La Samaritana

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‘’Dame

de esa
agua’’
«Allí estaba el pozo de
Jacob. Jesús, cansado
del camino, se sentó
junto al pozo. Era cerca
del mediodía. Llega
una mujer de Samaria
a sacar agua y Jesús le
dijo: "Dame de beber

(Jn 4.6-8).
Medio día ( calor) Sombra profunda en el
pozo.

Sentarnos junto al pozo


Soltar el
para descansar .
cántaro.
. ¿Cómo es que este bautiza y hace
más discípulos que Juan? Cfr. Jn
l o 4,1.
n
E iano
t i d
co
 Alguien diferente.
 Sospechoso .
 No se siente
acogido.
¿ Se me hace cercano
ese Jesús , que sabe
sentirse agotado,
hambriento y decide
descansar ?
‘’Encuentro atrevido’’.
«Llega una mujer de Samaria a sacar agua y
Jesús se atreve a pedirle, a mostrarle su
necesidad sin pensarlo mucho: "Dame de beber ".
La samaritana dijo: "¿Cómo tú, siendo judío, me
pides a beber a mí, que soy samaritana? "» (Jn 4,
6-9).
Habría cruce y encuentro de miradas. Ella también es muy atrevida.
Lo podía haber solucionado con un simple gesto, con un no hacer
caso..., pero no se conforma. Algo extraño sucede: hombre, judío y,
encima, le pide ayuda porque se siente necesitado.
Surgía una relación nueva: la marginada
tenía algo que ofrecer; se sentía útil,
valiosa, igual. Se produce un encuentro
sin barreras en lo básico. Un encuentro de
este tipo no se olvida. Además, el agua
que se pide es algo más que agua,
significa acogida, hospitalidad.
¿He pensado alguna vez que Jesús
me esté pidiendo, también, a mí,
que le dé de beber, que le acoja en
mi vida? ¿Me creo, me cuestiona,
me mueve su petición? ¿Cómo le
respondo yo?
‘’Necesidad compartida’’ «Jesús contestó: "Si conocieras
el don de Dios y quién es el que
te dice: Dame de beber; tú le
habrías pedido a él y él te habría
dado agua viva”. La mujer le
dijo: "Señor, no tienes con qué
sacarla..., y, ¿de dónde sacas esa
agua viva? ”.Jesús le respondió:
"El que bebe esta agua tendrá
otra vez sed, pero... ".La mujer:
"Señor; dame esa agua... "» (Jn
4,10-16).
Se siente vibrar y desea
"saborear" esa agua de la que Él
le hablaba, y por eso le brotan
preguntas; lo quiere saber todo. Y
no porque es mujer, sino porque
es la actitud de quien se siente
tocado, alcanzado el corazón y
quiere llegar hasta el fondo. Las
palabras y, otra vez, la mirada
que es profunda y cala.
¿De qué tengo sed? ¿Le he dicho o le
digo alguna vez a Jesús que me dé a
beber de "esa agua"? ¿Las palabras de
Jesús me hacen vibrar lo más hondo de
mis entrañas?.
Confesión
«Jesús le contestó: "Ve a llamar a tu marido y vuelve ".
La mujer le contesta: "No tengo marido”.
Jesús le dice: "Bien dices que has tenido cinco maridos
y el que ahora tienes no es tuyo…".
La mujer: "Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros
padres adoraron a Dios en este
monte... ".
Jesús: "Créeme, llega la hora en que los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad... ".
La mujer: "Sé que vendrá el Mesías, y nos lo aclarará
todo”. Jesús: "Yo soy, el que habla
contigo "» (Jn 4,16-26).
Jesús no pone en manos de la
samaritana un espejo en el que
pueda mirarse y, tal vez, sentir
estupor. Al contrario, le pone ante
sus ojos un icono,
. el icono de lo que
puede ser de aquello en lo que
puede llegar a convertirse, de una
belleza que ha de conquistar, de una
armonía que debe volver a
encontrar, y hacer que nazca la
mujer nueva.
¿También yo al igual que la mujer Samaritana o Samaria, soy idólatra?
¿Qué lugares de culto tengo yo? ¿Cómo es mi culto? ¿Cuáles son "mis
maridos" y acuáles les rindo culto? ¿Qué espíritu me mueve?
«La mujer dejó su cántaro y
fue a la ciudad a decir a la Mensajera de encuentro

gente lo que le había


sucedido y vivido. Salieron
de la ciudad y fueron adonde
estaba Jesús... Y decían: "No
creemos ya por lo que tú nos
has dicho; nosotros mismos
lo hemos oído
y estamos convencidos de
que... "» (Jn 4,28. 40-52).
No lo piensa dos veces. Decidida, deja el
cántaro (sus preocupaciones, las antiguas
tradiciones), y vuela.
No le pesa el cuerpo, ni el calor del
mediodía. Todo en ella está ligero porque todo lo que escondía dentro ha salido, los amores
se han convertido en uno solo... Desde luego que la experiencia que ha tenido ha debido de
ser impresionante y fulminante. El grado de intensidad alcanzado es inimaginable.
¿Mi experiencia de Dios me lleva a anunciarlo en lo cotidiano?
¿Cómo? ¿Resulto ser ayudante o protagonista del encuentro?

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