LORCA
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estudios. En el curso de una de estas excursiones, García Lorca conoció
en Baeza al poeta más notorio de la generación anterior a la
suya, Antonio Machado, que acudía cotidianamente a su humilde trabajo
de profesor de francés en el instituto de aquella localidad andaluza. De
estos viajes, y de otros que organizó él mismo con sus compañeros a
imitación de los de su maestro, salió su primer libro, Impresiones y
paisajes (1918), en el que se encuentran ecos machadianos.
Sus polifacéticos intereses lo llevaron a dedicarse con pasión no sólo a la
poesía, sino también a la música y al dibujo, y empezó a interesarse por
el teatro. En 1920 estrenó en el Teatro Eslava de Madrid su drama El
maleficio de la mariposa, una caprichosa dramatización de los trastornos
que produce el amor en una pacífica comunidad de insectos; aunque el
estreno fue un fracaso, su producción teatral acabaría siendo tan
aclamada como su poesía.
De la poesía pura al surrealismo
En 1921 publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual,
a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió
llamar la atención. El reconocimiento y el éxito literario de Federico
García Lorca llegó con la publicación, en 1927, del
poemario Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y continuadas
representaciones en Madrid del drama patriótico Mariana Pineda, basado
en un suceso ocurrido casi cien años antes: bajo el exacerbado
absolutismo de Fernando VII, Mariana Pineda había sido condenada a
muerte por bordar en una bandera una inscripción liberal.
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Entre 1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones, García
Lorca escribió una obra inspirada en el folclore andaluz, el Poema del
cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más unitario y madurado en
el que se percibe claramente lo que será un rasgo característico de su
poética: la identificación con lo popular y su posterior estilización culta.
Tal orientación llegó a su plena madurez con el Romancero
gitano (1928), que obtuvo un éxito inmediato. En el Romancero gitano se
funden lo popular y lo culto para cantar al pueblo perseguido de los
gitanos, personajes marginales marcados por un trágico destino.
Formalmente, Lorca logró un lenguaje personal, inconfundible, cuya
clave es la profunda asimilación por parte del poeta de los elementos y
formas populares y su combinación con audaces metáforas y con una
estilización propia de las exigencias de la «poesía pura», etiqueta que en
sus inicios asumieron los miembros de su generación.
Tras este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como
becario de la Universidad de Columbia durante el curso 1929-1930. Las
impresiones que la ciudad dejó en su ánimo se materializaron en Poeta
en Nueva York (publicado póstumamente en 1940), un canto
angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y
mecanizada. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores
poemarios dejan paso en esta obra a visiones apocalípticas, hechas de
imágenes ilógicas y oníricas que entroncan con la corriente surrealista
francesa, aunque siempre dentro de la personal poética de Lorca. Se ha
especulado que García Lorca había resuelto partir a Nueva York por un
fracaso amoroso; en cualquier caso, sintió un gran alivio cuando pudo
trasladarse a Cuba. Invitado por la Institución Hispanoamericana de
Cultura, impartió en La Habana algunas conferencias memorables, como
"Son de negros", aunque no tardó en regresar a Madrid (en otoño de
1930), donde le aguardaba la consagración definitiva como uno de los
mayores dramaturgos de las letras españolas.
Lorca, dramaturgo
De nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado
director de La Barraca, compañía de teatro universitario que se proponía
llevar a los pueblos de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su
interés por la escena, tanto en su vertiente creativa como de difusión,
responde a una progresiva evolución hacia lo colectivo y a un afán por
llegar de la forma más directa posible al pueblo. Así, los últimos años de
su vida los consagró al teatro, aunque con reseñables excepciones:
terminó en 1934 el Diván de Tamarit, libro de poemas inspirados en la
poesía arabigoandaluza; llegó a publicar el Llanto por Ignacio Sánchez
Mejías (1935), hermosa elegía dedicada a su amigo torero donde
combina la tradición popular con imágenes de filiación surrealista, y
los Seis poemas gallegos (1935), escritos en lengua gallega; y trabajó en
diversos proyectos que quedaron en su mayor parte incompletos y que
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sólo póstumamente verían la luz, entre ellos los impresionantes Sonetos
del amor oscuro, inconclusa colección de alta tensión erótica.
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1939) que llevaría a la dictadura de Francisco Franco. Unos días antes
del alzamiento (18 de julio de 1936), García Lorca abandonó la capital y
se dirigió a Granada para apartarse «de la lucha de las banderías y de
las salvajadas», según dijo a un amigo. Desgraciadamente, dos días
después, los sublevados se hicieron con el control de Granada, y Lorca
hubo de refugiarse en casa de otro poeta, Luis Rosales, cuyos hermanos,
en quienes confiaba, eran miembros destacados de la formación fascista
Falange Española. Tal protección no impidió, sin embargo, que el 16 de
agosto fuera detenido por las fuerzas franquistas y fusilado dos días
después en el barranco de Víznar, bajo acusaciones poco claras que
señalaban hacia su papel de poeta, librepensador y personaje
susceptible de alterar el «orden social». Su asesinato causó una honda
conmoción internacional y convirtió al artista en el trágico símbolo de la
brutal intolerancia del fascismo.
El español universal
En su evolución, la trayectoria de Lorca es parangonable a la de sus
compañeros de generación (de la poesía pura y la experimentación
vanguardista a la rehumanización y el compromiso social), e incluso la
plena asimilación de lo popular, que constituye uno de sus rasgos más
característicos, tiene su paralelo en Rafael Alberti. No obstante, tras la
aparente variedad de géneros y estilos, la obra de Federico García Lorca
presenta una marcada unidad temática. Tanto en el yo poético del Libro
de poemas como en los personajes de su Romancero gitano o en los
protagonistas de las grandes tragedias de su madurez (Yerma, Bodas de
Sangre y La casa de Bernarda Alba), las ansias vitales se ven abocadas a
una frustración causada por fuerzas hostiles, las cuales pueden
mantenerse en un ámbito telúrico, simbolizando acaso las limitaciones
inherentes a la condición humana, o bien objetivarse en un medio social
que, lo mismo si es tradicional o tecnificado, acaba destruyendo toda
tentativa de autorrealización.
Tal temática explica el alcance universal de una producción por lo demás
firmemente enraizada en la tradición y el folclore español y andaluz,
pero no el insoslayable dramatismo y la hipnótica e inexplicable
fascinación que siguen suscitando sus mejores textos: examinar
detenidamente el Romance sonámbulo o la escena final de Bodas de
Sangre conduce únicamente a la evidencia de su genio. En este sentido
resultan tan injustas las interpretaciones simplistas trazadas desde la
homosexualidad del poeta como la supuesta sobrevaloración de la obra
lorquiana por su condición de insigne víctima del fascismo; presagiada o
no, su prematura muerte a los treinta y ocho años no hizo sino truncar
un flujo de creaciones que en La casa de Bernarda Alba rozaba ya la
perfección.