Introducción A La Teología

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LICENCIATURA EN TEOLOGÍA Y CIENCIAS RELIGIOSAS

INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA

MÓDULO 1: ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA?


MORALES, J., Fidalgo, J.M. (2015) Introducción a la Teología (Manuales ISCR), Pamplona.
Ediciones Eunsa

MTRO. HERACLIO CHÁVEZ VILLALOBOS


La teología es ciencia. La razón del creyente, iluminada por la fe, trata
de comprender mejor los misterios revelados por Dios y exponerlos de
manera sistemática y ordenada, basándose en la Sagrada Escritura y
en la Tradición de la Iglesia. La teología presupone la fe, no es un
mero ejercicio de curiosidad intelectual y se trata de ciencia de
salvación porque debe ayudar al hombre a conseguir su destino
eterno.
Sentido y naturaleza de la actividad teológica
La teología presupone la fe en el Dios Vivo de la Revelación, que es el Dios de
Abraham, Isaac y Jacob, y sobre todo el Dios y Padre de Jesucristo.
Se basa en la capacidad de la razón humana para acercarse a los misterios
revelados, con el fin de contemplarlos y exponerlos con el máximo rigor posible
y con el respeto religioso que merecen.
No es un saber directamente infundido por Dios en el intelecto humano, sino
que procede del esfuerzo laborioso y voluntario de ese intelecto, iluminado por
la fe cristiana.
La teología, desarrollo espontáneo de la fe
La actividad teológica procede de la fe. Es un saber de fe que supera la razón sin
negarla. La existencia de la teología se explica por las características propias de la
fe, que de un lado posee ya su objeto (Dios) y de otro lado está en continuo
movimiento hacia Él, con el fin de aprehenderlo mejor y amarlo más.
Aunque sea trascendente, el misterio de la salvación tiene que ser penetrable de
algún modo por el espíritu humano. Es decir, el contenido de la fe implica cierta
inteligibilidad y coherencia de la fe misma, y puede convertirse en objeto de
reflexión y de estudio más profundo.
De aquí se deriva la existencia de una teología científica, es decir, una reflexión
deliberada, rigurosa y metódica, que es lo que propiamente llamamos teología.
Esta teología especializada o científica, de la que aquí nos ocupamos
preferentemente, no se limita a usar los instrumentos propios del conocimiento
ordinario y del sentido común, sino que utiliza sobre todo categorías más rigurosas,
se ajusta a métodos precisos, y apunta a una construcción sistemática de los datos
suministrados por la fe.
Los términos teología y teólogo
San Justino utiliza el verbo teologizar para designar la actividad exegética sobre
los textos bíblicos. San Clemente de Alejandría distingue la teogonía (fábulas
mitológicas) de la verdadera teología (conocimiento cristiano de Dios). Para
Orígenes, teología es una doctrina recta sobre Dios. Eusebio de Cesarea es autor
de una obra denominada «Teología eclesiástica», donde la voz teología aparece
por primera vez en el título de un libro cristiano. San Basilio es el primero que
distingue entre teología, como doctrina sobre Dios, y economía, como historia de
salvación.
El saber teológico adquiere rango de disciplina académica con la aparición de las
Universidades (la Sorbona de París se funda en el siglo XII), y se diferencia
claramente de la filosofía, de los estudios bíblicos, y del derecho canónico.
Aunque el término teología coexiste todavía por un largo tiempo con expresiones
como doctrina cristiana, sacra scriptura, sacra divina pagana, es a partir de este
momento histórico, cuando la voz teología se reserva para designar el
conocimiento sistemático y discursivo acerca de Dios y los misterios revelados.
Noción de teología
La actividad teológica es fides quaerens intellectum: fe que busca entender,
impulsada no por una actitud de simple curiosidad, sino de amor y veneración
hacia el misterio.

San Anselmo de Canterbery (1033-1109), que es el autor de esa expresión que


indica la esencia de la teología, observa que «el creyente no debe discutir la fe,
pero manteniéndola siempre firme, amándola y viviendo conforme a ella, puede
humildemente, y en la medida de lo posible, buscar las razones por las que la fe
es así. Si consigue entender, lo agradecerá a Dios; si no lo consigue, se someterá
y la venerará» (PL 158, 263 C).
La fe es el presupuesto absoluto de la teología. Esto es así, no sólo porque la fe sea su materia
prima, dado que la teología se hace a partir de la fe, sino porque la buena teología se debe
hacer desde dentro de la fe, y es así algo más que una simple reflexión racional sobre los datos
de la Revelación. Por eso afirma San Agustín: intellige ut credas, crede ut intelligas (has de
entender para creer y has de creer para entender).
La teología es entonces desarrollo de la dimensión intelectual del acto de fe. Es fe reflexiva, fe
que piensa, comprende, pregunta y busca. Trata de elevar dentro de lo posible el credere al
nivel de intelligere, agrupando el conjunto de verdades de fe en un sistema bien clasificado,
orgánico y coherente. Intenta construir intelectualmente lo revelado, según encadenamientos de
conceptos que manifiesten la conexión recíproca de todos sus elementos, y relacionen efectos
con causas y verdades derivadas con sus principios. La teología aparece así, dice Santo Tomás
de Aquino, como una huella o trasunto de la ciencia divina: impressio divinae scientiae (S. Th. 1,
1, 3 ad 2).
La teología es ciencia de la fe. Es una reflexión primero espontánea y luego
metódica, realizada por la mente cristiana en el ámbito de la Iglesia, en torno a la
Revelación de Dios y a las realidades iluminadas por ella. Esto implica:

• No es una tarea individual. Su terreno y su sabia son la vida de la fe y de los


misterios de la fe. Su base última es la Iglesia entera, a la vez beneficiaria y
responsable del quehacer teológico. Es una meditación sobre la fe de la Iglesia,
tal como se expresa en la Sagrada Escritura, los Símbolos, las definiciones
conciliares y los escritos de los Padres. No busca fundamentar su objeto, sino
comprenderlo.
La teología es discursiva y metódica. Arranca de la fe y vive dentro de ella, pero
usa el esfuerzo humano y avanza paso a paso, en un saber que necesita del
tiempo para perfeccionarse y madurar.

La teología es por tanto una actividad de carácter intelectual y no afectivo,


aunque presupone amor y tendencia hacia los misterios sobrenaturales.

Su término no es directamente la unión con Dios, que es la meta de la vía mística,


sino una captación detallada y bien construida de la Revelación, es decir, un
conocimiento desarrollado de la fe.
Es propio, finalmente, de la labor teológica compenetrarse intelectualmente con la
verdad revelada, en un esfuerzo de comprensión que lleva a defenderla y
exponerla con íntima convicción y seguridad. El teólogo procura además
relacionar las verdades de fe con el resto de los conocimientos humanos y los
datos que proporciona un mundo real y creado por Dios, en el que existen
verdades relativas pero estimables, causas segundas junto a la causa
trascendente, y fines intermedios junto al fin último.
La teología es imperfecta. Es susceptible de progreso, porque contiene aspectos
de ciencia humana.

Esta actividad respetuosamente inquisitiva dejará siempre en el buen teólogo una


saludable insatisfacción, que no debe herir su amor propio sino fomentar su
humildad.

Porque significa que está en presencia de los misterios insondables a los que
alude San Agustín cuando advierte: «Si has comprendido del todo es que no es
Dios lo que has encontrado».

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