¿Qué podemos hacer? Voy a desear grandes
riquezas y te haré un estuche de oro para tapar la morcilla. -¡Cuídate mucho de hacerlo!
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont
¿No tenían un gobierno paternal y poderoso? ¿Un monarca rodeado de suntuosidad y de riquezas? ¿No tenían una legislación y unas costumbres, que pueden llamarse sin exageración, sabia a la una, humanas a las otras?
Debemos luchar, ¡Morir, si es necesario! porque se instaure un gobierno distribuidor equitativo de las
riquezas y cuyo único compromiso sea para con el proletario...
Antonio Domínguez Hidalgo
Somos cristianas y nos despojamos de nuestras
riquezas y lujos con tal de que alguien sea dichoso en estos tiempos de armonía y comprensión.
Antonio Domínguez Hidalgo
Algunos extranjeros de nuestros días, a modo de arqueólogos y numismáticos empeñosos, se han propuesto desenterrar las riquezas que se decían desconocidas e ignoradas; dándonos ya colecciones de poesías antiguas castellanas, ya ediciones lujosas de Calderón o de Lope de Vega.
Cortés avanza con sus hombres hacia el Valle de Anáhuac, atraído por las referencias que tiene de las riquezas de Tenochtitlán y fortalecido ante los indígenas por haberse apropiado de la profecía y personalidad de Quetzalcóatl.
24 Oh quien la florecilla eres de los Juvencios, no de éstos sólo, sino cuantos o fueron o a partir de ahora serán en otros años: preferiría que las riquezas de Midas hubieras dado a éste que ni siervo tiene ni arca, a que así te dejaras que él te ame.
¿Por qué no las riquezas de Creso de superar capaz sea, quien en un solo soto tantos bienes posea, prados, labrantíos, ingentes espesuras y vastas lagunas sin fin hasta los hiperbóreos y hasta el mar Océano?
¿Creéis que ese hombre, antes de dejar el mundo, antes de renunciar a las
riquezas, a la fama, al poder, a la juventud, al amor, a todo lo que desvanece a las criaturas, no habrá sostenido ruda batalla con su corazón?
Pedro Antonio de Alarcón
Al alcance de mi mano, como irónica tentación, estaban las
riquezas abandonadas, las maravillas de arte que acaso codicié: ningún ojo sino el mío para contemplar los cuadros de Velásquez, las estatuas de Fidias, las cinceladuras de Cellini; y allá en las secretas cajas de los abandonados bancos, ninguna mano sino la mía para hundirse en los montones de billetes y centenes de oro...
Emilia Pardo Bazán
Sueños fueron los puertos y ferrocarriles, canales y caminos, escuelas e inmigración, industrias y riquezas, trabajo y bienestar; el oro vino, pero no como lluvia benéfica que fecundiza la tierra, sino como un torrente devastador que arrancó del alma la energía y la esperanza y arrastró con las virtudes públicas que nos engrandecieran.
Abolengo, honores, riquezas, nada puede inspirar al hombre como el Amor lo que es necesario para llevar una vida honorable: quiero decir la vergüenza de lo malo y la emulación del bien.