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BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉUX RIBAS
BltíLICJ I tCJA ATACül^HU
BAJO LA DIRECCIÓN DE DON RUFINO BLANCO-FOMBONA

OBRAS PUBLICADAS, EN 4 «
M&MORIAS DEL GENERAL O'LeARY:
Bolívar y la emancipación de Sw' América.
Dos lujosos volúmenes de 700 á 800 páginas. Se ven-
den separadamente a! precio de 7,50 pesetas cada uno.
in. — Memorias de O'Connor sobre la Independencia Americana.
Precio: 5 pesetas.
IV. — Memorias dfl general José Antonio Páez. — 7,50 pesetas.
V. — Memorias de un oficial del ejército español.
Por el Capitán Rafael Sevilla. — 5 pesetas.
VI-VII.— Memorias del general García Camba.
Para la historia de las armas españolas en el Perú,
Dos volúmenes á 7,50 pesetas cada uno.
Vin. — Memorias de un oficial de la legión británica.
Campañas y Cruceros durante la guerra de emancipación
hisp ano-americana. — 4 pesetas.
IX. — Memorias del general O'Le'ary:
Últimos años de la vida pública de Bolívar.
Este libi'o, deFconocido hasta ahora, complementa los
dos volúmenes sobre Bolívar y la emancipación; es una
joya de historia americana por sus revelaciones, á las cua-
les debió el que se le hubiera ocultado por tantos años. —
Precio: 7,50 pesetas.
X. — Diario de María Graham.
San Martin. — Cochrane. — O Higgins. — 7,50 pesetas.
XI.— Memorias del Regente Heredia.
Montevct de. — Bolívar. — Boves. — Morillo. — 4,50 ptas.
XII. — Memorias del general Rafael Urdaneta.
General en jefe y Encargado del gobierno de la Gran Co-
lombia.,—1SO pesetas.
XIII. — Memorias dk Lord Cochrane. — 6 pesetas.
XIV. — Memorias de Urquinaona.
Comisionado de la Regencia española al Nuevo Reino de
Granada. — 7 pesetas.
XV.— Memorias de William Bennet Stevenson.
Sobre las campañas de San Martín y Cochrane en el
Perú. — 5,50 pesetas.
XVI. — Memorias postumas del general José María Paz. — 8 pesetas.
XVÍI. — Memorias de Fray Servando Teresa de Mier. — 8 pesetas.
XVIII. — La Creación de Bolivia, por Sabino Pinilla. — 7,50 pesetas.
XDC. — La Dictadura de O'Higcins, por M. L. Amunátegui y B. Vi-
cuña Mackenna. — 7,50 pesetas.
XX. — Cuadros de la historia militar y civil de Venezuela
(Desde el descubrimiento y conquista de Guayana hasta
la batalla de Carabobo), por Lino Duarte Level. — 8 pesetas.
XXI. — Historia crítica del asesinato cometido en la persona del
Gran Mariscal de Ayacucho, por Antonio José de Irisarri.
7,50 pesetas.
XXII-XXIII. — Vida de Don Francisco de Miranda.
General de los ejércitos de la primera República francesa,
y generalísimo de los de Venezuela, por Ricardo Becerra.
Dos volúmenes á 8 pesetas cada uno.
XXIV. — Biografía del general José Félix Ribas, primer teniente
DE Bolívar en 1813 y 1814 (época de la guerra á muerte),
por Juan Vicente González.
BIBLIOTECA AYACUCHO
Bajo la dirección de Don Rufino Blanco-Fombona

JUAN VICENTE GONZÁLEZ

BIOGRAFÍA D% GENERAL

JOSÉ FÉLIX RIBAS


PRIMER TENIENTE DE BOLÍVAR EN 1813 Y 1814

(ÉPOCA DE LA GUERRA Á MUERTE)

EDÍTORIAf-AMÉRICA
MADRID

CONCESIONARIA EXCLUSIVA PARA LA VENTA:

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE LIBRERÍA


FERRAZ, 25
El 8 de Mayo de 1799 la ciudad de Caracas ves-
tía de luto: las puertas de las casas estaban cerra-
das, colgadas de negro las ventanas, y la voz lloro-
sa de las mujeres que rezaban adentro, el tañido de
las campanas que tocaban agonía, y el aire pavoro-
so de los unos, grave y apresurado de los otros,
anunciaban un acontecimiento singular y terrible.
Poco pueblo, alguna tropa y niños presididos por
5US maestros, ocupaban la plaza mayor, y veían sa-
lir con ansiedad extraña, desde la cárcel pública,
hoy reemplazada por la casa de Gobierno, un gru-
po confuso, que se acercaba lentamente, compues-
to de soldados y de frailes de todas las órdenes, re-
zando éstos, prestas las armas aquéllos, y de herma-
nos de la Caridad y de Dolores, con vino y agua en
las manos, ó con un platillo en que recogían limos-
na, al fúnebre son de estas palabras: "Hagan bien
para hacer bien por un hombre que están para ajus-
ticiar." Venía, realmente, un bulto indefinible sobre
una manta levantada por unos hermanos y tirado de
vil caballo, con quien hablaban alternativamente
8 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

dos sacerdotes, y que parecía escuchar con entere-


za, ydejarse ¡r voluntariamente hacia donde le lle-
vaban. Era D. José María España, que era arrastra-
do al último suplicio. Tendría como cuarenta años,.
y sin la blanca mortaja que le envolvía, habríase ad-
mirado un hombre de ademán resuelto, de agorada-
ble y gentil presencia. Por entre el ruido monótono
de las armas, la salmodia del clero, los dobles de las
iglesias y el dolorido acento de los que pedían por
su alma, resonaba la dura voz del pregonero, que
iba delante pregonando la sentencia que le conde-
naba:

"Los señores presidente; regente y oidores de ■♦


esta real audiencia, en consecuencia, confirmación
y ejecución de las providencias dadas contra José
María España, reo de alta traición, mandamos que
precedidas sin la menor dilación, las diligencias or-
dinarias conducentes á su alma, sea sacado de la
cárcel arrastrado de la cola de una bestia de albar-
da y conducido á la horca, publicándose por voz de
pregonero sus delitos: que muerto naturalmente en
ella por mano del verdugo, le sea cortada la cabeza
y descuartizado: que la cabeza se lleve en una jaula
de hierro al puerto de La Guaira, y se ponga en el
extremo alto de una viga de treinta pies, que se fija-
rá en el suelo á la entrada de aquel pueblo por la
puerta de Caracas: que se ponga en otro igual palo
uno de sus cuartos á la entrada del pueblo de Ma-
cuto, en donde ocultó otros gravísimos reos de Es-
tado á quienes sacó de la cárcel de La Guaira y
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 9

proporcionó la fuga: otro en la vigía de Chacón, en


donde tuvo ocultos los citados reos de Estado: otro

en el sitio llamado "Quita calzón", río arriba de La


Guaira, en donde recibió el juramento de rebelión
contra el rey; y otro en la Cumbre donde proyecta-
ba reunir las gentes que se proponía mandar: que le
confisquen todos los bienes que resultaren ser su-
yos, y se ejecute; digno castigo de quien tramó
contra el orden público, sin detenerse en la consi-
deración de los males gravísimos que debía esperar
de semejante empresa, el derramamiento de mucha
sangre inocente, los robos, los incendios, la ruina
de las familias, el desorden, la confusión, la anar-
quía con todos los otros funestos males consiguien-
tes á ella, y especialmente, el agravio y menospre-
cio de la religión. — Señores: Presidente, don Ma-
nuel Guevara y Vasconcelos. — Regente, don An-
tonio López Quintana. — Oidores, don Francisco
Ignacio Cortinas; don José Bernardo de Anteguie-
ta. — Rafael Diego Mérida, escribano real."
Cuando hubo llegado España al pie de la horca,
el doctor F. José Antonio Tinedo, su antiguo ami-
go, y que era uno de los sacerdotes que le auxilia-
ban, le hizo detener, con los ojos bajos, atadas las
manos, entre un círculo de oficiales, para que expia-
se cristianamente un movimiento de orgullo que le
había sorprendido á los aprestos de la muerte. En-
tonces elcura de la iglesia metropolitana subió con
él las escaleras del elevado suplicio, abrazándole y
cubriéndole amorosamente con sus hábitos. Aún no
10 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

había bajado y ya el reo de lesa majestad agoniza-


ba bajo el innoble peso del verdugo.
El pueblo, humano, sencillo, aún no acostumbra-
do á hacer un espectáculo de la muerte, quedó por
algún tiempo atónito, inmoble; los niños, espanta-
dos, se apretaban unos con otros, alrededor de sus
maestros; y muchos, entre los mismos actores, co-
menzaban áretirarse, mudos y tristes, cuando el
sacerdote que había sondeado hasta el fin el espan-
toso misterio de la muerte, pálido, visiblemente
consternado, subió á una cátedra que estaba allí y
en que no había reparado nadie.
Era un hombre alto y grueso, de fisonomía varo-
nil y severa, templada por melancólica y paternal
sonrisa. Su voz, imponente y grave, tornábase á ve-
ces en apacible y tierna; lágrimas venían frecuente-
mente ásus ojos» y ya al terminar su peroración ar-
diente, dirigió estas impetuosas palabras al frío ca-
dáver, demudado y cárdeno, pendiente de la horca:
"Dejad, cristianos, que para desahogar mi cora-
zón, me despida un momento del amigo de mis tier-
nos años, del compañero de mi juventud, del que
recogió las efusiones primeras de mi amistad. De-
jadme llorar, como David, al nuevo Absalón, que
ha perecido colgado de ese árbol funesto; Absalon^
fili mi...! Satisfecha la vindicta de la majestad terre-
na, yo no debo acordarme sino del amigo; está ya
en las manos clementes de la justicia divina, que le
ha recibido en sus brazos al salir de los míos. ¿Qué
importa la manera con que murió al que está en el

*
#
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 11

cielo? Quizás, aun á los ojos del mundo, en estos


malos días en que la sangre de los reyes mancha las
manos del verdugo, el patíbulo venga á ser un títu-
lo de gloria... ¿Qué te diré yo, amigo mío, que dé
paz sobre los caminos públicos á tus huesos áridos,
y lleve un consuelo á tu inconsolable esposa? Que
la mano del hombre no es la mano de Dios; que su
balanza no es la de los poderes de la tierra, y que
mientras éstos hieren, aquél corona... Yo debo de-
tenerme aquí en medio de la turbación que domina
mi espíritu. Mi fe es de mi rey; dejadme mis lágri-
mas para mis amigos."
La turba fué disipándose, después de estas pala-
bras elocuentes y patéticas, que habrían sido teme-
rarias en otros labios que en los del orador fúnebre
de Carlos III. Sólo un joven de ademán resuelto,
después de haber oído con profunda atención al
doctor Vicente Echeverría (éste era el orador), asis-
tió en la plaza con aparente estoicismo á la bárbara
carnicería del verdugo, en cumplimiento de la sen-
tencia. Estaba ei mozo en la flor de sus años; era
de gallarda estatura, de figura marcial y seductora.
A veces se amontonaba una tempestad sobre su
frente encapotada y sus ojos lanzaban relámpagos.
Al fin pareció turbarse, fijó la vista sobre el desnu-
do suplicio, y, como agitado de funesto presenti-
miento, soltó las riendas á su caballo y corrió som-
brío por las solitarias calles de la ciudad.
Así nos cuenta un contemporáneo la tragedia que
puso fin á la revolución de Gual, España y Rico, y
12 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

la impresión profunda que hizo en el espíritu impe-


tuoso de José Félix Ribas, cuya vida rápida, pero
heroica y llena de acontecimientos, vamos á tejer
brevemente.

Nació José Félix Ribas el 19 de Septiembre de


1775, de D. Marcos Ribas y doña Petronila Herre-
ra yMaríñez; fué el postrero de los once hijos de
un matrimonio afortunado y fecundo. Su abuelo, don
Roberto de Ribas, había casado con doña Francisca
Luganda de Betancourt, hija de un brigadier, caba-
llero de Alcántara, grobernador y capitán general de
las provincias de Venezuela. Es tradición en esta
familia que D. Roberto de Ribas era nieto del capi-
tán D. Valentín de Ribas, natural de Londres, des-
posado en la isla de Tenerife con doña Francisca
Rodríguez Talavera y Montalvo. Era una raza fuer-
te y amarga, activa, indómita, fruto de los antiguos
Raibs (Ribas), en quien se cruzaban bretones y nor-
mandos, recalentada al sol de las Andalucías y al de
la africana Tenerife, templada al clima equinoccial
de Venezuela. ¿Descienden los Ribas, como se
cuenta, de los bretones que acompañaron á Gui-
llermo ála conquista de Inglaterra? Por largo tiem-
po no degeneraron ciertamente de los primitivos
habitantes de las rocas rojas, de la bahía de los ase-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 13

sinatos, de la isla de Sein, poblada de hadas y de-


monios, donde piedras esparcidas son una boda pe-
trifícada, y una piedra aislada, un pastor tragado
por la luna.
Los Ribas se esparcieron por España; hay Ribas
en Centro-América; y el viajero Clarke habla de un
almirante Ribas que, bajo el mando de Catalina 11,
libertó á Odesa de los turcos y se propuso hermo-
searla dotarla
y de un magnífico puerto.
En la primera mitad del siglo XVIII los Ribas, ve-
nidos de las islas Canarias, se habían multiplicado
en Caracas en su originaria fuerza, independientes
en medio de sus posesiones agrestes, sin mayor tra-
to con sus vecinos, indiferentes á los rumores que
esparcía por su cuenta el vulgo supersticioso y cré-
dulo. Y es que en aquellos tiempos pacíficos de
obediencia voluntaria y religiosa piedad, los hom-
bres de costumbres suaves y sangre dulce veían con
natural desvío una fiereza y arrogancia que alimen-
taban el poder y la riqueza; y no comprendiendo la
fuerte savia de otras naturalezas, la atribuían á mis-
teriosas relaciones con malos espíritus, llegando á
suponer que en la muerte de uno de los caballeros
de esta familia, el demonio había arrebatado su ca-
dáver, entre la pompa de los funerales.
Sólo á la raza de Bolívar, desdeñosa también,
dura y abstraída, dio el pueblo sencillo y manso esa
reputación odiosa. Insistimos en estas circunstancias,
porque no importa poco á las futuras convicciones
y conducta haber nacido de una raza sólida, firme y
14 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

decidida, ó de naturalezas vagas é inciertas; por más:


que una y otras tengan cualidades y vicios que son
su condición indispensable.
Ribas recibió la enseñanza que se acostumbraba
en aquel tiempo. Tenía estudiosos ejemplos que
imitar en su propia familia: el doctor Francisco José
Ribas, séptimo de sus hermanos, había alcanzado
renombre como teólogo y orador sagrado, y com-
pitió dignamente con el doctor Vicente Echeverría,
la primera autoridad moral de la época, en el Rec-
torado de la Universidad y en la oposición á la Ma-
gistral, célebre pugilato de silogismos y escándalos.
El otro presbítero, maestro D. Marcos Ribas, neris-
ta hasta la revolución, fué en sus mejores días un.
sacerdote fervoroso, cuyos sermones llenaban de
pavor á las almas cristianas, por la fuerza con que
tronaba sobre los vicios y hacía sentir las verdades
terribles de la religión (1). El mismo José Félix qui-
so tomar el hábito de los hijos de San Francisco, en
el piadoso fervor de sus primeros años. Necesitaba
su corazón las abstinencias y luchas de la soledad y
del claustro, ó los peligros y combates de la guerra.
Consagróse, en fin, á los trabajos del campo, y en
ellos le encontró la revolución. En los diez años-
que corrieron desde la muerte de España hasta el
19 de Abril, su alma agitada y generosa buscó an-
siosamente un objeto á que consagrar la vida, pi-

(1) Por largfo tiempo se leyeron oficialmente en el Semina-


rio tridentino las pláticas que, para los ejercicios de San Ignacio,,
habían compuesto detenidamente en el oratorio de San Felipe-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 15

diendo á cielo y tierra una causa que servir; el amor


y la fuerza superabundaban en su pecho: juntaba á
un corazón juvenil, conservado en su frescura y
plenitud, á un corazón que no había malgastado sus
tesoros, facultades poderosas, un vuelo, un ardor,
que mal podían satisfacer los objetos que le ro-
deaban.
Para entretener la juventud ociosa de Caracas, y
dar pábulo á su imaginación inquieta, amiga de no-
vedades ypeligrosas empresas, Vasconcelos la re-
unió en su casa, é hizo nacer el amor al juego en el
espíritu de los principales mancebos; pero cultivan-
do el natural arrojo de Ribas esta distracción fu-
nesta, que se aviene, por otra parte, con ciertas cua-
lidades del guerrero, no fué parte á borrar el re-
cuerdo siempre vivo en su corazón del 8 de Mayo
de 99; antes bien, exaltó el deseo de continuar
aquella obra que había interrumpido el cadalso.
Viósele por eso en todas las reuniones que pre-
cedieron yprepararon la revolución: en la de 16 de
Julio de 1808, cuando D. Juan de Casas; en la de
D. Simón Bolívar, á orillas del Guaira; en la Casa
de Misericordia, cuartel de los Granaderos de Ara-
gua; en la suya propia, denunciada muchas veces
con este motivo; en la de D. Ángel Sálamo, ó Ála-
mo, donde se resolvió el golpe del 19 de Abril. En
este día solemne, José F. Ribas se multiplicó por
calles y cuarteles, animando en medio de la muche-
dumbre incierta, venciendo resistencias tímidas^
pero embarazosas, esforzando á los débiles, llenan-
16 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

do los pechos de su osadía y entusiasmo. Su único


propósito fué siempre la independencia de la Me-
trópoli.

III

"¿Escogieron los americanos para desgajarse del


tronco paterno la ocasión más digna y honrosa? A
medir las naciones por la escala de los tiernos y no-
bles sentimientos de los individuos, abiertamente
diremos que no, habiendo abandonado á la Metró-
poli en su mayor aflicción, cuando aquélla decreta-
ba igualdad de derechos, y cuando ss preparaba á
realizar en sus Cortes el cumplimiento de las ante-
riores promesas" (1). Respondamos al Saluslio es-
pañol: — Sujeta la Península á autoridades diversas,
á \si Junta Suprema y gubernativa de España é In
días, á la de Sevilla, á la de Madrid, establecida
por Fernando al partir para Bayona; declarándose
unas por el rey cautivo, proclamando las otras al
usurpador y solicitando todas la obediencia y sumi-
sión de América, fácil le habría sido á ésta en los
primeros instantes de la invasión francesa, cuando,
rota la unidad del Gobierno y en ajenas manos sus
fortalezas, la España perdía la fe en sí, y los reyes
de Portugal atravesaban los mares en busca de otros

(1) ToRENO: Historia del levantamiento, guerra y revolu-


ción de España; lib. XIII.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 17

reinos, realizar tranquila su completa independen-


cia. Mal habria podido la pobre España luchar en-
tonces para tornarla al yugo; hasta habría hallado
conveniente su conducta, y mirando su separación
como un puerto futuro para sus hijos; mejor dicho,
sin los inmensos recursos que recibía de sus colo-
nias, que en 1809 alcanzaron á doscientos ochenta y
cuatro millones de reales, habría perecido quizás en
la larga guerra cuya gloria fué causa de la caída de
Napoleón y de la libertad del mundo. Pero Améri-
ca amaba sinceramente á la madre patria: lloró las
miserias de sus reyes en Bayona como perfidia del
tirano de Europa; mantuvo fieles á las íutoridades
españolas dispuestas á reconocer al usurpador (1);
acompañó con sus votos el generoso vuelo de sus
heroicos padres, y cuando todos desesperaban, cre-
yó en su derecho y en el milagro de su victoria.
¡Las promesas de las Cortesl ¿Qué importaban á
América las orgullosas promesas de pocos hombres,
asilados en Cádiz, desconocidos por la mayor parte
de la nación, inciertos de su vida, víctimas futuras
del ingrato á quien se sacrificaban?
En la misma obra y lugar citados niega el sabio
Toreno que hubiese llegado la América al punto de
madurez é instrucción necesarias para constituirse
libremente. Verdad trivial y que podrá repetirse
sobre cuantos pueblos salgan del régimen monár-
quico; que no incumbe al sistema colonial, ni está
en sus intereses, formar republicanos; antes bien, por
(1) Excepto el virrey de Méjico.
18 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

leyes é instituciones convenientes debe crear cos-


tumbres contrarias. Es preciso que la República
preceda para que desee y decrete las leyes y edu-
cación que necesita.
El 19 de Abril fué un día santo entre los días del
mundo. El no siguió á las victorias de Bailen y Va-
lencia, que prometían la independencia de España
y la libertad del monarca. Vino cuando Napoleón
era dueño de Madrid, y la Junta central se había re-
fugiado en Andalucía, después del asesinato de San
Juan y la traición de Morela; tras las protestaciones
de Sevilla y Valencia, el manifiesto del general de
la Romana, que declaraba ilegal el Gobierno supre-
mo, ytras la derrota de todos sus ejércitos. Vino,,
cuando vencedores en Ocaña los franceses, perse-
guidos por los gritos del pueblo los miembros de la
Junta central, y escapados algunos de ellos á la isla
de León, transmitían su ilusorio poder á una Regen-
cia sarcástica, que apenas dominaba sobre Cádiz y
Galicia, únicos pueblos de la Península que no re-
conociesen alvencedor. Y vino, en auxilio de Espa-
ña misma, como una protestación contra la Francia
invasora, contra la anarquía y la fortuna. Vino, en:
fin, cuando la Regencia hacía alarde de llamar á la
libertad á los americanos: "Desde este momentos-
españoles y americanos, os veis elevados á la digni-
dad de hombres libres: no sois ya los mismos que
antes, encorvados bajo un yugo tiránico, más duro
mientras más distante estabais del centro del Poder:
mirador con indiferencia, vejados por la codicia y
BIOGRAFÍA DEL GENERAL fOSÉ FÉLIX RIBAS 19

destruidos por la ignorancia. Tened presente que al


escribir y pronunciar el nombre del que ha ds venir
á representaros en el Congreso Nacional, vuestros
destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de
los virreyes, ni de los gobernadores. Están en vues-
tras manos" (1). Tal declaratoria en una junta ilegal
é impotente, más que promesa de libertad era una
confesión de viejos crímenes y un estímulo á la in-
dependencia.
Confiada en la felicidad de su primer día, la revo-
lución convidó á todos al amor y la paz. Fué su
error glorioso, su sublime debilidad haber comen-
zado por amar á sus enemigos, colocando, como
Dante, el amor eterno á sus terribles puertas. Cuando
esta inspiración primitiva, este carácter pacífico y
amante de la revolución se modifique insensible-
mente hasta traer días espantosos de sangre y de
lágrimas, recordémosla entre sus vestiduras candi-
das, llena de dulce amor y abandono, enamorada de
su Fernando, confiando su defensa á sus adversarios,
y pensemos en los esfuerzos á que se vio forzada
para no perecer, al furor ardiente del combate, á la
irritación que producen los obstáculos, á la ulcera-
ción de las decepciones y enemistades. Yo no la
excuso, la explico.
Tierna y fuerte Venezuela, dio á luz una genera-
ción que sacrificó al combate, reservándose otra
para la victoria. jQué asombrosa confusión de talen-
(1) Proclama de la Regencia á los americanos, 14 de Enero
de 1810.
20 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tos y virtudes! Nuestras madres fecundas por la


libertad, dieron una generación sobrehumana, llena
de la llama del cielo ó del calor sombrío de la tem-
pestad. Tuvimos héroes de benevolencia; tuvimos
varones que concentraron en su cabeza un poder in-
menso, que vivificó y sostuvo á la fabulosa Colom-
bia. Tímida la ciudadanía, aunque desinteresada y
generosa; débiles necesariamente los caracteres,
formados bajo el deplorable régimen de España,
muchos temblaron delante de la revolución, como si
fuera el Océano conmovido, extraviados por el pa-
vor, llenos de espantoso vértigo; pero la primavera
de la patria, la juventud, lejos de retroceder y de
oponer á la revolución una inercia malévola, se pre-
cipita en su seno con desesperado amor.
Nosotros nos complacemos en esos días de rego-
cijos yesperanzas, de música guerrera é intermina-
bles fiestas, en que trasportes de alegría cubrían la
agitación de la plaza pública y saludaban los magis-
trados nuevos, y en que cada noche la dulce y me-
lancólica voz de Carreño animaba los sublimes ver-
sos de Bello (1), y el inspirado Gallardo hacía
resonar las calles con la marsellesa venezolana (2).
Nosotros nos asociamos al entusiasmo de la juven-
tud, al fanatismo de las mujeres, que hicieron de la
patria la amiga de su corazón, á las ilusiones de los
(1) D. A. Bello fué autor de la primera canción patriótica:
«Caraqueños, otra época empieza.»
(2) Vicente Salias improvisó el:
«Viva el bravo pueblo.»
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 21

españoles, que cubrieron el altar de la regeneración


con espontáneos dones, y le seguimos al teatro á
celebrar á Fernando en la Batalla de Bailen^ y Espa-
ña Restaurada. Nosotros acompañamos con gusto
el carro triunfal de la revolución, que lleva á un rey
vencido como si fuese vencedor, cautivo famoso,
que la futura República, inocentemente pérfida, ex-
pone ála vista pública, creyendo amarle. "Juramos,
gritaba sin saber que le desconocería pronto, que
aunque las abrasadas arenas del Af'ica lleguen á
cubrir las fértiles campiñas de Aragua y el Túy, ó
las sangrientas manadas de los tigres de Francia de-
voren los cadáveres de sus habitantes, el nombre de
Venezuela y de Fernando habrá de durar mientras
haya sobre el Avila una flor capaz de sostener una
abeja" (1).
Alrededor del busto de Fernando fluyen los hé-
roes de una epopeya inmensa. Nadie los distinguía
entonces bajo sus airosos penachos y plumas, en el
abandono de su primera juventud. Y allí estaban,
desconocidos, sin saber ellos mismos que una gloría
perpetua rodearía sus nombres... Ese niño heroico,
que se empina para hacer de hombre, dará su vida
en flor en la primera batalla. Ese joven que llega de
Mérida, de frente modesta y modales aristocráticos,
es Rivas Dávila, que encierra el corazón de un hé-
roe. Aquel mancebo de delicadas facciones, se
llama Ambrosio Plaza. ¡Qué de soldados gloriosos
inmortalizados por la muerte! Es Villapol, que debía
(1) Gaceta de Caracas, 11 de Mayo, núm. 97.
22 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

vivir tan poco. Es la pureza misma, la espada co -


lombiana, la gran figura, simpática y guerrera, del
inmortal Sucre. Es el humano libertador de Carta-
gena. Es el huracán de las batallas, el colérico Ribas,
que con una mirada terrible llevaba un corazón im-
petuoso ymagnánimo. Vendrán detrás los ambicio-
sos, los ávidos, los políticos, los capitanes tímidos,
amigos de la fortuna, la espada acerada de Marino,
la de Piar, el impávido Bermúdez, y después, una
gloriosa multitud.
Al pensar en vosotras, sombras queridas, fantas-
mas trágicos, un dolor profundo lacera mi corazón...
¡Si vuestro cruel sacrificio nos hubiera asegurado la
libertad! ¡Si los obstáculos que destruísteis, pere-
ciendo, nos hubiesen legado días tranquilosl ¡Vues-
tros hijos degenerados han hecho estéril vuestra
gloria!

IV

Desde el día de la revolución había llevado el


pueblo al ilustre Ayuntamiento á D. José Félix
Ribas. El 25 fué elegido para el gobierno provisio-
nal, que debía existir hasta la nueva constitución. El
espíritu vigoroso de este hombre ardiente vio los
peligros que amenazaban por entre las promesas
quiméricas de la insidiosa situación. Indefínido el
movimiento revolucionario, y sin carácter propio,
era una máscara de Jano, que ocultaba opuestas as-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 23

piraciones y propósitos. La unión de americanos y


españoles, detenidos ante vano ídolo ¿no era una
asechanza, aunque inocente, á la revolución, su pa-
rálisis, yuna red tendida á su inexperiencia? Agitá-
base Ribas, como si le estrechasen los lazos de una
serpiente. D. José Bernabé Díaz era uno de los mi-
nistros; eran diputados municipales, con inmediato
influjo sobre la población, D> José Joaquín Argos,
D. Francisco González de Linares, D. Martín de
Baraciarto, D. Simón Ugarte, D. Hilario Espinosa;
D. Juan Bernardo Larrain fué uno de los dos conce-
jales que administraban justicia: hombres probos,
sin duda alguna, pero españoles y conocidos por
sus opiniones antirrepublicanas.
Todavía era peor en las milicias que se organiza-
ban. El 18 de Mayo dio jefes la Suprema Junta á la
compañía de granaderos del batallón veterano de
Caracas, al de milicias de blancos, al escuadrón de
Caballería de milicias disciplinadas, al batallón de
pardos de Nirgua, y á dos nuevos escuadrones de
Caballería, el de Valencia y el de Aragua; y sus jefes
principales eran españoles: D. Miguel Marmión, don
Juan y D. Lorenzo de la Romana, D. Manuel y don
Pedro Aldao, D. Miguel y D. Pedro de Pineda, don
José Urrieta, D. Pedro Pons, D. José Miguilareña,
D. Macedonio Oliva, D. Juan Puyol, D. Mariano y
D. Ambrosio Ibarra, llamados los hijodalgos, el dis*
tinguido D. José Antonio Sancues, D. Ramón de
Ibarrolaburo, D. Pantaleón Colón, D. Antonio Guz-
mán, que disciplinaban los reclutas, y otros, que
24 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

sería fácil enumerar. (Gaceta de Caracas, id., nú-


mero 102.)
Todos estos nombramientos, naturales en un Go-
bierno que reconocía los derechos de Fernando,
exasperaban el impaciente espíritu de Ribas. Sus
compañeros en la Junta no se habían equivocado en
los jefes que dieron á la milicia; de todos, sólo
Colón, Guzmán y Pons se separaron de la causa
americana; los otros nos acompañaron en la próspe-
ra yla mala fortuna, y fueron á morir en las colonias
ó perecieron, como buenos, en los campos de bata-
lla. Venezuela se gloría con los nombres de Jalón,
Villapol, Lazo, Campo-Elias, Masa, Ruiz, Sola y mil
otros, dignos de renombre eterno en nuestros anales.
Pero cada hora venía á agriar su desconfíanza y
á aumentar los tormentos gloriosos de su pecho. De
los desiertos abrasados de Coro, de las soledades
de Guayana, de Maracaibo, teatro de tiranías y tra-
gedias, correa á mezclarse con los signos del entu-
siasmo, tristes advertencias y los clamores de la
guerra civil.
Una conspiración en Junio: Moncloa y Negrete,^
sus autores, pasan por debajo de la horca y marchan
á destierro perpetuo.
En Octubre del mismo año otra conspiración, la
de los Linares, Portilla y Escobar.
Sierra, y Elizalde y Váldez conspiran también en
los Valles de Aragua. En Barcelona se había resta-
blecido el19 de Junio el gobierno de la Regencia^
Los poderes públicos, sin la experiencia de las re-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 25

vueltas, débiles por inciertos, tímidos por humanos^


si no esquivaban los cuidados, huían la respon-
sabilidad dela vigilancia, espantándose de las con-
diciones de que pendía la salvación común en
aquellos días de. crisis. Su bondad heroica no se
ocupaba sino en amnistiar la derrota, que se prepa-
raba ámejores días; en decretar el olvido de los re-
sentimientos, cuando se agravaban las injurias y se
multiplicaban los peligros; en salvar á los culpables^
á riesgo de animar á sus cómpIices,^quitando á la
revolución sus sospechas, que era su prudencia, y
esperando el bien de su indulgencia, aunque cono-
ciesen latemeridad de sus esperanzas.
Fué en tan críticas circunstancias, que llegó á
nuestras playas, en alas del escándalo y del dolor, la
aterradora nueva del degüello de Quito. Un silen-
cio pavoroso reinó esa noche por las sombrías ca-
lles. Sintieron los hijos de España un frío de acero
sobre su pecho. Comprendieron los hijos de Amé-
rica, con desesperación profunda, que había un abis-
mo de sangre entre ellos y sus padres.
Al amanecer estaban llenas las calles de grupos
siniestros. Vagaban algunos entre la casa del Ayun-
tamientola
y plaza pública, hablando sin ambages
de los peligros de la situación. La Junta se reun¿
precipitadamente. Se dice que el pueblo va á traer-
le una petición respetuosa, y que lo presiden José
Félix Ribas y sus hermanos. A poco se divisa la
onda popular: marchaba Ribas delante, á pie, sin
armas, respirando las tempestades del aire, excitan-
26 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

do el asombro, imponiendo respeto, llenando de


pavor á enemioros y tímidos. El doctor Francisco
José Ribas tomó la palabra, y á nombre del pueblo,
exigió de los miembros del Gobierno una política
decisiva, la expulsión de los españoles equívocos,
medidas enérgicas de seguridad. La Suprema Junta
pareció oirle con atención benévola; prometió para
en adelante más celo y vigilancia con los intereses
públicos, y ofreció acordar honores fúnebres á las
víctimas de Ruiz de Castilla.
Aquella reunión tumultuosa continuó largo tiem-
po por la ciudad, despertando el eco, largos siglos
mudo, de sus calles tranquilas. Ribas, más inflamado
cada vez, iba soplando por todas partes su cólera,
dejaba por todas partes la huella abrasada de sus
discursos, condenando la indecisión del Gobierno
y preparando su caída, entregando á la agitación
la candidatura de su nombre, ya popular.
Varios miembros de la Suprema Junta se reunie-
ron en secreto con sus presidentes, y atendiendo á
los escándalos de ese día, y temerosos de otros
nuevos, en medio de las pasiones revolucionarias,
que querían precipitar sus pasos, acordaron expul-
sar á una isla extranjera á D. José Félix Ribas, á sus
hermanos Juan Nepomuceno y Francisco José, y á
José Gallegos, que había tomado también parte ac-
tiva en el alboroto. En la tarde del mismo día, el
comisionado D. Rafael Paz Castillo le comunicó á
José Félix Ribas la orden de la Suprema Junta, á
tiempo que ejercitaba el batallón de Barlovento en
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 27

la plaza de Pelare, quien, sin vacilar un momento,


entregó el mando á su segundo, D. Jerónimo Ri-
caurte, y corrió á presentarse á la capital.
Los hombres patriotas de aquella época censu-
raron amargamente la conducta de la Junta Supre-
ma. Se supuso que, recelosos del influjo de aque-
llos ciudadanos sobre los que llamaban pardos, ha-
bían temido por el éxito de las elecciones, que
querían dirigir exclusivamente. A tanta distancia de
unos tiempos que parecen todavía más apartados,
por los infinitos acontecimientos que los llenan,
nosotros osaremos apenas aventurar algunas breves
observaciones.

Las violentas pasiones de los Ribas eran realmen-


te una justa causa de inquietud; que mal podía con-
ducir áfeliz puerto la débil nave de la revolución,
el viento proceloso de los tumultos populares. Pero
lüs hombres de la ley, los que creían con Montes-
quieu que el código de las naciones civilizadas es,
ante todo, un código de garantías; los que conside-
raban el derecho individual como superior á la sa-
lud pública, ¿podían, por el sofisma sangriento de
esa salud pública, que condenaban, hollar los prin-
cipios que consagraban su poder? ¿Estábale bien
al Poder contemplativo, cuyas lentitudes exaspera-
28 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ban á ios ciudadanos, castigar tan severamente los


excesos del patriotismo, á vista de la contrarrevolu-
ción impune y satisfecha? Proscribiendo la Junta á
José Félix Ribas y á su hermano, D. Francisco José,
miembros suyos, ¿no parecía protestar contra la ac-
ción que ellos representaban, y mutilarse para esca-
par á su fiscalía imperiosa? Condenándolos sin oír-
los, en nombre de la salud pública, ¿no lanzaban al
acaso de nuevas revueltas su impopular autoridad?
Los que celebran como energía esta medida impo-
lítica^ ignoran que la violencia es la energía de los
débiles.
Por lo demás, nada convenía tanto como el des-
tierro alpapel que designaba el destino á José Fé-
lix Ribas. Preciso era que se templase su alma al
fuego de la desgracia, y que supiese lo que es la
proscripción y el pan del extranjero, para que se
completase su naturaleza entera y poderosa. La Jun-
ta Suprema, sin saberlo, puso en la fragua el terri-
ble acero de los años de 13 y de 14.
La Junta Suprema ensayó entretanto distraer la
ansiedad popular con suntuosas fiestas. Tales fueron
los funerales por las víctimas de Quito, que logró
disponer para el 3 de Noviembre (en diez días);
bella ocasión para ostentar plumajes y galones, lin-
dos madrigales, lastimosas endechas. Celebráronse
las exequias en el magnífico templo de Altagra-
cia (1); la ciudad de Caracas concurrió de luto; nada
faltó allí, ni la urna cineraria, ni la pirámide fúne-
(1) El terremoto del año de 12 lo destruyó.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 29

bre. El g-enio de la Humanidad gemía en medio de


figuras que representaban el dolor; también lloraba
la América. Era una gloria para Venezuela abrazar
en su amor á todas las naciones, sentirse herida en
cada pueblo del Nuevo Mundo y lamentar sus tra-
gedias en nombre de la fraternidad humana.
Pero dondequiera la mano española se apretaba
con la americana. D. Francisco Isnardi había pro-
yectado elmonumento; D. José Busí y Sata había
compuesto las mejores inscripciones, y, lo que es
más, abrasados los corazones enemigos por la llama
de la revolución, cayeron de rodillas delante de
aquellas figuras, llenos de respeto y admiración. Allí
estaba también el pensamiento del proscripto Ribas;
D. Vicente Salías lo había expresado:

Del vándalo europeo


la más negra venganza
ha sembrado una eterna desconfianza
en los americanos,
se acabaron por siempre los tiranos
en este otro hemisferio;
un hecho horrendo destruyó su imperio,
y nuestra dulce libertad amada
con la sangre de Quito está sellada.

Excepto esto, nada había allí que hubiera satis-


fecho alalma exaltada de Ribas; habría querido su
corazón, no un idilio fúnebre, sino una fiesta que
llenase los pechos de duelo y del ansia de vengar
un dolor inmenso; habría deseado inscripciones que
recordasen cada gota de sangre vertida; habría bus-
30 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cado en vano sarcófagos enormes que pareciesen


llevar montañas de cadáveres y banderas de ven-
ganza que pidiesen muerte por muerte; en vez de
la América llorosa, con los poéticos arreos de ar-
cos yflechas, habría ansiado contemplar la estatua
sombría de la Libertad y un culto inmenso lleno de
frenético dolor.
Ni pudo ser tampoco la voz del dolor público, la
voz elocuente del doctor Francisco José Ribas, la
que animase aquellos símbolos mudos é interpretase
el sentimiento general, en nombre del Dios de las
misericordias. Un religioso, Hernández de apellido,
fantasma de los tiempos pasados, apareció en el pul-
pito hablando á la generación presente, que no co-
nocía, de víctimas que no sabía llorar, de la libertad
que no comprendía, del obscuro porvenir, que no
diferenciaba de lo presente (1).
Cuando, después de cinco meses de destierro, los
Ribas y Gallegos fueron llamados á su patria por
los miembros del Poder ejecutivo, que había nom-
brado elCongreso, doctor D. Cristóbal Hurtado de
Mendoza, D. Juan de Escalona y D. Baltasar Pa-
drón, halláronse de pronto con importantes nove-
dades. Se había instalado diez y nueve días antes,
el 22 de Marzo, el primer Congreso nacional, y pre-
sidía sus sesiones el general D. Francisco Miranda,
tan célebre en nuestra historia y en la de Francia.
(1) Respecto al estilo basta recordar este rasgo:

"¡Oh Quito, en la que te viste!


¡Oh Caracas, de la que te escapaste!"
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 31

Habíale traído de Inglaterra D. Simón Bolívar,


como prenda de estabilidad y victoria; y bien que
la Junta hubiese ordenado de antemano que no se
le admitiese en los puertos de Venezuela, teme-
roso de contradecirse, recibiendo, ella que repre-
sentaba áFernando, al proscripto de Madrid, cuya
cabeza había puesto á precio, cuyo retrato y pro-
clamas había hecho quemar Vasconcelos por maigo
del verduíjo, el entusiasmo público se adelantó, y
Miranda fué recibido entre aplausos y proclamado
por los amigos de la Independencia Padre y Liber-
tador. (Pronto, cubierto de maldiciones, preso por
los suyos y bajo amenazas de muerte, irá á morir á
los calabozos de Cádizl

VI

La celebridad de este caraqueño exige que nos-


detengamos ante él. Tendría sesenta años. Era una
figura distinguida, de facciones regulares y anima-
das, de presencia autorizada y gallarda, de voz en-
fática ysonora. No era uno de los viejos risueños
de Fenelón; pero resaltaba en su vejez fresca gran
parte de la flor de su juventud. £1 coleto de núes
tros padres, la cabellera empolvada, el sobretocc
blanco que lo cubría, el tahalí vacío bajo la casaca
militar y no sé qué nuevo y extraño esparcido por
toda su persona, realzaban su nombre y le concilla—
32 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ban admiración y respeto. Pocos notaban el peque-


ño arete de los revolucionarios franceses, que ha-
bría dañado á su dignidad.
El ojo de Ribas se detuvo con gusto delante de
aquel hombre de tan varias fortunas, con quien se
había correspondido sin conocerle en los años de 8
y 9. Con la faz morena española, Miranda tenía el
aire altanero y sombrío, el aspecto trágico de un
hombre llamado al martirio, más bien que á la glo-
ria; había nacido desgraciado (1). Sus padres, que
se habían enriquecido con el trabajo y la industria,
aspiraron á que sirviese con un grado en el bata-
llón de blancos de Caracas; pero los nobles, presi-
didos por el conde de San Javier, jefe de aquel
cuerpo, rehusaron presentarle á España para su
nombramiento.
Resentida su familia, le envió á la Metrópoli, don-
de compró una charretera de capitán. Cuando una
política generosa, pero imprudente, determinó á la
Península á auxiliar en su revolució.i á los Estados
Unidos de América, Miranda sirvió en la guerra con
inteligencia y celo, y tuvo ocasión de contraer es-
trecha amistad con Broglie, Segur, Lauzun, Lafayet-
te, preparándose en Francia nuevos destinos. El de-
seo de instruirse y el gusto por viajes y aventuras,
le hizo recorrer entonces los principales pueblos
de Europa. El visitó, con el mapa en la mano, estu-
diandodivirtiéndose,
y á Italia, Austria, Prusia, Cons-
tantinopla, Inglaterra. Se dice que en Rusia tuvo
(1) MiCHELET: Révolution Franfaise; t. V.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 33

el honor de ser premiado con la predilección de Ca-


talina 11,alemana cubierta de la sangre de Pedro III
y de la de Ismail y Praga, predilección y premios
vergonzosos, que un escritor ha celebrado con es-
cogidas frases (1), como si fuese una fortuna el ca-
pricho pasajero de la Parsifae del Norte, vieja de
cabellos blancos levantados al cielo, de ojo lúbrico
j/ duro (2). Miranda, con sus aventuras, sirvió acaso
de modelo al Donjuán de Byron; mas al sonar el
año de 89, dejando aventuras romancescas, ó más
bien buscándolas más graves y peligrosas, voló á
entregarse á la Francia.
La desgracia parecía unida á sus pasos: si se triun-
fa en las famosas Termopilas del Argonne, á Miran-
da toca el destino de huir rápida y confusamente
hacia Sainte-Menehould. A él se le atribuye el mal
éxito del bloqueo de Maestricht. En el desastre de
Neerwende, en que mandaba el ala izquierda, fren-
te al príncipe Don Carlos, Dumouriez le destina á
la derrota y al sacrificio, en honor y gloria del du-
que de Chartres (3). Para colmo de infortunio, ]o-
miní acepta las explicaciones de Dumouriez contra
•el general caraqueño y las propaga en el mundo mi-
litar (4).
(1) Baralt y Díaz: Historia de Venezuela.
(2) Michelet: Révolution Frangaise; t. III.
(3) Luis Felipe.
(4) Es carioso leer lo que escribe M. Louis Blanc en su His-
toria de la Revolución Francesa, sobra el general Miranda:
^Nacido en el Perú, se le había desterrado por haber aspirado
á su libertad. Errante sobre los caminos de Europa, había des-
deñado elfavor de los reyes y buscado la amistad de los gran-
3
34 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Denunciado al Tribunal revolucionario como cóm-


plice en la traición de Dumouriez, aunque del par-
tido de la Gironda y amigo personal de los pros-
criptos Brissot y Petion, él confundió las acusacio-
nes de sus enemigos en once sesiones consecuti-
vas, alcanzando con su facundia y destreza que le
absolviesen el sacerdote sangriento de la nueva
Táuride, Antonelle, el execrable Fouquier-Tinviller
Jordeuil el Septembrista, los asesinos de la Francia.
Mas á pesar de la elocuente defensa de Chaubeau-
Lagarde, y de la opinión motivada del primer jura-
do, Dumont, fué preso después en virtud del de-
creto contra los sospechosos, sin lograr la libertad
sino después de diez y ocho meses de cárceles y
persecución.
Miranda llega al país con la fama de capitán ilus-
tre, y activo jefe de la revolución. Brissot había
dicho: "Dumouriez no puede convenirnos; siem-
pre he desconfiado de él; Miranda es el general de
las circunstancias; él comprende el poder revolu-
cionario; está lleno de talentos y conocimien -
tos" (1). Michelet acaba de llamarle general entu-
siasta yconvencido, que prescindía de los medios
materiales y creía en los milagros de la fe, un noble
Don Quijote de la revolución (2).
Por lo mismo que la Junta Suprema se había
des hombres. En San Petersburg-o había rehusado noblemente
los ofrecimientos de una emperatriz", etc.
(1) Carta de Brissot á uno de los ministros en 1792, citada
por Malle-Du-Pan.
(2) Historia de la revolución, t. V.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 35

opuesto á que Miranda volviese á la patria, Ribas le


vio como un amigo de la libertad y le reconoció como
el que había levantado su destierro. Bien necesitaba
el antiguo girondino del influjo poderoso y militante
de estos amigos de la independencia. Llamados á la
barra del Congreso, con gusto juraron sostener la
soberanía nacional, representada en un Cuerpo que
presidía un general de la Revolución francesa.
Había llegado Miranda ciego, como todos los
que han estado largos años ausentes de su patria,
descontentadizo y desdeñoso con cuanto veía, como
los que han visitado Cortes y vivido palacios. Cuan-
do la Junta nombró una Comisión que redactase un
proyecto de Constitución que someter al Congreso,
mientras D. Francisco Javier Uztáriz y los doctores
Felipe Fermín Paúl y Juan Germán Roscio convinie-
ron en un plan de confederación provisoria, Mi-
randa envió á la Comisión el que habría presentado
á la América española, á haber triunfado en 1806.
Ambos proyectos eran inoportunos y fatales; pero
el de Miranda, que difería poco del gobierno co-
lonial de España, disgustó á todos y atrajo á su
autor poderosas enemistades (1). Se temió tanto su
ambición, y tal desconfianza excitó su conducta,
que á pesar del obstinado empeño y de los esfuer-
zos de los principales revolucionarios, no fué al
Congreso sino por los votos del insignificante pue-
blo del Pao de Barcelona (2).
(1) Esquisse de la Révolution de l'Amérique espagnole,
obra que se atribuye á D. Manuel Palacio, páginas 106-108.
(2) ídem id.
36 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

VII

Interesante espectáculo presenta el primer Con-


greso de Venezuela: hijo de la Revolución, fruto de
elecciones libres y tranquilas, en vez de una Asam-
blea tumultuosa, agitada de populares pasiones,
aunque única y aunque con un Ejecutivo, que creó
débil en tributo á las doctrinas de entonces, él se
concilio la estimación y el respeto público, sin ex-
citar la admiración; pero tampoco resistencias y
ataques en el seno de los republicanos. Bien que
entre los cuarenta y cuatro miembros que lo cons-
tituían, nofaltasen quienes, confundiendo la obstina-
ción con la firmeza, opusiesen sus preocupaciones
á toda reforma saludable; y bien que se precipita-
sen otros en novedades peligrosas, tal era la situa-
ción ybenevolencia de los espíritus, tan poca la in-
flamación (que no sobreviene sino en los cuerpos
numerosos), que todos marchaban aparentemente á
una, sin enconosos odios, luchas ni escándalos.
Nada allí de centro, izquierda ni derecha; sentá-
banse todos confundidos y amigos, con la alegre
esperanza sobre los ojos. Uztáriz, Tovar, Roscio,
Yanes, Ponte, Peñalver, con la frente cargada de
cuidados, Maya, Quintana, Ramírez, Méndez, Cas-
tro. Nada precipitó los pasos de aquellos varones
ilustres, prudentes y circunspectos en medio de sus
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 37

interiores recelos ó de la impaciencia de sus espe-


ranzas, ni la facilidad de ostentar sin peligro un
liberalismo violento, ni la ambición inmoderada de
aplausos y popularidad, ni los estímulos de la im-
prenta, niel favor que acompaña á las opiniones
exageradas. Cuando, caída toda autoridad, podían
sin obstáculos ni sinsabores lanzarse por el fácil ca-
mino de la demagogia, destruyendo y creando á su
capricho, prefirieron el enojoso cuidado de mode-
rar los excesos de la libertad, á riesgo de pasar por
enemigos del pueblo y por retrógrados.
¿Qué detenía á esos hombres y los embarazaba
en su marcha? Veían el porvenir cargado de san-
grientas nubes y retrocedían; habían querido rege-
nerar, conservando; repugnaba á su conciencia qui-
tar el freno á las pasiones para triunfar. En su seno
no hubo propiamente vida parlamentaria. Si se en-
cendía, era al viento de la plaza pública; arrastrá-
balo la impetuosa vigilancia, las advertencias en
forma de agitaciones de la capital. Todos anhela-
ban por la tierra prometida, sin pasar por el Mar
Rojo.
Recordemos de paso algunas de esas figuras.
Juan Germán Roscio era el pensador convencido
del partido republicano; su frente, que parecía in-
clinada por la meditación, hacía que se le atribuye-
se un poder lleno de misterio; sus palabras eran re-
cogidas como aforismos patrióticos. Si callaba, mi-
rábase su silencio como desdén de la sabiduría, ó
esquivez del pudor; inteligencia honrada sin auda-
38 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cía, pluma fácil, vulg^ar y sin brillo, político de intra-


table energía en medio de la timidez de sus opi-
niones (1). Fuertes estudios y el amor á la medita-
ción habían madurado la grave juventud del es-
pañol Francisco Javier Yanes. Francisco Javier Uz-
táriz,

alma incontaminada, noble, pura,


de elevados espíriius modelo,

no hablaba nunca en la tribuna; pero todos se agol-


paban solícitos para oir sus discretas y finas obser-
vaciones, se
y contaba con su silencio, lleno de pen-
samientos.
Bussí y Sata era un tribuno elegante y fácil. Ma-
nuel Palacio, hombre de talento y elocuencia, adi-
vinaba el porvenir y le esperaba sonreído. A don
Martín Tovar Ponte no le dio la Naturaleza la ele-
gancia nilas gracias de la juventud, ni menos el de-
seo de adquirirlas y de suplir su falta; prefirió dedi-
(1) £1 doctor Juan G. Roscio, de padres italianos, falleció
el 9 de Marzo de 1821 (tres meses y quince días antes de la
batalla de Carabobo), siendo vicepresidente de Colombia. El
Sr. Zea decía de él (Correo de Orinoco, núm 102): "Desde el
año de 1810, en que Venezuela derrocó al despotismo, hasta e.'
día en que, después de un viaje penoso y dilatado, llegó á
principios de este aiío á la nueva capital del Estado, mil gra-
ves ydifíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida, que pue-
de decirse con verdad, que ni un momento respiró sino en
servicio de la Patria. Su constancia en la adversidad excede á
todo encarecimiento: ni las cadenas y mazmorras, ni las mise-
rias ytrabajos llegaron á abatir jamás su impávida firmeza ó á
desviarle un punto de la senda del honor, y aun los déspotas
mismos que le oprimían se vieron obligados á admirar la gran-
deza de su alma y la superioridad de su virtud."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 39

car este tiempo á cosas serias. Aunque por la edu-


cación perteneciese á su época, por sus compromi-
sos y recuerdos él fué toda su vida del 19 de Abril.
En los tiempos turbados y movibles que atravesó
conservóse siempre fiel á las primeras ¡deas en que
se había formado y que encantaron su espíritu, á los
sentimientos que hicieron latir su corazón, á las con-
vicciones que se consagró. Cuando vengan las pa-
siones en vez de las leyes, los combates en vez de
la justicia, y en vez de la libertad la dictadura, él se
envolverá en su manto, silencioso y triste, animando
contra la violencia y cubriendo con su nombre á los
defensores del orden. Ese viejo tosco, de corazón
patriota, supo merecer el recuerdo reconocido de
sus contemporáneos y la estimación de la poste-
ridad.
El doctor Manuel Vicente Maya era un sacerdote
célebre ya por la rectitud del alma y sus dulces vir-
tudes. Extraño al odio, su corazón santo se difundía
en una expresión de sonrisa angelical, que inspiraba
amor y pensamientos buenos; y en el gobierno de la
Diócesis, sus adversarios le preferían á sus amigos,
porque de nadie podían esperar tanta indulgencia en
la justicia. Horrorizado con los excesos de la Revo-
lución francesa, y temeroso del obscuro porvenir, su
espíritu se detenía inquieto á las puertas de la revo-
lución, por amor á los hombres y por horror á los
desastres que preveía. La debilidad por temor del
mal es una virtud divina; y la energía, cuando no im-
pone sacrifícios heroicos, con frecuencia no es otra
40 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cosa que la ambición y el egfoísmo. Maya solo pro-


testó contra la declaratoria de la independencia el
5 de Julio, engrandeciendo con su noble libertad
aquel majestuoso espectáculo. Porque no fué media-
no valor arrostrar la indignación de una multitud an-
siosa, defender
y contra el entusiasmo general sus
creencias desesperadas. Opuso á todos el voto de
los habitantes de la Grita, sus comitentes. Y el Con-
greso ordenó se escribiese su protesta al pie del acta
de la independencia, tributando así un homenaje á
los derechos de la conciencia, tomando una vengan-
za digna de la libertad.
El doctor Juan Nepomuceno Quintana era uno de
aquellos jóvenes virtuosos é instruidos que las pri-
meras familias daban entonces á la Iglesia. Escritor
elocuente y fecundo orador, aquel clérigo era un filó-
sofo ásu manera, enemigo del sofisma y del instinto
destructor y revolucionario de los demagogos de su
tiempo. A presencia de Miranda y Roscio, y de los
otros jefes de la revolución, con tono acentuado de
desdenes él los acusaba de agoreros falsos y de en-
gañarse con frivolas esperanzas. Los que no se tur-
baban alescucharle, respetaban su buena fe.
Al abogado Antonio Nicolás Briceño, filósofo
sombrío, republicano cartaginés, hombre frío y vio-
lento, genio inquieto y rudo, teníasele por capaz de
lanzarse, en un transporte de cólera, en los abismos
del crimen.
El Congreso tuvo un doble carácter: se aprisionó
en un círculo estrecho, en que parecía hacer peni^
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 41

tencia de su importunidad, y se elevó sobre subli-


mes altares; hizo una Constitución federal efímera»
y proclamó verdades inmortales; contenido y arre-
batado alternativamente por fuerzas contrarias, el
sentimiento que le venía de sí mismo, y el movimien-
to que le venía de la revolución. — ¡Cincuenta y cua-
tro años han corrido desde aquel tiempo! ¡Un Con-
greso acaba de cerrar sus sesiones! ¿Qué hemos ade-
lantado, oh Dios?
Es preciso confesar, sin embargo, que sin una fuer-
za encontrada de asociación el movimiento revolu-
cionario habría perecido, y sus inocentes é incautos
parciales, que confundían á amigos y enemigos en el
ciego vuelo de su generosidad, habrían caído en la
red inmensa que se les tendía por todas partes. Ur-
gía la creación de un Cuerpo político organizado
fuertemente, depositario de todas las necesidades é
instintos de la revolución, que velase inquieto sobre
las autoridades débiles, sobre sus agentes confiados»
sobre los enemigos todos, por temor ó por odio. Mi-
randa había traído la idea de París, tierra clásica de
tumultuarias asociaciones; Bolívar la fundó, llevando
á su seno los amigos de la independencia. Ribas la
popularizó, le dio sus varoniles pasiones y tenden-
cias, lahizo inflamar y hervir como el Etna. Nacida
en medio de los peligros de una conspiración inmen-
sa, que negaba los conspiradores, la Sociedad Pa-
triótica constituyó una legión activa, de desconfian-
za suma, de rencilloso espíritu, que de todo se alar-
maba. Fué su destino ensayar al pueblo en la Repú-
42 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

blica y también en la demagogia, ser estímulo de los


Poderes públicos y la palanca de la revolución.
Penetremos en su interior y sorprendámolo el
19 de Abril de 1811, pocos días antes del célebre
5 de Julio, en su primitiva naturaleza y audacia anár-
quica. "Los regocijos fueron universales ese día.
Después del Te Deum, los habitantes se esparcieron
por las calles, con sus vestidos de fiesta, adornados
sus sombreros con escarapelas de cintas rojas, azu-
les y amarillas. Grupos de músicos y danzantes re-
corrían laciudad , cantando himnos entusiastas; la
atravesaron en procesión los miembros de la Socie-
dad Patriótica con banderas en la mano. Personajes
respetables se unieron al concurso, y se vieron gru-
pos de indios de las cercanías, tocando y danzando
de una manera más sencilla que graciosa; pintábase
la alegría en todos los rostros, felicitándose cada
uno por la felicidad que creía asegurada. La noche
trajo otro género de placeres: la ciudad de Caracas
se iluminó toda, y los edificios públicos y muchas ca-
sas particulares se cubrieron de inscripciones y em-
blemas, ejecutados con tanto gusto como talento...
Teatros pequeños levantados en diferentes partes de
la ciudad proporcionaron nuevos placeres al pueblo,
ebrio de entusiasmo" (1). Contemplemos esas som-
(1) Esquiase de la Révolution de V Amérique espagnole, ou
récit de rorigine, des progrés et de l'état actuel de la guerre
entre I'Espagne et TAmérique espagnole, contenant les princi-
paux faits et les divers combats, etc., pág. 111. — Léase también
el Manifiesto á los americanos del Sur, impreso en Cádiz en
1812, y que forma parte del número 317 del Ambigú, que re-
dactaba en Londres M. Peltier.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 43

bras tan risueñas y aleg^res, antes que pasen arreba-


tadas por un torrente de sangre; mañana será tarde.
Penetremos, como extranjeros, en esa sala, en esos
corredores suntuosamente adornados, donde Gue-
vara Vasconcelos dictaba sus órdenes, donde la re
volación en delirio tiene su trípode y su oráculo (1).
¡Qué tempestad de gritos, de aplausos y exclama-
ciones! ¡Esla voz unísona del océano, formada del
ruido de todas las ondas! Miranda preside; notad su
figura dramática, imponente. Enciende aquí la llama
que agita en el Congreso. Pero, ¿quién es ese joven
de admirable madurez, de tan militar apostura, que
se adivina al mirarle su osadía y valor? Ojos azules
y color blanco, que ennegrecerán los rayos de la
guerra, músculos de acero, mirada soberbia y terri-
ble, las formas elegantes y varoniles del dios de las
batallas. Le llaman Simón Bolívar; sólo José Félix
Ribas parece más arrogante y espléndido.
Se habla. Es Antonio Muñoz Tébar: cautivóle el
amor de la República desde sus primeros años. A la
nueva de la revolución del 19 de Abril se le vio
dejar el presbiterio de los Neristas, donde asistía de
acólito, inocente levita, y arrodillarse y decir adiós
al altar que había perfumado con el incienso, para
irse tras la revolución, hasta la muerte. Su figura
endeble y delicada, su tez blanca y pura, su rostro
franco, sombreado apenas por naciente bozo, reve-
lan sus pocos años, como revela su talento la frente
«spaciosa y candida, y anuncian la ternura de su
(1) Calle de Carabobo, núm. 77.
44 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

alma quimérica y su fín prematuro y trágico, la me-


lancólica sonrisa y los fijos ojos, grandes y tristes.
¿Quién enseñó el arte de conmover y persuadir á
ese niño, que aún no ha dejado las aulas? ¿Quién
ha dado á sus rosados labios el acento patético, la
invectiva acerada, todos los tonos de la sátira, los
pensamientos y los colores de Tácito? ¿Cómo ha
caído esa abeja de Helicón en el cáliz del ajenjo de
los partidos?
"Señores — dijo — : hoy es el natalicio de la revo-
lución. Termina un año perdido en sueños de amor
por el esclavo de Bonaparte. ¡Que principie ya el
año primero de la independencia y la libertadl Con-
federación de Estados ó Gobierno central, una
Asamblea ó muchas; por todo podemos comenzar,
como comencemos por la Independencia. ¡Que la
República siga su marcha triunfal, derramando pla-
ceres que enloquecen, bendiciones que santifican!
Pero desde ahora adivino que mañana habré de
estar por una República poderosa y central, que
represente la nacionalidad y la fuerza, y no por pe-
queños Estados, tanto más débiles y turbulentos
cuanto más pequeños, inútiles el día del peligro,
enojosos al buen sentido, expresión del egoísmo y
arena de la ambición. Si en vez de la Asamblea que
nos representa, única é imponente, eco de mil voces,
punto donde convergen todos los radios, faro cen-
telleante encendido para el uso de Venezuela, hu-
biese ocho ó más Congresos esparcidos, obscuros,
deliberando en su rincón, sin debates entre unos y
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 45

otros, sin cambio posible entre ellos y el movimien-


to exterior, yo no vería sino tronos para la anarquía,
!)n caos sangriento y el naufragio y vergüenza de
nuestros planes. Pongámonos en el camino de la
independencia, y yo voy á estar por el orden y la
regularidad, sin temer que el Gobierno se cambie
en tirano: Teseo en Procusto. El problema será en-
tonces dar al Gobierno la energía suficiente para
someter los individuos á la voluntad general, ganán-
dolos por el amor y el temor y neutralizando en sus
manos los medios de revelarse. Escapados de la
tiranía, su vuelta nos preocupa únicamente; pero la
anarquía es también la tiranía, complicada con el
desorden..."
Un hombre se levanta y usurpa la palabra; pero
no es un hombre ese cíclope: con dos agujeros por
ojos, afeado por la viruela, de cabeza enorme cu-
bierta de erizadas cerdas, de ideas febriles servidas
por una voz de trueno. El desorden preside su es-
píritu, que se exhala en gritos de cólera y exclama-
ciones súbitas.

"jLa anarquía! Esa es la libertad, cuando para huir


de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera
ondosa. ¡La anarquía! Cuando los dioses de los dé-
biles, la desconfianza y el pavor la maldicen, yo
caigo de rodillas á su presencia. Señores: Que la
anarquía, con la antorcha de las furias en la mano,
nos guíe al Congreso, para que su humo embriague
á los facciosos del orden, y la sigan por calles y
plazas, gritando: ¡Libertad! Para reanimar el mar
46 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

muerto del Congreso estamos aquí, estamos aquí en


la alta montaña de la santa demagogia. Cuando ésta
haya destruido lo presente, y espectros sangrientos
hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya
labrado la guerra se alzará la libertad..." (1).
Sólo un momento sobrecogieron estas palabras
siniestras á la entusiasta reunión. Aplausos y gritos
siguieron largo tiempo á esta improvisación infernal.
Era Coto Paúl, orador fácil, sin freno ni modera-
ción, hermano del doctor Felipe Fermín Paúl, que
había concurrido esa noche á la Sociedad. Mientras

aquél se desahogaba, impetuoso y frenético, sin or-


den, proclamando y ultrajando la justicia, éste, en-
vuelto en su prudencia, en la visión del porvenir,
atento á las medidas benévolas, extraño á las reso-
luciones violentas, si bien no carecía de talentos
oratorios, prefería emplear la actividad y flexibilidad
de su espíritu y su carácter insinuante, en inspirar
moderación y calma, pareciendo seguir las opinio-
nes que sugería.
Habló esa noche Espejo (D. Francisco), alma de
la Sociedad, abogado audaz é instruido, ensimisma-
do yfecundo, cuyos modales graves, voz sonora y
estilo abundante y enfático, gustaban á la multitud.
Lleno de Mably y Rousseau, Espejo se complacía en
doctrinas metafísicas y generales. Y habló también
García de Sena, amado de las Musas y de la guerra;
y Vicente Salias, gracioso autor de la Medicoma-
quia'y y Vicente Tejera, de boca desairada, de hela-
(1) El Publicista Venezolano, núm. 17.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 47

dos y salidos dientes, violento y tímido, que culti-


vaba las letras:, y que debía perecer en el mar, insi-
dioso ypérfido como él. La discusión se anima; al-
guno dijo que tenían ya dos Congresos, el Nacional
y la Sociedad Patriótica; y Bolívar se levanta, y
grita:
"No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomenta-
rán el cisma los que conocen más la necesidad de
la unión? Lo que queremos es que esa unión sea
efectiva, y para animarnos á la gloriosa empresa de
nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir
en los brazos de la apatía, ayer fué una mengua, hoy
es una traición. Se discute en el Congreso nacional
lo que debiera estar decidido. Y ¿qué dicen? Que
debemos comenzar por una confederación, como sí
todos no estuviésemos confederados contra la tira-
nía extranjera. Que debemos atender á los resulta-
dos de la política de España. ¿Qué nos importa que
España venda á Bonaparte sus esclavos, ó que los
conserve, si estamos resueltos á ser libres? Esas
dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas..
¡Que los grandes proyectos deben prepararse en
calma! Trescientos años de calma, ¿no bastan? La
Junta patriótica respeta, ccmo debe, al Congreso
de la nación; pero el Congreso debe oir á la Junta
patriótica, centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fun-
damental de la libertad suramericana: Vacilar es
perdernos.
„Que una Comisión del seno de este Cuerpo
48 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

lleve al soberano Congreso estos sentimientos.*


¿Quiénes forman aquella trinidad exótica? Coto
Paúl ha ido á colocarse entre las caras apocalípticas
de Francisco Carabaño y del vizcaíno Francisco Ja-
vier Yanes. Los unos hablan y ríen al verlos; los
otros parecen distraídos ó que escuchan la voz mis-
teriosa de su corazón. Las mujeres platican tam-
bién, saludan y sonríen, porque la'Sociedad Patrió-
tica las recibe con distinción en su seno, como
medios de activa propag'anda y como adorno é
incentivo.

Oíanse diálog'os como estos.


— Viene hermosa y galana doña Margarita; y al
lado trae, no sé para qué, al isleño Sopranis.
— Sí; y están graciosas Concha y Anita; dimei
¿no es para reir ver á la tigra con su peineta de
perlas, su ancho encaje sobre la media y tan largo
marchante?
— Calla, que nos oye su hermano, que pasa á
saludarlas.
— ¡Mozo elegante, por cierto! Guapo está con su
calzón de Mahón, su bota jacobina, su...
— Sabe ponerse, como hijo que es de sastre. Don
Matías está aquí, porque, como profesamos la tole-
rancia, admitimos á los paganos.
Otro decía:
— Habrá música al salir; mira los tres condes.
— ¡Que si habrá música! Sin duda piensa en ello
Catalina Arrieta, que se desvive mirando al clarinete
Blas Borges.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 49

— jMalígnoI Contempla de rodillas al Poder y la


Ciencia (1).
— ¡Dignos nombres! El español educó bien á sus
dos chicas.
¡Gran risa en el concurso! Entraba á prisa, salu'
dando á uno y otro lado, dando de codos y atrope-
llando á los que hallaba por delante, el doctor Án-
gel Sálamo. Muchos dejan sus puestos y le rodean,
mientras don Vicente Salías, entre cortesías y hala-
geos, ledirigía estos versos;

Se trata de un empleo que ha de darse


al que sepa curar con más acierto,
y ninguno cual yo puede jactarse
de tener en el arte un tino cierto.
No sé el griego, el francés ni aun el romano;
pero entiendo un autor en castellano,
y tengo con aquesto suficiente
para extractar recetas y aplicarlas.
¿Quién como yo ha curado,
aplicando saliva en el ombligo,
á un enfermo que estaba en mal estado?
Su virtud es muy cierta; yo...

— Sí; tú has puesto esos desatinos en mi boca;


pero somos amigos y te perdono todo por la tunda
que le diste á Díaz (2).
Cruzábanse estos diálogos violentos por entre vi-
(1) Doña Catalina Oriola, joven hermosa y de tanta instruc-
ción, que la llamaban la Ciencia, y D. Francisco Navas, llamado
el Poder, por su extraordinaria fuerza. — Ocios de españoles,
etcétera, núm. 33. (Recuerdos de Caracas.)
(2) Palabras que D. Vicente Salias pone en boca del doctor
4
50 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

vas y aplausos, discursos interrumpidos, risas y j^i--


tos, promesas y amenazas.
El poder de las tempestades flotaba en las manos
de Miranda.
D. Andrés Moreno, que con D. Rafael Jugo y don
Vicente Tejera, fueron enviados á Coro y Maracai-
bo para extender la revolución, acababa de abrir un
teatro más democrático á sus violencias Llegaba de
Puerto Rico, donde había arrastrado prisiones, y lle-
vaba al cuello la cadena con que le había honrado
el Congreso, hecha de eslabones, en que se leía:-
"La sufrí por la Patria"; y aunque de carácter apa-
cible yce costumbres dulces, ofreció los amplios
salones de su casa (1) á un club más demagógico
que la Sociedad Patriótica, el Club de los Sincami-

Sálamo en la Silva primera de su Medicomaquia, que comienza:


así:
''No el valor, las proezas y victorias
canto de capitanes esforzados,
ni tampoco las glorias í
de varones ilustres, que animados
de la postuma fama, produjeron
insignes obras que á su patria dieron.
Canto sí la contienda más famosa
de una chusma de insignes matadores,
que con la actividad más asombrosa
han sabido mover los moradores
de toda esta ciudad más distinguidos,
á empeñarse, intrigar, formar partidos,
y con ardor constante
ofrecer cada cual al que es su ahijado
dejarle colocado
en la plaza de médico vacante."
(1) Calle de Zea, núm. 75.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 51

sQf donde se bailaba, extraña y grotescamente, al


son de esta canción, compuesta por los Landaetas:

Aunque pobre y sin camisa,


un baile tengo que dar,
y en lugar de la guitarra,
cañones resonarán.
Que bailen los Sincamisa,
¡y viva el son del cañón!

¡Caracas se precipitaba por los abismos de la


Franci'J Era el Qaira de sus revolucionarios.

VIII

Es inexplicable la inacción á que el Gobierno


condenó á Ribas en los tres primeros años de la re-
volución. Verdad es que desde el principio le nom-
bró coronel la Junta Suprema, en cuyo empleo, pre-
viendo que las armas decidirían al fin de los dere-
chos de América, formó un batallón, llamado de
Barlovento, y se consagró á instruirlo y conservarlo.
Pero si bien le cubrió la Junta de consideraciones,
y hasta dispuso de unas compañías disciplinadas,
que vencieron en Valencia y fueron á morir en San
Carlos, nunca á las órdenes de su jefe, que se cui-
daba de mantener lejos de los campos de batalla.
En vano reclamó su parte en los pelig-ros cuando
las desastrosas campañas de Coro y de Guayana, y
52 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

las más afortunadas de Cumaná y Valencia. Parece


que los Poderes públicos veían con tennor á los
hombres de la revolución, apartado el uno en sus
paternos campos, ocioso el otro en Puerto Cabello,
esperando la traición.
Para el año de 12, los hombres de 10 y 11 habían
envejecido, sobreviniendo cambios y alteraciones
deplorables en la opinión. Los que habían esperado
días de paz y veían encapotarse el horizonte; los
que sólo ayudaron al movimiento porque creyeron
perdida á España; los egoístas, los débiles, habían
vuelto el rostro á la revolución por desdén ó por
cólera, y hasta sus más celosos partidarios, á su na-
cimiento. Porque si toda revolución halla en su
principio, inocente y débil, quienes la sirvan con
celo, esos mismos, al fortificarse, crecer y amenazar
con la victoria, suelen oponerle embarazos y barre-
ras. Las ideas liberales no habían podido extender-
se y prevalecer en un país sin imprenta ni educación
primaria. Impacientes las poblaciones de los sufri-
mientos áque las sujetaban las circunstancias, odia-
ron una libertad cortejada por la miseria y la gue-
rra. Añádase que Venezuela estaba llena de euro-
peos, propietarios y poderosos, de empleados que
dependían de sueldos y esperaban ascensos, de
gentes que amaban con vehemencia los empleos,
porque no conocían la riqueza de la Industria; de
hombres, en fin, que habrían preferido la muerte á
ver triunfar la independencia, y que por poco po-
per que se les suponga, tenían el suficiente para
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 53

sembrar la discordia y el descontento. El sacerdote,


engranado, engañó á los que le oían, y confundió la
obediencia con la religión; y, como sucede siem-
pre, al romperse por primera vez los lazos de afec-
to, el mayor número suspiró por volver á ellos, cre-
yendo hallar las antiguas disposiciones y confianza.
¡Como si pudieran amar las tinieblas los que habían
columbrado la luz! |Y como si fuera posible que la
autoridad ultrajada olvidase sus resentimientos, y
que al reconciliarse y estrecharse de nuevo, recuer-
dos importunos no despertasen la venganza y no na-
cieran nuevos motivos de eterno enconol
Para este ensayo de reconciliación efímera, un
campeón de farsa, superficial y vanidoso.
Hay hombres de quienes puede decirse que na-
cieron para burla del destino. Sin vigorosas facul-
tades, por la fatalidad de las circunstancias, apare-
cen funcionando con brillo; incapaces de vastos de-
signios, preséntanse como arbitros de los aconteci-
mientos. Cuando tales hombres se creen sobre la
superficie de la Historia y piensan conservarse en
ella, atraídos por una fatalidad irónica, van á vivir
en el fondo, donde hallan ruido por gloria, y donde
van á contemplar todos, en vez de un héroe, á un
aventurero indigno.
Tal era D. Domingo Monteverde. Tanto hizo
alarde de valeroso y entendido, y tan inquieto an-
duvo, ponderando sus belicosas disposiciones, que
aunque simple capitán de fragata, logró que el bri-
gadier D.José Ceballos le confíase una expedición
54 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

sobre Occidente. Doscientos treinta hombres, entre


españoles y corianos; un cura, de nombre Torrellas;
un cirujano, diez mil cartuchos, un obús de á cuatro
y diez quintales de galleta, fueron los elementos mi-
litares de este Viriato (1) de nueva especie. La fortu-
na se encargó de tan vulgar personaje: dos días antes
de llegar á Siquisique, guarnición y pueblo habían
reconocido á Fernando Vil; á las primeras descargas
huyen los soldados bisónos de Carora; en vez de
caer aquí, sorprendido por las fuerza? de Puerto
Cabello y Barquisimeto, esta ciudad le abre las
puertas, espantada por el temblor del 26 de Marzo,
que había sepultado á sus defensores. £1 presunto
isleño cree á Dios cómplice con su ambición, y des-
de las ruinas de la Nueva Segovía vuela de pueblo
en pueblo acogido por el entusiasmo del amor, y
del pavor, y del espanto. En vano Ceballos y Miya-
res le dan consejos oportunos y órdenes expresas;
desconoce la autoridad de uno y otro, y en la em-
briaguez de tan fáciles victorias, se precipita por
donde le guíe la fortuna. Entra á Caudare y Arau-
re; el español Juan Montalvo, desertando de nues-
tras filas, le entrega á San Carlos; volaban tropas de
Caracas en defensa de Valencia, cuando un volcán
revienta en la isla de San Vicente (2), y las detona-
ciones sorprenden su marcha. Perdido en Valencia,
frente á un ejército numeroso y sin recursos, Puer-
(1) Nombre que dan á Monteverde, Gamboa, clérigo de
islas Cananas, y Hernández, fraile franciscano, en la Manifes-
taaión de las hazañas de Monteverde, impresa en Cádiz.
(2^ En la noche del 30 de Abril.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 55

to Cabello se subleva y se los suministra en abun-


dancia. Un vértigo se apodera del reconquistador;
desconoce y ultraja á sus naturales jefes; inventa las
batallas de Uriche y Coroboré (1); envía pomposas
descripciones de sus triunfos á las Cortes y á la Re-
gencia, áy los virreyes, y á los capitanes generales,
y á los gobernadores; escribe á lord Wellington,
como á su igual; ordena que le canten; se sueña un
Dios.
Al insular Monteverde, en el día de su fortuna
opuso la República el hombre de la desgracia. Des-
de fines de Abril, al saberse los rápidos progresos
de Monteverde, el Poder ejecutivo federal, que re-
sidía en Valencia, dio á Miranda, con el título de
generalísimo, una autoridad ilimitada, bajo la con-
dición única de convocar el Congreso inmediata-
mente. A poco le parecieron estrechas estas facul-
tades, yquiso se las ampliaran, ó que fuesen con-
sagradas con nuevas formas y exterioridades. Tres
(1) D. Luis Glnetí, teniente de Infantería, en su parte del
19 de Marzo, en que habla de todas las acciones en que se en-
contró Monteverde, no habla una palabra de éstas. Es curioso
lo que dice: "Emprendimos nuestra marcha desde Coro á las
órdenes de D. Domingo Monteverde, sin más tropas que 100
^hombres de Marina, SO de Maracaibo y 50 de San Luis. Nos re-
cibieron enSiquisique con muchos vivas, repiques de campa-
nas y un g°ran regocijo de todo aquel vecindario; el 19 salimos
con 22 hombres de Marina y la Reina á ocupar el cerro Colo-
rado. Al día siguiente se me reunieron 100 hombres adictos á
la justa causa: después se me presentaron 60 más pidiendo ar-
mas para ir contra los insurgentes. Entramos en Carora. Aquí &•
le permitió á la tropa un saqueo general, de que quedaron bas-
tante aprovechados: éste fué el día 23. Después sacamos eo
procesión el retrato de Fernando VII, nuestro rey."
56 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

comisionados, uko por el Gobierno general, que


fué D. Juan Germán Roscio; otro por el Gobierno
provincial de Caracas, D. Francisco Talavera, y don
Juan Vicente Mercader, por la Legislatura provin-
cial, declarando suspenso el régimen constitucional,
pusieron en sus manos el terrible poder de la dic-
tadura. Nada le faltó al generalísimo: el entusias-
mo animó de nuevo los corazones espantados y la
ciudad brotó guerreros de entre sus ruinas. Partie-
ron al punto diez batallones de Infantería y dos es-
cuadrones de Caballería, á los que debían seguir
compañías sueltas de paisanos y de extranjeros.
Marcha Miranda al frente de 7.000 hombres, ejérci-
to suficiente para escarmentar la contrarrevolución
y afirmar la República; pero cuando debía buscar al
enemigo y perseguirle, redúcese á la guerra defen-
siva, contemporizadora y tímida: vence en la Ca-
brera yen Guaica, y abandona estos puntos fortifi-
cados para retirarse á Maracay; pudiendo resistir
aquí, va á encerrarse en La Victoria; se fortifica en
esta villa, triunfa de Monteverde y desordena sus
huestes, y se niega á completar la victoria, persi-
guiéndolas en su desordenada fuga.
Tantos errores en quien se imaginaba la gente el
salvador de la República, excitaron la murmuración
primero, y luego el desdén y el desprecio. Recordó
la población que se le había anatematizado en los
templos; el clero se ensañó en el impío; y cuando el
mal genio de Miranda, coronel Juan Paz del Casti-
llo, le presentó á los presbíteros doctor Martín
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 57

González y N. López, á quienes hizo ejecutar des-


pués de un aparente juicio, irreg^ular y violento, deV
odio que abrasó al pueblo escandalizado volaron
chispas hasta el ejército y hasta el Estado Mayor
del generalísimo. Corría entonces el rumor de que
tramaba contra la causa americana, por órdenes deV
Gabinete inglés. La desgracia que inspira sospechas
y el odio que las convierte en evidencia, acredita-
ron los temores, y vinieron á corroborarlos la co-
misión secreta de D. Tomás Molini, secretario ínti-
mo de Miranda, á la Gran Bretaña, y sus relaciones
misteriosas con las colonias inglesas. Tales susurros
encendieron en algunos de sus jefes vivos deseos
de deponerle.
Cuando supo Miranda estas novedades, su or-
gullo irritado, junto con te-mores de una traición^
exacerbaron su carácter duro y terco, que se des-
ahogó en palabras amargas y aspiró á venganzas
sangrientas. Pero impotente y ridículo enmedio de
su tropa, sin confianza en sus edecanes, que dan
libertad á uno de sus mayores enemigos, fatigado
de luchas estériles, que iban á prolongarse por la
sublevación del castillo de San Carlos en Puerto
Cabello, y el levantamiento de los negros de Bar-
lovento, ála primera indicación de un arreglo
pacífico el pobre viejo se despojó con gusto de la
impopular é insoportable dictadura.
Antes de la última campaña, no bien fué nombra-
do gobernador militar de Caracas José Félix Ribas,
Miranda le relevó, nombrando en su lugar al coro»
-58 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

nel Juan Nepomuceno Quero (1), en corresponden-


cia con Monteverde. Ya en campaña, después del
infructuoso ataque de los españoles al Portachuelo
de Guaica (19 de Mayo), conoció Miranda la im-
portancia deaquel punto, y dispuso que lo fortifi-
case el coronel Ribas, con el batallón de Barloven-
to. A poco ordenó se abandonase, sin conocida cau-
sa; nada más dicen los documentos históricos sobre

(1) No consta el día de su nombramiento. La guerra per-


donó pocos documentos importantes de la época que describí*
mos; y los que se refíeren á tiempos anteriores van desapare-
ciendo igualmente, con lamentable rapidez. Más cruel la mano
de los hombres que la del tiempo, después del espantoso tem-
blor de 1641, D.José de Oviedo y Baños halló materia para
escribir su historia hasta en los archivos municipales que per-
tenecieron la
á ciudad de Caraballeda, y hasta en los del Ca-
bildo de Guaicamacuto . Ningún mal grave ocasionó á los do
Caracas el temblor del año de 12, y, sin embargo, perecen dia-
riamente, sin que caiga nadie en que ese polvo es nuestra his-
toria, yque esos papeles, que arrojados de su casa, van mendi-
gando un asilo, encierran los fastos de la Patria. Un ciudadano
inteligente y laborioso, el doctor Francisco J. Yanes, que asis-
tió al nacimiento de la independencia suramericana, y la si-
guió en los combates con la espada y ia pluma, consagró los
últimos veinticinco años de su larga vida á reunir comproban-
tes, compulsar documentos, interrogar á los contemporáneos, á
meditar y á escribir. Con viva solicitud le enviaba documentos
el Libertador, animándole á la gloriosa empresa. Los diez años
que exigió Yanes para la publicación do su historia han corri-
do. Sucédense los gobiernos, y ninguno pregunta por la obra
patria, preocupados todos con cosas más bellas, ó, por lo me-
nos, más lucrativas. Persuadidos nosotros de que ninguna auto-
ridad pensará jamás en tan frivolo objeto, estamos tentados á
excitar á la Nueva Granada y al Ecuador á venir en auxilio de
la historia de la República, que es la suya, á redimir y á publi-
car la Relación documentada de los hechos de Venezuela y las
historias particulares de Margarita, Cumaná y Cuayana. ¡Los
grandes hechos de los mayores inspiran á sus hijos!
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 59

la conducta y sentimientos de Ribas. Parece que


conociendo la fatalidad de las circunstancias, se re-
sisfDÓ orguliosamente á la situación, desdeñando en
silencio al dictador obstinado, no cuidando de in-
dagar siera traidor ó víctima, viendo con indiferen-
cia el calor estéril de Bolívar y sus amigos, atento
únicamente á buscar en el destierro su propia liber-
tad y otro porvenir á la República. Los amistosos
empeños de D. Francisco ¡turbe le valieron á Bolí-
var su pasaporte; valióselo á Ribas su parentesco
con Monteverde (4 de Agosto) (1).
De los patriotas marcharon unos para España bajo
una barra de grillos; fueron amontonados muchos en
las bóvedas, donde perecieron algunos; pocos lo-
graron elbeneficio de la proscripción. El viejo dic-
tador, honrado con la saña del isleño pérfido, y
arrastrado de prisión en prisión, fué á morir con
lenta agonía en los calabozos de la Carraca (2). La
suerte, que había mezclado en su vida el ajenjo con
la miel, continuó á su lado la misma misión, dándo-
le una muerte dolorosa, pero que salvaba su nom-
bre y rescataba su memoria, que sin esas horas de
martirio, viviría manchada en la posteridad.

(1) «Á instancias de Robertson consiguió Ribas volver á


Caracas, donde se mantuvo hasta la entrada de su primo
Monteverde, quien, por libertarle del castigo á que le había
hecho acreedor su mala conducta, le dio pasaporte y recomen-
dación muy particular para el gobernador de Cuta9ao.» —
Urquinaona y Pardo: Relación documentada, etc., pág. 142.
(2) £1 de las Cuatro Torres.
60 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

IX

Ribas habitó hasta octubre en Curafao, y pudo-


decir con Bolívar: "Cartagena al abrigo de las ban-
deras republicanas, fué elegida para mi asilo. Este
pueblo virtuoso defendía por las armas sus derechos
contra un ejército opresor que había puesto el yugo
á casi todo el Estado. Algunos compatriotas nues-
tros yyo llegamos en el momento del conflicto, y
cuando ya las tropas españolas se acercaban á la
capital y le intimaban la rendición. Los esfuerzos
de los caraqueños contribuyeron poderosamente á
arrojar á los enemigos de todos los puntos. La sed
de los combates, el deseo de vindicar los ultrajes de
mis compatriotas, roe hicieron alistar entonces en
aquellos ejércitos, que consiguieron victorias seña-
ladas (1)." Ribas, como Bolívar, sirvió de simple
voluntario bajo las órdenes del coronel Labatut,.
que había huido antes que ellos de Venezuela y
que marchaba contra Santa Marta, menospreciando
grados y distinciones. Está de más decir que acom-
pañó áBolívar en la toma del Fuerte de Tenerife, y
contribuyó poderosamente al éxito de aquella cam-
paña de cinco días, marcada con sucesivas victorias^
que terminó la guerra y dio libertad á Santa Marta ►
(1) Vida pública del Libertador, t. I, pkg. 117.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 61

Cuando el coronel de la Unión, D. Manuel Cas-


tillo, solicitó el auxilio de Bolívar contra el coronel
D. Ramón Correa, que amenazaban á la Nueva
Granada, Ribas guió la vanguardia por el fangoso
camino que va desde Ocaña á los valles de Cúcu-
ta, por Salazar de las Palmas. Marchaba adelante
cuando, espantados los enemigos, abandonaron la
posición inexpugnable de la Aguada, la ciudad mis-
ma de Salazar y las alturas del Yagual y San Caye-
tano; yen la acción del 28 de Febrero, á orillas del
Zulia, cerca de San José de Cúcuta, en que qui-
nientos republicanos arrollaron á más de ochocien-
tos realistas, el coronel venezolano decidió la vic-
toria, después de cuatro horas de combate, con una
carga impetuosa á la bayoneta. El presidente de
Cundinamarca, D. Antonio Nariño, hizo publicar á
su costa los versos con que la musa granadina cele
braba el triunfo de Bolívar: el poeta canta á sus
compatriotas Ramiro, Narváez, Guillín, Vergara; y
de entre los venezolanos sólo halla digno de recor-
darse el nombre de Ribas:

Los nombres claros de Ramiro y Ribas


repite el eco (1).

Fué entonces que Bolívar creyó oportuno dirigir-


se al presidente de las Provincias Unidas, solici-
tando permiso para llevar á Venezuela las tropas de
la Confederación, y pidiéndole los necesarios re-
(1) Versos del ciudadano José María Ríos al valiente coro-
nel Bolívar, oficialidad y tropa de su mando .
di JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cursos para sostenerlas. Para elevar esta súplica pa-


triótica, escogfió al compañero de su fortuna, partí-
cipe de sus triunfos, proscripto como él, y como él
ansioso de abrirse un camino á sus hojeares; autori-
zóle además para entrar en cualquier tratado y esti-
pular las indemnizaciones que Venezuela debería á
la Nueva Granada por su socorro. Ribas supo inte-
resar en su proyecto al jefe constitucional de Cun-
dinamarca, y á los miembros más influyentes del
Congreso de la Nueva Granada; captarse la volun-
tad del presidente de Cartag^ena, D. Camilo Torres,
de suyo inclinado á Bolívar, en quien reconocía el
genio de la revolución; frustrar los esfuerzos del
coronel Castillo, á quien celos de mando y mal
consulta rivalidad aconsejaban fatalmente. El coro-
nel Ribas voló hacia Bolívar, loco de alegría, al ver
que sus espadas habían ganado auxilios á la patria
y que de ellos dependía en adelante volverle la
libertad.

Cuando el Congreso granadino discutía las con-


diciones ynombraba de su seno comisionados que
velasen sobre la conducta del héroe venezolano,
éste había ocupado á Mérida, y con las armas y es-
casa tropa que le había llevado Ribas, se preparaba,
á la gloriosa campaña del año de 13.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 63

AI llegar aquí, la pluma se detiene espantada,,


como si oyese lamentos de otro siglo, ó la disputa-
sen manos de fantasmas. Es el pórtico sombrío de
la Guerra á Muerte. ¡Comienza aquí una carrera fú-
nebrel Sentémonos un momento sobre la piedra de
dolor que marca la horrorosa entrada: la puerta del
infíerno.
Entre los venezolanos que, no confíados en la ca-
pitulación de Monteverde, huyeron á Cartagena,
uno de los más distinguidos por su ilustración y los
altos destinos que había desempeñado, fué el doc-
tor Antonio Nicolás Briceño. El mismo Domingo
Díaz, calumniador de la revolución, este hombre,
que había nacido furioso y llevaba en el aliento y
en la sangre la semilla de inextinguibles odios, con-
fiesa que le juzgaban todos hombre prudente y
moderado (1). Había ocupado una silla en el primer
Congreso de la República, desempeñado su Secre-
taría con expedición y aplausos, y había sido miem-
bro de la Alta Corte de Justicia y del Poder Eje-
(1) Antonio Nicolás Briceño era, poco tiempo había, abo-
grado del Colegio de Caracas, cuando acontecieron los sedicio-
sos movimientos del 19 de Abril de 1810. En los primeros me-
ses de aquella época vergonzosa, manifestó un carácter de mo-
deración con que generalmente se le creía revestido. (Recaer- -
dos sobre la Rebelión, etc., pág. 132.)
64 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cutivo. Las primeras reacciones le hallaron tranqui-


lo y confiado; poco á poco su carácter fué exaitán-
<iose, hasta distinguirse, en fin, por la osadía de sus
provocaciones y las medidas violentas que sugería;
uno de esos hombres que vivirían contentos en una
época de paz, pero que ocultan una misteriosa pól-
vora, áque dan fuego las revoluciones. Para la épo-
ca de Monteverde, la opinión pública le había con-
ferido eldiploma de El Diablo (1).
Briceíío llegó á los Estados de la Unión granadi-
na en el acceso de una sombría cólera, respirando
sangre y venganza. Hombre trágico y fatal, de esos
á quienes una violencia innata consagra á las furias,
su rostro no llevaba el signo innoble de la barbarie.
Su cuerpo era gentil, su cabeza bella... como la de
las Euménides. Todo contribuyó á exaltarle, los
tiempos sobre todo, que eran malos é inspiraban
vértigos. El mismo, D. Vicente Tejera y D. Miguel
Carabaño decían el 2 de Noviembre: "Cerremos
para siempre la puerta á la conciliación y á la armo-
nía: que no se oiga otra voz que la de la indigna-
ción. Venguemos tres siglos de ignominia que nues'
tra criminal bondad ha perdonado; y sobre todo
venguemos condignamente los asesinatos, robos y
violencias que los vándalos de España están come-
tiendo en la desastrada é ilustre Caracas... ¿Podrá
existir un americano que merezca ese glorioso nom-
(1) Parece que un patriota de aquella época, Isnardi, dis-
tribuyó entre los miembros del Congreso los papeles del Auio
llamado Nacimiento, dándole á Briceño el del Diablo, que le
quedó.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 65

bre, que no prorrumpa en un grito de muerte con-


tra todo español, al contemplar el sacrificio de tan-
tas víctimas inmoladas en toda la extensión de Ve-
nezuela? No, no, no" (1). El Congreso de la Nueva
Granada animaba también á una guerra de extermi-
nio por medio de su filantrópico presidente: "Re-
unios— decía — bajo las banderas de la Nueva Grana-
da, que tremolan ya en vuestros campos y que deben
llenar de terror á los enemigos del nombre ameri-
cano. Sacrificad á cuantos se opongan á la libertad
que ha proclamado Venezuela, y que ha jurado de-
fender con los demás pueblos que habitan el uni-
verso de Colón" (2).
Briceño comenzó por publicar en Cartagena, á
principios del año de 13 (16 de Enero), un plan so-
bre el modo de hacer la guerra á los españoles, al
que convidaba á extranjeros y americanos. Al leer
el bárbaro documento, la sangre se hiela en el co-
razón: "Como esta guerra — dice su segunda propo-
sición— se dirige en su primer y principal fin á des-
truir en Venezuela la raza maldita de los españoles
europeos, en que van inclusos los isleños, quedan,
por consiguiente, excluidos de ser admitidos en la
expedición, por patriotas y buenos que parezcan,
puesto qué no debe quedar uno rolo vivo..." Por
la proposición tercera, "las propiedades de todos
los españoles y europeos que se encuentren en el
territorio rescatado, se dividían precisamente en
(1) Cartagena, proclama de 2 de Noviembre de 1812.
(2) Vida pública del Libertador, pág. 6.
5
CO JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cuatro partes"... La novena proposición parece es-


crita por un caníbal: "Se considera ser un mérito
suficiente para ser premiado y obtener grados en el
ejército, el presentar un número de cabezas de es-
pañoles europeos, inclusos los isleños; y así el sol-
dado que presentare veinte cabezas de dichos es-
pañoles, será ascendido á alférez vivo y efectivo; el
que presentare treinta, á teniente; el que cincuenta,
á capitán", etc.
Ocho asesinos encontró Briceño que firmasen el
feroz tratado, entre los que sólo figuran dos vene-
zolanos: Juan Silvestre Chaquea y Francisco de
Paula Navas. Los otros seis, aventureros de Europa.
Si tal crimen produjo una generación espantosa de
crímenes, él mismo fué engendrado por el recuerdo
de los de otra nación; es en francés que se escribió
el compromiso sacrilego:

"Nous soussignés, ayant lu les dites propositions.accep-


tons et signons le présent, pour s'y conformer en tout,
selon cí-dessus écrit; en fo¡ de quoi nous mettons de pro-
pre volonté, et de notre main nos signatures: Antoine Ro-
drigo, capitaine de Carabiniers; Joseph Debraine, Louis
Marquis, lieutenant de Cavalerie; George H. Delon,
B. Henriquez, L. Caz, Juan Silvestre Chaquea, Francisco
de Paula Navas."

Se cuenta que los asesinos de la Glacier áo. Avi-


ñón instruyeron á los septembristas de París. ¡Cómo
quiso esa hez de asesinos extender al ejército, que
manchaban con su presencia, la infamia que ellos so-
los merecían!
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 67

Con este bárbaro documento se presentó Brice-


ño en Cúcuta cuando aún vivían en aparente amis-
tad Bolívar y Castillo, exigiendo que lo aprobasen
éstos y lo tomasen por regla de conducta. La epi-
demia del asesinato era tal, que aquellos dos jefes
lo aceptaron con dos notas de poca importancia y
con la cláusula siguiente: "Como jefes primero y
segundo de las fuerzas de la Unión, y también de
las de Venezuela que se hallan unidas á aquéllas,
aprobamos las precedentes proposiciones, excep-
tuando únicamente el artículo 2.°, en cuanto se di-
rige ámatar á todos los españoles europeos, pues,
por ahora, sólo se hará con aquellos que se en-
cuentren con las armas en la mano, y los demás
que parezcan inocentes seguirán con el ejército,
para vigilar sus operaciones, mientras que el Con-
greso general de la Nueva Granada, á quien se re-
mitirán estos documentos, aprueba ó no la guerra á
muerte á los nominados españoles, quedando, por
consiguiente, el art. 9.° sujeto á la misma disposi-
ción, con las notas que están en los artículos 1,° y
11, en cuya virtud lo firmamos en el cuartel gene-
ral de Cúcuta, á 20 de Marzo de 1813, 3.° de la in-
dependencia colombiana."
Creyeron, sin duda, Bolívar y Castillo que aquel
plan era una fanfarronada de crueldad, sin otro ob-
jeto que espantar á los españoles é inspirarles res-
peto hacia ios americanos. De su sorpresa al saber
que Briceño pensaba seriamente en el exterminio
general de nuestros antiguos padres, la Historia nos
68 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

conserva un documento precioso: "Hallábase Casti-


llo en marcha y acampado en Laura — dice Restre-
po — , cuando supo con asombro que el titulado co-
mandante de la Caballería, Briceño, había publica-
do un bando en que declaraba la guerra á muerte á
los españoles europeos y á los isleños de Canarias,
conforme á las bases de su plan de Cartagena, y
añadiendo otra aún más inicua: ofrecía la libertad de
los esclavos que matasen á sus amos españoles y
canarios. Su objeto era, según decía, aterrarlos, á
fin de que abandonasen el territorio de Venezue-
la. Para cumplir sus amenazas quitó la vida á dos
españoles pacíficos que hallara en San Cristóbal
(Abril 9), y remitió las cabezas, una á Bolívar y otra
á Castillo, con cartas cuya primera línea estaba es-
crita con sangre de las víctimas."
]Santa y querida sea la memoria de Castillo, por
la noble cólera que inflamó su corazón, y la de los
patriotas granadinos, que condenaron unánimemen-
te aquella ejecución inhumana y el sangriento ban-
do de San Cristóbal! ¡Glorioso sea el recuerdo del
sabio Torices y del Gobierno filantrópico, que or-
denó áBolívar sujetase á Briceño bajo formal jura-
mento ó le separase de las tropas de la Unión!
jVuestro virtuoso furor, hijo de la Nueva Granada,
hará preciosos vuestros restos é inmortalizará la in-
famia del bárbaro que os inmoló! (1).
Castillo devolvió la cabeza fría y ascosa del an-
ciano español, con una carta llena de noble cólera.
(1) Morillo fusiló á Torices y á Castillo.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 69

El mismo 9 de Abril, á las seis y media de la no-


che en que acababa de recibir el feroz presente, le
dice el general granadino: "Me ha estremecido el
acto violento que usted ha ejecutado hoy en San
Cristóbal; pero me ha horrorizado más el que, de-
poniendo todo sentimiento de humanidad, haya us-
ted comenzado á escribir su carta con la misma san-
gre que injadicialmente se ha derramado, y que me
haya remitido la cabeza de una de las víctimas." Son
dignos de copiarse algunos otros rasgos: "El casti-
go de los reos y culpados se hace usando de todos
los trámites que la ley, la justicia, la razón y la mis-
ma religión cristiana prescriben, y no asesinando
indistintamente á todo europeo, sin autoridad y sin
juicio." — "Lo juro á usted por lo más sagrado que
encierra el cielo y la tierra, que á la menor noticia
que tenga de haberse cometido un exceso igual
marcho en retirada, abandonando la suerte de Ve-
nezuela, para informar á la Nueva Granada entera de
las aflicciones y excesos con que se agobia á la Hu-
manidadlos
y pueblos que se trata de libertar." —
"Devuelvo la cabeza que se me remitía. Compláz-
case usted en verla, y diríjala á quien tenga placer
de contemplar las víctimas que ha sacrificado la
desesperación."
Bolívar, por su parte, envió inmediatamente al
oficial Pedro Briceño Punar á reemplazar á Briceño
en San Cristóbal, y cuando supo que desde el 4 de
Mayo había huido furtivamente, disgustado de sí
tal vez y en busca de la muerte, habló de él al Go-
70 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

bierno de la Unión como de un militar intruso, sin


armas de fuego, sin municiones, sin cartuchos y aun
sin valor.
El asesinato de los ancianos pacíficos, que se ha-
bían merecido el amor de los vecinos de San Cris-
tóbal en ochenta años de una vida laboriosa y be-
néfíca, es uno de esos misterios llenos de horror
por donde deja entrever el corazón humano la pro-
fundidad de sus abismos. El fanático sombrío, ener-
gúmeno sincero, no se contentó con darles muerte,
sino que saboreó su sangre, escribió con ella y en-
vió, como regalo, sus cabezas, demudadas y maci-
lentas. Tales refinamientos de crueldad, la vengan-
za gustada así en unos inocentes, la impaciencia de
tener en sus manos sus cabezas, ese ardor por ver-
las sangrientas y sucias, son delirios de tiranos, que
manchan eternamente al qu3 los goza. La libertad
proscribe á quien la sirve así.

XI

Se ha discutido con frecuencia á quién cupo la


triste gloria de haber iniciado la guerra á muerte y
haber ido más lejos en el horrible camino. La revo-
lución, como hemos dicho, se había conservado lar-
go tiempo pura de sangre, con peligro de su propia
existencia. Ocho revoluciones se sucedieron en el
espacio de quince meses, y si en un momento de in-
vencible impaciencia castigó con rigor á los auto-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 71

res principales del movimiento del 11 de Julio, ex-


travagante ridículo;
y si puso sus cadáveres en una
horca, y entristecieron sus cabezas en afrentoso palo
las inmediaciones de la capital, probando, según las
palabras de D. Manuel Palacio, la escasa influencia
de los cambiamientos políticos sobre las costum-
bres (1), los jefes de la revolución de Valencia (10
de Julio), aunque relacionados con la de Caracas, y
aunque fuese ésta más peligrosa y costase á la Re-
pública más de 800 muertos y 1.500 heridos, des-
pués de condenados sin saber cómo, fueron objeto
de una piedad profunda y de una misericordia ge-
neral. "Concluidas las elecciones — dice un testigo
presencial de los hechos — , el Colegio electoral, se-
guido de la Comunidad religiosa y de un inmenso
pueblo, que parecía haberse convidado al efecto, se
dirigieron á la sala del Congreso, y estando de pie
los electores, y los frailes todos postrados en tierra,
hicieron unos y otros tales arengas y oraciones su-
plicatorias enfavor de los ilusos de Valencia, que
enternecido el Congreso, por unánime aclamación
se anunció un indulto ó perdón de la pena de muer-
te, que por las leyes pudiera caberles, ó que efec-
tivamente les hubiese cabido á los comprendidos en
aquella causa, afectando no saber la sentencia pro-
nunciada por los jueces" (2). Hay en el corazón del
venezolano un fondo de piedad inmenso.
(1) Esquisse de la Révolution de VAmérique espagnole; pá-
gina 116.
(2) Párrafo tomado de la Historia inédita del doctor Fran-
cisco Javier YÁnez: Es preciso que volvamos algún día á este
72 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Por lo que hace á los españoles, ni Bolívar en su


justificación de la guerra á muerte y su carta al g^o-
bernador de Cura9ao (1), ni el Sr. Zea en su dis-
curso sobre la Mediación entre España y América,
acusan á Ceballos, Cagigal, Miyáres ó Cortabarría,
los primeros en combatir la revolución. Comienzan
todos por Monteverde; y, lo que es admirable: son
los escritores patriotas los que hablan mejor de este
isleño presuntuoso y vulgar. "Monteverde — dice
Zea en el lugar citado — no era sanguinario; pero no
tenía bastante firmeza de carácter para mostrarse
humano entre aquellos caribes"; y en el mismo sen-
tido escriben Díaz y Baralt. "Monteverde — dicen — ,
menos cruel que débil, se dejó arrastrar por malos
consejos, abusó de la fortuna, mancilló su honor vio-
lando sus promesas, holló las leyes de su patria para
oprimir y vejar al pueblo que le había ayudado á
triunfar, y sembró, en fin, en los corazones america-
nos el rencor y la implacable saña, que alimentaron
después por muchos años una guerra de exterminio

y de horrores."
Con más severidad le juzgaron los españoles;
oigamos al coronel D. Eusebio Antoñanzas, peor»
objeto, porque nada es más bello que el discurso del doctor
Miguel José Sans, síndico del convento de San Francisco, e»
favor de la clemencia, y porque serán eternas por su elocuen-
cia las palabras del reverendo padre Francisco Javier Sosa, que
principiaban así; "El pueblo no quiere que fray Pedro Hernán-
dez muera, y fray Pedro Hernández vivirá." Al terminar el frai-
le trujillano, el Congreso lloraba, y el pueblo se daba la enho-
rabuena por el triunfo de la humanidad.
(1) Vida pública del Libertador, t. I, pág. 88.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 7^

sin duda, que Monteverde: "No habían pasado vein~


ticuatro horas del sometimiento de Caracas, cuando^,
al paso de proclamar seguridad, se llenaban de luto
las principales familias, conduciendo á las bóvedas
padres, hijos y esposos, cargados de grillos. Los la-
mentos yel temor se reputaban maquinaciones de
tramas ocultas" (1). El general Miyares añade que na
había seguridad ni reposo bajo la autoridad de
Monteverde; la sombra del delito de insurgente aca-
llaba la miseria, y el menor reclamo era un comprO'^
banie de infidencia (2). D. Pedro de Urquinaona y
Pardo, en su Relación documentada del origen y
progresos del trastorno de las provincias de Vene-
zuela, pinta con vivos colores la infracción violenta
de la capitulación del 25 de Julio, su menosprecio*
por las órdenes de la Regencia, las prisiones con
que celebraba la Constitución española que las
prohibía, sus insidiosas proclamas, las cárceles y bó-
vedas hirviendo en ciudadanos, el dolor y la conster-
nación de las familias, la alegría brutal de los isle-
ños que le rodeaban, los funestos resultados de tan-
tos errores y crímenes, las divisiones, primero con:
los oidores en particular, los debates con la Audien-
cia, los choques con el intendente, las discordias com
los gobernadores de Oriente y Occidente, las quejas^
de la mayor parte de los empleados de la provin-
cia; yluego, la inquietud y desconfianza de los pue-

(1) Informes documentados de 16 y 26 de Mayo de 1813 ¿:


la Regencia.
(2) Manifíesto de 30 de Septiembre de 1812.
74 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

blos, el encono que engendran las injusticias, la ne-


cesidad de mayor opresión para reprimirlo, las se-
diciones discordias,
y la alternativa imperiosa de
morir ó sacudir el yugo.
"En el país de los cafres — escribía D. José Costa
Galli, fiscal de la Audiencia — no podían tratarse los
hombres con más desprecio y vilipendio."
La Audiencia misma dijo á la Regencia, en su In-
forme del 9 de Febrero de 1813: "Por informes ver-
bales se decidía y ejecutaba la prisión de los veci-
nos, embargándoles sus bienes, depositándolos en
personas sin responsabilidad y expatriándolos sin
formalidad de proceso; hallábanse así reos sin cau-
sa, otros cuya procedencia se ignoraba, otros que
no se sabía quién los mandó prender, y otros que el
que los prendió no podía dar razón del motivo de
su prisión; nunca pudo conseguir formar un estado
de los bienes embargados, porque unos lo fueron
«n virtud de procedimiento anterior ó posterior, y
otros sin procedimiento alguno, prescindiéndose ab-
solutamente delas personas en el embargo de otros;
de manera que ni se pudo hacer dar cuenta á los
depositarios, ni ingresar los productos en la Teso-
rería, niformar una relación de los presos."
Si se quiere, Monteverde mismo confesará su des-
lealtad yatropellos. Léase, si no, el parte que dirige
al Ministerio de la Guerra, fecha 20 de Enero de
1818, en que confiesa "que los vehementes indicios
le obligaron á prender á los que habían prestado
-sus servicios á la anterior revolución, creyendo que
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 75

SUS opiniones exaltadas fuesen bastante motivo para


remitirlos á la Península, sin otra formalidad que el
informe de los que compusieron la Junta; que estas
consideraciones le obligaron á alterar el sistema de
olvido, piedad y disimulo que había adoptado des-
de el principio (entró en Caracas el 30 de Julio y el
1.° de Agosto comenzaron las prisiones), en obser-
vancia de la capitulación y promesas; que estos pre-
sos eran peligrosos y revolucionarios por costum-
bre, por ambición, por ociosidad y por la impuni-
dad de sus anteriores delitos, monstruos sin em-
pleos, sin propiedades, llenos de vicios, cargados de
crímenes..." Basta.
Hasta el atrabiliario Domingo Díaz (1), que tomó
á empeño negar los crímenes que no podía defen-
der, dice mañeramente: "Pocos días después de la
entrada de Monteverde en la capital fueron presos
muchos que gozaban ó no del pacto. Ni me toca, ni
debo, ni quiero saber las causas que le movieron á
este procedimiento." Y á pocas líneas, "los bienes y
las personas del territorio reconquistado debieron
sentir todo el peso de la ley, si no es que vosotros
tenéis la imprudencia de querer persuadir que los su-
cesos del 19 de Abril, del 5 de Julio y de todos los
días de esos dos años infelices, ha sido una gracia
digna de que se os recompensase".
Miranda, sepultado en una obscura y estrecha
prisión y oprimido con grillos, hace fe cuando, al
cabo de ocho meses de sufrimientos, dirige á la
(1) Ob. cit., páj. 67.
76 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Audiencia de Caracas estos enérgicos conceptos:


"He visto con espanto repetirse en Venezuela las
mismas escenas de que mis ojos fueron testigos en
la Francia: vi llegar á La Guaira recuas de hombres
de los más ilustres y distinguidos, tratados como
unos facinerosos; los vi sepultar junto conmigo en
aquellas horribles mazmorras; vi la venerable ancia^
nidad, la tierna pubertad, al rico, al pobre, al menes'
tral, en fín, al propio sacerdocio, reducidos á grillos
y á cadenas y condenados á respirar un aire mefíti-
co, que extinguiendo la luz artificial, inficionaba la
sangre y preparaba á una muerte inevitable; yo vi^
por último, sacrificados á esta crueldad ciudadanos
distinguidos por su probidad y talento, y perecer
casi repentinamente en aquellas mazmorras, no sola
privados de los auxilios que la humanidad dicta para
el alivio corporal, sino destituidos también de los
socorros que en semejantes casos prescribe nuestra
santa religión. ¡Hombres que estoy seguro hubiera»
perecido mil veces defendiéndose con las armas en
la mano, cuando capitularon generosamente, antes
que someterse á semejantes ultrajes y tratamientos!*
Este no es un escrito, una protestación contra la
perfidia de Monteverde; es un grito que lanza la
virtud indignada y que acusará eternamente al jefe
español. Ni la pluma de Muñoz Tébar ni la de Zea
añadirán nada al cuadro tenebroso dibujado por Mi-
randa. Para los venezolanos que habían huido de la
patria y que oían á través de la distancia, alterados
por la ira, multiplicadas ú obscurecidas por la fama^
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 77

las desgracias de sus compatriotas, el despotismo


de Monteverde debió tomar formas varias, según el
interés y las pasiones. Roscio, maestro y padre de
la Revolución, expuestos en vil cepo á la burla y es-
carnio, en una plaza pública; Moreno, Berniz, Ga-
llegos, Perdomo, Méndez, expirando sofocados en
pestilentes calabozos; las familias mendigando el pan
que dieron en otro tiempo; los esbirros siguiendo
por entre escombros la huella del que busca un asi-
lo; la burla insultante del que ni fué vencedor, y la
ignominia y miseria de un pueblo vendido y trai-
cionado...
¿Qué habrían sentido, á haber llegado á sus oídos
las trag-edias de Cumaná, las violencias y escándalos
de Cerveriz, las inútiles crueldades de Suazola? ¿A
saber las persecueiones atroces que hizo experimen-
tar áMargarita el antiguo sargento de Artillería don
Pascual Martínez? Como en los días del Génesis, hay
épocas en los pueblos de espantosas y horribles
producciones. £1 16 de Enero del año 13 publicaba
el Diablo su sangriento tratado, y el 3 de Febrero
el folicular Suazola ordenaba el asesinato y mutila-
ción de los patriotas, haciendo un comercio inhu-
mano de sus orejas, á imitación de aquellos solda-
dos feroces de la Vendée que volvían del combate
llevando en triunfo rosarios de ellas. (Chapelets
íToreilles.) Briceño no obró para vengar crímenes
que ignoraba, y Suazola seguía sus instintos feroces,
sin contar con las represalias ni presentir que sería
su víctima.
78 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XII

Cuando el 18 de Junio del mismo año Bolívar de-


claró en Trujillo ia guerra á muerte, contra la vo-
luntad expresa del Gobierno de la Unión, por aque-
llas palabras memorables que conservará la^Historia,
"españoles y canarios, contad con la muerte, aun
siendo indiferentes, si no obráis activamente en ob-
sequio de la libertad de Venezuela; americanos
contad con la vida, aun cuando seáis culpables", él
no sabía sino vagamente los sufrimientos de la Pa-
tria, según informes que podía creer invenciones del
odio, sin las horribles circunstancias que pesaban
sobre el pueblo. Menos de 400 presos eran para
Bolívar los que había amontonado Monteverde en
pontones y bóvedas: "cerca de 400 presos — decía,
en una proclama — gimen en las bóvedas y pon-
tones" (1). La Nueva Granada había condenado la
guerra á muerte, reprobando la conducta de Miguel.
Carabaño y de Campomanes en el Magdalena, y al-
zando elgrito contra Briceño; y respetando Bolívar
aquella voluntad, se ofendió primero y reprimió una
conducta que su ira iba á justificar bien pronto (2).

(1) Los presos eran 1.200


(2) Se sabe que al recibir la cabeza del español asesinado,
fuera de sí, medio afeitado, salió protestando á gritos contra.
el odioso crimen.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 79

Al lleg-ar á Trujillo, donde terminaba la misión que


le había confiado aquella República hermana, lan-
zándose generosamente, sin solicitar nuevo permiso,
á la libertad de Venezuela, comenzó por proclamar
aquel género de guerra, que era su propia opinión.
La mayor parte de los historiadores de América
han dado para justificarla las razones que han acu-
mulado diestramente Díaz y Baralt: "Las autorida-
des españolas — dicen éstos — violaban las capitula-
ciones tratados,
y porque, según ellos, ningún pacto
con traidores podía ser obligatorio para leales subdi-
tos del rey. El sistema contrario adoptado y seguido
por los patriotas en este punto y en el degüello de
los prisioneros, hacía menos aventurado combatir
contra ellos que por ellos. Pedía, pues, la justicia
que el peligro fuera uao para todos y que la elec»
ción de causa dependiera de la opinión de cada
cual, no del menor riesgo de cierto partido en una
lucha desigual con su contrario. Y luego, hacer la
guerra á muerte sin declararlo, era dar á las vícti-^
mas de una represalia necesaria el derecho de que-
jarse del horrible engaño que hasta entonces habían
usado los realistas. Bolívar, en fin, ya resuelto á to-
mar la gran medida redentora..." Los apologistas
postumos del crimen, tejedores, en su llamada histo-
ria, de mentiras verosímiles, sigue nelogiando hasta
las palabras concisas, enérgicas, que expresan la
"terrible necesidad": /?a/a6ras, dicen, de aquellas
con que el hombre fuerte, de grande espíritu y pro-
fundas pasiones, domina y arrebata las almas in-
•80 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Jeriores, y á pesar suyo las conduce á ejecutar los


vastos fines que él sólo es capaz de concebir y pre-
tender.
No somos fatalistas ni seguimos la doctrina de
utilitarismo, la salud pública, ni podremos nunca ex-
cusar elcrimen, hacer su apología y mucho menos
su apoteosis. Toca á la conciencia fallar, según las
leyes de la moral y el buen sentido, sobre los acon-
tecimientolos
s y hombres, teniendo en cuenta las
intenciones generosas, para juzgar con menos rigor
los excesos de una época extraordinaria, y al conde-
nar las faltas, defender los principios juitos y las es-
peranzas laudables. Pero el cristiano no habla nun-
ca de imperiosa necesidad ni de irresistible fuerza:
el mal es un hecho voluntario, no la condición fatal
del hombre: es preciso que demos en la Historia su
libertad á los actores, su moral á los aconteci-
mientos.
La salud del pueblo es un sofisma lleno de san-
gre, proclamado por Nogaret en defensa de la
Saint-Barthélemy, el texto de la inquisición, instrw
mentum regni. Si el epígrafe de la Gaceta de Cara-
■cas en 1814 era la sabida máxima Salas populi su-
prema lex esto, lo fué también de La Mosca Negra
del año 19. La guerra á muerte, ó llámese el Terror
de los años 13 y 14, lejos de ser un medio de vio -
toria, fué un obstáculo insuperable para conseguirla;
ella creó á la República millares de enemigos en lo
interior, le arrebató las simpatías exteriores, hizo
bajar al sepulcro en dos años á 60.000 venezolanos,
BIOGRAFÍA DEL GENE:>vAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 81

formó á Boves, fué causa de los desastres de La


Puerta y Úrica.
Con tantos enemigos implacables, necesitaba la
revolución ciertamente valerosas convicciones, ma-
nos fuertes que con la espada ó la pluma no tem-
blasen nunca. Los furores de la defensa debían co-
r esponderlos
á furores del ataque; ¡a represalia no
era un derecho, era un deber. Pero este deber man-
daba herir á los que combatían al partido de la in-
dependencia enlos campos de batalla y en el Con-
sejo; no á los que vivían pacíficos, extraños á las
pasiones políticas, ignorantes de los acontecimien-
tos, como porción de españoles y la mayor parte de
los canarios. Adictos éstos á la República en sus
primeros días, nosotros leemos estos conceptos sus-
criptos por ciento treinta y cuatro, que casi todos
perecieron en el cadalso: "Estos son los sentimien-
tos generales de todos los naturales de las islas Ca-
narias que en la regeneración política de Venezuela
tuvieron la fortuna de encontrarse en esta capital;
éstos los que les acompañarán eternamente y los
que ponen en la alta consideración de esta Suprema
Junta, para que apreciándolos con la justificación
que acostumbra, se digne contar á los exponentes
en el rango de los acendrados patriotas.** El funesto
triunfo de Monteverde embriagó á muchos, que se
precipitaron sin saberlo á una muerte segura; mas
¿por qué envolver en la proscripción multitud de
hombres laboriosos y de honestas costumbres, que
fecundaban los campos enlazados con los venezo-
6
82 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

lanos, padres de compatriotas nuestros, que iban á


Ser enemigos necesarios de los que inmolaban á los
autores de sus ideas? Porque eran dignos de muerte
Cerveriz, Martínez, Suazola, ¿debían perecer el go-
bernador D. Emeterio Ureña, de grata memoria, los
miembros de la Audiencia que arrostraron el des-
potismo de Monteverde y resistieron á sus inhuma-
nas órdenes, el coronel D. Ramón Correa, que me-
reció los elogios de Bolívar? (1).
Hijo el venezolano del español, con una madre
esposa de aquél, ¿no era terrible alternativa colo-
carle entre la Patria y sus padres, parricida en uno
y otro caso? Hacer de la fe de bautismo un título á
la muerte, proscribir padres, tíos, parientes, ¿no era
sembrar la discordia en las familias, romper los la-

(1) El Correo de Orinoco de 1." de Agosto de 1818 trae el


siguiente artículo: "Brigadier Correa. Tenemos la satisfacción
de anunciar al público que la noticia de la muerte del briga-
dier español Correa en la batalla de Cojedes ha sido falsa. Ce-
lebramos sobremanera haber quedado engañados por unos pri-
sioneros que al libertarles la vida un jefe nuestro en el campo
de batalla le señalaron bajo aquel ilustre nombre el cadáver de
algún distinguido antropófago. ¡Qué dolor hubiera sido que su
noble sangre, la sangre de un bravo digno de pelear por mejor
causa, humano, sensible, justo, benéfico, generoso, se hubiese
mezclado en aquel campo de horror con los torrentes de vene-
no que derramaban por mil heridas los hijos de Morillo! Feli-
cítese Venezuela, y con ella el mundo civilizado, de no haber
perdido, si no ai único, ciertamente al primero de los pocos que
en medio de la atmósfera pestilente del ejército de este mo-
derno Atila respiran el aura celestial de la humanidad y se
atreven á mostrarse dignos de un siglo que, á pesar del frené-
tico empeño de Morillo por imprimirle el sello infernal de su
genio y de su barbarie, se anuncia como "el siglo de la filantro-
pía yde las grandes instituciones sociales."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 83

Z05 más santos, destruir el respeto, preparar los días


que atravesamos? Viéronse entonces esposas fíeles
que disfrazadas de esclavas bajabrn á profundos só-
tanos en la obscuridad de la noche para llevar ali-
mento ásus maridos; viéronse esclavos virtuosos
que dividieron con sus señores el hambre y los pe-
ligros; pero hubo hijos, y muchos, que denunciaron
á sus padres y recibieron del cadalso la libertad y
la riqueza.
Tampoco puede justificarse la guerra á muerte
bajo el aspecto político. Realista la mayor parte del
país, prescribíase el odio entre hermanos y el de-
güello de unos por otros. Las huestes de Boves que
desolaron la República estaban compuestas exclusi-
vamente de venezolanos.
Declarar tal guerra era excitarla furiosa, resolver-
se á agotar los suplicios, á derramar torrentes de
sangre.
El hecho es que el general Miranda trajo de Fran-
cia la chispa revolucionaria, que, inoculada en la
Junta patriótica, prendió rápidamente en el cuerpo
social. Bolívar la recogió en su corazón, la amó
como á la virtud, porque nada se parece tanto á ésta
como un gran crimen; y creyendo imposible la in-
dependencia sno
i cambiaban radicalmente los hábi-
tos, las costumbres y los hombres, y hasta el princi-
pio de autoridad, y hasta las bases conservadoras de
las naciones, se precipitó sobre todo con la rabia
de una tempestad. Era el amor á la patria, agriado
en el fondo de su alma, extraviado por la pasión.
84 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Vendrán sus consecuencias, que querrá detener va-


namente, yque le arrastrarán á la turaba... En las
páginas que dictaba á su amigo el general Pedro
Briceño Méndez, Bolívar condena valerosamente su
delirio pasado y confiesa que sin la guerra á muerte
habría triunfado también: Dios abre el camino á los
acontecimientos: Fata viam invenient (Virg.) Sí, la
guerra á muerte es una mancha de lodo y sangre en
nuestra historia. Esos 1.000 hombres que perecie-
ron en Caracas y La Guaira, muchos de los cuales
habían hecho grandes males á la Patria, iban á ha-
cerle uno eterno con su muerte. ¡Ojalá vivieran esos
enemigos que llamaban al enemigo, que sembraban
la discordia, que parecían un obstáculo á la inde-
pendencia! Los que los asesinaron han hecho más
males á la libertad, al pueblo que corrompieron, á
la ley y á la justicia, que las legiones de los tiranos.
Pura de sangre la revolución, por su heroico amor
á la Humanidad, ella no nos habría legado lo pre-
sente.
... Servat odorem
testa diu...
HORAT.

XIII

La muerte del coronel Antonio Nicolás Briceño y


de algunos de sus compañeros es el motivo que dan
todos los historiadores ds la inesperada resolución
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 85

del general Bolívar. ¿Justificó la guerra á muerte el


haberle ejecutado con sus compañeros? Asistamos
á aquel drama trágico, conmovido el corazón, pero
llenos de iniparcial justicia.
Con fecha 10 de Abril, Bolívar había escrito á
Briceño:

"He recibido el oficio de usted del 9, que me ha


traído con un cajón anoche José María Guerrero, y
reservando contestar detenidamente su contenido,
advierto á usted que en lo adelante, de ningún
modo podrá pasar por las armas, ni ejecutar otra
sentencia grave contra ningún individuo, sin pasar-
me antes el proceso que ha de formársele para su
sentencia, con arreglo á las leyes y órdenes del
Gobierno de la Unión, de quien depende el ejérci-
to á que está incorporado. Quedo entendido del
bando de que usted me habla, el que me remitirá
igualmente antes de su publicación, por ser estos
actos privativos de mis facultades. Y si cada coman-
dante ha de arrogarse las prerrogativas del general,
aseguro que dentro de poco estará el ejército en
plena anarquía."
En 14 del mismo mes Bolívar le escribió de
nuevo:

"He recibido el oficio que con un cajón me diri-


ge ustedes, y asimismo el que me remitió con inclu-
sión del bando publicado en esa villa; en virtud de
ellos deseo tener con ustedes una conferencia, para
la que se servirá V. S. venir á este cuartel general."
Aún debe existir otra carta del mismo Abril, á
86 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

la que el coronel Briceño contestó destemplada-


mente; copiaremos algunos de sus párrafos: "Si le
ha estremecido á U. el acto que se llama violento
de haber hecho matar aquí los dos únicos españo-
les que encontré, y si le ha horrorizado el haber
visto escrita la fecha de mi carta con la sangre de
aquellas víboras, yo también me he admirado al
leer la carta de U. (1), llena de insultos é imprope-
rios por sólo aquel naotivo, no porque yo no conoz-
ca que debo sufrir mucho para llevar á cabo la idea
que he concebido de destruir en Venezuela la raza
de los españoles, sino porque jamás lo creí á U. ca-
paz de contrariar estas ideas con las denigrativas
expresiones que se leen en dicha carta..." — "Si se
les va á seguir causa á los españoles para matarlos
por las formas judiciales que U. quiere, jamás los
condenaremos, porque ellos, como que son los más
ricos y tienen mejores empleos, relacionados en el
país y con la costumbre de dominarnos, co hay nun-
ca un testigo que declare sino en su favor." — "Ten-
go la complacencia de tener todo á las órdenes de
U., como se cumpla la condición de llevarse por
delante los españoles que usted llama inocentes, y

dejando limpio el campo para la retaguardia."


Tal era la obcecación de Briceño, que en 26 de
Abril se dirige al presidente del Poder ejecutivo

de la Unión, y entre otras cosas, le dice: "A V. E.


quizás le habrán querido sorprender, haciéndole de
mí la más negra pintura, por mi decidida opinión de
(1) Está borrada la S que formaba el usia.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 87

matar á todo español, sin distinguir méritos ni ser-


vicios patrióticos, que ellos jamás pueden tener á
favor de la América. A tanto llega nuestra ceguedad
y el callo que en nosotros ha hecho el yugo espa-
ñol, que todavía apartamos la mano del que nos
quiere quitar la venda que nos ciega y desechamos
la liíaa con que debíamos quitarnos las cadenas que

nos oprimen."
Aún hay otra carta, fecha 5 de Mayo, en que Bo-
lívar le pide los recursos que había sacado del ejér-
cito de la Unión:
"Habiendo recibido anoche un oficio del teniente
coronel Girardeau, comandante del 4.** batallón,
incluyéndome un parte del capitán Andrade, en que
le describe un hecho que ha pasado en San Cristó-
bal, que según parece ha sido muy escandaloso, y
contrario en todo á la buena disciplina del ejército
y servicio del Estado; en consecuencia, para respon-
der álos cargos que se hacen contra U., he juz-
gado conveniente enviarle esta orden para que se
presente aquí; trayéndose al mismo tiempo los sol-
dados del 5.° batallón, para entregárselos al capitán
de la compañía, Andrade, jefe inmediato de dichos
soldados."
Receloso Briceño de las intenciones de Bolívar,
toma hacia Guasdualito por la montaña de San Ca-
milo: de paso se detiene en el hato de un D. Fran-
cisco Antonio Fortoul, y al salir á la llanura, se halla
cercado por las tropas de Yáñez, á quien se le ha-
bía vendido (15 de Mayo). D. Francisco Olmedilla
88 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

y los guerreros que mandaba, acostumbrados á la


vida del llano, se salvaron sobre sus caballos; de la
gente de Briceño, muchos perecieron en el comba-
te; él, con 13 compañeros, fueron presos y conduci-
dos áBarinas, para ser juzgados.
S¡ el coronel Manuel del Castillo y Rada seguía
á Briceño con furiosas miradas, un?s había inquie-
tas, solícitas, que no le abandonaban en la espanto-
sa aventura. Habíale acompañado al destierro, de-
tenídose con él en Curasao, permaneciendo con él
en Cartagena, ocasión de desesperados temores y
cuidados; una esposa joven y bella, doña Dolores
Jerez, hermana de doña María de la Luz Jerez de
Hurtado, y de doña Concepción de la Madriz. Ha-
bíase detenido la valerosa joven en San Antonio de
Cúcuta; pero desde allí dirigía á su sombrío esposo
cartas llenas de esperanzas y de deseos, y de pavor
también y de tristes presentimientos. He aquí la que
recibió Briceño en el camino á Guasdualito el 14 de
Mayo:

"Mi amado Nicolás: Con sumo gusto he reci-


bido la tuya. ¿Quién fuera tan dichosa que respira-
ra el aire libre de Venezuela? Sobre lo que me di-
ces de los desgraciados españoles, quiero que Dios
ponga tiento en tus justicias y que sin faltar á la ra-
zón, cumplas con la caridad, que es lo primero. Me
dices que lo participe á los padres de Pedro, y rae
parece mejor reservárselo, porque como que no son
aquí muy adictos al sistema que observas. Aquí se
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 89

ha dicho que venía Porras, el gobernador de Mara-


caibo, con 100 hombres, por el camino de Limon-
cito, con el ánimo de cortarles la retirada. Como es-
tamos todavía en este mar inmenso y no sabemos
por quién se decide la suerte, será mejor no cantar
victoria hasta el fin; el silencio es muy bueno en
todos casos, obrando al mismo tiempo según lo
dicte la prudencia, máxime los que tienen familia
regada, como estamos nosotros. Algunas letras van
borradas, porque hoy estoy triste y te escribo llo-
rando. Ignacita te manda tantas cosas que no caben
en la pluma. Tú manda á tu invariable y muy cons-
tante, Dolores Jerez."

¡Pobres mujeresl Nos dan su corazón, su vida, nos


siguen, ciegas, por donde las arrastra nuestro desti-
no; nos acompañan con su amor; nos dictan los
oráculos infalibles de su pecho, y al cabo, por pre-
mio ásus sacrificios, un dolor eterno devorará las
víctimas de nuestra temeridad. ¡Cómo conmueven
los recuerdos de la hija que no verá más, esos cari-
ños infantiles que no caben en la pluma!
Pero si Briceño fué cruel, inflexible con sus con-
trarios, élno fué bajo, ni pretendió desarmar su có-
lera con súplicas, ni comprar la vida con promesas.
Desde el principio, sin temor, sin jactancia, había
tomado el partido de morir. El fiscal de la causa,
D. José Martí, se trasladó á la cárcel, y llamado á
responder, Briceño apareció con un par de grillos
y esposas en las manos, tan tranquilo y sereno que
90 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

llenó de admiración. Preguntado por su edad, ocu-


pación ypor el lugar de su nacimiento: "Teng-o
treinta y un años, dijo (Nel mezzo del cammin di
riostra vita), soy abogado, pero en el día soy coro-
nel por el Gobierno subvertido de Cartagena; nací
en el pueblo de Mendoza, jurisdicción de Trujillo,
Venezuela." Sin sutiles rodeos, él confesó franca-
mente su pacto de Cartagena; la muerte de los es-
pañoles de San Cristóbal, su resolución de extermi-
narlos en Venezuela. Cuando (5.* pregunta) se le
«xaminó acerca de la expedición que capitaneaba
Bolívar, Briceño no puede contenerse y se entrega
al placer de intimidar: "Simón Bolívar — dijo — se
halla de general en jefe del referido ejército; el
bravo José Félix Ribas, declarado coronel por el
Congreso, manda ahora 200 hombres con que auxi-
lió Nariño á dicho ejército, así como con igual nú-
mero de fusiles, 25 artilleros, 4 piezas de cañón,
algunas municiones y dinero; Miguel Carabaño, con
el grado que tenía en Caracas, disciplina un batallón
dentro de la plaza de Cartagena, y Fernando Cara-
baño se halla en el ejército que estaba en Sabanilla
para atacar á Santa Marta, al mando del coronel
Chatillo, con el número de 800 hombres poco más
ó menos; Pedro Arévalo y Cortés son coroneles en
Cartagena; Francisco y Marcos Ribas, oficiales to-
dos animados con la esperanza del triunfo."
A la décima pregunta: "¿Qué motivos tiene para
proceder con tanta fiereza, persiguiendo con el ma-
yor encono el gobierno monárquico español, ma-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 91

tando á los españoles europeos, por sólo haber


nacido de la otra parte del Océano?" Briceño con-
testa: "Que á pesar de los sentimientos que ha teni-
do siempre en favor de los buenos españoles, defen-
diéndolos en el Congreso cada vez que fué necesa-
rio, alabando las virtudes de los que lo merecían, y
haciendo se les declarase en la Constitución iguales
en derechos á los hijos del país; después de haber
tenido gran parte en la salvación de los cómplices
en la revolución de Valencia; viendo que en com-
pensación, después de la capitulación con Monte-
verde, y de la ruina y desolación en q.ue estaba Ca-
racas ácausa del temblor del 26 de Marzo, se habían
violado los pactos, arrojando en terribles prisiones
á sus principales habitantes, donde habían perecido
algunos por el tratamiento que se les daba, y sa-
biendo además por las gacetas inglesas que llegaron
á Cartagena la ejecución de 1.000 americanos, or-
denada por el Sr. Venegas en una ciudad de Méjico,
sin otro delito que haber nacido allí, empleó la
práctica que conforme al derecho de gentes se hacía
en Cartagena á los europeos que se cogían de San-
ta Marta. Mi plan fué un ardid militar, creyendo
que con una proposición de esta naturaleza publi-
cada en términos que llegase á noticia de los espa-
ñoles, abandonasen el país sin grande efusión de
sangre. Tal fué el motivo que tuve para estampar
dichas proposiciones, menos con ánimos de cum-
plirlas, que con el de concluir la guerra á poca
costa, como lo pueden decir los oficiales que me
92 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

acompañaban y la orden comunicada claramente en


Teteo para no matar sino los que se resistiesen en
la acción de guerra."
Entre sus doce compañeros los hubo de todos los
países y de todas las edades. Hubo un suizo de se-
senta años; un niño de diez y seis. Y todos se mos-
traron dignos en aquellos momentos; L Buenaventura
Izarra, que se mostró tímido, enamorado de su vida,
Briceño y Baconet le acusaron de ebrio y le echaron
en rostro su debilidad. Todos fueron valientes aquel
día, sin que ninguno diese á sus jueces el orgulloso
placer de verlos suplicantes, humillados. Cuando se
comparece delante de la victoria, el papel del hom-
bre de valor es envolverse en su manto y morir.
La sentencia del consejo de guerra de 12 de Ju-
nio no sorprendió á nadie: "El Consejo — dice — ha
condenado y condena á Antonio Nicolás Briceño á
que sufra la pena de muerte, y le sea cortada la ca-
beza ymano derecha, que se pondrán en los para-
jes más públicos á extramuros de esta ciudad: á Pe-
dro Baconet, á Nicolás Leroux, á Antonio Rodrigó,
á Marcelo Solage, á Ramón Mena, á José Antonio
Montesdeoca y á Toribio Rodríguez, á ser pasados
también por las armas; á Bernardo Paner y Buena-
ventura Izarra á que sean destinados á presidio por
diez años; á Pedro Briceño y Gregorio Herrera que
se les destine, en calidad de soldados, á uno de los
cuerpos ó compañías que el señor capitán general
tenga por conveniente, y á Eugenio Ruiz que se le

ponga en libertad."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 93

El 15 de Junio, á las dos de la mañana, después


de haber recibido el viático el coronel Bricefio, su-
plicó alcomandante de la real cárcel le llamase á
Buenaventura Izarra; y conducido éste á su presen-
cia, le pidió perdón de rodillas, diciendo en alta
voz á los oficiales presentes: "Señores, Izarra está
¡nocente, soy la causa de que padezca, pues desde
San Cristóbal á San Pedro se desertó tres veces, y
otras tantas fué preso por mi orden, intimándole lo
pasaría por las armas como volviese á reincidir; lo
declaro por el terrible momento en que me hallo y
para descargo de mi conciencia." Desde la capilla
Briceño salvó del presidio al desgraciado Izarra.
Ejecutóse la sentencia á las ocho de la mañana.
Briceño iba delante de sus compañeros, al son de
un tambor y acompañado de un sacerdote; y así
atravesó el camino que conducía de la prisión al
lugar del suplicio. Marchaba con paso firme, como
si no le esperase la muerte. Cayó á la primera des-
carga; su cabeza fué colocada fuera de la ciudad, en
dirección á la villa de San Cristóbal; su mano de-
recha se guardó "para exponerla á su tiempo en e!
pueblo de La Victoria, en el paraje donde por su or-
den fueron ajusticiados dos sacerdotes". Su cadáver
mutilado y los cadáveres de sus compañeros fueron
conducidos al cementerio de la iglesia parroquial,
donde quedaron sepultados.
¡Oh días que no se olvidarán nunca! ¡Oh revolu-
ciónl ¡Oh República!
Como se ha visto, Bolívar condenó severamente
94 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

los furores de Briceño; consta por la contestación


de éste, que le devolvió, como Castillo, la lívida ca-
beza, que le cubrió de injurias é improperios, que
reclamó de él armas y pertrechos, y se sabe que le
llamó para entregarle á un consejo de guerra, en-
cargando Pedro
á Briceño Pumar sustituirle en San
Cristóbal. Hemos leído lo que escribió con este mo-
tivo al Gobierno de la Unión.
¿Esperaba Bolívar que los realistas, que vencieron
á Briceño, serían más generosos que él, que le ha-
bría condenado á muerte? Si compañero y amigo
suyo, después de haber firmado el pacto de Carta-
gena, que le comprometía á indefinibles violencias»
rodeado de partidarios y deudos del sombrío doc-
tor, levantó tal escándalo, ¿podía prometerse que
Tiscar, Laiglesia, Martí, cuyas cabezas amenazaba,
fuesen más compasivos y clementes?
La muerte de Briceño y la de los extranjeros que
firmaron el sangriento tratado fué justa; Mena, Mon-
tesdeoca y Rodríguez habían desertado en la acción
de Guasdualito. Hubo un verdadero juicio, no des-
nudo de equidad para aquellos días: Paner é Izarra
fueron absueltos de la pena de muerte; se excusó
por sus años al sobrino de Briceño, que llevaba su
apellido; se destinó á Herrera á servir en el ejército.
Ruiz fué puesto en libertad. Ni faltaron entre los
jueces quienes se opusiesen á la mutilación del ca-
dáver de Briceño; y es preciso que digamos sus
nombres, para que en todo tiempo cuenten los ac-
tores de las revueltas con el fallo imparcial y venga-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 95

dor de la Historia: José Jiménez, primer vocal, y el


vocal tercero, Julián Ontalba.
Podría explicarse la política contradictoria del
general Bolívar por el furor que excitarían en su
alma las nuevas que venían á enfurecerle en marcha
hacia la capital. Tal vez no influyó poco el verse
libre de la acción moderadora del Gobierno de la
Unión. Pero debieron influir sobre todo las opinio-
nes exaltadas de los que lo rodeaban. En una carta
fechada en Cúcuta se le decía á Briceño: "Aquí ha
habido de todo; unos aprueban tu hecho, otros no;
pero creo que en lo interior todos se han alegrado
infinito. Girardot lo ha aprobado con aquella satis-
facción de todo hombre orgulloso, que no quiere
que otro le exceda. Tejera lo mismo, lo ha celebra-
do mucho; en una palabra: eres el coco de estos lu-
gares..." ¡Yel infeliz caminaba hacia la muerte! Tan
crudos eran aquellos tiempos, que un gran ciudada-
no, honor de la Magistratura, escribía estas palabras
á su deudo y amigo el coronel Briceño: "El pasapor-
te de los godos á todos les gusta; pero muchos no la
aprueban, porque creen escapar de este modo, sí
ellos los cogen," 'Cómo hervían en aquellos ulcera-
dos pechos las vengativas pasiones! (1).
Nada nos dicen los documentos contemporáneos
de la conducta y sentimientos del coronel Ribas en
la terrible cuestión. Represéntanle al frente de sus

(1) Que al entrar á Harinas hiciese Bolívar que los realis-


tas velaran toda una noche la ascosa cabeza, entre convulsivas-
ansias, es una invención de aquella época, que la pinta.
96 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

soldados, ejercitándolos sin cesar, embriagándolos


en su pasión heroica, ansioso de encontrar á sus
enemigos. Pero nosotros inferimos de su carácter y
de sus posteriores resoluciones, que acompañaba á
Bolívar en el espantoso designio (1).
Pero distraigamos nuestro espíritu, siguiendo e!

(1) No podemos omitir un hecho que alegan los realistas


como prueba de la clemencia de Monteverde, Al siguiente día
de haber entrado Bolívar á Trujillo (Junio, 16) encarga á Juan
José Rada de llevar á D. Francisco Lanz, de Carora, las dos cé-
lebres proclamas del 15. Rada traía además diferentes cartas:
dos de Fernando Guillen, una sin firma para el Sr. Liendo, de
Carora, y dos para una mujer que vivía en casa de Josefa Sa-
muel; eran éstas de un enamorado que habían hecho guerrero
el amor y los celos; he aqui los versos en que termina la úl-
tima:

"Dicen que las ausencias


causan olvido;
en tu pecho será,
que no en el mío,
porque, aun ausente,
te tengo en la memoria
siempre presente."
Rada excitó las sospechas por su aire misterioso y por ha-
berse querido deslizar en Carora á través de una pica recién
abierta; presto quiso escaparse á la puerta de la cárcel; los do-
cumentos que traía, las proclamas, la de la guerra á muerte so-
bre todo; las cartas significativas de Guillen, le acusaban de
espía. Tal le creyó D. Francisco Oberto, quien le remite, bien
custodiado, al capitán general, D. Domingo Monteverde. El
mismo día que llega á Caracas, 30 de Junio, pasa la causa al
asesor, quien le declara inocente, condenándole, sin embargo,
á cinco aííos de presidio en Puerto Rico. ¿Había cambiado de
naturaleza el sanguinario doctor D. Manuel Oropeza? Es que
era el 4 de Julio, que había huido de Caracas Monteverde, que
mandaba Fierro y que á los pocos días (el 7 de Agosto) debía
entrar Bolívar á Caracas.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 97

impetuoso vuelo de la guerra en la fabulosa campa-


ña de 1813.

XIV

Había emprendido Bolívar su marcha á Venezue-


la con 500 hombres, los 100 que Nariño había pro-
metido,los
y cuadros de los batallones 3.**, 4° y 5."
dados por el Congreso de la Unión. Pretendía con
ese puñado de soldados vencer á Correa, que ocu-
paba áTrujillo al frente de 2.000 hombres; vencer
ó burlar á Tiscar, que con 2.600 se preparaba á in-
vadir laNueva Granada; destruir á Monteverde á la
cabeza del ejército con que había sometido á Vene-
zuela, ycon los infinitos recursos que podían sumi-
nistrarle las provincias del centro y Maracaibo y la
realista Coro, mandada por Ceballos. Contaba con
prodigios, y en premio de su fe se desplegó á su
vista una brillante cadena de victorias que le traje-
ron bajo palmas hasta las puertas de Caracas. Al
acercarse huye Correa á Maracaibo; sin disparar un
tiro ocupa Girardot á Trujillo; en Agua-Obispos al-
canza áBolívar y derrota al comandante Cañas, que
se retira á Carache. El 23 de Junio, en Niquitao,
cae Ribas con tal furia sobre los. 800 hombres que
mandaba Martí, que los arroja en horrible confusión,
haciéndole 450 prisioneros y forzándole á huir ver-
gonzosamente porNutrias, por Apure, introducien-
do tal espanto, que al marchar Bolívar hacia Bari-
7
98 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ñas desaparecen 2.600 soldados, reunidos allí contra


la Nueva Granada, y Tiscar va á asilarse en Nu-
trias, abandonando 30 cañones y vastos almacenes
provistos de armas. Cuatrocientos hombres le ha-
bían bastado á Ribas para tan decisivos resultados.
El ejército libertador sigue hacia San Carlos. A
la vanguardia el coronel Ribas, con una división de
500 hombres, se encuentra el 22 de Julio en el si-
tio de los Horcones, no lejos de Barquisimeto, con
el comandante D. Francisco Oberto, que mandaba
1.500. Las noticias que habían llegado de Caracas
añadían el aguijón de la rabia á la irresistible impe-
tuosidad de los republicanos. Estos parece que se
multiplican; después de un reñido combate, las filas
de los españoles se conmueven. Aquel puñado de
héroes llevó la derrota á su centro, llevó la derrota
á su izquierda, esparció la derrota por todas partes.
Súpolo á los dos días D. Julián Izquierdo, que se
hallaba en San Carlos con una división, y replega
hacia Valencia, temeroso de igual destino.
Desanimado este oficial, había pedido muchas ve-
ces su retiro, sin obtenerlo. Ya en Tinaquillo, reci-
bió orden de Monteverde para que recuperase á
San Carlos; pero Bolívar había entrado ya á esta
ciudad desde el 28.
Mientras, dudóse. Izquierdo, vacila entre obede-
cer áMonteverde ó continuar á Valencia; las tro-
pas republicanas le alcanzan en el sitio de los Ta-
guanes á inniediaciones del pueblo de Tinaquillo.
Tenía Bolívar 2.500 héroes. Poco tiempo disputó la
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 99

victoria el oficial Izquierdo: la Caballería republica-


na se arrojó con ta! ímpetu sobre la Infantería, que,
separada primero en pequeños grupos, y envuelta
y diseminada después por aquellas llanuras, toda
ella quedó en el campo, herida ó prisionera. A Iz-
quierdo, gravemente herido, se le condujo á San
Carlos, donde murió.
Desde el 30 había dado Monteverde sus dis-
posiciones para ponerse á la cabeza del ejército;
pero, espantado con la derrota de los Horcones y
la de los Taguanes, de que no había escapado sino
el oficial que le llevó la noticia, abandona la plaza
de Valencia en la noche del 1.° de Agosto, para ir
á ocultarse, con 250 hombres, á los baluartes de
Puerto Cabello (1).
"El año de 1812 dio Monteverde principio á la
pacificación con 230 hombres, á tiempo que las pla-
zas, castillos, armamento, víveres, municiones y to-
dos los recursos de la provincia, estaban en poder
de los facciosos de Caracas; cuando los pobres ca-
recían hasta del alimento necesario para la cárcel y
el hospital; cuando apenas contaban con 400 hom-
bres indisciplinados y reducidos á la miseria; cuan-
do la madre patria, empeñada en la guerra con Na-
poleón, no podía distraer sus fuerzas para auxiliar
aquel Continente. Entonces fué que salió el piquete
de Coro, y reforzado por el entusiasmo de los veci
(1) La Gaceta de Cartagena, que describe circunstanciada-
mente ]a.acción de los Taguanes, ha omitido las singularidades
que nos cuenta la Historia de Baralt y Díaz, y que copia Res-
trepo.
100 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

nos, llegó á Caracas, conducido por la opinión ge-


neral. (El pánico inspirado por el temblor del 26 de
Marzo.) Desde esta capital vio en Nueva Barcelo-
na, isla Margarita y sus departamentos, tremolado el
pabellón español por el voto libre de los pueblos,
sin que en la penosa marcha hecha desde Coro á
Caracas por caminos fragosos, por terrenos insalu-
bres, se hubiesen perdido cien hombres, ni grava-
do la Hacienda pública" (1). — Y al año siguiente,
porque violó, pérfido, sus promesas y se gozó en
el escándalo de perseguir y prender á los que ha-
bía ofrecido respeto y paz, con más vergüenza que
Miranda, huye y se disipa como paja vana al arran-
que aterrador de Bolívar y Ribas.
Oigamos al mismo español que acabamos de ci-
tar: "Cuando en el año siguiente de 1813 se hallaba
Monteverde en posesión de la capital, de las plazas,
castillos, armamentos, rentas y de toda la fuerza de
la provincia; cuando ya no era el miserable piquete
de 230 hombres el que estaba á sus órdenes, sino
sobre 10.000 soldados que pagaba la Intendencia
para la seguridad del territorio; cuando no solamen-
te lo creía asegurado por la nulidad de los descon-
tentos, sino por la falta de armamentos y recursos
que suponía en las provincias de la Nueva Grana-
da, pensando ir á conquistarlas, como lo ofreció al
Ministerio de la Guerra en oficio de 23 de Noviem-
bre de 1812; y cuando los proscriptos de Cumaná
se hallaban en un islote de Trinidad, sin armas, sin
(1) Urquinaona.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 101

dinero, ni relaciones en la provincia, entonces fué


que por las cosías de Güiria aparecieron en peloto-
nes, se apoderaron del repuesto de Maturín, batie-
ron allí á Monteverde y se hicieron dueños de la
parte oriental, mientras que Simón Bolívar, con 300
miserables de Santa Fe, arrollaba el famoso ejército
de Occidente, dispersando á Tiscar, destruyendo á
Izquierdo y encerrando á Monteverde en la fortale-
za de Puerto Cabello.'*
Patriotas y realistas están de acuerdo en la ver-
dad de los hechos. Bolívar ha contado esta campa-
ña con palabras que suenan como la trompa gue-
rrera, en el ardor del combate y de la victoria.
"Soldados, vuestro valor ha salvado la Patria, sur-
cando los caudalosos ríos del Magdalena y el Zulia;
transitando por páramos y montañas; atravesando
desiertos; arrostrando la sed, el hambre, el insom-
nio; tomando las fortalezas de Tenerife, Guamal,
Banco y Puerto de Ocaña; combatiendo en los
campos de Chiriguaná, Alto de la Aguada, San Ca-
yetano Cúcuta;
y reconquistando cien lugares, cin-
co villas y seis ciudades en las provincias de Santa
Marta y Pamplona" (1). "Arroyos de sangre han re-
gado este suelo pacífico y para rescatarle de la
tiranía ha corrido la de ilustres americanos, en los
encuentros gloriosos de Cúcuta, Carache y Niqui-
tao, donde su impetuoso valor, destruyendo al ma-
yor número, ha inmortalizado la bizarría de nues-
tras tropas. Las repetidas y constantes derrotas de
(1) Proclama de 1.° de Marzo de 1813.
102 JUy\M VICENTE GONZÁLEZ

los españoles en estas acciones prueban cuánto los


soldados de la libertad son superiores á los viles
mercenarios de un tirano. Sin artillería, sin numero-
sos batallones, la fogfosidad sola, y la violencia de
las marchas militares, han hecho volar los estan-
dartes tricolores desde las riberas de! Magdalena
hasta las fronteras de Barcelona y Guayana. La
fama de nuestras victorias, volando delante de nos-
otros, ha disipado sola ejércitos enteros, que en su
delirio intentaban llevar el yugo español á la Nueva
Granada, al corazón de la América Meridional.
Cerca de tres mil hombres á las órdenes de Tiscar,
seguidos de una formidable artillería, estaban desti-
nados ála ejecución del proyecto. Apenas entrevén
nuestras operaciones, que huyendo como e! viento,
arrastran consigo como un torbellino furioso cuanto
su rapacidad puede arrebatar á las víctimas que in-
molaban en Barinas y Nutrias. Desesperando de ha-
llar salud en la fuga misma, al fin solicitan la cle-
mencia de los vencedores y caen en nuestro poder
su artillería, fusiles, pertrechos, oficiales y soldados.
Un ejército fué así destruido, sin un tiro de fusil,
y ni sus reliquias pudieron salvarse."
"Nada importa que el comandante Oberto, con-
fíado en sus fuerzas, intente, para sostener á Barqui-
simeto, aventurar el éxito de una batalla con el
ejército invencible. La memorable acción de los
Horcones, ganada por nuestros soldados, es el es-
fuerzo mayor de la bizarría y del valor. Sólo quince
hombres pudieron escapar, por una veloz y vergon-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 103

2osa fug^a. Ejército de Oberto, divisiones de Coro,


artillería, pertrechos, bagajes, todo fué apresado ó
destruido. Nada faltaba al ejército republicano, sino
que aniquilase el coloso del tirano mismo. Estaba
reservado á los Taguanes ser el teatro de esta me-
morable decisión."
"Monteverde había reunido allí las únicas fuer-
zas que podían defenderle. Si fué este el último y
el mayor esfuerzo de la tiranía, el resultado le fué
también el más desastroso y funesto. Todos sus ba-
tallones perecieron ó se rindieron. No se salvó un
infante, un fusil. Sus más expertos ofíciales, muertos
ó heridos. Este fué el momento de la redención de

Venezuela" (1).
Monteverde, desconfíando de Tiscar, á quien acu-
saba de traidor el doctor Manuel Oropeza, le susti-
tuye con Fierro. Al saber éste el día 4 de Agosto
la fuga de Monteverde, envía comisarios á Bolívar,
y evacúa la plaza con su tropa, para ir á acompa-
ñarle en Puerto Cabello. Cuando entró Bolívar á
Caracas el día 7, halló de gobernador á Francisco
Antonio Paúl (2).

XV

¿Cómo referir en el estrecho espacio de una bio-


grafía los numerosos acontecimientos que llenan los
(1) Proclama del 13 de Agosto de 1813.
(2) Coto.
104 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cÍRCo meses últimos de 1813? Indiquemos á manera


de cronistas los principales hechos.
El 1.° de Agosto abandona Monteverde á Valen-
cia y entra en ella Bolívar, donde manda pasar á
cuchillo gran número de españoles (1).
El día 2 sabe la noticia Fierro, y dispone en si-
lencio su fuga.
El 3 es evacuada la capital de Cumaná por Anto-
ñanzas, quien herido en un combate contra Bianchi,
va á morir á Curagao.
Son nombrados el mismo día para ir á proponer
una capitulación al general Bolívar, el marqués de
Casa-León, D. Juan Vicente Galguera, el doctor
Felipe Fermín Paúl, el presbítero D. Marcos Ribas
y D. Francisco Iturbe, los cuales le encuentran en
La Victoria.
El 4 se embarcan Fierro y sus tropas.
El 7 entra Bolívar en Caracas.
El 8 publica Bolívar una proclama, recordando
los crímenes de Monteverde y sus propias victorias.
El 9 comisiona á D. Felipe Fermín Paúl, á don
Francisco González Linares, á D. Gerardo Patrullo,
al procurador Salvador García de Ortigosa y á don
Nicolás Peña, para que exijan de Monteverde rati-
fíque la capitulación.
El 10 dice Bolívar al comandante de La Guaira:
** Reservada. — A pesar de las órdenes libradas para
los transportes de los prisioneros de guerra, preven-
go á usted, bajo la reserva necesaria, mantenga
(1) Gaceta de Caracas, 25 de Agosto de 1813, núm. 1.*
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 105

arrestados en sus casas á los oficíales españoles (don


Juan Budía y D. Francisco Mármol, etc.); y á los
sargfentos y demás tropas en las bóvedas, con la vi-
gilancia yprecaución más exacta. Asimismo no»
proporcionará usted buque, ni permitirá la salida
de ninguno de los prisioneros, hasta otra orden
mía, pues conviene así, según las circunstancias
actuales.**
El 12 contesta Monteverde: "No pudiendo dor*
Manuel Fierro ni el cabildo de Caracas facultar
para misiones de capitulación ni otras algunas que
son privativas al capitán general de la provincia,
han sido nulas y de ningún momento todas las ope-
raciones en su consecuencia obradas; yo jamás
podré convenir en unas proposiciones impropias,
del carácter y espíritu de la nación grande y gene-
rosa de quien tengo el honor de depender."
El 16 nueva proclama de Bolívar excitando á los
extranjeros á venir á establecerse en Venezuela.
El 19 ocupa Marino á Barcelona.
El 26 proclaman á Fernando Vil los negros de
Santa Lucía, Santa Teresa y San Francisco de Yare.
El mismo 26 pone Bolívar sitio formal á Puerta
Cabello (1).
El 30 destruye Campo-Elias las partidas subleva-
das al Sur de Caracas.
El 31 cae por sorpresa en poder de los patriotas
el fuerte llamado Mirador de Solano, y preso en su
fuga Zuazola la noche del 2 de Septiembre, Monte-
(1) Gaceta de Caracas, 2 de Septiembre de 1813, núm. 2.
106 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

verde le condena á muerte, rehusando canjearle


por el coronel Jalón. "Aunque el Gobierno español
jamás llegó á ejecutar el castigo de los caníbales
que asolaron á Venezuela — dice el secretario de
Cortabarría — , la Divina Providencia no ha permiti-
do por más tiempo la existencia de estos monstruos
que se alimentaron con la sangre humana. Zuazola
murió ahorcado á extramuros de Puerto Cabello, á
la vista de Monteverde y de sus parciales, que muy
bien pudieron salvarle, aceptando el canje de pri-
sioneros que fué propuesto por los emisarios de
Bolívar."
El 12 de Septiembre ordena Ribas que no se pa-
guen las pensiones de las viudas.
El 13 de este mes era comandante general de la
provincia el mismo coronel José Félix Ribas. En
«ste día llegó frente al puerto de La Guaira una ex-
pedición, procedente de Cádiz, en auxilio de Mon-
teverde; súpose su rumbo por un bote equipado que
había mandado su jefe á Punta Araya, y que había
sido aprisionado. Constaba la expedición de una
fragata y tres buques de guerra, con trece transpor-
tes, en que venía el regimiento de Granada, al man-
do del coronel D. Manuel Salomón, compuesto de
1.200 plazas, con algunos empleados civiles y mili-
tares. El convoy había aparecido desde el 9 en Nai-
guatá, y como el viento del Noroeste le había de-
tenido allí cuatro días, hubo tiempo de prepararse
á su recibimiento. Nada menos se propuso Ribas
que capturar la expedión entera. Mandó desde lúe-
biografía del general JOSÉ FÉLIX RIBAS 107

go que se enarbolase en la Vigía y Castillo el pa-


bellón español, y como la expedición, viendo que
después de media hora de estar frente al puerto no
se acercaba embarcación alg-una, viraba de la vuel-
ta afuera, ordenó que el ciudadano Esteban Molo-
n¡, isleño adicto á la República y capitán del puer-
te en aquella ocasión, fuese en un bote de la ma-
trícula áconvidar á los jefes á ocupar la plaza, que
estaba por el Gobierno de S. M. Tuviéronle por
sospechoso los jefes de la fragata Venganza^ y de-
jándole en rehenes con la tripulación de su bote,
enviaron á tierra al alférez Begoña, para que les lle-
vase noticias exactas de la situación de aquel puer-
to. El coronel Ribas mandó sacar de las bóvedas al
comandante D. Francisco Mármol, á su sargento
mayor Morales y otros jefes, excitándolos, por el te-
mor yla esperanza del premio, á que representasen
bien el papel á que los destinaba; él mismo, con el
nombre de ayudante, debía presenciar las confe-
rencias.
Mármol y sus pobres compañeros hicieron cuanto
les fué dado para engañar á los realistas: vuelto Be-
goña ásu buque, Moloni pudo tornar con su bote,
en compañía de una lancha armada, que condujo á
tierra al segundo comandante del regimiento, don
Vicente Marimón. Pasadas tres horas, todos los bu-
ques se acercaron, y Ribas envió á bordo al ofícial
Esteban Quintero, para que invitase á comer al co-
mandante de la fragata, á Salomón y á los principa-
les jefes. Disponíanse á venir para tierra, cuando
108 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Begoña, que había reflexionado con calma sobre di-


ferentes circunstancias, les indicó sus sospechas, las
que tal impresión hicieron, que al punto emprendie-
ron su marcha. Ribas ordenó se les hiciese fuego, y
aunque la fragata recibió dos balazos, el convoy
todo, favorecido por un chubasco al Sudeste, esca-
pó sin dificultad y fué á desembarcar en Puerto Ca-
bello. Los quince soldados que habían desembarca-
do en La Guaira con Marimón, se esforzaron por vol-
ver á los suyos; pero muertos diez de ellos por la
tropa y el pueblo, que bien pudieron haberlos apri-
sionado, los cinco restantes, con su jefe, fueron á dar
á las bóvedas, donde perecieron más tarde.
Ribas no era propio para figurar en aquella estra-
tagema. Traicionábase el jefe imperioso bajo la sen-
cilla apariencia del ayudante. Es falso que se hicie-
se seña alguna: faltaría el entusiasmo que debía ins-
pirar la llegada de aquel auxilio; contradiría el sem-
blante de Mármol lo que decían sus labios. Begoña
pudo ser sorprendido un momento, pero al hallarse
en medio de los suyos, debió pensar.

XVI

Continuemos nuestra rápida crónica:


El mismo día 13 el comandante Ramón García de
Sena se encuentra en los Cerritos blancos con el in-
dio Juan de los Reyes Vargas, Acevedo, Quintero
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 109

y el procurador Torrellas; y cuando parecía haber


vencido y se ocupaba en recoger las armas y per-
trechos del enemigo, éste le arrebata el triunfo,
con la muerte del capitán Leanus y las graves heri-
das de Carreño y Carabali. Igual desgracia había su-
cedido alcomandante Miguel Váldez en las accio-
nes de Bobare y Yaritagua.
El 17 dice Diego Mérida, ministro de Gracia y
Justicia: Doctor Cristóbal Mendoza, gobernador po-
lítico: "Reservado. — El general en jefe de estos Es-
tados ha dispuesto que inmediatamente se pasen á
las cárceles y bóvedas de La Guaira, con la custodia
y seguridad correspondiente, todos los españoles
europeos, é isleños, sin excepción de persona algu-
na, sea la que fuere, os lo comunique, como lo eje-
cuto, para que lo cumpláis exactamente."
El 20 expone Bolívar á las naciones del mundo los
hechos del comandante español Monteverde, duran-
te el año de su dominación en las provincias de Ve-
nezuela.

El 21 dice Bolívar á Ribas: "Mérida solamente,


aunque desolada por el terremoto y por las tiranías
de los gobernantes españoles, ha entregado treinta
mil pesos y ochocientas caballerías para el sosteni-
miento del Estado. Los habitantes de Caracas se han
comportado de diverso modo. Ya no hay esperan-
zas de que se modelen voluntariamente por aquella
provincia, y aun por otras, y se necesitan medidas
correctivas para hacerles entender su deber. Por
consecuencia el general en jefe dispone que se exi-
lio JUAN VICENTE GONZÁLEZ

jan desde luego en esa capital donativos forzados á


proporción de los haberes de cada uno; entrando
además bajo el mismo respecto todo americano cu-
yas opiniones políticas hubiesen sido contrarias al
sistema republicano de Venezuela. La imposibilidad
solamente podrá eximir á unos y á otros de este de-
ber; yel pasar por las armas á tres ó cuatro que lo
rehusen, enseñará á los demás á obedecer."
El mismo día y los siguientes hace fusilar Bolívar
69 europeos y criollos sospechados de tramar con-
tra la independencia.
El día 30, animado Monteverde con los auxilios
que acababa de recibir, llega hasta el sitio de Bár-
bula: 300 venezolanos destrozaron en un momento
á 800 españoles, forzando el resto á huir precipita-
damente hasta las trincheras, donde Monteverde se
había quedado en expectativa. Al fijar la bandera
en el baluarte conquistado, una bala muerta quitó la
vida al valeroso Girardot.
A fines de Septiembre sabe Bolívar la derrota de!
teniente coronel Carlos Padrón en el sitio Santa
Catalina.
El 2 de Octubre se reúne Campo-Elias con Ama-
ya y Torres á inmediaciones del Sombrero y Bar-
bacaso.
Acción de Mosquitero el día 14, en que triunfa
Campos Elias de Boves y Morales.
El mismo día 14 los magistrados y Municipalidad
de Caracas proclaman á Bolívar Libertador de Ve-
nezuela.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 111

El 15 pasa el general Ribas (desde?) Maiquetía al


gobernador interino de Caracas el siguiente oficio;
"A las ocho del día de mañana pondrá usted en
seguras prisiones á todos los españoles y canarios
que se hallen sueltos, hasta aquellos á quienes yo
mismo, ó el general Bolívar, hayan dado papel de
seguridad, los cuales no sólo serán presos, sino ase-
gurados con grillos."
El 17 es conducido á Caracas el corazón de Gi-
rardot.
El 20 Ceballos derrota á Bolívar en Barquisimeto..
Nueva derrota de Monteverde el 3 de Octubre;
es gravemente herido.
El 22 se instituye la orden militar de Liberta-
dores.
El 23 sale de Puerto Cabello el coronel Salomón;,
con 1.300 hombres del regimiento de Granada, con
ánimo de bajar á los Valles de Aragua, amenazar á
Caracas y cortar sus comunicaciones con el interior.
Tomando por el camino de Patanemo, Salomón
ocupó varias alturas de los cerros de Vigirima, si-
tios ásu entender inexpugnables.
Allí le fué á buscar el general Ribas, que acababa,
de llegar de Caracas, con gente que nunca había
manejado las armas, estudiantes en su mayor parte
de la Universidad. Tres días duró el combate. Mu-
chas veces fué preciso que Ribas se arrojase en me-
dio de sus soldados para animarlos á la pelea. Expo-
niendo la vida como soldado, él se conserva jefe,^
ayudándose del terreno, deslizándose, cubriéndose
112 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

con cuanto encontraba. Sus oficiales le secundan vi-


gorosamente,el
y enemigo, que esperaba vencerle y
perseguirle, se detiene espantado y desordena sus
filas. Ribas se precipita: sus tropas se reaniman con
las palabras y el ejemplo; en un esfuerzo inmenso,
el osa escalar las posiciones enemigas, y manda car-
g^ar á la bayoneta.
Era el día 25 y los veteranos de Granada huyeron
humillados y abatidos hacia su vieja guarida, delan-
te de unos niños que salían de las aulas, pero á
quienes inspiraba y presidía el impetuoso Ribas. Los .
enemigos habían dejado muchos soldados, tres ca-
ñones, multitud de fusiles y gran número de prisio-
neros heridos.
y También regaban aquel campo las
flores de la patria, la esperanza de las letras vene-
zolanas!
Cuando el Libertador supo en San Carlos que
Salomón había aparecido en Vigirima, voló á su en-
cuentro con las tropas que pudieron seguirle. Pero
á su llegada, la victoria coronaba ya la frente de
Ribas.
Restableció el sitio de la plaza de Puerto Cabello

á las órdenes de D'Elhuyar, encargó la defensa de


los llanos al coronel Pedro Aldao, que fué á situarse
«n Calabozo, y se restituyó á San Carlos, á fin de
crear un ejército que obrase en el Occidente.
Bando del general Ribas en Caracas el 15 de No-
viembre:
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 113

"José Félix Ribas, general de división, gobernador


militar de Caracas y comandante general de la
provincia.

„E1 Gobierno ha visto con el mayor asombro el


ningún efecto producido por el alarma tocado en la
mañana de este día, y casi no quiere creer que unos
habitantes que han experimentado ya toda le fero-
cidad del yug-o español, se hagan sordos al convite
que su patria les ha hecho para salvarse y salvarlos.
Este procedimiento me obliga á tomar medidas
enérgicas y vigorosas y á desenvainar la espada para
el venezolano indolente, pusilánime ó malvado, que
en momentos críticos no contribuye con su persona
á la defensa común.
„Se repitirá, pues, el toque de alarma á las cuatro
de la tarde de este día, y todo aquel que no se pre-
sente en la plaza mayor, ó en el cantón de capuchi-
nos, yse le encontrare en la calle ó en su casa, sea
de la edad ó condición que fuese, será pasado por
las armas sin más que tres horas de capilla, ni otra
justifícación que la bastante para hacer constar su
inasistencia."
El 5 de Diciembre triunfa Bolívar en Araure con-
tra Ceballos y Yañes.
El 7 indulto de San Carlos.
El 15 destruye Boves á Aldao en el Paso de San
Marcos.
El 28, voluntarios europeos se sublevan en Puerto
Cabello y deponen á Monteverde.
8
114 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XVII

Nos detenemos aquí, sobrecogidos de dolor y


espanto. Hemos llegado al año de 1814!!!
Bolívar viene ante la Historia con esos decretos
en el pecho, con esa sangre en las manos; ¿quién
osaría llamarle cruel y condenarle? ¡Cosa extraña!
Ningún hombre en la revolución habló lenguaje
más formidable; ninguno dictó medidas más aterra-
doras; y, sin embargo, todo corazón que le juzga se
desarma ante la voluntaria simpatía que inspira. Es
que lo súbito de la pasión, sus inconsecuencias y fo-
gosos ímpetus, su violencia misma, cuando no es
evidentemente sino el extravío de la sensibilidad,
tiene no sé qué de atractivo y de fascinador. Es que
en ese hombre de fuego el amor y el odio brotan
del fondo del corazón. Vedle ahí, tan duro como el
destino, dictar, al galope de su caballo, listas inmen-
sas de proscripción. Hele aquí ordenando, en el fre-
nesí de la rabia, la muerte de ochocientos hombres,
inocentes la mayor parte. ¿Qué le importa? El de-
jará sus órdenes, y ni verá caer las víctimas ni escu-
chará los sollozos de los hijos y esposas. Que si de
paso, en la noche en que vuelve á los combates,
una mujer afligida gime á sus ojos, desármase re-
pentinamente, se enternece, y ordena la libertad del
que iba á morir.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 115

Tan emponzoñada estaba la atmósfera de aque-


llos días, que hombres conocidos después por su
moderación y calma se sintieron arrebatados en el
frenético vuelo que animaban los peÜg^ros. Y ¿cómo
permanecer silencioso, innoble, helado, cuando
cada hora traía horribles nuevas que embriagaban
en furor?
A principios del año 14, la República naciente,
llena de deseos de vivir, se sintió próxima á la
muerte. Siete meses hacía desde que Bolívar había
volado á Venezuela, lanzando rayos, sobre las alas
de la victoria; y como si hubiese sido una burla del
destino, cada día miraba levantarse tras él y á su
alrededor negras nubes de enemigos. ¡Qué! ¿no
había triunfado sino por sorpresa? ¿Le arrebatarían
la victoria? ¿Le privarían del triunfo los contrarios
que creía haber hollado bajo los cascos de su ala-
zán? El canario D. Pedro González había invadido
á Trujillo con una columna de corianos; el feroz
Yañes aparece en Barinas; y Vanes y el catalán
Puig entran á hierro y sangre en su desgraciada capi-
tal: de pronto todo el territorio de Venezuela es
cruzado por guerrillas realistas, que impiden las co-
municaciones esparcen
y por todas partes el horror
y el exterminio; Carlos Blanco hostiga los llanos de
San Carlos; Pedro Ramos manda entre Araure y Sa-
rare; el catalán Miyet amenaza á San Felipe; Reyes
Vargas, Oberto, Inchauspe y Torrellas recorren á
Quíbor, Tocuyo y Barquisimeto; Ceballos se afirma
en Coro; Calzada asoma por Guanare y Ospino,
116 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

una nube preñada de tempestades se levanta en los


Llanos del Guárico!
El partido de la independencia no se intimidó al
aspecto de tan numerosos enemigos; los provocó
más bien, y para probarles que la guerra era mortal,
les arrojó las cabezas de sus parciales. Rodeados
de miradas serias que sabían ser enemigas, sin con-
fíanza en nadie, bajo la amenaza de mil puñales,
Bolívar y los suyos se turbaron interiormente, y
para que esa turbación se convirtiese en desespera-
da rabia, la sospecha, las tramas, los votos por su
caída, corrían á alarmarlos diariamente. ¡Ahí No
habían saboreado la victoria sino para sucumbir: su
arrojo, sus hazañas no iban á ser sino trofeos de
sus contrarios: Cúcuta, Niquitao, ios Taguanes, la
gloriosa expedición del año de 13, sólo será una
aventura insensata, motivo de escarnio y risa, abor-
to miserable en la noche de la Historia. Debieron
pensar con desesperación profunda en la alegría
irónica de sus adversarios, en las venganzas san-
grientas, en la suerte que cabría á sus familias, en
sus cabezas puestas á precio, en sus propiedades
confiscadas, en su vida, si lograban salvarla, pasada
en el destierro, entre el desprecio y el hambre. La
sola declaración de la guerra á muerte era un pac-
to con el cadalso, si sucumbían. Habían lanzado el
guante y se había recogido; patíbulos respondían á
patíbulos; se arrojaban cadáveres como insultos; las
burlas se escribían con sangre.
Bolívar se sintió solo en la desesperada lucha.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 117

Porque Caracas se agotó al fín en los esfuerzos, y


después de dar los jóvenes, ios viejos, los niños,
quedó desangrada y abatida, le pareció egoísta y
culpable. Harto había hecho su gloriosa madre, que
sin preparación alguna filosófica, espantada por el
temblor del año de 12, vejada por el pérfido Mon-
teverde, arrastrada á violencias que condenaba, lan-
zada ála guerra á muerte contra su voluntad, diez-
mada en cien combates, sombría en las tinieblas de
la muerte, se preparaba á seguirle después y á caer
por el hierro de los enemigos.
Habría sido hermoso que la revolución del 19 de
Abril no hubiese enlodado las galas de sus prime-
ros días, que no se hubiese suprimido ninguna liber-
tad, que no se hubiese violado ley alguna, ni renun-
ciado álas garantías, ni implorado como un bien la
Dictadura. Pero si los pueblos de Europa, desmo-
ralizados la
á vista de cualquier peligro civil, no se
creen seguros sino bajo leyes excepcionales y esa
Dictadura; si la Francia, el cerebro del mundo, á la
aprensión de algunos males, á la incertidumbre si-
quiera de su destino, hace renuncia de sus ideas, de
sus instituciones, de los principios que ha procla-
mado, de las garantías que reclamó con amenazas,
¿qué podía esperarse de la incipiente República,
nacida ayer á la libertad, que no comprendía sus
condiciones, envenenada con los hálitos de la escla-
vitud, acabada de salir de la funesta escuela de la
atrasada España? Lejos de encontrar los jefes de la
revolución costumbres é ideas que contrariasen sus
118 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

instintos, la Revolución francesa, con sus crímenes,


fué el modelo que se propusieron. Y si se había co-
piado elaño de 11 la "Declaración de los Derechos
del Hombre" fie la Asamblea Constituyente, copiá-
ronse el año de 14 los decretos y resoluciones de
la Junta de Salud Pública. Les faltaba la opinión que
modera y dirige; les faltaba el influjo de los minis-
tros públicos, tan provechoso y conveniente. Hacían
temblar los unos, temblaban los otros, en la espe-
ranza cada bando de hacer temblar á su turno.
Ningún decreto conocemos que autorizase las vi-
sitas domiciliarias. Una tarde, sin embargo (9 de
Febrero de 1814), ya al ponerse el sol, Caracas
aparece circuida de soledad y espanto: nadie en las
calles; puertas y ventanaa cerradas; en todas las
alcabalas el quién vive y la vigilancia; á las puertas
de muchas casas grupos de muchachos y centinelas...
se encontraron nuevos desgraciados; estuvieron los
esbirros á la entrada de la bóveda donde yacía mo-
ribundo aquel D. José de las Llamozas, que había
presidido la Junta del 19 de Abril.
No era posible que hombres reducidos á tal ex-
tremidad, no suspirasen por otra situación ni cons-
pirasen para lograrla. Conspiraron, en efecto, y mu-
chas veces, y cuando no conspiraban, se creía que
ocultaban sus tramas, y en el frenesí de la rabia, se
ocurrió la muerte como el medio mejor de escar-
mentarlos. Pues que perecemos tal vez, gritaron los
jefes de la independencia; pues que no esperamos
ni queremos cuartel; pues la guerra nos ha de con-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 119

sumir en sus abismos, perezcan antes los que insul-


tarían ánuestras familias y triunfarían con nuestro
desastre. Sí, la Historia debe confesarlo, vestida de
duelo; hubo también una premeditación fría, siste-
mática, que centuplica el horror de los aconteci-
mientos, harto horribles en sí: hubo un plan seguido
invariablemente, sin alternativas de piedad, exacer-
vado por subalternos crueles, y que no escapó de
los abismos profundos de almas ulceradas...

XVIII

Nosotros preferimos aquí que los decretos y re-


soluciones dela época la pinten. Desde la entrada
de Bolívar á Caracas, el año de 13, impuso un do-
nativo voluntario, á que siguió otro forzoso. Díó
una ley después que obligaba á todos los que tu-
viesen una tienda, una labranza, una propiedad
cualquiera, á contribuir á la pre y paga del soldado,
conminando con quinientos pesos de multa al in-
fractor,facultando
y á las autoridades militares para
embargar y rematar los bienes de los morosos. Otra
ley, en Noviembre del mismo año, para que, sin per-
juicio de la anterior, los hacendados destinasen la
tercera parte de sus esclavitudes á sembrar maíz,
arroz y otros frutos menores, para que no faltasen
víveres para la guerra. En Enero del año 14 un de-
creto prohibiendo á todo ciudadano el uso de los
120 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

pesos fuertes y ordenando presentarlos en la Casa


de Moneda, para ser allí cambiados por macuquina
ó papel. El 25 de este mes y año Bolívar declara
que toda propiedad pertenece al Estado.
En 18 de Diciembre de 1813 Bolívar había dicho

á Ribas: "Ha tenido á bien disponer el g^eneral Li-


bertador que impongfa U. S. al español procurador
Gaspar Ascanio la cantidad de diez mil pesos de
multa, y de no verificarlo, lo haga U. S. pasar por
las armas. También ha acordado el mismo general
que exija U. S. igual multa de diez mil pesos á don
Francisco Antonio Carrasco, bajo la misma pena; y,
por último, deberá exhibir la propia cantidad la
viuda de D. Manuel Rodríguez (alias Puerto Escon-
dido), entendiéndose con su padre D. Lorenzo Sosa
para que inmediatamente los entregue, y de lo con-
trario apremiará á éste rigurosamente."
Hemos citado los decretos del 17 de Septiembre
y 15 de Octubre del año de 13. Después de la de-
rrota de Barquisimeto, Bolívar ordenó á Ribas por
primera vez desde Caramacate que fusilara á iodos
los europeos y canarios, y que hiciese marchar cuan-
tos hombres hubiese en la ciudad de Caracas, con
especialidad los jóvenes estudiantes. Ribas eludió
las órdenes de muerte, pero llevó á cabo con for-
midable impaciencia la que se refería á los estu-
diantes... Ellos serían hoy el ornamento de la Repú-
blica; y empaparon con su sangre los cerros de
Vigirima y las calles de La Victoria y los campos de
Ocumare. Para el 6 de Marzo de 1814, de ochenta
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 121

y cinco seminaristas habían quedado seis; en Julio


quedaba uno solamente. En vano levantó la voz el
doctor José Antonio Pérez, provisor y vicario gene-
ral (1). Ribas se envolvió en su amenazador si-
lencio.
Una tarde muy fría del mes de Febrero, con lan-
(1) "Con fecha de ayer el señor gobernador ha oficiado al
rector del Seminario Tridentino, á fin de que presente los indi-
viduos de su comunidad, para que hagan servicio en los pun-
tos de más confianza, ínterin se forma el batallón que debe
guarnecer esta ciudad. El rector, que no puede resolver en nin-
gún negocio grave de Seminario, me ha dado parte inmediata-
mente, ycon su aviso me he acercado al dicho señor goberna-
dor militar, para exponerle los inconvenientes que hay para
cumplir su providencia, y me ha asegurado que no la variará
sin orden de V. E., á quien debo ocurrir. No estimo menos im-
portante laconservación del Seminario al Estado, que lo es á
la Iglesia; y así lo ha creído, sin duda, V. E. y los demás jefes
que nos han gobernado en estos últimos tiempos, cuando en los
mayores apuros de la República han puesto á los seminaristas
fuera de todas las providencias. Por lo tanto, no es extraño
que yo me interese en su conservación y estabilidad. No creo
debo emitir el rumor perjudicial que los enemigos propagarían
contra el sistema si viesen cerrar las puertas del Seminario, y
cesar el golpe de las campanas que anuncian ios actos de co-
munidad yestudio. Además, sus individuos no son más que
seis, y no todos son útiles para el servicio que desea el señor
gobernador militar, y que no podría llenarse con tan pequeño
número. Por lo cual sería mayor el mal de la disolución del Se-
minario que el provecho de su servicio. Por último, excelentí-
simo señor, para hacer militar á los pocos colegiales del Semi-
nario, es necesario resolverse á vestirlos con ropas seculares,
de que ellos carecen, y de que no pueden proveerse, por su mu-
cha pobreza y falta de recursos. De otra suerte sería preciso
ponerlos en ridículo, habiendo de concurrir con las ropas inte-
riores que usan en el Seminario y que componen su vestido
clerical."
El siguiente documento instruirá, más que ninguna otra cosa,
sobre el carácter de la justicia española.
122 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

zas en la mano, pobres niños de veinte años, el ma-


yor, de doce no pocos, desMlaban á vista del gene-
ral Ribas y otros oficiales. Llevaban algunos el som
brero y la chupa clerical; al dejar otros el hábito,
habían quedado mal traídos y en camisa. Madres
lloraban á su alrededor, mientras los desgraciados
niños tomaban un aire marcial y aparentaban reso-
lución yvalor. De pronto se presenta en la plaza
una silla de mano, de donde sale un sacerdote an-
ciano, que se dirigió á Ribas apoyado en los brazos
<Ie los que le condujeron. Nadie oyó las breves pa-
labras que deslizó en e! oído del formidable jefe.
Pero de en medio de las filas sale un joven peque-
ño, de abultada frente, de negros y radiantes ojos,
que toma puesto al lado del anciano y es conducido
al oratorio de San Felipe. El sacerdote santo que
deja la casa de Dios era el prefecto de los Neris-
tas, maestro D. Silvestre Méndez; aquel joven fué
después el doctor José Alberto Espinoza.
Es preciso que demos también en esta tragedia
5u parte, no corta, á la sangre española que hervía
en las venas. Realistas y republicanos, todos perte-
necían á esa nación caballeresca y valiente, pero
obstinada y cruel, endurecida en doce siglos de
combates, ejército voluntario en todas las guerras
de religión, que asombró á los lansquenets en el
saco de Roma, que la Inquisición familiarizó con las
hogueras y tormentos (1), que espantó con su fero-
(1) "En la causa críminai que de ofício de la Real Justicia se
ha seguido contra José Antonio Galán, natural de Charata, ju-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 123

cidad heroica á la Francia guerrera, que dividida


ayer no más en cristinos y carlistas, dispuso de la
risdicción del Socorro, y demás socios presos en esta Real Cár-
cel de la Corte, la que se halla substanciada con audiencia de
las partes y del señor fiscal, habiendo visto los graves y atro-
ces atentados que ha cometido este reo, dando principio á su
escandaloso desenfreno por la invasión hecha en Puente Real
de Vélez, desde donde pasó á Facatatibá para interceptar la
correspondencia de oficio, y pública, que venía de la plaza de
Cartag-ena para esta capital, acaudillando y capitaneando un
cuerpo da gentes, con las que sublevó aquel pueblo, sacó las
administraciones de aguardiente, tabaco y naipes, nombró ca-
pitanes álos sediciosos y rebeldes; y faltando al sagrado res-
peto de la justicia, se hizo fuerte con formal resistencia á dos
partidas de honrados vecinos que salieron de esta ciudad
para impedir sus hostilidades, hasta el extremo de desarmarlos
y hacerlos prisioneros, y continuando su voracidad y designios
infames se condujo á Villeta y Guaduas, en donde, repitiendo
los excesos del saqueo, atropello también al alcalde ordinario
de esta villa, D. José de Acosta, sacándolo con improperio y
mano armada del refugio y asilo que la calamidad le había
obligado á tomar, le robó de su tienda y repartió los efectos;
dejando nombrados capitanes, continuó á Maraquita, donde
insultó al gobernador de aquella provincia, ejerciendo actos de
jurisdicción en desprecio de los que la tenían legítima y verda-
dera; avanzó desde allí á la hacienda llamada de Malpaso, pro-
pia de D. Vicente Diago, alzando á los esclavos, prometiéndo-
les ydándoles libertad como si fuera su legítimo dueño, roban-
do muchas alhajas de considerable valor, de oro, plata, perlas
y piedras preciosas, bajando á Ambalena, en donde saqueó,
destrozó y vendió cuantiosa porción de tabaco perteneciente á
S. M., repartiendo mucha parta de su producto á los infames
aliados que le habían auxiliado en todas sus expediciones, y
continuando desde allí con algunos de ellos á Coello, Upito,
Espinal y Purificación, pidiendo y tomando dinero de los ad-
ministradores; regresó por la mesa de Chiquinquirá, atrope-
llando en este pueblo, en compañía de sus hermanos, á D. Fé-
lix de Arellano, por haber oído decir tenía orden de prenderlo,
y últimamente se restituyó á Mog'otes, desde donde hecho el
terror y escándalo de los pueblos, que le miraban como invul-
nerable, yprestaban asenso á sus patrañas y fantásticas ilusio-
124 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

vida del prisionero y del rendido. Peleaban los es-


pañoles ysus hijos!!!
nes, suscitaba y promovía por sí mismo con hechos y dichos
sediciosos, nueva rebelión, escribiendo cartas á sus correspon-
sales, comunicándoles sus detestables proyectos, suponiendo
tener aliados que le protegían, abultando el número de malva-
dos secuaces y pueblos rebeldes, esparciendo por todas partes
noticias de conmoción, hasta que viendo frustrados sus infames
designios, se puso en fuga con el corto número de secuaces que
fueron aprehendidos con él, haciendo en este acto resistencia á
la justicia, por cuya causa se ejecutó una muerte y quedaron
heridos algunos. Teniendo presente los escandalosos hachos y
enormes infamias que ejecutó en todos los lugares y villas de
su tránsito, saqueando los reales intereses, ultrajando sus ad-
ministradores, derramando y vendiendo los efectos estancados^
multando y exigiendo penas á los fieles vasallos de S. M., nom-
brando capitanes y levantando tropas para, con su auxilio, co-
meter tan asombrosos como no oídos ni esperados excesos con-
tra el rey y contra la patria, siendo asimismo escandaloso y re-
lajado en su trato con mujeres de todos estados, castigado re-
petidas veces por la justicia y procesado de incestuoso con una
hija, desertor también del regimiento fijo de Cartagena, y últi-
mamente un monstruo de maldad y objeto de abominación,
cuyo nombre y memoria debe ser proscripta y borrada del nú-
mero de aquellos felices vasallos que han tenido la dicha de
nacer en los dominios de un rey el más piadoso, el más benig-
no, el más amante y el más digno de ser amado de todos sus
subditos, como la Divina Providencia nos ha dispensado en la
muy augusta y católica persona del señor Don Carlos Tercero
(que Dios guarde), que tan liberalmente ha erogado y eroga, á
expensas de su real erario, considerables sumas para proveer
estos dominios de los auxilios espirituales y temporales; no obs-
tante los graves y urgentes gastos que en el día ocupan su real
atención, habiendo estos reos y sus pérfidos secuaces olvidado
las piedades y gracias que tan liberalmente se les había fran-
queado por los superiores, afianzados en su real clemencia; aten-
dida su estupidez y falta de religión, viendo el abuso que ha-
cían de ellas, siendo ya preciso usar del rigor para poner freno
á los sediciosos y malcontentos, y que sirva el castigo de este
reo y sus socios de ejemplar escarmiento; no pudiendo nadie
en lo sucesivo alegar ignorancia del horroroso crimen que co-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 125

Dos hombres extraordinarios, nutridos con mias-


mas de sangre, alto esfuerzo de la divina cólera,
mete en resistir ó entorpecer las providencias ó establecimien-
tos que dimanan de los legítimos superiores, como que inme-
diatamente representan en estas remotas distancias la misma
persona de nuestro muy católico y amado monarca, para que
todos entiendan la estrecha é indispensable obligación de de-
fender, auxiliar y proteger cuanto sea del servicio de su rey,
ocurriendo en caso de sentirse agraviados de los ejecutores á
la Superioridad, por los medios del respeto y sumisión, sin po-
der tomar por sí otro arbitrio, siendo en este asunto cualquiera
opinión contraria, escandalosa, errónea y directamente opuesta
al juramento de fídelidad, que ligando á todos, sin distinción
de personas, sexos, clases ni estado, por privilegiados que sean,
obliga también mutuamente á delatar cualesquiera transgreso-
res, ya lo sean con hecho ó con palabras, y de su silencio serán
responsables y tratados como verdaderos reos y cómplices en
el abominable crimen de lesa majestad, y, por tanto, merece-
dores de las atroces penas que las leyes les imponen. Siendo,
pues, forzoso dar satisfacción al público y usar de severidad,
lavando con la sangre de los culpados los negros borrones de
infidelidad con que han manchado el amor y ternura con que
los fieles habitantes de este reino gloriosamente se lisonjean de
obedecer á su soberano; condenamos á José Antonio Galán á
que sea sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del
suplicio, donde sea puesto en la horca, hasta que naturalmente
muera; que bajado, se le corte la cabeza, se divida en cuatro
partes y pasado el resto por las llamas (para lo que se encen-
derá una hoguera delante del patíbulo); su cabeza será condu-
cida álas Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos; la
mano derecha puesta en la plaza del Socorro, la izquierda en la
Villa de San Gil; el pie derecho en Charalá, lugar de su naci-
miento, yel pie izquierdo en el lugar de Mogotes; declarada
por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y apli-
cados al Real Fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para
que de esta manera se dé a! olvido su infame nombre y acabe
con tan vil persona tan detestable memoria, sin que quede otra
que la del odio y espanto que inspiran la fealdad y el delito! Asi-
mismo, atendiendo á la correspondencia, amistad y alianza que
mantenían con este infame reo, comunicándole las noticias que
ocurrían, fomentando sus ideas, levantando pueblos y ofrecien-
126 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tipos de siniestro recuerdo, representan la espanto-


sa época que dibujamos: la obra del español Pas-
do sus personas para ios más execrables proyectos, condenamos
á Isidro Molina, Lorenzo Alcantús y Manuel Ortiz, quienes, cie-
gamente obstinados, insistieron hasta el fin en llevar adelante
el fueg-o de la rebelión, á que, siendo sacados de la cárcel y
arrastrados hasta el lugar del suplicio, sean puestos en la hor-
ca hasta que naturalmente mueran; bajados después, se les cor-
ten sus cabezas y conduzca la de Manuel Ortiz ai Socorro, en
donde fué portero de aquel Cabildo; la de Lorenzo Alcantús á
San Gil, y la de Isidro Molina colocada á la entrada de esta ca-
pital; confiscados sus bienes, demolidas sus casas y declaradas
por infames sus descendencias, para que tan terrible espectácu-
lo sirva de vergüenza y confusión á los que han seguido á es-
tos cabezas, inspirando el horror que es debido á los que han
mirado con indiferencia estos infames vasallos del rey católico,
bastardos hijos de su patria. Y atendida la rusticidad, ignoran-
cia y ninguna instrucción de Hipólito Galán, Hilario Galán
José Veiandia, Tomás Velandia, Francisco Piñuela, Agustín
Plata, Carlos Plata, Hipólito Martín, Pedro Delgado, José Joa-
quín Porras, Pedro José Martínez y Rugeles, Ignacio Parada,
Ignacio Jiménez, Antonio Pabón, Antonio Díaz, Blas Antonio
de Torres y Baltasar de los Reyes, los condenamos á que sean
sacados por las calles públicas, y acostumbradas, sufriendo la
pena de doscientos azotes, pasados por debajo de la horca con
un dogal al cuello, asistan á la ejecución del último suplicio á
que quedan condenados sus capitanes y cabezas; confiscados sus
bienes, sean conducidos á los presidios de África, por toda su
vida natural, proscriptos para siempre de estos reinos, remi-
tiéndose hasta nueva providencia á uno de los castillos de Car-
tagena, con especial encargo para su seguridad y custodia. Y
usando de la misma equidad, considerada la involuntaria y ca-
sual compañía en que se hallaron con José Antonio Galán, Ful-
gencio de Vargas, Nicolás Pedraza, Francisco Mesa y Julio Lo-
sada, les condenamos en que para siempre sean desterrados
cuarenta leguas en contorno de esta capital del Socoiro y San
Gil, j' declaramos que esta sentencia debe ser ejecutada sin
embargo de súplica, ni otro recurso, como pronunciada contra
reos convictos, confesos y notorios; de la cual, cumplida que sea
y puesto de ello certificación, se sacarán los testimonios corres-
pondientes para remitirlos á los jueces y justicias de S. M. en
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 127

cual Martínez, y el fruto de la guerra á muerte:


¡Arismendil jBoves!
todo el distrito de este virreinato, para que, leyéndola los tres
días primeros de mayor concurso, y fijada en el lugar más pú-
blico, llegue á noticia de todos, sin que nadie sea osado de qui-
tarla, rasgarla ni borraila, so pena de ser tratado como infiel y
traidor al rey y á la patria, sirviendo este auténtico monumen-
to de afrenta, confusión y bochorno á los que se hayan mani-
festado díscolos ó menos obedientes; y de consuelo, satisfac-
ción, segyridad y confianza á los fieles y leales vasallos de Su
Majestad, reconociendo todos el superior brazo de su justicia,
que, sin olvidar su innata clemencia, castiga á los delincuentes
y premia á los beneméritos; no pudiendo nadie, en lo sucesivo»
disculparse en tan horrendos crímenes de conjuración, levanta-
miento óresistencia al rey ó sus ministros, con el afectado pre-
texto de ignorancia, rusticidad ó injusto miedo; y mandamos á
todos los jueces y justicias de S. M. celen con la mayor escru-
pulosidad vigilancia
y el evitar toda concurrencia ó conversa-
ción dirigida á criticar las providencias del Gobierno, proce-
diendo con el más activo celo contra los agresores ó autores,
ya de especies sediciosas, ya de pasquines ó libelos infamato-
rios por todo rigor de derecho, dando oportuna y circunstancia-
da noticia de cuanto ocuria á este Superior Tribunal, pues su
más leve omisión ó disimulo en tan importante encargo será el
más grave y culpable descuido, que sin remisión les hará expe-
rimentar toda la indignación y desagrado de nuestro muy ama-
do soberano, quedando manchada su conducta con la fea nota
de infidelidad y de haber ejecutado esta sentencia en la parte
que les toca, darán cuenta á este Tribuna!; por la cual, defini-
tivamente juzgando, así lo mandamos, fallamos y fírmamos en
consorcio del señor don Francisco Javier de Serna, nuestro al-
guacil mayor de Corte y abogado de la Real Audiencia, como
conjuez en esta causa.— JuAN Francisco Pey Ruiz, Juan Anto-
nio MoN Y Velarde, Joaquín Vasco y Vargas, Pedro Cata-
Ni, Francisco Javier de Serna. — Pronuncióse la sentencia de
uso por los señores virrey, presidente, regente y oidores. Li-
cenciado Juan Francisco Pey Ruiz, Juan Antonio Mon y Ve-
larde, Joaquín Vasco y Vargas, Pedro Cata.m y conjuci-.
Francisco Javier de Serna, alguacil mayor de la Real Audien-
cia yCancillería Real de S. M. en el Nuevo Reino de Granada,
estando en la Sala oública de Relaciones, á treinta días del mes.
128 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XIX

El departamento de Margarita era antes del año


•de 10 un lugar apartado y tranquilo, morada de in-
dustriosos ysencillos pescadores, y tan desmedrado
y pobre, que fué preciso agregar sus rentas á las de
Cumaná, y asignarle un situado dedos mil quinientos
pesos, para mantener su escasa guarnición de 80
hombres. Era sargento de ésta, antes de la revolu-
ción, Pascual Martínez, casado con una isleña de su
misma condición. A principios del cambiamento po-
lítico, que Martínez reconoció y sirvió decididamen-
te, pasó á oficial, y á poco obtuvo el grado de te-
niente coronel. Desagradó luego á la Junta, hacien-
do reconocer dos subtenientes sin conocimiento
suyo, y para descartarse de él le dio pasaporte para
el puerto de La Guaira. Quiso la casualidad que le
apresase en el camino un corsario de Nueva Barce-
lona, que sostenía entonces la Regencia; y una vez
allí, se hizo tan realista y fué tan bullicioso y provo-
cador, que, restablecido el gobierno patriota, fué
expulsado de la provincia.
Corrió entonces á incorporarse á las filas de Mon-
de Enero de mil setecientos ochenta y dos años. — Pedro Ro-
mero Sarachaga.
Concuerda eon el original, que queda en la Secretaria de Cá-
mara de esta Real Audiencia, de que certifico."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 129

teverde: figuró, desde Coro á Caracas, al frente de


los más reaccionarios y perseguidores, predicando
la venganza y excitando al crimen; en aquellos días
en que se respetaba aún la sangre humana, se seña-
ló con la muerte de un infeliz anciano, que ejecutó
sobre un cañón, á quien supuso espía, y que iba de
La Victoria con una nieta de ternísima edad.
Por tales méritos Monteverde le nombró el año

de 12 gobernador de Caracas, donde tomó á placer"


ultrajar á sus antiguos amigos y azotar indignamen -
te á personas obscuras y desvalidas. El hizo expo -
ner á la vergüenza pública, en la plaza de Capuchi-
nos, pendientes ambos pies de innoble cepo, al
pundonoroso Luzón, oficial de pardos, por atribuir-
le no sabemos qué gesto al pasar por la casa de
Monteverde. Fué él quien ordenó á un moreno que
atravesaba la calle prendiese al doctor José Germán
Roscio y le expusiese en el mismo cepo, al lado de
Luzón y otros, á los rayos ardientes del medio día, á
aquel doctor Roscio, respetado en las cátedras y en
el Foro, y acaso reeomendable por la oposición vi-
gorosa que un año antes había hecho á la indepen-
dencia de Venezuela, y por la parte que tuvo en ¡a
capitulación de Miranda y Monteverde (1).
Antojósele á Martínez ir á lucirse al frente del
Gobierno, allí donde había sido tanto tiempo obscu-
ro sargento de Artillería. Pidió y obtuvo el mando
de la isla de Margarita, que debía exacerbar con sus
(I) Origen y progreso del trastorno de las provincias de
Venezuela, etc.
130 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

violencias y donde debía hallar merecida muerte.


Monteverde mismo nos dirá su conducta.

"Uno de los primeros cuidados del gobernador


Martínez fué el de capturar y remitir á los calabozos
de La Guaira y Puerto Cabello á los peligrosos,
mientras la Audiencia desaprobaba estos procedi-
mientos, tan necesarios para restablecer el orden"(l).
En la queja documentada de Martínez contra la Au-
diencia, se elogia éste de "no haber sido otro su
anhelo que el de aniquilar á cuantos conspirasen
contra la Corona; para lo cual, desde el momento en
que se encargó del mando de la isla, tomó las pre-
cauciones para prender en una misma noche á todos
los revoltosos, siendo el peor D. Manuel Maneiro,
como lo acreditan los documentos que remite;
y, sin embargo, la Audiencia los ha puesto en li-
bertad, según las cartas que han escrito á sus fa-
milias."
Entre los que huyeron á los montes para evitar la
persecución, fué el más notable el comandante de
milicias blancas ó de españoles, D. Juan Bautista
c'ii Arismendi, hombre moderado y de costumbres
pacíficas (2). Acosado del hambre en los lugares
donde había buscado asilo, é informado de la pri-
sión de sus dos hijos, apenas de ocho y nueve años
de edad, que Martínez protestaba fusilar si no decla-
raban el retiro de su padre, salió de los bosques

(1) Informe al Ministerio, de 20 de Marzo de 1813.


(2) Informe de la Re?I Audiencia, de 9 de Septiembre de
1812.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 131

para ir á entregarse á su perseguidor, quien confiscó


sus bienes y le aherrojó en un calabozo, de donde
fué enviado con 49 vecinos más á las bóvedas de La
Guaira. La esposa no había podido resistir á la vista
de sus hijos amenazados á muerte, y los había deja-
do sobre la tierra, huérfanos y sin fortuna.
En vano la Audiencia avocó á sí el conocimiento
de la causa; en vano acordó la libertad de los opri-
midos, ordenando al capitán general expidiese los
pasaportes. Truena enfurecido Martínez sobre su
trono de Margarita, y anuncia altamente que pren-
derá y pasará por las armas al que ose regresar á
su isla.
Viéronse entonces mendigando por las calles de
La Guaira multitud de isleños, acomodados hacía
poco y felices en su tierra natal. Pero tal situación
no era para sobrellevarse largo tiempo: la esperan-
za y el deseo les hizo creer poderosa la autoridad
menospreciada de la Audiencia: los llamaban sus
hijos, sus familias, y uno tras otro volvieron á la opri-
mida isla.
Arismendi fué preso desde luego; pero había lle-
gado para Martínez el día del castigo. El 3 de Mayo
de 1813, agotada la paciencia de los margaritefios,
acaudillados por el joven José Rafael Guevara, lan-
zan el grito de morir ó ser libres. Espantado el co-
barde Martínez, va á ocultarse en el castillo de Pam-
patá; pénesele allí sitio, y el que tiranizaba ayer y
desoía las súplicas y desdeñaba las lágrimas, implo-
ra de rodillas la clemencia de los vencedores. El co-
132 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ronel Juan Bautista Arismendi, que estaba preso en


el mismo castillo, aparece de repente, puñal en
mano, y es proclamado g'obernador de la isla: Mar-
tínez cae bajo mil golpes: auxilios eficaces van á
libertar la capital de Cumaná: los españoles que ha-
bían caído prisioneros en la isla, mueren decapita-
dos. ¡Miserable hecatombe! Esa sangre sólo ha irri"
tado su sed: Arismendi se dirige á Caracas en busca
de ración más grande.
Contemplémosle en la capital á fines del año de
13. ¿No veis esa cosa verde-amarilla, de ojos parduz-
cos, surcado el ceñudo rostro de duras líneas que
se chocan, su habla una jerigonza bárbara y sangui-
naria? Observémosle bien: es pequeño de cuerpo;
la parte posterior del cerebro está desarrollada am-
pliamente, como la del tigre; su acento imita el acen-
to español, como remedan algunos animales carní-
voros los gritos de sus víctimas. ¿De qué laguna ha
salido ese batracio? ¿Eso es hombre ó es una má-
quina de tormento? Ninguna piedad en su alma de
bronce; la hermosura y el dolor le hallaron siempre
el mismo: como la guillotina del 93, jamás se sació
de víctimas su corazón cruel. Madruga para amane-
cer en ios lugares de las ejecuciones, y el cigarro
en la mano, respira ale^^remente con el humo la san-
gre de los patíbulos. Si falta su ración á uno de los
diez y nueve banquillos de la plaza pública, ó á los
de la Trinidad, ó á los de San Pablo, que tiemble el
español, ó isleño, que crea cubrirse, porque un perro
e c onduzca, ciego, implorando por él; ó por ser un
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 133

protegido del colérico Ribas (1). Ni basta á su ra-


bia que mueran los que odia; le es preciso asistir á
sus últimos momentos, verlos sentarse pálidos en la
fatal silla, oir las descargas, escuchar el último que-
jido; yni esto le bastaba, ya que seguía después, por
largo rato, á^través de las calles silenciosas, los fríos
cadáveres, desangrándose, llenando el camino con
sus despojos, saltando y saliéndose del duro cue-
ro en que se les arrastraba al sepulcro (2). jSér ex-
cepcional desgraciado,
y que no probó nunca la
dulzura de una lágrima de compasión, que no supo
nunca sentir y perdonar! Ribas encapota sus azules
ojos y espanta con sus furores aparentes, llenos de
generosa hipocresía; para salvar las víctimas, apa-
renta irá devorarlas, entre terribles rugidos: se os-
tentaba bárbaro para ser humano. El amor conyugal
y las sonrisas filiales turbaban á veces la mirada fija
del inflexible Mendoza, que se fingía engañado, para
no parecer débil, dejando ocultar en su propia casa
á los que la espada perseguía. Porque cuando don
Francisco Talavera desempeñaba interinamente el
Gobierno político de Caracas, su linda esposa, hija
de un español proscrito; arbitro del corazón huma-
no de su marido, cubría con sus dulces é imperio-
(1 ) Sobraba un banquillo en la plaza de la Catedral y supo
Arismendi que un mayordomo del general Ribas, canario, se
paseaba por los alrededores, y lo hizo fusilar sobre el banquillo
vacío.
(2) Los ajusticiados se conducían primero al camposanto
en una carreta; pero quemada ésta accidentalmente por el taco
de un tiro, que tomó pábulo de la grasa humana, se emplearon
en adelante cueros de ganado, tirados por el piesidio.
134 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

sas miradas á los compatriotas de su padre (1). Sólo


quedó inaccesible, entre cadalsos y espectros, el
corazón de hiena de Juan Bautista Arismendi.

XX

José Tomás Rodr'guez tenía cuanto era necesario


para el terrible papel que estaba destinado, ágil, in-
trépido, temerario, de decisión tal que reparaba sus
imprevisiones; hambriento de poder, aún más de in-
dependencia, impaciente de toda autoridad, hast
de sus iguales, astuto, por otra parte insidioso, pér-
fido, feroz como el pirata, sin ningún sentimiento
humano. Nacido en Gijón, empeñóse desde tempra-
no en buques que hacían un comercio equívoco,
lleno además de riesgos por la Marina inglesa, que
dominaba el Océano. Gustábale, mozo, atravesar
sus azules llanuras, como preparándose á cruzar las
áridas llanuras de Venezuela. La fatiga, los peligros,
la lucha con los elementos fortificaron su cuerpo;
endurecieron su alma lo imprevisto, la vida entre
aventuras, el aspecto constante de la muerte.
El héroe y el bandolero se confundieron tanto en
él, que hubiera sido difícil arrojar una línea divi-
soria.
La tradición, espantada, conserva el retrato de este
(1) Léase la Gaceta, núm. 52, redactada por D. Domingo
Díaz.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 135

bárbaro: de cuerpo mediano y ancha espalda, de


cabeza enorme, de ojos azules y turbios como el
mar, tenía la frente espaciosa y chata, la barba es-
casa yroja, la nariz y la boca como las del ave de ra-
piña. Su cuello, que tiraba hacia atrás, y sus mira-
das, que concentraba á veces, y á veces paseaba
con inquieta curiosidad, daban á sus movimientos
aquel imperio y fiereza de que no le fué dado exi-
mirse ásus mismos superiores. Distraído en medio
de sus pensamientos lúgubres, que visitaban, sin
duda, sangrientos fantasmas, volvía en sí por una
sonrisa feroz ó por miradas de fuego, que precedían
á sus silenciosos furores. El no tenía de esas pala-
bras enfáticas de calculado efecto, que usan sus se-
mejantes, nitronaba en una tempestad de amenazas
crueles; frío como el acero, alevoso como el halcón,
hería inesperadamente, revelándose su rabia por
pueblos desolados y en cenizas, por millares de ca-
dáveres insepultos.
El año de 8 fué envuelto en una causa de contra-
bando entre Curasao, la aleve vecina, y su antigua
plaza, Puerto Cabello. La causa se prolongó; en su
curso resultaron nuevos cargos contra el contraban-
dista y se le condenó á ocho años de presidio; fué
preciso ocurrir á los empeños; y Roscio y los Joves
lograron que se le confinase en castigo á la ciudad
de Calabozo.
Dedicóse allí al trabajo el indómito asturiano, y
habiendo puesto primero una tienda de mercería,
buscó luego ocupación más análoga con su carácter,
136 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

y se entregó al tráfico de bestias con los pueblos de


Occidente. En este ejercicio le halló la revolución
del año de 10, á la que se sintió inclinado, y á la
que habría servido, sin duda, sin la imprudencia de
los patriotas de Calabozo. En Abril del año de 12,
después de una expedición hasta San Carlos, llegó
Boves (porque para esa fecha había cambiado de
apellido, en homenaje á los Joves de Puerto Cabe-
llo, sus protectores) á Calabozo y contó á cuantos
quisieron oirle los sucesos de Coro, los cambia-
mientos sobrevenidos en Carora y Barquisimeto y
sus temores sobre San Carlos. Sus discretos avisos,
que debieron aprovecharse, se convirtieron en prue-
bas de su mala voluntad y se hicieron figurar en su
plan de seducción. Boves fué puesto en la cárcel y
se le siguió precipitadamente un sumario. De dos
letrados que fueron por acaso á aquellos lugares,
uno informó que merecía ¡a muerte; fué preciso que
intercediera de nuevo el doctor Roscio para que no
se le condenase injustamente. Permanecía en la
cárcel cuando entró Antoñanzas á la que es capital
del Guárico, y allegó cuanta gente pudo para seguir
á Caracas. Tras él, simple teniente, iba José Tomás
Boves, sombrío, mudo, lleno de pensamientos de
venganza. Qué parte tuviera en los asesinatos que
ejecuto Antoñanzas en San Juan de los Morros, la
Historia no lo cuenta. Ella le deja olvidado hasta el
año de 13 (Abril 5), en que ocupada Barcelona
por el general Marino, Boves suplicó á Cajigal,
que huía hacia Guayana, le permitiese quedar en
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 137

las llanuras, para hacer la guerra por su cuenta.


La vida de Boves va á escribirse con sangre er>
las ciudades y en los campos de la desolada Vene-
zuela.
La patria del año de 13 va á caer al bote de
su lanza y sus caballos correrán impetuosos sobre
las glorias de Bolívar, sobre la naciente República,
sobre su civilización y sus esperanzas. Seis meses
más, y cadáveres esparcidos servirán para seguir el
itinerario del bárbaro; seis meses más, y habrá pue-
blos donde no respire un ser, desiertos como los
que funda la peste en las ciudades de la India; seis
meses, y se verán campos cuyas exhalaciones de
sangre infecta ahuyentarán al pasajero, donde co-
rrerán solamente animales carnívoros, donde reso-
narán sus aullidos junto con el balido de los rebaños
inciertos. El humo obscurecerá el cielo, anun-
ciando elfuror y la venganza; el reflejo de los in-
cendios guiará los pasos en la soledad de la
noche.
Si la resistencia le irrita, aún le enfurece más la
adulación y la bajeza. En su entrada primera á Ca-
labozo mata con propia mano al isleño que sale á
victorearle, celebrador de todos los triunfadores.
Los hermanos Medinas, de San Carlos, se pasan á
sus filas en el último sitio de Valencia, y la Caba-
llería de Boves los rodea en círculo, se les ajustan
cuernos á la frente, se les lancea entre salvajes gri-
tos, y caballos furiosos los llevan á rastras, tirados
de sus colas.
138 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

¡Aborto infernal! En la toma de Barcelona (15 de


Octubre), el oficial Pedro Rondón (1) persigue á
Carmen Mercié, asilada en la capilla de su nombre,
la arranca al sacerdote que la protege y la despe-
daza ála vista de Boves sonreído. Por la noche, en
en medio de espesas tinieblas, contra las que lucha
débilmente la funeraria luz de una lámpara, comien-
za una música triste, que se hace de pronto bulli-
ciosa yalegre: en un momento la sala aparece ilu-
minada, yseñoras, de Caracas muchas, engalanadas
por fuerza, aparecen, desoladas y llorosas, entre
aquellos bandidos, empapados con la sangre de sus
hijos y esposos. Ya en las altas horas la música iba
debilitándose más y más: á poco un violín sonaba
únicamente; después, todo era silencio en el ilumi-
nado salón. ¡Treinta músicos de Caracas, uno á uno,
dejaban su instrumento para ser degoUadosl
Para pintar á este vándalo, los contemporáneos
ocurrieron, en su asombro, á las regiones infernales.
Para Bolívar, Boves es la cólera del Cielo que fulmi-
na rayos contra la Patria (2), ó más bien, un demo-
nio en carne humana, que sumerge á Venezuela en
la sangre, en el luto y la servidumbre (3). Y esta
leyenda de Boves Demonio, vivió largo tiempo des-
pués de su muerte. Un fraile, Márquez, contó una
vez desde el pulpito cómo fué engendrado en un
súcubo, cómo le creó Dios en una isla apartada y

(1) Alias, Maruto.


(2) Proclama de 2 de Octubre de 1818.
(3) Reglamento, etc. Correo de Orinoco, núm. 14.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 139

cómo llegó á ser el azotico de los pueblos que ha-


bían pecado.
Más feliz Arismendi, logró transformarse en los
épicos combates contra Morillo, y ayudar podero-
samente, eíaño de 35, al breve reinado dei Poder
civil. Dios dilató su vida hasta los últimos tiempos,
llena de recompensas y consideraciones!
Otro fué el destino de Boves. Desprendido, él
no tenía sino su caballo y su espada; en el testa-
mento que había hecho, sólo pudo disponer, con
quien había contraído esponsales (porque Boves
amóül), de 300 pesos que le debía D. Juan Vicente
Delgado. De resto, su gloria militar quedó como
un reflejo sangriento, horror de realistas y patrio-
tas. Sobre su tumba renació la República: Cajigal,
á quien llevaba tras sí, entre el botín, vino al Poder;
la Audiencia, que no osó contradecirle, escarnece
su nombre; Morillo ve de reojo su memoria y afec-
ta despreciar sus huestes; el rey la llama insubordi-
nado yle insulta con el despacho de coronel; la
Gaceta de Caracas ofrece dar cuenta de sus fune-
rales, yse le impone silencio.
El primer jefe de la democracia venezolana cu-
bre el año de 14, y á Morillo, y á su expedición, y á
cuanto le rodeaba, como cubre la lava de los volca-
nes las ciudades y los campos!
140 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XXI

PRINCIPALES SUCESOS DEL AÑO DE 14

El día 2 de Enero Bolívar es nombrado dictador.


El 3 de Febrero, primera derrota de los patriotas
en el sitio de La Puerta.
El 4, Mac Gregor y Robira atacan en Cúcuta á
Lisón y Casas, que huyen á Maracaibo.
El 11 entra Rósete al pueblo de Ocumare, don-
de deja 300 cadáveres.
El 12 son ejecutados cerca de mil españoles en
Caracas, La Guaira y Valencia.
El mismo día, terrible acción de La Victoria, en-
rre Ribas y Bobes.
El 17, Roscio, Cortés, Ayala, etc., logran huir
del presidio de Ceuta á Gibraltar; reclamados por
la España, vuelven el 21 á sus prisiones, de donde
salen al fín, por los reclamos de Inglaterra.
El 20 derrota Ribas á Rósete en Ocumare.
El 27, Boves, al frente de 7.000 hombres, ataca á
Bolívar en La Victoria.
El 28, batalla de San Mateo.
El 6 de Marzo, Rósete vuelve á ocupar á Ocuma-
re y avanza hasta el Guayabo.
El 13, Arismendi, gobernador militar de Caracas,
es derrotado por Rósete.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 141

El 17 pone sitio Boves á San Mateo.


El 21 vuelve Ribas á derrotar á Rósete, quien
huye al Llano.
El 25, heroico sacrificio de Ricaurte.
El 28, los que perseguían á Rósete se encuen-
tran con la vanguardia del ejército libertador de
Oriente, que venía al socorro de Bolívar.
El mismo día. Cajigal, Ceballos, Calzada y otros
jefes españoles ponen sitio á Valencia, mandada
por el coronel Juan de Escalona.
El 30, acción de Bocachica entre el ejército de
Oriente y una parte del de Boves; retírase éste.
El 31 avanza Marino y rompe el sitio de San
Mateo.
El 1.° de Abril, acción reñida cerca de San Ma-
teo; Boves huye hacia Valencia.
El 2, Cajigal, Ceballos y Boves atacan á Valen-
cia y son rechazaüos.
El 5 entra en Valencia el ejército libertador de
Oriente.
El 16, derrota de Marino en el Arao.
El 28 de Mayo, Bolívar, Ribas y Marino triunfan
en Carabobo.
El 15 de Junio, segunda derrota de La Puerta.
El 16 llega Boves á La Victoria.
El 16 toma Boves La Cabrera.
El 18 ocupa Boves el pueblo de Guacara, donde
organiza y refuerza su ejército con los prisioneros.
El 19 se presenta Boves ante Valencia, al frente
de 6.000 hombres.
142 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

El 23 sale Ribas hacia Aragua, á contener á los


realistas y derrota sus avanzadas.
El 6 de Julio avanza hasta Antímano una divi-
sión del ejército realista, y Bolívar y Ribas salen y
los ponen en fuga.
El 7, emigración de casi todos los habitantes de
Caracas.
El 8, la vanguardia de Boves ocupa la capital y
La Guaira.
El 9, capitulación de Valencia.
El 16 entra Boves á Caracas.
El 18 toma Morales la vía de Aragua, defendida
por Bolívar y Bermúdez.
El 19 evacúa Bolívar á Barcelona y se retira á
Cumaná.
El 25 evacúa Marino á Cumaná.
El 2 de Septiembre, Ribas y Piar, nombrados
por aclamación jefes del ejército, proscriben á Bo-
lívar yMarino.
El 7 se presenta Morales al frente de Ma-
turín.
El 12, derrota de Morales.
El 22 ocupa Piar á Cumaná, después de vencer á
su gobernador, D. Juan de la Puente.
El 2 de Octubre ordena el Congreso de la Nue-
va Granada al general Urdaneta, que estaba en Cú-
cuta, siga á Tunja, con 800 fiTsileros, á fin de formar
un ejército que reduzca á Santa Fe.
El 14 entra Boves á Cumaná, á fuego y sangre.
A fines de este mes el Gobierno general de la
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 143

Unión da á Bolívar el mando del ejército que debía


reducir á Santa Fe.
El 2 de Noviembre, derrota de Berraúdez en los
Maguelles.
El 15, derrota de Videau en las montañas de
Yaguaraparo.
El 5 de Diciembre, batalla de Úrica. Muerte de
Boves.
El 11 toma Morales á Maturín y degüella á los
más célebres patricios.
El 19 aparecen los primeros buques que anun-
cian la expedición de Morillo.

XXII

Quedaría nuestra historia profundamente obscu-


ra, si contentos con revelar los actos exteriores,
desdeñásemos el hogar de los grandes sentimientos,
el seno de las familias, el santuario de la mujer. En
los primeros días, las puras, las santas, hasta las
menos dignas, amigas de la patria, apasionadas del
Derecho, hicieron que el amor tomase su vuelo ha-
cia más altos pensamientos. Elias, criadas como la
árabe española, en ia prisión de estrechísimas ideas,
bajo las rejas celosas de una ventana ó de su bas-
quina, viéronse de pronto rodeadas de los héroes
de Plutarco, en familiaridad con los griegos y roma-
nos, vivas y sinceras, inspirando su confianza, He-
144 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

nando de sus generosos sentimientos á la brillante


juventud. Para los tiempos que describimos, la tem-
peratura era diferente. Se habían exigido sacrificios
demasiado crueles; el terror, como Moloch, no se
saciaba de víctimas y sangre; en vez de la felicidad
en que soñaban sus almas, de la libertad á que pre-
paraban coronas de flores, el espectro horrible del
«rimen, mal disfrazado con el gorro frigio, el desen-
gaño yel dolor. Piénsese un momento en la situa-
ción contradictoria de las familias: españoles y crio-
llos habían constituido hasta allí una misma nación;
los que seguían una bandera eran hermanos, deu-
dos, de los que seguían la bandera contraria. De
pronto es preciso, no separarse con prudencia y len-
tamente, sino romper con violencia, desgarrar anti-
cuas ligaduras, convertirse en delator ó verdugo,
conspirar contra el que fué su compañero y alzar so-
bre su pecho el puñal homicida. La madre, junto al
esposo oculto, lloraba la ingratitud del hijo, que
murmuraba canciones patrióticas, y respiraba en e!
hogar el aire de la plaza pública; tal vez lloraba á
un hijo muerto, ó le seguía con el corazón por los
peligros de la campaña. En las horas tranquilas de
la noche, alrededor de la mesa doméstica, los her-
manos, divididos y enconados, se lanzaban miradas
furtivas llenas de rabia, se provocaban á veces, rom-
pían en insultos, sin respeto á las canas de sus an-
cianos padres, que se afligían y lloraban. De cuan-
do en cuando, frenética por el dolor, una viuda
sombría cerraba las puertas á su hijo, y Vicente Li-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 145

nares llamaba en vano, largo tiempo, á su inflexible


madre.
Contribuía á exacerbar los espíritus la pálida
hambre, que extendía sus dedos lívidos sobre todas
las familias: los Llanos estaban cerrados; cruzaban
el Túy feroces facciones; Aragua era teatro de la
g'uerra: desde muy temprano, multitud de mujeres se
iban por los escombros, disputándoles á los anima-
les el triste alimento de algunas hierbas. Y en me-
dio de tantas desgracias, este diálogo, repetido á
cada instante: "¿Qué traes?" "Se ha descubierto el
sitio en que estaba mi señor." "¿Cómo?, dime."
''Un amigo le vendió; amarrado con otros marcha ya
para La Guaira," Contaba otro en tanto las escenas
del camino, los golpes dados al que se cansaba, las
amenazas sangrientas, las diarias ejecuciones. Con
frecuencia, por la noche, alguna amiga piadosa lle-
gaba en silencio, se sentaba muda, en el hogar, y
suspiraba, mientras la madre dormía, sollozando, al
más pequeño de sus hijos, y jugaban los otros, ig-
norantes de la muerte de su padre. Sí; la mortalidad
de niños causó espanto en esos meses; los envene-
naban las madres con la leche de sus pechos. Cuén-
tase de una, modelo de paciencia y santidad, que
vestida de modesta gala, y colocando á su hija,
muerta, en un cojín desnudo de flores, le dirigió es^
tos adioses, en un éxtasis piadoso: "Feliz tú; Jose-
fa María, que huyes de este mundo para ir á gozar
de tu Dios."
Acababan de levantarse entonces, frescas y son-
to
146 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

reídas, dos lindas jóvenes de mediana fortuna, como


sobre los alrededores del Vesubio nacen flores de
graciosos pétalos y exquisito perfume. Amigas des-
de la infancia, crecieron juntas, y las casas de am-
bas familias era la casa de cada una. En esta época
sangrienta, Antonia estaba en su breve mañana de
sol, con una hermosura espléndida, triunfal; y aun-
que retirada á la sombra y recogida, sentía el deseo
más vivo de agradar, en una santa y angélica coque-
tería. Tímida por naturaleza, por algún tiempo se
abstuvo de comprometer su corazón, cambiando por
mil filtros este sentimiento en el de la amistad, in-
cierta de lo futuro, ansiosa de detenerse en el Abril»
en esos días primeros de primavera, cuando el pra-
do se cubre de flores blancas, sin hojas todavía.
Luisa (1), su amiga, era una belleza más delicada,
de facciones más fínas, hecha para contemplarse de
cerca, sensible como Antonia, y como la menor de
las Gracias, amiga de uncir leones á su carro, con
peligro ajeno, se entiende, no suyo, imprudente
como la inocencia, desdeñosa y cruel con sus ado-
radores.
La sala de ambas familias estaba abierta al talen-
to yá la elegancia delicada: allí concurrían Bolívar
y Montilla (Tomás), para desarrugar el uno su fren-
te, para prolongar el otro sus horas de solaz; por-
que doña Francisca Mendiberzúa y doña Petronila
Roldan eran señoras de ameno y gracioso trato, lle-
no de benevolencia y cortesanía. Otros dos jóvenes
(1) Luisa Arrambiri.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 147

las visitaban con más constancia: D. Silvestre Teja-


da, español de nobles maneras y elegante figura, y
el doctor Vicente Tejera, de arrogante cuerpo, pero
de chocantes facciones, donde se pintaban los
malos instintos, la crueldad, el disimulo y la per-
fidia.
Poco á poco, protegido por ambas familias. Te-
jada fué cautivando el corazón de la bella Antonia.
Para fines de 1813, ella no contaba las horas que
pasaba cerca del enamorado joven, y con frecuen-
cia volvía á la ventana, bajo diversos pretextos,
cuando tardaba.
La amistad de Montilla le había protegido algún
tiempo; y cuando, arreciado el temporal, pidió su
pasaporte, le había detenido generoso, prometién-
dole respeto y seguridad. Una noche, Tejada no lle-
ga á la hora acostumbrada: el padre de Antonia,
que había salido temprano, no llega tampoco; se
sabe luego que éste ha sido preso, y se calcula que
igual habrá sido la suerte del amante. Tejera llega,
pero finge ignorarlo todo; hasta se burla de sus zo-
zobras temores.
y Como el ave de rapiña, devora
con los ojos á la hermosa joven, se goza en sus lá-
grimas yse retira, lleno de satánico contento.
Toda la noche la ocuparon ambas familias en re-
correr proyectos: Bolívar estaba en campaña, le
acompañaba Montilla. ¿A quién ocurrir? Antonia lo
sospechaba todo de Tejera, y no quería le nombra-
ran siquiera aquel hombre siniestro. Pero tal era la
urgencia de las circunstancias, que al fin fué preci-
148 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

SO seguir el dictamen de doña Petronila Roldan, y


á la mañana siguiente pudo leer Tejera una esquela
que le llamaba con instancia.
El envidioso Tejera habló á solas con las dos se-
ñoras, les
y declaró sin rebozo que la suerte de don
Francisco Arocha, padre de Antonia, y la de Teja-
da dependían de su voluntad, y que morirían infali-
blemente siAntonia no consentía en darle la mano.
En vano se acudió á su generosidad; él hizo alar-
de de su conducta, atribuyéndola á la pasión: en
vano se le pidió tiempo para resolver á la niña; él
no quería verla en sus brazos sino espantada y á su
pesar: "El hacha está levantada — dijo — y doy de
plazo un día." Está de más decir, que tras doloroso
llanto, Antonia se sacrificó por su padre y su aman-
te, contando con que el dolor pondría término á sus
días; la noche de la boda llegó á su casa D. Fran-
cisco Arocha; al día siguiente fué asesinado D. Sil-
vestre Tejada.
¡En cuántas familias se representaría el mismo
drama!
[Trazar los cuadros de los primeros meses del
año 14! ¡Ah!, el alma se estremece al pensarlo, y es-
tamos tentados á mentir, para honor de la Patria.
Pero no; la Historia nos exige la verdad, sin reser-
va, sin alteraciones culpables, ni omisiones que se-
rían una complicidad. En cuanto á la Patria, ella es
tan rica de glorias, que no desea aumentarlas con
mentiras que las harían sospechosas. La Patria recla-
ma esa verdad hace tiempo, para que á la sombra
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 149

de un silencio pérfido, el crimen no haga escuela, ni


pululen los delitos; es condenándolos altamente,
que se previene su vuelta, y se funda el reinado de
la virtud y de la libertad.

XXIII

Desde el 20 de Septiembre de 1813, Bolívar


había dicho á Ribas: "Se advierte dolorosamente la
mayor escasez de dinero para pag-ar las tropas del
ejército; los fondos públicos están exhaustos; los
bienes confiscados no pueden realizarse, por de-
fecto de licitadores. Ha llegado el caso de que
algunos de nuestros batallones no han percibido en
este mes sus correspondientes haberes. A tan tama-
ño mal debe ocurrirse desde luego, para que po-
damos sostener nuestra sagrada lucha, hasta acabar
con los enemigos del nombre americano. Los jefes
de Hacienda están en la obligación de remitir cau-
dales á esta Comisaría, sin pérdida de instantes, y
venciendo todas las dificultades. Sus medidas, no
obstante, serían ineficaces sin el debido auxilio de
las autoridades militar y política, tan interesadas en
la conservación de nuestra libertad. El general en
jefe espera, por tanto, que así V. S., como el gober-
nador político del Estado, cooperen en un todo á los
proyectos de aquellos jefes, proponiendo además
cada cual por su parte los que estime oportunos, y
aun remitiendo por sí mismos las cantidades que re.
150 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

caudasen,para que no se sienta en el ejército la falta


de caudales." — Ribas se precipitó, para satisfacer las
necesidades del ejército, sobre los bienes confisca-
dos, que en vano puso en venta, y sobre cuanto le
vino á las manos. Uno de esos que viven de atisbar
por todas partes, para vender secretos en la antecá-
mara de los poderosos, corrió á informarle que el
licenciado D.José Rafael Rodríguez era depositario
de 3.000 pesos, que debía remitir á las Canarias. El
comandante militar llama al punto á Rodríguez, y le
ordena la pronta entrega, como bienes confiscados
de isleños; en vano aquel abogado le hizo ver, con
el testamento, que era una manda piadosa, y que no
podía faltar á la confianza que había depositado en
él D. Antonio Hernández Orta, su difunto amigo.
"El cadalso ó el dinero", grita Ribas, y como de-
clarase Rodríguez que prefería la muerte á faltar á
su deber, el torvo jefe dio orden para que al punto
se le pusiese en capilla. Por la noche. Rodríguez re-
cibe una carta (era de Ribas), y le anunciaba en ella
que al día siguiente, frente al banquillo, habría una
mesa, donde le contaría los 3.000 pesos que rehusa-
ba entregar. Comprendió el mandatario fiel que le
había vendido la persona en cuya casa había ente-
rrado eldinero, y dio orden para que lo sacasen y
entregaran en Contaduría.
Creciendo las necesidades del ejército, con fecha
22 de Enero de 1814 se dice desde el cuartel ge-
neral de Valencia al gobernador político de Cara-
cas, doctor Cristóbal Mendoza:
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 151

"El general Libertador, al llegar á Ocumare, Puer-


to Cabello y á esta ciudad, ha hallado que las ope-
raciones militares, aunque tan bien adelantadas y
ios ejércitos en pie, sin embargo, amenazaba á todo
una inevitable disolución, por la falta de numerario,
pues no ha hallado un sólo maravedí, ni en las co-
misarías, ni en las administraciones, y el prest de
todas las tropas se debe con mucho atraso. Puerto
Cabello, no hay duda, debe rendirse de un momen-
to á otro; pero por esta desgraciada falta de dinero,
puede salvarse, llegando nuestra pérdida al término
de quedarnos sin tropa. En esta alternativa me man-
da presente á U. S. nuestro estado tal cual es, le
insinúe que solamente una medida extraordinaria,
llevada á efecto con la fuerza y celeridad caracte-
rística de U. S., puede sostener las importantes ope-
raciones del sitio y libertarnos de un revés. U. S.
puede arbitrarla con el ciudadano director general,
para remitir por lo menos en el instante, la cantidad
de 40.000 pesos. No puede ser menos, pues en los
hospitales de esta ciudad hay ya más de 500 enfer-
mos, en la línea hay 1.000 soldados, y en la escua-
drilla 500.
„Para que no se pierdan los esfuerzos de U. S.
en el logro de estas medidas, debo, de orden del
mismo jefe, prevenir á U. S. la mayor celeridad en
estas remisiones. Si se difieren, aunque doloroso, es
preciso manifestar á U. S. que no remediarán nues-
tros males."
A tal extremo había llegado la miseria de nuestras
152 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tropas, que diez y nueve días antes, el 3 de Enero,


había escrito el genera! Bolívar á Ribas:
"Habiendo advertido que una multitud de indivi*
dúos del ejército, por hallarse enfermos, pasan el
más del tiempo en sus casas, ó en los lugares que
mejor les parece, usurpándose la substancia pública
sin provecho del Estado, ha resuelto el general en
jefe, que desde hoy se licencien temporalmente to-
dos los individuos que se enfermaren y correspon-
pondan al ejército, ó que por cualquier título dis-
fruten de sueldo, que se les alzará desde el día en
que tomen la licencia, debiendo los comandantes
militares de cada partido llevar un cuaderno en que
se anote el destino adonde se les haya dado su
licencia."
El inexorable Mendoza queda mudo ante la situa-
ción; nadie osa comprar los bienes confiscados, la
guerra ha devorado las fortunas arrancadas á espa-
ñoles ycanarios. ¿Qué hacer? Hablase de una cria-
da que vio ocultar gran cantidad de dinero en la
casa de doña Zoila Sánchez, y la allana á la mitad
del día, hace hoyar en el lugar indicado, y saca
12.000 pesos, única fortuna de doña Manuela Ruz,
pobre viuda, condenada desde entonces á la men-
dicidad.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 153

XXIV

¿Por qué razón los contemporáneos no hicieron


responsables de las inauditas violencias de aquella
época á Bolívar, que las dictaba, á Ribas, coman-
dante militar de la provincia; á Mendoza, su gober-
nador político? Aunque el coronel Arismendí ha-
bía llegado á Caracas desde Octubre, él no figuró
en la comandancia militar hasta Enero, cuando los
males de Ribas y las necesidades de !a campaña le
alejaron de la casa de gobierno ó de la capital. En
Abril, después de la derrota que sufrió en Ocuma-
re, odiado y maltrecho, tomó el partido de volverse
á Margarita. ¿Cómo conquistó tan general abomina-
ción en el breve espacio de tres meses, hasta hacer
olvidar á los mismos á quienes obedecía? ¡Cómo lo-
gró simbolizar en su nombre los horrores de la gue-
rra á muerte! Pocos hechos nos revelarán este mis-
terio espantoso.
Hemos visto ya que sin respeto al general Ribas,
el coronel Arismendí hizo fusilar al mayordomo de
aquél, para que no quedase desairado uno de ¡os
diez y nueve banquillos de la plaza pública. Este
hecho se repitió varias veces, y el pueblo caraque-
ño recordó largo tiempo á aquel tío Medina (1), que
se avanzó una mañana, sin oír avisos ni consejos,
(1) De la esquina de su nombre.
154 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

hasta el centro de la ciudad; lo supo el comandante


general, y sin respeto á sus ochenta años, á las lá-
grimas del pueblo, al salvoconducto de Bolívar, es
asesinado infamemente.
Pero nada dejó tan profunda memoria como el an-
ciano de Chacao, á quien rodeaban generaciones de
nietos, y que, fuera de sí, regañando porque le sa-
caban de su casa, fué conducido sobre un asno á
uno de los banquillos (1).
Seis jóvenes componían la familia de D. Juan An-
drés Marrero, conocido con el nombre de el manco
de Tocoragua; propúsole Arismendi que comprase
con dinero su vida y la de los suyos, y cuando lo hu-
bieron dado todo, mandó se les matase. Traían en-
tretanto presas á la esposa y suegra de D.Juan José
Marrero; la prodigiosa cantidad arrancada á los hom-
bres le hizo creer que la viuda reservaba otro tanto
quizás; hizo conducir á doña Mariquita al hospital de
Caridad, la apremió cruelmente con azotes de do-
lor, sin que cediese al tirano la isleña intrépida, que
llevó sobre su cuerpo el resto de sus días las insul-
tantes huellas,
¿Y cómo olvidarían las esposas, las madres, aque-
llas noches en que se iban por la ciudad imploran-
do de sus amigos algún socorro, y se despojaban de
sus prendas, y quitaban á sus hijas la sortija, el zar-
cillo, lacruz de su rosario, para redimir á sus mari-
dos, ásus hijos, que eran al fin sacrificados?
Doña Carmen Machillanda... Pero bastan los he-
(1) Don Nicolás Ravelo.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 155

chos citados para pintar la época; á fuerza de des-


cribir crímenes, nos familiarizaríamos con ellos.

XXV

Después de la derrota de Campo-Elias en La Puer-


ta, el 3 de Febrero, Bolívar ordenó (día 8) por ter-
cera vez, desde su cuartel general de Valencia, que
se pasase por las armas á cuantos españoles y ca-
narios había en las cárceles de Caracas y La Guaira
y á cuantos pudieran haberse á las manos. Esta or-
den, que en 19 de Noviembre y en 17 de Octubre
había sido abiertamente desobedecida por Ribas,
sin descender á justificar su conducta, fué ejecutada
por Arismendi con voluptuoso placer, excediéndola
en el modo, espantando á Bolívar y á todos los pa-
triotas.
Los degüellos comenzaron el 12 y continuaron
algunos días. En La Guaira se les sacaba en fíla, dos
á dos, unidos por un par de grillos, y así se les con-
ducía entre gritos é insultos, coronado cada uno
con un haz de leña, que había de consumir sus cuer-
pos palpitantes. Pocos lograban se les matase á ba-
lazos; los más eran entregados á asesinos gratuitos
que se ejercitaban al machete, al puñal, y que pro-
baban áveces su fuerza arrojando sobre el cerebro
del moribundo una piedra inmensa. Que sepa la
posteridad los nombres de esos héroes del asesina-
156 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

to: Nicolás Lamas, Francisco Javier Martínez, Zaca-


rías Navarro.
¡Meniorables sitios el del castillo del Cantón y
del Cardonal! Aún una historia. Estaba preso don
Antonio Oramas, isleño estimado por su cultura y
bondad; su amigo D. José Ventura Santana logra de
Bolívar una recomendación para Arismendi y Men-
doza yun pasaporte para las colonias; Mendoza con-
viene fácilmente; tres mil pesos ablandan á Aris-
mendi, Oramas
y es guiado por su amigo hasta La
Guaira; el marino había columbrado entre la niebla
del horizonte una pequeña barca; ruega al coman-
dante de la plaza, coronel Leandro Palacio, le deje
ir á su encuentro; y abrazando á su amigo, huye el
proscripto de una muerte inevitable. Pero su esposa
doña Isabel Bencoechea, incierta de su destino, in-
quieta, loca, teme una desgracia, y^vuela á La Guai-
ra para saber si se ha salvado su marido. En vano le
protesta Palacio que había marchado esa misma tar-
de; como nadie le repite ia noticia, se va en la no-
che al Cardonal, con un farol en la mano y una cria-
da, y recorre los cadáveres, y examina sus facciones
lívidas, y tropieza y cae sobre uno que creyó, en
medio de su tormento, semejante al de su esposo.
Manos amigas la arrancan de aquella escena, pero
con la muerte en el corazón; á los trece días aban-
donaba, huérfanos, á sus hijos, para ir á dormir eter-
namente en la Iglesia Metropolitana, al pie de San
Bernardino. Dejaba á los suyos por herencia una
vida breve y la fatalidad.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 157

Sobre aquel anfiteatro corrían locas de placer,


vestidas de blanco, engalanadas con cintas azules y
amarillas, ninfas del suplicio, que sobre la sangre y
los sucios despojos bailaban el inmundo palito (1).
El 13 de Febrero escribía el comandante de La
Guaira al general Arismendi:

"Número 116. — En obedecimiento á orden expre-


sa de S. E. el general Libertador para que sean de-
capitados todos los presos españoles y canarios re-
clusos en las bóvedas de este puerto, se ha comen-
zado la ejecución, pasándose por las armas esta no-
che ciento de ellos. — Leandro Palacio."

Al día siguiente le dice así:

"Número 119. -Ayer tarde fueron decapitados


ciento cincuenta hombres de los españoles y cana-
rios encerrados en las bóvedas de este puerto, y en-
tre hoy y mañana lo será el resto de ellos. — Lean-
dro Palacio."

En 15 de Febrero le hace la siguiente participa-


ción:

"Número 123. — Ayer tarde fueron decapitados


doscientos cuarenta y siete españoles y canarios, y
sólo quedan en el hospital veintiún enfermos y en

(1) Baile de aquel tiempo.


158 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

las bóvedas ciento ocho criollos. — Leandro Pa-

lacio."

El 16 de Febrero, último parte:

"Número 126. — Hoy se han decapitado los es-


pañoles ycanarios que estaban por enfermos en el
hospital, último resto de los comprendidos en la
orden de S. E. Lo que participo á U. S. para su in-
teligencia.— Leandro Palacio."

¡Y qué! ¿No había medio de contener esos trans-


portes salvajes? ¿Ninguno habló, que hiciese oir
los consejos de la razón indignada, que espantase
con las santas cóleras del corazón, que disputase á
los verdugos las cabezas inocentes? ¿Cómo dejaron
beber tanta sangre á esa docena de vampiros, que
han manchado para siempre los vistosos arreos de
la revolución? Y ¿cómo comprenderemos tan uni-
versal cobardía en esta tierra de valor? Sólo hay
memoria de aquellos niños, que de guardia en el
principal, fueron llamados á una ejecución; rehusan
orgullosamente disparar, y la muerte de los proscrip-
tos fué un asesinato individual: llamábanse aquellos
mancebos Juan de la Cruz Llamozas, José I. Gar-
cía, José Ignacio González.
En Caracas las ejecuciones no habían cesado
nunca; mas desde el funesto 12, mañana y tarde
se fusilaba en la plaza pública, en las de San Pablo
y la Trinidad y en el matadero. A todas horas
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 159

aquellos banquillos, bañados en sangre, rodeados


de humanos restos, embriagaban á unos, llenaban á
otros de piedad, con sus pútridas exhalaciones. Por
motivos de economía, se asesinaba, á veces, con
machetes y puñales.
La mayor desgracia en las discordias civiles es
que envuelven en igual solidaridad á todos los
miembros de un partido, solidaridad «"onfusa, que
hace respondan los prudentes de los furiosos, y que
expíen los buenos los crímenes de los malvados.
Pero es preciso decirlo altamente: Caracas no fué
cómplice en los delitos de Febrero; la muerte no
fué un espectáculo agradable para sus hijos: no se
encontró en esa hez, ese lodo sanguinario, elemen-
to cobarde y estúpido, que acompaña las épocas de
tiranía. Verdad es que desde que ¡legaban los con-
denados la
á esquina de las Gradillas, gritos insul-
tantes los saludaban, y resonaba el eco soez de la
marsellesa del asesinato:

Bárbaros isleños,
brutos animales,
haced testamento
de vuestros caudales.

Mas todo eso era obra de uno sólo, de José Ma-


ría Pelgrón, hombre de fácil y fecundo ingenio;
pero ignorante, ávido y rapaz, cuyas médulas devo-
raban cantáridas, desde el vergonzoso asunto de
D. Domingo Lemus. ¿Qué fueron después aquellos
muchachos que él ensayaba en el canto homicida y
en las alegrías fúnebres?
160 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

El nombre de Pelgrón nos recuerda por no sé


qué analogía, el de Mérida, gran aconsejador de
delitos, y el de Díaz Casado, su hermano uterino,
jefe de aquellos destacamentos que se iban á las en-
tradas de la ciudad, para sonsacarles algún dinero á
los isleños que traían maniatados, á trueque de una
mentida protección.
El 25 de Febrero, Arismendi pudo dirigir al mi-
nistro de Guerra el siguiente oficio:
"Se servirá U. S. elevar á la consideración del
excelentísimo general en jefe, que la orden comu-
nicada por U. S. con fecha 8 de este mes se halla
cumplida, habiéndose pasado por las armas, tanto
aquí como en La Guaira, todos los españoles y ca-
narios que se hallaban presos, en número de más
de 800, contando los que se han podido recoger de
ios que se hallaban ocultos. Pero habiéndose pre-
sentado áeste Gobierno y al público un número de
ciudadanos beneméritos garantizando la conducta
de varios de los individuos que según la citada or-
átn de 8 de Febrero, debían ser decapitados, he
creído deber condescender, para evitar cualquier
entorpecimiento de la dicha orden, esperando las
ulteriores disposiciones de S. E.
^Incluyo á U. S. copia del oficio que he pasado
sobre este particular al ciudadano gobernador polí-
tico, la
y lista que me ha remitido, á fin de que de-
termine S.E. lo que tenga por conveniente. — Dios,
etcétera. — Caracas, 25 de Febrero de 1814, 4.° 12.°
— Ciudadano secretario de la Guerra."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 161

¡Es el Ogro sangriento, el Barba Azul de la Amé-


rica, aquella monja de puñal en mano de las antiguas
leyendas! »

XXVI

El honor y la gloria de la República se había sal-


vado en el ejército. Después de la primer batalla
de La Puerta, donde Boves derrotó á Campo-Elias
(3 de Febrero), ordenó Bolívar que corriesen á Va-
lencia, las
á órdenes de Villapol, parte de las tropas
que cubrían el Occidente, y que Campo -Elias se
situase en el estrecho de la Cabrera, que fortificaba
de antemano el coronel Manuel Aldao.
A la primera noticia de la terrible desgracia, el
general Ribas levanta una columna en Caracas, ar-
senal de valientes, y se lanza á La Victoria, para
obstruir el paso á las bandas vencedoras. Y era
tiempo. Acometida el día 12 por 7.000 hombres á
las órdenes de Morales, la plaza de La Victoria, que
apenas defendían 2,000 jóvenes, sufrió un ataque
que hará época en los anales del furor.
Según el Boletín que publicó la Gaceta de Ca-
racas, número 42, nueve veces volvió á la carga
Morales, rechazado nueve veces: comenzó la lucha
á las ocho de la mañana, y se luchó á los alrededo-
res de la población, y se luchó en las calles, adonde
penetraron, al fin, las hordas enemigas, y se peleó
desde la plaza, donde reconcentró el formidable
162 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

jefe, incierto de socorros, seguro de sí y confiado


en su fortuna. A caballo en medio de sus soldados»
ios alienta é impele; él se halla en todos los puntos;
detiene y fatiga las fuerzas enemigas. Hubo en su
ojo, en su palabra, una centella que brilló en aque-
llos momentos sombríos: su mirada esforzaba los
corazones. Tres veces cae á sus pies el caballo que
monta; mil rayos se cruzan al derredor del plumaje
que sombrea su cabeza, blanco de todos los tiros,
heroicamente apuesto, visible en medio de sus com-
pañeros.
Después de ocho horas de combate sin tregua,
como á las cuatro de la tarde, allá á lo lejos, por el
camino de San Mateo, álzase y cubre el horizonte
una nube de polvo. "Un socorro oportuno", grita
Ribas á sus soldados; y ordena que 50 hombres de
Infantería y 40 de Caballería salgan á favorecer, al
mando del coronel Mariano Montilla, la incorpora-
ción á la columna auxiliar, rompiendo las líneas
enemigas. Avanzábanse Campo-Elias y Aldao al
frente de 220 hombres, llenos de orgullosa confian-
za. Al ¿quién vive? enemigo, la escasa división res-
ponde: "El vencedor de Mosquitero", y atraviesan
por entre los contrarios sorprendidos, que no acier-
tan á rodearlos sino cuando ya estaban en la plaza.
Pero Kibas sale entonces y se precipita en el campo,
haciendo horrible estrago en los enemigos. La co-
lumna auxiliar y las tropas sitiadas se abrazan en
medio del fuego, aterran con sus gritos de victoria,
y ponen en fuga las huestes de la tiranía.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 163

En vano corre Boves desde Cura en auxilio de


Morales con su numerosa reserva, despreciando la
herida que había recibido en La Puerta; en vano tra-
tan de hacerse fuertes en las alturas del Plantanero.
Los nobles y valerosos esfuerzos del día 12 tuvie-
ron su recompensa; huyen maltrechos Boves y Mo-
rales, dejando tras sí una ciudad devastada, pero ar-
diente de gloria, 500 hombres á quienes habían
herido ó muerto, 1.000 que habían perdido y un
nombre execrado.

XXVII

Mas la gloria de la defensa no convenía al valor


de Ribas; era la gloria del ataque quien le tentaba:
no era un escudo aquel hombre altivo, era una es-
pada que se iba al corazón del adversario. Corrió
en persecución de las huestes vandálicas, y pudo
dejar segura á La Victoria para volar á otros com-
bates.
Ribas dijo en su parte oficial:
"La jornada ha sido larga y cruel, pero gloriosa»
Ella ha costado la pérdida del coronel Rivas Dávila,
del capitán Rudecindo Canelón y de otros valientes
oficiales. La serenidad del teniente coronel Carlos
Soublette y de Ayala los hacen acreedores al reco-
nocimiento desus compatriotas."
El ministro de Estado, Antonio Muñoz Tébar»
lloraba así á las víctimas de ese día:
164 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

''El benemérito coronel Luis Rivas Dávila, co-


mandante del escuadrón de Soberbios Dragones de
Caracas, de la Orden de los Libertadores, murió de
una bala de fusil en la brillante acción del 12 de
Febrero en La Victoria. No empezó su carrera mi-
litar por las primeras clases; nunca tuvo otro grado
que el de coronel. Después del glorioso ejemplo de
libertad dado en Caracas, lleno del noble celo del
honor, veía con vergüenza la esclavitud de su patria,
la provincia de Mérida. Guiado por aquel senti-
miento, yestimulado de su valor, vuela desde Ca-
racas áMérida. Bajo la misma espada de los tiranos
reúne, excita á sus compatriotas; y al primer impulso
echa por tierra su trono envejecido. Tan grande ac-
ción fué premiada con elevarle en el ejército, en
que hasta entonces no había servido, al grado de co-
ronel. La misma firmeza que le hizo, imperturbable,
arrostrar la violencia de los opresores de su patria.
Je hizo después triunfar de los que nuevamente la
habían subyugado. La expedición venida de España
en Septiembre del año pasado, que creía en su de-
lirio por la ilusión sola conquistar los fuertes cora-
zones de los republicanos, fué derrotada; apenas se
presentó la vez primera en las cumbres de Bárbula,
y Rivas Dávila, subiendo intrépidamente con sus
dragones á las alturas enemigas, participó de la glo-
ria de los vencedores de esta jornada que disipó
los prestigios del orgullo español; y fué' distinguido
con una herida. El inspiró al escuadrón de Sober-
bios Dragones la marcialidad que le ha hecho formi-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 165

dable á los enemig-os; escuadrón que pudo él solo,


arrollando una Caballería de 1,500 hombres, decidir
en Araure la victoria por las armas republicanas. Se
debe en gran parte á los esfuerzos de Ribas Dá-
vila en este famoso día y en las batallas que siguie-
ron, nuestros felices sucesos en el Occidente. En el
combate del 12 en La Victoria, al extraer de su cuer-
po la bala instrumento de su muerte, prorrumpió en
aquel rasgo sublime: "Llevadla á mi esposa, y de-
cidla laconserve, y se acuerde que á ella debo el
momento más glorioso de mi vida, aquel en que he
perecido defendiendo la causa de mi suelo." Su úl-
timo aliento fué exclamar: Muero contento: Viva
la República.
"El ciudadano Rudecindo Canelón, capitán del
batallón de valerosos cazadores, muerto el 13 de
Febrero al trepar á ¡as alturas del Pantanero de La
Victoria, desalojando á los enemigos de sus posi-
ciones. En honor de este intrépido oficial es preciso
decir que son muy pocas las batallas que ha habido
en Venezuela, felices ó desgraciadas, en que no se
haya batido con desesperación al lado del estan-
darte tricolor. Furioso se precipitaba sobre las líneas
enemigas, desafiando la muerte, que le respetó
por mucho tiempo. Nada era capaz de aterrarle; y
cuando fué hecho prisionero por Monteverde en el
Occidente, admiró á los mismos enemigos la firmeza
con que sostenía la causa de la libertad ante el tira-
no y sus satélites. En las bóvedas de Puerto Rico,
en las prisiones de Coro, ni un instante flaqueó.
166 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

aunque se esforzaban en atormentarle; y jamás con-


siguieron losespañoles que se humillara ó retractara.
Canelón, en una palabra, era tan extremadamente
audaz, que en Araure, con una descubierta de
ochenta soldados atacó e¡ ejército combinado de
Yañes y Ceballos, compuesto de más de tres mil
setecientos hombres."
El himno del triunfo resonó por los ámbitos de
la República. Bolivar saluda á los vencedores desde
Valencia.

"Soldados:

«Vosotros, en quienes el amor á la patria es su-


perior átodos los sentimientos, habéis ganado ayer
la palma del triunfo, elevando al último grado de
gloria esta patria privilegiada, que ha podido inspi-
rar el heroísmo en vuestras almas impertérritas.
Vuestros nombres no irán nunca á perderse en el
olvido. Contemplad la gloria que acabáis de adqui-
rir, vosotros, cuya espada terrible ha inundado el
campo de La Victoria con la sangre de esos feroces
bandidos. Sois el instrumento de la Providencia
para vengar la virtud sobre la tierra, dar la libertad
á vuestros hermanos y anonadar con ignominia esas
numerosas tropas, acaudilladas por el más perverso
de los tiranos.
„ Caraqueños: el sangriento Boves intentó llevar
hasta vuestras puertas el crimen y la ruina; á esa
inmortal ciudad, la primera que dio el ejemplo de
la libertad en el hemisferio de Colón, jlnsensatol
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 167

Los tiranos no pueden acercarse á sus muros inven-


cibles, sin expiar con su impura sangre la audacia
de sus delitos. El general Ribas, sobre quien la ad-
versidad no puede nada, el héroe de Niquitao y los
Horcones, será desde hoy titulado el Vencedor de
los tiranos en La Victoria. Los que no pueden re-
coger de sus compatriotas y del mundo !a gratitud
y la admiración que les deben, el bravo coronel Ri-
vas Dávila, Rom y Picón, serán conservados en los
anales de la gloria. Con su sangre compraron el
triunfo más brillante; la posteridad recogerá sus
nobles cenizas. Son más dichosos en vivir en el co-
razón de sus conciudadanos, que vosotros en medio
de ellos. Volad, vencedores, sobre las huellas de los
fugitivos; sobre esas bandas de tártaros que, em-
briagados desangre, intentaban aniquilar la Améri-
ca culta, cubrir de polvo los monumentos de la
virtud y del genio; pero en vano, porque vosotros
habéis salvado la Patria.
„ Cuartel general de Valencia, 13 de Febrero
de 1814, año 4.° de la República y 2° de la guerra
á muerte. — Simón Bolívar."

Aún le parece poco, y nombra capitán efectivo al


hijo del vencedor.

"Por cuanto U. S. ha salvado la Patria el día de


ayer, derrotando completamente al enemigo en la
ciudad de La Victoria, por tanto ha tenido á bien el
Libertador nombrar al hijo de U. S., ciudadano José
168 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Félix Ribas y Palacios, capitán vivo y efectivo de


infantería de línea, con el goce de sueldo de tal
desde hoy y con la antigüedad del día en que em-
pezare áhacer el servicio.
„Con esta fecha se comunica al inspector y alse-
ríor secretario de Hacienda; y yo tengo el honor de
participarlo á U. S. para su satisfacción.
„Dios guarde á U. S. muchos años. — Cuartel ge-
neral de Valencia, 13 de Febrero de 1814, 4.° y 2.*
— Tomás Montilla. — Benemérito ciudadano co-
mandante general de la provincia.
^Caracas 16 de Febrero de 1814, 4.° y 2°—
Cúmplase lo que S. E. manda. — JosÉ Félix Ribas.**

La Municipalidad de Caracas se reúne á la pri-


mer noticia, y entre los Víctores del pueblo entu-
siasmado, manda erigir una estatua que lleve á la
posteridad la memoria del glorioso día. Ribas le
contesta, lleno de fe religiosa y de una modestia
antigua:

**Las demostraciones con que U. S. me han hon-


rado ylos honores que me han señalado son, cier-
tamente, los mayores; y que marcados en mi cora-
zón, llevarán más allá del sepulcro mi gratitud. La
elevación de una estatua en memoria de la jornada
del 12, y del triunfo de las armas de la República
en La Victoria, es, sin duda, el más alto de los ho-
nores que llega á conseguir un mortal; mis servicios
aún no han pasado la raya de los deberes que me
BIOGRAFÍA DEL GENERAL ¡OSÉ FÉLIX RIBAS 169

impone la Naturaleza y mi patria, y sin engañarme


no podría concebir otra cosa. En Venezuela no hay
otro que merezca esta recompensa que el general
Libertador; á él es á quien la patria le debe su res-
cate, yel único á quien deben tributársele los altos
honores; él es quien dirige la nave del Estado, el
que dispone y organiza los ejércitos, y él, en fin, el
que ha libertado á Venezuela.
„U. S. creen que yo he contraído algún mérito, y
si mis servicios merecen la aprobación de mis con-
ciudadanos, yolos intereso todos y los presento á la
consideración de U. S., sin otro objeto que para
suplicarles se sirvan concederles estos honores ex-
clusivamente ageneral
l Libertador, teniendo yo por
bastante recompensa el recuerdo y demostraciones
que se han hecho á mi persona.
„La sangre de los caraqueños derramada en La
Victoria y la protección visible de María Santísima
de la Concepción, fueron los que salvaron la patria
en aquel memorable día; yo suplico encarecidamen-
te á U. S. que todo el premio que había de asig-
nárseme recaiga en beneficio de tantas viudas y
huérfanos, que justamente merecen el recurso de la
Patria; y espero de la Municipalidad marque este
día para bendecir á la Madre de Dios, con el título
de la Concepción, jurándole una fiesta solemne
anual en la S. 1. M., á que deben asistir todas las
corporaciones, y exhortando á las demás ciudades y
villas, para que en gratitud ejecuten lo mismo.
„Yo protesto á U. S. que estos son mis únicos
170 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

deseos; y que lleg^ándolos á conseguir, grabarían en


mi pecho un eterno reconocimiento, y aseguro de
la mejor fe, que no es la moderación que me hace
explicar en estos términos, sino la justicia.
;,Los mármoles y bronces no pueden jamás satis-
facer el alma de un republicano; y sí la gratitud y
recuerdo con que hoy me veo distinguido por los
hijos de la ciudad más digna de ser libre.
„La patria exige de mí aún mayores sacrificios;
ella es atacada de sus enemigos, y yo, añadiendo á
mi deber la gratitud para con este pueblo, ofrezco á
este ilustre Cuerpo no envainar la espada hasta que
no vea cerrado el templo de Jano.
„Con el más alto respeto y consideración tengo
al honor de ser vuestro conciudadano. — Caracas,
18 de Febrero de 1814, 4.** y 2.°— JosÉ Félix
Ribas."

¡Pronto la adversidad emponzoñará esos senti-


üiientos de Ribas hacia el Libertador!

XXVIII

El historiador tiene que trazar aquí dos cuadros


paralelos, igualmente grandes y patéticos, pero tris-
te el uno y sombrío, heroico el otro y de desespe-
rados esfuerzos. Al lado de las batallas tiene que
<;ontar la postración moral de todo un pueblo; al
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 171

lado del ardor frenético que mil peligros inspiran,


la desconfíanz?, el desaliento, el dolor que cunde y
se dilata. Los que han hecho del crimen un medio
de esforzar el alma, un bálsamo maravilloso que
torna al cobarde en valiente, calumnian la naturale-
za humana; debieran saber esos ignorantes culpables
que nada enerva más. Si tras vulgares goces entra
uno en su casa, triste y como lelo, ¡cuánto más el
que ha buscado un placer execrable en la muerte y
el dolorl El asesinato, se ha dicho, es un suicidio;
pero un suicidio que se inspira á sí mismo el mal
olor, el disgusto nauseabundo que se tiene por un
cadáver.
Después de los asesinatos del 12, 13 y 14 de Fe-
brero, Caracas había caído en un estupor profundo,
como si volviese de un largo y doloroso delirio. Los
pasajeros se miraban fijamente, como idiotas, sin
decirse una palabra: cabezas desmelenadas asoma-
ban de cuando en cuando por entre los escombros;
de entre las casas cerradas salían siniestros ruidos,
como de desesperado llanto ó de amargas recon-
venciones. Lasangre había embriagado, y se dormía
un sueño inquieto y lleno de fantasmas. Alguno tal
vez cruzaba las calles, dándose golpes en el pecho y
se deslizaba en la iglesias silenciosas. La imagen de
la patria se había velado entre nubes de sangre, y
los hombres buscaban consuelo ante el trono de la
Divinidad.
Historiadores insensatos han indicado que el ase-
sinato condujo á la victoria, que después de las eje-
172 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cuciones sangrientas, en la alternativa de vencer ó


morir, el valor multiplicó sus prodigios, que los hé-
roes del asesinato formaron la vanguardia de Ocu-
mare, de San Mateo y Carabobo. Nada es más con-
trario ála verdad.
Los negros de Barlovento, capitaneados por Juan
José Navarro (1), alzan el grito bárbaro: "Viva Fer-
nando Vil." Apenas se habían reunido 150 de ellos,
cuando corre á atacarlos al frente de 500 hombres
el coronel Arismendi. Molinar era su segundo; man-
daba Triano la Artillería. En el combate que se ve-
rificó áorillas del Túy, á tres leguas de Cancagua,
en la hacienda Moreno, el jefe republicano huyó
vergonzosamente. En su paso por Cancagua ordena
por bando se le presenten todos los hombres den-
tro de media hora. Estaba ya en Guarenas cuando
le llevan doce que no se habían presentado en el
término prescripto: á todos los hizo matar á sablazos,
sin escaparse otro que Santos Sojo, que aunque sin
un brazo, logró vivir hasta ayer no más. "Colgó —
dijo el cura de Guarenas, presbítero Miguel Peraza,
de conocido republicanismo — á un catire alto en un
palo en medio del río, á la entrada del pueblo; y por
muchos días se vieron los gusanos caer de la cabeza
al agua. A la salida, en el cerro Pan de azúcar, hizo
colgar á un negro."
La Gaceta de Caracas dijo en esta ocasión que
Arismendi había castigado á los bandidos de Bar-
lovento.
(1) Joven bizarro, hijo de D. Siiverio Galarraga.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 173

En la tarde del 14 descansaba Ribas de la pro-


longada lucha, cuando, uno tras otro, le llegan par-
tes que le llaman urgentemente á la capital.
A su marcha contra La Victoria, Boves había orde-
nado áRósete que fuese á ocupar el Túy, amena-
zando áCaracas, asediándola por hambre y distra-
yendo las tropas de la República. Conducía aquel
figonero soez una horda de esclavos rebeldes, espe-
cie de fantasmas, medio desnudos, informes, segui-
dos del incendio y del asesinato. Fueron escenas de
inexplicable horror. La expresión profunda de Mira-
beau: Dame un bruto y te daré un animal feroz, ue
realizó, para desgracia de las indefensas poblaciones.
Ninguna piedad, ninguna misericordia de parte de
los negros, hechos crueles en el embrutecimiento
de la esclavitud. Ruinas lamentables marcaban sus
pasos: las riquezas que había creado su trabajo, su
cólera las destruyó entre transportes de alegría sal-
vaje. Por todas partes la desolación, el terror, el in-
cendio, lamuerte.
Al odioso grito de "Viva Fernando Vil" se ade-
lantan, llevando en las manos el puñal y la tea. La
débil resistencia que les opone Ocumare les da
pretexto para entrar en este pueblo á fuego y sangre,
degollando en las casas, donde inmolan á la madre
y al hijo; degollando en el templo, cuyas puertas
rompen á hachazos, y de donde sacan en las puntas
de las lanzas á los que creían haber hallado un asi-
lo seguro.
"Sobre 300 cadáveres — escribía el presbítero
174 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Juan de Orta al señor provisor en 22 de Febrero


desde Ocumare — de aquellas primeras personas de
representación y adhesión á nuestra libertad cubren
las calles, fosos y montes de su inmediación. El cla-
mor de las viudas y de los huérfanos es tan gtneral
como irremediable, pues todo el pueblo fué robado
y saqueado hasta no dejar cosa alguna útil, necesa-
ria al descanso, conservación y comodidad de la
vida. El corazón menos sensible y cristiano no puede
ver sin dolor el cuadro triste y pavoroso que dejó
trazado la barbarie y rapacidad de unos hombres
inauditos, y que serán el oprobio y degradación de
la naturaleza racional. Pero no es esto sólo lo que
asombra y horroriza: el santuario del Dios vivo fué
violado con el mayor escándalo é impiedad. La san-
gre de tres víctimas inocentes acogidas á su inmu-
nidad sagrada riegan todo el pavimento; José Igna-
cio Machillanda, en el coro; José Antonio Rolo, en
medio de la nave principal, y Juan Díaz, en el altar
mayor. Sus puertas, todas cerradas con cuatro sacer-
dotes, que unidos á todo el sexo dirigían sus votos
al Altísimo, fueron descerrajadas con hachas; y en-
trando en él, hicieron otro tanto con las arcas que
guardaban las vestiduras sagradas. Yo, entretanto,
montado á caballo, con los óleos en la mano, ocurría
á la salud espiritual; y puesto á la cabeza de las
tropas, presidía su suerte y rogaba al Señor por la
defensa de mi pueblo; así porque el jefe militar me
lo ordenó, como porque siendo los defensores de la
plaza la mayor parte de mis tiernas ovejas, no podía
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 175

verlas con indiferencia y cobardía en peligro tan


evidente. Fué herido el caballo con dos balas dis-
tintas, y cayendo en tierra y viendo perdida la lid
tomé el monte, donde me oculté once días, hasta que
entraron otra vez nuestras tropas... Entre los bosques
salvé todas las alhajas sagradas de oro y plata que
con anticipación había ocultado."
Caracas se estremeció: en medio de la miseria y
e! hambre, la muerte venía á tocar á sus puertas^
traída por las feroces hordas. A Arismendi, coman-
dante militar interino, le ocurre salir después de mil
vacilaciones; las autoridades civiles le animan é
instan; parte al fin en la noche del 14; pero al día si-
guiente se sabe que permanece en el Valle, y á poco
se desliza en la capital, para prepararla á la defensa;
y acabar, decía, con los cómplices de Rósele... |Los
supuestos cómplices de Rósete habían perecido!
Pero Ribas llega con una parte de la columna de
vencedores, y asegurados los corazones con su pre-
sencia, corre hacia Rósete, que había llegado hasta
San Francisco de Yare, donde se atrincheraba á prisa,
temeroso del nuevo enemigo. Inútil le fué parape-
tarse al pulpero ruin; cargó sobre él Ribas con im-
petuosa cólera, y el asesino, perezoso y torpe, se es-
capó difícilmente por en medio de los bosques,
protegido por la noche.
Se dice que al ver el pueblo de Ocumare cubierta
de 300 cadáveres. Ribas escribió al Gobierno:
''Los horrores que he presenciado en este pue-
blo me hacen á un tiempo estremecer y jurar odia
176 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

implacable á los españoles." El parte oficial del 22,'


que tenemos á la vista, se limita á decir: "El sangui-
nario Rósete no dio cuartel y 300 cadáveres cubren
este desgraciado pueblo. El cielo justo castigará
tantos crímenes."
Por lo demás, el general Ribas pasa por las armas
á cuantos prisioneros cayeron en sus manos. Dedi-
cóse ávolver á sus casas á las familias errantes y á
consolarlas y protegerlas: '*EI señor comandante ge-
neral, jefe
y del ejército — decía el presbítero Orta
en la nota citada — , las ha socorrido con notable

piedad."

XXIX

A los catorce días, el 6 de Marzo (ya Ribas en Ca-


racas), Rósete ocupa de nuevo á Ocumare, renovan-
do los pasados horroresy proclamando la libertad de
los esclavos y el saqueo y matanza de las poblacio-
nes. Murieron á sus manos D. Diego Hurtado, doña
Juana Aristeguieta y D. Pedro de la Vega, esposo
de aquella insigne matrona, modelo de virtudes, am-
paro y consuelo de nuestros juveniles años. Bien
tarde, el 13, resolvió Arismendi salir á atacarlos al
frente de 800 hombres.
Poca confianza inspiraba á los patriotas, aun en la
ansiedad de aquellos momentos; D. Vicente Sallas,
fingiendo elogiarle, repetía á manera de fisga, im-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 177

propia, por otra parte, en aquellas circunstancias, el


discurso pronunciado en San Francisco por el rico
pescador de Margarita: "Suidadanos: toiticos debe-
mos ir á Ocumare. Ansina, ansina se ha de jacer.
Hasta los flaires han de ir" (1). Iban jóvenes de diez
y seis, hasta de trece años, contentos y entusiasma-
dos bajo el fusil; Arismendi los llevaba al sacrificio;
apenas se salvaron nueve; el fué el primero á po-
nerse en cobre, dejando en poder de Rósete arma-
mento, municiones y equipaje. En cinco horas re-
corrió las diez y seis leguas que le separaban de la
ciudad.
Difícil le fué á Arismendi aplacar al general Ribas
en la explosión de su cólera. Rehusa éste escuchar
sus excusas, le aparta con desdén, y, enfermo, se-
guido de un médico, se hace poner en un coi, y
marcha rápidamente al encuentro de los bandidos,
que habían avanzado hasta el Guayabo. Convenía á
Rósete esperarle en la sabana, donde habría podido
maniobrar su Caballería; pero el soñoliento monstruo
se parapetó en el pueblo, é informado del hombre
que iba á caer sobre él, pensó en la fuga mucho más
que en el combate. Ribas comenzó por sorprender-
los con la música que llevó de Caracas, cuyos ecos
guerreros llevaron el terror á sus corazones. Las
llamas que rodearon pronto á los bandidos en sus
trincheras, los gritos de victoria que los ensordecían,
las hábiles disposiciones del heroico jefe, el valor
de la juventud, orgullosa bajo las órdenes del ven-
(1) Gaceta de Caracas, núm. 50; lunes 18 de Marzo.
12
178 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cedor de La Victoria, pusieron en vergonzosa fuga


á los hijos de la noche y del crimen. El coronel Ma-
riano Montilla, persiguiendo á Rósete por el camino
de los Pilones, se encontrará con la vanguardia del
ejército de Oriente, que llega á tiempo al socorro de
Bolívar.
¿Quién era ese Rósete, vencedor de Arismendi?
Un jefe digno de las turbas que guiaba, sin mandar-
las. Rechoncho, de una blancura sucia, de andar
convulsivo, coronábale una calva innoble; dos ojos
desiguales y saltados acechaban desde sus sienes, y
arrojaba de los abismos de su pestilente boca ame-
nazas blasfemias.
y El crimen abyecto había encon-
trado su figura: el delirante, el bufón, el energú-
meno, el ebrio tenía cóleras frenéticas y sanguina-
rias; los cuervos le seguían por el olor... — [Triun-
fante eso! No, el crimen no es el filtro que esfuerza
y vigoriza, sino el veneno que emponzoña y mata...

XXX

Grato nos sería contar ahora la heroica y admira-


ble defensa de San Mateo, en que desplegó Bolívar
tanto talento como actividad y valor contra el infa-
tigable Boves. Comprendió el Libertador, después
del triunfo de La Victoria, que el feroz pirata lanza-
ría otra vez sus huestes hacia cl camino de Caracas;

y atento el ojo sobre el fresco valle de Aragua: "¿Veis


BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 179

— dijo — esos dos montes que dominan á San Mateo,


las alturas que los coronan, el Ingenio en que esta-
mos? Pues estas son las Termopilas de Venezuela."
Con la rápida mirada propia de los grandes ca-
pitanes, Bolívar había encontrado el punto donde se
quebrantarían, impotentes, las huestes de Boves, re-
gándolo vanamente con su sangre. Con la faz alum-
brada por el fuego de los cañones, aquel hombre
de corazón indomable, de músculos de acero, á
quien destinaba el cielo para redimir á un mundo,
antes de su desgracia en La Puerta, arrojó una luz
divina que reflejará sobre los días amargos que le
aguardan.

XXXI

En medio de los esfuerzos más gloriosos, ante los


prodigios de Valencia defendida por el invencible
Escalona, la patria se ahogaba en la sangre de la
guerra á muerte, sin que el valor fuese parte á evi-
tarlo. Repetidos triunfos, cantos de victoria, el sa-
crificio de Ricaurte, igual al de Curcio y Decio, la
muerte de mil héroes gloriosos, y la República lan-
guidecía, expiraba!!!
Es lo que nos enseñan documentos auténticos:
D. Esteban Yanes escribía al gobernador político,
doctor Cristóbal Mendoza, desde Los Teques, con
fecha 13 de Diciembre del año 13:
180 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

"A mi llegada á este pueblo, que fué el día de


ayer, 12 del corriente, tuve la desgracia de obser-
var cierta displicencia ó desagrado en sus vecinos,
que me hizo entrar en confusión; pero apenas el ve-
nerable cura, después del Evangelio, leyó la gaceta
extraordinaria que anuncia el detalle de la absoluta
y completa destrucción de nuestros enemigos en
Acarigua, cuando vine en conocimiento del motivo
de la tristeza de este pueblo y su dolor; mas para
asegurar con más solidez el juicio que inmediata-
mente formé, pasé yo mismo, después de haber sa-
lido de la iglesia, á publicar la misma gaceta, con-
vocando alpueblo al son de tambor batiente. De
esta solemne publicación se siguió la confirmación
del juicio referido, que es la ninguna adhesión, ó
más bien la enemiga oposición á nuestro actual go-
bierno, que como en su propio trono reina en to-
dos los habitantes de esta mi infortunada tenencia.
„V. E., atendiendo á que me encuentro sin auxi-
lios para obrar en los lances que ya empiezan á pre-
sentárseme,áy que estoy expuesto sin esperanza
alguna de remediar el mal en la actual situación en
que me hallo, sin hombres adictos al sistema, sin
armas capaces de hacerme respetar y en el centro
de tantos enemigos, se ha de servir U.S., ó auxiliar-
me con la correspondiente fuerza para obrar, ó re-
moverme de este encargo, pues mi decidido patrio-
tismo, más claro aún que la luz del medio día, creo
no es un delito que haya atraído sobre mí un anate-
ma tal como el de condenarme á una muerte civil,
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 181

viviendo entre estas bestias, y ai evidentísimo peli-


gro de muerte natural, viviendo indefenso entre
tantos enemigos.
„Los montes que rodean este mísero pueblo son,
sin duda, la guarida de los criminales canarios y
europeos que se han escapado á las celosas diligen-
cias del Gobierno. Con ellos se comunican estas
gentes, y en su compañía viven algunos criollos de
este pueblo, de los más enemigos de la causa. Segu-
ramente que para aprehenderlos es indispensable
el socorro de la gente armada que he pedido" (1).
Y á pocos días Yanes desaparece de Los Teques;
acompañado de más de 400 de los mismos vecinos
que denuncia, se presenta á Boves y le acompaña
hasta su entrada en Caracas.
El comandante Blas Paz del Castillo dice en 6 de
Febrero al general Ribas:
"Cuando llegué á este pueblo á encargarme de la

(1) Tomamos estos datos de la historia, inédita, del doc-


tor Francisco J. Yanes. ¡Cuántos tesoros! ¡Cuántos hechos glo-
riosos encerrados en esas páginas! Ordenó el escritor patrio
que no se publicase su obra hasta diez años después de su
muerte; y hace veintitrés que falleció, sin que haya visto la luz
pública. Varios gobiernos han tratado de publicarla; pero ellos
han tenido siempre otra cosa que hacer, si no más útil, más
lucrativa. La Dictadura lo emprendió en su última época; pero,
¿qué habría ganado la nación con que se hubiese desfigurado
la campaña de Apure, tan fecunda en gloria y crímenes, á que
asistió con la pluma y la espada el imparcial narrador? ¿Cuán-
do vendrá un Gobierno amigo de nuestra gloria literaria, que
reviva los pasados hechos, se ponga al frente de las nobles em-
presas, le
y dé á la América del Sur la verdadera historia de
sus antepasados?
182 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Comandancia, fué mi primer objeto observar sus ha-


bitantes, para por sus operaciones formar mi modo
de conducirme y dar parte á V. E. de la coiiducta
que observase en ellos, como, en efecto, lo hago
ahora, diciendo que este vecindario no tiene opi-
nión ni sistema, y además son tan enemigos de que
los ocupen en algún servicio, que se están meses
enteros, según informes, sin venir al pueblo; se les
cita para patrulla ó postas, y están enfermos, ó se
les olvida la citación: bien que á mí no me ha suce-
dido, pues estoy seguro que si yo los citase habían
de venir, ó rae haría obedecer; pero aún no estoy
en ejercicio de mis funciones, porque aunque he
pedido á la Justicia las listas ó padrón del pueblo,
no lo he conseguido, y últimamente le he pasado
oficio para que me presente el sábado 1.° del pró-
ximo Enero en la plaza todos los hombres, y creo
firmemente no se verificará, por lo que consulto á
V. E. qué medios tomaré, que aunque yo no los
ignore, quiero que sea con acuerdo de V. E., como
jefe principal. Los vecinos que se pueden contar
patriotas no pasan de veinte, y los demás, en mi
concepto, son indiferentes, y algunos realistas
ocultos.
«Ayer sucedió que para una muía que necesitaba
el ciudadano capitán Ruperto Delgado, para seguir
su destino, fué preciso andar todo el pueblo, hasta
que después de mil preámbulos se consiguió una,
porque todos los más las ocultaban.
„Yo no cumpliría con mi deber si no hiciese á
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 183

V. E. presente lo que llevo expuesto, para su cono-


cimiento."
Con fecha 9 de Abril de 1814 dice el secretario
Muñoz Tébar, desde Valencia, al general en jefe de
los ejércitos nacionales:
"Excelentísimo señor: Por un parte que da al co-
mandante de la vanguardia del ejército de Oriente,
coronel Leandro Palacio, con fecha 7 del corriente,
ha llegado á noticia del Libertador habérsele de-
sertado de los batallones de su mando. Valencia y
Barlovento, cerca de 200 hombres, y dispone haga
V. E. solicitarlos en esa ciudad y pueblos circunve-
cinos, luego
y que sean aprehendidos, sean pasados
por las armas."
Poco antes, desde San Mateo, el 24 de Marzo ha-
bía dicho al general Ribas: "Ha recibido S. E. el
ofício de U. S. del 20 con las proclamas que inclu-
ye y se encontraron en la correspondencia de Ró-
sete, por las que U. S. viene en conocimiento, que
tanto de este cuartel general como de Caracas, re-
cibe Boves frecuentes y exactos informes de cuanto
pasa entre nosotros."
Habíase ejecutado ya el asesinato general de es-
pañoles ycanarios.
Detengámonos á estudiar la época y los hechos,
para explicarlos.
184 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XXXII

Desde Febrero del año de 14 aparece el Gobier-


no como un enfermo que se arrastra con dificultad,
pronto siempre á caer bajo el peso de sus vicios y
faltas, consumido, en medio de su juventud, de ese
mal que no ataca sino á los viejos gobiernos, espe-
cie de debilidad general, de consunción senil, que
no era realmente sino la imposibilidad de ser. Po-
seía la soberanía absoluta, usaba á su antojo del de-
recho de vida y muerte sin traba ni escrúpulos,
como que había roto las barreras que las leyes y
las costumbres oponían antes á los abusos, y á ve-
ces hasta el uso del Poder. La imprenta era su eco
humilde; poder ninguno velaba para contenerle ó
dirigirle.
Los magistrados, sin embargo, ocupaban el Go-
bierno yno gobernaban: se agitaban con violencia
y herían, única señal de vida, pero sin regularizar la
administración, ni ordenar las finanzas, ni dar espe-
ranza de bien alguno al país. Era la anarquía tem-
plada por la violencia. A nadie se le antojó nunca
que fuese el Gobierno establecido, y los partidos
que luchaban á su alrededor guardaron sus proyec-
tos, sus odios sobre todo.
El Gobierno mismo era un partido inquieto y vio-
lento, odiado por sus excesos, escarnecido en me-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RfBAS 185

dio de SUS crímenes. Rodeábanlo revolucionarios de


segundo orden, que miraban lo presente como su
negocio y su seguridad, y que no aspiraban, en su
mayor parte, sino á la dominación y á los goces que
proporciona. Tronaban á cada instante, para que
temblasen todos á su alrededor; pero los últimos
exceses los habían agotado, debilitando por todas
partes el prestigio de sus furores. Caracas misma,
poderoso foco de la revolución, se había enervado,
y como que no le quedaba ya ni ese asombro, ni
esa reprobación viva, que había sido su veto, contra
leyes inicuas y crueles; bien que esa misma indife-
rencia, junto con los antiguos hábitos, que nunca
perecen del todo, oponían á la tiranía una resisten-
cia suave, casi invencible, por su misma molicie.
Cuando el cadalso dejó de funcionar diariamen-
te, el Gobierno pareció ocioso y como inútil. Era
necesidad urgente la de soldados, y los hombres
que no habían muerto se ocultaban con impunidad
ó huían; la gu2rra reclamaba recursos, y el fruto de
tantas expoliaciones se había consumido vanamente.
Sin contar con la guerra, que lo desorganizaba
todo, un desfallecimiento general cundió por la Ad-
ministración: alado
l del Gobierno, sin rebelarse na-
die, ninguno obedeció; había cesado desde largo
tiempo la seguridad de los bienes y la seguridad de
las personas. Con las industrias, que habían pereci-
do, el impuesto, que entraba mal, dejó de entrar en-
teramente. Ningún arte, ningún taller abierto. jRe-
flexión vergonzosa! "Cuatrocientas setenta y cuatro
186 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

fábricas existían el 3 de Agosto de 1813, y en los


once meses y siete días del Gobierno republicano,
sólo se levantó la casa del general Ribas" (1). No
se oía sino el estrépito de las armas: comisiones y
espías por todas partes; en medio de las calles ha-
ces de picas y soldados, que detenían al pasajero:
"Ciudadano, tome usted una lanza"; y no había
medio de evitarlo. Sin servicio, una anciana enfer-
ma piensa no habrá peligro en enviar á un niño de
doce años por un remedio, á corta distancia de su
casa; se le reclutó de paso, y la madre no volvió á
verle hasta después de diez y siete años; era el her-
mano del secretario de Estado de Bolívar, Juan An-
tonio Muñoz Tébar, vuelto al seno de su familia el
año de 31.
Añádase que los medios de que se valían los go-
bernantes para reprimir el desorden, eran tan crueles
como ineficaces: para toda falta, la pena de muerte.
Contra la violación del domicilio, contra la perse-
cución de los que no querían servir, alzáronse nu-
merosas partidas que obraban por su cuenta, obs-
truían los caminos y empeoraban la situación.
Debemos observar también que nuestra revolu-
ción había sido en su principio, y, sobre todo, el
culto de una idea: eran sus defensores los pocos
hombres que bajo el Gobierno español habían lo-
grado adquirir algunas luces; el pueblo los seguía
por amor á la novedad y por las pompas y fiestas
de sus primeros días. Mas á la larga, esos mismos
(1) Morning Chronicla, 6 de Noviembre de 1815.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 187

amigos se habían retirado descontentos, desabridos,


no tanto por las faltas y crímenes cometidos en el
ardor de las creencias y pasiones, como por el des-
precio en que caen esas creencias, con los desenga-
ños, el desencanto y la fatiga. Los que amaron apa-
sionadamente llibertad
a en 1810 y 1811, ya no la
amaban así en 1814. Después de haberle prestado
imaginarios encantos, sólo veían sus ojos desgracias
y peligros. La República había venido á ser una
servidumbre llena de agitaciones. Todo se había
cambiado; se había herido el corazón y la concien-
cia: ni costumbres ni sentimientos habían escapado
á la tiranía.

XXXIII

Había, es verdad, almas generosas y magnánimas


que seguían en su culto á la revolución, por en me-
dio de sus errores y extravíos. Había corazones im-
pávidos, que, cuando nadie esperaba, osaron espe-
rar. Hubo jóvenes que dieron su vida en flor por la
Patria, tanto más adorada cuanto más infeliz, y pa-
dres que bendecían la sangre vertida por sus hijos
en defensa de la libertad. Hubo almas esforzadas,
vivísima fe, sangre ofrecida generosamente, coronas
de alabanzas, lágrimas que bañaron los sepulcros.
Con todos esos errores y sus crímenes, es preciso
volver los ojos á esa época, si se quieren inspiracio-
nes de amor patrio, de ardor guerrero y de heroi-
188 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

eos sacrificios. En la acción de los Horcones es he-


rido un niño de catorce años, el menor de los Pico-
nes, que languidece después unos días y muere.
Bolívar envía á su padre el Boletín Oficial y un ofi-
cio lleno de demostraciones de dolor. He aquí la
respuesta de D. Antonio Picón:
"Mi muy venerado jefe, dueño y señor: Al leer el
oficio de U. S., de 25 de Julio, que acompaña el
Boletín que V. E. se sirve incluirme, han salido de
mis ojos tiernas láorrimas, no sé si de dolor ó de ale-
gría. La pérdida de un hijo que podía ser la espe-
ranza yel apoyo de una familia desgraciada, y la
libertad de la patria, en cuyas aras se ha sacrifica-
do, han excitado en mi corazón afectos bien dife-
rentes. Pero el amor de esta patria querida ha triun-
fado del amor paterno, y he inmolado los sentimien-
tos de la naturaleza al precioso rescate de Vene-
zuela.
„Los consuelos con que V. E. se digna atemperar
mi dolor, han producido, sin duda, todo su efecto.
Yo no lloraré una muerte que ha contribuido á la
libertad de Venezuela, y ojalá que la sangre del jo-
ven militar derramada, pero no perdida, en la cara-
paña, aliente á sus hermanos y mis hijos á marchar
sobre sus huellas en el campo del honor.
«Aprecio como debo las gratulaciones que V.S. se
sirve darme; conservaré siempre en mi memoria este
rasgo de su noble alma, y contaré por una dicha que
mis hijos militen á las órdenes de tan digno jefe.
Dios guarde á V. S. muchos años.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 189

„Mér¡da de Venezuela, 15 de Agosto de 1813. —


Tercero y primero."
El 28 de Febrero muere otro Picón, de diez y
seis años de edad: "El ciudadano Jaime Picón, ca-
pitán de! invicto batallón de Barlovento — decía Mu-
ñoz Tcbar, para honrar su memoria — , después de
haber acreditado su brío en la mayor parte de las
acciones de Venezuela, en las cuales se ha hallado
cuando era el objeto de las más lisonjeras esperan-
zas, fué herido gravemente el 28 de Febrero en las
alturas del Calvatio de San Mateo, y murió á los
pocos días. No pasaba de la edad de diez y seis
años; nació en Mérida. Era hermano político del
denodado Elias (Campo-Elias), y hermano del otro
Picón aún más pequeño, que recibió un balazo en
la batalla de los Horcones." — El generoso padre con-
testaba desde Mérida: "Doy gracias á Dios porque
mis hijos han derramado su sangre por la Patria."
La voz del ilustre escritor se entristecía más y
más, lamentando las víctimas de la guerra: "El ciu-
dadano Rafael Quintero, ayudante del batallón de
Valencia, oficial de un celo y actividad extraordina-
ria, y poseído de aquel fervoroso patriotismo, que
se difunde y va á animar aun á los más indiferentes,
fué el primer oficial que por su audacia murió en la
acción de 28 de Febrero; era natural de Caracas.
„E1 teniente ciudadano Rodríguez, natural de Va-
lencia,del
y batallón de esta ciudad, fué herido en
la acción parcial del 8 de Marzo, atacando las posi-
ciones del enemio-Q en las alturas al Mediodía de
190 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

San Mateo. Ha muerto, y su pérdida nos ha privado


de uno de los más valerosos ofíciales, notable sobre
todo por el constante sufrimiento en las incomodi-
dades ypeligros de^la campaña, que es[la excelente
cualidad de los bravos valencianos.
„E1 ciudadano Pedro Navarrete, subteniente de
Artillería, con un valor inalterable, que se hacía co-
nocer más por el acierto de sus tiros, servía su ca-
ñón el 28 de Febrero en las alturas del Calvario de
San Mateo, causando al enemigfo el horrible estrag^o
que le había hecho el 12 en La Victoria, y con que
llamaba en todos los combates la atención de los
jefes y del ejército. El 28, después de tres horas de
fuego, recibió dos balazos, y murió á los dos días.
„E1 ciudadano Pedro Buroz, subteniente del ba-
tallón de Valerosos Cazadores, el cuarto de los jó-
venes Buroces que han perecido generosamente de-
fendiendo lalibertad de su patria: Lorenzo, el 12 de
Agosto de 1811, batiendo las tropas sublevadas de
Valencia; Vicente, el 10 de Noviembre de 1813, en
Barquisimeto, muerto ó hecho prisionero; Venancio,
el 5 del mes siguiente. Diciembre, muerto en la van-
guardia de los Valerosos Cazadores en Araure, y
Pedro, el 27 de Febrero último, acometiendo al
enemigo en las alturas al Mediodía de San Mateo.
Pedro, que aún no tenía la edad de quince años,
empezó á llevar las armas desde el mes de Mayo de
1812, y á los pocos días fué herido y llevado prisio-
nero áValencia, donde á pesar de su tierna edad de
trece años, fué tratado con el rigor que los españo-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 191

les ejercen contra todos los americanos. Ni la suerte


de los tres hermanos que le precedieron con una
muerte gloriosa en el campo del honor, ni el fatal
augurio que podía sacarse de aquí sobre el inevita-
ble destino de los Buroces en la guerra, fueron ca-
paces de desalentar al valeroso Pedro. La oposición
misma que elevaron las autoridades públicas para
impedir que marchase últimamente contra el ene-
migo, excitó más su noble ardor marcial, y aprove-
chó la salida de Caracas del benemérito general
Ribas, para volar á San Mateo á buscar la gloria, y
vengar la sangre de sus hermanos, á quienes fué in-
mediatamenteacompañar
á en la tumba, para vivir
en la posteridad, sin que el tiempo ni las vicisitudes
puedan borrar el nombre ilustre de todos ellos^
Mientras el fuego de la libertad abrase los corazo-
nes americanos, no se recordará sin un sentimiento
de entusiasmo y veneración la corta, pero heroica,,
historia de los Buroces. Su nombre, memorable en
los anales de la virtud, ha conseguido la inmortali-
dad, yla serie de triunfos célebres que han resca-
tado átantos pueblos de la tiranía, será preservada
del olvido,junto con el indeleble nombre de Buroz."
— Tres meses más, y tú también caerás, ¡oh Tébar!,
sin que una voz amiga honre tu nombre y eternice
tu memoria (1).
(1) Omitimos los elogios que consagró al coronel Vicente
Campo-Elias, porque nos repugna ese español feroz, que asesi-
nó á su padrino después de haberse holgado á su mesa, y que
aparece en la Historia bañado en la sangre de españoles y ame-
ricanos.
192 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

"Venezolanos — decía desde San Mateo el 24 de


Marzo de 1814 — : Cuatrocientos (1) soldados de la
Nueva Granada, en menos de dos meses rompieron
las cadenas que el pérfido Monteverde os puso; un
puñado de venezolanos arrolló en Maturín sus nu-
merosos batallones. El ejército libertador de Vene-
zuela ha destruido las tropas de Salomón en Bárbu-
la, las Trincheras y Vigirima; con la sola batalla de
Araure ha reconquistado el Occidente de Caracas
y sus provincias. La suerte de los Llanos se había de-
cidido en Mosquitero. Pero sucesos inesperados y
funestos nos han privado de los Llanos y del Occi-
dente, sin que los enemigos hayan triunfado más que
de Aldao y Campo-Elias. De resto, si hemos aban-
donado territorios, ha sido venciendo siempre, sal-
vando el honor y las armas de la República. Nada
ha tomado el enemigo por la fuerza. La incomunica-
'Ción en que han puesto á nuestros ejércitos las par-
tidas de bandidos que cubren las inmensas provin-
cias que ocupábamos, ha reducido á nuestras tropas
-á carecer de municiones, de alimentos y de noticias.
Han logrado los bandidos lo que ejércitos discipli-
nados no habían obtenido.
„Estos infortunios no deben intimidaros, venezo-
lanos, pues tenéis soldados impertérritos que saben
vencer por la libertad ó morir en el campo, antes
que entregaros al furor de los monstruos que vienen

(1) Es admirable; de las veintisiete proclamas de Bolívar


en los años 13 y 14, la América sólo ha leído ocho; publicamos
la del 24 de Marzo, para conocimiento de nuestros lectores .
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 193

á destruiros, porque sois americanos, porque sois


libres, porque sois hombres y no esclavos. Confiad
en nuestros defensores, y vuestra confianza no será
burlada. Yo os lo protesto por ios manes sagrados
de Girardot, Rivas Dávila, Villapol y Campo-Eiías,
vencedores en Bárbula, La Victoria y San Mateo.
Qué, ¿podréis olvidar que quedan aún á la Repúbli-
ca los invencibles de Occidente, los destructores de
Boves y los héroes de Oriente, tres ejércitos capa-
ces, ellos solos, de libertar á la América entera si la
América entera estuviese sometida al sanguinario
imperio español?
jyVenezolanos, no temáis á las bandas de asesinos
que infestan vuestras comarcas, y son los únicos que
atacan vuestra libertad y gloria; pues el Dios de los
ejércitos concede siempre el triunfo á los que com-
baten por la justicia, y jamás protege largo tiempo á
los opresores de la Humanidad. Así todos los pue-
blos del mundo que han lidiado por la libertad han
exterminado al fin á sus tiranos."

XXXIV

Tornemos, empero, á nuestro triste objeto y con-


tinuemos las dolorosas observaciones.
Nada debilita más el espíritu ni lleva tanto á pen-
samientos deabatimiento y transacción, como la mi-
i3
seria yci hambre; y desde la entrada de Bolívar,
194 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ésta atormentaba cruelmente á la población. Para


Febrero fué preciso que Caracas mendigase soco-
rros de las provincias orientales. Prontamente, y con
liberal mano, se los enviaron abundantes Cumaná
y Barcelona. Margarita quiso distinguirse entre las
otras, y despachó tres lanchas cargadas de víveres y
de oficiales y tropa, que reforzasen el ejército. Las
margariteñas mandaron quinientas gallinas para los
eridos en La Victoria y San Mateo (1); ¡el cielo las
premió, haciendo de ellas las espartanas de América!
Creía el pueblo que estaba la justicia donde esta-
ba la abundancia, y corrió en bandadas á aumentar
el ejército realista. Aún tenía otras razones que de-
bemos considerar; la revolución debió parecer en
ocasiones una secta de audaces pensadores; la ser-
vían las inteligencias más distinguidas, los persona-
jes más notables. Y luego formaban su base y la di-
rigían los que, bajo el nombre de mantuanos, repre-
sentaban lajerarquía, la propiedad y la opinión.
Dueños de grandes propiedades en la extensión de
la República, su autoridad pesaba á lo lejos, la de
los más célebres sobre todo, como la de Bolívar y
Ribas, respetados y temidos en sus posesiones y á
su alrededor. El mando político de los que eran sus
señores naturales no era para el pueblo la libertad»
sino una argolla más añadida á ía cadena. La oposi-
ción parecía entonces la independencia, y constitu-
yó una bandera, de libertad negativa, que se unió á
las banderas realistas.
(1) Gaceta de Caracas, 21 de Marzo de 1814, núm. 51.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 195

Se le había convidado á la libertad, mas con te-


mores yrecelos; hemos visto que los Ribas fueron
acusados y proscriptos por ello el año mismo de la
revolución. Cuando Miranda publicó en 1812 la ley
marcial, llamando los esclavos á las armas, los po-
cos que entraron desertaron después hacia el campo
enemigo. Prefirieron las mismas promesas hechas
por los caudillos de la opresión. Y no es que no
amasen su libertad, sino que la creían una red ofre-
cida por los que habían sido sus señores, y la pre-
ferían recibida de isleño popular, que se rozaba con
ellos, y vivía entre ellos, y con ellos trabajaba la tie-
rra; ódel español perseguido, complaciente y hu-
milde, por temor y gratitud. — ¿O será más bien que
existe una ley irrisoria que hace que los esfuerzos
del bien lleven al triunfo de la iniquidad y del mal?
Hay, por otra parte, en toda sociedad un orden
aparente lleno de ilusión y engaño. Al verla tranqui-
la, organizados los hombres, funcionando los ma-
gistrados, nos preguntamos, con sonrisa, de dónde
podría salir la violencia y la anarquía. Y nada es
más fácil que evocarla; porque hay en el fondo de
toda sociedad un depósito inmenso de vándalos, hu-
nos y godos, y no es preciso sino escarbar un poco
para traerlos á la superficie. Figuraban en la revolu-
ción los Ibarras, y D. Pedro Juan de Ibarra, armado
de sus ordenanzas, había sido el terror de los Lla-
nos. Resonaban los nombres de Bolívar y Ribas, y
se dilataba en las medrosas poblaciones la fama de
estas razas duras y poderosas.
196 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Ello es cierto que Bolívar no tuvo nunca en los


años que recorremos más de lO.COO soldados, y que
Boves y los jefes realistas disponían de todos los
hombres del país.
Los soldados del pirata asturiano le llamaban el
Taita, en muestra de respeto y amor, y él vivía con
y como ellos, dándoles ejemplos de valor y practi-
cando la ig^ualdad. Se dice que el año de 13 osó
proponerle á Cajigal mismo la libertad de los escla-
vos. Sólo consta que á fines del mismo año las Cor-
tes expidieron un decreto sobre la materia, que Bo-
ves hizo publicar en 1814 en la Gaceta de Caracas.
Copiamos á continuación el decreto de las Cortes
5fenerales y extraordinarias:
"Deseando las Cortes generales y extraordinarias
facilitar á los subditos españoles, y que por cual-
•quier línea traigan su origen de África, el estudio de
las ciencias y el acceso á la carrera eclesiástica, á
fin de que lleguen á ser cada vez más útiles al Esta-
<io, han resuelto habilitar, como por el presente de-
creto habilitan, á los subditos españoles que por
cualquiera línea traen su origen del África, para que,
estando, por otra parte, dotados de prendas reco-
mendables, puedan ser admitidos á las matrículas y
grados de las universidades, ser alumnos de los se-
minarios, tomar el hábito de las comunidades reli-
giosas yrecibir las órdenes sagradas, siempre que
concurran en ellos los demás requisitos y circuns-
tancias que requieran los cánones, las diferentes
corporaciones en que pretendan ser admitidos, pues
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 197

por el presente decreto sólo se entienden deroga-


das las leyes ó estatutos particulares que se opon-
gan ála habilitación que ahora se concede. — Lo ten-
drá entendido la Regencia del Reino para su cum-
plimiento, yasí lo hará imprimir, publicar y cir-
cular.
„Dado en Cádiz á 29 de Diciembre de 1813. —
Antonio Payan, presidente.— José Antonio Som-
BiELA, diputado secretario.— José M. Gutiérrez de
Terán, diputado secretario. — A la Regencia del
Reino."
Sobre las trabas del decreto pasaba Boves al ga-
lope de sus caballos.
Por lo que hemos dicho se colegirá la oposición
que debió haber entre la patria de esos tiempos y
el pueblo, y se sabrá de dónde provino una parte
del odio contra la revolución y el furor con que se
cebaban en los prisioneros de familias distinguidas.
Numerosos fueron los que perecieron en la guerra
por llevar el apellido Briceño; veinticuatro Ribas
murieron en veintidós meses. La familia Tovar fué
una hecatombe de víctimas; el último conde derra-
mó su sangre en Barquisimeto para borrar su título^
perecieron cuatro hijos de doña Catalina Tovar, y
pereció Florencio Tovar, el hijo mayor del célebí-e
D. Martin Tovar. ¡Cuántos Torosl ¡Cuántos de la
ilustre familia de los Silvas! Los Herreras, los Iba-
rras, los Escalonas, esos Ustáriz, honor y gloria de
la revolución... Su historia es un martirologio.
198 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XXXV

Imputan á los curas el realismo del pueblo algu-


nos historiadores superficiales, olvidando que si el
alto clero permaneció adicto al rey, los curas fueron,
en su mayor parte, amigos decididos de la Patria.
Morillo, descontento, pedía capuchinos á España, y
por todas partes combatió contra las autoridades
eclesiásticas, arrebatándoles el juicio sus depen-
dientes.
{Contradicción que no alcanza á explicar la His-
toria! Léase la orden siguiente de Moxó:

'*Sr. Br. Jhp. Antonio Rolo, capellán de la casa de


ejercicios.
„El señor capitán general, en oficio de ayer, que
me comunica hoy, rae ináerta el decreto siguiente:
*Caracas,10 de Julio de 1816. — Pásese oficio al muy
reverendo señor arzobispo de esta arquidiócesis,
para que ponga en la casa de ejercicios, á disposi-
ción del Consejo de Guerra permanente al reve-
rendo presbítero fray Joscph María de Málaga, pre-
fecto de las misiones de capuchinos, y remítase este
oficio á aquel tribunal, para que proceda á formarle
causa sobre su contenido. — Moxó."
«Comunicólo á V. M. para su inteligencia y cum-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 199

plimiento, estando en la de que hoy lo comunico


también al dicho reverendo presbítero prefecto.
Dios guarde á V. M. muchos años. — Caracas, 11
de Julio de IÓI6. — Narciso, arzobispo de Cara-
cas."

XXXVI

De intento hemos dejado de hablar de un nuevo


Poder que nació entonces, tímido, incierto, tan-
teando en los desiertos de un mundo que debía
llenar de sus turbaciones: hablamos de la imprenta.
Ese poder, superior al de los oradores antiguos,
desordenado, múltiplo é incoherente, que todo lo
toca con sus innumerables brazos, que todo lo ve
con su millón de ojos, que va á la luz por en medio
del caos, y á la armonía por la confusión, tuvo na-
cimiento en los años fecundos que precedieron á la
revolución.
La Gaceta de Caracas principió, en efecto, en 24
de Octubre de 1808, bajo la dirección de D. Mateo
Gallagher y D. Jaime Lamb, siendo gobernador y
capitán general D. Juan de Casas, é intendente don
Juan Vicente de Arce (1). Nadie habría adivinado
en su cuna su futuro destino de tempestades y bo-
rrascas. En el primer número se insertan copias de
cartas del capitán general de Cuba, de 22 de Julio;
(1) Se estableció en una casa de la calle de Carabobo.
200 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

del virrey de la Nueva Granada, de 7 de Septiem-


bre, del
y de Cartagena de Indias, de 10 de Agosto,
sobre el pronunciamiento espontáneo de todos los
habitantes de Bogotá en favor de Fernando VII, y
contra el tirano Napoleón. Se anuncia en el nú-
mero 27 la remisión á España, en calidad de dona-
tivo, de los 19.050 pesos que se habían recogido
en Caracas para premiar al que entregase la cabeza
de Miranda.
En el número 40, de 17 de Mayo de 1809, se avi-
sa el arribo á La Guaira del señor capitán general
de las provincias de Venezuela, brigadier D. Vicen-
te Emparan, de D. Vicente Bazadre y de los coro-
neles D. Agustín García y D. Fernando del Toro,
en los navios de S. M. el Leandro y San Ramón.
En el número 41 se lee la Real orden de la Junta
Central, de 22 de Marzo, en que da gracias al Ca-
bildo de Caracas y al marqués del Toro por sus de-
mostraciones delealtad en la invasión de Miranda.
El número 78 llora sentidamente la muerte del mar-
qués de Ustáriz, en Sevilla, acaecida en 27 de Sep-
tiembre de 1809. La Junta Central da gracias á Ca-
racas (número 84) por los 2.955.400 pesos duros
recogidos en doce días y enviados al socorro de
España. En el número 93, de 13 de Abril, .se lee
un manifiesto del mariscal de campo D. Vicente
Emparan, convidando á la confianza al pueblo ca-
raqueño. La Gaceta del 20 de Abril anunció la re-
volución.
Los que conozcan menos aquellos tiempos, ima-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 201

ginarán que con la revolución del 19 de Abril


hubo una erupción infinita de periódicos mensuales
y semanales, de diarios, de escritos de toda espe-
cie, moderados ó violentos, serios ó sarcásticos»
bien ó mal escritos, destilando ponzoña ó antído-
tos, distribuyendo injurias ó vengándolas, sirviendo
al error ó á la verdad, eco de todas las pasiones^^
arrojando la luz del rayo sobre todas las cuestiones,
reuniendo en sí todos los ruidos, todas las quejas,
lodos los rugidos del corazón humano. En aquel
tiempo, y es lo que lo califica, nadie estaba impa-
ciente de pensar ni de escribir, contentos todos y
satisfechos con el agradable hallazgo de una liber-
tad inesperada.
Si alguno iba más allá, apartándose de la impre-
visión común, ocultábalo con celo, acechando más
bien que aguardando la ocasión del tiempo y de las
circunstancias. Los que ocuparon primero la tribu-
na de la Prensa, aunque sin experiencia en las re-
vueltas, eran hombres moderados y prudentes y
hasta tímidos, enemigos de papeles tumultuosos y
de escándalo, el doctor D. Juan Germán Roscio, el
doctor D. Miguel José Sanz, y á poco la bellísima
figura de Antonio Muñoz Tébar y la de su ami-
go Vicente Salías. La primera discusión animada y
violenta nació en el único cuerpo pensador de aque-
llos días, con ocasión de un escrito sobre tolerancia
religiosa: el paladín de la Universidad fué el doctor
Juan Nepomuceno Quintana.
202 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XXXVII

Deseosos nosotros de trazar el cuadro del pen-


samiento impreso que acompañó el nacimiento y
desarrollo de la revolución, tenemos que principiar
por el periodista que la defendió desde Londres,
que sufrió por combatir contra sus enemigos, y que
ia abandonó después, acordándose que era español:
hablamos del ilustrado D. José M. Blanco White.
Nadie saludó el 19 de Abril con más noble entu-
siasmo ni con más vivas demostraciones de afecto y
simpatía. Nadie lo sostuvo con más calor ni alzó el
grito con más vehemencia contra los excesos de la
Junta Suprema y los discursos especiosos de las
Cortes españolas.
"No cesaré, no — gritaba el 29 de Abril de 181 6 — ;
en todas parte me hallarán cansándolos y persi-
guiéndolos con la repetición de esto mismo. El Go-
bierno español es responsable á Dios y á los hom-
bres de los horrores que están desolando las Amé-
ricas. La guerra civil crece y se enfurece cada día
más. Caracas había empezado con moderación, y
el partido dominante no estaba por la absoluta in-
dependencia. Seles acometió con guerra, y la ne-
cesidad de defenderse los ha puesto en manos que
por desgracia no serán tan moderadas. Si en vez de
enviar al comisionado Cortabarria para que los in-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 203

sultase con sus poderes abiolutos dados por la mi-


serable Regencia, con el tono que los hubiera dic-
tado Felipe II; si no hubiese mandado á este hom-
bre que llamándose conciliador, ni se digna ha-
blar álos representantes de los que va á conci-
liar; sihubieran procedido de buena fe, y en vez
de pedir á la Inglaterra que hiciese la guerra con
ellos contra los verdaderos intereses de la madre
patria, hubieran pedido á su Gobierno que inter-
pusiese su autoridad y fuese mediador en la con-
tienda, los caraqueños no habrían tenido que va-
lerse de enemigos declarados del Gobierno espa-
ñol, yno se verían expuestos á abandonar su mo-
deración primitiva, como lo temo que lo están en
el día."
A tan libres y elocuentes acentos, los diputados
de América en las Cortes de España le dirigieron,
por medio de su presidente, expresiones cordiales
de amistad y gratitud en la siguiente

CARTA

•del presidente de la diputación de América en las Cortes


de España, al editor de El Español.

Isla de León, 22 de Febrero de 1811.

Muy señor mío, de mi mayor aprecio: Me sirve de es-


pecial complacencia hablar á usted á nombre de la dipu-
tación representante de la América en estas Cortes, que
204 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

ha creído un deber preciso manifestar á usted su grati-


tud por los inestimables oficios que hace á la faz del
mundo en beneficio de aquellos países. Estos jamás podrán
olvidar á El Español, á ese periódico que, haciendo ho-
nor álas letras, á la crítica y al buen gusto, es también la
apología más victoriosa de sus justos clamores.
Esta expresión debía ser igual en arabos continentes,
porque al mismo tiempo que usted patrocina la justicia
de la América, dicta á la Península la política que le con-
viene. Pero usted aquí no es creído, como tampoco lo
son nuestras intenciones, dirigidas con la mayor-sanidad y
fuerza. Llamados por la soberanía representada en la
Junta Central, y en el anterior Consejo de Regencia, para
fijar la prosperidad americana bajo los ofrecimientos más
amplificados, y para hacer el iris de paz que sancionase
eternamente la concordia de ambos hemisferios, pre-
gúntese, ¿cuál ha sido nuestro suceso? Sufrir contradic-
ciones sin término, y algo más dentro del Congreso mis-
mo, yfuera de él á una chusma pedante de periodistas,
vomitando contra nosotros imposturas, calumnias y chu-
fletas ásu salvo. ¡Qué grosería! ¡Qué impolítica!
Acompaño los primeros números del Diario de Cortes^
instructivos de nuestros debates, que prestan una idea de
estas verdades. Si no hay estudio en sofocar el resto,
como se recela, remitiré los demás para que usted y el
mundo imparcial fallen el mérito de la causa, y de sus
litigantes ó interesados. No es el objeto de esta carta re-
comendar áusted las consideraciones del caso, que le
ocurrirán al momento, sino el dar un sincero testimonio
de nuestros sentimientos hacia su persona; y sería más
grato para mí viéndolo publicado en los papeles de us-
ted, de quien soy atento y apasionado s. s. q. b. s. m. —
(Firmado): Antonio Joaquín Pérez.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 205

RESPUESTA

Londres, 19 de Abril de 1811.

Venerado señor mío: El testimonio de aprobación y


agradecimiento que usted me comunica en nombre de la
diputación americana es para mí un premio tan halagüe-
ño y tan grande, que en medio del placer con que ines-
peradamente me ha llenado, percibo una especie de sen-
timiento de no haberlo merecido bastante. Nada me de-
ben los americanos españoles, á no ser que el ver la luz
y asegurar que es de día, se considere ya como un es-
fuerzo de veracidad y honradez. Si alguna parcialidad
ha habido en mí, si he doblegado mis razones, todo
cuanto puede hacerse sin pugnar con la justicia, los es-
pañoles europeos son los que me están en deuda por
ello.
Mas ¡qué placer para mí después de haber sufrido todo
género de insultos de parte de los que he servido, des-
pués que su Gobierno ha tratado mi nombre como el de
un facineroso, hallarme honrado con el agradecimiento.
de los representantes del Nuevo Mundo, y encontrar
aquellas vastas regiones pobladas de amigos míos! ¡De
amigos que no la parcialidad, sino la sencilla razón, me
ha ganadol Yo me glorío tanto más en la adquisición de
su afecto, cuanto él mismo es una prueba del candor y
buena fe con que los americanos defienden su causa. El
espíritu de facción cuenta por enemigos á todos los que
procuran su bien sin participar de sus furores; los opri-
midos que reclaman justicia miran con agradecimiento á
cuantos no procuran obscurecerla.
Si á mí, con tan poco mérito, me llenan de placer estas
consideraciones, ¡cuánta satisfacción debe hallar usted y
cada uno de sus dignos compañeros en el desempeño de
206 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

las obligaciones sagradas que los han traído al Congreso


de que son miembros! Ojalá las preocupaciones que han
aparecido en las Cortes no empañen su memoria en los
fastos de la revolución de España; mas nunca podría al-
canzar esta desgracia á los que han reclamado en ellas
los rectos principios de la razón y la justicia en favor
de la España ultramarina, á los que en medio de peligros,
y probando de cerca los sinsabores, han defendido con
tanta energía y constancia los derechos reunidos de la
Humanidad y de su patria.
Atrevido parecería en mí en una carta de agradecimien-
to mezclar mis reflexiones sobre la cuestión, como se halla
en el día, después de haber leído los excelentes discur-
sos con que la diputación me ha favorecido; pero todo
es perdonable al dolor con que miro al estado miserable
á que han venido las cosas. En vano se discute en las
Cortes: mientras que allí se arguye, los españoles y ame-
ricanos sedegüellan. Si las Cortes quieren no profanar el
nombre de Padres de la Patria, que con tanto ardor die-
ron los pueblos á sus representantes, no dejen que se ase-
sinen sus hijos mientras ellos arguyen tranquilamente
cuál es el que tiene razón. Arrójense en medio de ellos
con el ardor que conviene á un padre, quítenles las armas
de la mano, y luego traten de convenirlos. Las Cortes
multiplican sus sesiones sobre una cuestión abstracta, y
entretanto dejan en su fuerza las providencias tiránicas
de la anterior Regencia, como si estuviesen dando tiem-
po á ver á qué lado se inclina la balanza en la guerra que
está encendida en América. No será así; pero tal lo pa-
rece. Si quieren justificar su conducta á la faz del mundo,
y no ser responsables de la sangre que está corriendo,
sólo les queda un recurso. Manden al momento quien
anuncie á los americanos que las Cortes españolas están
prontas á tratar con las personas que la América nom-
bre, yá arreglar los términos en que se ha de perpetuar
la unión que jamás debiera haberse rompido: añadiendo
que no pondrán otra condición fundamental sino que las
provincias españolas de uno y otro hemisferio, sólo han
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 207

de tener un rey, y un Congreso soberano. Interpóngase


la Inglaterra por garante del armisticio, y procédase de
buena fe á la conciliación. Si las Cortes se niegan á dar
esta paso, único que puede atajar el incendio, ¿qué es-
peran en ellas los diputados de aquellos desgraciados
países?
El interés vehemente con que miro estos asuntos acasa
me ha llevado más allá del objeto de esta carta, que es
asegurar á usted y á sus dignos compañeros que el placer
que me causa el testimonio público de su aprecio me hace
olvidar las injurias que he recibido del Gobierno de mi
patria y de sus aduladores.
Soy con el debido aprecio de usted su atento servidor»
q. s. m. b., J. M. Blanco White.

XXXVIII

El Español fué objeto de una acalorada discusión


que ocupó muchos días á las Cortes españolas. En
la del 24 de Mayo, D. Juan Nicasio Gallego rom-
pe con su antiguo amigo, sin una lágrima en los
ojos, llevando su encono hasta cubrir de injurias al
que le colmaba de elogios. "Confieso que el autor
de El Español ha sido amigo mío — decía, contes-
tando al Sr. Del Monte — ; mas cualesquiera que
sean las relaciones que me han unido con él, y por
las cuales deba abstenerme de hablar de su persona^
tengo otros motivos muy poderosos para exponer
mi juicio, ya que no sobre las miras é intenciones
de Blanco, de que prescindo, sobre lo que en lim-
pio aparece del periódico que publica. Consideran-
208 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

do ¡mparcialmente cuanto arrojan de sí los números


-que han salido hasta el día, resulta que en España
ni se puede, ni se quiere, ni se sabe hacer nada bue-
no; y por lo relativo á las Américas, un empeño
constante en promover y atizar la desunión de aque-
llos países con la madre patria; desunión que si des-
graciadamente se verifícase, causaría tal vez la rui-
na de España y de seg^uro la de América." El Con-
sejo de Regencia recogió un ejemplar del núme-
ro 13 de El Español y lo hizo pasar á la Junta terri-
torial de censura, para la sentencia del libre es-
critor.
El 5 de Julio de 1811, D. Luis López Méndez y
D. Andrés Bello, diputados del Gobierno de Cara-
cas en Londres, pusieron en manos del redactor de
El Español el siguiente

OFICIO

del secretario de Relaciones Exteriores dalGobierno


de Caracas al editor de El Español.

Cuando recibió S. A. por mi ministerio el oficio de


nisted de 18 de Septiembre del año próximo pasado, ya
las producciones literarias con que usted favorecía la jus-
ta causa que proclamó Caracas el 19 de Abril, habían
preparado el concepto debido á la ilustrada imparcialidad
con que usted la juzgaba.
En todos los números de El Español que hemos recibi-
do sucesivamente hemos tenido el gusto de ver confirma-
das las esperanzas que desde el primero concebimos, de
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 209

que no todos los españoles habían de arreglar la suerte


de la América por los axiomas de la opresión y la servi-
dumbre.
Estaba con razón reservada esta gloria, entre otros, al
respetable cooperador del semanario patriótico de Espa-
ña, cuya prohibición fué una de las muchas cosas que
anunciaron á la América lo poco que debía esperar de un
Gobierno que se oponía á que la razón y la justicia entra-
sen ála parte en los cálculos del deseo mal dirigido, del
ardor mal entendido ó del desorden simulado.
La América regenerada ha ofrecido á usted, bajo el libe-
ral sistema de su generosa aliada la Inglaterra, nueva ma-
teria para ejercitar sus útiles y distinguidos talentos, y
nuevo alimento á las esperanzas de una recompensa dig-
na de sus sentimientos y capaz de hacerle olvidar los sin-
sabores que ellos le produjeron en España.
Caracas se complace en haber sido la primera que lo-
gró captar la respetable opinión de usted á favor del Nue-
vo Mundo, y la primera en haberle anunciado cuan dis-
tinta es la retribución que deben esperar su honor y sus
intereses, de la franqueza con que ha querido cooperar á
nuestra regeneración, sin otro designio que el de procu-
rar hacer en la España americana el bien que el egoísmo
no le permitió hacer á la España europea.
No se limitan estas expresiones de nuestra considera-
ción áestériles raciocinios. Caracas le cuenta á usted en-
tre sus más distinguidos ciudadanos, y puede sin arbitra-
riedad ofrecerle igual carácter en toda la América libre.
Toda ella se hará un deber de honrar á los españoles que,
como usted, sepan distinguir la fidelidad de la esclavitud;
y S. A., de cuya orden tengo el honor de contestar á us-
ted, quiere que en cualquiera caso de la fortuna cuente
usted con el distinguido asilo y hospitalidad generosa á
que le hace acreedor su imparcialidad á favor de nuestro
14
justo sistema.
En uso de la oferta generosa que usted ha querido aña-
dir á sus servicios, espera S. A. que usted concurrirá á
divulgar con su interesante ¡jeriódico las providencias, ac-
210 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tos y demás papeles que con este fin y el de contrarrestar


las insidiosas sugestiones de los enemigos de la América
le sean dirigidos por nuestros diputados, y que. aunque
las providencias que un conocimiento más inmediato nos
dicta acá para asegurar nuestra suerte no están del todo
acordes con el espíritu de usted en esa corte, no por eso
dejará usted de acogerlas con aquel criterio desinteresa-
do que hace tanto honor á las opiniones de usted.
Dios guarde á usted muchos años. — Caracas, 28 de
Enero de 1811. — Firmado: Juan G. Roscio.
Sr. D. José Blanco White.

CONTESTACIÓN

Si la nota de desagradecido no fuese para mí la más


intolerable de todas cuantas pueden caer sobre un hom-
bre, son tantos y tan poco merecidos los elogios que
U. S. me dispensa, escribiéndome á nombre de su Go-
bierno, que jamás pensaría en publicar su carta, por tal de
evitar la imputación de vano que, de darla á luz, me ame-
naza. Pero es demasiado grande el favor que Caracas me
hace en contarme entre sus ciudadanos, para que lo con-
serve oculto, cual si fuese una prenda de valor dudoso, ó
como si esperase la decisión de la fortuna reipecto á ese
país, para usarla ú ocultarla entonces, según su felicidad
ó desgracia.
Caracas llamó mi atención desde que sus papeles y pro-
clamas llegaron á mis manos. Hallábame decidido á aban-
donar la empresa de escribir sobre materias políticas que
había empezado en El Español, porque disgustado hasta
el alma del Gobierno que había visto nacer en mi patria,
de las ruinas de la Central, no veía ni disposiciones, ni es-
peranzas de que se mejorase; sabía que estaba decidido á
no juntar las Cortes, y ya empezaba yo á sufrir la perse-
cución de sus satélites, sólo porque escribía en español
y no escribía á su gusto. Pero vino la noticia de la revo-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 211

lución de Caracas, y viendo en ella (¡cuan claro se puede


ver á esta enorme distancia!) un movimiento de fermen-
tación suave, una revolución sin sangre ni armas, una
mudanza causada por el inevitable curso de las cosas y
no forzada por una facción ó partido, dije para mí: la fe-
licidad de los españoles se debe buscar en América, en
caso de que se desvanezca la vislumbre de esperanza que
les queda en Europa: sean las Américas españolas libres,
y la España no queda dependiente de la suerte de las
armas.
Este glorioso objeto reanimó mi actividad con mi espe-
ranza, desde
y aquel momento me propuse coadyuvar
con todas mis fuerzas á conciliar la felicidad de la España
americana, de esa parte de mi nación á quien convidaba
la buena fortuna, con la de esta porción desgraciada de
Europa que gime oprimida bajo todo género de males.
Querer cerrar los ojos á los españoles americanos, que-
rerlos mantener pasivos, sin juicio ni movimiento propio,
entregándose en manos de cualquier Gobierno con tal que
apareciese la Península bajo el nombre de Fernando;
querer que esta especie de abnegación religiosa durase
por mas de dos años, cuando por los efectos visibles pal-
paban, por decirlo así, que cada Gobierno nuevo sólo se
distinguía del que acababa en que perdía más terreno, y
en que reconocía que el anterior había sido malo, sería
suponer á los americanos en estado de que no mereciesen
entrar de otro modo en cálculos políticos que como entran
en los de la ambición las heredades de un rico que está
para morir abintestato — el cálculo estaría reducido á
saber cómo se repartirían si acabase la España. — Pero
como los españoles de América podían muy bien mirar
por sí sin dar el último golpe al desgraciado pueblo es-
pañol de Europa, á ese pueblo digno de la admiración y
compasión del mundo entero (cuanto más de la de sus
hermanos), mi entendimiento no estuvo un punto indeci-
so— y aunque no vi de repente el pormenor del plan que
podía combinar los intereses de unos y otros, vi claro y
decididamente que podían conciliarse — y desde aquel
212 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

punto consagré mis débiles fuerzas á este objeto verda-


deramente grandioso.
No lo han mirado bajo este aspecto los gobiernos de
España. Olvidados de los mismos principios de que ellos
derivaban su autoridad, sólo vieron en Caracas un partido
de revoltosos á quienes esperaron traer á su obediencia
por los medios que habían sosegado otras conmociones
en tiempo de la antigua Corte, y queriendo antes ceder
de sus intereses que de su recién exaltado orgullo, ame-
nazaron tratar á fuego y sangre á los que, á pesar de su
revolución, les ofrecían amistad y socorros.
No bien hube visto este procedimiento cuando deses-
peré de que mi plan de conciliación pudiese ganar terre-
no. Era imposible, al ver la tenacidad y el furor de un par-
tido, esperar la moderación y la condescendencia en el
otro. Yo hubiera abandonado mi plan desde aquel mo-
mento, sila esperanza de que las Cortes se juntasen, y
juntas pusiesen remedio á los errores de la Regencia, no
me hubiese sostenido contra los sinsabores que empeza-
ron á llover sobre mí desde mi patria. Mas las Cortes, en
vez de una desaprobación absoluta del proceder anterior
en este importantísimo asunto, dejaron en su fuerza las
providencias hostiles, y proclamando en favor suyo los
principios más democráticos, dejaron al despotismo que
limitase la lógica de los americanos.
Ya lo he dicho otra vez, y lo repetiré eternamente: los
españoles, no los americanos, debieran estarme agradeci-
dos. Si yo hubiera sido imparcial, si el miramiento á la
España no hubiese sido mi norte, si yo hubiese querido
inclinar los americanos á la independencia, nadie me ha
presentado armas más poderosas que las Cortes. Después
que declararon que no derivan su autoridad de Fernando,
después que se dijeron soberanos á título de la soberanía
del pueblo — por soberanos debieran reconocer ellas mis-
mas á cualquiera que represente á otro pueblo; y pueblo
ó nación es toda aquella porción de hombres á quien ia
Naturaleza da medios de vivir en su propio terreno, siem_
pre que puedan defenderlo de la invasión de otros, ora
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 213

por sus circunstancias físicas, ora por el número ó valor


de sus habitantes.
Mas yo que emprendí mi rumbo, no por agradar á
estos ni á aquéllos, yo que empecé á escribir por contri-
buir cuanto pudiera al bien de España, que ha sufrido de
sus malos gobiernos, más que yo, pobre individuo, no
desistiré jamás de mi intento, por más que me persiga el
insulto y la injusticia. Y si el mal trato que he sufrido y
sufro (no el mérito de lo que he escrito, como U. S. tiene
la atención de decirme) ha dado algún peso á mi opinión
para con los americanos, permítame ese Gobierno, que
tanto me honra, decir cuál es mi opinión en el día, y hacer
ver que si «mi espíritu en esta Corte> no es el que acaso
esperarían en América, en consecuencia de lo poco que
anteriormente di á luz, es porque la política es una ciencia
de observación y circunstancias; y así como un conoci-
miento más inmediato de algunas de eüas dictará á ese
Gobierno providencias acertadísimas, que aquí por la dis-
tancia no nos parecerán tales, el conocimiento más inme-
diato de otras circunstancias en Londres podrá dar tal
rumbo á mis ideaí-, que siendo tal vez el más recto, sólo
la distancia lo haga aparecer torcido. Mi oficio es decir
las cosas según las veo: los que tienen en su mano el
Gobierno podrán aprovecharse de ellas ó desecharlas.
Jamás me ha parecido que la América española debía
separarse enteramente de España en las circunstancias
presentes. España está empeñada en una guerra demasia-
do noble para que el principal apoyo, en cuya fuerza
confió al empezarla, pueda sin crueldad dejarla perecer,
sustrayéndole de repente su auxilio. El que los españoles
tengan gobiernos tan inconsiderados que exijan estos
auxiHos con las armas en la mano; el que no los quieran
sino á título de obediencia, y el que fomenten con su pro-
ceder la división de los ánimos de los europeos y criollos,
enseñándolos á verter mutuamente su sangre, como si no
fuera una misma, no es un delito; es una nueva desgra-
cia de España. Yo me atrevo, pues, á recomendar á los
nuevos gobiernos, como un deber de humanidad, de ge-
214 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

nerosidad y de decoro, como una medida que recomen-


dará ydará un hermoso colorido á sus derechos — que
nunca olviden sus primeras propuestas, y que aun cuando
tengan que repeler la fuerza con la fuerza, procuren recor-
dar álos criollos que no toman las armas contra la nación
española, á quien ellos mismos pertenecen, sino contra
los individuos que vienen falsamente en su nombre á
amenazarle con guerra ó despotismo. Acaso parecerá
virtud de novela lo que voy á proponerles. Quisiera que
Sí pueden ahorrar algo, no faltando á hacer su defensa y
preparativos necesarios para ella, mandasen algunos so-
corros, aunque fuesen pequeños, para la guerra de España,
por mano de sus aliados los ingleses, para conservar de
este modo las sensaciones de relación entre pueblo y pue-
blo; fomentar ideas generosas y sublimes en los criollos,
naturalmente dispuestos á ellas, para causar una impresión
favorable en la masa del pueblo de la Península, y empe-
zar ádar una demostración sensible de que los pueblos de
América no dependen de virreyes y gobernadores, que
consumen parte de lo que pudiera ir á España en su
opulencia propia, y agotan en flor la industria, que pudie-
ra producir otro tanto. El gran riesgo que yo concibo en
la actual situación de la América es el que crezca y se
confirme el odio entre europeos y criollos; el que se lle-
guen ámirar como dos naciones distintas. Al Gobierno
que tenga la ambición de aparecer noble y justo le toca
hacer cuantos sacrificios sean capaces de extinguir este
semillero de males, que, una vez arraigado, será la cizaña
de América por largos años. — Los criollos agraviados se
burlarán de mis consejos — mas acuérdense de que á los
desapasionados es á quien pertenece darlos.
Caracas ha rendido un Congreso. Nada más justo. Una
vez puesta en revolución una provincia tan considerable,
no quedaba otro medio racional á los gobiernos de Espa-
ña, en las circunstancias presentes, que haber ellos mis-
mos adquirídose la popularidad de recomendar esta me-
dida, logrando al mismo tiempo tener con quien tratar y
á quien preguntar las intenciones de aquellos pueblos.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 215

Ahora, supuesto que los gobiernos españoles ni han


querido escuchar ni escuchan razón sobre esto, yo me di-
rijo al Congreso de esas provincias, sin otra autoridad
que la que me den mis razones y el derecho que además
me confiere el honroso título que me han dado de su ciu-
dadano; yo me dirijo á los representantes americanos y les
suplico que no tomen medidas demasiado generales, en
el ardor que un resentimiento inevitable parece que pu-
diera, con razón, sugerirles. Una declaración de absoluta
ndependcrcia pudiera comprometer la felicidad nacien-
te de la América meridional. El ejemplo de los Estados
Unidos no es adaptable á sus circunstancias. Los Estados
Unidos eran una masa casi sin mezcla, porque estaban
formados de gentes que, aunque tenían muy diverso ori-
gen, todas sentían igualmente odio á la dependencia de
Europa, todas la habían abandonado, buscando indepen-
dencia más allá de los mares. No así la América españo-
la, llena de europeos propietarios y poderosos; llena de
empleados que dependen de sueldos y que esperan as-
censos; llena de gentes que aman vehementemente los
empleos, porque no conocen las riquezas de la industria;
en fin: llena de hombres que por pasión y orgullo lo lle-
varán todo á sangre y fuego antes que oir la sola pala-
bra independencia, y que, por poco poder que se les su-
ponga, siempre tendrán bastante para sembrar discordia
y descontento y para obligar á los gobiernos á procedi-
mientos duros, aunque necesarios, pero que nunca dejan
de tener un aspecto odioso. — Los Estados Unidos podían
contar con el interés que Francia y España tenían en aba-
tir el poder de Inglaterra, en caso de la guerra que se
siguió á su determinación de hacerse independientes. La
América española tiene ahora los intereses de Europa di-
vididos muy de otra manera. La tiranía de Francia lo
ocupa todo; sólo Inglaterra está en contra, y ésta auxilia
á España en sus esfuerzos para sacudir el yugo. Si la
América española se pone en guerra abierta con España;
si no deja abierto el camino á la reconciliación; si da pa-
sos que Inglaterra no pueda mirar sino como opuestos á su
216 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tratado de alianza con España, la poadrá en un compro-


miso en que, como sucede y sucederá siempre en las de-
terminaciones detodo Gabinete, se decidirá, no por de-
rechos abstractos, sino por las circunstancias políticas,
que ni los americanos ni yo podemos prever; pero que
pueden serles contrarias. Este sería un caso peligrosísi-
mo, porque de chocar con Inglaterra, no queda otro lado
á que inclinarse que á los Estados Unidos, que en el día
son como una especie d2 resbaladero hacia Francia. —
Los Estados Unidos tenían antes de su revolución un go-
bierno interior en que no era menester hacer innovación
alguna para haceise independientes. Todos tenían con-
gresos electivos que gobernaban cuando no pertenecían
al alto gobierno de paz y guerra; los más tenían tribuna
les de judicatura, arreglados á las leyes inglesas; y todos,
en fin, tenían una organización interior excelente, que es
el cimiento de todo edificio político. — La Araérica espa-
ñola no ha pasado aún el noviciado de la libertad, y que-
rerlo hacer todo de repente y á la vez, paredes, techos,
cimientos, es exponerse á no hacer más que un edificio
de apariencia, que se vendría abajo al primer soplo. La
América española, por necesidad, será independiente en
algún tiempo (no sabré decir cuándo), porque esperar que
con sus riquezas, su extensión y sus medios, ha de estar
siempre sujeta á un pueblo que vive á dos mil leguas,
aun cuando lo gobernara una serie no interrumpida de
Salones y tuviera al frente de sus fuerzas á otros tantos
Alejandros, es un verdadero sueño. Pero si los america-
nos quieren no retardar este período, no lo apresuren;
dejen obrar á la Naturaleza; la libertad es una planta de-
licada, que se debilita y perece cuando se la fuerza á dar
fruto demasiado temprano.
El grande y único objeto de los congresos americano-
españoles debe ser, según mi entender, echar los cimien-
tos sólidos de su felicidad, sin aspirar á la apariencia ex-
terior de las potencias reconocidas por tales. Tienen un
hermosísimo campo en que cultivar su felicidad; empie-
cen, como el labrador industrioso, en la vecindad de
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 217

grandes señores heredados. No quieran empezar á com-


petir con su opulencia. Cultive y adelante su heredad
cada uno; defienda sólo su indudable derecho á que ni
los señores, ni sus criados, ni sus bestias, le echen á per-
der su campo, que tiempo llegará en que, rico él con su
industria y moderación, y ar-ruinados ellos con su lujo y
sus excesos, él ocupe el primer lugar en el campo, y ellos
se crean honrados en comer á su mesa.
Un paso excelente han dado los nuevos gobiernos, ó,
por mejor decir, sobre él han fundado su sistema, que
los congresos generales, no sólo no deber, olvidar, sino
antes fomentar cuanto sea posible. Hablo del reconoci-
miento de Fernando VII por su rey. No quisiera que imi-
tasen álas Cortes de España en ias declaraciones de la
soberanía de los representantes del pueblo, porque ade-
más de que la soberanía no consiste en declararla, este
principio abstracto puede llevarlos á consecuencias prác-
ticas peligrosas. Si no me engaño, la Junta de Caracas ha
publicado, con gran tino y acierto, que la revolución de-
jaba en su fuerza todas las leyes fundamentales de la na-
ción española, y que Caracas, y con ella la parte de
América que la seguía, apetecía sólo la mejora de algu-
nas de estas leyes. Este proceder es el que conviene á su
estado interior y á sus relaciones políticas. No empiecen
por prescribir leyes al rey que proclaman, por decirle que
es inferior á ellos, por tratar de darle una Constitución
que haya de jurar, si es que sale de su cautiverio. Digan
que son los representantes legítimos de una parte consi-
derable de América; que estando cautivo su rey, por un
derecho natural é indudable deben mirar por sus intere-
ses inmediatos, por su conservación y defensa. Que no
sólo como hombres deben mirar por sus intereses en este
caso, sino como buenos y fieles vasallos, por la conser-
vación de aquella parte de la Monarquía á su legítimo
rey. Que nadie tiene derecho á tomar el manejo de estos
intereses en su país á título de representar al pueblo de
otra parte de la Monarquía, y que como sería injusto que
porque faltó Fernando los pueblos de América quisiesen
'218 JUAN VICENTE GONZÁLEZ
gobernar en su nombre, y á título de ser más en pobla-
ción, poder y riquezas, pretendiesen ser arbitros de las
posesiones españolas de Europa, más injusto es que és-
tas pretendan mandarles dos ó tres hombres llamados
virreyes, en cuyas manos esté la suerte de América. Que
no teniendo que recurrir á principios de Derecho natural,
y bastándoles las circunstancias actuales de la Monarquía
para demostrar que si eran colonias bajo los reyes de Es-
paña, no debían serlo bajo sus pueblos, y que, aun cuan-
do esto no bastase, teniendo, como tienen, en su favor
las declaraciones de igualdad con la que fué Metrópoli,
no pueden ceder en admitir ninguna desventaja en mate-
ría de gobierno, y que están decididos á no admitir virre-
yes, ócualquier otra clase de empleados, de cuyo juicio
y proceder no puedan tener apelación ni respiración sino
ocurriendo á la Península. Que como aquellos pueblos
han tratado de mirar por sus intereses peculiares, esta-
bleciendo loque han creído convenir á sus circunstan-
cías, los congresos americanos tratarán del estableci-
miento de gobiernos municipales y todo lo que pertenez-
ca inmediatamente á los distritos que hayan mandado á
ellos sus representantes. Pero que hallándose muy ajenos
de hacer nada que pueda, mediata ó inmediatamente,
contribuir á la desmembración de la Monarquía españo-
la, tal como se hallaba en manos del monarca cayos de-
rechos han jurado conservar, apetecen que, sin perjuicio
de los del pueblo que representan, se fjrme una represen-
tación legitima del poder supremo de la Monarquía, y
que están prontos á contribuir justa y equitativamente
á su formación, como igualmente á no oponerse á que su
residencia sea en la antigua España, á no estar domina-
da por los franceses.
En una declaración semejante concibo yo que se pue-
den compendiar cuantas ventajas apetecen los america-
nos, sin que la política más astuta ó interesada pueda en
ningún caso dar colorido de justa á la opresión con que
se quisiese hacer que los abandonasen. En estos artículos,
los americanos seguirían sencillamente la más pura y des-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 219

apasionada razón, apoyada en las leyes, cuanto puede ser-


lo en trastorno igual al que ha sufrido la Monarquía espa-
ñola. Si se permiten declaraciones de mera vanidad, ó de
encono, si no sólo quieren rechazar la injusticia de la ma-
dre patria, sino hacerle sentir la humillación de repugnár-
selas; siquieren no sólo gozar de la independencia como
la necesitan, sino hacer de ella una gala con que presen-
tarse ufanos á insultar á sus contrarios, se exponen á sa-
crificar su principal objeto á un placer pasajero — su só-
lido yduradero triunfo á otro de apariencia y precario.
En una palabra: lo que interesa á los americanos es ga-
nar los puntos de que su feli Jdad interior depende inme-
diatamente. Influjo en su gobierno interior, seguridad en
la Administración de Justicia y absoluta independencia en
la concesión, asignación y repartimiento de las contribu-
ciones que hayan de dar como parte integrante de la Mo-
narquía española. Si el Gobierno actual de la Península
se acomoda mejor á que el Congreso soberano de la na-
ción española americana se componga de diputados de
una y otra parte, elegidos unos y otros de un mismo
modo y en una misma proporción, el influjo de los ameri
canos en el Congreso será el que en justicia se les debe,
y según justicia podrán lograr estos objetos aun cuando
se sometan, como entonces deben hacerlo, á esta especie
de soberanía. Si las Cortes insisten en contentarse con el
número de diputados americanos que tienen, ó en que va-
yan de cualquier otra forma que en la perfecta igualdad
que desde el principio se debía á aquellos países, aún hay
medio de conciliación; pidan los americanos para sus con-
gresos elgobierno interior y la concesión y asignación de
las contribuciones, y dejen á las Cortes de España los al-
tos ramos de gobierno, como declaración de paz y gue-
rra, tratados, alianzas, etc.
Bien sé que no están las cosas en estado de que este
rudo bosquejo, y ni aunque fuese un plan infinitamente
mejor arreglado, tenga la menor probabilidad de ser ad-
mitido de acuerdo de ambas partes. Se necesita un me-
diador poderoso, que contenga la animosidad, y lo que
220 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

infaliblemente ha de haber de encono en ambas partes,


después de haberse derramado sangre. La Junta de Ca -
racas ocurrió desde el principio á la única potencia que
puede mediar en las circunstancias presentes de Europa:
la Inglaterra. Ahora que el tiempo que ha corrido, y los
pueblos que han seguido su ejemplo, han dado la solidez
á la revolución, ahora que ya están reunidos los congre-
sos, debieran tratar de hacer un solemne aunque modera-
do manifiesto, exponiendo las razones de su conducta, y
sus disposiciones á no abandonar la España, á pesar de
que estén agraviados por la guerra que les está haciendo.
Cuanto más fuertes se hallen los nuevos gobiernos, cuan-
to más consolidados por su número y por el valor y opi-
nión de los pueblos que los han creado, tanto más noble
y respetable será este proceder. Esa guerra de españo-
les con españoles es horrible. Todo lo que se dirija á ex-
tinguirla es nobilísimo y glorioso. Enhorabuena tengan
los gobiernos americanos preparados los medios de de-
fenderse; pero ocurran de nuevo á buscar al único amigo
que puede intervenir en la querella, y evitarles la necesi-
dad de verter sangre, aun cuando estén seguros de la vic-
toria.
Yo he cansado enormemente la atención de U. S.; pero
el asunto de América no sólo es para mí el más impor-
tante de cuantos interesan á la nación española, sino que
es asunto propio mío, asunto que he identificado con mi
persona, desde que por él me veo perseguido, insultado,
y acaso ya proscripto. Nada hace amar las doctrinas como
la persecución; permítanme los americanos predicarles las
mías, que según esta regla me deben ser muy caras. Pero
jamás, jamás lo serán tanto como la felicidad de la nación
española, que les doy por objeto. Los americanos me hon-
ran llamándome imparcial; muchos españoles me insultan
llamándome faccioso; mas el testimonio de mi conciencia
me dice que no soy ni uno ni otro. Deseo con vehemen-
cia la felicidad de España, y en esto soy apasionado; mas
los americanos españoles no son, en mi concepto, menos
españoles, ni menos paisanos míos que los que han nací-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 221

do en mi mismo pueblo. Facciosos son, en mi dictamen, y


muy poco españoles, los que por la ira que esta cuestión
les excita, y por los medios que prefieren para decidirla,
parece que más tratan de intereses personales que de los
generales del reino. No permita Dios que se arraigue en
los ánimos de los vasallos de un mismo rey, en los pueblos
de una misma Monarquía, el espíritu de división que la tal
conducta inspira. Este es mi más ardiente deseo, el norte de
mis opiniones y el distintivo del partido que sigo. En vir-
tud de esta mi íntima persuasión y sistema, no puedo me-
nos que suplicar á U. S. que al presentar á ese Gobierno
el testimonio de mi más vivo reconocimiento por el honor
que me ha dispensado y el asilo que me ofrece, se sirva
hacerle presente que nada meló hace más grato que el
verlo igualmente abierto á todos los buenos españoles.
Nuestro Señor guarde á U. S. la vida por muchos años.
— ^J. Blanco White. -Londres, 11 de Julio de 1811.

El 11 de Julio dictaba esta carta benévola el se-


ñor Blanco, seis días después de la proclamación de
Ja independencia, el mismo en que el motín ridículo

<le alg^unos isleños iba á precipitar la revolución en


un abismo de sangre. Con motivo de una carta pu-
blicada en el Morning Chronicle, papel adicto á la
causa de los americanos (1), el ilustre periodista gri-
ta indignado:
(1) «La Guaira, 3 de Agosto.
»Di á usted la descripción de la situación en que se hallaba
esta plaza, y hay muy poca diferencia en el día de como estaba
cuando escribí á usted la última vez. Todo es confusión en la
América Meridional; todos los días hay prisiones de j^ente que
se sospecha de tramas contra el Gobierno, y los forasteros te-
men mucho reunirse; en una palabra: estamos en una entera
suspensión, no sólo de comercio, sino aun de sociedad; la orden
del día es: Libertad é Igualdad.
»Ayer salí de Caracas á las cinco de la tarde y entonces aún
222 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

"¡Suerte infeliz de los pueblos!; un pueblo de


ambiciosos se apodera del mundo: se arrojan ciegos
á los actos más desesperados, y porque ellos están
determinados á perecer, ó porque, sacando fuerzas
de la desesperación, afectan estarlo, obligan á todos
los habitantes á que perezcan con ellos, y muchas
veces los hacen perecer á sus manos.
"¡Pueblos de Américal La libertad no se estable-
ce con barbarie. Los que necesitan valerse de pros-
cripcioneshorrores
y tienen todas las señales de
la más horrenda tiranía. Gobierno que se vale del
terror no puede ser justificado en sus miras. Si los
que se llaman representantes de la voluntad gene-
ral fueran sus verdaderos ecos, no necesitarían de
publicar al pueblo cuál es la suya propia, por los
labios lívidos de sus conciudadanos."
no se sabía del ejército que se habia mandado contra Valencia;
acaso sus contrarios lo habrán tomado y seguido contra Coro.
Las conjeturas son varias, y todos los días se reciben despa-
chos del general Miranda; pero no se dan al público; también
se equipan diariamente voluntarios por el Gobierno; se mata y
están puestas en perchas las cabezas de los traidores, con un
letrero debajo que dice: «Este hombre ha muerto por traidor á
su patria.» Dos fueron ahorcados ayer, condenados por la So-
ciedad Patriótica; pero no se dijeron sus delitos. El tiempo de
las prisiones es la media noche: un piquete entra en la casa,
hace salir de la cama al reo, y á la mañana siguiente pierde la
vida.
»Aqui tenemos por cosa peligrosa el que nos vean reunidos
hablando en la calle, y más peligroso que todo ei criticar al Go-
bierno. Aun cuando nos juntamos en reuniones particulares, no
sabemos si nuestros criados son nuestros espías. Esta es exac-
tamente lasituación del país. Yo me atrevo á decir que las co-
sas van acercándose diariamente á un término; y lo que es cier-
to es que la América Meridional será independiente.»
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 223

XXXIX

La Declaración de los Derechos del Hombre de

1.° de Julio de 1811, y el Reglamento de la libertad


de imprenta en Venezuela, son reprobados igual-
mente en amargo estilo: "á la declaración de dere-
chos del hombre — dice — acompaña un reglamento
sobre la libertad de imprenta, que de todo permite
hablar, menos del sistema de gobierno que ha
adoptado Venezuela, esto es, de lo que más impor-
ta á Venezuela que se hable". He aquí el artículo
19 del reglamento de imprenta: "Los autores, edi-
tores ó impresores que publicaren escritos contra-
rios al sistema de Venezuela, indicado en el artícu-
lo 8.*, serán castigados con el último suplicio" (1)^
(1) Primer reglamento de imprenta.
Satisfecha la Sección Legislativa de Caracas de que la im-
prenta es el canal más seguro para comunicar á todos las luces,^.
y que la facultad individual de los ciudadanos de publicar
libremente sus pensamientos é ideas políticas es no sólo un
freno de la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también,
un medio de Ilustrar á los pueblos en sus derechos, y el único
camino para llegar al conocimiento de !a verdadera opinión pú-
blica, ha venido en declarar el libre uso de la imprenta, bajo
las restricciones y responsabilidades que se expresarán en los
artículos siguientes:
Artículo 1.° Todos los cuerpos y personas particulares, de
cualquier condición y estado que sean, tienen libertad de escri-
bir, imprimir y publicar sus ¡deas políticas y demás no excep-
tuadas, sin necesidad de licencia, revisión y aprobación alguna
anteriores á la publicación.
Art. 2.° Por tanto, queda abolida toda censura de las obras.
224 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Estaban en Londres los ciudadanos Luis López


Méndez y Andrés Bello, y se les atribuyó un papel
que circuló en aquella capital con el título de "Car-
ta de un americano al Español sobre su núme-
políticas precedentes á su impresión, y derogadas las leyes que
exijan previa licencia, especialmente ley 1.', tít. 24, lib. 1.° de
la Recopilación de Indias, que disponía no se imprimiese papel
alguno que tratase de materias de estos dominios sin especial
licencia del Consejo que llamaban de Indias.
Art. 3.° Se exceptúan de esta regla todos los escritos que
directamente trataren de materias de religión, en lo tocante al
dogma y disciplina fundamental, pues desde luego quedan su-
jetos ála previa censura de los ordinarios eclesiásticos, según
lo establecido en el Concilio de Trento.
Art. 4.° Sin embargo de que los libros de religión no pue-
den imprimirse sin licencia del ordinario, no podrá éste negar-
la sin previa censura y audiencia del interesado, arreglándose
al espíritu de la constitución Solicita et provida del Santísimo
Padre Benedicto XIV, y á lo que dicta la equidad.
Art. 5." Pero si el ordinario insistiese en negar su licencia,
podrá el interesado acudir con copia de la censura al Gobier-
no, el cual deberá examinar la obra, y si la hallase digna de
aprobación, pasará su dictamen al ordinario, para que exami-
nando de nuevo la materia, se eviten ulteriores recursos.
Art. 6." Cuando los autores de las obras de esta clase hu-
biesen fallecido, ó se hallasen á tanta distancia que no puedan
ser convocados y citados, se les nombrará un defensor que sea
persona pública y de conocida ciencia, conforme está dispues-
to en la ley 38, tít. 7, lib. 1, Recopilación, que deberán tener
presente los ordinarios eclesiásticos.
Art. 7.° Los autores ó impresores serán responsables res-
pectivamente del abuso de la libertad de la imprenta.
Art. 8.° Se prohiben los escritos subversivos del sistema
adoptado y establecido en Venezuela, el cual consiste princi-
palmente en su libertad ó independencia de cualquier otra po-
tencia ósoberanía situada fuera de su territorio; y los autores
ó impresores que los publicaren serán castigados con las esta-
blecidas en derecho y en este reglamento.
Art. 9." Los libelos infamatorios, los escritos calumniosos,
los licenciosos y contrarios á la decencia pública y buenas eos-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 225

ro XIX". Se acusaba á Blanco White de ingrato; se


decía: "¿Cómo he de creer yo que la Sociedad Pa-
triótica de Caracas esté condenando reos como si
fuera un tribunal, ni que el Congreso ahorque por
tumbres, serán igualmente castigados con las penas estableci-
das por las leyes y las que aquí se señalarán.
Art. 10. Nunca podrán atacarse las personas ó las cualida-
des morales de los particulares, debiendo limitarse la crítica ó
impugnación á las opiniones del individuo.
Art. 1 1. Los autores, bajo cuyo nombre quedan comprendi-
dos el editor, ó el que haya facilitado el manuscrito original,
no estarán obligados á poner sus nombres en los escritos que
publiquen, aunque no por eso dejen de quedar sujetos á la
misma responsabilidad. Por tanto, deberá constar al impresor,
quién sea autor ó editor de la obra, pues de lo contrario su-
frirá la pena que se impondría al autor ó editor si fuesen co-
nocidos.
Art. 12. Será permitida la impresión de anónimos ó de
pseudónimos; pero el impresor no podrá hacerla sin que le
conste quién sea su autor, cuyo nombre no será obligado á de-
clarar sino cuando el anónimo haya sido calificado de criminal
por la autoridad competente. De otra suerte quedará respon-
sable el impresor.
Art. 13. Los impresores están obligados á poner sus nom-
bres y apellidos, y el lugar y año de la impresión, en todo im-
preso, cualquiera que sea su volumen, á excepción de las es-
quelas de convite, teniendo entendido que la falsedad, ó abso-
luta omisión de estos requisitos, se castigará con las penas co-
r espondientesla
á intención y malicia que se probare.
Art. 14. Se prohibe que ningún cuerpo, colegio, comunidad,
ni persona particular pueda tener y usar de imprentas sin
licencia expresa del Gobierno, so pena de perdimiento de ella,
y las demás que hubiese lugar.
Art. 15. Si los impresores no conocieren á los autores ó 15
editores de la obra que se les presenta, no procederán á su im-
presión hasta que éstos califiquen la identidad de sus personas
con dos testigos conocidos, cuyos nombres y firmas harán po-
ner en el mismo manuscrito, quedando advertidos de que si así
no lo ejecutaren, serán tenidos por autores de la obra .
Art. 16. Los autores ó editores que, abusando de la libertad
226 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

la mañana, sin audiencia ni proceso, á los que cogió


por la noche?" La polémica se empeña. Blanco res-
ponde duramente. Pero vuelto después á sus gene-
rosos sentimientos para con la América, él nos

de la imprenta, contravinieren á lo dispuesto en este regla»


mentó, no sólo sufrirán la pena señalada por las leyes según la
gravedad del delito, sino que éste, y el castigo que se les im-
ponga, se publicarán, con sus nombres, en la gaceta de go-
ierno.
Art. 17. Los impresores de escritos sobre materias de reli-
gión sin la previa licencia de los ordinarios, deberán sufrir las
penas que en lazón del exceso en que incurran tengan ya esta-
blecidas las leyes, y además la pecuniaria de cien p sos por la
primera vez, doscientos por la segunda, y perdimiento de las le-
tras, cajas y demás aparejos por la tercera, con extrañamiento
de esta provincia.
Art. 18. Los autores ó editores de obras políticas que abu-
sando de la libertad de la imprenta sembraren ó esparcieren
en ellas proposiciones ó máximas contrarias al dog-Tia, serán cas-
tigados con las penas señaladas por las leyes al crimen que
resultare haberse cometido, y doscientos pesos de multa por la
primera vez, cuatrocientos por la segunda, agravándose por la
tercera conforme á las leyes, según la intención y mayor mali-
cia que se probare.
Art. 19. Los autores, editores ó impresores que publicaren
escritos contrarios al sistema de Venezuela, indicado en el ar-
tículo 8.°, serán castigados con el último suplicio .
Art. 20. Los autores, editores ó impresores de libelos infa-
matorios yescritos calumniosos publicados contra algún cuerpo
ó persona particular, serán castigados con la misma pena que
debeiía imponerse á aquél ó aquellos contra quienes se dirige,
si fuese cierto el delito imputado.
Art. 21. Pero si la imputación, aunque cierta, fuese inju-
riosa, entonces será castigado el autor, ó editor, conforme á las
leyes del caso, y con arreglo á la gravedad y circunstancias de
las injurias y ofensas.
Art. 22. Los autores ó editores de escritos licenciosos y
contrarios á la moral cristiana y decencia pública se castigarán
por la primera vez con la pena de privación de sufragio activo
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 227

acompaña en las aflicciones del año de 12, con-


dena la conducta de las Cortes, y termina diciendo:
"He hecho cuanto ha estado á mi corto alcance
para persuadir á los americanos á la conciliación;
mas ya no está en su mano ni en la mía. £1 Gobier-
no español lo ha rehusado á la amistad, á la huma-
nidad, ála justicia y aun á su propio interés. ¿Qué
le resta que hacer á los americanos? ¿Se han de en-
tregar ádiscreción de semejantes señores, fiados en
la defensa de una tercera parte de representantes
en el Congreso, á esperar justicia de él contra la que
sumariamente le administren sus virreyes y audien-
cias? Antes me cortara la mano con que escribo
que recomendar tan funesto abatimiento. Una sola
cosa sacrificaré en este punto al respeto de mi pa-
tria... Nunca tomaré la pluma para atizar el furor de
los americanos españoles en esta funesta guerra.
Decídanla la espada y el Dios de la justicia, sin cas-
tigar ámi patria de los horrores de su Gobierno." —

y pasivo en las elecciones públicas, doscientos pesos por la se-


gunda ydestierro de la capital por dos años en la tercera.
Art. 23. Los in:presores que omitieren poner sus nombres,
ó algún otro de los requisitos indicados en el artículo 13, serán
castigados, aunque las obras ó escritos se declaren inocentes,
ó no perjudiciales, con cien pesos de multa por la primera vez,
doble por la segunda vez, y por la tercera trescientos, y extra-
ñamiento de las provincias.
Art. 24. El Supremo Poder Ejecutivo y la Alta Sala de Jus-
ticia entenderán en su caso de la averiguación, calificación y
castigo de los delitos que se cometan por el abuso de la liber-
tad de la imprenta, arreglándose á lo establecido en las leyes
y dispuesto en este reglamento. — Francisco J. Yanes, presi-
dente.— JOSÉ Paul, V. secretario.
228 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

La Historia renueva al sabio español el título de


^Venezolano*.

XL

En Venezuela habría sido difícil determinar el ca-


rácter propio de las publicaciones periódicas, y ex-
plicar de una manera precisa en qué se diferencia-
ban las doctrinas. La libertad balbuceaba, y las
doctrinas eran por lo común indecisas y de miras
comunes y confusas. Había tendencias más bien que
sistemas; y éstas mismas cambiaban rápidamente de
aspecto, según el curso de la revolución, que en su
desarrollo arrojaba nueva luz sobre los hombres y
las cosas.
El Semanario fué uno de los primeros periódicos
que defendieron la revolución. Redactábalo el abo-
bado Miguel José Sanz, espíritu vivo, penetrante,
ürme, lleno de la necesidad de investigar y creer,
<de afirmar y combatir. Profundamente convencido,
él no supo nunca dudar ni vacilar. Aunque reserva-
do y en apariencia tímido, le agitaba un entusiasmo
íebril; y en él, y en el belicoso ardor de sus convic-
«iones, tomó aquel estilo decidido y libre, colorido,
abundante, desigual, enérgico, que caracterizaba sus
escritos. Hombre de religión y fe, aunque de espí-
ritu osado y valeroso carácter, su palabra circuns-
pecta hábil
y difirió muchas veces las tempestades
que amenazaban á la Iglesia. El fué humano en tiem-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 229

pos de violencia, honrado en una época de intrigas


y venalidad, activo y fecundo en recursos en medio
de inminentes peligros. Su espirita previsivo adi-
vinó áMonteverde y los funestos resultados de la
capitulación de Miranda: «Las protestas ó promesas
de clemencia y olvido de lo pasado — decía en el nú-
mero 21 de £"/ Semanario — servirán de emboscada
á los suplicios, proscripciones y destierros; y seréis
víctimas de la furiosa venganza de una tiranía irrita-
da." Su pluma elegante y profunda había consagra-
do una histeria á Venezuela..., que pereció en Ma-
turín con la República en el fatal año de 14.
Alrededor de El Publicista Venezolano se agru~
paron desde el principio los hombres más inteli-
gentes ypatriotas, los Uztáriz, Ramón García de
Sena, Guillermo Pelgrón, que debía vivir tan poco;
Pedro Gual, célebre después; Francisco Paúl, Teje-
ra y otros muchos. Los presidía el doctor Francisco
Espejo, nutrido con Monstesquieu y Mably, orador
abundante y fastuoso, de la escuela asiática de los
Paúles. Generosos, sinceros, entusiastas, llenos de
animación y ardor, en medio de su generosidad, to-
dos, excepto los Ustáriz, se hicieron sospechosos de
ostentación; su sinceridad se asoció al ansia de los
aplausos; su entusiasmo no excluyó el amor al brillo
y al poder; su vuelo, si no se ahogó en la propia
sangre, se exaltó en los peligros. La mayor parte de
los hombres de esta época, militares y políticos,
nacieron con la pasión del amor en el pecho, y casi
todos, Espejo principalmente, se embriagaron con
230 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

el perfume exhalado de unos cabellos negros; en


busca de una gloria viril, apuraban de paso la copa
del placer, sin adormecerse con el filtro emponzo-
ñado. Les suspiros de la hermosura era el soplo que
inflamaba su corazón, fortificándose, en vez de de-
bilitarse, enla voluptuosa llama.
Aunque D. Vicente Sallas fuese el redactor prin-
cipal de la Gaceta de Caracas, D. Antonio Muñoz
Tébar trabajaba en ella esforzadamente. Sallas era
un griego, amigo de la belleza, lleno de chiste y sal
ática. Tébar fué el órgano magnífico y terrible de la
opinión, escritor de nobles y solemnes momentos,
con la majestad del trueno en sus sonoras cláusulas,
y á veces con el estampido del rayo. La dignidad y
armonía de su palabra eran las de un alma que ha-
bitó siempre puras y elevadas regiones.
Cuando desciende de pronto sobre sus enemigos
y mancha sus alas en el lodo de los partidos, pare-
ce un ángel qne llora su caída y convida á lamen-
tarla.
"Guerra á muerte — decía el jueves 16 de Septiem-
bre de 1813 (número 4.° de la Gaceta de Caracas) — ;
el dulce americano, ¿será el que adopte tan funesta
medida? jY guerra á muerte es el grito universal de
América! Naciones cultas, contemplad nuestra situa-
ción, decidnos
y si no es lícito defendernos y des-
truir ála fiera que nos devora. Españoles modera-
dos del otro hemisferio: vuestros compatriotas en
América no son hombres. Apenas creeréis en la

descripción auténtica que insertamos." — Y el es-


BIOGRAFÍA DEL GENE.iAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 231

critor insertaba un artículo en que se referían algu-


nos crímenes de Zuaola, cometidos en el pueblo de
Aragua, de la provincia de Barcelona.
Nosotros lo insertamos también, para hacer sentir
el calor de aquella época, y que se sepa con qué
lectura se nutrían el furor y la venganza.

Suceso de Aragua, á que se refiere dicha Gaceta.

Con motivo de auxiliar cualquier ejército de los


españoles que obrase contra Maturín, se destacó por
el gobernador de Cumaná un cuerpo de 300 hom-
bres al mando de Zuazola, que debía situarse como
cuerpo de observación en el pueblo de Aragua,
de la provincia de Cumaná, distante diez y seis
leguas de Maturín.
Apenas llegaron las tropas al referido pueblo de
Aragua cuando se tocó alarma para convocar á to-
dos los vecinos, que andaban dispersos en sus la-
branzas. Como éstos temiesen algún engaño en la
llamada, aterrorizados de las tiranías de Zebery y
sus satélites, no concurrieron á la señal. Repitió
Zuazola la convocatoria por medio de proclamas
que mandó fijar, no sólo en el pueblo, sino también
en cada una de las casas y de los conucos de los
vecinos, asegurándolos de su amistad y protección,
y que venía de paz á estrecharlos en sus brazos, y
á llevarles la felicidad.
Á vista de esta promesa se animaron los vecinos
á concurrir á la llamada, y se fueron presentando
232 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cada cual en el tiempo que les permitía la distancia.


A proporción que llegaban eran entregados á la
muerte, ejecutando primero inauditas atrocidades
que sólo pudo sugerir la barbarie más brutal y des-
enfrenada.
Se mandaba sentar en un banquillo á los que lle-
gaban, después
y de un rato de chuleo, befas y es-
carnio, les cortaban las orejas, desde la parte supe-
rior hasta el remate ó pie de la barba, y tomándolas
y poniéndolas en manos del mismo paciente, para
que las contemplase, era llevado después por sus
pies á la orilla de una laguna inmediata, en donde
se les cortaba la cabeza y se arrojaba á ella.
A uno que resistió ó defendió con las manos tan
terrible operación le desollaron un pedazo de pelle-
jo del pecho y estómago, y después de haberlo cla-
vado en una pared á su vista, fué conducido á la
laguna, donde sufrió la suerte de los anteriores.
Á otros los unieron por las espaldas de dos en
dos, dándoles puntadas por los hombros y jarretes,
y cosiéndolos con un rejo ó látigo de cuero los
llevaron á la orilla del lago, en donde después
de desorejados y descabezados, tenían su se-
pulcro.
Á otros los mutilaban puestos en el cepo de ca-
beza ó de pies. Un jovencito de nueve años, hijo
de uno de los que esperaban el sacrificio en el
cepo, se presentó al impío Zuazola, ofreciendo ge-
nerosamente su vida por la de su anciano padre,
que era la columna de una mujer habitualmente en-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 233

ferma, y de ocho hermanitos más pequeños que el


suplicante. Esta acción brillante irritó la fiereza de
Zuazola, y conduciendo al joven á la presencia de
su padre, le cortó la cabeza á su vista y aceleró la
muerte del pobre anciano. A otro joven con quien
trató de divertirse el bárbaro, se le propuso perdo-
narle lavida con tal que al sufrir el corte de las
orejas no hiciese ademán de sensación con los
ojos, manos, gfesto, etc. Después de mil súplicas
que no se oyeron, se prestó la víctima á la condi-
ción, y, en efecto, sufrió con constancia la mutila-
ción, dejando burlada la fiereza del tirano, que, aun-
que admirado, le nuandó tomar las orejas y que per-
maneciese con ellas en sus manos, hasta que cesase
una conversación que iba á emprenderle; ésta fué
con serenidad sostenida y contestada por el pacien-
te algún rato, hasta que se le mandó cortar la cabe-
za, porque no merecía perdón quien había tenido
tal sufrimiento, pues esta firmeza sería capaz de
serles perjudicial en algún tiempo.
A una mujer preñada que vino á rogar por la
vida de su esposo se le cortó la cabeza, y como la.
criatura diese saltos con la caída de la madre, se le
abrevió la muerte á bayonetazos.
Este ejemplar ahuyentó á las mujeres, y tuvieron
el dolor de llorar las muertes de las víctimas, ale-
jándose los
á montes, en donde perecieron algunas
de hambre y de desabrigo, lo que fué favorable á
los asesinos, porque acercándose á las casas y cam-
pos 200 de ellos, los saquearon y robaron de modo
234 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

que quedó destruido y desolado el apreciable suelo


de Aragfua.
Este hecho se celebró en Cunaaná y Caracas con
salvas y repiques, y se cantó Te Deum, etc.

XLI

Pero falta un periodista, falta un retrato á esa ga-


lería: José Domingo Díaz, futuro redactor de la Ga-
ceta de Caracas, bajo el Gobierno español, quien
se ensayaba entonces por medio de epístolas viru-
lentas en el espantoso papel á que estaba destinado.
José Domingo Díaz exigía de la Historia un serio
examen, y nosotros hemos instruido su proceso,
leyendo con la pluma en la mano sus cartas, sus
periódicos, sus diferentes escritos.
El apologista furioso de la tiranía fué recogido
una noche á las puertas de una familia pobre de
Caracas, que recibía para educarle misteriosos re-
cursos (1). Era alto y flaco, de rostro largo y enju-
to, huesudo, de ojos verdosos, inquieto, de una ac-

(1) Según el rumor público, era hijo de un médico roman-


cista llamado por el vulgo No Juancho Castro; así lo dice tara-
tién el pasquín que se le puso en Puerto Rico, siendo inten-
dente de aquella isla:
«Viva el luminoso astro,
De Puerto Rico el valiente;
Que viva nuestro intendente,
El hijo de Juancho Castro.»
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 235

tividad turbulenta y febril. Poseía también cuali-


dades incontestables: la sobriedad, un amor al tra-
bajo infatigable, excesivo. Después de haber hecho
sus primeros estudios, siguió la carrera de la Medi-
cina, donde aprovechó, sin duda; ya que se le ve
alternando al principio del siglo con los doctores
Salias, Limardo, Álamo, Tamariz y otros muchos, y
obteniendo al fin el empleo de médico del hospital,
que le disputaban-
Ávido de conocimientos, quiso tentar también el
estudio de las letras, para las que se necesitan dis-
posiciones naturales, aún más que aplicación y cons-
tancia. Hasta osó escribir y ensayarse en el drama,
luchando en el Monólogo de Luis XVI con Gonzá-
lez, ingenioso autor del Aníbal, y esforzándose por
humillar á todos los de su época con su Inés, de
ridicula memoria. Eran aquellos días de primavera
literaria, en que aparecieron Bello, García de Sena,
Vicente Salias, Muñoz Tébar, y tantos que debían
ilustrar la primera época de nuestra revolución*
jCómo debían sonreír estas inteligencias elegantes
y finas á vista de los estériles esfuerzos del pobre
Díaz, que confundía la cítara de Apolo con el cin-
co (1) plebeyo y la pluma con el bisturí! En el es-
critor vulgar, de alborotadas maneras, los contem-
poráneos adivinaron al loco, loco singular, que ha-
bía de dar en la tema de la tiranía y de la sangre.
Un espíritu absurdo acompaña siempre á un mal co-
razón.
(1) Guitarra popular de Venezuela; tiene cinco cuerdas.
236 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

La Envidia que miraba


Desde el obscuro averno tal disputa
Y veía también que allí faltaba
El que obsequios más finos la tributa;
Cual relámpago vuela, y al momento
De Díaz apercibe el aposento.
No la casa famosa
Que habitan ciertas gentes
En la ilustre ciudad de Zaragoza
Da señales más ciertas y patentes
De los dueños que ©n ella están morando
Como la alcoba sucia, y mal compuesta
En que Díaz se estaba paseando:
Una mano en la boca tenía puesta
Y aunque tijeras á la vista había.
Con los dientes las uñas se roía:
Avanzóse la Envidia, y con violencia,
Poniéndole una mano sobre el pecho
Le dijo de esta suerte: ¿Qué indolencia
Es esta que en ti advierto; qué os he hecho
Que así me abandonáis? ¿hay por ventura
A quien le deba más que á mi cuidado?
¿No debes confesar que sois mi hechura?
¿Todo cuanto posees no te lo he dado?
¿Te has olvidado acaso que yo era
Quien tanto te asistió contra Cabrera,
Cuando era tu Maestro?
¿No te hubiera él sin duda confundido.
Si de mis artificios tú tan diestro
No te hubieras valido?
Anda, parte al instante
Pues es justo también el oponerte
A la plaza que ya dejó vacante.
La Envidia de esta suerte
Hablaba, y Díaz con atento oído
Sus voces escuchaba
Y en el alma sin duda las gravaba
Pues tomando el sombrero enfurecido
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 237

Y dando muestras mil de efervescencia


Que en su mente se había suscitado,
A la calle salió; con redoblado
Paso llegó por fin á la presencia
Del general, y en tono descompuesto
Habló de esta manera:
Despreciable y vil turba ¿qué es aquesto?
¿Habrá alguno que quiera
Disputar una plaza que es debida
Tan sólo á mi aptitud y mi talento?
¿No he consagrado sin cesar mi vida
A conseguir las luces necesarias
En toda especie de conocimiento?
¿No he dado á conocer en veces varias
Por las obras que al público le he dado
Lo mucho que por él he trabajado?
¿El monarca no me ha favorecido
Con concederme de doctor la gracia.
Aunque para doctor no había nacido?
¿Notoria no es á todos la eficacia
Con que curo al que bien puede pagarme?
¿No puedo lisonjearme
De ser el traductor más aplaudido
De Rum, ilustre y docto americano,
Que trató de las fiebres peculiares
Al suelo Pensilvano?
¿No son particulares
Mis talentos en la literatura?
¿No he compuesto tragedias.
Epigramas, sonetos y comedias?
Mi tragedia de Inés, ¿no es de hermosura
Sin igual en la lengua castellana?
Y mi Luis XVI...

El 9 de Abril de 1808 se embarcó Díaz para Es-


paña, donde permaneció hasta Marzo de 1810, que
tornó á La Guaira. Siete días después de Abril en-
238 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tro á Caracas, turbado, perplejo con los cambiamen-


tos que habían sobrevenido en su ausencia. Su va-
nidad se irritó, viendo á los que reían de él en las
aulas, á los que se mofaban de sus malos versos y le
excedían en talento y en saber, ocupando la tribuna
de la Prensa, representando á la cabeza del Gobier-
no ó yendo á figurar en la antigua Europa. El calló
por algún tiempo, sin embargo, y logró ocultar su
despecho, y hasta que le ocupase el Gobierno en
asuntos de importancia.
Su papel comienza en Mcnteverde, en cuya épo-
ca se le vio azuzando los hombres violentos, ani-
mando ála persecución, llenando la Gaceta de in-
sulsos versos y estúpidos editoriales. La llegada de
Bolívar, el año de 13, le llenó de terror; sobre un
asno, en la noche del 5 de Agosto, huyó despavori-
do para La Guaira. Fué el último á embarcarse en
la mañana del 6.

Ya en Curafao levantó contra la Prensa de Cara-


cas otra más violenta, en que derramó ondas de hiél,
de ultrajes é ironía. Su violencia uniforme, la misma
siempre, la monotonía del furor, que hace tan fati-
gosa la lectura de sus escritos, fué uno de los gran-
des males de aquella época. Su primer publicación
fué una Carta del 30 de Septiembre de 1813; apa-
reció lasegunda el 15 de Octubre del mismo año,
y continuó atizando con su pluma el fuego de los
partidos, hasta el 14 de Octubre de 1814, en que
llegó á Caracas, tras las armas de Boves, clamando
venganza y pidiendo la cabeza de sus enemigos.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 239

El mal hombre mereció la confianza de Boves, y


á él se dirigía el comandante español para darle
parte de sus triunfos y demandarle recursos (1). Al
contestarle Díaz desde la Vela de Coro, el 4 de
Agosto, no deja de ensalzarse á sí mismo, acusando
de egoístas á los emigrados que le acompañaban. Y
como le cegaban la rabia y el deseo de venganza,^
incluye este párrafo, que basta por sí solo para que
entreveamos el infierno en el alma de aquel mé-
dico:

"Usted, indignamente insultado en casi todas las


(i) Valencia, 4 de Julio de 1814.
Sr. D. José Domingo Díaz.
Muy señor mío: He recibido ios impresos que usted me man-
dó, y doy á usted las más expresivas gracias por su recuerdo
hacia mi persona.
Los rebeldes enemigos de la Humanidad han sido derrota-
dos completamente en La Puerta, al mando de los titulados ge-
nerales Bolívar y Marino. 3.000 fusiles, nueve piezas de cañón,
entre ellas un obús de nueve pulgadas, con todo lo demás de
guerra, cayó en mi poder, como también su almacén de municio-
nes que tenían en la Villa de Cura, inmediatamente pasé á La
Victoria, y destiné al momento municiones y tropas á tomar po-
sesión de los puebles de San Mateo, Cagua, Turmero, La Quin-
ta yMaracay, que quedaron todos pacificados. Volví á reunir
las fuerzas y me dirigí al inexpugnable punto de la Cabrera,
donde se hallaban bien atrincherados, con fosos, estacadas y
demás invenciones del arte, y con once piezas de artillería, la
Infantería defendida por las lanchas de la laguna que por ins-
tantes hacían un fuego vivísimo. En fin: después de un obstina-
do tiroteo, les corté la retirada, y cayeron todos los cabezuelas
en mi poder; entre ellos José María Fernández (conocido por
Sarramenío) y todos los fusiles, cañones y pertrechos.
Luego tomé sin resistencia los pueblos de Guacara, San Joa-
quín yios Guayos y me apoderé del Morro, y los tengo cerca-
dos en Valencia, reducidos tan sólo á la plaza, que ya me ha-
"240 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

miserables Gacetas de aquellos malvados, principal-


mente en la del 31 de Marzo, y yo del mismo modo
tratado con calumnias indecentes, injurias groseras
é invenciones ridiculas en las del 22 y 25 de No-
viembre, 13y 17 de Enero, 16 y 20 de Mayo y 9 de
Junio, quedamos completamente vengados con aque-
llas victorias que restituyeron al rey el territorio
usurpado. Dios se cansó de sufrir los insultos que
nos hacían; los castigó por medio de usted de un
bría apoderado de ella y sus trincheras sí no fuera por razón de
la obstinación que tienen de dar fuego al almacén de pólvora,
áe cuyo atentado perecerán muchos de los míos. Están muy es-
casos de alimentos, y vivo persuadido que el hambre ios hará
entregar.
Soy de usted con la más alta consideración, su afectísimo y
servidor, q. b. s. m., José Tomás Boves.
P. D. — Esto se halla concluido, y puede usted venirse para
Puerto Cabello.

Valencia, 7 de Julio de 1814.

Sr. D. José Domingo Díaz.


Mi estimado amigo: Es muy numeroso el ejército que tengo
que menester y vestir, y cada día se va aumentando considera-
blemente. En consecuencia, y mediante el estado de desnudez
•en que se hallan, sin tener muchos de ellos cobijas en las cir-
cunstancias deaguas en que nos hallamos, me veo en la nece-
sidad de dar á usted comisión á fín de que se sirva reunir los
españoles pudientes que haya en esa isla; hacerles ver la nece-
sidad de socorrer mi ejército (no de numerario), sino de fraza-
<las y unas mudas de ropa, con algunas municiones que pueden
ofrecérseme, luego que tome á Caracas; pues tengo, luego que
deje el mando, que dirigirme á castigar los insurgentes de Cu-
maná y Barcelona.
Sírvase usted darme aviso de las resultas, y mande cuanto
guste á su afectísimo y seguro servidor, q. b. s. m., José To-
más Boves.
P. D. — Sírvase usted entregar la adjunta á su título.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 241

modo seguro y enérgico, y su justicia se extendió


hasta poner en las manos del Gobierno español de
Venezuela al sacrilego é insolente redactor de aque-
lla Gaceta, D. Vicente Salias, mi condiscípulo, pró-
fugo en el bergantín correo de Gibraltar, partido de
La Guaira el 8 del último mes, apresado por el cor-
sario español El valiente Boves, armado por D. Si-
món de Iturralde, uno de los apasionados de usted,
y conducido á este puerto. Si la justicia es tan rec-
ta como debe ser, su vida terminará poco tiempo
después de su Gaceta."
¡Une su causa con la de Boves, para excitarle á
vengar sus propios agravios, vengándclel ¡Los insul-
tos que les hicieron fueron sacrilegios que Dios
vengó, hasta poner á su autor en las manos de sus
enemigos! ¡El nombre de condiscípulo, nombré dul-
ce, que equivale al de hermano, lo invoca para re-
comendarle su
á furor y pedir su muertel Se unió á
Boves en vida, ¡que vivan juntos en la memoria de
la posteridad!
A su vuelta de Curagao, D. José Domingo Díaz
se presentó (en 1.° de Septiembre de 1814) al ca-
pitán general, exigiéndole decretase y declarase
que las injurias, calumnias é imposturas dirigidas
contra su honor y persona por los escritos sedicio-
sos, no podían ofender su buen nombre y reputa-
ción.
En 2 de Septiembre, el auditor Oropeza dijo en
dictamen que: "los párrafos indecentes que contra
Díaz se dieron, principalmente en las Gacetas de
i6
242 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

22 y 25 de Noviembre de 1813; 13 y 17 de Enero,


16 y 19 de Mayo y 9 de Junio últimos, no perjudi-
can sus procederes, buena opinión y conducta, por
ser hijos de la maledicencia y del despecho de unos
hombres perdidos, sin crédito ni opinión." Cajigal
expidió un decreto en aprobación del dictamen»
que Morillo confirmó después.
D. José Domingo Díaz comenzó á redactcr la Ga-
ceta de Caracas el 1.° de Febrero de 1815. Fué una
campana fúnebre que no dejó de sonar con amena-
zas de muerte en los oídos de los patriotas. Su plu-
ma celebró asesinatos á sangre fría y crueldades
inútiles, el degüello de las esposas y los hijos, las
ejecuciones inhumanas del espíritu de partido, la
violencia y el crimen. ¿Qué fruto logró del sacrifi-
cio de su alma, de la venta de su conciencia, de la
prostitución de su ilimitada inteligencia?
Nosotros leemos en la Gaceta de Caracas de 31
de Enero de 1821 los siguientes conceptos:
"Yo he sido solo en esta clase de guerra; ningu-
no, absolutamente ninguno de los que ahora apare-
cen con un tono tan magistral, ha querido acompa-
ñarme en mis combates; ninguno ha querido tomar
en él la más pequeña parte, ninguno presentar su
nombre, comprometerse ni exponerse á las seguras
consecuencias de su comprometimiento. Yo, como
era regular, he sido atrozmente ultrajado por el
partido contrario; he visto mi cabeza puesta en pre-
cio, yhe renunciado hasta la memoria de mi patria
en caso de un suceso desgraciado. He hecho con
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 243

un placer inexplicable estos grandes sacrificios, y


los insultos de mis enemigaos no han hecho jamás
en mi corazón una impresión desagradable. He re-
cibido con gusto las injurias que ellos me han pro-
di-rado; pero estoy muy lejos de ver de igual modo
las de aquellos hombres á quienes he servido en
común, y de quienes esperaba otra gratitud y re-
compensa... Los que me animaban con sus pasiones
y me inspiraban sus rencores, hoy me acusan de
imprudente y me atribuyen los males que deplora-
mos todos. Pero yo he seguido y seguiré decidida-
mente el partido de mi nación, y buscaré su go-
bierno dondequiera que exista; pero siempre anhe-
laré por la paz de Venezuela como uno de mis ma-
yores placeres, y viviré contento cuando vea que
ha huido la discordia de mi patria, aunque para ello
se exija que yo la pierda."
La Gaceta había pasado á otras manos.
jLección terrible para los escritores políticos!

XLII

Pero la trompa guerrera nos llama; el ejército de


Oriente ha llegado en defensa de Bolívar.
Hemos visto ya que el 30 de Marzo, después de
treinta y dos choques sangrientos, Boves había le-
vantado elsitio de San Maleo. Sabía la aproxima-
ción del ejército oriental, y se cuenta además que
244 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

el sacrificio heroico de Ricaurte le había llenado de


admiración y asombro: el valiente granadino había
salvado á Bolívar. Así en las viejas batallas de
Roma, cuando balanceaba la victoria; cuando las
legiones flotaban indecisas, el pontífice, en hábitos
blancos, se avanzaba al frente del ejército y pro-
nunciaba las palabras del sagrado rito: un hombre
se presentaba, Decio ó Curcio, que repetía la fór-
mula, éiba á morir por el pueblo.
En esa época terrible, los días eran años, cada
hora estaba escrita con sangre. El 31 la acción equí-
voca de Bocachica entre el ejército de Oriente y
«na parte del de Boves. El 1.** de Abril, sitio de
Valencia por Cajigal, Ceballos y Boves mismo.
El 2, sangriento combate entre sitiados y sitiadores;
«1 5, auxilio del ejército libertador de Oriente, que
entra en Valencia.
La fortuna, en esos días corría engañadora, de
«na en otra bandera; el día 16 Marino es derrotado
por Ceballos en el Arao.
"Pocos días después — dice el doctor Yanes en
su historia inédita (1) — supo Bolívar que Cajigal
(1) La obra más instructiva sobre la Revolución es la del
doctor Francisco J. Yanes, por desgracia inédita. En la del ge-
mera! Austria hay algunos documentes que consultar. Las otras
son romances que no resisten al examen, donde nombres, da-
los, hechos, casi todo es inexacto, falso, imprudentemente car-
dado de ficciones. Con atención hemos leído la que acaba de
«parecer bajo el título Vida de Bolívar, del señor Felipe La-
rrazábal; es un libro deplorable: ningún candor histórico, alte-
ración maliciosa de los hechos, pretensiones á erudito con
préstamos inseguros ó vulgares; todo en estilo desigual y abi-
garrado, lleno de relumbrones y falso brillo. Por el examen de
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 245

se había reunido con Ceballos y Calzada y que


marchaban con una fuerza de 6.000 hombres; aun-
que con poco más de 5.000, determinó salirles al
encuentro. El 28 de Mayo, á las nueve de la maña-
na se descubrió la línea del ejército realista, que se
había situado en la sabana de Carabobo, distante
seis leguas de Valencia, y al punto se formó en ba-
talla el ejército libertador, cuyas divisiones de van-
guardia, centro y retaguardia estaban mandadas
por los coroneles José Francisco Bermúdez, Manuel
Váldez y Leandro Palacio, mientras los flancos de
cada una estaban cubiertos por dos piezas de arti-
llería. Alas doce y media se dio la orden de mar-
char en batalla, y la línea republicana avanzó sobre
la realista, sufriendo, sin disparar un tiro, el fuego
de sus artilleros."
Al trabarse la batalla, el Libertador habló así ai
ejército:
"¡Soldados! Tenéis delante los mismos jefes y los
mismos españoles de quienes habéis triunfado en
naás de cien combates; ¡que sea este el último!"
El general Marino recorrió la línea y dijo:
"¡Soldados de Oriente! Mostrad vuestro antiguo
valor, y concluyamos hoy con el que se nos escapó
en Barcelona, con Cajigal, que al oir vuestro nom-
bre huirá ahora como huyó antes, despavorido, de
algunos hechos, en relación con la Biografía que escribimos,
nuestros lectores podrán tocar con la mano, desde la entrega
siguiente, lo que apenas indicamos aquí. Tan rápidamente des-
ciende laRepública, que tornamos á dar oro por cascabeles y
barajitas.
246 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

las provincias orientales; seguidme y avanzad con


firmeza."
DiHgíéndose el general Ribas al batallón Barlo-
vento, ledijo, entusiasmado: "Vosotros sois de esos
en quienes jamás influye la suerte varia de la gue-
rra, pues habéis sido siempre vencedores; vais á
mostrar hoy más que nunca vuestro valor y discipli-
na, y si se nos presenta algún obstáculo para con-
seguir lavictoria, venzámoslo."
Crudo fué el combatir, y duró desde las nueve de
la mañana hasta las tres de la tarde, en cuyo inter-
medio apenas hubo algunos minutos en que un fue-
go vivísimo ó los choques de la Caballería dejaran
de causar estragos en ambos Cuerpos. Pero entran-
do al fin los realistas en desorden, su reserva y Ca-
ballería se pusieron en vergonzosa fuga por el ca-
mino del Pao y San Carlos, haciendo lo mismo
Cajigal, Ceballos, Calzada, Correa y otros jefes y
oficiales, dejando el campo cubierto de muertos y
heridos, y en poder de los patriotas 4.000 caballos,
gran número de prisioneros y artículos de guerra, y
todos los equipajes, donde halló la tropa gran nú-
mero de onzas de oro y algunas alhajas.
Hallóse entre los muertos al mayor general Paz
Méndez. El mayor general de Infantería D. Melchor
Somarriba, y el teniente coronel D.Joaquín Puelles,
fueron muertos por Bermúdez, acción que desapro-
bó Bolívar altamente. Distinguiéronse en esta me-
morable jornada Bermúdez, Váldez, que fué leve-
mente herido, Mariano Montilla, Antonio M. Freites
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 247

y el comandante de Caballería Francisco Carvajal,


alias Tigre encaramado, quien salió del campo con
un escuadrón y persiguió á los que huían hasta el
Tinaquillo.

XLIII

Siniestros rumores entristecieron las alegrías de


la victoria. Súpose que Boves había levantado un
formidable ejército y que avanzaba precipitadamen-
te hacia la serranía: el 14 de Junio se avistaron sus
avanzadas en San Juan de los Morros. Marino, que
estaba situado en la villa de Cura con 1.500 infan-
tes, 100 artilleros y 700 jinetes, se dirigió al sitio de
La Puerta, donde ocupó posiciones: á la mañana
del día siguiente llega Bolívar de Caracas y toma el
mando. El genio de la Patria le había abandonado:
había diseminado las tropas que debían resistir y
vencer; al principiar el combate manda desplegar in-
tempestivamente elbatallón de Aragua, que des-
aparece con su jefe. Su pérdida es la señal de la
más completa derrota; el resto de la Infantería mue-
re álanzazos. En vano quiere resistir el batallón pri-
mero de Cumaná: la Caballería enemiga rompe su
cuadro y lo anega en sangre; el valeroso Freites
toma la resolución heroica de darse muerte, y con
ambas pistolas se atraviesa el corazón. La Caballe-
ría, mal montada, tuvo que huir ante los escuadro-
nes impetuosos de Boves.
248 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Nosotros hemos deseado visitar, con religioso


respeto, el campo de Carabobo, campo de victoria;
y el sitio de La Puerta, desnudo y desierto, donde
no se ve ni una tumba levantada á los muertos, ni
una piedra funeraria. Perecieron allí Antonio Muñoz
Tébar, García de Sena y mil otros que eran la es-
peranza de la Patria.
A las nueve y media de esa noche espantosa llegó
Bolívar á La Victoria, recorriendo en tres horas y
media la distancia de diez y media leguas. Desde
allí participa la desgracia reciente al gobernador
Escalona y al general Urdaneta, previniéndole al
primero mantuviese á todo trance la plaza de Va-
lencia, pues él seguirá para Caracas á formar un po-
deroso ejército con que volvería pronto en su soco-
rro, y al segundo que se acercara con su división.
He aquí el parte dirigido á Ribas;
"2.* A las dos de este día ha huido cobarde-
mente nuestra Caballería en la acción de La Puerta,
donde hemos encontrado hoy á las tropas de Boves,
cuya Infantería no pasa de 800 hombres, mitad de
fusileros, y la otra de lanza, con 1.000 y pico de ca-
ballos ydos piezas de artillería. Nuestro ejército
era fuerte, de 1.200 fusileros, 700 caballos y 100 ar-
tilleros. Las posiciones que ocupábamos eran ven-
tajosas para nuestra Infantería. Se ha batido como
acostumbra, divinamente, y deberá salir íntegra á
esta villa, porque no ha sufrido la menor pérdida.
Sin embargo, el campo y nuestra artillería han que-
dado por el enemigo, porque la fuga de nuestra
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 249

Caballería nos ha obligado á padecer esta pérdida.


El enemigfo, aunque muy despreciable, debe aumen-
tarse yanimarse con esta victoria, y así es abso-
lutamente de necesidad agotar todos los recursos
de la República para salvarla de la presente situa-
ción. Es necesario manifestar al público cómo esta
pequeña desgracia ha puesto la Patria en un inmi-
nente peligro, si no levantamos 2.000 caballos en
esa ciudad y sus alrededores, montados por la flor
de la juventud de Caracas, que es la única que tie-
ne opinión; que todos los ciudadanos deben dar, no
solamente sus caballos ó muías aperadas, sino tam-
bién todo el dinero, armas y vestidos que tengan, y
aun los sirvientes y esclavos, siempre que sea ne-
cesario, óprepararse á recibir la afrenta, la esclavi-
tud yla muerte del más abominable de todos los
monstruos, cuya audacia y actividad debemos te-
mer, si con la última celeridad no levantamos otro
ejército que pueda contenerlo. De cuantos golpes
ha recibido la Patria ninguno es más pequeño que
éste; pero ninguno es más fatal. Boves puede pe-
netrar hasta Caracas sin obstáculo, por la distancia
en que se hallan nuestras fuerzas de Occidente?
porque con nuestra Infantería no debemos contar
en tres días, que debe gastar en el tránsito de La
Puerta aquí, por las serranías de Cairara y del Pao.
El enemigo ha variado de divisa, y hace uso de la
blanca: lo comunico á V. E. para que lo haga saber
al público. Hará V. E. venir inmediatamente de La
Guaira, el Túy y Patrullas todos los fusiles, para de-
250 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

fender la ciudad en caso de ser atacada. También


hará construir todas las municiones que se puedan
y lanzas. Yo pasaré á esa ciudad, quizás mañana,
á organizar la fuerza que debe salvar la República.
„Dios, etc. La Victoria, Junio 15 de 1814, a las
doce de la noche.— Simón Bolívar.
„Seííor general en jefe, comandante general de la

provincia."

XLIV

El 15 de Junio fué el desastre de La Puerta. El 16


llega Boves á La Victoria. Toma el 17 la Cabrera.
El 18 ocupa el pueblo de Gu.icara, donde se reor-
ganiza su ejército. Boves había destacado una divi-
sión de 1.500 hombres á las órdenes del capitán
de vanguardia D. Ramón González; y aproximán-
dose éste á la capital. Ribas, al frente de una co-
lumna, cayó sobre su descubierta y la destruyó: en
el sitio de las Cocuisas le detuvo una orden de Bo-
lívar que le ordenaba retroceder á Caracas. El
general Marino dejó esta ciudad en la noche del 19
y se puso en marcha para las provincias orientales.
El 5 de Julio llegó á La Guaira el comandante D'El-
huyar,con 500 hombres. El 6 una columna realista se
presentó en el pueblo de Antímano y Bolívar y Ri-
bas salierou á su encuentro y la derrotaron.
En esta noche se trató en una junta de guerra so-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 251

bre el partido que debía tomarse, atendiendo á las


circunstancias. Bolívar opinó porque se evacuase ia
ciudad y se retirasen las tropas á Barcelona y Cu-
maná. Ribas, á la cabeza de otros muchos jefes,
Ribas sanguino, violento, imperioso, agradable al
pueblo por el énfasis heroico de su figura y pala-
bra, sacudía orgullosamente la cabellera de león, y
se impacientaba y enfurecía á la idea de dejar la ca-
pital. La previsión universal de su espíritu, su activi-
dad infatigable, su fuerte decisión hicieron de él un
centro eléctrico. "Simón, Simón — le gritó á Bolívar — ;
deja reparar los males que has hecho." Pero Bolí-
var tenía razón: Caracas no podía defenderse, por
la inmensidad de su circuito, por la falta de barre-
ras naturales; ni murallas ni fosos; y lo que es peor,
en medio de un patriotismo aparente, el realismo
invisible. Esparcida Caracas vagamente entre sus
cuatro ríos, abierta por todas partes, apenas si po-
día guardarse hacia el Norte; las huestes de Boves
se desbordaban por todas partes. Bolívar triunfó, y
en esa misma noche emprendió su retirada hacia
Barcelona por la montaña de Capaya y la costa
del mar.
Los contemporáneos le acusaron de haber forza-
do la ciudad entera á la emigración; ello es que en
la mañana del 7, veinte mil caraqueños de toda
edad y sexo dejaron sus habitaciones, sin recursos,
sin haber pensado en las primeras necesidades, in-
ciertos del lugar adonde iban, corriendo á embar-
carse para las colonias, ó tomando el camino de
252 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Barcelona. Los heridos y enfermos dejaron los hos-


pitales yse arrastraban hasta los caminos públicos;
sus alaridos se mezclaban al clamor de las mujeres
y niños que dejaban á sus madres ancianas para
irse á una cruzada desconocida y llena de peligros.
Del ejército, querían unos que se caminase lenta-
mente, yotros que se hiciese más rápida la marcha,
esto es, que se abandonasen los débiles, masa con-
fusa de mujeres y de niños.
Cuando se supo que el ejército de Boves corría
en su persecución, la emigración tomó alas y en la
desmoralización absoluta en que cayó, no pensando
cada uno ^ino en sí, mujeres y niños fueron aban-
donados en los caminos. ¿Qué quedó? Una proce-
sión espantosa de cadáveres vivos, de aparecidos,
de exhumados; extrañas é indecentes vestiduras,
mujeres traídas como hombres, con fustanes sobre
la espalda, porción de infelices semidesnudos; era
el carnaval de la muerte; se seguían las bandas por
el olor. En medio de todos estos males, el hambre,
y tras el hambre, el tifus. Los que llegaron á Barce-
lona hallaron allí su sepulcro; pocos volvieron, tras
largas peregrinaciones y peligros, al hogar querido.
El día 13 Morales, con una fuerte división, mar-
chó hacia Oriente en persecución de los patriotas,
El resto del ejército, con Boves se dirigieron á Ca-
racas; mientras nuestras reliquias de La Puerta, de
Puerto Cabello, Caracas y La Guaira, tras indeci-
bles trabajos, fueron á reunirse en la villa de Ara-
gua de Barcelona.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 253

El historiador honra la humanidad, recordando


con honor á D. Mariano Ramírez, intendente en
aquella época de la isla de Puerto Rico. Sabiendo
que más de ochocientos caraqueños habían llegado
á Santomas, y que mendigaban por las calles, ham-
brientos ysin asilo, dispuso se les socorriese al
punto, enviándoles, entre otras cosas, mil pesos fuer-
tes. Sabido esto por la Corte, le dirigió la Real orden
siguiente:

„ Queda enterado el rey por la carta de U. S.de 22


de Julio último, número 158, y documentos que in-
cluye de la ocupación de Caracas y La Guaira por
las tropas leales, como también en las medidas que
ha tomado U. S. para atender al socorro de las
ochocientas personas de mujeres y niños que han
arribado á Santomas; y de los envíos de víveres y
semillas á Puerto Cabello y Venezuela, todo lo que
es muy de la aprobación de S. M., y me ha mandado
dar á U. S. las más expresivas gracias por su celo y
actividad.
„Lo que de su Real orden comunico á U. S. para
su inteligencia y satisfacción. — Dios, etc. — Ma-
drid 30 de Noviembre de 1814. — Lardizábal.
«Señor intendente de Puerto Rico."
254 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

XLV

Grandes fueron los esfuerzos de los patriotas para


fortificar á Aragua: la isla de Margarita provee de
fusiles y municiones y envía 300 soldados; 700 hom-
bres armados vuelan de Cumaná. Bolívar y Ber-
múdez se ponen al frente de esta fuerza, y se confía
la Caballería á los comandantes Manuel Cedeño,
José Tadeo Monagas y Pedro Zaraza; hiciéronse
precipitadamente algunas fortificaciones, y juraron
todos resistir en aquel punto hasta la muerte.
*E1 17 de Agosto se presentó Morales al frente de
Aragua con 8.000 hombres, mientras llegaba apenas
á 3.000 el ejército republicano. El combate fué en-
carnizado; principió en el paso del río y terminó
dentro de la población, en donde entró Morales, por
no haberse cubierto debidamente uno de los puestos
más importantes. La victoria se decidió por los rea-
listas, quedando en el campo Francisco Carvajal
{tigre- encaramado), el hombre más valeroso y arro-
jado de todos los conocidos hasta entonces en los
ejércitos de Venezuela desde el principio de la re-
volución. ." (1).
El 19 evacuó Bolívar á Barcelona, y con toda la
emigración corrió á fortificarse en Cumaná.
Para el 24 súpose en esta ciudad que los realistas
(1) Doctor Yanes.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 255

corrían hacia ella, y fueron varios los pareceres sobre


el partido que debía tomarse. Habiéndose dado
orden, dice Yanes, al comandante de Artillería,
Ascue, para que permaneciese en la plaza, la des-
obedeció sin embozo, yéndose á uno de los buques
de la escuadrilla.
El 25, en una junta de guerra presidida por el ge-
neral Marino, á que asistieron Ribas y otros jefes,
habiéndose discutido !o que debiera hacerse, opi-
naron unos que debía evacuarse la capital, mientras
sostienen otros que había medios suficientes de de-
fensa, y que se daría un golpe mortal á la opinión
evacuando á Cumaná; los que pensaban así habían
convenido en dar el mando al general Ribas, depo-
niendo Marino
á y nombrándole por segundo á Piar,
que se hallaba en Margarita. Después de grandes
altercados, quedó resuelto que se evacuase la ciu-
dad, ya que el pueblo, á la noticia de que se
aproximaba el enemigo, se había dispersado por
todas partes; se publicó un bando en que se orde-
naba la retirada á lo interior, pero cada uno tomó la
ruta más conforme á sus miras... Los que seguían de
buena fe la libertad, se dirigieron á Carúpano y Ma-
turín, superando dificultades inmensas y sufriendo
trabajos indecibles. Los adictos al Poder sin restric-
ción yal gobierno militar, siguieron á Bolívar y á
Marino, contándose entre éstos gran número de em-
pleados civiles. Fué entonces que se vio en Vene-
zuela dividida la opinión entre los que seguían la
causa de la independencia; porque fué entonces
256 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cuando se manifestaron sin rebozo ideas contrarias


á los principios del gobierno popular representativo,
proclamados desde el año de 1810 en todos los Es-
tados.
Comienza aquí el lamentable episodio de Bianchi,
jefe marino (italiano) que había prestado grandes ser-
vicios ála República, y que creyéndola perdida, se
aprovechó de su ruina y se dividió sus despojos.
Tiempo había que meditaba Bolívar trasladarse á
Nueva Granada en busca de auxilios para continuar
la guerra en Venezuela; Marino contaba más con los
recursos del país. Ahora se confían ambos jefes
(26) á un pirata que los oprime, que les vende como
un favor llevarlos al destierro, cuyo capricho fingirá
protegerlos, y que escribe á Piar, gobernador de
Margarita, estas terribles líneas:
"Los generales de Oriente y Occidente habrán
marchado anoche para Cartagena. La división y la
feroz discordia despedazan los miserables restos de
la república de Venezuela. Asomadas diferentes
iacciones y sostenidas por los primeros jefes, suce-
derá muy pronto la anarquía al orden y concierto
necesarios. Se toman providencias, se adoptan ya
medidas que tienden á la disolución más espantosa.
¡La libertad de los esclavos! Ella sola es bastante
para producir la esclavitud general del país. Me ha
parecido bien, y aun de obligación elevar al conoci-
miento de U. S. estos sucesos, por lo que pueda
convenir al servicio de la patria.
„Dios,etc. — PampatarlOde Septiembre del814."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 257

Ocho días antes, el 2 de Septiembre, se había pu-


blicado en Carúpano un edicto de los generales
Ribas y Piar, nombrados por el pueblo jefes supre-
mos, en el que proscribían á Bolívar y Marino, de-
clarándolos desertores y malos ciudadanos por ha-
berse embarcado separándose del ejército y abando-
nando elterritorio de Venezuela^ ocupado en parte
y acometido por otra de Morales y Boves.
"Los caudillos militares de la provincia -dice el
señor Felipe Larrazábal — , instigados por Ribas y Piar,
habían formado un acuerdo de proscripción contra
el Libertador y Marino, acusándoles haber desertado
del ejército y escapado á las Antillas; y proclamaron
en consecuencia á Ribas y Piar, motores de tan cri-
minales manejos, primero y segundo jefes de las
tropas. Así los recientes servicios del Libertador y
la solicitud patriótica con que buscaba á sus compa-
ñeros de armas para continuar defendiendo á su
frente la libertad de Venezuela y de la América,
fueron correspondidos con insultos y vejaciones.
— Ribas, que á la sazón se hallaba en Cariaco, acudió
á Carúpano el 4; desconoció á Bolívar y redujo á
prisión al general Marino... ¡Intolerable ingratitud!
¡Desenfrenada ambición! — Ribas debía á Bolívar
sus grados militares y mando que alcanzaba. Poco
tiempo había transcurrido que, dirigiéndose al Cuer-1
7
po municipal y notables del pueblo de Caracas, se
había deshecho en alabanzas fervorosas de Bolívar;
aún leían muchos aquel importante documento que
tributaba cumplida justicia al mérito insigne del Li ■
258 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

bertador... y ¡ya le destituye y proscribe!... Jy le des-


conoce!... y,¡olvidando sus virtudes, insulta su ca-
rácter yofende su patriotismo!..."
Es preciso no conocer la época que procuramos
describir, las pasiones que agitaban los espíritus»
las esperanzas y temores en que flotaban todos, du-
rante aquellos días terribles, para escribir esos con-
ceptos, llenos de inconcebible ligereza. Las revolu-
ciones son Minotauros que devoran rápidamente los
partidos y los hombres; y ya había años, siglos para
los pueblos, que Bolívar y Marino regían los desti-
nos de la Patria. La fortuna, que es la primera virtud
del guerrero, y que los conservaba en el Poder, los
había abandonado: se censuraban sus actos; los mis-
mos que los habían aplaudido los acusaban de ser
causa de la disolución de la República. La derrota
de La Puerta, que se atribuyó á Bolívar en aquel
tiempo, exasperó todos los ánimos; se le había acon-
sejado que reuniera con el resto del ejército los
2.000 soldados de Urdaneta, los 5.000 de D'Eluyar
y los 400 del Calvario, y aventura la suerte de la
República con tropas insuficientes. Había tomado
pocos días antes, en la batalla de Carabobo, 4.000
caballos, y aparece ahora con una Caballería mal
montada, contra la brillante Caballería de su incansa-
ble enemigo. Y luego, desde las seis de la tarde ha-
bía abandonado las trágicas sabanas de La Puerta,
y había escrito á Ribas que estaba íntegra la Infan-
tería, que los contrarios habían lanceado á su vista,
y le pide 2.000 caballos montados por la flor de la
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 259

juventud de Caracas, cuando no había un jumento»


y la juventud de Caracas había perecido ó luchaba
en los combates. Y luego llama á Urdaneta, que,
por fortuna, no llega, y va á salvar en Nueva Gra-
nada las reliquias del ejército; y ordena á D'Eluyar
que active el sitio de Puerto Cabello; y escribe á
Escalona que conserve á toda costa á Valencia; y
manda á los del Calvario que resistan esforzadamen-
te, prometiéndoles á todos prontos y eficaces auxi-
lios. Sabemos que le engañaba su valor; pero los
pueblos y los hombres morían, y quejas amargas se
murmuraban en secreto.
La emigración y sus espantosos desastres, que se
le imputaron no sin razón, pusieron el colmo al dis-
gusto público, y desataron labios hasta allí silencio-
sos. ¿Qué debió suceder con la derrota de Aragua?
¿Qué con la nueva emigración de Cumaná? De
pronto D'Eluyar y el secretario Paúl esparcen que
Bolívar meditaba escaparse á Nueva Granada, y
que ellos le habían detenido; el rumor crece y el pi-
rata Bianchi lo confirma. ¿Es extraño que en la or-
fandad del ejército nombrase éste, en lugar de lo
que creía partidos, nuevos jefes que lo mandasen?
El aparecimiento repentino de Bolívar y Marino no
pareció á todos sino una nueva complicación. Ribas»
con 50 carabineros, prende á Marino, y después de
una larga conferencia con Bolívar le determina á
embarcarse para Cartagena.
Bolívar mismo se había declarado responsable
de as Jesgracias de la Patria; en su proclama de
260 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

13 de Abril de 1814 había dicho desde Caracas:

"{Compatriotas! La guerra se hace más cruel, y es-


tán disipadas las esperanzas de pronta victoria con
que os había excitado. Nuestros propios hermanos,
unidos por siglos de esclavitud á nuestros tiranos,
dilatan, Dios sabe por cuánto tiempo, la época de la
libertad. El Ejército ha hecho cuanto estaba de su
parte: valiente, disciplinado, constante, dondequie-
ra ha dado muestras de su intrepidez y pericia. No
estaba en su mano el milagro de cambiar en un día
hábitos inmemoriales.
«{Soldados! Si Dios nos prueba con tantas dificul-
tades desgracias,
y no nos abandona; El quiere que
merezcamos por nuestros esfuerzos y virtudes lo que
sería en otros pueblos la obra de los años.
„Un nuevo esfuerzo, venezolanos, y vamos á des-
truir los enemigos de la Patria.
«Terribles días estamos atravesando: la sangre co-
rre átorrentes; han desaparecido los tres siglos de
cultura, de ilustración y de industria; por todas par-
tes aparecen ruinas de la Naturaleza ó de la guerra.
Parece que todos los males se han desencadenado
sobre nuestros desgraciados pueblos.
„Pero su exceso mismo nos indica que van á ce-
sar. El valor del Ejército, el patriotismo inagotable
de los ciudadanos nos prometen nuevas victorias."
En su manifiesto de Carúpano, de 7 de Septiem-
bre, Bolívar dice francamente: "Yo he sido elegido
por la suerte de las armas para quebrantar vuestras
cadenas, como también he sido, digámoslo así, el
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 261

instrumento de que se ha valido la Providencia para


colmar la medida de vuestras aflicciones. Sí, yo os
he traído la paz y la libertad; pero en pos de estos
inestimables bienes han venido conmigo la guerra y
la esclavitud."

XLVI

La opinión pública, que rugía en secreto hacía


tiempo, tronó de golpe contra Bolívar. Sus amigos»
sus parientes cercanos conspiraron contra él, y es
de leerse la acusación que dirigieron al Congreso
de Tunja desde la isla de Margarita, el 2 de Diciem-
bre de 1814. Discretamente omitiremos los nom-
bres:

ACUSACIÓN

del general Bolívar, ex dictador de Venezuela, que desde


la isla de Margarita dirigen al soberano Congreso de
Tunja unos verdaderos republicanos.

Excelentísimo señor:

Los últimos restos de los desgraciados habitantes de


Venezuela, y los extranjeros poseídos de sus mismos sen-
timientos, han recibido lamas fuerte impresión al saber que
D. Simón Bolívar, según se anuncia por las islas de Cura-
sao Jamaica,
y después de haberse indemnizado ante los
cuerpos que representan la soberanía de esos pueblos, ha
logrado otra vez que se pongan algunas tropas de esos pa-
262 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

cíficos pueblos bajo de su mando. Este paso no sólo pa-


rece del todo inverosímil, sino increíble, y, más que otra
cosa, impropio de la justificación y luces del augusto Con-
greso de Tunja. Los hombres de bien, deseosos de evitar
xma sorpresa, se estimulan á formarle, no todos los capí-
tulos que presta su criminal y atolondrada conducta, sino
aquellos más graves, y á los que Bolívar no puede respon-
der, ni tampoco justificarse, aun cuando eligiese por jue-
ces á sus amigos y compañeros en sus delitos.
Capítulo 1.° Haber roto sus relaciones diplomáticas
con esos Estados, y visto con una indiferencia escandalo-
sa á los primeros militares que le acompañaron en la cam-
paña. No hay excusa á este cargo, porque muy al princi-
pio se le manifestó la indispensable necesidad de estre-
char los vínculos de la unión, como que Venezuela no po-
día figurar por sí sola en el mundo político; tampoco la hay
en las circunstancias de la guerra, porque sobre no haber
sido del todo imposible la comunicación por tierra, esta-
ba expedita por mar, así como lo estuvo para otras comu-
nicaciones demenos importancia.
Cap. 2.° El desprecio de los consejos eventuales que
se le propusieron para las deliberaciones graves ó arduas
en todos ramos. Así se le vio tomar providencias por sí
solo, del mayor comprometimiento y transcendencia, que
inundaron de sangre las provincias, con infracción de sus
promesas, y en contradicción á los principios de manse-
dumbre lenidad
y que distinguen á los americanos. Así se
le vio oprimir la inocencia, causar y preparar el extermi-
nio de la mayor pa^te de sus hermanos.
Cap. 3.° No haber dado ningún Gobierno á los pue-
blos de Venezuela en los once meses de su mando, y sí
mantenídolos bajo un despotismo militar que disgustaba
á todos y llegó á exasperar á muchos. A fin de cohonestar
este degradante sistema, proyectó una asamblea, ó, por
mejor decir, una representación teatral en el convento de
San Francisco, de que resultó electo dictador por sus ami-
gos y comensales, y por oradores que tenía preparados
de antemano. Es inexplicable la murmuración á que dio
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 263

lugar esta farsa entre los hombres que conocían al joven


dictador perpetuo, y los verdaderos principios de la liber-
tad política.
Cap. 4.° Su tolerancia delicuentísima á los indecentes
medios con que D. José Félix Ribas, su inmensa familia y
bajos cortesanos trataban de enriquecerse, no sólo con
perjuicio del Estado y agravio de los particulares, sino, lo
que es más, con una vergonzosa venta de la sangre hu-
mana.
Cap. 5.° Su ningún tino en las elecciones de funcio-
narios, que siempre cayeron, ó en jóvenes sin experiencia
ni opinión, y propios solamente para acalorar sus ideas,
sin poderles reprochar sus desaciertos, ó en hombres que
tenían tan buena moral y probidad como el secretario del
interesante rarao de Gracia y Justicia, D. Rafael Diego
Mérida, instrumento el más activo del sacrificio de las pri-
meras víctimas de la libertad americana. Ambos se cono-
cieron, yse conocen más ahora, y este papel sería excu-
sado si se oyesen las acusaciones que se hacen uno á otro.
Bolívar le conservó á su lado contra el voto general de
los habitantes, acaso porque ningún otro convenía más
con sus ideas.
Cap. 6.° Si con prontitud marchaba á la campaña,
con no menos ligereza volvía á las capitales á recibir in-
ciensos ypueriles obsequios. Entregado á placeres, des-
acreditaba lamoral y se olvidaba de la causa pública.
Cap. 1° Diferentes veces se le oyó decir que la tác'
tica militar era excusada, y cuanto se había escrito sobre
el arte de la guerra, puerilidades y quimeras. Con tales y
tan luminosos principios ha llevado al sepulcro millares
de víctimas de sus hermanos. Se creyó un general; quiso
llevar al cabo sus proyectos, por bárbaros y disparatados
que fuesen. De aquí el mal éxito y peores consecuencias
de la acción de Earquisimeto, en 10 de Noviembre de 1813;
de aquí las primeras ventajas del comandante español Bo-
ves sobre los jefes de la República, Montilla, Aldao, Cas-
tillo yCampo-Elias; de aquí, finalmente, la diseminación
de la fuerza armada después de la batalla de Carabobo,
264 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

contra la opinión de muchos militares, que veían la exis-


tencia de la República en la operación simultánea de todo
el ejército sobre las tropas de Calabozo.
Cap. 8.° Nada puede imputarse á D. Simón Bolívar
de venalidad y mala versión en los intereses del Estado;
pero sí tiene la grave responsabilidad de lo que hacían los
Ribas todos y su juez exclusivo de secuestros.
Cap. 9.° Claman contra Bolívar las víctimas sacrifica-
das en Valencia y en el sitio de La Cabrera, quienes se
sostuvieron después de la derrota de La Puerta, en virtud
de sus repetidas y coercitivas órdenes para que lo prac-
ticasen así, seguros de que volaba en su socorro con la
más florida juventud y mejores caballos de Caracas. La
sangre de tantos venezolanos, la orfandad de tantos ni-
ños ylas lágrimas de tantas viudas piden el castigo de
este aturdido joven. La misma suerte habría tocado al
virtuoso D'Eluyar y á sus esforzados compañeros de ar-
mas si, llevado de las mismas órdenes para que perma-
neciese en i-'uerto Cabello, no hubiese acordado levantar
el sitio y constituirse en Ocumare.
Cap. 10. El inaudito é impolítico medio de levantar
en muy pocas horas la población en masa, y estrecharla
á una emigracióu general, para la que apenas se habían
tomado providencias que la hubieran hecho soportable á
él sólo con su comitiva. De aquí millares de muertos á im-
pulsos del hambre, de la sed, del cansancio y de la fiebre
intermitente; de aquí, por omitir otros horrores, el ver á
las madres precipitar sus tiernos hijos por riscos escarpa-
dos. De todo debe responder un hombre que se constitu-
yó ála cabeza de estas provincias, y que después las aban-
dona, para que, dando el último golpe de descrédito al
Gobierno de la República, se redoblasen las fuerzas ene-
migas, hayan
y seguido las matanzas y las desolaciones de
los pueblos.
Cap. 11. Bolívar, después de tantos sacrificios, ha di-
cho que estos pueblos, ni quieren ser libres, ni son dig-
nos de la libertad. El debe responder de esta calumnia
atroz, y mientras que lo hace es menester que entienda
BIOGRAFÍA DEL G'^NERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 265

que los hechos que quedan especificados han puesto un


muro de separación entre él y los venezolanos, y que és-
tos, con las armas, sabrán impedir que se encargue de su
futura suerte quien supo formar la más desgraciada de to-
das las que habían experimentado hasta entonces.
Estos rasgos, excelentísimo señor, son con el solo ob-
jeto, como se ha dicho arriba, de evitar sorpresa sobre el
ánimo recto y justificado de V. E.; no dudamos, por tan-
to, que V. E. dé á D. Simón Bolívar el lugar que merece;
y que si ha emprendido ó emprende indemnizarse, se di-
fiera su juicio hasta que, reunida la población que ha dis-
persado, tenga legítimos acusadores. Nuestra suerte es
amarga y la más dura: toca á V. E. meditarla. Que su me-
jora no sea momentánea, ni una estéril y vana ostenta-
ción; que ella sea la obra de la política más adoptable á
estos lugares, y de una fuerza física y moral capaz de
producir el orden y la quietud general de los ánimos.
Isla de Margarita, 2 de Diciembre de 1814.

Antes que llegara Piar á Carúpano, Ribas, que


sabía sus designios contra Bolívar y Marino, se apre-
suró á hacerlos embarcar. El reclamo de Bianchi,.
de que se habla tanto, había sido una fanfarronada
inútil. El 8 de Septiembre, al embarcarse Bolívar,
Ribas le entregó un oficio en que le recomendaba
al presidente del Congreso de la Nueva Granadar

Excelentísimo señor:
Habiendo sufrido nuestras armas tan crueles reveses
que nos hicieron perder la capital de Caracas y casi toda
su provincia, obligándonos á retirarnos á esta de Cuma-
ná, he deliberado de acuerdo con el general ciudadano
Simón Bolívar que pase éste á ese Gobierno, no sola-
mente para que procure é impetre de él los auxilios que
V. E. juzgue bastantes á restaurar lo perdido, sino tam-
266 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

bien para que continúe sus servicios en esa Confedera-


ción, bien sea en la lucha contra Santa Marta, ó dirigién-
dose por Ocaña, como lo verificó en el año próximo pa-
sado, penetrando por Cúcuta hasta encontrar con la di-
visión que tenemos por las provincias de Occidente al
mando del general Urdaneta. Entretanto yo quedo orga-
nizando cuerpos, ó aumentando la fuerza hasta donde sea
posible, para sostener lo que poseemos, y reconquistar lo
que hemos perdido, si fuere posible.
Dios, etc. — 7 de Septiembre de 1814. — ^Josi Félix Ribas.

XLVII

Se ha visto que desde Cumaná, los que opinaban


porque se defendiese aquella plaza proponían á
Ribas por jefe del ejército, en lugar de Bolívar y
Marino. Y no eran los caudillos militares solamen-
te los defensores de esta medida, sino la emigra-
ción entera, que imputaba sus desgracias, con ra-
zón ó sin ella, á las autoridades que habían man-
dado hasta allí. Llamar á Ribas y Piar promotores
de aquella resolución, y llamar á ésta criminales
manejos, son inconcebibles ligerezas, que no po-
drían apoyarse en documentos históricos. La opi-
nión estaba decidida contra los que acusaba alta-
mente de autores de los desastres públicos; y es
una prueba incontestable de que Ribas no intervino
en aquella resolución, que el cuarto capitulo de la
acusación dirigida al Congreso de Tunja contra Bo-
lívar, fué su condescendencia con D. José Félix Ri-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 267

bas y su inmensa familia, según decían. Aún hay


más: proscripto el Libertador, todos quedaron cre-
yendo que Ribas era su amigo y que continuaba
sus planes y su política. Así es que cuando pidió al
gobernador de Margarita auxilios de armas y muni-
ciones, como jefe de los ejércitos de Venezuela,
aquel le contestó condenando la dictadura, como
si fuese responsable de la que los pueblos habían
confiado al Libertador: "Mi razón y una dolorosa
experiencia — decía — me han convencido de que la
arbitrariedad y despotismo entre nosotros, si bien
sirve para aterrar momentáneamente, no son los
medios proporcionados para establecer un Gobier-
no tal cual se puso en Venezuela en el trastorno del
anterior que depusimos. Está bien que se use de
una aparente violencia en la disciplina del que se
constituye soldado: digo aparente, porque siempre
corren los juicios militares sobre ciertas indispen-
sables reglas; pero querer gobernar arbitrariamente,
sin leyes ni gobierno conocido, á todo un pueblo
racional, cristiano y educado sobre principios y cos-
tumbres suaves, es un intento bárbaro y temerario,
cuyas consecuencias estamos padeciendo." Y le en-
vió por todo auxilio dos quintales de acero y cua-
tro de hierro, imputando el desaliento general á la
continuación del desorden que había entronizado
Bolívar: "Así los recientes servicios del Libertador
y la solicitud patriótica con que buscaba sus com-
pañeros de armas para continuar defendiendo á su
frente la libertad de Venezuela y de la América,
268 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

fueron correspondidos con insultos y vejaciones."


"Los pueblos, en la desesperación, no llamaron nun-
ca servicios los desastres; ni se le destituyó porque
continuase defendiendo la libertad de Venezuela,
sino porque se creyó que había partido, abando-
nándola ásu destino." El Libertador no buscaba
tampoco ponerse al frente de sus compañeros de
armas, sino acompañarlos como un soldado. Desco-
nocer con todo el pueblo á Bolívar, que creía
ausente, no puede calificarse de iniolerable ingra-
titud ni de desenfrenada ambición. Ribas, coronel
antes que Bolívar, mal podía deberle sus grados mi-
litares; eran dos amigos, estrechamente unidos, que
se disputaban la gloria de servir á la Patria. Y sí
Ribas se había deshecho en alabanzas del Liberta-
dor, fué contestando alabanzas en que se había des-
hecho aquél.
La verdad es que Ribas creyó, como todos, que
Bolívar no era ya el hombre de la revolución; que
desconociendo su autoridad dictatorial, le trató con
el afecto de tío y las consideraciones di compañe-
ro y amigo; que lejos de reducirle á prisión, como
hizo con Marino, lo mantuvo libre y le recomendó
esforzadamente al Congreso de la Nueva Granada.
Bolívar, por su parte, continúa tratándole con cari-
ñoso respeto; al embarcarse en Carúpano le envió
expresiones del más vivo aprecio, y le escribió des-
de Cartagena.
¡Quedóse Ribas para la muerte, y ese que inse-
guro de su destino, con pistola en mano, sobre la
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 269

fe de un aventurero inseguro, sin más auxilios que


su espada y su corazón, huye proscripto á las pla-
yas de Cartagena (8 de Septiembre), será el Liber-
tador de la Patria, el creador de repúblicas, el ge-
nio heroico y la gloria de la América del Sur! Cas-
tigábale Dios de la guerra á muerte que había de-
clarado, leanegó en la amargura y la aflicción; pero
cuando en su Manifiesto de Carúpano le ve confesar
francamente sus errores y oye la voz de su dolor y
de su arrepentimiento, haciendo de su pena su ex-
piación, letomó de la mano, para convertirle en
instrumento de sus bondades. En el mismo sentido
que el manifiesto de Carúpano está la proclama de
Cartagena de 9 de Mayo de 1815.

"Soldados:

„E1 Gobierno general de la Nueva Granada me


puso á vuestra cabeza para que rompiese las cade-
nas de nuestros hermanos esclavizados en las pro-
vincias de Santa Marta, Maracaibo, Coro y Ca-
racas.
^Venezolanos: Vosotros habríais vuelto á vuestro
país, y vosotros al vuestro, granadinos, coronados
de laureles; pero aquella felicidad y este honor
han sido cambiados en desgracias. Ningún tirano ha
sido destruido por nuestras armas; pero ellas se
han manchado con la sangre de vuestros hermanos
en dos luchas, diferentes en sus objetos, aunque
iguales en los disgustos que hemos sufrido. En Cun-
dinamarca nosotros creímos que podíamos unirnos;
270 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

aquí también pudiéramos unirnos; aqui también pu>


diéramos ayudarnos unos á otros; en ambas plazas
la gloria nos ha concedido sus favores. En ambas
nosotros hemos sido generosos. Perdonamos á los
bandidos, y los hemos puesto en un pie de guerra;
nos hemos unido con nuestros adversarios para po-
der libertar sus patrimonios. La fortuna de la cam-
paña no está decidida. Vosotros vais á terminarla
en territorios enemigos, disputando con nosotros
nuestros triunfos sobre los tiranos. Felizmente vos-
otros vais á terminar vuestros días por libertar vues-
tro país. Desgraciadamente yo no puedo acompa-
ñaros; pero voy á morir lejos de Venezuela, en re-
motos climas, para restaurar la paz entre vosotros
y vuestros paisanos.
«Granadinos y venezolanos: De vosotros los que
habéis sido mis compañeros en tantas vicisitudes y
batallas, yo me separo para ir á vivir en inacción, y
no morir por mi país. Juzgad de mis sentimientos, y
decidid cuan grande es el sacrificio que hago de mi
corazón, de mi fortuna y de mi gloria, renunciando
al honor de guiaros á la victoria. La salvación del
ejército lo exige de mí. Yo no he dudado. Vuestra
existencia y la mía son incompatibles entre sí. Pre-
fiero lavuestra: vuestra seguridad y la mía, la de
mis hermanos, la de mis amigos, en una palabra, la
de todos vosotros, porque de vosotros depende la
República. Adiós. Adiós.— Simón Bolívar.
«Cartagena 9 de Mayo de 1815."
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 271

]Con qué placer leemos el siguiente oficio, dirigi-


do al secretario de Guerra del Gobierno general
un año antesl

"Tengo el honor de contestar el oficio de U. S.


de esta fecha, en que me participa el suceso de los
desgraciados españoles que han sido sacrificados llé-
gale injustamente por el oficial encargado de condu-
cirlos ála presencia del general Urdaneta. Este
acontecimiento es único en la historia de nuestra
Milicia, y más extraordinario por su esencia que por
los resultados que de él puedan derivarse. Jamás
en Venezuela se ha cometido un acto tan chocante
y tan reprensible..., y yo protesto á U. S. que será
el último como es el primero. La gloria de la Repú-
blica se ha fundado siempre en la gloria de nues-
tras armas, y éstas nunca habrían brillado si los que
las llevan no hubiesen sido un raro ejemplo de su-
misión al Gobierno. Estoy poseído de la más alta
indignación por este hecho, que á mis ojos es más
escandaloso que cuantos han precedido en nuestra
espantosa revolución.
„Las órdenes que U. S. reclama serán mejor
cumplidas que dadas. Dios, etc. — Cuartel general
en Tunja, 28 de Noviembre de 1814. — SiMÓN Bo-
lívar.
«Ciudadano secretario de la Guerra del Gobier-
no general."
^272 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

¡Humanos y g-enerosos sentimientos, que hacen


olvidar las proscripciones de su dictadura, y que le
granjearon para siempre el amor del Cielo!

XLVIII

Volviendo á Bianchi, y para que se sepa qué par-


te toca al general Ribas en la vergonzosa partija de
la plata labrada de las iglesias de Caracas, copiamos
lo que escribe un amigo de la revolución, imparcial
y entendido:
"En la incertidumbre de las cosas, y á insinuación
de Marino, de acuerdo con Bolívar, convino Bian-
chi en entregarles el Arrogante y la Culebra para
que se fuesen á Cartagena, y las dos partes de la
plata labrada que se había tomado de las iglesias de
Caracas y puesto en los buques de su mando al
evacuar La Guaira, y que quedarían en Margarita la
goleta General Bolívar, y al general Ribas se remi-
tiría laCarlota, pasando á Santomas la Cumanesa,
con los emigrados. Participó Marino estas transac-
ciones al gobernador de Margarita, quien reclamó
además al Arrogante como perteneciente á ella, y
se le contestó que ' sería devuelto después de su
llegada á Cartagena; reclamó al propio tiempo
Mr. Roberto Buchán los fusiles que habían sido re-
mitidos áCumaná, y Bianchi se los entregó, ven-
diéndolos después Buchán al gobernador de la isla.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 273

Pesóse el 30 toda la plata, y resultaron ciento cua-


tro arrobas brutas, de las que tomó Bianchi la ter-
cera parte, y las otras dos se adjudicaron á Bolívar
y Marino; pero quedó un cajón que tenía una coro-
na de oro, una custodia de lo mismo y varios mazos
de perlas; y no pudiéndose hacer cómoda división,
se convino en sortearlo entre los tres: la fortuna
favoreció á Bianchi. Concluido el acto, los genera-
les mandaron al secretario Paúl certificase la entre-
ga de la plata en los términos que se había hecho, y
que este acto lo firmasen todos los pasajeros, y así
se practicó. Exigió además Bianchi que se le diese
un documento de la propiedad de los buques el /n-
trépido Bolívar, la Colombiana y el Centauro, y
efectivamente se lo hicieron dar.
«Hecha la partija de la plata labrada y de los
buques, trasbordáronse los oficiales, y tras ellos los
generales, al Arrogante Maturinés, que mandaba el
teniente de fragata Felipe Esteves y Mr. Champa-
gne, yla Culebra se confió al hermano del primero,
Anselmo Esteves; trasladáronse también los coro-
neles Montilla y Palacio, Soublette y el secretario
Paúl, en el concepto que el buque haría escala en
San Bartolomé; pero habiendo entendido que fal-
taba aguada y que pensaba hacerla en Oruba ó en
Carúpano, para pasar de allí á los Cayos de San
Luis, volvieron Montilla, Palacio y Soublette á bor-
do del Intrépido Bolívar, por haberse resuelto, des-
pués de una larga conferencia, que los generales
debían ir á Carúpano. Por tal ocurrencia, Bolívar i8
274 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tomó prestados de Marino ochocientos pesos, de los


que dio á Soublette doscientos, á Palacio otros dos-
cientos,los
y cuatrocientos restantes los entregó á.
Montüla, á cuenta de mil pesos que cobraba ei ca-
pitán Luis Brión."
Nos toca emitir nuestro juicio acerca del marino
José Bianchi, acusado por los jefes republicanos de
pirata cobarde y alevoso. Entró Bianchi al servicio
de la República en tiempos aflictivos y calamitosos»
y la defendió con valor y fortuna. En las varias pre-
sas que hizo bajo los gobiernos de Margarita y
Cumaná, jamás se le satisfizo, á pesar de sus re-
clamos, bajo figurados pretextos, ó afectada compe-
tencia de los gobiernos: era bravo, activo, inteligen-
te, como lo probó en numerosos combates navales;
sin su eficaz cooperación, los españoles no habrían
sido arrojados de Oriente el año de 13. Para des-
ahogar su cólera publicó un papel en las Colonias»
en que contaba las injurias que se le habían irroga-
do, yrecordaba los excesos de los empleados, según
lo creía; quejábase que del bergatín de Guayana
que apresó, " Váldez y demás jefes dividieron treinta
mil pesos que se tomaron y hasta la ropa de uso del
gobernador; que los generales y empleados de la
República eran los primeros y más imprudentes
rapaces y defraudadores, y que José Leonardo Al-
calá yFrancisco Alemán le habían asegurado que
entre Piar y José Antonio Gonell se había quedado
el importe de todos los cargamentos que los pue-
blos de Barcelona y Cumaná habían mandado á La
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RlBAS 275

Guaira para socorro del ejército. Que Gonell le


había ofrecido seiscientos pesos por su pasaje, otros
tantos Suárez de Rivera, y Josa Alcalá, con mucho
ruegfo, cien portuguesas, con tal que le admitiese á
bordo 40 esclavos, á cuyas proposiciones se denegó
abiertamente. Que Marino le había vendido ocul-
tamente un cajón de láminas de plata labrada de
las de Caracas en 1.000 pesos en oro, y que Bolí-
var estaba resuelto á disponer por sí solo de los
diez y seis cajones de plata cuando llegase á Carta-
gena, como si hubiesen sido propiedad suya. Que
Ribas era un usurpador y tirano detestable, sin ho-
nor ni vergüenza, que pasaba el tiempo en el juego
y en meditar la humillación y ruina de sus compa-
triotas. Que Marino y Váldez eran hombres niños,
inmorales y disipadores de lo suyo, y mucho más de
lo ajeno; Piar un grosero orgulloso, elevado á un
puesto que era incapaz de servir con decencia y
dignidad, y Ascue un miserable imitador de este
modelo, mientras que Bermúdez se distinguía de
todos por su genio y carácter bárbaro y sanguina-
rio. Que Bolívar era un joven aturdido y malcriado,
tan altivo é insolente en la prosperidad, como de-
gradado en la adversidad, y su carácter la hipocre-
sía. Que en separarse de semejantes hombres no
hacía sino lo que hacen los que se abstienen de tra-
tar con los apestados para no inficionarse, y que en
tomar buques y la plata do hizo otra cosa que recu-
perar lo que se había defraudado, y quitar de las
manos de aquellos hombres los medios de destruir
276 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

á Venezuela." — Era los adioses de las Euménides.


No sin dificultad evitó Bianchi los peligros que
le suscitaron los españoles; estuvo para ser víctima
de una conspiración en la Blanquilla: un buque de
guerra de Puerto Rico fué á reclamarle en San Bar-
tolomé con las embarcaciones y plata que había lle-
vado; para no ser víctima de los reclamos de los
particulares tuvo que dividir con los gobernantes de
la isla gran parte de los despojos que había acumu-
lado; yseguro de que no podría vivir tranquilo en
las colonias, se dirigió á la Italia, para gozar allí el
fruto de sus trabajos y depredaciones.

XLIX

El 8 de Septiembre se embarcó Bolívar para


Cartagena; el 7 por la tarde se había presentado al
frente de Maturín el general Morales.
Ribas llegó después de dos terribles combates,
en que Bermúdez había desplegado el valor de un
soldado, y en que Cedeño, Monagas y Zaraza se
habían cubierto de gloria. Llevaba el nuevo jefe de
los ejércitos de la República 400 hombres; y con
los prisioneros que incorporó, y con cuantos corrie-
ron á Maturín de Margarita y otros puntos, organi-
zó tropas capaces de vencer á las de los realistas.
Formó cuatro batallones de Infantería, quince es-
cuadrones deCaballería, fuera de otras partidas,
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 277

con lo que elevó el ejército á 4.700 hombres,


2.500 de Caballería.
El 16 de Octubre había entrado Boves á sangre
y fuego la ciudad de Cumaná; y luego que hubo
pasado á cuchillo la mayor parte de sus habitantes,
con las garras llenas de sangre, corrió hacia Matu-
rín, donde se habían concentrado los restos de la
Patria. Para impedir su incorporación con Morales,
que le esperaba en las sabanas de Úrica, Bermú-
dez se adelantó hacia el sitio de los Magueyes, don-
de se encontró con el enemigo y donde se trabó
uno de los combates más disputados y sangrientos.
Bien que las tropas de la República fueran muy in-
feriores en número, iban ya á alzar el grito de vic-
toria, cuando se le ocurre á un oficial pedir á gri-
tos cartuchos para su tropa; sabido esto por Boves,
que pensaba en la retirada, dobla su ímpetu, y por
un esfuerzo inmenso pone en desorden el ejército
patriota. De los 1.500 hombres que mandaba Ber-
múdez, apenas llegó una tercera parte á Maturín.
¡Triste presagio para el fin de esta desgraciada cam-
paña! ¡Era el 9 de Noviembre!
Aun con esta pérdida, pensaba Ribas que debía
atacarse al enemigo en Úrica; Bermúdez y los ofi-
ciales de su división eran de contrario dictamen.
Alegaban éstos sus triunfos anteriores sobre Mo-
rales; sostenía Ribas que con los 4.000 soldados,
valerosos y resueltos de que constaba el ejército,
tenía las probabilidades de victoria, y añadía que
sus tropas no podían aumentarse, mientras las de
278 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

los realistas, dueños de todo el territorio, podían


duplicarse de un momento á otro. "Si quedamos en
Maturín, concluía diciendo, pereceremos á la larga,
sitiados por numerosas legiones; si vencemos hoy,
como sucederá si tenemos valor y resolución, ha-
bremos reconquistado en un día la libertad de la
República." — Se le respondió desabridamente; hubo
sinsabores y disputas, y aun estuvieron ambos parti-
dos para acabar en un rompimiento. Triunfó al fin
la opinión del general Ribas, y en consecuencia
salió Ribas con la mayor parte del ejército, acom-
pañado de Bermúdez. Permanecieron en Maturín,
coléricos y descontentos, los mejores jefes y oficia-
les de Caballería y gran parte de la división del cau-
dillo oriental.
El 5 de Diciembre se avistaron ambos ejércitos á
inmediaciones de Úrica. Constaba el de los patrio-
tas de 4.227 hombres; ascendía á 7.000 el de los
realistas. Saludáronse desde lejos con gritos de fu-
ror, yse lanzaron unos contra otros, formándose en
el camino las caballerías á los costados, en el cen-
tro las infanterías. El combate fué terrible, encarni-
zado, digno de aquellos días y de aquellos odios.
Al frente del ala izquierda, sobre alazán impe-
tuoso marchaba Boves, taciturno, sombrío, excitan-
do con su ademán siniestro, prometiendo á su rabia
larga ración de sangre. Ribas le había opuesto el
escuadrón del coronel Zaraza, reforzado por valero-
sas lanzas. En el formidable choque, la Caballería
realista desapareció con su espantoso jefe, y pare-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 279

cía indudable la victoria; pero el ala izquierda de


la República, que capitaneaba el coronel Monagas,
sin vuelo por falta de los jefes en que estribaba su
confianza, y por la caprichosa inacción del coman-
dante Cedeño, choca débilmente contra el enemigo
y se desbanda. Suena de pronto el pérfido grito:
"¡Somos cortados!'*; en la confusión que sigue
muere la Infantería patriótica, medio dispersa por
los jinetes fugitivos. Quedaba un cuerpo de valero-
sos infantes, á cuyo frente se pone Ribas, sable en
mano. Cuando cayeron todos, el invulnerable gue-
rrero, acompañado de muy pocos, tomó por los
montes el camino de Maturín. Gloriarse podía de
haber triunfado, porque la muerte del caudillo es-
pañol era el porvenir de la República.

Reducidos Ribas y Bermúdez á unos 500 hom-


bres, fatigados y sin aliento, era de creerse que
pensaran en retirarse, abíindonando á su destino las
desgraciadas familias que habían buscado un asilo
bajo sus espadas. Escasas municiones; la desespera-
ción en los semblantes; pocos soldados y abatidos,
ante 7.000 bárbaros victoriosos, con que no tardó
en presentarse el sanguinario Morales frente á la
desguarnecida Maturín (10 de Diciembre). Pero en
nada pensaron menos aquellos caudillos de la Pa-
280 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

tría. Prepáraose decididamente á la defensa; á todos


comunican su entusiasmo, y anuncian que será de*
trotado el enemigo, como lo había sido el 13 de Sep'
tiembre y el 25 de Mayo. Tal era la fama de valor y
pericia de aquellos guerreros, que todos dividieron
sus esperanzas y se prepararon á secundarlos. En la
misma noche disponen sorprender al enemigo antes
que esperarle, y al efecto, 300 hombres de caba-
llería, los únicos que había de Maturín, salen á me-
dia noche á las órdenes de Cedeño, sorprenden y
destrozan las avanzadas, y ya penetraban en el cen-
tro del ejército, esparciendo el desorden y el terror»
cuando al grito de Cedeño: ¡Alto, maturineses, re-
unión!, desanimados súbitamente los ánimos, des-
mayan en la heroica empresa y abandonan la co-
menzada victoria.
El 11, al amanecer, el ejército de Morales se arro-
ja sobre las baterías y el foso de la Tejería, que con
25 soldados defendía el comandante Francisco Car-
mona; herido éste y reducido á 10 hombres, se re-
tira ála línea, penetrando de este modo el enemigo
en la población, y arrojado delante de sí 12.000
emigrados, miserable rebaño de ancianos, mujeres
y niños. Dos veces tuvieron que retroceder las hues-
tes de la tiranía; con 12 hombres se precipita Ber-
múdez sobre una columna enemiga y la hace hollar
por sus caballos, volviéndose á la línea, roto el sa-
ble, sin lanzas los soldados. Con frente altiva ani-
maba Ribas á su escasa tropa y la dirigía el comba-
te, cuando le llega la dolorosa noticia de que se
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 281

han agotado municiones y pertrechos. Inermes,,


flanqueados por todas partes, preciso fué abando-
nar posiciones tan vah'entemente defendidas. Con
200 hombres de Caballería tomó Bermúdez el cami-
no de Tigre, atravesando el puente del Muerto;
hubo quienes tomaron la dirección de Punceres,
para ir á ocultarse en los montes del Buen Pastor.
"El 12, el ejército de Morales — dijo la Gaceta de
Caracas (1° de rebrero de 1815) — , siempre victo-
rioso, redujo á cenizas la famosa fortaleza de Matu-
rín con cuantos hombres tenía adentro, dando al
mundo un tan sangriento espectáculo, cual pocas ve-
ces se ha visto." ¡Cayeron entre las víctimas los ciu-
dadanos Miguel José Sanz, Francisco Javier, José
María y José Ignacio Ustáriz, Narciso Blanco, Juan
Aristeiguieta, Vicente Blanco, Javier y Pedro Esca-
lona, José María Emazabel, y otros y otros (1).
(1) Aquellos soldados enfurecidos (los de Morales) ya no
oyeron la voz de sus oficiales ni de su gencal. El fuego y el
hierro acabaron allí para entonces la rebelión de Venezuela.
Allí perecieron muchas de las principales familias, desde sus
cabezas hasta sus esclavos. Allí quedaron en poder de! vence-
dor las armas, las municiones y los restos de sus fortunas que
aquéllas habían podido llevar consigo, y allí se cogieron trein-
ta y seis quintales de alhajas de plata y*V)ro, robadas por el
Sedicioso en su fuga, á las iglesias de Caracas, y las cuales, re-
mitidas puntualmente al reverendo é ilustrísimo señor arzobis-
po, se entregaron á las iglesias á que pertenecían. Entrega que
yo presencié por órdenes del Gobierno. — Recuerdo sobre la
rebelión de Caracas, por José Domingo Díaz, pág. 135.
282 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Ribas, seguido de algunos amigos que confiaban


■en su fortuna, tomó hacia el Sur, buscando las cos-
tas del Guanipa; mas como se encontrase en el trán-
sito con una partida' de enemigos que venían dei
Orinoco, tomó diversa dirección, incorporándose
e ntre Chamariapa y Cachipo varios jefes y oficiales
del Alto-llano. Resolvieron todos encaminarse ha-
cia los llanos de Caracas; pero á poco, habiendo
sabido que de uno á otro lado de Quebradahonda
había campos volantes que, sin duda, los persegui-
rían, principiaron á dispersarse, tomando unos á la
xierecha y otros á la izquierda del hato de Fajardo.
£1 general Ribas, acompañado de su sobrino, su
criado y un mozo que le servía de baqueano, conti-
nuó su camino hacia el Valle de la Pascua, confián-
dose en las noticias que corrían entonces por Orien-
te del triunfo del general Urdaneta en las provincias
occidentales. Como hubiese llegado al sitio deno-
minado Jácome, dos leguas distante del Valle de la
Pascua, el baqueano, Concepción González, le hizo
presente que para emprender nueva marcha era
preciso proveerse de algunos recursos, ya que esta-
ban postrados más del hambre que de la fatiga. Se
escogió al mismo González, como el más propio
:^ara aquella comisión, por haber sido esclavo de
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 283

unas señoras González, vecinas del pueblo á que se


dirigía, y haber vivido en él largo tiempo. Con cau-
tela se deslizó González por la noche en el escaso
poblado y llamó á la casa de sus antiguas amas.
Su presencia excitó recelos; con maña sonsacaron
de él los motivos de su aparición clandestina; y tan-
to le intimidaron y tales fueron las instancias de sus
viejas señoras, reforzadas por su propia madre, que
obtuvieron al fin las acompañase á presencia de la
autoridad. Una escolta le custodió hasta el lugar
donde estaba el general Ribas, fatigado y enfermo,
en medio de sus compañeros dormidos. Maniatáron-
los á todos; en la misma noche dieron muerte al so-
brino yal criado; y como hubiese exigido el héroe
le presentasen al general realista. Henos de involun-
tario respeto se prepararon á obedecerle, guardán-
dole entretanto entre ansiosos cuidados.
Pere el teniente justicia de Tucupido, Lorenzo
Barrajóla, le reclamó con imperio, protestando que
estaba inseguro en el Valle de la Pascua y que se-
duciría alpueblo con sus discursos. En Tucupido
pereció el general Ribas, sereno en medio de los
gritos de sus contrarios, de una manera realmente
heroica (31 de Enero de 1815). Aquella diestra, que
era el terror de los enemigos de la patria, fué col-
gada en un palo, á media legua del pueblo, en el
camino real; su cabeza, frita en aceite, entró en Bar-
celona eldía 3 de Febrero.
284 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

LII

En la mañana del 14 de Marzo se apea un saco


junto á la casa de Gobierno, cerrada, silenciosa
como una tamba. El pretendido pueblo que lo ha-
bía seguido redoblaba sus gritos frenéticos, clamor
de cobardes, siniestro saludo de la tiranía. Todos
querían ver el objeto terrible que encerraba; y el
capitán Pedro Celestino Quintana, que había traído
aquel presente á las autoridades de Caracas, ora se-
ñalaba lafrente cárdena, ora el mechón de cabellos
rubios que empezaban á encanecer. "A las doce del
mismo día, formados en la plaza mayor los batallo-
nes del Rey y La Corona, dos escuadrones de Ca-
bal ería yuna brigada de Artillería, se colocó en la
horca la cabeza del llamado general José Félix Ri-
bas, llegada la noche antes de Barcelona, puesto en
ella el mismo gorro encarnado con que se hizo aquí
distinguir en el tiempo de su triunvirato" (1).
Un mes antes se habían celebrado en la Santa
Iglesia Metropolitana solemnes funerales por el alma
del señor comandante general D. José Tomás Bo-
ves (2). Mientras se llevaba su cabeza yerta desde
la Pascua á Barcelona y á Caracas, la famosa expe-
dición española del general Morillo, la más grande;
(1) Gaceta de Caracas, núm. 7.
(2) Gaceta de Caracas, núm. 3.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 285

«n tropas y buques de cuantas salieron de Europa á


<:ombat¡r contra los americanos, salía del puerto de
Cádiz (16 de Febrero.)
El 17 del mismo mes decía Morales: *^ Después de
la derrota que han sufrido los sediciosos en Güiria,
no asoma siquiera una vela de ellos por toda la
<:osta... No han quedado ni reliquias de esta inicua
raza en toda la Costa-Firme, y con brevedad mar-
cho para el rinconcillo de la miserable Margarita."
Al pie de la horca se precipitaban pretendidos
parientes de las víctimas de Ribas, aullando insul-
tos, representando en esta pompa fúnebre el coro
de la venganza antigua. Esta falsa tragedia al lado
de la verdadera, este concierto de gritos calcula-
dos, de furores premeditados, alegraron á mil, no
contristaron á nadie. [Los esclavos no tienen co-
razónl
¡Insensatos! Desde el afrentoso palo donde fué á
pudrirse esa cabeza demudada os hace siniestros
gestos y os va á medir pocos días de mando. ¡Os
coronáis de flores para el sepulcro!
Ese hombre había sido la energía sublime, la
vida de la revolución, el alma de la República:

Dispensa á su placer la tiranía


La muerte, no la gloría que acompaña
Al héroe de la Patria en sus cadenas,
Y su cadalso eo luz divina baña.

jHorror á la guerra á muerte!


APÉNDICES

En la lógica del gacetero realista José Domingo Díaz,,


los patriotas eran responsables de la sangre derramada
por Boves y Morales. Esto supuesto, léase el siguiente
cuadro:

«A LOS AUTORES Y AGENTES


DEL 19 DE ABRIL

Pues quizás no habéis conocido todavía la inmensidad'


de los males que habéis causado á nuestra patria, y en
medio de algunos momentos de reflexión permanecéis
tranquilos porque no la conocéis, voy á presentaros el re--
suilado de vuestros proyectos, los bienes que prometíais
y la felicidad (jue esperabais. La sangre de 22L741 vícti-
mas que habéis sacrificado á vuestra ambición, pesa á to--
dos iüstantes sobre vuestras cabezas, y pide venganza..
Leed y temblad:
^88 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

«
Estado de población en los años de 1809 á 1810:

PUEBLOS 1809 1810 EXCESO


22
Agua de Culebra 968 1.008 45
- Antímano 1.022 1.067
Aragüita
476 599
Barbacoas ........... 698 48
23
98
Calabozo 3.690 3.788 38
Cañizos 801 839
Caracas 31.463 31.813745 • 350
1.580 1.636 59
Caucagua ..
Cocorete 1.922 1.995 43
Cúa 3.004 3.080
Cubiro
841 877 36
Curarigua , 913 950 37
Curiepe , 2.107 2.162 62
1.830 1.938 108
Charayave
2.021 2.083 62
^havasquen
1.524
Choroní... 1.560 13
Duaca ^. ,
604 36
1.414 617
1.453 45
El Calvario
El Baú! 2.261 2.343 82
39
43
El Mamón 2.698 2.741
El Guárico 1.959 2.163 204
171
El Pao 6.051 6.222 45
El Rastro 1.851 1.396
El Tocuyito 1.723 1.797 74
El Tinaco 2.592 2.611 19
1.26! 1.306
■El Tinaquillo
El Tocuyo .... 9.507 9.619 112
El Valle 2.041 2.097 55
'Guacara , 4.837 4.926 90
78
'Guama t. . .. 3.215 3.293
Guardatinajas 2.144 2.258 114
210
Guarenas 3.451 2.661
Gualire 2.005 2.066
.Jujure 2.375 2.465 61
65
-Lagunitas 2.621 2.586 90
Suma y sigue 108.970 110.760 2.753
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 289

' PUEBLOS 1609 1810 EXCESO

Suma anterior. .... 108.970 110.760 2.753


La Guaira 3.086 3.286 200
La Sabaneta 3.435 3.521 86
1.116 1.154 38
La Veg-a
La Victoria 7.870 8100 230
La Villa de Cura 4.314 4.^92 378
Los Angeles 905 934 29
Los Guayos 3.339 3.602
Los Teques 2.816 2.934 63
45
Macarao 1.324 1.383
Macuto 1.153 ].'75 59
23
Mamporal 501 522
Maracay. 7.126 7.345 21
219
Mariara 3.106 3.254 148
1.772
Maiquetía 1.742
Naguanagua 1.580 1.625 30
Naiguatá . 742 769 4S
27
Ocumare 4.150 4.692 542
Ocumare de la Costa 1.591 1.663 72
Panaquire 801 832
Paracotos 1.701 1.758 15
Petare 4.460 3.559 31
57
Quara 602 617'83 99
Quíbor 9.840 9.970 130
Ríochico 1.406 1.449 43
Sanare 3.050 3.119
San Antonio 791 69
10.690 ! 0.885 195
92
San Carlos
1.255
San Diego 1.211 44
San Felipe 5.545 5.622
San José de Tiznados 2.180 2.262 77
48
San Mateo 2.461 2.509 82
670 692 2i
San Nicolás 18
San Pedro 1.004 1.022 19
Santa Lucía 3.291 3.382
Santa Rosa 4.646 4.771 125
Santa Teresa 1.880 1.917 91
Tapipa 467 480 37
13
Sumaysigic 215.461 218.977 6.32 i
290 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

PUEBLOS 1809 I8I0 EXCESO

Suma anterior, 215.461 218 977 6 324


13
Tarmas 521 534 18
Tinajas 984 1.032
Turmero 7.684 7.766 82
69
Umocaro Alto 2.230 2.299
Umocaro Bajo 2.171 2.186 25
Urachiche 2.190 2.239 49
77
Valencia 7.945 8.022
Yari tagua 5.204 5.355
151
Totales 244.390 6.80{i

"
^48^10
Estado de pchlación en 1816, y déficit ó aumento en los pue-
blos que se expresan con respecto á 1810:

PUEBLOS 1816 DÉFICIT EXCESO

Agua de Culebra 716 292 »


Antímano 896 191 „
Aragüita , 455 44 »
Barbacoas
635 111 »
Calabozo 1.869 1.919 »
Cañizos 339 »
500 »
Caracas 20.408 11.405
1.513 123 »
Cuacagua
Cocorote 216 »
1.709
Cúa 2.973 107 »
Cubiro 876 1
Curarigua 1.291 » 95U
1.619 »
Curiepe 550» 145
Charayave 2.083 688
Chavasquen
.
1397
Choroní 1.337
Duaca 241 223
76 »
El Calvario »
618 836
El Baúl 1.998 345 >.»
El Mamón 3.292 » 621
Suma y sigue 46.265 17.622 1.716
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 291

PUEBLOS I8I6 DÉFICIT EXCESO

Suma anterior.. 46.265 17.622 1.716


75
El Guárico 2.248 »
El Pao 6.632 » 410
El Rastro 812 578 »
El Tocuyito , 2.540 » 443
El Tinaco 2.067 544 »
El Tocuyo. 9.840 »
1.805 121
El Valle 292
Guacara 5.061 » 135
Guama 2.784 509 >
Guardatinajas 2.258 » 209
Guarañas 2.007 654 »
Guatire 2.343 >
753 277»
Jujure 1.712
Lagunitas 1.998 588 »
La Guaira 1.976 1.310 » 7.

La Sabaneta 2.242 1.279 >


La Vega 846 308 >
La Victoria , 4.482 3.618 >
La Villa de Cura 3.531 1.833 »
928 6
Los Angeles S>

Los Guayos 3.033 369 >


Los Teques 2.356 578 »
Macarao , 1.293 90 »
Macuto 894 281 I.

Mamporal 275 247 »


Maracay 6.429 916 »
Mariara 3.271 >
Maiquetía 1.209 17.
563
1.761 »
Naguanaofua 136,
Naigualá
541 228
Ocuniare 3.300 1.392 »
Ocumare de la Costa. 1.541 122 »
563 239 .
Panaquire
Paracotos •. . . 1.811 > 53
Petare 4.508 »
Quara 2.852 51>
211»
Quíbor 8.706 1.264
Suma ¡/sigue 147.001 37.166 2.087
292 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

PUEBLOS I8I6 DÉFICIT EXCEII

Suma anterior 147.001


147.001 37.166
37.166 2.087
Ríochico 1.426 23
Sanare 2.665 454
San Antonio , 572 311
San Carlos , 7.738 3.147
San Diego 1.146 109
San José de Tiznados.. . , . . 2.105
157
San Mateo 1.874 635
San Nicolás , 181 612
San Pedro , 938 84
93
Santa Lucía 2.293
Santa Rosa , 4.630 141
Santa Teresa. 1.352 565
Tapipa 367 118
Tarmas 528 6
Tinajas 870 132
Turmero 4.249 3.517
Umocaro Alto 1.815 485
Umocaro Bajo
1.789
397»
Urachiche 2.483
2.483 45» 244
Valencia 7.977
Yaritagua 5.071
5.071
»
» 346
Totales (1) 199.070
199.070 48.197
48.197 4.393

La provincia de Caracas, en 1809, constaba, por sus pa-


drones eclesiásticos, de 421.000 habitantes.
Ved en ellos que hubo un aumento de 6.777 personas
en el año corrido de Febrero de 1809 á 1810; que el de
(1) En 1816 se notan algunos pueblos aumentados más ó
menos considerablemente; pero asimismo deberán conocer las
causas que obran en ello. Primera, la seguridad, como se ve en
los del tránsito y en donde existen guarniciones; en ellos exis-
ten personas de otro vecindario, sobre lo que ha tomado eJ
Gobierno las medidas convenientes. Segunda, la misma segu-
ridad con respecto á la probidad y carácter pacífico de algu-
nos justicias, muy distantes de abusar de su cuidado para sa-
tisfacer su venganza ó resentimientos, é incapaces de dar oídos
á la avaricia.
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 293

1815, comparado con aquél, hubo uu déficit efectivo de


50.626, que debieran existir como aumento progresivo de
los seis años intermedios, aun cuando á cada uno no de-
mos sino los 6.777 de 1810, á pesar de que debiera con-
siderarse mayor, así por el aumento sucesivo de cada año,
como porque vuestras víctimas han sido de las personas
que causaban este aumento.
Sabida cosa es que El Llano de Arriba, Barcelona, Ba-
rinas y Cumaná han sido el teatro de una guerra incom-
parablemente más destructora que en aquellos que acabo
de presentaros.
Así, pues, vosotros habéis sacrificado en ellos 32.200
personas que vivían, y 26.628 que debieron vivir en los
seis años siguientes designados .
Numerosas fueron las víctimas en Barcelona, Cumaná
y Barinas. Vosotros sabéis como todos cuáles han sido los
destrozos de esos países, en que casi no existen sino los
lugares en donde estuvieron los pueblos. Sin embargo,
quiero nivelarlos del propio modo dando á La Margarita
una pérdida de 5.000 personas; de 12.000, á Barcelona;
de 15.000, á Cumaná; de 12.000, á Barinas; de 6.000, á
Guayana; de 6.000, á Maracaibo, y de 4.000, á Coro. Vos-
otros sois responsables de 54.000 personas que hicisteis
morir, y de 40.000 que impedisteis que vivieran. Más
claro.

En los pueblos presentados anteriormente hay un


déficit de 48. 197
En los mismos hay un déficit de aumento demos-
trado de 40.626
En los pueblos cuyos padrones no existen, y que
en 1809 formaban las dos quintas partes de la
población de esta provincia 32 . 200
En ios mismos, por igual ausencia indispensable. 26.628
En La Margarita, por individuos muertos 5.000
En Barcelona, por ídem . 12.000
En Cumaná, por id 15 . 000
Suma y sigue 179. 651
294 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Suma anterior, 1 79 . 65 1
En Barinas, por id 12 . 000
En Maracalbo, por id 6.000
En Coro, por id 4.000
En estos seis distritos, por igual aumento con res-
pecto ásu población, edad y sexo de los muer-
tos, en los seis años 40.0CO
241.651

Personas muertas 134.487


Aumento no realizado. . 107.164
Total 241.651

Deducidos 13.000 que perecieron con los terremotos,


queda la suma total de 228.651.
Tal ha sido vuestra filantropía, y de la regeneración de
Venezuela. Todos los ramos de su prosperidad han segui-
do la misma razón, y aquel país que por su naturaleza, por
su situación local y por la protección y predilección de
sus reyes caminaba velozmente á ser el primero de la
América, por vuestra regeneración ha venido á ser el
último.
Cuatrocientos jóvenes estudiaban en el colegio de la
provincia, que algún día debían ser su más precioso or-
namento, tener
y en sus manos una parte de sus destinos;
DO hay un centenar ahora; la mayor parte consta de niños
que aprenden las primeras letras; casi todos los demás,
arrancados indignamente de sus útiles ocupaciones por el
triunviro Ribas, perecieron en Noviembre de 1813 sobre
las montañas de Vigirima.
Desapareció la música de Caracas, la primera de las
bellas artes, la que formaba sus delicias y la que por su
perfección la daba el primer lugar en esta línea entre las
provincias del Sur. Cuatro restan solamente de los que la
componían, habiendo los demás perecido en vuestra re-
generación.
El colegio de abogados, establecido poco antes de
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 295

aquel día por el soberano que deprimíais, constaba en


1809 de 79 individuos.
Quedan sólo 24, y de los demás, vosotros responderéis
á nuestra patria.
Entonces existían 38 médicos y cirujanos; ahora sólo
existen 12.
Entonces el Seminario constaba de 73 colegiales; ahora
le componen sólo 20.
Mas, ¿para qué recordar y enumerar memorias y he-
chos, capaces únicamente de excitar los más vivos senti-
mientos? Vosotros los que vivís responderéis algún día
á aquel Juez, infinitamente justo, de los males que habéis
causado con vuestra sedición y proyectos, ó más bien
con haber movido la multitud inocente que era feliz bajo
el gobierno de sus mayores; que amaba y veneraba sus
reyes; que obedecía el imperio de las leyes; que no co-
nocía eldesencadenamiento de las pasiones; que era sen-
cilla, dócil y quieta, y que sin el funesto, báibaro y crimi-
nal impulso que la disteis, ni se habría precipitado á los
excesos que hemos visto, ni ahora llorarían sus restos los
males que han pesado sobre ella.
¿Qué sería nuestra patria si vosotros no hubieseis exis-
tido? ¿Cuál sería su prosperidad?, ¿cuál su fortuna? ¡Re-
cuerdos mortales, que es necesario separarlos de nosotros
para no aumentar los sentimientos comunes, aunque ellos
inspiran hacia vosotros todo el horror de que sois dignos!
Porque, ¿quién podrá ver y recordar el número espan-
toso de víctimas sacrificadas á vuestros proyectos, y el
número igualmente prodigioso de las que arrancó á la
muerte por medio de la vacuna un Gobierno benéfico,
que prodigó sumas enormes por poneros en posesión de
este bien? Ingratos, confundios: 131.000 personas se han
Hbertado del pestilente contagio de la viruela por la ge-
nerosidad de nuestro padre común, mientras que vos-
otros, apellidándole tirano, habéis destruido con la espa-
da, con el hambre y con todas las armas de la rebelión
esta obra de su paternal beneficencia. Temblad

J. D. DíAz.>
296 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

GENEALOGÍA DE LOS RIBAS

El capitán Valentín de Ribas, natural de Londres, casó


en la isla de Tenerife con Francisca Rodríguez Talayera
y Monta Ivo.
Tuvieron por hijos á Roberto de Ribas y Rodríguez
Talayera, que casó con Francisca Lutgarda de Betan-
court, hija del brigadier Marcos de Betancourt y Castro,
caballero de la Orden de Alcántara, gobernador y capi-
tán general de la provincia de Venezuela, y de Luisa de.
Llarena y Carrasco .
Tuvieron por hijos á:
Primero: Valentín de Ribas y Betancourt, regidor de
Tenerife, que casó con Cecilia Home y Ponte, y tuvo por
única hija á Francisca de Ribas, que casó con Antonio de
Monteverda y Lugo, con sucesión.
Segando: Francisco Valentín José de Ribas y Betan-
court, que casó en Caracas con Jacinta Garabán y Herre-
ra y tuvo por úiico hijo al licenciado en Derecho civil
Roberto de Ribas y Garabán, que casó con su prima her-
mana M iría Altagracia de Ribas y Herrera, y tuvieron por
hijos á Fidel Ribas y Ribas, Mercedes, Socorro, Carmen
y Rosalía de Ribas y Ribas.
Tercero: Marcos José de Ribas y Betancourt, casó tam-
bién en Caracas con Petronila de Herrera y Mariñez, hija
de Pedro Miguel de Herrera y Mesones y de Mariana
Maríñez, y tuvieron por hijos á Juan Nepomuceno, María
de la Candelaria, Valentín, María de la Concepción,
Francisco José, María de la Luz, Marcos, María Petroni-
la, Antonio José, María Altagracia y José Félix de Ribas
y Herrera, de los cuales vamos á tratar separadamente.
1.° Juan Niponíiuceno de Ribas y Herrera casó con
María de Jesús Palacios, hija de Feliciano Palacios y de
Francisca Blanco y Herrera, y tuvieron por hijos á María
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 297

Jesús Ribas y Palacios, que casó con Leonardo Delorenzí


y tuvo por única hija á Trinidad Delorenzi y Ribas, y los
hijos varones siguientes: Juan Nepomuceno, Rafael, Mar-
cos yJosé de Ribas y Palacios, que no dejaron sucesión
por haber perecido en la guerra de la Independencia de
Venezuela.
2." María de la Candelaria de Ribas y Herrera, casó
con Martín Ascanio y Llarena, natural de la isla de Tene-
rife, tuvieron
y por hijos: primero, á Juan Nepomuceno de
Ascanio y Ribas, que casó con María Ignacia Sanabria y
Meleán, y tuvo por hijos á Juan y Asunción Ascanio y
Sanabria, con sucesión. Segundo: María del Rosario Asca-
nio yRibas, que casó con José Francisco de Gil y Barrios,
y tuvo por hijoG á Vicente de Gil y Ascanio, que casó con
Josefa de Tovar con sucesión; á Francisca de Gil y Asca-
nio, que casó con Bartolomé Manrique y Urbina, con su-
cesión, áy Benigna de Gil y Ascanio, que casó con Nico-
lás de Gil y Ascanio, su primo hermano, con sucesión.
Tercero: Catalina de Ascanio y Ribas, que casó con
Francisco de Gil é Istúriz, y tuvo por hijo á Nicolás de
Gil y Ascanio, que casó con su prima Benigna de Gil y
Ascanio, ya mencionada. Cuarto: Petronila Ascanio y Ri-
bas, que no se casó. Quinto: María Antonia de Ascanio
y Ribas, que casó con Francisco Matamoros y Ascanio.
3." Valentín de Ribas y Herrera, regidor de Caracas,
que casó con Manuela Galindo y Rada y tuvieron por hi-
jos, primero, á María de las Mercedes de Ribas y Galin-
do, que casó con Ramón Blanco y Blanco, y tuvo por hi-
jos áAna María Blanco y Ribas, que casó con Daniel de
Mendoza y Briceño y tuvieron por hijos á Daniel Mendo-
za de Blanco; á Jerónimo, doctor en Medicina, que casó
con Carolina de la Plaza y con sucesión, y á María Luisa,
que casó con Francisco de Mendoza y Briceño, con suce-
sión. Segundo, Francisco José de Ribas y Galindo, que
casó con su prima segunda Clemencia de Tovar y Galin-
do, ytuvo por hijos á Florencio, Francisco, Rosa, que
casó con el doctor Enrique Pérez de Velazco y López, .
con sucesión; Manuela, que casó con Andrés de Ribas y
298 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Tovar, con sucesión, y Valentín de Ribas y Tovar. Terce-


ro, Estanislao de Ribas y Galindo, coronel de la repúbli-
ca de Venezuela, que pereció en Barcelona y no dejó su-
cesión. Cuarto, Felipe de Ribas y Galindo, que tampoco
dejó. Quinto, Andrés de Ribas y Galindo, que casó con
Enriqueta L. de Baldwin, natural de Nueva York (Esta-
dos Unidos), y tuvo por hijo á Ángel Elias Ribas y Bald-
win, doctor en Medicina, y sexto, José de Ribas y Galin-
do, que no dejó sucesión.
4.° María de la Concepción de Ribas y Herrera, fué
monja en el convento de las Concepciones, de esta ca-
pital.
5." Francisco José de Ribas y Herrera, doctor en Teo-
logía ymaestro en Filosofía. Presbítero.
6.° María de la Luz de Ribas y Herrera, fué monja en
el mismo convento que su hermana María de la Concep-
ción.
1° Marcos de Ribas y Herrera, maestro en Filosofía y
licenciado en Teología. Presbítero.
8.° María Petronila de Ribas y Herrera, casó con José
Ignacio Palacios y Blanco, y tuvieron por hijo á Antonio
Palacios y Ribas.
9." Antonio José de Ribas y Herrera, casó con Igna-
<:ia Palacios y Blanco, y tuvieron por hijos á María de la
Concepción Ribas y Palacio, que murió sin sucesión, y á
Francisca, que casó con Gustavo Julio Vóllmer, natural
de Hamburgo, con sucesión.
10. María Altagracia de Ribas y Herrera, que casó
con su primo hermano el licenciado Roberto de Ribas y
Garab?n, ya mencionado.
11. José Félix de Ribas y Herrera, general de la re-
pública de Venezuela, casó con María Josefa Palacios y
Blanco, y tuvieron por único hijo á José Félix de Ribas y
Palacios, capitán de la expresada república, y que casó
en primeras nupcias con Amalia Alzóla y Tovar, con su-
cesión, yen segundas con Carmen López Villavicencio,
s n sucesión.

r.^
BOLÍVAR EN CASACOIMA o

Era una de las noches más bellas y apacibles. La luna


de Mayo asomaba por el Oriente ceñida de púrpura y de
nieve. Prolongados palmares, la fecunda javia, el coco
marítimo se mecían dulcemente al suave impulso de los
aires. El majestuoso Orinoco paseaba en su inmenso le-
cho sus turbias y caudalosas aguas; ningún acento, nin-
gún ruido, sino el sordo que arrojaban las aves nocturnas
ó el del centinela que con el arma al hombro y fija la vis-
ta en el bosque, hollaba las hojas secas.
Allá distante, á la sombra de un árbol que los naturales
llaman Castaño del Marañan, muchas personas platican
alrededor de una hamaca colgada de fuertes ramas. Tris-
tes los unos, el más profundo abatimiento se pinta sobre
sus frentes; los otros parecen no pensar sino en lo que les
habla desde la hamaca un personaje ardiente y lleno de
confianza.
— Buena — dijo un hombre pequeño de estatura, de ojo
sagaz y penetrante, de carácter pronto y arrebatado — ,
buena ha sido la tarde; una oí silbar tan cerca, que si hu-
l)iera bajado un palmo no tenían que pensar más en mí
los margariteños. Varias anduvieron cerca de usted, ge-
neral, áy fe que si no nos lanzamos en esta laguna, que
tiene más olor de sepultura de cocodrilos que de ensena-
da del Orinoco, hubiéramos sido víctimas.
(1) La edición primitiva y las que se han hecho posterior-
mente en París y en América traen esta página al final. — No
-queremos suprimirla tampoco en esta edición madrileña.
300 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

— En verdad que es un trabajo de Hércules haberla,


atravesado — contestó uno de aquellos señores, alto, de
nariz perfilada, de vista intelectual y segura, de aire cor-
tés y en extremo reservado — ; mucho temieron los ene-
migos eltal lago, que á vista del hombre que les valdría
más que la victoria, con sólo dos al lado y desarmados,
no se atrevieron á seguirnos. No deja de decir mi cuerpo
que tuvieron razón. ¿Les parece á ustedes que debíamos
ser más cautos en esto de separarnos del ejército para ir
á comer frutas?
— ¿Qué dice usted, general? El peligro está pasado, y
todavía me acuerdo de las dulces pinas que hemos comi-
do; excelentes son las pinas de la Esmeralda. Y ¿qué nos
sucedió? Nos persiguió mayor número de hombres arma-
dos; fuimos más valerosos, y henos aquí salvos. ¿No es
nuestra vida una serie de asechanzas, riesgos y triunfos?
Esto contestó, sentándose precipitadamente en la ha-
maca, un hombre que, si bien quemado por el sol, endure-
cido por la fatiga, manifestaba en su cabello castaño y en
sus ágiles movimientos tener seis lustros apenas de edad.
En su aire grandioso é imponente, en sus miradas, ya
melancólicas como la luz de la luna que las alumbraba, ya
ardientes como el fugo de un meteoro, bien se advertía
ser el caudillo de la escasa tropa que le rodeaba.
— Pero esto no es prudente, general, ni de la aproba-
ción de sus soldados, que saben depende la existencia de
la Patria de la de usted — exclamó un oficial calvo, de mo-
dales apacibles, de insinuante aspecto, en quien el juicio
aventajaba á los años; nuestra posición es lamentable —
continúa — , estamos más escasos de tropas y de municio-
nes que de vestuarios, y ya ustedes ven qué uniforme trae
nuestro general en jefe, el jefe del Estado Mayor y el ge-
neral margariteño.
— No tan malo — gritó el de la hamaca — . Perdí mi uni-
forme, pero me hallo mejor con esta bata que me han re-
galado, mucho mejor que con las heridas de los pies; ma-
ñana me estreno la hermosa camisa de corteza de marima,
que me regaló un cacique; galanos, sí, que están los dos-
BIOGRAFÍA DEL GENERAL JOSÉ FÉLIX RIBAS 301

generales que me acompañaron, el de camisa de listas so-


bre todo... — y arrojaba grandes risadas, viendo al que pri-
mero rompió el diálogo, envuelto en una ancha camisa de
listado.
Ya habrán conocido los lectores que era el Libertador
quien hablaba desde su hamaca con los generales Aris-
mendi y Soublette, el coronel Briceño y varios oficiales
del ejército.
La luna estaba ya en la mitad del cielo, y Bolívar los
animaba todavía, hablándoles de sus proyectos y espe-
ranzas.
— No sé loque tiene dispuesto la Providencia — decía — ;
pero ella me inspira una confianza sin límites. Salí de los
Cayos solo, en medio de algunos oficiales, sin más recur-
sos que la esperanza, prometiéndome atravesar un país
enemigo y conquistarlo. Se ha realizado la mitad de mis
planes: nos hemos sobrepuesto á lodos los obstáculos
hasta llegar á Guayana... Dentro de pocos días rendire-
mos áAngostura, y entonces... iremos á libertar á Nueva
Granada, y arrojando á los enemigos del resto de Vene-
zuela, constituiremos á Colombia. Enarbolaremos después
el pabellón tricolor sobre el Chimborazo, é iremos á com-
pletar nuestra obra de libertar á la América del Sur y ase-
gurar su independencia, llevando nuestros pendones vic-
toriosos alPerú: el Perú será libre.
Sorprendidos, atónitos, se miraban unos á otros los ofi-
eiales que le cercaban: nadie osaba pronunciar una pala-
bra. Los ojos de Bolívar arrojaban fuego, y al hablar de
la España, de su ruina, tormentas eléctricas parecían ce-
ñir su cabeza, como la cumbre del Duida, cuya sangrienta
y encapotada cima alcanzaban apenas á divisar...
Un oficial llamó aparte al coronel Briceño y le dijo llo-
rando:
« — Todo está perdido, amigo; lo qne era toda nuestra
confianza, helo aquí loco; esta delirando... En la situación
en que le vemos, sin más vestido que una bata, soñando
•en el Perú...!!»
Confortóle Briceño, asegurándole que el Libertador se
302 JUAN VICENTE GONZÁLEZ

chanceaba para hacer olvidar el mal rato que él y todos


habían pasado aquella tarde...
A los dos meses Bolívar había tomado á Angostura;
dos años después la Nueva Granada le aclamaba vence-
dor en Bogotá; cuatro años más tarde destruye en Cara-
bobo el ejército de Morillo; á los cinco da libertad á
Quito, y al caboMe los siete años sus victoriosas bande-
ras ondeaban sob.'-e las altas torres del Cuzco.

Juan Vicente González.


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Biografía del general José
Félix Ribas, primer teniente
>'«V<*.

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