Quijano poder raza y capitalismo
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Quijano poder raza y capitalismo
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ISSN 0254-9220
Aníbal Quijano
La sesión de esta tarde será más corta que la de ayer. Hice llover sobre ustedes, sin
duda, demasiadas cuestiones, y probablemente hubiera sido mucho mejor dedicar
todas las reuniones al debate de algunas de ellas; pero como no hay mucho tiempo en
este mundo, hay que aprovechar para seguir haciendo caer la lluvia. Para continuar
con esta cuestión del poder, lo que quiero hacer ahora es presentarles las propuestas
centrales de lo que está en el debate como patrón de poder, que se llama colonial;
o sea, la «colonialidad del poder», que es lo que está ya en el debate internacional.
Como dije ayer, el poder es una relación social muy específica. Emerge de la
disputa constante por los recursos y los productos de cada uno de los ámbitos de
práctica social que constituyen las relaciones sociales. Ninguno proviene de los
otros, pero también es cierto que sin ninguno de ellos podría existir u operar cada
uno de los otros. Por ello estamos pensando siempre en «poderes»; no una relación
social sino un patrón de relaciones sociales, y en este caso apuntamos a un patrón
de poder cuya especificidad histórica se puede mostrar y se puede, por eso, explorar
más ordenadamente.
Ayer vimos muy brevemente sobre por qué «patrón» en vez de «sistema». Un
patrón de poder histórico que comienza a constituirse obviamente desde el primer
viaje de Colón, en el curso de lo que se conoce como el proceso de conquista y de
1
Este texto es la transcripción de la conferencia de Aníbal Quijano en el marco de la segunda sesión
del taller titulado «Colonialidad del poder», organizado por el Grupo de Investigación sobre Con-
flictos y Desigualdades (GICO), coordinado por Narda Henriquez, con el auspicio de la Maestría
en Sociología y el Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú
(PUCP). Este texto fue transcrito por Vilma Zavaleta, editado por Julio Villa-Palomino y revisado por
Guillermo Rochabrún. El equipo editorial de Debates en Sociología agradece la dedicación y diligencia
del equipo mencionado.
https://doi.org/10.18800/debatesensociologia.201902.010
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Pero ¿qué quiere decir «Yo soy un ciudadano de Roma»? Porque no todos los ciu-
dadanos de Roma son sujetos colonizados que pagan tributo. Son parte del imperio,
pero no son ciudadanos de Roma. Entonces, hay un etnocentrismo. Pero no hay nada
ahí que señale que se trata de lo que hoy día llamamos raza. Se trata de diferencias de
otro orden, que proceden de otra historia, de otra cultura. ¿Cómo se llamaba lo que
llamamos hoy día «quechua»? ¿Cuál era el nombre? Runasimi. ¿Y qué significa runa-
simi? El idioma de la gente. Lo que hablan los demás es otra cosa. O sea, «ustedes no
son gente, los ciudadanos de Roma somos nosotros». Runasimi quiere decir «nosotros
somos gente, los demás son no-gentes». Este mecanismo lo encontramos virtual-
mente en todos los mundos históricos de ese carácter imperial. El faraón es hijo del
sol, el emperador chino es hijo del sol, el inca es hijo del sol; entonces, «ellos son
superiores». La famosa historia de Ollantay narra exactamente eso: alguien que no
tiene linaje de origen inca no puede pretender a la coya. No es posible.
Civis romanus sum sería común a todos los sistemas de dominación de ese
carácter. Pero no puede confundirse: no necesita la idea de raza para constituirse.
Si bien la idea de raza implica un sentido de superioridad, ella deriva, obviamente,
del control del poder. Al emperador chino no se le podía ver la cara, nadie que no
fuera de su propio linaje podía verle la cara. El embajador de la Gran Bretaña, por
ejemplo, tuvo que acercarse a él inclinado, no podía levantar la cabeza. En el siglo
XIV, cuando era un imperio mundial, el imperio chino conocía geográficamente
todo el mundo en términos no exactamente colonial-imperiales sino de comercio,
tanto de mercaderías como de sentidos y significados. Sus mapas indican que ellos
habían recorrido el mundo geográfico que hoy día conocemos. ¿Por qué menciono
eso? Porque no solo quiero discutir la idea de raza y la de etnocentrismo, sino ver
cómo se llega a la idea de raza, quiénes llegan a ella, cómo se produce. Para ir rápido,
la idea de raza es un constructo. Pero, ¿qué es lo que la hace ir por un sentido?
Recordemos quiénes eran los conquistadores: (1) Eran cristianos de la contra-
rreforma. (2) Procedían de dominaciones señoriales. Desde el siglo XIII se había
establecido en la Europa central y norte la idea de «nobleza». La idea de dominio
real se transforma en dominio legal y aparece entonces la idea de nobleza. La nobleza
se transmite por la sangre, por lo que solo uno que ha nacido en una familia noble
resulta noble, aunque más tarde fue posible comprar y vender este título, sobre todo
desde el siglo XVIII. Sin embargo, entre el siglo XIII y XVI todavía no sería aún una
mercadería. Durante los ocho siglos anteriores todo el sur de la península ibérica
y la península itálica, ambas riberas del mar Mediterráneo, se habían ido constitu-
yendo como el centro del tráfico mundial de mercaderías y de todo lo que viene
de las relaciones entre los pueblos: imágenes, signos, sentidos, memorias, ideas,
etcétera. Este centro estuvo hasta el siglo XV bajo la hegemonía de árabes y, por lo
tanto, de musulmanes, con la asociación minoritaria de judíos. Fue en ese mundo
donde pudieron convivir, por un único momento, musulmanes, judíos y cristianos.
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Aunque resulte una paradoja irónica, fue bajo la hegemonía musulmana el único
momento en el cual pudieron los judíos vivir y trabajar en paz junto con los otros,
en una real asociación. Fueron no solo banqueros y financieros, sino investigadores
y científicos de gran relieve. En el norte, por otro lado, si es que han leído el Mío
Cid —lo cual es seguro— recordarán que el poema comienza: «Por la desierta —
terrible— estepa castellana, sangre, sudor y hierro, el Cid cabalga». Esa imagen:
una zona pobre, dividida entre nobles y sus castillos y los campesinos, una sociedad
iletrada, señorial; mientras que en el sur no había esta relación entre castellanos
nobles y plebeyos. Se trataba más bien de una sociedad urbana, comercial y culti-
vada, que no solo producía mercaderías y concentraba el tráfico en el mundo, sino
que además producía ciencia, conocimiento, poesía, literatura y tecnología.
Cuando los musulmanes fueron derrotados, se impone un nuevo poder que va
ocupando el conjunto de la península y produciendo no solo otro poder, un poder
señorial, sino eliminando mediante la violencia las comunidades urbanas e inde-
pendientes. Ocho siglos no es poca cosa: han nacido, crecido, vivido; hay historias
que se han producido únicamente ahí. Ellos son eso y son expulsados. Árabes,
musulmanes y judíos tienen que partir. Claro que resisten, quieren quedarse. Es una
sociedad señorial que se va imponiendo sobre una sociedad mercantil, la cual no
puede ser impuesta de una forma sistemática o sistémica, sino solo de una manera
irregular y desigual. Se impone un conde de Barcelona sobre lo que era probable-
mente la ciudad más poderosa, comercial y productiva previa. De hecho «Cataluña,
la histórica» era un área muy próspera pero libre, una prolongación del período
románico bajo una nueva hegemonía.
Se impone una sociedad señorial, se les impone, incluso, un idioma: el cas-
tellano. Hoy día decimos «el idioma español», aunque tras la derrota de Franco
ha ido regresando la demanda por autonomía. Y, ¿quiénes son autónomos?, ¿son
regiones? No. Son etnicidades: catalanos, andaluces, valencianos, etcétera. Ellos
recuperan sus idiomas. Hoy día en Barcelona se molestan si les hablas en español
porque no es «español», es «castellano». ¿Qué quiere decir eso? Que fue impuesto
un colonialismo interno. No fueron nacionalizados, ni castellanizados, ni españo-
lizados. Para impedir que los árabes y judíos se queden se impone lo que se conoce
como el certificado de limpieza de sangre, que es el primer mecanismo de limpieza
étnica, tal como hemos aprendido a llamarlo ahora. ¿En qué consiste?, ¿qué se pide
en una constancia de limpieza de sangre? No se pide que usted no sea árabe en el
sentido genético. Lo que se le pide es que usted demuestre que es cristiano: no ser
musulmán ni ser judío. Se tiene que probar que se es cristiano.
¿Qué quiere decir? La idea es que no solamente se es noble por la sangre, sino
además que se es cristiano también por la sangre. La limpieza de sangre significa que
la ideología religiosa también circula por las venas. Pero hay algo allí que p
ropongo
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discutir, que comienza formando esta idea de raza. ¿Quiénes son ellos? Los caste-
llanos, los que comandan, que son del norte y muy diferentes con respecto a los del
sur. Son altos, rubios, «blancos»; los demás son, como decimos hoy día, morenos.
Ahora ya saben de dónde viene esa palabra: «Moro» es el árabe-musulmán, y
moreno es el color. Los judíos, cuando son expulsados de la península, también se
dividen por razones parecidas. Hay otros mecanismos de dominación, un sistema
de dominación que produce cosas nuevas que no están en la trayectoria del poder
señorial del norte.
Es muy importante reconsiderar todo esto porque es esa historia la que permite
explicar de qué se trata. Estas gentes que están haciendo esto en la península son
las gentes que están viniendo luego a este mundo. Veamos las cartas de Colón y las
cartas posteriores de la crónica de conquista. Colón lleva, como ustedes saben, no
solo objetos sino especímenes de poblaciones y animales. Llega al área del Caribe
—o bien, no es Colón el que llega sino su tripulación—, a una zona tropical donde
habitan gentes con escasa vestimenta, un cristiano de la contrarreforma, proba-
blemente analfabeto, eran muy pocos los que eran alfabetos. Para un cristiano de
la contrarreforma la piel y el cuerpo son casi imagen de pecado; su libro dice eso.
Probablemente la idea del baño diario no era parte de su trayectoria previa. ¿Qué
imágenes se fueron formando?, ¿qué imágenes se van produciendo?, ¿qué son estos?
A mitad del siglo XV hay una muy famosa reunión de Valladolid. ¿Qué se discute?
Qué son, si son humanos y si tienen alma o no la tienen.
¿De dónde procede semejante pregunta?, ¿cómo se produce esto? Los chinos
habían recorrido el mundo y, obviamente, nunca se preguntaron eso, ni hay testimo-
nios de que esa pregunta haya sido formulada. Yo aún no leo chino y no he entrado
a ningún archivo chino, sin embargo, de lo que se puede leer, no hay testimonios de
que esa pregunta haya sido formulada, toda vez que los chinos tropezaron con otros
pueblos —y conocieron todos los pueblos del mundo, los cuales eran muy dife-
rentes los unos de los otros, así como los propios chinos— pero nunca se hicieron
esta pregunta. ¿Por qué no se hicieron esta pregunta ellos? ¿Por qué esta pregunta no
está en el Tahuantinsuyo? No está entre los aztecas, no está entre los mayas, no está
en ningún códice maya, no está en los romanos, no está en los asirios, no está en los
indostánicos, no está en los chinos. No está, está pregunta no está.
Ginés de Sepúlveda, apelando a Aristóteles, dice que la esclavitud «es natural».
Claro que es natural, pero no porque la naturaleza pusiera esclavos sino porque
era natural ser esclavo. Uno podía ser esclavo o no esclavo y eso era natural, en el
sentido de Aristóteles. Era normal, era parte de la historia del mundo. Pero esta
pregunta es una novedad histórica, a esto es a lo que quiero llegar. ¿Qué cosa podría
haber llevado a esta gente a hacerse esta pregunta? Esta pregunta es contestada: de
un lado, no son humanos. De las Casas hace el enorme esfuerzo para comprobar
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que sí eran humanos y que su diferencia social es que son paganos. Si son humanos,
entonces tienen alma. Y finalmente, tanto el Papa como el Rey admiten que son
humanos, pero paganos; en consecuencia, son cristianizados.
Recuerden que varias decenas de millones murieron durante la conquista y el
primer periodo de la colonización. Hay investigaciones que indican que la mayor
parte de la gente que murió no lo hizo por la violencia de la conquista o enferme-
dades desconocidas, sino trabajando. Porque si son humanos pueden ir a trabajar,
como sacrosantamente se hizo en Brasil, bajo portugueses, y como se hizo, en los
siglos XIX y XX, por los belgas en el Congo. Eso es lo que descubre tardíamente
nuestro premio nobel, Mario Vargas Llosa, y lo traduce en su última novela El sueño
del celta. ¿La han leído? Yo sugiero que la lean. ¿Qué hacían los belgas? Poner a los
congoleses a trabajar hasta morir. El promedio es de tres días; entonces morían de
sed cientos de miles, y no los enterraban. Eso era lo que hacían, obviamente, los pri-
meros conquistadores-colonizadores, tanto los que posteriormente fueron llamados
«españoles» como los que ya se llamaban «portugueses» en el Pacífico. Quiere decir
que la pregunta estaba desde el primer día y fue contestada: «no son humanos».
No son humanos, por lo tanto, no son tratados como la especie a la que pertene-
cemos nosotros. Y cuando se decide oficialmente por la corona y el papado que sí
son humanos, la admisión de humanidad se hace obviamente desde el nivel más
bajo posible de humanidad. Sí, pueden ser humanos; pero en un nivel tan bajo de
humanidad que pueden ser virtualmente animales, y son tratados como animales.
Esta es la pregunta que está asociada a esta novedad histórica. Es una novedad
histórica porque no la encontramos en ninguno de los imperios previos. Si la hubo
no nos fue transmitida, pero esta sí fue transmitida, y fue discutida, y fue decidida,
¿no es cierto? Sí, son humanos, tienen alma, pero son paganos. Han pasado cin-
cuenta años para los conquistadores que dijeron que no son humanos. ¿Se puede
encontrar la idea de «raza» ahí? Sin duda alguna; de otro modo eso sería inexpli-
cable. Porque, ¿qué quiere decir la idea de raza en esos términos? Que su biología
puede ser inferior o superior, y que puede haber gradaciones. Hay un producto
mental, hay un producto de la subjetividad. Es una imagen-idea nueva que hoy lla-
mamos «raza», que se produce en ese momento, en ese periodo, y que va a afectar
todas las prácticas sociales de cada uno de los ámbitos.
¿Por qué es que se discute esto? Porque están siendo exterminados quienes son
las primeras víctimas de esta forma de clasificación nueva de las gentes en el poder.
En consecuencia, hay, obviamente, un nuevo temor: «¿quién va a trabajar para noso-
tros en las minas?». En el área portuguesa no eran los indios sino eran los negros,
y ellos iban a trabajar hasta morir. Entonces tenemos un producto nuevo, un cons-
tructo nuevo, una imagen nueva. Hay un elemento nuevo en las relaciones sociales,
en las tácticas sociales, y esto se constituye como un elemento fundacional de una
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poder, sino también como algo efectivamente nuevo, moderno, y cuyo eje funda-
cional es el capital; y que por eso es también el escenario central de lo que el patrón
de poder en su conjunto está produciendo, pero eurocentradamente. Porque es en
el proceso de producción histórica de esta nueva identidad que está produciéndose
otro horizonte histórico de sentido.
Este nuevo horizonte histórico de sentido no podía aparecer en la primera sede
central, en la Iberia de dominación señorial. Sin el proceso de eurocentramiento
no hubiera sido posible la producción de un horizonte histórico nuevo de sen-
tido. Sin América no hay Europa; sin América no hay Europa Occidental. Sin este
patrón de poder que estamos llamando «colonialidad del poder» no hay Europa
Occidental. ¿En qué consiste este horizonte de sentido que emerge con Europa
occidental? Tiene dos dimensiones básicas. Una dimensión es la que da cuenta de
las necesidades del capital y del capitalismo.
¿Qué necesita el capital como capital? Se está expandiendo rápidamente; por
lo tanto, produce, reproduce y revoluciona todas las prácticas sociales, y todos sus
ámbitos, y por supuesto sobre todo una de las dimensiones que las atraviesa a todas:
la intersubjetividad. El capital necesita medir, contar, pesar, observar, experimentar;
por lo tanto, dudar, debatir; se requiere una racionalidad diferente que en la Iberia
de la contrarreforma y la inquisición no era posible históricamente.
¿Por qué esta nueva racionalidad aparece, emerge y se va estableciendo en la
nueva región histórica llamada Europa occidental? Hay una nueva racionalidad que
va emergiendo; la racionalidad científica aparece después. Pero hay otra dimensión.
Esa misma racionalidad hace que haya esa otra dimensión admitida como necesaria,
como parte misma de esa racionalidad. Es la que yo llamo la veta utopística de este
nuevo horizonte histórico de sentido. ¿Por qué veta utopística? Para dudar, para
observar, para experimentar, para preguntar, para debatir, ¿qué se requiere?: auto-
nomía individual de la subjetividad. La contrarreforma y la inquisición lo impiden.
La reforma, en cambio, la hace posible; porque de eso se trata; lo que lleva a la
reforma es exactamente eso. No es que la reforma produce esto; es al revés. La
reforma es uno de los productos de este vasto proceso de la emergencia de esta iden-
tidad; uno de los ejes de la expansión del capital.
Hay una ingente masa de beneficio comercial con trabajo no pagado. ¿Qué se
hace con eso? Se invierte como capital. Se amplía el mercado de la nueva mercadería
llamada fuerza de trabajo; lo que se oponga a eso va a ser triturado. Las revoluciones
son producto de eso, y el nuevo horizonte histórico viene exactamente por eso. Sin
América, imposible. Ellos no tenían nada para vender. Es el beneficio comercial
que permite la formación a lo largo de toda la cuenca por donde transcurre el trá-
fico nuevo, en el nuevo mercado mundial. ¿Por qué hablamos de colonialidad del
poder? No porque se origina en la colonia, sino porque su carácter —que se formó
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entonces y existe hoy—, ese patrón de poder no solo tiene origen colonial, sino que
tiene carácter colonial.
Porque este nuevo sistema de explotación social, y el sistema de dominación
social al cual está asociado, se produjeron de manera interdependiente, y se siguen
produciendo en un universo histórico estructural muy heterogéneo. Esta racio-
nalidad requiere esta autonomía individual, y ella requiere por lo tanto libertad
individual; y no hay libertad individual plena sin otra fuente, que es la idea de
igualdad social. Entonces, tenemos aquí una veta utopística que es requerida por la
nueva racionalidad. La producción de la nueva racionalidad implica una veta uto-
pística sin la cual no es posible, pero que tampoco es posible sin esta.
Ninguna de estas ideas es nueva, no son producidas por Europa, ni en Europa;
pero siempre fueron minoritarias, reprimidas, perseguidas. ¿La igualdad social,
dónde?, ¿en el imperio chino?, ¿en el Tahuantinsuyo?, ¿en el imperio azteca, entre
los mayas? ¿dónde? Hace más de cuatro mil años, en el antiguo Egipto, en un
papiro en una tumba, se lee el famoso lamento del alma que dice «por qué no somos
iguales». Entonces, la idea de igualdad es muy vieja, la idea de libertad también,
pero siempre fueron minoritarias, perseguidas y reprimidas. Pero aquí está pasando
a ser el modo de dar sentido a la existencia social que está surgiendo. Hay modos
de producir sentido.
¿Qué quiere decir? ¿Cómo se explica? ¿A qué está vinculado? ¿Por qué está vin-
culado? ¿Cómo está vinculado? Hay un horizonte de sentido de la existencia social;
permite producir significados, todos sus recursos, sus entidades y sus instituciones.
En la materialidad de las relaciones sociales, y en la subjetividad, esto es lo que
se conoce como la modernidad. La palabra es más vieja. Borges dice, pero no lo
documentó, que encuentra el término en algún texto del siglo XII al sur de la
península itálica. Es posible. De hecho, se puede hablar de la primera modernidad
en el tiempo de la hegemonía musulmano-judaica, al borde del Mediterráneo, en
ambos lados. De hecho, la ciencia, la medicina, la tecnología, la ingeniería, las
matemáticas, la filosofía, son producidas allí. Era pues un mundo nuevo; pero un
mundo del gran mercado mundial, heterogéneo y, por eso, diverso.
Entonces, es sobre todo en el siglo XVII en adelante que se da la modernidad
europea, que se percibe como autoproduciéndose, autodiseñándose, autoprodu-
ciendo su nuevo horizonte de sentido. Todo lo demás está afuera, está separado;
es diferente, no es europeo. Hay una recolocación temporal-histórica de todo lo
demás. Todo los demás termina siendo no solo diferente sino «pre». Esta moder-
nidad, todo este proceso de eurocentramiento es el patrón de poder. Es modernidad,
sí; pero dentro del patrón de colonialidad del poder. Por eso es paradojal y ambi-
valente. Su dimensión en torno a las ideas requeridas de libertad social, libertad y
autonomía individual se convierten, para los europeos del siglo XVIII en adelante,
en el sentido común.
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1. El día de ayer nos ha presentado una propuesta conceptual, si así lo pudiéramos decir,
con siete ámbitos que se caracterizaban por su universalidad temporal y espacial. Quería
entender mejor cómo esta propuesta de los siete ámbitos es fundamental para la explica-
ción de patrón de dominación.
2. Habla del patrón de poder que es un precedente histórico y que está impuesto para
todos, y que está construido en base a una relación entre Europa y América desde 1492,
que es la conquista. Sin embargo, después de 1492 se hacen otras conquistas. ¿Algo de
esas otras relaciones con otros lugares del mundo, con quienes se crea relaciones, afecta o
genera algo en todo el patrón de poder que usted construye? Y también complemento con
la idea de que ya había otros lugares que ya formaban parte del imaginario de Europa, y
también con quienes se ha construido otro tipo de relaciones. Entonces, ¿dónde queda eso
del patrón de poder? Eso es específicamente, como para aterrizar un poco en el orienta-
lismo de Edward Said. Él entra en diálogo con qué es el Oriente para Europa, y es previo
a América. Entonces, esa construcción, ¿dónde termina en este patrón?
3. Me quedan claro en la colonialidad del poder los ámbitos del sexo, del trabajo, de la
comunicación, de la autoridad colectiva; el juego, arte y rito son los únicos que no llego
a entender. Sería interesante que explique el juego, el arte y el rito.
4. ¿Por qué menciona que el actual patrón de poder está en crisis? Porque en un texto que
habla sobre la globalización señala que ahora se ha articulado una forma de autoridad
pública global, pero ahora dice que el actual patrón de poder está en crisis. Entones,
¿cómo así?, ¿por qué?
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