El Decrecimiento Explicado Con Sencillez

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EL DECRECIMIENTO EXPLICADO CON SENCILLEZ. Carlos Taibo. Tan bueno y saludable es el crecimiento econmico?

Seis hechos que invitan a recelar de las virtudes tantas veces atribuidas al crecimiento econmico: -El crecimiento no genera, o no genera de manera necesaria, cohesin social. -El crecimiento no se traduce necesariamente en la creacin de puestos de trabajo y, por tanto, en reduccin del paro. -El crecimiento se ha traducido muy a menudo en agresiones medioambientales literalmente irreversibles. -El crecimiento implica un progresivo agotamiento de recursos que no estarn a disposicin de prximas generaciones. -El crecimiento de los pases ricos depende de manera estrecha del expolio de los recursos humanos y materiales de los pases del sur. -Somos a menudo vctimas de lo que algunos autores han descrito como un modo de vida esclavo: tendemos a pensar que seremos ms felices cuantas ms horas trabajemos, ms dinero ganemos y ms bienes consigamos consumir. Una simple historia refleja perfectamente lo que es el modo de vida esclavo: un norteamericano se acerca a un pescador mejicano medio adormilado y le pregunta: "por qu no dedica usted ms tiempo para pescar?" El mejicano le responde que con lo que trabaja tiene de sobra para cubrir sus necesidades. El americano pregunta entonces: "qu hace usted el resto del tiempo?" "Me levanto tarde, pero un poco, juego con mis hijos, echo la siesta con mi mujer, por la tarde quedo con mis amigos; bebemos vino y tocamos la guitarra, tengo una vida plena". El americano le interrumpe y le da un consejo: "dedique ms tiempo a la pesca; con los beneficios podr comprar un barco ms grande, luego podr abrir una factora, luego mudarse a Mxico, luego a Nueva Cork, cotizar en bolsa y ser mucho ms rico". El mejicano le pregunta: "y despus de eso qu?". A lo que el norteamericano contesta: "despus podr jubilarse, vivir en un pequeo pueblo de la costa, levantarse tarde, jugar con sus hijos, pescar un poco, echar la siesta con su mujer y pasar la tarde con sus amigos bebiendo vino y tocando la guitarra" El hechizo de las grandes cifras. Con frecuencia somos vctimas de las grandes cifras que se nos imponen pues no alcanzamos a comprender el significado real de esas cifras astronmicas que se manejan. Pero hay que prestar atencin a estas cifras porque muy a menudo son la fuente de interesados engaos y manipulaciones. Las miserias del producto interior bruto. Si se trata de analizar crticamente los indicadores econmicos que el sistema maneja, lo primero que hay que subrayar es que contabilizan como crecimiento y como bienestar todo aquello que supone produccin y gasto. Dentro de ese todo aquello se incluyen las propias agresiones medioambientales, los frmacos y drogas, los cigarrillos o el gasto militar. Los indicadores que nos ocupan nada nos dicen, en cambio, de elementos centrales para entender lo que sucede en nuestras sociedades, especialmente el trabajo domstico protagonizado mayoritariamente por mujeres. En trminos generales se minusvalora el trabajo de las mujeres, y ello pese a que se halla claramente vinculado con la sostenibilidad de una vida amenazada por el capitalismo y sus reglas. Pero hay que hablar tambin de lo que ocurre con la preservacin del medio ambiente. Muchas veces se ha sealado que un bosque transformado en papel acrecienta el PIB, en tanto en cuanto ese mismo bosque intocado, decisivo para garantizar la vida, no se considera riqueza.

Visto esto, es inevitable que hayan proliferado los instrumentos de medicin alternativos, que toman en consideracin los aspectos olvidados por los indicadores oficiales. Un ejemplo es el ndice de bienestar econmico sostenible (IBES), que recoge una veintena de dimensiones ignoradas (trabajo en el hogar, costos de desempleo, agotamiento de los recursos naturales, etc.) por los instrumentos de medicin al uso y estima que carece de sentido calibrar el bienestar sobre la base, en exclusiva, de los bienes y servicios producidos en virtud de la lgica de mercado. La ciencia econmica dominante solo se interesa por las mercancas (lo que se tiene o no se tiene), y no por los bienes que hacen que alguien sea algo. No se trata de negar que los bienes materiales son importantes: se trata de colocarlos en un escenario que permita otorgarles su justo relieve y de cuestionar, en paralelo, la bondad de los principios (ms, mayor, ms deprisa, ms lejos) que marcan la mayora de las relaciones en nuestras sociedades. Los grandes problemas de principios del siglo XXI. - Al calor de la globalizacin capitalista se ha registrado en todo el planeta un visible endurecimiento de las condiciones laborales. Consecuencias: los beneficios empresariales se han multiplicado y con ello las prcticas especulativas; salarios cada vez ms bajos, jornadas laborales ms prolongadas, menos derechos sociales Detrs del endurecimiento de las condiciones laborales es fcil apreciar la influencia de dos grandes mitos: tanto la productividad como la competitividad obedecen a una visin de los hechos econmicos claramente marcada por los intereses empresariales y son fundamentos principales de un orden que se desentiende de los problemas sociales y medioambientales. - La relacin Norte-Sur, como herencia principal de los siglos de expolio de los recursos de los pases pobres, sigue marcando poderosamente la vida del planeta, siendo su efecto principal la existencia de enormes diferencias entre estas dos partes enfrentadas. Recurdese que ms de 3.000 millones de personas se ven obligadas a malvivir con menos de dos dlares cada da, en tanto que 1.300 millones de esas personas lo hacen en situacin de pobreza extrema, con menos de un dlar al da. Ms de 800 millones de seres humanos padecen problemas de hambre crnica y cada da mueren por efecto del hambre o de enfermedades generadas por el hambre, unas 40.000 personas. Mientras tanto, el 20% de la poblacin del planeta tiene a su disposicin el 86% de los recursos naturales; al 2% le corresponde la mitad de la riqueza, en tanto que al 50% le toca tan solo un 1% de la misma. En paralelo, las tres mayores fortunas personales equivalen a la riqueza conjunta de los 48 estados ms pobres. Estos hechos remiten de forma directa a la existencia de un orden internacional profundamente injusto, sentado en el intercambio desigual y en la dependencia del Sur con respecto a los intereses de las grandes empresas transnacionales radicadas en el norte. - Muchas de las materias primas energticas ms importantes se hallan en rpido proceso de agotamiento, con lo cual es evidente que, antes o despus, empezarn a escasear y sus precios aumentarn. Tambin otras materias primas no energticas como el agua se reducirn drsticamente en los prximos aos. - El cambio climtico, consecuencia de la emisin, en los dos ltimos siglos, de enormes cantidades de gases que fortalecen el llamado efecto invernadero, es el ltimo de los grandes problemas mencionados. Los signos del cambio son varios: el primero es el ascenso planetario de las temperaturas (pronsticos de un crecimiento de entre 1,4 y 5,6 grados para finales del siglo XXI). Un segundo efecto sera la subida del nivel del mar (entre 20 y 88 centmetros en el siglo XXI). Pero el cambio climtico genera tambin otros problemas como el deshielo en los polos, las olas de calor, las sequas y las inundaciones. Otras consecuencias son las alteraciones en el ciclo de las estaciones, la desertizacin, mutacin y desaparicin de especies animales, etc.

Un informe del pentgono, que considera que un cambio climtico rpido y brutal es mucho ms probable de lo que se prevea, identifica con crudeza las consecuencias esperables: escasez de alimentos, descenso de la cantidad y de la calidad del agua dulce, y acceso limitado a las materias primas estratgicas debido al hielo y las tempestades. Evidentemente, la lgica de la economa de mercado capitalista a duras penas tiene utilidad alguna para frenar amenazas tan graves como las que procedan del cambio climatico. La huella ecolgica1. La huella ecolgica mide la superficie, tanto terrestre como martima, que necesitamos para mantener las actividades econmicas hoy existentes. Todos los estudios concluyen que hemos dejado muy atrs las posibilidades medioambientales y de recursos que la Tierra nos ofrece, o lo que es lo mismo, que estamos chupando riquezas que no van a estar a disposicin de las generaciones venideras. El crecimiento imparable de la huella ecolgica se debe a que en el Norte vivimos muy por encima de nuestras posibilidades: si el nivel de vida de los europeos se generalizase a toda la poblacin de la Tierra, precisaramos de tres planetas; necesitaramos siete si hiciramos lo mismo con el nivel de vida de estadounidenses y canadienses. En el planeta disponemos de 51.000 millones de hectreas, de las cuales solo 12.000 millones son bioproductivas (1,8 por persona). Sin embargo, el espacio consumido por habitante es de 2,2 hectreas, por encima de lo que nos corresponde. Un estadounidense precisa 9,6, un canadiense 7,2 y un espaol 5,7, por solo 0,8 de un indio. Si en 1960 utilizbamos el 70% del planeta, en 1999 hacamos lo propio con un 120% y muchos pronsticos anuncian que para 2050 estaremos en un 200%. Crecimiento, consumo y bienestar. La renta per cpita en Estados Unidos es hoy ms de tres veces superior a la que se registraba al terminar la Segunda Guerra Mundial y, aunque han experimentado un notable crecimiento econmico y desplegado formidables tecnologas que deban de hacer la vida ms placentera, el porcentaje de estadounidenses que confiesa ser cada vez menos feliz ha ascendido claramente. S es cierto que en los estadios inferiores del desarrollo la disposicin de dinero, la posibilidad de contar con unos u otros recursos, tiene una relacin palpable con el bienestar. Pero tambin lo es que dejados atrs esos estadios iniciales, el consumo excesivo es antes un indicador de infelicidad manifiesta que una seal de bienestar. Por otra parte, desde tiempo atrs hemos dado por descontado que cada nueva generacin que entra vive mejor que las anteriores. Actualmente, no estamos en condiciones de asegurar esta afirmacin para las generaciones venideras. En un terreno parecido, cada vez son ms numerosas las personas que empiezan a aorar la vida econmica y social que conocieron hace varios decenios y que consideran que no hay ningn motivo para idolatrar el crecimiento econmico y las maravillas tecnolgicas que lo han acompaado.

Huella ecolgica: Representa el rea de aire o agua ecolgicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuticos) necesarios para generar los recursos necesarios y adems para asimilar los residuos producidos por cada poblacin determinada de acuerdo a su modo de vida en especfico, de forma indefinida.

Las propuestas del crecimiento. Muy resumidamente, lo que la propuesta del decrecimiento viene a pedir es un debate en el Norte rico sobre la necesidad de reducir sensiblemente la actividad en diversos sectores de la economa, reduccin que en ciertos casos deben llegar directamente a cero. Hay quien aducir que de actuar de esta manera se disparar inmediatamente el nmero de desempleados. La respuesta que da el decrecimiento es doble. En primer lugar propiciaremos el desarrollo de aquellas actividades econmicas que guardan relacin con la atencin de las necesidades sociales insatisfechas y con el respeto del medio natural: no se olvide que un programa de decrecimiento implicara la creacin de numerosos puestos de trabajos en mbitos como los del transporte colectivo, las energas renovables o la agricultura ecolgica. En segundo lugar, repartiremos el trabajo en los sectores econmicos convencionales que inevitablemente seguirn existiendo. El resultado de la combinacin de estas dos medidas es fcil de describir: trabajaremos menos horas, quienes ms ganan obtendrn menos ingresos, reduciremos nuestros desbocados niveles de consumo y dispondremos de mucho ms tiempo libre. Es importante formular dos precisiones. La primera recuerda que no se trata de llevar a cero los niveles de produccin y de consumo: se trata antes bien de restaurar los equilibrios con el medio natural que la industrializacin, la urbanizacin y el colonialismo han roto. La segunda subraya que el proyecto del decrecimiento no es, o no es necesariamente, un proyecto puritano: en esta propuesta lo que destaca es una clara y alegre reivindicacin de la vida social frente a una vida obsesivamente marcada por el consumo, la productividad y la competitividad que nos ofrecen hoy por todas partes. Hay que sealar que la propuesta del decrecimiento no se agota en la demanda de reducciones en los niveles de produccin y de consumo en el Norte rico. Implica la defensa paralela de principios y valores muy diferentes de los hoy imperantes: 1. La primaca de la vida social frente a la lgica frentica de la produccin, el consumo y la competitividad. 2. El ocio creativo, frente a las formas de ocio siempre vinculadas con el dinero y el consumo que nos ofrecen por doquier. El decrecimiento acarrea una crtica radical de la mayora de las formas que ha acabado por asumir la industria cultural que nos acosa por todas partes. 3. El reparto del trabajo. 4. El establecimiento de una renta bsica de ciudadana para atender a los problemas que se revelarn de la aplicacin de un programa de decrecimiento. 5. La reduccin del tamao de muchas de las infraestructuras productivas, administrativas y de transporte.

6.

La recuperacin de muchos de los elementos de la vida local frente a la lgica de la globalizacin en curso.

Esa recuperacin debe traducirse en un renacer de la vida rural frente a las megalpolis forjadas en los ltimos decenios. Entre las consecuencias de este proceso se hallar, por fuerza, la reaparicin de frmulas de democracia directa y autogestin. 7. En el terreno individual, la sobriedad y sencillez voluntarias. En este terreno incluir tambin la defensa de proyectos que hacen de la lentitud (educacin lenta, comida lenta) un aspecto poderosa y saludablemente articulador de la vida social recuperada. "La velocidad es la cara oculta de la riqueza" (Paul Virilio).

El arraigo de los principios del decrecimiento. Hay al menos cinco terrenos importantes en los cuales parece fcil apreciar la influencia, pasada y creciente, de los principios y valores arribas expuestos: 1. La huella de esos principios y valores se ve con claridad en muchas de las prcticas histricas del movimiento obrero de siempre, si bien es verdad que las posiciones decrecentistas resultan ms slidas en la tradicin libertaria que en lo que respecta a las restantes manifestaciones del movimiento obrero. 2. La economa de cuidados, protagonizada fundamentalmente por mujeres, se manifiesta ante todo a travs del cuidado amoroso de nios y ancianos. Ese cuidado, comnmente alejado del dinero y de sus reglas, se asienta en la gratuidad y en la entrega, y tiene una honda dimensin ecolgica.

3.

La propia institucin familiar refleja la influencia de principios y valores como los que aqu nos interesan.

Esa gente que todo dicen fiarlo en las manos invisibles del mercado, a buen seguro que no aplican las reglas correspondientes en el interior de sus familias. Lo comn es que en la institucin familiar impere, de nuevo, la lgica del don, del regalo y de la gratuidad. 4. muchos de nuestros abuelos y abuelas, y en singular los que vivan o viven en zonas rurales, han hecho gala siempre de una austeridad y de una bsqueda serena del buen vivir que por desgracia hoy nos faltan en los medios urbanos. No solo eso: han demostrado histricamente un conocimiento cierto en lo que se refiere a lo que hay que hacer para mantener una relacin equilibrada con el medio natural.

5.

Lo mismo sucede con los pases del Sur, que muy a menudo se encuentran por encima de nosotros en lo

que hace al despliegue de una vida que merezca en seria el adjetivo de social y en lo que respecta, una vez ms, al respecto del medio natural. Menos complejos, menos urbanos. Desde la propuesta del decrecimiento es fcil apreciar la influencia de dos grandes proyectos: el primero apunta a buscar sociedades menos complejas; el segundo cuestiona abiertamente las virtudes que desde mucho tiempo atrs se atribuyen a las ciudades y reclama una vuelta al mundo rural. Respecto a la descomplejizacin, la lgica del capitalismo ha tendido inexorablemente a perfilar sociedades cada vez ms complejas. En estas, la dependencia con respecto a factores externos ha sido cada vez ms notable y la posibilidad de sortear esos actores ha resultado ser cada vez ms reducida. Autores como Zerzan, Sahlins o Clastres han concluido que el ser humano era infinitamente ms feliz en la edad de piedra: su vida social era mucho ms honda, trabajaba menos en la medida en que solo se senta obligado a producir para satisfacer las necesidades, y no para acumular riquezas, y mantena una relacin equilibrada con el medio. De resultas, reivindican un retorno a pequeas comunidades humanas en las cuales, la no delegacin del poder y, con ella, la democracia directa encontraran cabida. Respecto a la vida en la ciudad, parece como si hubiese empezado a desvanecerse todo aquello que atrajo a las ciudades a tantas gentes del campo. En el campo, sin embargo, los habitantes viven un universo conocido, gustan de la conversacin y la vida social, y mantienen con el medio rural una relacin respetuosa mutuamente enriquecedora. Decrecimiento y demografa. Hay que recordar que en el discurso oficial se nos repite una y otra vez que el problema demogrfico se halla en vas de solucin. Este discurso implica una estabilizacin de la poblacin en unos 10-12.000 millones de habitantes a

finales del siglo XXI. Esto no es un gran consuelo: si tenemos en cuenta que con los 7.000 millones actuales, los problemas son hondos y numerosos, qu pasar con 3-4.000 millones ms y aumenten los problemas de escasez. De todos modos el problema no es solo demogrfico. A la pregunta de cuntos habitantes puede mantener razonablemente el planeta Tierra hay que responder con un depende: depende de cul sea el modelo de ser humano que tomemos en consideracin. Si pensamos en los niveles de consumo de un habitante de Burkina Faso o de Mali, la Tierra podra mantener unos 70.000 millones de habitantes. Si pensamos en un madrileo o barcelons, la Tierra no da para mantener a 300 millones. De lo que se puede afirmar que lo que sobran no son seres humanos, sino aviones y automviles. Ms all de todo lo anterior, parece evidente que la propuesta del decrecimiento tiene que traducirse en activas polticas de control de natalidad: la poblacin no puede crecer incontenidamente en un planeta de recursos limitados. Pero estas polticas no deben guardar ninguna relacin con proyectos conducentes a la exclusin y, en su caso, exterminio de una buena parte de la poblacin, como parecen alentar determinados circuitos de poder. Tambin hay que recordar que debemos garantizar los derechos de las otras muchas especies con las que compartimos el planeta. Qu podemos hacer? Dos ideas centrales. La primera subraya que el decrecimiento es un proyecto que tiene por fuerza que combinar lo individual y lo colectivo. Si, por un lado, carecera de sentido promover cambios radicales en el trabajo organizativo cunado en nuestra vida cotidiana no somos capaces de asumir esos cambios, por el otro tampoco tendra sentido alentar transformaciones importantes en nuestras vidas sin pelear de manera organizada, y colectiva, para modificar las reglas del juego hoy imperantes. La segunda de las ideas a las que hay que prestar atencin subraya el vigor de la cooperacin y del ejercicio del compartir, frente a la defensa omnipresente de la individualidad, de la competicin, del todo vale, y con ellos, de la intuicin de que sacrificarse es algo propio de los derrotados, nunca de los triunfadores. No olvidemos que la propuesta del decrecimiento se enfrenta a la sociedad de la agresividad y pretende sustituirla por otra basada en la cooperacin y la solidaridad. Si tenemos que resumir en unos pocos enunciados por dnde deberan discurrir muchas de las decuelas prcticas del decrecimiento, una manera de hacerlo es la que sigue. 1. Hay que reducir los niveles de consumo en muchos mbitos, en un escenario en el que debe premiarse el uso razonable de los recursos. De producirse este, la electricidad, el agua o el gas podran ser gratuitos, de tal manera que solo los pagasen quienes hiciesen un uso inmoderado de ellos. 2. Hay que reducir los desplazamientos que implican consumos fuertes de energa. El transporte pblico debe merecer una clara prioridad. Trabajar desde casa es una opcin cada vez ms plausible. 3. Hay que alejarse de la televisin y la radio, y con ellas de sus gritos y de la propaganda que comnmente incluyen. Al mismo tiempo hay que huir de las campaas comerciales que nos exhortan a comprar y de las grandes superficies permanentemente abiertas, pues lo normal es que asuman regmenes laborales extremadamente duros para los trabajadores. 4. Hay que comprar productos generados en las cercanas del lugar en que vivimos, y ello tras estudiar cmo se producen los bienes y premiar aquellos que reflejan proyectos marcados por la justicia y la igualdad. Debemos pensar en lo que comemos y dedicar a la comida ms tiempo.

5. Hay que compartir los bienes con los vecinos (una lavadora para un portal) de la misma forma que hay que comprar bienes usados y reparar aquellos que ya tenemos. Reutilizar y reciclar los bienes es siempre recomendable, como lo es intercambiarlos y promover su donacin en provecho de quienes ms precisan. 6. Hay que rehuir el sistema bancario, al tiempo que se buscan iniciativas locales y ticas de financiacin y ahorro. Por razones obvias, hay que eludir, tambin, la bolsa y la especulacin. 7. Hay que preguntarse para qu se trabaja tantas horas, como hay que pelear para reducir la jornada laboral y repartir entre todos el trabajo. Hay que procurar consumir menos y disponer de ms tiempo de trabajo. 8. Hay que abrir nuevos espacios de autonoma que, de la mano de las redes de economa social, reduzcan las dependencias en todos los rdenes. En este mbito se pueden promover iniciativas varias como las vinculadas con las redes de consumo, el cooperativismo, los bancos de tiempo, las monedas sociales o los bancos de alimentos. Decrecimiento y pases del sur. A la pregunta de si el proyecto del decrecimiento debe ser objeto de aplicacin en los pases del Sur, la respuesta es un no, pero. No porque si la renta de Burkina Faso, por ejemplo, es treinta veces inferior a la nuestra, no sera razonable reclamar que los habitantes de este castigado pas reduzcan sus niveles de consumo. Hay que justificar, sin embargo, el pero: los habitantes de este castigado pas deben tomar de lo que nosotros, en el Norte, hemos hecho mal, siquiera solo sea para no repetir los mismos errores. Por otro lado, el decrecimiento es un proyecto con una tica solidaria, nacida de la conciencia de que si pases como China o la India empiezan a alcanzar los niveles de consumo propios de las sociedades occidentales, pronto se har evidente que la Tierra no podr atender las demandas correspondientes. La reaccin ante esta certeza no puede consistir en negar a chinos e indios el derecho a disfrutar de aquello de lo que nosotros disfrutamos. Ms razonable parece decrecer en cuanto a produccin y consumo en el Norte para de esta manera disponer de un argumento moral slido que nos invite a pedir a otros que asuman conductas ms moderadas y huyan del hiperconsumo que lastra poderosamente a las sociedades opulentas. Afirmar, en otro orden de cosas, que el crecimiento de los pases ricos es vital para que sigan creciendo los pobres es ignorar una realidad muy diferente: la del expolio de los recursos humanos y materiales de los segundos en provecho de los primeros, y la de la dependencia consiguiente de los pases pobres con respecto a decisiones que reducen a la nada su soberana. Con estos mimbres no puede sorprender que tambin en el Sur del planeta hayan empezado a manifestarse movimientos por el decrecimiento, que tienen una clara conciencia en lo que respecta a la necesidad urgente de reavivar muchas tradiciones autctonas arrinconadas por el imperialismo occidental. A efectos de perfilar lo que acabamos de sealar, rescataremos una historia que nos emplaza de lleno en ese mundo de los pueblos "atrasados". La historia nos sita en un lugar perdido de la Amazonia brasilea poblado por una tribu de indios que se dedicaban ante todo a cortar leas con instrumentos primitivos. Unos misioneros que llegaron a la regin decidieron regalarles unos cuchillos de acero inoxidable. Un par de aos despus los misioneros volvieron y preguntaron por los cuchillos, respondiendo los indios que estos eran muy tiles y que ahora tardaban diez veces menos en cortar la lea. El misionero dio por descontado que ahora estaban cortando diez veces ms lea, pero los indios le replicaron que seguan obteniendo la misma cantidad de lea, pero que ahora disponan de diez veces ms tiempo para dedicarlo a aquello que objetivamente tena que ver con su bienestar y su felicidad Parece evidente que entre nosotros se ha desvanecido ese chip mental que los indios conservaban en su cabeza.

Salir del capitalismo. La mayora de las versiones del decrecimiento sealan que hay que salir con urgencia del capitalismo. Ms an, reivindican una especie de sntesis entre muchas de las luchas del movimiento obrero de siempre y las derivadas de la conciencia de que la crisis ecolgica est a la vuelta de la esquina. La urgencia de salir del capitalismo tiene en nuestros das un fundamento adicional en la visible corrosin que acosa al propio capitalismo. Si este ltimo ha demostrado histricamente una formidable capacidad de adaptacin a los retos ms dispares, esa capacidad est hoy en entredicho, junto con su eficacia, como ha demostrado la necesidad de intervencin pblica y ayudas a las que se han acogido muchos empresarios que siempre han renegado de ellas. Adems, el capitalismo es incapaz de encarar el problema de los lmites medioambientales y de recursos, de tal forma, que al amparo de la pervivencia del propio capitalismo, todo invita a concluir que la crisis ecolgica se ahondar. En conclusin, la propuesta del decrecimiento no es un sustituto de las teoras que en los dos ltimos siglos han sealado muchos crticos del capitalismo realmente existente, sino un agregado a esas propuestas (o al menos a muchas de ellas). Las crticas al decrecimiento. 1. La primera crtica nace de los circuitos oficiales. Lo comn es que en esos circuitos se ignore sin ms las propuestas decrecentistas, percibindose la influencia de los economistas que trabajan para el sistema, incapaces de someter a revisin los fundamentos de su disciplina. Es verdad que a veces se le reconocen a los decrecentistas buenas intenciones que se toparan, sin embargo, y siempre desde el discurso oficial, con tres obstculos. El primero sera la presunta condicin catastrofista del diagnstico decrecentista. El segundo lo aportara la posibilidad de que la aparicin de nuevas tecnologas permita resolver problemas que hoy nos parecen inabordables. El tercer obstculo lo planteara la afirmacin de que el decrecimiento, saludable o no, es literalmente irrealizable, con lo que no queda otro remedio que dejarlo todo en el olvido. 2. Una segunda posicin crtica ha nacido en el margen de determinado segmentos de la izquierda que se vinculan, con razn o sin ella, con el pensamiento de Marx. En realidad, las contestaciones del decrecimiento que han surgido en ese mbito la mayora de las veces lo que hacen es ignorar sin ms la existencia de la crisis ecolgica y confar en que con el final del capitalismo se resolvern mgicamente todos los problemas. 3. La tercera posicin crtica bebe de lo que llamaremos izquierda insurreccionalista. En este caso lo que se destaca no es la voluntad de ignorar el relieve de la crisis ecolgica, sino, el propsito de subrayar que el decrecimiento es un proyecto reformistas que en los hechos no aspirara a otra cosa que a adelgazar el capitalismo para que recupere su buen tipo de antao. La tecnologa salvadora. Cuando el discurso oficial se enfrenta con la propuesta del decrecimiento es muy comn que sugiera que los innegables problemas que esta ltima identifica se resolvern una vez aparezcan tecnologas de muy diverso cariz. No se trata de negar que tal hecho pueda suceder, sino de tomar las medidas necesarias que nos permitan garantizar que, en caso de que esas tecnologas no aparezcan o no sean tan eficientes como algunos intuyen, podamos salir razonablemente bien parados. No parece razonable que, ante la posibilidad, cierta, de que el hombre venza antes o despus, la ley de la gravedad, nos pongamos a construir edificios sin ascensores ni escaleras

Tambin hay que hablar del desarrollo y despliegue de tecnologa visiblemente dainas. A menudo ocurre que no es el ser humano el que controla estas tecnologas, sino que estas son las que limitan sus posibilidades. En paralelo, podemos sealar que muy a menudo se invierte en altsimas tecnologas cuya dimensin social es nula. Los movimientos por el decrecimiento. Si alguien se pregunta quines son las personas que suelen optar, en su vida cotidiana y en sus opciones asociativas, por el decrecimiento, podemos responder identificando cuatro grupos humanos de perfiles ms o menos diferenciados. Uno de ellos lo configuran segmentos enteros del movimiento ecologista y, en particular, aquellos que son conscientes de la necesidad de contestar al capitalismo tanto desde el punto de vista social como desde el ecolgico. Otro grupo importante lo forman los libertarios, en la medida que se alejan del cortoplacismo vinculado con las elecciones y en la medida en que hay corrientes importantes del pensamiento anarquista que han postulado de siempre principios afines a los del decrecimiento. Tambin hay muchos decrecentistas entre los cristianos de base, marcados por la sobriedad y sencillez voluntaria. Y entre las mujeres y las prcticas de economa de cuidados. Es necesario sealar, aun con todo, que las prcticas decrecentistas no son en modo alguno exclusivas de movimientos sociales y de activistas con perfiles ms o menos asentados. En el otro lado de la trinchera, el grueso de los partidos y de los sindicatos parece mantenerse alejado de posiciones decrecentistas. La mayora de los sindicatos parece incapaz de interesarse por algo ms que los salarios, el empleo y las pensiones.

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