Adriana Pineda
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Papers by Adriana Pineda
El autor habla de que es momento de distinguir o diferenciar lo que en muchos debates o temas tratados sobre la cultura se ha pasado por alto, se trata de entender o aprender que son las formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura.
Como primera instancia se hace referencia a lo conocido y todo aquello que es visible y perceptible de forma inmediata, se trata de las formas objetivadas que son los diferentes elementos o “símbolos” característicos de cada uno de los grupos sociales de la humanidad, van desde la indumentaria étnica o regional (como son el huipil, el rebozo, el sarape o el traje de china poblana), bebidas y otros elementos gastronómicos (tequila, chile, mole poblano, el frijol), de objetos o monumentos relativos a sus deidades que simbolizan su origen y de danzas étnicas o regionales bajo las cuales hacen remembranza a su formación, en conclusión es todo aquello que se puede distinguir a través de cualquiera de los cinco sentidos.
Cuando se habla de formas interiorizadas hace alusión a lo que no se puede percibir a través de los sentidos (ver, oír, tocar, oler o probar), se centra en la ideología y creencias, a las representaciones socialmente compartidas, las actitudes a lo largo de la experiencia vivida, las costumbres y la forma de pensar del grupo en el que un sujeto está inmerso, mismas que resultan de la interiorización selectiva y jerarquizada por parte de los actores sociales.
La cultura objetivada suele ser la más estudiada por ser fácilmente accesible a la documentación y a la observación etnográfica, en cambio el estudio de la cultura interiorizada suele ser menos frecuentado, sobre todo en México, por las dificultades teóricas y metodológicas que indudablemente entraña.
Es decir, aprender o entender los valores de cada grupo social a través de su pensamiento, es adentrarse en su forma de sentir, de conocer o estudiar más a fondo lo que es la esencia interior de cada ser humano, para entonces poder comprender el entorno que le rodea.
“La cultura o civilización en sentido etnográfico amplio, incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otro hábito y capacidades adquiridas por el hombre”
En base a lo anterior se dice que “no existe cultura sin actores, ni actores sin cultura”… Entonces se considera la cultura desde la perspectiva de los sujetos y no de las cosas, bajo sus formas interiorizadas y no objetivadas, es decir cultura actuada y vivida desde el punto de vista de los actores y de sus prácticas.
Entonces se dice que no existe realidad objetiva y que toda realidad es representada o apropiada por el grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores la cual depende de su historia y del contexto ideológico que la envuelve, misma que constituye para el individuo y el grupo en sí, la realidad misma.
En su libro, Giménez Montiel cita dos paradigmas específicos, por un lado Pierre Bourdieu con “Habitus de Bourdieu” y por otro lado “Representaciones Sociales” de Serge Moscovici.
De acuerdo a lo que argumenta Pierre Bourdieu acerca del “Habitus” vivimos en un mundo donde el orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada puede hacerse, sino es una construcción mental del mundo con la que el hombre quiere satisfacer su sed de dominio.
Un mundo donde al hombre se le atribuye el cultivo de la razón, la fuerza, el valor, el trabajo, la política y el ámbito público; en cambio a la mujer se le atribuye el cultivo del sentimiento, la debilidad, la ternura y belleza, el hogar y el ámbito privado.
Por lo tanto esta división ha fundamentado la asignación arbitraria de atributos y posibilidades, donde se valora lo masculino como superior y lo femenino como inferior, dando lugar a una asimetría social.
En resumen, se debe partir de la idea que la sociedad no es estática, sino más bien que se encuentra en continua transformación, lo que para Bourdieu como concepto de “Habitus” define como el esquema que se construye por las formas de obrar, pensar y sentir de cada ser humano que se encuentra inmerso en la sociedad.
Por otra parte la teoría de la Representaciones Sociales ha ingresado al campo de las ciencias sociales, particularmente en la psicología contemporánea, la ideal del carácter representacional está siendo objeto de renovación constante en la filosofía, la psicología, la lingüística, la matemática, entre otros ámbitos.
La representación social corresponde a un acto del pensamiento en el cual el sujeto se relaciona con un objeto y mediante diversos mecanismos ese objeto es sustituido por un símbolo. Esa representación social implica la transformación en la cual los sujetos interpretan la realidad y esa interpretación está mediada por los valores, la religión, las necesidades, los roles sociales y otros aspectos socioculturales y como consecuencia la información, las ideas que circulan en las comunicaciones interpersonales y mediante los medios de comunicación se va moldeando y conformando nuestro modo de pensar y actuar.
Las representaciones sociales no son un simple reflejo de la realidad sino una organización significante de la misma que depende a la vez, de circunstancias contingentes y de factores más generales como el contexto social o ideológico, por lo tanto son estables y móviles, rígidas y elásticas, y surgen como consecuencia en las sociedades modernas donde el conocimiento está continuamente dinamizado por las informaciones que circulan y que exigen ser consideradas como guías para la vida cotidiana. A diferencia de los mitos, las diferencias sociales no tienen la posibilidad de asentarse y solidificarse para convertirse en tradiciones ya que los medios de información de masa exigen el cambio continuo de conocimientos.
La conclusión a la que llega Giménez Montiel, es que el paradigma de Las Representaciones Sociales es homologable a la teoría de Habitus y por lo tanto son las vías fructíferas y metodológicamente rentables para el análisis de las formas interiorizadas de la cultura, ya que permite detectar esquemas subjetivos de percepción, valorización y acción lo que conlleva a trabajar en las fronteras de las diferentes disciplinas sociales, ya que los estudios culturales son y solo pueden ser por definición, multidisciplinarios.
Books by Adriana Pineda
El autor habla de que es momento de distinguir o diferenciar lo que en muchos debates o temas tratados sobre la cultura se ha pasado por alto, se trata de entender o aprender que son las formas interiorizadas y formas objetivadas de la cultura.
Como primera instancia se hace referencia a lo conocido y todo aquello que es visible y perceptible de forma inmediata, se trata de las formas objetivadas que son los diferentes elementos o “símbolos” característicos de cada uno de los grupos sociales de la humanidad, van desde la indumentaria étnica o regional (como son el huipil, el rebozo, el sarape o el traje de china poblana), bebidas y otros elementos gastronómicos (tequila, chile, mole poblano, el frijol), de objetos o monumentos relativos a sus deidades que simbolizan su origen y de danzas étnicas o regionales bajo las cuales hacen remembranza a su formación, en conclusión es todo aquello que se puede distinguir a través de cualquiera de los cinco sentidos.
Cuando se habla de formas interiorizadas hace alusión a lo que no se puede percibir a través de los sentidos (ver, oír, tocar, oler o probar), se centra en la ideología y creencias, a las representaciones socialmente compartidas, las actitudes a lo largo de la experiencia vivida, las costumbres y la forma de pensar del grupo en el que un sujeto está inmerso, mismas que resultan de la interiorización selectiva y jerarquizada por parte de los actores sociales.
La cultura objetivada suele ser la más estudiada por ser fácilmente accesible a la documentación y a la observación etnográfica, en cambio el estudio de la cultura interiorizada suele ser menos frecuentado, sobre todo en México, por las dificultades teóricas y metodológicas que indudablemente entraña.
Es decir, aprender o entender los valores de cada grupo social a través de su pensamiento, es adentrarse en su forma de sentir, de conocer o estudiar más a fondo lo que es la esencia interior de cada ser humano, para entonces poder comprender el entorno que le rodea.
“La cultura o civilización en sentido etnográfico amplio, incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otro hábito y capacidades adquiridas por el hombre”
En base a lo anterior se dice que “no existe cultura sin actores, ni actores sin cultura”… Entonces se considera la cultura desde la perspectiva de los sujetos y no de las cosas, bajo sus formas interiorizadas y no objetivadas, es decir cultura actuada y vivida desde el punto de vista de los actores y de sus prácticas.
Entonces se dice que no existe realidad objetiva y que toda realidad es representada o apropiada por el grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores la cual depende de su historia y del contexto ideológico que la envuelve, misma que constituye para el individuo y el grupo en sí, la realidad misma.
En su libro, Giménez Montiel cita dos paradigmas específicos, por un lado Pierre Bourdieu con “Habitus de Bourdieu” y por otro lado “Representaciones Sociales” de Serge Moscovici.
De acuerdo a lo que argumenta Pierre Bourdieu acerca del “Habitus” vivimos en un mundo donde el orden de las cosas no es un orden natural contra el que nada puede hacerse, sino es una construcción mental del mundo con la que el hombre quiere satisfacer su sed de dominio.
Un mundo donde al hombre se le atribuye el cultivo de la razón, la fuerza, el valor, el trabajo, la política y el ámbito público; en cambio a la mujer se le atribuye el cultivo del sentimiento, la debilidad, la ternura y belleza, el hogar y el ámbito privado.
Por lo tanto esta división ha fundamentado la asignación arbitraria de atributos y posibilidades, donde se valora lo masculino como superior y lo femenino como inferior, dando lugar a una asimetría social.
En resumen, se debe partir de la idea que la sociedad no es estática, sino más bien que se encuentra en continua transformación, lo que para Bourdieu como concepto de “Habitus” define como el esquema que se construye por las formas de obrar, pensar y sentir de cada ser humano que se encuentra inmerso en la sociedad.
Por otra parte la teoría de la Representaciones Sociales ha ingresado al campo de las ciencias sociales, particularmente en la psicología contemporánea, la ideal del carácter representacional está siendo objeto de renovación constante en la filosofía, la psicología, la lingüística, la matemática, entre otros ámbitos.
La representación social corresponde a un acto del pensamiento en el cual el sujeto se relaciona con un objeto y mediante diversos mecanismos ese objeto es sustituido por un símbolo. Esa representación social implica la transformación en la cual los sujetos interpretan la realidad y esa interpretación está mediada por los valores, la religión, las necesidades, los roles sociales y otros aspectos socioculturales y como consecuencia la información, las ideas que circulan en las comunicaciones interpersonales y mediante los medios de comunicación se va moldeando y conformando nuestro modo de pensar y actuar.
Las representaciones sociales no son un simple reflejo de la realidad sino una organización significante de la misma que depende a la vez, de circunstancias contingentes y de factores más generales como el contexto social o ideológico, por lo tanto son estables y móviles, rígidas y elásticas, y surgen como consecuencia en las sociedades modernas donde el conocimiento está continuamente dinamizado por las informaciones que circulan y que exigen ser consideradas como guías para la vida cotidiana. A diferencia de los mitos, las diferencias sociales no tienen la posibilidad de asentarse y solidificarse para convertirse en tradiciones ya que los medios de información de masa exigen el cambio continuo de conocimientos.
La conclusión a la que llega Giménez Montiel, es que el paradigma de Las Representaciones Sociales es homologable a la teoría de Habitus y por lo tanto son las vías fructíferas y metodológicamente rentables para el análisis de las formas interiorizadas de la cultura, ya que permite detectar esquemas subjetivos de percepción, valorización y acción lo que conlleva a trabajar en las fronteras de las diferentes disciplinas sociales, ya que los estudios culturales son y solo pueden ser por definición, multidisciplinarios.