Vitalismo
Vitalismo
Vitalismo
Para este filósofo alemán, la vida tiene un sentido biológico-cultural, es decir, la vida es impulso
natural y es vivencia. En su tercera etapa filosófica, denominada "zaratústrica", después de objetar
la manera tradicional de entender la vida y la voluntad, propone su especial visión de la vida y sus
teorías sobre la Voluntad de Poder y del Superhombre. La actividad crítica de Nietzsche se puede
resumir en tres puntos: crítica a la moral, crítica a la metafísica, y crítica a las ciencias positivas. En
su crítica a la moral, Nietzsche se refiere a la moral occidental de naturaleza judeocristiana con la
que difiere por dos razones. Por una parte, dicha moral contiene un conjunto muy amplio de normas
y leyes con las cuales se impide la exuberancia de la vida, se inhiben los impulsos vitales y el
desarrollo. Por otra parte, la base filosófica de esta moral postula la existencia de un mundo
inteligible, un plano de existencia ultra-terrenal del que no tenemos certeza, por lo que se trata de
una "moral de ultramundos", es decir una "moral antinatural". La crítica de la metafísica tradicional
se basa también en el hecho de que, de un modo u otro, nos conduce a mundos irreales. En efecto,
dicha metafísica, de naturaleza platónica, nos habla de la separación entre el ser aparente (o
fenoménico), que es el único que podemos percibir, y el ser real (o nouménico) que no es posible
percibir. La metafísica tradicional, influenciada por el cristianismo, generalmente da un mayor valor
a esa parte del ser que está fuera de nuestro alcance, por lo que desvaloriza la otra parte y
desvaloriza a la vida misma .
El cristianismo fue desde el comienzo, de manera esencial y básica, náusea y fastidio contra la vida
que no hacían más que disfrazarse, ocultarse, ataviarse con la creencia en «otra» vida distinta o
«mejor». Friedrich Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia.
La crítica a las ciencias positivas no se basa en un ataque directo a las ciencias sino a la tendencia
ideológica que han adoptado y a su metodología, en especial a la matematización. Mediante este
recurso no adquirimos conocimiento de las cosas, solamente captamos sus relaciones cuantitativas.
Además, las ciencias positivas pretenden explicarlo todo mediante leyes, pero una ley de la
naturaleza no es algo que conozcamos; conocemos únicamente sus efectos y su relación con otras
leyes, de las cuales igualmente no tenemos conocimiento. Según Nietzsche, la vida humana debe
ser entendida en su totalidad, es decir, en su dimensión natural, como un complicado conjunto de
instintos, impulsos, pasiones y capacidades; pero también debe verse en su aspecto de vivencia
existencial, o sea, como proyecto constante de superación y de creación, como ansia de sobresalir
para no ser uno más del rebaño. La voluntad de poder es voluntad de vivir, pero de vivir la vida
total en todas sus dimensiones. Para esto la voluntad de poder tiene que transmutar los valores, con
la conciencia de que lo único bueno es lo que favorece, fortalece y eleva el desarrollo de la vida.
La voluntad de poder debe estar dispuesta a ayudar a los débiles y a los fracasados para que
rápidamente sucumban y perezcan; favorecer su predeterminación fundamental a perecer por la
carencia de impulsos vitales. Por esta razón, Nietzsche no está de acuerdo con la moral cristiana, a
la cual califica como moral de esclavos. Esta moral es conveniente para los incapaces y los
dominados, es una moral que exalta las debilidades y los vicios presentándolos como virtudes y los
extiende por el mundo, lo que es perjudicial para la vida. Para la clase dominante la moral que vale
es la moral de señores, de acuerdo con la cual el superdotado no tiene obligación de someterse a las
normas de los son más débiles que él. El superhombre de Nietzsche puede entenderse en dos
sentidos: individual y colectivo. El superhombre, en sentido colectivo, se refiere a la creación de
una nueva cultura, a nuevas tablas y jerarquías de valores fincadas sobre una mejor afirmación de la
vida. El superhombre en sentido individual se refiere a personas con voluntad de poder, con
capacidad de superarse a sí mismas y a las de su grupo, con rebeldía para no someterse a las leyes
igualitarias que las masas imponen al mundo por considerar injusto el hecho de que alguien pueda
ser más capaz que otro.
Fragmentos: Cuando no se sitúa en la vida su propio centro de gravedad, sino en el "más allá", en la
nada, se despoja a ésta de su esencia. La gran mentira de la inmortalidad personal le quita al instinto
todo lo que tiene de razón, de naturaleza. Desde ese momento, todo lo que hay en los instintos de
beneficioso, de favorecedor de la vida y de garante del futuro, despierta desconfianza. El sentido de
la vida se convierte entonces en vivir de manera que ya no tenga sentido vivir. ¿De qué sirve, pues,
el sentido comunitario, la gratitud a los orígenes y a los antepasados? ¿Para qué colaborar, confiar,
impulsar y favorecer cualquier forma de bien general? Todas estas actitudes son tentaciones,
desviaciones al "camino recto" (...) Todo individuo, como poseedor de un "alma inmortal", ocupa el
mismo nivel jerárquico que los demás (...) Cualquier beato desequilibrado tiene el derecho de
imaginarse que por él se transgreden a cada paso las leyes de la naturaleza. Nunca maldeciremos
con suficiente desprecio una acentuación como ésta de toda suerte de egoísmo que llega hasta lo
ilimitado y hasta la desvergüenza (...) La "salvación del alma" equivale, hablando en plata, a afirmar
que el mundo gira en torno a mí. El Anticristo. 43.
A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar otras
doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer. "Cuerpo soy yo y alma" -
así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños? Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo
soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el
cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una
paz, un rebaño y un pastor. Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a
la que llamas "mente", un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón. Dices "yo" y
te enorgulleces de esta palabra. Pero más grande que esto, aunque no lo creas, es el cuerpo y su gran
razón: que no dice yo, pero obra yo. Lo que el sentido siente, lo que la mente percibe, nunca es un
fin en sí mismo. Pero sentido y mente intentarán persuadirte de que ellos son el fin de todas las
cosas: así de vanidosos son. Sentido y mente son instrumentos y juguetes; tras ellos se encuentra
todavía el ser. El ser busca con los ojos de los sentidos y escucha también con los oídos de la mente.
El ser está siempre buscando y escuchando, compara, amansa, conquista, destruye. Rige, y también
rige sobre el "yo". Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, hay un amo poderoso,
un sabio desconocido. Se llama "el ser". En tu cuerpo habita, es tu cuerpo. Hay más razón en tu
cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe acaso, para qué necesita tu cuerpo precisamente de
tu mejor sabiduría? Tu ser se ríe de tu "yo" y de sus orgullosos saltos. "¿Qué son para mí esos saltos
y esos vuelos del pensamiento?, se dice. "Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del "yo" y
el apuntador de sus conceptos." El ser le dice al "yo": "¡siente dolor aquí!" Y el "yo" sufre y
reflexiona sobre cómo dejar de sufrir - y justo para ello debe pensar. El ser le dice al "yo": “¡siente
placer aquí!” Y el "yo" se alegra y reflexiona sobre cómo seguir gozando a menudo - y justo para
ello debe pensar. A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar
constituye su apreciar. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar, el valor y la voluntad? El ser
creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y el dolor. El cuerpo
creador se creó para sí la mente como una mano de su voluntad. Incluso en vuestra necedad y en
vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a vuestro ser. Yo os digo: también vuestro ser
quiere morir y se aparta de la vida. Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: - crear algo por
encima de sí. Eso es lo que más quiere, ése es todo su ardiente deseo. Sin embargo, ya le es
demasiado tarde para eso: - por ello vuestro ser quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del
cuerpo. ¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro ser, y por ello os convertisteis vosotros en
despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros. Y por eso os
enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia hay en la oblicua mirada de
vuestro desprecio. ¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo! ¡Vosotros no sois
para mí puentes hacia el superhombre! Así hablaba Zaratustra.
Hay predicadores de la muerte: y la tierra está llena de seres a quien hay que predicar que se alejen
de la vida. Llena está la tierra de superfluos, corrompida está la vida por los demasiados. ¡Ojalá los
saque alguien de esta vida con el atractivo de la «vida eterna»! «Amarillos»: así se llama a los
predicadores de la muerte, o «negros». Pero yo quiero mostrároslos todavía con otros colores. Ahí
están los seres terribles, que llevan dentro de sí el animal de presa y no pueden elegir más que o
placeres o autolaceración. E incluso sus placeres continúan siendo autolaceración. Aún no han
llegado ni siquiera a ser hombres, esos seres terribles: ¡ojalá prediquen el abandono de la vida y
ellos mismos se vayan a la otra!. Ahí están los tuberculosos del alma: apenas han nacido y ya han
comenzado a morir, y anhelan doctrinas de fatiga y de renuncia. ¡Querrían estar muertos, y nosotros
deberíamos aprobar su voluntad! ¡Guardémonos de resucitar a esos muertos y de lastimar a esos
ataúdes vivientes! Si encuentran un enfermo, o un anciano, o un cadáver, enseguida dicen: «¡la vida
está refutada!» Pero sólo están refutados ellos, y sus ojos, que no ven más que un solo rostro en la
existencia. Envueltos en espesa melancolía, y ávidos de los pequeños incidentes que ocasionan la
muerte: así es como aguardan, con los dientes apretados. O: extienden la mano hacia las confituras
y, al hacerlo, se burlan de su niñería: penden de esa caña de paja que es su vida y se burlan de seguir
todavía pendientes de una caña de paja Su sabiduría dice: «¡tonto es el que continúa viviendo, mas
también nosotros somos así de tontos! ¡Y ésta es la cosa más tonta en la vida!» - «La vida no es más
que sufrimiento» - esto dicen otros, y no mienten: ¡así, pues, procurad acabar vosotros! ¡Así, pues,
procurad que acabe esa vida que no es más que sufrimiento! Y diga así la enseñanza de vuestra
virtud: «¡tú debes matarte a ti mismo! ¡Tú debes quitarte de en medio a ti mismo!» – «La
voluptuosidad es pecado, - así dicen los unos, que predican la muerte - ¡apartémonos y no
engendremos hijos!» «Dar a luz es cosa ardua, - dicen los otros - ¿para qué dar a luz? ¡No se da a
luz más que seres desgraciados!» Y también éstos son predicadores de la muerte. «Compasión es lo
que hace falta - así dicen los terceros. ¡Tomad lo que yo tengo! ¡Tomad lo que yo soy! ¡Tanto
menos me atará así la vida!» Si fueran compasivos de verdad, quitarían a sus prójimos el gusto de la
vida. Ser malvados - ésa sería su verdadera bondad. Pero ellos quieren librarse de la vida: ¡qué les
importa el que, con sus cadenas y sus regalos, aten a otros más fuertemente todavía! - Y también
vosotros, para quienes la vida es trabajo salvaje e inquietud: ¿no estáis muy cansados de la vida?
¿No estáis muy maduros para la predicación de la muerte? Todos vosotros que amáis el trabajo
salvaje y lo rápido, nuevo, extraño, - os soportáis mal a vosotros mismos, vuestra diligencia es
huida y voluntad de olvidarse a sí mismo. Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al
instante. ¡Pero no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera - y ni siquiera para la pereza!
Por todas partes resuena la voz de quienes predican la muerte: y la tierra está llena de seres a
quienes hay que predicar la muerte. O «la vida eterna»: para mí es lo mismo, - ¡con tal de que se
marchen pronto a ella! Así hablaba Zaratustra. X.