-El algodón, para taparme las orejas y no oír palabras ociosas, y las gafas ahumadas, para que nadie lea en mis ojos las atrocidades que pienso. -¡Vete al
diantre!
Pedro Antonio de Alarcón
-¡Eso es! ¡Búrlese usted ahora de mi mala voz! -¡Jesús, qué
diantre de hombre! ¡Yo no me burlo de usted ni el caso lo merece! ¡Yo he estado a punto de llorar, y he bendecido a usted desde lejos, cada vez que le he oído cantar aquellas coplas!
Pedro Antonio de Alarcón
¡Pobre Juana! Pero, ¡qué
diantre!, como ella no estaba en el secreto y se veía ministra, también debía alegrarse muchísimo. Ya lo creo que se alegraba.
Leopoldo Alas
¿Reconoces que soy el Enamorado? -Corriente -murmuró ella, divertida e interesada, como siempre, por aquel
diantre de hombre-. No quiero discutir.
Emilia Pardo Bazán
¡Y de novios y mataperreando juntos, cómo se irían a poner! Si él pudiera dejar ese
diantre de escuela. Pero ¿cómo?, ¿quién lo mantendría?
Tomás Carrasquilla
Como su labia sujeta, ¡haber pues tamién si aprieta o habrá ya dejao el vicio. MAURICIO BALIENTE ¡Cuando diantre yo he apretao! Siempre me gusta escuchar, y dispués que oigo prosiar abro entonces mi candao.
que una espina se le atasca indina, y Ñoña la hermosa que es habilidosa metiéndole el fuelle le dice: "¡Resuelle!" Mirriña a Cuca le golpeó en la nuca y pasó al instante la espina del
diantre, sirvieron los postres y luego el café, y empezó la danza bailando un minué.
Rafael Pombo
–No hay de qué. –Usted perdone. ¡Qué
diantre! No he visto cosa más parecida. Si se retira a la una o las dos de su tertulia, y pasa por una botica, llama; el mancebo, medio dormido, se asoma a la ventanilla.
Mariano José de Larra
Llegó otro ángel con otros dos caballos; pero en vez de engancharlos también por delante los enganchó por detrás. Esto era ya demasiado para el señor Sabelo-todo. -¡
Diantre! -exclamó-, ¿que significa eso?
los Hermanos Grimm
Ello es que, cobrando mayor confianza, habló así Silveria: -Aunque me moteje de sobrado curiosa, ¿quiere su merced decirme qué diantre ha venido a hacer por estos andurriales?
El diantre del cacique, cuando me vio tan divertido con la hija, me llamó aparte, y, sin mirarme una vez siquiera, con los ojos torcidos para el suelo, me dijo: -Hombre, Eugenio, hágame un favor: convenza a mi mujer y a la chiquilla de que va a estar muy bien Micaela en el colegio de Orense.
Lo que hice fue sonreírme, meter mano al bolsillo, sacar una libra esterlina y alargársela al borracho, diciéndole: «¡Qué
diantre de negro tan bufón!
Ricardo Palma