Texto Final Belén de Los Andaquíes

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Belén de los Andaquíes: el municipio que resiste la

deforestación en el Caquetá

Ubicado entre las montañas de los Andes y la selva Amazónica, Belén de los Andaquíes, uno de los
municipios más pequeños del Caquetá, ha logrado resistir la deforestación durante más de 20 años
gracias al arduo compromiso de la sociedad civil con la conservación. A través de la creación de
reservas municipales, la educación ambiental y la investigación científica, este municipio del
departamento más deforestado de Colombia ha demostrado que es posible proteger el medio
ambiente, incluso en las condiciones más adversas.

En 2017, el parque municipal natural “Andaki”, en Belén de los Andaquíes, Caquetá, un


pequeño pueblo ubicado entre la cordillera oriental y la Amazonía, se convirtió en noticia
nacional. Las expediciones de Colombia Bio, una iniciativa que buscaba explorar
ecosistemas con vacíos de información biológica a nivel nacional, descubrió 47 nuevas
especies para la ciencia y registró 190 que hasta ahora no tenían registro en Colombia.

Este hito científico puso en la lupa pública al pequeño municipio de Belén de los Andaquíes,
y a la fundación Tierra Viva, un grupo de belemitas que en los noventa empezaron
recogiendo basura de los ríos, y que terminaron declarando más de 40 000 hectáreas
protegidas a nivel municipal.

Belén de los Andaquíes está envuelto por ríos majestuosos que surgen en las alturas de la
cordillera oriental. El calor sofocante del sol, que ronda los 30° C, y la lluvia constante crean
un aura húmeda y densa, propia de la Amazonía. Su inmensa biodiversidad y riqueza hídrica
se debe a su variedad de ecosistemas, que van desde los 214 hasta los 2200 m.s.n.m,
contemplando espacios de cordillera, piedemonte y selva amazónica. Esta diversidad de
entornos naturales convierte a esta región en el hogar de una gran cantidad de plantas y
animales emblemáticos como osos de anteojos, jaguares y pumas.
La Tangara palmera o Azulejo palmero vuela entre los árboles de cacao, castaño y boca indio que el
ecólogo bogotano, Daniel Pineda, reforestó en su reserva en la vereda Aletones.
Fotografía: Jhonattan Navarro.

Belén resiste en medio de la deforestación

A pesar de su gran biodiversidad, Belén de los Andaquíes se encuentra rodeado de


amenazas ambientales. El bioma amazónico colombiano está en constante proceso de
pérdida de bosque. Según el IDEAM, en 2021 se deforestaron 174.103 hectáreas a nivel
nacional, de las cuales el 70 % se concentraron en la región amazónica. La deforestación se
ha localizado principalmente en el noroccidente de la Amazonía, en lo que se conoce como
el arco de deforestación amazónico. En esta área, el departamento de Caquetá ha sido uno
de los principales afectados con 38.383 hectáreas deforestadas en 2021, un aumento de
5.861 hectáreas con respecto al año anterior.

Desde la firma del Acuerdo de Paz y la salida de las FARC de grandes territorios del
departamento, a finales de 2016, el acaparamiento ilegal de tierras, la ganadería extensiva,
la agroindustria de palma de aceite y eucalipto, la siembra de cultivos de uso ilícito y, más
recientemente, la apertura y ampliación de vías ilegales, se han consolidado como motores
de la deforestación masiva.

Belén de los Andaquies contrasta con otros municipios caqueteños, como Cartagena del
Chairá o San Vicente del Caguán, para el 2017 tenían la tasa de deforestación más alta a
nivel nacional, y aportaban un 22 % del total de la pérdida de bosques a nivel nacional.
Belén tan sólo sumaba 0.08 %.

Gracias a su gran movilidad, las aves son consideradas las mejores dispersoras de semillas del mundo
animal, una tarea crucial para el mantenimiento de la biodiversidad de los ecosistemas y para la
regeneración de las comunidades vegetales. En la foto, un Arasarí Caripardo o Tucanillo, encontrado
en la reserva de Guillermo Navarro.
Fotografía: Jhonattan Navarro.

Aunque resiste, el municipio no es ajeno a estos peligros. La presión por el incremento de la


frontera agrícola y la invasión de colonos en áreas protegidas, así como la extracción ilegal
de madera, solicitudes de proyectos de exploración minera y cultivos de uso ilícito, son
parte del día a día de este municipio declarado por Ordenanza desde 2013, como
municipio verde y protector del agua. Aquí el tema ambiental se convirtió en una prioridad
para los gobiernos municipales debido a las crecientes exigencias de la sociedad civil, que
desde inicios de los noventa influyeron en las decisiones de la Asamblea Departamental
para crear acuerdos de conservación, en los que organizaciones como la fundación Tierra
Viva han tenido un papel central.

“En algunos concejos municipales del Caquetá, no existe el suficiente conocimiento sobre
las temáticas de gestión ambiental, el tema no se prioriza y se invierten pocos recursos. Sin
embargo, muchos concejos municipales no se han dado cuenta que tienen un poder
impresionante sobre el ordenamiento del territorio, porque la descentralización permite
ordenar el territorio a su conveniencia y necesidad, En el caso de Belén, hace más de 20
años hemos profundizado sobre en el amor al territorio, y entendimos que existen leyes
suficientes para declarar un área de conservación y administrarlas. A veces las alcaldías no
tienen la capacidad administrativa, o el equipo técnico que lleve el proceso, por eso en el
caso de Belén, hemos hecho el ejercicio de una co administración (de los nueve parques
municipales naturales) entre la municipalidad y nuestra organización”. Así lo afirma Yunner
González, un biólogo belemita de 30 años, representante jurídico de la fundación Tierra
Viva, que ha invertido su vida en los procesos de conservación en la región.

Los esfuerzos de la fundación Tierra Viva

A principios de los noventa un grupo de jóvenes belemitas, en el que se encontraba Erasmo


González, fundador de Tierra Viva, caminaba entre los ríos, humedales y montañas de la
región, con el único objetivo de disfrutar las riquezas naturales de Belén de los Andaquíes.
Poco a poco la manigua los atrapó y despertó en ellos el deseo de preservar lo que veían.
El 20 de enero de 1993 crearon el Grupo Ecológico Tierra Viva, posteriormente Fundación
Tierra Viva.

Así lo relató Erasmo González en su libro: ¡Agua! Un triunfo en medio de la guerra. Una
remembranza de la protección del agua, la creación de áreas protegidas y la investigación
biológica, en medio de un territorio convulsionado por la polarización social y el conflicto
armado, que fue afrontado a través de la resiliencia, la intuición y el trabajo incansable de la
sociedad belemita.

A solo dos cuadras de la plaza central de Belén de los Andaquíes se encuentra la sede de
Tierra Viva. Una casa pintada con dibujos de la fauna y flora de la región; donde las
serpientes en formol, los mapas de las reservas, los binoculares y los libros sobre la región
amazónica se amontonan en el escritorio y los estantes. Durante más de 20 años esta
fundación ha estado trabajando en planes de manejo forestal e hídrico, iniciativas de
educación ambiental e investigación.

Jhonattan Navarro, biólogo belemita y miembro de la fundación, lidera ‘Semillas Protectoras


de Biodiversidad’, un programa de monitoreo comunitario participativo, que capacita a
niñas, niños y adolescentes en temas de botánica y restauración. El grupo se adentra en los
nueve parques naturales municipales haciendo trabajo de campo e investigación para
registrar y entender la biodiversidad del municipio. Para Navarro, esta iniciativa de
educación ambiental infantil, con un alto componente técnico, está formando una nueva
generación de investigadores y científicos naturales, al mismo tiempo que promueve la
conciencia y el empoderamiento territorial. “Mi motivación más grande es tratar de
transmitir en las pequeñas generaciones la importancia de la conservación de su territorio y
el amor por el cuidado del planeta. Una de las cosas que más disfruto es enseñar, y
constantemente también estoy aprendiendo en ese ejercicio”, afirma Navarro.
El programa Semillas protectoras de biodiversidad, de la fundación Tierra Viva, capacita en monitoreo
ambiental, botánica y sistemas de georeferenciación a niñas, niños, jóvenes y adolescentes de Belén
de los Andaquíes.
Fotografía: Jhonattan Navarro.

Esta cultura ambiental que promueven Navarro y González, está representada en un gran
letrero en madera a la entrada del pueblo, cruzando el puente y junto al río Pescado:
"Bienvenido a Belén de los Andaquíes. El agua es un recurso vital con gran valor social,
económico, ambiental y estratégico para el desarrollo del país. ¡Cuidemoslo!”. Un mensaje
que refleja la sabiduría popular y la importancia que le otorgan los habitantes de este
municipio a la conservación del medio ambiente y al cuidado de los recursos naturales. Un
canto a la esperanza en medio del ruido de las motosierras, dentro de un departamento
azotado por la deforestación.

Una de las principales razones de ser de la Fundación Tierra Viva es la creación y


administración de áreas protegidas. Se han marcado el objetivo de ampliar y conectar los
corredores de biodiversidad en el territorio, con el fin de acceder a servicios ambientales de
alta calidad y combatir la deforestación. En la actualidad, la fundación administra los nueve
parques municipales naturales, y además, esperan establecer uno nuevo este año.

“La fundación, desde 1993, ha participado en todos los escenarios públicos para generar
conciencia en los habitantes, y parte de eso ha permitido la gestión de áreas de
conservación. Se ha avanzado bastante en los últimos 30 años, los procesos de
conservación han permitido contar con áreas de protección a la biodiversidad y áreas de
significancia de recursos, como el agua. Por ejemplo, ese es el caso del parque municipal
natural La Resaca, que actualmente da agua potable al casco urbano y a la parte plana del
municipio”, afirma González.
Asimismo, continúan trabajando en la restauración de los ecosistemas andino amazónicos a
través de un programa de reforestación técnica y estratégica, donde siembran especies
nativas, como el costillo y el canelo de los Andaquies, que biodinamizan las áreas
degradadas y que promueven la interacción entre los seres vivos, permitiendo que los
animales que una vez habitaron el lugar, vuelvan a aparecer.

Los Parques naturales municipales

En 2014, mediante sistemas geográficos de información, la fundación Tierra Viva calculó


que Belen de los Andaquíes conservaba 70.000 hectáreas de bosque primario, es decir, un
59 % del territorio municipal. De esas hectáreas, 17.693 pertenecen al Parque Nacional
Natural Alto Fragua Indi Wasi, 28.767 hacen parte de los Parques municipales naturales, y
23.540 son predios privados y sin escriturar.

Belén de los Andaquies tiene nueve parques municipales con un área de conservación total de 23.540
hectáreas y 1 parque nacional que ocupa 17.693 hectáreas del municipio.
Imagen: Fundación Tierra Viva.

Los bosques en conservación son el soporte para el mantenimiento de servicios


ecosistémicos como el agua potable, el aire y la biodiversidad en el municipio. Por ejemplo,
el parque municipal La Resaca provee de agua a Belén y debido a su importancia fue
declarado como el primer Parque Municipal Natural de Belén de los Andaquíes el 3 de
marzo de 1995.

A mediados de los noventa, la cuenca de la quebrada La Resaca se resentía por causa de


los asentamientos humanos, la praderización y la deforestación; sumado a ello, la división
entre los partidarios y detractores de reestructurar el sistema de acueducto municipal,
generó una inmovilidad política, que se tradujo en inaccion. Fue cuestión de tiempo para
que el agua potable del municipio empezara a sufrir por la contaminación.

Para esa época, el equipo de Tierra Viva aún no contaba con amplia experiencia técnica
pero se preparó para enfrentar un debate político crucial sobre la necesidad de mejorar el
acceso al agua potable en el municipio. A través de una exhaustiva investigación de la
legislación ambiental de la época, los jóvenes que integraban la fundación aprovecharon las
garantías normativas sobre el medio ambiente establecidas en la reciente Constitución
Política de 1991 y lograron convencer al Concejo municipal para que declarara como
Parque natural municipal a las 399 hectáreas de la microcuenca de La Resaca.

La Resaca fue el primero de los nueve parques naturales municipales en los que la
Fundación Tierra Viva jugaría un papel central. Sería su primer reto, pero no el último.
Durante 20 años se enfrentaron a la complejidad de crear áreas protegidas en un
departamento con tradición colonizadora y en medio de un conflicto armado que se
agudizaba cada vez más.

El parque parque municipal natural Las Lajas, de 54 hectáreas, se encuentra a dos


kilómetros del casco urbano, fue creado en 1997 y fue testigo de los combates entre la
guerrilla de las FARC y el Ejército. En el 2001 los enfrentamientos se agravaron y según los
pobladores de Belén de los Andaquíes, el Ejército ocupó el parque para defender sus
posiciones frente a la guerrilla. Para lograrlo, cortó cientos de árboles que la Fundación
Tierra Viva había reforestado años atrás. Los reemplazó por cambuches y áreas libres para
sus entrenamientos y operaciones. El objetivo era crear allí el Batallón de Infantería
Juanambú que comandaría las operaciones militares del sur del Caquetá.
Desde 1993 la fundación Tierra Viva empezó la tarea de restaurar las 58 hectáreas de lo que
actualmente se conoce como el parque municipal natural Las Lajas. Dentro del parque se encuentran
11 nacimientos de agua que descienden de la parte alta y llegan a dos humedales.
Fotografía: Erasmo González.

La Fundación Tierra Viva se jugó su existencia defendiendo la necesidad del parque


municipal natural las Lajas frente al Ejército, el Ministerio de Defensa y una población
dividida por la guerra. Pero al final lograron que se privilegiara el medioambiente por
encima de las estrategias militares y el Ejército se retiró del parque. Donde se construyeron
trincheras, hoy se encuentra un mirador ecoturístico donde se divisa la bisagra “que
convierte a los Andes en Amazonía”. Este episodio marcó tanto a la población que también
fue narrado en el libro ¡Agua! Un triunfo en medio de la guerra.

El caso del parque municipal natural Andaki también es destacable. Esta área protegida
cuenta con una extensión de 26.859 hectáreas y se extiende desde los 510 hasta los 2.889
metros sobre el nivel del mar. Después de haber sido afectada por asentamientos humanos
y ganadería extensiva que pusieron en peligro las fuentes de agua, este parque ha sido
reconocido como el más diverso de Colombia en la categoría municipal.

Todo esto fue posible gracias a la Expedición Colombia Bio Andaki camino de vida. En esta
expedición, 60 exploradores recorrieron el antiguo sendero indígena precolombino del
camino Andaki durante 20 días para registrar las especies de fauna y flora presentes en el
sector. Los resultados de la expedición incluyeron el descubrimiento de 47 nuevas especies
para la ciencia, 190 registros nuevos de varias especies en Colombia, así como la
identificación de 23 especies con alguna categoría de amenaza y 41 especies endémicas.
Esta campaña de exploración de la biodiversidad puso a Belén de los Andaquíes en la
agenda de los medios nacionales y de instituciones ambientales a nivel mundial.
Ranitomeya variabilis habita en el parque natural municipal Andaki. En 2017, durante la expedición
Bio, se encontraron 47 nuevas especies para la ciencia en esta zona.
Fotografía: Fundación Tierra Viva.

Línea de Tiempo.
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Vulnerabilidad en las áreas protegidas municipales

Pese al trabajo realizado por la fundación, González asegura que existen falencias en la
figura de protección de los parques naturales municipales. El Decreto 2372 de 2010, que
establece la estructura y funcionamiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP)
y fija las reglas para la creación y gestión de áreas protegidas, no incluye a los parques
municipales naturales, por lo que no están protegidas dentro del esquema de blindaje del
SINAP, dejando vulnerable a los nueve parques municipales ante cualquier cambio de uso
del suelo.

“Recientemente tuvimos el debate a nivel nacional sobre por qué el SINAP no contempla
dentro de su estructura las áreas de figura municipal como espacios protegidos. Hay
muchos intereses de por medio, además, las figuras municipales tienen una complejidad
bastante alta, pues tienen denominaciones, objetivos y administraciones diferentes,
dependiendo de cada municipio. Sin embargo, nosotros deberíamos ser parte del SINAP
para blindar nuestras áreas protegidas”, dice González, mientras recorre los senderos del
parque municipal natural Las Lajas.

La creación de áreas protegidas municipales y privadas en Belén de los Andaquies ha permitido la


tener corredores de conectividad entre bosques, lo que posibilita el tránsito de especies y el aumento
de la biodiversidad. En la foto se aprecia el parque municipal natural La Resaca.
Fotografía: Jhonattan Navarro.

Para combatir este vacío, en los parques municipales se ha implementado la figura de Otras
Medidas Efectivas de Conservación (OMEC). Las OMEC se refieren a un área
geográficamente definida que, aunque no es un área protegida, es gobernada y gestionada
de manera que se logran resultados positivos y sostenidos a largo plazo para la
conservación de la biodiversidad.
“Las OMEC permiten una visibilización de las áreas que están creadas, pero que se
inscriben a nivel internacional en la base de datos de la Unión Internacional para la
conservación de la Naturaleza (UICN), esto permite que haya una mejor gestión, así como
hacer parte de procesos de financiación” comenta González.

Esto ha permitido que el parque municipal Andaki, que ya hace parte de las OMEC, blinde
su biodiversidad por medio del monitoreo de entidades nacionales e internacionales, sin
cambiar la administración del parque. Una hazaña que la Fundación Tierra Viva pretende
extender a todos los parques municipales naturales.

El papel de las reservas naturales de la sociedad civil

Otro factor clave en la preservación de los ecosistemas andinoamazónicos en Belén de los


Andaquíes ha sido la creación de reservas de la sociedad civil. Estos espacios de
conservación y restauración, de iniciativa privada, han permitido la consolidación de
corredores biológicos entre los parques municipales naturales, así como la creación de
zonas de amortiguación que protegen a los parques de cazadores, quemas y talas.

Los ejercicios de conservación privados tienen una larga historia dentro del territorio, pero
su consolidación se dinamizó gracias a los talleres sobre restauración, creación y gestión de
reservas, que ONGs como Amazon Conservation Team y entidades gubernamentales como
Corpoamazonia, dictaron en el municipio desde el 2017 y hasta el 2021. Estos talleres
proporcionaron apoyo técnico y financiero para la implementación de proyectos
agroforestales productivos, lo que permitió a los campesinos y campesinas, cuyas opciones
para sobrevivir se reducían a talar el bosque para obtener madera o sembrar pastos y coca,
elegir la proteccion y restauracion de la selva y las fuentes de agua como forma de vida.
Jhonatan Navarro dirige la Asociación de reservas de la sociedad civil de Belén de los
Andaquies. En la actualidad no se conoce el número exacto de reservas privadas de
conservación voluntaria, pero se estiman en decenas las personas locales y foráneas, incluso
extranjeras que establecen sus predios para conservación en Belén de los Andaquíes.
Fotografía: Jhonattan Navarro.

“Uno no miraba bonito un potrero si no era limpio, los árboles hacían estorbo. Cuando
llegaron estas organizaciones, nos concientizaron. La finca de nosotros era potrero, pero
con esto que se hizo, eso ya es un bosque completo. Antes los animales estaban
desplazados y ahora le dimos la posibilidad de que transiten por ese corredor con libertad.
Entre los animales y nosotros estamos restaurando”, cuenta con una sonrisa en la cara
Yolanda Castro, una líder comunitaria y ama de casa, que pasó de ampliar la frontera
ganadera a conservar voluntariamente la totalidad de su finca de 30 hectáreas , en la parte
alta de la vereda Aletones de Belén de los Andaquíes.
Yolanda Castro es una lideresa comunitaria de la vereda Aletones que participó en el
programa agroforestería para la conservación de la organización ATC, lo que la llevó a tomar
la decisión de convertir su finca ganadera en una reserva de 42 hectáreas.
Fotografía: Felipe Ch. Buenhombre.

Así también lo afirma Guillermo Navarro, ex ganadero y ex cocalero de 62 años. Recuerda


cómo a sus 12 años entró caminando a Belén con su familia desde el municipio de Acevedo,
en el departamento del Huila. “Nosotros veníamos de una parte muy abierta, donde estaba
todo despejado, cuando llegamos a esa selva nos sentíamos encerrados, sin embargo, la
pesca era muy abundante, le estoy hablando de hace 50 años. En ese tiempo por ahí
mantenía mucho el tigre (jaguar), el armadillo, el cerrillo, la boruga, pero cuando entró la
ganadería y la coca, eso se desmejoró mucho, porque ya casi no se encontraban animales”,
cuenta Guillermo en su finca de seis hectáreas que colinda con el río Bodoquerito, y que en
la parte alta mantiene en conservación.

El proceso de colonización del Caquetá dejó huella en la cultura campesina local, fue así
para Guillermo Navarro, que relata su protagonismo en las bonanzas ganaderas y cocaleras
de la región. “Una de las fuentes de deforestación fue la ganadería, a veces incluso por
obligación, porque se tenía que talar por falta de pasto para los animales. También los
cultivos al margen de la ley fueron causas de la tala del monte. Esto era pura selva, pero
con el tiempo se fue deforestando y fue mucha la cantidad de bosque que se fue al suelo”.
Guillermo Navarro se despierta a las 4 de la mañana a pescar mojarras rojas, para luego sacarlas a la
carretera veredal, a la espera de la Lechera (camión de la leche) que las lleva a Belén y al municipio
aledaño de San José del Fragua para ser comercializadas.
Fotografía: Felipe Ch. Buenhombre.

Sin embargo, las manos de este hombre que un día cortó árboles para vivir, hoy son
utilizadas para trabajar en proyectos agro productivos, como la crianza de pollo y mojarra
roja. “En estos momentos se está mirando un cambio bastante bueno, hay entidades
trabajando por el medio ambiente y la reforestación, por ejemplo, acá arriba contamos con
un parque (Alto Fragua Indi Wasi) donde no se puede talar, ni cazar, e incluso los animales
ya bajan por las sendas de ese parque y llegan al borde de la carretera”.

La cultura de colonización en el Caquetá intensificó la caza, la ganadería y el monocultivo de palma


africana. Belén de los Andaquies no fue la excepción. Sin embargo, los esfuerzos de conservación han
calado en la población, que ahora decide conservar de manera voluntaria.
Fotografía: Felipe Ch. Buenhombre.

Este cambio de actividades en el municipio ha suscitado el interés de foráneos como Daniel


Pineda, un ecólogo bogotano que escogió a Belén de los Andaquíes para crear una reserva
de la sociedad civil que retratará la biodiversidad del piedemonte Amazónico. Pineda vive
en la vereda Aletones junto a su esposa e hijo, y actualmente se dedica a sembrar árboles
de cacao, almendro y asaí para restaurar los suelos de una finca que anteriormente fue
ganadera.

“Belén de los Andaquíes es un municipio insignia, yo me interesé por este lugar debido a la
capacidad que tuvo para generar espacio de conservación en medio de la guerra. Esa
capacidad no la tiene cualquier municipio, ni cualquier comunidad ”, expresa mientras se
adentra en la selva en una loma empinada.

Los árboles de cacao aportan gran cantidad de materia orgánica a los suelos devastados por la
ganadería y sus raíces ayudan a retener y proteger los suelos inclinados. En la foto se aprecia al
ecólogo Daniel Pineda que coloca una polisombra para cubrir las plántulas de cacao que reforestará en
su reserva.
Fotografía: Felipe Ch. Buenhombre.

En 2022 Pineda fue el presidente de la junta de acción comunal de Aletones, un cargo


inusual para un joven capitalino, y vivió de primera mano las contradicciones de los
procesos ambientales en la región. “Lo que me vine a dar cuenta, estando dos años en el
territorio, es que hay una gran distancia entre los objetivos del municipio verde protector del
agua y sus comunidades, pareciera que no hay un diálogo porque las comunidades van
para un lado y el municipio para el otro”. La deforestación y quema de pasturas
indiscriminada es un problema común en la zona, las autoridades de control como
Corpoamazonia y la municipalidad han sido criticadas por no exigir a los ganaderos y
finqueros prácticas adecuadas de conservación ambiental. “Este es un reto que tenemos
que tejer, porque así como los bosques necesitan un proceso de sucesión para dejar de ser
potrero, la cultura ambiental requiere también un espacio de recambio”, afirma Pineda,
parado frente a una gran ceiba.

Un cambio, que aunque parece imposible, ya empezó, y se extiende por el municipio. “Las
personas que están en la ciudad las invito, a que vengan y que conozcan Belén de los
Andaquies, municipio verde y protector del agua. Que aun con muchas dificultades que ha
habido, sigue conservando. Y seguiremos conservando hasta que Dios nos lo permita
porque este es el vivir de nosotros”, dice Yolanda Castro, mientras el sol del atardecer toca
su rostro, en medio de una sinfonía de pájaros.

El piedemonte amazónico es un ecosistema idóneo para frutales exóticos como la uva caimarona, el
zapote y el arazá. Estas frutas fueron recogidas en la reserva de Guillermo Navarro.
Fotografía: Felipe Ch. Buenhombre.

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