1. BERTOMEU
1. BERTOMEU
1. BERTOMEU
ISSN: 0121-3628
revistafilosofia@udea.edu.co
Universidad de Antioquia
Colombia
Resumen. La fraternidad, entendida en el sentido revolucionario que tuvo en la tríada francesa, es hoy un valor
eclipsado, como pretendo mostrar.1 En este trabajo me interesa particularmente indagar las causas
del olvido del valor político de la fraternidad en una buena parte del pensamiento político feminista
contemporáneo, no exclusivamente anglosajón, olvido o rechazo incluso, que es un producto parcial
del eclipse general del concepto–y especialmente del olvido del carácter emancipatorio de la tríada
revolucionaria- pero que tiene también raíces propias, como pretendo mostrar.
Palabras claves: Fraternidad, mujeres, contractualismo.
Abstract. In the revolutionary sense that it had in the French Triad, Fraternity is today an eclipsed value, as I
attempt to show.2 In this paper I am particularly interested in researching the causes of the abandon-
ment of the political value of fraternity in much of contemporary feminist political thought, though not
exclusively in the Anglo-Saxon world. As I argue, this abandonment or rejection is partly a result of the
general eclipse of the concept, and especially of the abandonment of the emancipatory nature of the
Revolutionary Triad, but that it also has its own roots, as I try to prove.
Key words: Fraternity, Women, Contractualism.
investigadora responsable María Julia Bertomeu; por el Proyecto PIP 895/12, 2010-2012 del
Conicet; y por el Proyecto FFI2009-10941 (subprograma FISO) del Ministerio de Ciencia de
España: “Coyunturas y trasfondos interpretativos: ontología social, historia, sentido común y
1 La idea del “eclipse de la fraternidad” ha sido tomada del excelente libro de Antoni Domènech: El
eclipse de la fraternidad, Barcelona: Crítica, 2004, pp. 21 El libro es producto de una larguísima
y profunda investigación con una hipótesis inicial muy original: existe una conexión entre la
tradición de la democracia plebeya fraternal y el socialismo y, además, es posible “realizar una
revisión republicana de la tradición socialista”.
2 The idea of an “eclipse of fraternity” has been taken from the excellent book by Antoni Domènech:
The Eclipse of Fraternity. Barcelona: Ed. Crítica, 2004. p. 21. The work is a product of a long and
profound research of an initial and very original hypothesis: that there is a connection between
the Fraternal Plebeian Democracy and Socialism and, besides, that it is possible “to bring forth
a Republican Revision of the Socialist Tradition”.
1. El eclipse de la fraternidad
3 La idea del “eclipse de la fraternidad” ha sido tomada del excelente libro de Antoni Domènech:
El eclipse de la fraternidad, un texto que es producto de una larguísima y profunda investigación
con una hipótesis inicial muy original: existe una conexión entre la tradición de la democracia
plebeya fraternal y el socialismo y, además, es posible “realizar una revisión republicana de la
tradición socialista”.
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Fraternidad y mujeres...
posrevolucionario es muy distinto del orden del Antiguo Régimen. El olvido del
sobre el tercer valor revolucionario moderno. En este trabajo me interesa estudiar las
confusiones en que una parte del pensamiento feminista académico, y especialmente
Carol Pateman, ha caído en su reconsideración de la divisa de la fraternidad
republicana, al interpretarla anacrónicamente, no como el ideario de emancipación
de las clases domésticas que fue (mujeres incluidas), sino como un programa de
opresión de género.
El feminismo académico contemporáneo es un movimiento amplio y
heterogéneo, con grandes aciertos, obvio es decirlo, y algunos desaciertos, a
veces grandes también. Una parte muy importante de sus aciertos tiene que ver
XX la institución familiar.
de autores alemanes reaccionarios (Friederich von Gentz, Joachim Zollikofer, August Rehberg y
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María Julia Bertomeu
el último siglo, por cuestiones relacionadas con el Estado y las relaciones del Estado
con la sociedad civil (ciudadanía, partidos políticos, justicia distributiva, etc.). Lo
que resulta un tanto sorprendente, habida cuenta de la importancia de la familia
Aristóteles está dedicado al oikos; y una de las consecuencias más perversas, según
Aristóteles, de la democracia plebeya ática sería su subversión de la institución
familiar, dando el mando a las mujeres (gyneycokratía): un tema recuperado por
el contrarrevolucionario Bonald a comienzos del siglo XIX para ajustar cuentas
con la democracia plebeya robespierreana: “Así como la democracia permite al
pueblo, la parte débil de la sociedad, insurgirse contra el poder establecido, así
también el divorcio, verdadera democracia doméstica, permite a la mujer, la parte
débil, rebelarse contra la autoridad marital” (Dessan, 2004: 11).5
También para Platón había una conexión directa entre democracia radical
en el orden político-civil y licenciosidad de mujeres y esclavos en el oikos. Para
loi civil
y loi de famille. Locke hace preceder su Segundo tratado sobre el gobierno civil
de un Primer tratado en el que discute a fondo las relaciones entre la estructura
familiar y la vida civil y política. No puede entenderse la noción de ciudadanía y
su alcance político en Kant sin entender su concepción de la estructura institucional
5 El libro de Dessan es un estudio lúcido y esclarecedor sobre el valor emancipatorio del divorcio
en la Francia revolucionaria. Su tesis sobre la reforma de la familia (un contrato civil) como
vehículo para una reforma de la sociedad civil, ofrece argumentos interesantes para matizar
la crítica feminista a la tradición contractual, especialmente para valorar la posición de Carol
Pateman en su libro El contrato sexual. El texto de Dessan, a diferencia del de Pateman, introduce
matices entre mujeres urbanas y rurales, de diferentes clases sociales y posiciones familiares,
aquellas que pertenecían a clases medias, medias bajas, que poseían algo en propiedad que les
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esos autores son cuestionados por una buena parte del feminismo académico actual,
que al mismo tiempo que denuncia —fundadamente— la misoginia de algunos,
tiende a pasar por alto —y a discutir pertinentemente— las “razones republicanas”
que les llevaron a excluir de la sociedad política a quienes, como las mujeres casadas,
los siervos/siervas y los esclavos/esclavas, pertenecen al ámbito subcivil del oikos,
la domus o la familia, entendida como unidad amplia de producción/reproducción.
Y aquí se mete en el mismo saco a Aristóteles, Locke y Kant, por supuesto; pero
incluso a Engels, Marx o J.S. Mill, quienes, a pesar de sus buenas intenciones,
habrían sido también víctimas de un viejo prejuicio patriarcalista, como sostiene
la muy competente feminista Carol Pateman.
No es imposible que al feminismo académico acabe ocurriéndole algo parecido
a lo que le ha pasado en los últimos lustros a una buena parte del socialismo, a saber:
que el paulatino redescubrimiento de la tradición republicana —hecha invisible
por el triunfo del liberalismo en el primer tercio del siglo XIX— le haga tomar
consciencia de muchas de sus raíces histórico-axiológicas y acabe revigorizándolo
intelectualmente y abriéndole perspectivas políticas a la altura de los tiempos.
Signos claros de eso los hay. Es posible que la incipiente alianza entre el feminismo
actual y la recuperación también actual de la tradición política republicana7 pueda
Susan Moller Okin. Me he ocupado del tema en un trabajo sobre la discusión de lo público y
lo privado en el feminismo actual, especialmente sobre los aportes de Okin a la discusión de la
familia en la teoría de Rawls, desde la perspectiva del “rawlsismo metodológico”, en un texto
sobre el republicanismo y feminismo actual.
7 La recuperación actual de la tradición política republicana —el neorepublicanismo— ofrece
herramientas para sellar esa alianza incipiente; especialmente aporta un concepto de libertad
más potente que el de mera ausencia de interferencia, la libertad entendida como ausencia
de dominación. Los máximos representantes de este neorepublicanismo siguen siendo hasta
ahora Quentin Skinner y Philipe Pettit, aunque vale la pena tomar nota también del trabajo de
reconstrucción de tal alianza por parte de algunas pensadoras feministas como Anne Philips, Judith
Vega, y Joan Landes. Por otro lado, desde una perspectiva republicana histórica políticamente
emparentada con el socialismo, se está recuperando lentamente un concepto de libertad como
no dominación o no interferencia (arbitraria) arraigado en la propiedad personal, que se perdió a
y que algunas pensadoras feministas intentan recuperar, a pesar de los malentendidos que pesan
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sobre tal tradición. Varias historiadoras feministas, entre ellas Silvia Federici y Leopoldina
Fortunati, insisten en el marcado paralelismo entre los procesos de expropiación, pauperización
y colonización generalizados, y el permanente ataque contra las mujeres. Federici, sin caer en
un reduccionismo de género, clase o raza, logra completar el análisis marxista de la acumulación
primitiva con una perspectiva que incluya el tipo particular de desposesión y explotación que
sufrieron las mujeres a lo largo de la historia del capitalismo, sin descuidar tampoco lo que en
ese proceso expropiatorio compartían las mujeres con sus aliados varones siervos domésticos y
esclavos, y posteriormente proletarios.
8 Justo es decir que la competente feminista Carol Pateman ha denunciado desde hace años el
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dependencia civil o política que soportan quienes carecen de todo tipo de propiedad
personal. De esa manera se perdía —o mejor, se la apropiaron haciendo luego un
uso discrecional del concepto los ultraliberales como Robert Nozick— la potente
ser un sujeto por derecho propio (sui iuris), o lo que viene a ser lo mismo, gozar
de la “capacidad de poder vivir sin tener que pedir permiso a otros”.9
Hay al menos dos razones por las cuales una parte el pensamiento feminista
contemporáneo olvida, e incluso rechaza de manera abierta, como es el caso de
Carol Pateman, el valor político emancipatorio de la fraternidad para las mujeres:
§ 1. La aplastante influencia —también en el mundo hispano— del
pensamiento político feminista norteamericano, preferentemente a-histórico y
a-institucional, pero que incluso cuando intenta no serlo de manera consciente
y explícita, como en el caso de Carol Pateman, incurre en el descuido de olvidar
que la consigna de la fraternidad, nacida en el contexto europeo de la Revolución
inundación de la sociedad civil (política) por parte de los que estaban fuera de ella
y, por eso mismo, carecían de derechos políticos independientes del poder político
del pater familias. Las mujeres, por cierto, pero también los esclavos y los siervos
domésticos, hombres y mujeres.
La posición de Pateman, en quien concentraré mi exposición, es
particularmente interesante porque es similar al viejo argumento republicano según
el cual la libertad política y el ejercicio de la ciudadanía son incompatibles con las
relaciones de dominación. En esas relaciones, los propietarios ricos tienen dominium
(es decir, “propiedad y disponibilidad en exclusiva de lo poseído”), y lo ejercen sobre
aquellos que, por no ser completamente libres —por no tener capacidad jurídica para
ajeno” (alieni iuris).10 En esta tradición, los “familiares” alienados —mujer, hijos,
9 Jordi Mundo realiza una reconstrucción y una crítica a la apropiación del concepto de
del año 2005 en el que discute la interpretación nozickeana sobre la licitud de los contratos de
esclavitud a partir de la tesis de la autopropiedad.
10 Efectivamente, de las críticas feministas al contractualismo (patriarcalista) de los siglos XVII y
XVIII europeos, Pateman es quien más se acerca al planteo republicano clásico, porque sabe que la
subordinación y dominación de las mujeres estaba condicionada por la ausencia de propiedad, que
a la esfera privada. Estos temas son su constante preocupación desde su temprana obra sobre la
crítica feminista a la distinción entre lo público y privado del año 1983, hasta su ya clásico libro
El contrato sexual y el texto sobre el contrato fraternal del año 1989.
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11 Por ejemplo, en el § 15 del Segundo tratado, al referirse al poder paternal (entre padres e
hijos), despótico (el poder sobre quienes son incapaces de propiedad) y político (el poder que
ejercen los propietarios), Locke no menciona un poder natural de los hombres sobre sus esposas,
aunque sí habla del poder conyugal de los hombres sobre los bienes y la tierra. Sin embargo
ambos —padre y madre— tienen autoridad sobre siervos, esclavos y niños. Sobre este tema me
ha resultado iluminador un trabajo de Arneil del año 2000, porque inteligentemente rastrea en el
texto de Locke los diferentes tipos de mujeres a las que hace referencia —las esposas, sirvientas
y esclavas— y los particulares modos de subordinación a los que estaban sujetas. Y si bien todas
ellas compartían el espacio doméstico, la esposa del propietario tenía un poder del que no gozaban
las siervas y siervos domésticos.
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soportan un tipo distinto de poder, que en su conjunto es distinto del poder político
(Locke, 1979: 158).
Es innegable que la familia extensa, tradicional, todavía era una unidad
de producción/reproducción en el siglo XVII y en buena parte del XVIII inglés,
pater familias.
12 Hay una bibliografía abundante sobre la fraternidad entendida como un valor político masculino,
entre ellas los textos de Anne Philips y M. Clawson, además de Pateman, obvio es decirlo.
Phillips y Clawson reproducen la historia de la idea de fraternidad como hermandad masculina
—los monjes y los francmasones del XVIII y XIX—. Phillips rechaza, sin embargo, el ideal de
la “sorodidad” o hermandad femenina como contracara de la fraternidad masculina. María José
Agra Romero da cuenta de la discusión en un texto sobre la fraternidad del año 1994, que es
Beauvoir cierra el texto El segundo sexo exhortando a hombres y mujeres a dejar las diferencias
obrero redescubre, entendiéndola como la unión entre hombres y mujeres hermanados por la
opresión frente al patrón, que construyen su propia identidad de explotados contra la explotación.
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María Julia Bertomeu
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libres.
del “liberalismo” europeo, Pateman pierde de vista los puntos en contacto que su
propia posición tiene con la tradición republicana histórica —desde Aristóteles
hasta Marx, incluido Locke— que le concedió un inmenso valor instrumental a
la propiedad personal, porque quien es propietario de sí mismo y de los bienes
necesarios para subsistir no depende de otros para vivir.
La “solución” liberal —a la que por cierto no pertenecía Locke por razones
históricas conocidas, porque el liberalismo nació en España en el XIX— consistió,
a lo largo del siglo XIX, en desleír el concepto de libertad y ciudadanía primero, y
luego universalizarla. Y con ello canceló la posibilidad de juzgar como contrario a la
libertad un orden social con relaciones de dependencia, alineación y subordinación,
esto es, de juzgar políticamente las relaciones de dependencia que se establecen en
la esfera privada de la sociedad civil, puesto que la libertad entendida como simple
ausencia de interferencia es perfectamente compatible con la idea de que no hay
opresión cuando algunos tienen el poder de dominación sobre otros, siempre que
no ejerzan ese poder de manera directa, ni sea probable que lo hagan.
Y al perder de vista por momentos esta tradición republicana —especialmente
la democrática fraternal revolucionaria— Pateman quedó presa también de un
prejuicio que le impide ver que los dependientes, alienados o subordinados, hombres
y mujeres, vieron en la fraternidad un concepto político emancipatorio, aunque eso
no implica olvidar la legítima sospecha secular que las mujeres mantienen hacia
un modo de ser de las instituciones.
Pateman no comete el error de trazar una línea continua desde Locke hasta
el capitalismo actual. Reconoce, en efecto, que:
Cuando Locke atacaba el patriarcalismo, los esposos eran los jefes de la familia,
pero las mujeres desempeñaban un papel activo e independiente en numerosas áreas
de la producción. Sin embargo, a medida que se desarrolló el capitalismo —y su
A juzgar por la cita de la misma Pateman, el problema central para ella no parece
ser la división entre lo “público” y lo “privado”, sino la incorporación o no de las
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mercado laboral salvajemente “privatizado” y que, por esa misma razón, no está
apartado de la vida económica, como pretende Pateman.
De este modo, el feminismo socialista ha sido capaz de descubrir un
nuevo y profundo modo de explotación, paralelo y complementario al proceso
de acumulación primitiva de Marx, y las historiadoras competentes como Silvia
Federici, Ellen Meiksins y Barbara Ehrenreich narran de manera magistral el
prolongado proceso de desposesión de las mujeres, desde la caza de brujas y la
apropiación de la sabiduría femenina sobre el cuerpo enfermo por la profesión
médica masculina naciente, hasta el número de mujeres (un tercio de la población
rural europea) que en los siglos XVI y XVII trabajaban (sin salario) como siervas
para el mercado, y el origen de prejuicios raciales y sexuales producto de la
colonización y del espanto de los colonizadores ante el peligro de una posible unión
fraternal entre trabajadores asalariados europeos y el trabajo esclavo en las colonias
de hombres y mujeres que soñaban con recuperar la posibilidad de tierras comunes
en las colonias, en contra de los procesos expropiadores de la colonización.
Esta historia está escrita —en Europa y en América—; el reto es recuperarla
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