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Correrias Del Huascar

Correías de Huascar

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LOS CORRERIOS DE HUASCAR

Las correrías del Huáscar fueron una serie de acciones bélicas del
entonces monitor blindado peruano Huáscar al mando de Miguel
Grau, conocido como el "Caballero de los mares", durante la Guerra
del Pacífico. Estas acciones, que mantuvieron en jaque a la escuadra
y al gobierno chileno durante casi cinco meses, finalizaron el 8 de
octubre de 1879 con la captura del Huáscar por parte de la Armada
de Chile en el combate naval de Angamos.

Antecedentes

Artículo principal: Campaña naval de la guerra del Pacífico

Aunque al inicio de la guerra el Huáscar estaba en condiciones de


navegar, se encontraba con sus cañones desmontados1 y su
marinería sin entrenamiento.

Desde 1878, el comandante del Huáscar era el capitán de fragata


Gregorio Pérez. El 24 de marzo de 1879, Miguel Grau, que era
diputado por Paita en el congreso peruano, es nombrado comandante
del Huáscar, asumiendo el mando del buque el 28 de marzo.2El 10 de
mayo de 1879 se formaron 3 divisiones navales. La 1.ª División, al
mando del capitán Miguel Grau, estaba conformada por el Huáscar, el
blindado Independencia y el transporte Chalaco.

Salida del Callao del 16 de mayo

Artículo principal: Combate naval de Iquique

El combate naval de Iquique fue la primera acción bélica del Huáscar


en esta guerra; óleo de Thomas Somerscales.

El 16 de mayo de 1879, zarpó del Callao el Huáscar junto con la


Independencia, escoltando a los transportes Chalaco, Limeña, Oroya y
a los monitores Manco Cápac y Atahualpa, pero a las pocas horas
regresaron al Callao, porque goteaban las calderas de los monitores,3
zarpando el convoy nuevamente el 16 de mayo a medianoche, pero
esta vez sin los monitores. La Limeña es comisionada a Pacocha, a
donde arriba el 19, mientras el resto del convoy arriba a Arica en la
noche del 20 de mayo, donde Prado se entera de que el bloqueo de
Iquique es sostenido solo por la corbeta Esmeralda y la goleta Virgen
de Covadonga y que desde Valparaíso habían salido transportes con
2500 hombres con destino a Antofagasta.4: 285 . Inmediatamente, el
presidente Mariano Ignacio Prado, que había viajado en el Oroya,
ordena al Huáscar y a la Independencia dirigirse al puerto de Iquique
para levantar el bloqueo mantenido por buques de la escuadra
chilena. El día 21 de mayo, tras un combate de más de tres horas, el
Huáscar hunde a la corbeta Esmeralda en el combate naval de
Iquique levantando así el bloqueo del puerto. Esta victoria táctica
tuvo un alto costo ya que, el mismo día, se hunde la fragata
Independencia durante el combate naval de Punta Gruesa.

Por órdenes del Presidente Prado, el 24 de mayo a las 5:30 a. m.,


zarpó el Huáscar de Iquique en dirección a Antofagasta. El 25, a las
6:45 a. m., empezó a perseguir un vapor por 4 horas (resultó ser el
Itata, que se dirigía a Tocopilla para remolcar a la goleta Covadonga a
Antofagasta) sin éxito; luego, capturó el pailebot peruano
Recuperado, que había sido capturado por la Esmeralda y se dirigía a
Antofagasta, a las que prendió fuego, salvando a su tripulación antes;
se fondeó en Mejillones, en donde se destruyó 7 lanchas y a la goleta
Clorinda. El 26 a las 8:30 a. m., avistó al transporte Rímac saliendo de
Antofagasta, al que dio inútil caza de 2 horas; regresó al puerto y vio
al vapor chileno Itata, que se dirigía al norte y al que también dio
infructuosa caza de 2 horas; luego se dio el primer combate naval de
Antofagasta. Volvió al puerto en la mañana del 27 y cortó el cable
submarino. El 28 siguió al norte y a las 7 a. m., recuperó a la goleta
Coqueta, apresada por la Esmeralda días antes y la envió a Arica; en
Cobija, destruyó las 6 lanchas que había y zarpó al oeste, capturando
a las 2 p. m. a la barca Emilia, chilena que usaba bandera
nicaragüense, cargada de metales con destino a Lota y que al mando
del teniente 1° Melitón Rodríguez viajó al Callao.

El Huáscar regresó a Iquique para desembarcar al capitán de fragata


Ramón Freyre, que había sido herido por esquirlas en las piernas,
conjuntamente con el cirujano mayor Santiago Távara, quien le daba
tratamiento médico. Llegó a ese puerto al anochecer del 29 y
acordaron que el Huáscar pasaría la noche en alta mar para retornar
a puerto con la luz del día para recoger a los desembarcados y recibir
nuevas órdenes. Pero cuando el Huáscar regresó a Iquique, avistó en
la entrada del puerto, el 30 de mayo, a los blindados Blanco Encalada
y Cochrane, a la corbeta Abtao y a la cañonera Magallanes. Fue
perseguido por el Blanco y la Magallanes desde las 7 a. m. hasta las 3
p. m., pues el Cochrane y el Abtao se quedaron atrás por falta de
carbón, suspendiéndose la persecución porque el Blanco tenía solo 15
toneladas de carbón y la Magallanes para dos días de cocina.5
Mientras el Huáscar puso rumbo a Pacocha, a las 4:45 p. m., en las
cercanías de Arica, avistó un vapor,6 acercándose ambos a
reconocerse y a las 6:20 p. m., el Huáscar empieza su persecución
hasta las 7:50 p. m., en que se desistió de ella.

El Huáscar continuó a Pacocha, donde cargó carbón el 31 de mayo,


tras lo cual viajó a Arica, fondeando el 1 de junio a las 10:30 a. m. El 2
a las 8 a. m., estuvo en Pisagua, donde se reembarcaron el médico
Távara y Antonio Cucalón, que viajaron por tierra desde Iquique. Ahí
recibió un telegrama de Iquique del presidente Prado, para localizar a
las corbetas chilenas O'Higgins y Chacabuco en altamar cerca a
Iquique.

En la madrugada del día 3 de junio, entre Huanillos y Punta Lobos,


cerca a Iquique, el vigía del Huáscar avistó humos sobre la banda de
babor. Grau confundió los humos con las de las corbetas Chacabuco y
O'Higgins; tardó en reconocer al Blanco Encalada. A las 6:15 a. m., se
evaporó la niebla y con el Blanco Encalada a una distancia de 8 km,5
el Huáscar viró al oeste y luego hacia Arica, tratando de eludir la
persecución a toda máquina. A las 11:30 a. m. la distancia entre el
Blanco y el Huáscar era de 4.700 metros, mientras la Magallanes
quedaba retrasada. Para aligerar al Huáscar, Grau ordenó echar al
mar las falúas de estribor.5 Ambos blindados no hacían más de 9
nudos. Al mediodía, el Blanco Encalada abre fuego sobre el Huáscar.
Para poder sostener su cadencia de fuego, el blindado chileno
cambiaba constantemente de una banda a otra. Grau se mantuvo en
el rumbo noroeste y pronto sacó ventaja al blindado chileno. En esos
momentos, se resbaló el joven Antonio Cucalón de la cubierta del
Huáscar, que iba como pasajero y cuya caída al mar nadie vio,
llamándose desde entonces "cucalones" a todos los que viajan en
condición indefinida.3 La persecución se mantuvo hasta medianoche
y el Huáscar pudo ingresar a Arica. Tan pronto como llegaron a
Pisagua, embarcaron a todos los tripulantes que quedaron en Iquique
y que habían hecho el viaje a caballo todo el día y la noche anterior y
nuevamente el Huáscar se hizo a la mar con proa al norte, navegando
a 15 millas de la costa.
El Huáscar entró al Callao el 7 de junio y permaneció en
mantenimiento por casi un mes. Desde el inicio de la comisión el 16
de mayo, se tenía planeado que los blindados -en este caso sólo el
Huáscar- regresaran al Callao en junio para mantenimiento. Grau
aprovecha su estadía en el Callao para reclutar artilleros
experimentados (ingleses y griegos).

COMBATE DE ANGAMOS
(08 de octubre de 1879)

Un día como hoy un grupo de hombres, tripulantes del monitor


Huáscar al mando del Caballero de los Mares Gran Almirante del Perú
Don Miguel Grau Seminario, fueron protagonistas de uno de los
Combates Navales más memorables y gloriosos de los que se tenga
recuerdo en la historia marítima de las naciones.

Aquella heroica epopeya se inicia el día 30 de setiembre de 1879,


cuando la División Naval integrada por el monitor Huáscar, la corbeta
Unión y el transporte Rímac, zarpa hacia el sur en demanda de
Iquique a donde arriban el 1° de octubre. Aquel día, el Huáscar al
mando de Grau y la Unión al mando de García y García enrumban
nuevamente hacia el sur para continuar incursionando en costas
chilenas, actividad que gracias a la habilidad y pericia de nuestro
Gran Almirante y su tripulación había dado buenos resultados, dado
que, tras más de 6 meses de guerra contra un adversario poderoso,
les había negado el dominio del mar.

Ante esta situación, que era inconcebible para los chilenos y que
ocasionó el relevo de su Alto Mando Naval, el nuevo comandante en
jefe de su escuadra, Almirante Riveros ideó planes para la captura del
Huáscar, la pesadilla de los marinos chilenos. Es así que la escuadra
enemiga es dividida en dos divisiones integrada la primera por el
acorazado Blanco Encalada, la goleta Covadonga y el transporte
armado Matías Cousiño; la segunda por el Cochrane, la corbeta
O’Higgins y la cañonera Loa; zarpan hacia Arica el 2 de octubre,
llegando allí el 4, no hallando a nuestras naves, tomaron entonces
conocimiento de que se hallaban incursionando en sus costas. Es así
que ambas divisiones se separan para navegar hacia el sur, la
primera pegada hacia la costa y la segunda en alta mar. El plan
chileno consistía en acorralar al Huáscar y la Unión aprovechando la
mayor velocidad de los buques de la segunda división y cortarles la
retirada.

El mismo día 4 continuando con su misión, la División Naval Peruana


llegó a Zarco, al sur de Huasco, apresando a la goleta chilena
Coquimbo, despachándola hacia Arica. El día 5, siempre navegando al
sur, arriban a Coquimbo no hallando naves enemigas, prosiguiendo
luego hasta Tongoy a pocas horas de Valparaíso. Grau ya había
tomado conocimiento del zarpe de los chilenos y por ello prefiere no
arriesgar ir más al sur, emprendiendo el retorno hacia el norte. Los
días 6 y 7 el Huáscar sufre desperfectos en sus máquinas
efectuándose las reparaciones en alta mar. Superados los problemas,
en la madrugada del día 8 de octubre a 01.00 horas arribaron al
puerto de Antofagasta libre de buques chilenos, continuando su
derrota hacia el norte. A 03.00 se divisaron humos procedentes del
norte, pensándose inicialmente que se trataba de mercantes, pero a
fin de evitarlos en caso que fueran naves chilenas, Grau ordenó
navegar al oeste y luego al norte; pero el plan de Riveros se puso en
marcha y fue así que los humos divisados inicialmente al salir de
Antofagasta correspondían a los buques de la primera división que
emprendieron caza a nuestros buques y luego de tres horas de
navegar a toda máquina, los peruanos logran burlar al enemigo
dejándolos a 8 millas a la altura de Punta Tetas.

Más tarde, a 07.15 navegando hacia el norte se divisan otros tres


humos por el noroeste, que eran los de la segunda división naval
chilena que navegaba en rumbo de intercepción hacia los nuestros.
Grau tomó conocimiento de esta nueva situación y comprendió que el
cerco que el enemigo le tendía sería difícil de evitar, ya que la
velocidad y el poder artillero del Huáscar eran superados
ampliamente por los de los acorazados chilenos. Entonces decidió
continuar hacia el norte a fin de intentar rebasar Punta Angamos.
Luego, evaluando la situación, dio órdenes a García y García para que
salve su buque puesto que sacrificar a la Unión, único buque de valor
aparte del Huáscar sería un error.
LAS CAMPAÑAS TERRESTRES
Las campañas terrestres de la guerra del Pacífico corresponden a la
estrategia militar seguida por el Gobierno de Chile para lograr los
objetivos políticos que perseguía durante la guerra del Pacífico. Estos
eran, inicialmente, la abrogación del pacto secreto de alianza entre
Perú y Bolivia y el reconocimiento de la soberanía chilena sobre la
franja de Antofagasta entre los paralelos 23° - 25°S, que habían sido
ocupados en la primera fase de la ocupación de Antofagasta.

El 1 de marzo de 1879, Bolivia declaró la guerra a Chile y el ejército


chileno por orden de su gobierno ocupó, en una segunda fase de la
ocupación de Antofagasta, la franja norte del Litoral boliviano, desde
el paralelo 23°S hasta el Río Loa, para impedir la concentración de
fuerzas bolivianas en esa región, es decir tenía fines solo militares y
así fue dado a conocer a los empleados fiscales bolivianos, quienes
rechazaron la oferta chilena de permanecer en sus labores.

Cuando se confirmó en Chile la existencia de un tratado secreto de


defensa entre Bolivia y Perú y este se negó a dar una declaración de
neutralidad, Chile declaró la guerra a los aliados. A la reivindicación
de la franja 23°-24° se agregó el objetivo político de que los aliados
abrogaran el tratado de alianza. En el plano internacional existía una
condicionante importante: la derrota aliada debía ser rápida para
impedir la intervención de potencias extranjeras, ya sea los EE. UU.,
Europa o Argentina.

Para la consecución de esos objetivos por medios militares el


gobierno de Chile proyectó una invasión de Perú que debía obligar al
gobierno de ese país a aceptar las exigencias chilenas.

Aunque existieron expediciones de reconocimiento, una invasión del


altiplano boliviano nunca fue discutida. La llamada Política boliviana
del gobierno chileno, por el contrario, consistía en ofrecer a Bolivia la
ocupación de su salida natural al Océano Pacífico, Tacna-Arica, y así
romper la alianza.

No existía en el gobierno chileno claridad sobre los medios


disponibles ni el objetivo militar a alcanzar. La primera orden
impartida a la Armada de Chile fue capturar, destruir o bloquear a la
flota peruana en el Callao, por lo menos hasta que el ejército chileno
hubiese podido desembarcar y ocupar Tarapacá. La Marina de Guerra
del Perú evitó hábilmente un combate frontal durante los 6 primeros
meses de la Campaña naval y puso en peligro cualquier transporte de
hombres o material desde Chile central a Antofagasta, la zona de
concentración militar chilena. Era la "muralla móvil" de Perú que
impedía la invasión.
TOMA DE LIMA
Con la destitución de Pedro Castillo caen las promesas de
redistribución y las expectativas de reformar una constitución
redactada en beneficio de las elites económicas. La gran movilización
que tomó Lima es contra el viejo orden fujimorista y contra una clase
política alejada de las necesidades de las provincias y de los sectores
populares. Convoca el sur andino, protagonista clave del poder
territorial que se despliega en las calles. Ese pulso puede salir
victorioso o derrotado pero dejará su huella en la dinámica
institucional peruana.

Las protestas en Perú no cesan. Comenzaron el 7 de diciembre de


2022 con la destitución y detención por rebelión del ahora ex
presidente Pedro Castillo y se profundizaron desde el 17 de enero. Lo
que sucede en las calles es más que un apoyo al exmandatario. El
sistema político y la misma Constitución redactada por el fujimorismo
en 1993, que tanto fue usada por el Parlamento para asediar al
Ejecutivo, están quebrados políticamente.

El recurso de vacancia del poder presidencial es constitucional y fue


utilizado por las oposiciones parlamentarias para limitar, presionar y
dejar sin poder al jefe de turno. El fujimorismo, desde su salida del
Ejecutivo peruano, siempre intentó vetar a los mandatorios que le
siguieron. Pedro Castillo enfrentó tres mociones de vacancia en su
contra por incapacidad moral. El Congreso, durante años, rompió la
institución presidencial y toda confianza en la continuidad y potencia
del primer mandatario. El fujimorismo dejó un Perú con una
constitucionalidad laberíntica pensada para partidos mayoritarios que
desde el Congreso negocien y presionen a la autoridad presidencial.
Inclusive la propia OEA advirtió sobre este conflicto cuando el
Parlamento no permitió viajar al Presidente a la toma de mando de
Gustavo Petro en Colombia. Una encuesta del Instituto de Estudios
Peruanos muestra que el 85% de la población desaprueba la labor del
poder legislativo.

Pedro Castillo, detenido por un autogolpe, fue sustituido por su


vicepresidenta. Dina Boluarte es hoy el centro de todas las críticas y
responsable de más de 50 muertos por la represión en las calles. Pero
en política, y menos cuando están en juego los liderazgos, nada se
reemplaza tan fácil, sobre todo, cuando en el propio Castillo se habían
depositado expectativas e identificaciones con el cambio y con la
realización de una nueva Constitución. No solo los partidos que
llevaron al expresidente al poder presionaban para un cambio
constitucional sino líderes y lideresas regionales lo esperaban y
manifestaban.

TRATADO DE ANCÓN
El Tratado de Ancón, oficialmente Tratado de Paz y Amistad entre las
repúblicas de Chile y del Perú, fue firmado por los representantes de
Chile, Jovino Novoa Vidal, y el Perú, José Antonio de Lavalle, el 20 de
octubre de 1883, en Lima, la capital peruana aunque fue elaborado
en Ancón. El tratado dio fin a la Guerra del Pacífico y estabilizó las
relaciones post-bélicas entre ellos.

De los 14 artículos del tratado, el primero restablece la paz, en el


segundo Perú cede a Chile perpetua e incondicionalmente el dominio
sobre el departamento de Tarapacá y en el tercero determina la
ocupación chilena durante el término de diez años de las provincias
de Tacna y Arica. Expirado ese periodo, se organizaría un plebiscito
para determinar la nacionalidad de éstas y otras concesiones. Los
artículos cinco al doce determinan las obligaciones financieras y
mercantiles que afectarán la explotación del guano y el salitre, las
deudas peruanas, y las indemnizaciones a los ciudadanos chilenos
expulsados del Perú. Los dos últimos artículos estipulan el
reconocimiento de los actos administrativos y judiciales durante la
ocupación y la ratificación del mismo tratado.

Las negociaciones ocurrieron durante la Guerra del Pacífico, mientras


Lima estaba ocupada por el ejército chileno y fueron iniciadas y
llevadas a fin por el gobierno peruano de Miguel Iglesias, más
favorable a los intereses chilenos. En contra tuvo al presidente
provisorio Lizardo Montero, con sede en Arequipa, que representaba
una importante parte del espectro político peruano opuestos a
cualquier cesión territorial que planeteaban los negociadores
chilenos. Tras la batalla de Huamachuco, en agosto de 1883, y la
huida de Montero a Bolivia, el líder militar de la oposición, Cáceres
optó por reconocer el tratado como un hecho consumado.

Sin embargo, los acreedores europeos del Perú se opusieron al


tratado y lograron una acción conjunta de los gobiernos de sus países
contra el mismo, que no tuvo éxito ante la respuesta conjunta de
Chile y Perú.

Contexto histórico

Tras la ocupación de Lima por el ejército de Chile en enero de 1881, la


guerra del Pacífico no encontró término sino que continuó
desangrando ambos países y sumiendo al Perú en una guerra civil
que por momentos pareció poner en peligro su existencia como
nación. Aunque todos querían la paz, los beligerantes, sobre todo el
Perú y Chile, no lograban acordar un tratado de paz. Bolivia tenía una
actitud expectantica, con la esperanza de recuperar los territorios
ocupados por Chile en 1879.

En la medida en que se derramaba sangre y se consumían recursos,


los costos de la guerra, se endurecían las condiciones de la paz. Si
antes de la guerra la disputa era por los impuestos, tras la ocupación
de Antofagasta, Chile no se allanó a desocuparla sin garantías como
pedía la mediación peruana de José Antonio de Lavalle. Y tras la
captura del Huáscar, en una oferta de mediación del ministro
plenipotenciario de los Estados Unidos en Bolivia, Solomon Newton
Pettis, Chile exigió la cesión de Antofagasta. Durante la conferencia
de paz de Arica, en el USS Lackwanna, Chile exigió la cesión de
Antofagasta y Tarapacá, más las garantías de que no sería
amenazado por un tratado Perú-Bolivia.

Acreedores
La Era del Guano y la guerra misma habían dejado al Perú sumido en
enormes deudas que habían sido garantizadas con la riqueza del
guano y el salitre y sus acreedores ejercían presiones e influencias
para obtener su pago. Entre los acreedores estaban los financistas de
los préstamos de 1868, 1870 y 1872 que habían financiado la
construcción de los ferrocarriles del Perú, los poseedores de los bonos
con que Perú había pagado la expropiación de las salitreras en 1875,
la Casa Dreyfus, encargada de vender el guano peruano en Europa a
nombre del estado peruano y que había hecho pagos adelantados al
Perú (ver Contrato Dreyfus), la Crédit Industriel et Commercial, un
consorcio francés al que M. Prado le dio la consignacion del guano en
Europa a cambio de fuertes préstamos al inicio de la guerra pero a la
que Piérola había desbancado y reinstalado a Dreyfus, y la Peruvian
Company, una compañía estadounidense basada solamente en los
supuestos derechos de Alexander Cochet por US$900.000.000 (de la
época) a razón de haber sido el descubridor del uso industrial del
guano y de Jean Theophile Landreau por US$300.000.000 (de la
época) a razón de haber descubierto varias salitreras en Tarapacá.2 :
435 3: 70 (No confundir la Peruvian Company con la Peruvian Guano
Company que fue nombrada consignataria en 1876 por 4 años en el
llamado Contrato Raphael.4 : 145 )

Entretanto el gobierno chileno, que había privatizado las salitreras de


Tarapacá, había reiniciado la producción y venta de guano y salitre y
concedía a los acreedores de la deuda peruana una parte de las
ganancias pero la Peruvian Company y la Crédit Industriel no se
adscribían al gobierno de Chile5 sino que ofrecían a los gobiernos de
García Calderón y Montero mantener Tarapacá bajo soberanía
peruana y pagar una indemnización a Chile a cambio del control de
las salitreras y guaneras del Perú.
Intervención de los Estados Unidos

Intervención extranjera en la Guerra del Pacífico

Véanse también: Gran Garrote y Diplomacia de cañonero.

La administración estadounidense de Rutherford Hayes (1877-81), si


bien no logró éxitos, tampoco empeoró la situación, a pesar de la
propuesta de su ministro plenipotenciario en Lima, Christiancy, de
anexar Perú a los EE. UU. También debe constatarse que la mediación
estadounidense logró la firma del tratado de límites de 1881 entre
Chile y Argentina.

El factor que más influyó en la negación peruana a la cesión fue la


política de mediación estadounidense durante la administración del
presidente de los EE. UU. James A. Garfield (marzo a septiembre de
1881) y su secretario de estado (ministro de RR.EE.) James G. Blainen
1, llevada a cabo por su representante en Lima Stephen A. Hurlbut,
que alentó a los políticos peruanos a no suscribir la entrega de
Tarapacá, sugiriendo que los Estados Unidos de América respaldarían
militarmente al Perú y Bolivia. La interferencia de intereses
económicos privados y falta de profesionalismo condujeron a la
prolongación innecesaria de la guerra a través de la mediación
norteamericana.

GUERRA DE CHILE CONTRA PERÚ

El 5 de abril de 1879 Chile le declaró la guerra al Perú. La población


peruana se sentía confiada en que el resultado sería favorable a la
alianza peruano-boliviana. A pesar de que Chile ya había invadido el
Perú cuando la Confederación, la sociedad se sentía optimista de un
desarrollo rápido del conflicto en el que el Perú saldría airoso. Los
periódicos de la época exaltaban el patriotismo y no trataron el
conflicto objetivamente. Chile era descrito como un país pequeño,
carente de recursos y de poca población, incapaz de hacerle mella a
un país poderoso como el Perú.

Lo cierto es que el Perú se encontraba en desventaja y solo muy


pocos conocían la realidad de la armada peruana. El ejército había
sido diezmado años atrás pues Manuel Pardo redujo el gasto militar, e
inclusive detuvo la compra de dos blindados. Tan sólo contaba con
municiones y rifles viejos. El problema de fondo era que la precaria
economía peruana no permitía la compra de nuevos pertrechos pues
además de no contar con dinero, el Perú no era susceptible de ningún
crédito en el extranjero a causa de las deudas no pagadas en años
anteriores.

Las primeras acciones de la guerra fueron en el mar. Perú contaba


con dos barcos de mediano tonelaje, el monitor Huáscar y la fragata
Independencia. El resto de naves eran viejos barcos de madera que a
veces servían como baterías flotantes o para el transporte de tropas.
Chile por su parte poseía barcos modernos y de menor antigüedad.
Sus blindados poseían más de 5 pulgadas de blindaje que los
peruanos. En estas condiciones el Perú se encontraba en diferencia
numérica, más el arrojo y valentía de sus hombres lograron que el
conflicto en el mar dure más cerca de 6 meses.

El primer combate fue frente a las costas de Iquique el 21 de mayo de


1879. En este enfrentamiento el Perú perdió a su mejor nave: la
Independencia, tras encallar en un banco de arena. Por su parte el
monitor Huáscar hundió a la Esmeralda. En este combate murió
Arturo Prat, héroe máximo de la marina chilena.

Entre mayo y Octubre el Huáscar sorteó a la escuadra chilena, atacó


varios puertos del país sureño y capturó al transporte Rímac. La
situación provocó una crisis en el gobierno mapochino. Se ordenó dar
caza al monitor peruano. El combate de Angamos, ocurrido el 8 de
octubre de 1879 significó la inmolación de Grau y su estado mayor.
Sin poder huir, Grau ordenó la retirada de la Corbeta Unión y se
enfrentó valientemente a toda la escuadra chilena. Sin marina, el
Perú no se encontraba en condiciones de ofrecer resistencia alguna.
Chile se disponía a invadir y el Perú se defendió heroicamente hasta
el término de la guerra.

Aniquilada la fuerza naval peruana, la guerra se trasladó a las


provincias sureñas. Chile avanzó con su ejército por la provincia de
Tarapacá. A pesar de los esfuerzos por contener la invasión, el ejército
peruano nada pudo hacer frente a la superioridad numérica y
armamentística del ejército chileno. Los militares peruanos fueron
derrotados en las batallas de Pisagua y San Francisco. Logró una
victoria en Tarapacá, pero la falta de armamento y los desembarcos
chilenos que aumentaron el número de atacantes, forzó al batallón
peruano atrincherado en esta ciudad a abandonarla. Chile tomó con
facilidad la provincia de Tarapacá y enrumbó hacia Tacna y Arica.

El presidente Mariano Ignacio Prado abandonó el país en medio de


una fuerte polémica. No se sabe a ciencia cierta las intenciones por
las que viajó. Él adujo la compra de municiones y una fragata. Sin
embargo, nunca regresó y mucho menos llegó algún tipo de
armamento. Asumió la presidencia Luis la Puerta, hombre anciano y
enfermo que, a pesar de su voluntad patriótica, no podía conducir al
país en medio de la guerra. Nicolás de Piérola fue aclamado por la
guarnición limeña y se convirtió rápidamente en presidente del Perú.
En Bolivia la situación no era diferente. Hilarión Daza fue acusado de
retirar tropas de Camarones y de ser el responsable del desastre
militar en la batalla de San Francisco. Fue depuesto del cargo y le
siguió Narciso Campero.

Chile desembarcó más de 15 mil hombres frente a las costas de


Moquegua capturando dicha ciudad sin resistencia alguna. Chile
quería aislar a los batallones aliados de sus centros de
aprovisionamiento. Las derrotas de peruanos y bolivianos no se
hicieron esperar. En cerro Los ángeles y en la batalla del Alto de la
Alianza (26 de mayo de 1880) Chile derrotó sin problemas a los
batallones aliados. El Alto de la Alianza significó el retiro definitivo de
Bolivia de la guerra dejando al Perú a merced de la invasión chilena.
La guarnición de Arica sería la siguiente en ser atacada. Francisco
Bolognesi sabía que se encontraría rodeado por el enemigo, pero aun
así organizo la defensa del puerto peruano. La valentía del viejo
Bolognesi y el arrojó de Alfonso Ugarte no lograron evitar que la
ciudad cayera en manos enemigas el 3 de abril de 1880. Con la caída
de Arica, todas las provincias sureñas se encontraban en poder de
Chile.

La búsqueda de una solución al conflicto era inminente. Sin embargo,


el Perú no aceptaría ninguna condición que suponga la pérdida de su
territorio. Es por ello que Chile, hacia 1881, continuó sus avances y
ocupó Lima tras las heroicas batallas de San Juan (13 de enero) y
Miraflores (15 de enero) y el saqueo e incendio de Chorrillos. Los
cuerpos diplomáticos extranjeros evitaron la destrucción de Lima. La
ciudad capital fue ocupada pacíficamente y Patricio Lynch asumió el
gobierno de la capital.

Con Piérola fuera de Lima, se nombró a Francisco García Calderón


presidente del Perú. Manuel Baquedano, jefe militar del ejército
chileno, quiso negociar con él los términos de la rendición peruana.
Fiel a sus principios, García Calderón se negó a firmar cualquier
tratado que supusiera la pérdida de territorios. Ante su negativa fue
deportado a Valparaíso.

La sierra central resistió las entradas del ejército chileno. Dirigida por
Andrés Avelino Cáceres, la resistencia de la Breña pretendía cansar al
enemigo a través de una guerra de guerrillas que terminaría por
derrotarlo. Las batallas de Pucará, Marcavalle y Concepción a favor
del ejército peruano fueron alicientes frente a las derrotas pasadas,
sin embargo, los hacendados preferían pagar muchas veces cupo a
los chilenos que aceptar las condiciones de las montoneras de
Cáceres pues las represalias de los peruanos eran peores que el
ataque del ejército chileno. Miguel Iglesias hombre importante en la
defensa de Lima se encontraba en el norte cuando ocurrió la batalla
de Huamachuco a favor de los chilenos. Hastiado de la presencia
chilena y de la destrucción sistemática del país, Iglesias terminó la
guerra capitulando con el enemigo.
El 20 de octubre de 1883 se firmó el Tratado de Ancón entre Perú y
Chile. Mediante este tratado Perú perdía para siempre la provincia
litoral de Tarapacá y quedaban bajo tutela del país sureño las
provincias de Tacna y Arica que tras un plebiscito debían decidir su
suerte (tras 10 años de cautiverio). De igual manera, el Perú debía
pagarle una fuerte suma de dinero como indemnización de guerra El
ejército chileno empezó a retirarse lentamente del Perú y hacia
agosto de 1884 ya todas las tropas se habían embarcado hacia su
país.

Sin embargo, el Perú entró en una nueva guerra civil. Cáceres no


reconocía ni la autoridad de Iglesias ni los términos del tratado
firmado con Chile. Se iniciaba así el segundo militarismo y la lenta
reconstrucción del Perú a manos, nuevamente, de militares y
caudillos.

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