«Traía -dice un historiador- la reputación de activo, organizador, inteligente, recto hasta el
rigorismo y muy celoso de los intereses públicos, sin olvidarla propia conveniencia».
Ricardo Palma
Pero como, sea por respeto al
rigorismo de la ceremonia, que en estas solemnidades y para dar a conocer, sin que quede género de duda, que el pavo es pavo, parece exigir que éste salga a la liza en una pieza; sea por un involuntario olvido o por otra causa que no es del caso averiguar, el animalito en cuestión estaba allí íntegro y pidiendo a voces un cuchillo que lo destrozase; me decidí a hacerlo, y poniendo mi esperanza en Dios y mi memoria en el Compendio de Urbanidad que estudié en el colegio, donde, entre otras cosas no menos útiles, me enseñaron algo de este difícil arte, empuñé el trinchante en la una mano, blandí el acero con la otra, y salga lo que saliere, le tiré un golpe furibundo.
Gustavo Adolfo Bécquer
Guirior se esforzó en convencer al superintendente de que iba por mal camino; que era mayúsculo el descontento, que con el
rigorismo de sus medidas no lograría establecer los nuevos impuestos, sino crear el peligro de que el país en masa recurriese a la protesta armada, previsión que dos años más tarde y bajo otro virrey, vino a justificar la sangrienta rebelión de Tupac-Amaru.
Ricardo Palma
Ingredientes preparando, el uno del otro en pos en ella los vas echando, y aguardas que fermentando salga la Esencia de Dios: salvo (¡como es natural!) condenarlo en rebeldía con sentencia capital cuando, citado, en su día no acude a tu tribunal. Con prudente rigorismo, toda hipótesis repudias, y, a solas contigo mismo, miras, observas y estudias la piedra y el organismo.
Aun dando de barato que, substrayéndose la mujer al rigorismo de los padres y al medio social ó ambiente prosaico en que vivía, se desper- tasen en ella aficiones p oéticas, mal podía cultivarlas por ca- rencia de libros, que rara vez nos venían de España; amén de que muchos sólo de contrabando podían llegamos, por no consentir el gobierno de la metrópoli que circulasen en el Nuevo Mundo.
13 Y los Egipcios hicieron servir á los hijos de Israel con dureza: 14 Y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo, y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigorismo.
I-III, París, 1845.- 25, insoportablemente tediosos, predica el rigorismo, caracterizado por Helvetius en los términos siguientes: «On veut que les malheureux soient parfaits.» (Se quiere que los desgraciados sean perfectos.) La revolución de Febrero Trátase de la revolución de Febrero de 1848 en Francia.- 25 fue realmente muy inoportuna para Proudhon, pues tan sólo unas semanas antes había demostrado de un modo irrefutable que « la era de las revoluciones » había pasado para siempre.
Plantea desde una perspectiva transcultural la cuestión del rigorismo de la verdad que ha caracterizado al pensamiento de Occidente y el Islam.
Se trata de un movimiento religioso-político musulmán nacido en el siglo XX que aboga por la estricta interpretación de las leyes coránicas y su reglamentación en el ámbito civil y penal, y por una vuelta al rigorismo en la aplicación de los preceptos religiosos a las conductas públicas y privadas.
Numerosos rasgos del pensamiento del autor permiten incluirle en el seno del movimiento jansenizante que se difundiera en la España de los últimos años del XVIII: su cultura bíblica y patrística, su rechazo de las supersticiones y leyendas sin fundamento histórico, su espíritu crítico, la repulsa del probabilismno y el laxismo a los que identifica como doctrinas jesuitas, su rigorismo moral, su amor por la Iglesia primitiva...su pensamiento nos muestra la vitalidad, el aperturismo cultural y el afán de renovación intelectual que constuirán lo mejor del Cádiz que vio su obra.
Pero propone, por otra parte, observaciones críticas de esas mismas fuentes: se trata de corregir el rigorismo kantiano, originado en una incomprensión de la conflictividad, mostrando que la bidimensionalidad de la razón hace inevitable una cierta flexibilidad ética; de corregir, asimismo, el intuicionismo subsistente en la ética hartmanniana, mostrando que las discrepancias entre intuiciones no pueden resolverse mediante recurso a nuevas intuiciones, y de corregir, finalmente, el monismo de la ética del discurso (en razón del cual ésta tiene que recurrir a una “parte B” para justificar los casos en que es imposible cumplir el principio del discurso), mostrando una pluralidad de principios en el marco de un “a priori de la conflictividad”.
Es recordado por sus aportaciones a la teología moral que le ganaron el aprecio de San Alfonso Ligorio. Dentro de la polémica entre el Laxismo y Rigorismo, apoyó el Probabilismo.