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FORMACIÓN
SUPERIOR
Democracia, ciudadanía y rol de la educación | Seminario 1
UNIDAD TEMÁTICA 2
La ciudadanía
Introducción
Educar en la ciudadanía es uno de los propósitos más mentados en los currículos y programas
oficiales de las últimas décadas, como demanda asociada a la construcción de una cultura
democrática y la consolidación de instituciones republicanas. La escuela es el espacio público
que tiene la tarea específica de construir lo público. En ella convergen los intereses del Estado
con los de múltiples actores sociales y comunidades culturales, con la expectativa de que allí
se recreen las posibilidades de la vida en común. Sin embargo, tal demanda no tiene ni ha
tenido connotaciones unívocas.
Enarbolan la formación ciudadana tanto los enfoques civilistas, que pretenden que los estu-
diantes se adapten al mundo tal como lo encontraron, sin objetar sus reglas ni proponer alter-
nativas, como los enfoques hedonistas, que pretenden que toda la sociedad se acomode a las
ganas y los caprichos de las nuevas generaciones.
Desde el punto de vista de los Estados, la educación política alude generalmente a las prácti-
cas pedagógicas que intentan cimentar la cohesión de pensamiento y de acción de una socie-
dad determinada; es decir, generar las representaciones y los hábitos sociales que garantizan
gobernabilidad. En América Latina, el surgimiento y la expansión de los sistemas educativos,
en el siglo XIX, estuvieron estrechamente relacionados con esta expectativa. Desde el punto de
vista de la sociedad civil, en cambio, la educación política se reclama, con frecuencia, como
herramienta de resistencia al Estado y alude a los aprendizajes en el ejercicio del propio poder,
a partir de entender que muchos discursos operan en cada sujeto y corroen sus elecciones
(entre ellos, el Estado, las tradiciones y el mercado). Esta demanda se ha expresado general-
mente en las objeciones y alternativas al sistema educativo dominante, aunque también ha
sido asumida por parte del Estado desde los tiempos de la transición democrática. Esta pre-
sentación, esquemática, permite advertir algunas tensiones en
juego. Los enfoques críticos, que no procuran inducir el ingreso
de las nuevas generaciones a una trama institucional predefini-
da ni dejarlos a la deriva, proponen someter a juicio las bases de
sustentación del orden político vigente. En tal sentido, la educa-
ción ciudadana se plantea una reproducción consciente y cons-
tante de las reglas de juego democrático, hecha al amparo del
Estado pero no sometida a él.
Debido a estas cuestiones, en esta unidad se plantea abordar
esta problemática a modo de echar luz sobre el concepto de
ciudadanía, la evolución del mismo a través del tiempo, el rol que
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tiene la escuela en el desarrollo de las habilidades del ciudadano, así como también las nuevas
perspectivas y corrientes de pensamiento que pretende formar alumnos críticos, frente a los
sectores que sustentan el poder político y económico.
1. La concepción de ciudadanía
La ciudadanía puede definirse como la condición del individuo en cuanto miembro de una
comunidad política, a la que está jurídicamente vinculado por el mero hecho de la pertenencia.
Es la expresión de pertenencia que una persona tiene hacia una sociedad determinada en la
que participa. En la tradición occidental el término ciudadano implica un conjunto de atributos
legales y a la vez la condición de ser un miembro de la comunidad política. A su vez, se podría
decir que la ciudadanía implica un carácter crítico respecto a la convivencia social.
La ciudadanía cabe entenderla en dos sentidos: el primero como condición legal, como con-
junto de derechos y obligaciones, el segundo como miembro de una comunidad política. Por
un lado, explicar la ciudadanía sólo desde una descripción de los derechos y los deberes de la
organización democrática, implica atraparla en un formalismo que convalida las democracias
electorales o formales, negando el carácter histórico político del derecho. Por otro lado, redu-
cirla a un sentimiento patriótico significa vaciarla de reflexión ética.
La comprensión del concepto de ciudadanía implica reconocer su relevancia como instancia
crítica de los modos de socialización existentes. Por lo tanto, repensar el concepto de ciudada-
nía y su enseñanza, requiere poseer saberes que permitan contar con principios racionales y
fundados para la construcción de una participación democrática real. Por lo tanto, es necesa-
rio construir una nueva conceptualización de ciudadanía, que sea consecuente con un carácter
crítico, de modo que genere aprendizajes que no se reduzcan al mero conocimiento de dere-
chos o a un empalagado patriotismo.
La tradición liberal toma el concepto de ciudadanía del modelo hobbesiano. Los hombres por
naturaleza compiten entre sí por la autoconservación, la lucha de todos contra todos reclama
un orden impuesto por una entidad superior. La intervención de un poder superior obliga a res-
petar un acuerdo mínimo. El contrato social hobbesiano implica un Estado que garantice el
orden, por lo tanto la ciudadanía se comprende como el establecimiento de un sentimiento de
obediencia para con el Estado que garantiza los derechos individuales.
Frente a este modelo que atiende a un todo homogéneo como garantía del orden sin reconoci-
miento del conflicto, se busca una alternativa. Que se aborda en el siguiente punto.
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Se le sugiere remitirse a la sección citas textuales donde encontrará un fragmento del artículo La
educación y los nuevos desafíos de la formación del ciudadano, de Juan Carlos Tedesco.
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3. Nuevas perspectivas
Como consecuencia de los crecientes procesos de exclusión que tuvieron lugar en las décadas
de los años ochenta y noventa en nuestro país, se ha hecho necesaria la implementación de un
conjunto de programas sociales, con la intención de contener a los sectores más vulnerables
y evitar el estallido social, los mismos se han orientado a atender además de las carencias ma-
teriales de los grupos con las necesidades básicas insatisfechas, las cuestiones psicológicas
y sociales de la población inmersa en la exclusión.
Es desde este posicionamiento que se intenta promover la solidaridad entre pares y posibilitar
la elevación de la autoestima como modo de acrecentar el capital social y los procesos de em-
poderamiento de los agentes. Por tal, el universo discursivo que se configura a partir de aquí,
apela a los procesos de construcción de ciudadanía mediante la transferencia de herramientas
que faciliten la instalación de prácticas sociales, productivas y culturales que permitan afian-
zar a nivel personal y comunitario a estos grupos. Estos procesos construyen lo que se deno-
mina un tipo de “ciudadanía asistida”.
“El empoderamiento articula dos dimensiones, la del poder, que constituye la raíz de la pala-
bra, y la del procesos de aprendizaje para acceder a éste. Puede designar tanto un estado
(estar empoderado (…) como un proceso; este estado y este proceso son a la vez individuales,
colectivos y sociales o políticos […]. Esto implica un recorrido de autorrealización y de emanci-
pación de los individuos, de reconocimiento de los grupos o de las comunidades y de transfor-
mación social. (p. 14)
Esta visión de ciudadanía se opone a concepciones como las de Marx, Gramsci, Habermas, las
cuales entienden que una construcción democrática autónoma y libre debería verificarse en al
menos tres dimensiones:
• Pertenencia a una comunidad política, que contenga una idea fuerte de un "nosotros"
vinculante de los intereses particulares y dadora de sentido a los proyectos individuales
de vida buena.
• Expansión y garantía de igualdad de posibilidades para acceder a bienes sociales, eco-
nómicamente relevantes para una vida digna y emancipada,
• Posibilidad de contribuir a la vida pública de la comunidad a través de la participación.
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nes públicas acerca del contenido de estos derechos, en relación con aquellos asuntos que,
directa o indirectamente, los afectan. En consecuencia, los procesos de construcción de la
ciudadanía se entrelazan con las posibilidades de participación genuina de los involucrados a
partir del desarrollo de la propia práctica. Vale decir que, no se trata de un status formal a priori,
sino de un proyecto de acción emancipadora y transformadora del sujeto y de la realidad que
lo constituye.
Paulo Freire se aproxima a esta línea de pensamiento y durante la década de 1960 y en el
marco del pensamiento de la sociología latinoamericana y la teoría de la dependencia, expresa
su preocupación por la educación y su vinculación con los procesos de construcción de la
ciudadanía, en textos tales como La Pedagogía de la liberación o La educación como práctica
de la libertad. Este autor, sostiene que estos procesos constituyen una búsqueda permanente
e inacabable de la plenitud humana, proceso de humanización en el que el hombre se realiza
como tal, y de modo específico, a través de procesos crecientes de concientización. Realizarse
y completarse, sería insertarse en la realidad de manera crítica. De esta forma, ser ciudadano
es ser sujeto de la historia, de su propia historia.
Freire planteó una alternativa al modelo de formación de la ciudadanía de la escuela tradicional
que fue asumida por las experiencias no formales de educación para adultos de la década de
los años sesenta y setenta, luego interrumpidas por los gobiernos militares que tuvieron lugar
en Latinoamérica en ese período. Luego esta experiencia, no es posible encontrar intentos
sistemáticos de llevar a la práctica la teoría Freire.
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Se le sugiere remitirse a la sección citas textuales donde encontrara la Décima carta escrita por
Paulo, Freire.
4. La participación crítica
Desde la perspectiva aquí analizada, la participación crítica, es la que más se adecua, por el
potencial disparador y los efectos potenciadores que provee a los sujetos que quiere formar,
que se caracterizan por: sus crecientes niveles de conciencia, su capacidad autogestiva y
organizativa, la posibilidad de asumir compromisos y responsabilidades, tanto en relación con
cuestiones personales como sociales, y por un aprendizaje que brinde a los sujetos la posibili-
dad de una mayor incidencia deliberada en el rumbo de sus vidas personales y/o comunitarias.
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• Tener parte: referida a la conciencia de los propios deberes y derechos, de las pérdidas y
ganancias que están en juego, de lo que se obtiene o no.
• Tomar parte: referida al logro de la realización de acciones concretas.
Para su análisis, se presentan las reflexiones finales de la investigación llevada a cabo por Veróni-
ca Cambón, Martín Rebour Y Gabriela Bentacor:
“El énfasis en la dimensión pedagógica del mandato aparece desde el deseo jerarquizado en
todas las escuelas; docentes y directores reconocen que el fin primordial de la escuela es el poder
enseñar todo a todos, garantizando el derecho a la educación. A su vez lo que impera es la viven-
cia de no estar logrando cumplir con ello. Los docentes perciben y vivencian que al mandato de la
escuela se le agrega la dimensión asistencialista la cual aparece avasallando a las restantes
dimensiones. La escuela ha asumido en demasía un rol de proveedora, ligado a la satisfacción de
necesidades básicas, posicionándose desde ese lugar. Frente a ello los docentes se suelen mos-
trar críticos pero muchas veces no logran correrse de ese lugar, ocupándolo.” (p. 247)
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5. Estado y ciudadanía
Como ya se ha expuesto, puede considerarse ciudadanía a aquel estatus asignado a todos
aquellos que son miembros plenos de la comunidad, de modo que todos los que poseen dicho
estatus son iguales con respecto a derechos y deberes. Sin embargo, no existe una única defi-
nición de ciudadanía, puede aludirse a ella desde diferentes perspectivas.
Se podría decir, que ciudadanía, es un conjunto de prácticas que defienden a un sujeto como
miembro de una sociedad, en su relación con otros sujetos y con el Estado. Puede pensarse a
los ciudadanos como pertenecientes a una comunidad que tiene una organización Estatal, con
una base territorial (la que se conoce como Estado-Nación), que asegura estos derechos y
obligaciones. En esta definición, se alude justamente a una condición ciudadana que es otor-
gada desde el Estado, pero cuya constitución es producto de luchas sociales a lo largo de la
historia. La ciudadanía, es pues, el conjunto de individuos que están unidos por su pertenencia
a una comunidad política determinada, que establece una serie de derechos y obligaciones
que los “ciudadanos” deben respetar. Derechos como por ejemplo el de votar y obligaciones
como la de pagar impuestos; lo que puede resumirse en el cumplimiento de la ley. Desde aquí,
que el concepto tiene una clara y fuerte relación con el Estado, el cual necesita ciudadanos
para consolidarse. Por tanto, es necesario remitirse al concepto de Estado, que se puede defi-
nir como la forma de organización que adoptan las comunidades humanas, institución cuyo
funcionamiento se regula mediante normas que determinan los derechos y las obligaciones de
los habitantes. Las personas que nacen dentro de un determinado Estado pasan a formar parte
de él y deben cumplir con una serie de derechos y obligaciones.
En consecuencia los habitantes de un Estado deben constituirse como ciudadanos mediante
su respeto a los deberes y obligaciones explicitadas en la Constitución para poder consolidar
una Nación jurídicamente organizada (Estado).
Es conveniente dejar en claro que la distribución de derechos y responsabilidades en nuestra
sociedad está estructurada sobre el criterio de la edad, en consecuencia puede asumirse que
la ciudadanía de niños y jóvenes no es plena, pero esto no significa que no son ciudadanos o
que no estén en condiciones de ser formados en valores, conocimientos, destrezas y aptitudes
para que en el futuro puedan ejercerla en forma plena. Generalmente se establece una relación
donde otro se responsabiliza por él, y por lo tanto también ejerce por él, el derecho, lo represen-
ta en ese derecho o cuida de sus intereses hasta que sea considerado apto para el ejercicio
directo de los mismos. Esto es lo que se conoce como ciudadanía restringida que en otros
tiempos abarcó a esclavos y mujeres. En nuestra constitución, todos somos iguales ante la ley
y todos somos argentinos, sentido que implica pertenencia, inclusión y criterios de justicia.
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Si se retoma a los inicios de la utilización del concepto, se llega a la civilización griega, época
en la que la organización política se centralizaba en una ciudad y conformaba un Estado, como
el tan conocido ejemplo de Atenas, primera ciudad en poner en práctica el ejercicio de la demo-
cracia. En estas ciudades griegas los hombres solamente eran considerados ciudadanos por-
que podían defender la ciudad de cualquier ataque externo. Con la invasión del Imperio Roma-
no sobre Grecia está concepción de ciudadanía se extendió al mismo.
Si se realiza una comparación con los tiempos actuales, la verdadera condición del ciudadano
se establece cuando se adquiere la mayoría de edad, circunstancia en la que se considera
que una persona puede afrontar con criterio y capacidad las obligaciones y derechos que
devienen de la convivencia en comunidad.
Las personas deben atravesar por un proceso de integración ciudadana en el que debería
adquirirse una serie de conocimientos básicos sobre el comportamiento de la sociedad en la
que vive y su organización política. Es un proceso educativo en el que la escuela cumple un rol
importante, los niños adquieren contenidos y pautas de comportamiento esenciales para la
participación ciudadana, dando cuenta de los derechos y obligaciones que deben respetar un
ciudadano al cumplir la mayoría de edad.
6. Educación y ciudadanía
Educar para la ciudadanía, especialmente en sociedades diversas y plurales, supone transitar
por una dimensión individual y conjunta en un mismo tiempo y espacio. Es decir que el que
está siendo educado, logre construir un modelo de vida que lo lleve a la felicidad y que al
mismo tiempo contribuya a la conformación de una comunidad justa y democrática, lo cual no
siempre acontece de esta manera.
Sarmiento decía que la consolidación de la identidad política de las nuevas repúblicas requiere
de una educación común para todas las personas. Hace más de un siglo y desde que se plan-
tea la educación universal y obligatoria en América Latina, y en especial en nuestro país, uno
de los objetivos fundamentales ha sido el de contribuir a la formación ciudadana, aspecto que
se abordará en la siguiente unidad temática.
La constitución de un ciudadano íntegro y completo, requiere de la educación, que es un pilar
fundamental, en función de esto es necesario la formulación de políticas educativas orienta-
das a la formación ciudadana activa, cuyo propósito es formar ciudadanos que defiendan y
luchen por los derechos de primera y segunda generación, pero además reconozcan la diversi-
dad como factor de progreso y que estén dispuestos a luchar para que esto no genere des-
igualdades e injusticias.
GENERACIONES DE DERECHOS
• Primera generación incluye los derechos civiles y políticos, fueron reconocidos a finales del
siglo XVIII, en la Independencia de Estados Unidos y en la Revolución Francesa
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CIUDADANÍA
PRÁCTICA SOCIAL
DEBERES DERECHOS
implica el
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Implica
Desarrollo de las
Visión intercultural potencialidades de los
de la sociedad. ciudadanos.
Construcción y
Promoción de la reconstrucción de lazos
integración social sociales.
Organización e tiempos
y espacios para la Construcción de espacios
participación personal y sociales de convivencia
colectiva
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Integra
Expresión a partir de
Participación y diferentes lenguajes.
autonomía.
Posibilitación de
Indagación e integración la cooperación.
de saberes.
Construcción de
pensamiento crítico.
• Acto de subjetivación política: en el ámbito familiar, desde la mirada de los otros significati-
vos, es que se comienza a construir la subjetividad, la misma continúa en el ámbito escolar a
través de los procesos de identificación.
La subjetividad es producto de las relaciones con los otros en un contexto socio cultural
determinado. En la escuela, es necesario crear un espacio para lograr dar sentido a las expe-
riencias, que son uno de los insumos que incide en la construcción de la subjetividad, definida
como la estructura singular de naturaleza social a través de la que cada uno expresa y realiza
sus experiencias personales y construye el mundo con los otros.
El “marco legal vigente” al que hace referencia dicho documento curricular, se basa principal-
mente en el Diseño Curricular de la Provincia de Buenos Aires, el cual enuncia la responsabili-
dad de la escuela en cuanto a la construcción de una ciudadanía responsable.
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Por otro lado, la Ley Nº 13688 de Educación Provincial en el Artículo 3, del Título I, cap. I articula
educación, niñez y ejercicio de la ciudadanía cuando dice:
“La educación es una prioridad provincial y constituye una política de Estado para construir una socie-
dad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía demo-
crática y republicana, respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales […]”.
Asimismo, en el CAPÍTULO IV, Artículo 27°, inciso a, refiriéndose a los objetivos de la Educación
Primaria, sostiene:
“Garantizar el aprendizaje de los/as niños/as desde los seis (6) años, posibilitando la educación inte-
gral en el desarrollo de todas las dimensiones de su persona y potenciando el derecho a la educación
mediante acciones que permitan alcanzar objetivos de igual calidad en todos los Ámbitos y las situa-
ciones sociales”.
9. La concepción de ciudadanía
La concepción de niñas y niños como sujetos de derecho, es relativamente reciente. En nues-
tro país, aparece hacia fines del siglo XIX y principios del XX, momento de la organización del
Estado-Nación, la sociedad sufrió cambios importantes a partir de los procesos de moderniza-
ción y urbanización. La familia tradicional se modifica, sobre todo en los sectores populares, y
surgen nuevas formas de agrupamiento familiar como consecuencia del impacto inmigrato-
rio. Los niños en la calle serán, por primera vez, objeto de preocupación. Surgen discursos y
dispositivos para encauzarlos y protegerlos de peligros y desvíos, con intervención del Estado.
La Ley del Patronato de Menores o Ley Agote de 1919, al referirse al “menor”, refuerza la dife-
rencia entre niñez y minoridad, ya presente en los discursos de época. Niños/as eran aque-
llos/as que vivían en familia, se hallaban protegidos/as y recibían educación. En cambio,
los/as niños/as carecientes de protección y cuidados por parte de los adultos fueron conside-
rados legalmente “menores” y peligrosos para la sociedad. Sin ver los riesgos a los que esta-
ban expuestos, se los recluía como forma de control social.
En la actualidad, los nuevos paradigmas sociales, culturales y políticos plantean una revisión
de las diferentes concepciones de niñez pergeñadas a lo largo de la historia.
En esta línea y desde el Marco General de Política Curricular, con el sustento de la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño y de la Ley Nº 13298, de Promoción y Protección de
los Derechos de los Niños, se concibe a éstos como sujetos de derecho, es decir:
“[…]como actores sociales clave, protagonistas activos de la comunidad y, por lo tanto, no sólo portado-
res de derechos futuros, sino sujetos que deben ejercer sus derechos en el presente. Desde esta pers-
pectiva los/as niños/as y jóvenes son ciudadanos/as plenos/as. No deben esperar a la mayoría de
edad para gozar de su ciudadanía, sino que se constituyen en ciudadanos/as desde su nacimiento”.
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SINTESIS
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AUTOEVALUACIÓN
• Elabore un cuadro comparativo donde se muestre la concepción de ciudadanía según las po-
siciones tradicionales y Paulo Friere.
• Escriba un artículo de divulgación para publicar en el diario de la escuela sobre la relación
entre ciudadanía, Educación y Estado.
• Construya una red conceptual en donde se relacionen los conceptos centrales abordados en
la unidad temática.
CITAS TEXTUALES
Tedesco, Juan Carlos. (1996). La educación y los nuevos desafíos de la formación del ciudada-
no, Revista Nueva Sociedad Nro. 146. Noviembre-Diciembre 1996. (p.74-89.)
Introducción
“El análisis de los «temas transversales» está actualmente en el centro de las discusiones edu-
cativas. La preocupación no proviene sólo de las dificultades que provoca la implementación
de nuevos diseños curriculares o de los desafíos didácticos vinculados a la comprensión de
fenómenos complejos o multidimensionales. La preocupación proviene, además, de la necesi-
dad de re- definir los contenidos socializadores –valores, normas y actitudes– que la escuela
debe transmitir. Distinguir ambos aspectos del problema es, sin embargo, muy importante. En
un caso estamos frente a una operación técnico-pedagógica, donde el protagonismo lo tienen
los profesionales de la educación. En el segundo, en cambio, estamos ante una cuestión social
y política que puede o debe ser dirimida por el conjunto de los actores sociales.
Lo peculiar de esta discusión en la actualidad es que ambos problemas se presentan simultá-
neamente. Existe un consenso cada vez más extendido según el cual la escuela no está cum-
pliendo satisfactoriamente la función de formar a las futuras generaciones en las capacidades
que requiere el desempeño ciudadano para una sociedad que se transforma profunda y rápi-
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damente pero, al mismo tiempo, existe un significativa falta de consenso acerca de cuáles son
o deben ser dichas capacidades y cuál debe ser el alcance de su difusión.
Para explicar esta situación es preciso aceptar, como punto de partida, que estamos viviendo
un profundo proceso de transformación social. No estamos ante una de las tantas crisis
coyunturales del modelo capitalista de desarrollo sino ante la aparición de nuevas formas de
organización social, económica y política. «Sociedad de la información», «sociedad poscapita-
lista», «sociedad post-industrial», «nueva edad media», «tercera ola», son algunas de las expre-
siones que diversos autores como Jacques Delors, Peter Drucker, Alain Minc o Alvin Toffler han
popularizado en los últimos años. Más allá de las diferencias de perspectivas y de enfoques,
todos estos análisis coinciden en asociar la entrada en el nuevo milenio con la conformación
de una nueva estructura social. […]. Los portadores de estos nuevos discursos revolucionarios
no son líderes políticos que representan a los pobres, a los excluidos o a los explotados. Al
contrario, se trata de personas de muy diferentes sensibilidades políticas, familiarizados con
las tecnologías de punta y vinculados a los sectores más modernos de la economía.
Una mirada a esta situación desde el punto de vista de la educación y de los educadores per-
mitiría apreciar que lo más importante es el consenso que existe en reconocer que el conoci-
miento constituye la variable más importante en la explicación de las nuevas formas de orga-
nización social y económica. Ya se ha transformado en un lugar común la afirmación según la
cual los recursos fundamentales para la sociedad y para las personas serán la información, el
conocimiento y las capacidades para producirlos y para manejarlos. La educación, entendida
como la actividad a través de la cual se produce y se distribuye el conocimiento asume, por lo
tanto, una importancia históricamente inédita en, al menos, dos sentidos diferentes:
a) Desde el punto de vista político-social. En este sentido, parece evidente que las pugnas por
apropiarse de los lugares donde se produce y se distribuye el conocimiento socialmente más
significativo constituirán el centro de los conflictos sociales del futuro. Esto significa que los
educadores, los científicos, los intelectuales y todos aquellos que se desempeñan en la pro-
ducción y distribución de conocimientos tendrán un papel muy importante tanto en la genera-
ción de conflictos como en su solución.
b) Desde el punto de vista de los contenidos de la educación. En este aspecto, el desafío más
importante consiste en evitar que se produzca aquello tan temido por Hannah Arendt: la sepa-
ración definitiva entre conocimiento y pensamiento. Las tendencias actuales en el campo del
conocimiento hacen posible esta separación, lo cual supondría que seríamos incapaces de
entender, de pensar y de hablar de aquello que podemos hacer. Caeríamos en una dependencia
irreflexiva de los aparatos técnicos donde se acumula el conocimiento y la capacidad de ope-
rarlo.¹
Hablar de los temas transversales en educación supone, en consecuencia, enfrentar el doble
problema de definir los conocimientos y las capacidades que exige la formación del ciudadano
y la forma institucional a través de la cual ese proceso de formación debe tener lugar. Las insti-
tuciones escolares no crean el contenido del proceso de socialización. Al contrario, el conteni-
do de la socialización define el diseño de las instituciones escolares. La escuela fue creada
para transmitir determinados mensajes, que exigían una organización institucional como la
que conocemos. Pero hoy es preciso preguntarse si la escuela será la institución socializadora
¹ Hanna Arendt: La condición humana (introducción de Manuel Cruz), Paidós, Barcelona, 1993.
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del futuro y si la formación de las generaciones futuras exigirá este mismo diseño institucio-
nal. Nadie está en condiciones de brindar respuestas categóricas a estas preguntas. Parece
crucial, por ello, aceptar una reflexión desde la duda, desde los interrogantes y no, como esta-
mos acostumbrados, desde la pretensión de brindar una respuesta única y categórica. No
aceptar la duda está provocando la expansión del fundamentalismo que invade todos los ám-
bitos y da lugar tanto a visiones que nos aseguran un destino maravilloso como a visiones que
aseguran la catástrofe. Hasta ahora estábamos acostumbrados a aceptar la duda en el plano
de las ideas y las reflexiones, dejando la pretensión de seguridad a los responsables políticos
quienes tienen la obligación de tomar decisiones y no pueden permitirse ni la vacilación ni la
experimentación. Pero las actuales circunstancias, en lugar de ampliar el ámbito donde se
acepta la incertidumbre, lo están cerrando. La sociedad del futuro, sometida a un ritmo acele-
rado y constante de cambio, debería dotarse de instituciones capaces de manejar la incerti-
dumbre sin apelar a la supresión del debate. La experimentación, admitida hasta hoy solamen-
te como pauta de la investigación científica, debería comenzar a ser admitida en la reflexión
teórica y en la práctica política.”
Freire; Paulo. (2005). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Décima carta, página 133.
“La ciudadanía realmente es una invención, una producción política. En este sentido, el pleno
ejercicio de la ciudadanía por quien sufre cualquiera de las discriminaciones o todas al mismo
tiempo, no es algo que se usufructúe como un derecho que tiene que ser alcanzado y cuya
conquista hace crecer sustantivamente la democracia. La ciudadanía que implica el uso de la
libertad –de trabajar, de comer, de vestir, de calzar, de dormir en una casa, de mantenerse a sí
mismo y a su familia, de liberta de amar, de sentir rabia, de llorar, de protestar, de apoyar, de
desplazarse, de participar en tal o cual religión, en tal o cual partido, de educarse a sí mismo y
a la familia, la libertad de bañarse en cualquier mar de su país. La ciudadanía no llega por
casualidad: es una construcción que jamás terminada, exige luchar por ella. Exige compromi-
so, claridad política, coherencia, decisión. Es por esto mismo por lo que una educación demo-
crática no se puede realizar al margen de una educación de y para la ciudadanía. Cuanto más
respetemos a los alumnos y a las alumnas independientemente de su color, sexo y clase
social, cuantos más testimonios de respeto demos en nuestra vida diaria, en la escuela, en las
relaciones con nuestros colegas, con los porteros, cocineras, vigilantes, padres y madres de
los alumnos, cuanto más reduzcamos la distancia entre lo que hacemos y lo que decimos,
tanto más estaremos contribuyendo para el fortalecimiento de las experiencias democráticas.
Estaremos desafiándonos a nosotros mismos a luchar más a favor de la ciudadanía y de su
ampliación. Estaremos forjando en nosotros mismos la disciplina intelectual indispensable sin
la cual obstaculizamos nuestra formación así como la no menos necesaria disciplina política,
indispensable para la lucha en la invención de la ciudadanía.”
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BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA
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