3.2. APUNTES DSI LA FAMILIA
3.2. APUNTES DSI LA FAMILIA
3.2. APUNTES DSI LA FAMILIA
3.2. La familia.
El ser humano, fue creado por Dios a su imagen y semejanza, pero “la
vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de
Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama”1, y es precisamente este
llamado al amor que lo convierte en un ser social por naturaleza, el zoon
politikón como lo definía Aristóteles, porque no puede vivir en soledad, por eso
Dios lo creó «varón y mujer»2. “La Escritura misma da la interpretación de este
dato: el hombre, aún encontrándose rodeado de innumerables criaturas del
mundo visible, ve que está solo (cf. Gn 2,20). Dios interviene para hacerlo salir
de tal situación de soledad: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a
hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2,18). En la creación de la mujer está
inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda: ayuda –mírese bien- no
unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el
hombre es el complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí
complementarios. La femineidad realiza lo «humano» tanto como la
masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria.”3
1
BENEDICTO XVI: “Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la
fe.” Alocución al iniciar el Congreso Eclesial de la Diócesis de Roma. 7 de junio de 2005.
Ediciones Paulinas, México, 2005, p. 7.
2
Génesis 1, 27.
3
JUAN PABLO II: “Carta a las mujeres.” 29 de junio de 1995. Ediciones Paulinas. México, n. 7
p. 11.
Cfr. BRUBECK G., Phillip H.: Rumbo a la civilización del amor. Ediciones Bellas Letras,
Durango, Dgo., 2009, pp. 9 y 10.
4
Cfr. BRUBECK G., Phillip H.: La polémica del matrimonio. Ediciones Bellas Letras, primera
edición electrónica, Durango, Dgo., 2017, p. 15.
2
Aquí se incluye también ese apoyo del cuidado mutuo en la salud y en la
enfermedad, al ocuparse de manera constante por el bien del otro.
5
Ídem n. 1605, p. 415.
6
Catecismo de la Iglesia Católica. Coeditores Católicos de México, 2ª edición, México, sin
fecha, n. 1604, p. 415.
3
Las dificultades económicas, derivadas en gran parte de las deficiencias del
sistema económico nacional y mundial, dificultan que el ingreso familiar pueda
satisfacer todas las necesidades para alcanzar un nivel de vida digno, de ahí
que se debe buscar procrear los hijos que realmente pueden mantener.
Si bien es cierto que esta tarea nunca ha sido sencilla, ahora tiene algunos
factores que provocan sea más complicada, debido a las características
propias de la sociedad y la cultura. El primero de estos, es que, debido a las
dificultades que presenta la economía, por regla general, tanto el padre como la
madre se ven obligados a trabajar, a efecto de que puedan tener el dinero
suficiente para conseguir los satisfactores materiales de una vida digna. Este
problema provoca que los padres estén fuera del hogar durante mucho tiempo
y sea reducido el que están en convivencia con sus hijos.
En cierta ocasión, una muy buena amiga, quien siempre ha tenido en muy alta
estima a su padre, me comentó que siendo adolescente escribió en su diario:
“Es muy bonito ser hija de un superhéroe, que tiene misiones secretas para
salvar al mundo, pero quisiera que de vez en cuando tuviera tiempo de
escuchar a su hija que tiene algo que decirle, aunque no sea tan importante
como sus misiones y compromisos para salvar al mundo.” Por regla general,
para los hijos sus padres son lo máximo, sin embargo, tienen que enfrentarse
al problema de la falta de tiempo de convivencia para la satisfacción de sus
necesidades espirituales y psicológicas, de tal suerte que en muchas ocasiones
se ven influidos por los ejemplos de las niñeras universales: el teléfono móvil, la
internet y la televisión, así como de lo que ven en las redes sociales, revistas,
el cine, la prensa y otros medios, que no siempre son positivos, acertados,
constructivos; a lo que es necesario agregar la influencia que ejercen sobre
ellos los amigos que a veces los llevan a experimentar caminos de fuga de la
realidad, como las drogas, el alcohol o las relaciones sexuales prematuras, o
bien, los envuelven en experiencias de violencia física o moral.
4
Es conveniente recordar que "la educación es, pues, un proceso singular en el
que la recíproca comunión de las personas está llena de grandes significados.
El educador es una persona que "engendra" en sentido espiritual. Bajo esta
perspectiva, la educación puede ser considerada un verdadero y propio
apostolado. Es una comunicación vital, que no sólo establece una relación
profunda entre educador y educando, sino que hace participar a ambos en la
verdad y en el amor."7
Ante el problema de la falta de tiempo por parte de los padres, por el exceso de
trabajo, es necesario buscar los momentos de convivencia familiar de manera
eficiente entre todos sus miembros, de tal suerte que se logre tener la mejor
comunicación entre ellos, a efecto de que puedan conocer sus sentimientos y
circunstancias específicas de cada uno, de compartir lo que son. Esto es lo que
algunos llaman “tiempo de calidad”.
Pese a las dificultades que se pudieran tener, los padres han de buscar la
empatía con sus hijos, interesándose por sus proyectos, ideas y sueños, así
como por los problemas que les aquejan, de tal suerte que les ayuden a
encontrar las soluciones más adecuadas, de conformidad con lo que necesitan
justo en el momento. Esta empatía se puede lograr gracias al don de escuchar
lo que dicen los hijos, sin interrumpirlos, sin alarmarse, o enfadarse, o decirles
lo que debieron haber hecho antes de que concluyan lo que estén queriendo
comunicar. Pero a su vez, saber escuchar también implica comprenderlos,
entender con claridad las causas por las cuales actuaron de una forma
determinada, y deducir de ello lo que en realidad le están pidiendo a uno.
Después vendrá el momento de corregir amorosamente.
También se debe tomar en consideración que todos los hijos son distintos, por
esta razón el trato debe ser especial para cada uno de ellos, procurando no
compararlos con sus hermanos para ejemplificar, pues por regla general
producen un resultado distinto al esperado.
Las generaciones anteriores educaban con extremada rigidez, los golpes, las
miradas severas, los regaños demasiado fuertes. La experiencia me ha
permitido ver que los hijos son más inteligentes de lo que creemos, por lo que
desde pequeños tenemos que hacerlos razonar sobre los valores y los
principios morales, de tal manera que al momento de corregirlos debemos
darles argumentos sobre por qué está mal una cosa y como se puede
7
JUAN PABLO II: Carta a las familias en el Año Internacional de las Familias. Ediciones
Paulinas, 6ª edición, México, 1994, n. 16, p. 55.
5
realmente corregir. Es una corrección racional y amorosa, que les llegue, que
los mueva a modificar su conducta, pero a la vez se debe actuar con energía
para no ceder en aquello que no es correcto, en lo que un consentimiento
innecesario le puede provocar un daño mayor.
Estas son tan solo algunas recomendaciones que se pueden hacer de manera
genérica, cada caso requiere una atención particular. A los hijos los padres
deben proporcionarles, de manera responsable, la satisfacción de sus
necesidades espirituales, emocionales, intelectuales y materiales, Pero ante
todo, ambos padres, de manera compartida, responsable, han de predicar con
el ejemplo, para que con su testimonio de vida enseñen a los hijos lo que es el
amor, la verdad, la justicia, y el cúmulo de valores espirituales, morales y
sociales de los que continuamente les hablan, con el propósito de que ellos los
asimilen, los hagan propios y los vivan a su vez.
Al ser una comunidad en la que se vive el amor entre los seres humanos que la
componen, entre sí y con Dios, es muy importante recalcar que “las familias
cristianas constituyen un recurso decisivo para la educación en la fe, para la
edificación de la Iglesia como comunión y su capacidad de presencia misionera
en las situaciones más diversas de la vida, así como para ser levadura, en
sentido cristiano, en la cultura generalizada y en las estructuras sociales.”8
“Es un amor total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual
los esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos
egoístas. Quien ama de verdad a su propio consorte, no lo ama sólo por lo que
de él recibe sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer con el don de sí.”
6
siempre es posible, noble y meritoria; nadie puede negarlo. El ejemplo de
numerosos esposos a través de los siglos demuestra que la fidelidad no sólo es
connatural al matrimonio sino también manantial de felicidad profunda y
duradera.”
“Es, por fin, un amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los
esposos sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas. "El
matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la
procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más
excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios
padres".9
“Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de
"paternidad responsable" sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay
que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos
legítimos y relacionados entre sí.”
“En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la paternidad
responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer
la razón y la voluntad.”
“La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda
con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta
conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los
cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para
consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de
valores.”
“En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para
proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera
completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben
conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la
misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada
por la Iglesia.”11
9
Paulo VI: Encíclica Humanae vitae. n. 9. Cita a Concilio Vaticano II: Constitución Pastoral
Gaudium et spes, n. 50.
10
Cfr. Sto. Tomás, Sum. Teol. , I-II, q. 94, a. 2.
11
Paulo VI: Encíclica Humanae vitae. n. 9.
7
Familias en situación irregular.
El divorcio.
8
conseguir la felicidad individual, y si por alguna causa, por mínima que sea, no
la obtienen, de inmediato ceden a la opción del divorcio. Es una forma de
pensar que se aleja de la tradición católica, fruto del liberalismo y que se
divulga ampliamente por todos los medios, al proclamar que el divorcio es de lo
más normal. Esto provoca que los jóvenes vayan al matrimonio con una idea
equivocada, al verlo como un simple contrato fácilmente rescindible, como lo es
el matrimonio civil, por lo que no están dispuestos a solucionar en pareja los
problemas a que se enfrentan dentro de su vida conyugal.
Estas actitudes llevan al Papa Francisco a afirmar que “las crisis matrimoniales
frecuentemente «se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la
paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y
también del sacrificio. Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas
parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares
complejas y problemáticas para la opción cristiana».”16
Cierto es que los cónyuges son los primeros en sufrir las consecuencias del
conflicto matrimonial, sin embargo, quienes más lo resienten son los hijos,
quienes ven su amor filial dividido, los obligan a tomar partido, sufren por el
conflicto y al constatar que no hay soluciones adecuadas para regresar la
armonía entre sus padres, se les graba como un sello psicológico que les
marca toda la vida, pues con la falta de uno de los padres no tienen la
formación adecuada, además de que en ocasiones los padrastros, cuando el
padre con el que se quedan a vivir contrae nuevo matrimonio, no les
proporcionan el amor que requieren, y a veces los discriminan, los maltratan o
abusan de ellos.
“La Iglesia, aunque comprende las situaciones conflictivas que deben atravesar
los matrimonios, no puede dejar de ser voz de los más frágiles, que son los
hijos que sufren, muchas veces en silencio. Hoy, «a pesar de nuestra
sensibilidad aparentemente evolucionada, y todos nuestros refinados análisis
psicológicos, me pregunto si no nos hemos anestesiado también respecto a las
heridas del alma de los niños [...] ¿Sentimos el peso de la montaña que aplasta
el alma de un niño, en las familias donde se trata mal y se hace el mal, hasta
romper el vínculo de la fidelidad conyugal?». Estas malas experiencias no
ayudan a que esos niños maduren para ser capaces de compromisos
definitivos. Por esto, las comunidades cristianas no deben dejar solos a los
padres divorciados en nueva unión. Al contrario, deben incluirlos y
acompañarlos en su función educativa. Porque, «¿cómo podremos recomendar
a estos padres que hagan todo lo posible para educar a sus hijos en la vida
cristiana, dándoles el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los
16
FRANCISCO: Amoris laetitia. Op. cit., n. 41, p. 28.
9
tuviésemos alejados de la vida en comunidad, como si estuviesen
excomulgados? Se debe obrar de tal forma que no se sumen otros pesos
además de los que los hijos, en estas situaciones, ya tienen que cargar».
Ayudar a sanar las heridas de los padres y ayudarlos espiritualmente, es un
bien también para los hijos, quienes necesitan el rostro familiar de la Iglesia
que los apoye en esta experiencia traumática. El divorcio es un mal, y es muy
preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda, nuestra
tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor
y ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de
este drama de nuestra época.”17
“Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio
según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La
Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su
mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su
marido y se casa con otro, comete adulterio": Mc 10,11-12), que no puede
reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si
los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que
contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la
comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no
pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante
el sacramento de la Penitencia no puede ser concedida más que a aquellos
que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a
Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.”
“Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia
conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y
toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que
aquéllos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden
y deben participar en cuanto bautizados:”
17
Ídem n. 246, p. 155.
18
Catecismo de la Iglesia Católica. nn. 1649 -1651, pp. 426.
10
En este sentido, en el Código de Derecho Canónico especifica los conceptos y
causales tanto para declarar la nulidad del matrimonio, como la separación de
los cónyuges con la subsistencia del matrimonio.
El canon 1061 § 3, indica que “el matrimonio inválido se llama putativo, si fue
celebrado de buena fe al menos por uno de los contrayentes, hasta que ambos
adquieran certeza de la nulidad”19. Este supuesto jurídico puede ser derivado
de un engaño doloso en contra del cónyuge inocente, como se establece en el
canon 1098, el cual señala que “quien contrae el matrimonio engañado por
dolo, provocado para obtener su consentimiento, acerca de una cualidad del
otro contrayente, que por su naturaleza puede perturbar gravemente el
consorcio de vida conyugal, contrae inválidamente.”20 Esta causal de nulidad
bien puede ser el vicio en el consentimiento por parte del cónyuge culpable,
como lo establece el canon 1101 § 1. al precisar que “el consentimiento interno
de la voluntad se presume que está conforme con las palabras o signos
empleados al celebrar el matrimonio” y en el § 2. especifica que “si uno o
ambos contrayentes excluyen con un acto positivo de la voluntad el matrimonio
mismo, o un elemento esencial del matrimonio, o una propiedad esencial,
contraen inválidamente.”21
Pero los vicios del consentimiento a que se refieren los cánones 1061 y 1101,
son los menos de los casos, ya que en la mayoría de ellos los matrimonios son
válidos y consumados. Para estos últimos, cuando la situación de la
convivencia conyugal es insostenible por la violencia que genera entre los
esposos, como sucede cuando la causal es el adulterio, lo que permite la
Iglesia es la separación corporal, como se especifica en el canon 1152 §
1.: “Aunque se recomienda encarecidamente que el cónyuge, movido por la
caridad cristiana y teniendo presente el bien de la familia, no niegue el perdón a
la comparte adúltera ni interrumpa la vida matrimonial, si a pesar de todo no
perdonase expresa o tácitamente esa culpa, tiene derecho a romper la
convivencia conyugal, a no ser que hubiera consentido en el adulterio, o
hubiera sido causa del mismo, o él también hubiera cometido adulterio”, o bien,
cuando se hace imposible seguir la vida en común, como se establece en el
canon 1153 § 1. el cual dispone que “si uno de los cónyuges pone en grave
peligro espiritual o corporal al otro o a la prole, o de otro modo hace demasiado
dura la vida en común, proporciona al otro un motivo legítimo para separarse,
con autorización del Ordinario del lugar y, si la demora implica un peligro,
también por autoridad propia.”22
La acción que se puede seguir para reducir el problema del divorcio, está en
dos momentos, uno es el de la preparación prematrimonial, primero con el
ejemplo de vida de los padres, ese testimonio que se da en la vida cotidiana
desde que el hijo nace hasta que decide casarse. Esta educación se debe
reforzar con las pláticas prematrimoniales que se imparten como un requisito
para la celebración de este sacramento, pero en esta preparación es
conveniente puntualizar más en la solución de las desavenencias conyugales,
19
Código de Derecho Canónico. http://www.vatican.va/archieve/ESL0020/_P3T.HTM
20
Ìdem. http://www.vatican.va/archieve/ESL0020/_P3X,HTM
21
Ibídem.
22
Código de Derecho Canónico. http://www.vatican.va/archieve/ESL0020/_P43.HTM
11
haciéndoles ver que no estarán exentos de ellas porque son dos personas
distintas, de criterios dispares, de formas de vida diferentes, todo lo cual tienen
que acoplar de mutuo acuerdo.
Por esta razón, el Papa Francisco hace suyas las palabras de la relación final
del Sínodo de Obispos, para precisar “que «los bautizados que se han
divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la
comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier
ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave de su
acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo
de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y
fecunda. Son bautizados, son hermanos y hermanas, el Espíritu Santo derrama
en ellos dones y carismas para el bien de todos. Su participación puede
expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir
cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el
ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas. Ellos
no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar
como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge
siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del
Evangelio. Esta integración es también necesaria para el cuidado y la
educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más
importantes».”23
Unión libre.
12
de vida que les proporcionan sus padres, en un rechazo absoluto a lo que
representa la generación que les antecede, tal y como lo pregonó el
movimiento hippie durante la década de 1960.
La acción que se debe realizar, con mucha discreción, es encauzarlos para que
se convenzan de las bondades que representa el sacramento del matrimonio,
con el propósito de que se preparen adecuadamente y puedan llegar a la
celebración de este sacramento.
Infidelidad conyugal.
Debemos tener presente que dos de los fines del matrimonio son la ayuda
mutua y el remedio a la concupiscencia de los cónyuges entre sí. Cuando se
inicia una situación de conflicto, muchas veces sin que se den cuenta cabal de
ello, los esposos comienzan a tener problemas de comunicación entre sí, de tal
suerte que empieza a faltarles el canal adecuado para que se puedan ayudar
mutuamente en todos los aspectos humanos y espirituales que requiere la
pareja para crecer integralmente, produce deficiencias en el aspecto
sentimental y también en la vida de satisfacción sexual. Entre estos últimos
resalta la negativa sistemática a sostener relaciones sexuales, siempre con
diversos pretextos pero sin una causa realmente justificada. De esta suerte, al
13
no encontrarlo en casa, buscan la ayuda fuera de ella, muchas veces en los
lugares o con las personas menos idóneas, pero obtienen con ellas lo que les
está haciendo falta, lo que puede generar encariñamientos o fuertes pasiones
extramaritales.
Es bueno recordar que “el amor conyugal exige de los esposos, por su misma
naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos
que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo
a ser algo definitivo, no algo pasajero. «Esta íntima unión, en cuanto donación
mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los
cónyuges y urgen su indisoluble unidad» (GS 48,1).”
Padres solteros.
Cada día es más común que los hombres seduzcan a las mujeres con falsas
promesas de matrimonio a efecto de que ellas renuncien a su virtud y accedan
a tener relaciones sexuales con ellos. Pero también, con el relajamiento de los
principios morales, vemos como muchas parejas de jóvenes no son capaces de
controlar sus impulsos sexuales que se desencadenan en el juego de las
caricias y de los besos y terminan en la cópula. Otros más, bajo la influencia de
la libertad mal entendida, por el simple goce del placer, tienen relaciones
genitales.
Cualquiera que haya sido el motivo que los llevó a tener relaciones sexuales, la
mayoría de las veces en que de manera involuntaria dichas relaciones
producen la concepción de un nuevo ser humano, al enterarse de ello el
hombre, rehúye sus responsabilidades como padre y abandona a la mujer,
quien tiene que vivir el embarazo y el nacimiento de su hijo en un ambiente de
rechazo y desamor. Sin embargo cada vez son más frecuentes los casos en
que, en situaciones como estas, el hombre es quien desea el matrimonio frente
al rechazo de la mujer, la cual se limita a veces a dar a luz al hijo y se lo deja al
padre, pues lo considera como un estorbo para poder seguir con su vida.
En ambos casos es uno de los padres el que se queda con el hijo, quien
adquiere toda la responsabilidad de criarlo, de educarlo y mantenerlo. Esta
situación tiene un doble perjuicio muchas veces, por un lado, el que resienten
los hijos ante la ausencia de uno de los padres; y por el otro, el hecho de que
24
Catecismo de la Iglesia Católica. nn. 1646 y1647, p. 425.
14
se dificulta grandemente al padre soltero poder contraer matrimonio con otra
persona.
El auxilio que se les debe prestar a los padres solteros, es de tipo psicológico
para solucionar el trauma que pudieran haber desarrollado, además de
ayudarles a criar adecuadamente a sus hijos, de manera integral, con una sana
educación en los valores espirituales y morales. En este sentido, la operación
de guarderías infantiles en las parroquias, permiten que los padres solteros
trabajen con tranquilidad al saber que sus niños están siendo atendidos
correctamente. Además se les debe integrar en las actividades de los grupos
eclesiales, ya sean específicos para padres solteros, o en generales para
matrimonios.
Trabajo
Dignifica
Creamos nuestros satisfactores
Aspecto Subjetivo (dignifica [crecimiento psicológico y Habilidades{Santifica}])
Aspecto Objetivo (salario; remuneración)
Liberalismo
Socialismo
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