La Imagen de Andalucía en El Siglo XVIII. Apuntes
La Imagen de Andalucía en El Siglo XVIII. Apuntes
La Imagen de Andalucía en El Siglo XVIII. Apuntes
Andalucía en el
siglo XVIII
Los sainetes de González del
Castillo
El Lugareño en Cádiz
¿Cuál es el origen de este tipo de obras?
Barón de Bourgoing
Su ignorancia, su bobería, su
inocencia, que será la causa de
burla.
El Lugareño en Cádiz
¿Con qué otros tipos del teatro
anterior puede relacionarse el
payo?
• Los castellanos: Los habitantes son más afables que los de Castilla la Nueva,
porque el comercio y las fábricas atraen a muchos extranjeros, que los han
cambiado un poco. El terreno es extremadamente desigual, lleno de montañas
muy altas que hacen el clima muy frío; sin embargo, se producen allí toda suerte
de producciones y el país es muy agradable.
• Castilla La Nueva: los castellanos son feos, pequeños, morenos, altivos, avaros,
perezosos, sucios y poco sociables, pero fieles a su palabra y a sus soberanos, de
un trato seguro y de un valor paciente e inquebrantable.
Viajeros del siglo XVIII
Anónimo, Estado Político, histórico y moral del
Reino de España (1765)
España es diferente
• Las costumbres de la nación española están mezcladas de vicios
muy perjudiciales y de grandes virtudes casi en la misma cantidad;
en eso se parecen a todos los hombres. Pero fuera de esas
semejanzas generales, ningún pueblo tiene más particularidades
que lo distingan de sus vecinos. La Península de España y Portugal
contiene costumbres, usos, leyes, particulares propias que no son
conocidas en el resto de Europa. Los Pirineos son para ellos una
barrera impenetrable para las costumbres de las otras naciones… La
frecuentación de los extranjeros que, desde el reinado de la casa de
Austria, han ocupado todos los grandes cargos de la monarquía no
ha cambiado nada, y cuatro reyes de la casa de Borbón se han
conformado, ellos y toda su corte, al carácter nacional, que han
adoptado sin que su reino y el comercio de la nación francesa hayan
cambiado los abusos, los vicios y los defectos de ese país, qunue
haya en él más de doscientos mil franceses establecidos en España.
• He pintado ya a grandes rasgos en el capítulo primero el carácter de
los habitantes de cada provincia; es preciso agregar que todos esos
pueblos diferentes tratan de molestarse entre ellos lo más que
pueden y se aborrecen, lo que es un primer desorden.
Viajeros del siglo XVIII
Anónimo, Estado Político, histórico y moral del Reino
de España (1765)
• La ignorancia de los españoles es tan grande que hay muy pocos de ellos
que no confundan a todas las naciones del norte juntas e incluso que
conozcan algo más allá de los Pirineos. Su suciedad es singular. Su ropa
contribuye mucho a ello. Hay multitud de gentes hasta ricas que no
tienen mas que una camisa; se la ponen nueva y la dejan seis meses
sobre su cuerpo, hasta que se cae de sucia. Es imposible pasar ocho días
en España sin tener piojos; vuelan por las calles. Los españoles no se
lavan jamás ninguna parte de su cuerpo y aún son más enemigos de las
siete abluciones que del falso profeta que las ordena.
• Las mujeres españolas son bastante guapas y casi todas altas y bien formadas.
El vestido de las damas es a la francesa, pero más oscuro, sin gusto y sin
gracia. El vestido con el que todas las mujeres salen es un corsé, a la española,
una falda de raso negro, los cabellos encerrados en una red y el rostro oculto
con un velo blanco, que llaman mantilla. Bajo ese traje las mujeres tienen la
mayor libertad y se sirven mucho de ella. Tienen también para salir otro vestido
más decente, que no es mas que para los mujeres de calidad; es un traje negro,
que forma por la parte de abajo una falda con una cola y por arriba produce el
efecto de una falda recogida sobre la cabeza o de un hábito de religiosa, con un
velo de gasa negro o de encajes que les cubre el rostro, sin ocultarlo. No hay en
España ni cerrojos ni rejas y muy pocas celosías; ya no suspiran por las calles y
el amor se hace cómodamente. Las mujeres españolas tienen ingenio, un hablar
muy agradable, pero ninguna instrucción.
• Su ciencia en música se reduce a las seguidillas; son esa especie de coplas que
cantan con acompañamiento de guitarra. El baile nacional es agradable. Se
conocen dos, el fandango, que es un baile grave, galante y muy expresivo,
mezclados con movimientos muy lascivos y poco decentes. La seguidilla es un
baile menos serio, acompañado de canciones. Esas dos danzas tienen mucha
gracia; los pasos no son tan vivos ni saltarines; consisten en balanceos y en
movimientos del cuerpo. Todos esos bailes se bailan por parejas.
Viajeros del siglo XVIII
Anónimo, Estado Político, histórico y moral del
Reino de España (1765)
• El Traje nacional
• El Orgullo
• La pereza
• Existe otro defecto que tiene mucha afinidad con la pereza, que
presenta, por lo menos, análogos síntomas, y es la lentitud. Y no es
tan fácil absolver a los españoles de este pecado. Las luces, forzoso
es reconocerlo, penetran muy lentamente entre ellos. En la política,
en la guerra y en los demás actos de gobierno, como también en los
de la vida ordinaria; mientras actúan otros países, en España se
delibera. Recelosos y excesivamente cautos, echan a perder
importantes asuntos por la lentitud con que los tratan, y esto
resulta más extraordinario si tenemos en cuenta su vida
imaginación, que debería irritarse al tropezar su aplazamiento… El
español frío y reflexivo por naturaleza cuando nada lo conmueve,
sólo se exalta hasta el paroxismo cuando el ultraje o la oposición, el
resentimiento o alguna de las pasiones arraigadas en su carácter
provocan el orgullo. He aquí por´qué la nación aparentemente más
grave, más fría y lenta de Europa, se convierte en una de las más
violentas cuando alguna circunstancia la induce a salir de su calma
habitual.
Viajeros del siglo XVIII
Barón de Bourgoing (1777-1795)
• La violencia
• El uso del puñal y los viles asesinatos son bastantes frecuentes en Andalucía,
donde se puede comprobar cuán poderosas son las influencias del clima cuando
no se les oponen remedios morales. Durante el verano, cierto viento del este
(llamado viento de Medina) produce en esta región una especie de frenesí que
hace estos excesos mucho más frecuentes que en ninguna otra época del año.
• Pero si cambiara el aspecto físico de España, es decir, que carreteras y canales
cruzasen regiones hoy casi inaccesibles; si la facilidad de las comunicaciones
hiciera más activa e ineludible la vigilancia de los agentes del Gobierno; si los
progresos de la agricultura, industria y comercio proporcionaran ocupación a la
ociosidad malhechora; es decir, en una palabra: si continuase desarrollándose el
plan del Gobierno actual, se vería cómo la influencia del clima tiene que ceder
ante causas tan poderosas.
• La revolución de costumbres operada ya en los últimos sesenta años justifica ese
propósito. Hasta el siglo presente no se han abolido dos costumbres que la razón
y la humanidad hubiesen debido proscribir hace mucho tiempo: las rondallas y las
pedreas. La rondalla es una especie de desafío entre dos grupos de músicos. Sin
más objeto que demostrar su valentía se sitúan uno frente a otro, armados con
espadas y pistolas; primero disparan una vez y luego echan mano de las armas
blancas. Parece increíble que esta costumbre aún subsista en Navarra y Aragón, y
que uno de estos desafíos haya tenido lugar en agosto de 1792 entre dos
parroquias exteriores de la ciudad de Zaragoza
Viajeros del siglo XVIII
Barón de Bourgoing (1777-1795)
• Las mujeres
• Los celos, que son también depresivos para la mujer, parecen ser
consecuencia de un clima que comunica su ardor a los sentidos y a la
imaginación. Esta pasión odiosa, que antes era ofensiva en sus sospechas,
injuriosa y cruel en sus precauciones, implacable en sus agravios, está
muy atenuada en los españoles modernos. Si en España los amantes son
exigentes y recelosos, si atormentan con sus sospechas y se muestran
atroces en sus venganzas, no hay en cambio país europeo que cuente
menos maridos celosos. Las mujeres, a las que antiguamente se ocultaba
a las miradas y apenas era permitido entreverlas a través de los
intersticios de las celosías, que deben sin duda, su nombre al vil
sentimiento que las inventó, las mujeres, digo, gozan de entera libertad.
Sus mantillas, única huella de la antigua esclavitud, sólo sirven ya para
resguardar sus encantos del ardiente sol y aumentar su atractivo.
Inventadas por los celos, la coquetería las ha convertido en una de las
galas más seductoras y, al favorecer el misterio, aseguran su impunidad
de las trapisondas amorosas. Eso de los amantes que, bajo el balcón de su
invisible adorada, suspiraban sin esperanza de aliviar su doloroso
martirio, con la guitarra como único testigo e intérprete de su dolor, ya no
se ve más que en las comedias. Las conquistas son ahora menos penosas
y menos lentas, los esposos más tratables y las mujeres más accesibles.
Viajeros del siglo XVIII
Barón de Bourgoing (1777-1795)
• El fandango
• Nada contrasta más con la pretendida gravedad española que su baile
favorito, el fandango, baile verdaderamente nacional, rebosante de
expresión, del que los extranjeros se escandalizan al principio para
terminar dejándose arrastrar por sus encantos.
• Tan pronto como se inicia el fandango en un baile, todos los rostros se
animan, e incluso los asistentes a los que su edad o su estado condenan a
la inmovilidad, tienen que contenerse para no balancearse a su compás.
• Cuéntase que la corte de Roma, escandalizada de que un país famoso por
la pureza de su fe no hubiese condenado desde tiempo atrás ese baile
profano, decidió hacerlo con toda solemnidad. Se reúne en un consistorio
y se entabla el proceso en regla del fandango. Se le iba ya a fulminar con
una sentencia condenatoria, cuando uno de los jueces observa
juiciosamente que no se debe condenar a un acusado sin verlo y oírlo. Se
admite la observación y se hace presentar ante el tribunal a una pareja
española de baile, que, al son de los instrumentos, despliega todos los
matices del fandango. La severidad de los jueces no resiste a la prueba;
poco a poco sus rostros austeros se muestran radiantes; se ponen en pie,
sus piernas y brazos recobran la perdida flexibilidad. La sala del
consistorio se transforma en sala de baila y el fandango, naturalmente, es
absuelto.
Viajeros del siglo XVIII
Barón de Bourgoing (1777-1795)
• El fandango
• La moda francesa