TEMA 3 - La argumentación falsa o insuficiente

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TEMA 3.

LA ARGUMENTACIÓN FALSA O INSUFICIENTE

1. LAS FALACIAS

1.1. Definición

La lógica no sólo estudia el razonamiento correcto, sino también los errores lógicos, sus
causas y la forma de evitarlos. Conocerlos nos permite identificarlos en una argumentación
y evitar en lo posible su uso.

En efecto, hay formas de argumentación que a primera vista parecen correctas, pero
que, si las analizamos de una forma más minuciosa, resultan no serlo. Esos argumentos que
aparentan ser válidos pero que no lo son reciben en lógica el nombre genérico de falacias.
Cuando esos argumentos o razonamientos falsos se plantean sin voluntad de engaño se
denominan paralogismos (o paralogías). Si la confusión argumental es intencionada,
entonces se les denomina sofismas.

Así como el conjunto de reglas básicas del razonamiento correcto –desde el punto de
vista de la lógica– se puede definir claramente, el conjunto de errores posibles no puede ser
definido. Esto es, estrictamente hablando, existen infinitas maneras de razonar
incorrectamente. A este respecto nosotros nos centraremos en aquellas que tienen cierta
fuerza de convicción, que son persuasivas.

1.2. Clases de falacias

Las falacias se pueden dividir en dos grandes tipos: formales y no formales.

1.2.1. Las falacias formales.

Son errores de aplicación de las reglas lógicas y producen argumentos inválidos desde
el punto de vista de la lógica. Las más corrientes son:

a) La falacia de la afirmación del consecuente. Es llamada así porque en ella se concluye


(erróneamente) que el segundo término de una premisa consecuente establece
también la verdad de su antecesora. Por ejemplo:

(1) Si un matrimonio m se celebra por error en la identidad de la persona, m


entonces es nulo.
(2) El matrimonio m es nulo.
Ergo, el matrimonio m se celebra por error en la identidad de la persona.

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La trascripción lógica sería:

(1) p  q
(2) q
_________
p

En este caso las premisas podrían ser verdaderas y la conclusión falsa. Por
ejemplo, supongamos que el matrimonio m sea nulo, pero no por haberse
producido error, sino por haber sido prestado el consentimiento mediante coacción.
En ese caso, las dos premisas del argumento serían verdaderas, pero la conclusión
sería falsa.

b) La falacia de la negación del antecedente. Esta falacia dice que si se niegan los
antecedentes entonces se negará también la consecuencia. Por ejemplo:

(1) Si x obra en legítima defensa, entonces x obra de manera justificada


(2) X no obra en legítima defensa
_____________________________________________________________
Ergo, x no obra de manera justificada

El esquema formal sería:

(1) p  q
(2) p
_________
q

No hay ninguna regla lógica que nos permita, con la negación del antecedente,
obtener la negación del consecuente.

En concreto, sería posible que las premisas del argumento fueran verdaderas y
la conclusión falsa: podría ser que x no actuara en legítima defensa, sino en estado
de necesidad (o en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un
derecho, oficio o cargo); entonces las dos premisas serían verdaderas y al
conclusión falsa, dado que x actuaría de manera justificada.

Más ejemplos: «Si estoy dormido tengo los ojos cerrados, pero si estoy despierto
tengo que estar con los ojos abiertos» «Si no lo digo no me critican, por lo que si lo
digo me criticarán». En ambos casos se dice algo que no tiene por qué ser
necesariamente cierto.

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El remedio para las falacias formales es el control de las inferencias por medio de las
reglas lógicas (como en el ajedrez: habrá que tener en cuenta las reglas para ver si el
movimiento de una pieza es correcto o no).

1.2.2. Las falacias no formales

Son las producidas por argumentos que son incapaces de establecer la verdad de las
premisas que contienen, y que por tanto no son sólidos, independientemente de su
corrección lógica. En estas podemos distinguir entre falacias materiales (o de presunción) y
falacias verbales (o de ambigüedad).

A) Las falacias materiales. Conocidas también como falacias de presunción, porque las
premisas “presumen” demasiadas cosas, sin probarlas. Siguiendo la clasificación de
Aristóteles, se pueden distinguir seis tipos (en algunos casos con subtipos):

1) La falacia del accidente. Consiste en aplicar una regla general a un caso particular
cuyas circunstancias accidentales hacen que la regla sea inaplicable. P. ej.:

(1) Todos los que matan a otro comenten un delito punible


(2) X mató a y en legítima defensa
___________________________________________________
Ergo, x ha cometido un delito punible.

Este argumento es falaz porque no presta atención al hecho de que la


defensa legítima es una causa de justificación que exime de responsabilidad
criminal. Y es que en Derecho es habitual que las reglas generales tengan
excepciones.

2) La falacia del accidente inverso. Se comete cuando se realiza una generalización de


manera inadecuada. P. ej., del hecho de que el contrato de compraventa sea un
contrato a título oneroso, no podemos derivar que todos los contratos sean a
título oneroso: existen también contratos a título gratuito.

3) La falacia de la conclusión irrelevante. Se comete cuando la conclusión hace


referencia a un aspecto que las premisas no tienen en cuenta ni pueden
fundamentar. Existen muchas subclases de esta falacia:

a. El argumentum ad hominem. Consiste en replicar a otro argumento atacando


o dirigiéndose a la persona que lo realiza, más que a la sustancia de lo que
dice. P. ej.: “La filosofía moral de Rousseau es falsa, porque Rousseau
abandonó a sus hijos en un orfanato” - “Tú no eres mujer, así que tu
opinión sobre el aborto no cuenta”.

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Cuando la discusión se dirige, no contra la persona en sí del
interlocutor, sino contra las circunstancias en que se halla, se habla de
argumento ad hominem indirecto o circunstancial: “Ud. hace esas
preguntas para perjudicar al gobierno” - “¡Claro, como a ti no te toca, te
parece muy bien la reforma!”.

Una variante de este argumento es la llamada falacia tu quoque. En


ella no se presentan razones para replicar una acusación, sino que en su
lugar se devuelve la ofensa a quien acusa. P. ej.: “No dejo el tabaco
porque mi médico tampoco lo deja”. Sólo tiene un uso legítimo cuando
se utiliza para rechazar una autoridad moral. P. ej.: “Uds. no tienen
credibilidad ante el Parlamento ni ante la sociedad porque cuando
gobernaban hacían lo contrario de lo que ahora reclaman”.

b. El argumentum ad populum (= dirigido al pueblo). Es un argumento falaz que


concluye que una proposición debe ser verdadera porque muchas personas
lo creen así. Apela a los sentimientos más que a la razón de la audiencia. La
publicidad y la propaganda lo emplean de forma sistemática (“Cien
millones de personas no pueden estar equivocadas”). Es también frecuente
en la oratoria forense, en particular ante un jurado.

c. El argumentum ad misericordiam. Es una apelación a la piedad. Acostumbran


a usarlo los abogados penalistas cuando defienden a una persona a la que
todas las pruebas incriminan. Se emplea también en lenguaje publicitario
(“Él nunca lo haría”).

Existen falacias retóricas similares (generalmente sofísticas: esto es,


deliberadas) con las que se busca persuadir apelando a otros tantos
sentimientos del oyente: odio, ira, placer, orgullo, culpa, vergüenza,
miedo, vanidad, envidia, etc. Ej.: “No votes a Z. Z es judío, y los judíos
son los causantes de la crisis económica” – “¿Te gusta conducir?” – “No
tienes valor para ir y decírselo”, etc.

d. El argumentum ad verecundiam. Es una apelación a la autoridad, al respeto


que nos merecen determinadas instancias o personas por su prestigio o por
su capacidad en una materia. Ej.: “Es verdad, porque lo dice la televisión /
porque aparece en Wikipedia” – “El propio Padre Santo ha bendecido hoy
al señor Corleone. ¿Acaso es Ud. más listo que el Papa?”.

e. El argumentum ad ignorantiam. Trata de probar la verdad de una opinión


porque nadie ha podido probar, hasta ahora, su falsedad. P. ej.: “Nadie ha
podido demostrar que no existan los seres extraterrestres, / por lo tanto,

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hay vida en otros planetas” – “A mí déjame de historias: o pruebas que Dios
existe, o te callas”.

Los sistemas dictatoriales acostumbran a usar este argumento: si no


puedes probar que eres inocente, entonces eres culpable (se invierte el
principio in dubio pro reo, dándose pie a la llamada prueba “diabólica”).

f. El argumentum ad baculum (= del bastón). Se comete cuando se apela a la


fuerza o la amenaza de la fuerza para hacer que se acepte una conclusión:
“Le voy a hacer una oferta que no va a poder rechazar”. “No le conviene
publicar eso”, etc. Todo argumento así en el fondo se reduce a un “porque
lo digo yo”. La denominación es irónica, puesto que no existe argumento
alguno: se reemplaza la razón por la amenaza más o menos velada de la
fuerza.

4) La falacia del argumento circular o petitio principii. Es admitir en la premisa


aquello que precisamente está en cuestión, es decir, lo que se debe demostrar.
Por ejemplo: “Supongamos que Pablo no miente cuando habla. / Pablo está
hablando. / Por lo tanto, Pablo está diciendo la verdad”.

Esta y otras proposiciones del estilo son perfectamente lógicas, pero


no lo convencen a uno de la veracidad de su autor. El problema aquí es
que el que razona, buscando probar la veracidad de Pablo, le pide a su
audiencia que asuma que Pablo dice la verdad, de modo que lo que
termina “probando” es lo mismo que se dijo al principio.

Una subespecie del anterior es el llamado razonamiento circular o


dialelo. Se incurre en él cuando hay dos proposiciones que se pretender
demostrar recíprocamente. Ej.: “Sabemos que Dios existe, porque nos lo
dice la Escritura. Y sabemos que Escritura es verdad, porque es Palabra
de Dios”. No obstante, conviene saber que no todo razonamiento
circular es falaz o vicioso, y es que hay fenómenos que sólo se pueden
explicar de forma circular, puesto que se retroalimentan: “La Bolsa va
mal porque los inversores están asustados; y los inversores están
asustados porque la Bolsa va mal”.

5) La falacia de la causa falsa. Consiste en tomar por la causa de alguna cosa otra
cosa que realmente no lo es. El más conocido de estos argumentos es el de post
hoc ergo propter hoc (algo ha sucedido “después de esto, por tanto a causa de
esto”), argumento que por cierto se encuentra en la base para muchas creencias
supersticiosas. P. ej.: “Cada vez que paso por delante de la parada de autobús
me empieza a doler la cabeza”. En general, hay que recordar que la mera

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sucesión de fenómenos no equivale a causalidad: “No hay razón para que se
pare el coche. Tiene gasolina de sobra”.

6) La falacia de la pregunta compleja o pluribus interrogationum. Se comete al


formular una pregunta compleja en la que se presupone algo que todavía no ha
sido probado o aceptado por la persona interpelada. Esta falacia es con
frecuencia usada retóricamente para dar a entender la presunción o
conocimiento de la respuesta a la pregunta por parte del que la realiza.
Ejemplo: “¿Sigues saliendo a comer con tu mujer?” (Tanto la respuesta
afirmativa como la negativa admitirían que la persona tiene mujer y que al
menos antes salía a comer con ella).

B) Las falacias verbales o de ambigüedad, porque en ellas la conclusión se obtiene


mediante un uso impropio de las palabras.

1) La falacia del equívoco. Se produce cuando, en un mismo razonamiento, un


término se toma primero con un significado y luego con otro. Así, por ejemplo:
“El fin [destino] de las cosas es su perfección, / la muerte es el fin [final] de la
vida, / la muerte es la perfección de la vida”.

2) La falacia de la anfibología. Ocurre cuando la ambigüedad no está encerrada en


un término, sino que afecta a toda la proposición. Ejemplos:

- “Juan le dijo a Pedro que debía atender a su madre” (¿De qué madre se
trata?)
- Llamada al aeropuerto: “-¿Cuánto tarda un vuelo a Moscú? –Vamos a ver,
un minuto… –De acuerdo, muchas gracias.”
- “Puedo caminar y [puedo] no caminar, / pero caminar y no caminar es
imposible, / luego entonces, puedo lo imposible”.

3) La falacia del énfasis. Se construye mediante una proposición que contiene dos
partes: una que afirma o concuerda con un tema, y otra que expresa una
objeción o condición. En función de dónde se ponga el acento se estará
otorgando más o menos importancia a un sentido u otro. De esta manera se
crear una ambigüedad que afecta a la interpretación, y de la que el autor del
argumento puede beneficiarse con posterioridad.

Este tipo de “verdades a medias” se dan con mucha frecuencia en


política, ya que permite al que las formula retractarse de lo dicho si las
cosas salen mal. P. ej., un diputado expresa su posición respecto del
nuevo sistema de misiles del Presidente: «Estoy a favor de un sistema
de defensa de misiles que efectivamente defienda a nuestro país». Si le
da énfasis a la expresión a favor estará mostrando su acuerdo con el

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Presidente, pero si da énfasis a las palabras que efectivamente defienda
significará que no se está de acuerdo con el nuevo sistema.

También es una falacia típica de cierta prensa sensacionalista. P. ej.,


un gran titular de portada donde se dice “La actriz X se divorcia” y,
después, con letra muy pequeña, se añade: “en la serie de TV que
protagoniza”.

4) La falacia de la composición. Consiste en concluir que una propiedad compartida


por un número de cosas en particular también es compartida por la suma de
esos entes, o que la propiedad de las partes de un objeto debe ser también una
propiedad del objeto entero. P. ej., del hecho de que los suecos sean altos no se
puede deducir que Suecia sea alta (Suecia no es un individuo y, por tanto, no es
ni alta ni baja). O del hecho de que las hojas de un libro sean muy finas no
podemos concluir que el libro es muy fino (puede ser que el libro sea muy
grueso y sus páginas sean de papel fino).

De todas formas, a veces se usan expresiones así a modo de


paráfrasis. Por ejemplo, “Suecia es rica” quiere significar que la renta
per capita de los suecos es de las más elevadas del mundo.

5) La falacia de la división. Es la opuesta a la anterior. Consiste en asumir que la


propiedad de algo debe aplicarse a sus partes, o que la propiedad de una
colección de cosas es compartida por cada integrante del conjunto. P. ej.: “Los
socios del F.C. Barcelona son numerosos, luego el presidente del F.C. Barcelona
es numeroso” - “Tú estudias en un colegio para ricos; luego debes ser rico” –
“Las hormigas pueden destruir árboles. Luego esta hormiga puede destruir un
árbol”.

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2. LOS TÓPICOS

Cfr. Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, Tratado de la argumentación, Madrid, Gredos, 2000; T. Miranda
Alonso, Argumentos, Publicaciones de la Universitat de València, 2002.

2.1. Definición

Con frecuencia en nuestros razonamientos partimos de afirmaciones muy generales,


que son admitidas por mucha gente (lugares comunes o tópoi, en griego), y cuya verdad o
aceptabilidad rara vez se cuestiona. Debido al importante papel que juegan en la
argumentación, es conveniente dedicarles una cierta atención.

Cuando se trata de fundamentar valores o jerarquías, o de reforzar la intensidad de la


adhesión que suscitan, se los puede relacionar con otros valores u otras jerarquías, para
consolidarlos; pero, también se puede recurrir a premisas de carácter muy general. Esas
premisas reciben desde la Antigüedad el nombre de lugares (loci en latín, tópoi en griego) y
en torno a ellas se redactaron los Tópicos, o tratados dedicados específicamente al uso de
estas premisas en el razonamiento dialéctico (entre ellos los de Aristóteles, Cicerón, etc.).

Los antiguos vincularon la existencia de estos tópicos o lugares a la preocupación por


favorecer el esfuerzo de invención del orador. De ahí que los lugares designen las rúbricas
bajo las cuales pueden clasificarse los argumentos: se trataba de agrupar el material
retórico necesario, con el fin de encontrarlo más fácilmente en caso de necesitarlo; de ahí la
definición de los lugares como depósitos de argumentos.

Aristóteles distinguía entre los lugares comunes, que pueden servir indiferentemente en
cualquier ciencia y no dependen de ninguna, y los lugares específicos, que son propios de
una ciencia particular o de un género oratorio bien determinado.

2.2. Clasificación de los tópicos

- Lugares de la cantidad.

“Son los que afirman que una cosa vale más que otra por razones cuantitativas. Además,
casi siempre, el lugar de la cantidad constituye una mayoría sobreentendida, pero sin la
cual la conclusión no estaría fundamentada. Aristóteles señala algunos de estos lugares: es
preferible un mayor número de bienes a uno menor, el bien que sirve a un mayor número
de fines, a lo que no es útil en el mismo grado; lo que es más duradero y más estable, a lo
que es menos. Para Isócrates, el mérito es proporcional a la cantidad de personas que
resultan beneficiadas. Los atletas son inferiores a los educadores, porque sólo ellos se
benefician de su fuerza, mientras que los hombres que piensan son bien provechosos para
todos” (Perelman y Olbrecht-Tyteca, cit., p. 148).

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Se consideran lugares de la cantidad:

- la preferencia por lo probable


- la preferencia por lo que es defendido por el mayor número de personas
- la preferencia por lo habitual
- la conversión de lo normal en normativo
- la desconfianza por lo excepcional

Los lugares de la cantidad tienen tal peso que suelen estar presentes en un sinnúmero de
argumentaciones que desarrollamos. P. ej., la democracia, en cuanto a su justificación, se
apoya en argumentos sobre la base del lugar de la cantidad: en este caso, que es la mayoría
la que debe decidir quién gobierna.

Por lo general, la mayoría de los lugares que tienden a mostrar la eficacia de un medio
serán lugares de la cantidad.

- Lugares de la cualidad.

Cuando se cuestiona la ventaja del número se acude al lugar de cualidad ("más vale
pájaro en mano que ciento volando"). Con él se reivindica el valor de lo oportuno (“más
vale llegar a tiempo que rondar un año”), de lo urgente, de lo intenso, de lo principal, etc.
Por eso dice Aristóteles:

“Asimismo, A es más deseable si es deseable sin B, pero no B sin A: el poder,


por ejemplo, no es deseable sin la prudencia, pero la prudencia sí es deseable
sin el poder” (Tópicos, 117 b)

A los lugares de la cualidad conviene por tanto tratarlos como contrapunto de los lugares
de cantidad (por ejemplo, lo difícil y costoso como lo mejor, en contraste con lo fácil, que
está al alcance de la mayoría pero que por ello sería menos valioso). En esa línea, Ortega
sostiene que cuando todo el mundo está de acuerdo con algo resulta sospechoso, y es más
que probable que no sea verdadero o no tenga validez suficiente. Del mismo modo,
Aristóteles plantea que en el campo del saber lo que rige es más bien la aristocracia
(entendida ésta en relación al gobierno de los mejores – aristoi), y de ninguna manera la
democracia.

- Lugares del orden.

Por ellos se afirma que lo anterior es superior a lo posterior: la causa al efecto, la


totalidad a la parte, el principio al hecho, etc. Así, por ejemplo, Aristóteles argumenta para

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defender que la polis (el todo) es anterior al individuo (la parte), empleando para ello el
símil del cuerpo humano y sus miembros.

En esta línea se situarían también los argumentos que dan preferencia a lo antiguo sobre
lo nuevo (“Cuando seas padre, comerás huevos”), y que sirven en ocasiones como criterio
de justicia para la distribución de bienes y cargas.

- Lugares de la relación medio-fin

Según este tipo de argumentación, lo que se desea por sí mismo es preferible a lo que se
desea como un medio para conseguir ese fin. Por eso, dice Aristóteles, la salud es más
deseable que la gimnasia. Por otro lado, lo que es en sí la causa del bien es más deseable
que lo que es la causa de él accidentalmente, por eso es preferible la virtud a la suerte.
Finalmente, lo que es más noble y laudable a lo que es menos.

* * *

Una cuestión final en torno a los tópicos. ¿Estamos ante expresiones de sabiduría o ante
prejuicios masivos? Los tópicos –como los refranes que a veces los expresan–, condensan
bajo un aspecto parte de la experiencia popular, y por ello, merecen ser tenidos en cuenta
en la práctica argumentativa. Pero con frecuencia son aceptados de manera absoluta, sin
tener en cuenta las circunstancias particulares en que se aplican, y entonces se convierten
en prejuicios, sobre todo si se impide su cuestionamiento.

Los tópicos se caracterizan por una gran generalidad que los hace utilizables en
cualquier ocasión. Esto ha llevado a lo largo de los siglos a un uso abusivo de ellos,
hasta el punto que fue ese abuso el que condujo a cambiar la concepción original de
tópico o lugar común a la de “tipo de argumento que de tan manido y usado ha perdido
su efectividad”. Sin embargo, el concepto original, en su sentido estricto, sigue siendo
de gran utilidad, siempre que no se le quiera atribuir una suficiencia argumentativa que
de suyo no posee.

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3. LAS PARADOJAS

En sentido estricto, una paradoja es la formulación de un argumento que en principio


parece plausible, pero que, mirándolo bien, lleva a una contradicción o, en un sentido más
amplio, a una conclusión bastante censurable. Si el argumento es lógicamente correcto,
debería haber algún problema en las premisas. La singularidad de las paradojas es que no
sabemos detectar dónde está el problema en las premisas.

Una paradoja es por tanto una declaración en apariencia verdadera que conlleva a una
auto-contradicción lógica, o a una situación que contradice el sentido común. Es, en
definitiva, lo opuesto a lo que uno considera cierto: es un contrasentido con sentido.

Entre los temas recurrentes en las paradojas se encuentra la auto-referencia directa e


indirecta, la infinitud, definiciones circulares y confusión de niveles de razonamiento.

Algunos conocidos ejemplos de paradojas son:

- La paradoja del mentiroso. Un hombre afirma que está mintiendo. ¿Lo que dice es
verdadero o falso?

- La paradoja del barbero (o paradoja de Russell, que la explicaba en términos de teoría


de conjuntos):

En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet,


diestro en afeitar cabezas y barbas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el
emirato, y ordenó que los barberos sólo afeitaran a aquellas personas que no pudieran
hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó
sus angustias: “En mi pueblo soy el único barbero. Si me afeito, entonces puedo afeitarme
por mí mismo, por lo tanto no debería de afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo!
Pero si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el
único barbero de allí!”
El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de
la más virtuosa de sus hijas.

- La paradoja de Sancho Panza (cfr. M. de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de


la Mancha, capítulo LI):

"–Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío (y esté vuestra
merced atento, porque el caso es de importancia y algo dificultoso). Digo, pues, que sobre
este río estaba una puente, y al cabo della, una horca y una como casa de audiencia, en la
cual de ordinario había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del río, de la
puente y del señorío, que era en esta forma: "Si alguno pasare por esta puente de una parte
a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar; y si dijere

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mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna".
Sabida esta ley y la rigurosa condición della, pasaban muchos, y luego en lo que juraban se
echaba de ver que decían verdad, y los jueces los dejaban pasar libremente. Sucedió, pues,
que, tomando juramento a un hombre, juró y dijo que para el juramento que hacía, que iba a
morir en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento
y dijeron: ‘Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y,
conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y,
habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre" [En la novela, esta paradoja
circular sin solución deja a todos perplejos, hasta que Sancho decide que no puede decidirse
por una o por otra de las alternativas que se le plantean, y deja pasar al hombre].

- La paradoja jurídica. Un ejemplo de la Antigüedad griega:

Euatlo quería aprender a hacer de abogado y por eso se dirigió al maestro Protágoras,
para que le impartiera clases. Sin embargo, Euatlo no tenía con qué pagar a Protágoras y
éste le propuso el siguiente trato: yo te doy clases de retórica de forma gratuita y tú me
pagas con los honorarios del primer caso que ganes. Euatlo aceptó.
Al pasar el tiempo, Protágoras le dijo a su discípulo que creía que ya estaba preparado
para hacer de abogado. Sin embargo, el tiempo pasaba y Euatlo no defendía ningún caso. Al
final, Protágoras decidió demandar a Euatlo.
Comparecieron ante el juez y éste les indicó que formularan sus alegaciones. Protágoras
habló así: “Tanto si mi demanda se estima como si se desestima, Euatlo deberá pagar. Si se
estima, porque he ganado este litigio. Si se desestima, porque él ha ganado su primer litigio
y de acuerdo con el contrato que celebramos, me debía pagar los honorarios obtenidos en el
primer litigio”. Pero Euatló contestó: “Tanto si gano como si pierdo el litigio, no tengo que
pagar nada a Protágoras. Si gano, porque he resultado absuelto. Si pierdo, porque aún no
he ganado ningún litigio”.

Un ejemplo contemporáneo (http://www.microsiervos.com/archivo/mundoreal/quien-


juzga-a-los-que-juzgan.html):

“¿Quién puede juzgar a los que juzgan y no deben juzgarse a sí mismos? Al parecer, los jueces
españoles quieren hacer una huelga, lo cual sería una noticia tan aburrida como las demás
si no fuera porque resulta que no está claro si es legal que vayan a la huelga o no. Si no se
aclara la cosa, el Tribunal Constitucional podría tener que juzgar si es legal o no.
Lo apasionante de esta repentina paradoja lógica (…) es que ese tribunal también está
formado por jueces... que no deberían poder juzgar casos que les afectan personalmente.
¿Es un caso en el que pueden acabar siendo juez y parte, como afirma el dicho popular? Y,
aunque fueran jueces distintos, ¿qué pasaría si un buen día los jueces del Tribunal
Constitucional quisieran hacer una huelga? ¿Quién vigila a los vigilantes?”

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