução das matrizes teóricas que estruturam as narrati-
vas sociológicas, clássicas, e as pretensões de objetividade e neu-
tralidade, que têm sido consideradas como eixos da razão, das
metodologias científicas e, portanto, influenciando o conjunto de
conhecimentos das Ciências Sociais. A essa linha de pensamento
se refere Henrique Dussel (1994) quando insiste na necessidade
de desconstruir alguns marcos que limitam a análise da filosofia
política e, para tal, propõe superar o chamado mito da moderni-
dade, cujo processo central foram os atos de violência irracionais
realizados pelo dominador em relação ao dominado (Ticona, 2010)
nas Américas e nas Áfricas. As sociedades latino-americanas
sempre estiveram engajadas, de uma ou outra forma, na busca
120
O pensamento social latino-americano

de alternativas para enfrentar a exclusão, a desigualdade social


que lhes atravessa, e isso exige, como mostra Lander, um esfor-
ço de desconstrução do caráter universal e natural da sociedade
capitalista-liberal (Lander, 2005). Ao cabo, temos estruturas eco-
nômicas que talvez devam ser desmontadas, do ponto de vista
da imaginação sociológica para se imprensar as ciências sociais
(Wallerstein, 1979).
Observa-se uma mundialização dos conflitos sociais, e das con-
flitualidades como condição permanente de vida, como parte de
uma sociedade que não cabe num mundo de tolerância. Conflitu-
alidades que são um resultante de mudanças no mundo e de sua
naturalização, e, por isso, observam-se mudanças nas formas de
expressão dos conflitos coletivos que tendem a ser transnacionais.
São os conflitos da atualidade decorrentes dos ideários de na-
cionalismos, de disputas de territórios reclamados em nome de
Estados nacionais e os que tendem a crescer com os processos que
serão produzidos na medida em que avancem a insegurança cli-
mática e os eventos extremos. São desafios e dilemas profundos,
não mais atinentes apenas ao Brasil, pois interpelam o ser humano
como uma totalidade. A crise climática coloca o futuro cada vez
mais na penumbra, sobretudo para as jovens gerações de hoje e
do amanhã. Outros relacionados aos feminicídios e etnocídios se
ampliam, na relação direta com o crescimento das intolerâncias
de gênero, de raça e de religião.
A crise da modernidade foi explicitada pelo pensamento refle-
xivo, pela emergência de novos atores no cenário nacional e mun-
dial e pelo debate sobre as gerações perdidas. Desde a América
Latina se podem sintetizar algumas das principais questões sociais
no mundo contemporâneo e talvez por isso apontar dilemas socio-
lógicos comuns pois presentes na agenda mundial. A sociologia é
chamada para reflexionar.
No nosso entender, o debate mundial se orienta para rever
questões antigas do desenvolvimento deixadas à margem e novos
problemas que emergem e exigem posicionamento de uma ciência
121
Edna Castro

pública que seja capaz de fornecer explicações nesse momento de


transição paradigmática.
É preciso pensar na possibilidade de construir uma teoria críti-
ca cosmopolita, com eixos de conhecimento, emancipação e diálo-
go internacional múltiplo para configurar, quem sabe, uma ciência
social cosmopolita e pública. Um padrão de trabalho intelectual
que trate os novos desafios do cosmopolitismo da sociología crí-
tica, orientadora de um novo momento do pensar sociológico re-
conhecendo epistemologias do sul, para além da academia, que
tocaram nas feridas obscurecidas pelo pensamento hegemônico
da ciência social ocidental.
Nessa perspectiva, evocaremos algumas observações de auto-
res e seus argumentos, os “sinais” epistemológicos colocados desde
José Martí, Frantz, Aimé Césaire, José Maria Mariátegui (Mariá-
tegui,1928), Florestan Fernandes, Darcy Ribeiro, Pablo Gonzales
Casanova, Orlando Fals Borba, entre tantos outros: refletiram, por
perspectivas e disciplinas diferentes, a realidade social da América
Latina e do Caribe. Cabe ressaltar ainda, a força do pensamento
indígena e do pensamento trazido pela diáspora africana, hoje rea-
parecendo em suas formulações de desconstrução conceitual e de
sistemas de pensamento.

Trajetórias e pensamento crítico na sociologia a partir da


América Latina e do Caribe

Considerado um dos pioneiros das ciências sociais latino-america-


nas desde meados do século XX, na fase de consolidação da socio-
logia científica (Tavares-dos-Santos, Baumgarten, 2005), Florestan
Fernandes tem uma trajetória que atesta sua grande contribuição
ao pensamento crítico e à formação do campo da sociologia no
Brasil.
Um dos desafios que se colocava então era o entendimen-
to da estrutura social e dos processos históricos de mudança do
122
O pensamento social latino-americano

capitalismo. Tais questões se desdobraram em suas pesquisas e


abriram possibilidades de reflexão sobre a organização complexa
e as dinâmicas da realidade social. Os seus estudos sobre a revo-
lução burguesa e o Estado, a questão nacional, a democracia e a
defesa da educação pública e de sua qualidade são seminais e de
grande atualidade. As análises sobre a sociedade brasileira e as
classes sociais o levaram a recusar a ideia de convívio harmonioso
entre negros e brancos no Brasil, e a apontar as estratégias políti-
cas do Estado para incentivar o branqueamento social, reforçado
pelas teses de Gilberto Freire que aproximam a Casa Grande da
Senzala.
Segundo Florestan Fernandes, nunca existiu democracia racial
em um país como o Brasil, que não conseguiu sequer incluir o ne-
gro na sociedade de classes, na passagem do trabalho escravo ao
trabalho livre (Fernandes,1964). Seu legado à sociologia é amplo,
diverso e profundo nas formulações de questões e nas interpre-
tações contidas em suas obras: aborda os caminhos da sociologia
e das sociedades latino-americanas. Nessa perspectiva, seus per-
cursos em países vizinhos durante o exílio, na época da ditadura
militar, foram importantes tanto nas reflexões sobre Cuba quanto
nos processos políticos mais amplos e conflituosos vividos pelas
sociedades latino-americanas.
Florestan Fernandes é reconhecido no campo acadêmico como
o sociólogo que forjou as bases teóricas e metodológicas da socio-
logia no Brasil, um construtor da sociologia brasileira, cuja obra
continua a inspirar a reflexão de novas gerações. Na introdução à
antologia Florestan Fernandes, dominación y desigualdad: el dilema
social latino-americano, Heloisa Fernandes (2008) elaborou uma
síntese sobre o quanto a literatura sociológica se refere a sua obra,
destacando que criou uma compreensão brasileira da sociologia e,
portanto, uma nova interpretação do país.
Florestan Fernandes, nos livros Mudanças sociais no Brasil (1974)
e Capitalismo dependente e classes sociais na América Latina (1973),
percorreu várias dimensões constitutivas dessa realidade, no fim
123
Edna Castro

dos anos de 1950, destacando as diferenças econômicas entre as re-


giões do país e as particularidades dos processos de dominação nas
relações de trabalho. Colocou em questão o processo de integração
nacional e se perguntou sobre os dilemas das novas dinâmicas de
industrialização e de urbanização do país, e a desigualdade social,
preocupado em entender o presente e projetar possibilidades epis-
temológicas, e políticas, para se pensar a ordem social e a demo-
cracia (Florestan, 1975).
Muitas gerações foram formadas nos fundamentos teóricos
e empíricos da explicação sociológica, e aprenderam a fazer pes-
quisa nos programas de investigação que coordenou (Fernan-
des, 1967). Escreveu mais de quarenta livros sobre temas distintos,
produziu centenas de artigos e deu aulas, entrevistas e conferên-
cias em diferentes lugares do mundo. Numerosos estudos percor-
rem sua obra, para conhecer seus eixos teóricos e empíricos, as
articulações que construiu entre eles, a sua contribuição ao pen-
samento crítico e o seu entendimento sobre a sociologia pública
(Ianni,1986; Candido, 2001).
Na trajetória de Octavio Ianni é notória a contribuição ao pen-
samento latino-americano no campo da sociologia e das ciências
sociais. Renan Freitas Pinto (2018) chamou atenção para o seu
compromisso em compreender as raízes do neocolonialismo, do
imperialismo e das diferentes formas de dependência e de subor-
dinação da América Latina às estruturas de poder global. As ideias
de Octavio Ianni sobre a América Latina refletem uma percepção
profunda das dinâmicas históricas e contemporâneas no conjunto
de países na sua complexidade.
Trajetórias interligadas por trocas estreitas ou tênues com-
põem um cenário da produção do pensamento social de intelectu-
ais brasileiros. Florestan Fernandes compartilhou com Guerreiro
Ramos, sociólogo que viveu no Rio de Janeiro, o mesmo período
de formação mais sólida da sociologia brasileira. Guerreiro Ra-
mos, no livro A redução sociológica (1965), no esforço de produzir
um olhar rigoroso sobre as narrativas sociológicas dominantes na
124
O pensamento social latino-americano

segunda metade do século passado, elaborou uma crítica sobre a


circulação de ideias, o conhecimento e as tecnologias que eram im-
portados de países industrializados, e aplicados acriticamente, no
Brasil. Chama de redução sociológica o processo de desalienação
que passa primeiro pelo reconhecimento do que é o outro, no sen-
tido profundo da reconstituição do eu.
Esse tem sido, para muitos intelectuais latino-americanos, e de
outros continentes, o principal desafio das ciências sociais: des-
construir, descolonizar, desalienar o pensamento marcado pela
‘colonialidade do poder’, como referem Anibal Quijano (2005) e
Octavio Ianni (1971) ao indicarem a perspectiva crítica marxista, e
para além dela como constructo teórico e metodológico.
Francisco de Oliveira tem uma trajetória de pesquisa funda-
mental sobre desenvolvimento e questão regional vistos pela crí-
tica à razão colonial e às estruturas de um pensamento binário
que atravessam a sociedade e a economia (Oliveira, 2018). Ambos,
Oliveira e Fernandes, com tradições teóricas diferentes, questiona-
ram a relação entre mundos sociais diversos e as condições de clas-
se que conformam o país. Tais mundos, aparentemente separados,
são estruturalmente indissociáveis com suas diferenças de classe
e raça, que interagem nos circuitos de produção e de comercializa-
ção e geram riquezas, as quais reproduzem a estrutura desigual da
sociedade. Analisaram, assim, a ordem global capitalista, e impe-
rialista, e suas funções sistêmicas reunindo as sociedades do Norte
e do Sul. Processos esses articulados pelo capitalismo dependente
e que se projetam com o avanço da fronteira industrial que não se
faria sem as formas de dominação reproduzidas ao longo do ter-
ritório nacional, do trabalho não pago ao trabalho informal, e a
uma série de formas de existência de grupos sociais ou de relações
servis e escravas presentes no mundo rural e nas cidades brasi-
leiras. Tal reflexão teórica abriu outras possibilidades de estudos
sobre os espaços rurais e urbanos, ou para além do rural e urbano,
conformando um campo crítico latino-americano aos cânones das
ciências sociais clássicas marcados por interpretações binárias.
125
Edna Castro

Diversos outros autores têm suas trajetórias dedicadas ao en-


tendimento das consequências da modernidade para os países da
América Latina, destacando as tensões entre ordens sociais dife-
rentes – vistas na perspectiva evolucionista e binária tais como,
de forma simplificada, a ordem tradicional e a ordem moderna – e
sua relação com o tempo e o ritmo, ou a velocidade das mudanças.
As noções de tempo e de espaço foram revolucionadas em diver-
sos momentos da modernidade sem, no entanto, interromperem o
curso dos movimentos dominantes.
Igualmente cabe lembrar autores que avançaram no enten-
dimento da realidade social pela análise da história social e dos
processos emancipatórios coletivos vindos de espaços antes obs-
curecidos nas análises sociais. Torna-se, portanto, necessária a
releitura desses autores que fundaram uma perspectiva crítica e
marcaram a originalidade do pensamento das ciências sociais na
América Latina, contribuindo para enriquecer o legado da ciên-
cia crítica mundial a partir de um olhar contextualizado. Assim
encontramos Rui Mauro Marini (Marini, 1973), Pablo Gonzalez
Casanova, Darcy Ribeiro, Enrique Dussel, Lélia Gonzales, Octavio
Ianni, Florestan Fernandes, Fals Borda, Gino Germani, Guerreiro
Ramos, dentre muitos outros, alguns tendo mantido laços de inter-
câmbio político e acadêmico.
A argentina Maria Lugones, na perspectiva do feminismo deco-
lonial, fez uma crítica teórica fundamental sobre como a categoria
de gênero e as análises produzidas pelo olhar do recorte patriar-
cado operam um deslocamento de sentido. A perspectiva adotada
pela autora, a seccionalidade de raça, gênero, classe e dominação
colonial, inverte as explicações, mesmo dentro do campo das teo-
rias feministas. Na mesma direção da crítica decolonial, Rita Se-
gato traz ao debate a perspectiva indígena e a noção de culturas
e identidades múltiplas. Importante ainda sinalizar os aportes
do feminismo negro e as teorizações sobre o racismo estrutural
da filósofa Djamila Ribeiro, e de outras autoras com formação
sociológica.
126
O pensamento social latino-americano

A sociologia de Gonzalez-Casanova, embora preponderante-


mente mexicana, pensava os dilemas da América Latina com uma
sociologia comprometida com o entendimento das raízes da socie-
dade. Na condição de também intelectual engajado politicamente,
público, procurava entender as relações estruturais intrínsecas
que escapavam à análise, formulando novas categorias de análise
social. Entre os conceitos que ajudou a formular e que lhe foram
caros para suas análises da realidade mexicana, e também válidos
para outras situações de colonização além da América Latina e do
Caribe, estão os de colonialismo interno, colonialismo global, do-
minação, relações sociais de exploração (Gonzalez-Casanova, 2015).
Para Pablo Gonzales-Casanova não era o caso de minimizar as
questões relacionadas à formação da sociologia como ciência. Ele
refletiu bastante sobre o sentido atribuído à sociologia, como ci-
ência da sociedade, face a questões relacionadas à objetividade e
à subjetividade, e às situações concretas de sociedades com dado
perfil histórico, social e étnico, a exemplo do México e demais
sociedades latino-americanas. Para ele, o exercício do trabalho
impunha ao sociólogo uma exposição contínua aos dilemas da
sociedade, incluindo a desigualdade, a violência, as relações au-
toritárias e as relações raciais e um confronto consigo mesmo e
seus limites (teóricos, metodológicos, pessoais) no entendimento
do modo de produção da realidade social.
O desenvolvimento talvez tenha sido o tema mais expressivo
na colaboração de diversos autores com trajetórias marcantes no
pensamento latino-americano, com contribuições singulares na
crítica sobre as macros narrativas que imperaram nas teorias do
século XX e até hoje. Ao longo do desenvolvimento capitalista, à
medida que se intensifica o processo de mercantilização, cada vez
mais bens com valor de uso passam a ter valor de troca. A relação
fundamental sociedade x natureza sempre foi a de retirar dessa os
recursos com potencial para se transformarem em mercadorias,
pois é vista como fonte inesgotável.

127
Edna Castro

Cabe lembrar que um dos pontos importantes na formulação


da teoria da dependência foi a incursão na história das socieda-
des latino-americanas, ainda que sob uma visão estruturalista,
como recurso metodológico para entender as formas constituti-
vas dessas sociedades unidas pela trajetória colonial e escravista,
e subordinação de povos indígenas ou de africanos, e que ainda
estruturam as relações de classe na contemporaneidade.
Em suma, muitos autores latino-americanos participaram do
debate sobre os temas do desenvolvimento, industrialização, de-
pendência, marginalidade, agricultura e comércio internacional,
debate esse produzido por abordagens diferentes, inclusive a par-
tir do materialismo histórico.

Sociologia crítica latino-americana e decolonialidade

A sociologia latino-americana tem um papel importante no debate


epistêmico, o que significa sua constante vigilância à difusão de
conceitos e interpretações marcadas por construções ocidentais
que obscurecem a diversidade do saber no mundo (Mignolo, 2008).
Pensar a decolonialidade é se propor ao exame rigoroso das ba-
ses constitutivas da colonialidade e sua interiorização – como de-
monstraram Fanon (1956) e Bernardino-Costa e Grosfoguel (2016)
–, um processo que ocorre também dentro do próprio país, que não
deixa de continuar a ser colonizado, ainda que independente, e por
isso, se estende ao presente das sociedades latino-americanas. O
embate teórico decolonial requer pensar na perspectiva da crítica
ao capitalismo, associada a questões de classe, raça, gênero e etnia.
Essa perspectiva que se esclarece no presente está na obra de mui-
tos autores: Darcy Ribeiro, Octavio Ianni, Florestan Fernandes,
Pablo Gonzalez Casanova, Lugones, Rita Segato, Lélia Gonzales.
A colonialidade e a decolonialidade vão além no sentido do que
foi a colonização como processo, e, por isso, transcendem os con-
ceitos de colonização e descolonização (Mignolo, 2008). Mesmo as
128
O pensamento social latino-americano

colônias europeias na África, nas Américas ou na Ásia que logra-


ram movimentos insurrecionais prolongados de descolonização
– a exemplo também das lutas sangrentas nos países latino-ame-
ricanos, de colonização espanhola, portuguesa e francesa, ou na
Argélia e no Vietnã, e em muitos outros países africanos, frente
à colonização francesa, belga, holandesa, espanhola, inglesa, ou
ainda em Moçambique e Angola, ex-colônias de Portugal – não
chegaram a romper com as estruturas de dominação, pois, ao inte-
riorizá-las, como argumenta Fanon, as absorveram como sistemas
coloniais europeus. A chegada do Ocidente à outra costa atlânti-
ca representou o início de uma grande trajetória de apossamento
do outro, de povos, imaginários e culturas, de vida e de territórios.
Início de um processo de colonização que marcaria uma virada
geopolítica no sistema mundo e daria ao Ocidente a hegemonia
capitalista na nova ordem mundial.
A colonização durou séculos, arraigou-se como partes do mun-
do do outro, sem o ser. Os movimentos de descolonização não lo-
graram desmontar as estruturas coloniais marcadas e dominadas
pelas redes de interesses do sistema capitalista, deslocar as pesso-
as de seus lugares com a violência e a autoridade colonial. No livro
Pensamento crítico latino-americano (2019), refiro tais processos:

“Escobar (2005) sustenta a necessidade de pesquisas, e etnografias,


capazes de tornar possível o entendimento sobre os saberes locais, de
tornar visíveis os sistemas de conhecimento, as epistemes presentes
no universo múltiplo do local. (...) A ciência ocidental se construiu
como ‘processo civilizatório’ que precisava negar o ‘outro’, em sua di-
mensão intelectual, e a compara em relação ao ‘ego’, para poder eri-
gir um sistema classificatório e hierarquizante” (Castro, 2019, p. 25).

Uma apropriação de mundos diversos – de saberes sobre si, sobre


as naturezas, outro modo de relação com o tempo e o espaço da
natureza – existentes até então: foi o início de uma grande aven-
tura de homogeneizar ao impor ao outro um pertencimento e
uma racionalidade ao mundo capitalista e à modernidade, sem,

129
Edna Castro

no entanto, realizá-lo. Para Arturo Escobar, uma dimensão per-


sistente na marginalização do lugar, na teoria ocidental, é a das
consequências do pensamento sobre as realidades submetidas his-
toricamente ao colonialismo ocidental. O domínio do espaço sobre
o lugar tem operado como um dispositivo epistemológico profun-
do do eurocentrismo na construção da teoria social.
A trajetória dos estudos sociológicos na América Latina mostra
o interesse de intelectuais, de grupos de pesquisa e de instituições,
voltados ao entendimento das dinâmicas sociais que conformam
cada sociedade, seu imaginário e seus processos históricos. Encon-
tramos um legado expressivo de interpretações, de abordagens
teóricas, e de experiências sociais, sobre temas pertinentes à for-
mação social e econômica de cada país, uma agenda voltada às
questões da sociedade no contexto político de suas contradições e
desigualdades de classe, de gênero, de raça e de etnia.
O campo intelectual, enquanto um campo relacional, caracteri-
za-se justamente por esse embate teórico que se trava entre ideias,
balanço de experiências, rupturas e desconstrução dos fundamen-
tos dos conceitos e das interpretações. A construção do conheci-
mento não é alheia às estruturas de poder, e aos jogos políticos,
como qualquer outro campo da sociedade.
Em sua formulação crítica à razão colonial e ao conhecimen-
to como poder e colonialidade, Mignolo (2008) justifica que a so-
ciologia latino-americana tem um papel importante no debate
epistêmico, o que significa sua constante vigilância à difusão e
conceitos e interpretações marcadas por construções ocidentais
que obscurecem a diversidade do saber, no mundo, e sua valida-
ção. Entende como um exercício epistêmico o de liberar a compre-
ensão do conhecimento para poder entender as contradições que
o acompanham.
Certamente, aqui estão importantes indícios da contribuição
posta à sociologia mundial pelo pensamento latino-americano
que vem fazendo um giro epistemológico aos cânones interpostos
pela ciência ocidental na qual as sociedades latino-americanas se
130
O pensamento social latino-americano

formaram, não raramente com dogmas sobre premissas teóricas e


sobre autores incriticáveis.
Lembramos o expressivo grau de desinformação, por parte de
sociólogos brasileiros, sobre a sociologia produzida nos demais
países latino-americanos, até mesmo aqueles países com reflexão
relevante e com uma trajetória atestada pela qualidade de suas
publicações. Um desconhecimento sobre trajetórias de grupos e li-
nhas de investigação, e de abordagens a partir de uma perspectiva
crítica, mais próxima da sua realidade social. Importante entender
os avanços temáticos, por países, e identificar também os limites
das ciências sociais e de seu diálogo com os processos vivos da re-
alidade social.
Além de Frantz Fanon e José Martí (caribenhos), José Carlos
Mariátegui e Anibal Quijano (peruanos), Guerreiro e Fernandes
(brasileiros), encontramos diversas trajetórias de pensadores e
pensadoras latino-americanos e latino-americanas em diferentes
países que influenciaram o pensamento acadêmico e político a
partir das lutas sociais, da literatura à ciência pública e interdis-
ciplinar. São eles Paulo Freire, Camilo Torres, Eduardo Galeano,
Orlando Fals Bordas, Héctor Nahuelpán Moreno, Darcy Ribeiro,
Gabriel García Márquez, Clóvis Moura, Octavio Ianni, Enrique
Dussel, Maria Lugones, Lélia Gonzales, Carlos Valter Porto-Gui-
marães, Silvia Rivera, Rita Segato, Alberto Acosta, Walter Migno-
lo, Paulo Martins, José Vicente Tavares dos Santos, entre muitos
outros.
Chamo atenção para abordagens contemporâneas vindas da
ciência crítica tal qual formuladas pelas teorias feministas, pela
ecologia política e pelos estudos pós-coloniais. Essas abordagens
têm procurado romper com certos paradigmas dominantes nas
interpretações sobre o desenvolvimento e formuladas a partir da
crítica à modernidade, ao colonialismo e ao evolucionismo, matri-
zes estruturantes, a nosso ver, de crenças e ideologias presentes na
sociedade contemporânea. Na realidade, aqueles valores da mo-
dernidade e da racionalidade cartesiana atravessam a sociedade
131
Edna Castro

e incessantemente atualizam, com eficácia simbólica, as relações


de poder e de dominação, os racismos, adesigualdade social e a
ameaça constante aos direitos, pois os discursos sobre o desenvol-
vimento enquanto práticas, como lembra Darcy Ribeiro, são es-
sencialmente discursos políticos.
A contribuições para pensar a sociologia mundial a partir da
América Latina têm estado presentes no pensamento crítico lati-
no-americano pelo fato de intelectuais de vários países retomarem
velhos e novos dilemas dessas sociedades. É o caso da produção
sociológica em torno do Grupo Modernidade/decolonialidade e
das abordagens pós-colonial/decolonial, teorias feministas deco-
loniais, estudos subalternos, reflexões sobre raça e racialização, o
feminismo negro e os processos de interseccionalidade.

Fronteiras entre a reflexão sociológica e o cosmopolitismo

A perspectiva da crítica à formação histórica do sistema-mundo


moderno-colonial encontrada em Quijano (2005) e Wallerstein
(1979), bem como a “invenção” europeia de uma dada América,
fazem parte das relações sociais e de poder que passariam a or-
ganizar a vida nas sociedades, com lugares comuns que, de certa
forma, as unificam no campo da colonialidade.
Edna Castro (2019) destaca a aproximação de vários autores na
construção de um campo da crítica ao eurocentrismo, aos funda-
mentos de suas teorias e de sua lógica, a exemplo de Said (1996) e
Fanon (1952). Silvia Rivera Cusicanqui (2010 chama atenção para
o lugar da experiência vivida, lógica central de sua análise, ao
formular uma crítica a autores e ideias produzidas de fora desse
universo, autores que olham a América Latina a partir dos Estados
Unidos, que assumem um papel de “tradutores” e “difusores” das
ideias que têm um lugar certo de produção, que seria o lugar de
vida de grupos sociais que, eles sim, podem falar de forma plena
sobre sua experiência social.
132
O pensamento social latino-americano

A história da América Latina é de povos originários muito di-


ferentes entre si, com seus saberes e suas práticas culturais, estru-
turas linguísticas e de comunicação, que conformam complexos
sistemas de conhecimento. Um longo caminho nos separa da his-
tória pré-colonial, pouco referida, pouco reconhecida, como sinali-
za Porto-Gonçalves (2005).
Há diferentes lógicas e diferentes culturas, formas de pensar,
de existir, de comunicar-se. Trata-se da experiência social constru-
ída em meio ao imaginário hegemônico marcado pelos cânones da
colonialidade herdada da colonização europeia e da radicalização
que a acompanha.

Conclusão

Ao formular uma crítica à racionalidade ocidental que reconhece


a insuficiência das teorias que manejamos para dar conta da diver-
sidade da experiência social do mundo, muitos autores buscaram
possibilidades epistêmicas a partir da realidade de seus países e
da América Latina. Não excluindo, evidentemente, o referencial
clássico das ciências sociais e da teoria crítica, fundamentos de
uma reflexão profunda que marcam a compreensão temporal e
espacial das sociedades ocidentais, da modernidade e, portanto,
de relações estruturais com o universo latino-americano, tais rup-
turas orientam para outras metodologias e para uma perspectiva
interdisciplinar.
Os paradigmas das ciências sociais, talvez por pouco ilumina-
rem os saberes do “outro”, notadamente de sociedades do Sul, pro-
duziram seu obscurecimento e negação. As teorias pós-coloniais
têm procurado desconstruir interpretações sobre os mecanismos
de dominação, seja de imagens, ideias e crenças, e sua naturali-
zação, e entender também os processos pelos quais o “outro”, as
sociedades latino-americanas, foram inventadas.

133
Edna Castro

Entendemos a relevância de uma revisão paradigmática rigoro-


sa a respeito de temáticas deixadas à margem nas análises anterio-
res, como as referências ao lugar (Escobar, 2011) e à descolonização
do conhecimento (Ramos, 1965; Sousa Santos, 2009): tornam-se, a
nosso ver, temas prioritários na reflexão.
Mas quais teorias teriam a força de romper com as generali-
zações político-ideológicas presentes nas interpretações do de-
senvolvimento que são marcadas pela perspectiva evolucionista,
classificadora e hierarquizante? Como entender os fundamentos
da racionalidade que estiveram na base da legitimação de discur-
sos e práticas classificatórias de países no sistema mundial? Em
inúmeros países latino-americanos, a pesquisa comprometida
com o que se passa no local tem revelado as tensões internas e os
processos de resistência vindos da diversidade de saberes enquan-
to sistemas organizados de conhecimento e com eficácia histórica
de longa duração, atualizada constantemente na vida cotidiana.
As ciências sociais latino-americanas avançam em formulações de
uma sociologia mundial. Um desafio posto à reflexão.

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138
Florestan Fernandes:
o cosmopolitismo sociológico1
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

Um cosmopolitismo plebeu

Há pouco mais de dois anos comemorávamos o centenário de nas-


cimento de Florestan Fernandes, nascido na cidade de São Paulo
em 1920. Florestan deixou muitas marcas na sociologia e na so-
ciedade brasileiras. Todas elas passam fundamentalmente pelo
seu empenho em compreender como “o Povo emerge na História”.
Compromisso para o qual terá concorrido também a sua própria
história. Filho de empregada doméstica, contou com certa “prote-
ção” de sua madrinha (e patroa de sua mãe) na infância para se
alfabetizar, e teve que compensar uma educação precária no que
hoje chamamos de ensinos fundamental e médio com muita au-
todisciplina e dedicação, tendo frequentado cursos especiais no-
turnos voltados para jovens e adultos trabalhadores. Até ingressar
como Professor Assistente na USP, Florestan desempenhou ofícios
extremamente modestos, como engraxate, garçom e posterior-
mente representante de laboratório farmacêutico. Assim, era de

1
Versão adaptada do prefácio de A revolução burguesa no Brasil (São Paulo:
Contracorrente, 2020) e de post publicado no Blog da BVPS (https://blogbvps.
com/2020/07/22/cosmopolitismo-plebeu-a-sociologia-de-florestan-fernan-
des-por-andre-botelho-e-antonio-brasil-jr/).

139
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

certa forma também a trajetória de pessoas como ele próprio que


Florestan passaria a pesquisar2.
Seu percurso extraordinário até a consagração intelectual
encontrava, porém, um sentido em parte convergente com o da
própria sociologia. Como disciplina intelectual, as experiências so-
ciais dos seus praticantes sempre contam para a sociologia, e mui-
to. Particularmente para o alargamento de suas temáticas, mas
também, nos melhores casos, como o de Florestan, para o questio-
namento e a inovação das formas de abordagens estabelecidas. É a
isso que, em parte, se deve aquilo que Max Weber (2015) chamou de
“eterna juventude” da sociologia.
Ao introduzir o “homem comum” no centro do seu interesse
analítico – camponeses, pescadores, operários, índios, negros, en-
tre outros – a sociologia acadêmica brasileira dos anos 1950 e 60
operou verdadeiro movimento de rotação não apenas teórico-me-
todológico, mas também ético em relação aos estudos sociais então
vigentes (Candido, 2004). Florestan foi um dos seus grandes pro-
tagonistas, levando esse movimento a uma radicalidade inédita
em A integração do negro na sociedade de classes (1965), livro ree-
ditado em 2021. Feito em diálogo com as lideranças do associativis-
mo negro de São Paulo, Florestan levou a sério as denúncias feitas
havia décadas pelo movimento negro quanto aos limites da demo-
cracia no plano das relações raciais3. Sociologicamente, Florestan
situou esses limites no próprio sentido das mudanças sociais em
curso, que estavam compatibilizando formas de sentir, pensar e
agir típicas de uma ordem escravista e senhorial com as inovações
do moderno capitalismo industrial. Pensando com o movimento
social, mas também além, graças ao olhar atento à dimensão de

2
O próprio Florestan Fernandes nos legou registros autobiográficos de sua trajetória,
como em A sociologia no Brasil (1980). Para uma análise em profundidade deste mate-
rial autobiográfico, cf. o trabalho de Sylvia Garcia (2002).
3
Para uma análise detida do diálogo de Florestan Fernandes com as lideranças e o
acúmulo reflexivo propiciado pelos movimentos negros em São Paulo, cf. o artigo de
Mario Medeiros da Silva (2018) e a dissertação da Antonia Campos (2014).

140
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

processo, Florestan insistia que a democratização efetiva dependia


de uma redefinição estrutural da sociedade, e não de uma simples
correção de suas distorções4.
O centenário de nascimento de Florestan Fernandes foi as-
sim um momento especial para voltarmos à sua obra, ainda mais
porque a sociedade brasileira vê, mais uma vez, a sua democracia
fragilizada, agredida, ameaçada. Florestan deu contribuições de-
finitivas à compreensão dos fenômenos políticos, mesmo sem ter
feito “sociologia política” especializada. Há vários elementos em
sua obra que nos ajudam a pensar o nosso presente.
Ainda em 2016, passamos a explorar esse campo de possibilida-
des nas discussões do Núcleo de Estudos Comparados e Pensamen-
to Social (NEPS) da Universidade Federal do Rio de Janeiro, ligado
à rede Biblioteca Virtual do Pensamento Social. Surpreendidos
enquanto pesquisadores com os eventos políticos então recentes
– cujo sentido regressivo se aprofundou ainda mais nos anos se-
guintes, vale registrar –, a discussão coletiva em torno de alguns
autores brasileiros, em especial sobre a obra de Fernandes, repre-
sentou para o grupo uma espécie de fio de Ariadne, uma forma de
testar os instrumentos básicos da nossa área de pesquisa e seus
sentidos heurísticos para pensar, senão exatamente o presente, o
processo de média duração que nele se esconde. Assim, numa cha-
ve analítica deliberadamente anacrônica, passamos a tomar inter-
pretações clássicas do Brasil como um recurso para dimensionar a
força do presente.
No que diz respeito a Florestan Fernandes concentramos nos-
sos esforços principalmente em duas frentes principais. Primeiro,
na rediscussão do conceito de “autocracia burguesa”, tema que re-
tomamos no prefácio à nova edição de A revolução burguesa no
Brasil, publicada em 2020. Como chamamos atenção, também do

4
A entrevista concedia por Elide Rugai Bastos, Gabriel Cohn e Mariza Peirano so-
bre Florestan Fernandes discute essa e muitas outras questões (Botelho, Brasil Jr., e
Hoelz 2018).

141
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

ponto de vista político, este livro que já nasceu clássico não foi exa-
tamente fácil para os leitores dos anos de 1970, e do ponto de vista
político. O conceito de “autocracia burguesa” não deixava de ser
algo desolador para aqueles seus contemporâneos que buscavam
diretamente no livro um meio, digamos, operacional, de combate
direto à ditadura civil-militar. Afinal, Florestan fez nele uma dis-
tinção heurística crucial que torna a compreensão da realidade so-
cial e da transição democrática muito mais complexa e matizada
para a qual, talvez, não estivessem prontos seus leitores de então.
É esta, muitas vezes, a tarefa precípua da sociologia. Mostrou Flo-
restan que a “democracia” não constituiria apenas uma forma de
“exercício” do poder político (que se contraporia à ditadura então
vigente), mas diria respeito também às formas sociais de “organi-
zação” do poder político. Aqui toda a qualidade sociológica apura-
da em mais de duas décadas de trabalho rigoroso como que atingiu
seu ápice, e Florestan passou a interrogar os fundamentos sociais
tanto da política quanto da economia. Por isso, forjou a ideia de
“autocracia” para interpretar o fenômeno da persistência de um
princípio ordenador radicalmente antidemocrático mais geral do
Estado, da sociedade e do mercado até mesmo em momentos for-
mal ou abertamente democráticos. As reviravoltas na espiral da
democracia não pararam – como bem sabemos hoje, no Brasil e
no mundo. Então, a distinção crucial de Florestan parece fazer até
mais sentido ainda para nós. O modo como se deu a transição de-
mocrática mais voltada para a substituição das formas de exercí-
cio do que de organização social do poder político cobra agora sua
conta da sociedade brasileira.
A segunda frente de pesquisa diz respeito às possibilidades e
limites do comportamento das chamadas “classes médias” numa
ordem social senhorial e política autocrática. Publicamos a esse
respeito um longo ensaio, justamente nomeado “Florestan Fer-
nandes para dimensionar a força do presente” (no livro Repúbli-
ca e democracia: impasses do Brasil contemporâneo, organizado
por André Botelho e Heloísa Starling, publicado em 2017). Nele
142
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

discutimos como Florestan se mostrou atento em vários momen-


tos de sua obra às camadas intermediárias no Brasil, sobretudo no
que se refere aos limites estreitos de seu radicalismo político e de
sua lealdade histórica aos interesses das camadas sociais domi-
nantes e sua ordem de privilégios em vez de sua associação com
demandas democráticas mais gerais ou universalistas.
Este processo é visto em detalhe, sempre numa perspectiva de
longa duração, em pelo menos dois livros centrais de Florestan
– em A integração do negro na sociedade de classes (1965) e em A
revolução burguesa no Brasil (1975). Mostrou Florestan como o pro-
cesso de mobilidade social ascendente e de permanente circulação
de indivíduos de origem plebeia (ainda que só em escala individu-
alizada, e não coletiva) nos espaços das camadas dirigentes está
longe de ser um fenômeno apenas democratizante, pois a porosi-
dade das hierarquias sociais revela-se compatível tanto com níveis
extremos de desigualdades quanto com a reiteração de formas de
socialização autocráticas e avessas a uma filosofia democrática de
vida, à legitimidade do conflito e à abertura universal do princípio
da competição. O problema, para Florestan, não seria a ausência
de mobilidade social, como tendem a se limitar certas abordagens;
mas o princípio de organização da sociedade, que reitera a exclu-
dência. Não por acaso, mais uma vez, as “classes médias”, por seu
peso político e simbólico na estruturação da sociedade brasileira,
são um setor estratégico para a análise das reviravoltas da demo-
cracia em curso na sociedade brasileira.
Trazemos, no presente texto, uma discussão mais ampla sobre
o legado teórico de Florestan Fernandes e os significados de sua
contribuição à sociologia em geral. Assim, compartilhamos o já re-
ferido prefácio à nova edição de A revolução burguesa no Brasil,
onde propusemos uma – até onde sabemos – nova chave de leitura
da sua obra e de algumas outras contribuições capitais da sociolo-
gia brasileira, como notavelmente a de Luiz de Aguiar Costa Pinto,

143
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

professor emérito do nosso Departamento, cujo centenário tam-


bém comemoramos no ano de 20205.
Referimo-nos à questão do cosmopolitismo sociológico que,
argumentamos, não se limita ao objeto desses autores, a matéria
sociológica por excelência, que são os processos mais gerais das
sociedades, mas envolve, sobretudo, ainda duas outras dimensões.
Primeiro, o modo inovador e desafiador como relacionam história
e teoria, permitindo que aquela não ilustre, mas interpele consti-
tutivamente a teoria. Segundo, por isso mesmo, a ousadia teórica
de, beneficiando-se dos avanços da sociologia como um legado
universal, recusarem o papel comumente atribuído às sociologias
periféricas na geopolítica do conhecimento – ou de consumidoras
de teoria ou de fornecedoras de casos históricos ilustrativos das
teorias produzidas nos países centrais. O mais importante, contu-
do, é a forma inovadora com que leem a diferença na sociedade
brasileira.
No caso de Florestan Fernandes é mesmo exemplar a sua recusa
em pensar a repetição como mera cópia ou impasse de um proces-
so de formação eurocêntrico normativamente concebido. Como a
repetição é vista como uma repetição com diferença, a própria or-
dem social deixa de ser vista como uma espécie de ente ontológica,
histórica e analiticamente em processo de devir, e passa a ser pro-
blematizada em toda a sua precariedade e contingência radicais.
A sociedade torna-se, assim, bastante improvável. E justamente o
tema da improbabilidade da sociedade constitui, agora, uma fron-
teira importante para cruzarmos no estudo da obra de Florestan.

5
Cf. a série de postagens no blog da Biblioteca Virtual do Pensamento Social (BVPS)
dedicada ao centenário de Luiz de A. Costa Pinto: https://blogbvps.com/2020/12/02/
especial-centenario-de-l-a-costa-pinto-parte-1-por-glaucia-villas-boas-e-patricia-ol-
sen-de-souza/ (acesso em 16/03/2023).

144
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

A revolução burguesa no Brasil e o cosmopolitismo sociológico

A revolução burguesa no Brasil de Florestan Fernandes é um dos li-


vros mais cosmopolitas da sociologia brasileira. A começar pelo tí-
tulo, apenas aparentemente simples. Afinal do que trata esse livro
que ganhou reedição no centenário de nascimento de seu autor?
De um fenômeno geral ou do seu contexto particular? Da revolu-
ção burguesa, e do capitalismo moderno ao qual está associada, ou
do Brasil? A resposta a essa pergunta, argumenta um de seus intér-
pretes mais argutos, não permite disjuntivas. “São ambas as coi-
sas” é a única resposta possível, diz Gabriel Cohn (2004). Estudar a
revolução burguesa no Brasil significa, para Florestan Fernandes,
“reconstruir como se dá nesta particular configuração histórica
um processo de proporções mundiais que é simultaneamente eco-
nômico, político, social, cultural e que se estende até à estrutura
da personalidade e às formas de conduta individuais”. Formulação
lapidar que, ademais, faz justiça à complexidade do raciocínio e à
sofisticação teórica de Florestan, cuja concepção de sociedade (e
de sociologia) não cabe em fórmulas disjuntivas rotinizadas como
coerção duradoura desde fora ou interações contínuas de ações in-
dividuais dotadas de sentido subjetivo.
Seu cosmopolitismo não está apenas na matéria, que se tornou,
digamos, “universal” – afinal, o tipo de sociedade forjada pelo capi-
talismo moderno; mais ainda, nas provocações teóricas e políticas
que a proposta de Florestan Fernandes contém. Se já é ousada a
pergunta sobre o “estilo próprio” conferido pela sociedade brasilei-
ra ao capitalismo, imagine levar uma resolução histórica particu-
lar a interpelar tanto a compreensão da “universalidade” quanto
os termos de um debate intelectual internacional geopoliticamen-
te tão hierárquico e assentado. Pois é tudo isso e muito mais que A
revolução burguesa no Brasil realiza e permite compreender. Talvez,
hoje, melhor ainda do que em 1975 quando da sua publicação ori-
ginal. Aliás, desde a página de abertura do livro, Florestan lamen-
tava que até então não se tivesse criado entre os cientistas sociais
145
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

brasileiros “uma perspectiva de interpretação histórica livre de et-


nocentrismos, aberta a certas categorias analíticas fundamentais
e criticamente objetivas”.
Não são muitos os livros brasileiros que rejuvenesceram com
o tempo. A revolução burguesa no Brasil é um deles. É certo que os
problemas tratados no livro dizem respeito a processos históricos,
sociais e políticos de longa duração que constituem, mas também
excedem as circunstâncias originais de sua publicação. A revolu-
ção burguesa, afinal, não se restringe a um evento datado, mas en-
volve e implica a temporalidade múltipla própria dos processos. O
tema do livro ainda nos diz respeito. Ainda mais numa sociedade,
como a brasileira, em que a mudança se realiza mais pela reitera-
ção e acomodação do que apenas pela ruptura – como, aliás, esta-
mos protagonizando/testemunhando em acontecimentos cruciais
em curso novamente neste momento. Mas isso não é suficiente
para que se possa constatar a atualidade de uma intepretação. Se
assim o fosse, toda obra do passado poderia ser mais ou menos ain-
da atual hoje.
A atualidade de A revolução burguesa no Brasil é também de or-
dem teórica e pode ser testada na concepção, na fatura do texto e
na análise crítica forjadas de um ponto de vista sociológico muito
próprio. Muito próprio, mas que também vem recebendo desdo-
bramentos importantes e enlaçando diferentes gerações na socio-
logia brasileira, como mostrou Elide Rugai Bastos (2002) em seu
trabalho Pensamento social da escola sociológica paulista.
A nosso ver, a potente comunicação do livro com o contempo-
râneo se deve ainda àquele gesto teórico transgressor que sempre
caracteriza o que há de melhor na sociologia, que nasce do descon-
tentamento profundo e bem meditado com as explicações reifica-
das e da coragem de contrariar o estabelecido – não apenas pelo
senso comum da sociedade, mas também pela rotina intelectual
da universidade. Tensão e desconforto com a sociedade envolvente
e com o seu tempo sempre alimentaram a sociologia de Florestan
Fernandes. Estão na base de seu projeto de uma sociologia crítica.
146
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

Embora não fosse ela mesma obra de juventude, seu autor con-
tava com 55 anos de idade quando a levou a público, reunindo,
porém, textos escritos desde a década anterior e reflexões de toda
uma vida: A revolução burguesa no Brasil traz essas marcas críticas
fortes. Naturalmente, como tem lembrado Elide Rugai Bastos em
seus trabalhos, ousar repensar e até mesmo recusar o assentado
na teoria sociológica desde a periferia, abrindo mão inclusive da
segurança que os modelos pré-concebidos e estabelecidos tam-
bém oferecem aos intelectuais, implica não apenas acertos, mas
potencialmente também equívocos. Não se trata, portanto, de cor-
roborar uma perspectiva triunfalista e, por isso, algo ingênua so-
bre Florestan Fernandes e a própria dinâmica da sociologia. Mas,
antes, de uma reconexão crítica com seu projeto teórico de forma a
fazer frente aos desafios do nosso próprio tempo, quarenta e cinco
anos depois da edição original do livro.
O momento para a releitura de A revolução burguesa no Brasil
não poderia ser mais propício. O contexto social e político atual
da sociedade brasileira, não é segredo, caracteriza-se pelo aumen-
to crescente das desigualdades sociais e pela intensificação de sua
naturalização ideológica, como se elas decorressem do compor-
tamento dos indivíduos e não de contradições sociais. Do ponto
de vista político, a vida social está marcada por um novo e inten-
so retraimento da esfera pública e pelos ataques diretos às insti-
tuições democráticas e à democracia como valor universal que,
a muitos, parecia constituir a essa altura da história um mero
pressuposto analítico de suas teorias ou um dado consolidado
da realidade social. Isso para não falar das mudanças associadas
em curso no capitalismo global. Esses fenômenos estão mesmo
exigindo interpretações sociológicas mais vigorosas e de conjun-
to em meio à fragmentação e à ultra especialização vigentes nas
ciências sociais. Esperemos, então, que um retorno à A revolução
burguesa no Brasil possa constituir também uma contribuição para
a renovação em curso da sociologia após certo refluxo das chama-
das grandes narrativas. O aumento das desigualdades sociais e as
147
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

reviravoltas na espiral da democracia, no Brasil e no mundo, re-


colocam a sociologia no centro do debate intelectual e político, na
medida em que vai se tornando mais claro do que nunca que as
inovações institucionais e tecnológicas não se realizam num vazio
de relações sociais.
Por certo, a releitura haverá também de reavivar enfrentamen-
tos conhecidos entre pontos de vistas de leitura habituais. Porém,
não iremos aqui, por exemplo, jogar água na fervura do debate se
houve ou não uma revolução burguesa no Brasil. Deixamos, nesse
caso, a palavra como o próprio Florestan:

“A questão estaria mal colocada, de fato, se se pretendesse que a His-


tória do Brasil teria de ser uma repetição deformada e anacrônica
das histórias daqueles povos. Trata-se ao contrário de determinar
como se processou a absorção de um padrão estrutural e dinâmico
de organização da economia, da sociedade e da cultura” (Fernan-
des, 2020, p. 34).

O ponto que vale destacar, hoje, é o quanto o livro poderá desper-


tar a curiosidade e o interesse de novas leitoras e novos leitores
dessa segunda década do século XXI. Inclusive quando a crítica
ao eurocentrismo e as chamadas epistemologias pós-coloniais ou
do Sul Global ganham mais visibilidade, no Brasil e na sociologia
como um todo, o livro tem potencialmente novas aberturas e inte-
resses internacionais.
O momento atual também conhece uma universidade pública,
em geral, e a sociologia acadêmica e as ciências sociais, em parti-
cular, muito maiores, mais desenvolvidas institucionalmente com
consolidada pós-graduação e produção científica competitiva,
além de mais diversificadas regional e socialmente e bem mais plu-
rais teoricamente do que as dos anos 1970. Com a presença em seus
quadros discentes também de perfis sociais bem mais diversos gra-
ças às políticas públicas criadas entre 2003 a 2016 que combina-
ram, pela primeira vez entre nós, inaudita expansão do número
de vagas e implementação de ações afirmativas e inclusivas (cf.

148
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

Senkevics e Mello, 2022). Perfis sociais, aliás, até mais próximos ao


do próprio Florestan, cujo notável percurso intelectual se confun-
de em parte com um dos aspectos mais relevantes da sociologia.
Como disciplina intelectual, de fato, as experiências sociais dos
seus praticantes sempre contam para a sociologia, e muito. Parti-
cularmente para o alargamento de suas temáticas, mas também,
nos melhores casos, como o do próprio Florestan, para o questio-
namento e a inovação das formas de abordagens estabelecidas.
Não será a isso que, ao menos em parte, se deve aquilo que Max
Weber chamava de “eterna juventude” da sociologia?
Não temos como, neste texto, recensear as múltiplas provoca-
ções ao assentado e ao rotineiro no debate intelectual brasileiro de
publicação de A revolução burguesa no Brasil nos anos 70 do século
passado, mas assinalamos algumas delas para poder destacar sua
capacidade de interpelação teórica e sociológica contemporânea.
A revolução burguesa no Brasil contraria de saída uma das vi-
sões mais assentadas sobre a sociologia brasileira, a de que o sen-
tido de urgência para a resolução de graves problemas sociais em
que nos vemos premidos em nossa sociedade tão desigual e anti-
democrática tornaria de alguma forma o nosso trabalho, na pe-
riferia do capitalismo, inadequado à formulação teórica. Melhor
seria deixar a teorização para nossos colegas do centro, Europa e
Estados Unidos. Florestan fez o contrário do que se esperava nessa
geopolítica do conhecimento sociológico ainda hoje vigente. A sua
interpretação sobre a constituição da sociedade moderna no Brasil
problematiza aquela posição, justamente ao qualificar a fragilida-
de do moderno em romper com a tradição não apenas de um ponto
de vista histórico, mas propriamente teórico. Isto é, ao invés de se
limitar a apresentar um caso que discrepava da tendência euro-
cêntrica, fez a particularidade da modernização brasileira inter-
pelar a própria teoria sociológica adotada como ponto de partida
da análise.
Também do ponto de vista político, A revolução burguesa no Bra-
sil não foi um livro fácil para os leitores dos anos de 1970. Para
149
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

retomar um exemplo central, ao qual ainda voltaremos com mais


vagar adiante, um de seus conceitos centrais, o de “autocracia
burguesa”, não deixava também de ser algo desolador para aque-
les seus contemporâneos que buscavam diretamente no livro um
meio, digamos, operacional, de combate à ditadura civil-militar. A
relação da autocracia com a democracia não é de oposição, mas,
precisamente, parafraseando a imagem de Gabriel Cohn, “sua som-
bra sempre presente em segundo plano, para emergir, com maior
ou menor virulência, em situações de crise do poder burguês” (Bo-
telho, Brasil Jr. e Hoelz, 2018, p. 38). As reviravoltas na espiral da
democracia não pararam – como bem sabemos hoje, no Brasil e no
mundo. E então, a distinção crucial de Florestan parece fazer até
mais sentido para nós do que no contexto de transição democráti-
ca. A autocracia saiu da sombra.
São gestos definitivos que, pode-se dizer, Florestan vinha per-
seguindo em toda a sua obra. Por exemplo, para lembrar apenas
um de outros dos seus livros incontornáveis, cito A integração do
negro na sociedade de classes, de 1964, que escreveu como tese para o
concurso da Cátedra de Sociologia I da Universidade de São Paulo,
da qual foi titular entre 1964 e 1969. Nesse livro notável, Flores-
tan consolida uma agenda de pesquisas sobre mudanças sociais
e a reprodução de desigualdades sociais enraizadas na sociedade
brasileira a partir de várias questões: do preconceito racial operan-
te nas relações sociais que desmistificava o mito da “democracia
racial”. A partir da formação de uma sociedade competitiva de
classes por dentro dos escombros daquela precedente, ordenada
em estamentos fechados (senhores e escravos), sem mobilidade ou
com mobilidade limitada, formalmente vigente até a Abolição. E
ainda a partir dos alcances e limites dos princípios liberais merito-
cráticos adotados na República.
A revolução burguesa no Brasil representa, porém, um momento
culminante nesse percurso intelectual e de pesquisa. Mais do que
isso, talvez. Constitui também uma espécie de acerto de contas so-
ciológico com a sociedade brasileira e sua história infeliz do ponto
150
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

de vista das desigualdades sociais e da democracia. Primeiro, do


ponto de vista pessoal, pois antecede uma última reorientação da
sua trajetória, quando Florestan entrou na vida político-partidá-
ria, elegendo-se deputado federal pelo Partido dos Trabalhadores
em 1986 e 1990, quando integrou os trabalhos da Assembleia Na-
cional Constituinte. Segundo, do ponto de vista sociológico, pois,
quando comparado aos seus trabalhos anteriores que, no entan-
to, o propiciaram, o livro de 1975 realiza importantes avanços te-
óricos. Abandonam-se os casos clássicos de análise da sociedade
burguesa, eurocêntricos eles todos, naturalmente; como também
os casos atípicos, o japonês e o alemão, por exemplo, de que tanto
se ocuparam alguns dos melhores sociólogos seus contemporâne-
os estadunidenses ou lá estabelecidos, como Barrington Moore Jr.
ou Reinhard Bendix, que forjaram a sociologia histórico-compara-
da. Florestan se dedicava ao “nosso” caso enquanto, argumentou,
“uma realidade histórica peculiar nas nações capitalistas depen-
dentes e subdesenvolvidas, sem recorrer-se à substancialização e à
mistificação da história” (Fernandes, 2020, p. 289).
Não há paroquialismo sociológico em A revolução burguesa no
Brasil, como se numa suposta tradição intelectual brasileira autóc-
tone ou, pior ainda, num nacionalismo ufanista – de esquerda ou
de direita – fosse possível encontrar um fio da meada para nos-
sos desacertos. Pelo contrário, a recusa aos casos estabelecidos na
sociologia na modernização ou na sua reação representada pela
sociologia histórico-comparada não é localista, mas antes cos-
mopolita. A interpretação de uma sociedade dependente exige
do sociólogo que ele saiba manusear, com maestria, as categorias
europeias até praticamente o seu esgotamento teórico e ideoló-
gico. De alguma forma, concepção política, método sociológico e
de escrita se imbricam aqui, exigindo do sociólogo e dos leitores
e leitoras que acompanhem na trama da análise, o conflito entre
não apenas o tema (tipo Brasil vs. Europa), mas entre abordagens,
entre categorias – novas, velhas, recriadas. Em suma, tratando-se
de interpretação
151
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

“de uma sociedade dependente, o sociólogo teria de usar necessa-


riamente certas categorias de pensamento que naturalmente mos-
trassem a ligação, a dependência, mas que ao mesmo tempo dessem
conta de todas as forças, digamos, progressistas, que tentavam neu-
tralizar esta dependência” (Santiago, 2018, p. 306–7).

Essa é uma das sugestões mais originais feitas por Silviano


Santiago, que se inclui entre os ótimos leitores de primeira hora
de A revolução burguesa no Brasil. Pouco lembrado pela fortuna
crítica do livro, Silviano escreveu uma das primeiras resenhas so-
bre ele, ainda em 1977, e, note-se, a pedido do próprio Florestan.
Os autores se conheceram pessoalmente nos anos 1970 em Nova
York, apresentados por Abdias do Nascimento, quando o resenhis-
ta, fazendo carreira no exterior, era então Associate Professor
no Departamento de Francês da State University of New York at
Buffalo; e o autor do livro resenhado, iniciava sua estadia como
visitante na Universidade de Toronto, no Canadá, parte de seu pé-
riplo cosmopolita no exterior impingido pela sua aposentadoria
compulsória em 1969.
Na resenha, Santiago acentua de saída o aspecto teórico origi-
nal de A revolução burguesa no Brasil para o qual estamos chaman-
do a atenção. Para ele, Florestan Fernandes deu-se conta de que
o aparato teórico do livro “não podia vir de fora sem se tomar as
devidas preocupações epistemológicas (heurísticas, como quer ele)
no processo de adaptação das categorias de análise às nossas ex-
pectativas e à nossa realidade” (Santiago, 2018, p. 306). Argumen-
ta que o sistema conceitual que Florestan arma para apreender a
realidade brasileira – que surge no século XIX em decorrência da
Independência – permite-lhe surpreender a especificidade, tanto
nos seus elementos “estruturais quanto dinâmicos”, de uma bur-
guesia nascida de uma economia capitalista, dependente e subde-
senvolvida. Daí a necessidade de rever o modelo teórico importado
para dar conta do duplo movimento que estrutura teoricamente o
livro, nomeado por Silviano pelo par de oposições dependência/

152
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

independência. Florestan Fernandes, o resenhista argumenta, vai


trabalhar com

“as categorias estruturais e semânticas de repetição e diferença. No


processo de repetição, existe por um lado uma atitude de absorção
e de cópia, e que redunda do ponto de vista semântico, em silêncio
significativo para o sociólogo. No processo de diferença, existe trans-
gressão a valores estabelecidos e imperialistas, e do ponto de vista
semântico, significação” (Santiago, 2018, p. 308).

Não vamos discutir nesta oportunidade as afinidades eletivas de


certa forma percebidas e trabalhadas por Santiago entre o livro
resenhado e seu próprio programa crítico da cultura então em
construção. Cabe assinalar que vale sim a pena levá-las a sério. A
começar pela tarefa teórica comum de rever e enfrentar modos es-
pecíficos de ler a diferença no interior de práticas discursivas, ma-
teriais e institucionais que ajudaram a modular algumas das mais
persistentes linhas de interpretação sobre o Brasil e seus dilemas.
A revolução burguesa no Brasil ultrapassa simultaneamente tanto
uma valorização afirmativa e algo ufanista da “originalidade da
diferença”, quanto uma “sociologia da falta”, voltada ao inventário
dos pressupostos históricos que emperrariam nosso desenvolvi-
mento, em chave eurocêntrica.
A revolução burguesa no Brasil – nos ensina o livro ao seu modo
– é também uma desconstrução em chave cosmopolita da própria
ideia de origem (tão assentada no paradigma da “formação”) pela
afirmação da diferença como reescritura, suplemento e repetição
deslocada no espaço e no tempo. Voltemos agora com mais vagar à
questão da “autocracia burguesa” para encerrar esses comentários
com um exemplo heurístico crucial do que estamos discutindo.

153
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

Autocracia burguesa e brasilianização do mundo

A revolução burguesa no Brasil é um livro que reúne capítulos escri-


tos em diferentes momentos e com níveis distintos de acabamento,
o que revela ao mesmo tempo um percurso amadurecido de refle-
xão e um sentido de urgência para a comunicação pública de suas
reflexões. Por exemplo, a segunda parte, que contém o quarto ca-
pítulo, é um fragmento. Porém, se o livro não deixa de apresentar
algumas diferenças entre as partes um e dois, redigidas (segundo a
“Nota explicativa”) em 1966, e a terceira parte, elaborada entre 1973
e 1974, isso não quer dizer que não haja um fio comum a percorrer
toda a obra: a questão da “autocracia burguesa” como um modo de
realização do capitalismo ao mesmo tempo específico da periferia
e heurístico para a compreensão do movimento mais geral da so-
ciedade capitalista mundial.
Como já devidamente anotado por Silviano Santiago em sua lei-
tura ao calor da primeira edição do livro, analisar a revolução bur-
guesa no Brasil implica ver as diferenças específicas no interior de
um processo global e assimétrico (portanto, colonial, neocolonial
ou imperialista) de imposição de um padrão societário-civilizacio-
nal. Não está em jogo nem a valorização dos modos centrais de re-
alização do capitalismo, nem, por outro lado, um discutível elogio
das vantagens do atraso. O cerne da preocupação de Florestan é a
estruturação das desigualdades e sua consequente naturalização
na ordem social capitalista em todas as suas latitudes. Porém, se
o capitalismo é constitutivamente desigual – e, logo, em todos os
contextos, as classes e os grupos privilegiados buscam cronica-
mente limitar os benefícios da mudança social aos seus próprios
interesses –, as formas pelas quais se organiza socialmente o con-
flito pela democratização da riqueza, do poder e do prestígio (para
usarmos uma formulação cara ao autor) se estruturam de modo
diverso no centro e na periferia.

154
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

Pelo esforço comparativo que está presente em toda a terceira


parte do livro, entendemos melhor os dinamismos específicos da
revolução burguesa possível no capitalismo dependente e perifé-
rico, em contraste com as revoluções burguesas clássicas. Nas úl-
timas, a sua realização não resulta em uma ordem integralmente
democrática, mas um tipo de experiência que faz com que a do-
minação de classe seja relativamente elástica e flexível a ponto de
absorver – em proveito próprio várias vezes – as impulsões igua-
litárias do radicalismo burguês ou do protesto operário. De certa
forma, desloca-se o eixo de gravitação da ordem política mais aci-
ma dos interesses imediatos das classes e dos estratos burgueses,
passando a incorporar interesses coletivos ou de origem extrabur-
guesa. Isso dotaria, em comparação ao caso brasileiro, de maior
amplitude, flexibilidade e elasticidade à “ordem social competiti-
va” (outra expressão cara ao autor), que cumpriria suas funções de
classificação positiva mais universalmente, uma vez que se torna-
ria possível projetar a condição burguesa a vários estratos e classes
sociais extraburguesas. As camadas intermediárias, mais vastas, e
a quase completa incorporação das classes trabalhadoras ao mer-
cado de trabalho livre dariam lastro social a esta “universalização”
do consenso burguês e de uma maior tolerância em relação aos
protestos de origem extra ou antiburguesa.
Em suma, a democratização social possível nesses contextos
seria resultado direto da legitimação pública do conflito e da aber-
tura concomitante da sociedade às diferentes camadas da socie-
dade – mas isso não quer dizer que a “autocracia burguesa” não
lhe fizesse sombra permanentemente, como sugere sua extensa
discussão sobre o chamado “capitalismo monopolista”. Seja como
for, ao estenderem para além do autoprivilegiamento imediato os
proventos e benefícios da mudança social, as classes burguesas
das nações hegemônicas conseguiriam fortalecer o consenso bur-
guês a longo prazo, não obstante as contradições intrínsecas a esse
processo.

155
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

Já as revoluções burguesas nas condições do capitalismo depen-


dente e periférico contariam com uma ordem social competitiva
muito mais rígida e inflexível, embora não menos dinâmica, isto
é, igualmente sujeita a transformações contínuas. Florestan perse-
gue, no livro, uma forma de entender teoricamente a perturbadora
coexistência de arcaísmo e modernização, reiteração e mudança,
repetição e diferença que marca tão decisivamente a sociedade
brasileira – daí sua aposta de que ela propiciaria um ângulo privile-
giado de observação da expansão do capitalismo para as margens
do sistema. O caminho encontrado por ele foi analisar a conexão
entre transformação capitalista e autocracia burguesa, já que
aqueles que podem se classificar positivamente nessa ordem social
competitiva – como empresários, classes médias ou mesmo ope-
rários, qualificados ou não – não seriam a maioria da população.
Além disso, os que poderiam efetivamente competir pelas posições
sociais estratégicas se limitam ao pequeno círculo burguês, seja na
iniciativa privada ou no Estado (o que ele denomina de burguesia
burocrática, isto é, os altos funcionários recrutados das camadas
médias). Nesse quadro, até o radicalismo burguês passa a contar
como ameaça real ou potencial ao autoprivilegiamento das classes
proprietárias, pois mesmo as transformações estruturais que se
mostraram compatíveis com as ideologias e utopias burguesas em
outros contextos – reforma agrária, universalização das garantias
jurídicas e sociais etc. – trariam ameaças (reais ou imaginárias) à
ordem de desigualdades abissais e persistentes em que se estrutu-
ra a sociedade brasileira.
Esta faixa estreita de abertura da ordem social competitiva, que
permite ao mesmo tempo mobilidade social para indivíduos e al-
guns grupos específicos e reiteração estrutural de vários regimes
de exclusão, também está associada aos tipos de conexão do capita-
lismo dependente com os dinamismos globais do capitalismo. Du-
rante a fase do capitalismo competitivo no Brasil, o eixo dinâmico
de sua evolução se associava aos processos de comercialização da
produção agrícola, fortemente assentada em estruturas de origem
156
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

colonial ou semicolonial. Mesmo o “oeste paulista” teria apenas


“depurado” as estruturas coloniais em sentido mais consistente-
mente burguês e capitalista, isto é, sem renunciar à concentração
fundiária e apenas em último caso convertendo-se ao emprego da
mão-de-obra livre. Ou seja: o próprio processo de expansão interna
do capitalismo não se fazia contra, mas a partir do legado social
colonial, com seus efeitos terríveis de desenvolvimento desigual
interno e articulação dependente com as burguesias centrais (o
que ele chama de “dupla articulação”). Na etapa mais avançada, de
capitalismo monopolista urbano-industrial, a dupla articulação se
aprofundaria, pois se agravaria o desenvolvimento desigual inter-
no, com vastas parcelas da população e do território submetidas a
formas pré ou extra capitalistas de trabalho ao lado de novos se-
tores privilegiados, de primeira ou de segunda ordem em função
da expansão de camadas médias, médias baixas e do aumento da
proletarização. Nesse processo, a dominação das burguesias cen-
trais se internalizaria mais efetivamente, sendo elas que, ao fim e
ao cabo, financiam e possibilitam diretamente o surto de moderni-
zação acelerada e o crescimento urbano industrial.
Neste sentido, a tese da dupla articulação é central para o ra-
ciocínio de A revolução burguesa no Brasil, pois coloca em evidência
a revolução burguesa que nos coube experimentar. Qual afinal o
sentido da atuação das camadas burguesas no processo de incor-
poração da sociedade brasileira ao capitalismo? Trata-se, diz-nos
Florestan, de uma espécie de capitalismo difícil, pois a nossa “bur-
guesia” não possui autonomia – afinal, sem a sua associação como
sócia menor das burguesias centrais, as camadas burguesas na
periferia não seriam capazes de acelerar a acumulação capitalis-
ta. Porém, sua condição heterônoma (outra expressão do agrado
do autor) não é antitética a uma margem de manobra imensa no
plano interno, o que se associa a uma crônica irresponsabilidade
coletiva dos “de cima”. Na primeira parte do livro, em uma de suas
teorizações mais densas, ele mostra como as nossas camadas bur-
guesas teriam passado por uma espécie de “aprendizagem”, que foi
157
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

retirando das ideologias e utopias burguesas qualquer acento de


radicalismo até chegar à clareza máxima com que ela aceitou o seu
autoprivilegiamento ostensivo.
Nesse terreno estreito de uma ordem social competitiva que não
gravita em torno da democratização da sociedade, mas do auto-
privilegiamento burguês, o Estado autocrático daí resultante teria
uma dupla face de Jano: uma voltada para o passado – a reiteração
da tradição brasileira de “mandonismo” e democracia restrita – e
outra para o futuro, que deseja modernizar o poder instituciona-
lizado através da “normalização” da autocracia burguesa em ter-
mos jurídicos e democrático-representativos. Era nesse registro
que Florestan começava a desconfiar do caráter efetivamente de-
mocratizante – nos termos das formas de organização e distribui-
ção social do poder, e não apenas nos modelos institucionais de
exercício do poder político, como ressaltamos antes – do processo
de abertura política que se anunciava no horizonte. Quem leu os
trabalhos de Florestan publicados depois de A revolução burguesa
no Brasil verá com muita clareza que, para ele, a transição para o
regime democrático não implicou uma ruptura estrutural com a
autocracia burguesa e sua ordem de privilégios.

Vinhos novos em odres velhos?

Começamos esse texto localizando o caráter cosmopolita do livro,


mostrando ainda como ele amadureceu bem no atual contexto de
desdemocratização social e política não só na periferia, mas no
próprio centro dinâmico do capitalismo. Lembremos que Ulrich
Beck (2018 [1997]), ainda na virada do milênio, já discutia pioneira-
mente uma espécie de “brasilianização” do mundo (expressão sua),
posto que o agravamento das desigualdades estruturais redesenha-
ria também as sociedades afluentes e “desenvolvidas” do Atlântico
Norte. Seria a autocracia burguesa, discutida por Florestan explo-
rando o caso brasileiro como heurístico, uma propriedade agora
158
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

universal do capitalismo contemporâneo? Diluiríamos finalmente


nossas diferenças em relação às sociedades de capitalismo central,
não pela “redenção” da sociedade brasileira, mas graças a uma re-
gressão aparentemente inédita no plano dos direitos e das garan-
tias sociais mínimas em todas as latitudes?
Voltando à provocação de Silviano Santiago ao resenhar o livro,
parece certo que Florestan não deixaria de perseguir, neste contex-
to de explicitação do caráter autocrático da dominação burguesa
em várias partes do mundo, as diferenças de seu desdobramento
no Brasil e na periferia do capitalismo. Até porque, uma vez que
o capitalismo é um padrão civilizatório que se realiza diferencial-
mente nos seus vários contextos temporais e espaciais, observá-lo
desde as margens implica perceber com mais clareza os fenôme-
nos que desafiam a imaginação sociológica no presente. O Brasil
dos dias que correm não deixa de apresentar simultaneamente an-
tigos e novos aspectos desse capitalismo que (finalmente) parece
dizer a que veio.
Naturalmente, estamos cientes de que não bastam inventivida-
de, dedicação contínua e rigor científico para definir a recepção
do trabalho sociológico acadêmico. Muitos outros fatores sociais
e históricos entram aí, constrangendo voluntarismos que, de todo
modo, se repetem a cada geração intelectual entre nós. Também
nessa esfera da vida social e na do conhecimento, em geral, prevale-
cem hierarquias e relações desiguais do ponto de vista geopolítico.
Um bom exemplo continua sendo o do próprio Florestan Fer-
nandes e de seu pioneirismo na definição de uma tríade de autores
clássicos para a sociologia (Marx, Durkheim, Weber). Em Funda-
mentos empíricos da explicação sociológica, publicado em 1959, Flo-
restan já refutava a exclusão de Karl Marx desse lugar, proposta
pelo mais influente sociólogo da segunda metade do século XX, o
norte-americano Talcott Parsons que, em A estrutura da ação social,
publicado em 1937, considerou que apenas a geração de 1890-1920
teria rompido com as formas mais especulativas de interpretação
social. Publicada em português e, portanto, pouco lida pelo mundo
159
André Botelho & Antonio Brasil Jr.

sociológico, a crítica de Florestan, como era de se esperar, teve


pouca repercussão internacional. Então, duas décadas depois, o
sociólogo britânico Anthony Giddens pôde arrogar para si aquele
pioneirismo, sem grandes contestações.
A chamada mundialização da cultura não parece estar, de fato,
gerando exatamente relações multicêntricas ou mais equitativas,
apesar da intensificação de trocas de todos os tipos garantidas
inclusive pelo desenvolvimento tecnológico. O que cabe então à
sociologia produzida na periferia? Ora, a nosso ver, considerar
o cosmopolitismo de A revolução burguesa no Brasil, e da cultura
brasileira, não implica necessariamente o gesto algo bovarista as-
sociado à valorização daquilo que se costumava chamar de “vanta-
gens do atraso”, de um lado; mas, tampouco, sua contraparte, como
se praticar a sociologia na periferia constituísse necessariamente
mera “comédia ideológica”. Entre um e outro, há espaço para um
campo problemático histórica e teoricamente densos, cuja primei-
ra tarefa é justamente, como também nos ensina Florestan, rever
esses modos hegemônicos de ler a diferença na e a partir da socie-
dade brasileira.
Cosmopolitismo sociológico, talvez, seja, então, antes de tudo,
um tipo de relação descentrada de convivência com o universal a
partir da diferença local – que no caso da sociologia e, especial-
mente, na de Florestan, nunca é demais acentuar, sempre impli-
ca a consideração das desigualdades –, que envolve movimentos e
aberturas em várias direções. No lugar da reificação da decantada
“sociologia da falta”, a pergunta consequente pela “diferença como
repetição”. A revolução burguesa no Brasil volta a ser, assim, um
bom ponto de partida para velhos e novos embates. Alguns deles
urgentes.

160
Florestan Fernandes: o cosmopolitismo sociológico

Referências

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Fernandes, Florestan (2020). A revolução burguesa: ensaio de in-


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André Botelho & Antonio Brasil Jr.

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Cultrix.

162
Sociologia Geral na América Latina
Colonialidade e práticas anticoloniais1

Paulo Henrique Martins

Introdução: o ineditismo de uma Sociologia Geral


na América Latina e Caribe

Aspectos gerais da Sociologia Geral regional

Consideramos o ineditismo histórico de uma Sociologia Geral ins-


pirada no latino-americanismo para se entender as particularida-
des das novas configurações discursivas dos estudos sociológicos
nas modernidades periféricas, no contexto do que Gianni Vattimo
(1996) denomina de “o fim da modernidade”. Na medida em que a
modernidade deixa de ser percebida como um processo histórico
integrado, mas diferenciado, houve incentivo visível da técnica na
diferenciação das disciplinas científicas com impactos importan-
tes no campo das ciências sociais e da sociologia. A especialização
técnica e disciplinar vem refletindo sobre o caráter normativo da

1
Este texto constitui uma versão atualizada do artigo Sociologia na América Latina:
giros epistemológicos e epistêmicos, publicado na Revista Sociedade e Estado, UnB, 34(3),
Setembro/Dezembro 2019, pp. 689-718.

163
Paulo Henrique Martins

disciplina na medida em que a sociedade como objeto sociológico


não é mais apreendida como experiência metodológica unificada,
mas, ao contrário, como diversos campos de intervenções separa-
das e muitas vezes sem conexões entre si.
Antes, como vemos nas obras dos clássicos, e em parte por
causa da dominação da ideologia do universalismo europeu (Wal-
lerstein, 2007), a sociologia (europeia) era geral por se apresentar
como uma crítica moral abrangente do desenvolvimento do capi-
talismo como sistema econômico integrado. A colonialidade foi
um fator técnico que ajudava na delimitação do campo da sociolo-
gia global presente no norte global e tida como universal, por um
lado, e aqueles campos das sociologias nacionais, no sul global,
tidos como particulares, no outro lado, na organização da divisão
internacional do trabalho sociológico que se referenciava no capi-
talismo industrial.
Com o fim da modernidade, sobretudo a partir dos anos noven-
ta do século passado, novas ondas tecnológicas avançaram com os
movimentos de especialização disciplinar de base utilitária e rom-
peram os fundamentos normativos da sociologia geral eurocêntri-
ca até então prevalecente, para espalhar novo tipo de colonialidade
transterritorial de base digital. O fato é que os tempos pós-moder-
nos representam um impacto relevante nos modos de se conceber
os usos, sentidos e finalidades dos estudos sociológicos. Isto gera
um choque de orientações entre, por um lado, uma perspectiva
científica produtivista emergente que valoriza excessivamente a
técnica e a divisão funcional de tarefas na organização dos objetos
de pesquisas e, por outro lado, a urgência de uma perspectiva sis-
têmica e complexa como sugerida por Edgard Morin (1990), uma
perspectiva que resgate o sentido geral e normativo da sociologia
para lidar com as incertezas e novos desafios ecossociais, psicoló-
gicos, econômicos e existenciais da vida social no século XXI2.

2
Não é por acaso que os livros sobre O Método escritos por Edgar Morin foram escritos
justamente nos anos oitenta do século XX, época de grandes mudanças ontológicas e

164
Sociologia Geral na América Latina

Este novo contexto de ordens e desordens institucionais que se


expande desde as últimas décadas do século XX, exige da sociolo-
gia – como campo de estudo privilegiado do que chamamos de so-
ciedade – que adote novas perspectivas analíticas, ao mesmo tempo
nacionais e transnacionais, que respondam ao pluralismo de con-
textos culturais e aos novos espaços de sociabilidades criados com
as novas tecnologias digitais. A complexidade da vida contemporâ-
nea exige uma necessária revisão epistemológica e metodológica
que reorganize o objeto sociedade e a relação entre sociedade e na-
tureza. Agora, quando os estudos sociológicos conhecem, em geral,
divisões funcionais que comprometem o entendimento normativo
e sistêmico da realidade social, é importante retomar a perspec-
tiva de uma sociologia sistêmica transversal, permitindo cruzar
saberes diversos em benefício de um pensamento complexo. Pois
há uma série de saberes que por suas naturezas normativas não
se enquadram mecanicamente em divisões disciplinares, exigindo
recortes transversais que facilitem a superação das representações
dicotômicas entre sociedade e natureza para descrever a realidade
como processos complexos e interativos. No momento em que se
busca rever o tema da modernização nos sistemas periféricos no
contexto da sociedade global, é importante se revalorizar uma So-
ciologia Geral, pós-moderna e pós-colonial, comprometida com o
pluralismo epistemológico e com o diálogo interdisciplinar, valo-
rizando novos temas emergentes como aqueles dos estudos femi-
nistas, ecológicos e sobre cuidados 3.

teóricas nas ciências sociais. O Método busca articular a sociologia com a cibernética,
a antropologia e outras disciplinas num campo transversal e interdisciplinar para dar
conta das grandes mutações do campo científico sob impacto das incertezas geradas
pelo fim da modernidade.
3
Guardando as proporções, podemos dizer que do ponto de vista disciplinar esta
Sociologia Geral continental constitui uma atualização – no lado da fronteira do ca-
pitalismo colonial –, da tese de uma Sociologia Geral voltada para estudar a totali-
dade social, que lembra aquela proposta pela escola francesa de sociologia. Ou seja,
a noção de “fato social” de Emile Durkheim (1972), amplificada por aquela de “fato
social total” de Marcel Mauss (2003) e que foi atualizada pelo M.A.U.S.S. (Movimento
AntiUtilitarista nas Ciências Sociais) a partir da década de oitenta do século XX

165
Paulo Henrique Martins

Do ponto de vista histórico, vale lembrar que esta Sociologia


Geral pós-moderna que surge nestas antigas áreas de colonização
diverge estruturalmente da ideologia do “universalismo europeu”
que legitimava a antiga Sociologia Geral moderna, que era tudo
menos universal, como lembra Immanuel Wallerstein (2007). A
crítica teórica pós-colonial vem revelando o caráter provinciano
deste universalismo ideológico, pensado a partir da experiência
dos europeus (Costa, 2006; Wallerstein, 2007; Connell, 2007; Mar-
tins, 2022a). Mas os impactos desta ideologia universalista sobre o
desenvolvimento das sociologias produzidas nos sistemas periféri-
cos devem ser assinalados. O pensamento social latino-americano
é um exemplo desta situação. Neste caso, o eurocentrismo, que é
objeto de profunda revisão por parte da crítica pós e decolonial
(Quijano, 2003; Mignolo, 2005; Grosfoguel, 2008; Cairo e Grosfo-
guel, 2010; Domingues, 2011; Martins, 2012; Ballestrin, 2017), con-
tribui tanto para reforçar a colonialidade do saber (Lander, 2003;
Quijano, 2003; Maldonado-Torres, 2007; Walsh, 2013) como geran-
do as condições históricas para as reações anticoloniais, que esta-
mos tratando no presente texto.
O fato curioso na América Latina e Caribe é que, nesta região,
constituiu-se uma Sociologia Geral fundada não na ideologia do
universalismo, mas na necessidade de articular experiências de
reconhecimento do mundo pós-colonial numa área de influência
ibérica e de formação dos estados nacionais e do republicanismo
histórico. Ou seja, os saberes colonizadores não foram capazes
de impedir a formação de uma Sociologia Geral continental nes-
ta parte do sul global, fundada numa reação intelectual intraco-
lonial e anticolonial, envolvendo diversos intelectuais do sistema
periférico. Temos aqui o exemplo de uma Sociologia Geral que se
funda nos esforços de entendimento dos desafios de organização

(Caillé, 2000 e 2014; Martins 2008), constitui referência imprescindível para se pensar
a validade normativa de uma Sociologia Geral para os dias atuais; e para explicar a
complexidade sociológica das áreas de fronteiras do capitalismo colonial.

166
Sociologia Geral na América Latina

de modelos políticos republicanos erigidos no contexto da colonia-


lidade ibérica. Por isso, essa Sociologia Geral tem na sua estrutura
uma potência descolonizadora na medida em que tende a favore-
cer temas importantes da realidade de fronteiras como os temas
étnicos, raciais, nacionais e de gênero. Ou seja, a fronteira geopolí-
tica da colonialidade caribenha e latino-americana impôs um con-
dicionante territorial transnacional e transtemático que influiu
diretamente sobre as representações sociológicas continentais do
latino-americanismo.
Se a Sociologia Geral que surge nesta fronteira territorial da
colonização ibérica se inspira teoricamente no eurocentrismo,
sua organização territorial, disciplinar e temática se abre para
algo diferente do universalismo ideológico europeu4. Ela se funda
em regionalismos transterritoriais e transnacionais gerados nos
desafios geográficos, históricos, antropológicos, etnológicos, eco-
nômicos e sociológicos definidos pelas agendas das fronteiras da
colonialidade. Vemos este movimento intelectual diversificado
nas obras de autores clássicos como Enrique Molina, José Carlos
Mariátegui, Victor Raúl Haya de la Torre, José Miguel Arguedas,
Ramiro Guerra, José Medina Echavarría, Gilberto Freyre, Florestan
Fernandes, Gino Germani, entre vários outros autores que marcam
o que José Vicente Tavares dos Santos (2005) designa como sendo
a base da organização da “Sociologia da Cátedra” na região. Ao se
apreciarem esses autores, podemos perceber que eles tendem a
aproximar suas interpretações culturais a partir de temas impor-
tantes historicamente na região, como aqueles do escravismo, do

4
A invenção do pensamento eurocêntrico foi possível pela projeção no espelho da
cultura colonial da figura de um “outro” visto como inferior em vários níveis, da ra-
cionalidade, da racialidade, da religiosidade e dos costumes (Dussel, 1993). Devemos
desde logo lembrar com François Julien que a pretensão da universalidade do conhe-
cimento que inspira a tradição eurocêntrica nos campos da filosofia e da ciência não
é ideologicamente neutra. Ela está ligada ao universo religioso o que se comprova pelo
fato que a palavra “católico” é uma herança grega que significa universal (Julien, 2009,
p. 7). Esta herança foi atualizada no processo de ocidentalização do mundo servindo
para justificar a expansão moral do imperialismo como projeto patriarcal e racista.

167
Paulo Henrique Martins

nacionalismo, do republicanismo, da mestiçagem, do oligarquis-


mo, da dependência e da modernização, entre outros.

Os giros epistêmicos e epistemológicos

Neste processo de organização de uma Sociologia Geral continen-


tal é relevante assinalar dois giros – um epistemológico e outro
epistêmico –, pois eles marcam o ineditismo do pensamento socio-
lógico na América Latina. O giro epistemológico se relaciona ao
modo como foi institucionalizado historicamente, no contexto da
colonização ocidental, o pensamento social latino-americano e ca-
ribenho nas interfaces de diferentes disciplinas como a sociologia,
a antropologia, a geografia, a economia, a história e a literatura. A
interação interdisciplinar ocorreu com o movimento paralelo de
integração de diversas correntes de pensamento, como o marxis-
mo, o weberianismo, o keynesianismo, o positivismo, entre outros.
O giro epistêmico, por seu lado, tem a ver com as rupturas para-
digmáticas dos conceitos de América Latina e Caribe a partir da
produção – quase sempre descontínua – de diferentes dispositivos
produtores de narrativas colonizadoras e anticoloniais e que inter-
feriram nas institucionalidades da ciência, da história e da política
no processo de formação dos estados nacionais. Essas rupturas se
referem aos deslocamentos simbólicos conhecidos pelas represen-
tações de América Latina e de Caribe no contexto de mudanças do
capitalismo colonial. Então a tensão entre o mimetismo colonial,
por um lado, e os esforços de organização de um pensamento dis-
ciplinar, republicanista e autônomo das ciências sociais e da socio-
logia, por outro lado, promoveu processos criativos importantes
nas fronteiras do capitalismo ocidental. Tais tensões tiveram im-
pactos relevantes sobre a institucionalidade da prática acadêmi-
ca e sobre a emergência criativa de uma crítica pós-colonial que
surge nos interstícios do eurocentrismo, visando liberar práticas
anticoloniais.
168
Sociologia Geral na América Latina

Seguindo a perspectiva pós-estruturalista de Michel Foucault


(1981, 2001), diríamos que as diversas leituras da América Lati-
na emergiram a partir de redes discursivas originais envolvendo
agentes colonizadores e colonizados. Tais redes funcionam como
dispositivos de articulação de saberes diversos (coloniais e antico-
loniais), organizando, por dentro e por fora, os múltiplos olhares
disponíveis sobre a colonialidade. Podemos dizer, pensando na
ontologia do eurocentrismo, que a crítica anticolonial na América
Latina conheceu a emergência de um discurso colonial que lem-
bra aquele do “orientalismo” observado por Edward Said (1996). No
caso latino-americano e caribenho podemos sugerir a emergência
de um discurso sobre o latino-americano-centrismo que revela o
imaginário colonialista ibérico na região, marcado pelos cultos ao
paradisíaco, ao indianismo, ao oligarquismo, ao autoritarismo e
ao racismo.
Vemos o latino-americano-centrismo como um dispositivo de
organização colonial de identidades periféricas que gerou repre-
sentações estéticas que não se reduzem às descrições ditas científi-
cas e incluem aquelas artísticas e literárias. Esse programa estético
se desdobra entre uma perspectiva mimética e afetiva do colonial
e outra, rebelde e anticolonial. A configuração da América Latina
como um conceito ao mesmo tempo colonialista e anticolonialista
de uso teórico e prático, moral e estético, ocorreu a partir de alguns
pontos: o caráter particular da civilização ibérica, o escravismo e o
oligarquismo colonial, por um lado, as reações nativistas e nacio-
nalistas, as lutas pela organização do poder territorial, por outro.
Esta Sociologia Geral regional envolve vários campos intelectuais
nacionais no interior do que designamos de América Latina e Cari-
be, atravessando as fronteiras nacionais em favor de um imaginá-
rio continental que parece territorialmente uniforme para quem
olha de fora, mas que é relativamente heterogêneo para quem ob-
serva de dentro.
Devemos lembrar que o desenvolvimento de uma Sociologia Ge-
ral regional com esta característica globalizante, interdisciplinar e
169
Paulo Henrique Martins

transhistórica (não universalista) responde à diversidade dos mo-


dos de colonização e de reações anticoloniais verificadas ao longo
dos séculos de implantação dos Estados nacionais republicanos na
região. Por outro lado, neste contexto em que a sociologia conhece
em vários lugares excessiva especialização disciplinar com perda
da ideia de totalidade social, a sobrevivência de uma complexa
Sociologia Geral como essa, voltada para articular os fenômenos
individuais no coletivo e os particulares no geral, revela grande re-
levância para se reconstituírem as bases de um pensamento crítico
pós-colonial. Isto é, de uma crítica que dê conta da complexidade
sistêmica dos fluxos de informações que circulam do global ao lo-
cal e vice-versa neste século XXI. A nova colonialidade, sobretudo
aquela utilitarista de base digital, que busca radicalizar as configu-
rações do consumo de massa, exige uma crítica complexa ao novo
fenômeno social. Uma crítica que permita entender e explicar os
novos modos de organização das subjetividades e das instituições,
e, no lado oposto, subsidiar as formas de resistências e de rebeldia
contra a máquina do utilitarismo pragmático que vem depredan-
do as bases do humanismo, como vemos atualmente.
No caso latino-americano e caribenho, essa Sociologia Geral
que nasce da importância de articular o pluralismo teórico e a
diversidade territorial reflete as particularidades históricas regio-
nais no contexto da colonização europeia. Ela ajuda a organizar
os saberes acadêmicos e comuns nas fronteiras do capitalismo,
esclarecendo os modos de descrição e de normatização das reali-
dades humanas e geográficas locais, regionais e continentais. Ou
seja, o entendimento da sociologia como um conjunto amplo e
diversificado de saberes sensíveis às variações contextuais (o que
a distancia de uma abordagem positivista e universalista, logo
transcendentalista) é relevante para definir a sociologia regional
como uma instituição de saber geral e transnacional que se forma
como subsistema dentro do sistema-mundo. Sobre isto é oportu-
no lembrar Danilo Martuccelli (2006, p. 432-433) quando exalta a
importância de se repensar o objeto sociedade de modo diferente, a
170
Sociologia Geral na América Latina

partir do momento em que não se podem limitar os estudos socio-


lógicos ao antigo enquadramento institucional dos Estados nacio-
nais. Para ele, a validade analítica da ideia de sociedade se desloca
com a sociedade mundial, devendo ser considerada a perspectiva
do “inter mundo”, de suas texturas e coerções, para explicar a nova
dinâmica da ação social. Isto amplia obviamente a ideia da socieda-
de como “fato social total” e permite preservar um entendimento
amplo da crítica ao capitalismo, sem se perder nas fragmentações
disciplinares que vêm contaminando o desenvolvimento da disci-
plina nas últimas décadas.
A dinâmica do “inter mundo” ou do transnacional que abre
o campo intelectual para uma Sociologia Geral está presente no
continente latino-americano e caribenho desde o século XIX5.
Como explicar essa novidade de uma sociologia transnacional na
América Latina desde essa época? Entendo que há dois fatores ex-
plicativos. Um tem relação com o fato de haver tradicionalmente
um sentimento anticolonial relevante compartilhado pelos países
de colonização ibérica; o outro, remete ao fato que grande parte
dos países da região conheceram seus processos de independência
ainda no século XIX, ao contrário dos movimentos das indepen-
dências recentes de ex-colônias na África e na Ásia. Esse fenômeno
político deslocou parte do sentimento anticolonial para os esforços
de mapear o movimento de constituição do estado nacional e do
modelo político republicano, exigindo dos intelectuais comprome-
timentos diretos na organização dos dispositivos de formação da
segurança territorial, da nação, da burocracia, do regime político
e das políticas públicas. Ou seja, a convergência do sentimento an-
ticolonial com as tarefas de aparelhamento dos estados nacionais

5
Este é um fato muito importante considerando que o desenvolvimento da socio-
logia como disciplina científica na região, no século XX, oscilou entre a perspectiva
de uma sociologia universal e eurocêntrica que não considerava as particularidades
sociais e históricas na construção conceitual, por um lado, e as reações nacionalistas
e anticoloniais que focalizavam a perspectiva de campos sociológicos adequados para
explicar as particularidades de constituição das sociedades nacionais na região, por
outro lado.

171
Paulo Henrique Martins

implicou esforços paralelos de organização da soberania nacional


em contextos de pressões importantes dos países imperialistas,
impactando no campo sociológico em expansão.

América Latina y Caribe como fato sociológico total

América Latina y Caribe como um “fato social total” inspirador de


uma Sociologia Geral transnacional nas fronteiras da colonialida-
de é um programa epistemológico que está presente durante todo
o processo de estruturação do pensamento latino-americano no
contexto das lutas independentistas e das práticas anticoloniais
desde o século XIX. O fenômeno é revelado, cedo, em obras que
são marcos de referências na formação de uma sociologia conti-
nental como Nuestra América de José Martí (2005), publicada em
Cuba em 1889; A América Latina, males de origem de Manoel Bonfim
(2008), publicado em 1906 (Freitas, 2019) e, de Manuel Ugarte, El
porvenir de la América Latina, de 1911.
Estes estudos ganharam profundidade técnica e profissional na
formação do campo da sociologia nos momentos de aceleração do
processo de urbanização e industrialização periférica como reve-
lado por autores como Gilberto Freyre (1942), Alfredo Poviña, (1941
e 1942), Trujillo (1941), Oscar Alvares (1942), Guerreiro Ramos (1956),
Guerreiro Ramos e Evaldo Garcia (1949), entre outros. Este senti-
mento de América Latina como um corpo histórico transnacional
compartilhado por intelectuais de diversas sociedades nacionais é
a base desta Sociologia Geral que serviu para inspirar diversas teo-
rias pós-coloniais na região como aquelas da modernização cepali-
na, das teorias da dependência, da teoria do colonialismo interno,
da teologia da liberação, entre outros.
José Vicente Tavares dos Santos (2005) propôs uma tipologia
para explicar o desenvolvimento de tal sociologia constando de
três momentos: a “sociologia da cátedra” (1890-1950), o período
da “sociologia científica” e a configuração da “sociologia crítica”
172
Sociologia Geral na América Latina

(1950-1973) e a diversificação da sociologia (1973-1983). A partir de


uma leitura pós-colonial sugerimos, igualmente, uma classifica-
ção do desenvolvimento desta sociologia a partir de três pontos:
o movimento post-independentista, o post-colonialismo crítico e
a recolonialidade e a descolonialidade (Martins, 2012), que são a
base para a leitura de aprofundamento que fazemos no presente
artigo.
Vamos focar nestes deslocamentos de sentidos que contribuem
para o desenvolvimento da Sociologia Geral a partir de três pa-
drões de significação da América Latina que chamamos: a) Socio-
logia SOBRE a América Latina, b) Sociologia DA América Latina
e c) Sociologia NA América Latina. O nosso interesse aqui não é
de organizar a periodização do campo (Tavares dos Santos, 2005;
Martins, 2012), mas explicitar os deslocamentos de percepções
espaciais e temporais do campo intelectual latino-americanista,
isto é, analisar as variações de percepções dos intelectuais sobre a
realidade regional transnacional a partir das mutações resultan-
tes nas tensões sistêmicas e antisistêmicas entre colonialidade e
anticolonialidade. Tal proposta responde à urgência de fazerem
avançar nossas reflexões em dois níveis: a) no questionamento do
historicismo desenvolvimentista na região, que foi marcado pela
ideologia do progresso entre o pós-segunda guerra e os anos oiten-
ta; e b) aprofundar o entendimento da América Latina como um
conjunto de narrativas plurais e pós-coloniais que disputam a he-
gemonia do campo do saber com o neoliberalismo nas fronteiras
do capitalismo colonial.
Os três enfoques citados revelam os modos de descrição dos
processos de formação das sociedades nacionais, tendo como pano
de fundo os sentimentos anticoloniais que marcam as lutas inde-
pendentistas na região, desde o século XIX. De início, vale salientar
haver uma polarização metodológica entre o pensar uma sociolo-
gia SOBRE a América Latina que representa o objeto a partir de
fora, e o pensar uma sociologia DA América Latina, que representa
o objeto a partir de dentro. Ambos os enfoques são limitados, como
173
Paulo Henrique Martins

demonstraremos adiante, por valorizar representações conceitu-


ais fixas da região, negligenciando a dinâmica processual que arti-
cula teoria e prática, observador e observado, o dentro e o fora na
construção histórica de uma sociologia NA América Latina, como
veremos adiante. Precisamos explorar estas nuances de modo a
encontrar o melhor lugar de elocução de um pensamento socioló-
gico transnacional na América Latina que se libere do nacionalis-
mo metodológico tradicional para encontrar o registro próprio da
teoria crítica entre o nacional, o global e o local no atual contexto
da sociedade mundial.

Uma sociologia geral SOBRE a América Latina

Uma sociologia geral SOBRE a América Latina sugere a presen-


ça de um observador externo que aplica um marco interpretati-
vo geral a uma realidade sócio-histórica específica, no caso a da
América Latina, dispensando o interesse das experiências históri-
cas e culturais internas na produção de regimes de verdade sobre
esta mesma realidade. A pretensão de se conhecerem realidades
sócio-históricas particulares não europeias a partir de uma ma-
triz equivocadamente tida como universalista, o racionalismo
europeu (Wallerstein, 2007), revela as estratégias de imposição de
“verdades” imperiais sobre as áreas colonizadas. No caso em ques-
tão podemos identificar a ambição de uma sociologia SOBRE a
América Latina como sendo produto do eurocentrismo, expressão
ideológica que sugere a superioridade do imperialismo ocidental
e do modelo organizacional do capitalismo de mercado com rela-
ção a outros modelos culturais não europeus (Lander, 2003, p. 22;
Ballestrin, 2017).
A representação do não-europeu como um “outro” inferior é
eticamente e etnicamente problemática. Mas ela foi estratégica
para gerar um modelo de dominação construído na ambiguidade
moral do colonizado com relação ao colonizador, pois, muitas ve-
zes, ao mesmo tempo em que detestava o colonizador, o colonizado
174
Sociologia Geral na América Latina

permanecia apaixonado por sua figura, nos esclarece Albert Mem-


mi (2007, p. 14). Orientalismo, africanismo e latino-americanismo
fazem parte destes “outros” projetados nas fronteiras da ociden-
talização, isto é, eles são dispositivos de poder construídos para
controle das populações, sobretudo estrangeiras, na expansão do
imperialismo ocidental revelando as facetas cruéis do racismo co-
lonizador. Guardando as proporções históricas, observa-se que a
organização de um pensamento ocidentalista SOBRE a América
Latina, o latino-americanismo, seguiu a lógica do orientalismo, o
qual, segundo Said (1996), foi uma invenção gerada pela expansão
colonial europeia visando caracterizar o Oriente como exótico e
inferior. A mesma narrativa de produção de um diferente exótico
mas inferior ocorreu no caso da América Latina com os movimen-
tos culturais românticos que proclamavam o valor de uma mesti-
çagem envolvendo homens brancos com mulheres negras e índias
para justificar a superioridade racial do indivíduo branco do sexo
masculino6 na organização das identidades nacionais.
O latino-americanismo, que é fundamento ontológico da Socio-
logia Geral SOBRE a América Latina, reflete a construção discursiva
do pensamento colonizador que se coloca de modo superior sobre
a cultura do colonizado. O indianismo romântico no Brasil é um
exemplo interessante por ressaltar um primitivismo sensual e exó-
tico da mulher indígena, que se coloca como objeto de desejo ino-
cente para o colonizador branco. Neste sentido, o reconhecimento

6
O romance Iracema de José de Alencar de 1865, que exalta a sensualidade da jovem
indígena virgem da etnia Tabajara, Iracema, no seu encontro lúdico com o português
Martim, é exemplar deste imaginário colonial ibérico. Ele propõe uma narrativa
nacionalista fundada num projeto de hibridismo racial que veria a hegemonia do
branco como resultado de um encontro sensual e lúdico entre raças com a superio-
ridade do branco (Alencar, 2012). Vemos aqui uma espécie de narrativa nacionalista
regionalista que busca justificar a fundação simbólica do Brasil pela mestiçagem com
os povos originários. Este tipo de narrativa vai ganhar forma mais acabada na obra
de Gilberto Freyre (2006) em Casa Grande & Senzala publicado em 1933, ao tratar da
relação entre portugueses e povos de matrizes africanas. No primeiro caso temos a
mestiçagem racial entre homem português e mulher índia; no segundo caso, entre
homem português e mulher negra.

175
Paulo Henrique Martins

das diferenças ontológicas entre sociologias centrais e sociologias


periféricas faz sentido para se entender como as fronteiras da co-
lonização permitem visualizar uma multiplicidade de ontologias
produzidas entre os antigos dispositivos tradicionais ligados a me-
mórias de resistências, por um lado, e novos dispositivos produzi-
dos pela colonialidade, que visam apagar as memórias para liberar
a exploração e o consumismo improdutivo, por outro. Reconhecer
a experiência intelectual da periferia convida a se entender mais
claramente os desafios de saberes produzidos nas fronteiras entre
o capitalismo e a colonialidade e que revelam hibridismos cultu-
rais inéditos (Bhabha, 2003, p. 21; Hall, 1998; Canclini, 1990).
A divulgação do pensamento colonizador europeu, e do norte-
-americano, na América Latina nos séculos XIX e XX contribuiu
para moldar uma visão etapista da história ocidental, ou seja, uma
modernização por etapas de progresso econômico, inspirada no
industrialismo dos países centrais, que foi amplamente divulga-
da nas universidades nos Estados Unidos. Esta visão reforçou a
ideologia colonizadora, sendo bem evidente na proposta de Walt
Whitman Rostow (1960) sobre a modernização das economias pe-
riféricas. Tal modernização obedeceria a uma lógica evolucionista
do simples para o complexo e que a experiência de modernização
econômica dos países centrais seria o modelo possível para o fu-
turo das sociedades periféricas. Ou seja, o capitalismo ocidental e
colonial deveria ser o modelo de progresso econômico, social e po-
lítico a ser adotado obrigatoriamente nas regiões periféricas (Dus-
sel, 1993, p. 24), organizando a dependência funcional entre centro
e periferia (Gunder Frank, 1967; Marini, 1973). A transformação da
experiência de modernização do capitalismo europeu em verdade
universal contribuiu para camuflar o caráter provinciano deste ca-
pitalismo que se inspirou na crença de uma ideologia evolucionis-
ta centrada na emancipação da Europa (Costa, 2006)7.

7
Segundo Hegel (1995), o autodesenvolvimento do espírito europeu seria o mo-
delo mais bem-sucedido do desenvolvimento humano. No quadro normativo do

176
Sociologia Geral na América Latina

A crítica da colonialidade vem permitindo revisar a relação


problemática entre a narrativa colonial que confronta culturas in-
feriores (não europeias) e um pensamento social mimético (que re-
produz o imaginário colonial). Tal revisão está contribuindo para
desfazer o mito do universalismo científico que explica a propos-
ta da Sociologia Geral SOBRE a América Latina. Esse tema é bem
colocado por Raewyn Connell (2007) que enfatiza na organização
de sua discussão sobre “Southern Theory” como as teorias do sul
global foram influenciadas por autores como Giddens, Bourdieu e
Coleman, que representam o ponto de vista do norte global. Tais
revisões contribuem para salientar como o tema da colonialidade
tem sido relativamente negligenciado no campo das ciências so-
ciais produzidas nos países centrais, ocultando a importância teó-
rica de se pensar o capitalismo a partir das suas fronteiras. O fato é
que à medida que a crítica anticolonial ilumina o problema moral
gerado pela hierarquia de saberes colonizadores, a complexidade
da questão territorial e das fronteiras do capitalismo colonial vai
se revelando. A crítica descolonial ajuda a desvendar a trama colo-
nial presente na colonialidade do saber e no movimento de ocul-
tamento da hierarquia cognitiva presente no campo “clássico”. Tal
desvendamento desnuda os limites de teorias universalistas que
não contemplam a adequação contextual a outras realidades.
Neste trabalho de desconstrução de narrativas, observa-se que
houve uma supervalorização do marcador de classe na descrição
da realidade, esquecendo-se que ele é um dispositivo entre outros
(como o étnico, o racial e o de gênero) na organização das relações
sociais e dos padrões de poder vigentes em diferentes contextos.
Certamente, aquelas condições de organização do industrialismo
no século XIX – que foram objeto da atenção de Marx ao anali-
sar o caso europeu – contribuíram para a identificação dos con-
flitos históricos presentes na revolução industrial como sendo

evolucionismo social, cabia aos intelectuais do centro assumir as funções de legisla-


dores de uma nova ordem social em emancipação.

177
Paulo Henrique Martins

essencialmente produtos das condições de classe. Entretanto, aqui


houve negligência com relação a outros aspectos históricos e cul-
turais presentes nas fronteiras da colonialidade.
O fato é que a expansão do capitalismo colonial revelou con-
flitos inéditos cujos esclarecimentos exigiram novos modelos de
análise da realidade. Isto obrigou a critica intelectual a ampliar
seu leque de marcadores explicativos de conflitos e consensos para
explicar as particularidades das fronteiras. Novas epistemologias
obrigaram a inclusão de outros marcadores que necessariamente
redimensionam a luta econômica num espectro mais amplo in-
cluindo aquelas outras condições étnicas, de gênero e de religião.
Enfim, a sociologia SOBRE a América Latina reproduz uma série
de preconceitos culturais sobre as sociedades não europeias negli-
genciando os outros saberes periféricos que não foram pensados a
partir das realidades das culturas dos países centrais.
No campo da modernidade periférica, os limites de aplicabi-
lidade das teorias modernas fundadas predominantemente nas
classes sociais impulsionaram novas teorizações que buscavam
contemplar a complexidade dos outros elementos como aqueles
raciais, presentes nos processos de modernização destas socieda-
des de fronteiras. Assim, ao longo do século XX, autores como José
Carlos Mariátegui (1978) no Peru, Pablo Gonzalez Casanova (1963
e 2007) no México, Gino Germani (1973) na Argentina ou Flores-
tan Fernandes (1981) e Heleieth Saffioti (1979) no Brasil, entre ou-
tros, ofereceram contribuições relevantes para a adaptação das
teses das classes sociais e do evolucionismo funcional a socieda-
des marcadas por elementos étnicos, de gêneros e religiosos que
interferem diretamente nas representações culturais e identitá-
rias. Tais revisões estão contribuindo para liberar um pensamento
pós-colonial plural que explora novos modos de organização do
poder e da sociedade (Pinheiro do Nascimento e Sousa Leão, 2021).
Aqui vemos o reconhecimento da racialidade como dispositivo
de opressão, ampliando o de classes, presentes nas obras recen-
tes de autores como Enrique Dussel (1993), Anibal Quijano (2003)
178
Sociologia Geral na América Latina

e Walter Mignolo (2005). Tais revisões estão sendo igualmente


realizadas pelo debate feminista sobre gênero, ética e política na
revisão da modernidade periférica (Burgos, 1993; Mohanty, 2008;
Paredes, 2010; Segato, 2015 e 2016).
Este é o contexto no qual se pode pensar a superação de uma
Sociologia Geral SOBRE a América Latina para se conceber a plu-
ralidade de lugares de enunciação de discursos voltados para
deslocar a colonialidade. Tal processo favorece uma crítica eman-
cipatória que permita rever a teoria da modernização a partir de
epistemologias plurais que considerem as fronteiras como lugares
legítimos de novos saberes sobre a modernidade periférica e sobre
a vida cosmopolita.

Uma Sociologia Geral DA América Latina

Uma Sociologia Geral DA América Latina sugere a emancipação


de um pensamento original fundado na experiência histórica pró-
pria de cada sociedade nacional. Nesse contexto interpretativo, a
metáfora latino-americanista aponta para um modo de produção
do conhecimento que muito valoriza o nativismo e o positivismo
geográfico como elementos formadores da identidade nacional8.
O nacionalismo metodológico prospera neste clima de se pensar a
sociedade desde certa cultura nacional autóctone, na medida em
que a relação entre nação e território parece delimitar um espa-
ço próprio da civilização e da reação anticolonial. O nacionalismo
metodológico se revela, no caso da América Latina, como regiona-
lismo metodológico quando consideramos que ele se refere a re-
alidades nacionais múltiplas que no seu conjunto se identificam

8
A sociologia da América Latina tem se constituído, de fato, nas brechas geradas pela
colonialidade do saber e nas ambiguidades do marcador de nacionalidade que tanto
pode ser visto como reforço da colonialidade como, no sentido contrário, como dispo-
sição liberadora. H. Bhabha, inspirando-se em Said, explica que a nação é uma forma
de elaboração cultural ambivalente que tanto funciona como força que subordina
como pode ser uma força que cria e produz (Bhabha, 2010, p. 14).

179
Paulo Henrique Martins

com os sentimentos de marginalização periférica. Nesta linha de


reflexão, Nuestra América de José Marti (2005) ou América indepen-
dente de Simon Bolivar (1981) devem ser entendidos como esforços
intelectuais e práticos de organização de uma frente anticolonial
própria que se inspira do regionalismo metodológico e na criação
de uma comunidade semântica situada nas fronteiras externas do
ocidentalismo.
A proeminência da geopolítica do conhecimento inspira a uto-
pia de macro comunidades regionais relativamente independen-
tes do capitalismo central como a América Latina. Ela revela como
a imaginação geopolítica esteve entrelaçada com a imaginação
sociológica na periferia, valorizando narrativas próprias sobre te-
mas modernos como civilização, progresso, razão e nação (Bringel
e Domingues, 2015; Chaterjee, 2008). Assim, o pensamento social
periférico buscava se distanciar daquele do centro no esforço de
fundar um entendimento original da modernidade periférica. Na
verdade, a representação sociológica de campos de conhecimen-
tos originais justificando geopolíticas diferentes entre os séculos
XIX e XX nos sistemas periféricos tem uma relação ambígua com
o pensamento eurocêntrico. Isso porque esta sociologia de “den-
tro” apoiava-se, em linhas gerais, nas representações miméticas de
poder e de sociedade do eurocentrismo, mas ocultando tal depen-
dência pela ênfase particular ao tema da autonomia nacional no
contexto da modernização internacional.
No fundo, a Sociologia Geral DA América Latina, que prospe-
rou a partir da busca de construção de padrões de identidades
nacionais autônomas na região, repetia, paradoxalmente, o olhar
do colonizador sobre a organização dos processos periféricos (Cos-
ta, 2006) na medida em que ambicionava se constituir como um
campo universal tão provinciano como o europeu. Expliquemos
melhor. Na justificação racional da colonialidade, o universalismo
científico escondia um jogo de disputas entre sociologias nacio-
nais que eram divididas em dois blocos: de um lado, aquelas so-
ciedades do centro que deteriam, seguindo a lógica hegeliana, um
180
Sociologia Geral na América Latina

saber universal (mas que eram e são provincianas); de outro, aque-


las sociedades coloniais detentoras de saberes localizados, mas
que também ambicionavam uma certa universalidade (periférica)
a partir do valor primordial do nacional.
Tais representações apenas começaram a se enfraquecer com
os deslocamentos das referências espaciais e temporais da moder-
nidade ocidental pela crítica teórica pós-moderna, pós-estrutu-
ralista, feminista e pelos estudos culturais e pós-coloniais. Essas
teses produziram questionamentos importantes sobre as políticas
de identidade (Hall, 1998) e de história evolutiva e linear da Europa
moderna, liberando o pensamento pós-colonial para outras pers-
pectivas analíticas, para uma transmodernidade (Dussel, 1993).9
O atual trabalho de criação de espaços transnacionais de pesqui-
sas e de debates sobre a colonialidade – que supera o pensamen-
to provinciano para insinuar um pensamento cosmopolita –, foi
largamente influenciado por pressões simultâneas das reações
anticoloniais no sul global e das revisões críticas da modernida-
de colonial no norte global. Aqui, devemos lembrar a importância
da virada epistemológica europeia que em grande medida foi in-
fluenciada pela “French Theory”, sobretudo Foucault e Derrida,
contribuindo para deslocar a gramática da ideologia universalista
eurocêntrica e promover novas linguagens de transgressão concei-
tual. Tal evento permitiu o avanço da crítica teórica na América La-
tina para abrir novas possibilidades voltadas para ressignificar os
elementos da colonialidade oferecidos pelo patriarcalismo e pelo

9
Enrique Dussel (1993) e Anibal Quijano (2003) sugerem que a modernidade começa
nas antigas colônias da América Latina que forneceu o ouro e outras riquezas neces-
sárias para a expansão do capitalismo colonial e para o enriquecimento das burgue-
sias europeias. Assim, a modernidade foi um processo de duas vias, implicando uma
significativa imbricação cultural entre as culturas do centro e as culturas da periferia
do capitalismo mundial. Não há uma modernidade ocidental que se espalha pelo glo-
bo, mas processos transmodernos (Dussel, 1993) que geram modernidades múltiplas
(Eisenstadt, 2002). Tal entendimento descentra o sujeito (Hall, 1998) e faz deslizar as
várias significações da modernidade por dentro e por fora.

181
Paulo Henrique Martins

racismo, liberando outros entendimentos críticos do capitalismo


colonial.
No caso da periferia colonial latino-americana, é importante
assinalar que as tarefas de se organizar administrativamente e
politicamente o estado nacional influíram na valorização de uma
elite intelectual de engenheiros, bacharéis e economistas entre os
séculos XIX e XX. Essas elites se posicionaram como legisladoras
na organização dos dispositivos de poder pós-coloniais, reforçan-
do a importância simbólica do elemento nacional e popular, como
bem lembra Daniel Pécaut (1990). Quando consideramos, por
exemplo, a perspectiva de uma sociologia tropical “autêntica” na
obra de Gilberto Freyre, identificamos – camuflada na ambição de
originalidade da narrativa – esta pretensão de um conhecimento
original fundado em particularidades históricas e geográficas pró-
prias da “civilização do açúcar”.
Recentemente, essa ideia de uma ruptura epistêmica com o pen-
samento eurocêntrico com vistas a liberar um pensamento origi-
nal nas fronteiras foi sugerida por intelectuais importantes como
Walter Mignolo (2008), mas sem grandes desdobramentos práti-
cos. A ênfase na nação e no território valorizou um pensamento
nacionalista latino-americano paradoxal, pois tinha pretensões
autonomistas do ponto de vista econômico, político e cultural, por
um lado, mas que continuava a se inspirar em teses do pensamen-
to moderno eurocêntrico, por outro. O caso de Gilberto Freyre é
exemplar na medida em que sua sociologia tropical apresentava
evidentes influências do antropólogo norte-americano Franz Boas,
revelando a influência estrangeira no seu pensamento10.
A sociologia regional inspirada pela teoria da moderni-
zação teve papel de destaque na organização dos projetos

10
Nesta direção, constatamos que teve importância destacada a eleição de intelec-
tuais do centro como clássicos universais na organização dos programas de ensino e
de pesquisas em ciências sociais. Autores como Marx foram eleitos como canalizado-
res de meta-teorias que poderiam ser usadas em qualquer tempo e em qualquer época
independentemente dos contextos históricos particulares.

182
Sociologia Geral na América Latina

nacional-desenvolvimentistas a partir dos meados do século XX.


A articulação teórica do nacional-desenvolvimentismo é obra de
uma conjunção de esforços produzidos pela sociologia do desen-
volvimento, pela economia do desenvolvimento e pela geografia,
atualizando o nacionalismo metodológico e o regionalismo meto-
dológico a partir da crítica do industrialismo e do consumo. Os so-
ciólogos foram artífices importantes na organização da identidade
nacional e da valorização do popular (Ortiz, 1986; Pécaut, 1990), re-
ciclando o antigo debate sobre cultura e identidade para introdu-
zir a temática do desenvolvimento nacional. Aliás, um dos temas
básicos dos teóricos militares positivistas e desenvolvimentistas
da Escola Superior de Guerra no Brasil, nos anos cinquenta, parti-
cularmente nos discursos de Cordeiro de Farias (Miguel, 2002), era
o de transformar o lema da “ordem e progresso” naquele outro de
“segurança e desenvolvimento”. Aqui, vemos a ideia de uma socio-
logia DA América Latina ser atualizada por nova representação da
soberania nacional pelo tema do desenvolvimento.
A releitura do regionalismo metodológico a partir dos anos cin-
quenta se fez pela teorização histórico-estrutural cepalina (CEPAL)
que redefiniu as representações positivistas tradicionais da geo-
política do conhecimento latino-americano para acolher o tema
do desenvolvimento econômico nacional como pedra angular. A
ideia de nação foi ressignificada pelo nacional-desenvolvimentis-
mo, inspirando o debate da cultura nacional e atualizando, para
o debate sobre organização do estado nacional no campo perifé-
rico, a representação imaginária do capitalismo oferecida pelo
trabalho assalariado e pelo consumo. As teorias da dependência,
sobretudo as de Fernando Henrique Cardoso e Enzo Falleto (1969),
contribuíram para trazer o debate desenvolvimentista para o pla-
no da política, ajudando a construir uma linguagem neocolonial
e desenvolvimentista. Essa promoveu a revisão da leitura mais
ortodoxa da Sociologia Geral DA América Latina – que valorizava
fortemente o elemento cultural e identitário – para liberar outro
olhar sobre o nacional e o popular mais aberto ao cosmopolitismo.
183
Paulo Henrique Martins

Tal revisão contribuiu para estimular certo cosmopolitismo nacio-


nalista periférico que foi apropriado pelos movimentos sociais no
campo e na cidade na segunda metade do século XX.
Neste deslocamento de significações os temas da nacionalida-
de e da territorialidade foram atualizados a partir de novas pers-
pectivas discursivas transnacionais que se liberaram pelas redes
virtuais e pelos sentimentos do cosmopolitismo (Beck, 2000, 2003
e 2012), que recortaram o nacional por fora e por dentro. Esta pos-
sibilidade de visualizar o fenômeno do nacional por fora e por
dentro produziu a relativização dos dispositivos geopolíticos tra-
dicionais e facilitou as ondas de profissionalização dos sociólogos
dentro e fora da América Latina.
Enfim, o desenvolvimento da Sociologia Geral da América
Latina na região e no Brasil vem demonstrando que a saída não
passa por uma sociologia racionalista universal que se aplicaria,
igualmente, em todos os lugares sem considerações das particula-
ridades. Também não passa, no lado contrário, por uma sociologia
relativista, que negaria qualquer valor heurístico aos elementos
universais na construção do debate sociológico, dando ênfase exa-
gerado ao território nacional como base de uma sociedade autôno-
ma. A saída deste impasse passa pelo entendimento dos processos
inter, multi e transculturais que atravessam as fronteiras do co-
nhecimento e dos imaginários nacionais. Estes sofrem adaptações
geradas pelas resistências e pela criatividade dos indivíduos e dos
grupos sociais no cotidiano, por um lado, e dos intelectuais na or-
ganização institucional da cultura e da política, por outro.

Uma Sociologia Geral NA América Latina

A ideia de uma Sociologia Geral NA América Latina considera que


a prática intelectual não deve adotar a priori certos modelos te-
óricos e epistemológicos como se fossem crenças imutáveis. Ela
propõe, ao contrário, uma flexibilidade teórica com relação ao pro-
cesso de revisão de todos os dogmas e abertura em favor de uma
184
Sociologia Geral na América Latina

interpretação processual da realidade, como vemos na filosofia de


Alfred Whitehead (1978) ou na sociologia de Norbert Elias (1994).
A ideia de uma Sociologia Geral NA América Latina instiga o so-
ciólogo a considerar seriamente na sua prática analítica os temas
da colonialidade e da descolonialidade como categorias analíticas
relevantes para situar as fronteiras mutantes de um capitalismo
colonial que ganhou complexidade crescente com o desenvol-
vimento econômico e técnico. Ambos os procedimentos – colo-
nialidade e descolonialidade – são necessários para se poderem
traduzir criticamente narrativas e imagens de uma realidade para
outra realidade – na qual se vive e se observa o mundo de modo
diferente e próprio.
Há, logo, um giro epistêmico (que considera o deslocamento de
sentidos sobre a região como fronteira do capitalismo colonial) e
um giro epistemológico (que considera a reorganização das disci-
plinas e introdução de outras) que definem os saberes de fronteiras
na formação de uma Sociologia Geral NA América Latina. Essas
variações de entendimentos entre o experiencial e o normativo
têm relação com a reorganização das matrizes temporal e espacial
onde se vive para poder articular o local e o global desde outro “lu-
gar” (Escobar, 2003; Martins 2012 e 2022a)11. O risco de se defron-
tarem e viverem choques transculturais e transnacionais exige a
atenção metodológica do intelectual intérprete para as variações
do pensamento moral e político. Pois os deslocamentos das fron-
teiras simbólicas da modernidade no centro e na periferia estão
impactando os lugares dos sujeitos observadores na realidade do
capitalismo colonial, acelerando os modos de percepção espacial e
temporal dos fenômenos sociais.
Zygmunt Bauman (2010, p. 18) destaca um problema central
para a sociologia neste processo de descentramento dos processos

11
Arturo Escobar define pela categoria lugar este entre espaço entre o colonial e sua
contestação prática e teórica. Para ele, o lugar revela a importância da experiência
localizada na produção de identidades variáveis e de sentidos da natureza cultural
gerados por dispositivos cognitivos entre o local e o global (Escobar, 2003: 117-119).

185
Paulo Henrique Martins

de observação reflexiva gerado pelas tensões entre globalização


e desglobalização. Para ele, a ambição dos intelectuais modernos
de se apresentarem como legisladores de uma realidade material
e histórica concebida como autônoma e externa ao observador
(presentes nas duas perspectivas anteriores da América Latina) se
revelou equivocada. Antes, no contexto desta sociologia positiva,
acreditava-se que a tarefa dos legisladores seria apenas a de orde-
nar, valorizar e classificar um mundo que aparentava existir fora
da vontade do intelectual mediador. Nos tempos “pós-modernos”,
diz o autor, a “roda da vida” girou em velocidade pondo por terra
estes dogmas positivistas que apenas serviram para encobrir uma
modernidade técnica que favoreceu a expansão das grandes po-
tências no nível mundial.
Devido às dificuldades das teses positivas (e historicistas) expli-
carem o crescimento da desigualdade (Sosa, 2018), a sociologia foi
crescentemente obrigada a se abrir para uma abordagem de base
processual que vem dando margem para uma revisão radical da
relação entre sociedade e natureza. Este processo ganhou destaque
com a revisão da crítica teórica no Pós-Segunda Grande Guerra,
levando a uma crescente ruptura de representações sobre a mo-
dernidade ocidental. As teses pós-modernas, pós-estruturalistas
e pós-coloniais recentes vêm avançando nesta releitura da ação
intelectual, permitindo o aprofundamento dos estudos sobre as
subjetivações na organização da ação social e da agência humana
e para estruturar a crítica pós-colonial (Costa, 2006), abrindo a cla-
reira onde se expande uma Sociologia Geral NA América Latina.
Com as críticas ao eurocentrismo e às teorias da modernização
no contexto de declínio da modernidade ocidental, o intelectual
anticolonial que vive nas fronteiras do capitalismo é convidado
a se colocar como intérprete de experiências e ideias focalizadas
nos lugares onde se vive, mas atento às conexões transnacio-
nais. Esta valorização do contextual impacta tanto no plano das
relações entre culturas acadêmicas nacionais e internacionais
como naquele das relações entre saberes especializados e saberes
186
Sociologia Geral na América Latina

comuns. Traduzir, adaptar e contextualizar são atividades funda-


mentais para o exercício do trabalho intelectual neste contexto
de multiculturalidade e pluridiversidade dos fenômenos sociais
e culturais (Santos, 2008), sobretudo nas fronteiras onde surgem
sociologias sensíveis aos fatos históricos da colonialidade. Estas
tarefas induzem o sociólogo a exercitar sua imaginação sociológi-
ca (Mills, 1982) como recurso metodológico para lidar com o des-
lizamento dos conceitos e atender a complexidade das fronteiras
do conhecimento entre o colonial e o anticolonial. Uma Sociologia
Geral NA América Latina convida o pesquisador a buscar generali-
zações possíveis sem cair na armadilha do universalismo abstrato
e descontextualizado e, tampouco, no relativismo cultural e nacio-
nalista, também descontextualizado.
De fato, o pensar uma Sociologia Geral NA América Latina –
a terceira tópica desta classificação –, e que constitui o interesse
central deste texto, expressa uma mudança de paradigmas que
acompanha a crítica da modernidade e da ideologia do progresso
(Vattimo, 1996)12, abrindo a crítica teórica para um espectro amplo
de processos de produção da realidade desde o norte global e desde
o sul global. Esta operação reflete contribuições recentes dos es-
tudos pós-estruturalistas, sobretudo na linha da French Theory su-
gerida por autores como Michel Foucault (2001), Jacques Derrida
(1967), Gilles Deleuze e Félix Guattari (1992), entre outros. Ela incor-
pora igualmente as tradições dos estudos pós-coloniais de Frantz
Fanon (1952), Aimé Césaire (1955), Albert Memmi (2007), Edward
Said (1996) que se complementam com os Estudos Culturais nas
orientações de Hall (1998), Homi Bhabha (2003 e 2010), Paul Gilroy
(1993) e Nestor Canclini (1990).

12
A crise da filosofia da história fundada na ideologia do progresso, diz o autor, mar-
ca o fim da modernidade como uma “iluminação progressiva”, levando à ruptura
de sua unidade historicista e produzindo o entendimento do mundo como fenôme-
no de múltiplas manifestações: “percebeu-se que a história dos eventos – políticos,
militares, dos grandes movimentos de ideias – é apenas uma história entre outras”
(Vattimo, 1996, p. XIV).

187
Paulo Henrique Martins

Essas diversas tradições pós-modernas e pós-coloniais, em con-


junto, contribuem para renovar, por um lado, o sentimento liber-
tário que motivou parte dos estudos pós-coloniais na região como
a filosofia da liberação (Zea, 1965; Freire, 1976 e 2005; Dussel, 1977;
Hinkelammert, 1986), a teoria do colonialismo interno (Gonzalez
Casanova, 1963 e 2007; Bringel e Leoni, 2021; Martins, 2022ª; Tor-
res Guillen e Preciado Coronado, 2023) e a teoria da modernização
(Germani, 1973; Furtado, 1985). Por outro, o giro epistemológico
da teoria social influenciou decisivamente os estudos decoloniais
(Quijano, 2003; Mignolo, 2005; Grosfoguel, 2008; Walsh, 2013; Wal-
sh, Schiwy e Castro-Gómes, 2002), que ganharam prestígio a partir
do final dos anos 90 do século XX com a criação do grupo “Estudos
subalternos latino-americanos” que, depois, passou a ser conhe-
cido simplesmente como “Modernidade e Colonialidade” (Castro
Gómez & Mendieta, 1998).
Neste espectro não cabe falar de um desenvolvimento histórico
fora do observador, mas por um observador de “segunda ordem”
que expande uma compreensão sócio-poiética do mundo (Arnol-
d-Chatalifaud, 2006, p. 2919). Essa compreensão favorece uma
perspectiva estética da América Latina, na medida em que sua
apreensão como objeto de pesquisa exige se superar um entendi-
mento meramente objetivista para valorizar o caráter afetivo das
reações políticas anticoloniais. Ela permite entender como a colo-
nialidade não se apresenta apenas como uma questão econômica,
tendo desdobramentos morais e sentimentais importantes no ní-
vel das práticas de indivíduos e de grupos sociais.

188
Sociologia Geral na América Latina

Colonização digital e revisão metodológica das fronteiras13


do nacional

O nacional e a nova colonização digital

No século XXI, surge uma nova onda de colonização planetária


impulsionada pelo neoliberalismo mediante financeirização das
atividades econômicas e inovações tecnológicas e digitais, am-
pliando os antigos dispositivos de colonialidade em termos mate-
riais e simbólicos (Kwet, 2021; Faustino e Lippold, 2023). Essa onda
contribui para estimular as perspectivas de uma Sociologia Geral
cosmopolita que, pela sua abrangência transdisciplinar, possa as-
sumir os desafios de reorganização das referências normativas das
ciências humanas. Essas foram relativamente escanteadas pela
lógica utilitarista que gerenciou a especialização disciplinar nos
espaços acadêmicos nas últimas décadas.
Essa Sociologia Geral “pós-moderna” não recusa o valor da di-
visão disciplinar do trabalho sociológico, mas busca articular as
especializações a partir de uma reflexão mais ampla. Ou seja, uma
reflexão que introduz uma perspectiva estética angular que permi-
te considerar os elementos morais e afetivos potenciais presentes
na criação imaginária e na formulação conceitual e linguística14.
O desafio dessa crítica é aprofundar o entendimento da nova onda

13
As fronteiras territoriais foram decisivas para estruturar a dominação, articulando
as trocas entre centro e periferia na expansão do capitalismo colonial nos séculos
anteriores. O desenvolvimento do sistema colonial durante os séculos XIX e XX tinha
um caráter materialista acentuado, passando pelas influências das grandes empresas
transnacionais, interferindo na economia, na cultura e na política. A organização do
poder nos sistemas periféricos passava também pela submissão das oligarquias bu-
rocráticas, econômicas e políticas ao eixo de poder transnacional (Martins, 2019). As
fronteiras eram vistas como temas de interesse de geógrafos, mas não de sociólogos.
Com o florescer da linguagem simbólica e com o deslocamento das percepções do
território, inclusive o nacional, elas ganham destaque sociológico.
14
Vemos aqui a importância da atualização do debate de Spinoza sobre potência afe-
tiva e decisões mentais que estão presentes no livro Ética. Explica o célebre filósofo
holandês que a mente evita imaginar situações que refreiam a potência do corpo,
devendo considerar duas dimensões afetivas básicas, a da alegria e a da tristeza: “O

189
Paulo Henrique Martins

de colonização planetária fundada nos algoritmos. Tais técnicas


atualizam a dominação geopolítica colonial não somente pelo
controle da produção e distribuição de mercadorias, mas também
pela formulação dos fundamentos simbólicos dos dispositivos cul-
turais e de consumo de massa15. A nova colonização influi forte-
mente na formação de intersubjetividades individuais e coletivas,
impactando o imaginário social e os modos de se fazer a cultura e
a política. Com a Inteligência Artificial, esse processo de coloniza-
ção ficou mais complexo, exigindo da crítica outras perspectivas
conceituais que permitam ampliar o entendimento sobre as fron-
teiras do nacional. O reconhecimento do papel do intelectual não
mais como mero legislador de uma realidade positiva externa, mas
como intérprete cultural na formulação da realidade da qual ele é
agente ativo, como afirma Zygmunt Bauman (2010), explica a im-
portância de revalorização de uma Sociologia Geral cosmopolita
que tem versão atualizada ao se analisar o caso da América Latina.
Na perspectiva do desenvolvimento da Sociologia Geral NA
América Latina no momento presente, a nova colonização digital
chama particular atenção por impactar a representação das fron-
teiras geopolíticas do nacional que eram dominantes na época de
predomínio do capitalismo industrial. Com os novos dispositivos
tecnológicos as fronteiras econômicas, políticas e midiáticas tra-
dicionais são ultrapassadas por fluxos semióticos intensos que
exigem reavaliação metodológica do nacional na organização do
campo do conhecimento sobre as “sociedades nacionais”. Antes, a
colonialidade se manifestava pela modernização econômica e ins-
titucional, contribuindo para organizar a dominação a partir de

estado da mente que provém de dois afetos contrários é chamado de flutuação de âni-
mo e está para o afeto assim como a dúvida está para a imaginação” (Spinoza, 2009,
p.111).
15
Esta tendência do desenvolvimento e usos das técnicas no controle das massas con-
firma as apreensões de Adorno e Horkheimer (1944/1947) sobre os rumos da indústria
cultural.

190
Sociologia Geral na América Latina

padrões de poder, como os estados nacionais que eram submissos a


dispositivos de controle acionados pelas metrópoles imperialistas.
Há impactos relevantes na organização política, jurídica e ad-
ministrativa das fronteiras culturais e semióticas dos estados na-
cionais na região com “desnaturalização” do nacional e que exigem
novos avanços dos estudos sociológicos. Bauman (2008) chamou
atenção acertadamente sobre este processo de “desnaturalização”
do nacional. Esse processo passa pelo enfraquecimento do Estado
e pela valorização de uma cultura utilitária que enaltece o consu-
mo e o enriquecimento especulativo, transformando as pessoas
em mercadorias. Agora, as fronteiras geopolíticas tradicionais do
nacional são revistas por novas referências simbólicas que apon-
tam para o cosmopolitismo global, no lado positivo, e para o dis-
tanciamento entre países ricos e pobres, no lado negativo.
Na América Latina, o atual modelo de colonização – baseado
na financeirização do sistema econômico e no uso intensivo de
tecnologias para favorecer o setor financeiro e o incremento dos
setores exportadores de matéria-prima e consumo – gera uma
nova cultura de dominação de base digital e virtual que torna a co-
lonialidade uma experiência transnacional mais complexa. O ne-
oliberalismo que impulsiona este novo colonialismo tecnológico
ameaça a soberania dos Estados nacionais periféricos, reduzindo
os países da América Latina a áreas extrativistas voltadas para o
consumo supérfluo e a produção e exportação de matérias-primas
(Gudynas, 2013; Losekann, 2016). O novo contexto de colonialidade
obriga a crítica intelectual a rever seus fundamentos epistemológi-
cos nos lados internos e externos das fronteiras territoriais
que articulam as esferas do norte-global e do sul global. Assim, a
Sociologia Geral na América Latina está sendo instada a redefinir
as fronteiras geopolíticas do conhecimento do nacional entre o lo-
cal e o global, para entender e visualizar os espaços da crítica e
das reações práticas contra as sombras de um novo autoritarismo
digital.

191
Paulo Henrique Martins

O nacional se desvenda, então, como uma disposição territo-


rial estratégica que tanto condiciona como libera as capacidades
intelectuais e os movimentos sociais democráticos. Assim, os es-
tudos sociológicos na América Latina estão sendo convidados pe-
los eventos para participar em redes ampliadas de conhecimento
que permitam fortalecer as práticas comunitárias e a busca do
bem comum como uma utopia cosmopolita transterritorial (Mar-
tins, 2022b; Revue du Mauss, 2023). Isso pode ser a base para uma
nova geopolítica mundial do conhecimento que estaria deslocan-
do o lugar do nacional no sistema-mundo, abrindo novas brechas
para repensar as instituições e as subjetividades coletivas.

O nacional e o transnacional como questões metodológicas

No campo da sociologia a superação da divisão funcional e técnica


da disciplina em favor de uma perspectiva transdisciplinar e ge-
ral expressa as tensões do nacional na organização das fronteiras
entre o colonial e o descolonial. O caso latino-americano é inte-
ressante para esta reflexão pois, aqui, o transnacional significou
uma experiência institucional interessante na reorganização do
nacional. Ou seja, ao lado de sociologias nacionais, vimos surgir
uma sociologia transnacional e englobante. Por isso, este assunto
precisa ser explorado para se entender os problemas metodológi-
cos da Sociologia Geral no seu desenvolvimento.
Pensar o nacional significa pensar a produção do território e
das fronteiras da colonização. Assim, no contexto da globalização,
os estudos sociológicos são levados a pensar a importância do ter-
ritório como dispositivo inspirador das metodologias científicas
adotadas na organização do social. Tal revisão se impõe pela neces-
sidade se se superar uma representação provinciana do nacional (o
território nacional) que era vista como um recorte pretensamente
empírico válido e dominante na sociedade industrial. Assim, se fa-
lava a sociologia brasileira, a sociologia francesa, a sociologia mexi-
cana etc. como se estivéssemos tratando de uma categoria espacial
192
Sociologia Geral na América Latina

e temporal autoexplicativa da vida social. Por isso, o nacionalismo


metodológico foi categoria central na organização das sociologias
nacionais.
Esta é a tese defendida por Ulrich Beck (2000 e 2003). Para ele, o
nacionalismo metodológico foi o paradigma dominante no século
XX, legitimando a compreensão da sociologia pelo nacional. Para
ele, a valorização da relação arbitrária entre nacionalismo e ter-
ritório levou a se privilegiarem as fronteiras nacionais antes das
fronteiras sociais prejudicando o entendimento das posições de
indivíduos e grupos16. Nesta perspectiva o nacionalismo metodo-
lógico condicionou as possibilidades de compreensão das experi-
ências comunitárias e societárias reais que se apresentam como
“fato social total”. A definição do empírico por abordagens abstra-
tas forjadas pelo nacional como ontologia levou a se desprezarem
diversos dispositivos discursivos e práticos na produção do real,
como as dinâmicas de disciplinamento dos corpos e das mentes
nas áreas de colonização marcadas por forte miscigenação. Logo,
essa desconstrução do discurso nacional como categoria metodo-
lógica é fundamental para se revelar o caráter dos modos de dispo-
sição do poder e da vida dentro e através das fronteiras coloniais,
determinando as distâncias entre o nativismo e o estrangeirismo,
entre as diásporas e os movimentos sociais internos. Este desnuda-
mento conceitual é fundamental para se entender o caráter autori-
tário da violência simbólica e material do capitalismo colonial nas
fronteiras internas e externas da colonização.
O tema do nacionalismo metodológico tem particular interes-
se histórico para se repensar como se fabricaram territorialmente
saberes tidos como científicos e como se estabeleceu uma divisão

16
A afirmação de Beck é interessante por salientar como o elemento nacionalidade
embora, frequentemente ocultado em nome do universalismo, interferiu na organi-
zação das metodologias científicas “nacionais”. O lugar ambíguo deste nacional na or-
ganização do pensamento sobre a modernidade periférica contribuiu para ocultar os
dispositivos de biopolítica na organização do poder na modernidade (Foucault, 2008),
que reproduzem hierarquias de saber e desvalorizam experiências que não se enqua-
dram no universalismo do discurso dominante.

193
Paulo Henrique Martins

internacional dos saberes hierárquicos de inspiração colonial e


como se forjou a tese de que as culturas dos colonizadores eram
universalistas. No contexto das sociedades periféricas, o naciona-
lismo metodológico reproduz o provincianismo iluminista euro-
peu que buscou monopolizar a produção do moderno através da
ideologia do universalismo (Chakrabarty, 2000) e que, acrescenta
Sergio Costa (2006), interferiu simultaneamente na provincianiza-
ção das sociologias central e periférica, sobretudo na macrossocio-
logia da modernização. No fundo, o nacionalismo metodológico
exalta uma geopolítica localizada do conhecimento com preten-
sões de universalidade, mas que, na prática, reforça mecanismos
hierárquicos na produção de uma colonialidade de saberes envol-
vendo norte global e sul global. Assim, a crítica do nacionalismo
metodológico revela a impossibilidade prática de uma razão uni-
versalista que seria monopolizada pelas ciências eurocêntricas.
Em termos da sociologia fundada NA América Latina que busca
exaltar as tramas e redes dos fluxos de capitais e de reações hu-
manas ao movimento da modernização, podemos dizer que a ideia
do “desenvolvimento nacional” também se revelou historicamente
limitativa. A força dos dispositivos estatais e a subordinação das
elites nacionais ao capital internacional interferiu sobre os dispo-
sitivos transnacionais voltados para promover processos de mo-
dernização regionalmente integrados.
Na prática, a Sociologia Geral latino-americana sempre bus-
cou se posicionar como campo transnacional dialogando com os
campos intelectuais nacionais. O momento atual é, logo, necessá-
rio para se avançar nesta revisão da relação entre os lugares de
enunciação do nacional e do transnacional na produção do pen-
samento social. Isto significa rever a importância do nacionalismo
metodológico ainda dominante nos sistemas universitários para
se redefinirem os marcos temporais e espaciais do pensamento crí-
tico e para se entender como uma sociologia transnacional geral,
como a latino-americana, pode ajudar neste processo de formação
de uma Sociologia Geral cosmopolita.
194
Sociologia Geral na América Latina

A crise dos paradigmas europeus – e, por extensão, dos para-


digmas americanistas neoliberais da modernização – obriga a se
reverem os usos de teses pensadas no centro do sistema mundial
para explicação das modernidades periféricas. Inclusive este dog-
ma dominante de eleger o nacional como categoria autoexplica-
tiva. Isto reforça, no nosso entender, a pertinência de ressaltar a
originalidade da Sociologia Geral da América Latina para inspirar
um novo modelo de produção sociológica de caráter cosmopoli-
ta. Um modelo que não fique prisioneiro dos marcos epistemoló-
gicos eurocêntricos que colocam tradicionalmente a sociologia
global e a sociologia nacional como partes de uma mesma hie-
rarquia de conhecimento guiada pelo universalismo europeu
(Wallerstein, 2007).
A superação do nacionalismo metodológico como dispositi-
vo ideológico da colonialidade em favor de uma Sociologia Geral
transnacional e cosmopolita é necessária para ampliar olhares
múltiplos sobre saberes e práticas, reconectando o trabalho in-
telectual acadêmico e aquele operado pelos movimentos sociais,
culturais e ambientais nos planos das lutas e resistências concre-
tas que acontecem nas fronteiras da colonialidade. Um ganho im-
portante nesta reflexão é favorecer o entendimento de que não há
uma hierarquia de saberes a priori dado pelos países centrais, mas
uma variedade de saberes distintos que refazem nas fronteiras in-
ternacionais os sentidos dos diálogos não apenas no sentido sul-
-norte, mas também sul-sul (Santos, 2008).
Esta reflexão tem interesse teórico e, sobretudo, político, pois
convida a se repensar o lugar da Sociologia Geral latino-americana
na reorganização normativa da sociologia global neste movimento
de deslocamentos de percepções sobre o real nas fronteiras reais
e imaginárias entre o local, o nacional, o transnacional e o global.
Nestes deslocamentos os espaços locais e extra-locais são ressig-
nificados por novas subjetivações que refazem as relações entre
memórias, desejos, afetos e práticas, que são necessários para se
ampliarem as brechas de uma práxis teórica emancipadora que
195
Paulo Henrique Martins

respeita as diversidades dos lugares de construção da vida comu-


nitária e social.
O trabalho de revisão do nacionalismo como categoria metodo-
lógica central na definição do empírico social coloca como desafio
a importância de se repensarem os sentidos da territorialização do
conhecimento. Entender o sistema territorial do estado nacional
como limite para se pensar a experiência do conhecimento é fun-
damental para a descolonização de saberes e para promover o cos-
mopolitismo. Essa revisão aparece como estratégica para liberar
novos entendimentos emancipatórios das realidades transnacio-
nais, nacionais e locais, desvendando as tensões entre capitalismo
e colonialidade e as hierarquias cognitivas e morais que organiza-
ram a expansão do capitalismo colonial (Martins, 2012). Este tra-
balho de revisão, em curso, avança pela diversificação de temas, de
objetos de pesquisas, pelas inovações curriculares e por redes de
pesquisas internacionais. Ele é decisivo para abrir novos modos de
articulação dos campos sociológicos nacionais e para criar territó-
rios de produção transnacionais de narrativas em formas de redes
que permitam liberar uma reação anti-hegemônica eficaz contra
o neoliberalismo. Isto significa ampliar os dispositivos cognitivos,
linguísticos, emocionais, morais e estéticos das teorias críticas da
colonialidade que refletem sobre a realidade do lugar desde dentro
e desde fora do nacional. Isto leva a uma necessária reposição dos
lugares dos sujeitos que pensam e agem sobre esta realidade flutu-
ante mediante o fortalecimento de redes virtuais e presenciais que
possam libertar aspirações e práticas democráticas.

Para concluir: rumos da Sociologia Geral latino-americana

Neste artigo procuramos defender a importância da sociologia


latino-americana como um projeto intelectual geral e transnacio-
nal inédito que surge ainda no século XIX no contexto das lutas
anticoloniais nas sociedades da América Latina e do Caribe, as
196
Sociologia Geral na América Latina

quais conheceram precocemente seus processos de independên-


cia colonial e de formação dos Estados nacionais. O surgimento
de gerações de intelectuais pensando o sistema macrorregional
latino-americano desde então tem grande importância para se
entender o valor de uma Sociologia Continental no interior da
Sociologia Global. Trata-se de uma novidade histórica no campo de
formação das humanidades nos sistemas periféricos, mas também
daqueles centrais, pois aponta precocemente para o deslocamento
do nacionalismo metodológico em direção de um cosmopolitismo
metodológico.
O fato é que a chamada crítica teórica eurocêntrica que se or-
ganizou em países como França, Alemanha e Inglaterra e, por ex-
tensão, Estados Unidos, é provinciana e autocentrada, como vem
demonstrando a crítica pós-colonial na medida em que tenta jus-
tificar o pretenso universalismo a partir de experiências culturais
historicamente limitadas. O nacional foi um dispositivo facilita-
dor da colonialidade do saber no nível global reproduzindo uma
hierarquia de valoração moral entre diversas culturas intelectu-
ais, impedindo a emancipação de uma crítica cosmopolita (até,
pelo menos, a virada epistemológica dos anos 80 do século XX).
Por isso, é relevante destacar a novidade histórica da Sociologia
Geral latino-americana, contribuindo para emancipar um pensa-
mento social pós-independentista que reverberou na formação
de associações humanistas continentais como CLACSO, CEPAL e
ALAS, com impacto sobre o sistema político e jurídico, sobre os
programas desenvolvimentistas e sobre as políticas públicas e os
movimentos sociais.
Os limites técnicos observados com os excessos da especiali-
zação disciplinar levaram a sociologia profissional e acadêmica,
tanto no norte global como no sul global, a reforçar as fronteiras
culturais nacionais, os intelectuais “fundadores” e a valorizar o es-
pírito corporativista. Assim, a dominação de sociologias nacionais
que se apresentavam como universais, por um lado, e a excessiva
divisão técnica e disciplinar do trabalho sociológico, por outro,
197
Paulo Henrique Martins

contribuíram para deixar em segundo plano os compromissos nor-


mativos da disciplina com as tarefas de explicação das mudanças
mais gerais da sociedade global e das sociedades nacionais. A ideia
de uma Sociologia Geral continua, logo, a ser tema valorizado pela
teoria social na Europa, sobretudo na França e na Alemanha. Isto,
não a partir dos limites impostos pelas experiências de fronteiras
como nas sociologias do sul global, mas de revisão das relações
entre sociologia e filosofia, como vemos nas obras de Habermas,
Honneth, Caillé, Boltanski, entre outros. Para Philippe Chanial
esta abertura da sociologia deveria significar uma rearticulação da
sociologia como filosofia moral e política (Chanial, 2011), permitin-
do se questionar as bases conceituais da disciplina a partir de um
horizonte humanista mais amplo e adequado para esclarecer os
desafios cognitivos, emocionais e existenciais da atualidade.
Num outro plano, os estudos pós-coloniais e descoloniais refle-
tem este esforço de atualização da Sociologia Geral cosmopolita na
esfera das fronteiras do capitalismo colonial, acompanhando os
giros epistemológicos ocorridos nas últimas décadas por influên-
cia da filosofia e da linguística. Na América Latina, grande parte da
sociologia continua imbricada com outras disciplinas das ciências
sociais, confirmando a presença de uma Sociologia Geral que se
espalha institucionalmente sobre o conjunto do pensamento hu-
manista na vida universitária (Domingues, 2009). No entanto, o
caso do Brasil é diferente. Aqui, o desenvolvimento da sociologia
profissional foi marcado por forte especialização disciplinar que
vem dispersando os esforços de desenvolvimento da Sociologia Ge-
ral. Tais barreiras limitam os esforços de se entender a Sociologia
Geral no país como um campo disciplinar de abrangência inter-
disciplinar e mundializada que permite uma crítica mais vertical
das diversas narrativas que estão povoando a nova colonialidade
digital produzida pelo neoliberalismo.
Ainda devemos considerar que a perspectiva de uma sociolo-
gia ampliada que reunifica o campo e que promove epistemologias
emancipatórias está ligada às possibilidades de aprofundamento
198
Sociologia Geral na América Latina

do diálogo entre os campos do sul global e do norte global. Este


movimento vem contribuindo para liberar uma crítica teórica
mais profunda, adequada e necessária para se descontruir a ideo-
logia do capitalismo extrativista e rentista atual e favorecer políti-
cas de integração social e de liberação de uma consciência crítica
transnacional e cosmopolita. Neste sentido, há que se valorizar
mais intensamente os diálogos entre os estudos sociológicos com
a linguística, com a filosofia, com a literatura e com a etnologia,
valorizando a tradição da Sociologia Geral NA América Latina. Por
isso, a organização desta Sociologia Geral a partir das três pers-
pectivas salientadas – sociologias SOBRE, DA e NA América Latina
– expressa este esforço de sublinhar a originalidade da contribui-
ção do pensamento social latino-americano e caribenho para a
emancipação de uma crítica teórica ampla e complexa. Trata-se de
promover um saber ecológico que amplia a ideia do humano, reor-
ganizando as diversidades identitárias e os processos de individu-
ação a partir de uma percepção estética que permite liberar novas
subjetividades cosmopolitas e democráticas.
Os desafios de organização do campo de uma Sociologia Ge-
ral e cosmopolita são amplos. Há que se ampliar o entendimento
pós-colonial do que seja sociedade democrática e plural num sis-
tema-mundo que se expande em redes variadas e multiplicadas
de informações nos planos real e virtual. Emergem novos desafios
postos pelos giros epistêmicos e que estão deslocando rapidamente
as matrizes espaciais e temporais nas quais foram pensadas até en-
tão o progresso histórico moderno e linear. Isso favorece a emanci-
pação de uma teoria crítica da colonialidade (Martins, 2022a) que
integra todas as tradições anteriores tanto no norte global como
no sul global reforçando os processos democratizantes. Os giros
epistêmicos em curso apontam para uma ressignificação radical
do universo social que conhecíamos, evidenciando o esgotamen-
to das matrizes do tempo do progresso histórico que marcaram
o paradigma da modernização capitalista e do desenvolvimentis-
mo nacional na região. Os giros epistemológicos voltam-se neste
199
Paulo Henrique Martins

século XXI para a reorganização das disciplinas e marcos interpre-


tativos, considerando mais claramente as tensões entre os proble-
mas globais e locais, passando pelo nacional. Isto exige atenção dos
intelectuais sobre as mudanças sistêmicas no plano macrossocio-
lógico como aquelas nos planos locais, microssociológico, abrindo
para os temas da diversidade e da ecologia (Farah e Gil, 2012).
Surgem brechas, descontinuidades e incertezas que revelam
tanto as novas possibilidades da Sociologia Geral pós-iluminista
e pós-colonial, no lado positivo; mas como um anti-intelectualis-
mo promotor de reações à emancipação do humano como pro-
jeto ético e fundado no complexo diversidade, no lado negativo.
Há possibilidades de que o novo ciclo de desenvolvimento da so-
ciologia acadêmica avance no sentido da revisão das interpreta-
ções da agência humana e de seus novos modos de subjetivação
da realidade induzidos pela Inteligência Artificial para investir
fortemente no ideal do bem comum (Revue du Mauss, 2022). Por
outro lado, a valorização da experiência interior (Bataille, 2016) na
organização do mundo objetivo deixa de ser um tema marginal na
sociologia para aparecer como área importante dos estudos sobre
as condições de colonização e descolonização de crenças e práti-
cas. Valorizando o tema da interioridade, prestigiam-se aqueles da
criatividade, das emoções e dos afetos que são necessários para se
pensarem as conexões do corpo humano como sistema aberto à
interação com outros sistemas. Isto ocorre no contexto de revisão
crítica das teorias gerais da modernização que levaram o planeta a
conhecer os perigos do antropocentrismo (Chakrabarty, 2009) e de
recolonização digital e extrativista inspirada pelo neoliberalismo.
Uma questão importante a ser enfrentada do ponto de vista teó-
rico e acadêmico diz respeito à necessária superação de paradigmas
dualistas que reproduzem a colonialidade do saber (Lander, 2003)
e que informam o atual processo de recolonização planetária. As
dificuldades de organização de uma consciência ampla sobre a
relação entre o ser humano e a natureza são um desafio impor-
tante para se pensar as perspectivas pós-desenvolvimentistas da
200
Sociologia Geral na América Latina

Sociologia Geral (Escobar, 1999 e 2010; Martins, 2012; Martins e


Araújo, 2016). Há que se superar os modos egocêntricos e binários
de construção mental e afetiva do mundo que revelam resistências
reforçadas pelo colonialismo digital (Faustino e Lippold, 2023). Há
que se rever o binarismo do pensamento cartesiano moderno que
inspirou a lógica da modernidade ocidental (sociedade vs. nature-
za; colonizador vs. colonizado; subjetividade vs. objetividade etc.) e
que continua a funcionar como dispositivo de classificação moral,
contribuindo para fixar crenças epistemológicas e teóricas que se-
param e impedem movimentos empáticos no interior da sociedade
territorial. O binarismo inibe a visualização dos nexos éticos. Esse
binarismo deve ser criticado para se valorizarem as distintas rea-
lidades históricas e culturais de indivíduos e de grupos, de modo a
destacar as experiências afetivas, emocionais e cognitivas comuns
(Iorio, 2022). O reenquadramento de olhares e modos de subjetiva-
ção da realidade convida, logo, o pensamento acadêmico e socio-
lógico pós-colonial a ajustar os sentidos de produção de ideias e a
autorresponsabilidade de cada um na promoção do cuidado de si e
do outro e na promoção da democracia (Ansaldi, 2007).
A superação da colonialidade exige a superação do fosso entre
saber especializado e saber comum. A Sociologia Geral cosmopo-
lita deveria integrar de modo relacional (Dépelteau e Vandem-
berghe, 2021) saberes que espelhem de modo compartilhado e
interdisciplinar a complexidade do mundo da vida, por um lado, e
que favoreçam reflexões críticas sobre este, por outro. Há que se re-
organizar o estado do bem-estar e as ações públicas, gerando maior
inclusão social, com justiça cognitiva e moral nos planos local, na-
cional e transnacional. Todas estas revisões teóricas consideram
um ponto comum relevante: a importância de rever o excesso e a
especialização disciplinar dos estudos sociológicos e que compro-
metem o caráter normativo da sociologia. Neste sentido, a Sociolo-
gia Geral da América Latina e do Caribe constitui uma plataforma
intelectual interessante para se sair do provincianismo intelectual
(como aquele do universalismo) para se valorizar uma perspectiva
201
Paulo Henrique Martins

cosmopolita pós-moderna e abrangente. Isto implica também se


rever o nacionalismo metodológico que marcou as sociologias na-
cionais para ressignificar o valor da experiência vivida no cotidia-
no. Superar a colonialidade inscrita no nacional é decisivo para
um pensamento cosmopolita abrangente sobre o humano e sobre
a vida social e ecológica permitindo se ressaltarem as linguagens
do corpo, das emoções e das percepções múltiplas sobre a realida-
de. Somente por essa via de uma Sociologia Geral cosmopolita é
possível se colocar o comum como uma categoria que permite le-
var os indivíduos a conhecerem uma experiência real fenomênica,
ao mesmo tempo localizada e globalizada. Esse é um desafio para
se superar a alienação gerada pela colonialidade e para expandir
um conhecimento crítico adequado a um mundo cosmopolita so-
fisticado e incerto, reintegrando, por um pensamento integral e
geral, o homem e sua natureza, corporal e comunitária.

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213
O cosmopolitismo negro em três tempos
Deslocamentos, tensionamentos
e atualizações no debate contemporâneo

Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

Introdução

Nas últimas três décadas, o conceito de transnacionalismo – apesar


de sua primeira aparição ser datada da década de 1920, segundo o
dicionário Merriam-Webster1 – tem sido mobilizado e populariza-
do para pensar associações humanas para além das fronteiras dos
Estados nacionais. Não há dúvidas de que sua disseminação nas
ciências humanas guarda relações com as discussões acadêmicas
sobre circulação intercontinental de manifestações e expressões
culturais, relações econômicas e comunidades que caracterizavam
o processo de globalização que passamos a vivenciar desde a passa-
gem do século XVIII para XIX. Naquele período o evento marcante
para o nosso argumento, ao contrário das periodizações tradicio-
nais das ciências sociais, foi a Revolução Haitiana (também co-
nhecida como de São Domingos). Nesse sentido, a emergência do
transnacionalismo negro caminhou simultaneamente com o pro-
cesso de globalização e desenvolvimento tecnológico que criou as
condições representadas aqui pelos processos de desescravização

1
https://www.merriam-webster.com/dictionary/transnationalism

215
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

e/ou abolição da escravatura nas Américas, como bem documen-


tou Du Bois em sua tese de doutorado defendida em Harvard
em 1895 intitulada The Suppression of the African Slave Trade to the
United States of America 1638 – 1870 (1896).
Du Bois resumiu o trabalho desta forma:

“A questão da supressão do comércio de escravos está tão intimamen-


te ligada às questões de seu surgimento, do sistema de escravidão
americano e de toda a política colonial do século XVIII que é difícil
isolá-la e, ao mesmo tempo, evitar a superficialidade, por um lado, e a
estreiteza de visão não científica, por outro. Embora eu não pudesse
esperar superar totalmente tal dificuldade, ainda assim confio que
consegui dar a partir desta monografia uma pequena contribuição
para o estudo científico da escravidão e do negro americano”2.

O estudo começa examinando a história da escravidão nas Treze


Colônias, incluindo o comércio atlântico de escravos. Em seguida,
discute o papel da escravidão na Revolução Americana e como a
instituição da escravidão foi preservada nos incipientes Estados
Unidos pela Convenção Constitucional. Também examina a
Revolução Haitiana e o efeito que ela teve sobre os proprietários de
escravos dos EUA, em especial no sul daquele Estado nacional. Du
Bois conclui seu trabalho analisando o fim do tráfico transatlân-
tico de africanos e o papel do algodão produzido por escravos na
economia antes da Guerra Civil Americana3.
The supression representa uma historiografia diferente da épo-
ca, pois Du Bois (1896) fundamenta seus princípios argumentativos

2
The question of the suppression of the slave-trade is so intimately connected with
the questions as to its rise, the system of American slavery, and the whole colonial
policy of the eighteenth century, that it is difficult to isolate it, and at the same time
to avoid superficiality on the one hand, and unscientific narrowness of view on the
other. While I could not hope entirely to overcome such a difficulty, I nevertheless
trust that I have succeeded in rendering this monograph a small contribution to the
scientific study of slavery and the American Negro.
3
Em 2014, a obra foi reintroduzida com uma nova introdução de Henry Louis Gates
Jr.

216
O cosmopolitismo negro em três tempos

com base não em leis universais ou em um historicismo metafísi-


co, mas em dados empíricos, arquivos e fontes primárias que colo-
cam a escravidão e a supressão do tráfico transatlântico como um
problema de ordem transnacional e comprovam a influência da
Revolução Haitiana no que chamou de “era da revolução no conti-
nente americano”. Ou seja, ele percebe o papel da Revolução de São
Domingos como um fenômeno político nas Américas e Caribe em
termos dos processos de insurreição e luta por liberdade de africa-
nos escravizados. A Revolução Haitiana definiu o movimento an-
tiescravista, assim como sua contenção, nas Américas e Caribe, a
ponto de identificarmos em Du Bois (1896) um argumento de que
há uma tradição política de ação social negro-africana que emerge
figurativamente com Toussaint L’Ouverture.
A discussão convencional sobre o transnacionalismo, de forma
geral, permaneceu até os anos 2010 como um tema interacadê-
mico que mobilizou pelo menos três aspectos que caracterizam o
debate científico sobre o tema nas humanidades. O primeiro é de
que as definições formais de transnacionalismo sempre levam em
conta um contraste com as formas modernas de nacionalismo e
com os limites das fronteiras das disciplinas científicas (transna-
cionalismo e transdisciplinaridade). O segundo aspecto refere-se à
forma como se mobiliza ou opera as dimensões da cultura, da eco-
nomia e da política para estabelecer, caracterizar e designar o que
é o transnacionalismo. O terceiro e último aspecto, quando se tra-
ta de comunidades humanas e movimentos migratórios, é que as
definições de transnacionalismo geralmente apontam para uma
tensão entre os processos de assimilação (ou não assimilação), ou
seja, levantam-se suspeitas e hipóteses em torno de dinâmicas que
podem favorecer (ou não) a assimilação nacional de grupos de in-
divíduos ou comunidades externas.
Considerando a difusão do conceito transnacionalismo nas ci-
ências humanas nas últimas décadas, nosso argumento é que as
definições formais de transnacionalismo nas ciências sociais e hu-
manidades, de modo geral, e sua popularização não abarcam ou
217
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

não dão conta da experiência negra que foi explorada por Du Bois
em sua tese The suppression (1896). Significa dizer que a ausência
de consideração a movimentos como o pan-africanismo e pan-ara-
bismo, por exemplo, na condição de formas de transnacionalismo
associadas às experiências que emergem antes mesmo do campo
disciplinar se interessar pela discussão, denotam a orientação das
humanidades caracterizada pelo nacionalismo metodológico e o
racismo científico.
Propomos uma discussão ao longo do texto que chega à con-
clusão de que a ênfase metodológica e teórica nos aspectos desu-
manos do tráfico transatlântico (cristianismo revisionista), dos
impactos das ações legislativas e legais em cada experiência na-
cional no momento de sua dissolução, as reflexões ideológicas em
torno dos impactos “reiterativos” ou “dissolventes” das hierarquias
e tensões raciais caracterizados pelas abordagens que enfatizaram
a miscigenação e a mestiçagem (segregação versus assimilação), e/
ou os obstáculos e impedimentos à integração econômica e social
dos negros na sociedade de classes, são perspectivas teóricas/ideo-
lógicas que, ao se restringirem ao nacionalismo metodológico, não
só “desconhecem” as ações de ativistas, intelectuais e formas de
agência coletiva, e criativa, negro-africana, desde a virada do sécu-
lo XIX para o XX, mas reservam, ou preservam, o lugar subalterni-
zado dos negros e africanos como povos sem história e, portanto,
de não agentes aguardando uma solução, já que segundo Fanon
quem constrói o negro é o branco.
Justamente na encruzilhada da experiência de rejeição nacio-
nal, na (sua) autorrealização projetada pelo (seu) outro na histó-
ria e nas lutas de auto inscrição de indivíduos e povos com base
em sua experiência histórica, é que se encontra a importância do
transnacionalismo cosmopolita negro-africano; isto é, nas ações
sociais, culturais e políticas construídas nos interstícios da vio-
lência colonial e racial que geraram um horizonte de expectativas
orientado pela possibilidade de aglutinação de africanos e seus
descendentes, em ações que articulavam tanto a prática política
218
O cosmopolitismo negro em três tempos

materializada nos congressos pan-africanos quanto as reflexões


teóricas das ciências humanas que ainda não foram capazes de
reconhecer os fundamentos elementares do transnacionalismo e
cosmopolitismo, por estarem associadas à negros e africanos. Há,
portanto, um cosmopolitismo que surge da experiência de rejei-
ção no interior dos Impérios e Estados Nacionais (Nwankwo, 1970;
M’Baye, 2017).

A formação do campo disciplinar do transnacionalismo


nas Ciências Humanas

Antes de entrar na discussão do texto propriamente, é necessá-


rio compreender, de forma preliminar, as razões pelas quais o
transnacionalismo se tornou um tema importante e o que houve
para que suas definições formais tenham se popularizado nos úl-
timos anos nas ciências sociais. Eventos como a queda do muro
de Berlim, a dissolução da União Soviética e o 11 de Setembro nos
EUA, por exemplo, marcaram a necessidade de as ciências huma-
nas, na Europa e nos EUA, discutirem os fenômenos entre Estados-
Nação e culturas em uma escala global e interconectada, em vez
de analisar, compreender e discuti-los especificamente no interior
dos Estados Nacionais isolando os acontecimentos políticos locais
e domésticos dos fenômenos globais. Há que se lembrar também
dos fluxos imigratórios pós-coloniais para as grandes metrópoles
que têm levado a mudanças demográficas e culturais que resso-
am nas políticas voltadas às identidades humanas que Stuart Hall
(1988; 2017) chamou de “novas etnicidades”.
Mesmo que a história da modernidade sociológica tenha sido
contada a partir de uma perspectiva nacional, a contemporaneida-
de passa a ser escrita colocando um desafio a este olhar, mostrando
que o crescimento da proliferação do antagonismo centrado na di-
ferença cultural talvez seja uma das principais questões políticas;
especialmente após a constituição da United Nations (Organização
219
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

das Nações Unidas (ONU)) e, no seu interior, a United Nations Edu-


cational, Scientific and Cultural Organization (Organização das
Nações Unidas para Educação, a Ciência e a Cultura (UNESCO)),
ambas fundadas após o final da Segunda Guerra Mundial. Por
esse conjunto de fatos, essa dimensão globalizante se tornou peça
central de reflexões nas ciências humanas com diversos rótulos:
“World History”, “Connected History”, “Entangled History”, “New
Global History”, “Transnational History”, dentre outros (Patrick
Manning; Jerry Bentley (2007); Sanjay Subrahmanyam (2005);
Shalini Randeria (2002); Bruce Mazlish (2006), Akira Iriye (2013);
David Thelen (1999)).
Todas essas novas perspectivas que reivindicam ou reformulam
aspectos da historiografia levam em consideração o esforço analí-
tico de compreender os fenômenos e efeitos decorrentes dos pro-
cessos de globalização e transnacionalização. Os desdobramentos
de se adotar tal abordagem nos dias atuais apontam para o declí-
nio da ideia política clássica de soberania dos Estados Nacionais,
da concepção de uma economia nacional autorreguladora (como
fora exposto na Economia Política Adam Smith em Da riqueza das
Nações), da concepção sociológica clássica de uma sociedade como
uma totalidade suturada (como fora desenvolvido por Durkheim
em Da divisão do trabalho social e sua tese a respeito da solidarieda-
de) e a tese weberiana de estados nacionais modernos versus tradi-
cionais em busca da modernidade.
A globalização e os acontecimentos das últimas três décadas
fragmentaram nossas coordenadas espaciais e temporais, questio-
nando as bases de nossos sistemas de representação da identidade
cultural e nações, na forma de “comunidades imaginadas” nos ter-
mos de Benedict Anderson (1983). Como resultado, as identidades
estão cada vez mais deslocadas, fazendo-nos abandonar a noção de
lugar e identidade fixa, enclausurada e internamente coerente. Ou
seja, vivemos em um momento em que o fluxo cultural e os laços
coletivos estão operando simultaneamente acima e abaixo do ní-
vel do Estado-Nação, funcionando como escalas interpenetrantes
220
O cosmopolitismo negro em três tempos

que causam uma disrupção nas distinções convencionais de vizi-


nhança e região da economia política e da sociologia em suas pers-
pectivas clássicas e por vezes contemporâneas.
Apesar destas mudanças nos debates das ciências sociais, no
que se refere às formas com que interagimos e trabalhamos hoje
com algumas categorias da modernidade, como Nação, Estado e
sociedade, é necessário mostrar que a experiência negro-africa-
na nas Américas e no Caribe desloca e leva esta discussão sobre
transnacionalismo para outro lugar, a partir de três momentos es-
pecíficos. O primeiro deles é a experiência de rejeição de negros
no interior dos Estados Nacionais nos processos pós-abolição. No
caso dos EUA, por exemplo, houve uma ruptura com os estatutos
legais que impediram a integração do negro nas dinâmicas de par-
ticipação plena na sociedade a partir de 1964.
No Caribe, identificamos uma formação social piramidal em
que o negro está na camada mais baixa e o branco no topo. Além
disso, percebemos que os processos de independência de ilhas –
Jamaica, Trinidad e Tobago, Guiana, por exemplo – ocorreram du-
rante os anos 1960; no caso do “Caribe francófono”, com exceção
do Haiti, vemos a relação de dominação mediada pela formação de
“departamentos ultramarinos”. Nos territórios que foram domi-
nados pelos países ibéricos, há um processo de independência no
século XIX que formou nações supostamente desagregadas étnica
e racialmente. Esses fatos colocam especificidades no caso caribe-
nho que chamam atenção, particularmente, para a formação de
elites locais que mediaram e foram as referências nos processos de
independência de parte dessas ilhas.
Já no caso brasileiro, a recorrência das ressignificações da tese
da assimilação dos africanos transformados em negros e o quase
total extermínio das populações nativas continuam assombrando
e dificultando a nossa compreensão de que a tensão da estrutura e
dinâmica da sociedade brasileira é entre Casa Grande & Quilombo e
não entre Casa Grande & Senzala. A quilombagem, a marronagem,
a palencagem são fenômenos de ação coletiva de questionamento
221
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

aos poderes instituídos, muito mais frequentes e complexos no


continente americano, embora ainda pouco estudados.
Os framings do transnacionalismo e do cosmopolitismo ne-
gro-africano, portanto, nos convocam a trabalhar para além dos
impasses de controle do acesso à terra e das políticas planejadas
de imigração que visavam embranquecer a população ou apagar o
elemento negro-africano após a abolição, como demonstram a tese
miscigenação e/ou mestiçagem ou, ainda, de sua transformação
em povo em vias de integração em uma sociedade de classes em
formação.
O cosmopolitismo negro-africano aponta para uma releitura
em que os modos de pensar, sentir e agir dos descendentes de afri-
canos tanto reivindicam as conexões com o passado imaginado
em termos de pertencimento (origem africana), quanto partem de
uma comunidade africana imaginada transnacional e diaspóri-
ca. A origem africana imaginada tem sido reconstruída tanto por
meio de ressignificações de práticas ancestrais quanto pelo uso do
método de mapeamento de identificação genética DNA. O retor-
no aos arquivos, também, tem permitido retraçar origens étnicas
de pessoas negras ao redor do mundo, transformando a ficção/
reconstrução da rota de Kunta Kinte (Alex Haley, 1976) em uma
prática acadêmica de afrodescendentes que constroem uma nova
perspectiva que questiona a historiografia tradicional (Saidiya
Hartman, 2007, 2021; Michel-Rolph Trouillot, 1995).

O momento pan-africano

No livro The Third World: a vital new force in the international af-
fairs, Peter Worsley (1970) faz uma importante digressão sobre a
formação dos Estados Nacionais classificando-os como de pri-
meira onda (Estados Nacionais europeus) e segunda onda (as for-
mações Pan, “Panmovements”, que são caracterizados pelo autor
como uma formação nacional marcadamente distinta dos Estados
222
O cosmopolitismo negro em três tempos

Nacionais de primeira onda). Uma diferença significativa entre a


primeira e a segunda onda é que as formações Pan transcendem
as fronteiras estatais que foram estabelecidas no período de cria-
ção dos Estados Nacionais de primeira onda; as formações Pan são
construídas sobre afiliações culturais muito mais amplas que con-
sideram aspectos religiosos (pan-islamismo), linguísticos e “cultu-
rais” (eslavofilismo, pan-arabismo), físicos (négritude, garveyismo)
e até mesmo continentais (pan-africanismo).
Este momento histórico da emergência das formações Pan é
fundamental na construção de nosso argumento em relação ao pri-
meiro momento analítico do transnacionalismo e cosmopolitismo
negro: justamente neste momento analítico que entendemos Du
Bois como uma importante referência nas formulações teóricas e
nos processos políticos que possibilitaram o desenvolvimento de
um transnacionalismo negro, expresso principalmente na con-
ferência (1900) e nos congressos pan-africanos no entre guerras
(1919, 1921, 1923, 1927) e após a Segunda Guerra (1945, 1974, 1994
e 2014). A importância do engenheiro André Rebouças (1838-1898)
no Brasil e do ativista político Marcus Garvey (1887-1940) no Ca-
ribe também aparecem em nossa análise deste primeiro momen-
to, marcado principalmente pelos processos político-sociais que
culminam na interdição da integração do negro, cuja única saída
para recriar seu pertencimento no pós-abolição é traçar rotas al-
ternativas com o continente africano, em direção ao reestabeleci-
mento de sua humanidade negada e sua participação na história
universal.
Acerca do primeiro momento analítico, o pós-abolição no con-
texto norte-americano é marcado pelo agravamento de tensões
entre negros e brancos após o final da Guerra Civil, no período
conhecido pela historiografia como “Reconstrução”. Com o fim
da guerra e a abolição da escravidão, os EUA vivenciaram um mo-
mento de retomar as bases da democracia e liberdade que seriam
as guias do destino da recém-formada nação. Em Black reconstruc-
tion, Du Bois (1935) mostra que, especialmente entre 1862 e 1865,
223
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

diferentes sistemas de assistência social foram criados para aco-


lher escravizados fugitivos e suas famílias. Foi quando o Freed-
men’s Bureau teve sua origem com o nome de Department of Negro
Affairs, que foi o órgão de Estado responsável por promover um
regimento negro durante a Guerra Civil. No entanto, Du Bois (1935)
aponta que existiam alguns problemas advindos do contato entre
os soldados brancos, em sua maioria, que “eram contra servir a
população negra de qualquer maneira, e foram contra a vontade
guardar e vigiar os campos onde os negros estavam ou até protegê-
-los contra a violência (Du Bois, 2013 [1935] p.974)”.
Para Du Bois (1935), a Guerra Civil nos EUA foi marcada pelo
duro processo de luta por liberdade da população negra e pela po-
sição estratégica que ela teve no decorrer da guerra para os dois
lados da disputa, o sul e o norte do país. Apesar da importância da
comunidade negra nos resultados da Guerra Civil e na formação
dos EUA, os limites da democracia americana continuam ainda
presentes nos dias de hoje. A Guerra Civil serviu para mostrar o
heroísmo e a agência da população negra na construção da nação
norte-americana, mas houve uma série de problemas referentes ao
ressentimento da população branca à integração da comunidade
negra nas dinâmicas sociais da recém-nascida civilização norte-a-
mericana no pós-guerra civil. Isso fica latente quando analisamos
o sistema de segregação Jim Crow, formalizado nas instituições ju-
rídicas que emerge após a Reconstrução, a qual, em termos crono-
lógicos, se situou entre 1866 e 1877.
Um dos grandes êxitos do Freeman’s Bureau após a guerra civil
foi a criação de instituições de ensino para negros no pós-abolição
e de educação básica e primária para todos no sul dos Estados Uni-
dos. No entanto, o órgão falhou em equacionar os problemas refe-
rentes às relações sociais entre ex-senhores brancos e os escravos

4
“Were opposed to serving Negroes in any manner, and were even unwilling to
guard the camps where they were segregated or protect them against violence.” Du
Bois (p. 97).

224
O cosmopolitismo negro em três tempos

libertos, além das falsas promessas de acesso à terra para os ne-


gros5. Para Du Bois (1935), o sucesso do gabinete se deu graças ao
trabalho árduo, à ajuda de filantropos e à determinação na luta
da população negra; as falhas ocorreram devido à má gestão de
agentes locais, das dificuldades de trabalho e da negligência do
Estado às questões que diziam respeito ao Freeman’s Bureau. Essa
negligência ocorreu por parte do poder público e foi reforçada
especificamente entre 1876 e 1965 com as leis segregacionistas do
sistema segregacionista legal Jim Crow no sul dos EUA que explici-
taram, formalizaram e institucionalizaram o que Du Bois denomi-
nou como linha de cor. Esse período foi classificado por Carol D. Lee
(2009) como o “African Holocaust”, uma categoria de análise que
descreve a experiência negra nos EUA no pós-emancipação.
No caso brasileiro, o que se pôde perceber, de maneira seme-
lhante aos EUA, foi que em meados do século XVIII havia uma
preocupação central do que se fazer com o negro após a escravi-
dão. Após a Abolição, a estratégia política do Brasil republicano se
referia ao embranquecimento e higienização do espaço urbano. A
categoria analítica “medo” é central para a compreensão das po-
líticas públicas do Brasil no período da recém-formada república
(Azevedo, 1987). O “medo branco” no pós-abolição pode ser com-
preendido como uma dimensão oculta dificilmente reconhecida
metodologicamente na historiografia tradicional, tal como o “res-
sentimento” explorado por Du Bois (1935) no contexto da Recons-
trução norte-americana. Destacamos que “medo”, “ressentimento”

5
O famoso cineasta Spike Lee nomeou sua produtora em referência ao evento 40
Acres and a Mule Filmworks, fundada em 1979. O nome da empresa é uma referência
à frase mais frequentemente usada para se referir à política e ao episódio de eventos
do início do período da Reconstrução, em que certas famílias negras recentemen-
te emancipadas na costa da Geórgia receberam lotes de terra não superiores a 40
acres (160.000 m2) e, em alguns casos, mulas militares excedentes. A ordem, emitida
em 1865 pelo General Sherman como "Ordem Especial de Campo 15", foi posterior-
mente revogada por Andrew Johnson, e a terra foi tirada dos escravos libertos e devol-
vida aos proprietários anteriores.

225
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

e “holocausto” foram as categorias que deram a tônica das relações


sociais no pós-abolição nas Américas incluindo o Caribe.
O acontecimento global que influenciou a sociedade brasilei-
ra pós-abolição também foi a Revolução Haitiana, pois colocou
em ação a busca de liberdade por revolucionários negros em todo
continente americano. O medo de uma insurgência negro-africa-
na no Brasil ficou mais latente com o desenrolar das insurreições
baianas nas primeiras décadas do século XIX, como as revoltas
que ocorreram entre 1807 e 18166 e a Revolta dos Malês em 1835,
por exemplo. O fantasma da experiência do Haiti e a tomada de
poder por parte dos escravizados assombrava o pensamento das
elites locais. O número crescente da população de origem africana
no território brasileiro, principalmente nas áreas urbanas, era vis-
to com certa desconfiança por parte da população branca que era
conduzida por um temor por insurreições e por aglomerações de
ex-escravizados negros e descendentes de africanos.
Os projetos imigrantistas e de branqueamento ganharam forma
e força justamente nesse período de crise e frequentes questiona-
mentos na sociedade, e de um anseio por um futuro. O solo fér-
til destes projetos se deu em um período que ficou marcado por
ser uma transição do trabalho de mão-de-obra escravizada para a
instituição de um mercado com trabalhadores livres. O tema que
mais foi abordado nos debates dessa época foi o da nacionalidade,
que apontou para o desgosto e o desprezo das elites brancas pela
manifestação de diferenças sócio-raciais e culturais da sociedade
brasileira. As inquietações das elites locais não eram mais em rela-
ção à doutrinação e coação do negro liberto, mas sim em relação à
sua total substituição pela mão-de-obra imigrante europeia, tanto
no setor agrícola quanto no setor urbano7.

6
REIS, João José. Há duzentos anos: a revolta escrava de 1814 na Bahia. Topoi (Rio J.)
[online]. 2014, vol.15, n.28 [cited 2019-03-26], pp. 68-115.
7
Ver, por exemplo, “Racialized xenophobia and the uneven distribution of welco-
me to foreigners in Brazil by Faustino Deivison, Oliveira Leila Maria de Oliveira and
Silvério Valter Roberto”. Mondi Migranti (1972-4888, ISSNe 1972-4896), 1/2023.

226
O cosmopolitismo negro em três tempos

No caso caribenho, a abolição também desencadeou forças


culturais e políticas que formaram aquela região. Uma complexa
interação entre fatores locais, regionais e metropolitanos forjou o
curso do processo de abolição, que não foi, de forma alguma, previ-
sível e uniforme. Ou seja, o processo de libertação dos escravizados
nas ex-colônias britânicas, francesas, espanholas, portuguesas e
holandesas refletiu a complexa interação entre diferentes forças
e situações. Tais diferenças também se refletiram nos processos de
independência das ilhas do Caribe que ocorreram em momentos
históricos distintos – parte ocorreu durante o século XX, outra
parte, especialmente o Caribe inglês, após a II Guerra Mundial.
O final da escravidão formal no Caribe chegou após um proces-
so de luta agonizante da população negra, que durou das décadas
de 1790 a 1880 (Bridget Brereton; Kevin A. Yelvington, 1999). A for-
mação social caribenha no pós-abolição foi profundamente orga-
nizada pelo sistema escravista e, assim como nos EUA e no Brasil,
a formalização da abolição nas ilhas do Caribe não significou li-
berdade para os ex-escravizados, tampouco afetou e alterou as re-
lações de poder que estavam estabelecidas na região. O que se nota
no caso caribenho é uma formação social racialmente hierárquica.
Em um relato pessoal, Stuart Hall comenta sobre sua relação com
a Jamaica dos anos 1930 e 1940, exemplificada por um episódio em
que sua mãe descobriu, com rejeição, que o namorado de sua filha
era negro demais, proibindo-a de continuar o relacionamento. A
obsessão cultural dos jamaicanos, exemplificada pela figura de sua
mãe, em se posicionar socialmente por meio da cor é uma caracte-
rística que Hall descreve como uma “neurose racial”, expressa pelo
gradiente de cores (Hall, 2017).
Cabe destaque, no caso caribenho, à emergência de uma elite lo-
cal negra e mestiça liderada por homens e mulheres que passaram
pela experiência de serem expostos à educação formal familiar e
à cultura metropolitana. Um arranjo marcadamente piramidal e
hierárquico, o processo de creolização, “creolization”, e a “neuro-
se racial” descrita por Hall são características fundamentais na
227
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

compreensão da formação social do Caribe e estão associadas à


experiência negra e africana no pós-abolição da região. A transi-
ção da escravidão para o trabalho assalariado no Caribe envolveu
uma equação cujo resultados não foram somente econômicos ou
puramente ligados ao mundo do trabalho, mas envolveu também
transformações sociais, políticas e culturais.
Os processos pós-abolição nestes três casos, de uma forma geral,
despertaram um tipo de sentimento que oscilou entre as promes-
sas de um futuro melhor e os fracassos em termos de conquistas de
direitos e melhoria do bem-estar de africanos e seus descendentes.
Esses processos marcados pelos impedimentos formalizados em
lei, ou não, de integração e participação plena do negro na socieda-
de produziu um tipo de subjetividade que transitava entre o desejo
de participação efetiva nas dinâmicas de vida em sociedades (na-
cionais) de forma plena e a necessidade de reconhecimento dos ne-
gros como parte da humanidade cindida pelo colonialismo, o que
tinha como implicação imediata a inserção da África na condição
de continente com história e, consequentemente, os africanos e
seus descendentes como colaboradores da construção da história.
Não há dúvidas de que Du Bois foi um dos grandes representan-
tes deste conjunto de intelectuais de descendência africana, que
encontrou nos entraves do processo de integração do negro na
sociedade americana um dos principais problemas de seu tempo,
traduzido na ideia de linha de cor.
No Caribe, especificamente na Jamaica, podemos citar, a título
de exemplo, as experiências de Marcus Garvey (1887-1940) e Amy
Euphemia Jacques Garvey (1895-1973) e, no Brasil, André Rebouças
(1838-1898)8: experiências de vida que exemplificam as noções de
transnacionalismo e cosmopolitismo que se realizaram devido
aos entraves e dificuldades de integração do negro nos Estados

8
Para uma visão ampla da importância de André Rebouças, ver a tese doutorado de
Alexandro Dantas Trindade (2004): André Rebouças: da Engenharia Civil a Engenharia
Social, Universidade Estadual de Campinas, Instituto de Filosofia e Ciências Humanas.

228
O cosmopolitismo negro em três tempos

Nacionais pós-abolição. No caso de Du Bois, o sistema legal Jim


Crow e as falhas decorrentes do período da Reconstrução impu-
seram ao negro um status legal inferior, isto é, a não plenitude da
humanidade racialmente construída e discursivamente atribuí-
da pela ciência, ao mesmo tempo, impedia-os de serem cidadãos
americanos e os obrigava a reposicionar positivamente a origem
africana como condição de existência subjetiva. Para Du Bois, a so-
lução do problema passaria pela afirmação da contribuição espe-
cífica da África para a humanidade e pela construção da condição
como seres diaspóricos dos africanos assim como os judeus. Para
Marcus e Amy Garvey, foi o trânsito migratório entre o Caribe e
os EUA que lhes permitiu cultivar um senso de pertencimento e
identificação entre negros(as) do mundo e o continente africano
em grandes cidades como Baltimore e New York.
André Rebouças, por sua vez, expressou em muitos de seus es-
critos uma identificação com a África e as injustiças sofridas por
ser considerado um “livre de cor” no Brasil oitocentista. Muitos
desses relatos que expõem sua inclinação ao cosmopolitismo ne-
gro foram escritos entre os anos de 1891 e 1893 e culminaram com
sua ida ao continente africano. Estes textos autobiográficos de seu
Diário e Registro de correspondência dão a entender que o contex-
to pós-abolição marca uma intensa inflexão na construção de sua
subjetividade relacionada à identidade cultural e racial.

“África...

Ah! Meu Taunay! É claro que todas as lavagens são feridas do meu
coração africano nas águas do Nilo, Níger, Congo, Zambeze e Lagos
Equatoriais; e, se for necessário, no Mediterrâneo e nos Oceanos
Atlântico e Índico. Porém, é isso que Taunay faz ou o que o Brasil
não faz justiça e não deseja para Rebouças, desde o Pai até os últimos
filhos: é a você que agora cabe repetir meu grito de dor de 1874: Você
é injusto!! Você está errado!!!” (André Rebouças, 1891-93, vol. IV, mapa
para Taunay, Marselha, 25/3/1892, p. 650).

229
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

Tanto Du Bois, quanto os Garvey e os Rebouças lidaram, de uma


forma ou de outra, com o processo de racialização no interior dos
Estados Nacionais, que marcou profundamente a formação de
uma subjetividade cindida destes intelectuais e ativistas, fazendo-
-os recorrer, como contrapartida, a uma identificação com o con-
tinente africano e com as práticas culturais associadas à África. É
nesse contexto que o pan-africanismo do início do século XX toma
forma com a primeira geração de pensadores afro-americanos,
como Alexander Crummell (1819-1898), Edward Blyden (1832-1912),
Martin Delany (1812-1885), que associavam diretamente o pan-a-
fricanismo ou o elo com a África em uma perspectiva do racialis-
mo do século XIX, relacionando o signo negro diretamente com
África.
Essa primeira onda de pan-africanistas refletia as especificida-
des dos EUA, Caribe e Brasil em relação à formação social de cada
região em contextos pós-abolição. Nos EUA, o Jim Crow veio à tona
como princípio jurídico que balizou as relações entre negros e
brancos até 1965; no Caribe houve uma formação social piramidal
que organizou a relação entre negros e brancos de forma hierar-
quizada, de modo que havia uma “neurose racial” tanto em negros,
quanto em brancos, que foi descrita por Stuart Hall (no caso jamai-
cano) e teorizada por Fanon (no caso da Martinica) a partir da so-
ciogênese; e no Brasil o pós-abolição foi marcado por tentativas de
apagar e diminuir o elemento negro/africano de inúmeras formas.
Em todos esses contextos de pós-abolição, o espectro da Revolução
do Haiti esteve presente tanto na forma de um medo branco por
insurreições negras e africanas nas Américas e no Caribe quanto
por meio de uma modalidade de ação social que pode ser descrita
na agência criativa negra.
Neste momento analítico identificamos processos de interdição
de interações entre negros e brancos e a formação de uma subjeti-
vidade negra dividida pela vontade de pertencer ao Estado Nacio-
nal, mas com o impedimento no acesso à garantia de direitos. Desta
forma, a invenção da África como um signo, e sua apropriação
230
O cosmopolitismo negro em três tempos

pelos intelectuais e ativistas, torna-se uma dimensão vital de sua


imaginação sociológica marcando a emergência do transnaciona-
lismo negro na chave do vir a ser da diáspora africana.
As interdições de participação plena de cidadãos negros nos
Estados Nacionais em contextos pós-abolição e as iniciativas de
se forjar uma aliança transnacional entre negros e o continente
africano tem como inspiração a diáspora judaica. A necessidade
de intelectuais e ativistas negros de criar uma relação com África,
por meio de expressões culturais, estéticas e religiosas, guarda re-
lações com os processos de interdição de direitos e racialização no
interior destes novos Estados Nacionais.

O momento da crítica Fanoniana

As interdições, rejeições e práticas de negação de direitos dos des-


cendentes de africanos no interior dos Estados Nacionais se dá si-
multaneamente à política de expansão imperialista do Ocidente
em outros continentes. Por volta de 1900, a Europa já domina-
va 90% do continente africano, 56% da Ásia e 99% das porções
de terra localizadas no Oceano Pacífico, a ponto de, em meados
do século XX, 90% da totalidade da superfície terrestre ser ocu-
pada por forças imperialistas e colonizadoras (Andersson, 2013;
Young, 2001; Go, 2016). O projeto imperialista do Ocidente desa-
guou na Primeira Guerra Mundial, pois um dos principais elemen-
tos que conduziram aos conflitos e interesses políticos da guerra
foi o controle colonial ocidental no continente africano, america-
no e asiático.
Os resultados da I Guerra Mundial vieram na forma de pre-
miação para os vencedores da guerra e sanções aos membros da
Tríplice Aliança. A Convenção da Paz de 28 de abril de 1919, por
exemplo, representou o acirramento de políticas colonialistas
imbricadas nas políticas de sanção e premiação da guerra. Nessa
convenção foram estabelecidas as condições dos derrotados da I
231
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

Guerra Mundial. Entre os documentos importantes encontra-se o


Tratado de Versalhes. Nesse documento ficaram estabelecidas, por
exemplo, as dimensões de reparação que a Alemanha teria de cum-
prir frente aos vencedores da guerra. Nos termos do Tratado de
Versalhes ela perderia parte de seu território, assim como de suas
colônias no continente africano e de seu território ultramarino.
Foi durante a Convenção da Paz (1919) que também se criou o
bloco geopolítico da Liga das Nações, representando um momento
paradigmático na forma com a qual os Impérios e Estados sobe-
ranos passaram a se relacionar na forma de organizações inter-
nacionais com bases permanentes. A Liga das Nações tinha a sua
sede em Genebra na Suíça e era formada pelas potências ociden-
tais aliadas e associadas, isto é, vencedoras da I Guerra Mundial.
Se, por um lado, podemos ver a formação e institucionalização
das iniciativas coloniais e imperialistas, determinadas por eventos
como a Paris Exposition, o Congresso Universal das Raças e Con-
venção da Paz que reafirmavam a dominação colonial, por outro
lado, as atividades contra coloniais e anti-imperialistas em forma
de embriões de blocos geopolíticos transnacionais surgiam como,
por exemplo, a Conferência e os Congressos Pan-Africanos com-
postos por intelectuais, artistas e ativistas de descendência africa-
na ao redor do mundo.
Durante o período da II Guerra Mundial houve um momento de
inflexão no pensamento pan-africanista e no pensamento social
de maneira geral. A lição que africanos e seus descendentes tira-
ram da experiência nazista e fascista – no período entre guerras
e imediatamente após a II Guerra Mundial – não foi o perigo do
racismo e os entraves na integração, mas a da falsa defesa da opo-
sição entre uma “modernidade” europeia humana e a “barbárie”
do mundo não-branco. É nesse contexto que o movimento de négri-
tude floresceu, pensando a formação de uma subjetividade a partir
da valorização da negrura e da cultura africana. O movimento era
composto por intelectuais, estudantes e artistas de colônias fran-
cesas no Caribe e África que se encontraram em Paris.
232
O cosmopolitismo negro em três tempos

Em 1956, uma das principais vozes do movimento, Léopold Sé-


dar Senghor (1906-2001), argumentou que, para a cultura negra
transcender seu passado e refletir a modernidade, ela deve reco-
nhecer suas próprias tradições, combinando com uma abordagem
aberta a novas ideias e desenvolvimentos na arte. Esse tipo de esté-
tica política se refletiu uma década antes na publicação da revista
Présence Africaine, fundada em 1947 por Alioune Diop (1910-1980). A
história das irmãs Nardal da Martinica (Paulette (1896-1985), Jean-
ne (1902-1993) e Alice Nardal (1900-2000)) também são indícios de
circuitos transnacionais de ação política expressas nas trajetórias
destas três pensadoras afro-caribenhas que também foram res-
ponsáveis pelo movimento de négritude no entreguerras. Muitos
dos encontros entre artistas, intelectuais, escritores e pensadores
afro-caribenhos e africanos em Paris ocorreu nos cercles d’amis or-
ganizados por Paulette Nardal. O objetivo era conectar e compor
uma rede de indivíduos criando uma comunidade transnacional
com um caráter deliberadamente político e estético.
A influência desses(as) pensadores(as) no desenvolvimento do
movimento de négritude chama atenção para um momento deci-
sivo de articulação política de um transnacionalismo negro no
período entreguerras, que se constituía em uma oposição princi-
palmente ao discurso humanista do Ocidente e que realiza uma
subversão (ou conversão) do termo negro. Ou se opunha também
ao discurso sobre o ser humano, organizado por perspectivas eu-
rocêntricas evolucionistas em uma série de estágios que vão do
“primitivo” ao “civilizado”, do animal ao humano ou do negro ao
branco. No momento em que a négritude se tornou um movimento
político, a língua francesa expressava o estágio do primitivo para
o civilizado em termos como négre (-), noir (+/-), e peuple de couleur
(+). O discurso a favor da négritude procurou (e ainda procura) des-
pertar um sentimento de valorização, orgulho e pertencimento
entre uma comunidade a qual o discurso humanista inferioriza
atribuindo ao signo negro (négre) um significado de primitivo.

233
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

Não é coincidência que a estética de um continente africano


pré-colonial esteja presente na forma com que muitos intelectuais
da négritude, como Aimé Césaire9, imaginam sua relação, ou, na
melhor das hipóteses, seu pertencimento ao mundo moderno. A
invenção da África neste momento é mobilizada pelo movimento
de négritude como uma tecnologia de contra-narrativa ao discurso
ocidental e humanista via valorização e exaltação da África, e que,
assim como ocorreu no primeiro momento do transnacionalismo
e cosmopolitismo negro que descrevemos, há um vínculo cons-
ciente entre a África e o discurso sobre raça. Disso surge um des-
dobramento de ordem intelectual: referimo-nos especificamente à
crítica fanoniana ao movimento de négritude.
Frantz Fanon percebia a négritude como “a antítese afetiva se-
não lógica desse insulto que: o homem branco fazia à humanidade”
(Fanon, 1961, p. 176). Sendo assim, a négritude inverteu os polos do
discurso humanista da superioridade europeia, valorizando em
contraposição a África, mas ainda de uma forma restrita aos fe-
tichismos racializados que sustentavam o colonialismo europeu,
que, na perspectiva de Fanon, seria o principal entrave para uma
realização plena e completa de uma comunidade de indivíduos ra-
cializados no polo da não-humanidade. Vale considerar que Fanon
não descartou a importância histórica do movimento da négritu-
de, de seus mentores e professores, mas aponta, sobretudo, para
a necessidade de se ir além dos discursos que produzem efeitos
racializantes.
A crítica fanoniana aponta para uma questão fundamental na
compreensão profunda dos processos de racialização. A análise
de Fanon em Pele negra, máscaras brancas nos direciona para um
ambiente social e político epidermizado onde a “humanidade co-
mum” é amputada e a interação entre as pessoas se torna quase
que impossível, restando apenas relações de iteração – fundamen-
tadas pelas práticas raciológicas repetitivas. Fanon é audacioso

9
Ver mais em: https://www.moma.org/collection/works/29817

234
O cosmopolitismo negro em três tempos

em se comprometer com uma concepção alternativa de humani-


dade reconstituída fora da raça. A discussão de Fanon sobre raça e
identidade vai em direção ao que Ian Hacking (2002) chama de no-
minalismo dinâmico e ontologia história, ou seja, um debate que
tensiona justamente o que compreendemos como “mundo real” e
a linguagem – ou nas palavras do próprio Fanon, o tensionamento
entre a “experiência vivida do negro” e o conceito de raça.
A partir deste segundo momento analítico, podemos também
observar a formação do que Hall (2007) denominou de “prisma de
sua formação caribenha”10, que corresponderia, segundo Borda
(2018), à metáfora do deslocamento feito por autores(as) afro-ca-
ribenhos(as), como por exemplo, Oliver Cox (1901-1974), C.L.R. Ja-
mes (1901-1989), George Padmore (1903-1959), Sylvia Wynter (1928-),
dentre outros(as). Assim como a ideia do prisma que desloca e arti-
cula feixes de luz, a noção de deslocamento e trajetórias destes(as)
autores(as) representam a fuga, ou deslocamento de perspectivas
teóricas e culturais. Essa tradição de pensamento intelectual afro-
-caribenho pode ser vista como uma expressão particular de uma
problemática global mais ampla (Borda, 2018, p. 57).
O prisma de formação de pensamento afro-caribenho adquire
uma característica que é produto direto da experiência de circu-
lação e trajetória dos(as) autores(as) e suas experiências com dife-
rentes gramáticas do processo de racialização nos grandes centros
metropolitanos e imperiais. Para Borda (2018), o prisma de for-
mação caribenho oferece uma possibilidade, uma janela de fuga
da zona do não-ser (na perspectiva fanoniana), ou uma chance e
oportunidade de fuga do nível abaixo da linha de cor (nos termos
de Du Bois), uma postura intelectual e política de combate ao avil-
tamento e à negação da humanidade do grupo negro. Esse segundo
momento é marcado pela emergência do movimento de négritude,

Stuart Hall. 2007, “Through the Prism of an Intellectual Life”. In: Brian Meeks (ed.),
10

Culture, Politics, Race and Diaspora, Ian Randle Publishers, Kingston, pp. 269-291.

235
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

pela crítica fanoniana ao conceito de raça e pelo prisma de forma-


ção de pensamento afro-caribenho.
Além destes desdobramentos, cabe destaque aos efeitos políti-
cos desse momento conjuntural que são as lutas pela libertação do
continente africano e sua relação com o que atualmente chama-
mos de estudos pós-coloniais, ou virada cultural/pós-colonial nas
ciências sociais. Neste contexto, a crítica radical aos ordenamen-
tos raciais e as lutas políticas e armadas a favor da autonomia do
continente africano vão se confluir em um conjunto de esforços
que visavam ao combate às dinâmicas imperiais do ocidente no
continente africano e aos modos com que a ciência foi usada para
viabilizar e(ou) combater a colonização, tendo como tema de deba-
te a categoria raça, lida na chave da diferença humana.
A ideia de que as colônias deveriam se libertar da dominação e
exploração da Europa esteve presente de forma perene no pensa-
mento e ações políticas inseridas no que podemos denominar de
modo de pensar, opor e agir do transnacionalismo negro. Exemplo
são as conferências e congressos pan-africanos que foram realiza-
dos ao longo de todo o século XX. Entretanto, vale a pena destacar
que o contexto posterior à II Guerra Mundial forneceu, do ponto
de vista estratégico, uma oportunidade para viabilizar os proces-
sos de libertação do continente africano após o Congresso Pan-A-
fricano de Manchester em 1945. É o que podemos observar no texto
de Du Bois (1945), Color and Democracy, publicado no crepúsculo
da II Guerra Mundial e na alvorada das lutas de independência de
África, em que o autor destaca a centralidade do colonialismo na
produção de capital e na organização das formas de trabalho na
economia mundial moderna; além disso há neste texto um argu-
mento de que o Jim Crow nos EUA e o Apartheid sul-africano são
decorrências lógicas do colonialismo.
Du Bois já visualizava o efeito subjetivo, político e econômico
que havia na privação de direitos dos povos coloniais, assim como
a relação entre colônias e impérios, que atrapalhavam o desen-
volvimento do ideal (ou meta) de democracia no mundo. Para Du
236
O cosmopolitismo negro em três tempos

Bois (1945), não haveria democracia possível, mesmo após o fim


das expressões políticas totalitárias na Europa, se a colonização e
a dominação de um continente inteiro por outro não tivessem um
fim. Há um vínculo inviolável entre a linha de cor e democracia.
Ou seja, enquanto houver a subjugação de um grupo por outro em
termos de raça, qualquer conversa sobre democracia é no mínimo
uma farsa de elites políticas, estejam elas à direita ou à esquerda
do espectro político. Nesse sentido, as lutas por libertação da Áfri-
ca e a derrota do colonialismo representavam um caminho factu-
al, e não fantasioso, para começar a esboçar uma conversa franca
e sincera sobre o desenvolvimento e o progresso da democracia no
mundo.
Entre 1940 e 1944, quando a França foi invadida e dominada
pelos alemães, a forma com que o exército do general Charles
de Gaulle (1890-1970) teve recursos para continuar a luta contra
o exército nazista se deu a partir da exploração colonial e ultra-
marina da França. Do lado britânico, entre 1948 e 1971, o que se
notou foi a migração em massa de caribenhos para o Reino Uni-
do, constituindo o que se chamou de “Geração Windrush” – em
menção à embarcação HMT Empire Windrush que atracou em Til-
bury, Essex, em 22 de junho de 1948 com cerca de 492 passageiros
vindos das ilhas do Caribe. Neste contexto vemos um crescimento
da participação negro-africana na vida política francesa e ingle-
sa, em que imigrantes das colônias participaram da elaboração da
reconstrução da sociedade francesa e britânica do contexto pós II
Guerra Mundial.
Um dos paradoxos desse contexto foi a formação de uma eli-
te cultural africana e negra educada no modelo e nos territórios
europeus, como Kwame Nkrumah (1909-1972), por exemplo, que
estudou nos EUA e na Inglaterra e, em 1947, retornou a Gana para
liderar o movimento de independência da África, organizando e
desenvolvendo um bloco político e econômico no continente afri-
cano com base na herança pan-africanista de Du Bois, de quem
o próprio Nkrumah foi tributário e admirador. O processo de
237
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

libertação e independência de Gana demorou uma década, culmi-


nando com a criação de um partido político liderado por Nkrumah
que lutou e negociou com o império britânico por uma série de
concessões que resultaram na independência da Costa do Ouro,
que se tornou o Estado independente de Gana, em 1957.
Este período histórico caracteriza o longo processo de lutas ar-
madas e políticas que resultaram na libertação de África; foi en-
cerrado com a libertação tardia de Angola em 1975, mas, pode-se
pensar também que o período que decreta o fim deste processo
histórico se deu de fato em 1994, com a eleição de Nelson Mande-
la na África do Sul, um momento histórico que coloca um fim no
regime político segregacionista do Apartheid. Independente da
cronologia que se adote ao pensar nos processos de luta por inde-
pendência no continente africano, queremos mostrar justamente
a facticidade de um dos argumentos de Du Bois (1945) em Color and
Democracy, de que o colonialismo estaria articulado aos regimes
políticos segregacionistas do século XX, como o Jim Crow e o Apar-
theid, por exemplo. Sendo assim, o período posterior à II Guerra
Mundial pode ser analisado como um momento fundamental na
formação de uma confluência entre as lutas por libertação de Áfri-
ca e os movimentos por direitos civis nos EUA. Esta é a discussão
do próximo momento analítico descrito, o momento da diáspora
africana, do qual emergiu o modelo analítico que Paul Gilroy (1993)
formulou e descreveu como o “Atlântico Negro”.

O momento da diáspora: a confluência afro-atlântica

Em uma conferência realizada no Brasil, em 1959, o sociólogo


Charles W. Mills falou sobre a presença de seções que se desenvol-
vem dentro de um mundo subdesenvolvido, no sentido de explicar
a formação e existência de Estados que são potências imperialistas
e possuem “colônias internas” (Mills, 1963 [1959], p.154). A partir da
conferência, a discussão sobre “colonialismo interno” começou
238
O cosmopolitismo negro em três tempos

a se popularizar nos debates acadêmicos. Por um lado, a ideia de


colonialismo interno originou-se a partir de uma crítica marxis-
ta ampla das ideologias do desenvolvimento e foi especificamente
elaborada e discutida após a conferência por teóricos da depen-
dência para explicar os efeitos raciais da pobreza e do isolamento
nas comunidades indígenas na América Latina e Central. Por ou-
tro lado, essa mesma ideia serve também para explicar os efeitos
do racismo e a radicalização do movimento por direitos civis no
final dos anos 1960 e início dos anos 1970, quando o nacionalismo
negro e as ideias separatistas estavam em voga e foram denuncia-
dos no último livro escrito por Martin Luther King Jr. Where Do We
Go from Here: Chaos or Community? (1967).
Se durante os anos 1950 as demandas por liberdade e trabalho
dos movimentos por direitos civis nos EUA foram mobilizadas
por ministros e congressistas no interior de igrejas e organiza-
ções negras para colocar em prática estratégias de ações coletivas
(Morris, 1984), foi a partir do final dos anos 1960 que se notou uma
confluência entre os movimentos por direitos civis nos EUA e as
lutas por libertação na África e na Ásia em uma perspectiva trans-
nacional. Neste contexto, africanos e afro-americanos (continen-
tais) se reconheceram em termos de uma história compartilhada
em relação aos sistemas globais de opressão, e essa experiência
em comum produziu efeitos de solidariedade e um sentimento
de unidade e de objetivos em comum. O prelúdio dessa forma de
articulação política pode ser compreendido na relação entre Du
Bois e Kwame Nkrumah após o Congresso Pan-Africano de 1945,
que ocorreu em Manchester, Inglaterra, evento que foi um marco
no sentido do início de uma nova fase das lutas por libertação da
África e da Ásia.
Em uma correspondência de 4 de novembro de 1946, Nkrumah,
então Secretário Geral do West African National Secretariat, disse
a Du Bois que “o tratamento dos africanos e dos povos de descen-
dência africana, discriminação racial e as questões coloniais em

239
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

geral, são vitais para a construção da paz mundial”11. Durante seu


período como visitante na Lincoln University, na Pensilvânia, ele
visitou comunidades negras para entender melhor a luta dos afro-
-americanos e viu o movimento pelos direitos civis nos EUA como
parte de uma batalha global mais ampla pelos direitos humanos,
agenciada pelo que ele chamou de união pan-africana (African
Unity). A presença física de importantes ativistas e pensadores dos
movimentos por direitos civis – Du Bois, Martin Luther King Jr,
Malcolm X e Maya Angelou – em Gana também ajudou a forjar
esse sentimento de pertencimento e solidariedade negra/africana
em torno de uma agenda política articulada transnacionalmente.
Esse sentimento de união e solidariedade entre negros e africa-
nos foi fortalecido no contexto das lutas por libertação da África e
por direitos civis nos EUA, onde ambos os grupos se reconheceram
como participantes de uma história em comum que estava vincu-
lada à experiência da exploração, segregação e desumanização. A
ação política neste contexto foi em direção a uma mudança his-
tórica, uma interrupção do projeto colonial que pudesse, por um
lado, ressignificar os sentidos da relação entre os significantes
África e negro e, por outro lado, lutar pela autonomia econômica
e política do continente africano. No primeiro caso, a associação
é com a luta pelos direitos civis nos EUA; no segundo caso, a luta
se situava na descolonização do continente africano. A articula-
ção entre estas duas agendas políticas implicava a crítica ao uni-
versalismo humanista excludente, hierárquico, o reconhecimento
da importância de África na construção da história do desenvol-
vimento humano, a valorização do signo/significante negro e sua
relação com África em um sentido positivo (Black is beautiful) e a
crítica ao desenvolvimento econômico do Ocidente ancorado na
exploração colonial.

11
[...] the treatment of Africans and people of African descent, racial discrimination and
colonial matters generally, they are all vital to the making of world peace. Documento
disponível em: https://credo.library.umass.edu/view/full/mums312-b112-i274

240
O cosmopolitismo negro em três tempos

O debate sobre o “colonialismo interno” recoloca a questão da


dominação e exploração de alguns países por outros, articulada
com a história da segregação e exploração de um grupo pelo ou-
tro no interior de um mesmo Estado-Nação. Onde se constata a
“presença africana” e a experiência negra no mundo, seria mais
conveniente falar de “colonialismo interno” do que de “dependên-
cia”, dando destaque ao que Martin Delany chamou em 1852 de
“a nation within a nation” em seu livro The Condition. Neste livro,
descrevia a sensação de ser negro associada às experiências injus-
tas de privação de interação social plena, participação política e
desvalorização dentro da sociedade nacional. A experiência negra
nas Américas e Caribe, em certa medida, significaria fazer parte
de uma nação apartada de outra nação maior, o que colocava im-
pedimentos de ordem normativa (política), objetiva (econômica)
e subjetiva para realização da liberdade expressiva de negros no
Novo Mundo.
O problema do colonialismo se apresentaria a partir da frag-
mentação da humanidade em uma perspectiva racializada (linhas
de cor) e da exploração de um grupo sobre o outro. Esse momento
de articulação entre a luta por direitos civis e a descolonização da
África evidenciou a emergência de uma modalidade do transna-
cionalismo negro que vem na forma de um projeto pós-colonial,
que é político e epistêmico.
Além disso, há de se dar atenção ao papel especial da juventu-
de neste momento específico do transnacionalismo negro. Patricia
Hill Collins, em uma retrospectiva não convencional de 1968, suge-
re que os acontecimentos do final dos anos 1950 até os anos 1970,
geralmente tinham os jovens negros como principais agentes po-
líticos, como no momento em que Martin Luther King Jr escrevia
sua histórica carta de uma prisão de Birmingham e mais de mil
estudantes faltaram à escola em 2 de maio para se juntar às ma-
nifestações, momento que viria a ser chamado de Cruzada das
Crianças (Children’s Crusade) ou o processo de formação do Par-
tido dos Panteras Negras, amplamente reconhecido como uma
241
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

organização nacionalista negra radical, que foi fundada e mantida


especialmente por jovens afro-americanos (Collins, 2009).
O papel da juventude negra foi fundamental neste momen-
to analítico, demonstrando que a modalidade que Silvério (2022)
chama de “agência criativa negra”, tem uma outra característica
importante: a política intergeracional, ou seja, existe uma preocu-
pação das gerações precedentes com as gerações futuras, a juven-
tude, portanto, enquanto uma geração transitória entre a infância
e a vida adulta na chave para a realização desta política intergera-
cional. O papel das juventudes neste contexto está justamente na
forma como o processo educacional em um momento de profunda
mudança social foi mobilizado por estes jovens, mostrando como
a educação pode operar como um locus crucial para a luta pela li-
berdade e a escrita da história do futuro, considerando sempre as
experiências do passado. A participação de estudantes afro-ameri-
canos politicamente ativos ajudou a criar as condições necessárias
para suas próprias oportunidades educacionais e para as outras
gerações que a precederam. Isto demonstra as relações claras en-
tre ideias, formações sociais, práticas culturais e ação política que
o pressuposto metodológico da neutralidade axiológica das ciên-
cias sociais clássica não consegue enquadrar.
No que se refere ao projeto epistêmico, as experiências vividas
pela juventude afro-americana durante a década de 1960 a posicio-
nou de forma diferenciada em relação a outros jovens do ocidente
naquele contexto em termos da compreensão da função social, ou
papel, da educação, e as relações que deveriam ser forjadas com
as universidades e as instituições responsáveis pela produção de
conhecimento. Ao analisar o papel do ativismo estudantil afro-
-americano do final dos anos 1960, Collins (2009) diz que o pen-
samento social, a educação e a ação política funcionaram como
um local crucial para a luta pela liberdade, não sendo coincidên-
cia a formação de outros campos disciplinares e departamentos
dentro das universidades como os Africana e Black Studies, assim
como a emergência de uma crítica literária pós-colonial a partir de
242
O cosmopolitismo negro em três tempos

leituras e interpretações de autores como Frantz Fanon por parte


de Edward Said, Homi Bhabha e Gayatri Spivak.
Este terceiro momento do transnacionalismo negro pode ser
analisado e descrito como um movimento composto por um con-
junto de ações sociais que fazem criticamente o resgate do passado:
por um lado, colocando em evidência a relação entre a produção
cientifica e a realização dos objetivos da dominação colonial; por
outro, demonstrando as respostas que se constituem em evidên-
cias históricas das experiências de lutas contra as diferentes for-
mas de opressão a que os negros e africanos estiveram submetidos.
Tais respostas em termos práticos se dirigiram tanto à construção
de alternativas organizacionais, interna ao grupo negro, quanto
propunham um deslocamento crítico à narrativa da construção
epistêmica que posicionava negros e africanos de todo o mundo
em uma posição de não humanidade na formação social dos impé-
rios e dos Estados Nacionais.
Trata-se de uma agência criativa negra e africana que busca re-
conhecer oficialmente a perenidade do racismo, mas também dos
processos de racialização e das ações discriminatórias em todos os
níveis de nossa sociedade; ao mesmo tempo, buscam denunciar o
caráter racializado das políticas públicas vigentes (em especial as
de educação e saúde), as quais definem as possibilidades dos ne-
gros em todas as dimensões da vida social.
O momento, portanto, é indutor de transformações cultu-
rais, psicológicas e pedagógicas em direção à supressão da leitu-
ra racializada da experiência negro-africana. Ele é resultado e
desdobramento das lutas de libertação no continente africano e
o movimento por direitos civis nos EUA: nele podemos observar
uma ênfase tanto na busca de soberania quanto por direitos a
oportunidades iguais. Em relação à luta por tratamento igualitá-
rio, ela vem acompanhada da reivindicação de políticas reparató-
rias e de discriminação positiva como, por exemplo, a affirmative
action. Existe, portanto, uma clara perspectiva de agência criativa
negra-africana no sentido, por um lado, de recontar a história a
243
Valter Roberto Silvério e Hasani Elioterio dos Santos

partir das experiências opressivas e, por outro lado, uma ação no


sentido de se autoinscrever na história a partir da narrativa dos
eventos e fatos nos termos dos próprios negros e africanos em dire-
ção à constituição de um novo regime de representação.
De forma geral, esses três momentos do cosmopolitismo ne-
gro-africano que foram descritos fornecem, do ponto de vista ana-
lítico e político, novas informações históricas e sociológicas que
tensionam as abordagens e processos em que sujeitos não-brancos
e não-europeus foram “incorporados” nas construções clássicas
das ciências sociais como povos sem história e, portanto, passíveis
de serem assimilados culturalmente e transformados em semi-hu-
manos ocidentalizados.
O que vivenciamos, desde 1968, é um confronto entre uma nar-
rativa clássica que reduz a humanidade à visão branca, masculina
e eurocêntrica versus uma leitura contemporânea que, ao expandir
a noção de humanidade, considera as experiências, as diferenças
culturais e contribuições de africanos, asiáticos, povos originários,
entre outros, para a construção de um conhecimento sobre o hu-
mano para além da ciência e seus imperativos hierárquicos im-
postos pelo colonialismo. Dito de outra forma, não basta reduzir a
subordinação de uma raça sobre outra do imaginário social coleti-
vo, temos que construir um conhecimento que, ao conectar as di-
ferentes experiências e culturas humanas, seja capaz de gerar uma
nova consciência e formas de valorização, por exemplo, da cultura
africana e sua importância no desenvolvimento da humanidade.

244
O cosmopolitismo negro em três tempos

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248
Literatura y sociedad
La crítica latinoamericana cosmopolita1

Alice de Oliveira Ewbank


y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

“Mundo mundo vasto mundo”: breve introducción

El objetivo de este artículo es recuperar algunas obras de crítica


literaria y cultural practicadas en América Latina en las que pode-
mos identificar un enfoque teórico cosmopolita.
Recientes análisis sobre el modernismo brasileño, a la luz del
centenario de su hito simbólico, la Semana de Arte Moderna de
São Paulo de 1922, están llamando la atención sobre la dimensión
cosmopolita que caracteriza a este movimiento cultural, el cual
construyó nuevas formas de interpretar la cultura brasileña. Dos
lecturas ejemplares se encuentran en los trabajos desarrollados
por José Miguel Wisnik (2018) y por André Botelho y Mauricio
Hoelz (2022). En el caso de Wisnik, al conocer la ciudad natal de
Carlos Drummond de Andrade y releer su poesía, demuestra cómo
el poeta de Minas Gerais, apegado a su lugar de origen –la ciudad
de Itabira do Mato Dentro, una pequeña ciudad con un pasado co-
lonial, donde hay inmensos yacimientos de hierro que conectan la

1
El texto discute y amplía cuestiones ya trabajadas por las autoras. Consulte Ewbank
(2021) y Tresoldi (2019).

249
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

ciudad con el mercado internacional del mineral– también tenía


un “sentimiento cosmopolita” del “mundo vasto mundo”, como se
lee en su poesía. Botelho y Hoelz (2022), por su parte, proponen
una relectura de la obra de Mário de Andrade, líder intelectual del
movimiento modernista, según la cual este escritor no estaría inte-
resado en la afirmación de una identidad nacional, como a menu-
do afirma la fortuna crítica sobre él, sino en el reconocimiento de
identidades en plural. Los autores muestran que la obra de Mário
está abierta a la alteridad y a las diferencias, oponiéndose a un co-
nocimiento egocéntrico y eurocéntrico de la cultura brasileña.
A partir de la obra de Mário de Andrade y desde un punto de
vista sociológico propio, Botelho y Hoelz (2020) afirman que el pro-
yecto modernista tendría un acento cosmopolita, entendiendo el
cosmopolitismo como un “tipo de relación descentrada de convi-
vencia con el mundo a partir de la diferencia local, que implica
movimientos y aperturas en varias direcciones”. Es decir, como
una perspectiva para ver y escuchar otros puntos de vista sobre el
mundo.
Frente a una visión elitista y eurocéntrica del cosmopolitismo
presente en el proyecto ilustrado, que aún hoy reconoce al “ciu-
dadano del mundo”, al viajero y al occidental, como única medi-
da cosmopolita, las lecturas que han articulado cosmopolitismo
y modernismo brasileño trabajan con una noción más cosmopo-
lita del cosmopolitismo, por así decirlo. Porque, reconociendo las
diferencias históricas entre sociedades y culturas, afirman que
la apertura al mundo puede experimentarse desde lo local, aun-
que se considere ese local periférico y marginal en el concierto de
las naciones. Estas lecturas ofrecen un interesante marco analí-
tico para repensar no solamente la tradición intelectual brasile-
ña considerando sus momentos cosmopolitas, sino también la
latinoamericana.
A finales de los años sesenta y principios de los setenta, el de-
bate sobre la dependencia latinoamericana estuvo en el centro de
la preocupación de numerosos sociólogos y economistas, ya que la
250
Literatura y sociedad

condición de dependencia asumió contornos dramáticos con las


numerosas Dictaduras Militares que se instalaron en la región. La
crítica literaria y cultural también discutió la cuestión de la de-
pendencia, debatiendo el problema de la originalidad y la copia,
del universalismo y el localismo, de la producción cultural mar-
ginal y la producción hegemónica. En cierto modo, es a partir de
estos debates que se constituye una “crítica latinoamericana” que
comienza a proponer interpretaciones sobre la particularidad de
nuestra producción literaria y cultural en relación con el estándar
extranjero (europeo y/o norteamericano), anclada en una visión
de conjunto del continente (Osorio Tejeda, 2013). Surgen así nue-
vas propuestas teóricas y metodológicas para los estudios litera-
rios, con un enfoque verdaderamente cosmopolita, así como una
serie de proyectos editoriales y colectivos que utilizan el dispositi-
vo “Latinoamérica” (Tresoldi, 2019).
Dos nombres que han estado en el centro de este debate son
los de Ángel Rama (1926-1983) y Antonio Cornejo Polar (1936-1997).
Mientras el crítico uruguayo recupera la noción de transcultura-
ción del antropólogo cubano Fernando Ortiz para interpretar las
literaturas latinoamericanas, y formula la famosa empresa edito-
rial de la Biblioteca Ayacucho, que buscó difundir la producción
literaria e intelectual latinoamericana a partir de 1974, el perua-
no Antonio Cornejo Polar utiliza el concepto de heterogeneidad
para calificar las literaturas peruana, andina y latinoamericana,
además de haber creado, en 1975, la Revista de Crítica Literaria
Latinoamericana, cuyo objetivo era reunir colaboraciones que
buscaran elaborar una teoría adecuada a los recortes culturales
latinoamericanos. Se trata de dos autores que pertenecen al ca-
non de la crítica literaria latinoamericana (D’Allemand, 2001; Mo-
raña, 2003) y, no por casualidad, las categorías cosmopolitas de
transculturación y heterogeneidad son ampliamente discutidas
y puestas a prueba para analizar los procesos literarios del conti-
nente hasta nuestros días (Perus, 2019).

251
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

Pero no solo estos dos críticos tienen un enfoque cosmopolita,


expresado en las ideas y categorías que utilizan para interrogar
las literaturas latinoamericanas. Este enfoque también aparece
en las formulaciones de Beatriz Sarlo (1942 -) y Silviano Santiago
(1936 -), que pueden ser vistos como otros representantes de la crí-
tica literaria y cultural practicada en el contexto latinoamericano.
Aunque Sarlo y Santiago no asumen directamente un programa de
crítica latinoamericana, como lo hicieron Rama y Cornejo Polar, las
ideas y categorías que movilizan, como orillas y cultura de mezcla,
en el caso de la argentina, y entre-lugar y cosmopolitismo del po-
bre, en el caso del brasileño, tienen un interés analítico que va más
allá del perímetro más restringido de sus respectivos contextos, en
la medida en que dialogan con cuestiones caras al debate latinoa-
mericano, como los problemas de la diferencia histórico-cultural,
de las desigualdades geopolíticas y de las tensiones entre produc-
ción cultural periférica y metropolitana.2
Nuestra propuesta, entonces, es recuperar las interpretacio-
nes innovadoras propuestas por los cuatro críticos, discutiendo
especialmente las categorías que utilizan – tales como transcultu-
ración, heterogeneidad, orillas/cultura de la mezcla, entre-lugar/
cosmopolitismo del pobre –, para entender cómo en cada uno de
ellos se desarrolla una visión cosmopolita que, dirigida a compren-
der la diferencia latinoamericana, nos permite debatir problemas
globales desde la diferencia local. En la parte final del texto, se cru-
zan las lecturas elaboradas por los críticos, indicando los diversos
imaginarios cosmopolitas sobre y desde América Latina.

2
Patrícia D'Allemand (2001) destaca la naturaleza innovadora de las obras de Rama,
Cornejo Polar y Beatriz Sarlo dentro de la crítica latinoamericana. Aquí, además de
argumentar sobre la imaginación cosmopolita presente en estas obras, se agrega la
perspectiva de Silviano Santiago, crítico brasileño pionero en la recepción del poses-
tructuralismo francés en América Latina, quien promovió nuevas claves analíticas
para leer y experimentar la literatura brasileña y latinoamericana. Por lo tanto, se
trata de poner en diálogo una variedad de perspectivas teóricas e imaginarios cosmo-
politas de la crítica literaria practicada desde América Latina.

252
Literatura y sociedad

En un momento en el que estamos viviendo en un escenario


global tan anti cosmopolita, intolerante, y en el que se están exa-
cerbando los nacionalismos autoritarios –manifestados por líde-
res de extrema derecha de todo el mundo que no solo han negado
las diferencias culturales, la pluralidad de formas de vida y el hi-
bridismo cultural, sino que buscan reconstruir nociones de unidad
y pureza (Chaguri y Tresoldi, 2020)–, se convierte en nuestro desa-
fío avanzar en las propuestas de un cosmopolitismo ético, crítico
y dialógico, del que hablan autores como Appiah (2007) y Mignolo
(2000). Y América Latina tiene una tradición intelectual que, si no
siempre ha debatido directamente el problema del cosmopolitis-
mo, tiene un enfoque que expresa sus fundamentos, poniendo én-
fasis en la dimensión híbrida de las culturas y generando nuevas
comprensiones pertinentes para vivir en un mundo con y desde
las diferencias.

Transculturación: Ángel Rama reinterpreta a Fernando Ortiz

En el contexto intelectual latinoamericano en la década del cua-


renta, el concepto de transculturación, elaborado por Fernando
Ortiz (1987), moviliza cuestiones caras al cosmopolitismo: al cen-
trarse en la mezcla de las culturas africana y europea en el Caribe
español, particularmente en Cuba, desplaza el referencial hispáni-
co, eurocéntrico, hacia la presencia decisiva de la cultura negra en
la formación de lo que él identifica como cubanidad, tan distinta
como es de la herencia cultural hispánica supuestamente predo-
minante en la isla. En su concepción inicial, la categoría de trans-
culturación expresa la pérdida y adquisición simultánea de rasgos
culturales en el encuentro de culturas distintas, indicando un pro-
ceso complejo y transitivo de fases en la formación cultural de las
sociedades. En la complejidad del proceso identificado por Ortiz,
no prevalece una única dirección que pueda determinar el signi-
ficado de la mezcla o la forma final del resultado. Por el contrario,
253
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

para Ortiz, lo que ocurre no es la sustitución de una cultura por


otra, sino un complejo multidireccional de préstamos y cruces
que, en un motor-continuo, transforman lo existente. Algo que,
además, por su carácter procesual y contingente, se realiza en una
dinámica permanente, como en una cocción continua.
El concepto de transculturación fue formulado por Fernando
Ortiz a partir de sus estudios sobre la lengua y la religión en Cuba,
especialmente sobre elementos de origen cultural africano.3 Al de-
tenerse en esta extensa cartografía de la cultura africana en la Isla,
pasando de la religión a la lengua, Ortiz opera una ruptura episte-
mológica: identifica en el español hablado en Cuba un glosario de
“afronegrismos”, de “cubicherías”, que, en el momento en que se
reconocen como expresiones de la cultura cubana, problematizan
la homogeneidad colonialista del español europeo (Palmié, 1998).
En la caracterización cubana del español hablado en la Isla, subya-
ce la identificación de la diferencia, que se dibuja mediante rasgos
particulares de algo totalmente distinto a la base de la que proce-
de, y también mediante una calificación valorativa de las culturas
africanas, pues al incorporarse a la gramática del español cubano
asumen la visibilidad que antes se les negaba. Transculturación es
un enfoque cosmopolita de Ortiz, donde la reconceptualización de
la lengua/cultura colonial desafía la autoridad europea frente a su
africanización. Al destacar la mezcla, expresa la contaminación de
la herencia colonial, despojándola de su pretensa pureza como re-
sultado del movimiento combinatorio y conflictivo del encuentro
cultural.

3
La categoría de Ortiz (1987) difiere del concepto norteamericano de aculturación,
formulado en 1936 por Redfield, Linton y Herskovits. Para Ortiz, la aculturación no
explicaría la formación cultural cubana, ya que se refería a la idea de una cultura ori-
ginal que podía ser reconstituida y, por tanto, mantenida en sus características funda-
mentales a pesar del contacto con otras culturas. Ante el ejemplo de Cuba, donde era
imposible hablar de una cultura originaria, puesto que toda su constitución resultaba
del contacto histórico entre culturas exógenas – europea y africana –, ¿cómo explicar
esta composición si no es a partir de la mezcla en una lógica procesual?

254
Literatura y sociedad

Treinta años después de la concepción del término, es significa-


tiva la apropiación de Ángel Rama para el uso de la transcultura-
ción en el análisis de los desdoblamientos formales de la narrativa
literaria en América Latina, como se demuestra en los ensayos re-
unidos en Transculturación narrativa en la América Latina (1982).
Reflexionando sobre las respuestas y los impactos del contacto
cultural en la producción literaria del continente, Rama analiza
los conflictivos movimientos de cambio, destacando el carácter
creativo de la transculturación que da fuerza a la particularidad
latinoamericana a través de una lógica tan ruidosa como dinámi-
ca. Por un lado, al incorporar el concepto apunta a su operatividad
como recurso analítico para explorar los mecanismos y solucio-
nes literarias propias de América Latina. Esto es así porque, si bien
la literatura latinoamericana se ha nutrido de sus homólogas eu-
ropea y norteamericana, ha forjado, sin embargo, resultados ori-
ginales, como lo demuestran sobre todo las obras de José María
Arguedas, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo y Guimarães Rosa
(Rama, 2008). Por otra parte, a partir del manejo que Rama emplea
en el uso del concepto de transculturación, termina por elevarlo a
bandera teórica de percepción sobre América Latina –percepción e
impulso, que forman parte de su proyecto intelectual.
La reflexión sobre la producción cultural latinoamericana en
su relación tanto activa como conflictiva con el marco cultural ex-
terno –central y moderno, según se entienda– se centra en las dife-
rencias entre lo que se establece como centro y periferia, reflejando
también la oposición entre campo y ciudad. Lo que el autor busca
explorar a partir del manejo de estos polos comparativos son los
impactos desiguales de la modernización y el avance capitalista en
la producción cultural latinoamericana. En lo que podría identifi-
carse como la concepción actual, en las partes dominadas de esta
relación –el campo y la periferia– el impacto de la modernidad
(urbana y primermundista) sería a la vez hegemónico y homoge-
neizador, operando la creciente devastación interna de los polos

255
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

tradicionales y uniformizando de manera eurocéntrica todo el


continente latinoamericano.
Es contra esta percepción aculturadora de las relaciones cultu-
rales que Rama concibe la transculturación narrativa en América
Latina. Frente a la percepción de que el impacto solamente afecta a
la parte más débil de la relación, deformando las culturas someti-
das a las constantes invasiones de las fuerzas culturales hegemóni-
cas, Rama subraya la falacia de esta interpretación unidireccional.
El paso cosmopolita dado por el crítico, consciente de que esta
operación no se produce solo en una dirección, reside en la postu-
lación de que en este proceso la cultura latinoamericana –indíge-
na, rural, tradicional, pero también urbana– realiza una selección
de todo lo que proviene del impacto modernizador. Más allá de la
reciprocidad (desigual) del impacto, se encuentra la premisa de la
agencia latinoamericana.
La idea de reciprocidad de los efectos del contacto cultural con-
verge con la percepción que Ortiz tiene de ellos, al entender que los
significados son pluridireccionales. En el imaginario cosmopolita
de Rama, el avance transcultural se da en el sentido de agencia sub-
versiva que actúa selectiva y propositivamente sobre el elemento
cultural externo, europeo. En la última entrevista concedida por el
crítico uruguayo, al ser preguntado sobre cómo afectará el crecien-
te impacto de la modernización a la narrativa latinoamericana, en
particular a la transcultural que “preservó los valores vitales de las
culturas regionales latinoamericanas”, responde que:

El problema, vuelvo a decirte, es la capacidad que se tiene de trans-


formar la basura en obra de arte. Esto es una de las formas de la
réplica, una de las formas del enfrentamiento, si no te quedas sim-
plemente sumergido en eso. No puedo prescindir de la existencia de
eso, porque eso es real [la industria cultural]. […] Lo mejor es que se
contamine, efectivamente, y que genere las respuestas correspon-
dientes a todo eso. Incluso, que elabore todo ese material y con ese
material haga algo, lo transforme. Yo creo que es una hazaña de los
pueblos del Tercer Mundo, la capacidad que tienen para transformar

256
Literatura y sociedad

todo esto. Yo alguna vez dije que la operación que hacía Borges con la
información universal para elaborar sus cuentos –vale decir la ma-
nera en que él cita cosas reales, sonadas o inventadas; la manera que
él maneja la bibliografía y hace con ella cualquier cosa, transformán-
dola en cuentos– era una operación de bricolaje, exactamente como
la que hace el jefe de una tribu africana que tome un sillón de den-
tista al que lo sacramenta, le pone cosas y los transforma en el tro-
no real. O es como lo que hace un indígena peruano al cual le traen
tijeras, que son para cortar, y las transforma en instrumento de mú-
sica. Toda la música peruana india está hecha con instrumentos es-
pañoles, pero con ellos los indígenas han hecho otra cosa. Ese es el
fenómeno de creatividad que me parece importante. La idea de es-
conderse y ponerse rígido dentro de las tradiciones no sirve de nada.
El problema es esa plasticidad, esa capacidad para responder al de-
safío que presentan todos esos materiales y hacer con ellos una cosa
nueva (Rama citado en Díaz-Caballero, 2006, p. 340, grifo original).

En la imaginación cosmopolita de Rama, queda claro que el pro-


blema no está en las interferencias externas que avanzan sobre
una cultura. Al fin y al cabo, todas las culturas están sujetas a un
contacto transformador. La cuestión es lo que se hace frente a la
modernización. El gesto cosmopolita se manifiesta en el desafío
creativo desde la plasticidad cultural, desde las formas de inven-
ción, selección y creación activas en el encuentro cultural. Como
en Ortiz, la mezcla es central, y su carácter dinámico y procesual
forma parte de las culturas latinoamericanas que se reinventan
y resignifican el elemento externo que actúa sobre los aportes
recibidos.
A continuación, veamos cómo Antonio Cornejo Polar interpre-
ta las literaturas latinoamericanas, utilizando una otra categoría,
la de heterogeneidad. Al igual que Rama, construye un enfoque
cosmopolita que sitúa la diferencia latinoamericana – en la que la
mezcla es central – como eje de su análisis.

257
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

Las heterogéneas literaturas de Antonio Cornejo Polar

En la crítica elaborada por Antonio Cornejo Polar, su perspectiva


cosmopolita se revela en la manera tan particular en que entiende
la literatura peruana, andina y, por extensión, latinoamericana.
Reconociendo el carácter plural de estas literaturas, que interna-
mente son diversas y heteróclitas (Cornejo Polar, 1982, p. 1992), el
crítico afirma que forman parte de un proceso complejo en el que
“todo está mezclado con todo, y los contrastes más gruesos se yux-
taponen” (Cornejo Polar, 2003, p. 16). Más concretamente, entiende
estas literaturas como parte de un sistema en el que no hay uni-
dad ni coherencia, sino contradicción y ruptura, y precisamente
por eso propone nuevos términos y categorías para interpretarlas.
Al igual que Rama, Cornejo Polar retoma categorías ya utilizadas
en la tradición intelectual latinoamericana. Entre ellas, incorpora
en el centro de su análisis de la cultura el concepto de heteroge-
neidad, desarrollado tanto en la lectura de José Carlos Mariátegui
(1981) sobre la tradición peruana – entendida por él como hetero-
génea y contradictoria en su composición – como en los estudios
de la CEPAL sobre la relación desigual entre las economías de los
países centrales y las de los países periféricos.4
Con el concepto de heterogeneidad, Cornejo Polar busca mati-
zar estas literaturas plurales que se fundan, en su lectura, a partir
del conflicto entre oralidad y escritura. El crítico sugiere que este
conflicto se estableció en el encuentro violento entre dos socieda-
des y dos culturas en el momento en que se enfrentaron por prime-
ra vez. Establece como una especie de grado cero de este conflicto
–y de la conciencia andina– un encuentro concreto y muchas veces

4
Aunque el concepto de heterogeneidad ha sido abordado por el autor en diferentes
textos desde mediados de los años setenta, buscando suspender una visión más ce-
rrada de la literatura nacional que dominaba el debate teórico de la época (Cornejo
Polar, 1982), es importante la formulación presente en Escribir en el aire, uno de sus
últimos y más importantes libros, en el que realiza una evaluación de la utilidad y los
límites del concepto para los estudios literarios latinoamericanos.

258
Literatura y sociedad

narrado entre el colonizador y el colonizado, ocurrido el 16 de no-


viembre de 1532 en Cajamarca. En Escribir en el aire (1994), se anali-
zan algunas crónicas destinadas a narrar los descubrimientos del
Nuevo Mundo, así como danzas, canciones y textos teatrales en los
que intervienen algunos personajes célebres de la mitología de su
país: el Inca Atahualpa, el padre Vicente Valverde y un tercer perso-
naje, Felipillo (el Martinillo), uno de los primeros intérpretes de los
colonizadores, que entendía una lengua cercana a la del indígena.
Interesa al crítico peruano situar especialmente el choque entre la
oralidad, establecida por la voz del Inca, y la escritura, representa-
da por la Biblia, uno de los libros paradigmáticos de Occidente, que
fue ofrecida a los indígenas por el sacerdote como forma de sal-
vación cristiana y amistad imperial. El tercer personaje, tratando
de mediar entre las lenguas castellana y quechua, acaba revelando
los límites del bilingüismo.
Con mayor o menor detalle, los diversos cronistas analizados
por Cornejo Polar (2003), en su mayoría autores hispánicos, rela-
tan el acontecimiento señalando que el Inca escuchó decir al padre
Valverde que la verdad estaba escrita, ofreciéndole el libro sagra-
do. Considerando el libro difícil de abrir, hojear y tratando de escu-
charlo, el Inca se molesta por su silencio y acaba tirando la Biblia
al suelo. Esta fue la señal definitiva para que los conquistadores,
entendiendo que el mundo andino era bárbaro, masacraran Ca-
jamarca y ejecutaran cruelmente a Atahualpa. La mayoría de las
crónicas sobre el diálogo de Cajamarca buscan justificar la trucu-
lenta acción de aniquilar a toda una civilización. La escritura no
aparece, pues, como instrumento de comunicación en el encuen-
tro entre dos culturas radicalmente distintas, sino como objeto
de poder y autoridad, que exige reverencia y obediencia. No por
casualidad, recuerda el crítico, la memoria del acontecimiento co-
mienza con el discurso del vencedor, con su escritura y reescritura
sobre él durante casi cinco siglos, que fueron secuestrando otras
posibles representaciones –sobre la historia, pero también sobre
la lógica del encuentro colonial. En el caso de las crónicas, la única
259
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

voz disidente que encuentra el crítico es la de Garcilaso de La Vega,


escritor indígena mestizo, que cierra el relato señalando la bárba-
ra traducción realizada por el intérprete y la incapacidad de diálo-
go por parte de los invasores europeos.
Pero lo que realmente llama la atención de Cornejo Polar (2003)
es que, fuera de este discurso hegemónico, existen otras formas de
narrar lo sucedido en Cajamarca, que dan expresión a las inter-
pretaciones de diferentes “sujetos socio éticos”. Algunos pueblos
andinos, por ejemplo, tienen en su calendario festivo un ritual
que representa el acontecimiento tanto con danzas y cantos como
con representaciones teatrales. En este tipo de rituales, el Inca es
casi siempre capturado por quien representa la palabra de Dios y
del Imperio, pero no siempre es asesinado y, en ciertos pueblos, al
conflicto entre las dos culturas le sigue la conciliación. Es decir, la
puesta en escena, la danza y los cantos populares de algún modo
suspenden la muerte de Atahualpa o cambian su significado, pre-
sentando otros desdoblamientos para el encuentro cultural y una
historia abierta.
La cuestión fundamental, para el crítico, es que cantar y bai-
lar la historia no es lo mismo que escribirla. Si bien constata que
la representación de la muerte del Inca nunca existe sin el texto,
sugiere que las canciones y las escenas teatrales son formas de es-
critura en las que sobreviven las formas orales –se escriben en el
aire, ganando amplitud en el espacio público donde la voz desplie-
ga todo su poder de escucha. En lugar de la palabra dominante que
exige subordinación y obediencia, la palabra indígena resiste en
el aire y reivindica su deseo de una historia diferente. Oralidad y
escritura, entonces, comienzan a competir entre sí, componiendo
una confrontación que no puede negarse en busca de una identi-
dad única. Por el contrario, como dice el crítico, el “debate de la
voz y la letra, tal vez no se trate de otra cosa que de la formación de
un sujeto que está comenzando a comprender que su identidad es
también la desestabilizante identidad del otro, espejo o sombra a

260
Literatura y sociedad

la que incorpora oscura, desgarrada y conflictivamente como op-


ción de enajenamiento o de plenitud” (Cornejo Polar, 2003, p. 80).
Este es solamente un ejemplo radical registrado por Cornejo
Polar de expresiones literarias que tienen el lastre de la oralidad.
En la literatura popular o en la literatura fantástica, hay otros in-
numerables casos de una materialidad escrita que pertenece a una
tradición cultural oral. No se trata aquí de apostar por una lectura
romántica o esencialista de la escritura que se “escribe en el aire”,
como si revelara un tipo particular de verdad, sino de una actitud
cosmopolita que argumenta sobre la existencia de una pluralidad
de discursos, de literaturas y culturas fragmentadas y conflictivas
entre sí. La categoría de heterogeneidad adquiere así centralidad
explicativa para poner énfasis en la diferencia peruana, andina y
latinoamericana frente al estándar europeo, impuesto inicialmen-
te por la palabra de la evangelización imperial y reiterado poste-
riormente por la literatura en español como único modelo posible.
En este sentido, la comprensión del autor de las literaturas latinoa-
mericanas como literaturas heterogéneas interviene en el debate
sobre qué es la literatura, reivindicando una noción ampliada de
literatura que permita considerar diferentes sistemas literarios: el
culto, el popular y el indígena (Moraña, 2003).
Frente a un discurso armónico y una imagen algo simplificada
de América Latina como unidad en la diversidad, que sirvió como
construcción política de varios intelectuales latinoamericanos
entre los años sesenta y ochenta, durante los regímenes autorita-
rios, la heterogeneidad entendida por el crítico reivindica la “he-
teróclita pluralidad que definiría a la sociedad y cultura nuestras,
aislando regiones y estratos y poniendo énfasis en las abisales
diferencias que separan y contraponen, hasta con beligerancia, a
los varios universos socioculturales, y en los muchos ritmos histó-
ricos, que coexisten y se solapan inclusive dentro de los espacios
nacionales” (Cornejo Polar, 2003, p. 12).
Afirmando las diferencias y conflictos característicos de las so-
ciedades y culturas latinoamericanas, así como la pluralidad radical
261
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

de sujetos, racionalidades, imaginarios y lenguajes, Cornejo Polar


opera una rotación analítica cosmopolita, abriendo el camino para
investigar otras historias, relatos, memorias y literaturas. Otra Amé-
rica Latina, por tanto, que tiene algunas diferencias con la Améri-
ca Latina imaginada por Ángel Rama, pero que también reacciona
para deshacer el imaginario binario instituido por la dominación
colonial y neocolonial, expresado por los pares “nosotros y ellos”,
“metrópolis y nativos”, “civilización y barbarie” etc.

Las orillas y la cultura de mezcla, por Beatriz Sarlo

A diferencia de Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar, quienes tra-


bajan, respectivamente, con las categorías de transculturación
y heterogeneidad para calificar la literatura latinoamericana,
Beatriz Sarlo busca construir un modo –un punto de vista, diga-
mos– para analizar la producción cultural de su país, Argentina.
Para ello, toma prestado un término presente en los primeros poe-
mas de Jorge Luis Borges, que datan de los años veinte. Este térmi-
no, que a primera vista puede parecer provinciano, revela el primer
gesto cosmopolita del escritor: combinar el deseo de lo nuevo del
ultraísmo con la escritura sobre las orillas, un espacio indefinido
entre el campo y la ciudad, aún poco tocado por la inmigración y
la modernización más pronunciada. Sarlo (1988) comenta que, al
regresar de una estancia en Europa donde pasó su adolescencia, y
entró en contacto con el ultraísmo, Borges se asombró con la urba-
nización y modernización de Buenos Aires y construyó la imagen
de las orillas para hablar de la ciudad que recordaba de su infancia,
un mundo criollo que parecía más integrado a los ojos del joven es-
critor. Unos años más tarde, debatiendo con sus contemporáneos
argentinos el papel de la tradición literaria en su país marginal,
formalizó en sus ensayos y cuentos un segundo gesto cosmopolita,
recurriendo a lo que considera la prerrogativa del escritor latinoa-
mericano: tejer una literatura con los hilos de todas las culturas,
262
Literatura y sociedad

sin respetar jerarquías ni significados establecidos. Considerando


que la originalidad no es un valor estético, Borges sitúa las orillas
en el centro del sistema cultural argentino, afirmando que la mate-
ria argentina puede contener un guiño hacia lo universal.
Este es uno de los aspectos clave que propone Sarlo en Una mo-
dernidad periférica (1988), que investiga cómo los escritores y ar-
tistas argentinos vivieron las transformaciones sociales entre las
décadas del veinte y del treinta, en el contexto de una Buenos Aires
ya moderna y cosmopolita. La crítica sostiene que en este período
el principio de lo nuevo y el tema de las orillas –y sus términos
correlativos como márgenes, borda, frontera y límite–, estuvieron
en el centro de la producción literaria de vanguardia, tanto en los
escritos de Borges y sus colegas de la revista Sur, que expresaban
un cosmopolitismo de la élite criolla, como en los de escritores
como Roberto Arlt o Raúl González Tuñón, que construían un cos-
mopolitismo desde abajo, desde las clases populares, escribiendo
sobre todo tipo de marginados de la ciudad: los pobres, los des-
ocupados, los vagabundos, las prostitutas etc. La urbanización, la
expansión demográfica a través de la inmigración, la ampliación
del acceso a la educación, el crecimiento de la prensa y la acen-
tuada presencia de la tecnología son elementos que dan un nuevo
tono a la ciudad, y ayudan a explicar, según Sarlo (1988), tanto por
qué lo nuevo se impone como principio estético como la sensibi-
lidad cosmopolita que se manifiesta en diferentes ocupantes del
campo intelectual –desde hombres hasta mujeres, desde conser-
vadores hasta revolucionarios, todos ellos debatiendo sus ideas y
librando sus polémicas en periódicos, revistas culturales y en el
propio material literario. Es un cosmopolitismo que gira en torno
a la marginalidad, como una especie de respuesta, de invención,
de desplazamiento en relación con los patrones extranjeros que
servían de modelo urbano y estético.
Si Borges inventó el ideologema de las orillas y operó estética-
mente con la centralidad del margen (Sarlo, 1988), la visión cosmo-
polita de Beatriz Sarlo es trabajar analíticamente con las orillas no
263
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

solamente como topografías más o menos existentes en la ciudad,


sino como un espacio al mismo tiempo histórico, político y cultu-
ral donde se localiza la tensión entre el campo y la ciudad, lo nacio-
nal y lo extranjero, el criollismo y el universalismo, la modernidad
europea y la diferencia rioplatense. En otras palabras, las orillas de
Sarlo son el espacio simbólico de la diferencia y del conflicto, y por
esta misma razón, es donde más visiblemente se observa uno de
los rasgos definitorios de la cultura argentina: la mezcla, de prácti-
cas culturales, discursos, saberes, valores e ideologías. Esta mezcla
se originó, primero, en el brutal contacto colonial con los españo-
les y, después, en un largo y conflictivo proceso de inmigración que
modificó las bases demográficas del país entre mediados del siglo
XIX y mediados del XX, haciéndose evidente especialmente en las
grandes ciudades, donde no solo se percibían diversas mezclas cul-
turales y lingüísticas, sino que todos los préstamos entre culturas
parecían posibles y, al mismo tiempo, irreconciliables.
La idea de la mezcla como rasgo constitutivo de la cultura ar-
gentina, ya presente en cierta medida en la perspectiva latinoame-
ricana de Ángel Rama, adquiere aquí nuevas capas, en la medida
en que busca cualificar la modernidad periférica que se ha con-
figurado en Argentina, cuya principal característica es combinar
los rasgos de la formación criolla –derivados del pasado colonial
y de las guerras civiles que precedieron a la organización del Es-
tado nacional – con procesos de trasplante de ideas, discursos y
prácticas simbólicas – sobre todo de Europa y Estados Unidos. En
otras palabras, al transformarse en una categoría analítica, Sarlo
hace de las orillas una forma de mirar, desde su país periférico, la
heterogeneidad que constituye la experiencia histórica de la mo-
dernidad (Tresoldi, 2019).
La lectura de la autora pone en juego la idea de que la cultu-
ra de mezcla, por ser porosa y estar permeada de tensiones y con-
flictos (como dice Cornejo Polar), siempre genera algo nuevo. Este
“algo nuevo” está presente en la literatura de Jorge Luis Borges y de
tantos otros escritores argentinos y latinoamericanos, que hacen
264
Literatura y sociedad

evidente, en el análisis de Sarlo que, si la condición periférica de


la región con relación a los centros económicos hegemónicos es
una realidad insoslayable, en el plano literario, la posición mar-
ginal permite una distancia un tanto irreverente sobre los mode-
los de los centros de referencia. En el caso de Borges, sobre el que
la crítica ha escrito mucho, ella afirma que, al saquear historias
ajenas, nacionales y extranjeras, y alterar todos sus significados,
Borges construye un nuevo lenguaje y un nuevo principio estético
que conforma uno de los paradigmas de la literatura argentina:
“una literatura construida (como la nación misma) en el cruce de
la cultura europea con la inflexión rioplatense del castellano en el
escenario de un país marginal” (Sarlo, 1995, p. 51).5
Como se puede observar, las orillas de Sarlo son el lugar don-
de ocurre la mezcla, que constituye la diferencia rioplatense. En
este sentido, podríamos decir que su análisis parece circunscrito
al caso argentino, y más específicamente, a la ciudad de Buenos
Aires, que ella ve como el gran ejemplo de la cultura de la mezcla
en la región latinoamericana.
No obstante, es posible sugerir, como ya ha señalado D’Alle-
mand (2001), que su perspectiva crítica construye nuevas rutas
para cualificar otros procesos culturales latinoamericanos, sobre
todo si examinamos qué se mezcla en la mezcla y en qué circuns-
tancias sociales y políticas. Esto se debe a que el elemento foráneo,
al ser tensionado por las condiciones locales, produce respuestas
diferentes. Y son precisamente esas respuestas – el acto de despla-
zar, de divergir, como dice el narrador de “Funes, el memorioso” –
las que deberían ser objeto de estudio de la crítica latinoamericana.
Para Beatriz Sarlo, el acto crítico no está en descubrir cuál es el
carácter nacional o incluso exótico de la producción literaria y cul-
tural de su país y región. El cosmopolitismo se presenta aquí en la

5
No es casualidad, por lo tanto, que Beatriz Sarlo (2013) sostenga que con la obra de
Borges es posible abordar problemas teóricos argentinos, y también latinoamerica-
nos, con los textos aquí producidos, comprobando cómo estos textos incluso antici-
pan ciertas preguntas y debates o dejan caminos abiertos.

265
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

mirada sobre la heterogeneidad de las respuestas, dadas por dife-


rentes actores del campo cultural, que cuestionan las percepciones
sobre la inferioridad de las orillas, como si la periferia fuera in-
eluctablemente un espacio tributario de los centros hegemónicos
(Sarlo, 1988). De hecho, el crítico afirma que “el escritor periférico
tiene las mismas prerrogativas que sus predecesores o sus contem-
poráneos europeos” y, más aún, al vivir en la frontera sin el peso
de una gran tradición, el escritor de la periferia tiene la libertad
como destino (Sarlo, 1995). Con esta postura, Sarlo reinterpreta,
como Borges, las relaciones entre centro y periferia. Sin pretender
negar que las jerarquías culturales existen, ve en ellas un margen
de libertad que a veces tiene el potencial de deshacerlas.
Una posición que, en cierta medida, también está presente en
Silviano Santiago cuando propone la categoría de entre-lugar como
forma de entender el lugar del discurso latinoamericano en con-
frontación con el europeo. Ahora veamos sus principales formula-
ciones teóricas, también cosmopolitas, como estamos insistiendo.

El entre-lugar y el cosmopolitismo del pobre,


de Silviano Santiago

En el centro del imaginario cosmopolita de Silviano Santiago,


se impone la diferencia como valor primordial de su análisis. La
diferencia como valor implica situar la alteridad en la base del
análisis, lo que genera un primer desplazamiento fundamental y
definitorio en la forma en que se abordan los objetos culturales y
problemas teóricos. Diferencia, como plantea la crítica de Silviano
Santiago, no es sinónimo de diversidad – en el sentido de percep-
ción multicultural – ni de originalidad – como si sugiriese algo
excepcional y único al mismo tiempo. Aunque la diferencia presu-
ponga lo múltiple y lo diverso, no pretende establecer un esencia-
lismo, algo que pretenda remitir “a una noción primordial, mítica
y divina, por lo tanto, estable y segura” (Hoelz y Bittencourt, 2020,
266
Literatura y sociedad

p. 99), como ocurre en la idea de originalidad. La diferencia traba-


jada por Santiago no se define en la estabilidad un tanto compacta
de lo original.
Esta diferencia se encuentra en el ser otro, que no es igual y no
puede llegar a ser idéntico al yo. Es en este sentido que la diferen-
cia se destaca, incluso frente a los movimientos de equivalencia u
homogeneización, como reiterando insistentemente los desplaza-
mientos y los ruidos intrínsecos a todo movimiento.
Como ya se ha indicado, el imaginario de la diferencia en San-
tiago se aproxima a la idea de comienzo trabajada por Edward Said
en 1975. Said distingue comienzo de origen y contrapone la contin-
gencia de los comienzos posibles (siempre plurales) a la inamovible
y primordial pureza aparente del origen (definitivamente singu-
lar) (Hoelz y Bittencourt, 2020). En los comienzos, “retorno y repe-
tición, produciendo diferencia de lo ya-familiar (Said, 1985, p. 23)”
(Hoelz y Bittencourt, 2020, p. 99, nuestra traducción). Como suele
aparecer en las formulaciones de Santiago, el original solamente
existe a partir de la copia. Y esto, mucho más que parecerse, revela
cómo la repetición solo existe con diferencia. Este marco analítico
basado en la diferencia subyace en los ensayos de Santiago, desde
la publicación de Uma literatura nos trópicos (1978), pasando por
la colección Vale quanto pesa (1982) y el libro O cosmopolitismo do
pobre (2004).
Tal vez haya dos formulaciones cosmopolitas principales en
el imaginario latinoamericano de Silviano Santiago: el concepto
de entre-lugar, forjado en 1971 en el célebre ensayo “O entre-lugar
do discurso latino-americano” (Santiago, 2000), y la categoría de
cosmopolitismo del pobre, desarrollada a partir del anterior y efecti-
vamente consolidada en 2002 (Santiago, 2004).6 Quizás no sea exa-

6
Otra categoría que guarda afinidad con las categorías de entre-lugar y cosmopoli-
tismo del pobre y también tiene acento cosmopolita es la de “inserción”. Santiago la
utiliza para proponer un giro en los estudios literarios y sociales sobre Brasil, elimi-
nando el foco en la formación nacional, que, en su opinión, tendría una dimensión un
tanto eurocéntrica, y buscando insertar al país – pero también a América Latina – en

267
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

gerado decir que tanto como los conceptos forjados por el autor
redimensionan las cuestiones planteadas en el debate cosmopoli-
ta, la dirección de sus ideas se orienta hacia una apertura cosmo-
polita de la reflexión latinoamericana.
Con el concepto de entre-lugar (i.e. lugares intermedios), Sil-
viano Santiago opera a través de desplazamientos sucesivos, para
usar otro término que también le es caro. La estructuración del
concepto parte de la relación colonial con el propósito de deses-
tabilizar las categorías de tiempo y espacio, destacando así “el va-
lor heurístico e histórico de la ‘diferencia’ y la alteridad sobre la
identidad” (Botelho, 2019, pp. 365-366). A diferencia de un no-lugar
(Augé, 1994), que parece reducir las particularidades a un locus in-
definido y al mismo tiempo homogéneo, el entre-lugar cuestiona
las categorías de tiempo y espacio al problematizar el borrado his-
tórico de los referentes del encuentro colonial. En Santiago (2000),
el movimiento desestabilizador pretende precisamente poner de
relieve las particularidades, arrojando luz sobre los elementos y
categorías que yacen en el fondo, silenciados, presionando la esta-
bilidad del discurso europeo hegemónico y etnocéntrico.
Al situar la diferencia en el centro de su perspectiva, Santiago
desestabiliza la oposición establecida en el juego dialéctico entre
particularismo y universalismo. No solamente se diluyen las opo-
siciones, sino que la premisa de valores estables pierde su solidez
epistemológica. El movimiento expresa lo que el autor propone
como el acto de “hablar contra, escribir contra” desde América La-
tina. Posicionarse en contra significa también reconocer el saber
del otro, históricamente silenciado bajo el discurso hegemónico
europeo. Como en el ejemplo del “jabotí” que utiliza el cráneo de

el panorama global. Se trata sobre todo de una contraposición al paradigma de la for-


mación formulado por el crítico brasileño Antonio Candido. Sobre la inserción como
contrapunto a la formación, véase Santiago (2012; 2014); para el uso de la categoría en
el contexto latinoamericano, consulte Santiago (2011).

268
Literatura y sociedad

la onza como su escudo7, la astucia del “más débil” revela el poder


creativo y los usos heteróclitos que el sujeto colonizado es capaz
de ofrecer ante el imponente avance del colonizador. El acto de ir
en contra se revela en la respuesta irreverente, como habla Sarlo
de Borges, en la que la apropiación del repertorio colonial se hace
de forma activa, transformando aquello que amenaza sistemática-
mente su supervivencia en una estrategia de independencia: con-
frontación y diferenciación. En la lógica del entre-lugar, el sujeto
colonial porta (pro)positivamente su diferencia como arma de visi-
bilidad y deconstrucción. La diferencia colonial y su dimensiona-
miento desde una posición activa y actuante son, por lo tanto, los
ejes de este cosmopolitismo.
Al igual que otros intelectuales latinoamericanos que han abor-
dado la complejidad y las contradicciones de la producción cultu-
ral periférica frente a la referencia simultáneamente constitutiva
y externa del centro –como Rama, Cornejo Polar y Sarlo–, Silviano
Santiago insiste en la derivación creativa de la cultura periférica
brasileña (Melo, 2013), latinoamericana, reaccionando de mane-
ra más radical contra la reiteración de la semejanza como condi-
ción primigenia de nuestra existencia. Para el crítico brasileño,
que avanza cuestionamientos sobre la condición problemática de
la idea de dependencia cultural en su ensayo sobre el entre-lugar
(1971), el paso adelante en la reivindicación creativa de la periferia
solo puede darse a través de la deconstrucción de la propia idea
de periferia y centro.8 Aquí es donde se instala el diferencial de la

7
En el epígrafe del ensayo “O entre-lugar do discurso latino-americano”, un fragmen-
to de la novela brasileña Quarup, de Antonio Callado, expresa el carácter deconstruc-
cionista del entre-lugar. El extracto dice: “El jabotí que solo tenía una especie de cásca-
ra blanda se dejó morder por la onza que lo atacaba. Morder tan profundamente que
la onza quedó pegada al jabotí y acabó por morir. Con el cráneo de la onza el jabutí
hizo su escudo” (Santiago, 2000, p. 9).
8
Cabe destacar que el ensayo “O entre-lugar do discurso latino-americano” es con-
temporáneo de ensayos decisivos del pensamiento social brasileño, como “Literatura e
subdesenvolvimento” (1970), de Antonio Candido, y “As ideias fora do lugar” (1972), de
Roberto Schwarz, que también se centran en la cuestión de la dependencia cultural. La
obra de Antonio Candido, además, sirve de punto de referencia – de diálogo crítico – con

269
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

perspectiva pionera de Silviano Santiago en el debate de los años


setenta y ochenta del siglo XX, que puede entenderse como un
programa intelectual de deconstrucción (Botelho, 2019) o punto de
vista poscolonial (Chaguri y Tresoldi, 2020).
Con Silviano Santiago, la transgresión del sujeto modelo –del
europeo blanco colonizador al latinoamericano pobre y posco-
lonial– opera en doble compás, en la medida en que rechaza la
primacía asegurada del sujeto occidental como sujeto universal
y, por lo tanto, de la lógica occidental como lógica universal. Más
que señalar la pluralidad de sujetos y mundos que desafían la uni-
dad homogénea del logos eurocéntrico, exaspera la diferencia al
hacer visibles las implicaciones vivas de la violencia aniquiladora
del legado colonial. Reconocer a un sujeto otro implica sacar a la
superficie los “espacios vagos y silenciados” de la explotación colo-
nial, la hegemonía del conocimiento y el sujeto universal (porque
europeo). Como sujeto emergente, el subalterno ataca la narrativa
única de su inscripción. Las sucesivas pérdidas acumuladas en el
largo proceso histórico de dominación, ya no recuperables, aun-
que ahora sean pronunciadas, ponen de relieve su inadaptación en
la modernidad.
El cosmopolitismo del pobre es intrínseco a su existencia en el
mundo postmoderno. A diferencia de las élites europeas y latinoa-
mericanas que viajaban para cultivar su educación cosmopolita
porque europeizada, el subalterno cosmopolita viaja para esca-
par de la sombría falta de perspectivas en su lugar de origen. El
nuevo sujeto viajero es diaspórico, como había afirmado Octavio
Paz, y su desplazamiento comienza desde América Latina. Tal vez,
aprovechando lo que Santiago ya había formulado en otro ensayo
decisivo (1982), podría decirse que, a pesar de proceder de una cul-
tura dependiente, es universal. La retroacción de la cultura/sujeto

los cuatro autores aquí retomados: Rama, Cornejo Polar, Sarlo y Santiago. A pesar de la
presencia del crítico brasileño en el debate latinoamericano, contribuyendo con una se-
rie de proyectos de integración regional, su programa crítico se centra principalmente
en el análisis de la literatura brasileña.

270
Literatura y sociedad

dominado sobre la cultura/sociedad dominante no es una inver-


sión gratuita, ya que en su realización determina que la universa-
lidad solo existe cuando se dan respuestas no eurocéntricas a los
valores de la metrópoli. De esta manera, el cosmopolitismo del po-
bre es una forma de afirmación de la diferencia en la dislocación
entre la periferia y la ex-metrópoli.

El cosmopolitismo de la crítica latinoamericana:


una conclusión

Las formas en que se diseña la imaginación cosmopolita latinoa-


mericana reflejan elaboraciones particulares sobre un proble-
ma que desde hace tiempo se le plantea al intelectual periférico:
¿cómo hablar desde este lugar, ¿cómo reflejar y existir en y como
la diferencia colonial?
La condición de estar fuera y ser otro se plantea desde el en-
cuentro colonial, en el que la diferencia se vuelve desconcertante,
y cuando surgen preguntas sobre la humanidad del otro y la uni-
dad del “yo” /centro. Por un lado, la ignorancia y la descalificación;
por otro, la apertura a la reflexión y la confrontación de las certe-
zas que sostienen la verdad del colonizador. En el despliegue de es-
tas reflexiones, se perpetra la violencia contra el otro: aniquilación
física y cultural, sometimiento e invasión (de cuerpos, territorios,
pensamientos y creencias). La escritura imprime las huellas de la
destrucción y el borrado cultural.
En las respuestas desde este lugar, los cuestionamientos que
se entremezclan, las distorsiones del verbo como fuerza activa, la
duda como principio de comprensión del otro, y las creaciones a
partir de la incorporación del elemento externo. En el imaginario
latinoamericano, estos pasos se dieron en diacronía, a veces con
predominio del silencio, a veces con aumento del cuestionamiento,
a veces con la positivización de la diferencia como respuesta a es-
tablecerse. En los conceptos de transculturación, heterogeneidad,
271
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

orillas/cultura de mezcla y entre-lugar/cosmopolitismo del pobre


se cruzan estos pasos, y en el sucinto recorte expresado en este
artículo, cada uno a su manera señala la reivindicación de la di-
ferencia local como apertura al mundo. Estos conceptos apuntan
a la construcción discursiva de América Latina como “continente
híbrido” (Haesbaert, 2012): la ambivalencia entre ruptura y conti-
nuidad, entre lo local/regional y lo universal/global, entre resal-
tar la diferencia y aspirar a la igualdad. En la transculturación de
Ángel Rama, se considera la pluralidad conflictiva de las regiones
culturales en su dinámica procesual de selecciones y pérdidas.
El producto transcultural –la narrativa/cultura latinoamerica-
na– representa un logro tan singular como valioso, que en su com-
plejidad híbrida y en el resultado que alcanza innova la relación
entre lo local y lo universal. De ahí la elección de autores como
Arguedas, García Márquez y Guimarães Rosa, en cuyas sinuosas
líneas se renueva la literatura y la expresión latinoamericanas. El
resultado es una diferencia que se construye mezclándose con el
otro y que se (re)afirma en su capacidad innovadora, particular y
libre, como si fuera la base de un proyecto cultural de autonomía
para América Latina.
Es también a través de la particular combinación del universo
andino, indígena peruano con la herencia española que Antonio
Cornejo Polar destaca la heterogeneidad de la cultura latinoameri-
cana. Dos puntos centrales lo aproximan a la crítica de Rama, para
quien también el quechua y las culturas indígenas y populares de
América Latina eran fundamentales como constitución sociocul-
tural. Por un lado, la oralidad –lengua, danza, música– que sobrevi-
ve junto a la invasión de la lengua extranjera, impuesta como habla
y como escritura: la historia que se narra a partir de la palabra
impresa del colonizador. En ambos autores, la oralidad opera una
función subversiva de resistencia de la cultura local (Cornejo Po-
lar, 2003; Rama, 2008), y tanto en la literatura como en la música y

272
Literatura y sociedad

la danza responden de manera cosmopolita, por así decirlo.9 En la


medida en que el habla pronuncia respuestas y elementos locales,
sitúa a las culturas latinoamericanas en el mundo como heteroge-
neidades, transculturaciones. La lengua, aunque aparezca como el
rostro del poder –la dominación española–, como también aparece
en Silviano Santiago, importa sobre todo por la afirmación de la
diferencia en la mezcla y en el rasgo popular que porta.
Otro punto presente en las críticas de Cornejo Polar y Rama,
pero también en la de Santiago, es el acontecimiento histórico de
la conquista como símbolo y expresión del entre-lugar. Al situar el
encuentro colonial en el debate sobre la diferencia latinoamerica-
na, desde el punto de vista de la crítica literaria y cultural, y donde
el lenguaje es un elemento central para la discusión que plantean,
los autores se diferencian de las reflexiones que parten de la litera-
tura ya establecida para situar la formación local. En el pasado-ini-
cio del encuentro colonial, las dimensiones centrales del conflicto
y la violencia y, en variadas formas, la postulación sobre la condi-
ción activa y viva de las culturas dominadas. Más allá de una sim-
ple puntualización sobre el choque cultural, la heterogeneidad, la
transculturación y el entre-lugar reorientan la lectura hegemónica
que borra y silencia la diferencia bajo el manto homogeneizador y
determinante de la cultura colonizadora. Opera como plataforma
para la explicitación de la pluralidad y la existencia de la diferen-
cia, tan legítima como la unidad auto propagadora del centro bajo
su carácter universal.

9
En Rama, la oralidad y la lengua son fundamentales para caracterizar el rasgo trans-
cultural de las literaturas de los autores latinoamericanos: en el caso de Arguedas, en
la música y en las infiltraciones del quechua en la composición narrativa; en García
Márquez, en la cadencia y diversidad de los modos de hablar de la costa y sierra co-
lombianas; y, en Guimarães Rosa, la composición del “jagunço” del interior de Minas
Gerais, una forma breve y concisa de expresión que refleja un recorte de Brasil. Pero
también es central en la identificación de las supervivencias culturales frente a la
invasión de la cultura extranjera, tal como se describe en la presentación del habla
popular frente al habla escrita, el grafiti frente a la lengua vernácula en su ciudad
letrada.

273
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

La reflexión desde lo local, atenta a la composición plural y con-


flictiva de su interior, está en las directrices de Beatriz Sarlo. Como
se ha mencionado, en su visión cosmopolita desde lo local, la críti-
ca argentina se vuelca al recorte nacional, debatiendo cómo en los
márgenes se avanza con autonomía desde los temas que atravie-
san la cultura argentina en sus dilemas de modernidad. Entre el
campo y la ciudad –un dúo tan presente en el imaginario latinoa-
mericano a través de la oposición entre atraso y modernidad– las
orillas crean un espacio híbrido y poderoso que, desde la cultura
argentina, manifiesta el cosmopolitismo de lo local. A diferencia
de Cornejo Polar y Rama, Sarlo desarrolla el concepto de orillas
a partir de un escritor urbano y fundamentalmente universalista
como Borges. ¿De qué manera la ciudad y capital del moderno país
latinoamericano es capaz de enunciar el tema local en sus aspec-
tos cosmopolitas? Al explorar los márgenes urbanos, un tema im-
portante para la generación de Borges que ve la modernidad desde
la heterogeneidad de sus rincones locales, se provocan diferencias
en el espejo que la modernidad pone ante la periferia. Moderna
también, pero fundamentalmente diferente.
Lo que la cultura de mezcla crea, al combinar sin jerarquía los
elementos locales y universales, agudiza el gesto cosmopolita. De
forma similar, el cosmopolitismo del pobre en Silviano Santiago
aparece en ese lugar entre, potenciando el espacio del margen
como punto de partida para la reflexión y la comprensión del
mundo. En el cosmopolitismo del pobre la desigualdad no desa-
parece, sino que persiste no como afirmación, sino como hecho
visible del continuo borramiento histórico de las diferencias, de
lo subalterno, del margen, de los pobres. No se trata de reconocer
la capacidad cosmopolita del margen, sino, en un movimiento
decisivo, de partir de la idea de que el margen es cosmopolita. No
tanto una “cosmopolitización”, como define Beck en la idea de una
globalización interna a las sociedades nacionales (Beck, 2002), ni
un “cosmopolitismo subalterno” opuesto a un “cosmopolitismo
vernáculo” (Gunew, 2009), lo que supondría un segundo borrado
274
Literatura y sociedad

de la diferencia histórica y del espacio ocupado por sociedades y


culturas entendidas como periféricas.
En las formas del cosmopolitismo latinoamericano, la diferen-
cia exige reconocimiento y propone diálogo. Releídas hoy e inser-
tas en el debate global sobre el cosmopolitismo, transculturación,
heterogeneidad, orillas/cultura de mezcla y entre-lugar/ cosmopo-
litismo del pobre representan el conjunto múltiple de reflexiones
latinoamericanas sobre la diferencia y el lugar de los márgenes.
También expresan las divergencias entre las formas de reflexionar
sobre lo local y de concebir su carácter cosmopolita: ¿qué cultura,
qué lugar? No es de poca relevancia, sin embargo, que se enuncie
de manera crítica y propositiva el reconocimiento de las culturas
locales en su diálogo directo con la producción del centro, y la con-
dición activa de la creación cultural en los márgenes.
Que también en América Latina se haga evidente el cosmopoli-
tismo de su producción y de sus intelectuales es un acto cosmopo-
lita. Pues si el cosmopolitismo puede ser universal, también debe
ser local, visibilizando la periferia y deconstruyendo la domina-
ción del centro (Bhambra, 2011). Como propone el filósofo Appiah
(2007, p. 19), en diálogo (inconsciente) con Rama, Cornejo Polar,
Sarlo y Santiago, “somos diferentes, sabe el cosmopolita, y pode-
mos aprender mucho de nuestras diferencias”. La diferencia nos
pertenece a todos, y el diálogo es esencial.

275
Alice de Oliveira Ewbank y Maria Caroline Marmerolli Tresoldi

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Un laboratorio cosmopolita
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La experiencia del CLAPCS, Rio de Janeiro
(1957-1979)

Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

Introducción

El 6 de junio de 1957, se publicó el Decreto nº 41.657, firmado por


el entonces presidente de la República Juscelino Kubitschek, por
el que se aprobaban los estatutos del Centro Latinoamericano de
Investigaciones en Ciencias Sociales (CLAPCS), en cumplimiento
de los compromisos asumidos por Brasil en la Asamblea General
de la UNESCO celebrada en noviembre de 1956 en la India. Un
año después de su fundación, el CLAPCS abrió las puertas de su
primera sede en el barrio de Urca, en Río de Janeiro. En esa oca-
sión, su primer director, Luiz de Aguiar Costa Pinto, calificó de
“histórica” la tarea de la CLAPCS que, según sus palabras, con-
sistiría en “dotar a esta parte del mundo de un laboratorio acti-
vo y fecundo para el análisis científico de sus problemas sociales”
(Boletim CLAPCS, 1958). “Laboratorio” era una metáfora aprecia-
da por Costa Pinto. Estaba presente en el subtítulo de su conoci-
do libro Recôncavo: laboratório de uma experiência humana (Costa
Pinto, 1958), el primero publicado por el CLAPCS, resultado de

281
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

trabajos de campo y observaciones sobre esa región de Bahía, que


él consideraba “un excelente laboratorio para estudios sobre los
procesos de cambio social resultantes de la expansión de un nuevo
tipo de estructura económica” (Costa Pinto, 1958, p. 9).1
En la ceremonia de inauguración del Centro, la idea de laborato-
rio pudo leerse en un doble sentido: como experimentación y pio-
nerismo. Así lo expresó el sociólogo británico Thomas Humphrey
Marshall, entonces director del Departamento de Ciencias Socia-
les de la UNESCO, quien destacó el

[…]carácter único y pionero del Centro, ya que no se trataba de una


organización dedicada a la enseñanza, sino a la investigación social
de alcance latinoamericano, en una época en que las Ciencias Socia-
les, en la mayoría de los países de la región, estaban aún lejos de una
fase de pleno florecimiento y en otros ni siquiera se habían implan-
tado (Boletín CLAPCS, 1958).

En poco tiempo, el CLAPCS estaba en pleno apogeo, con una am-


plia circulación de investigadores brasileños y extranjeros y varios
proyectos de investigación en curso. Muchos de estos proyectos
se llevaron a cabo en colaboración con instituciones educativas,
científicas o culturales, a través de las cuales los intelectuales esta-
blecieron contactos y debates, formando una amplia red de coope-
ración científica regional.
Durante su existencia, el CLAPCS realizó investigaciones com-
parativas sobre temas relevantes de las sociedades latinoameri-
canas y de las propias ciencias sociales de la región; publicó una
importante revista, América Latina, referencia clave en la época,
así como una serie de libros; propició una intensa circulación de
los principales intelectuales latinoamericanos de la época; con-
tribuyó a la formación de una notable generación de científicos

1
Aunque la investigación sobre el Recôncavo se inició en 1950 por invitación de la
Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Bahía, ocupada entonces por
Anísio Teixeira, fue retomada y ampliada por Costa Pinto como proyecto institucional
del CLAPCS cuando se fundó el Centro.

282
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

sociales de Brasil y América Latina, responsables de la demarca-


ción de áreas y subcampos de la antropología, la sociología y la
ciencia política. En términos sustantivos, también contribuyó a
la creación de interpretaciones sociológicas relevantes para el de-
bate de la época, especialmente en lo que se refiere a la discusión
sobre el desarrollo, las desigualdades, el colonialismo interno y la
marginalidad.
A principios de los años sesenta, el CLAPCS era considerado un
centro científico de gran efervescencia y un nodo estratégico de las
ciencias sociales a escala local, nacional y regional. Sin embargo,
pasó por altibajos, oscilando entre el ímpetu inicial de su funda-
ción y un largo declive de alrededor de una década, que condujo a
su cierre definitivo en 1979. La inestabilidad política y una aguda
crisis de financiación pusieron fin a un experimento pionero, ya
que fue el primer centro de investigación en ciencias sociales de
Brasil que abordó sistemáticamente la realidad latinoamericana.
A pesar de la importancia de la experiencia del CLAPCS para
la institucionalización y el desarrollo de las ciencias sociales, la
historia del Centro permanece en un segundo plano, siendo men-
cionada solo ocasionalmente o como nota a pie de página en la li-
teratura especializada. La escasez de estudios minuciosos sobre el
Centro contrasta con la abundancia de ricas investigaciones sobre
su institución hermana, la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO), creada en el mismo proceso por la UNESCO
(Beigel, 2009; Brignoli, 2008; Franco, 2007, entre otros), o incluso
sobre el proyecto UNESCO (Lengyel, 1986; Maio, 1997a).
Las investigaciones de Oliveira (1995) y Ferreira (1999), así
como trabajos más recientes de la propia Oliveira (2005), Trinda-
de (2006), Bastos (2011), Maia (2014) y Grisendi (2013; 2014), han
permitido cubrir lagunas en algunos aspectos de la trayectoria del
CLAPCS, pero no existe ninguna publicación que haya hecho un
esfuerzo por sistematizar la experiencia del Centro en su conjunto.
Además, gran parte de la bibliografía existente utiliza la revista
América Latina como principal fuente de investigación. Si bien es
283
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

posible establecer cierta correspondencia entre la producción de


la revista y la experiencia del CLAPCS, América Latina no expre-
sa necesariamente la visión del Centro, sino la de una comunidad
de investigadores asociados a él. Centrarse casi exclusivamente
en esta revista o en algunos de los seminarios de mayor impacto
ha impedido tener una imagen más precisa del rol del CLAPCS. En
cualquier caso, el principal obstáculo tuvo que ver con la dificul-
tad de encontrar documentación primaria producida por el propio
Centro. Esto se debió a la enorme dispersión de las fuentes (perdi-
das o dispersas en archivos personales y fragmentadas en diversas
bibliotecas de América Latina), motivada, entre otras razones, por
la pérdida de su acervo tras el cierre del CLAPCS.
Este artículo forma parte de un proyecto de investigación coor-
dinado por Breno Bringel que llevó a cabo, durante una década,
una búsqueda exhaustiva de material para reconstruir en detalle
la experiencia del CLAPCS como contribución a la historia de las
ciencias sociales y del pensamiento latinoamericano. Desde en-
tonces, ha sido posible organizar y digitalizar las fuentes encon-
tradas en dos grandes tipos: publicaciones y documentos escritos.
Con relación a las publicaciones, tenemos: (a) las publicaciones
periódicas editadas por el CLAPCS: los 14 números del Boletim, pu-
blicados entre 1957 y 1961; y los 39 números de la Revista América
Latina, publicados entre 1962 y 1976; (b) los libros publicados por
el CLAPCS, que totalizan 38 obras compiladas; (c) las publicacio-
nes externas de los miembros del CLAPCS: decenas de artículos y
libros de autoría de intelectuales vinculados al CLAPCS, pero no
editados ni organizados por el Centro.
En cuanto a los documentos escritos, se recopilaron documen-
tos de/sobre el CLAPCS, como informes de expertos enviados al
Centro por la UNESCO, ponencias de investigadores del Centro
enviadas a reuniones internacionales, informes de actividades,
actas de reuniones, así como acuerdos entre FLACSO y CLAPCS.
También hay documentos individuales, localizados siguiendo
la trayectoria de personas que han tenido alguna participación
284
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

relevante en la trayectoria del CLAPCS. Finalmente, hay otras tres


fuentes: noticias difundidas en la prensa brasileña, una serie de
conversaciones informales y once entrevistas con investigadores
que participaron directamente en el Centro o vivieron su ambien-
te intelectual.2
El objetivo de este artículo es describir y reconstruir la expe-
riencia institucional del CLAPCS desde su fundación hasta su cie-
rre. Se espera que esto ayude a componer un mapa completo de
la institucionalización y trayectoria del Centro, de modo que po-
damos insertarlo de manera más cualificada en el debate sobre la
historia de las ciencias sociales en Río de Janeiro, Brasil y América
Latina, y como un capítulo relevante de una sociología crítica cos-
mopolita desde la (semi)periferia del mundo.
Además de esta introducción, el artículo se divide en seis par-
tes. En primer lugar, se presenta el contexto de la fundación del
CLAPCS hasta el momento de su creación formal. En segundo
lugar, se examinan algunas de las resistencias a la fundación del
Centro, a partir de la reconstrucción de controversias y polémicas
en la esfera intelectual brasileña, que tuvieron resonancia pú-
blica en la época. A continuación, se analiza la dinámica de fun-
cionamiento del Centro, su forma organizativa y el papel de los
investigadores y del personal en esta arquitectura institucional.
En cuarto lugar, se presentan las investigaciones realizadas en el
Centro, exponiendo algunas de las principales contribuciones del
CLAPCS al campo empírico y organizativo de las ciencias sociales
latinoamericanas. Como complemento a esta sección, la quinta
parte del artículo examina los eventos organizados por el Centro
y su papel como institución gravitante para las ciencias sociales
latinoamericanas de la época, además de presentar algunas de sus
principales publicaciones. Finalmente, la última sección discute

2
Las entrevistas se realizaron entre 2014 y 2022 y no se movilizan exhaustivamente
en este artículo, sino en otros textos elaborados en el marco del proyecto.

285
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

las transformaciones de la vida institucional del CLAPCS a lo largo


del tiempo y las razones de su cierre.

Los antecedentes de la fundación del CLAPCS y su creación

El surgimiento del CLAPCS se relaciona con las vicisitudes del


momento (geo)político posterior a la Segunda Guerra Mundial y
la institucionalización de las ciencias sociales en América Latina
(Blanco, 2005; Jackson y Blanco, 2014). Además de la proliferación
de instituciones de enseñanza e investigación especializadas, este
proceso implica la adopción y consolidación de nuevas prácticas
en el campo de la educación y la investigación y la valorización de
profesionales con formación especial (Blois, 2015). Bajo estos pará-
metros, el ideal clapcsiano de suplir la falta de investigación social
empírica en la región puede entenderse como una iniciativa en la
que estaba en juego una nueva forma de hacer investigación.
Según Reyna (2004), este proceso de institucionalización fue
impulsado por dos frentes en América Latina. Por un lado, los Es-
tados impulsaron proyectos de desarrollo y modernización, en los
que las ciencias sociales jugaron un papel importante. Por otro,
los organismos internacionales promovieron la difusión de teo-
rías, metodologías, técnicas, recursos e intelectuales de los países
centrales hacia otras regiones del mundo. Este doble movimiento
formó parte del proceso de creación del CLAPCS, resultado de la
articulación entre la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); el gobierno brasileño
y su Plan de Metas, elaborado por Juscelino Kubitschek; y un gru-
po de destacados intelectuales latinoamericanos que se movían
por instancias universitarias y gubernamentales, dentro y fuera
de sus países de origen.
La UNESCO fue concebida como el brazo de las Naciones Uni-
das dedicado a promover el intercambio científico, cultural y edu-
cativo entre los países miembros. Cuando inició sus actividades
286
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

en 1946, contaba con un departamento de ciencias sociales, del


cual surgieron las primeras discusiones sobre la formación de
centros regionales de ciencias sociales en América Latina (Valde-
rrama, 1995). Cutroni (2013) muestra cómo la UNESCO estableció
una enorme penetración en el campo científico latinoamericano,
financiando proyectos nacionales de investigación, creando bases
de datos, formando especialistas, enviando misiones para cola-
borar en la ejecución de proyectos y publicando materiales para
ayudar con el asesoramiento prestado. Entre 1947 y 1968, Cutro-
ni (2013, p. 9-11) registra que 806 misiones educativas, científicas y
culturales fueron enviadas a la región, la mayoría de ellas a Brasil,
Chile y México.
Sin embargo, la influencia extranjera no puede considerarse el
único factor que desencadenó este proceso. También hay que tener
en cuenta el papel de las fuerzas sociales internas, ya que, como
señala Abrantes (2008), la absorción de las normas externas no se
produjo de forma irreflexiva y dependió de las condiciones econó-
micas, políticas e intelectuales de los países receptores. Por eso, el
impulso exógeno no es necesariamente incompatible con la cons-
trucción de una ciencia crítica y autónoma, como algunas teorías
poscoloniales y decoloniales recientes parecen insinuar (Bringel y
Domingues, 2015). Preferimos entenderlo como un proceso de co-
laboración, creatividad y tensión en varios niveles.
De ahí la importancia de caracterizar el marco de las ciencias
sociales en sus múltiples y simultáneas escalas interactivas, ha-
ciendo hincapié en las principales instituciones que conforma-
ron estos escenarios y sus relaciones. En el caso de Brasil, algunas
de las iniciativas más importantes se remontan a la década del
treinta y están asociadas a las transformaciones políticas e insti-
tucionales desencadenadas al inicio del gobierno de Getúlio Var-
gas. En São Paulo, destacó la Escuela Libre de Sociología y Política
(ELSP), creada en 1933. En Río de Janeiro, la Facultad Nacional de
Filosofía (FNFi) de la Universidad de Brasil fue fundada en 1939,

287
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

absorbiendo parte del personal de la desaparecida Universidad del


Distrito Federal, experimento efímero creado en 1935.
Un nuevo impulso se dio en la década del cincuenta, cuando las
ciencias sociales pasaron a considerarse un instrumento para la
modernización del país (Almeida, 1989). En 1952, se fundó en Río
de Janeiro el Instituto Brasileño de Derecho Público y Ciencia Po-
lítica, en la Fundación Getúlio Vargas (FGV). Un año después, el
Grupo Itatiaia se organizó formalmente como Instituto Brasileño
de Economía, Sociología y Política (IBESP), ampliando sus activi-
dades con la creación del Instituto Superior de Estudios Brasileños
(ISEB) en 1955, el mismo año de la fundación del Centro Brasileño
de Investigaciones Educativas (CBPE). En 1958, se fundaron el Ins-
tituto de Ciencias Sociales (ICS) de la FNFi y el Curso de Sociología
y Política de la Pontificia Universidad Católica (PUC).
A pesar de la inestabilidad y discontinuidad de muchos de es-
tos emprendimientos institucionales, el escenario de las ciencias
sociales en Río de Janeiro era fértil y vibrante cuando se creó el
CLAPCS. Este escenario engendró trayectorias, prácticas socioló-
gicas y relaciones diversas en la entonces capital del país (Brasil
Jr., 2017). El CLAPCS retroalimentó ese tejido institucional de di-
versas maneras: investigadores del CBPE pasaron a trabajar en el
CLAPCS; varios de los alumnos de Manuel Diégues Júnior y Pa-
dre Ávila en la PUC-Rio pasaron a trabajar como pasantes en el
CLAPCS, participando de sus investigaciones; los intercambios con
el Museo Nacional fueron notables, especialmente en los primeros
años del Programa de Posgrado en Antropología Social (PPGAS),
cuando compartieron sede. Además, la relación con investigado-
res e instituciones de otras partes de Brasil, más allá de São Paulo,
también fue muy importante, especialmente en Minas Gerais, Ba-
hía y Pernambuco.
Frente a este mapa local y nacional, uno de los aspectos que di-
ferenció al CLAPCS fue el hecho de que se creó como una institu-
ción que pretendía convertirse en un eje de articulación científica
regional, superando las fronteras nacionales de varias maneras:
288
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

a través de la circulación de personas, temas de investigación y


el concepto mismo de una sociología latinoamericana (Bringel et
al., 2015) de carácter cosmopolita. Esto ha activado y fortalecido
una red latinoamericana de ciencias sociales (Grisendi, 2013; 2014)
con un movimiento simultáneo de institucionalización y regiona-
lización (Macedo, 2017).
La construcción de las ciencias sociales de(sde) América Latina,
que se contraponían a los Latin American Studies o incluso a los
Area Studies, habituales en los países centrales, no hubiera sido
posible, sin embargo, sin los esfuerzos de la Unesco. De hecho, la
primera piedra del proyecto se puso en la Conferencia Regional de
Ciencias Sociales para Centroamérica y las Antillas, organizada
por la Unesco en julio de 1954 en la ciudad de San José (Costa Rica),
cuando se propuso establecer un centro regional para la forma-
ción de investigadores en ciencias sociales. Dos años más tarde,
durante la Conferencia Regional Sudamericana de Ciencias Socia-
les en Río de Janeiro, se propuso la creación de dos instituciones
regionales de ciencias sociales, una para la enseñanza y otra para
la investigación. La hipótesis más plausible sobre esta división del
trabajo intelectual es la ofrecida por Stavenhagen (2014) y Beigel
(2016), que sugieren que esto se debió a la competencia entre Brasil
y Chile por los recursos y el asesoramiento de la Unesco. En la IX
Conferencia General de la Unesco, celebrada en Nueva Delhi en
noviembre de 1956, la decisión fue implementada. El punto 3.42 de
la resolución dice:

Se autoriza al Director General a estimular y facilitar [...] el desarrollo


y perfeccionamiento de la enseñanza de las ciencias sociales: [...] d)
Participando, a petición de los Estados miembros, en las actividades
desarrolladas por éstos en el ámbito de la enseñanza de las ciencias
sociales y de la terminología científica y, de manera especial, colabo-
rando, a petición del gobierno de Chile, en la organización y funcio-
namiento de un centro latinoamericano de ciencias sociales que se
establecerá en Santiago de Chile (UNESCO, 1956, p. 20-21).

289
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

El punto 3.74 añade:

Se autoriza al Director General: [...] b) A participar, a petición de los


Estados Miembros, en la realización de investigaciones básicas sobre
los aspectos sociológicos y culturales del cambio tecnológico y de la
industrialización y, en particular, a participar, a petición del gobier-
no de Brasil, en la creación y dirección de un centro latinoamericano
de investigación sobre estas cuestiones (UNESCO, 1956, p. 22).

Las resoluciones dejan claro que los gobiernos de ambos países


solicitaron formalmente la creación de centros regionales de cien-
cias sociales, pero estas peticiones se presentaron en marcos dife-
rentes: en el primer caso, el objetivo era mejorar la enseñanza; en el
segundo, realizar investigaciones que contribuyeran a resolver los
problemas sociales en el contexto de las transformaciones provo-
cadas por el desarrollo. En el primer caso, la ubicación del Centro
ya estaba explícita, lo que no ocurría en el segundo. Esta no se de-
finió hasta el año siguiente, cuando la Conferencia de Delegados
Gubernamentales eligió por unanimidad Río de Janeiro como sede
del centro de investigación. Todo indica que en esa decisión fue-
ron fundamentales los esfuerzos nacionales y, sobre todo, interna-
cionales de Costa Pinto, entonces vicepresidente de la Asociación
Internacional de Sociología, creada en 1948, también por iniciativa
del Departamento de Ciencias Sociales de la UNESCO (Platt, 1998).
Una vez elegida la sede, durante la II Conferencia Regional de
Ciencias Sociales para América Latina, que tuvo lugar en abril
de 1957 en Río de Janeiro, se aprobaron los estatutos que regirían
el funcionamiento del Centro, que solo entonces recibió el nom-
bre de Centro Latinoamericano de Pesquisas en Ciencias Socia-
les (CLAPCS), mientras que el Centro Chileno pasó a denominarse
FLACSO. Compartiendo la misma cuna de origen, estas dos institu-
ciones se desarrollaron de manera diferente y, hasta cierto punto,
independiente una de la otra, aunque articuladas y conectadas.

290
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

Fricciones entre bastidores: iniciativas globales,


controversias locales

La elección de Costa Pinto para el cargo de Director General y la


elección de la capital de Río de Janeiro como sede no estuvieron
exentas de fricciones y polémicas. Hubo dos polémicas fundamen-
tales, que tuvieron eco en el debate intelectual y en los medios
de comunicación. La primera fue protagonizada por Fernando
Azevedo (director del Departamento de Sociología y Antropología
de la USP) y Themístocles Brandão (director del Instituto Brasileño
de Educación, Ciencia y Cultura - IBECC), institución clave en el
proceso de creación del CLAPCS, ya que era la responsable de diri-
gir las acciones de la UNESCO en Brasil.
La base de la polémica fue la creación del Conselho Nacional de
Pesquisas Sociais, que estaba siendo promovido por el IBECC. Todo
comenzó cuando Azevedo envió a Brandão una carta, firmada por
todos los profesores del Departamento, en la que desaprobaba la
creación del nuevo órgano y exigía que el Consejo Nacional de In-
vestigación (CNP), institución ya existente, se encargara de regular
y orientar los estudios e investigaciones del área en el país. ¿Cómo
se relaciona esto con el CLAPCS? Según Azevedo, el proyecto for-
mulado por el IBECC establecía como función principal del nue-
vo Consejo “servir de ‘apoyo’ al centro regional de investigaciones
sociales de América Latina, que la UNESCO intenta crear actual-
mente en Río de Janeiro” (Jornal do Commercio, 1957, p. 5). El argu-
mento de los científicos paulistas era que esta propuesta pondría
en peligro la postura equitativa del Consejo frente a las diferentes
instituciones de investigación de todo el país:

Este particular destino resta inmediatamente eficacia al proyectado


consejo, cuya acción, como es fácil advertir, quedaría absorbida en
la función accesoria que habrá de representar en el instituto de la
UNESCO, en lugar de beneficiar a los diversos centros de enseñanza
e investigación de antropología, sociología y política de todo el país

291
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

que, en el proyectado centro regional, cuentan al menos con la cla-


ra ventaja de existir ya y estar en activo, por no hablar del nivel de
producción y reconocimiento internacional del que algunos de ellos
empiezan a gozar (Jornal do Commercio, 1957, p. 5).

En respuesta, se publicó una carta de Brandão en la edición del 13


de abril del Jornal do Comercio, en la que expresaba su sorpresa
y pesar por la no participación de los miembros de este departa-
mento en la organización del nuevo consejo y en los debates del
seminario, afirmando haber enviado una invitación.3 El director
del IBECC respondió a las críticas afirmando que varios aspectos
seguían abiertos y que no había “ideas preconcebidas” ni “compro-
misos adquiridos” de antemano. En su opinión, la negativa de los
científicos paulistas se anticipaba a los hechos: “No se puede soca-
var lo que no existe, sobre todo cuando se pide colaboración para
establecer la estructura, la organización y los objetivos de una ins-
titución que se va a crear” (Jornal do Commercio, 1957, p. 5).
El artículo publicado el 21 del mes siguiente contiene finalmen-
te la respuesta de Azevedo, en la que afirma haber recibido una
carta solicitando autorización para incluir su nombre en la lista
de fundadores del Consejo y un telegrama anunciando que había
sido designado para formar parte de la delegación de brasileños
que asistirían a la conferencia, pocos días antes de que se celebrase
el acto. Sin embargo, subrayó que no se le había ofrecido la opor-
tunidad de discutir la creación del Centro y que el Departamento
como institución no había sido solicitado, sugiriendo así que se le
estaba marginando de las discusiones (Jornal do Commercio, 21 de
mayo de 1957, p. 4).

3
El grupo de científicos sociales brasileños presentes en la conferencia −encargados
de deliberar sobre diversas cuestiones estratégicas− estaba formado en su mayoría
por nombres que trabajaban en Río de Janeiro. Además del propio Brandão, formaban
parte de la comisión Victor Nunes Leal (Universidad de Brasil), Luiz Aguiar da Costa
Pinto (Universidad de Brasil), Luis Dodsworth Martins (Universidad de Brasil), Darcy
Ribeiro (profesor de etnología de la FNFi), Djacir Menezes (profesor de la FNFi), Nilton
Campos (profesor de psicología de la FNFi), Mario Wagner Vieira (Escuela Libre de
Sociología y Política de São Paulo); y Padre Bastos de Avila (PUC-Rio).

292
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

La cuestión de la localización de la sede parece haber sido el


punto de mayor tensión, ya que fue a este respecto que Azevedo
hizo las acusaciones más directas sobre la parcialidad del proyec-
to. En primer lugar, asegura que no hubo interés por parte de los
profesores del Departamento en instalar el CLAPCS en São Paulo,
incluso después de que un representante de la UNESCO se pusiera
en contacto con ellos sobre la posibilidad.4 A continuación, asegu-
ra que durante la Primera Conferencia y en otras reuniones ya se
había tomado la decisión en favor de Río, aunque no se había he-
cho oficial:

Con toda la consideración que tenemos por muchos que trabajan en


Río, en el mismo campo, −y es la más alta, deferente y respetuosa
consideración que merecen de nosotros−, nos pareció que, si se fun-
dase un Centro de este orden en Brasil, no tendría que ser necesaria-
mente en Río de Janeiro. Podría estar en Río, en Recife, en Bahía, en
Belo Horizonte, en cualquier otra capital que nos pareciera más con-
veniente y apropiada, incluso en São Paulo... Esta cuestión de saber
o decidir dónde se fundaría tenía que ser una cuestión abierta. Pero
ya estaba cerrada. La “mesa redonda” que tuvo lugar en Río confirmó
nuestras previsiones: se decidió fundar un Centro en Chile y otro...
¿en Brasil? No, en Río de Janeiro. El nombramiento inmediato del
director del Centro demuestra −lo que ya sabíamos− quiénes eran
los más interesados y destinatarios de la nueva institución (Última
Hora, 30 de abril de 1957, p. 13).

El pasaje anticipa otro punto de tensión: la dirección del Centro.


La insatisfacción con el nombramiento de Costa Pinto para el car-
go se expresó con mayor énfasis en otra polémica, esta vez entre

4
En palabras de Azevedo: “Debido a la delicadeza y complejidad de las cuestiones que
rodeaban la creación de este Centro, a las dudas que suscitaba el problema de su pla-
nificación, a las dificultades que habría que afrontar para ajustarlo a las condiciones
reales y, por lo tanto, a los riesgos que correría la institución si no se le ponían bases
seguras, siempre nos pareció que la cuestión requería un análisis riguroso y no podía
resolverse con prisas ni ponerse en vías de solución sin un conocimiento previo y
un estudio meticuloso de sus datos fundamentales” (Última Hora, 30 de abril de 1957,
p. 13).

293
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

Guerreiro Ramos, eminente sociólogo del ISEB, y Paulo Carneiro,


reputado químico y delegado brasileño en el comité ejecutivo de la
UNESCO.
El 15 de mayo de 1957, Guerreiro Ramos declaró su apoyo a la
protesta del grupo de São Paulo en el periódico Última Hora. Fue
más allá, al afirmar que “los verdaderos motivos de las desavenen-
cias” estaban relacionados con la utilización del nuevo Centro en
beneficio propio. Guerreiro Ramos afirma: “el director del centro
de investigación que se ha fundado es un ciudadano de procesos
muy dudosos. Por pena, no mencionaré los hechos que demostra-
rían la plena validez de la actitud de los científicos sociales de São
Paulo [...] Los científicos de São Paulo, en última instancia, quieren
decir esto: que el Centro es algo forzado” (Última Hora, 15 de mayo
de 1957, p. 13).
Costa Pinto fue un sociólogo de reconocida trayectoria acadé-
mica, importante producción intelectual y amplia presencia inter-
nacional. Precisamente por eso y por el hecho de que, a finales de la
década del cuarenta, había formado parte del Comité de Expertos
en Relaciones Raciales de la UNESCO, realizando una investiga-
ción que dio lugar a O Negro no Rio de Janeiro (Costa Pinto, 1953),
mantenía con Guerreiro Ramos una ferviente polémica sobre el
debate racial en Brasil (Maio, 1997b).
De hecho, unos años antes, Guerreiro Ramos se había dirigido
a la prensa con la acusación de que Costa Pinto había plagiado su-
puestamente el trabajo de Jaques Lambert −que había sido su pro-
fesor cuando era estudiante y de quien había sido ayudante− en
su obra Lutas de família no Brasil (Costa Pinto, 1949). Posiblemente
se refería a esta denuncia cuando cuestionó su reputación. Gue-
rreiro Ramos concluye sus observaciones instando a la UNESCO a
tomar cartas en el asunto y restablecer las condiciones del Centro,
exigiendo, en particular, una actitud de Paulo Carneiro (Última
Hora, 15 de mayo 1957, p. 13).
Dos semanas más tarde, se publicó la respuesta de Carneiro.
Sostiene que la UNESCO no habría tenido ninguna influencia en
294
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

las cuestiones internas de la organización del Centro, que eran


responsabilidad de los profesores e investigadores reunidos en los
seminarios organizados por el IBECC, y refuerza que se habría uti-
lizado un procedimiento electoral “libre y democrático” para de-
terminar la sede y el consejo de administración (Última Hora, 28 de
mayo de 1957, p. 3).
Aunque tanto Azevedo como Guerreiro Ramos desconfiaban
de las críticas de que sus posiciones representaban ante todo una
“rivalidad entre grupos”, en disputa por “ventajas, empleos y posi-
ciones”, como decía el primero (Última Hora, 15 de mayo de 1957,
p. 13); o de que se trataba de una “reivindicación puramente parro-
quial” destinada a llevar el Centro Latinoamericano a São Paulo,
como decía el segundo (Última Hora, 15 de mayo de 1957, p. 13), el
diagnóstico hecho por Paulo Carneiro se inclina en esta dirección
cuando dice:

No me sorprende la polémica que ha surgido entre los especialistas


en ciencias sociales en torno al Centro Latinoamericano que acaba
de fundarse. Sé lo divididos que están los sociólogos brasileños e
imaginaba que estos desacuerdos se reflejarían sin duda en la consti-
tución del Centro Latinoamericano, cualquiera que fuera su director
y el grupo que lo patrocinara. Una situación similar existe entre los
físicos que, como ustedes, están separados en bandos antagónicos en
Río y São Paulo. Estos conflictos son frecuentes en todos los países
del mundo y constituyen uno de los grandes males a los que aún no
se ha puesto remedio, tanto en las universidades como en los institu-
tos de investigación (Última Hora, 28 de mayo de 1957, p. 3).

Estas controversias permiten vislumbrar un ambiente local y na-


cional muy competitivo y conflictivo en el momento de la creación
del CLAPCS. Al margen de las polémicas, el Centro inició rápida-
mente sus actividades y la siguiente sección está dedicada a exa-
minar cómo lo hizo.

295
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

CLAPCS desde dentro: formato organizativo y composición


institucional

Uno de los aspectos más peculiares de la organización institucio-


nal del CLAPCS es que su máximo órgano de gobierno, el Comité
Directivo, era el mismo que el de la FLACSO. Esto creó inicialmen-
te un importante vínculo institucional entre estos dos esfuerzos
contemporáneos. El Comité Directivo estaba integrado por ocho
miembros representantes de distintos países latinoamericanos.
En general, se trataba de destacados investigadores; en algunos ca-
sos, figuras centrales en el proyecto de institucionalización de las
ciencias sociales en sus países. En su primer año de funcionamien-
to, el Comité contó con representantes de Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, México, Uruguay y Venezuela. Su mandato
tenía una duración de cuatro años, pudiendo ser reelegidos una
sola vez.
Los miembros más antiguos del Comité Directivo fueron Gino
Germani (Argentina), Orlando Carvalho (Brasil), Humberto Díez
Contreras (Chile), Rafael Arboleda (Colombia), Óscar Chávez Es-
quivel (Costa Rica), Pablo González Casanova (México) y José Luis
Salcedo-Bastardo (Venezuela). Los miembros del Comité eligieron
un presidente y un vicepresidente para un mandato de dos años.
Isaac Ganón (Uruguay) y los citados Casanova, Contreras y Esqui-
vel ocuparon la presidencia más de una vez.
Además del Comité Directivo común, CLAPCS y FLACSO con-
taban con sus propias direcciones en forma de Director General y
Secretario General, respectivamente. En el caso del CLAPCS, estas
direcciones se organizaban del siguiente modo: en las reuniones
anuales del Comité Directivo, el Director General era el encargado
de presentar un informe sobre las actividades realizadas hasta el
momento, que debía incluir una relación de los gastos en que ha-
bía incurrido la institución. También debía proponer un plan de
trabajo detallado para orientar las actividades futuras del Centro,

296
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

que incluyera un programa de investigación y una propuesta de


presupuesto para la utilización de los recursos necesarios. Corres-
pondía al Comité Directivo aprobar o no estos documentos.
El Comité Directivo era, por tanto, un órgano deliberativo con
un papel decisivo en la definición de la dirección de la institución.
En cada reunión, emitía una serie de resoluciones que sentaban las
bases de la labor del Centro en diversos ámbitos. El Director, por su
parte, tenía un papel más ejecutivo. Coordinaba con el equipo de
investigadores la elaboración de estos documentos, que reflejaban
opiniones y expectativas sobre el trabajo realizado. Asimismo, el
Director era responsable de una parte importante del trabajo de
dinamización de las redes de cooperación científica, a través de los
contactos que establecía con investigadores e instituciones, que
podían dar lugar a asociaciones y acuerdos. Para ello, debía estar
en constante tránsito, visitando otras instituciones y recibiendo
visitas. Así, el Director se convirtió en la figura pública más noto-
ria del Centro, hablando y concediendo entrevistas en los medios
de comunicación, emisoras de radio y periódicos de la época.
A lo largo de su historia, el CLAPCS tuvo tres directores. Costa
Pinto fue el primero. Fue un destacado intelectual en el panora-
ma de las ciencias sociales brasileñas de mediados del siglo XX,
con trabajos sobre el mundo rural, el desarrollo y las relaciones
raciales (Villas Boas y Maio, 1999). Estudió ciencias sociales en la
Facultad Nacional de Filosofia de la Universidad de Brasil. Poste-
riormente fue profesor en la misma institución y, cuando se creó
el ICS, formó parte de su Consejo de Administración. También fue
miembro de la Sociedad Brasileña de Sociología y fue, como ya se
ha mencionado, vicepresidente de la ISA.
Costa Pinto permaneció al frente del CLAPCS hasta 1961, con
un mandato de cuatro años. Ese mismo año, el Comité Directivo
eligió a Manuel Diégues Júnior como nuevo director. De una gene-
ración anterior a la de Costa Pinto, Diégues estudió en la Facultad
de Derecho de Recife, pero acabó dedicándose a la antropología y
la sociología, a partir de cursos a los que asistió en las décadas del
297
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

treinta y del cuarenta. Fue elegido miembro de la Comisión Na-


cional de Folclore del IBECC en los años cuarenta y colaboró en
algunas de las investigaciones del CLAPCS en sus primeros años
(Castro Faria, 1993). En la burocracia estatal, ocupó diversos car-
gos directivos vinculados a la investigación social, la cultura y la
educación. También fue profesor del Departamento de Sociología
y Política de la PUC-Rio, incluso durante su etapa en el CLAPCS.
Diégues Jr. fue director durante dos mandatos, entre 1961
y 1969. Aunque fue elegido para un tercer mandato, Carlos Alberto
Medina, formalmente Secretario General, asumió el cargo de Di-
rector en un momento en que la dictadura estaba en pleno apogeo
tras el AI-5 y había serias dificultades financieras para mantener
las actividades del Centro. En cuanto a su trayectoria y trabajos en
ciencias sociales, destaca su participación en la Sección de Inves-
tigaciones Sociales de la División de Educación Sanitaria del Ser-
vicio Especial de Salud Pública en los años cincuenta. A finales de
la década, colaboró en la investigación Aspectos Humanos de la Fa-
vela Carioca, un trabajo pionero sobre el tema (Valladares, 2000).
Medina se incorporó al equipo de investigación del Centro en 1964
como ayudante de Diegues y permaneció en él hasta su cierre.
El puesto de Secretario General era otro pilar fundamental de
la organización institucional del CLAPCS. Su titular asistía al Di-
rector del Centro en la coordinación de las actividades científicas
y administrativas. Sus dos miembros más ilustres fueron Rodolfo
Stavenhagen (México), que desempeñó el cargo de 1962 a 1965, y su
inmediato sucesor Jean Casimir (Haití), que lo ocupó hasta 1968. En
ambos casos, reconocidos intelectuales de las ciencias sociales de
América Latina y el Caribe, que residieron en Río de Janeiro duran-
te su mandato.
Más allá del ámbito de la gestión, el personal del CLAPCS (de-
nominado staff en los documentos internos) estaba formado por
el equipo de investigadores; los expertos enviados por la UNESCO
que se incorporaban a las actividades del Centro para colaborar
en el desarrollo de los proyectos; el personal más directamente
298
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

implicado en las actividades de edición y documentación; y quie-


nes trabajaban en la biblioteca, en el sector financiero, en la segu-
ridad y en la limpieza.
El equipo de investigadores se reunía periódicamente para de-
batir proyectos y planificar acciones. El CLAPCS también contaba
con equipos formados en otros países que colaboraban en proyec-
tos de gran envergadura. En cambio, el grupo permanente de la
sede no era muy numeroso (normalmente, entre 5 y 7 personas)
y sus miembros cambiaban constantemente. Estaban directamen-
te vinculados a la institución y, cuando era necesario, viajaban a
otras partes del país o de la región para realizar trabajo de campo.
Thomas Pompeu Accioly Borges, Waldemiro Bazzanella, José Ro-
berto Moreira, José Arthur Rios, Édison Carneiro, Sérgio Hassel-
man y Sugiyama Iutaka formaban parte de este grupo, por citar
solo algunos de los nombres que más tiempo dedicaron al Centro.
El apoyo estratégico al equipo de investigadores y demás miem-
bros del CLAPCS corrió a cargo de expertos de la UNESCO, que
también fueron cruciales en el caso de la FLACSO de Chile. Fueron
enviados en misión, es decir, de manera focalizada para realizar
funciones específicas de colaboración en acciones de investiga-
ción o de organización institucional, dependiendo de sus áreas
de formación y especialización. También realizaban labores de
asesoramiento, aportando sugerencias tanto al programa general
de trabajo como a los diferentes proyectos de investigación. Eran
investigadores que impartían docencia en universidades extran-
jeras, en su mayoría de países centrales, con cierto predominio de
franceses y norteamericanos. Herbert Blumer, Joseph Kahl, Jean
Duvignauld, Bertram Hutchinson, Jean Labbens y Jean Viet fueron
algunos de ellos. A pesar de esta composición, algunos latinoame-
ricanos también actuaron como expertos, como fue el caso del
argentino Jorge Graciarena y del haitiano Jean Casimir, antes de
asumir la Secretaría General.
Otra mano de obra empleada fueron los becarios. En los prime-
ros años, se creó con este fin el “Programa de Perfeccionamiento
299
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

y Especialización de Jóvenes Graduados en Ciencias Sociales La-


tinoamericanas”. El CLAPCS en sí no otorgaba becas, pero a par-
tir de este programa y otros similares, pudo recibir estudiantes de
pregrado y postgrado de forma voluntaria, con pagos únicos por
el trabajo realizado o con becas subvencionadas por instituciones
nacionales e internacionales. Jóvenes aprendices, muchos de ellos
procedentes del programa de licenciatura de la PUC-Rio, que más
tarde destacaron en las ciencias sociales de Río de Janeiro, como
Lícia Valladares, Luiz Antonio Machado da Silva, Moacir Palmeira
y Otávio Velho.5
Este entramado organizativo se apoyaba, a su vez, en un equipo
especializado de funcionarios, asignados al núcleo administrati-
vo-financiero o a uno de sus tres sectores principales: investiga-
ción, publicaciones y documentación. Olga López da Cruz, además
de formar parte del equipo de investigación, desempeñaba un pa-
pel central en el sector de publicaciones. En el sector de la docu-
mentación destacó Regina Helena Tavares, también investigadora.
Sonia Avelino Silveira y Osmany Chavez actuaron como bibliote-
carios en la biblioteca, que formaba parte de este sector.
Los científicos sociales que frecuentaron la biblioteca del
CLAPCS a finales de los años cincuenta y, sobre todo, durante los
años sesenta, suelen caracterizarla como una de las mejores de su
época.6 El gran volumen de libros que acumulaba la biblioteca fue

5
El CLAPCS fue un espacio privilegiado para que los recién licenciados en ciencias
sociales de Río de Janeiro mejoraran sus conocimientos sobre metodologías y técni-
cas de investigación, además de proporcionarles una experiencia en el ámbito acadé-
mico que les permitió ampliar su red de contactos y abrirse a nuevas oportunidades.
Así lo confirman los informes obtenidos a través de entrevistas con varios de estos
investigadores. Machado, por ejemplo, dice que el Centro le ofreció la oportunidad de
realizar su primera investigación “verdaderamente académica”; Moacir Palmeira nos
cuenta que fue a través del CLAPCS que obtuvo información para solicitar una beca
de investigación en Francia; y Lícia Valladares, por su parte, nos dijo que el Centro
sirvió de puente para su inclusión en el CERIS, y que su trabajo en la biblioteca, ayu-
dando a preparar resúmenes para artículos, le sirvió para ampliar sus conocimientos
sobre los diversos temas y debates actuales.
6
Afirmaciones como “era la biblioteca de ciencias sociales de Río en aquella época”
(Luiz Antonio Machado); “Nuestra biblioteca principal era la biblioteca del Centro”

300
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

una de las principales razones para el traslado de la sede de Urca a


la nueva dirección de la Rua Dona Mariana, en Botafogo.7 Esta era
la percepción de los investigadores sobre la biblioteca del CLAPCS,
formada a partir de adquisiciones realizadas por el Centro e im-
portantes donaciones hechas por la UNESCO, Itamaraty y algunas
fundaciones norteamericanas, convergía con la de especialistas de
la época (Seckinger y Morton, 1979).
Asimismo, el CLAPCS contaba con un servicio de documenta-
ción, que pudo desarrollarse a partir de 1960 gracias a una ayuda
especial de la UNESCO. El principal objetivo era sistematizar infor-
mación que pudiera ser utilizada por especialistas e instituciones
latinoamericanas interesadas en estudiar los dilemas sociales de
la región. Una de las primeras iniciativas fue recopilar una biblio-
grafía seleccionada de artículos sobre América Latina publicados
en revistas de todo el mundo. Los artículos se organizaron por
áreas de conocimiento y temas. Estas bibliografías se publicaban
en los boletines en una sección titulada “Revista de Publicaciones
Periódicas”. Pronto aparecieron también bibliografías selecciona-
das y reseñas de libros.
Otra iniciativa importante fue la redacción de breves resúme-
nes o reseñas en las secciones “Libros” y “Artículos”, que permi-
tían al lector hacerse una idea más precisa del contenido de las
obras. En algunas ediciones de los boletines se publicaban listas de

(Moacir Palmeira); “La biblioteca del Centro era muy importante. Era la primera bi-
blioteca de Río de Janeiro con una muy buena colección de revistas internacionales”
(Lícia Valladares); “Me pasaba días y días leyendo en la fantástica colección de la bi-
blioteca del Centro” (César Guimarães); “(La biblioteca del CLAPCS) era algo de otro
mundo” (Wanderley Guilherme dos Santos).
7
Botafogo albergaba entonces una serie de instituciones (ISEB, IUPERJ, FGV, CBPE)
que contribuyeron a inscribir el nombre del barrio en la historia de las ciencias so-
ciales. Muchos entrevistados cuentan también que Manuel Diégues Jr. y su familia
vivían en el mismo barrio, en la Rua da Matriz (donde se ubicarían el antiguo IUPERJ
y el actual IESP-UERJ a partir de principios de la década del setenta, tras pasar por
la Rua Paulino Fernandes), en una casa que “era un auténtico espacio de intercam-
bio y convergencia informal de la intelectualidad local, nacional y latinoamericana”
(Moacir Palmeira, entrevista).

301
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

todas las reuniones internacionales de ciencias sociales celebra-


das en los meses anteriores, así como fichas de la propia actividad
de documentación. En conjunto, este vasto material constituyó un
importante acervo de las ciencias sociales latinoamericanas en el
momento de su institucionalización.

Las investigaciones del CLAPCS

Las investigaciones del CLAPCS han pasado por distintas fases a


lo largo de su historia. Al inicio de sus actividades, el programa de
investigación puede considerarse audaz por su amplitud y comple-
jidad. Abarcando un total de ocho investigaciones aprobadas en
la Primera Reunión del Comité Directivo y un total de veintidós
durante el mandato de Costa Pinto, el aspecto más llamativo de
esta primera etapa fue la perspectiva latinoamericana y la tenden-
cia hacia un enfoque empírico sobre cuestiones macrosociales o
conflictos sociales. Se trataba de estudios realizados de forma sin-
crónica en varios países de la región por equipos especializados.
Abordando un conjunto específico de problemas y guiados por di-
rectrices comunes, estos estudios trataban de captar la situación
social de cada lugar o país en sus particularidades y generalidades.
Los temas tratados (estructura social, desarrollo económico,
urbanización, industrialización, estructura agraria, pueblos in-
dígenas) fueron variados, pero en general abarcaron cuestiones
sensibles en el marco de las transformaciones provocadas por el
proceso social que estaban viviendo las sociedades latinoameri-
canas. Aunque este proceso aparecía a menudo bajo el rótulo de
“desarrollo” o “modernización”, los resultados de la investigación
mostraron una serie de matices que hacen imposible concebir es-
tas categorías en un sentido unívoco.
La perspectiva intelectual que inspiró la agenda de investiga-
ción del CLAPCS fue que las ciencias sociales serían las encarga-
das de investigar las implicaciones sociales de este proceso para
302
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

ayudar a que tuviesen un impacto positivo. El objetivo era producir


conocimiento académico, pero también para las políticas públicas.
A diferencia de instituciones como la CEPAL, que tiene su marca
propia del estructuralismo latinoamericano en sus investigaciones
y producción, el CLAPCS tenía una gama diversa y ecléctica de en-
foques teóricos y metodológicos.
La investigación buscó articular una red de colaboradores en
torno a los proyectos. Una de las investigaciones más importan-
tes de esta fase inicial fue el proyecto Estratificación y Movilidad
Social, realizado en cuatro países (Argentina, Brasil, Chile y Uru-
guay), con Gino Germani, Accioly Borges, Eduardo Hamuy e Isaac
Ganón como coordinadores. Otra investigación destacada fue “El
estado actual de las Ciencias Sociales en América Latina”, que pre-
tendía hacer un diagnóstico de las instituciones especializadas,
profesionales cualificados, recursos y oportunidades disponibles
en los distintos países de la región. La investigación se llevó a cabo
en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Uruguay
y Venezuela. El resultado fue una de las series de publicaciones
más fructíferas del Centro, compuesta por trabajos en los que los
expertos trazaron un panorama del campo de las ciencias sociales
en sus respectivos países.
En los años siguientes a la aprobación del programa en la Pri-
mera Reunión del Comité Director, se ampliaron las investigacio-
nes más importantes y se decidió dar prioridad a los trabajos que
aún no habían concluido, favoreciendo la investigación a largo
plazo. En 1960 y 1961 se pusieron en marcha dos nuevos proyectos
de gran envergadura, uno sobre educación y desarrollo, coordina-
do por João Roberto Moreira, y otro sobre la Situación Social en
América Latina, cuyo objetivo era producir datos macrosociales
anuales hasta 1965.
Durante el mandato de Diégues, el plan de trabajo aprobado
para 1963-1964 adoptó un nuevo sistema. A partir de entonces, se
eligió un tema central considerado de interés fundamental para las
sociedades latinoamericanas. En torno a este tema se organizarían
303
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

las investigaciones para evitar la dispersión de los esfuerzos y re-


cursos empleados. Para ese bienio se eligió el tema Estructuras
Agrarias y Urbanas en América Latina, que articulaba estudios
sobre estructura social, transformaciones rurales y urbanas, edu-
cación, áreas culturales, aspiraciones y actitudes de la población y
grupos raciales. Destaca en este bienio la investigación “Áreas de
Fricción Interétnica en Brasil”, coordinada por Roberto Cardoso de
Oliveira, con la participación de Roque Barros de Laraia y Roberto
da Matta. El estrecho diálogo con el entonces Secretario General
del Centro, Rodolfo Stavenhagen, y con Pablo González Casanova,
posibilitó un rico ambiente de discusión brasileño-mexicano que
resultó en la construcción de artículos seminales en el debate la-
tinoamericano sobre colonialismo interno, todos publicados en la
revista América Latina (Bringel y Leone, 2021).
El programa de trabajo del bienio siguiente (1965-1966) se centró
en el tema del Desarrollo Económico y Social en América Latina,
con estudios comparativos sobre planes nacionales de desarrollo,
aspectos socioculturales del desarrollo, tendencias de la investiga-
ción social en la región y cuestiones similares a las planteadas en
el plan anterior. El resultado fueron dos estudios en Brasil sobre el
desarrollo regional, encuestas bibliográficas, discusiones teóricas
sobre el desarrollo y casos nacionales.
En el bienio 1967-1968, se siguió trabajando en la misma línea
temática, pero se redujeron los campos de investigación previstos,
que pasaron a ser el desarrollo, la educación y la comunicación.
Uno de los estudios realizados, “Estudo Juazeiro e Petrolina”, se de-
sarrolló en colaboración con SUDENE y fue coordinado por Jean
Casimir. A lo largo de los años, los boletines y otros documentos
internos no proporcionan información suficiente para demos-
trar que se llevaron a cabo investigaciones en todas estas líneas.
Por otra parte, proliferaron las colaboraciones con instituciones
científicas específicas de toda la región. Para los años 1969-1970,
el plan reproduce las mismas coordenadas, pero es mucho menos

304
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

detallado que los anteriores. En total, hubo catorce proyectos du-


rante el periodo bajo el mando de Diegues.
Por último, en los años setenta, la investigación adquirió un
nuevo cariz. El proyecto más importante de estos años fue la com-
paración sobre Rendimiento Escolar en Poblaciones Marginales
Urbanas, en el que el Centro realizó el estudio sobre el caso de Bra-
sil. Los temas predominantes pasaron a ser la familia y la cultura,
y las investigaciones dejaron de tener un alcance latinoamericano
en favor de un enfoque más local y nacional. Se realizaron en el
marco de convenios con el Consejo Federal de Cultura, el Institu-
to Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas y el Depar-
tamento de Asuntos Culturales del MEC. Esta reorientación no se
produjo al azar. Fue el resultado de investigaciones por encargo, mu-
chas de ellas articuladas por el propio Diégues, que ocupaba un
importante cargo en los organismos públicos brasileños. El objeti-
vo era sortear los problemas financieros y mantener activa la or-
ganización. En esta etapa final se realizaron diez investigaciones,
la última en 1978, titulada “Experiencia en Brasil de formación de
recursos humanos en el área cultural”, coordinada por Nei Rober-
to da Silva Oliveira.

Eventos y publicaciones del CLAPCS

En consonancia con la actividad de investigación, se organizaron


eventos académicos y publicaciones. A lo largo de su historia, el
CLAPCS apoyó, divulgó, incentivó y promovió innumerables en-
cuentros, seminarios, conferencias, congresos y diversos tipos de
eventos que dinamizaron el campo de las ciencias sociales, promo-
viendo la divulgación de trabajos, el debate entre investigadores,
el intercambio de experiencias y el contacto entre personas e ins-
tituciones. En su primera década de existencia, el Centro organizó
quince grandes seminarios.

305
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

Varios de los seminarios organizados por el CLAPCS estaban di-


rectamente relacionados con las investigaciones en curso. Fueron
una oportunidad para reunir a los equipos de investigación, discu-
tir los resultados y criticarlos. Este fue el caso del Seminario Lati-
noamericano sobre Estratificación y Movilidad Social, el primero
de los cuales tuvo lugar en 1958 y el segundo en 1961. El CLAPCS
también coorganizó encuentros relevantes con otras instituciones
y organizaciones, como el Seminario Latinoamericano de Metodo-
logía de la Enseñanza y la Investigación en Ciencias Sociales, en
asociación con FLACSO, en 1958.
Sin embargo, el evento más significativo de la historia del Cen-
tro fue el Seminario Resistencias al Cambio, celebrado en 1959 en
la ciudad de Río de Janeiro. Miembros del CLAPCS, profesores de
la FLACSO y destacados científicos sociales de Brasil, otros países
latinoamericanos, Estados Unidos y Francia fueron invitados a
debatir un tema clave de la época. La propuesta era analizar no
los factores que impulsaban la transformación de las sociedades
latinoamericanas en una dirección modernizadora, sino los que la
obstaculizaban y comprometían el avance de las políticas (Ferrei-
ra, 1999). Entre los invitados internacionales se encontraban Jac-
ques Lambert, Alfred Métraux y Wright Mills. Entre los brasileños
estaban Milton Santos, Thales de Azevedo, Florestan Fernandes,
Juarez Brandão Lopes, Fernando Henrique Cardoso y Octavio Ian-
ni, entre otros.
A su vez, las publicaciones del Centro pueden dividirse en dos
categorías: libros y publicaciones periódicas. Algunos de los libros
expresaban los resultados de investigaciones, como la primera pu-
blicación mencionada, Recôncavo, de Costa Pinto. Otros eran mo-
nografías nacionales, es decir, el estudio de un problema concreto
centrándose en la situación de un país, como la ya mencionada
colección sobre el Estado Actual de las Ciencias Sociales y la se-
rie titulada Instituciones de Enseñanza e Investigación. También
hubo análisis de bibliografías sobre los temas investigados, como
las obras Estratificación y movilidad social en Uruguay, Fuentes
306
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

bibliográficas y otras que por lo general tuvieron traducciones al


español publicadas en Argentina y Chile.
En cuanto a las publicaciones periódicas, el CLAPCS empezó a
publicar su Boletín en 1958. En ellos se registraban detalladamente
las actividades del Centro. En ellos se pueden encontrar informes
sobre las reuniones celebradas, con transcripciones de resolucio-
nes, discursos, programas de trabajo y proyectos de investigación.
También contenían algunos textos correspondientes a los estudios
que se estaban realizando y una sección denominada “noticias”,
con información sobre el campo de las ciencias sociales. Los bole-
tines se distribuían periódica y gratuitamente a un gran número
de especialistas, investigadores, bibliotecas e instituciones de cien-
cias sociales, dentro y fuera del país, y a cambio se les pedía que
enviaran las publicaciones, así como la información que desearan
difundir.8
En 1962, los Boletines dieron paso a la Revista América Latina,
que incorporó su contenido habitual a una revista científica mul-
tilingüe centrada en los problemas sociales de la región o de los
países que la integran. La revista siguió informando sobre las acti-
vidades del Centro, pero la sección de “noticias” se amplió con una
cantidad creciente de información sobre otras instituciones. La
periodicidad de cuatro números se mantuvo hasta 1969, con una
media aproximada de seis artículos por número. Entre 1970 y 1976,
sólo se publicaron seis números de forma irregular, lo que refleja
el declive del Centro. En sus 39 números se publicaron 254 artícu-
los, la mayoría en español, aunque con una presencia significativa
en portugués e inglés.
América Latina dio prioridad a los artículos sobre los proble-
mas sociales de la región, aunque no todos adoptaron una perspec-
tiva “latinoamericanista”. Los temas más recurrentes siguieron los

8
La tirada de los Boletines en 1959 fue de 800 ejemplares. En un mensaje público
publicado en uno de los Boletines, se pedía a los lectores que indicaran otros posi-
bles lectores interesados, como forma de intentar ampliar su distribución y difusión
(Boletín, 1959).

307
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

temas de investigación del CLAPCS, pero también del debate de la


época: estratificación, estructuras agrarias, estructuras urbanas,
dinámica demográfica, industrialización, inmigración, desarro-
llo, educación, conocimiento y ciencias sociales, metodología de
la investigación, familia y género, raza y cuestiones étnicas, entre
otros.
Su influencia fue notable. Entre sus 208 autores se encontra-
ban los principales intelectuales latinoamericanos y varias figuras
destacadas de las ciencias sociales internacionales. Varios de sus
artículos se publicaron simultáneamente en la Revue Internatio-
nale des Sciences Sociales de la UNESCO y también fueron citados
en las obras más influyentes de las ciencias sociales latinoamerica-
nas. Algunos llegaron a considerarla “la revista de ciencias sociales
más importante de la región” en los años sesenta (UNESCO, 1966,
p. 3), por lo que sigue siendo necesario un análisis más detallado de
esta revista para profundizar en los debates latinoamericanos en
un momento crucial de la creación intelectual en la región.

Llega a su fin

A lo largo de su historia, el CLAPCS ha pasado por diferentes eta-


pas. En la segunda mitad de los años sesenta, experimentó tres
grandes cambios en su organización institucional que fueron de-
cisivos para su orientación posterior. El primero fue la creación,
en 1965, de la Oficina Subregional para México, América Central y
el Caribe, cuyo objetivo era reforzar la regionalización de las activi-
dades del CLAPCS, de acuerdo con los estatutos. Las alianzas que se
establecerían con las instituciones y el gobierno local permitirían
ampliar aún más las redes de cooperación científica. El Director
designó a Rodolfo Stavenhagen para dirigir la oficina, con sede en
Ciudad de México. El objetivo era crear una experiencia piloto que
pudiera reproducirse posteriormente en otras subregiones, pero

308
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

estos esfuerzos se vieron frustrados por la escasez de recursos que


se impuso en los años siguientes.
La segunda gran transformación fue la retirada de la ayuda
financiera de la UNESCO al Centro en 1968. El dilema financiero
fue uno de los más delicados y estuvo presente a lo largo de toda
la historia del Centro. En principio, había dos fuentes principales
de financiación: la UNESCO y los Estados latinoamericanos, cu-
yos representantes habían prometido su apoyo en la reunión de la
Asamblea Consultiva de 1958. El acuerdo firmado entonces entre
la UNESCO y el Centro preveía una financiación de 60 mil dóla-
res en cuatro años, lo que debía corresponder a un tercio del pre-
supuesto de la institución, siendo los otros dos tercios aportados
por los países participantes (UNESCO, 1954, p. 100; UNESCO, 1958,
p. 106). Aunque la UNESCO amplió la financiación en 1961, la con-
tribución de los gobiernos nunca llegó a materializarse. Solo unos
pocos gobiernos, en particular los de Brasil y Chile, cumplieron el
acuerdo con cierta regularidad. La incapacidad del Centro para di-
versificar sus fuentes de financiación de forma más sostenible y el
recrudecimiento de las dictaduras en la región complicaron aún
más el panorama.
Por último, un tercer cambio con profundas repercusiones en
la vida institucional del CLAPCS fue la disolución, en 1969, del Co-
mité Directivo conjunto con la FLACSO. A partir de entonces, se
introdujeron cambios en los estatutos y el Centro pareció perder
sus principales bases de apoyo internacional. Era el momento de
buscar alternativas. Se creó un Comité Provisional, formado por
Humberto Diez Contreras, Themístocles Brandão Cavalcanti y
Emilio Fermin Mignone, con poder para aprobar y deliberar sobre
asuntos relacionados con la institución. Incluso se anunció que el
gobierno brasileño convocaría una conferencia intergubernamen-
tal para establecer una nueva estructura para su funcionamien-
to. Sin embargo, no hay noticias de que dicha conferencia se haya
celebrado. Por el contrario, la estructura institucional comenzó a
deteriorarse irremediablemente.
309
Breno Bringel y Lília M. Silva Macêdo

Como institución gubernamental de carácter internacional, el


Centro tenía un sistema jurídico diferente, lo que creaba dificulta-
des para establecer contratos de trabajo formales. Cuando estalló
la crisis financiera, los empleados sufrieron un duro golpe. Tras
meses, y en algunos casos más de un año, sin cobrar, el CLAPCS se
vació y su crisis se agravó. Los investigadores emigraron a otras
instituciones. Los empleados que mantenían los sectores y servi-
cios esenciales emprendieron acciones legales contra el Centro.
Para hacer frente a las demandas de los tribunales y pagar las
deudas laborales, el CLAPCS acabó vendiendo su colección por
una suma irrisoria, lo que provocó una dramática pérdida de la
biblioteca y la documentación. El Centro se vio incluso obligado a
abandonar su sede y, en los últimos años, pasó a funcionar en salas
de la FGV, en Río. El caótico contexto de estos últimos años queda
patente en este reportaje del Jornal do Brasil de noviembre de 1979:

Ahora las cuatro salas de la Fundación han sido vaciadas, y los al-
guaciles vienen a embargar todos los bienes. Archivos y documentos
técnico-administrativos quedaron esparcidos por el suelo. Aparte de
la biblioteca, se vendió todo y, con el dinero, se pagó parte de las de-
mandas judiciales. De los 15 empleados que trabajaban en el Centro
hasta la dimisión del consejo de administración, seis reclaman sala-
rios atrasados en el Juzgado de lo Social, donde se han presentado 10
demandas (Jornal do Brasil, 17 de noviembre de 1979, p. 9).9

Poco después, la biblioteca tampoco sobrevivió. Además de las dis-


putas institucionales y políticas, la fragmentación del acervo del
Centro contribuyó a borrar su propia memoria.
La reconstrucción de su historia institucional aquí realizada es
un primer paso para situar más adecuadamente la experiencia del
CLAPCS en la historia de las ciencias sociales, en el debate sobre el

9
Según el mismo informe, Diégues fue elegido miembro del consejo de administra-
ción del Centro para el periodo 1978 - 1981, pero Medina asumió el cargo de direc-
tor interino mientras él se trasladaba al Instituto Estatal del Patrimonio Histórico y
Cultural. En 1979, último año del cierre del CLAPCS, ambos dimitieron.

310
Un laboratorio cosmopolita en la (semi)periferia mundial

pensamiento latinoamericano y en la trayectoria de los “diálogos


intermitentes” (Oliveira, 2005) entre Brasil y el resto de América
Latina.
Sin embargo, más allá de la propia trayectoria institucional,
quedan por abordar otros frentes de análisis, como las relaciones
del CLAPCS con otras instituciones a diversas escalas, la circula-
ción transnacional de ideas e intelectuales vinculados al Centro
o sus contribuciones más sustantivas, en los campos conceptual,
empírico y metodológico, a las ciencias sociales latinoamericanas.
Una tarea para nuevos textos que puedan mostrar la sociología crí-
tica cosmopolita de nuestra región en movimiento.

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317
II.
Violencia, control social y seguridad
Violencia, anomia, conflicto
Sérgio Adorno

Desde finales de los años sesenta, se ha observado un amplio mo-


vimiento para deslegitimar la violencia en las sociedades que
componen el hemisferio occidental capitalista, ya sea como ins-
trumento de luchas sociales o en el ámbito de las relaciones de
poder entre Estados-nación, entre clases sociales y también en los
conflictos sociales e interpersonales en general (Wieviorka, 1997).
Sin embargo, este no fue un fenómeno que se extendió de manera
uniforme y durante el mismo período histórico.
Brasil estuvo bajo el gobierno de una Dictadura Militar duran-
te veintiún años (1964-1985). Después de que la sociedad regresara
al régimen democrático, se esperaba que la sociedad brasileña ex-
perimentaría un proceso progresivo de pacificación interna. Des-
pués de todo, la transición a la democracia fue el resultado de una
amplia movilización de la sociedad civil organizada, que culminó
con la promulgación de la Constitución de 1988, llamada Constitu-
ción Ciudadana. Sin embargo, hubo una verdadera explosión de
conflictos entre fuerzas del pasado y fuerzas comprometidas con
la transición y consolidación democráticas. Si la violencia políti-
ca fue contenida poco a poco en el marco del Estado de Derecho,
el crecimiento de la violencia urbana, la aparición del crimen or-
ganizado planteando problemas insolubles de control del orden
público, además de la difusión de micro escenarios de violencia
321
Sérgio Adorno

cotidiana, como la violencia doméstica, así como los conflictos in-


terpersonales de todo tipo, han llevado los enfrentamientos entre
esas fuerzas sociales y políticas al centro del debate público y de la
arena política.
Hasta finales de 2010, apoyar públicamente el uso de la vio-
lencia sin restricciones morales no era tan común y extendido
entre los diferentes grupos sociales. Sin embargo, desde inicios de
la década pasada, este escenario viene experimentando cambios
abruptos e impredecibles. Una verdadera explosión de conflictos
sociales e interpersonales se ha acentuado y extendido entre di-
ferentes grupos y clases sociales, estimulando enfrentamientos
entre conocidos y desconocidos, uso excesivo y cruel de la fuerza
letal, intolerancia religiosa, intolerancia a la transgresión de cos-
tumbres y polarización y radicalización de todo tipo, lo que llevó
rápidamente a manifestaciones explícitas de odio y deseo de elimi-
nar al otro.
Lo que se puede percibir, en Brasil y en otras sociedades del
mundo globalizado, es una especie de demanda de una nueva legi-
timidad de la violencia como instrumento de poder, así como del
mantenimiento de las jerarquías sociales, la disciplina social, la
ley y el orden a cualquier costo.
Cómo y por qué estas tendencias a apoyar la violencia, la into-
lerancia y el odio han estado propagando la anomia en las socieda-
des contemporáneas, son las preguntas que se han explorado en la
literatura centrado en el estudio de graves violaciones de derechos
humanos. Sin embargo, este ensayo no pretende hacer un balance
de las principales aportaciones en este campo del debate socioló-
gico. Teniendo como horizonte escenarios de violencia y graves
violaciones a los derechos humanos en el mundo globalizado con-
temporáneo, que caracterizan el “espíritu de nuestro tiempo”, este
ensayo indaga los nuevos significados sociológicos que adquieren
los fenómenos englobados bajo el concepto de anomia. ¿Tiene to-
davía sentido hablar de anomia en la época contemporánea? ¿Qué
conexiones pueden establecerse entre las múltiples formas de
322
Violencia, anomia, conflicto

violencia en sus manifestaciones globalizadas y las crisis locales


de integración y regulación social?

El contexto social más amplio: los derechos humanos


y sus desafíos

La Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) cumplió 75


años. A lo largo de su historia, se ha multiplicado el catálogo de
estos derechos, sus significados y los actores y agencias que movi-
lizan agendas y planes de acción en diferentes escenarios de con-
flicto. Al mismo tiempo, todo tipo de radicalismo, odio, crueldad
e intolerancia se están extendiendo a escala mundial. ¿Cómo po-
demos explicar que las democracias convivan con las más graves
violaciones de derechos humanos? ¿Cómo podemos explicar que
los recientes ataques, en todo el mundo, contra los derechos fun-
damentales puedan llegar a comprometer la persistencia de demo-
cracias consolidadas en el hemisferio norte occidental?
Este capítulo no pretende responder preguntas tan amplias.
Sin embargo, para situar los problemas sociológicos que el capí-
tulo pretende abordar, es inevitable tener en cuenta fenómenos
recientes, desde una perspectiva global, que revelan que el odio, la
crueldad y el radicalismo de todo tipo han venido contribuyendo
a la erosión de la vida pública y al agotamiento de los cimientos
que fundaron la democracia liberal, en el siglo XIX. Aunque bajo
nuevas bases sociales y con significados propios de nuestra época
contemporánea, la reciente llegada al poder de gobernantes y go-
biernos de derecha y extrema derecha (Rusia, India, Polonia, Hun-
gría, Turquía, Italia, Austria, Filipinas, Argentina y hasta hace poco
Estados Unidos y Brasil), así como las amenazas que rodean a otras
democracias consolidadas (Alemania, Suecia, Francia, España)
devuelven a la memoria colectiva los duros años de totalitarismo
que cubrieron gran parte de la Europa continental, en la primera
mitad del siglo XX.
323
Sérgio Adorno

El retorno de la sociedad brasileña al régimen democrático,


después de 21 años de dictadura cívico-militar (1964-1985), estuvo
acompañado de avances y conquistas de derechos fundamentales,
inscritos en la Constitución de 1988. En la Carta Magna, se afirma
que la Federación Republicana del Brasil constituye un Estado De-
mocrático de Derecho. Además de la soberanía y la ciudadanía, sus
principios rectores constituyen la dignidad de la persona humana
y el pluralismo político. Sus objetivos fundamentales son promo-
ver el bien de todos, sin prejuicios de origen, raza, sexo, color, edad
o cualquier otra forma de discriminación. Desde el punto de vista
de las relaciones internacionales, se guía por numerosos preceptos
inscritos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, como
la independencia nacional, la autodeterminación de los pueblos y
la no intervención, la igualdad entre los Estados, la defensa de la
paz, la resolución pacífica de conflictos, repudio al terrorismo y al
racismo, cooperación entre personas para el progreso de la huma-
nidad y concesión de asilo político (Adorno, 2008, pp. 203-4).
Por cierto, como muestra una encuesta de opinión realizada
por DataFolha en 2018 y publicada en una edición del Jornal Folha
de S. Paulo, el 69 % de los entrevistados dice que la democracia es
la mejor forma de gobierno, mientras que solo el 12 % opta por dic-
tadura en “determinadas circunstancias” (Portal G1, 05/10/2018).1
Cuatro años después, el país vivía bajo la égida de un gobierno de
extrema derecha, el de Jair Bolsonaro (2019-2022). Sin embargo,
persistieron el optimismo y la fe en la democracia. Una encuesta
de opinión, realizada por el mismo Instituto en octubre de 2022,
en plena campaña presidencial que acabó eligiendo a Lula da Sil-
va del Partido de los Trabajadores (PT) para un tercer mandato
(2023-2026), encontró que el 79 % de la población evaluó la demo-
cracia como la mejor forma de gobierno, mientras que el 11 % se

1
Creado en 1983, DataFolha es uno de los principales institutos de sondeos de opi-
nión de Brasil, vinculado al Grupo Folha, al que está asociado el periódico Folha de S.
Paulo.

324
Violencia, anomia, conflicto

mostró indiferente a la democracia o la dictadura. A su vez, para


el 5 %, en determinadas circunstancias, la dictadura es preferible
al régimen democrático. DataFolha observó que esta tasa de apoyo
a la democracia es la más alta de toda la serie histórica iniciada
en 1989. También encontró que, comparando los datos de 2018 con
los de 2022, el apoyo a la democracia creció en 10 puntos porcen-
tuales, mientras que el apoyo a la dictadura disminuyó en 7 puntos
porcentuales.2
No obstante, sucesivas ediciones del Latinobarómetro indican,
en varios países y especialmente en Brasil, que las dos institucio-
nes más confiables son la familia y el ejército.3 El primer se refiere
al ámbito de las relaciones personales, íntimas y, sobre todo, de
los vínculos sanguíneos (Duvignaud, 1986). El segundo, apunta a
proteger la patria, la nación y proporciona las bases para el na-
cionalismo (Delannoi y Taguieff, 1993; Hobsbawm, 2004). El Infor-
me 2023 habla de una recesión democrática en América Latina,
cuyos síntomas incluyen hechos bien definidos, como 21 presiden-
tes de la república condenados por corrupción, 20 presidentes que
no completan mandatos, presidentes que fuerzan su permanencia
en el poder rompiendo reglas electorales, 1/3 de los presidentes
electos ignoran las reglas democráticas durante su mandato.4 Nos
enfrentamos a escenarios que mezclan el apoyo a la democracia
con fuertes rasgos de conservadurismo político, lo que revela pesi-
mismo sobre el futuro.
A pesar de los avances y logros democráticos en el ámbito de
las libertades civiles y públicas, los principales desafíos siguen

2
Cf. Diario Folha de S. Paulo (21 de octubre de 2022) https://media.folha.uol.com.br/
datafolha/2022/10/21/democracia-2-turno-19-10-22.pdf
3
Latinobarómetro es una organización privada, sin fines de lucro, con sede en Chile,
que anualmente realiza encuestas de opinión en 18 países de la región sobre la apro-
bación o desaprobación de la democracia. Una encuesta realizada en 2018 reveló
que, entre 2008 y 2018, el descontento con la democracia aumentó del 51 % al 72 %.
Informe 2018, pág. 34. http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
4
Ver archivo:///D:/Descargas/F00016664-Latinobarometro_Informe_2023.pdf
Banco de Datos en Línea. www.latinobarómetro.org

325
Sérgio Adorno

representados por la persistencia de graves violaciones de dere-


chos humanos, en particular la práctica cotidiana de la violencia
institucional por parte de agentes de policía. La cultura política
democrática coexiste paradójicamente con una cultura política
autoritaria. Si para muchos ciudadanos, provenientes de diferen-
tes clases y grupos sociales, los derechos sociales deben garanti-
zarse a un mayor número, los derechos civiles solo deben alcanzar
a quienes obedecen las leyes. Los delincuentes no deberían tener
derechos, ni siquiera los de defensa y presunción de inocencia con-
sagrados en las normas constitucionales (Cardia y Adorno, 2009).
Más recientemente, durante las campañas (2018) que eligieron
a políticos con incuestionables vínculos con la extrema derecha
para cargos, ya fuera en funciones ejecutivas del gobierno o en
funciones legislativas, era común escuchar manifestaciones que
atacaban derechos consolidados, estimulaban la persecución de
grupos sociales, amenazaban la estabilidad de las instituciones
públicas. Incluso propusieron irrespetar los acuerdos internacio-
nales firmados entre Brasil y organismos internacionales, y llama-
ron a la violencia de Estado contra civiles, sospechosos de cometer
delitos o socialmente construidos como indeseables (negros, gays,
migrantes, refugiados internacionales e incluso ciertos perfiles de
mujeres, feministas por excelencia). Muchas de estas manifesta-
ciones estaban imbuidas de valores religiosos y de moralismo con-
servador, especialmente en relación con las costumbres comunes
en la vida pública y privada.
Estas manifestaciones, a través de diferentes narrativas y con
amplia repercusión y apoyo en las redes sociales, hace poco han
ganado amplia aceptación entre importantes segmentos de la po-
blación brasileña. El conservadurismo tradicional que va desde las
élites hasta las clases trabajadoras fue alentado a aparecer en la
escena pública en sus versiones más radicales e intolerantes que
apelan a la violencia como recurso de poder y mando. Fomentan, e
incluso legitiman, la formación de grupos de residentes en la peri-
feria urbana que se asignan tareas de limpieza social en barrios y
326
Violencia, anomia, conflicto

calles, mediante el uso o la amenaza de la violencia. Así se expan-


dieron las llamadas milicias en las mismas regiones, especialmente
en el estado de Río de Janeiro. Creadas con el propósito de expulsar
a los narcotraficantes de las comunidades populares, poco a poco
fueron conquistando territorios y comenzaron a cobrar tarifas a
los residentes, operar servicios públicos de forma privada y otros
negocios ilegales (Manso, 2020). No en vano, ha ido fortaleciendo
corrientes de opinión a favor de flexibilizar el Estatuto de Desarme
y dar a más ciudadanos acceso a armas de fuego, iniciativas lleva-
das a cabo durante el gobierno de Bolsonaro.5
De esta forma, el 79 % de los ciudadanos, brasileños o extran-
jeros que viven en Brasil, al apoyar la democracia están apoyando
su arquitectura constitucional. Por lo tanto, no parece razonable
creer que, entre ellos, una proporción elevada apoye posiciones
tan radicales de derecha que niegan todos los derechos previstos
en el pacto constitucional. Estaríamos ante una especie de disyun-
ción cognitiva a través de la cual estos ciudadanos, votantes del
candidato y de la coalición de partidos que ganó en las elecciones
mayoritarias de 2018, leerían el deseo de orden y disciplina a todo
costo, como una virtud, neutralizando todos los efectos perversos.
¿Y en lo que respecta a los efectos destructivos que podría pro-
vocar la cadena de sus acciones qué piensan estos mismos ciu-
dadanos? ¿Podrían la radicalización y la polarización social que
hemos presenciado hace unos años ser señales de que el tejido so-
cial ya se estaba deshilachando y que los cimientos sociales de la
democracia se habían movido en direcciones nunca antes imagi-
nadas? ¿Estamos ante un fenómeno de erosión del orden público
en Brasil, del cual el apoyo a la violencia, en sus formas más graves,
representaría el signo más agudo?

5
El Estatuto de Desarme (Ley Federal 10.826/2003) tiene como objetivo regular el re-
gistro, posesión y venta de armas de fuego. Fue el resultado de un amplio movimiento
social e intensos debates públicos basados en​​ investigaciones científicas que busca-
ban demostrar la relación causal entre el aumento de muertes intencionales y el fácil
acceso a armas de fuego fuera de los controles legales.

327
Sérgio Adorno

Zeitgeist, el espíritu de una nueva era oscura

Estas tendencias hacia el radicalismo conservador con todas sus


variantes y matices están presentes, desde al menos una década, en
diferentes países del mundo occidental moderno, incluidas aque-
llas sociedades con democracias sólidamente consolidadas. Por lo
tanto, la sociedad brasileña no es un caso aislado, desprovisto de
conexiones con estas tendencias globales. A pesar de las singulari-
dades locales, muchos síntomas están presentes: el negacionismo
de todo tipo, la incredulidad en los valores democráticos y la cultu-
ra de los derechos humanos, las demandas de cada vez más orden
y disciplina social, actitudes de intolerancia hacia el igualitarismo
social e identitario, el rechazo a la diversidad del género y a la di-
versidad sexual, el compromiso de regresar al pasado y los regíme-
nes autoritarios cuyos símbolos comienzan a adornar los estilos
de vida urbanos. Todo esto constituye un repertorio de acciones
incluso cotidianas que parecen no conocer fronteras nacionales.
Una de las cuestiones clásicas en sociología se refiere a las bases
sociales e institucionales que fundaron, por así decirlo, el espíritu
de una época (Mannheim, [1936] 1980; Arendt, 1990; Richard, 1988;
Enzensberger, 1995; Gluksmann (2007); Hobsbawm, 2003; Sar-
lo, 2010; Alexander, 2018; Finchelstein, 2020).6 Es un fenómeno cu-
yos contornos teóricos y empíricos no son fáciles de definir. Para
algunos, el espíritu de una época se define como tiempos oscuros,
tiempos de desencanto, tiempos de crisis en la crítica racional de la
razón, tiempos de ilusión en progreso, tiempos de pasiones desen-
frenadas, tiempos de ausencia de frenos morales e incluso de anes-
tesia moral, tiempos donde prevalece la imposibilidad de actuar,
tiempos actuales. Sin duda, un espacio conceptual nebuloso cuya

6
En este ensayo sobre la ideología de Steve Bannon, Alexander presenta una suge-
rente ilustración del “espíritu” de nuestro tiempo, marcado por la lucha contra las
ideas de democracia, el rechazo del intelectualismo, el culto al fascismo y las teocra-
cias reaccionarias.

328
Violencia, anomia, conflicto

investigación detallada escapa por el momento a los propósitos de


este capítulo.
A grandes rasgos, el uso de este término cuida de describir y
comprender las conexiones entre hechos y representaciones so-
ciales sobre experiencias vividas en un período histórico determi-
nado. Estas conexiones se traducen en una colección, a menudo
heterodoxa, de opiniones, puntos de vista, argumentos, creencias,
narrativas diversas (literarias, periodísticas, estéticas, biográficas
y autobiográficas, memoriales) e iconografías que van más allá de
las singularidades nacionales y regionales. Aunque no siempre co-
herentes entre sí, desproporcionados, exagerados o tímidos, den-
sos o superficiales, lúgubres o pesimistas, en su conjunto afrontan
el fin de una era y el surgimiento de nuevos tiempos. Perfilar sus
hilos conductores lleva inevitablemente a descifrar el rumbo del
cambio social, tarea de los sociólogos desde el nacimiento de su
disciplina en el siglo XIX hasta nuestros días.
El espíritu de una era no se limita a países o sociedades. El espí-
ritu de una época traspasa fronteras, se instala en territorios y se
insinúa a través de distintos lenguajes. Como primera aproxima-
ción, se puede decir que el espíritu de nuestro tiempo se caracteriza
por una ola de conservadurismo, especialmente en los ámbitos de
la política, la cultura y la subjetividad. Todo indica que fueron los
acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos
los que despertaron la fuerza del conservadurismo estadouniden-
se y desembocaron en la elección de Donald Trump, inspirando
otras experiencias nacionales similares. Sin embargo, esta prime-
ra aproximación resulta insuficiente, sobre todo si consideramos
que las olas de conservadurismo no son exclusivas de los tiempos
actuales. Tampoco lo hacen las manifestaciones de violencia tout
court en sus diferentes formas. Basta con referirse a los aconteci-
mientos que vieron el nacimiento de los regímenes fascistas y na-
zis entre los años 1920 y 1940. Por tanto, es necesario ir más allá y
superar estas inclinaciones hacia universales abstractos y despro-
vistos de historicidad efectiva.
329
Sérgio Adorno

El término zeitgeist suele traducirse como espíritu de una épo-


ca, signos de los tiempos o espíritu de los tiempos. Se refiere a un
conjunto de símbolos que marcan una época en cuanto a sus carac-
terísticas generales, culturales e intelectuales. Sería una especie de
gran arco que reúne lo que parece común y al mismo tiempo domi-
nante en un período singular del curso histórico. En sus orígenes,
los usos iniciales del término procedían del ámbito del arte y la
estética. En la época contemporánea se asocia, además, a patrones
arquitectónicos monumentales, estilos de vida influenciados por
el mercado de consumo y las redes y medios sociales, así como a
una cierta visión crítica del pasado, el presente y las perspectivas
de futuro. Algunos autores lo traducen como ciclos temporales de
la economía capitalista con sus repercusiones en el ámbito de los
valores, las representaciones sociales y los universos simbólicos.
A pesar de sus orígenes filosóficos, diferentes sociólogos y escue-
las de pensamiento se apropiaron de su significado original para
caracterizar el surgimiento del mundo moderno y sus desarrollos
posteriores.7
La gran tradición sociológica clásica nació preocupada por
comprender su tiempo y época. Para Marx, Durkheim, Weber,
Elias y muchos otros, una de las tareas de la sociología naciente,
en el transcurso del siglo XIX y principios del XX, fue demarcar el
presente por su diferencia radical. Esta diferencia tenía sus raíces
en características históricas singulares que diferenciaban radical-
mente el presente de los períodos históricos anteriores. Se tuvo cui-
dado de contrastar modernidad y tradición. Fueron precisamente

7
Según estudios sobre la historia del pensamiento occidental moderno, el término
fue utilizado por primera vez por el filósofo alemán João Gottfried Herder (1744-1803)
en el contexto del romanticismo y la Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII.
Goethe también lo utilizó por la misma época. Zeitgeist es un concepto más frecuen-
temente asociado a la filosofía de la historia de Hegel, quien en su Fenomenología del
espíritu prefiere el término Geist der Zeiten que podría traducirse como “espíritu del
tiempo”. Al examinar el papel de líderes en la historia, como Napoleón Bonaparte,
Hegel los consideró como encarnaciones del espíritu de una época que, a su vez, reve-
laría las circunstancias sociales e históricas de un momento dado.

330
Violencia, anomia, conflicto

la modernidad y la sociedad moderna quienes afrontaron la vorá-


gine de cambios que se estaban produciendo. Recuerda Berman:

El advenimiento de la modernidad estuvo marcado por una expe-


riencia social que anuló todas las fronteras geográficas y raciales,
de clase y nacionalidad, de religión e ideología, conocidas hasta
entonces y consolidadas a lo largo de siglos de historia. Fue una ex-
periencia marcada por un torbellino de cambios: grandes descubri-
mientos científicos que transformaron la imagen del universo y el
lugar del hombre en ese universo, la industrialización, la asociación
ciencia-tecnología-industria, la aceleración del ritmo de vida, nuevas
formas de poder corporativo y lucha de clases, explosión demográ-
fica y urbanización, estados nacionales burocratizados, sistemas de
comunicación de masas, movimientos sociales de masas, mercado
capitalista mundial, lo que hace que el contraste entre el pasado y
el presente sea absoluto (Berman, 1987, pp. 15-16. Apud Adorno, 1997,
pp. 3-4).

Este torbellino de cambios concierne al espíritu de los tiempos mo-


dernos que se expresó en estilos de vida y patrones normativos de
comportamiento, así como en las artes en general, en la literatura
en particular, pero también en torno a los periódicos, los cafés y la
vida mundana en sus más diferentes aspectos.
Es posible que Marx (1818-1883) no se haya inspirado tan di-
rectamente en la lectura hegeliana del concepto que caracteriza
a la sociedad burguesa moderna. Es bien conocido su argumento,
explorado en La ideología alemana ([1845-46] 2001), según el cual
las ideas dominantes en un momento son las ideas de la clase do-
minante. En la era moderna, la clase dominante era la burguesía
con sus vínculos con el mercado (comercio, industria, producción
agrícola, mercado financiero). Por lo tanto, Marx identifica en este
momento el espíritu de la época caracterizado por el dominio del
mundo burgués con su apego al individualismo, la propiedad pri-
vada y la libertad individual tanto en el ámbito de la economía
y la política como en el ámbito de la vida privada. En su obra de

331
Sérgio Adorno

madurez, El Capital, crítica de la economía política, (1867) la socie-


dad moderna aparece rebautizada como sociedad capitalista. Lo
que define los tiempos modernos es el modo de producción capi-
talista, basado en la división social del trabajo entre propietarios
de fábricas y trabajadores. Su visión del espíritu moderno o de los
tiempos modernos está determinada por la producción de plusva-
lía y la reproducción del capital. Este espíritu del tiempo captura el
espacio y todo lo que está a la vista.
Durkheim (1858-1917) tendió a caracterizar los tiempos moder-
nos a través del concepto de sociedad industrial. La sociedad es mo-
derna porque es industrial, basada en la división del trabajo social,
fenómeno desconocido para las sociedades tradicionales. Aunque
sus bases sociales alientan el desarrollo de un individualismo mo-
ralmente justificado, la sociedad moderna no corre el riesgo de su
desintegración interna, ya que precisamente la división del traba-
jo social se basa en la complementariedad de funciones. De ello se
deduce que el espíritu del mundo moderno se caracteriza por ten-
dencias hacia la cooperación social, la solidaridad y la integración
social. Estos tres ejes son los que distinguen los tiempos modernos
en la obra de Durkheim.
Sin embargo, estos tiempos modernos aún se caracterizan
por la anomia, un escenario que revela que la sociedad moderna
es igualmente presa de crisis de normatividad, disciplina social y
autoridad. En términos de Durkheim, las situaciones de anomia
surgen en la arena pública cuando hay desajustes entre el progre-
so material de la división del trabajo social y el progreso moral de
la sociedad moderna. El progreso avanza a una velocidad superior
a la capacidad de la sociedad moderna y del Estado para regular
nuevos hechos, nuevos comportamientos, nuevas prácticas en re-
lación con el mercado, los gobiernos, las relaciones interpersona-
les e intersubjetivas. No en vano, la sociología urbana en Estados
Unidos, a principios del siglo XX, buscó identificar en esta matriz
conceptual fenómenos que en ese momento parecían dominar el

332
Violencia, anomia, conflicto

espíritu de las metrópolis, como Nueva York y Chicago. Estos fenó-


menos incluyeron

la evolución del crimen y la delincuencia, incluyendo el surgimiento


de las pandillas y el crimen organizado, el uso de drogas, las prácticas
sexuales que no se ajustan a los estándares considerados dominan-
tes en la época, la conducta moralmente reprobable de los jóvenes
con su rebeldía abierta o la de adultos, hombres y mujeres, cuando
se dedicaban al alcoholismo, el juego, la prostitución o la vida en ca-
barés y clubes nocturnos (Adorno, 2009, p. 133).

Max Weber (1864-1920) también participó en la definición del espí-


ritu de los tiempos modernos. Su lectura difiere de las anteriores.
No es el capitalismo ni la industria lo que caracteriza el espíritu de
los tiempos modernos, sino más bien el surgimiento y expansión
del proceso de desencanto en el mundo que tuvo lugar inicialmen-
te en Europa Occidental, en la segunda mitad del siglo XVIII. Es
el progresivo proceso histórico-social de sustitución de imágenes
míticas y mágicas del mundo por imágenes racionalizadas, lo que
provoca la expansión y generalización de la empresa capitalista y
del Estado burocrático moderno y pone de relieve la ciencia, el arte
y la moral, esferas antes unificadas entre sí en el ámbito religioso.
El espíritu de los tiempos modernos en forma de inevitable racio-
nalización llega y se difunde por todos los poros de la sociedad,
siguiendo un camino que, en sus matices y mediaciones, va de las
relaciones internacionales a la subjetividad en la vida cotidiana, y
viceversa. Es de destacar que, para algunos críticos, la sociología
integral de Max Weber se categoriza como sociología del espíritu.
Tampoco es sorprendente que estableciera, en una de sus obras
más importante y reconocida, conexiones entre la ética protestan-
te y el espíritu del capitalismo como una especie de tradición del
espíritu de los tiempos modernos (Weber, [1904] 2004).
Lo que es importante resaltar es el compromiso de cada uno de
estos sociólogos por identificar una característica o un grupo de ca-
racterísticas que cualifiquen el espíritu de los tiempos modernos.

333
Sérgio Adorno

Pero tanto la tradición sociológica como las sociologías que se de-


sarrollaron a partir de los años treinta continuaron persiguiendo
el propósito de caracterizar este estado de ánimo mediante la defi-
nición de sus signos particulares. No es el propósito de este capítu-
lo avanzar en esta reflexión comparando las contribuciones de las
más distintas escuelas de pensamiento sociológico. Sin embargo,
resulta apropiado un breve repaso de al menos algunos pensado-
res y algunas obras sociológicas con el objetivo de sugerir en qué
medida permaneció presente este esfuerzo por nombrar los tiem-
pos presentes en sus rasgos generales y quizás universales.
La primera fase de la obra de los llamados filósofos de la Escue-
la de Frankfurt, especialmente Adorno (1903-1969) y Horkheimer
(1895-1973), tiene como punto de partida el proceso de racionali-
zación, tal como lo pensaba Max Weber. Al vivir la experiencia
del ascenso y la llegada al poder del nazismo, consideraron que la
crisis racional de la razón y la reificación de las relaciones socia-
les era el estado de ánimo dominante en ese momento, un proceso
cuyo progreso les parecía inexorable. El significado y la razón de
esta configuración de la vida social en la modernidad fueron cap-
tados por esta lógica que tuvo sus puntos de anclaje más relevantes
en el arte, la ciencia y la cultura de masas.
Viviendo prácticamente al mismo tiempo, en las décadas del
veinte a la del cuarenta, y sufriendo también las consecuencias del
nazismo, Karl Mannheim (1893-1947) escribió, entre otras impor-
tantes obras, Diagnóstico de Nuestro Tiempo ([1936] 1980). Se trata de
una colección de ensayos publicados en Londres en 1936 que bus-
caban explicar las “causas de nuestra crisis espiritual”. En térmi-
nos generales, el diagnóstico se centró en el reconocimiento de que
el período histórico que abarcó las dos grandes guerras mundiales
estuvo ligado a la competencia entre dos filosofías de vida, here-
deras de la Ilustración: por un lado, el liberalismo; y, por el otro, el
socialismo. Sin que ninguno de ellos hubiera logrado predominio,
surgió un nuevo sistema de valores representado por el fascismo.

334
Violencia, anomia, conflicto

Mannheim creía que en aquella época no existía ninguna teo-


ría educativa capaz de asegurar tanto la libertad como la discipli-
na social, lo que fue la razón de la prolongada crisis de valores,
característica llamativa de los tiempos modernos. En su diagnósti-
co, enumeró algunas razones de esta crisis de valores: crecimiento
rápido y descontrolado de la sociedad en la transición de la vida
comunitaria, basada en la familia y el vecindario, a la vida corpo-
rativa basada en contratos y relaciones sociales más amplias; au-
sencia de canales institucionales capaces de asimilar cambios en
las formas y significados de la propiedad privada y la demanda mo-
derna de justicia social; la aparición de nuevos hábitos de trabajo y
ocio que reflejan nuevas modalidades de división del trabajo entre
el taller y el hogar, la oficina y la vida doméstica; la multiplicación
de las interacciones sociales entre grupos, estimulando la expan-
sión de los medios de comunicación, los mecanismos de movilidad
y avance social, las migraciones nacionales e intercontinentales.
No menos relevantes son las mutaciones en los métodos para
justificar a las autoridades y en el repertorio de sanciones para
comportamientos emergentes que no se ajustan completamente a
las normas vigentes en ese momento. Como resultado, a menudo
ocurren conflictos y superposiciones entre autoridades, como po-
líticas y religiosas. En este contexto de crisis, Mannheim identifica
consecuencias en la progresiva sustitución de la moral y las cos-
tumbres como fuentes de orientación de la conducta por la apre-
ciación consciente y racional de los valores, lo que afecta nociones
como libertad individual, obediencia, control social, deliberación
colectiva.
A partir de este diagnóstico, Mannheim avanza hacia el final
de su caracterización del espíritu de la época, señalando dos con-
secuencias inevitables de la crisis de valores. El primero se refiere
a la educación. Propuso una reforma del sistema educativo que
centrara sus energías y esfuerzos en el desarrollo de capacidades
intelectuales y capaces de producir “un estado de ánimo capaz
de soportar el peso del escepticismo, sin entrar en pánico al ver
335
Sérgio Adorno

muchos de sus hábitos mentales destinados a desaparecer” (Man-


nheim, 1980, p. 38). La segunda consecuencia es el imperativo de
la planificación, un conjunto articulado y organizado de técnicas
sociales destinadas a promover ajustes al cambiante sistema de
valores para garantizar la libertad y los fundamentos de la vida
democrática. De ahí que la llamemos planificación democrática:
un conjunto de técnicas sociales para encontrar soluciones fren-
te a las restricciones que impone la planificación dirigida de los
regímenes dictatoriales y la ausencia de planificación, fenómeno
típico de sociedades liberales en crisis que predican el predominio
del mercado sobre cualquier otra esfera de la existencia social y de
esta manera fomentan el caos social.
Heredera también del pensamiento clásico es la sociología del
conflicto social desarrollada por el sociólogo de origen alemán,
afincado en Gran Bretaña, Ralph Dahrendorf (1929-2009), cuyos
trabajos se produjeron a lo largo de las décadas del cincuenta al
ochenta. Su pensamiento y obras iniciales buscan ir más allá del
predominio de dos corrientes en la teoría sociológica: el marxis-
mo y el funcionalismo parsoniano. Dahrendorf sostiene que las
condiciones históricas y sociales, más precisamente las luchas
de clases entre propietarios de fábricas y trabajadores, vigentes a
lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, sufrieron
cambios sustanciales como resultado de cambios en la propiedad
de los medios de producción y del propio capitalismo en su fase
monopolística. Nuevas formas de propiedad aparecen al lado de
la profesionalización de la fuerza laboral asignada a los sectores
industrial y comercial, al incipiente sector de servicios y también a
la burocracia civil y estatal.
A diferencia de Marx y Engels, que propugnaban un choque
cada vez más radical y fatal entre propietarios y trabajadores, lo
que los nuevos tiempos estaban presenciando era el surgimiento
de una nueva clase media, incluidos los trabajadores administra-
tivos, guiada por una nueva ética profesional. Como resultado,
durante el período se producirá una especie de enfriamiento de
336
Violencia, anomia, conflicto

los conflictos abiertos, los enfrentamientos callejeros y las ocupa-


ciones de fábricas y lugares de trabajo productivos. En su lugar,
estas mutaciones desencadenan nuevos procesos, englobados en
lo que el autor llama la institucionalización de los conflictos socia-
les, esto es, la creación y ampliación de mecanismos de mediación
de conflictos que exigen la negociación entre las partes, sin recu-
rrir a la violencia y al uso abusivo de la fuerza (Adorno, 1998). Se
trata ciertamente de un proceso compatible con la expansión de
los regímenes democráticos que tuvo lugar en algunas sociedades
europeas, después del final de la Segunda Guerra Mundial.
El mismo período vivirá una situación paradójica. Paralela-
mente a las tendencias hacia la pacificación social, las sociedades
modernas del hemisferio occidental capitalista experimentarán
una verdadera explosión de conflictos en las relaciones interper-
sonales, en forma de transgresión de la ley y el orden. En Ley y or-
den (1987), una colección de 4 ensayos escritos durante su estancia
en las Conferencias Hamlyn, Dahredorf advierte al principio que
su reflexión no es una contribución a la criminología. Su punto de
partida apunta al terror de las calles y las peleas en los campos de
fútbol. El problema que propone discutir es diferente:

Las luchas sociales en torno al contrato son concomitantes a un


proceso inverso, es decir, que avanzamos inexorablemente hacia la
anomia, es decir, hacia la erosión de la ley y el orden, cuyo princi-
pal indicador es la actual incapacidad del Estado para hacerse cargo
de la seguridad de los ciudadanos y para proteger sus bienes (Ador-
no, 1998, pp. 22-23).

Lo que le preocupa es la desorientación normativa típica de la so-


ciedad contemporánea. Su objeto de investigación es la generaliza-
ción de la anomia, donde radica las relaciones problemáticas entre
orden y libertad en su época. Es en esta paradoja que Dahrendorf
arraiga el estado de ánimo de sus contemporáneos materializado
en sentimientos colectivos, que se difunden cada vez más en el
tejido social, de inseguridad y miedo. ¿En qué se apoya el autor?

337
Sérgio Adorno

En hechos. Reconoce el aumento de los delitos contra la persona


y otros tipos de delincuencia, tanto en Estados Unidos como en
Europa, a lo largo de la década del sesenta. Lo más sorprendente
no es que estos delitos aumentaran; lo que sorprende son las mani-
festaciones de indiferencia y coexistencia tanto de los ciudadanos
como de las autoridades con tales hechos. Como resultado tenemos
el fenómeno de la impunidad, entendida como la falta deliberada
de aplicación de sanciones penales por delitos y transgresiones pe-
nales registradas por las autoridades policiales.
Este fenómeno se presenta en cuatro situaciones: (1) los delitos
aumentan y no son castigados, ni frecuentemente investigados; (2)
la mayoría de los delitos, incluidos los más violentos, son cometi-
dos por jóvenes. Existe una clara tendencia a debilitar las sancio-
nes aplicables a los infractores de este segmento de la población;
(3) existencia de zonas de las ciudades sobre las cuales la policía
no tiene control, constituyendo territorios carentes de ley y or-
den; e (4) finalmente, la confusión en la aplicación de sanciones,
ya que las violaciones de las normas se han vuelto bastante am-
plias, yendo más allá de los delitos tipificados en los códigos pena-
les hasta acciones como las protestas colectivas. Si tales protestas
pueden considerarse parte de la desobediencia civil, ciertamente
un elemento de revitalización de las democracias como señalan
sociólogos y politólogos, en la época contemporánea es necesario
reconocer la presencia de actos violentos tanto en las instituciones
que controlan el orden público como en las calles. Estos se convir-
tieron en un escenario permanente para la invasión de edificios,
la depredación de bienes públicos y privados, los disturbios civiles
que interrumpen el derecho de ir y venir, consagrado en las consti-
tuciones y em las normas relativas a los derechos humanos.8
En la lectura de Dahrendorf, el espíritu de la era moderna en su
etapa postindustrial estaría marcado por tendencias imparables

8
Desarrollé con más detalle los argumentos de este texto de Dahrendorf en una pu-
blicación anterior (Adorno, 1998).

338
Violencia, anomia, conflicto

hacia la anomia. En otro libro. El Conflicto Social Moderno, un en-


sayo sobre la política de la libertad([1988] 1992), amplía este campo
de la anomia al pensar en la crisis de los años setenta y ochenta
del siglo pasado. Esta es una colección de ensayos que buscaron
mapear y diseccionar, desde una perspectiva histórico-sociológi-
ca, el colapso del viejo orden industrial y el viejo contrato social.
Por otro lado, nos presenta un panorama detallado de los cambios
sociales en curso, que podrían agruparse bajo el nombre de socie-
dad postindustrial. Teniendo como campo empírico de observación
las sociedades ricas del hemisferio norte, pertenecientes a la Orga-
nización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
sus ensayos se centran en las transformaciones sociales y políticas
incidentales a nuevos tipos de desigualdades sociales, los nuevos
significados de ciudadanía, la composición y estructura de las cla-
ses sociales, en las relaciones industriales, en el mercado laboral
y de empleo, en la política y la burocracia estatal, incluidas las in-
clinaciones autoritarias y totalitarias, en el sistema de relaciones
internacionales y sus efectos sobre los nuevos patrones de creci-
miento capitalista. En este contexto, no han escapado nuevas con-
sideraciones sobre la anomia que aprisiona el espíritu de nuestro
tiempo.
Una vez más se refiere a los disturbios sociales y políticos que
tuvieron lugar en diferentes sociedades del mundo occidental.
Incluyen acontecimientos como violencia extrema durante los
partidos de fútbol, desórdenes
​​ urbanos con protagonistas llenos
de odio lanzando piedras y bombas molotov a la policía, así como
saqueos y depredación de propiedad pública y privada. En Esta-
dos Unidos, en particular, destaca la violencia de la policía en las
protestas colectivas, pero también en la persecución de presuntos
delincuentes cuyos objetivos preferenciales son los jóvenes, los po-
bres y los negros. También constata el surgimiento de grupos te-
rroristas, como las Brigadas Rojas, entre otros. Destaca también la
violencia diaria de palizas, robos y asesinatos que se han produci-
do con frecuencia en las ciudades a lo que añadiría: “SIDA, guerra,
339
Sérgio Adorno

impuestos, terrorismo, malos gobiernos, disturbios y dos superpo-


tencias nucleares hostiles” (Dahrendorf, 1992, p.168).
Lo nuevo de esta colección de ensayos es, de hecho, la amplia-
ción conceptual del concepto de anomia. Ya no solo como una
suspensión de la eficacia de las normas sociales debido a crisis
económicas y políticas, como en Durkheim; o como un colapso
en la estructura cultural de la sociedad motivado por el desorden
entre los fines deseables y los medios socialmente aceptados para
alcanzarlos, como en Merton (1957). La anomia ya no se limita a los
crímenes y la delincuencia, va más allá de la incidencia de la vio-
lación de normas. Se trata de la incapacidad, incluso la imposibi-
lidad, de las sociedades actuales de abordar y relacionarse con las
violaciones de las normas. Más precisamente, la pérdida de legiti-
midad de las leyes y la creencia de que las instituciones jurídicas
modernas fueron creadas para garantizar derechos y promover el
bien común en una sociedad internamente pacificada. Es intere-
sante observar que también se encuentra una pregunta similar en
Hannah Arendt.9

¿Anomia o violencia?

En una edición que conmemora los 150 años del nacimiento de


Emile Durkheim (Massela et al., 2008), tuve la oportunidad de
revisar las apariciones del concepto de anomia en la obra de este
pionero de la sociología. Recorriendo la obra y algunos de sus des-
tacados comentaristas, la pregunta fundamental fue indagar so-
bre la actualidad del concepto. A grandes rasgos, el concepto fue

9
Hannah Arendt se pregunta: “¿Nuestra civilización ha agotado sus apuestas ilustra-
das y racionalistas? ¿Está muerta la ley en nuestras sociedades, para recordar la fa-
mosa predicción de Hannah Arendt al examinar la introducción de la violencia en los
conflictos estudiantiles que siguieron, en Estados Unidos, al mayo del 68 en Francia?
¿Es plausible seguir esperando que los Estados persistan en su tarea moderna de man-
tener el monopolio estatal sobre la violencia y garantizar sociedades pacificadas bajo
el Estado de derecho?” (Adorno, 2013, p.81).

340
Violencia, anomia, conflicto

diseñado para dar cuenta de las formas anormales de la división


del trabajo social, producto de dos fenómenos sociales percibidos
como contemporáneos a la sociedad europea moderna, de finales
del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, a saber, la cri-
sis de la integración social y la crisis de la regulación, cuestiones
ampliamente exploradas en su clásico estudio sobre El suicidio
([1897] 2000). Sin embargo, a lo largo del análisis, el concepto de-
mostró más complejo, revelando al mismo tiempo insuficiencias y
lagunas en la sociología de Durkheim (Adorno, 2008).
Es cierto que una primera lectura de los argumentos conteni-
dos, especialmente en este último trabajo, pone de relieve una con-
notación negativa del concepto. Desde esta perspectiva, es como
si la anomia buscara reunir todos los hechos y acontecimientos
que comprometen la integración social en un momento dado de
la historia de las sociedades modernas basadas precisamente en
la división del trabajo social. Los tres ejes a través de los cuales se
abordó el concepto contribuyen a reforzar esta visión: dinámica
social, disciplina social y simbolización. La dinámica de la socie-
dad moderna se caracteriza por el progreso material cuyo ritmo
y velocidad no va acompañado del progreso moral de la sociedad,
generando por tanto un déficit en la integración de la solidari-
dad orgánica. Dependiendo de la intensidad de esta dinámica, se
agravan las tensiones entre los deseos ilimitados de los hombres,
alimentados por sus pasiones, y los mecanismos disponibles en
la sociedad para moderarlos con el fin de adaptar la personalidad
individual a la personalidad colectiva. Una vez establecido este es-
cenario, la sociedad se vuelve incapaz de simbolizar, por cualquier
medio (rituales, ceremonias colectivas, monumentos, espectáculos
públicos, concursos, etc.) su unidad interna, haciendo que el culto
a la persona, socialmente compartida, sea sustituido por el culto al
individuo egoísta. Este es el escenario típico de la anomia, en el que
los mecanismos de regulación social ya no son capaces de hacer
que la sociedad funcione regularmente y opere una integración ar-
moniosa entre sus órganos especializados.
341
Sérgio Adorno

A pesar de esta perspectiva negativa, los escenarios de anomia


también pueden ser fuerzas vivificantes, eufóricas y revitalizan-
tes para formas de cooperación social. Como nos recuerda Alpert,
este es precisamente el estado crítico en el que los miembros de la
sociedad deben tomar conciencia de sus legados sociales. En sus
palabras: “recordar el pasado y hacerlo presente, en cierto sentido,
a través de una representación auténticamente presente” (Alpert,
[1939] 1986, p. 244). Alpert se refiere a prácticas sociales que actua-
lizan el pasado en el presente, reaniman legados sociales, simboli-
zándolos hasta el punto de recuperar sentimientos de pertenencia
colectiva, manifestados en funciones eufóricas como experiencias
de placer, excitación y bienestar social.
Momentos especiales de resurgimiento son las situaciones de
efervescencia social, tratadas también en el estudio del suicidio.
Se refieren a los enfrentamientos entre modernidad y moralidad.
La sociedad moderna, fundada en la división del trabajo social y,
en consecuencia, en la diferencia entre las partes que lo compo-
nen (sean individuos o instituciones) requiere enormes sacrificios
y esfuerzos para autocontrolar las inconmensurables pasiones y
deseos de los individuos. Sin embargo, en determinados momen-
tos de la historia y motivadas por razones incluso impredecibles,
las dinámicas sociales pueden crear condiciones favorables para
el estallido de la efervescencia social. Aunque Durkheim no expli-
ca claramente este concepto, se refiere a situaciones excepcionales
que, durante un período corto o mediano de tiempo, conducen a la
alteración de regularidades en la vida cotidiana, llevando a los in-
dividuos a crear estrategias de supervivencia que pueden unirlos
o separarlos. Durkheim se refiere a dos de ellos: las guerras y las
crisis económicas. En las guerras, los individuos están unidos por
los mismos ideales de defender la patria. En las crisis económicas,
se encuentran separados por luchas por las oportunidades de vida,
ya sea la pura supervivencia contra la pobreza o la mera búsque-
da de enriquecimiento personal. Por tanto, la cohesión y el con-
flicto (Steiner, 2000) constituyen escenarios posibles que apuntan
342
Violencia, anomia, conflicto

inevitablemente a cambios sociales capaces de reintroducir el


equilibrio social perdido. Desde esta perspectiva, la anomia que
subyace a situaciones de efervescencia social revela aspectos po-
sitivos, de creación de algo nuevo en el sentido de reforma social.
Caillois (1950), crítico de estas afirmaciones, destaca sus parado-
jas: si las situaciones de efervescencia social se refieren al aumento
de la potencia, el poder y la vitalidad, por otra parte, amenazan el
orden moral e introducen violencia y brutalidad en la vida con-
temporánea. Meṧtrovic (1991) va más allá. La modernidad sí esti-
muló manifestaciones de efervescencia social, pero de miedo, odio
y barbarie. Por tanto, en cierto sentido regresaríamos al punto de
partida. La proximidad entre anomia y violencia, una relación que
ya no se piensa como expresión de desviación del orden o trans-
gresión de la norma. Sin embargo, estas relaciones se presentan
en una nueva configuración, dando lugar a nuevos significados en
nuestra época contemporánea.
Una de las limitaciones de las afirmaciones de Durkheim fue
la de atribuir al concepto de anomia el estatus de un atributo o
cualidad del sistema social, lo que ciertamente contrasta con el
concepto microsociológico, perspectiva que subyace a los funda-
mentos teóricos que se encuentran en las páginas centrales de El
suicidio (Adorno, 2008). Fue precisamente este tipo de disyunción
entre perspectivas macro y micro lo que fundamentó las críticas
dirigidas a la coherencia misma de la teoría de la anomia. Las crí-
ticas terminaron promoviendo una confusión entre el problema
clásico del orden social con los fenómenos que, en determinadas
circunstancias históricas, puede inducir una baja integración, una
crisis regulatoria o incluso promover la efervescencia social. Tal
como lo concibe Durkheim, el concepto no es capaz de dar cuen-
ta del espíritu de nuestro tiempo –de nuestra contemporaneidad,
del tiempo presente– que ha sido definido, desde los años setenta
del siglo pasado, por los procesos de globalización (Fearsthersto-
ne, 1990; Beck, 1999; Touraine, 2007; Wieviorka, 2007).

343
Sérgio Adorno

Conclusión: el espíritu de nuestro tiempo

El espíritu de nuestro tiempo está demarcado por la contempo-


raneidad, un lugar donde todas las temporalidades se cruzan,
donde los espacios físicos y virtuales se mezclan, donde las cul-
turas se fusionan y forman híbridos que barajan orígenes, donde
las movilidades entre personas, bienes y mercancías se convier-
ten en fronteras nacionales e imaginarios fluidos, y donde ocu-
rren simultáneamente procesos microscópicos de regulación y
desregulación.
La anomia deja de ser un estado de ánimo del orden social, y
pasa a ser un estado de ánimo de otro orden. Centrado en los indi-
viduos, traduce un verdadero catálogo de rechazo a las prescrip-
ciones morales que regulan las experiencias en nuestro tiempo
presente, incluidas las dictadas por dietas alternativas, por ejer-
cicios rítmicos, por modos no convencionales de vestir y cortes de
pelo, por intervenciones corporales como los tatuajes, por motivos
de disputas de género e identidad, por el consumo de drogas ilíci-
tas, o la práctica del pansexualismo.
La anomia es un estado de ánimo subjetivo, de rechazo de la ley
y elección de la violencia, incluyendo sus símbolos, rituales y for-
mas de representación estética, como un tipo de ethos legítimo de
autoafirmación, aun cuando presupone el sufrimiento y el dolor
de los demás. Aquí es donde parece residir la predicción de Hannah
Arendt. La ley estaría muerta en las sociedades contemporáneas.
Este escenario multifacético se asocia a la crisis de las demo-
cracias en Occidente (Keane, 2010; Levitsky y Ziblatt, 2018) como
rasgo distintivo del espíritu de la actualidad. El politólogo John
Keen considera que la crisis de la democracia liberal, heredera de
las tradiciones revolucionarias del siglo XIX, fue y está siendo pro-
gresivamente sustituida, en la segunda mitad del siglo XX, por una
especie de democracia monitorizada (monitory democracy) cuyo

344
Violencia, anomia, conflicto

eje se aleja de la sociedad política a la sociedad civil en forma de


asambleas múltiples para la toma de decisiones.
En la raíz de esta mutación política, se encontrarían fenóme-
nos contemporáneos como las nuevas formas de individualidad e
individualismo, las reivindicaciones de identidad, la primacía de
la diferencia sobre el consenso, todo lo cual contribuye en cierto
modo a una especie de fragmentación de la experiencia colectiva y
del surgimiento de un nuevo espacio público mediado por el poder
de las redes sociales y el contacto a distancia. Las masas indistintas
del pasado se convierten en públicos con arenas territoriales de-
finidas. Un ejemplo interesante de estas tendencias es el que exa-
mina Michel Wieviorka (2004) cuando aborda la aparición de las
víctimas en la escena pública de la posguerra. La víctima transfor-
ma su sufrimiento y dolor personal en un asunto público y ya no
en una desgracia personal.
Finalmente, como espíritu de nuestro tiempo, la anomia con-
temporánea expresa la resistencia cotidiana contra leyes y regu-
laciones de todo tipo, consideradas excesivas porque atacan los
elementos constitutivos de la privacidad y la intimidad, pensados a ​​
su vez como elementos constitutivos de la vida moral. El concepto
de anomia tendría menos que ver con el debilitamiento de las nor-
mas, sino más bien con la desobediencia y la resistencia. No es un
estado transitorio, sino el estado normal del momento presente.

345
Sérgio Adorno

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349
La construcción de un campo intelectual
Violencia, seguridad y sociedad en América Latina

César Barreira, María Stela Grossi Porto


y José Vicente Tavares dos Santos

Introducción

El propósito de este texto es discutir la constitución del campo in-


telectual de la violencia y la seguridad pública en América Latina.
El recorrido emprendido apunta a producir una explicación sobre
las dinámicas de la violencia, en sus formas económicas, sociales,
culturales e institucionales, así como señalar las dificultades del
sistema de justicia penal para reducir los delitos violentos y los
homicidios. Esta explicación se centrará en un período que podría
denominarse la Era de las Conflictualidades desde 1991.
A principios del siglo XXI en América Latina, muchos gobiernos
de centro izquierda han implementado políticas sociales inclusi-
vas y estrategias de política internacional guiadas por el multilate-
ralismo. En el campo del control social, sin embargo, enfatizaron
políticas basadas en una actuación policial represiva, en modos
judiciales penalizadores y en un encarcelamiento creciente. Por
tanto, establece un marco paradójico entre la inclusión social y las
políticas represivas de seguridad pública.

351
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Es factible, sin embargo, la posibilidad de un concepto alter-


nativo de seguridad ciudadana, que ha ido ganando terreno en
el horizonte de democracias más consolidadas. En este sentido,
es posible observar la existencia de iniciativas gubernamentales
alternativas en varias ciudades que han obtenido reducciones en
los homicidios, en varios países: Brasil, Colombia, Argentina y Ni-
caragua. La pregunta básica al analizar la política pública es ver
cómo maneja la coordinación entre los diversos niveles de control
social −la burocracia, la policía, la administración pública, las or-
ganizaciones políticas y no gubernamentales− en la producción de
un concepto alternativo de seguridad para todos los ciudadanos.
También es importante darse cuenta de la diferencia entre países
que se encuentran en situación de conflicto armado con el narco-
tráfico −Colombia y México− donde el uso del ejército ha sido evi-
dente, y en otros, como Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay, en los
cuales la solución es intentar fortalecer la eficiencia y eficacia de la
policía, sin reducir, no obstante, la violencia policial.
A pesar de la existencia de un importante debate centrado en
las nuevas exigencias del control social en contextos democráti-
cos, los efectos del miedo social no se enfrentan, haciendo falta nue-
vos enfoques capaces de superar la forma tradicional de actuación
policial.
El contexto latinoamericano convive con un orden social basa-
do en conceptos que valoran la represión, por vía policial, y pro-
ducen la estigmatización de diversos grupos sociales: los hombres
jóvenes, los grupos en situación de vulnerabilidad, las minorías
negras, los indígenas y las mujeres. Además, hay una creciente
criminalización de los movimientos sociales. Históricamente, las
fuerzas policiales han dividido entre los buenos hombres y los con-
siderados fuera de la ley. La policía se encontró libre para gestionar
y gobernar de forma autónoma sus organizaciones, desarrollar
sus propias doctrinas, gestionar su educación y establecer las dis-
posiciones para el trabajo policial.

352
La construcción de un campo intelectual

En América Latina, los estados que vivían procesos de democra-


tización, especialmente a partir de los años ochenta, aumentó el
clamor por la verdad sobre las prácticas de tortura y humillación
contra los presos políticos. También significa que el debate públi-
co sobre violencia social y seguridad pública no se ha llevado a la
esfera política; Existe una resistencia a la innovación dentro de la
administración pública para discutir el tema.
Esto aún refleja un compromiso académico desigual sobre el
tema, con un papel limitado en el avance del debate y el conoci-
miento sobre posibles formas de garantizar los derechos humanos
y la prevención de diversas formas de violencia, como la violen-
cia doméstica, la violencia racial, la homofobia, entre otras (Cano,
Rojido, 2017).
Pero, como hemos subrayado, es posible encontrar en algunos
países nuevos esfuerzos de políticas públicas en materia de segu-
ridad y vigilancia comunitaria, encaminados a establecer una se-
guridad ciudadana. Hay experiencias para prevenir la violencia,
reducir la criminalidad y garantizar el derecho a la seguridad.
Este contexto trajo cambios profundos en las sociedades contem-
poráneas y explica en gran medida el hecho de que, desde los años
noventa, hubo una sucesión de encuentros internacionales destina-
dos a discutir la cuestión de la violencia y la seguridad pública.
Desde la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena,
en 1993, podemos encontrar alrededor de 50 reuniones globales
donde se discutió el tema de la crisis policial y de la acción policial.

La producción intelectual sobre la violencia


en América Latina

En la larga historia de la sociología en América Latina, comienza a


suceder una importante producción intelectual sobre la violencia,
principalmente publicada por CLACSO –Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales−, y otras editoriales.
353
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Para explicar las dificultades de la transición de la dictadura a los


gobiernos democráticos, fue muy fructuoso el concepto de autorita-
rismo socialmente implantado, propuesto por Paulo Sérgio Pinheiro y
Guillermo O’Donnell (Pinheiro, Méndez, O’Donnell, 2000; Pinheiro y
Almeida, 2008).
El libro editado por Roberto Briceño León, Violencia, sociedad y
justicia en América Latina (2002), centra en los fenómenos de la vio-
lencia, desde la última década del siglo XX, enfatizando el hecho
de que la desigualdad y la insatisfacción del consumidor intensi-
fican la violencia urbana. Sin embargo, el sistema de justicia no es
eficaz, lo que pone de relieve la impunidad.
Ese mismo año, la revista Sociologias (UFRGS, Porto Alegre) pu-
blicó un dossier titulado Violencia, América Latina (Tavares-dos-san-
tos, 2002), cuyos autores, de Venezuela, Brasil, Colombia, Uruguay,
Argentina, analizaron una lista de cuestiones sustantivas sobre las
fuentes de violencia en América Latina. Tratan la crisis del sistema
de justicia penal, pero destacan algunas experiencias innovadoras
para una ciudadanía segura. Desde la perspectiva académica, se
preguntaron por la matriz disciplinar de los estudios sociológicos
sobre las violencias y las conflictualidades. Para discutir estos te-
mas, el dossier Violencia, luchas sociales y democracia en América La-
tina señala los dilemas de la democracia, la violencia y las formas
de control social.
Luego de algunos años, aparece una importante producción
intelectual, que incluye, además de la violencia y el crimen, los te-
mas de democracia, seguridad y nuevas experiencias en seguridad
ciudadana. En México, Nelson Botello publicó Violencia, Ciudada-
nía y Desarrollo (2008).
Organizado por Alejo Vargas Velásquez, Seguridad en democra-
cia: un reto a la violencia en América Latina (2010) destaca aspectos
clave para la comprensión política de la relación entre derechos
humanos, violencia, seguridad y democracia. Pero también los li-
bros muestran el surgimiento de conceptos alternativos de seguri-
dad en un término multidimensional, como la seguridad humana.
354
La construcción de un campo intelectual

El mismo autor organizó El prisma de las seguridades en América


Latina (2012) que describe las facetas del crimen organizado trans-
nacional vinculada al narcotráfico y al tráfico de armas.
Otro libro, editado por José Vicente Tavares dos Santos y Alex
Niche Teixeira, Conflitos Sociais e Perspectivas da Paz (2012) destacó
la necesidad de una reflexión sobre las políticas de seguridad pú-
blica e insistió en la necesidad de establecer conceptos y teorías
desde las ciencias sociales en Latinoamérica.
Ese mismo año, José Alfredo Betancourt Zavaleta publica la co-
lección La inseguridad y la seguridad ciudadana en América Latina
(2012). Muchos artículos señalan que la inseguridad conduce a una
disputa entre concepciones represivas de Seguridad Pública y con-
cepciones de Seguridad Ciudadana. Todo el libro es una clara de-
fensa de los derechos individuales y colectivos.
El año 2013 estuvo pródigo en publicaciones. César Barreira,
José Vicente Tavares dos Santos, Roberto González Arana y Felipe
González Ortiz traen la colección Conflictos sociales, luchas sociales
y políticas de seguridad ciudadana (2013, octubre). Este trabajo se
basa en la idea de que los problemas sociales en América Latina
pueden producir conceptos y teorías que contribuyan a las cien-
cias sociales críticas desde América Latina.
Muchos libros se han editado en el mismo año. Abello Colak
y Pablo Angarita publicaron Nuevo pensamiento sobre seguridad en
América Latina (2013). En este trabajo, dicen que la elaboración de
un nuevo campo de interpretaciones sobre la seguridad en Amé-
rica Latina, como un pensamiento democrático que disputaba un
pensamiento conservador.
César Barreira, Roberto González Arana y Luis Fernando Tre-
jos Rosero lanzaron Violencia política y conflictos sociales en América
Latina (2013). En este libro, se relaciona el análisis de los conflic-
tos sociales locales con los conflictos globales, explicando la re-
lación entre violencia económica, movimientos sociales y poder.
Destacaron las políticas de seguridad represiva pero también las
producciones sociológicas preocupadas por la construcción de
355
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

alternativas críticas de políticas de seguridad en Brasil, Venezuela,


Chile y Argentina. El mismo planteamiento sigue ¿Y después de la
violencia que queda? (Ulf Young, 2013). La obra aborda a los campe-
sinos andinos víctimas del conflicto armado interno en el Perú y
su reclamo de indemnización.
Pero el libro coordinado por José Alfredo Betancourt Zavaleta,
El laberinto de la inseguridad ciudadana: Bandas criminales, seguri-
dad de fronteras y regímenes penitenciarios en América Latina (2014),
alerta sobre la “militarización de la policía” y la “vigilancia mili-
tar”. Y son varios los estudios sobre el Estado y el crimen organiza-
do en America Latina (Miguez, Misse y Alejandro, 2014).
Cada vez más, en distintos países, encontramos análisis de la
violencia social, como en Argentina, como vínculo social (Peyrú
y Corsi), Bolívia, Colombia y México (Kloster, 2017, los alentados
estudios de Briceño Léon y su grupo de investigación, acerca de la
violencia estatal (Briceño León, 2002, 2004, 2015, 2016, 2019), y en
Costa Rica (Calderón-Umaña, 2012).
Otro aspecto destacable de esta producción intelectual es la pre-
ocupación por la cultura de la violencia en varios países de Améri-
ca Latina. Alexandra Agudelo López, en Dispositivos de seguridad
y la actualización del miedo en el Estado contemporáneo (2013),
analiza, a partir de investigaciones realizadas en Medellín, Colom-
bia y Ciudad Juárez, México, cómo el Estado configura dispositivos
que utilizan el miedo como instrumento de control social.
Posteriormente, el libro Violencia y cultura, organizado por Ana
Belén Blanco, María Soledad Sánchez y Sergio Tonkonoff (2014),
busca discutir la relación entre violencia y cultura desde las teo-
rías sociales contemporáneas. En la misma línea, aparece el estu-
dio de Clotilde Proveyer Cervantes sobre La violencia de género en
Cuba (2014).
Es relevante señalar las alarmantes proporciones que tomó la
violencia simbólica particularmente en las escuelas, como se ana-
liza en varios países de América Latina (Filmus et al. 2003; Viscardi

356
La construcción de un campo intelectual

y Alonso, 2013; Gómez Nashiki, Zurita Rivera, López Molina, 2013;


Tavares dos Santos, 2018; Tavares dos Santos y Machado, 2019).
Comprender la relación entre la escuela y la práctica de la vio-
lencia implica la reconstrucción del complejo social, cultural y
simbólico en la escuela: una violencia física siempre acompañada
de una violencia simbólica, particularmente con relación a los ni-
ños, como lo demostraran los trabajos sobre México (Furlan, 2012),
Colombia (Alvarado, 2012), y Brasil (Machado, 2021; Assis, 2023).
Ciertamente, la discriminación y el racismo provienen del pro-
ceso de Conquista y Colonización, pero han sido recreados. Los au-
tores Alejandro Flores Aguilar, Clara Arenas y Juan Pablo Gómez
organizaron el libro Seguridad y racismo (2014), en el que identi-
ficaron que “el racismo ha sido teóricamente mutado por nuevos
conceptos derivados de la experiencia centroamericana. Es decir,
ambas dimensiones micro sociales ya que los rasgos macrosocia-
les de la violencia están en la agenda”.
El libro de Erandi Villavicencio Rodríguez y Ana Valdés Bengoa,
Políticas de la violencia estatal (los casos de Colombia y El Salva-
dor (2015), destaca la violencia simbólica ejercida por el Estado.
Reavivando la disputa por el concepto de seguridad, el libro de Ma-
riana Galvani, Alina Ríos y Lucía Cañaveral, Seguridad, policía y
gobiernos locales” (2015) analiza el caso de Argentina. Revela otro
concepto de protección de los ciudadanos.
Arturo Alvarado editó una colección fundamental para com-
prender la sociedad mexicana contemporánea –Seguridad Nacio-
nal y Seguridad Interior (2010)– analizando los problemas de los
derechos humanos, el estado de derecho, el narcotráfico, los ho-
micidios y la militarización policial. Además, publicó fundados es-
tudios acerca de la juventud y la criminalización (Alvarado, 2014).
Está en la agenda el tema policial y el cambio de conceptos de
seguridad, incluyendo ahora la participación de la ciudadanía.
Este es el aporte de Marcelo Fabián Sain en Argentina y Hugo
Frubling en Chile. También Luis Gerardo Gabaldón y Christopher
Birkbeck analizan los desafíos democráticos para comprender la
357
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

relación entre la policía y el uso de la fuerza física, en cinco países:


Brasil, Canadá, Reino Unido, Trinidad y Tobago y Venezuela (Ga-
baldon y Birkbeck, 2003): la paz y la violencia restan incongruen-
tes (Michael, 2021).
Además, acontecieran muchos actos de linchamientos, y de vi-
gilantismo en diferentes sociedades del continente (Torres-Rivas y
Mendoza, 2003; Fuentes Diaz, 2006; Gamallo, 2014; Martins, 2015).
En este plan, se destaca el trabajo sobre los sicarios, en Colom-
bia, México y Brasil. César Barreira (1998) subraya que los estudios
sobre sicarios son bastante escasos, probablemente debido a la di-
ficultad de obtener datos, así como al peligro que los rodea. El tema
como peligroso se materializa en la relación investigador-sujeto in-
vestigado, un riesgo, no solo físico, sino también epistemológico,
siendo consciente de que investigaba un objeto lleno de subterfu-
gios y con varias trampas.
Los contactos con asesinos a sueldo revelaron los límites, difi-
cultades y dilemas de la investigación. Tenía consciencia de que es-
taba trabajando con un objeto que estaba bajo juicio permanente,
tanto en el campo social como en el campo jurídico. En esta pers-
pectiva, el peligro rodeaba permanentemente el acto de investigar,
en el campo de la sospecha, la desconfianza y la disimulación. En
las primeras incursiones en esta temática, dos personajes, el si-
cario, que ejecuta la acción, y el mandante, el comandante de la
acción, constituían los elementos clave y definidores del delito de
sicariato. Estas piezas también se clasifican como el autor material,
el sicario, y el autor intelectual, el mandante. En otras palabras,
lo que diferencia el delito de sicariato de los otros delitos cuyo re-
sultado es la muerte, es la presencia de estos dos actores: el ejecu-
tor de una acción denominada servicio o trabajo, y el segundo, el
mandante. A pesar de las diferencias, el arma y el dinero aparecen
como aspectos aparentes y orientadores de la comprensión de es-
tos crímenes de muerte.
En Brasil, aparecen diferentes términos para definir este tipo
de homicidio: “crimes por encomenda”, delitos de mando, de alquiler
358
La construcción de un campo intelectual

y por encargo. Para el autor material del crimen, además del térmi-
no pistolero, también aparece el matador de alquiler.
En los países de habla hispana la palabra más utilizada es sica-
rio. La palabra sicario deriva, probablemente, del latín, sica, como
se conocía a una pequeña daga o puñal curvo, que fácilmente po-
día ocultarse debajo de la ropa, o incluso en la palma de la mano.
Con el tiempo, la palabra sicario, o sicarii, también pasó a designar
a los asesinos contratados, en referencia a las personas que matan
a cambio de dinero o incluso promesas de grandes recompensas.
El término “sicario” se utiliza de manera recurrente en los paí-
ses latinoamericanos. En México, los sicarios también se pueden
definir como “matón”, “sicario matón” y “asesino a sueldo” (asesi-
no contratado). En España se utiliza el término “sicario”, pudiendo
también definirse como “mercenario”. En Francia, el pistolero se
conoce como tueurs à gages y el crimen se define como “meurtre sur
commande”. En Estados Unidos, son denominados contract killing,
murder-for-hire y hired killers.
Existe un sistema compuesto por partes coordinadas entre sí,
que compiten por lograr determinados resultados, mediados por
un conjunto de códigos y valores sociales. Este conjunto se llama
en Brasil de sistema de pistolagem y en los países de habla hispana
de sicariato. La complejidad de este sistema, con varias partes en-
cubiertas e invisibles, es lo que da la dimensión del poder de la or-
ganización criminal. El pistolero/sicario se convierte en una pieza
en este engranaje desconocido y el desconocimiento del sistema es
directamente proporcional al poder que se atribuye al pistolero/
sicario.
En Brasil, el uso de sicarios en la resolución de conflictos, prin-
cipalmente agrarios, fue recurrente a principios del siglo pasado.
En las últimas décadas del siglo XX, se destaca nuevamente la ac-
tuación de asesinos a sueldo en Brasil, en la resolución de conflic-
tos agrarios y disputas por representación política. En la década
del ochenta, el asesinato de Chico Mendes, líder de los campesinos
del estado de Acre en Norte del País, ganó notoriedad nacional e
359
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

internacional. Esa muerte fue ejecutada por sicarios por orden de


grandes terratenientes, reuniendo todas las características de un
crimen por encargo.
En el caso brasileño, pueden ser interestatal o interregional, lo
que exige un desplazamiento constante del pistoleiro. Esto propor-
ciona una mayor seguridad, basada en un anonimato establecido
por la condición de forastero, no conocido de la víctima.
La existencia del mandante, que posibilita la designación de un
delito por encargo, ocupa un lugar en la cúspide del sistema. Inclu-
so para los propios sicarios, el mandante asume una posición dife-
renciada en la escala social: siendo el hombre del dinero, que tiene
conexiones con los poderosos. Este lugar en la jerarquía social natu-
raliza el hecho de que el mandante no puede aparecer públicamen-
te y, en ese sentido, no puede asumirse como el autor material del
delito. El sicario y el mandante aparecen, entonces, perfectamente
encajados en el sistema de sicariato: uno tiene poder y dinero y el
otro coraje y valentía.
En España y México, los delitos de sicariato están, principal-
mente, en estas últimas décadas, intensamente ligados al narco-
tráfico. A fines de 2010, la Policía Federal de México arrestó a un
presunto líder de un grupo de sicarios del cártel del Golfo. La de-
tención se realizó en el estado de Tamaulipas, al norte de México,
uno de los lugares más afectados por la violencia del narcotráfico.
Este presunto líder era el jefe de treinta y dos sicarios cuya misión
era eliminar a miembros de carteles rivales, cobrando “grandes
cantidades de dinero” para asesinar a miembros del cartel rival de
Los Zetas. El número de asesinatos cometidos, por estos homici-
das, era bastante elevado a principios de la década de 2010 en la
ciudad de Medellín, Colombia, donde existían alrededor de cinco
mil sicarios repartidos por toda la ciudad. Sin embargo, la canti-
dad de asesinatos no llegó a la mitad de lo que era a principios de la
década del noventa, la época de Pablo Escobar, cuando había más
de cuatro mil muertes anuales. En 2011 se registraron 1.648, casi
cuatrocientos asesinatos menos que en 2010.
360
La construcción de un campo intelectual

Un aspecto interesante son los anuncios que circulan, princi-


palmente, en sitios mexicanos, en internet. Estos anuncios de ser-
vicios también se encuentran en otros países (España, Argentina y
Colombia):

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tome la desicion y sea dueño de su destino, termine con aquellos problemas que
aquejan su vida y pongale un alto a sus enemigos. escribanos a: la_mesa_de_los_
santos@hotmail.com,» para más información visite: http://delocos.blogcindario.
com (Colima-México - 11 de Noviembre de 2012).

Los contratos de servicios son internacionales. Y, en el caso brasi-


leño, interestatal o interregional, lo que requiere un movimiento
constante del pistolero/asesino. Esto permite una mayor seguri-
dad, proveniente de un anonimato establecido por la condición de
forastero.
El dato recurrente, en Brasil, es que los homicidios relaciona-
dos con la práctica de sicariato aparecen en diferentes situaciones:
en las disputas políticas, en los amores no correspondidos, en las
peleas de familia, contra esposas infieles, vecinos no deseados, per-
sonas sospechosas, etc. Actualmente, ganan cada vez más visión pú-
blica las contrataciones de sicarios para resolver una amplia gama
de conflictos sociales, involucrando a vecinos, cónyuges, parientes
y amigos, en situaciones sociales que incorporan relaciones de cer-
canía física y social.
Es importante resaltar el hecho de que los crímenes a sueldo
mantienen una mezcla de realidad y ficción, lo que permite insti-
gar imaginaciones sociológicas, principalmente en el análisis del
personaje: asesinos a sueldo. Una dimensión instigadora para ana-
lizar el uso del sicariato son las diferentes estrategias y los variados
efectos simbólicos. Los delitos vinculados a la tierra que implican
la eliminación de líderes campesinos o de misioneros religiosos

361
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

parecen formar parte de un contexto de mayor visibilidad. Esta vi-


sión global de la acción, o de los hechos que anteceden al crimen,
tiene como consecuencia la idea de sembrar el miedo, en una cla-
ra demostración de afirmación de poder. Concluye César Barreira
que los asesinos a sueldo aparecen en las fisuras de un monopolio
desordenado de la violencia, en el que todavía hay espacio para
resoluciones de conflictos interpersonales, económicos, políticos
y de conflictos dentro del mundo del crimen y fuera del espacio de
la legalidad.
En Brasil, Maria Stela Grossi y Arthur Trindade Costa (2014),
analizaron la relación entre policía y sociedad, comparando el
control de la actividad policial y el uso de la fuerza en Brasil y Ca-
nadá. También lo ha hecho Guaracy Mingardi, estudiando la poli-
cía, el Estado y las organizaciones criminales (1992, 1998). Suceden
los estudios sobre la violencia y la salud, incluso la salud mental de
policías (Minayo, 2006).
Los libros editados por Pablo Angarita Cañas (Drogas, policías y
delincuencia: otras miradas a la seguridad ciudadana en América
Latina; Violencia, seguridad y derechos humanos, 2015) retoma el
tema de drogas y policía, analizando la variedad de políticas im-
plementadas para abordar los problemas de seguridad.
El problema de las drogas había sido objeto de publicaciones
de CLACSO desde los años 1990: Drogas y Sociedad, en 1992, y Eco-
nomía Política de las Drogas, 1993, que recogieron estudios sobre el
tema de la producción, el tráfico y el consumo de drogas ilegales en
América Latina, y estrategias de control social en muchos países
(Roa, 1992; Laserna, 1993).
Daniel Miguez, Michel Misse y Alejandro Isla publicaron Esta-
do y crimen organizado en America Latina (2014), con estudios so-
bre Brasil, México, Argentina, Colombia, El Salvador, Guatemala y
Honduras. Como lo señalan los organizadores:

De aquí el desparejo asentamiento de la democracia republica-


na como sistema en América Latina, en donde registran fuertes

362
La construcción de un campo intelectual

contrastes, no solo en cuanto a su ejercicio, sino en cuanto a las


concepciones que las leaderships abrigan de ella. Guerras internas,
prolongadas dictaduras, períodos democráticos dilatados con alta
corrupción y baja participación ciudadana, regímenes de partido
único, gobiernos plebiscitarios com tendencias al cesarismo y de-
mocracias precarias que aumentaron la exclusión social, más allá de
algunos nuevos vientos que soplan, caracterizaron los siglos XIX y
XX. [...]. Es en esa trama entre lo legal y lo ilegal en el Estado donde se
constituye el crimen organizado (Miguez et al., p. 27).

Podríamos resumir estas décadas de producción sociológica en


América Latina en términos de un mapa cognitivo de las principa-
les ideas que se han ido desarrollando a partir de numerosas inves-
tigaciones empíricas.
Por un lado, los análisis de la violencia difusa, predominante-
mente urbana, manifestada en el creciente número de asesinatos.
Por el otro, un profundo conflicto social, manifestado en diversas
sociedades del continente. Los actores colectivos de estos conflic-
tos sociales son tanto los pueblos indígenas, especialmente en los
conflictos por la tierra y el reconocimiento de su identidad, como
los jóvenes que forman el mayor grupo de víctimas. Como víctimas
también están las mujeres.
La violencia se expresa de diferentes maneras. Y cada vez más,
las organizaciones criminales son los actores más importantes de
la violencia (Muniz y Dias, 2022). Finalmente, la violencia de Esta-
do se presenta en diversas formas, tanto físicas como simbólicas:
la brutalidad policial y la selectividad del poder judicial, además
de la inhumanidad de las prisiones.
En todo análisis, destaca la expansión de la cultura de la vio-
lencia, particularmente por los medios de comunicación, pero
también por las formas artísticas y literarias. Se produce una res-
puesta al sentimiento de inseguridad, alimentado por el derecho
positivo y dogmático, que contribuye a la producción de una con-
ciencia social punitiva.

363
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Producción sociológica sobre la violencia agraria y urbana,


y la seguridad en Brasil

Hay una perspectiva epistemológica en las ciencias sociales en


Brasil que se expresa a través de una crítica a algunos enfoques
clásicos del tema de la violencia y la formulación de nuevos ins-
trumentos interpretativos. Las investigaciones sobre la violencia
cotidiana, la situación carcelaria, la relación entre violencia y
exclusión y los delitos sociales, gestados en los suburbios de las
grandes ciudades o en los barrios marginales, comenzaron a par-
tir de los años ochenta. Adorno y Cardia señalan numerosos es-
tudios que buscan avanzar en la comprensión de la violencia, en
sus representaciones, hechos y acontecimientos en la sociedad
brasileña.
La publicación de una serie sucesiva de “estado del arte” mues-
tra la madurez de este campo científico en la sociología brasileña
(los recientes son: Barreira y Adorno, 2010; Ratton et al., 2017; Fa-
chinetto et al., 2020).
Tavares dos Santos sugirió, en 1999, una nueva perspectiva
denominada Sociología de la Conflictividad, basada en seis ideas
clave: 1) la primera es la noción de complejidad; 2) el segundo, re-
conoce la historicidad de los procesos y conflictos sociales; 3) para
el tercero, introduce el concepto de proceso social; 4) el cuarto es la
idea de construir una perspectiva relacional de las relaciones so-
ciales; 5) el quinto elemento idea reconoce la oposición regla-con-
flicto como una estructuración del conocimiento sociológico; 6) el
sexto defiende la perspectiva de una sociología de la conflictuali-
dad (Tavares-dos-Santos, 1999).
Los estudios sobre las manifestaciones de la violencia en la so-
ciedad brasileña comenzaron específicamente con el análisis de
la violencia en el espacio rural. María Sylvia de Carvalho Franco
escribió sobre los hombres libres y pobres en una sociedad escla-
vista, llegando a indicar una violencia arraigada en la realidad

364
La construcción de un campo intelectual

social, una violencia habitual (Carvalho Franco, 1969). María Izau-


ra Pereira de Queiroz inició un trabajo fundamental sobre el cam-
pesinado brasileño, los cangaceiros (campesinos en armas) y los
movimientos mesiánicos (Pereira de Queiroz, 1965, 1976, 1977).
Los años sesenta fueron años críticos en la sociedad bra-
sileña, marcados por el surgimiento de las luchas sociales rura-
les y la propuesta de una Reforma Agraria. Así, surgió una gran
literatura como respuesta sociológica a la crisis social. Algunos
autores vinculados a la Escuela de Sociología de Florestan Fer-
nandes han desarrollado análisis de los procesos sociales agra-
rios (Fernandes, 1965). Octavio Ianni publicó obras sobre las
metamorfosis de clases y razas en Brasil, las relaciones de pro-
ducción en las zonas rurales, las organizaciones políticas y las
políticas agrarias del Régimen Militar; y sus estudios sobre las di-
mensiones culturales de la violencia centrada en América Latina
(Ianni, 1978, 1979a, 1979b, 1981). José César Gnaccarini explicó la
ruptura de la sociedad esclavista y la formación de empresas capi-
talistas en la sociedad agraria, señalando que este proceso estuvo
marcado por la violencia estructural (Gnaccarini, 1980).
A principios de la década del setenta, comenzó a desarrollar-
se una perspectiva crítica de la sociología rural bajo la dirección
de José de Souza Martins, quien desarrolló la sociología del cam-
pesinado y la relación de los campesinos con la política. Cons-
truyendo una crítica teórica de los supuestos de la sociología
rural, destacó las luchas por la tierra, las formas de violencia en
el campo y el proceso de creación de una comunidad utópica
(Martins, 1980, 1981, 2010, 2015).
El análisis de las clases sociales y la violencia en el país se guía
por una perspectiva relacional, desde la configuración de proce-
sos productivos que definen un espacio social heterogéneo. La lu-
cha por la tierra, la violencia de los terratenientes, la parcialidad
del Estado y la criminalización de la cuestión agraria, indican el
continuo proceso de desgarro de la ciudadanía en el campo. Pero
también revelan la fuerza de las luchas agrarias. El pistolero es
365
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

un personaje central para entender una cultura marcada por ca-


racterísticas como el honor, la violencia, la venganza y la lealtad
(Brumer, Tavares-dos-Santos, 2000). También en las ciudades hay
incidencia de este tipo de delitos.
César Barreira estudió los procesos de dominación por los terra-
tenientes. El análisis de los conflictos sociales buscó comprender
el proceso de cambio en las relaciones políticas en el interior del
país. Privilegié el proceso interno de este proceso, siguiendo el ras-
tro de hechos que muestran rupturas y permanencias, incluyendo
cambios incorporados a las relaciones sociales entre propietarios
y campesinos del interior del país. Las transformaciones pueden
tomarse en sus determinaciones más generales que configuran en
gran medida la penetración del capitalismo en el campo. Por otro
lado, estas transformaciones implican rupturas en las bases de do-
minación tradicional que se reproducía a partir de relaciones de
dependencia, favor, lealtad, gratitud mediadas por el carácter per-
sonal de la relación entre propietarios y campesinos. El carácter
impersonal que pasa a guiar la relación entre poseedores y des-
poseídos de la tierra es la nueva marca de las relaciones de traba-
jo creadas en el sertón. Esta configuración presenta un escenario
que presenta nuevos mediadores entre el mundo rural y el mundo
urbano, con sus complejidades y redes sociales y políticas. El gran
terrateniente, con sus relaciones coronelistas, ya no es el único
mediador entre los trabajadores rurales y la sociedad en general.
Los movimientos políticos de protesta campesina rompen esta ba-
rrera, con el surgimiento de sindicatos rurales, Comisiones Ecle-
siásticas de Base de la Iglesia Católica y un Estado que se convierte
en mediador en las luchas campesinas. A medida que los conflictos
se institucionalizan y se hacen públicos, emerge la connotación
clasista, despojando la supuesta paz agraria y mostrando el fuerte
lado conflictivo de las zonas agrarias en Brasil (Barreira, 1992).
Las acciones de los vigilantes y los rituales de linchamiento
aparecen en el tejido de la demanda social de una justicia para-
lela. También los procesos de dominación de campesinos por
366
La construcción de un campo intelectual

agroindustrias fueron reconstruidos, la subordinación formal


del trabajo al capital (Tavares-dos-Santos, 1978). Este libro buscó
reconstruir el conjunto de procesos sociales que configuran la
existencia del campesino en la sociedad capitalista. El proceso de
trabajo campesino estuvo históricamente constituido −en el sur
de Brasil y, en particular, en la Región de Colonización Italiana de
Rio Grande do Sul− por el proceso de colonización desencadenado
en medio de la sustitución del trabajo esclavo por trabajo libre, en
la segunda mitad del siglo XIX. La especificidad de este proceso
proviene de la presencia de la fuerza laboral familiar configurada
como trabajador colectivo. Esto provoca la posibilidad del trabajo
accesorio por parte del campesino, la posible utilización de mano
de obra asalariada en la unidad productiva campesina y las prácti-
cas de ayuda mutua en el barrio rural.
Los campesinos son propietarios de la tierra y de otros medios
de producción, ya que pagaron el precio de la tierra. La renta de la
tierra se incorpora al excedente de trabajo campesina. Además, la
producción de medios de vida y la producción de bienes se com-
binarán en la unidad productiva campesina. Los demás medios
de producción están poco mecanizados; el producto presenta una
composición de bajo valor que, combinada con una extensa jorna-
da laboral, resultará en la creación de excedente de mano de obra
por parte del campesino, que tiende a ser apropiado por la burgue-
sía industrial. El proceso de trabajo campesino puede caracteri-
zarse como una modalidad de subordinación formal del trabajo al
capital. En la ambigüedad descrita, la reproducción de un proceso
de trabajo no específicamente capitalista por el modo de produc-
ción capitalista. Por otro lado, en la conciencia campesina emer-
ge la valoración de la propiedad de la tierra y la autonomía del
campesinado. Identificándose como personajes subordinados, los
campesinos expresan de manera fragmentaria su rebelión contra
la dominación. Por un lado, desarrollan una conducta migratoria;
y construyen una utopía comunitaria: la sociabilidad impregna
su trabajo, su ocio y sus instituciones locales, resistiendo así la
367
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

difusión de la lógica mercantil en las relaciones personales entre


ellos. Finalmente, su postura política oscila entre la confianza en
el Estado y una conciencia sindical que indica nuevas formas de
participación política.
A lo que se sumó el análisis de las políticas de colonización de
nuevas tierras, sobremodo en Amazonia, una estrategia estatal
para aplastar las luchas por la tierra y por reforma agraria (Tava-
res-dos-Santos, 1993). El tema abordado en este estudio consistió en
la relación entre la colonización agrícola en la sociedad brasileña
contemporánea y las luchas de los campesinos del sur: intentamos
mostrar las relaciones recíprocas que se establecen entre la región
meridional y las nuevas tierras de Brasil. Lo que buscamos demos-
trar es que la colonización agrícola, basada en el establecimiento
de la producción familiar, no representa más que una dimensión
particular de un fenómeno general de ocupación de nuevas tierras
en territorio brasileño.
La tarea fue la explicación sociológica de lo que conceptual-
mente llamaremos proceso de colonización agrícola: este proceso fue
uno de los medios más utilizados por el Estado y las capas domi-
nantes de la sociedad brasileña para extender las actividades de
colonización y económicas. a territorios cada vez más extensos del
país. Pero esto solo fue posible con la presencia de amplias capas
del campesinado brasileño. Estamos más directamente interesa-
dos ​​en la inserción de campesinos de las regiones del sur de Brasil
en programas de colonización ubicados en la Amazonía.
En la primera parte de este estudio, Tavares dos Santos revisa
sistemáticamente los proyectos políticos, leyes y planes de desa-
rrollo del Estado que involucran la implementación de la coloni-
zación agrícola en el Brasil contemporáneo. Fue posible identificar
los diferentes roles que la colonización agrícola debió desempeñar
durante períodos de la historia política brasileña reciente: fueron
llamadas “colonización para los trabajadores nacionales”, en-
tre 1930 y 1945; “la colonización como respuesta del Estado a las lu-
chas sociales en el campo, para los años 1945 – 1964”; y, finalmente,
368
La construcción de un campo intelectual

“colonización contra la Reforma Agraria”, correspondiente al últi-


mo período, de 1964 a 1984, fecha final de nuestro análisis.
En la segunda parte de este estudio, presenta los resultados de
nuestra investigación de campo en dos programas de colonización
en la Amazonía Legal –Canarana y Terra Nova– implementados en
diferentes momentos, pero que tenían la misma clientela en co-
mún, los colonos del sur de Brasil. La explicación detallada de las
múltiples dimensiones de la vida social en estos programas permi-
tió contrastar las principales propuestas que guiaron nuestra in-
vestigación e inferir algunos resultados a partir de la observación
directa y profunda de los pobladores que se asentaron en ellos.
Somos, por tanto, claramente conscientes de que las diferencias
entre un programa y otro arrojan más luz sobre los contenidos so-
ciológicos de la colonización agrícola actual.
La tercera parte de este estudio –Los colonos retornados, las lu-
chas de los sin tierra y la colonización del Amazonas– se centró
en el fracaso del asentamiento de un cierto número de colonos en
los programas de colonización del Amazonas. Este fracaso les per-
mitió lanzar una lucha social contra la política colonizadora del
régimen autoritario-militar.
En fin, la noción sociológica de proceso de colonización agrícola
significa un proceso social complejo, con dos dimensiones –espa-
cial y temporal– que hace que fuerzas sociales en conflicto interac-
túen y, por tanto, produzca relaciones sociales. De ahí surgieron
cinco nociones sociológicas: control de los hombres; control de es-
pacio; selección social; la colonización es una reacción a las luchas
sociales campesinas; y el proyecto campesino, el sueño de la tierra.
Esto significa que las luchas agrarias han demarcado la esce-
na política de América Latina, muchas veces clasificadas de clases
peligrosas, que desde la resistencia construyeran proyectos socie-
tários (Tavares-dos-Santos, 1985; Passos-Guimarães, 1982).
Volviendo a la producción orientada al contexto de los espacios
urbanos, un dossier pionero sobre Estrategias policiales en el Esta-
do contemporáneo, fue organizado por Sergio Adorno y Angelina
369
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Peralva (Tempo Social, 1997), con referencia a una perspectiva


internacional sobre la policía. A los organizadores les preocupa
comprender la función policial, el rápido desarrollo de la seguri-
dad privada y la falta de confianza del público en las institucio-
nes encargadas de hacer cumplir la ley. Claudio Beato resume sus
experiencias de investigación y de intervención social en Crime e
ciudades (2012), focalizando en la ciudad de Belo Horizonte, Brasil;
en la misma perspectiva, Tulio Kahn analizó, con rigor estadístico,
las formas del crimen (Kahn, 2009).
De hecho, los investigadores brasileños establecieron un diálo-
go con varios autores, clásicos y contemporáneos, en la búsqueda
de comprensión de los fenómenos de violencia y criminalidad. De
ahí la demanda de una mayor precisión de los datos cuantitativos
sobre la violencia y el crimen. Aún en el campo de las metodologías
cualitativas, podríamos señalar la importancia de utilizar la Teoría
de las Representaciones Sociales como recurso metodológico para
avanzar en el conocimiento de la realidad (Grossi-Porto, 2010).
Recientemente se ha publicado un libro con entrevistas y testi-
monios de un grupo de 16 investigadores, Los pioneros en el estudio de
crimen, violencia y derechos humanos en Brasil (Ratton y Lima, 2011),
trajo parte de la historia de la construcción del campo de investiga-
ción en estos campos. También recientemente se publicaron libros
con intenciones pedagógicas. El primero, organizado por José Luiz
Ratton, Renato Sérgio de Lima y Rodrigo Ghiringhelli de Azevedo,
Crimen, policía y justicia en Brasil (2014), reúne a sesenta autores
con textos que sistematizan, en un enfoque multidisciplinario. El
libro cubre temas como teorías, medios, metodologías de inves-
tigación, sociedad, crimen, drogas, policía y castigo y seguridad
pública.
Otro libro fue publicado por José Vicente Tavares dos Santos
y Ligia Madeira, Segurança Cidadã (Seguridad Ciudadana, 2014).
Compuesto por trece capítulos, los autores analizan la violencia, la
educación policial, la experiencia, la justicia penal y la evaluación

370
La construcción de un campo intelectual

de las políticas de seguridad, la violencia y la televisión y la cultura


de paz.
Para ampliar el debate sobre la violencia, César Barreira, Ja-
nia Perla y Leonardo Sa publicaron el libro Violencia, ilegalismos
e lugares morais (Violencia, ilegalidades y lugares morales, 2014), in-
tentando descifrar los distintos conflictos y enfrentamientos que
involucran a personas y grupos. La heterogeneidad de los códigos
socioculturales se basa en prácticas que implican nociones difusas
de lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto. El sistema moral
es fluido y desregulado. ¿Podrían las jerarquías de prioridad entre
diferentes sistemas morales convertirse en fuentes de conflictos
de poder?
Maria Stela Grossi Porto organizó tres dossiers sobre violencia
y conflictos, en la revista Sociedade e Estado, publicada por la Uni-
versidad de Brasilia. El primero, en 1995, trajo de manera pionera
el aporte de expertos que trabajaron en el análisis de los fenóme-
nos de la violencia, su definición y complejidad; el segundo, con
Lourdes María Bandeira, se preguntó por los avances y retrocesos
en el contexto de la reflexión sociológica y frente a las múltiples
manifestaciones de la violencia. Finalmente, en la última edición
(2015), Maria Stela pone en juego la relación entre teoría y empi-
rismo como una cuestión central para pensar la violencia, tanto
como campo de reflexión sociológica como locus de diversas for-
mas de violencia y conflictos.
Otras publicaciones recientes evidencian la relevancia de este
campo de investigaciones. Sérgio Adorno e Renato Lima, en Violên-
cia, polícia, justiça e punição: desafios à segurança cidadã (2019), han
traído los trabajos de los autores de una red de investigadores no-
minada “Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia – Violência,
Democracia e Segurança Cidadã”, del CNPq, sobre: las dinámicas
de la violencia; policial y pública; justicia: percepciones e impu-
nidad. Como escribe Maria Stela Grossi-Porto sobre los ejes del
análisis:

371
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

[…]existencia y configuraciones de los mercados ilegales y sus im-


plicaciones para la resolución de conflictos; situación de los homi-
cidios, abordada en términos cuantitativos y en sus significados y
significados; paradojas y contradicciones entre los avances en el tra-
tamiento del tema de los derechos humanos versus la persistencia de
faltas de respeto y en violaciones relacionadas con esto, con todas las
cuestiones relacionadas con el sistema de Justicia penal; y el abuso
recurrente en el uso de la fuerza por parte de las fuerzas policiales,
incluyendo procesos extralegales de resolución de conflictos, tortu-
ra y tratamiento en el sistema penitenciario (Adorno y Lima, 2019,
p. 14).

También Sérgio Adorno y Michel Misse editaran el libro sobre los


Mercados ilegais, Violência e Criminalização (2018). Trae trabajos
acerca de los patrones delictivos y los procesos de formación de
mercados, producción/reproducción de ilegalidades y formas de
sometimiento criminal de ciertos perfiles sociopolíticos y demo-
gráficos de sectores de la población brasileña.

La noción de violencia difusa

Para comprender la violencia generalizada, construimos el con-


cepto de microfísica de la violencia para explicar los procesos de
los conflictos sociales y las necesidades de una discusión política
sobre el control social. En otras palabras, los fenómenos de violen-
cia adquirieron otros contornos y dimensiones espaciotempora-
les, mientras que el concepto de campo de control social permitió
analizar la genealogía de sus elementos discursivos y prácticos.
Entre las nuevas cuestiones sociales globales, la violencia es
percibida por algunos como fundadora de una sociedad jerárqui-
ca, desigual y dividida: las prácticas de violencia se insertan en
una red de dominaciones, con varios tipos: de clase, de género,
de etnia, de categoría social o de violencia simbólica - resultando

372
La construcción de un campo intelectual

en el tejido de un conjunto de exclusiones (Wieviorka, 2004; Co-


llins, 2008; Tavares-dos-Santos, 2009; Barreira, 2013).
El escenario de violencia difusa, dramatizada por los medios de
comunicación, plantea una problemática dentro de la lógica cultu-
ral de la modernidad tardía, marcada por la inseguridad y la alteri-
dad cultural. El término difuso, como destaca Barreira,

permite calificar fundamentalmente el fenómeno de la violencia en


la época contemporánea, asumiendo una dimensión polisémica, di-
rigida hacia un “sentimiento difuso de inseguridad”, así como hacia
“miedos sociales difusos”. Lo difuso configura lo incontrolable y lo
imponderable. Está claramente relacionado con la posibilidad de
que todas las personas, independientemente de su sexo, edad o clase
social, puedan ser víctimas de prácticas catalogadas como violentas,
en diferentes situaciones sociales (Barreira, 2015, p. 57).

Rompe la conciencia colectiva de integración social, a medida que


se experimenta la incertidumbre, y resulta en una ruptura de vín-
culos sociales que están rompiendo el vínculo entre uno mismo
y el otro. Estas rupturas se encuentran en las instituciones so-
cializadoras −como en las familias, las escuelas, las fábricas y las
iglesias− y en el sistema de justicia penal (policía, academias de
policía, tribunales, hospitales psiquiátricos forenses, instituciones
de justicia penal y prisiones). Todas estas instituciones vivieron un
proceso de ineficacia del control social. El otro, extraño y diferen-
te, es visto como un enemigo, capaz de cometer prácticas violentas.
Las redes de sociabilidad se rompen, reforzando el individualismo
y generando un vacío social. En Brasil, configurase una cartografía
del delito, desde los barrios hasta el atraco a bancos, y las deman-
das por justicia (Pandolfi et al., 1999; Aquino, 2010; Caruso, 2016).
Entonces, muchas preguntas llegan a comprenderse: el signi-
ficado de las prácticas sociales de violencia, una especie de socia-
bilidad violenta (Machado, 2008). ¿O, a partir de la superación del
lenguaje de la violencia, estarían gestando otras normas sociales?
¿Podemos identificar las luchas sociales contra la violencia?

373
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Significa que vivimos en un horizonte de representaciones so-


ciales de la violencia. A esto es impresionante la contribución de
los medios de comunicación, extendiendo un efecto de alcance
mundial. La televisión produce un efecto extraordinario, ya que
en sus diferentes facetas explica el mundo como un panorama
violento (Tavares-dos-Santos, Teixeira y Russo, 2011; Grossi-Por-
to, 2009). Es posible entender la microfísica de la violencia como
un dispositivo de poder-saber, una práctica disciplinaria que pro-
duce un daño social, establecida con racionalidad propia. Realiza
estigma y exclusión. Es un abuso de poder, porque afecta, en defi-
nitiva, la condición de supervivencia de los demás, dilacerante la
ciudadanía.

La difícil transición de los modos de seguridad


hacia una seguridad ciudadana

En América Latina, la desigualdad y la exclusión han sido identifi-


cadas como las principales responsables del aumento de la delin-
cuencia y la falta de respeto de los vínculos sociales básicos. Sin
embargo, el sistema de justicia penal no ha podido reemplazar los
controles sociales actuales. Hay una clara crisis del sistema de jus-
ticia penal, y de la policía en todos los países, repitiéndose la vio-
lencia policial, la selectividad espacial, la corrupción, la ineficacia
en la prevención de la violencia y la ineficiencia en la investigación
criminal. El acceso a la justicia es precario, la selectividad dirige
los procesos penales y la normatividad del derecho no es efectiva.
La mayor paradoja, sin embargo, se da entre las políticas socia-
les inclusivas y una conciencia colectiva punitiva. El resultado es
la configuración de un control social represivo, una policía repre-
siva y un sistema judicial oneroso y formas de privatización del
control social, como venganza. Sobremodo los negros mestizos, in-
dígenas y los jóvenes son las victimas preferenciales (Tenenbaum
et al., 2021).
374
La construcción de un campo intelectual

Desde la época de la formación del Estado Moderno, se consti-


tuirán modos de seguridad, lo que significó el establecimiento de
un padrón de orden social, de ley y de organización del Estado y
de la relación del Estado con los ciudadanos. Así, los modos de se-
guridad que se fueran estableciendo, desde el siglo XVII, fueran
la Seguridad Jurídica, la Seguridad Militar y la Seguridad Policial
(Gros, 2006, 2012)
La Seguridad Jurídica significó la constitución de la Seguridad
de la Libertad, Propiedad, Igualdad y Solidaridad, mediante el Con-
trato Social. Al mismo tiempo, se produjo la formación de la Segu-
ridad Colectiva, a través de un Pacto de Naciones, mediante el cual
se logró la Independencia Política, en un territorio determinado
sobre el cual el Estado ejercía soberanía. Dos agentes fundamenta-
les: los juristas que velaban por la legislación y los políticos, ya que
los juegos políticos nos permitían conquistar, afirmar y mantener
el poder, incluso por la fuerza.
La segunda forma fue la Seguridad Militar, una Seguridad Ex-
terior, ya que, desde la Paz de Westfalia, en el siglo XVII, se cons-
truyó la Razón de Estado y el interés del Estado, para lo cual el
Derecho de la Guerra fue fundamental, aportando un equilibrio
entre los Poderes. Tenemos, ahí, a las Fuerzas Armadas como agen-
te privilegiado.
La Seguridad Policial, en tercer lugar, derivó de que, original-
mente, fueron las políticas públicas las que se ocuparon de las
diversas dimensiones de la vida social, incluido el derecho a la
vida de las poblaciones. Desde el siglo XVII, la actividad de la po-
licía aseguró, por un lado, la conservación de bienes y personas,
para lo cual se estableció un reglamento, con normas y códigos,
para ejercer la vigilancia. Se afirmó un poder de normalización.
Por otro lado, la preservación del orden público, en funciones de
mantenimiento del orden, a través de la lealtad y la búsqueda de
información, que muchas veces puede desembocar en un Estado
de Excepción. Desde entonces, asume protagonismo la figura del
Policía en el Estado Moderno.
375
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

La cuarta forma fue la Seguridad Nacional, que se ha constitui-


do desde las Revoluciones desde Arriba en Prusia y Japón hasta los
Estados Totalitarios del siglo XX. La seguridad interior está garan-
tizada contra amenazas externas. Supuso el Estado de Excepción y
la militarización de la Razón de Estado.
En el siglo XXI, en la era de la mundialización de las conflictua-
lidades, predomina el individualismo posesivo, cuya extrema pri-
vatización de la vida puede conducir al nihilismo, la cultura de la
brutalidad que conduce a una instrumentalización de la Muerte,
um necropolítica, y una banalización de la violencia. La comple-
jidad social y las paradojas del desarrollo tecnológico, las tecno-
logías de la información y la comunicación, y la fragmentación
social están aumentando, pues la sociedad en red, con inmensas
posibilidades de sociación, garantiza la individualización celular
de la vida social. Estos procesos se desarrollan en grandes espacios
urbanos, en una dispersión de personas y en una temporalidad in-
definida, absolutizando a veces el presente, olvidando la historia y
faltando proyectos de futuro. Las formas de dominación comien-
zan a estar guiadas por una biopolítica, en el sentido del desarrollo
de un flujo, de un proceso de protección, control y regulación. La
sociedad de regulación, en la que la criminología administrativa
empieza a estimular la cultura de control y el Control Social Penal.
Esta sociedad fragmentada aumenta el racismo y la criminaliza-
ción de las luchas sociales. Y una cultura de la violencia comienza
a difundirse, a través de la televisión, el cine y la novela, en una
sociedad mediatizada, de la que las redes sociales no escapan
(Faletto, 2009).
Aparecen nuevos personajes sociales: el terrorista, el mercena-
rio, el soldado profesional. También el experto en computación sea
el operador de guerra con drones de alta tecnología, sea el geren-
te de redes sociales, o el consultor de seguridad. Por otro lado, las
organizaciones criminales, las bandas urbanas y los delincuentes
son cada vez más prominentes. Surge la figura del Policía privado y
las firmas de seguridad privada.
376
La construcción de un campo intelectual

La construcción de narrativas sobre seguridad del campo pe-


riodístico permitió objetivar las derivas y manifestaciones de estas
concepciones que pueden alinearse en dos grupos discursivos. De
este modo, un conjunto de voces reacciona desde diferentes pers-
pectivas en pugna sobre el problema de la seguridad ciudadana.
De un lado, el discurso que reclama más seguridad, más castigo,
que entroniza la voz del populismo penal y es de corte punitivo.
Por otra parte, aquellos discursos que parten de una noción de se-
guridad ciudadana apelan a un concepto de protección integral,
incluyendo nociones como las de justicia social con relación a los
actos de exceso de poder del estado. Todo esto está publicados en
los periódicos:

Expresión del incremento en la región de la violencia en contra


de las mujeres y de las muertes por razones de género, el contexto
muestra la necesidad de encontrar los modos de visibilizar y expli-
car formas de violencia que hacen parte de esta espiral de agresiones
contra mujeres, niñas y adolescentes. A la violencia sexual, de forma
urgente, hay que agregar la violencia directa, psicológica, económica
o política que se vive de forma cotidiana en mayor o menor medida
en las diversas regiones (Viscardi, Chinas Salazar, Oliveira, Tavares
dos Santos, 2023, p. 89).

Sin embargo, desde el inicio de la Era de Mundialización de


las Conflictualidades, a partir de los noventa, se fueran es-
tableciendo varios modos de seguridad en America Latina.
Primer, el modo de seguridad nacional, seguido por las dictaduras
militares en América Latina. Se planteó el ideal de sacrificio por
la Nación, con resignación. Se afirma así la noción de guerra total
−contra el enemigo interior− marcada por una ofensiva extrema,
determinación y brutalidad, convirtiéndose la tortura en el medio
para obtener la confesión. Ocurren los fenómenos de los desapare-
cidos, la censura en contra la libertad de expresión, y la represión a
las Universidades, purgas de docentes y de estudiantes y censura,
así como la destrucción de bibliotecas.

377
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

En la transición a la democracia, se adoptaron otra modalidad,


la Seguridad Pública. Está configurada por la defensa del orden so-
cial, la militarización de la policía y la selectividad social y étnica
del Poder Judicial. Este sigue una orientación punitiva que enfati-
za el encarcelamiento como solución, abandonando las prácticas
de resocialización.
En América Latina, la seguridad pública en general se ha deja-
do en manos de la policía, y los gobiernos no han mostrado inte-
rés en interferir en estos asuntos. Mientras las fuerzas policiales
mantuvieran la separación entre los hombres buenos y los hombres
malos, podrían gobernar de manera autónoma sus organizaciones,
elaborar sus propias doctrinas, administrar su enseñanza y defi-
nir sus modalidades de trabajo policial, incluido el uso de la vio-
lencia, legal y legítimo, atributo que le otorga el Estado Moderno
(Fabián-Sain, 2008, 2010).
Presentada por las Naciones Unidas desde 1994, para subrayar
el acceso a los derechos humanos individuales, la Seguridad Hu-
mana significa:

La seguridad de las personas en todo el mundo está interconectada,


como destacan los flujos globales de bienes, servicios, capital, per-
sonas e imágenes. La liberalización política y la democratización
ofrecen nuevas oportunidades, pero también han creado nuevas vul-
nerabilidades, como inestabilidad política y económica y conflictos
dentro de los estados.

Debido a la complejidad de las formas de violencia y al aumen-


to del sentimiento colectivo de inseguridad, el Estado ahora se ve
acompañado de nuevos actores sociales en este campo. Se inicia
un cambio de paradigma: “La atención debe dejar de centrarse solo
en el Estado para incluir la seguridad de las personas, la seguridad
humana”. Asimismo, los derechos humanos deben fortalecerse,
dice la ONU:

378
La construcción de un campo intelectual

Garantizar la seguridad humana significa proteger las libertades


vitales.[...] También significa crear sistemas que proporcionen a las
personas los elementos básicos de supervivencia, dignidad y medios
de vida. La seguridad humana vincula diferentes tipos de libertades:
la libertad de vivir sin necesidad ni miedo y la libertad de actuar en
beneficio de sus intereses personales.

En ciudades latinoamericanas, como Bogotá y Medellín, se ensayó


la seguridad humana desde abajo (Mockus et al., 2012; Angarita-
Cañas y Vega, 2015). Desde años recientes, se está plasmando
la Seguridad Interior, en varios gobiernos latinoamericanos.
Marcadamente, se verifica una policía represiva, con ejercicio de
la violencia ilegal e ilegítima, generando una brutalidad policial,
discriminatoria social y étnicamente. Por su vez, el Poder judicial
selectivo conlleva el aumento del encarcelamiento. Sigue una cri-
minalización de los movimientos y protestas sociales. Ocurre aún
una diseminación del uso de armas por los civiles. Se da, por lo
tanto, una privatización del control social, con el crecimiento de la
policía privada y de cárceles privadas, constituyéndose el complejo
policial-industrial: las ramas industriales involucradas en equipos
e instalaciones de prevención y represión del delito, como seguros,
seguridad privada, vehículos, equipos de comunicación, sistemas
de información, etc.
La seguridad es concebida como seguridad pública, equivalente
a la seguridad del Estado y de las clases dominantes, sinónimo de
Razón de Estado. Estamos frente al punitivismo penal: la promo-
ción del encarcelamiento en masa y penas más duras. De ahí una
sociología de la punición viene trayendo nuevas explicaciones so-
bre la cuestión de las prisiones (Salla,1999; Alvárez, 2003; Espino-
za, 2004; Freire, 2005; Bodê, 2006; Chies, 2008, 2011, 2019; Canêdo e
Fonseca, 2012; Lourenço, 2013; Rudnicki, 2011, 2014; Azevedo e Cos-
ta, 2015; Marcelli, 2021). Esto, por otro lado, ha fabricado las orga-
nizaciones criminales −desde las prisiones hasta las calles, desde el
tráfico de menudeo al comercio internacional de drogas– llegando

379
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

a constituir, aún hermandades de mutua ayuda (las Maras, los cár-


teles, los comandos, las facciones, etc.) (Daemmert, 2011; Ramal-
ho, 2002; Coelho, 2005; Dias, 2013; Feltrán, 2011, 2018; Godoi, 2017;
Madeira, 2012; Manso y Dias, 2018).
Esta corriente expresa la creencia de que las medidas de corte
punitivo conducirían a la disminución del delito y de la violencia
social (Tavares-dos-Santos et al., 2022). Sobresalen los dilemas de
la democracia por el advenimiento del autoritarismo dependien-
te y conservador. Por ende, florece la impunidad del delito econó-
mico en todo el continente (Pegoraro, 2015). Acerca de la punción,
registrase aún el libro organizado por Máximo Sozzo, Postneolibe-
ralismo y penalidad en América del Sur (2016), que incluye los traba-
jos de Rodrigo Azevedo y Ana Claudia Cifali, Martha Lia Grajales y
Maria Lucrecia Hernandez, Jorge Paladines. Agréguese los trabajos
acerca de las iniciativas de informalización de la justicia y de ges-
tión de conflictos (Azevedo, 2000; Sinhoretto, 2011). Michel Misse,
basado en un diálogo con la sociología clásica, y a partir de la expe-
riencia de la ciudad de Río de Janeiro, propuso el concepto de suje-
ción criminal de las poblaciones urbanas (Misse, 2006). A lo límite,
se configura una militarización de la seguridad pública, como se
lo puede localizar en Argentina (la utilización de la Gendarmería
en las zonas periféricas de Buenos Aires y Rosario (Otamendi, Gue-
mureman y Zajac, 2019; Frederic, 2020; Ginga, 2022), en México
(Viscardi et al., 2023) y Brasil (Tavares-dos-Santos et al., 2019).

El modo de Seguridad Ciudadana

El modo de Seguridad Ciudadana sería derivado de las posibilida-


des de una gubernamentalidad fundada en la sociedad civil y en
la construcción social de la ciudadanía, buscando reconstruir las
relaciones de sociabilidad a través de otras bases de solidaridad.
En el campo del control social y en el dispositivo de la violencia,
aparecen líneas de fractura, surgen fuerzas de resistencia, críticas
380
La construcción de un campo intelectual

a los procesos de reproducción de la violencia simbólica y repre-


sentaciones sociales de la inseguridad, mismo si persisten las pa-
radojas (Kessler, 2009; Mesquita Neto, 2011; Tavares-dos-Santos y
Barreira 2014; Ginga, 2022).
La novedad proviene de una perspectiva sistémica, expresada
en la interacción permanente de los distintos organismos públicos
interesados y ​​ entre ellos y la sociedad civil organizada. Empieza
a gestarse una noción de políticas de seguridad pública como ser-
vicio. El objetivo también es asegurar una nueva representación
social en el tema, un sentido de seguridad colectiva.
Serían políticas públicas de Seguridad combinando políticas de
seguridad con políticas sociales. Las tecnologías policiales, desde
la investigación criminal hasta la vigilancia, deben guiarse por la
garantía de la dignidad humana, combinando propuestas de me-
diación de conflictos y Justicia Restaurativa, penas alternativas.
Habría políticas socioeducativas para jóvenes en conflicto con la
ley y la humanización de los establecimientos penitenciarios, cuyo
objetivo debería ser de espacios de rehabilitación social y de la
resocialización de los egresos. Programas de reducción de homici-
dios, acompañada de campañas de desarme; acciones para desarti-
cular el crimen organizado.
De modo muy específico, se está desarrollando una Sociología
de la vigilancia (policing studies), a partir de investigaciones em-
píricas, pero en diálogo con estudios policiales en Estados Uni-
dos, Inglaterra y Francia (Mingardi, 1992; Kant de Lima, 1995;
Costa, 2005; Tavares-dos-Santos, 2009; Misse, 2010; Lima y Pau-
la, 2006; Lima, 2011; Nummer y França, 2018; Musumeci, 2023).
Las reformas de la Educación Policial en convenio con uni-
versidades, efectivadas en Brasil desde el primer Gobierno de
Lula da Silva, en 2003, lo que ha producido una cantidad de es-
tudios evaluando las posibilidades nuevas de la educación
policial (Sá, 2002; Numer, 2005, 2016; Rondon Filho, 2011; Tava-
res-dos-Santos, 2009, 2018, 2019; Mota Brasil et al., 2015; Jacondi-
no, 2015, 2016, 2018; Guimarães, 2020; Poncioni, 2021).
381
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

Se configuró una agenda para la transformación democrática


de las policías en América Latina (Frübling, 2001, 2004; Gabaldón
y Birkbeck, 2003; Galvani, 2006; Fabián-Sain, 2002; Daemmert y
Bailey, 2005; Dammert, Bailey, 2005; Dammert, 2014; Dammert et
al., 2011; Frederic, 2016, 2020).
En suma, en varios países se estableció el debate acerca del modo
de seguridad, lo que abarcó gobiernos, la sociedad civil, las institu-
ciones policiales y la intelectualidad, en Brasil (Soares, 2000, 2019;
Mariano, 2004, 2022; Barreira, 2004; Lima y Paula, 2006; Ratton
y Barros, 2007; Sapori, 2008; Sá y Silva, 2014; Tavares-dos-Santos
y Madeira, 2014; Costa, 2004, 2023). Pero también en Chile (Dam-
mert y Bailey, 2005) y Costa Rica (Solís-Moreira, 2018).
Las campañas contra la cultura de la violencia implicarían en
la construcción de un control social, formal e informal, no vio-
lento y transcultural, preocupado por las prácticas auto emanci-
padoras de grupos y colectivos de ciudadanos; y orientada por la
multiculturalidad, el respeto a las diferencias y el reconocimiento
de la diversidad social.
En el campo del control social y del dispositivo de violencia,
aparecen otras líneas: el surgimiento de luchas sociales contra la
violencia expresa posibilidades de gubernamentalidad fundada en
la sociedad civil. Nos preocupamos por la construcción social de
la ciudadanía, buscando reconstruir las relaciones de sociabilidad
por otras bases. Surgen así fuerzas de resistencia, críticas para los
procesos de reproducción de la violencia simbólica y la inseguri-
dad. Podemos observar el tejido del concepto de Seguridad Ciuda-
dana incluso y una experiencia diversa, no lineal y dispersa.

Las corrientes orientadas a la seguridad ciudadana interpelan la no-


ción de sentido común por la cual la seguridad es una cuestión de
castigo, debe ser resuelta por el uso de la fuerza utilizando el temor
a la sanción y a la ley como fuentes principales de disuasión. Impug-
na la idea de que la criminalidad se explica como resultado de una
elección racional del sujeto y acude a la importancia de mostrar las

382
La construcción de un campo intelectual

determinantes contextuales y sociales del delito, enfatizando así la


prevención, la política social y la interpelación del término “seguri-
dad” a secas para incluir la noción de ciudadanía y de derechos hu-
manos. Una forma de comprender este último planteo es observar
en qué medida las instituciones de control social encargadas tradi-
cionalmente de aplicar el castigo pueden ser un factor de aumento
de la criminalidad. Eso obliga a mostrar la continuidad de prácticas
del aparato policial que fomentan la violencia y el uso desmedido de
armas de fuego, en especial en los territorios vulnerables. Se informa
en esta línea de hechos en que el accionar de la policía llega a ser letal
y recrudece el conflicto en que se produce el aumento de las diferen-
tes formas de violencia (Tavares-dos-Santos et al., 2022, p. 53).

Conclusión

El desarrollo de estos complejos análisis de la violencia y enormes


esfuerzos teóricos y metodológicos han sido realizados por una
serie de sociólogos latinoamericanos. Sus trabajos revelan la im-
portancia de atender la multiplicidad y la diversidad empírica de
manifestaciones de violencia y conflicto. Es un desafío sociológico
que sugiere un enfoque que pueda hacer frente a la diversidad de
género, etnia y edades de la población. Significa el surgimiento de
una planificación emancipadora en el campo de la seguridad, en-
fatizando la mediación de conflictos y la construcción de la paz
en la sociedad contemporánea. De hecho, es la perspectiva de un
nuevo proceso civilizador, que supere las formas de violencia y
elabore una agenda pública sobre el derecho a la seguridad para
todos (Michael, 2021).
En suma, se ha señalado la relevancia de una agenda de investi-
gación de varias dimensiones: la consolidación de un campo sobre
Violencia, Seguridad y Sociedad, en América Latina; la sociología
de la punición; la sociología de las policías; el tema de la educación
policial y el rol de las Universidades públicas; las implicaciones de

383
César Barreira, María Stela Grossi Porto y José Vicente Tavares dos Santos

la investigación para la política pública; la necesidad de estudios


comparativos basados en diferentes contextos y sociedades. Final-
mente, surgió la importancia de desarrollar teorías críticas más
comprehensivas, fundadas en un conocimiento de las teorías so-
ciológicas, clásicas y contemporáneas, basadas en investigaciones
empíricas. De ahí la densidad de la Sociología de la Violencia y de
las Conflictualidades en el saber sociológico actual.
Reconocer las estrategias de convivencia y conflictos de los dis-
tintos actores del espacio social, incorporando las experiencias de
los jóvenes, de las mujeres, de los negros, mestizos y indígenas, y
tratando de extender el derecho a la diferencia, es un imperativo
del trabajo sociológico. Necesitamos acompañar la transforma-
ción de las relaciones sociales, con garantías de libertad y de par-
ticipación social. En el horizonte de otro mundo posible, se podría
imaginar una ciudadanía segura, ejercida por el compromiso so-
cial en cuidar la vida social y las utopías colectivas. Es el horizonte
de la seguridad ciudadana.

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404
Feminicídios: o fato social
e o estado da arte
Letícia Maria Schabbach

Este capítulo analisa o fato social do feminicídio1, tema que vem


sendo amplamente debatido na academia e na sociedade civil (por
organizações sociais e coletivos de ativistas, sobretudo feministas).
Ao mesmo tempo, representa um problema social de alta relevân-
cia a ser enfrentado tanto pelos organismos internacionais quanto
pelos Estados Nacionais, especialmente nas sub-regiões da África
Subsaariana (pertencente à Região da África) e da América Latina
e Caribe, ALC (integrante da Região das Américas2), nas quais se
percebe uma concentração das mortes intencionais com vítima
mulher.
O feminicídio é compreendido, assimilado e produzido de for-
ma distinta pelas sociedades, bem como são variados os tipos de
respostas (estatais ou societais) a ele. Ademais, o próprio conceito
está em disputa no campo científico, não havendo consenso em
questões como: abrangência, se se refere ao gênero ou ao sexo/à
condição feminina, os seus diferentes cenários etc.

1
Ou femicídio ou femicide.
2
Conforme divisão utilizada pelo United Nations Office on Drugs and Crime
(UNODC). (s/d).

405
Letícia Maria Schabbach

Uma das definições conceituais aparece em nota técnica da Or-


ganização Mundial da Saúde (WHO, 2012) nestes termos:

“O femicídio é comumente entendido como o homicídio intencio-


nal de mulheres por serem mulheres, mas definições mais amplas
incluem quaisquer homicídios de mulheres ou meninas. Esta nota
informativa centra-se na definição mais restrita normalmente utili-
zada nas políticas, leis e investigação: homicídio intencional de mu-
lheres. O femicídio é geralmente perpetrado por homens, porém, às
vezes eles podem envolver familiares do sexo feminino. [...] a maio-
ria dos casos de femicídio é cometida por parceiros ou ex-parceiros
e envolve contínuos abusos na residência, ameaças ou intimidação,
violência sexual ou situações em que as mulheres têm menos poder
ou recursos do que os parceiros”.

No que tange à abrangência, Walby (2022) refere que os estudos se


dividem entre os que contemplam todas as mortes de mulheres e
aqueles que selecionam uma parte delas, a partir do entendimento
de que seriam violências praticadas por “motivação de gênero”, ou
pelo fato de as vítimas serem mulheres e, por isso, sujeitas a cir-
cunstâncias distintas das mortes masculinas.
A perspectiva aqui adotada é a de considerar feminicídio qual-
quer homicídio com vítima mulher, pois, em nossa opinião, não
é possível apartar um ou outro tipo dessas mortes (a exemplo das
praticadas por parceiros íntimos ou ex-companheiros3), enquanto
outros fatos não recebem a mesma atenção (vide as que ocorrem
nas redes de tráfico de drogas ou em outros contextos). Também é
de difícil apreensão empírica a noção de “motivação de gênero4”,
que possibilite demarcar certa fração da mortalidade violenta fe-
minina. Nosso pressuposto é de que existe uma “organização social

3
Ainda que a maior parte dos casos denunciados à polícia esteja associada à violên-
cia doméstica e familiar contra a mulher. (Pamplona, 2020; Gonçalves, 2022)
4
Gênero para Scott (1986, p. 86 e 88) é: “[...] um elemento constitutivo de relações so-
ciais baseadas nas diferenças percebidas entre os sexos e [...] uma forma primária de
dar significado às relações de poder. [...] Seria melhor dizer, o gênero é um campo
primário no interior do qual, ou por meio do qual, o poder é articulado”.

406
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

de gênero” (Steffensmeier and Allan, 2006) social e historicamente


construída, uma estrutura que atravessa todas as esferas sociais,
atualizando e reproduzindo as desigualdades entre os sexos.
A fim de contextualizar o fenômeno, apresentamos a seguir
dois gráficos relativos à distribuição – no mundo, nas regiões e
sub-regiões mundiais e nos países – das taxas por 100.000 de mu-
lheres vítimas de homicídios intencionais, contabilizadas pelo
Escritório das Nações Unidas sobre Drogas e Crime, UNODC, e cor-
respondentes ao ano de 2021.
O Gráfico 1 apresenta uma taxa mundial de mulheres vítimas
de homicídios intencionais de 2 mulheres por 100.000 em 2021.
Também se percebe que duas regiões possuíam taxas superiores
à mundial: Américas (2,9 mulheres vítimas) e África (2,1). Aproxi-
ma-se da média mundial a Ásia, com uma taxa de 1,8 vítimas, e
duas regiões apresentaram valores inferiores: Europa (0,9) e Oce-
ania (0,4). Além disso, percebe-se grande heterogeneidade interna
às regiões, em que os valores acima da média mundial de algumas
sub-regiões repercutiram nas taxas regionais. São elas: ALC (3,8
feminicídios, nas Américas), Sudeste Asiático (3,7, na Ásia), África
Subsaariana (3,6, na África) e Sul da Ásia (2,5, na Ásia).

407
Letícia Maria Schabbach

Gráfico 1 – Distribuição das taxas de mulheres vítimas de homicídios


intencionais por 100.000 mulheres, 2021, regiões, sub-regiões e mundo

Fonte: Elaboração própria, dados compilados de:


UNODC (https://dataunodc.un.org/).

O Gráfico 2 apresenta os 10 países com as taxas mais elevadas de


vítimas mulheres de homicídios intencionais em 2021, e sua res-
pectiva sub-região mundial, dentro de um intervalo que começa
em 5,5 (Belize) e atinge 9,7 (Antígua e Barbuda, “A&B” no gráfico).
Percebe-se, novamente, a posição de destaque da América Latina
e Caribe, com sete países entre as 10 primeiras posições: Antígua
e Barbuda (9,7), Jamaica (9,3), Santa Lúcia (8,8), Honduras (6,5),
México (6,2), Guatemala (6,1) e Belize (5,5). Em segundo lugar vem a
África Subsaariana, com dois países: Botsuana (7,6) e Namíbia (6,8).
E por fim, com um único país representado – Miamar (7,3) – apare-
ce o Sudoeste Asiático.

408
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

Gráfico 2 – Os 10 países com as maiores taxas de


mulheres vítimas de homicídios intencionais por 100.000
mulheres e respectiva sub-região mundial, 2021

Fonte: Elaboração própria, dados compilados de:


UNODC (https://dataunodc.un.org/).

A partir dessa contextualização, desenvolveremos, a seguir, três re-


flexões: i) as diferentes definições que constituíram a trajetória do
debate sobre os feminicídios; ii) o enfrentamento do problema na
América Latina e Caribe, com destaque para a legislação específica
e a padronização de procedimentos judiciais; c) o estado da arte da
produção científica internacional sobre o tema, no que se refere a
artigos científicos, a fim de se conhecer algumas características do
conhecimento acumulado ao longo dos anos.

409
Letícia Maria Schabbach

O conceito de feminicídio e alguns marcos do debate


acadêmico

O termo “femicídio” foi originalmente apresentado por Diana


Elizabeth Hamilton Russell5 no Tribunal Internacional de Crimes
contra as Mulheres ocorrido em Bruxelas em 1976, com o objetivo
de denunciar todas as formas de discriminação e opressão sofri-
das pelas mulheres em todo o mundo. Para a autora, o conceito de-
signa a forma mais extrema de violência, que deriva das relações
desiguais de poder entre os sexos dentro de uma cultura patriar-
cal e misógina. Russel enfatizou a importância da utilização dessa
expressão em substituição a categorias neutras, tais como assas-
sinato e homicídio, pois considerava que as últimas escondiam a
misoginia subjacente aos crimes letais contra as mulheres.
Mais tarde, em 1992, Russel publicou, em coautoria com a fe-
minista inglesa Jill Radford6, o livro Femicide: the politics of woman
killing (Radford and Russel, 1992). Com esta publicação, o femicí-
dio – definido como o assassinato misógino de mulheres por ho-
mens – foi introduzido no debate acadêmico, sobretudo feminista,
preenchendo uma lacuna existente à época sobre o assunto. Nessa
antologia, as organizadoras reuniram autoras feministas e ativis-
tas de direitos humanos, que contribuíram com trabalhos sobre os
Estados Unidos, o Reino Unido e a Índia. Além de trazer definições
conceituais, a obra problematizou questões como o racismo, a vio-
lência sexual sistemática e a lesbofobia. A partir de então, o con-
ceito tem sido amplamente empregado para definir o assassinato

5
Socióloga, escritora e ativista de origem sul-africana. Foi professora emérita de
Sociologia no Mills College em Oakland/Califórnia/USA. Falecida em 2020, possuía
pós-graduação em Ciências Sociais e Administração na London School of Economics,
e pós-doutorado em Harvard.
6
Feminista ativista, pesquisadora e professora. Vinculada à instituição “Rights of
Women”, que presta aconselhamento jurídico e orienta as mulheres sobre a legislação
inglesa e do País de Gales, Radford também atua na Universidade Aberta de Londres,
lecionando sobre estudos sobre mulheres e criminologia. Por anos acompanhou mul-
heres presas que aguardavam sentença de morte por assassinarem seus maridos.

410
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

de mulheres devido ao seu gênero7, sendo que muitas das ideias


expostas no livro reverberam até hoje no campo dos estudos sobre
gênero e na criminologia. A seguir, sintetizamos os postulados das
autoras.

a. Como o próprio título do livro sugere, o femicídio tem signi-


ficado político, identificável nas características que lhe são
inerentes.

Em primeiro lugar, além de ser um fato ignorado ou menospreza-


do pelo sistema jurídico e pelos meios de comunicação de massa,
o fato social contribui para a reprodução do status quo patriarcal.
Mais tarde, analisando o contexto latino-americano, Fregoso e
Bejarano (2010) trouxeram um argumento semelhante, ao enfati-
zarem que o feminicídio revela as relações de poder vinculadas ao
gênero e as hierarquias sociais alicerçadas em diferenças sexuais.
Na mesma linha, Pasinato (2011) enfatiza que os feminicídios, na
condição de configurações histórico-sociais, são produto de um
modelo patriarcal de dominação que persiste nas sociedades con-
temporâneas. Fragoso (2002) argumenta que as mortes de mulhe-
res não são devidas à condição de gênero, mas ao fato de que elas
não estariam desempenhando adequadamente os seus papeis de
gênero. Essa autora também trouxe a importância de incorporar a
questão da classe social e de outras estruturas de poder para anali-
sar o assassinato de mulheres, reconhecendo que existem experi-
ências diferentes de ser mulher, abrindo espaço, dessa forma, para
a incorporação das interseccionalidades.

7
Conforme Radford (1992, p. 10): “Nosso argumento é que, embora homens sejam fre-
quentemente mais assassinados do que as mulheres, eles raramente são mortos por
serem homens. Até nos raros casos de mulheres assassinando homens, é improvável
que elas os matem porque a vítima é homem. A maioria dos homicídios cometidos
por mulheres acontece por autodefesa ou representa uma tentativa desesperada de
autopreservação.”

411
Letícia Maria Schabbach

Nota-se a intenção das pesquisadoras de explicar às mulheres


que o ódio contra os seus corpos decorre da transgressão feminina
às regras do patriarcado.

“No contexto da análise feminista radical, o femicídio tem forte sig-


nificado político. Como forma de punição capital, ele afeta as mulhe-
res que são suas vítimas, suas famílias e amigos. Em geral, ele serve
como um meio de controlar as mulheres enquanto classe sexual, e,
como tal, é útil para a manutenção do status quo patriarcal. O femicí-
dio, quando reencenado no julgamento em tribunal e na representa-
ção midiática, é cercado pela mitologia da culpabilização da mulher”
(Radford, 1992, p. 7).

Ademais, designar a violência sofrida como femicídio permite às


mulheres nomearem as suas experiências e resistirem às agressões.

“Subjacente a esta definição está o reconhecimento da dissociação


entre as percepções e experiências de mulheres e homens sobre o
mundo social e a violência sexual. Ela dá prioridade às experiências
e entendimentos das mulheres em relação às intenções dos homens
e, como tal, é consistente com um dos princípios básicos do femi-
nismo – o direito das mulheres para nomear nossas experiências”
(Radford, 1992, p. 3).

b. “O femicídio, a morte misógina de mulheres por homens, é


uma forma de violência sexual.” (Radford, 1992, p. 3)

Como violência sexual, Radford (1992) designa não a agressão se-


xual em si (tal como aparece tipificada em categorias legais restri-
tas), mas o desejo masculino pelo poder, dominação e controle.

“Estupro, assédio sexual, pornografia e agressão física de mulheres


e crianças são todas diferentes expressões da violência sexual mas-
culina, ao invés de questões discretas e desconectadas. [...] Em vez de
espremer a experiência de abuso sexual em categorias jurídicas dis-
tintas, o conceito de um continuum permite-nos identificar e abordar
uma gama de experiências heterossexuais forçadas ou coercitivas. A

412
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

noção de um continuum facilita, ainda mais, a análise da violência


sexual masculina como uma forma de controle central para a manu-
tenção do patriarcado.” (Radford, 1992, pp. 3-4)

c. Não se trata de um fato isolado, pois se associa com outras


agressões (ou “formas de terrorismo”) cotidianas que as mu-
lheres sofrem.

“O femicídio está no extremo de um continuum de terror antifemi-


nino que inclui uma grande variedade de abusos verbais e físicos,
tais como estupro, tortura, escravidão sexual (particularmente na
prostituição), incesto e abuso sexual infantil extrafamiliar, agressão
física e emocional, assédio sexual (ao telefone, nas ruas, no escritório
e na sala de aula), mutilação genital (clitoridectomias, excisão, infi-
bulações), operações ginecológicas desnecessárias (histerectomias
gratuitas), heterossexualidade forçada, esterilização forçada, mater-
nidade forçada (via criminalização da contracepção e do aborto), psi-
cocirurgia, negação de alimentos às mulheres em algumas culturas,
cirurgia estética e outras mutilações em nome do embelezamento.
Sempre que estas formas de terrorismo resultam em morte, elas se
tornam femicídios.” (Caputi8; Russel, 1992, p. 15)

d. As duas últimas citações remetem, ainda, à premissa de que


o femicídio é o resultado extremo de um continuum de vio-
lências anteriormente sofridas pelas mulheres e meninas.

Um ano após a publicação do livro de Russel e Radford (1992)


em 1993, uma série de assassinatos brutais de mulheres em Ciudad
Juarez (incluindo estupro, tortura, estrangulamento e exposição
de seus corpos mortos pelas ruas da cidade) no México, no esta-
do de Chihuahua, situado na fronteira com os Estados Unidos,

8
Jane Caputi é uma acadêmica feminista, professora na Florida Atlantic University,
situada em Boca Raton/Flórida, nos Estados Unidos. Ela é reconhecida pelos estudos
sobre mulheres e enfoques culturais.

413
Letícia Maria Schabbach

catapultaram o interesse acadêmico e a militância feminista em


relação à questão do femicídio. Esse fato ultrapassou fronteiras
nacionais e continentais, reverberando em posicionamentos da
Anistia Internacional e do Parlamento Europeu. Em grande parte
das mortes não foram encontrados os corpos e não foram iden-
tificados os criminosos; além disso, embora existissem indícios
claros de que os crimes decorriam do ódio extremo contra as mu-
lheres – uma circunstância agravante –, as mortes haviam sido
tipificadas pelo sistema de justiça mexicano como homicídios sim-
ples. O caso de Ciudad Juarez foi levado à Corte Interamericana
de Direitos Humanos, da Organização dos Estados Americanos
(OEA), e apenas em dezembro de 2009 o Estado mexicano foi consi-
derado culpado pelos feminicídios ocorridos no chamado “Campo
Algonodero”. Na falta de um número preciso, estima-se que cen-
tenas de mulheres foram – e continuam sendo – mortas naquela
cidade mexicana.
Em 1998, Maria Marcella Lagarde y de Los Ríos9 usou, pela pri-
meira vez na América Latina, o termo “feminicídio” para descre-
ver os assassinatos acontecidos em Ciudad Juarez, denunciando a
omissão do Estado e a impunidade, por conta da não apresentação
e não condenação dos agressores. Eleita deputada federal no Con-
gresso mexicano, Lagarde ajudou a constituir uma comissão espe-
cial sobre feminicídios, que verificou a disseminação do fenômeno
por toda a ALC, ultrapassando os limites de Ciudad Juarez.
Lagarde defendeu o uso do termo “feminicidio” em substitui-
ção a “femicidio”, palavra que traduz “femicide” para a língua es-
panhola. Na apresentação da edição espanhola do livro de Diana
Russell e Roberta Harmes10, Femicide in global perspective (2001),
a antropóloga mexicana esclarece que preferiu utilizar, com o

9
Antropóloga e pesquisadora na Universidade Nacional Autónoma do México
(UNAM), foi deputada federal mexicana.
10
Pesquisadora feminista independente, colaboradora de Diana Russel em vários
trabalhos. Esteve vinculada ao Colorado College, em Colorado Springs, nos Estados
Unidos.

414
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

consentimento de Russel, o termo feminicídio ao invés de femicí-


dio, porque considerava o último apenas a declinação feminina de
homicídio, baseada na especificação do sexo da(s) vítima(s), quais
sejam, mulheres e meninas. Em contrapartida, a palavra femini-
cídio evocaria os crimes de ódio e a máxima violência de gênero
contra as mulheres. Para ela,

“[...] o feminicídio é um crime de Estado, na medida em que o Estado


não consegue garantir a vida e a segurança das mulheres em geral,
que sofrem diariamente várias formas e graus de violência ao longo
da sua vida. [...] enquanto violência institucional, caracteriza-se, tam-
bém, pela falta de esclarecimento dos casos, pela falta de acesso à jus-
tiça, à verdade e à reparação dos danos. Tudo isto constitui a fratura
do Estado democrático de direito” (Lagarde y De Los Rios, 2001, p. 12).

Por meio da defesa do conceito de feminicídio, Lagarde denunciou


a ausência de resposta (por inércia, negligência, omissão ou cum-
plicidade) do Estado mexicano, mas também latino-americano,
frente aos desaparecimentos e mortes violentas de mulheres, des-
cumprindo suas obrigações internacionais de proteção, inclusive
a de investigar e de punir tais crimes. Em publicação de 2004, ela
designou o fato como um crime de lesa humanidade (Lagarde y De
Los Rios, 2004) e, em 2007, defendeu a criação de legislação espe-
cífica no México.
Outra referência latino-americana nesse debate é Rita Laura
Segato11. Em artigo de 2006, Segato equiparou o feminicídio a um
crime de ódio, como também o são o racismo e a homofobia. O im-
pulso de ódio para com a mulher seria a consequência da infração
feminina das leis patriarcais, especialmente quanto ao controle
do seu corpo e à suposta superioridade masculina. O fato também
representa um crime de poder, tanto para mantê-lo quanto para
reproduzi-lo.

11
Antropóloga feminista e escritora argentina. Atuou em várias universidades
latino-americanas.

415
Letícia Maria Schabbach

Nesse contexto, o termo “feminicídio” popularizou-se, sobre-


tudo, nos países de língua espanhola; contudo, assinala Pasinato
(2011), a expressão “femicídio” permanece sendo empregada.

O enfrentamento dos feminicídios na América Latina


e Caribe

Tratados, declarações internacionais e legislações específicas, em


grande parte como resultado das reivindicações feministas por
maior proteção às mulheres e meninas, acompanharam o itinerá-
rio do debate sobre feminicídios na ALC. Em seguida, examinare-
mos alguns desses instrumentos.
Em 1994, ocorreu a Convenção Interamericana para Prevenir,
Punir e Erradicar a Violência Contra a Mulher, conhecida como
Convenção do Belém do Pará. Ela foi adotada pela Assembleia Ge-
ral da Organização dos Estados Americanos (OEA) e passou a com-
por o Sistema Interamericano de Proteção aos Direitos Humanos.
Trata-se do primeiro tratado internacional legalmente vinculante
que criminaliza todas as formas de violência contra a mulher.
Ao longo das décadas de 2000 e de 2010, a maioria dos países
latino-americanos e caribenhos criou legislação específica relacio-
nada à violência de gênero ou ao feminicídio, introduzindo alte-
rações nos códigos penais, tanto como crime autônomo (novo tipo
penal) quanto como condição agravante e qualificadora dos homi-
cídios em que as vítimas são mulheres. Até a finalização deste estu-
do, 18 (55%) dos 33 países da região possuíam normativas com esse
propósito. Cinco países foram os pioneiros, instituindo leis entre
os anos de 2002 e 2010: Argentina (2002), Costa Rica (2007), Gua-
temala (2008), Colômbia (2008) e Chile (2010). Todavia, a maioria
criou legislação no período de 2011 a 2017 (13 países, 72% dos que
têm legislação) (Agência Patrícia Galvão, s.d.; Baptista, 2022).
As leis variam significativamente de um país a outro quanto
às definições, penalidades e abordagens de prevenção (quando
416
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

existentes). Segundo Baptista (2022), 14 (78%) dos países definem fe-


minicídio como crime autônomo, 12 (67%) propõem exclusivamen-
te alterações no código penal, ao passo que apenas 6 acrescentam
leis gerais, políticas públicas ou mecanismos protetivos à mulher.
A pena privativa de liberdade atribuída, na maioria dos casos (10
países, 56%), situa-se no intervalo entre 20/25/30 anos (mínimo)
e 40 anos (máximo). Guatemala e México têm limite máximo mais
longo, 50 e 60 anos ou mais, respectivamente. Argentina e Chile
incluem prisão perpétua. Intervalos mais curtos constam na legis-
lação do Brasil, Paraguai, Uruguai e Peru (de 10/12/15 até 30 anos
de prisão).
Enquanto isso, 15 países latino-americanos e caribenhos (45%)
não possuíam, até a conclusão desse trabalho, legislação específi-
ca, sendo eles Antígua e Barbuda, Bahamas, Barbados, Belize, Do-
minica, Granada, Guiana, Haiti, Jamaica, Puerto Rico, Saint Kitts
e Nevis, Santa Lucia, Saint Vicent and the Grenadines, Suriname,
Trinidad e Tobago.
Quanto às outras regiões mundiais, de acordo com as fontes
utilizadas (Campos, 2015; Observatório de Igualdad de Género de
América Latina y el Caribe, 2018; Agência Patrícia Galvão, s.d.), ne-
nhum outro país possuía lei focalizada nos feminicídios. Contudo,
indicadores do Banco Mundial (World Bank, s.d.) mostram que 32
(ou 17% de 190 cadastrados), dentre eles o Haiti, da ALC, não possui
legislação sobre violência doméstica.
Em 2012, as Nações Unidas (ONU), junto ao UNODC, promulga-
ram declaração sobre o feminicídio, considerando-o o assassinato
de mulheres e meninas por causa de seu gênero, que pode assumir
as seguintes formas.

• por violência por parceiro íntimo,


• tortura e assassinato misógino,
• em nome da “honra”,
• no contexto de conflito armado,

417
Letícia Maria Schabbach

• relacionados com o dote,


• devido à orientação sexual e à identidade de gênero,
• aborígenes e indígenas por causa de seu gênero,
• infanticídio feminino e feticídio de seleção de sexo com
base no gênero,
• mortes relacionadas à mutilação genital,
• acusações de bruxaria,
• outros feminicídios ligados a gangues, crime organizado,
traficantes de drogas, tráfico de tráfico de pessoas e pro-
liferação de armas pequenas. (Laurent et al., 201312 apud
Weil, 2016).

Em 2014, o Escritório Regional para a América Central do Alto


Comissariado das Nações Unidas para os Direitos Humanos,
com o apoio do Escritório Regional para as Américas e o Caribe
da Entidade das Nações Unidas para a Igualdade de Gênero e o
Empoderamento das Mulheres (ONU Mulheres), no marco da
campanha do Secretário-Geral das Nações Unidades pelo fim da
violência contra as mulheres, lançou o Modelo de Protocolo Latino-
Americano de Investigação de Mortes Violentas de Mulheres por
Razões de Gênero (feminicídio/ feminicidio) (ONU, 2014). Ele foi o
produto de dois anos de trabalho envolvendo um amplo espectro
de profissionais da ALC e Europa.
O documento considera femicídio ou feminicídio (ou o homi-
cídio agravado de mulheres e meninas) como a morte violenta de
mulheres por razões de gênero, que ocorre no âmbito familiar ou
no espaço público, e pode ser perpetrada por particulares ou exe-
cutada, ou tolerada, por agentes de Estado, por ação ou omissão.

12
Laurent C., Platzer, M.; Idomir, M. (eds). Femicide: A Global Issue that Demands
Action. Vienna: Academic Council on the United Nations System (ACUNS), 2013; apud
Weil (2016).

418
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

Ressaltando a obrigação de os Estados nacionais transformarem


os padrões sociais e culturais que perpetuam as situações de discri-
minação e violência contra mulheres e meninas, o Protocolo prevê
diretrizes e procedimentos judiciais para os crimes correlatos, a
serem aplicados por funcionários e funcionárias responsáveis por
conduzir a investigação e a persecução penal das mortes de mulhe-
res por razão de gênero.
No Brasil, em 2018, os estados de Pernambuco, Paraíba e Rio
Grande do Sul foram os primeiros a assinarem o Protocolo, ali-
nhando a ele os procedimentos policiais, periciais, judiciais e da
saúde durante o processamento e julgamento das denúncias. Con-
forme as Diretrizes Nacionais de Feminicídio (Brasil, 2016), a in-
vestigação eficaz das mortes de mulheres deve contemplar todas
as situações que apresentem indícios de violência ou que sugiram
que ela tenha ocorrido, incluindo os casos de suicídio ou de morte
aparentemente acidental. Adicionalmente, também considera que
as diversas formas de violência impõem, em geral, um sofrimento
adicional à vítima, por exemplo: agressão sexual, cárcere privado,
tortura, uso de meio cruel ou degradante, mutilação ou desfigu-
ração de partes do corpo associadas à feminilidade (rosto, seios,
ventre, órgãos sexuais).

Estado da arte dos estudos sobre feminicídios

O debate acadêmico sobre os feminicídios ampliou-se nos últimos


anos, já sendo possível vislumbrar uma produção robusta sobre
o tema em todo o mundo. Porém, pouco se sabe sobre as caracte-
rísticas dessa produção, por exemplo, a sua evolução ao longo do
tempo, a distribuição dos estudos por países e regiões mundiais,
os periódicos que mais publicam, que áreas e subáreas científicas
estão representadas e se predominam publicações colaborativas
(mais de um autor) ou individuais.

419
Letícia Maria Schabbach

Com o intuito de preencher esta lacuna, realizamos13, entre os


anos 2021 e 2022, uma pesquisa de estado da arte da produção aca-
dêmica, a partir dos descritores femicídio, femicide e feminicídio
(em português, inglês e espanhol), e com o uso do operador boole-
ano “or”. A consulta limitou-se aos artigos (com exclusão de livros,
capítulos, trabalhos de conclusão de curso, dentre outros) cadas-
trados em dois acervos científicos virtuais: Portal dos Periódicos
da Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior
(CAPES) e Scielo (Scientific Electronic Library Online). Ao longo da
pesquisa também foram inseridos outros estudos que não cons-
tavam nas listas iniciais dos acervos pesquisados, mas que foram
encontrados de forma aleatória ou referidos por outros autores.
Delimitamos o período das publicações até 2021, uma vez que as
de 2022 não estavam integralmente disponíveis à época.
A partir da extração nas bibliotecas virtuais, as informações
sobre os artigos foram organizadas em um banco Excel especial-
mente construído para a pesquisa. Foram excluídos os trabalhos
repetidos, as publicações que não eram artigos científicos (livros,
reportagens em jornais eletrônicos, trabalhos acadêmicos, bancos
de dados, sites etc.) ou que não tratavam de feminicídio ou, ain-
da, que não estavam acessíveis (para download). Os 1.087 títulos
restantes foram baixados (em arquivo pdf) para uma biblioteca do
Software Zotero, a fim de realizarmos, futuramente, uma análise
de conteúdo sobre as definições de feminicídio e as estratégias me-
todológicas utilizadas pelos autores(as).
Em seguida, construiu-se outro banco Excel com as informações
sobre os(as) autores(as) dos artigos, cujo total ultrapassou o número
de trabalhos, pois muitos deles envolvem coautoria. Para conhecer o
país de origem e a área e subárea de atuação dos(as) autores(as), foi

13
Para a consulta nos acervos virtuais e a organização das bases de dados, a pesquisa
contou com a colaboração das bolsistas de iniciação científica (IC): Fernanda da Costa
Xavier (bolsa PROBIC FAPERGS-UFRGS), Isabela Siedekum de Oliveira (bolsa PROBIC
FAPERGS-UFRGS) e Luana Dorfman Ramos (bolsa PIBIC CNPq-UFRGS), na época es-
tudantes de graduação da Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

420
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

necessário coletar informações em outros sites institucionais e pro-


fissionais, uma vez que a maioria dos artigos não continham tais es-
pecificações. Devido a essa busca adicional, para a análise realizada
neste capítulo selecionamos uma amostra aleatória de 211 autores.
A seguir apresentamos os principais resultados da revisão sistemá-
tica da produção mundial sobre feminicídios.

Distribuição temporal dos artigos

Como se percebe no Gráfico 3, o primeiro artigo foi publicado


em 1998, verificando-se um crescimento a partir de 2010, que acom-
panha a promulgação, em vários países, de legislação específica
sobre feminicídios. Também se observa um decréscimo entre 2020
e 2021, porém, não é possível afirmar se se trata de uma tendência ou
de algo pontual. 93% dos trabalhos foram publicados a partir de 2011.

Gráfico 3 – Distribuição dos artigos sobre feminicídios no período


de 1998 (primeira publicação) a 2021, números absolutos, Mundo.

Fonte: Pesquisa.
N = 1.087 títulos.

421
Letícia Maria Schabbach

Os periódicos que mais publicam

Os 1087 trabalhos foram publicados por cerca de 590 revistas ou


jornais. Na Tabela 1 são expostos, em ordem decrescente, os títu-
los dos 10 periódicos que mais publicaram no período entre 1998
e 2021, com editora sediada em: Brasil (4 revistas), México (3),
Estados Unidos (1), Espanha (1) e Colômbia (1). Em conjunto, as 10
editoras publicaram 170 artigos no período sob análise, correspon-
dendo a 16% dos títulos. A maior quantidade, 40 artigos, foi publi-
cada pela revista brasileira “Estudos Feministas”.

Tabela 1 – Revistas e jornais que mais publicaram artigos


sobre feminicídio no período 1998-2021, mundo

Periódicos ISSN País Total % do total


Estudos Feministas 1806-9584 Brasil 40 4%
Ciência & Saúde Coletiva 1678-4561 Brasil 20 2%
Direito e Práxis 2179-8966 Brasil 19 2%
Revista Mexicana de Ciencias
0185-1918 México 17 2%
Políticas y Sociales
Ártemis 1807-8214 Brasil 17 2%
Liminar. Estudios Sociales y
2007-8900 México 12 1%
Humanísticos
Estados
Current Sociology (Sage) 1461-7064 12 1%
Unidos
Estudios sobre el Mensaje
1134-1629 Espanha 11 1%
Periodistico
Logos, Ciência & Tecnología 2145-549X Colômbia 11 1%
Región y Sociedad 2448-4849 México 11 1%
Total de artigos publicados
---- ---- 170 16%
pelas 10 revistas
Fonte: Pesquisa. N = 1.087 artigos.

422
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

Localização geográfica dos autores e editoras

Como se verifica no Gráfico 4, quanto à região dos autores e das


sedes das editoras dos periódicos que publicaram artigos sobre fe-
minicídios, a grande maioria é da América Latina e Caribe (ALC),
correspondendo a 72% dos autores e 65% das editoras. Em seguida
aparecem: Europa (14% e 20%, respectivamente) e Canadá/Estados
Unidos (12% e 13%, respectivamente). A quase totalidade (99%) dos
autores e sedes das editoras concentram-se nessas três regiões. Por
outro lado, comparando-se os percentuais dos locais entre auto-
res e editoras, constata-se que alguns autores latino-americanos
estão procurando publicar seus trabalhos em periódicos interna-
cionais, cujas editoras estão sediadas em outras regiões, sobretudo
na Europa.

Gráfico 4 – Distribuição percentual da localização geográfica


(em regiões) dos autores e das sedes das editoras que publicaram
artigos sobre feminicídios no período de 1998 a 2021, mundo

Fonte: Pesquisa.
N = 1.087 artigos, n = 211 autores.

423
Letícia Maria Schabbach

Autoria individual ou coletiva

Como se observa no Gráfico 5, a maioria dos trabalhos (59%) é indi-


vidual, enquanto a produção coletiva atinge 41% do total.

Gráfico 5 – Distribuição percentual dos artigos conforme


o número de autores, 1998-2021, mundo.

Fonte: Pesquisa.
N = 1.080 artigos, excluídos sete casos de não se aplica
(por exemplo, editoriais de revistas).

Áreas científicas de pertencimento dos(as) autores (as)

Para a distribuição dos autores dos artigos por áreas disciplinares,


utilizamos a classificação do CNPq14, por Grande Área ou Subárea
do Conhecimento. Contudo, devido a que nossa amostra não se li-
mita a pesquisadores brasileiros, ou quando não foi possível de-
sagregar o setor informado nos sites pesquisados (por exemplo,
Ciências Sociais e Letras), mantivemos a denominação atribuída.
O Gráfico 5 mostra que, dentre as grandes áreas, a distribuição
dos autores foi a seguinte: Ciências Humanas (40%), Ciências da
Saúde (24%), Ciências Sociais Aplicadas (23%) e Linguística, Letras
e Artes (13%). No que se refere às áreas e disciplinas, selecionamos

14
Fonte: http://www.cnpq.br/areasconhecimento/index.htm

424
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

as que apresentaram maior frequência de autores (até 5% do total


geral), sendo elas: Sociologia, Psicologia, Ciência Política ou Re-
lações Internacionais e Ciências Sociais (na Grande Área das Ci-
ências Humanas); Medicina e Enfermagem (na Grande Área das
Ciências da Saúde); Direito e Comunicação (na Grande Área das
Ciências Sociais Aplicadas) e Letras, Línguas ou Literatura (na
Grande Área de Linguística, Letras e Artes). Isoladamente, notou-
-se uma maior frequência de autores pertencentes à área de Letras,
Línguas ou Literatura (12% do total).

Gráfico 6 – Distribuição percentual dos autores de artigos sobre


feminicídios conforme a Grande Área e Área do conhecimento
do CNPq, ou área disciplinar, 1998 a 2021, mundo

Fonte: Pesquisa.
N = 210 autores(as). Em um caso não foi possível
identificar a área profissional do(a) autor(a).

Em conjunto, esses resultados delineiam um panorama abrangen-


te da produção científica sobre feminicídios no mundo a partir
das fontes consultadas. Ele cobre um período de 23 anos, de 1998
(quando foi publicado o primeiro trabalho identificado nos acer-
vos virtuais) a 2021.
425
Letícia Maria Schabbach

Considerações finais

O capítulo analisou os feminicídios – a morte violenta de mulhe-


res devido ao gênero – como fenômeno distribuído pelas regiões
mundiais conforme as taxas de homicídios intencionais de mulhe-
res. Três sub-regiões mundiais destacaram-se no cenário mundial,
apresentando taxas elevadas de mulheres vítimas de homicídios
intencionais por 100.000 mulheres, e com valores muito próximos
entre si: ALC (3,8), Sudoeste Asiático (3,7) e África Subsaariana (3,6).
Também foram examinadas diferentes definições sobre o fato
social, incluindo suas várias dimensões e significados, a partir da
produção de autoras feministas como: Russel, Radford, Caputi, La-
garde, Segato, dentre outras. Trata-se de um conceito em disputa
quanto à abrangência e características (Walby, 2022).
Verificamos que ações de enfrentamento dos feminicídios –
como tratados internacionais, legislação específica e protocolos
de procedimentos judiciais – foram implementadas na década
de 2010 na maioria dos países latino-americanos e caribenhos.
Tais iniciativas são exclusivas dessa sub-região mundial, não ten-
do sido identificadas nos outros locais com taxas elevadas de mor-
tes de mulheres (a exemplo das duas sub-regiões supracitadas).
O capítulo apresentou, de forma inédita, um estado da arte
sobre o assunto com base nos artigos científicos catalogados em
acervos virtuais. Aqui é preciso esclarecer uma limitação do estu-
do: a não inclusão de livros e capítulos de livros sobre o tema, que
são abundantes.
A partir da pesquisa realizada, constatamos que a produção
científica sobre feminicídios elevou-se a partir de 2011, provavel-
mente por decorrência da implantação de legislação específica,
bem como do ativismo dos movimentos feministas que contribuí-
ram para o avanço legislativo, a atenção judicial e a intensificação
do debate acadêmico sobre o assunto. Há uma concentração dessa
produção na ALC, com 72% da localização dos autores e 65% das

426
Feminicídios: o fato social e o estado da arte

sedes das editoras. Dentre os autores, predomina a autoria indivi-


dual (59% dos casos) e oriunda das grandes áreas de conhecimento
das Ciências Humanas (40%), seguida das Ciências da Saúde (24%)
e Ciências Sociais Aplicadas (23%). Quanto às áreas, destaca-se a
das Letras/Línguas e Literatura, com 12% de participação exclusiva.
A ALC constitui-se, portanto, em um grande polo de convergên-
cia das iniciativas de enfrentamento e da produção científica so-
bre feminicídios; ainda assim, muitos de seus países continuam a
ostentar altas taxas de mortes violentas de mulheres. Portanto, é
preciso aprofundar o conhecimento sobre os cenários dos femini-
cídios, avaliar as políticas de prevenção e intensificar intervenções
que sejam eficazes para a sua redução. E, ainda, ampliar o debate
e disseminar políticas específicas para atingir outras regiões mun-
diais, de forma a trazer visibilidade e resolutividade ao fenômeno.

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431
O problema do individualismo
Apontamentos para um ensaio
sobre o individualismo no Brasil

Michel Misse

O problema principal que procuro desenvolver neste trabalho é o


seguinte: na sociabilidade urbana brasileira, há deficiência ou ex-
cesso de individualismo? Justifico a questão, colocada de modo tão
geral, porque é comum, seja na percepção social, seja mesmo em
muitos trabalhos das ciências sociais sobre o Brasil, uma recepção
muito ambígua do termo individualismo, que serve ora para apon-
tar seus excessos (no sentido de um individualismo perverso), ora
para apontar sua falta – comparativamente aos Estados Unidos,
por exemplo – (no sentido em que individualismo, direitos huma-
nos, competência quanto aos interesses e valores da cidadania
produzem uma simbiose cultural moderna e desejável).
Evidentemente, o problema principal exige um tratamento pré-
vio da questão da modernidade do individualismo, que esclareça
os variados modelos implícitos que permitem as ambiguidades de
seu uso, seja no senso comum, seja na teoria ou na explicação siste-
máticas. No Brasil, a questão, tal como se apresentou nas ciências
sociais a partir de meados dos anos 70, foi muito influenciada pelo
modelo proposto por Louis Dumont (Dumont, 1966; 1970). Deixa-
rei, por isso, essa discussão para o final, quando então passarei aos

433
Michel Misse

principais argumentos em uso na literatura brasileira recente. É


que ela já supõe estabelecidos certos fundamentos do individualis-
mo moderno, que, por me parecerem ainda problemáticos, exigem
um longo tratamento prévio. Na primeira parte deste trabalho,
discuto as ambiguidades da categoria individualismo e proponho
uma categoria problematizadora de sua exclusiva fundamentação
moderna, a de individualismo hierárquico. Na segunda parte, discu-
to diretamente a questão principal do trabalho.

Ambiguidades filosóficas

Na cultura política, o termo individualismo parece ter sido intro-


duzido (ou pelo menos divulgado) a partir de Tocqueville, em seu
esforço para explicar as características da democracia norte-ame-
ricana de meados do século passado (Bellah, 1985). Mais ou menos
na mesma época, Marx se referia à liberação do indivíduo do seio
das relações de dependência comunais como um fenômeno histó-
rico ligado ao desenvolvimento do mercado capitalista a partir do
século XVIII (Marx, 1967). Por um lado, o termo indicava o resul-
tado de um processo histórico-social, seja como um fato cultural
e social, seja como uma forma de comportamento que obteve cres-
cente legitimidade; por outro, indicava potencialmente a ideia de
uma matriz de sentido última (Misse, 1996), de uma subjetividade
singular e concreta que restaria como único fundamento legíti-
mo da razão, do conhecimento e da realidade. Portanto, como um
fundamento que esclarecia definitivamente todas as cosmologias
como fatos culturais e sociais e processos históricos, derivados, em
última análise, de matrizes de sentido individuais (O eu de Fichte
e o de Strauss).
O emprego de modelos individualistas-utilitaristas da nascen-
te ciência econômica do século XVIII reconhecia as postulações
da filosofia política inglesa do século XVII quanto à separação en-
tre esfera pública e privada e quanto à legitimidade de considerar
434
O problema do individualismo

como natural que cada indivíduo persiga seus próprios interesses


até os limites que um pacto entre eles permitisse (Parsons, 1965).
No entanto, não ficava claro – exceto pela generalização – a dife-
rença entre o individualismo dos condottieri fiorentinos do século
XV, que inspirou o reconhecimento e a descrição da separação en-
tre vontade de poder e virtude moral e pública, em Machiavel, e o
individualismo moral-utilitarista, dos séculos XVII e XVIII, senão
pelo que indicava de crescente legitimação (e contenção pactada)
de uma mesma forma de comportamento.
Essa ambiguidade percorre toda a filosofia política inglesa da
época e o modelo utilitarista da economia política do século XVIII
e pode ser assim descrita: legitimação moral do comportamento
do indivíduo que perseguia racionalmente seus próprios interes-
ses (em comparação com os padrões normativos medievais), a
ponto de naturalizá-lo (como em Hobbes) ou a ponto de conside-
rá-lo como único fundamento razoável de qualquer ordem social
e necessidade de contenção moral desse mesmo comportamento,
decorrente de uma necessidade de ordem social que só podia apa-
recer agora como sendo posterior ou necessária a ele.1
A subjetividade moderna nascia portadora de duas exigências
internas contraditórias entre si: uma que a diferenciava como sin-
gularidade; outra que a restituía ao universal, ao todo social; uma
que exigia racionalidade utilitarista, outra que exigia respeito a
valores não-utilitários. As várias tentativas de solução dessa ambi-
guidade, seja no âmbito da filosofia política utilitarista inglesa, seja
no racionalismo da filosofia idealista alemã ou no materialismo
francês dos enciclopedistas, apenas desenvolveram coerentemen-
te o dilema, como se pode notar na ideia kantiana de personalidade,
ou na tentativa hegeliana de dialetizar o espírito objetivo; ou, ainda,

1
Curiosamente, as referências empíricas ao estado de natureza potencialmente beli-
coso (Hobbes) ou razoavelmente competitivo (Locke) são retiradas de um medievo eu-
ropeu já idealizado como individualista, quando na verdade se inspiram nos próprios
processos de individuação em curso desde o século XV. Sobre o estado de natureza
como um campo mitológico, ver Misse, 1996, p. 69, nota 11.

435
Michel Misse

na tentativa de Bentham (esboçada antes por Hume) de fundamen-


tar os requisitos morais nos pressupostos utilitários.2
Nesse contexto intelectual de questões, Tocqueville e Marx
abordaram o problema do individualismo moderno. Para Tocque-
ville, a América oferecia, por um lado, um cenário ideal de realiza-
ções sociais a partir de um fundamento individualista; por outro,
como europeu, Tocqueville podia notar o quanto a inexistência (ou
a possibilidade de diminuição) de barreiras sociais ao individualis-
mo podia ameaçar o igualitarismo da sociedade americana.
Marx, por sua vez, via nas formas de sociabilidade produzidas
entre os trabalhadores pelo capitalismo europeu as bases de uma
sociedade futura que equilibrava dialeticamente as necessidades
individuais e a capacidade social de atendê-las racionalmente,
rompendo com o dilema. O conceito (e a consciência) de classe re-
solveriam, para Marx, a questão, que lhe parecia inteiramente con-
taminada pela ideologia dominante, a qual ocultava (sob a forma
de uma resolução especulativa) sua contradição intrínseca.
Torna-se necessário acrescentar, porém, que tanto Marx quan-
to Tocqueville procuravam separar o individualismo, enquanto
fenômeno histórico, do estatuto do indivíduo, enquanto recurso
metodológico da explicação social. Em outras palavras, manti-
nham a separação analítica entre o indivíduo empírico, que podia
não seguir um curso de ação individualista, e o individualismo
enquanto fenômeno histórico e cultural (em Tocqueville) ou ide-
ologia (no caso de Marx). Nem sempre fica claro quando um e ou-
tro empregam uma racionalidade do indivíduo empírico ou uma
racionalidade do indivíduo empírico individualista; isso porque,
a meu ver, o próprio individualismo moderno universalizava e
parecia esclarecer atributos do indivíduo empírico em qualquer
sociedade humana, porém não era capaz de separar com clareza

2
Weber ecoará essa ambivalência em sua distinção entre racionalidade com relação a
fins e racionalidade com relação a valores, ou, mais grosso modo, entre racionalidade e
tradição (Weber, 1968, cap. 1).

436
O problema do individualismo

os três principais aspectos analíticos implicados: indivíduo empí-


rico enquanto tal, individualidade como matriz de sentido e indi-
vidualismo como processo histórico e sociocultural, como cultura
e ideologia. Os conceitos sociológicos mais bem-sucedidos, como
os de ator e agência, mantêm a ambivalência3 e as teorias metodo-
logicamente individualistas (como as de escolha racional) evitam
analiticamente enfrentá-lo. Vejamos um pouco em detalhe este
problema.

O indivíduo empírico

Os diferentes atributos do indivíduo empírico humano, generali-


zados como natureza humana, são objeto de indagação sistemáti-
ca desde sempre e se enquadram no saber dominante de qualquer
sociedade humana, sob uma forma cosmológica e religiosa, ou
sob uma forma naturalista, social ou fisiológica. Um exemplo en-
tre inumeráveis é o embate milenar nas sucessivas civilizações da
Ásia do Sul (especialmente na península hindu) entre escolas reen-
carnacionistas e escolas materialistas quanto aos atributos indivi-
duais do ser humano.4 Na Grécia Clássica, o embate entre sofistas e
socráticos pode ser um outro exemplo.5
A separação entre corpo e alma, combatida pelas escolas ma-
terialistas, já se dá, pelo menos há sete séculos, enquadrada numa
concepção de indivíduo empírico analiticamente separado da
comunidade e da natureza. A reatualização cristã da questão, de
Santo Agostinho a Pascal, depende dessa separação. É absurda a

3
O mesmo problema aparece multiplicado quando se trata de considerar entida-
des coletivas como atores ou agências, portadores, de algum modo, dos predicados
do sujeito e da subjetividade. Para uma tentativa recente de enfrentar a questão, ver
Domingues, 1996.
4
Cf. Dasgupta, 1975.
5
Cf. Platão, A República, 1. Enquanto o argumento de Trasímaco sobre o que é justo é
social, naturalista e individualista – justo é o que interessa ao mais forte, o argumento
platônico é cosmológico e transcendental – justo é uma essência, uma ideia perfeita.

437
Michel Misse

interpretação de que o individualismo moderno resulta dessa tra-


jetória filosófica (incluindo mesmo Descartes), pois isso apenas
significaria que ela resulta de uma problemática que, em todas
as suas variantes culturais, remonta às discussões cosmológicas
mais afastadas no tempo. A primeira ambivalência aqui pode ser
decorrente de uma confusão entre, de um lado, cosmologias que
atribuem predicados aos indivíduos empíricos e, de outro lado, a
concepção especificamente moderna dos indivíduos como matriz
última de sentido. A segunda ambivalência pode decorrer da confu-
são entre indivíduos empíricos considerados sob uma perspectiva
naturalista, fenomênica e a perspectiva puramente epistemológi-
ca (embora com efeitos ontológicos) de um ente de conhecimento
e de razão, o qual não pode ser reduzido a um indivíduo empírico
fenomenicamente considerado.6
Não cabe aqui desenvolver essa discussão, que nos afastaria de
nosso objeto. Dela devemos reter apenas quatro significados dis-
tintos de indivíduo empírico:

[1] Indivíduo empírico sob uma perspectiva naturalista


[2] Atributos cosmológicos do indivíduo empírico
[3] Indivíduo empírico como matriz de sentido
[4] Indivíduo empírico como portador ou buscador de um Ente
de Conhecimento e Razão Transcendental.

A análise desses quatro significados devolve-os à sua matriz mais


arcaica: [3] e [4] podem ser apenas atributos de [1] e [2], isto é, o in-
divíduo empírico é considerado numa perspectiva naturalista ou
numa perspectiva cosmológica. No primeiro caso, a materialida-
de de seus atributos reflete sobre si mesma: o indivíduo singular

6
Esse parece ser o caso das interpretações que põem Descartes na base filosófica do
individualismo moderno. No entanto, o cogito cartesiano é postulado por um ente de
razão, genérico à humanidade, e jamais por um indivíduo empírico-corporal e singu-
lar. Em outras palavras, o Sujeito cartesiano se dualiza com os atributos individuais,
como bem entendeu Spinoza.

438
O problema do individualismo

finito e corporal tem o atributo material de pensar essa sua con-


dição e suas determinações materiais. No segundo caso, uma cos-
mologia (vinda por revelação ou por tradição) integra o indivíduo
empírico em sua própria transcendência, atribuindo-lhe um signi-
ficado determinado.
É importante considerar que mesmo a perspectiva naturalista
pode ser tomada também como mais uma cosmologia, o que re-
duziria fenomenologicamente os quatro tipos a apenas um. Mas
isso constituiria um paradoxo para a própria perspectiva natu-
ralista, dado que ela se pensa, no limite, como finita e individual.
Céticos como Sextus Empiricus, estóicos como Zenão e epicuris-
tas, por considerarem a questão no seu limite, abandonaram qual-
quer pretensão de fundamentar cosmologicamente a perspectiva
naturalista, mantendo-a nos limites naturais do indivíduo finito
esclarecido.
Os quatro tipos, no entanto, voltam a se confundir – de dife-
rentes maneiras – a partir de Santo Agostinho e, desde Descartes,
que reatualizou a separação corpo e alma, chegaram confundidos
à Modernidade. A tentativa de separar a psique (numa perspectiva
naturalista da psicologia moderna) da alma, um empreendimento
da ciência moderna, evitou metodologicamente o problema ape-
nas porque fez époché da tradicional problemática.7
Penso que o modo como os quatro tipos voltaram a se confun-
dir na concepção moderna do indivíduo empírico decorreu, em
parte, do recalcamento da problemática ontológica e cosmológica
tradicional inerente ao desenvolvimento da ciência moderna e, em
parte, do desenvolvimento sociocultural desde o século XVI do que
se convencionou chamar de individualismo moderno.

7
A nova consciência religiosa que se desenvolve desde os anos 60, seja no âmbito
da religiosidade popular, seja nos variados esoterismos e misticismos de classe mé-
dia, recupera a antiga problemática fazendo époché da ciência moderna, ou tentando
legitimar-se com argumentos de convergência entre o campo daquela problemática
tradicional e o campo científico. Cf. Bellha, 1961; Sagan, 1984; Bohm et al., 1986.

439
Michel Misse

O indivíduo como sujeito (moral, social e psicológico)

A existência de processos sociais de individuação, de maior ou


menor abertura para a emergência de liberdade de ação individu-
al, é comum à maior parte das sociedades, mas decorre de fato-
res culturais e sociais muito variados e com uma ampla gama de
classificações e avaliações nativas. No entanto, o indivíduo empí-
rico separadamente tomado como um valor em si, e mesmo como
uma matriz de sentido última, é uma realização exclusivamente
moderna e ocidental, está ligada diretamente ao atributo da liber-
dade humana. Sua genealogia pode ser retraçada em civilizações
pré-modernas, mas sempre aparece condicionada por sua imer-
são numa cosmologia religiosa que lhe atribui valor e sentido. A
fundamentação moderna do indivíduo como valor em si mesmo
apoia-se crescentemente, ao contrário, numa perspectiva natu-
ralista-cosmológica, desenvolvendo-se em campos mitológicos
inter-relacionados a partir do Renascimento, como os do direito
natural, estado de natureza, cidadania, que recorrem a imagens
clássicas greco-romanas e ao neoplatonismo místico, fundando
assim cosmologias naturalistas de variados tipos.8 O humanismo
renascentista já atribui um valor ao indivíduo completamente
desconhecido no Medievo, como se pode destacar no caso dos re-
tratos de fidalgos, de suas mulheres e filhos e mesmo de condot-
tieris e mecenas burgueses, que pagavam pela sua representação
pictórica. Ainda que esses retratos estivessem prestigiando mais a
personalidade que o indivíduo, mais seu papel social que seu valor
individual universal, denotam uma articulação mais abrangente
do que chamarei de individualismo hierárquico do que a que exis-
tia antes, reservada apenas a santos e reis.

8
Cf., por exemplo, o estudo de F. Yates sobre a constituição do hermetismo renas-
centista e sua influência na produção de cosmologias naturalistas ou panteístas que
atribuíam infinitude e valor próprio à individualidade humana.

440
O problema do individualismo

A especificidade do individualismo moderno resulta, principal-


mente, no plano discursivo, como pressuposto das práticas sociais,
da constituição do indivíduo empírico como Sujeito Moral e Políti-
co, dotado de liberdade e valor próprio natural. Essa constituição
interliga autonomia individual ontológica natural, universalidade
da razão e da liberdade nos seres humanos e autoconsciência mo-
ral para fundamentar uma imagem do indivíduo humano como
sujeito já dado. Sujeito moral, econômico, político e psicológico,
que estabelece relações com outros sujeitos individuais, em condi-
ções de constituir sujeitos coletivos (sujeitos históricos).
A crítica dessa imagem de Sujeito Individual Universal, parti-
cularmente resultante do desenvolvimento das ciências sociais e
da psicologia moderna, segmentará sua constituição, descentrali-
zando-o em categorias como Ego, Id, Superego (tópica freudiana),
Self e Outro Generalizado (Mead), Sujeito do Enunciado e Sujeito
da Enunciação (Lacan), Eu-Ator e Si-Mesmo (Touraine), mas encon-
trará dificuldades em estabelecer com clareza onde acaba o sujeito
determinado ou o sujeito como efeito e onde começa (ainda que
apenas potencialmente) o atributo do indivíduo como matriz de
sentido, que continua a atuar, ainda que implicitamente, como
operador diacrônico em todos os modelos.9 Na verdade, há mais
relações implícitas entre indivíduo enquanto valor e indivíduo
enquanto agente empírico do que geralmente é admitido, e a difi-
culdade é constituída pelas mesmas significações imaginárias da
modernidade (Castoriadis, 1988) que também vieram a constituir
as chamadas ciências humanas.

9
Vejam-se, por exemplo, as dificuldades de Goffman com a definição do operador do
self (o indivíduo biológico?).

441
Michel Misse

Tipos de individualismo

A concepção moderna de indivíduo humano tem grande afinidade


com a concepção própria à perspectiva naturalista, mas resultou
de processos históricos muito complexos e variados, algumas ve-
zes até contraditórios com aquela perspectiva, como na variante
calvinista da cosmologia cristã.
A filosofia social e política moderna e depois as ciências so-
ciais emergentes (a economia política clássica, a historiografia, a
sociologia e a psicologia) desenvolveram-se em grande parte seja
naturalizando e universalizando modos de conduta individuais
crescentemente legitimados social e culturalmente a partir do
século XVI, seja distinguindo histórica e tipologicamente (e mito-
logicamente) as comunidades tradicionais das sociedades moder-
nas, o indivíduo e a sociedade. Ora a sociabilidade era rebaixada à
convenção entre indivíduos previamente dados, ora os indivídu-
os eram rebaixados a portadores de uma sociabilidade concebida
como dotada de subjetividade e vontade próprias e autônomas
frente aos indivíduos. À naturalização e universalização do indi-
vidualismo moderno opôs-se a naturalização e universalização de
uma sociabilidade genérica, formal e trans-histórica.
Indubitavelmente, a questão do individualismo sempre teve a
forma de um problema ético. É, portanto, no processo sociocul-
tural de legitimação de ações sociais em que meio e fim podiam
ser identificados a interesses individuais que se ergueram os ques-
tionamentos sobre os limites aceitáveis dessas ações. Algumas
pressuposições devem ser consideradas aqui, antes de tratarmos
do problema ético. Trata-se dos diferentes tipos de identificação
de comportamento individualistas pré-moderno. O quadro abaixo
apresenta um resumo dos principais tipos:

442
O problema do individualismo

Tipos Exemplos
religioso místico extático
político tiranos, usurpadores, condottieris
aventureiro piratas, saqueadores, viajantes, forasteiros,
heróis
criminal ladrões, bandidos
assalariado mercenários
capitalismo político traficantes de escravos, empreendedores de
botins e saques, exploradores monopolistas,
saqueadores
comercial metecos, comerciantes, donos de caravanas
financeiro usurários, entesouradores
estético-expressivo artistas, bobos-da-corte, oradores, filósofos,
divergentes

Quatro tipos-ideais de individualismo pré-moderno podem ser


destacados: o místico-extático (que Weber definiu como de má-
ximo individualismo e máxima submissão), o possessivo-violen-
to, possessivo-mercantil-financeiro, e o estético-expressivo. São
todos marcados por características de liberdade conquistada (ou
consentida) contra ou apesar das normas dominantes, forjadores
de uma relação hierárquica extra comunal específica baseada na
posse imediata de carisma, força, coragem ou dinheiro. Para dife-
renciá-los do tipo de individualismo possessivo especificamente
moderno, baseado na ampliação da legitimidade do mercado, pas-
so a designá-los genericamente como individualismo hierárquico10

10
O conceito de individualismo hierárquico, aqui apenas esboçado, distingue-se tam-
bém do conceito de pessoa como oposto a indivíduo, mas procura englobar o modelo
politeísta de deuses, daimones e heróis como senhores intemporais de suas identi-
dades (Duarte, 1983). É hierárquico porque a individuação se desenvolve por diferen-
ciação (inclusive quanto a valores) e não por igualdade (identidade individual comum
a todos os indivíduos), mas não está submetida a uma ordem holística, como ocorre
com a categoria de pessoa (Cf. Mauss, 1974; Dumont, 1970) e dela se diferencia. A min-
ha principal referência teórica é a obra de Friedrich Nietzsche (Nietzsche, 1945-49).

443
Michel Misse

Ainda de uma perspectiva tipológica, podemos distinguir o in-


dividualismo racional do individualismo cultural. O primeiro tipo
é trans histórico e reúne qualquer tipo de ação racional com rela-
ção a fins individuais (portanto, desde os tipos pré-modernos até os
modernos). O segundo tipo é histórico, especificamente moderno
e consiste na legitimação (com barreiras éticas) do primeiro tipo.
O conteúdo dessas barreiras éticas e culturais constituirá disposi-
tivos individuais de disciplinamento do primeiro tipo, formas de
encaixamentos específicas e de regulação recíproca das acusações
sociais dos desvios.
Resta estabelecer com maior clareza a diferença entre individu-
alismo hierárquico e individualismo possessivo. A distinção não
decorre de características das condutas individuais aglutinadas
no tipo mais geral de individualismo racional, mas das caracte-
rísticas eminentemente culturais que permitem separar analiti-
camente aqueles dois tipos. Penso que muitos autores absorvem
características do tipo mais geral de ação individual com relação
a fins ao tipo mais específico de ação individual com relação a fins
individuais, como também características mais gerais do tipo de
individualismo racional ao tipo do individualismo possessivo.
Para evitar isso, proponho que se introduza a dimensão cultural
na própria definição dos tipos. Assim, o individualismo hierárqui-
co é culturalmente distinto do individualismo possessivo porque:

a. não é gregário nem legitimamente socializável – não tem di-


reitos e não busca reconhecimento;
b. constitui uma perspectiva individualista extramoral, ativa
ou reativa;
c. constitui um atributo do indivíduo empírico e não da
sociedade;
d. não é, em geral, regulado nem disciplinado socialmente,
apenas tolerado ou proibido;

444
O problema do individualismo

e. constitui-se apesar de, ou contra, qualquer princípio de dig-


nidade individual ou honra social, embora possa ser – em
alguns casos – socialmente valorizado;
f. constitui uma opção de risco individual na expectativa
dominante;
g. embora possa ser funcional (principalmente no caso dos
comerciantes), é estamentalmente desprezado e, em geral, é
temido e idiossincrático;
h. não se orienta por qualquer princípio de dignidade intrín-
seca à individualidade do outro11, nem supõe uma igualdade
inata entre todos os indivíduos.

Ao contrário, o individualismo possessivo é aquele que pode ser


eticamente regulado e tornar-se hegemônico. Na verdade, ele é
uma extração dos tipos de individualismo hierárquico que podem
ser incorporados legitimamente aos valores dominantes, e assim
transformados em tipos socializáveis, como ocorreu historica-
mente, em diferentes sociedades e épocas, com os tipos possessivo
comercial-financeiro e estético-expressivo, ou mesmo com o mís-
tico extático, quando este era associado ao carisma religioso ou a
uma organização monacal. O tipo possessivo-violento, se pode ser
assimilado em certas condições, em geral permanecerá inassimi-
lável e, na modernidade, representará o máximo contraponto ao
individualismo cultural, seu fantasma mais visível e temido. Como
aspectos do individualismo possessivo, enquanto comportamen-
to individual, podem existir em sociedades não modernas, este se
torna o protótipo da transição para o individualismo cultural, ou,
para dizer de outra forma, ele é visto, já da perspectiva da cultu-
ra do individualismo, como sua condição natural prévia. Mas, ao
teorizá-lo, os filósofos do século XVII e XVIII (principalmente os

11
No caso do cristianismo, temos uma importante exceção teórica (mas quase nunca
levada à prática), que consiste nos desenvolvimentos teológicos da máxima: ama ao
próximo como a ti mesmo.

445
Michel Misse

niveladores e os puritanos) o absorverão a aspectos do individua-


lismo hierárquico sempre que precisarem ressaltar seu potencial
não socializável e perigoso. A oscilação de sentido-limite mais
ampla ocorre entre o individualismo hierárquico e a cultura do
individualismo igualitário, e o problema ético que emerge daí se
conecta diretamente ao campo mitológico do Senhor e do Escravo,
que estudamos em outro trabalho (Misse, 1994).

O individualismo possessivo

Como o individualismo cultural igualitário é eminentemente oci-


dental e moderno, passo a chamá-lo de individualismo moderno
para distingui-lo do individualismo possessivo. Este é uma inven-
ção híbrida do século XVII, que reúne atributos do individualismo
hierárquico aos da cultura individualista igualitária que começa a
se formar nesta época.
O individualismo possessivo, na sua forma teórica e doutriná-
ria, tal como estudada e analisada por MacPherson, é uma ideo-
logia e constitui um campo mitológico, o do estado de natureza
(Misse, 1994). Essa ideologia já considera como previamente dadas,
naturais, as próprias formas sociais e culturais emergentes do in-
dividualismo moderno que deveria explicar. Para torná-las veros-
símeis e arcaicas, ela as confunde com aspectos do individualismo
hierárquico, através de ilustrações retiradas da historiografia gre-
co-romana, bíblica e filosófico-teológica. Nesse sentido, essa ideo-
logia, por seu impacto no imaginário europeu da época, também
pode ser considerada uma forma de transição entre as práticas so-
ciais do individualismo hierárquico e a cultura do individualismo
moderno. Como ideologia, transforma atributos sociais – histori-
camente emergentes – do individualismo moderno e da sociedade
de mercado simples ou possessiva em atributos universais do indi-
víduo empírico, em natureza humana prévia a toda sociabilidade.

446
O problema do individualismo

No entanto, é a primeira a refletir, em profundidade, a nível teóri-


co, sobre essas novas formas.
O postulado da igualdade entre todos os indivíduos, baseado
no paradigma do mercado simples, parece-me o mais nítido con-
traponto aos postulados do individualismo hierárquico, baseados
na diferenciação como produtora da individuação. Em Hobbes,
há uma atualização do individualismo hierárquico, já no bojo dos
pressupostos possessivos modernos de uma sociedade em que a
força de trabalho se transforma em mercadoria: a convicção de
que alguns indivíduos procuram ter mais proveitos e poder do que
já têm (MacPherson, 1979, p. 79ss). Este postulado rompe com o
igualitarismo do paradigma de mercado simples (preferido pelos
teóricos puritanos) não apenas porque generaliza um pressuposto
do individualismo hierárquico, mas principalmente porque o ab-
sorve, sob condições sociais crescentemente legítimas, ao conceito
de individualismo moderno. Com essa atualização, um predicado
não socializável fundamental do individualismo hierárquico é
transformado em predicado legítimo do individualismo moderno.
Mas as condições prévias a essa transformação ficam escondidas
no discurso: a definição e obrigatoriedade impositivas para o cum-
primento de contratos e o direito do indivíduo à propriedade de
si mesmo, de sua força-de-trabalho e de seus possíveis recursos,
de aliená-los (exceto sua pessoa), e de buscar racionalmente maxi-
mizar seus proveitos (MacPherson, 1979, p. 65). Ao individualismo
hierárquico, na modernidade, ficarão reservadas (devidamente
modernizadas) as posições excepcionais do gênio, do santo, do he-
rói, do louco e do criminoso, posições que serão crescentemente
des-hierarquizadas pelos dispositivos de saber que construirão,
gradualmente, sua pertença patológica ou excepcional ao indivi-
dualismo moderno. Eles serão tão mais exceções quanto mais le-
gitimado e socializado estiver o indivíduo livre e disciplinado da
modernidade (Foucault, 1972; Duarte, 1983; Wagner, 1994).

447
Michel Misse

O individualismo moderno

O individualismo moderno não é um atributo do indivíduo empí-


rico (como no individualismo hierárquico ou, mais geralmente,
no individualismo racional), mas de uma forma de sociedade e de
cultura. Trata-se de uma formação sociocultural (e discursiva) que
confere à liberdade e igualdade formais dos indivíduos empíricos
um valor central. Para tanto, ela supõe indivíduos disciplinada-
mente livres e iguais em direitos, num plano de imaginário cultu-
ral pré-estatal.
Os Estados (ou qualquer agência de proteção, na expressão usa-
da por Nozick) constituem uma espécie de reificação das regula-
ções culturais e sociais que enquadram o desenvolvimento livre de
indivíduos pensados como naturalmente iguais em direitos. Toda a
questão da modernidade do individualismo parece assim resumi-
da numa ambivalência entre liberdade e disciplina (Wagner, 1994).
O individualismo hierárquico especificamente não-disciplinável
passa a ser crescentemente patologizado em dispositivos que si-
multaneamente regulam a normalidade (ou excepcionalidade) do
seu segmento possessivo socializável. O individualismo possessivo
descrito por MacPherson já é uma invenção moderna, construída
para dar conta – no nível teórico – dos processos culturais e sociais
que organizaram o individualismo culturalmente emulado.
As características principais desse individualismo cultural-
mente emulado a partir do século XVI associam-se, como desco-
briu Weber, ao ascetismo ativo de calvinistas e puritanos, e não
nos deteremos nesse ponto por demais conhecido. No entanto, é
importante ressaltar que essa associação privilegia o conteúdo as-
cético do individualismo racional, enquadrando-o, ademais, em
esferas normativas afins à extensão do princípio de mercado, em
curso na Itália desde o século XIII:

a. oposição extrema ao paradigma da violência;

448
O problema do individualismo

b. emulação de expectativas sociais de confiança recíproca e


honestidade nas relações com estranhos (a ideia do preço
fixo, por exemplo);
c. valorização da continuidade e permanência do empreendi-
mento, sob a base de cálculo e de uma poupança racional-
mente reinvestida;
d. punição crescentemente centralizada por agências estatais
de proteção ao não cumprimento de contratos, proibindo-
-se sua segmentação personalizada.

Essas características normativas são estreitamente ligadas ao que


veio a ser conhecido como ethos capitalista. Como tal, este foi o
desenvolvimento especificamente econômico de barreiras éticas
às adversidades do individualismo hierárquico (e de seu entorno
patrimonialista) e pode ser historicamente compreendido sem re-
ferência direta às éticas religiosas. No entanto, precisou ser cultu-
ralmente emulado para desimpedir obstáculos ideológicos que, de
outra maneira, poderiam limitá-lo espacial e temporalmente.
Os interesses possessivos regulados do nascente mercado capi-
talista florentino e genovês do Quattrocento também podiam ser
encontrados, em escalas locais e de menor amplitude, nos princi-
pados germânicos, suíços, franceses e holandeses, bem como nos
países ibéricos e na Inglaterra e Escócia, além de se encontrar em
várias práticas econômicas judaicas, como demonstrou Sombart
(1946). Entretanto, foi sua associação, onde foi possível, com o re-
formismo de costumes ligado às prédicas religiosas de calvinistas
e de puritanos que lhe deu o impulso universalista. Um não criou o
outro, apenas vieram a calhar um ao outro.
Se a ideia calvinista da predestinação isolou a salvação em um
indivíduo que precisava descobrir os sinais de sua dignidade pró-
pria no trabalho e na economia, como pensava Weber, a reforma
luterana popularizou a dignidade individual mesmo sem o arti-
fício da predestinação. De todos os aspectos da Reforma, talvez o

449
Michel Misse

que maior impacto teve para o desenvolvimento do individualis-


mo moderno foi a defesa luterana – comum a quase todas as seitas
– da livre interpretação da Bíblia. Essa defesa popularizou simul-
taneamente a ideia de dignidade da liberdade individual frente a
qualquer hierarquia, e com isso a livre associação para o culto, fora
da estrutura estamental católica. Iniciou a legitimação pública da
velha máxima cada cabeça, uma sentença – que abriu as possibili-
dades para uma concepção de consenso posterior à divergência, e
não o contrário (que constituía as heresias) – e, mesmo, da nítida
transição das questões de fé da esfera pública para a esfera pri-
vada, reforçando a legitimidade da última. No mesmo compasso,
mas em contraponto, propiciou a popularização da eticidade bíbli-
ca, em particular a dos Profetas Menores e do Novo Testamento, a
transferência para o espaço doméstico da formalização impessoal
das regras de dignidade individual e, finalmente, a clara separação
entre esfera privada e pública, cuja reunião – civil e pacífica – seria
encargo legítimo da primeira, depositária última da dignidade es-
piritual frente a Deus.
A Contrarreforma absorveu o impacto legitimador do indivi-
dualismo protestante ao reforçar paradoxalmente alguns aspectos
do individualismo hierárquico. O misticismo extático de Inácio
de Loyola, o culto ao sangrento e exposto Coração de Jesus, a cate-
quização e a inquisição jesuítica fortaleceram o empreendimen-
to individualista-mercantilista, a individualidade biográfica do
misticismo extático dos santos, a agressividade mundana contra
o ascetismo passivo das outras ordens (principalmente as valori-
zadoras da pobreza e da renúncia do mundo) e o aventureirismo
catequético (Francisco Xavier, Francisco de Sales etc.).
A ordenação e regulação social do individualismo da Con-
trarreforma permaneceu externa e institucional se comparada
ao individualismo possessivo e normativo internalizado pelos
protestantes. Confundiu o individualismo possessivo regulado
e moderno com a permissividade ao individualismo hierárquico
pré-moderno. Como este último sempre foi regulado de fora, por
450
O problema do individualismo

dispositivos coatores, a Contrarreforma encontrou afinidade com


o Estado mercantilista e absolutista, e o direito canônico e natural
prevaleceu sobre o contratual. Mantiveram-se, assim, nos países
sob a influência da Contrarreforma (inclusive a França, a Irlanda
e parte da Inglaterra Anglicana) as condições culturais que para-
doxalmente propiciavam espaço para o individualismo hierárqui-
co ou que capturavam o individualismo possessivo regulado sob a
desconfiança potencial reservada ao primeiro.

A cultura do individualismo

Robert Bellah assinala, com propriedade, as diferenças entre o


que ele chamou de individualismo ontológico e individualismo
cívico ou bíblico (Bellah, 1985). Ao primeiro, Bellah atribui as pro-
priedades do individualismo utilitarista e expressivo. Ao segundo,
especificamente tradicional, a formação da mentalidade individu-
alista-cívica da cultura norte-americana.
Penso que é possível fazer uma tradução das questões levan-
tadas por Bellah para a categorização que estamos propondo, de
modo a melhor diferenciar, dentro da gênese do individualismo
moderno, duas correntes principais: uma puritana, que manterá
o individualismo possessivo enquadrado em valores religiosos co-
munitários e cívicos (que se desenvolverá principalmente nos Es-
tados Unidos até meados do século XIX) e outra que radicalizará
a apropriação de aspectos do individualismo hierárquico no indi-
vidualismo possessivo e que se desenvolverá, teoricamente, como
utilitarismo, de um lado, e expressivismo, de outro.
O utilitarismo, desde sua postulação teórica por Bentham,
aprofundará o postulado hobbesiano de que alguns – ou todos? –
indivíduos querem um nível maior de proveitos ou poder do que
já têm, para reconhecer a falácia da identidade natural dos inte-
resses e naturalizar, como atributo do indivíduo humano, o cál-
culo utilitarista. O expressivismo, que, para Bellah, tem em Walt
451
Michel Misse

Whitman um dos seus expoentes modernos, retomará o individu-


alismo hierárquico pelo seu lado estético e aventureiro, mas miti-
gado de suas componentes socialmente mais negativas: enaltece a
força, a coragem, o desafio, a natureza, a diferença e a singularida-
de individual. Um enaltecimento estético que influencia condutas
e que adota – até certo ponto – uma perspectiva extramoral (como
ocorrerá, com muitas variantes, entre artistas ingleses, alemães,
franceses desde meados do século passado).
A cultura do individualismo desenvolverá, assim, indivíduos
com demandas crescentes de liberdade em diferentes direções,
constituindo selfs em redes de relações sociais culturalmente dis-
ciplinadores, com papéis diferenciados e nem sempre congruentes
com essas diferentes direções. Tensões internas ao indivíduo mo-
derno propiciarão terapêuticas do ego e uma nova religiosidade
apoiada no eu, produzindo o que hoje é chamado de subjetividade
singular. O aparecimento da metrópole urbana moderna favore-
cerá e aprofundará a cultura do individualismo, em direções que
fazem reaparecer o fantasma do individualismo hierárquico.

Racionalidade e individualismo

A perspectiva iluminista de que a Razão habitava o cosmos (ou


ao menos o espírito humano) e que os indivíduos humanos, es-
clarecidos de que eram seus portadores, poderiam produzir uma
República Racional entrou em colapso já no século XIX. A pers-
pectiva utilitarista rebaixou a Razão Universal a uma equação
instrumental entre mal-estar e bem-estar, subjetivando o espírito
humano ao cálculo utilitário individual entre meios e fins. O in-
dividualismo expressivo, por seu lado, resgatou do romantismo a
legitimidade do irracionalismo das emoções, privilegiando-o este-
ticamente contra a tradição cívico-bíblica.
A estética do feio e do mal, já no final do século passado, dilata-
va o individualismo à esfera do sentido e de sua produção, numa
452
O problema do individualismo

direção que abandonava o imperativo categórico e liberava o in-


divíduo empírico de qualquer constrangimento social previamen-
te dado. O indivíduo empírico, singular, pensado como matriz de
sentido, recolocava na ordem do dia o individualismo hierárquico
e o politeísmo de valores.
A economia neoclássica, com seu olímpico desprezo, por sua
vez, à necessidade de qualquer fundamentação social-normativa
do valor econômico, atribuindo-o exclusivamente às demandas
subjetivas, ao cálculo da utilidade marginal e às leis do mercado,
liberou também a economia de todo imperativo categórico que lhe
fosse externo.
O individualismo do Homo Economicus devia seguir sua pró-
pria lógica, como ademais ocorria em todas as demais esferas de
sentido. Nietzsche e depois Weber parecem ter percebido todo esse
processo histórico-cultural, diferentemente da maioria de seus
contemporâneos. Nietzsche isolou, sob forma típico-ideal, algumas
características do individualismo hierárquico arcaico para ante-
pô-las ao individualismo moderno, constituindo uma perspectiva
extramoral de avaliação da cultura ocidental. Weber, por seu lado,
procurou compreender a diferença cultural do indivíduo moderno
frente ao individualismo hierárquico tipificado por Nietzsche, e as
direções que o desenvolvimento da dominação racional-legal, indi-
vidualista e moderna apontava: mais disciplina, nivelamento cul-
tural, burocracia (Misse, 1996). Além disso, reconheceu que, para
a constelação cultural da ciência social moderna, o fundamento
último do sentido da ação só poderia ser encontrado no indivíduo
empírico, para além de qualquer cultura individualista. Ajudou,
assim, a distinguir um tipo-ideal de ação racional – comum a qual-
quer cultura –, da cultura individualista e racionalista moderna.
Desse modo, reconheceu legitimidade explicativa ao individu-
alismo hierárquico que havia sido recalcado no individualismo
moderno. A autoridade e a personalidade carismática passavam
a constituir, assim, um contraponto curiosamente individualista

453
Michel Misse

(enquanto matriz de sentido último) ao próprio individualismo ra-


cional moderno.
Dessa perspectiva, em algum grau, o indivíduo empírico, em
qualquer cultura, pode agir racionalmente com relação a fins ou
valores. Supor isso significa supor alguma margem de cálculo ra-
cional individual, mas não exige supor individualismo no tipo de
ação. A racionalidade individual é construída por regras da expe-
riência e será tanto maior quanto maior for a liberdade individual
frente à tradição, à comunidade e à obediência à autoridade irra-
cionalmente legitimada (por carisma ou tradição). A equação aqui
entre racionalidade instrumental e individualismo cultural é um
desenvolvimento moral estritamente moderno, mas a racionalida-
de da ação individual pode ser aplicada típico-idealmente a tipos
de ação de culturas não modernas. O místico-extático e o iogue, o
derviche, o profeta e o condottieri podem ser individualistas e ra-
cionais em relação a fins, embora não pertençam a uma cultura
individualista. Seu individualismo, entretanto, não se expande,
não ganha legitimidade social para além de si mesmos e de seus
discípulos. Quando isso ocorre, constitui-se uma dominação caris-
mática, mas o sentido individualista de sua ação é recoberto pela
missão social que incorpora enquanto líder carismático.
Dito de outro modo: o carisma, enquanto irrupção individua-
lista, é contido imediatamente pelo sentido não-individualista de
suas consequências. Apenas quando o novo sentido preconizado
pelo individualismo carismático do líder for também de conteúdo
individualista, é que as consequências sociais poderão possibilitar
a emergência de uma cultura individualista. E, ainda assim, na
condição de que haja interesses (materiais e ideais) em incorpo-
rá-la na conduta cotidiana. Foi o que ocorreu com Calvino e com o
calvinismo e o puritanismo, cuja prédica era comunitarista-utópi-
ca, mas continha elementos justificadores de um individualismo
legítimo na conduta cotidiana.

454
O problema do individualismo

Cidadania e cultura do individualismo

Embora o modelo do individualismo possessivo tenha servido, his-


toricamente, para explicar e legitimar logicamente a constituição
de deveres políticos dos indivíduos possessivos, não parece que
culturalmente as coisas tenham se passado da mesma maneira.
Pelo contrário, o Estado Moderno se constituiu apoiado externa-
mente na regulamentação do individualismo possessivo, no seu
controle e na sua disciplinarização. Por outro lado, a constituição
da identidade moderna dos indivíduos como naturalmente livres
e iguais sempre procurou limites ao que poderia ser interpretado
como excessos hierárquicos do Estado.
Por isso, venho insistindo na necessidade de distinção entre in-
dividualismo possessivo e cultura do individualismo. A cidadania
moderna é fruto de diferentes amálgamas históricos entre indivi-
dualismo possessivo e cultura do individualismo igualitário. Nos
Estados Unidos, onde a última prevaleceu, o individualismo utili-
tarista internalizou valores morais e cívicos puritanos que cons-
tituíram a esfera pública norte-americana inteiramente de baixo
para cima desde a Independência. Jamais o Estado apareceu histo-
ricamente como estranho e apartado aos cidadãos, como aconte-
ceu na Inglaterra do século XVII, na França do século XVIII, e na
Alemanha e Itália do século XIX.
Só posso atribuir essa diferença ao fato de que o modelo norte-
-americano de individualismo possessivo incorporava a igualdade
dos indivíduos livres contra a herança europeia de aspectos do in-
dividualismo hierárquico incorporados ao individualismo posses-
sivo. E isso só foi possível porque a economia das treze colônias
se aproximava mais do modelo de sociedade de mercado simples
do que do modelo de sociedade de mercado possessivo, estudada
por MacPherson. A componente igualitária do modelo de merca-
do simples era a fim ao individualismo cívico-bíblico das comuni-
dades puritanas e o reforçava. Quando, mais tarde, constituiu-se

455
Michel Misse

uma sociedade de mercado possessivo no Norte, esta seguiu, até a


metropolização urbana do século XX, caudatária da cultura pro-
vincial do individualismo igualitário. As tensões entre os dois ti-
pos, o cívico-bíblico e o utilitarista, percebidas já por Tocqueville,
mantêm-se relativamente equilibradas ainda hoje, exceto nas áre-
as metropolitanas onde o individualismo utilitarista e expressivo
tornou-se dominante. O caráter praticamente residual do indivi-
dualismo cívico-bíblico tem sido, por sua vez, substituído por um
ativismo político que conserva exigências éticas ao individualis-
mo puramente utilitarista.
Constituiu-se assim nos Estados Unidos durante o século XVIII
uma cultura do individualismo relativamente autônoma em rela-
ção ao individualismo possessivo, tal como este se desenvolveu na
Europa Ocidental na mesma época. Enquanto nos Estados Unidos,
o fantasma hierárquico foi afugentado desde o início (daí a ampla
dignidade do self made man), na Europa ele permaneceu ativo e,
no século XIX, constituído como classe dominante, propiciou – da
perspectiva do próprio individualismo possessivo – a constituição
de uma cultura socialista abrangente, através da qual a cidadania
moderna europeia avançou, produzindo-se paradoxalmente na
luta contra a cultura burguesa. Isto jamais ocorreu nos Estados
Unidos, embora lá também o individualismo possessivo tenha se
desenvolvido amplamente. O caso norte-americano é anômalo e
não se repetiu nem mesmo onde as condições eram relativamen-
te similares, como no Canadá britânico, na Austrália e na Nova
Zelândia.
Curiosamente, o modelo cultural do herói americano resgata
aspectos do individualismo hierárquico, mas na condição de apre-
sentá-lo como solitário, associal, anônimo, de ação intermitente e
providencial, laico, relativamente indiferente às posses, ao poder
e ao prestígio. O que poderia ser apreciado como uma construção
do individualismo expressivo moderno, guarda, no entanto, pro-
fundas relações com o tipo puro de individualismo hierárquico
não-possessivo, não inteiramente absorvido e hegemonizado,
456
O problema do individualismo

paralelizado mesmo – e sem tensão – com o modelo de sociedade


de mercado simples, talvez o produto mais destacado da indústria
cultural norte-americana deste século. Voltaremos a este ponto
mais à frente.

O diagrama de Dumont

Louis Dumont, em duas obras muito influentes, propôs uma pers-


pectiva comparativa de dois tipos-limite de sociedade e de cultu-
ra: uma hierárquica e holista e outra individualista e igualitária.
No limite, Índia e Estados Unidos. Vejamos alguns aspectos de sua
perspectiva comparativa, que grande influência teve (e ainda vem
tendo) em nossa questão principal.
Em termos teóricos, o diagrama de Dumont propõe (implicita-
mente) uma comparação entre dois paradigmas sociológicos: o de
Durkheim e o de Weber, mas o faz refletindo sobre características
típicas de duas formas de vida social e seus respectivos (e típicos)
jogos de linguagem, e não diretamente sobre aqueles paradigmas.
A primeira forma, a do Homo Maior ou Homo Hierarquicus [1],
designa um ser coletivo, o homem como sociedade, e a segunda
forma, a do Homo Minor ou Homo Aequalis [2], o homem como
indivíduo. A relação diagramática é de oposição simétrica. As duas
formas se paralelizam: [1] e [2] são cortadas por uma linha hori-
zontal, que separa valores e ideias de todo o resto, o ideológico do
não-ideológico, ou ainda o mais consciente e explícito do menos
consciente e implícito, constituindo assim um limiar da consciên-
cia. O que está acima da linha horizontal é chamado de Substantivo
[S], e o que está abaixo de Adjetivo [a], e o Substantivo são as ideias
fundamentais e o Adjetivo as suas implicações concomitantes.
Para estabelecer a comparação, Dumont propõe que a ideia
de Hierarquia seja colocada no centro de S1, seguida, logo abaixo
(mas ainda em S1), das ideias de interdependência e separação.
Correspondentemente, a ideia de Igualdade é colocada no centro
457
Michel Misse

de S2, com a correspondente esfera de atividade que predomina na


sociedade moderna: economia e política. Em a1 (já abaixo da linha
horizontal), ele inscreveu domínio político-econômico; em a2, na-
ção, religião individualista, sociedade. A relação S2/a2, como a S1/
a1, pode ser vista como uma relação de complementaridade (tirar
a hierarquia de [S] significa relegar a sociedade e a religião a [a] e,
portanto, criar uma relação em que o indivíduo diretamente impli-
ca a nação e a religião individualista.
Para completar o diagrama, pode-se tentar reconhecer em cada
caso a existência de características correspondentes às que são es-
clarecidas pelos valores do outro caso. Há algo como o indivíduo
em [1] e holismo em [2].
Dumont desenvolve e aplica esse diagrama-de-orientação-com-
parativa à sociedade indiana (Dumont, 1966) e ao seu estudo da
emergência do individualismo e do igualitarismo na sociedade
moderna-ocidental (Dumont, 1970). Na Introdução a Homo Hierar-
chicus, ele discute diretamente a oposição holismo/individualismo
na tradição sociológica e procura distinguir o indivíduo enquanto
agente empírico em qualquer sociedade, do indivíduo enquanto
ser racional e sujeito normativo das instituições, mas observa que
se deve evitar fazer do indivíduo uma unidade de comparação ou
elemento de referência universal, atribuindo a existência de indi-
víduos a sociedades em que eles não são reconhecidos. Com isso,
ele deixa claro que, em sua abordagem, o indivíduo é um valor ou
uma ideia, ou melhor, é uma parte de uma configuração de valo-
res sui generis, e não uma unidade puramente empírica (indivíduo
biológico), que não interessa à ciência social senão marginalmente.
A própria descrição da sociedade igualitária moderna e de seus
indivíduos é uma descrição de valores:

“Com relação ao que acontece de fato nesta sociedade, a observação


frequentemente nos refere ao primeiro tipo de sociedade [1]. A so-
ciedade como concebida pelo individualismo nunca existiu em ne-
nhum lugar pela simples razão de que o indivíduo vive em ideias

458
O problema do individualismo

sociais. Segue-se uma importante consequência: o indivíduo do tipo


moderno não se opõe ao tipo hierárquico de sociedade como uma
parte se opõe ao todo (e isto é verdade no interior do tipo moderno de
sociedade, onde não há, propriamente falando, um todo conceitual),
mas como um igual (ou homólogo), já que ambos correspondem à
essência do homem”. (Dumont, 1970, p. 44)

A questão – Dumont vai buscar em Parsons – é que adotar um valor


é introduzir hierarquia, e um certo consenso de valores, uma certa
hierarquia de ideias, coisas e pessoas é indispensável à vida social.
Isso é inteiramente independente das desigualdades naturais ou
da distribuição de poder, embora, indubitavelmente, a hierarquia
seja identificada de diferentes maneiras com poder. Mas isto não
é necessário, como demonstra o caso da Índia. [...] Em relação com
esses requerimentos mais ou menos necessários da vida social, o
ideal de igualdade, mesmo quando pensado como superior, é ar-
tificial. Ele expressa uma demanda humana... ideal. É necessário
reconhecer [Como fez Weber] que a ação é dominada por repre-
sentações e ideias [...] e confrontar [como fez Weber], para além do
problema da representação do mundo, a ação no mundo como re-
presentada. (Dumont, 1970, p. 54-55).
Evidentemente, as implicações da perspectiva e do diagrama de
Dumont são extremamente abrangentes. As duas formas de vida
implicam conhecimento de si mesmas apenas na condição em que
uma se compare à outra. Do contrário, permanecerão mergulha-
das nas próprias representações (a própria ideia de representação
já decorre da perspectiva comparativa adotada pela forma de vida
moderna em relação à hierárquica) que pretendem compreender
e explicar.
Em resumo, Dumont propõe um continuum que vai da socie-
dade hierárquica limite, que desconhece o indivíduo como valor
ou representação abstrata de qualquer pessoa, até a sociedade in-
dividualista e igualitária limite, representação da utopia moder-
na, que atribui todo o valor ao indivíduo e põe a sociedade como

459
Michel Misse

realização coletiva do indivíduo ideal. A ruptura não existe no con-


tinuum, é típico-ideal, representada e constitutiva: a hierarquia
tem um valor negativo para a igualdade, e a igualdade um valor
negativo para a hierarquia. São dois princípios abrangentes, duas
formas de vida social-limite, que constituem todos os principais
jogos de linguagem das ciências sociais.
A questão do individualismo, nesse caso, tem que ser tratada
como um processo histórico-cultural sui generis, o que Dumont
fará em sua segunda tematização do problema, no livro Homo
Aequalis. Contra a categoria holista e hierárquica de pessoa, cons-
trói-se a categoria individualista e igualitária de indivíduo. Grupos
sociais, raças, classes, sociedades nacionais, a própria Humanidade
são construídos como Indivíduos Coletivos, mas sob a condição de
serem pensados, em última análise, como coleções de indivíduos
singulares. O hierárquico permanece no individualismo, mas não
emerge senão sob a forma de excessos e faltas... do individualismo.

O problema do individualismo no Brasil

A perspectiva comparativa entre o que se chamou o caráter nacio-


nal brasileiro e o caráter americano remonta ainda aos escritores
abolicionistas e republicanos do II Império. As diferenças foram
realçadas pelos sociólogos brasileiros em praticamente todas
as suas obras: Tavares Bastos, Oliveira Vianna, Gilberto Freyre,
Euclides da Cunha, Ruy Barbosa, Cassiano Ricardo, Tristão de
Athayde, Manoel Bomfim, Azevedo Amaral, Sérgio Buarque de
Holanda; até chegar, no final da década de 70, ao esgotamento.
De certa maneira, a influência de Dumont recolocou a questão
sob novas bases a partir do final dos anos 70, particularmente na
obra de Roberto da Matta, mas também pela interlocução que ge-
rou nas pesquisas de Gilberto Velho sobre as camadas médias ur-
banas brasileiras e em outras pesquisas, como as de Luiz Fernando
Dias Duarte sobre as classes trabalhadoras urbanas.
460
O problema do individualismo

Enquanto Da Matta propõe uma releitura das diferenças apon-


tadas na literatura clássica brasileira, redirecionando, sob a in-
fluência de Dumont, a discussão para as características culturais
específicas do individualismo no Brasil, Gilberto Velho e Luiz Fer-
nando Duarte, em interlocução com Dumont, preferem abando-
nar a velha problemática, indagando-se sobre as características de
construção psicológica e/ou desviante do indivíduo na sociedade
urbana brasileira. À ênfase de Da Matta sobre as nossas diferenças
frente à cultura individualista norte-americana, eles opõem, de
certo modo, as nossas semelhanças – pelo menos as mais recentes
e que tendem a se desenvolver nas grandes metrópoles urbanas.
Onde Da Matta enfatiza a oposição, Gilberto Velho, por exemplo,
enfatiza a complementaridade e diversidade de situações. De qual-
quer modo, o individualismo no Brasil é tematizado como dife-
rente do individualismo norte-americano – seja por falta. seja por
excesso.12
Por outro lado, Gilberto Velho e Luiz Fernando Dias Duarte
tematizam – numa direção análoga a Da Matta – a profunda am-
biguidade do emprego de categorias do individualismo moderno
para a compreensão das trajetórias e autopercepções de agentes
individuais de classes médias e trabalhadoras urbanas no Brasil.
Isso porque o individualismo, como ideologia e experiência social,
não se estende em nossas sociedades de maneira homogênea pelo
conjunto do tecido social: redes de relações ‘tradicionais’ convivem
com formas diversas de individualismo (Montero, 1994). Toda essa
questão, evidentemente, é fundamental para os limites de emprego
de categorias derivadas do individualismo liberal e igualitário (tais
como as de escolha racional, opção, projeto etc.) na compreensão
de processos sociais e institucionais do Brasil urbano e moderno.

12
A falta indicaria falta de uma cultura individualista-igualitária e, portanto, tema-
tizaria a questão hierárquica (Matta, 1976). O excesso indicaria semelhança com a
cultura do eu, do individualismo expressivo e cosmopolita das classes médias e dos
desviantes, terapeutizada nos universos psi e esotérico (Velho, 1981).

461
Michel Misse

Na obra de Da Matta, o continuum de Dumont é aprofundado


especificamente no par casa/rua. Em lugar das categorias do in-
dividualismo liberal igualitário, Da Matta propõe categorias de
oposição/complementaridade num universo cultural ambivalen-
te e com agentes empíricos bifrontes. Trata-se de uma perspectiva
mais abrangente que a sugerida por Gilberto Velho e Luiz Fernan-
do Dias Duarte, porque abarcadora de toda a cultura brasileira.
Em A Casa e a Rua, Da Matta afirma que:

“Há uma nação brasileira que opera fundada nos seus cidadãos, e
uma sociedade brasileira que funciona fundada nas mediações tra-
dicionais. A revolução ocidental moderna eliminou essas estruturas
de segmentação, mas elas continuam operando social e politicamen-
te no caso brasileiro, sendo também parte de seu sistema social”. (Da
Matta, 1987, p. 95)

Da Matta utiliza também o par pessoa/indivíduo, atribuindo ao


primeiro um caráter relacional e hierárquico e ao segundo os atri-
butos do individualismo moderno. Para ele, os brasileiros nave-
gam socialmente entre esses atributos, constituindo-se assim em
identidades ambivalentes, ambíguas, bifrontes, tanto no sentido
de oscilarem entre o utilitário e o expressivo quanto no sentido de
oscilarem entre o igualitário e o hierárquico, entre o ético e o mo-
ral, entre o liberal e o autoritário (Da Matta, 1979; 1987).
Por outro lado, num artigo que toma por interlocução a obra
de Da Matta, Paula Montero pretende refletir se, e de que manei-
ra, os dilemas da modernidade dizem respeito a sociedades como
a nossa (Montero, 1994). Embora critique Da Matta por reificar o
Brasil colonial como o autenticamente brasileiro, ela sugere que
essa permanência da mentalidade mágica na nossa sociedade [que
ela caracteriza em seu trabalho] parece tornar evidente a coexis-
tência de dois mundos contraditórios, que se organizam segundo
princípios opostos: o mundo da racionalidade e da lei e o mundo
pré-ético e pré-político. Para evitar a introdução de uma nova du-
alidade e dicotomia, Montero propõe que os elementos culturais

462
O problema do individualismo

contraditórios sejam recolocados no interior dos processos sociais


em que funcionam e ganham sentido. Assim, conclui que os ele-
mentos culturais não são, neles mesmos, pelas suas características
próprias, nem arcaicos nem modernos, nem puramente racionais
nem puramente mágicos. Seu sentido depende do contexto espe-
cífico em que estão inseridos. Processos que ela descreve no cam-
po da religiosidade popular racionalizam a magia e a tornam, ao
mesmo tempo, contemporânea da própria crise da modernidade,
pela sua descrença em valores universais e abstratos. Uma com-
binação histórica particular revaloriza a subjetividade e a vida
comunitária e desvaloriza a representação como caminho da de-
mocracia política. Desse modo, a magia também constitui, a seu
modo, uma crítica e uma alternativa à razão individualista e seus
pressupostos.
Seguindo uma linha de interpretação diversa, e com outro obje-
to, Elisa Reis retoma a categoria de familismo amoral de Banfield
(1967) para caracterizar motivações utilitaristas individualistas
que, por não encontrarem meios de se ampliar legitimamente
numa comunidade de interesses, acabam sendo exercidas em/
para proveito de grupos restritos. Fechados sobre si, eles atuariam
segundo uma lógica de solidariedade interna que não se abre para
o espaço público, antes o instrumentaliza ou dele desconfia. Essa
característica seria reforçada pela tradição de associar solidarie-
dade legítima com altruísmo e boa-vontade, e solidariedade de
interesses com egoísmo ilegítimo, dificultando a ampliação (e o
poder) de redes legítimas de associações de defesa de interesses,
o que tenderia, assim, a equacionar a vida pública latino-ameri-
cana à alternância entre elitismo e populismo. A comunidade ga-
nha uma definição cada vez mais limitada, a solidariedade moral
(ou associação) de interesses permanece restrita (no caso-limite,
à família), aumentando a distância social, a desconfiança entre
grupos, etnias e classes, e inviabilizando a sua expansão legítima
como comunidade de interesses solidários na esfera pública, além
de restringir a própria esfera moral:
463
Michel Misse

“É preciso ter em vista que o próprio modelo de solidariedade que,


no passado, não reconhecia a validade ética dos interesses privados,
hoje ajuda a alimentar uma solidariedade restringida”. (Reis, 1994)

Neste caso, a fraqueza do individualismo moderno no Brasil po-


deria ser debitada não a um arcaísmo cultural, mas aos processos
histórico-sociais que constituíram o Estado e a cidadania restrin-
gindo (ou não valorizando) a expansão da solidariedade de inte-
resses na própria vida cotidiana. Dependente de uma ideologia
do consentimento alicerçada no nacionalismo e no desenvolvi-
mentismo, a solidariedade nacional não se constitui, assim, pela
crescente legitimidade das demandas individualistas de interesses
agregados em comunidades de interesse, mas numa idealizada co-
munhão de interesses de toda a nação, que deixou pouco espaço,
ao longo da história, para que interesses autônomos e específicos
se afirmassem (Reis, 1994, p. 40).
Outros trabalhos, principalmente na área de psicologia, como
os de Jane Russo, Sérvulo Figueira e Jurandir Freyre Costa, têm
detectado nas camadas médias urbanas, principalmente em seu
segmento jovem, o exercício de uma cultura do eu e de um indivi-
dualismo hedonista que parece contrastar, também, com a cultura
moral do individualismo moderno. Nas áreas pobres da periferia
urbana, Alba Zaluar tem identificado, principalmente entre os jo-
vens criminosos ligados ao tráfico de drogas, formas de individua-
lismo violento, consumista e machista, cujos excessos não parecem
ser barrados moralmente senão por conversão religiosa. Também
é comum e difusa em vários autores e trabalhos uma imagem das
elites brasileiras como egoístas, individualistas, interesseiras, sem
qualquer compromisso moral e cívico com o bem-comum e ativa-
dores de mecanismos de corrupção do aparelho de Estado.

464
O problema do individualismo

Imagens do indivíduo e do individualismo no Brasil

Indivíduo, no Brasil, em muitos contextos de conversação, não tem


conteúdo neutro. É uma categoria que implica algum grau acusa-
tório, no mínimo uma impessoalidade carregada, no máximo um
sinônimo de elemento, expressão também usada pejorativamente
nas acusações sociais, especialmente pela polícia e por uma parte
da imprensa para referir-se a um cidadão acusado de comporta-
mento desviante. Mesmo a pessoa não é sempre um termo neutro:
ou carrega algum grau de representação de afetos, positivos ou ne-
gativos, ou funciona para neutralizar (já valorativamente, positi-
vamente) o emprego da expressão indivíduo.
Da Matta interpreta esses semantemas sociais como indica-
dores da prevalência dos processos relacionais-pessoais sobre os
relacionais-formais na sociedade brasileira. Gilberto Velho, embo-
ra concordando com Da Matta, ressalta, no entanto, a mudança
social urbana, que propiciaria espaços de individuação maiores e
transformações em direção ao individualismo moderno e ao exer-
cício da cidadania.
Elisa Reis, partindo de uma perspectiva que enfatiza a associa-
ção moderna entre individualismo utilitário e compromissos de
solidariedade moral e cívica entre os cidadãos, ressalta o caráter
historicamente restritivo dessa associação no Brasil, que tende a
produzir um imaginário de desconfiança nas relações formais e
impessoais de interesse, um isolamento do compromisso moral de
interesses às esferas privadas (famílias, pequenas comunidades,
condomínios, empresas) e uma concepção idealizada (e não indivi-
dualista moderna) da esfera pública como objeto de altruísmo (ou,
eu acrescentaria, do seu oposto, a corrupção).
O que parece pressuposto, em todas as análises, é o que procu-
rarei esboçar aqui, recorrendo à análise do individualismo moder-
no que apresentei sumariamente na primeira parte deste trabalho.
Em primeiro lugar, o emprego da categoria de individualismo no

465
Michel Misse

Brasil já pressupõe uma análise comparativa, particularmente


com a sociedade norte-americana. Não é, no Brasil, uma categoria
com significado moderno. Pelo contrário, parece antes implicar al-
guns tipos do individualismo hierárquico.
Em segundo lugar, o seu emprego pelos autores aqui analisados
parece oscilar entre um sentido de puro individualismo possessi-
vo e um sentido de cultura do individualismo igualitário. Em ter-
ceiro lugar, o que parece estar implícito não é tanto a ausência de
individualismo, mas a ausência de sua legitimação moderna, seja
contida pelos hábitos do coração nos quadros de uma cultura igua-
litária, como nos Estados Unidos e na Inglaterra, seja demarcada,
de baixo para cima (e não pelas legalidades advindas do Estado),
pela hegemonização da ideia da normalidade do conflito de inte-
resses, como ocorreu na Europa Continental.
Minhas conclusões seriam apenas, talvez, um truísmo, se não
estivesse ocorrendo uma revalorização e uma reemergência de ti-
pos de individualismo, nos Estados Unidos e na Europa Ocidental,
que não se associam à cultura igualitária nem liberal-individualis-
ta, mas que se aproximam, pelo contrário, ao que procurei caracte-
rizar antes como individualismo hierárquico. Evidentemente, este
tipo de individualismo não fornece qualquer modelo de sociabili-
dade abrangente conhecida, mas se articula de diversas maneiras
aos hábitos do coração prevalecentes.
Estes, no Brasil, parecem mais próximos dos processos rela-
cionais-pessoais descritos por Da Matta do que da comunidade
cívico-bíblica descrita por Bellah para os Estados Unidos. Por ou-
tro lado, houve também no Brasil, como assinalou Gilberto Velho,
transformações sociais suficientes para que uma legitimação do
individualismo possessivo se processasse sob uma forma moderna,
ainda que incapaz de ser sempre constrangida aos padrões iguali-
tários exigidos pela modernidade. De certa maneira, se o processo
de modernização é um processo de incremento da formalização
e, ao mesmo tempo, da contingência [como propôs Peter Wagner
(1994)], então se poderia formular um programa de pesquisa que
466
O problema do individualismo

investigasse como esse processo no Brasil equacionou, num su-


jeito socialmente contraditório, formalização com hierarquia, e
contingência com individualismo. Do mesmo modo, seguindo as
indicações de Paula Montero, como uma versão de comunitarismo
e solidariedade de interesses produziu-se em aversão à represen-
tação política moderna. Finalmente como propõe a perspectiva
aberta por Elisa Reis, uma agenda para investigar os processos so-
ciais que impulsionam ou limitam, no Brasil, a esperança de que
se generalize uma confiança mútua, típica dos sentimentos comu-
nitários, capaz de oferecer legitimidade e regulação democrática
aos conflitos de interesse, para a constituição de uma identidade
coletiva afirmativa e moderna.

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Editores, 1981.

469
Violencia sexual contra niños, niñas y
adolescentes y el proceso de civilización1
Tatiana Savoia Landini

Introducción

¿Cómo pensar sociológicamente lo que socialmente se considera


impensable? Esta pregunta la planteó Sérgio Carrara (1991, p. 80)
al ingresar en un manicomio y percatarse de situaciones en las
que la violencia o la crueldad aparecían como fines en sí mismos.
El “crimen por el crimen”, violencia perpetrada “con requisitos de
crueldad”. Georges Vigarello (1998) utiliza una expresión que a mí
me suena muy adecuada para referirse a la violencia sexual contra
la infancia: es la “violencia de nuestro tiempo”, dice. No porque sea
más común o sea creciente, sino porque nuestras miradas están
centradas en este tipo de violencia. Ella conlleva dos elementos
preciados por la contemporaneidad: la niñez, vista cada vez más
como la representación de la pureza y la inocencia, que requiere
protección y seguridad; y la sexualidad, motivo de fuertes dispu-
tas ideológicas entre diferentes grupos de la sociedad –feministas,

1
La redacción de este capítulo se basa en mi tesis doctoral, Horror, honra e direitos: a
violência sexual contra crianças e adolescentes no século XX, de 2005. El trabajo consistió
en un ejercicio intelectual de aplicación de la sociología de Elías a un tema no abor-
dado por el autor. Este texto sintetiza la discusión hecha allí, incluyendo extractos
tomados del texto de tesis, y agrega reflexiones desarrolladas desde entonces.

471
Tatiana Savoia Landini

diferentes grupos religiosos, médicos, higienistas, psicólogos. La


violencia sexual contra la infancia es, para nuestra sociedad occi-
dental contemporánea, incomprensible, inaceptable, ella nos con-
mociona, nos insulta. Y, por eso, es la violencia de nuestro tiempo,
aquella que nos involucra y preocupa intensamente.
Un trabajo académico que aborde la cuestión de la infancia,
sobre todo desde un punto de vista histórico-social, difícilmente
puede sustraerse a la tarea de volver al conocido libro de Philippe
Ariès, L’enfant et la vie familiale sous l’Ancien régime (1960/1991), un
hito en los estudios sobre la infancia. En este libro, Ariès demues-
tra que el sentimiento de infancia no es algo natural, sino cons-
truido históricamente. Como señala Elias en su aún poco conocido
La civilización de los padres ([1980] 2012a), el descubrimiento de la
infancia es el de su relativa autonomía, el hallazgo de que no son
pequeños adultos. “Se van haciendo adultos individualmente a lo
largo de un proceso civilizador social que varía de acuerdo con el
estado de desarrollo de los respectivos modelos sociales de civiliza-
ción” (Elías, 2012a, p. 469).
El autor afirma que, en el transcurso de la historia, la relación
entre padres e hijos cambió de un patrón más autoritario a uno más
igualitario. En la antigüedad los niños jugaban un papel económi-
co: si la familia poseía tierras, los niños eran llevados a trabajar
desde una edad temprana, produciendo más de lo que consumían.
La industrialización hizo posible nuevos estilos de vida y, en este
nuevo modelo, en gran parte de los países occidentales –con la
excepción de determinados grupos– los hijos ya no atienden una
necesidad económica de sus padres, sino que satisfacen otras ne-
cesidades, más psicológicas y sentimentales (Elias, 2012a).
En la sociedad moderna, el amor por los hijos no aparece como
una cuestión de deber ser, sino de ser naturalmente así: los padres
naturalmente aman a sus hijos y este sentimiento dura toda la
vida. Para Elias, este cambio de deber ser a ser naturalmente nos
dificulta comprender las relaciones entre padres e hijos en siglos

472
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

anteriores; es más, nos dificulta comprender los patrones de rela-


ción en diferentes grupos y clases sociales.
En el Prefacio de El Proceso de la Civilización (2012b), Elias nos
invita a reflexionar imaginando que fuimos transportados a tiem-
pos pasados en nuestra propia sociedad, cuando las costumbres
vigentes generarían en nosotros sentimientos variados – asco, cu-
riosidad o incluso atracción. En el texto que sigue, se discutirá el
concepto de violencia sexual contra la infancia desde un enfoque
sociogenético (Elias, 2012b; Leão y Landini, 2022) –por tanto, ha-
blaremos de la producción social del concepto de violencia sexual
contra niños, niñas y adolescentes, así como de cambios en los en-
foques, valores y emociones relacionadas con la violencia sexual–.
Así, a partir de las tipificaciones y definiciones sociohistóricas de
la violencia sexual contra la infancia, busco comprender sus cam-
bios y sus rumbos. ¿Qué se entendía por violencia sexual contra la
infancia a principios del siglo? ¿Qué cambios se hicieron en las ti-
pificaciones jurídicas y las definiciones sociales? ¿En qué dirección
se produjeron estos cambios? El período estudiado es el siglo XX,
con algunas referencias a finales del siglo XIX –cuando se aprueba
en Brasil el Código Penal de 1890, vigente hasta 1940– y a las prime-
ras décadas del siglo XXI –cuando, de nuevo, se producen cambios
importantes a los ordenamientos jurídicos brasileños con respec-
to al tema en cuestión–.
Para apoyar la discusión, se plantearon varias fuentes de da-
tos documentales: legislación nacional; acuerdos internacionales;
debates realizados por colectivos profesionales en torno a la vio-
lencia sexual; las demandas presentadas por los movimientos so-
ciales; y reportajes y noticias sobre violencia sexual publicados en
un diario de amplia circulación en el país.

473
Tatiana Savoia Landini

Mujeres y niños a principios del siglo XX

En el cambio del siglo XIX al XX, la trata de mujeres y niños era


causa de gran preocupación en la escena internacional. El primer
tratado internacional –el Acuerdo Internacional para la Supresión
de la Trata de Blancas– se firmó en París, en 1904. Unos años más
tarde, en 1910, también en la ciudad de París, se firmó el Convenio
Internacional para la Supresión de la Trata de Blancas. A partir
de la firma de esta Convención, los países signatarios se hicieron
cargo de, si no existieran, establecer leyes con el fin de frenar este
tráfico. Después de la Primera Guerra Mundial, el tema de la re-
presión de la trata de blancas fue retomado con más fuerza por la
recién creada Liga de las Naciones. La preocupación por la trata
incluso se expresó en el texto del pacto fundacional de la Liga de
las Naciones adoptado por la Conferencia de Paz de París en 1919.
En 1921, a la reunión de la Convención Internacional para la
Supresión de la Trata de Mujeres y Menores, asistieron 34 países
miembros de la Liga, ampliando así el alcance del movimiento que
antes no llegaba a 15 países. El cambio de terminología, de trata de
blancas a trata de mujeres y menores, tenía como objetivo definir
que las reglas deberían aplicarse a mujeres, niñas y niños de todas
las razas.
En nuestro país, el primer Código Penal (CP) republicano fue
aprobado en 1890; la primera Constitución republicana sería apro-
bada casi un año después, en 1891. En el Código de 1890 encontra-
mos el Título XIII, “De los delitos contra la seguridad del honor y
la honradez de las familias y ultraje público al pudor”, título en el
que se tipifican los crímenes sexuales. Hay tres capítulos que tra-
tan este tema: I - Violencia carnal (artículos 266 a 269); II – Rapto
(artículos 270 a 276); III – Del proxenetismo (artículos 277 a 278).
Destacamos algunos artículos y párrafos que hacen referencia
a los delitos sexuales contra los y las que hoy llamamos niños, ni-
ñas y adolescentes, entonces denominados menores:

474
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

Artículo 266. Atentar contra el pudor de una persona de uno u otro


sexo, con violencia o amenazas, para satisfacer pasiones lascivas o
por depravación moral.

Artículo 267. Desflorar a una mujer menor de edad, empleando se-


ducción, engaño o fraude.

Artículo 268. Violar a una mujer virgen o no, pero honrada.

Artículo 269. La violación es el acto por el cual un hombre abusa vio-


lentamente de una mujer, sea virgen o no.

Por violencia se entiende no solo el uso de la fuerza física, sino tam-


bién el uso de medios que privan a la mujer de sus facultades psíqui-
cas y, por tanto, de la posibilidad de resistir y defenderse [...].

Artículo 270. Sacar del hogar, con fines libidinosos, a cualquier mu-
jer honrada, de mayor o menor edad, soltera, casada o viuda, atra-
yéndola por seducción o emboscada, o forzándola por violencia, no
verificando la satisfacción de los placeres genésicos.

Artículo 272. Cualquiera de los delitos previstos en este capítulo y en


el anterior se presume cometido con violencia, siempre que el ofen-
dido sea menor de 16 años.

Artículo 273. Las penas establecidas para cualquiera de estos delitos


se aplicarán [...] con aumento de la cuarta parte: [...] 4º, si es ascen-
diente, hermano o cuñado de la persona ofendida; 5°, si es tutor, cu-
rador, encargado de su educación o custodia, o por cualquier otro
motivo tiene autoridad sobre ella.

Artículo 277. Incitar, favorecer o facilitar la prostitución de alguien


para satisfacer deseos deshonestos o pasiones lascivas ajenas.2

Como deja claro el título XIII del CP de 1890, la protección jurídica


contra los delitos sexuales estaba relacionada no con la protección
individual, sino con la familia; tanto las mujeres como los niños,
niñas y adolescentes (menores), especialmente las mujeres y niñas,

2
Fuente: https://www2.camara.leg.br/legin/fed/decret/1824-1899/decreto-847-11-ou-
tubro-1890-503086-publicacaooriginal-1-pe.html

475
Tatiana Savoia Landini

se entendían como pertenencia del marido o de la familia: la legis-


lación se aplicaba, en general, tanto a menores como a mayores
de edad. El calificativo de menor de edad definía la presunción de
violencia, cuando la víctima era menor de 16 años, o justificaba un
aumento de la pena.
Desde su publicación el Código Penal de 1890 fue criticado por
parte de opositores por la mala calidad de su redacción y su con-
tenido obsoleto (Caulfield, 2000, p. 69). El principal debate teórico
tuvo lugar entre la escuela positivista del derecho penal y la tra-
dición del derecho clásico. La redacción del Código siguiera la es-
cuela clásica, enfoque teórico contestado por una generación de
jóvenes juristas, muchos de los cuales dividían su tiempo entre los
tribunales y la investigación académica, como Francisco José Vi-
veiros de Castro (1862 – 1906), uno de los principales promotores de
las nuevas teorías penales en las ciudades de Río de Janeiro y São
Paulo (Álvarez, 1996, p. 86). Este grupo conformaba una élite que se
consideraba “capacitada para diagnosticar y remediar los males
sociales que obstaculizaban el progreso nacional” (Caulfield, 2000,
p. 70).
Nacido en 1862, en São Luiz do Maranhão, y muerto en 1906, en
la capital de la República, Viveiros de Castro escribió varias obras
jurídicas y literarias, deteniéndose en el estudio de los delitos se-
xuales. De sus obras destacan Attentados ao pudor: Estudos sobre
as aberrações do instincto sexual, de 1895, y Os delictos contra a
honra da mulher, de 1887, ambas de gran relevancia para compren-
der el tratamiento de los delitos sexuales.
Sus obras revelan un “verdadero proyecto civilizatorio dirigi-
do principalmente a las capas sociales menos favorecidas” (Mar-
tins Jr., 1995, p. 9). Con la República, en las grandes metrópolis las
mujeres comenzaron a ocupar más libremente el espacio público:
trabajaban, asistían a la escuela y a lugares de entretenimiento.
Este cambio generó preocupación respecto a la conducta moral
y, principalmente, sexual de la población femenina, especialmen-
te respecto de las mujeres que trabajaban fuera del hogar. Temas
476
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

como el crecimiento de la criminalidad femenina, la lucha contra


los delitos sexuales y la reglamentación de la prostitución estaban
a la orden del día (Álvarez, 1996, p. 182).
Bajo la influencia de la Escuela Positivista de Criminología, el
derecho penal se imbuyó de una tendencia civilizatoria, cuya mi-
sión era inculcar un mínimo de valores burgueses en la mente
de hombres y mujeres. Según Viveiros de Castro, el Código Penal
de 1890 permitió al país dar un paso importante hacia el mismo
grado de modernidad que otras naciones más desarrolladas, al
definir penas para los atentados contra el pudor y los delitos de
violación, desfloración, rapto y proxenetismo. La condición de mo-
dernidad a la que se refiere Viveiros de Castro se expresa en el Tí-
tulo VIII del Código de 1890, “La seguridad del honor y la honradez
de las familias”. La atención no se centró en la seguridad de la mu-
jer o de la niña ofendida –como hacía el Código anterior, de 1830,
cuando encuadraba los delitos de violación y desfloración en el
epígrafe de corrupción de menores–, sino en la familia y el honor
femenino. La tendencia civilizatoria se imponía porque, a su juicio,
el respeto por el honor femenino no formaba parte de la naturale-
za humana, era algo adquirido en el proceso evolutivo.
En Los delitos contra el honor de la mujer (1936), el autor analiza,
entre otros, los delitos de desfloración y atentado al pudor. La des-
floración se entendía como “el coito completo o incompleto con
una mujer virgen, menor de edad, con consecuencia, en la mayor
parte de los casos, de la ruptura del himen, obteniendo el consen-
timiento de la mujer mediante seducción, fraude o engaño” (Vivei-
ros de Castro, 1936, p. 57). Si no se producía el coito, completo o
incompleto, el delito era de atentado al pudor, no de desfloración.
Si bien Viveiros de Castro no tomó una posición radical con re-
lación a la ruptura del himen, sí se manifestó claramente sobre la
virginidad: no habría delito de desfloración sin que la mujer fuera
virgen; al fin y al cabo, como él mismo afirma, “la palabra misma
está indicando la necesidad de este elemento del delito, desflorar,
deshojar, quitar la flor” (1936, p. 61). La mayoría de edad –y, por
477
Tatiana Savoia Landini

tanto, la edad a partir de la cual las niñas podrían tener relaciones


sexuales consentidas– se alcanzaba a los 21 años, salvo que la mu-
jer hubiera solicitado emancipación de edad, que podía hacerse a
los 18 años. Finalmente, a los elementos materiales ya comentados,
Viveiros de Castro añade la necesidad de un elemento moral para
caracterizar el delito de desfloración: que el consentimiento de la
víctima se haya obtenido mediante seducción, engaño o fraude. El
medio de seducción más común era la promesa de matrimonio;
para que se le reconociera legalmente su valor, tenía que hacerse
con formalidad y seriedad, “para que la persona ofendida pudiera
creer en su sinceridad, que, en fin, hubiera sido engañada”.
Aunque la principal preocupación de Viveiros de Castro fuesen
los delitos contra el honor, el autor también escribió sobre el delito
de violación, del que dijo que era “el más repugnante, el más me-
recedor de severas penas”, y cuyas consecuencias son “indelebles
para la víctima”. A diferencia del delito de desfloración, cuando
existe el consentimiento de la mujer, aunque se obtenga mediante
seducción, fraude o engaño, en la violación se somete a la mujer.
El Código Penal de 1890 definía el delito de violación como “el acto
por el cual un hombre abusa violentamente de una mujer sea vir-
gen o no”. Una segunda diferencia identificada entre los delitos de
desfloración y violación era que el primero solo se daba en caso
de mujeres vírgenes, menores de edad, mientras que la violación
podía realizarse contra mujeres mayores, vírgenes, casadas, viu-
das y prostitutas. Además del más evidente de los medios, la fuerza
física, el sometimiento de la mujer se podría caracterizar también
“por violencia moral, por fraude, durante el sueño, por su incapa-
cidad para consentir, por el uso de medios que aniquilan la volun-
tad” (Viveiros de Castro, 1936, p. 98).
De estos medios, lo que interesaba a Viveiros de Castro era la
incapacidad de consentir, que se refiere a las mujeres “idiotas y
dementes de toda clase, borrachas, reclusas, menores de 16 años”
(Viveiros de Castro, 1936, p. 108). La ley presumía que, hasta los 16
años, la mujer no tenía claro que el acto sexual afectaba “tan
478
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

profundamente su honor y su futuro”. Se la consideró incapaz e


inconsciente, por lo tanto, sin ninguna capacidad consentidora. Si
no tenía capacidad para los actos de la vida civil, tampoco tenía
capacidad para disponer de su honor. Así, comprobada la edad me-
nor de 16 años de la mujer, el delito habría sido de violación y no
de desfloración.
Aunque el Código Penal se destaca en el tratamiento de los
delitos sexuales, también debe mencionarse la legislación espe-
cífica para menores. Además de aquellos que se encontraban sin
vivienda o medios de subsistencia, cuyo padre, madre o tutor se
encontraba incapacitado o imposibilitado para cumplir con sus
deberes, es interesante destacar algunos otros criterios presentes
en el Código de Menores de 1927 para la calificación de menores
abandonados.3

Art. 26. Se consideran abandonados los menores de 18 años: [...]

IV, que vivan en compañía de padre, madre, tutor o persona que se


dedique a la práctica de actos contrarios a la moral y a las buenas
costumbres;

V, que se hallen en estado habitual de vagancia, mendicidad o


libertinaje;

VI, que frecuenten lugares de juego o de dudosa reputación, o anden


en compañía de gente viciosa o de mala vida.

Los menores eran considerados libertinos cuando, habitualmente:

a) en la vía pública, persigan o inviten a compañeros o tran-


seúntes a cometer actos obscenos;
b) ejerzan la prostitución en su propio domicilio, o vivan en
casa de prostitutas, o frecuenten casa de citas para realizar
actos obscenos;

3
Código dos Menores de 1927. Fuente: https://www2.camara.leg.br/legin/fed/de-
cret/1920-1929/decreto-17943-a-12-outubro-1927-501820-publicacaooriginal-1-pe.html

479
Tatiana Savoia Landini

c) sean encontrados, en cualquier casa o lugar no destinado a


la prostitución, practicando actos obscenos con otros;
d) vivan de la prostitución ajena.

El Código de 1927 abarcaba las principales problemáticas de la


época: el abandono, el trabajo, la educación y la delincuencia.
Garantizaba algunas medidas asistenciales para la población po-
bre, al tiempo que reglamentaba el trabajo de niños y adolescen-
tes. Los derechos de ciudadanía, sin embargo, no eran válidos para
el conjunto de la población: los grupos considerados potencial-
mente peligrosos eran objeto de un tratamiento jurídico penal dis-
tinto; se les reservaban medidas normalizadoras y moralizadoras
(Álvarez, 1996, p. 235).
En la prensa, encontramos, en alguna medida, entendimien-
tos similares a los presentados anteriormente sobre los delitos se-
xuales.4 La violación, los delitos contra el honor y la prostitución
fueron los tipos de delitos más denunciados. Aunque fuesen, a
principios del siglo, textos muy breves y con muy pocos detalles
sobre lo sucedido y sobre los implicados, la elección de las pala-
bras dice mucho sobre cómo se entendían estos crímenes. Para
referirse a lo que podemos entender como el delito de violación,
se utilizaron expresiones como “la violó”, “realizó actos repugnan-
tes”, “ataque muy vil”. De esta forma, lo ocurrido es tratado como
una anormalidad y una amoralidad, una aberración. A las niñas se
las describía como “pequeñas”, “niña desafortunada”, “pobrecita”,
y como víctimas de “instintos perversos”.
El incesto también aparecía en algunas noticias. Bajo el titu-
lar “Actos repugnantes” (OESP, 09 de mayo de 1920), encontramos

4
El análisis de los reportajes sobre violencia sexual contra niños, niñas y adolescen-
tes, capítulo IV de la tesis, fue publicado en Landini (2016). La investigación fue reali-
zada en el diario O Estado de S. Paulo, periódico que, además de su amplia circulación,
tuvo continuación a lo largo del siglo XX. Se organizó una base de datos que cubre el
siglo XX a partir de los archivos en microfilme e impresos del diario. La encuesta se
realizó por muestreo, un año de cada diez, durante los primeros tres cuartos del siglo
y, a partir del año 1980, se encuestaron todos los años sin excepción.

480
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

la noticia de que un padre había cometido “los actos más repug-


nantes con una hija de 13 años”. En otro texto, “Padres infames”
(OESP, 11 de mayo de 1920), el periódico informaba que la víctima
de un “ataque muy torpe” se había extraviado y había comenzado
a frecuentar una casa de mala reputación. La policía tuvo dificulta-
des para reunir pruebas contra el incestuoso.
También estaban mal vistos la prostitución y el proxenetismo,
problema relacionado con los inmigrantes que llegaban al terri-
torio nacional por centenares. Los extranjeros eran blanco de
acusaciones y los niños y niñas encontrados en “guaridas de vi-
cio”, causa de preocupación. Los reportajes de principios de siglo
no discutían las características de las niñas que eran traficadas u
ofrecidas a la prostitución, la familia tampoco se presentaba en los
textos. El blanco era, de hecho, los inmigrantes, los “pervertidos”
que se ocupaban de desviar a los menores. Han sido pocos los re-
portajes sobre el tema publicados en el periódico, y gran parte de
estos abordaba la presencia de menores en la prostitución como
un tema relacionado a la prostitución de adultos.
La llegada del buque mercante italiano Veronese, procedente
de La Coruña, por ejemplo, llevó a la prensa a demandar represión
de este tipo de tráfico –en el buque iban varias niñas esclavizadas
(OESP, 02 de octubre de 1908)–. Extranjeros que vivían en Brasil
fueron acusados y expulsados del territorio nacional (OESP, 04 de
septiembre de 1930). Hubo una orden de expulsión contra el hún-
garo Pedro Huber –propietario del cabaret y bar Estrella– que “fue
acusado por su propia hija, Catharina, a quien obligaba a dedi-
carse al proxenetismo en el establecimiento de su propiedad, y de
quien extorsionaba el dinero que ella ganaba con eso” (OESP, 18 de
marzo de 1930). Las niñas que se alojaban en casas de tolerancia o
en “la casa de una mujer de mala conducta”, como la niña de siete
años Maria Teodora da Conceição (OESP, 03 de enero de 1908), eran
objeto de preocupación. Niñas extranjeras también eran encontra-
das en esas casas.

481
Tatiana Savoia Landini

Por su parte, los delitos contra el honor que involucraban a me-


nores –desfloración, seducción y rapto de menores– no generaron
ningún tipo de repulsión por parte del diario. La noticia informaba
sobre la detención del adolescente, o incluso de la pareja cuando se
trataba de un rapto consentido, sin ningún adjetivo que indicara
un sentimiento de repugnancia: “Rapto –Santos, 22– A pedido de la
policía de esa capital, la comisaría regional detuvo al joven Anto-
nio Almeida de Carvalho, de 17 años, quien hace unos días raptó a
la menor Angelina Rodrigues, de 14 años, llevándola consigo a esta
ciudad. Ambos fueron debidamente escoltados hoy a esa capital”
(OESP, 23 de enero de 1920).

Sexología forense en las décadas del veinte al cuarenta


y la protección del honor en el Código Penal de 1940

Al igual que los juristas del cambio de siglo, los médicos también
entendían que la moralización y la modernización de Brasil eran
su responsabilidad. La articulación entre la medicina y el Estado
republicano había supuesto un aumento del control social y una
disminución de la autonomía familiar. Artículos y tesis sobre el
cuerpo y el sexo, la vida íntima, la salud y la higiene muestran
que los médicos se habían hecho responsables de orientar la vida
privada de las personas y que el modelo deseado era el modelo
burgués de familia (Herschmann, 1994, pp. 48-49). Lo que querían
estos médicos, higienistas y sanitarios era que hombres y mujeres
desempeñaran su papel de productores, reproductores y guardia-
nes de una descendencia sana y de una raza “sana” y “pura”. Los
enemigos eran los “excesos” y las “desviaciones”. La solución, in-
culcar valores, destruir “vicios” y “perversiones”.
Júlio Afrânio Peixoto (1876-1947) nació en la ciudad de Lençóis
(Bahía). A los 21 años, se graduó en la Facultad de Medicina de Ba-
hía. Elogiado por Nina Rodrigues, logró un rápido y ecléctico éxito
profesional. Fue escritor, médico y educador. Dejó una de las más
482
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

variadas y numerosas bibliografías brasileñas de la primera mitad


del siglo pasado: tratados de medicina legal e higiene, poesía, no-
velas sartenejas y urbanas, libros de y sobre educación, biografías,
estudios literarios sobre escritores, monografías sobre folklore,
pensamientos y reflexiones, historia, teatro, perfiles, impresiones
de viajes, tierras y países (Mota et al., 1994, p. 147). Fue profesor
emérito y primer decano de la Universidad de Brasil, profesor de
las facultades de Medicina y Derecho de Río de Janeiro, miembro
del Instituto Histórico y Geográfico de Brasil y de la Asociación
Brasileña de Letras, además de otros cargos y títulos. Siempre se ha
mostrado un autor mordaz y erudito; entre otras actitudes, escri-
bió cartas a Sigmund Freud criticándolo (Mota et al., 1994). Reveló
una preocupación excepcional por la eugenesia en sus varios libros
sobre medicina legal. Consideraba que el matrimonio precoz era
perjudicial para la salud de los cónyuges y los hijos; para él, habría
que combatir la sexualidad precoz, el onanismo y la prostitución.
Al igual que Viveiros de Castro, también seguidor de la teoría
lombrosiana, defendía que la criminalidad era una predisposición
genética. Los criminales, los niños, las mujeres y los salvajes tenían
características comunes. El criminal tenía una psique subdesarro-
llada como resultado de la degeneración; su cerebro era similar al
de una mujer que, a su vez, lo tenía similar al de un niño de diez
años, similar también al de los salvajes, los negros, los indios y los
asiáticos (Mota et al., 1994, p. 151). Su consideración y respeto por
las mujeres era notable:

La mujer[...] Mira, este aparato indispensable tiene la mayor cantidad


de piezas inútiles, que además funcionan mal[...] Es un aparato de
sensaciones, pero con piezas incompatibles y sin un uso justificable.
¿Recuerdas esos viejos relojes? Una cebolla grande, que ocupaba todo
el bolsillo y además tenía una llave para darle cuerda... Bueno, hoy es
una pastilla, un broche, o un botón de solapa, o una pulsera, un reloj
moderno. Bueno, la mujer no cambió, se quedó como estaba, la má-
quina complicada, siempre dando su trabajo. Y siempre necesitada

483
Tatiana Savoia Landini

de la llave, para darle cuerda (Peixoto, 1947, p. 214-215, citado en Mota


et al., 1994, p. 153-154).

En cuanto a la desfloración antes del matrimonio, afirmó que esta


era una justificación legítima para la anulación de los vínculos
matrimoniales y defendió la importancia tanto de un buen diag-
nóstico como de un examen prenupcial. Pero el lema que más nos
interesa de su obra es la lucha contra la “himenolatría”, es decir,
la justificación de que la presencia del himen sería sinónimo de
virginidad, y su inexistencia, prueba del desfloramiento. En largas
páginas de sus libros Medicina legal (1927) y Sexología forense (1934),
describió todos los tipos de himen que encontró en su práctica mé-
dica y forense. Su crítica a la himenolatría, como él mismo llama-
ba, se publicó hacia 1934. Su principal argumento era la existencia
de un himen complaciente, es decir, la posibilidad de no ocurrir
ruptura aun cuando se produzcan las relaciones sexuales.
Así, abogó por un cambio en la práctica jurídica, que debería
prestar más atención a la “virginidad moral” que a la “virginidad
material”. La jurisprudencia que orientó el Código Penal de 1940,
con base en las opiniones de Afrânio Peixoto, decía que el objetivo
de la ley era garantizar la integridad moral y no simplemente la
abstinencia física de las mujeres solteras. La ley debe proteger “la
membrana con la virtud” (Caulfield, 2000, p. 185).
Peixoto tomaba el Código Penal de 1890 como una reminiscen-
cia himenólatra: “Aquí, el anacrónico delito de desfloración está
muriendo y morirá, como ya murió en tierras más civilizadas”. Un
Código Penal moderno no debe proteger una membrana, “perte-
nencia incierta, precaria, material”, sino “la dignidad de las cos-
tumbres honradas y los hábitos decentes”. “El honor cambiará de
residencia, del bajo vientre al alma”, afirmó (Peixoto, 1934, p. 140).
La discusión sobre la virginidad moral no fue una novedad in-
troducida por este médico. También estuvo presente en el pensa-
miento de importantes juristas, como Nelson Hungría, uno de los
autores del Código Penal de 1940. A lo largo de la primera mitad

484
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

del siglo XX, con mayor fuerza en la década del treinta, hubo, por
tanto, un movimiento para desligar el tema de la virginidad de su
soporte físico, el himen. Hubo, desde entonces, tendencia crecien-
te al juicio de la conducta moral de la víctima y menor importan-
cia a la verificación de señales físicas. Esta discusión tomó fuerza
desde el momento en que la medicina pasó a formar parte del
complejo jurídico, confiriendo un tono propio a la discusión sobre
la desfloración en particular y la violencia sexual en general. En
palabras del Dr. Henrique Bayma, con ocasión de la sesión inaugu-
ral de la Sociedad de Medicina Legal y Criminología de São Paulo,
la medicina legal es “de donde brotan las fuentes de la vida para
nosotros [los abogados], a cuya mengua la obra del jurista, como
tierra pobre, provee solo creaciones improductivas y mezquinas.”
(Bayma, 1922, p. 18).
Aunque la noción de delito contra el honor de la familia, títu-
lo utilizado en el Código Penal de 1890, haya sido rechazada por
los juristas en la década del treinta y reemplazada, en el Código
de 1940, por la noción de costumbres, la virginidad femenina seguía
siendo un tema importante. Según los estudiosos del derecho de
las décadas del treinta y del cuarenta, la pérdida de la virginidad
reducía drásticamente para una mujer soltera las posibilidades de
que se casara y tuviera una vida familiar decente. Castigar a los
desvirgadores constituía una “profilaxis social” para que las muje-
res no fueran llevadas a la prostitución, “dado que ningún hombre
se casaría con una mujer ‘ya estropeada’ por un supuesto corrup-
tor” (Caulfield, 2000, pp. 253-254).
El delito sexual cometido contra niñas y niños quedó en la som-
bra, no fue la tónica de cambios legislativos ni siquiera de políticas
de combate. Sin embargo, al continuar la discusión sobre la virgi-
nidad, incluso con el objetivo de combatir la himenolatría, se abrió
espacio para que otro tipo de delitos fueran develados y discutidos
públicamente. La importancia de castigar delitos como la seduc-
ción de mujeres vírgenes estaba directamente ligada al debate so-
bre el proxenetismo y la prostitución (incluso de menores de edad).
485
Tatiana Savoia Landini

En este sentido, vale mirar a la experiencia de São Paulo en


las décadas del cuarenta y del cincuenta. La reglamentación de la
prostitución estaba a la orden del día, llamando también la aten-
ción de los trabajadores sociales, que comenzaron a participar de
la discusión en acción conjunta con la Policía de Costumbres. El
objetivo de dicha acción conjunta, según definió Osvaldo Silva,
director general de la Secretaría de Estado para Asuntos de Segu-
ridad Pública, era que “todas las candidatas a registro como pros-
titutas serían […] enviadas al Servicio de Asistencia Social, para
para ser objeto de una doble investigación: buscar la causa de la
situación presentada y, en consecuencia, obtener su recuperación,
mediante la normalización de su vida familiar” (Silva, 1948, p. 76).
Tres años después se publicó un extenso texto de Nautilde Ba-
tista da Costa Valente, titulado “Serviço de recuperação moral e
social da mulher prostituída” (1951), fruto de este trabajo conjunto.
En este texto se exponen resúmenes de varios casos atendidos por
el servicio. En la mayoría de ellos, hay una clara relación entre el
desfloramiento y la entrada en la prostitución:

La interesada es rubia, alta, corpulenta y de ascendencia húngara.


Nacida en..., pero criada en São Paulo. Su padre es obrero. Siempre
ha bebido mucho. En una ocasión, estando demasiado borracho, la
tomó a la fuerza, desvirgándola. Tenía entonces 14 años. Ella piensa
que nunca podrá querer nada más en su vida, porque solo el recuer-
do de haber sido desvirgada por su padre la avergüenza y la confun-
de. No cree en los hombres y ya está completamente desilusionada
(Valente, 1951, pp. 147-148).

A este ejemplo se suman otros: “dice que a los 18 años la desvirgó


su prometido”, “a los 13 la desvirgó su jefe cuando servía de niñera
a sus hijos”, “ha sido desvirgada hace 3 años por su novio, quien
luego desapareció”, “a los 13 años fue desvirgada, cuando trabajaba
en un hotel”. Aunque muchas de ellas se habían involucrado en la
prostitución sólo a partir de los 18 años, algunas lo hicieron mucho
antes –“a los 12 años ella tomó un trabajo en una ‘pensión para

486
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

mujeres’”–. La apariencia juvenil de algunas niñas llamó la aten-


ción de la trabajadora social, “tiene un aire ingenuo, parece más
una colegiala”, “su apariencia de baby debe de facilitar ese juego
[obtener suficiente dinero]”.
La miseria es otro punto relacionado con el ingreso a la
prostitución:

Se prostituyó cuando tenía 13 años. Eran 5 hermanos, su madre había


muerto hacía unos años, su padre, cuando aún vivía, trabajaba y cui-
daba a los niños. Sin embargo, el murió y los niños quedaron huér-
fanos de las siguientes edades: 14 el mayor, ella, Jaci, 13, los menores
respectivamente 11, 9 y 8 años. El mayor buscó trabajo y consiguió,
pero el salario de menor de edad no alcanzaba para los gastos del
grupo. Él también era rudo y golpeaba a su hermana por consumir
todo su dinero. Apegada a su hermano y temerosa de que fueran en-
tregados al Juez de Menores y separados, Jaci decidió trabajar como
empleada doméstica. Había, sin embargo, otro problema: los más
pequeños quedaban abandonados sin que nadie los cuidara. Y con-
cluyó: “Esta es la manera de dar de comer y cuidar a mis hermanos”
(Grijó, 1949, pp. 57-58, citado en Lagenest, 1960, pp. 96-97).

Tanto el trabajo de recuperación moral y social de las prostitutas


en São Paulo como el trabajo presentado por Lagenest formaron
parte de una discusión más amplia sobre la reglamentación de la
prostitución, una discusión muy impulsada por el miedo a la sífilis.
La propuesta era crear zonas especializadas donde se concentra-
rían los burdeles. Para poder trabajar en estas zonas, las mujeres
debían solicitar permiso a la Policía de Costumbres y someterse
a exámenes médicos periódicos –semanales o incluso dos veces
por semana– destinados a contener enfermedades de transmisión
sexual, como la sífilis. Este sistema, adoptado en el estado de São
Paulo en 1935, fue prohibido por decreto del Gobierno del Estado
en diciembre de 1954.
Con el fin del sistema reglamentario en São Paulo, se realiza-
ron algunos experimentos para readaptar a las prostitutas. A fines

487
Tatiana Savoia Landini

de la década del cincuenta estaban en marcha dos experiencias: la


casa Nosso Lar, especializada en rehabilitación, y la Casa Azul, sin
especialización, pero que también recibía casos de niñas y muje-
res que intentaban salir de la prostitución (Lagenest, 1960, pp. 153-
154). La primera recibió a 52 jóvenes, entre marzo de 1957 y agosto
de 1959. De ellas, 21 eran menores de edad. En cuanto a la segunda
experiencia, hallamos algunos relatos; por ejemplo, el de Teresa
quien huyó de un orfanato a los 13 años y, quedándose totalmente
sin dinero, pidió ayuda a la dueña de un burdel, quien la llenó de
dulces, joyas y la inscribió como mayor de edad. Habiendo tenido
ya dos hijos mientras estuvo en la prostitución, y habiendo queda-
do embarazada del tercero, ha buscado ayuda en Casa Azul. Tuvo
éxito: obtuvo trabajo en la Casa misma, tuvo a su hijo, consiguió
un empleo fuera de la Casa y un novio, con quien legitimó a su hijo
(Lagenest, 1960).
Tras la aprobación del Código Penal de 1940, como ya señaló
Fausto (2001), la legislación fue perdiendo importancia como ins-
trumento para garantizar la estabilidad de la familia; “los delitos
contra la seguridad del honor y la honradez de las familias y el ul-
traje público contra el pudor” (título XIII del Código Penal de 1890)
pasaron a ser considerados “delitos contra las costumbres” (título
VI del Código Penal de 1940). Es muy significativo el título que se le
da al capítulo I de esta sección del Código: “De los delitos contra la
libertad sexual”, donde se ubican los delitos de violación, atentado
al pudor con violencia, posesión sexual mediante fraude y atenta-
do al pudor mediante fraude. Sea como sea, aunque la individuali-
dad aparezca más marcada en 1940, hay que recordar que, en caso
de denuncia, la mujer víctima tendría que ser representada legal-
mente por su padre, si soltera, o por su marido, si casada.
Aún respecto a la familia, si bien tuviera singular importan-
cia, el legislador reconoció que, a veces, el agresor forma parte de
este núcleo. En ambos Códigos, se reconoce la mayor gravedad del
delito cuando es cometido por un miembro de la familia; el Códi-
go de 1940 es aún más explícito al citar los delitos cometidos por
488
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

ascendiente, padre adoptivo o padrastro como factores que agra-


van la pena –solo el primero ya estaba incluido en el CP de 1890–.
El abuso de la patria potestad también justifica la acción pública
contra el autor del delito.
Otro cambio significativo del Código Penal republicano al si-
guiente fue el mayor detalle de los tipos de delitos previstos. El
atentado al pudor (art. 266) pasó a clasificarse como corrupción de
menor (art. 218) o atentado al pudor con violencia (art. 214), depen-
diendo de si la acción haya causado la corrupción de la víctima,
es decir, si el daño estuviera limitado al momento del delito o si
acarreara perjuicio a la vida futura de la víctima.
Para el delito de “desvirgar a una mujer menor de edad”
(art. 267, CP de 1890), además del objeto del artículo 217 (seducir
a una mujer virgen), el CP de 1940 definió tres tipos correspon-
dientes: seducción, posesión sexual mediante fraude y atentado
al pudor mediante fraude (artículos 217, 215 y 216, respectivamen-
te). Los tipos previstos en el artículo 267, desfloración “mediante
seducción, engaño o fraude”, se dividieron en artículos distintos,
convirtiéndose en tipos del artículo 215 (agravante en el caso de
posesión sexual practicada contra una mujer virgen, menor de 18
años y mayor de 14 años). Es decir, con el paso del tiempo la virgini-
dad fue perdiendo importancia y se ha pasado a considerar mucho
más el daño personal derivado del delito, independientemente de
las experiencias sexuales previas de la víctima.
En el Código de 1940 la edad considerada para presunción de
violencia se redujo de los 16 años (CP 1890) a los 14 años. Comple-
mentariamente, el Código ganó una sección dedicada a los delitos
sexuales contra mayores de 14 años y menores de 18 años, agrupa-
dos en el Capítulo II - Seducción y corrupción de menores. Aquí en-
contramos las definiciones de Seducción (Art. 217 – Seducir a una
mujer virgen, menor de dieciocho años y mayor de catorce, y tener
con ella conjunción carnal, aprovechándose de su inexperiencia o
confianza justificada) y de Corrupción de menores (Art. 218 – Co-
rromper o facilitar la corrupción de una persona mayor de catorce
489
Tatiana Savoia Landini

años y menor de dieciocho años, practicando con ella acto de lasci-


via, o induciéndola a practicarlo o presenciarlo).

La protección como derecho

En 1959, la ONU proclamó uno de los documentos más impor-


tantes relacionados con la niñez: la Declaración Universal de los
Derechos del Niño (1959), un hito en la percepción de la especifici-
dad de infancia. A partir de esa declaración, “por primera vez en
la historia, el niño es considerado prioridad absoluta y sujeto de
Derechos” (Marcílio, 1998).
Entre los principios enunciados en la Declaración, se encuen-
tra la indicación de que “El niño debe ser protegido contra toda
forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de
ningún tipo de trata.” Así, aunque de manera menos explícita, el
tema de la trata y la explotación sexual, objeto de convenios inter-
nacionales anteriores, fue retomado por la ONU, esta vez en ins-
trumentos destinados directamente a la protección de la niñez. El
tema sería abordado nuevamente por las Naciones Unidas 30 años
después, cuando se promulgó la Convención sobre los Derechos
del Niño (1989). Esa Convención amplió la lista de derechos, abar-
cando campos no detallados anteriormente, como, por ejemplo, el
trabajo infantil y la violencia.
La primera redacción de la Convención fue propuesta por Po-
lonia (First Polish Draft), en 1978. Este documento ya contenía un
artículo sobre explotación y abuso sexual (UNO HR/1995/Ser.1/ar-
ticle.34): Primera versión polaca, Artículo IX 1. “El niño será prote-
gido de todas las formas de abandono, crueldad y explotación. No
debe ser objeto de trata, en ninguna de sus formas”.
Luego de la revisión de esta propuesta por parte de los Estados
Miembros, organismos especializados y organizaciones no guber-
namentales, regionales e intergubernamentales la explotación y el
abuso sexuales terminaron definiéndose en el artículo 34:
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Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

Los Estados Parte se comprometen a proteger al niño contra todas


las formas de explotación y abuso sexuales. Con este fin, los Estados
Parte tomarán, en particular, todas las medidas de carácter nacional,
bilateral y multilateral que sean necesarias para impedir: a) La inci-
tación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier activi-
dad sexual ilegal; b) La explotación del niño en la prostitución u otras
prácticas sexuales ilegales; c) La explotación del niño en espectáculos
o materiales pornográficos.5

Además, dada la insuficiencia de la definición, en el año 2000


se propuso el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los
Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución in-
fantil y la utilización de niños en la pornografía. En el preámbulo
de este protocolo, se nota una gran preocupación por un posible
crecimiento de la explotación de niños con fines sexuales:

Gravemente preocupados por la importante y creciente trata inter-


nacional de menores a los fines de la venta de niños, su prostitución
y su utilización en la pornografía,

Manifestando su profunda preocupación por la práctica difundida y


continuada del turismo sexual, a la que los niños son especialmente
vulnerables [...].

Reconociendo que algunos grupos especialmente vulnerables, en


particular las niñas, están expuestos a un peligro mayor de explota-
ción sexual [...].

Preocupados por la disponibilidad cada vez mayor de pornografía


infantil en la Internet y otros medios tecnológicos modernos [...].6

Tras la redemocratización de Brasil, la legislación nacional incor-


poró los preceptos contenidos en la Convención de la ONU. Así,

5
Fuente: www.unicef.org/brazil/dir_cri1.htm. Además del artículo 34, otros están
relacionados con el tema: explotación económica, incluido el trabajo infantil (ar-
tículo 32), drogas (artículo 33), venta, trata y rapto (artículo 35), otras formas de ex-
plotación (artículo 36) y niños pertenecientes a minorías étnicas o grupos indígenas
(artículo 30).
6
Fuente: http://www.unicef.org/brazil/protocol_expls.htm

491
Tatiana Savoia Landini

la Constitución Federal (CF) aprobada en 1988 trajo en su texto el


artículo 227:

Art. 227. Es deber de la familia, de la sociedad y del Estado garantizar


a los niños, niñas y adolescentes, con absoluta prioridad, el derecho
a la vida, la salud, la alimentación, la educación, el recreo, la forma-
ción profesional, la cultura, la dignidad, el respeto, la libertad y la
convivencia familiar y comunitaria, además de protegerlos de toda
forma de negligencia, discriminación, explotación, violencia, cruel-
dad y opresión.7

El Estatuto de la Niñez y la Adolescencia (ECA), aprobado en 1990,


es el marco legal y reglamentario de los derechos de los niños, ni-
ñas y adolescentes en Brasil, que prevé la protección integral de la
infancia. Aunque la CF no haya legislado sobre violencia sexual y
el ECA inicialmente solo tipificó el delito de pornografía infantil,
ambos introdujeron un cambio importante en el lugar que ocupa-
ban los niños, niñas y adolescentes en la sociedad: a partir de en-
tonces, la niñez y la adolescencia pasan a ser consideradas fases de
la vida que requieren protección especial.
A partir de la primera década del siglo XXI, se realizaron cam-
bios importantes, tanto en el ECA como en el Código Penal de 1940,
en lo que respecta a la violencia sexual. En 2009 hubo cambios en
el título VI del CP, que pasó a “De los delitos contra la dignidad
sexual” (Redacción dada por la Ley 12.015, de 2009). Fue solo tras
esta reforma del Código Penal que se creó un capítulo dedicado a
los delitos sexuales contra personas vulnerables, incluidos niños,
niñas y adolescentes. En el capítulo II, se presenta la definición
de Violación de personas vulnerables: “Art. 217-A. Tener conjunción
carnal o realizar otro acto libidinoso con persona menor de 14 (ca-
torce) años”. La Ley 13.718, de 2018, incluso dispone que las penas

7
La Enmienda Constitucional 65, de 2010, modificó el inicio del texto, agregando la
palabra “joven”: “Es deber de la familia, la sociedad y el Estado velar por que los ni-
ños, niñas, adolescentes y jóvenes […]”. Fuente: https://www.planalto.gov.br/ccivil_03/
constituicao/constituicao.htm

492
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

previstas “se aplican independientemente del consentimiento de


la víctima o de que ella haya tenido relaciones sexuales con ante-
rioridad al delito”.
La explotación sexual contra niños, niñas y adolescentes ya
había sido tipificada como delito en el artículo 244-A del Estatu-
to de la Niñez y la Adolescencia en el año 2000: “El sometimiento
de un niño, niña o adolescente, como definidos en la introducción
del Art. 2 de esa Ley, a la prostitución o a la explotación sexual”. A
partir de 2009, esta materia también ha sido legislada por el ar-
tículo 218-B del CP, que tipifica como delito “Someter, inducir o
atraer a la prostitución u otra forma de explotación sexual a una
persona menor de 18 (dieciocho) años o que, por enfermedad o in-
capacidad mental, no tiene el discernimiento necesario para prac-
ticar el acto, facilitarlo, impedirlo o dificultar su abandono”. Otros
cambios al Código Penal llevados a cabo a principios del siglo XX
definieron nuevos delitos sexuales contra niños y adolescentes,
como la divulgación de “escenas de violación o escenas de estupro
de personas vulnerables, escenas de sexo o pornografía” (Incluido
en el Código Penal por la Ley 13.718 de 2018), ampliando el alcance
de la protección.
El Estatuto de la Niñez y la Adolescencia (ECA), además de in-
cluir el artículo sobre explotación sexual, también recibió cambios
importantes relativos a la pornografía infantil. Así, los artícu-
los 241 y 242 pasaron a detallar esta forma de violencia, incluso
introduciendo el delito de acoso sexual por medio de sistemas de
comunicación: “Art. 241-D. Seducir, acosar, instigar o avergonzar,
por cualquier sistema de comunicación, a un/a niño/a, con el obje-
to de someterle a acto libidinoso” (ECA, 2021).
En cuanto a la divulgación de la violencia sexual, a fines de siglo
se ven cambios no menos profundos. Los reportajes sobre incesto
pierden su tono moral y adquieren una redacción más impersonal,
con citas de psicólogos o psiquiatras que dan un tono más teóri-
co al tema. Los textos sugieren una búsqueda de neutralidad, ya
no se utilizan palabras como “malos instintos”, “crimen bárbaro”
493
Tatiana Savoia Landini

o “repugnante”. El problema del incesto se desvela en reportajes


que hablan más ampliamente de la violencia contra los niños: “La
niña víctima es violada y golpeada por sus padres. Incluso mue-
re.” (28/08/1986). En el texto, que trata sobre numerosos actos de
violencia que victimizan a los niños, una psiquiatra del Instituto
da Criança de la Universidad de São Paulo informa que “la mayo-
ría de las violaciones en la infancia son, de hecho, cometidas por
los propios padres. En la Comisaría de la Mujer de São Paulo estos
representan el 30% de los casos. En Porto Alegre, ocurre uno por
día.” Otro psiquiatra se declara asombrado por “los informes de
adultos, especialmente mujeres, que sufrieron abusos sexuales en
la infancia”.
Los cambios en el modo de informar los delitos de violación
siguen la misma dirección. El “perverso” de principios de siglo se
convierte en el “tarado” de los años cincuenta; del mismo modo,
los “actos repugnantes” se convierten en “maltratos”. En la década
del ochenta, el diario comenzó a publicar noticias sobre agresores
“anormales” que violaban a un gran número de víctimas. El estu-
diante Carlito, de 20 años, por ejemplo, fue reconocido por doce
niñas, y la policía estimó que había agredido y violado a más de 50
niñas (OESP, 25 de abril de 1980). En la misma década del ochenta
aparecieron los primeros informes sobre la participación de sacer-
dotes en delitos sexuales. Hacia finales de siglo, los artículos sobre
la violación relacionan cada vez más este delito con violencia físi-
ca, asesinato, puñaladas y estrangulación. Las descripciones son
más crudas, más directas: los abusadores violan a sus víctimas, a
menudo niñas pequeñas; si ellas intentan defenderse, las matan y
arrojan sus cuerpos a pozos en el patio trasero o las entierran en el
suelo de la propia casa del abusador. Los violadores representados
son, en este momento, a menudo también traficantes de drogas.
Los violadores son percibidos como personas muy violentas,
y el tipo de delito que cometen es un ultraje a los ojos de la po-
blación, que los lincha sin piedad, incluso en la cárcel. Esta es la
visión que el diario transmitía a los lectores en la segunda mitad
494
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

de la década del ochenta: la violación era un delito inaceptable y


sus perpetradores eran blanco de violencia física similar a la que
infligían a sus víctimas.
En la década del noventa, un nuevo cambio significativo: los de-
litos de violación, antes objeto de pocos reportajes, se convirtieron
en escándalos periodísticos. Se presentan casos que se analizan y
se informa al lector de su desarrollo a diario. Los lectores de O Es-
tado de S. Paulo sabían mucho sobre Marcelo, en 1992. El “manía-
co sexual” o “psicópata de la BR 101”, como se le conocía, tenía 25
años, fue arrestado en Río de Janeiro y confesó haber asesinado
a 14 niños, todos del sexo masculino, con edades comprendidas
entre los 5 y los 13 años. Los niños también fueron violados por
él (OESP, 16 de febrero de 1992; 19 de febrero de 1992). Este caso es
interesante porque muestra otro aspecto característico de la dé-
cada del noventa: se empezaron a investigar mejor las causas de
crímenes como este y se empezó a cuestionar la salud mental de
los maníacos. En este caso, el psiquiatra que diagnosticó a Marcelo
creía que se trataba de un psicópata explícito, un enfermo muy peli-
groso que volvería a cometer otros delitos si lo liberaban. Se tiene
en cuenta el pasado de los delincuentes, sacando a la luz el tema de
las consecuencias del maltrato infantil: “es hijo de padres pobres,
se escapó de casa a los 8 años y fue violado a los 9. La historia de
este chico tendría que terminar con esta explosión de violencia pa-
tológica” (OESP, 23 de febrero de 1992).
Por ello, se atribuye mayor importancia a la víctima y a las po-
sibles consecuencias de la violencia sexual. Los reportajes enfati-
zan la necesidad de asistencia a la víctima y de tratar la violencia
sexual como un problema de salud. Así, se reportan mejoras en la
red de salud:

Las víctimas de uno de los fenómenos de violencia más graves, la


agresión sexual, contarán ahora con un nuevo servicio de atención
especializada. Por iniciativa de la Secretaría Municipal de Salud de
São Paulo, psicólogos, trabajadores sociales y médicos trabajarán

495
Tatiana Savoia Landini

en varios centros de salud de la ciudad para asistir a estos pacientes


(OESP, 02/02/1990-a).

El horror a la violación y al incesto ha estado presente desde princi-


pios de siglo. En el material utilizado como fuente de investigación,
nada indica una aceptación de estos crímenes. Los infractores sue-
len ser vistos como aberraciones y las víctimas como indefensas
e ingenuas. Lo que ha cambiado es la forma de hablar del crimen.
A principios y mediados de siglo, estos delitos eran vistos como
excepciones, que rompían la normalidad y lo aceptable. A medida
que se acercaba el final del siglo aumentaba el número de noticias
publicadas, y los medios de comunicación informaban que estos
casos eran más recurrentes, el número de víctimas era grande y
los maníacos violaban a varias niñas. En consecuencia, los medios
introdujeron una nueva forma de hablar del problema: artículos
analíticos, trayendo estadísticas e interpretaciones de expertos,
mostrando que este, especialmente el incesto, era un problema
invisible, poco denunciado, pero muy doloroso y dañino. La pre-
sencia de especialistas en los artículos periodísticos muestra un
cambio importante en el manejo de la cuestión: lo que era un pro-
blema moral, pasó a objeto científico, tema a estudiar, investigar y
analizar. El propio lenguaje utilizado es un indicio interesante de
este cambio: a finales de siglo se empezó a hablar del “fenómeno de
la violencia sexual”, es decir, del “hecho o acontecimiento de inte-
rés científico, que puede ser descrito y explicado científicamente”
(Houaiss, 2004). Los denominados delitos contra el honor –seduc-
ción, desfloración y rapto– dejaron de ser abordados por el diario a
partir de la década del noventa.
Hubo cambios muy significativos también en la manera de in-
formar casos de trata con fines sexuales y de prostitución. Cada
vez más, textos sobre prostitución pasan a enfocarse en la pobre-
za –ya no en la desfloración, la niña perdida o corrompida– como
factor determinante para ingresar en la prostitución. Al desvincu-
lar la cuestión moral de las causas de la prostitución, tanto niñas

496
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

como niños son retratados como víctimas del comercio sexual. Un


informe titulado “Chicos se prostituyen en Brasilia” (15 de octubre
de 1989) afirma, por ejemplo, que decenas de chicos entre los 10 y
los 15 años son prostituidos en la terminal de ómnibus de la capital
federal, cerca del Palacio del Planalto. El texto tiene un fuerte tono
de denuncia: “Los aproximadamente 60 niños que viven en la ter-
minal de ómnibus, olvidados por sus familias y despreciados por
la sociedad, ya se han convertido en delincuentes y son el blanco
preferente de homosexuales y pedófilos (adultos que abusan se-
xualmente de niños)”.
En 1993, se creó la CPI (Comisión Parlamentaria de Investiga-
ción) sobre la Prostitución Infantil y Adolescente.8 Varios repor-
tajes acompañaron los procedimientos e informaron al lector lo
que se iba descubriendo al respecto, presentando estimaciones del
número de niños y adolescentes involucrados. En la segunda mi-
tad de la década del noventa, el periódico siguió publicando repor-
tajes que utilizaban como fuente de información investigaciones
realizadas por organizaciones no gubernamentales nacionales e
internacionales, lo que brindaba al lector un panorama general de
la situación.
En los años noventa, los medios de comunicación empezaron
a publicar reportajes sobre dos nuevos tipos de delitos sexuales
que aún no aparecían en las noticias: la pornografía infantil y la
pedofilia. Esto no significa que se tratara de actos hasta entonces
no tipificados, sino que se adopta una nueva nomenclatura en los
periódicos.9 Con respecto a la pedofilia, las primeras noticias son

8
La CPI fue instituida después de que el periódico competidor del Estado de S. Paulo,
Folha de S. Paulo, publicara en 1992 una serie de reportajes de investigación sobre
la prostitución infantil, escritos por Gilberto Dimenstein. La investigación luego se
transformó en un libro, titulado Meninas da Noite y constituye uno de los mayores
escándalos de violencia sexual contra niños en la primera mitad de la década del no-
venta. Un análisis de este material se encuentra en Andrade (2004).
9
La pedofilia es una nomenclatura utilizada por la psiquiatría para describir un
trastorno psicológico y se refiere a personas que se sienten atraídas sexualmente por
niños preadolescentes. No es, por tanto, un delito en sí – lo que se tipifica como delito

497
Tatiana Savoia Landini

de la segunda mitad de la década del noventa. Al principio se publi-


caron algunos reportajes sobre pornografía infantil impresa, pero
rápidamente el foco volvió a Internet. Los reportajes mostraban el
uso de este medio para la difusión de pornografía infantil, informa-
ban sobre investigaciones policiales y arrestos, discutían formas
de frenar su proliferación. La difusión de pornografía infantil es
identificada por el diario como un tema relacionado con redes or-
ganizadas que usaban Internet para intercambiar material prohi-
bido. El combate también se hizo más organizado, tanto por parte
del aparato judicial y policial –por ejemplo, creación de comisarías
especializadas– como de las organizaciones no gubernamentales.

Del género a la generación, de la moral al individuo

A lo largo del siglo XX, la población brasileña pasó de 17 a 180


millones de personas. La industrialización trajo consigo no solo
cambios económicos, sino también sociales, como la entrada de
la mujer al mercado laboral, ganando espacio público. La familia
y las relaciones de género han sufrido profundas transformacio-
nes. El divorcio, legalmente prohibido hasta 1977, ha sido una gran
preocupación en las últimas décadas. El promedio de hijos por
mujer descendió: en 1940, era de 6,2 (IBGE, 1940); en 2000, de 2,4
(IBGE, 2001). Las uniones consensuales, propias de la clase baja a
principios de siglo, fueron reguladas por el Código Civil instituido
en 2002 y hoy forman parte de la vida cotidiana de las clases media
y alta. Los medios de comunicación se masificaron, se formaron
grandes conglomerados de mass media, integrando prensa escrita,
televisión, radio y, a finales de siglo, también prensa virtual.

son los actos que pueden resultar de ese trastorno. Para un análisis del uso de la ca-
tegoría pedofilia por parte de la prensa escrita, ver Landini (2003). La relación entre
pedofilia y pornografía infantil se analiza en Landini (2004).

498
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

Con respecto a la violencia sexual, los cambios también fue-


ron profundos. Desde la perspectiva legal, con la promulgación
del Código Penal de 1940 y del Estatuto de la Niñez y la Adolescen-
cia de 1990, mucho ha cambiado en el trato dado a las víctimas de
delitos sexuales. A pesar de un código de más de 60 años todavía
regular el derecho penal, la jurisprudencia y las revisiones permi-
tieron avances. Médicos, juristas, psicólogos, trabajadores sociales
y educadores participaron en los debates, dejando su huella en el
proceso de transformación de conceptos y procedimientos. Las
convenciones internacionales –al cabo, esta es la “Era de los dere-
chos”, según Norberto Bobbio (1992)– también contribuyeron a las
discusiones. Los medios de comunicación, al tiempo que reforza-
ron los discursos de expertos e instituciones internacionales, tam-
bién ayudaron a ampliar la visibilidad de los crímenes, así como
los movimientos sociales que presionaron para que el problema se
discutiera públicamente con más ímpetu.
Desde la óptica de Elias, el proceso histórico es ciego (no pla-
nificado) –resulta en gran medida de redes de interdependencia
y democratización funcional–. En este sentido, los cambios en
las costumbres están relacionados con un aumento en el nivel de
interdependencia entre las personas, un aumento en el nivel de
consideración por los demás y un aumento en el nivel de identifi-
cación mutua entre las personas. Con el paso del tiempo y una ma-
yor flexibilidad en la jerarquía social –y por tanto con el aumento
de la igualdad e interdependencia entre las personas–, el autocon-
trol se vuelve cada vez más inconsciente, convirtiéndose en habi-
tus. En menor medida, el cambio es provocado por procesos ciegos
o planificados, también conocidos como ofensivas civilizatorias,
donde podemos ubicar a los movimientos sociales.
Para Elias, el análisis de conceptos cumple una función expli-
cativa ya que revela no solo valores, sino también cambios en los
valores y en las formas en que las personas se relacionan entre sí
(Elias, 2012b). La legislación y los acuerdos internacionales indi-
can lo que está institucionalizado por una sociedad como correcto
499
Tatiana Savoia Landini

e incorrecto, como comportamiento aceptable y criminal. La ac-


tuación de los especialistas –el discurso como prescripción– puede
equipararse a la lectura de los libros de buenas costumbres estu-
diados por Elias, entendidos como incorporaciones mentales de
las clases alta o media alta de la época. Al mismo tiempo, son dis-
cursos que interfieren con las costumbres y la comprensión de lo
que constituye la violencia sexual. La prensa escrita, corroboran-
do las mismas visiones, demuestra que los cambios se están soli-
dificando y alcanzando a un número cada vez mayor de personas.
A lo largo del siglo, la violencia sexual dejó de ser entendida
como un problema moral y pasó a ser vista como un problema
médico, psicológico y de derechos. En cuanto a la dirección de los
cambios, es posible identificar dos movimientos, interconectados
y entrelazados, que la acompañan: mayor igualdad en el equilibrio
de poder entre hombres y mujeres y mayor igualdad también en el
equilibrio de poder entre adultos y niños/as. adolescentes
Desde el inicio del período en estudio, la ley reconoce la nece-
sidad de protección social de los niños y niñas en casos de violen-
cia sexual. Esta es la justificación del artículo 272 del Código Penal
de 1890, que reconoce la presunción de violencia cuando el abuso
se comete contra menores de 16 años. En las convenciones sobre
la represión de la trata de mujeres e infantil, los menores también
reciben atención distintiva. Aunque con intensidad mucho menor
que hoy, se vía allí una sensibilidad por la particularidad de niños
y adolescentes.
La especificidad de la infancia recibirá, a lo largo de las déca-
das, una atención cada vez mayor. Tanto a nivel nacional como
internacional, la niñez pasó a ser el foco de legislación específica,
con énfasis en el Estatuto de la Niñez y la Adolescencia y en la Con-
vención sobre los Derechos del Niño. Al mismo tiempo, se percibe
que la familia pierde importancia en favor del individuo –lo que se
entendía como un “delito contra la seguridad del honor y la hon-
radez de las familias” pasó a ser “delitos contra las costumbres”,
abarcando “delitos contra la libertad sexual”, para luego cambiar a
500
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

“delitos contra la dignidad sexual”–. Actualmente se entiende que


el delito sexual se perpetra contra el individuo; no hay daño a la
familia, sino a la propia víctima.
El proceso de individualización constituye una de las direccio-
nes del proceso de civilización (Elias, 1994; 2012b). Este avance se
puede observar en cambios en el grupo de parentesco. Si, en etapas
anteriores, el grupo familiar era la unidad de sobrevivencia más
importante del individuo y primordial para su sobrevivencia, pau-
latinamente dejó de serlo, a medida que el Estado absorbía parte
de las funciones de la familia, principalmente a través de las insti-
tuciones de seguridad social. Los cambios legislativos (nacionales e
internacionales) ocurridos desde fines de la década del ochenta de-
muestran que el Estado ha asumido una mayor responsabilidad en
la protección de los niños, niñas y adolescentes contra la violencia
sexual, aunque está lejos de cumplir satisfactoriamente este deber.
A partir de la aprobación de la Constitución Federal, en 1988, y del
ECA, en 1990, el Estado está obligado a proteger a la infancia con-
tra todo tipo de violencia y explotación, ya no debe limitarse a juz-
gar los casos ocurridos, sino también prevenirlos. Este es uno de
los significados de “protección integral” y “niñez como fuente de
derechos”. La protección (formal) por parte del Estado hace posible
una mayor individualización, no solo en el sentido de que la niña
o el niño tiene (formalmente) a quien acudir en caso de violencia,
sino también en el entendimiento de que prevalece su propio in-
terés.10 Ya no es el honor de la familia lo que está en juego, sino la
minimización del daño sufrido por la víctima.
La discusión de Viveiros de Castro sobre los delitos contra el
honor de la mujer, así como, poco después, la crítica a la himeno-
latría de Afrânio Peixoto y la defensa de la virginidad moral de
Nelson Hungría están claramente relacionadas con la inferioridad
social de la mujer. A pesar de las reivindicaciones feministas por

10
Sobre la noción de individuo e individualización en Norbert Elias, ver Landini y
Leão (2021).

501
Tatiana Savoia Landini

igualdad desde las primeras décadas del siglo XX, una chica que
caminara sola por las calles para ir a su trabajo, o saliera sola por
la noche, se quedaría con mala reputación; el hogar era aún el úni-
co espacio destinado al género femenino, bajo la atenta mirada de
familiares, madres y hermanos. La virginidad, física y/o moral, era
un valor social.
Sin embargo, la atención dirigida al problema de los delitos
contra el honor no resultaba únicamente de respuesta a la des-
igualdad entre los sexos: se trataba de un proyecto político orien-
tado a regular la vida de las clases bajas. Siguiendo la tesis de José
Leopoldo Ferreira Antunes (1999), planteo que no solo la medicina
forense –como él muestra– sino también la justicia positiva, cons-
tituían más que un conjunto limitado de teorías y prácticas: inter-
venían sobre cuestiones morales. El modelo deseado de familia era
el modelo burgués. Como no salir a la calle no era una opción para
quienes complementaban los ingresos familiares como costureras
o sirvientas en las casas de las familias más ricas o en las muchas
fábricas que abrían sus puertas en São Paulo, la medicina legal y la
justicia asumieran la tarea de civilizarlas.
No obstante, hubo una inversión en el peso atribuido a cada
uno de estos factores: la preocupación hoy se centra en proteger
la niñez en general, no solo la niña. Análisis sobre la pedofilia y el
fenómeno de la violencia sexual evidencian que no solo las niñas,
sino también los niños son víctimas de delitos sexuales, a los que
ambos están sujetos.
Los dos conceptos, género y edad, por lo tanto, están impreg-
nando las discusiones; a lo largo de cien años, la desigualdad de
género ha disminuido sin desaparecer, mientras que la especifici-
dad de la niñez y la adolescencia ha cobrado fuerza. Este cambio
en el enfoque de los discursos –de género a edad– también muestra
un proceso de cientifización e individualización del abordaje de
la violencia sexual. En la primera mitad del siglo, hubo un creci-
miento del enfoque moral. Si, en el cambio de siglo y las primeras
décadas del siglo XX la atención se centró en los rasgos físicos de
502
Violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes y el proceso de civilización

la virginidad –es la época de la himenolatría, recordando a Afrânio


Peixoto–, en las décadas del treinta y del cuarenta, la atención se
orientó a la virginidad moral y, si la mujer hubiera tenido algún
contacto sexual, aún sin romper el himen, se podría considerar
que estaría corrompida. Esta desconexión entre soporte físico y
soporte moral, a su vez, hizo posible avanzar el discurso en torno
a esta segunda categoría. Ya en un momento en que imperaba la
lucha por la igualdad entre los sexos y la libertad sexual, la psico-
logía tomó las riendas y colocó como punto de discusión ya no la
desvalorización moral de las mujeres por la violencia sexual, sino
las consecuencias psicológicas, y por tanto individuales, de estos
delitos. El enfoque de la psicología, al intentar distanciarse de las
cuestiones morales y justificar sus conclusiones desde teorías sis-
tematizadas y datos empíricos, se presenta como más científica o,
en el lenguaje de Elias, prevalece una visión más distanciada de la
realidad, en detrimento de otra más implicada.
Del material presentado, es posible identificar, por lo tanto,
algunas direcciones en consonancia con las discutidas por Elias
(2012b): mayor igualdad en el equilibrio de poder entre los sexos,
fortalecimiento del papel del Estado en el apoyo a las víctimas de
delitos sexuales, en detrimento del poder otorgado a la familia;
creciente sensibilidad hacia los delitos contra la niñez, mayor indi-
vidualización y psicologización.
Una de las grandes críticas de Elias a la sociología de su tiempo
fue por centrarse en el presente. Pero no solo los sociólogos se cen-
tran en el presente. En general, las personas entienden el mundo
alrededor desde el único punto de vista del presente vivido. Las
redes sociales son, hoy en día, un espacio muy propicio para la
verbalización de descontentos y banderas ideológicas –como el en-
frentamiento a la violencia sexual. En casos que generan polémica
en las redes, es común el comentario “no se puede naturalizar este
comportamiento”. Si campañas como #MeToo lograron llegar a
gran parte del globo es porque nuestra sensibilidad está enfocada

503
Tatiana Savoia Landini

en este tema, está aguzada. La violencia sexual, lejos de naturali-


zarse, sigue siendo cada vez más rechazada.

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507
Criminologia cultural no Brasil
Do centro para a margem
e da margem para o centro

Salah H. Khaled Jr.

Introdução

Minha trajetória como criminologista começou a ser construí-


da após ter criado a disciplina de Criminologia na graduação em
Direito da FURG (Fundação Universidade de Rio Grande) em 2010,
o que me levou a pesquisar nessa área. Embora tenha graduação
em Ciências Jurídicas e Sociais (PUCRS, 2006) e mestrado e dou-
torado em Ciências Criminais (PUCRS, 2008 e 2011), minha for-
mação prévia em História (FAPA, 1999) e o mestrado em História
(UFRGS, 2007) sempre fizeram com que eu adotasse uma visão cri-
minológica sociologicamente orientada, que se diferencia da cri-
minologia feita por juristas, ainda predominante no Brasil.
Por essa razão, não só construí desde o princípio a discipli-
na de Criminologia em torno das teorias da Escola de Chicago,
de Merton e Sutherland, da teoria subcultural de Albert Cohen,
Gresham Sykes e David Matza, do interacionismo simbólico de
Becker e outros, e das teorias de década de 1970 de Jock Young e
Stanley Cohen, como vim a gravitar de modo mais recente (princi-
palmente, a partir de 2018) entre os intelectuais contemporâneos

509
Salah H. Khaled Jr.

da Sociologia que vieram a constituir o campo emergente da Cri-


minologia Cultural. Hoje são meus interlocutores diretos em uma
rede de pesquisa internacional, consolidada no Instituto Brasilei-
ro de Criminologia Cultural, os autores Jack Katz (USA), Stephen
Lyng (USA), Jeff Ferrell (USA), Keith Hayward (U.K.), Wayne Morri-
son (U.K.), Travis Linnemann (USA), Michelle Brown (USA) e Eleni
Dimou (U.K.).
Dessa forma, tenho me dedicado nos últimos anos ao desenvol-
vimento da criminologia crítica brasileira e, mais especificamen-
te, de uma Criminologia Cultural brasileira, tendo sido inclusive
reconhecido como um dos vinte mais importantes intelectuais da
Criminologia brasileira, conforme o levantamento que resultou no
Atlas do Pensamento Criminológico Brasileiro, livro coordenado por
Leandro Ayres França.1
Hoje, é possível identificar uma Criminologia Cultural distin-
tamente brasileira, que conjuga o melhor da criminologia crítica
brasileira e latino-americana com as novas avenidas de investiga-
ção e metodologias que caracterizam a criminologia cultural de
modo mais amplo.

1
O grupo de pesquisa CRIMLAB contatou 798 coordenadores de cursos de Direito
do Brasil, solicitando que os professores de Direito Penal, Direito Processual Penal
e Criminologia indicassem quais consideravam os nomes mais importantes da
Criminologia brasileira. Foram preenchidos 200 questionários, sendo que 137 dife-
rentes nomes foram indicados nas respostas. Foram descartados 11 autores estran-
geiros, 69 autores cujas produções não eram propriamente de Criminologia e 7 que
eram somente autores de manuais de Criminologia, restando 50 nomes. Os 14 mais
votados foram incluídos e receberam 86% dos votos, relação na qual eu estou incluí-
do. Os outros 6 nomes foram escolhidos segundo critérios dos editores, totalizando
os 20 nomes relacionados na obra: Alba Maria Zaluar, Álvaro Filipe Oxley da Rocha,
Alvino Augusto de Sá, Carmen Hein de Campos, Juarez Cirino dos Santos, Luciano
Góes, Maria Lúcia Karam, Maurício Stegemann Dieter, Nilo Batista, Raimundo
Nina Rodrigues, Roberto Lyra Filho, Rodrigo Ghiringhelli de Azevedo, Salah Hassan
Khaled Júnior, Salo de Carvalho, Sérgio Salomão Shecaira, Soraia da Rosa Mendes,
Teresa Pires do Rio Caldeira, Tobias Barreto de Meneses, Vera Malaguti de Souza
Weglinski Batista e Vera Regina Pereira de Andrade. Cf. Ayres França, Leandro. Atlas
do pensamento criminológico brasileiro: um mapeamento de autores e obras. São Paulo:
Blimunda, 2022.

510
Criminologia cultural no Brasil

Mas esse não foi um percurso facilmente vencido. Uma revisão


historiográfica revela que um longo caminho foi percorrido e devi-
damente pavimentado nas últimas décadas no Brasil, nos Estados
Unidos, na Inglaterra e em outros lugares. A essa história dirijo a
sua atenção agora.

A Criminologia Cultural do Norte Global

Formulada inicialmente em meados da década de 1990 nos EUA,


quando Jeff Ferrell e Clinton Sanders organizaram a seminal co-
letânea de textos Cultural Criminology (1995), a Criminologia
Cultural é um empreendimento coletivo e verdadeiramente inter-
nacional, que reúne pesquisadores de diferentes gêneros, etnias,
nacionalidades e gerações, bem como tem seus próprios congres-
sos e o periódico científico Crime, Media, Culture, publicado com
regularidade pela Sage.
Apesar de a nomenclatura “Criminologia Cultural” ter sido em-
pregada pela primeira vez em 1995, pode ser dito que Jeff Ferrell
plantou as sementes iniciais do campo um pouco antes, com Cri-
mes of Style: urban grafitti and the politics of criminality (1993), estu-
do etnográfico que aborda a subcultura do grafite e a reação social
contra ela em Denver, nos Estados Unidos. Localizando a crimina-
lização dos grafiteiros dentro de interesses corporativos e políticos
maiores, Ferrell propôs uma criminologia anarquista, que incor-
porava debates tradicionalmente ignorados pela criminologia so-
bre a pós-modernidade, expressividade, identidade e significado,
demonstrando que o grafite desestabiliza a certeza estética que a
autoridade necessita para funcionar2.

2
Em 2021, a tradução de Crimes of Style: Urban Grafitti and the Politics of Criminality
finalmente foi publicada no Brasil. Ferrell posteriormente produziu uma série de li-
vros que ainda permanecem inéditos no país e que merecem menção, como Tearing
Down the Streets (2002), Empire of Scrounge (2006) e Drift: Illicit Mobility and Uncertain

511
Salah H. Khaled Jr.

Pode ser dito que o foco original da Criminologia Cultural nor-


te-americana estava inicialmente direcionado para a negociação
contestada de significado e representação subcultural, estilos, sím-
bolos e estética criminal.
No entanto, a Criminologia Cultural logo começou a se interna-
cionalizar, o que levou a uma expansão significativa da proposta
inicial. Nos anos que se seguiram, suas raízes nas teorias subcul-
turais, nas perspectivas interacionistas e da rotulação foram com-
plementadas pelo desenvolvimento de uma contraparte britânica,
fortemente situada e ancorada no pensamento neomarxista e na
tradição crítica da Nova Criminologia desenvolvida na Inglater-
ra, onde veio a ter como principais expoentes Jock Young3, Wayne
Morrison4, Keith Hayward5 e Mike Presdee6.

Knowledge (2018), além de inúmeros artigos de relevo, muitos deles já traduzidos para
a língua portuguesa.
3
Young gravitou para a Criminologia Cultural nos últimos anos da sua carreira,
como pode ser visto inicialmente em The Exclusive Society (1999) e de modo definitivo
em Vertigo of Late Modernity (2007) e Criminological Imagination (2011). The Exclusive
Society é o único livro da trilogia publicado no Brasil, pela Editora Revan, com título
de A sociedade excludente: exclusão social, criminalidade e diferença na modernidade
recente (2002). Sobre a forma com que Jock Young percebe a continuidade existen-
te em sua vasta trajetória acadêmica, veja a entrevista “Jock Young – Em Memória”
incluída no dossiê Criminologia Cultural da Revista Brasileira de Ciências Criminais,
n. 193, de 2022 e o artigo “Merton com energia, Katz com estrutura: a sociologia do
revanchismo e a criminologia da transgressão”, publicado na Revista Brasileira de
Ciências Criminais, n. 87, de 2010.
4
Morrison é um professor neozelandês, cuja produção não se restringe à
Criminologia Cultural e é de extraordinário relevo para as discussões sobre colonia-
lismo, colonialidade e decolonialidade, especialmente pelo ainda inédito em língua
portuguesa Criminology, Civilisation and the New World Order (2006). Ver também
Theoretical criminology from modernity to post-modernism (1995), de Morrison e o artigo
Lombroso e o nascimento do positivismo criminológico: Maestria Científica ou Artefato
Cultural? no dossiê Criminologia cultural da Revista Brasileira de Ciências Criminais,
n. 193, de 2022
5
Keith Hayward tem como destaque City Limits: crime, consumer culture and urban ex-
perience (2004) publicado em língua portuguesa em 2023 como Crime, cultura de consu-
mo e vivência Urbana e os ainda inéditos no Brasil Framing crime: Cultural Criminology
and the image (2010), organizado juntamente com Mike Presdee, e a coletânea em qua-
tro volumes Cultural Criminology (2018).
6
Presdee é o autor do campo no qual talvez seja mais perceptível a influência das
correntes marxistas britânicas das últimas décadas do século XX, como pode ser

512
Criminologia cultural no Brasil

Com isso, a proposta da criminologia cultural veio a ser amplia-


da para incluir considerações estruturais ligadas ao capitalismo
moderno tardio e ao exercício de poder por meio do sistema penal
e fora dele, aspectos nos quais a sua vinculação com a criminolo-
gia crítica mais se mostram visíveis.
O movimento ganhou ainda mais impulso com a realização
de eventos dos quais participaram criminologistas de diferentes
países europeus, que foram reunidos na nova coletânea Cultural
criminology unleashed (2004), organizada por Ferrell, Hayward,
Morrison e Presdee, livro no qual são enfatizadas e desenvolvidas
as ligações da Criminologia Cultural com as perspectivas críticas
britânicas7.
Alguns anos depois, com Cultural criminology: an (2008/2015)8,
escrito conjuntamente por Ferrell, Hayward e Young, as pers-
pectivas analíticas engajadas da Criminologia Cultural foram

percebido em seu livro Cultural Criminology and the carnival of crime (2000), com pre-
visão de publicação no Brasil nos próximos anos. Ver “O carnaval do crime – uma
entrevista com Mike Presdee”, no dossiê Criminologia Cultural da Revista Brasileira de
Ciências Criminais, n. 193, de 2022
7
No “manifesto” que apresenta o livro, Ferrell, Hayward, Morrison e Presdee refe-
rem que os primeiros momentos da Criminologia Cultural podem ser encontrados na
Escola de Birmingham e na Nova Criminologia dos anos 1960 e 1970 bem como em
Cultural Criminology (1995) e outros livros semelhantes publicados na década de 1990
(2004, p.1). No mesmo texto, Ferrell, Hayward, Morrison e Presdee situam de modo
destacado o compromisso engajado da Criminologia Cultural como antagonista da
Criminologia administrativa ortodoxa: “As teorias do crime e do controle do crime
são importantes demais para serem deixadas para os estatísticos ou teóricos flutuan-
do à deriva do imediatismo da transgressão. A produção criminológica de resumos
numéricos, correlações cruzadas, resíduos estatísticos e conjuntos de dados de segun-
da mão podem atender às necessidades da indústria de controle do crime, as campan-
has de políticos, ou as carreiras de criminologistas acadêmicos - mas não vamos nos
iludir e acreditar que elas servem para compreender o crime e o controle do crime, ou
nos movem para arranjos sociais menos envenenados pelo medo, violência e explo-
ração” (2004, p.1-2).
8
A primeira edição de Cultural Criminology: an invitation recebeu em 2009 o
Distinguished Book Award from the Division of International Criminology, da
American Society of Criminology. Em 2015, uma segunda edição ampliada foi lançada
e, em 2019, essa edição de Criminologia Cultural: um convite foi publicada no Brasil,
dentro da coleção Crime, Cultura, Resistência da editora Letramento.

513
Salah H. Khaled Jr.

condensadas em uma proposta meticulosamente alicerçada nas


melhores tradições criminológicas do século XX.
Embora incorpore essas tradições como uma fundação impor-
tante, uma análise detida do livro demonstra que não se trata de
uma simples retomada de autores como Robert Merton, David
Matza, Gresham Sykes, Al Cohen, Howard Becker, Erving Goffman,
Edwin Lemert, Stan Cohen, do próprio Jock Young e dos trabalhos
anteriores no campo da teoria da rotulação e da criminologia críti-
ca britânica em geral. Tais tradições foram reinventadas e revigo-
radas de modo conjunto com aproximações teóricas extraídas dos
estudos culturais, da antropologia simbólica, da filosofia anarquis-
ta, do feminismo, da geografia, da literatura sobre a pós-moderni-
dade e a crise da modernidade e, de modo inovador, expandidas
para incluir questões existenciais e de sensibilidade, que envolvem
expressividade, empoderamento e identidade, exploradas inicial-
mente nos trabalhos inovadores de Jack Katz sobre as Seduções do
crime9 e de Stephen Lyng sobre edgework (ação limítrofe)10.
A Criminologia Cultural veio a se constituir, desse modo, como
uma moldura analítica tríplice que conjuga níveis micro, meso e
macro de análise, contemplando temas ligados à negociação con-
testada de significado, controle social, poder exercido e resistido,
crime e cultura, consumo, espaço urbano e gentrificação, violên-
cia, vitimização, motivações existenciais, guerra, terrorismo, esti-
lo, expressividade e justiça social, além de muitos outros.
Ela ocupa um espaço importantíssimo de resistência à crimi-
nologia ortodoxa, cujas facetas das teorias da escolha racional e
do positivismo estão estruturadas, ainda que de modo distinto, na
razão moderna violenta, simplificadora e hierarquizante.

9
Os dois principais registros de Katz, Seductions of Crime (1988) e How Emotions Work
(1999) ainda permanecem indisponíveis em língua portuguesa. Ver “A interação social
e as seduções do crime em questão – uma entrevista com Jack Katz” incluída no dossiê
Criminologia Cultural da Revista Brasileira de Ciências Criminais, n. 193, de 2022.
10
Ver Edgework: the sociology of risk-taking (2004), livro organizado por Stephen Lyng.
Ver a entrevista “Edgework - Em conversação” com Lyng e Ferrell, incluída no dossiê
Criminologia Cultural da Revista Brasileira de Ciências Criminais, n. 193, de 2022.

514
Criminologia cultural no Brasil

A primeira, que remete ao classicismo de Bentham e Beccaria, é


revigorada por perspectivas mais recentes e estabelece construtos
de custo-benefício que conformam um modelo homo economicus
da ação humana, no qual o comportamento criminoso é simples-
mente entendido como o resultado de um cálculo e de estratégias
racionais tendo em vista a maximização da utilidade (Ferrell;
Hayward; Young, 2019, p.96). O que resta é “uma narrativa desespe-
radamente superficial, onde intensidades de motivação, sentimen-
tos de humilhação e raiva, até momentos de amor e solidariedade
são conscientemente ignorados” (Ferrell; Hayward; Young, 2019,
p.95). Com isso, não há qualquer pretensão de entendimento dos
processos psíquico-emotivos internos da agência humana, bem
como de qualquer análise da desigualdade estrutural e injustiça do
capitalismo global e do sistema penal. Na segunda, como já denun-
ciado na National Deviance Conference, a visão positivista elimina
a criatividade e o significado da ação desviante, erigindo um con-
senso normativo imaginário contra o qual outsiders são julgados
e condenados. Sua metodologia eleva supostos especialistas ao pa-
pel de “cientistas” que descobrem as “leis” da ação social (Ferrell;
Hayward; Young, 2019, p.71).
Contra a violência dos modelos simplificadores de assesso-
ramento e legitimação de práticas punitivas autoritárias, a Cri-
minologia Cultural opõe uma “uma livre federação de críticas
intelectuais fora-da-lei”: um mosaico internacional de resistên-
cia criminológica compartilhada em permanente expansão, cujo
compromisso consiste, em “uma crítica cultural implacável de
tudo que existe”, que, como disse Marx e relembrou Ferrell, “deve
ser implacável em dois sentidos: não deve ter medo de suas pró-
prias conclusões, nem do conflito com os poderes constituídos”
(Ferrell, 2007, p. 100).

515
Salah H. Khaled Jr.

A recepção (e a reinvenção) da Criminologia Cultural


no Brasil

Nas últimas décadas houve um intenso movimento de fertiliza-


ção cruzada e troca intelectual que resultou em uma contraparte
brasileira da Criminologia Cultural cujo desenvolvimento ainda
se encontra em andamento, mas que já apresentou significativos
resultados.
Desde a sua introdução no país em 2009 por Salo de Carvalho,
um grande empreendimento coletivo foi conduzido de forma pa-
ralela por um número expressivo de intelectuais do Brasil. Ele in-
clui a publicação de uma série de artigos e livros desenvolvidos por
criminologistas do Brasil, obras coletivas, traduções, visitas de três
de seus principais expoentes ao país (Ferrell, Hayward e Morrison)
e a fundação de um Instituto dedicado à difusão da Criminologia
Cultural, com a incorporação e reinvenção das suas perspectivas e
metodologias, de modo pertinente ao contexto latino-americano.
Sobre essa questão, que é particularmente importante con-
siderando os debates atuais sobre a perspectiva decolonial11 e
a necessidade de rompimento com as estruturas binárias de su-
balternização do lado sombrio da razão moderna12, bem como de
atenção às especificidades da condição marginal latino-americana
e o desenvolvimento de uma visão transmoderna13, é importante
destacar que, desde o princípio, a recepção da Criminologia Cultu-
ral no Brasil a levou em consideração.
Esse espírito já estava presente na primeira intersecção intelec-
tual entre a Criminologia Crítica brasileira e a Criminologia Cultu-
ral como se percebe no artigo Criminologia cultural, complexidade

11
Ver Quijano, Aníbal. Colonialidad, Modernidad/Racionalidad. Peru Indigena,
13(29): 11–20, 1992.
12
Ver Mignolo, Walter. The Darker Side of Western Modernity: Global Futures,
Decolonial Options. Durham: Duke University Press, 2012.
13
Ver Dussel, Enrique. Ética da Libertação na idade da globalização e da exclusão.
Petrópolis: Vozes, 2000.

516
Criminologia cultural no Brasil

e as fronteiras da pesquisa nas Ciências Criminais, (2009), de Salo de


Carvalho, que posteriormente foi republicado de forma reduzida
em seu Antimanual de criminologia com o título de Criminologia
cultural e pós-modernidade: aportes iniciais e perspectivas desde a
margem (2022).
Carvalho introduz a Criminologia Cultural no Brasil e a reco-
nhece como uma matriz de perspectivas que incorpora os debates
sobre a pós-modernidade e contesta os pilares da modernidade
(razão e progresso), o que o autor já fazia em suas próprias pesqui-
sas no Programa de Pós-Graduação em Ciências Criminais da PU-
CRS. Naquela época, o PPGCCRIM era coordenado por Ruth Gauer,
uma historiadora das ideias, que trabalhava intensamente com
autores que desconstruíam a modernidade a partir de diferentes
horizontes, dentre eles, o pós-moderno. Seus alunos tomavam con-
tato com Lovejoy, Baumer, Morin, Prigogine, Lyotard, Bachelard,
Baudrillard, Dupont, Levi-Strauss, Freud, Nietzche, Bergson, Bha-
bha, Gadamer, Merleau-Ponty, Vattimo, Maffesoli e muitos outros.
A proposta era ambiciosa: repensar o Direito Penal, o Direito Pro-
cessual Penal e a Criminologia de modo multidisciplinar, rompen-
do com as amarras da modernidade. Essa abordagem influenciou
Salo de Carvalho, colega de Ruth e um pesquisador de já reconheci-
da excelência e trajetória na Criminologia Crítica brasileira, o que
o levou a perceber a importância da Criminologia Cultural para
elevar o debate criminológico a outro patamar.
Quanto ao processo de recepção, Carvalho destaca a necessida-
de de harmonização da Criminologia Cultural com especificidades
culturais e saberes locais, de modo que possa ser construído um
diálogo com reciprocidade (Carvalho, 2022, p. 105), conjugando a
importância de serem pensados saberes locais vivos na margem e
para a margem, ao mesmo tempo em que são buscados encontros
com alteridades e experiências com novos horizontes.14

14
A disposição convidativa do campo e o seu engajamento político facilitaram a hi-
bridização da Criminologia Cultural não só com a Criminologia Crítica brasileira,

517
Salah H. Khaled Jr.

Álvaro Oxley da Rocha, no artigo Crime e controle da criminali-


dade: As novas perspectivas e abordagens da criminologia cultural (Ro-
cha, 2012), compartilha com a comunidade acadêmica brasileira o
trabalho desenvolvido no pós-doutorado sob a supervisão de Keith
Hayward, na Universidade de Kent. No curso do artigo é oferecida
uma revisão da bibliografia de Criminologia Cultural, cuja propos-
ta consiste em contribuir para o desenvolvimento da Criminologia
brasileira. Rocha destaca que a Criminologia Cultural foi e segue
sendo desenvolvida a partir da realidade social na qual se inserem
seus autores, não podendo seus avanços e questionamentos serem
simplesmente transpostos para a realidade social local. Nesse sen-
tido, afirma que é preciso estudar, comparar e revisar seus concei-
tos e instrumentos cuidadosamente (Rocha, 2012, p. 189).
Evidentemente, o desafio ainda permanece em curso. O proces-
so de incorporação e reinvenção da matriz culturalista ainda não
está concluso, mas certamente é potencializado pelo fato de que
a sua fundação crítica dialoga muito bem com uma perspectiva
anticolonialista. Tanto Carvalho (2009; 2014) quanto Rocha (2012)
vinculam a Criminologia Cultural à Criminologia Crítica, como o
fazem DeKeseredy (2011), Khaled Jr, Linck e Carvalho (2022) e de
Dimou e Khaled Jr (2022).15

mas com outras matrizes comprometidas com diferentes dinâmicas de resistência,


como pode ser visto nas emergentes Criminologia Cultural Feminista e Criminologia
Cultural Verde. Sobre a última, ver o texto “A razão neoliberal e o papel da Criminologia
Cultural Verde na visibilização dos danos socioambientais no Sul Global”, de Marília
de Nardin Budó, Rafaela Bogado Melchiors e Ricardo Jacobsen Gloeckner, disponí-
vel no dossiê Criminologia Cultural da Revista Brasileira de Ciências Criminais n.193,
de 2022. De modo mais recente, uma Criminologia Cultural Negra está sendo desen-
volvida no Brasil por meio da fusão de horizontes interpretativos da Criminologia
Cultural e da intelectualidade negra crítica de autores como Frantz Fanon, Achille
Mbembe, Cida Bento e Sílvio Almeida, por exemplo. Criminologistas negros e negras
como Luciano Góes, Julia Castro John e Zeni Xavier Siqueira estão participando do
projeto, juntamente com Salah H. Khaled Jr.
15
Um relato detalhado sobre a constituição teórica do campo e sobre o mosaico ana-
lítico multidimensional internacional da Criminologia Cultural pode ser encontra-
do em A Criminologia Cultural e a sua recepção no Brasil: relato parcial de uma história
por ser escrita de Salah H. Khaled Jr, José Antônio Gerzson Linck e Salo de Carvalho e

518
Criminologia cultural no Brasil

As trilhas de investigação plantadas anos iniciais logo foram


perseguidas por uma nova geração de criminologistas, que se de-
dicaram a explorar as matrizes compreensivas da Criminologia
Cultural para ampliar a sua compreensão dos problemas da reali-
dade local. Foi esse o caso de dois ex-alunos de Salo de Carvalho e
de Ruth Gauer no Programa de Pós-Graduação em Ciências Crimi-
nais da PUCRS, que vieram a percorrer trajetórias paralelas, como
professores e pesquisadores de Criminologia, que os levariam a se
inserir de forma destacada no campo: José Antônio Gerzson Linck
e Salah H. Khaled Jr.
Linck desenvolveu, no âmbito da pós-graduação, trabalhos so-
bre controles urbanos informais, grupos urbanos que confrontam
as dinâmicas de separação e extermínio, coletividades boêmias de
camadas médias e a produção de rap por sujeitos periféricos, bem
como sobre discursos e ações concretas que contestam o controle
formal e informal nas capitais metropolitanas, publicados como
A criminologia nos entre-lugares: diálogos entre inclusão violenta,
exclusão e subversão contemporânea (2010) e Holocausto Urbano:
estudos de criminologia e rap (2018), bem como participou do ino-
vador projeto Criminologia cultural e rock, juntamente com Salo de
Carvalho, Moysés Pinto Neto e Marcelo Mayora (2011).16
Embora não tenha desenvolvido trabalhos acadêmicos de no
mestrado ou doutorado, Salah H. Khaled Jr. rapidamente gravitou
para a Criminologia Cultural quando se tornou professor de Cri-
minologia na graduação em Direito da FURG. Nos seus trabalhos
sobre verdade, epistemologia e processo penal, Khaled Jr encon-
trou na criminologia cultural uma matriz compreensiva engajada

também em Da Criminologia Crítica à Criminologia Cultural: explorando novas avenidas


de investigação para o desenvolvimento da Criminologia Crítica brasileira de Eleni Dimou
e Salah H. Khaled Jr. Os dois textos estão incluídos no dossiê Criminologia Cultural da
Revista Brasileira de Ciências Criminais, n. 193, de 2022.
16
Em 2020, o projeto Criminologia Cultural e Rock, foi retomado pelos autores com o
lançamento de seu segundo volume, intitulado Música, Transgressão e Contracultura,
que passou a contar com a participação de mais de uma dezena de criminologistas
que contribuíram com diferentes artigos.

519
Salah H. Khaled Jr.

contra o arbítrio punitivo, que rejeita os postulados violentos da


razão moderna. Tendo explorado inicialmente temas situados no
Brasil ligados à grafitagem e expressividade, a narrativas estatais
sobre terrorismo, à comodificação do crime, a ideologias de contro-
le inseridas no espaço urbano, à cultura como crime e ao processo
penal como fenômeno cultural, sua primeira publicação de fôle-
go inserida no campo foi Videogame e violência: cruzadas morais
contra os jogos eletrônicos no Brasil e no mundo (Khaled Jr., 2018),
livro no qual são exploradas as correntes de significado que estru-
turam uma etiologia da violência, em especial, dos ataques a tiros,
no consumo de games violentos. Para efeito dessa análise, são uti-
lizados os conceitos de pânico moral, cruzada moral e criminaliza-
ção cultural, estando o trabalho fortemente inserido nas tradições
da Criminologia Crítica e da Criminologia Cultural sobre reação
social contra subculturas e expressões artísticas. O livro funcio-
nou como uma espécie de cavalo de Troia que abriu as portas do
mercado editorial brasileiro para a criminologia cultural.
Isso não significa, é claro, que outros trabalhos não tenham
sido desenvolvidos e publicados anteriormente, como Identidade,
significado e imagem do desvio: uma (re)leitura do fenômeno das
torcidas organizadas a partir da criminologia cultural, de Mateus
Viera da Rosa (2015), Droga e mídia: uma análise da campanha “crack
nem pensar”, de Guilherme Michelotto Böes (2016), A criminologia
cultural e a criminalização cultural periférica, de Saulo Ramos Fur-
quim (2016) e O descontrole já está formado! Criminologia cultural e
apropriações de estilo na Geral do Grêmio, de Guilherme Baziewicz de
Carvalho e Silva (2018).
Em todos esses trabalhos, é visível uma articulação dos con-
ceitos e das perspectivas da criminologia cultural aos problemas
específicos da margem e uma utilização híbrida de fundamentos
teóricos da criminologia cultural e da criminologia, sociologia e
antropologia latino-americanas.
Foi no final de 2018 que ocorreu um movimento de relevo para a
expansão do campo no Brasil. Ferrell, Hayward, Khaled Jr e Rocha
520
Criminologia cultural no Brasil

lançaram a obra coletiva Explorando a criminologia cultural, que


reuniu textos dos quatro autores e que, em sua segunda edição
(2021), incluiu também um texto conjunto de Hayward e Young,
disponível pela primeira vez em língua portuguesa.
A recepção favorável do livro fez com que finalmente se tor-
nasse possível o projeto de aquisição de direitos e tradução de
Criminologia cultural: um convite, de Ferrell, Hayward e Young,
cujo lançamento ocorreu em meados de 2019. Hayward esteve no
Brasil para o tão aguardado lançamento. No mesmo ano, foi fun-
dado o Instituto Brasileiro de Criminologia Cultural, por Ferrell,
Hayward, Khaled Jr e Rocha. O Instituto conta com mais de uma
centena de criminologistas que pesquisam ou tem simpatia pela
criminologia cultural (www.criminologiacultural.com.br).
Em 2021, foram lançados no Brasil o primeiro livro de Jeff Fer-
rell, Crimes de estilo: o grafite urbano e as políticas da criminalida-
de e Novas aventuras em criminologia cultural, livro que novamente
reuniu Ferrell, Hayward, Khaled Jr e Rocha e, além de artigos de-
les, incluiu textos não só de Wayne Morrison, como de Michelle
Brown17 e Travis Linnemann18, dois dos principais expoentes re-
centes da Criminologia Cultural, cujos trabalhos nos campos da
criminologia visual e do poder policial têm alcançado ampla acei-
tação e difusão mundial. Em 2023 foi publicada a tradução de Cri-
me, cultura de consumo e vivência urbana, de Keith Hayward.

17
Os interesses de pesquisa de Brown incluem estudos carcerários; direito e socieda-
de; perspectivas feministas; mídia, teoria e cultura; e justiça transformadora. Brown é
autora de The culture of punishment (2009) e coautora, juntamente com Nicole Rafter,
de Criminology goes to the movies (2011).
18
As pesquisas de Linnemann se concentram nas guerras contra as drogas e o terror,
na violência policial nos EUA e nas formas como o crime, a violência e a desordem
são imaginados e representados. Seu primeiro livro foi Meth wars: police, media,
power (2016) e o segundo, The horror of police tem previsão de publicação para 2022.
Também merece menção o trabalho inovador de Linneman e outros autores na Ghost
Criminology. Ver Ghost Criminology: the afterlife of crime and punishment, organi-
zado por Michael Fiddler, Theo Kindynis e Travis Linnemann. Este livro é publica-
do como parte da série Alternative Criminology, editada por Jeff Ferrell na New York
University Press. Esta série tem sido, ao longo dos anos, o lar de bons trabalhos em
Criminologia Cultural.

521
Salah H. Khaled Jr.

No que diz respeito a artigos, as publicações em periódicos na-


cionais também têm demonstrado um esforço para incorporar os
subsídios da criminologia cultural aos problemas específicos da
questão criminal brasileira.
Parte significativa dessa produção está reunida no livro Crimi-
nologia cultural periférica (2023), de Khaled Jr, que reúne os artigos
desenvolvidos juntamente com intelectuais de diferentes gêneros
e gerações nos últimos anos: é o caso de Fragmentos de um mosaico
internacional de resistência criminológica compartilhada (juntamen-
te com José Antônio Gerzson Linck e Michelle Brown), A criminolo-
gia cultural e a sua recepção no Brasil: relato parcial de uma história
por ser escrita (juntamente com José Antônio Gerzson Linck e Salo
de Carvalho), Da criminologia crítica à criminologia cultural: explo-
rando novas avenidas de investigação para o desenvolvimento da cri-
minologia crítica brasileira (juntamente com Eleni Dimou), Controle
racial militarizado: desvelando as dinâmicas subculturais de signifi-
cado que facilitam a atuação policial propensa à violação de direitos
humanos (juntamente com Luciano Góes e Anayara Fantinel Pe-
droso), Prevenção situacional do crime na cidade de Porto Alegre entre
os anos de 2015 e 2020: ensaio criminológico sobre as aspirações de con-
trole da violência em um clube de tiro, em um ginásio de preparação
física para defesa pessoal e em grupos de criadores de cães de guarda
(juntamente Com José Antônio Gerzson Linck), Votando com armas
nas eleições presidenciais brasileiras de 2018: a vontade de representa-
ção e a transgressão como performance repleta de significado na mo-
dernidade tardia (juntamente com Álvaro Oxley da Rocha, Tiago
Lorenzini da Cunha e Guilherme Baziewicz de Carvalho e Silva),
Gangues de São José do Norte no Facebook: crime, estilo e vontade de
representação (juntamente com Danyelle Gautério), Criminologias
da eliminação e da compreensão: a criminalidade urbana como objeto
de uma imaginação criminológica comprometida com o controle ou
com a apreciação? (juntamente com Tiago Lorenzini da Cunha) e
de Salus populi suprema lex esto: cenas, atos de recordação e interpre-
tações, sonhos febris e vislumbres através de portais, testemunho que
522
Criminologia cultural no Brasil

reposiciona a iconografia de Thomas Hobbes em tempos de Covid-19


(juntamente com Wayne Morrison e Tiago Lorenzini da Cunha).
Além dos artigos reimaginados e inseridos neste livro, mere-
cem destaque Da Margem ao Centro: estudo sobre o controle puniti-
vo dos grafismos urbanos em Santa Maria/RS, de Carvalho, Weber
e Kessler; Por uma reescrita do ideal moderno do medo da criminali-
dade nas cidades brasileiras contemporâneas, de Rocha e Lorenzini e
Criminologia cultural, Clarice Lispector e a criminologia patrocinada
pelo Estado: repensando o significado para além do mundo jurídico, de
Morrison, Khaled Jr, Lorenzini e Rocha.
Também é digna de nota a incorporação da criminologia cultu-
ral ao tradicional livro Criminologia, de Sérgio Salomão Shecaira
(2020), e ao Guia do Processo Penal Estratégico, de Alexandre Morais
da Rosa (2022), obras detentoras de merecido destaque no cenário
acadêmico brasileiro.
No mais recente livro de Salo de Carvalho, Curso de Crimino-
logia Crítica Brasileira (2022), Carvalho, Khaled Jr. e Linck fazem
uma apreciação da recepção da Criminologia Cultural no país, em
uma versão reimaginada do texto conjunto que originalmente fez
parte do dossiê Criminologia cultural da RBCCRIM.
Para além disso, o engajamento político e o lugar de resistên-
cia ocupado pela criminologia cultural na atual quadra histórica a
aproximam dos esforços seminais da criminologia crítica brasilei-
ra, como, por exemplo, os estudos desenvolvidos por Roberto Lyra
Filho, Juarez Cirino dos Santos, Vera Regina Pereira de Andrade,
Nilo Batista e Vera Malaguti de Souza Weglinski Batista, dentre
outros trabalhos que denunciaram o domínio dos atuarialismos e
gerencialismos securitários, como aponta Carvalho (2014).
Proximidade semelhante também se verifica com os trabalhos
de José Vicente Tavares dos Santos (UFRGS) (que assina a apresen-
tação de Criminologia cultural periférica, de Khaled Jr) no âmbito da
sociologia da violência e da conflitualidade, assim como nos estu-
dos antropológicos da finada professora Alba Zaluar (UERJ).

523
Salah H. Khaled Jr.

Balanço da trajetória e perspectivas futuras de resistência

O campo criminológico cultural brasileiro foi consolidado com


a aprovação da proposta do dossiê Criminologia cultural para a
Revista Brasileira de Ciências Criminais, feita por Salah H. Khaled
Jr, José Antônio Gerzson Linck e Michelle Brown ao então editor
Salo de Carvalho, em 2021. Houve um entendimento conjunto de
que era preciso unificar as trajetórias e formular uma publicação
programática com teor de manifesto, como no passado foram
Cultural Criminology e Cultural Criminology Unleashed. E não po-
deria haver melhor veículo para essa proposta do que a principal
revista de Ciências Criminais do país. O dossiê visibilizou de modo
inédito a criminologia cultural no país e resultou do compromis-
so assumido pelo Instituto Brasileiro de Ciências Criminais com a
sua difusão.
O próprio processo de chamada e editoração do dossiê mostrou
o quanto ele era necessário. Não foram poucas as submissões nas
quais houve uma compreensão de que qualquer abordagem crimi-
nológica ou temática cultural seria pertinente para o dossiê, sem
que fossem empregadas as teorias e metodologias próprias da cri-
minologia cultural, ou citadas as suas principais referências no
Brasil e fora dele.
Apesar de significativa, a quantidade de criminologistas que
trabalham com criminologia cultural no Brasil ainda é reduzida e,
de modo geral, salvo por quem já detém familiaridade com a lite-
ratura pertinente, pode se dizer que os métodos, os conceitos e as
pesquisas do campo ainda são pouco conhecidos no país, princi-
palmente em comparação com a bibliografia de criminologia críti-
ca mais difundida na América Latina.
Apesar disso, uma apreciação do campo demonstra que ela é
suficientemente abrangente a ponto de que é possível dizer que ela
congrega pesquisadores e pesquisadoras de diferentes nacionali-
dades com longa, média e recente trajetória, o que é extremamente

524
Criminologia cultural no Brasil

importante. A Criminologia Cultural compõe um mosaico inter-


nacional que se contrapõe às múltiplas injustiças estruturais do
capitalismo global, do patriarcado e do racismo, que se desdobram
e se evidenciam nas violências do genocídio, do encarceramento
massivo seletivo, na violência heteronormativa e no ecocídio.
Desde a sua concepção, a Criminologia Cultural tem sido carac-
terizada por ser abertamente convidativa e contestadora. Revigo-
rando modelos de análise subculturais, de reação social e críticas
de estruturas opressoras, ampliando essas perspectivas com teo-
rias contemporâneas situadas na modernidade tardia, inserções
etnográficas e leituras fenomenológicas da experiência vivida,
essa disciplina veio a ocupar um importante espaço de resistência
engajada e de compromisso inarredável com a justiça social, livre
das amarras sufocantes das grandes narrativas da modernidade.
Para além disso, merece menção o esforço referido por Zaffaro-
ni como “recuperação de valiosos elementos etiológicos”19, como
na linha de Matza e Sykes, as técnicas de neutralização próprias
de genocídios, com a pretensão de identificar as sementes de mas-
sacres. Nesse sentido, a Criminologia Cultural revigorou modelos
compreensivos anteriores com a incorporação de ideias e con-
ceitos de autores como Jack Katz e Stephen Lyng, desenvolvendo
lentes interpretativas aguçadas que podem auxiliar a elucidar as
motivações existenciais, expressivas e situadas por trás da letali-
dade policial, dos crimes de guerra e terrorismo e da criminalidade
praticada por agentes de Estado em geral, com a intenção de ne-
gociar status e identidade subcultural, conjugando aspectos micro

19
Ver a transcrição da conferência realizada em Udine no texto “La pena como ven-
ganza razonable”, de Eugenio Raúl Zaffaroni, no qual ele refere que o crime que mais
causou mortes e guerras no século passado sempre foi executado por agências do
sistema penal (ou por quem assumiu a função policial). Para ele, essa constatação fere
gravemente o narcisismo dos penalistas e criminologistas, mas não pode ser mais ig-
norada pela Criminologia, seja qual for a refundação epistemológica necessária para
o reincorporar.

525
Salah H. Khaled Jr.

e meso de análise.20 A atualização desses modelos compreensivos


capacita o enfrentamento de temas relevantes como a formação
de organizações criminais, o que inclui o universo simbólico e hie-
rárquico de facções no interior do sistema penitenciário e os en-
laces subjetivos de fraternidade compartilhada que circulam em
milícias e grupos paramilitares violentos, engajados em práticas
de extermínio nas periferias de cidades como Rio de Janeiro e São
Paulo. Essas análises atentam para o primeiro plano fenomenoló-
gico, mas também incluem dinâmicas de transgressão aprendida
e abarcam aspectos estruturais (macro) destacados de governança
e ideologia, que a criminologia latino-americana provavelmente
deveria incorporar.21
A disposição da criminologia cultural para o encontro e a hibri-
dização cultural, bem como a sua rejeição dos postulados violen-
tos dos esquemas explicativos hierarquizantes da modernidade,
logo fizeram com que ela florescesse em outros contextos históri-
cos e geográficos, distintos daqueles nos quais ela se originou. Com
o passar do tempo, a criminologia cultural veio a constituir um
mosaico internacional de resistência criminológica compartilha-
da, cuja faceta brasileira continua a se desenvolver e se reinventar,
ocupando um lugar muito particular no Sul Global, cujos proble-
mas são muito peculiares por força da coexistência de elementos

20
Não se trata de fazer com que revivam os velhos esquemas analíticos etiológicos,
vinculados a perspectivas de perversidade congênita ou socialização deficiente, uma
vez que não existe uma intenção de isolamento ou fragmentação do sujeito, ou de es-
tigmatização em classificações de anormalidade, mas sim de uma fenomenologia da
violência interpessoal em distintas realidades, como a que é praticada em ambientes
domésticos, ou a realidade urbana da violência praticada por agentes de Estado e por
pessoas em situação de vulnerabilidade social, no contexto contemporâneo da socie-
dade de consumo, instabilidade identitária e hipermasculinidade emergente.
21
No curso de uma análise de “Criminology, civilisation and the New World Order (2006),
de Wayne Morrison, Eugenio Raúl Zaffaroni discutiu uma das questões propostas no
livro: a falta de atenção dada pela Criminologia aos genocídios. Zaffaroni conside-
ra que as técnicas de neutralização utilizadas por genocidas remetem a teorias, in-
telectuais e meios de difusão dessas ideologias, que devem ser objeto de atenção da
Criminologia. Ver o texto “Introducción” a Criminología, civilización y nuevo orden mun-
dial, de Wayne Morrison, de Zaffaroni.

526
Criminologia cultural no Brasil

específicos da margem brasileira (trabalho escravo e mentalidade


escravocrata das elites, extermínio urbano protagonizado por gru-
pos paramilitares e milicianos, feminicídios e transfeminicídios
em larga escala, por exemplo), elementos modernos (dominação
burocrática racional-legal e grandes narrativas da modernidade/
colonialidade ainda gozando de credibilidade de modo conjuga-
do com a densificação de inquisitorialismos no sistema penal, por
exemplo) e elementos pós-modernos (tecnologização das ativida-
des laborais, virtualização das relações pessoais, hiper vigilância
social pervasiva na esfera analógica e digital, insegurança ontoló-
gica, racionalidade binária e polarização política sem precedentes
em meio a guerras culturais, por exemplo).
Os esforços realizados até aqui demonstram que a recepção e a
incorporação dos conceitos e ideias da criminologia cultural à cri-
minologia crítica brasileira não revelam uma simples reprodução.
Pelo contrário. Criminologistas nacionais seguem reinventando e
contestando, desde a margem, a própria Criminologia Cultural do
Norte Global na qual se inspiraram para refinar e ampliar o repo-
sitório de saberes acumulados críticos de antagonismo ao poder
punitivo, ao colonialismo, às metanarrativas de justificação do
castigo e à criminologia ortodoxa.
Mais de uma década depois do contato inicial, é possível dizer
que o trabalho conjunto de criminologistas do Brasil constituiu
uma nova faceta da Criminologia Crítica brasileira e uma nova fa-
ceta da própria Criminologia Cultural. Irmanadas pela sua identi-
dade política comum, elas continuam a se desenvolver e espiralar
conjuntamente, desafiando noções aceitas de localidade e reinven-
tando formas acadêmicas e cotidianas de resistência em diferentes
arenas do Sul e do Norte Global. A resistência contra a erosão dos
espaços democráticos é forte no Brasil. Uma parte dela está aqui
representada, mas o melhor ainda está por vir. Venha conosco.

527
Salah H. Khaled Jr.

Referências

Böes, Guilherme Michelotto (2016). Droga e mídia: uma análise da


campanha “Crack nem pensar”. Porto Alegre: FI.

Carvalho, Salo de (2022). Criminologia cultural e pós-modernida-


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Salo de. Antimanual de Criminologia. São Paulo: Saraiva.

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(Orgs.). Crime, Polícia e Justiça no Brasil. São Paulo: Contexto,
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Carvalho, Salo de (2022). Curso de Criminologia Crítica Brasilei-


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Criminologia feminista
e os estudos de gênero
Contribuições para compreender
o direito e as práticas jurídicas

Rochele Fellini Fachinetto

Os estudos que contemplam a temática das relações de gênero na


sua interface com o sistema de justiça criminal e com o direito têm
produzido tensões e rupturas em diversos campos de saber que
historicamente tem se dedicado a essas reflexões, destacando-se
aqui a criminologia e a sociologia.
A criminologia feminista, influenciada pelos diversos feminis-
mos que surgiram no final da década de 70, tensionou o mains-
tream do pensamento criminológico ao questionar os padrões
androcentristas da ciência e do direito (Celmer, 2015). As pers-
pectivas feministas buscavam redirecionar o olhar das análises,
problematizando a forma como as mulheres eram trazidas nesses
trabalhos, cujo enfoque se dava, sobretudo, a partir de explicações
biologizantes.
As primeiras elaborações feministas no campo de estudos cri-
minológicos davam conta de explicitar que o “o direito tem sexo”
conforme formulação bastante disseminada a partir da obra de
Frances Olsen (1990) denominada “O sexo do direito”, em que a au-
tora aborda a dualidade presente na sociedade ocidental que situa

531
Rochele Fellini Fachinetto

o masculino como racional, ativo e abstrato em oposição (ou su-


perioridade) ao feminino, sendo este tido como irracional, passi-
vo e concreto (Sabadell, 2008, p. 260; Heidensohn (1996, p. 111). Ela
também destaca que as mulheres permaneceram invisíveis nas
análises da criminologia convencional, aparecendo apenas como
prostitutas ou como figuras marginais, reforçando estereótipos, e
argumenta que a “Feminist criminology has been quite successful
in developing and establishing this critique, although it has been
much more difficult to get it taken into mainstream criminology”
(Heidenson, 1996, p. 161-162)
Para Mendes, a criminologia nasceu como um discurso de “ho-
mens, para homens, sobre as mulheres e se transformou em um
discurso de homens, para homens e sobre homens”, pois, para al-
guns, já não era mais necessário ou politicamente relevante “estu-
dar” as mulheres (Mendes, 2014, p. 134). A autora critica o discurso
criminológico atual de que as mulheres só surgem em alguns mo-
mentos, no máximo como variável, e não como um sujeito.

“No que se refere à criminologia, sob o prisma epistemológico do


standpoint, parece-me que a assunção do paradigma feminista sig-
nifica uma subversão da forma de produzir conhecimento, até então
dado sob parâmetros epistemológicos distanciados das experiências
das mulheres, e da compreensão do sistema sexo-gênero. Adotar o
ponto de vista feminista significa um giro epistemológico, que exi-
ge partir da realidade vivida pelas mulheres (sejam vítimas, rés ou
condenadas) dentro e fora do sistema de justiça criminal. Penso que
aí está o objetivo maior de uma criminologia feminista, que não tem
como ser concebida como um ‘novo ingrediente’ nos marcos do que
já foi produzido por outras criminologias”. (Mendes, 2014, p. 135)

Embora as abordagens feministas que buscam trazer à tona o


tema das mulheres e das relações de gênero nos espaços da justiça
ocupem ainda, em diversos campos do saber, um lugar secundário,
reivindica-se atualmente um status muito mais autônomo dessas
reflexões, pois elas têm produzido avanços consideráveis, tanto do

532
Criminologia feminista e os estudos de gênero

ponto de vista teórico-metodológico quanto na diversidade de te-


mas de investigação empírica.
Esses estudos constituem um vasto e dinâmico campo de análi-
se que, a partir de múltiplas perspectivas, trazem para o foco tanto
o plano legal, tensionando o papel do Direito e as relações de poder
que o atravessam, quanto as dinâmicas e práticas produzidas nos
diversos espaços da justiça e da aplicação da lei (polícias, judiciário
e sistema prisional). Essas análises têm contribuído para compre-
ender não apenas como as mulheres são atendidas nesses espaços,
mas também quais sentidos de mulher são mobilizados e produzi-
dos, quais sujeitos sociais são reconhecidos como mulheres e quais
as dinâmicas adotadas pelos agentes que operam o sistema quan-
do os casos envolvem conflitualidades atravessadas pelo marcador
de gênero.
Justamente por ser tratar de um vasto, dinâmico e não consen-
sual campo de estudos, este texto evidencia algumas contribuições
que a criminologia feminista e os estudos de gênero no campo da
sociologia trouxeram para a compreensão das múltiplas situações
vivenciadas pelas mulheres quando em relação com os aparatos
do sistema de justiça, e mesmo no que concerne ao papel do Direi-
to nesse processo.
A criminologia feminista e as diversas abordagens que a
compõem expressam diferentes contextos históricos e sociais.
Newburn situa as contribuições das abordagens feministas desen-
volvidas nos Estados Unidos no final da década de 1960, e no Reino
Unido na década de 1970, as quais têm tecido duras críticas à gran-
de parte da teorização criminológica dominante (Newburn, 2007,
p. 300).
Para este autor, a criminologia feminista aponta fortes críticas
à criminologia por esta deixar de considerar uma série de ques-
tões, como por exemplo: a incapacidade de teorizar ou de se envol-
ver no estudo empírico da criminalidade feminina, a negligência
da vitimização feminina e, particularmente, da violência mascu-
lina contra as mulheres e a concentração excessiva no impacto do
533
Rochele Fellini Fachinetto

sistema de justiça criminal sobre os homens infratores. Newburn


destaca, ainda, o desenvolvimento de uma criminologia feminis-
ta moderna e a criminologia feminista contemporânea como dois
principais momentos da criminologia feminista, sobre os quais
duas autoras trazem importantes contribuições (Newburn, 2007,
p. 305-311).
Carol Smart publicou, em 1976, o livro Women, crime and cri-
minology, no qual discute a natureza da criminalidade feminina.
Smart enfatizou duas questões importantes: os riscos de estudar
as mulheres separadamente dos homens, o que poderia levar à
marginalização contínua e à perpetuação da criminologia domi-
nada pelos homens, e a crescente atenção acadêmica sobre o cri-
me feminino, o que poderia ter a consequência não intencional e
indesejável de aumentar a atenção pública e da justiça criminal
sobre tais atividades. Para Smart, “women offenders were treated
as being doubly deviant because they were perceived as having not
only broken the law, but also as having transgressed their gender
roles” (Newburn, 2007, p. 306).
Frances Heidensohn, no final da década de 80, também se de-
dicou ao estudo da criminalidade feminina, desconstruindo algu-
mas ideias correntes de que o crime feminino era decorrente de
estados biológicos, mostrando que as mulheres infratoras estavam
predominantemente envolvidas em crimes contra a propriedade e
eram motivadas por razões econômicas. Além disso, Heidensohn
enfatizou a heterogeneidade dos seus crimes, o medo e o impacto
do estigma do desvio, o que mostra que o processo de criminaliza-
ção tem um efeito diferencial em homens e mulheres, bem como
a experiência do duplo desvio e do duplo risco (Newburn, 2007,
p. 309).
A criminologia feminista contribuiu de forma incisiva para
transpor as interpretações clássicas sobre a criminalidade femi-
nina que apontavam aspectos meramente biológicos, para, então,
situar tais fenômenos numa estrutura social mais ampla, capaz
de ser compreendida no âmbito das próprias relações de poder
534
Criminologia feminista e os estudos de gênero

socialmente produzidas entre homens e mulheres, bem como no


papel do controle social informal que historicamente definiu o es-
paço doméstico como sendo o “espaço das mulheres”.
Ao conduzir esta reflexão para o âmbito do direito e do campo
jurídico, torna-se possível aprofundar alguns estudos e contribui-
ções críticas que colocam o direito e as práticas deste campo no
centro das investigações.
Dentre os trabalhos que se destacam nessa área, cabe referen-
ciar a abordagem levada a cabo pela criminóloga Elena Larrau-
ri, a qual, a partir de um olhar crítico, analisa o papel do direito
desde uma perspectiva feminista. Larrauri tem se destacado com
seus estudos sobre criminologia crítica, gênero, violência e direito,
procurando analisar e compreender as complexas relações que se
estabelecem nessa seara.
A autora aborda tanto a questão do controle informal quanto do
controle formal das mulheres. Recorre ao controle social informal
para explicar, particularmente, as baixas taxas de criminalidade
feminina, se comparadas às masculinas. Para ela, isso deve-se so-
bretudo a este tipo de controle, que diz respeito a normas e regras
que não são formalmente constituídas, mas que estão dissemina-
das nas práticas sociais e que regulam e controlam comportamen-
tos, condenando tais práticas quando elas não correspondem às
expectativas criadas nesses ordenamentos informais.
Em relação ao controle social formal, Larrauri destaca o papel
dos tribunais quando atuam em casos de abuso sexual, e argu-
menta: o fato de os crimes sexuais se transformarem em crimes
públicos, passíveis de denúncia por qualquer pessoa, não impli-
ca necessariamente uma vitória para as mulheres. Ela sublinha
a humilhação e o constrangimento que as mulheres sofrem em
tribunal:

“Há sido repetidamente puesto de relieve que la actitud de la policía,


el trato em el Tribunal que examina la moralidad de la víctima (para
ver si es o no una victima apropriada), su resistência (para ver si es o

535
Rochele Fellini Fachinetto

no una víctima inocente), reticente a condenar solo por el esclusivo


testimonio de la mujer (dudas acerca de la credibilidad de la mujer),
etc., son experiências humillantes para la mujer, pues aparece ella
como juzgada.” (Larrauri, 1994, p. 94)

Ela demonstra como a mulher é julgada nas práticas jurídicas, seja


na condição de ré ou de vítima. A autora argumenta, por exemplo,
que mesmo em um crime de legítima defesa, cometido por uma
mulher, ela é desfavorecida em razão de uma óptica masculina de
atuação. Para configurar uma legítima defesa, o direito estabele-
ce que a agressão seja atual. Para o caso das mulheres, aponta a
autora, “es lógico que en situaciones actuales de confrontación la mu-
jer no pueda defenderse por lo que debe esperar a que el ataque cese”
(Larrauri, 1995, p. 159). Deste modo, a necessidade imposta pela
norma jurídica de que a agressão seja atual acaba por prejudicar
a mulher, pois será difícil enquadrar o crime cometido por uma
mulher em “legítima defesa” justamente em razão da exigência de
que seja atual.
Em relação ao tema do recurso ao direito penal nos casos de
violência contra a mulher, ela se posiciona contrariamente à cri-
minalização de condutas, questiona o recurso ao direito penal para
solução de delitos contra as mulheres (Larrauri, 1994), pois analisa
a forma como o direito trata e apresenta a mulher, concluindo que
o direito penal constrói o gênero feminino, neutraliza, desvalori-
za e desprotege as mulheres (Larrauri, 1995; 2008). Ela sublinha os
efeitos simbólicos do direito penal e sugere que as críticas e refor-
mas devem refletir também essa dimensão (Larrauri, 1994, p. 98).
Em trabalho mais recente, Larrauri traz algumas contribui-
ções de anos de estudo nesta área e apresenta uma discussão mais
atualizada acerca de alguns trabalhos que desenvolveu (Larrau-
ri, 1994, 1995). Para a autora, sobre a aparente neutralidade da
norma, existe uma visão masculina, e, portanto, trata-se apenas de
uma “aparente” neutralidade (Larrauri 2008, p. 24).

536
Criminologia feminista e os estudos de gênero

Larrauri retoma o trabalho de Carol Smart (1992), que resumiu


as fases pelas quais passou a crítica feminista ao direito (Larrau-
ri, 2008, p. 41). Essa autora destaca que a primeira fase dessa crítica
apontava o direito como sexista, e, portanto, entendia-se que tan-
to as leis como a sua aplicação eram discriminatórias e desiguais.
A segunda fase da crítica, por sua vez, enfatiza o caráter mascu-
lino do direito, destacando que, mesmo partindo de leis relativa-
mente neutras, elas são aplicadas de acordo com uma perspectiva
masculina.

“Con esta afirmación no se pretende expresar exclusivamente que las


normas son correctas pero “falla su aplicación”, sino que aun cuando
el derecho sea aplicado de forma “objetiva”, esta forma objetiva ten-
derá a reproduzir la versión social dominante” (Larrauri, 2008, p. 42).

Nesse sentido, a análise de Larrauri vai além da crítica à neutra-


lidade. Ela procura mostrar que, mesmo quando as normas do
direito são formuladas de forma neutra, elas tendem a reprodu-
zir a lógica masculina, pois possuem um “conteúdo masculino”.
Conforme argumenta a autora,

“El problema no es que los jueces apliquen las normas de forma


discriminatória, sino que las aplican de forma “objectiva”. Pero, al
aplicar las normas de forma objetiva tienden a reproducir los razo-
namientos utilizados para los hombres (Larrauri, 2008, p. 49)”.

Nessa concepção, mesmo que a norma seja aplicada de forma rela-


tivamente neutra, ainda assim ela reproduz uma versão masculi-
na. O próprio direito e a formulação das leis são também instâncias
reprodutoras de desigualdade.
Desta análise da autora, interessa refletir acerca do tema da
neutralidade do direito e do campo jurídico, pois, mesmo que uma
norma seja formulada e aplicada de maneira relativamente neu-
tra, isso não garante que as relações de desigualdade de gênero no
sistema de justiça não persistam, dado esse caráter “masculino” do

537
Rochele Fellini Fachinetto

próprio sistema e do direito, que ainda é reproduzido nas práticas


judiciárias.
Cabe trazer nesta reflexão alguns exemplos mencionados pela
autora que fundamentam que o “direito é masculino” (Larrau-
ri, 1995, 2008). Segundo ela, a utilização da arma é um indicador
para averiguar se havia ou não intenção de matar e, como no caso
das mulheres o instrumento que mais utilizam é a faca e não a
arma de fogo, o sistema entende isso como uma intenção de matar
e não um disparo acidental, ou em momento de fúria, por exem-
plo. Outro caso é o chamado “elemento surpresa”, que pesa nega-
tivamente contra a mulher, pois, nos casos em que elas matam
os companheiros, elas o fazem enquanto eles estão dormindo, de
modo que ele não revide; quando os homens matam suas mulhe-
res e elas eram vítimas de violência desses companheiros, há um
entendimento que, como ela já apanhava do marido, ela devia es-
perar que em determinado momento ele pudesse querer matá-la.
Assim, o “elemento surpresa” prejudica a mulher tanto quando ela
mata, como quando ela é vítima, pois não se considera isso como
um agravante para o marido assassino. Por fim, há a questão da
ira/vingança no caso das mulheres que matam e o uso do álcool no
caso dos homens que matam. Para o caso dos homens que fizeram
uso de álcool e depois mataram suas companheiras, os tribunais
consideram que ele agiu num estado alterado e por isso matou. A
mulher que mata por vingança ou por ser, durante anos, agredida
pelo companheiro, não é questionada sobre o seu possível estado
de alteração para cometer o delito, mas pesa negativamente o fato
de ter agido de forma premeditada (Larrauri, 2008, p. 24/25).
A terceira crítica ao direito formulada por Carol Smart, trazida
ao debate por Larrauri (2008, p. 42), é simbolizada pela expressão
“el derecho tiene género”, indicando que o direito penal, ao criar
normas, não somente reproduz a realidade como cria uma deter-
minada visão da realidade. Esta dimensão associa-se tanto a ou-
tros estudos de gênero (Butler, 2010), como também às reflexões no

538
Criminologia feminista e os estudos de gênero

âmbito do campo jurídico (Bourdieu, 1998) e das práticas judiciá-


rias (Foucault, 2003).
Para Carol Smart, dizer que o “direito tem gênero” significa
pensar neste espaço como um próprio produtor de identidades de
gênero.

“Podemos empezar a analizar el derecho como un proceso de pro-


ducción de identidades fijas, en vez de analizar simplesmente la apli-
cación del derecho a sujetos que ya tienen gênero previamente. (...)
El derecho se vê como creando ambos sujetos con gênero y también
(más discutible) subjetividades o identidades a las cuales el individuo
deviene atado o associado.” (Smart, 1994, p. 177)

A partir dessa perspectiva, é possível pensar como o próprio dis-


curso jurídico cria a mulher como um sujeito de gênero. A crítica
que poderia ser feita a essa reflexão de Smart é que esse processo
de construção de identidades não é fixo, como ela apontou, mas
são construções instáveis, dinâmicas, que estão continuamente
sendo produzidas, transformadas e recriadas.
Para a autora, essa relação entre as teorias de gênero e o direi-
to trouxe duas consequências importantes: a primeira delas é um
refinamento das próprias teorias do direito. A segunda, apontada
pela autora como mais problemática, expressa-se por um vigor re-
novado de demanda do direito para a causa das mulheres. Assim
como Larrauri, Smart posiciona-se contra esse recurso ao direito
penal, pois entende que, dessa forma, continua-se dando ao direito
um lugar especial na resolução dos problemas sociais (Smart, 1994,
p. 169)1.
A contribuição de Larrauri e mesmo de Smart se dá justamente
no sentido de pensar que, muitas vezes, o tratamento desigual está
no próprio direito, que continua expressando uma forma mascu-
lina tanto na formulação quanto na aplicação das leis, mesmo que

1
Sobre o recurso ao Direito Penal nos casos que envolvem conflitos de gênero, ver:
Andrade (1999) Campos, (2002); Azevedo e Celmer, (2007).

539
Rochele Fellini Fachinetto

elas sejam aplicadas de forma “relativamente” neutra. O que Lar-


rauri tematiza é que esse tratamento desigual está para além do
mero tratamento diferenciado, é mais estrutural, está na própria
maneira de conceber esses conflitos no campo do direito de forma
mais geral.
Destaca-se, mais uma vez, que a neutralidade ou mesmo o tra-
tamento igualitário não devem ser substancializados, como um
ponto a alcançar para a solução dos conflitos de gênero. O estudo
de Larrauri mostra justamente o contrário, a utilização objetiva e
neutra das leis também produz desigualdade às mulheres. Essa crí-
tica ao discurso jurídico na condição de produtor de identidades e
de sujeitos de gênero é um tema central e recorrente nas análises,
seja no campo do feminismo, seja no campo de uma sociologia do
direito.
Sintetizando, Larrauri questiona o recurso ao direito penal
pois, segundo ela, o direito penal constrói o gênero feminino a par-
tir da imagem que os homens têm das mulheres; o direito penal
neutraliza as mulheres ao reivindicar uma posição neutra que, na
verdade, manifesta uma posição masculina; o direito penal desva-
loriza e desprotege as mulheres, fazendo com que elas não aces-
sem o sistema por não confiarem nas respostas que são dadas ou
mesmo porque em muitos casos, acessando a justiça por meio do
direito penal, as mulheres se tornam ainda mais vulnerabilizadas
e sofrem a dupla vitimização (Larrauri, 2008, p. 20-31).
No desenvolvimento de uma criminologia feminista contem-
porânea, o foco está também no desafio da imaginação de novas
ferramentas teóricas e na utilização de abordagens metodológicas
específicas, que possam apreender justamente essa dimensão in-
visibilizada nos estudos convencionais. Os trabalhos começam a
destacar a importância de considerar como o gênero precisa ser
pensado em termos relacionais a outras categorias, como classe,
raça, idade, mostrando que todos estão localizados em uma matriz
de múltiplas relações sociais (Newburn, 2007, p. 309).

540
Criminologia feminista e os estudos de gênero

A incorporação da categoria de gênero, central nessas novas


abordagens, não se restringe à criminologia feminista, mas se es-
tende a outros campos de saber: é devedora, em grande parte, dos
trabalhos da historiadora Joan Scott, a partir de um texto publi-
cado em 1986, no volume 91 da American Historical Review, sob o
título: Gender: a useful category of historical analysis. A autora desen-
volve o conceito de gênero a partir de duas dimensões: na primei-
ra, gênero é um elemento constitutivo de relações sociais baseadas
nas diferenças percebidas entre os sexos; na segunda, gênero cons-
titui-se como uma forma primária de dar significado às relações de
poder (Scott, 1995, p. 86).
Debert e Gregori destacam que, nos estudos sobre o sistema de
justiça, o conceito de gênero foi incisivo na crítica à vitimização
feminina, que acabava enfatizando uma passividade da mulher
frente à situação de violência. Entretanto, mesmo sendo contrá-
rias à ideia de vitimização, as autoras defendem que não basta
apenas uma mudança de atitude das mulheres para o fim das vio-
lências, como se bastasse apenas uma escolha da mulher em sair
do “lugar de vitimização”, pois o problema não se limita a isso (De-
bert e Gregori, 2008).
Scott sublinha os aspectos sociais que incidem nas construções
dos significados de “ser homem” e “ser mulher”, constantemente
produzidos e reproduzidos nos mais variados espaços sociais:

“Se tratamos a oposição entre homem e mulher como problemática e


não como conhecida, como algo que é contextualmente definido, re-
petidamente construído, então devemos constantemente perguntar
não apenas o que está em jogo em proclamações ou debates que invo-
cam o gênero para explicar ou justificar suas posições, mas também
como compreensões implícitas de gênero estão sendo invocadas ou
reinscritas” (Scott, 1995, p. 93).

Destaca-se igualmente a importância de considerar a dimensão re-


lacional de gênero, no sentido de evidenciar os processos de cons-
trução não apenas dos sentidos que se atribuem às mulheres, mas

541
Rochele Fellini Fachinetto

aos homens, de forma relacional, tendo em vista uma problemati-


zação dessa construção binária, possibilitando revelar as relações
de poder que estão presentes nessa produção.
A compreensão da dimensão relacional de gênero também
pode ser pensada a partir da sua articulação a outras categorias
sociais – como raça, classe, sexualidade, nacionalidade, geração
etc., evidenciando um questionamento da noção universal do “ser
mulher” na medida em que há múltiplas experiencias e formas de
opressão que constituem esse sujeito social.
A contribuição fundamental dessa articulação do marcador de
gênero a outras categorias sociais, sobretudo com a noção de raça,
advém, fundamentalmente dos feminismos negros, em diferentes
lócus de produção acadêmica, tanto do norte como do sul global.
Embora autoras como Angela Davis, nos Estados Unidos, e Lélia
Gonzalez, no Brasil, já estivessem analisando de uma forma rela-
cional, nas décadas de 70 e 80, as condições das mulheres negras
trabalhadoras, sua relação com os movimentos sufragistas, com
o sistema de justiça criminal (Davis, 2016 [1981]) ou explicando a
violência racista e sexista a qual estavam submetidas, Gonzalez
(2020 [1983]), é mais no início da década de 90 que a noção de in-
terseccionalidade é formulada e passa a constituir um conceito
chave para entender os diversos eixos de poder que constituem as
experiencias das mulheres. Esta noção, formulada por Kimberle
Crenshaw (1991), contribui para pensar gênero associado a outras
categorias sociais de modo a compreender que há diferentes si-
tuações de opressão e como essas diversas categorias interagem
configurando situações específicas e diferenciadas às mulheres. A
autora busca explorar as dimensões de raça e gênero da violên-
cia contra mulheres negras. Ela argumenta que muitos discursos
antirracistas e feministas falharam ao considerar as identidades
interseccionais das mulheres negras.

“Focusing on two dimensions of male violence against women – bat-


tering and rape – I consider how the experiences of women of color

542
Criminologia feminista e os estudos de gênero

are frequently the product of intersecting patterns of racism and


sexism, and how these experiences tend not to be represented within
the discourses of either feminism or antiracism. Because of their in-
tersectional identity as both women and of color within discourses
that are shaped to respond to one or the other, women of color are
marginalized within both.” (Crenshaw, 1991, pp. 1243/1244)

O conceito foi fundamental para que o entrecruzamento entre ca-


tegorias sociais passasse a ser mais evidenciado nos estudos, so-
bretudo, no campo de estudos de gênero e feministas. Inspirado
no conceito de interseccionalidade de Crenshaw (1991), Michele
Bograd analisa a violência contra mulheres a partir de intersec-
ções de raça, gênero, orientação sexual e classe social.

“Differences that exist among women have important consequen-


ces in terms of how they experience intimate partner violence, how
others treat them, and how and whether escape and safety can be
achieved. For example, some women of color do not want to invol-
ve the police when they are abused because they fear the historical
and continuing maltreatment of men of color by the criminal justice
system. Clearly, alternatives to the criminal justice system must be
available to women of color if we hope to end domestic violence in
communities of color. (…) Similarly, lesbian domestic violence can be
rendered invisible when all perpetrators are referred to as male. Les-
bian victims of domestic violence may consequently avoid agencies
that do not explicitly promote services for lesbians.” (Bograd, 2005,
p. 25)

Depreende-se disso, que gênero – como uma categoria isolada –


acaba por restringir demasiadamente as análises a um único as-
pecto. A realidade mostra-se mais complexa, pois nela interagem
outras categorias sociais que, juntas, tem maior potencial analíti-
co e explicativo.
Por fim, retomando a criminologia feminista, as análises
contemporâneas neste campo também buscam contemplar a di-
mensão dos sexed bodies a partir das influências dos trabalhos de

543
Rochele Fellini Fachinetto

Michel Foucault, que analisa os corpos como lugares de práticas


disciplinadoras (Newburn, 2007, p. 309).
Essa retomada de algumas das principais referências e contri-
buições da criminologia feminista possibilita compreendê-la como
um campo de produção crítica, que tensiona não apenas as teorias
criminológicas, como também as próprias metodologias utilizadas
pelas correntes mais tradicionais, ao buscar caminhos de investi-
gação que deem maior destaque às experiências e histórias vividas
pelas mulheres.
Nesse sentido, merecem destaque os trabalhos realizados no
campo da sociologia e da sociologia/antropologia do direito que,
desde diferentes contextos sociais, tem produzido uma extensa
pesquisa empírica sobre as diversas instâncias do sistema de jus-
tiça criminal ou mesmo os dispositivos não estatais de resolução
de conflitos, evidenciando a centralidade do marcador de gênero
para compreender o direito e as práticas da justiça e possibilitando
avanços teóricos significativos nesses campos de saber.
Numa perspectiva crítica do direito, Tereza Beleza, escritora
portuguesa, primeira mulher a dirigir a Faculdade de Direito da
Universidade Nova de Lisboa, também traz algumas contribuições
a esse debate. Segundo ela, os estudos de gênero e direito implicam
algumas transgressões metodológicas e a quebra de barreiras dis-
ciplinares (Beleza (2010, p.23), justamente para apreender aquilo
que não está escrito ou juridicamente fundamentado, mas que está
nas práticas, nos discursos. Beleza enfatiza a forma como as mu-
lheres são descritas e prescritas pela tradição jurídica ocidental.

“Compreender a forma como o Direito contribui para a construção,


reforço ou desconstrução de relações sociais de gênero baseadas no
domínio desigual ou, em fases mais avançadas, na ideia de paridade
ou equilíbrio é, em meu entender, um dos caminhos essenciais da
sua maneira de proceder académica.” (Beleza, 2010, p.26).

Beleza argumenta que o Direito é um produtor das relações de gê-


nero e que o faz numa contraposição hierarquizada, contribuindo

544
Criminologia feminista e os estudos de gênero

para a construção dessa divisão bipolar desigual assimétrica. A as-


simetria reside no fato de serem as mulheres a ocuparem o polo
mais desfavorecido nessas relações. A autora partilha da ideia de
que gênero deve ser entendido como uma categoria relacional e
suscetível a constantes mudanças, não como algo dado e acabado:

“Por isso mesmo também, não faz para mim sentido prefigurar o gé-
nero como qualquer coisa de estático e inerente a determinado ser,
mas antes como uma categorização instável e em constante altera-
ção que se determina por contraposição ao seu oposto ou correspon-
dente, também ele próprio não fixo, mas moldável e susceptível de
mudança” (...) O facto de se compreender que a identidade de género
é construída, relacional, e até mutável, em nada compromete o proje-
to científico de investigar como os discursos científicos e normativos
– entre eles, por excelência, o Direito – construíram, em muitos for-
matos e variações históricas e geográficas, sistemas de organização
social que no plano simbólico e efetivo de domínio dividem os seres
humanos em dois grandes grupos, ainda que descontínuos ou frag-
mentários: os homens e as mulheres.” (Beleza, 2010, p. 65).

A temática das relações entre gênero e direito é discutida, ainda, a


partir de outro enfoque, nomeadamente daqueles que trabalham
o direito sob um prisma do pluralismo jurídico, colocando em des-
taque o debate entre o direito oficial e o direito de costumes. São
estudos que analisam não somente o “direito oficial” – entendido
como um Direito Estatal, oficialmente estabelecido em torno de
normas, leis e administrado e aplicado pelo Estado – que, em alguns
contextos sociais só é acionado como último recurso. Tais aborda-
gens exploram outras formas de “direito”, de regulação, de media-
ção e de solução de conflitos da vida social que não se restringem
ao direito oficial e que são acionados pelos sujeitos. Há contextos
sociais bastante diferenciados, nos quais o “direito oficial” nem
sempre possui a mesma legitimidade como lócus para resolução
de conflitos sociais.

545
Rochele Fellini Fachinetto

Anne Griffths, professora de Antropologia do Direito na Facul-


dade de Direito da Universidade de Edimburgo, traz uma análise
das relações entre as mulheres e o direito numa pequena comu-
nidade em Botswana, entre os Bakwena (Griffths, 2000). Baseada
em narrativas que examinam as relações entre o direito e as expe-
riências das mulheres num mundo marcado por desigualdades de
gênero, ela analisa disputas levadas a cabo por mulheres tanto em
instâncias do direito formal oficial como do direito de costume.
Essas narrativas fornecem um contraponto ao tipo de narrativas
que derivam do modelo formalista do direito (baseado em textos
escritos incorporados na legislação e nas tomadas de decisões judi-
ciais) que integram o discurso convencional legal.

“Few negotiations extend beyond daily life into disputes that requi-
re handling in a formal legal arena, such as a court. For this reason,
recent legal scholarship has moved towards studying law as part of
the everyday, through the use of individuals narratives which may be
juxtaposed against those of the official legal system.” (Griffths, 2010,
p. 90)

Ela traz a narrativa da disputa de uma mulher – a filha mais velha


de uma família – contra seu irmão pelo controle do domicílio que,
conforme estabelecido no direito de costumes, era quem deveria
assumi-lo. Entretanto, essa mulher tinha um perfil diferenciado,
teve educação formal e graduou-se enfermeira. Tal configuração
lhe garantiu estabilidade financeira e pôde assim fazer investi-
mentos no domicílio, o que deveria ter sido feito pelo seu irmão.
Desta forma, ela se encontra numa posição em que pode questio-
nar autoridade do irmão e reivindicar o controle do domicílio, já
que fizera investimentos nele. Ela encontra suporte na assembleia
da comunidade a partir de uma aliança entre velhos e novos cri-
térios. A base antiga: a ideia de que como mulher solteira ela po-
deria permanecer na casa de origem, no domicilio de origem. E o
novo critério, fundamentado com base no consistente investimen-
to financeiro que ela fez e que geralmente não é feito por mulher.

546
Criminologia feminista e os estudos de gênero

Neste caso, o acesso à renda permitiu a esta mulher ressignificar


os termos do debate com seu irmão sobre o controle do domicilio
(Griffths, 2010, pp. 93/94).
Em outro estudo, destacando o caso de Moçambique, Arthur e
Mejía analisam as instâncias informais de resolução de conflito
nos casos de violência contra as mulheres. Os autores destacam,
que tais instâncias acabam por reforçar as relações desiguais de
poder, tendo em vista que os “problemas são julgados a partir de
valores e crenças dos mediadores, normalmente em consonância
com a sociedade e os valores patriarcais” (Arthur e Mejía, 2006,
p. 4). Deste modo, não há um papel emancipador dessas instâncias
na transformação das relações desiguais de gênero, e elas acabam
reforçando e legitimando determinadas formas de violência às
mulheres.
Há uma multiplicidade de contextos, experiências e mesmo
instâncias de resolução de conflitos – formais ou informais – que
podem contribuir para compreender as complexas relações que
envolvem as questões de gênero e o direito (seja ele formal ou
informal). Nem sempre se pode pensar num direito de costumes
como necessariamente opressor, ao mesmo tempo em que olhar
para as práticas do direito oficial – “neutro”, objetivo e garantidor
dos direitos das mulheres e homens – pode revelar situações de de-
sigualdade e de preconceito. E vice-versa.
Esses estudos revelam que há uma multiplicidade de realidades
a serem analisadas, para as quais se deve estar atento aos micro-
processos – seja de opressão, seja de emancipação ou de transfor-
mação – que o direito é capaz de produzir. Ademais, tencionam
como articular diferentes formas de direito, contestando a centra-
lidade do direito oficial, geralmente visto como hierarquicamente
superior a outras formas de direito.
Com relação ao contexto brasileiro, desde os anos 80, há o de-
senvolvimento de um profícuo campo de estudos sobre o papel
do direito e as práticas da justiça pelos olhares da sociologia e da
antropologia, tanto em casos em que as mulheres figuram como
547
Rochele Fellini Fachinetto

vítimas, quanto como autoras de crimes. Pesquisas como o estu-


do pioneiro de Mariza Corrêa (1983) e os trabalhos de Ardaillon e
Debert (1987), Gregori (1993), Pasinato (1998), Brandão (1998; 2006),
Santos (1999; 2010), Saffioti (2001; 2004), Joana Vargas (2000), Eva
Blay (2003), entre outros, referências fundamentais da sociologia e
antropologia, apontam que no julgamento pelo sistema de justiça
nos casos envolvendo conflitos entre homens e mulheres, as reso-
luções judiciais objetivam preservar a família e, de certa forma,
respondem aos anseios sociais sobre os “papéis” de homens e mu-
lheres dentro dessa família.
Aqui estão mencionadas apenas algumas referências impor-
tantes que foram pioneiras nestas análises e constituem um marco
para um vasto e denso campo de pesquisas que se desenvolveu ao
longo dos anos e que segue muito ativo até os dias atuais. Tais in-
vestigações também indicam que, em casos de violência contra a
mulher o que é julgado não é apenas o crime, mas o comportamen-
to das pessoas envolvidas e sua adequação aos modelos sociais de
“homem” e “mulher”.
Da mesma forma, as pesquisas acadêmicas também e dedica-
ram a compreender o fenômeno da criminalidade feminina e das
suas condições no sistema prisional, com importantes trabalhos –
como Lemgruber (1999), Chies (2001; 2007; 2007a), Almeida (2001),
Soares e Ilgenfritz (2002), Espinoza (2004), Colares (2011) –, eviden-
ciando que há uma sobrecarga de punição às mulheres, que reflete
uma forma de controle social específico marcado pelas relações
desiguais de gênero, com a finalidade de internalizar nelas um
modelo de mulher socialmente aceito (Fachinetto, 2006). Ou ainda
trabalhos mais recentes que analisam a presença de mulheres no
tráfico de drogas (Barcinski, 2008; 2012), (Barcinski, Cunico, 2016) e
sua relação com os coletivos criminais (Carneiro 2015); Silva; 2018);
Dias e Correa, 2022); Duarte (2023); Rigon (2023).
Incursionando por um caminho sociológico, Pierre Bourdieu
abordou o tema das relações entre homens e mulheres em seu
trabalho etnográfico sobre a sociedade Cabila, sobre os sentidos
548
Criminologia feminista e os estudos de gênero

e símbolos que são atribuídos ao masculino e ao feminino, enten-


dendo tais relações sob o prisma de uma dominação masculina
(Bourdieu, 2005).
O autor tem em Virgínia Woolf sua principal referência e, as-
sim como ela e muitas outras feministas, Bourdieu entende que a
divisão sexual é construída socialmente, são arbitrários culturais
que adquirem um caráter de naturalização, como algo fixo e imu-
tável, inerente aos indivíduos. Desta reflexão interessa aprofundar
como, para o autor, se procede à naturalização desta dominação e,
mais do que isso, à naturalização dos próprios sentidos atribuídos
ao feminino e ao masculino – que interessam particularmente a
esta tese – e que são, na verdade, arbitrários sociais.
Para o autor, a divisão entre os sexos está na ordem das coisas,
tanto em estado objetivado nas coisas quanto em estado incorpo-
rado nos corpos e nos habitus dos agentes, funcionando como es-
quemas de percepção e de ação. Essa naturalização se estabelece
em função desta correspondência entre o mundo objetivo e os es-
quemas de percepção e de ação. Ao analisar a estrutura de domi-
nação da ordem social masculina na sociedade Cabila, Bourdieu
desenvolve um “esquema Sinóptico das oposições pertinentes”
(2005, p. 19) que diferencia o masculino do feminino sob várias
dimensões. São elas: oposições verticais: seco/úmido, direita/es-
querda, alto/baixo; os processos: ciclos de vida como casamento,
gestação, nascimento; movimentos: abrir/fechar, dentro/fora, en-
trar/sair. Todas estas dimensões fazem alusão a uma simbologia
de masculino ou feminino. Trata-se, nos termos do autor, de uma
“concordância entre as estruturas objetivas e as estruturas cogni-
tivas, entre a conformação do ser e as formas do conhecer, entre o
curso do mundo e as expectativas a esse respeito” (Bourdieu, 2005,
p. 17), que confere este efeito de naturalização da divisão sexual,
deixando “submersas” as condições sociais que produzem tais
diferenças.
A questão é que esta naturalização da diferença encobre justa-
mente a relação de dominação que está na base da divisão sexual,
549
Rochele Fellini Fachinetto

fazendo parte da própria “ordem das coisas”. Bourdieu questiona


esta “ordem do mundo” e a forma como ela se mantém, com seus
sentidos únicos e proibidos. Como tal ordem, com suas relações
de dominação, seus privilégios e injustiças, possa perpetuar-se, e
como condições de existência das mais intoleráveis possam ser
vistas como naturais. A dominação masculina é, segundo o autor,
a forma por excelência de uma submissão paradoxal que é repro-
duzida e incorporada pelos próprios dominados, expressando o
que denomina de violência simbólica.

“Também sempre vi na dominação masculina, e no modo como é


imposta e vivenciada, o exemplo por excelência desta submissão
paradoxal, resultante daquilo que eu chamo violência simbólica,
violência suave, insensível, invisível a suas próprias vítimas, que se
exerce essencialmente pelas vias puramente simbólicas da comu-
nicação e do conhecimento, ou mais precisamente, do desconheci-
mento, do reconhecimento ou, em última instância, do sentimento.”
(Bourdieu, 2005, pp. 7/8)

Por ser simbólica não é, segundo ele, menos eficaz ou menos real.
Não objetiva negar a existência de uma violência física, mas expor
que existem outras formas de violência mais sutis, mais invisíveis,
porém não menos eficazes, como é o caso da violência simbólica. A
dominação masculina é exercida em nome de um princípio simbó-
lico que é reconhecido tanto pelo dominante quanto pelo domina-
do. Ela não é vista como tal por aqueles que a ela estão submetidos.
É neste aspecto que reside sua sutileza, sua invisibilidade e que faz
dela a expressão de uma violência simbólica.
As reflexões presentes na obra A dominação masculina, de Bour-
dieu, contribuem para pensar não apenas como essa dominação
se impõe e se naturaliza, mas como são naturalizados igualmente
os sentidos do masculino e do feminino. O princípio de perpetu-
ação dessa relação de dominação não reside em um dos lugares
mais visíveis de seu exercício, isto é, dentro da unidade domés-
tica, mas em instâncias como a escola ou o Estado, lugares onde

550
Criminologia feminista e os estudos de gênero

cotidianamente são elaborados e impostos os princípios dessa do-


minação. Um destes espaços é, certamente, o campo jurídico.
Ao referenciar a sociedade Cabila, Bourdieu compara o sistema
mítico-ritual de tal universo com o campo jurídico das sociedades
diferenciadas.

“O sistema mítico-ritual desempenha aqui um papel equivalente ao


que incumbe ao campo jurídico nas sociedades diferenciadas: na
medida em que os princípios de visão e divisão que ele propõe estão
objetivamente ajustados às divisões preexistentes, ele consagra a or-
dem estabelecida, trazendo-a à existência conhecida e reconhecida,
oficial.” (Bourdieu, 2005, p. 17)

Manter e consagrar a ordem estabelecida: eis o papel do campo


jurídico para Bourdieu. Desta forma, ele não apenas busca funda-
mento para suas práticas no mundo social, já que as visões e di-
visões a que faz referência já estão amplamente disseminadas no
meio social – o que contribui para sua legitimidade – como consa-
gra e reforça esta mesma ordem. Este é igualmente um espaço que
contribui para a produção da naturalização não apenas a partir de
um enfoque da dominação masculina, mas dos próprios sentidos
atribuídos a homens e mulheres nas sociedades diferenciadas.
Os estudos aqui citados apresentam em comum a ideia do direi-
to e do campo jurídico como um produtor de sujeitos e de relações
de gênero, que não apenas ‘reflete’ uma dinâmica social de gênero
mais ampla, como contribui para construí-la, geralmente, pela re-
produção de relações desiguais.
Este ponto é fundamental, pois nos conduz a refletir não a par-
tir da origem dos significados de gênero, mas como efeitos de dis-
cursos, dispositivos, instituições. Butler questiona a existência de
um lugar do “especificamente feminino”, diferenciado do masculi-
no e reconhecível em sua diferença por uma universalidade indis-
tinta e consequentemente presumida das “mulheres” (Butler (2010,
p. 21).

551
Rochele Fellini Fachinetto

Partindo de Foucault, para o qual os sistemas jurídicos de po-


der produzem os sujeitos que posteriormente passam a represen-
tar, Butler argumenta que o próprio “sujeito do feminismo” é uma
produção, um efeito desse sistema, o que, para ela, é problemático,
já que o sistema pode produzir sujeitos com “traços de gênero de-
terminados em conformidade com um eixo diferencial de domi-
nação” (Butler, 2010, p. 19). O sistema jurídico, neste caso, atua na
produção de sujeitos de gênero, porém, uma construção que é con-
tingente e que está envolvida por relações de poder e é, ela própria,
efeito desse poder. Ou seja,

“As estruturas jurídicas da linguagem e da política constituem o cam-


po contemporâneo do poder (...). E a tarefa é justamente formular,
no interior dessa estrutura constituída, uma crítica às categorias de
identidade que as estruturas jurídicas contemporâneas engendram,
naturalizam e imobilizam” (Butler, 2010, p. 22).

Ao mesmo tempo em que produz sujeitos com determinados tra-


ços de gênero, trata também de legitimar essa construção como
algo natural, como algo intrínseco a eles. Para Butler, a construção
política dos sujeitos está vinculada a certos objetivos de exclusão e
de legitimação (Butler, 2010, p. 19). Essas estruturas de poder pro-
duzem tais sentidos, produzem esse efeito a-histórico, imutável e
naturalizante.

Considerações finais

São inegáveis as contribuições da criminologia feminista, não ape-


nas por produzirem tensões no próprio campo da criminologia,
considerado um campo de saber cujo discurso expressa uma visão
masculina, mas, sobretudo, porque foi capaz de visibilizar os sujei-
tos mulheres: seja no que diz respeito à violência contra a mulher,
ao acesso delas ao sistema de justiça, à criminalidade feminina,
ou, ainda, ao papel do direito com relação às mulheres.
552
Criminologia feminista e os estudos de gênero

Nesse sentido, seja no âmbito da criminologia, seja no âmbito


da sociologia, os estudos feministas e os estudos de gênero não
podem mais figurar como estudos paralelos ou que apenas con-
tribuem com as demais correntes de pensamento: constituem-se
em campos de saber que possuem protagonismo e autonomia na
produção teórica. As abordagens e perspectivas trazidas nesta re-
flexão possibilitam dar alguns contornos à multiplicidade de dinâ-
micas e de situações que perpassam os espaços do campo jurídico,
bem como as interfaces do direito com a questão das mulheres.
A introdução da categoria de gênero aos estudos sobre mulhe-
res traz algumas contribuições, sobretudo porque a análise das
situações que envolvem as mulheres pode ser pensada de manei-
ra relacional, direcionando também o olhar para os homens, bus-
cando uma compreensão que possa se acercar da complexidade
dessas relações. Por outro lado, incorporar a categoria gênero de
forma isolada acaba por restringir a compreensão dessas comple-
xas relações, tendo em vista que os sujeitos sociais se situam em di-
versas teias de significado e de identificação que não se limitam ao
gênero, mas que dizem respeito a classe social raça, etnia, geração,
sexualidades, nacionalidades, entre outras.
Evidenciar esse lugar de produção do saber, igualmente atra-
vessado por diversos eixos de poder, contextualizá-lo num deter-
minado tempo e espaço, possibilita que se enriqueçam as análises,
trazendo à tona essa multiplicidade de experiências e análises das
mulheres que, historicamente, acabavam ficando silenciadas.
Desta forma, há muitos desafios que se colocam a esses cam-
pos de estudos. A realidade social contemporânea é multifacetada
e nos tensiona constantemente com sua complexidade. Há novos
movimentos sociais, novas e múltiplas demandas sociais que não
correspondem mais às categorias que, via de regra, eram capazes
de as explicar. À criminologia feminista, à sociologia ou mesmo
outros campos de saber, cabe o desafio de seguir os rastros dessas
novas, múltiplas e complexas significações, que constantemente
colocam em xeque as definições que tentam abarcá-las.
553
Rochele Fellini Fachinetto

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558
III.
Los diálogos internacionales
La fabricación de un diálogo
La internacionalización de la Sociología
en las sociedades BRICS

Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

Introducción: la sociedad del conocimiento y los BRICS

Desde sus fundadores, la sociología ha sido desafiada por configu-


raciones críticas, de modo que se constituyó como saber en cuan-
to “forma de autoconsciencia crítica de la realidad” (Ianni, 1999,
p. 31). Este estilo de pensamiento que asume como tarea la explica-
ción del mundo social es un lenguaje de la modernidad que ahora
tiene la responsabilidad de interpretar los procesos de formación
y cambios en las sociedades en proceso de mundialización, perci-
biendo procesos diversos de configuración (Ianni, 1999, p. 23). En
las últimas décadas se ha venido desarrollando un diálogo interna-
cional múltiple (Ianni, [1993] 2000, p. 138): un diálogo con diferen-
tes enfoques teóricos, con diferentes escuelas y diferentes autores
clásicos y contemporáneos, la consolidación institucional y la in-
ternacionalización de la sociología brasileña y latinoamericana.
La Edad de la Mundialización de Conflictualidades, desde 1991,
asigna a la sociología nuevos desafíos. El surgimiento del BRICS
sugiere muchos temas interesantes para la investigación. Men-
cionemos algunos elementos: aumento del conocimiento sobre el

561
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

proceso de desarrollo diverso de cada uno; los análisis sociológi-


cos deberían prestar atención a los cambios en las condiciones so-
ciales; el estudio de las representaciones sociales; los indicadores
sociales y económicos; las percepciones de los diferentes actores
sociales; y examinar las complejidades de los procesos de desarro-
llo que no son lineales.
El objetivo de este texto es comprender mejor las sociedades
de cada uno, cómo se construye la visión de cada sociología y qué
producen; y las limitaciones y potencialidades para realizar inves-
tigaciones dentro de cada uno de los países BRICS. También el ma-
peo y análisis de los conflictos sociales que tienen lugar entre los
países, sus Estados, las empresas públicas y privadas, el rol del in-
vestimento extranjero, y de qué modo los ciudadanos interactúan
y forman relaciones continuas. Todo esto podría proporcionar los
materiales de referencia para una sociología de la formación y
transformación de los países de los BRICS.

La internacionalización de la sociología

La sociología latinoamericana está inserta en el espacio global y en


la historia del conocimiento sociológico: tiene legitimidad y ha sido
reconocida por la sociedad civil y el Estado como conciencia críti-
ca de la realidad social. El conocimiento sociológico en América
Latina presenta las siguientes características: cosmopolitización,
internacionalismo, hibridismo, diversidad; y análisis críticos de
procesos sociales, políticas públicas y conflictos sociales; final-
mente, el compromiso público de los sociólogos (Germani, 1971;
Ianni, 1993; Marini y Millán, 1994; Trindade, 2021). Coincidimos
con Ianni en que “la cultura latinoamericana está marcada por
tres inclinaciones más o menos claras: el colonialismo, el naciona-
lismo y el cosmopolitismo” (IANNI, 1993, p. 122).

562
La fabricación de un diálogo

Podemos identificar siete períodos en la sociología brasileña,


latinoamericana y caribeña (Tavares-dos-Santos et al., 2020; Mari-
ni y Millán, 1994-1996):

I) El patrimonio intelectual de la Sociología (desde el siglo


XIX hasta principios del siglo XX);
II) La Sociología de la Cátedra (1890-1950);
III) El período de la Sociología Científica y el inicio de la Sociolo-
gía Crítica (1950-1973);
IV) Las crisis institucionales derivadas de las dictaduras y la
consolidación de la Sociología Crítica (1973-1983);
V) La sociología de la transición del autoritarismo a las nue-
vas democracias: participación y exclusión (1983-2000);
VI) Consolidación institucional y globalización de la sociolo-
gía crítica en América Latina, en la Era de la Globalización
de los Conflictos (de 2001 a 2015)
VII) Democracia, autoritarismo y conservadurismo (2016-ac-
tualidad)

​ or diálogo internacional entendemos la capacidad de los autores


P
para asimilar múltiples culturas sociológicas, identificando con-
ceptos que pueden traducirse de un idioma a otro para explicar
nuevas cuestiones sociales globales en términos de una sociología
comparada. La idea central, en este texto, es evaluar la posibilidad
de construir una sociología crítica cosmopolita, desde la experien-
cia de las sociologías en los países del BRICS (Brasil, Rusia, India,
China e África do Sul).1

1
A partir de 2024, los países BRICS serán once: África del Sur, Argentina, Arabia
Saudita, Brasil, China, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopia, India, Ira y Rusia.
Esto va a producir un nuevo diálogo entre las sociologías de cada uno de estos países,
lleno de desafíos intelectuales.

563
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

La Sociedad Brasileña de Sociología (SBS) viene buscando acti-


vamente construir una nueva comprensión de la Sociología bra-
sileña en el mundo; desde 2004, esto requiere el desarrollo de un
nivel completamente nuevo de internacionalización con colegas
cuyas lenguas nativas son en su mayoría no europeas, que viven
en zonas muy distantes tierras y con quienes no hemos tenido con-
tacto tradicional.
En 2004, el 36º Congreso Mundial del Instituto Internacional de
Sociología (IIS), organizado por el Instituto de Sociología de la Aca-
demia China de Ciencias Sociales Science (CASS), se llevó a cabo
en Beijing, China. Varios colegas brasileños emprendieran el largo
viaje al otro lado del mundo.
Sin embargo, en las deliberaciones del evento, no recordamos
que haya sido mencionada la palabra “BRICS”, el mensaje era cla-
ro. Salimos de la reunión convencidos de que todas las áreas de
la ciencia en Brasil, incluida la Sociología, deben incorporar la re-
flexión sobre China en sus agendas. Nos habían arrojado el manto
de la historia y la respuesta de la SBS fue institucional.
El Congreso Mundial do Instituto Internacional de Sociologia
de Beijing de 2004 fue la primera vez que la mayoría de los soció-
logos brasileños allí presentes se habían encontrado con un gran
número de sus homólogos chinos, en su entorno local y no como
extraños; desde entonces las relaciones se han cultivado lentamen-
te, pero con creciente interés intelectual.
El objetivo central de la sociología es la comprensión de las so-
ciedades, las relaciones sociales y de las representaciones sociales;
por lo tanto, uno de sus legados es su contribución al entendimien-
to mutuo y al intercambio de conceptos, referencias empíricas y
conclusiones interpretativas.
El papel de la Asociación Internacional de Sociología (ISA) ha
sido crucial para este diálogo. Los foros y congresos bianuales de
la ISA sirvieron como reunión: Durban, 2006; Gotemburgo, 2010;
Buenos Aires, 2012; Yokohama, 2014; Viena, 2016; Porto Alegre
(virtual); Melbourne, 2023. En tales eventos, las sesiones discuten
564
La fabricación de un diálogo

temas, cuestiones teóricas e investigaciones empíricas, pero tam-


bién se celebran reuniones informales que discuten el trabajo en
progreso y la planificación.
En este proceso, hemos sido audaces y también hemos buscado
la creatividad. José Vicente Tavares dos Santos (Ex Presidente de la
Sociedad Brasileña de Sociología y de ALAS) aprovechó el momen-
to del Congreso de la ISA en Japón en julio 2014 para organizar,
previamente, un seminario científico en la CASS con sociólogos de
Brasil. A finales de abril de 2016, se celebró una reunión en Shan-
ghái para discutir las cuestiones relacionadas con la encuesta con-
junta: la investigación sobre la clase media. Asistieron cuatro ex
presidentes de la SBS.
En el Foro de la ISA en Viena 2016, se llevaron a cabo sesiones
sobre los siguientes temas: Caminos hacia la justicia social en los
países BRICS; Clase, consumo y distribución de la riqueza: Tenden-
cias y perspectivas para el futuro; Repensar la juventud: perspecti-
vas, conceptualizaciones y teorías de los BRICS; Juventud en el Sur
Global: Teorías, metodologías, historias y políticas emergentes.
Tuvieran un rol central las asociaciones Internacionales: el
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), el Con-
sejo para el Desarrollo de la Investigación en Ciencias Sociales en
África (CODESRIA) y la Asociación Asiática de Estudios Políticos e
Internacionales (APISA), y ALAS – Asociación latinoamericana de
Sociología, constituida en 1951. Ellos organizaron talleres de inves-
tigación que están produciendo un enfoque intelectual alternativo
hacia la construcción de una sociología Sur – Sur, promoviendo la
transformación del debate mundial en las ciencias sociales. Este
tipo de reuniones internacionales siempre han estimulado la fer-
tilización cruzada. Lo que parece ser más importante es garantizar
los intercambios y reuniones organizativas de grupos de sociólo-
gos de cada uno de los países para discutir, acordar y avanzar, en
nuestro propio interés, capacidades y descubrimientos. Fue mu-
cho importante el libro publicado por ocasión del Forum de la ISA

565
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

en Buenos Aires, Pensamiento crítico latinoamericano (Bialakowsky


et al., 2012).

Internacionalización de la Sociedad Brasileña de Sociología

El primer Congreso Brasileño de Sociología (CBS) se celebró en São


Paulo en 1954 con el siguiente temario: “Docencia e investigación
Sociológica, organización y cambio sociales”. Es interesante notar
que entre los temas discutidos estaba la cuestión de la enseñanza de
la sociología en las altas esferas del nivel escolar. Posteriormente,
en el segundo Congreso Brasileño de Sociología, tuvo lugar en Belo
Horizonte en 1962: Balance y perspectivas de la sociología.
Entre los años 1964 y 1985, durante la Dictadura militar, las ac-
tividades de la SBS fueron interrumpidas. Con el país pasando a la
redemocratización, en 1985, los sociólogos volvieron a preocupar-
se en la reanudación de las actividades de la Sociedad Brasileña de
Sociología.
Desde 1987, los congresos de la SBS se celebran a cada dos años.
El tercer Congreso Brasileño de Sociología se celebró en Brasilia
en 1987; su tema era “Sociología, Sociologías: la sociología brasi-
leña y la internacionalización de las Sociedades”. El cuarto CBS
se organizó en Río de Janeiro en 1989 bajo el tema “La sociología
hoy”. Erik Olin Wright, el sociólogo estadounidense fue invitado.
La quinta CBS tuvo lugar en julio de 1991, en Río de Janeiro, tras el
tema central “Historia y Trayectoria de la Sociología en Brasil”. El
sexto Congreso fue organizado en Recife en 1993, con el tema “So-
ciología entre Modernidad y Contemporaneidad”. La séptima CBS
tuvo lugar en Río de Janeiro en 1995. La octava CBS, celebrada en
Brasilia en 1997, tuvo como tema: “Contemporaneidad brasileña:
dilemas y desafíos para la imaginación sociológica”.
La participación de sociólogos extranjeros ha aumentado a
cada edición.

566
La fabricación de un diálogo

El CBS fue realizado en Porto Alegre en la Universidad Federal


de Rio Grande do Sul, en agosto de 1999. El tema central fue “Socio-
logía para el siglo XXI”. Esta vez estuvieron presentes cuatro soció-
logos extranjeros: Jean Rossiaud (Universidad de Ginebra, Suiza); y
de la Universidad de la República, en Uruguay, Nilia Viscardi, Die-
go Piñeiro y Alberto Riella.
La décima CBS, realizada en Fortaleza, en septiembre de 2001,
en la Universidad de Ceará, abordó el tema “Sociedad y Ciudada-
nía: Nuevas Utopías”. Fueron invitados dos sociólogos extranjeros:
Alberto Martinelli (Presidente del ISA) y Roberto Briceño-León
(Universidad Central de Venezuela).
La 11ª CBS, realizada en la Universidad de Campinas (Unicamp)
en septiembre de 2003, contó con más de 1.200 participantes y re-
flejó el tema “Sociología y conocimiento: más allá de las fronteras”.
En este congreso, hubo un grupo inicial de sociólogos internacio-
nales que presentaron discursos de apertura: Piotr Sztompka (Uni-
versidad Jagiellonian, Cracovia, Polonia, Presidente de ISA); Oskar
Negt (Universidad de Hannover, Alemania); Michel Wieviorka
(EHESS, París, Francia); Goran Therborn (Colegio Sueco de Estu-
dios Avanzados); y Boaventura de Sousa Santos (CES, Universidad
de Coímbra, Portugal) (Barreira et al., 2006).
El XII Congreso se realizó en Belo Horizonte, en la Universidad
Federal de Minas Gerais en mayo de 2005, que reunió alrededor
de 1.400 contribuyentes. El tema del Congreso fue: “Sociología y
Realidad: la investigación social en el siglo XXI”. Fueron invitados
extranjeros: Archibald O Haller (Universidad de Wisconsin-Ma-
dison, EE. UU.), Alejandro Portes (Princeton University, EE. UU.) y
Sujata Patel (Universidad de Pune, India) (Grossi-Porto et al., 2006).
Sujata Patel, que posteriormente visitó Brasil en varias oca-
siones, pronunció su discurso de apertura sobre “¿Una sociología
para el Sur?”: argumentó en términos teóricos que el surgimien-
to del Sur y la globalización requería otros enfoques sociológicos
que competirían con sociología europea y norteamericana, y que a

567
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

menudo presentaba a ellos mismos como universales. Sujata pro-


nunció un discurso reflexivo que propuso el diálogo Sur-Sur.
La 13ª CBS se realizó en Recife, en la Universidad Federal de
Pernambuco (UFPE) en mayo de 2007, con el tema “Desigualdad,
Diferencia, Reconocimiento”. Más de 2.600 participantes fueran
registrados en la conferencia (Cavalcanti et al., 2009). Entre el gru-
po internacional de los sociólogos invitados, estaban: Alessandro
Bonanno (Universidad Estatal Sam Houston, EE. UU); John Urry
(Universidad de Lancaster, Reino Unido); Michel Wieviorka (Es-
cuela de Estudios de Alto Nivel en Ciencias Sociales (EHESS), París,
Francia); Dominique Wolton (Consejo Nacional Francés de Investi-
gación Científica (CNRS), París, Francia), Thomas Leithauser (Uni-
versidad de Bremen, Alemania); Shen Mingming (Universidad de
Pekín, China). Todo el comité ejecutivo de la ISA también participó
en este congreso.
Shen Mingming es bien conocido por un grupo de colegas bra-
sileños por su implicación en proyectos de investigación interna-
cionales y como director del brazo chino de la Encuesta Mundial
de Valores. Mingming ha dado la bienvenida y entretuvo a las de-
legaciones brasileñas en Beijing a partir de esa fecha. Más allá de
dar una conferencia magistral que buscó construir una base meto-
dológica diálogo entre las regiones escasamente pobladas de Chi-
na occidental, y sus equivalentes en la región amazónica de Brasil,
Mingming también participó en la mesa redonda sobre los BRICS
(Tina Uys de Sudáfrica, miembro del grupo IBSA [India, Brasil,
Sudáfrica], también participó). Examinamos la omnipresencia de
la desigualdad y sus vínculos con el desarrollo. Marcelo Medeiros
(UFPE) afirmó que los BRICS son un verdadero laboratorio para la
observación sociológica. Sin embargo, llegamos a la conclusión de
que nuestras sociologías no sabían nada el uno del otro, y que para
avanzar sería necesario conocernos mejor.
La ciudad de Río de Janeiro fue sede de la 14ª edición del Congre-
so, el Campus Praia Vermelha de la Universidad Federal de Río de
Janeiro (UFRJ), donde también celebramos las conmemoraciones
568
La fabricación de un diálogo

del cumpleaños número 60 de SBS. El evento se celebró en julio


de 2009, bajo el tema general: “Sociología: Consensos y Controver-
sias”. Entre los sociólogos que asistieron se encontraban Li Peilin y
Li Wei de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS). Los otros
invitados extranjeros fueran: Arthur Rodríguez Morató (Univer-
sidad de Barcelona, España);
​​ Fuyuki Kurasawa (Universidad de
York, Canadá); Hans-Georg Soeffner (Universidad de Konstanz,
Alemania); Manuel Villaverde Cabral (Universidad de Lisboa, Por-
tugal) y Volker H. Schmidt (Universidad Nacional de Singapura).
Li Peilin era el presidente de la Asociación China de Sociología
en ese momento, y también Director del Instituto de Sociología
de la CASS. La charla principal se basó en una investigación sobre
los trabajadores migrantes internos chinos y su satisfacción. (Li
y Li, 2011). Fue invitado a Brasilia para hablar en el Instituto de
Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA). El deseaba saber so-
bre estadísticas en Brasil, por lo que visitó la agencia de estadística
del Gobierno (IBGE), en Río de Janeiro. También organizamos una
reunión con el ex secretario general de la SBS (y ex presidente de
la ISA y de Brasil), Fernando Henrique Cardoso, donde, entre otras
cosas, discutieron perspectivas para establecer el diálogo entre
nuestras sociologías.
Se organizó el XV Congreso Brasileño de Sociología en la ciu-
dad de Curitiba, en 2011. El tema del congreso fue “Cambios, Per-
manencias y Desafíos sociológicos”. Otro grupo impresionante
de sociólogos extranjeros asistió, incluyendo: Jan Nederveen Pie-
terse (Universidad de California Santa Bárbara, Estados Unidos);
Markus S. Schulz (Universidad de Illinois, EE. UU.); Minor Mou-
ra (El Colegio de México, México); Robert D. Mare (Universidad de
California, Los Ángeles, EE. UU.); Seyla Benhabib (Universidad de
Yale, Estados Unidos); y Wilson Akpan (Universidad de Fort Hare,
Sudáfrica).
“La sociología como artesanía intelectual” fue el tema del deci-
mosexto CBS realizada en Salvador, Bahía, en julio de 2013. El tema
fue derivado de Charles Wright Mills, La Imaginación sociológica.
569
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

La reflexión de Mills sigue vigente y mantiene plenamente su fuer-


te atractivo heurístico: invita (re)pensar la sociología en muchas
direcciones, y la idea de intelectual artesanía nos lleva a repensar
la Sociología brasileña: los oficios intelectuales deben circular en
forma densa, plural, madura y continua. En segundo lugar, es ne-
cesario tener referencias clásicas; tercero, exige creatividad que
solo la imaginación sociológica puede proporcionar, liberada de
los excesos de formalismos y de inmediatez. En otras palabras,
proporciona la capacidad intelectual necesaria para un análisis
sociológico innovador.
El proyecto BRICS Sociología es el resultado de estos y algunas
otras ideas, y creemos que debería desarrollarse cada vez más. En
este congreso dimos la bienvenida a Li Chunling (CASS), Tian Feng
(CASS), Vinod Chandra (Universidad de Lucknow, India) y Jayana-
than Govender (Nelson Mandela Universidad Metropolitana, Sud-
áfrica). Junto con Tom Dwyer, hablaron sobre la posibilidad de un
manual sobre Sociología de la Juventud en los BRICS.
Otros invitados extranjeros fueron: Edmond Pretecelle (EHESS,
Francia), Christopher Birbeck (Universidad de Salford, Reino Uni-
do), Pablo Gentili (CLACSO, Buenos Aires), Nora Garita (Asociación
Centroamericana de Sociología, después Presidente de ALAS),
Lucia Valladares (Universidad de Lille, Francia), Carlos Fortuna
(Universidad de Coimbra, Portugal), Jorge Myers (Universidad Na-
cional de Quilmes, Argentina), José Paes Machado (Universidad de
Lisboa, Portugal), Alessandro Bonanno (Sam Universidad Estatal
de Houston, EE.UU.) y Marcelo Arnauld (Universidad de Chile, San-
tiago, Chile).
En la ciudad de Porto Alegre, en la 17ª CBS de 2015, cerca de 26
sociólogos extranjeros estaban presentes. Un grupo surgió de tres
de los países BRICS: Ari Sitas (Universidad de Ciudad del Cabo,
Sudáfrica), el fallecido Freek Cronje (Universidad North West,
Sudáfrica), Li Chunling (CASS) y Sujata Patel (India). Otros vinie-
ron de América Latina: Leticia Salomón (CLACSO, Universidad de
Costa Rica), Luciano Concheiro (CLACSO, Universidad Autónoma
570
La fabricación de un diálogo

de México (UNAM), Lucio Oliver (UNAM-CLACSO), Nilia Viscardi


(UDELAR, Uruguay) y Marcelo Arnauld (Universidad de Chile).
Tuvimos seis invitados de Estados Unidos: Charles Lemert,
Elizabeth Hordge-Freeman, Margareth Abraham (Presidente de
la ISA), Markus S. Schulz, Michele Lamont y Gianpaolo Baiochi.
Otros de Europa: Benamin Tejerina (España), Pedro Hespanha
(Universidad de Coimbra, Portugal), Graça Carapinheiro (Univer-
sidad de Coimbra, Portugal). Y tres académicos alemanes, Katrin
Moltgen, Malte Schophaus, Henrique Oen. También Martin Bauer
y Sandra Jovchelovitch (Escuela de Economía de Londres, Reino
Unido), Michel Wieviorka (EHESS, París, Francia), Christian Azaïs
(Universidad de París-Dauphine, Francia), Isabel Georges (Univer-
sidad de París Sorbona, Francia) y Teivo Teivainen (Universidad de
Helsinki, Finlandia).
El XVIII Congreso Brasileño de Sociología fue realizado por la
SBS y el Departamento de Sociología de la Universidad de Brasilia,
en Brasilia-DF. Su tema fue “¿Qué sociologías hacemos? Interfaces
con contextos locales, nacionales y globales” y el 18. El Congreso
contó con 1.199 participantes y 1.295 personas inscritas. Dos años
después, el 19. El Congreso Brasileño de Sociología tuvo lugar en
la Universidad Federal de Santa Catarina, en Florianópolis, y fue
organizado por la SBS y el Departamento de Sociología y Política
de la UFSC. Con el tema “¿En qué sociedades vivimos? La sociología
brasileña ante los nuevos desafíos nacionales y globales contem-
poráneos”, el congreso reunió a 2.306 personas.
El XX Congreso Brasileño de Sociología, fue realizado de modo
virtual, desde la Universidad Federal do Pará, Belém-PA, del 12 al 17
de julio de 2021, sobre el tema de “Sociedad, Estado y Naturaleza”.
Los principales conferencistas fueran: Elisa Reis (UFRJ, Brasil);
Klaus Dörre (Instituto de Sociologia da Friedrich-Schiller Univer-
sität Jena/Alemanha); Chen Guangjin (Institute of Sociology, CASS;
Asociación Chinesa de Sociología); Marilena Correa (UFAM, Bra-
sil); Miguel Pablo Serna (UDELAR-ALAS, Uruguay); Ailton Krenak

571
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

(Escritor, Academia Brasileña de Letras, IEAT/UFMG, Brasil); Viole-


ta Loureiro (UFPA, Brasil).
Después de la pandemia, aconteció el XXI Congreso Brasile-
ño de Sociología, de nuevo en la Universidad Federal do Pará, en
noviembre de 2022. Expusieran conferencias Edna Castro (UFPA
– Presidente de la Sociedad Brasileña de Sociología); Prudence
Carter (Brown University, Presidente de la Asociación Americana
de Sociología, UU.SS.; Agustin Lao-Montes (Universidad de Mas-
sachusetts, EE.UU.; y Elisio Estanque (Universidad de Coimbra,
Portugal).
En resumen, los diálogos internacionales se desarrollaron cada
vez más en los Congresos Brasileños de Sociología, y particular-
mente a lo largo de la última década.
Los sociólogos del BRICS han estado presentes en todas las CBS,
desde 2003. En primer lugar, China, seguida de Sudáfrica y de la
India. Los diálogos de investigación han establecido acuerdos con
Sudáfrica y China. Una contribución brasileña a la Universidad
Red BRICS incluye el desarrollo de una plataforma en línea. El ca-
mino por seguir está lleno de desafíos y peligros, pero esperamos
que tales esfuerzos contribuyan de manera modesta al resurgi-
miento de la disciplina.

Los desarrollos de la sociología crítica del sur

Jim O’Neill de Goldman Sachs presentó una caracterización de


las estimaciones económicas futuras para Brasil, Rusia, India y
China (BRIC), en 200: cuatro países en desarrollo, con tasas de cre-
cimiento positivas, grandes masas de tierra y largas poblaciones.
Predijo que llegarían a un mayor volumen de actividad económi-
ca para 2050 que las seis economías desarrolladas más importan-
tes. Como resultado, estos países poseerían grandes mercados de
consumo. Desde que se planteó el concepto original de BRIC, el

572
La fabricación de un diálogo

crecimiento económico promedio de las tasas en los cuatro países


fueron superiores a las estimaciones originalmente proyectadas.
Las crisis financieras mundiales afectaron profundamente a
las economías desarrolladas y se planteó la cuestión de la necesi-
dad de reformar las instituciones internacionales.2 Es importante
destacar que se reconoció que existían numerosas complementa-
riedades entre las economías BRIC.
El concepto puede estar evolucionando hacia una ideología que
exprese el surgimiento de estos países (y eventualmente de otro)
juntos en el mundo, articulando sus valores e intereses en un nue-
vo contexto. Eso fue subrayado en la organización de la segunda
cumbre de los BRIC Jefes de Estado que tuvo lugar el 16 de abril
de 2010 en Brasilia. Más tarde, el concepto fue revisado por los po-
líticos para ampliar el BRICS, y Sudáfrica entró en el grupo.
En este diálogo mundial, un libro pionero: La Nouvelle Sociolo-
gie Chinoise (La nueva sociología china), editado por Laurence Rou-
lleau-Berger, Guo Yuhua, Li Peilin y Liu Shiding (2008): rompió
las tradiciones de la sinología y demostró las ventajas de analizar
la China contemporánea en términos puramente sociológicos.3
Al hacerlo, el libro sirvió como una ventana al desarrollo de ese
país, sus tensiones y posibilidades también. Muchos de los soció-
logos contemporáneos chinos aportaron a este libro un estilo de
explicación, razonamientos, referencias a tradiciones e incluso re-
ferencias bibliográficas nuevas. Este libro enseña mucho sobre de-
sarrollo, migración, desigualdad, la teoría de la transición social,
la división rural-urbana, las empresas conjuntas. Es importante
destacar que nos presenta a un grupo de sociólogos chinos que fue-
ron capaces de abordar su propia sociedad de una manera que fue

2
En la segunda cumbre de 2010, los jefes de estado de estas cuatro naciones estaban
convencidos de que los BRIC eran algo más que un simple anagrama. Los BRICS ce-
lebraron su novena cumbre anual en septiembre de 2017 en Xiamen, China. Y la 15ª
cumbre fue organizada en Johannesburgo, África del Sur, en 2023.
3
Para una crítica de la sinología, cf. Cheng, Anne (2009). La Chine pense-t-elle? Paris:
Fayard edição; Cheng, Anne (2008) História do Pensamento Chinês. Petrópolis: Vozes;
Cheng, Anne (2007) (dir.), La pensée en Chine aujourd’hui. Paris: Gallimard.

573
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

significativa para nosotros, pero lo hizo involucrando con él en sus


propios términos.
Todos nuestros países se han desarrollado por caminos diferen-
tes a los adoptados por Teoría de la modernización. A pesar de te-
ner más del 40 % de la población mundial, el 30 % del PNB mundial
(PPA) y más de una cuarta parte de la tierra del mundo, los países
BRICS nunca han sido discutidos de manera tan comparativa.
Algún tiempo después de su regreso a China desde Brasil, Li
Peilin ha propuesto conmemorar el 30 aniversario del Instituto de
Sociología de la CASS y celebración del centenario de Fei Xiatong,
el fundador de la sociología china (Xiatong, [1947]1992). La idea de
Peilin era organizar la parte internacional de la conferencia para
ver si tenía sentido hablar de los países BRIC en términos socio-
lógicos. En septiembre de 2009, se envió una invitación a cuatro
ex presidentes de SBS, incluidos José Vicente Tavares dos Santos y
Tom Dwyer, para asistir una reunión de dos días en Beijing en abril
de 2010.4 Valeriy Mansurov, Presidente de la Sociedad Rusa de
Sociólogos (RSS) y Uttam Bhoite, Presidente de la Sociedad India
de Sociología (ISS) y el fallecido Ishwar Modi (Secretario de ISS)
también fueron invitados. En pocas palabras, durante esos días ex-
ploramos muchos diferentes temas y nuestras distintas visiones
del mundo para tratar de descubrir un camino a seguir. Se reveló
una gran brecha de conocimiento: todos sabíamos poco sobre cada
uno el país de otros y sus sociologías.

El lugar de la sociología de los BRICs en la teoría social

La sociología es a la vez producto y portadora del racionalismo oc-


cidental. Los conceptos sociológicos clave desde el punto de vista

4
Siete ex presidentes de la SBS han visitado China en un contexto académico. Tres
han abordado conferencias de la ISS y Sudáfrica se convirtió familiar para los miem-
bros de SBS a través del Congreso Mundial de Durban de Sociología (2010).

574
La fabricación de un diálogo

occidental pueden parecer universalistas; sin embargo, desde un


punto de vista no occidental pueden considerarse particularistas.
Para producir entendimientos comparativos significativos entre
nuestros diferentes países, sería necesario estar abiertos a una re-
novación de conceptos y lenguajes, y construir un diálogo intelec-
tual para construir un nuevo referente sociológico.
Una crítica poderosa del paradigma sociológico es su insensi-
bilidad a conceptos distintos de los desarrollados en el marco de
la cultura occidental. Raewyn Connell presenta un argumento a
favor de un nuevo mundo social al abogar por un reconocimiento
más global de la teoría social desde sociedades fuera de las metró-
polis europeas y norteamericanas. Connell defiende la visión de
que la teoría social del mundo moderno que se produce en las so-
ciedades periféricas es igual en su rigor intelectual y con frecuencia
tiene mayor relevancia política para afrontar los desafíos de nues-
tro cambiante mundo: “Estas teorías sureñas son suficientemente
poderosas, a través de la interacción para transformar la hegemo-
nía metropolitana en el pensamiento social” (Connell, 2007, p. 7).
Por lo tanto, trae tres grandes motivos para las “teorías del Sur”:
destaca la atención para las relaciones centro-periferia no ámbito
del conocimiento; enfatiza que todo el mundo produce teoría so-
ciológica; sin embargo, el pensamiento social emerge in contextos
particulares (Connell, 2007, pp. 8-9).
Nuestra apuesta BRICS tiene un punto de partida diferente al
de Connell: ella busca renovación teórica como su primer objeti-
vo; nosotros simplemente buscamos explicar nuestras sociedades
en términos sociológicos, para ayudar a aumentar nuestra mutua
comprensión. Imaginamos que el inevitable descubrimiento de
algo común podría acontecer. Los estudios comparativos abren un
tesoro de comprensión potencial: construido con un fuerte núcleo
común de orientación intelectual, se consideró que podría tener
consecuencias a largo plazo para la enseñanza del plan de estu-
dios; la publicación científica; intercambios e investigaciones cien-
tíficas y −¿quién sabe?− el desarrollo de la teoría social.
575
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

El desarrollo reciente fue concretizado mediante la edición de


libros colectivos, con autores de los distintos países.
El primero fue organizado por fallecido profesor Ishwar Modi,
del Instituto Indiano internacional de ciencias sociales, de Jaipur,
India (Modi, 2012) con el título de Modernización, globalización
y transformación social (Modernization, Globalization and Social
Transformation), publicado in New Delhi. Los 21 artículos de au-
tores indianos analizaron los siguientes temas: la sociología de la
transformación, la sociología en India en el contexto mundial, la
marginalización social, la pobreza, los cambios culturales, ciencia
y tecnología, las clases medias y la sociedad de riesgo.
El segundo es el Manual sobre estratificación social en los países
BRIC (Handbook on social stratification in the BRICS Countries), con
edición electrónica en mandarín en 2011 y en inglés, en 2013. El
objetivo fue analizar los cambios estructurales y sociales, especial-
mente los cambios en las estructuras de estratificación social de
los países BRIC, y el análisis de las cuestiones sociales:

[…] ayudarnos a lograr una mejor comprensión del crecimiento de la


economía y del desarrollo social de las potencias económicas emer-
gentes. Es una perspectiva muy especial […] desvela el misterio[…] [de]
cómo estas potencias emergentes con diferencias tan dramáticas en
historia, geografía, cultura, lengua, religión, etc., podrían haber com-
partido una voluntad común y acciones conjuntas en determinadas
circunstancias. En cualquier caso, es los profundos cambios estruc-
turales sociales en estos países que determinan su propio futuro y, en
gran medida, dará forma a la situación socioeconómica paisaje del
mundo futuro (Li Peilin et al., 2013, pp. 24-25).

El tercero fue el Manual de Sociología de la Juventud en los Países


BRICS. (Handbook of the Sociology of Youth in BRICS Countries)
(Dwyer et al., 2018) que muestra que el desarrollo produce una
variedad de resultados y que las desigualdades sociales tienen
impactos en las oportunidades de vida. Se considera que el cam-
bio tecnológico y el aumento de la riqueza abren perspectivas

576
La fabricación de un diálogo

isomorfas y estructuras de oportunidades para los jóvenes en estos


países.
La cuarta publicación fue editada por Laurence Roulleau-Ber-
ger y Li Peilin, Sociología post-occidental: de China a Europa (Post-Wes-
tern Sociology – from China to Europe). El libro está basado en un
enfoque epistemológico de la sociología en el que se reconocen y
construyen los límites entre las sociologías occidentales y no oc-
cidentales. Sostiene que el conocimiento se organiza en espacios
conceptuales vinculados a paradigmas y programas que a su vez
están vinculados al conocimiento etnocéntrico, que hasta hace
poco los enfoques occidentales, incluidos los poscoloniales, los de
las ciencias sociales francesas y los estadounidenses han domina-
do las teorías no occidentales. Tal enfoque post-occidental signifi-
cará la producción y construcción de un conocimiento sociológico
común, el reconocimiento de culturas científicas ignoradas u olvi-
dadas y un cambio mundial en la sociología que impone desvíos,
desplazamientos, retrocesos y conversiones teóricos y metodoló-
gicos. El libro reúne a una gama de once sociólogos occidentales
y diez chinos que exploran las consecuencias de este nuevo enfo-
que en relación con muchas cuestiones y aspectos diferentes de la
sociología. Tales como: la sociología post-oeste y la sociología chi-
na; la teoría sociológica china; la antropología mundial; los ecos
de la escuela de Chicago en la sociología china; la sociología de la
Transition; diferenciación social; los estudios de Fei Hsiao-Tung; la
sociología en países totalitarios de Europa; los círculos de sociabi-
lidad del guanxi; la experiencia de América Latina; y los procesos
de individualización (Roulleau-Berger y Li Peilin, 2018, passim).
La quinta obra fue editada por Jaime Ríos Burga, Testimonios y
escritos de ALAS desde sus Presidencias y Congresos, en 2019. Escri-
ben varios ex presidentes de la Asociación Latinoamericana de
Sociología: Jaime Ríos Burga (Perú), Daniel Camacho (Costa Rica),
Agustín Cueva (Ecuador), Marco A. Gandásegui Jr. (Panamá), Ma-
nuel Maldonado Denis (Puerto Rico), Pablo González-Casanova
(México), Aníbal Quijano (Peru), Theotonio dos Santos (Brasil),
577
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

Luis Suárez (Cuba), Heinz Sonntag (Venezuela), Raquel Sosa (Mé-


xico), Emir Sader (Brasil), Eduardo Velásquez (Guatemala), Jordán
Rosas (Perú), José Vicente Tavares-dos-Santos (Brasil), Jaime Precia-
do (México), Alberto L. Bialakowsky (Argentina), Paulo Henrique
Martins (Brasil), Nora Garita (Costa Rica) y Ana Rivoir (Uruguay).
James Rios Burga escribió:

Una nueva transición donde la crisis de horizonte de sentido histó-


rico de la modernidad/colonialidad cada vez pone más en cuestión
su propio paradigma. Vemos cómo entre los vacíos de la soledad y
el control hedonista, se liberan los cuerpos y las emociones en sus
diferentes espacios y tiempos sociales buscando superar los límites
epistémicos, existenciales y de experiencias que trae la lógica de ra-
cionalidad de la vida instrumental del ser, saber y poder. [...] Es de-
cir, a diferencia de la cultura cientificista hegemónica racista que se
niega a reconocer al otro porque es indígena, negro/a o latinoameri-
cano caribeño, afirmamos el diálogo y debate entre el sur/norte en
un nuevo yo civilizatorio transcultural, producto de los encuentros
colectivos e individuales de las identidades locales (Ríos-Burga, 2019,
pp. 1-2).

La sexta obra fue Sociología en el Sur Global (Sociology in the Global


South), editada por Gökhan Bozbaş Tuğrul Keskin (editores), en
Estambul, en 2019. Los autores que ahí escriben son: José Vicente
Tavares-dos-Santos, Maira Baumgarten y Enio Passiani (Brasil);
Andrea Lampis (Colombia); Alvin Y. So (China); Nahom Eyasu
(Ethiopia) y Adem Üstün Çatalbaş (Chile). Los editores escribirán:

El centralismo occidental también puede considerarse el resultado


de la naturaleza contradictoria de los humanos. Por un lado, el ser
humano está en el mercado y obtiene un valor en función de su po-
tencial laboral. Por otra parte, todo ser humano quiere demostrar
su valía en su mundo interior y amarse a sí mismo. Este conflicto
que surge dentro de cada individuo puede aceptarse como la causa
principal de las actitudes y comportamientos de base europea que
existen hoy. En un momento en que el centralismo occidental es tan

578
La fabricación de un diálogo

dominante, se decidió publicar un este libro para comprender cómo


se ha desarrollado la sociología en las sociedades no occidentales
(Gökhan Bozbaş y Tuğrul Keskin, 2019, p. 9).

El séptimo libro fue el Manual sobre sociología de las desigualdades


en los países BRICS (Handbook on Sociology of Inequalities in BRICS
Countries), organizados por Kiran Odhav y Jayanathan Govender,
de África del Sur. Dedicado a la memoria del Profesor Ishwar
Modi, de India. Con artículos de 21 investigadores de diferentes
países BRICS, los 18 capítulos de este manual tratan sobre cuestio-
nes que se repiten en los países BRICS: contextos socioeconómicos,
culturales y políticos; identidades sociales, discriminación racial,
desigualdad de género, justicia social, nuevas clases trabajadoras,
patrones de consumo, participación de públicos subalternos, cas-
tas sociales, clases medias, desigualdad educacional, sistemas indí-
genas, innovaciones tecnológicas, empleo, deportes, mega eventos,
y desarrollo de la internacionalización de la sociología (Odhav y
Govender, 2023).
Estos libros editados brindan algunos análisis innovadores de
autores que son relativamente desconocidos en la mayoría de Oc-
cidente y, a veces, fuera de sus propios países; también el inverso,
pues ofrecen a los lectores de China, Rusia, África del Sur y Brasil
una nueva ola de escritos sociológicos. En resumen, los manua-
les proporcionan un mapa muy aproximado de la realidad social
de un nuevo continente de conocimiento mutuo, de compren-
sión y desarrollo de la ciencia: un desafío a nuestra imaginación
sociológica.
El proyecto de Sociología BRICS tiene como objetivo desarro-
llar profesionales con los conocimientos necesarios habilidades
analíticas que permitan un pensamiento reflexivo que contribuya
al diálogo y, a través de esto, mejorar la calidad de las habilidades y
procesos de negociación de interacción social.
Para trabajar juntos para transformar las cosas, es en primer
lugar necesario aprender a vivir juntos. Porque “la cuestión de la

579
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

comunicación, es decir, del “otro”, con la obligación y la dificultad


de la convivencia, está obviamente en el centro de los nuevos desa-
fíos” (Wolton, 2007, p. 89). En las Ciencias Sociales, cultura, lengua
y ciencia van de la mano. Más importante aún, prevemos la nece-
sidad de establecer un nivel para examinar los términos clave y
sus significados filosóficos, conceptuales, dimensiones históricas,
estadísticas y lingüísticas a medida que emergen e impactan sobre
nuestro diálogo científico.
Entonces, ¿dónde vamos desde aquí? Hay dos caminos por de-
lante: el camino sostenido hasta ahora ha sido científico, median-
te el uso de la investigación sociológica para que sirva como base
para la construcción de entendimiento entre los pueblos. Enton-
ces, mencionemos otra opción crucial: un camino más crítico. Ex-
plicar las sociedades BRICS desde el punto de vista crítico de la
sociología, implica algunos problemas intelectuales cruciales: el
primero de los cuales es una crítica profunda del uso de la palabra
crítico en cada sociología y el desarrollo de una crítica problemática
que sea lo suficientemente amplia como para promover Diálogo
BRICS.
En este momento, nos gustaría presentar lo que podemos llamar
una propuesta de sociología crítica cosmopolita de José Vicente Ta-
vares dos Santos: ¿qué papel puede jugar la sociología en los BRICS
en la era de la mundialización de los conflictos sociales? ¿Cómo se
pueden desarrollar múltiples interlocuciones con el mundo, a tra-
vés del diálogo con diversas sociologías? ¿Cómo podemos explicar
las homologías y diferencias entre las nuevas cuestiones sociales a
nivel mundial, tanto en su contexto nacional como regional?
Para abordar estas y otras cuestiones similares, podríamos
elegir algunas cuestiones sociales y desarrollar una agenda de
estudios comparativos de los BRICS, desprendiendo sus contribu-
ciones sociológicas. Algunos países y preguntas inevitablemente
entran en el proceso antes que otros, se puede lograr algo de di-
namismo inesperado. Tal agenda tendrá que ser elaborada con

580
La fabricación de un diálogo

mucho cuidado, utilizando recursos limitados para abordar pre-


guntas clave reveladas en el curso de nuestro proyecto.
En la era de la modernidad tardía, una sociología mundial crí-
tica ofrece una mayor variabilidad, conectividad e intercomunica-
ción globales: más interrelacionados e interdependientes, también
inmerso en un mundo en tiempo real, un mundo que está cada vez
más y constantemente conectado en lo cultural, social y político.
De hecho, lo local, lo nacional y lo mundial pueden incluso ser
superpuestos entre sí, procesos en los que los países emergentes
tienen su propia importancia. Hoy la transformación social debe
llevarse a cabo en un mundo enfrentado a la complejidad de los
problemas sociales, la movilización y el activismo de las masas que
se desarrollan en el mundo, obedeciendo a temporalidades diná-
micas y afectando las vidas de millones de gente común.
Subraya Carlos Benedito de Campos Martins, ex presidente de
la SBS, la responsabilidad pública de las ciencias sociales en la so-
ciedad democrática:

Al mismo tiempo, el conocimiento que producen va más allá del ám-


bito académico en el que se desarrollaron y tiende a insertarse cada
vez más en la vida cotidiana de las diferentes sociedades nacionales,
permitiendo a los individuos comprender y reflexionar sobre estas
cosas. Cambios complejos que se están produciendo a un ritmo acele-
rado y posibles impactos en sus vidas privadas (Martins, 2023).

Por otra parte, desde este momento de transición paradigmática,


¿lo que puede venir del reconocimiento de la relación entre cono-
cimiento y emancipación? Creemos que los BRICS abren las fron-
teras del conocimiento al exponer a los sociólogos que afectan a
más del 40 % de la población mundial. Se abre un espacio, nunca
reconocido anteriormente, lo que proporciona márgenes de ma-
niobra para los sociólogos en todo el mundo, sirviendo como una
oportunidad para la emancipación.

581
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

Conclusiones

El gran desafío es cómo establecer redes e instituciones para ca-


pacitar el nuevo tipo de proceso sociológico. El futuro es una larga
marcha, pero representa un gran desafío en un mundo que se ha
vuelto casi incomprensible debido a la inmensa velocidad de cam-
bios tecnológicos, económicos, geopolíticos y paradigmáticos.
El objetivo central de la sociología es la comprensión de las so-
ciedades y relaciones sociales, su legado puede ser su contribución
al entendimiento mutuo y paz. Nuestros libros enseñan que los
países se desarrollaron de maneras diferentes a las propugnadas
por la teoría de la modernización.
Necesitamos construir una sociología verdaderamente inter-
nacionalizada, que sea una sociología de la transformación, en la
que el trabajo científico del sociólogo esté marcado por el impera-
tivo de la responsabilidad social, el respeto a la dignidad humana y
la contemporaneidad de las teorías y metodologías.
Otro desafío es la construcción de un diálogo Sur-Sur, con mi-
ras a establecer un nuevo espacio de conocimiento sociológico
efectivamente descolonizado. El conocimiento de la sociología en
Rusia, China, Japón, Nigeria, Sudáfrica, Angola y Mozambique es
escaso. Sin embargo, comienzan a existir centros de estudio sobre
China en América Latina: en la UNAM, México; y en Brasil, en la
UNICAMP, coordinado por Tom Dwyer; UFRJ, UFF, UFMG, UFRGS,
UFSC, USP. Sobre Corea, solo en la UBA. Sobre Rusia, solo en la
USP. Y los estudios africanos solo están presentes en la Universi-
dad Cándido Mendes, en Río de Janeiro, en la USP, en la UFBA y en
la UFRGS.
Al estar inserta en el espacio globalizado del conocimiento so-
ciológico, la Sociología latinoamericana actual ha alcanzado plena
legitimidad académica y científica y continúa siendo reconocida
por la sociedad, desde el Estado hasta la sociedad civil, como co-
nocimiento que construye autocríticas críticas. conciencia de la

582
La fabricación de un diálogo

realidad social, no estoy suficientemente reconocido por la socio-


logía internacional.
Podríamos agregar dos innovaciones teóricas. Hay una enor-
me renovación en la sociología de la literatura y de la novela. La
explicación de la violencia y los conflictos sociales, como ele-
mentos de la sociedad brasileña, eligió la literatura como objeto
privilegiado de análisis. Se actualiza la perspectiva de Antonio
Candido y Roberto Schwarz para investigar la complementariedad
entre literatura y sociedad (Candido, 1964, 1975; Schwarz, 1990;
Bosi, 1999; Santiago, 2017, 2019, 2020; Botelho, 2019; Fuentes, 2011;
Rama, 2004, 2008).
Al desarrollar el concepto de figuras de violencia, a partir de
un enfoque dialéctico que busca la conexión entre el texto y ele-
mentos internos, algunos autores observan el surgimiento de
un nuevo género literario en América Latina, la novela de vio-
lencia. Es posible, a través de esta ruta analítica, comprender
los conflictos sociales expresados ​​en el discurso literario (Tava-
res-dos-Santos y Teixeira, 2013; Tavares-dos-Santos, Passiani y
Salom, 2016; Passiani, 2003, 2016; Teixeira, 2018). José Vicente Tava-
res-dos-Santos ha publicado Figuraciones de la violencia (sociología
de novelas latinoamericanas), en el editorial Teseo de Buenos Aires
(Tavares-dos-Santos, 2022).
La otra innovación ha sido la sociología de la violencia y de la
conflictualidad, desde los años de 1900, trayectoria desarrollada
mediante grupos de trabajo en la SBS y la ALAS. Mencionemos so-
lamente un libro reciente: Violência, Segurança e Política (Violencia,
seguridad y política), organizado por José Vicente Tavares-dos-San-
tos, Nília Viscardi, Pablo Emilio Angarita Cañas, y Maria Glaucíria
Mota Brasil en el año 2019. Estuvo formado por seis partes, desa-
rrolladas por 37 autores y autores, de ocho países (Argentina, Bo-
livia, Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Uruguay y Venezuela:
Violencia Urbana y Ciudadanía; Figuraciones de la Violencia y del
Pánico Social; Educación Policial y Sociólogos: imprevisibilidades;

583
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

Violencia y Género; La Judicialización y las Cárceles; Políti-


cas Públicas de Seguridad y seguridad ciudadana. Agregan los
organizadores:

En este escenario, es América Latina nuestro campo de reflexión.


Allí, intentaremos reconstruir sociológicamente los pasos que van
del fenómeno de la violencia al del crimen, de las estadísticas a las
configuraciones culturales e institucionales de la violencia, del con-
flicto social y político a la violencia como resistencia a la opresión,
de las prácticas de seguridad humana elaboradas en las comunida-
des −desde abajo− a las políticas de seguridad ciudadana. Asimismo,
a partir del estudio de diversos gobiernos que han seguido modelos
de desarrollo incluyente en América Latina, delineamos y debatimos
lo que, a nuestro entender, configuran las paradojas de la seguridad
ciudadana. El anhelo de esta obra es de contribuir al desarrollo del
conocimiento en lo que delimitamos como el campo intelectual de
los estudios relativos a la violencia y a la seguridad, así como de sus
relaciones con la sociedad en América Latina (Tavares-dos-Santos et
al., 2019, p. 10).

Nos parece importante insistir en que la hipótesis que nos guía es


la siguiente: como no existe una teoría sociológica formulada úni-
camente por autores franceses, anglosajones, alemanes o ingleses,
no es posible comprender el pensamiento sociológico contempo-
ráneo sin la lectura de los sociólogos del Sur mundial.
Sería entonces posible afirmar que no existe una sociología la-
tinoamericana, sino una Sociología en América Latina, que con-
figura un estilo intelectual marcado por el internacionalismo, la
preocupación por el destino de sus sociedades y las explicaciones e
interpretaciones teóricas.
Verificase la mundialización de las conflictualidades, lo que
cambia normas, valores y produce movimientos sociales trans-
nacionales, como el feminismo, las luchas contra el racismo, las
movilizaciones urbanas y las migraciones. Se desencadena un pro-
ceso de exclusión social: los sin tierra, las clases bajas, los excluidos

584
La fabricación de un diálogo

digitalmente, los sin hogar, los que no tienen comida, los que no
tienen trabajo; y la crisis en el destino de los jóvenes, creando una
generación del desánimo.
Está surgiendo en el espacio y el tiempo un nuevo espacio social
global de conflicto, con fuerzas sociales de resistencia. Los actores
son grupos y movimientos sociales que se oponen al neolibera-
lismo y a la dominación mundial por cualquier forma de impe-
rialismo; y comprometidos con la construcción de una sociedad
centrada en la dignidad humana.
Estamos, por tanto, en el proceso de reinventar formas de soli-
daridad, de redefinir el trabajo, a través de múltiples relaciones so-
ciales, tanto en espacios rurales como urbanos, y experiencias de
intentar reducir las formas de violencia social. Surgen fuerzas so-
ciales de transformación de las relaciones sociales, las institucio-
nes y el pensamiento: se configuran diferentes formas de lo social,
se revelan los diversos roles de la vida privada en la experiencia
histórica y se establecen simultáneamente procesos de mundiali-
zación y de localismo.
Se están desarrollando la mundialización de las conflictualida-
des y la crisis del conocimiento moderno. Se produjo un floreci-
miento de ideas: un lugar para el pensamiento reflexivo, el debate
democrático de ideas, el entrelazamiento de experiencias sociales
y culturales y la formulación de la agenda democrática (González
Casanova y R. Roitman, 2006).
Resta el gran reto de establecer un diálogo de la sociología de
todos los países de América Latina y Caribe con África, India y Chi-
na, y a la inversa. Hay que desarrollar el plurilingüismo por una
agenda común para el desarrollo, superando las desigualdades
y afirmando el derecho a la diferencia, en una democracia para
todos.
Como dijo Lao Tse: “Un viaje de mil millas debe comenzar con
un paso”.

585
Tom Dwyer y José Vicente Tavares-dos-Santos

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La cuestión social
y los jóvenes en América Latina
Una mirada desde los estudios que promueven
una sociología crítica

Nilia Viscardi

América Latina es una región heterogénea con diversas problemá-


ticas contextuales, pero con una historia y un presente en común
en términos de colonización, de desigualdad social, de modelos
económicos y políticos y de violencia social. Y es un continente
hostil con las nuevas generaciones. De allí la acuciante cuestión
social de la violencia y de los jóvenes. La imposibilidad de ser pro-
tegidos y la dificultad de sostener la educación −la desafiliación
(Castel, 1997)−, hace de ellos las grandes víctimas del modelo socie-
tal en curso (Tavares dos Santos, 2002). Por mostrar esta cuestión,
analizamos en perspectiva de sociología crítica tres procesos so-
ciales que dan cuenta de la situación de los adolescentes y jóvenes
hoy en América Latina.
En primera instancia, el problema de las violencias y los jóvenes
vulnerables de los barrios populares. Abordamos las manifestacio-
nes de la violencia de los adolescentes y jóvenes en los territorios
periféricos de las grandes ciudades latinoamericanas. La presen-
cia de lesiones, conflictos entre bandas delincuentes y homicidios,
la crueldad en el ejercicio de la violencia, delinean un mapa social

593
Nilia Viscardi

en que la palabra juvenicidio cobra sentido (Valenzuela, 2019) y la


noción de necropolítica o necropoder (Mbembe, 2011) cobra fuerza
interpretativa.
A seguir, el doble movimiento movilización/criminalización de
los jóvenes. Cuando toman la palabra y luchan por sus derechos,
la cuestión del cuerpo, la sexualidad y el género aparecen en la
política contemporánea. Los reclamos, luchas y movilizaciones de
juventudes y adolescencias interpelan nociones tradicionales del
cuerpo presentes en la cultura escolar (Bailón, 2013). Pero, mien-
tras la sexualidad y el género (Butler, 2015) surgen como dimen-
siones esenciales de los movimientos juveniles y de las demandas,
los reclamos y los jóvenes tienden a ser criminalizados. Como re-
sultado, la participación es obturada. La participación política, la
participación en la escuela, la participación ciudadana de los ado-
lescentes es bloqueada. El control social prima ante la dificultad de
establecer una política de la convivencia y la visible movilización
estudiantil es objeto de persecución.1
Si la cuestión de los vínculos, la participación y la convivencia
en la educación pautan dinámicas que marcan las subjetividades
politizadas y constituyen la experiencia escolar, la criminaliza-
ción de los jóvenes y la violencia institucional colabora en delinear
la economía del castigo escolar y de la exclusión educativa. Son
dinámicas conservadoras que buscan la despolitización y la rup-
tura de la participación en la esfera pública de los jóvenes. Pues
los procesos de construcción de la convivencia escolar suponen
el desarrollo de formas de vivir y estar con otros reconociendo
la existencia de conflictos para encontrar formas de resolución
democrática (Núñez, Litichever, Fridman, 2019). Al de decir de
Arendt (1981) atacarlos −menguar su participación en el espacio
público− es atacar el vínculo social y la construcción de sujetos de

1
Ver “Militancia adolescente. Una dura lucha por la participación” nota de
Fernández Chiribao de 19 de marzo de 2023 disponible en https://brecha.com.uy/
una-rampa-imposible/

594
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

derecho. Sin que la convivencia se aborde como una respuesta a la


violencia, el análisis de la misma permite dar cuenta de la capaci-
dad de las instituciones de generar respuestas al conflicto desde
una cultura de derechos humanos y replantearse la violencia insti-
tucional (Viscardi, Habiaga, Rivero, 2023).
El abordaje al impacto de la violencia en el ámbito vincular y en
la participación en la esfera pública cuentan con diversos desarro-
llos y cada uno de los problemas enunciados es observable en las
agendas latinoamericanas de investigación que abordan la cues-
tión de las juventudes. Nuestro objetivo es el de mostrar la reali-
dad que estos problemas representan captados desde perspectivas
críticas. Asimismo, iluminar el potencial de que las movilizaciones
por derechos dan cuenta para la concreción de una agenda que sea
expresiva de las diversas formas que asume el antagonismo social
en nuestras sociedades (Schuster, 2002). En síntesis, recuperar el
potencial que tienen las ciencias sociales críticas gobernadas por
un interés cognitivo emancipatorio que opera a través de la au-
to-reflexión (Schuster, 2005) para comprender la cuestión social
de los jóvenes en América Latina.
Abrir el camino para una interpretación crítica de la violencia
es un desafío. El que asumimos, en la elección de problemas que
postulamos, es el de mostrar una violencia estructural, política,
estatal e institucional (patriarcal también) consolidando la nueva
era de las desigualdades en la región (Rosanvallon, 2010). Nuevas
y viejas categorías se activan ya que las dinámicas de la cuestión
social en los jóvenes se dan en escenarios pos-dictatoriales y en
democracias en que se naturaliza la (in)efectividad del acceso a
los derechos y protecciones para muchos. De ello dan cuenta la
crueldad y letalidad de diversas prácticas sufridas por poblacio-
nes vulnerables. Por ello, en los diferentes escenarios analizados,
la cuestión social se expresa en la violencia vivida por los jóvenes
en las ciudades, en sus demandas de reconocimiento o en las insti-
tuciones encargadas de proteger sus derechos.

595
Nilia Viscardi

La violencia juvenil y las muertes de adolescentes y jóvenes


de los barrios populares de América Latina

La cuestión de los jóvenes en los barrios populares de América


Latina está atravesada por el problema de las violencias y la cri-
minalidad. Diversas investigaciones registran la persistencia de
altas tasas de homicidios y en ellos identificamos cuatro dimensio-
nes expresivas de la violencia estructural, simbólica, institucional
y subjetiva que viven las juventudes latinoamericanas. Para ello,
focalizaremos trabajos que abordan las relaciones entre crimina-
lidad y juventud en la época actual. Ellas emergen de los aportes
de investigación existentes para dar cuenta de la fenomenología
de la violencia y de los problemas relativos a juventud, derechos,
acceso a la ley y ciudadanía. Estas investigaciones, con foco en el
abordaje de los estudios territoriales objetivan las relaciones entre
violencias, poder, sufrimiento y crueldad a la vez que delinean la
perspectiva de análisis de la sociología del delito y del castigo con
foco en adolescentes y jóvenes.
Varios trabajos abordan el problema del involucramiento de jó-
venes en organizaciones delictivas vinculadas, por ejemplo, al trá-
fico de drogas y las formas de violencia y criminalidad asociadas
a mercados ilegales (Chomczyński et al., 2023). Parte importante
de las mismas asocian estos condicionamientos a las condiciones
adversas que se viven en barrios vulnerables las cuales aumentan
las probabilidades de que estos integren una pandilla, mediante
experiencias de victimización directa u observada (Mendez, Ke-
rig, 2023). Zoettl (2022) evidencia que las biografías de jóvenes in-
fractores se encuentran marcadas por el abandono, la violencia y
el crimen en la infancia. Destaca que la disposición para infligir
y sufrir violencia, afrontar la vida en prisión y aceptar el hecho
de que pueden morir, las condiciones del crimen y de la violencia,
no se entienden como un elemento que quieren, sino como lo que
ellos son (Zoettl, 2022).

596
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

Cozzi (2022) destaca que la trama que configura el ambiente del


delito se sostiene y produce vida social gracias a una fuerte regla-
mentación mediada por códigos, creencias y valores morales que
direccionan y regulan las formas de interacción y los comporta-
mientos que establecen aquellas maneras de ser y hacer valoradas
tanto positiva como negativamente. La búsqueda de reconoci-
miento, negado o de muy difícil acceso en otros espacios sociales,
es clave en la construcción y adquisición de prestigio social, repu-
tación y honor (Cozzi, 2022).
En esta misma línea de las masculinidades, Ordóñez Valverde
(2021) también abordan la cuestión de la defensa del territorio. Su
variante contemporánea más extrema involucra justamente lo
que Biron (2015) ha denominado las narcomasculinidades. Como
elemento adicional, Chacón, Castañón e Irwin (2022) traen a cola-
ción el término masculinidades gore, que podría asociarse con el
de masculinidades bélicas trabajado anteriormente por Gutiérrez
Vargas (2022), pero está basado en el concepto de capitalismo gore
elaborado y definido por Valencia (2010) como aquel capitalismo
que ya no repudia la violencia, sino que le asigna un estatus de res-
petabilidad. En la emergencia de este capitalismo y la consecuente
construcción de masculinidades, los homicidios terminan caracte-
rizándose por el ensañamiento mediante desmembramientos, tor-
tura y/o mutilaciones públicas (Chacón, Castañón, Irwin, 2022).
El juvenicidio, o precarización de la vida de los y las jóvenes,
hace a una ampliación de su vulnerabilidad (Valenzuela, 2015). Su
emergencia observable en el aumento de los principales indica-
dores de inseguridad, del aumento de todas las tasas de delitos y,
sobre todo, de las tasas de homicidios en la región, también se ex-
presa en países considerados pacíficos a fines del siglo XX, tal como
es el caso de Uruguay con las muertes de adolescentes en contexto
de conflicto entre grupos delictivos (Tenenbaum et al., 2021).2 La

2
Al respecto consultar el Estudio Global de Homicidios 2023 de la UNODC. https://
www.unodc.org/ropan/es/estudio-mundial-sobre-el-homicidio-en-espaol.html

597
Nilia Viscardi

muerte de los adolescentes –de los hijos, de los nietos, de los ami-
gos y compañeros, de los vecinos− aparece en las narrativas que
dan cuenta de las vidas truncadas de varones jóvenes. Fragmen-
tación y segregación territorial se asocian a la vulnerabilidad a la
violencia y el efecto de segregación tiende a disminuir la capaci-
dad de integración social particularmente en quienes han nacido y
crecido en barrios de tales características (Espíndola, 2013).
Asimismo, la representación social y la vivencia de los barrios
vulnerables están atravesadas por la violencia, tal como se observa
en el estudio de Espíndola et al. (2023) que ofrece un mapa de la
violencia en voz de las adolescencias. Este mapa del entorno edu-
cativo de centros de enseñanza media de barrios atravesados por
la fragmentación social y la pobreza denuncia hechos de violencia
graves, que vulneran los derechos humanos de sus habitantes y de
sus adolescentes y objetiva la inseguridad del barrio. Ello incide
afectando el “camino al estudio” a la vez que suma evidencia res-
pecto del impacto de la violencia en la experiencia educativa de
varios adolescentes y jóvenes de sectores populares (Abramovay y
Pain, 2018; Auyero y Berti, 2013).

La experiencia y la memoria de lo que es caminar por el barrio se


ven estructural y antropológicamente atravesadas por la violencia:
las representaciones gráficas y verbales señalan un entorno atemo-
rizante, se denuncian muertes, amenazas, lesiones, y es claro que las
adolescencias de este barrio popular de Montevideo crecen desprote-
gidas y con derechos vulnerados. No pueden caminar en paz para ir
a estudiar, pues la experiencia es traumática y este trauma tiene un
origen social, no individual. En síntesis: la violencia social se registra
en el temor y el miedo de caminar hasta el centro educativo, porque
las calles son peligrosas (Espíndola et al., 2023, p. 216).

El tránsito y la experiencia escolar de los adolescentes coexisten


con sentimientos desencontrados y en conflicto, en los cuales as-
pectos negativos tales como el hambre, la tristeza y el conflicto coe-
xisten con la amistad, el juego o el placer del estudio. La protección

598
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

que la escuela ofrece en algunos planos parece debilitarse, por lo


que el tránsito a la enseñanza media constituye un camino doloro-
so para muchos. Y si bien la violencia ocurre en un espacio y tiem-
po preciso, el impacto expresivo de la violencia letal rompe con
esas fronteras ya que repercute emocionalmente y se instala en la
memoria colectiva del barrio: el impacto emocional de la violen-
cia que se transmite intergeneracionalmente entre los habitantes
de la comunidad y se suma como un factor más de desprotección.
Definitivamente, la violencia −histórica, estructural, acumulada−
no irrumpe, sino que se reproduce y reactualiza intergeneracio-
nalmente. Aparecen así sentimientos de muerte que construyen
jóvenes estudiantes de sectores populares frente a la negación de
la subjetividad (Kaplan, 2013).

Entre la visibilidad y la criminalización: la cuestión de la


politización de las demandas juveniles

Los movimientos de jóvenes se plasman tanto en sus demandas


como en el proceso de criminalización de la protesta juvenil. En el
caso de los países del Cono Sur, se observa un doble movimiento.
La revitalización del movimiento estudiantil y, en contrapartida, el
proceso de estigmatización de dichos sectores, en particular la cri-
minalización de las y los jóvenes. Así, al mismo tiempo que logra
mayor visibilización, la participación juvenil es objeto de múlti-
ples intervenciones, algunas de las cuales se vincularon a cuestio-
nes preexistentes como las situaciones de convivencia y violencia
escolar. Para Chile, por ejemplo, Pérez (2016) señala que a pesar
del gran apoyo ciudadano al movimiento del 2011, los reportes de
prensa dieron cuenta de una criminalización sistemática de los
estudiantes.
En Uruguay, el movimiento estudiantil secundario y universi-
tario continúa siendo un puntal en la defensa de los derechos en
diversos niveles. En su estudio sobre el 14 de agosto como hito y
599
Nilia Viscardi

lugar de memoria en el Uruguay, Sempol (2006) destaca que, a par-


tir la década del noventa, se plasman diferencias en la construc-
ción de la memoria. Por esos años, varios liceos fueron ocupados
en disconformidad con la reforma educativa (Graña, 2005). Por su
parte, el trabajo de Vacotti (2019) aporta elementos para pensar la
combinación de aspectos novedosos como la resignificación de las
prácticas políticas juveniles, así como la emergencia de demandas
vinculadas al género. También adquiere centralidad el debate en
torno a la baja de la edad de imputabilidad penal para adolescentes
de entre 16 y 18 años a la par de la consolidación de movimientos a
favor y en contra con vistas a introducir cambios en la seguridad
pública (Viscardi, 2019) que, al igual que con la implementación
de la educación sexual en las escuelas, se convierte en un campo
de disputa que organiza antagonismos. A diferencia de lo ocurrido
con la Ley de Caducidad, el pedido de baja de edad de responsabi-
lidad penal ancla en una corriente de opinión mayoritaria que se
ha estructurado incluso en protestas populares y pedidos de gru-
pos refrendados e impulsados por sectores políticos que aparecen
como sus voceros (Mallo, Viscardi, Barbero 2013) y con la confluen-
cia de movimientos sociales que organizan acciones contra esa cri-
minalización de la juventud.
En Chile, respecto del movimiento estudiantil post-dictadura,
Thielemann (2012) identifica diferentes ciclos de protesta y señala
que el período del 2001 al 2011 se caracteriza por diferentes trans-
formaciones en el movimiento estudiantil, como nuevas formas
de lucha y organización que serían destacadas en las protestas
de 2006 y 2011. Asimismo, Aguilera (2011) relaciona la aparición de
“los pingüinos”, que protagonizan la ocupación de establecimien-
tos y marchas, con la existencia de un sujeto político expresado
por jóvenes que por primera vez no está fuera del sistema educa-
tivo y tienen altas expectativas individuales y colectivas. Para Mu-
ñoz-Tamayo y Durán-Migliardi (2019), esta movilización da cuenta
de un punto de inflexión que muestra la capacidad de las organiza-
ciones juveniles para exponerse en la escena pública y, de manera
600
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

simultánea, alterar la agenda política al lograr niveles de inciden-


cia difíciles de hallar en los períodos anteriores.
En el caso de Argentina, entre los años 2010 y 2018, se producen
importantes reconfiguraciones en el campo de la militancia políti-
ca juvenil en general, en la conflictividad educativa y en las formas
de participación (Larrondo, 2015; Núñez, 2018). Las acciones esceni-
ficaron conflictos y tensiones al alterar simbólicamente los modos
de estar y presentarse esperados en la escuela, las divisiones bi-
narias entre géneros, poniendo en jaque la producción de formas
hegemónicas de construcción de la masculinidad y la feminidad
(Del Cerro, 2017) y de otras demandas más específicas tales como la
infraestructura de los establecimientos y las reformas en los planes
de estudio (Núñez, Litichever, Fridman, 2019).
Esto coincide con lo observado para Uruguay por Rivero y Be-
nítez (2023) quienes destacan, entre las demandas de los gremios
estudiantiles, demandas por memoria, presupuesto y reconoci-
miento de la participación. Además de los temas de diversidad y
género, se suma como novedad la demanda por salud mental. El
conflicto escolar ha cobrado protagonismo en la agenda educativa
uruguaya posterior a la pandemia que se vuelve visible en la fre-
cuencia de acciones de protesta desarrolladas por parte de los co-
lectivos de la educación, el creciente espacio que les brindan en los
medios de comunicación y el tenor del conflicto, que ha incluido
en su repertorio sanciones administrativas, legislativas, policiales
y judiciales.3
Ello remite a la importancia de prestar atención a los procesos
de criminalización de la protesta juvenil, a los sentimientos colec-
tivos y a los temores para comprender las dinámicas que operan
sobre los movimientos de participación juvenil. El doble movi-
miento de inicios del siglo XXI que oscila entre visibilización y
disputa en torno a la educación se evidenció en protestas por parte

3
Al respecto ver nota: Viscardi, Nilia (24 de marzo de 2023). ¿Violencia juvenil? Brecha.
https://brecha.com.uy/violencia-juvenil/

601
Nilia Viscardi

de grupos conservadores nucleados en torno a demandas de segu-


ridad, lucha contra la ideología de género (Ravecca et al., 2022) y
defensa de la familia (Viscardi et al., 2022). En paralelo, a lo largo
de las dos primeras décadas del siglo XXI, la propuesta de bajar la
edad de imputabilidad penal como forma de combatir la inseguri-
dad se aglutina en torno a medidas que abogan por el punitivismo
penal (Tenenbaum, Viscardi, 2018).
En paralelo, un conjunto importante de la producción sobre
convivencia en los centros educativos apunta a la preponderancia
de mecanismos de control social y castigo como forma de resolver
el conflicto en la educación. En un contexto de progresiva masifi-
cación de la escuela secundaria, junto con su obligatoriedad y la
sanción de normativas que reconocen derechos juveniles, los sen-
tidos y expectativas sobre las experiencias educativas muestran
dificultades para habilitar la participación y promover políticas de
convivencia (Litichever, 2019; López, Morales, 2019).
Es de destacar, como ya se viene destacando, que, en la últimas
décadas, la sexualidad ha adquirido un lugar preponderante en
los discursos sociales. Existe, al decir de Calisto, Gandolfi y Rostag-
nol (2023) una centralidad de la sexualidad en el campo político,
volviéndose significativo en la vida colectiva y especialmente en
la educación (Celiberti, 2005; López Gómez, 2015). La validez que
adquieren las demandas por género, sexualidad y derechos repro-
ductivos se asocian a esta emergencia política. Asimismo, el deno-
minador común de la diversidad y el respeto al cuerpo asociados a
estas cuestiones que se sostienen en la voz de los militantes.
Por ello, el planteo de Butler (2006) continúa teniendo centrali-
dad para pensar la cuestión social de los jóvenes: en tanto explica la
solidaridad y la movilización en clave de género y cuerpo. Da cuen-
ta de lo que está en juego en la negación de las subjetividades ado-
lescentes que encuentra su expresión en la criminalización de los
jóvenes pobres y de sus demandas en el ámbito educativo. El prota-
gonismo, la participación y de la ciudadanía (Cussiánovich, 2013)

602
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

se ven obturados de distintos modos en tanto componentes de la


educación y ejercicio de los derechos de los adolescentes y jóvenes.
Esto puede ser pensado como un intento de despolitización
cuya otra mano es la permanente judicialización del conflicto.
Lo que aparece socialmente como violencia doméstica y familiar,
criminalidad y violencia en territorio, violencia en la escuela, aún
es mayormente captado como falla individual o de colectivos en
particular (López et al., 2017). La policía sigue siendo la respuesta
masiva junto a la creciente judicialización del conflicto, con es-
casas posibilidades de incidencia en el proceso de protección de
niños, niñas, adolescentes y sus familias (CDNU, 2021; González y
Leopold, 2018). Ello habla de la dificultad de garantizar la seguri-
dad (Castel, 2004) y efectivizar esos derechos en América Latina
(Méndez, O´Donnell y Pinheiro, 2002).
Allí donde emergen las violencias vividas por los jóvenes, se
objetivan diferentes formas el conflicto social. Distintos trabajos
sugieren que la denuncia y la judicialización que prevalecen como
formas de resolución del conflicto, expresan la ausencia de meca-
nismos alternativos (Trujillo et al., 2023). Ello indica que los más
desprotegidos dependen del estado para resolver los dilemas fami-
liares, mientras los hogares con mayores dotaciones de recursos
probablemente manejan alternativas varias cuando la violencia se
expresa. Esto expone a los más vulnerables a una serie de despro-
tecciones y alimenta la evidencia respecto de la existencia de un
continuo de violencias −estructural, normalizada, simbólica− que
viven (Bourgois, 2009). Las dinámicas apuntadas en la relación en-
tre violencia, jóvenes y fragmentación territorial, la exclusión edu-
cativa, la violencia escolar o la criminalización de la participación,
colaboran en mostrar la continuidad de la violencia en sectores
vulnerables de América Latina: aquella inscripta en las lógicas y
dinámicas del estado.
Es preocupante, así, la forma en que la desigualdad social apa-
rece. Los más vulnerables solo pueden recurrir a la asistencia del
Estado, cuya agencia más potente es la policía. Por ejemplo, un
603
Nilia Viscardi

estudio sobre el lento proceso de exclusión escolar de un adoles-


cente vulnerable en Uruguay desnuda los mecanismos que de-
terminan la impotencia de las prácticas inclusivas y acciones
integradoras en un centro educativo. Al término de un año, cuan-
do hacemos una lectura de proceso, las acciones de inclusión y
protección ceden frente a la denuncia policial, la judicialización
y la exclusión (Rivero, Habiaga, Viscardi, 2022). De este modo, au-
menta el registro de estas formas de violencia a la vez que emerge
una intervención cuyo potencial dialógico y de protección es es-
caso. Cuando los casos llegan a la órbita de la justicia −de familia,
de adolescentes− los operadores tienen dificultades para actuar
como agentes de protección social (Alvarado y Tenenbaum, 2022;
Trujillo et al., 2023). En este contexto, América Latina está lejos de
alcanzar una política integral de protección a las infancias y las
adolescencias y de una orientación integral de atención a las vícti-
mas, a las familias y a los niños, niñas y adolescentes.
Nos encontramos, de un modo u otro, ante la imposibilidad de
integrar y proteger, frente a la vulneración de derechos. Esta vul-
neración de derechos, ante la emergencia de las violencias y del
conflicto social, busca la recomposición del orden social mediante
el disciplinamiento sobre los cuerpos, esos mismos cuerpos cuya
centralidad política emerge en las demandas de los adolescentes y
jóvenes (Armella y Dafunchio, 2015). Este disciplinamiento opera
mediante dinámicas de control social excluyentes que actúan so-
bre la fragmentación territorial y educativa, consolidándola.

La crítica de la razón criminológica

Mbembe (2000) expone tanto la violencia inherente a una de-


terminada idea de la razón como la brecha que, en condiciones
coloniales, separa el pensamiento ético europeo de sus decisio-
nes prácticas, políticas y simbólicas. El pensamiento poscolonial
insiste en la humanidad por venir, la que ha de nacer una vez
604
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

desestructuradas las figuras coloniales de lo inhumano y de la


diferencia racial. La crítica postcolonial busca desenmascarar la
reserva de mentiras y el peso de las funciones de fabulación sin
las cuales el colonialismo como configuración histórica del poder
habría fracasado.
Para el pensamiento poscolonial la raza es el desierto del hu-
manismo europeo, su bestia. ¿Qué ocurre con la cuestión de los
jóvenes pobres y estigmatizados, confinados en los territorios vio-
lentos de las ciudades latinoamericanas? Mbembe nos indica que
hay, en el humanismo colonial europeo, algo que debe llamarse
autoodio inconsciente. El racismo en general y el racismo colonial
en particular constituyen la transferencia al otro de este odio a sí
mismo.
Se refuerza, en las sociedades latinoamericanas, una cultura
del control que se consolida en la sensibilidad punitiva creciente
(Garland, 2001; Tavares dos Santos et al., 2019). De forma imperan-
te, desde allí, se lee el conflicto social y político. Es en este hori-
zonte cultural que se abren camino las crecientes interpretaciones
que justifican la violencia del estado para reprimir a “criminales
y ladrones”, muchos de los cuales son adolescentes y jóvenes (Te-
nenbaum, Viscardi, 2018) y se encuentran sumidos en la miseria.
Prolongando las afirmaciones de Mbembe respecto de las formas
de la necropolítica, la universalización del abandono de los jóve-
nes pobres en los territorios vulnerables a la violencia del que son
testimonio los juvenicidios y el aumento del homicidio instala la
importancia de desarmar la razón criminológica que sustenta este
abandono.
Es la fábula del “narco” que hoy delimita las fronteras morales
“del bien y del mal”, reconfigurando la del bueno vecino (Guemu-
reman, 2015) la que consolida cómplices conscientes de una fábula
del orden y de la moral que seduce sin resolver el problema de la
seguridad. Es, también la fábula del orden (sexual) disputado en la
educación el que observa el reclamo por derechos sexuales y re-
productivos como una amenaza al orden. La laicidad “amenazada,
605
Nilia Viscardi

violada”, se transforma en caballo de batalla activado en las pug-


nas judiciales de los sistemas educativos republicanos. Su defensa,
abre puertas a la criminalización del movimiento en sí −de los es-
tudiantes− y de la propia demanda.
El pensamiento poscolonial se esfuerza por analizar el vasto
campo de ambivalencia y las expectativas estéticas de este enredo
con sus efectos paradójicos. La sociología crítica busca resistir las
simplificaciones ideológicas de cualquier agrupación discursiva
binaria: sea ella formulada al abrigo criminal del populismo penal,
del odio al sedicioso o de los reclamos que denuncian la ideología
de género. Siguiendo a Butler (2000), podemos afirmar que la segu-
ridad solo se encuentra en la solidaridad, única capaz de trascen-
der el odio de sí y del otro.
Desde una perspectiva teórica anclada en la filosofía política,
la sociología y la antropología, podemos señalar la vigencia de los
planteos que permiten una perspectiva crítica y analítica sobre los
fenómenos de violencia y criminalidad de la sociedad contempo-
ránea. Pregunta Achille Mbembe ¿cómo es vivir bajo el régimen
de la bestia? En América Latina, para los jóvenes, la bestia parece
estar en el barrio donde nacen, viven y mueren rápidamente mu-
chos de ellos confinados desde hace tiempo a vivir en esos límites
geográficos que la segregación social impone (Salamano, 2023).
No es tarea fácil mostrar a la bestia en la multiplicidad de las vio-
lencias contemporáneas en que la falta de perspectiva crítica para
pensarlas se legitima crecientemente (Viscardi, 2023). Porque, en
parte, alimentar la violencia social, hacerla crecer, es ceder ante
las interpretaciones que naturalizan el despliegue de la violencia
policial, antesala de la tortura de la población carcelaria que se ali-
menta de la exclusión que generan las desigualdades actuales.

La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excep-


ción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de his-
toria al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover
el verdadero estado de excepción se nos presentará entonces como

606
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el


fascismo (Benjamin, 2009).

Los estudios sobre juventudes muestran crueldad, violencia y odio


entre pares, aunque también lucha y solidaridades en una socie-
dad castigada. Brevemente, en el análisis, observamos la expresión
de una violencia estructural, política, estatal, institucional y pa-
triarcal que viven los jóvenes en el continente latinoamericano,
configurando esta nueva era de las desigualdades. La existencia de
una necropolítica de que los jóvenes pobres son víctimas resignifi-
ca hoy la dinámicas de la mundialización de la violencia (Tavares
dos Santos, 2002). Por su confinamiento en territorios violentos,
por la criminalización de los propios jóvenes o de sus demandas
en las luchas por derechos sexuales y reproductivos y por el ocul-
tamiento de las violencias institucionales que se desnudan bajo la
cuestión de la violencia y la exclusión escolar (Gentili, 2011).
Las violencias −nuevas y viejas− que encontramos en esce-
narios pos-dictatoriales tienen lugar en democracias en que se
banalizan día a día la crueldad y letalidad de diversas prácticas
sufridas por poblaciones vulnerables. Es cierto que las dictaduras
en América Latina han sido un laboratorio fértil para el ejercicio
de la humillación y de la violencia desde el estado. La rica y signifi-
cativa producción a nivel historiográfico se nutre con los diversos
trabajos que indagan sobre la historia reciente y las dictaduras en
la región (Broquetas, 2014; Marchesi, 2017). Este proceso dejó un
rastro en las formas de subjetivación que la violencia genera, así
como de las dinámicas de la crueldad y su impacto. Es claro que
estas dinámicas han consolidado, creado y afirmado posibilidades
vinculares que calan en la vida cotidiana de las sociedades con-
temporáneas alimentando un cotidiano continuo de violencias (de
estado) (Rico, 2010).
La importancia de los estudios del pasado reciente se sitúa en
la objetivación de las resistencias a un poder opresor, centraliza-
do y a la vez difuso, como para pensar qué sujetos políticos, qué

607
Nilia Viscardi

sensibilidades y qué aprendizajes han dejado las violencias que


esta máquina generó. El caso de los movimientos estudiantiles
es elocuente. Y en esos estudios, la reflexión sobre la violencia no
obedece a la obscenidad con que circulan en los medios y redes el
espectáculo de la muerte, la tortura y el terror desplegados. Obe-
dece, a la necesidad de comprender un presente en que la sujeción
a las diversas formas de violencia estructural aparece moralizada
y fabulada como opción de vida de los adolescentes y jóvenes que
elegirían −por su propia voluntad− matar y matarse.

Cuestión social, derechos y despolitización

Comprender este presente se enmarca en lo que Mbembe (1999)


denomina la crítica a la identidad y la subjetividad. Asimismo, y
en esta línea, los estudios poscoloniales suponen una relectura de
los movimientos de liberación, también criticados. ¿Qué espacio
entonces para las movilizaciones de los jóvenes? El movimiento es-
tudiantil resignifica el lugar del cuerpo educado buscando liberar
aquello que el orden moral (sexual) de la escuela intenta sujetar.
Recordando que el objetivo no es ni la venganza ni la revancha
contra un orden familiar heterosexual, sino la transformación de
una realidad violenta en sí misma, la alianza que estos movimien-
tos postulan encuentra diversos espacios performativos y expresa
la transformación de demandas anteriores, propias del escenario
de los años sesenta (Cultelli, 2014). La dialéctica del conflicto mues-
tra tanto la nueva emergencia de los movimientos estudiantiles,
como su criminalización. Probando que el espacio escolar y el ám-
bito educativo conforman subjetividades que pueden politizar una
realidad desigual, la dualidad de la cuestión social también denun-
cia formas de exclusión asociadas a la violencia institucional y el
control social defensivo.
La noción de necropolítica de Mbembe permite pensar, genea-
lógicamente, no solo las formas que los procesos de racialización
608
La cuestión social y los jóvenes en América Latina

tomaron en su contexto de emergencia −el colonial−, sino también


las modalidades que toma el racismo en el seno de la actual fase
capitalista, del cual el territorio, el barrio y el sistema educativo
son parte en este presente. Esta política de la muerte y de la exclu-
sión se ejerce con claridad sobre los jóvenes y el planteo está en
línea con el de Butler (2006) para quien la tortura, la sobrevivencia,
el encierro, nos recuerdan la precariedad de los cuerpos en la era
neoliberal señalando, de ese modo, los efectos devastadores de la
violencia social en los jóvenes.
El concepto de totalitarismo, siguiendo a Arendt, se desarrolla
sobre un fondo de despolitización y en sociedades fragmentadas
y masificadas, con fuerte ruptura de los vínculos sociales (Aren-
dt, 1981). Tal como lo establece Calveiro para caracterizar las vio-
lencias de estado, en el mundo actual coexiste el Estado de derecho
con un verdadero estado de excepción. Se crean estándares para-
lelos y se toleran prácticas ilegales “[…] de manera que buena parte
de la población −migrantes, pobres, delincuentes− queda fuera de
toda protección legal. Se restringe así el principio de universalidad
de la ley” (Calveiro, 2012, p. 305). Observamos que se consolidan así
las condiciones políticas que continúan legitimando la guerra con-
tra el crimen, guerra que caracteriza el escenario de la seguridad
interna, afectando, principalmente, a los jóvenes y adolescentes
excluidos de la educación y confinados a los territorios violentos.
Las actuales dinámicas económicas, familiares y comunitarias
de los barrios pobres arrojan a muchos adolescentes al mercado
informal de trabajo y a redes ilegales en las que el robo, la distri-
bución minorista de drogas y la explotación sexual son fuentes de
provisión de dinero. En estas condiciones se consolidan relaciones
fuertemente estructuradas en torno al delito y al uso de la violencia
como bien intercambiable por parte de adolescentes vulnerables.
Y es precisamente allí donde el Estado que castiga emerge con sus
mayores excesos: la violencia policial, los programas de privación
de libertad y la cárcel son lo que, de la ley y sus instituciones, co-
nocen sobre todo adolescentes y jóvenes con derechos vulnerados.
609
Nilia Viscardi

Se consolidan así los escenarios cuyo efecto de conjunto redunda


en el aumento de violencias interpersonales, hurtos, homicidios,
femicidios, rapiñas y homicidios.4

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618
Trayectoria ciudadana desde
el Movimiento Sociocultural a la Ecología
y Cambio Climático
Jorge Rojas Hernández

Vinieron los hombres del Sur.


Con la distancia milenaria de los navegantes.
Lejos de estos días.
Del Sur.
Donde los sueños no tienen puertos.
Traían polvo en sus manos.
Continentes extraviados en sus ojos.
Banderas de vientos.
Eran largos. Largos.
Como el camino hacia el abismo.
Detenidos contra la muralla del tiempo.
De este tiempo maquinal en los huesos.
Duro de fronteras.
Largos de pasado.
Y de mañana.
(“La Ciudadanía de la Libertad”. Jorge Rojas. Premio
Concurso Poesía 1972, Universidad Católica de Valparaíso, Chile).

Explicar en un texto la trayectoria académica-personal no resulta


fácil, pero es posible y puede ser de interés y tener un valor para
uno mismo y para algunos lectores cercanos del autor involucrado
619
Jorge Rojas Hernández

en esta aventura reflexiva que debe atravesar por diferentes con-


textos, culturas, regiones y países. También por diversas lecturas,
comprensiones, debates, conversaciones y experiencias vivencia-
les. Nadie nace ecologista. Se llegar a ser ecologista mediante un
proceso progresivo de socialización y de aprendizaje, desde la tem-
prana edad en la vida familiar y comunitaria y, especialmente en
convivencia permanente con la naturaleza. Se nace y se crece en un
paisaje, el que marca la vida. En mi caso, crecí mirando, admiran-
do y amando al mar, el océano Pacífico, aguas en movimiento en el
confín del horizonte que invita a la ciudad de Valparaíso a navegar
por el mundo. Caminar cotidianamente frente al mar, estudiar en
sus cercanías, sentir el viento, ver los barcos entrar y salir con per-
sonas y productos, abrir las ventanas al mar desde los cerros habi-
tados, convivir con la brisa salada. Sentir también las amenazas de
las olas desbordando la ciudad. Al mar se le quiere y se le respeta
por su inmensidad plena de ecosistemas profundos y misteriosos.
El mar invita a vivir, pensar, escribir y soñar en un mundo mejor.
Este es un don de la naturaleza: enseñarnos a vivir y convivir en un
entorno humano y natural. Bosques, árboles, jardines y ríos acom-
pañaron también mi desarrollo, en diferentes edades y lugares.
Luego vino el interés por lo social, por la cultura y la construcción
de ciudadanía, expresada en la lucha por la democratización las
instituciones y el compromiso con los sectores más vulnerables de
la sociedad mediante el impulso de cambios profundos del orden
establecido, considerado como injusto e inequitativo.
Este texto trata de representar, en parte, el recorrido dinámico,
complejo y diverso por mi proceso de formación como profesional
de las ciencias sociales y ambientales. He aprendido en diversos
momentos históricos y diferentes culturas, países y regionales.
Mi última estación ha sido Centroamérica, Honduras, donde ase-
soro, en calidad de profesor visitante, a la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras, UNAH, en gestión académica en temas
de posgrado en ciencias ambientales. En todas partes he apren-
dido mucho: de los académicos y académicas, de las personas, las
620
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

regiones, sus culturas y condiciones de vida. He aprendido tam-


bién de mi familia, que siempre me ha apoyado. De muchos au-
tores destacados que he estudiado. El aprendizaje es permanente,
nos enriquece y hace crecer como personas humanas en la convi-
vencia interhumana e interespecies.1

Reforma Universitaria de 1967- 68: sentido social y cultural

El movimiento de Reforma Universitaria de 1967 conmovió a la


Universidad Católica de Valparaíso y al país. Emergió en un mo-
mento de grandes transformaciones, de movimientos emancipa-
torios en América latina y el mundo. Se anticipó al movimiento
de Mayo francés, al alemán y de otras universidades chilenas.
Movilizó a estudiantes, profesores y ciudadanos de la región.
Cuestionó las estructuras internas no democráticas de la uni-
versidad y el estilo tradicional de la enseñanza, centrada en la
cátedra del profesor. Cuestionó el estilo profesionalizante de la
Universidad, alejada de la investigación y subsumida en la divi-
sión del trabajo de la era industrialista del siglo XX. Cuestionó la
educación superior no comprometida con el debate y solución de
los problemas y desafíos de la sociedad moderna. Se cuestionó su
elitismo, la escasa o nula participación de hijos de trabajadores en
sus aulas y formación profesional. El movimiento irrumpió con
fuerza y creatividad, produciendo cambios importantes, por ejem-
plo, la elección democrática de autoridades, del Rector, la creación
de un Consejo Académico conformado por consejeros elegidos
por profesores y estudiantes (Pizarro et al., 2012). Se transformó
en Unidad académica de la Universidad un Centro de formación
profesional para trabajadores, impulsado por la Federación de

1
Agradezco al Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y Minería, CRHIAM/
ANID/FONDAP 15130015. Universidad de Concepción, por el apoyo y patrocinio pres-
tado a la investigación desarrollada y a la publicación del presente artículo.

621
Jorge Rojas Hernández

Estudiantes. Fue un centro vespertino, sus docentes éramos estu-


diantes de cursos avanzados de diferentes carreras, especialmente
técnicas. Lo hacían sin percibir remuneración alguna. Participé
varios años en esta iniciativa solidaria. Los jóvenes de la época es-
tábamos empapados por una cultura de servicio a la comunidad.
Estos importantes cambios fueron eliminados por el régimen mi-
litar que intervino las universidades y el país. Yo fui estudiante de
la Universidad Católica de Valparaíso, de Derecho y de Filosofía,
durante el proceso de Reforma. Pero en la actualidad, transcurri-
dos más de cincuenta años de la Reforma, las universidades han
avanzado significativamente −siguiendo su propia huella históri-
ca-cognitiva−, en el ámbito de la ciencia, la investigación, la forma-
ción de profesionales de calidad, investigadores y en vinculación
con la sociedad. Hoy, las universidades se enfrentan a nuevos desa-
fíos de alta complejidad y urgencia como la revolución tecnológi-
ca, la innovación, pandemias, la inteligencia artificial y el cambio
climático.
Avanzando en algunos años, viví en Alemania veinte años, a
partir del exilio de fines de 1973. De regreso en Chile, a comienzos
de 1994, realicé viajes en forma permanente, por razones acadé-
micas y familiares. En uno de esos viajes, conversé con Klaus Mes-
chkat, quien fuera uno de los líderes del movimiento estudiantil
del 68’ alemán y quien, además, fue mi profesor guía de doctorado
de sociología en la Universidad de Hannover y con quien hicimos
varios proyectos de investigación sobre movimientos sociales en
Alemania, México, Brasil y Chile, desde la Universidad de Han-
nover, donde trabajé diez años antes de regresar a Chile e incor-
porarme a la Universidad de Concepción. Él tenía que exponer
precisamente sobre la experiencia y enseñanzas del 68’, en eventos
conmemorativos del movimiento en Alemania. En verdad, se ha
escrito mucho sobre el 68’. Con Klaus conversamos porque él te-
nía que exponer como actor importante de la época y, además, él
fue presidente de la organización de estudiantes que encabezaron
el movimiento estudiantil en Berlín; fue compañero de lucha de
622
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

Rudi Dutschke, el líder más destacado del movimiento estudian-


til alemán, quien lamentablemente falleció años más tarde como
consecuencia de las lesiones provocadas por un atentado a su viva,
en una manifestación en Berlín. Conversamos mucho sobre lo que
para él representó el movimiento, su balance del 68’ y en realidad
era un tema muy complejo, tenía muy poco tiempo para explicar,
él dijo: “bueno, yo necesito dos horas para expresarme, pero me
dieron solo veinte minutos”. La gran discusión era el tema de la
transformación de las sociedades europeas y, en este caso, la Ale-
mania del 68’, y el consenso era que el 68’ produjo −como ha sido
también sostenido por otros autores−, cambios profundos en las
sociedades, cambios que impregnaron la sociedad alemana y sus
instituciones y que aún prevalecen.
El 67’ en Chile y el 68’ en Alemania y Europa, influyeron profun-
damente en el desarrollo futuro de las sociedades. Eran grandes
momentos de cambios, de movimientos sociales y políticos trans-
formadores, y esos cambios fueron muy transversales porque, en
el caso de Alemania, se discutía el tema de la democracia en la
universidad, por ejemplo, poner fin al sistema cátedra en el que el
profesor era actor único o principal e instalar el sistema de semi-
narios; surgen, de parte de los estudiantes, los llamados semina-
rios autónomos. Cuando yo estudié Sociología en Hannover, junto
a los seminarios y conferencias dictadas por los profesores, había
también algunos seminarios autónomos, organizados por los pro-
pios estudiantes, con la participación o apoyo de docentes.
El Movimiento del 68’marcó e influyó fuertemente, especial-
mente a los jóvenes de la época, los que su vez influirían en sus
sociedades futuras. También ocurrió con mi persona. Las expe-
riencias históricas influyen en la vida personal, socializan y pro-
ducen cambios culturales y estilos de vida.

623
Jorge Rojas Hernández

El medioambiente y cambio climático global:


aprendizaje, conciencia y aportes personales

Resulta difícil precisar cuándo se empieza a tomar conciencia so-


bre la existencia de problemas ambientales y climáticos. Lo que
sí es cierto, en mi caso, que el tema naturaleza está presente tem-
pranamente en mi vida, especialmente a partir de la adolescencia
y más marcadamente en la juventud. Lo social constituyó el gran
tema del siglo XX y el tema ambiental y climático, es el gran tema
de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Sin embargo, lo
social sigue siendo un tema del actual siglo, debido a que no resol-
vió durante el siglo anterior y, por el contrario, tiende a readquirir
actualidad debido a la tendencia conservadora a desmontar lo que
se avanzó y a negarle espacio institucional en el futuro.
El avance de la conciencia ambiental encuentra su fuente en
los procesos acelerados de sobreexplotación de los recursos natu-
rales y en el monocultivo que produce una depredación del suelo
y destrucción de biodiversidad ecológica. La industria, el incre-
mento considerable del parque automotriz, el uso de leña y carbón
como sistema de calefacción domiciliaría; en fin, el uso progresivo
de energía fósil y la contaminación creciente de la atmósfera, ríos,
lagos y ciudades, empiezan a evidenciar la existencia de proble-
mas ambientales que se empiezan a afectar gravemente la salud
de la población. El modelo extractivista neoliberal, impuesto en
varios países, especialmente en Chile con la dictadura militar, au-
menta rápidamente los procesos de contaminación y depredación
de la naturaleza.
Durante mi prolongada estadía en Alemania (veinte años), mo-
tivada por el exilio (a fines de 1973), tuve la oportunidad conocer
experiencias ambientales y de entrar en contacto con activistas,
dirigentes y pensadores ambientalistas, especialmente en la Leib-
niz Universitãt Hannover, donde estudié Sociología y trabajé como
docente e investigador antes de regresar a Chile e incorporarme

624
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

como profesor de la Universidad de Concepción. En efecto, a fines


de los años sesenta −post movimiento estudiantil del 68’−, surgen
en Alemania Federal las llamadas iniciativas ciudadanas (Bürgeri-
nitiativen), que movilizan a miles de personas en todo el país, por
problemas de diversa naturaleza, incluidos los problemas ambien-
tales. De esta manera, surge a mediados de la década del setenta
un fuerte movimiento ambientalista, alimentado por la crítica a la
sociedad consumista del movimiento del 68’ y de la experiencia de
grupos que defendían la naturaleza, la flora y la fauna. Estos gru-
pos ambientalista crecieron también oponiéndose a grandes pro-
yectos de infraestructura (por ejemplo, expansión del aeropuerto
de Frankfurt) y al tema de la ubicación de los residuos de la ener-
gía nuclear, no biodegradables. Los jóvenes incluso se iban a vivir
a los lugares que se pretendía intervenir. El crecimiento regio-
nal y federal del movimiento ambientales dio lugar a la creación
en 1980 del Partido Verde, Die Grünen, que fueron desarrollándose
y actualmente (2023), gobiernan Alemania con el SPD (Partido So-
cialdemócrata) y los Liberales. Claro, este Partido Verde ya no es
lo mismo que el ambientalismo de décadas anteriores, que le dio
su origen en momentos de radicalidad juvenil, expresado en movi-
mientos ambientales de protesta ciudadana.
El tema ambiental adquirió gran importancia en la sociedad ci-
vil y en la política. También en el mundo académico y solidario en
los que yo me movía cotidianamente. Su desarrollo y aceptación
en la sociedad no fue fácil, especialmente tuvo resistencias en el
empresariado y parte importante de los sindicatos y trabajadores,
debido al temor de la eventual pérdida de empleos que les producía
la crítica radical del movimiento ambiental al industrialismo, con-
siderado responsable de los problemas ambientales que afectaban
a la sociedad alemana, europea y mundial. Como suele ocurrir con
un problema, el tema ambiental fue evolucionando, transitando
de un problema de contaminación, depredación de ecosistemas
vulnerables, producidos en regiones y países, a un problema cada
vez más global y planetario. Paralelo a las protestas y movimientos
625
Jorge Rojas Hernández

ambientales, el tema ambiental empieza a investigarse en las uni-


versidades e institutos especializados. Se produce conocimiento
ambiental y surge, consecuentemente, la ciencia ambiental y las
especializaciones ambientales de diferentes profesiones.
Surgen también las instituciones e informes ambientales a
nivel internacional, que influyen en nuestra conciencia y acción,
como el Club de Roma, que encargó en 1970 la elaboración de un
Informe a 17 expertos del MIT (Massachusetts Institute of Techno-
logy). El Informe “Los Límites del Crecimiento”, publicado en 1972,
advierte sobre los límites del crecimiento de la población mundial,
de la economía, los problemas de contaminación, los problemas
de producción de alimentos, el nivel de explotación de los recursos
naturales. Interesante resulta que este Informe declara la finitud
del planeta y pronóstica, hace 51 años, el peligro de colapso de este
durante el siglo XXI.
Le siguió la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente (5 al 16 de junio de 1972 en Estocolmo, Suecia).
La Conferencia coloca en el centro de la preocupación el tema
ambiental e inaugura el diálogo entre las naciones sobre los pro-
blemas ambientales y la necesidad de actuar. También crea el Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.
En 1987, se publica el importante e influyente Informe Brundtland
“Nuestro Futuro Común”, que contiene un amplio análisis sobe
los problemas y desafíos ambientales y que populariza la primera
definición sobre Desarrollo Sustentable: “Aquel que garantiza las
necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Siguiendo con la agenda ambiental institucional, en 1992, se
realizó en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente (del 3 al 14 de junio de 1992). La Con-
ferencia reafirma los acuerdos de Estocolmo de 1972. Proclama 27
principios ambientales; el Principio 1, sostiene: “Los seres huma-
nos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con
el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y
626
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

productiva en armonía con la naturaleza”. Esta Conferencia crea


El Programa 21, conocida como la Agenda 21, cuyo objetivo era
construir un movimiento mundial de gobiernos locales −por ejem-
plo, municipios−, y asociaciones dedicadas a promover y lograr el
desarrollo sustentable mediante múltiples planes y acciones de
sustentabilidad. Este Programa tuvo importantes impactos posi-
tivos, por ejemplo, facilitó a la asociación de municipios de dife-
rentes países para implementar las orientaciones y planes de la
Agenda 21.
En la medida que los problemas ambientales se fueron agravan-
do y empezaron a interferir y modificar el clima, Surge el Grupo o
Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones
Unidas, IPCC, creado en 1988 por la Organización Meteorológica
Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Me-
dio Ambiente (PNUD). El IPCC, compuesto por 195 países, emite in-
formes científicos periódicos sobre la acumulación de emisiones
de C0 2 y la evolución del Cambio Climático Global. Estos Infor-
mes, por ejemplo, las Evidencias Físicas, proporcionan informa-
ción objetiva, científica, para que los gobiernos y otras instancias
tomen medidas para frenar el avance del cambio climático global.
Como un importante complemento, existe también la Conferen-
cia de las Partes, COP: Cumbre Anual que organiza la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que reúne
a 196 países y a la Unión Europea. Actualmente funciona la COP 28
en Dubái, los Emiratos Árabes Unidos (del 30 de noviembre al 12 de
diciembre de 2023). El Encuentro Cumbre se encuentra atravesado
por la fuerte controversia que provoca la exigencia del fin del uso
de la energía fósil y su urgente reemplazo por las energías renova-
bles, en el marco del Acuerdo de París de 2015, de no traspasar el in-
cremento de la temperatura global de 1,5°C, para evitar el colapso
del Planeta Tierra. La temperatura ya se ha incrementado en cerca
de 1.1 grados. Por lo tanto, se justifica la urgencia de poner fin al
uso de combustible fósil y cambiar el estilo de vida.

627
Jorge Rojas Hernández

Estos debates y decisiones de organismos internacionales


han influido en la discusión mundial. También han influido en
la profundización de mis conocimientos y en el desarrollo de mi
conciencia ambiental-climática. Estos temas han sido también de-
batidos a nivel regional y nacional, por ejemplo, en Chile. Ha sido
un tema de debate, de docencia y de investigación en la Universi-
dad de Concepción, en el Centro EULA, en el Centro de Recursos
Hídricos para la agricultura y Minería, CRHIAM. En la Facultad de
Ciencias Ambientales que sustenta desde hace más de treinta años
el Doctorado en Ciencias Ambientales. En el Departamento de So-
ciologia de la Facultad de Ciencias Sociales. En estas instituciones
me desempeño como profesor e investigar. Y en la Región del Bio
Bio y otras regiones del país, el tema ambiental y cambio climáti-
co, son también temas que movilizan ciudadanos.
Mi compromiso con el tema ambiental y climático se ha expre-
sado también en el desarrollo de varios proyectos de investigación
y publicaciones, que sería largo de desarrollar en este documento.
Sin embargo, a continuación, proporcionaré información, aportes
y análisis sobre mi comprensión del tema.

Modelo de desarrollo socioecológico: bienes comunes


y diversidad biocultural

Probablemente el planeta Tierra no podría haberse conformado


ni sobrevivido miles de años las crisis climáticas, ambientales y
desastres periódicos, sin haber sido constituida y regulada por
principios simbióticos, como existen abundantes ejemplos en la
naturaleza como, por lo demás, lo plantean investigaciones re-
cientes. La simbiosis representa una verdadera convivencia de es-
pecies, algo así́ como un mutualismo mancomunado de especies,
una cultura que también practicaron las comunidades indígenas
y las primeras organizaciones de trabajadores en el mundo para
defenderse de la explotación y el despojo violento, por parte del
628
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

capitalismo, de sus energías, emociones, tiempos y fuerzas creado-


ras. Al mutualismo le siguió́ la solidaridad, practicada por muchas
comunidades humanas, y que, afortunadamente, aún está vigente
en la construcción de comunidad y sociedad.
Postular la transformación socioecológica inspirada en los
bienes comunes y la diversidad biocultural, como filosofía para
enfrentar la multicrisis que vivimos, implica plantear un cam-
bio de paradigma, cambiar el prevaleciente desde los inicios de
la era industrial antropoceno, por otro basado en la convivencia
simbiótica de especies y sustentabilidad (Rojas et al., 2021; Laval y
Dardot, 2015).
Salir de las multicrisis representa un desafío complejo: se re-
quiere de nuevas culturas, nuevos liderazgos, visiones, políticas
públicas y nuevos estilos de vida y desarrollo. Ahora bien, la crisis
de la era Antropoceno podría dar lugar al tránsito hacia una nueva
época, reclamada y esperada por millones de ciudadanos y ciuda-
danas defraudados e indignados por el malestar y movilizados en
diferentes lugares del mundo: exigen condiciones de vida sana, de
calidad y el desarrollo sustentado en los bienes comunes como el
agua, los alimentos básicos, la atmósfera, los mares, el aire limpio,
las buenas relaciones sociales, la biodiversidad, la producción ver-
de y la energía renovable. Un problema muy grave es la escasez de
agua. Cerca de 2 mil millones de personas carecen de este vital re-
curso, agua potable en el planeta, con los impactos negativos en la
salud y calidad de vida. En este sentido, advierte Charles Iceland,
director de iniciativas mundiales y nacionales sobre el Agua del
Instituto de Recursos Mundiales (WRI):

En muchos lugares del mundo está aumentando la demanda de agua


con respecto a la disponibilidad existente. A veces, los conflictos no
son violentos, como en Australia o California, donde la gente usa el
sistema legal o resuelve sus problemas sin violencia. Pero en mu-
chos otros lugares, el conflicto es grave, y la capacidad de resolverlo
no está bien desarrollada. En estos casos, la lucha por estos escasos

629
Jorge Rojas Hernández

recursos se desarrolla de forma violenta (Charles Iceland entrevista


WRI, 23 de marzo de 2020).

El autor agrega, con razón:

[…] la gestión de los recursos hídricos es un factor crítico. En teoría,


en algunos lugares la gente tiene agua suficiente, pero la gestiona
mal. Está perdiendo agua o la está contaminando. Y luego hay pro-
blemas río arriba y río abajo. Hay muchos casos en los que los usua-
rios de arriba tienen acceso a agua, pero los que viven río abajo están
en desventaja porque reciben menos agua.

Y, por cierto, existe apropiación indebida del agua: algunos tienen


derechos, otros, no tienen derechos. Sucede, por ejemplo, en Chile,
donde existe más inscripción de derechos privados de agua, que
agua propiamente disponible, una cuenca o fuente de agua. Por lo
mismo que se requieren nuevas formas de gestión o gobernanza
del recurso hídrico y de otros bienes comunes.
Otro camino de solución posible lo constituye la relocalización
de actividades productivas, inspiradas por el concepto de la eco-
nomía circular sustentable, que disminuya al máximo la entropía
y los pasivos sociales y ambientales, lo que contribuiría de mane-
ra sustancial a disminuir la pobreza y la vulnerabilidad social y
ambiental. La multicrisis, especialmente la sanitaria, nos obliga a
pensar y sentir la salud como una base fundamental, estructuran-
te de la salud de la sociedad y la naturaleza en interdependencia.
La relocalización obliga a mirar hacia aquello que se encuentra en
nuestra cercanía. Volver la mirada y la atención hacia el entorno
próximo, a los espacios socioecológos donde transcurre la vida con
sus complejos e interdependientes tejidos e interacciones sociales.
Implica volver a la vida real, a las raíces existenciales que nos unen
como humanos insertos en nichos ecológicos vivos.
Soluciones más de fondo, con perspectivas futuras, pensando
en la destrucción de empleos que podría implicar la inteligencia
artificial en marcha, requeriría por ejemplo de la creación de una

630
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

Renta Básica Universal, que permita cubrir necesidades fundamen-


tales de vida. La Renta Básica Universal representa la condición
social de la resiliencia. “Por “renta básica” entendemos aquí un in-
greso conferido por una comunidad política a todos sus miembros,
sobre una base individual, sin control de recursos no exigencia de
contrapartida” (Van Parijs y Vanderborght, 2006, p. 25).
Elaborar un nuevo paradigma y modelo de desarrollo exige de
la colaboración científicas de los diferentes conocimientos huma-
nos y artísticos.

Los comunes como reserva de vida: sentido de comunidad,


colaboración, identidad y adaptación a las crisis

Estos valores −cooperación, respeto, empatía, solidaridad− que


han estado en la base de la constitución histórica del ser humano,
ya sea constituyendo sus círculos más estrechos o dando origen
a una multiplicidad interminable de comunidades, con diferentes
caracteres u orientaciones, pero que, dan relevancia a la condición
de sociedad y construyen las diferentes racionalidades presentes
en el mundo; al nombrar diferentes espacios de relaciones comu-
nes, podríamos mencionar comunidades vecinales (comunitarias,
ollas comunes, depósitos solidarios), étnicas, juveniles/infantiles,
escolares, amorosas, productivas, deportivas, regionales/locales,
académicas, institucionales (Ong’s sin fines de lucro, asociacio-
nes), productivas (huertos y jardines familiares) y movimientos so-
cioambientales; es posible afirmar que en toda actividad humana
afloran y actúan valores que no se rigen por el individualismo, el
egoísmo, la ganancia, la acumulación de poder ni la competitivi-
dad comercial, es más, circulan valores de sentido común que son
verdaderos dones, similares a los Servicios Ecosistémicos discuti-
dos anteriormente. Estas relaciones no se basan en un valor mone-
tario, sino que solo requieren de una reciprocidad por parte de los
involucrados.
631
Jorge Rojas Hernández

En este caso, se puede hablar de comunes como reservas de


vida, sinergias de colaboración y de gobernanza democrática de
tipo relacional. La crisis global, nos exige precisamente de estos co-
munes, de aquello que forma parte de la vida social/natural, pero
que, históricamente, ha sido expropiado de los contextos locales.
A pesar de esto, muchas familias marginadas hacen uso de estos
valiosos recursos humanos y naturales −los comunes− para sobre-
vivir a la grave emergencia pandémica y ambiental.
Buenas políticas públicas, que se preocupen y fortalezcan el ser
social, la vida humana y protejan el ecológico, los bienes comunes,
constituyen los pilares fundamentales para enfrentar con fuerza,
con conocimiento científico, salud física y mental, innovación y
sentido humano, el actual momento crucial que vive la humani-
dad, las comunidades y el planeta y, para abrir nuevos caminos
alternativos de sustentabilidad socioecológicas presente y futura.
Las crisis múltiples provocadas por el proceso acelerado y de-
predador de globalización capitalista, obliga ahora a cambiar la
mirada y las visiones: volver las miradas hacia adentro, hacia las
capacidades que tienen los países, las localidades, las vocaciones
de sus territorios y, especialmente, las capacidades de sus habitan-
tes. Volver la mirada hacia lo propio, relocalizando el desarrollo
mediante la colaboración y la interrelación mutua de especies.

Culturas mesoamericanas: identidad y sentido de naturaleza

Elisa Loncon Antileo, destacada autora y académica mapuche, ex-


presidenta de la Convención Constitucional de Chile, explica en su
obra Azmapu la visión, tradiciones, cultura, relaciones con la na-
turaleza y formas de vida de las comunidades mapuches:

Ser mujer mapuche en el siglo XXI requiere repensar la sociedad


mapuche, desmontando la experiencia y la estructura de domina-
ción, explotación y opresión que llevamos en nuestros cuerpos, salir

632
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

de la lógica del despojo y de la acumulación que el sistema nos ha


impuesto junto a otros modelos de mujer, funcional al consumo. Es
necesario repensar quiénes somos como mujeres para liberarnos del
colonialismo y las opresiones. Y así ser mujeres libres y plenas a par-
tir de las memorias y valores de nuestro pueblo, enriquecidas con las
culturas y convivencia intercultural (Loncon, 2023, p. 23).

La mujer mapuche tiene su identidad arraigada en la naturaleza, es


montaña, luna, agua, por eso dicen las ancianas que una mujer nun-
ca está o anda sola, la acompaña algún ser, o gen de la naturaleza […]
(Loncon, 2023, p. 29).

La cultura mapuche no es antropocéntrica, el ser humano es parte de


la naturaleza y debe actuar para cuidarla, protegerla, así como esta
da el bienestar para la vida… En nuestra cultura la persona se rige
por valores sociales colectivos de respeto al otro y al vínculo con la
naturaleza, aunque en rigor vienen de nuestra filosofía del Azmapu
[…] (Loncon, 2023, p. 33).

La lucha por los derechos colectivos movilizó a la mujer mapuche


en la defensa de la Tierra, la vida de sus hijos y de la suya, aunque
la historia oficial la desconoce como agente protagonista de la so-
ciedad. Las mujeres han sido discriminadas por ser mujeres, por ser
indígenas y por ser pobres, por eso se habla de interseccionalidad de
la lucha de las mujeres indígenas en contra de todo tipo de opresión
[…] (Loncon, 2023, p. 41).

Estas concepciones del pueblo mapuche son representativas de


diversas culturas y tradiciones indígenas y mesoamericanas que
lucharon y aprendieron durante siglos en complejos procesos de
adaptación a profundos y desconocidos problemas de sobrevi-
vencia en lo económico, social, territorial, ecológico, climático,
cultural y humano. Esta realidad es especialmente válida para
la cultura de los mayas, cuya civilización se extendió por 2.500
años. También para la civilización azteca e inca y otras culturas
mesoamericanas.

633
Jorge Rojas Hernández

En este sentido, George C. Vaillant, en su obra La Civilización


Azteca, analiza en profundidad el desarrollo de las culturas me-
soamericanas y, en particular las características y desarrollo de las
diferentes expresiones territoriales de la civilización azteca:

La invención de la agricultura acentúo, más que cambio, la estructu-


ra básica de la organización social autóctona. Estos grupos que gra-
dualmente desplazaron su dependencia económica de la caza a la
agricultura vivían en regiones escasamente pobladas. A medida que
aumentable su población, podían agrandar sus campos sin violar los
derechos de los ocupantes anteriores. Una población en crecimiento
ahuyentaba la caza, obligando a los grupos vecinos de cazadores a
retirarse a regiones en donde la vida salvaje era más abundante. Si
la tierra arable de que se disponía llegaba a ser insuficiente para la
comunidad, una parte de la población se trasladaba a otro lugar para
fundar un nuevo pablado (Vaillant, 2018, p. 1).

Resulta muy interesante esta cultura de respeto a los derechos


del otro, de buscar soluciones en tiempos de crecimiento de la
población, adaptadas al medio natural a la vida comunitaria, sin
emplear medidas de fuerza o de despojo como ha ocurrido y si-
gue ocurriendo en el modelo capitalista de expansión económica
e imperial.

Relocalización, colaboración y convivencia interespecies

El cambio climático, en marcha irreversible, como lo hemos ex-


presado, exige superar las visiones antrópicas de la Era Industrial
fósil. Superar la sociedad de cultura fósil. Las pocas décadas de
emisiones que quedan para alcanzar el límite – infranqueable−
de 1,5° C de incremento de la temperatura global, conforme al
Acuerdo de París de 2015, obligan a pensar en nuevas visiones po-
santropoceno y a actuar de manera sustentable, con la debida ur-
gencia y eficiencia.

634
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

En este sentido, la relocalización invita a mirar hacia aquello


que se encuentra en nuestra cercanía. Volver la mirada y la aten-
ción hacia el entorno próximo, a los espacios socioecólogos donde
transcurre la vida con sus complejos e interdependientes tejidos
e interacciones sociales. Implica volver a la vida real, a las raíces
existenciales que nos unen como humanos insertos en nichos eco-
lógicos vivos. Escribe Latouche:

De las ocho “R” que forman el círculo virtuoso de la construcción de


una sociedad de decrecimiento serena (reevaluar, reconceptualizar,
reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar),
la reevaluación constituye, lógicamente, la primera acción y la base
del proceso. Sin embargo, la relocalización representa a la vez el me-
dio estratégico más importante y uno de los principales objetivos de
éste último. Esto traduce, en cierto modo, la aplicación del viejo prin-
cipio de la ecología política: pensar globalmente, actuar localmente
(Latouche, 2008, p. 183).

Complementariamente, colaborar en vez de competir unos contra


otros, nos hará más grandes, más humanos y felices como perso-
nas y comunidades (Rojas, 2019). Colaborar constituye una virtud
y nobleza que emanan de los más profundo de la naturaleza del ser
humano. Representa también una forma natural de colaboración
interespecies en la biósfera. La vida humana, desde su concepción,
es colaboración ontológica, fundamento del ser humano que solo
puede realizarse como persona en la interrelación con los demás
y la naturaleza.
Por su parte, para Adorno, la vida humana es esencialmente
convivencia; el ser humano es prójimo antes que individuo, lo que
significa que primero se relaciona con los otros antes que consigo
mismo; que es lo que es gracias a los otros; que no existe prima-
riamente definido por una indivisibilidad y particularidad, sino
gracias a que él, como persona, participa de la interrelación con
otros seres humanos y, que, además, puede comunicarse con otros.
Para Adorno, el individuo es un momento de las relaciones, en las

635
Jorge Rojas Hernández

cuales él vive, antes incluso que él quizás una vez decida por sí mis-
mo. La realización de un ser humano como persona, significa que
él, al interior de las relaciones sociales, en las que él vive, siempre
se encuentra cumpliendo un rol social. Mediante y gracias a estas
relaciones es lo que es: hijo de una madre, alumno de un maestro,
miembro de una tribu, portador de una profesión. Esta relación
no es algo externo, sino algo propio, interno a él mismo; al interior
de las relaciones sociales la vida individual adquiere sentido. Más
aún la biografía individual de cada persona es una categoría social
(Adorno, 1991, p. 42).

Contribución de las ciencias sociales y humanidades


al desarrollo sustentable

Las ciencias sociales, humanidades y el arte −que se ocupan de es-


tudiar y socializar los diversos comportamientos y expresiones de
la vida humana en la comunidad, sociedad y su entorno natural−
están convocadas a jugar un papel decisivo en el proceso de com-
prensión, explicación y generación de conciencia crítica sobre los
problemas socioecológicos y la forma de avanzar hacia un desa-
rrollo sustentable. Para que ello ocurra, las ciencias sociales deben
colaborar con otros conocimientos (por ejemplo, los ambientales,
biológicos, físicos, climáticos, ingenierías, medicina, ciencias de la
salud, ecología, etc.), con miradas multi e interdisciplinarias que
den cuenta de la complejidad e interconectividad de los problemas
actuales, que obligan a unir la relación de la sociedad con la natu-
raleza, estudiando y comprendiendo los impactos que provoca el
comportamiento humano en los ecosistemas.
Para salir de la multicrisis, se requiere también de un nue-
vo tipo de Estado, sociedad, cultura y comportamiento humano:
instituciones cercanas a los ciudadanos y ciudadanas, a las co-
munidades indígenas, a los jóvenes, niños y niñas, mujeres, tra-
bajadores, productores; se requiere el fomento de la economía
636
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

circular desglobalizada y sustentable que promueva los produc-


tos locales; instituciones que sean dialogantes, innovadoras, que
fomenten en todos los niveles educativos la investigación y que
protejan la naturaleza y sus ecosistemas proveedores de vida y de
servicios ambientales. Se requiere de un Estado social que proteja
la salud, los derechos y la vida de la población, proveedor de una
educación de calidad y de un sistema de rentas dignas, que facili-
ten y promuevan la inclusión social.
Además, se requiere de una sociedad y de personas con infor-
mación, conocimientos y conciencia sobre las amenazas que se
ciernen sobre la sociedad misma y el planeta, que estén dispuestas
a luchar por cambiar el modelo de desarrollo, la cultura y, también
a cambiar su propio comportamiento. Para producir este cambio
cultural el papel de las ciencias sociales, humanidades y arte, re-
sulta esencial, prácticamente insustituible, en colaboración con
otros conocimientos científicos y saberes locales.
Para ello se debe resignificar y revalorar los bienes comunes.

Pensar nuevo estilo de vida y desarrollo ecológico:


colaboración interespecies

En el actual mundo de incertidumbres y de crisis, resulta muy di-


fícil entregar certezas sobre lo que podría ser o llegar a ser una
sociedad del futuro. Desde luego, lo más probable es que surjan
diferentes modelos de sociedad. La globalización buscaba la es-
tandarización de los sistemas sociales y culturales, mediante la
regulación forzada del mercado colonizador. Pero, al parecer, las
multicrisis tienden a favorecer soluciones o alternativas de posde-
sarrollo, marcadas por las realidades regionales y locales, territo-
riales, que buscan revalorarse a partir de lo cercano, de lo propio,
de sus prácticas y saberes, que pueden convocar por ejemplo a los
centros productivos, universitarios e instituciones locales.

637
Jorge Rojas Hernández

Reflexiones e ideas sobre la sociedad del futuro: basada en la


relocalización; en la economía circular descarbonizada; basada en
los bienes comunes; el desarrollo sustentable; de matriz energética
renovable; gobernanza hídrica sustentable, con participación de
actores involucrados en su uso equitativo y preservación ecológi-
ca; con sistemas de educación, salud y previsión social de carácter
púbicas; con democracia participativa y transparencia; una ciu-
dadanía informada, consciente y empoderada; con gobernanza
regional/local descentralizada; con respeto y reconocimiento de
los pueblos originarios, sus culturas y valores tradicionales; con
buenas relaciones de género; con respeto a los derechos humanos
y de la naturaleza y la colaboración interespecies; respetuosa de
los derechos soberanos de otros pueblos.
En síntesis: trabajar en un nuevo proyecto humano emancipa-
dor, ecológico, humanizado y más igualitario.
Significa también luchar contra la desigualdad estructural que
afecta y hace sufrir a millones de personas en el mundo. En efec-
to, la desigualdad constituye uno de los principales problemas que
afecta a miles de millones de personas en el planeta. Es una de las
promesas de los modernos, hasta hoy aún incumplida. El capita-
lismo produce estructural e intrínsecamente desigualdad social,
como lo demuestran diferentes estudios.
Un nuevo proyecto emancipador constituye la mejor estrategia
para superar las graves fracturas sociales y políticas que afectan
a muchas sociedades modernas, incluidas las latinoamericanas,
amenazadas por populismos de ultraconservadores, que prome-
ten cambios que, al final solo favorecen al gran capital.
La alternativa es una sociedad basada en una revalorización de
los bienes comunes, la justicia social, la lucha contra la desigual-
dad estructural y la relocalización productiva; en tomar conciencia
que los seres humanos vivimos históricamente en interdependen-
cia con otras especies, y que no se está por encima de la natura-
leza ni de otras especies vivas. Por lo tanto, resulta indispensable
el conocimiento y respeto mutuo, saber cuáles son las leyes de un
638
Trayectoria ciudadana desde el Movimiento Sociocultural a la Ecología y Cambio Climático

ecosistema y adaptarnos a ese ecosistema, y generar entre especies


mejores interrelaciones, menos competitividad entre unos y otros:
colaboración y convivencia interespecies.
A este proyecto, que representa un verdadero desafío de de-
sarrollo ecohumano, pueden las universidades, sus académicos,
técnicos, profesionales y administrativos hacer un gran aporte
cualitativo.
La sociedad del futuro está por construirse. Con toda seguri-
dad no será un modelo único ni surgirá de líderes mesiánicos ni
autoritarios. Será, probablemente una sociedad muy plural, cons-
truida de diversas sensibilidades, culturas, filosofías y prácticas y
saberes locales/regionales tradicionales. Surgirá de la negación
del modelo actual imperante en crisis. Será el producto del diálo-
go, encuentros y convergencia de diferentes historias, culturas,
saberes y sentimientos que prevalecen y conviven en diferentes
territorios y comunidades humanas, experiencias de colaboración
interespecies.

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640
Coletividade científica,
inovação e comunicação
Cosmopolitismo, conceitos e controvérsias

Maíra Baumgarten

Comunidades ou coletividades? O fazer científico na era


do conhecimento

Profundas reestruturações organizacionais e culturais acompa-


nham a configuração contemporânea da produção e da acumula-
ção capitalista, surgindo distintas exigências quanto à orientação
e às estratégias de ação dos diferentes atores sociais. As formas as-
sumidas pelo desenvolvimento capitalista em escala global criam
grandes tensões, que, por sua vez, originam diversas demandas
de políticas e de instrumentos de regulação social e econômica.
Esse cenário se encontra repleto de problemas de natureza nova
e complexa, recolocando-se o desafio para o desenvolvimento de
conceitos, teorias, estudos, que sirvam como instrumentos para
compreender e intervir sobre processos que têm grande repercus-
são sobre a vida cotidiana e cuja evolução futura não se acredita
predeterminada.
O problema abordado se refere especificamente ao conceito de
comunidade científica. A questão que se busca responder é se esse
conceito é apropriado para descrever/representar a realidade das

641
Maíra Baumgarten

relações entre os cientistas e desses com outros grupos e instâncias


sociais envolvidos na produção do conhecimento científico atual.
O tema da produção do conhecimento é situado no quadro de de-
senvolvimento histórico e da relação homem-mundo, com base na
ideia de que o principal problema que se coloca com respeito à ci-
ência é seu fazer-se enquanto prática humana.
Como contraponto, apresenta-se o conceito de coletividade
científica, indagando sobre sua capacidade de expressar as rela-
ções entre os cientistas e as diversas instâncias envolvidas na pro-
dução de ciência, tecnologia e inovação, de forma a representar
adequadamente a situação concreta. Essa problemática está rela-
cionada às condições sociais, culturais e institucionais para a for-
mação de grupos de pesquisa no Brasil e na América Latina, para
sua consolidação e articulação a problemas e necessidades sociais,
bem como ao processo de formulação e de implementação de polí-
ticas de ciência e tecnologia na região.
A ideia de autonomia da ciência e o conceito de comunidade
científica têm estado presentes em diferentes correntes da teoria
sociológica acerca da ciência. A seguir, empreenderemos uma ava-
liação crítica desses conceitos. A análise de sua gênese, aplicações
e limites atuais objetiva encontrar elementos que iluminem o de-
bate acerca da produção do conhecimento científico e das relações
entre ciência, sociedade e Estado, especificamente no Brasil.

O conceito de comunidade científica: antecedentes teóricos


e ideológicos

O conceito de comunidade científica vem sendo largamente uti-


lizado na literatura concernente aos estudos sociais da ciência e
surgiu a partir do debate estabelecido no pós-guerra entre os hu-
manistas ingleses (Bernal, Needhan e Snow) e os cientistas que
defendiam a liberdade e autonomia da ciência. Polanyi sintetiza a
posição dos que se opunham à visão da ciência dirigida por forças
642
Coletividade científica, inovação e comunicação

estranhas a ela própria, rejeitando a posição de planejamento da


ciência (em direção a objetivos sociais e econômicos específicos)
dos humanistas encabeçados por Bernal (1939).
Em 1942, em sua conferência Self-government in Science1, Polanyi
(1951) definiu a comunidade científica como um agrupamento com-
posto de cientistas, provenientes de diferentes disciplinas: a comu-
nidade que dirige a atividade de investigação e sua opinião exerce
profunda influência no curso de toda investigação individual. Essa
ideia de comunidade científica é alicerçada na concepção ideoló-
gica de liberdade da ciência e sua desvinculação de interferências
políticas e religiosas, o que é assegurado pela autoridade científica.
No âmbito desse debate entre uma ideologia própria das socie-
dades liberais em oposição aos mecanismos de direção e planifica-
ção da ciência, surgiram os primeiros trabalhos em sociologia da
ciência.
O estudo de Merton sobre o ethos da ciência foi publicado no
mesmo ano da conferência de Polanyi e tinha como base a con-
cepção da autonomia da atividade científica. Para Merton, o “ho-
mem da ciência” desempenha sua atividade sobre a base de um
complexo de normas e valores: “...universalismo, comunismo, de-
sinteresse e ceticismo organizado” (1974, p. 41). A comunidade de
cientistas não é uma coletividade dispersa e não pode ser adequa-
damente compreendida enfocando apenas os pequenos grupos lo-
cais onde estão inseridos os cientistas. O autor concebe, portanto,
a comunidade científica como um elemento da estrutura da socie-
dade global, pois a comunidade mantém relações com outros fato-
res não incluídos na sua organização, não sendo, assim, um ente
autônomo.
Não obstante, os trabalhos subsequentes de Merton (1974) e de
seus seguidores centraram-se no estudo da atividade científica e

1
Conferência proferida na Manchester Literary and Philosophical Society em
Manchester. Michael Polanyi era físico-químico e filósofo. Para o debate sobre ante-
cedentes teóricos do conceito ver Baumgarten, Maíra. Comunidades ou coletividades. O
fazer científico na era da informação (2004).

643
Maíra Baumgarten

dos cientistas, conformados como um subsistema, sem referir-se


às relações do mesmo com outros fatores da estrutura social da
qual é parte. A comunidade científica é analisada em termos de
uma estrutura cujo funcionamento forma um todo autônomo,
perspectiva a partir da qual se orientam seus trabalhos, buscan-
do elucidar a composição do sistema, bem com explicar os desvios
dos imperativos sociais de seu funcionamento.
O trabalho de Merton – quando considera a ênfase na com-
patibilidade entre a ideologia religiosa e o ethos científico – dis-
tancia-se de qualquer explicação econômica, aproximando-se do
internalismo sociológico caracterizado por uma preocupação pela
ciência como um subsistema mais ou menos autônomo. A ideia da
ciência como um complexo autônomo e de implicações neutras
“em si” tem raízes na tradição sociológica que estuda o conheci-
mento. Essa tradição foi influenciada pelo pensamento de Max
Weber, segundo o qual os cientistas e o conhecimento científico
são neutros e encarnam a realização da ideia da razão, e pelas aná-
lises de Karl Mannheim sobre os intelectuais – a intelligentsia so-
cialmente desvinculada2 (Rose, 1976; Morel, 1979).
Outros esforços sociológicos da época neste campo – Barber
(1952) e Shils (1954) – manifestaram-se também a favor da inde-
pendência da ciência e dos cientistas. Até o final dos anos 1950, as
formulações em sociologia, na área da ciência e, particularmente,
aquelas que se referiam à comunidade científica, dirigiam-se mais
a apoiar uma posição ideológica de liberdade da ciência do que a
concretizar as características sociais de sua estrutura.
As formulações dos sociólogos norte-americanos, elaboradas
a partir do enfoque funcionalista, buscavam conciliar os pressu-
postos teóricos dessa corrente com a nova forma de organização

2
Mannheim, 1972, 1974. Para uma análise crítica da perspectiva de Mannheim, ver
Baumgarten, 1999. Produção social da ciência: os intelectuais entre a utopia e a práxis.
In: Episteme, UFRGS, 8.

644
Coletividade científica, inovação e comunicação

proclamada para o desenvolvimento da atividade científica, qual


seja a autonomia científica (Guerrero, 1980).
A autonomia é uma característica da comunidade científica
que é vista como um mundo fechado, independente, protegido por
normas e padrões que lhes são próprios. Essas normas e valores
que definem o fazer ciência e cuja obediência permitem penetrar
na fachada da comunidade são, de acordo com Morel (1979), defini-
dos de maneira idealista e a-histórica.
Durante a década de 1960, a base ideológica referente à autono-
mia da ciência, encontrava-se já estabelecida e assimilada, o que
possibilitou um redirecionamento (principalmente nos EUA) dos
esforços dos estudiosos da área para trabalhos empíricos e teóri-
cos, inclusive com aportes alheios à sociologia, como os estudos de
Kuhn3, físico e historiador da ciência.
Kuhn (1995) introduziu o conceito de crise e de revolução cien-
tífica, colocando o problema da organização social dos cientistas
em comunidades a partir dos imperativos dados pela própria ativi-
dade de investigação. Ao falar sobre os diversos significados do ter-
mo paradigma, o autor afirmou: “No livro (...) o termo paradigma
tem praticamente o mesmo significado da expressão comunidade
científica. Um paradigma é o que os membros de uma comunidade
científica, e apenas eles, partilham” (Kuhn, 1977, p. 460).
Ao mesmo tempo, ao sugerir a existência de conflitos internos
nas comunidades, conformadas em torno de uma especialidade
ou tema de estudo, conflitos esses que repercutem diretamente no
desenvolvimento do conhecimento científico, Kuhn utilizou uma
ideia de mudança que implicitamente critica o ethos da ciência
mertoniano, constituído de normas fixas que devem reger o traba-
lho e o comportamento dos cientistas.
Kuhn abandonou parcialmente a interpretação positivista da
acumulação sistemática ampliando o conhecimento, segundo

3
Para relação entre a argumentação de Kuhn sobre a ciência normal e o pensamento
de Merton sobre graus de autonomia da ciência ver Lima (1994, p. 162-163).

645
Maíra Baumgarten

Zarur (1994). Em seu lugar, adotou o princípio relativista da incer-


teza e substituiu a noção de verdade absoluta, pela de verdade vari-
ável no tempo. Na afirmação de um novo paradigma, importa mais
a capacidade de persuasão dos cientistas do que a verificação da
verdade do positivismo lógico.
Os resultados científicos são consensos socialmente produ-
zidos no interior de uma comunidade científica. Nas palavras de
Kuhn, “...a competição entre segmentos da comunidade científica
é o único processo histórico que realmente desemboca na rejeição
de uma teoria antes aceita ou na adoção de outra” (1995, p. 70). En-
tretanto a relativização empreendida por Kuhn parece ser preli-
minar ou incompleta pois, em sua abordagem, o desenvolvimento
intelectual continua se autoexplicando.
Outras contribuições desenvolvidas, nas décadas de 1960
e 1970, para o estudo das comunidades científicas podem ser en-
contradas nos trabalhos de Hagstrom e de Ben-David. O primeiro,
elaborado à luz da escola funcionalista, teve por objetivo a análise
dos mecanismos de controle social para assegurar a autonomia
da comunidade, autonomia essa, que deve ser mantida por forças
internas, tais como sistemas de reconhecimento e comunicação
(Hagstrom, 1974).
Ben-David (1975) definiu a comunidade científica como um sis-
tema de interação, no qual o sociólogo deve buscar explicações
para a conduta e a atividade dos cientistas. Aceitou as formulações
de Kuhn sobre a definição das normas e valores da comunidade
que estão determinados pelo estado da ciência e viu o sistema de
interação como um mecanismo isolado – excluindo-se as compli-
cadas relações que esse sistema guarda com outros fatores da es-
trutura social. Tal fato tornaria relativamente simples a sociologia
das comunidades científicas.
Em termos gerais, os diversos trabalhos que abordam o tema
da construção da ciência a partir do conceito de comunidade cien-
tífica desconsideram as relações dos cientistas com outros fatores

646
Coletividade científica, inovação e comunicação

sociais, bem como a influência dessas relações sobre a estrutura


cognoscitiva da ciência.
Pode-se afirmar que o conceito de comunidade científica se
constrói, de forma acabada, dentro do corpo teórico do funciona-
lismo (não obstante as significativas contribuições de represen-
tantes das ciências exatas como, por exemplo, Kuhn). A ciência é,
ali, considerada como um sistema autônomo cujo funcionamento
independe dos demais sistemas sociais. De forma geral, os traba-
lhos elaborados sob esse enfoque aprofundam análises das moda-
lidades internas do funcionamento do sistema sem estudar suas
vinculações com a estrutura social.
A visão da comunidade científica normativamente regulada,
implicando um funcionamento autônomo4 alheio a fatores políti-
cos e econômicos vem se demonstrando insuficiente e inadequada
como objeto do estudo social da ciência e da tecnologia, dada sua
incapacidade em tratar não só das diversas influências econômi-
cas e sociais presentes na atividade científica, como também do
próprio papel que o desenvolvimento científico e tecnológico as-
sume na sociedade capitalista, ou seja, o duplo condicionamento
existente entre produção de conhecimento científico e sociedade.

Alternativas conceituais: campo científico, arenas


transepistêmicas, coletividade científica

Diversas alternativas conceituais à noção de comunidade científi-


ca têm sido propostas para a análise das relações entre cientistas
e desses com a sociedade. Uma delas – o conceito de coletividades

4
A visão da ciência como autônoma, regida por uma dinâmica própria, independen-
te da sociedade em que se desenvolve, e dos cientistas como um grupo social, cujo
objetivo é a busca desinteressada de novos conhecimentos está na raiz do conceito de
excelência que vem sendo empregado no Brasil, orientando, também as propostas de
avaliação em C&T, como se verá resumidamente adiante. Para maiores detalhes, ver
Baumgarten (2004).

647
Maíra Baumgarten

científicas (Yahiel, 1975), que será analisado ao final desse tópico


– parece ser capaz de superar adequadamente o recorte interno-
-externo, incluindo interações com conteúdos cognitivos e sociais.
Não obstante, os conceitos de campo científico (Bourdieu, 1983),
redes sociotécnicas (Latour e Woolgar, 1997), arenas transepistê-
micas (Knorr-Cetina, 1982) trouxeram aportes significativos para
o estudo das relações recíprocas entre ciência e sociedade, razão
pela qual são debatidos a seguir em uma perspectiva crítica.
O trabalho de Bourdieu (1983) sobre os campos situa-se no de-
bate estrutura/ação. Os campos são as estruturas no interior das
quais se desenvolve a ação. Os mercados proporcionam o marco
básico dos campos.
Um campo científico é uma instância relativamente autônoma
da sociedade. É, entretanto, condicionado pela estrutura social
global e por relações econômicas, políticas e ideológicas que in-
terferem nos aspectos gerais do campo e em sua estrutura de de-
mandas, possibilidades, prioridades e restrições de pesquisa, como
também nos próprios componentes motivacionais dos cientistas,
que incorporam valores e expectativas provenientes de sua origem
social e do processo de socialização (Bourdieu, 1983).
Dentro de um campo científico, um produtor particular só
pode esperar reconhecimento do valor de seus produtos (reputa-
ção, prestígio, autoridade, competência) de outros produtores, que,
sendo também competidores, são menos inclinados a lhe dar ra-
zão sem exame ou debate.
O campo científico foi definido por Bourdieu (1983) como um es-
paço de lutas entre os cientistas, luta e concorrência pelo monopó-
lio da autoridade e da competência científica. Os fatos científicos
encerram conteúdo técnico instrumental e conteúdo social indis-
tinguíveis. O autor buscou romper com a imagem conciliatória da
comunidade científica, apontando que o funcionamento do campo
produz e supõe uma forma específica de interesse, uma luta polí-
tica pela dominação científica. Preocupava-se, ainda, com a busca
da objetividade, da vigilância epistemológica que possibilitasse a
648
Coletividade científica, inovação e comunicação

obtenção de conhecimentos que expressassem, o máximo possível,


os padrões de determinação da realidade (física e social). O desen-
volvimento da ciência é visto como um processo de permanentes
revoluções.
A especificidade do campo científico é que os produtores de co-
nhecimento têm, como os consumidores/clientes, os seus próprios
pares/concorrentes. Só os que participam dessa competição é que
podem apropriar-se simbolicamente desse produto e avaliar seu
mérito. A autonomia do campo é condição para a atividade cientí-
fica e para a existência desse tipo específico de capital (simbólico).
Há uma distinção decisiva entre estratégias e lutas. As estra-
tégias supõem um contexto sociocultural estático, determinado e
buscam o acúmulo de capital simbólico. Seu objetivo é a mobili-
dade, a riqueza, o poder e o status. As lutas, de outra parte, enta-
bulam-se entre coletividades e podem conduzir à transformação
sociocultural. A estrutura do campo (estrutura de distribuição do
capital científico) condiciona a forma da luta – inseparavelmente
política e social – pela legitimidade científica. Essa estrutura pode
variar entre dois limites teóricos: por um lado, a situação de mono-
pólio do capital científico e, por outro lado, a situação de concor-
rência perfeita que supõe a distribuição equitativa desse capital
entre os competidores (Bourdieu, 1983).
Diversamente de Kuhn, que via a manutenção e a ruptura com
o paradigma vigente como respostas ao processo de pesquisa nor-
mal, Bourdieu encarou a manutenção, o consenso e a ruptura
como parte da estratégia dos agentes na busca do crédito científi-
co. Normas, valores, consensos e recompensas são o resultado da
atividade e não sua causa. No campo científico há uma revolução
permanente, excluindo-se, aqui, as distinções entre fase revolucio-
nária e ciência normal de Kuhn.
O mercado de cientistas/empresários de Bourdieu tende à oli-
gopolização pois, com o desenvolvimento da ciência, aumentam
os recursos acumulados e o capital necessário à sua apropriação,
tornando o mercado do produto científico cada vez mais restrito a
649
Maíra Baumgarten

concorrentes mais aparelhados e com mais capital científico acu-


mulado (Hochman, 1994).
Para Hochman (1994), o campo científico de Bourdieu é um es-
paço socialmente pré-determinado e não o simples resultado da
interação dos agentes. Bourdieu opera uma análise macrossocial,
em que os agentes individuais têm suas oportunidades e decisões
determinadas ou anuladas pela estrutura do campo, que reproduz
a sociedade.
Não obstante, as relações do campo científico com outros cam-
pos (político, econômico, religioso) eventualmente ficam obscure-
cidas pela ênfase conferida a situações de dominação, internas ao
próprio campo científico. Por outro lado, a transposição de concei-
tos econômicos para explicar essas relações internas tende a obs-
curecê-las, demonstrando-se tais conceitos, em diversas situações,
inadequados para a análise.
A utilização de um modelo analítico de ciência, construído por
analogia com o mercado econômico, pode se revelar pouco pro-
fícua, pois nem sempre o conhecimento transferido mantém sua
consistência. Em acréscimo, o modelo de mercado científico de
Bourdieu ignora características essenciais do mercado capitalista,
como a exploração e a estrutura de classes. Ao mesmo tempo, a in-
trodução desses elementos nas análises da ciência é problemática,
pois a posse do capital simbólico é uma característica comum a
todos os cientistas, que podem diferenciar-se entre si em termos de
quantidade, mas devem necessariamente obtê-lo (ou não seriam
cientistas). Há que considerar também que o cientista atual não
controla os meios de produção científicos, que são, em geral, pro-
priedade de organizações públicas ou privadas, dirigidas por inte-
resses que ultrapassam aqueles específicos da ciência.
Diversos autores5 têm criticado os modelos econômicos na
ciência, que apesar de se apresentarem como uma possibilidade de

5
Entre outros, D’Andrea & Mustrassi (1998); Hochman (1994) e Knorr-Cetina (1983),
autora cuja contribuição será apreciada adiante.

650
Coletividade científica, inovação e comunicação

superação da perspectiva internalista da ciência, acabam por pro-


mover essa mesma visão, por sua insistência em um ponto de vista
que limita a ciência aos cientistas, os quais continuam a ser tra-
tados isoladamente em um sistema autocontido e quase indepen-
dente. Esses modelos são interpretados em termos de interesses
individuais e não incluem o crescente papel do Estado, da política
científica e da distribuição da renda.
De forma geral, tanto as abordagens internalistas6 quanto as
externalistas7 aportam contribuições significativas, ao mesmo
tempo em que impõem limites que impedem uma adequada aná-
lise atual da ciência. As abordagens internalistas contribuem para
o entendimento do jogo de interações e motivações dos cientistas.
Entretanto dificultam a análise das novas dinâmicas verificadas
entre cientistas e não-cientistas, cuja importância tem sido cres-
cente na atual prática científica. Outrossim, as análises externa-
listas apresentam esclarecimentos significativos sobre a natureza
multidimensional da ciência e seu papel na sociedade. Porém res-
tringem, frequentemente, os aspectos socioculturais e a dinâmica
concreta da produção de conhecimentos científicos.
Esses problemas colocam a necessidade da superação de deter-
minados limites, detectados nas abordagens clássicas da sociolo-
gia da ciência, divididas entre, por um lado, as teses da autonomia
da ciência (mecanismos internos de regulação da comunidade e
das relações entre os pares) e, por outro lado, as teses da determi-
nação social do conhecimento científico, enfocados por correntes
que enfatizam a dimensão econômica e produtiva da ciência.
Dentro desse panorama, uma posição que vem sendo vista
como alternativa possível ao recorte exclusivamente externo ou
interno da atividade científica é o construtivismo. De tradição
recente (anos 1970), o construtivismo é fruto das mudanças que

6
Alguns dos autores internalistas são Popper, 1972; Merton, 1974; Hagstron, 1974;
Polanyi, 1951.
7
Entre os teóricos que se situam nesta perspectiva, estão Marx, 1946; Bernal, 1939;
Habermas, 1975; Santos, 1989; Martinez, 1994.

651
Maíra Baumgarten

ocorrem na sociedade a partir do final da década de 1960, refle-


tindo a necessidade de pensar um desenvolvimento científico e
tecnológico invadido por pressões políticas, econômicas e sociais
(Trigueiro, 1997).
Analisando o construtivismo, Trigueiro (1997) afirma que o
argumento central dessa corrente é a tese de que a realidade e a
natureza – física ou social – não falam por si mesmas, não são pu-
ramente descritas e captadas pelos cientistas, em seus laboratórios
e em suas práticas de pesquisa. Ao contrário, os fatos científicos
são construídos. Há, portanto, um conjunto complexo de opera-
ções, decisões e negociações, que resultam de representações obti-
das em nome da natureza ou da realidade.
Distintos autores trabalham na perspectiva do construtivismo
com um conjunto de atores e interesses bastante diversificados,
envolvendo cientistas e não cientistas na atividade científico-tec-
nológica. Latour e Woolgar (1997) apontaram para a formação de
redes sociotécnicas. Para esses autores, a moeda de troca na ciên-
cia é a credibilidade. Os cientistas investem em campos e em temas
que prometem maior retorno. Uma constante re-inversão de re-
cursos levaria, de acordo com os autores, à constituição de um cir-
cuito ampliado de acumulação. Nesse ponto de vista, interessa aos
cientistas a aceleração e expansão do ciclo reprodutivo que produz
informação nova e com credibilidade.
Knorr-Cetina (1983), por outro lado, propôs superar a noção
tradicional de comunidade científica e os modelos de mercado
científico mediante uma perspectiva radicalmente centrada nos
cientistas e em suas práticas contextuais e contingentes. As infor-
mações relevantes, tais como a forma de organização e de intera-
ção dos agentes na produção do conhecimento científico, devem
ser verificadas nas percepções dos participantes dessa produção
no seu contexto específico – o laboratório.
O trabalho científico é perpassado e sustentado por relações e
atividades que transcendem o laboratório – as arenas transepis-
têmicas ou campos transcientíficos. Os cientistas se percebem
652
Coletividade científica, inovação e comunicação

envolvidos e confrontados em arenas de ação que vão além do es-


paço epistêmico, por envolverem uma combinação de pessoas e de
argumentos, que não pode ser classificada como puramente cientí-
fica ou como não-científica. Essa arena compõe-se por agências de
financiamento, administradores, indústrias, editores, diretores de
instituições científicas, fornecedores (elementos não diretamente
ligados ao grupo de especialistas) e pelos cientistas, que também
estão envolvidos nas trocas, desempenhando papéis não-científi-
cos – como o de negociadores de recursos – com implicações técni-
cas importantes para o trabalho de pesquisa (Knorr-Cetina,1982).
As relações entre cientistas e não-cientistas implicam escolhas
e decisões técnicas em que métodos e interpretações são negocia-
dos com representantes das agências financiadoras e de indústrias
fornecedoras de produtos para o laboratório. O caráter transepis-
têmico está na necessidade de tradução, na negociação entre os
diversos agentes sobre os problemas da pesquisa. A interação dos
agentes é vista por Knorr-Cetina (1982) como apresentando re-
lações de dependência mútua em termos de recursos e suporte.
São transações contínuas e contextualizadas, nas quais o próprio
interesse é fruto de negociação, que pode oscilar entre conflito e
cooperação.
Na arena transepistêmica, o trabalho científico é definido e re-
definido pelas interações de epistemes diversas. Os envolvimentos
dos cientistas são partes intrínsecas da produção de conhecimento
científico. Em resumo, segundo Knorr-Cetina (1981), a observação
das práticas científicas em seu lugar privilegiado – o laboratório
– permite observar a emergência das macroestruturas sociais, ou
sua reconstrução, a partir da interação entre cientistas e entre
esses e outros atores sociais “exteriores” aos laboratórios que são
transformados em recursos para o trabalho científico.
Entretanto, considera-se que, para evitar as limitações decor-
rentes de uma perspectiva etnográfica que poderiam dificultar a
visualização das relações entre as micro e macro estruturas, essa
proposta de análise das práticas científicas a partir do laboratório
653
Maíra Baumgarten

deve ser produtivamente incorporada em uma perspectiva mais


ampla de coletividades científicas – tal como proposta por Nico
Yahiel (1975) – que se baseou na análise das inter-relações sociais,
incluídos os diversos componentes existentes na estrutura social
investigada.
Nesse enfoque, a atividade científica ocorre principalmente em
coletividades determinadas, não por normas e valores, e sim, por
seu pertencimento a certas instituições ou disciplinas, podendo, as
coletividades e organizações científicas incluírem tanto institui-
ções totais, como laboratórios individuais, sociedades científicas e
grupos (Yahiel, 1975). Essa perspectiva da atividade científica pro-
põe não somente o estudo das interações entre os cientistas, como
também, das relações entre o cientista e a sociedade, o que, desde
o ponto de vista assumido pelo presente estudo, a coloca em posi-
ção privilegiada frente a alternativas ao conceito de comunidade
científica.
O ponto de vista das coletividades científicas permite também
uma nova síntese conceitual, obtida a partir de sua utilização
conjunta com alguns dos conceitos anteriormente apresentados,
como o de campo científico de Bourdieu (1983), com sua dimensão
concorrencial e conflituosa, acrescido de outras instâncias e ato-
res, além dos cientistas (Knorr-Cetina, 1982; Nunes, 1996).
A ideia de mundo social8 que Nunes (1996) incorpora é o ponto
de partida de um novo conceito: o de “mundo da ciência”. Nas pa-
lavras do autor:

“Um mundo da ciência pode ser definido como uma rede de ato-
res comprometidos com a realização de atividades definidas como
científicas que partilham recursos para a realização dessas ati-
vidades e representações comuns sobre os modos de as realizar.
Os mundos da ciência podem existir de forma territorializada ou

8
O conceito de mundo social faz parte do corpo teórico da sociologia interacionista
(Strauss, 1993; Clarke, 1991).

654
Coletividade científica, inovação e comunicação

desterritorializada, e em diferentes escalas – local, nacional e trans-


nacional” (Nunes, 1996, p. 5).

Quanto aos atores, para Bourdieu (1983), o principal personagem


é o pesquisador, pois o processo de legitimação é interior ao cam-
po, e as regras externas ao campo científico são refuncionalizadas
dentro do próprio campo. Para Knorr-Cetina (1981, 1982) e Nunes
(1996), por outro lado, há uma pluralidade de atores. Cientistas e
não cientistas são responsáveis pela construção do fato científico.
Considerando as diversas questões até aqui abordadas, acre-
dita-se que o conceito de coletividade científica se mostra mais
apropriado ao “novo modo de produção de conhecimento” (Gi-
bbons, 1994), no qual o contexto que direciona e impulsiona o
desenvolvimento científico e tecnológico é caracterizado pela mer-
cantilização e comercialização do conhecimento, competitividade
e diversificação dos locais de pesquisa. Nesse modo atual, o pro-
cesso de produção do conhecimento caracteriza-se pela transdis-
ciplinaridade e heterogeneidade institucional. Parte de problemas
práticos, ou de demandas econômicas ou sociais e não apenas de
interesses cognitivos. Os atores são os pesquisadores, mas, também
o são os empresários, a mídia, ONGs, entre outros. E, além das re-
gras acadêmicas, o pesquisador deve também seguir outras, como,
por exemplo, o preço de mercado (Sobral, 1997; 2001; Barros, 2001).
O balanço dos diferentes conceitos e abordagens do estudo da
ciência até aqui analisados evidencia uma série de divergências
que ultrapassam o recorte interno/externo e as dimensões ide-
ológicas. Trata-se não apenas da escolha entre a comunidade do
pensamento positivista conservador ou o mercado da economia
liberal, e sim de enfoques distintos de diferentes dimensões analí-
ticas da sociedade e das práticas científicas (Hochman, 1994).
O debate sociológico sobre a ciência que se pode estabelecer a
partir de Kuhn e de Bourdieu de um lado, trabalhando com as ma-
croestruturas representadas pela comunidade e pelo mercado e,
de outro lado, Latour, Woolgar e Knorr-Cetina, analisando micro

655
Maíra Baumgarten

processos de interação em laboratório, pode ser situado no âmbito


do debate sociológico mais amplo entre ação e estrutura social, e
entre macro e microssociologia (Hochman, 1994).
Collins (1988) sugere, a partir de análises sobre a possibilidade
de uma tradução e ligação entre as teorias micro e macrossocioló-
gicas, que a existência de uma certa “taxa de incomensurabilida-
de” entre tais teorias, não impede a exequibilidade de combinação,
redução ou tradução de análises que se preocupam com as grandes
e com as pequenas escalas, o que se daria através da diferenciação
de escalas (tempo, espaço e número).
As noções de comunidade, campo, mercado, arena passam, se-
gundo afirma Hochman (1994), a significar respostas a problemas
colocados em diferentes escalas e que podem ter bons rendimentos
analíticos se ficar explícita a dimensão em que cada autor trabalha.
Concordando, no presente estudo, com essa ideia, foram incorporados
criticamente diversos conceitos, vistos como adequados para os
diferentes níveis da análise aqui empreendida.
Tendo como referência essa reflexão teórica, considera-se que
a análise da ciência e de suas relações com a sociedade não pode
prescindir da perspectiva macrossocial que trata dos condicionan-
tes sociais do desenvolvimento científico e tecnológico, ao mesmo
tempo em que permite identificar as consequências para a socie-
dade estudada da forma assumida pelo desenvolvimento científico
e tecnológico que dela se origina. Não obstante, como se depreen-
de da análise crítica efetuada antes, essa abordagem tem se mos-
trado insuficiente para a análise dos micros processos sociais que
envolvem a ação dos atores no setor e seu papel na manutenção ou
transformação das estruturas sociais.
A partir dessas considerações, a ideia de coletividades científi-
cas – enquanto locus de interação entre pesquisadores (incluindo
a concorrência e o conflito) e das diversas inter-relações sociais en-
volvidas na produção da ciência e tecnologia, considerando os dis-
tintos componentes encontrados na estrutura social investigada
– emerge como a alternativa teórica mais adequada para a análise
656
Coletividade científica, inovação e comunicação

da articulação entre processos macrossociais (estruturas sociais) e


microssociais (ação dos atores), presentes nas relações entre ciên-
cia, tecnologia e sociedade na América Latina.
No âmbito do debate sobre a articulação entre processos sociais
de distintas escalas (macro e micro), situa-se também o problema
da atual constituição da coletividade científica no Brasil, suas for-
mas de atuação e sua estreita ligação com a formulação e gestão
das políticas de C&T.

A coletividade científica no Brasil e a gestão de C&T

A seguir são apresentados alguns dos resultados de um estudo so-


bre as políticas de C&T no Brasil, especificamente no que se refe-
re ao papel dos cientistas na formulação e implementação dessas
políticas9. O conceito de coletividade científica, tal como sugerido
anteriormente, demonstrou ser o mais adequado para a investiga-
ção proposta, a partir da qual se empreendeu a análise das relações
entre Estado e os atores diretamente envolvidos na atividade de
pesquisa.
Existe uma ampla e interessante bibliografia sobre o tema,
tratando diversos aspectos relevantes dessa relação. Iremos, a se-
guir, integrar esses materiais com aqueles colhidos em pesquisa
de campo, objetivando apresentar uma visão articulada e coeren-
te das múltiplas dimensões da relação entre Estado e coletividade
científica no Brasil, sua construção histórica e o modelo de desen-
volvimento científico e tecnológico sui generis que dela resultou.
Ao analisar as relações entre cientistas e Estado, Michelangelo
Trigueiro afirma que são elas, em uma “...combinação de interesses
e de necessidades específicas, uma forma de mutualismo, que dão

9
O estudo referido denomina-se Conhecimento e Sustentabilidade. Políticas de Ciência,
Tecnologia e Inovação no Brasil Contemporâneo. Baumgarten, Maíra. Ed. UFRGS/
Sulina, 2008.

657
Maíra Baumgarten

sentido e coerência a todo o processo em que se constitui e se con-


solida a nossa base científico-tecnológica” (2001, p. 37).
As relações entre Estado e coletividade científica para operacio-
nalizar e implementar as políticas de C&T tiveram sempre como
espaço privilegiado de atuação as agências de fomento CNPq e Ca-
pes, as quais se caracterizam por longa história de interação com
a coletividade científica por meio dos canais de representação des-
tas que se constituem – formalmente – segundo critérios embasa-
dos na competência técnico-científica.
De acordo com Sobrinho (2001), aqueles que detêm participa-
ções em colegiados que influenciam na alocação e distribuição de
recursos para investimentos em C&T são portadores legítimos de
uma representação conferida pela própria coletividade. Essa re-
presentação resulta, por sua vez, em uma influência real e concre-
ta sobre o processo de planejamento e definição de investimentos.
Essa situação, segundo Sobrinho,

“...se reflete também em um esforço adicional na capacidade desses


representantes em influenciar, de fato, na imposição ao campo de
problemas, métodos e teorias científicas, o que, em suma, pode ser
traduzido na forma como determinada área de conhecimento irá
evoluir. Desta forma, na disputa por recursos entre vários concor-
rentes com mesmo mérito científico, aqueles cujas propostas estão
mais de acordo com a corrente dominante, certamente terão maio-
res chances de obter apoio” (Sobrinho, 2001, p. 166).

Considerando que não existem instâncias que legitimem as ins-


tâncias de legitimidade e que o universo no qual ocorrem os pro-
cessos que conferem legitimidade à prática científica não é uma
esfera isolada dentro da sociedade, a legitimidade nesses casos é
retirada da força relativa dos grupos de interesse (Sobrinho, 2001).
Por outro lado, a agenda de pesquisa acadêmica possui diversas
fontes de influências, e essas sofrem, de acordo com Velho (1993),
forte condicionamento das instituições às quais se filiam os pes-
quisadores. Assim, dependendo do tipo de locação institucional do

658
Coletividade científica, inovação e comunicação

cientista – universidades, institutos de pesquisa ou empresas pri-


vadas –, esse enfatizará diferentes critérios na construção de sua
agenda.
Cabe recordar qual política de educação, no que se refere ao
ensino superior, assumiu inicialmente um papel significativo na
estruturação da coletividade científica no país. O modelo educa-
cional de nível superior no Brasil teve como base universidades
que aliam ensino, pesquisa e extensão, mesclando influências da
concepção europeia e norte-americana de universidade. A forma-
ção de cientistas e de técnicos e a pesquisa acadêmica ocorreram,
até o final da década de 1960, nas universidades mantidas pelo Es-
tado, que teve, aqui, papel similar àquele desempenhado na estru-
turação do parque industrial brasileiro, qual seja, bancar os custos
dos investimentos onde a iniciativa privada não encontrava estí-
mulos suficientes para ocupar o espaço existente ou criar novos
espaços10 (Nunes, 1994).
A partir da Reforma Universitária de 1968, houve uma expan-
são desordenada de instituições de ensino superior particulares,
em sua maioria escolas isoladas, sem planejamento e sem critérios
definidos de qualidade, mesmo assim apoiadas financeiramente
pelo Estado. O estímulo à expansão das instituições privadas com
subsídio do Estado deveu-se, em parte, às pressões por mais vagas
no ensino superior e respondeu aos interesses dos empresários
vinculados à área (Sobral, Pinheiro e Rosso, 1987; Neves, 2002).
Iniciou-se, então, um progressivo processo de enfraquecimen-
to da universidade pública, através de cortes sucessivos de ver-
bas, comprometendo a qualidade das atividades de pesquisa, de
ensino e de extensão. Ao mesmo tempo, parte das verbas desti-
nadas à educação era aplicada no setor privado que cresceu e se
fortaleceu. A expansão do ensino superior, neste período, deu-se

10
A montagem de estruturas de ensino e pesquisa exige grandes investimentos em
infraestrutura (laboratórios, bibliotecas, equipamentos de informática) cujo retorno
econômico é lento e de elevado risco o que a tornava desinteressante para a iniciativa
privada.

659
Maíra Baumgarten

predominantemente de acordo com as leis do mercado e com o fa-


vorecimento, pelo Estado, das instituições privadas. A mercadoria
à venda era o ensino, e os cursos oferecidos eram os de menor cus-
to, visando ao retorno rápido e sem preocupação com a qualidade
(Sobral, Pinheiro e Rosso, 1987). As condições de trabalho dos do-
centes (em geral horistas) e a falta de infraestrutura para pesquisa
impediam, na maior parte das instituições privadas, o desenvolvi-
mento sistemático de pesquisas.
A Lei da Reforma Universitária de 1968 incluiu a pesquisa entre
as atividades da universidade, porém os Planos Básicos de Desen-
volvimento Científico e Tecnológico (PBDCT) denotam uma ênfase
na pesquisa aplicada e tecnológica e no seu desenvolvimento em
instituições não-universitárias11.
Em um contexto mais amplo, a partir da Constituição de 1967
e do Plano Estratégico de Desenvolvimento (PED), que propôs, de
forma explícita e sistematizada, uma política científica e tecnoló-
gica para o país, o Estado colocou em segundo plano a pesquisa
universitária, criando empresas estatais empregadoras de alta
tecnologia e demandantes de resultados de pesquisa científica e
tecnológica (Embraer, Telebrás, Nuclebrás). Instalaram-se tam-
bém centros de pesquisa em empresas como Petrobrás, Usiminas,
Eletrobrás. Do I PBDCT (1973-1974), consta o estímulo à pesquisa
de empresas e instituições governamentais, enfocando a necessi-
dade de a universidade integrar-se ao sistema produtivo, sem, no
entanto, referir-se às condições efetivas de consolidação de uma
estrutura de pesquisa universitária.
A ideologia de segurança e desenvolvimento que procurava
justificar a centralização do regime político funcionou como ar-
gumento decisivo em favor da pesquisa científica e tecnológica
desenvolvida em área estratégica e em empresas estatais. A cria-
ção e o fomento de uma estrutura de pesquisa paralela à univer-
sidade eram, então, coerentes com o modelo de desenvolvimento

11
Ver I, II e III PBDCT. Brasília, Presidência da República, Seplan, CNPq.

660
Coletividade científica, inovação e comunicação

econômico que envolvia uma crescente associação entre o setor


econômico controlado diretamente pelo Estado, os capitalistas
locais e as empresas multinacionais, com o fim de viabilizar o
processo de internacionalização da economia (Sobral, Pinheiro e
Rosso, 1987).
A ênfase ao financiamento da pesquisa tecnológica, adaptativa
e a redução das verbas para as universidades públicas relacionada
à expansão subsidiada do setor de ensino superior privado, por um
lado, e os expurgos e pressões políticas sobre docentes e pesqui-
sadores durante o regime militar12, por outro lado, dificultaram
a integração da universidade à sociedade, restringindo seu papel
social. Outrossim, os Planos Nacionais de Pós-graduação e a pró-
pria Reforma Universitária possibilitaram que a pesquisa básica
se estabelecesse no contexto universitário. Segundo Schwartzman
(1985), em meados da década de 1980, das 5 mil unidades de pesqui-
sa existentes no país, nas regiões e áreas de conhecimento pesqui-
sadas por ele à época, sessenta por cento (60%) estavam localizadas
em instituições universitárias, trinta e dois por cento (32%) locali-
zavam-se em institutos de pesquisa governamentais não-universi-
tários e oito por cento (8%), em empresas para a produção (públicas
ou privadas), sendo a maior parte destas estatais.
Enquanto áreas de pesquisa definidas como estratégicas (ener-
gia, comunicações, agronomia) ficaram com as instituições de pes-
quisa não universitárias (Embrapa, Fiocruz, Telebrás, Petrobrás,
entre outras) e contavam com investimentos maiores da União,
a pesquisa básica desenvolveu-se à custa de grandes esforços no
contexto universitário (Sobral, Pinheiro e Rosso, 1987; Guima-
rães, 1994; Schwartzman,1985).
A opção de uma política educacional privatizante (em termos
de ensino superior), aliada à ênfase conferida à pesquisa tecno-
lógica em termos de destinação de recursos, moldaram uma das
características fundamentais da pesquisa universitária brasileira:

12
Ver Fernandes (1989);

661
Maíra Baumgarten

o financiamento (primordialmente) com recursos externos à uni-


versidade13. A falta de recursos orçamentários para pesquisa nas
universidades públicas levou à necessidade de uma permanente
busca de alternativas para o financiamento da pesquisa, que tem
sido efetuado através de agências de fomento como Finep e CNPq,
de órgãos governamentais como Banco do Brasil e BNDES, de ins-
tituições privadas ou de organizações internacionais como Banco
Mundial, BIRD, OMS, OIT, entre outras (Guimarães, 1995).
Cabe relembrar aqui que um dos problemas acentuados por
essa característica foi a seletividade em termos de regiões e de
instituições, de equipes de pesquisadores e de áreas prioritárias
(Sobral, Pinheiro e Rosso, 1987). Alguns centros universitários,
principalmente aqueles localizados em estados com melhores con-
dições econômicas e culturais, conseguiam mais facilmente finan-
ciamento para suas pesquisas e qualificavam seus pesquisadores,
formando centros de excelência, vindo a ocorrer uma alta concen-
tração desses na região Sudeste.
A instabilidade do fomento foi outra consequência do financia-
mento externo (Guimarães, 1995). As linhas de pesquisa sofriam
descontinuidades em decorrência de mudanças de orientação nas
agências de fomento, mudança nos critérios de decisão para novos
pedidos de financiamento, entre outros fatores. Eram frequentes
também os entraves burocráticos devido à multiplicidade das fon-
tes de financiamento e de outras exigências específicas com rela-
ção às propostas de pesquisa.
A condução do setor científico e tecnológico nas décadas
de 1970 e 1980 no Brasil reforçou o distanciamento entre a pes-
quisa básica e a pesquisa tecnológica, mantendo-se a coletividade
acadêmica distanciada das demandas sociais e do setor produtivo.

13
Conforme o próprio III PBDCT, que coloca explicitamente: “Atualmente ...a maior
parte das pesquisas desenvolvidas nessas instituições é mantida com recursos ex-
traorçamentários, com consequente instabilidade de suas atividades” (p. 21).

662
Coletividade científica, inovação e comunicação

As características de autoritarismo, apelo nacionalista e pla-


nejamento centralizado do regime militar favoreceram a cultura
clientelística e a organização da pressão corporativa na sociedade.
Tais condições propiciaram a atuação de frações de classes sociais
e de grupos de interesse no interior do Estado.
Nesse contexto, e a despeito das dificuldades, a coletividade
científica brasileira cresceu e se fortaleceu, buscando as armas po-
líticas adequadas ao momento, fugindo do enfrentamento e, des-
sa forma, alcançando avanços na expansão do setor de C&T e na
satisfação de seus interesses. Para isso contribuíram instituições
como a ABC e a SBPC, além das inúmeras sociedades ligadas a di-
ferentes áreas e disciplinas que se foram constituindo no decorrer
do período14.
Interessa destacar que Lovisolo (2000), analisando as diferenças
entre Argentina e Brasil, no que se refere a C&T, denomina a estraté-
gia assumida pelos cientistas no Brasil de “academicista”, definin-
do-a como uma estratégia que tem como base lealdade ao projeto
de desenvolvimento da ciência, a seus valores e normas de funcio-
namento. De acordo com o autor, na estratégia “academicista”:

“A lealdade maior é (...) em relação ao próprio grupo e a seus valores:


a verdade, o conhecimento, enfim, uma certa idealização da ciência.
Considera habitualmente que a ciência é internacional... Reconhece
que, apesar dos padrões universalistas da ciência, existe competição
entre os cientistas das nações... promete glórias à sua própria nação,
reconhecimentos e benefícios na competição científica internacio-
nal, e sugere que os cientistas, com as aplicações da ciência podem
oferecer uma vida melhor” (Lovisolo, 2000, p. 94-95).

A formação e o desenvolvimento da coletividade científica no país


sofreram forte influência das opções do Estado nas políticas de
educação e de C&T. Pelo lado da política de educação, a Reforma

14
Entre os anos 1970 e 1980 criaram-se inúmeras associações político-profissionais e
de pesquisa em diferentes áreas do conhecimento.

663
Maíra Baumgarten

Universitária e o estímulo à expansão das instituições privadas,


com subsídio do Estado, significaram canalizar recursos para esse
setor. A contraface dessa escolha foi representada pelos problemas
de financiamento enfrentados pelas universidades públicas, pela
instabilidade crônica dos recursos para a pesquisa, bem como pela
grande importância que as agências e órgãos de fomento à pesqui-
sa (nacionais e internacionais) assumiram para a constituição e
desenvolvimento da coletividade acadêmica e da própria atividade
científica.
Pelo lado da política de ciência e tecnologia, é importante res-
saltar que a opção do Estado brasileiro de buscar legitimidade na
coletividade científica e sua inclusão nas escolhas sobre as desti-
nações do fomento, mantendo-a, entretanto, apartada da decisão
sobre o montante de recursos e dependente das verbas das agên-
cias, contribuiu para que essa coletividade assumisse uma face
predominantemente acadêmica e buscasse formas de sobrevivên-
cia e de crescimento a partir de uma progressiva atuação dentro
das próprias estruturas do Estado.
O modelo de relação entre Estado e coletividade científica aca-
dêmica que daí resultou incorpora os cientistas de tal modo na
gestão do setor de C&T, que esses passam a ter uma participação
decisiva nos rumos do fomento e na conformação da própria es-
trutura de C&T não só executando a pesquisa, como também in-
tervindo no planejamento e na gestão e coordenação do setor, mas
não nas decisões sobre orçamento.
Através de suas sociedades representativas15, a coletividade
científica passou, pois, a ser um elemento fundamental para o pla-
nejamento e gestão de C&T, atuando diretamente nas agências de

15
O processo de reativação e/ou criação de associações científicas na busca de re-
presentação de particularidades dos diversos campos da ciência e de interesses de
seus praticantes foi facilitado pelo estímulo das agências, notadamente a Capes, que
apoiou a criação de associações nacionais de pesquisa para as diversas áreas que se
organizavam.

664
Coletividade científica, inovação e comunicação

fomento e inclusive no Ministério de Ciência e Tecnologia16, imple-


mentando políticas, ações de investigação e desenvolvendo crité-
rios de avaliação, por meio da participação de pesquisadores em
comitês, comissões e conselhos, cujas indicações passaram a ser
feitas mediante consultas a sociedades e associações.
O efeito da presença da coletividade científica no setor de C&T,
seja através da ação direta de representantes, seja por pressões
exercidas sobre o governo (no sentido de preservar instituições,
obter mais recursos, organizar o setor) foi inegavelmente bené-
fico. Essa atuação, não obstante, construiu-se no interior de uma
política clientelista, fortemente associada a ações de grupos de
interesses, cuja tendência é a autopreservação, com base em es-
quemas apoiados na visão dos pares e em uma perspectiva excessi-
vamente endógena e fragmentária da realidade (baseada em áreas
e disciplinas)17.
O relativo isolamento da coletividade científica acadêmica
frente às demandas sociais e do setor produtivo contribuiu para
reforçar a opção empresarial em preferentemente importar tec-
nologia, ou (no caso das estatais) desenvolver pesquisa no próprio
âmbito das empresas, dificultando mesmo o estabelecimento de
relações ad hoc entre empresas e universidades. As lógicas distin-
tas dos cientistas e das empresas tornam difíceis as relações entre
os dois tipos de instituições e, de modo geral, o empresariado tem
estado ausente tanto do investimento em C&T, quanto da formu-
lação e implementação das políticas na área. A composição inicial
do Conselho Científico e Tecnológico do Ministério de Ciência e
Tecnologia (CCT/MCT) sequer contemplava a representação for-
mal de empresários ou trabalhadores18.

16
Há exemplos de Ministros de C&T e secretários do MCT oriundos da coletividade
científica.
17
Para o debate sobre esse tema, ver: Albuquerque e Rocha Neto (1994); Corrêa (1996);
Sobrinho (2001); Trigueiro (1999); Diniz & Guerra (2000), entre outros.
18
Ao final da década de 1980, o CCT, mais importante órgão formulador de políticas
em C&T, passou a ser composto por 15 membros: 6 representantes da comunidade,
envolvendo cientistas, empresários e tecnólogos e nove representantes dos diversos

665
Maíra Baumgarten

Na perspectiva desse trabalho, as dificuldades de estruturação


do campo científico, sua tênue vinculação com o setor produtivo e
a baixa relação estabelecida entre ciência e qualidade de vida da
população, resultando em demandas tímidas e restritas por parte
da sociedade, acentuaram a tendência de isolamento da coletivi-
dade científica acadêmica, tendência essa que acabou por se tra-
duzir em dificuldade de perceber a prática científica como prática
social e na eventual exaltação de uma concepção “narcísica” da
autonomia da ciência.
Esse ponto de vista se articula à apologia da livre concorrência
e da igualdade de oportunidades entre os cientistas, que compe-
tiriam de acordo com seus méritos, com a consequente recusa ao
estabelecimento de prioridades externas aos interesses da própria
coletividade científica e, principalmente, a negação de legitimi-
dade de acesso aos recursos de regiões e de instituições que não
possuam grupos consolidados. Por outro lado, visando à obtenção
dos recursos crescentemente escassos, os cientistas buscam exer-
cer influência efetiva sobre a destinação de recursos para a área,
principalmente através das agências de fomento.
Resta indagar como este modelo de interação entre Estado e
cientistas e a noção de comunidade científica como algo autôno-
mo e autocentrado em seus próprios temas repercutiu no tipo de
ciência produzida no Brasil, na relação cientistas/sociedade e em
conceitos estratégicos como Inovação e Comunicação Pública de
Ciência?

ministérios com interesse na área. O conselho deliberativo do CNPq contava também


com uma representação dos empresários.

666
Coletividade científica, inovação e comunicação

Um conceito ampliado de inovação e a comunicação pública


de ciência

Alguns temas são essenciais para refletir sobre a capacidade hu-


mana de manter-se, preservar seu ambiente natural e conduzir sua
vida social e, entre esses, está a produção e usos de conhecimentos
científicos e tecnológicos, sua distribuição no planeta e sua relação
com o desenvolvimento econômico e social.
A ciência moderna surge em estreita relação com a sociedade,
relação essa que se aprofunda a partir da crise sistêmica que se
instala no terço final do século XX. Entre as opções para sair da
crise, encontra-se a remodelagem da base material da sociedade
com base em estratégias de acumulação, que se apoiam em proces-
sos de geração e de difusão de novos conhecimentos. A partir daí
identifica-se também uma ênfase crescente na incorporação do co-
nhecimento científico pelas empresas em seus produtos visando
aumentar produtividade e competitividade, através de inovação.
Na sociedade contemporânea, a tecnociência assume-se como
o conhecimento privilegiado para produzir desenvolvimento,
ocupando uma posição dominante em relação a conhecimentos
alternativos e/ou com maior grau de reflexividade. Ao lado disso,
a crescente preocupação com a inovação na produção de ciência
e tecnologia articula-se à busca de competitividade e uma noção
estreita de progresso, associada à acumulação capitalista e ao de-
senvolvimento tecnológico (Baumgarten, 2014).
Esse panorama está relacionado diretamente a um paradigma
que entende desenvolvimento essencialmente como tecnológico e
econômico. O conceito de desenvolvimento que vem sendo utiliza-
do para pensar as sociedades latino-americanas tem apresentado
muitas vezes uma perspectiva restritiva, concebendo-o como um
desafio meramente econômico relacionado à ideologia da moder-
nização. O desenvolvimento é um fenômeno que não se reduz ao
mercado e deve ser pensado como uma expressão cultural mais

667
Maíra Baumgarten

ampla, relacionado a múltiplos padrões de poder que atuam na re-


alidade social (Martins, 2012).
A atual crise do capitalismo recoloca a necessidade de reflexão
crítica sobre a centralidade do capital e dos fatores econômicos
na produção de ciência e tecnologia e principalmente a necessi-
dade de incorporar princípios éticos ao desenvolvimento destes
saberes. Pensar a relação entre sociedade, conhecimentos e sus-
tentabilidade compreende pensar os conhecimentos científicos e
tecnológicos como produtos sociais que refletem valores e contra-
dições das sociedades que os engendram e que, ao mesmo tempo,
contribuem para a formação dessas sociedades em um processo de
duplo condicionamento.
O cenário mundial que se desenhou a partir da crise levou a
um relativo consenso entre os defensores do desenvolvimento ca-
pitalista e seus críticos quanto à urgência da adoção de estratégias
sociopolítico-ambientais sustentáveis19. Entretanto, há que consi-
derar que a proposta de adoção das estratégias de desenvolvimen-
to sustentável tem sentidos bastante diferentes para os distintos
grupos envolvidos, significando para uns, tornar mais aceitáveis e
menos perigosos os atuais rumos do desenvolvimento capitalista,
inserindo certos mecanismos de controle; enquanto para outros a
noção de sustentabilidade contém um questionamento do próprio
núcleo das atuais formas de produção da vida – a mercantilização
geral e a crescente e sistemática exploração depredadora do am-
biente e dos seres que o constituem (Baumgarten, 2011, 2014).
Há, pois, profundas diferenças, tanto no que se refere ao tipo
de estratégias propostas para a obtenção de um desenvolvimento
sustentável e quem deve arcar com os maiores custos econômicos
e sociais, quanto com relação à real aplicabilidade dessas estraté-
gias, mantendo-se as atuais formas de organização econômica e
social.

19
Um panorama desse debate pode ser encontrado em Wood e Foster (1999); Bursztyn
(2001).

668
Coletividade científica, inovação e comunicação

O Estado, personagem importante no que se refere ao desen-


volvimento sustentável, tem sido levado a gerir restritivamente a
demanda ambiental e social, refletindo seus compromissos con-
cretos e históricos, e suas crescentes limitações frente aos interes-
ses do mercado e do capital financeiro internacional; entretanto,
não pode abrir mão do discurso da proteção ambiental, da quali-
dade de vida e de uma ciência e tecnologia, voltadas para a reso-
lução dos graves problemas sociais e ambientais do novo século,
sob pena de perder legitimidade (Bernardo, 1996, 2001; Baumgar-
ten, 2010; 2014). As empresas, por outro lado, preocupadas com
o retorno de curto prazo, buscam soluções paliativas e baratas
apoiadas ou não na tecnociência, sem levar em conta os problemas
criados para as gerações futuras.
A possibilidade de um desenvolvimento sustentável tem como
fundamento uma nova concepção de ciência na qual os princípios
da solidariedade e da dignidade humana substituam os princípios
do produtivismo e do cálculo (racionalidade quantitativista).
De acordo com Madel Luz (2012), é fundamental pensar as re-
lações entre ciência, tecnologia e poder, refletindo sobre como a
produção do saber científico está relacionada e condicionada pe-
las hierarquias de poder e por interesses políticos e econômicos.
É necessário problematizar o lugar que as verdades científicas
produzidas pela tecnociência vêm ocupando no imaginário social,
produzindo uma série representações sobre a vida, representações
essas que se estendem ao senso comum e que carecem de um olhar
crítico e reflexivo (Baumgarten, 2014).
A globalização econômica com base no paradigma da ciência
moderna e na inovação tecnológica convencional (fundada nas
ideias de neutralidade, determinismo e autonomia da ciência) tem
sido apresentada como inexorável, vista como algo a ser reprodu-
zido em todos os recantos do mundo. Seus efeitos deletérios nas
economias e sociedades periféricas são desconsiderados ou trata-
dos como algo transitório (Baumgarten, 2014).

669
Maíra Baumgarten

A ideia de inovação (tecnológica) como força produtiva e sua


relação com a produtividade, a competitividade, o lucro e a acu-
mulação capitalista podem ser encontradas já nos estudos iniciais
sobre o capitalismo – notadamente Marx (2012) e, após, Schum-
peter (1957). Entretanto, na sociedade contemporânea, essa noção
adquire importância crescente não só na literatura especializada,
como no âmbito do senso comum (Baumgarten, Lima, 2013).
De acordo com Castilhos (2011, p. 225), o termo inovação desig-
na “todos os processos que envolvem o uso, a aplicação e a trans-
formação dos conhecimentos técnico e científico em recursos
relacionados à produção e à comercialização, tendo, no sistema
capitalista, o lucro como perspectiva”. Essa concepção expressa, do
mesmo modo, o fenômeno histórico de aproximação sistemática
entre ciência, técnica e produção (Idem, p. 227), em que inovação
se confunde, muitas vezes, com a ideia de inovação tecnológica,
e se insere dentro de um esquema tradicional do processo inova-
dor: pesquisa fundamental – pesquisa aplicada – desenvolvimento
experimental – inovação – comercialização, ainda que atualmente
sejam reconhecidas as relações interativas e recursivas entre as di-
ferentes etapas (Baumgarten, Lima, 2013).
As correntes críticas dos estudos sobre inovação, por outro lado,
focam-se nas vantagens que esta pode gerar, por exemplo, no que
diz respeito à questão da redistribuição ou da equidade social. Isto
é, ocupam-se dos efeitos sociais e, em especial, das ações inovado-
ras baseadas no conhecimento científico. Desse modo, os interes-
ses se dirigem à investigação de como as inovações potencializam
ou restringem a ação social, impõem formas sociais novas, ou como
agem de maneira a gerar mudanças sociais de grande profundida-
de ou novos regimes econômicos sob influência dos impactos so-
ciais da tecnociência (Esquinas, 2012). Essa ideia, entretanto, não
contém o cerne da crítica ao conceito dominante de inovação: a
perspectiva unidimensional que a vê apenas em sua característica
de se articular aos interesses dos grupos dominantes na sociedade

670
Coletividade científica, inovação e comunicação

e ser, ela mesma, instrumento de potencialização de relações so-


ciais de exploração (Baumgarten, Lima, 2013; Baumgarten, 2013).
Importa ressaltar que a capacidade de inovação de empreen-
dimentos e nações não se resume a seu potencial econômico de
investimento em produtos e processos associados a novas tecno-
logias, mas que também se relaciona à capacidade de aplicar e
aproveitar de modo socialmente inclusivo e efetivo os resultados
da pesquisa científica e tecnológica para a satisfação de necessi-
dades sociais (Baumgarten, 2008; Maciel, 2005), o que inclui uma
visão crítica relativamente ao desenvolvimento da tecnociência,
crescentemente articulada ao lucro de grandes conglomerados.
A ideia de inovação social parte, aqui, de outra perspectiva e de
novos parâmetros. Seu fundamento encontra-se na resolução de
problemas coletivos, de carências e necessidades sociais e não na
solução de problemas de competitividade e produtividade de em-
presas (Baumgarten, Lima, 2013).
A agregação da palavra social ao conceito de inovação é, por-
tanto, uma forma de marcar a diferença de perspectiva com rela-
ção ao conceito reducionista de inovação. É, em suma, uma forma
de trazer o conceito de volta ao seu sentido original: inovação sur-
ge da prática, de potencialidades existentes e da aplicação de co-
nhecimentos em problemas concretos que se apresentam durante
o processo de produção da vida e em nossas relações sociais e com
a natureza.
A técnica (arte de transformar, criar para atender necessidades)
e a inovação estão presentes na história desde seus primórdios. A
articulação entre técnica e inovação (em seu sentido pleno) viabili-
za a busca de novas possibilidades para a inclusão social e para um
diferente relacionamento entre o ser humano e a natureza da qual
faz parte. Seu desenvolvimento engloba, desse modo, a questão da
sustentabilidade natural, econômica e social, além de requerer a
articulação entre atores e a constituição de redes que envolvam
cientistas e demais produtores de conhecimento, no sentido de

671
Maíra Baumgarten

promover o aprofundamento das relações entre a coletividade


científica e a sociedade (Baumgarten, Lima, 2013).
Inovação está, portanto, em qualquer ação/movimento desti-
nado à criação de algo novo (diferente do que já existe) que visa
resolver problemas, necessidades ou carências de indivíduos e/ou
grupos e que contém conhecimentos (de ordem prática e/ou teóri-
ca), estando articulada ao estágio da técnica e do conhecimento de
uma dada sociedade (território/cultura) em um determinado mo-
mento histórico. Pode ser, assim, relacionada a desenvolvimento,
menos na acepção de progresso do que na de mudança histórica
(Baumgarten, 2013).
A inovação, não obstante, da mesma forma que a ciência e a
tecnologia, é um produto social e, como tal, refletirá sempre os in-
teresses presentes na sociedade em que se desenvolve. A questão
que aqui se coloca é: em uma sociedade que atravessa um período
de transição é importante ampliar o conceito dominante, incorpo-
rando a este, elementos que atendam interesses e ações dos grupos
subordinados.
O mundo atual é pleno de artificialidades, mesmo aqueles ele-
mentos que se apresentam a nós como naturais tais como animais
(domésticos e de criação), árvores e vegetais, são, na verdade, arti-
ficialidades criadas por humanos, são o resultado da ação humana
sobre a natureza, de estudos e práticas de intervenção que se vêm
desenvolvendo há milênios. Entretanto não há clareza na socie-
dade sobre essa problemática, há pouca informação qualificada
e questionamento efetivo sobre os efeitos da nossa intervenção
sobre o ambiente e, especificamente, sobre as atuais formas assu-
midas pela ciência e tecnologia e seus resultados, o que dificulta o
debate informado sobre o tema e um possível redirecionamento
dos processos e produção de conhecimentos.
O conceito ampliado de inovação permite pôr em primeiro pla-
no a capacidade de indivíduos e grupos de se organizarem visando
à obtenção de conquistas sociais e (re) distribuição do poder, os
quais dependem, em grande parte, de seu grau de informação e
672
Coletividade científica, inovação e comunicação

de instrução, isto é, da distribuição do saber. Dada a centralidade


do conhecimento científico e tecnológico tanto para a reprodução,
quanto para a transformação da relação entre produção/acumula-
ção/distribuição de conhecimento – indissociável da relação entre
inclusão social, econômica e política –, a informação sobre ciência,
a divulgação científica e o incentivo ao debate informado sobre o
tema são condições imprescindíveis para o surgimento de inova-
ções, tendo-se como base sua perspectiva ampliada, o que passa,
necessariamente, pela capacidade de integração de saberes (Ma-
ciel, 2005; Baumgarten, Lima, 2013; Baumgarten, 2013).
Os espaços de debate sobre ciência, tecnologia e inovação e a
divulgação científica dirigida ao público em geral são instrumen-
tos essenciais para a compreensão informada da nossa realidade
cotidiana, da natureza do conhecimento científico e tecnológico
existente, de sua articulação com os interesses presentes em cada
sociedade e de seu papel nos processos cotidianos da vida.
Assim a comunicação pública de ciência age como um instru-
mento de cidadania ampliando e qualificando o debate sobre a ci-
ência, tecnologia e inovação no mundo contemporâneo. Decisões
em ciência e tecnologia têm consequências comerciais e estratégi-
cas profundas. A formação de uma cultura científica faz parte de
um processo de criação de mediações entre quem produz ciência e
tecnologia e a sociedade, mediações entre, de um lado, os cientistas
e demais atores do campo científico e tecnológico e, de outro lado,
aqueles que necessitam desses conhecimentos para melhorar sua
vida ou que recusam determinadas tecnologias por inadequadas e
portadoras de insustentabilidade.
A perspectiva de inovação ampliada envolve o recurso às ciên-
cias sociais e a outras formas de pensar a natureza e a sociedade, a
partir da visão da complexidade, assim como envolve a criação de
novos instrumentos teórico-metodológicos para refletir sobre um
mundo cada vez mais complexo. O paradigma da ciência moderna
não parece capaz de dar conta dessa nova complexidade. Ao lado

673
Maíra Baumgarten

disso se faz também necessária uma nova perspectiva de solidarie-


dade, ou seja, uma nova forma de fazer e pensar a política.
A inovação, aqui, está profundamente articulada à possibilida-
de de projetar utopias que superem as conquistas da modernida-
de, incorporem o domínio coletivo e consciente das ciências, das
técnicas, das escolhas de produção, de distribuição e de consumo
de bens materiais e não materiais. A crítica da racionalidade ins-
trumental própria do paradigma da ciência moderna permite vi-
sualizar um novo sentido de tempo, para além do encadeamento
mecânico envolvido no desdobramento causal dos acontecimentos
normais e presente na ideia usual de progresso e desenvolvimen-
to. Um tempo heterogêneo, pontuado por momentos propícios e
oportunidade a serem capturadas (Löwy; Bensaïd, 2000).
Perceber a história como processo aberto, pleno de possibilida-
des, permite a ruptura com o sentido de tempo linear, típico da
noção de progresso usualmente utilizada, permite pensar estrate-
gicamente e planejar novos modos de conhecimento que sirvam
como alavancas para uma sociedade sustentável.

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681
IV.
Ciudades, trabajo y figuraciones
La trilogía del trabajo
Valor, (des)valor y plusvalía
en la era de la desantropomorfización1

Ricardo Antunes

Introducción2

La obra maestra de Ciro Alegría, Grande y extraño es el mundo (1981),


es una inmersión profunda en el mundo indígena y amazónico.
Además de su contenido sustancial, tiene una gran fuerza metafó-
rica en su título. Este recuerdo vino a mi mente en febrero de 2020,
con la irrupción de la pandemia de COVID-19.
Hace poco tiempo, todo parecía seguir su normalidad: una dife-
rencia abismal entre ricos y pobres, mucho más profunda en el Sur
Global, pero también presente y en expansión en el Norte. Y así, el
capitalismo parecía seguir su curso natural. Había logrado superar
los duros años 1968 y 1973. En 1968, en las revueltas en Francia (que
se propagaron en varias partes del mundo), el sistema capitalista

1
Este texto tiene como objetivo hacer un breve resumen de algunas de nuestras te-
sis presentes en el Proyecto ¿(Des)valor del trabajo: camino a la uberización y desan-
tropomorfización? (Beca de Productividad -Consejo Nacional de Desarrollo Científico
y Tecnológico brasilero). En él, recupero algunas ideas que se presentaron en otros
libros y artículos debidamente indicados, especialmente en los capítulos XI y VI del
libro Capitalismo Pandémico (2022).
2
Tradución de Flávio Lima.

685
Ricardo Antunes

casi colapsó, teniendo que utilizar todas las medidas represivas


disponibles para sofocar las luchas de los obreros, estudiantes,
feministas, antirracistas y ecologistas (Bihr, 1998) que, de manera
diferenciada, rechazaban tanto el capitalismo de tipo socialdemó-
crata como el socialismo realmente existente.
Se podría decir que, después de estos cinco años que sacudie-
ron el sistema de reproducción sociometabólica del capital (Més-
záros, 1995), todo se ha vuelto muy diferente para preservar el
capitalismo realmente existente. Ingresábamos, entonces, en una
crisis estructural cuyas consecuencias están claramente manifes-
tadas en nuestros días: la devastación de la naturaleza continúa
sin piedad y se vuelve letal, mientras amplios contingentes de la
clase obrera, en todos los rincones del mundo, son testigos coti-
dianos de la expansión del desempleo, desigualdad, pobreza, mi-
seria y precarización. Neofascismo, contrarrevolución preventiva,
racismo, opresión de género, xenofobia, una la lista de abomina-
ciones que es muy extensa. En el otro extremo de la pirámide de
ingresos, una nueva generación de magnates globales, impulsados
por el capital financiero y la maquinaria informacional y digital,
continúa aumentando sus fortunas.
Para darle un nuevo encanto al espíritu del tiempo, se ha ge-
nerado un nuevo diccionario global: algoritmos, tecnologías de la
información y la comunicación (TIC), el internet de las cosas, el big
data, 5G, la inteligencia artificial, Industria 4.0, gig-economy, sha-
ring economy, crowd sourcing, home office, etc. En consonancia con
todo esto, el trabajo digital fue celebrado como el instaurador de
una nueva era dorada, en medio de los escombros del trabajo (An-
tunes, Basso y Perocco, 2021).
Si estas tendencias parecían respaldar las tesis eurocéntricas
acerca del fin del trabajo y de la clase trabajadora, antes de discutir
contemporáneamente sobre estos equívocos, es válido recordar,
desde una mirada latinoamericana y global, lo que es verdadera-
mente sustantivo: al final de cuentas, ¿qué es el trabajo?

686
La trilogía del trabajo

El péndulo del trabajo

Hace pocos años atrás, introdujimos la metáfora del péndulo del


trabajo para expresar nuestra oposición a las formulaciones bina-
rias que resultaban incapaces de comprender la riqueza, la com-
plejidad y las contradicciones existentes en la categoría de trabajo.
Atrapadas en una concepción eurocéntrica (aunque con diferen-
cias entre ellas), sus principales ejes analíticos sostenían que, debi-
do a la intensa expansión de las tecnologías de la información y la
digitalización, sus inevitables conclusiones señalaban la pérdida
de la centralidad del trabajo en el capitalismo contemporáneo.
Hemos presentado nuestra crítica radical a estas formulacio-
nes carentes de sustento empírico y plagadas de lagunas analíticas
en muchas ocasiones (Antunes, 1995; 1999 y 2018). Entre su abun-
dancia de errores teóricos, quizás el principal fue aquel que asoció
directamente el concepto de trabajo como una creación del capita-
lista (Gorz, 2005; Kurz, 1993).
De manera bastante breve, pero central en nuestra concepción,
podemos comenzar indicando que el trabajo floreció como un au-
téntico ejercicio humano, un acto necesario para tejer y plasmar
la vida social. Así, mucho menos que una creación del capitalismo
(que, por supuesto, forjó el trabajo asalariado como un elemento
vital), el trabajo es una creación genuinamente humana (Antu-
nes, 1995 y 1999).
Un breve recorrido teórico es necesario. Fue György Lukács
(2012) el que desarrolló más a fondo este planteamiento en el si-
glo XX. En su elaboración, Lukács recuperó en Aristóteles dos
componentes fundamentales presentes en la acción humana: el
pensar y el producir. Al primero le corresponde la delimitación
de la finalidad −la posición teleológica−, es decir, el acto conscien-
te con el conocimiento necesario de los medios para llevar a cabo
el acto final pretendido. El segundo corresponde a la producción,

687
Ricardo Antunes

la búsqueda, la realización concreta del fin deseado (Lukács, 2012;


Antunes, 1999).
Si el trabajo nace como ejercicio de una actividad vital
(Marx, 2004), actividad humana esencial para la reproducción
humano-social, fue mucho más tarde con el advenimiento del ca-
pitalismo, en mediados del siglo XVIII, que se operó una transfor-
mación sustantiva que acabó por metamorfosear y transfigurar
la actividad vital, convirtiéndola en un medio, en una mercancía
especial −la fuerza de trabajo−, que se volvió esencial para la gene-
ración de plusvalía y para la consiguiente apropiación privada del
excedente de trabajo no pago.
Fue para comprender mejor los múltiples engranajes de este
modo de producción emergente que Mészáros (1995, p. 190) lo lla-
mó un “sistema de mediaciones de segundo orden”, es decir: el
trabajo dejó de tener su sentido originario, la creación de bienes
socialmente útiles, y se convirtió en fuerza de trabajo, cuyo impe-
rativo incuestionable es producir mercancías (materiales e inma-
teriales) para así poner en marcha la rueda de la valorización del
capital emergente. En resumen, el trabajo se transformó de activi-
dad vital en trabajo asalariado.
Si las palabras trabajo, trabalho, travail, arbeit y lavoro no per-
miten, de inmediato, apreciar esta riqueza de contenido que no es
binaria, sino profundamente dialéctica, podemos sugerir que la
doble denominación presente en la lengua inglesa, work y labor
resulta más esclarecedora, una vez que señala que, mientras la ac-
tividad humana (work) es vital e ineliminable para mantener el
metabolismo social entre la humanidad y la naturaleza, la palabra
labor se refiere al trabajo asalariado, abstracto, fetichizado y alie-
nado (Marx, 2013), caracterizado por la sujeción, la dominación y
la explotación desde la Revolución Industrial.
Sin embargo, antes de adentrarnos en las formas contemporá-
neas del trabajo asalariado, es imperativo realizar, de manera sin-
tética y concisa, una importante digresión latinoamericana.

688
La trilogía del trabajo

El primer vilipendio

Si en nuestro continente, el trabajo, desde la instauración del sis-


tema colonial por parte de portugueses y españoles, fue mucho
más sinónimo de esclavitud y servidumbre, es necesario rescatar,
especialmente en los días actuales, la excepcional experiencia vi-
vida en el período en que Brasil y América Latina todavía no esta-
ban colonizados por los europeos y estaban habitados por pueblos
amerindios.3
Antes de la colonización impuesta por el emergente y depreda-
dor capitalismo mercantil, el trabajo que existía en América Latina
se configuró como una actividad vital, autónoma, comunal y ver-
daderamente autosostenible, llevada a cabo por las comunidades
indígenas, cuyo tiempo principal de vida se dedicaba libremente a
atender las necesidades vitales, a la fruición y el gozo (Kopenawa
y Albert, 2010).
Años más tarde, a fines del siglo XV, cuando los españoles y
posteriormente los portugueses llegaron en América Latina, en los
albores de la acumulación primitiva y del mercantilismo, se ins-
tauró el sistema colonial orientado a la producción de productos
agrícolas y la extracción de minerales para la exportación, con
las prácticas de trueques y otros intercambios desiguales inicial-
mente y, posteriormente, la explotación de los pueblos originarios
(especialmente en la colonización española) y la esclavización de
los pueblos afrodescendientes (especialmente en la colonización
portuguesa).
Si el trabajo en la América precolonial estaba principalmente
destinado a satisfacer las necesidades materiales y espirituales de
las comunidades originarias, combinando actividad vital, catarsis
y disfrute, con la invasión de la nueva colonia, las comunidades ori-
ginarias fueron masacradas y nuestra sociedad se convirtió en un

3
Estas indicaciones se encuentran presentes en el capítulo XII del libro Capitalismo
Pandémico (2022).

689
Ricardo Antunes

apéndice de la Metrópoli. Fue ese el verdadero sentido de la coloni-


zación (Prado, 1994).
El trabajo que se realizaba en las comunidades indígenas se
metamorfoseó. De una actividad vital fue convertido a la servi-
dumbre de los pueblos originarios o a la esclavización de los afro-
descendientes. Así, lo que antes representaba elementos de una
actividad vital antes de la colonización europea dio paso a formas
degradantes de trabajo servil y esclavizado, intensificando los ni-
veles de explotación, expropiación y expoliación del trabajo, con el
fin de enriquecer a las emergentes burguesías extranjeras.
Así pues, la forma de trabajo más antisocial y abyecta se
convirtió en una fuente de ganancia para la burguesía mer-
cantil emergente, ya fuera a través del control de la producción
colonial o mediante la acumulación generada por el tráfico de
afrodescendientes.
En el libro Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, Maryse Condé des-
cribió cómo se llevaba a cabo el comercio de la población afrodes-
cendiente en Barbados:

Sin duda un negrero acababa de anclar en el puerto, pues bajo el


tejadillo de paja de un mercado unos ingleses, hombres y mujeres,
examinaban los dientes, la lengua y el sexo de los negros recién des-
embarcados, temblorosos de humillación (2022, p. 523).

Y, ante este ejercicio de lo que la civilización naciente del capital ya


presentaba, anadió: “¿Qué mundo era aquel que me separaba de
los míos? ¿Quién me obligaba a vivir entre aquella gente que no
hablaba mi lengua, que no compartía mi religión” (2022, p. 183)?
A través de la articulación entre explotación, expoliación y ex-
propiación la acumulación primitiva del capital se desarrolló en el
mundo colonial latinoamericano. El embrión de una efectiva acti-
vidad vital que contemplaba la felicidad de los pueblos originarios
fue destrozado y reemplazado por los valores de la mercancía y la
acumulación mercantil emergente, lo que se materializó median-
te la masacre de los pueblos originarios y la esclavización de los
690
La trilogía del trabajo

afrodescendientes, creando una sociedad desigualmente divida


entre clases, propiedad y control de la riqueza.
Hecho este breve recorrido, volvamos al hilo inicial.
Con la destrucción del trabajo autónomo de las comunidades
originarias, presenciamos la introducción violenta y de larga du-
ración de la servidumbre/esclavización del trabajo, hecha para
sentar las bases del capitalismo colonial depredador en América
Latina y allanando el camino para la futura implantación del tra-
bajo asalariado.
Por ende, con la introducción del capitalismo el trabajo que se
originó como una actividad vital, como un valor genuinamente
humano y social fue transformado, asumiendo la forma de una
(des)valor, con el propósito de ocultar su real significado, es decir:
su generalización como fuerza de trabajo con el don de crear rique-
za y valorar el capital.
Todo convergió para la conformación de una trágica tríada: el
trabajo como valor se convirtió en (des)valor, expandiendo libre-
mente la plusvalía. En virtud de esto, se forjó el instrumento básico
y esencial para la expansión del sistema de metabolismo del capi-
tal, que agotó las actividades vitales de los pueblos originarios y, a
través del vilipendio de la esclavización, sometió nuestro mundo
latinoamericano a lo que he denominado como Continente del Tra-
bajo (Antunes, 2011).
La alquimia que permitió la creación de la destructividad ca-
pitalista estaba, finalmente, realizada. Nuevas y profundas trans-
formaciones empañarían aún más el significado vital del trabajo,
especialmente en el Sur, pero también en el Norte, como resulta-
do de la consolidación del sistema de metabolismo antisocial del
capital.4

4
En el libro Capitalismo Pandémico (2020), tomé como referencia la excelente for-
mulación teórica del sistema de metabolismo social del capital, concebida por István
Mészáros y realicé una pequeña adición al renombrarla como sistema de metabolismo
antisocial del capital.

691
Ricardo Antunes

La segunda naturaleza

A raíz de la consolidación del capitalismo, ocurrió una transfor-


mación central con respecto al trabajo: entre la actividad vital y su
producción de bienes socialmente útiles se interpuso una segunda
naturaleza que hizo que la producción de valores socialmente úti-
les pasara a estar subordinada y sujeta a la producción generaliza-
da de mercancías con el fin de crear valores de cambio, condición
indispensable para la valorización del capital.
Así, se efectuó lo que Mészáros (1995) denominó como me-
diación de segundo orden: la actividad vital se metamorfoseó y se
convirtió en una actividad-intermedia. Con esto, la ontología sin-
gularmente humana del trabajo (Mészáros, 2006) fue transfigura-
da. Y fue precisamente esta falta de consideración de la dimensión
ontológica presente en el trabajo lo que condujo a una equivoca-
ción teórica eurocéntrica presente en las tesis acerca del fin del
trabajo y las de su centralidad. El enorme error empírico se hace
evidente al observar (parcialmente) el Norte del mundo, pasando
por alto el Sur Global, donde se encuentra la abrumadora mayoría
de la clase-que-vive-del-trabajo (Antunes, 1995 y 1999), un error que
casi adquirió la fuerza de una tesis universal.
Además, la pérdida de relevancia se debió al hecho de que,
siempre según las interpretaciones eurocéntricas, con la consoli-
dación del Estado de bienestar (Offe, 1989; Habermas, 1991 y 1992),
junto con el avance tecnológico (Castells, 2007), se generaría una
variante de capitalismo que finalmente podría sobrevivir prescin-
diendo de la fuerza de trabajo. En la nueva era de la sociedad del
conocimiento, del mundo informacional-digital, bajo la predomi-
nancia de la inmaterialidad típica del mundo posmoderno, las con-
frontaciones sociales avanzan hacia el agotamiento, sepultando
finalmente la lucha de clases, junto con otros errores más o menos
similares (Gorz, 2005).

692
La trilogía del trabajo

Se hizo necesario que una pandemia global azotara al mundo


para que este error pudiera ser comprobado empíricamente. La mo-
numental masa de trabajadores y trabajadoras en China, India
y el mundo asiático; Brasil, México, Colombia y en toda América
Latina; Sudáfrica en el continente africano, todas las ocurrencias
parecen haber obliterado el error eurocéntrico, eclipsado por la te-
sis de que la ciencia era la principal fuerza productiva sin trabajo
(Habermas, 1975 y 1989), la producción inmaterial, intangible y sin
trabajadores (Gorz, 2005), el fin del valor-trabajo que estaría a pun-
to de desaparecer (Méda, 1997), entre muchas otras formulaciones
eurocéntricas.
Con la aparición de la pandemia global del coronavirus en 2020
y con la necesidad de imponer los cierres y aislamientos en los mo-
mentos de mayores niveles de contagio y mortalidad, fue que se
pudo constatar en todo el mundo lo que es claramente evidente en
el Sur Global: sin trabajo humano, no hay valorización del capital,
pues, sin esto, la producción de plusvalía se estanca. El uso inten-
sificado del teletrabajo y/o home office demostraron una vez más
que el capitalismo, sin trabajo vivo, no puede mantener la produc-
ción. Todo esto llevó a la creación de varios laboratorios de experi-
mentación del trabajo durante la pandemia.
Esto se debe a que, incluso con el uso intensivo de la maquina-
ria informacional-digital, el complejo productivo, con sus nuevas
cadenas de producción de valor, solo puede valorizar el capital a
través de la interacción entre el trabajo vivo, imprescindible para
conectar y supervisar el trabajo muerto, una vez que las tecnolo-
gías de la información y la comunicación (TIC), el internet de las
cosas, el big data, la inteligencia artificial, etc., todo puede aumen-
tar significativamente la productividad, pero no puede generar
plusvalía.
Fue precisamente por eso que las burguesías globales insistie-
ron sistemáticamente en retomar la normalidad, de regresar a la
producción y poner fin a los cierres y aislamientos, incluso cuando
la tasa de mortalidad por COVID-19 era alta (Antunes, 2018 y 2022).
693
Ricardo Antunes

Sin embargo, si este es el punto fuerte de la clase trabajadora,


es importante destacar que las clases dominantes, especialmente
en la era de la financiarización (Chesnais, 1999), han aprendido
a lidiar con y enfrentar a la clase trabajadora pues saben que el
sistema capitalista no puede prescindir del trabajo humano. Por
ende, sus acciones sistemáticas y duraderas no buscan otra cosa
que reducir (e incluso seducir) la fuerza humana de trabajo, ya que
su eliminación completa sería su propio fin.
En este contexto fue que cobró protagonismo el ideario del ca-
pital y la acción del Chief Executive Officer (CEO). La adulteración
ilimitada de léxicos, las nuevas fórmulas de la liofilización organi-
zativa (Castillo, 1996), sus trampas, obliteraciones y manipulacio-
nes se han vuelto cotidianas para involucrar la subjetividad obrera
en el ideario de las grandes corporaciones: colaboradores, socios,
sinergia, resiliencia, etc. Uno de los más poderosos en la actuali-
dad −el culto al emprendedurismo− promueve el florecimiento de
una subjetividad que sueña con la autonomía, pero que, contra-
dictoriamente, se enfrenta a salarios degradados, la regresión y
demolición de los derechos, enfermedades, accidentes y muertes,
inexistencia de seguridad y protección social, en una realidad co-
tidiana donde explotación, expropiación y expoliación están total-
mente entrelazados y exacerbados.5

¿Proletarización sin proletarios?

En las últimas décadas del siglo pasado, con la introducción del


universo informático-digital en el proceso de producción en senti-
do amplio (industria, agroindustria y servicios, con sus múltiples
interconexiones), un creciente contingente de la clase trabajadora,
especialmente en el Sur Global, viene presenciando una realidad

5
Para profundizar, consulte la amplia variedad de investigaciones empíricas en
Antunes 2020 y 2022.

694
La trilogía del trabajo

caracterizada por salarios cada vez más reducidos, bajo condicio-


nes degradantes, donde la eliminación de derechos laborales y de
seguridad social son rasgos ampliados de manera significativa, lo
cual se acentúa aún más debido a la desigual división sociosexual
y étnico-racial del trabajo presente en el mundo laboral.
Esta procesualidad que combina el avance exponencial, los
algoritmos y la inteligencia digital, el internet de las cosas, la In-
dustria 4.0, etc., en paralelo con el aumento intensificado de la ex-
plotación y precarización del trabajo, termina configurando una
triste realidad y creando una (aparente) paradoja.
Su elemento causal subyacente se refiere a la crisis estructural
que comenzó en 1973, crisis en la que se impulsó una reestructura-
ción productiva permanente y global, en una fase del capitalismo
marcada por la hegemonía financiera. Este panorama crítico se
intensificó a partir del 2008/9, cuando las grandes corporaciones
plataformizadas intensificaron sus acciones gerenciales exigiendo
una mayor corrosión de los derechos laborales, condición posible
dada la existencia de un gran excedente de fuerza laboral dispues-
ta a aceptar cualquier trabajo, además de la presión ejercida por
las políticas neoliberales.
Ante este contexto de difícil realidad con relación al trabajo,
las plataformas digitales pudieron germinar, hasta convertirse en
grandes corporaciones globales, siendo emblemáticas empresas
como Amazon y Uber, fundadas en 1995 y 2010, respectivamente.
Combinando un enorme avance tecnológico-informacional-di-
gital con la utilización extensiva de amplios contingentes de fuer-
za de trabajo excedente, lo que el nuevo mundo del trabajo nos
ofrece es lo que Danièle Linhart (2007) ha denominado desenfreno
empresarial. De esta manera, las nuevas condiciones de trabajo se
desarrollaron, particularmente en el Sur Global (pero también en
países capitalistas del Norte acentuadamente neoliberales), en los
que la usurpación de los derechos es la norma, actualizando y am-
pliando la vigencia de la superexplotación del trabajo −una carac-
terística distintiva de la periferia del capitalismo.
695
Ricardo Antunes

Combinando explotación, expropiación y expoliación, las gran-


des corporaciones globales han logrado compatibilizar la expan-
sión ilimitada del trabajo digital con una práctica depredadora y
destructiva para las condiciones de trabajo, utilizando prácticas
salariales que estuvieron vigentes en las fases anteriores del capi-
talismo, durante la acumulación primitiva y en las décadas inicia-
les de la Revolución Industrial (Antunes, 2018 y 2023).
Prácticas que se ampliaron más intensamente en el Sur Glo-
bal, donde la desigual división internacional del trabajo preserva
a los países centrales la expansión digital e informacional, lo que
ha generado el nuevo mito del trabajo virtual sin trabajo humano
−mientras que las áreas de expansión del trabajo manual se reser-
van a la periferia del mundo, desde Asia hasta América Latina, pa-
sando por el continente africano.
De este modo, la magistral metáfora de Karl Polanyi (2007) −mo-
lino del diablo− adquirió una nueva concreción y realidad, ya que
el reloj de la tecnología es cada vez más controlado por las grandes
empresas globales que se expanden como grandes conglomerados,
dividiendo los mercados y utilizando el trabajo uberizado y las pla-
taformas digitales. Como resultado, los trabajadores y trabajado-
ras se encuentran: sin derechos, sin una jornada laboral regulada
y establecida, sin descanso semanal, sin salarios fijos y, además,
deben hacerse cargo de la adquisición de sus propios equipajes e
instrumentos de trabajo (autos, motocicletas, bicicletas, teléfonos
móviles, mochilones de carga, alimentos, ropas, etc.).
Así, el desenfreno del capital se muestra ilimitado: cuanto más
se proletariza la fuerza de trabajo, más precariza su vida y salud.
Ante esto, una nueva trampa trae el encanto que faltaba para au-
mentar la seducción: se eliminaron las denominaciones de traba-
jador/trabajadora, proletario/proletaria, asalariados/asalariadas
del discurso y del léxico empresarial y gerencial. Casi como por
arte de magia, florece una nueva mistificación para trampear: los
nuevos y las nuevas emprendedoras.

696
La trilogía del trabajo

Un componente fundamental para la comprensión de este es-


cenario se encuentra en la apariencia de autonomía, condición
para que la tesis del emprendedorismo tenga algún elemento de
concreción, incluso cuando las jornadas laborales diarias superan
las doce horas o más, como nuestras investigaciones han señala-
do, siempre bajo el control invisible de los algoritmos, que ha sido
diseñados para controlar los ritmos y movimientos de la fuerza de
trabajo (Antunes, 2020 y 2023).
Si no bastara con la explosión del trabajo en plataformas, en ex-
pansión en casi todo el mundo (siendo más limitadas sus presen-
cias en países que todavía mantienen una relativa regulación del
trabajo, como los escandinavos), otro elemento central para el capi-
talismo se encuentra en la expansión mundial de la Industria 4.0.

Industria 4.0 y trabajo en plataformas

La Industria 4.0 nació en Alemania en 2011 con el objetivo de in-


tensificar el proceso informacional-digital en el mundo de la pro-
ducción para así avanzar la robotización a lo largo de las cadenas
globales de producción de valor.
Su enfoque principal se encuentra en la expansión continua
y permanente de la maquinaria informacional-digital de manera
que el internet de las cosas (IoT) y la inteligencia artificial puedan
controlar más intensamente el tiempo de producción mediante la
ampliación del trabajo muerto y la reducción del trabajo vivo en
todos los espacios posibles.
De esta manera, la expansión de la Industria 4.0 significará la
consolidación de una nueva fase aún más profunda de automatiza-
ción industrial, en las empresas y en los servicios, con los disposi-
tivos informacionales-digitales ampliando el control y el comando
sobre la fuerza laboral, cuyo ejemplo más reciente es el CHATGPT4
(Antunes, 2023).

697
Ricardo Antunes

La expansión a escala planetaria de la Industria 4.0, así como la


ampliación del trabajo uberizado y en plataformas digitales, con
un enorme potencial de expansión en diversas actividades de ser-
vicios privatizados y “comoditizados”, son dos movimientos cons-
titutivos del mismo proceso destructivo en relación con el trabajo.
El primero, la Industria 4.0, tiene como propósito principal una
mayor liofilización de los múltiples espacios productivos. El se-
gundo, que corresponde al trabajo uberizado, se está convirtiendo
cada vez más en una fuente receptora de la población trabajadora
desempleada por la Industria 4.0 que, en el mejor de los casos, po-
drá ser absorbida por las grandes plataformas digitales, siempre al
margen de la legislación laboral.
En este complejo movimiento del capital −en el cual la Indus-
tria 4.0 y el Trabajo uberizado se articulan, se retroalimentan y se
complementan−, resulta evidente que estamos ingresando en un
escenario que tendrá consecuencias devastadoras para el conjun-
to de la clase trabajadora en las próximas décadas. Así, es posible
subrayar que estamos ingresando en un nuevo proceso de des-
antropomorfización del trabajo (Lukács, 2013) en proporciones
mundiales.
Además del aumento exponencial del desempleo estructural,
como resultado final de la reducción cuantitativa del trabajo vivo,
también presenciaremos una mayor subsunción real del trabajo
al capital (Marx, 2013 y 2023), con los algoritmos y la inteligencia
artificial que se expanden en esta era de la ciberindustria.6
Estamos ingresando en una nueva fase donde presenciaremos
también la profundización de la subsunción real del trabajo al ca-
pital que acentúa la subsunción a la nueva maquinaria informa-
cional-digital, para seguir las pistas ricas presentadas por Marx

6
Desarrollamos estas tesis de manera más detallada en el capítulo “Trabajo y (des)
valor en el capitalismo de plataforma: tres tesis sobre la nueva era de desantropomor-
fización del trabajo”, del libro Icebergs a la Deriva (2023).

698
La trilogía del trabajo

(2013 y 2023), ampliando el proceso de desantropomorfización del


trabajo indicado por Lukács (2013).
Diferente de lo que ocurrió con la introducción de las maqui-
narias en el contexto de la Revolución Industrial, en el período que
se avecina, estamos ingresando en una era más compleja, donde la
subsunción real del trabajo se llevará a cabo en un universo aún
más cosificado, fetichizado y digitalizado, diferente de la materia-
lidad presente en el mundo de las maquinarias del siglo XVIII.
Y es posible presagiar que, debido a la división internacional
del trabajo entre el Norte y el Sur, las consecuencias serán diferen-
tes. La llamada industria limpia tendrá un espacio preferencial en
los países del norte, mientras que la industria sucia, más contami-
nante, tenderá a expandirse en el sur como resultado de las tasas
diferenciales de explotación del trabajo (Mészáros, 1995) existen-
tes entre centro y periferia.

Una nueva era de rebeliones

Si el escenario de las próximas décadas tiende a hacer aún más


visible la creciente tendencia hacia la desantropomorfización del
trabajo, es cada vez más imperativo afirmar que esta no guarda
ninguna similitud que la acerque a las tesis eurocéntricas acerca
del fin del trabajo y las de su centralidad.
Cuando se aprehende a la clase trabajadora en su globalidad, lo
que estamos presenciando es un proceso en el cual hay una enorme
reducción del trabajo regulado y, al mismo tiempo, la expansión
del trabajo uberizado y en plataformas digitales (desregulados),
haciendo ampliar el nuevo proletariado de servicios de la era digi-
tal. Con esto, la simultaneidad de la implementación de la Indus-
tria 4.0 con la expansión del trabajo uberizado y en plataformas
digitales, nos permite vislumbrar un aumento en la extracción
de plusvalía, tanto en las fábricas digitales como en los servicios

699
Ricardo Antunes

privatizados, impulsados cada vez más por la tecnología que se ha


convertido en parte integral de la logística contemporánea.
Por lo tanto, se unen las dos puntas del mismo proceso: por
una parte, la Industria 4.0 elimina actividades laborales que pue-
den ser reemplazadas por nuevos dispositivos digitales. Por otra
parte, el movimiento expansivo de las plataformas digitales va in-
corporando cada vez en mayor medida el trabajo uberizado o en
plataformas, alterando el salariado característico para, con esto,
excluirlos de los derechos laborales.
La única posibilidad real de detener este proceso destructivo
con relación al trabajo será a través de las acciones y luchas socia-
les de los trabajadores.
Un ejemplo reciente emblemático lo tuvimos en Brasil el 1 de
julio de 2020, en el apogeo de la pandemia, cuando se desató en
diversas ciudades del país la primera huelga de entregadores mo-
torizado, conocida como #brequedosapps, señalando un descon-
tento significativo ante la explotación laboral impulsada por las
plataformas digitales.
Cabe señalar que esta huelga tuvo impacto y produjo manifes-
taciones en varios países de América Latina −en los cuales también
se exigió una mayor regulación del trabajo uberizado o de plata-
formas− en Inglaterra, España, Portugal, Italia, India, China, Esta-
dos Unidos, entre otros países. Estos indicios sugieren que, como
señalé en un estudio anterior, una nueva morfología del trabajo
tiende a generar, también, una nueva morfología de las luchas so-
ciales (Antunes, 2018).

700
La trilogía del trabajo

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703
As metrópoles das ciências
sociais latino-americana1
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

O imperialismo cultural repousa no poder de universa-


lizar os particularismos associados a uma tradição his-
tórica singular, tornando-os conhecíveis como tais.
(Bourdieu; Wacquant, 2002, p. 15).

Introdução: teoria da metropolização na metropolização


do conhecimento

Pode-se construir um pensamento sociológico autônomo das rela-


ções de poder e, por este motivo, mais apropriado para a compre-
ensão de nossa realidade?
Essa pergunta emergiu em alguns países e, pouco a pouco, vem
mobilizando a intelligentsia dos países periféricos. O livro Southern
Theory: The Global Dynamics of Knowledge In The Social Sciences da
socióloga australiana Raewyn Connell ilustra como a sociologia
produzida no Norte por três celebrados autores (Bourdieu, Giddens

1
Uma primeira versão foi publicada em Ramirez e Cobos (Editores) Teorías sobre la
ciudad en América Latina, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2014.

705
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

e Coleman) é limitada para a reflexão da realidade do Sul. Raewyn


Connell (2007) argumenta que o texto de Coleman ignora a expe-
riência da colonização. Já Giddens produziu uma teoria do tribal
e da classe de sociedades divididas, mas nenhuma teoria da colo-
nização. O conceito de “habitus” desenvolvido por Pierre Bourdieu
foi fundado, segundo Raewyn, em sociedades que adquiriam ele-
vados graus de homogeneidade cultural e de diferenciação social.
Por outro lado, segundo essa autora, a maior parte da força de tra-
balho global envolvida na produção da ciência social encontra-se
no Norte, assim como as instituições com fundos para incentivar
a pesquisa neste campo e com poder para regular a transferência
e circulação dos conhecimentos, conceitos e informações produzi-
das. Connell exemplifica essa busca por compreensão.
Enquanto isto, no Sul, os cientistas sociais continuam a expres-
sar em suas pesquisas a força das orientações teóricas e conceituais
dos centros mundiais localizados nas metrópoles do conhecimen-
to. Para Connell (2007), esta hegemonia tem como efeito que os
os fluxos de conhecimentos ocorrem esmagadoramente do Norte
para o Sul, sustentados por um falso sentido de universalidade. A
socióloga menciona a existência de uma Global geo-epistemological
‘top-heaviness’.
Pensamos que o enfretamento desta hierarquia precisa ser fei-
to com base em um mútuo processo de aprendizagem na escala
planetária. Ao mesmo tempo, é necessário que nós, pesquisadores
do Sul, busquemos documentar os povos que têm sido deixados de
fora das narrativas hegemônicas da história e da modernidade e
construir uma pesquisa com a intenção de transformação política.
Seria preciso também maior articulação dos pesquisadores do Sul
com a finalidade de redesenhar os circuitos hierarquizados atra-
vés dos quais o conhecimento circula de maneira unilateral na es-
cala planetária.
Outro exemplo desta inquietação foi o seminário organizado
em março de 2011 em Cap Town pelo African Center for Cities,
no quadro do acordo intergovernamental de colaboração IBAS
706
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

– Índia, Brasil e África do Sul. A finalidade desse evento foi iniciar


uma articulação entre instituições desses países para a construção
de uma teoria crítica e produção de conhecimento sobre a urbani-
zação a partir da perspectiva do Sul. Neste evento, discutiram-se a
importância na viabilização desta intenção, a realização de estu-
dos comparativos como estratégias de contestação e a superação
da hegemonia da cultura acadêmica dos países do Norte, tema so-
bre o qual pretendemos tecer alguns comentários propositivos ao
final do presente texto.
A preocupação em construir uma teoria latino-americana em
diálogo com as teorias dos países centrais não é nova na América
Latina. Pode ser encontrada no pensamento social latino-ameri-
cano, na voz e nos escritos de Raúl Prebisch, quando formula sua
teoria do centro-periferia com o objetivo de explicar as assimetrias
estruturais engendradas pela lenta difusão do progresso técnico,
como concepção crítica à teoria corrente dos desequilíbrios dos
balanços de pagamentos. Posteriormente, Celso Furtado desdobra-
rá este modelo. Na década de 1980, esta preocupação esteve presen-
te em vários eventos.
Penso que estamos de volta a este projeto (ou proposta) inte-
lectual-político, retomando o tema da teoria urbana. Objetivamos
reconstruir o mapa da produção intelectual sobre o tema da me-
tropolização na América Latina ocorrida em um período no qual
as condições materiais que presidiam a relação econômica e políti-
ca com os países do Norte do globo permitiram a construção de um
pensamento social latino-americano.
Frequentemente, olhamos nossos países na ótica do espelho
do próspero sobre o qual nos falou Richard Morse (1988). Por esta
razão, muitas vezes pensamos a nossa realidade através de três
espécies de sociologia: a sociologia da incompletude, a sociologia
da desproporção e/ou a sociologia da hibridez. O fundamento é a
existência de um imaginário coletivo presente no campo do pensa-
mento erudito segundo o qual estaríamos com nosso relógio gre-
goriano atrasado.
707
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

No Brasil, esta percepção deu nascimento a uma teoria conheci-


da como das “ideias fora do lugar”. Por um lado, porque, desde sua
etapa inicial de formação, os intelectuais nativos olhavam a socie-
dade brasileira sob o prisma da cultura europeia produzida sob os
impactos culturais da industrialização, urbanização e moderniza-
ção. Com base no modelo europeu, que muitos julgaram universal,
não conseguiram ver outra coisa na América Latina senão uma
sociedade agrária, escravista e/ou tradicional.
Por outro lado, as “ideias fora lugar” colocaram os intelectuais
brasileiros na situação de tomar a realidade histórica particular
dos europeus (posteriormente dos estadunidenses) como algo uni-
versal. Pela razão de se ter aceitado a universalidade da teoria dos
intelectuais do Norte, é que se continuam a utilizar adjetivos que
buscam identificar estes particularismos. Temos olhado vários as-
pectos do desenvolvimento econômico, social, político e cultural
dos países latino-americanos: o liberalismo que identifica o Esta-
do forte como ator da realização de seu ideário; os modernistas
que vão buscar na tradição a nossa possibilidade de expressão
autêntica da modernidade; a classe empresarial que busca man-
ter o Estado burguês como patrimonialista; a industrialização
que conserva o feudalismo; e o desenvolvimento que conserva o
subdesenvolvimento.
Da mesma maneira, os projetos políticos em nossos países são
orientados por esta percepção de defasagem histórica. Essas pro-
postas defendem que devemos acertar o nosso tempo conforme o
relógio da história universal.
De fato, temos dificuldades de perceber que fazemos parte de
uma “história universal” que nos particulariza. O universal e o par-
ticular fazem parte de uma mesma história. Essa dificuldade de-
corre de uma experiência histórica especialmente dos intelectuais
que estão inseridos em uma temporalidade própria da produção
da cultura como um fato universal e universalizante. Mas, como
sugerem Pierre Bourdieu e Löic Wacquant, no trecho com o qual
abri este artigo, há uma razão imperialista que impõe este jogo de
708
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

espelho. Razão imperialista que sempre esteve presente na produ-


ção cultural na América Latina e na produção da formação inte-
lectual sobre as cidades, desde os anos 1920, como demonstram os
estudos de história do pensamento urbano na América Latina. Em
pesquisa realizada nos anos 1980, com efeito, tivemos a oportuni-
dade de identificar os fluxos de ideias, conceitos, teorias e projetos
urbanos da Europa e, particularmente da França, para a América
Latina nos últimos decênios do século XIX e nos primeiros do XX
(Ribeiro e Pechman, 1996).
A circulação internacional naquele momento tinha, contudo,
duas características distintas das que hoje podemos presenciar.
Havia um jogo duplo de espelho, pois a circulação correspondia,
por um lado, à esperança dos produtores da Europa de experi-
mentar no “novo mundo” as ideias e os ideais de modernidade
projetada, contra as quais se opunham as estruturas tradicionais
do “velho mundo”, pelo fato do “novo” continente ser concebido
como sociedades em movimento, em construção. Por outro lado,
as ideias e os ideais foram recebidos pelas elites intelectuais e pro-
fissionais da época em função de necessidades políticas e sociais.
As sociedades latino-americanas conheciam os primeiros sinais
de transformação com o surgimento da questão social, do movi-
mento operário em alguns países, a urbanização e a aceleração da
sua modernização. Estas duas características presentes na circu-
lação cultural, naquele período histórico, conduziram-nos a pen-
sar o processo simultaneamente como exportação/importação e
empréstimo/tradução.
Hoje, a circulação se caracteriza por fortes assimetrias entre o
Norte e o Sul, o que justifica a ideia de uma razão imperialista dos
países que dominam a ordem mundial e, consequentemente, exer-
cem o poder de hegemonia cultural. Como observaram Bourdieu e
Wacquant (2002), este poder agora se exerce pela capacidade que
têm as universidades dos países centrais de legitimar os temas e
maneiras de pensar. Essa legitimidade tem origem nos confron-
tos de intelectuais nessas sociedades que buscaram justificar seus
709
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

“universais teóricos”. Conhecimento, contudo, des-historizados.


Nas palavras daqueles dois sociólogos franceses, este poder de he-
gemonia cultural se exerce pela construção e difusão de:

“Esses lugares comuns, no sentido aristotélico de noções ou de teses


com as quais se argumenta, entretanto sobre as quais não se argu-
menta; ou, em outras palavras, estes pressupostos da discussão que
permanecem indiscutidos devem parte de sua capacidade de convic-
ção do que circula dos colóquios universitários aos livros de êxito,
de revistas semiespecializadas, aos informes dos especialistas con-
sultores, dos relatórios de comissões às capas de revistas. Estão pre-
sentes em todas as partes simultaneamente, desde Berlim a Tóquio e
de Milão a México, e contam com o poderoso apoio e refúgio desses
lugares supostamente neutros que são os organismos internacionais
– como OCDE ou a Comissão Europeia e os centros de estudos e de
assessoria em políticas públicas como o Adam Smith Instituto e a
Fundação Saint-Simon” (Bourdieu e Wacquant, 2002, p. 15).

Completando esta ideia, podemos ainda acrescentar que a circu-


lação Norte-Sul das ideias e dos ideais tinha como justificativa a
adesão encantada dos protagonistas por estarem envolvidos ainda
no projeto iluminista de transformação do mundo, já que, naquele
momento, a ação de exportação/importação e de empréstimo/tra-
dução se conectava com a constituição de poderes, de um e outro
lado do mundo. Hoje, os produtos da produção e circulação mun-
dial da cultura erudita se constituem como mercadorias, o que nos
permite pensar na macdonaldização das ideias e dos ideais.
Este ponto de partida pode nos oferecer uma direção na em-
preitada de buscar as bases de uma teoria urbana para a América
Latina. Não devemos defender o objetivo de buscar as nossas sin-
gularidades históricas e culturais, como já foi no passado a dire-
ção de várias formações culturais em muitos países do continente.
Uma ciência latino-americana nos parece fora de propósito, pois
seria negar a própria possibilidade da existência de uma ciência
da sociedade.

710
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

Seria um empreendimento intelectual semelhante ao histori-


cismo alemão (Historische Schule der Nationalökonomie), o qual,
como sabemos, foi uma escola de pensamento que defendia o es-
tudo da história como a principal fonte de conhecimento sobre as
ações humanas e sobre matérias econômicas. Isso porque a eco-
nomia seria dependente da cultura, não podendo ser, portanto,
tomada como universal no espaço ou no tempo. Esta concepção se
expressa pela rejeição da ideia de que teoremas econômicos podem
ser universalmente válidos. Nossa tentação é grande, em razão da
nossa política que ainda guarda semelhança com a da Alemanha
que somente tardiamente se constituiu como Estado-Nação e se
industrializou.
Tampouco se trata de apenas pensar nossa realidade como a
particularização de um universal. Esta forma de percepção é mui-
to corrente no debate latino-americano e está fortemente presente
como orientação teórica e epistemológica no campo dos estudos
urbanos. Neste caso, o perigo é tomarmos a história do desenvolvi-
mento do capitalismo como universal e orientar nosso olhar para
responder às razões pelas quais este universal não se repete de
forma homóloga no continente. Esta concepção também é gran-
de, pois quando olhamos a formação do capitalismo na América
Latina encontramos muitos elementos empíricos e históricos que
parecem autorizar e legitimar a percepção de que somos a particu-
larização de um universal.
No campo do pensamento marxista, esta concepção está fun-
dada na distinção, ao nosso ver equivocada, entre o modo de pro-
dução capitalista e formação social capitalista. Isso nos levou a
identificar a formação social capitalista inglesa como paradigma
teórico. Não é por outro motivo que as questões presentes na nos-
sa agenda intelectual entre os anos 1950 e 1970 se unificavam em
torno de uma imaginária cidade latino-americana, utilizando as
ideias de Adrián Gorelik (2005). Este imaginário coletivo, mais ou
menos comum, organizava-se em torno das polêmicas das inter-
pretações teóricas sobre as nossas particularidades históricas a
711
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

partir das posições marxistas, em contraposição, em suas várias


vertentes, com as teses cepalinas, a teoria da modernização, e a te-
oria da dependência, entre outras.
Este debate girava em torno da interpretação dos nossos par-
ticularismos históricos, sempre tendo o modelo histórico inglês
como universal. As relações sociais no campo se caracterizavam
(ou não) em um modo feudal de produção? Tivemos (ou não) uma
Revolução Burguesa na América-Latina? A estrutura social confor-
mada nas cidades se caracterizou como dual? Tínhamos (ou não)
uma marginalidade urbana no sentido empregado por Quijano
(1973), massa marginal ou excessivo exército industrial de reserva,
proposto por Kowarick (1975; 1979)? O sistema urbano nos países
latino-americanos expressava uma macroencefalia urbana, con-
forme defenderam Castells (1973) e Singer (1973)? As lutas nas ci-
dades foram movimentos sociais ou formas de ação de classe no
sentido de Touraine (1976) ou de Moisés e Martinez-Alier (1977)?

Para uma teoria da metrópole: orientações políticas,


epistemológicas e teóricas

As possibilidades de sairmos destes impasses e enfrentarmos o de-


safio de construir uma teoria urbana da América Latina passam
por três atitudes possíveis. A primeira é política, a segunda é epis-
temológica e a terceira, teórica.
A política empreenderia uma sociologia crítica da circulação
internacional e assimétrica das ideias e dos ideais dos países do
Norte para o Sul, com o objetivo de entender os mecanismos, ins-
tituições e processos pelos quais, em nosso campo, os problemas
de pesquisa, categorias e conceitos são exportados e como são
absorvidos e impostos como naturalmente universais. Podemos
perguntar-nos: como a razão imperialista constrói uma agenda de
pesquisa, enfoques teóricos e conceituais pelas práticas da violên-
cia simbólica que operacionalizam mecanismos seletivos de temas
712
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

e problemas legítimos e ilegítimos a serem pesquisados nas várias


formações intelecto-acadêmicas presentes nos países latino-ame-
ricanos? Como atuam, nestes mecanismos seletivos, os processos
de socialização acadêmica em nossos países que ligam nossas
universidades, da graduação à pós-graduação, às universidades
americanas e europeias? Como estes mecanismos seletivos atuam
através das instituições think tanks que, produzindo os “conheci-
mentos e as informações” demandados pelos gestores das novas
políticas urbanas, recompensam e legitimam a transformação do
intelectual (no sentido forte desta categoria francesa surgida no
século XIX) no dublê pesquisador-consultor?
Teríamos, talvez, que alocar nossos investimentos acadêmicos
na realização de uma sociologia do mercado editorial acadêmico
em nossos países e em suas conexões mercadológicas com o mer-
cado americano e europeu. Não apenas no que concerne às edito-
ras, mas também às revistas científicas. Deveríamos ainda ampliar
nossas capacidades de reflexão para além dos campos acadêmicos,
universitários e editoriais que podemos claramente identificar
como conservadores ou liberais. Isso se estivermos interessados
em pensar nos efeitos da lógica imperialista na imposição/absor-
ção destas ideias e dos ideais supostamente universalistas. Muitas
instituições acadêmicas e editoriais do chamado campo do “pen-
samento crítico” exercem papel de mecanismo seletivo, transfor-
mando uma realidade histórica em fenômeno universal.
Outra dimensão da atitude política é ter como referência um
projeto utópico, pois não há teoria que não esteja dialogando, de
maneira implícita ou explícita, com outro tipo de sociedade. As-
sim tem sido a dinâmica da produção científica nas ciências so-
ciais. Esta utopia está presente desde os fundadores deste campo
de produção de conhecimento na forma recorrente de polaridades
que remetem simultaneamente ao passado e ao futuro. Comuni-
dade/sociedade (Durkheim, Tönnies), Razão encantada/razão
instrumental ou Valor/interesses (Weber), Capitalismo/socialis-
mo (Marx), são exemplos significativos que transformaram estas
713
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

formulações teóricas em modos de pensar o mundo historicamen-


te significantes, ao menos no Ocidente. A importância das utopias
subjacentes nas teorias expressadas nestas dualidades e autores
foi suprimida, posteriormente, como resultado da institucionali-
zação do conhecimento como campos acadêmicos e universitários.
Na luta pela legitimidade neste campo, tornava imprescindível
justificá-las pela linguagem e pelos modos expositivos e retóri-
cos próprios ao poder neste campo: neutralidade, objetividade e
positividade.
Em nosso campo do pensamento urbano ou urbanístico, as uto-
pias não apenas são explicitadas particularmente como elementos
constitutivos, mas também como utopias urbanas que até os dias
atuais se apresentam como distintas das correntes de pensamento
e como portadores de projetos políticos distintos. Funcionalismo,
racionalismo, modernismo e culturalismo não são apenas referên-
cias a modos legítimos de pensar o mundo, mas modos legítimos
de transformar o mundo. Recentemente esta questão mereceu a
atenção de autores de trabalho intelectual urbano, já que os livros
de David Harvey (2003) e Borja (2003) passaram a circular com
muito impacto no continente latino-americano.
Harvey teoriza sobre o tema, mencionando o papel das utopias
na construção do sentido de futuro com o qual podemos pensar o
presente: “não como um fantástico molde utópico, mas mediante
transformações tangíveis das matérias primas que recebemos no
estado atual” (Harvey, 2003, p. 221). Identifica, na história da ideia
dos tipos de pensamento utópico, uma orientação para as formas
espaciais e outra para os processos sociais. Após fazer um balanço
sobre os limites e possibilidades de cada um desses tipos de pensa-
mento utópico, Harvey permite pensar o futuro realizando efeti-
vamente as promessas de mudanças da sociedade atual na direção
da reprodução da vida ao invés da eterna reprodução das desigual-
dades e das ameaças. É exatamente isso que propõe o conceito de
utopismo dialético.

714
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

Outros autores, embora com menos impacto acadêmico, têm


investido nessa direção em nossos países latino-americanos. Não
são poucos os pesquisadores, intelectuais, acadêmicos e militan-
tes que têm (re)produzido pensamentos a partir de análises da re-
alidade urbana e metropolitana e se baseando em conceitos como
Reforma Urbana e Direito à Cidade.
Não nos referimos apenas aos mais recentes. Nos anos de 1960
e 1970, essa concepção utópica já se apresentava no debate latino-
-americano sobre a urbanização. Na famosa coletânea Imperia-
lismo y Urbanización en America Latina, organizada por Manuel
Castells, por exemplo, Jorge Hardoy e Oscar Moreno republicaram
o artigo Primeiro Passos de la Reforma Urbana En America Latina,
anteriormente, no ano 1972, difundido na revista EURE. Não deixa
de nos fazer pensar o fato de esse artigo, claramente expressando
um pensamento propositivo, aparecer na referida coletânea como
o último capítulo de uma obra justificada, em suas primeiras li-
nhas, como tendo objetivo de se colocar em oposição a uma outra
utopia, qual seja, a da modernização denominada como ideolo-
gia. A obra pretendia submeter a análise crítica do conhecimento
científico àquela ideologia, ao expressar uma defesa da utopia do
desenvolvimento nacional contra o imperialismo reprodutor do
subdesenvolvimento.
Concluindo este ponto de nossa reflexão, poderíamos então
perguntar se é necessária uma utopia para orientar a produção te-
órica sobre a metropolização da América Latina. Caso a resposta
seja positiva, qual utopia seria capaz de nos orientar?
No Brasil, país em que vivo e desenvolvo pesquisas, o pensa-
mento sobre a metrópole se orienta estreitamente pelos ideais
do projeto de reforma urbana do direito à cidade. Tal projeto se
institucionalizou na Constituição de 1988 e na Lei Federal de 2001,
conhecida como Estatuto da Cidade, o qual estabelece que a cida-
de deve funcionar segundo o princípio da função social em con-
traposição à mercantilização e à privatização. Desde a Argentina,
sob a liderança de José Luis Coraggio, vem-se desenvolvendo, com
715
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

crescente fundamentação e sofisticação teórica, o conceito utópi-


co-teórico de economia social que expressa esperanças e expectati-
vas de uma metrópole organizada e funcional capaz de atender aos
imperativos societários da reciprocidade e da redistribuição. Neste
caso, também em contraposição ao mercado. Entre estes dois pro-
jetos existem, como sugeriria Max Weber2, muitas afinidades eleti-
vas. Mas há ainda importantes diferenças de compreensão sobre a
questão urbana nas grandes cidades e, sobretudo, sobre as estraté-
gias de enfrentamento traduzidas em propostas de políticas.
Colocar como ponto de partida a utopia não significa de for-
ma alguma secundarizar a tarefa de construção de uma teoria e,
em especial, de sua utilização na compreensão dos problemas das
metrópoles da América Latina. Trata-se de enfrentar um triplo
desafio epistemológico. O primeiro é fugir da dualidade singula-
ridade-particularidade e enfrentar os mecanismos seletivos que
tendem a nos impor realidades historicamente delimitadas como
universais e teóricas através do princípio epistemológico segundo
o qual qualquer proposição de teoria com pretensões universais se
diferencia da descrição do mundo, por ser uma das possibilidades
de descrição e de conhecimento do mundo, cuja efetivação somen-
te se realiza quando mergulhamos na particularidade do mundo
na busca da sua compreensão enquanto tal.
Vale a pena relembrar as observações de Pierre Bourdieu (1996)
ao pronunciar uma conferência no Japão sobre a sua concepção
de espaço social, construído a partir de sua análise particular da
sociedade francesa. Naquela ocasião, o sociólogo lança ao público
uma pergunta sobre como seria a pertinência da proposição teó-
rica para entender a sociedade japonesa. Depois de fazer algumas
considerações epistemológicas sobre a teoria, Bourdieu expressa a
sua visão sobre o universal e o particular. Esse questionamento me
parece útil nesta reflexão sobre a construção de uma teoria urbana
sobre a metrópole na América Latina. Porque Bourdieu expressa

2
Ver Weber, 2004.

716
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

com clareza a sua concepção do conhecimento produzido por prá-


ticas cujo traço principal é a luta pelo conhecimento com o sentido
prático3.
O segundo desafio é construir um pensamento científico, mas
axiologicamente orientado, como propunha Weber (2001). Ou seja,
um conhecimento que expresse um dos pontos de vistas históricos
significativamente presentes nas correntes culturais das socieda-
des latino-americanas, mas que se organize com bases nos prin-
cípios “científicos”. O conhecimento axiomático não significa um
conhecimento com juízos de valores, fato que expressaria a cons-
trução normativamente argumentada, ou seja, não deduzir fatos
de valores e tampouco o seu contrário. O que nos parece interes-
sante em Max Weber (idem) é sua observação acerca do esforço de
constante autocrítica.
Escolhido um ponto de vista a partir do qual o problema de co-
nhecimento será construído, o estudo deverá seguir cânones “da
ciência” tais como a conhecemos4. Neste desafio, adquire relevân-
cia a primeira orientação mencionada anteriormente, bem como a

3
Bourdieu diz: ¨[...] eu não gostaria [...] de ser lido como um ¨teórico¨ puro: os concei-
tos que proponho não são o produto de uma partenogênese teórica e foram construí-
dos, com frequência, ao preço de um grande esforço, para resolver problemas insepa-
ravelmente empíricos e teóricos¨.
¨Se posso fazer um voto, é o de que meus leitores, especialmente os mais jovens,
que começam a se envolver em pesquisas, não leiam esse livro como um simples
instrumento de reflexão, um simples suporte da especulação teórica e da discussão
abstrata, mas como uma espécie de manual de ginástica intelectual, um guia prático
que é preciso aplicar a uma prática, isto é, a uma pesquisa prazenteira, liberta de proi-
bições e divisões e desejosa de trazer a todos esta compreensão rigorosa do mundo
que, estou convencido, é um dos instrumentos de liberação mais poderosos com que
contamos [...] todo o meu empreendimento científico se inspira na convicção de que
não podemos capturar a lógica mais profunda do mundo social a não ser submergin-
do na particularidade de uma realidade empírica, historicamente situada e datada,
para construí-la, porém, como ¨caso particular do possível¨, conforme a expressão de
Gaston Bachelard, isto é, como uma figura em um universo de configurações possí-
veis.¨ (Bourdieu, 1996).
4
Ao tratar de um modelo metodológico, Weber (2001) faz uma observação importan-
te. Para ele, na esfera das ciências sociais uma demonstração metodicamente correta,
que pretende ter atingido seu objetivo, deve ser reconhecida como exata da mesma
maneira por um alemão e um chinês.

717
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

discussão sobre a construção da utopia como fundamento da teo-


ria urbana para a América Latina.
O terceiro e último desafio seria assumir uma concepção plural
na interpretação do fenômeno metropolitano na América Latina
como expressão do desenvolvimento geográfico desigual do ca-
pitalismo. Aqui será importante considerar as reflexões de David
Harvey sobre os desafios teóricos colocados ao conhecimento ade-
quado do desenvolvimento geográfico desigual, tendo em vista a
dinâmica econômica contemporânea do capitalismo, buscando a
articulação de quatro matrizes teóricas, trabalhadas de formas se-
paradas e, muitas vezes, antagônicas: histórico-difusionista, cons-
trutivismo, ambientalistas e geopolíticas (Harvey (2007).
Interessam neste trabalho as duas primeiras matrizes identifi-
cadas por Harvey, posto que expressam duas maneiras distintas de
interpretação do processo de metropolização na América Latina.
Já a segunda é mais reconhecível no debate que se organiza em tor-
no dos “modelos” organizados a partir do debate polarizado pela
concepção cepalina e a teoria da dependência.
Com efeito, servimo-nos das palavras de Harvey segundo o
qual os argumentos construtivistas focam no “desenvolvimento
dos subdesenvolvidos”. As práticas de exploração do capitalismo,
apoiadas em atividades políticas, militares e geopolíticas das na-
ções mais poderosas, manifestam-se na exploração imperialista
colonial ou neocolonial de territórios, populações e subculturas.
Esse processo está na base do desenvolvimento geográfico desi-
gual. Como resultado, há diferentes padrões de exploração. Desde
exploração de populações e de recursos à exploração de terras. A
interpretação histórico-difusionista trata, por sua vez, do desen-
volvimento político-econômico dos países capitalistas avançados
(do Ocidente) como motor do capitalismo que envolve todos outros
territórios, culturas e lugares. E abrange também os diferentes ca-
minhos adotados no progresso econômico, político, institucional
e intelectual.

718
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

O desenvolvimento geográfico desigual é interpretado como


um processo diferenciado de difusão a partir de um centro que
deixa por trás resíduos de eras precedentes ou se encontra com
áreas de resistência para o progresso e modernização que o capi-
talismo promove. Adoto o termo capitalismo histórico5 proposto
por Wallerstein (1985) para identificar a corrente de pensamento
que usarei na seção 4. Proporemos, então, uma forma de compre-
ensão do processo de metropolização que abre a possibilidade de
escapulir das armadilhas teóricas (universalidade/particularida-
de) que nos impelem frequentemente para espaços cognitivo-ide-
ológicos de dominação através de categorias, conceitos objetos e
problemas científicos do Norte, pela via da importação teórica. Ao
mesmo tempo, penso que esta concepção teórica permitirá cons-
truir um caminho de enfrentamento dos efeitos da razão imperia-
lista e sua lógica de imposição de agendas científicas sem os riscos
de cairmos na concepção de uma teoria das singularidades locais
dos territórios e das populações da periferia do capitalismo, como
penso estarem presentes nas proposições defendidas por Raewyn
Connell.
Esta questão surgiu no famoso seminário realizado em 1989
em Quito sobre a Investigação Urbana na América Latina,

5
Acho que a seguinte citação pode ajudar a melhor lembrar a concepção de
Wallerstein sobre o seu conceito de capitalismo histórico. “Muito se tem escrito so-
bre o capitalismo, entre marxistas e outros na esquerda política, mas a maioria des-
ses livros sofre de uma ou outra falha. Um tipo é constituído basicamente de análise
lógico-dedutivas, que partem de definições do que supõem ser o capitalismo na sua
essência e, a seguir, observam o quanto ele se desenvolveu em diversas épocas e lu-
gares. Um segundo tipo se concentra sobre as supostas transformações principais do
sistema capitalista a partir de algum momento recente no tempo, onde todo momen-
to anterior serve como modelo mitologizado contra o qual se confronta a realidade
empírica atual.
“O que me parece urgente, uma tarefa para a qual, em certo sentido, tem se dirigido
o conjunto do meu trabalho recente, é ver o capitalismo como um sistema histórico,
na totalidade de sua história e na sua realidade concreta única. Portanto, coloco-me a
tarefa de descrever esta realidade, delineando precisamente o que esteve em contínua
alteração e o que nunca se alterou de modo algum (de modo a poder designar toda a
realidade sob o único nome).” (Wallerstein, 1985)

719
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

posteriormente publicado em três volumes com uma introdu-


ção na forma de balanço das reflexões elaborada por José Luis
Coraggio:

“Se importaron objetos de estudios y sus correspondientes metodo-


logías y conceptos operativos, se importó la definición de los pro-
blemas científicos (independientemente) de la peculiaridad de los
problemas sociales) y también las jerarquizaciones entre proble-
mas.” (Coraggio, 1989, p. XXV)

Estou consciente de que a categoria capitalismo histórico não dá in-


tegralmente conta da totalidade das nuances teóricas da análise
do desenvolvimento do capitalismo dos autores com os quais vou
dialogar a fim de aventar uma concepção alternativa à compre-
ensão do processo de metropolização. Creio, contudo, haver for-
te afinidade eletiva no sentido weberiano do termo. A concepção
postulada neste texto, como alternativa, parece-me muito fértil e,
por isso, poderá amparar quatro orientações teórico-metodológi-
cas que estão presentes em minha experiência à frente do Instituto
Observatório das Metrópoles. Gostaria de enunciá-los da seguinte
maneira:

1. Como resgatar os processos históricos concretos da me-


tropolização dos nossos países e suas regiões não ape-
nas como contextos explicativos, mas como variável
explicativa das modalidades, ritmo, características,
consequências, sem cair na tentação da prática de um
historicismo-individualizante?
2. Em função desta preocupação, como empreender estudos
comparativos que capturem estas dimensões históricas em
modelo comparativo coerente e apropriado, em que pesem
explicações simultaneamente diacrônica e sincrônica dos
processos de metropolização?

720
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

3. Como com base nestas orientações, como definir uma es-


tratégia de pesquisa empírica que, além de “investigar
rigorosamente as diferenças específicas”6, sejam elas quan-
titativas ou qualitativas, nos ofereçam conhecimento siste-
mático dos casos, se nunca sabemos se as conclusões são
efetivamente comparáveis, e tampouco se podem compor
um quadro mais amplo da compreensão dos processos, seu
desenrolar etc.
4. Por fim, como entender o processo de metropolização na
América Latina no quadro de transição histórica do capi-
talismo que atravessamos desde a segunda metade dos
anos 1970, cujas marca principal é a retomada do pleno
poder global das forças econômicas e políticas do capital,
de seu fundamento central, das modalidades “primitivas”
de reprodução do capital, conceituada por David Harvey
como acumulação por espoliação. (Harvey, 2005). Esta tran-
sição vem sendo descrita através do termo neoliberalismo,
com grande ressonância na academia e nas várias esferas
da ação política, mas, por sua imprecisão, não permite
pensar que por ele estamos nomeando processos de mer-
cantilização e comercialização de culturas, territórios, na-
tureza, instituições, enfim diversos âmbitos da reprodução
da vida que desconstrói sistemas de proteção, regulação
esferas, mas que se materializa de maneira espaço-tempo-
ral desigual, heterogênea, ambígua e até mesmo conflitante
em termos de lugares, territórios e escalas. Alguns analis-
tas têm proposto o termo neoliberalização para destacar o
caráter histórico-processual desta nova etapa de mercan-
tilização do capitalismo em razão dos movimentos de resis-
tência amparados nos sistemas proteção nacional e sociais

6
Como propunha Coraggio (1990), mas sem cair em um empiricismo-individualis-
ta que se preocupa com “descrição infinita das singularidades”, segundo a crítica de
(Topalov, 1996, p. 164).

721
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

anteriormente construídos pelo próprio capitalismo. Como


pensar esta transição nas metrópoles da América Latina
que conheceram o desenvolvimento do capitalismo prati-
camente organizado pelo mercado, embora possamos iden-
tificar diferenças históricas em função do que chamaremos
neste trabalho de matrizes socioculturais.

Desde logo, é importante alertar ao eventual leitor para o fato de


não encontrar no presente texto uma proposta teórica-metodoló-
gica que resolva estas questões. Esta é uma tarefa coletiva.
Antes de apresentar a concepção que nos interessa neste tra-
balho, faremos, a seguir, a apresentação sintetizada de como
percebemos as várias interpretações do processo de metropoli-
zação da América Latina que identificaremos como integrado à
categoria construtivista de interpretação do processo de metro-
polização. Classificamos essa corrente de interpretações como
estruturalista-dedutiva.
O que nos interessa não é apresentar um estado da arte das in-
terpretações, mas apenas construir um ponto de vista que possa
tentar esclarecer o lugar teórico a partir do qual propomos uma
interpretação.

Metropolização: interpretações estruturalistas-dedutivas

Há um consenso na literatura sobre as particularidades da nossa


urbanização quando comparada com o que ocorreu nos países eu-
ropeus e nos Estado Unidos: a) a velocidade e intensidade da trans-
ferência da população do campo para a cidade, b) a constituição de
um processo de metropolização precoce gerando uma rede urbana
desarticulada, c) desassociação entre urbanização e industriali-
zação, gerando uma cidade marcada pela informalidade, irregu-
laridade e precariedade em termos das condições habitacionais e

722
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

urbanas de vida, d) segregação residencial e desigualdades socioes-


paciais, e) ausência de planejamento.
Estas particularidades foram pensadas na dualidade das forças
internas e forças externas, na qual as concepções teóricas foram a
teoria da urbanização dependente e a teoria do capitalismo peri-
férico. Uma terceira teoria foi a do fordismo periférico como apli-
cação da teoria da regulação para explicar o desenvolvimento do
capitalismo no Brasil.

A metrópole dependente

Pedro Arantes (2009) observou a ascendência de Manuel Castells


enquanto intelectual marxista que pensou nos anos 1970 as cida-
des da América Latina. A urgência política daquela década colocou
Castells na condição de principal intérprete marxista da urbaniza-
ção latino-americana. Devido a sua ascensão dentro dos estudos
urbanos, Castells pôde influenciar e direcionar o olhar de outros
intérpretes marxistas que tiveram ponto de encontro no Chile, en-
tre 1970 e 1973, na condição de exilados políticos e simpatizantes
do governo socialista de Salvador Allende. Ali se encontra a cone-
xão entre os intérpretes que formulavam hipóteses para urbaniza-
ção latino-americana. O sociólogo espanhol Manuel Castells ficou
responsável pela publicação do livro Imperialismo e Urbanização
na América-Latina, que se transformaria num marco para a crítica
marxista sobre o problema do rápido crescimento urbano latino-
-americano ou o “inchaço” urbano. Na busca de resposta para a rá-
pida urbanização, Castells pensa, sem conhecer profundamente as
particularidades históricas de cada cidade latino-americana, esse
fenômeno como um problema derivado de um processo de “urba-
nização dependente”.
Castells e outros intelectuais (como Anibal Quijano, Fernan-
do Henrique Cardoso) que pertenciam à CEPAL, defenderão que
uma industrialização com baixa capacidade de absorver os traba-
lhadores migrantes produz um descompasso entre urbanização
723
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

e proletarização. Para Arantes (2009), aqueles intelectuais se-


rão responsáveis por uma teoria de classe diferente da marxista
convencional. Eles observam uma estratificação social nova: os
“marginais”, migrantes que não encontram trabalho no núcleo
hegemônico. Tais marginais representam mais do que lúmpen
ou exército industrial de reserva. Constituem um verdadeiro polo
na estrutura econômica. São instáveis, irregulares e precários.
Ocupam posições no setor terciário, em serviços subalternos e
informais.
Castells e Quijano se apresentam, naquele momento, como a
principal resposta alternativa ao pensamento liberal, bem como ao
marxismo europeu. Castells fundamenta o conceito de “marginali-
dade”, que surgia atrelada diretamente à nova fase de dominação
imperialista e monopolista na América Latina. Em suas discus-
sões, o conflito central não é aquele observado pelos marxistas
convencionais (entre o capital e o trabalho), mas entre trabalha-
dores em ação coletiva e o Estado em sua ideologia planificadora.
Olham, portanto, a produção industrial, com suas estratégias de
localização e infraestrutura, como capaz de interferir na dinâmica
regional.
Paul Singer, economista que pertencia ao Cebrap, foi um dos in-
telectuais de esquerda que permaneceram no Brasil durante o Gol-
pe Militar. Singer, como intelectual de esquerda, foi fortemente
influenciado pela sociologia francesa, mas também indiretamente
pelas ideias de Castells. Naquele livro organizado por Castells, há
um capítulo de Paul Singer no qual busca, através de um exercício
metateórico, examinar premissas teóricas sobre as críticas da ur-
banização na América Latina. Singer (1973) examina ali as contri-
buições de Manuel Castells e Aníbal Quijano.
Paul Singer percebe que tanto Castells como Quijano defendem
a urbanização na América Latina como decorrente da dominação
capitalista comercial e imperial. Castells enfocou a urbanização da
América Latina articulando-a primeiro com o colonialismo, depois
com o imperialismo. Ao tomar por base essas correlações, Castells
724
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

defenderá a urbanização da América Latina como um fenômeno


social específico, acreditando possuir “uma marca comum”, uma
mesma fonte de determinação social. Resumidamente, Castells
acreditava que a urbanização colonial fora determinada pela polí-
tica e pelas necessidades das potências dominantes.
Já Quijano não realiza uma análise histórica muito diferente
de Castells. Para ele, os focos principais do desenvolvimento ur-
bano durante os primeiros séculos de colonização se concentra-
ram sobre a base da prévia existência de sociedades indígenas
desenvolvidas. A urbanização, inclusive no período colonial, foi
condicionada pela localização e pela disponibilidade de recursos
naturais, pela topografia das diferentes regiões, que condicionou
também a rede de comunicação.
Mais tarde, Castells reconheceria que, após a independência
política e a inserção da América Latina no mercado capitalista
mundial, houve uma forte diversificação da dependência com o
surgimento de modalidades como economia de enclave, econo-
mia agrícola e pecuária para exportação, economia de plantation,
dando lugar a uma forma específica de urbanização, isto é, uma
urbanização muito débil. Já Quijano defende que o crescimento da
produção industrial e o crescimento urbano demográfico marcha-
ram de maneira muito desnivelada. Como se pode notar, Quijano
coloca muitas fichas na expansão industrial urbana como canal
efetivamente constitutivo de integração da sociedade.
Não obstante em Quijano se observe certa e limitada apologia
do capitalismo nacional, que supõe uma relativa autonomia, ele
eleva demasiadamente a influência e o poder do capital estrangei-
ro sobre aquele último. Na sua concepção, os grupos empresariais
monopolistas operam em função das necessidades econômico-so-
ciais da reprodução do capital e, por isso, esquecem da população.
Depois da II Guerra Mundial, os Estados na América Latina
foram perturbados e, no final, pervertidos pelo restabelecimento
de relações de dependência com os países desenvolvidos. Segun-
do Castells e Quijano, o processo de industrialização nacional
725
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

reforçou consideravelmente as aglomerações existentes e acelerou


o crescimento urbano, provocando fluxo migratório e urbanização
excessivos. A modernização dos aparatos produtivos dos países
dependentes se deu, portanto, mediante a intervenção de grandes
firmas multinacionais cujas decisões eram tomadas em função de
uma estratégia mundial e cuja lógica escapava à economia do país.
Compreende os efeitos desreguladores no interior de cada socie-
dade a partir dos interesses das grandes firmas e a longos prazos.
Segundo Singer (1973), Castells e Quijano trataram o capitalis-
mo nacional dos países da América Latina como produtor de uma
urbanização equilibrada. Não obstante, a penetração do capital es-
trangeiro perverteu esse equilíbrio. Se, para ambos, a urbanização
não era excessiva, passou a ser. Se antes a população que migrava
para cidade era integrada social e economicamente, passou a cair
na marginalidade. Castells e Quijano defendem, confiantemente, o
capitalismo como produtor das distorções.
Na análise de Singer, Castells considerou a urbanização na
América Latina como acelerada por não conseguir evitar um des-
nível entre o fraco desenvolvimento das forças produtivas e a rá-
pida concentração espacial da população. Formou-se assim uma
rede urbana truncada e desarticulada. Rede essa que não deu con-
ta de hierarquizar as aglomerações de acordo com a divisão técni-
ca das atividades.
Segundo Pedro Arantes (2009), Castells e Quijano se colocaram,
muitas vezes, numa posição dualista ou funcionalista porque de-
fenderam ortodoxamente que uma industrialização com baixa
capacidade de absorver os trabalhadores migrantes acaba sempre
por produzir um descompasso entre urbanização e proletarização.

A metrópole do capitalismo dependente

O que chama a atenção é Paul Singer publicar, no próprio livro


organizado por Castells, um capítulo que pode ser considerado

726
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

como uma antítese à tese da urbanização dependente de Castells


e Quijano.
Singer (1973) reconhece que o império inglês interveio em
muitas lutas travadas na América Latina. Todavia, considera exa-
gerado admitir a tese de Castells e Quijano, segundo a qual a de-
terminação das fronteiras políticas da América Latina resultou de
diversas situações de dependência capitalista-comercial. Singer
parece não negar que as oligarquias rurais, base de tantos Esta-
dos Nacionais da América Latina, resultaram de longo processo
de lutas de classe, com auxílio do imperialismo. Muitos momen-
tos decisivos da história dos países latino-americanos foram fruto
das lutas de classe, em cujo desenlace pesaram as condições inter-
nas. Para ele, contudo, o que importa principalmente é determinar
quais foram os fatores decisivos no desenvolvimento da história
latino-americana deste período.
No entendimento de Singer, o nível de abstração adotado por
Castells não era adequado para se cogitar que a urbanização fora
determinada pela dependência. A crítica de Singer é fundamenta-
da no método proposto por Marx (1982) para análise da sociedade
moderna, segundo o qual toda investigação precisa começar do
real, do concreto, das categorias mais simples para as mais abs-
tratas. Ao partir de totalidades como população, nação ou Estado,
chegar-se-ia a uma visão muito caótica do todo. O concreto, para
Marx, precisa ser tratado como o verdadeiro ponto de partida.
Castells acabou, portanto, caindo na armadilha que Marx negava,
qual seja começar sempre por uma totalidade mais abstrata como
divisão internacional do trabalho. O foco escolhido por Castells
parte da consequência e não da causa
Com base na hierarquia das relações no quadro da sociedade
moderna, as relações “campo-cidade” tratadas por Singer são ca-
tegorias mais simples do que, por exemplo, as categorias “divisão

727
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

internacional do trabalho” e “trocas internacionais” privilegiadas


por Castells7.
Para Singer, a urbanização em si na América Latina nada teve
de excessiva. Na realidade, foi reflexo do desenvolvimento das for-
ças produtivas:

“Es preciso notar que la velocidade del proceso también sufre la in-
fluencia del crecimiento de la población, que se aceleró em América
Latina después de la Segunda Guerra Mundial, y de los factores de
expulsión que actúan em las zonas rurales produciendo flujos de mi-
gración urbana” (Singer, 1973, p. 294).

A acelerada urbanização na América Latina é considerada por


Singer como o resultado da ação conjunta de fatores de pressão
da população sobre a terra, mas também de expulsão. Singer quer
demonstrar que, em um processo de industrialização, uma deter-
minada área pode ser menos atrativa para o capital do que outra.
Se isso ocorre, a área menos atrativa perde a concorrência para
aquela mais atrativa do ponto de vista racional do capitalismo e
sofre consequências sérias. Sua população empobrece relativa-
mente e o nível de vida populacional permanece baixo. As opor-
tunidades econômicas quase inexistem. A consequência disto
será a expulsão de migrantes. “Os fatores de expulsão que levam
às migrações são de duas ordens: fatores de mudança e fatores de
estagnação” (Singer, 1987, p. 38). O primeiro faz parte do próprio
processo de industrialização e decorre da implantação de relações
de produção capitalistas. Essas, ao passo que buscam cada vez

7
No plano de Marx, há uma hierarquia das relações no quadro da moderna sociedade
burguesa, mais ou menos semelhantes em todas as formas de sociedade. Categorias
abstratas que constituem a estrutura interna da sociedade e sobre as quais assentam
as classes fundamentais seguem: capital, trabalho assalariado, propriedade fundiária;
as suas relações recíprocas; cidade e campo; as três grandes classes sociais e a troca
entre elas; a circulação e o crédito privado. Estado e suas relações consigo mesmo: as
classes improdutivas; os impostos; a dívida pública; o crédito público; a população; as
colônias; e a emigração. Relação internacional de população; a divisão internacional
do trabalho; a troca internacional; a exportação e a importação; os câmbios. E, por
fim, o mercado mundial e as crises.

728
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

mais mão-de-obra qualificada, descartam um quantitativo desqua-


lificado, obrigando-o a buscar novos meios de sobrevivência.
Para Singer (1973, p. 295) “nada de esto tiene que ver necesaria-
mente com la dependência”. A urbanização pode ser um aspecto
necessário do desenvolvimento das forças produtivas, cuja inten-
sidade é refletida pelo ritmo de crescimento das cidades. Além dis-
so, a urbanização pode também refletir a incapacidade do sistema
para responder positivamente ao desfio representado pelo cresci-
mento da população.
Por isso, a concentração urbana e a primazia metropolitana
reaparecem na argumentação de Singer como falsos problemas.
Sua eventual correção demanda apenas certo perfeccionismo do
aparato de planificação territorial, nos limites do sistema. É preci-
so não assimilar os desníveis que se originam da superconcentra-
ção urbana aos que se derivam da concentração de capital. Estas
últimas são, para Singer, contradições centrais do capitalismo
contemporâneo.
A conclusão a que chega Singer é de que a presença do capital
estatal no “setor hegemônico” não foi casual na América Latina.
Deve-se a uma política posta em prática por numerosos países, os
quais tiveram por objetivo não permitir ao capital estrangeiro a
condução exclusiva do processo de industrialização. Procurar no-
vas formas de controle sobre o capital estrangeiro foi outra faceta
da mesma política, assim como a formação de empresas mistas
com participação de capital privado estrangeiro e nacional, e de
capital estatal.
De fato, houve uma luta para controlar o setor hegemônico.
Nos países que iniciaram sua industrialização mais recentemente,
isto é, depois de 1950, a presença do capital estrangeiro foi, con-
forme sustenta Singer, mais ativa desde o início. O mesmo não
ocorreu nos países que presenciaram a industrialização há mais
tempo, como o Brasil. O desenvolvimento “precoce” do capitalismo
monopolista na América Latina deve-se a numerosos fatores. Um
deles remete à dependência em termos de inovação tecnológica.
729
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

Porque quase todas as inovações foram trazidas de países capita-


listas adiantados. As firmas multinacionais detiveram elevado po-
der de competência monopolista, já que o custo de produção de
inovação tecnológica é relativamente elevado.
Para a construção desse argumento, Singer recorre à teoria da
tendência declinante da taxa de lucro de Karl Marx (O Capital, v.
III). Para ele, as indústrias não se interessaram pela taxa média de
mais-valia, mas por uma taxa média de lucro a qual não é senão
uma relação do excedente dividido pela soma do capital constante
mais o capital variável. Essa relação forma o que Marx chamou de
composição orgânica do capital.
Se os capitalistas estivessem interessados em taxa média de
mais-valia. não procurariam fazer investimentos em novas tecno-
logias (máquinas, equipamentos, ou seja, em capital constante). As
indústrias sempre procurarão através da pesquisa descobrir novas
tecnologias e mantê-las em segredo. Até que outras indústrias te-
nham acesso a essa nova tecnologia, o capital constante da indús-
tria pioneira na inovação terá sofrido um acréscimo significativo,
de modo que poderá dominar a indústria retardatária. Com o au-
mento na dimensão ótima da unidade do processo de produção, o
capital maior derrubará ou dominará o menor.
Essa tendência ilustra um fenômeno intrínseco ao capitalis-
mo, já enunciado por Marx: a centralização. Como os países de-
senvolvidos estão sempre em condição superior de desenvolver
novas tecnologias, os países da América Latina, imersos no siste-
ma capitalista, estarão sempre numa condição de desvantagem e
vulnerabilidade.
Embora Singer admita significativas relações causais entre de-
pendência e marginalização, essas relações precisam ser estu-
dadas e analisadas de modo mais adequado em um nível mais
concreto. Conforme Singer já salientara, há vários outros fatores
que influenciaram no desenvolvimento, na urbanização e na mar-
ginalidade em sociedades como as latino-americanas.

730
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

A metrópole do fordismo periférico

O economista francês Alain Lipietz (1989) faz uma investigação na


história do pensamento econômico a fim de encontrar as caracte-
rísticas do processo de urbanização que se instalou nas cidades da
América Latina durante o período posterior à II Guerra Mundial.
Lipietz se dedica a duas evoluções divergentes, mas que tiveram
“combustível” para ação semelhante: França e Itália na Europa,
por um lado, e o Terceiro Mundo, por outro.
Entre os anos de 1945 e 1955, segundo Lipietz (1989), a França e
a Itália eram países quase subdesenvolvidos. Receberam um fluxo
maciço de créditos e de doações dos EUA para se equiparem. As
classes dirigentes foram enviadas ao EUA, onde receberam curso
para administrar um novo modelo de desenvolvimento capitalis-
ta: o fordismo. Vinte anos após, as estruturas sociais e geográficas
desses dois países foram completamente transformadas. Planeja-
dores regionais prognosticavam uma explosão da metrópole pari-
siense e de algumas outras grandes cidades que absorviam o êxodo
rural. Todavia, essas hipóteses não se confirmaram. Na Itália, da
mesma forma, não ocorreu uma urbanização excessiva. Ao con-
trário, o fenômeno se reverteu nos anos 60, em benefício de uma
urbanização difusa.
Nos anos 60, alguns países do Terceiro Mundo também recebe-
ram, como França e Itália outrora, transferência de créditos e de
tecnologia proveniente do fordismo central. A Itália, por exemplo,
se “beneficiou” de uma forma de industrialização nacionalista du-
rante os vinte anos de fascismo mussoliano. Na América Latina,
nada impedia que o getulismo brasileiro e o peronismo argentino
de seguirem o mesmo caminho. Todavia, a mesma fórmula que era
veneno para o desenvolvimentismo latino-americano mostrou-se
como remédio para o desenvolvimento na Itália. Todavia, no Ter-
ceiro Mundo o processo de industrialização foi acompanhado por

731
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

uma agricultura que não criava tanto emprego como os setores in-
dustriais e terciários daqueles países europeus.
O modelo fordista francês, como todo fordismo central, reali-
zou uma redistribuição dos ganhos de produtividade entre todas
as classes sociais, rurais e urbanas. Ao passo que no caso de um
país tão grande como o Brasil, seu imenso mercado oferece mar-
gem de manobra para desenvolver um regime verdadeiramente
“autocentrado”.
Lipietz chama a atenção para um ponto dessa “margem de
manobra” que o Terceiro Mundo oferece. Quando um país conta
com 120 milhões de pessoas, basta que 20% dessa população (24
milhões de pessoas) apropriem-se de dois terços da riqueza para
que se constitua um mercado. Essa porcentagem de pessoas com
condição de consumir os bens de consumo duráveis e mesmo de
luxo será equivalente ao de um país médio da Europa ocidental.
Segundo a lógica do sistema, comparativamente há uma equiva-
lência no número de consumidores de um grande país e de um país
pequeno europeu.
Logo, a metropolização explosiva não é senão a marca espa-
cial de uma polarização social explosiva. Essa industrialização
acompanhada de explosão urbana é conceituada como fordismo
periférico.
Nas duas evoluções, as mesmas causas não tiveram os mesmos
efeitos. Isso conduz Lipietz a levantar a hipótese de que isso acon-
teceu porque as causas não eram exatamente semelhantes, nem
eram idênticas as condições da acumulação.
Para o economista, na América Latina, houve duas tentativas
de programar uma política de substituição de importações. Na
primeira, aproveitando-se da grande crise dos anos 30, os regimes
populistas da América Latina inauguraram a “estratégia de subs-
tituição de importações”. Esperavam aplicar essa tática para esti-
mular a produção de bens duráveis e de capital. Não obstante, essa
primeira tentativa não obteve êxito.

732
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

Já nos anos de 1960, esses países reaplicaram a política, mas


sem muito êxito, já que o modelo fordista não se completou total-
mente. Naquele período, o fordismo como uma estratégia passou
por grandes dificuldades e mostrou-se incapaz de inseri-los no
“círculo virtuoso” do fordismo central. Há três razões para isso na
opinião do autor.
A primeira se refere ao processo de trabalho. Aqueles que im-
plementaram essa política desconsideraram a necessidade a priori
de relações sociais de trabalho compatíveis com o novo modelo de
produção social. Os países da América Latina não possuíam uma
classe operária experimentada e qualificada ou mesmo pessoal
de apoio necessário para aplicar os modos de produção fordistas.
Além disso, a incorporação de novas tecnologias através da impor-
tação de máquinas não saldava a defasagem tecnológica, pois tec-
nologia não é um recurso transferível.
A segunda razão se refere aos mercados. A regulação “monopo-
lista” ficou reduzida à administração marginal de lucro e da moe-
da de crédito. Foram raros os casos de ampliação significativa do
poder de compra do operário e do camponês. Os mercados perma-
neceram limitados às classes médias e superiores.
Por fim, havia as trocas externas, que o autor julga como a ter-
ceira razão. Para ele, o aumento muito rápido do volume de inves-
timentos e, portanto, das importações não foi compensado pelo
crescimento das exportações de matérias-primas. A política de
substituição de importações defrontou-se com a barreira do défi-
cit do comércio exterior e do endividamento, acompanhado por
uma inflação interna, tal como ocorreu no caso do Chile.
Essas condições fomentaram uma “dependência” real.
O autor lembra que mesmo nos países da OCDE a revolução
fordista não foi feita em um só dia. Na concepção de Lipietz, du-
rante o processo de difusão-integração internacional das relações
capitalistas nos anos 60, faltou à América Latina a existência de
regimes políticos, cujas classes dirigentes dispusessem de uma

733
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

mão-de-obra “livre “ e que optassem por apostar nesse jogo. Ne-


nhuma das condições foi encontrada na América Latina.
Antes de mais nada, Lipietz quer entender por que razão as
metrópoles “explodiram” nos países do “fordismo periférico” dos
anos 70, e não ocorreu o mesmo na Europa do pós-guerra. A razão
desse descompasso é atribuída tanto aos limites específicos às con-
dições políticas, sociais e econômicas dos países latino-americanos
quanto aos limites intrínsecos ao modelo fordista. Lipietz chega
ao mesmo denominador comum de Paul Singer, quando nota que
os campos na América Latina expulsaram a população, algo que
não ocorreu na França e na Itália, pois seus campos conseguiram
retê-la de maneira mais eficaz. O fordismo não teve êxito nos paí-
ses do Terceiro Mundo que já passavam por uma fase de explosão
demográfica e só conseguiu, portanto, adequar-se às metrópoles
centrais e em condições históricas específicas.

A metrópole das transições

Nos anos 80, Alejandro Portes (1989) desenvolveu um estudo so-


bre a América Latina, que procurou comparar tendências com o
que foi produzido pela literatura anterior sobre a evolução da ur-
banização latino-americana. A América Latina, na sua concepção,
experimentara um rápido processo de urbanização distorcido em
decorrência do subdesenvolvimento.
Para sua experiência comparativa, Alejandro Portes selecionou
três países da América Latina. Uruguai e Chile, porque foram pa-
íses cujo processo de industrialização e de urbanização ocorreu
cedo. Neles, o surgimento do proletariado urbano foi acompanha-
do pelo sistema de bem-estar social e de legislação trabalhista. O
crescimento desses países se concentrou, segundo o sociólogo, nas
cidades capitais, gerando por isso altos níveis de primazia urba-
na. O terceiro país escolhido foi a Colômbia, que teve padrão de
desenvolvimento industrial, urbanização e regulação de mercado

734
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

trabalhista próprios. Era o único caso na América Latina, segundo


Portes, com ausência acentuada de primazia urbana.
Alejandro Portes (1989) chama atenção para o que ele conside-
ra um processo de mudança que ocorreu nas cidades latino-ame-
ricanas nos anos 1970: desaceleração da primazia urbana. Para
Portes, houve um crescimento rápido das cidades secundárias.
As mudanças se manifestaram em países com níveis distintos de
desenvolvimento e em países com diferentes sistemas políticos. O
mais curioso nessa observação de Portes é que ela vai fortemente
de encontro às observações dos intelectuais marxistas que se con-
centraram na Cepal nos anos 1970.
Conforme procuramos demonstrar acima, Castells (1973), Qui-
jano (1973) e Singer (1973 e 1987), embora esse último discorde da-
queles dois no que tange às causas da urbanização na América
Latina, todos defendem um processo de urbanização concentrado
nas principais cidades latino-americanas.
A análise de Portes, sem dúvida, trilha um caminho oposto ao
escolhido pelos intérpretes marxistas da urbanização latino-a-
mericana que se reuniram nos primeiros anos 1970 no Chile. En-
contravam-se ali também Fernando Henrique Cardoso, Cândido
Procópio de Camargo e Lúcio Kowarick. Há um capítulo (publica-
do no livro clássico de Castells, 1973) desses três sociólogos, no qual
procuram tecer explicações para o processo de urbanização, para
a estrutura urbana, como também para o fenômeno da migração e
produção de uma marginalidade na cidade de São Paulo.
O trio de sociólogos paulistas corroborava a teoria explicati-
va proposta por Castells, qual seja, da “urbanização dependente”.
Com essa concepção em mente, Cardoso, Camargo e Kowarick
(1973) argumentam que a cidade de São Paulo aceitou a deflagra-
ção do desenvolvimento, sem, contudo, contar com um mínimo
de infraestrutura urbana. Sustentam que o poder público em São
Paulo não se posicionara em direção ao desenvolvimento urbano
da metrópole. Essa carência de ação pública era, sobretudo, visível
no uso do solo. A metropolização foi orientada pelo setor privado
735
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

da economia, que organizou parcialmente o desenvolvimento ur-


bano segundo seus interesses. Os grupos ligados à especulação
imobiliária lotearam a cidade de acordo com critérios próprios,
sem intervenção da prefeitura.
Para se ter uma ideia, durante o período desenvolvimentista
dos anos 1940, quando houve, segundo os três sociólogos, a intensa
ocupação urbana, as prefeituras da metrópole São Paulo prescin-
diam de instrumentos eficazes para orientar o processo de ocu-
pação do solo. Foi somente em 1965 que se aprovou uma lei para
regulamentação do solo na zona considerada rural da cidade de
São Paulo.
Nesse cenário, o fenômeno migração não se mostra aos sociólo-
gos como positivo. Para eles, esse fenômeno impôs uma mudança
de sociabilidade dos indivíduos que viviam naquela cidade. Como
a cidade não oferece acesso a bens e valores culturais, os recém-
-chegados e as faixas de população de baixa renda irão experien-
ciar uma cultura da pobreza, condição de vida que decorre de
níveis econômicos precários e de padrões sociais deficientes para
enfrentar os desafios que a cidade grande impõe. Assim, margina-
lidade e pobreza ocorrem paralelamente ao dinamismo industrial
e configuram uma situação de dependência do modelo de indus-
trialização que se implantou em São Paulo.
Como o desenvolvimento não precedeu a industrialização, a ci-
dade passou a ter dificuldade de deixar de pensar no seu habitante
apenas como trabalhador. A dependência gera a marginalidade e
intensifica a pobreza, impedindo, portanto, que os indivíduos con-
sigam incorporar e usufruir dos aspectos modernos da vida metro-
politana: aprender, viver ludicamente e se realizar enquanto ser
social.
Alejandro Portes questiona que as mudanças que se manifes-
taram na América Latina possam ser atribuídas a fatores idios-
sincráticos. Para sua experiência comparativa, Alejandro Portes
selecionou os três referidos países da América Latina.

736
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

Alejandro Portes contradiz as teses dos cepalinos acerca da ur-


banização, defendendo uma desaceleração da primazia urbana.
Para ele, a explosão urbana não pode ser explicada através da de-
mográfica. Os efeitos da mudança nos padrões de fertilidade ocor-
rem paralelamente a outros fenômenos. Essa mudança, sustenta
Portes (1989), não teve poder de influenciar a migração e a prima-
zia urbana, pois essa última pode se expandir mesmo na ausên-
cia de crescimento demográfico.
Depois de mais de uma década, no livro “Ciudades Latinoame-
ricanas: análisis comparativo en el umbral del nuevo siglo”, Portes e
Roberts (2005) trouxeram um estudo comparativo sobre o caráter
e a evolução das cidades latino-americanas durante as últimas dé-
cadas do século XX e início do séc. XXI. Analisaram o período que
coincide com o fim do modelo de industrialização por substituição
de importações. E o novo modelo de abertura de mercados, inspi-
rado na economia ortodoxa.
Seu estudo comparativo toma por base seis países (Argenti-
na, Brasil, Chile, México, Peru e Uruguai) que juntos somam mais
de 80% da população de toda a América Latina. Analisaram infor-
mação do Censo e questões representativas existentes. Basearam-
-se em acordos colaborativos com equipes de pesquisadores nos
seis países que conduziram investigação intensa de temas basea-
dos numa estrutura metodológica comum, como “sistema e prima-
zia urbana”, “desemprego urbano e emprego informal”, “pobreza e
desigualdade”, “delinquência, vitimização e insegurança urbana”.
A partir desse estudo comparativo, Portes e Roberts observa-
ram que, em meados do século XX, políticas de Industrialização
por Substituição de Importação (ISI) impactaram diretamente a
características das cidades latino-americanas. As cidades experi-
mentam um rápido processo de urbanização, centrado em uma ou
duas cidades do país. Esses países experimentaram migração inter-
na massiva, surgimento de moderna classe trabalhadora industrial
e classe média em serviços governamentais e indústrias privadas,
crescimento de classe trabalhadora “informal”, autoempregadas
737
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

em múltiplas atividades industriais e serviços fora do setor mo-


derno, aumento da população que representou uma pressão sobre
o mercado de terras e residências. Esse quadro fez proliferar bair-
ros e assentamentos irregulares na periferia das cidades, ao passo
que as elites e a classe média também abandonaram o centro para
se realocarem em áreas que foram, anteriormente, ocupadas por
pobres.
Essa movimentação de classes pobres e ricas pelo espaço urba-
no acentuou a polarização espacial, ao mesmo tempo em que os
bairros de elite e setores médios tornaram-se mais heterogêneos
devido a sua proximidade com assentamentos de baixa renda.
O crescimento econômico sustentado durante o período de ISI
fomentou aumento de mobilidade para o migrante pobre. Tam-
bém foi sob a vigência da ISI que os movimentos sociais popula-
res impulsionaram os processos de mobilidade ascendente através
das lutas por melhores condições de emprego.
Por todos esses aspectos, a sociedade urbana durante o período
de ISI pode ser considerada como fundamentalmente organizada.
Nos seis países, os resultados mostraram tendências manifestas de
crescimento contínuo da população urbana, redução do tamanho
relativo das cidades principais ou, no caso do Brasil, das cidades
dominantes (Rio de Janeiro e São Paulo). O crescimento das cida-
des principais diminuiu, e seu relativo domínio sobre o sistema ur-
bano nacional também declinou.
Os autores concluem que, ao fim do modelo ISI e com a chega-
da do neoliberal, houve um efeito significativo na reorganização
do sistema. Essa reorganização se apoiou no processo de transfor-
mação dos sistemas urbanos daqueles países, associado ao surgi-
mento do novo modelo macroeconômico. Nos países onde o novo
modelo não foi ou foi levemente aplicado, os níveis de primazia
urbana permaneceram inalterados. Já em países onde o modelo
gerou novas inversões concentradas em torno das cidades princi-
pais, cresceram os níveis de primazia e novas megacidades come-
çaram a surgir.
738
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

As metrópoles do capitalismo histórico: mercado e estado

Não é satisfatório explicar a metropolização latino-americana


através de nenhuma dessas linhas de pesquisa separadamente. As
matrizes dos processos latino-americanos não podem ser reduzi-
das a um ou outro modelo que generaliza os fenômenos urbanos a
partir da experiência histórica dos países desenvolvidos. O desafio
que precisamos enfrentar é articular as particularidades empíri-
cas das metrópoles latino-americanas, levando em conta a história
de cada país, às condições da economia mundial.
Penso que o tamanho das nossas metrópoles, suas desigualda-
des, suas favelas e periferias, sua violência são corolários da disjun-
ção entre economia, sociedade e território que caracteriza a nossa
expansão periférica na economia-mundo capitalista. A imagem
que traduz esta ideia é a descrição que fez Braudel da disjunção
ocorrida à época da formação da economia-mundo entre os planos
e o tempo da vida material e quotidiana da maioria da população,
que construía a sua sobrevivência diária praticamente à margem
da rede de trocas organizada sob a hegemonia das “altas finanças”
que atravessava as regiões da Europa.
Proponho pensar a metropolização na América Latina através
da ótica dos conceitos de economia-mundo e sistema interestatal
(Arrighi, 1995; Braudel, 1979 e 1985). A economia-mundo vem se
expandindo desde o século XV sob dois movimentos históricos: a
construção da ordem interestatal, dando nascimento aos Estados
Territoriais e depois aos Estados Nacionais, e a construção da or-
dem industrial. Vamos focalizar a nossa reflexão na busca de ne-
xos da metropolização como a expressão da geografia criada pelo
capitalismo nesta parte da economia-mundo.
O mundo capitalista foi constituído por uma ordem gerada pela
aliança entre o poder político e os donos do dinheiro. Esta aliança
fez nascer um capitalismo globalizado desde seu nascimento e que
se desenvolve tendo como força a dinâmica de um sistema de com-
petição interestatal. Esta dinâmica criou uma geografia mundial

739
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

baseada na constituição de sucessivos núcleos, semiperiferias e


periferias.
A formação do Estado-Nação e a constituição da ordem indus-
trial nos países do centro da economia-mundo desencadearam um
duplo movimento histórico, responsável pela Grande Transforma-
ção do capitalismo entre os séculos XIX e XX. Este movimento his-
tórico para K. Polanyi apresenta dois princípios organizadores da
sociedade (liberal), cada um deles determinando os seus objetivos
institucionais específicos, com o apoio de forças sociais definidas e
utilizando diferentes métodos próprios. Um foi o liberalismo eco-
nômico, que objetivava estabelecer um mercado autorregulado,
dependia do apoio das classes comerciais e usava principalmen-
te o laissez-faire e o livre-comércio como seus métodos. O outro
foi o princípio de proteção social, cuja finalidade era preservar
o homem e a natureza, além da organização produtiva, e que de-
pendia do apoio daqueles mais imediatamente afetados pela ação
deletéria do mercado – principalmente as classes trabalhadoras e
fundiárias – que utilizavam a legislação protetora, associações res-
tritivas e outros instrumentos de intervenção como seus métodos
(Polanyi, 1980).
No coração da economia-mundo estes dois movimentos se
traduziram no internacionalismo transformado em nacionalis-
mo-liberal associado ao imperialismo. O Estado passa a atuar na
proteção dos seus mercados nacionais. Disse Polanyi: “Na verdade,
o novo nacionalismo foi o corolário do novo internacionalismo”
(Polanyi, 1980, p. 198). Na formação dos Estados Nacionais dos paí-
ses da semiperiferia e na periferia da economia-mundo, estes dois
princípios atuaram de maneira desigual.
Para Fiori (1999 e 2001), estes dois princípios enunciados por
Polanyi seriam universais na medida em que expressassem duas
contradições essenciais ou materiais do capitalismo: contradição
entre capital e trabalho e a entre globalidade dos seus fluxos eco-
nômicos e a territorialidade da gestão política. Fiori identifica a
dificuldade de Polanyi de pensar o desenvolvimento desigual e
740
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

este duplo movimento em termos de tempo e formas, “produzindo


efeitos igualmente distintos nas várias sociedades nacionais” (Fio-
ri, 1999, p. 172). O desenvolvimento destes dois movimentos histó-
ricos é desigual porque obedece ao (i) desenvolvimento territorial
desigual do capitalismo e (ii) é impulsionado pela competição e
hierarquização do poder dos Estados nacionais. É exatamente isso
que nos interessa sublinhar: apesar de sua universalidade, esses
dois princípios atuam de forma diferente fora do núcleo original
(norte-europeu) do sistema. Entretanto, para poder introduzir essa
dimensão histórico-territorial, é necessário primeiro clarificar,
conceitualmente, algumas distinções no raciocínio de Polanyi.
Em primeiro lugar, o princípio da autoproteção promoveu a au-
torregulação das relações sociais internas de cada país, resultando
em uma politização das relações de classe, forçando uma lenta de-
mocratização dos sistemas políticos europeus. Em segundo lugar,
a proteção social também se manifestou sob a forma de uma auto-
proteção nacional através da regulação estatal das relações econô-
micas externas de cada país, uma política neomercantilista. Mas
este segundo princípio somente se realizou no núcleo da econo-
mia-mundo, envolvendo os países centrais e seus sócios próximos.
Estes países impõem uma proteção nacional e, ao mesmo tempo,
no plano internacional o livre-cambismo e políticas liberal-inter-
nacionalizantes. Fazendo esta diferenciação, Fiori constata que os
dois movimentos do desenvolvimento do capitalismo se realiza-
ram de formas distintas no núcleo e na semiperiferia. O princípio
internacional-liberalizante foi imposto pelo poder material e cul-
tural da potência econômica dominante.
Como periferia desta economia-mundo, a América Latina teve
como particularidade histórica o fato de ter um Estado territorial
independente desde o século XIX, mas tal fato não desencadeou o
movimento de autoproteção na sua dupla dimensão: a nacional e a
social. Frente ao sistema interestatal conformado globalmente, os
Estados na América Latina não se colocam em confrontação com
o movimento liberal expansivo. Tampouco ocorreu no continente
741
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

um expansionismo regional. Este fato ocorreu em outras perife-


rias constituídas pelo economia-mundo e pelo sistema interesta-
tal. Por exemplo, no sudeste asiático com a conformação do Estado
Japonês. O fato é que no continente latino-americano “os estados
nacionais não participam da competição interestatal como tam-
pouco sua competição regional ocupa lugar de destaque na multi-
plicação das riquezas nacionais” (Fiori, 1999, p. 175).
Neste ponto, Fiori lembra os ensinamentos de Charles Tilly, que,
confrontando os processos de formação dos Estados na Europa,
América Latina e na Ásia, observa que eles “diferem grandemente
no que diz respeito tanto à organização interna quanto à posição
dentro do sistema universal de estado [.... e] ao estender-se ao mun-
do não europeu, o sistema de estados não continuou simplesmente
o mesmo” (Tilly, 1996, p. 278).
Quais as consequências para o processo de metropolização na
América Latina?
A formação e a evolução das nossas metrópoles expressam o
efeito das forças liberalizantes. No desenvolvimento do capitalis-
mo no continente, desde a sua origem, a formação do Estado-Nação
não gerou a necessidade histórica da constituição de um sistema
de proteção nacional; tampouco a emergência de uma ordem capi-
talista industrial tornou necessária a transformação deste sistema
ampliado para a proteção do trabalho e da terra. Como periferia
do movimento histórico de expansão do capitalismo globalizado
(denominado pelos autores aqui referidos como a economia-mun-
do), sempre tivemos posição marginal no sistema de competição
interestatal.
Ao mesmo tempo, onde ocorreu um processo de industrializa-
ção, a força de trabalho foi constituída pelo intenso movimento mi-
gratório interno e externo, portanto, por um intenso movimento
de mercantilização do trabalho. A cidade da industrialização com
“massa marginal” permitiu que a formação da classe operária fos-
se vivida como um processo de mobilidade social ascedente já que
era associada à intensa migração dos camponeses empobrecidos
742
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

do campo, consequência dos efeitos de desarticulação das econo-


mias regionais provocada pelas relações de dependência.
A migração foi um fator de “mobilidade social ascendente” para
estes trabalhadores, dadas as enormes disparidades de condições
de vida. Houve a formação de um extenso exército industrial de
reserva na cidade. No caso brasileiro, podemos dizer que, por um
lado, nossa industrialização em sua gênese prescindiu de um urba-
no como força produtiva capaz de fornecer os meios necessários à
reprodução coletiva do capital e da força de trabalho, em razão do
seu caráter autárquico. Por outro, a indústria nascente produziu,
com efeito, o seu “urbano”, através do modelo da “servidão burgue-
sa” (Leite Lopes, 1982).
Parece-nos importante ainda acrescentar à metropolização no
Brasil, e creio que podemos generalizar para a América Latina, a
constituição de um “mercantilismo urbano” resultante da relação
entre o Estado, as forças liberal-internacionalizantes e as forças
liberais-nacionais, expressa no que Carlos Lessa e Sulamis Dain
chamaram de “sagrada aliança” (Lessa e Dain, 1984). A “sagrada
aliança” assegurou a convergência de interesses entre os capitais
nacionais dominantes em órbitas não-industriais e os capitais
internacionalizados, de tal forma de uma coalisão de interesses
que comandou de maneira liberal e conservadora a inserção dos
países da América Latina na expansão e difusão do capitalismo
globalizado.
Para tanto, o Estado vem cuidando para que sejam obedecidas
duas cláusulas: a divisão das órbitas de acumulação e a distribui-
ção horizontal da mais-valia, de forma que ocorra a equalização de
lucratividade dos capitais nas duas órbitas. A cidade e, em especial,
a metrópole foi usada nesta sagrada aliança como fronteira de via-
bilização dos interesses mercantis nacionais na forma de vários
circuitos de acumulação sustentados pela produção e apropriação
da cidade. Circuitos relacionados com os mercados imobiliários e
fundiários, a construção de obras de equipamentos coletivos atra-
vés da encomenda do Estado, a exploração dos serviços urbanos
743
Luiz Cesar de Queiroz Ribeiro

através de permissões e concessões, chegando até ao comércio am-


bulante de caráter territorial.
O Estado atuou ativamente na gestão da harmonia da coalisão
de interesses deste capitalismo liberal-internacionalizante garan-
tindo suas condições e promovendo a permanente mercantilização
da cidade. Ao mesmo tempo, a metrópole desta política do laisse-
z-faire urbano teve como contrapartida a utilização da metrópole
como fronteira aberta à massa marginal que expressa o intenso
processo de mercantilização da força de trabalho. Este outro lado
da gestão das metrópoles operada por esta coalisões de interesses
foi, portanto, uma espécie de política perversa de tolerância total
com todas as formas de ilegalidade e irregularidade no uso e ocu-
pação do território das metrópoles.
Em conclusão, enquanto no núcleo a competição interestatal e
a aliança entre Estado e os donos do dinheiro desencadearam um
momento de regulação nacional e social como forma de regular o
conflito entre globalização e fixação territorial do capital e entre
capital e trabalho – no qual a cidade e o trabalho foram parcial-
mente desmercantilizados para assegurar a expansão do capital –,
na América Latina essa expansão levou ao seu contrário, ou seja,
levou à intensa mercantilização do trabalho e da cidade, o que
constitui o núcleo explicativo do nosso processo de metropoliza-
ção. Mas tal dinâmica ocorreu de maneira diferenciada em termos
de intensidade nos países do continente, em função dos seus pro-
cessos de constituição dos Estados-Nações e da ordem industrial.

744
As metrópoles das ciências sociais latino-americana

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748
Imaginação e poéticas sociológicas
Ciência, literatura e linguagem

Enio Passiani

Introdução

Três ordens de preocupações nortearam a elaboração deste texto,


umas rebatendo sobre as outras e se influenciando mutuamente,
entrelaçando-se, compondo, assim, uma única e mesma trama: a
pedagógica, a epistemológica e a política – no sentido de que sa-
ber e poder não constituem dimensões completamente distintas e
apartadas uma da outra, como ensina Foucault (1987; 2008).
Pedagogicamente, preocupa-me como ensinamos sociologia
aos(às) nossos(as) alunos(as), que visões, representações, defini-
ções de sociologia subjazem e definem os nossos currículos e práti-
cas pedagógicas. Temo que os cursos de sociologia, atualmente, ao
menos no Brasil, tanto na graduação quanto na pós, não importa
o nível de que estejamos falando, estejam tomadas por aquilo que
Wright Mills (1969) chamou de “fetichismo do método e da técni-
ca”. Para ser ainda mais específico, diria que, em relação ao uso das
técnicas, somos hoje ameaçados pelo fetichismo do questionário e
da entrevista. É como se a sociologia se constituísse em ciência se,
e apenas se, utilizasse como técnica de coleta de dados tais instru-
mentos, o questionário e a entrevista. Obviamente não estou aqui,

749
Enio Passiani

a priori, descartando essas maneiras de colher dados. Alerto sim-


plesmente para o fato de que há outros modos, outras técnicas de
colheita. É preciso saber escolhê-las em virtude do problema e do
objeto de pesquisa construídos.
Noutros termos, a sociologia não será menos ciência se não
adotar esta ou aquela técnica, mas certamente será uma ciência
mais robusta, mais criativa e crítica se os seus praticantes escolhe-
ram as técnicas com mais sabedoria, cautela e ponderação. Como
afirmava Mills: “que a teoria e o método se tornem novamente par-
te da prática de um artesanato” (Mills, 1969, p. 240).
Receio que o fetichismo da técnica acabe por ameaçar e com-
prometer justamente o artesanato intelectual e uma de suas mais
importantes propriedades, a imaginação. Ao que parece, a socio-
logia se vê ameaçada pela dogmatização (metodológica) que ini-
be a imaginação, tanto em relação ao modo de coletar os dados
como em relação ao seu tratamento e apresentação: o “fetichis-
mo do método” (ou “narcisismo metodológico”) afeta e compro-
mete igualmente a linguagem sociológica, tornando a disciplina
excessivamente restrita a especialistas, pois abusa da utilização
dos jargões técnicos e, pior, frequentemente tendo pouco a dizer e
esclarecer. Nessa toada, a sociologia deixa de esclarecer os misté-
rios do mundo social devido ao “empirismo árido” que se expressa
tanto pela valorização exagerada das técnicas de coletas de dados
como pelo uso desmedido do jargão. Ambos obscurecem ao invés
de ensinar. E, mais, a sociologia, creio eu, vai perdendo, assim,
sua dimensão mais humanista, insulando-se cada vez mais e se
tornando uma espécie de prática esotérica restrita a alguns (mas)
poucos(as) eleitos(as).
Contra a aridez sociológica, causa e efeito de uma hiperespecia-
lização e de um investimento excessivo em seu caráter aplicado,
creio que devemos compartilhar a posição de Robert Nisbet (2000),
mais uma vez ele, para quem a sociologia é uma forma de arte,
uma vez que os avanços mais significativos da sociologia se deram
sob o impulso de estímulos e processos que partilha com a arte.
750
Imaginação e poéticas sociológicas

Nem Nisbet, nem eu, queremos dizer, com isso, que a sociologia
não é uma ciência. Ao contrário. E cito o próprio autor a respeito:

“Nada do que eu digo significa que a sociologia não seja uma ciên-
cia. Dados os meus propósitos, estou bastante inclinado a colocar a
sociologia na mesma linha da física e da biologia, aplicando, para
cada uma destas, a essência do que eu [Nisbet] digo sobre a sociolo-
gia. Cada uma delas é de fato ciência, mas é também uma forma de
arte e, se nos esquecemos disso, corremos o risco de perder a ciência,
restando-nos apenas o empiricismo exagerado ou o narcisismo me-
todológico, cada um deles tão distante da ciência quanto a arte está
dos outdoors”. (Nisbet, 2000, p. 112)

Foi o século XIX que tratou de separar radical e drasticamen-


te a arte da ciência, mitificando esta última a partir do método,
enquanto a primeira seria fruto da inspiração e da intuição
(Nisbet, 2000). Mas, ainda bem, já no início do século XX, tal mito
passou a ser combatido, e vários intelectuais (Whitehead, Herbert
Read, Bachelard, Einstein, entre outros) passaram a reconhecer
que tanto a arte necessita do método, quanto a ciência da intuição
e da criatividade, combatendo aquele “empirismo árido”, segun-
do expressão de Whitehead, que vicejava nas ciências, inclusive
a sociologia – e da qual até hoje não está completamente livre,
infelizmente.
Portanto, é claro que há diferenças claras entre arte e ciência,
mas, o que é mais importante, há congruências, principalmente
a maneira como operam o mesmo tipo de imaginação criativa: “E
tudo o que impede ou frustra essa imaginação atinge a fonte da
própria disciplina. Infelizmente, é isso que está acontecendo hoje
[1962] em largas áreas da pesquisa e do ensino sociológico” (Nis-
bet, 2000, p. 2000). O pensamento criativo na ciência não está li-
mitado à formulação de hipóteses para serem testadas por meios
técnicos. Muitas das ideias-chave e das preocupações da sociologia
são mais tributárias do romantismo do que o empirismo: Weber,
por exemplo, admite que se inspirou na visão de Schiller sobre o

751
Enio Passiani

desencantamento do mundo para elaborar seu conceito de “ra-


cionalização”; Simmel, Durkheim e Tocqueville não deixaram de
atualizar a preocupação romântica acerca do estranhamento do
indivíduo em uma sociedade cada vez mais desorganizada e im-
pessoal; Marx confessa igualmente sua dívida em relação a Balzac
(Nisbet, 2000). Ademais, as metáforas de espírito literário ajudam
a iluminar a realidade social mesmo carecendo de demonstração e
fundamentação empírica – “afinidades eletivas” (Goethe) e “manto
de aço” (ou “jaula de ferro” segundo tradução de Talcott Parsons
para o inglês), em Weber; “fetichismo da mercadoria” em Marx;
“solidariedade orgânica e mecânica”, em Durkheim etc, e a lista
poderia seguir.
Talvez devêssemos, então, em nossa prática docente e científi-
ca, restaurar os vínculos com a literatura, elemento importante
na formação do(a) sociólogo(a) presente desde os primórdios da
disciplina.

A literatura como recurso e conhecimento sociológicos

Se muitos cientistas sociais procuram, já há algum tempo, apro-


ximar essas duas atividades intelectuais, é preciso lembrar, no
entanto, que as relações entre sociologia e literatura nem sempre
foram fáceis ou tranquilas.
O sociólogo alemão Wolf Lepenies, em seu livro As três culturas
(1996), debruçando-se sobre a história da sociologia em três países,
Alemanha, Inglaterra e França, assinala que esta disciplina se viu
encaixotada entre as ciências naturais e a literatura numa renhida
disputa para se estabelecer como a forma (mais) autêntica e legíti-
ma de conhecimento. Particularmente em relação à literatura ha-
via também uma competição para saber qual das duas – literatura
ou sociologia – se estabeleceria como “chave de orientação da vida
moderna” (Lepenies, 1996). Ademais, nessa arena de competição de
interpretações, a sociologia enfrentava um dilema que afetou não
752
Imaginação e poéticas sociológicas

apenas a história do seu surgimento, bem como o seu desenvolvi-


mento posterior: “[...] a hesitação entre uma orientação cientificista,
pronta a imitar as ciências naturais, e uma atitude hermenêutica,
que aproxima a disciplina da literatura” (Lepenies, 1996, p. 11).
A superação de tal hesitação e a formulação de uma solução
para o impasse varia conforme o contexto, e cada campo socioló-
gico específico encontrou uma saída peculiar. Para se estabelecer
como uma disciplina respeitada, reconhecida e com identidade
própria, os(as) sociólogos(as), no alvorecer da disciplina, procu-
raram se afastar da literatura e das ciências naturais, embora,
paradoxalmente, uma certa sociologia de corte positivista, parti-
cularmente na França, esforçou-se por se identificar, em algum
grau, com as ciências naturais, justamente para sublinhar seu ca-
ráter científico. Para Comte, por exemplo, a sociologia era uma es-
pécie de “física social” que configurava um ramo da Biologia. Já na
Alemanha, o afastamento em relação ao positivismo foi precoce, e
o alinhamento a uma tradição hermenêutica aconteceu cedo, fa-
vorecendo, provavelmente, o desenvolvimento de uma sociologia
histórica, como é o caso de Weber, ou de uma sociologia do deta-
lhe, do ínfimo, como é o caso de Simmel.
Nos Estados Unidos, a relação entre sociologia e literatura co-
nheceu outra sorte, e sua aproximação foi bem menos problemá-
tica e, por conseguinte, mais profícua. Desde a Escola de Chicago
(Robert Park, Ernest Burgess e Florian Znaniecki) a literatura é
encarada como um importante recurso sociológico. Possivelmente
devido a tal influência, é curioso e, ao mesmo tempo, saudável do
ponto de vista intelectual, observar a proposta do sociólogo nor-
te-americano Lewis Coser, para quem a literatura consistia num
dos meios mais instigantes, prazerosos e frutíferos de se ensinar
sociologia. No livro Sociology through Literature, de 1963, Coser cha-
mava a atenção, assim como Nisbet fizera um ano antes, para o
fato de que a sociologia norte-americana se rendia às técnicas de
pesquisa, a empobrecer, desse modo, sua imaginação sociológica e

753
Enio Passiani

começava a renunciar à sua capacidade de formular problemas e


compreender a sociedade.
Para Coser e seus antepassados de Chicago, além de atiçar a
imaginação sociológica, a literatura se convertia num riquíssimo
recurso sociológico, ou seja, as narrativas literárias poderiam fun-
cionar como ferramentas que o sociólogo pode adotar para entrar
em contato com “representações densas de aspectos específicos do
social” (Longo, 2016, p. 2). Ou seja, as narrativas literárias consti-
tuem parte relevante de nossa experiência da realidade, pois mol-
dam a nossa percepção dos eventos, colocam-nos em relação e lhes
atribuem sentido, assumindo, assim como a sociologia, de acordo
com tal tradição sociológica, uma função cognitiva.
A literatura representa, portanto, um acesso privilegiado à sub-
jetividade dos atores sociais, clarificando ideias e ideais, sentimen-
tos, valores, formas de representação da realidade e subjetividades
que talvez o(a) sociólogo(a) ainda não estivesse suficientemente
atento ou mesmo desconhecesse. É como se a literatura lançasse
luz sobre determinados aspectos da realidade social que ainda
permanecessem subterrâneos, mesmo aos olhos dos cientistas so-
ciais. Segundo Coser (1963), as fontes literárias dão ao(à) sociólo-
go(a) profundas intuições que serão devidamente sistematizadas
de acordo com os padrões teóricos e metodológicos necessários.
Nesse sentido, a literatura apresenta um teor epistêmico e cogniti-
vo incontornável 1
É bom que se diga que a literatura não é encarada como espe-
lho fiel da realidade, mas uma espécie de instrumento a partir do
qual a realidade social é figurada e significada e, por conseguinte,
construída. E são essas figurações e sentidos que interessam ao(à)
sociólogo(a): “A literatura como uma fonte concede ao cientista so-
cial a oportunidade de romper a superfície de fenômenos sociais, a
resultar numa recompensa cognitiva relevante” (Longo, 2016, p. 7).
Aí reside a sua importância, aponta Coser (1963): por não ser mero

1
A esse respeito, consultar Sevänen, 2018 e Gaudez, 2018.

754
Imaginação e poéticas sociológicas

espelho do real, a literatura apresenta a realidade a partir de uma


perspectiva frequentemente inesperada, participando da produ-
ção de novos pontos de vista sobre o mundo social.
Enquanto processos criativos e cognitivos, sociologia e litera-
tura apresentam em comum, além daquelas semelhanças já apon-
tadas, a capacidade de provocar o que Bachelard (1985) chamou de
“pedagogia da ruptura”, i.e., mais do que explicar as experiências
que vivenciamos, cabe à ciência e à arte, à sociologia e à literatura,
“complicar a experiência”, duvidar constantemente daquilo que se
apresenta como dado, como pronto, definitivo e mesmo satisfató-
rio, enfim, provocar o estranhamento.

O ensaio como forma e método sociológico

Os (As) cientistas sociais de maneira geral e não exclusivamente


os(as) sociólogos(as) devem estar cientes de que a linguagem não
consiste simplesmente num recurso à sua disposição, utilizado
para organizar seus dados, análises e interpretações e, em seguida,
mobilizado para a exposição dos resultados de sua pesquisa sob a
forma de papers, artigos e livros. A sociologia é linguagem – assim
como as demais ciências sociais. Por isso se dá a aproximação e o
fértil diálogo com a literatura, a despeito das diferenças entre elas
já estabelecidas antes.
Logo, cabe ao(à) sociólogo(a) um cuidado todo particular com
o uso da linguagem em muitas dimensões: a adequação entre o
assunto tratado e sua forma, a dimensão política e epistemológi-
ca do texto e sua força comunicativa. Não à toa, assevera Wrigh-
t-Mills: “uma atitude lúcida em relação às frases e palavras com
que as várias questões são definidas libera, com frequência, a ima-
ginação” (Mills, 1969, p. 229). Ou seja, é parte constituinte da ima-
ginação sociológica se fazer entender a partir de uma linguagem
clara, límpida, concisa e, ao mesmo tempo, rigorosa, precisa. A fal-
ta de inteligibilidade raramente tem a ver com a complexidade do
755
Enio Passiani

assunto, nem com a profundidade do pensamento, mas se relacio-


na com as confusões do autor acadêmico sobre seu próprio status
(Mills, 1969).
Como se escrever de maneira inteligível afetasse, comprome-
tesse a condição de cientista-sociólogo(a), de intelectual, como se
houvesse uma espécie de rebaixamento de sua condição. Daí a
imagem, infelizmente comum inclusive no interior dos próprios
campos acadêmicos, de que o(a) intelectual para ser intelectual não
pode ser um(a) autor(a) “fácil”, não pode ser compreendido(a) por
muitos; é como se o seu prestígio estivesse umbilicalmente ligado
à sua (suposta) complexidade: quanto mais complexo(a), quanto
mais “difícil”, mais prestigiado(a) se torna. Importante lembrar
que a dificuldade do pensamento não depende, para se expressar,
da linguagem empolada. Aliás, o exercício inverso se torna ainda
mais difícil: traduzir pensamentos complexos numa linguagem
acessível. Segundo Mills: “para superar a prosa acadêmica, temos
de superar primeiro a pose acadêmica (Mills, 1969, p. 235, grifos do
autor).
Bem se vê que, para o(a) sociólogo(a), a linguagem é importan-
te porque se trata de seu principal meio de expressão, de apresen-
tação dos seus achados. Mas é importante também porque é um
vigoroso instrumento para organizar, sistematizar e lidar com os
dados. A linguagem, nesse sentido, é igualmente um método por-
que constitui parte importante da própria análise. O método, é im-
portante lembrar, não se reduz à técnica de coleta de dados, como
o “fetichismo do método” faz parecer e, mais, faz crer. A linguagem
como método remete a uma importante questão epistemológica
que é também política.
Um autor insuspeito como Bourdieu – dado que foi um árduo
defensor da sociologia como ciência – apropriou-se de uma série
de técnicas narrativas literárias para poder falar o mundo social
e sobre o mundo social. De acordo com o sociólogo britânico John
Speller (2017), Bourdieu se inspirou profundamente em Flaubert
e Proust para criar um estilo de escrita sociológica complexa que
756
Imaginação e poéticas sociológicas

refletisse a complexidade da realidade e integrasse tanto no texto


quanto na explicação as múltiplas vozes e perspectivas, inclusive
a do autor, que compõem a realidade social. Com isso Bourdieu
pretendia estilhaçar o olhar fixo e unitário do observador e nos
aproximar (nós, leitores e leitoras) de pontos de vista coexistentes,
que ora se completam, ora competem entre si, fragmentando, con-
sequentemente, a própria ideia de verdade. Estilisticamente, Bour-
dieu pretende multiplicar os pontos de vista e vozes a partir da
utilização das frases longas, a multiplicação de orações entre pa-
rênteses – digressões, associações, homologias –, e a busca pela pa-
lavra ou frase perfeitamente adequadas à situação (Speller, 2017).
Daí a importância do ensaio como método e expressão, que,
segundo Adorno (2003), evoca e preserva a liberdade de espírito
necessária para a construção do conhecimento. No ensaio, nos ter-
mos preconizados por Adorno (2003), os conceitos não são cons-
truídos a partir de um princípio primeiro, nem convergem para
um fim último; por conseguinte, no ensaio, a interpretação jamais
é rígida, definitiva e os dados não bastam a si mesmos, mas só ad-
quirem vida a partir do trabalho de interpretação, que, como se
disse, nunca é decisiva e inabalável.
O ensaio, portanto, não almeja uma construção fechada, uma
vez que uma ordem sem lacunas não equivale ao que existe. Se o
que existe é lacunar, então a interpretação sobre o que existe tam-
bém deve sê-lo, a recusar, assim, qualquer noção positivista de
ciência que pretende alcançar uma única e categórica verdade. O
ensaio se aproxima da autonomia estética e se opõe à “disciplina
da servidão acadêmica” (Adorno, 2003, p. 20), colocando-se a servi-
ço da imaginação e da liberdade de pensamento, abrindo-se a ou-
tras possibilidades de interpretação da realidade social:

“Nos processos do pensamento, a dúvida quanto ao direito incondi-


cional do método foi levantada quase tão-somente pelo ensaio. Este
leva em conta a consciência da não-identidade, mesmo sem expres-
sá-la; é radical no não-radicalismo, ao se abster de qualquer redução

757
Enio Passiani

a um princípio e ao acentuar, em seu caráter fragmentário, o parcial


diante do total”. (Adorno, 2003, p. 25)

Noutros termos, simplesmente, tal gênero textual rompe com a


identidade entre sujeito e objeto do conhecimento, que resultaria
numa única verdade incontestável, e com a ideia de uma totalida-
de completamente apreensível. Para Adorno, no ensaio, o pensa-
mento se desembaraça da ideia tradicional de verdade. Destarte,
ao mesmo tempo, o ensaio suspende o conceito tradicional de
método. O ensaio, nesse sentido, corresponde ao método de inter-
pretação que reinstala a diferença, i.e.: se o todo é fragmentado,
não homogêneo, é preciso, então, captá-lo fragmentariamente. Os
conceitos, portanto, não adquirem sentido a partir de si mesmos
e de modo estrito, mas nas relações que se estabelecem entre si e
entre eles e a realidade social que se pretende interpretar. O en-
saio, pois, não fixa os conceitos definitivamente, mas faz deslizar
os seus sentidos conforme os problemas e realidades históricas a
serem interpretados. Ao assim proceder, o(a) ensaísta impede que
o pensamento avance num sentido único, embora avance sempre,
num fluxo contínuo:

“É verdade que esse modo de aprendizado permanece exposto ao


erro, e o mesmo ocorre com o ensaio enquanto forma; o preço de sua
afinidade com a experiência intelectual mais aberta é aquela falta
de segurança que a norma do pensamento estabelecido teme como
a própria morte. O ensaio não apenas negligencia a certeza indubi-
tável, como também renuncia ao ideal dessa certeza. Torna-se ver-
dadeiro pela marcha de seu pensamento, que o leva para além de si
mesmo, e não pela obsessão em buscar seus fundamentos como se
fossem tesouros enterrados”. (Adorno, 2003, p. 30)

O ensaio revela a diversidade, a incomensurabilidade e a incom-


pletude do mundo justamente por se apresentar como a forma que
reconhece a si mesma como incompleta, lacunar e aberta a mui-
tas possibilidades de interpretação e retira do seu caráter perma-
nentemente inacabado a sua força, revelando-se, assim, conforme
758
Imaginação e poéticas sociológicas

Adorno (2003), como crítica epistemológica a toda e qualquer con-


cepção de ciência que almeja a completude, a resposta final, a ver-
dade incontestável.
O gênero ensaístico relativiza as respostas, coloca em suspeição
e suspensão as verdades e faz da dúvida o motor do conhecimen-
to; ou seja, o ensaio toma a falibilidade e a transitoriedade como
fundamentos do conhecimento, inclusive o científico. Justamente
por esta razão que o ensaio, escreve Adorno (2003), é a forma crí-
tica por excelência, a suspeitar, inclusive, de si mesmo – o que não
deixa de conferir ao ensaio um caráter extremamente audacioso,
pois estimula o pensamento incessantemente, encorajando-nos a
pensar o próprio pensamento.
Além de forma de expressão, como já se disse aqui, o ensaio é
também um modo de apanhar o mundo (social) e apresentá-lo, não
como espelho, uma vez que no momento mesmo da apresentação
é interpretação, revelação de certos aspectos antes imperceptíveis;
de certo modo, é uma reinvenção do mundo social, sua reconstru-
ção noutros termos a permitir a compreensão de alguns elementos
que o compõem e ajudam a defini-lo.
Nesse sentido, o ensaio não deixa de ser um método de inves-
tigação: em direção contrária a certos preceitos de uma ciência
positiva, nega-se a conter o sentido na explicação e propõe, ao
contrário, a sua explosão, desdobrando e multiplicando as possi-
bilidades de interpretação. O ensaio como método não subtrai à
sociologia sua qualidade e sua identidade como ciência, mas re-
alça suas especificidades como ciência. A sociologia e as demais
ciências sociais, como ciência que são, perseguem incansavelmen-
te alguma verdade, e o ensaio como método lembra-nos a todo
momento que aquilo que importa não é ponto de chegada, mas o
percurso; é no caminho interminável pela busca da verdade, que
sempre se encontrará longínqua, inalcançável, que se constrói a
imaginação e o conhecimento sociológicos.

759
Enio Passiani

Ciência versus ensaio? Uma controvérsia no pensamento


social brasileiro

Para que a discussão não soe demasiadamente teórica, vale a pena


retomar certa controvérsia que ajudou a definir o campo das ciên-
cias sociais no Brasil e nos serve, portanto, de caso empírico. Trata-
se da oposição, momentânea, é verdade, entre Antonio Candido e
Florestan Fernandes.
É bem conhecida, por um lado, a postura de Florestan Fernan-
des quanto à forma ensaística (Arruda, 2001 & Jackson, 2007). Uma
certa recusa – que, por outro lado, nunca implicou, é bom frisar,
uma oposição radical em relação ao ensaio – deve-se, em larga me-
dida, à concepção de ciência e de fazer científico que alimentaram,
por bastante tempo, a forja sociológica de Florestan.
Para Florestan, o ensaio se caracteriza pela desproporção entre
“a generalidade da interpretação e a precariedade de dados empí-
ricos e recursos analíticos” (Jackson, 2007, p. 34), desautorizando,
assim, uma análise solidamente científica da realidade social. Nes-
se sentido, Florestan, em algum grau, chegava a opor o ensaio à ci-
ência – oposição essa que, por sua vez, opunha igualmente grupos
intelectuais e seus respectivos projetos de interpretação do Brasil
(Jackson, 2007), tema importante que não abordaremos aqui.
Segundo Florestan, as novas formas de organização e avaliação
do trabalho intelectual fundamentadas nos pressupostos da racio-
nalidade científica exigiam o fortalecimento de uma nova forma
expressiva, distante do ensaio que caracterizou as interpretações
sobre o Brasil das décadas de 1930 e de 1940, fundamentais, mas
ainda insuficientes 2. Em oposição à forma literária da escrita, Flo-
restan privilegiava o discurso permeado por conceitos e marcado
pela precisão da linguagem. Noutros termos, o estilo ensaístico

2
Tais ensaios seminais são: Casa Grande & Senzala (1933), de Gilberto Freyre; Raízes
do Brasil (1936), de Sérgio Buarque de Holanda, e Formação do Brasil Contemporâneo
(1942), de Caio Prado Jr.

760
Imaginação e poéticas sociológicas

rejeitaria a noção de método e de ordenamento sistemático da


exposição (Arruda, 2001, p. 213). O sociólogo se esforçava, pois,
em articular firmemente o rigor acadêmico-científico à forma de
expressão.
Portanto, a sociologia, se se pretendia uma ciência rigorosa, ri-
gidamente embasada teórica e metodologicamente, reivindicava
uma forma de expressão específica, adequada e universalizante.
Daí o seu empenho quanto à formação e desenvolvimento de uma
linguagem sociológica de caráter acadêmico, que acabou se defi-
nindo, ao longo de boa parte de sua obra, por uma escrita peculiar;
tornando-se também responsável pela institucionalização de tal
linguagem.
Conforme Antonio Candido, ao contrário, o ensaio se mostra
perfeitamente adequado à sua proposta epistemológica, simpática
à abordagem dialética dos processos socio estéticos. Basta obser-
varmos, entre outros, os seguintes textos: Da vingança, Dialética da
malandragem e De cortiço a cortiço. No ensaio, Candido pôde exer-
citar, à perfeição, uma escrita solta, aparentemente frouxa porque
livre do carregado jargão técnico, tão simples quanto precisa, sem-
pre com um jeitão de hipótese que se abre às releituras incessan-
tes (Prado, 1992, p. 136). O texto de Candido soa quase como uma
conversa, exibindo sua oralidade, o que deixa a leitura, a princí-
pio, mais agradável. O que não quer dizer uma leitura exatamen-
te fácil, pois os argumentos apresentados são sempre complexos,
intrincados, exigindo do leitor cuidado e atenção. Como mestre,
Candido oferecia ao leitor prazer e reflexão não como dimensões
antípodas da leitura, mas conjugadas num mesmo ato. A elegância
simples do seu texto, no entanto, só pôde ser alcançada mediante o
trabalho exaustivo sobre a escritura.
No ensaio é que Candido manifesta sua sensibilidade artística
para o concreto, que é sempre o resultado, segundo a perspecti-
va dialética, de múltiplas determinações, passíveis de múltiplas
interpretações que só a forma ensaística é capaz promover. É a
sensibilidade estética que lhe que permite a apreensão intuitiva do
761
Enio Passiani

objeto, e à impressão segue o entendimento, a atividade reflexiva,


manifestas, ambas, impressão e entendimento, no ensaio. Por isso,
o ensaio é expressão e método ao mesmo tempo. É no ensaio que
Candido põe em prática o “(...) seu senso do relativo e a flexibilida-
de com que evita o ponto de vista único, procurando ver o assunto
por diversos lados, buscando a máxima inclusividade e a integra-
ção (...)” (Arrigucci, 1992, p. 194). Como observa acertadamente Wa-
izbort a propósito de Formação da literatura brasileira (2004, p. 91),
Candido buscava uma síntese que não pretendia a completude. E
essa busca não se limitou à Formação, mas adquiriu estatuto de
projeto intelectual, espraiando-se por toda sua obra. Sublinhe-se
que a “dimensão estética radical” do texto já se encontrava presen-
te em Os parceiros do Rio Bonito (Santos, 2002, p. 33), livro de sua
fase propriamente sociológica, mas que já revela aqueles pendo-
res teórico-metodológicos que o distinguem de outros cientistas
sociais.
É impressionante como Candido consegue transformar vocá-
bulos simples em categorias de pensamento e reflexão, operando
deslizamentos pragmáticos sutis; é como se o autor desarticulasse
a palavra retirando-a do seu contexto habitual, de seu uso corri-
queiro, e a rearticulasse num outro patamar, promovendo um
enriquecimento semântico. Ou seja, o autor faz pensar por meio
do argumento e por meio da palavra, por meio do conteúdo e por
meio da forma, i.e., justamente por meio da abordagem dialética
que o ensaio permite pensar. Apenas para ilustrar rapidamente o
argumento, lembremos, por exemplo, em seu ensaio sobre O Con-
de de Monte Cristo, em que transforma o substantivo “vingança”
em categoria que permite deslindar – e nos fazer entender – os
fundamentos éticos do capitalismo moderno, cujo fundamento é
o individualismo excessivo – um indivíduo que ao acreditar pode-
rosamente em si mesmo compromete quaisquer possibilidades de
interações mais solidárias. Bem se vê que é na forma ensaística que
desenvolve uma estética sociológica que articula dialeticamente

762
Imaginação e poéticas sociológicas

texto e contexto que não se confunde com a sociologia, como ele


mesmo faz questão de frisar.
A despeito da desconfiança de Florestan quanto ao ensaio, que
o colocou numa oposição oposta à de Candido, há uma guinada
em sua trajetória, diminuindo, por assim dizer, a distância entre
ambos os autores.
Florestan não se apresentou como um crítico absolutamente
avesso ao ensaio, tendo, inclusive, utilizado o termo no título de
sua livre docência, Ensaio sobre o método de interpretação funciona-
lista na sociologia, e no livro de 1971, Ensaios de sociologia geral e
aplicada. Mas é, de fato, em A revolução burguesa no Brasil, cujo sub-
título é Ensaio de interpretação sociológica, que a forma ensaística
é incorporada na tessitura narrativa, adequando o tema tratado à
forma de expressão. Maria Arminda do Nascimento Arruda (2001,
p. 315) argumenta que as investidas de Florestan contra o ensaio
se abrandaram ao longo dos anos e o subtítulo de A revolução bur-
guesa revelaria o recuo crítico frente ao ensaio e testemunharia,
finalmente, a admissão da forma ensaística ao lado da sociologia.
Legítimo é perguntarmos o que motivou a mudança no estilo e
na perspectiva teórico-metodológica de Florestan. A esta questão,
ofereço duas hipóteses que procuram respondê-la 3:

1. Primeiro, trata-se da incorporação do marxismo em sua


abordagem. Como o próprio Florestan admite, foi durante
o seu autoexílio no Canadá que começou a se aprofundar
no estudo de autores marxistas: “Eu só me tornei aberta-
mente um professor marxista quando eu fui para o Ca-
nadá” (Fernandes apud Portela Jr., 2021, p. 301). Portela Jr.
(Idem, ibidem) afirma que é após o seu retorno ao Brasil que
tais estudos serviram de fundamentos para vários escri-
tos seus, entre eles A revolução burguesa. Se é a abordagem

3
Estas minhas hipóteses se somam a abordagens anteriores acerca do mesmo proble-
ma e procuram complementá-las. A respeito de tal discussão, consultar: Freitag, 1987;
Arruda, 2001; Portela Jr., 2021.

763
Enio Passiani

dialética que define as perspectivas marxista e marxiana,


que marcam a produção de Florestan nos anos 1970, é a
forma ensaística, a meu ver, que melhor permite adequar
tal abordagem à matéria tratada. Nesse sentido, o ensaio se
revela como algo a mais que uma simples forma de apre-
sentação textual, mas como método mesmo. E método so-
ciológico! Passo então à segunda hipótese.
2. A revolução burguesa no Brasil consiste num processo his-
tórico profundamente contraditório, uma vez que a moder-
nização do país não rompe completamente com o passado
escravocrata, e a burguesia industrial e comercial que aqui
se forma comporta-se ainda de maneira estamental, desen-
volvendo um estilo de vida ainda muito semelhante ao da
aristocracia agrária. A propósito, cito Florestan: “Aqui, cum-
pre ressaltar, em especial, a estreita vinculação que se esta-
beleceu, geneticamente, entre interesses e valores sociais
substancialmente conservadores (ou, em outras terminolo-
gias: particularistas e elitistas) e a constituição da ordem
social competitiva” (Florestan apud Arruda, 2001, p. 270).
Uma sociedade de classes, portanto, que não se constitui
inteiramente, travando a própria mobilidade social; uma
burguesia que se amalgamou a forças sociais retrógradas,
a impedir, assim, a implementação de uma liberal demo-
cracia substantiva. Daí o nosso “capitalismo difícil” e uma
revolução, no fundo, autocrática-burguesa.

A meu ver, só a forma ensaística poderia dar conta de abordar e


apresentar um processo social tão contraditório. Ou, noutros ter-
mos, só a forma ensaio permitiria a Florestan trabalhar dialetica-
mente as oposições que caracterizam e definem tal processo; é a
forma ensaio que possibilita ao autor “elucidar as relações contra-
ditórias subjacentes a uma totalidade composta de elementos em
si mesmos diversos” (Arruda, 2001, p. 294).

764
Imaginação e poéticas sociológicas

Como se trata de um processo que não se completa, malogrado,


interrompido, a forma aberta do ensaio se apresenta como método
apropriado para o seu exame e interpretação, que vai se construin-
do aos poucos, pacientemente. Florestan apresenta um argumento,
parece desenvolvê-lo até o seu limite e o concluir para, em seguida,
retomá-lo acrescentando novos elementos, outras informações e o
desdobrar em outras direções. É como se sua interpretação fosse se
desenvolvendo em forma de uma espiral sempre crescente, como
se fosse um ciclone que vai apanhando e acrescentando cada vez
mais dados e informações, desdobrando incessantemente os argu-
mentos. Florestan aspira a uma totalidade argumentativa e inter-
pretativa que, a rigor, jamais chega a termo, jamais se completa, tal
como o processo histórico que estuda e descreve.
Talvez possamos afirmar que esse passo atrás dado por Flores-
tan ao admitir o ensaio como forma sociológica não deixe de se
apresentar como estratégia metodológica para apreender o Brasil
e aprender sobre o Brasil.

Inconclusão, assim espero

Este texto serve, numa tacada só, de sumário e agenda de pesqui-


sas (algumas feitas e outras, oxalá, a serem realizadas) de uma car-
reira de trinta anos dedicada à pesquisa e à docência nos campos
da sociologia da cultura, sociologia da literatura e da leitura, teoria
sociológica, pensamento brasileiro e, mais recentemente, da escri-
ta acadêmica. Creio que depois de tanto tempo, cabe-nos tomar po-
sições e as defender, e tomara que não tenham restado quaisquer
dúvidas de aqui tomo partido a favor do ensaio.
Incorporar ou repelir o ensaio depende de uma concepção de
ciência que subjaz ou mesmo antecede a própria sociologia. Re-
tomo algo já mencionado aqui: o avanço das ciências sociais nos
mostrou que, se a busca da verdade não deve ser abandonada,
por outro lado tal verdade é absolutamente instável, precária e
765
Enio Passiani

transitória. Mais importante é a busca pela verdade do que a ver-


dade em si, uma vez que só assim aprimoramos as maneiras de
interpretar o mundo social. Nesse sentido, o texto científico não
se apresenta como uma descrição fiel do mundo, mas participa da
própria construção do mundo social. Portanto, o texto científico
tem implicações políticas. O texto científico possui uma dimen-
são política, o que não quer dizer que deva ser militante. O texto
científico é também político porque revela algo sobre o(a) pesqui-
sador(a), sobre suas intenções e preocupações, sobre suas posições
éticas e políticas diante do mundo, porque apresenta, mesmo que
não queiramos, alguma normatividade. Normatividade no senti-
do de apontar mundos possíveis, horizontes morais futuros (por
exemplo: pesquisas sobre o racismo, sobre a violência contra a
mulher e/ou sobre as desigualdades, dentre outras tantas, vislum-
bram um mundo social mais igual e justo):

“Neste sentido, escrever sobre poéticas e políticas do texto sociológi-


co significa, em primeiro lugar, partir de uma definição não neutra
do texto, entendido como lugar privilegiado para construir e recons-
truir a prática científica e, sobretudo, a identidade do pesquisador”.
(Tota, 2005, p. 291)

A ciência, seja ela qual for, portanto, nunca é absolutamente neu-


tra, tampouco em sua forma textual. Ao mesmo tempo, o texto
científico não pode recair em fórmulas, em receitas para a ação
sob o risco de comprometer ou mesmo arruinar sua dimensão re-
flexiva e crítica. A respeito, se me permitem, gostaria de citar aqui
um pequeno trecho do sociólogo italiano Enzo Colombo:

“Trata-se da tentativa de conjugar a especificidade e a legitimidade


de um discurso especializado sobre o social sem deixar de lado a
consciência de que tal discurso é inevitavelmente posicionado e par-
cial, resultado de um olhar sobre a realidade from somewhere [isto é,
a partir de algum lugar]”. (Colombo, 2005, p. 283)

766
Imaginação e poéticas sociológicas

O texto científico é lugar da reflexão sobre o mundo social e sobre


si mesmo, é o lugar da produção de sentidos que se tornam parte
do próprio mundo social que pretendem explicar e interpretar. E
uma reflexão que deve apresentar uma voltagem altamente crítica.
Desse ponto de vista, como afirmam Dubet (2012) e Giddens
(1984), a sociologia se apresenta como uma espécie de consciência
da sociedade: é o modo como a sociedade pode conhecer a si mes-
ma. Tal tarefa não é fácil e, pior, é dolorosa (talvez isso explique
por que a sociologia, em particular, e as ciências sociais, em geral,
nunca gozaram de muito prestígio e, frequentemente, encontram-
-se sob ataque): a sociologia mostra que a sociedade não é o que ela
crê ser (Dubet, 2012, p. 20). Para mim, portanto, a sociologia deve
ser essa ciência impertinente, rebelde, insatisfeita, sempre descon-
fiada. A sociologia precisa se comportar como uma ciência crítica
da sociedade.
O conhecimento sociológico serve para nos conscientizarmos
de certos problemas sociais cuja manifestação muitas vezes se-
quer percebemos, retirando-nos de uma certa letargia, de um certo
anestesiamento que nos paralisa; despertando-nos de um sono que
nos acostumou a viver lado a lado com a miséria do mundo sem
que nos preocupemos ou nos perturbemos; a sociologia, nesse sen-
tido, é um antídoto contra a indiferença.
O cientista social não se detém simplesmente naquilo que
ninguém mais toma conhecimento, mas olha para os mesmos
fenômenos que todos enxergam, ainda que os olhe de um modo
diferente. Na precisa imagem de Berger: “podemos, então, conce-
ber a ‘sociedade’ também como a estrutura oculta de um edifício,
cuja fachada exterior oculta aquela estrutura” (Berger, 1976, p. 40)
– a perspectiva sociológica implica “olhar por trás dos bastidores”
(Idem, ibidem).
A consciência sociológica, para Berger (1976), é “inerentemen-
te desmistificadora”, porque procura escrutinar a dinâmica in-
terna das configurações sociais e investigar as lógicas do social.
Tal desmistificação se dá também pela maneira como a pesquisa
767
Enio Passiani

sociológica apresenta os dados e sua interpretação, como expressa


os resultados da investigação. Isto é, a sociologia desestabiliza os
sentidos consagrados, cristalizados, provoca certo estranhamento
ao desnaturalizar e desfamiliarizar fenômenos e processos sociais
a partir da interpretação cientificamente embasada, rigorosamen-
te fundamentada, mas também pela linguagem, cujos usos são
potencializados, como se procurou argumentar aqui, pela forma
ensaio, a permitir uma renovação epistemológica e um frescor na
abordagem científica.
A sociologia pode contribuir para uma certa sensibilização do
nosso espírito, restaurar a nossa capacidade de nos indignarmos e,
a partir daí, criar laços mais abrangentes de solidariedade:
“Não está confirmado que a sociologia melhore as sociedades,
mas sim que estas seriam piores do que são se a sociologia não lhes
devolvesse uma imagem delas mesmas mais ou menos verossímil
e, na maior parte dos casos, uma imagem bastante pouco compla-
cente”. (Dubet, 2012, p. 20, tradução minha)
Se a sociologia, a partir do conteúdo e da forma, não operar
como uma espécie de consciência crítica da sociedade que estimu-
le olharmos a nós mesmos(as) de uma outra maneira e avistarmos
outros mundos possíveis, pergunto-me se valerá a pena continuar
a sua prática.

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Waizbort, Leopoldo (2007). A passagem do três ao um. São Paulo:


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771
A violência e a selva
em narrativas latino-americanas
Renan Freitas Pinto

Introdução

Este texto se refere à leitura de um conjunto de autores nos quais


estão presentes a violência e a opressão social e política, assim
como a selva, em geral, como expressão de uma natureza hostil à
presença do homem desbravador, para formar uma tradição ro-
manesca que vem se delineando, sobretudo a partir das décadas
de 1920 e 1920 até os dias atuais, ou seja, de romancistas como
César Uribe Piedrahita e Ciro Alegria até Mário Vargas Llosa.
Com frequência, a selva é mencionada como elemento hostil ao
avanço de empreendimentos que têm como objetivo sua explora-
ção econômica e sua inclusão nas fronteiras do capital. Entretanto,
existe uma outra percepção da selva, pela qual ela é tomada como
parte inseparável da vida dos chamados povos originários e indíge-
nas. Para eles, a floresta é extensão de sua própria existência. Entre
esses povos e a natureza, não existe separação, hostilidade, mas,
ao contrário, uma necessária identificação, pois se sentem como
inseparáveis do mundo natural, com seus animais, vegetais, rios,
céus, montanhas que se constituem elementos da paisagem. O cha-
mado perspectivismo está presente na vida material e espiritual

773
Renan Freitas Pinto

dos povos indígenas, presente em seus mitos, estórias e referências


ao seu lugar no mundo.
Na maior parte dos romances latino-americanos, a selva que
encontramos é a selva hostil ao progresso, assim como os próprios
povos originários, subjugados e transformados em força de traba-
lho para empreendimentos como o extrativismo florestal, a explo-
ração dos seringais e as diferentes explorações mineiras existentes
em vários países da América.
Queremos também assumir a posição de quem está lendo es-
tes autores latino-americanos a partir da Amazônia, região onde
vivemos e que é palco dessa tradição narrativa, a partir da qual
buscamos desenvolver uma percepção crítica de tais processos,
considerando especialmente o fato de ser essa região habitual-
mente tratada como uma das últimas fronteiras do ocidente e do
capital, em que a natureza, apesar de todos os impactos antrópicos
sofridos, conserva-se em grande parte em seu estado primordial.
Humboldt e a dupla de naturalistas Spix e Martius buscaram
na Amazônia no século XIX a situação em que momentos da pri-
meira natureza podiam ainda ser encontrados intocados e a partir
dessa imagem buscam revelar a Amazônia. Euclides da Cunha, por
sua vez, deixou algumas imagens sobre a natureza na Amazônia,
segundo as quais ela ainda não estava plenamente formada para a
chegada do homem, que aparece nela como um intruso. Essa ideia
aparece em autores como Rómulo Gallegos, escritor venezuelano,
autor do romance Canaíma, ambientado nas selvas do rio Oreno-
co, com seus personagens que vão sendo moldados pela selva ama-
zônica sobre a qual escreve:

“...misteriosas voltas para a impressionante aparição repentina, que


a cada momento se espera, de algum insólito morador daquele mun-
do inconcluso (Gallegos, (1996) [1933], p. 63)

“[...] “a das imensas regiões misteriosas onde ainda não penetrou o


homem, a do indígena abandonado à sua condição primitiva, que

774
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

definha e se extingue como raça, sem haver existido como povo para
a vida do país (Gallegos, (1996) [1933], p. 66)”.

Alejo Carpentier, escritor e musicólogo cubano, escreveu o roman-


ce Os passos perdidos, em cuja narrativa a selva aparece igualmente
como algo em formação:

“Estamos no mundo do Gênese, no fim do quarto dia da Criação. Se


retrocedêssemos mais um pouco, chegaríamos aonde começa a terrí-
vel solidão do Criador – a tristeza sideral das eras sem incenso e sem
loas, quando a terra era desordenada e vazia, e as trevas cobriam a
face do abismo (Carpentier, [1953] 1989, p.175).”

Outro autor um tanto esquecido, a quem nos reportaremos, é o pe-


ruano Ciro Alegria que escreveu vários romances já traduzidos no
Brasil, dentre os quais destacamos A serpente de ouro, narrativa que
se passa nas margens do Marañon, rio que ele transforma no per-
sonagem principal de seu romance e que dá origem ao Solimões-
Amazonas: diante de sua força e impetuosidade, os homens vivem
em constante ameaça. O autor assim o representa:

“E entre as cordilheiras, entre esses cerros do ocidente e do oriente,


uma brande faixa branca no fundo, desafiando como uma grande
serpente, encurralando-os, apertando-os para guiá-los na atropelada
marcha. É o Maranhão, o rio grande como os Andes e como a selva.
Algumas faldas avultadas o escondem, mas sempre deixam adivi-
nhá-lo, pois a faixa ressurge outra vez, desenvolvendo-se em amplas
curvas até se perder por trás de Cajamarquilla, afirmando-se rotun-
damente que não acaba ali, mas que se prolongará até ser sua pró-
pria vontade de acabar...” (Alegria, 1972, p. 67).

Para examinar de forma mais consistente a recepção dos autores


que escolhemos, em alguns casos foi necessário recorrermos às
suas biografias, muitas vezes coincidentes com o fio de suas nar-
rativas. É o caso de César Uribe Piedrahita, Ciro Alegria, Rómulo
Gallegos, Alejo Carpentier, Mariano Azuela e Vargas Llosa. Com

775
Renan Freitas Pinto

frequência, as particularidades de suas vidas estão entranhadas


nas narrativas sob a forma de personagens e narradores.
O colombiano César Uribe Piedrahita em seus dois romances
pontua aspectos notadamente identificados com suas experiên-
cias de vida e suas posições pessoais. Os personagens principais,
médicos como ele, sustentam convicções políticas comprometidas
com utopias sociais e desejos de promover mudanças sociais.
Um dos procedimentos que adotamos para abordar a obra ro-
manesca analisada é recorrer a autores que escreveram sobre si
mesmos e seus livros, considerando que o processo de recepção de
uma obra inclui o que se escreve sobre elas, seja destacando aspec-
tos temáticos, seja considerando suas contribuições estéticas para
a criação da narrativa ficcional, neste caso, a latino-americana. É
ainda necessário considerar que a recepção da obra de um autor
leva em conta vários elementos, entre os quais as suas várias edi-
ções, traduções, ilustrações e a fortuna crítica.
Um conjunto representativo de escritores latino-americanos
nos fornecem, em diferentes contextos, dados elucidativos do que
o capital predatório mantém em seus países, configurando o que
passou a se denominar de capitalismo selvagem.
A economia política crítica se refere à indústria e ao extrativis-
mo florestal como formas de acumulação primitiva, na qual se ve-
rifica uma baixa composição orgânica do capital, isto é, onde uma
baixa ou nula utilização de processos tecnológicos e avanços técni-
cos corresponde a uma elevada exploração do trabalho, cujo resul-
tado máximo é a destruição dos trabalhadores e de comunidades
inteiras, situação ilustrada por vários dos autores aqui reunidos.
Passamos, a seguir, a analisar alguns romances de César Uribe
Piedrahita, Ciro Alegria, Rómulo Gallegos, Alejo Carpentier, Ma-
riano Azuela e Vargas Llosa.

776
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

César Uribe Piedrahita (Colômbia)

Os dois romances de César Uribe Piedrahita (Colômbia:


Medellín, 1897-Bogotá, 1951) que analisaremos mostram processos
extremos de exploração do trabalho humano. Em Toá, que trans-
corre em zona de exploração gomífera, os indígenas são explora-
dos até a morte. Em Mancha de aceite, que descreve um processo
ligado ao progresso técnico e à mais-valia relativa, Piedrahita res-
salta, a partir de sua experiência pessoal, a exploração brutal dos
trabalhadores indígenas na perfuração de poços de petróleo e sua
extração, em condições desumanas que levam a maior parte deles
à doença e à morte. Em ambos os processos, o autor denuncia tan-
to o colonialismo metropolitano como o interno, que se atualizam
e perduram até o presente.
O colonialismo cultural interno, que separa a geografia do país
em áreas metropolitanas e províncias, faz, por exemplo, com que
escritores das províncias necessitem buscar os centros culturais
do país para trabalhar como jornalistas na expectativa de terem
suas obras publicadas por alguma editora reconhecida em âmbito
nacional. Se os autores não rompem essa barreira cultural, perma-
necem como escritores provincianos.
Esse parece ser bem o exemplo de César Uribe Piedrahita. Vere-
mos que aspectos particulares de seus romances emergem de sua
rica e intensa formação científica e de sua atuação no campo polí-
tico e social, marcada por seu compromisso com a necessidade de
reformas sociais destinadas a modificar as condições de existência
das classes subalternas e oprimidas. Sua formação em medicina
na Universidade de Antioquia teve prosseguimento na Universida-
de de Harvard, onde se dedicou particularmente ao estudo da to-
xicologia da flora e de parasitologia, tendo desenvolvido, de forma
pioneira na Colômbia, antídoto contra o veneno de serpentes.
Seu legado literário se expressa principalmente nas obras já
citadas: Toá – narraciones de caucherías (1933) e Mancha de aceite

777
Renan Freitas Pinto

(1935). Ele considera Toá não apenas um romance social, mas uma
reconstrução literária de sua própria experiência, que o levou ao
sul da Colômbia e parte da Venezuela na condição de médico sani-
tarista. Da mesma maneira, o romance Mancha de aceite resulta de
sua experiência pessoal. Contratado como médico pelas empresas
estrangeiras que atuavam em Maracaibo, zona petrolífera vene-
zuelana, conheceu de perto os efeitos devastadores da exploração
de petróleo sobre a paisagem e em especial sobre os trabalhadores,
recrutados entre os habitantes locais. Os moradores eram dispu-
tados por agentes do imperialismo norte-americano, o que ocor-
reu em praticamente todas as áreas de exploração de petróleo, nas
quais as condições de trabalho eram bastante duras e insalubres.
Piedrahita, ao que tudo indica, teve acesso a manuscritos dei-
xados por José Eustasio Rivera nos Estados Unidos, de um roman-
ce cujo título seria surpreendentemente semelhante ao seu – La
mancha negra – que Rivera não chegou a concluir e que transcorria
igualmente em área petrolífera da América Latina. Há fortes indí-
cios de que Piedrahita tomou para si a tarefa de concluir o projeto
inacabado de Eustasio Rivera, de quem anteriormente já recebe-
ra inspiração para escrever sobre a opressão dos seringueiros da
Amazônia a partir do conhecido romance A voragem. O restante da
breve obra de Piedrahita consta da narrativa intitulada Sebastián
de las Gracias e dos fragmentos que chegou a publicar em vida de
seu romance inacabado que teria como título Os caribenhos.
Vários elementos aproximam os dois personagens principais
dos romances de Piedrahita: Toá – narraciones de caucherías (1933) e
Mancha de aceite (1935). É que ambos são médicos e são convidados
para trabalhar – no caso de Toá nos seringais de Caquetá e do Pu-
tumayo e, no caso de Mancha de aceite, nos campos de exploração
petrolífera na Venezuela. Os dois médicos se descobrem impoten-
tes para o enfrentamento dos problemas marcados pela opressão
e maus tratos, seja nos seringais da Amazônia, seja nos campos de
petróleo da Venezuela.

778
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

Em Toá1, o personagem principal é um jovem médico de 25 anos,


Antonio de Orrantia, que viaja para as selvas do Caquetá e do Ama-
zonas em missão do Governo Central – trabalho que aceita em ra-
zão das dificuldades financeiras que sua família atravessava – para
se inteirar e relatar a situação de exploração de seringais colom-
bianos por poderosos seringalistas peruanos, destacando-se entre
esses o grupo Arana, que se tornou conhecido por seus métodos
sanguinários de escravização e exploração do trabalho indígena.
Desarmado em um ambiente com o qual não possui nenhuma
familiaridade, o jovem médico logo percebe o clima hostil existen-
te em torno de sua missão. Aos poucos, vai conseguindo identifi-
car, na coleta do caucho e da seringa, pessoas com as quais pode
aprender sobre a conduta dos seringalistas e de seus capatazes e
administradores que tratam os indígenas como escravos. Capa-
tazes e proprietários o percebem como estorvo, como um ser dis-
pensável pelo fato de não trazer qualquer benefício à exploração
caucheira e seus métodos desumanos. É tratado como “maricas”,
num ambiente em que se precisa, segundo eles, é de machos. Para
enfrentar a dureza da selva, todos andam com carabinas, rifles, re-
vólveres e facões. Não hesitam em mutilar e matar indígenas, em
especial os fugitivos, com os quais são implacáveis.
Antonio se sente impotente diante desse ambiente desumano e
da própria selva, na qual não se movimenta senão na companhia
de seu guia e mateiro. É necessário reforçar que a selva é represen-
tada como ambiente agressivo e hostil, que brutaliza a todos.
Antonio toma conhecimento de Toá pelas descrições de pessoas
a quem termina se aliando e tem seu interesse cada vez maior em
a conhecer pessoalmente. Na verdade, passa a imaginá-la como a
possibilidade, naquele meio rude, de encontrar algum sentimento
humano, em especial feminino, pois está carente de uma relação

1
Tivemos acesso à narrativa de Toá – narraciones de caucheria através da edição
de 2013 da Universidade CES-Medelín-Colombia, que conta com uma série de suges-
tivas gravuras referentes à narrativa e seus personagens, produzidas pelo próprio
autor.

779
Renan Freitas Pinto

afetiva e amorosa. Conhecendo-a pessoalmente logo se apaixona.


A partir de então, esse sentimento passa a se tornar a principal
razão de sua permanência no local. Coloca em segundo plano a
missão de escrever o relatório de observação naquele inferno de
atrocidades contra os indígenas, pois aumenta também sua con-
vicção, compartilhada com os seringueiros, de que o Governo
central pouco faz para socorrer os colombianos envolvidos com o
extrativismo do caucho e da borracha.
Ao conhecer Toá, Antonio vence seu preconceito em relação à
aparência das mulheres indígenas, tidas como pouco atraentes.
A jovem atenua a percepção racista do jovem médico, que passa
a perceber a beleza indígena em Toá. Veremos no transcorrer da
narrativa que ele contrai impaludismo. Toá também contrairá a
doença.
A jovem havia sido prometida, contra sua vontade, a um caci-
que que passou a persegui-la especialmente depois de saber de sua
aproximação com o médico. Ela procurava se livrar do agressivo
indígena que prometia matá-la, caso ela não o aceitasse. Havia
também um judeu seringalista que pretendia se apossar da jovem
mediante compra. Dessa forma, Toá vivia se escondendo dos pre-
tendentes indesejados.
O objetivo do médico, por fim, era ficar com Toá, tentar salvá-
-la da malária e, principalmente, de seus perseguidores. Depois de
vários dias de padecimento, ela morrerá em seus braços. Ao pre-
senciar sua morte, Antonio percebeu o peso de seu fracasso e en-
louqueceu em meio à selva. Dera-se conta de que, na verdade, o
verdadeiro inferno não era a selva, mas as condições desumanas
em que eram mantidos os indígenas nos processos de selvagem ex-
ploração, o que incluía mutilação e morte.
Cabe lembrar uma das passagens da extrema violência contra
indígenas fugitivos por não mais terem forças para produzir as ar-
robas exigidas em seringais parcialmente esgotados. É uma cena
em frente à casa em que os caçadores de índios descarregam no
solo o hediondo conteúdo que traziam em cestos de palha:
780
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

“Abram para vermos, ordenou Macedo: ...Rompieron los toscos envol-


tórios de hojas de palma y rodaran por el solo las cabezas sangren-
tas de média centenas de indígenas. Sacudieron los cestos y caieron
otros despojos enxangues: manos, orejas, órganos genitales…” (p. 79).

Ciro Alegria (Peru)

Os autores que são objeto do presente ensaio não tiveram recep-


ção uniforme no universo editorial e entre os leitores brasileiros.
No Brasil, a obra de Piedrahita não foi publicada.2 Se César Uribe
Piedrahita não teve entre nós uma recepção digna de nota, contra-
riamente, o peruano Ciro Alegria teve no Brasil boas traduções e
edições de pelo menos três de suas obras mais conhecidas: A ser-
pente de ouro, Os cães famintos e Grande e estranho é o mundo.
Em seu romance A serpente de ouro, o peruano Ciro Alegria
(Sartimbamba, 1909 – Lima, 1967) constrói duas percepções do rio
Maranhão. A primeira delas é fundada na ideia dominante entre
grupos nativos representados pelos balseiros moradores de suas
margens e os trabalhadores das fazendas de gado das cercanias,
para quem o rio possui uma força que não se pode dominar, um
rio impetuoso e ameaçador para os que conduzem as balsas sem-
pre em condições imprevisíveis e arriscadas. Em determinadas
passagens e momentos, ele se apresenta favorável ao trabalho de
travessia. Em outros momentos ele se apresenta indomável e in-
controlável e só resta aos balseiros esperar prudentemente por

2
A editora Valer, do Amazonas, está planejando realizar edições de autores lati-
no-americanos pouco conhecidos, traduzindo-os e mesmo publicando edições em
sua língua original. Nesse sentido, estamos sugerindo à editora Valer, fornecendo
para isso, os respectivos originais, a edição das obras do colombiano César Uribe
Piedrahita, do venezuelano Rómulo Gallegos, autor de Canaíma, do equatoriano Jorge
Icaza e seu romance El chulo Romero y Flores e do mexicano Mariano Azuela e de seu
romance Los de abajo, todos eles romancistas de primeira linha na tradição romanes-
ca latino-americana, não publicados no Brasil.

781
Renan Freitas Pinto

uma melhor ocasião para seu enfrentamento. De outro modo, há o


risco de tudo se perder, inclusive a vida.
Essa percepção é representada pelo velho balseiro Mateus e
seus filhos. Rogélio morre na travessia, apesar das advertências
do irmão mais velho que apontava insistentemente a loucura de
continuar enfrentando a força das águas e os movimentos inespe-
rados e traiçoeiros do rio Maranhão.
A outra percepção é a do engenheiro Osvaldo Martinez Cal-
derón, que chega até a comunidade dos balseiros com ideias de
modificar, de modernizar a situação de dependência do Maranhão
por parte dos nativos, pensando em introduzir máquinas e proces-
sos técnicos capazes de domar as forças da natureza. Trazia con-
sigo um conjunto de comportamentos civilizatórios contra a vida
rústica, tradicional e mítica das comunidades locais. Sabedor da
existência de ouro ao longo de toda a extensão do portentoso rio,
imagina um projeto de exploração aurífera, ou seja, uma compa-
nhia mineira que seria o meio de explorar suas riquezas e que seria
conhecida pelo nome de Serpente de ouro.
Nesse romance, Ciro Alegria fornece elementos sobre as con-
dições de habitação dos indígenas e dos fazendeiros, seus hábitos
alimentares, suas relações comunitárias; o pano de fundo é a ser-
ra, a selva e o rio, representando o mundo natural que os homens
enfrentam nas circunstâncias mais diversas. Há várias passagens
em que o autor se refere às práticas musicais de índios e mestiços:

“Os violinos de fabricação primitiva trazem dentro da caixa uma


mosca presa, as harpas vibram dificilmente em suas rudes armações
cônicas e somente os bombos e flauta se destacam com toda pureza
de suas vozes profundas e harmoniosas” (p. 34).

As balsas, possuindo um protagonismo evidente na narrativa, são


em várias ocasiões apresentadas como frágeis, em sua tosca cons-
trução de poucas toras de madeira amarradas com cipós, e qua-
se sempre acabam desmanteladas pela força das águas. As balsas

782
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

representam a própria fragilidade da luta dos homens diante do


perigo da travessia do impetuoso rio:

“Já íamos embora, também, quando vimos lá adiante e no centro do


rio passar uma estranha balsa. Vai sendo levada ao sabor das ondas,
pois sobre ela não há ninguém... Trata-se de uma balsa solitária, uma
balsa perdida, vindo sabe Deus de onde e para onde vai sendo car-
regada. A água castiga-a duramente, jogando-a contra as rochas, o
que redundará em sua destruição (p. 116) ... Somente os homens do
vale, os naturais das margens do Maranhão, conhecem e entendem
a rude mensagem, que se evola de uns quantos míseros pedaços de
madeira, ligados entre si, seguindo à deriva, como uma perdida balsa
solitária” (p. 117)

O autor identifica no vale do Maranhão a presença da hansenía-


se ao descrever o aparecimento de dois enfermos já em adiantado
estágio da doença – como ocorre em todo o interior da Amazônia
– pretendendo tomar a balsa, o que acaba não acontecendo, pois
um deles morre antes de embarcar e o outro desiste de seguir. Os
moradores locais tentam confortá-lo, pretendendo tratá-lo com os
remédios ao seu alcance.
Entre as várias narrativas que compõem A serpente de ouro, está
a do puma encantado, que termina sendo capturado por Dona Ma-
riana, de quem ninguém esperava tal façanha:

“É um puma azul... é azul e enfeitiçado. Calemas não dorme. O puma


encantado corre o vale em todas as direções e passa diante de todas
as casas, azulado entre as trevas. E a cada dia, comete maiores desas-
tres nos currais. Assaltou o redil dos Cárpenas, matando quatro ca-
bras por maldade. Num capinzal, amanheceu estendido um burrico
sangrando no pescoço e com o peito devorado. Um cão, que foi mais
ousado do que os demais, morreu de um dentada a seccionar-lhe a
garganta. [...] As espingardas brilham como relâmpagos na noite,
mas não fazem senão brilhar. [...], Mas dona Mariana fez muito mais.
Não ficou de mãos caídas rezando. Ela espreitou noite após noite, até
descobrir o lugar do velho muro por onde entrava o puma com um

783
Renan Freitas Pinto

ágil, felino e elástico salto. Então, a esperta mulher pegou dois pon-
tudos ferrões deixados pelo marido e esteve por três dias a afiar-lhes
as pontas numa pedra onde a fera devia cair depois do salto” (p. 107)
“O puma cai na esparrela. A fera foi ultrapassada pela ponta aguda
duma estaca e rugia, retorcendo-se ...” (p. 109).

À semelhança do que ocorre nos dois livros de César Uribe


Piedrahita, o romance de Ciro Alegria termina com a morte do
personagem principal. O trágico desfecho do engenheiro Dom
Osvaldo, que, na companhia de trabalhadores, preparava-se para
seguir em marcha, é assim descrito:

“Aí pessoal... vamos embora! ... Não diz mais nada e dá um tapa ao
sentir uma picada no pescoço. Volta-se diante de algo que lhe chico-
teia o ombro e vê uma serpente amarela, fina e ágil, que saltara da
ramagem e fugira rapidamente, perdendo-se na mataria, como uma
fita de ouro brilhante sobre as folhas” (pp. 131-132).

Ciro Alegria escreve ainda o romance Grande e estranho é o mundo,


uma das obras mais relevantes da ficção latino-americana do sé-
culo XX. A luta pela terra, que perdura até os dias atuais na maior
parte dos países do Continente, é seu principal tema. Os principais
personagens representam, de um lado, os interesses dos poderosos
latifundiários e fazendeiros; de outro, a população indígena e mes-
tiça que ocupa secularmente a terra, ameaçada e oprimida por es-
ses poderosos que contam com milícias armadas e com o sistema
de leis das autoridades governamentais e da força policial. Além
dessa temática central, o romance desenvolve um amplo conjunto
de histórias relacionadas com o folclore, a cultura popular, os há-
bitos alimentares e gastronômicos, com as bebidas e alucinógenos
que fazem parte de seu cotidiano.
Entre os títulos dos vários capítulos, destacamos o Capítulo X:
Gozos e Sofrimentos da Coca e o capítulo XV: Sangue nos Seringais.
Sobre a coca, o autor apresenta a seus leitores uma pequena mono-
grafia etnográfica onde se leem passagens como a seguinte:

784
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

“Os comunheiros, naturalmente, conheciam a doce coca. Compra-


vam as perfumadas folhas de cor verde-clara nas tendas dos povoa-
dos ou alguns incursionavam para adquiri-las nos vales cálidos onde
são cultivadas. Ao amassá-las com cal, adoçam-se e produzem um
leve enervamento ou uma grata excitação. A coca é boa para a fome,
para a sede, para a fadiga, para o calor, para o frio, para a dor, para
a alegria, para tudo ela é boa. É boa para a vida. A coca é consultada
pelos bruxos e os que desejam sondar o futuro; com a coca se pre-
senteiam os cerros, lagoas e rios encantados; com a coca se curam os
enfermos; com a coca vivem os vivos; levando a coca entre as mãos
vão os mortos. A coca é sábia e benéfica” (p. 242).

Sobre os seringais, o leitor encontrará passagens sugestivas e


penetrantes:

“Assim, como este e outros episódios parecidos, começou a conquista


da selva. Continuou com o apogeu da borracha. Ainda não terminou.
Levavam cobiça e coragem que foram exaltados e deformados pela
barbárie num mundo onde a lei já estava escrita no cano do fuzil.
Muitas tribos ferozes continuaram resistindo e foram massacradas
impiedosamente. As mansas e submissas não o foram menos. Com a
agravante de terem de suportar o peso da carga. Mas este era demais
e às vezes costumavam sublevar-se para sacudi-lo...” (p. 324).

O protagonista é Rosendo Maqui, que, uma vez eleito alcaide em


razão de suas qualidades de líder sensato e equilibrado, foi reelei-
to durante toda sua vida ao cargo pela confiança que ganhou da
comunidade. Na realidade, Rosendo Maqui representa os valores
profundos da tradição comunitária e suas fragilidades. O drama
de Rosendo até sua morte brutal no cárcere simboliza toda a tragé-
dia vivida pela comunidade camponesa, despojada pelo fazendeiro
Álvaro Almenábar que a expropria de terras, de trabalho, de vida.
Esse fazendeiro possui também participação na política do país na
condição de senador. Ao ampliar o âmbito de suas propriedades às
custas de operações fraudulentas envolvendo a burocracia jurídi-
ca do país, é um homem temido e todo-poderoso.

785
Renan Freitas Pinto

No romance Grande e estranho é o mundo, Ciro Alegria cons-


trói um complexo painel da vida peruana em seu mundo agrário
carregado de conflitos, sobretudo entre as comunidades rurais
formadas por indígenas, mestiços e trabalhadores das diversas
atividades pastoris e agrícolas que se encontram constantemente
ameaçadas e mesmo destruídas pelos grandes proprietários, fa-
zendeiros detentores de grandes rebanhos e que são protegidos e
apoiados pelas autoridades do governo central em suas investidas
constantes sobre as terras comunitárias. Esses fazendeiros – aqui
representados por Álvaro Almenábar – desempenham simultanea-
mente atividades políticas que correspondem ao poder do latifún-
dio em nossos países.
Quanto à recepção da obra de Ciro Alegria no Brasil, ela tem
sido relativamente ampla, contando com boas traduções de seus
principais romances, à semelhança de Gabriel Garcia Marques e
Mário Vargas Llosa.

Alejo Carpentier (Cuba)

Écue-Yamba-Ó, primeiro livro do cubano Alejo Carpentier


(Havana, 1904 – Paris, 1980), publicado em 1933, possui proble-
mas que ele mesmo indica no prólogo a uma edição posterior.
Carpentier se refere particularmente a suas intenções vanguar-
distas e em retratar a realidade da população negra em Cuba nas
primeiras décadas do século XX. O prólogo possui um interesse
particular sobre as vanguardas e como elas se tornaram meras
tendências no mercado das ideias e são limitadas em abordar o
processo de formação cultural de Cuba, em especial o papel da ati-
vidade canavieira e nela do papel da população negra.
Ao reconhecer as limitações e mesmo certa banalidade em cer-
tos momentos, o autor quer chamar a atenção para a importância
e originalidade em sua abordagem da religiosidade popular e de

786
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

suas práticas, bem diferente do que até então se registrara na lite-


ratura que enfatizara sobretudo os aspectos exóticos.
Como revela o próprio Carpentier, seu primeiro romance se res-
sente de:

“todas as angústias, desconcertos, perplexidades e hesitações que um


processo de aprendizagem implica. Para todo escritor, a empresa de
escrever um primeiro romance é árdua, já que os problemas do quê
e do como, fundamentais na prática de qualquer arte, colocam-se de
forma imperiosa diante de quem ainda não maturou uma técnica
nem teve tempo suficiente de para forjar um estilo pessoal. Neste
momento costuma-se recorrer à imitação mais ou menos manifesta
de um bom modelo adaptado às próprias aspirações. De 1900 a 1920
tivéramos na América Latina escritores que nos haviam proporcio-
nado bons romances, mais ou menos calcados quanto aos “modos de
fazer” nos padrões do naturalismo francês e do realismo. Mudavam
as paisagens, a atmosfera; trazíamos os personagens ao nosso con-
texto, vestindo-lhes as roupas, tingindo seu vocabulário de modismo,
mas os procedimentos eram os mesmos” (Carpentier, [1933] 1989, p. 7)

Carpentier desenvolveu a narrativa do romance reconstituindo


sua experiência, desde a convivência com negros em brincadeiras
de infância e posteriormente iria reconhecer que suas impressões
sobre suas crenças e práticas ancestrais eram bastante superfi-
ciais; mas, de qualquer modo, conseguiu registrar aspectos par-
ticulares do Engenho San Lucio “que se erguia no centro de um
amplo vale cercado por uma faixa de colinas azuis”. (Carpentier,
[1933] 1989, p. 15)
Sobre Usébio Cué escreve que “era servo do engenho. Sua pe-
quena propriedade não conhecia outro cultivo a não ser o da
‘cristalina’ (espécie de cana-de-açúcar) e que apesar do intenso tra-
balho das colônias vizinhas, a produção da comarca inteira mal
dava para saciar o apetite de San Lucio, cujas chaminés e sirenes
exerciam nos tempos de safra, uma tirânica ditadura” (Carpentier,
[1933] 1989, p. 16).

787
Renan Freitas Pinto

Além de Salomé, mulher de Usebio Cué, o romance destaca a


figura feminina de Paula Macho que era, por seu comportamento,
recebida com olhares de reprovação, pois “desde o enterro de seu
defunto marido, o açougueiro Atilano, não havia rapaz no povo-
ado que ela não tivesse deflorado à beira da estrada” (Carpentier,
[1933] 1989, p. 37).
História de certo relevo no romance é a de Menegildo e sua pai-
xão por uma mulher casada que vai lhe custar a vida:

“Menegildo estava apaixonado. Mil lirismos iam nascendo nas ínti-


mas regiões de sua tosca humanidade. Uma cálida cócega percorria
seu corpo cada vez que pensava na mulher encontrada naquela noi-
te. [...] Dominado por uma preocupação nova em sua vida, Menegildo
passava todos os dias diante do acampamento de haitianos que abri-
gava a linda mulher da flor na orelha... Cada vez que Menegildo ten-
tava se aproximar, era detido por um gesto amedrontado. A mulher
parecia temer alguma coisa. Movendo na direção dele a palma da
mão ela sempre dizia: espere...” (Carpentier, [1933] 1989, p. 70).

“A mulher estava ali. Sozinha... Menegildo pulou o regato para che-


gar mais depressa. Ela tentou fugir, com um nervoso sobressalto de
corça. O rapaz a apertou entre seus braços, incrustando seus largos
dedos nas cadeiras mornas. –Sai!... Sai!... Menegildo arrancou-lhe
brutalmente o vestido. Seus seios trêmulos, contraídos pelo desejo,
surgiram entre os farrapos e panos feridos. O rapaz a apertou nervo-
samente contra seu corpo. Ofegantes, encharcados de suor, rolaram
por sobre as tenras ervas...[...] Dois dias depois, guiados por uma ins-
tintiva telepatia, o homem e a mulher se encontraram no mesmo lu-
gar. E o encontro se repetiu todas as tardes...” (Carpentier, [1933] 1989,
p. 76).

Menegildo golpeava as chamas sem entusiasmo quando viu che-


gar uma turma de haitianos seguidos por um militar que brandia
furiosamente seu facão.

“Entre aqueles rostos negros reconheceu o de Napoleão, o marido


de Longina... Suas vozes já se faziam ouvir no caminho. Cem metros

788
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

adiante, tomou tranquilamente a direção do barraco. Mas alguém


vinha atrás dele. Uma sombra negra se aproximava, denunciada por
um leve correr de pés descalços. Menegildo se deteve a um lado do ca-
minho. Desembainhou sua faca, tomado por uma vaga inquietação.
Pensando, mesmo assim que podia se tratar de um morador retor-
nando do incêndio... Napoleão se atirou sobre ele com um porrete na
mão: Tien! Tien! Antes de esboçar qualquer gesto, Menegildo recebeu
uma formidável porretada na cabeça. O rapaz caiu de bruços sobre
a terra mole. Napoleão o golpeou várias vezes. Sua vítima não se me-
xia. – Ça l’apprendra...!” (Carpentier, [1933] 1989, p. 87).

Os passos perdidos, publicado em 1953, é talvez a obra ficcional mais


conhecida de Alejo Carpentier. O romance narra a trajetória de um
musicólogo que, vivendo em Nova York, busca fugir de sua vida in-
certa; a oportunidade aparece quando é convidado por um amigo,
que trabalha no setor de musicologia de uma universidade, a reali-
zar uma viagem a um país sul-americano com o objetivo de coletar
instrumentos musicais primitivos de povos indígenas, região onde
a chamada civilização e seus elementos não haviam chegado, ou
seja, na região do alto Orenoco. A coleta desses instrumentos se
destina a um setor do Museu Organológico onde o amigo trabalha.
A obra é narrada em primeira pessoa pelo protagonista. Vere-
mos que ele mantém ao longo da narrativa relacionamento com
três mulheres. A primeira é a esposa, que se ausenta ao participar
de uma companhia experimental que encena uma tragédia sobre a
Guerra da Secessão. A previsão era de fazer umas poucas apresen-
tações, mas a peça permanece em cartaz por mais de mil apresen-
tações. A complicada experiência teatral de sua mulher e a vida do
casal são descritas:

“O êxito da obra aniquilava lentamente os intérpretes, que iam enve-


lhecendo à vista do público dentro de suas roupas imutáveis e, quan-
do um deles morrera de infarto, certa noite, pouco depois de o telão
cair, a companhia, reunida no cemitério na manhã seguinte, tinha
feito – talvez sem perceber, uma ostentação de roupas de luto que
tinha um não sei quê de daguerreótipo. Cada vez mais amargurada,
789
Renan Freitas Pinto

menos confiante em conseguir realmente uma carreira que, apesar


de tudo, amava por instinto profundo, minha esposa se deixava levar
pelo automatismo do trabalho imposto, como eu me deixava levar
pelo automatismo de meu ofício” (Carpentier, [1953] 1985, p. 9).

“Como não encontramos um modo normal de fazer coincidir nossas


vidas – as horas da atriz não são as horas do empregado – acabamos
por dormir cada um por seu lado. No domingo, ao fim da manhã eu
costumava passar um momento em seu leito, cumprindo com o que
considerava um dever de esposo, ainda que não conseguisse saber se,
na realidade, meu ato respondia a um desejo verdadeiro por parte de
Ruth” (1985 [1953], p. 9).

O autor nos põe em seguida em contato com a segunda mulher


com quem o personagem-narrador mantém um relacionamento
amoroso. Trata-se de Mouche, uma astróloga amadora que termi-
na viajando com ele em busca dos instrumentos indígenas primi-
tivos. A viagem se realiza, transformando-se em uma aventura da
qual se destacam alguns episódios carregados de conflitos, de pai-
xões e de atração sexual. Já na chegada à capital do país, de onde
deveriam partir para a selva em busca dos instrumentos musicais
indígenas, ele e Mouche são surpreendidos por conflitos em que se
enfrentam forças do governo e rebeldes, caracterizando-se como
mais um típico levante em um país sul-americano.
Eles sofrem diretamente a situação do movimento armado na
medida em que são obrigados a permanecer no hotel e obedecer ao
rigoroso toque de recolher. Presenciam, entre os vários embates,
a morte de jovens empregados do hotel que, armados na rua, são
atingidos no ventre por rajadas de metralhadoras. No isolamento
do hotel, o musicólogo faz amizade com uma pintora canadense
que conhecia o país e que encarava aqueles acontecimentos com
despreocupação, afirmando que logo haveria o fim da revolução. O
que de fato aconteceu, mas não a perseguição aos grupos rebeldes
(1985 [1953], p. 58).

790
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

Vão de trem a Los Altos, onde a canadense possuía residência.


Aos poucos o personagem narrador percebeu que a amizade entre
as duas se estreitava cada vez mais. Era de Los Altos que partiam
os ônibus que conduziam até o porto a partir do qual seria possível
alcançar a grande Selva do Sul.
No curso da viagem terminaram por encontrar uma hospeda-
ria que seria palco de um dos episódios mais importantes do enre-
do. O ambiente estava repleto de trabalhadores que ainda vestiam
suas roupas de trabalho e que falavam aos gritos. De repente, apa-
rece um grupo de mulheres em trajes de baile, com sapatos de salto
alto e muitos brilhos nos cabelos. Soube-se então que haveria no
dia seguinte a festa do patrão do povoado: “aquelas mulheres eram
prostitutas que viajavam assim o ano inteiro, de um lugar para ou-
tro, de feiras a procissões, de minas a romarias, para aproveitarem
os dias em que os homens se mostravam ostentosos” (1985 [1953],
p. 98).
Mouche, maravilhada com as mulheres, convidou o musicó-
logo a segui-las, para melhor observá-las, pois sua indiferença se
transformara com aquelas presenças. Tal foi a proximidade que
foi confundida e atraiu a atenção de um dos frequentadores que a
agarrou e a empurrou para dentro de um dos quartos. O musicólo-
go esmurrou o homem, que revidou com violência, os dois rolando
no chão. Nesse momento entra em cena a terceira mulher, Rosário,
que aparta a briga, chama o homem pelo nome de Yannes e o ad-
verte que tomara a mulher por engano. Rosário limpa o rosto do
musicólogo, dizendo: “a culpa foi dela; estava metida entre as ou-
tras”, e faz com que se deem as mãos os dois já calmos. A partir des-
se incidente, o protagonista começa a ter contato com Rosário que
lhe explica, para o acalmar, que conhecia Yannes há muito tempo,
pois não era dali, mas de Porto Anunciação, o povoado próximo a
Selva do Sul, onde seu pai doente a esperava com o remédio que
levava para curá-lo. Serenados os ânimos e desfeitos os enganos,
os dois sentaram juntos, diante de meia garrafa de aguardente.

791
Renan Freitas Pinto

Mouche chega até eles, aproximando-se do grego com um sorriso


convidativo que deixou o musicólogo irado.
O interesse do narrador por Rosário vai crescendo à medi-
da que vão se conhecendo melhor ao longo da viagem. Em Porto
Anunciação, constatam que chegavam a um lugar sem eletricida-
de e retornavam à época do lampião e da vela. Mouche reclama
que ali não havia nada de importante para ver ou estudar e que
partiria de volta ao amanhecer do dia seguinte.
O Adiantado por sua vez disse ao musicólogo que ele poderia
encontrar os instrumentos que queria nas primeiras aldeolas de
uma tribo que vivia a três jornadas de rio. Nesse momento apare-
ceu frei Pedro de Honestrosa com a notícia de que o pai de Rosário
acabara de falecer (Carpentier, 1985 [1953], p. 121).
Rosário insinua que Mouche se envolveu sexualmente com o
grego pois as flores que ela trazia “não cresciam nos penhascos de
Pedras Negras, mas numa ilha frondosa, primitivo assento de uma
missão abandonada (Carpentier, 1985 [1953], p. 130). E frei Pedro,
quando indagado sobre a tal ilha, explicava que ela deveria se cha-
mar São Príapo, pois “a antiga missão abrigava agora os casais do
povoado que não encontravam onde se divertir” (Carpentier, 1985
[1953], p. 131). Frei Pedro aproveita a ocasião para indagar se o mu-
sicólogo pretende se manter em concubinato. De sua parte, ouve
de Rosário a posição de mulher independente que o desconcerta:

“com uma argumentação que é a de suas irmãs, sem dúvida foi a


de sua mãe, e provavelmente é a razão do orgulho recôndito dessas
mulheres que não têm medo de nada: segundo ela, o casamento, a
união legal, tira da mulher todo o recurso de se defender do homem.
A arma que auxilia a mulher diante do companheiro que se desen-
caminha é a possibilidade de abandoná-lo a qualquer momento, de
deixá-lo só” ... “Casar é cair sob o peso de leis que os homens fizeram,
e não as mulheres.” (Carpentier, 1985 [1953], p. 211).

O narrador encontra alguém que se dispõe a levar Mouche de vol-


ta, pois, em razão de seu comportamento, não faz mais sentido sua

792
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

permanência. Quanto ao narrador, após conseguir reunir os ins-


trumentos musicais indígenas, vai adiando seu retorno a fim de
permanecer na companhia de Rosário. O fato é que a demora em
retornar com os instrumentos começa a preocupar a todos, inclu-
sive a esposa, que procura os jornais noticiando seu possível desa-
parecimento na selva. Começa então a busca na região por aviões.
Encontrado, é informado pelo piloto do avião que deve retornar
imediatamente. Ele termina por concordar, prometendo a Rosário
que irá, mas voltará. Ela reage com indiferença. No retorno, desco-
bre que Mouche havia dado aos jornais sua versão da viagem. Após
todos esses desencontros, ele termina voltando à aldeia em busca
de Rosário, mas já a encontra ligada a um jovem da própria aldeia.

Rómulo Gallegos

Pelo lugar destacado que alcançou no âmbito da literatura roma-


nesca latino-americana, o romance Canaíma, do escritor venezue-
lano Rómulo Gallegos (Caracas, 1884 - Caracas, 1969), publicado
em 1935, produziu um conjunto significativo de escritos e aprecia-
ções em torno de seus vários aspectos e dimensões.
Desses escritos passamos a selecionar trechos elucidativos alu-
sivos ao romance3. O primeiro autor a quem recorremos é Gustavo
Guerrero, que aborda o método de trabalho de Gallegos ao comen-
tar o papel do caderno de trabalho e de que maneira lida com suas
anotações:

“Durante a viagem que realiza por terras de Guayana entre 15 de ja-


neiro e 09 de fevereiro de 1931, Rómulo Gallegos leva consigo um pe-
queno caderno de notas com margens à esquerda e à direita. Nele
vai anotando suas impressões dia após dia e aponta tudo aquilo que,
de um modo ou de outro, lhe chama a atenção. A curiosidade do

3
Encontram-se reunidos na edição crítica especial da obra publicada na coleção da
ALLCA XX / UNESCO, coordenada por Charles Minguet, em 1996.

793
Renan Freitas Pinto

romancista é praticamente ilimitada. Arquitetura, paisagens, anedo-


tas, sistemas de transporte, preços, vozes e costumes se sucedem nas
notas que vai tomando ao largo do que se passa entre Ciudad Bolívar
e as selvas do Yuruary. Incessantemente, Gallegos observa e transcre-
ve a realidade guayanesa com a minuciosa avidez de um etnólogo ou
de um etnógrafo entregues à tarefa de descrever um mundo inexplo-
rado. Esta investigação de campo, como a própria viagem, tem desde
o começo uma finalidade precisa: reunir o maior número possível
de dados com vistas à redação de um romance cuja trama haverá
de desenvolver-se na região e que levará o título de Canaíma” (Galle-
gos, 1996 [1933], p. 277).

Em seu exílio, esse caderno de notas o acompanhará e será cons-


tantemente manuseado durante os quatro anos envolvidos com a
redação do romance, havendo evidências de que essas notas foram
lidas e relidas. O seu manuseio, entretanto, não tem como primei-
ro objetivo conferir exatidão e realismo ao romance.
O artigo que examinamos em seguida é Canaíma: arquétipos ide-
ológicos e culturais, de Pilar Almoina de Carrera, no qual procura
assinalar os antecedentes narrativos da obra, destacando o Diário
de Colombo para comentar o significado da natureza amazônica no
desenvolvimento da narrativa:

“A selva americana, expressão fascinante da plenitude vegetal, será


um mundo de soma de elementos, onde se cristalizarão as imagens e
os mitos da natureza americana: em parte vista, e em parte conheci-
da por mágicas referências: fascinação irracional, apelo mágico, im-
possibilidade de saída que nela se penetrou.”

Adiantando que:

“na literatura hispano-americana não há expressão onde se mostre


com maior vigor uma posição diante da natureza como o romance
da selva” (Gallegos, 1996 [1933], p. 326).

Para Pilar Almoina de Carrera,

794
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

“Nestes primeiros capítulos, dá-se a posição geográfica descritiva


da zona por meio de um discurso emotivo, mais que para ser lido
é para ser ouvido, pois tem a ressonância do discurso oral. A partir
desse momento, começa a ficção romanesca, com as peripécias do
protagonista Marcos Vargas que, arrastado pelo grande rio, o Ori-
noco, vai penetrando e descobrindo o território, porém sem trégua,
como o próprio rio que segue seu curso sem pausa, sem remanso. É
assim que Marcos Vargas enfrenta uma aventura atrás da outra.” ...
“No capítulo intitulado Canaíma (XII) Gallegos afirma que o deus da
selva é Canaíma: o maligno, a sombria divindade dos guaicas e ma-
quiritares, o deus frenético, princípio do mal e causa de todos os ma-
les. É assim que sob estranho silêncio esta divindade já tem em seu
poder Marcos Vargas”. (...) “É justamente em “Tormenta” (cap. XIV)
que Marcos Vargas enfrenta a selva e seu deus Canaíma. Pois diante
dessa terrível tormenta Marcos Vargas desce até à origem do mundo,
do homem.” (Gallegos, 1996 [1933], p. 329)

A autora finaliza suas considerações, depois de acentuar como


Marcos Vargas vai se confundindo com a natureza e com seu
mundo;

“Canaíma é um excelente exemplo do conflito ainda não resolvido,


a antítese de dois códigos e de dois sistemas que não chegam a um
equilíbrio e harmonia: o passado indígena não tem força para im-
por-se. Pois foi destruído e o presente é ainda a luta, restando apenas
o futuro, virtualidade encarnada pelo filho de Marcos Vargas, como
uma conjunção de passado e presente através da mestiçagem. Futu-
ro incerto, unicamente como possibilidade e que nega os dois siste-
mas culturais que se restringem ambos ao passado, um passado de
violência que deixou suas marcas em um território e que claramen-
te expressa Gallegos ao fim do romance em “Isto foi” (Gallegos, 1996
[1933], p. 339).

Com o artigo Canaíma, romance do índio caribe, de Janine Potelet,


temos uma abordagem esclarecedora sobre o processo de resgate
e estudo da história da Venezuela e, sobretudo, da reconstrução
das culturas indígenas que marca a vida intelectual venezuelana
795
Renan Freitas Pinto

nos finais do século XIX. Observa que Gallegos constrói parte de


seu romance a partir de abundante material etnográfico, de farto
vocabulário indígena acrescido de vários elementos pontuais des-
critivos da selva e de seus rios que se encontram nos relatos das
explorações pelas extensas regiões que servem de marco para as
aventuras de Marcos Vargas (Gallegos, 1996 [1933], p. 378).
Assinala o autor que Canaíma é a revelação ficcional de Guaya-
na, em sua realidade física e humana e a afirmação do elemento
americano originário nela arraigado como cimento da história e
da identidade venezuelana:

“Os estudos críticos e interpretações referentes à Canaíma são nu-


merosos, entretanto nenhum diz respeito direta e explicitamente ao
índio. Se quase todos os autores consideram a potência telúrica na
obra e a definem como o ‘romance da selva’, nenhum, ao que parece,
pensa em afirmar que o é, da mesma forma, de seu habitante genuí-
no, o índio” (Gallegos, 1996 [1933], p. 392).

“Os índios estão presentes em dezoito sequências do romance, das


cinquenta que o compõem. Em nove delas se manifestam, ao mesmo
tempo, como protagonistas da ficção literária e objeto de descrição
etnográfica. Em outras nove, aparecem indiretamente através de re-
flexões e evocações dos protagonistas fascinados e preocupados em
diferentes graus pelo mundo indígena, como Ureña e Marcos Vargas,
ou que são emanação sua como Juan Solito” (Gallegos, 1996 [1933],
p. 393).

Potelet menciona a beleza da arte têxtil desses grupos indígenas,


dos quais destaca os maquiritares em sua produção de cestos com
gregas. Menciona ainda a beleza da arte de sua pintura corporal.
Anota em importante passagem que: “a idealização do jovem caci-
que protagonista do romance o situa na corrente indianista, crono-
logicamente entre O Guarani (1857) de José de Alencar e Cumandá
(1879) de Juan León Mera.” (Gallegos, 1996 [1933], p. 383).
Por sua importância etnográfica passamos a destacar algumas
de suas passagens:

796
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

“O estudo comparado das línguas indígenas e o deciframento dos


petróglifos parecem de crucial importância aos pioneiros da antro-
pologia e etnografia venezuelana. Podem trazer informes para apro-
fundar na origem das populações do continente, de suas migrações e
culturas, e de uma maneira mais particular dar luzes que permitam
aclarar o passado indígena e nacional” (Gallegos, 1996 [1933], p. 386).

Mais adiante observa: “...a palavra Kanaíma que ele traduz por
“mal” ou “diabo” aparece na lista de vozes do idioma Waika,
Arekuna e Makusi (Gallegos, 1996 [1933], p. 386).
Em seu artigo La realidade y el Mito de la selva en Canaíma, Pedro
Diaz Seijas aborda o tema do amor e da presença feminina:

“A presença de Aracelis e a de Aymara em Canaíma não passa de


anedota amorosa, que em momentos refresca a encrespada vida de
Marcos Vargas. Sem dúvida, Aymara desempenha um papel fun-
damental no destino do herói, ao dar-lhe um filho, que o haverá de
repor na busca cíclica fundada na angústia ontológica do protago-
nista”. (Seijas, 1996 [1933], p. 477)

Lembramos que um dos elementos mais importantes do romance


é a transformação por que passa Marcos Vargas, de um ambicioso
explorador de seringais e seringueiros, através do que se torna um
homem rico e poderoso, à sua gradual identificação com a nature-
za, até sua transformação definitiva ao se aproximar sozinho das
árvores da floresta, transformando-se em uma delas, retornando
à sua condição humana, para voltar em seguida à sua condição
vegetal.
Conclui Pedro Diaz Seijas:

“É possível que Gallegos, nesta epifania mítica que é Canaíma, tenha


sintetizado, como já havia feito em Doña Bárbara [1929], o drama
humano de nossas povoações, debatendo-se permanentemente en-
tre os polos opostos da civilização e da barbárie” (...) “Efetivamente
esta realidade se detecta em Marcos Vargas. Da mesma forma em
que no Conde Giaffaro. Gallegos consegue uma síntese admirável de
duas tendências que se fundem em uma busca convertida ao final
797
Renan Freitas Pinto

em utopia. Um dia inimaginável, o mito será realidade. Essa parece-


ria ser a conclusão extraordinária, plasmada por Rómulo Gallegos
no vivo quadro de Canaíma” (Seijas, 1996 [1933], p. 486).

Jorge Icaza

Jorge Icaza (Quito, 1906-1978) é autor de Huasipungo (1934), roman-


ce que aborda a questão agrária no Equador. Podemos aproximá-lo
dos demais romances sob a perspectiva da violência, da opressão
social e da selva. Em seus romances e contos, Jorge Icaza aborda a
formação e a história de seu país, o Equador, escrevendo histórias
que se passam no mundo rural e agrário.
Adotaremos na leitura da obra de Jorge Icaza a técnica expo-
sitiva e interpretativa de destacar os episódios e passagens que
apresentam personagens e respectivos perfis sociais e psíquicos,
paisagens e cenários que correspondem à situação de classe social
dos atores principais, assim como dos atores secundários, preten-
dendo dar conta de processos narrativos da obra em questão.
Em Huasipungo, situa-se a existência de três grupos sociais que
ocupam a paisagem social de parte importante de sua geografia:
os brancos (blancos), os mestiços (cholos) e os indígenas. Todos se
movimentam no interior do sistema fundiário da grande proprie-
dade agrária, constituindo o que seria reconhecido na América La-
tina como o ambiente em que se constitui o campesinato típico.
Em vários sentidos essa paisagem social em muito se assemelha à
de outros países latino-americanos, entre os quais, apesar das re-
conhecidas diferenças, pode-se incluir o Brasil, mais propriamen-
te suas regiões norte e nordeste, predominantemente extrativas e
agrícolas, e nas quais os diferentes tipos de trabalhadores se apro-
ximam dos apresentados na narrativa de Jorge Icaza.
Nossa atenção está voltada para a literatura latino-americana
de países que possuem parcelas territoriais pertencentes à Ama-
zônia, o que é o caso de parte do Equador, em especial seu mundo

798
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

agrário. Desenrolam-se os conflitos e confrontos entre os três gru-


pos sociais fundamentais dessa sociedade: o grupo genericamente
denominado de “brancos” – compreendem os fazendeiros, grandes
proprietários rurais, pecuaristas e donos de latifúndios, parcial-
mente ocupados com a agricultura, criação de gado e exploração
de madeira, proprietários que também se apropriam das terras in-
dígenas comunitárias, através de titulações forjadas, obtidas em
razão de sua participação e identificação com o sistema de poder
central da sociedade a partir de seu meio urbano. Essas terras são
muitas vezes mantidas através do sistema de huasipungo que, se-
gundo Jorge Icaza, “significa parcela de terra que o dono da fazen-
da concede à família índia em troca de trabalho diário” (p. 7). E
como forma de transformar os índios em camponeses e os manter
sob seu controle territorial e corporal.
Vale dizer que o fazendeiro atribui um pagamento por esse tra-
balho que, entretanto, nunca se realiza monetariamente, em face
da dívida que, pela forma de ocupação de parcelas de terra pelos
indígenas camponeses, cresce sem jamais ser encerrada, forma
responsável pela impossibilidade dos trabalhadores de se liberta-
rem desses patrões. Esse sistema pode ser identificado em vários
países latino-americanos, entre os quais o Brasil com seu sistema
de aviamento e endividamento permanente.
A sociedade em seu extrato dominante, fundada na grande pro-
priedade senhorial, se faz presente nas demais camadas sociais e
realiza seu processo de exploração através de cholos ou mestiços,
que são seus intermediários e representantes para a exploração
dos segmentos de trabalhadores denominados huasipungueros.
Essa estrutura de poder é legitimada pelo poder executivo, le-
gislativo e judiciário, possuindo os terratenentes presença nesses
poderes ou neles representados e defendidos. Há, portanto, uma
identificação de interesses entre a classe proprietária rural e urba-
na e os participantes desses poderes, muitas vezes sendo eles exer-
cidos pessoalmente pelos proprietários na condição de senadores,
deputados, juízes, promotores e auditores.
799
Renan Freitas Pinto

Entre os brancos proprietários e os índios, situa-se o estamento


dos “cholos” ou mestiços, que se consideram e se comportam como
se estivessem naturalmente acima dos índios e que, em distintos
graus e situações, almejam ocupar posições e privilégios identifi-
cados como do grupo “de cima”. Portanto, na categoria dos “cho-
los” estão incluídos os auxiliares diretos dos patrões fazendeiros,
como o “mordomo”, o senhor tenente político, os agregados res-
ponsáveis pelos cuidados com a casa senhorial e demais bens dos
patrões como de seus animais, assim como da requisição habitual
do trabalho de huasipungueros para serviços domésticos. Para se
manterem em seus cargos e posições, são aduladores de seus pa-
trões e intolerantes com os indígenas com os quais na maior parte
das situações se confundem principalmente pelo parentesco.
Há uma configuração histórica da situação fundiária exposta
no romance. Ou seja, antes da instituição da propriedade privada
da terra das grandes extensões territoriais representadas pelas fa-
zendas, sinal da emergência do sistema capitalista concorrencial,
há a comunidade territorial indígena e camponesa de terras ocu-
padas secularmente em regime de propriedade comunal; ou seja,
terras originalmente indígenas transformadas em parcelas da
grande propriedade dos senhores terratenentes nos denominados
“huasipungos” que terão como ocupantes índios e “colos”, passan-
do a constituir a forma de dominação social e subordinação econô-
mica que estrutura esse tipo de sociedade agrária.
Se Jorge Icaza retratou, em Huasipungo (1934), com rude realis-
mo, a condição indígena e do mundo agrário em que grupos da
população trabalhadora são subjugados, outra é a proposta do
romance El chula Romero y Flores (1958). Esse tem como ambiente
do drama dos protagonistas a cidade de Quito, com as profundas
desigualdades entre bairros burgueses e de classe média, e os bair-
ros degradados e inseguros das populações pobres da cidade. Não
deixando de retratar também a vida boêmia e artificial de parte de
sua gente, que o autor procurou expor com sarcasmo e impiedade,
a partir do próprio protagonista central, o chula Romero y Flores.
800
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

Perguntado por que depois de um romance como Huasipungo,


havia dedicado o seguinte aos mestiços de seu país, foi essa a res-
posta de Icaza:

“... Não só deve haver um romance sobre os cholos ou mestiços, mas


pelo menos uma dezena deles. Como aliás sobre os mestiços da Amé-
rica que, em definitivo, são os construtores do Novo Mundo. É pre-
ciso entender por que a mestiçagem, que no Equador toma o nome
choleria, não se refere apenas a uma mistura de sangue, à mistura da
história, mas também à mistura de culturas (...) o índio que chega do
campo à cidade com todos os atributos – virtudes e vícios – graças
ao encanto do meio cholo, vai-se transformando lentamente “sem
cruzamento racial”. Quem viveu em cidades do tipo cholo podia ob-
servar que o índio vive conforme vai mudando sua indumentária,
mudando sua economia e adaptando-se às novas normas do traba-
lho. Muda não só a maneira de se expressar, não só sua vestimenta e
seu gosto, mas também altera seu modo de proceder diante das pes-
soas que antes venerava e temia como seres supremos.”(...) “Creio que
os indigenistas de verdade somos aqueles que não só defendemos o
índio vivo e autêntico, mas também defendemos o índio transforma-
do, quer dizer, o índio que está em nós”. “Por isso insisto em meus
últimos romances, desde Os cholos, em apresentar este conflito es-
piritual, este desequilíbrio interno nos personagens No romance Os
cholos o personagem sente a angústia dupla em seu espírito, angústia
que afinal aponta para uma possível rebeldia” (Icaza, 1996, p. XIX).

O cenário já não é o da terra onde o índio vive seu despojamento e


sua fome, mas a cidade. O clima de autenticidade romanesca como
epopeia de uma cidade típica latino-americana. Nas ruas, desen-
volve-se o drama do homem que toma consciência de sua persona-
lidade, porém não chega a aclarar os impulsos de sua verdadeira
liberação.

801
Renan Freitas Pinto

Mariano Azuela

Quem mapear a literatura latino-americana voltada para abordar


a violência e a opressão social certamente deverá incluir o escri-
tor mexicano Mariano Azuela (Lagos de Moreno, 1873 – Cidade do
México, 1952), e suas obras relacionadas com a Revolução de 1910,
em especial seu romance Los de abajo (1915), principalmente porque
esta busca retrata os principais momentos dessa controvertida re-
volução social, partindo da percepção dos de baixo, dos grupos su-
balternos e oprimidos.
Esse romance, que teve suas primeiras edições sob a forma de
folhetins, foi adquirindo seu merecido lugar no âmbito da literatu-
ra mexicana e latino-americana, tendo sido traduzido para várias
línguas, com especial destaque para as traduções norte-america-
na, francesa e alemã, com grande alcance em termos do número
de leitores4.
Os personagens não são concebidos a partir de personagens in-
dividuais reais, mas resultantes de uma combinação de elementos
capazes de fornecer ao autor o efeito pretendido. Como Azuela sa-
lienta, personagens e episódios foram colhidos em primeira mão
no calor da luta; em sua condição de médico militar, conheceu
personagens das histórias dos processos políticos, estabelecen-
do a partir daí os elementos que iriam dar consistência aos seus
personagens principais; ele se preocupou em se manter o máximo
possível fiel aos tipos populares que observou, os principais prota-
gonistas representando os de baixo, em suas esperanças e decep-
ções no desenrolar do processo revolucionário. Nesse sentido, essa
representação dos setores subalternos no transcurso da revolução
mexicana certamente corresponde ao que se pode reconhecer em

4
Recorrerei à edição crítica coordenada por Jorge Ruffinelli, publicada na Colección
Archivos Allca XX, número 5. Cabe destacar a versão do romance tal como apareceu
em forma de folhetim, em edição publicada no periódico El Paso del Norte, de El Paso,
no Texas, EUA.

802
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

outros movimentos sociais de conteúdo revolucionário no conjun-


to de países da América Latina.
Demétrio Macías é o personagem principal do romance, e Azue-
la se inspirou em vários indivíduos reais para construí-lo. Azuela,
por ocasião das ações militares, fez observações sobre soldados,
entre os quais se encontravam alguns tipos raros. Nos meses em
que esteve com Medina em Guadalajara, tomou nota de pelo me-
nos três membros de seu Estado Maior. Um deles é o curandeiro
de Medina, no romance representado como Venancio, que con-
trasta fortemente com Azuela e sua formação de médico (Azuela,
[1915] 1996, p. 205).
Sua obra ficou praticamente ignorada no México até 1925,
quando foi objeto de um debate entre críticos da capital. A par-
tir daí começou a ser comentada, alcançando projeção interna-
cional quando sua tiragem no México atingiu mais de um milhão
de exemplares, chegando também a ter mais de trinta edições em
países de língua espanhola. Junto com vanguardistas mexicanos,
los estridentistas, Azuela é citado como o grande romancista da
Revolução.
Em um dossiê, uma espécie de edição crítica, escrito por diver-
sos autores estudiosos de sua obra, Azuela assina um dos capítu-
los, Quadros e cenas da Revolução, onde escreve: “ordenei muitas
anotações recolhidas à margem dos acontecimentos político-so-
ciais a partir da revolução maderista até esta data. Daí fazem parte
os episódios de meu relato “Los de abajo, escrito em plena luta entre
as grandes facções em que a ambição dividia os revolucionários”.
Um de seus desejos era conviver com os que considerava os
verdadeiros revolucionários, os de baixo, já que suas anotações en-
contravam seus limites no tedioso mundo da pequena burguesia.
É tomando parte como médico das forças revolucionárias de Juan
Medina que compartilhou com os rancheiros de Jalisco e Zacatecas
muitas de suas alegrias, desejos e amarguras.
Para o romancista a obra não se limita a ordenar e acumular
materiais, mas busca a organização de um corpo novo, autônomo.
803
Renan Freitas Pinto

Para ele os melhores personagens do romance são os que mais se


distanciam de seus modelos (Azuela, [1915] 1996, p. 327). Revela que
a maior parte dos fatos narrados foram obtidos em conversas com
revolucionários de diversos tipos, coleta feita em quartéis, hospi-
tais, restaurantes, estradas e caminhos de ferro, advertindo que os
acontecimentos são apresentados de forma completamente distin-
tas de como as presenciou (Azuela, [1915] 1996, p. 329).

Mário Vargas Llosa

Vargas Llosa escreveu pelo menos quatro romances ambientados,


em parte ou totalmente, na Amazônia: A casa verde (1965), Pantaleão
e as visitadoras (1973), O falador (1987), e O sonho do celta (2010).
Em A casa verde, Llosa cria dois relatos que se cruzam, ambien-
tados em lugares muito diferentes do Peru: Piura, no extremo
norte, cercada por grandes areais, e Santa Maria de Nieva, um pe-
queno povoado da região amazônica. Como ele mesmo revela, Piu-
ra é o deserto; amarelo, o algodão; o Peru espanhol, a civilização;
Santa Maria de Nieva é a selva, a exuberância vegetal, a cor verde,
tribos que ainda não entraram na história, instituições e costumes
que parecem sobrevivências medievais (Vargas Llosa, [1965] 1971,
p. 408)
A história de Don Alselmo exibe uma técnica de exposição sin-
gular. A primeira parte – chegada a Piura, fundação da Casa Verde
– é contada por uma voz que representa a memória coletiva dos
piuranos e tem uma ressonância de Mito. Constata-se que, apesar
da sociedade injusta que descreve e do destino trágico de muitos de
seus personagens, permanece um sentimento positivo de dignida-
de, esperança e alegria; os personagens são livres.
Pantaleão e as visitadoras (1973) trata com ironia a presença de
agrupamentos militares em meio à floresta amazônica, onde os
militares são mantidos como um grupo basicamente de homens
solteiros isolados do contato com os centros urbanos, em especial
804
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

do contato afetivo e sexual. O comando do exército, em sua estraté-


gia envolvendo as particularidades da vida na Amazônia, decidiu
criar um serviço destinado a reduzir essa carência, nomeando um
oficial cuja missão principal – que deveria ser mantida em segredo
– era transportar até o grupamento militar mulheres arregimen-
tadas nos bordéis das cidades próximas. O oficial não se apresenta
fardado para realizar sua missão, o que faz nessas viagens ao in-
terior da selva é mantido como segredo de estado. A missão das
visitadoras termina sendo descoberta e divulgada em jornal da ci-
dade, o que cria um desconforto para o comando militar que busca
desativar o “serviço”, executado até então por um oficial, fiel cum-
pridor rigoroso da disciplina militar.
Em O falador (1987), aparecem dois narradores: um narrador
principal evoca as lembranças de um companheiro de juventude,
apelidado Mascarita, que sente fascinação por uma cultura primi-
tiva; um anônimo contador ambulante de histórias – um “falador – ,
memória viva dos índios machiguengas da Amazônia peruana, que
narra em uma linguagem de rara poesia e magia a própria existên-
cia e os mitos de seu povo (Rodriguez Rea (2011).
Mascarita, apelido de Saul Zurata, tem uma mancha negra em
dos lados do rosto que procura dissimular. Ele se dedica à defesa
da integridade cultural do grupo indígena que conhece de modo
particular. Afirma que as culturas devem ser respeitadas, deixadas
em paz. Mascarita, que simula haver saído do país para estudar no
exterior, transforma-se no falador: percorre várias comunidades
indígenas contando histórias e levando entre elas os informes e
ocorrências mais importantes.
O sonho do celta (2010) tem na Amazônia parte de sua ambien-
tação, dividida com as selvas do Congo e a Irlanda. Enviado como
observador da situação dos trabalhadores indígenas nos seringais
do Putumayo, o cônsul Roger Casement fornece um relato porme-
norizado dos métodos ferozes e cruéis usados pelos seringalistas
contra os indígenas mantidos na condição de escravos. Aqueles

805
Renan Freitas Pinto

que não conseguem atingir as cotas de produção de borracha são


submetidos a atrozes mutilações e à morte.
A divulgação do relatório de Roger Casement sobre sua investi-
gação nos seringais da Amazônia produziu um enorme impacto na
imprensa inglesa, especialmente pela revelação de que empresas
britânicas estariam dando suporte às atrocidades cometidas con-
tra os indígenas submetidos aos trabalhos nos seringais.

Conclusão: a escravidão moderna e a literatura

Tivemos a oportunidade de assinalar os movimentos de concentra-


ção e latifundização da terra, os aspectos essenciais da escravidão
moderna que persistem na subordinação dos camponeses – ín-
dios e “cholos” – aos processos da acumulação primitiva e de igual
modo da acumulação capitalista, do colonialismo e dos processos
de luta pela descolonização.
Localizamos na América Latina o grande palco da escravidão
moderna que se inicia com a destruição de impérios como o inca
e a submissão dos indígenas, e seus descendentes por gerações até
o presente, à conquista colonial, transformando-os nas diferentes
formas de campesinato que se encontram ainda em pleno vigor
nas nações latino-americanas. Em outras palavras, o que implica
a arregimentação compulsória dos povos indígenas de cada país e
território até sua metamorfose no campesinato em suas diferentes
configurações no passado e no presente.
Não deve deixar de ser lembrada a transferência em massa de
africanos escravizados para a sustentação dos vários processos de
acumulação primitiva, cuja característica principal é privilegiar a
exploração contínua do trabalho humano e o atraso e mesmo a
ausência do desenvolvimento das forças produtivas fundado no
incremento de avanços técnicos na esfera da produção e da orga-
nização do trabalho. Os exemplos mais conhecidos são as ativida-
des de extração de seringa, da extração de minérios que acontece
806
A violência e a selva em narrativas latino-americanas

em todos os territórios da América Latina e da prática das mono-


culturas como a da cana-de-açúcar, da banana e do algodão, sus-
tentadas pela sobre-exploração do trabalho em detrimento dos
possíveis avanços técnicos.
Quando Marx se referia, de forma reiterada, a que a indústria
extrativa florestal ocorre como forma de acumulação primitiva na
qual se verifica uma baixa composição orgânica do capital, ou seja,
que esse tipo de exploração pressupõe uma elevada exploração do
trabalho humano e quase sempre baixíssima utilização de proces-
sos técnicos poupadores do trabalho humano direto, parecia estar
se referindo à atividade dos mineiros no Peru, dos seringueiros
na Amazônia e dos trabalhadores das “repúblicas bananeiras” da
América Central.
O colonialismo que se propaga nas diferentes paisagens da
América Latina – os vales e encostas andinos, os cerros, as planí-
cies e florestas tropicais entre as quais se destaca a Amazônia –
vem se apresentando continuamente em várias e novas formas.
Um dos exemplos mais conhecidos é o da própria ideia de for-
mação referente à literatura de ficção que se apresenta como li-
teratura nacional e como literatura regional e local, pelo fato de
circular de forma restrita em seus países e regiões. Para se tornar
um autor nacional, o escritor deve ultrapassar os limites do regio-
nal ao publicar suas obras nos centros irradiadores da cultura de
seu país e quase sempre de outros países a partir das diferentes
edições e mesmo traduções publicadas em países dos centros hege-
mônicos da cultura.
Aspectos que certamente são considerados pelos leitores da
literatura latino-americana, presentes em diferentes narrativas,
são os espaços geográficos em que ocorrem os processos de inde-
pendência política e de construção de identidades nacionais ins-
piradas em ideais republicanos e democráticos. Apesar dos países
registrarem em suas histórias nacionais processos ditatoriais e
autoritários que implicam processos de exclusão de parcelas sig-
nificativas de suas populações, em especial de suas populações
807
Renan Freitas Pinto

indígenas e camponesas. Suas literaturas nacionais, ao mesmo


tempo em que são expressão da formação da nação, expressam
processos de violência política, atingindo especialmente os setores
subalternos, reduzindo dessa forma as possibilidades efetivas de
participação das camadas “de baixo”.
Uma das ideias presentes em nossa leitura dos autores analisa-
dos – César Uribe Piedrahita, Ciro Alegria, Rómulo Gallegos, Alejo
Carpentier, Mariano Azuela e Vargas Llosa – é que eles se escla-
recem entre si, apresentando aspectos compartilhados, mesmo
quando tratam de universos relativamente distintos.
Foi nosso propósito apresentar esses romances – tendo privile-
giado o espaço do Amazonas neles presente – por considerarmos
que são obras que possuem pontos convergentes, ao abordarem
a questão do homem com a natureza e dos homens entre si, e as
estruturas sociais que se fundamentam em relações de domina-
ção entre exploradores e explorados. A literatura, por um conjun-
to significativo de escritores, expressou, de forma convincente e
complexa, a condição de exclusão e de cidadania precária a que foi
condenada a população indígena, mestiça e rural das sociedades
latino-americanas.

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Welcome a la era de la incertidumbre

810
Complejidades de una policrisis global
Alfredo Pena-Vega

Introducción

Con incendios incontrolables, olas de calor sin prece-


dentes e inundaciones gigantescas que azotan el plane-
ta, ¿es todavía posible sentarse y no cuestionar de raíz
nuestra visión del mundo y nuestro modo de vida?

Nuestro mundo atraviesa un periodo muy turbulento y se dan


todos los ingredientes para una serie de retos futuros. En un mo-
mento en que los efectos del calentamiento global siguen dando
muestras de estar fuera de control −fenómenos excepcionales, au-
mento de las temperaturas, inundaciones, sequías, incendios, etc.−,
nos enfrentamos a un nuevo reto. Muy recientemente, la ciencia
nos ha enseñado que el sistema de corrientes oceánicas que regula
el clima de una parte del planeta podría colapsarse antes de lo pre-
visto (Quammen, 2023). Se trata de otra grave advertencia sobre
el estado de nuestro planeta: disminución de los recursos de agua
potable, aumento de las zonas muertas en los océanos, pérdida ca-
tastrófica de biodiversidad, deforestación a un ritmo vertiginoso.
Los científicos llevan tiempo advirtiéndonos de que será demasia-
do tarde para cambiar de rumbo, llamando nuestra atención sobre

811
Alfredo Pena-Vega

las políticas de reducción de las emisiones de gases de efecto inver-


nadero (GEI) y las medidas de salud pública (Klenert et al., 2020).
Mientras tanto, nuestros responsables políticos siguen sonámbu-
los ante una tragedia anunciada y amenazas existenciales globales
(Dixson-Declève, 2023).
La creciente influencia del ser humano en el medio natural a
lo largo de los siglos ha dado lugar a importantes retos mundiales
en la encrucijada de la salud, de los que el COVID-19 no es, por des-
gracia, una de las manifestaciones más recientes (Goudie, 2019).
Como sostiene Settele, el cambio climático y el auge de pandemias
zoonóticas como el COVID-19 son el resultado de la interferencia
humana en los entornos naturales (Settele y Cortnie, 2021). Todos
recordamos el gran bloqueo (Latour, 2021). Así, más de tres años
después del inicio de la pandemia y de la muerte de millones de
personas, la cuestión del coronavirus sigue siendo controvertida
y delicada, con los hechos titilando en medio de una maraña de
análisis e hipótesis, como adornos navideños en un árbol oscuro
y espinoso.
En este mundo convulso, incluso los defensores del busi-
ness-as-usual se han conmovido por el estado de nuestro planeta.
En el Foro Económico Mundial (Davos), la retórica fue grandilo-
cuente: “La Tierra se calienta, el hielo se derrite, los océanos crecen
y se llenan de plástico. Estamos perdiendo especies, acumulando
gases de efecto invernadero y se nos acaba el tiempo” (Davos, 2021).
Ante estos hechos, es tentador ser derrotista. Sin embargo, hay
muchas razones para alegrarse. Una palabra clave: sostenible. Un
imperativo que se aplica a todos los ámbitos de la actividad huma-
na: energía, alimentos, ropa, viajes, ciudades, etc. Cuando este mis-
mo Foro Económico Mundial se reunió por primera vez en 1974, el
informe del Club de Roma “The Limits to Growth” ya se había pu-
blicado en 1972. Según este informe, el análisis de las causas y con-
secuencias a largo plazo de un crecimiento económico mundial
ilimitado conduciría a un futuro insostenible. Dennis Meadows y
sus coautores explicaban que los límites ecológicos del planeta (en
812
Complejidades de una policrisis global

términos de uso de recursos y emisiones de gases de efecto inver-


nadero) tendrían consecuencias considerables para el desarrollo
mundial durante el siglo XX (Meadows y Randers, 2004). Por des-
gracia, el capitalismo habitual del Foro Económico Mundial nunca
quiso tener en cuenta las dramáticas consecuencias del crecimien-
to exponencial en un mundo finito, escritas en blanco y negro en el
informe de Meadows.
Sin embargo, cincuenta años después, el reduccionismo econó-
mico que el propio hombre occidental ha engendrado, en particu-
lar el neoliberalismo, con su dogma del crecimiento, la producción
industrial masiva de bienes materiales y la actividad económica
poco respetuosa con el medio ambiente a través de la sociedad de
consumo, no se ha debilitado. “Cualquiera que crea que el creci-
miento puede ser infinito en un mundo finito es o un tonto o un
economista”, escribió el economista Kenneth Boulding. Como re-
cordaba Aurelio Peccei, “el futuro ya no es... lo que podría haber
sido si los hombres hubieran sabido explotar mejor su inteligencia
y las posibilidades que se les ofrecían. Pero aún puede llegar a ser
lo que queremos que sea, siempre que seamos razonablemente re-
alistas” (PecceI, 1983). Esta visión reduccionista se explica por el
hecho de que nuestra relación con la tierra, el medio ambiente y
la naturaleza en general sigue siendo “estrictamente económica,
que solo implica privilegios y ninguna obligación moral o cívica,
aunque todos los acontecimientos deberían llevarnos a cambiar
radicalmente nuestra actitud en este ámbito” (Audier, 2020). Sigue
siendo una visión naturalista del mundo.
Nos encontramos en un punto de inflexión en la forma de en-
tender y concebir nuestro destino común. Las policrisis mundiales
convergen, pero su simultaneidad no es fruto de una desafortuna-
da coincidencia. Son similares a todas las demás que han marcado
la historia de la humanidad. Sin embargo, hay una diferencia, y es
que esta es la primera policrisis verdaderamente global de nuestro
siglo. Es, ante todo, una crisis de sentido: ya no sabemos cómo habi-
tar la Tierra (Morizot, 2020) y ya no sabemos cómo vivir con ella y,
813
Alfredo Pena-Vega

sobre todo, ya no tenemos imaginación para pensar en otra Tierra.


Aunque seamos muy optimistas sobre las capacidades tecnológi-
cas futuras, la capacidad de reciclar o ahorrar las materias primas
que consumimos, la lucha contra la contaminación, la transición
medioambiental y la planificación, no es de extrañar que la idea
del colapso (Tainter, 1988) sea ahora tan temida por quienes teori-
zan la colapsología.
La hipótesis central de este artículo es que las incertidumbres
surgidas tras la conmoción planetaria de la pandemia, la escalada
de la crisis climática y el recrudecimiento de la guerra en el corazón
de Europa, más recientemente en el Medio Oriente, son extrema-
damente trascendentales, pero al mismo tiempo inesperadas y cla-
rividentes. Inesperado porque, por una parte, revela la necesidad
de integrar en nuestro pensamiento la duda y el error, así como la
multidimensionalidad de los fenómenos, lo que debería ser la con-
dición sine qua non de la investigación, el examen y la reflexión.
Por otra parte, lo inesperado tiene un papel que desempeñar en el
anuncio de catástrofes ecológicas y políticas, que constituyen una
oportunidad para nuevas orientaciones (Cyrulnik, 2021). Hay que
afrontar el problema de la evolución del mundo en su interdepen-
dencia y globalidad, tratar de identificar los límites de un modelo
dominante postcrisis y, si es posible, evitar reproducirlos.
¿Cuál es el denominador común en la gran variedad de respues-
tas al ritmo del cambio y a las amenazas ecológicas, climáticas, so-
ciales y políticas? ¿Es la incertidumbre, lo imprevisible? ¿O es la
duda, el error y la incertidumbre en el conocimiento, la represen-
tación y la modelización de sistemas complejos?
Aunque la incertidumbre forma parte de la ciencia y la investi-
gación desde hace mucho tiempo, antes de la llegada de la pande-
mia observamos una especie de represión de la incertidumbre en
el uso y el razonamiento de ciertos fenómenos. Como sabemos, en
prácticamente todos los ámbitos, de la razón o no, parece que, fun-
dada o ilusoriamente, la certeza prevalece sobre la aporía. El reto a
partir de ahora será enfrentarse a las incertidumbres.
814
Complejidades de una policrisis global

Realidades complejas del mundo

Si reconocemos que vivimos en un mundo complejo, esto tiene


importantes implicaciones para nuestra forma de entender ese
mundo y de actuar en él. Los sistemas complejos están formados
por un gran número de relaciones no lineales. Para entender es-
tos sistemas, no podemos tener en cuenta estas relaciones, por lo
que tenemos que simplificar. Sin embargo, este proceso reduce la
complejidad de lo que queremos comprender. No existe una forma
objetiva de hacerlo, porque para ello sería necesario adoptar una
posición desde la que pudiéramos acceder a toda la complejidad.
Esto tiene dos implicaciones. En primer lugar, significa que nues-
tro conocimiento de las cosas complejas es siempre limitado e in-
completo. Dado que la reducción no es objetiva, sino que se basa en
la elección, debemos reconocer, en segundo lugar, que siempre es-
tán en juego cuestiones normativas al tratar con cosas complejas.
Esta normatividad puede describirse mediante lo que podríamos
llamar las realidades complejas del mundo.
En esta sección desarrollaré la idea de una incertidumbre de
la complejidad política. Dado que nuestra implicación en lo com-
plejo no puede reducirse a un simple cálculo, esta ética es funda-
mentalmente provisional y hace hincapié en la responsabilidad
que debemos asumir por nuestras decisiones, aunque no podamos
predecir plenamente sus resultados. Dado que nuestras prediccio-
nes no pueden ser extrapolaciones formales, la voluntad contiene
un elemento de creatividad (por oposición al cálculo). Tenemos
que imaginar ciertos aspectos de los posibles resultados de nues-
tras acciones. La imaginación adquiere así una posición central en
nuestro compromiso con el mundo, incluso cuando hacemos cien-
cia. Tenemos que intentar imaginar futuros mejores para crear las
condiciones en las que puedan realizarse.
Nos enfrentamos a un dilema: ¿somos conscientes de los tras-
tornos del pasado, la transformación de un modo de vida en el de

815
Alfredo Pena-Vega

los países ricos no es negociable o, como ya declaró George H. Bush


en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente
y Desarrollo (ECO 92) en 1992: “el modo de vida americano no es
negociable”? Mientras tanto, el futuro de la humanidad está en
las arcas de los multimillonarios (plutócratas) amos de la tecno-
logía digital, que se esfuerzan por privatizar nuestro futuro con la
supuesta misión de trabajar científicamente por el bien de la hu-
manidad. Cuando, en realidad, solo se trata de expropiar nuestro
conocimiento y controlarlo a través de toda una serie de megapro-
yectos tecnológicos, todo ello basado en el sueño de conquistar el
futuro, de explorar el futuro lejano, de ser los únicos amos ¿qué
significa privatizar nuestro futuro?
Ya no estamos en los debates de principios de los años 2000 en-
tre pesimistas y optimistas sobre los beneficios de la globalización,
sino en una discusión que hoy se centra en el modelo de civiliza-
ción que queremos: perseverar en un modelo de abundancia (hy-
bris) o bifurcarnos (realmente en el sentido de bifurcación) hacia
un modelo de sobriedad (neutralidad del carbono, consumo so-
brio, etc.). La alternativa a la que nos enfrentamos colectivamente
es la siguiente: será el abismo o será la transformación.
Las perspectivas y exigencias de transformación han entrado
en la mente de la gente a través de una toma de conciencia colec-
tiva de las cuestiones ecológicas, medioambientales, políticas y
sociales que están en juego. Esto significa abandonar la lógica del
productivismo y del consumismo y darles un nuevo sentido. Con-
tribuir a la emergencia de un modelo alternativo y convertirlo en un
objetivo útil de una teoría social para comprender los retos actuales
a los que se enfrentan nuestras sociedades. André Gorz (2008) dijo
en una ocasión que “el capitalismo ha alcanzado un límite, inter-
no y externo, que es incapaz de superar, y que lo convierte en un
sistema que sobrevive con subterfugios a la crisis de sus categorías
fundamentales: trabajo, valor y capital”.
Para superar esta situación, Félix Guattari afirmaba que “para
hacer frente a los gigantescos desafíos de nuestra época, para
816
Complejidades de una policrisis global

reorientar radicalmente sus objetivos, es necesario pasar de una


ecología del pasado, fijada en la defensa de lo realizado, a una eco-
logía futurista, enteramente movilizada para la creación” (Guatta-
ri, 2013). Volveremos sobre esta idea de la ecología del futuro más
adelante. Más recientemente, en una entrevista concedida al dia-
rio Le Monde, los antropólogos Philippe Descola y Batiste Morizot
sostienen que la crisis climática inaugura una nueva época en la
que los conceptos de las Luces son difíciles de asimilar y que hay
que construir una sociedad con la Tierra. Su mensaje es: “Es hora
de hacer un mundo apropiado para la vida” (Truong, 2023).

Incertidumbre de principio

“Hemos visto que, a partir de un cierto número de interacciones e


interdependencias, o incluso de un cierto grado de complicación,
se hace imposible calcular y comprender los microprocesos de un
fenómeno” (Morin, 1980). Así, plantearse preguntas sobre el ritmo
acelerado de cambio de nuestra historia sin tener en cuenta las
interacciones y/o interdependencias se convierte en una tarea
imposible para la comprensión de los fenómenos. No olvidemos
que la incertidumbre no solo tiene que ver con las mediciones y
las predicciones. Se refiere a conceptos capaces de tratar fenóme-
nos complejos. Así, el concepto de complejidad del mundo revela
un principio de incertidumbre humana, que está ligado no solo a
las interacciones que conforman la organización del colectivo hu-
mano y no humano, sino también a los conceptos fundamentales
necesarios para concebir plenamente la vida.
Algunos creen que las amenazas están disminuyendo, otros
que evolucionan a una velocidad vertiginosa, otros que la evolu-
ción acabará siendo positiva, o apocalíptica, o incluso que estas
amenazas forman parte de las muchas que la humanidad tiene
que superar. Las amenazas se entienden a veces en términos de
pérdidas económicas, injusticia o riesgos existenciales con efectos
817
Alfredo Pena-Vega

irreversibles. Hace muy poco, por ejemplo, el presidente de Esta-


dos Unidos, Joe Biden, se refirió a nuevas medidas para proteger
a los estadounidenses “de la amenaza existencial del cambio cli-
mático y del calor extremo”(Noor, 2023). Podemos entender así la
importancia que se da a las amenazas en términos de presente y de
futuro (Ord, 2020). En esta diversidad de puntos de vista, cabe des-
tacar la aportación, a menudo controvertida, de la falacia de que
el no acontecimiento es una imposibilidad. Como dice Dupuy, “un
acontecimiento que nunca se produce debe considerarse imposi-
ble”(Dupuy, 2021). Una ilustración perfecta de ello es el discurso
de los pro-nuclearistas franceses, que creen que ¡un accidente nu-
clear en Francia es imposible! Se trata de una especie de negación
de la importancia de un acontecimiento.
Sin embargo, en toda esta diversidad de pensamiento, emerge
un postulado según el cual sería una convicción moral ligada a
la posibilidad misma de que la humanidad perturbe los sistemas
naturales de forma coherente. Podríamos suscribir en parte este
postulado, pero creo que, más que una cuestión de moral se trata
de tener en cuenta nuestras incertidumbres, que son difíciles de
aceptar. Por eso tenemos que vivir y pensar con ellas. La primera
incertidumbre es la de la vida cotidiana: la incertidumbre de lo que
ocurrirá en el futuro. Y a pesar de las dificultades de la vida, no
es una mala noticia. Otra incertidumbre, según Ord, “es la incer-
tidumbre moral: la incertidumbre sobre la naturaleza de nuestros
compromisos éticos”(Ord, 2020). Ciertamente, desde un punto de
vista moral, habría una conciencia creciente, aunque a veces par-
cial, de los peligros que amenazan a nuestras colectividades, en el
sentido de Philippe Descola (Descola y Pignocchi, 2022).
En última instancia, este reconocimiento de la incertidumbre
es lo que caracteriza la actual policrisis mundial. La búsqueda de
una salida a la confusión política, climática y sanitaria es con-
comitante en términos de retos. Además, la crisis climática, las
negociaciones de ayer en París (COP21) y las próximas en Dubai
(COP28), junto con las múltiples cuestiones que se entrecruzan en
818
Complejidades de una policrisis global

una policrisis planetaria (Morin, 2023), ponen de relieve la idea


imperativa de un cambio de “via” (en el sentido moriniano) como
proceso de transformación en relación con el modelo económico
y político dominante. “El colapso climático ha comenzado” (sep-
tiembre de 2023), se lamentaba el secretario general de la ONU en
una declaración en respuesta al anuncio de temperaturas estivales
récord en el hemisferio norte.
Desde hace tres años, las “colectividades” están sumidas en una
gran incertidumbre: sanitaria (pandemias, zoonosis), económica
(crisis generalizada de las desigualdades), política (estrechamien-
to de los principios democráticos), psicológica (ansiedad, miedo al
futuro) y moral (debilitamiento del sentido del deber, corrupción).
Más que una coincidencia, hay realidades observables que no en-
gañan. Más allá de las catástrofes sanitarias y económicas, el con-
junto del modelo civilizatorio actual se ve cuestionado por estas
catástrofes planetarias. Quizá no sea casualidad que los teóricos
del colapso hayan tenido tanto éxito.
Parafraseando al economista René Passet (2001), el destino del
mundo es el de una confrontación teórica −o ideológica, si se pre-
fiere− y el de una lucha por el poder. La complejidad del mundo
nos molesta porque la compartimentación de las ciencias ha con-
ducido a una enfermedad del pensamiento: aunque vivimos en
una “sociedad del conocimiento”, padecemos carencias cognitivas
y/o seguimos concibiendo nuestra visión del mundo en términos
de “racionalidad cognitiva instrumental”. Necesitamos un nuevo
impulso para una política planetaria y/o una política para la hu-
manidad que salvaguarde lo mejor de la política de desarrollo y lo
mejor de cada civilización.
Los responsables políticos son como la ciencia: compartimenta-
dos, dispersos, cada uno cuidando su propio jardín. Entonces, ¿por
qué es tan difícil que el objetivo de identificar una alternativa se
materialice en la práctica? Porque choca con una serie de intereses
económicos, financieros y científicos, por supuesto. Pero también,
quizás, por una razón más sutil y preocupante: la dificultad de
819
Alfredo Pena-Vega

cuestionar la visión paradigmática dominante de nuestro “colecti-


vo”. Las certezas que tienden a prevalecer en todas partes impiden
un pensamiento verdaderamente radical. Entonces, ¿cómo pensar
hoy en la idea de retos pertinentes?
Necesitamos empezar a configurar un nuevo imaginario que
nos ayude a leer la policrisis de otra manera, es decir, a idear nue-
vas preguntas −o pruebas− diferentes de todo lo que hemos teo-
rizado en las últimas décadas. Se trata de un verdadero desafío
epistemológico, uno de cuyos principios puede extraerse de la idea
de ruptura epistémica propuesta por Nathan Ballantyne (2015). Se-
gún este autor, la ruptura epistémica se produce cuando un cientí-
fico va claramente más allá de su campo de estudio y habla de un
tema sobre el que no tiene los datos o los conocimientos necesa-
rios para evaluar las pruebas y/o los datos. Es cierto que nuestras
creencias sólo se basan parcialmente en una base de pruebas per-
tinente. En este sentido, transgredir los límites del conocimiento
exigiría una verdadera invasión epistémica. Sin querer extrapolar
entre, por un lado, una abundante acumulación de conocimientos
en el ámbito climático, que incluso da lugar a una mayor sensibili-
dad ecológica por parte de la población y, por otro lado, un covid-19
en el que no dominamos todas las interacciones científicas, dejan-
do abierta la sensación de una amenaza aún latente y/o incierta.
Como señala David Quammen (2023), la cuestión de los orígenes
de la pandemia sigue dividiendo a la población y a menudo se ha
politizado. Según el autor, aún no disponemos de suficientes prue-
bas definitivas, lo que significa que los expertos a veces se dejan in-
fluir por sus creencias. Esto se debe en parte a que las pruebas que
proporcionan las respuestas se han perdido o simplemente aún no
están disponibles.
Estamos en la niebla. ¿Podría el conocimiento de estos hechos
llevarnos a pensar de forma diferente sobre nuestras convicciones
acerca de nuestro futuro? La aparición del coronavirus ha contri-
buido sin duda a replantearnos nuestra visión existencial. Todavía
no sabemos cómo empezó la pandemia. Nuestras certezas sobre la
820
Complejidades de una policrisis global

verdad científica se han hecho añicos y la ciencia sigue sin estar se-
gura de su origen. Se trata de una cuestión importante. Las priori-
dades de investigación, la preparación mundial ante la pandemia,
las políticas sanitarias y la opinión pública hacia la propia ciencia
se verán permanentemente afectadas por la respuesta a la pregun-
ta sobre el origen, si es que alguna vez obtenemos una respuesta
definitiva (Quammen, 2023).
En un momento en que los científicos luchan por imponer sus
conocimientos, los principios que propongo esbozan lo que sería
una verdadera narrativa para predecir lo imprevisible. Como sa-
bemos, los acontecimientos son a menudo imprevisibles, y hay
muchos ejemplos históricos de ello: la derrota del ejército nazi
en 1944, la tragedia humana y ecológica de Chernóbil en 1986, la
triple catástrofe de Fukushima en 2011 y la catástrofe sanitaria de
la pandemia en 2020 fueron acontecimientos imprevisibles. Na-
die previó la derrota de los nazis por el ejército soviético, ni las
dos catástrofes nucleares: las autoridades japonesas de seguridad
nuclear consideraban tecnológicamente impensable un accidente
semejante. ¿Quién podía imaginar una crisis sanitaria mundial?
Por último, si observamos la historia de las grandes catástrofes,
veremos que fueron concebidas para enmascarar la idea de que
todo lo importante es imprevisible. Estos son algunos de los acon-
tecimientos que fueron invisibles en su momento, y tenemos que
lidiar con lo imprevisible. No sabemos qué es invisible hoy. Puede
que no haya nada invisible, pero no es seguro. Siempre hay una
zona oscura, unas causas ocultas... en el corazón de esta zona oscu-
ra, y parafraseando al físico Werner Heisenberg, hay un principio
de incertidumbre. En el corazón del paradigma de la incertidum-
bre está el problema de la insuficiencia de la lógica y la necesidad
de una lógica que incorpore la confrontación dialéctica de la con-
tradicción. La incertidumbre está, por tanto, en el corazón mismo
de la lógica. “Hay un principio de incertidumbre y, como acabamos
de discutir, hay un principio de incertidumbre en el corazón de la
lógica” (Pena-Vega, 2017).
821
Alfredo Pena-Vega

Una pluralidad de desafíos

Una vez más, nos encontramos ante una gran paradoja: mientras
que la globalización −la interdependencia de todos los fenómenos
planetarios− era una realidad, una oportunidad e incluso un ries-
go, estos fenómenos están dando lugar a una globalización de las
amenazas: desequilibrios de la biosfera (ecológicos, climáticos),
(bio)tecnológicos (IA, guerra nuclear), sanitarios (pandemias),
políticos (las democracias retroceden en todas partes), así como
factores de exclusión, desigualdad y marginalización (económi-
cos, sociales, científicos, culturales), etc. Esto es señal no sólo de
que la conciencia va por detrás de los hechos, sino también de que
los hechos van por detrás de la conciencia. La necesidad de tomar
conciencia debe llevarnos a los “humanos” (como dicen los inuit) a
fijarnos dos objetivos primordiales: por un lado, garantizar la su-
pervivencia de la humanidad y, por otro, sacarla de la barbaría en
la que sigue sumida. ¿Cómo alcanzar estos objetivos?
Sentar las bases de una reforma y ampliación del pensamien-
to (filosófico, político, ecológico), reuniendo lo disperso y recupe-
rando la complejidad de los problemas humanos no humanos, es
esencial para la (re) fundación de este nuevo concepto de “Tierra”,
en el que la utopía parece más realista que el pragmatismo de ges-
tores tranquilizadores del futuro, pero ciegos.
Aunque la policrisis global es sin duda la posibilidad de la muer-
te, también es la posibilidad del cambio. La transformación (meta-
morfosis, mutación) que debemos emprender sólo será posible si
aceptamos que las crisis actuales no pueden resolverse por sepa-
rado. Sólo podemos responder a una crisis de civilización con una
política de civilización. No se trata sólo de una palabra de moda o
de un eslogan para realzar un discurso, sino de un planteamiento
global que desemboque en un programa concreto y completo para
hacer frente a los retos de nuestro tiempo.

822
Complejidades de una policrisis global

Quisiera retomar aquí una vieja, pero aún vigente idea de Gün-
ther Anders (2008), según la cual nuestras reflexiones académicas
sobre lo que Toby Ord llama “los riesgos existenciales y el futuro
de la humanidad” (Ord, 2020), deben pasar a la necesidad de com-
prender la situación de urgencia vital a la que está expuesta la hu-
manidad. Necesitamos una filosofía política que esté a la altura de
los desafíos de nuestro destino común y que rompa con una filo-
sofía discursiva abstracta que ignora la realidad de las catástrofes.
Me gustaría plantear la siguiente pregunta: ¿cuál es la compleja
naturaleza del futuro y cómo cambia esta naturaleza la estrate-
gia? Reorientar nuestro camino significa, en primer lugar, admitir
y darnos cuenta de que superar el “impasse planetario” (Guatta-
ri, 2013) en el que nos encontramos exige comprender que la hu-
manidad y la biosfera son inseparables, y que el futuro de ambas
depende por igual de nuestra “comunidad de destinos terrestres”
(Morin, 1993).

El desafío del pensamiento

Esta policrisis se ha amplificado y profundizado en una crisis


del pensamiento. Vivimos cada vez más dependientes de un pen-
samiento disyuntivo y unilateral, incapaz de conectar los cono-
cimientos para comprender las realidades del mundo en el que
interactúan sujetos y actividades (Morin, 2023). Para superar esta
tendencia a las disciplinas cerradas, incapaces de concebir la mul-
tidimensionalidad y las contradicciones inherentes a un mismo
acontecimiento, es necesaria una verdadera revolución paradig-
mática que rompa por completo con la cosmovisión del pasado.
No, no estamos hablando de un simple cambio, de una simple per-
mutación, como la permutación entre la Tierra y el Sol, para alte-
rar efectivamente toda nuestra visión del mundo. Podemos decir
que, en las teorías científicas, hay saltos ontológicos de un univer-
so a otro, no se construyen unas sobre otras. Al adoptar un modelo
823
Alfredo Pena-Vega

crítico no reduccionista, Edgar Morin nos invita a alejarnos de


un realismo científico reduccionista, proponiendo otra visión del
mundo, con interconexiones entre eslabones autorreproductores
y auto organizadores, y un método de pensamiento basado en un
doble principio de disyunción y reducción, que él denomina prin-
cipio de simplificación.
A partir de finales de los años setenta, la obra de Edgar Morin
fue extraordinaria, casi heroica (parafraseando a Jean Marie Do-
menach): poética, mitológica, filosófica, política, biológica, física,
pensamiento sistémico, pensamiento complejo, etc., se unieron
para constituir la aventura científica del pensamiento, y él estaba
en toda la encrucijada de una verdadera ruptura paradigmática.
Como se ha descrito a menudo, “la aventura científica es una
aventura compleja en la que la incesantica empírica de la observa-
ción, la interrogación y la experimentación han puesto finalmen-
te en primer plano lo que había sido desterrado por principio: la
complejidad” (Morin, 1979). Como reza el acta de la universidad de
verano, el objetivo es “formular principios de inteligibilidad com-
pleja” (Morin, 1973), es decir, que el principio de universalidad (“no
hay ciencia más que en lo general”) debe combinarse con un prin-
cipio de inteligibilidad basado en lo local y lo singular. El principio
de reconocimiento de la irreversibilidad del tiempo físico (segun-
do principio de la termodinámica) y biológico (ontogénesis, filo-
genia, evolución) debe reproblematizarse desde la perspectiva de
la organización antropo-social. Morin propone la intervención de
la historia en todas las descripciones y explicaciones. Además in-
siste en tres puntos que, en mi opinión, no pueden ser ignorados
paradigmáticamente: la idea de que el conocimiento de las partes
conduce al conocimiento del todo, que a su vez conduce al cono-
cimiento de las partes; estamos aquí en una posición alejada de la
lógica holística y/o del reduccionismo (la convicción de la multidi-
mensionalidad de los fenómenos); la inevitabilidad del problema
de la organización, del que algunos de los principios que acaba-
mos de repasar (inter-retroacción, auto-eco-organización, etc.); y
824
Complejidades de una policrisis global

la inevitabilidad de un orden/desorden/interacción/organización
dialógica en toda búsqueda de inteligibilidad de los fenómenos.
Como lo afirma Carlo Rovelli, entre observación y comprensión, el
camino puede ser largo.

El desafío de la democracia

Más que una democracia a la defensiva, estamos viviendo una re-


gresión de nuestro sistema democrático. “La paradoja central de
nuestro tiempo es sin duda ésta. Nuestra época puede considerar-
se simultáneamente como una época en la que el principio demo-
crático comienza a triunfar plenamente y como una época de su
posible autodestrucción” (Second Manifeste Convivialiste, 2020;
Caillé, 2016).
Freedom House, organización estadounidense que lleva desde
la Segunda Guerra Mundial alertando contra la autocracia y los
ataques a los principios de la democracia en todo el mundo, publi-
có en 2021 un informe especial sobre un país que, por lo general, no
ha recibido demasiada atención: Estados Unidos. El informe hace
hincapié en el hecho de que Estados Unidos está experimentando
“una crisis aguda de democracia”. Ese mismo año, el Instituto In-
ternacional para la Democracia −un influyente grupo de reflexión
con sede en Estocolmo− hizo lo propio y añadió que, por primera
vez, Estados Unidos figuraba en la lista de “democracias en decli-
ve”. Además, y esto se aplica a toda Europa y más allá: estamos en
un periodo de regresión e inadecuación democrática.
Aunque Europa en su conjunto comparta el deseo de democra-
cia, esto no significa que este deseo de democracia se ejerza ple-
namente, ni siquiera que Europa en su conjunto presente hoy el
rostro de una democracia rica. ¿Existe la sensación de que, en estos
momentos de crisis aguda, para abreviar, los ciudadanos, y no solo
los europeos, no son demócratas muy activos, cuando no indife-
rentes a las aspiraciones y los logros históricos de la democracia?
825
Alfredo Pena-Vega

¿Existe un punto de inflexión, una especie de indiferencia, de pasi-


vidad democrática?
¿Cuáles son las razones de las aspiraciones hacia tendencias
nacionalistas o incluso neofascistas desfavorables a las raíces de-
mocráticas? ¿Cuáles son las principales causas de este abandono,
cuando no erosión, de la democracia?
Necesitamos democratizar la democracia, lo que significa ante
todo deconstruir el modelo dominante de globalización. Esto pre-
supone una mayor integración de los procesos de toma de deci-
siones en todo el mundo. En concreto, esto significa reformular el
papel de las Naciones Unidas en las relaciones internacionales y
democratizar el funcionamiento de su Consejo de Seguridad y su
relación con la Asamblea General y el Consejo Económico y Social.
También significa dar vida, desde el nivel local hasta el mundial,
a una democracia cognitiva viva, que aproveche la experiencia de
los ciudadanos y redescubra la ambición democrática original: el
derecho de todos a tomar las riendas de los asuntos comunes. En
todos los continentes, este retorno de los ciudadanos al centro de
la deliberación política y de la toma de decisiones está dando lugar
a prácticas innovadoras que señalan el camino hacia una necesa-
ria democratización de la democracia, requisito indispensable para
que los ciudadanos vuelvan a tomar las riendas de su destino. Ha
llegado el momento de transformar esta comunidad involunta-
ria de riesgos en una comunidad voluntaria de destinos. En otras
palabras, ha llegado el momento de construir la interdependen-
cia como proyecto, comprometiéndonos −como individuos, como
miembros de distintas comunidades y naciones, y como ciudada-
nos del mundo− a reconocer nuestra responsabilidad y a actuar,
directamente y a través de los Estados y Comunidades (infra y su-
pranacionales), para identificar, defender y promover los valores e
intereses comunes de la humanidad.

826
Complejidades de una policrisis global

El desafío de una economía diferente

Con la economía subyugando a la condición humana y las finan-


zas subyugando a la economía, nuestras vidas han pasado a tener
no un valor, sino unos precios. Una civilización plenamente hu-
mana solo puede fundarse en una ecología integral, es decir, en la
consideración constante de lo que hay de infinito en los demás se-
res humanos y no humanos. En nuestro tiempo, en nuestros vastos
territorios y dentro de nuestras comunidades, necesitamos crear
las condiciones para la renovación de la amistad griega, ese senti-
miento cívico, político y ético que mantenía unida a la ciudad. La
philia moderna es fraternidad. En la práctica, esto significa supe-
rar el anonimato de nuestras sociedades, que con demasiada fre-
cuencia nos exime del respeto básico que debemos a los demás. Las
ciudades, los suburbios y las zonas rurales ya no deben ser lugares
de aislamiento y segregación, sino lugares de cultura, intercambio,
puesta en común, igual dignidad e igual creatividad. Este objetivo,
y los valores que lo sustentan, deben impregnar todas las políticas
que erróneamente se consideran sectoriales, desde la vivienda a
la sanidad, desde el transporte a la educación, desde el trabajo al
paisaje y la arquitectura.
Los problemas actuales están arraigados en la conciencia
humana y necesitamos arraigar la política que los resolverá. En
términos prácticos, esto significa mantener y hacer coherente
nuestro pensamiento sobre la democracia, el medio ambiente, las
relaciones sociales y una ecoeconomía, no moralizando el capita-
lismo, sino teorizando otra alternativa al capitalismo (eco=oikos,
que significa casa u hogar; logos, que significa conocimiento; y no-
mia o nomos, que significa gestión). Así, la ecología integral es el
conocimiento de la casa u hogar y la economía es la gestión del
hogar.
Los modelos microeconómicos que están en el origen de la cri-
sis financiera y económica se basan en el supuesto irreal de que la
irracionalidad es totalmente individualizada, aislada, incorpórea

827
Alfredo Pena-Vega

e instrumental. Tenemos que reexaminar la forma en que utili-


zamos la razón, para que sea capaz de captar la multidimensio-
nalidad de las realidades y reconocer el juego de interacciones y
retroalimentaciones. El problema reside en la transmisión del co-
nocimiento, donde la enseñanza está completamente alejada de la
realidad de nuestra Tierra. Los programas y planes de estudios de
economía tienen muy poco que ver con el estudio de la gestión de
los hogares de la Tierra. Gran parte de la enseñanza se dedica a la
gestión del dinero. La economía se ha reducido a una simple cues-
tión de dinero.
Hemos pasado de gestionar el hogar terrenal a gestionar el di-
nero y las finanzas en interés de un grupo concreto de personas
y no en interés de todos los miembros de un hogar terrenal. Sin
ecología, no hay economía. Sin embargo, especialmente en la en-
señanza de las grandes instituciones y, en general, College, en las
universidades del mundo, la economía se enseña como si no exis-
tiera ninguna conexión entre economía y ecología.
La naturaleza, que es otro nombre de la ecología, se considera
un mero recurso para la economía, lo que de hecho significa un
recurso para maximizar el beneficio mediante una producción y
un consumo cada vez mayores, bajo el dogma del Crecimiento. De
este modo, la naturaleza ha quedado reducida a un mero recurso.
Del mismo modo, el humano y no-humano ha sido reducido a un
recurso para la economía. Los llamamos “recursos (in) humanos”.
La producción, el consumo y la búsqueda incesante de bene-
ficios, en nombre del crecimiento económico, el progreso y el de-
sarrollo, se han convertido en los objetivos más preciados de la
economía moderna. La naturaleza, así como los seres humanos y
no humanos, se han convertido en medios para un fin: son meros
instrumentos para aumentar la rentabilidad de las empresas y las
sociedades.
Hay que superar los maniqueísmos dogmáticos y las mutilacio-
nes tecnocráticas que solo reconocen realidades arbitrariamente
compartimentadas, ciegas ante lo que no se puede cuantificar y
828
Complejidades de una policrisis global

que ignoran las complejidades humanas y no humanas. Hay que


abandonar la falsa racionalidad. Las necesidades humanas nunca
son solo económicas y técnicas: son siempre emocionales, simbó-
licas y éticas.

El desafío ecológico

La crisis ecológica planetaria, reconocida científicamente desde


principios de los años setenta, amenaza no solo a nuestra bios-
fera, sino también a los seres humanos y no humanos y a nues-
tras civilizaciones. El reto consiste en crear una nueva conciencia
ecológica global, centrada en una visión anti-antropocéntrica. Un
pensamiento ecológico que tenga en cuenta la complejidad de los
fenómenos multidimensionales. Esto último se justifica no solo
por las crisis ecológicas que padecemos, sino también por las múl-
tiples y complejas interacciones que tienen lugar en la biosfera.
La humanidad ha ascendido a la cima de la naturaleza −esa era la
gran narrativa de la salvación mediante el progreso (Audier, 2020)−,
pero permanece en el corazón de la naturaleza, según los posmo-
dernos ecológicos. En esta carrera infernal de devastación ecológica,
“el ser humano se ha convertido en el esclavo global de la biosfera,
pero al mismo tiempo se ha esclavizado a sí mismo a ella. Se ha
convertido en el hiperparásito del mundo viviente, pero como es
un parásito, amenaza su supervivencia amenazando con desinte-
grar [el Oikos] del que vive” (Morin, 1988). La conciencia ecológica
global está conduciendo a la conciencia antro-política y plantea la
cuestión de la situación de la esfera política en la biosfera, es decir,
de los seres humanos en la naturaleza. ¿Puede y debe el hombre
ocupar un lugar diferente en la naturaleza?
El desafío ecológico debe ir acompañado de una visión de eman-
cipación y de proyectos sociales y políticos en los que podamos
emanciparnos del sometimiento de la dominación económica, que
ha impuesto su forma de ver/controlar el mundo, con indicadores
829
Alfredo Pena-Vega

e instituciones que han favorecido la acumulación desigual de ri-


queza por parte de unos pocos, la fragilidad social de muchos y
la depredación y devastación ecológicas. Esta conciencia ecológica
planetaria es inseparable de una nueva visión de la justicia climá-
tica y/o medioambiental e incluso social. La deuda ecológica de
los países del norte con los países del Sur Global es mucho mayor
que la deuda externa de los países del sur con los países del norte.
Para resolver el problema de la deuda del Sur Global, es imperativo
abolirla por completo y sustituirla por inversiones ecológicas por
parte de los países del Sur Global. La ecología política no puede ser
aislada. Puede y debe enraizarse en los principios de las políticas
emancipadoras que han animado nuestra historia social y repu-
blicana, y que han irrigado la conciencia cívica de los pueblos de
izquierda en Francia y en otros lugares. De este modo, la ecología
política podría acelerar el advenimiento de una gran política de la
humanidad y del bien común.
Sin embargo, en los últimos años, la conciencia ecológica mun-
dial ha defendido la calidad de la vida humana y no humana. Pa-
sar de lo cuantitativo a lo cualitativo es una forma de defender la
naturaleza y el medio ambiente y, al mismo tiempo, una defensa
de todo lo que se pueda hacer políticamente para evitar la destruc-
ción de nuestros recursos naturales en el sentido más amplio de
la palabra. Necesitamos una política de alcance totalmente plane-
tario, que abarque las interrelaciones entre la biosfera y la esfera
antro-política; la de la “conciencia ecológica en toda su amplitud
antropo-eco-planetaria” (Morin y Kern, 1980). La visión de una
conciencia planetaria consiste en percibir todos los fenómenos en
su dimensionalidad y en su relación con el medio ambiente.
Por último, me gustaría terminar esta presentación con dos
puntos adicionales, el primero de ellos ontológico, relativo al de-
bate aún abierto sobre nuestra relación con la naturaleza, punto
de vista que comparto con Serge Audier. La idea de que el debate
“sigue abierto, para nosotros y para los demás, sobre si debemos
renunciar pura y simplemente al concepto de naturaleza [...], es
830
Complejidades de una policrisis global

evidente que en cualquier caso estamos condenados a concebir la


‘naturaleza’ y a actuar con ella de nuevas maneras” (Audier, 2020).
La segunda es epistemológica, con su énfasis en el anthropos
como fuerza transformadora del planeta, dando lugar a la noción
de Antropoceno (Crutzen, 2002), una nueva era geológica mar-
cada por la huella decisiva e irreversible de la humanidad. Sin
embargo, las verdaderas causas de esta hipotética nueva era geoló-
gica siguen siendo un misterio. La crisis ecológica sería, pues, una
oportunidad/desafío para allanar el camino a otros imaginarios
(Zalasiewicz, 2019).

El desafío social

Olvidamos que una sociedad es mucho más que la suma de sus


individuos. “La sostenibilidad social de nuestro modelo de desa-
rrollo no está más asegurada que su sostenibilidad ecológica [...]
No necesito recordarles la larga lista de problemas cuyo agrava-
miento ya ha provocado un retroceso general no solo de las prác-
ticas sino también de los ideales democráticos a escala mundial”
(Second Manifeste Convivialiste, 2020). En este contexto, la ideo-
logía capitalista ha generalizado la mercantilización y el dogma
del crecimiento, erradicando el dar y el contra dar, la solidaridad,
el servicio gratuito y los bienes comunes no monetarios, destru-
yendo así muchos de los tejidos sociales de nuestra comunidad.
El desarrollo industrial ha impuesto la lógica de la máquina, del
“solucionismo” (Garcés, 2020), la dictadura de la productividad a
toda costa, el cronómetro y el corto plazo, la precariedad laboral y
el sufrimiento en cada vez más sectores de nuestras vidas.
La compartimentación del trabajo, de las administraciones y, en
definitiva, de nuestras vidas, ha conducido a una burocratización
generalizada, a la obstaculización de la iniciativa y la responsabili-
dad y, en última instancia, a una reducción de nuestra calidad y po-
der de vida, como demuestra el consumo desenfrenado de drogas,
831
Alfredo Pena-Vega

ansiolíticos, antidepresivos y somníferos. El desarrollo urbano ha


traído nuevas libertades y actividades de ocio, pero también ha
acelerado la fragmentación de las sociedades, que el enorme cre-
cimiento de las redes de Internet no basta para compensar. Conec-
tadas como nunca, nuestras sociedades son también sociedades de
soledad. La evolución de la familia, por citar solo un ejemplo, ha
traído nuevas libertades, pero también nuevas formas de someti-
miento y fragilidad. El reto civilizatorio de nuestro tiempo consis-
te en replantearse la relación entre las libertades individuales y la
seguridad colectiva. En el curso de una larga lucha iniciada en el
siglo XIX, los partidos obreros y los sindicatos supieron tejer re-
des eficaces de solidaridad y conquistar una protección legítima.
La acción histórica del socialismo y de los partidos de izquierda en
Francia y en Europa había logrado crear un Estado del bienestar,
al que la Liberación (post capitulación del régimen nazista) dio un
gran impulso en Francia.
Pero bajo los golpes ideológicos y las prácticas dogmáticas del
capitalismo, y también como resultado de profundos cambios so-
ciales y culturales, su eficacia y legitimidad se han debilitado, pre-
valeciendo con demasiada frecuencia la frialdad administrativa y
un estrecho enfoque contable sobre la atención a las necesidades
individuales. En todo el país, hay hombres y mujeres de buena vo-
luntad dispuestos a dar su tiempo, su fuerza y su calor para crear
nuevas formas de solidaridad. Cada uno de nosotros está a la vez
tentado de retirarse y dispuesto a ayudar a los demás.
Nuestros poderes públicos: Estado, regiones y municipios, de-
ben crear las condiciones para reunir y sintetizar las energías de la
solidaridad y la fraternidad. La fraternidad se ha convertido en el
eslabón perdido del lema de nuestra República. Necesitamos crear
lugares de encuentro que rompan el anonimato moderno, Casas
de la Fraternidad que reúnan a instituciones, asociaciones y gru-
pos de todo tipo que compartan un objetivo común de servicio a
los demás y de solidaridad entre los ciudadanos. Podemos crear un
servicio cívico de fraternidad.
832
Complejidades de una policrisis global

Podemos rehumanizar nuestras grandes máquinas tecno-bu-


rocráticas y responder a la mercantilización de todo y de todos
con una rebelión ética, una insurrección de la voluntad y un re-
nacimiento cívico. Podemos optar por cuidarnos unos a otros y
recurrir a las reservas de generosidad que existen en cada uno de
nosotros y que están a la espera de ser activadas por políticas pú-
blicas inspiradas en valores compartidos más allá de las fronteras
partidistas, como atestiguan tantas iniciativas de nuestros conciu-
dadanos sobre el terreno. Así podremos renovar los lazos rotos por
la lucha de todos contra todos y hacer posible la aspiración univer-
sal de inventarse a sí mismo y tomar las riendas de su propia vida.

El desafío educativo

La educación es la base de la ciudadanía global. Son nuestros hi-


jos quienes forjarán la civilización global de este siglo ciudada-
no. Debemos darles los conocimientos, las competencias, el saber
hacer y las claves para comprender la complejidad del mundo.
Nuestra misión colectiva fue definida por Jean-Jacques Rousseau
en Émile: “Quiero enseñaros a vivir”. Debemos dar a nuestros hijos
los medios para abordar los problemas fundamentales y globales
a los que se enfrenta cada individuo, cada sociedad y toda la hu-
manidad. Estos problemas están actualmente disgregados en y por
disciplinas demasiado compartimentadas. Hay que reformar la
enseñanza universitaria para hacerla transdisciplinar. Pero en el
primer extremo de la cadena educativa, también es necesario refor-
mar la educación y la atención a la primera infancia. Los brillantes
resultados obtenidos, por ejemplo, en un país como Finlandia, nos
muestran la estrecha relación existente entre el bienestar escolar
y el rendimiento académico. Puesto que la desconfianza que rige
nuestras sociedades está arraigada en la conciencia de los seres
humanos desde la más tierna infancia, es en la conciencia de los

833
Alfredo Pena-Vega

seres humanos donde debe arraigar desde la más tierna infancia la


educación en la confianza en uno mismo y en los demás.

El desafío de la política planetaria

América Latina, Europa, África, China, India, etc. no viven en el


vacío ni en un mundo estático. Puede influir en el curso del mun-
do, del mismo modo que solo puede estar sometida a él. Pero la
problemática relación que se ha establecido entre lo local y lo glo-
bal, con la desalentadora impresión de que ya no tenemos ningún
poder para luchar contra el desorden de las cosas, va acompañada
de una comprensible duda sobre la capacidad de la Unión Europea
(UE) para favorecer la emergencia de una nueva política de la hu-
manidad. El necesario cambio del actual modelo dominante de de-
sarrollo en relación con el paradigma que lo sustenta y la ulterior
transformación de las estructuras de la sociedad actual requieren
una estrategia social y política que nos permita avanzar en la di-
rección correcta y que supere las visiones anacrónicas que nos
han llevado a este estado de riesgo existencial. Así que empecemos
a nuestro propio nivel eligiendo una política ejemplar para la hu-
manidad que tenga un impacto global. Empecemos por aplicar en
nuestras propias latitudes lo que recomendamos para el mundo y
lo que muchos otros comparten. En resumen, hagamos coincidir
nuestras palabras con nuestros hechos para construir otra forma
de vivir juntos que reconcilie lo que durante demasiado tiempo se
ha visto frustrado por una cultura colonial caduca responsable de
nuestras barbaridades modernas.
En un momento en que la era planetaria atraviesa una gran
crisis (o, mejor dicho, una serie de crisis concomitantes: ecológica,
sanitaria, climática, social, económica, energética, alimentaria, éti-
ca, etc.), el futuro nunca ha parecido tan incierto. Las incertidum-
bres han aumentado en todas partes, en todo. Hemos entrado en la
era de la incertidumbre. La mayoría de los gobiernos se enfrentan
834
Complejidades de una policrisis global

a problemas de tal complejidad que su capacidad para compren-


derlos, controlarlos y, a fortiori, resolverlos se ve seriamente com-
prometida. Para los responsables políticos, esta complejidad hace
cada vez más difícil concebir soluciones sencillas y aceptables para
todos. ¿Por qué? Porque hemos perdido la evolución lineal, el futu-
ro planificado y las preguntas favorables. Y cita, como “caso típico
de gobernanza compleja”, la preocupante tormenta viral mundial
que ha llevado a muchos a afirmar que todos estamos en el mismo
barco (Zizek, 2020).
La urgencia de las situaciones actuales no debe hacernos olvi-
dar que las soluciones no existen como tales. Tampoco debe hacer-
nos olvidar que la capacidad de las sociedades humanas para hacer
frente a los problemas globales dependerá de una capacidad ge-
neral para compartir diagnósticos, ciertamente, para debatir pro-
puestas, pero aún más para asumir una serie de retos que implican
una serie de reformas. Esta perspectiva debe aspirar a definir las
condiciones de coexistencia con el medio ambiente, la ética, la po-
lítica, etc. Cualquier planteamiento que sea más fundamental que
invertir en posibles reformas de estructuras, sistemas o circuitos
específicos, o de instituciones que solo pueden ser consecuencias
del primer acto antes mencionado (retos). Reforma, otra palabra
cuyo significado no ha escapado a la desafortunada simplificación
política. Donde hubo complejidad, hubo simplicidad. Lamentar
este hecho es una cosa, pero crear las condiciones para una revi-
sión a fondo de esta terminología también requiere un trabajo en
profundidad (Peña-Vega, 2009).
Ahora nos encontramos en una encrucijada. Tenemos dos ca-
minos abiertos, pero no son igual de hermosos. El que continúa
el camino que hemos seguido durante demasiado tiempo es enga-
ñosamente peligroso. Es el camino en el que todo se desmorona a
principios de este siglo (Virilio, 1995), en el momento en que se nos
promete toda la velocidad, la inmediatez, el solucionismo, pero
también la falta de una comprensión profunda de la historia y del

835
Alfredo Pena-Vega

colectivo humano y no humano, lo que conduce directamente al


desastre.
La segunda vía no es en absoluto una victoria garantizada,
pero nos ofrece −quién sabe− nuestra última y única oportuni-
dad de llegar a un destino que garantice la preservación de nues-
tra civilización. Esta reflexión solo da una idea de la inmensidad
de este trabajo, de las luchas, de las tomas de posesión y, además,
oculta el hecho de que realmente hay una elección: no el happy
end de una solución discursiva, sino happy beginning a través de
la acción, a través de una posible transformación social radical
(Pena-Vega, 2021).

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839
Novelas y conflictualidades
Un enfoque sociológico cosmopolita

José Vicente Tavares-dos-Santos

Introducción

Analizar la relación entre novelas y conflictualidades en América


Latina, desde la sociología crítica cosmopolita, implica recorrer
algunos temas cruciales. Desde luego, encontramos la relación
complementaria entre intelectuales y literatura, en Sociología e
Historia. Bauman y Mazzeo destacan esta complementariedad en
El elogio de la literatura, ya que proponen “[...] desentrañar y dejar
al descubierto el complejo entrelazamiento entre biografía e his-
toria, así como entre individuo y sociedad: esta totalidad que mol-
deamos diariamente al mismo tiempo que somos moldeados por
ella” (Bauman y Mazzeo, 2020, p. 15).
En otras palabras, la imaginación sociológica renace en el cues-
tionamiento combativo: “imaginación, análisis, imaginación en
análisis: este es el destino común de la sociología y la literatura”
(Bauman y Mazzeo, 2020, p. 136).
Después de repasar un siglo de literatura y de historia en Fran-
cia, François Dosse concluyó: “Los novelistas escudriñan los males
de la sociedad, las brechas entre las representaciones y la realidad;
buscan lo indecible, las zonas de sombra, las páginas olvidadas y

841
José Vicente Tavares-dos-Santos

reprimidas” (Dosse, 2023, p. 664). El mundo contemporáneo es tes-


tigo de la fecundidad recíproca de la historia y la ficción en una
frontera porosa e híbrida para expresar lo ambivalente y lo com-
plejo, desde la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la
Gran Guerra, hasta las revueltas coloniales y las crueldades de las
guerras actuales.
El objetivo central de este texto es subrayar la relevancia de los
estudios de la novela en la sociología latinoamericana. En Améri-
ca Latina se hicieran presentes diversas formas de romance: rela-
ciones sociales agrarias; periodismo literario; literatura de cordel;
el romance de la subjetividad; el romance de formación; la novela
policíaca; el realismo mágico; el erotismo femenino; y el roman-
ce de la violencia. La propuesta es intentar ofrecer explicaciones
para develar la sociedad contemporánea a partir de la discusión
sociológica de la literatura, en un espacio de reflexividad (Botelho
y Hoelz, 2016).
El propósito adicional sería proponer lo que podría ser visto
como un nuevo género de la ficción, la novela de la violencia, cuya
novedad se puede percibir a través de la transformación de su es-
tructura narrativa, aunque basadas en la incorporación de algu-
nas formas de la novela del enigma y de la novela negra.
Desde una perspectiva internacionalista, a través de inter-
pretaciones sociológicas y literarias, en una historia espacia-
lizada (Casanova, 2002), se puede explorar la relación entre
literatura, sociedad y conflictos en las obras novelísticas de una
serie de autores, de diversos países, como la novela de violencia
(Tavares-dos-Santos, 2020, 2022).
Antonio Candido −que siempre analizó la relación entre lite-
ratura y sociedad (Candido, 1991, 2010) − sugiere que un sistema
literario estaría compuesto por un conjunto de obras unidas por
denominadores comunes: además de las características internas
(lengua, temas, personajes, imágenes), tenemos elementos exter-
nos que son decisivos para esta articulación: 1) un conjunto de pro-
ductores más o menos conscientes de su papel; 2) un conjunto de
842
Novelas y conflictualidades

receptores, formando diferentes tipos de audiencias; 3) un meca-


nismo transmisor, un lenguaje traducido en estilos (Candido, 2006,
p. 25; Candido, 2007, pp. 14-15). Tal relación entre texto y contexto
está presente en la crítica literaria de Raymond Williams a Pierre
Bourdieu, subraya Enio Passiani (Passiani, 2009, 2020).
Por cierto, en el lenguaje novelístico está presente el efecto de lo
real o su momento de veracidad, en las palabras de Roland Barthes:
“Entiendo por efecto de lo real cuando en un texto, de repente, te-
nemos la sensación de que el lenguaje se disipa en favor de una
certeza de realidad, como si, en algunos momentos, el lenguaje
volviera, se internalizara y desapareciera como lenguaje, dejando
claramente lo que dice” (Barthes, 2015, p.155).
Llegamos a dos componentes de esta combinación: la prepara-
ción de la novela y la libertad del escritor. Preparar la novela su-
pone pasar por algunas etapas: el deseo de escribir −“el placer, el
sentimiento de alegría, de júbilo, de plenitud que me produce leer
ciertos textos escritos por otros”.
Barthes señala: “escribo porque leo” (Barthes, 2015, p. 242); el
placer de escribir – “todo lo que escribas debe aspirar a ser publi-
cado y debes llegar hasta el final en esta aventura” (Barthes, 2015,
p. 259); y pasar pruebas. Hay tres tipos de pruebas: la duda −elegir
qué escribir, el objeto de la escritura; paciencia: organizar la vida
y el tiempo, según el trabajo de escritura; la separación – el proble-
ma del desacuerdo entre la obra y lo histórico social; y la distancia
de los lenguajes, las polifonías en acordes (Barthes, 2015, p. 322).
Sería una trayectoria incierta, heterogénea, no lineal, del querer
escribir al poder escribir, del deseo de escribir al hecho de escribir,
pasando por un suspense final (Barthes, 2015, p. 328). Escribir im-
plica legibilidad, escucha e incorporación, historicidad y existen-
cia, siguiendo las reglas del lenguaje (Barthes, 2015, p. 518, 543, 556).
Rescatamos el placer del texto, el momento final de la escritura al
que no siempre prestamos la debida atención.
Otro componente es la libertad del escritor y del lector. Escribir
sería una acción de desvelar el mundo, escribió Jean-Paulo Sartre:
843
José Vicente Tavares-dos-Santos

“Es legítimo, por tanto, hacer esta segunda pregunta: ¿qué aspecto
del mundo queréis desvelar, qué cambios queréis traer al mundo
a través de esta revelación? El escritor “comprometido” sabe que
la palabra es acción: sabe que develar es cambiar y que no se pue-
de desentrañar a menos que se pretenda cambiar” (Sartre, 2008,
pág. 28).
Esta actividad solo existe en movimiento, centrada en la lectu-
ra. Sartre destacó la relación entre el escritor y el lector, inmersos
en la historicidad: “Porque, así como quien escribe reconoce, por
el solo hecho de tomarse la molestia de escribir, la libertad de sus
lectores, y como quien lee, por el simple hecho de abrir el libro,
reconoce la libertad del escritor, la obra de arte vista desde cual-
quier ángulo es un acto de confianza en la libertad de los hombres”
(Sartre, 2008, p. 69).
La sociología nació en un debate con la biología y la literatura
– La comedia humana, de Balzac (Lepenies). La Sociología y la Li-
teratura entraron en el laberinto latinoamericano. Un clásico del
periodismo literario da fe de ello: Os Sertões, de Euclides da Cunha.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, la cuestión del conoci-
miento de lo real y lo irreal se problematizó con el nacimiento de
la sociología, el psicoanálisis. y la novela policíaca del enigma. Bol-
tanski publicó un análisis de la novela policíaca analizando su par-
ticipación en la episteme de finales del siglo XIX, en paralelo con
el surgimiento de la sociología y del psicoanálisis. Freud ha hecho
varios estudios sobre literatura y los artistas (Freud, 2014, 2020).
Estas producciones tienen en común un modo de análisis de la
realidad social, la investigación, a partir de la cual proponen “cues-
tionar la realidad aparente, para buscar alcanzar una realidad
más oculta, más profunda y real” (Boltanski, 2012, p. 61). Lo que de-
muestra el surgimiento de nuevas formas literarias y el desarrollo
de la sociología es la preocupación por la realidad y la nueva con-
cepción del papel del Estado. En el ejemplo del relato policial, el
Estado es sometido a una prueba, la del enigma como anormalidad
de la realidad (el crimen). El papel del investigador es restaurar la
844
Novelas y conflictualidades

realidad: “El detective es el Estado en estado de excepción ordina-


ria” (Boltanski, 2012, p. 112).
El rol de la novela negra fue acentuado, desde el realismo hasta
la novela negra, siempre como una reflexión acerca de la Moder-
nidad y de la historia social (Dubois, 2000; Mandel, 1988). Además,
Corcuff destaca dos características del roman noir: “1) un anclaje
social, con una mirada crítica a la sociedad moderna; 2) una visión
desencantada que tiende, sin embargo, a preservar muchas veces
un componente moral” (Corcuff, 2013, p. 8).
Localiza principalmente las huellas del neopolar francés de
Jean-Patrick Manchette, aunque también podríamos incluir
a novelistas suecos, como Stieg Larsson y Henning Mankell
(Holmberg, 2017).
El totalitarismo y los extremos de la condición humana fue-
ron imaginados por Franz Kafka, seguido por la literatura del
testimonio (Seligmann-Silva, 2003), y la filosofía de la diferencia
(Machado, 2005).1 Selena Tavares ha podido analizar las categorías
económicas presentes en las novelas de Jane Austen, así como Tho-
mas Piketty utilizó varias novelas en sus obras sobre el capital.2
A principios del siglo XXI, en la Era de Mundialización de las
Conflictualidades, la fragmentación del espacio social, la imprevi-
sibilidad de las acciones colectivas, las metamorfosis del crimen
y la incertidumbre de los destinos (Tavares-dos-Santos, 2009),
traen complementariedad entre la imaginación sociológica (Mills,
[1959]1982) y la imaginación literaria, en figuraciones reflexivas

1
Tavares-dos-Santos, José Vicente. “Kafka: a justiça ausente, a inconclusividade do re-
lato, o romance policial e o romance da violência”. In: O Público e o Privado. Fortaleza:
EdUECE, 21:44, 2023, pp. 123-140.
2
Tavares, Selena Comerlato (2018). Economia em Jane Austen: dinheiro, ética e casamen-
to. Porto Alegre, Faculdade de Ciências Econômicas da Universidade Federal do Rio
Grande do Sul.
Pikety, Thomas (2014). O Capital no Século XXI. Rio de Janeiro: Intrínseca; Pikety,
Thomas (2020). Capital e Ideología. Rio de Janeiro: Intrínseca.

845
José Vicente Tavares-dos-Santos

de la libertad.3 Jock Young apela a la imaginación criminológi-


ca, y a la criminología cultural (Young, 2011). Finalmente hay un
complemento deslumbrante entre literatura y conflictualidades
sociales, incluso con la novela policíaca (Tavares-dos-Santos y Vis-
cardi, 2023; Tavares-dos-Santos, 2022, 2020; Evans et al., 2019); el
criminólogo crítico Dario Melossi también lo percibió: “Es posible
que las descripciones más agudas sobre las formas contemporá-
neas de control no se encuentren en las historias de los científicos
sociales, sino en la ficción” (Melossi, 2018, p. 270).
Ángel Rama escribía que la función de la novela no era susti-
tuir los tratados de sociología, sino la de proveer de estructuras de
sentido que ubiquen artísticamente al hombre en el mundo: el fun-
cionamiento de los personajes, sus situaciones, por privadas que
sean, están sutilmente implicadas en el proceso de la sociedad, en
el diálogo vivo que todo hombre establece con su tiempo. La litera-
tura se fabrica en la transfiguración de formas culturales de una
determinada región con la tarea inventiva y original del escritor
situado en el espacio conflictual (Rama, [1982] 2004, p. 133).

La sociología de la novela

Se trata de retomar la sociología de la novela para explicar la rela-


ción que se establece entre la forma y estructura del entorno social
establecida por el escritor, las homologías y disonancias entre la
sociedad y la forma novelística. La literatura proporciona una for-
ma de reconstruir el objeto social marcado por el plurilingüismo,
en forma de una gran narrativa totalizadora, compuesta de conte-
nido y forma.

3
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846
Novelas y conflictualidades

La obra del joven Lukács, Teoría de la novela, buscaba una nueva


correlación entre literatura y sociedad, entre contenido y forma
(Lukács, [1920] 2000; Goldmann, 1990). Implica el conflicto entre
el ser y el devenir: el héroe novelístico se esfuerza por redescubrir
la armonía perdida con el mundo, desgarrado por el capitalismo
moderno. La sociología de la novela parte de la cuestión de la re-
presentación, la cual aparece en la cultura occidental en la obra de
Aristóteles, para analizar las diferencias entre la épica y la trage-
dia, y el establecimiento de los conceptos de catarsis y de mímesis.
El contexto del siglo XIX permitió una autonomía de la lite-
ratura, el establecimiento del campo literario y la aparición de la
dimensión moral del realismo (Bourdieu, 1998). Las diversas con-
tribuciones de los novelistas a la teoría de la forma novelesca lle-
varon a una consolidación en forma de narrativa estructurada, y
forma del lenguaje: la escritura, la escritura, la intertextualidad, la
alegoría y la metonimia.
El contenido de la forma de la novela fue compuesto por un mo-
saico social, con largo alcance, más en el detalle, con antecedentes
históricos y una duración. La novela efectiva un modo de recons-
trucción social mediante una narrativa totalizadora, con forma es-
tética y plurilingüismo (Bakhtin, 1993). En cuanto a los personajes,
desde el novecentismo se han producido varias manifestaciones
del héroe problemático.
Roland Barthes define la novela como un modo de escritura que
pone de relieve la oposición entre un universo de valores (amor,
justicia, libertad) y un sistema determinado por leyes económicas:
en este conflicto, el héroe sucumbe. Esto significa que la novela se-
ría un compromiso entre valores irrealizables y una historia social
inaceptable: el héroe novelístico es víctima del antagonismo entre
historia real y ética verdadera (Barthes, 2015, p. 522).
El objetivo de la sociología de la novela, dentro de la sociología
de la literatura, es la reconstrucción de homologías entre la so-
ciedad y la forma novedosa. La íntima relación entre literatura y
sociedad, forma e historia, texto y contexto social demuestra que
847
José Vicente Tavares-dos-Santos

los hechos históricos, las condiciones sociales y los elementos po-


líticos están intrínsecamente relacionados con la construcción de
la obra literaria, constituyéndose como factores indiscutibles para
comprender la literatura.
En resumen, la sociología de la novela presenta las siguientes
características: a) homología de las estructuras sociales con el suje-
to de la acción literaria en una figuración imaginaria; b) el estudio
sociológico, estructural y genético; c) la categoría de mediación, en
cuanto mimesis consiste en percibir la figuración de la sociedad y
del individuo, expresando la obra literaria una conciencia posible;
d) la novela produjo varias personificaciones del héroe problemáti-
co, revelando la ruptura entre el héroe y la sociedad; e) finalmente,
la literatura novelística vino a conformar una nueva sensibilidad
en relación al tiempo, mezclando forma y contenido, en una poli-
fonía estilística de figuración del espacio-tiempo social, indicando
las posibilidades del futuro.
Estas novelas muestran una racionalidad específica de la mo-
dernidad tardía, que incluye la cartografía cognitiva de la mi-
crofísica de la violencia. La metodología de la investigación va a
reconstituir no solo la trama de estas novelas, sino también a sus
personajes (los policías, la figura del detective, el héroe o el antihé-
roe, los criminales, los miembros de pandillas, los políticos y otros
actores sociales), y en las acciones de los personajes. El eje de la
narrativa sería la presencia de la violencia, física y simbólica en
las relaciones sociales.
Las rupturas y desgarros entre el mundo y el individuo proble-
mático finalmente se expresan en la novela. En el texto novelístico,
se percibe un choque entre la memoria y el futuro, algo social-
mente determinado, pero siempre desarrollándose como un pro-
ceso fluido, manteniendo, en el siglo XXI, su perspectiva crítica
(Perrone-Moisés, 2016).

848
Novelas y conflictualidades

La violencia en la novela latinoamericana

La íntima relación entre literatura y sociedad, forma e historia,


texto y contexto social demuestra que los hechos históricos, las
condiciones sociales y los elementos políticos están intrínseca-
mente relacionados con la construcción de la obra literaria, cons-
tituyendo factores indiscutibles en la comprensión de la literatura.
Apareciendo en ocasiones como parodia o paradoja, como en las
novelas de Machado de Assis (Schwarz, 1977 y 2000). Julio Ortega
organiza tales narrativas de la modernidad conflictiva en tres te-
mas: el discurso de la abundancia, el discurso de la carencia y el
discurso de lo virtual (Ortega, 2010).
La multiplicidad de formas de violencia en las sociedades con-
temporáneas −violencia ecológica, exclusión social, violencia de
género, violencia doméstica, racismo y violencia escolar− conver-
gen para configurar un proceso de desintegración de la ciudada-
nía. La violencia es también la microfísica del poder, es decir, una
red de poderes que permea todas las relaciones sociales, marcando
interacciones entre grupos y clases.
Octavio Ianni, recordando los laberintos de América Latina y la
mentalidad del hombre sencillo, explora la cultura latinoamerica-
na: “La cultura latinoamericana está marcada por tres tendencias
más o menos claras: el colonialismo, el nacionalismo y el cosmo-
politismo” (Ianni, 1993, p. 122). Señalando una transculturación,
Ianni escribe que “la cultura latinoamericana está marcada por
tres tendencias más o menos claras: el colonialismo, el nacionalis-
mo y el cosmopolitismo” (Ianni, 1993, p. 122).
Los sociólogos latinoamericanos, además, siempre han cul-
tivado una relación de lectura, admiración e inspiración en la
literatura, como lo atestiguan varias entrevistas realizadas por
Hélgio Trindade y algunos estudios sobre novelas realizados por

849
José Vicente Tavares-dos-Santos

sociólogos.4 Hélgio Trindade, en su larga incursión en las ciencias


sociales en América Latina, revela cuánto fue valorada la relación
entre literatura y sociología por antropólogos y sociólogos en
América Latina, con orientaciones teóricas tan diversas.5
Analiza aún Octavio Ianni los dilemas entre civilización y bar-
barie, las novelas de dictadores, razas y pueblos, la gran ciudad y el
cine. Percibe una cultura de la alteridad, una fabricación de la vio-
lencia: “En general, la furia de la violencia tiene algo que ver con
la destrucción del “otro”, “diferente”, “extraño”, con lo que busca
la purificación de la sociedad, el exorcismo de dilemas difíciles, la
sublimación del absurdo incrustado en las formas de sociabilidad
y en los juegos de fuerzas sociales” (Ianni, 2004, p. 168).
La violencia revela lo visible y lo invisible, lo objetivo y lo sub-
jetivo, en lo social, económico, político y cultural, comprendiendo
lo individual y lo colectivo, la biografía y la historia” (Ianni, 2004,
p. 39). Escribió en repetidas ocasiones que la narrativa novedosa
expresaría, de manera privilegiada, los fenómenos de transcul-
turación, propios de la modernidad, desde Luís de Camões, en
Os Lusíadas, y Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha.
En otras palabras: inquietud, extrañamiento, sublimación (Ian-
ni, 2000, p. 119).
La violencia siempre ha estado presente en la historia latinoa-
mericana, y los efectos de la violencia aparecen en relatos históri-
cos, representaciones sociales y obras novelísticas, configurando
la violencia en el imaginario latinoamericano. Esta presencia de
violencia ya sea encubierta o abierta, se puede encontrar en la li-
teratura latinoamericana (Brigitti y Kunz, 2016; Amar-Sánchez y

4
Trindade, Hélgio (2021). Un largo viaje por América Latina: Invención, reproducción y
fundadores de las ciencias sociales. Buenos Aires: CLACSO; Cueva, Agustín ([1989] 2015).
La espiral del subdesarrollo en las estructuras simbólicas de El coronel no tiene quien
le escriba y Cien años de soledad. En Cueva, Agustín, Entre la ira y la esperanza: y otros
ensayos de crítica latinoamericana. Buenos Aires: CLACSO.
5
Tales como Fernando de Azevedo, Florestan Fernandes, Agustín Cuevas, J.C.
Portantiero, Enzo Faletto, Darcy Ribeiro, Octavio Ianni, Anibal Quijano, Norberto
Lechner, José de Souza Martins y Edgardo Lander.

850
Novelas y conflictualidades

Avilés, 2015; Gadea, 2017). El eje de estas narraciones es la presen-


cia de la violencia y su influencia en las relaciones sociales: la con-
flictualidad social se desplaza al centro de la figuración literaria.
Las formas de violencia pueden ser percibidos, en el continen-
te, desde las novelas rurales de costumbres contemporáneas. En
Colombia, algunas novelas sobre la violencia, la guerra civil entre
liberales y conservadores iniciada en 1948, tuvieron el aprecio de
una novela rural (García Marqués, La Mala Hora; Gustavo Álvarez
Gardeazabal, Cóndores no entierran todos los días).
En los últimos treinta años, han surgido novelas en torno al
mundo del narcotráfico: Fernando Vallejos, Jorge Franco y Gustavo
Bolívar Moreno. En México las novelas sobre los cárteles mexica-
nos empezaron a tener enorme presencia: Carlos Fuentes, Elmer
Mendoza. O ubicadas en México, las novelas del español Arturo
Pérez-Reverte. Así como el chileno Roberto Bolaño, cuya obra 2666
demuestra literariamente los vínculos entre la violencia contem-
poránea, la violencia policial institucional y la mortalidad crimi-
nal (Viscardi, 2013). En Rosario Tijeras, personaje de la novela de
Jorge Franco, la mujer es solo una pistolera. Pero en Reina del Sur,
la novela de Arturo Pérez-Reverte, el personaje Teresa Mendoza,
tras huir de México a España, perder a su amante que transpor-
taba droga desde Marruecos, y tras un periodo en prisión, es una
mujer que pasa a organizar el tráfico de drogas entre América La-
tina y Europa.
Una presencia importante son las novelas sobre dictadores en
América Latina, durante los orígenes del realismo mágico, escri-
tas por autores como Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Carlos
Fuentes (1928-2012), Augusto Roa Bastos (1917-2005), Arturo Us-
lar Pietri (1906-2001), Alejo Carpentier (1904-1980), Gabriel García
Márquez (1927- 2014) y Mario Vargas Llosa (1936 -). Estos escritores
se centran en la expresión de la violencia de Estado, encarnado
por un personaje despiadado, el dictador carismático y tiránico
(IANNI, 1993).

851
José Vicente Tavares-dos-Santos

Muchos autores abordarán las conflictualidades: Euclides da


Cunha, la violencia en Canudos; la ciudad de los excluidos, en Lima
Barreto; el personaje femenino en el sertón, en Raquel de Queiroz;
poética y realismo en Carlos Drummond de Andrade, Graciliano
Ramos, Caio Fernando Abreu; el realismo estético de Graciliano
Ramos; la ferocidad en Guimarães Rosa; el discurso reprimido
del pueblo en João Ubaldo Ribeiro; el realismo feroz de Rubem
Fonseca.
También aparece de manera muy expresiva en la literatura
latinoamericana, ya sea en la tematización de la violencia políti-
ca o en la novela de la violencia marcada como la tragedia de la
modernidad tardía. Las rupturas y desgarros entre el mundo y el
individuo problemático se expresan en un texto novelesco, en el
que hay un choque entre la memoria y el futuro, algo socialmen-
te determinado, pero siempre desarrollándose como un proceso
fluido. Escribimos dos libros sobre romance, crueldad y violencia.
A partir de dieciocho autores de América Latina contemporánea,
analizamos la novela de la violencia en la modernidad tardía, rea-
lizando un estudio de la presencia de la crueldad y el imaginario
de la violencia.6
Más reciente, el romance histórico-político del uruguayo Fer-
nando Butazzoni Montevideo, 1953):

En la postura y en el relato, la narración histórica de la violencia


que hace Butazzoni abre el camino para una interpretación crítica
de la violencia sin abandonar la autocrítica a los movimientos polí-
ticos y revolucionarios de los años setenta. En la elección de los va-
riados casos y situaciones, prevalece la denuncia de una violencia
estructural, política, estatal, institucional y patriarcal que lucha por
mostrar la humanidad de quienes se encontraron en esa desigual

6
Tavares-dos-Santos, José Vicente (2022). Figuraciones de la violencia (sociología de no-
velas latinoamericanas). Buenos Aires: TESEO; Tavares-dos-Santos, José Vicente (2022).
O Romance da Violência: sociologia das metamorfoses do romance policial. Porto Alegre:
TOMO.

852
Novelas y conflictualidades

batalla política que se libró en el continente latinoamericano (Vis-


cardi, 2023, p. 174).

Habría que subrayar la violencia en las caravanas de migrantes


centroamericanos con el éxodo o la huida de una guerra. Escribe
Héctor M. Leyva sobre el significado de las caravanas:

Las caravanas han sido caracterizadas como un lance de superviven-


cia, de huida, de evasión, y también de lucha, de asertividad, de toma
de posesión, de reivindicación de derechos. Una reivindicación de la
vida moral y política que se resiste a la objetivación, la instrumentali-
zación y la exclusión. Representativas de un movimiento migratorio
de mayores proporciones, las caravanas ponen en cuestionamiento
los Estados y las sociedades nacionales de donde sus ciudadanos es-
tán huyendo, e igualmente suponen un reto para las sociedades de
tránsito y acogida que ven formularse, implícitamente y traspasan-
do las fronteras, un reclamo por el reconocimiento de sus derechos
humanos fundamentales (Leyva, 2021).

La situación de Honduras, de donde muchos han partido en cara-


vanas, es expresada por Jorge Martínez Mejía por su libro El mundo
es un puñado de polvo (2011), donde muestra las vivencias violentas
y caóticas de la juventud en Honduras.
Otro género relevante es el periodismo literario. El género
combinó la investigación periodística con técnicas de escritura de
ficción en la narración de eventos de la vida real. Hay una cons-
tante preocupación por hacer periodismo que revela un mundo
subyacente al que se encuentra en las noticias, empleando una
perspectiva subjetiva. Por lo tanto, decenas de autores se utilizan
de técnicas literarias –en la recopilación, redacción, edición de re-
portajes y ensayos periodísticos– para construir una reproducción
detallada de la realidad. Podemos establecer hallazgos generales
de la lectura sociológica de este conjunto de libros en las siguien-
tes dimensiones: 1) la guerra contra los sertanejos mesiánicos y las
masacres actuales; 2) la violencia urbana y las organizaciones cri-
minales; 3) Pablo Escobar y el Cartel de Medellín; 4) las cárceles; 5)
853
José Vicente Tavares-dos-Santos

Sendero Luminoso y Abimael Guzmán; 6) la novela de formación


(bildungsroman); 7) feminicidios; 8) y la dignidad humana (Tava-
res-dos-Santos, 2022, pp. 63-100).
Hemos localizado, hasta el momento, un corpus de veinte cien-
tíficos sociales que han escrito novelas, publicadas en su mayoría
desde la década del dos mil. Hay un conjunto de temas comunes.
En primer lugar, los temas ancestrales del bien y del mal, la alegría
y la tristeza, la guerra y la paz. Las narrativas, en segundo lugar,
traen tramas diversas, múltiples personajes, política: desde el sur-
gimiento de los blancos hasta huelgas, dictaduras, torturas, par-
tidos de izquierda e imaginarios fluidos de la modernidad tardía,
con personajes femeninos valientes y profundos.
Las novelas se refieren al misterio del origen del agua, o la rela-
ción razón/sinrazón, la locura, trayendo la relación entre el impe-
rio de la norma y la dificultad de la desviación social, aprisionada
por la familia, el asilo y la prisión. Sin embargo, estamos ante la
presencia del amor, intenso, fugaz, imposible, pero siempre pre-
sente en la condición humana. La trama política, las muertes, las
torturas indican una tragedia moderna, llena de sentimientos y
emociones, de pulsiones, afectos y odios y amor.
En un tercer nivel, el estilo literario es un entrelazamiento de
narrativa mítica, romance histórico y realismo mágico, en una
combinación de realismo histórico (autoritarismo, tortura, exi-
lios, encierros, estigma) con realismo mágico. Un realismo mágico
de un narrador evanescente, recluido en su cueva política, o en la
aparición frecuente del reptil melancólico, o de los seres imagi-
narios de la ciudad, y de los silenciados solicitantes de asilo. En
cuarto lugar, aparece una fenomenología de la violencia: las suce-
sivas violencias de Estado –1925, Nuevo Estado, Dictadura militar,
violencia policial– y las escenas de tortura y muerte. Más aún, la
violencia de género, el feminicidio, el confinamiento familiar, la
destrucción de uno mismo y el estigma.
En quinto lugar, son frecuentes las evocaciones de la literatu-
ra, por parte de autores de diferentes épocas y culturas, y en la
854
Novelas y conflictualidades

afirmación de las ambigüedades de la literatura. Aparecen diver-


sas mutaciones en los imaginarios sociales, de la revolución a la
vida cotidiana, de la individualidad a la uberización, de la ciuda-
danía y la democracia. Aunque llenos de historicidad, hay una
temporalidad repetitiva en los relatos: historias indígenas, relojes
parados, el espacio estático del asilo y las prisiones.
La conflictualidad social pasa al centro de la figuración lite-
raria, pero ya no hay drama individual ni contestación: los agen-
tes del ilegalismo se convierten en personajes legítimos. Hay una
variedad de otros personajes además del detective o la policía. La
presencia de personajes femeninos como líderes de actividades ile-
gales, muchas veces sucediendo a líderes que fueron asesinados o
encarcelados.
Finalmente, los sociólogos se dedican a la escritura novelística
en busca de otros lectores, mediados por la libertad de descifrar lo
real y lo irreal. La ficción expresa experiencias, individualidades,
emociones y sentimientos que las ciencias sociales aparentemente
tienen dificultades para mencionar. Sin embargo, los límites entre
ambos modos de expresión se amplían, ya sea por el estilo de refe-
rencia a hechos sociales e históricos, o por la amplitud de dilemas
particulares e íntimos de los personajes.
Quizás la fragmentación, la incertidumbre y la imprevisibili-
dad de la sociedad contemporánea estén implicadas en la com-
pulsión de los investigadores por utilizar fábulas literarias, como
ocurrió en otros momentos históricos: la tragedia griega, el drama
shakesperiano, la comedia humana balzaciana, la sutileza de Ma-
chado o los extremos de Kafka y el roman noir. Asistimos a un pro-
ceso de transfiguración de mundos, impulsado por imaginaciones
sociológicas y literarias, en el que sociólogos, novelistas y lectores
descifran y reflexionan, impulsados por​​ la escritura. La propuesta
es tratar de ofrecer explicaciones para develar la sociedad contem-
poránea desde el análisis sociológico de la literatura.

855
José Vicente Tavares-dos-Santos

La novela de la violencia: la tragedia de la modernidad tardía


en América Latina

La figuración de la microfísica de la violencia está contenida en


varias novelas contemporáneas: la relación entre el crimen y las
élites del poder; la conexión entre crimen y negocios, política y
formas de corrupción; violencia sexual contra mujeres y niños; y,
finalmente, el mapeo cognitivo de la microfísica de la violencia.
Se crea un nuevo género de ficción, la novela de violencia, cuya
novedad se percibe a través de la transformación de su estructura
narrativa, aunque incorporando algunas corrientes de la novela
policíaca clásica y de la novela negra. Este tipo de novelas cuen-
ta con algunos personajes clásicos: los agentes de control social
(principalmente policías), las víctimas, el culpable, así como multi-
tud de profesionales urbanos, desempleados y personas sin hogar.
Surge el contra héroe.
Estas obras literarias muestran la tragedia de la modernidad
tardía, incluido el mapeo cognitivo de la microfísica de la violencia
y la crueldad. Ilustra la existencia de representaciones de la socie-
dad contemporánea basadas en formas de violencia como están-
dar social, en lo que llamamos la novela de la violencia.
La novela contribuye a fortalecer un paradigma que permite
que la narración muestre el peso del sufrimiento que el modelo
androcéntrico, eurocéntrico y colonial imprime en las relaciones
cotidianas (interpersonales o institucionales). Solo a través de este
empoderamiento de la historia se pueden refutar a nivel político
las prácticas cotidianas de violencia, dominación y control sobre
las minorías y las diversidades. También la literatura expresa la
construcción de la cultura de la violencia.
La cultura de la violencia está reproduciendo la personalidad
autoritaria caracterizada en la posguerra por Adorno: “A diferencia
del fanático de viejo estilo, este último parece combinar las ideas y
habilidades típicas de una sociedad altamente industrializada con

856
Novelas y conflictualidades

creencias irracionales o antirracionales. Es a la vez ilustrado y su-


persticioso, orgulloso de ser individualista y siempre temeroso de
no ser igual a los demás, celoso de su independencia e inclinado a
someterse ciegamente al poder y la autoridad” (Adorno, 1950).
Adorno coordinó la investigación sobre la personalidad auto-
ritaria en los Estados Unidos de la posguerra. La investigación se
guió por la siguiente hipótesis: “[…] las convicciones económicas,
políticas y sociales de un individuo a menudo forman un patrón
amplio y coherente, como si estuvieran unidas por una ‘mentali-
dad’ o un ‘espíritu’, y este patrón es una expresión de tendencias
profundas. en tu personalidad” (Adorno, 1950).
La mayor preocupación estaba relacionada con el individuo
potencialmente fascista, aquel cuya estructura es tal que lo hace
particularmente susceptible a la propaganda antidemocrática.
La personalidad autoritaria era la combinación contradictoria en-
tre una postura racional e idiosincrasias irracionales. La persona
marcada por esta personalidad sería de un tipo individualista e in-
dependiente y con inclinación a someterse a la autoridad. Enton-
ces surge una actitud de estigma hacia los demás: judíos, pobres,
locos, negros, indios, grupos de adolescentes.
Llegamos entonces a una primera identificación: la cultura de
la violencia difunde la personalidad autoritaria en la sociedad
contemporánea. Este proceso ocurre tanto en organizaciones cri-
minales como en organizaciones policiales, valorando ambas la
violencia como medio de ordenamiento social y como medio de
resolución de disputas.
En segundo lugar, según Honneth, serían los personajes de una
patología social o de una enfermedad social. En su obra parte de
experiencias de desprecio, ignorancia, desprecio e injusticia. Por
otro lado, reconoce las luchas y luchas sociales por el reconoci-
miento (Honneth, 2009a). Analiza la sociedad contemporánea im-
pulsada por luchas encaminadas a reconocer por parte de otros la
especificidad y la dignidad de cada individualidad.

857
José Vicente Tavares-dos-Santos

El objetivo del texto es proponer el reconocimiento de un nuevo


género de ficción, el romance de la violencia, en el cual hay modifi-
caciones con respecto a la novela policial clásica y la novela negra.
El eje de la narrativa sería la presencia de la violencia, física y sim-
bólica, en las relaciones sociales.
En esta transformación estructural de la narración, se pueden
señalar algunos rasgos: el autor y su trabajo, el contexto social e
histórico, el enigma social y las posibilidades de acción; la narra-
ción novelesca; la trama; los temas y la motivación de la acción; la
violencia cotidiana y política; la solución del enigma; el narrador;
los personajes, del héroe problemático al antihéroe o al contra-hé-
roe; el tiempo social; el espacio social; y el imaginario.

Tomemos un ejemplo. Tatiana Salem Levy publicó en 2021 la novela


Vista china. La narración se desarrolla en Río de Janeiro. Adopta el
estilo de una carta que el personaje Júlia escribe a sus hijos sobre la
violación de la que fue víctima en el bosque de Alto de Boa Vista, en
Vista Chinesa: “Era bajo, fuerte, me puso una pistola en la cabeza y
ordenó, sígueme, su mano apretando mi brazo, deteniendo mi carre-
ra y arrastrándome hacia el bosque, ese bosque hermoso, frondoso,
cantado en los más bellos poemas […]” (Salem Levy, 2021, pp. 11-12).

Júlia logra regresar a casa, la familia la acoge, ella se lava, permanece


muda, desfigurada. Va al hospital, luego a la comisaría y comienza
una sesión interminable de mirar fotos, luego observar a los sospe-
chosos, sin poder realizar nunca el examen, del violador y regresar a
la escena del crimen; Además, hubo preguntas casi incriminatorias
por parte de la policía. Evoca momentos amorosos con su marido,
Michel. Tu psicoanalista escucha tus recuerdos fragmentarios: “Un
pedazo de mí, un gran pedazo de mí había quedado en el bosque, per-
dido, desmenuzado, restos de carne, de alimento para animales. […].
Está todo escrito en mi piel, lo sé, todo lo que pasó, hasta los detalles
que dije que le había dicho a la policía, pero no lo dije, porque nunca
se cuenta todo, siempre hay una parte que falta (Salem Levy, 2021,
pp. 42-43).

858
Novelas y conflictualidades

Tatiana Salem Levy transformó un acontecimiento de la vida de


una mujer en literatura sobre la dominación y la crueldad mascu-
lina, en medio de una ciudad maravillosa.
El personaje del héroe problemático abandona la escena y su lu-
gar es ocupado por la disolución de los personajes: el personaje del
contra-héroe puede ser analizada como una forma de rebelión que
trae el conflicto social al centro de la figuración literaria. Pero, hay
una serie de otros personajes: el detective y la policía, los políticos,
los miembros de pandillas, narcotraficantes y los sicarios.
Las mujeres son víctimas, pero otras son poderosas. Aparecen
los negros y los indígenas, muchas veces las víctimas más vulne-
rables. Y una masa difusa de las personas pobres y / o clase baja, a
veces viven en los barrios pobres, o están viviendo en la calle, sin
hogar.
El espacio es el de las grandes ciudades y metrópolis, ciudades
fragmentadas entre los barrios y los sectores acaudalados, con
áreas céntricas degradadas. El camino de la narrativa pone me-
nos la lógica y más la acción física. La trama presenta una serie de
asesinatos. Presenta también torturas, descuartizamientos y una
violencia bruta. El cuerpo dilacerado es el efecto político de la vio-
lencia, y el sicario un personaje presente, distinto de los bandole-
ros de antaño.
Se puede observar los poderes macro y micro en acción, de los
capitalistas y los políticos. Esta clase dominante en América Lati-
na suele ejercer su poder, además de las relaciones económicas y
políticas, por modos de clientela. La novela está imbricada en la
política.
Pero, es una mirada desde el criminal, como si no hubiera otro
medio más de hacer política sin el recurso a la violencia como me-
dio de regular las relaciones sociales. Asimismo, están las reglas de
la brutalidad y de la corrupción: la violencia es la norma que regu-
la las relaciones sociales. Los valores más recurrentes que se leen
en las narrativas son el dinero, el poder y el sexo, en una sociedad
de mercado competitiva y sin otras reglas que la brutalidad.
859
José Vicente Tavares-dos-Santos

Si en las novelas de detectives y en las novelas negras el enigma


se soluciona, en este caso no, solamente el investigador a veces de-
tiene relaciones con los criminales, como el enigma no se resuelve,
permanece abierto o se esfuma.
En otras palabras, se trata de analizar la relación entre la no-
vela y la sociedad, en un contexto de la Era de las Conflictivida-
des, en la cual la violencia está presente en diversas dimensiones
de la sociedad latinoamericana.7 Las penurias, el sufrimiento y
la miseria, el racismo, la seducción del crimen y la violencia de
género impregnan las vidas de mujeres, hombres jóvenes, negros
y morenos, pueblos indígenas y poblaciones de las afueras de las
grandes ciudades. Están presentes en obras recientes en la litera-
tura brasileña, como Jefferson Tenório, José Falero, Paulo Scott y
Patrícia Mello, y otros. En esta perspectiva, se consolida una litera-
tura negra y periférica en el panorama romanesco brasileño en las
últimas décadas (Medeiros da Silva, 2023).
Las novelas analizadas representan nuevas formas de violencia:
asesinatos, tráfico de drogas, violencia sexual, tortura. Y formas de
violencia social: los delitos violentos, el tráfico internacional, vio-
lencia sexual, violación, corrupción, tortura y asesinato. El cuerpo
destrozado por la violencia brutal es la mímesis de la vida social.
Sin embargo, en ellas quedaría una huella de lo humano: al fi-
nal del viaje, en un espacio social desgarrado, la construcción del
afecto sería posible, incluso en una búsqueda de amor, fúgido, in-
acabado o desesperado. Podemos encontrar, en la diferencia entre
los autores, la presencia del afecto como posible afirmación de la
dignidad humana, superando las diversas formas de violencia en
la época contemporánea. La novela de la violencia es la tragedia de
la modernidad tardía.

7
Los principales autores que fueran analizados están en la bibliografía.

860
Novelas y conflictualidades

Conclusiones

Esas narrativas romanescas expresan un trágico destino social, un


eterno presente que no tiene posibilidad de futuro, los personajes
son sin esperanzas. A menudo, solo el amor imposible y desespera-
do, al cabo de una jornada dura, podría seguir dando sentido a la
dignidad humana
El esfuerzo es afirmar la complementariedad entre literatura
y sociología. Por un lado, las ciencias humanas buscan el hecho
social, la objetividad, la elaboración científica, la verificación em-
pírica: “[…] la narrativa sociológica comprende principalmente
descripciones e interpretaciones, involucrando conceptos, cate-
gorías, leyes y otras nociones comprometidas con la fundamenta-
ción empírica y la consistencia lógica” (Ianni, 2000, pp. 170-171).
Por otro lado, la literatura se expresa a través de la subjetividad, la
imaginación, la libertad, la preocupación estética y la creatividad,
la verosimilitud y la mímesis: “la narrativa literaria comprende
imágenes y figuras de lenguaje, además del ritmo y de la melodía.
Comprende metonimias y metáforas, entras otras figuras, además
de elaborar parábolas, alegorías y otras modalidades de cantar y
decantar, fabular y exorcizar” (Ianni, 2000, p. 170). Bachelard indi-
ca tal variedad:

Solo la fenomenología, es decir, tener en cuenta el origen de la ima-


gen en una conciencia individual, puede ayudarnos a restaurar la
subjetividad de las imágenes y medir la amplitud, la fuerza y ​​el signi-
ficado de la trans-subjetividad de la imagen. Todas estas subjetivida-
des, trans-subjetividades, no pueden determinarse definitivamente.
La imagen poética es esencialmente variacional. No es, como el con-
cepto, constitutivo (Bachelard, 1978, p. 185).

Configuraría un proceso de “creación estética que expande el de-


sarrollo histórico de una sociedad, mediante los escritores que
en ella actúan y se dirigen” (Rama, 2008, p. 49). Así es que la obra
literaria aparece como una estructura de significación, “irrigada

861
José Vicente Tavares-dos-Santos

por las diversas corrientes que operan en la sociedad, pero funcio-


nando como una producción autónoma, no meramente especular”
(Rama, 2008, p. 190).
En suma, malgrado tales diferencias, las narrativas sociológicas
y literarias muchas veces se acercan, quizás por medio de persona-
jes típicos de la modernidad (Ianni, 2000, p. 171; Moretti, 2014). Al-
gunas veces, la novela llega antes que la ciencia social, por razones
históricas o sociales, o la presencia de obstáculos políticos, reafir-
mando la reflexividad de la literatura.
Tal conjunto de elementos da lugar a un tipo de comunicación
interhumana, la literatura, que aparece como un sistema simbóli-
co, un conjunto de obras a través de las cuales las dimensiones más
profundas del individuo se transforman en elementos de contacto
entre los hombres, y de interpretación de las diferentes esferas de
la realidad. Se trata de retomar la sociología de la literatura y la
novela para explicar la relación que se establece entre la forma y
la estructura del medio social que establece el escritor. En otras
palabras, el enfoque dialéctico entre literatura y sociedad debe te-
ner en cuenta las dimensiones sociales (contexto) y estética (texto)
de la obra literaria y sus influencias recíprocas. Ya sea la literatu-
ra como objetos autónomos con estructura y significado, ya sea la
literatura como forma de expresión, o incluso la literatura como
forma de conocimiento del individuo y del mundo. En otras pala-
bras, la novela siempre ha estado marcada por la ambigüedad y la
paradoja (Fuks, 2021, p. 14).
A partir de este análisis de las figuras literarias, se puede suge-
rir la existencia de una representación social en la sociedad con-
temporánea basada en las conflictualidades, por distintos modos.
Las novelas nos permiten comprender vidas acaudaladas o pre-
carias, volverlas a contar, describirlas: aparecen subjetividades,
sentimientos, resentimientos, el impulso vital, combinados con
descripciones de situaciones objetivas de la vida. Las rupturas y
desgarros entre el mundo y el individuo problemático se expre-
san en la novela. La novela participa en la acción de generar otra
862
Novelas y conflictualidades

política, otra perspectiva: el nudo entre cambio social, cultural y


política reside también en la literatura.
La novela alimenta la imaginación sociológica, derivada del
placer del texto que el deseo de escribir viene a expresar. En el
texto novelístico podemos ver un choque entre la memoria y el
futuro, algo socialmente determinado, pero en fluido desarrollo,
manteniendo, en el siglo XXI, una perspectiva crítica y de esperan-
za en nuevos tiempos.

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