La Voragine Fragmento

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Algo peor todavía: la selva trastorna al hombre, desarrollándole los instintos más

inhumanos: la crueldad invade las almas como intrincado espino, y la codicia quema
como fiebre. El ansia de riquezas convalece al cuerpo ya desfallecido, y el olor del
caucho produce la locura de los millones. El peón sufre y trabaja con deseo de ser
empresario que pueda salir un día a las capitales a derrochar la goma que lleva, a gozar
de mujeres blancas y a emborracharse meses enteros, sostenido por la evidencia de
que en los montes hay mil esclavos que dan sus vidas por procurarle estos placeres,
como él lo hizo para su amo anteriormente. Sólo que la realidad anda más despacio
que la ambición y el beri–beri es mal amigo. En el desamparo de vegas y estradas,
muchos sucumben de calentura, abrazados al árbol que mana leche, pegando a la
corteza sus ávidas bocas, para calmar, a fuerza de agua, la sed de la fiebre con caucho
líquido; y allí se pudren como las hojas, roídos por ratas y hormigas, únicos millones
que les llegaron, al morir.
Fragmento de Rivera, José Eustacio. (2012).La vorágine. Madrid: Cátedra.

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