Ejemplos ?
Después, durante varios días, no tuvo queja de ella el Cachete: la Gorgoritos no separábase de su lado más que para ocuparse al galope de sus más indispensables quehaceres domésticos; no se acostaba, dormía a ratos en una mecedora junto a la cama, confortábale el espíritu hablándole de cosas agradables, entreteniéndole con los chismes de la vecindad, y hasta, desde una tarde en que él púsose mohíno al verla encorsetada y con flores en el pelo, había renunciado a toda coquetería y veíala siempre de trapillo y sin avalorar con adorno alguno sus irresistibles encantos.
- Sí, hay muchas cosas que pasan y nadie se las huele. Lo bueno fue que no dio lugar a murmuraciones, porque ya ve como son los chismes.
Que perengano...Que... ¡Oh! ¡Chismes y más chismes! ¡Como en desfile interminable...(¡Je, je, je, je!)... Per'ora que me acuerdo, ¡deveras, fíjate que, dizque dicen que dijeron que decían lo que habrían dicho que dirían de...
Hase de poner en el alma tan estrecha reclusión a los pensamientos, que no se les deje salida ni respiradero desde los sentidos a las potencias. Son parleros los ojos, y suelen las acciones del cuerpo ser chismes de la negociación del entendimiento.
II Durante ocho días fué Trujillo un hervidero de chismes, y fastidiadas doña Ana y su compañera, emprendieron viaje á Lima, dejando al cuidado de la casa y hacienda á Gaspar de Escobar, pariente de Mora.
Se da la impresión que la escolaridad tan proclamada en millones de millones de libros, se eclipsa y se convierte en un dispendio muy costoso, pues no logra derrumbar ni un gramo del monolítico enjambre de espectadores-compradores que de día a noche, cubren sus tedios con las apariencias de sabiduría que chismes y pasiones morboso-televisivos les otorgan.
Pero el pícaro no lo desempeñaba en conciencia, sino perramente; pues desde que se le anunciaba que había racimo que colgar y que fuese alistando los chismes del oficio, se entregaba a una crápula tan estupenda que, llegado el momento de ejercer sus altas funciones, no había sujeto, es decir, verdugo.
A veces desde Europa piden cuentas sobre el último giro y los de aquí cuentan una selección de chismes familiares, que pueden volver loco a cualquiera, y terminan el relato con la fórmula “pero no te preocupes que acá todos estamos bien”.
No se ocupaban de política, pagaban sin chistar la contribución, y les importaba un pepino que gobernase el preste Juan o el moro Muza. No había entre ellos chismes ni quisquillas de barrio a barrio y de casa a casa.
Eran la señora Langlois, la señora Caron, la señora Dubreuil, la señora Tuvache y, regularmente, de dos a cinco, a la excelente señora Homais, que nunca había querido creer en ninguno de los chismes que contaban de su vecina.
Pero bastó que alguien adivinara su apenas esbozada intención para que, al momento, brotasen envidias, chismes, habladurías de las cuales no se pudo evitar que en parte se enterase Su Alteza.
Hay gente que se pirra por andar metiendo pleito entre los demás con chismes, invenciones y chumalés, para después gozárselos, fumárselos en pipa, como a unos papanatas, riéndose a descostillarse a costa de ellos...