Madame,
fruncido el ceño, nublada la faz, respondió sin dureza, pero con poca dulzura: -De sobra lo sabía la señorita, de sobra...
Emilia Pardo Bazán
Lola miró a su amiga, que con el ceño fruncido seguía con los ojos puestos agresivamente en los del Almejero; miró después a Joseíto, que con la más angustiosa incertidumbre retratada en el semblante, no apartaba la vista del mástil de su vihuela, y tras vacilar algunos instantes y cerrando de pronto los ojos como quien se tira al mar de cabeza, -Pos píaselo usté -dijo con voz ligeramente temblorosa- por el hombre más..., más...
-No cabe duda -dijo mi tía- Janet (llamó a la campanilla): mis saludos a míster Dick, y que le ruego que baje. Hasta que llegó, mi tía, más derecha que nunca, guardó silencio, mirando a la pared, con el ceño fruncido.
Y lo que hacía más intenso este odio era la falta de motivos. A veces dábase a trenzar las imágenes de alguna venganza atroz, y con el ceño
fruncido compaginaba desastres.
Roberto Arlt
Las maletas de esta tierra, y a más mandó a Ingalaterra a su amigo Fariñi, que se nos largó de allí con tanto cobre y dinero que tuvo que trair carguero en el barco que ha venido. ¡Pero qué cobre fruncido!...
-Yo me entiendo... -repuso él,
fruncido un ceño receloso sobre los ojos, que habían perdido su expresión regocijada. Pasaba esta conversación en mi despacho, donde Luis, nerviosamente, había encendido y tirado casi enteros hasta tres excelentes puros.
Emilia Pardo Bazán
Apoyadas en el respaldo, en el fondo, la madre y la hermana. Y todos sin hablar, mirándonos con el ceño
fruncido. ¿Qué iba a hacer?
Horacio Quiroga
¡Les parece cuestión de amor propio ir a sentarse como un idiota para que me tomen la mano la noche entera ante toda la parentela con el ceño
fruncido!
Horacio Quiroga
Un momento después dejó la camiseta en el rollo, avanzó a la borda y se tiró al agua. Al sentir ruido, los otros dieron vuelta la cabeza, con el ceño ligeramente
fruncido.
Horacio Quiroga
El visitante se detuvo frente a un cuadro de coles y de lechugas que lo separaba de la moza, y se quedó inmóvil, devorándola con la mirada. La muchacha, con los ojos bajos y el ceño
fruncido, callaba enjugando las manos en los pliegues de su traje.
Baldomero Lillo
Aquel, que se veía ya perdido, sin esperanza de pisar Biserta, el que jamás con rostro así fruncido había visto a Fortuna ir a su puerta, se holgó de que Marsilio hubiese unido los restos en región que era cubierta; y empezó a replegar su gente armada, dando vuelta y tocando a retirada.
Este conocimiento de la industria ballenera ponía a Miguel en situación de aquilatar la importancia del hallazgo que acababa de hacer, y aunque el ejemplar que tenía delante no era de los mayores que hubiese visto, estaba seguro de que allí había aceite bastante para llenar algunas decenas de barriles, lo que constituía, dado el alto precio del producto, una verdadera fortuna. Durante algunos minutos el carpintero, de pie en la proa del bote, permaneció callado e inmóvil con el entrecejo fruncido.