Fuerza en La Debilidad
Fuerza en La Debilidad
Fuerza en La Debilidad
que eres polvo... H/DEBILIDAD DEBILIDAD-HUMANA: A medida que pasan los aos, uno reconoce la sabidura de la liturgia de la Iglesia al repetir durante siglos, el mircoles de ceniza, esta frmula tradicional: Acurdate, hombre o mujer, que eres polvo y que en polvo te convertirs. Esta frase, que hiere la sensibilidad moderna y postmoderna (y tal vez por ello ahora se puede sustituir por una formulacin ms evanglica: Convirtete y cree en el evangelio), resume la experiencia de la radical debilidad humana: polvo y barro. Frente a todas las exaltaciones humanistas modernas, la experiencia nos ensea que la realidad humana es dbil, que la carne es flaca, que la fragilidad forma parte integrante del ser humano. Debilidad fsica que aparece con claridad a los comienzos y al fin de la aventura humana; enfermedades antiguas y nuevas (SIDA, Alzheimer...), vejez, muerte. Se aaden las debilidades psquicas, que los psiclogos se encargan de catalogar, pero que afectan a todos los mortales; la depresin ha pasado a ser la enfermedad psicolgica moderna que resume todos estos males. Pero existe una debilidad ms de orden moral, la que nos hace caer en el tentacin y el pecado. La historia personal y humana nos confirma en esta cruel realidad que intentamos enmascarar de mil formas, pero que est ah: nos hemos desviado del recto camino y hemos huido de la casa paterna; somos pecadores. Y a estas debilidades ms personales se suman las sociales o colectivas del momento presente. La familia atraviesa una grave crisis: infidelidad, violencia domstica, separaciones, divorcio, madres solteras, mujeres abandonadas, hijos sin hogar... Las instituciones sociales y polticas se encuentran en un impasse: la democracia, la mejor institucin poltica hasta ahora, no acaba de funcionar bien y se ha convertido en prebenda de unos pocos polticos que hacen y deshacen a espaldas de la sociedad civil. La corrupcin todo lo invade y mancha. La violencia y la agresividad aumentan. Estamos en una especie de Parque Jursico mundial. La humanidad vive en un momento de ocaso de las ideologas y de las utopas. Slo el neoliberalismo se afianza como solucin dogmatica y casi religiosa para la salvacin de todos los pueblos, dejando en la cuneta de la historia a la gran mayora de la humanidad. A esto se le llama el final de la historia (Fukuyama).
ECOLOGIA/DESASTRE: El desastre ecolgico amenaza con la supervivencia de la misma humanidad. Nadie est dispuesto a frenar el desarrollo ni a pagar el precio de un desarrollo ecolgico que no agote las reservas de la tierra para el futuro. Al grito de los pobres se une ahora el grito de la tierra (Boff) La postmodernidad, con su narcisismo que la lleva a disfrutar de la vida, es un pensamiento esencialmente dbil, light. No hay grandes relatos ni utopas, sino el da a da de la privacidad burguesa y el carpe diem horaciano. Hay que esperar a la constelacin de Acuario para que la conspiracin de la New Age se implante en el mundo con una nueva energa csmica. La Iglesia no es ajena a esta situacin de debilidad. Al acercarse al umbral del tercer milenio, la Iglesia hace un serio examen de conciencia de lo que ha sido el segundo milenio que fenece, y siente que tiene que pedir perdn por las divisiones internas que la han desgarrado, por las guerras de religin, por la Inquisicin y por haber callado cuando deba haber denunciado profticamente la violacin de los derechos humanos. En el momento presente, se habla de noche oscura eclesial, de involucin, de invierno eclesial. Estamos lejos de la primavera conciliar del Vaticano II. La debilidad eclesial confirma la profunda razn de los Padres de la Iglesia al hablar de ella con la expresin de casta meretriz. TM/MARGINACION MARGINACION/TM: Toda esta debilidad complexiva se vive de forma acuciante en el Tercer Mundo, desde donde escribo estas lneas. Es el basurero de la humanidad, el desecho, lo que no interesa, la masa sobrante cuya natalidad hay que frenar para que no se convierta en amenaza para los ricos pases del Norte. Conviene que los brbaros del Sur se mantengan en sus lmites, que no pretendan llegar al Norte, que no molesten... Endeudados, empobrecidos, olvidados, analfabetos, subdesarrollados, mal alimentados, con divisiones internas fratricidas, los pases del Sur son, a escala mundial, el pobre Lzaro de la parbola del rico epuln. Lo extrao que es no se den suicidios colectivos y que la gente todava celebre fiestas y cante con esperanza... Todos estas debilidades sumadas nos ofrecen un cuadro sombro pero real de la condicin humana. Realmente, somos barro y polvo. Tentaciones Pero esta situacin lleva aneja una serie de tentaciones. Enumeremos algunas de ellas. Todo este contexto conduce a una sensacin de impotencia, depresin e insensibilidad. No importa que la TV nos ofrezca en su pantalla rostros famlicos de nios africanos o escenas de las favellas de Ro. Una inmensa apata nos envenena el alma: es la vida, no hay nada que hacer, siempre ha sucedido algo semejante, no hay que ser ingenuos y querer cambiar la historia... En algunos, esta situacin puede degenerar en cinismo, el cinismo de los poderosos y fuertes que se ren de las lgrimas de los pobres: en la vida slo los vencedores merecen disfrutar, existe un darwinismo social, una lucha por la vida que origina la seleccin natural de las especies, el que pierde no merece vivir...
En otros, esta situacin de debilidad congnita puede llevar a una reaccin fundamentalista, milenarista, incluso violenta, como algunas sectas y grupos guerrilleros que se inmolan en aras de unos ideales que no son reales, olvidando la debilidad humana. Pero la mayor tentacin es el suicidio. Se ha dicho que el suicidio es el nico problema de la filosofa: por qu continuar viviendo en medio de tanto mal?; por qu no escoger la muerte como solucin ante este juego de mal gusto que es la vida?; por qu no devolver el billete de la existencia, como Ivn Karamazov? Ante esta situacin, no basta con la exhortacin al moralismo y al voluntarismo, a la lucha por la vida. Precisamente la debilidad hace que uno no tenga fuerzas para ello. Es la impotencia, la imposibilidad moral de saltar esta barrera, la angustia, la nusea ante la vida, la aceda, el cansancio total y existencial. No vale para esta situacin de cansancio y debilidad la invocacin de las verdades eternas ni de los diez mandamientos. Ni la misma vida de Cristo ofrece remedio a este mal, pues aparece como lejana y distante, como algo que exige un esfuerzo para lo que uno no se siente con fuerzas. Vuelta al Espritu El Espritu, el Espritu Santo, es el gran olvidado de la historia de la Iglesia y de la historia de la teologa. Todo este segundo milenio ha sido una era cristolgica, pero muy poco pneumtica. El Espritu pareca quedar reservado en exclusividad a la jerarqua, a los msticos y a algunos grupos marginales que lo reivindicaban en nombre del evangelio: profetas, monjes, herejes, milenaristas.. Pero el Espritu est ah, en medio de la vida humana y del mundo. Y precisamente el Espritu es lo ms contrario a la debilidad humana. ES/FUERZA-CREADORA: En la primera pgina de la Biblia (Gn 1,2), el Espritu se cierne sobre las aguas del cosmos recin creado, como poder fecundante y vivificante, con un gesto maternal que engendra vida y entusiasmo en la creacin. En este gesto se encierra toda la fuerza vivificante del Espintu creador que los himnos medievales cantan: Veni, Creator Spintus. Es bendicin de Dios, fertilidad, poder inagotable, victoria sobre el caos y la muerte. A partir de aqu podemos comprender toda la fuerza creadora del Espintu en la historia personal y comunitaria. Este Espritu es capaz de crear un corazn nuevo, limpiarlo y recrearlo (Ez 36). Es lo que pide el Salmo Miserere: la creacin de un corazn nuevo y un espritu nuevo (Sal 51,11-12). Es el Espritu de la antigua visin de los huesos secos del campo que recobran vida y resucitan (Ez 37): el Dios de Israel es capaz de resucitar a su pueblo, de hacer pasar del sepulcro a la vida. Es lo que el salmista experimenta: cuando Dios retira su aliento, los seres mortales expiran y vuelven al polvo (Sal 104,29). Es el Espritu de la sabidura que todo lo penetra e ilumina desde dentro (Sab 7,22 - 8,1). Es el Espritu que suscit caudillos en Israel y ungi a los profetas con su fuerza (Is 61). Pero este Espritu est ntimamente ligado a Jess de Nazaret. Es un Espritu que hace nacer de nuevo de lo alto (Jn 3,3-8), un Espritu
que se convierte en agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4), un Espiritu que ser para los discpulos fortaleza y defensa frente al mundo (Jn 1416). Es el Espritu de la Pascua convertido en nuevo soplo creador de la nueva humanidad y de la nueva tierra (Jn 20,23). ste es el Espritu que desciende sobre la Iglesia primitiva en Pentecosts en forma de viento y lenguas de fuego y que hace que los apstoles venzan la timidez y el miedo (Hch 2). Es el Espritu que da vida al creyente frente a la ley y frente al pecado (Rm 8). ste es el Espritu que ha vivificado toda la historia de la Iglesia durante dos mil aos, a pesar de toda la debilidad y la opacidad de la carne, hasta hacer de ella una Iglesia de profetas, de mrtires, de santos, de personas que han entregado sus vidas al servicio de los pobres y marginados. Este Espritu contina presente en la Iglesia de hoy, la santifica, la vivifica, la gua a la plenitud de toda verdad, la unifica en comunin, la embellece con sus dones y carismas, la rejuvenece constantemente y la conduce a la unin consumada con su Esposo (LG 4). Pensemos en la prodigiosa vitalidad de las Iglesias del Tercer Mundo, en sus mrtires y profetas, en sus comunidades de base, en sus pastores cercanos al pueblo, en su vida religiosa inserta en lugares marginales, en sus laicos comprometidos... ES/GUIA-DE-LA-HT: Pero el Espritu acta ms all de la Iglesia, est presente en el mundo como fuerza viva. Los movimientos pacifistas, ecologistas y feministas, los movimientos en favor de los derechos humanos y en favor del dilogo interreligioso, son obra del Espritu. Es el tema de los signos de los tiempos, que presupone que el Espritu del Seor es el que gua la historia (GS 4,11,44). Esta presencia misteriosa del Espritu, acentuando su dimensin personal, es lo que canta la Iglesia en su himno Ven, Espintu Santo: Ven, dulce husped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en nuestro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lgrimas y reconforta en los duelos. Riega la tierra en sequa, sana el corazn enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espritu indmito, gua al que tuerce el sendero. Acoger al Espritu ES/ACOGERLO: Hay que acoger al Espritu como quien acoge un don precioso. El Seor lo derrama a sus fieles, pero hay que saber recibirlo. La oracin es momento privilegiado para acoger el Espritu, para abrirse a l, para acoger su presencia, para recibir sus dones. La
oracin es deseo, clamor desde lo ms profundo, respiracin de todo el ser, oxigenacin del espritu humano. Por la fe accedemos a la oracin y nos abrimos al Espritu. El Espritu hay que pedirlo con insistencia, pues no es algo nuestro, sino ddiva de arriba que Dios da a los que lo piden con sincero corazn, como nos lo recuerda la parbola del amigo que llama a la puerta pidiendo tres panes (Lc 1 1,13). La misma oracin es don del Espritu (Rm 8,27). ES/SACRAMENTOS: Al Espritu lo recibimos en los sacramentos. Una visin de la gracia demasiado objetiva nos ha hecho olvidar que el gran don de Dios en los sacramentos es el Espritu: Espritu que nos hace hijos del Padre y hermanos de Jess en el bautismo; Espritu de fortaleza para practicar el derecho y la justicia en la confirmacin; Espritu del perdn y la misericordia en la reconciliacin; Espritu de comunin con Jess y con los hermanos de la Iglesia en la eucarista; Espritu de fidelidad y amor esponsalicio en el matrimonio; Espritu para la estructuracin de la comunidad cristiana en el orden; Espritu de salud en la uncin... El Espritu es el que hace eficaces los sacramentos, aun cuando el ministro sea indigno, y la Iglesia dbil. Acogemos al Espritu en la relacin fraterna y comunitaria, pues es Espritu de fraternidad. En especial cuando servimos a los pobres, pues el Espritu es el Padre de los pobres, su defensor y abogado. Entrega la vida y recibirs el Espritu, dice un viejo aforismo del monacato primitivo. Acogemos al Espritu cada vez que discernimos y acogemos los signos de los tiempos, que son seales de su presencia en medio de nosotros. Cuando hacemos nuestra el ansia de justicia y de liberacin de los pueblos, cuando asumimos el movimiento pacifista, feminista, ecologista..., estamos acogiendo al Espritu, exponindonos a El. Pero qu supone este acoger al Espritu en la actitud receptiva y orante, personal y comunitaria? Cmo se manifiesta el Espritu como fuerza en medio de nuestra debilidad? Tres estilos o talantes brotan de nuestra acogida del Espritu: la fidelidad, la perseverancia y la esperanza escatolgica. La fidelidad, por la cual somos cumplidores rectos de las promesas hechas en el pasado. Es la fidelidad al matrimonio o al sacerdocio, a la vida cristiana y al compromiso social, a la comunidad y a la comunin, a nuestra lucha por la justicia..., y ello en medio de las dificultades que hemos mencionado antes. Es permanecer fieles. El verbo permanecer (menein) tiene, sobre todo en Juan, un profundo sentido mstico: es permanecer en el Seor, y l en nosotros; es permanecer en su amor, como los sarmientos en la vid (/Jn/15/04; /Jn/15/09). Ese Espritu nos hace permanecer y no cambiar de rumbo en momentos difciles, nos hace ser personas fieles a la tradicin de nuestros padres, al credo bautismal que un da recitamos. Aunque vivamos en la noche oscura eclesial y aunque estemos en un Parque Jursico ambiental. Estrechamente ligada a la fidelidad al pasado est la perseverancia en el presente (hypomenein), que es la paciencia histrica ante las dificultades pequeas o grandes de la vida, el aguante, el encajar los golpes, el mantenerse firmes a pesar de las
tempestades y persecuciones que nos envuelven. Sabemos que la paciencia tiene mala prensa y huele a alienacin, pero hay momentos en la vida en que es preciso acudir a ella, cuando se han agotado todos los otros recursos. El Espritu es el del Dios de la constancia (Rm 15,5). Es el Espritu que da fortaleza a los mrtires, desde los viejos mrtires macabeos (2 Mac 7) hasta los modernos mrtires de hoy, los de Centroamrica, Africa o la India, los de los campos de concentracin nazis y los de los gobiernos soviticos. EP-ESCATOLOGICA: La tercera actitud que el Espritu nos comunica es la esperanza escatolgica, esperanza en el futuro, en un futuro mejor, que no es un sueo ilusorio, porque ya ha comenzado con la resurreccin de Jess. La fuerza del futuro ilumina el presente. Esta esperanza es teologal, se basa en Dios y en la fidelidad a sus promesas, es la confianza de la ms pequea de las virtudes teologales (Pguy), es la esperanza de la pequea Teresa de Lisieux en su noche oscura, cuando se le nubla el cielo y experimenta cmo la rodea el vaco. Es la esperanza final, la esperanza en la misericordia de Dios, que es ms fuerte que el pecado y que es capaz de taladrar la muerte, por su poder amoroso y recreador, haciendo que la muerte no tenga la ltima palabra ni el verdugo sea el vencedor (Horkheimer). El suicidio queda superado y trascendido por una vida al servicio de los dems. Sabemos que hablar de fidelidad, de perseverancia y de esperanza en el mundo postmoderno y depresivo de hoy es una locura. O un desafo. Es reconocer la fuerza del Espiritu en medio de nuestra debilidad. Jess, modelo de hombre guiado por el Espiritu J/ES: Todo cuanto hemos dicho halla en Jess su personificacin ms fuerte. Nacido por obra del Espiritu Santo de una Madre virgen que cree que para Dios nada es imposible (Lc 1,35.37), vivi toda su vida bajo la gua del Espiritu. La experiencia teofnica del bautismo, con la presencia peculiar del Espiritu, no es un simple gnero literario, sino la expresin de una profunda experiencia espiritual, su vocacin proftica, su uncin espiritual, como los Padres de la Iglesia gustan resaltar. Desde entonces, toda su vida tiene una orientacin clara hacia el Espiritu y por el Espiritu. Por el Espiritu predica, por el Espiritu lanza demonios, por el Espiritu hace milagros, por el Espiritu rene discipulos, por el Espiritu evangeliza a los pobres (Lc 4,16-30), como lo haba profetizado Isaas (Is 61,1-2). Este Espiritu le hace ser fiel al Padre y a la humanidad, con una entrega total, manifestada en el trabajo de los dias y la oracin de las noches. Jess es el hombre fiel al proyecto del Padre al Reino de Dios, que lo anuncia y hace presente entre nosotros. Pero este Espiritu es Espiritu de perseverancia en las dificultades, en las tentaciones, en las controversias contra los fariseos, en su pasin y en su tormento en la cruz. Su grito final al Padre es una llamada al Espritu para que venga en su ayuda. Es un grito que personifica el clamor de toda la humanidad a lo largo de la historia. Jess es el mrtir paciente y de mucha misericordia que lleva hasta el final la tarea encomendada por el Padre.
Con esto llegamos a la tercera actitud, la de esperanza. El grito de Jess es grito de dolor, queja por el abandono y la soledad, pero es ante todo un grito de confianza en el Padre y en la fuerza vivificadora y creadora del Espiritu. Su proyecto se ha derrumbado, sus planes han fracasado, pero l espera contra toda esperanza y sabe que el Padre. por la fuerza del Espritu, llevar a trmino la obra comenzada. Y el Espiritu es quien resucita a Jess de entre los muertos (Rm 8,11) y le da una nueva vida gloriosa. Este mismo Espritu es el que nos dar a nosotros una vida gloriosa, acota Pablo (Rm 8,11). Pero esta relacin entre Jess y el Espritu nos revela un misterio ms profundo, trinitario: la misteriosa relacin de amor entre el Padre y el Hijo en el Espiritu. ste es el hontanar ms hondo de nuestra fe en el Espiritu y la fuente mayor de nuestra confianza. Estamos ante el misterio del Dios comunidad de amor que no nos abandona jams, que nos recrea y nos resucitar el ltimo da. El Espritu es el Espiritu de Jess y nos moldea a su imagen, reproduce en nosotros los rasgos de Jess. Los pobres nos ensean Formo parte de una comunidad de base de un barrio marginal, donde se reunen mayormente mujeres sencillas del pueblo, gente que vive en casitas muy pobres, que se gana la vida trabajando de empleada domstica o haciendo empanadas, o todo lo ms en algn trabajo de oficina. Entre los hombres hay algn albail y algn carpintero sencillo. Esta comunidad, que con su esfuerzo ha levantado una capilla y un saln parroquial, cuando se reune para escuchar la Palabra e iluminar con ella su vida, acaba siempre rezando. Y en su oracin mayormente dan gracias a Dios por el da, por la salud y por el trabajo y porque no les ha faltado el pan del dia. No tienen cuentas en los bancos, no tienen reservas, no tienen prestigio ni amistades poderosas, viven al dia, sobreviven cada da. Son como la viuda de Sarepta, que tiene la alcuza de aceite y la harina para el da, y nada ms. Y, sin embargo, son profundamente creyentes y alegres, saben festejar los cumpleaos y las fiestas religiosas. Yo me pregunto de dnde saca esta pobre gente nimo y esperanza para seguir adelante y para levantarse cada da con nimo para llevar el pan a casa por la noche. Y cada vez estoy ms persuadido de que es la fuerza del Espiritu la que los anima y conserva con ilusin en la vida, siempre esperando un maana mejor. Son como el viejo Simen y la profetisa Ana, olvidados por todos, pero a quienes el Espritu habla y les revela el misterio del Salvador. Y es que para acoger el Espritu hay que ser pobre de corazn. Slo as el Espritu se convierte en fuerza en medio de nuestra debilidad. CODINA-Vctor. _SAL-TERRAE/98/01. Pgs. 27-36 http://www.mercaba.org/FICHAS/Esp-Sto/fuerza_en_la_debilidad.htm