¿Dónde estará el vivo si discuerda? Todo es rota cuerda Sin concuerdo. El triunfo es unidad de acuerdo Y el fracaso… soledad de mierda.
Cansarse en vano es que más le hiera: tan duro es su aparejo y armamento. Grifón, en cambio, sin errar puntada, la suya le trae rota y destrozada.
¡En cambio, fuera la mayor de las infamias que dejásemos morir a este desgraciado, por ahorrarnos una pequeña molestia! -Yo iré a llamar al médico -dijo la madre, acabando de vendar a su modo la pierna
rota del capitán.
Pedro Antonio de Alarcón
Salta un mistral que tuerce nuestra rota y crece más y dobla su flagelo; y crece y se redobla de tal modo que es, aunque bordeemos, vano todo.
Se hallaba rota casi en dos, por el medio, como si una primera intención de hacerla pedazos por su nulo valor hubiera sido cambiado y detenido.
15 En las esperas de una angustia rota se me desliza el segundero infame y caigo a gotas en mullidos lechos que se olvidaron de pasiones tiesas.
Hablaba del dolor del amor perdido y que era el arma de la urbe rota por una raza antiquísima que cultivaba el rico rito de la rosa de zafiro.
Juan propuso enseguida trasladar a la anciana a su casa; pero el forastero, abriendo su mochila, dijo que tenía un ungüento con el cual, en un santiamén, curaría la pierna
rota, de tal modo que la mujer podría regresar a su casa por su propio pie, como si nada le hubiese ocurrido.
Hans Christian Andersen
Pero la naturaleza radical de esas diferencias, que era excesiva, las manchas, la sucia y rota condición del papel, tan inconsistente con los verdaderos hábitos metódicos de D, y tan reveladoras de dar una idea de la insignificancia del documento a un indiscreto; estas cosas, junto con la visible situación en que se hallaba, a la vista de todos los visitantes, y así coincidente con las conclusiones a que yo había llegado previamente; esas cosas, digo, eran muy corroborativas de sospecha, para quien había ido con la intención de sospechar.
¡Fíjese pa'ónde camina! ¡Lástima de ropa! ¡
Rota desgraciada! (Cordero de Dios, Ruega por todos los pecados del mundo) Coja cincuenta de este billete.
Antonio Domínguez Hidalgo
Entonces Ferragús, que no se había del rey Marsilio apenas apartado, viendo que su gente en rota huía, consumida soldado tras soldado, picó de espuela, y donde más ardía la batalla al instante fue llegado en que caía del corcel a tierra descalabrado Olimpo de la Sierra; un tierno mozo cuyo dulce canto, unido al son de su acordada lira, era capaz de hacer mover al llanto al pecho al que domina más la ira.
Muerto Agricalte, a Bambirago aterra; después hiere agriamente a Soridano, y, habría dado a éste también muerte, si hubiese sido el asta a herir más fuerte. Rota ya el asta, su Fusberta caza y toca al punto a Serpentín de Estella, al cual, pese a su mágica coraza, turbado fuera de la silla empella.