Alinear nuestra voluntad con la Suya

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Alinear nuestra voluntad con la Suya

Por el élder Ulisses Soares


Del Cuórum de los Doce Apóstoles

El seguir la voluntad de Dios en nuestra vida nos permitirá encontrar la


perla más preciosa del mundo: el reino de los cielos.

En cierta ocasión, el Salvador habló sobre un mercader que buscaba “buenas perlas” y que,
durante su búsqueda, encontró una “de gran precio”. Sin embargo, para poder adquirir esa
magnífica perla, el hombre tuvo que vender todas sus posesiones, algo que hizo de inmediato y
con gozo 1.

Por medio de esta parábola breve y reflexiva, el Salvador enseñó de manera hermosa que el reino
de los cielos 2 es semejante a una perla de precio incalculable, sin duda el tesoro más valioso que
se debe desear por encima de todo lo demás. El hecho de que el mercader vendiera de inmediato
todas sus posesiones para obtener esa perla de gran valor indica claramente que debemos alinear
nuestra mente y nuestros deseos con la voluntad del Señor 3 y hacer de forma voluntaria todo lo
que podamos durante nuestro trayecto en la mortalidad 4 para obtener las bendiciones eternas
del Reino de Dios.

A fin de ser dignos de esta gran recompensa, necesitamos, sin duda y entre otras cosas, hacer
todo lo que podamos para dejar de lado todos los deseos personales y abandonar todas las
complicaciones que nos impidan comprometernos plenamente con el Señor y con Sus caminos
más elevados y más santos. El apóstol Pablo se refiere a estos anhelos santificadores como
“tene[r] la mente de Cristo” 5. Tal como ejemplificó Jesucristo, esto significa “ha[cer] siempre lo
que [al Señor] le agrada” 6 en nuestra vida o, como dicen algunos en la actualidad, “hacer lo
complace al Señor”.

En el sentido del Evangelio, “ha[cer] siempre lo que [al Señor] le agrada” tiene que ver con
someter nuestra voluntad a Su voluntad. El Señor enseñó de manera concienzuda la importancia
de este principio al instruir a Sus discípulos:

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

“Y esta es la voluntad del Padre que me envió: Que todo lo que me ha dado no lo pierda, sino
que lo resucite en el día postrero.

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga
vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” 7.
El Salvador alcanzó un nivel perfecto y divino de sumisión al Padre, al permitir que Su voluntad
fuera absorbida en la voluntad del Padre 8. En una ocasión, Él dijo: “Porque el que me envió,
conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le agrada” 9. Al
enseñar al profeta José Smith acerca de la angustia y la agonía de la Expiación, el Salvador dijo:

“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se
arrepienten; […]

“padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara
por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber
la amarga copa y desmayar.

“Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los
hombres” 10.

Durante nuestra estadía en la mortalidad, a menudo luchamos con lo que pensamos que
sabemos, lo que creemos que es mejor y lo que suponemos que nos funciona, en lugar de
comprender que el Padre Celestial sí sabe en realidad lo que es eternamente mejor y lo que
definitivamente sí funciona para Sus hijos en Su plan. Esta gran lucha puede volverse muy
compleja, especialmente si consideramos las profecías que las Escrituras contienen para nuestros
días: “Esto también debes saber: que en los postreros días […] habrá hombres amadores de sí
mismos […], amadores de los deleites más que de Dios” 11.

Una de las señales que indican el cumplimiento de esta profecía es la tendencia actual y creciente
que hay en el mundo, que tantos adoptan, de que las personas estén absortas en sí mismas y
afirmen constantemente: “Pase lo que pase, yo vivo según mi propia verdad y hago lo que me
funciona a mí”. Como dijo el apóstol Pablo: “Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de
Cristo Jesús” 12. Esta forma de pensar se suele justificar como “auténtica” por parte de aquellos
que se complacen en seguir sus deseos personales, centrados en preferencias personales, o
quieren justificar ciertos tipos de conducta que, a menudo, no se ajustan al amoroso plan de
Dios y a Su voluntad con respecto a ellos. Si permitimos que nuestro corazón y nuestra mente
asuman esta manera de pensar, podemos crear piedras de tropiezo significativas para nosotros
mismos a la hora de adquirir la perla de valor incalculable que Dios ha preparado con amor para
Sus hijos: la vida eterna 13.

Si bien es cierto que cada uno de nosotros recorre un trayecto de discipulado personalizado a lo
largo de la senda de los convenios, y que nos esforzamos por mantener la mente y el corazón
centrados en Jesucristo 14, debemos tener cuidado y estar alerta constantemente para no ser
tentados 15 a adoptar ese tipo de filosofía mundana en nuestra vida. El élder Quentin L. Cook
dijo que “ser verdaderamente como Cristo es un objetivo aún más importante que ser
auténticos” 16.

Mis queridos amigos, cuando elegimos dejar que Dios sea la influencia más poderosa en nuestra
vida, por encima de los deseos personales, podemos progresar en nuestro discipulado y
aumentar nuestra capacidad para unir la mente y el corazón al Salvador. Por otro lado, cuando
no dejamos que los caminos de Dios prevalezcan en nuestra vida, quedamos a expensas de
nosotros mismos y, sin la guía inspiradora del Señor, podemos justificar casi todo lo que
hacemos o no hacemos. También podemos ponernos excusas, haciendo las cosas a nuestra
manera y diciendo, en efecto: “Hago las cosas a mi manera”.

En una ocasión, mientras el Salvador declaraba Su doctrina, algunas personas, en particular los
fariseos que se consideraban superiores a los demás, rechazaron Su mensaje y declararon con
osadía que eran hijos de Abraham, dando a entender que su linaje les otorgaría privilegios
especiales a la vista de Dios. Esa mentalidad los llevó a confiar en su propio entendimiento y a
no creer en lo que el Salvador estaba enseñando. La reacción de los fariseos a Jesús era una
muestra clara de que su actitud presuntuosa no dejaba lugar en sus corazones para las palabras
del Salvador y los caminos de Dios. Como respuesta, de manera sabia y valiente, Jesús declaró
que, si fueran verdaderos hijos del convenio de Abraham, harían las obras de Abraham, teniendo
en cuenta, especialmente, que el Dios de Abraham se encontraba ante ellos, enseñándoles la
verdad en ese mismo momento 17.

Hermanos y hermanas, como pueden ver, actuar conforme a estos ejercicios mentales de “lo que
me funciona a mí” en lugar de “lo que siempre agrada al Señor” no es una tendencia nueva y
exclusiva de nuestros días. Es una mentalidad de origen antiguo que ha trascendido los siglos y
que, a menudo, ciega a los que se consideran sabios 18 y confunde y agota a muchos de los hijos
de Dios. Esta mentalidad es, de hecho, un viejo truco del adversario, es un camino engañoso
que, cuidadosamente, aleja a los hijos de Dios de la verdadera y fiel senda de los convenios 19. Si
bien las circunstancias personales, tales como la genética, la ubicación geográfica y las
dificultades físicas y mentales influyen en nuestro trayecto, en las cosas que realmente importan
hay un lugar interior donde somos libres de elegir 20 si decidiremos seguir o no el modelo que el
Señor ha preparado para nuestra vida. Ciertamente, “marcó la senda y nos guio”, y todo
definió 21.

Como discípulos de Cristo, deseamos caminar en la senda que Él nos marcó durante Su
ministerio terrenal. No solo deseamos hacer Su voluntad y todo aquello que le agrade a Él, sino
que también buscamos emularlo. A medida que nos esforcemos por ser fieles a todos los
convenios que hemos concertado y vivamos “de toda palabra que sale de la boca de Dios” 22,
seremos protegidos de ser víctimas de los pecados y errores del mundo; errores filosóficos y
doctrinales que nos alejarían de esas perlas más preciosas.

Yo, personalmente, me he sentido inspirado por el impacto que dicha sumisión espiritual a Dios
ha tenido en la vida de los discípulos fieles de Cristo cuando eligen hacer aquellas cosas que le
complacen al Señor y son agradables a Su vista. Conozco a un joven que no estaba seguro de
querer ir a una misión, pero se sintió inspirado a salir y servir al Señor cuando escuchó a uno de
los líderes principales de la Iglesia compartir su testimonio personal y su experiencia sagrada de
servir como misionero.

En sus propias palabras, aquel joven, que ahora es exmisionero, dijo: “Al escuchar el testimonio
de un apóstol del Salvador Jesucristo, pude sentir el amor de Dios por mí y deseé compartir ese
amor con otras personas. En ese momento, supe que debía servir en una misión, a pesar de mis
miedos, dudas y preocupaciones. Sentí una confianza total en las bendiciones y promesas de
Dios a Sus hijos. Hoy soy una persona nueva; tengo un testimonio de que este Evangelio es
verdadero y de que la Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada sobre la tierra”. Ese joven escogió
el camino del Señor y se convirtió en el ejemplo de un verdadero discípulo en todos los aspectos.
Una joven fiel decidió no transigir en sus normas cuando se le pidió que se vistiera de manera
inmodesta para ajustarse al departamento comercial de la empresa de moda en la que ella
trabajaba. Puesto que entendía que su cuerpo es un don sagrado de nuestro Padre Celestial y un
lugar donde puede morar el Espíritu, se sintió motivada a vivir unas normas más elevadas que
las del mundo. Ella no solo se ganó la confianza de aquellos que la vieron vivir según la verdad
del Evangelio de Jesucristo, sino que también conservó su trabajo, el cual estuvo en riesgo
momentáneamente. Su disposición a hacer lo que era agradable a la vista de Dios, en lugar de lo
que le funciona al mundo, le infundió confianza en sus convenios al afrontar decisiones difíciles.

Hermanos y hermanas, constantemente nos encontramos afrontando decisiones similares en el


transcurso de nuestros días. Es necesario tener un corazón valiente y bien dispuesto para
detenernos y realizar una introspección honesta y humilde, en la que reconozcamos la presencia
de debilidades de la carne en nuestra vida que puedan ser un obstáculo para nuestra capacidad
de someternos a Dios, y decidir, finalmente, adoptar Sus caminos en lugar de los nuestros. La
prueba definitiva de nuestro discipulado se encuentra en nuestra disposición a abandonar y
perder nuestro viejo yo, y someter plenamente el corazón y toda el alma a Dios, de forma que Su
voluntad llegue a ser la nuestra.

¡Uno de los momentos más gloriosos de la vida terrenal se produce cuando descubrimos el gozo
que se siente cuando el hacer siempre aquello que “le complace al Señor y le agrada” y hacer “lo
que nos funciona a nosotros” llegan a ser lo mismo! ¡Para que, de manera definitiva e
incuestionable, convirtamos la voluntad de Dios en la nuestra se requiere un discipulado
majestuoso y heroico! En ese momento sublime, llegamos a consagrarnos al Señor y sometemos
totalmente nuestra voluntad a Él 23. Esa sumisión espiritual, por así decirlo, es bella, poderosa y
transformadora.

Les doy mi testimonio de que seguir la voluntad del Señor en nuestra vida nos permitirá
encontrar la perla más preciosa del mundo: el reino de los cielos. Ruego que cada uno de
nosotros, en su momento y llegada la oportunidad, sea capaz de declarar a nuestro Padre
Celestial y al Salvador Jesucristo, con la confianza que brindan los convenios: “Lo que te
complace a Ti, funciona para mí”. Digo estas cosas en el sagrado nombre del Salvador Jesucristo.
Amén.
Notas
1. Véase Mateo 13:45–46.

2. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Reino de Dios o de los cielos” y “Vida
eterna”, Biblioteca del Evangelio.

3. Véase Doctrina y Convenios 68:4.

4. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Perseverar”, Biblioteca del Evangelio.

5. 1 Corintios 2:16; véase también Filipenses 4:1.

6. Juan 8:29; véase también 1 Juan 3:22.

7. Juan 6:38–40.
8. Véase Mosíah 15:7.

9. Juan 8:29.

10. Doctrina y Convenios 19:16, 18–19.

11. 2 Timoteo 3:1–2, 4.

12. Filipenses 2:21.

13. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Vida eterna”, Biblioteca del
Evangelio.

14. Véanse Filipenses 4:7; Doctrina y Convenios 43:34.

15. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Tentación, tentar”, Biblioteca del
Evangelio.

16. Quentin L. Cook, “‘… no temáis… en mí vuestro gozo es cumplido’ (D. y C.101:36)”
(devocional mundial para jóvenes adultos, 11 de septiembre de 2016), Biblioteca del
Evangelio.

17. Véanse Proverbios 3:5; Juan 8:33-42; véanse también las obras de Abraham:
Abraham convirtió a otros al Evangelio (Génesis 12:5); evitó la confrontación
(Génesis 13:7–9); fue obediente a Dios (Génesis 12:1–9; 15:1–6; 22:1–19); atendió a
mensajeros celestiales (Génesis 18:1–8) y ejerció una fe enorme (Génesis 22:1–19).

18. Véase Proverbios 3:5–7.

19. Véase 2 Nefi 28:21–23, 26.

20. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Albedrío”, Biblioteca del Evangelio.

21. Véase “Jesús, en la corte celestial”, Himnos, nro. 116.

22. Mateo 4:4.

23. Véase Guía para el Estudio de las Escrituras, “Consagrar, ley de consagración”,
Biblioteca del Evangelio.

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