Guattari-Masacre al cuerpo
Guattari-Masacre al cuerpo
Guattari-Masacre al cuerpo
Félix Guattari**
1973
Cualesquiera que sean las pseudotolerancias de que haga alarde, el orden capitalista bajo todas
sus formas (familia, escuela, fábricas, ejército, códigos, discursos…) continúa sometiendo toda la
vida deseante, sexual y afectiva a la dictadura de su organización totalitaria fundada sobre la
explotación, la propiedad, el poder masculino, la ganancia, el rendimiento…
Sin descansar, continúa su sucia tarea de castración, aplastamiento, tortura y cuadriculado del
cuerpo para inscribir sus leyes en nuestras carnes, para clavar en el inconsciente sus aparatos de
reproducción de la esclavitud.
A base de retenciones, estasis, lesiones o neurosis, el Estado capitalista impone sus normas, fija
sus modelos, imprime sus rasgos, distribuye sus roles, difunde sus programas… Mediante todas las
vías de acceso que tiene nuestro organismo, sumerge dentro de lo más profundo de nuestras
vísceras sus raíces mortales, confisca nuestros órganos, desvía nuestras funciones vitales, mutila
nuestros goces, somete todas las producciones vividas al control de su administración patibularia.
Hace de cada individuo un lisiado, cortado de su propio cuerpo, ajeno y extraño a sus deseos.
Con ayuda de una gran cantidad de terror social que es vivido como culpabilidad individual, las
fuerzas de ocupación capitalista, con su sistema cada vez más refinado de agresión, estímulo y
chantaje, se ensañan en reprimir, excluir y neutralizar todas las prácticas deseantes que no
tengan por efecto reproducir las formas de la dominación.
Es así que se prolonga indefinidamente el reino milenario del goce desdichado, del sacrificio, de la
resignación, del masoquismo instituido, de la muerte: el reino de la castración que produce al
“sujeto”[2] culpable, neurótico, laborioso, sumiso, explotable.
Este añejo mundo, que por todas partes apesta a cadáver, a nosotros nos horroriza y hemos
decidido tomar la lucha revolucionaria contra la opresión capitalista allí donde está lo más
profundamente arraigada: en lo vivo de nuestro CUERPO.
Es el espacio de este cuerpo con todo lo que produce de deseos lo que nosotros queremos liberar
de la influencia “extranjera”. Es en este lugar que nosotros queremos “trabajar” por la liberación
del espacio social. Entre ambos no existe ninguna frontera. yo me oprimo porque yo es el
producto de un sistema de opresión extendido a lo largo de todas las formas de lo vivido.
Son las mujeres en rebelión contra el poder masculino —implantado desde hace siglos en sus
propios cuerpos—, los homosexuales en rebelión contra la normalidad terrorista, los “jóvenes” en
rebelión contra la autoridad patológica de los adultos, quienes han comenzado a abrir
colectivamente el espacio del cuerpo a la subversión, y el espacio de la subversión a las
exigencias inmediatas del cuerpo.
Son ellas y son ellos quienes han comenzado a desafiar el modo de producción de los deseos, las
relaciones entre el goce y el poder, el cuerpo y el sujeto, tal como funcionan en todas las esferas
de la sociedad capitalista, al igual que en los grupos militantes.
Son ellas y son ellos quienes han hecho quebrar definitivamente la vieja separación que separa “la
política” de la realidad vivida, para el máximo beneficio tanto de los administradores de la
sociedad burguesa como de aquellos que pretenden representar a las masas y hablar en su
nombre.
Son ellas y son ellos quienes han abierto los caminos de la gran sublevación de la vida contra las
instancias mortales que no cesan de insinuarse en nuestro organismo, para someter cada vez más
sutilmente la producción de nuestras energías, de nuestros deseos y de nuestra realidad a los
imperativos del orden establecido.
Es así que resulta trazada una nueva línea de ruptura, una nueva línea de enfrentamiento más
radical y definitiva, a partir de la cual se redistribuyen necesariamente las fuerzas revolucionarias.
Ya no podemos soportar que se nos robe nuestra boca, nuestro ano, nuestro sexo, nuestros
nervios, nuestros intestinos, nuestras arterias… para hacer de ellos las piezas y los engranajes de
la sucia mecánica de producción del capital, la explotación y la familia.
Ya no podemos permitir que se hagan de nuestras mucosas, nuestra piel y todas nuestras
superficies sensibles, unas zonas ocupadas, controladas, reglamentadas y prohibidas.
Este deseo de liberación fundamental, que permite introducirnos a una práctica revolucionaria,
llama a que salgamos de los límites de nuestra “persona”, a que trastornemos en nosotros mismos
al “sujeto” y a que salgamos de la sedentariedad, del “estado civil”, para atravesar los espacios del
cuerpo sin fronteras y vivir así en la movilidad deseante más allá de la sexualidad, más allá de la
normalidad, de sus territorios, de sus agendas.
Es en este sentido que algunos de nosotros hemos sentido la necesidad vital de liberarnos en
común de la influencia que las fuerzas de aplastamiento y de captación del deseo han ejercido y
ejercen sobre cada uno de nosotros en particular.
Todo aquello que hemos vivido sobre el modo de la vida personal, íntima, lo hemos tratado de
abordar, explorar y vivir colectivamente. Nosotros queremos derrumbar el muro de concreto que
separa, en interés de la organización social dominante, el ser del parecer, lo dicho de lo no-dicho,
lo privado de lo social.
Destruir la sexualidad
Al explorar en común nuestras historias individuales, hemos podido valorar hasta qué punto toda
nuestra vida deseante estaba dominada por las leyes fundamentales de la sociedad estatal,
burguesa, capitalista de tradición judeocristiana, y, en realidad, subordinada a sus reglas de
eficiencia, de plusvalía y de reproducción. Al confrontar nuestras experiencias singulares, sin
importar qué tan “libres” hayan podido parecernos, nos hemos percatado de que no dejábamos de
conformarnos a los estereotipos de la sexualidad oficial, la cual reglamenta todas las formas de lo
vivido y extiende su administración desde las camas matrimoniales hasta las habitaciones de
burdeles, pasando por los baños públicos, las pistas de baile, las fábricas, los confesionarios,
las sex shop, las prisiones, los colegios, los autobuses, las casas de orgías, etc… etc…
Para nosotros, esta sexualidad oficial, esta sexualidad a secas, no conlleva a un problema en torno
a si queremos acondicionarla, como quien acondiciona sus condiciones de detención. Se trata de
destruirla, de suprimirla, porque no es otra cosa que una máquina para castrar y recastrar
indefinidamente, una máquina para reproducir en todo ser, en todo tiempo, en todo lugar, las
bases del orden esclavista. La “sexualidad” es una monstruosidad, así sea en sus formas
restrictivas o en sus formas llamadas “permisivas”, y está claro que el proceso de “liberalización”
de las costumbres y de “erotización” promocional de la realidad social organizada y controlada
por los administradores del capitalismo “avanzado”, no tienen otro objetivo que hacer más eficaz
la función reproductora de la libido oficial. Lejos de reducir la miseria sexual, estos tráficos no
hacen más que alargar el campo de las frustraciones y de la “carencia”, la cual permite la
transformación del deseo en necesidad compulsiva de consumir a la vez que asegura la
“producción de la demanda”, motor de la expresión capitalista. De la “inmaculada concepción” a
la puta publicitaria, del deber conyugal a la promiscuidad voluntarista de las orgías burguesas, no
existe ninguna ruptura. Es la misma censura lo que está obrando. Es la misma masacre del cuerpo
deseante lo que se perpetúa. Simple cambio de estrategia.
Eliminar el adiestramiento
Queremos recuperar el pleno ejercicio de cada una de nuestras funciones vitales con su potencial
integral de placer.
Queremos recuperar las facultades que son verdaderamente elementales como el placer de
respirar, literalmente asfixiado por las fuerzas de opresión y de contaminación; el placer de
comer y de digerir, perturbado por el ritmo del rendimiento y el repugnante alimento producido
y preparado según los criterios de la rentabilidad mercantil; el placer de cagar y el goce del culo
sistemáticamente masacrado por el adiestramiento intrusivo de los esfínteres, mediante el cual la
autoridad capitalista inscribe incluso en la carne sus principios fundamentales (relaciones de
explotación, neurosis de acumulación, mística de la propiedad y de la limpieza, etc.); el placer de
masturbarse alegremente sin vergüenza y sin angustia, ni por carencia o compensación, sino por
el placer de masturbarse; el placer de vibrar, de murmurar, de hablar, de caminar, de moverse, de
expresarse, de delirar, de cantar, de jugar con el cuerpo de todas las maneras posibles. Queremos
recuperar el placer de producir el placer y de crear, despiadadamente mermado por los aparatos
educativos encargados de fabricar trabajadores (consumidores obedientes).
Queremos abrir nuestro cuerpo al cuerpo del otro y de los otros, dejar pasar las vibraciones,
circular las energías y combinarse los deseos para que todos y cada uno puedan dar libre curso a
todas sus fantasías y a todos sus éxtasis, para que puedan vivirse al fin sin culpabilidad, sin
inhibición, todas las prácticas voluptuosas individuales, duales o plurales que tenemos
imperiosamente necesidad de vivir para que nuestra realidad cotidiana no sea esta lenta agonía
que la civilización capitalista y burocrática impone como modelo de existencia a aquellos que ella
enrola. Queremos extirpar de nuestro ser el tumor maligno de la culpabilidad, raíz milenaria de
todas las opresiones.
Conocemos, evidentemente, los formidables obstáculos que tendremos que vencer para que
nuestras aspiraciones no sean únicamente el sueño de una pequeña minoría de marginados.
Conocemos en particular que la liberación del cuerpo, de las relaciones sensuales, sexuales,
afectivas y extáticas, está indisolublemente ligada a la liberación de las mujeres y a la
desaparición de todas las formas de categorías sexuales. La revolución del deseo pasa por la
destrucción del poder masculino y de todos los modelos de comportamiento y de emparejamiento
que aquél imponga, así como pasa por la destrucción de todas las formas de la opresión y de
normalidad.
Queremos acabar con los roles y las identidades distribuidos por el Falo.
Queremos acabar con toda forma de asignación a una residencia sexual. Queremos que ya no haya
entre nosotros hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, poseedores y poseídos,
mayores y menores, amos y esclavos, sino humanos transexuados, autónomos, móviles y
múltiples; seres con diferencias variables, capaces de intercambiar sus deseos, sus goces, sus
éxtasis y sus ternuras, sin tener que hacer funcionar algún sistema de plusvalía, algún sistema de
poder, si no es a modo de juego.
Partiendo del cuerpo, del cuerpo revolucionario como espacio productor de intensidades
subversivas y como lugar donde se ejercen al final de cuentas todas las crueldades de la opresión,
conectando la práctica política a la realidad de este cuerpo y sus funcionamientos, buscando
colectivamente todas las vías de su liberación, producimos ya una nueva realidad social en la que
el máximum de éxtasis se combina con el máximum de consciencia. Ésta es la única vía que puede
darnos los medios para luchar directamente contra la influencia del Estado capitalista allí donde
se ejerce directamente. Éste es el único paso que puede hacernos realmente fuertes contra un
sistema de dominación que no cesa de desarrollar su poder, de debilitar, de fragilizar, a cada
individuo para constreñirlo a suscribir sus axiomas. Para adherirlo al orden de los perros.
[1] Escrito publicado originalmente de manera anónima en la revista francesa Recherches n° 12,
1973, edición consagrada a una “gran enciclopedia de las homosexualidades” titulada “Tres mil
millones de perversos”, en la que participaron Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jean Genet, Guy
Hocquenghem, Daniel Guérin, Jean-Paul Sartre, entre otros. El gobierno francés decomisó y
destruyó los ejemplares de la revista y tomó cargos contra Félix Guattari, director de la
publicación, acusándolo de “afrontar a la decencia pública”. [N. del T.
[2] Sujet significa en francés tanto “súbdito” como “sujeto”. [N. del T.]
**dele mesmo?