Jacques Revel - Un itinerario historiográfico

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO*

J R **

jacques.revel@ehess.fr

Resumen
En este artículo, el destacado historiador francés Jacques Revel desarrolla
una reflexión personal sobre los cambios que la ciencia histórica sufrió en los
últimos cincuenta años. Basado en su vasta experiencia profesional, Revel
analiza el impacto que distintas vertientes de las ciencias sociales tuvieron
en la investigación histórica desde la década de 1960 : el estructuralismo, los
Annales y la «historia total» de la escuela francesa, el linguistic turn anglo-
americano, la microhistoria italiana, y el trabajo de investigación en redes,
entre otras. El texto finaliza con una invitación a reflexionar sobre el impacto
que la globalización y las nuevas versiones de «historia global» han tenido
desde los años noventa para la ciencia histórica.

Palabras claves: historiografía – investigación – estructuralismo - mi-


crohistoria

Abstract
In this brief note, renowned French historian Jacques Revel puts forward
his personal outlook on the changes in historiography in the last half century.
Based on his vast professional experience, Revel traces the impact that dif-
ferent currents in the social sciences had on historical research since the 1960s,
as exemplified in structuralism, the Annales school and French histoire totale ;
the Anglo American linguistic turn, Italian microhistory, and social network
theory, among others. As a final observation, the author suggests the need to
ponder on the consequences that globalization and new versions of « global
history » have had on historical theory and practice since the last decades of
the twentieth century.

Keywords: historiography – historical research – structuralism - microhistory


*
Enviado especialmente para Investigaciones y Ensayos. La Comisión de Publicaciones
agradece al Profesor Revel, al académico de número Dr. Fernando Devoto por su gentil inter-
vención, y al Dr. Darío Roldán por la traducción del artículo.
**
École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris.

Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26


14 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

Tengo la convicción de haber aprovechado las posibilidades que la vida


profesional –la vida, sencillamente– puede ofrecer. Si el oficio de la enseñanza
y de la investigación ha perdido algo de su prestigio en términos de recono-
cimiento social, continúa proponiendo a quienes lo eligen y a quienes pueden
encontrar allí su lugar, una serie de experiencias incomparables: el placer del
trabajo e, inseparablemente, el de la pertenencia a una o varias comunidades
de saber. Esas comunidades no son siempre irénicas pero soy de quienes esti-
man que el desacuerdo es esencial para la vida intelectual y que es beneficioso
en la medida en que sus términos sean explícitos. Es cierto que he tenido la
suerte de pertenecer a instituciones poco pesadas, débilmente restrictivas y
que se prestaban con gusto a todas las formas de experimentación y de trabajo
en común. De esas oportunidades, espero que no haya que hablar en pasado.
Sin embargo, observo en qué medida nuestro oficio ha cambiado desde
hace medio siglo, grosso modo, en el período de mi experiencia profesional.
¿Es necesario que lo precise? No creo para nada en los privilegios de la edad.
Son dudosos y sus pretensiones, a menudo, se fundan solo sobre reconstruccio-
nes abusivas. La única ventaja que nos consienten es, quizás, la de ofrecer una
perspectiva temporal más larga para un compromiso que está, más que cual-
quier otro, inscripto en el tiempo, aun cuando a veces se tienda a olvidarlo. La
historia es una muy antigua disciplina y, aún si sabemos que “Tucidides no es
un colega” –para retomar la famosa frase de Nicole Loraux1–, podemos leerlo
encontrando en él, y en muchos otros, preocupaciones que siguen siendo las
nuestras. Concluimos demasiado fácilmente de allí que nuestro ejercicio es de
derecho y que permanece, en lo esencial, semejante a sí mismo. Por supuesto,
nos equivocamos y es preciso que nos congratulemos de ello.
Me formé en Francia en los años ‘60, en un momento en el que la histo-
ria social, fundada sobre la explotación de datos cuantitativos o seriales, nos
parecía que era el horizonte insuperable de un conocimiento verdaderamente
científico de los mundos pasados. El prestigio de Annales parecía entonces en
su punto más alto, en Francia pero también a través del vasto mundo puesto
que era objeto de un reconocimiento (y por algunos años) tardío pero sostenido
en Estados Unidos. En un artículo que constituye sin dudas la mejor intro-
ducción a ese momento historiográfico, François Furet recordó los resultados
epistemológicos esperados pero también las convicciones que conllevaba: la

1
N. L , Thucydide n’est pas un collègue, en Quaderni di Storia, 12, 1980, pp. 55-81.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 15

idea de una historia finalmente sustraída a las lógicas del relato, la construc-
ción de objetos razonados, la posibilidad de una experimentación voluntarista,
la producción de resultados acumulables. En una palabra, una agenda que
finalmente adaptaría la disciplina a las reglas de la práctica científica común
o a lo que se suponía que ella era2. En esos años de fuertes convicciones cien-
tificistas –estábamos todavía en el apogeo del estructuralismo–, la historia
parecía querer ponerse al día de un retraso que los críticos no habían dejado
de denunciar desde el principio de siglo3. Conducida por esas certezas, la dis-
ciplina no reconocía fronteras; se hablaba de una historia “ global”, total, y el
territorio del historiador, para retomar la imagen significativa de Emmanuel
Le Roy Ladurie, aparecía entonces como ilimitado.
Diez años más tarde, quedaba poco de ese optimismo voluntarista. No
porque los resultados empíricos no hayan estado a la altura de las promesas
metodológicas; al contrario: eran abundantes y forman todavía una parte
decisiva de lo que conocemos de las sociedades antiguas, al menos desde los
últimos siglos de la Edad Media. No; el problema radicaba en el marco episte-
mológico en el que supuestamente se integraban esos resultados. Cuando apa-
reció, en 1971, el ensayo corrosivo de Paul Veyne, Cómo se escribe la historia,
fue recibido, y es lo menos que se puede decir, con reticencia. Nutrido con
una bibliografía historiográfica y filosófica que nos era ajena, en lo esencial,
invitaba enérgicamente a los historiadores a revisar a la baja sus ambiciones
científicas4. Cuando el libro se publicó, todavía era posible ignorarlo. Algunos
años más tarde, el sentimiento de malestar se había impuesto ampliamente.
Algunos se arriesgaban a hablar de crisis o de “crisis” entre comillas, otros,
más prudentes expresaban dudas o inquietudes. No acordaremos demasiada
importancia a esas variaciones semánticas y retendremos que, en el curso de
los años ‘70, la disciplina entró en una zona de fuertes turbulencias, de las
que, verdaderamente, no ha salido cuarenta años después. Esta secuencia no
es propia de la historiografía francesa –aun cuando haya sido particularmente
sentida en Francia, allí donde la inversión en una historia verdaderamente

2
F. F , “L’Histoire quantitative et la construction du fait historique”, en Annales ESC,
26, 1, 1971, pp. 63-75.
3
Es preciso recordar, sobre este punto, el artículo clásico de F. S , “Méthode histo-
rique et science sociale”, Revue de Synthèse historique, 6, 17, 1903, pp. 1-22, 129-157.
4
P. V , Comment on écrit l’histoire. Essai d’épistémologie historique, Paris, Ed. du
Seuil, 1971
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
16 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

científica había sido sin duda más fuerte y explícita. Se la encuentra en la


mayor parte de las historiografías a través del mundo, según cronologías más
o menos desplazadas. El espectacular desarrollo del linguistic turn, primero
en el mundo anglosajón y luego, a partir de su desenvolvimiento, durante los
años 1980-1995, ofrece un gran ejemplo de ello. Más generalmente, la mul-
tiplicación de los “giros” historiográficos que fueron anunciados a un ritmo
acelerado –en Francia pero sobre todo en Estados Unidos– desde hace treinta
años es un buen índice de esta puesta en duda sobre un fondo de inestabilidad5.
Esa puesta en duda no es propia de la historia: la mayor parte de las discipli-
nas sociales se interrogaron, en el mismo momento, acerca de sus certezas
eruditas, sobre su programa, sobre su equipamiento conceptual y sobre las
operaciones que éste hacía posibles. Es, entonces, conveniente hablar de un
giro reflexivo (o crítico, como antes lo había propuesto Annales). Tratándose
de una disciplina habitualmente plácida, como lo es la historia, la constatación
es suficientemente destacable como para que se le preste atención.
Las razones son múltiples. Es posible pensar que la misma dinámica de la
historia social –en el sentido muy amplio que se le atribuyó– produjo efectos
de saturación. La incesante multiplicación de los objetos y de las aproxima-
ciones podía legítimamente dar la sensación de avanzar permanentemente
sobre frentes pioneros. No podía evitar plantear también el problema de la
integración de sus resultados en la elaboración de una interpretación. Si todo
era importante, ¿qué era, a fin de cuentas, lo realmente importante? La ame-
naza era la de un estallido de la investigación –algunos denunciaban el riesgo
de una “historia en migajas”– del que se temían que fuera la culminación de
un sueño mal dominado de una historia global. El riesgo era tan fuerte porque,
en el mismo momento, la mayoría de los grandes paradigmas funcionalistas
que habían, explícitamente o no, sostenido el programa de las ciencias sociales
desde fines del siglo XIX, habían sido puestos en duda. Eran de naturaleza
muy diversa: el marxismo, el funcionalismo estructuralista, el estructuralismo
pero también el positivismo, que tuvo un lugar tan importante en la vida cien-
tífica francesa (entre otras). Se trata de grandes arquitecturas, poderosamente
integradoras, que garantizaban, al menos de manera asintótica, la posibilidad
de una obtención de datos y de una inteligibilidad global del mundo socio-
histórico, a través de una grilla analítica y de un marco explicativo comunes.

5
Cf. el número especial de la American Historical Review, 117, 3, 2012, parcialmente
consagrado a los “Turns”, pp. 671-793
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 17

Ahora bien, era la misma concepción de la sociedad como totalidad y


como sistema que se encontraba puesta en duda, al mismo tiempo que se ago-
taba la confianza en los recursos del progreso. Los años ‘70, los de los shocks
petroleros y después, los de la crisis mundial –una crisis de la que aún no he-
mos salido verdaderamente y no sabemos aún como comprender– fueron los
años al final de los cuales Jean-François Lyotard pensaba poder identificar la
“condición postmoderna”6. El mundo en el cual vivíamos se nos aparecía más
opaco y menos coherente. Y las disciplinas eruditas, que pretendían compren-
derlo y explicarlo, se hicieron más modestas. La misma idea de la sociedad
“como un conjunto natural e integrado por sus funciones sistémicas y por su
cultura” había perdido su antigua evidencia7.
En este punto, cómo no presentir que esta inflexión exigía una trans-
formación de las relaciones que las sociedades en las que nosotros vivimos
mantienen con el tiempo histórico. Nosotros, es decir los historiadores y, más
ampliamente, los investigadores en ciencias sociales así como todos los otros.
Acabamos de recordarlo, ellas tuvieron la sensación de abandonar el tiempo
del progreso y de las promesas que él traía8: un tiempo en el que no se dudaba
que la historia tuviera un sentido, es decir, al mismo tiempo una significación
y una dirección; ni que, a pesar de sus vicisitudes, ella se dirigiera hacia un
estado mejor, no importa cómo se lo definiera. Como lo mostró Reinhart Ko-
selleck, el futuro era el que comandaba el régimen moderno de historicidad
bajo el cual las sociedades desarrolladas vivieron entre fines del siglo XVIII
y la segunda mitad del siglo XX9. Tanto en las representaciones colectivas
como en los relatos de los historiadores, los hechos del pasado se ordenaban a
partir de lo que se esperaba del porvenir –el horizonte de expectativa–. Esta
relación de confianza, en parte, se deshizo durante las últimas décadas. El
diagnóstico puede parecer paradójico puesto que esos años fueron los de lo-

6
J. F. L , La Condition postmoderne. Rapport sur le savoir, Paris, Ed. de Minuit,
1979.
7
F. D et D. M , Dans quelle société vivons-nous?, Paris, Ed. du Seuil,
1988, p. 17.
8
K. P , “La crise de l’avenir”, Le Débat, 7, 1980, pp. 5-17, publicado también en Sur
l’histoire, Paris, Gallimard, 1999, pp. 233-262; F. H , Régimes d’historicité. Présentisme
et expérience du temps, Paris, Ed. du Seuil, 2003.
9
R. K , Le futur passé. Contribution à la sémantique des temps historiques
(1979), traducción francesa, Paris, Editions de l’Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales,
1990.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
18 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

gros científicos y técnicos espectaculares, que transformaron en profundidad


nuestra vida cotidiana. Sin embargo, todo ocurrió como si esas transforma-
ciones excepcionalmente rápidas no hubieran bastado para restablecer, muy
por el contrario, el optimismo anterior. El futuro se convirtió en más opaco, el
presente en más incierto. Por ello, el pasado se encontró, así, reconfigurado.
Las majestuosas evoluciones de larga e incluso de muy larga duración en las
cuales parecían inscribirse transformaciones masivas y a menudo concebidas
como auto-realizadas, fueron sustituidas un tiempo discontinuo, jalonado por
zócalos y bifurcaciones (e incluso de referencias, bien o mal comprendidas, a
las teorías del caos).
Pero hay más. Lo que actualmente se retoma de manera insistente, es la
historicidad de las prácticas de los mismos investigadores. Asistimos, desde
hace unos treinta años, a la recuperación de la vieja temática weberiana –par-
ticularmente notable en Francia, donde Weber había sido tanto tiempo des-
cuidado. En realidad, se trata de algo más que de una simple recuperación ya
que adquiere sentido en una situación nueva. Nos recuerda que el trabajo de la
historia, y más ampliamente el de las ciencias sociales, remite a objetos histó-
ricos y que en sí mismo, está involucrado en la historicidad. La descripción del
mundo histórico, la selección y la construcción de los hechos, el trabajo de la
interpretación dependen de procedimientos específicos. Estos requieren otra
definición, procedimental, de la objetividad científica que debe liberarse al
mismo tiempo del modelo nomológico a la Hempel y del empirismo relativis-
ta10. De allí, la insistencia de la reflexión, producida en los últimos años, acer-
ca de los esquemas analíticos percibidos como alternativos en el seno mismo
de las ciencias sociales; modelo versus investigación, modelo versus relato, etc.
Una inflexión de este tipo no está exenta de problemas. En el caso francés,
es posible que marque una ruptura con el viejo zócalo positivista. Pero tam-
bién puede hacer correr el riesgo de una deriva relativista y escéptica, como
se ha visto en algunas versiones exasperadas del Linguistic turn (que podría
llamarse con más justicia un “giro discursivo”, en ese caso) en Gran Bretaña11.

10
J. C. P , Le Raisonnement sociologique. L’espace non-popperien du raison-
nement naturel, Paris, Nathan, 1991 (2e edición revisada y aumentada, Paris, Albin Michel,
2006).
11
¿Es necesario recordar que ese debate no es nuevo? Ese mismo debate movilizaba, pero
con un nivel distinto de exigencia epistemológica, a científicos, filósofos e historiadores de
las ciencias a principio del siglo XX.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 19

Quizás sería razonable retener de ello una versión modesta: en las turbulencias
que atraviesan, las ciencias sociales, y la historia con ellas, son mucho menos
portadoras de teorías generales, de grandes programas y de grandes relatos de
lo que lo eran antes. Se vuelven más bien, hacia formas de experimentación
que no son necesariamente espectaculares pero que dan a sus autores la posi-
bilidad de poner a prueba sus instrumentos de análisis y sus procedimientos,
los formatos y los géneros acostumbrados de la investigación. El paisaje de
la investigación es, sin ninguna duda, menos fácilmente legible hoy pero es
mucho más rico en iniciativas.
Por otro lado, ¿medimos hasta qué punto las condiciones prácticas de
nuestro antiguo oficio han cambiado? No sólo pienso aquí en el bagaje técnico
y en las posibilidades de recopilación y de tratamiento de los datos que pone a
disposición de los investigadores y que no podría ser descuidado. Es impres-
cindible considerar también la parte de los dispositivos mismos de la investi-
gación. No es que se haya salido de nada, más vale: en Francia, la organización
del trabajo colectivo y la práctica de las investigaciones colectivas constituyen
prácticas probadas desde hace mucho tiempo del mismo modo en que, a escala
internacional, lo han sido los programas de investigación sobre los precios.
Estas formas estaban mucho más vivas, por otro lado, en los años ‘50-’70 de lo
que lo están hoy. Pero lo que, sin duda, se transformó profundamente, son las
modalidades de intercambio científico. Las ideas, los libros, los historiadores
circulan como no lo han hecho nunca antes. Ninguno de ellos, es capaz hoy,
de controlar la enorme producción de textos disponibles, incluso limitándose
solo a los campos de su especialización. Podría hablarse, así, de una infor-
mación extensiva allí donde la erudición clásica reposaba, al contrario, sobre
una información intensiva, circunscripta y completamente controlada12. Una
situación como esa no está exenta de riesgos. Pero reconozcamos que nos da
acceso a un incomparable repertorio de datos y de colegas. Por ello, el modelo
dominante no es más el del trabajo individual, durante mucho ofrecido como
ejemplo, ni el del equipo reunido en torno de una investigación sino más bien,
el de la red –o más bien redes– afines a través de las cuales los investigadores
de horizontes, que pueden estar a veces muy alejados unos de otros, encuen-
tran la posibilidad de confrontarse y de compartir. No idealicemos la situación:

12
Sobre este punto, remito, sin compartir todas las expectativas ni las conclusiones, a la
reflexión de F.R. A , “Historiography and Postmodernism”, en History and Theory,
28, 2, 1989, pp. 137-153.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
20 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

todos lo sabemos, ella posee sus sesgos y sus trampas. Pero se ha impuesto y
constituye, de ahora en adelante, nuestro paisaje. Solo tenemos que aprender
a extraer el mejor partido de ella y a controlarla lo mejor posible. Tampoco
saquemos la conclusión de que esta circulación acelerada de textos y de datos
debe necesariamente terminar en una suerte de koyne historiográfico. Hasta
ahora, las nuevas condiciones del intercambio no han atenuado los caracteres
distintivos de las historiografías nacionales. Pero es cierto que, porque estamos
mejor informados, lo que se hace en otros lugares forma parte, ahora, de nues-
tro paisaje intelectual. Mejor aún, allí donde continuamos pensando en térmi-
nos de historiografías nacionales, como acabo de hacerlo, podemos observar
el esbozo de otras cartografías con la emergencia de dominios inéditos en el
cruce de intereses, proposiciones y de debates que reúnen a investigadores que,
a menudo, provienen de horizontes diferentes.
Esta exposición a otras investigaciones y, más aún, a otros estilos histo-
riográficos habrá sido una de las chances de mi generación de historiadores y
más aún de las que siguieron. No sólo nos permitió tomar una distancia crítica
en relación con otras maneras de hacer y con otras certezas que habíamos reci-
bidos de nuestra formación. Sobre todo, nos hizo ver que de una misma cues-
tión, eran posible varias aproximaciones, varios tratamientos que construían,
cada vez, un objeto diferente. Esa fue mi experiencia personal en una larga
camaradería con la historiografía italiana, norteamericana y, en los últimos
veinte años, sudamericana. Detrás de esas entidades demasiado abstractas,
debería citar nombres, evocar experiencias. Sólo como ejemplo, retengo una:
para mí fue decisivo el encuentro con la microhistoria, o más precisamente,
con los micro-historiadores italianos en la segunda mitad de los años ‘70. Yo
había sido formado en la tradición de la historia social a la francesa, la que
se asignaba la tarea de trabajar sobre vastos agregados, sobre datos masivos
constituidos en serie sobre largos períodos. Apoyados sobre la excepcional
riqueza de los archivos italianos, Edoardo Grendi, Carlo Ginzburg, Carlo
Poni, Giovanni Levi proponían poner a prueba una estrategia de investiga-
ción enteramente diferente; a partir de un cambio de foco –el paso a la escala
micro–, esperaban poder identificar configuraciones inéditas de lo social, la
identificación de los lazos relacionales y una mejor comprensión de las formas
de la agregación social allí donde se había insistido, hasta ese momento, en las
taxonomías recibidas. Esta estrategia retuvo quizás más la atención en Fran-
cia, en Alemania, en Estados Unidos –aun cuando fuera al precio de algunos
malos-entendidos– porque obligaba a los investigadores a mirar con ojo crítico
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 21

sus procedimientos y sus instrumentos más familiares. No cito solamente este


ejemplo porque jugó un rol importante en mi reflexión como historiador, sino
porque la proposición micro-histórica intervino precisamente en el momento
en el que varios de nosotros comenzábamos a desprendernos de las certezas
metodológicas que habíamos recibido y que habíamos retomado como propia.
Pero, evidentemente, esta experiencia no fue la única. Un libro como La for-
mación de la clase obrera en Inglaterra de E.P. Thompson (1963), cuya recep-
ción fue, por otro lado, significativamente tardía en Francia, también estuvo en
el origen de una profunda revisión de los objetivos y los medios de la historia
social clásica13. Valdría la pena estudiar la cronología fina y la geografía de la
circulación de este texto mayor, las traducciones y los comentarios de los que
fue objeto, los efectos que produjo por olas concéntricas; se podría, imagino,
extraer conclusiones muy útiles sobre la manera, las formas y los caminos de
la innovación en el seno de nuestra disciplina. Ella no se apoya siempre, sobre
casos tan excepcionales. Sin embargo, al cabo de las lecturas y de encuentros,
se abre camino confrontándonos incesantemente a otras propuestas, a otras
experiencias, introduciéndonos en otros debates.
No es ningún azar, va de suyo, que esas transformaciones sean contem-
poráneas del fenómeno mucho más amplio y que, a falta de un nombre mejor,
llamamos “globalización” o “mundialización”. Los historiadores se complacen
en recordar que posee precedentes, y tienen razón. De todos modos, la ver-
sión actual les plantea, como a todos los otros protagonistas de esa historia,
preguntas que, también, cambian fuertemente nuestros hábitos de reflexión.
El descentramiento del mundo percibido es, sin duda, el mejor ejemplo. “Pro-
vincializar Europa”: la consigna de Dipesh Chakrabarty ha sido ampliamente
escuchada, y lo ha sido mucho más allá de nuestros círculos profesionales14.
Sin temor a ser desmentido, es de suponer que la cosa no quedará allí y que,
después de Europa, símbolo a la vez justificado y cómodo, todos los centros
de referencia pasados, presentes y futuros serán objeto de parecidas sospechas
semejantes y sus posiciones y sus pretensiones serán puestas en duda.

13
E. P. T , The Making of the English Working Class, Londres, V. Gollancz, 1963.
Es preciso recordar que la traducción francesa recién fue publicada en 1988.
14
D. C , Provincializing Europe. Postcolonial Thought and Historical Dif-
ference, Princeton, Princeton University Press, 2000. En una literatura prolífica, los últimos
libros del antropólogo J G retoman ampliamente esta crítica: véase, por ejemplo, The
Theft of History, Cambridge-New York, Cambridge University Press, 2006.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
22 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

Podemos, sin embargo, preguntarnos cuál será la cartografía en la que


desembocará la profunda reestructuración de nuestras representaciones y de
nuestras prácticas del mundo. El problema parece plantearse muy particular-
mente a los historiadores. Los grandes relatos, a los que estábamos acostum-
brados permitían articular historias particulares (siempre y cuando los histo-
riadores se preocuparan por tomarlas en consideración) con un tronco central,
el de una historia que se denuncia hoy como europea u occidental. El topos del
encuentro (a menudo identificado con la conquista) hacía que el injerto fuera
posible. Pero buena parte del mundo podría, sin gran problema, permanecer
durablemente fuera del campo. Por supuesto, esas historias estaban jerarqui-
zadas; del encuentro, no se retenía, muy a menudo, más que la versión de los
vencedores que era, por otro lado, la más fácilmente documentada. Sobre ese
punto, también, las cosas han cambiado de modo radical. Podemos soñar, allí
donde las fuentes lo permiten, con una “historia de partes iguales”, que toma-
ra en cuenta la experiencia del conjunto de los protagonistas15. Los intentos
en ese sentido se multiplican hoy. Son desigualmente convincentes pero, en
su conjunto, tienen el mérito de invitarnos a corregir nuestra mirada. Solo
podemos –y sin dudas debemos– preguntarnos cómo será posible dar cuenta
de historias de un mundo multi-centrado y si es necesario, de ahora en ade-
lante, renunciar al proyecto de un relato unificado. Ciertamente, es demasiado
temprano para decidirlo. Una razón de más, entonces, para estar atentos a un
conjunto de proposiciones recientes que nos invitan a reflexionar de manera
novedosa en lo que podría ser el programa de una Word History o de una
Global History que sea más que un slogan. “Historias conectadas”, “Historia
cruzada” se proponen así, identificar los puntos de contacto y las redes rela-
cionales, comprender sus modalidades concretas y analizar las circulaciones
y los intercambios que los hicieron posibles16. Algunos éxitos atestiguan lo
15
R. B , L’Histoire à parts égales: récit d’une rencontre Orient-Occident (XVIe-
XVIIe siècle), Paris, Ed. du Seuil, 2012. El siguiente libro del mismo autor Le Long remords de
la conquête. Manille-Mexico-Madrid: L’affaire Diego de Avila (1577-1580), Paris, Ed. du Seuil,
2016, muestra que no siempre es posible mantener ese programa. Sobre este tema, remito, por
supuesto, a los trabajos mayores de N. W , La Visión des vaincus. Les Indiens du Pérou de-
vant la conquête espagnole (1530-1570), Paris, Gallimard, 1971; Id., Le Retour des ancêtres. Les
Indiens Urus de Bolivie, XXe-XVIe siècle. Essai d’histoire régressive, Paris, Gallimard, 1990.
16
S. S ”, Connected Histories: Notes Towards a Reconfiguration of Early
Modern Eurasia”, en V. L (éd.), Beyond Binary Histories: Re-imagining Eurasia to
c. 1830, The University of Michigan Press, Ann Arbor, 1999, pp. 289-316; M. W et B.
Z , “Penser l’histoire croisée: entre empirie et réflexivité”, en Annales. Histoire et
sciences sociales, 58, 1, 2003, pp. 7-34.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 23

que es posible desde ahora esperar de esas hipótesis de trabajo17. Nos prepa-
ran para observar con un ojo renovado el mundo histórico. Nos convencen,
en todo caso, de que los recortes espacio-temporales en los que se inscribían
tradicionalmente nuestros estudios ya no bastan para dar cuenta de ellos. Otros
continuarán. Se trata de una cantera abierta, y, hoy, nada puede garantizarnos
que desembocará en un sistema unificado de representaciones. Es posible que
ésa sea una de las lecciones que debemos extraer, al menos provisoriamente,
de la globalización en curso.
En este punto conviene retomar la reflexión sobre las escalas de observa-
ción introducidas, hace cuarenta años, por los micro-historiadores italianos.
¿Es necesario recordar que se trataba, al principio, de una proposición experi-
mental? ¿Acaso con una observación cercana, Ginzburg y Poni, no iban hasta
a hacer del nombre propio, es decir del índice más individual posible, el hilo
rojo que les permitiría reconstruir trayectorias y laberintos relacionales en su
mayor complejidad18? Pero, más generalmente, la operación reposaba sobre
la convicción según la cual a cada escala de observación correspondería una
clase de objetos específicos al mismo tiempo que una organización particular
de lo social –y para nosotros, historiadores, la posibilidad de otra historia–.
El debate no era completamente inédito. Dentro de poco, se cumplirán
setenta años de la publicación de El Mediterráneo de Fernand Braudel, ober-
tura majestuosa de una obra que ha explícitamente colocado en el centro de la
reflexión de los historiadores la preocupación de aprehender las realidades que
estudian a través de marcos analíticos –“la larga duración”, “economía mun-
do”– que los sobrepasan ampliamente y de las que esperamos que permitan
restituirlas en su más justa perspectiva. El historiador mexicano Luis Gonzá-
lez y González no tuvo la reputación imperial que tuvo Braudel. Veinte años
después de él, escribió una de las primeras obras que fue reivindicada como
micro-historia. De un estudio pormenorizado de una comunidad aldeana de

17
Algunos ejemplos exitosos: S. S , Explorations in Connected History.
From the Tagus to the Ganges, Oxford, Oxford University Press, 2005; F. T , The
Familiarity of Strangers. The Sephardic Diaspora, Livorno and Cros-Cultural Trade in the
Early Modern Period, Newhaven, Yale University Press, 2012; A. R , Impressions de
Chine. L’Europe et l’englobement du monde (XVIe-XVIIe siècles), Paris, Fayard, 2016.
18
C. G et C. P , Il nome e il come, cit. El mismo año, Carlo Ginzburg radi-
calizaba la proposición, proponiendo identificar un modo de reconocimiento alternativo a lo
que llamaba el “paradigma galileano” en: “Spie. Radici di un paradigma indiziario”, en A.
G (éd.), Crisi della ragione, Torino, Einaudi, 1979, pp. 1-30.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
24 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

Michoacán seguida durante cuatro siglos, esperaba, de esa observación, que le


diera acceso a la parte ignorada u oculta de la existencia social, que caracteriza-
ba como matria, femenina, cercana, afectiva. Dejémosle la responsabilidad de
esos términos y retengamos que los dos autores, a pesar de lo diametralmente
opuestas que fueran sus opciones, construían explícitamente un lazo entre la
elección de una escala de análisis y aquello de lo que esa escala permitía dar
cuenta19. Este recuerdo, entre otros muchos que serían posibles, no pretende
sugerir que todo ya ha sido dicho y que la reflexión historiográfica no haría más
que retornar sobre los propios pasos que, entretanto, habrá olvidado. Tampoco
busca legitimar una suerte de decisión soberana, del mismo modo en que la
elección de un partido descalificaría de inmediato a todos los otros. El problema
no gana nada puesto en esos términos. ¿Acaso Arnaldo Momigliano no nos
recordó, útilmente, que optar por una historia particular es, de hecho, eliminar
–o al menos suspender– una pluralidad de otras historias posibles? Aun así, es
imprescindible que esas decisiones sean explicitadas y argumentadas.
El interés que suscitó la microhistoria en los años ‘80-’90 se explicaba, sin
duda, por el hecho de que rompía con las convenciones –a menudo tácitas– de
la historia social en la versión que era entonces dominante y que invitaba a
quienes la practicaban a reflexionar de nuevo sobre sus prácticas. Este interés
se ha atenuado. En el transcurso de los años ‘90, y por razones evidentes, la
perspectiva de una historia global fue la que se impuso a la reflexión historio-
gráfica. Esa perspectiva fue objeto de múltiples proposiciones, cuyas previ-
siones metodológicas y cuyos programas no siempre se ensamblan, pero que
poseen en común el hecho de que reivindican tomar en cuenta vastos espacios,
duraciones largas y fenómenos masivos. Sería muy simple no ver allí más que
un juego de péndulo, el efecto de modas historiográficas sucesivas o aún una
serie de oscilaciones alrededor de un punto de equilibrio ilusorio. Estimo, al
contrario, que esas proposiciones, que son a menudo presentadas (y que son
ciertamente percibidas) como alternativas, como antagonistas, reenvían, en
conjunto, a interrogaciones compartidas sobre la naturaleza y sobre el funcio-
namiento de los objetos sociales al mismo tiempo que sobre los procedimientos
que intentar responder a esas interrogaciones.

19
F. B , La Méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe II,
Paris, A. Colin, 1949 (2e éd. aumentada, Paris, A. Colin, 1966); L. G G ,
Pueblo en vilo. Microhistoria de San José de Gracia, México, Taurus, 1968.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N.º 65 UN ITINERARIO HISTORIOGRÁFICO 25

Sin duda porque tienen espontáneamente tendencia a racionalizar lo exis-


tente –las cosas pasaron como pasaron–, los historiadores extraen a menudo
la conclusión instintiva de que los procesos sociales que estudian eran (o son)
ineluctables, ya sea que se trate de la construcción del Estado moderno, de la
industrialización, de la urbanización, de los movimientos migratorios o de la
organización mundial de la producción y de los intercambios. Ocurre lo mismo
en relación con la globalización en curso. En todos los casos, la aprehensión
de un fenómeno sólo a través de los datos agregados contribuye a reforzar la
coherencia y a imponer el carácter de aparente necesidad. Aprehenderlo en
otros niveles permite identificar, detrás del fenómeno global, una multitud
de opciones, de alternativas que fueron tomadas o que no lo fueron, y nos
recuerda que los actores del pasado tuvieron (como nosotros) que encontrar
su camino en un mundo que descifraban como podían. Reencontramos, en
este punto, la lección de E.P. Thompson, Ciertamente, no se podría poner
en duda la realidad de los procesos que trabajan para acercar y unificar las
sociedades humanas y que lo hacen de manera acelerada bajo nuestros ojos.
Pero, ¿quién no ve que reposan sobre desajustes entre los diferentes niveles en
los cuales podemos aprender los efectos tanto como las respuestas que susci-
tan? ¿Quién no ve que la globalización provoca a cambio, formas inéditas de
diferenciación? En este sentido, es quizás significativo que, en un momento
en el que nos convencemos tan fuertemente de la unificación tendencial de
las sociedades humanas, muchos historiadores, sociólogos y antropólogos se
hayan interesado por los fenómenos de discontinuidad. Encuentran allí sin
duda un instrumento crítico frente a las representaciones simplificadas que se
les propone del mundo histórico.
Hoy tenemos la sensación de vivir en un mundo globalizado. La metáfora
de la “aldea planetaria” se ha convertido en un lugar común y, de hecho, esta-
mos permanentemente confrontados a una circulación incesante de palabras,
productos, informaciones, imágenes, modas, un conjunto de recursos y de
restricciones. Ese mundo, lo descubrimos; lo observamos y es preciso trabajar
para describirlo y comprenderlo. Los historiadores ¿son los menos preparados
para hacerlo? No estamos seguros. No solo porque la globalización actual
ha tenido precedentes, ciertamente de una amplitud y naturaleza diferentes;
sino porque aquellos que los han estudiado nos han enseñado a reconocer sus
formas. Los más convincentes nos han mostrado, sobre todo, que las trans-
formaciones socio-históricas es inscriben en todos los niveles, del más local
al más global, y que deben ser aprehendidas de una manera no lineal, como la
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26
26 JAQUES REVEL INVESTIGACIONES Y ENSAYOS N. º 65

resultante de una multiplicidad de determinaciones, de estrategias y de tácti-


cas colectivas e individuales que pueden ser, en parte, contradictoras. Lejos
de partir de la idea de que los procesos globales son solamente globales, se
aferran en dar cuenta de las circulaciones que hicieron posible la globalización,
las interacciones, las conexiones y los cruzamientos, las recepciones y los re-
chazos, las formas de hibridación que las subyacen y que pueden convertirlos
en comprensibles. ¿Quién no ve que ese tipo de análisis invita, al contrario,
a los historiadores a multiplicar las escalas de observación para volver a
atravesar el conjunto de los niveles de la producción del mundo social20? Con-
virtiéndose en más atentos a los desajustes que existen entre esos diferentes
niveles –a las múltiples historias que se enredan–, podremos aprehender la
organización y las dinámicas, la manera en la que se articulan, en el tiempo,
los conjuntos sociales heterogéneos21. Es, entonces, menos la elección de una
escala lo que importa aquí que el principio de la variación de las escalas y los
juegos que ello hace posible.
Lo que los historiadores piensan no pesa, probablemente mucho, frente
a la potencia de las fuerzas en juego en la globalización en curso. Pero estoy
convencido de que en el lugar que les corresponde, es decir, a través de sus
análisis y por la capacidad crítica que pueden ejercer y transmitir, están en
condiciones de recordar esta verdad esencial, y sin embargo a menudo olvi-
dada: las transformaciones mayores que modifican al mundo solo existen a
través del juego de los actores que, en la lógica de los contextos particulares
de su experiencia social, se esfuerzan por asegurarse su lugar, solos y con
otros. Nosotros somos quienes debemos reconocer esos lugares y las lógicas
que comandan su acción.

20
F. C , “What is the Concept of Globalization Good for? An African Historian’s
Perspective”, en African Affairs, 100,399,2001, pp. 189-213.
21
J. R (éd.), Jeux d’échelles. La micro-analyse à l’expérience, Paris, Gallimard/Ed.
du Seuil, 1996; F. T , “Is There a Future for Italian Microhistory in the Age of Global
History?”, en California Italian Studies, 2.1,2011: http://escholarship.org/uc/ítem/0z94n9hq;
“AHR Conversation: How Size Matters. The Question of Scale in History”, en American
Historical Review, 118,5,2013, pp. 1431-1472.
*
Fecha de recepción del artículo: 15-10-2017. Fecha de aprobación: 22-10-2017.
Investigaciones y Ensayos Nº 65 julio-diciembre 2017 pp. 13-26

También podría gustarte