LIBERTAD E IGUALDAD JURÍDICAS_Prof Monea
LIBERTAD E IGUALDAD JURÍDICAS_Prof Monea
LIBERTAD E IGUALDAD JURÍDICAS_Prof Monea
Cuando hablamos de libertad “jurídicamente relevante”, no nos referimos a una mera libertad
de hecho, sino a una libertad que el Derecho reconoce y protege, porque está dentro del
mundo jurídico. Es una libertad que, por acción u omisión, siempre genera efectos jurídicos. Ej:
de nada vale que contraiga matrimonio si la ley no le otorgara efectos jurídicos a ese acto.
Por ende, la libertad jurídica atribuida al hombre constituye un verdadero derecho subjetivo. Al
ejercer esa libertad jurídica, lo que la persona hace, o deja de hacer, es capaz de producir
efectos jurídicos.
a) Un status que asigna al hombre la calidad de persona, como sujeto de derecho pleno
y capaz, cuya negación es la esclavitud (incapacidad de derecho absoluta); el art. 15 de
la C.N., al abolir la esclavitud, afianza este principio, porque si no puede haber esclavos
toda persona es sujeto de derecho.
b) Un poder de disposición que, en uso de la libertad, sea capaz de producir efectos
jurídicos relevantes.
c) Un área de intimidad donde la libertad inofensiva o neutra para el grupo social o
terceros, quede inmunizada o sustraída a toda interferencia arbitraria del Estado. Esto
se refleja en la fórmula que adopta el art. 19 de nuestra C.N., al establecer: “las
acciones privadas de los hombres que no afecten al orden, a la moral pública ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservada a Dios y exentas de la autoridad de los
magistrados”.
d) Un principio básico denominado “zona de permisión” a favor de la persona humana,
en el sentido de que todo lo que no está prohibido está permitido. Pues si fuera
necesario que cada conducta humana tuviera que estar autorizada, la nómina de
permisiones se elevaría hasta el infinito y, además, siempre dejaría lagunas (casos que
no fueron contemplados). Por ende, para la persona humana, el área de libertad es
toda la zona no prohibida. Esta regla también la hallamos en el art. 19 de nuestra C.N.,
al decir que “nadie puede ser privado de hacer lo que la ley no impide”, e importa la
consagración del principio de legalidad: lo no prohibido por la ley, es lo que está
permitido.
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IMPORTANTE: el área de intimidad y la zona de permisión no son extrajurídicas o
ajurídicas, por el contrario, el Derecho las reconoce y protege, por lo que son espacios
jurídicamente relevantes. Están dentro del mundo jurídicos y no fuera del mismo. La
persona se mueve en ellos dentro del ámbito de la licitud.
La libertad, como pauta genérica, aparece ya en el preámbulo de nuestra C.N., al
establecer como uno de los fines del Estado “asegurar los beneficios de la libertad”. A
cada uno de los derechos que consagra nuestra Constitución, corresponde su
correlativa libertad.
El Pacto de San José de Costa Rica (Convención Interamericana de Derechos Humanos
- CIDH) establece que toda persona tiene derecho a la libertad (art. 7); y que nadie
puede ser sometido a esclavitud, servidumbre, trabajos forzosos u obligatorios (art. 6).
Implica el derecho a no ser arrestado sin causa justa y sin forma legal. Impide padecer
retenciones corporales forzosas, y también realizar prestaciones forzosas valoradas como
injustas. Nuestra C.N. protege este derecho en el art. 18 al establecer que nadie puede ser
arrestado sin orden escrita de autoridad competente; también en el art. 14 cuando consagra
el derecho de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio; y el art. 17 cuando dispone
que ningún servicio personal es exigible sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley.
La garantía procesal que protege la libertad física, corporal o ambulatoria es el habeas corpus,
que prevé el art. 43 in fine de la C.N. Los jueces están obligados a resolver la acción de habeas
corpus aun durante la vigencia del estado de sitio.
Presupone la tutela jurídica de la vida privada. Pero no debe entenderse que en la intimidad se
aloje y se proteja únicamente a las acciones que no se exteriorizan al público. El derecho a la
intimidad no refiere sólo a las acciones que permanecen en la interioridad o fuero íntimo de la
persona. Por el contrario, conducta y situaciones que pueden ser advertidas por terceros, o ser
conocidas públicamente, admiten ser refugiadas en la intimidad cuando hacen esencialmente
a la vida privada. La exterioridad o exteriorización de una acción no alcanza para sustraerla del
ámbito de la privacidad, y demuestra que la intimidad excede lo meramente interno o el
denominado “fuero íntimo”. El hecho de que los demás tomen noticia de algo no llega a
sustraer a aquellas acciones y situaciones del ámbito de la privacidad que inmuniza el art. 19
de la C.N., mientras tales acciones sean “autorreferentes”, es decir, no ofendan al orden, a la
moral pública, ni dañen a terceros.
La intimidad no es, entonces, algo estrictamente interno o solamente espiritual, sino que es
también lo que cada persona refleja externamente, pero que no tiene significación ni origina
daño o peligro para otra persona (tercero) o para la sociedad.
Por ende, nadie tiene derecho a inmiscuirse en la vida privada de una persona ni violar áreas
de su actividad no destinadas a ser difundidas, sin su consentimiento. Sólo por la ley podrá
justificarse tal intromisión, siempre que medie un interés superior en resguardo de la libertad
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de otros, la defensa de la sociedad, las buenas costumbres o la persecución o evitación de un
crimen.
El Pacto de San José de Costa Rica (Convención Interamericana de DD.HH) establece que:
“Nadie puede ser objeto de ingerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su
familia, en su domicilio o en su correspondencia…” (art. 11, 2/3)
Proyecciones de la libertad de intimidad: este tipo de libertad se vincula asimismo con ciertos
aspectos de la libertad religiosa, que hacen al fuero íntimo de la persona. En ello ingresa la
denominada libertad de conciencia: de hacer o no hacer cosas de acuerdo a las creencias
religiosas; Ej: no ir a la guerra, no sacrificar animales, no recibir transfusiones de sangre, no
practicar abortos eugenésicos, etc.
La norma del art. 18 de la C.N., en la parte que aquí comentamos, es directamente operativa
(no requiere norma legal que la reglamente), por lo que se aplica directamente al allanamiento
de domicilio con orden judicial. Empero, para allanar el domicilio sin orden sí es preciso que
exista una ley que reglamente las circunstancias que habilitan tal obrar estatal.
Las pruebas que se obtienen mediante un allanamiento ilegal no podrán hacerse valer en
juicio.
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Por último, la libertad de intimidad se extiende también al ámbito de las comunicaciones
postales (correspondencia), telefónicas, y a las que tienen lugar por medios informáticos,
digitales, electrónicos y cibernéticos.
LA IGUALDAD JURIDICA
1. Concepto:
La C.N. consagra la igualdad ante la ley en el art. 16. Parecería que el constituyente
hace recaer en el legislador la prohibición de tratar a las personas de modo desigual. O
sea que cuando el Estado legisla no puede violar, en la ley, la igualdad civil de los
habitantes. Pero lo cierto es que la garantía de igualdad no se limita sólo al legislador.
Por eso preferimos hablar de “igualdad jurídica” y no de “igualdad ante la ley”. La
libertad jurídica tiene un alcance más amplio e integral, que implica:
a) Igualdad ante el Estado;
b) Igualdad ante la ley;
c) Igualdad ante la Administración (cuando los órganos del poder ejercen la función
administrativa deben evitar dar a unos lo que se niega a otros en igualdad de
circunstancias)
d) Igualdad ante la Jurisdicción (ante los jueces); la Constitución obliga a que la ley
establezca la denominada “unidad de jurisdicción”, es decir, los mismos jueces para
todos los habitantes. Así, nadie puede ser sacado de sus “jueces naturales” (art. 18
de la C.N.), y todos tienen el mismo derecho de acudir ante ellos. No puede haber
quienes sean juzgados por otros jueces distintos de los que naturalmente le
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correspondan, ni como un privilegio, ni a título de castigo. Recordemos que los
denominados “fueros personales” (a los que alude el art. 16 de la C.N.) consistían
en el derecho de un apersona a ser juzgada, según su condición o profesión, por sus
pares (Ej: fuero militar; fuero eclesiástico; fuero universitario, fuero administrativo,
etc. Estos fueros ya existen como tales, pero subsisten como “jurisdicciones
especiales” que no reemplazan ni sustituyen a los jueces naturales que establecen
la Constitución y las leyes de la Nación).
e) Igualdad ante y entre particulares: en la medida de lo posible y de lo justo;
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i) La garantía de la igualdad sólo está dada a favor de las personas contra el Estado,
y no viceversa.
El art. 14 bis, por ejemplo, establece que se debe “igual salario por igual trabajo”, con lo
cual impide la discriminación arbitraria del empleador entre sus dependientes en materia
de remuneraciones. Los actos de los particulares también deben tener un contenido
razonable para no ser arbitrariamente desigualitarios o discriminatorios.
El art. 16 de nuestra Carta Magna establece la libre admisión en los empleos sin otra
condición que la idoneidad. En efecto, la idoneidad es la pauta exclusiva, pues todo
requisito para un empleo debe filtrarse a través ella. Si bien la idoneidad, en cuanto
aptitud, depende de la índole del empleo, podemos afirmar que, en general, las
condiciones abracan la aptitud técnica, física, de salud, edad, y también la moral, entre
otras. – Al contrario, y como principio, no son condición de idoneidad: el sexo, la religión,
las opiniones o ideas políticas, etc., por lo que sería inconstitucional la norma que
discriminara apoyándose en tales requisitos.
Entendemos que la condición de nacional o ciudadano no puede ser exigida en general,
sino en casos muy específicos, por ejemplo: para trabajar en una legación, consulado o
embajada de nuestro país en el exterior. Recordemos pues que la Constitución abe las
puertas de los empleos a todos los “habitantes”, incluyendo extranjeros. Las normas que
exigen ser argentino para ingresar a la Administración Pública nos parecen
inconstitucionales.
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del goce de derechos que sí se reconocen a quienes no se consideran incursos en tal
situación.
Cuando las diferencias de trato que surgen de las normas están basadas en categorías
"específicamente prohibidas" o "sospechosas" corresponde aplicar un examen más
riguroso, que parte de una presunción de invalidez. - El juicio de razonabilidad de la norma
(artículos 14 y 28 de la Constitución Nacional), estará guiado por un escrutinio estricto,
evaluación que implica una inversión en la carga de la prueba, de modo tal que es la parte
que defiende la constitucionalidad de la norma la que deberá realizar una cuidadosa prueba
sobre los fines que la misma intenta resguardar y sobre los medios utilizados para tal
efecto. En cuanto a los primeros, deben ser sustanciales y no bastará que sean meramente
convenientes. En cuanto a los segundos, será insuficiente una genérica `adecuación´ a los
fines, sino que deberá juzgarse si los promueven efectivamente y, además, si no existen
otras alternativas menos restrictivas para los derechos en juego.
Para la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) “*n+o todo tratamiento
jurídico diferente es propiamente discriminatorio porque no toda distinción de trato puede
considerarse ofensiva de la dignidad humana. Existen ciertas desigualdades de hecho que
pueden traducirse en desigualdades justificadas de tratamiento jurídico, que expresen una
proporcionada relación entre las diferencias objetivas y los fines de la norma” (Corte IDH,
Propuesta de modificación a la Constitución Política de Costa Rica relacionada con la
naturalización, Opinión Consultiva OC-4/84 del 19 de enero 12 | Igualdad y No
Discriminación de 1984, Serie A, n° 4, Capítulo IV, párrafos 56 a 58). Es por ello que las
normas constitucionales y los instrumentos de derechos humanos prohíben la
discriminación con base en ciertas categorías o criterios de diferenciación expresamente
señalados. La lista de “categorías sospechosas o prohibidas” comprende habitualmente la
raza, el género, la religión, la opinión política, el origen nacional o social, la posición
económica y las características físicas, entre otras. Para confrontar el respeto de una norma
o de una política pública con el derecho de igualdad ante la ley o con el principio de no
discriminación se exigen, en consecuencia, diferentes análisis. En el primero de los casos, se
aplica el denominado “escrutinio leve”, mediante el cual el tribunal se debe limitar a
verificar que el fin buscado y el medio empleado sean adecuados para alcanzar el propósito
no prohibido. En este supuesto, quien cuestiona la constitucionalidad de la norma
enfrentará la carga de la prueba. En cambio, la rigurosidad del escrutinio aumenta cuando
están involucradas las categorías incluidas en las cláusulas antidiscriminatorias de los
instrumentos de protección de derechos humanos (“categorías sospechosas”). En algunos
casos, se analiza la norma o práctica mediante un “escrutinio intermedio”, que postula un
equilibrio entre las partes en relación con la carga de la prueba, dado que el fin relevante
debe ser acreditado por quien defiende la práctica o norma impugnada pero no se presume
su inconstitucionalidad. En otros, se utiliza el denominado “escrutinio estricto”: la norma o
práctica impugnada se presume inconstitucional y es el demandado quien debe probar que
aquella persigue un fin legítimo, relevante e imperioso, y que el medio elegido es idóneo e
imprescindible y constituye la alternativa menos lesiva para los derechos de los afectados.
Pero además del mandato de igualdad ante la ley, las obligaciones del Estado en materia de
no discriminación exigen la adopción de medidas de carácter legislativo, social, educativo,
laboral o de cualquier otra índole, necesarias para eliminarla. El artículo 75 inciso 23 de la
C.N. dispone expresamente que el Congreso debe sancionar leyes que establezcan acciones
positivas para garantizar la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y
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ejercicio de los derechos reconocidos por la Constitución y por los tratados internacionales
vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, las
personas ancianas y las personas con discapacidad. A su vez, el artículo 37 estipula que la
igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y
partidarios se garantizará por acciones positivas en la regulación de los partidos políticos y
el régimen electoral.
El art. 16 de la C.N. establece que la igualdad es la base del impuesto y de las cargas
públicas. El concepto de igualdad fiscal es meramente la aplicación del principio general de
igualdad a la materia tributaria, razón por la cual afirmamos que:
a) Todos los contribuyentes comprendidos en una misma categoría deben recibir igual
trato;
b) La clasificación en distintas categorías de contribuyentes debe responder a
distinciones reales y razonables;
c) La clasificación debe excluir toda discriminación arbitraria, hostil, injusta, etc.;
d) El monto debe ser proporcional a la capacidad contributiva de quien paga;
e) Debe respetarse la uniformidad y generalidad del tributo;