Sexualidad Genero y Salud Sexual PDF

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¿Cómo se define la sexualidad?

La sexualidad, el sexo y el género se encuentran relacionados, pero no son lo mismo. El


sexo de las personas se reconoce por sus órganos genitales internos y externos (en las
mujeres: vagina, útero, trompas de Falopio y ovarios; en los varones: pene y testículos).
La sexualidad es un proceso dinámico, ligado a nuestra identidad, nuestra forma de
movernos, de sentir, de expresarnos. La sexualidad no es sinónimo de genitalidad ni de
relaciones sexuales, sino que se despliega en una forma de expresión mucho más
amplia.
La Organización Mundial de la Salud presenta una definición de sexualidad que
señala:
“La sexualidad es un aspecto central del ser humano presente a lo largo de su vida.
Abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, la orientación sexual, el
erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. La sexualidad se vivencia y se
expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores,
conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir
todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre.
La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos,
sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y
espirituales.” Esta definición permite resaltar diversas cosas. En primer lugar, nos alerta
que aun cuando suela asociarse el concepto de “sexualidad” con el de “relaciones
sexuales”, las personas ejercen su sexualidad también cuando no tienen relaciones
sexuales. La sexualidad se vincula tanto con la forma de vivir, cuidar, pensar y disfrutar
nuestro cuerpo como con el modo en que nos relacionamos y comunicamos con otras
personas. En segundo lugar, la sexualidad no refiere a algo biológicamente “dado” sino
que es algo que construimos social e individualmente. Esta construcción es altamente
dinámica: los sentidos que le atribuimos van cambiando a lo largo de nuestras vidas.
Dichos significados se relacionan estrechamente con las imágenes y representaciones
que se otorga a la sexualidad en nuestros ámbitos más próximos, como nuestra familia y
nuestra comunidad. La forma en que se considere a la sexualidad en estos ámbitos
influirá tanto en el modo en que vivamos nuestra sexualidad, como en la cantidad y la
calidad de información que recibamos, en el conocimiento que tendremos acerca de
nuestro propio cuerpo y de los cuidados que nuestro cuerpo y nuestras emociones
requieren. Adicionalmente, este conjunto de imágenes y discursos que se incorporan
aun de forma inconsciente condicionan de varios modos la disposición que tendremos
para disfrutar, para cuidarnos y para ayudar a que otras personas se cuiden y sean
capaces de vivir una sexualidad plena, segura y responsable. En tercer lugar, la
definición citada da cuenta de que resulta falaz considerar a las personas con
independencia de su sexualidad. Del mismo modo que no sería razonable pensar seres
sin cuerpo, sin emociones o sin pensamientos. La sexualidad es parte indivisible de los
seres humanos, y se construye en un entramado de significados. Estos significados
varían para personas de distintos contextos socio-culturales, o que pertenecen a
diferentes etnias, pero también presentan diferencias dentro de una misma sociedad
según se refieran a varones o a mujeres, a personas que provienen de entornos
familiares o comunitarios disímiles, etcétera. En cuarto lugar, y por todo lo dicho, se
observa que la sexualidad involucra una serie de funciones que superan ampliamente a
la vinculada con la reproducción. La sexualidad expresa modos de demostración de
afectos, de encuentro, de comunicación y de generación de confianza. También tiene
una función erótica, de desarrollo del placer y la sensualidad en cada persona. El
conjunto de estas funciones, y los énfasis relativos de cada una de ellas, dependen de las
formas en que vivan su sexualidad las distintas personas, en diversos momentos de sus
vidas. Finalmente, es importante subrayar que las formas de pensar y de ejercer la
sexualidad podrán diferir entre personas que adhieren a distintas religiones, o que no se
identifican con ningún credo. Será importante que, en un proceso pedagógico, puedan
respetarse las distintas perspectivas, sin procurar imponer una sobre otra, en la medida
en que se respeten los derechos de todas las personas involucradas en el mismo y se
ofrezca la mayor cantidad y calidad de información científica actualizada para un
efectivo cuidado de la salud sexual y reproductiva. Es decir: la educación en sexualidad
se relaciona con un marco ético universal, que no sólo ofrece contenidos sino también
metodologías para aproximarse al tratamiento de este tema. Se trata de la ética de los
derechos humanos, fundada en el respeto, la libertad, la solidaridad, la igualdad y la no
violencia.
La construcción social del género y la sexualidad. Las formas en que se construye
socialmente el género se asocian claramente con el modo de vivir la sexualidad, de
relacionarse con el propio cuerpo y con las otras personas, con la incorporación de
pautas de cuidado y con la estructuración de relaciones de poder entre hombres y
mujeres. La escuela es una de las instituciones de socialización más significativas en
este proceso. Allí los niños, niñas y jóvenes pasan buena parte de sus vidas y allí
también se transmiten e incorporan sentidos y prácticas vinculadas con los papeles y
relaciones de género. Por lo tanto, es necesario hacer visible algunas de las formas en
que se construyen y modifican los significados acerca de lo masculino y lo femenino, de
modo que la escuela pueda operar en la igualación de derechos y responsabilidades de
hombres y mujeres. El concepto de género se refiere a la construcción social y cultural
que se organiza a partir de la diferencia sexual. Supone definiciones que abarcan tanto
la esfera individual incluyendo la construcción del sujeto y el significado que una
cultura le otorga al cuerpo femenino o masculino, como la esfera social que influye en
la división del trabajo, la distribución de los recursos y la definición de jerarquías y
relaciones de poder entre hombres y mujeres. Es frecuente encontrar análisis que
utilizan la categoría de género casi como un reemplazo de la categoría “mujer”, como si
fuera una forma más “académica” de nombrar al sexo femenino. Sin embargo, la
categoría de género se refiere tanto a mujeres como a varones, y enfatiza el aspecto
relacional entre unas y otros. Mientras la diferencia sexual entre varones y mujeres
constituye en sí misma una experiencia significativa en la vida de unos y otras, es
evidente que a partir de esta diferencia se ha construido una extensa serie de mandatos
sobre gustos, capacidades, actitudes y comportamientos que se consideran “apropiados”
para ellos o para ellas, que poco tienen que ver con las diferencias de tipo biológico y
que, en buena medida, marcan las formas de vivir de varones y de mujeres que crecen y
se socializan escuchando estos mandatos sociales. No obstante, cabe recordar que la
construcción de los sujetos en términos del género comienza en el mismo instante en
que padres y madres depositan expectativas diferenciales en un bebé niño o niña que se
está gestando, expectativas vinculadas con los valores de la cultura de la cual forman
parte. No es extraño observar que similares destrezas corporales de un niño o de una
niña suelen clasificarse de modo distinto por quienes las leen. Por ejemplo, ya desde la
gestación, las “patadas” de una niña son comentadas como la llegada de una futura
bailarina, pero si se está gestando un niño, los mismos movimientos suelen
caracterizarse como la antesala de la formación de un futbolista. Posteriormente, la
adolescencia constituye, en nuestra cultura, una etapa de la vida en la cual las
identidades y las relaciones de género transforman profundamente sus significados para
la persona y para su entorno. En esta etapa se producen cambios muy significativos en
la vida de una persona. Aceleradas transformaciones corporales coinciden con nuevas
formas de relacionarse entre pares, de vincularse con padres y docentes, con renovadas
miradas sobre su entorno cercano y con una importante apertura hacia el descubrimiento
del mundo. Al ingresar en la adolescencia, ya se han atravesado las etapas de
socialización de la infancia. Los y las jóvenes ya habrán recibido de sus docentes,
padres, madres y otras personas cercanas, una cantidad de ideas sobre lo que pueden y
deben hacer los varones o las mujeres. Ya habrán preguntado, cuestionado y/o asimilado
aquellos énfasis sobre sus diferencias. Las niñas ya habrán recibido muñecas,
maquillajes y ollitas para sus cumpleaños y los varones: porta-aviones, juegos de
ajedrez y pelotas de fútbol. Quizás, como excepción, hayan accedido a algo más típico
del otro género, o bien hayan tenido algunos de los muchos juguetes o recursos
neutrales en este sentido (libros, computadoras, etc.). En tales casos, los adolescentes
son capaces de distinguir entre lo que se designa como “propio” de varones y mujeres,
lo que parece ser indistinto y lo que es infrecuente para alguno de los sexos.

Salud y sexualidad.
La sexualidad tiene una estrecha relación con la salud. En tiempos de cambio y
desarrollo corporal, como los que se atraviesan durante la pubertad y la adolescencia,
este vínculo se expresa de un modo particularmente evidente, y requiere de cuidados y
prevenciones afines con la complejidad de estas etapas vitales. De acuerdo con la
definición del Programa de Acción de la Conferencia Mundial sobre Población y
Desarrollo, la salud sexual y reproductiva es: “un estado general de bienestar físico,
mental y social, y no la mera ausencia de enfermedades o dolencias, en todos los
aspectos relacionados con el sistema reproductivo, sus funciones y procesos. En
consecuencia, la salud reproductiva entraña la capacidad de disfrutar de una vida sexual
sin riesgos y de procrear, y la libertad para decidir hacerlo o no hacerlo, cuándo y con
qué frecuencia”. La salud sexual entraña componentes físicos pero también aspectos
psicológicos y sociales. Estos se relacionan, entre otras cosas, con la posibilidad
efectiva de decidir libre y responsablemente el momento de inicio de las relaciones
sexuales, así como de disfrutar de relaciones sexuales mutuamente satisfactorias, y en
condiciones de seguridad frente a enfermedades o infecciones de transmisión sexual y
embarazos no planificados.
Salud sexual (OMS) Es un estado de bienestar físico, mental y social en relación

con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de

las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales

placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia.

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