Quien Se Ha Llevado Mi Queso - Aguirre Tucto Yodalvi
Quien Se Ha Llevado Mi Queso - Aguirre Tucto Yodalvi
Quien Se Ha Llevado Mi Queso - Aguirre Tucto Yodalvi
Érase una vez, en un país lejano, vivían 4 personajes: 2 ratoncitos llamados Fisgón y
Escurridizo y 2 hombrecillos llamados Hem y Haw que recorrían un laberinto buscando
el queso que los alimentara y los hiciera sentirse felices.
Estos 4 personajes se dedicaban cada día a eso, sin embargo, los 2 ratoncitos con sus
cerebros simples buscaban un queso seco y duro de roer, mientras que los
hombrecillos con sus cerebros más desarrollado, repleto de convicciones y emociones,
buscaban otra clase de queso, que estaban convencidos los haría sentirse felices y
alcanzar el éxito.
Fisgón utilizaba su magnífica nariz para husmear la dirección general de donde
procedía el queso, mientras que Escurridizo se lanzaba hacia adelante, así se la
pasaban recorriendo pasadizos, perdiéndose de vez en cuando, tropezando con las
paredes, pero siempre volviendo a encontrar el camino y dispuestos a explorar nuevas
zonas.
Hem y Haw en cambio utilizaban su capacidad para pensar y aprender de sus
experiencias pasadas, pero desarrollaban también métodos más sofisticados de
encontrar el queso, que a veces les servían, pero a veces les nublaba la forma de ver
las cosas, pues los dominaban sus propias convicciones y emociones humanas.
Esto hacía que su vida en el laberinto sea más complicada y desafiante. Finalmente, un
día los cuatro personajes encontraron su propio queso, en un depósito llamado Queso
Q. Para Fisgón y Escurridizo este acontecimiento no provocó ningún cambio en sus
rutinas, siguieron levantándose temprano, corriendo por el laberinto hasta llegar al
depósito y disfrutando del queso.
Mientras que Hen y Haw pronto empezaron a levantarse cada día más tarde, a caminar
en lugar de correr hacia el queso, a instalarse cómodamente en el depósito como si
fuera su casa, cada día se iban sintiendo más cómodos. Aunque no sabían de dónde
provenía el queso, lo que si pensaron era que había suficiente para toda la vida, así
que se sentían felices, creían haber alcanzado el éxito y creían estar seguros. No
tardaron mucho en considerar que el queso encontrado era de su propiedad.
Cada noche los hombrecillos regresaban a su casa repletos de queso, y a la mañana
siguiente iban al depósito a buscar más, se sentían tan seguros de sí mismos que
pronto se convirtió en la arrogancia propia del éxito, tanto así que ni siquiera se dieron
cuenta de lo que estaba sucediendo. Por su parte Fisgón y Escurridizo que mantenían
la misma rutina, revisaban cada mañana si se había producido algún cambio respecto a
la situación del día anterior, luego se sentaban tranquilamente a roer el queso.
¿Dónde está el Queso?
Hasta que finalmente una mañana al llegar al depósito descubrieron que no había
queso. No se sorprendieron, habían notado como el queso disminuía cada día, se
habían preparado para lo inevitable.
Se miraron entre ellos y no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas, la
respuesta al problema era simple, la situación en el depósito de Queso había cambiado
así que ellos dos decidieron cambiar también. Y así se aventuraron nuevamente por el
laberinto en busca de Queso nuevo.
Mas tarde el mismo día Hem y Haw, quienes no habían prestado la menor atención a
los pequeños cambios que se habían producido cada día, pues daban por sentado que
siempre encontrarían allí su queso, quedaron muy sorprendidos al llegar al depósito y
descubrir que no había queso.
Hem enseguida empezó a gritar: ¿no hay queso?, ¿quién se ha llevado mi queso?,
hasta que finalmente visiblemente enojado pronunció: No hay derecho. Haw en
cambio sacudía la cabeza con incredulidad, hacía oídos sordos a los gritos de Hem, no
quería tener que enfrentarse a esta nueva situación.
Luego de emplear un buen tiempo en decidir qué iban a hacer lo único que se les
ocurrió fue seguir mirando por los alrededores del depósito, para comprobar si el
queso había desaparecido realmente.
Al confirmar lo sucedido solo despotricaban ante la injusticia de la situación, nadie les
había advertido nada, se suponía que las cosas no deberían ser así. Ellos tenían planes
para el futuro basado en la presencia de ese queso.
Por lo que Haw llegó a la conclusión de que: cuanto más importante es el queso para
ti, tanto más deseas conservarlo.
Resistencia al cambio
Día tras día Hem y Haw siguieron haciendo lo mismo, regresaban al depósito confiando
en que de algún modo encontrarían allí nuevamente el queso. En un momento Haw se
dio cuenta de que Fisgón y Escurridizo no estaban por los alrededores y pensó que
quizás sabían algo que ellos desconocían y que habían salido en busca de nuevo queso.
Por lo que sugirió a Hem que en vista de que las cosas estaban cambiando quizás ellos
también debían cambiar y actuar de forma diferente. Pero Hem, que analizó una y otra
vez la situación, y afianzado en su sistema de creencias, le respondió que ellos no
tenían por qué cambiar, que lo que pasó no debería haberles ocurrido a ellos, al fin y al
cabo, ellos eran pequeños hombrecitos, seres especiales, ellos tenían derecho a ese
queso, pues ellos no fueron los causantes de ese problema, alguien más lo hizo, y Hem
estaba decidido a llegar al fondo del asunto.
Mientras tanto Fisgón y Escurridizo ya habían recorrido bastantes rincones del
laberinto, aunque al inicio no encontraron nada, finalmente llegaron un depósito
llamado Queso N, allí encontraron una gram provisión de queso que jamás habían
visto antes.
Por otra parte, en ciertos momentos de coraje Haw le proponía a Hem irse, pero Hem
siempre respondía igual, que no quería porque donde estaban era un sitio cómodo,
era lo conocido, afuera podría ser peligroso, y ya estaba demasiado viejo para recorrer
el laberinto, podría perderse y hacer el ridículo, definitivamente no estaba preparado
para eso.
Cada vez que esto pasaje Haw volvía a experimentar el temor al fracaso y desistía. Y
así siguieron haciendo lo mismo día tras día, negando lo que ocurría, pero a la vez con
menos energía y ahora un poco irritables. Hem estaba decidido a permanecer en la
bodega a esperar, pensaba que tarde o temprano alguien iba a devolver el queso a su
sitio. Pero ya todos sabemos que el queso no reapareció nunca.
Aceptando el cambio
Un buen día Haw se empezó a reír, se dio cuenta que seguían haciendo lo mismo de
siempre, una y otra vez, y encima se preguntaban por qué no mejoraban las cosas. Le
parecía ridículo.
Así que se decidió a salir en busca de nuevo queso, ante la incredulidad de Hem que le
pedía que se quede con él esperando a que les devolvieran el queso. Hem se
encargaba de insertar en Haw miedos, haciéndole pensar que quizás afuera no había
ningún queso, o que quizás no lo iba a poder encontrar. Haw sabía que tenía más
probabilidades de encontrar Queso afuera en el laberinto que quedándose allí. Se
imaginó entonces él mismo afuera en el laberinto, aventurándose, perdiéndose de vez
en cuando, con una sonrisa en la cara y con seguridad de que encontraría nuevo
queso. Esto le iba dando más y más valor, así que siguió con esta imagen mental pero
cada vez con más detalles, más realistas, y se vio encontrando y disfrutando el nuevo
queso. Haw comprendió que a veces las cosas cambian y ya nunca más vuelven a ser
como antes. Así es la vida, sigue adelante y cada uno de nosotros debe hacer lo mismo.
Antes de partir compartió con su amigo su reflexión: si no cambias, te puedes
extinguir.
Afrontando el cambio
Cuando estuvo frente al laberinto sintió por un momento ganas de quedarse donde
estaba, en lo conocidos, lo familiar, se preguntó si realmente se quería internar en el
laberinto, se sintió ansioso y se preguntó: ¿qué haría si no tuviera miedo?
Entonces pensó que tener un poco de temor puede ser bueno, pues a veces te puede
impulsar a la acción, lo que no es bueno es sentir tanto miedo que le impida a uno
hacer algo. Así que respiró y empezó a internarse en el laberinto. Se prometió
que si volvía a tener la oportunidad abandonaría antes su zona de comodidad y se
adaptaría con mayor rapidez al cambio.
Su aventura en el laberinto lo llevó a perderse varias veces, a encontrar un poquito de
queso aquí y allá, a veces pensaba que estaba avanzando y luego sentía que
retrocedía, sin embargo, se dio cuenta que estar en el laberinto no era tan malo como
le había parecido al inicio.
Mientras se encontraba en la búsqueda de su nuevo queso iba reflexionando en lo que
había pasado con su viejo queso, comprendió que no había desaparecido de la noche a
la mañana, sino que hacía el final la cantidad de queso iba disminuyendo e incluso se
iba poniendo mohoso.
Admitió que pudo haberse imaginado lo que estaba por venir, pero simplemente no
había querido, por lo que la próxima vez se mantendría alerta para que el cambio no lo
pille por sorpresa. Su reflexión final fue: hay que olfatear el queso con frecuencia para
saber cuándo comienza a enmohecerse.
Aunque fue difícil de admitir al inicio, sabía que el cambio había resultado ser una
bendición disfrazada, puesto que le condujo a encontrar un queso mejor.
Pensaba también en su amigo Hem, y tuvo ganas de ir por él y convencerlo de salir de
la difícil situación en que se hallaba, pero recordó que ya había intentado que su amigo
cambiara y no lo logró. Hem tenía que encontrar su propio camino, ir más allá de sus
propios temores y eso era algo que nadie podía hacer él.
Aprendizajes sobre el cambio
Haw decidió hacer un resumen de todo lo aprendido:
El cambio ocurre: el queso no cesa de moverse.
Anticípate al cambio: prepárate para cuando se mueva el queso.
Controla el cambio: olfatea el queso con frecuencia para saber cuándo se vuelve rancio
Adáptate al cambio con rapidez: cuanto más rápidamente te olvides dele queso viejo,
antes podrás disfrutar del queso nuevo.
Cambia: muévete con el queso
Disfruta del cambio: Saborea la aventura y disfruta del sabor del Queso nuevo
Prepárate para cambiar con rapidez y para disfrutarlo una y otra vez: el queso no cesa
de moverse.
En el nuevo depósito Haw inspeccionaba constantemente el queso para comprobar en
qué estado estaba, no quería ser sorprendido nuevamente, y aunque disponía de un
gran suministro de queso, hacía frecuentes salidas al laberinto, para explorar zonas
nuevas y mantenerse en contacto con lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Sabía que era mucho más seguro conocer lo mejor posible las verdaderas alternativas
de que disponía, antes que aislarse en su zona de comodidad.
Fin de la historia