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MANDAMIEI\TOS
Manual para la vida cristiana

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Tftulo original: Tte Ten commondments: Mantnljor the ctvistínn l;ife


Autor: Jochem Douma
Publicado por P&R publishing Co., NewJersey, @ tgg6

Tftulo: I-os Diez Mandamientos: Manual para la üda crisüana


Traducido por: José María Blanch
Revisado por: Alejandro Pimentel
Impreso en los EE.UU.

Diseño de cubierta: JosuéTorres

Para las citas de la Biblia se usó la Nueva versión Internacional o lggg.


Libros Desafio es un ministerio de cRC Rrblications, casa de
publicaciones de la Iglesia cristiana Reformada en Norteamérica,
Grand Rapids, Michigan, EE.UU.

Publicado por

T TRRoS DESAFÍo
285O Iklamaz¡oAve. SE
Grand Rapids, Michigan 49560
EE.UU.

O 2OOO Derechos reserwados


ISBN r-558a3-t20-7
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Contenido
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Prefacio ....7
ElprólogodelosDiezMandamientos.... ......9
Elprimermandamiento .......25
Elsegundomandamiento ......49
Eltercermandamiento ........93
Elcuartomandamiento .......133
Elquintomandamiento .......193
El sorto mandamiento . .245
El séptimo mandamiento
Eloctavomandamiento .......335
Elnovenomandamiento ......367
Eldécimomandamiento ......395
Apéndice: El uso de l¡a Biblia en la éüca . . . . . .415

Índicegeneral ...455
indicedematerias .....461
Índicedeautores ......469
Índice de citas bíblicas . .475
Prefacio
e>
El Profesor Dr. J. Douma es ministro de la Iglesia Reformada Libre de
Holanda (wijgemaakt), y desde 1970 ha sido profesor de ética en la
Universidad Teológica en Kampen, Holanda. El Dr. Douma ha escrito una
serie en quince volúmenes titulada Re¡fleruin Moral (Ethische bezhnirg), en
la que analiza diversos temas firndamentales y actuales de la esfera de la
ética. Entre estos temas se encuentran el aborto, matrimonioy sexualidad,
el estilo cristiano de üda, homosexualidad, medio ambiente y tecnologia,
responsabÍlidad política y armas nucleares. Tres de estos quince volúme-
nes fueron un comentario de los Diez Mandamientos, volúmenes que
luego se integraron para publicarlos como uno solo.
El Dr. Douma goza de respeto internacional por su interpretación pro-
funda y aplicación cúdadosa de la Escritura, de los credos y de la historia
de la i$esia, en relación con problemas morales contemporáneos. En este
volumen ofrece un comentario moderno sobre los Diez Mandamientos, que
siguen siendo en nuestros días un manual para lavida cristiana.
Finalmente, esta edición incluye un apéndice titulado: oEl uso de la
Biblia en la éticao. Este útil ensayo sería provechoso estudiarlo antes de
leer la exposición y comentario de los Diez Mandamientos, ya que en él el
Dr. Douma explica los principios y método hermenéuticos, con una expo-
sición de cuatro maneras eficaces en que se puede usar la Biblia para
reflexionar sobre la moral.
Nelson D. Kloosterman
Mid-America Reformed Seminary
Dyer,Indiana
EE.UU.
El prólogo de los
Diez Mandamientos
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Yo sog eLfurrlrtutDíos.
Yote saqué de Wtpto,
del Wis donde eras esclnuo.
Éx. zo:z)
EL PROLOGO DE I,OS DIEZ MANDAMIENTOS

Carta constitucional del pacto


Cualquier tratado de los Diez Mandamientos debe ocuparse del prólogo o
preámbulo, ya que es evidente que forma parte de las palabras que Dios
pronunció cuando proclamó los Diez Mandamientos en el Monte Horeb.
I-os judíos ortodoxos le atribuyen tanto valor a estas palabras que hacen
de ellas el primer mandamiento. Pero esto dificilmente puede ser así, ya
que en el prólogo no se prescribe nada. Antes bien, Dios comienza a decre-
tar en las palabras subsiguientes: <No tengas otros dioses además de mí,
(Éx. 2O:3). Además, para poder llegar a que los mandamientos sean diez,
los judíos se ven obligados a combinar varios mandamientos posteriores.
Al igual que los católicos y los luteranos, combinan en uno solo los que
nosotros consideramos como primer y segundo mandamientos, y luego
identifican los demás, del tercero hasta el décimo, de la misma forma que
los creyentes reformados. Esperamos demostrar en nuestra ex¡rosición del
segundo mandamiento que esta combinación es incorrecta. De momento,
sólo diremos: no hagan del prólogo un mandamiento por separado, pero sí
préstenle mucha atención.
¿Por qué? Porque este prólogo ayuda a iluminar el hecho de que en el
Decalogo tenemos una carta del pacto que Dios estableció con Israel en el
Sinaí. Como leemos en Deuteronomio 4: 13, el Señor dio a conocer su
pacto: <El Señor les dio a conocer su pacto, los Diez Mandamientos, los
cuales escribió en dos tablas de piedra,. Por fuentes extrabíblicas sabemos
que durante este período, otras naciones también utilizaron tablas para
establecer un pacto. Además, también hay puntos sorprendentemente
parecidos entre lo que encontrarnos en los Diez Mandamientos como
documento de un pacto y lo que encontramos en otras partes, Por ejem-
plo, un rey hitita podía comenzar de esta manera el tratado en forma de
pacto que establecía con sus vasallos: nAsí habla el rey Sol Mursilis, el
gran rey, el rey de la tiera de Hatti...r Esto hace recordar la magnífica intro-
ducción del pacto con Israel: oYo soy el Señor tu Dios..., Un príncipe pode-
roso se presenta a sus subditos. El convenio en forma de pacto podría

11
I¡S DIEZ MANDAMIENTOS

seguir describiendo los favores que el gran rey hubiera otorgado a sus
príncipes vasallos. En forma parecida leemos que el Señor ha liberado a
Israel de Egipto, la casa de esclavitud. El soberano hitita pasaría luego a
estipular las obligaciones que debÍan cumplir sus vasallos. En un sentido
parecido, encontramos en el Decá{ogo, con su repetido nnoo, las regulacio-
nes que Israel tenia que observar para ser fiel a su pacto con el Señor.'

Dios überación vida santa


- -
Examinemos más de cerca los tres elementos que acabamos de mencio-
na.r.
En primer lugar, Dios se anuncia en toda su majestad. Su revelación en
el Sinaí se acompañó de truenos y relámpagos que pusieron na temblar a
todos los que estaban en el campamento> (Éx. 19:16). A los israelitas los
inütó a que se reunieran en la montaña envuelta en un fuego que alcan-
z,abael mismo cielo, para que escucharan las palabras de Dios (para que
aprenda a temerme todo el tiempo que viva en la tiera, y para que enseñe
esto mismo a sus hijos, (Dt. 4:lO). Tenían que honrar a este Dios (Sal.
24:7,9: 29:l-2: 96:6- 1O). El hijo honra al padre y el siervo a su amo. Por
esto Dios podía decir: oahora bien, si soy su Padre, ¿dónde está el honor
que merezco? Y si soy Señor, ¿dónde está el respeto que se me debe?" (Mal.
l:6). Este mensaje no es menos válido para la iglesia del Nuevo
Testamento. Esta i$esia, según el autor de Hebreos, no se ha acercado a
una montaña fisica envuelta en fuego. cubierta de tinieblas y acosada por
vientos tempestuosos; pero está llamada a servir a Dios con el mismo
honor y respeto, (porque nuestro Dios es fuego consumidor, (Heb. f 2:18-
2r,29).
Segundo, advertimos que Dios se anuncia como el gran Libertador. En
el prólogo del Decálogo, no es como un rey hitita déspota que obliga a sus
vasallos a que 1o respeten. t^a instancia a que Israel lo tema y honre, tiene
un sabor especial. En el prólogo, Dios se presenta como el Señor, como
[*"
Yahvé, que ha sacado a Israel de Egipto, el lugar de esclavitud.
Por esta razórt,se llama Yahvé. Este nombre quiere decir: nYo soy el que
soy,; o sea, rYo soy el que salva y libera, el que cumple las promesas que
hice a sus padres Abraham, Isaac y Jacob,. Dios se habia obligado a sí

I J. L. Koole, DeTíenGeboden" 2a ed. (Kampen, 1983), IO-11; también G. van Rongen, Zgn
uast uerbond" (Goes, 1966), pp. 5 lss.

T2
\'-
EL PROI,OGO DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS

mismo con el juramento aAbraham, promeüendo multiplicar su descen-


denciay convertirla en una bendición para todas las naciones de la tierra
(Gn.22:15-18). cuando se presentó a Moisés, Dios estaba pensando
en
ese pacto. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob no contempló con desinte-
rés a sus descendientes oprimidos en Egipto. Demostró quién era: el Dios
activo, que actuaba para demostrar al Faraón y a Israel que cumplia sus
promesas. Dios escuchó el lamento de Israel en Egipto y recordó su pacto
con Abraham, Isaac y Jacob. vio cómo los israelitas er¿rn oprimidos y lo
que se les estaba haciendo (8x.2:23-25).
El pacto, establecido mucho antes con los padres, se renovaba aquí en
el sinaí. Ia nación había sido liberada de Egiptoy sabía qué clase de Dios
los había liberado: nYo soyyahvé, aquel a quien han conocido como el Dios
que cumple su pactor.
Esta liberación se presenta con relieves todavía más pronunciados
cuando recordamos que Yahvé liberó a los Israelitas apesarde su propia
conducta. Fueron obstinados cuando su liberación de Egipto no llegó con
la rapidez que querían (Ex. 5:21-23; 6:9). Se volüeron contra Moisés a ori_
llas del Mar Rojo:
oEntonces le reclamaron a Moisés:
¿Acaso no había sepulcros
en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto?
¿Qué has hecho con nosotros? ¿para qué nos sacaste de
Egipto?Ya en Egipto te decíamos: .¡Déjanos enpaz! ¡preferimos
servir a los egipcios!' ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios
que morir en el desierto!, (Éx. l4:ll-12)

Esta mentalidad saldría muchas veces a relucir en el desierto. o¡Desde


que los conozco han sido rebeldes al señorr (Dt.9:24). El deseo de regre-
sar a la vida licenciosa de Egipto resultaba a menudo más fuerte que el
deseo de llegar a laTierra prometida. En el sinaí, fue necesaria la interven_
ción de Moisés para impedir que Dios destruyera a su pueblo. pero ahÍ
vemos de inmediato y con claridad por qué Dios perdonó a su pueblo. Así
es como Moisés intercedió ante Dios por su pueblo: n¡Acuérdate de sus
siervos Abraham, Isaac y Jacob! pasa por alto la terquedad de este pueblo,
y su maldad y su pecado... Después de todo, ellos son tu propia heredad;
son el pueblo que sacaste con gran despliegue de fuerza.y de poder, (Dt.
9:26-29)- El pacto, del que los Diez Mandamientos son la carta, es un
pacto de gracia, y ¡la liberación de Egipto es una liberación inmerecida!

13
I.OS DIEZ MANDAMIENTOS

En tercer lugar, Dios se anuncia como kgislador. Al prólogo le siguen


los diez mandamientos que los Israelitas debían obserwar.2 pero a la luz de
lo que sucedió antes, estos mandamientos revisten un carácter muy espe-
cial. No son los mandamientos de un déspota que dicta su ley en el sen-
tido de uobedezcan y calleno, porque son los mandamientos de yahvé el
Liberador, que quiere que su pueblo Wrnarez-calibre. primero se da el
éxodo hacia la libertad, luego la ley. Aquí se funden la libertad y sus lími-
tes. Pa¡a poder crecer, elpez esta limitado avivir en el agua, su elemento.
Así también, las personas son übres, como elpez en el aguay el pájaro en
el aire, sólo cuando escuchan la ley de Dios. En su epistola, Santiago des-
cribe a la ley como una ley de libertad (Stg. l:25).
En ese contexto, debeúamos mencionar Deuteronomio 6:2O-2b como
un pasaje muy pertinente. En generaciones posteriores, cuando un hijo le
preguntaba a su padre, o¿Oué significan los mandatos, preceptos y nor-
mas que el Señor nuestro Dios les mandó?, el padre tenía que contar pÉ
merola historia de la liberación de Israel de Egipto, antes de llegar a los
mandamientos mismos. El propósito de cumplir con estos mandamientos
es suficientemente claro: nEl señor nuest¡o Dios nos mandó temerle y obe-
decer estos preceptos, para que siempre nos vaya bien y sigamos con vidar
(Dt.6:20-25| Al que cumpla la ley, todo le irá bien. Éste es un tema que
se repite (Dl. 4:4O; 1O:13; L2:28, para menciona_r unas pocas referencias).
como alguien ha dicho, la ley es la melodía cuyas notas consisten en una
üda gozosa delante de Dios.3 se compusieron poemas para alabar la ley
(sat. 19; 119). Hablando en forma metafórica, no es el trueno sino el rocío
lo que mejor caractertza ataley dada en Horeb.n Al frente de la ley no mar-
cha su rigor, sino su preocupación por impedir que el que ha sido liberado
regrese a la esclaütud.
A esto debemos agregar la obserwación de que la üda seg¡rn la ley es una
vida santcr- sobre todo en el libro de Levitico se nos dice con claridad que
I
esta vida santa está íntimamente ligada a la liberación de Egipto. En este
\"

opino que no causa diferencia alguna hablar de las Diez palabras o de los Diez
Mandamientos. Encontramos npalabras, JÉx. zo: t; Dt. S:22) o odiez palabrasr (véase el
hebreo de Éx. 34:28:Dt,4:13; l0:4); pero también se puede hablar de áos tablillas de pie-
dra que contienen la leyy el mnnda¡níento(Dx.24:12).véase también Mt. 19:17-19 y Ro.
13:9. Todo se reduce a cómo se interpreta el concepto de mandamiento.
3 J. W. Tunderman,'tBegínselder eeutuíge uretgle (Goes, lg4g), 2:f lO.
4 H. Veldkamp, ondngsl<índeren" 3a ed. (Franeker, 1957), 2:138.

T4
EL PRÓI,OGO DE I,OS DIEZ MANDAMIENTOS

I libro de la Biblia, escuchamos con reguladdad la resonancia del prólogo de


¡ los Diez Mandamientos, a menudo en relación a la exhortación: <Sean,
I' pues, santos, porque yo soy santor (Lv. 11:45; véase l9:2;22:31-33). ¿8ué
quiere decir esto en concreto? Indica que Israel no puede comporlarse
como el pueblo de Egipto, e incluso menos como los quevivian en Canaán,
hacia donde se dirigía Israel (Lv. 18:3). Yahvé había apartado alsrael de las
naciones para que este pueblo le perleneciera (Lv. 20:26). Yatrvé mismo es
santo, lo cual significa que es completamente diferente de todos los otros
dioses; pero entonces también su pueblo ya no podía üvir según el esülo
de Egipto, la tierra de la que habían sido sacados. Israel tendría que prac-
ticar otro estilo en todas las dimensiones de su vida, un estilo diferente de
] los que había encontrado tanto en Egipto como entre la población pagana
de Canaárr. Disfrutar de la libertad significa vivir la antítesis.5 A un Dios
aparte pertenece un pueblo aparte: <un reino de sacerdotes y una nación
santar, (Éx. f9:6).

Del Antiguo al Nuevo Testamento


Los tres sorprendentes elementos en el prólogo que acabamos de mencio-
nar destacan todavía con mayor relieve cuando pasamos del Antiguo al
Nuevo Testamento. Moisés, el mediador del antiguo pacto en el SinaÍ, deja
su lugar a Jesús, el Mediador del nuevo, y mejor, pacto {Heb. 8:6; 9:15;
12:24). Fundamentalmente, el pacto mejor no es otro pacto, ni siquiera en
relación con los Diez Mandamientos. Hemos escrito en otro lugar acerca de
lavalidez permanente de los Diez Mandamientos.u
Junto con Calvino, insisümos en que el pacto con Israel no difiere en
uesencia y sustancia, del pacto del Nuevo Testamento, sino que difieren
entre sí sólo en cuanto a su respectiva administración. El nuevo pacto ya
no se establece con una sola nación (Israel) sino que se extiende a los cre-
yentes y a sus descendientes de todas las naciones del mundo (Hch. 2:39;
Ro.9:24-26:Ef .2:ll-22).Además, las prácticas de culto asociadas con los
sacerdotes, los sacrificios de animales y las fesüvidades concluyeron
cuando todas estas nsombras), se sustituyen al aparecer la realidad de

5 J. L. Koole, DeTienGeboden pp.2S-26.


6 Chvistian Morals and- Ethícs Winnipeg, I 98 1 ) . No volveremos a analiza¡ en este volumen
lo que expusimos ahi, a saber, lavalidez permanente del Decálogo, la ley como norma de
vida más que como camino de salvación, y los tres usos de la ley.

15
I,OS DIEZ MANDAMIEMIOS

todas estas cosas en Cristo (Col. 2:16-17; Heb. b-l0).' Debido a esos y
otros cambios, ya no es posible hablar de los Diez Mandamientos sin rela-
cionarlos con la obra de Jesucristo. Ahora reciben una interpretación más
amplia y profunda que lo que fue posible a los pies del Monte Sinaí.
Esto debemos tenerlo presente cuando leemos el prólogo. señalamos
antes que, en primer lugar, Dios se anuncia en el prólogo en toda su majes-
tad. sujetos a esta majestad están no sólo Israel, sino todo el mundo. Esto
también fue así cuando Yahvé estableció su pacto con Israel en el sinaí,
porque incluso entonces decla¡ó que todo el mundo le pertenecía (Éx.
19:5). Pero con la luz del Nuevo Testamento vemos mejor cómo todas las
cosas le pertenecen y existen por él y para él (Ro. I l:86), y cómo es digno
de recibir gloria, honor y poder de todas las naciones (Ap. 4:II; 2I:26).
Vemos también cómo toda autoridad en los cielos y en la tierra ha sido
dada a cristo (Mt. 28:18), y que delante de él toda rodilla debe doblarse y
toda lengua debe confesar que rdesucristo es el Señor para $oria de Dios
Padrer (Fil. 2:lO-f l).
Más aún, lo que el prólogo dice acerca de Dios como gran Libertador
adquiere un contenido más profundo en el Nuevo Testamento. ya el
Antiguo Testamento fue más allá de la impresionante liberación de Egipto.
Jeremías anunció que llegaría el día en que el pueblo ya no diría: npor la
vida del señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra de Egiptor, sino,
ttPor lavida del señor, que hizo salir a los israelitas de la tierra del norte, y
de todos los países adonde los había expulsado, (Jer. 16:14-lb). pero la
gran liberación lograda por medio de Jesucristo superaría cualquier otra
liberación. t a antigua Pascua se sustituye con la nueva, para la que cristo
mismo se ha converlido en el cordero sacrificado (l co. 5:z).r,aliberación
de Egipto se convirtió en nuestra liberación del poder de las tinieblas, de
la esclaütud del pecado, de modo que pudiéramos tener un lugar en el
reino de Cristo (Col. 1: 13; I P. 2:9).
t"
r También en esto, debe impresionarnos el carácter gratuito de esta libe-
¡* ración: nPor gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no pro-
I cede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por las obras, para que

f-r
I
¡
7 La relación entre elAntiguo y Nuevo Testamentos es crucial para la ética cristiana. Entre
losmejoresanálisisestáJuanCalvino, IrstihrcióndelaRelígíónCristirutqnuevaed.revi-
sada, trad. cipriano de valera, Fundación Editorial de Literatura Reformada,
2vol. (1967),2.I1.329-341, oDiferencia entre los dos Testamentoso.

16
lu,
EL PRÓI,OGO DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS

nadie se jacte, (Ef. 2:8-9). Del mismo modo que Israel no se apartó de la
esclavitud de Egipto por sus propios esfuerzos, también la gran liberación
que Cristo ha real2ado debe describirse como no merecida. Una vez más,
las promesas que hace mucho fueron dadas a Abraham y a sus descen-
dientes, llegan a cumplirse. Dios demostró su misericordia en Cristo a
Abraham y a sus descendientes para siempre (Lc. I :55), y recordó el jura-
mento hecho a Abraham (I*. 1:73). Lo que Dios declaró una vez a
Abraham medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tie-
-u¡por
¡¡¿o (Gn. I2:3)- ahora logra su plenitud entre aquellos que creen en
Cristo. En este sentido, las distinciones entre judÍo y griego, esclavo y libre,
hombrey mujerya no importan. Son uno en Cristo, y quien esté en Cristo
es hijo de Abraham y heredero según con la promesa (Gá. 3:7-14,28-29).
En tercer lugar, debemos ver con claridad que el Dios que se anuncia
como Legislador, lo hace como nuestro Salvador en Cristo en forma más
explicita que bajo el antiguo pacto. Invocando las misericordias de Dios,
Pablo nos inüta a que presentemos nuestras üdas a Dios como sacrificio
santo (Ro. 12:1). Hemos sido escogidos con etfnde quepodamos vivir en
forma santa y sin tacha delante de Dios (Ef. f :4). Dios nos ha creado en
Cristo parahacer buenas obras, que ha preparado de antemano para que
andemos en ellas (Ef.2:lO). Primero está el evangelio, luego la ley. El pue-
blo debe mantenerse firme en su libertad y no permitir ser esclavizado de
nuevo (Gá. 5: 1). Debemos decir adiós a la vida vieja, pecaminosa y no per-
mitir que nos seduzcan los deseos de otro tiempo cuando no sabíamos
cómo era todo. Porque así como Aquel que nos llamó es santo, así también
nosotros debemos ser santos en todo lo que hagamos, como dice Pedro,
recurriendo aI versículo del Antiguo Testamento: uSean santos, porque yo
soysanto, (f P. 1:15-16).
Esa condición de vida también contrasta con la forma mundana de la
que hemos sido liberados. Debemos ser irreprochables y sin mancha, hijos
que viven sin faltas en medio de una generación deshonesta y perversa, y
debemos ser estrellas brillantes en el mundo (tenebroso) (Fil. 2:15). I-a" libe-
ración de Egipto, y de cualquier otra tierra de esclaütud a cualquier
pecado, exige una antítesis visible en estilo de vida entre el entonces y el
ah.ora.

I7

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