Girasoles Azules

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Girasoles Azules. D. J. D.

Silva

1ra. Edición: Noviembre 2018

Cafuné Editorial, 2018


Armenia – Colombia

Dirección editorial: Daily Dominguez


Diseño de portada: Daily Dominguez

Todos los derechos reservados. Bajo las condiciones establecidas en las leyes,
queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del
copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio.
Petricor
Memorias
Nací y crecí en un caluroso pueblo situado en un estado famoso por su templado
clima. Mi llegada fue deseada pero inoportuna, sin embargo, nunca carecí de nada,
pues tenía buenos padres. Tres años después nació mi hermana, hasta donde mi
memoria alcanza siempre hemos discutido por cuestiones poco relevantes, cosa
que suele ser muy usual entre hermanos, pero a pesar de nuestras diferencias
siempre supimos que nos teníamos la una a la otra. Pude carecer de amigos, pero
siempre tuve a mi hermana. Tenía tal vez 5 años cuando mi madre dejó a papá, ella
tenía sus razones, aun así, lo amaba con toda su alma, y aunque tenía la esperanza
de que él buscaría la forma de regresar a ella, él se dejó cegar por su orgullo y
rencor, y nunca regresó a casa. No recuerdo qué sucedió después de su separación
hasta que cumplí 8 años y mamá se fue a una ciudad que quedaba a horas de
distancia, en busca de algo mejor. De mi infancia conservo dos tristes despedidas,
en la primera le pregunté a mi padre cuándo regresaría sin obtener una respuesta,
y sin saber que sería para siempre. Y en la segunda le suplicaba a mi madre que
no nos dejara. Un año después mi hermana y yo partimos a la ciudad en la que
resido actualmente, mi madre nos recibió con lágrimas de felicidad y un fuerte
abrazo.

En un inicio todo marchaba bien, mamá tenía un buen empleo, mi hermana y yo


estudiábamos en un buen colegio, no nos faltaban las cosas que suelen ser
importantes a pesar de no residir en un hogar propio, pero como en todo buen inicio,
de repente las cosas empiezan a decaer. Hubo tiempos difíciles, y esos tiempos se
volvieron una monotonía; por una u otra razón las cosas ya no se daban, y los planes
se volvían una plena frustración. Mamá solía mostrarse tranquila, y con una sonrisa
nos decía que todo iba a estar bien, pero al tiempo su impotencia se transformaba
en estrés; todo le alteraba, discutía por cosas de mínima importancia, aun así, se
mantuvo inofensiva y nunca llegó a hacernos daño. Cuando se calmaba volvía a ser
amable y cariñosa, y actuaba como si nada estuviese sucediendo, a pesar de que
no era así. Cuando ella creía que se hallaba sola, no lo notaba pero siempre la veía
llorar. Pasaban varias noches en las que ella no lograba dormir, luego se levantaba
a las 4 am., incluso aún más temprano para preparar nuestro desayuno y el
almuerzo, llevarnos al colegio e ir a su trabajo. Ella a pesar de ser madre y
trabajadora, también ejercía una carrera, por eso ella es la persona a quien más he
admirado en esta vida, se esforzó desde siempre para poder sacarnos a adelante.
Nos mudamos varias veces, y las cosas fueron cambiando poco a poco, la vida nos
presentó tantas cosas buenas como malas, pero lo importante es que supimos
caminar incluso cada vez mejor con cada tropiezo.

Tenía 16 años cuando conocí el amor por primera vez, era el amor en su esencia
más pura e inocente, por ser el primero fue el más ingenuo y desgarrador, pero al
mismo tiempo fue el más sincero. Era un romance con un aroma colegial y
prohibido, me propinó tanto éxtasis como problemas y desdichas. Fue la primera
persona a quien le dije Te Amo colocando todo mi amor en cada una de sus letras,
era un amor correspondido y apasionado, mientras el mundo insistía en colocar todo
en nuestra contra, nosotros insistíamos aún más en aferrarnos a lo que sentíamos.
El día en el que nuestra historia llegó a su fin, fue el mismo día en el que supe que
merecía algo mejor a pesar de lo mucho que le amaba. Hasta el día de hoy puedo
asegurar que alejarme de su amor lleno de promesas y reclamos absurdos es lo
mejor que he podido hacer. Pero tristemente no fue ese el verdadero final, sino el
que impuse meses después al decepcionarme por la clase de persona en la que se
había convertido, ya no estaba cegada por su amor, y había comprendido la
falsedad de sus palabras, pues mentía hasta cuando decía la verdad. No fue solo
el final de la historia, sino que también el final de un amor ingenuo, y fue el inicio del
odio y el rencor.

Me dediqué a tomar malas decisiones, la curiosidad se volvió tentación y luego


vicio, necesitaba correr, necesitaba gritarle al mundo que todo estaba bien, no
quería detenerme a pensar y reflexionar. Había enloquecido. Había tocado fondo,
ya era otra persona, me había convertido en todo lo que odiaba y solía juzgar, pero
cuando reconocí que nada estaba bien ya era tarde, me había quedado sin fuerzas
para salir a la superficie, y el resto de los días fue como vagar en el limbo. Fue
entonces cuando decidí alejarme de todo y perderme en mí.

No tardé en conocerlo, tenía 20 años cuando quitó un cigarrillo de mi boca y lo


cambio por palabras suaves y llenas de comprensión. No era un amor verdadero,
no era apasionado ni único, pero era real y fiel, era un amor que caminaba sin prisa
y con el paso de los años se hacía más fuerte y más intenso. Todo lo que soy se lo
debo a él, a su motivación y apoyo para que saliera adelante, a su fe en mí, y a su
paciencia. Fue un buen hombre que solo supo amarme y darle a una mujer todo lo
que necesitaba, fue por eso que dejé que colocara un anillo en mi dedo y me besará
frente al altar después de pronunciar el Sí, acepto. Fernando me dio 45 años de su
vida y 3 maravillosos hijos a los cuales eduqué tal cual como mi madre a mí, con
todo el amor que una madre puede darle a sus hijos, algo incluso más grade que la
misma muerte.

Mamá murió en el enero más lluvioso, y solo Dios sabe que nadie más que ella
merecía ir directo al cielo. No entristecí por su partida, pues sé que estaba justo en
donde quería estar, en la casa que mi hermana y yo le habíamos regalado, sentada
en su sillón favorito, leyendo uno de los libros que solía gustarle. Mi hermana
tristemente yace al lado de su tumba a consecuencia de un cáncer no detectado a
tiempo, y mi querido Fernando también me aguarda en el cielo. Ahora tengo 72
años, y como todo anciano cada día lo veo como una aproximación a la muerte, me
considero una molestia para mis hijos por no poder hacer muchas cosas por mi
cuenta, pero ya la fuerza no es la misma, me enorgullece saber que mis hijos son
personas de bien y no necesitarán de mi cuando ya haya partido, y con una vida
bien vivida solo aguardo la llegada de la muerte para reencontrarme con los seres
que más he querido.
En el lecho de mi partida hacia lo desconocido, pude observar a todos mis hijos
a través de mis ojos cristalizados por las lágrimas, no eran de tristeza, eran gotas
de agradecimiento, pues justo en ese instante todos mis años de vida pasaron por
mi mente como recuerdos fugaces. Agradecí lo bueno y lo malo, porque cada
experiencia me hacía un poco más sabia, agradecí el esfuerzo de mi madre, la
compañía de mi hermana, el consuelo y la comprensión del hombre que me dio su
vida, y el amor de mis hijos. En ese instante, tal cual como mi madre, me encontraba
justo en donde quería estar, así que cerré mis ojos y me dispuse a descansar.
Final Distorsionado
Un día le pedí que se quedara conmigo, y no necesitó decir palabra alguna para
saber que así sería. Acercó su cuerpo hacía mí y yo quise que su calor fuese infinito,
como un manantial de alegría inagotable. Por eso lo derroché tantas veces, como
los niños que tiran sus juguetes en la habitación con la seguridad de encontrarlos
de nuevo por ahí, en algún rincón. ¿Quién valora lo que sabe nunca perderá? Te
quedaste conmigo y ya no quise nada más, me sentí en plenitud, demasiado llena
como para pedir el postre. Se había vuelto una historia tan perfecta que necesitaba
un final para no perder el sentido, como las películas de Disney. En esta escena el
narrador anunciaba el "vivieron felices por siempre", ya podíamos apagar la T.V. o
cambiar de canal. El problema de los finales de las películas, es que la historia se
distorsiona cuando uno de los protagonistas deja de ser feliz, pero el espectador no
está interesado en conocer las secuelas de la historia. Yo no quería conocer las
secuelas de tu partida. No te vayas, te lo imploro ¿Qué puedo hacer para que te
quedes? Le pregunté a la silueta de tu espalda. Pídeme que no salga los domingos
con mis amigos y me quedaré contigo, pídeme que hable más si te empieza a
molestar el silencio, pídeme que compre una caja de cervezas si es que quieres
ahogar la idea de tu partida, pídeme que te ame más o que te ame menos, que te
dé más o que te dé menos, lo que quieras. Pídeme lo que quieras y lo haré. Pero
sólo querías una cosa, y cumplí mi palabra. Me aferré a la calidez del lado de tu
cama, la cual se desvanecía poco a poco, y empecé a valorar lo que sabía iba a
perder. Ya el juguete no estaba en la habitación, y las lágrimas no le traerían de
vuelta. Cuando quise pedirte que te volvieras, el celular se quedó sin cobertura,
luego olvidé la dirección de tu casa, y para cuando quise gritarte ya había olvidado
tu nombre. Esta fue una historia que nunca aspiró a ser un éxito en el cine, cuando
se acercaba el final ya había perdido su sentido, tú habías llamado a mi casa, y yo
me encontraba en otra cama con alguien que me pedía quedarme para siempre, y
fue ahí cuando recordé tu nombre.
Cansada
Quiero escribir lo que mi voz omite. Lo que suprime mi garganta asfixiándome en
angustia y frustración. A veces no se trata de no poder decirlo, de no hallar las
palabras adecuadas. A veces solo es miedo, porque los pensamientos indeseados
podemos evitarlo, y si son muy recurrentes podemos dejarlo simplemente ahí, como
parásitos con los que aprendemos a vivir. Pero al vociferarse estamos trasladando
ese pensamiento de nuestra mente y lo estamos haciendo real, no nos gusta cómo
suena, no nos gusta que exista. Y eso es lo que me sucede. No estoy bien. No me
siento feliz. Odio que la vida sea tan difícil, que mañana las cosas no estén mejor,
detesto que la sociedad haga más pesado el día a día con sus prejuicios, con su
indiferencia, con la repercusión que tienen sus malos actos, su inconsciencia. Estoy
cansada de existir en pleno colapso económico mundial. Estoy harta de mí, de todo
lo que está mal conmigo, de no saber qué quiero, de rendirme tan rápido, de solo
saber tomar malas decisiones. Estoy cansada de tanto llorar.
No era una Historia de Amor
Esta no era una historia de amor, ya que no había amor. Yo no me enamoré de ella,
y ella no se enamoró de mí. Había caído en la rutina de sus labios, era una
necesidad calentar mi frío cuerpo en su piel de lava. Ella no se negaba a ser mía, y
yo no me negaba a que lo fuera. Varias veces até sus manos y vendé sus ojos, los
cuales eran tan dulces como el color que los representaba, prefería no verlos; no
quería perderme en ellos, y ellos no querían perderse en mí. Varias veces bebí en
sus aguas, me sumergí en un mar con sabor a ella; una mezcla de pasión, odio y
tristeza. Mi música eran sus gemidos, su música era mi silencio. Mi piel pintaba
lunares, su piel apreciaba las heridas que dejaba en su cuerpo. Así era ella, así era
yo, así fuimos y nunca nos convertimos en un nosotros. Nunca vi su sonrisa, nunca
la abracé fuera de la pasión, nunca grabé su olor, nunca me hice adicto a ella, y ella
nunca se hizo adicta a mí. No buscaba una musa porque nunca fui un artista, nunca
me casé porque amar se me hizo imposible, por lo tanto, nunca hice el amor. Ella,
quien nunca me amó, cerró sus ojos en el invierno, el rubor de su rostro se esfumó
y su piel ya no era de lava. Ella, a quien nunca amé, murió en el día más frío de mi
vida, y con ella murió mi música. Ensordecí en ese invierno, mi piel se congeló y mi
sed cobró vida. Si yo la hubiese amado, y si ella me hubiese amado, nos hubiese
unido un nosotros, pero de haber sido así, en el adiós de aquel invierno, yo hubiese
muerto con ella.
Posibilidades
No sé si les pasa a todos, pero yo suelo pensar en las posibilidades, el mundo está
compuesto por millones, pero al final solo una posibilidad resulta. Entre todas las
posibilidades que conforman la pregunta ¿Qué pasará? solo una es la que pasa, y
debes abstenerte a las consecuencias el resto de tu vida. Pero también pienso en
esas posibilidades que no sucedieron, en las que componen el ¿Qué hubiese
pasado si…? Es ahí cuando tengo la impresión de que esta realidad solo es una
posibilidad que no pudo ser, somos un qué hubiese pasado si… Somos un mundo
paralelo, más no el real. Somos todo lo que pudo suceder si hubiese pasado ese
algo. Por decir ¿Qué hubiese pasado si arruinaba mi vida con malas decisiones?
Exactamente esto, estaría encerrada en mi habitación, ahogándome en las
consecuencias por no haber sido más sabia. Estaría pensando todo el tiempo en
infinitas posibilidades que no fueron, intentando huir a una que me diera un
resultado diferente, tal vez uno en donde yo pudiera ser feliz.
Punto y Aparte
Nos convertimos en un punto y aparte. Continuamos con nuestras vidas. Por mi
parte seguí cometiendo errores, mi humanidad se pudrió un poco más, continué
viviendo, seguí mi camino, creé nuevas rutinas. Seguí con lo mío pero sin ti. Cuando
comienzo a olvidar tu mirada tu recuerdo me busca, y yo te busco. Y justo en ese
momento volvemos a ser un párrafo, lleno de comas, interrogantes y
exclamaciones. Cada vez que regreso a tus brazos nos queremos menos y
cambiamos más. Cuando releo los primeros capítulos veo la historia tan lejana y
ajena, no somos ni la sombra de lo que fuimos, tan solo se trató de adolescentes
que jugaron a enamorarse. Pero ahora somos menos jóvenes y los juegos están de
sobra en nuestras vidas. Hoy es definitivo, tantos errores, tantos caminos, tantas
rutinas, lo que he vivido contigo o sin ti, todo esto me hizo comprender que
necesitamos ser un punto y final. Necesitas dejar de esperar mi regreso, y yo
necesito dejar de buscarte cuando me siento sola y me acuerdo de ti.
Sin Ti
Los días sin ti borraron tus caricias de mi pelo, la primera sonrisa que expandió tus
labios tras ese beso prohibido he inocente, también se llevaron el último beso, casi
forzado, superficial y amargo. Las mañanas sin ti fueron cambiando el sabor del
café, ese que preparaba para los dos cada despertar, ahora sabe más dulce, pero
cada 18 se torna amargo o insípido. Tu imagen se fue distorsionando hasta
borrarse, como quien se sube a dar vueltas en la bailarina y la velocidad nos hace
perder la forma de todo lo que nos rodea. Los primeros días sin ti fueron como ver
Diario de una pasión una y otra vez, bastaba que terminara para nuevamente darle
Replay. Era sufrir porque no estabas pero continuar viviendo, y seguir anhelando
que volvieras. Fue difícil despertar y ver vacío el lugar que ocupabas en la cama, le
daba los buenos días al silencio porque aún no me acostumbraba a estar sola. De
nuevo. Así que compré un perro para saber que alguien se alegraba de verme, para
cuidar de alguien más, para que lamiera mi mano cuando tuviese miedo, y para
abrazarle cuando llorara viendo películas de amor. Al inicio tenía miedo de olvidar
a quien me hizo tan feliz, pero ahora que he vuelto a recordarme he entendido que
no pasa nada con perdernos algunos días o años en los te quiero de alguien más,
pues nos recuperamos con más fuerza, con más sabiduría. Y sí, algo exhaustos,
pero tan solo basta algo de tiempo y distancia para recargarnos y volver por otro
raund.
Todo
Si te vas no voy a extrañarte.

Es tan triste quererte.

Me duele llevarte tan dentro.

Esas eran las frases que deambulaban en las noches como fantasmas. Todo
este tiempo buscando razones para no quererte, y me topé con el hecho de no dejar
de amarte. Todo este tiempo huyendo de ti, y ahora que quiero que te quedes para
siempre, te vas. Cuando terminas con alguien no vuelves a saber de esa persona,
pero no es cierto. Siempre llegan rumores, las redes sociales te recuerdan su
existencia, la ciudad les da sus rincones para encontrarse. Si te vas... Es como si la
ciudad olvidara que alguna vez exististe, que alguna vez fuimos felices. Estarás muy
lejos para poder buscarte. Todo perderá su sentido, y esta vez puede que sea para
siempre. Cuando salgo me despejo un poco, pero luego vuelvo a casa en las
noches, y vuelve la tristeza. Quisiera me dijeras que me quieres o que te espere,
porque cualquiera de las dos cosas estoy dispuesta a hacerlas, o más bien, siempre
las he hecho. Mi objetivo es tener mi cabaña en las montañas, pero siempre que la
visualizo también te imagino a ti llegando hasta ella y esta vez quedándote para
siempre. Porque tú eres mi Allie, eres un Te Amo que no se siente raro al decirlo,
eres todo lo que no necesito pero que quiero tener.
Muerte
Algo cambió drásticamente en el ambiente. El viento que me golpeaba era similar
al que se sentía en la película de Destino final antes de que la montaña rusa
empezara a desmoronarse. Yo no soy de tener presentimientos, pero este frío
fúnebre solo anunciaba malas noticias. Sabía que algo malo iba a suceder. Pero
nunca imaginé de qué se trataría. Me vi cruzando la calle, sospechando de todos
los sonidos que me rodeaban, de las bocinas de los autobuses, los crujidos de los
autos, los pasos de las personas, el choque de las hojas de los árboles. Todos se
movían en una especie de conspiración, excepto por un sujeto de chaqueta y
sombrero que se encontraba inmóvil al otro lado de la calle, sentí que me observaba
aunque no lograra visualizar su rostro. Cuando llegué al otro extremo, él había
desaparecido, pero a cambio me vi acostada en la carretera siendo rodeada por
personas horrorizadas por el charco de sangre que me envolvía poco a poco.
¿Cómo podía estar en dos lugares a la vez? Yo había cruzado, veía mis manos
para anclarme a la posibilidad de que se tratara de una alucinación. Volví la vista
hacia mi cuerpo pero frente a mí se hallaba el sujeto con sombrero. Antes de que
pudiese emitir alguna palabra, chasqueo sus dedos y fui absorbida por una
oscuridad que parecía ir de prisa hacia alguna dirección, pero al mismo tiempo me
encontraba atrapada e inmóvil en medio de la vía.
Las Formas
De noche las cosas cambian de forma, lo que parece una figura humana
observándome en realidad se trata de mi suéter sobre la silla. Las sombras que se
mueven por el piso se cuelan por la ventana y son patrocinadas por la luz de la luna.
La basura regada se vuelve diminutas criaturas o insectos. Todo cambia de forma
cuando no puedo dormir. Mis zapatos, mis paredes, la dimensión de mi cama, mis
pensamientos, los recuerdos, e incluso tú.
Locura
Artística
No podía parar de verla, desde que entró al salón fue como si una obra de Goya me
golpeara en la cara. Era una estudiante de intercambio, no conocía a nadie, y eso
lo hacia perfecto, ya que no sabía de mi reputación. Después de dos semanas de
observarla, de calificaciones bajas, de andar distraído. Decidí dibujarla. Repasaba
con delicadeza la curva de sus labios, sus rasgos firmes, pintaba con acuarela el
océano que habitaba en sus ojos. No podía acercarme a ella, su belleza intimidaba
mis palabras.

Decidí dejar mis dibujos en su mochila. Después de unos cuantos, empezó a


obsesionarme su sonrisa al verlos. No me bastaba con observarla, dibujarla ya no
era suficiente, tenía que pensar en otra cosa, y fue cuando se me ocurrió fotografiar
a tan perfecta chica. Ella no se dio cuenta de las veces en que la seguía; me grabé
sus rutinas, sus recorridos, conté sus pasos, y fotografié cada movimiento. Las
paredes de mi habitación eran un collage de ella.

Necesitaba más, mucho más. Había encontrado a mi musa, la única que me


había inspirado, mi obsesión me obligaba a explotar toda forma de arte para
alabarla. Pero pronto se iría... ¿Qué sería de mí sin mi musa? Lo pensé por
semanas. En su penúltimo día en la ciudad, después de una reunión con sus
amigos, la acompañé desde lejos a su casa. A los minutos noté que sus padres
temporales se habían ido, fue entonces cuando la idea vino a mí, la inspiración nació
como un árbol que no paraba de crecer. Dejándome llevar por la obsesión y el
morbo, entré a su casa.

Era una casa moderna, tenía un ambiente tranquilo y familiar, su habitación era
la última puerta. La abrí con cuidado. Ella dormía, se había arropado completa,
parecía un bulto sobre la cama. Me tomé mi tiempo para mirar su habitación, para
ello encendí las luces esperando que no se despertara.

No lo podía creer...

Sentí que el mundo había dado una vuelta de 180°, la respiración se fue
haciendo más pesada.
Sus paredes eran un collage de… mis fotos.

Me había observado más de lo que yo la observé ¿Pero cómo era posible?


¿Estaré soñando? Caí de rodillas al suelo por el peso de la sorpresa, al bajar la
mirada había una fotografía. Se trataba de mí, de este instante. Ella estaba detrás…

Antes de voltear sentí un golpe en mi cabeza y perdí la consciencia.

Cuando desperté no podía sentir mi cuerpo, la luz era roja y el ambiente húmedo.

-¿En dónde estoy?- Pregunté al fin.

-En mi habitación secreta, en donde surge mi inspiración, el único lugar en donde


mis padres no me molestan.- Dijo ella mientras hundía sus manos en cera.

-¡¿Estás demente?! ¡Déjame ir!

-No, tú eres mi fuente de inspiración, no puedo marcharme sin culminar mi obra


maestra.

-¿Obra maestra?

-¿Creíste que no sabía que me seguías?, yo hice que te obsesionaras conmigo,


que creyeras conocer cada uno de mis pasos, y esa inocente obsesión te trajo hasta
acá, hasta el final de tus tiempos, o mejor dicho, hasta tu inmortal vida... de cera.

Ella no me había ganado en mi propio juego, ella diseñó el juego. Que perfecto
y poético resultaba esto, ser la inspiración de quien me inspira. No pude parar de
reír, era una risa desenfrenada, sabía que morirá y aun así me resultaba hilarante
este momento. Dejé que sus manos tatuaran la cera en mi cuerpo. Solo dejó mi
boca al descubierto, por lo tanto aún podía respirar con dificultad.

-Dulces sueños, amor. Saluda a Goya de mi parte y háblale de mí- Dijo ella antes
de besarme con pasión, mordía mis labios intentando arrancarlos, metía su lengua
como si pintara con rabia dentro de mi boca. Me besó hasta que ya no pude respirar.

Recibí a la muerte con la locura de mi musa pintada en mis labios.


Melifluo
Amelia
No tengo buena memoria, y menos con los nombres, pero cuando oí el tuyo hasta
grabé en mis pupilas el movimiento de tus labios al pronunciarlo.

Cuando ella camina el mundo lo sabe, por eso la atmósfera cambia, y mi oxígeno
cambia. Aunque no la vea sé que está ahí, como si su belleza activara todos mis
sentidos. Ella es como una obra de arte, la miras y no puedes dejar de hacerlo, y es
que tampoco quieres. Pero no te basta con eso, quieres más de ella, quieres oír su
voz, quieres que sonría para ti, quieres perderte en sus pupilas. Ella es diferente,
en un buen o mal sentido, solo se nota que no es igual a las masas, y eso es lo que
más atrae de ella, porque quieres conocer su mundo, quieres saber qué piensa,
saber cómo percibe la realidad que resulta una completa mierda para ti. Y sí, en el
proceso ¿Por qué no enamorarse de ella? Valga o no valga la pena. Pero de seguro
lo valdrá, ganes o pierdas. Pero conocerla y los sucesos que se desenlazarán a raíz
de eso ya no depende de ti, sino de ella, ya que ella es demasiado para cualquier
persona. Pero así es ella, tan libre, tan hermosa, tan ella. Así es Amelia.

¿Cómo te hago entender que si no me miras siento que no existo? Te has vuelto
como una estrella ante mis ojos, tan hermosa y tan inalcanzable, temo por el día en
que te vuelvas lejana, muy distante para atraparte en mis pupilas, porque me gusta
irradiarme con tu brillo, así como me gusta el sonido de tu voz, así como me gusta
lo lento que fumas un cigarrillo, me da el tiempo suficiente para escucharte hablar
de lo que sea, para conocerte un poco más.

Pero al final fuiste tan efímera, tan rápida, tan fugaz que no tuviste tiempo de
mirarme. Y tu brillo me vislumbró tanto, que cuando al fin pude abrir los ojos, tú ya
no estabas. Y mi oportunidad de enamorarte se fue en un parpadeo.
Costumbre
¿Por qué las relaciones no son un eterno inicio? Cuando nos esforzamos más en
ver las virtudes que los defectos, cuando simplemente nos esforzamos y
agradecemos por lo que la otra persona nos da, por más pequeño que sea. Nos
alegramos por un simple paseo, o una tierna caricia. Maldita costumbre de no
acostumbrarnos a ser felices, a no agradecer por lo que ya tenemos, por aspirar a
más y sufrir por no tenerlo, por buscar excusas para marcharnos en vez de razones
para quedarnos. Porque el amor nunca muere, somos nosotros los que morimos,
pero nos empeñamos en culpar en todo momento al amor, porque somos más
cobardes que valientes, creemos que es más fácil victimizarnos que seguir
luchando, y le tenemos tanto pánico a considerarnos villanos, y por eso nunca
aceptamos nuestros errores. ¿Por qué se nos hace más fácil recordar los finales
que los inicios? ¿No nos trae más alegría recordar las risas que los llantos? Maldito
empeño de querer ser infelices, de querer inmortalizar el dolor y convertir en
recuerdos borrosos los momentos en que fuimos felices.
Marejada
Qué tienes tú que logras alborotar todo en mí. Tal vez sea esa mirada penetrante
que estremece hasta mis huesos. Su elocuencia transformándose en humor. Su
manera de acercarse y de tocarme. Divago en las sensaciones buscando un por
qué, un origen, una razón. Se trata de mi ego queriendo poner nombre a lo que
siento. Está en mí, pero su entendimiento está fuera de mi alcance. Me miras
fijamente y se duermen mis pensamientos para sentirte.
Amor
Era un amor que me absorbía por completo, me sentía infinita entre sus brazos y
única entre sus labios. Era tal la magnitud de sensaciones que revoloteaban en mí
cuando ella estaba cerca, o cuando sabía que pronto lo estaría, que deseaba
guardarlas en una botella de cerveza y beberlas a mi antojo, tan suave o tan rápido
como yo quisiera. Si pudiésemos guardar el hormigueo que nos regala el amor, de
seguro nos haríamos adictos a su sensación si lo usáramos cuando nos rompen el
corazón. Y yo que no soy de adicciones, me llenaba de ansias la idea de estar con
ella, nos despedíamos y ya anhelaba verla de nuevo. Es que ¿Quién no amaría las
pupilas que reflejan nuestra felicidad? No podía dejar de verlas, o más bien, no
quería dejar de hacerlo.

Mi nombre vaga en el aire hasta que encuentra su lugar en el mundo. Sus labios.
Y mi rostro es completamente invisible hasta que su mirada lo atrapa. Cuando no
estoy con ella, es como si mi imagen se difuminara, como si dejara de existir, la
sensación vacila en mi vida hasta que ella vuelve a dibujarme. Y no es que dependa
de ella ¿Pero quién en su sano juicio querría alejarse de la única persona que te
hace sentir viva? Y ella, aunque fuese un infierno, me hacía sentir viva entre sus
llamas. Su amor me quemaba, me calcinaba, me sumergía, me dejaba
completamente sedienta necesitando saciar mi sed. La quería, y no es normal que
yo esté segura de lo que quiero, pero esta vez no tenía dudas. Pensaba en ella y
de inmediato me abordaba la necesidad de tenerla, de hacerla mía, de devolverle
ese mundo de sensaciones que ella me había hecho conocer. Quería que ella se
sumergiera en mí, que se dejara cubrir por un mar de amor que gota a gota se fue
forjando desde la primera vez que la vi.
Si ella no es el cielo, no me importa. Cambiaría mi eternidad en cualquier paraíso
por una vida con ella. Porque ella es lo que quiero para mí. Porque la amo con cada
átomo de mi cuerpo, realmente la amo.
Fingiremos Olvidar
Un día nos miraremos y fingiremos que nunca hicimos el amor, nos miraremos sin
expresión alguna y olvidaremos que antes no parábamos de sonreír. Yo fingiré que
nunca amé tus ojos color otoño, y tú te convencerás de nunca haber amado mi
pésimo sentido del humor, que sin embargo, lograba hacerte estallar en risa. Yo
miraré tu piel y olvidaré que alguna vez me perdí en ella, y tú mirarás mis labios y
fingirás jamás haberlos besado con pasión. Olvidaremos todo lo bueno, todo lo que
alguna vez declaramos felicidad, todo lo que en ese entonces nos había hecho
adictos a lo que sentíamos, a las promesas que hicimos, y todo lo que alguna vez
llegamos a ser. Porque cuando llegue el día de mirarnos, de pasar uno al lado del
otro fingiendo no conocernos, recordaremos palabras dolorosas, lágrimas amargas
y un alma destrozada, recordaremos aquel final que pudrió nuestro amor y hoy nos
convirtió en dos extraños que han olvidado todo.
Socializar
Sé que somos materia compuesta por átomos que se formaron un día en el interior
de las estrellas, y sé que al observar una estrella la vemos un segundo después de
su tiempo real. Cuestiono la llegada del hombre a la luna, y mantengo la creencia
de que los experimentos más horripilantes en la historia de la humanidad se han
realizado en los Estados Unidos. Sé que la guerra de los 100 años duro 116 años,
y que U.U.E.E acabó con las guerras mundiales pero antes mantuvo una alianza
con Hitler. Mantengo la idea de que Hitler no murió el día en que la historia lo
anuncia. Sé que antes de Cristóbal Colon, Eratóstenes descubrió que la tierra era
redonda 276 años a.c. También sé que el hombre no ha llegado al sol, ni más allá
del centro de la tierra porque no hay material que resista más de 100 ºC. Sé que los
rasgos asiáticos son singulares porque su origen proviene de una rama de
homínido distinta a la nuestra. Sé que nunca vamos a ver un color tal cual como es
porque solo vemos diferentes tonalidades de acuerdo al reflejo de la luz, y sé que
aún hay infinitas cosas por saber. Pero no sé los nombres de los cantantes y actores
más famosos, tampoco he visto demasiadas películas y no me interesa en lo
absoluto el maquillaje, se muy poco sobre música porque en realidad no me gusta,
tampoco veo mucha T.V. y soy patética contando anécdotas graciosas. Por lo tanto,
a la hora de querer socializar me limito a no hacerlo, puesto que las mujeres solo
hablan de otras mujeres, de hombres, ropa y maquillaje; y los hombres aprovechan
cualquier conversación para presumir de lo que carecen y concluir hablando de
tetas. Mientras yo quisiera mantener discusiones filosóficas con personas que
mantengan una mente abierta ante esta relativa y cuestionable existencia, la
sociedad que me rodea responde con una expresión confusa ante mi pregunta de
“¿Cuál es el origen del universo?”, segundos después evaden el tema y continúan
conversado de cuestiones tan poco importantes y tan vacías como sus mentes.
Volverla a Ver
Sentí que mi corazón se aceleraba. Luego sentí frío, tanto, que mi cuerpo comenzó
a temblar. No sabía si quería huir o quedarme a contemplarla un poco más. No
sentí ganas de correr a sus brazos, tampoco pude mirar directamente a sus ojos,
no esperaba un saludo o una sonrisa de su parte. Pero, hubiese preferido no
toparme con ella. Fue mi primer amor, cada vez que tropiezo con su presencia me
es inevitable sentir que aún la quiero, saber que estuvo conmigo; que fue mía, que
fui de ella. Pero en el instante en que opto por huir de su imagen, siento la calidez
de otro rostro, de otra mano acariciando mi mejilla y enlazando mis dedos. Siento la
sonrisa del presenta alejar el frío del pasado. La siento a ella, quien ahora es mía,
arrancando de mi pecho el amargo recuerdo de una piel pálida, de una piel que amé
antes que a otras, pero que ahora sólo es un vulgar recuerdo, un nombre que a
veces olvido, una imagen que no hace el menor escándalo en mi vida.
Límites
Observar la luna y las estrellas suele hacerme sentir insignificante, y para el cosmos
realmente lo somos. No importa la gravedad de nuestros problemas, la soledad más
desgarradora, ni la felicidad más escandalosa que llegásemos a sentir. Nada de
esto causará el más mínimo impacto en el universo. Por lo tanto, es absurdo
colocarnos tantos límites en nuestra vida, ninguna de nuestras acciones alterará el
espacio y tiempo. Algún día simplemente desapareceremos y seremos uno más del
montón, un montón que igualmente es insignificante ante la infinidad del espacio.

Por eso yo elijo abrir mi pecho y que los límites se larguen de mí.

Es mejor vivir una vida donde te has sentido vivo e infinito, a que la vida pase
por mis ojos sin vivirla o sentirla.

Hay que sentirnos efímeros para ser eternos.

Hay que vivir sin límites para ser infinitos.


Gracias
Me alegro de que existas, solo así pude conocerte. Estoy segura que no podría
conformarme con soñarte, no podría ir por la vida sintiéndome incompleta. Tú haces
que no me importe que el mundo no tenga sentido, porque todo lo que me interesa
saber es que te amo. Haces que no quiera desear nada más, y es que ¿Cómo
podría? Si ya te conocí. Sin embargo, ahora que eres mía siento que una vida no
es suficiente para perderme en tus pupilas, y cada vez que nos despedimos pienso
que debí abrazarte más, besarte más seguido. Es que contigo nada me parece
suficiente. Los días deberían ser más largos y las horas infinitas, pues eres un sueño
del que no quisiera despertar. Mi felicidad está en tus labios cuando pronuncias mi
nombre, cuando dices que me amas y cuando sonríes. Está cuando me miras,
cuando veo el reflejo de mi mirada enamorada en tus pupilas dilatadas. Cuando me
abrazas con fuerza. Quiero que tu amor esté en todos mis presentes, porque eres
y siempre serás tú el único amor de mi vida.
Estar con Ella
Estar con ella se sentía como un sueño. Ya habían transcurrido tres años desde la
última vez. Después del primer beso me desconecté por completo de mi vida. Yo no
lo recordaba, pero mi cuerpo tenía buena memoria, cuando se despojó de su camisa
mis manos sabían a dónde ir. Recorrí su cuerpo como si en braille apreciara un
cuadro de Dalí, me perdía en su espalda y reposaba en la curva de su cintura, bajé
por su abdomen y me sumergí en su entrepierna, en la zona más cálida de su
cuerpo. La recorrí por completo hasta volver al punto de partida. Sus labios. Por
momentos sentía que me sumergía en ella, y no pude ignorar la vibración que ella
causaba en mi piel, como si alborotara todas mis células. Durante el instante que
estuve con ella no podía dejar de pensar en si era real. Había soñado tanto tiempo
con este instante que tenía miedo de que solo fuese un sueño más. Que nada fuera
real. Por momentos sentía que su habitación se desvanecía, luego su cama,
después sus besos, y por último ella. Pero no fue un sueño, hicimos el amor, y para
cuando lo acepté ya era tarde, ya nos habíamos despedido. Por tanto esperar el
volver a tenerla en mis brazos, cuando llegó el momento no supe apreciarla como
lo había imaginado.
Cliché
Nos conocimos cuando sentías una completa curiosidad por el mundo, siempre
explorabas sus rincones. Por mi parte, quería cambiar al mundo creyendo que ya lo
conocía todo, siempre equivocado. Pero terminé descubriéndote y tú terminaste
cambiando mi mundo. No éramos el uno para el otro, pero éramos perfectos juntos.

Tardé cinco segundos en enamorarme de ti y dos meses en decirte que te


amaba, aunque confieso que te amé desde el momento en que tus grandes ojos
fijos penetraron en mi vida.

Yo era infantil y tú tan madura. Te cautivaba mi inteligencia y yo envidiaba tu


sabiduría. Tú tan tímida y yo tan torpe, tuve que aprender a leerte entre líneas. Esta
fue la imagen que construimos y destruimos con el paso de la relación.

Todos mis sueños apuntaban a tu dirección, no sé en qué momento cambiaron


de rumbo.

Mi error fue asumir que te tendría por siempre. Tu error fue pensar que lo que
sentías era amor. Nuestro error fue un cliché de película. Creamos dependencia.
Juro que…
Juro que no hice ninguna de las cosas horribles que dicen de mí, más que la de
decidir olvidarte, y si alguna fuese cierta es porque tuve mis razones, así como tú
tuviste las tuyas para marcharte sin decir adiós, como las típicas frases cliché que
solíamos leer acurrucados en los días lluviosos, mientras prometíamos, entre te
amos, no permitir convertirnos en esa clase de historias tristes. Ahora estás a más
de 80.000 km hacia el sur con el corazón roto dispuesto a repararlo para volver a
usarlo con alguien más. Y yo estoy aquí... escribiendo sobre nosotros.
Él
Nunca oí su voz, nunca pronunció palabra alguna. Era tal vez una sombra o quizá
una alucinación, solo sé que siempre estaba ahí, observándome. Después del
tiempo perdido en años yendo a psiquiatras me limité a fingir que ya no lo veía. –No
hay nadie ahí, cariño.- Era lo que solía decirme mi madre cuando la llamaba entre
gritos desesperados porque Él cada noche se encontraba a la orilla de mi cama.
Lucía como cualquier hombre; era alto con la piel pálida, tenía ojos muy oscuros y
apagados al igual que su cabello, solo se limitaba a seguirme a cualquier lugar,
nunca me dejó sola ni por un segundo, nunca respondía a nada de lo que le decía,
siempre pareció calmado e inofensivo hasta que me enamoré de alguien.
Finalmente logró aislarme de todos, entendí que me quería solo para él a mis 24
años de edad; la muerte de mi querido Eloy, de mi primer amor, lo había visto como
una casualidad que dejó un gran dolor en mí por muchos años. Cuando me di la
oportunidad de volver a amar, Él asesinó a Matías frente a mis ojos. La soledad me
hizo creer que yo era invisible pero muy visible para él, las personas siempre
tuvieron razón, yo había enloquecido, finalmente me resigné ante esa realidad. Sin
familia, sin amigos, y sin nadie a quien pudiese importarle regalé al mundo mi último
aliento a la edad de 78 años, sentí su lágrima al caer por mi mejilla. –Finalmente
regresarás a casa, mi amada.- Dijo él, su voz me recordó que yo siempre le había
pertenecido, y en ese instante regresé a los brazos de la muerte.
Ryan
Me gustó su personalidad, y terminé con él exactamente por cómo era. Él quería
una vida llena de lujos, por eso se dedicaba a conseguir mucho dinero en cualquier
negocio y a perderlo en menos de 48 horas. Le encantaba la ropa de marca, gorras
planas doradas, botas, selfies, el mejor teléfono. Él quería lo mejor de lo mejor, solo
para tenerlo, quería dinero para gastarlo. Era un niño rico en la quiebra, tomaba
decisiones sin hacer planes. Su vida era un completo desastre, y lo peor es que él
era un buen chico, sólo había tomado el camino equivocado, y por eso actualmente
está solo. Siendo su novia era muy fría y odiosa con él, realmente esperaba quererlo
o que él se diera cuenta de que realmente no teníamos una conexión. No sé si
merecía o no todo lo que le estaba sucediendo, pero yo estaba de más en su vida
y él de más en la mía.
Ángel
Cuando recuerdo el tiempo en que te amé, no tengo dudas de que fue real. Pero
nunca te di la oportunidad de romperme el corazón, de convertirte en musa, en
pasión, y finalmente en herida. Apagué una fogata que nunca encendió y sin
embargo, dejó cenizas. Permití que nos convirtiéramos en un qué hubiese pasado
si, en vez de haber tomado el riesgo de besarte. A veces te tengo cerca, pero no
tanto como yo quisiera, como nunca pasó, como quizá nunca suceda. Y a pesar de
todos mis errores y fracasos, a pesar de todas las veces que te herí, hay algo que
debes saber, y es que significa mucho el tenerte en mi vida, me importas y me alegra
que estés bien. Y es que a pesar de todo lo que sucedió y todo lo que dije
anteriormente, yo te amo. Esta vez no estoy dispuesta a cometer los mismos
errores, no volveré a perderte, por eso simplemente quiero estar para ti siempre que
lo necesites, alegrándome porque estás bien, aunque no se deba por mí. Una vez
dijiste que si tenías la oportunidad de estar conmigo no la ibas a desaprovechar.
Tenemos la oportunidad, y no la desaprovechemos, te invito a conocernos de
nuevo, deja que me presente otra vez, deja que te conozca de a poco sin prisas y
sin otras intensiones más que la de estar presente en tu vida.
Marinero
Yo era un solitario marinero. Ella era una triste mujer que me esperaba en algún
muelle. El único muelle al que volvía. Ella decía que yo era como un ángel que hacía
su trabajo al revés, me iba cuando más me necesitaba y regresaba cuando ya no le
dolía. Yo besaba cada herida y escuchaba cada palabra. Era un amor sin
compromiso, sin pasado, sin futuro, y sin reclamos. Cuando la amaba tenía que
irme, sin dar explicaciones y sin hacer promesas. Ella no hacía preguntas ni
esperaba respuestas, sólo sabía que yo no estaba. Nada cambiaría en la
cotidianidad de la vida, ella seguiría estando triste, y yo seguiría sintiéndome solo.
Ella me esperaba pese a los días, los meses, o los años. Algún día quizá ya no
regrese, o algún día al regresar ella ya no me estará esperando.
Arte
Siento que retengo el aire presionando mi pecho, y solo exhalo cuando él me toca.
Siento que me vuelvo arte cuando me mira con esos ojos firmes y penetrantes,
pupilas viajeras que te sumergen en otros universos. Me vuelvo música cuando me
escucha, y él que es un concierto cuando habla, cuando me explica, cuando ríe de
cosas que solo él comprende. Siento que me expando cuando él se encuentra
cerca, cuando se encuentra a mi lado, tocándome, contagiándome de su calidez. Al
mismo tiempo me comprimo entre sus manos, como dejándome caer en su piel cual
si fuese un abismo infinito, como si quedase atrapada en el limbo de su esencia.
Atrapada en la dimensión personal de su sonrisa. Me siento plena, amada, viva,
suya. Solo suya.
Un Pueblo
¿Qué me gusta de este pueblo? El silencio. No se trata de esos silencios
incómodos, ni de esos que te abruman con pensamientos. Es un silencio que te
abraza en completa calma. Es tan diferente a la ciudad donde no pertenezco. Me
gustan las estrellas que se exhiben sobre este lugar, es como si aguardaran todo el
día para dar lo mejor de ellas durante la noche, como si su único propósito fuese
cautivar las pupilas de sus espectadores. Disfruto caminar al ritmo de la tranquilidad
por sus calles simples, y llenas de todo. Tan diferentes a las avenidas de la ciudad,
tan ruidosas, transitadas por autos afanados y peatones infelices. Avenidas y calles
tan llenas de nada, tan vacías.
Iridiscencia
Rojo
Me he enamorado un par de veces, y lo experimenté en diferentes formas. La
primera vez me enamoré con el corazón, estaba como quién dice, ciegamente
enamorada, el problema recae en cuando abres los ojos. La segunda vez me
enamoré con la cabeza, quizá por eso no era amor, sólo es creer que amas a alguien
porque esa persona te conviene y te da estabilidad. Pero de ella me he enamorado
con el corazón y la cabeza, y esta vez resulta irónico que mi cerebro se haya
quedado ciego y mi corazón se haya vuelto cuerdo. Cuando la miro pienso Ella no
es lo que estaba buscando, pero mi corazón me hace sentir que ella es todo lo que
necesitaba
Inseguridades
Sé que no dejarás a un lado tus inseguridades sin importar cuántas veces te diga
que eres hermosa. Sólo espero algún día te mires en el espejo y te des cuenta de
que no te hace falta nada. En ese momento te estarás viendo a través de mis ojos.
Rutinas
Contigo se acabaron los viernes en la taguara, los domingos de póker rutinarios con
mis amigos, las mañanas sin sentido y las noches solitarias. Contigo las rutinas no
eran tan malas; los viernes de películas, el paseo de los sábados, y los domingos
de compra para comer en la semana. Contigo las mañanas eran más brillantes y las
noches menos oscuras, los besos no eran sólo besos, y la intimidad era más amor
que sexo. A veces vuelvo a los viernes de taguara, los domingos de póker rutinarios,
las mañanas sin sentido y las noches solitarias, pero la diferencia es que vuelvo
contigo.
Aviones de Papel
Hoy he muerto. Estar sin ella no es vivir. No sé cómo decirle que no volveré, que
esperarme es perder su tiempo, que las promesas ya no significa nada, que
nuestros planes se perdieron en la realidad. No sé cómo decirle que mi rumbo es
incierto, iré a cualquier lugar menos a mi hogar que es ella. No sé cómo explicarle
que me duele el alma, que me guardo las lágrimas para no darle explicaciones a
quien me vea decayendo en la desilusión. Quisiera poder decirle que volveré a sus
brazos, que volverá a sentir mi calor, que reviviré con su aliento. Pero ese encuentro
no se dará. ¿Por qué el destino se empeñó en encontrarnos si nos separó sin previo
aviso? Creí que ella era el amor de mi vida, pero resultó ser un amor imposible.
¿Por qué el universo nos da felicidad y luego nos la arrebata? Yo no quería un
capitulo con ella, quería un libro sin final. Hoy no sé cómo decirle que no podemos
escribir nuestra historia en aviones de papel.
Negro
Las cosas no se sentían como antes. No me estaba esforzando, no me emocionaba
el escuchar su voz. Siempre encontraba una excusa para elegir a la soledad. Los
minutos parecían horas, y los días semanas, el tiempo transcurría despacio y aún
más en mi mente. Me encontraba en un mar de pensamientos, y lo vi. Se trataba de
una relación de cuatro, ella con sus inseguridades y yo con mi pasado. Ella no era
para mí, siempre lo supo y yo no quise aceptarlo porque la quería, pero ya no
teníamos nada más que ofrecernos, sólo los rincones podridos de nuestras almas,
y yo nunca he estado dispuesta a entregarme del todo, y ella a medida de que lo
hacía se sentía desnuda, más vulnerable, más insegura. Al final sólo fuimos buena
compañía. Ella decidió quedarse con sus miedos, y yo con mis fantasmas.
Incoloro
Las discusiones comenzaron y no parecían cesar, como si lo acumulado en nueve
meses, de repente estallara. No sentíamos la misma emoción, hicimos de las
conversaciones una rutina. Pensábamos que ser diferentes sería bueno, pero
terminamos por darnos cuenta que no éramos la una para la otra. Pensamos que
todo había sido una ilusión, todo sucedió tan rápido que terminó con el mismo ritmo.
Y al inicio de nuestro final, nos dimos cuenta que en realidad no éramos el otro
extremo de nuestro hilo rojo.
Adiós
Hay relaciones que terminan tan rápido que ni siquiera has terminado de parpadear
cuando ya recibes el golpe del adiós en el corazón.
Blanco
Antes no podía imaginar tu ausencia, ahora la vivo. De haberla podido imaginar
cuando no la vivía, te hubiese besado por períodos más largos, sin importar que
fuese en público. Te hubiese abrazado más fuerte, te hubiese hecho el amor más
lento, te hubiese dicho que te amaba con más frecuencia. De haber podido imaginar
que dolería tanto, nunca te hubiese dejado.
Abismo
He vuelto a Escribir Poemas Tristes
He vuelto a escribir poemas tristes. Ciertamente es mejor embriagarme con letras
que volver a cortarme los labios con una botella de ron. Aunque la resaca sea la
misma, aunque siempre quede un mal sabor a fracaso. ¿Qué podría pedirle al
mundo que no haya tenido ya? ¿Quién puedo ser que ya no haya sido? Son los
restos de mí los que escriben estas líneas. Los restos de alguien que no existe, que
nunca existió.
Soledad
Me siento aturdida por el ruido que hace la soledad, por la compañía del silencio.
Tengo tiempo para mí. Es lo que me digo para consolarme, pero al oír a mis amigos
hablando de sus parejas, de lo bien que la pasan, de sus discusiones, de sus
reconciliaciones, de pequeñas cosas que les hace ver felices, pienso en que ojalá
me sucediera a mí. Es muy pronto, pensarán los que me conocen, los que han visto
tomados de mis manos a varios chicos año tras año. Pero es que estar acompañada
no te libra de la sensación de estar en un abismo, así que pensé si acompañada me
sentía sola, mejor encerrarme en mi habitación hasta que mis heridas sanen, que
ya hace años que ni siquiera han comenzado a hacerlo, y cada chico ha sido como
una patada en el mismo lugar, como un raspón que no para de sangrar. Y aquí
estoy, con miedo de escribir, pues nunca se sabe qué palabras puedan escupir mis
sentimientos.
Te Extraño
Te dije que te quería, no era del todo cierto pero tampoco del todo falso. Aún no sé
lo que es querer, y si un día lo supe ya lo he olvidado. Quisiera que no fuese así,
quisiera quererte con todo o simplemente no quererte. Pero no soy como tú, yo vivo
en el centro y tú en un extremo o en el otro. Te dije que quería estar contigo, esto
tampoco era del todo cierto o del todo falso. Pensé durante mucho tiempo las
razones para estar contigo o para no estarlo, pero una vez me dijeron que al
momento de hacer algo si debía pensarlo demasiado no lo hiciera, si de verdad
quisiera hacerlo no lo pensaría tanto. Y así fue como te dejé marchar a pasos lentos,
volteando hacía atrás con la esperanza de que fuera a buscarte.

No te he dicho que te extraño, y esto es del todo cierto.


Morfina
La idea de la soledad es amarga, es como probar sushi por primera vez, a nadie le
agrada el imaginar en su boca un pedazo de pescado crudo, y de paso tener que
tragarlo casi sin masticar. Así es la soledad, como un veneno amargo que a sorbos
se va tornando dulce, y adictivo como cualquier droga, como el café en las mañanas,
como un libro que te atrapa entre sus líneas. Por un tiempo, mientras vas encajando
en rutinas solitarias, en despertares sin los Buenos días, en citas para uno, mientras
llenas los espacios vacíos de tus días con monólogos y pasatiempos que
entretienen a la soledad, vas olvidando cómo era la compañía, cómo iniciar una
buena conversación, cómo causar gracia, y empiezas a cuestionarte si podrías
encajar en algún grupo. Como el tiempo es una variable, pues es relativo para cada
persona, no podría decir cuál es el momento exacto en el que caes en cuenta de
que te has enamorado de ti mismo, ya no te importa lo que los demás piensan de ti,
y dudas de que alguien pueda llegar a conocerte tanto como tú te conoces. La vida
y tú se mezclan en una botella de cerveza, la cual no quieres que acabe, por eso la
bebes lento, anestesiando tu boca con su sabor amargo, con su frío gradual.
Anestesiado tu vida con la morfina de la soledad.
Depresión
He descubierto un nuevo estado de la depresión. Cuando llego al punto en el que
no puedo sentirme peor, llego tan al fondo que no me queda más opción que
sentirme bien. He pensado tanto que ya no hay más qué pensar, solo observo y me
dejo llevar. Como no hay alguien que me espere ni tengo prisa en llegar a algún
lugar, no me queda más que caminar con calma, esto ha hecho que disfrute un poco
más la frescura de la brisa en mi piel. Como ya no necesito el silencio para pensar,
coloco la música a todo volumen, y me dejo llevar más por el ritmo que por la letra.
El punto es que ya no hay punto. No me siento ni bien ni mal, no hay una salida y
tampoco una entrada. Sólo soy como un átomo suspendido en medio de la nada,
pero no es del todo malo. Cuando dejas de esperar, hasta lo más mínimo te
sorprende.
Perdóname
Perdóname, no soy tan fuerte como ambos pensábamos que lo era. Quisiera tener
la fe que aún tienes en mí, pero ya no puedo. Y créeme que lo intenté, cada día era
un nuevo reto y lo asumía con ganas, porque tenía sueños, tenía un propósito. Ser
mejor cada día. Cada caída me hería, pero me ponía de pie y seguía caminando.
Sé que me detuve muchas veces, pero solo lo hice para reorganizarme, así mis
planes cambiaron no una, sino cientos de veces. Sabes que me he perdido, que he
llorado, que incluso te he culpado de mis males y la repercusión de los males del
mundo, muchas veces no vi que solo intentabas ayudarme, ya sabes lo terca que
puedo ser, y aún más cuando estoy dolida. Sé que prometí no rendirme, pero me
siento agotada, estoy cansada de relamerme las heridas y de automotivarme cada
mañana diciéndome Tranquila, es solo un día más, las situaciones no son
eternas, ya pasará. Pero no ha pasado, me siento estancada en una profunda
tristeza, he intentado fingir ser feliz pero ya ni siquiera le encuentro el sentido a la
palabra, supongo que se ha perdido entre los tragos amargos de una mala vida. No
sé quién soy, me siento sola, perdida, y agotada. Sé que no puedes entenderlo,
también sé que esta no es la vida que querías para mí, tampoco es la que yo quería,
pero la fui construyendo con malas decisiones, y cuando quise remediar las
consecuencias, todo se hizo más pesado, cada año era más difícil que el anterior.
Tengo hambre, frío, y una lluvia de preocupaciones. Sé que hay personas que están
peor, y otras que salieron de este pozo, y créeme, quisiera ser una de esas personas
que lo siguen intentando hasta lograrlo, pero siento dos cosas en este instante; que
no va a haber mejora, y que no tengo esa fuerza de voluntad que ambos nos
gustaría que tuviese. Dije que esperaría a sentirme diferente, que los pensamientos
y las emociones se dan por las situaciones pero se pueden controlar, y eso hice,
busqué ayuda. Pero he esperado ya hace cinco años y me sigo sintiendo infeliz
desde hace catorce. Tal vez soy de esas personas que no tienen remedio, de esas
que nacen rotas. No te culpes por favor, yo existo porque tú tenías planes para mí,
porque yo estaba dispuesta a cumplirlos, porque te hice una promesa que ya no
puedo cumplir. No es tu culpa, es mía por no ser tan fuerte, por no poder con este
peso aferrado a mí que me asfixia constantemente, por esta depresión que no pude
controlar. Perdóname. No recuerdo la vida que tuve contigo, pero estoy segura de
que fue maravillosa. Te agradezco por esa parte de ti que siempre me has dado,
pero ya no nos veremos de nuevo, tu presencia no abarca ese lugar a donde van
las almas como las mías. Las almas rotas.
Quiero que Sepas
Quiero que sepas que dejé de fumar. Estoy tratando de hacer cambios en mi vida,
estoy empezando de nuevo. Eso era lo que querías ¿No?

Te he hecho caso y me deshice de lo bueno y de lo malo, de la ropa vieja, de


todo lo innecesario, del novio que tenía pero que no quería, de mis dibujos, de los
libros que nunca quise terminar de leer, de todos los que decían ser mis amigos
pero nunca supieron estar en las malas.

Dejar los malos hábitos me costará un poco, aún me muerdo las uñas por ansias,
aún fumo yerba antes de dormir, aún pienso hasta que se consumen mis neuronas,
aún me guardo las lágrimas.

Dijiste que debía ser fuerte, y créeme que lo intento, pero es que también me
siento tan sola.

A veces siento que no puedo con todo.

A veces tu voz en mi mente se vuelve muda.

A veces vuelvo al abismo. El lado bueno es que ya me he grabado la ruta para


ascender, y he ganado resistencia para el camino.

Es que mi temor no es que no pueda volver a la cima,

Mi temor es que quizá…

Un día de estos

No quiera volver.
El Sentido
Hay un momento en que se pierde el sentido, y yo me pierdo junto con él. Lo busco
en lugares donde sé que nunca estaría, porque en el fondo realmente no quiero
encontrarlo. Me pierdo tanto, que estoy a punto de olvidar hasta mi nombre, pero es
ahí cuando él aparece. Regresa diferente, con otros objetivos, más maduro, más
herido. Más mío
Reinicio
No sé cómo empezar. Ya son más de doce meses de palabras acumuladas, de
pensamientos desorganizados, de emociones incomprensibles. Me siento sumergida en un
sueño, como si alguien me hubiese sacado de mi realidad y me hubiese metido en una
esfera donde todo es más brillante, más fresco, más suave. Me siento aislada, muy lejos
de lo que soy, de lo que pienso y de lo que siento. Y mientras pasan los días, siento que
me desvanezco, que me pierdo en este sueño, que me olvido de mí. He llegado a sentir
que olvido incluso cómo he llegado a este punto, a esta vida. También he empezado a orar
luchando en contra de mis fantasmas, he pedido a Dios sabiduría, he pedido a él que me
guíe y me enseñe el camino hacia la verdad, ya hace muchos años que me siento perdida,
que he intentado autodestruirme cada vez que decaigo en mis inseguridades y en mi
inestabilidad. Pero ya no quiero decaer, quiero ser mejor y crecer como persona, quiero un
rumbo, y he decidido empezar por una base.
El Barón
Del
Desierto
La botella derramó hasta la última gota de vino mientras el solo de violín que sonaba
en la radio aruñaba mis entrañas. Intentaba reflexionar entre mi borrachera todo lo
que había sucedido, todo lo que no había podido evitar. Me sentía más lleno de
fracasos que de licor, más inundado de resentimiento hacia mí. Sentía que mi vida
eran dominós en fila desplomándose sin saber qué lo detonó. Intenté rebobinar la
cadena de acontecimientos, intentando dar una respuesta al porqué de este dolor.
Mi última herida llevaba el nombre de Marline, me había enamorado de su extraña
manera de ver el mundo color azul, de sus hoyuelos, de sus historias sobre
mitología egipcia, y de sus sueños de viajar a Roma y montar un viñedo. No sé qué
vio en mí, pero amaba su manera de mirarme, como si hubiese algo que admirar.
La última vez que vi sus hoyuelos desaparecer entre gritos y lágrimas, fue el mismo
día en que dijo que mi vida era una caja de cartón, que yo era de esas personas sin
remedio porque nacen rotas, destinados a fracasar, a relamerse las heridas y culpar
al mundo por sus tropiezos. No le respondí nada, solo la observé marcharse a pasos
lentos con una maleta vieja donde llevaba los restos de lo que fue nuestra vida
juntos. Con una sobredosis de despecho y tres botellas de vino nadando en mi
organismo he llegado a pensar que ella tuvo razón, que yo tuve la culpa de alejarla
de mi vida, porque de alguna forma mi indiferencia y mi manera despectiva de hablar
le hicieron pensar que ella era una carga, más que mi refugio y mi apoyo.

Quisiera pedirle perdón, pero ya no hay manera de llegar a ella. Se ha ido lejos.
Solo espero que haya podido llegar a Roma, que sus sueños se cumplan, porque
no hay nada más admirable en esta vida que una persona con sueños, y aún más
admirable, que esté dispuesta a cumplirlos. Yo siempre fui más como un barco a la
deriva, navegando sin rumbo dispuesto a ir a cualquier lugar donde me llevasen las
olas, sin visión ni metas. Y estas fueron exactamente las palabras que utilizó el
gerente para despedirme de la empresa de telecomunicación donde trabajaba,
porque yo solo era un peso en aquella gran organización donde todos competían
por llegar más alto, mi aporte era muerto. Me agradeció por los diez años de mi vida
que le había dado a aquella empresa, me pagó un cheque grande y salí por aquella
puerta sin tener ni la menor idea de qué haría ahora con mi vida. Nunca había
estudiado como mi padre quería, mi madre nunca estuvo, y de cierta forma eso me
quita un peso, porque se trata de una persona menos a la que he decepcionado.

Esa noche no dormí. Pensaba en una historia que había leído hace tiempo, se
trataba de un hombre muy arrogante y perfeccionista, el cual había trabajado toda
su vida para ahorrar y finalmente construir su sueño, tratándose del único museo
que había en el pueblo donde vivía. En el proceso se enamoró de una hermosa
mujer que posteriormente se convirtió en su esposa, dándole dos hijos maravillosos
que él con mucho esfuerzo había moldeado para que llegasen a ser lo más
perfectos posible. Aquel hombre tenía la vida que no solo había soñado, sino que
se había jugado sus uñas, su sudor, cada herida, cada pensamiento, y cada centavo
para conseguirla. En una noche cualquiera, él iba camino al museo por un evento
importante que se estaba presentando, iba con algo de retraso y por ende muy
ansioso en hacer acto de presencia lo más pronto posible en aquel museo que había
fundado. Al llegar, la policía y los bomberos rodeaban el sitio intentando apagar las
llamas que devoraban cada centímetro cuadrado de aquel sueño hecho realidad.
Finalmente pudo más el fuego que las ganas de hacer algo, y destruyó todo lo que
había dentro, incluido la multitud que se hallaba en el museo, entre ellos, su esposa
y sus hijos. Y así fue como en una noche aquel hombre perdió lo que tardó toda una
vida en construir. A la edad de 52 años se había quedado sin nada, salvo una
profunda tristeza que no parecía tener reparo.

Recordaba aquella historia y me preguntaba si se pierde menos cuando no te


esfuerzas tanto, cuando fluyes con lo que viene y te despides como si nada de lo
que se va. Tal vez era cierto, pero si ese era el caso ¿Por qué me dolía tanto la
partida de Marline? Ella vino como un suspiro a mi vida, sin ruido, y sin esfuerzo se
fue integrando a mi rutina, se fue apegando a mis sentimientos hasta convertirse en
alguien importante a quien no supe cuidar, porque nunca supe cuidar de algo. Y
nunca algo había hecho tanto ruido en mi vida con su partida como su adiós.
Nunca he sido un hombre bebedor, pero estaba empezando a leer a Charles
Bukowskie y me estaba enseñando a pensar. Él sí que fue hombre con problemas
de alcohol, escribía sobre mujeres y no sabía nada sobre ellas, según la opinión de
todas las mujeres con la que estuvo. Pero… si no sabía nada sobre ellas ¿Cómo
podía escribir tanto? Tal vez solo tuvo éxito entre hombres que también creían saber
de mujeres. Y tal vez pasa lo mismo con los hombres que creen saber cómo
funciona la vida y escriben sobre ella, y vienen lectores a creer que también la han
entendido a través de las palabras de alguien más, y así se forma un pensamiento
colectivo erróneo, pero real para ellos. He llegado a esta cadena de pensamientos
porque quiero responder una pregunta que puede cambiar mi vida ¿En qué creo
yo?

Marline tenía razón, mi vida era como una casa de cartón, vacía, con paredes
débiles, fácil de romper. No recuerdo cuándo fue la última vez que lloré, pero en
este instante quería hacerlo y tenía miedo de humedecer mis paredes, tanto, que
empezaran a derrumbarse. Pero lo hice. Lloré como un niño pequeño, lloré mi vida,
mi infancia solitaria, mis malas decisiones, mis infortunios, la dureza de mi padre, la
ausencia de mi madre, mi tiempo perdido, mi indecisión, mis heridas. Lloré mis 34
años de vida. Lloré porque no fue una vida, siempre estuve muerto, porque así se
les llama a las personas que caminan por el mundo sin un alma cálida en su interior.
Lloré hasta quedarme dormido.

Soñé con aquel hombre de la historia, quien había perdido su vida entera en una
noche.

El hombre se fue a otro pueblo a intentar iniciar de nuevo, lejos de aquel recuerdo
amargo. Pero a pesar de que se esforzaba, eran otros tiempos, y la energía no era
la misma. No estaba obteniendo los mismos resultados. Lo siguió intentando de
muchas maneras, pero cada resultado era un retroceso. Hasta que un día se dio
por vencido, no quería seguir caminando en círculos a la sombra de todo lo que tuvo
un buen día y que ahora le parecía imposible de volver a alcanzar. Considerándose
un fracaso, tomó lo poco que tenía y se marchó al desierto.
Caminó durante meses en la inmensa arena, sobrevivía como podía, no paraba
de caminar pese a las yagas. Su cabello se hizo largo al igual que su barba, y la
vergüenza que sentía hacia él era cada vez más pesada. Un buen día, algo brillante
en medio de la arena llamó la atención de aquel hombre. Cuando estuvo lo
suficientemente cerca como para tomarlo, se dio cuenta de que era un reloj de oro,
y en cuanto lo puso alrededor de su muñeca, el reloj empezó a brillar con más
intensidad. De repente, las manecillas empezaron a salir hasta formar la mitad del
cuerpo de un rey con corona y larga barba, y aunque la imagen del rey parecía algo
transparente, también se veía muy real. El hombre, abrumado por aquel
espectáculo, retrocedió hasta caer sentado en la arena. El Rey lo observaba de
manera meticulosa mientras el hombre se reponía de la impresión.

-¿Quién eres?- Preguntó finalmente el hombre.

-¡Soy un genio! ¿No es obvio?

El hombre lo tomó como un insulto a su inteligencia.

-¡Pues no lo es! Pareces un Rey y has salido de un reloj.

-Entonces es obvio que no sabes nada de nosotros.- Contestó el genio.

El hombre se enfureció aún más porque al creerse muy inteligente, no le gustaba


que otras personas insinuaran que era ignorante.

-¡Entonces quiero mis tres deseos!- Dijo el hombre con ira.

-Solo será un deseo.

-No. Tengo entendido que son tres, no aceptaré menos de esa cantidad.

-Nosotros no solo concedemos deseos, nuestro poder equivale al corazón de


la persona. Y tú tienes un corazón muy pequeño, solo te alcanza para un deseo.
Pero como has dicho que no recibirás menos de tres, entonces no hay nada qué
hacer, es momento de que yo desaparezca.
Mientras el Rey descendía, el hombre se tragó su orgullo y le dijo que esperara,
que él pediría su deseo.

No era una decisión fácil, el hombre era muy calculador, y según las historias
que había oído, los genios podían ser muy engañosos, así que se detuvo a meditar
sobre el asunto durante lo que quedaba de día. Y cuando la luna tocó el cielo, el
hombre ya supo lo que iba a pedir.

-Muy bien, Genio. Escucha bien, pues este es mi deseo. ¡Deseo que cada
vez que meta mis manos en los bolsillos, siempre pueda sacar monedas de oro sin
importar el pantalón que use!

El Rey suspiró, y luego juntó sus manos ocasionando un fuerte estruendo, que
incluso apartó la arena por aquella ola sónica.

-Ya se ha concedido.- Dijo el Rey.

El hombre metió una mano en su bolsillo y empezó a sacar monedas de oro sin
parar. Esto le había emocionado después de tantos años. El Rey le dijo que el deseo
duraría mientras tuviera el reloj alrededor de la muñeca.

-Eres un hombre muy inteligente, pero careces de sabiduría.- Dijo el rey al


hombre antes de descender nuevamente al reloj.

El hombre se dirigió al pueblo más cercano, afeitó su barba y cortó su cabello,


compró ropa fina, un carruaje y algunos sirvientes. Viajó de pueblo en pueblo hasta
encontrar alguno que le pareciera perfecto. Se hacía llamar El Barón del Desierto.
Un día llegó a la capital, era grande y hermosa, llena de oportunidades y mucho
comercio, por lo tanto, decidió establecerse en aquel lugar. Compró una mansión y
contrató más sirvientes. Cuando sintió que por fin lo tenía todo, se dirigió a su
habitación, la cual era la más grande de la mansión. Se encerró con un par de
botellas del vino más costoso, y rompió a llorar. Lloró desconsoladamente durante
tres días y cuatro noches. El Rey no pudo soportar más tanto llanto y decidió salir
del reloj.
-¿Qué es lo que tanto aflige al Barón del Desierto?- Preguntó el Rey.

-¡Oh, genio! No merezco ese título, soy tan solo un hombre miserable. Lo
tengo todo de acuerdo al mundo, pero también padezco de un enorme vacío interior.
Perdí todo lo que era realmente importante. Tengo oro ilimitado y una enorme
mansión, pero no hay niños que corran por ella, no hay una esposa que me bese
con amor, no tengo si quiera un amigo con quien compartir una copa. ¡Carezco de
tanto que lo único que tengo es dinero!

El genio se sintió tan conmovido por el sufrimiento de aquel hombre, que ya no


estaba solo medio cuerpo fuera del reloj. Salió por completo y se sentó al lado del
hombre afligido. Se trataba de un Rey muy gordo.

-¿Sabes de dónde venimos los genios?

-En este instante, siento que no sé nada.- Respondió el hombre.

-Antes de ser genios fuimos hombres poseedores de muchas riquezas.


Hombres ambiciosos y avaros. Hace muchos años este reloj pertenecía a mi padre,
un día lo robé y descubrí este secreto. Mi deseo fue convertirme en rey, y a causa
de mi deseo mi hermano mayor tuvo que morir para que yo pudiera heredar el trono.
Yo nunca tuve que haber sido rey, pues mi hermano era un hombre muy sabio y yo
solo quería poder. Un día vino la guerra y yo no supe defender a mi pueblo. Muchos
fuimos asesinados y los demás se volvieron esclavos. Los genios no somos
atrapados en reloj, lámparas o botellas. En realidad, quedamos atrapados en
nuestras malas decisiones.

-Yo sería un buen candidato para convertirme en genio.- Dijo el hombre.

-Eso solo depende de ti.

El reloj empezó a brillar con gran intensidad.

-Ahora la humildad que ha empezado a asomarse en tu corazón, me permite


concederte un segundo deseo.- Dijo el Rey al hombre.
El hombre secó sus lágrimas sintiéndose emocionado.

-Escucha bien, genio. Pues esta vez sé exactamente lo que deseo.- El


hombre suspiró, y dijo a continuación. -¡Deseo volver en el tiempo!

-¿Exactamente a qué instante?- Preguntó el Rey.

-Al instante en que conocí a mi esposa.

El Rey miró al hombre de manera muy meticulosa.

-Ahora no solo eres un hombre inteligente, también te has vuelto un hombre


sabio.

Después de estas palabras, el Rey palmeó sus manos ocasionando nuevamente


una ola sónica.

-Nos has liberado a ambos.- Dijo el Rey mientras se desvanecía junto con el
reloj en un brillo lleno de paz.

El hombre cerró sus ojos mientras sentía que un hormigueo recorría su cuerpo.
Cuando abrió sus ojos, estaba frente a la mujer que iba a amar toda su vida,
exactamente en el instante en que se estaban conociendo.

-Aún no lo sabes, pero seremos muy felices juntos.- Le dijo el hombre, y ella
le respondió con su más hermosa sonrisa.

Y así el hombre volvió a conocer a la mujer más fascinante que había visto. En
cuanto se casaron, la conoció aún más y tal cual como ella era. Y él la amó incluso
aún más que antes. Decidió vender el museo y montar una tienda de moda con la
que su esposa siempre había soñado. Él se volvió uno de los profesores más
respetados del pueblo, amaba compartir sus conocimientos y sabiduría. Tuvo
hermosos hijos, perfectos en lo que era importante. Y con los años, se fue haciendo
más sabio y más feliz. Y llegó a tener un enorme corazón que valía oro.
Me desperté con una resaca que sabía a mis perdidas, y con un extraño apretón
en el pecho por aquella historia que no dejaba de rondar mi mente. La última vez
que la oí era un niño, mi padre era quien siempre la leía para mí. ¿Por qué esa
historia? Yo soy totalmente diferente a aquel hombre. Esa misma tarde decidí llamar
a mi padre, hace meses que no le oía la voz, pero fui yo quien ya no quiso responder
sus llamadas. Me dejé dominar por un rencor absurdo, señalé a un hombre que hizo
lo mejor que pudo, lo juzgué por no ser el padre que yo quise que fuera, pero yo
tampoco soy el hijo que todo padre quisiera tener. A medida que marcaba su
número me apretaba cada vez más un nudo en mi estómago, hasta que oí su voz.
Sonaba aún más viejo y cansado, tenía una voz rasposa como ya la recordaba.
Cuando supo que era yo, su voz se escuchó más alegre, como si hubiese
perdonado todos mis errores, como si solo le importara saber que yo estaba al otro
lado del teléfono, saber que era mi voz, y que al fin quería saber de él. Me habló de
su vida, y me preguntó cómo había estado. Parecíamos dos viejos amigos
compartiendo un par de copas. Cuando la conversación estaba por culminar,
recordé el motivo de la llamada, la historia que taladraba mi cabeza.

-Papá ¿Recuerdas la historia que me contabas de niño? La de un hombre


que lo perdió todo y luego encuentra un reloj en el desierto.

-¡El Barón del Desierto! Claro que la recuerdo, hijo. No puedo creer que la
recuerdes, eras muy niño cuando te la leía. Es una hermosa historia.

-Lo es. ¿Aún conservas el libro? Me gustaría leerlo.

Mi padre hizo una pausa muy silenciosa, no daba cabida a qué podría estar
pensando, o cuál sería el motivo de su silencio.

-Aún tengo el libro, hijo. Puedes pasar por él cuando gustes.- Dijo mi padre
con una voz muy apacible.
-¿Hay algún problema si voy hoy por él? He estado pensando mucho en esa
historia, y siento que necesito leerla.

-Estoy seguro de que te hará bien leerla, era tu favorita cuando eras muy
niño. Puedes venir hoy, hijo. Te estaré esperando.

La llamada había durado una hora. Creo que me hacía falta hablar con alguien
más que solo conmigo, los libros nunca te escuchan, son un consuelo cuando
quieres que te comprendan, pero no cuando quieres desahogarte, cuando quieres
vomitar la historia de tu vida, cuando quieres un consejo. Esperé a sentirme un poco
mejor antes de ir a ver a mi padre. No quería llegar con las manos vacías, así que
compré una caja de puros, los que solía fumar, y una botella de Vodka, ya que era
lo único que bebía. Mi padre vivía al otro lado de la ciudad, yo me encargué de
marcar una gran distancia entre nosotros, pensando más en mí que en él. Y la
verdad, nunca supe qué pensaba él. Quizá ser egoísta forma parte de estar roto.
Cuando llegué a su puerta, me recibió con un abrazo cálido, tuvo que haberse
sentido como esos abrazos que dan las madres a sus hijos, donde intentan
transmitir que todo estará bien sin tener que decirlo. Quería derrumbarme en su
calidez. Quería llorar nuevamente como un niño pequeño. Quería pedirle perdón y
preguntarle si podía volver a casa, no porque ya no pudiese mantenerme solo, sino
porque en este instante solo quería estar cerca de él. Tenía una sonrisa angelical
en su rostro, me invitó a pasar y a sentarme en el sofá. Volvimos a hablar un buen
rato, si algo puedo reconocerle a mi padre, es que siempre tenía algo para decir, lo
cual era bueno, pues yo nunca fui buen conversador, ni siquiera con Marline, ella
también era muy buena hablando, de seguro se hubiese llevado bien con mi padre,
pero nunca los presenté. Después de un par de horas de una buena conversación,
mi padre se disculpó por su posterior ausencia para regresar con un libro entre las
manos.

-Este es el libro que buscas. Ahora que ya aprendiste a leer, no necesitarás


que yo te lo lea.
Dijo mi padre con una profunda sonrisa llena de orgullo. Pensar que para él
aprender a leer era mi mayor logro fue decepcionante. Sin embargo, su mirada
estaba llena de admiración, eso evocó a Marline en mis recuerdos. El acordeón de
recuerdos sobre ella fue interrumpido por mi padre al poner el libro sobre mis manos.

-Te dejaré a solas, hijo. Recuerda prestar mucha atención a cada palabra del
libro.

El libro se veía viejo pero no en mal estado, era color verde opaco. En la portada
había un dibujo de un hombre viejo, totalmente cubierto con harapos, solo se veían
sus ojos y la barba que sobresalía, tenía en sus pies un par de sandalias
desgastadas, y alrededor de él solo había arena de un color rojizo. El título estaba
escrito con letras doradas. Empecé a leer cada detalle del libro, el autor solo era
mencionado con dos iniciales. Leí la historia de manera muy pausada hasta
culminarla. Me empezaba a comparar con el protagonista porque éramos tan
diferentes. No podría recordar por qué era mi historia favorita. ¿Acaso tenía un gran
sueño que olvidé con el tiempo? Seguí pasando las páginas, y después de un par
de hojas en blanco, había una carta escrita entre las mismas hojas del libro. No
reconocía la letra, pero era muy bonita.

Mi amado hijo, he escrito este libro para ti.


Porque deseo que luches por tus sueños,
porque quiero Que llegues tan alto como tu corazón te permita.
Cuando sientas que caminas sin rumbo en un desierto infinito,
espero que puedas sentir que yo estoy contigo, tomando tu mano,
llenándote de amor, guiándote a aquello que te permita
convertirte en un gran hombre.
Deseo que todos tus pasos te colmen de sabiduría,
que valores lo que tienes.
Que siempre sonrías, aun cuando sé que no estaré para ver esa sonrisa,
pero sé que será encantadora, igual a la de tu padre.
Tu padre es como aquel Rey, espero tú tengas lo necesario para liberarlo
del dolor que él decidirá llevar después de mi partida.

Él es un buen hombre, algo duro consigo mismo, pero con un corazón que vale
oro,
así como estoy segura también es tu corazón.

Nunca olvides que te amamos profundamente.

Espero que tus riquezas sean intangibles,


y que siempre, siempre…

Seas feliz.

Con amor, mamá.

No me había dado cuenta del momento en que mis lágrimas se deslizaban por
mis mejillas quemando todo a su paso. Me había quedado sin voz. Quería hablar,
había tanto que quería decir. Pero me dolía el pecho, era un dolor que asfixiaba mis
palabras. Lloré como si mi vida dependiera de ello, como si fuese lo único que
supiera hacer, hasta que pude hallar mi voz.

Perdóname, mamá. No soy el hombre que esperabas, hace tiempo que me perdí
en ese desierto infinito, la diferencia con aquella historia es que en la vida real no
existen los relojes mágicos, no puedo devolver el tiempo, no puedo cambiar mi
historia. He llenado mi corazón de ira hacía el mundo y hacía mí, también hacía mi
padre e incluso me he molestado contigo por haberte ido. No sabes cuánta falta me
hiciste. No sabes cuántas noches me dormí imaginando cómo serían tus abrazos,
cómo sería tu voz. Las noches transcurrían y la imaginación se agotaba, solo me
quedaba recordar a las madres de mis amigos y odiarte por no estar en mi vida.

Mi padre se sentó a mi lado. Sentía vergüenza porque me viera llorar, pero no


podía reprimir más mis lágrimas. Me envolvió en sus brazos, y seguí llorando,
humedeciendo su ropa.
-Perdóname, hijo. Perdóname por no haber sido el mejor padre, perdóname
por vivir lastimándome con la misma herida y dejarte de lado cuando más me
necesitabas, perdóname por no haberte hablado de tu madre, pero hacerlo me
hubiese roto. Ella era una mujer encantadora, y estaría orgullosa de ti.

-¡Eso no es cierto! No estaría orgullosa porque no he hecho nada con mi vida.


Soy un desastre, y lo único que sé hacer es hundirme cada vez más. No soy el
hombre que ella quería que fuera, no soy nada. No sé qué hacer, papá. No sé cuál
es la vida que quiero y por alguna razón me siento lejos de ella.

-Yo estoy orgulloso de ti, hijo. Has sido muy fuerte. No creo que lo recuerdes,
pero cuando eras muy pequeño, varias noches yo lloraba en mi habitación, y eras
tú quien venía y me abrazabas diciéndome que todo estaba bien, que estábamos
juntos. Ese tuvo que haber sido mi papel en tu vida, pero no fue así. Tú creciste
solo, nunca lloraste, nunca me hablaste mal. Te alejaste un tiempo, y te juro que lo
entiendo. Por eso, perdóname. Solo estás pasando por un mal momento, hijo. Pero
te aseguro que se puede salir del desierto. Siempre se puede empezar de nuevo. A
veces la vida nos quita todo, porque no estamos donde deberíamos y no lo notamos.

-Pero tampoco sé en dónde quiero estar.

-¿Por qué no te quedas conmigo unos días? Así me ayudas con algunos
oficios, y tal vez se te ocurra algo que te gustaría hacer.

No dije nada. Solo subí a mi habitación y me quedé dormido abrazado a lo único


que tenía de mi madre. Ya no tenía preguntas por hacer. Sentía un enorme peso
que me asfixiaba, pero no me costó nada cerrar mis ojos y lentamente perder la
consciencia.

Esta vez no soñé nada. Pero por alguna razón, ya no sentía mi cuerpo tan
pesado. Bajé y desayuné con mi padre, hablamos un poco de las noticas y me fui
incorporando a su rutina. Le ayudé durante un mes. Tenía una vida bastante
tranquila, algo rutinaria para mi gusto, pero le ponía el alma a todo lo que hacía,
como si su pasión fuese simplemente vivir. Después del tiempo compartido con mi
padre, tomé mi decisión.

-Me voy, papá.

-¿Regresas a tu casa?

-Sí y no. Ya he navegado en círculos durante 34 años de mi vida en esta


ciudad. No hay nada más por explorar.

-¿Entonces qué tienes en mente?

-No tengo una idea bien organizada, pero sí sé por dónde iniciar. En una
semana vendré nuevamente y te diré qué haré con mi vida.

Me despedí de mi padre con mucha gratitud, y me fui nuevamente a mi


apartamento. Pensé muy bien durante varios días, hice una lista de lo que me
gustaba y lo que no. Luego de las cosas que me gustaban intenté pensar en cómo
podría hacerlas de manera constante en mi vida, de ese modo llegaría a un solo
punto y respondería la pregunta ¿Qué es lo que quiero?

No había utilizado ni un peso del dinero que me habían dado en el despido, y lo


agradecí, porque ese fue mi capital para emprender. Me costó el 90% de lo que
tenía iniciar mi nuevo sueño. Pero cada detalle fue pensado, cada punto cubierto
para iniciar sin problemas, para poder reinventarme. Y es por eso que no me llevó
una semana. Dos meses después volví donde mi padre, y él me recibió con la misma
alegría de siempre.

-Papá, me gustaría saber ¿Cuál fue tu sueño de toda la vida?

-Mi sueño se hizo realizad hace mucho tiempo, hijo. Siempre quise tener una
familia. Y cuando sucedió, lo agradecí profundamente. Tuve una excelente esposa,
y tengo un buen hijo.

-¿Pero ahora qué te gustaría hacer?


-No lo había pensado, supongo que estoy bien con la vida que tengo, cuido
del jardín, leo los diarios, salgo a caminar, juego bingo los sábados, voy a la iglesia
los domingos. Es una vida tranquila.

-¿No te gustaría viajar conmigo?

-Ya estoy muy viejo para ese estilo de vida, hijo.

-Piénsalo, papá. Tú y yo recorriendo el mundo en un barco, pescando,


parando en cada puerto, leyendo. Siendo libres. Explorando todas las maravillas
que pueden haber en este planeta.

-¿Eso es lo que quieres, hijo?

-Compré un barco.

-¿Cómo fue posible?- Preguntó mi papá muy sorprendido.

-Fui despedido de la empresa, pero mi liquidación me alcanzó para comprar


un barco pequeño, de hecho tiene el tamaño perfecto para dos personas. Vendí
todo lo que tenía, así que necesito partir hoy. Fue algo costoso conseguir todos los
permisos, y pagar una clase de un mes sobre cómo conducir un barco, pero es
exactamente lo que quiero hacer. Si voy a estar a la deriva toda mi vida, mejor que
sea en mi propio barco.

Mi padre me miró con mucho amor, y me dio un fuerte abrazo. Ya sabía su


respuesta.

-Estoy muy feliz por ti, hijo mío. Pero…

-Lo sé, papá. Y está bien, lo entiendo. Quiero agradecerte por todo, estoy
orgulloso de que seas mi padre. Prometo escribirte todo el tiempo, y por supuesto
vendré a visitarte.

Me quedé gran parte de la tarde conversando con él, sabía que esta casa mi
padre la construyó con mucho esfuerzo a la medida de mi madre, quedarse aquí
era su manera de sentirla cerca, cuidar del jardín que con tanto amor mi madre
había dado vida. Yo no podía quitarle esto a mi padre, este pedacito de felicidad.
Hablamos como nunca lo habíamos hecho hasta que llegó la hora de partir.

-Espero consigas una buena mujer con quien compartir ese barco para dos.

Cuando cayó el atardecer ya me encontraba izando las velas del barco y


despidiéndome de lo único que tenía en aquella ciudad, mi padre. La noche cayó
muy rápido mientras me encontraba en el mar. Tenía las provisiones necesarias
hasta llegar al siguiente puerto aún si me retrasaba un mes. Tenía un mapa de rutas
marítimas, redes para pescar, muchos libros para leer, cuadernillos para escribir, y
por supuesto, el libro de mi madre.

Nuevamente estaba rebobinando mi vida como una película, pero esta vez la
veía de manera diferente. Me sentía muy agradecido, sobre todo con Marline, ella
fue una ruta necesaria en mi vida, la llave de toda mi reflexión, mi punto de quiebre
requerido para dar un giro de 180° a la vida que tenía. Realmente espero que ella
sea feliz, y por supuesto me gustaría volver a verla, pero solo para agradecerle en
persona.

Busqué el libro de mamá, y escribí una carta en las hojas en blanco que
quedaban.

Querido yo, te perdono por la poca consciencia que tuviste a lo largo de tu vida,
porque a causa de eso te cegaste, te perdono por haber sido tan cruel contigo, pero
te admiro por haber sido tan fuerte, por haberte relamido las heridas pero seguir
caminando pese las yagas. Te admiro porque te diste otra oportunidad. Porque
quisiste tener un sueño y esforzarte por él. Y no va a hacer fácil, pero si he de morir
algún día, que sea con una buena historia detrás de mi epitafio. Ya no es un desierto,
es un mar, y gracias mamá porque tu historia me inspiró a conseguir mi propio reloj
mágico que es este barco, y en tu honor he nombrado El Barón del Desierto. Esta
vez estoy iniciando una vida sin remordimientos, sin arrepentimiento, sin
limitaciones, y sin paredes, elijo una vida llena de maravillas, llena de aventuras, de
retos, elijo simplemente vivir, porque si de algo estoy completamente seguro, es que
ya no quiero seguir viviendo en una casa de cartón.

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