Texto 5_ Gilbert y Nugent
Texto 5_ Gilbert y Nugent
Texto 5_ Gilbert y Nugent
México revolucionario”
Un rasgo central del pasado de México y de América latina fue la continua tensión entre
culturas populares emergentes y los procesos de formación del estado.
La dinámica del trato cotidiano del estado con la sociedad de base ha sido ignorada, los
latinoamericanistas rara vez han examinado en forma simultánea las culturas populares y
las formas del estado, las relaciones que hay entre ambos.
México es el único país en el continente americano en el que toda transformación social
importante ha estado íntimamente ligada con levantamientos rurales populares. Tres veces
en un siglo surgieron movimientos sociales y políticos que destruyeron el estado existente y
la mayor parte del aparato militar y después construyeron un nuevo estado y un nuevo
ejército.
No obstante los cambios fueron modestos. Cada uno de los levantamientos resultó en la
formación de Estados en los que los campesinos siguieron desempeñando un papel de
subordinado. Los ejércitos que al principio fueron sobre todo campesinos se convirtieron en
garantes de una red social cada vez más represiva. ¿A qué se debe que quienes combatían
por el poder convocarán repetidamente a los campesinos y a que se vea que estos últimos
hayan respondido con tal frecuencia?
Cuáles fueron los términos de compromiso entre los diferentes grupos sociales involucrados
y cómo se negociaron esos términos?
Examinar la debatía relación entre estado y la cultura popular.
Se examinarán algunos temas y corrientes de importancia central en la historiografía
reciente de la Revolución mexicana y el México moderno. También se analizará las
controversias teóricas relacionadas con los debatidos significados de cultura popular,
resistencia y conciencia, y por otra parte formación del estado. La intención de crear un
marco analítico para comprender las relaciones entre culturas populares y formación del
estado en el México revolucionario y por revolucionario.
Cultura popular
Son pocos los trabajos sobre la cultura popular en América latina que intentan comprenderla
como un asunto de poder o un problema de política. Se ha enfocado generalmente a los
grupos urbanos y se ha concentrado en la naturaleza recepción y consecuencias de la
cultura de masas bajo el capitalismo. En las zonas rurales de América latina la mayor parte
de los estudios sobre la cultura popular todavía están marcados dentro de los términos de la
vieja tradición de estudios sobre folklore.
Esta tradición ignora en gran parte la amplia dinámica sociopolítica en la que están
incrustadas las comunidades rurales. Perpetuando nociones de una cultura rural singular
auténtica presentada habitualmente como un repositorio de identidad y virtudes nacionales.
Siguiendo esta perspectiva se emplea el término cultura popular para referirse a la cultura
expresiva, la música artes artesanía relatos los rituales teatro, del campesinado.
Algunos trabajos recientes sobre la cultura popular en América latina tomaron un giro
diferente. Influidos por Gramsci, Néstor García Canclini; los estudiosos han llegado a
reconocer que la cultura popular no puede ser definida en términos de sus propiedades
intrínsecas, en vez de ello solo puede ser concebida en relación con las fuerzas políticas y
las culturas que la emplean. García Canclini afirma que sólo puede establecerse la
naturaleza popular de alguna cosa o fenómeno por la manera en que es empleada o
experimentada, no por el lugar donde se origina.
Si las antiguas naciones de folklore teñían la cultura popular de una solidez primordial, los
trabajos recientes fueron al extremo opuesto y la han despojado de cualquier contenido.
Basándose en la definición de cultura masificada como aquella cultura producida por los
medios de difusión masiva la educación y la tecnología informativa, los estudios hechos en
tal perspectiva contemplan la cultura popular sólo como una expresión de un proceso global
de dominación cultural y homogeneización. Esta visión conlleva algunas asunciones
románticas que infestan el enfoque folclorista, principalmente que los medios de difusión
masiva están destruyendo todo lo que es único y auténtico.
La contra argumentación empírica de García de Canclini en lo que toca México y a Perú,
supone que el capitalismo en América Latina no ha tenido éxito en erradicar los llamados
modos tradicionales o precapitalistas, fue más frecuente que estos hayan conservado un
estado de integración parcial.
Martín Barbero crítica aún más combatiendo las versiones unilaterales y deshistorizadas del
impacto de los medios de difusión. Según Barbero los medios de difusión masiva actúan
como vehículos o mediaciones de momentos específicos en la masificación de la sociedad,
no como su fuente. La cultura de masas no es algo completamente externo que subvierte lo
popular desde afuera, sino que en realidad es un desarrollo de ciertos potenciales que ya se
encontraban en el seno de lo popular. En otras palabras los medios de difusión masiva la
educación subsidiada por el estado e incluso los agentes e instrumentos de una burocracia
estatal represiva no solamente pueden servir como puntos de resistencia a proyectos del
estado sino también permitir el apuntalamiento y la reconstitución de tradiciones populares.
“Cultura popular”: Nosotros emplearemos el término para designar los símbolos y
significados incrustados en las prácticas cotidianas de los grupos subordinados. Esta
manera de entender la cultura popular no excluye el análisis de las formas de cultura
expresiva y tampoco niega la posibilidad de una cultura de masas constituida
predominantemente a través de los medios de difusión masiva controlados por las
industrias de la cultura. Pero incluye un sin número de prácticas significativas que han sido
soslayadas por las otras dos interpretaciones del término.
El propósito de designar la cultura popular como los símbolos y significados incrustados en
las prácticas cotidianas de los grupos subalternos no es inventar una rígida formulación
sobre los símbolos y significados. Más bien nuestra definición subraya su naturaleza
procesal e insiste en que ese conocimiento popular está siendo constantemente
reelaborado y leído en el seno de la imaginación subordinada. Constituida socialmente y a
la vez constituidora social, la cultura popular no es un dominio autónomo auténtico y
limitado y tampoco una versión en pequeño de la cultura dominante. En vez de ello, las
culturas populares y dominantes son producto de una relación mutua a través de una
dialéctica de lucha cultural.
Según Nugent y Alonso el tipo de reciprocidad indicada no implica igualdad de la
distribución de poder cultural sino intercambios.”lo esencial para la definición de cultura
popular son las relaciones que definen cultura popular en una atención continua con la
cultura dominante”.
Ésta manera interpretar la cultura popular postula un conjunto de vínculos entre la
producción de significado y unas relaciones de poder que son radicalmente distintas a la de
los folcloristas o de culturas de masas.
Nosotros en cambio abogaríamos por entender la cultura popular como un “sitio” donde los
sujetos populares, como entidades distintas de los miembros de los grupos gobernantes, se
forman. Dada la pluralidad de sitios o espacios descentralizados pueden surgir
históricamente diversas posibilidades de resistencia. Esta perspectiva informa nuestra
crítica a las lecturas unitarias de la cultura popular mexicana y también nuestro
reconocimiento de los múltiples ejes de diferencia en las sociedades mexicanas que el
populismo oficial se ha empeñado en oscurecer. Carlos Monsiváis advierte el término
“cultura popular” termina unificando caprichosamente diferencias étnicas,
regionales, de clase y se inscribe así en el lenguaje político.
(Cultura popular es pluralismo no unificación)
Las relaciones entre las culturas populares y dominantes están cambiando constantemente
y son parte de una lucha cotidiana entonces el estudio de la cultura popular sólo puede
realizarse en coordinación con un estudio de la cultura dominante, un examen del poder y
específicamente de las organizaciones de poder que proporcionan el contexto, como lo es
el estado.
Es pertinente repetir que el estado no es una cosa. Para engels el estado era una institución
activa y transformadora que fijaba el “contrato del reconocimiento” general social sobre las
nociones de propiedad y derecho de una clase para explotar a la otra; Paraguay ver el
estado era una comunidad humana que disfrutaba del legítimo monopolio sobre el uso de la
fuerza. Un rasgo común de estas características es que el estado refiere a una relación de
poder. El problema que persiste en cada una de estas formulaciones es que todavía están
casadas con la noción de estado como un objeto material que puede ser estudiado y
precisamente es este punto de vista lo que hay que criticar.
Abrams comenta que hay que abandonar la idea del estado como un objeto material de
estudio concreto o abstracto sin dejar de considerar la idea del estado con absoluta
seriedad. El estado es un triunfo del ocultamiento. oculta la historia real y las relaciones de
sujeción detrás de una máscara ahistórica de ilusoria de legitimidad. En suma: el estado no
es una realidad que se encuentra detrás de una máscara de la práctica política. él mismo es
la máscara.
Abraham se propone que para alejarnos de las nociones instrumentalistas debemos
destacar las dimensiones prácticas y procesal de “su” evolución dinámica o formación.
Revelando su deuda con Abrams, Carrigan y Sayer consideran la formación del estado
como una Revolución cultural en la manera de entender el mundo. Influido por Durkheim
para que en el estado es el órgano mismo del pensamiento social y sobre todo el órgano de
la disciplina moral. Influido también por Mao Tse Tung sobre la dimensión totalizante de la
formación del estado vinculada a sus estructuras de carácter nacional e identidad nacional.
Abrams también considera la dimensión individualizante de la formación del estado,
encarnados en categorías específicas como ciudadano, causante fiscal, jefe de hogar
ejidatario, que están estructurados por ejes de clase ocupación género edad honestidad y
lugar.
Desafortunadamente señalan que en el pasado las formas de estado han sido entendidas
dentro de los propios vocabularios universalizantes de la formación del estado. A los
subordinados se les recuerda repetidamente su identidad de subordinados mediante rituales
y medios de regulación moral y no solo a través de la opresión concreta y manifiesta. El
estado afirma. El marco discursivo común proporciona un lenguaje articulado lo mismo
mediante licencias de conducir, lemas o banderas. Roseberry sugiere que este marco
discursivo pero no solo en términos de palabras y signos sino también implica
necesariamente un proceso social material es decir relaciones sociales concretas y el
establecimiento de rutinas rituales e instituciones que operan en nosotros.
Estas observaciones sirven para destacar no solo la formidable naturaleza material del
poder del estado sino también su Constitución relacional vis a vis “sus” subordinados. La
tendencia a tomar en cuenta solamente el estado oscurece la comprensión de formas
alternativas de poder e identidad, de movimiento y acción, que crean las culturas populares
opositoras (se constituyen mutuamente, son dinámicos). Corrigan y Sayer mencionan que
las formas del estado han sido entendidas sin referencia a aquello contra lo que se han
formado. Por el contrario las culturas opositoras según diversas tradiciones selectivas
impuestas como si fuesen todo lo que se puede decir y saber acerca de la cultura.
La última oración llama la atención, ya que hay una tendencia a insistir en la autonomía y
singularidad de las formas de resistencia popular como si fueran fenómenos autogenerados
que brotasen en un terrarium sociocultural.
Pero si la cultura popular no es un dominio por completo autónomo, tampoco los
significados y símbolos producidos y diseminados por el estado son simplemente
reproducidos por los grupos subordinados y consumidos de una manera inmediata y
acrítica. La cultura popular es contradictoria puesto que incorpora y elabora símbolos y
significados dominantes. Nuestra conceptualización de la relación entre la formación del
estado y la cultura popular postula la articulación de la formación del estado y la cultura
popular cada una de ellas vinculada con la otra y así mismo expresada en la otra. Sin
embargo, si bien la cultura popular y cultura dominante están mutuamente imbricadas, “las
que desde la perspectiva del estado son las mismas representaciones unificadoras desde
abajo son entendidas de manera diferente”.
Hay ejemplos de cómo los subordinados al estado de Puebla Yucatán Chiapas y Tlaxcala
trataron incesantemente de elaborar los discursos liberal y revolucionario acerca de la
nacionalidad cuando estos demostraron ser una amenaza para las formas locales de
identidad. Colectivamente los ensayos señalaron la durabilidad y flexibilidad de las
tradiciones revolucionarias a través de las cuales tanto el estado como sus oponentes han
buscado legitimar sus luchas.
Los cambios que México sufrió durante las primeras décadas del siglo XX son analizados
como objetos teóricos uniendo los procesos simultáneos de la formación del estado y
surgimiento de formas de conciencia local. Los ensayos de este libro no acentúan ya la
revolución como una acontecimiento circunscripto; en cambio, promueve la visión
multifacética procesal de las relaciones entre Revolución y cultura popular y entre cultura
popular y estado.
Una forma de reformular el interrogante planteado por Kats al preguntarse cuáles eran los
términos de compromiso entre campesinos de México y los detentadores de poder y cómo
eran negociados esos términos, es sugerir que el problema tiene que ver con el complejo
asunto de la relación entre autonomía y subordinación. Esto permite comprender mejor
cómo las culturas populares y las formas de dominación se engranan recíprocamente
durante coyunturas particulares y a mediano y largo plazo.
Estos estudios sobre las sociedades locales mexicanas durante los tiempos de crisis,
revueltas populares y represión estatal nos brindan el comienzo de una historia política de
los campesinos en México y sus progresivas negociaciones tanto con facciones de la elite
como con el estado revolucionario.