Japon Corea y Asia del Sur

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12.

JAPÓN Y COREA EN LOS SIGLOS MEDIEVALES

JAPÓN

1. Fuentes

Las crónicas son un género muy antiguo en Japón. Durante el reinado de Tenmu (672-686) se
comenzó la recopilación del Registro de los hechos antiguos (Kojiki), que narra los mitos
fundacionales de Japón, centrados en la diosa del sol Amaterasu y el emperador mítico Jinmu,
de donde procedía la legitimidad del imperio japonés. La otra historia oficial, las Crónicas del
Japón (Nihon shoki), registra los acontecimientos principales del reinado de cada rey y
emperador hasta el de Jito, enfatizando la continuidad del linaje imperial. Las 40.000 tablillas
alargadas de madera (mokkan) encontradas en Nara como etiquetas de envío de tributos o con
mensajes oficiales proporcionan gran cantidad de información sobre el funcionamiento de la
administración del periodo Nara. En cuanto a literatura religiosa, el Darani del millón de pagodas
(764) fue una compilación de sutras y breves cánticos mágicos en un millón de hojas de papel
impresas en el Todaiji de Nara, que se guardaban en pequeñas pagodas de madera tallada, para
enviar por orden de la emperatriz Shotoku a los diez principales templos del país. En el mismo
templo se halla el Shosoin, un almacén creado en 756 para guardar los objetos personales más
preciados de los emperadores y una extensa colección de documentos de la época Nara.

Durante el periodo Heian se creó el sistema de escritura diferenciado del chino: el hiragana, en
el entorno de cortesano, era una simplificación de esta escritura aplicada a la lengua japonesa;
el katakana se desarrolló en los gabinetes de lectura de los monasterios, para anotar los
caracteres de los textos sagrados de forma que no hubiera ninguna desviación en su lectura. Aun
así, el chino se mantuvo como lengua de corte. Las mujeres de la corte tuvieron gran importancia
en la literatura de la época, y de su pluma salieron obras como el Genji monogatari, escrito por
Murasaki Shikibu, dama de compañía de la emperatriz, que refleja el ambiente de la corte. Entre

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los relatos históricos, más abundantes que las crónicas, se cuenta el ascenso de los Fujiwara en
el Eiga monogatari (1028-1037), o el Okagami, de fines del s. XI.

El ideal de los samuráis se manifiesta en la historia bélica titulada Heike monogatari, que narra
la caída del clan de los Taira. Para el periodo del shogunato Kamakura es fundamental el
Gukansho (Extractos de opiniones de un necio, h. 1220), escrito por el monje Jien, miembro de
la nobleza cortesana. Los Hojo, a su vez, patrocinaron su propia versión de los hechos, el Azuma
kagami (Espejo de la realidad de las regiones orientales, 1266).

Para el periodo Muromachi destacan la Crónica del auténtico linaje de los emperadores de
Chikafusa Kitabatake (1339), que vincula al emperador de la Corte del Sur con las deidades
míticas de Japón, y en la épica el Taiheiki (Crónica de la gran pacificación), donde se narra la
caída del régimen de Kamakura y el ascenso del clan Ashikaga.

2. Japón y Corea durante el Estado Yamato (siglos III-VI)

El primer centro de poder del Japón se instaló en la cuenca del río Yamato en la segunda mitad
del s. III, en la región de Kinai, la más apta agrícolamente, y donde se recibía el hierro traído
desde Corea. Su acceso a la vía del Tokaido, al mar de Japón, al Océano Pacífico y al mar interior
de Seto hacía que funcionara como cruce de caminos y eje comercial. A su frente había un rey, y
por debajo se situaban las grandes familias de las diferentes regiones en grupos de linajes (uji)
que concentraban el poder político y se vinculaban al rey de forma religiosa: los líderes de cada
uji se consideraban descendientes de un dios tutelar local, pero a la vez recibían del rey títulos
hereditarios de diferentes rangos según su posición. El título de muraji se concedía a clanes que
desempeñaban funciones especiales, militares, rituales, etc., mientras que el de Kimi o
gobernador provincial designaban a líderes de determinados territorios. También había clanes
de inmigrantes coreanos como los Hata, quienes importaron técnicas continentales como el
tejido con telares o la cría de gusanos de seda. A partir del siglo VI, la familia Soga monopolizó el
puesto de primer ministro, casando a mujeres de su familia con los sucesivos reyes, y
consiguiendo así un puesto de preeminencia entre los clanes. Este tipo de ascenso se mantendría
durante todo el periodo medieval en Japón.

La debilidad interna de China durante el siglo IV posibilitó que el estado Yamato aprovechara el
abastecimiento de hierro y artesanos de Corea, involucrándose en sus guerras internas entre los
ss. IV-VII. Se transmitieron entonces la cerámica de tipo sueki, el telar para tejidos de cáñamo, la
cría de caballo, la producción de sal con fines ganaderos, la construcción de presas y nuevos
métodos de roturación e irrigación. En cambio, la construcción de grandes tumbas en forma de
ojo de cerradura que se extendió por Kenai y Kyushu es una aportación autóctona japonesa de
esta época. El posicionamiento de Japón en contra del reino de Silla, que sería el predominante
en Corea a partir de mediados del s. VI supuso el fin de la presencia de tropas de Yamato en la
península coreana.

La población rural se agrupaba en aldeas cercanas a zonas fluviales, controladas mediante diques
y pequeños canales. Las viviendas fueron primero semiexcavadas en el suelo, y posteriormente
fueron de tipo palafito, con recintos de empalizadas y fosos y una vivienda más importante para
el jefe. También había casas de origen coreano con paredes gruesas y calefacción por gloria. Al
norte de Honshu y Hokkaido quedaron los emishi, grupo de pueblos considerados bárbaros,
controlados a través de la fortaleza de Taga (Miyazaki), además de impulsar la emigración
japonesa a sus tierras. En el otro extremo, al sur de Kyushu, vivían también los hayato, que no
llegaron a ser dominados hasta el siglo IX.

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En Corea, mientras tanto, el territorio se dividía entre tres reinos, Koguryo al norte, Paekche -a
menudo aliado con Japón- y Silla. Todos ellos recibieron el budismo en el siglo IV, y enviaban
frecuentes embajadas a China, además de firmar tratados entre ellos. El grado de poder
dependía de cuál de los reinos dominara la cuenca del río Han, y aunque Silla fue el último en
formarse y necesitara de una alianza con Paekche, finalmente conseguiría triunfar sobre todos
ellos. La dinastía Tang y Silla establecieron una alianza que redundó en la sinización acelerada de
estos últimos, y la derrota sucesiva de Paekche (660) y de Koguryo (668). Ante las súplicas de
ayuda de la familia real de Paekche y de los numerosos emigrantes que cruzaron el mar, Japón
se implicó en el conflicto, pero fue también derrotado (663), fracasando también el intento de
reinstaurar el reino de Paekche. Las presiones chinas para incorporar la península a su imperio
provocaron un enfrentamiento que quedó saldado cuando las tropas chinas tuvieron que
desplazarse hacia el Tibet, lo que aprovechó Silla para expulsarlos y unificar la Península Coreana
en 676. El peligro chino hizo que Japón suspendiera las relaciones con el imperio hasta principios
del siglo VIII, estableciendo guarniciones en las islas de Iki y Tsushima, y en la bahía de Hakata
en castillos construidos al estilo coreano, con ingenieros emigrados de Paekche. La corte se
trasladó a Omi para alejarse de un posible centro de enfrentamientos.

3. La introducción de la civilización china en Japón: periodos Asuka y Nara (ss. VI-VIII)

3.1. El periodo Asuka

A partir del siglo VI, la influencia de la cultura china y la introducción del budismo supusieron un
cambio decisivo para el archipiélago. Se le denomina el periodo de Asuka por el área en la que
se asentaron la mayoría de los palacios reales al ascenso de la primera emperatriz, Suiko (r. 592-
628), que gobernó junto a su tío y su sobrino, el príncipe heredero Umayato. Frente a la dinastía
china de los Sui y su intento de expansión sobre Corea, estos gobernantes impulsaron un modelo
de estado centralizado y burocrático a través de la compilación de una historia del país y una de
los emperadores (perdidas a lo largo del s. VII); el establecimiento de una jerarquía cortesana,
“la escala de los 12 rangos y birretes” en la que predominaba el mérito; y la promulgación de
una constitución de 17 artículos inspirada en las doctrinas confuciana y budista provenientes de
China.

Un golpe de estado en el año 645 dio comienzo a la era Taika, durante la que se promulgaron
nuevos edictos para continuar la sinización del país. El censo de población y el registro de tierras,
el establecimiento de una administración regional y la confiscación de tierras a los clanes para la
redistribución a los campesinos, manteniendo el estado su propiedad, fueron algunas de las
medidas más ambiciosas.

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Fig. 1 Embajada del ministro japonés Kibi no Makibi (693-775), a la China Tang: torre en la que le alojaron. Rollo original
del siglo XII. Museo Nacional de Tokyo. © Wikimedia Commons.

Comenzaron también en este momento las más de quince embajadas a las dinastías Sui y Tang
y al reino de Koguryo que marcarían la proyección internacional de Japón durante los siglos
siguientes. Los objetivos de estas misiones eran aprender las técnicas de gobierno y
administración, indagar sobre el confucianismo y el budismo, activar el comercio y el intercambio
de técnicas y los fines diplomáticos habituales. Además de oficiales incluían a estudiantes y
monjes que permanecían largas temporadas en China para instruirse, y al volver eran nombrados
“sabios nacionales”, convirtiéndose en maestros de los líderes políticos. Ambos emperadores se
declaraban Hijos del Cielo, lo que llevó a algunos roces protocolarios en esta relación, en la que
los japoneses se consideraban hermanos pequeños de los chinos. Una embajada media estaba
formada por cuatro barcos con más de 500 pasajeros en el siglo VIII, que desembarcaban en el
puerto de Yangzhou, donde intercambiaban productos japoneses como papel, seda cruda,
piedras preciosas y oro por damascos y brocados, medicinas, perfumes, libros, cerámicas y otras
manufacturas. Desde allí, un pequeño grupo realizaba la misión diplomática real en la corte de
Chang’an, asistían a la audiencia del emperador y pagaban el tributo, y adquirían nuevos
productos, no ya chinos, sino de la Ruta de la Seda, que terminaba allí.

3.2. El periodo Nara

A fines del siglo VII se consolida el estado burocrático al estilo chino con un emperador a la
cabeza. El primero en gobernar con un poder imperial fundamentado en una concepción sagrada
de su figura fue Tenmu (r. 672-686), con su consorte y luego regente y emperatriz Jito (r. 686-
697). La capitalidad itinerante se sustituyó por una ciudad cuadriculada con un palacio imperial
que se utilizó para transformar a los clanes en una burocracia estatal, y como ceca central:
Fujiwarakyo (activa entre 694-710). Allí vivía el tenno (soberano celestial), título taoísta elegido
para sustituir al de okimi (gran rey) usado hasta entonces, colocándose a la misma altura que el
emperador chino. Bajo la emperatriz Jito, el antiguo nombre de Wa se sustituyó por el de Nippon,
término geográfico que hacía referencia a los territorios más allá del sol naciente, respecto a
China. Aunque se mantuvo el calendario chino, se empezó también a usar uno propio paralelo
marcado por acontecimientos de la isla. La administración del imperio la encabezaban un
consejo de estado, dirigido por el gran canciller y los ministros de la izquierda y la derecha, en
comunicación directa con el emperador, y un consejo de ritos. La agencia de inspección y la
guardia de la capital completaban la administración central. La local se componía de un

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gobernador al frente de las 66 provincias y de los cuerpos militares provinciales. Estas se dividían
en distritos y villas. Los jefes de distrito pertenecían a la nobleza local, recaudaban los impuestos
y realizaban las obras públicas, y no se realizaban exámenes abiertos como en el sistema de
méritos chino, sino que se estableció un complejo sistema de rangos y cargos. El código Taiho
(702), realizado bajo la supervisión de la emperatriz, tomaba como modelo directo los códigos
civiles y penales chinos, adaptados a la realidad japonesa. Se revisó con otro código Yoro (puesto
en vigor en 757), de importancia fundamental.

Las deficiencias arquitectónicas de la primitiva capital fueron subsanadas con el traslado a


Heijokyo (más conocida como Nara), que seguía el modelo de la china Chang’an. La ciudad, de
unos 100.000 habitantes, concentraba la corte, las oficinas de gobierno, los palacios nobiliarios,
templos budistas de arquitectura china y las viviendas. Se comunicaba con el centro del país
mediante siete carreteras principales que daban nombre a las regiones principales. El periodo se
caracteriza por los continuos conflictos a la hora de establecer la sucesión imperial, en un
principio colateral entre hermanos y más tarde patrilineal dentro de la línea de los Fujiwara,
teniendo en cuenta el orden de la consorte oficial, que provocó una inestabilidad continua en el
gobierno. Fuhito Fujiwara, el gran legislador de los códigos Taiho y Yoro consolidó la posición de
su familia en la nobleza mediante las sucesivas bodas de sus descendientes femeninas con los
emperadores, lo que garantizó la preeminencia de los varones del linaje en los puestos de la
administración central. Los Fujiwara, además, se alzaron en armas para promover cambios
políticos, eliminar rivales o nombrar sucesores al trono. La necesidad de que el emperador
tuviera sangre Fujiwara provocó varias regencias femeninas de esta familia y propiciaron una
ideología favorable a las emperatrices reinantes, que tenían fama de chamanes. Las hambrunas
y epidemias, que hicieron que la capital se trasladara tres veces entre 740-744, afectaron
seriamente a la población del país, que perdió hasta un tercio hacia 737.

La última etapa del periodo Nara está marcada por un nuevo cambio de capitalidad, en un
emplazamiento situado en una nueva provincia y llamado Nagaokakyo, atravesada por varias
cuencas fluviales y propensa a las inundaciones, que determinaron el traspaso a Heiankyo (actual
Kioto). Tanto el emperador Kanmu (r. 781-806) como su hijo Saga (r. 809-823) se enfrentaron a
las resistencias de la aristocracia tradicional, estableciendo oficinas bajo su control directo, tanto
de secretaría como de vigilancia de la capital. Para ello, impusieron el confucianismo en la
administración pública y cultivaron el uso del chino en el gobierno. La reedición comentada de
los códigos del s. VIII sugiere un momento importante en la aplicación de la ley. Kanmu se
enfrentó a los emishi para expandir la frontera hacia el norte, y se mantuvieron las embajadas a
China. Saga, por su parte, evitó la vuelta de la capital a Nara postulada por el emperador retirado
Heizei.

3.3. La llegada del budismo a Japón

La entrada del budismo en las islas comenzó debido a la influencia coreana, cuando uno de los
reyes de Paekche envió al rey Kinmei de Japón unas estatuas de Buda, sutras y otros objetos
rituales, en el contexto de su alianza contra Silla. Le recomendaba la adopción del budismo
porque sus enseñanzas eran profundas, sus beneficios alcanzaban todos los campos y sus
méritos ya se habían probado en China y la India. A pesar de que comenzó un tráfico de monjes,
el primer templo, el Asukadera, no se construyó hasta 609, pero para 624 se produjo una eclosión
gracias a los clanes locales, y ya había 46 templos en todo el territorio. Además de ser una
doctrina religiosa y proporcionar autoridad y legitimidad sagradas a la dinastía, su importación
incluyó cambios en el calendario y la vinculación con la esfera cultural china, y por tanto con la
“civilización” más avanzada. A partir del siglo VII se construyeron los cuatro grandes templos: a

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Asukadera se añadieron los hoy desaparecidos Kudara Odera, Kawaradera y el Yakushiji, donde
se realizaban los rituales de Estado. Los monjes requerían permiso del estado y debían pasar el
tiempo leyendo sutras en beneficio del país, sobre todo en momentos de crisis. A través de u
rescripto imperial, Tenmu ordenó la instalación de altares en los hogares, y se extendió la copia
de sutras a las provincias.

Fig. 2 Komoku-ten, guardián del oeste. Templo Todaiji, Nara. © Wikimedia Commons

La influencia creciente del budismo en el gobierno provocó el traslado de varios templos desde
Fujiwarakyo a Nara. Las epidemias de viruela y hambrunas hicieron que se celebraran cada vez
más ritos budistas en la corte y fuera de ella, y se dispuso la impartición de lecciones sobre sutras
en las oficinas centrales y provinciales del gobierno, sutras que fueron copiados por monjes
patrocinados por el gobierno para su difusión por todo el país. La construcción del Gran Buda
Vairocana en el Gran Templo del Este (Todaiji) de Nara requirió la movilización de trabajadores y
recursos de todo el país, a añadir a la construcción de templos y pagodas en todas las provincias.
Además de esta figura, se difundieron las de los boddhisatvas y los shitenno o cuatro reyes
celestiales, que coronaban los templos principales con su indumentaria militar. La emperatriz
Koken, que luego cambiaría su nombre por Shotoku (r. 749-770) llegó a gobernar dos veces,
siendo monja y sin renunciar a sus votos. Se intentó que la mayor parte de las actividades de los
monjes se realizaran en clausura, pero abundaron los misioneros que quisieron transmitir el
mensaje de Buda a la población y con ello, conocimientos sobre construcción de puentes, diques,
carreteras, obras de irrigación, etc.

4. La edad clásica de Japón: el periodo Heian (794-1185)

4.1. Nuevas figuras políticas: el gobierno de los Fujiwara, los regentes y los emperadores
retirados

Durante la segunda mitad del s.IX, el gobierno comenzó a ser compartido entre el emperador y
el líder de la rama norte del clan Fujiwara, que además de canciller desempeñaría el título de

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regente. Los Fujiwara ya tenían una relación especial con el trono, gracias a su hábil política
matrimonial dentro de la poligamia imperial. El hijo varón del matrimonio imperial designado
sucesor convertía a su abuelo materno y jefe del clan Fujiwara en un personaje muy influyente
en el gobierno, con el título de kanpaku. A partir del reinado del niño Seiwa (r. 858-876), las
madres también desempeñaron un papel especial en la corte. Se fue haciendo habitual abdicar
en un miembro más joven de la familia imperial, introduciendo una nueva figura en la corte, el
emperador retirado, cuya casa se convertiría en rival de la del regente. Cuando los emperadores
se fijaban en algún otro favorito, la familia Fujiwara se apresuraba a eliminarlo. La época dorada
de los regentes Fujiwara fue la de Michinaga (966-1027) y su hijo Yorimichi (992-1074), grandes
patronos de las artes. Michinaga colocó a tres de sus hijas como consortes principales de
emperadores, y aunque solo ejerció como ministro de la izquierda y dejó el título de kanpaku a
su hijo, llenó el consejo de estado de familiares y allegados, además de supervisar toda la
documentación que salía de la cancillería imperial. Sin embargo, Yorimichi no tuvo descendencia,
lo que le impidió mantener el poder a la manera de su familia.

La tercera fuerza política fue los emperadores retirados (insei), que se situaban por encima de la
administración imperial y, al no estar atados por el protocolo y las normas, actuaban de manera
más directa y flexible en los asuntos de estado. Al contrario que el inmóvil emperador, viajaban
constantemente, disponían de palacios en varias provincias y realizaban peregrinaciones a los
templos. Sus vasallos incluían hombres de letras, miembros de la baja nobleza, mujeres, monjes
y guerreros escogidos por sus capacidades, fuera del sistema de rangos. Recibían prebendas
como la administración de provincias o shoen. A partir de Gosanjo, que abdicó en su hijo
Shirakawa en 1072, todos los emperadores fueron abdicando en sus descendientes. Y asumieron
la dirección del estado en su posición de cabezas de la familia imperial. No significaba que
tuvieran un poder al margen del emperador reinante o de los regentes Fujiwara, pero sí podía
actuar con o en contra de unos y otros. Los demás miembros de la familia imperial, incluidas las
mujeres, crearon sus propias casas y propiedades, y junto a los grandes templos y los caudillos
militares, se les conoce como kenmon (puertas de poder) por sus capacidades legislativas y
ejecutivas en el interior de sus propios territorios, hasta el s. XV.

Las relaciones con China, mientras estuvo dividida en el periodo de las Cinco Dinastías (907-960)
fueron escasas, y se interrumpieron las embajadas, dando lugar a una cultura japonesa más
independiente de los aportes del continente. Fueron los monjes budistas los encargados de
mantener el contacto, como Jakusho, que durante su estancia en China en 1004 armonizó el
budismo chino y el japonés y estableció un intercambio epistolar entre la China Song y Japón. A
la vez, la península coreana estaba dividida en varios reinos, por lo que no se comprometieron
con ninguno, aunque admitieron la emigración de nuevos contingentes coreanos y el comercio
a través de Daizafu de cerámicas, sedas, perfumes, medicinas, maderas nobles, etc., a cambio
de pago en oro, mercurio, azufre y arroz. La corte tenía derecho preferente sobre las mercancías.
A partir del siglo XI se crearon barrios chinos en los puertos de Kyushu, mientras que la primera
colonia japonesa en China tuvo que esperar al siglo XIII, en Ningpo. Los piratas coreanos
constituyeron un peligro en los mares alrededor de Kyushu.

4.2. El control de la tierra

Los problemas económicos dominaron este periodo. La falsificación de censos y los sobornos
disminuyeron la recaudación de impuestos y hubo que pasar de una tributación basada en la
capitación, a una sobre la tierra, dejando que los individuos más prominentes de la sociedad
local actuaran como administradores. Esto, unido al aumento de poder de los gobernadores, que
imponían impuestos excesivos, tuvo consecuencias a nivel estatal. Se impulsaron también

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extensos campos de cultivo, sobre todo de arroz, administrados directamente por el estado y
con campesinos asalariados; se enviaron supervisores de tierras abandonadas a poner en cultivo
tierras baldías, y se procedió a enviar oficiales y administradores desde la capital.

Los problemas económicos dominaron este periodo. La falsificación de censos y los sobornos
disminuyeron la recaudación de impuestos y hubo que pasar de una tributación basada en la
capitación, a una sobre la tierra, dejando que los individuos más prominentes de la sociedad
local actuaran como administradores. Esto, unido al aumento de poder de los gobernadores, que
imponían impuestos excesivos, tuvo consecuencias a nivel estatal. Se impulsaron también
extensos campos de cultivo, sobre todo de arroz, administrados directamente por el estado y
con campesinos asalariados; se enviaron supervisores de tierras abandonadas a poner en cultivo
tierras baldías, y se procedió a enviar oficiales y administradores desde la capital.

En el periodo Nara se habían formado los primeros shoen, grandes latifundios privados
concedidos para aumentar los campos de cultivo, que se concedieron a grandes templos,
potentados locales y cortesanos que podían ponerlos en producción. Coexistieron durante un
tiempo con las propiedades públicas, pero la tendencia era a que quedaran cada vez más al
margen de la autoridad imperial. En la época Heian, a falta de nuevas tierras para explotar, los
nobles e instituciones de la corte se aliaron a notables locales y gobernadores provinciales, que
se ponían bajo su protección de forma que las tierras dejaban de pagar al erario público. A fines
del periodo Heian la mitad de la superficie agrícola del país entraba en esta categoría. La
donación de las parcelas de shoen a alguien de mayor rango, que a su vez las encomendaba a
algún templo de Kioto o a algún miembro de la familia imperial dio pie al establecimiento de los
denominados shiki, que abarcan los derechos y obligaciones de una persona sobre un recurso
determinado: para los campesinos eran el derecho a trabajar la tierra a cambio de la obligación
de pagar un tributo por ella; los del señor local, el derecho a organizar el trabajo y la obligación
de recaudar los tributos; los del noble de alto rango, derecho a disfrutar ciertas rentas a cambio
de la obligación de ofrecer protección. Los shiki eran flexibles: se podían heredar, ceder, dividir
e incluso vender.

El estado comenzó a emitir moneda de cobre a partir de 796, pero en general los pagos se hacían
en arroz o grano. En torno a 730 la población estimada de las islas era de entre seis y siete
millones de personas, pero se estancó durante el periodo Heian, y a mediados del si. X estaba
en torno a cinco millones.

4.3. El origen de los samuráis

En las provincias, los poderes autocráticos de los gobernadores fomentaron su recurso a las
armas para conseguir los tributos. No solo contrataron guerreros propios, sino que al término de
los cuatro años no volvían a la corte, sino que se asentaban en la provincia, estableciendo
alianzas matrimoniales con las élites locales. Estas fueron las primeras casas de guerreros como
los Taira o los Minamoto, que se encargaron de unir la aristocracia central con la guerrera de las
provincias, y llegaron a controlar las vías de comunicación. Fueron además protagonistas de
varias revueltas para adquirir mayor poder, hasta el punto de que durante el conflicto de la era
de Tengyo (939-941) los cabecillas controlaron ocho provincias por un lado, y el mar interior de
Seto por otro. Las tropas imperiales eran insuficientes, y los regentes tuvieron que poner su
fuerza al servicio del emperador. Los samuráis Minamoto continuaron participando en la política
de apaciguamiento durante todo el siglo XI. Otros guerreros formaron parte de los ejércitos
privados de la capital. De forma paralela apareció la figura de los monjes guerreros que protegían
a los grandes monasterios.

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4.4. Las nuevas corrientes budistas

La proscripción del budismo en China (842-845) creó un sentimiento de superioridad dentro del
budismo japonés. Al trasladar la capital, los grandes templos no abandonaron Nara, sino que
Kanmu promovió nuevas corrientes budistas con centro en Kioto. En 804 el monje Saicho
importó de China el budismo Tendai, al que se concedió el mismo rango que las sectas de Nara.
Estableció el templo del monte Hiei, que se convertiría en el centro de estudios de las islas, y
donde se copió el texto básico conocido como Sutra del Loto. En la misma embajada, el monje
Kukai viajó a Chang’an, donde estudió filosofía india, sánscrito y budismo esotérico, y lo
introducjo mediante la secta Shingon, basado en la enseñanza secreta de maestro a discípulo y
con ritos mistéricos. Se estableció en el monte Koya y fundó el templo Toji en la capital.

A fines del siglo X penetra una nueva corriente, el budismo de la Tierra Pura, que se difundió en
las capas populares a partir de monjes itinerantes, y prometía la salvación de las almas y su
renacimiento en el paraíso de la Tierra Pura de Buda Amida. Resultaba especialmente atractivo
en época de hambrunas y desastres. Otra rama llegó a partir de Genshin a la familia de los
Fujiwara, que construyeron una capilla en honor a Amida en el Salón del Fénix de la villa de
Byodoin.

Fig. 3 Templo de Byodoin. © Wikimedia Commons

5. El régimen de Kamakura y el gobierno de la clase militar (1185-1333)

Toma su nombre de la capital del régimen militar establecido por Yoritomo Minamoto al margen
de la autoridad imperial, formado por samuráis después de la Guerra Genpei, que causó la caída
del clan de los Taira (1181-1183). Fue un gobierno militar en época de paz, construido en torno
a autoridades militares. Al derrotar a los Fujiwara que quedaban en el norte, Yoritomo concluyó
la pacificación de Japón y se convirtió en líder militar, y el emperador retirado Goshirakawa le
confirmó el dominio de todo el este. Convirtió el título de shogun, que era temporal para los
generales que luchaban contra los emishi, en una dignidad vitalicia, pero siempre mantuvo su
base en Kamakura y no llegó a controlar del todo el oeste. En los territorios tomados a los Taira
se instalaron administradores y gobernadores militares que eran elegidos entre los vasallos del
shogunato que habían jurado fidelidad personal a Yoritomo. Se encargaban de vigilar Kamakura

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y Kioto y colaboraban económicamente con el shogun, recibiendo seguridad jurídica sobre las
tierras que se les otorgaban. Los soldados destacados y algunas mujeres fueron administradores,
y se encargaban de la recogida y envío de los impuestos. Ambos cargos coexistían con la antigua
administración, con lo que coexistían con los puestos civiles, y surgieron conflictos inevitables.
Las casas samuráis estaban rodeadas por foso y empalizada, y tenían campesinos atados a ellos
por lazos de servidumbre. A la muerte de Yoritomo, se impuso la familia de sus vasallos los Hojo,
a través de la regencia de su hijo Sanetomo por su madre, Masako, “la monja shogun” (1157-
1225). Él fue el último shogun Minamoto. Ante el intento de realizar una restauración imperial,
que fue sofocado por Masako y sus partidarios, tres emperadores retirados fueron exiliados y se
instaló una oficina del shogun en Kioto. El primer código de justicia del shogunato se promulgó
en 1232, con 51 artículos que regían el comportamiento de los samuráis.

Con la expansión mongola, se produjeron múltiples ataques contra la península coreana a partir
de 1231, que terminaron con una paz en 1270 entre Koryo y Kublai Khan, lo que dejó el camino
abierto para planificar la conquista del archipiélago. En Japón se movilizó a los samuráis y se puso
un sistema de vigilancia costera en Kyushu. La primera embajada de los mongoles llegó para
solicitar la rendición de tributos (1268), pero las cartas quedaron sin responder. En 1274 llegó la
primera flota que, tras tomar Tsushima e Iki, fue derrotada en la bahía de Hakata. La retirada
para hacer frente a los Song dejó un pequeño alivio que terminó con un intento de invasión más
serio en 1281, con un gran contingente Song y coreano, que fue dispersado por un tifón
(kamikaze, viento divino), que fue utilizado por la propaganda religiosa para afirmar la idea de
fortaleza del país. El shogunato creó una oficina en Hakata para supervisar los asuntos militares,
y las exacciones extraordinarias para financiar la defensa siguieron siendo una carga hasta el fin
de este periodo.

La liberalización del comercio durante el periodo Kamakura y la ausencia de trabas burocráticas


estimularon en intercambio. Las principales exportaciones japonesas seguían siendo el oro,
mercurio, azufre y madera, y productos de lujo como utensilios de laca incrustados con oro, plata
y madreperla, biombos, espadas y abanicos. Los mercaderes chinos introdujeron ingentes
cantidades de monedas de cobre a partir de la segunda mitad del siglo XII, lo que supuso por
primera vez la monetización de la economía japonesa, hasta tal punto que ni el shogun ni el
emperador necesitaron emitir moneda. Se estableció una medida fija a partir de la equivalencia
en arroz. Los tributos se cobraban en arroz, textiles y otros productos locales, hasta que
comenzaron a imponerse las monedas. Aparecieron prestamistas y casas de empeño. A la vez,
emergieron nuevos grupos sociales enriquecidos por el comercio. Se extendieron la cerámica y
la porcelana chinas, los cubos de tablas asegurados con aros de bambús, y la costumbre de
consumir té. Sin embargo, las hambrunas diezmaron la población varias veces durante el s. XIII,
y las ventas de uno mismo como esclavo para ser mantenidos se generalizaron. Las
consecuencias de las medidas de guerra también afectaron profundamente a la sociedad. A falta
de tierras para premiar a los samuráis y debido a las crecientes deudas en que se incurrió por la
monetarización, muchos samuráis terminaron vendiendo sus tierras y empobreciéndose. Las
bandas de malhechores y piratas causaron muchos problemas, parte de ellos eran los propios
vasallos de los samuráis, que no estaban satisfechos con la situación y causaron la crisis del
sistema.

En cuanto al budismo, como novedad, la ida y venida de monjes a China facilitó la entrada del
budismo zen, característico de las dinastías Song y Yuan. Se crearon varios sistemas de
monasterios zen en Kamakura y Kioto, que a través de templos asociados se extendían por las
provincias. Patrocinados por los Hojo, se convirtieron en un culto casi estatal, y sus contactos en

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el continente les hacían valiosos embajadores. Sus pilares, la búsqueda de conocimiento, la
disciplina moral y la frugalidad y austeridad, eran apreciados por los samuráis. Además, su
negativa a llevar armas hacía que no fueran una amenaza. La parte asistencial la llevaron los
monjes Risshu, que desarrollaban sus labores entre pobres, marginados y enfermos, practicando
la compasión búdica.

6. El periodo Muromachi o shogunato Ashikaga (1336-1573)

El fin del periodo Kamakura vino de mano del emperador Godaigo (r. 1318-1339), quien aspiraba
a gobernar sin ayuda, promoviendo un imperio sin regentes ni emperadores retirados o
shogunes. Los Hojo estaban en decadencia y algunos de sus generales, procedentes de otras
familias guerreras importantes, se rebelaron contra ellos en 1333. El establecimiento de una
corte paralela, sin el apoyo de la corte por su desdén hacia el rango establecido, y su desprecio
hacia templos, nobles y samuráis que limitaban su poder hicieron su gobierno inviable. Con él
surgió la figura de Takauji Ashikaga, el nuevo jefe de la clase samurái. A partir de 1336 Takauji
estaba repartiendo prebendas entre sus seguidores, y cedió a su hermano Tadayoshi las
cuestiones de gobierno, mientras que él se encargaba de lo militar.

El shogunato de los Ashikaga puede dividirse en tres fases:

a) La división del imperio en dos partes

El enfrentamiento militar entre Godaigo y los Ashikaga dividió el imperio en dos: los hermanos
se dirigieron a Kioto para asentar allí la capital del shogunato, mientras el emperador se retiraba
a Yoshino, al sur de Nara, formando la llamada Corte del Sur, que pervivió hasta 1392 gracias a
su situación geográfica, en la montaña, y a la rivalidad existente entre los hermanos Ashikaga,
establecidos uno en Kioto y otro en Kamakura. Los ataques imperiales llegaron a recuperar Kioto,
y los guerreros cambiaban de bando según las promesas de los dirigentes. Ante la pérdida de
poder de las autoridades, los shugo se convirtieron en gobernadores plenipotenciarios, que
podían cobrar la mitad de los tributos de cualquier territorio y tenían autoridad judicial, lo que
hizo que los pobladores se dejaran liderar por ellos. A la vez, los samuráis se fueron asentando
en sus lugares durante varias generaciones, transformándose con el tiempo en daimios, o
señores de la guerra con dominios independientes.

b) La edad de oro de Yoshimitsu (1358-1408)

Fig. 4 Yoshimitsu Ashikaga (h. 1408). ©Wikimedia Commons

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Yoshimitsu Ashikaga puso fin a los conflictos negociando un acuerdo en 1392, con la excusa de
la alternancia política, pero engañando a la Corte del Sur. Reforzó el control en todos los
aspectos: retiró a la corte el gobierno de la capital, y realizó viajes constantes para reforzar su
autoridad en las provincias; controló a los shugo, construyó grandes obras como el palacio
Muromachi, su nuevo cuartel general cerca del palacio imperial, el monasterio zen de Shokokuji
con una pagoda de siete pisos, y el Pabellón Dorado de Kitayama, desde donde gobernaba al
estilo del emperador retirado, tratamiento que adquirió en 1405. Se mostraba como el vasallo
más devoto del emperador, con una actuación especial en las ceremonias de la corte, pero
también como soporte económico de la misma. Intentó establecer relaciones con China, pero al
no ser emperador, no se le consideró un interlocutor válido. Cuando al fin pudo iniciar una
correspondencia diplomática, se declaraba vasallo del emperador Ming de China para conseguir
la llegada del comercio del continente, que monopolizó para el shogun. Las embajadas se
sucedieron de forma anual, dándole unos pingües beneficios.

El siguiente shogun, Yoshimochi (1386-1428), dándose cuenta de su situación, atrajo a los shugo
más importantes para participar de forma colegiada en las decisiones del shogunato, y creó una
figura de adjunto, el kanrei, que era desempeñada por otras ramas de la familia Ashikaga. Su
sucesión fue sorteada por este consejo entre sus cuatro hermanos, que intentó volver a
fortalecer su posición, lo que causó su asesinato. Los ataques de piratas contra Corea supusieron
la invasión de Tsushima (1419) y posteriormente, le negociación con esta isla para que funcionara
como la puerta del comercio coreano por medio de pases que la familia So se encargaba de
suministrar. La fundación en 1429 del reino de las islas Ryukyu creó un nuevo centro neurálgico
para el comercio en la zona, uniendo el sudeste asiático, China, Japón y Corea. Era tan importante
para China que llegó a pagarle sus barcos.

c) La guerra de Onin (1467-1477) y el periodo de los Estados Guerreros

El conflicto entre los shugo por la sucesión al shogunato devastó la ciudad de Kioto con la
participación de las tropas ligeras samurái durante diez años, marcando el inicio del periodo de
los Estados Guerreros. Todos ellos abandonaron la capital, que ya no servía a sus intereses, y se
retiraron a sus provincias. Sin embargo, sus antiguos vasallos tampoco estaban dispuestos a
devolverles el mando, y fueron los samuráis locales quienes se hicieron con el poder como
señores de la guerra, aumentando la espiral de violencia. Los daimios no necesitaban ser
nombrados por la corte, como los shugo, y por tanto eran independientes del poder central. Al
contrario, defendían la idea del interés público, y estaban sujetos a los códigos que ellos mismos
emitían. Sólo recababan tributos de sus dominios personales, y estos estaban basados en el valor
de cada propiedad, por lo que contribuyeron al incremento de la riqueza para todos, a través del
desarrollo agrario, la apertura de minas y la concentración de obreros y artesanos en ciudades
fortificadas. A medida que el shogunato fue perdiendo poder, los Hosokawa y otros daimios,
junto con los comerciantes de los puertos de Sakai y Hakata consiguieron los pases de las
embajadas. También en este momento las aldeas comenzaron a funcionar como agente político
de forma colectiva. Aparecen estatutos para regular la vida aldeana y la aldea y sus jueces se
arrogan capacidades judiciales para expulsar de la comunidad a quienes no participen, se
celebran asambleas de adultos, tienen derecho a recaudar tributos y organizar sus corveas, y se
integran a nivel militar como colectivo. En las ciudades se aprecia la creación de grupos
permanentes de autodefensa contra los samuráis. Estos grupos pueden llegar a platear revueltas
juramentadas a veces en connivencia con los monjes.

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COREA

7. Fuentes

A principios del siglo XI se publicaron los anales de los primeros siete reyes de la dinastía, hoy
perdidos. Una de las primeras fuentes disponibles sobre Koryŏ es Koryŏ togyòn (El texto ilustrado
de Koryŏ) del chino Xu Jing, que viajó allí en 1123 y redactó sus impresiones, junto a un buen
número de ilustraciones. El desarrollo del confucianismo supuso la compilación de la primera
obra autóctona, el Samguk sagi (Historia de los tres reinos) de Kim Pu-sik en 56 volúmenes
(1145), la historia más antigua de Corea en forma de anales, con numerosas tablas y biografías,
encargada por el rey Injong. En ella se proclama Silla como el primer reino en ser fundado, y
Koryŏ como su sucesor. A lo largo del periodo de influencia de los Yuan se compusieron buen
número de obras Las vidas de los eminentes monjes coreanos de Kakkhun (1215) contenía las
biografías de los personajes budistas más representativos.

Durante la dinastía Joseon, se compilaron los protocolos reales (Uigue), unos 3.895 volúmenes
de documentación. Además, se reescribió la historia oficial del reino, como la Historia en 139
volúmenes de Chong In-ji (1451) o el Espejo detallado del reino oriental de Seo Geo-jeong (1485),
que presentaba a Dangun, fundador de Gojoseon, como el origen mítico de Corea. También se
compuso una descripción geográfica de todo el reino, que se incorporó a los Anales del rey
Sejong en 1454.

8. El establecimiento del reino de Silla (668-918)

El nuevo periodo en Corea comenzó con la visita del príncipe heredero a Chang’an para solicitar
un tratado con la dinastía Tang, que le ayudaría a entablar la guerra contra sus dos vecinos. La
flota china ayudó por mar a las tropas de Silla que cruzaron las montañas de Paekche, que no
pudo obtener la ayuda de su aliado, Japón, y fue conquistado. Luego, la alianza de los Tang y Silla
se dirigió contra Koguryo, que a pesar de haber combatido la invasión china en seis ocasiones,
esta vez estaba dividido internamente y no pudo defenderse.

Finalmente, las disputas entre los propios aliados se solucionaron en 676 y Silla quedó como el
reino único de la península coreana, con su vecino Parhae al norte, como reino vasallo de China.
Formado por pobladores malgal de lengua tungús procedentes de Manchuria, que se mezclaban
con la población coreana venida del sur, se veían como sucesores del antiguo Koguryo. Parhae
se enfrentó a China numerosas veces, en parte para recuperar a población capturada en su

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territorio y reducida a la esclavitud, y consiguió expandir su territorio considerablemente hacia
Manchuria. A finales del siglo VIII, estableció por fin relaciones diplomáticas con China y se
reactivó un comercio que puso a Parhae en el ámbito de las redes culturales chinas. A la vez se
alió con Japón, con 34 embajadas tributarias y comerciales hasta 926, correspondidas con otras
12 japonesas, lo que atrajo tensiones con Silla. Su rey Son (818-830) lo llevó a su máximo
esplendor, reconocido por China, pero el reino decayó rápidamente durante el siglo IX y fue
conquistado por los mongoles Kitán (926).

Fig. 5 Palacio de Donggung y estanque Wolji, parte del complejo palaciego de Silla (Corea).

Los cambios políticos más importantes que acompañaron a la unificación de Silla incluyeron la
consolidación de la burocracia centralizada. En el periodo de los Tres Reinos, la realeza había
estado monopolizada por tres linajes principales que se turnaban en el poder, pero el más alto
llegó a su fin con la muerte de las dos reinas, Sŏndŏk y Chindŏk. El siguiente monarca fue el rey
Muyŏl (654-661), que ascendió al trono tras sofocar la rebelión de Pidam, un representante de
los intereses de la aristocracia, y tras vencer a un miembro de otro de los linajes. Para consolidar
su autoridad real, el rey Muyŏl abolió el título honorífico budista utilizado hasta entonces,
adoptó el título chino. Eligió a la hermana menor de uno de sus opositores como su reina
consorte, rompiendo con la tradición de que la reina procediera de la antigua casa real de Pak.
Además, su sucesor debía ser un descendiente por línea directa. Sus sucesores continuaron con
una serie de purgas en la aristocracia que consolidaron el poder real, a la vez que los personajes
de rango medio fueron escalando posiciones por su cercanía con la casa real.

La administración local se organizó siguiendo los patrones chinos, con nueve provincias divididas
en prefecturas, y con cinco capitales secundarias que ayudaron a organizar el territorio, poblado
de pequeñas aldeas de unas diez familias emparentadas, cuyos tributos podían concederse a los
oficiales del rey y a los aristócratas. A las aristocracias de las zonas conquistadas se les reconoció
igualmente su categoría social. Se mantuvo la posibilidad de posesión de esclavos por parte de
los poderosos. También se reorganizó el ejército en nueve cuerpos estacionados en la capital, y
que respondían directamente al monarca.

Desde su fortalecimiento en el s. VII, se estableció una relación tributaria entre Silla y la China
Tang que proporcionó beneficios a ambas partes. Kyongyu, la capital, se encontraba en un punto
central de las rutas comerciales entre China y Japón, y fue muy alabada por su tamaño y riqueza
en las fuentes de los Tang. Silla comerciaba con la China de los Tang, Japón, Parhae e incluso con
el mundo árabe. La producción principal era el arroz, de forma intensiva. Los artesanos de Silla
producían seda, adornos para las casas reales y aristocráticas, armas, imágenes de Buda y

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campanas para los templos budistas, y diversos tipos de cerámica. La concentración de
productos agrícolas y artesanales procedentes de todos los rincones del país favoreció la
apertura de varios mercados en la capital, el sŏ-si, o mercado occidental, y el nam-si, o mercado
del sur, junto con el ya existente tong-si, o mercado del este, con una oficina para administrarlos.
Silla también abrió mercados en las capitales secundarias y en las nueve provinciales, donde se
comerciaba con los productos de las distintas localidades mediante el sistema de trueque.

Cinco grandes sectas budistas se establecieron firmemente en Silla: Nirvana (Yŏrban en coreano),
Vinaya (Kyeyul), Budismo Naturaleza (Pŏpsŏng), el Avatamsaka (Hwaŏm) y Dharmalaksana
(Pŏpsang). Entre ellas, la Avatamsaka se erigió en la principal, sobre todo entre la aristocracia.
Para enseñar ética y literatura confucianas, que apoyaran las reformas centralizadoras del rey,
se creó una universidad llamada Kukhak (682). La admisión en la esta institución confuciana sólo
se concedía a los miembros de la aristocracia que ostentaban el 12º rango. Los exámenes de
estado de lectura de textos en tres grados comenzaron en 788, a imitación de la administración
china.

Hasta mediados del siglo VIII, Silla gozó de prosperidad y un alto nivel de civilización, pero a partir
de entonces el reino experimentó feroces luchas por el poder dentro de la alta aristocracia en el
gobierno central, entre la nobleza rural, que se hizo con el control de ciertas regiones, y, más
tarde, las "invasiones" de Paekche y Koguryŏ que dieron lugar a otro periodo “de los Tres Reinos
Posteriores” a principios del siglo X. Finalmente, el trono pasaría al Wang (rey, en chino) Kŏn de
la dinastía Koryŏ en 935.

9. La dinastía Koryŏ (918-1392)

9.1. El primer periodo Koryŏ y la organización del reino

En medio de la disputa por el poder en la península coreana bajo el último rey de la dinastía de
Silla, Kungye (r. 901–918), uno de sus generales, Wang Kŏn, lo sucedió como rey de T'aebong,
un reino concebido como el sucesor legítimo del antiguo Koguryŏ. Wang Kŏn rebautizó su estado
como Koryŏ, de donde deriva el nombre de Corea y al año siguiente trasladó la capital a Kaesŏng
(Songak), su ciudad natal. Wang Kŏn procedía de la alta burguesía local, de una familia de
comerciantes que había amasado una enorme riqueza a través del comercio con China. Como
miembro de esta poderosa élite, pudo establecer una fuerte base de poder local y forjó fuertes
lazos con otras familias de la alta burguesía a través del matrimonio, hasta el punto de tener
veinticinco hijos. Incluso llegó a dar el apellido real a algunas de las familias para establecer lazos
ficticios con ellos. A otros les dio el título de ciudadanos de mérito junto a tierras y oficios en la
corte, para congraciarse por su apoyo para la consecución del trono. Su larga familiaridad con
las operaciones marítimas le permitió lanzar incursiones navales contra la región costera
suroeste de Paekche, ocupando varios puntos costeros, e interrumpiendo los lazos comerciales
y diplomáticos de Paekche con China y Japón. En su testamento, recomendaba a sus sucesores
que protegieran a los monasterios budistas, gobernaran el país siguiendo los preceptos
confucianos, que mejoraran la vida de los campesinos, que no dieran oficios públicos a hombres
procedentes del antiguo Paekche, y que mantuvieran las tradiciones coreanas. A su muerte, la
sucesión fue causa de enfrentamientos entre sus hijos, apoyados por los clanes maternos.

Finalmente, Kwangjong (949-975) se hizo con el poder, y para reducir el poder de los clanes
influyentes, promulgó una ley que liberaba a los hombres de los grupos sociales inferiores que
habían sido forzados a la esclavitud, a la vez que incrementaba la cantidad de hombres libres
que le pagaban impuestos. Estableció también los exámenes de estado para designar miembros
de la administración (958), dando lugar a la clase de los yangban, oficiales tanto civiles como

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militares, vestidos de diferentes colores según su rango y dedicación. Se adoptó entonces un
sistema de títulos imperial y el nombre de las eras de su reinado. El rey Sŏngyong (975-981)
estableció por fin un gobierno centralizado gracias a los funcionarios confucianos, separando así
el gobierno de la religión budista predominante.

Las instituciones chinas se adaptaron a las necesidades coreanas, y se creó una sola Cancillería
de Asuntos de Estado con un primer ministro, al que respondían los directores que tomaban
decisiones políticas, seguidos de los encargados de proponer y criticar las políticas a emprender.
La Secretaría de Estado podía ejecutar esas políticas con seis ministros al frente, número que
continuaría durante toda la Edad Media, y se encargaba del ennoblecimiento de ciudadanos de
mérito, de los asuntos militares, del correo, los censos, y todos los demás asuntos internos. Fue
muy importante la Dirección de Censura, que podía evaluar a los funcionarios y castigar o
censurar las malas prácticas, e incluso tenía poder sobre el rey. Para formar a estos funcionarios
se creó una universidad en la capital, el Kukchagam (992), que más adelante tendría seis escuelas
en los que se enseñaba, entre otras cosas, caligrafía y contabilidad. A ellas solo podías acceder
los rangos aristocráticos, y cada una permitía el acceso a hijos de diferentes funcionarios de la
escala. Además de las bibliotecas reales y la Academia de los Libros y Documentos, en
Pyongyang, y un departamento de publicaciones, se fundó una academia donde se impartían
permanentemente lecciones de confucianismo. A partir de 987, el rey envió a dos hombres de
letras, uno especializado en chino clásico y otro en medicina, a enseñar en cada una de las doce
provincias del reino. Koryŏ era un gran centro productor de libros, pero también los importaba
de la China Song, pero el intercambio pronto tuvo lugar en los dos sentidos. Otra posibilidad de
selección era la designación protegida, una institución que permitía que un hijo o pariente de un
funcionario de 5º rango en adelante recibiera un nombramiento sin pasar por los exámenes,
provocando la patrimonialización de los cargos públicos.

La sociedad coreana no era tan inamovible como la de Silla, pues las escuelas y los empleos
estatales estaban abiertos a todos excepto los esclavos. El matrimonio entre el pueblo llano y los
esclavos estaba prohibido, pero la movilidad entre las cuatro clases era posible. La aristocracia
daba gran importancia al linaje y los apellidos, algunos de los cuales importaron de China. Lo
mismo que en Japón, casaron a sus hijas con los príncipes de forma que pudieron ejercer
influencia directa en la corte. Por ejemplo, el linaje Ansan Kim mantuvo el poder bajo cuatro
reyes en el siglo XI, y el Inju Yi lo monopolizó durante buena parte del s. XII.

La división del reino se completó hacia 1018, con la región de la capital, por un lado, tres capitales
secundarias (Kaesong, Pyongyang al oeste y Kyongju al este, reemplazada más tarde por Seúl al
sur); dos zonas de frontera, la norte y la oriental, y ocho provincias divididas en distritos,
comarcas y guarniciones. Los superintendentes de la capital se desplazaban a través de una serie
de circuitos para mantener todas estas zonas comunicadas. En cada zona había una élite local
que actuaba como jefes, pero el gobierno central mandó supervisores algunas sedes para
controlarlos. El sistema militar se basaba en el reclutamiento obligatorio de los campesinos de
entre dieciséis y sesenta años, a los que se daba a cambio algunas tierras, que les podían ser
retiradas si no cumplían con sus obligaciones militares o el entrenamiento. Además, había dos
guardias (la de los Halcones al vuelo y la del Dragón y el Tigre) y seis divisiones fijas en la capital,
de las cuales tres guardaban las fronteras, una hacía las funciones de policía, otra de guarda para
las festividades estatales, y la otra guardaba el palacio y las murallas de la ciudad. Entre todas,
contaban con unos 45.000 efectivos. Además, había regimientos permanentes instalados en las
zonas de frontera.

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En cuanto a las relaciones internacionales, durante esta primera etapa de la dinastía el mayor
problema lo representaban los Kitán, un grupo étnico tungús (proto-mongol) que estableció la
dinastía Liao en el norte de China entre 907 y 1125. Después de destruir Parhae (926), estuvieron
en competencia permanente con la dinastía Song, y buscaron para ello la alianza de Koryŏ,
quienes sin embargo los rechazaron para emprender una política pro-Song. Esto desencadenó
tres guerras sucesivas contra Liao, que obligaron a preparar grandes ejércitos con el consiguiente
gasto y a fortificar la frontera al sur del río Yalu, hasta que en 1018 las fuerzas de Koryŏ aplastaron
a las de Liao en la batalla de Kwiju o Kuju (1019). A partir de entonces las tropas de Liao no
volvieron a invadir territorio coreano, y estos pudieron incluso recuperar las fronteras del antiguo
Koguryŏ, y a partir de 1044 se construyó una muralla desde la desembocadura del Yalu hasta
Toryonpo. La dinastía Song, por el contrario, trató a Koryŏ en plano de igualdad, y no como
tributario, como harían otros gobernantes chinos. Se establecieron redes de contacto a través
de los monjes budistas que circulaban, llevando por ejemplo los grabados de tablillas de madera
que contribuirían al desarrollo de la imprenta en Corea, y la porcelana Song. Los Kitán
comerciaban con plata, pieles y caballos, y algunos grupos incluso emigraron dentro de las
fronteras de Koryŏ. Los japoneses, a través de Tsushima, enviaban mandarinas, perlas, mercurio,
espadas y caballos a cambio de grano, libros y papel. Cuando la dinastía Jin, de la tribu Jurchen
venció a los Song y se estableció en el norte de China, su fundador Aguda reclamó a los coreanos
su sumisión (1126). Como era imposible resistirse, Koryŏ admitió desempeñar ese papel y las
relaciones a partir de ahí fueron pacíficas.

9.2. La economía y la propiedad de la tierra

La economía era de base campesina, y las concesiones a funcionarios y súbditos de mérito se


limitaban a la capacidad de cobrar las rentas de determinadas tierras, que seguían siendo
propiedad de los campesinos, aunque toda tierra en última instancia era propiedad del rey. Esta
fue una forma típica de pagar los salarios de funcionarios y militares. Para evitar problemas, era
la autoridad central la que en un principio recaudaba los impuestos y luego se los repartía, y una
vez fallecido el que ostentaba la concesión, esta debía volver a la corona. Poco a poco, la
tendencia fue a una mayor independencia de los privilegiados. Además, el rey dio a algunos de
los aristócratas y funcionarios por encima del 5º grado las denominadas tierras en perpetuidad,
de las que podían disponer libremente y cobrar impuestos, pero cuya propiedad sí ostentaban,
y podían transmitir en herencia. Otras donaciones eran las del dominio real, para la casa del rey;
la del palacio, y las tierras de los templos budistas. Para 1076, el sistema había llegado a su punto
de colapso, cuando terminó la disponibilidad de nuevas tierras y los concesionarios se habían
arrogado todos los derechos que en un principio no les correspondían.

Los campesinos, por su parte, debían pagar tributos de ¼ de la producción al estado si eran libres,
o trabajaban en tierras privadas, donde llegaban a pagar la mitad de la cosecha. Además, debían
hacer un pago en telas o en productos propios de cada zona, como pieles, fruta, papel o cáñamo.
Había una serie de programas que podían ayudar a los más desfavorecidos, como donaciones
concedidas con el interés de los préstamos de grano, becas para las universidades, fondos para
monjes budistas, para los pobres, o para subvencionar festivales religiosos. También contaban
con enfermerías y dispensarios y almacenes de grano para las épocas de escasez.

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Fig. 6 Jarrita de cerámica verde celedón, 1050-1150. ©The Avery Brundage Collection, Asian Art Museum, San
Francisco.

Los artesanos eran contratados por el estado, aunque también existía la iniciativa privada. Se les
contrataba en listas diferentes para producir determinados bienes, y otros llegaban al estado en
forma de impuestos, como los metales, la tinta, el té, hilos, etc. Los templos, tanto monjes como
sus esclavos, producían varios bienes tanto para su uso como para el comercio: tejidos de
cáñamo, seda, medicinas, vasos, herramientas agrícolas y esteras. Los mercados se establecieron
en las tres capitales secundarias, y en las provincias comerciaban los vendedores ambulantes.
En cuanto al comercio internacional, lo practicaban con la China Song, el reino de Liao de los
Kitán, Japón y los musulmanes. Especialmente con China, Corea enviaba papel, tinta, ginseng y
esteras, a la vez que obtenía seda, libros, porcelana y medicinas. El principal puerto de
Pyongnando, en el estuario del río Yesong, recibía también los productos de los mercaderes
árabes: mercurio, especias, marfil y medicinas, y ellos fueron los que transmitieron su nombre a
Occidente como Corea. Las primeras monedas de hierro se acuñaron en 996, mientras que
aparecían algunas monedas de plata con la forma de la península de Corea, para ser utilizadas
por la aristocracia en grandes transacciones. Pero la población general seguía pagando en telas
o grano.

9.3. La segunda parte del periodo Koryŏ (1170-1392) y la influencia mongola

La debilidad de la monarquía dio paso a la intromisión de la alta aristocracia en las tareas de


gobierno: los grandes clanes, como el Inju Yi se establecieron durante más de ochenta años, y
dieron paso a una revuelta de los oficiales del ejército en 1170, que terminaron así con más de
un siglo de predominancia de los burócratas civiles sobre ellos. Las masacres de funcionarios
civiles se sucedieron y los generales monopolizaron las posiciones de poder en todas las
instituciones, apoyados en sus ejércitos privados. Algunos de ellos llegaron a ejercer verdaderas
dictaduras, que culminaron en la de la familia Choe, cuyo fundador, Choe Chung Hon, depuso a
dos reyes y llegó a entronizar a cuatro entre 1170 y 1259. Una de sus primeras medidas fue
atacar a los templos budistas, deshaciéndose de sus ejércitos de monjes; liberó a numerosos
hombres dependientes al eliminar los distritos de mano de obra forzada y emancipar a los
esclavos, y contrató a brillantes hombres de letras para su nueva administración. Su poder se
basaba en un ejército de más de 3.000 hombres, que complementó con una división de soldados
liberados de la cautividad entre los mongoles y con tres patrullas de élite que desempeñaban
también labores de policía. Sus amplísimos dominios era lo que les permitía mantener a este
ejército. Durante toda la dictadura militar se sucedieron las revueltas populares, que fueron más
o menos rápidamente sofocadas mientras que sus protagonistas actuaron como grupos
separados. En la última década del siglo XII, soldados, monjes y campesinos unieron sus fuerzas

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en varias ocasiones provocando problemas tanto en el campo como en la capital. A su muerte le
sucedieron su hijo y sus descendientes, pero el último fue asesinado y después de un breve lapso,
se consiguió restaurar el poder real en Koryŏ. Durante toda la dictadura, el confucianismo estuvo
en declive debido a la persecución de los hombres de letras y funcionarios civiles, aunque
algunos personajes destacados consiguieron mantenerse al servicio de la familia Choe.

En 1234 caía el imperio Jin, que había servido de colchón entre Koryŏ y los mongoles, y ante la
resistencia a la petición de tributo de estos, se planteó la invasión de la península coreana. La
resistencia se planteó en las ciudades, por lo que los mongoles, que preferían la movilidad a la
guerra de asedio, se dirigieron directamente a la capital, Kaesong. Koryŏ solicitó la paz en 1232,
consiguiendo la retirada de los mongoles, que dejaron trinta y dos administradores a cargo del
cumplimiento del tratado. Para reanudar la guerra, Choe U, hijo del dictador, decidió trasladar la
capital a la isla de Kanghwa-do, separada de la península por un canal del río Han, que fortificó
para dificultar el acceso de los mongoles por mar. A la población se le ordenó refugiarse en las
fortalezas o en islas. Todo ello mantuvo a los invasores a raya durante veinte años, dejando la
resistencia en mano principalmente de los campesinos, que fueron quienes más sufrieron a
manos de los mongoles, pero a cambio consiguieron su libertad. Cuando el rey Kojong consiguió
recuperar el poder en 1258, se apresuró a firmar la paz, y las fortificaciones de la isla tuvieron
que ser derruidas. La capital regresó a Kaesong, y los mongoles entronizaron a Wonjong, al que
utilizarían como monarca títere, a la vez que se establecía otro reino en oposición en la isla de
Chin-do, que cayó en 1271. La resistencia a la invasión hizo que el imperio Yuan respetara al reino
de Koryŏ y que este mantuviera su independencia relativa. Los reyes contrajeron matrimonio
con princesas hijas de Kublai Kan, se mantuvo la supervisión de funcionarios Yuan, y se
establecieron varias encomiendas fronterizas, de forma que la vida en Koryŏ fue muy influida
por el régimen mongol. Los príncipes se formarían como rehenes en Beijing, de forma que ya
volvían al reino aculturados. La excusa desde el punto de vista de Beijing era la próxima invasión
de Japón, misión que los reyes coreanos intentaron desviar, pero a la que se vieron obligados
repetidas veces, hasta 1282. Durante este periodo, todas las instituciones propias de Koryŏ
vieron menguado su papel para convertirse en organismos casi locales, por lo que en la práctica
quedaron reducidos a un estado casi sometido. El gobierno se vio obligado a enviar mujeres y
eunucos a la corte china que, aunque gozaban de buena situación social, constituían un tributo
en personas. A partir de 1298, además, Yuan comenzó el intervencionismo directo en la corte al
nombrar a algunos de los príncipes reyes de Shenyang (ciudad situada en el antiguo dominio de
Liao), consiguiendo así una confrontación en el seno de la familia real. Además, deponía y
entronizaba a los diferentes candidatos a su voluntad. Durante su predominio, nuevas familias
pasaron a formar parte de la élite: intérpretes, funcionarios a cargo de los halcones, muy
apreciados por los mongoles, y tantos otros que establecieron alianzas matrimoniales con los
conquistadores, incrementando el número de los miembros del congreso real, que además
recibieron nuevos grandes dominios agrícolas, exentos de impuestos. Al hilo de la sinización de
Koryŏ entró también el neoconfucianismo, que se extendió hasta el reinado de Kongmin. Para
difundirlo se crearon santuarios confucianos y nuevas becas para los estudiantes. El intercambio
entre los funcionarios coreanos y los de la China Yuan fue constante, acompañando a los
príncipes que se desplazaban entre una y otra capital.

Con la llegada al poder de la dinastía Ming (1368), el rey Kongmin (1351-1374) inició sus
reformas, dirigidas a eliminar el control de los Yuan sobre Koryŏ y a la supresión de las nuevas
familias aristocráticas. Prohibió la vestimenta de estilo mongol, restauró las instituciones
tradicionales del reino, abolió el uso del calendario chino y recuperó el territorio perdido. Acto
seguido decidió dedicarse al budismo y puso al frente del gobierno al monje Sin Ton como primer

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ministro plenipotenciario. La actuación de este monje fue contradictoria, pues devolvió
numerosos dominios y esclavos a sus amos, pero en cambio liberó a otros. Sus desmanes
hicieron que fuera ejecutado en 1371, mientras que el rey fue asesinado al poco tiempo.

Uno de los mayores avances técnicos del periodo Koryŏ fue la manufactura de pólvora a partir
de las innovaciones de la China Yuan, cuando se vieron obligados a hacer frente a los piratas
japoneses. A partir de 1380 su ejército se equipó con cañones de pólvora, y también se montaron
en los barcos. Otra innovación fue la introducción del algodón como cultivo extensivo para la
producción en masa de textiles con destino a las clases más bajas de población. El tercer hito fue
la creación de los tipos móviles de imprenta, que tuvo lugar en 1234 para imprimir textos rituales
budistas y, en 1377, el Jikji, una antología de las enseñanzas de los grandes sacerdotes budistas,
más de dos siglos antes de la imprenta de Gutenberg.

Fig. 7 El primer libro conservado impreso con tipos móviles: Jikji, ©BNF.

9.4. El apogeo del budismo

La dinastía Koryŏ mantuvo siempre que su éxito se debía a la protección especial de Buda, y su
fundador Taejo construyó un buen número de templos en su honor, entre ellos el más grande
era el Hungwang-sa. También se celebraban festivales budistas, en los que sus ritos se
combinaban con otras prácticas antiguas coreanas. Pare mejorar la calidad de los monjes, se
planteó una especie de examen, concebido a partir de los exámenes de estado de la burocracia
civil, y que permitió separar dos categorías de monjes, los que se dedicarían a la meditación,
dirigidos por un mentor, y aquellos que se dedicarían a la escuela de textos, cuyo máximo rango
era el monje patriarca. Por encima de ellos se situaban los preceptores reales y nacionales, que
formaban parte del consejo real. A cambio de sus servicios, los monjes recibían del reino
donaciones de tierras, exención de tributos y corveas, y la posibilidad de ejercer el préstamo, el
comercio y las manufacturas, que redundaban en mayores ingresos para los templos. Incluso
tenían ejércitos privados, formados por los propios monjes, que podían apoyar al ejército real
en caso de necesidad. La casa real apoyó la escuela Kyo, mientras que la aristocracia prefirió
favorecer la rama Son. Se realizaron varios intentos de unificar ambas escuelas, que finalmente
se fusionaron en la secta Chogye durante el periodo de la dictadura de los Choe. Esta secta se
difundió con el apoyo del dictador desde el templo Songgwang-sa, reformulando los métodos
de estudio y práctica de la secta Son. A partir de entonces se convirtió en la forma de budismo
predominante en Corea. La obra más importante fue el Tripitaka en forma de 6.000 tablillas de

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madera (1087), guardadas en el templo de Puin-sa en Taegu, donde fueron destruidas durante
la invasión mongola.

A partir de la difusión del neoconfucianismo, el budismo iba perdiendo adeptos, pues se


consideraba que no se debía renunciar a los vínculos familiares para transformarse en monje.
Recibieron numerosas acusaciones de amenazar a las costumbres y al gobierno, tendencias que
se mantendrían durante la siguiente dinastía.

10. La dinastía Joseon (1392-1897)

10.1. Los Joseon durante el siglo XV

La influencia china en el reino de Joseon fue de tal calibre que se le llegó a llamar “pequeña
China”. El fundador Yi Song-gye, conocido como Taejo (1392-1398) solicitó ser confirmado por el
emperador Ming de China, y dio su nuevo nombre a la dinastía después de someterlo a los
chinos. La primera fase de esta dinastía, que abarca hasta fines del s. XV, se caracteriza por la
prosperidad y por la decadencia definitiva del budismo en el reino, sustituido por el nuevo
confucianismo, que marcó las nuevas relaciones dentro del estado en una jerarquía de relaciones
entre individuo, familia y estado, que dejó también poco espacio a las mujeres. La capital se
trasladó de nuevo, esta vez a Hanyang (Seúl), situada en el centro de la Península pero bien
situada para el transporte fluvial a través del río Han, y también para la defensa gracias a estar
en una zona montañosa. La población durante este periodo rondó los cinco millones de
habitantes.

Fig. 8 El rey Taejo, fundador de la dinastía Joseon. © Wikipedia

El cambio de dinastía fue relativamente pacífico a no ser por los enfrentamientos dentro de la
misma familia real. Las luchas entre príncipes fueron violentas, y provocaron una inestabilidad
en la sucesión que se arrastraría durante todo el periodo. El rey más activo fue T’aejong (1400-
1418), que realizó reformas drásticas que reconfiguraron el reino: abolió los ejércitos privados,
elevando el número de tropas empleadas en el ejército centralizado por medio del sistema de
reclutamiento forzoso de campesinos, o su exención a cambio del mantenimiento de los
soldados. T’aejong dejó un solo consejo asesor que dependía totalmente de sus órdenes (el
Uijongbu), más pequeño que el existente en la época anterior y cuyos miembros se encargaban
también de la formación del rey y los príncipes en el confucianismo; retomó los seis ministerios

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de épocas anteriores; confiscó gran cantidad de tierras de los templos budistas para terminar la
reforma agraria, elaboró un registro de toda la población y obligó a los hombres a llevar
documentos identificativos que les impedía cambiar de tierras. En 1413 se procedió a la división
del reino en ocho provincias, un número simbólico, con más de 350 comarcas, con sus propias
unidades administrativas supervisadas por funcionarios de la corte. Todos los cargos tenían
periodos de ejercicio limitados y nunca se asignaba a gobernadores o magistrados a sus distritos
de origen. Después de él otro gran rey, Sejong (1418-1450) continuó con este programa, y
estableció el Salón de los Dignatarios con un buen número de intelectuales que estudiasen las
antiguas costumbres de China y Corea y le asesorasen. Se crearon dos cuerpos de censura, la
Inspección y el Censor propiamente dicho, y una oficina de propaganda y literatura, además de
establecerse una nueva biblioteca real. Por primera vez se sistematizó el alfabeto fonético
coreano (han’gul). Pero seguramente la reforma que mayores consecuencias tuvo fue la
reducción de los impuestos agrarios de un décimo a un veinteavo de la producción. Los súbditos
podían dirigirse al rey mediante memoriales (sangso), transmitidos a través de las autoridades
locales. Estas no podían acceder al estamento de yangban.

Fig. 9 Biwon (Jardín secreto) del palacio de Changdeokgung, que alojó el harén pero también los exámenes de estado
de los funcionarios de la corte. © Wikimapia.

A su muerte hubo otro conflicto sucesorio que se sancionó con la usurpación del trono por Sejo
(1455-1468), que fue considerada ilegal por los funcionarios neoconfucianos: su rebelión dio
origen al episodio conocido como de “los seis súbditos mártires”. Una vez que fueron ejecutados,
el gobierno real se consolidó. Sejo dividió el país en cinco comandancias militares y otras tantas
navales, mientras que las provincias más amenazadas por los japoneses tenían dos comandantes
de cada tipo cada una.

10.2. Estructura administrativa, económica y social

La estructura administrativa del gobierno Joseon se explicaba en un código nuevo. Se


reinstauraron las instituciones de enseñanza, que posibilitaron el ascenso de una nueva
burocracia de funcionarios civiles y militares (los yangban, no confundir con los del periodo
Koryo) que se pudieron al frente del país. Los puestos técnicos eran desempeñados de forma
hereditarian por una verdadera clase media de escribanos, medicos, traductores, científicos,
artistas y funcionarios locales. La mayoría de la población la constituían los sangmin,
agricultores, granjeros, pastores, etc., y se manumitió a unos cien mil esclavos procedentes de
los dominios de los templos budistas. Los yangban, exentos de impuestos, renunciaban al trabajo
manual hasta el punto de que preferían morir a ejecutarlo. Participaban activamente en todos
los rituales confucianos y ceremonias públicas del reino. Se casaban entre ellos, y vivían en
poblaciones propias, y se excluía del grupo a hijos ilegítimos y oriundos de las provincias del

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norte. Los exámenes de estado se celebraban cada tres años, y aparte de los de funcionarios
civiles y militares, se crearon otros para técnicos, que podían tener especialidades: traducción,
medicina, astronomía y leyes.

Los salarios de los funcionarios estatales se seguían pagando mediante la donación de rentas
sobre las tierras del rey, durante su tiempo de vida, y sus derechos solo podían pasar a la viuda,
luego retornaban al estado. Con el aumento de los perceptores de estas rentas hubo que
modificar pronto la ley, pero el sistema no se mantenía, y finalmente las tierras se fueron
transmitiendo hereditariamente, siendo retiradas solo como castigo. Aparte de los impuestos
sobre la producción agraria, comenzaron a aplicarse también a los artesanos y mercaderes, en
especie, y eran trasladados a Seúl por vía fluvial o costera. La mejora de los cultivos gracias a
obras de irrigación e hidropónica y a nuevas técnicas de fertilización hicieron que en Corea no se
padecieran las mismas hambrunas que en Japón. La producción de arroz se cuadruplicó. Se
cultivaban varios tipos de mijo, judías, cebada; algodón, cáñamo, ramio y sericultura. Se crearon
58 ranchos estatales para criar ganado de carne, caballos para el ejército y para ofrecer a China
como tributo.

Los artesanos y artistas eran contratados por el gobierno a partir de listas y se les invitaba a
fabricar los bienes que se consideraban de interés. Debían servir al gobierno durante un cierto
tiempo cada año y luego podían dedicarse a su propia producción. Seúl se convirtió en el
mercado central de productos, y se creó una línea de tiendas en uno de los barrios que eran
arrendadas a los comerciantes, que pagaban en productos y proporcionaban lo requerido por el
gobierno. En el medio rural lo vendedores ambulantes transportaban los productos hasta que
comenzaron a aparecer los primeros mercados provinciales. Las misiones diplomáticas a la China
Ming transportaban papel “de superficie de espejo”, pinceles, esteras con diseños florales, oro,
plata, ginseng, pieles, telas de ramio y caballo, y a cambio se introducían libros, textiles de seda,
medicinas y papel. En cuanto al comercio con Japón, dentro de un marco de relaciones
bilaterales cordiales, se abrieron tres puertos a partir de 1426 donde se instalaron barrios
nipones. La principal importación de Japón era arroz y algodón coreanos. A partir del tratado de
1443, se estableció que 50 barcos japonenses con credenciales podrían llevar a cabo este
comercio a través de Tsushima. También tenían intercambios con el reino de Ryukyu, Siam y Java.

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Bibliografía

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Routledge, 2007.

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Japón: En el siglo XII: https://www.edmaps.com/Gempei-War-1180-1185.png; Templos y


santuarios en Japón en el siglo XIII: https://www.worldhistory.org/image/6470/major-temples-
and-shrines-of-japan-circa-1200-ce-k/, la invasion mongola:
https://thetokyofiles.files.wordpress.com/2015/05/mongol-invasion-japan-asia-map-1281.jpg;
la época Muromachi: https://www.edmaps.com/Muromachi-Shugo-1390.png.

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