Eso fue lo que aprovecharon los chilenos. Y no sé cómo se hayan arreglado con Dávila, que, pedo y rejego, de todos modos le entraba a las grabaciones.
El escándalo fue mayúsculo y la indignación pública mayor, cuando los asesinos fueron aprehendidos y confesaron que el muy rejego nunca quiso decir sí a las peticiones que le proponían.