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BLOQUE B: EL SIGLO XIX ESPAÑOL

TEMA 5. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874)

5.1 ISABEL II: LAS REGENCIAS. LAS GUERRAS CARLISTAS. GRUPOS POLÍTICOS, EL
ESTATUTO REAL DE 1834 Y LA CONSTITUCIÓN DE 1837
5.2 ISABEL II: EL REINADO EFECTIVO. GRUPOS POLÍTICOS Y CONSTITUCIONES
5.3 EL SEXENIO REVOLUCIONARIO: LA CONSTITUCIÓN DE 1869. GOBIERNO
PROVISIONAL, REINADO DE AMADEO DE SABOYA Y PRIMERA REPÚBLICA

5.1. Isabel II: las regencias. Las guerras carlistas. Grupos políticos, el Estatuto Real de 1834 y la
Constitución de 1837

El movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono de Carlos María Isidro, en contra de la línea
sucesoria femenina de Isabel II, que era apoyada por el liberalismo. El carlismo defendía a ultranza el Antiguo
Régimen. En sus comienzos, el ideario político carlista era difuso, pero con el tiempo acabó articulándose en
torno a: catolicismo radical y excluyente (DIOS), sociedad rural que rechazaba la sociedad urbana e industrial
(PATRIA), monarquía absoluta (REY) y defensa de instituciones y fueros tradicionales (FUEROS). El carlismo
contaba con dos apoyos básicos: el sector del bajo clero y una parte del pequeño campesinado y los artesanos,
que veía amenazadas sus tradiciones y su situación económica por las reformas liberales. Arraigó sobre todo
en las zonas rurales de Navarra, País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo. Sin embargo, Isabel II tenía el apoyo de
las clases medias urbanas. El bando liberal estaba formado por el ejército regular a diferencia del ejército
carlista que contaba con voluntarios, por lo que era más numeroso, pero menos preparado. Entre sus oficiales
más importantes cabe destacar a Zumalacárregui, Cabrera y Maroto, como oficiales carlistas; y Espartero,
liberal.

Se trataba ante todo de una contienda civil; aunque, tuvo también una proyección exterior: las
potencias absolutistas (Austria, Rusia y Prusia) así como el Papa apoyaban al bando carlista, mientras que
Inglaterra, Francia y Portugal secundaron a Isabel II, lo que se materializó en el Tratado de la Cuádruple Alianza
(1834). El movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados. La primera guerra carlista (1833-1840),
tras el manifiesto de Abrantes, fue la más violenta y dramática y podemos dividirla en tres fases: 1833-1835
Zumalacárregui domina el medio rural pero no toma ciudades (muere en el asedio a Bilbao); 1835-1837 se
caracteriza por las expediciones carlistas del general Gómez y el propio Carlos, brillantes en su ejecución, pero
inútiles; 1837-1840 el fracaso de don Carlos, el desgaste y la división del bando carlista en intransigentes
(partidarios de seguir la guerra) y los moderados (partidarios de llegar a un acuerdo honroso con el enemigo),
hace que se le encargue a Maroto, amigo personal de Espartero, que negocie un tratado de paz con Espartero
conocido como “Abrazo” o “Convenio de Vergara”1 y pone fin a esta guerra carlista. Dicho convenio reconoce
a Isabel II como Reina de España y, a cambio, permite el retiro o la integración en el ejército para los militares
carlistas, pensiones para sus huérfanos y viudas y el mantenimiento de algún privilegio foral de vascos y
navarros. Las consecuencias fueron la inclinación de la monarquía hacia el liberalismo, el protagonismo
político de los militares2 y los enormes gastos de guerra (darán pie a la toma de medidas como las
desamortizaciones).

Con este conflicto se produjo la división del liberalismo: moderados y progresistas. El Partido Moderado
agrupa al sector liberal más predispuesto a alcanzar un compromiso con las tendencias autoritarias de la
monarquía. En su ideología defiende las concepciones del liberalismo doctrinario francés, partidario de la
soberanía compartida entre el rey y las Cortes. La base social sobre la que se apoya estaba constituida, de
manera fundamental, por los terratenientes, la alta burguesía y la clase media alta. Su espadón era el general
Narváez. El Partido Progresista se definía, dentro del liberalismo, como oposición a las pretensiones

1
Aunque el acuerdo se pacta en 1939, los combatientes carlistas continuaron resistiendo en Aragón y Cataluña hasta 1840.
2
Los generales conscientes de su protagonismo se acomodaron al frente de los partidos y se erigieron en árbitros de la vida
política. También fueron llamados espadones. El recurso abusivo a la práctica del pronunciamiento se convirtió en la
fórmula habitual de instaurar cambios de gobierno o de reorientar la política durante todo el reinado.
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autoritarias de la monarquía. Propugnaba la soberanía nacional, representada en las Cortes, y la limitación


del poder del rey, que debía ser controlado. Por otra parte, defendía los derechos individuales de los
ciudadanos. Su base social era la pequeña y mediana burguesía y, en general, las clases medias, empleados y
artesanos3. Su espadón fue el general Espartero, militar que alcanzó un gran carisma popular como vencedor
de la primera guerra carlista.

En cuanto a la evolución política distinguimos primero la etapa de las regencias, por la minoría de
edad de Isabel, de M.ª Cristina y Espartero (1833-1843), y el reinado de Isabel I (1843-1868). La regencia de
María Cristina (1833-1840) se inicia con dos años de gobiernos moderados de Cea Bermúdez y Martínez de
la Rosa. Al decreto de Libertad de Industria y Comercio y a la división provincial de Javier de Burgos, reformas
modernizadoras, le sucede el Estatuto Real (1834). Es una carta otorgada. Aparecen unas cortes
bicamerales: Cámara de Próceres o cámara alta, formado por los grandes de España con carácter hereditario
y con miembros por designación real en número ilimitado y con carácter vitalicio; y Cámara de Procuradores
o cámara baja formada por elección muy censitaria donde se exigía la condición de propietario para ser
miembro de este. Constaba de una ley electoral en la que se establece un sufragio censitario en el que solo
puede votar el 0,15% de la población. La Corona no renunciaba a la soberanía, entendida como histórica y
depositada en las Cortes con el rey y mantenía importantes poderes: podía convocar, suspender y disolver
Cortes. Las leyes solamente entraban en vigor si eran aprobadas por ambas cámaras y tenían el
consentimiento del rey. Las Cámaras no tenían iniciativa legislativa y solamente tenían derecho de petición.
En 1835 la ineficacia de Martínez de la Rosa y de su sucesor, el Conde de Toreno, y los problemas que
estaba ocasionando la guerra carlista confluyen en la formación de juntas que obligan a la regente a nombrar
a un progresista, Mendizábal, como primer ministro, quien decreta la disolución de órdenes religiosas
(excepto las dedicadas a la enseñanza y a la asistencia hospitalaria). Sin embargo, ante la primera crisis de
gobierno (1836), María Cristina sustituye al presidente por un moderado, Istúriz, lo que provoca nuevas
revueltas populares, secundadas por el levantamiento de los Sargentos de la Granja de San Ildefonso
(Sargentada), lo que, a su vez, obliga a la regente a suspender el Estatuto Real y restablecer la Constitución de
1812 y a ceder el gobierno a Calatrava (progresista). Durante el gobierno de Calatrava se van a acometer
reformas fundamentales. Mendizábal, como ministro de Hacienda, aprueba la Desamortización de los bienes
eclesiásticos por la que se subastan las propiedades previamente expropiadas.
Pero sin duda, lo más importante de este periodo es la aprobación de la Constitución de 1837. Esta
constitución busca el consenso entre moderados y progresistas. Recoge aspectos progresistas como la
soberanía nacional, la división de poderes y la limitación de los del rey, amplia declaración de derechos,
libertad religiosa (pero compromiso del Estado a mantener económicamente al clero católico), Milicia
Nacional, alcaldes elegidos por los vecinos… Los moderados aportan las cortes bicamerales con un Senado
elegido íntegramente por la monarca y un Congreso de los Diputados, elegibles por sufragio censitario
masculino4. La potestad legislativa se atribuye conjuntamente a las Cortes con el rey (una aproximación al
concepto de soberanía compartida, aunque en el preámbulo se mantenía el principio de la soberanía
nacional). Además, se reconoce al rey el derecho a veto y podía disolver las Cortes.
En 1840 M.ª Cristina modifica la ley de Ayuntamientos, pasando a ser ella la que elige a los alcaldes, en
vez de los vecinos. Esto provoca violentos disturbios que conllevan a la marcha al destierro de M.ª Cristina y
la elección de Espartero como nuevo regente por las Cortes (1840-1843). Decide rodearse de un grupo de
oficiales que reciben el nombre de Ayacuchos, provocando el descontento de su partido. En 1842 aprueba un
arancel librecambista con Inglaterra que amenaza a la industria textil catalana (partidaria del proteccionismo).
Ante los movimientos de protesta que tienen lugar en Barcelona, el gobierno decide primero amenazar y
después cañonear la ciudad desde el puerto, acabando con toda su popularidad. La oposición tanto del partido

3
La corona fue reticente a encargar la formación de gobierno a los progresistas, salvo cuando se veía presionada por algún
pronunciamiento militar.
4
Concede derecho a voto a varones de más de 25 años que contribuyan con más de 200 reales cada año, es decir, entre el
2 y 5% de la población. Esta ley inauguró una práctica común del siglo XX española: el falseamiento de los resultados
electorales y el control del proceso electoral por parte del gobierno.
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progresista como de las masas es aprovechada por el líder del partido moderado, el general Narváez, para
liderar un pronunciamiento en 1843 que acaba con el exilio de Espartero y la proclamación de la mayoría de
edad de la princesa, que se convierte así en Isabel II (1843-1868).

5.2 Isabel II: el reinado efectivo. Grupos políticos y constituciones


En el reinado de Isabel II distinguimos varias etapas: Década Moderada (1843-1853), Bienio Progresista
(1854-1856), Bienio Moderado (1856-1858), gobierno de la Unión Liberal (1858-1863) y final del reinado
(1863-1868).
Durante la Década Moderada (1843-1853) destaca Narváez y se consigue desarrollar una legislación
que configura el Estado liberal gracias a la ausencia de pronunciamientos. La estabilidad sólo es perturbada
por dos fenómenos. Entre 1846 y 1849 se produce en Cataluña el levantamiento de los ‘matiners’, campesinos
que forman partidas armadas en lo que se conoce como Segunda Guerra Carlista5 y en 1848, tras el triunfo
de las revoluciones democráticas en París, se suceden motines populares en Madrid y otras ciudades en los
que ya aparecen elementos demócratas6 y republicanos.
Se aprueba la Constitución de 1845 que establece la soberanía compartida y unas cortes bicamerales
(senadores elegidos por el rey y diputados por sufragio censitario). El Rey aumenta considerablemente su
poder al tener iniciativa legislativa y derecho a designar al jefe de Gobierno y a cuantos senadores desee.
Además, los alcaldes son designados por la Corona, aunque se mantiene el carácter electivo de los concejales.
Se plantea un sufragio censitario muy restringido. Sobre los derechos individuales se produce una declaración
muy genérica dependiendo su alcance de lo regulado por leyes posteriores, quedando especialmente
limitados los derechos de imprenta y de reunión. El estado recupera la religión oficial y única, obligándose a
mantener al culto y a sus ministros. Otras medidas van a ser la reforma del sistema fiscal del ministro de
Hacienda Alejandro Mon (impuestos directos e indirectos), la creación de la Guardia Civil, la confesionalidad
católica del Estado, la nueva ley de Ayuntamientos (el Gobierno elige a los alcaldes entre aquellos concejales
elegidos por los vecinos), la disolución de la Milicia Nacional, la firma del Concordato de 1851 con el Vaticano7
y la reforma financiera de Bravo Murillo en 1851 (rebaja del pago de intereses y el valor de los títulos de
deuda pública).
A principios de 1854 se suceden los pronunciamientos y se inician movimientos populares en Barcelona
por el alza de precios, el desempleo y el descubrimiento de escándalos de corrupción dentro del gobierno.
Esto fue aprovechado por liberales centristas, como el general O’Donnell, para levantarse8 contra el gobierno
moderado en Vicálvaro (Vicalvarada). Fue secundado por una insurrección popular organizada por
demócratas radicales. Esto obligó a Isabel II a entregar el Gobierno nuevamente a Espartero, aunque formando
O’Donnell parte de este.
Durante el Bienio Progresista (1854-1856) destacan las siguientes medidas: la reanudación de la venta
de bienes eclesiásticos, la Ley de Ferrocarriles (1855)9 y la desamortización de Madoz (1855) que afecta sobre

5
El pretendiente en esta ocasión era Carlos VI, hijo de Carlos María Isidro.
6
Partido Demócrata. Hacia 1849 se escinde del Partido Progresista formando un partido diferente. Defiende el sufragio
universal masculino, la ampliación de derechos, la enseñanza pública gratuita, la supresión del servicio militar
obligatorio…
7
El gobierno se compromete a paralizar las ventas y subastas de bienes desamortizados, la vuelta de varias órdenes
religiosas, la cesión del control de la educación de niños y jóvenes al clero. La Santa Sede, por su parte, perdonó a los
compradores de dichas propiedades.
8
Este pronunciamiento se acompaña del Manifiesto del Manzanares escrito por Cánovas del Castillo y firmado por
OD ́ onnell, este manifiesto exigía reformas políticas y unas cortes constituyentes para hacer posible una auténtica
regeneración liberal, lo que hizo que consiguiera un amplio respaldo popular y animó a otros generales a unirse a la
rebelión
9
Tomando como centro Madrid y sobre la base de un plano radial, se preveía la aparición de 5000 Km. de vía mediante
concesiones a empresas privadas. La falta de capitales nacionales para acometer esta inversión hace que se apruebe la Ley
de Sociedades de Crédito de 1856 que concede libertad para la fundación de casas de crédito y depósito. Fruto de esta
disposición es el nacimiento de tres casas extranjeras que serán las que inviertan en la construcción del ferrocarril. Esta
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todo a tierras comunales y de ayuntamientos. Por otro lado, se elabora y aprueba la Constitución non nata de
185610, que no llegó a promulgarse, y que preveía completar la Constitución progresista de 1837. Sin embargo,
el pueblo cobra protagonismo a lo largo del Bienio a través de la Milicia Nacional y realiza reivindicaciones de
contenido social, en las que se piden mejoras salariales y de las condiciones de trabajo. O’Donnell rompe su
colaboración con Espartero provocando la caída de los progresistas y la vuelta al poder de los moderados con
Narváez.
Comienza el Bienio Moderado (1856-1858) con iniciativas como la reforma de la Ley Educativa de
Claudio Moyano (1857) por la que se establece la enseñanza primaria pública gratuita y obligatoria para todos
los niños de 6 a 9 años.
Sin embargo, en 1858 la reina llama nuevamente a O'Donnell para formar gobierno. Se inicia un nuevo
periodo dominado por el partido por él creado conocido como la Unión Liberal (1858-1863). El proyecto
político de O`Donnell pretendió garantizar la estabilidad del régimen liberal, con un partido de centro que
englobase a los sectores más liberales del moderantismo y a los más conservadores del progresismo. Es un
período que se caracteriza por el acercamiento a posturas demócratas y republicanas. La tranquilidad que se
vive en el interior (“boom de los ferrocarriles”) permite que se desarrolle una activa política exterior de
prestigio, cuyos objetivos son atraer a la opinión pública hacia un tímido nacionalismo español y buscar
intereses comerciales para las empresas españolas. Así, se interviene en el continente americano, donde se
busca recuperar relaciones con las antiguas colonias, reincorporando Santo Domingo entre 1861 y 1864 a
petición del propio gobierno dominicano e interviniendo en México en 1861 junto a Francia e Inglaterra.
Además, se inicia la Guerra del Pacífico entre 1863 y 1866, contra Perú, Chile y Ecuador. Otros frentes son:
Marruecos (1859-1860)11 y Cochinchina junto a Francia en 1862. Una de las consecuencias más importantes
y casi la única de esta política exterior agresiva es el encumbramiento del protagonista de la mayor parte de
las campañas victoriosas, el General Prim.
En 1863 O`Donnell dimite por discrepancias internas en la Unión Liberal y el enfrentamiento con la Reina
por el reconocimiento del Reino de Italia. Con esta dimisión se inaugura el último periodo hasta 1868 en que
los moderados, de la mano de Narváez y con el apoyo de la Reina, vuelven a controlar el poder, turnándose
con la propia Unión Liberal. Es un periodo caracterizado por un turno limitado al centro y a los moderados por
lo que los progresistas, ante la imposibilidad de acceder al gobierno por vías constitucionales, practican el
retraimiento político, es decir, la ausencia de toda participación en las instituciones. Pasan de ser oposición
al gobierno a ser oposición al régimen. Además, se activan pronunciamientos y levantamientos populares12
duramente reprimidos. Los más significativos son los de la Noche de San Daniel en 1865, el pronunciamiento
del Cuartel de San Gil en 1866, por el que O´Donnell ordena el fusilamiento de 40 sargentos y la sublevación
de Prim en Villarejo. La reina y el partido moderado estaban cada vez más aislados. La situación provoca la
unión de todas las fuerzas políticas de la oposición que coinciden en que la única forma de conseguir un cambio
político es la caída de la reina. La unión se produce a través del Pacto de Ostende (1866) en el que aparecen
progresistas, demócratas, republicanos y, tras la muerte de O´Donnell en 1867, la Unión Liberal. La suerte de
la Reina está echada, ya nada podrá evitar su caída en septiembre.

misma ley es la que concede el monopolio de emisión de moneda al Banco de España.


10
Se recupera la soberanía nacional, se amplía la declaración de derechos, se prohíbe la pena de muerte para los delitos
políticos, se protege el culto y el clero católicos, pero no se persigue a nadie por sus creencias religiosas. No hay completa
separación de poderes pues el Rey tiene la iniciativa legislativa con las Cortes, sanciona y promulga las leyes y tiene
derecho de veto. Conserva el poder ejecutivo a través de los ministros, pero se compensan los fuertes poderes del Rey con
unas Cortes Bicamerales en las que tanto Congreso y Senado son electivos. La Justicia se concibe como un poder
independiente.
11
Se consigue ampliar el perímetro de Ceuta y la cesión a perpetuidad de un pequeño enclave pesquero en Santa Cruz del
Mar Pequeña (Ifni). La intervención de Gran Bretaña en defensa de sus intereses en el estrecho presionó para que España
firmara un armisticio con el Sultán de Marruecos y las tropas abandonaran Tetuán y se alejaran de Tánger. Dada su
importancia simbólica se construyeron dos leones de bronce flanqueando la escalinata de acceso al Congreso de los
Diputados con el metal fundido de los cañones capturados a los enemigos marroquíes.
12
Algunas de las causas fueron: la política autoritaria y represiva del gobierno, la detención de opositores al régimen, el
nombramiento como ministro de Carlos Marfori (amante de la reina y pariente de Narváez).
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5.3 El Sexenio revolucionario: la Constitución de 1869. Gobierno provisional, reinado de


Amadeo de Saboya y primera República

Con la firma del Pacto de Ostende, el general Prim es el encargado de organizar el pronunciamiento con
la colaboración del general Serrano13. Para el estallido de la revolución de 1868 o revolución Gloriosa se
dieron una serie de causas; causas sociales: fenómeno urbano donde las masas urbanas son conscientes de
que el sistema político no les permite ningún tipo de participación y naciente movimiento obrero; causas
económicas: fue la primera gran crisis del sistema capitalista a nivel internacional y se manifestó de diversas
formas: crisis de subsistencia (malas cosechas y escasez de trigo), crisis financiera (provocada por la bajada de
los valores en bolsa y originada por la crisis de los ferrocarriles), una crisis industrial debida a la escasez de
algodón en el sector textil catalán (gran aumento del paro y descenso del nivel de vida de las clases
trabajadoras, así como el encarecimiento del algodón como consecuencia de la Guerra de Secesión
norteamericana). Causas ideológicas: incidencia de los intelectuales de la Universidad y el Ateneo de Madrid,
ya que muchos aceptan el ideario democrático y el librecambismo como política económica.

El 18 de septiembre de 1868 el almirante Topete se pronuncia en Cádiz, al frente de la escuadra, en


favor de un Gobierno Provisional que sustituyera al sistema vigente. El pronunciamiento, largamente
preparado por los generales Prim, Serrano y Dulce, es secundado por otras guarniciones militares y
finalmente, en la batalla de Alcolea (Córdoba), son derrotadas las tropas gubernamentales. La reina, que se
encontraba en San Sebastián, tiene que huir a Francia. La Revolución se desarrolla en dos secuencias: el clásico
pronunciamiento militar y los levantamientos populares seguidos de la formación de juntas. Estas juntas están
dominadas por el ideario demócrata y todas ellas piden la implantación del sufragio universal, la extensión de
las libertades y la abolición de consumos y quintas. De forma simultánea a las Juntas se organiza un cuerpo de
ciudadanos armados, encargados de defender la Revolución y autodenominados Voluntarios de la Libertad.
Las juntas constituyen en Madrid una Junta Suprema Revolucionaria que encarga al general Serrano la
formación de un Gobierno Provisional.

El triunfo de la Revolución va a significar la creación de un nuevo sistema en el que afloran los diferentes
partidos políticos. En la extrema derecha figura el carlismo que abandona momentáneamente la insurrección.
El centro político está ocupado por la llamada coalición monárquico-demócrata, integrada por los partidos
que firmaron el Pacto de Ostende. Estos partidos son la Unión Liberal, dirigida por Serrano, y el Partido
Progresista, cuya figura más emblemática es Prim. El ala más izquierdista de la coalición está integrada por el
Partido Demócrata, defensor del sufragio universal y los derechos individuales. En la extrema izquierda se
encuentran los partidos republicanos, desgajados del Partido Demócrata cuando éste se define como
monárquico. Se centran en la defensa de la República como forma de gobierno y representan el ideario
popular. A su vez, los republicanos están divididos entre los que defienden un modelo de Estado unitario
(republicanos unitarios) y los que defienden un modelo de Estado federal (federalistas), cuyo principal teórico
es Pi i Margall.

En octubre de 1868 se constituyó el Gobierno provisional tras la revolución, con Serrano como
presidente junto a destacados progresistas en los ministerios (por ejemplo, Prim dirige el ministerio de
Guerra). Debe hacer frente a cuatro problemas: la dualidad de poderes, la Guerra de Cuba, la crisis económica
y la creación de un nuevo régimen.

La dualidad de poderes surge como resultado de la Revolución y con intereses distintos: el Gobierno
Provisional (unionistas y progresistas) y la Junta Revolucionaria (ideología demócrata y republicana). La
inestabilidad que esto podía provocar se resuelve cuando el Gobierno decide disolver la Junta, así como a los
Voluntarios de la Libertad. A cambio, asume las principales reivindicaciones de las juntas mediante una serie
de decretos por los que se establece el sufragio universal masculino, la libertad de cultos, la libertad de reunión
y asociación y la libertad de prensa.

13
Manifiesto de “España con Honra”.
BLOQUE B: EL SIGLO XIX ESPAÑOL

En octubre de 1868, tras el Grito de Yara, comienza la primera guerra de independencia cubana o
Guerra de los Diez Años14, que no finaliza hasta 1878. El pensamiento económico de los nuevos dirigentes se
centra en la idea de liberalizar al máximo la economía. El máximo representante de esta ideología es Figuerola,
ministro de Hacienda, que adopta dos importantes medidas: la Ley de minas, que permitió la libre entrada de
capitales extranjeros para poner en explotación los recursos mineros existentes y el arancel de 1869, que al
rebajar considerablemente las tasas aduaneras equivalía en la práctica a la adopción de una política
librecambista.

Poco después se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino. La
mayoría absoluta la consiguieron las fuerzas gubernamentales (unionistas, progresistas y demócratas
monárquicos), con 236 escaños; por circunscripciones provinciales, obtuvieron mayorías en la España interior,
incluido Madrid. Los republicanos, con 85 diputados, lograron la mayoría de sus escaños en la España
mediterránea, en especial en sus núcleos urbanos. Los carlistas, que habían decidido entrar en el juego
electoral, obtuvieron 20 diputados, con mayoría en Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra.

Aunque las nuevas Cortes debieron atender algunos asuntos urgentes, su verdadera función era
redactar una nueva Constitución, la de 1869. Podemos considerar su obra como la primera constitución
democrática de España. Entre sus características más importantes cabe destacar la declaración de derechos
individuales, definidos como naturales, absolutos e ilegislables (libertad de imprenta, sufragio universal,
derecho de reunión y asociación, libertad de culto religioso...). Se proclama solemnemente la soberanía
nacional, de la que emanan todos los poderes incluida la legitimidad de la Monarquía. Las Cortes bicamerales
se organizan en dos cuerpos, ambos electivos. Las Cortes constituyen el verdadero centro del poder, son las
únicas que tienen iniciativa legislativa, sancionan las leyes y se establece un plazo mínimo de reunión y de
convocatoria de las Cortes, además, controlan al gobierno y aprueban el presupuesto. Existe plena separación
de poderes. Se establece la Monarquía como forma de gobierno, pero los poderes del rey están muy limitados,
ejerce sus funciones a través de los ministros y puede convocar y disolver las Cortes, designar y separar
gobiernos y poder sancionar o no las leyes, pero debe respetar los plazos mínimos de reunión y convocatoria.
La justicia se concibe como poder independiente. Como garantía de esta independencia, el acceso a la carrera
judicial se hace por oposición. Lo más polémico de su redacción fue la libertad de cultos y la confesionalidad
católica del Estado, así como la financiación pública de la Iglesia.

Aprobada la Constitución que establece la Monarquía como forma de gobierno, y ante la falta de un
rey, las Cortes designan a Serrano como regente (1869-1871) hasta que se encuentra al rey idóneo, nombra
este a Prim como jefe del gobierno. Descartados los Borbones, tanto la rama legitimista como la carlista, se
hace necesario encontrar al monarca adecuado. Después de una intensa búsqueda (Espartero, Fernando de
Coburgo, el duque de Montpensier, Leopoldo de Hohenzollern), fue aceptado y elegido por las Cortes el duque
Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, rey de la recién unificada Italia.

El reinado de Amadeo I (enero 1871-febrero 1873) comenzó con mal pie. Nada más llegar a España,
su principal defensor, el general Prim, sufrió un atentado que lo mató. A esto se sumó la inestabilidad política
al romperse la coalición entre aquellos partidos que participaron en la revolución Gloriosa, dando paso a
fuertes enfrentamientos entre demócratas, unionistas y progresistas. Además, tras el asesinato de Prim, se
produce la división de la coalición monárquico-demócrata entre los constitucionalistas de Sagasta y los
radicales de Ruiz Zorrilla. Los dos partidos, sin base social, vuelven a la manipulación de las elecciones
consiguiendo la abstención y oposición de importantes sectores sociales (carlistas, republicanos, alfonsinos,
clero católico…). En estos dos años de reinado se sucedieron constantes cambios gubernamentales y se
celebraron hasta tres elecciones generales.

14
Guerra protagonizada por los ganaderos y los pequeños plantadores de azúcar, café y tabaco, que aspiran a liberarse de
la opresión fiscal a que les somete España y a romper el monopolio comercial que les obliga a comprar y a vender sus
productos en la metrópoli.
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Los carlistas resurgieron con fuerza ya que, tras la caída de Isabel II, se les unieron muchos
ultraconservadores católicos que veían asustados el giro radical e incontrolado de la revolución democrática.
La tercera guerra carlista (1872-1876) apoyaban la postulación de Carlos VII en el trono, nieto de don Carlos
María Isidro. Los clérigos, también en la oposición, y el Vaticano rompieron relaciones con el Gobierno. Los
republicanos, aunque estaban a favor de las reformas más igualitarias y radicales, destaca su anticlericalismo
(el clérigo es el enemigo de la libertad en recuerdo de la Inquisición y su apoyo al absolutismo regio y al
carlismo). En el campo se suceden ocupaciones de fincas por campesinos sin tierras y en las ciudades hay
huelgas y peticiones de mejoras saláriales.

A todos estos problemas se sumó el malestar de los mandos militares y el recrudecimiento de la


resistencia de los guerrilleros independentistas en Cuba y Puerto Rico, activos desde 1868. En este contexto,
el rey sólo esperaba un pretexto para abdicar. El detonante fue la denominada Cuestión de los artilleros. El
rey, que apoya a los artilleros, firma el decreto de su disolución por fidelidad a sus obligaciones
constitucionales, pero, inmediatamente, presenta a las Cortes la renuncia al trono español por sí mismo y sus
sucesores. Ante esta situación, reunidos conjuntamente el Congreso y el Senado durante la madrugada del 12
de febrero, no encuentran otra solución que proclamar la República. Las ideas republicanas tenían escaso
apoyo social y contaban con la oposición de los grupos sociales e instituciones más poderosos del país: la alta
burguesía y los terratenientes, los altos mandos del ejército y la jerarquía eclesiástica eran contrarios al nuevo
régimen. Los escasos republicanos pertenecían a las clases medias urbanas, mientras las clases trabajadores
optaron por dar su apoyo al incipiente movimiento obrero.

La I República (febrero 1873-enero 1874) también fue inestable15. En poco tiempo se sucedieron en
la presidencia cuatro presidentes distintos: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y
Emilio Castelar. Entre las reformas que se tomaron en este periodo destacan: supresión del impuesto de
consumos (desastroso para las cuentas públicas), la eliminación de las quintas y creación de un nuevo ejército
de voluntarios a sueldo, la reducción de la edad con derecho a voto (21 años – aunque el índice de abstención
seguía muy alto), la suspensión de las subvenciones económicas al clero, la separación completa entre Iglesia
y Estado, la prohibición del trabajo en fábricas y minas de niños menores de 10 años, otras medidas de carácter
laboral16, la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (aunque no se hizo en Cuba) y la elaboración de un
proyecto constitucional para pasar a ser un Estado federal17.

Sin embargo, el régimen republicano tuvo que afrontar varios conflictos y dificultades de extrema
gravedad: la crisis económica y el aumento de los disturbios sociales (huelgas, bancarrota y muchos jornaleros
andaluces, ilusionados por el reparto de tierras, se lanzaron a ocupar fincas por la fuerza y los obreros
anarquistas internacionalistas extendieron sus actividades preparando una huelga revolucionaria en Alcoy,
sede de la Internacional en España), el descontento militar (con intentos frustrados de sublevación militar
contra el Gobierno), la tercera guerra carlista (Carlos VII se hizo con el control de zonas rurales vasco-navarras
prometiendo la restauración de los fueros suprimidos por Felipe V; llegando a establecer un gobierno formal
con capital en Estella, Navarra), las insurrecciones cantonalistas (el cantonalismo es un movimiento popular
que aspira a instaurar la estructura federal de forma espontánea de abajo a arriba sin esperar a su formulación
por las Cortes, en localidades de Levante y Andalucía. En cada localidad se proclama un cantón que asume el

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División ideológica dentro de los propios republicanos en unionistas y federalistas.
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Aunque no prosperaron: proyecto de reparto de tierras baldías entre jornaleros más pobres, reducción de la jornada
laboral en las fábricas, proyecto de creación de “jurados mixtos” para resolver los conflictos laborales y evitar las huelgas.
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17 regiones federadas con amplia autonomía política, administrativa, legislativa y económica. El tipo de soberanía es
popular y todos los poderes emanan de los ciudadanos. Existe una completa separación de poderes, pero a los tres
tradicionales se añade un cuarto, el de relación entre estos y entre los diferentes estados, ejercido por el presidente de la
República. En materia de derechos recoge los de 1869, eso sí, con separación entre Iglesia y Estado. Los Estados tenían la
potestad de modificar las provincias que formaban parte de estos. Jamás llegó a aprobarse, pero es de gran trascendencia
histórica porque diseñaba una democracia y un modelo de organización territorial no centralista.
BLOQUE B: EL SIGLO XIX ESPAÑOL

gobierno local y establece lazos de hermandad con los cantones próximos para, de forma sucesiva, organizarse
en provincias y Estados.

El cantonalismo es la respuesta que dan las masas insatisfechas al no ver atendidas sus
reivindicaciones de tipo social. Casi todos los cantones fueron disueltos por el ejército salvo el de Cartagena,
que resistió durante varios meses e incluso organizó expediciones para extender el movimiento a otras
localidades), la guerra contra los independentistas cubanos y las conspiraciones alfonsinas18.

El movimiento cantonal provoca la caída de Pi i Margall, sustituido en julio por Nicolás Salmerón, al
que sucede, en septiembre, Emilio Castelar. Las presidencias de Salmerón y Castelar significaron un viraje
hacia la derecha con el objetivo de frenar la presión de las masas. Se recurre al ejército para reprimir el
levantamiento cantonal y las acciones ligadas a la Internacional, así como para hacer frente a la Guerra carlista.
Castelar llega a suspender las Cortes y a gobernar por decreto.

El 3 de enero de 1874, fecha en que las Cortes iban a abrirse de nuevo, el general Pavía ocupa el
Congreso de los Diputados y disuelve las Cortes. Se inicia así un nuevo periodo en el que el general Serrano
vuelve a la escena política al encargársele la jefatura del Estado con plenos poderes. Es un sistema indefinido,
conocido como la República de 1874, y que sirve de antesala a la Restauración borbónica. El periodo se
caracteriza por dos fenómenos, la importancia cada vez mayor de los militares y un ejecutivo fuerte,
interesado en restaurar el orden y la autoridad por temor a los desórdenes y las reivindicaciones populares.
Se decretó la ilegalidad de la AIT y de las asociaciones obreras19, que se extinguieron o pasaron a la
clandestinidad.

En este contexto, la única salida posible que ven sectores cada vez mayores de la oligarquía, el ejército
y la clase política es la Restauración borbónica de la mano del príncipe Alfonso, la única alternativa que se
percibe como garantía del orden. Esta se manifestó en el golpe de Estado de diciembre de 1874 que, en
Sagunto, protagoniza el general Martínez Campos proclamando como rey a Alfonso XII. Comienza una nueva
etapa en la historia de España conocida como la Restauración.

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Isabel II y su hijo Alfonso vivían exiliados en el extranjero (Francia). Contaban con el apoyo de la mayor parte de la
burguesía, toda la aristocracia y numerosos generales y oficiales del Ejército.
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Influencia de los sucesos sangrientos de la Comuna de París (1871). Los sectores conservadores y católicos españoles,
atemorizados, no tardaron en reaccionar defensivamente ante el avance de la Internacional.

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