TratadoSanacionEmocional
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A medida que fui creciendo, este sufrimiento que veía en otros comenzó a encontrar un lugar
también en mi interior. Distintas experiencias traumáticas fueron dejando huellas en mi ser y
me quitaron poco a poco la sonrisa inocente que me había acompañado hasta antes de mi
adolescencia. Aunque podía forzar esta sonrisa en las fotos familiares, por dentro me sentía
cada vez más angustiado. Este dolor interior fue acrecentándose hasta el año 2015 cuando caí
en una depresión profunda, luego de años intentando apaciguar este sufrimiento con el
consumo de marihuana, alcohol, y otras sustancias más nocivas. Toqué fondo y no encontraba
una salida.
Pero un día, luego de estar por varios meses en lo que parecía un túnel sin salida, comencé a
vislumbrar una luz. No me acuerdo exactamente cómo ni cuándo sucedió, pero un día recordé
la sonrisa inocente que me había acompañado hasta la adolescencia y decidí intentar
recuperarla. «Cueste lo que cueste», me dije a mí mismo. Lo que ignoraba en ese momento es
que para lograrlo tendría que embarcarme en un viaje abismal hacia las entrañas de mi ser y
verme cara a cara con toda mi oscuridad. Derrumbarme por completo para recién ahí, de a
poco, reconstruirme desde la certeza de quien realmente soy. Lo que vas a leer a continuación
es el fruto de 8 años de búsqueda incesante para volver a poder sonreír desde mi interior.
En este camino logré dar con una gran verdad: el mayor obstáculo para la auto-realización no
es la falta de propósito o el desconocimiento de una misión de vida, sino que son nuestras
heridas emocionales. Este tratado está escrito con la intención de acelerar los procesos de
sanación emocional del individuo y por consiguiente de toda la humanidad.
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El mundo emocional
Ahora bien, ¿cómo se relacionan estos cuatro cuerpos? Lo primero que debemos entender es
que en la realidad que habitamos la única manera de crear algo es a través de nuestro cuerpo
físico. Imagina por un segundo que solo tuvieses pensamientos y emociones. Aunque se te
ocurrieran las ideas más magni cas o sintieras el amor más profundo por otro ser humano, sin
tu cuerpo físico no tendrías posibilidad alguna de manifestar lo que ocurre en tu interior. Es a
través de tu cuerpo físico, con tus palabras, tu escucha, y tus manos, que puedes externalizar lo
que piensas y sientes y llevarlo a cabo.
En el otro extremo del modelo se encuentra el cuerpo espiritual, el cual yo imagino como líneas
en vez de un círculo delimitado ya que en él habita nuestra alma en su inseparable conexión
con el Todo. Se dice que el cuerpo espiritual vino con nosotros desde antes de nuestro
nacimiento y nos acompañará cuando dejemos este planeta. Se dice también que en el cuerpo
espiritual se encuentra la Verdad absoluta de quiénes somos y la respuesta a todas las preguntas
existenciales que podamos hacernos en la vida. Soy consciente de que aquí hay mucha tela por
cortar, pero para la comprensión de este corto tratado no veo necesario profundizar más en el
cuerpo espiritual. Quedémonos por ahora con que el cuerpo físico es la herramienta o vehículo
que permite manifestar los anhelos y la Verdad del alma que habita en el cuerpo espiritual.
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Entre medio de estos dos cuerpos encontramos los cuerpos emocional y mental, quienes juegan
el rol de decodi car nuestra experiencia humana. El cuerpo físico, a través de un diseño
altamente so sticado, es el encargado de recibir y procesar una cantidad casi ilimitada de
información sensorial desde el mundo exterior. Sin embargo, este cuerpo por sí mismo no es
capaz de comprender la información que recibe. Por ejemplo, si te pegas en el borde de una
mesa porque tropezaste con tu alfombra o porque tu padre enojado te empujó e hizo que te
pegaras en el mismo lugar con la misma fuerza, la información sensorial que procesará tu
cuerpo físico será exactamente la misma. Aquí es donde entran en juego los otros dos cuerpos.
Ante una experiencia física sensorial idéntica, nuestro cuerpo emocional se activará de maneras
muy distintas si el dolor lo generó un tropiezo o un ser querido. Mientras el primer caso no
debería generar una emoción negativa intensa, el segundo caso probablemente sí lo hará.
Ahora bien, las emociones que surgen desde este golpe carecen de lógica alguna. Como indica
la etimología de la palabra, una e-moción es simplemente energía en movimiento. Por eso es útil
representar al cuerpo emocional como un óvalo ondulado, ya que en su totalidad, está
compuesto de toda está energía volátil en constante movimiento que llamamos emociones.
Recuerdo que la información compartida no busca ser la verdad absoluta sobre el ser humano y
la sanación emocional. Algunos expertos dicen que los pensamientos preceden a las emociones
mientras que otros a rman que las emociones dan lugar a los pensamientos. Mi experiencia
indica que somos seres in nitamente complejos y misteriosos, simultáneamente procesando
muchísima información sensorial, sintiendo emociones de todo tipo, e intentando razonar todo
aquello que nos pasa. El modelo de los cuatro cuerpos junto al ejemplo del golpe en la mesa son
simples a propósito para ayudarnos a comprender cómo se generan las heridas emocionales y
qué pasa cuando éstas quedan sin sanar. Son trazos en un mapa que puede ayudarnos a
recorrer mejor el camino hacia la sanación emocional y la auto-realización.
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La razón por la que la mayor parte de mi trabajo en los últimos años se ha enfocado tanto hacia
el mundo emocional es porque muchas personas creen rmemente (yo también lo creí por
mucho tiempo) que su sufrimiento proviene de no saber qué hacen aquí en este mundo. Estos 8
años de indagación profunda me han llevado a comprobar que aquello que somos y vinimos a
hacer a este mundo no es algo que tenemos que descubrir, sino que surge naturalmente a
medida que vamos sanando nuestras heridas emocionales. Son estas heridas las que nos obligan
a construir muros protectores que paradójicamente son los que nos impiden que veamos la
verdad de lo que somos.
Antes de entrar al mundo más sutil de las heridas emocionales, nos será util comenzar por
analizar las heridas en el cuerpo físico. ¿Qué ocurre cuando te haces una herida leve como un
rasmillón? En el preciso instante en que te haces el rasmillón, tu cuerpo inmediatamente se
dispone a sanar esta herida. Nuestro cuerpo físico en su biología posee una inteligencia que
busca mantenerse en balance siempre: este proceso inteligente es lo que conocemos como
homeostasis. Observa la próxima vez que te hagas un rasmillón o cualquier herida leve y te darás
cuenta que el proceso de sanación ocurre más allá de ti. Es decir, antes de que tu pienses en
querer sanarte (o no), tu cuerpo ya está trabajando en ello.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando nuestras heridas físicas son, por ejemplo, una fractura o un
corte profundo en la piel? Cuando las heridas son más graves, si bien el cuerpo físico y su
inteligencia se dispondrán inmediatamente a la sanación, el ser humano debe brindarle las
condiciones apropiadas para poder sanar. Hemos aprendido a utilizar un yeso inmovilizador
que permita que los huesos se vuelvan a pegar y a poner puntos para acercar la piel y que se
regenere el tejido. Si observas con atención, aún con estas heridas más graves, la regeneración
de los huesos y de la piel aún no dependen de ti. En síntesis, existe un sistema inherente e
inteligente en nosotros que ante una herida se dispone inmediatamente a la sanación, pero que
en casos de heridas más graves, debemos intervenir para permitir que ocurra.
Sucede lo mismo cuando nos resfriamos o nos contagiamos con un virus. Si bien el cuerpo en
su inteligencia inmediatamente buscará la homeostasis, nosotros podemos asistir en este proceso
entregándole al cuerpo las mejores condiciones para sanar. Por ejemplo, durmiendo su ciente,
no bebiendo alcohol o ingiriendo alimentos tóxicos, exponiéndonos al sol y haciendo conexión
directa con la naturaleza. Ahora bien, de la misma manera en que podemos asistir el proceso
inteligente de la sanación, también podemos limitarlo o incluso inhibirlo por completo. Tres
ejemplos de esto: 1) tienes sinusitis y comes alimentos lácteos en exceso, 2) tienes problemas en
los bronquios y sigues fumando, o 3) te desgarras un músculo y no le das descanso. En cada uno
de estos casos, no sólo estaremos limitando el proceso de sanación, sino que podemos llegar a
empeorar la herida.
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Ahora vamos a lo que nos convoca. ¿Qué ocurre cuándo es nuestro cuerpo emocional el que
sufre una herida? Voy a usar un ejemplo personal. En la adolescencia me gustaba mucho el
fútbol y cuando mi equipo perdía un partido me generaba emociones muy intensas en el
momento. Esto es lo que podríamos llamar una herida emocional leve equivalente a un
rasmillón. Lo mismo ocurre si te encuentras con una multa en tu auto porque aparcaste mal, si
un desconocido te empuja en la calle sin querer, o si tu perro se hace pipí en tus cortinas. En
todos estos casos, si bien se generará una emoción negativa, nuestro cuerpo emocional en su
inteligencia inherente será capaz de sanar estas heridas leves sin problema. Tal como vimos con
el rasmillón, este proceso ocurre más allá de lo que uno haga o piense.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando las heridas emocionales son más graves? Ocurrirá lo mismo
que con las heridas físicas graves: debemos actuar para permitir la sanación. Es decir, si no le
entregamos las condiciones adecuadas a nuestro cuerpo emocional para que trabaje en la
sanación de nuestras heridas, éstas quedarán abiertas. La gran diferencia con las heridas físicas
es que una herida emocional no se puede ver de inmediato. A menos que nos detengamos y
reconozcamos la existencia de este cuerpo más sutil, es posible continuar una vida entera sin
notar que tenemos heridas abiertas en nuestro interior. Emocionalmente heridos, caminamos
por la vida con un dolor profundo que no comprendemos pero que se ve re ejado en cómo nos
relacionamos con ella. Este es el dolor interno que veía de niño al cual hice alusión en la
introducción.
1) A través de una herida pequeña que se va abriendo y cerrando sistemáticamente hasta que
se transforma en una herida profunda. Digamos que tu mamá tenía rasgos bipolares y había
días en los que cambiaba mucho la manera en que te trataba. Si bien la mayoría del tiempo
te cuidaba y te hacía sentir protegida, habían días en los que te gritaba por cualquier cosa y
además te hacía sentir culpable por todos sus males. Si este cambio repentino ocurriera solo
una vez, se crearía una herida emocional pequeña que no tendría mayor repercusión en tu
cuerpo emocional. Sin embargo, si este mismo suceso ocurre constantemente, esta pequeña
herida se irá agrandando y eventualmente se transformará en una herida grande y
permanente.
2) Cuando un suceso repentino genera en nosotros una emoción (energía en movimiento)
extremadamente intensa y profunda difícil de asimilar en la mente. Dos ejemplos claros de
como se generan este tipo de heridas son el abuso sexual y el abandono repentino de un
padre o madre en la niñez. Ejemplos de este tipo de herida profunda hay muchos más.
Tal como hemos aprendido a tratar nuestras heridas físicas graves a través de los avances de la
medicina y la ciencia, estas heridas emocionales profundas también se podrían haber sanado
dadas las condiciones adecuadas. Sin embargo, es tal el nivel de desconocimiento del mundo
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emocional en nuestra sociedad que cuando se han generado estas heridas emocionales graves
no les hemos prestado la atención necesaria, jamás permitiendo su sanación. ¡Esto es
equivalente a fracturarse una pierna e intentar seguir caminando como si nada hubiese pasado!
Suena ridículo, pero esa es la relación que hasta hace muy pocos años hemos tenido a nivel
colectivo con nuestro mundo emocional.
¿Qué ocurre entonces con una herida emocional profunda sin sanar? Lo mismo que cuando
tenemos una herida física abierta: cada vez que alguien te pasa a llevar esta herida emocional te
duele muchísimo ¡Al n y al cabo, la herida sigue abierta! Como vimos en el modelo de los
cuarto cuerpos, aquí es donde entra nuestra mente, quien es la encargada de darle una lógica
racional a las emociones que surgen. Desde un cuerpo emocional herido, la mente va creando
parches en forma de “verdades” que nos protejan de que alguien nos pase a llevar la herida una
y otra vez. Por ejemplo, si en mí se generó una herida emocional profunda por un abandono y
no le di la asistencia necesaria en el momento para sanarla, esa herida abierta hará que mi
mente razone que «no se puede con ar en nadie». Ante la energía en movimiento que recibo
constantemente desde esta herida emocional, razonaré en últimas que «si no dejo entrar a
nadie a mi vida, nadie podrá abandonarme de nuevo». Así deduce mi cuerpo mental que me
ha protegido de volver a sufrir.
Pero entonces, ¿por qué pareciera que la vida nos lleva a sufrir una y otra vez por aquello que
tanto intentamos evitar? Simple. Porque nuestras heridas siguen abiertas. Este mecanismo
protector es equivalente a poner un parche sobre un corte profundo en la piel. ¡Tapar una
heridas jamás sanará una herida! Tal como un parche no es su ciente para sanar un corte
profundo en la piel, la “verdades parche” de que «no se puede con ar en nadie» son
insu cientes a la hora de sanar la herida emocional profunda de un abandono. Y porqué es tan
importante esto: mientras nuestras heridas emocionales sigan sin sanar, seguiremos derramando
desde ellas energía que nuestra mente debe trabajar constantemente para darles una lógica
racional. Todo este proceso signi ca un desgaste energético gigantesco que nos priva de utilizar
nuestra energía en crear la vida que realmente queremos, y en vez, la utilizamos para
protegernos. Si observamos a lo largo de nuestra vida, este mecanismo inconsciente nalmente
se va transformando en un ciclo vicioso entre nuestros cuerpos emocional y mental que, por un
lado inhibe por completo el proceso de sanación de nuestras heridas emocionales, y por el otro,
nos impide acceder a nuestro cuerpo espiritual haciéndonos sentir prisioneros en este mundo.1
Aquí llegamos a la pregunta del millón: ¿es posible sanar una herida emocional profunda? Mi
experiencia de sanación emocional me ha hecho comprobar que sí es posible. Como hemos
desarrollado en este tratado, poseemos una inteligencia intrínseca e inherente que funciona más
1 Si te gustaría profundizar en este mecanismo inconsciente entre el cuerpo mental y el cuerpo emocional te recomiendo leer
Una Nueva Tierra de Eckhart Tolle en donde explica de manera magistral las mecánicas de este encarcelamiento entre el cuerpo
mental (ego) y el cuerpo emocional (cuerpo del dolor).
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allá de nuestros deseos. Cabe destacar que esta inteligencia no nos pertenece solamente a
nosotros sino que está presente en todos lados, todo el tiempo. Si observamos la nieve de la
montaña que se derrite y comienza su descenso por los ríos para desembocar en los mares, que
luego se evapora para subir a las nubes, y nalmente cae como nieve en el mismo lugar donde
se había derretido hace unos meses… ahí hay una inteligencia que funciona más allá de
nosotros. Si observamos una semilla que se abre y echa raíces para luego elevarse por sobre la
tierra en busca de luz para seguir creciendo y nalmente dar un fruto que en su interior
contiene la misma semilla que hace meses se abrió para dar ese fruto… ahí hay una inteligencia
que funciona más allá de nosotros. Si observamos lo que ocurre en la gestación de un nuevo ser
humano, desde qué el espermatozoide se une con el óvulo hasta el momento del parto… ahí
hay un proceso inteligente que claramente ocurre más allá de nosotros. La sanación forma
parte de esta inteligencia. Yo veo la sanación como un río que uye por nosotros - si le
bloqueamos el paso no tiene cómo avanzar, pero si le permitimos uir podrá ir donde tenga que
ir. Por tanto, a la hora de embarcarnos en nuestra sanación emocional, la gran clave está en
comprender y comprobar cómo funciona esta inteligencia inherente y aliarnos con ella para
que pueda seguir su curso natural.
Los pasos que voy a compartir a continuación provienen de mi propia experiencia de sanación.
Una herida emocional se sana primero reconociendo que existe, luego aceptándola, y
nalmente, dándole las condiciones necesarias a nuestra inteligencia interior para sanar.
I. IDENTIFICAR: El primer paso para sanar una herida emocional es identi car que existe.
Esto se realiza al llevar nuestra atención hacia ella. ¿Cómo saber si tengo una herida
emocional profunda? Muy fácil: porque sufro y voy perdiendo mi paz interior. La falta de
paz interior se transforma en la señal ineludible de que nuestro cuerpo emocional está
herido. Esta falta de paz se ve re ejada normalmente en ansiedad, miedos irracionales,
pensamientos excesivos sobre el pasado y el futuro, y por sobre todo, en con ictos que se
nos repiten una y otra vez a pesar de que muchas veces queremos exactamente lo contrario.
En simple, el primer paso de la sanación emocional es, ante cualquier suceso que te quite tu
paz interior, levantar la bandera blanca y decir «estoy herido».
II. ACEPTAR: El segundo paso es el más fácil y el más difícil a la vez. Es fácil porque aceptar
algo no requiere ningún esfuerzo, pero por lo mismo es difícil ya que desde el
desconocimiento colectivo de nuestro mundo emocional hemos razonado que para lograr
lo que queremos en nuestra vida debemos esforzarnos por ello. Desde esta creencia errónea
de que siempre tenemos el control, nuestro primer instinto luego de identi car que estamos
heridos será comenzar a pensar en todas las maneras en que podemos dejar de sentirnos
así. Pero esto es exactamente lo que bloquea la sanación emocional. Cuando razonamos
que nuestras heridas emocionales son un “problema a resolver”, lo que estamos haciendo es
resistirlas, y como decía Carl Jung, “todo lo que resistes, persiste”. Por lo tanto, el segundo
paso de la sanación emocional es aceptar radicalmente que estamos heridos. La aceptación
signi ca dejar de racionalizar la herida y se transforma en el primer paso de la
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transformación. Aceptar permite soltar el control y abandonar el ciclo vicioso entre el
cuerpo mental y emocional que tanto nos aprisiona. Desde la aceptación radical de
nuestras heridas también dejaremos de esforzamos por eliminarlas. Simplemente
aceptamos que estamos heridos y que podemos sanar tal como lo hemos hecho con
nuestras heridas físicas cuando les hemos brindado el cuidado necesario. La aceptación de
la herida, en lo más profundo, es la que nos permite razonar de nuevo y así crear un nuevo
esquema del mundo que nos brinde mayor páz interior.
III. RE-SIGNIFICAR: Este último paso es el equivalente a poner puntos en la piel luego de un
corte profundo. Desde la aceptación radical de que estamos heridos emocionalmente,
entramos a un espacio nuevo en el que nuestra mente ya no se ve obligada a protegernos
del miedo de ser pasados a llevar. Al salir de este bucle, podemos acceder a nuestra alma
quien siempre nos entregará información más verdadera y ecuánime sobre la vida y
quienes somos. Desde este espacio transformador, la misma mente que en su momento
debió crear una “verdad parche”, hoy tiene la posibilidad de crear una verdad distinta que
nos entregue más paz. ¿Cómo hacemos esto? A través de la meditación, podemos entrar en
contacto con nuestro cuerpo espiritual e imaginar cómo se vería el mundo sin esta herida y
anclar un pensamiento nuevo desde la certeza de que la sanación es parte inherente de
nosotros. Este nuevo pensamiento es lo que podríamos llamar el ungüento mágico o el
secreto de la sanación emocional. Si bien la herida seguirá abierta, cuando re-signi camos
nuestro mundo desde el contacto con nuestra esencia, cada vez que el afuera pase a llevar
nuestra herida, ahora tendremos una alternativa. Podremos elegir entre la verdad del
pasado que nos generaba sufrimiento o la nueva verdad que imaginamos desde una mente
que ya no necesitaba protegernos. Al principio, vamos a elegir la verdad antigua más que la
nueva, pero de a poco, vamos a ir comprobando en carne y hueso la diferencia que genera
en nuestra vida elegir la segunda opción. Y así un día, sin darnos cuenta, la segunda opción
se habrá transformado en nuestra primera naturaleza y habremos sanado nuestra herida
emocional.
Resumamos los tres pasos para que podamos recordarlos más fácilmente. Ante cualquier
experiencia que nos quite paz interior, lo primero que debemos hacer es identi car que estamos
heridos. Luego de identi car esto, notaremos que nuestra mente intentará hacer todo lo posible
por razonar este dolor, ya sea culpándose y victimizándose. Esta es la mente inconsciente
intentando controlar la situación. Cuando notemos estos pensamientos, de a poco intentaremos
soltar el control y trataremos de aceptar que estamos heridos. Desde esta aceptación, podremos
salir del ciclo vicioso y entrar a un espacio más sereno en que la mente deja de protegernos y se
pone al servicio del alma. Desde el contacto con nuestra alma, podemos proyectar
pensamientos que nos ofrezcan mayor paz interior y así re-signi car nuestro mundo. Ahora,
cuando la herida se vuelva a activar tendremos una salida.
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Palabras Finales
Una de las mejores maneras de sanar una herida emocional que llevamos con nosotros mucho
tiempo es mostrándosela a alguien que no sufre de esta herida. Esta persona podrá mostrarnos
una mirada más objetiva que nos ayude a re-signi carla. Es importante entender que las
heridas emocionales son mucho más sutiles que las físicas, lo cual puede ser negativo si no les
damos atención, pero muy positivo cuando nalmente lo hacemos. ¿Por qué? Porque la misma
sutileza que hace que éstas se mantengan invisibles por años permite también que sanen más
rápido cuando les permitimos hacerlo. Para esto es necesario reemplazar la “verdad parche”
que antes usábamos para proteger esta herida por pensamientos de aceptación, comprensión, y
compasión. Esa es la asistencia que necesita nuestro cuerpo emocional en su inteligencia
inherente para sanar. No es necesario revivir las historias traumáticas una y otra vez ya que no
buscamos sanar el suceso que generó la herida sino que buscamos sanar la herida emocional
que el suceso generó. Por tanto, es demasiado importante comenzar de a poco a permitirnos
sentir las emociones incómodas que surgen en vez de resistirlas, buscar razonarlas, o intentar
eliminarlas. Solo desde ese espacio de aceptación profunda podremos comenzar a re-signi car
nuestro visión del mundo con pensamientos que nos otorguen mayor paz interior. Todo esto
comprendiendo que quedará una cicatriz, pero que no será más que un bello recuerdo de la
sanación que ocurrió. Esta cicatriz se transformará en certeza y fuerza interior a la hora de
sanar otras heridas, de afrontar la vida y sus inescapables desafíos, y también en evidencia para
el resto de la humanidad de que la sanación emocional sí es posible.
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