Redencion Del Cuerpo
Redencion Del Cuerpo
Redencion Del Cuerpo
Sin embargo, antes de que los israelitas pudieran salir, Dios les
mandó prepararse para una última señal que terminaría
convenciendo al pueblo egipcio de dejar salir a Israel. Dios traería una
plaga de gran mortandad. Todo primogénito del territorio moriría
excepto si el ángel del Señor veía la sangre de un cordero inocente
puesta sobre los dos postes y el dintel de la puerta de cada hogar (Éx.
12:7). Este cordero inocente sería el sustituto. Ese cordero se
convertiría en una imagen de la redención de Dios, ya que el cordero
era el pago del rescate por la vida del primogénito.
“No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová
y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos
los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el
juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano
poderosa, y os ha rescatadode servidumbre, de la mano de Faraón
rey de Egipto” (Dt. 7:7-8, énfasis agregado. Comp. Éx. 6:6–8).
Sin lugar a dudas, el pasaje en toda la Biblia que de manera más clara
profetiza que la labor del Mesías sería la de un sustituto que traería
redención a su pueblo es Isaías 53. Este “siervo sufriente de Jehová”
llevaría nuestras enfermedades y dolores (53:4), sería herido por
nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados (53:4), sería un
cordero llevado al matadero (53:7), cargaría con nuestro pecado
(53:6) al poner su vida en expiación por el pecado (53:10), y llevaría
el pecado de muchos (53:12). ¡Qué exposición más clara de la obra
de redención en Jesucristo!
Así que Jesús se convierte en el redentor todo aquel que cree en Él. Al
morir en la cruz, Jesucristo expía y propicia el pecado de Su pueblo y
muere como sustituto. En lugar de morir nosotros, Jesús muere en
nuestro lugar y lleva sobre sí mismo nuestra culpa, nuestros pecados
(1 Pe. 2:24). Es en Jesucristo “en quien tenemos redención por su
sangre, el perdón de pecados” (Ef. 1:7). De manera que al derramar
Su sangre en la cruz, es decir, al dar su vida, Jesucristo se convierte
en el sacrificio último y perfecto, y de esa manera hace obsoleto
cualquier otro sacrificio, puesto que es un sacrificio hecho “no por
sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre”
(Heb. 9:12). Todos los sacrificios del Antiguo Testamento eran sombra
del último y gran sacrificio en Jesucristo. Aquel que verdaderamente
pone su fe en Jesús como único y perfecto salvador es redimido de la
esclavitud más grande, la esclavitud espiritual de nuestro pecado. Y
así como Moisés fue el mediador de la redención de Israel bajo el
yugo de Egipto, Jesús es más grande que Moisés al ser el perfecto
mediador de la redención de Su pueblo bajo el yugo del pecado. Esta
redención es más grande que cualquier otra porque, entre otras
cosas, es gratuita (Rom. 8:23), y porque “hace perfectos para
siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
(Después puedes seguir leyendo: El Cuerpo Glorificado, para dar continuación a este
tema)
Cuando se habla de la redención del cuerpo nos referimos a que “…todos seremos
transformados” (1Corintios 15:51). Si estamos muertos seremos resucitados (primera
resurrección) y si estamos vivos seremos arrebatados (1 Tesalonicenses 4:16-17), pero en
ambos casos seremos transformados. Esta es la esperanza de la iglesia por lo cual el
apóstol Pablo dice “…alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1Tesalonicenses
4:18).
Nuestro cuerpo es esa “…morada terrestre, este tabernáculo…” (2 Corintios 5:1), pero
también se nos dice que “…gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra
habitación celestial” (2Corintios 5:2); y Pablo sigue diciendo: “…los que estamos en este
tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino
revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (v4). El apóstol nos declara su
deseo de dejar este cuerpo terrenal para ser revestido de uno celestial mediante una
transformación.
EL CUERPO DE JESÚS
En la fiesta de los tabernáculos se nos dice que “…Jesús no había sido aún glorificado”
(Juan 7:37), dando a entender que al resucitar sería transformado y tendría un cuerpo
glorificado, pues “…el Cristo había de padecer, y ser EL PRIMERO DE LA
RESURRCCIÓN de los muertos…” (Hechos 26:23).
El cuerpo de Jesús, después de la resurrección podía ser tocado pues a Tomás le dijo:
“…pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no
seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27).
También Jesús dejo bien claro que seguía manifestándose en un cuerpo físico,
pero glorificado o transformado al decir: “…porque un espíritu no tiene carne ni hueso,
como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). Recordemos que todavía Jesús debe venir a
reinar por mil años a la tierra (El milenio) y lo hará con ese cuerpo resucitado.
Jesús se mostró con un cuerpo físico pero cambiado, incluso se puede decir que fue
liberado de algunas limitaciones o leyes a las cuales estamos sujetos. Por ejemplo, Jesús
apareció a sus discípulos estando las puertas cerradas (Juan 20:19; Lucas 24:36). En
Lucas 24:18-31 desapareció repentinamente. Tenía la capacidad de comer (v41-43), sin
embargo no quiere decir que necesitaba hacerlo. Jesús se mostraba en un cuerpo físico
pero no como el de antes de la resurrección. El cuerpo de Jesús fue glorificado y ya no
tiene las mismas limitaciones de la humanidad.
En Colosenses 2:9 se nos dice que “…en él habita CORPORALMENTE toda la plenitud de
la Deidad”, en tiempo presente ya que el cuerpo de Jesús glorificado contiene toda la
plenitud de Dios.
En este cuerpo glorificado vendrá la iglesia a reinar con Cristo mil años a la tierra y será un
cuerpo físico visible pero transformado. La escritura dice que seremos como los ángeles
(Mateo 22:30).