La frontera
en el mundo hispánico
Porfirio Sanz Camañes
y David Rex Galindo
Coordinadores
La frontera
en el mundo hispánico
2014
LA FRONTERA EN EL MUNDO HISPÁNICO
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo (Coordinadores)
1era. edición:
Ediciones Abya-Yala
Av. 12 de Octubre N24-22 y Wilson bloque A
Casilla: 17-12-719
Teléfonos: (593-2) 2 506-267 / (593-2) 3962 800
e-mail: editorial@abyayala.org
www.abyayala.org
Quito-Ecuador
Ministerio de Economía y Competitividad
España
Diseño de portada
José María Jiménez Rodríguez
Traducción de textos:
Wilber Arias y José María Jiménez Rodríguez
ISBN:
978-9942-09-…………
Diseño, diagramación
e impresión:
Ediciones Abya-Yala
Quito-Ecuador
Impreso en Quito-Ecuador, octubre de 2014
SCIENTIFIC BOARD
Peter BAKEWELL, Southern Methodist University
Ramón A. GUTIÉRREZ, University of Chicago
Steven W. HACKEL, University of California, Riverside
Sean F. McENROE, Southern Oregon University
Christopher STORSS, University of Dundee
Jesús F. DE LA TEJA, Texas State University
I.A.A. THOMPSON, Royal Historical Society, London
Índice
Autores ............................................................................................................
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Presentación
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo .................................................
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I. FRONTERAS POLÍTICAS Y MILITARES
La frontera hispánica en la Europa Moderna
Oscar Jane Checa ............................................................................................
39
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares
y fronteras europeas en los siglos XVI y XVII
Francisco Fernández Izquierdo .......................................................................
61
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla
frente al reino nazarí de Granada al final de la Edad Media
Jesús Molero García ......................................................................................... 123
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII.
El caso de la región de Noudar y Barrancos en Portugal
João Augusto Espadeiro Ramos ....................................................................... 151
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
durante el siglo XVIII. De San Lorenzo al Río de La Plata
Porfirio Sanz Camañes .................................................................................... 179
La frontera oriental novohispana Texas y San Fernando a finales
de la época colonial (1772-1822)
José María Rodríguez Jiménez......................................................................... 207
5
Índice
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América.
La gran rebelión de los indios Pueblo (1680-1696)
José A. Armillas Vicente................................................................................... 237
II. FRONTERAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
La corona española y la libertad de los indios esclavos en la España
peninsular, Nueva España y las fronteras imperiales durante
la segunda mitad del siglo XVI
Andrés Reséndez .............................................................................................. 269
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
Carla Mendiola ............................................................................................... 291
Muros del presidio y trabajo de los convictos. El examen de los orígenes
de los trabajos forzados en la frontera de Nueva España
Norwood Andrews ........................................................................................... 323
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
durante el siglo XVIII
Joaquín Rivaya Martínez ................................................................................ 339
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur del imperio
hispánico, siglos XVI-XVIII
José Gabriel Martínez-Serna ........................................................................... 371
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando
en la frontera española en Norteamérica, siglos XVII-XVIII
George T. Díaz ................................................................................................. 399
III. FRONTERAS IDEOLÓGICAS. RELIGIOSAS Y CULTURALES
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam en los interrogatorios
a cautivos
Juan Francisco Pardo Molero .......................................................................... 417
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
del Colegio Apostólico de Tarija en Bolivia al final de la colonia
David Rex Galindo.......................................................................................... 437
6
Índice
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros
jesuitas y franciscanos en el noroeste novohispano en el siglo XVIII
José Refugio de la Torre Curiel ........................................................................ 459
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
en las misiones Franciscanas
Jay T. Harrison ................................................................................................ 483
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica entre Europa
y América
Javier García Bresó .......................................................................................... 503
7
Autores
ANDREWS, Norwood (Universidad de Texas-Pan American)
Es profesor de Historia en la Universidad de Texas-Pan American. Tras
recibir su doctorado en 2008 en la Universidad de Texas en Austin realizó distintas estancias de investigación postodoctorales en el Centro para la Historia
de la Medicina, de la Universidad de Warwick y en el William L. Clements Department of History, de la Southern Methodist University de Dallas. Es co-editor (con Robert Chase) de Sunbelt Prisons and the Carceral State: New Frontiers
of State Power, Resistance, and Racial Oppression (University of North Carolina
Press, en prensa). En la actualidad está escribiendo un libro sobre Prison Labor
and Plantation Agriculture in late 19th Century Texas.
ARMILLAS VICENTE, José Antonio (Universidad de Zaragoza)
Es doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza desde 1973. Catedrático de Historia de América, es en la actualidad Profesor Emérito, habiendo
dedicado una buena parte de su actividad investigadora al estudio de la frontera, publicando varios trabajos relacionados con tal área en el subcontinente
norteamericano en la segunda mitad del siglo XVIII. Entendiendo la frontera
como espacio, no como línea (boundary), las naciones indias que ocupaban
tan vastas extensiones espaciales están obviamente integradas en el sentido que
da a la frontier Fulmer Mood en su Agricultural History. En tal línea irían sus
primeras publicaciones: “La Gran Confederación India. Interacción hispanoanglo-americana para con las Naciones Indias del Sudeste norteamericano a
fines del siglo XVIII” (Estudios sobre política indigenista española en América,
Valladolid 1976). Su tesis de Doctorado, adaptada a los límites razonables de
un libro, vería la luz en 1977 bajo el título de El Mississippi, frontera de España.
España y los Estados Unidos ante el tratado de San Lorenzo (Institución “Fer-
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nando el Católico” & C.S.I.C. Zaragoza), donde se estudiaba el litigio sembrado por Inglaterra a propósito de las fronteras entre Luisiana y Florida con los
nacientes Estados Unidos. Tras varios trabajos desgajados de la documentación
original de su tesis doctoral, presentó la ponencia “Geopolítica de la frontera
meridional hispano-norteamericana a fines del siglo XVIII” en el II Congreso
Internacional de Historia Militar publicada por el Estado Mayor del Ejército
(Madrid 1988). Integrado en el proyecto investigador “Ciudad, técnica y frontera en América y Filipinas”, dirigido por el profesor de investigación del CSIC,
Francisco de Solano y Pérez-Lila, concluyó un trabajo sobre los “Orígenes de
la cuestión del Mississippi” (Ed. Complutense, Madrid 1996), así como “Las
relaciones diplomáticas entre España y los Estados Unidos desde el tratado de
San Lorenzo (1795) al de Adams-Onís (1819)” [Instituto de Historia y Cultura
Militar, Madrid 2007] donde el problema de la frontera vertebra todo el planteamiento diplomático. El texto que aquí se presenta supone una ampliación de
horizontes hacia el far west, de carácter tan iniciático como el correspondiente
al ámbito geográfico del virreinato peruano titulado “Límites y fronteras en
el ocaso del Imperio español en América” (Fronteras y globalización. Prensas
Universitarias, Zaragoza 2008). Finalmente, tiene pendiente de publicación “La
defensa del fuerte Carlos III sobre el Arkansas”, ponencia presentada al congreso de historia militar celebrado en Madrid los días 22 al 24 de octubre de 2013.
DIAZ, George T. (Sam Houston State University, Texas)
Es originario de Laredo, Texas y obtuvo su doctorado de historia en
Southern Methodist University, Dallas. Recientemente fue investigador y profesor visitante en el Centro de Estudios Mexicanoamericanos de la Universidad
de Houston, donde enseñó un curso sobre contrabando en la frontera de Estados Unidos y México. Entre sus publicaciones destaca su próximo libro Border
Contraband: A History of Smuggling Across the Rio Grande, (The University of
Texas Press, 2015). George Díaz es profesor de historia en Sam Houston State
University en Hunsville (Texas).
ESPADEIRO RAMOS, João Augusto (Universidad de Évora)
En la actualidad desarrolla sus investigaciones vinculado a la Universidad de Évora. Con formación de base en el área de la salud siempre ha cultivado
su pasión por la Historia. Su Máster, centrado sobre la frontera y las relaciones
de poder en el espacio de Noudar y Barrancos (Fronteira e relações de poder.
Noudar e Barrancos no Antigo Regime), le ha permitido conocer “in situ” las
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Autores
vicisitudes por las que atravesó este territorio fronterizo en la época moderna
convertido por el autor en un laboratorio especial sobre el que giraron las distintas relaciones de poder, los cambios sociales, las permutas económicas y las
consecuencias militares derivadas de vivir en torno a la frontera. El fenómeno
fronterizo sigue centrando su interés de cara a la publicación de su tesis.
FERNÁNDEZ IZQUIERDO, Francisco (Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC)
Nacido en Madrid (1959) y licenciado en Geografía e Historia (Universidad Complutense) en 1981 fue premio extraordinario de licenciatura, becario predoctoral en el Instituto de Historia (CSIC) y realizó su doctorado en la
Universidad Complutense (1986). Ingresó como colaborador científico en el
Instituto de Historia, CSIC (1987), donde actualmente es investigador científico y ha sido elegido jefe del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea (2013). Es gerente, reelegido en 2010, de la Fundación Española de Historia Moderna (desde 1988 como Asociación Española de Historia Moderna).
Miembro de los consejos de redacción de Studia Histórica Historia Moderna
(Univ. Salamanca-FEHM), Revista de Historia Moderna (Universidad de Alicante), y del consejo asesor de Estudis, Revista de Historia Moderna (Universidad de Valencia). Ha formado parte del consejo editorial y asesor de Hispania
Revista española de Historia (CSIC). Es secretario de la colección de monografías “Biblioteca de Historia” del Dpto. de Publicaciones del CSIC (desde 2007).
Sus temas de investigación son la nobleza y las órdenes militares en la Edad
Moderna, la aplicación de las nuevas tecnologías a la investigación histórica, en
particular al análisis bibliométrico de las publicaciones de historia moderna,
así como la aplicación y análisis de documentación histórica con nuevas tecnologías. Recientemente ha realizado investigaciones sobre las infraestructuras
hidráulicas históricas, y ha sido elegido en 2013 vocal del Comité de Información al Público y Educación de Spancold (Comité Español de Grandes Presas).
Colabora como profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, y lo ha sido
de las Universidades de Castilla-La Mancha y San Pablo-CEU, además de participar en la organización de seminarios y cursos con otros centros, en particular
con la Universidad Politécnica de Madrid.
GARCÍA BRESÓ, Javier (Universidad de Castilla-La Mancha)
Es maestro, licenciado en Antropología Americana y Doctor en Antropología Americana por la Universidad Complutense de Madrid. En la ac-
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tualidad es Profesor Titular de Universidad de Antropología Social en la Universidad de Castilla-La Mancha y Coordinador del Máster en Antropología
Aplicada. Fue profesor en la Universidad Centroamericana de Managua, en
la Escuela Normal de Bluefields y en la Campaña Nacional de Alfabetización
en Nicaragua. Realizó trabajo de campo para su tesis doctoral entre los indios
monimboseños de Nicaragua. Ha escrito varios artículos en revistas especializadas de Nicaragua, Bolivia, México y España. También ha publicado libros
como Monimbó: Una comunidad india de Nicaragua (1992) e Identidad y cultura en Nicaragua (1993), Cultura y Pertenencia en Castilla-La Mancha (2000),
la traducción del inglés del libro de Jacques Maquet La Experiencia Estética, la
mirada de un antropólogo sobre el arte (1999), La conciencia de los marginados,
Etnicidad en Nicaragua: Monimbó (2009), además de diecisiete capítulos en diversos libros y veintisiete artículos en revistas de España y América.
HARRISON, Jay T. (Center of Southwest Studies de Fort Lewis College, Colorado)
Es director del Center of Southwest Studies de Fort Lewis College, un
centro universitario especializado en artes liberales que recibe cada año más de
un millar de estudiantes indígenas de Norte América en el campus en Durango,
Colorado. Doctor en Historia por la Universidad Católica de América en Washington, D.C., ha enseñado en las prestigiosas George Washington University,
Hood College, y otras universidades antes de su designación como director del
Center of Southwest Studies. Su tesis doctoral se centró en la sociedad de Texas
del siglo XVIII y en las misiones franciscanas de la colonia. Ha centrado sus
investigaciones en la época colonial de México para conocer los contactos entre
los españoles y los indígenas de las tierras del interior. Sus estudios, como se
desprende de distintas publicaciones y monografías, se han centrado sobre las
culturas tradicionales y populares de las zonas de contacto e interdependencia
en los territorios del norte de Nueva España
JANÉ CHECA, Óscar (Universidad Autónoma de Barcelona)
Es Profesor-Investigador del Programa ‘Ramón y Cajal’ en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado sus estudios en Francia, en las
universidades de Montpellier III y de Toulouse- Le Mirail. Se doctoró en esta
última en codirección con la Universidad Autónoma de Barcelona en el 2003
y publicó el libro Catalunya i França al segle XVII. Identitats, contraidentitats i
ideologies a l’època moderna (1640-1700) (Ed. Afers, 2006). Trabaja desde hace
tiempo temas relacionados con los movimientos colectivos, las memorias per-
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Autores
sonales (dietarios y autobiografías), la construcción de los Estados modernos
y estudios relacionados con las fronteras. En este sentido ha publicado Catalunya sense Espanya. Ramon Trobat, ideologia i catalanitat a l’empara de França
(Catarroja-Barcelona, 2009), sobre un personaje crucial del siglo XVII francés
y español. Y sobre fronteras: el libro La identitat de la frontera pirinenca. Efectes
socials i polítics al nord de Catalunya des de la creació de Montlluís (1677-1698)
(Diputació de Girona, 2008), o varios artículos, entre los cuales “Psico(socio)
logía e identidad de la frontera en la época moderna” (Manuscrits, 26, 2008,
pp.93-120) o “The boundaries between France and Spain in the Catalan Pyrenees: Elements for the construction and invention of borders” (en Living on the
border. European Border Regions in Comparison, Routledge, 2013). Actualmente
trabaja sobre un libro de teoría de las fronteras modernas y sobre la Comisión
Internacional de los Pirineos.
MARTÍNEZ-SERNA, José Gabriel (Universidad Iberoamericana Extensión
Saltillo)
Realizó sus estudios de posgrado en las universidades de Stanford y
Southern Methodist University. Su trabajo explora el nexo entre la historia
del medio ambiente, la viticultura de las misiones jesuitas, y la etnohistoria de
las fronteras del imperio hispánico. Ha sido profesor invitado en Gettysburg
College y West Virginia University y ha publicado artículos y ensayos sobre la
historia de los jesuitas, la etnohistoria del norte novohispano, y el comercio
de vino en el Atlántico hispano. Ha organizado y participado en numerosos
paneles en conferencias internacionales y su manuscrito Viñedos e indios del
desierto: fundación, auge y secularización de una misión jesuita en la frontera
noreste de la Nueva España ganó el Premio de Investigación 2013 del Museo de
Historia Mexicana y será publicado en 2014 en Monterrey, Nuevo León. Actualmente es investigador invitado en el Archivo para la Memoria de la Universidad
Iberoamericana Extensión Saltillo y esta terminando una versión mas larga en
inglés del mismo manuscrito y dirigiendo un proyecto de digitalización del
archivo jesuita colonial en Parras, Coahuila.
MENDIOLA, Carla (Southern Methodist University en Dallas, Texas)
En la actualidad desarrolla su trayectoria académica e investigadora en
la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Sus intereses académicos se
centran en las prácticas matrimoniales, el lenguaje y la influencia de las políticas de inmigración, nacionales y culturales en la frontera entre Texas y México.
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Ha participado en numerosos Congresos y meetings internacionales durante
los últimos años. Ha publicado recientemente un avance de sus investigaciones
en “The Meeting of Two Border Worlds: How the Maine-Canada and TexasMexico Borders Met in 1920,” en “The Maine Borderlands,” un número especial
de Maine History, 47, 1 (Jan. 2013). En 2011-2012 fue becaria Fullbright en la
Universidad Laval en Quebec, Canadá. Además ha trabajado en producciones
de radio, televisión y cine y ha recibido becas de investigación y de enseñanza.
En la actualidad investiga para la realización de su tesis doctoral, con el título: “From Border crossers to Borderlanders: How Mestizaje/Metissage Along
the North American Borderlands of Texas-Mexico and Maine-Canada Shaped Families, Communities, and Identities, 1880-1930”, definiendo un estudio
comparativo del proceso de mestizaje en dos comunidades en las fronteras de
Maine-Canada y Texas-Mexico.
MOLERO GARCÍA, Jesús (Universidad de Castilla-La Mancha)
Es doctor en Historia Medieval por la Universidad de Castilla-La Mancha. Sus líneas de investigación versan sobre la Arqueología medieval, el poblamiento, los castillos, la historia de las Órdenes Militares y la frontera. En 1999
obtuvo el premio “Manuel Corchado Soriano” de investigación castellológica
por el trabajo titulado Fortificaciones sanjuanistas en La Mancha: los cuatro castillos de la ribera del Guadiana y después el premio extraordinario a la Tesis
Doctoral: Fortificaciones y organización del espacio en el Campo de Calatrava (ss.
IX-XVI) dirigida por el catedrático Ricardo Izquierdo Benito (UCLM).
Ha participado en diversos proyectos de investigación sobre temas relacionados con la Arqueología Medieval (estructuras de poblamiento, hábitat,
vías de comunicación, fortificaciones) y la historia de las Órdenes Militares (San
Juan y Calatrava principalmente). Ha dirigido varias intervenciones arqueológicas destacando la reciente excavación en el castillo de La Estrella (Montiel),
de la Orden Militar de Santiago. También ha participado como ponente invitado y comunicante en más de 30 congresos, la mayoría internacionales, y es
autor de unas 40 publicaciones, la mayoría referidas a fortificaciones de Órdenes Militares y al hecho fronterizo, fundamentalmente en el antiguo Reino de
Toledo (ss. XII-XIII).
Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Lyon, en
la Universidad de Maine (como profesor invitado), en la Escuela Española de
Historia y Arqueología de Roma y en la Universidad de Oporto. Su experiencia
14
Autores
en la gestión de actividades académicas y de investigación se concretan en la
dirección y secretaría de varios congresos, seminarios, ciclos de conferencias y
cursos de verano desarrollados en el marco institucional de la Universidad de
Castilla-La Mancha en colaboración con diversas entidades de ámbito nacional
e internacional: Casa de Velázquez, Universitatea Valahia din Târgoviste (Rumanía), Université du Maine (Le Mans, Francia), Sociedad Española de Estudios Medievales, Universidad Autónoma de Madrid, Mancomunidad Campo
de Calatrava, Ayuntamientos de Ciudad Real, Alcázar de San Juan, Saceruela,
Uclés, Villacañas, Montiel, etc.
En la actualidad forma parte del Grupo de Investigación consolidado en
Historia Medieval (PORIDAD) dirigido por el catedrático Francisco Ruiz Gómez de la UCLM y del Grupo Materialidad, Arqueología y Patrimonio (MAP)
de la UCLM dirigido por el profesor titular Jorge Onrubia. En la actualidad
compagina la docencia en Historia Medieval con el cargo de secretario del Departamento de Historia.
PARDO MOLERO, Juan Francisco (Universidad de Valencia)
Es profesor titular de Historia Moderna en la Universidad de Valencia.
Se doctoró en Geografía e Historia en dicha Universidad (1997), y amplió su
formación en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París, como
becario posdoctoral. Sus investigaciones se han orientado a la organización
militar y naval del reino de Valencia, la Corona de Aragón y la Monarquía Hispánica, la minoría morisca, la frontera mediterránea en la Edad Moderna, así
como las instituciones, las ideas y las prácticas políticas, y sus protagonistas,
en la Monarquía Hispánica de los siglos XVI y XVII. Entre sus publicaciones
pueden citarse los libros: La defensa del imperio. Carlos V, Valencia y el Mediterráneo, publicado en Madrid en 2001, y el volumen colectivo que coordinó,
junto a Manuel Lomas Cortés, Oficiales reales. Los ministros de la Monarquía
Católica, editado en 2012; asimismo ha publicado diversos artículos en revistas
de su especialidad, como Estudis: Revista de Historia Moderna, Chronica Nova,
Anales de la Universidad de Alicante, Mediterranea: Ricerche Storiche, Manuscrits
o Cahiers de la Mediterranée. Ha participado en numerosos congresos,, y, en
noviembre de 2012, dirigió las VIII Jornadas Internacionales de Historia de las
Monarquías Ibéricas (promovidas por la Red Columnaria), dedicadas al tema
“El gobierno de la virtud. Política, ciencia y moral en las Monarquías Ibéricas y
Europa (siglos XVI-XVIII)”.
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RESÉNDEZ, Andrés (Universidad de California, Davis)
Es profesor-investigador de la Universidad de California, Davis. Obtuvo la licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio de México y
la maestría y el doctorado en Historia en la Universidad de Chicago. Sus intereses académicos giran en torno a las fronteras, la construcción de identidades, y la exploración y colonización del continente americano. Su primer
libro, Changing National Identities at the Frontier (Cambridge University Press,
2005), estudia cómo distintos grupos de hispanos, indios, y anglo-americanos
que habitaban lo que ahora son los estados de Texas y Nuevo México imaginaron y desarrollaron sus lealtades nacionales en las décadas que precedieron a
la guerra entre México y Estados Unidos. En su libro más reciente, A Land So
Strange (Basic Books, 2007) o bien Un viaje distinto: la exploración de Cabeza
de Vaca por América (Libros de Vanguardia, 2009), el autor se aboca a examinar
el proceso inicial de colonización europea a partir de las experiencias de los últimos cuatro sobrevivientes de una expedición a Florida en la década de 1520.
Actualmente está escribiendo un libro acerca del fenómeno de la esclavitud de
indios en Norteamérica entre los siglos XVI y XIX.
REX GALINDO, David (Stephen F. Austin State University en Nacogdoches,
Texas)
Es profesor de historia en la Stephen F. Austin State University en Nacogdoches, Texas. Obtuvo su doctorado en la Southern Methodist University
en 2010 en Dallas, Texas. Sus áreas de interés son América Latina, las fronteras
en el mundo hispánico, el programa misionero en la América colonial y la historia social de la religión en América. Ha presentado y publicado sus investigaciones en Estados Unidos, México y en España, de donde es originario. Ha
recibido apoyo a su investigación por las Universidades de Harvard, Southern
Methodist University, Stephen F. Austin State University, la Texas State Historical Association y la Academy of American Franciscan History. En la actualidad
está preparando para su publicación proyecto con el título: “To Sin No More:
Franciscan Missionaries and the Conversion of the Hispanic World”, galardonado con el premio Lewis Hanke por la Conference on Latin American History,
centrado en un renovado enfoque de las misiones franciscanas y la propagación
de la Fe. Es uno de los coordinadores del presente volumen.
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Autores
RIVAYA MARTÍNEZ, Joaquín (Texas State University, San Marcos)
Es profesor de historia en la Texas State University. Licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Antropología por
la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), su investigación se centra
principalmente en los grupos indígenas del Suroeste y las Grandes Llanuras
de Norteamérica durante los siglos XVIII y XIX. Sus investigaciones han sido
financiadas, entre otras, por las siguientes instituciones: Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research de Nueva York; Bill and Rita Clements
Center for the Study of Southwestern America de la Southern Methodist University en Dallas; American Philosophical Society y Philips Fund for Native
American Research de Filadelfia; Newberry Library de Chicago; Instituto para
México y los EE.UU. de la Universidad de California (UC MEXUS); y el Institute of American Cultures de UCLA. Ha publicado ensayos e impartido conferencias en EE.UU., México, Francia, España y Canadá. Entre su producción en
castellano destacan el artículo “Diplomacia interétnica en la frontera norte de
Nueva España. Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y
sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica”, aparecido en la revista
Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, y el capítulo “De la civilización a la barbarie. La
indianización de cautivos euroamericanos entre los indios comanches, 18201875”, en el libro La indianización. Cautivos, renegados, “hommes libres” y misioneros en los confines de las Américas, s. XVI-XIX, publicado por Doce Calles
y la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del CSIC. Actualmente trabaja en
un libro provisionalmente titulado Captivity, Slavery, and Adoption among the
Comanche Indians, 1706-1875.
RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José María (Universidad de Castilla-La Mancha)
En la actualidad desarrolla su trayectoria académica e investigadora en
Historia en la Universidad de Castilla-La Mancha. Sus intereses académicos se
centran en la historia de América durante la Edad Moderna, historia de la frontera novohispana, historia militar e historia social. Ha participado en distintos
Seminarios y Reuniones Científicas internacionales como Secretario y con publicaciones sobre Conflictos, poblamiento y luchas de poder en tierras de frontera,
referidos a la organización territorial de Texas desde los primeros años de la
presencia española en aquellas tierras. En 2011 estuvo al frente de un proyecto
de investigación a cargo del Consulado de España en Houston orientado a la
localización y estudio de la documentación original ubicada en Texas de época
española y después colaboró en el Congreso celebrado en la Rice University de
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Houston, con el título El Camino Real: Past & Present. Ha Impartido charlas
en varios Congresos Internacionales de Americanistas y en Universidades norteamericanas, como la Stephen F. Austin University en Nacogdoches, Texas. En
la actualidad investiga para la realización de su tesis doctoral sobre el presidio
tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII.
SANZ CAMAÑES, Porfirio (Universidad de Castilla-La Mancha)
Es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Zaragoza y Master
en Hispanic Studies por la School of History de la Universidad de Birmingham.
Ha sido Director Académico de Relaciones Internacionales de la Universidad
de Castilla-La Mancha, entre 2005 y 2011, y en la actualidad es el Director del
Departamento de Historia de la UCLM, donde ejerce como Profesor Titular de
Historia Moderna desde 2002. Ha impartido conferencias en Gante, Shanghai,
Houston y Río de Janeiro y disfrutado de estancias de investigación en Londres,
París, New York y Buenos Aires. Sus líneas de investigación se han centrado en
la historia político-militar aragonesa y en la historia de las relaciones internacionales, especialmente anglo-españolas, durante el siglo XVII. Es autor de una
decena de libros y medio centenar de artículos de investigación, entre ellos:
Política, hacienda y milicia en el Aragón de los últimos Austrias entre 1640 y 1680
(Zaragoza, 1997); Diplomacia hispano-inglesa durante el siglo XVII (Cuenca,
2002); Las ciudades en la América hispana (Madrid, 2004); Los ecos de la Armada (Madrid, 2012); y su reciente Atlas Histórico de España en la Edad Moderna
(Madrid, 2012). Es coordinador de dos volúmenes colectivos: La Monarquía
Hispánica en tiempos del Quijote (Sílex, Madrid, 2005) y Tiempo de cambios.
Guerra, diplomacia y política internacional de la Monarquía Hispánica, 16481700 (Actas, Madrid, 2012). Es uno de los coordinadores del presente volumen.
TORRE CURIEL, José Refugio de la (El Colegio de Jalisco, Universidad de
Guadalajara)
Es profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara (Guadalajara, México) y El Colegio de Jalisco. Obtuvo la maestría en Historia de México
en El Colegio de Michoacán, y el doctorado en Historia en la Universidad de
California, Berkeley. Se ha especializado en el estudio de los franciscanos en
México, y en los procesos de poblamiento en el noroeste novohispano. Cuenta
con varios artículos científicos sobre el poblamiento misional en Sonora y la
frontera norte novohispana. Dedicó su primer libro, Vicarios en entredicho (El
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Autores
Colegio de Michoacán, 2001), al análisis de la desaceleración de las provincias
franciscanas en México en el periodo 1749-1860, relacionando dicho proceso
con el auge del liberalismo, la secularización de la sociedad, y la reorganización
de la Iglesia católica en la Nueva España y el México Independiente. Su obra
más reciente, Twilight of the Mission Frontier (Stanford University Press – The
Academy of American Franciscan History, 2012), explora procesos de transculturación y reajustes administrativos y económicos que tuvieron lugar en los
últimos años del periodo misional en el noroeste novohispano. Actualmente
trabaja en un libro sobre cartografía jesuita y franciscana del noroeste novohispano.
19
Presentación
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo1
El presente libro se fraguó durante el curso de verano internacional que con el título La frontera en el mundo hispánico. Tierras de
convivencia y espacios de confrontación (siglos XV-XVIII), se celebró en
Almagro durante los días 12 y 13 de junio de 2013. Con la concurrencia
del centenario del descubrimiento de la Florida y el ensanchamiento de
la frontera hispánica por Ponce de León en 1513, el encuentro resultó
enormemente gratificante para ponentes y participantes. A tenor de la
gran acogida que tuvo la reunión científica entre docentes y discentes
podemos decir que las jornadas celebradas en la ciudad manchega ofrecieron debates enormemente sugerentes para adentrarnos en el proceloso mundo de la frontera, hilo conductor de todo el libro.
El concepto de frontera está presente en nuestros días y es una
realidad próxima como se atestigua a diario en los medios de comunicación. Resulta difícil no aproximarse a la misma desde distintos puntos
de vista y siempre con un enfoque interdiciplinar. Con la publicación
de este libro queremos incorporarnos a este debate y ayudar al lector a
comprender y utilizar la frontera como una herramienta analítica que
le permita explicar mejor las complejas relaciones sociales, económicas, políticas, culturales e ideológicas entre los diferentes grupos que
caracterizaron al mundo hispánico moderno. Los investigadores actuales están de acuerdo con la necesidad de acercarse a la frontera y anali1
Directores del Curso y coordinadores de la obra
21
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
zarla desde una perspectiva comparativa. Los términos frontier, border
y borderland en inglés, frontière en francés, frontera en español, Grenze
en alemán, jing en chino, uj en turco, y thagr en árabe, por citar algunos
ejemplos, siguen ofreciendo respuesta a la evolución socio-política de la
frontera en las sociedades modernas.
La idea de frontera debe entenderse, en nuestra opinión, como la
de un término multiforme con diferentes perspectivas de análisis y distinta evolución a lo largo de la historia, más allá del prisma exclusivamente territorial. Desde que existen los espacios de confrontación, existen las fronteras: el limes romano, la raya islámica, la Marca Hispánica o
cualquier límite o confín han determinado desde época antigua aquellos
aspectos que separaban y que de alguna manera han servido para crear
claros componentes culturales y diferenciadores a uno y otro lado de la
frontera. En efecto, en determinadas épocas de la historia europea, el Rin,
los Pirineos, el Canal de la Mancha, los Cárpatos, los Urales o el Mediterráneo, han llegado a reflejar todos ellos espacios de tensión fronteriza
a la vez que representan regiones abiertas de intercambio multicultural.
La revolución cartográfica permitió pensar la frontera como límite
a la vez que supuso una revolución espacial para la Europa moderna. La
acuciante necesidad de comprender y controlar el mundo llevó a la realización de mapas cada vez más precisos transformando la manera de ver
el mundo en un escenario cada vez más sujeto a la metamorfosis espacial.
La cartografía moderna se impuso claramente como instrumento de la
práctica del imperio y símbolo victorioso de los logros del Estado.
La frontera también ha generado sobre quienes han vivido con
proximidad a las mismas unas condiciones de vida que han terminado plasmando características intelectuales y culturales de gran importancia. Por ejemplo, las obras de los viajeros del período colonial en
adelante describen ciertos rasgos comunes, tales como: la rudeza y la
fuerza combinadas con la agudeza y la curiosidad, la disposición mental
práctica, el individualismo dominante, etc-, algunos de los cuales sobrevivieron también cuando se dio una organización social más elevada.
Podríamos decir, siguiendo a Frederick Jackson Turner, que desde que
22
Presentación
las carabelas de Colón entraron en las aguas del Nuevo Mundo, América
fue otra cosa, y los Estados Unidos asumieron la expansión incesante
que no sólo había sido accesible a todos sino que terminó por ser inevitable para ellos.
El paradigma de la frontera ha tenido de hecho un importante
impacto en la historiografía de los Estados Unidos desde que en 1893
Turner lanzara su famosa tesis de la frontera sobre la fundación de su
país basada en la expansión hacia el oeste y la conquista de nuevas tierras
como catálisis del carácter individualista y democrático norteamericano. Desde luego que en su propuesta no había cabida para los grupos
indígenas, los españoles o los esclavos forzados a migrar desde África.
El paradigma turneriano es una historia épica de conquista y victoria
de la civilización anglosajona, es una explicación teleológica y nacionalista de la formación de la gran nación norteamericana. Un historiador
contemporáneo de Turner con base en California, Hubert Howe Bancroft orientó su interés hacia la región fronteriza entre México y Estados
Unidos, recopilando una inmensa cantidad de fuentes primarias de diferentes archivos en México y publicando prolíficamente obras sobre la
presencia española en el suroeste de Estados Unidos y la frontera norte
de México. Aunque no aplicó la tesis de la frontera, su obra enciclopédica sirvió de formidable cimentación para futuros investigadores norteamericanos interesados en estudiar el período colonial español a ambos
lados de la frontera política actual.
A comienzos del siglo XX, el historiador Herbert Eugene Bolton
fue el primero que introdujo los estudios de la presencia española en los
Estados Unidos en el currículo académico. En lugar de centrarse en las
trece colonias inglesas, Bolton propuso un nuevo enfoque a la colonización de América del Norte desde una perspectiva española. Retirándose
del enfoque de Bancroft a ambos lados de la actual frontera entre EE.UU.
y México, Bolton estableció un marco geográfico y temporal para el nuevo campo “en las regiones entre Florida y California, que ahora pertenecen a los Estados Unidos, en las que España dominó durante siglos”
entre 1513 y 1821. Su enfoque construía una narrativa épica de conquis-
23
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
tadores y misioneros en el que los pueblos nativos fueron irremediablemente sometidos a la civilización y la conversión de España.
En la actualidad, se contempla más la idea de fronteras como regiones culturalmente complejas y abiertas al intercambio cultural. La
frontera ibérica es un buen ejemplo de cómo dos cosmovisiones antagónicas crearon divisiones lineales imaginarias que contribuyeron a la
formación de dos escuelas historiográficas diferentes: arabistas y medievalistas. El enfoque simplista centrado en el conflicto religioso descuida
los factores políticos, económicos e ideológicos, así como las realidades
internas complejas. Las retóricas de la yihad o guerra santa contra el infiel y de la reconquista cristiana de la tierra perdida se utilizaron para
justificar la expansión territorial y la separación religiosa. Arabistas y medievalistas incorporan estas ideas como sus principales paradigmas para
explicar el proceso histórico de la península ibérica medieval.
Las fronteras en la Iberia Medieval, el Imperio Otomano o la China de la dinastía Tang, por ejemplo, pueden, por otra parte, reclamar
permeabilidad, apertura, puerta, pase, encuentros culturales, zonas de
reuniones e hibridez como comunes denominadores de las experiencias
históricas analizadas. Estas fronteras se imponen sobre regiones culturalmente complejas con lealtades políticas variables y con independencia de la identidad étnica o ideología. Los que trataron de explicar estas
fronteras como demarcaciones exclusivas y lineales terminaron siendo
prisioneros de sus cosmovisiones teleológicas de los conceptos de Estado-nación y de la soberanía central. Al mismo tiempo, los estudiosos
tienen que evitar la propaganda contemporánea que utiliza la retórica
de la frontera con el fin de explicar las políticas expansivas o la centralización del poder. Se entiende mejor las fronteras –parafraseamos al
profesor David J. Weber en su estudio de la frontera española en América del Norte– como zonas de interacción entre dos culturas, como los
diferentes lugares donde las culturas de los invasores y de los invadidos
pugnan entre sí y con su entorno físico para producir una dinámica que
es única en el tiempo y lugar. En otras palabras, concluye D. J. Weber,
las fronteras representan tanto el lugar y el proceso, ligados inextricablemente. A pesar de la excepcionalidad de cada experiencia fronteriza,
24
Presentación
el análisis comparativo puede producir hipótesis generales que explican
la evolución de la frontera y al mismo tiempo establecen claramente su
singularidad.
Creemos que los dieciocho estudios que aparecen en este libro reflejan estas tendencias en la historiografía de la frontera desde un punto de vista hemisférico y Atlántico. Anteriores trabajos han encontrado
paralelismos entre las regiones del norte de México y el Río de la Plata
ya que ambas eran periferias del imperio español y centros de grupos
indígenas nómadas. Fueron estas tierras zonas de impacto misionero
tanto jesuita como franciscano durante la época colonial. También hay
similitudes ecológicas, siendo zonas que facilitan el pasto y el ganado,
elementos importantes en las economías de los indios y españoles. Por
último, la violencia y el poder fueron elementos que no sólo caracterizaron el encuentro entre indios y europeos sino que fomentaron el
faccionalismo intra-étnico. Las fronteras del mundo hispano fueron
zonas de contestación y negociación, de violencia y de diplomacia, de
convivencia y de confrontación entre los diferentes grupos que luchaban por el control de los recursos naturales. En muchos casos, fueron los
indios independientes los que controlaron los términos de su relación
con los colonos hispanos. Ya fuera a través de relaciones diplomáticas o
comerciales, la balanza del poder se inclinó hacia los grupos chiriguanos
en el Alto Perú, mapuches en Chile, apaches, comanches y caddos en
el septentrión novohispano quienes expandieron sus áreas tradicionales de influencia gracias a la llegada de los colonos europeos. En otras
palabras, los procesos fronterizos también permitieron la convivencia, la
solidaridad y la interdependencia.
Los siete primeros estudios se centran fundamentalmente en las
fronteras políticas y militares. Oscar Jane Checa en su frontera hispánica en la Europa Moderna, entiende que la frontera puede explicar perfectamente la razón de ser del Estado monárquico desde mediados del
siglo XVII y, en este sentido, valora los cambios de la concepción de la
construcción fronteriza para entender la idea que la periferia del Estado
representa. Resulta evidente que a raíz de esta percepción surjan comportamientos múltiples a favor del arraigo o con intención de superar
25
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
las fronteras. Centrado en el análisis de las fronteras a escala europea y
también americana considera –con sus categorías macro y micro– que
los espacios de frontera son un auténtico talón de Aquiles del Estado que
se construye y en el que las élites locales ocupan un papel fundamental,
ya sea en el espacio pirenaico catalán, en su actuación en las instituciones de Barcelona, o durante los alborotos napolitanos de Masaniello en
los años cuarenta del siglo XVII, otro frente de la monarquía hispánica.
Francisco Fernández Izquierdo se centra en los cruzados, en la
aparición de las órdenes militares y en su función militar desde la intervención de los reinos europeos en las Cruzadas en Tierra Santa. Se analiza la función de las órdenes militares en la Península Ibérica a finales
del siglo XV y su incorporación a la corona, precisamente coincidiendo
con el fin de la Reconquista en el territorio peninsular. En su estudio se
abordan las hazañas corporativas de los caballeros cruzados glosadas en
la cronística de la guerra de Granada, así como su ausencia de las nuevas
ofensivas en el norte de África como caballeros de las órdenes, integrados
en los ejércitos reales. Conocemos como desde 1495 la corona obligaba a
los comendadores de Calatrava y Alcántara a costear lanzas. Termina su
análisis con una mirada a la frontera en el Mediterráneo, espacio hacia
donde se trasladan –tras la conquista granadina y la desaparición de la
frontera terrestre con los musulmanes– los principales enfrentamientos
de los siglos XVI y XVII entre el imperio de los Habsburgo y el imperio
Turco, con especial intensidad en los territorios costeros norteafricanos.
Jesús Molero García desciende al estudio del control fronterizo
a través de las fortalezas militares a lo largo de la frontera cristiana con
el reino nazarí de Granada. Considera que este dispositivo militar de la
franja granadina estuvo directamente relacionado con la idea de frontera de la España medieval. La frontera correspondió a un espacio variable
en extensión y a una realidad integrada políticamente en el reino, donde
destacaba un alto grado de militarización y existía un fuerte peso de las
labores de colonización. La estrategia castellana frente al reino nazarí
consistió –como señala el autor– en acumular castillos con un doble
propósito: como base de operaciones para las cabalgadas e incursiones
de desgaste en territorio enemigo; y como baluarte de la construcción
26
Presentación
de un “territorio político”, al convertirse en los más fieles aliados de la
monarquía para ensanchar su reino. En esta realidad fronteriza intervinieron los concejos, las órdenes militares y otra serie de agentes en un
ámbito tan comprometido que sirvió para legitimar la guerra en defensa de la cristiandad y para justificar la reconquista como guerra justa.
Por su parte, João Augusto Espadeiro Ramos se centra en otro estudio
de caso: el producido en las poblaciones de Noudar y Barrancos, en la
región del Alentejo, al sur de Portugal y en su fuerte vinculación a la militarización del área de frontera contigua. Todo parece indicar, a resultas
del estudio, que el castillo de Noudar y la preponderancia económica de
Barrancos dieron significado a todo un término que correspondía a una
encomienda de la Orden de Aviz y dependía en lo espiritual del Prior
Mayor del convento de Aviz. Como concluye el autor, en este espacio de
frontera se buscó más la riqueza que el ennoblecimiento mientras la organización militar del territorio siempre quedó sometida a los vaivenes
fronterizos y a las turbulencias de la guerra.
La mirada americana se incorpora en los tres últimos apartados
de este bloque. Porfirio Sanz Camañes entiende la frontera como fenómeno articulador de determinadas estructuras político-administrativas
de enorme relieve en la América hispana, tales como el Virreinato y los
cabildos de las ciudades. Es evidente que los Tratados y las guerras han
añadido nuevos componentes al papel de la frontera y lo han hecho
desde tiempos muy remotos. En el caso de la América hispana los primeros acuerdos contaron con las bendiciones de Roma a través de las
bulas pontificias y los tratados hispano-lusos que pusieron su acento
en el reparto de áreas de influencia entre las Coronas de Castilla y Portugal desde inicios de la época moderna. El poblamiento posterior, enmarcado en un proceso de aculturación, contempló un extraordinario
despliegue urbano con la fundación de ciudades bajo patrones más o
menos establecidos y lo hizo sobre nuevos parámetros a lo largo del
siglo XVIII. José María Rodríguez Jiménez, por su parte, se centra en
la frontera oriental novohispana de Texas y especialmente en la villa de
San Fernando de Béxar (actual San Antonio) a finales de la época colonial. Como señala en su estudio, cuando las autoridades mexicanas
27
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
se hicieron cargo de la provincia de Texas en 1822 se encontraron con
una tierra que había experimentado notables cambios y turbulencias.
La guerra de independencia, las incursiones filibusteras, los corsarios
en el sur y las revueltas de los nativos, habían mermado drásticamente
la economía y la población tejana, a lo que se sumó una pertinaz sequía
que duró más de un lustro con el consiguiente impacto demográfico. La
Texas española inició una serie de reformas durante el último cuarto del
siglo XVIII tras la creación de la comandancia de las Provincias Internas. Los recortes presupuestarios se plasmaron en el cierre de presidios,
la secularización de prácticamente todas las misiones franciscanas y el
traslado de la capital de Los Adaes a San Antonio –debido a que Texas
ya no mantenía fronteras con ninguna potencia rival– se había conseguido estabilidad con los nativos y la hacienda real cada día estaba más
mermada. La provincia perdió protagonismo y se convirtió en un territorio más en la frontera norte. El profesor José A. Armillas Vicente pone
su acento en el reino de Nuevo México que se asomaba al siglo XVIII
superficialmente pacificado, una vez quebrantada la resistencia de los
Hopi con la destrucción de una de sus principales poblaciones, Awatobi,
y la esclavización temporal de sus pobladores como indios rebeldes. Sin
embargo, los brotes de insurgencia y las alarmas esporádicas fueron una
constante a lo largo de toda la centuria como demostró lo sucedido con
la gran rebelión de los indios Pueblo, entre 1680 y 1696. La fundación de
Santa Cruz, segunda ciudad de Nuevo México en 1695 y la de Albuquerque en 1706, aparecieron precisamente con el objetivo de asegurar el
dominio del territorio y prevenir infructuosos nuevos acontecimientos
similares a las rebeliones pasadas. Por último, tras la venta de Luisiana a Estados Unidos por parte de Francia, se abrió un nuevo capítulo
en que Estados Unidos ejerció una formidable presión en la frontera,
culminando con la creación de la zona neutral en 1806, situación que
evidenció la debilidad española al permitir en su territorio una “tierra
de nadie” llena de bandidos, contrabandistas y filibusteros.
Un segundo bloque está más centrado en las fronteras económicas y sociales con seis estudios. Las nuevas medidas legales implantadas
en América tuvieron sus repercusiones económicas y sociales aunque
28
Presentación
los cambios no siempre fueran pronto percibidos. La aplicación de las
Nuevas Leyes de Indias de 1542 en España sirvieron para liberar a un
porcentaje importante de los esclavos indios que a la sazón residían en
territorio peninsular y provocó un proceso de disolución de la institución que culminaría con su total o casi total desaparición en las primeras décadas del siglo XVII. Como pone de manifiesto Andrés Resendez
en su estudio sobre la libertad de los indios esclavos en la España peninsular, en Nueva España y en las fronteras imperiales durante la segunda
mitad del siglo XVI, esta situación se produjo como consecuencia del
impulso dado por los reformadores y antiesclavistas españoles que redactaron y promulgaron las citadas Nuevas Leyes. Sin embargo, en las
colonias españolas del Nuevo Mundo esta legislación tuvo un impacto
tardío y solo permitieron liberar a un porcentaje mucho menor de la
población esclava indígena. Es evidente que la economía colonial dependía en gran medida de la mano de obra indígena esclava por lo que
las buenas intenciones de los reformadores de la metrópolis se toparon
con las realidades de un mundo colonial cimentado en la explotación
laboral. En el fondo, las Nuevas Leyes no lograron que desapareciera
la esclavitud de los indios sino simplemente que se hiciera más difícil
de detectar y de erradicar perdurando en América por lo menos hasta
finales del siglo XIX.
El ensayo de Carla Mendiola sobre el mestizaje en la frontera de
Texas durante el siglo XVIII examina las dificultades para aplicar en
la frontera de Texas los baremos raciales y étnicos que se intentaban
implementar en la sociedad colonial del dieciocho en el centro de la
Nueva España. Conocemos que el sistema racial de repúblicas separadas
fracasó desde el inicio de la colonia como expone la autora a través de
una serie de evidencias y que la falta de medios o poder nominal en la
frontera hicieron fracasar cualquier intento por trasladar el sistema de
orden racial en zonas tan lejanas como Los Adaes, San Antonio y el Valle
del Río Grande. La realidad de la frontera, la búsqueda de tierras y el
sometimiento español a los grupos indígenas al igual que el mestizaje
contribuyó a la formación de una identidad fronteriza que difería de los
grupos originales indios, africanos y españoles. Esta sociedad mestiza
29
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
también fue objeto del castigo y de medidas punitivas por parte de la
Corona española cuando las circunstancias así lo requerían. En algunos
casos, más de los que pudiera parecer, como demuestra Norwood Andrews en el trabajo de los convictos en la frontera de Nueva España, los
colonos eran conscriptos que redimían sus penas en los presidios fronterizos y que finalmente se mezclaban con las comunidades locales. La
corona española recurrió a presos y condenados para poblar y defender
las posesiones del septentrión novohispano, algo que plausiblemente se
extendió a otras fronteras en América del Sur. Este era el equivalente del
castigo a galeras de los siglos XVI y XVII, algo que había caído en desuso
en la era borbónica por el menor uso de galeras y por la utilización de
los condenados en otros menesteres, como la expansión de la frontera
en la América española.
Ese mismo reformismo borbónico, sin embargo, hizo hincapié en
la defensa de las regiones mineras de posibles invasiones francesas e inglesas, sobre todo, tras la caída de las ciudades portuarias de La Habana y
Manila por flotas inglesas en 1761. La rapiña europea, aunque fuese una
continua preocupación en la corte, sólo era una parte de la ecuación. En
muchos casos las zonas fronterizas estaban bajo el control de naciones
indígenas independientes, como era el caso de los poderosos comanches
en la frontera nordeste de la Nueva España. Estos y otras sociedades indígenas se vieron atraídos por nuevas tecnologías, comercio, armas y la
posibilidad de caballos, ganado y cautivos, como asevera Joaquín Rivaya
Martínez en un estudio centrado en la expansión comanche. Los comanches dominaron el sur de las planicies de Norteamérica y sus razias llegaron hasta los núcleos de población novohispana, tales como San Luis
Potosí y Querétaro, transformando la frontera del mundo hispánico en
un núcleo de sociedades indígenas que controlaban al mismo tiempo sus
interrelaciones además de su comercio y trato con los europeos.
La actividad económica también envolvió a otras comunidades
indígenas más propicias a su colaboración con los europeos. En este
sentido, las órdenes misioneras fueron claves instrumentales en la expansión del dominio ibérico en las Américas durante los siglos XVI al
XVIII. Tanto los jesuitas como los franciscanos establecieron cadenas de
30
Presentación
misiones entre naciones indígenas de la periferia del imperio hispánico,
donde extendieron la cultura y la lengua española. Como señala José
Gabriel Martínez Serna, los jesuitas establecieron un sistema económico autosuficiente en el que cada misión, colegio, y residencia de una
provincia jesuita contaba para su sustento y operación con una base
económica independiente, que podía incluir haciendas, plantaciones,
ranchos ganaderos, e incluso viñedos. En cada una de sus provincias, los
jesuitas explotaban recursos naturales locales e integraban a las poblaciones indígenas en redes económicas y políticas coloniales. La creación
de nuevas provincias jesuitas en Sudamérica –cada una con sus colegios, residencias y misiones– incentivó el desarrollo de la economía en
la periferia y ayudó a consolidar las fronteras del imperio contra rivales
indígenas y europeos. El comercio con las naciones indígenas no siempre se realizó legalmente, todo lo contrario, la actividad contrabandista
se impuso en la mayoría de las ocasiones como demuestra George T.
Díaz en su ensayo sobre el contrabando en la frontera norte de la Nueva
España. A pesar del control borbónico mediante la militarización de la
frontera, las sanciones y la centralización del imperio, o tal vez debido a
ello, el comercio ilícito fue una sangría constante para la hacienda real.
El contrabando floreció en las regiones remotas como Texas y California, donde era más fácil comercial ilícitamente con los grupos indios
independientes y las potencias europeas que seguir el sistema mercantilista que los obligaba a importar los productos caros de la metrópoli.
El tercer bloque fija su atención en las fronteras ideológicas, religiosas y culturales con cinco aportaciones. Juan Francisco Pardo Molero se
centra en los relatos que los cautivos cristianos del norte de África contaban a las autoridades cristianas de la frontera, testimonios que constituían una fuente de información de primera importancia para construir
una imagen sobre el Islam desde la cristiandad. A través de estos relatos
no sólo se obtenían datos de relieve estratégico sino también se recibían
y elaboraban ideas más generales sobre el enemigo norteafricano y, especialmente, otomano. De esta manera, los informes preparados por las
autoridades españolas de la frontera con el Islam y remitidos al Gobierno de la Monarquía hispánica hacían posible la difusión de las ideas pro-
31
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
pias del mundo de la frontera acerca de turcos y berberiscos. David Rex
Galindo estudia el Colegio Apostólico franciscano de propaganda fide
en Tarija, Bolivia, cuyo objetivo era lanzar un programa misionero entre
las naciones chiriguanas, chanes y otros indios independientes además
de los católicos ya convertidos. Los colegios franciscanos de propaganda
fide eran por consiguiente centros pedagógicos de instrucción misionera tanto como núcleos de evangelización y aculturación a lo largo de
los territorios bajo la monarquía hispánica. Así, fray Antonio Comajuncosa, en quien se centra el autor, ponía a disposición de los religiosos
más de treinta años de experiencia misionera en un tratado exhaustivo
de las diferentes características de la labor evangelizadora en Bolivia y
las misiones fronterizas a cargo del colegio. El principal objetivo era la
salvación eterna de los feligreses mediante la administración de los sacramentos de bautismo, confesión, penitencia, y eucaristía. En otras palabras, todo un programa de entrenamiento que incluía cómo salvar el
“alma” de los fetos no nacidos mediante prácticas como la operación cesárea. Es en esta época cuando se promulgan las pragmáticas de Carlos
III y Carlos IV que ordenan la práctica de la cesárea sobre mujeres embarazadas. Sí, el objetivo inicial era soteriológico, como se ha indicado,
pero la motivación fue también obstétrica y ginecológica. En cualquier
caso, este interés religioso, médico y civil tuvo consecuencias prácticas
en Tarija y en las misiones fronterizas a cargo de los religiosos franciscanos. Por su parte, José Refugio de la Torre Curiel recoge una acertada
serie de relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos en
el noroeste franciscano durante el siglo XVIII. Ambas órdenes utilizaron
el martirio como munición para extender la conversión de los indígenas
en el noroeste novohispano. Sin embargo, y a pesar de los reveses que
los proyectos de evangelización pudieran sufrir en cada ataque de indios
insumisos, o frente a las denuncias de excesos en el tratamiento de los
vecinos españoles y las poblaciones congregadas en cada misión, tanto
jesuitas como franciscanos se interesaron en mostrar el alcance efectivo
de sus programas de conversión y subordinación de grupos indígenas a
la corona española. En sus fronteras sacralizadas, el autor, entiende que
la frontera noroeste no solamente constituía un territorio por conquistar y controlar, sino que ofrecía una gran comarca dentro del mapa de
32
Presentación
la cristiandad, la cual guardaba un estatus especial. En tanta tierra de
mártires, esta comarca tenía ya una de las primeras señales –indeleble,
desde la perspectiva de jesuitas y franciscanos– de los progresos de la
cristiandad, la cual se vinculaba con las primeras edades de esa historia
eclesiástica. Pero la culminación de esta historia, como argumentaban
algunos jesuitas, no podía llegar a menos que los operarios originales
fueran respaldados en esta obra. La geografía del noroeste novohispano, no debía ser vista como un conjunto de territorios desprovistos de
poblaciones españolas, o abandonados al dominio de grupos aún no
sometidos a la corona. Más bien, en el caso de los jesuitas se pensaba en
un gran territorio donde se libraban batallas que eran ganadas por los
misioneros de la Compañía de Jesús, si bien la condición para persistir
en ese empeño era contar con un amplio margen de maniobra mediante
la dirección del poblamiento hispano en esas regiones.
Algunos grupos indígenas de las misiones franciscanas en la frontera de Texas sirven de pórtico al estudio de Jay T. Harrison. La viabilidad de la empresa misional en el nordeste novohispano dependió
de una orden religiosa que recurrió a la imagen de la geografía sacra
construida mediante establecimientos religiosos y escenarios de martirio. Sin embargo, para fines del siglo XVIII, las críticas hacia la presencia
misional en la frontera norte de la Nueva España, así como las necesidades defensivas de la monarquía española ante el avance de fuerzas
extranjeras en Norteamérica, convencerían a los franciscanos acerca de
la pertinencia de ajustar el discurso del mérito del martirio, poniéndolo ahora al servicio de la utilidad social y política. ¿Se trataba de una
forma de negociar la supervivencia en la frontera tejana?. Todo parece
indicar que las misiones proporcionaron formas de supervisión para la
mayor parte de las bandas de indios que se dedicaban a la caza y recolección en estas tierras. Estas gentes tenían culturas diferentes a las de
los Apaches, los Comanches y los Caddos, ésta última con una fuerte
base en la agricultura. Las bandas de cazadores-recolectores fueron las
que más se aproximaron a algunas misiones como demuestran los estudios sobre San Fernando de Béjar entonces, la ciudad de San Antonio
hoy, quedando vestigios de su paso por la villa y por las cinco misiones
33
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
del Río de San Antonio. Los misioneros franciscanos tomaron amplio
contacto con estas culturas. Esta relación entre los frailes de los Colegios
Apostólicos de propaganda fide de Nueva España y las bandas de cazadores-recolectores formaron una base a partir de la cual los misioneros
pudieron edificar misiones de indios sin la presencia de neófitos de las
tribus mayores de Texas. Entre las razones del interés de los indios por
utilizar las misiones para su supervivencia prevalecieron aquellas referidas a la preservación de sus gentes por medio de refugios, de sus fuentes
de aprovisionamiento y de la vigilancia de otras necesidades con objeto
de restablecer sus pueblos dentro de otros grupos a través de procesos
graduales de etnogénesis.
El ensayo de Javier García Bresó sobre las fronteras culturales cierra el libro. Como expone el autor, la relación y dependencia histórica
entre Europa y América le proporciona un pretexto idóneo para profundizar en el asunto de la frontera. ¿Qué variables tiene la frontera?.
Normalmente se entiende comúnmente por frontera la delimitación
geográfica invisible entre distintos países. Precisamente quienes hacen
visibles esas fronteras son los seres humanos. Algunas personas poderosas construyen esas delimitaciones y las hacen pasar a nuestras mentes
estableciendo referencias simbólicas visibles como aduanas, muros, piedras, etc. Conociendo esas referencias podemos saber dónde nos encontramos. Por tanto la frontera es una referencia mental que nos facilita la
organización social e intersocial aunque a priori nos pueda parecer que
el papel más importante de la frontera es, sobre todo, separar. Pues bien,
desde esta tesitura se puede señalar que la cultura, asevera García Bresó,
también puede considerarse como una frontera, como algo que separa a
los diferentes grupos humanos incluso hasta dentro de la propia sociedad. Esto lleva al autor a tratar las fronteras más allá de las geográficas y
espaciales. Nuestras respectivas culturas construyen referentes, campos
simbólicos y sobre todo visiones del mundo muy diferentes entre sí. Y
tan diferentes que normalmente nos impiden una comprensión de los
“otros” desde nuestra lógica cultural. O mejor dicho entendemos a los
otros, que son diferentes a nosotros, desde nuestra lógica. Un buen error
que los antropólogos han denominado etnocentrismo. La historia del
34
Presentación
contacto entre personas de distintas culturas está llena de este tipo de
errores. Desde un análisis etnohistórico, el autor del ensayo, presenta
distintos ejemplos para explicar que la comunicación intercultural no
siempre ha funcionado de la mejor manera posible.
Como todo proyecto conjunto es obvio reconocer el esfuerzo
de muchas personas e instituciones. Los primeros agradecimientos, en
el capítulo humano, deben dirigirse a los autores de los textos que se
recogen de casi una veintena de universidades españolas y americanas
tanto por el interés demostrado en asistir al curso de verano en Almagro como por el meritorio trabajo de escribirlos con la temática elegida
para su publicación científica. Extendemos nuestro agradecimiento a
los miembros del Comité Científico que, de forma generosa y altruista,
realizaron matizaciones y sugerencias oportunas para su mejora. Y por
supuesto, al secretario del curso, José María Rodríguez Jiménez, que nos
ayudó en la búsqueda de la siempre difícil financiación y en las imágenes de los folletos y carteles, compartiendo con los directores del curso
el desvelo por el buen desarrollo de las jornadas. Es de agradecer, además, se pusiera desde el primer momento a nuestra disposición en las
sesiones académicas y nos ayudara con el tedioso aparato logístico.
En el capítulo institucional estamos en deuda con el Ministerio
de Economía y Competitividad que avaló el proyecto desde sus inicios
(HAR 2012-37583) y con la Universidad de Castilla-La Mancha, alma
mater ya de tantas iniciativas académicas que han llegado a buen puerto. En especial, a Doña María de los Ángeles Zurilla, Vicerrectora de
Extensión Universitaria del Campus de Cuenca, por la confianza puesta
en los Directores de lo que en su día se presentó como un curso de verano. A don Luis Maldonado, Alcalde de Almagro, por acompañarnos
en la inauguración de las jornadas y en la visita al magnífico Corral de
Comedias de Almagro. También nos sentimos muy bien acompañados
en la clausura por Doña Amy Bliss, Agregada Cultural de la embajada
de Estados Unidos en España, y por Doña Carmen González, jefa de
asesoría de Asuntos Culturales y Educativos de la misma embajada. Y a
los alumnos de la Universidad de Castilla-la Mancha y de otras universidades españolas por el calor humano que dieron a las jornadas, entre
35
Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo
ellos, guardamos un recuerdo muy especial de Domingo Rex y de Marisa Galindo. Al otro lado del Atlántico, Wilber Arias, estudiante de maestría de Estudios Hispánicos de la Stephen F. Austin University en Texas,
nos ayudó con las traducciones de los textos escritos originalmente en
inglés para buscar su mejor versión en español. Por último, el buen acabado del libro se debe a la editorial Abya Yala y a su editor por el interés
despertado en su difusión y publicación. Como siempre, no nos queda
sino someter al buen juicio del lector las páginas que a continuación se
presentan.
36
I. Fronteras
políticas y militares
La frontera hispánica
en la Europa Moderna
Oscar Jane Checa1
Las razones para pensar las fronteras de manera distinta a los siglos anteriores durante la formación de los Estados modernos tiene que
ver con los cambios en el modo de hacer la guerra, con las necesidades
de los propios monarcas y con los efectos colaterales que, de una manera
u otra, obligaron a mudar fronteras o vestirlas de otra forma. Es obvio
que la monarquía hispánica vive unas transformaciones estratosféricas
para la época, o mejor dicho, primero las conoce la corona de Castilla,
al verse involucrada en la “campaña” americana –que ya no cerrará la
puerta hasta la era contemporánea–. El descubrimiento de América, la
posesión singular de parte de la península Ibérica y la lucha establecida
al Este con el turco marcará una manera distinta de pensar la frontera.
O mejor dicho, obligará a abandonar la antigua forma de frontera exclusivamente militar. La “raya” bélica se irá transformando en “raya” social,
humana, poblacional, ideada desde esferas lejanas eso sí. Pero también
es cierto que la “frontera” que se proyecta, que se usa y de destruye al
uso de monarquías cada vez más fuertes, es distinta en Europa que en
América. La evolución de dos maneras de ver el mundo, traerá consigo
que, aunque detrás estén situadas las mismas órdenes gobernantes, el
enfoque –y el uso– sea distinto. En ambos casos emerge la cuestión de
la violencia, pero mientras en Europa se aprende a usarla y concebirla
1
Universidad Autónoma de Barcelona
39
Oscar Jane Checa
desde dentro, en América prosigue con la tradición bélica e intrínseca
de una sociedad antigua2.
En el caso que nos ocupa, sin embargo, vamos a intentar evocar
algunos aspectos de esta idea de frontera que se vislumbra esencialmente a partir del siglo XVII en Europa, en un mundo compartimentado
y presionado por las demandas de control de las grandes esferas monárquicas, esencialmente, Francia y España, pero también Inglaterra y
otros territorios nórdicos. La monarquía hispánica se extiende más allá
del Atlántico pero conoce mutaciones, primero menores y luego significativas, en su “imperio” europeo. Un imperio que sin duda se tambalea:
primero con la separación del monarca del poder imperial –ya en el
siglo XVI–; luego con las rebeliones y revoluciones varias, tanto en el
norte de Europa (Provincias Unidas) como en su parte más meridional (Cataluña, Portugal, Nápoles…); y, por último, con la progresiva
2
40
Véase en este sentido el interesante estudio de Espino LópEz, Antonio, La conquista
de América. Una revisión crítica, RBA Ediciones, Barcelona, 2013, donde explica
que la violencia ejercida en América, y que marcará las delimitaciones territoriales
y la conquista en general trasciende la misma forma de funcionar que aquella que
se había conocido durante las luchas contra los musulmanes, o bien en el Mediterráneo. Para el caso concreto del siglo XVIII, véase: sAnz CAmAñEs, Porfirio, “Frontera, límites y espacios de confrontación en la América hispana durante el siglo
XVIII”, Cuadernos de historia de España, 85-86, 2011-2012, pp. 701-718. También
Tamar Herzog ha estudiado a fondo la relación de las fronteras y la conquista. Véase el análisis respecto el mundo local y la acción externa en HErzog, Tamar, “Conquista o integración. Los debates entorno a la inserción territorial (Madrid-México, siglo XVIII), en Michel BErtrAnd y Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière.
De la Méditerranée à l’Atlantique (XVIe-XVIIIe siècle), Casa de Velázquez, Madrid,
2011, pp. 149-164. Aun en una mirada ensayística para épocas posteriores, Richard
White exponía claramente la diferencia entre la mirada europea y americana de
la frontera. Asimismo, entre la vivencia septentrional y la que tuvo lugar en el sur
americano, la violencia y la fuerza fueron tan determinantes como la relación entre
“frontera” y “miedo”; el “miedo” de aquello desconocido situado tras la frontera
que marcaba la línea del tope alcanzado hasta el momento en la “conquista” hacia
el oeste. Véase WHitE, Richard y LimEriCk, Patricia Nelson, en grossmAn, James R.
(ed.), The frontier in American Culture, University of California Press, Berkeley &
LA, 1994.
La frontera hispánica en la Europa Moderna
fuerza que toma el rey de Francia, sobretodo durante la segunda época
de gobierno de Luis XIV, y los efectos de la Guerra de Sucesión. En la
comprensión de esta evolución se encuentra el estudio de la frontera
moderna, que representa poder entender la ideologización de lo que
significa vivir, pensar, proyectar, construir o utilizar la propia frontera.
Y en este sentido radica también la necesidad de comprender la frontera moderna ya no como una línea de separación y punto –y que de
hecho se reproducirá en otros momentos de la historia, como durante
los periodos imperialistas del siglo XIX–, sino como unos espacios, unas
zonas amplias de frontera.
¿Qué son las fronteras en la Europa de la Monarquía hispánica?
La mirada contemporánea sobre las fronteras pasadas son, en general, complejas. Y no lo son solo para la proyección –a menudo– errática de una mirada actual sobre construcciones –y razones– pasadas,
sino por la complejidad misma de las fronteras en una época donde,
dependiendo de donde nos situemos y quien las conciba, tienen un
valor u otro. Estos valores, además, se mueven en campos de análisis
que se compenetran, pero no forzosamente entran en las razones de la
formación de fronteras, como puede ser el caso de elementos religiosos, económicos, culturales, políticos o simplemente coyunturales. Las
perspectivas de análisis sobre las fronteras hispánicas reposan sobre una
comprensión evolutiva y real de las distintas realidades fronterizas, así
como el estudio de la voluntad del monarca –o del gobierno ocurrente–
en controlar, dominar y potenciar sus fronteras. Evidentemente, unas
distintas a las otras. Y es precisamente en esta distinción donde se encuentra la raíz para evitar errores cronológicos e ideológicos.
Con una voluntad de clarificar, sin por ello simplificar lo complejo desde la mirada actual –y natural, en aquella época–, definiremos
tres tipos de fronteras en la monarquía hispánica. En primer lugar, las
fronteras interiores son aquellas que se encuentran en la península ibérica. De hecho, esta definición tampoco es del todo válida, porque si
precisamente evoca el concepto de frontera es el hecho de interior-exte-
41
Oscar Jane Checa
rior, que es lo que sucedía entre los distintos reinos peninsulares. Pero al
pasar bajo el dominio de un solo monarca, la idea de “interiores” facilita
su comprensión, aunque entendemos entonces que es todo aquel territorio que está bajo mando del mismo rey. Estas fronteras “interiores”
son pues peninsulares y ultra-peninsulares (Nápoles y Sicilia)3: tanto
en unos territorios como en otros, se necesitaban pasaportes, existían
aduanas, controles e impuestos comerciales, la nacionalidad era distinta, como lo eran también las administraciones y los privilegios adquiridos y ejercidos (políticos, como privilegios de alojamientos, milicias,
etc.). Así pues, un catalán era tan extranjero a ojos de un castellano,
como lo era un mallorquín. Y lo era incluso igual que un francés desde
un punto de vista práctico, como hemos explicado, si no fuese porque
compartían el mismo monarca. El segundo caso de frontera es la frontera en Europa. De ella hemos separado el caso del reino de Nápoles que
consideramos “interior”, pero incluimos los casos de los Países Bajos,
Nápoles norte Italia, etc. La gestión de estos territorios, y por lo tanto de
sus fronteras, es distinto. Distinto por el interés económico que mueve
la monarquía hispánica –y otras como la de Francia– en estos espacios,
pero es diferente también porque la gestión administrativa difiere tanto
a nivel local como conceptual. Son territorios militarmente activos y
sin una clara definición estructural de los privilegios propios. Del mismo modo, se pueden incluir o excluir, territorios según el interés o las
derrotas que se van conociendo. La diplomacia moderna ejerce aquí un
papel determinante. Y, por último, la(s) frontera(s) del Nuevo Mundo,
las de América. Estas fronteras son, ante todo, mentales. La novedad
ejerce una influencia enorme en la mirada mundial de los monarcas
hispánicos –y europeos, de hecho–, aun trasladando viejas costumbres
al otro lado del Atlántico. Las fronteras se multiplican a medida que
avanza la conquista, tanto con los autóctonos, como entre los propios
3
42
Sobre el caso italiano y la cuestión de las fronteras interiores y exteriores, véase el
estudio de: sABAtini, Gaetano y FAvAró, Valentina, “Frontières externes, frontières
internes. Implications politiques et sociales de l’institution des milices territoriales
dans les royaumes de Naples et de Sicile (XVIe-XVIIe siècle), en Michel BErtrAnd
y Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière…, pp. 177-191.
La frontera hispánica en la Europa Moderna
conquistadores, entre sus formas de concebir el avance, militar y/o religioso, económico sin duda; y frontera con los “otros” europeos y con las
realidades americanas. Finalmente, la frontera americana es también la
frontera marítima-continental.
Situándonos en el siglo XVII, cabe resaltar diversos elementos fundamentales en la mutación del sentido de “frontera” en Europa. De hecho,
probablemente haría falta disponer de diversos conceptos en la propia
lengua para definir mejor la frontera de cada momento, algo al estilo de
la lengua inglesa, capaz de usar diversos conceptos para los cuales el castellano solo ofrece uno: border, boundary o frontier. En otro ámbito queda
ya poco a poco, en aquella época, desdibujado el sentido medieval del “límite”, aunque no su razón de ser cartográfica4. El “nuevo orden de fronteras” son las que se crean a partir de embajadas de diplomáticos y plenipotenciarios, es decir profesionales de la negociación, durante las paces de
Westfalia –negociaciones que tienen lugar entre 1644 y 1648– y la de los
Pirineos –negociación que se extiende, según el estudio de Daniel Séré,
de 1635 a 1659–5. En realidad, muchas de estas paces o tratados, según
el interés del uso, se reafirman o quedan en nada con los años, e incluso
décadas o más aun. Lucien Bély afirma en este sentido que “por encima
de todo, la diplomacia sólo se puede concebir a través de la reflexión y la
acción políticas. Ella prepara, acompaña y finaliza la guerra. Se inscribe,
pues, en una visión global de los límites tal y como los estados modernos
la elaboran”6. La diplomacia, al servicio de su señor –el monarca– se constituye como parte plena y de pleno derecho del Estado. Los que la ejercen
transitan hacia un modo profesional, erudito y político, conocedores de
4
5
6
Nordman, Daniel, “Frontières”, en Lucien Bély (dir.), Dictionnaire de l’Ancien Régime, PUF, París, 1996, pp. 576-578. Véase también su fantástico trabajo sobre Frontières de France. De l'espace au territoire, XVIe-XIXe siècle, Gallimard, París, 1998.
séré, Daniel, La paix des Pyrénées. Vingt-quatre ans de négociations entre la France
et l’Espagne (1635-1659), Champion, París, 2007 i “La France et la Paix des Pyrénées”, en Oscar JAné (ed.), Del Tractat dels Pirineus [1659] a l’Europa del segle XXI,
un model en construcció?, Generalitat de Catalunya-Museu d’Història de Catalunya, Barcelona, 2010, pp. 119-126.
BéLy, Lucien, “La representación de la frontera en las diplomacias durante la Época
Moderna”, Manuscrits, 26, 2008, pp. 35-51 (p.39)
43
Oscar Jane Checa
geografía, pero también de lenguas y de ideología de Estado, de economía
y de linajes europeos. Los diplomáticos ejercen, a partir de entonces, la
otra cara de la violencia del Estado a la hora de construir sus “límites”. Sus
interiores dependen entonces de algo que se va programando, aunque
ello encuentre a menudo su origen en lo eventual.
La base de la sociedad de Antiguo Régimen, la violencia horizontal como la vertical, se reinventa y se construye en las periferias de los
poderes como afirmación de fuerza7. En un primer momento, la violencia puede parecer inocua, precisamente por esa costumbre al uso y recibo de ella. En ese camino, la guerra, una guerra que sale de los campos
de batalla, que penetra ya cada vez más las casas, las iglesias, los campos,
que se convierte en algo más que un frío metal en el cuello para pasar a
ser la amenaza constante en el tiempo, es el elemento fundamental. El
dominio de la guerra, pero sobretodo su monopolio, determina en la
realidad aquello que el papel de los diplomáticos había intuido8. Según
Bély, “la acción política alarga, bajo formas de igualdad, la violencia de
la guerra”, algo que es fácilmente palpable durante los momentos álgidos de la época de Luis XIV9, y evidente en los espacios colindantes con
la monarquía hispánica, como en el caso de Cataluña durante toda la
mitad del siglo XVII. Esta presencia, ya sea por la guerra o la amenaza
de ésta, convertirá al rey de Francia –y a los franceses por extensión–
en creador de un sentimiento de identidad colectivo catalán frente a
su monarquía. Eso se puede ver a través de las negociaciones llevadas a
cabo en la época de Luis XIV10.
7
8
9
10
44
Un estudio ya clásico sobre violencia social en la época moderna se puede leer en
muCHEmBLEd, Robert, La violence au village. Sociabilité et comportements populaires
en Artois du XVe au XVIIe siècle, Brepols, Bruselas, 1989.
Véase rEynoLds, Charles, The Politics of war. A study of the rationality of violence
in inter-sate relations, St. Martin’s Press, Sussex Harvester-Wheatsheaf, New York,
1989.
BéLy, Lucien, “La representación de la frontera…”, p. 41.
Esta relación entre la presencia y la acción política francesa y la reacción catalana la
estudiamos en JAné, Oscar, Catalunya i França al segle XVII. Identitats, contraidentitats i ideologies a l’època moderna (1640-1700), Ed. Afers, Catarroja-Barcelona,
2006. Para otros territorios, con el mismo generador político, véase la aportación
La frontera hispánica en la Europa Moderna
Ahora bien, si bien es cierto que elementos como la guerra resultan fundamentales en la construcción de las fronteras de Estados y,
al mismo tiempo, en las representaciones locales de las fronteras, éstas
toman formas distintas desde los diferentes estadios. La primera definición de frontera, ahora y más entonces, es que la frontera es esencialmente dinámica, está en continuo movimiento, perceptible o no en el
tiempo, pero nunca es “definitiva”. Este es un elemento asentado en la
sociedad y la clase política del siglo XVII, y es uno de los motivos por
los cuales se acepta alguna pérdida territorial, como por ejemplo la del
Rosellón, por tener la certeza que se trata de un territorio que tarde o
temprano retornaría en alguna otra negociación o por la fuerza de las
armas. En cualquier caso, el interés de definir la idea de frontera en este
momento, el gran cambio que conoce durante la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII es que la frontera, en Europa, deja de ser
“solo” un límite, un lugar de separación o de cambio, para convertirse
en un espacio de frontera y un espacio de control11. En América, la frontera no puede ser exhaustiva en este sentido en ese mismo momento, ya
que ésta avanza y se adentra en el territorio. Durante el siglo XIX, sin
embargo, se producirán cambios similares. Y, por otro lado, la definición
de la idea misma de frontera como límite, patrimonial y tradicionalhistórico, evoluciona hacia lo político.
La frontera ha sido siempre un motivo de estudio, más bien indirecto que directo, en la historiografía catalana moderna. Seguramente
por los sucesos políticos (alianzas, guerras, revueltas, líneas militares,
etc.) y por su idiosincrasia geográfica (con una frontera marítima im-
11
de ruiz iBáñEz, José Javier, “Vivir en el campo de Marte. Población e identidad en la
frontera entre Francia y los Países Bajos (siglos XVI-XVII), dins Michel BErtrAnd
i Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière…, pp. 165-175.
El uso del territorio, político-administrativo así como social, se va desarrollando
en el siglo XVIII. Si en las décadas anteriores se entrevé el interés y la necesidad
de control de los espacios de frontera, en ese momento se ve la necesidad de llenarlo de contenido a través de su óptima gestión. Así, por ejemplo, “en France, le
XVIIIème siècle éclairé semble “inventer” la notion d’aménagement du territoire”
afirmaba hace tiempo Paula Alliès: ALLiès, Paul, L’invention du territoire, Presses
Universitaires de Grenoble, Grenoble, 1980, pp. 147-156.
45
Oscar Jane Checa
portante, una frontera al norte que muta, y otra respecto a los demás
reinos peninsulares). Y, evidentemente, cuando hacemos alusión a la
idea de “frontera”, no siempre es como un sinónimo de “barrera” o “dificultad”, sino que a veces puede resultar un puente, un espacio indefinido. En este sentido, es importante recalcar ante todo que hablar de fronteras, como mínimo en los espacios mediterráneos y pirenaicos, es decir
en las fronteras relativas a “lo interior” de la monarquía hispánica, es
hablar pues de espacios de frontera, de espacios humanos conformados
y de inputs políticos en correlación a la evolución de los estados modernos, como son Francia y España. Las teorías fronterizas se mueven en la
época moderna entre el avance científico militar, la estrategia, la geografía y el uso de las élites locales12. Todo ello, cuanto más desarrollado, es
un indicador del grado de conciencia de la entidad política gobernante
y su poder, de cara al interior como hacia sus oponentes. Así es como el
estudio contrapuesto de la monarquía hispánica con sus distintos “enemigos” es suficientemente evocador.
Sin embargo, la única frontera “real” que existe (al menos en muchas zonas como las interiores o exteriores), y como mínimo hasta la
Guerra de Sucesión, es la frontera militar13. El resto, aquella que se va
ideando, la que toca las poblaciones como consagra la fuerza del Estado
monárquico, siempre encuentra sus bases en la militar, y no se desarrolla plenamente hasta finales del siglo XVII o el XVIII. Se trata de una
frontera que como decíamos, por esencia, es móvil. Puede ser una línea
o diversas superpuestas, cruzadas, de larga o corta duración en el tiempo. Pero son esas fronteras perceptibles, por la presencia de tropas de
una u otra monarquía, por las administraciones cambiantes o no. Son
12
13
46
BArAmovA, Maria, “Border Theories in Early Modern Europe”, in European History
Online (EGO), Institute of European History (IEG), URL: http://www.ieg-ego.eu/
baramovam-2010-en [2013-10-21].
Véase, para el caso catalano-aragonés, la cuestión de la frontera militar interiorexterior en sAnz CAmAñEs, Porfirio, Estrategias de poder y guerra de frontera. Aragón
en la guerra de Secesión catalana (1640-1652), CEHIMO, Monzón, 2001. Y también: Espino López, Antonio, Guerra, fisco y fueros. La defensa de la Corona de Aragón en tiempos de Carlos II, 1665-1700, PUV, Valencia, 2007.
La frontera hispánica en la Europa Moderna
las fronteras reales, las que mueven poblaciones y espacios humanos, las
que conllevan un efecto directo e interior, las que definen la violencia
cotidiana. Así, para obtener un buen análisis, es imprescindible abandonar las visiones y las estructuras mentales políticas actuales. Un buen
ejemplo es el error cometido tanto por la historiografía española como
catalana de minusvalorar la pérdida de Perpiñán durante el Tratado de
los Pirineos, cuando la capital rosellonesa era, en 1659, la segunda ciudad más importante de Cataluña, desde un punto de vista político y
económico, y que era quien desde hacía siglos gestionaba distintas fronteras septentrionales y marítimas con otros reinos.
La lectura y comprensión de la frontera hispánica y, en general,
de todas aquellas que se van solapando (especialmente Francia y España), puede analizarse como “la frontera” moderna. Y en esta “modernidad” cabe incluir los “efectos” de una frontera ideada, luego llevada
a la práctica.
Los efectos de la construcción de la frontera catalana
La frontera de 1659/1660 (Isla de los Faisanes-Llívia) rompe con
la tradición de los límites. Establece un nuevo estilo de concebir las líneas de separación entre las monarquías y desintegra en parte los “microestados” pirenaicos asimilados así por Francia o España. El papel “a
secas” no hace la frontera, sino que lo hace el contacto, la separación, las
guerras y el tiempo. Por eso, hablar de “frontera” simple no sería del todo
acertado. Nos inclinamos bastante por la idea de “variabilidad” respecto
de la frontera, sobretodo ya para los últimos años del siglo XVII. En este
sentido existen varias maneras de “comprender” la instalación de una
neofrontera, desde el estudio de los comportamientos sociales hasta el
de las decisiones políticas más o menos concretas y aclaratorias del interés y convencimiento de aquella división o los avances logrados en las
diversas guerras. El frente pirenaico no representa el más excepcional ni
estudiado por la historiografía moderna, ya que el espacio septentrional
de Europa ha llamado más la atención por su complejidad y “riqueza”.
Sin embargo, en los últimos años ha emergido la idea que es precisa-
47
Oscar Jane Checa
mente durante los años 1640-1678/84 y en esta zona fronteriza catalana
donde se pone en marcha todo un laboratorio de ideas y prácticas que
serán aplicadas posteriormente a otros niveles y en otros lugares. Y es
también el momento gracias al cual se observa un cambio de tendencia en el poder emergente francés frente al hispánico, como mínimo en
Europa.
Así es como la frontera marcada por los acuerdos y paces de
1659/1660 pende de un hilo durante los enfrentamientos bélicos hispanofranceses de los últimos cuarenta años del siglo. Posteriormente,
la guerra de Holanda (1672-1678) acaba plasmando las posibilidades
de Francia sobre el territorio definido entonces como fronterizo y las
dificultades del rey de España para poder tener el control, incluso para
realizar cualquier avance hacia el Languedoc o el Rosellón, como antiguamente. En consecuencia, los franceses comienzan a darse cuenta del
interés de una frontera hasta entonces inasequible.
Las intenciones de Francia en Cataluña se inscriben en el puro
deseo de conquista y, sobre todo, en el alejamiento del peligro español.
La ampliación del territorio francés durante ese período (Alsacia, Franco-Condado o Rosellón) es una decisión esencialmente geoestratégica.
A partir de los años sesenta del siglo XVII, para el Rosellón, y a partir de
la década siguiente, para la Cerdaña, el dilema de las acciones bélicas a
llevar a cabo se desvanece y emergen los intereses reales para conservar
estos espacios territoriales y humanos. Se pasó de un temprano interés
militar –con el ataque defensivo y la progresiva consolidación del poder
galo en Europa– a una estrategia política meditada que tuvo una influencia directa en la cotidianidad de los pueblos que habitaban aquella
frontera. El debate sobre la asimilación o la integración del Rosellón y
la Alta Cerdaña en Francia es estéril porque las interpretaciones pueden
ser diversas. En todo caso se puede apreciar cómo los fundamentos se
establecieron a finales del siglo XVII, permitiendo asimilaciones exclusivamente parciales, pero que nunca fueron definitivas, hasta el punto de
mantenerse entre ambos lados las relaciones sociales, familiares y eco-
48
La frontera hispánica en la Europa Moderna
nómicas hasta el siglo XIX14. Por otra parte, los argumentos históricos
o tradicionales no eran más que ficción literaria en el porqué de la anexión del Rosellón y parte de la Cerdaña a Francia.
La variabilidad de la frontera es una constante, pues, en los esquemas militares y en la realidad territorial funcional. En cada declaración
de guerra –e incluso sin ella–, el conjunto de la Cerdaña bajo soberanía
hispánica y parte del Empordà pasaban a manos francesas con relativa
facilidad (excepto en la década de 1660). Por lo tanto, la frontera avanzaba, o tenía un pie, sobre el territorio hispánico. Pero, aún más, como
sucede durante algunos periodos de guerra, la frontera llega a hacerse
estable en tierras meridionales. La frontera no siempre queda en el Pirineo más allá de 1659, sino que es variable y poco clara, como cuando
la marca fronteriza se establece en Hostalric o Girona durante algunas
campañas de finales del siglo XVII. Solo los tratados de paz sucesivos
deshacen las nuevas fronteras, a diferencia de la del 1659, que sí se certificó aunque sin cuajar automáticamente. De alguna manera, se puede
afirmar que el tratado de los Pirineos es un proceso que culmina en el
siglo XIX con los tratados de Bayona (1856-1868), tal y como creía Peter
Sahlins, o incluso durante las décadas posteriores, con la puesta en marcha de la Comisión Internacional de los Pirineos (1875)15.
Las construcciones y las fortificaciones son una de las maneras
más visibles de visualizar un asentamiento poderoso y la afirmación defensiva –o con objetivos ofensivos– desde una región fronteriza. Una
vez los gobernantes franceses se concienciaron de la importancia de
conservar la nueva frontera (y las tierras anexadas), se dio el salto hacia
una verdadera estrategia de arraigo estático militar y, sobretodo, de gran
incidencia social. Al concluir la guerra de Holanda, en 1678, se acelera el
proceso tanto de conservación de la provincia como de la construcción
14
15
Véase el trabajo de ConEsA, Marc, D’herbe, de terre et de sang. La Cerdagne du XIVe
au XIXe siècle, Presses Universitaires de Perpignan, Perpiñán, 2010.
sAHLins, Peter, Boundaries: the making of France and Spain in the Pyrenees, University of California Press, Berkeley, 1989; Archives du Ministère d’Affaires Étrangères
(AMAE), Fonds Cailler, Commission des Pyrénées.
49
Oscar Jane Checa
de la fortaleza de Montlluís (Mont-Louis), significando así la relación
entre ambas cuestiones. Francia prosigue su intervención sobre la frontera certificando la debilidad hispánica durante toda la guerra de los
Nueve Años (1689 a 1697). Las construcciones y fortificaciones llevadas
a cabo hasta la puesta en marcha de Montlluís solo refuerzan la idea de
provisionalidad. A partir de entonces, todo cambia, y el efecto provisional se convierte en una voluntad tenaz de extensión de los poderes y, por
encima de todo, de control (a los niveles).
La manera de observar si la frontera actúa como tal es ver si los
comportamientos sociales han variado o se han adaptado a una nueva realidad jurisdiccional y militar. Estas cuestiones verán la luz más
adelante. Cabe decir, que la antigua frontera septentrional hispánica de
Cataluña con Francia, situada en las Corbières –certificada de hecho
como frontera en 1258 entre la Corona de Aragón y Francia–, no dejó
de existir hasta casi la Revolución francesa (1785). Este elemento tantas
veces recordado por la historiografía rosellonesa indica hasta qué punto la economía de los territorios anexados en Francia sufrió impuestos
aduaneros desde el mar hasta todas “sus” montañas. De hecho, incluso
los más altos grados militares y políticos franceses que comandaban el
Rosellón y la Cerdaña se daban cuenta y, a la vez que controlaban las
salidas y entradas de mercancías por Languedoc, reclamaban que se establecieran prioridades en la concesión de pasaportes e intercambios
comerciales16.
En la construcción del sólido entramado de la nueva frontera
hubo un elemento de toque, un puntal. Éste no fue ninguna de las plazas fuertes ya existentes ni reformadas, sino un centro nuevo, innovador
y situado de manera estratégica. Montlluís tenía una razón de ser y unos
objetivos múltiples: desde la defensa de la frontera hasta convertirse en
plataforma de ataque, y también en un “ojo de control” interno y externo de los territorios junto a la frontera. Las autoridades francesas no
habían ni mucho menos previsto esto antes de la Guerra de Holanda.
16
50
Service Historique de l’Armée de Terre [en adelante SHAT], A1 356, 85, Carlier a
Louvois (abril de 1673).
La frontera hispánica en la Europa Moderna
El pensamiento hispánico se extendía sobre la idea de que un día
u otro podrían recuperar parte de los territorios cedidos en 1659, razón
junto a la patrimonial por la que habrían rechazado toda posibilidad
de canje en la década de los setenta del siglo XVII, y que se difumina
en los años ochenta. Tanto es así que el intendente del Rosellón en ese
momento, Ramon Trobat, tenía claro que la situación estaba muy alejada del deseo del rey de España. Es así como fuerza la situación ante
la inminente entrada en guerra en Europa: una consulta hecha por el
Consejo de Aragón, motivada por una carta del virrey Duque de Villahermosa y unas cartas anexas que venían con ella, venían expedidas por
el “Presidente del Consejo del Ruisellón sobre la novedad que se intenta,
para que se remitan los títulos de los bienes de los súbditos de VM assí
seculares, como eclesiásticos, gosan en la Cerdaña de la obediencia del
Rey Cristianísimo, con el pretexto de saber si cumplen los sufragios y
demás obligaciones pías que tuvieren, y que si no lo presentan dentro de
15 días se pasarán a la confiscación de dichos bienes”. La respuesta del
Consejo de Estado fue que los ministros de Francia estaban equivocados, ya que lo que había cedido el rey en el tratado de lo Pirineos no era
otra cosa que “la jurisdicción temporal de la Cerdaña francesa, quedando lo eclesiástico al Obispo de Urgel, que es a quien toca; y debe pedir
quenta a los poseedores destas haciendas, si ejecutan las obras pías, à
que están obligados por los bienes que poseen”17. Es cierto que la configuración política eclesiástica se mantendrá igual hasta el siglo XIX, pero
la temporalidad de la soberanía de la Cerdaña se difuminaba cada vez
más a favor de los franceses que del rey de España, tal y como ya había
anticipado en 1659 el mismo Cristóbal Crespí:
“(…) que entrando los franceses ya desta parte de los Pirineos es cada
día más fácil la disensión en los confines, y se suele mover por qualquier
leve accidente la guerra que es contrario al fin de la paz que con estos
tratados se pretende, y el primer movimiento es ya dentro de la circumferencia de España.
17
Archivo General de Simancas [en adelante AGS], Estado K (Francia), leg.1659,
Consejo de Estado al Rey, Madrid 8 de febrero de 1689.
51
Oscar Jane Checa
Que los descontentos de Cathaluña en quien ha hechado raízes el cariño
a Francia, tienen estando los Franceses dentro de sus límites, camino
para conservar su mal afecto y ir fomentando la inquietud.
Que en toda Cathaluña y aun en los otros Reynos de la corona de Aragón, se ha de tener por disfavor que VM desestime el amor destos vasallos haziéndolos súbditos del Rey de Francia, pues lo que ha hecho la
violencia de la Guerra se atribuie [sic] a desdicha y siempre se espera la
recuperación: Pero el día que se enagena por tratados, se cierra la puerta
a esta esperanza, y es desconsuelo de no buena consequencia”.18
Sin embargo, el efecto colateral de las fortificaciones y, por lo tanto, del asentamiento militar en la “frontera” catalana pirenaica fue esencialmente: el control de los caminos, así como el de las casas, las familias,
los lazos sociales, etc. Es decir, la instalación de una fortaleza moderna,
pensada en parte por Vauban para minimizar los efectos nocivos de esparcir la soldadesca por el territorio, pero incrementando exponencialmente los controles, forzó claramente una mutación del comercio más
local –aunque con una mirada en el long terme y a pesar de la frontera,
el comercio continuó, sobretodo entre distancias mayores–19. Uno de
los principales efectos fronterizos, pero también uno de los mayores
indicadores de adaptabilidad o resiliencia a la frontera es el grado de
desarrollo de operaciones ilegales como el contrabando. No obstante,
no se puede decir que durante los primeros años, el aumento espectacular de contrabando (más de 800% entre 1681 y 1697) se deba a ello,
sino al control sistemático que se comienza a ejercer20. De esta forma, el
comercio tradicional se convertía en contrabando. Otra cosa es, con el
tiempo, la transformación por necesidad de las sociedades locales y la
18
19
20
52
AGS, Estado Francia, K1622, n.62, Memorial para el Rey de Cristóbal Crespi de Valdaura, 22 de septiembre de 1659.
pouJAdE, Patrice, Le voisin et le migrant. Hommes et circulations dans les Pyrénées
modernes (XVIe-XIXe siècle), PUR, Rennes, 2011.
Hemos tratado este asunto en: JAné, Oscar, Catalunya i França al segle XVII…, pp.
123-131
La frontera hispánica en la Europa Moderna
construcción de unos parámetros profesionales de contrabando21. Por
lo tanto, existe una consecuencia directa de la política militar sobre el
control fronterizo. Las propias fortificaciones aportan una explicación,
más allá de las guerras que, en general, convierten a la frontera en un
espacio aun más inestable e indefinido. En este caso, se pone en marcha
un proyecto evidente de utilizar la frontera “desde dentro”, cosa que no
tendrá símil en esta parte del territorio hispánico hasta el siglo XVIII.
Como decía Ramon Trobat, la construcción de una fortificación
–monstruosa– para la Cerdaña de la época no se realizó evitando efectos
y consecuencias sobre la población de la zona. El mismo inicio de las
obras representó el toque de salida de la vigilancia social, “estant important en ce pays pour y establir le bon ordre, de faire toutes choses avec beaucoup d’hautorité, particulièrement au Mont-Louis”22. En el ámbito de las
luchas de los estados monárquicos se encontraba pues, no solamente el
enfrentamiento bélico, sino la ideologización y plasmación de aparatos
disuasorios, amenazantes y de control. Quien tuviese el control sobre
su propia periferia, es decir sobre las fronteras de la monarquía, tendría
mayores posibilidades de sobreponerse al otro. Para ello era muy necesario ir perfeccionando al máximo los instrumentos defensivos, que a la
larga serían también las plataformas de ataque y de presión23.
La gran novedad de este sistema es que, conscientemente o no,
se introduce la frontera en las casas de los habitantes. Los cambios de
señor e incluso de soberanía, que tantas veces se producían y no parecían
afectar profundamente la gente, si no había grandes cambios fiscales o
económicos, se traducían ahora en mutaciones estructurales. Y todo ello,
en la zona oriental del Pirineo, se realizó con una militarización exacer-
21
22
23
Esto tiene lugar ya a partir del siglo XVIII, como explica BrunEt, Michel, Contrebandiers, Mutins, Fiers-à-bras. Les stratégies de la violence en pays catalan au XVIIIe
siècle, Trabucaire, Canet, 2001.
SHAT A1 648, 28, Carta de Trobat.
pErnot, Jean-François, “Guerre de siège et places fortes”, Guerre et pouvoir en Europe au XVIIe siècle, H. Veyrier, Kronos, Saint-Etienne, 1991, p. 132.
53
Oscar Jane Checa
bada, por parte de Francia en ese momento, y que se mantuvo al menos
cincuenta años, con presiones por los dos lados24.
Los efectos de la construcción de Montlluís –y de la presencia
francesa en la zona– simboliza el cambio de tendencia en el control
de las fronteras hispánicas en Europa. El hecho reiterado por el que el
propio marqués de Lafuente debe quejarse demuestra la debilidad del
rey ante los ojos de sus habitantes. El mes de septiembre de 1680, por
ejemplo, escribe a Carlos II “sobre los malos tratamientos que se hazen
a los vasallos de VM en las fronteras de Cerdaña”. Ante las insistentes
quejas, el embajador del rey en Francia se mostraría insistente ya que
lo que aparentemente eran quejas de ámbito local no correspondían en
realidad sino a una cuestión de soberanía, de poder en los extremos de
la corona. Lafuente afirmaba que había que actuar por esta razón ante
“los malos tratamientos y violencias que reciven de franceses los vasallos
de Cerdania y Fuenterravía”25.
Algunas consideraciones finales
La frontera es el corazón ideológico y la razón de ser del Estado
monárquico a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Y más aun con
la consolidación del binomio teoría-diplomacia que se practica en Utrecht en 1713. Esta premisa indica la importancia del hecho fronterizo
durante la construcción de los estados modernos, y aun más durante su
mantenimiento y desarrollo. Se trata de una eclosión que viene seguida
necesariamente de un reconocimiento internacional, asumido o no, del
espacio, de los límites políticos y lineales del Estado que aspira a ser, ya
en el siglo XVIII y sobretodo XIX, una nación homogénea. No es pues
hasta ese momento que los estados asumen la existencia de diferencias
24
25
54
Véase el reciente trabajo de mArtí EsCAyoL, Maria Antònia y Espino LópEz, Antonio,
Catalunya abans de la Guerra de Successió. Ambrosi Borsano i la creació d’una nova
frontera militar, 1659-1700, Editorial Afers, Catarroja-Barcelona, 2013.
AGS, Estado K (Francia), leg.1647, Marqués de Lafuente al Rey, París 11 de setembre de 1680; AGS, Estado K (Francia), leg.1648, Consejo de Estado al Rey, Madrid
21 de gener de 1681.
La frontera hispánica en la Europa Moderna
interiores que hay que ir integrando, sobretodo cuando aquellas fronteras interiores que evocamos al principio ya no existen como tales.
En cualquier caso, el cambio de concepción de la construcción
fronteriza y de su puesta en marcha teórica rompiendo con una tradición más clásica y medieval, coincide con la idea que la periferia del
Estado representa, en estas condiciones, el centro mismo del poder: es
el centro de mandos, el laboratorio militar y social, un espacio y un sistema que hay que ir protegiendo y resguardando de cualquier intrusión
física y política. Desde la periferia relativa se actúa del macro hacia el
micro, en todos los sentidos. Y desde la periferia física del Estado surgen
comportamientos múltiples y acciones a favor del arraigo, o bien para
conseguir superar la frontera. Una frontera que, por su propia condición de inestabilidad, lleva a evocar nuevos conceptos para evitar indefiniciones y, sobretodo, el rechazo a la idea de “barrera” que durante tanto
tiempo ha desarrollado una cierta historiografía conformista.
Desde el momento en que el Estado se construye o necesita mantenerse, teniendo en cuenta las dificultades de cada momento –es evidente que no es lo mismo los dominios para mantener bajo control de
la monarquía de Francia y la de España a mediados del siglo XVII, por
ejemplo–, necesita también dominar, controlar sus fronteras internamente y externamente. Aquí no interviene el concepto del “miedo” a
lo desconocido que sí aparece en el mundo americano, ni tampoco el
mismo tipo de violencia, ya que aquí, aunque existe, queda enmarcada
en un mundo eminentemente judicial y tradicional. La mirada centroperiferia toma fuerza y se reinventa, siempre según unos intereses planificados y con acciones, a menudo, inconscientes o coyunturales.
Por todas estas razones, el análisis de las fronteras a escala europea –y siempre con una mirada de reojo al mundo americano, presente
en todas las mesas de negociación de la época– se ha de hacer partiendo de estos puntos de mira macros como micros, siendo así capaces de
captar de manera conveniente también las políticas locales así como las
internacionales, las acciones e interacciones que tienen lugar, o bien las
afectaciones transversales de la propia frontera. Las estructuras macro,
55
Oscar Jane Checa
por ejemplo, emplean necesariamente las micro para conseguir los objetivos de la monarquía, sino sería muy difícil o efímero. Uno de los puntos esenciales, a parte del objetivo de construcción, mantenimiento y
supervisión del Estado monárquico es precisamente el hecho de otorgar
la función de “control” a la frontera, quedando ésta a manos del rey – y
ya no de las comunidades locales– (tanto para controlar el paso, como
para la “selección”, como para el bloqueo… lo fundamental es disponer
de ese poder)26. La estructura micro es fundamental, si se trabaja en función y a favor de la macro (el Estado, la administración): es la adaptación
necesaria para la supervivencia dinámica de la frontera. En caso contrario, cualquier controversia local o choque puede demoler las estructuras
de un Estado construido sobre la fuerza de su periferia, al margen de
cuál sea su centro. Los espacios de frontera son pues como el talón de
Aquiles del Estado que se construye. De aquí la importancia de las élites
locales y su rol fundamental, ya sea en el espacio pirenaico catalán, en su
papel en las instituciones de Barcelona, o durante los alborotos napolitanos de Masaniello en los años cuarenta del siglo XVII, otro frente de
la monarquía hispánica desde el supuesto interior27. El uso de los poderes locales ha sido el cortocircuito necesario en ciertos momentos y el
puente distorsionador en muchos otros. Familias, tradiciones, historia
y legalidad se unen en la periferia a la razón de un Estado al servicio de
su monarca. En este camino hacia la consolidación del Estado moderno, la monarquía hispánica irá perdiendo “adeptos” locales en sus zonas
fronterizas “exteriores” de Europa y, a menudo por rechazo de terceros,
ganará aliados en sus espacios de frontera “interiores”.
26
27
56
gAvriLis, George, The dynamics of Interstate boundaries, Cambridge University
Press, New York, 2008, pp. 5-9.
Véase entre otros, sobre este tema, el libro de: viLLAri, Rosario, Per il re o per la
patria. La fedeltà nel seicento: con “ il Cittadino Fedele “ e altri scritti politici, Ed. Laterza, Roma-Bari, 1994. Por nuestro lado, propusimos comparar desde la teoría de
frontera el caso de Nápoles, el de Cataluña y el de los efectos religiosos en Francia
en: JAné, Oscar, “Psico(socio)logía e identidad de la frontera en la época moderna”,
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59
Los cruzados de la Edad
Moderna: Órdenes militares
y fronteras europeas
en los siglos XVI y XVII
Francisco Fernández Izquierdo1
El surgimiento de las órdenes militares, de las Cruzadas a la baja
Edad Media
1. Los orígenes de las órdenes militares cristianas en Tierra Santa
A finales del siglo XI, con motivo de la primera Cruzada, nacía
también el movimiento ideológico del que surgieron las órdenes militares, que fueron instituciones destinadas a pervivir durante los siglos siguientes encarnando los principios ideológicos y espirituales de
la cristiandad medieval europea. Para muchos autores esto no fue sino
trasladar a ámbito cristiano la idea de la yihad islámica, y de figuras
como los almorávides, que a partir de cenobios o eremitorios denominados rábidas (ribat), transformaron el ascetismo espiritual interior en
una lucha armada que consiguió expandir con éxito las fronteras del
Islam, la doctrina predicada por el profeta Mahoma. En una sociedad
como la medieval, donde la religión y la política estaban estrechamente
vinculadas, las órdenes militares cristianas se erigieron en defensoras de
1
Instituto de Historia, CSIC. Madrid
61
Francisco Fernández Izquierdo
la fe cristiana propia, frente a las creencias de los paganos o los infieles
mahometanos, y se basaron en una estructura organizativa tomada del
monacato, especialmente del Císter2. Se cumplía con ello la máxima de
la guerra santa proclamada por el papa Urbano II cuando convocó la
primera Cruzada, en el concilio de Clermont el 27 de noviembre de
1095, que llevó a la conquista de Tierra Santa y el establecimiento del
reino latino de Jerusalén. Los principales artífices de las operaciones serían los nobles, que luchaban a caballo y asumían el papel de paladines
de una causa justa por la que luchar y hasta perder la vida, un ideal propio de los bellatores que encarnaban la función militar y de gobierno en
la sociedad tripartita medieval.
Poco después de que Godofredo de Bouillón hubiera conquistado la ciudad santa en 1099, fundó la Orden de los Canónigos del Santo
Sepulcro, siguiendo la regla monástica de San Agustín3. En 1103, el rey
Balduino I de Jerusalén asumió para sí y sus sucesores la facultad de
presidir esta orden canónica y nombrar a sus hermanos, en nombre del
patriarca de la ciudad. Sus miembros se dividían en canónigos regulares
(fratres), canónigos seculares (confratres), y sargentos (sergentes), elegidos estos últimos entre los soldados más valerosos y esforzados, que eran
armados caballeros para encargarse de la defensa del Santo Sepulcro y
del reino latino de Jerusalén y las plazas conquistadas por los cristianos
en Tierra Santa. Esta función militar comenzó a decaer con la recuperación de Jerusalén por Saladino en 1103, aunque se mantuvo hasta la
conquista musulmana de Acre en 1291, cuando desapareció finalmente
el reino latino de Tierra Santa. Desde entonces, el Santo Sepulcro se
limitó a su labor estrictamente eclesiástica, conservando además sus
prioratos e iglesias en los reinos cristianos europeos. En 1120 nació la
2
3
62
Elaborada por reconocidos especialistas en el tema, es recomendable la lectura
de esta síntesis, que se ocupa de las principales órdenes miliares, y que ha sido
traducida a diversos idiomas. novoA portELA, Feliciano; AyALA mArtínEz, Carlos de
(eds.): Las Órdenes Miliares en la Europa Medieval. Lunwerg editores, BarcelonaMadrid-México D.F., 2005.
Gennes, Jean-Pierre de: Les Chevaliers du Saint-Sepulcre de Jérusalem, Paris: Herault, 1995.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
orden del Temple, destinada inicialmente a proteger y asistir a los peregrinos, pero poco más tarde asumiría también la defensa armada del
territorio conquistado por los reyes latinos en Oriente. Sus miembros
no solo profesaban los votos propios de un monje, sino que también pelearían por la fe católica, lo que les convirtió en la orden militar más popular en toda la cristiandad europea occidental, recibiendo importantes
donaciones y fundando establecimientos que les nutrían de las personas
y recursos para sus acciones en Tierra Santa. En aquellos años se ponía
en marcha la reforma cisterciense, que se propuso devolver al monacato
benedictino a sus principios, siguiendo las propuestas de San Bernardo
de Claraval. El propio Bernardo es autor del libro de la Alabanza de la
nueva milicia, (Liber ad milites templi de laude novae militiae, ca 11201136) donde ensalza a los caballeros del Temple4, donde no resulta extraña la convergencia del entusiasmo reformador durante el mandato
del maestre del Temple Roberto de Craon (1136-1149), cuando la orden
templaria adoptó hábitos asimilados a los del Císter, colocándose una
cruz ancorada de color rojo en el hombro izquierdo, sobre el corazón,
como la principal seña de identidad exterior, representativa de la sangre
de Cristo. Otra hermandad que se ocupaba de los leprosos en Jerusalén,
la de San Lázaro, también se militarizó en el siglo XIII.
De manera paralela a la fundación de las anteriores, apareció la
orden hospitalaria de San Juan, que era una hermandad destinada en
su origen a la atención de los peregrinos, surgida del convento, iglesia y
hospital en la ciudad de Jerusalén que fueron autorizados en 1048 por
el califa de Egipto a la república italiana de Amalfi. La comunidad que
atendía el convento y hospital, dirigida por el beato Gerardo, adoptó una
4
García Fitz, Francisco: la Edad media. Guerra e ideología. Justificaciones religiosas y
jurídicas. Madrid: Sílex, 2003, en p. 170: recoge una cita del elogio de San Bernardo
en tu texto en el que alaba la nueva milicia templaria: “Marchad, pues, soldados,
seguros al combate y cargad valientes contra los enemigos de la cruz de Cristo
ciertos de que ni la vida ni la muerte podrá privaros del amor de Dios que está en
Cristo Jesús, quien os acompaña en todo momento de peligro…”. Véase también
Ruiz Gómez, Francisco: “Los hijos de Marta, las Órdenes Militares y las tierras de
la Mancha en el siglo XII.”, Hispania, LXII/210, 2000, pp. 897-916.
63
Francisco Fernández Izquierdo
regla inspirada en el monacato agustino, y fue aprobada por el papa Pascual II en 1113, mediante la bula Pie Postulatio Voluntatis5. En el seno de
esta, en 1128, surgió la semilla de la que sería la orden Teutónica (Hospitale Sancte Marie Theutonicorum Ierosolimitanum), otra de las más
importantes órdenes militares internacionales, que alcanzaría su plena
independencia en 1229 cuando comenzó la conquista de Prusia, bajo el
patronato del emperador Federico II. A partir de entonces, y con una
denominación como “Orden Alemana” o teutónica (Deutsche Orden),
se orientaría preferentemente a la conversión al catolicismo, por vía de
conquista, de los pueblos aún no cristianizados de Escandinavia y del
este de Europa, centrándose en las actuales tierras polacas y prusianas,
en las regiones de Prusia oriental, Curlandia, Livonia y Estonia6. En ellas
formaría un estado propio en la baja Edad Media, con capital en Marienburg (Malbork en la actual Polonia), sede maestral hasta 1457, que
duró hasta la conversión al luteranismo de su maestre, Alberto de Brandenburgo, en 1525. Con la posterior pérdida de Prusia, la orden persistió en otros territorios con diversos feudos (bailías, encomiendas) bajo
la autoridad del gran maestre, pero dependientes del Imperio Romano
Germánico. Admitía entre sus miembros a católicos, luteranos y reformados, manteniéndose hasta su disolución por Napoleón en 1810, aunque continuó vigente incluso más tiempo en sus dominios austriacos.
5
6
64
O’Malley, Gregory: The Knigts Hospitaller of English Langue. 1460-1565, Oxford
University Press, 2005, 2-4. El texto de la bula fundacional, traducido al español,
en ‹www.orderofmalta.int/pie-postulatio-voluntatis-es/65553/papa-pascual-ii-asu-venerable-hijo-gerardo/?lang=es›. Luttrell, Anthony T., Studies on the Hospitallers after 1306. Rhodes and the West, Variorum Collected Studies Series, Aldershot,
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Aldershot, England; Burlington, VT, 2007. Especialmente, Riley-Smith, Jonathan:
“Towards a a History of Militari-religious Ordes”, pp. 269-284. Una reciente síntesis divulgativa en español y con profusión de ilustraciones es la de Canales, Carlos
y Rey, Miguel del: Los halcones del mar. La Orden de Malta. Madrid: Edaf, 2013.
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Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Algunas de estas órdenes perviven en nuestros días, es el caso de
las internacionales de Malta/San Juan de Jerusalén7, y el Santo Sepulcro.
Conservando su empeño en la atención hospitalaria a los peregrinos y
enfermos que acudían a Tierra Santa, en la actualidad, las órdenes que
aún permanecen vigentes están dedicadas a fines asistenciales y caritativos, como lo hacen otras organizaciones internacionales de naturaleza no gubernamental (ONG), tanto en los países más pobres como en
naciones desarrolladas, ayudando a los necesitados pero sin perder su
naturaleza religiosa católica. Cuentan con miembros tanto eclesiásticos
ordenados, como laicos, incluidas damas, según explican sus propias
publicaciones, incluidos los portales en Internet8. La Orden de Malta
disfruta de un estatus de soberanía reconocida por más de cien naciones
de todo el mundo, aunque carece de territorio, con su sede Roma en el
Palacio Magistral (Via dei Condotti, 68, donde reside el maestre) y la
Villa Magistral del Aventino, donde radica la embajada de la orden ante
la República Italiana y la Santa Sede9.
7
8
9
En 2013, del 8 de junio al 2 de agosto se celebró en la Biblioteca Nacional en La Valetta,
una exposición en Malta dedicada al 900 aniversario de la fundación de la orden.
‹www.orderofmalta.int/news/66929/the-national-library-of-malta-celebratesthe-order-past-and-present/?lang=en›.
La Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén reside tanto físicamente como en Internet, en la Santa Sede vaticana: ‹www.vatican.va/roman_curia/institutions_connected/oessh/›. De esta presencia en Internet de las órdenes militares me ocupé a
la altura de 2008 en Fernández Izquierdo, F.: “Información y documentación sobre
órdenes militares on-line”, en Manuel Rivero, (coord.), Nobleza hispana, Nobleza cristiana. La Orden de San Juan, Madrid: Ediciones Polifemo Colección Temas
IULCE-UAM, 2009 Volumen II, pag. 1321-1364. Como hecho relevante del peso
interno que conserva además en la Iglesia católica, el papa Benedicto XVI, poco
antes de su renuncia, nombró el 26 de febrero de 2013 presidente del banco del
Vaticano (el Istituto per le Opere di Religione, IOR) al barón Ernst Von Freyberg,
caballero de la Orden de Malta, por su experiencia como financiero y presidente
del grupo de astilleros Blom+Voss Group.
Orden de San Juan o Malta en ‹www.orderofmalta.int›, en inglés, italiano, español, francés, alemán y ruso. Como hecho relevante del peso interno que conserva
además en la Iglesia católica, el papa Benedicto XVI, poco antes de su renuncia,
nombró el 26 de febrero de 2013 presidente del banco del Vaticano (el Istituto per
le Opere di Religione, IOR) al barón Ernst Von Freyberg, caballero de la Orden
65
Francisco Fernández Izquierdo
En torno a 1150, medio siglo más tarde que lo observado en el
oriente del Mediterráneo, en su extremo opuesto, la Península Ibérica,
donde esta lucha de frontera de la cristiandad europea alcanzaba plena
justificación en los límites de Al-Ándalus, y donde también se habían
fundado establecimientos de las mismas órdenes surgidas en Tierra
Santa, particularmente los templarios, hospitalarios y sepulcristas, había una situación propicia para la aparición de milicias religiosas autóctonas10. La Orden de Calatrava nació en 1158 para ocupar un territorio que los templarios habían abandonado en el valle del Guadiana,
en torno a en la plaza de la que toma su nombre, Calatrava la Vieja, en
término de Carrión de Calatrava (Ciudad Real). Su fundación como
orden, vinculada al Císter, fue confirmada por el papa Alejando III en
1164 y Alfonso VIII se apoyó en esta nueva institución para la defensa y
expansión del reino castellano en la Mancha, mientras que Alfonso II de
Aragón situó a los calatravos en 1174 en Alcañiz, que se convertiría en
la Encomienda Mayor de Aragón, una de las bases en la expansión hacia
el sur que culminaría con la conquista de Valencia, donde también con-
10
66
de Malta, por su experiencia como financiero y presidente del grupo de astilleros
Blom+Voss Group.
Estas órdenes internacionales y su presencia en España puede seguirse en Barquero
Goñi, Carlos: Los caballeros hospitalarios en España durante la Edad Media (siglos
XII-XV). Burgos: Editorial La Olmeda, 2003. Id.: “La Orden Militar de San Juan de
Jerusalén y la Reconquista desde el siglo XIII hasta el siglo XV”, Medievalismo, 23
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Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
siguió la orden algunas encomiendas y un priorato en la propia ciudad.
A principios del siglo XIII la sede de la orden se trasladaría hacia el sur
en las estribaciones de Sierra Morena, al Sacro Convento de Calatrava la
Nueva, con un breve paso por el castillo de Salvatierra, muy próximo al
anterior. Su expansión continuó en Andalucía, en particular en la actual
provincia de Jaén, con varias encomiendas en torno a Martos, y otras
posesiones más dispersas en tierras andaluzas.
Más a poniente, en el reino de León, la cofradía de los fratres de
Cáceres fue en 1170 la semilla de la Orden de Santiago, confirmada por
bula pontificia en 1175, mientras que la Orden de Alcántara, inicialmente denominada de San Julián del Pereiro, por el nombre del monasterio cisterciense donde tuvo su origen en 1176, situado en territorio del
actual Portugal, también corroboró su fundación por bula pontificia en
1177. De manera casi coetánea, en 1176, surgía también en Portugal la
milicia religiosa de Évora, posteriormente denominada Avis, que como
Alcántara quedaría bajo la supervisión de Calatrava como orden filial y
con la regla cisterciense. De todas ellas, la Orden de Santiago es la que
mayor éxito y extensión alcanzó, sumando su papel militar al de la asistencia a los peregrinos en el camino de Santiago, manteniendo diversos
hospitales entre los que destacó el de San Marcos de León11. Su señorío
se extendió desde la cuenca alta del río Tajo por la Mancha oriental y
reino de Murcia, también por las tierras del reino de León y su prolongación en Extremadura, más diversas posesiones en la Corona de Aragón e incluso alguna fuera de la península. Al independizarse el reino de
Portugal, la Orden de Santiago se dividió en dos, con sedes respectivas
en Uclés para el reino castellano-leonés, y en Palmela, para el lusitano,
con reconocimiento pontificio desde 1288, con el nombre de Ordem de
Santiago da Espada, con dependencia de la casa real portuguesa.
11
Un reciente trabajo da cuenta del contenido documental de esta sede santiaguista.
Calzado Sobrino, María Pilar: “San Marcos de León. Historia del fondo documental, fábrica e institución del Archivo de la Orden de Santiago en el Priorato de
León”, Medievalismo, 23, 2013, 101-115.
67
Francisco Fernández Izquierdo
A estas constituciones de órdenes militares les seguirían otras, y entre
las más perdurables deben mencionarse las surgidas a partir de la disolución
del Temple, pues con sus bienes se formaron las de Montesa en Valencia y
de Cristo en Portugal, ratificadas por bulas en 1317 y 1319 respectivamente,
mientras que otros bienes pasaron a nutrir la orden del Hospital12.
A partir del término frater o hermano, de uso general en las hermandades y comunidades monásticas, los miembros de las órdenes
militares establecieron una distinción para poder acoger en su seno a
laicos comprometidos con los fines de la institución, particularmente
con la misión militar. En las órdenes militares peninsulares, sus miembros eran denominados freires o freiles, para distinguirlos de los frailes
de las otras órdenes monásticas. Este título se extendía tanto a los freires
clérigos –religiosos sometidos a los votos propios de un monje, e incluso
con facultad de administrar sacramentos como sacerdotes si hubieran
profesado como tales-, como a los freires caballeros en las órdenes de regla cisterciense. Los caballeros, según la orden a la que se afiliaban, profesaban votos de pobreza, celibato y castidad estricta, como las que habían
tomado su regla del Císter. En otros casos, la castidad de los caballeros se
limitaba a cumplir con la fidelidad conyugal, no se les impedía atender
y vivir con su familia o legar sus bienes a sus sucesores, como en Santiago, una de las órdenes que asumieron la regla agustina, en la que los
caballeros no se intitulaban freires. Aparte de los varones también ingresaban mujeres como monjas, denominadas freilas o comendadoras (en
12
68
Disponemos de síntesis actualizadas sobre la fundación y trayectoria medieval de
estas milicias propias de la Península Ibérica. Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV). Madrid: Marcial PonsLatorre Literaria, 2003, y sobre su fundación, pp. 165-147. Rodríguez-Picavea,
Enrique: Los monjes guerreros en los reinos hispánicos: las órdenes militares en la
Península Ibérica durante la Edad Media. Madrid: La Esfera de los Libros, 2008.
Ruiz Gómez, Francisco: Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de
los territorios de La Mancha (1150-1250). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2003. Madrid y Medina, Ángela y Villegas Díaz, Luis Rafael
(coords.): El nacimiento de la orden de Calatrava. Primeros tiempos de expansión
(siglos XII y XIII): actas del I Congreso Internacional de la Orden de Calatrava. Almagro, octubre 2008. Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 2009.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Santiago), junto a otras diversas formas de afiliación y dependencia de
los conventos y hospitales militares, más o menos equivalentes a las de
las órdenes monásticas medievales. Incluso en Santiago hay testimonio
de la concesión de hábitos de caballeras a mujeres nobles durante el reinado de Carlos V, que no parece haberse continuado posteriormente13.
Con todo, la preponderancia de los caballeros en estas instituciones se
configuró como una peculiaridad respecto a otras instituciones eclesiásticas. El vínculo entre la caballería y la nobleza, sumado al atractivo
ideológico de la lucha por la fe católica, supuso un estímulo para que
en las órdenes militares fuera cada vez mayor la presencia de personajes
procedentes de las familias más distinguidas de Occidente, que pugnaban por ocupar los puestos rectores, aunque no se exigiera en las reglas y
estatutos que los nuevos miembros fueran nobles, pero de hecho quien
autorizaba los ingresos en cada orden era su respectivo maestre. Finalmente, en particular desde el siglo XV, se establecieron en los estatutos
de las órdenes militares criterios restrictivos a para los solicitantes de
ingreso, exigiéndose pruebas de nobleza y cristiandad vieja a los nuevos
profesos, en diversos grados dependiendo de cada orden, y también en
diferente nivel si se solicitaba para ingresar como clérigo o monja, o
como caballero. En el caso de las órdenes peninsulares se añadió además
la demostración de limpieza de sangre, respecto de que los admitidos no
procedieran de linajes conversos al cristianismo de judíos o musulmanes, ni hubieran sido condenados por la Inquisición.
Estas órdenes eran presididas por un superior elegido entre los caballeros, denominado maestre y o incluso gran maestre, mientras que los
responsables de castillos y distritos eran los bailes y comendadores, que
13
Álvarez-Coca González, María Jesús: “La concesión de hábitos de caballeros de las
Ordenes Militares: procedimiento y reflejo documental (s. XVI-XIX)” Cuadernos
de Historia Moderna, 14, 1993, p. 291. La participación de mujeres disfrutando de
las rentas en las órdenes militares españolas, sin embargo, se canalizó mediante el
procemiento del goce de frutos de encomiendas y beneficios a favor de familiares
de los varones que sí pudieran haberlas disfrutados. Este caso también se observó
en las portuguesas. Olival, Fernanda: –As Ordens Militares (séc XVII-XVIII). Um
universo exclusivamente mascuino?–, Faces de Eva, nº 20, 2008, 73-90.
69
Francisco Fernández Izquierdo
estaban al frente, respectivamente, de las bailías y encomiendas. Se reunían
periódicamente en capítulos, para elegir a los maestres y adoptar las decisiones importantes. Por otra parte, su naturaleza eclesiástica, con dependencia directa de la Santa Sede, ocasionaba conflictos con las diócesis en las
que compartían señoríos y jurisdicción canónica. El papel militar adoptado desde su fundación, junto al crecimiento de sus señoríos y los recursos
que les proporcionaban, supusieron implicaciones políticas y económicas
para que estas órdenes se involucraran en el gobierno de los reinos donde
fueron extendiendo sus dominios. El conflicto de mayor envergadura fue
el que llevó a la desaparición del Temple a principios del siglo XIV, tras
haber caído el reino latino de Jerusalén y perderse también su finalidad
originaria, quedando las órdenes cada vez más sometidas en la Edad Moderna a la autoridad de las monarquías en las que radicaban sus dominios.
2. La función militar de las órdenes en la Península Ibérica al final del
siglo XV14
Sin entrar en la intervención de las órdenes militares en los sucesivos conflictos por el poder acaecidos en los reinos peninsulares desde mediados del siglo XIV hasta la guerra civil castellana al acceder al
trono los Reyes Católicos, que es objeto de una ponencia en este curso,
hemos de cuantificar el peso estratégico de las órdenes militares desde
mediados del siglo XV. Enrique IV consiguió una bula pontificia que le
permitía administrar los maestrazgos de Santiago y Alcántara en 1455
e incluso a vestir el hábito de caballero de Santiago, en un momento de
reivindicación del espíritu de cruzada tras la caída de Constantinopla en
1453, ante la amenaza de expansión desde el territorio bajo dominio islámico en la Península con apoyo de los turcos. La inestabilidad interior
impidió a Castilla liberarse de ese peligro, hasta que los Reyes Católicos
movilizaran a todas las milicias religiosas de Santiago, Calatrava y Al14
70
Este apartado y el siguiente suponen una reelaboración de mi trabajo Fernández
Izquierdo, F.: “Los caballeros cruzados en el ejército de la Monarquía Hispánica
durante los siglos XVI y XVII: ¿anhelo o realidad?”. Revista de Historia Moderna,
Anales de la Universidad de Alicante, 22 (2004), 495 -543. Me remito a él para un
mayor detalle en las referencias citadas.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
cántara, asentadas en los reinos castellano-leoneses y en los de la Corona
de Aragón, al prior del Hospital en 1491 y al maestre de Montesa en
1497, que sumaron sus caballeros y peones a las tropas que atacaban el
reino nazarí de Granada15. El espíritu de cruzada propio de las órdenes
militares estuvo presente en todo momento, ya que durante las Cortes
de Toledo de 1480 se bendijo simbólicamente el estandarte con la cruz
jacobea que encabezaría las huestes comandadas por Alonso de Cárdenas, su maestre16. Durante el desarrollo de la guerra se produjeron
algunas terribles derrotas, como la de la Ajarquía malagueña en 1483,
donde perdieron la vida o fueron capturados más de treinta comendadores santiaguistas, contrapesadas en el éxito de los restantes caballeros
de Santiago en la toma de Cártama en 1485, la de Málaga en 1487 (donde el primo del maestre, el comendador mayor de León, Gutierre de
Cárdenas izó el pendón jacobeo en la alcazaba, tras asistir en nombre de
los Reyes Católicos a diversas negociaciones con las ciudades enemigas),
y en la conquista de Baza en 1489, donde el maestre de Santiago estuvo
al frente de 1.800 lanzas, compuestas por los propios caballeros y los
soldados que costeban. El maestre de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón
contribuyó al fallido sitio de Loja en julio de 1482 con 400 caballeros
y casi un millar de peones, costándole la vida al propio maestre. García
López de Padilla, que le sucedió en el maestrazgo, intervino en la tala
de la vega granadina en 1483, pero su senectud dio paso al protagonismo del comendador mayor Diego García de Castrillo, y de los sucesivos
claveros, Gutierre de Padilla y García López de Padilla. El joven maestre
de Alcántara apenas llegó a acudir en persona a la campaña de Ronda
a partir de 1485, al frente de 563 caballeros entre los profesos y los reclutados en su señorío, y 253 peones, incrementados hasta 755 jinetes y
427 peones en las campaña de 1487, cuando se tomaron Vélez Málaga
15
16
Sobre las fases de la conquista de Granada, véase el mapa incluido en el Atlas cronológico de la Historia de España, Real Academia de la Historia- Ediciones SM, Madrid, 2009.
Seguimos en este punto a suárEz FErnándEz, Luis: Las órdenes militares y la Guerra de Granada, sEviLLA: FundACión sEviLLAnA dE ELECtriCidAd-guAdALquivir, s.L.
EdiCionEs, 1992. Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la
Edad Media (siglo XII-XV)…, pp. 479-485.
71
Francisco Fernández Izquierdo
y Málaga, disminuyéndose estas cifras en los años posteriores, hasta los
200 caballeros que permanecían en activo en la primavera de 149217.
Entre los muchos actos heroicos que protagonizaron los caballeros en esta guerra destacan en 1486 el fallecimiento en la vega de Granada del caballero don Martín Vázquez de Arce (inmortalizado en su
figura yaciente del Doncel de Sigüenza donde se destaca en su pecho la
cruz de Santiago)18, el valor del comendador de Heliche de la Orden de
Alcántara en la toma de Vélez Málaga19, o el aguerrido calatravo Pedro
de Ribera, comendador de Caracuel20. Dejando aparte las gestas individuales y consideradas en bloque, las tropas aportadas por las órdenes
militares podrían suponer en términos generales entre el 15 y el 20 por
ciento de un total de 10.000 caballeros movilizados en esta guerra, y entre el 5 o 6 por ciento de los peones de infantería, estimados en más de
40.000. Los efectivos de las órdenes, respecto a las aportaciones de nobles y eclesiásticos en las huestes de los Reyes Católicos, llegaron a suponer hasta el 35 por cien de los caballeros y el 55 por cien de los peones en
la campaña de 148721, siendo Santiago la que más lanzas aportaba22. Las
17
LAdEro quEsAdA, mAnuEL FErnAndo: “LA ordEn dE ALCántArA En EL sigLo Xv. dAtos
soBrE su potEnCiAL miLitAr, tErritoriAL, EConómiCo y dEmográFiCo”, En la España Me-
18
19
20
21
22
72
dieval, ii, 1982, Estudios En mEmoriA dEL proFEsor d. sALvAdor dE moXó, pp. 503-504.
Martínez Gómez-Gordo, Juan Antonio: El Doncel de Sigüenza. Guadalajara: Aache,
1998.
El comendador era frey Maldonado. Torres y Tapia, Alonso: Crónica de la Orden de
Alcántara, Madrid: Gabriel Ramírez, 1763, Tomo III, p. 518. Hay reedición por la
Asamblea de Extremadura en 1999 y en Nabu Press, 2011.
Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo
XII-XV)… p. 484.
Se destaca la potencia de Santiago sobre las demás milicias, pues en 1487 movilizaba 1.200 lanzas y 2.500 peones, Calatrava 550 lanzas y 1.000 peones, y Alcántara 775 caballeros y 400 peones. Véase Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes
Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)… pp. 558-559, sobre cifras
estimadas por Ladero Quesada, Miguel ángel: Castilla y la conquista de Granada,
Granada, 1987, e Id.: “Ejército, logística y financiación”, en VV.AA. La incorporación de Granada a la Corona de Castilla, Granada, 1993, pp. 195-227.
Porras Arboledas, Pedro Andrés: La Orden de Santiago en el siglo XV: la provincia
de Castilla. Madrid: Dykinson, 1997, pp. 31-32 y 295-297.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
69 encomiendas de la santiaguista Provincia de Castilla (en las actuales provincias de Madrid, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Albacete, Jaén y
Murcia) proporcionaron 293 lanzas en 1481, mientras que la Provincia
de León con una treintena de encomiendas extremeñas, sufragaba 194
lanzas en 1480 y 1484, incrementadas hasta 207 en 150223.
Una vez cerrada la conquista de Granada el 2 de enero de 1492,
se asistió al izado del pendón de Santiago sobre la Torre de la Vela en
la Alhambra, junto a la enseña de los Reyes Católicos. Los miembros
destacados de las órdenes militares recibieron recompensas por sus servicios24. Al irse produciendo el fallecimiento del maestre de Calatrava,
García López de Padilla (1489), de Santiago, Alonso de Cárdenas (1493),
y la renuncia del maestre alcantarino Juan de Zúñiga (1494), los maestrazgos recayeron definitivamente en poder de los Reyes Católicos en
administración, conforme a un pacto negociado con la Santa Sede, cuyos pontífices Inocencio VIII y Alejandro VI habían ratificado con la
expedición de las bulas que así lo disponían25. En este proceso primaba
la autoridad del rey sobre la de las casas nobiliarias que habían pretendido los maestrazgos y los habían utilizado en sus propios beneficios.
Una vez concluida la Reconquista, carecía de sentido que la monarquía
no accediera al control directo sobre estas instituciones y sus recursos26.
23
24
25
26
rodríguEz BLAnCo, dAniEL: La Orden de Santiago en Extremadura. Siglos XIV y XV.
Badajoz: Diputación de Badajoz, 1985, p. 134.
LAdEro quEsAdA, miguEL ángEL: “LimosnAs, dádivAs y LiBErACionEs En torno A LA
tomA dE grAnAdA (1490-1492)”, Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 24, 2012, pág. 11.
Sin embargo, la Orden de Montesa no se incluyó en este proceso, pues Alejando VI,
el papa Borgia, de origen valenciano, no estaba dispuesto a que los miembros de su
linaje perdieran los recursos que obtenían en dicha orden.
Un resumen elaborado en el siglo XVI de las causas de la incorporación de los tres
maestrazgos redactado en italiano,, De causis uniones Magisterii Ordinis de Calatrava Coronis Castellae. Explicaba los motivos:
“…Che essendo stata la erettione di questi ordini per scacciare li Mori di Spagna
et guerreggiar contra di loro, li Maestri non attendeuano a questo, ma a altri cose
contrarie al honor Reale et quiete delli reghni, consumando l’entrate in questi vsi.
Altre cause che constano per le Historie et si puo gudicare che con l’espresse nelle
bolle mouessero li Pontifici a concede la detta administatione a li Re.
73
Francisco Fernández Izquierdo
La dignidad maestral, en manos de familias muy importantes de la nobleza castellana, no se cedió sin oposición, pues se produjeron algunos
conatos de resistencia tanto tras el fallecimiento del maestre de Calatrava como tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, pero esta
fue vencida finalmente, cerrándose el proceso en 1523 con la concesión
de la administración maestral por la bula Dum intra nostrae otorgada
a Carlos V y a sus sucesores de manera perpetua27. Se había logrado
27
74
Che la maggior parte delli detti Magisterii consiste in donatione che li Re hanno
fatte a questi ordini de terre e Castelli nelle frontiere delli Mori, affin che di li guerreggiassero con loro et di altre gratie che similmente gli faceuano in quello che si
andaua guadagnando dalli Mori.
Che scacciati li Mori di Spagna cesso la necesita et occasione principale con la
quale i magisterii se instituirno per star posti in persone particolare, et segui similomente la conuenientia che stiano nel Principe, il qual sempre tien guerra e
frontera con li Mori et in chi stanno viue le cause che vi farno per fare Maestri,
Che cessando l’impiegarsi li Maestri in la guerra che con li Mori era in Spagna non
seruiuano a cosa alguna a la esaltatione della fede l’entrate delli Magisterii come
serueno ingrandendo la corona Reale che sempre tiene questo carico et impresa,
Che era grande absurdo che fosse un Maestro piu capace di beneficare Caualieri
et gente nobbile che il Principe proprio essendo la maggior parte di questa remuneratione di richezze procedute del medesimo Principe in tanta gran quantita/ e
conuertendola loro in sua offesa in fauore delli Mestri, et quando megior et piu
gusto pare che le gratie et mercede che la nobbilita ha da pretendere le pretenda
dal suo Principe che da qual si voglia altro suddito, et il disordine che causa in vna
Monarchia il star tronchato questo, et auantaggiati li sudditi al Principe,
Che li Magisterii stamo meglio et piu authorizati et con maggior decoro nelli Re
che in nessun suo vasallo, et e molto maggiore il frutto che ne segue al seruitio di
nuestro Signore, stando questa forza vnita con la corona che no in altro particolare
ne quali era tanto invtile e dannosa per quello che si e detto, oi che li Maestri gia
non si occupauano in la guerra con li Mori ma pensuano farla allí suoi Principi,
Che venendo per elettione a succedere in qual si voglia di questi Magisterii alcuno delli signori potente di Castilla congiugendosi con la possanza e parentado et
authorita di sua casa la richezza e mezzi de rimunerare con le comende, et seguito
della nobilta, era cosa molto pericolosa et occasionata a danni della Corona, et
Inquiete delli sudditi di quella come si vidde molte volte…”
Archivo Secreto VaticanoA.A.Arm. I-XVIII, 2281.
En el caso de la orden de Calatrava, en 1489 se reunió un capítulo general que pretendió, de forma fallida, nombrar un nuevo maestre. FErnándEz izquiErdo, F.: La
orden militar de Calatrava en el siglo XVI. Madrid: CSIC, 1992, pp. 48-56. LAdEro
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
por fin la sumisión a la corona de estas instituciones, que por su potencial militar habían llegado a enfrentarse en no pocas ocasiones a los
intereses de los titulares del trono. Recuérdese la postura favorable a la
Beltraneja que adoptaron el clavero de Alcántara o el maestre de Calatrava durante la guerra civil al principio del reinado de los Reyes Católicos, que corresponde al ambiente en el que se gestaron los hechos de
la revuelta de Fuenteobejuna y su posterior secuela literaria, mientras
que en el bando contrario se produjo el apoyo del maestre de Santiago
a la causa de Isabel y Fernando. Por eso, a partir de este momento, el
potencial militar de las órdenes, bajo la autoridad directa de los Reyes
Católicos, quedó neutralizado ante cualquier veleidad política peligrosa.
Respecto a Portugal, al contrario que en Castilla, las órdenes militares
mantuvieron una línea de dependencia y colaboración con la casa real
portuguesa, especialmente la Orden de Avís, de la que tomó nombre el
linaje que gobernaba el reino, desde que accedió en 1385 al trono de
Portugal Juan I, que era maestre de dicha orden e hijo bastardo del rey
Pedro I. Tanto la Orden de Cristo, como la de Santiago, así como la de
San Juan, estuvieron en este período vinculadas a parientes del monarca
y a sus intereses. La expansión ultramarina portuguesa en África, Asia y
América contó con el apoyo de los miembros de sus órdenes militares,
con particular protagonismo de la Orden de Cristo28.
28
quEsAdA, mAnuEL FErnAndo: “La incorporación del Maestrazgo de Alcántara a la
Corona”, Hispania, XLii, 1982, pp. 9-16. Cortés pEñA, Antonio Luis: “Carlos V y el
papado”, en Castellano Castellano, Juan Luis; Francisco Sánchez-Montes González
(coords.): Carlos V. Europeísmo y universalidad. Madrid: Sociedad Estatal para la
Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, volumen III,
Los escenarios del imperio, pp. 145-168, y especialmente sobre la concesión de la
administración de los maestrazgoa a perpetuidad en p. 154. Suárez Fernández,
Luis: “Cuándo los maestrazgos se incorporan a la Corona”, Revista de Historia Militar. 2000, 44 (número extra), pp. 223-230. Se ofrece una visión sintética sobre la
incorporación de todos los maestrazgos en Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes
Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)…, pp. 751-758, y la bibliografía que se cita.
El papel de las órdenes militares en campañas ultramarinas sí la tuvo la orden
portuguesa de Cristo. Olival, Fernanda: “La historiografía sobre Órdenes Militares
portuguesas en el periodo moderno: balance y tendencias (1970 – 2002)”, Stvdia
75
Francisco Fernández Izquierdo
3. Las órdenes militares castellanas incorporadas a la corona
Cuando las órdenes militares castellanas perdieron su independencia, coincidiendo con el fin de la Reconquista en el territorio peninsular, las hazañas corporativas de los caballeros cruzados glosadas en la
cronística de la guerra de Granada desparecieron en las nuevas ofensivas
en el norte de África, porque los miembros de las órdenes no participaban como tales, sino integrados en los ejércitos reales. No hay noticia de
convocatorias de las órdenes militares para la toma de Melilla en 1497,
o Mazalquivir en 1505, aunque desde 1495 la corona ya obligaba a los
comendadores de Calatrava y Alcántara a costear lanzas, como también
se mantuvo para la Orden de Santiago tras su incorporación a la corona.
En 1508, para la campaña de África, en la ofensiva hacia Orán, Bujía y
Trípoli (1509-1510), se ordenó la participación de los comendadores y
caballeros personalmente, junto a las lanzas que les correspondieran,
pero no fructificó una propuesta de situar presidios y conventos en dichas plazas que estuvieran a cargo de los caballeros de las órdenes29. Del
servicio personal se fue pasando a la imposición a los comendadores
de un pago anual por lanzas, proporcional a los ingresos de cada encomienda, pues resultaba más práctico30. Tampoco se mantuvo una identi-
29
30
76
Historica Historia Moderna 24, 2002, bibliografía citada en notas 34 y 35. Id.: “The
Military Orders and the Nobility in Portugal, 1500-1800”, Mediterranean Studies,
XI, 2002, pp. 71-80. Dutra, Francis: Military Orders in the early Modern Portuguese
World. Aldershot-Burlington: Ashgate, Variorum, 2006. En Julio de 2013 se ha celebrado un congreso monográfico en Lisboa dedicado a dicha orden.
Alonso Acero, Beatriz: Cisneros y la conquista española del Norte de África cruzada,
política y arte de la guerra Madrid: Ministerio de Defensa, 2006, p. 174 y 248. En
2010 se ha celebrado en Alcalá de Henares un congreso monográfico sobre OránMazalquivir entre los siglos XVI y XVIII, cuyas actas se han publicado Bunes, Miguel Ángel y Alonso Acero, Beatriz (eds.): Orán. Historia de la Corte Chica, Madrid:
Ediciones Polifemo-IULCE, 2011. Apenas se aborda esta fallida iniciativa.
Rodríguez Blanco, Daniel: “Santiago y Calatrava en transición (Inicios del siglo
XVI). Renta y milicia”, Historia, Instituciones, Documentos, 31, 2004, 511-542. Este
autor ha estimado que las encomiendas de la Orden de Santiago contribuían con
479 lanzas en 1480 y 512 en 1502, mientras que las de Calatrava costeaban 288 en
1511 y 300 en 1523.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
dad específica de cuerpos militares de caballeros o tropas de las órdenes
militares, y los que participaron en estas campañas lo hacían integrados
en el ejército de la corona. Caballeros procedentes de las órdenes militares quedaron integrados en ese ejército, como los calatravos Alonso
de Velasco31, y Juan de la Tovilla32, que participaron en la toma de Orán
en 1512 y se les encomendaron posteriormente misiones en la orden.
Posteriormente, Velasco fue autorizado por el Consejo de Órdenes para
acompañar al marqués de Comares en la campaña de Túnez y Tremecén
en 1530, por su experiencia previa en aquellas tierras33.
De forma similar, las órdenes militares no asumieron ningún
papel institucional relevante en la conquista americana, pues aunque
adquirieron algunas propiedades inicialmente, su presencia no perduró34. No obstante, diversos personajes destacados en la colonización
31
32
33
34
Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares (OOMM), Caballeros de
Calatrava, expediente 2879-3, año 1508. En el registro de despachos de la Secretaría de Calatrava y Alcántara en 1509-08-26 se copió una Real Cédula dirigida
al prior del Sacro Convento de Calatrava para que recibiera la profesión expresa
de sus votos a Alonso de Velasco, que ya había cumplido siete meses en dicho
convento de su año de noviciado, pues los cinco restantes los pasaría sirviendo al
rey Fernando en Orán. AHN, OOMM, libro 26c, f. 129 v. En el capítulo general de
Calatrava que convocó Carlos V en Burgos en 1523 se le nombró visitador de las
obras pagadas con cargo a la mesa maestral en fortalezas de la Orden de Calatrava,
íbidem, libro 324c f 46r. En 1525-05-15 fue nombrado procurador de Calatrava en
la Real Chancillería de Granada, ibídem, libro 323c, f. 230r. Ejerció el cargo hasta
su relevo por Juan de la Tovilla en 1529-09-08, ibídem, libro 327c f. 145 v. También
administró la encomienda de las Casas de Córdoba, al fallecer su titular, ibídem,
libro 327c f. 160r, Real Cédula, 1529-11-09
AHN, OOMM, Caballeros de Calatrava, expediente 2897-6, año 1509. En 1516
fue nombrado alcaide de la fortaleza calatrava de Sabiote, con salrio pagado por la
mesa maestral de la orden. AHN, OOMM, libro 323c f. 268v, Real Cédula, 151604-17. En 1517 actuaba como fiscal de Calatrava, ibídem, libro 324c, f 81v, Real
Cédula, 1517-03-02. Fue nombrado procurador de la orden en la Real Chancillería
de Granada en 1529 (véase la nota anterior)
Real Cédula, 1530-03-05, AHN, OOMM, libro 327c, f169r -tachada-y 170v.
En nuestro trabajo Fernández Izquierdo, F.: La orden militar de Calatrava en el
siglo XVI, p. 115, se da cuenta de diversos documentos fechados entre 1508 y 1527,
relativos a posesiones de la orden de Alcántara en la Española, que finalmente se
77
Francisco Fernández Izquierdo
pertenecían a las órdenes. Frey Nicolás de Ovando, gobernador de las
Indias que sucedió a Colón, fue comendador mayor de Alcántara35, y su
sucesor, frey Francisco de Bobadilla, lo fue de Calatrava y comendador
de Auñón. Apenas pocos años después de su paso por La Española, algunos bienes que habían conseguido para la Orden de Alcántara fueron
vendidos. La condición de los caballeros cruzados, en particular de la
Orden de Santiago, fue propia de muchos de los conquistadores y gobernadores en las Indias: Cortés, Alvarado, Pizarro… La larga tradición
alimentada durante la Reconquista mantuvo el mito del apóstol Santiago luchando contra los infieles que se traspasó a América, adaptado en
este caso frente a los indios paganos. El espíritu medieval de la caballería, en el que se basaban las novelas que tanto éxito tuvieron en el siglo
XVI y que inspiraron a Cervantes para su obra maestra, El Quijote, se
inmortalizaron en toponimias como California o Amazonas.
Los caballeros militares recibieron otro llamamiento para la expedición africana que preparaba Fernando el Católico en 1511 y que
finalmente condujo hacia Italia las tropas que habían sido embarcadas
en la flota, y de nuevo se les convocó en 1512 a presentarse esta vez en
Burgos, donde se confirmaba que los comendadores y caballeros podían
ser más útiles a la corona costeando su aportación en dinero que acudiendo en persona. Para hacer más llevaderos estos desembolsos, no se
dudaba en continuar eximiendo del pago de lanzas total o parcialmente
a los titulares de encomiendas de baja rentabilidad, o dispensar de asistencia a los caballeros enfermos y ancianos.
A partir de este momento podría afirmarse que desde la monarquía se había decidido que las tropas de órdenes militares fueran susti-
35
78
vendieron al no cuajar el establecimiento de estas milicias. Véase también Szászdi
León-Borja, István: “El comendador mayor de Alcántara en la isla Española: la
Reforma de las Órdenes y los Caballeros en la nueva frontera”, en López-Salazar
Pérez, Jerónimo (coord.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica: volumen II,
Edad Moderna. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000,
pp. 2.241-2.264.
Torres y Tapia, Alonso de: Cronica de la Orden de Alcantara. Madrid: Ramírez,
1763, tomo II, págs 662-668.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
tuidas por personas de las órdenes en los ejércitos reales, especialmente
cuando se superponían dos lealtades que obligaban a los individuos que
vistieran uno de estos hábitos: primero habían de ser leales a su rey como
monarca natural; en segundo lugar, como maestre de su orden. Este
procedimiento no era novedoso, pues muchos comendadores y caballeros habían servido usualmente a título personal en las huestes reales.
Pese a este vínculo individual, tras la guerra de Granada los caballeros
de órdenes fueron convocados por la corona en determinados momentos, cuando la urgencia de la situación obligó a recabar la ayuda de las
órdenes a Carlos V y a Felipe II, y cuyo resultado práctico está aún pendiente de precisar. En el reinado del emperador, en tres ocasiones, entre
noviembre de 1520 y noviembre de 1521 los caballeros y comendadores
de las órdenes fueron requeridos en apoyo de Carlos V para sofocar la
revuelta comunera, y poco más tarde, en 1523, a presentarse convenientemente armados en sus monturas con ocasión del capítulo general que
convocó el propio emperador en Burgos. Asimismo se movilizaron también los peones situados en las fortalezas que volvían a adquirir sentido
en aquella guerra civil, e incluso soldados concejiles reclutados en el
señorío de las órdenes36. No obstante, quien tuvo un papel decisivo al
frente de las tropas realistas no fue un caballero de las órdenes incorporadas a la corona, sino un miembro del Hospital que aún permanecía
independiente: don Antonio de Zúñiga, prior de San Juan, quien actuó
contra los comuneros desde su castillo de Consuegra37, mientras que
36
37
Gómez Vozmediano, Miguel Fernando: “La revuelta de las comunidades en la
Mancha (1519-1531).”, Chronica Nova, nº 23, 1996, pp. 135-169. Este autor presenta en un cuadro las guarniciones de peones situados en la fortalezas de Calatrava
en 1520 y 1521, que en las 9 fortalezas del partido de Andalucía oscilaron entre 69
y 75, en las cinco del Campo de Calatrava solo 18, y en la única que había en el
de Zorita, el castillo de Zorita de los Canes de 12 en 1520 pasaron a 20 en 1521.
Ibídem, p. 150. Véase también, Gómez Vozmediano, Miguel (coord.): Castilla en
llamas: La Mancha comunera. Ciudad Real: Almud, 2008.
Barquero Goñi, Carlos: Los caballeros hospitalarios en España durante la Edad Media (siglos XII-XV), pp. 231-232, y anteriores, donde se da cuenta del apoyo mutuo
entre los Reyes Católicos y la orden de San Juan en intervenciones militares, tanto
en el interior de los reinos peninsulares como en el espacio estratégico del Mediterráneo. Todos los cargos sanjuanistas habían de tener autorización regia para su
79
Francisco Fernández Izquierdo
algunos comendadores y amplios territorios en la orden de Santiago,
como eran el Campo de Montiel o muchas villas murcianas, apoyaron a
la revuelta contra Carlos V38. Posteriormente los caballeros de las órdenes volvieron a ser llamados a presentarse en Valladolid tras la derrota
de Mohacs en diciembre de 1526, solicitándoles apoyo económico el
emperador durante las cortes celebradas en 1527, y ante una amenaza
de desembarco turco coincidente con la ofensiva del sultán Solimán el
Magnífico sobre Viena, fueron convocados de nuevo en 153239, así como
en 1551 y 1597, al plantearse supuestos ataques costeros que efectuarían
las naves musulmanas. En 1542 la guerra con Francia y la defensa de
Perpiñán y Navarra se planteó la primera ocasión en la que una llamada
a las órdenes militares no tenía a los enemigos islámicos como objetivo,
mientras que en el caso del levantamiento granadino de las Alpujarras
en 1569 la lucha contra el enemigo interior e infiel al mismo tiempo fue
la causa de otra convocatoria. No obstante, estos llamamientos entre los
documentos de los archivos no parecen haber obtenido éxito práctico,
especialmente ante los problemas que supuso el levantamiento, mucho
más organizado, de los batallones de las órdenes a partir de 1640.
Sin embargo, frente al contraste entre la realidad y el imaginario
tan propio de nuestro barroco Siglo de Oro, un espíritu a la vez purista y
38
39
80
nombramiento, y que habían de cumplir con lealtad la fidelidad a sus reyes naturales.
pérEz, JosEpH: La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521). Madrid,
1977, pp. 331-350, 360-379. gutiérrEz niEto, JuAn ignACio: Las Comunidades como
movimiento antiseñorial, Barcelona 1973, pp. 218-228.
Sobre estos movimientos y la respuesta que solicitó en Valladolid Carlos V a los
españoles para socorrer Viena véase korpás, zoLtán: “La frontera oriental de la
Universitas Christiana entre 1526-1532. La política húngara y antiturca de Carlos
V”, en Carlos V. Europeísmo y universalidad, Vol. III, pp. 321-334. Sobre la situación
en el Mediterráneo vénase estos trabajos y la bibliografía que se cita, JuAn vidAL,
JosEp: “El reino de Mallorca en la política mediterránea de Carlos V”, Ibídem, pp.
531-565. pArdo morEno, JuAn FrAnCisCo: “Imperio y cruzada. La política mediterránea de Carlos V vista desde Valencia”, Ibídem, pp. 359-378. ALonso ACEro,
BEAtriz: “Cristiandad versus islam en el gobierno de Maximiliano y María (15481551)”, Ibídem, pp. 15-29.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
utilitario impregnaba los diversos arbitrios y propuestas estratégicas que
se ocupaban de las milicias de las órdenes. Ante el peligro de los turcos y
sus aliados magrebíes, se pensó situar a los miembros de estas corporaciones en los presidios norteafricanos40, así como costear algunas galeras con
cargo a las cantidades recaudadas en concepto de lanzas, asimilando las
órdenes castellanas a la orden de San Juan, que había sido protegida por el
emperador, cediendo a sus caballeros de las islas de Malta, Gozo, Comino
y la plaza de Trípoli para que asentaran en ella su capital tras la pérdida
de Rodas. Incluso en algún momento puntual se aplicaron sobre las encomiendas derramas adicionales a los pagos en concepto de lanzas, con
destino específico a la dotación de naves de guerra41. Desde 1552 la orden
de Santiago se comprometió a mantener cuatro galeras, bajo el mando de
don Luis de Requesens, comendador mayor de Castilla nombrado general
de las galeras de Santiago, consignándose 25.000 ducados anuales desde el
año indicado hasta 1559 en las rentas de la mesa maestral, encomiendas y
demás beneficios de la orden para su sostenimiento, completados con dotaciones de la corona para suministros, contratación de remeros, soldados
y oficiales. Parece que tan solo se lograron armar tres (Capitana, Patronata
40
41
Por ejemplo, la creación de un convento de la Orden de Santiago en Orán, en el reinado de Felipe III Alonso Acero, Beatriz: Orán y Mazalquivir en la política norteafricana de España, 1589-1639, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid,
1997, p. 64-68. ‹http://www.ucm.es/BUCM/tesis/19972000/H/0/H0036501.pdf›.
También en Id.: Orán-Mazalquivir, 1589-1639. Una sociedad española en la frontera
de Berbería. Madrid: CSIC, 2000. Gijón Granados, Juan de A.: Arqueología Moderna en el Castillo de Manzanares (Ciudad Real). La Nobleza, la Casa de Borbón y las
Órdenes Militares. Villanueva de los Infantes: Juan A. de Gijón Granados, con la
colaboración del Ayto de Manzanares, 2003, pp. 207 y 208, recordando referencias
apuntadas ya por, pero apuntando otros proyectos, como el de Ramón Ezquerra
fechado en 1596, que pretendía incluso trasladar la sede de las órdenes desde sus
conventos del interior a presidios y fortalezas costeras, en donde armarían galeras,
al modo de la orden de Malta.
En 1535-36 se exigió a las tres órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara un servicio de 24.000 ducados, con destino a costear cuatro galeras armadas, la mitad en la
feria de Medina de 1535 y la otra mitad en 1536. Calatrava había de pagar en cada
año 4.000 ducados y se comunicó en abril de 1535 a los priores y comendadores
que debían abonarlo, como se comprueba en las reales provisiones que señalan las
cantidades correspondientes a cada uno.
81
Francisco Fernández Izquierdo
y San Pablo) que, integradas en la Escuadra de las Galeras de España desde 1561, participaron en la ofensiva contra la rebelión de las Alpujarras
(1568) o en la batalla de Lepanto (1571)42. En esta línea se estableció que
los caballeros novicios, si no se encontraban ocupados en otros servicios
de importancia por encargo de la corona, antes de poder verificar la profesión de sus votos y convertirse en caballeros profesos de pleno derecho
en su orden, habían de permanecer al menos seis meses en galeras, y además habían de retirarse un mes al convento respectivo de su orden para
aprender los principios espirituales, la liturgia y oraciones a que estaban
obligados por la regla, haciendo vida monástica43. Pero, como se ha dicho
arriba, las dispensas eran muy frecuentes44, no solo del servicio militar en
42
43
44
82
El número de tres galeras no resulta escaso si lo comparamos con el de las cuatro
que mantenía la Orden de Malta. Lambert-Gorges, Martine: “Santiago et la défense de la Mediterranée”, en Las Órdenes Militares en el Mediterráneo Occidental
(siglos XII-XVIII): Coloquio celebrado los días 4,5 y 6 de mayo de 1983, organizado
por la Casa de Velázquez, Instituto de Estudios Manchegos. Madrid, 1991, pp. 213249. Cf. AGS, Contaduría Mayor de Cuentas, 1ª época, leg. 1.438, 1.118. Cuentas de
8.000 ducados recibidos por D. Luis de Requesens, comendador mayor de Castilla,
para armar las galeras de la Orden de Santiago. Los pagos a se realizaron el 19 de
diciembre de 1553 (6.000 ducados, por el tesorero Alonso de Baeza) y el 19 de julio
de 1555 (2.000 ducados, de la plata de Nueva España). En leg. 1.318 y 1.339, cuentas de 4.249.363 mrs. recibidos en 1560, por el pagador de las galeras de Santiago,
Alonso de Iniesta, siendo general de las galeras de Santiago don Martín de Córdoba, conde de Alcaudete.. Sobre don Luis de Requesens y su puesto de almirante
de las galeras de la orden de Santiago véase: Fernández Duro, Cesáreo: Historia de
la Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón. Tomo II,
Madrid: Museo Naval, 1972, p.11, 48 y 494. Adro, Xavier: Luis de Requesens en la
Europa del siglo XVI, Madrid: Vassallo de Mumbert, editor, 1984, pp. 128-136, 180212 y ss. Íñigo de Mendoza también fue general de las galeras de Santiago, antes de
perecer con su galera en Génova en1562.
Los caballeros novicios de Santiago deberían permanecer seis meses sirviendo en
las galeras si deseaban recibir el hábito de la orden, medida que quedó recogida en
la regla desde 1555. En Calatrava la medida se estableció en 1568, y se refrenda a
partir de las definiciones de 1576. Cf. Fernández Izquierdo, F.: La orden militar de
Calatrava en el siglo XVI…, pp. 106-107.
Siguiendo los libros de despachos de Calatrava, encontramos dispensas de asistir a
galeras, tras el establecimiento de la norma. Juan de Nonquermes, que fue proviso
del hábito y de la encomienda de Jimena y Recena, y el conde Luis Cribelo fueron
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
las galeras, sino de acudir incluso al retiro espiritual y hasta de realizar
la profesión expresa de votos fuera de la iglesia conventual, una gracia
concedida a ciertos personajes cortesanos de gran influencia45, o porque
el caballero novicio se encontraba sirviendo en los consejos de la monarquía46. Parece lógico que estas exigencias litúrgicas antes de ser armado
caballero no tuvieran mucho sentido en quienes recibían su hábito en una
edad madura, y fueran propias de los adolescentes o de hombres jóvenes
que se iniciaran en la milicia47. En otros casos, sin embargo, el motivo de
la dispensa era evitar que el caballero se demorase en acudir al frente de
guerra48, y no faltaban quienes no necesitaban este servicio militar, porque
ya se encontraban destinados en las galeras49, servían en otros puestos cas-
45
46
47
48
49
dispensados porque la concesión era anterior a la norma indicada, y también por
idéntico motivo. Don Francisco de Córdoba y Guzmán, hijo de don Sancho de
Córdoba, se libró por enfermedad, lo mismo que don Jorge Ponce de León
El barón Adán de Dietrichstein, mayordomo de los príncipes de Hungría, fue relevado de galeras y de acudir al Sacro Convento de Calatrava por atender negocios
del emperador Maximiliano, lo mismo que el conde Claudio Tribulcio, asimismo
al servicio de los príncipes de Hungría. Ruy Gómez de Silva fue autorizado a profesar sus votos en Calatrava en abril de 1571, dejando la encomienda de Herrera
en esa orden, para pasar a beneficiarse de la Clavería de Calatrava, mucho más
productiva (Ibídem, f. 148 r, 1571-04-21). Véase EdELmAyEr, FriEdriCH: “ Honor y
dinero. Adam de Dietrichstein al servicio de la Casa de Austria.”, Stvdia Historica
Historia Moderna, 10-11, 1992-1993, pp. 89-116.
Don Fernando Enríquez de Ribera, marqués de Villanueva del Río fue autorizado
a conmutar su servicio como portero del capítulo general de Calatrava, por su
estancia en galeras. Lo mismo, al licenciado Francisco de Albornoz, del Consejo de
Órdenes y ell secretario real Juan de Ibarra.
En Calatrava la edad media de acceso a los hábitos se situaba en 25-27 años para el
siglo XVI, similar a la de otras órdenes militares.
Así se le concedió a don Antonio Fernández de Córdoba en 1570, que con tan solo
diez días en el Sacro Convento era requerido a unirse a las tropas que combatían la
revuelta morisca de las Alpujarras.
Don Rodrigo de Navarra y Mendoza, señor de Buñuel y Lodosa, era mayordomo
de don Juan de Austria, cuando se le autorizó a profesar como caballero de Calatrava fuera del Sacro Convento, por estar sirviendo en la armada en 1573. Paulo
Sforza también servía en la marina cuando se le autorizó a profesar en 1574.
83
Francisco Fernández Izquierdo
trenses50, o incluso habían caído prisioneros en el combate51. En resumen,
durante los años transcurridos desde 1568, año del establecimiento del
servicio en galeras, hasta 1591, en Calatrava se concedieron 37 dispensas a
otros tantos caballeros, que eran justamente la mitad de los que recibieron
la merced de hábito en esos años. Cinco de ellos estaban sirviendo ya en
el ejército, tres eran importantes figuras de la corte, cuatro ejercían como
funcionarios en consejos o corregimientos, tres fueron declarados enfermos, y los 22 restantes no parecían esgrimir excusas importantes, pero
consiguieron evitar su paso por las galeras.
Entre los medios que se intentaron poner en marcha para sumar
fuerzas a la defensa y ofensiva en el Mediterráneo frente a los turcos,
Felipe II puso en marcha la reconversión de la Orden del Santo Sepulcro
en una orden militar efectiva, asumiendo el propio monarca el liderazgo
de la renovada milicia, de la que fue elegido maestre en 1558. Se encargó a Pedro de Zárate, como comisario general, que obtuviera en Roma
las autorizaciones pontificias del papa Paulo IV, particularmente para
dedicar parte de las rentas eclesiásticas en esta nueva cruzada, pero no
obtuvo facilidades porque no querían menoscabar el poder de la consolidada Orden de San Juan52.
La historiografía de las órdenes militares en los siglos XVI y XVII,
cuya figura más destacada es la figura de frey Francisco de Rades y An50
51
52
84
Cristóbal de Ezpeleta, gobernador de Orvitello en 1582, no podía dejar su cometido para acudir a las galeras. Don Juan de Gaviria había estado sirviendo el corregimiento de la Coruña, y preparando sus fortificaciones durante la guerra con
Portugal en 1584. Pedro Vanegas de Córdoba, como alcaide de Santgean, defendía
la plaza frente a los luteranos en 1587.
Don Jerónimo de Mendoza enfermó mientras servía en Orán, fue apresado y retenido en Argel hasta su liberación. Tras haber recibido la provisión de su hábito de
Calatrava en 1562, no pudo recibirlo hasta el 26 de enero 1571, por haber sido capturado, y obtuvo dispensa para profesar de sus votos sin acudir a galeras en 1572,
debido a su cautiverio. Sobre los cautivos, véase Martínez Torres, José Antonio:
Prisioneros de los infieles. Vida y rescate de los cautivos cristianos en el Mediterráneo
musulmán (siglos XVI-XVII). Barcelona: Alborán Bellatera, 2004.
García Hernán, Enrique: La Armada española en la monarquía de Felipe II y la
defensa del Mediterráneo. Madrid: Ediciones Tempo, 1995, 91-93.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
drada53, clérigo de la Orden de Calatrava, intentó mantener vivo el carácter castrense de los caballeros y comendadores tras la incorporación
de los maestrazgos a la corona. En lugar de glosar las gestas colectivas
de las huestes cruzadas, se dedicó a recopilar las trayectorias individuales de los militares que habían vestido hábitos en las órdenes. Además
de mis propias investigaciones, recientemente he recibido la agradable
noticia del descubrimiento por parte del profesor y archivero Miguel
Gómez Vozmediano de una crónica inédita de Rades relativa a los reinados de Carlos V y Felipe II para la Orden de Calatrava, cuya publicación,
con un sólido estudio biográfico, supondrá una aportación de primera
línea en la historiografía de las órdenes militares54. Rades incluye unas
Adiciones con una nómina de 74 comendadores de Calatrava, de los que
ofrece unos sucintos datos biográficos. Aunque no es exhaustiva la relación de todos los que fueron titulares de una encomienda, respecto a
los datos que conocemos mediante otras fuentes, se observa que el cronista manejó documentación del Consejo de Órdenes para completar
esta aproximación prosopográfica de su propia institución, pues también elaboró una relación similar con los freiles clérigos más notables
del siglo XVI. Los militares de aquel siglo participaban en las diversas
campañas que se iban planteando, fuese en el teatro de operaciones del
Mediterráneo, frente a turcos y magrebíes, o en Italia, Europa del Norte, el Atlántico. No podría hablarse estrictamente de que eran cruzados
53
54
Rades y Andrada, frey Francisco de: Chronica de las tres ordenes y cauallerias de
Sanctiago, Calatraua y Alcantara: en la qual se trata de su origen y sucesso, y notables
hechos en armas de los maestres y caualleros de ellas: y de muchos señores de titulo
y otros nobles que descienden de los maestres: y de muchos otros linages de España,
Toledo, Juan de Ayala, 1572, 73 pp.+3 h.+85 pp.+ 8 h.+ 75 pp. Disponible edición
digitalizada en Internet de la Biblioteca Estatal de Baviera (Bayerische Staatsbibliothek) en ‹http://reader.digitale-sammlungen.de/resolve/display/bsb10143822.
html› Reedición en Barcelona: El Albir, 1980, 303 pp., con estudio e introducción
de D.W. Lomax. Asimismo se ha reeditado en facsímil en Valencia: Librería ParísValencia, 1994, 73 pp. (Sangiago), 85 pp. (Calatrava) y 55 pp. (Alcántara). Hay
una edición parcial, limitada a la Crónica de la Orden de Calatrava, Ciudad Real:
Diputación Provincial, 1980, 4h.+85 pp.
Con el título Francisco Rades de Andrada, cronista y linajista: Adiciones a la Crónica
le la Orden y Caballería de Calatrava.
85
Francisco Fernández Izquierdo
en el sentido más medieval del concepto, pero sí que actuaron como
tales en cuanto apoyaban en algunas ocasiones el mismo tipo de guerra
confesional y política. Entre los miembros de Calatrava que menciona
Rades, con servicios militares en su biografía, y que ha recogido Gómez
Vozmediano en una tabla de cursus honorum, encontramos a casi dos
decenas de comendadores, cuyas vidas coincidieron con el reinado de
Felipe II55.56
Nombre
Ayanz, Jerónimo de
Bazán, Alonso de
Borja, Pedro Luis
Garcerán de,
maestre de Montesa y marqués de
Navarrés.
55
56
86
Ingreso en
Calatrava
Familia
1580
Hijo de Carlos
de
Ayanz, militar, señor de
Guenduláin,
Navarra.
Méritos militares
Encomiendas
en la Orden
Participa en
La Goleta, Milán,
Flandes, Portugal y
Las Azores.
Ballesteros
(1582–1614 †)
y también de
Abanilla (15951597)
1573
Hijo de Álvaro
Bazán,
general de
galeras, señor
de Santa Cruz
y El Viso.
Capitán de las galeras
Vállaga y Almoguera (1582–
1589); Almodóvar (1589–1597);
Viso y Santa
Cruz (1597–
1604 †)
158856
Hijo de Juan
de Borja,
duque de
Gandía y de
su segunda esposa Francisca
de Castro
Pinós
Capitán general de
Orán y virrey de
Cataluña
Encomienda
Mayor (15881592 †)
Obviamos datos biográficos que no sean estrictamente militares, como sus puestos
cortesanos, diplomáticos, matrimonios, etc., de los que da cuenta con detalle Miguel Gómez Vozmediano.
Sin abandonar su condición de maestre de Montesa, recibió la Encomienda Mayor
de Calatrava con goce de frutos, a cambio de su renuncia a ser sucedido por otro
caballero en el maestrazgo montesiano, con lo que a su muerte en 1592 la orden
quedó sometida al rey Felipe II. Inicialmente, dicha encomienda sería concedida a
su hijo Juan, que falleció en 1588, antes que su padre, el maestre de Montesa. Véase
Andrés Robres, Fernando: “Garcerán de Borja, Felipe II y la tardía incorporación
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Nombre
Córdoba Ponce de
León, Diego de
Guzmán, Pedro
de. I conde de
Olivares
[Hurtado de]
Mendoza,
Francisco de
Manrique de
Ayala,
García
Ingreso en
Calatrava
Familia
1561
Hijo de
Andrés Ponce
de León,
caballero de
Santiago
Capitán General
del Reino de
Murcia
Casas de Ciudad
Real y Fuente el
Moral (15731603)
1544
Hijo de Juan
[Alonso Pérez] de Guzmán, duque
de Medina-Sidonia, [conde
de Niebla,
marqués de
Cazaza]
Alcaide de los Alcázares de
Sevilla; sirve a Carlos V en
Italia, Alemania y Túnez.
Puertollano,
(1545-1552.)
Piedrabuena
(1551-1563)
1564
Hijo de Íñigo
López de
Mendoza,
[III] marqués
de Mondéjar
y virrey de
Valencia y
Nápoles
Lucha en Guerra
de Las Alpujarras,
1569-1571.
Almirante de
Aragón y las
Indias. Almirante
en Flandes. Embajador en
Polonia (1597). Cautivo de
los holandeses, 1600-1602.
Valdepeñas
(1582-1622)
Hijo de Álvaro
de Ayala,
conde de
Fuensalida.
Capitán del tercio
de Lombardía.
Regidor y
procurador en
Cortes por Toledo. Redimido de penas en Calatrava
por acudir a la guerra de
las Alpujarras.
Daimiel (15821590 †)
1533
Méritos militares
Encomiendas
en la Orden
del maestrazgo de la Orden de Montesa a la corona. Los hechos (1492-1592)”, en
Martínez Ruiz, E; Suárez Grimón, V.(eds.). Iglesia y Sociedad en el Antiguo Régimen. III Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna. Las
Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas, 1995. Sobre su actuación
en el norte de África, véase Suárez Corvin Montanès, Diego: Historia del maestre
último que fue de Montesa de su hermano don Felipe de Borja la manera como gobernaron las memorables plazas de Orán y Mazalquivir, reinos de Tremecén y Ténez,
en África, siendo allí capitanes generales, uno en pos del otro, como aquí se narra.
Edición de Beatriz Alonso Acero y Miguel Ángel de Bunes. València: Institució
Alfons el Magnànim. 2005.
87
Francisco Fernández Izquierdo
Ingreso en
Calatrava
Familia
1565
Hijo de Pedro
González de
Mendoza
(señor de La
Torre)
Castellano de
Castilnovo
(Nápoles, 1565).
Militar en Flandes.
Villarrubia
(1569-1582)
Mestanza (15821599 †)
Mendoza [y
Manrique],
Jerónimo de
1571
Nieto de
Iñigo López
de Mendoza,
segundogénito del señor de
Almazán..
Hijo de Iñigo
López de
Mendoza
y María de
Bazán
Capitán. Recibe
merced hábito en
1562, pero está
cautivo en Argel
hasta 1571. Capitán general en Portugal.
Almuradiel
(1582-1596)
Almodóvar
(1596-1597 †)
Mendoza,
Juan de
1559
Capitán
Casas de Toledo
(1561-1569)
Abanilla (15691574 †)
Monroy, Pedro de
1556
Capitán con Carlos V y
Felipe II.
Casas de Talavera (1558- 1566
†)
1543
Capitán con Juan
de Austria en
represión de
revuelta de las
Alpujarras, 15691571. Gobernador de
Gibraltar, 1575.
Ballesteros
(1575-1577)
Cañaveral,
(1577-1590 †)
Capitán de la
guardia extrajera
de Felipe II
Jimena y Recena,
(1570-1578 †)
Nombre
Mendoza [y
Alarcón],
Álvaro de
Moreno, Antonio
Noycarmes,
Juan de
88
1576
Su padre,
barón de
Noycarmes
fue maestre de
campo general
con el duque
de Alba en los
Países Bajos
Méritos militares
Encomiendas
en la Orden
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Nombre
Tisnacq, Carlos
Ponce de León,
Pedro
Sarmiento de
Acuña [o Mendoza], Antonio
Silva, Juan de
[alias “El Corcovado”]
Tribulcio, Claudio, conde de
Melci
Ingreso en
Calatrava
Familia
1590
Hijo de Charles de Tisnaqc,
consejero de
Brabante,
tesorero
de Toisón,
presidente
del Consejo
de Estado
de Flandes
y presidente
del Consejo
Privado †
1573.
Capitán de la
Noble Guardia de
Archeros de Corps,
1578-1588.
Alcolea (15911597 †)
1585
Hijo de Rodrigo Ponce de
León, señor
de La Torre
de Mengíbar
[comandó
caballería
de Jaén en
Guerra de las
Alpujarras]
Sirve 14 años con su tío el
marqués de Santa Cruz en
la toma de las Azores.
Piedrabuena
(Juro) (15901622†)
1549
Hijo de Luis
Sarmiento de
Mendoza
Luchó contra losmusulmanes en
Lepanto y en
Túnez y contra los
moriscos de
Granada
Almagro (15591576 †)
1544
Hijo de Manrique de Lara,
comendador
de Guadalerza (1525) y
maestresala
de la
emperatriz
Isabel de
Portugal
Militar en San Quintín
(1557), Flandes (1559) y
Orán (1568-1569).
Capitán de las
guardas de Castilla.
Cautivo del rey de
Marruecos tras la
batalla de Mazalquivir
(1578).
Rescatado (1579).
Torroba (15591590) Obrero
(1590-1601 †)
Merced de hábito con 49
años “por su buen servicio
en la
guerra”.
Monroyo y Peñarroya, (15711591 †)
1568
Méritos militares
Encomiendas
en la Orden
89
Francisco Fernández Izquierdo
Nombre
Ulloa, Pedro de
Zúñiga y Córdova, Alonso de
Ingreso en
Calatrava
Familia
1560
Hijo de García
Alonso de
Ulloa
1567
Hijo de Pedro
de Ávila, I
marqués de la
Navas
Méritos militares
Encomiendas
en la Orden
Capitán [y alcaide
de Almuñécar]
Cañaveral
(1567-1569);Víboras (15691575†)
Capitán de una
compañía de las
guardas de Castilla
Mestanza (15671582) Almodóvar
(1582-1589)
Viso y Santa
Cruz, 15891593 †)
A esta veintena habría que añadir, al menos, otras tres decenas
de caballeros, de los que se informaba de su condición castrense en el
registro de despachos de la Secretaría de Calatrava, lo que supone en
conjunto de medio centenar de militares, aproximadamente el 13,5 %
de los 370 caballeros que ingresaron en la orden durante los reinados de
Carlos V y Felipe II57.
La Orden de Santiago, la más vinculada a la milicia, fue historiada por frey Diego de la Mota58, religioso santiaguista autor de diversas
57
58
90
Fernández Izquierdo, F: “Los caballeros cruzados en el ejército de la Monarquía
Hispánica…”, pp. 33-35. El número total de caballeros que ingresaron en Calatrava
se obtiene de las menciones en los registros de despachos de la propia orden. No
disponemos de cifras para Santiago o Alcántara.
Mota, Diego de la. Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del
Espada, y una declaracion de la Regla, y tres votos substanciales de Religion, que los
Freyles cavalleros hazen, y la fundacion del convento de Ucles, cabeza dela Orden,
con un catalogo de los Maestres, y priores, y de algunos cavalleros. Valentiae: Alvaro
Franco, 1599. Dedicado a Felipe III: “A.L.C.R.M. del Rey Felipe III administrador
perpetuo de la Orden de la Cavalleria de S.Tiago del Espada, por autoridad apostolica”. Consta de cinco libros: I. Vida y milagros del apostol Santiago y su Orden;
II. Confirmación de la orden por el Papa Alejandro III, anotaciones a la regla de
Santiago y catálogo de algunos caballeros; III. Fundación del convento de Uclés
y catálogo de Maestres y Priores; IV. El convento de Uclés, cabeza de la orden; V.
Índice de algunos aspectos relevantes en relación a la orden. Disponible edición
digitalizada en Internet de la Biblioteca Estatal de Baviera (Bayerische Staatsbi-
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
obras entre los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII, en el
Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del Espada59.
La obra se divide en varios libros, entre los que se encuentra la glosa de
la regla de la orden de Santiago y el catálogo de los maestres al modo
de la historiografía más clásica de las órdenes militares cuya cima está
ocupada por la Chronica de Rades. El segundo libro, titulado Catálogo
de algunos caualleros de la orden y Caualleria de Santiago60, contiene una
relación de 375 caballeros que identificó frey Diego de la Mota, la mayoría con servicios militares, especialmente en el período posterior a la
incorporación del maestrazgo a la corona, lo que abarca los años finales
del siglo XV y todo el siglo XVI, pues las referencias más modernas que
se registran llevan como fecha el año 1599, justo tras acceder al torno
Felipe III. Con esta información y otras fuentes, pudimos deducir que
en Santiago no menos del 30% de sus caballeros sirvieron en los ejércitos y milicias durante el siglo XVI, y los comendadores, que habían recibido sus encomiendas en función de servicios y lealtades, elevaban la
59
60
bliothek) ‹http://reader.digitale-sammlungen.de/resolve/display/bsb10160983.ht
ml›. También en AHN. Biblioteca, sign. 2698, ejemplar en prueba, en parte está
aún manuscrito.
Mota, frey Diego de la: El Apóstol Santiago. Libro instrucción para que los religiosos
de su orden caminen a la perfección de la caridad con un confesionario. Valencia:
Diego de la Torre, 1599. Id.: Tractatum de confirmatione Ordinis Militae Santi Jacobi de Spatha cum declaratione trium votorum substantialium quae in eo fiunt..
Valentiae: Apud Didacum de la Torre, 1599. Id.: Tratado sobre un problema en que
se advierte como se ha de pretender el Abito de las Órdenes Militares y los padres
encaminar a sus hijos. Valladolid: Lorenzo de Ayala, 1603. Id: Libro del principio de
la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del Espada, y una declaracion de la Regla, y tres
votos substanciales de Religion, que los Freyles cavalleros hazen, y la fundacion del
convento de Ucles, cabeza de la Orden, con un catalogo de los Maestres, y priores, y de
algunos cavalleros. Valentiae: Alvaro Franco, 1599. AHN. Biblioteca, sign. 2698. Es
un ejemplar en pruebas, pues parte está aún manuscrito, con errores en la numeración de páginas y las hojas que faltan han sido sustituidas por copias con letra
quizá de principios del XVII. Acceso digitalizado en la Biblioteca Nacional ‹http://
bibliotecadigitalhispanica.bne.es/webclient/MetadataManager?pid=2704671›
Mota, frey Diego de la: Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago…,
pp. 258-322.
91
Francisco Fernández Izquierdo
proporción casi al 50 %61. En las biografías sumarias de Mota, los episodios más relevantes de la guerra en el Mediterráneo aparecen al menos
en 85 caballeros de Santiago que participaron, y murieron, defendiendo
su patria y su fe. Entre los más relevantes estaban los capitanes generales
de las flotas, junto a otros personajes menos conocidos62.
4. La frontera en el Mediterráneo
Tras la conquista de Granada, el problema de la frontera terrestre
con los musulmanes en la península Ibérica se había trasladado al mar,
el Mediterráneo, donde se librarían los principales enfrentamientos durante los siglos XVI y XVII entre los dos polos culturales, religiosos y políticos: los imperios de los Habsburgo, y el imperio Turco, con especial
intensidad en los territorios costeros norteafricanos63.
Desde el oriente mediterráneo se había iniciado la expansión del
poderío de los otomanos, que habían puesto su objetivo en la conquista
del este europeo desde el siglo XIV, cuyo punto de inflexión se produjo
con la caída de Constantinopla en 1453 a manos del sultán Mehmet II. La
efectividad de la artillería y de tropas especialmente entrenadas como los
jenízaros resultó efectiva para poner fin a un dominio cristiano milenario,
el bizantino, y establecer en la ciudad de Estambul la capital del nuevo
61
62
63
92
Esta temática la he tratado en Fernández Izquierdo, F.: “Las Órdenes de Caballería
hispánicas y su proyección militar en los siglos XVI y XVII”, en Enrique García
Hernan-Davide Maffi (eds.): Guerra y sociedad en la Monarquía Hispánica. Madrid: Ediciones del Laberinto-CSIC-Fundación Mapfre, 2006, vol. II, pp. 861-884.
Por orden alfábetico, en las galeras del Mediterráneo Mota menciona a los santiaguistas Jaime de Alagón y Cardona, Álvaro de Bazán y Benavides, II marqués de
Santa Cruz; Juan de Cardona y Requesens; Manuel Castelví y Aragón; Cristobal
Centellas; Joaquín Centellas; Carlos Centurión de Negrón; Pedro Cervellón; Ioanetín Doria; Juan Andrea Doria; Marcelo Doria; Sinivaldo Doria; Juan de Mendoza y
de Luna, marqués de Montesclaros; Bernardino de Mendoza; Francisco de Mendoza; Juan de Mendoza; Pedro de Toledo, marqués de Villafranca; Lope de Valenzuela.
García Arenal, Mercedes y Bunes, Miguel Ángel de: Los españoles y el norte de África. Siglos XVI-XVIII. Madrid: Editorial Mapfre, 1992. Una reciente síntesis divulgativa sobre estos sucesos es la de Martínez Láinez, Fernando: La guerra del Turco.
Edaf: Madrid, 2010.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
imperio islámico. En los años siguientes, los enclaves costeros y el ducado
latino de Atenas fueron cayendo. Quedaba, no obstante, un escollo en el
propio seno del dominio marítimo, la isla de Rodas, donde residían los
caballeros de la Orden de San Juan, desde la caída de Acre en 1291, y un
establecimiento temporal en Chipre, en Limasol. La isla de Rodas había
sido capturada entre 1306 y 1310 por la Religión (como se autodenominaba la propia orden), lo que supuso un refuerzo en el papel militar de
los caballeros hospitalarios, que con su permanencia en oriente evitaron
con ello un destino como el que sufrió la Orden del Temple en aquellos
años. Tras la ocupación de Constantinopla, el sultán exigía tributos a los
caballeros, que los rechazaban sistemáticamente, así como los intentos de
asalto de las naves otomanas. En 1480 la ciudad de Rodas fue asaltada
y estuvo a punto de caer, e incluso padeció un terremoto en 1481, pero
la muerte de Mehmet II le permitió resistir otros cuarenta años, aunque
cada vez más aislada. Los sanjuanistas disponían de amplios dominios en
toda Europa, incluyendo conventos, hospitales y castillos, desde donde se
nutrían de caballeros que acudían a su sede principal en Rodas, residencia
del gran maestre. Se organizaban en lenguas, representadas por cada una
de las ocho puntas de la cruz de la orden: Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón (con Navarra), Inglaterra (con Escocia e Irlanda), Alemania,
Castilla (con Portugal). Este apoyo, pero también el corso –contra las naves musulmanas– y el comercio, eran el sustento de la Orden del Hospital.
Pero su tiempo en Rodas estaba contado. Poco después de haber accedido al sultanato, Solimán, llamado el Magnífico, instó en 1521 al gran
maestre de San Juan, Philippe Villiers de l’Isle Adam, a abandonar Rodas:
“Los monstruosos perjuicios que habéis causado durante años a mi sufrido pueblo han despertado mi piedad y mi cólera. Por lo tanto, os
orden rendir de inmediato la isla y la fortaleza de Rodas, y os concedo
mi misericordioso permiso para que las abandonéis salvos y sanos con
vuestras pertenencias más preciadas. Si sois sensatos, preferiréis la amistad, y la paz a la crueldad de la guerra”64.
64
Norwich, John Julios. El Mediterráneo, Un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones. Barcelona: Ariel, 2008, p. 283.
93
Francisco Fernández Izquierdo
Tras un largo asedio, con la flota y tropas otomanas comandadas
por el propio Solimán, en la Navidad de 1522, el maestre de L’Isle Adam
aceptó la rendición, y con la felicitación de su enemigo por la valentía
demostrada, y acompañado de los supervivientes, partieron hacia Creta.
En los años siguientes se asistió a la sucesión de dos hermanos,
los Barbarroja (Aruj y Jeireddín), de origen griego nacidos en la isla
de Mitilene (Lesbos), pero musulmanes, que con su experiencia como
piratas lograrían extender los dominios otomanos. En 1516 Aruj Barbarroja consiguió el sultanado de Argel, y acosar las plazas conquistadas
por los castellanos, así como las islas Baleares, aunque cayó en 1518 ante
la ofensiva del marqués de Comares, gobernador de Orán. Por su parte,
su hermano Jeireddin fue llamado en 1532 para hacerse cargo de la flota
otomana, que a partir de entonces supondría un enemigo cada vez más
poderoso para las naves y territorios cristianos (genovesas españolas, y
de los dominios de Carlos V en Italia: Nápoles, Cerdeña y Sicilia). Esto
llevó a una ofensiva en la que participó el propio emperador para conquistar Túnez en 153565, que venció sobre las fuerzas de Barbarroja.
El siguiente suceso importante se viviría en Malta, tras haber accedido a la corona española el rey Felipe II66. En la conquista de Túnez
intervinieron de forma sustancial los caballeros de San Juan, a quienes
Carlos V había concedido en 1530 las islas de Malta, Gozo y Comino67
65
66
67
94
Mota menciona a los siguiente caballeros santiaguistas participando en la conquista de Túnez: Salvador Aymerich, Jerónimo de Cabanillas, Galcerán de Cardona, Juan de Cardona, Gonzalo de Ledesma, Juan Rodríguez de Villafuerte, Luis de
Saoyosa y Gaspar soler de Marradas.
Un recorrido sintético por todos estos hechos puede seguirse en Abulafia, David. El
gran mar. Una historia humana del Mediterráneo. Barcelona: Crítica, 2013, pp. 425-464.
Fontenay, Michel: “Charles-Quint, Malte et la défense de la Mediterranée”, en Carlos V. Europeísmo y universalidad, Vol. III, pp. 177-192; Id. “Malte entre la France
et l'Espagne des Habsbourgs (XVIe-XVIIe siècles)”, en L'Orde de Malta, el regne de
Mallorca i la Mediterrània: Ponències. Palma, 25-28 d'octubre de 2000. Salvá Riera,
Jaime: La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra turcos y berberiscos
en los siglos XVI y XVII. mAdrid: instituto HistóriCo dE LA mArinA, CsiC, 1944.
García Martín, Pedro: “Historiografía de las lenguas hispanas de la orden de Malta
en la época moderna”, Stvdia Historica Historia Moderna, 24, 2002.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
para su asentamiento en otra sede que sustituiría a la pérdida de Rodas, y que vendría a dar también una nueva denominación de la propia
orden68. Desde allí, en los años sucesivos consiguieron reconstruir una
flota que ponía en jaque a las naves otomanas69. Los ataques entre cristianos e islámicos no cesaban, con enfrentamientos de dimensiones mayores, como el de los Gelves, en mayo de 1560, junto a la isla de Yeba (o
Djerba), en la costa tunecina, ganado por la armada de Piali Bajá sobre
las naves cristianas, mayormente españolas70. En el socorro de Orán, sucedido en 156271, volvemos a encontrar la participación de santiaguistas,
y en la recuperación del peñón de los Vélez en 156472.
En 1565, Solimán decidió que era preciso volver a aniquilar a
la molesta Orden de San Juan. Envió una armada, a las órdenes de su
yerno, Piale Pachá, y un ejército terrestre a las órdenes de su cuñado,
Mustafá Pachá, que se enfrentarían al maestre Jean Parisot de la Valette
y a sus caballeros. Con una lucha que se dilató desde mayo a septiembre dejando casi arrasadas las principales construcciones de la isla, lejos
68
69
70
71
72
Sobre la Orden de San Juan, ya establecida en Malta, véase Brogini, Anne. Malte, frontière de chrétienté (1530-1670) Universidad de Niza, Tesis doctoral. 2004.
Id.: Une ultime représentation de la Croisade: l'Ordre de Malte surgi et dépéri dans
les récits modernes (XVIème-XVIIIème siècles). Nice: UFR Lettres. 2002. Id. Malte, frontière de chrétienté, 1530-1670. [Rome]: Ecole française de Rome, 2006.
‹books.openedition.org/efr/111?lang=es›. Una visión tradiconal, en Coy Cotoner,
Agustín: Historia de la ínclita y soberana Orden de Malta, Madrid: Establecimiento
tipográfico de Juan Pérez Torre, 1913, pp. 103-133.
Sobre su organización, véase Olesa Muñido, Francisco Felipe: La organización naval de los estados mediterráneos y en especial de España durante los siglos XVI y XVII.
Madrid: Editorial Naval, 1968, tomo 2, pp. 1.078-1.107.
Según Mota, entre los sufrieron esta derrota, e incluso algunos fueron apresados,
estaban los santiaguistas Martín de Argote; Juan de Cardona y Requesens; Juan de
Castilla; Lope de Figueroa y Barradas; Juan Osorio de Ulloa; Álvaro de Sande (el
comandante español); Hernando de Vega.
Mota menciona a Enrique Cardona; Luis de la Cueva y Benavides; Juan Andrea
Doria; Juan de Tassis; Juan de Texeda; Fernando de Toledo; García de Toledo, marqués de Villafranca.
Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz; Enrique Cardona; Juan Andrea Doria;
Lope de Figueroa y Barradas; Luis Osorio; García de Toledo, marqués de Villafranca.
95
Francisco Fernández Izquierdo
de su base, las tropas turcas se debilitaban ante la feroz resistencia de
los cruzados, hasta que en septiembre llegó a la isla el socorro de Malta,
9.000 hombres enviados por el virrey de Sicilia don García de Toledo73.
Poco después, en 1569 se produjo el levantamiento de los moriscos en la Alpujarra granadina, lo podría suponer un verdadero peligro
para España en caso de que llegaran a recibir ayuda por mar74.
La derrota turca en Malta no amilanó al sultán, que en 1570 decidió expulsar a los cristianos de Chipre, que era un dominio veneciano
y con muchas propiedades de los caballeros de San Juan. Una alianza,
en la que se sumaron el rey Felipe II de España, el papa Pío V y Venecia,
sin embargo, no fue capaz de defender Chipre, que sufrió el ataque de la
flota a las órdenes de Piale Pachá y el ejército terrestre de Lala Mustafá
Pachá. En septiembre cayó Nicosia y los turcos pusieron cerco a Famagusta, donde se defendían los venecianos mandados por Marcantoni
Bragadin, que resistieron hasta agosto del año siguiente. Tras haberse
rendido, con la esperanza de poder salir de la isla hacia la de Creta, sin
embargo, Lalá Mustafá desató la crueldad que caracterizaba a los turcos, masacrando a los supervivientes que fueron torturados, empalados
y decapitados. La peor parte la llevó el comandante Bragadin, que fue
encarcelado, enfermó de sus heridas, se le obligó a arrastrarse con una
pesada carga a la espalda, lo izaron hasta el penol de la nao capitana para
que le insultasen lo marineros, y finalmente murió desollado vivo.
73
74
96
Brogini, Anne. 1565, Malte dans la tourmente: le “Grand siège” de l'île par les Turcs.
[Saint-Denis]: Bouchène, 2011. Mota, Libro del principio de la Orden…, menciona a los siguientes santiaguistas en el socorro de Malta: Pedro Bermúdez Santiso;
Gonzalo Bracamonte; Enrique Cardona; Juan de Cardona y Requesens; Luis de la
Cueva y Benavides; Juan Andrea Doria; Lope de Figueroa y Barradas; Antonio de
Múxica; Melchor de Robles (allí murió); Álvaro de Sandi; Fernando de Toledo;
García de Toledo, marqués de Villafranca; Alonso de Vargas.
Mota declara que en esta guerra participaron los santiaguistas Pedro de Acevedo;
Francisco Arévalo de Zuazo; Pedro Bermúdez Santiso; Juan de Castilla; Luis de la
Cueva; Pedro Enríquez de Guzmán, conde de Fuentes; Luis Fajardo, marqués de
los Vélez; Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar; Diego Maldonado de
Salcedo; Miguel Ramón de Moncada; Pedro de Padilla; Luis Ponce de León.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Con este fracaso, a los cristianos no les quedaba sino dar una respuesta suficiente para evitar que los turcos continuaran extendiendo su
poder. Por ello el 25 de mayo de 1571 se firmo un tratado, la Liga Santa, entre la Santa Sede, Venecia y España, dirigido contra los turcos y
todos sus vasallos musulmanes75. La previsión era proporcionar hasta
200 galeras, 100 barcos de transportes, 50.000 soldados de infantería
y 4.500 de caballería, provistos de artillería y munición, y se reunirían
cada primavera para realizar una campaña de verano. En el verano de
1571 la flota reunida por la Liga Santa estaba a las órdenes de don Juan
de Austria, hermanastro del rey Felipe II, capitán conjunto, Sebastiano
Venier por Venecia, y Marcantonio Colonna por el papado, además de
los veteranos Gian Andrea Doria, el veneciano Augustino Barbarigo y
los capitanes españoles Juan de Cardona y Álvaro de Bazán, marqués
de Santa Cruz, al frente de la flota, pero también como figura destacada de la Orden de Santiago, junto a sus hijos Francisco, de Calatrava,
y Pedro, de Alcántara76. El encuentro con la flota turca, envalentonada
por el éxito en Famgusta, se produjo el 7 de octubre en la entrada del
golfo de Patras, junto a Lepanto (actual Naupactos). Los turcos, a las
órdenes del almirante Alí Pachá, junto con Mehmet Saulk gobernador
de Alejandría, y Uluch Alí, al frente de una flota de 141 galeras, que se
enfrentarían a las naves cristianas: 132 galeras y seis galeazas, además de
galeones y barcos de abastecimiento. La batalla resultó muy favorable
para los cristianos, que derrotaron en toda regla a los turcos, y con ello
se estabilizó la expansión otomana en el Mediterráneo, aunque no se
75
76
García Hernán, David y García Hernán, Enrique: Lepanto: el día después. Madrid:
Actas Editorial, 1999. Rivero Rodríguez, Manuel: La batalla de Lepanto. Cruzada,
Guerra Santa e identidad confesional, Silex Ediciones, Madrid 2008. Id,: “La Santa
Sede y la defensa de la Cristiandad en la segunda mitad del siglo XVII”, en Ruiz
Gómez, Francisco y Molero García, Jesús M.: La Orden de San Juan entre el Mediterráneo y la Mancha, Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha, 2009, pp. 385-399.
Junto a Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, Mota da cuenta de la presencia
en la batalla de Juan de Cardona y Requesens; Pedro Cervellón; Juan Andrea Doria,
Lope de Figueroa y Barradas (donde capturó personalmente el estandarte de la
galera real turca del Bajá), Pedro de Padilla. La relación, con seguridad es apenas
una parte de los caballeros de órdenes que participaron en aquellos hechos.
97
Francisco Fernández Izquierdo
consiguió recuperar Chipre, pues no se llegaron a librar combates de
tal envergadura en los años siguientes. El papel de las naves de la Orden
de Malta, sin ser determinante por su escaso volumen, sin embargo, fue
destacado por actuar en el principal frente de la batalla.
En los enfrentamientos que se produjeron en los años sucesivos,
la presencia de caballeros de Santiago se mantiene77. Entre los episodios
destacables también se encuentra la fallida conquista de Alcazarquivir
por el rey portugués don Sebastián, que acabó con su vida y con la de
los nobles que le acompañaban en 1578. Las consecuencias fueron la
vacante del trono portugués y el acceso, por conquista, de Felipe II de
España, que consiguió unirlo a la corona castellana.
La situación dejaba pie a la actuación de piratas y corsarios de todas las religiones y países, con una navegación peligrosa, en la que los
asaltos, raptos y cautiverios en los presidios norteafricanos era un modo
de vida de muchos de los puertos musulmanes. Esta situación fue uno
de los motivos de la decisión de expulsar a los moriscos de la península
Ibérica en 1609. Las intervenciones navales en el Mediterráneo por parte
española y de las naciones cristianas continuarían durante todo el siglo
XVII, pero en un tono bélico de menor intensidad, especialmente por el
agravamiento de los frentes en el norte de Europa. La marina del gran
duque de Osuna (1611-1620), don Pedro Téllez Girón y Velasco, en el
reinado de Felipe III, mantuvo la continuidad de las operaciones navales
frente a los turcos78, mientras que durante el resto del siglo las tensiones
en el Mediterráneo se sucedían, aunque los escenarios del norte, la Guerra
de los Treinta Años y los conflictos internos en la década de 1640, consumieron los recursos de una monarquía acosada por todos los frentes79.
77
78
79
98
En Navarino (1572), Mota menciona a don Álvaro de Bazán, Enrique de Cardona
y Pedro de Padilla. Y en Túnez (1573), además de don Álvaro a Miguel Ramón de
Moncada y Juan Velázquez.
Véase la obra clásica de Fernández Duro, Cesáreo: El Gran Duque de Osuna y su
Marina; jornadas contra Turcos y Venecianos, 1602-1624. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1885, reed. En Sevilla: Renacimiento, 2006.
Velasco Hernández, Francisco: El otro Rocroi: la guerra naval contra Felipe IV en el
Mediterráneo suroccidental (o Mancha Mediterránea). Cartagena: Áglaya, 2005.
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
Los intentos de crear presidios en el norte de África defendidos por las órdenes militares son una constante durante el siglo XVI
y XVII, pero no pasaron de meros arbitrios80. Agustín Jiménez Moreno81, en su reciente tesis doctoral, aborda especialmente la literatura
que se ocupó de estas tentativas, en el capítulo 6 se analiza la relación
entre las órdenes militares y la profesión de Marte, partiendo de los orígenes de las órdenes en Tierra Santa en el movimiento de las Cruzadas, y
con el vínculo a la reforma cisterciense promovida por san Bernardo de
Claraval. Respecto al siglo XVI se abordan las escasas intervenciones de
las órdenes militares (proyectos de conventos en el norte de África tras
la campaña de Cisneros, convocatoria contra los comuneros, establecimiento de las galeras de Santiago con Felipe II), además del proyecto de
fusión de las órdenes italianas de San Lázaro y San Mauricio. Con ello,
saliéndose del discurso hasta ahora estrictamente castellano, se aborda
el problema del diferente rango entre los miembros de las órdenes castellanas respecto a los individuos que eran caballeros de otras órdenes
militares procedentes de dominios extrapeninsulares de la monarquía.
Se ocupa, en el reinado de Felipe II, de los memorialistas Juan Velázquez
o Ramón Ezquerra, partidarios de fundar una nueva orden militar o
destinar las existentes a la defensa marítima de los intereses hispánicos
en el Mediterráneo y el Atlántico. Estos planteamientos fueron seguidos
por D. Rafael de la Barreda y Figueroa, en el reinado de Felipe III, al proponer que se levantara un nutrido ejército de infantes y jinetes a partir
de las tres órdenes castellanas, junto a la valenciana de Montesa, y las
tres portuguesas, tras la incorporación de este reino por Felipe II, con
cuyas encomiendas habrían de ser financiados los oficiales y las tropas.
Entre sus objetivos estaría el mantenimiento de plazas fuertes en el litoral
80
81
Ya se mencionaban estos proyectos en el artículo clásico de WrigHt, L.p. “The Military Orders in sixteenth and seventeenth century Spanish society. The institutional
embodiment of a historical tradition”, Past and Present, 43 (1969), 34-70. Traducido
al español “Las Órdenes Militares en la sociedad española de los siglos XVI y XVII.
La encarnación institucional de una tradición histórica”, en Elliott, John H. (ed.):
Poder y sociedad en la España de los Austrias, Barcelona: Crítica, 1982, pp 15-56.
Jiménez Moreno, Agustín: Nobleza, guerra y servicio a la corona: los caballeros de
hábito en el siglo XVII. Tesis doctoral. Universidad Complutense, 2011.
99
Francisco Fernández Izquierdo
D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, con sus sucesivas esposas,
vistiendo armadura y un collar con una venera de la Orden de Santiago.
Palacio de El Viso del Marqués. Fotog. F. Fernández Izquierdo.
norteafricano, el mismo que proponía otro memorial presentado tras la
conquista de Larache en 1610. En ambos casos se calculaban los ingresos
posibles procedentes de las encomiendas y conventos de las órdenes, además de medias anatas y otros ingresos como las tres gracias y otras imposiciones sobre las rentas eclesiásticas. Pero lo más importante sería vincular de oficio a las órdenes con sus fines fundacionales y la declaración de
que los honores y prebendas se concedieran por servicios prestados. Con
Felipe IV parece establecerse esta práctica de que los hábitos militares
100
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
se concedieran por dichos servicios personales, y al revisar el memorial
anónimo Medidas para defender las costas de África, el autor introduce
una referencia a la marina toscana y a la orden de Santo Stefano así como
a la de San Juan, puestas como ejemplo por el autor del memorial, en
particular para la ocupación de la isla de Mogodor, un punto estratégico
en el Atlántico entre la costa, la península, Canarias y Madeira.
D. Francisco (Orden de Calatrava) y D. Pedro de Bazán (Orden de Alcántara),
hijos de D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Palacio de El Viso del Marqués.
Fotog. F. Fernández Izquierdo.
Siguiendo con otros memoriales (Pedro López del Reino, Murcia
de la Llana) se menciona la creación de órdenes nuevas, como la de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (dependiente de la Santa Sede)
en 1624, buscando un mayor compromiso de los que se integrasen en las
nuevas y en las tradicionales con las operaciones en las que estaba involucrada la monarquía española. En 1630 Manuel Riberos de León y un
real decreto derivado de una consulta de la Junta de Teólogos, planteaban
101
Francisco Fernández Izquierdo
también la dedicación de las rentas y miembros de las órdenes militares al
sostenimiento del ejército, fuera en persona o costeando sustitutos, pues el
Consejo de Órdenes se mostraba contrario a los servicios personales. Otra
propuesta más, a finales de la década de 1630, de D. Gregorio de Contreras, abundaba en reservar encomiendas y hábitos a los profesionales de
las armas, aunque admitía el nombramiento y pago de sustitutos de los
caballeros que no fueran personalmente a servir. Esta corriente reformista
insistía en las ideas de devolución de las órdenes militares y de los importantes recursos que tenían asignados, para fines castrenses, en defensa
de los intereses de la monarquía. Las convocatorias de los caballeros, su
sustitución por el pago de montados, y el levantamiento de batallones de
caballería, iniciaron a mediados del siglo XVII un retorno de las órdenes
militares hacia el ejército, aunque nunca perdieron su carácter aristocrático y confesional, como testimonios de especial lealtad hacia la monarquía.
Escudos de las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara.
Palacio del Viso del Marqués. Fotog. F. Fernández Izquierdo
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112
1544
e. 571
Segovia, 1514
Comendador de Carrizosa, Regidor y procurador
en Cortes, corregidor en
Málaga y Granada, fue
comendador de Carrizosa
en 1584; murió en 1587
Arévalo de Zuazo [y
Cuéllar], Francisco
Como corregidor de Málaga acudió contra los moriscos
de Granada, especialmente en Frigiliana; después fue corregidor de Granada y general de la costa de aquel reino
y su poblador
Mota, p. 300, PB VI,
p. 235, e. 571, SC I,
p. 106
Mota, p. 309, PB V,
p. 300-302, e. 495
Palermo, 1564
e. 495
Capitán de infantería española. Hijo de D. Carlos de
Aragón, capitán general del Reino de Sicilia, duque de
Terranova. Su abuelo paterno, D. Juan de Aragón, marqués de Terranova, lugarteniente y capitán general del
Reino de Sicilia.
Aragón [y Veintimiglia], César de
1594
Mota, p. 304
Cuatralvo (capitán de cuatro galeras), en muchas ocasiones de guerra
Hay tres Diego Osorio
con expediente del s. XVI
Mota, p. 308, PB II,
p. 145-146, e. 170
Marqués de Villasor. Fue
comendador de Villafranca.
Sirvió en Nápoles, capitán de campaña contra los forajidos. Estuvo en Portugal en las galeras de Nápoles. Diego
de la Mota le señala sirviendo en muchas ocasiones en
la guerra de Nápoles, capitán de campaña contra los forajidos. También estuvo en Portugal tuvo a su cargo las
galeras de Nápoles durante cierto tiempo
Fuente
Mota, p. 300
Otros datos
Capitán de infantería en la guerra de los moriscos de
Granada
Servicios militares
Álvarez Osorio, Diego
s. XV
e. 170
Expediente
Cab. Stgo.
Mota, p. 274
Alonso de Guzmán,
Juan
1569
Fecha
ingreso
Capitán general de Melilla
Duque de Medinasidonia
Alagón [y Cardona],
Jaime de
Origen, títulos
Conde de Villa
Sorras, en el Reino de Cerdeña
Acevedo, Pedro de
Apellidos, Nombre
Apéndice. Caballeros de Santiago con acciones de guerra en el Mediterráneo mencionados
por Diego de la Mota (1599)
Francisco Fernández Izquierdo
1575
1534
1528
1584
1579
1563
Señor de la Villa
de Mara [Mora],
en Cerdeña
Primer marqués
de Santa Cruz,
grande de Castilla. Granada
Segundo
Marqués de
Santa Cruz. Casa
de Santa Cruz
y Teba
Natural de Castropol, Asturias
Conde y marqués de Briatico.
Nápoles
Aymerich [y Boter],
Salvador
Bazán [y Guzmán],
Álvaro de
Bazán [y Benavides],
Álvaro de
Bermúdez Santiso,
Pedro
Bisbal, Juan Alfonso
Fecha
ingreso
Córdoba
Origen, títulos
Argote [ y de los
Ríos], Martín de
Apellidos, Nombre
e. 1.104
e. 1.029
e. 911
e. 914
e. 777 bis
e. 582 bis
Expediente
Cab. Stgo.
Comendador de la Barra
Capitán de infantería española dos veces en Itala, capitán
de caballos en Sicilia, capitán de infantería en los Gelves
donde fue capturado; tuvo a su cargo tres galeras en el
socorro de Malta, la guarda de Ronda y Marbella, sirvió
contra los moriscos de Granada, en la guarda de Mallorca. Capitán general de Navarra, reconoció el reino de
Portugal andado disfrazado, y luego fue veedor general
del ejército que entró en ese reino. Tuvo la guarda del
reino de Galicia cuando atacó Drake y maestre de campo
de la gente de guerra entre el Duero y el Miño.
Sirvió al emperador en todas las guerras, lugarteniente de
gobernador y capitán general del Reino de Sicilia
Comendador de Alhambra y la Solana, hijo de D.
Álvaro de Bazán, primer
marqués de Santa Cruz
Comendador mayor de
León por sus servicios.
Mota se detiene en sus
hazañas y los logros
conseguidos (victorias,
enemigos capturados,
etc.)
Al servicio del rey en las galeras en 1596, persiguió a los
que asaltaron Cádiz
Capitán general del emperador en 1554. Almirante de la
flota contra los franceses, capitán general de diez galeras
en 1561 en la toma del Peñón, el levantamiento de los
moriscos en 1569, en Lepanto en 1571 destacándose en
socorrer a la galera real, en Navarino en 1572, en Túnez
en 1573, etc.
Mota, 267
Mota, p. 287-288
Mota, p. 278
Mota, p. 277-278,
Mota, p. 269
Mota, p, 288, PB
VI, p. 286-285, r; e.
582 bis
No se conserva su
expediente, información
obtenida del libro de
genealogías
Fue capturado en los Gelves, después alférez de don Lope
de Figueroa, en el tercio de la Liga, y capitán del mismo.
Fue maestre de campo en la jornada de Portugal
Sirvió en la jornada de Túnez
Fuente
Otros datos
Servicios militares
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
113
114
Estuvo en las jornadas de Argel, Asaiz, en la Provenza, y
después gobernador del Principado de Cataluña
Gobernó la Goleta en el ínterín, y después fue general de
la artillería en Nápoles, donde falleció
Cardona [y Requesens], Juan de
Cardona, Pedro de
Carrillo de Quesada
1560
1565
e. 1.709
e. 1.565
Padre de don Luis y de
don Jaime de Castelví
Padre de D. Enrique de
Cardona
Sirvió al emperador en la jornada de Metz, en Lorena y
otras; cayó en los Gelves y fue rescatado; capitán general
de las Galeras de Sicilia, participó en socorro de Malta
en 1565, desembarcando 700 hombres al mando de Melchor de Robles, caballero de Santiago; estuvo en Lepanto,
general de las galeras de Nápoles, y en 1598 era virrey
de Navarra.
Sirvió como capitán general en Sicilia con el emperador,
en 1566 especialmente cuando Barbarroja desembarcó
en Pulla.
Comendador de Aledo y
Totana, trece
De la boca del emperador, sirvió en Alemania, toma de
Túnez, Argel.
Cardona, Juan de
Castelví y Alagón,
Artal de
Comendador de Museros,
hermano del almirante
de Aragón
Sirvió en la jornada de Túnez
Cardona, Galcerán de
Natural de
cerdeña, visconde de Sant Luri
y después conde
de Lacono
Comendador de Biedma
Estuvo en el socorro de Orán, la toma del Peñón y el
socorro de Malta que izo su tío Juan Cardona. También
estuvo en Lepanto y Navarino. Gobernador del Principado de Cataluña
e. 1.202
Cardona, Enrique
1563
Comendador de Montizón
Otros datos
Gentilombre de la boca de Carlos V, sirvió en las guerras
de Alemania, Argel, Túnez, San Quintín, gobernador de
la ciudad y Reino de Valencia
Servicios militares
Cabanillas, Jerónimo de
Expediente
Cab. Stgo.
Comendador de Criptana, mencionado por
Bernardino de Mendoza
Casa de Fuente
el Sol (Ávila)
Bracamonte [González Dávila], Gonzalo de
Fecha
ingreso
Se halló en el socorro de Malta, maestre de campo en
Flandes, en Moch
Origen, títulos
Apellidos, Nombre
Mota, p. 269
Mota, p. 304
Mota, p. 273
Mota, p. 285,
biografía extensa
Mota, p. 271
Mota, p. 269
Mota, p. 273
Mota, p. 273
Mota, p. 306
Fuente
Francisco Fernández Izquierdo
Mota, p. 314
Capitán de tres galeras y maestre de campo de infantería
italiana en Marsella, y en la armada.
Señor de la villa
de Oropesa, en
el Reino de
Valencia
Conde de Elda
Conde de
Alcaudete
Conde de
Alcaudete
Cervellón, Pedro
Coloma, Antonio
[Fernández de]
Córdoba y de Velasco,
Francisco
Córdoba, Alonso de
Centurión [de
Negrón], Carlos
1595
1592
exp. 2.107
e. 1.872
Alcaide y capitán general de Orán y Mazalquivir, donde
resistió importantes ataques; luego virrey de Navarra
Mota, p. 291
Hijo de don Alonso de
Córdoba y sobrino de
don Martín de Córdoba
Comendador de Villanueva de la Fuente
Mota, p. 292
Hermano de Carlos
Coloma
Alcaide del castillo de Alicante y después en 1598 virrey y
capitán general del Reino de Cerdeña.
Capitán general de Orán y Mazalquivir.
Mota, p. 314
Comendador de Dos
Barrios y Paracuellos
Peleó en Lepanto, con cuatro galeras; fue general de las
galeras de España.
Mota, p. 301
Mota, p. 309
Sirvió en una galera suya llamada Serafina en muchas
ocasiones de guerra.
Conde de Quirra
e. 1.729
Centellas, Joaquín
1579
Mota, p. 315
Castilla, Juan de
Sirvió en las galeras de Nápoles junto a D. Pedro de Toledo, y en las entradas de los franceses en Cataluña en 1597.
Mota, p. 269
Mota, p. 269
Fuente
Centellas, Cristóbal
Hermano del marqués
de Estepa
Hermano de don Luis de
Castelví
Sirve en 1597 como teniente de capitán general de la caballería de Cerdeña. En 1572 participó en echar de la isla
de Santiago en aquel reino a los turcos que desembarcó
el rey de Argel.
Maestre de campo de infantería en Cerdeña, estuvo en la
jornada de Chipre.
Otros datos
Servicios militares
Mota, p. 286
e. 1.710
e. 1.714
Expediente
Cab. Stgo.
Peleó en los Gelbes, se le rescató de Argel. Maestre de
campo en la guerra de Granada, castellano de Pamplona,
donde murió
1568
1585
Fecha
ingreso
Mota, p. 301
Conde de Lacono, vizconde de
Sant Luri
Barón de Samafi,
en el Reino de
Cerdeña
Conde de
Lacono
Origen, títulos
Capitán de la marina de Caller, en 1598.
Castelví [y Alagón]
Manuel de
Castelví, Luis de
Castelví, Jaime de
Apellidos, Nombre
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
115
116
Adelantado mayor de Andalucía, estuvo en la jornada de
Argel y trasladó los huesos de los reyes a El Escorial.
Adelantado del Reino de Murcia, intervino contra los
corsarios turcos y fue capitán general contra los moriscos
rebelados en 1569.
Conde de
Fuentes
Duque de Alcalá
Marqués de los
Vélez
Enríquez de Ribera,
Fernando
Fajardo, Luis
Estuvo en la expulsión de los Franceses de Nápoles y en la
toma de Siena; guerras del Piamonte y Lombardía como
coronel de la caballería española. Embajador en Francia,
estuvo en la guerra de las Alpujarras, gobernador del Estado de Milán, capitán general de Portugal, pasó a Flandes donde obtuvo muchas victorias
Enríquez de Guzmán,
Pedro
Doria, Sinivaldo
Capitán de las galeras de Milán, con el príncipe Doria
como general
Capitán de galeras en Génova
Doria, Juan Andrea
Doria, Marcelo
Estuvo en Orán, el Peñón, el socorro de Malta, Lepanto, y
en 1598, capitán general del Mar Mediterráneo
Comendador de Caravaca, padre de D. Pedro
Fajardo.
Comendador de Yeste
y trece en 1597. Mota
incluye una biografía
extensa.
Comendador de Caravaca
y trece. Mota incluye una
biografía extensa.
Hijo de don Luis de la
Cueva, comendador de
Bedmar
Hijo de don Alonso de
la Cueva, general de la
Goleta
Comendador de Bedmar,
hijo de D. Juan de la
Cueva
Hermano de Alonso
de Córdoba, conde de
Alcaudete. Comendador
de Socuéllamos y trece
Estuvo en la jornada de Mostagán, donde cayó preso y
fue llevado a Argel; prendió luego al emir Sulimán, rey
de Tremecén; resistió el asalto de Mazalquivir con su
hermano; luego fue alcaide y capitán general de galeras,
virrey de Navarra, y en 1597 era presidente del Consejo
de Órdenes.
Sirvió en la toma de la Goleta, de la que fue después general y pasó a Orán como alcaide, y prendió a Padilla en
la batalla de Villalar.
Sirvió en la Goleta en compañía de su padre, y en la jornada de Malta en 1565, gobernador y capitán general de
Canarias.
Otros datos
Servicios militares
Capitán de una escuadra de galeras.
Expediente
Cab. Stgo.
Doria, Ioanetín
Fecha
ingreso
Sirvió en la Guerra de Granada.
Señor de Bedmar
Marqués de
Cortes
Origen, títulos
Cueva, Luis de la
Cueva y Benavides,
Luis de la
Cueva y Benavides,
Alonso de la
Córdoba, Martín de
Apellidos, Nombre
Mota, p. 270
Mota, p. 273
Mota, p. 281-282,
Mota, p. 289
Mota, p. 289
Mota, p. 288-289
Mota, p. 289
Mota, p. 268 v.-269
Mota, p. 268 v.
Mota, p. 268 v.
Mota, p. 291-292
Fuente
Francisco Fernández Izquierdo
Capitán general del Reino de Granada, resistió el alzamiento de los moriscos; luego fue virrey y capitán general
del Valencia y de Nápoles.
Sirvió en las jornadas de Durban y en el levantamiento
de los moriscos de Granada.
Marqués de
Mondéjar
Natural de
Salamanca,
señor de la villa
de Noelejo
López de Mendoza,
Íñigo
Maldonado de Salcedo, Diego
Mota, p. 299-200
Mota, p. 300
Mota, p. 275-276
Mota, p. 269
Muy ejercitado en guerras, castellano del Castillo del
Lobo, en Nápoles, preso en los Gelbes de donde fue a
Constantinopla. General de las galeras de Sicilia y de Nápoles, y después de las Galeras de España. Murió siendo
virrey de Navarra.
Sobrino de Antonio de
Leyva, y sus hijos fueron
Alonso y Sancho de
Leyva.
Mota, p. 321
Hijo del marqués de la
Algava.
Mota, p. 271
Mota, p. 286 – 287
Mota, p. 271
Fuente
Comendador de los Bastimentos. Mota incluye una
biografía extensa.
Virrey y capitán general del Reino de Valencia, sofocó a
los moriscos en Espadán, fue a la jornada de Argel.
Sirvió al emperador y a Felipe II con gran arrojo en
Milán, los Gelves, Malta, Córcega, Flandes, el Peñón, Lepanto (donde capturó personalmente el estandarte de la
galera real turca del Bajá), Portugal, isla de San Miguel.
Alférez mayor de Sevilla, sirviendo en ocasiones de defensa de la costa.
Sirvió en la jornada de Argel, y cuando entró la reina
Isabel desde Francia, embajador de Felipe II en Valencia
en 1565, sobre la reducción de los morisco del Reino de
Valencia.
Se halló en la jornada de Túnez.
Otros datos
Fue comendador de Cieza
y Usagre, tuvo el hábito
de Santiago 85 años,
padre de D. Jaime Ferrer.
Servicios militares
Leyva[y Díez de
Guinea], Sancho de
e. 4.425
e. 3.084
Expediente
Cab. Stgo.
Mota, p. 266
1557
1572
Fecha
ingreso
Leyva, Diego de
Vizconde de
Chelva
Natural de
Guadix
Origen, títulos
Sirvió en la guerra de Granada en 1569, y se halló en la
victoria contra Abén Humeya. Peleó en combates singulares, y murió en una emboscada de moros.
Ledesma, Gonzalo de
Ladrón de Pallas,
Francisco
Guzmán, Luis de
Figueroa y Barradas[o
Zapata], Lope de
Ferrer, Luis
Apellidos, Nombre
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
117
118
Servicios militares
Mota, p. 301
e. 6.091
Mota, p. 285
1565
Comendador de Medina
de las Torres.
Comendador de las Casas
de Córdoba
Mota, p. 289-290
Mota, p. 292-293
Capitán de infantería, estuvo en.los Gelbes, y en la isla de
Cirquisea pasó con la gente y metió el socorro.
Maestre de campo de infantería española en la guerra
de Granada en 1570, estuvo en Lepanto, en la galera real
apoyando al maestre de campo D. Lope de Figueroa; del
consejo de D. Juan de Austria; participó en Navarino y
Túnez; virrey de Mallorca y de Cerdeña.
Comendador de Socuéllamos
Mota, p. 272
Hermano de Antonio
de Mendoza, e hijo del
marqués de Mondéjar
General en la Goleta, y de las Galeras de España, y tomó
las galera de Alihamer y Caramami en 1540, en Alborán,
después de que hubieran saqueado Gibraltar.
General de las galeras de España, en lugar de don Juan de
Mendoza, que murió en la Herradura; socorrió a Orán y
Mazalquivir, pero no pudo concluir el encargo de conquistar el Peñón de Vélez de la Gomera, por enfermar
y morir.
General de las galeras de España, yendo a suministrar
ayuda a Orán y Mazalquivir, falleció en una tempestad
en la Herradura en 1562
Mota, p. 315
Mota, p. 293
Fuente
Hijo de don Juan de
Mendoza, caballero de
Santiago
Otros datos
Capitán de una compañía de gente de armas de las guardas de Castilla, sirvió en las galeras de España enl os últimos siete años en muchas ocasiones
Veedor general de las galeras de España, estuvo en el socorro de Mazalquivir, jornada de Inglaterra y otras. Proveedor general en 1588.
Osorio de Ulloa [y
Miranda], Juan [de]
e. 5.402
Expediente
Cab. Stgo.
Mota, p. 282
1534
Fecha
ingreso
Sirvió en Italia, en el socorro de Malta, con dos compañías de infantería en Flandes, en el sitio de Mos de Nao
junto al duque de Alba y estuvo a punto de matar allí al
príncipe de Orange.
Marqués de
Montes Claros
en 1597
Origen, títulos
Múxica, Antonio de
Moncada [y Bou],
Miguel Ramón de
Mendoza, Juan de
Mendoza, Francisco de
Mendoza, Bernardino de
Mendoza y de Luna,
Juan de
Manrique, Jorge
Apellidos, Nombre
Francisco Fernández Izquierdo
Sánchez de Valenzuela, Lope
Estuvo en la conquista de Orán en 1509.
Mota, p. 284[276]285
Comendador de Mures y
Benezuza
Romero de Ibarrola,
Julián
e. 7.213
Capitán de infantería española, sirvió en muchas ocasiones con Carlos V y Felipe II, llegando a ser maestre
de campo en luchas contra herejes, moros y rebeldes,
siendo uno de los más valerosos y famosos soldados de
su tiempo.
Natural de
Torrejoncillo,
obispado de
Cuenca
Rodríguez de Villafuerte, Juan
1560
Mota, 267
Estuvo en la coronación de Carlos V, también en Túnez,
y cuando entró el emperador en Francia.
Vecino de
Madrid
Robles [y Leyte],
Melchor de
Mota, p. 272
Mota, p. 293-294
Hijo de Lope de Robles y
de doña María Leite
Gentilhombre de la boca del emperador don Fernando,
tío del rey Felipe II; maestre de campo de infantería española en Sicilia, con don Juan de Cardona; general de las
galeras de Sicilia que metió el socorro en Malta, donde
murió.
Nacido en
Castilla, aunque
le llamaran caballero portugués
Ponce de León, Luis
e.7.071
Mota, p. 300-301
Bajo sus armas se hallaron cilicios y su muerte
fue muy exaltada en los
púlpitos en Sevilla.
Sirvió en la guerra contra los moriscos, donde murió
De la casa del
duque de Arcos
Padilla, Pedro de
1560
Mota, p. 280-281,
Capitán de infantería en Flandes, maestre de campo en
Nápoles y con su tercio estuvo en la guerra de las Alpujarras, en Lepanto, Navarino, Orán, Portugal. Castellano
del Castillo de Milán, y peleó después contra herejes. Gobernador del Estado de Milán y del Consejo de Guerra.
Natural de
Talavera de la
Reina
Mota, p. 274
Mota, p. 293
Fuente
Comendador de Estepa
y trece en 1597. Mota
incluye una biografía
extensa.
Otros datos
Tuvo dos hijos, Álvaro
Ossorio y Juan Ossorio,
capitán y maestre de
campo.
Servicios militares
Sirvió en Villalar, entró con el estandarte real en Salamanca, sirvió en Túnez, y la Goleta.
Expediente
Cab. Stgo.
Ossorio, Antonio
Fecha
ingreso
Maestre de campo de infantería española del Reino de
Sicilia en el Peñón de Vélez de la Gomera, al mando de
dos galeras, del Consejo de Guerra. Murió en una escaramuza naval con moros.
Origen, títulos
Osorio, Luis
Apellidos, Nombre
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
119
120
Maestre de campo de Carlos V en Túnez, San Quintín
y Flandes.
Sirvió en las guerras de Hungría, Alemania, Túnez, Argel.
Virrey y capitán general de Mallorca, caballero muy valiente apreciado por el emperador
Correo mayor de todos los reinos y señoríos de Felipe II;
se señaló en el socorro de Orán
Estuvo en el naufragio de la Herradura en 1562, pero
pasó al socorro de Orán, estuvo en 1564 en la toma del
Peñón, en el 65 en el socorro de Malta, y pasó a Flandes
en 1567. Fue alférez, capitán y fue herido en Arlen. Estuvo en Portugal, en el desembarco en Cascais, con su
maestre de campo don Rodrigo Zapata y en la Tercera.
Regresó a Flandes, recibió el castillo de Barleta. En 1587
con un tercio de infantería española marchó a las Indias
como capitán general de Cuba, defendiéndose allí de una
flota inglesa. Regresó a Flandes, al Consejo de Guerra del
archiduque
Sandi, Álvaro de
Saoyosa, Luis de
Soler de Marradas,
Gaspar
Tassis, Juan de
Texeda, Juan de
Comendador de Villarrubio. Gaspar Marradas,
Juan Aguilón y Miguel
Canoguera fueron apresados en Francia mientras
cumplían misiones del
emperador.
Hermano de Pedro de
Tassis
Fue comendador de
Horcajo. Su hijo fue D.
Rodrigo de Sandi. Mota
se detiene en su biografía
con amplitud.
Expediente
Cab. Stgo.
Coronel de infantería española en Nápoles, maestre de
campo en la Goleta y Sicilia. En 1543 y 1544 luchó contra
los luteranos en Dura, Metz y Sandezir. Luego en la pérdida de los Gelves donde fue capturado, en el socorro de
Malta, donde se distinguió especialmente por su coraje,
que logró echar a los turcos y que Felipe II le diera la villa
de Piovar en el Piamonte y el título de marqués.
Fecha
ingreso
Otros datos
Origen, títulos
Servicios militares
Apellidos, Nombre
Mota, p. 290,
biografía extensa
Mota, p. 292
Mota, p. 270
Mota, p. 277
Mota, p. 274,
Fuente
Francisco Fernández Izquierdo
Virrey de Navarra y embajador en Roma, tomó Anxiano,
virrey de Sicilia, capitán general en la jornada de África
en 1550, presidente de Castilla.
Vega, Hernando de
Vega, Juan de
Señor de Grajal
Estuvo en el socorro de los Gelves y otras ocasiones
Vargas, Alonso de
Comenador de Hornachos
Comendador de Hornachos. Hijo de Hernando
de Vega, y a su vez su hijo
también se llamó Hernando de Vega
Comendador de Socobos
Mucha experiencia en guerra hasta ser gobernador de la
caballería en Flandes y general de la caballería de España,
de Consejo de Guerra, general del ejército en la jornada de Aragón en 1591. Participó en el socorro de Malta
como capitán de infantería, y la conquista de Portugal
Mota, p. 300
Comendador de los
Bastimentos
Sirvió en la guerra contra los moriscos
Valenzuela, Lope de
Mota, p. 268
Comendador de Ricote
Tuvo a su cargo dos compañías de caballos en Flandes,
participó en la toma de las Azores, general de las galeras
de Nápoles.
Marqués de
Villafranca
Toledo, Pedro de
Mota, p. 271
Mota, p. 271
Mota, p. 276
Mota, 267-268
Comendador de Azuaga
Virrey y capitán general de Nápoles, sirvió también en
la toma de la Goleta, y murió al intentar cercar Siena, en
1552
Marqués de
Villafranca
Mota, p. 268
Mota, p. 293
Fuente
Toledo, Pedro de
Hijo del conde de Alba
de Liste
Otros datos
Fue al socorro de Orán, Malta, Flandes, donde fue capitán de infantería, de caballos y maestre de campo, en
la jornada de Portugal vino con dos tercios de Flandes;
recibió en Barcelona a la emperatriz doña María, hermana de Felipe II
Servicios militares
Comendador de Azuaga.
Padrede D. Pedro de
Toledo
Expediente
Cab. Stgo.
Toledo, García de
Fecha
ingreso
Muy experto en cosas de guerra, virrey de Cataluña, capitán general de las galeras de Nápoles, fue con Juan de
Vega a cercar la ciudad de África, capitán general en la
toma del Peñón en 1564, y el siguiente en el socorro de
Malta.
Origen, títulos
Marqués de
Villafranca
Toledo, Fernando de
Apellidos, Nombre
Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas
121
122
Zapata, Rodrigo
Zapata, Lope
Velázquez, Juan
Apellidos, Nombre
Natural de
Madrid
Origen, títulos
Fecha
ingreso
Expediente
Cab. Stgo.
Mota, p. 287
Mota, p. 287
Fue comendador. Primo
hermano de don Lope
de Figueroa. Hermano
de Rodrigo y Francisco
Zapata, hijos de don
Rodrigo Zapata, natural
de Madrid
Hermano de los anteriores, Lope y Francisco,
todos hijos de don
Rodrigo Zapata, natural
de Madrid
Capitán de caballos, se halló en el socorro de Orán, en
Flandes rompió el sitio de Mos de Nao.
Estuvo en el socorro de Orán, alférez de su hermano D.
Francisco, y capitán de infantería, cuya compañía era llamada la de “la sangre” por los estragos que hacía. Capitán
de caballos en Flandes, maestre de campo en Portugal.
Fuente
Mota, p. 309
Otros datos
Fue comendador
Capitán de infantería en el Reino de Nápoles, y estuvo
con ella en la jornada de Túnez en 1573; en 1597 gobernador y capitán general de la provincia de Guipúzcoa,
Fuenterrabía y San Sebastián.
Servicios militares
Francisco Fernández Izquierdo
Retener castillos, controlar
la frontera. La estrategia
de Castilla frente al reino nazarí
de Granada al final de la
Edad Media
Jesús Molero García1
1. Introducción
El tema de la frontera se ha convertido en un tópico historiográfico en las últimas décadas. No hay historiador que se resista a tratar la
cuestión para cualquier época o lugar. Se habla de fronteras exteriores e
interiores; fronteras políticas, económicas, socio-culturales y religiosas;
fronteras como ámbitos de separación pero también como lugar de intercambio y mestizaje cultural. Fronteras en fin, como espacios físicos
que han conformado un determinado paisaje histórico, y fronteras simbólicas y mentales que transcienden con mucho las barreras y demarcaciones políticamente establecidas2.
1
2
Universidad de Castilla-La Mancha
Sobre las múltiples acepciones del término frontera, no necesariamente materiales,
ver MITRE FERNÁNDEZ, Emilio, “La cristiandad medieval y las formulaciones
fronterizas” en Fronteras y fronterizos en la historia. Valladolid, 1997, pp. 7-62. Ver
también las consideraciones metodológicas y conceptuales de TOUBERT, Pierre,
“Frontière et frontières: un objet historique” en Castrum 4. Frontière et peuplement
123
Jesús Molero García
Pero seguramente si hay una época en la que el hecho fronterizo
está más presente que nunca es sin duda el medievo hispánico. Como
es sabido, la Península Ibérica fue durante siglos la frontera por antonomasia3. Era el confín de occidente, el espacio de confrontación entre los
reinos cristianos y musulmanes y no sólo como entidades políticas, sino
ante todo como realidades socioculturales diferentes cuando no antagónicas, contrapuestas. Pero a su vez, la España medieval era frontera
en el sentido de tierra de oportunidades, ámbito de expansión y de crecimiento. Se ensanchaba la civilización occidental y cristiana en detrimento de la islámica, lo que supuso para los reinos cristianos un notable
crecimiento económico y un enriquecimiento cultural sin precedentes.
Se habla de la España de las tres culturas, una sociedad admirada y las
más de las veces mitificada, pero que en el fondo no es otra cosa que una
realidad socio-cultural fronteriza4.
De la misma manera América ha sido y aún sigue siendo tierra
de frontera. Con frecuencia se ha interpretado la conquista y colonización del continente americano como la última empresa épica medieval,
como epílogo de las guerras de la reconquista. En efecto, el tema del Im-
3
4
124
dans le monde méditerranéen au Moyen âge. Madrid, 1992, pp. 9-17; Id. “Le concept
de frontière. Quelques réflexions introductives” en Identidad y representación de la
frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 1-4.
La bibliografía sobre la realidad fronteriza en la España medieval y sus diferentes
concreciones territoriales es muy abundante, sirva de ejemplo el coloquio Aragón
en la Edad Media: sesiones de trabajo. 2º Seminario de Historia Medieval. Universidad de Zaragoza, 1993, reunión científica donde se presentaron ponencias que
abarcaban prácticamente toda la Península y el Seminario de la Casa de Velázquez:
AYALA MARTÍNEZ, Carlos de; BURESI, Pascal y JOSSERAND, Philippe (ed.),
Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001.
Una excelente revisión historiográfica sobre el tema puede verse en GARCÍA FITZ,
Francisco, “¿La “España de las tres culturas”? El mito de la tolerancia y los límites
de la coexistencia en la España medieval” en Diálogo de civilizaciones Oriente-Occidente. Aportaciones al entendimiento internacional (Simposio internacional celebrado en Cáceres, 2001). Cáceres, 2002, pp. 127-155.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
perio fue considerado por los padres de la historiografía hispana5 como
la aportación más significativa de los españoles a la Historia Universal.
Los trabajos de síntesis sobre la Historia de España, desde el clásico libro
de Pierre Vilar6 hasta los más recientes de Fernando García de Cortázar7,
Manuel Fernández Álvarez8, Joseph Pérez9 o Carlos Gil Andrés10 insisten
en esta consideración. La mayoría de estos autores coinciden en señalar
que el descubrimiento y la creación de la América hispánica no es sino
el resultado del proceso histórico seguido por el reino de Castilla en
expansión desde la Edad Media. Los castellanos conquistaron aquellas
tierras como si fueran caballeros de la reconquista, una empresa santa
impregnada de un espíritu místico y de aventura del que no era ajeno la
avaricia económica y el afán por conseguir honor y fama. Así lo manifestaba uno de sus protagonistas, Bernal Díaz del Castillo en su Historia
verdadera de la conquista de Nueva España (1568) cuando decía que la
conquista se había hecho:
“Por servir a Dios y a su majestad y dar luz a los que estaban en tinieblas y también por haber riquezas que todos los hombres venimos a
buscar”11.
El punto de partida para comprender la realidad fronteriza americana es sin duda el medievo hispánico y en particular la experiencia
castellana frente al último reducto musulmán: el reino nazarí de Grana5
6
7
8
9
10
11
Nos referimos fundamentalmente a SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, España.
Un enigma histórico. Buenos Aires, 1962; CASTRO, Américo, La realidad histórica
de España. México, 1954 y la magna obra en varios volúmenes dirigida por Ramón
MENÉNDEZ PIDAL y continuada después por José María JOVER, Historia de
España. Espasa Calpe, Madrid.
VILAR, Pierre, Historia de España. Barcelona, 2008.
GARCÍA DE CORTÁZAR, Fernando, Historia de España: de Atapuerca al euro.
Barcelona, 2002.
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel, España. Biografía de una nación. Madrid, 2010.
PÉREZ, Joseph, Entender la Historia de España. Madrid, 2011.
GIL ANDRÉS, Carlos, 50 cosas que hay que saber sobre Historia de España. Barcelona, 2013.
DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España.
México, 1976, p.21.
125
Jesús Molero García
da. Conviene insistir en que la conquista de América, al menos en sus
comienzos, fue una empresa eminentemente castellana. Castilla financió los viajes de Colón porque a finales del siglo XV era una auténtica
potencia económica y marítima. Contaba con una flota numerosa y moderna, adaptada a las nuevas técnicas de navegación. Además disponía
de un contingente militar extremadamente cualificado que había logrado una inestimable experiencia en combate en las guerras de sucesión
de Enrique IV y en la guerra de Granada12. El espíritu belicoso propio de
la reconquista y las ansias de botín y fama harían el resto13.
Incluso la colonización y administración de las tierras americanas
se hizo de forma similar a como se habían repoblado las tierras ganadas
al islam. Las capitulaciones se asimilaban a los permisos de conquista
otorgados por la corona y las encomiendas de Indias no son sino una
institución copiada de las encomiendas medievales de las órdenes militares. En este sentido la experiencia acumulada durante más de 200 años
en la “frontera estable” de Granada sería determinante en su proyección
americana. Experiencia que abarcaba todas las facetas de la vida, desde
la defensa de la tierra y la población, a los intercambios culturales y comerciales, pasando por las acciones más o menos descontroladas de los
fronteros, bandidos, rufianes y soldados de fortuna que vivían en la franja
utilizando la táctica del terror en beneficio propio14. La creación de instituciones y cargos específicos, por ejemplo el adelantado de la frontera15,
o la construcción y dotación de castillos fronterizos encomendados las
12
13
14
15
126
El mayor especialista en la guerra de Granada es Miguel Ángel LADERO QUESADA, Castilla y la conquista del reino de Granada. Granada, 1987 y del mismo autor
Las guerras de Granada en el siglo XV. Barcelona, 2002.
Sobre la evolución de la corona de Castilla en el siglo XV y su relación con la empresa americana puede verse IZQUIERDO BENITO, Ricardo y RUIZ GÓMEZ,
Francisco, “La Edad Media y el imperio español” en Un siglo de España: Centenario
1898-1998. Cuenca, 1998, pp. 115-130.
Sobre este particular ver ROJAS GABRIEL, Manuel, La frontera entre los reinos de
Sevilla y Granada en el siglo XV (1390-1481). Cádiz, 1995, en especial el capítulo 2.
Cargo creado en tiempo de Alfonso X para velar por los intereses de la monarquía
en la frontera (PÉREZ BUSTAMANTE, Rogelio, El gobierno y la administración
territorial de Castilla (1230-1474). Madrid, 1976, t. I, pp. 353-356).
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
más de las veces a caballeros de órdenes militares, son dos aspectos clave
de la estrategia castellana. En las líneas que siguen dedicaremos especial
atención a esta última cuestión, centrándonos en el papel que tuvieron
las fortificaciones en la estrategia política castellana en la frontera.
2. Evolución del concepto de frontera en la Edad Media hispana
2.1. Primera época: La frontera como marca (siglos VII-X)
Etimológicamente, la palabra frontera procede del latín frons,
-ntis que significa “frente” en su acepción estrictamente militar. Durante
la Alta Edad Media este término no suele usarse en los textos, prefiriéndose otros vocablos que también proceden del latín para aludir al hecho
fronterizo: fines, -is y sobre todo limes, -itis. Es el caso del limes visigodo frente a las tribus cántabras y vasconas del norte peninsular, espacio
creado a imagen y semejanza del viejo limes romano, o el limes bizantino establecido por Leovigildo en la franja del sureste como separación
de los dominios bizantinos tras las conquistas de Justiniano (mediados
del siglo VI). En ambos casos se trata de espacios militarizados de separación político-administrativa con defensas estáticas (castra, castellum)
y con guarniciones semi-permanentes.
Cuando los musulmanes conquistaron el reino visigodo de Toledo
ocuparon la práctica totalidad de la Península salvo los espacios montañosos del norte peninsular. Allí surgieron unos núcleos de resistencia que
con el tiempo evolucionaron hasta convertirse en los primeros reinos
cristianos. En los años 40 del siglo VIII una revuelta bereber de ideología
Jariyí y Yemení se extendió del Magreb a la Península y provocó que todo
el valle del Duero fuera abandonado a su suerte por el poder musulmán. Desde entonces el “desierto estratégico del Duero” como lo definió
Claudio Sánchez Albornoz, se manifestó como una espacio fronterizo
desestructurado y muy poco poblado, una marca de separación difusa de
cientos de kilómetros entre las dos realidades (véase Mapa 1).
127
Jesús Molero García
Pero como espacio fronterizo que era se trataba también de un
lugar de oportunidades, una tierra de nadie susceptible de ser colonizada por los pobladores cristianos de las montañas. La llamada repoblación de presura es la evidencia más clara de esta coyuntura. En un
segundo momento (ss. X-XI), la creación de los grandes concejos de
las Extremaduras, cuyos amplios alfoces se extendían hacia el sur a lo
largo de las rutas ganaderas, son también prueba evidente de la escasa
territorialización del poder político y de los vaivenes de la reconquista16.
Mapa 1
La Península Ibérica en la Alta Edad Media (siglos IX-X)
La frontera como marca (rayado el “desierto estratégico del Duero”).
Fuente: LAPIEDRA, Eva, “Tolerancia y multiculturalidad (4ª parte)” en Araboislámica [en línea], 11
de enero de 2009. Disponible en < http://araboislamica.blogspot.com.es/>
[consulta 27/03/2014].
16
128
La “marca” es una zona extrema, imprecisa y sin ningún poder estable y administrativamente canalizado (MARAVALL CASESNOVES, José Antonio, Estado moderno y mentalidad social. Vol. I, Madrid, 1972, pp. 121-132).
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
Por su parte en el ámbito oriental, la expansión carolingia en la
vertiente sur de los Pirineos culminó también con la creación de un
espacio fronterizo pero mucho más elaborado: la Marca Hispánica, origen de los futuros condados aragoneses y catalanes. En este ámbito las
estructuras feudales y la erección de fortalezas (castillos termenados)
sirvieron para encuadrar a la población y defender el territorio desde
fechas tempranas (ss. IX-X)17.
2.2. Segunda época. Una frontera ideológica y en movimiento (siglos XIprimera mitad del siglo XIII)
Tras la desintegración del califato de Córdoba en los débiles e
inestables reinos taifas y la quiebra del régimen vasallático-tributario de
las parias, los distintos estados cristianos se sintieron lo suficientemente
fuertes como para plantearse como objetivo político fundamental, la conquista sistemática de territorios anteriormente ocupados por el islam. Es
la época por excelencia de la reconquista con hitos tan significativos como
la toma de Toledo (1085), Zaragoza (1118), Calatrava (1147), Córdoba
(1236), Sevilla (1248) y Cádiz (1262), hechos de armas que coinciden
con una profunda transformación de la realidad fronteriza18. La frontera
sigue siendo un espacio en profundidad, un territorio encastillado que
sirve a su vez de demarcación político-militar y de separación religiosa. Este último aspecto es el que cobra protagonismo en estos instantes.
La frontera se constituye en un territorio de cruzada y de expansión de
la cristiandad occidental19. Es un ámbito de confrontación ideológica,
17
18
19
SABATÉ, Flocell, La feudalización de la sociedad catalana. Granada, Universidad de
Granada, 2007.
Ver LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “Sobre la evolución de las fronteras medievales hispánicas (siglos XI a XIV)” en Identidad y representación de la frontera en
la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 5-50; y el trabajo de BAZZANA, André, GUICHARD, Pierre y SÈNAC, Philippe, “La frontière dans l’Espagne
médiévale” en Castrum 4. Frontière et peuplement dans le monde méditerranéen au
moyen âge. Madrid, 1992, pp. 35-59.
Sobre la realidad fronteriza plenomedieval y la confrontación socio-religiosa ver:
GAUTIER-DALCHÉ, Jean, “Islam et Chrétienté en Espagne au XIIe siècle. Contribution à l’étude de la notion de frontière” en Hespéris, n.º 47 (1959), pp. 183-217;
129
Jesús Molero García
de lucha entre el bien, representado por la militia christi, en especial los
caballeros de las recién creadas órdenes militares20, y el mal, es decir, los
yihadistas islámicos, fundamentalmente el imperio almohade.
Conviene llamar la atención que es en esta época cuando aparece
por vez primera en lenguas romances el término “frontera” en las fuentes escritas y se hace siempre en relación con al-Andalus y el islam. El
primer caso conocido es el testamento de Ramiro I de Aragón (1059)
cuando se habla de la “frontaria” como espacio de separación de la “terra maurorum”21. Posteriormente, en 1171, se usa ya en la cancillería
leonesa, en concreto en la donación de Fernando II a la Orden Militar
de Santiago del castillo de Almofrag, situado “in ripa Tagi, in frontera
sarracenorum”22 y una década después, en 1183 lo hace en un documento castellano, cuando Alfonso VIII dona el castillo de Consuegra a la
Orden de San Juan de Jerusalén, fortaleza que se encontraba próxima a
20
21
22
130
GUICHARD, Pierre, “Avant Tordesillas: la délimitation des terres de reconquête
dans l’Espagne des XIIe et XIIIe siècles” en Le partage du monde. Échanges et colonisation dans le Méditerranée médiévale. Paris, 1998, pp. 453-460. BURESI, Pascal,
“Nommer, penser les frontières en Espagne aux XIe - XIIIe siècles” en Identidad y
representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001,
pp. 51-74; Id. La Frontière entre Chrétienté et Islam dans la Péninsule Ibérique. Du
Tage à la Sierra Morena (fin XIe-milieu XIIIe siècle). Paris, 2004.
De la abundante bibliografía sobre el origen de las órdenes militares y su papel en
la frontera destacamos RUIZ GÓMEZ, Francisco, Los orígenes de las Órdenes Militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250). Madrid, 2003;
AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media
(siglos XII-XV). Madrid, 2003; RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, Enrique, Los
monjes guerreros en los reinos hispánicos. Las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad Media. Madrid, 2008.
SÉNAC, Philippe, ““Ad castros de fronteras de mauros qui sunt pro facere”. Note sur
le premier testament de Ramire Ier d’Aragon” en Identidad y representación de la
frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, pp. 205-221. Del mismo
autor: “Frontière et reconquète dans l’Aragon du XIe siècle” en Frontières et espaces
pyrénéens au Moyen Âge. Perpignan, 1992, pp. 47-60.
Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares (OO.MM.), Uclés, Carpeta
58, n.º II.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
Toledo “in fronteria maurorum”23. En todos los casos nos encontramos
con la misma concepción de la frontera: se trata de un espacio abierto
y mal definido, un lugar de confrontación política e ideológica, pero
también un territorio de evangelización y de expansión económica susceptible de ser integrado en el mapa político de los reinos cristianos.
Mapa 2. La Península Ibérica a principios del siglo XIII.
La época de la frontera en movimiento y la cruzada
Fuente: PÉREZ, Toni: “Los reinos cristianos” en Aula Digital de Ciencias Sociales [en línea],
4 de febrero de 2013. Disponible en <http://aauladigital.blogspot.com.es/>
[consulta 27/03/2014].
En estos momentos el término frontera no se aplica nunca como
límite entre reinos cristianos. O dicho de otro modo, la frontera se identifica en el siglo XII no tanto con su valor político-administrativo, sino
sobre todo con la idea de cruzada y con la guerra como actividad consustancial y permanente frente a los poderes islámicos. En efecto, no
23
Archivo General de Palacio (AGP), Infante don Gabriel, Secretaría, leg. 564.
131
Jesús Molero García
suele encontrarse en los tratados entre estados anteriores al siglo XIII24,
quizás porque hasta esas fechas la monarquía feudal no había conseguido alcanzar el suficiente grado de madurez como para culminar con
éxito el consiguiente proceso de fijación de límites. La diferenciación
política entre reinos, aunque venía gestándose desde el siglo XI, será
un asunto que como veremos, se desarrollará preferentemente entre el
segundo cuarto del siglo XIII y principios del XIV.
Por el contrario, como ponen de manifiesto los casos referidos, en
el último tercio siglo XII-principios del XIII el concepto de frontera se
asocia casi con exclusividad al lado musulmán25. En un momento en el
que se recupera el viejo ideal neogótico de guerra justa por la “pérdida
de España”26 y se difunde por la Península la idea de cruzada, comienza
también a utilizarse el concepto de frontera como espacio de confrontación entre el mundo musulmán y el cristiano. Una frontera que se
concibe no como una línea, sino como un territorio amplio y expuesto,
sujeto a los peligros constantes derivados de los ataques provenientes de
la parte sarracenorum27. Es un espacio por lo demás dinámico, es decir
en continuo movimiento, al compás de los avances y retrocesos derivados de las invasiones norteafricanas. Por este motivo no es necesario definirlo con exactitud, es un límite difuso que conviene superar y ampliar
constantemente en detrimento de los vecinos infieles.
La frontera se convierte así en un ámbito de lucha y de expansión
tanto de la autoridad política del reino como de la propia religión cris24
25
26
27
132
Para el caso de Castilla y León ver GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, “Fijación de la
frontera castellano-leonesa en el siglo XII” en En la España Medieval, II. Estudios
en memoria del profesor D. Salvador de Moxó, n.º 2 (1982). Madrid, pp. 411-423.
La primera utilización del término “frontera” para referirse a los límites entre León
y Castilla data de 1209. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, El reino de Castilla en la
época de Alfonso VIII. Madrid, 1960, Vol. III, doc. 845, pp. 479-484.
Sobre el concepto de reconquista y su uso por la historiografía ver GARCÍA FITZ,
Francisco, La Reconquista. Granada, 2010.
Expresión recogida en un documento fechado en 1155 por el que Alfonso VII el
Emperador dona a Pelayo Pérez de Fromista la villa de Bel, en término de Toledo
(AHN, OO.MM., Calatrava, carp. 417, n.º 13).
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
tiana (dilatatio christiantatis). No en vano los Papas del momento, Inocencio III y Honorio III, tendieron a difundir por toda Europa la idea
de una frontera sagrada frente al islam. La identificación de la frontera
oriental, en Tierra Santa, con la occidental, en la Península Ibérica, es
una consecuencia inevitable de esta política. El enemigo es el mismo y
por eso caben las mismas indulgencias a los que luchen en ambos frentes28. Por eso los avances reconquistadores significaban también la “necesidad” de santificar el nuevo territorio: sus fortalezas, sus mezquitas y
por supuesto sus gentes29.
2.3. Tercera época. La territorialización del poder político y la estabilidad
de la frontera (Segunda mitad del siglo XIII-XV)
A partir de mediados del siglo XIII las monarquías europeas tienden a superar los estrechos márgenes que les impone el feudalismo clásico y llevan a cabo una serie de reformas institucionales y normativas
que les permiten ganar, con altibajos, protagonismo en sus propios estados. Surge el concepto de naturalismo político y el reino se define de
una manera más precisa, incluyendo lo que se ha venido en denominar
la territorialización del poder regio30. Se trata de un proceso conocido
y común a toda Europa donde el rey empieza a encarnar la noción de
28
29
30
Sobre la idea de cruzada y su aplicación al caso hispano ver, entre otros, BENITO
RUANO, Eloy, “Las Órdenes Militares españolas y la idea de Cruzada” en Hispania, n.º 16, 62, (1956), pp. 3-15; GOÑI GAZTAMBIDE, José, Historia de la bula
de cruzada en España. Vitoria, 1958; GARCÍA GUIJARRO RAMOS, Luís, Papado,
Cruzadas y Órdenes Militares (siglos XII-XIII). Madrid, 1995; FLORI, Jean, “Réforme, reconquista, croisade. L’idée de reconquête dans la correspondance pontificale
d’Alexandre II à Urbain II” en Cahiers de civilisation médiévale, n.º 40 (1997), pp.
317-335.
BURESI, Pascal, “Nommer, penser les frontières en Espagne aux XIe-XIIIe siècles”
en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV).
Madrid, 2001, p 71.
Sobre este concepto ver AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, “Las órdenes militares
castellano-leonesas y la acción de frontera en el siglo XIII” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp.
123-157.
133
Jesús Molero García
estado y la autoridad soberana, no sólo sobre los naturales del país, sino
también sobre éste en tanto que territorio bien delimitado. Como consecuencia se definen las rayas o fronteras político-administrativas entre
los reinos vecinos con amojonamientos cada vez más detallados, se llevan a cabo pactos para la delimitación de términos y el reparto de áreas
de influencia, nacen aduanas y sobre todo se crean instituciones y cargos
representativos del poder monárquico en los extremos31.
En relación con la frontera andalusí, a mediados del siglo XIII
termina el período de las grandes conquistas con la ruina del imperio
almohade y el resurgimiento de los poderes locales en forma de terceras
taifas. La frontera se acorta y estabiliza, con dos variantes: una terrestre
con los últimos reinos andalusíes (Niebla, Murcia, Granada…) y otra
costero-marítima con los estados musulmanes del norte de África32. La
frontera de Granada será la más importante de todas, sobre todo cuando se simplifique el mapa político a partir de las conquistas de Alfonso
X y Alfonso XI y quede el reino nazarí como último reducto musulmán
de la Península.
31
32
134
Sobre las transformaciones políticas de las monarquías hispánicas y la fijación de
las fronteras exteriores ver los trabajos de LADERO QUESADA, Miguel Ángel,
“Las regiones históricas y su articulación política en la Corona de Castilla durante la Baja Edad Media” en En la España Medieval, n.º 15 (1992), pp. 213-247;
LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “La Corona de Castilla: transformaciones y
crisis políticas (1250-1350)” en Europa en los umbrales de la crisis (1250-1350).
Semana de Estudios Medievales de Estella. Pamplona, 1995, pp. 275-322; TORRES
FONTES, Juan, “La evolución de las fronteras peninsulares durante el gran avance
de la Reconquista (c. 1212-c. 1350)” en Historia de España. Menéndez Pidal, t. XIII,
vol. 1: La expansión peninsular y mediterránea (c. 1212 – c. 1350). Madrid, 1990, pp.
XIII-LVI.
BAZZANA, André, “El concepto de frontera en el Mediterráneo occidental en la
Edad Media” en La frontera oriental nazarí como sujeto histórico (s. XIII-XVI). Almería, 1997, pp. 25-46.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
Mapa 3
La frontera “estable” y el reino nazarí de Granada (siglos XIV-XV)
Fuente: “Reino nazarí de Granada” en Wikipedia [en línea], 3 de junio de 2013.
Disponible en <http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Reino_de_Granada.svg?uselang=es>
[consulta 27/03/2014].
Surge entonces un concepto de frontera diferente del heredado
de época plenomedieval. La frontera se estabiliza, apenas varía, pues
aunque haya reajustes, estos son mínimos y las más de las veces coyunturales, lo cual no es óbice para que los reyes castellanos consideren en
todo momento esos límites como “provisionales”33. En realidad, el reino
de Granada nunca representó una amenaza seria para los cristianos que
mantuvieron sobre el mismo una política de control político y explotación económica que en buena medida, explica lo dilatado de su existencia. En efecto, Granada se convirtió en los siglos XIV y XV en una fuente
inestimable de ingresos para la corona gracias a las parias y los servicios
de Cortes. Era un medio muy eficaz para fortalecer el poder real e incrementar su prestigio, y a su vez, un recurso para desviar las energías y
33
LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Sobre la evolución de las fronteras medievales,
p. 47.
135
Jesús Molero García
ambiciones nobiliarias y una justificación para mantener viva la idea de
cruzada y el espíritu caballeresco34.
El punto de partida de esta nueva realidad fronteriza podemos fecharlo en el año 1246, cuando el rey de Granada Muhammad I se declara
vasallo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León. Desde entonces
el reino nazarí se convierte en tributario del castellano lo que conlleva
la firma de treguas y el pago de parias35, bien es cierto que los pactos no
siempre eran respetados y derivaban con frecuencia en enfrentamientos
puntuales. Un estado de guerra latente focalizado en el espacio fronterizo con algunas rupturas significativas que servirán para militarizar aún
más un territorio ya de por sí bastante encastillado36.
La primera gran hostilidad se produce en tiempos de Alfonso X y
es consecuencia de la sublevación mudéjar que afectó al reino de Murcia
y a toda Andalucía (1264-65). Como consecuencia el reino de Castilla se
extiende hacia el sur y se define con mayor precisión la línea fronteriza.
Posteriormente se inicia la Guerra del Estrecho (1290) que culmina con
la batalla del Salado (1340) lo que permite a Castilla asegurar sus posiciones en la fachada Atlántica. A partir de este momento la crisis interna
en el reino de Castilla (peste, guerra civil de Pedro I, conflictos nobiliarios) supone una mayor estabilidad fronteriza que es rota ya en el siglo
XV con las guerras de Granada. La primera campaña de envergadura
fue encabezada por el infante don Fernando (1407-1410), seguida de la
34
35
36
136
CASTILLO CÁCERES, Fernando, “La funcionalidad de un espacio: La frontera
granadina en el siglo XV” en Espacio, Tiempo y Forma. Historia Medieval, n.º 12
(1999), pp. 47-64.
Sobre las relaciones pacíficas de la frontera ver CARRIAZO ARROQUIA, Juan de
Mata. En la frontera de Granada. Sevilla, 1971 y RODRÍGUEZ MOLINA, José. “La
frontera de Granada, siglos XIII-XV” en Primeras Jornadas de Estudios de Frontera.
Alcalá la Real y el arcipreste de Hita. Jaén, 1996, pp. 521-560.
Ver ACIÉN ALMANSA, Manuel. “Los tugur del reino de Granada. Ensayo de sistematización”. En Castrum, 5. Archéologie des espaces agraires méditerranéens au Moyen Âge. Murcia, 1999, pp. 427-438. MALPICA CUELLO, Antonio, Los castillos en
Al-Andalus y la organización del territorio. Cáceres, 2003; Id. Poblamiento y castillos
en Granada. Barcelona, 1996.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
llamada cruzada Enriqueña de 1455 y finalmente la guerra y conquista
definitiva de tiempos de los Reyes Católicos (1482-1492)37.
La política castellana para el mantenimiento y control fronterizo
consistió en disponer una tupida red de fortalezas que permitían controlar los movimientos en el lado vecino. La revuelta mudéjar de 1264-65
y la amenaza meriní no harían sino confirmar la necesidad de reforzar
esa línea fronteriza. En este contexto las órdenes militares, fundamentalmente las de Calatrava y Santiago, y en menor medida Alcántara y la
recién creada de Santa María de España, tendrían una responsabilidad
fundamental, siendo calificadas por Carlos de Ayala como una verdadera “policía de frontera”38. No obstante, esa acción de defensa estuvo
siempre limitada por su endémica escasez de medios y de recursos39. Su
valor vendría determinado por su mayor fidelidad a la monarquía, sobre
todo en comparación con la nobleza levantisca y por la posibilidad de
integrar en el reino con mayores garantías de éxito los territorios conquistados.
Por lo demás, la mayor estabilidad fronteriza permitirá consolidar una sociedad de frontera mucho mejor definida que en etapas anteriores. Desde la segunda mitad del siglo XIII la administración y organización de los territorios fronterizos será una de las preocupaciones
principales de la monarquía, bien es cierto que en último término dicha
responsabilidad recaerá en los señores vasallos de la zona de frontera. A
ellos se les encomienda la labor de alzar castillos, poblar la tierra, cobrar
rentas aduaneras y defender el reino. Para ello se permitirán situaciones
excepcionales, como la de hacer contrabando, acoger bandidos o tolerar
37
38
39
LADERO QUESADA, Miguel Ángel, La guerra de Granada (1482-1492). Granada,
2001.
AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las órdenes militares castellano-leonesas, p. 142.
Sobre los problemas para el mantenimiento y defensa de las fortalezas de frontera
ver ROJAS GABRIEL, Manuel, “Algunas notas sobre la conservación y el estado
edilicio de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental granadina durante el siglo XV” en Estudios de Historia y Arqueología Medievales, n.º 9 (1993), pp.
185-216.
137
Jesús Molero García
cabalgadas en época de tregua40. Quizás lo más llamativo de esta situación sea que junto con los episodios de violencia que sin duda existieron41, asistimos a una mayor fluidez de las relaciones sociales, fruto de
la intensidad del poblamiento y de la mejora del conocimiento mutuo42.
3. El papel de los castillos en la frontera de Granada
La Batalla del Salado constituye un hito en la consolidación de
la frontera meridional del reino de Castilla. En 1341 se produce la conquista de las estratégicas plazas de Priego (Córdoba) y Alcalá la Real
(Jaén) considerada desde entonces como la “llave y defendimiento del
reino de Castilla”. La toma de Algeciras (1344) y el castillo de Huelma
(1348) este último al sur del reino de Jaén, marcan el fin de las conquistas de tiempos de Alfonso XI y suponen la estabilización de la frontera
hasta principios del siglo XV43.
40
41
42
43
138
LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Sobre la evolución de las fronteras medievales,
p. 48.
Muchos de estos nobles han sido calificados por sus acciones como auténticos “señores de la guerra” ROJAS GABRIEL, Manuel, La frontera entre los reinos de Sevilla
y Granada, p. 43.
Ver los trabajos publicados en los congresos que con el título genérico “Estudios de
Frontera” se vienen celebrando regularmente en la ciudad de Alcalá la Real (Jaén).
El primero se celebró en 1996 y lleva por título Alcalá la Real y el Arcipreste de Hita.
Jaén, 1996. El segundo se convocó en 1997 bajo el título, Actividad y vida en la
frontera: en memoria de Claudio Sánchez Albornoz. Jaén, 1998. El tercer congreso
se centró en la Convivencia, defensa y comunicación en la frontera. En memoria de
don Juan de Mata Carriazo. Jaén, 2000. Los IV Estudios de Frontera se dedicaron
a la Historia, tradiciones y leyendas en la frontera, homenaje a Don Enrique Toral y
Peñaranda. Jaén, 2002. El V Congreso se celebró en el año 2003 con el tema Funciones de la red castral fronteriza: homenaje a Don Juan Torres Fontes. Jaén, 2004.
El VI congreso en 2005 con el título Población y poblamiento. Homenaje a Manuel
González Jiménez. Jaén, 2006. El VII Congreso data de 2008 con el título Islam y
cristiandad (siglos XII-XVI). Homenaje a María Jesús Viguera Mollins. Jaén, 2010 y
los VIII a la Mujer en la frontera (en prensa)
GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel. Andalucía: Guerra y frontera 1312-1350. Sevilla,
1990.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
La frontera se presenta entonces como una línea sinuosa que se
extiende por zonas montuosas entre la bahía de Algeciras y el Campo de
Gibraltar, en su extremo occidental y los confines del concejo de Lorca
(Murcia), en el oriental. La difícil orografía favorece la defensa pasiva
y los castillos y villas fortificadas se levantan por doquier sobre altos
riscos que cuentan con atalayas para servir de apoyo en las labores de
guarda y vigilancia fronteriza44. Se trata pues de un espacio militarizado
y encastillado con más de 500 fortificaciones en toda la franja. Ahora
bien, la distribución de los castillos va a ser desigual, con una mayor
densidad en la zona del reino de Jaén45, Córdoba y Sevilla, mientras que
el espacio más desprotegido será el colindante con el reino de Murcia.
La conquista de Xiquena (1433) y Huéscar (1434) tratan de paliar este
déficit, pero aun así, todavía en 1473 los murcianos se quejaban que
desde estos lugares había “nueve leguas de tierra despoblada e todo a
peligro de moros”46.
A pesar de estas alusiones directas a los peligros de la frontera,
la historia político-militar del reino nazarí demuestra su incapacidad
manifiesta de realizar incursiones a gran escala en territorio castellano.
En las fases de guerra abierta se mantuvieron a la defensiva, atrincherados en los husun y torres que edificaron por doquier. Con frecuencia la población campesina abandonaba a su suerte sus casas y tierras
de las alquerías más comprometidas, para volver a ocuparlas pasado el
momento de peligro. Como táctica ofensiva utilizaron el recurso de la
cabalgada depredatoria, talando árboles, quemando cosechas y captu44
45
46
CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos et alii, “Sistemas fronterizos en la Campiña Giennese” en Arqueología Espacial. Fronteras, Coloquio internacional de Arqueología Espacial (Teruel, 14-16 de septiembre de 1989). Teruel, 1989, pp. 207 – 218;
SALVATIERRA CUENCA, Vicente et alii, “Visibilidad y control: un problema de
fronteras. Un caso nazarí en el sector Montefrío-Moclín”, en Arqueología Espacial.
Fronteras, Coloquio internacional de Arqueología Espacial (Teruel, 14-16 de septiembre de 1989). Teruel, 1989, pp. 229-240.
CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos y ALCÁZAR HERNÁNDEZ, Eva María,
“La Campiña del alto Guadalquivir en la Baja Edad Media: la dinámica de un espacio fronterizo” en Studia Historica, n.º 24 (2006), pp. 155-196.
TORRES FONTES, Juan, Xiquena, castillo de la frontera. Murcia, 1979, p. 128.
139
Jesús Molero García
rando cautivos. Ahora bien, rara vez tomaban castillos, en primer lugar
por incapacidad militar manifiesta, pero también por las dificultades
logísticas de mantenerlos posteriormente operativos.
En el lado cristiano la situación no era muy diferente. La política
castellana consistió en mantener y acumular castillos en la franja fronteriza. Se creaba así un espacio encastillado que “defendía” en profundidad
el reino, asegurando las ciudades y villas de la retaguardia. No obstante,
contamos con varios ejemplos de arrancadas moras que se adentraban
más de 200 Km. en territorio cristiano, lo cual es una prueba evidente
de la inoperatividad manifiesta de la “línea de defensas” fronterizas. Las
conquistas y reconquistas de castillos son frecuentes y los saqueos pueden ser tan significativos como el que se produjo en 1455 en la ciudad de
Jerez, cuando el rey de Granada se llevó “e robó mas de çinco mil vacas
e mató ciertas gentes e llevó cautivos”47.
Por su parte, la estrategia ofensiva frente al reino nazarí consistía
igualmente en realizar cabalgadas de castigo, muchas veces protagonizadas por bandidos y señores de la guerra que habían convertido la táctica
del terror en una vía fácil de enriquecimiento y encumbramiento social.
Esta almogavaría recíproca va a ser la forma más habitual de hacer la
guerra en la frontera, tanto en época de treguas como en períodos de
conflicto abierto48. Los castillos serán las bases de operaciones de estos
hechos, como también servían de apoyo logístico a los grandes ejércitos
en campaña comandados por monarcas, adelantados de la frontera o
capitanes regios. Con todo, seguramente sería la amenaza latente y callada que ejercía la simple presencia de un castillo, el elemento principal
de disuasión hacia el enemigo. Este statu quo se mantuvo hasta bien
47
48
140
ROJAS GABRIEL, Manuel, “Funcionalidad bélica de las fortificaciones castellanas
en la frontera occidental con Granada (c. 1350-c. 1481)” en La Fortaleza Medieval:
Realidad y Símbolo. Actas de la XV Asamblea General de la Sociedad Española de
Estudios Medievales (Alicante, 1997). Murcia, 1998, p. 66.
En ocasiones conocemos incluso el nombre de estos fronteros, como Juan Beato de
Morón “quien avía por ofiçio de almogavarear, e yva a entrar muchas vezes a tierra
de moros e pasava por Zaara, e entrava e dormía muchas noches en ella” (Ibid. p.
71)
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
entrado el siglo XV, cuando la modernización de los ejércitos cristianos
y la incorporación de nuevas armas (artillería), volcó definitivamente la
balanza para el lado castellano.
En todo el espacio fronterizo el papel de las órdenes militares va
a ser determinante. La plataforma territorial de estas instituciones en la
frontera de Granada había sido creada en el siglo XIII, en tiempos de
Fernando III y Alfonso X, y a pesar de ciertos cambios de titularidad en
los siglos XIV y XV, la presencia de los castillos de órdenes va a seguir
siendo destacada hasta finales del período estudiado. La Orden de Calatrava poseía los castillos de Jarilla, Martos, Víboras, Lopera, Matrera,
Sabiote, Osuna, Cazalla y Tiñosa, entre otros49. La de Santiago las fortalezas de Bujalame, Cardete, Tasca, Siles, Segura de la Sierra, Hornos, Albanchez, Benajemí, Vierbén, Antequera, Archidona, Estepa… La Orden
de Alcántara tenía los castillos de Morón y Cote y la de Santa María de
España la villa de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules. A ellos habría
que sumar las fortalezas de titularidad episcopal, fundamentalmente de
la mitra toledana; las de los grandes concejos andaluces y las regentadas
por la nobleza particular.
La pregunta es hasta qué punto esta acumulación de defensas supone un auténtico “sistema castral”, una organización defensiva conscientemente diseñada y organizada por la autoridad central para defensa de vasallos y señoríos. Los recientes estudios castellológicos han
desmitificado el concepto de “sistema defensivo” tradicionalmente utilizado por la historiografía50. No existe ningún diseño ex profeso en tal
49
50
La mayoría situados en el reino de Jaén. Ver, CASTILLO ARMENTEROS, Juan
Carlos y CASTILLO ARMENTEROS, José Luis. “La organización militar de la orden de Calatrava en el alto Guadalquivir a través de las investigaciones arqueológicas” en Arqueología y Territorio Medieval (2003), vol. 10.2, pp. 183-188.
Sobre este particular se ha preocupado en varias ocasiones el profesor Francisco
García Fitz. Ver entre otros: GARCÍA FITZ, Francisco, “Fortificaciones, fronteras
y sistemas defensivos en al-Andalus, siglos XI al XIII” en Actas del I Congreso Internacional Fortificaciones en al-Andalus (Algeciras, noviembre-diciembre, 1996).
Algeciras, 1998, pp. 269-280; GARCÍA FITZ, Francisco, “Para acreçentamiento de
nuestros regnos. Las funciones ofensivas de los castillos de frontera” en La forta-
141
Jesús Molero García
sentido, además, es evidente que no estaba perfectamente organizado.
La supuesta vertebración territorial es muy discutible y desde luego la
función defensiva de dichas fortalezas, al menos por sí solas, era muy
limitada.
Las crónicas y documentos medievales están llenos de ejemplos
de cabalgadas enemigas que pasaban con total impunidad por las proximidades de los castillos sin que sus defensores pudieran hacer nada por
evitarlo. Como ha demostrado la arqueología experimental en varias
ocasiones, la defensa directa que se hace desde un castillo utilizando las
tradicionales armas portátiles de torsión y tiro o la artillería pirobalística es muy limitada. El alcance eficaz de una ballesta no suele sobrepasar
los 300-400 metros y los fuertes desniveles y distancias que existen entre
los muros de los castillos y los vados y caminos que circulan por los
alrededores, impiden poder asegurar una defensa eficaz directa sobre
los mismos. Como mucho la estrategia consistía en mandar tropas de
caballería al alcance de estas incursiones enemigas, las más de las veces
con resultados nulos, y realizar ahumadas y mandar emisarios para avisar a las villas y castillos vecinos de su presencia en la frontera. En otras
ocasiones se organizaba la hueste para tomar represalias o ir al socorro
de castillos y villas asediadas, pero lo que solía ocurrir es que cuando
finalmente llegaban, el enemigo había levantado el sitio y había vuelto a
sus cuarteles de retaguardia.
En realidad cuando se habla del valor militar defensivo de los
castillos fronterizos nos referimos al papel disuasorio que tenían y a la
evidencia de que en el medievo toda conquista sólo podía ser segura
si se lograba ocupar y dominar físicamente el territorio51. Para ello era
necesario en primer lugar destruir las bases económicas, políticas y psi-
51
142
leza medieval. Realidad y símbolo. Actas de la XV Asamblea General de la Sociedad
Española de Estudios Medievales (Alicante, 1997). Madrid, 1998, pp. 75-89.
Sobre la guerra en la Castilla plenomedieval ver: GARCÍA FITZ, Francisco, Castilla
y León frente al Islam: Estratégicas de expansión y tácticas militares (siglos XI-XIII),
Sevilla, 1998; Id. “Una frontera caliente. La guerra en las fronteras castellano-musulmanas (siglos XI-XIII)” en Identidad y representación de la frontera en la España
medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 159-179.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
cológicas del enemigo a través de la sucesión de cabalgadas por tierras
fronterizas52. Esta guerra de desgaste contribuyó a difundir la sensación
de peligro por la frontera, creando un clima permanente de violencia
y desasosiego para los que allí vivían. En segundo lugar, tras razziar un
territorio era necesario desalojar al enemigo de las torres, castillos y ciudades fortificadas. Bien es cierto que esto es una labor harto complicada porque conquistar un castillo era sumamente costoso: se precisaba
tiempo, pues las más de las veces había que rendirlo mediante asedio, y
evidentemente dinero, necesario para abastecer un ejército lo suficientemente importante para poder batirlo53.
En este contexto no es de extrañar que la estrategia castellana
consistiera en acumular recintos fortificados en la frontera, lo que no
significa que estuvieran todos en perfecto estado, ni mucho menos que
fueran levantados ex novo por los poderes señoriales que los regentaban.
En efecto, las construcciones de nueva planta son francamente escasas
y lo que más abunda es la llamada política de “adobo y reparo”, es decir, la ocupación de fortalezas ganadas al islam y su reforma puntual
para acomodarlas a los usos y funciones de sus nuevos ocupantes. Con
frecuencia esas reformas consistían en reducir los espacios físicos, desmochando por ejemplo los extensos albacares islámicos, dada la escasez
endémica de defensores en el ámbito cristiano. En el mismo sentido,
también era habitual derribar construcciones menores (torres) o situadas en posiciones demasiado arriesgadas, ante la dificultad de defenderlas con eficacia en el futuro como ocurrió con el castillo de Estepona en
1460. En otros casos se elevaban los muros de murallas y torreones, y
52
53
Ver ROJAS GABRIEL, Manuel, “El valor bélico de la cabalgada en la frontera de
Granada (c. 1350-c. 1481)” en Anuario de Estudios Medievales, n.º 31/1 (2001), pp.
295-328 y TORRES FONTES, Juan, “Apellido y cabalgada en la frontera de Granada” en Estudios de Historia y Arqueología Medievales, n.º 5-6 (1985-1986), pp.
177-190.
GARCIA FITZ, Francisco, “El cerco de Sevilla: reflexiones sobre la guerra de asedio
en la Edad Media” en Sevilla 1248. Congreso Internacional Conmemorativo del 750
Aniversario de la Conquista de la Ciudad de Sevilla por Fernando III, rey de Castilla
y León. Sevilla, 1998, pp. 115-154.
143
Jesús Molero García
sobre todo se forraban las viejas murallas de tapial terrero con otras de
dura mampostería, haciéndolas así más resistentes al impacto de proyectiles. La excavación de fosos y finalmente la apertura de troneras y
cámaras de tiro, fundamentalmente ya en el siglo XV, serían otros ejemplos destacados de estas reformas puntuales54.
La operatividad de los castillos fronteros se ve pues condicionada
por la escasez endémica de recursos y por la desidia de sus titulares, más
interesados por la fama y botín de la vida en la frontera que por los elevados costes de retenencia de las fortalezas. Dos eran los principales problemas con que se enfrentaban los tenentes de los catillos fronterizos:
En primer lugar la dificultad de mantenimiento físico. Defensas
obsoletas, deterioro estructural y murallas vulnerables eran el común
denominador. Las actas de cortes muestran las demandas que con frecuencia elevaban señores y concejos ante una situación enquistada en el
tiempo. Los informes de los visitadores de las órdenes militares insisten
en esta cuestión, así como los testimonios de los alcaides de las fortalezas que muchas veces acudían a los concejos para pedir socorro ante la
vulnerabilidad de los edificios que regentaban55. Con todo, conviene
tener en cuenta que hay también un afán propagandístico en todas estas
54
55
144
Sobre las adaptaciones artilleras ver, entre otros, COOPER, Edward, “Desarrollo
de la fortificación tardomedieval española” en Mil anos de Fortificaçáõs na Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Actas do simpósio internacional sobre castelos,
Lisboa, 2002, pp. 667-676; COBOS, Fernando, “Artillería y fortificación ibérica de
transición en torno a 1500” en Mil anos de Fortificaçáõs na Península Ibérica e no
Magreb (500-1500). Actas do simpósio internacional sobre castelos. Lisboa, 2002, pp.
677-696. Para el caso concreto de la frontera granadina: ROJAS GABRIEL, Manuel,
“Nuevas técnicas ¿Viejas ideas? Revolución militar, pirobalística y operaciones de
expugnación castral castellanas en las guerras contra Granada (c. 1325-c-1410)”
en Meridies, n.º 4 (1997), pp. 31-56.
El profesor Manuel Rojas ha publicado varios ejemplos en este sentido, como la
carta que Juan Gil, alcaide de Matrera, envió al concejo de Sevilla en 1472 encomendándose “a vuestra merçed… en como el dicho castillo está una parte dél muy
mal reparada e se quiere caer. E que sy vuestra señoría agora lo mandase adobar se
podría faser con muy pocos dineros… Lo qual fasta agora vuestra señoría no ha fecho
ni querdio faser…, vos lo notifico de nuevo” (ROJAS GABRIEL, Manuel, Funciona-
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
alarmas. Se trataba de mantener viva la necesidad del aporte económico
a la frontera, difundiendo un ambiente de terror y miedo que no siempre se correspondía con la realidad de los hechos. Ni que decir tiene
que cuando llegaban esos recursos no siempre se destinaban al mantenimiento y refortificación de los castillos.
El segundo problema que limitaba la operatividad de los castillos fronteros es el de las dotaciones. Aunque las fuentes no son tan explícitas como nos gustaría, por lo que sabemos las guarniciones solían
ser escasas y mal pertrechadas. Las dificultades de abastecimiento eran
comunes, faltaban caballerías, el armamento estaba anticuado, etc. Por
lo demás, los grandes señores se despreocupaban de su responsabilidad
directa en este sentido, por lo que todos dependían de los recursos extraordinarios que aportaba la monarquía, las llamadas “pagas y llevas”.
Por ejemplo, en 1464 el castillo y villa de Zahara debía estar custodiado
por 50 caballeros, 100 ballesteros y 100 lanceros, pero evidentemente no
lo estaba ya que en 1481 fue asaltado por incursión mora y sólo había 10
hombres para su defensa56.
4. Conclusión
La frontera de Granada se constituye desde el último tercio del siglo XIII hasta la conquista definitiva de la ciudad por parte de los Reyes
Católicos (1492), como un espacio encastillado a uno y otro lado de la
franja. Sin embargo, no podemos hablar de una organización defensiva planificada y coherente. Los castillos estaban mal pertrechados y los
problemas de dotación y mantenimiento fueron una constante, incluso
en tiempos de la ofensiva final (1481-1491).
La estrategia castellana frente al reino nazarí consistió en acumular castillos con un doble propósito. En primer lugar para que sirvieran
56
lidad bélica de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental con Granada, p.
63.
ROJAS GABRIEL, Manuel, Funcionalidad bélica de las fortificaciones castellanas en
la frontera, p. 69.
145
Jesús Molero García
de base de operaciones para las cabalgadas e incursiones de desgaste en
territorio enemigo. De esta manera se canalizaban también los belicosos
ánimos de la nobleza y se mantenía la tensión en las relaciones políticas
con el vecino musulmán de cara a su extorsión económica. Por otro
lado, el papel defensivo de las fortalezas no impedía las incursiones en
profundidad de las tropas moras, fundamentalmente por parte de los
benimerines, pero sí servían de obstáculo para que el enemigo pudiera
ocupar de forma firme y efectiva el territorio. En este sentido los castillos eran verdaderos “constructores de territorio político” y eran los más
fieles aliados de la monarquía para ensanchar su reino.
En efecto, el papel militar de los castillos de la franja granadina
está directamente relacionado con la idea de frontera de la España medieval. Las autoridades cristianas concebían el espacio fronterizo como
una realidad integrada políticamente en el reino que era a su vez el ámbito natural de expansión del mismo. Se trataba de un espacio variable en extensión, aunque cada vez más preciso, donde destacaba su alto
grado de militarización y el fuerte peso de las labores de colonización.
Los reinos peninsulares crecen, se ensanchan y se definen a partir de la
frontera y las órdenes militares, como los concejos de realengo, tendrían
un papel fundamental en la definición de ese espacio político57.
Ahora bien, no conviene sobredimensionar el valor de la actividad militar fronteriza ni de unos ni de otros. En líneas generales no
fueron capaces de defender la frontera con eficacia, lo cual puede sorprender ya que recibieron numerosos castillos y fueron colmados con
importantes privilegios políticos y económicos. Los concejos se apoyaban con frecuencia en almogávares y caballeros de fortuna. Las órdenes
militares, por su parte, recurrían al uso de voluntarios o mercenarios
laicos. Además, tenían dificultades de mantener sus propias fortalezas,
57
146
AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las Órdenes militares castellano-leonesas, p. 124.
Ver también sus trabajos “Ordenes militares y frontera en la Castilla del siglo XIV”
en En la España Medieval, n.º 23 (2000), pp. 265-291 y “Frontera y órdenes militares en la Edad Media castellano-leonesa (siglos XII-XIII)” en Studia Historica.
Historia Medieval, n.º 24 (2006), pp. 87-112.
Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí
lo que les llevaba a tener que cederlas en prestimonio a los poderes laicos. Frente a estas limitaciones, el valor fundamental de los caballeros
de órdenes militares en la frontera tiene que ver con su imagen de defensores de la fe, de cruzados permanentes. Su presencia en un ámbito
tan comprometido servía para legitimar la guerra en defensa de la cristiandad y para justificar la reconquista como guerra justa. Ideas que no
tardarían en trasladar a la nueva frontera americana.
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149
La importancia de la frontera
militar en los siglos XVII y XVIII.
El caso de la región de Noudar
y Barrancos en Portugal1
João Augusto Espadeiro Ramos2
El término de Noudar y Barrancos, en la región del Alentejo, al
sur de Portugal, estuvo en su origen fuertemente vinculado con la militarización del área de frontera contigua. Este término se creó a partir
del castillo de Noudar, próximo a una villa que a lo largo de los siglos
siempre tuvo dificultades en su fijación demográfica. A partir del siglo
XIV, surgió en el término el lugar de Barrancos, que asumió rápidamente la preponderancia económica. Por ello, a partir del siglo XVI, a
medida que la administración se trasladó del castillo a la villa, el término comenzó a denominarse Noudar e Barrancos. Una particularidad del
término es que todo él correspondía a una encomienda de la Orden de
Aviz, y dependía en lo espiritual del Prior Mayor del convento de Aviz.
Otra particularidad exclusiva fue que su jurisdicción era del comendador, quien nombraba oficios y oidor específico.
Este término de Noudar y Barrancos se asienta en el único espacio del territorio portugués situado al este del rio Guadiana. De ahí que
1
2
Traducción realizada por Solène P. Hamon. Agradezco las sugerencias de la Dra.
Ana Isabel López-Salazar Codes (CIDEHUS de la Universidade de Évora, Portugal)
porque me han resultado de enorme utilidad para la elaboración de este estudio.
Universidad de Évora
151
João Augusto Espadeiro Ramos
en determinados periodos se hablara del Além d’Odiana situado, por lo
tanto, mas allá del río que naturalmente hace de tramo final de frontera entre los dos países. En esta zona, la preponderancia demográfica y
económica recaía en primer lugar en la villa de Moura, seguida de la de
Serpa. En este espacio se encontraba también la villa de Mourão. Estos
territorios mantenían relaciones de proximidad con la parte occidental
del Guadiana, y con la ciudad de Beja, cabeza de comarca a la cual pertenecían las villas de Moura e Serpa.
La fortificación de la frontera
La fortificación de la frontera está relacionada con la estrategia de
consolidación territorial de Portugal de la época de Don Dinis (12791325). Es precisamente en ese contexto en el que se sitúa la donación,
en 1303, del Castillo de Noudar a la Orden de Aviz3 y la atribución a esta
orden de la obligación de reconstruir la estructura militar existente y poblar aquel territorio. El hecho de que esta no fuese la primera orden con
poderes sobre Noudar es una prueba de la implicación de las órdenes en
el control de espacios con importancia militar. El territorio había pertenecido a la Orden del Cister “antes del rey D. Dinis cuando eran de Castilla y vinieron a este reino de Portugal por virtud de una demarcación que
en tiempo de dicho rey D. Dinis se hizo entre estos dos reinos” 4. Todo el
territorio al otro lado del Guadiana fue señorío del rey de Castilla, hasta
su donación en 12835 por parte de Alfonso X (1252-1284) a su hija doña
Beatriz, hecho que permitió el cambio de jurisdicción para Portugal.
Tras el esclarecimiento acerca de las posesiones al margen izquierdo del Guadiana, se inició un proceso de fortificación de las villas.
3
4
5
152
Marta Páscoa, “Levantamento documental sobre Noudar e Barrancos existente na
Torre do Tombo”, Cadernos do Museu, nº 1, Noviembre, 1998, p. 27.
Archivo Nacional de Torre de Tombo [en adelante ANTT], MCO, Tombo das Comendas, Lv 373, fol. 202v.
Gustavo de Matos Sequeira, Noudar - notícia histórica, Lisboa, Tip. Da Casa da
Moeda e do Papel Selado, 1909. (Sep. Boletim da Associação dos Architectos Civis e
Archeólogos Portuguezes, vol. 11, nº10), p. 8.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
La Orden de Aviz fue convocada en el proceso de creación de condiciones para el poblamiento de la región. Conservaba gran influencia sobre
el margen izquierdo del Guadiana, ya que además de poseer Noudar,
posteriormente transformada en encomienda, nombraba también los
priores en las villas de Moura, Serpa y Mourão, además de las de los
principales lugares de estos términos6. Esta cesión tuvo desde en su origen la intención de cumplir un objetivo doble: militarización y poblamiento, pues de ellos dependía la producción de rentas para la Orden y
garantizar la salvaguarda del territorio del rey.
El poblamiento no siempre fue un objetivo fácil de alcanzar, lo
que tuvo implicaciones en la producción de riquezas y en la capacidad
defensiva, lo que llevó a que se tomasen medidas extraordinarias. Una
de esas medidas fue la creación de cotos de homiciados7, estructuras que
estaban íntimamente ligadas con la frontera y su necesidad constante de
efectivos. El coto de homiciados de Noudar, el primero del reino creado
en 13088, y el de Mourão, instituido posteriormente en 14409, pretendían dar respuestas a la falta, en muchas ocasiones grave, de población
para la ocupación efectiva de los territorios, como antes apuntamos.
La localización de la villa de Noudar en la frontera, su escasez
de habitantes y defensores, y su relevancia en el control del acceso a
importantes terrenos de pasto, así como en la protección de Moura y de
Serpa, hicieron de esta fortaleza blanco preferente de repetidos ataques.
Estos asaltos determinaron una posesión intermitente entre Castilla y
Portugal. A lo largo del siglo XIV tiene lugar su ocupación por la orden
6
7
8
9
João Cosme, Elementos para a história da Além-Guadiana Português (1640-1715),
Mourão, Câmara Municipal de Mourão, 1996, p.14. Cf. Regra da cavallaria e Ordem Militar de S. Bento de Avis, Lisboa, por Yorge Roijz, 1631, Tit. 1º, Cap. XIII.
Coto donde los condenados podían cambiar su pena de prisión o destierro por
habitar en este lugar. Este sistema fue muy utilizado en la Edad Media para poblar
áreas fronterizas de difícil poblamiento.
Adelino de Matos Coelho, O Castelo de Noudar: fortaleza medieval, Edición de la
Câmara Municipal de Barrancos, [D.L. 1997], p. 47.
Margarida Garcez Ventura, “Os coutos de homiziados nas fronteiras com o direito
de asilo”, Revista da Faculdade de Letras: História, serie II, vol. 15, nº. 1, 1998, p. 607.
153
João Augusto Espadeiro Ramos
castellana de Santiago y su posesión por parte de Castilla en el ámbito de
la crisis de 138310. Quizá como consecuencia de esta última pérdida, D.
João I (1385-1433) ordenó invertir en la reparación y cerca del castillo
de Noudar en 140811. En el siglo XV Noudar volvería a ser castellana
durante tres años, y regresó a la administración portuguesa por obra de
su alcaide castellano Martim o Martinho de Sepúlveda, que se puso al
servicio de la corona de Portugal12.
La relación de este territorio con la frontera es anterior a la propia existencia del reino de Portugal. Ya en época romana era un espacio
fronterizo, y aunque la historiografía no se pone de acuerdo acerca de la
división entre la Lusitania y la Bética, la proximidad del rio Anas13 y la
existencia de una ciudad denominada Fines14, dejan entrever una divisoria que pasaba por este territorio. Ya sea más cerca o más lejos de ese
límite, Noudar estaba seguramente en la zona de división. En época islámica la frontera también se mantuvo presente. La fortaleza de Noudar
surgió en un lugar donde era fácil atravesar el río Ardila (límite parcial al
norte del territorio más allá del Guadiana). Este río marcaba la división
entre los reinos musulmanes de Badajoz y Sevilla, mientras delimitaba a
la vez la entrada en los dominios de la ciudad de Beja, de ahí que existiese
la intención clara de mantener allí una estructura militar de control de
acceso al territorio15. La vigilancia territorial como función de Noudar
10
11
12
13
14
15
154
Adelino de Matos Coelho, O Castelo…, cit., p. 33.
Marta Páscoa, “Levantamento …, cit., p. 27.
Norberto Franco, O porquê de Barrancos, Amareleja, Ed. del autor, 2000, p. 158.
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Maria de Fátima Botão afirma que el Guadiana mantenía la demarcación utilizada por los romanos para separar las dos provincias. (Maria de Fátima Botão, “A
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André Carneiro, Itinerários Romanos do Alentejo. Uma releitura de “As grandes vias da
Lusitânia – O Itinerário de Antonino Pio” de Mário Saa, cinquenta anos depois, Lisboa,
Comissão de Coordenação e Desenvolvimento Regional do Alentejo, 2008, p. 121.
Santiago Macias, Mértola – O último porto do Mediterrâneo. Catálogo da exposição
Mértola – história e património: séculos V-XII, Mértola, Campo Arqueológico de
Mértola, 2005, p. 171.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
hunde sus raíces en la etimología del propio término “noudar” cuyo significado originario se correspondía con “atalaya” 16. Todo indica que a
la fortaleza existente en época musulmana se acercaron comunidades
en busca de protección. La red de estructuras militares de defensa de la
frontera que efectuó D. Dinis (1279-1325) muchas veces fue llevada a
cabo reforzando y complementando estas estructuras militares previas,
las más antiguas de las cuales databan de la Edad del Hierro.
Noudar, muy cercano a la línea de frontera, representaba una importante avanzadilla para la salvaguarda de las villas mas importantes.
Esta relevancia estratégica es todavía clara en el siglo XVII, cuando los
procuradores de la villa de Moura en las Cortes de 1642, afirmaron que
esta fortaleza era “una de las llaves de este Reino”17, o en el siglo XVIII,
cuando el párroco de Santo Aleixo (aldea del término de Moura que
lindaba con el término de Noudar) afirmó, en respuesta al cuestionario
que se llevó a cabo tras el terremoto de 1755, que aquel lugar “se haya,
con el castillo de Noudar, situado en una estrecha punta que hace el
Reino metido en el de Castilla, que ambas plazas sirven de atalaya y descanso a las Villas de Serpa, Moura y Mourão”18.
Este espacio, cuya génesis está estrechamente ligada a la militarización de la frontera en la Edad Moderna, se vería implicado todavía
en los conflictos militares aunque acabaría perdiendo esas funciones a
comienzos del siglo XIX. No obstante, como hemos observado en un
trabajo reciente19, los oficios militares tenían en ese mismo periodo muy
poca relevancia en el contexto social local. Para poder comprender mejor esta particularidad pretendemos desarrollar aquí la cuestión de la
importancia militar de este territorio de frontera, tanto a través de las
16
17
18
19
Cláudio Torres, “Povoamento antigo do Baixo Alentejo”, Arqueologia Medieval, 1
(Febrero), Porto, Afrontamento/Campo Arqueológico de Mértola, 1999, p. 197.
ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp.
248-288.
Marta Cristina Páscoa, As memórias paroquiais da Vila de Moura e seu termo, Moura, Câmara Municipal de Moura, [D.L. 2003], p. 73.
João Augusto Espadeiro Ramos, Fronteira e relações de poder. Noudar e Barrancos
no Antigo Regime, Dissertação de mestrado, Universidade de Évora, 2012.
155
João Augusto Espadeiro Ramos
fortificaciones, mediante el estudio de su importancia en la Edad Moderna, como a través del impacto social de las funciones militares y sus
repercusiones sobre la población local.
Mapa 1
Localización del término de Noudar. Elaborado por Ana Contente
156
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
La pérdida de importancia militar de las fortalezas del Guadiana
La estabilización y la estabilidad de la frontera, el desplazamiento de las rivalidades luso-castellanas hacia los territorios ultramarinos
y, finalmente, el dominio común bajo una misma monarquía (15801640), contribuyeron a una cada vez menor inversión en las estructuras
defensivas e incluso en la organización militar del territorio. Basta observar el inventario de las fortificaciones fronterizas realizado por Duarte D’Armas20 para constatar que, a principios del siglo XVI, las torres y
paños de las murallas de las villas del margen izquierdo del Guadiana se
encontraban en ruinas o en un estado de conservación bastante deteriorado. Constatamos también que en la mayoría de las villas la estructura
defensiva ya no protegía a todo el entramado urbano puesto que los arrabales extramuros presentaban proporciones considerables. Noudar no
escapó a esta falta de inversión, más acentuada si cabe en una fortaleza
que había sido tan atacada por el enemigo.
A principios del siglo XVI se desarrollaron obras en Noudar según consta en el informe fechado el 20 de febrero de 1510, enviado a D.
Manuel I (1495-1521) por el encargado de supervisar las obras de los
castillos21. A pesar de estos trabajos, el estado en el que se encontraba
Noudar media docena de años más tarde era de total abandono. El acto
de entrega de la fortaleza a Luís D’Antas en 1516 es muy esclarecedor
en cuanto al estado de la estructura militar: “La casa que está encima
del todo sobre la dicha torre está derruida […] otras trece espingardas
sin culata […] una falda y gocetes de malla gruesa muy oxidada y casi
podrida […] a lo largo de la muralla un torreón que se llama de los
enamorados todo descubierto y con las paredes a punto de caerse […]
otro torreón de delante en que duermen las guardias está cubierto pero
a punto de caerse […] otro torreón de delante todo derruido” 22. Si ese
20
21
22
João de Almeida, Reprodução Anotada do Livro das Fortalezas de Duarte Darmas,
Lisboa, Editorial Império, 1943.
Gustavo de Matos Sequeira, Noudar…, cit., p. 11.
“Auto d’uma posse do Castello de Noudar e inventario do que lá existia no século”
XVI, en O Archeologo Português, Serie 1, vol. 5, n.º 5 (1899-1900), Lisboa, Museu
Ethnographico Português, pp. 147-149.
157
João Augusto Espadeiro Ramos
era el estado del área militar, la situación del resto de la villa no era
mejor: “Todas las otras casas del dicho castillo [están] todas derruidas
y sin tejados; solamente [hay] una que está a la entrada del castillo que
sirve ahora de caballeriza cubierta a mitad de teja y a mitad de corcho,
muy mal reparada y todas las otras descubiertas; solamente [hay] dos de
ellas que tienen cada una un puñado de tejas encima y que se pueden
llamar chozos y no casas […] en todas las otras puertas de la villa no
han ninguna puerta, sino una única puerta partida que yace en el suelo
[…] la puerta de Pero Gomez [tiene] una polea grande nueva y buena y
tiene dos grietas […] una arca vieja sin fondo ni tapa que está en casa de
Acenço Gonçalvez […] un pedazo de cobre muy viejo que fue de un caldero” 23. Las descripciones nos muestran una imagen de total desolación.
En 1532, la situación poco había mejorado, Noudar contaba con apenas
seis habitantes, y el término con un total de 7324 y cinco años más tarde,
en 1577, en Noudar vivían tan sólo dos vecinos25.
La importancia militar de Noudar en la Edad Moderna
A pesar de todo, estas antiguas fortalezas volverían a ser llamadas a asumir su papel. Las guerras de la Edad Moderna –Restauración
portuguesa (1640-1668) y Sucesión española (1701-1715)– estuvieron
asociadas a una nueva y última fase de inversión en las infraestructuras militares, no solo de recalificación sino también de adaptación a los
nuevos modos de entender la guerra. Estos conflictos tuvieron grandes
implicaciones en todo este territorio.
Guerra de Restauración portuguesa
El 1 de diciembre de 1640 un grupo de aristócratas portugueses
privó de poderes a la virreina de Portugal y aclamó como rey portugués
23
24
25
158
Ibid., pp. 149-150.
Gustavo de Matos Sequeira, O Castelo…, cit., p. 11.
Demarcações de fronteira: De Castro Marim a Montalvão, Vol. I, Porto, Centro de
Investigação e de Documentação de História Medieval Universidade Portucalense
Infante D. Henrique, 2003, p. 66.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
al Duque de Braganza, que se convertiría en el futuro João IV (16401656). Este conflicto, del que Portugal salió vencedor, presentaba de partida escasas posibilidades de alcanzar el éxito porque del lado portugués
se hizo necesaria a partir de dicho momento la urgente organización
de la administración y del ejército. El conflicto iniciado con este golpe determinó, en palabras de Rafael Valladares, el fin irreversible de la
hegemonía de los Austrias en Europa. Si la unión ibérica de 1580 había
representado su apogeo, la pérdida de Portugal en 1640 precipitó su declive26. No obstante, el precio de esta acción “libertadora” para Portugal
fue que el país quedase “rehén” del apoyo prestado por los ingleses27.
Tanto Portugal como España dejaron de ser potencias marítimas, lo que
supuso el fin su dominio del comercio mundial, que pasaría posteriormente al imperio británico.
A nivel local también existieron implicaciones económicas inmediatas, relacionadas con una tipología de conflictos basados fundamentalmente en saqueos “en que la noche era utilizada para aproximarse a
las poblaciones a las que se pretendía atacar. Después, de forma sorpresiva, al llegar el amanecer se atacaban las plazas de armas secundarias,
que en principio estaban provistas de menos medios defensivos, y desde
esos espacios se vengaban de los ataques recibidos” 28. Por esta razón, teniendo en cuenta la cuestión del alojamiento pero también los saqueos,
Fernando Cortés Cortés clasifica esta guerra como un acontecimiento
desastroso para la Extremadura española29. Este tipo de guerra de saqueo no es ajena al hecho de que la Monarquía Hispánica se enfrentaba
con diversos conflictos simultáneos, especialmente contra Francia y Cataluña, a los cuales prestaba más atención y que siguieron su curso hasta
la firma de la Paz de los Pirineos (1659). Esta situación determinó que
la estrategia y recursos castellanos de los primeros 19 de los 28 años de
26
27
28
29
Rafael Valladares, A Independência de Portugal. Guerra e Restauração 1640-1680,
Lisboa, Esfera dos Livros, 2006, p. 354.
Ibid., pp. 361-362.
João Cosme, Elementos…, cit., p. 39.
Fernando Cortés Cortés, Guerra e Pressão Militar nas Terras de Fronteira 16401668, Lisboa, Livros Horizonte, 1990, p. 9.
159
João Augusto Espadeiro Ramos
guerra, no estuvieran orientados hacia la frontera portuguesa, lo que
influyó en el éxito portugués.
Durante los casi 30 años que duró el conflicto, este fue el tipo de
actuación más común y solo se podrían clasificar como batallas cinco
de estos enfrentamientos 30. Aunque el papel de Noudar a lo largo de la
Guerra de Restauración portuguesa no fue protagonista de ninguno de
los muchos textos panfletarios de la época –lo que corresponde a una
participación tímida en dicha guerra–, no dejó de verse involucrada varias veces en el conflicto.
Esta guerra se desarrolló principalmente en el Alentejo, pues Badajoz fue un lugar estratégico para el ataque a Portugal. De hecho, la estrategia castellana de ataque fue la misma que utilizó en 1580 el Duque
de Alba cuando invadió Portugal para hacer firmes las exitosas pretensiones de Felipe II al trono portugués31. Por esta razón, la táctica castellana se concentró en la Extremadura española, contigua al Alentejo. En
1641 se intensificó la vigilancia junto a la frontera, lo que implicaba una
mayor atención al castillo de Noudar. A pesar de ser un punto estratégico estaba muy destruido y su villa muy deshabitada, por lo que la villa
de Moura trató de reforzarlo con provisiones y efectivos32.
Entre el 29 de junio de 1641 y los primeros días de agosto33 el
ejercito portugués despejó el lugar de Barrancos por orden del rey, incendiándolo y dejando en pie apenas la iglesia parroquial y parte del
palacio del conde de Linhares, comendador de Noudar. La destrucción
de este lugar, el conjunto urbano más importante del término, permitió
la concentración de los esfuerzos militares en la fortaleza de Noudar.
30
31
32
33
160
Ibid., p. 40.
Fernando Dores Costa, A Guerra da Restauração 1641-1668, Lisboa, Livros Horizonte, 2004, p. 47.
João Cosme, Elementos…, cit., p. 27.
Ibid., p. 32. El 4 de agosto regresó a Moura D. Francisco de Sousa, mando militar
de esa expedición.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
Algunos días después de la destrucción de la aldea de Barrancos,
fueron detectados caballeros enemigos en las proximidades del castillo
de Noudar sin mayores incidentes, puesto que este ya estaba guarnecido34. El 11 de julio de 1641, llegaron noticias a Moura de que el castillo de Noudar estaba cercado, por lo que se enviaron refuerzos35. El 18
de julio los “regidores [de Encinasola] acordaron y mandaron que se
pregone en la plaza y calles públicas de esta villa que todos los vecinos
de esta villa que tuvieren ganados en la tierra que hace frente al Reino
de Portugal […] lo traigan de la parte arriba de esta villa”36. La acción
del ejército luso, capaz de destruir una aldea portuguesa debió provocar
muchos recelos en los territorios fronterizos.
A pesar de que el castillo de Noudar quedase a un lado de las
contiendas más significativas de la Guerra de Restauración portuguesa,
la preocupación de los procuradores de Moura en las Cortes de 1642,
dejó bien clara la importancia estratégica que esta villa atribuía a la fortaleza. Afirmaban los procuradores que siendo Noudar “una de las llaves
de este Reino”37 necesitaba 120 hombres a caballo y una compañía de
infantería para su defensa. Es curiosa la sugerencia hecha por los procuradores, que recuerdan la función original de esta fortaleza y también el
objetivo inicial de la cesión a la Orden de Aviz. Ese retorno a las concepciones originales quedó patente cuando afirmaron que el “presidio es
jurisdicción del Maestre de Aviz en donde en las guerras pasadas residía
el maestre con sus caballeros”38. Como es obvio, esta referencia alude a
la permanencia del comendador y no a la del maestre de la orden. Así, se
sugiere “que todos los hidalgos o personas que requieran o pretendiesen
34
35
36
37
38
Ibid., p. 32.
Ibid., p. 33.
Archivo Histórico de Encinasola (AHE), Ayuntamiento Pleno, Actas Capitulares,
Legajo 1, fol. 29.
ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp.
248-288.
ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp.
248-288.
161
João Augusto Espadeiro Ramos
encomiendas del hábito vengan a servir a dicha fortaleza”39. Es más curioso todavía que esta pretensión entronque con la del Estado dos Povos
discutida en las mismas cortes, que defendía que fuesen los bienes de
la Corona y de las Órdenes los destinados a pagar la mayor parte de los
costos de la guerra, ya que están “estos bienes obligados en primer lugar
a los gastos de la guerra, siendo dados por los reyes con esa condición”40.
La cuestión aludida rebasa el espacio al este del Guadiana.
En 1643 el rey portugués se aproximó físicamente al escenario de
la guerra al instalarse en Évora con el fin de atraer vasallos y medios
materiales para la misma. Uno de los problemas a los que se enfrentó la
nueva monarquía de los Braganza fue el de la escasez de soldados y las dificultades de reclutamiento, ya que, como se ha apuntado anteriormente,
el ejército portugués era prácticamente inexistente hasta ese momento.
Todas estas dificultades se reflejaron también en Noudar. Atendiendo a
la escasez de habitantes en Noudar todo indica que su guarnición era
“profesional”, pues incluso su capitán mayor era un oficial remunerado41
y no un noble del lugar. No es que los habitantes locales no pudiesen integrar la guarnición, pues en el inicio de la Guerra de Restauración portuguesa integraba la tropa de Noudar Bartolomeu Rodrigues Ronquilho,
natural de Barrancos, que sería posteriormente destacado mediante una
merced42, pero esta no sería la pauta dominante. El libro de albaranes y
mercedes del ayuntamiento de Moura43 referente a nombramientos militares, deja entrever las dificultades a la hora de conseguir dirigentes,
puesto que la aplicación de penas de destierro a Noudar tiene siempre
como implicados a oficiales, militares y nobles. Estas dificultades no solo
se advertirían a nivel de reclutamiento, sino también en el mantenimien39
40
41
42
43
162
ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp.
248-288.
Fernando Dores Costa, A Guerra … cit., p. 38.
Esto fue así durante el periodo de la Guerra de Restauración. Fernando Dores Costa, “As forças sociais perante a guerra: as Cortes de 1645-46 e de 1653-54”, Análise
Social, vol. XXXVI (161), 2001, p. 1151.
ANTT, Livros das Portarias do Reino, L. 2, fol. 474v.
Arquivo Municipal de Moura (AMM), Câmara Municipal, Alvarás e Mercês, L. 1.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
to de los mandos. En julio de 1659 recayeron sospechas44 sobre el capitán
que estaba en Noudar, y el gobernador de armas del Alentejo ordenó
su sustitución por uno de mayor confianza. La búsqueda de mandos de
confianza llevaba a que se encontrasen soluciones inesperadas, como sucedió en enero de 1662, cuando fue nombrado capitán de Noudar el militar extranjero João de Sentclar45. La preocupación de Moura por dotar
a Noudar de medios militares, denotaba la importancia que la primera
villa atribuía a la segunda. Si se relaciona esta cuestión con el papel que
asumió Moura en su abastecimiento, tanto de efectivos como de bienes,
la relación entre estos dos polos militares se muestra aún más clara.
En 1644, queda testimonio de la existencia de un cerco que culminó con la toma de la villa que fue recuperada algún tiempo después46.
En este mismo año, estalló la primera batalla –la de Montijo– que tuvo
un mal comienzo para el ejército portugués, aunque acabaría saliendo victorioso. En 1645 y 1646 aún existían hostilidades pero después
le sucedería un período de calma. Por lo que evidencia la lectura de las
mercedes y privilegios concedidos por servicios en aquel castillo, que se
concentraron entre 1644 y 1654, este período fue el de mayor actividad
en el territorio de Noudar47.
A partir de 1657, debido a la muerte de D. João IV y la minoría de
edad de D. Afonso VI (1656-1683), se inicia la regencia de Doña Luisa de
Gusmão. Este hecho, asociado a una mayor disponibilidad castellana, especialmente la proporcionada por el tratado de los Pirineos con Francia
(1659), hace que la guerra con Portugal entre en una nueva y última fase.
Felipe IV tenía las manos libres para concentrar sus efectivos militares en
la frontera occidental. En octubre de 1660, se documentan movimientos en torno a Noudar puesto que el gobernador de Aroche es herido y
44
45
46
47
Cartas dos Governadores da Província do Alentejo a El-Rei D. João IV e a El-Rei D.
Afonso VI, Vol. II, Lisboa, Academia Portuguesa de História, 1940, p. 301.
Norberto Franco, O porquê…, cit., p. 165.
Ibid., pp. 163-164. Información original en Cartas dos Governadores da Província
do Alentejo.
Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., pp. 18-19.
163
João Augusto Espadeiro Ramos
apresado en este castillo48. En diciembre de 1661, los rumores llegados de
Castilla apuntan que los castellanos tenían intención de atacar Noudar,
Safara y Santo Aleixo49. Entre 1659 y 1665, el ejército portugués derrotó
en repetidas ocasiones a las tropas castellanas en las batallas de Elvas,
Ameixial y Montes Claros. Esta situación, asociada a una guerra larga
y prolongada en el tiempo, llevó al agotamiento de ambas partes determinando el fin de la contienda mediante un tratado de paz firmado el 5
de enero de 1668 en Madrid, y ratificado en Lisboa en el mes siguiente50.
Una observación interesante acerca de la importancia militar de
este territorio en el siglo XVII, viene dada por la divergencia de posturas en cuanto a la destrucción de la aldea de Barrancos. El conde de
Ericeira, en su obra História de Portugal Restaurado apunta que “era tan
difícil y poco útil conservarlo [el lugar], que sin culpa de los habitantes
fue justo destruirlo”51. La Relação do que sucede una vila de Moura e seu
termo no ano de 1641 indica que fue dispuesto que “ninguno de los moradores de Barrancos pasase a Castilla bajo pena de traidores y ser por
tales tenidos”52, por lo que la destrucción de la aldea parece haber sido
solamente un castigo. En nuestra opinión este antagonismo no es más
que la diferenciación del nivel desde el que es observado el problema.
El conde, en una obra de análisis general sobre la situación de la guerra, más militarista, no da mucha importancia a ese pequeño territorio.
Mientras que la Relação, que tiene un enfoque más local, transmite la
idea contraria defendiendo el fundamental sostén de los habitantes de
la aldea destruida e impidiendo su pase a Castilla a pesar de la desconfianza en cuanto a su fidelidad. Esta situación también fue debida a que
serían útiles para desempeñar el mismo papel de marco fronterizo que
permitió a Portugal ver reconocida la jurisdicción del lugar de Barrancos en el pleito de 1493.
48
49
50
51
52
164
João Cosme, Elementos…, cit., p. 72.
Ibid., p. 74.
Ibid., p. 78.
D. Luís de Meneses, História de Portugal Restaurado, Tomo I, Lisboa, Oficina de
João Galvão, 1679, p. 216.
João Cosme, Elementos…, cit., p. 332.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
La Guerra de Sucesión española (1701-1715)
La Guerra de Sucesión española (1701-1715) tuvo mayores consecuencias geopolíticas en el territorio estudiado, puesto que el término
de Noudar pasó a jurisdicción castellana. Las principales potencias europeas se vieron implicadas en el conflicto tras la muerte de Carlos II de
España, quien dejó como heredero al que sería más tarde Felipe V, nieto
del rey de Francia Luís XIV. El recelo que suscitó la unión de dos grandes
países europeos, provocó que Inglaterra, el Imperio Austriaco y las Provincias Unidas entraran en guerra con Francia y España. Este conflicto
abrió la puerta a la afirmación del imperio británico en detrimento de
la importancia que el imperio español había tenido hasta el momento.
Se desarrolló entre el recelo de una unión entre España y Francia en
contraposición a la hegemonía de los Habsburgo a través de una nueva
unión entre España y el Imperio Austriaco. Portugal, tras alegar neutralidad y apoyo a Francia decidía, en 1704, reforzar las relaciones comerciales con Inglaterra, acogiendo en su territorio a otro aspirante al trono: el Archiduque Carlos, hijo del emperador austriaco. Los conflictos
con Portugal se iniciaron en la región de la Beira para extenderse más
tarde por el Alentejo, donde se volvieron más intensos, especialmente en
lo relativo a los saqueos a uno y otro lado de la frontera. Esta situación
determinó, entre 1704 y 1715, el despoblamiento de la mayoría de los territorios al este del Guadiana, y la concentración de sus habitantes bajo
la protección de las murallas de las respectivas poblaciones53.
En el Alentejo los conflictos se iniciaron concretamente en la
zona situada al este del río Guadiana. En 1704, tras el saqueo de Santo Aleixo y Aldeia Nova de S. Bento, el marqués de Villadarias tomó la
plaza de Noudar y mantuvo allí un efectivo militar54. La ocupación de la
villa implicó la asunción no solo de la jurisdicción y de la organización
militar, sino también de la eclesiástica. En 1706 el gobernador castellano
de Noudar manifestó al gobernador de Jerez de los Caballeros sus preocupaciones por la concentración de tropas portuguesas y solicitó con53
54
Ibid., p. 103.
Ibid., p. 102.
165
João Augusto Espadeiro Ramos
sejo55. La ausencia de asientos bautismales para 1712 se justificó en 1733
con el hecho de “el padre Benedito Marqués, natural de anzinasola prior
que en aquel tiempo era en esta Iglesia de Nuestra Señora del destierro
de esta villa de Noudar por razón de que en dicho tiempo estaba dicha
villa y su término poseído por castellanos”56.
En 1707 se produjo la pérdida de las villas de Serpa y Moura57, ciudades que Castilla desocupó en 1708 debido a las dificultades en su mantenimiento, causando daños en las estructuras militares antes de su abandono. La ocupación de estas villas correspondió a una estrategia clara del
duque de Osuna, capitán general de Andalucía, de ocupar territorios al
este del Guadiana, como forma de impedir el paso de caballos y bienes
hacia Portugal. Después de este episodio, el conflicto se trasladó hacia el
área de Olivença, que fue objeto de varias tentativas fallidas de ocupación.
Sin embargo, la realización de incursiones se mantuvo, como revela el
abandono de las aldeas hasta el comienzo de la negociación de la paz.
Noudar volvió a ser posesión portuguesa en 1715 por los tratados
de Utrecht, firmados desde 1713 entre los distintos beligerantes y que
supusieron el fin de la Guerra de Sucesión española. En ellos, además
de la restitución de Noudar y de la Colonia de Sacramento, Portugal vio
garantizadas sus posesiones coloniales.
En este último conflicto, en el que Noudar se vió involucrado
como plaza militar pero en el que ya no era valorada como tal, se constató su importancia en la protección del margen izquierdo del Guadiana,
puesto que Moura y Serpa fueron tomadas por tropas castellanas una
vez que Noudar estuvo en manos de Castilla.
Tras la pérdida y recuperación de Noudar, surgió la preocupación
por modernizar la fortaleza. La planta del castillo y alrededores elabora-
55
56
57
166
Ibid., p. 105.
ANTT, Archivo del Distrito de Lisboa (ADL),Registos Paroquiais (RP), Noudar, Batismos, L. 1, fol. 22v.
João Cosme, Elementos…, cit., pp. 111-112.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
da en 1755 por Miguel Luiz Jacob58, mostraba una fortaleza proyectada
al este de la villa en el tiempo de D. João V (1689-1750), pero nunca
llegó a construirse.
Las pocas ocasiones y el modo en que la villa se menciona en la
bibliografía y documentación de la época referente a la Guerra de Restauración portuguesa, así como la decisión de no construir el reducto
dibujado en la planta de 1755 tras la Guerra de Sucesión española, parecen indicar que Noudar tenía cada vez menos valor estratégico frente
a las nuevas formas de hacer la guerra. De este modo, su abandono se
fue acentuando. En 1755, la planta mostraba una fortaleza degradada,
con cuarteles arruinados y almacenes demolidos. Cuando tuvo lugar la
invasión francesa, Portugal ya había rechazado la contribución de Noudar en la vigilancia de la frontera, puesto que en 1805 el albarán que
regulaba las plazas de frontera había retirado la de Noudar59.
El análisis de la estructura militar de Noudar corrobora que estamos ante una villa con importancia exclusivamente militar. Esta importancia procedía de la necesidad de controlar la frontera, de asegurar recursos y garantizar el poblamiento. Los cambios en las formas de
control del territorio determinaron con frecuencia el abandono de las
estructuras militares medievales a favor de emplazamientos más próximos a las áreas de cultivo o de pastoreo. Esto se comprueba repetidamente por la transferencia de la sede del poder local desde las antiguas
villas hasta los nuevos lugares en desarrollo. Si bien este proceso fue
muy frecuente en los territorios fronterizos, el caso de Noudar es el único al este del Guadiana.
Una villa con función exclusivamente militar
Una vez analizada la importancia estratégica del territorio en términos militares, consideramos que es del máximo interés tratar de comprender cuál fue el peso social de los asuntos militares en este mismo
58
59
Publicado en Adelino de Matos Coelho, O Castelo…, cit., p. 88.
Norberto Franco, O porquê…, cit., pp. 168-169.
167
João Augusto Espadeiro Ramos
territorio. Es conocida la naturaleza ennoblecedora de los oficios militares, pero deberíamos preguntarnos: ¿Resultaron atractivos estos oficios
para los habitantes del término toda vez que se reconocía la importancia
estratégica del mismo en la región?
Noudar nunca fue una villa, en la acepción de espacio urbano
dinámico, ni en la vertiente económica ni en la social. Los registros parroquiales clarifican mucho esta cuestión. Aunque algunas veces es denominada villa, Noudar es mayoritariamente mencionada como villa y
castillo de Noudar, e incluso sólo como castillo de Noudar. Fray António
Vaz de Sousa fue, en 1735, “Prior del Castillo de Noudar, parroquia de
Nuestra Señora del Destierro”60. En 1730 Brás Mestre y Maria Vasques
aparecen como “habitantes en este castillo”61 y en 1734 Domingos da
Silva como “natural del mismo castillo”62. Esta denominación no sólo
era utilizada por los priores de Noudar, sino también en Barrancos. En
1748, Francisca Rodrigues era denominada natural del castillo de Noudar63, y Francisco Fernandes Corvo aparecía en 1762 como “natural del
castillo de la villa de Noudar”64.
La referencia conjunta aludía siempre a la villa del castillo y no al
castillo de la villa. En el caso de Francisco Fernandes Corvo, en que se
hace referencia al castillo de la villa de Noudar, éste no es considerado
natural de la villa, sino del castillo. No nos encontramos, por lo tanto,
ante una villa que tiene un castillo para protegerse, sino ante un castillo
que tiene una villa para darle soporte. Esto puede confirmarse por el
hecho de que cuando el Alcaide Luís Dantas recibió el castillo en 1516,
no sólo visitó la fortaleza sino también la villa y las casas de los escasos
habitantes. De este modo al Alcaide, tras verificar “las cosas anteriormente escritas que fueron encontradas en la dicha fortaleza y la dicha
villa, todas fueron entregadas al dicho Luis Dantas alcaide mayor en su
60
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64
168
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 25v.
Ibid., L. 1, fol. 17.
Ibid., L. 1, fol. 25.
ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 4, fol. 47v.
Ibid., L. 5, fol. 72.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
persona”65. El alcaide no sólo recibía el espacio militar, sino también la
villa.
Esta función exclusivamente militar refleja la dificultad en el
asentamiento de la población civil, y determinó su abandono cuando
esa función militar dejó de ser relevante. Fue hasta tal punto difícil el
asentamiento humano en el lugar que estuvo asociado al castigo. De
aquí procede la denominación del patronazgo de la villa, que a partir
del siglo XVIII pasó a ser, significativamente, el de Nuestra Señora del
Destierro. En el siglo XIV los condenados cambiaban la cárcel por la
estancia en Noudar. En el trascurso de la Guerra de Restauración, los
militares transgresores de Moura cumplieron sus penas en Noudar, e
incluso para el clero Noudar parece haber sido un castigo. El padre Manuel Tisnado, referido como prior de la Iglesia de Nuestra Señora del
Destierro aunque no se ha hallado su carta de presentación, permaneció en Noudar entre el 25 de septiembre de 174366 y el 22 de octubre de
174767. Antes de habitar en Noudar había sido párroco de Santo Amador, en el término de Moura, pero su conducta no fue la más adecuada
para el cumplimiento de sus obligaciones. En la visita del 27 de diciembre de 1734, la iglesia parroquial estaba “en el suelo la mayor parte de
ella”68, lo que se debía al “poco celo de los feligreses y la menor actividad
del Reverendo Párroco”69. El sucesor del padre Manuel Tisnado retomó
la fiesta patronal, que no se realizaba desde hacía diez años, y recibió de
él un libro que “se encuentra inmundo y lleno de manchas”70. Es fácil
comprender que la sustitución del padre Manuel Tisnado el 3 de septiembre de 1741 tuvo muy probablemente relación con este inadecuado
comportamiento. Su aparición en Noudar no sería ajena a la necesidad
de castigar este comportamiento.
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“Auto d’uma posse …”, cit., p. 150.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol, 35.
Ibid., L. 1, fol. 39v.
ANTT, ADL, Confrarias e Irmandades, M. XXX, nº 6, fol. 7.
ANTT, ADL, Confrarias e Irmandades, M. XXX, nº 6, fol. 7.
Ibid., M. XXX, nº 6, fol. 13.
169
João Augusto Espadeiro Ramos
En todo caso, los priores de Noudar tampoco estaban mucho
tiempo en la villa. En el caso de fray Bento Gomes de Negreiros que
recibió carta de presentación como prior de Noudar en 172771 y firmó
tan sólo un asiento de bautismo el 16 de marzo72, la situación está justificada, ya que vino a morir, curiosamente a Barrancos, el 14 de mayo
de ese mismo año73. Con otros priores no ocurre sin embargo lo mismo.
Fray António Vaz de Sousa no firmó ningún asiento en el libro de bautismos entre el 1 de enero de 174174 y el 27 de diciembre de 175975. Esta
segunda fue la fecha en la que firmó su último bautizo, a pesar de que su
sustituto sólo recibió carta de presentación en 176976.
Uno de los últimos priores, fray Vicente Inácio da Rocha Peniz,
presentado en 180877, fue casi siempre sustituido en los actos, aunque firmó los asientos. Esa sustitución la hicieron padres castellanos, como por
ejemplo el padre D. Diogo Fernandes Compañon, “presbítero de la villa
de Valencia” en 181478 y nombrado posteriormente, en 1815, coadjutor
en Noudar79. Hubo también otros casos. En 1791, Don Diego, presbítero
del hábito de san Pedro y vecino de Valencia del Mombuey, bautizaba en
Noudar con licencia del prior80. En 1786 aparece asimismo bautizando el
padre António Morcilla, habitante de Valencia del Mombuey81.
Los militares, además de ser extraños al término, también parecían estar de paso. Aun en el siglo XVIII, los militares que los registros
parroquiales sitúan en Noudar pertenecían a los regimientos de Moura.
En 1733 fue padrino de un bautizo António Alves, soldado de la plaza de
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Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., p. 23.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 13v.
ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 3, fol. 4.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 32.
Ibid., L. 1, fol. 47v.
Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., p. 25.
Ibid., p. 26.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 2, fol. 39v.
Ibid., L. 2, fol. 40.
Ibid., L. 2, fol. 31v.
Ibid., L. 2, fol. 19v.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
Moura82. En 1739 aparecen como testigos en un proceso de defunción
José de Brito, alférez del regimiento de Moura “que se hallaba destacado
aquí por orden de su Mayoral”83, Pedro José, cabo de escuadra del mismo destacamento y “un soldado de la misma compañía”84. Se trataba
por lo tanto de militares de los regimientos de Moura que estaban en
Noudar cumpliendo órdenes de sus superiores. Al menos en la primera
mitad del siglo XVIII, el ayuntamiento de Moura corría con los “gastos
de alojamiento y de lo que se daba a quien proporcionaba luz y lumbre
a la tropa en tránsito desde allí [la aldea de Safara] hacia la guarnición
del castillo de Noudar”85.
La relación entre Noudar y Moura y la importancia de la fortificación para el término, quedó bien patente en la ya mencionada petición
de los procuradores de Moura a las cortes de 1642, en la que indicaban
“que en el distrito de esta villa [de Moura] está el presidio de Noudar,
que es una de las llaves de este Reino”86, solicitando por ello el refuerzo
de la fortaleza a través de la realización de obras y de su dotación militar.
La importancia social de los oficios militares
En lo referente al desempeño de oficios militares es importante, en
cualquier caso, distinguir entre Noudar y Barrancos. En Noudar se mantenía una estructura militar, encabezada por los gobernadores de la plaza. Todos ellos permanecieron en Noudar, donde se casaron, bautizaron
y enterraron a sus hijos, y la villa se mantuvo como base de la estructura
militar del territorio. El oficio de gobernador de la plaza correspondía,
al menos en 1716, al puesto de capitán de infantería que tenía derecho
al “sueldo que corresponde a estos puestos de acuerdo con las últimas
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85
86
Ibid., L. 1, fol. 21.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Óbitos, L. 1, fol. 16.
Ibid., L. 1, fol. 16.
José Avelino da Silva e Matta, Anais de Moura, Moura, Câmara Municipal de Moura e Biblioteca Municipal, 1991, p. 38.
ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp.
248-288.
171
João Augusto Espadeiro Ramos
órdenes y gozará de todas las honras, libertades, exenciones y franquezas
que directamente le competen”87, y dependía del Maestre de Campo General que gobernaba la provincia del Alentejo, de quien tomaba posesión
una vez nombrado. Tras la recuperación de la plaza en ese año de 1716,
fue nombrado gobernador del castillo de Noudar Baltasar de Mendonça
e Castro88. Este militar natural del término de Montemor-o-Velho, llegó
a este oficio de gobernador tras una carrera de casi veinte años en Macao, Estremoz, Mourão, Serpa, Olivenza, Valencia y Alcántara, en puestos
de sargento, capitán de compañía, alférez y capitán de infantería. Este
era el “currículo” que sustentaba sus aspiraciones al gobierno de Noudar.
Al igual que quienes le seguirían después, el gobernador se instaló en
el castillo con su familia. Así lo indica al menos el enterramiento en la
iglesia de Noudar de uno de sus hijos menores en 171989. El gobierno
de la plaza aparece aquí no sólo como una recompensa a años de buen
servicio, sino como un claro instrumento en la búsqueda de distinción
social. Dado el marco de atribución del cargo en aquella altura, se trataba
aún de un oficio que concedía nobleza, y era ciertamente eso lo que buscaba Baltasar de Mendonça e Castro. Este fue el último gobernador cuyo
nombramiento fue hecho por merced regia, por lo que parece bastante
probable que a partir de mediados del siglo XVIII el nombramiento de
gobernador para el castillo de Noudar pasase a un nivel regional, lo que
representó sin duda una disminución de la importancia de la plaza y del
mando de la misma. A medida que se fueron pacificando los conflictos, el
cargo del gobernador en estos términos perdió su función militar.
Los gobernadores Pedro José de Fonseca, que permaneció en
Noudar entre 175790 y 177691, y Francisco António Freire Lameira, que
vivió en Noudar entre 178692 y 178993, fueron hombres de la región. El
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172
ANTT, Registo Geral de Mercês, D. João V, L. 8, fol. 90v.
ANTT, Registo Geral de Mercês, D. João V, L. 8, fol. 90v.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Óbitos, L.1, fol. 2.
ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 46.
Ibid., L. 2, fol. 3v.
Ibid., L. 2, fol. 20.
Ibid., L. 2, fol. 24.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
primero era natural de Serpa y su mujer de Moura. El segundo fue asimismo natural de Moura. Este segundo, tenía los mismos apellidos que
el juez de la comarca de la orden de Aviz, fray Teodósio Freire Lameira,
y fue probablemente su sobrino, y nieto por esta rama de un capitán de
Olivença. En la familia del primero no se conoce sin embargo ningún
oficio militar o de cualquier otro tipo. Tales hechos vienen simplemente
a confirmar que Noudar pasó a depender de un nivel más local, acentuándose su interdependencia con la plaza militar de Moura. El último
gobernador conocido de la plaza, Francisco António Freire Lameira,
aparece como asistente en Barrancos en 178994 y en 1792 es mencionado como “gobernador de esta villa [de Barrancos] y de la del castillo
de Noudar”95. El hecho de que el gobernador de la plaza pasase a ser
asistente en la villa de Barrancos y a ser denominado también como gobernador de Barrancos a pesar de que la plaza militar se encontrase en
Noudar es una clara señal de la pérdida de importancia de la estructura
militar, que se hace visible incluso en el contexto municipal. También
los mandos militares hicieron el recorrido de paso de Noudar a Barrancos que el gobierno había hecho ya en el siglo XVI. Estaba ya trazado el
destino de la plaza, camino a su extinción en 1805.
También podríamos preguntarnos: ¿Qué importancia tenían los
oficios militares en Barrancos, donde se localizaba la gran comunidad
demográfica del término, donde permanecía la autoridad en la época
moderna y se asentaba el poder económico? En Barrancos los hombres
que desempeñaron funciones militares fueron apareciendo en apadrinamientos, en los que vemos surgir a tenientes de caballería e infantería
e incluso al gobernador de armas, aunque casi siempre de forma muy
puntual. El capitán José Pereira Palha, de quien no sabemos que tuviese familia ni ningún otro vínculo con Barrancos, consta como padrino
entre 174496 y 176497. Durante estos veinte años fue padrino y testigo de
bautizos y matrimonios en seis ocasiones, incluyendo los matrimonios
94
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ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 3, fol. 74v.
Ibid., L. 3, fol. 81.
Ibid., L. 4, fol. 71.
Ibid., L. 5, fol. 258.
173
João Augusto Espadeiro Ramos
de los varones de la familia más importante del gobierno municipal. El
capitán Semião Gonçalves surge una única vez, en 175698. Encontramos
también al capitán Domingos Vasques como procurador del gobernador de armas Manuel Escudeiro de Andrade99. Una nueva excepción a
las apariciones puntuales la constituye el alférez Rodrigo Carrasco, cuya
hija Isabel Carrasco, natural de Santo Aleixo en el térmmino de Moura,
se casó en 1692100 en Barrancos. El propio alférez se casaría en 1701101
con una sobrina del párroco de esta localidad de Barrancos, en la que
fue residente entre 1701 y 1723, año de su muerte102, y en la que dio origen a un linaje de hombres de gobierno a través de su hija Isabel.
Con la excepción de este personaje, ninguno de los demás militares tuvo una presencia efectiva en Barrancos. No obstante, hay que tener
en cuenta que dicho alférez estuvo allí en el periodo de la Guerra de
Sucesión y es probable que en los momentos de mayor tensión la plaza
da Noudar mantuviera algún efectivo militar en aquella localidad. Dado
que los militares que aparecen en Barrancos no eran integrantes de las
familias locales concluimos que no existieron Ordenanças103, pues no se
hace ninguna referencia a las mismas ni podrían haber existido dejando
de lado a las élites locales.
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103
174
Ibid., L. 5, fol. 29.
Ibid., L. 5, fol. 53.
Ibid., L. 1, fol. 36.
Ibid., L. 1, fol. 46.
Ibid., L. 3, fol. 31v.
Las ordenanças eran una especie de circunscripción para el reclutamiento y el entrenamiento militar, coincidente con el territorio de un municipio. Constituían
una reserva para las tropas de primera línea y estaban integradas por todos los
hombres de una localidad entre los dieciséis y los sesenta años, con excepción de
los privilegiados. Estas estructuras eran relativamente independientes de la jerarquía militar, pues tenían como base de su constitución el ayuntamiento o el poder
señorial, que nombraba los capitanes de compañía y el capitán mayor. Estos cargos, por su cariz municipal y por que se atribuían la capacidad de reclutamiento,
tenían gran influencia local y se repartían entre los personajes más ilustres del
lugar por lo que su ejercicio otorgaba nobleza.
La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII
Conclusiones
Si bien las guerras de la época moderna vinieron a confirmar la
importancia estratégica de la fortaleza de Noudar para la salvaguarda
de las villas más importantes del margen izquierdo del Guadiana, las
nuevas dinámicas militares y las más modernas técnicas y tácticas bélicas condujeron a que nunca se invirtiese en la modernización de esta
fortaleza y a que en 1805 se renunciase a su uso y función militar.
El análisis social de los oficios militares en este territorio resulta
más complicado. El debilitamiento de la estructura militar fundacional
del término parece estar asociado a la relevancia social de los hombres
que desempeñaban tales funciones. Los mandos militares de Noudar, y
especialmente los gobernadores, no tuvieron ninguna relevancia en las
dinámicas sociales y económicas de la encomienda a partir de la Edad
Media, momento en que perdieron su vínculo con la guerra. Al contrario de lo que sucedió en otros concejos, el ejercicio de oficios militares
no fue utilizado aquí en la búsqueda de distinción social. En una tierra
de frontera en la que la presencia militar fue determinante para la consolidación y estructuración del territorio, el ejercicio de funciones militares tuvo muy poca relevancia. Desde luego no existen referencias a la
existencia de ordenanças y las élites locales no recurrieron al ejercicio de
oficios militares en procesos de ennoblecimiento (del mismo modo que
tampoco lo hicieron con respecto a los procesos de ennoblecimiento,
pues en este sentido apenas se conocen dos candidatos a ser familiares
del Santo Oficio). Es probable que este hecho esté relacionado con la
disminución de la importancia de la frontera en la vida de estas comunidades, tanto en lo referente a la administración señorial como en el
plano económico. Todo parece indicar que el proceso de administración
y la vida económica se desenvolvieron con los territorios portugueses
contiguos y de espaldas a los del otro lado de la frontera104.
104 João Augusto Espadeiro Ramos, Fronteira e relações de poder. Noudar e Barrancos
no Antigo Regime, Dissertação de mestrado, Universidade de Évora, 2012, pp. 162,
171, 172.
175
João Augusto Espadeiro Ramos
Podemos concluir señalando que en este espacio de frontera se
buscó la riqueza y no precisamente el ennoblecimiento. A diferencia de
la Edad Media –donde la organización militar tuvo un fuerte cariz señorial puesto que el dominio militar estaba al alcance del comendador, que
era también alcaide mayor del castillo– en la época moderna dicha organización dependió de la Corona o de las villas a las que Noudar servía
como puesto de protección avanzada. En otras palabras, la organización
militar del territorio nunca estuvo bajo la responsabilidad de sus habitantes, lo que sin duda influyó en un espacio demasiado sometido a los
vaivenes fronterizos y a las turbulencias de la guerra.
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178
Tratados, fronteras y fundaciones
urbanas en la América hispana
durante el siglo XVIII.
De San Lorenzo al Río
de La Plata
Porfirio Sanz Camañes1
Una de las líneas actuales de investigación en la que estoy trabajando
está dedicada al siempre polémico y también vigente tema de la frontera. He
dedicado algunos trabajos a su aparición como fenómeno articulador de
determinadas estructuras político-administrativas de enorme relieve en la
América hispana, tales como el Virreinato o también a dilucidar el papel de
la frontera –tal y como intencionadamente llevó el título del curso en el que
se inscribe esta aportación– no solo entendida como linde o delimitación
sino como espacio de convivencia y de confrontación.
En unas fronteras, más claramente que en otras, se asistió a distintos procesos de convivencia, solidaridad e interdependencia pero
también a otros de conflicto y tensión fronteriza en preservación del
territorio, entendido hoy como soberanía territorial y defendido por
muchos con un sentido exclusivo y excluyente2.
1
2
Universidad de Castilla-La Mancha
Definir el reconocimiento de la alteridad, es decir, de la existencia del “otro” ha
quedado vinculado para épocas más recientes con el respeto de su identidad. En
este sentido, el “nosotros” y el “otro” puede entenderse en los mismos límites de la
179
Porfirio Sanz Camañes
Hoy en día las cuestiones relativas a la frontera y los estudios sobre
la frontera siguen concitando la atención de los investigadores desde el
boom surgido por los nacionalismos y la aparición de nuevas fronteras
en el siglo XIX. En la actualidad se asiste a un doble proceso claramente
atestiguado con multitud de ejemplos y variantes. Mientras entre los países más industrializados se asiste a procesos de vertebración plurinacional, donde se tiende a la aparición de espacios económicos más amplios
y a la consiguiente desaparición de las fronteras, en otros, las tensiones
fronterizas se plasman visualmente con el levantamiento de muros, murallas o vallados de gran altura y durante cientos de kilómetros3.
Las guerras y los Tratados han añadido nuevos componentes al
papel de la frontera y lo han hecho desde tiempos muy remotos. No
podemos ser muy exhaustivos en la siguiente aportación pero pretendemos hacer un rápido recorrido sobre algunos de los tratados y conflictos
bélicos que modelaron las fronteras e impulsaron la fundación de ciudades en la América hispana, de norte a sur, desde San Lorenzo al Río de
La Plata durante el siglo XVIII.
Los primeros acuerdos sobre el Nuevo Mundo contaron, como no
podía ser de otra forma, con las bendiciones de Roma. Las bulas pontificias y los tratados hispano-lusos pusieron su acento en el reparto de áreas
de influencia entre las Coronas de Castilla y Portugal durante el siglo XV
sobre unos espacios todavía indefinidos jurídica y políticamente. Desde
el punto de vista jurídico, Portugal se convirtió en el único país que po-
3
180
enunciación de la cultura. BÜSCHGES, C., y LANGUÉ, F., (coords.), Excluir para
ser. Procesos identitarios y fronteras sociales en la América hispánica (XVII-XVIII).
Madrid, 2005.
No cabe duda, y tenemos numerosos ejemplos que lo confirman, en las obras de
O. Ranum, A.E. Smith y B. Anderson, entre otros, que los perímetros fronterizos
pueden llegar a ser o convertirse en la clara expresión de las sensibilidades de cada
pueblo incidiendo en su componente nacional. Sirva el ejemplo de lo que sucede
en América del Norte en nuestros días desde los parámetros de los Estados Unidos
de América. La frontera sur en particular, ha sido y es objeto de representaciones
encontradas si consideramos la población mexicana, mientras la población angloamericana convive en el norte con una casi tácita desaparición de la frontera.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
día conquistar tierras del mundo no cristianas sirviéndose de las bulas
concedidas en tiempos de los Papas Nicolás V, Calixto III y Sixto IV. El
éxito de la empresa colombina de 1492 sirvió para delimitar los nuevos
espacios y áreas de influencia que bajo el pontificado de Alejandro VI
recibieron un destacado impulso. El pontífice romano, como dominus
orbi, confirmaría de forma exclusiva y también excluyente “la posesión
de todas las tierras descubiertas y por descubrir” a cien leguas al oeste de
las Azores a través de la bula Inter Coetera II de 4 de mayo de 1493. Poco
después, el Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, servía
para fijar nuevas líneas de demarcación territorial y suponía una ampliación de las áreas de influencia para los reinos ibéricos a quienes asignaba el monopolio de lo que poco después sería conocido como Nuevo
Mundo. El poblamiento posterior, enmarcado en un proceso de aculturación, contempló un extraordinario despliegue urbano con la fundación de ciudades bajo patrones más o menos establecidos. Con respecto
a la guerra y a las formas en las que se manifestó quizá resulte excesivo
parafrasear a Treistchke, un teórico convencido que veía la guerra como
el instrumento por el que se podía convertir a un pueblo en nación. Sin
embargo, todo parece indicar que el poder militar resultó el menos permeable a la frontera y el que actuó de elemento más separador al menos
desde época moderna. Y es que con frecuencia los poderes instalados en
la frontera se acabaron convirtiendo en poderes enfrentados, por lo general a través de un sistema de presidios o fortificaciones instalado sobre el
territorio, para terminar convirtiendo lo frontero en lo contrario.4
Las fronteras norte y sur desde la perspectiva virreinal
Las tensiones fronterizas resultaron especialmente visibles desde
comienzos del siglo XVII cuando otras potencias europeas como Ingla4
Sobre el caso de las fortificaciones en América hay una abundante bibliografía, entre las que podemos destacar: VV.AA., Puertos y Fortificaciones en América y Filipinas, CEHOPU, Madrid, 1984; CALDERÓN QUIJANO, A., Fortificaciones españolas en América en la Edad Moderna. Madrid, 1985; y GUTIÉRREZ, R. y ESTERAS,
C., Territorio y Fortificación. Madrid, 1991.
181
Porfirio Sanz Camañes
terra, Francia y Holanda se quisieron sumar a un reparto americano un
tanto tardío. Como C.H. Haring puso de manifiesto en su obra sobre
el Imperio Hispánico en América publicada en Buenos Aires en 1958, el
Imperio se articuló sobre tres elementos básicos para su mantenimiento: las minas, fuente de riqueza y fundamento económico de la política
imperial; los puertos, como agentes transformadores de las ciudades y
de sus regiones; y las flotas, necesarias para el transporte, la información
y la defensa entre los dominios americanos y la metrópoli. La creación
de los Virreinatos de Nueva España, en 1535, y del Perú, en 1542, sirvió
para articular administrativa y gubernativamente unas fronteras que se
iban ampliando a gran velocidad. Durante el siglo XVIII se plasmaron
en nuevas realidades los distintos esfuerzos colonizadores en la América
del Norte y del Sur. Con respecto a la primera, las escasas poblaciones de
españoles asentadas en las zonas de Arizona, Nuevo México y el oeste de
Texas –conocidas como Provincias Internas– tuvieron que convivir no
siempre pacíficamente con las tribus indígenas de apaches, comanches y
karankawas que extendían la amenaza y el perjuicio para su seguridad y
el desarrollo de las actividades comerciales de la zona5. Cuando las relaciones se enturbiaban, el saqueo y la rapiña se convertían en moneda de
cambio entre indígenas y españoles o franceses asentados en estas zonas.
Con el establecimiento de presidios, es decir, de guarniciones
para la protección de distintos caminos y poblaciones se pretendía preservar la soberanía española de Nuevo México y Texas, salvaguardando
5
182
Nos referimos sólo a algunas obras que consideramos de relieve en este apartado,
entre ellas, las de WEBER, D. La frontera norte de México, 1821-1846. México, 1988;
La frontera española en América del Norte. México, 1992; y Bárbaros Barcelona,
2006; así como la obra coordinada por BERNABEU, Salvador de, El gran norte de
México. Sevilla, 2009; y su monografía sobre El septentrión novohispano: ecohistoria, sociedades e imágenes de frontera. Sevilla, 2000. Las correrías de los apaches y
de los comanches, éstas a partir de 1780, asolaron las poblaciones de Coahuila y
Chihuahua, obligando a la esporádica organización de movilizaciones militares
de castigo por parte de los comandantes de los presidios españoles para alejarlos
de las poblaciones fronterizas. Véase, GERALD, R.E., Spanish Presidios of the Late
Eighteenth Century in Northern New Spain. Santa Fe, 1968.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
los yacimientos de Nueva España y Nueva Galicia6. Para ello se hizo necesario activar otra serie de medidas: por una parte, la necesaria evangelización, clave para la aplicación de los proyectos pacificadores sobre
los indígenas de la zona; y por otra, de tipo económico, al supervisar el
problema del contrabando con la Luisiana francesa, una auténtica obsesión de las autoridades españolas. El proceso de colonización tejano,
financiado a través de las provisiones de la Corona, la Iglesia –sobre
todo los franciscanos– y los particulares, superó los costos previstos inicialmente. La escasa presencia española en el territorio se explica por
las dificultades geográficas, la fuerte resistencia indígena y los impulsos,
no siempre decididos y continuos, de la Corona. Si estratégicamente se
había logrado el objetivo, manteniendo a distancia a otras potencias coloniales, la política de poblamiento no obtuvo los resultados esperados.
La visita de José de Gálvez a las Provincias Internas modificó los
planteamientos estratégicos tras el informe por el que se procedía a la
reorganización de la zona. Debemos entender que durante las primeras
décadas del siglo XVIII se extendían a lo largo del territorio poco más
de veinte presidios y algo menos del millar de hombres. Las propuestas
de Gálvez y del marqués de Rubí, integrante de una misión militar a la
zona entre 1766 y 1768, acabaron fructificando en una serie de reformas
que descansaban en la coordinación de los enclaves defensivos y fortalecían la frontera natural de río Grande y el núcleo de San Antonio7. El
6
7
Esta serie de provincias tenían en común dos rasgos principales: por un lado, la
defensa de los ricos yacimientos mineros de Nueva España, ante las invasiones extranjeras y las incursiones de los indios; por otra, ese espíritu de frontera, debido a
su alejamiento con respecto a los más importantes centros urbanos del virreinato.
Con este objetivo se iniciaron las gestiones pobladoras a través de la fundación de
presidios, misiones y pueblos ranchos, todos ellos unidos entre sí por una red de
caminos reales, al mismo tiempo claves para entender la ordenación territorial
de Texas. Véase, MOORHEAD, M.I. The Presidio. University of Oklahoma Press,
1991. p. 27 y ss. Desde su edición original, en 1975, sigue siendo una obra de referencia para todos estos temas.
El investigador José María Rodríguez Jiménez está desarrollando bajo mi dirección su Tesis doctoral: “El presidio tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia
defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII”. En su tesis de maestría ya
183
Porfirio Sanz Camañes
proyecto carolino de 1769, recogido en el reglamento de los presidios
del virrey Croix de 1770, pretendía impulsar la penetración española en
el interior, sin olvidar los dos grandes problemas existentes en la región:
por una parte, contener las incursiones de los pueblos apaches y, por
otra, observar el despliegue de los rusos en la costa noroeste. De alguna
forma, se estaba fraguando el proyecto definitivo, sancionado posteriormente por Carlos III, para la creación de una Comandancia General de
las Provincias Internas, cuyos límites con el Virreinato de Nueva España
quedaron fijados por el sur de Sinaloa, Durango y Coahuila hasta pasado el río Grande.
La inestable situación fronteriza constituyó siempre una de las
mayores preocupaciones para el virreinato de Nueva España. Se hacía
necesario proceder a una nueva reorganización del territorio con la división de la antigua comandancia aprobándose por un decreto de 1787
su organización8. En cualquier caso, estas entidades resultantes tuvieron poco futuro, como demuestra la aprobación de un nuevo plan para
reunificar la comandancia, con dependencia absoluta del virrey sobre las
provincias de Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Texas y Coahuila.
Los Tratados anglo-españoles en América del Norte9
La guerra, plasmada en los distintos conflictos anglo-españoles
que tuvieron lugar durante el siglo XVIII recorrió amplios espacios des-
8
9
184
adelantó algunas hipótesis de trabajo sobre el poblamiento de Texas que ahora
esperan ser ampliadas con la Tesis.
Con este objeto se aprobó un decreto en 1787 organizando la región occidental o
de Poniente (incluyendo las Californias, Sonora, Nueva Vizcaya y Nuevo México)
bajo el gobierno de Ugarte; y la de Oriente (Coahuila, Texas y Nuevo Reino de
León, con algunas dependencias menores) al mando de Ugalde, con estrictos poderes militares Véase, MOORHEAD, M.I., The Apache Frontier. Jacobo Ugarte and
Spanish Indian Relations in Northern New Spain, 1769-1791. University of Oklahoma Press, 1968.
Seguimos en lo sustancial SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana. Siglos XV-XVIII. Madrid, 2004. pp. 417-421.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
de la América del Norte y el Caribe10, afectando especialmente al dispositivo militar de las islas y del Istmo de Panamá, desde Portobelo hasta
Cartagena de Indias11. Especial incidencia tuvo la guerra colonial de los
Siete Años, entre 1756 y 1763, reflejando el creciente temor de España
a que los ingleses le arrebataran algunos dominios de sus extensos e
inexplorados territorios de Norteamérica, que consideraba de su propiedad pero que no podía explotar a su conveniencia por falta de medios12. Para conjurar esta amenaza se organizaron, en la primera mitad
del siglo XVIII, una serie de gobiernos militares en Texas (1718), Sinaloa
(1734) y Nuevo Santander (1746). Más problemas tuvo la penetración
por las salvajes y semidesérticas tierras del sudoeste norteamericano –
proceso iniciado por misioneros, marineros y soldados– situación que
10
11
12
Sobre el dispositivo defensivo del Caribe, puede verse: HOFFMAN, P.E., El desarrollo de las defensas del Caribe. Siglo XVI y principios del siglo XVII. La Rábida,
1981; y del mismo, The Spanish Crown and the Defense of the Caribbean, 15351585: Precedent, Patrimonialism, and the Rotal Parsimony. Bâton Rouge, 1980.
La protección del Istmo de Panamá y los ataques corsarios de Morgan son algunos
de los aspectos temáticos mejor tratados en la obra de CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., La defensa militar del istmo de Panamá a fines del siglo XVII y comienzos
del XVIII. Sevilla, 1952. En este sentido, las ciudades más estudiadas en el Istmo
de Panamá corresponden a Nombre de Dios, Panamá y Portobelo. Véase también,
MARTÍN, M.A., Fundación, desarrollo y decadencia de tres centros urbanos españoles en el Istmo de Panamá. Buenos Aires, 1982. Por último, cerrando el dispositivo
defensivo del Caribe, destaca la ciudad de Cartagena de Indias, una de las más
estudiadas, como demuestran los libros de: BORREGO PLA, M.C., Cartagena de
Indias en el siglo XVI. Sevilla, 1983; DOUSDEBES, P.J., Cartagena de Indias, plaza fuerte (capítulos de la historia militar de Colombia). Bogotá, 1948; del mismo,
MARCO DORTA, E., Cartagena de Indias, la ciudad y sus monumentos. Sevilla,
1951; Cartagena de Indias, puerto y plaza fuerte. Cartagena, 1960; y ZAPATERO,
J.M., fortalezas españolas en América. Cartagena de Indias. Madrid, 1967.
Sobre la política exterior inglesa en estos años, véase: BLACK, J., Eighteenth-Century
Europe, 1700-1789. London, 1990; “British Foreign Policy in the Eighteenth Century. A Survey”, en Journal of British Studies, 26 (1987). pp. 36-37; y “Parliament
and Foreign Policy, 1763-1793”, en Parliaments, Estates and Representation, vol. 13,
2 (1993). pp. 153-171.
185
Porfirio Sanz Camañes
no se produjo hasta la segunda mitad del siglo XVIII13, lo que explica las
tardías fundaciones de San Francisco en 1775 y de Los Ángeles en 1780.
La frontera de la Luisiana y el Mississippi también atestiguó numerosas rivalidades y disputas coloniales a lo largo del siglo XVIII. La
firma del Tratado de San Lorenzo en 1795 sirvió para poner fin a las
disputas hispano-norteamericanas y delimitar la frontera entre España
y las antiguas trece colonias inglesas14. El definitivo Tratado de Límites
determinaría aspectos tan relevantes como: la navegación por el Mississippi, de gran interés para los Estados ribereños de Kentucky y Ohio; los
aranceles comerciales; la delimitación de las tribus asentadas en los territorios fronterizos; y la posibilidad de comerciar con las colonias españolas de América15. Hacia 1763, cuando la Luisiana pasó a manos españolas según el Tratado de París, la provincia se extendía por la frontera
del Mississippi e Iberville, lagos Maurepas y Ponchartrain. La otra línea
que delimitaba estos territorios se situaba al oeste del río Rojo, en las
inmediaciones de Natchitoches, cuyo foco comercial más importante se
situaba en la ciudad de Nueva Orleans, que había sido fundada en 1718
y se acabaría convirtiendo en el eje económico del valle del Mississippi16.
13
14
15
16
186
McKAY, D. y SCOTT, H.M., The Rise of the Great Powers, 1648-1815. London, 1991.
pp. 270-271.
El tratado de San Lorenzo de 1795, también ha sido conocido como el “Tratado de
amistad, límites y navegación” o tratado Pinckney en los Estados Unidos, firmado
por Manuel Godoy en nombre de Carlos IV de España y por Thomas Pinckney,
en representación de Estados Unidos. Con el tratado se definían las fronteras entre los Estados Unidos y las colonias españolas en Norteamérica, especialmente la
Luisiana y las dos Floridas, además de regularse los derechos de navegación en el
Mississippi. Véase, ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi, frontera de España.
España y los Estados Unidos ante el Tratado de San Lorenzo. Zaragoza, 1977.
Ibid., pp. 163-176.
La ciudad, atravesó distintas vicisitudes entre 1718 y 1803, cambiando sucesivamente de manos francesas a españolas hasta su venta a los Estados Unidos. Como
ciudad de frontera, sufrió las consecuencias de los conflictos intermitentes con los
ingleses, fundamentalmente durante la guerra de los Siete Años (1756-1763), la
depresión económica de la década de 1770 y hasta dos graves incendios (1788 y
1794) que la dejaron destruida. Cit. SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana., pp. 419-420.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
La Luisiana volvió a manos españolas a partir de 1762, como “regalo” de Luis XV a Carlos III por la pérdida de la Florida tras la guerra
de los Siete Años. Con la llegada del general Alejandro O’Reilly, en 1769,
acompañado de un fuerte convoy militar se recupera el orden en la zona
para incorporar más tarde la Luisiana al sistema administrativo colonial
español17. Luis de Unzaga, sustituto de O’Reilly, tuvo que hacer frente,
primero, a la depresión económica que azotó la colonia entre 1770 y
1772; y, después, con la crisis de las Islas Malvinas, en 1771, prepararse
para una situación prebélica debido al envío de una expedición militar
británica a Pensacola y a la caída de los intercambios comerciales en
el Mississippi. Aunque aparecen indicios de recuperación económica a
partir de 1772, la crisis en las colonias británicas, agudizada a partir de
1775, y el advenimiento de la revolución americana instaron a una mejora en el dispositivo militar de la Luisiana18.
Las dificultades inglesas en Norteamérica abrieron la posibilidad
a los españoles para conquistar la Florida británica, cada vez más evidente desde 1776. Con el gobierno de Bernardo de Gálvez, entre 1777
y 1783, España inició los preparativos en la Luisiana ante una probable
guerra19. Nueva Orleans estaba suministrando distintos equipamientos
a los Estados Unidos, en rebelión contra Inglaterra. La conquista española de Baton Rouge, en 1779; Mobile, en 1780; y Pensacola, en 1781
a los ingleses, con ayuda norteamericana, favoreció el rápido final de
la guerra. Los tratados de paz de 1783 dejaron la cuestión de la frontera entre España y Estados Unidos sin resolver, aunque la nueva nación
americana, reclamaba derechos de navegación en el río Mississippi20.
En virtud de los tratados, España consiguió la cesión inglesa de
la Florida occidental y el reconocimiento de la soberanía española en
la Florida oriental. Con ello, la anterior frontera de Nueva España se
17
18
19
20
Ibid., p. 420.
Ibid., pp. 420-421.
Los fuertes en Manchac, Pointe Coupée, Natchitoches, Arkansas y la entrada del
río Missouri carecían de artillería funcional y tenían escasa dotación militar.
ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi,.., pp. 163-176.
187
Porfirio Sanz Camañes
había desplazado hacia el este, pero la disputa con los nacientes Estados
Unidos de Norteamérica no tardaría en llegar como consecuencia de la
prohibición española para navegar por el río Mississippi. Desde 1787
un decreto real permitiría comerciar de forma limitada por el río a los
norteamericanos y hacia 1793 los Estados Unidos controlaban la mayor
parte del comercio de la Luisiana. Debido a nuevas disputas fronterizas,
en 1795 se firmaba el Tratado de San Lorenzo o Tratado de Pinckney y
en 1800, por el Tratado de San Ildefonso, España cedía nuevamente la
Luisiana a Francia, que era vendida en 1803 a los Estados Unidos por 60
millones de francos21.
Los Tratados hispano-lusos y su impacto en América del Sur
En la América del Sur, como ya hemos expuesto en otros trabajos, el espíritu de frontera ensanchó los límites territoriales conocidos
y extendió el proceso de urbanización de las ciudades de frontera quedando atestiguado en la región chilena, la América Austral, Paraguay,
Venezuela, Nueva Granada y La Plata. En esta última etapa de la época
colonial –como ha puesto de manifiesto Manuel Lucena–se reactivó el
ciclo de nuevas fundaciones de ciudades ensanchando, todavía más ese
espíritu de frontera, surgiendo, en consecuencia, la ciudad ilustrada, en
un marco de nuevos conflictos22. En ocasiones, para ocupar espacios vacíos, en otras, por motivos de índole política o económica, en cualquier
caso, para asegurar la defensa imperial que conllevaba la afirmación de
la soberanía española en aquellas tierras.
Como señalábamos al comienzo de este estudio, los tratados hispano-lusos sirvieron para “modelar” la frontera, primero en el ámbito
peninsular –con el firmado en Medina del Campo, en 1431 y ratificado
en Almeida el año siguiente– y después con los sucesivos tratados de
Alcaçovas-Toledo, Tordesillas y así sucesivamente hasta el de Badajoz, de
21
22
188
SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana., p. 421.
LUCENA GIRALDO, M., A los cuatro vientos. Las ciudades de la América hispana.
Madrid, 2006. pp. 129-172.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
1801, sin incidencia para América por el que ambos países pusieron fin
a la Guerra de las Naranjas.
Los Tratados hispano-lusos, ya desde el siglo XV, suponían desde
el reconocimiento político a distintas cuestiones entre los reinos ibéricos a la fijación de las dotes en las alianzas matrimoniales pasando por
el reparto de las zonas de navegación y conquista del Atlántico y los
dominios americanos. La administración política de España y Portugal
en América se mantuvo hasta comienzos del siglo XIX aunque el monopolio económico-mercantil hispano-portugués tuviera que ir cediendo
ante el avance de ingleses, franceses y holandeses ya desde el siglo XVI.
Durante el siglo XVIII cobran especial relevancia los Tratados de
Madrid (1750), también llamado de “Permuta”, alcanzado entre Fernando VI de España y Juan V de Portugal, y el de San Ildefonso (1777),
ambos firmados por las Cortes de Madrid y Lisboa, por los que se establecían las fronteras de ambos países en América del Sur, el primero,
con un enorme impacto sobre el régimen de misiones jesuíticas en el
Paraguay, y el segundo, que supuso la cesión de una parte del actual
Uruguay, incluyendo la Colonia de Sacramento.
El tratado de Madrid o de Permuta de 1750 y su impacto en el Paraguay
Terminada la Guerra de Sucesión Austriaca con la paz de Aquisgrán, en 1748, España y Portugal decidieron poner término a las controversias que todavía persistían sobre la interpretación del Tratado de
Tordesillas y firmaron en Madrid, el 13 de enero de 1750, un tratado
para la definición de los límites coloniales. Como consecuencia del mismo, España cedía a Portugal la región paraguaya al este de los ríos Uruguay e Ibicuy con una serie de misiones y poblados guaraníes. El tratado
obligaba a la transferencia a los portugueses de los poblados pero los
guaraníes, considerados súbditos españoles, debían ser trasladados al
oeste perdiendo sus casas y tierras que quedaban en manos de los portugueses.
En las regiones del interior como la del Paraguay, dada la existencia de una mayor influencia portuguesa, que interfería las actividades
189
Porfirio Sanz Camañes
económicas de su ciudad más importante, Asunción, la Corona ordenó
la creación de pueblos y de presidios en la línea de frontera, que en algunos momentos se convirtió en una frontera de guerra. La fundación
de misiones por parte de los jesuitas era la avanzadilla española que refrendaba su soberanía frente a las incursiones de los bandeirantes de Sao
Paulo en un espacio de conflicto sobre el que se aplicaría el Tratado de
Límites23.
La historiografía centrada en este tratado y sus consecuencias ha
abordado el indudable daño material y moral producido en las comunidades guaraníes. A pesar de los esfuerzos de la Compañía de Jesús por
disuadir a la Corte en la toma de esta decisión, las razones de Estado se
acabaron imponiendo. La orden Jesuítica atravesaba momentos difíciles
en Europa ante unas monarquías nacionales cada vez más celosas de su
autonomía frente a las injerencias papales y sus instrumentos de acción,
tales como la Compañía.
La comisión mixta encargada de definir el Tratado y las nuevas
fronteras tardó en ponerse a trabajar casi dos años, mientras la vida en
las doctrinas seguía su curso y los guaraníes sembraban sus campos y
recogían sus cosechas. Los jesuitas habían logrado convencer a las comunidades afectadas de que se trasladasen hacia el oeste e incluso algunos misioneros se habían adelantado para seleccionar los lugares a
donde serían trasladadas las reducciones. Poco después de la siembra,
el comisario portugués para la ejecución del Tratado, Gómez Freire de
Andrada, gobernador de Río de Janeiro, informó a su colega español
Valdelirios que no iba a conceder más dilaciones para la determinación
del trazado fronterizo y la evacuación de los poblados. En Madrid, la
presión cada vez era más insistente pues a la reivindicación lusa se su23
190
El desarrollo económico de los jesuitas puede seguirse en las obras de Nicholas P.
Cushner. Véanse, entre otras: Farm and Factory: The Jesuits and the Development of
Agrarian Capitalism in Colonial Quito, 1600-1767. Albany, 1982; Lords of the Land:
Sugar, Wine, and Jesuit Estates of Colonial Peru, 1600-1767. Albany, 1982; Jesuit
Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, 1650-1767. Albany,
1983; y Why Have You Come Here?. The Jesuits and the First Evangelization of Native
America. Oxford, 2006.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
maba el apoyo de Londres, que miraba con especial interés la región del
Río de La Plata. Se redujo, por tanto, el tiempo concedido a los guaraníes para efectuar su traslado, lo que significaba en la práctica que las
siembras se perderían y el fantasma del hambre haría su aparición. El
tratado afectaba a siete poblaciones, las de: San Borja, San Luis Gonzaga,
San Lorenzo, San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, San Nicolás y San
Ángel. Las tres primeras aceptaron el traslado sin apenas oposición. En
cambio, las otras cuatro se rebelaron contra las autoridades españolas y
contra los sacerdotes jesuitas24.
Mapa 1
Los tratados de Límites hispano-lusos del siglo XVIII.
24
Las reducciones de San Miguel y San Carlos se enfrentaron a los portugueses, quienes realizaron sobre las mismas una gran matanza. Tales sucesos son recogidos
con gran veracidad en el magnífico film “La Misión”, dirigida por Roland Joffé, en
1986.
191
Porfirio Sanz Camañes
Con estos trastornos las misiones sufrieron abundantes daños y
el número de indios disminuyó notablemente, no solo por los que perecieron durante la guerra, sino también por los que sucumbieron al
vigor de las privaciones y enfermedades, por los que buscaron su seguridad en los montes y por otros muchos que se llevaron engañados los
portugueses. Las consecuencias del tratado no se hicieron esperar y las
reclamaciones españolas al mismo tampoco.
Carlos III anuló el tratado de Límites alegando manifiesto incumplimiento por parte de los portugueses, al negarse a recibir los siete
pueblos de misiones desocupados por España y entregar la Colonia del
Sacramento. Las órdenes correspondientes para deshacer los mojones
levantados por las partidas de demarcación, devolver a los indios a los
pueblos de donde habían sido sacados violentamente y de restituir las
cosas al estado anterior que tenían antes del Tratado fueron enviadas a
Ceballos y Valdelirios en septiembre de 1760. El Tratado de El Pardo, firmado el 12 de febrero de 1761, fijaría las nuevas bases del entendimiento
hispano-luso en América. Sin embargo, los portugueses se mantuvieron
en sus posiciones argumentando la espera de órdenes de Lisboa para
abandonar los territorios reclamados.
El clima de tensión se agudizó en las misiones de Mojos amenazadas por los portugueses desde el fuerte de Santa Rosa, desde el que
también dominaban terrenos usurpados en Cuyabá y Matogrosso. Las
expediciones españolas organizadas en 1763 y 1764 finalmente terminaron en sendos fracasos. Las enfermedades tropicales, la deserción, la
falta de preparación militar y la falta de armas y preparación adecuadas
fueron lastres para que Madrid consiguiera sus intentos.
Por esos mismos años crecía el rechazo a la Compañía de Jesús en
la Corte de Carlos III, una oposición que ya venía declarándose en tiempos de Fernando VI25. La expulsión de los jesuitas de Portugal y Francia
25
192
La Compañía de Jesús era vista con poca simpatía por las demás órdenes religiosas. A medida que la Compañía se extendió y cobró poder económico e influencia
política y social también acumuló progresivamente el recelo y la animadversión de
grandes sectores de la sociedad. La defensa del molinismo frente a la doctrina de
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
no encontró el respaldo del episcopado español, que dio muestras claras
de su escasa simpatía por su causa. Conocemos suficientemente que la
inestabilidad política y el ascenso en la Corte de figuras como Campomanes, el duque de Alba y el padre Eleta, confesor del rey, permitieron
plantear una estrategia a seguir para ir relegando a un segundo plano
a los partidarios de la compañía. El motín de Esquilache sería determinante y ofreció la mejor excusa para acusar a los jesuitas de haberlo
tramado. Las investigaciones e informes posteriores denunciaron “las
malas ideas esparcidas sobre la autoridad real por los eclesiásticos” y
el “fanatismo que por muchos siglos habían venido infundiendo en el
pueblo y gente sencilla”. El Conde de Aranda que ocupó el lugar de Ensenada, desterrado a Medina del Campo, creó una sala especial o consejo extraordinario para entender todo lo relativo al motín y de cuyas
conclusiones se desprendió la tácita acusación de algunos miembros de
la Compañía.
La expulsión de los jesuitas fue decretada por Carlos III el 27 de
febrero de 1767 siendo el Conde de Aranda, Presidente del Consejo de
Castilla, quien ejecutase la medida de “extrañamiento de los regulares
de la Compañía de Jesús de todos los dominios de España e Indias” con
la ocupación de sus bienes26. Las consecuencias de la aplicación del decreto de expulsión en Indias –en palabras del historiador sueco Magnus
26
San Agustín, las discusiones teológicas sobre la gracia, la cuestión de la ortodoxia
del cardenal Noris que enfrentó, a finales del siglo XVII, a los jesuitas y a los agustinos promovieron la incesante aparición de publicaciones, a veces de tono casi
panfletario que acabaron desprestigiando ante el pueblo a la Compañía de Jesús
en mayor grado que a las restantes órdenes religiosas.
Sobre la expulsión de la Compañía de Jesús de la América española hay una nutrida bibliografía. En 1965 el historiador sueco Magnus Mörner publicaba su The
Expulsion of the Jesuits From Latin America, en la editorial Alfred A. Knopf de New
York. Desde entonces la catarata de publicaciones no ha dejado de cesar. Por ello,
nos remitimos a efectos de recopilación a uno de los más recientes studios, casi
coincidiendo con el curso de verano sobre la frontera que tuvimos en Almagro.
Véase, SCULLY ROBERT, E. S.J., “The Supression of the Society of Jesus: A Perfect
Storm in the Age of “Enlightenment”, Studies in the Spirituality of Jesuits Vol. 45
No. 2 (Verano 2013).
193
Porfirio Sanz Camañes
Mörner– sacudió profundamente la sociedad colonial, hasta tal punto
que es difícil encontrar otro suceso de la misma magnitud en el curso
de la historia de Latinoamérica entre la conquista y la independencia27.
Mapa 2
La frontera en el área de Misiones
En las reducciones situadas en las gobernaciones de Buenos Aires
y del Paraguay el decreto de la expulsión tardó en entrar en vigor y no
lo hizo hasta el año siguiente pues se temía una reacción por parte de la
Compañía. Los testimonios recogidos sobre la expulsión en las misiones
reflejan un clamor semejante28. Los propios indígenas se encontraban
confundidos y desolados. Continuas preguntas pasaban por su mente:
¿Cuál era la causa de suceso tan nunca pensado?; ¿Por qué no continua27
28
194
MÖRNER, Magnus, The expulsion of the Jesuits from Latin America. Nueva York,
1965. p. 3.
HERNÁNDEZ, P. S.J., El extrañamiento de los Jesuítas del Río de La Plata y de las
Misiones del Paraguay por decreto de Carlos III. Madrid, 1908. Tomo I, pp. 38-39,
135-135 y 200-206.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
ban en educarlos habiendo sido ellos los que los engendraron en Cristo?; ¿Qué sería de ellos si los Padres se marchaban?; ¿Quién iba a enseñar
a sus hijos a partir de ahora las artes útiles?. A pesar de los esfuerzos para
que se conservasen en sus reducciones a los padres jesuitas las medidas
de extrañamiento seguían su curso. El Gobernador Bucareli desde Buenos Aires se mostró inflexible ante cualquier posible aplazamiento29.
Los efectos de la expulsión fueron difíciles de medir pero su impacto en el sistema de las reducciones fue demoledor30. A la drástica disminución de la población en los poblados se sumaron la falta de medios
de subsistencia –se abandonó la agricultura y las manufacturas– y la
desaparición de las buenas costumbres, es decir, del orden social, la rectitud y la disciplina que habían implantado los Padres jesuitas. Además,
Bucareli se sirvió del régimen encomendero para sustituir el gobierno
de los indios guaraníes, un régimen cuya aplicación tuvo consecuencias
desastrosas. Las ordenanzas decretadas en 1770 debían ajustarse a las
Leyes de Indias. Se nombraron visitadores para que inspeccionaran la
situación de las doctrinas, se mantuviera e impulsara la lengua castellana y se volviera al cultivo de las tierras y al beneficioso comercio proporcionado en épocas pasadas. En 1801 quedaban en las reducciones algo
menos de 23.000 almas frente a las casi 90.000 almas de 1767, prueba
explícita de que las medidas tomadas por las autoridades españolas tras
la salida de los misioneros no surtieron su efecto. Por último, la problemática frontera originada en esta zona llevó a la creación de nuevas
ciudades de frontera españolas y portuguesas. Mientras por el bando
portugués aparecían las ciudades de Miranda Nova Coimbra y Nossa
Senhora de Pazeres, ambas en el Paraguay; la Corona española impulsaba la fundación de Villa Real de la Concepción, en 1769; y después lle-
29
30
Ibid., Tomo I, pp. 62-63.
La aportación cultural de los Jesuitas en América también ha sido objeto de un
gran número de estudios. Para no ser exhaustivos, véase: MÖRNER, Magnus. “The
Role of the Jesuits in the Transfer of Secular Baroque Culture to the Río De La
Plata Region”, en John W. S. J. O'Malley (Eds.), The Jesuits: Cultures, Sciences, and
the Arts, 1540-1773. Toronto: University of Toronto Press, 1999. pp. 305-315.
195
Porfirio Sanz Camañes
garían las de San Agustín de la Emboscada, Pilar de Neembucú, Rosario
de Caurepotí y San Pedro Apóstol de Ycua-Mandiyú.
Los Tratados de San Ildefonso y El Pardo sobre el Río de La Plata
El Tratado firmado en 1777 entre el conde de Floridablanca, en
nombre del rey español Carlos III, y Francisco Inocencio de Souza, en
representación de la reina María de Portugal, tenía por objeto resolver un
viejo conflicto fronterizo con Portugal en el Río de La Plata. Un acuerdo
que tenía intención de “extinguir las desavenencias que ha habido entre las coronas de España y Portugal y sus respectivos vasallos por casi
el espacio de tres siglos sobre los límites de sus dominios de América y
Asia”31. El acuerdo, además de ratificar los tratados de 1668, 1715 y 1763,
y la restitución mutua de las presas realizadas, conllevaba cesiones territoriales en Asia, en África y en América. Entre ellas, Lisboa, renunciaba a
los posibles derechos sobre las islas Filipinas y Marianas; cedía las islas de
Annobón y Fernando Poo, en la costa occidental africana a España; y en
la zona del conflicto, se formaba una comisión mixta que debía fijar los
límites, supuestamente siguiendo el curso de los ríos Negro, río Uruguay,
río Pepirí Guazú, río San Antonio, río Iguazú, Paraná e Igurey, mientras
otra serie de ríos y afluentes llegaban al Amazonas pasando por el Yapurá
y Orinoco y de ahí a la desembocadura en el Océano Atlántico. La isla de
Santa Catalina quedaría en manos lusas, quienes debían negar el acceso
portuario a embarcaciones que no fueran españolas o portuguesas.
El tratado de El Pardo, firmado en 1778, cerraba un conflicto
fronterizo que había enfrentado a España y Portugal en la cuenca de la
desembocadura del Río de la Plata con motivo del establecimiento de la
colonia do Sacramento portuguesa –desde 1680– en la Banda Oriental
de la cuenca del Plata frente a la ciudad de Buenos Aires. Durante un siglo, ambas Coronas se habían volcado en controlar una zona geoestraté31
196
“Tratado de El Pardo entre España y el Portugal ajustado entre el muy poderoso
don Carlos III rey de España y de las Indias y la muy poderosa doña María reina
de Portugal”, El Pardo, 11 de marzo de 1778. Tratado de El Pardo, entre España y
Portugal, 1778. Consta de XIX artículos.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
gica desde el punto de vista militar con notables riquezas agropecuarias
que darían el definitivo impulso al fenómeno urbanizador del Uruguay.
Sin embargo, no hay que olvidar que el conflicto hispano-luso venía de muy atrás y merece la pena recordarlo. El desinterés español en la
cuenca del Río de la Plata había sido tan evidente durante los siglos XVI
y XVII que no es de extrañar que fuese sometida a distintas incursiones,
sobre todo por parte de misioneros, indígenas rebeldes, portugueses y
corsarios32. Sin embargo, la región pronto llamó la atención de otras
potencias coloniales. La Francia de Luis XIV se interesó por la fundación
de un emplazamiento en dicho estuario. Según los informes que llegaban a Versalles, los resentimientos de los comerciantes porteños por el
control de Lima y de la metrópoli, el odio de los indígenas a los españoles y la escasa presencia militar en la zona, de unos 200 hombres, daban
posibilidades a la intentona francesa.
La ciudad de Buenos Aires, según todas las crónicas, ofrecía una
escasa capacidad para su defensa, lo que hacía plausible la fundación
de una colonia frente a la ciudad portuaria, cerca de la isla de San Gabriel. La intentona francesa no pasaría del papel puesto que la política
europea concentraba toda su atención. Sin embargo, después de que el
papa Inocencio XI con la bula “Romani Pontificis Pastoralis”, declaraba
en 1676 el Río de la Plata como frontera meridional del nuevo obispado de Río de Janeiro, los portugueses no desaprovecharon la oportunidad y, en 1680, establecían en la Banda Oriental del río de La Plata
la Nova Colonia do Santísimo Sacramento33. Con cuya fundación por
Manuel Lobo, gobernador de Río de Janeiro –según Marta Canessa– el
imperio portugués y su dominio americano del Brasil, materializaban el
32
33
AGUILERA ROJAS, J. Fundación de ciudades hispanoamericanas. Madrid, 1994.
pp. 239 y ss.
KAHLE, G. “América Latina como esfera de los intereses europeos desde el siglo
XVI hasta el siglo XIX”, en SCHRÖTER, B. y SCHÜLLER, K. (Eds.), Tordesillas y
sus consecuencias. La política de las grandes potencias europeas respecto a América
Latina (1494-1898). Madrid, 1995. p. 5.
197
Porfirio Sanz Camañes
fin de un largo proceso”34. Desde entonces, la historia de Sacramento se
convertiría en una “historia de necesidad” por parte de Brasil y de Portugal de recuperar los grandes beneficios que el comercio clandestino
había estimulado gracias a la ruta Potosí, Tucumán, Buenos Aires, Río
de Janeiro y Lisboa. En otras palabras, el establecimiento de la colonia
despertó, de su lentitud, de su morosidad, a las dos fronteras: la jurídicopolítica, o sea la del límite entre ambos estados; y la pionera, sobre un
espacio despoblado o “vacío de humanidad”35. No cabe duda que la política portuguesa en la zona iba a configurar el perfil de un nuevo modelo familiar o “familia platina” que iba a trascender la formación política,
económica, social y cultural al sur de Brasil y también en las repúblicas
vecinas de Uruguay y Argentina36.
La presencia lusitana en la zona atrajo a tantos contrabandistas
que los Borbones españoles decidieron la fundación de otro asentamiento, poblando y fortificando la bahía de Montevideo con familias canarias
y bonaerenses. Las autoridades españolas tomaron la iniciativa primero
con la fundación de San Felipe y Santiago de Montevideo, en 1714, plaza
militar, y una década más tarde con la de la ciudad de Montevideo, dependiente durante todo el siglo XVIII de la gobernación de Buenos Aires.
La ciudad de Montevideo, fundada en 1724, tuvo una clara función estratégico-defensiva, convirtiéndose pronto en una centinela adelantada a la entrada del río de La Plata, fortificada con murallas que
encerraban toda la ciudad, más algunas fortalezas ubicadas estratégicamente37. Concebido como el “gran baluarte militar del Sur del continen34
35
36
37
198
CANESSA DE SANGUINETTI, M., “La importancia de la fundación de la Colónia
del sacramento en la cuenca del Plata”, en Boletim da Sociedade de Geográfia de
Lisboa, Serie 104, nº 7-12 (1986). pp. 161-170. La cita en la p. 163.
Ibid., pp. 162 y 165.
FERRAND DE ALMEIDA, L., “A “política dos cassais” na Colónia do Sacramento
(1680-1777)”, en Biblos: Revista da Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra. Vol. 77 (2001). pp. 239-258. La cita en la p. 254.
ABADIE-RICARDI, O., “El papel de Montevideo en el sistema defensivo español”,
en ARTEAGA, J.J. (Comp.), Uruguay, defensas y comunicaciones en el período hispano. Madrid, 1989. p. 37.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
te americano” y como centro portuario de primera magnitud, durante
las últimas décadas del siglo XVIII38, la Corona utilizó todos los recursos
a su alcance para incentivar a los nuevos pobladores. Por ello, se concedió la calidad de “hidalgo de solar conocido” a todos los españoles que
concurrieran al poblamiento de las tierras americanas, amén de adjudicarse tierras en el pueblo donde el súbdito se asentara como poblador. El
crecimiento fue realmente espectacular. La ciudad pasó en dos décadas
de tener poco menos de 2.000 habitantes, en 1759, a 4.681, en 1780, con
un crecimiento superior al 134%39. En consecuencia, no se escatimaron
esfuerzos para hacer de Montevideo y de otras ciudades de la banda
oriental, lugares poblados, y en tanto tales, lugares soberanos. Quedaba
claro –como ha señalado Luque Azcona– que la configuración del espacio urbano del Montevideo colonial se iba a convertir en el espejo de
una sociedad en formación40.
En 1730 quedaba constituido el primer cabildo de San Felipe y
Santiago de Montevideo, bajo la dirección de un comandante militar
dependiente del gobernador de Buenos Aires. Sin embargo, la fundación
de la ciudad de Montevideo añadió nuevos problemas a la tensa situación que ya mantenían Sacramento y Buenos Aires. Por una parte, hubo
intentos españoles por recuperar la colonia. En ocasiones frustrados,
como en 1735 y en otras con más éxito, con Pedro de Ceballos, en 1762.
También los hubo por la fuerza de la diplomacia como ya se ha mencionado a través del Tratado de Permuta o Tratado de Madrid, en 1750 o el
de San Ildefonso y El Pardo en 1777 y 1778 respectivamente.
En consecuencia, y dados los problemas hispano-lusos existentes en la banda oriental, entre 1680 y 1777 la autoridad real española
tuvo que tomar la iniciativa en numerosas ocasiones con la fundación
38
39
40
LUQUE AZCONA, E.J., Ciudad y poder: la construcción material y simbólica del
Montevideo colonial (1723-1810). Sevilla, 2007. p. 293.
LUQUE AZCONA, E.J., “Evolución urbana de Montevideo en el siglo XVIII: un
mundo de frontera, luchas y contrabando”, en MARTÍN ACOSTA, E. PARCERO
TORRE, C., y SAGARRA GAMAZO, A., Metodología y nuevas líneas de investigación de la Historia de América. Burgos, 2001. p. 83-99.
Ibid., pp. 87-96.
199
Porfirio Sanz Camañes
de plazas militares, la organización de expediciones militares –como las
de Pedro de Ceballos– y la creación del virreinato del Río de La Plata en
1776. En un espacio tan extenso y una frontera tan activa como la de la
cuenca del Plata, sometida a la amenaza portuguesa desde sus bases en
el Brasil y a las itinerantes expediciones inglesas y francesas sobre las
costas de Patagonia y las Malvinas, no es de extrañar que se plantearan
informes y proyectos desde antes de 1770 aconsejando su creación41.
Como ha señalado Mónica Quijada la disputa en esta zona no era por
la soberanía territorial sino por la tenencia del espacio42. Sin embargo,
el virreinato nació con un claro corte militar a cuyo frente se situó a
don Pedro de Ceballos y se terminó extendiendo a las gobernaciones
de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y las cuatro del Alto Perú, la provincia de Cuyo –dependiente de la Audiencia de Santiago de Chile– y
el Chaco y la Patagonia, con una superficie de aproximadamente cinco
millones de kilómetros cuadrados. Poco después, en 1782, el virreinato
se dividía por la Real Ordenanza de Intendentes de Ejército y Provincia en ocho intendencias, siendo la de Buenos Aires la más relevante,
y cuatro gobiernos militares, encabezados por el de Montevideo. Con
este bagaje la coyuntura bélica en que se crearon los nuevos virreinatos
de Nueva Granada o Río de La Plata tenían otro perfil a los creados en
el siglo XVI43. El del Río de La Plata venía a satisfacer a los rioplatenses
de nuevos órganos de gobierno y justicia y a pesar de su corta duración,
permitió avanzar en la transformación interna de la región, convertida
en un auténtico polo de atracción internacional44.
41
42
43
44
200
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435.
Ibid., p. 437.
Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana
En conclusión, las guerras y los Tratados habían añadido nuevos
componentes al papel de la frontera oficial forjada en Tordesillas en 1494
para atestiguar el avance de otra frontera política, económica e incluso
espiritual empujada por razones estratégicas y socio-económicas tanto por los contrabandistas británicos, franceses y holandeses, como por
los bandeirantes portugueses. En esa nueva frontera aparecida durante
el siglo XVIII resultó crucial la fundación de ciudades a lo largo de la
América hispana, de norte a sur, y desde San Lorenzo al Río de La Plata.
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205
La frontera oriental novohispana
Texas y San Fernando a finales
de la época colonial
(1772-1822)1
José María Rodríguez Jiménez2
Cuando las autoridades mexicanas se hicieron cargo de la provincia de Texas en 1822 se encontraron con una tierra que había sufrido
enormemente. La guerra de independencia, las incursiones filibusteras,
los corsarios en el sur y las revueltas de los nativos, habían mermado
drásticamente la economía y la población tejana, a lo que se sumó una
pertinaz sequía que duró más de un lustro. En consecuencia, la población en 1822 era muy inferior a la del año 1772.
Los últimos cincuenta años de la Texas española estuvo marcado
por tres etapas. La primera iría desde 1773 hasta 1803. En este periodo la administración española comenzó una serie de reformas como la
creación de la comandancia de las Provincias Internas y recortes presupuestarios representados por el cierre de presidios, la secularización de
prácticamente todas las misiones franciscanas y el traslado de la capital
1
2
El presente estudio se inscribe en el marco de la Tesis doctoral que estoy desarrollando con el título: “El presidio tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia
defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII”, bajo la dirección del Dr.
Porfirio Sanz Camañes.
Universidad de Castilla-La Mancha
207
José María Rodríguez Jiménez
a San Antonio, habida cuenta que Texas ya no formaba frontera con
ninguna potencia rival, se había conseguido estabilidad con los nativos
y la hacienda real cada día estaba más mermada. La provincia cayó sino
en un olvido, si en “dejadez” como lo refleja por ejemplo el innecesario
periplo de la población de los Adaes que no consiguen estabilidad, ni
licencia para asentarse hasta 1779 en Nacogdoches, seis años después de
ser expulsados de los Adaes. Era un territorio más en la frontera norte.
La segunda etapa comenzó tras la venta de Luisiana a Estados
Unidos por parte de Francia, abriendo un nuevo capítulo en que Estados Unidos ejercerá una formidable presión en la frontera, culminando
con la creación de la zona neutral en 1806, que evidenció la debilidad
de España al permitir en su territorio una “tierra de nadie” llena de bandidos, contrabandistas y filibusteros. Así se fue “modelando” el espacio
tejano, unas tierras con una población autóctona escasa sobre la que se
establecieron distintos poderes y que fue tierra de paso para rebeldes, filibusteros y realistas tras la rebelión protagonizada por el padre Hidalgo
en 1810. La ciudad de San Fernando y el presidio de San Antonio se acabaron convirtiendo en el epicentro de la vida política y militar de Texas.
México se tuvo que hacer cargo de una provincia y continuar la política
que hasta el momento había llevado el anterior gobierno, ignorando
que en la solución para aumentar la población tejana estaba también la
causa de su secesión tan solo 14 años después.
De Los Adaes a San Fernando: la desmilitarización de Texas
En 1766 el virrey de Nueva España, el marqués de Cruillas, encargó al mariscal de campo marqués de Rubí la inspección de toda la
frontera norte de Nueva España para adecuar la estructura defensiva a
las nuevas circunstancias, sobre todo tras la incorporación de Luisiana a
la Monarquía Hispánica3. Los presidios de la frontera oriental de Nueva
España, es decir, las provincias de Coahuila, Texas y Nuevo León, fueron
3
208
CAUGHEY, J. W. Bernardo de Gálvez in Louisiana, 1776-1783. Gretna, 1991, pp.
29-42.
La frontera oriental novohispana
inspeccionadas por el brigadier Pedro de Rivera quien pronto constató
las difíciles condiciones en que se hallaban la mayoría de los presidios
de la frontera, así como la permisividad existente con el contrabando en
algunos presidios. Respecto al presidio de los Adaes, situado cerca de la
frontera con Luisiana se llevó a cabo un exhaustivo estudio económico
con la finalidad de conocer exactamente los recursos de los que disponía y los gastos que estaba suponiendo su mantenimiento, así como un
listado para conocer los 61 soldados que habitaban el presidio. En el
informe se aconseja que su tropa y población “han de removerse y completar la dicha villa” de San Fernando de Béxar y el presidio de San Antonio4. Esta inspección a la frontera daría como resultado el reglamento
de presidios de 1772, que estableció un cordón de presidios a lo largo
de toda la frontera novohispana de Texas a California, comenzando por
el presidio de la Bahía, el único que quedó en Texas, además del de San
Antonio5.
Finalmente el 6 de mayo de 1773 el comandante inspector de las
Provincias Internas, Hugo O’Conor, redactó las instrucciones para el
gobernador de Texas, el barón de Riperdá ordenando el traslado de la
tropa y la vecindad desde los Adaes a San Fernando de Béxar, con la
promesa de dar a las “familias tierras de realengo para que formen sus
haciendas […] de campo a los que tuvieren bienes; y de labor a los que
fueren de este exercicio”6. En junio los 61 soldados, los vecinos, los misioneros y los neófitos del malogrado Adaes comenzaron su periplo hacia la lejana villa de San Fernando y el presidio de San Antonio de Béxar,
en total unas 300 personas aproximadamente. La soldada del presidio de
4
5
6
Archivo General de Indias [en adelante A.G.I]. Guadalajara, 273.
El reglamento de 1772 sancionó las recomendaciones de Rivera respecto al cierre
de los presidios de Nuestra señora del Pilar de los Adaes, San Agustín de la Ahumada y San Luis de las amarillas, quedando solamente dos presidios en Texas: San
Antonio de Béxar y Nuestra Señora de Loreto de la Bahía. El nuevo reglamento
sólo consideró reforzar el presidio de San Antonio en Texas y de Santa Fe en Nuevo
México fuera del cordón de presidios. A.G.I., Guadalajara, 522.
Texas General Land Office [en adelante G.L.O]. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, mayo de 1773. Instrucción reservada…
209
José María Rodríguez Jiménez
San Agustín de la Ahumada pasó a engrosar las filas del de San Antonio
de Béxar, así como la del presidio de los Adaes y su capitán se convirtió
en el alférez de San Antonio7.
Una población triste y deprimida, obligada a abandonar cuanto
poseía por orden virreinal, sufrió un agónico viaje a pié que duró tres
meses desde el extremo este de Texas hasta la actual San Antonio y para
sobrevivir estuvieron obligados a resistir el hambre, el clima y la enfermedad. Hubieron de vender casi cuanto habían podido llevar consigo
para comer, comprando comida a los nativos, y las duras condiciones
del viaje causaron la muerte de más de treinta adultos y diez niños,
mermando considerablemente el ganado que portaban. Finalmente,
en septiembre llegaron a San Fernando, donde la comitiva no tuvo un
buen recibimiento y quedaron repartidos a lo largo del Camino Real
cerca de la villa. Desde el octavo día en que llegaron a su nuevo destino comenzaron a realizar peticiones al gobierno de la provincia para
trasladarse de nuevo al este y abandonar San Fernando8. En 1778 en
un expediente iniciado por Agustín Rodríguez, uno de los líderes de la
antigua comunidad de los Adaes, se quejaba de no tener tierra donde
poder construir sus casas ni cultivos, en contra de las ordenanzas proporcionadas por el gobernador Riperdá en 1773, obteniendo el apoyo
del ayuntamiento de San Fernando, el capitán del presidio e incluso del
gobernador de la provincia para que pudieran fundar un nuevo pueblo.
Ya en 1774 habían fundado por su cuenta la villa de Nuestra Señora del
Pilar de Bucareli, pero no todos los vecinos quisieron trasladarse a ese
punto9. Finalmente, a través de la iniciativa de Gil Ybarbo, quien en un
principio no quiso abandonar el este de Texas, se fundó el actual pueblo de Nacogdoches en el este de Texas, cerca del emplazamiento de la
misión homónima cerrada en 1773. Hay autores como Hodding Carter
que sostienen que Ybarbo siempre pretendió volver al este seguir con
sus labores de contrabando, convirtiéndose Nacogdoches en el centro
7
8
9
210
A.G.I. Guadalajara, 273.
BOLTON, H. E. Texas in the Middle Eighteenth Century. Studies in Spanish Colonial
History and Administration. Austin, 1970, pp. 391-393.
A.G.I. Guadalajara, 267.
La frontera oriental novohispana
del comercio ilegal como había temido O’Conor y como acabó sucediendo10.
Con la aplicación del reglamento de 1772 San Fernando de Béxar
se convirtió en la capital de la provincia de Texas y a pesar de que la
guarnición de su presidio se vio incrementada con la soldada de los extintos presidios, lo cierto es que Texas tras el reglamento de 1772 quedaba reducida en la práctica a dos enclaves: El presidio de Nuestra Señora del Loreto de la Bahía, cerca de la costa en el sur; y el presidio de
San Antonio de Béxar, este último además sin el apoyo del desaparecido
presidio de San Sabá quedó como un “núcleo totalmente aislado en un
medio indígena tradicionalmente hostil”11. Lo cierto es que a pesar de
no pertenecer al cordón de presidios se tiende interpretar a San Antonio
como un “presidio – avanzadilla” del propio cordón.
También durante este periodo hubo una reorganización en el plano religioso. Por un lado el reglamento de 1772 sancionó el cierre de
todas las misiones que perteneciesen al colegio de Zacatecas, situadas en
el este de la provincia enviando sus “alhajas” para pasar a formar parte
de la hacienda real12. Por otro lado, el obispo de Guadalajara consciente
del gran tamaño del territorio bajo su jurisdicción eclesiástica intentó en 1773 la creación de un obispado auxiliar, dependiente del suyo,
que abarcaría las provincias de Nuevo León, Coahuila y Texas transformándolo en arzobispo y manteniendo el control eclesiástico sobre estas
provincias. Sin embargo, se decidió el establecimiento de un obispado
completamente nuevo e independiente del de Guadalajara, el obispado
de Linares, situado en Nuevo Santander de quien dependerá a partir de
10
11
12
CARTER, H. Doomed Road of Empire. The Spanish Trail of Conquest, New York,
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Las tres misiones que se mandaron cerrar fueron las de Nuestra señora del Pilar de
los Adaes, Nuestra Señora de Guadalupe de los Nacogdoches y Nuestra señora de
la Luz del Orcoquisac. Los bienes muebles de las misiones pasarían a ser responsabilidad del colegio de Zacatecas. G.L.O. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, mayo
de 1773. Instrucción reservada…
211
José María Rodríguez Jiménez
este momento la provincia de Texas en los asuntos religiosos. Esto fue
aprobado mediante bula en 1777 y en 1779 fue ordenado el primer obispo de Nuevo Santander, fray Antonio de Jesús Sacudón13.
Así mismo, el reglamento de 1772 también refleja la preocupación existente en lo tocante a las relaciones con las naciones indias que
poblaban la provincia. El virreinato era consciente del peligro que suponían para la presencia hispana en el área como se pudo comprobar en
Nuevo México a finales del siglo XVII y en Texas una centuria después
con la guerra de la coalición Norteña. El reglamento es una declaración
de guerra velada contra la nación apache, en un intento por ganarse
el favor de los comanches14. El gobernador Riperdá vio limitada la iniciativa respecto a la política a desarrollar con las naciones indias. Era
palpable que desde el virreinato se prefería llevar a cabo una política
poco agresiva con las naciones indias. A causa de haberse sentido engañados en diversas ocasiones, las autoridades retiraron al gobernador la
potestad de hacer propuestas de paz a las naciones indias y le instaron
a mantenerse neutral en la guerra que se estaba desarrollando entre los
apaches y las naciones del norte con los comanches al frente15. A pesar
de esto no dejaron de producirse constantes escaramuzas con los nativos tras la aplicación del reglamento.
Tres años bastaron desde su puesta en funcionamiento para que
se hiciera evidente que la complejidad para gestionar las provincias situadas en la frontera norte novohispana requería de la aplicación de una
política bajo un único mando independiente de la ciudad de México.
Esta reorganización tendría tan amplios poderes que prácticamente sería un virreinato nuevo, proponiéndose esta medida al consejo de indias
en 1768 por primera vez, siendo aprobada finalmente en 177616.
13
14
15
16
212
Hoy día este es el obispado del Nuevo reino de León con sede en la ciudad de Monterey. A.G.I., Guadalajara, 340.
A.G.I. Guadalajara,522.
G.L.O. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, 6 de mayo de 1773. Instrucción reservada…
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época colonial. México, 1938, p.592.
La frontera oriental novohispana
La Comandancia General de las Provincias Internas
Se suele señalar que la creación de la Comandancia de las Provincias Internas parece responder a la incapacidad del virreinato por organizar adecuadamente la defensa de estas provincias tanto de los nativos
como de otras potencias extranjeras como por ejemplo en California
con la amenaza rusa o en Texas con la amenaza inglesa a lo que se añadía la enorme distancia existente entre la ciudad de México y la frontera
norte de Nueva España. Tras aprobarse su creación se nombra en mayo
de 1776 oficialmente como primer comandante de las Provincias Internas a Teodoro de Croix17.
En la práctica, el enorme territorio que comprendían las Provincias Internas, si bien seguía perteneciendo al virreinato de Nueva España, eran completamente independientes y su comandante solo estaba
obligado a rendir cuentas ante el monarca. Este hecho disgustó sobremanera al virrey Bucareli, condicionando desde el principio la relación
entre ambos, percibiéndose un grado mayor o menor de tensión y de
igual forma que sucedió con quien hasta ese momento había sido Comandante Inspector de las Provincias Internas, Hugo O’Conor18. Teodoro de Croix, quien estuvo al frente de la Comandancia hasta 1783
llegó a la ciudad de México seis años antes, en enero de 1777, y permaneció allí nueve meses para conocer exhaustivamente de primera mano
la situación de la frontera. O’Conor, tras entregar los informes que le
requirió Croix, esgrimió estar enfermo y renunció a su cargo de inspector ese mismo año.
Croix acompañado de Fray Agustín de Morfi, el gran cronista,
emprendió una inspección para conocer de primera mano la situación
real de la frontera, quizá por desconfianza de los datos que obtuvo de
O’Conor. Croix se convenció de que el principal problema en la frontera era el “problema indio”, como lo definían. En Texas la inquietud
estaba representada por las naciones norteñas, es decir, una cantidad
17
18
A.G.I. Guadalajara, 301.
CHIPMAN, D. E. Texas en la época colonial. Madrid, 1992, p. 260.
213
José María Rodríguez Jiménez
importante de naciones que eran aliadas tradicionalmente de la nación
Comanche, la más numerosa y poderosa de la provincia19. Los comanches en su entrada desde las montañas rocosas habían desplazado a los
apaches quienes también estaban enemistados con los españoles.
Teodoro de Croix estaba decidido a llevar a cabo una reorganización del ejército para adecuar a la realidad de la frontera en lugar de
imponer los modelos europeos como hasta entonces se había hecho20.
En las juntas de guerra que se celebraron en Coahuila a finales de ese
año se comenzó a perfilar un plan para expulsar a los apaches lipanes,
mezcaleros y natajes en una acción conjunta con las tropas de todas las
provincias circundantes a estas naciones para reducirlos o en caso de
resistencia “exterminarlos” posteriormente21.
Más tarde Teodoro se dirigió hacia Texas, donde los nativos tenían algo que los diferenciaban del resto de los que habitaban las Provincias Internas: el suministro regular de armas de fuego por parte de
franceses e ingleses hasta el extremo de permitirse el lujo de vender sus
excedentes a los vecinos de San Fernando22. El tres de enero de 1778
Teodoro de Croix llegó al presidio de San Fernando para celebrar la primera junta de guerra, donde se estudió la relación con los nativos de la
provincia, llegando a la conclusión de que era más conveniente alcanzar
y mantener la paz con las naciones del norte y comisionar a Athanase
de Mézières, en otro tiempo un tratante con nativos de origen francés,
para llevar a cabo esta labor diplomática. El 20 de febrero De Mézières
se mostró conforme a las deliberaciones de la junta y propuso a través
de su misiva llegar a un acuerdo de paz con los poderosos comanches
a través de las naciones del norte para combatir a los apaches, sus ene-
19
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22
214
Es considerado como el grupo más poderoso en este periodo de tiempo en Nuevo
México, Texas, Luisiana y norte de México, cfr. HÄMÄLÄINEN, P. The Comanche
Empire. New Haven, 2008, p. 2.
WEBER, D. La frontera española en América del Norte. Madrid, 2000, p. 321-323,
A.G.I. México, 2462.
NAVARRO GARCÍA, L. Don José de Gálvez y la Comandancia…, p. 296.
La frontera oriental novohispana
migos, sugiriendo para ello recurrir a los antiguos oficiales franceses
reformados23.
La visita que realizó Croix a San Fernando también sirvió para
que los habitantes del lugar le expusieran sus demandas, pues había problemas entre los distintos estratos de la población y los ganaderos, influido todo ello por el agotamiento de los recursos y la falta de ingresos
públicos en las arcas municipales24. En cuanto a las disputas existentes
entre los rancheros y misioneros los conflictos estaban condicionados
por los terrenos que estaban poblando los ganados mesteños, a resultas
de lo cual los rancheros solicitaron el reconocimiento del ganado salvaje
como realengo “para que todos podamos disfrutarlos como tales”25. Sin
embargo, al considerarse propiedad de la Corona, Croix estableció una
estricta regulación del ganado orientada a aumentar los ingresos mediante un impuesto que recaería sobre el ganado no marcado26.
En la búsqueda de una alianza contra los apaches, De Mézières
tuvo que recorrer grandes distancias durante 1779 para establecer los
vínculos necesarios con las naciones norteñas pero nunca terminó de
cerrar una alianza en firme con los comanches, su objetivo principal,
algo que acabó lamentando27. Cuando llegó a San Antonio en septiembre conoció la noticia del ascenso del gobernador de Texas, el barón
de Riperdá, como nuevo Comandante Inspector y el deseo de Croix de
nombrarle a él gobernador de Texas. No obstante, Athanase De Mézières no se veía con fuerza a la edad de casi sesenta años y renunció a su
nombramiento, habilitándose como interino a Domingo Cabello quien
durante el desempeño de su cargo mantuvo buenas relaciones con al
23
24
25
26
27
A.G.I. Guadalajara, 276.
DE LA TEJA, J. F. San Antonio de Béxar. A community of New Spain’s Nothern Frontier. Albuquerque, 1995, p. 108.
G.L.O. Expediente promovido por el vezindario de San Fernando…, enero de 1778.
DE LA TEJA, J. “Sobrevivencia económica en la frontera de Texas: Los Ranchos
ganaderos del S. XVIII en San Antonio de Béxar”, Southwest Texas State University.
Historia Mexicana, vol. XLII, 4, 1993, p. 854-855.
A.G.I. Guadalajara, 302.
215
José María Rodríguez Jiménez
menos una veintena de pueblos nativos, consiguiendo la amistad de los
comanches en 178528.
En el sur de la provincia el peligro para los españoles estaba representado por los carancahuas, siendo numerosos los ataques que en
esta etapa aparecen registrados en la documentación oficial. Ya en 1778
Croix ideó un plan para atacarlos navegando a través de los ríos hasta
las islas del sur, auxiliados por los vecinos de San Fernando, Bahía y Bucareli29. El mayor temor de las autoridades de la provincia radicaba en
una hipotética alianza entre los carancahuas en el sur y los comanches
en el norte, quienes atacaban constantemente las posiciones españolas.
Baste el ejemplo de los carancahuas, que se permitieron el lujo de robar directamente más de doscientas cabezas de ganado del corral del
presidio de la Bahía en 1781 y al año siguiente intentaron lo mismo y
en el mismo lugar los comanches aunque en esta ocasión los soldados
pudieron evitarlo30.
Croix intentó aumentar el número de efectivos en la frontera pero
por desgracia los años en los que tuvo el mando de la Comandancia de
las Provincias Internas, coincidieron casi por completo con la guerra
de independencia de Estados Unidos y la entrada de España en guerra
contra Inglaterra en 1779, lo que restó inevitablemente prioridad a los
planes de Croix relegándolos a un segundo plano31. Croix estableció una
tropa ligera, sin el pesado abrigo de cuero y por tanto más adaptada para
luchar sobre el terreno tanto a caballo como a pié, sin mermar el número de las tropas presidiales existentes, así como la creación milicias en
Nuevo México, Coahuila y Texas en 177932. También en los años ochenta
se comisionó a Pedro Vial para encontrar una vía de comunicación entre Nuevo México y Texas directamente, es decir, entre los presidios de
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31
32
216
KESSEL, J. L. Spain in the Southwest. A narrative history of Colonial New Mexico,
Arizona, Texas and California. Oklahoma, 2002, p. 308.
A.G.I. Guadalajara, 270.
A.G.I. Guadalajara, 253.
MOORHEAD M, L. The Presidio: Bastion of the Spanish Borderlands. Norman,
1991, p. 191-193.
A.G.I. Guadalajara, 270.
La frontera oriental novohispana
Santa Fe de Nuevo México y de San Antonio de Béxar y la villa de San
Fernando, trayecto que duraría casi cinco meses en los que recorrió más
de 2.200 Km. (unas 1.400 millas)33.
Las profundas reformas del primer comandante de las Provincias
Internas fueron a largo plazo beneficiosas, algo de lo que sus sucesores
se beneficiaron llevando a cabo una política continuista en su gestión,
a pesar de la complejidad de la Comandancia que sufrió varias remodelaciones y escisiones a lo largo de los 35 años que transcurren entre
1776 y 181134.
Con la creación del mando único de la Comandancia de las Provincias Internas cambió la política llevada a cabo hasta ese momento
respecto a los nativos, sancionando la que se inició con el reglamento de
1772. La espada fue sustituyendo a la cruz y en consecuencia las misiones de Texas comenzaron a perder su sentido.
33
34
El viaje comenzó el 22 de junio de 1788 y finalizó el 18 de noviembre en San
Fernando, habiendo recorrido más de 570 leguas castellanas (aproximadamente
2.400 Km.). Véase G.L.O. Derrotero Diario y calculación de leguas que en…, junio
de 1788.
En 1785 Felipe Neve sucesor de Croix dividió la comandancia en tres comandancias y al frente de cada provincia un intendente: la primera comandancia con el
Coronel Juan Ugalde al frente comprendía las provincias de Coahuila, Texas, Nuevo León, Nuevo Santander y los distritos de Parras y Saltillo; la segunda comandancia con José Rengel al frente las provincias de Nueva Vizcaya y Nuevo México;
y la tercera con el brigadier Jacobo Ugarte que englobaba las provincias de Sonora,
Sinaloa y Californias. En 1787, la primera comandancia recibe el nombre de Provincias Internas de Oriente y las otras dos se unifican formando las de occidente.
En 1792 las provincias de Nuevo León, Nuevo Santander y las Californias vuelven
a depender directamente del virreinato, mientras que el resto se vuelve a unir en
una sola Comandancia. La última división la tenemos en 1811 en el que se retoma
el esquema de 1787. Cfr. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, pp.
593-595.
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218
[Mapa de elaboración propia]
Texas entre 1772 y 1822
José María Rodríguez Jiménez
La frontera oriental novohispana
La secularización de las misiones franciscanas y la situación internacional
La última década del siglo XVIII en Texas estuvo marcada por
el desmantelamiento del sistema de misiones que un siglo atrás había
ayudado a consolidar el dominio hispano en la provincia. Al llegar a la
década de los noventa las misiones franciscanas contaban con un escaso
número de neófitos y se encontraban francamente en crisis al contar
cada vez menos incorporaciones de nativos. Por ello se decidió el cierre
de la misión de San Antonio de Valero en 1793 y un año más tarde la secularización o cierre parcial de las misiones franciscanas de San Antonio
dejando “que dicho método antiguo continúe solamente en las nuevas
reducciones, conversiones y misiones vivas […] de los diez primeros
años desde su creación”35, es decir, que cualquier misión que contase
con más de una década de existencia debía secularizarse. De las misiones
establecidas en el área del actual San Antonio (obviando San Antonio de
Valero) se decidió la secularización total de San Juan de Capistrano y de
San Francisco de la Espada, trasladándose sus neófitos a las tierras de las
misiones de San José y de nuestra Señora de la Concepción. El gobernador de Texas, Manuel Muñoz, protestó al conde de Revillagigedo, virrey
de Nueva España, para que no se aplicase el decreto en las misiones de la
Bahía y Rosario por no estar sus neófitos preparados y el virrey aceptó
estas dos excepciones en la provincia36.
Para lograr el control sobre los indígenas que hasta el momento
habitaban en las misiones, estas se transformaron en los denominados
“Pueblos de indios” otorgándoles los mismos derechos y deberes de los
que gozaban los españoles, al menos sobre el papel. Así mismo se repartieron las tierras, los bienes y los animales entre los nativos que las
poblaban para que pudieran subsistir a través del cuidado del ganado y
el trabajo de la tierra. En el dictamen que amortizaba las misiones del
río San Antonio se organizaron estos pueblos a la manera tradicional
35
36
G.L.O. Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San José y también
Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San Francisco de la Espada…, junio de 1794.
CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 277.
219
José María Rodríguez Jiménez
definiendo los bienes comunales y configurando los consistorios a su
cargo, a pesar de todo lo cual también se les obligó a que entre ellos
estuvieran “los subdelegados españoles que debe haber en los pueblos
de cabeceras de meros indios”37, para “observar” que se comportaban
como se esperaba.
Así pues en el último lustro del siglo XVIII Texas solo albergaba
tres misiones franciscanas, dos de ellas como excepción a la norma que
obligaba a secularizar toda misión con más de diez años de existencia y
la tercera, la misión de El Refugio, se convirtió en el último intento para
evangelizar [y controlar] a las tribus de la costa tejana38. Desgraciadamente la nueva misión se caracterizó por la falta de compromiso por
parte de los nativos, ya que solamente acudían a esta cuando requerían
zafarse de sus enemigos, los apaches lipanes. Así pues en 1794 Manuel
Silva, comisario de las misiones del Colegio de Zacatecas, decidió el traslado de la misión al río Guadalupe, cerca del presidio y misión de La
Bahía. La cercanía a este establecimiento provocó la “invasión” en los
terrenos de la misión, mermando sus recursos como recoge la queja que
dirigió Fray Francisco Puelles al gobernador, quien reflexionó sobre el
posible error en su ubicación que podía determinar que los terrenos no
perteneciesen en realidad a la misión de El Refugio sino a la presidio
de La Bahía39. Para solucionarlo en enero de 1795 la misión se trasladó a su emplazamiento definitivo, en los terrenos del rancho llamado
“El Diezmero”, cerca de la actual localidad de Refugio40. A pesar de los
infructuosos intentos por mantener el sistema de misiones en Texas lo
cierto es que desde el último tercio del siglo XVIII estaban condenadas
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39
40
220
G.L.O. Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San José y también
Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San Francisco de la Espada…, junio de 1794.
CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 277.
G.L.O. Fray Francisco Puelles al gobernador de Texas Manuel Muñoz, 28 de agosto
de 1794 y contestación de este en septiembre de 1794.
G.L.O. Carta del comisario de misiones Manuel Silva al gobernador de Texas Manuel Muñoz comunicando el emplazamiento elegido para establecer la misión el
9 de diciembre de 1794. Donald Chipman nombra el emplazamiento de la misión
en el rancho de Santa Gertrudis. Cfr. CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 276.
La frontera oriental novohispana
a su desaparición, en primer lugar por la falta de interés de los nativos
en cambiar su estilo de vida y cultura y además por el cambio de mentalidad de las autoridades, cada vez más proclives al uso de las armas con
objeto de controlar la población nativa en la frontera.
En cuanto a San Fernando la población española residente se estabilizó en unas dos mil personas en la última década del siglo XVIII,
de los cuales unos seiscientos se encontraban viviendo dentro de los
límites del presidio y de la villa, además de las extintas misiones. Los
rancheros fueron volviendo poco a poco a sus tierras, gracias a la paz
lograda con los nativos, aunque se seguían lamentando de su suerte por
el escaso valor agrario que tenían sus tierras. En 1794 se documenta el
estado de la cabaña de ganado, contando muy pocas cabezas de manera
que el gobernador conseguía imponer la cuota de ganado mínimo que
necesitaba cada familia para subsistir aunque la alta mortalidad del ganado vacuno hizo oscilar un poco la actividad ganadera hacia el ganado
caballar41.
En 1796 el gobernador de Texas, Manuel Muñoz, solicitó su retiro
nombrándose al efecto al coronel Don José de Irigoyen para hacerse
cargo de la provincia, tomando este posesión de su cargo en 1798 y falleciendo tan solo dos años más tarde. El teniente coronel Juan Bautista Elguezabal ocupó el cargo como primer gobernador de Texas del
siglo XIX en 180142. Cuando el nuevo gobernador llegó a su destino
se encontró con una provincia enorme con tan poco número de habitantes que ofrecía una situación de práctico abandono, y es que es
necesario recordar que desde que Luisiana se convirtiera en provincia
del imperio español en 1783 Texas había perdido su valor geoestratégico en el ámbito internacional, entrando en clara decadencia43. Por otro
41
42
43
DE LA TEJA, J. F. San Antonio de Béxar. A community of…, pp. 21-112.
A.G.I. Guadalajara, 302.
La provincia francesa de Luisiana pasó a manos españolas en virtud del Tratado de
París de 1763 por el que se puso fin a la Guerra de los siete años, en compensación
por las pérdidas territoriales hispanas en su apoyo a Francia. Cfr. KESSEL, J. L.
Spain in the Southwest…, p. 220.
221
José María Rodríguez Jiménez
lado para las autoridades de la Luisiana española y Texas ya era notorio
el movimiento expansionista estadounidense advirtiéndose grupos de
personas entrando ilegalmente en territorio texano en 179544. Es posible
que el episodio de Philip Nolan fuera el que hiciera tomar conciencia a
las autoridades españolas sobre peligro que estaba suponiendo la cercanía de los Estados Unidos. Se estableció la medida de cerrar el paso de
cualquier persona hacia Texas desde el este, incluida Luisiana siempre
y cuando no llevara consigo un pasaporte en regla, y reforzándose el
puesto fronterizo de Nacogdoches45. También ese mismo año se firmó el
Tratado de San Lorenzo entre Estados Unidos y España, a resultas de los
derechos de navegación de los americanos por el río Mississippi, controlado por España, quien se vio obligada a ceder ante todas las exigencias
planteadas por Estados Unidos46.
Bajo este clima de desconfianza por parte de las autoridades españolas, se sitúa la historia de Philip Nolan, protegido por el general y
héroe de la independencia estadounidense James Wilkinson47. Consiguió el monopolio para comerciar en Texas con ganado caballar salvaje,
los mustangs. Las buenas relaciones entre Wilkinson y el gobernador de
Luisiana, Esteban Rodríguez Miró, proporcionaron a Nolan el necesario
pasaporte para poder acceder a Texas y de esta forma comenzó su actividad económica en 1791, siendo el primer estadounidense que se dedicó
al comercio caballar48. Tampoco tuvo problemas en conseguir un pasa44
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222
NAVARRO GARCÍA, L. Don José de Gálvez y la Comandancia General…, pp. 494495.
CHIPMAN, D. E. Texas en la época…, pp. 271-285.
BANNON, J. F. The Spanish Borderlands Frontier, 1513-1821. Alburquerque, 1974,
p. 206. Véase también el clásico estudio de ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi, frontera de España. España y los Estados Unidos ante el Tratado de San Lorenzo. Zaragoza, 1977. pp. 163-176.
Wilkinson, se ganó la simpatía de las autoridades españolas al insinuar en varias
ocasiones la conveniencia de que Kentucky se separara de los estados independientes e incluso se uniese voluntariamente al territorio español, esto sucedió antes de
la creación de la federación de los Estados Unidos de América aprobada por los
estados en 1789. CHIPMAN, D.E. Texas en la época…, p. 288-291.
CARTER, H. Doomed Road of…, p. 161.
La frontera oriental novohispana
porte bajo el mando del siguiente gobernador de Luisiana, el barón de
Carondelet, yendo siempre a San Antonio a presentar sus credenciales.
Entró en Texas cuatro veces en diez años.
En la expedición que Nolan llevó a cabo entre 1794 y 1799 empezó igualmente a comerciar con los indios ayudado por Antonio Leal, un
ciudadano de Texas, y su esposa Gertrudis. Por desgracia para Nolan las
relaciones entre España y Estados Unidos comenzaron a deteriorarse y
sus actividades en Texas a levantar el recelo de las autoridades españolas.
No hay que olvidar que Nolan estuvo elaborando mapas de las zonas
situadas al oeste del Mississippi, informando de todo ello al general Wilkinson quien a su vez mantenía informado de todo esto al presidente Thomas Jefferson49. Las autoridades españolas pensaron que era un
agente estadounidense destinado a levantar a las naciones indias contra
ellos para facilitar a Estados Unidos la anexión de Luisiana y Texas. En
1800 el comandante de las Provincias Internas, Pedro de Nava, ordenó
la búsqueda y captura de Nolan si volvía a entrar en Texas y sobre todo
advirtió que tenía taxativamente prohibido explorar el territorio tejano.
Se solicitó al país vecino que evitara su entrada pero no consideraron
la petición, de forma que Nolan pudo entrar por última vez en Texas a
finales de 1800, pero en esta ocasión de manera ilegal, y acompañado de
una cuadrilla de 25 hombres armados. Desde Nacogdoches se organizó
una pequeña partida de búsqueda antes de que finalizara el año para
encontrar a Philip Nolan. Al mismo tiempo se detuvo a Antonio Leal, a
su esposa Gertrudis y al funcionario norteamericano que los acompañaba. La deserción de varios miembros de la expedición de Nolan proporcionó más información a las autoridades españolas. Según Mordecai
Richards, uno de los acompañantes de Nolan, habría planeado construir
un fuerte entre los indios caddo para buscar las ricas minas hispanas.
Los españoles dieron como cierto el testimonio de Richards y se alertaron todos los fuertes de Nuevo Santander, Nuevo México y Texas. Finalmente los cincuenta soldados enviados desde Nacogdoches dieron con
el paradero de Nolan en marzo de 1801 y le instaron a rendirse. Tras la
49
Ibíd., pp. 163-167.
223
José María Rodríguez Jiménez
negativa de Nolan comenzó una breve escaramuza que pronto terminó,
junto con la vida del estadounidense. Los supervivientes que quedaron
de la cuadrilla de Nolan acabaron siendo ejecutados o encerrados en las
cárceles de Nuevo México50.
La situación para Texas cambió a principios del siglo XIX debido
a dos hechos fundamentales. En 1802 se tomó la decisión de devolver
Luisiana a Francia por parte de la Monarquía Hispánica, consciente de
su incapacidad para contrarrestar adecuadamente la presión, sobre todo
migratoria, que se ejercía desde Estados Unidos. Esta devolución se ratificó a través del tratado de San Ildefonso firmado entre Carlos IV y
Napoleón. En 1803, violando los términos de este tratado, el gobernante
francés vendió a Estados Unidos de forma inesperada Luisiana, de manera que Texas volvía a cobrar máxima importancia geoestratégica en
un momento de gran debilidad del imperio hispánico51. El Tratado de
San Lorenzo y la escasa población de la provincia de Texas evidenció lo
crítico de la presencia hispana en este territorio por lo que en 1805 se
ordenó el establecimiento de dos villas más en Texas con la finalidad
de aumentar su población. El gobernador Antonio Cordero decidió establecer en el río Trinidad una de ellas, de nombre Santísima villa de
Salcedo, en honor al comandante general de las Provincias Internas, Nemesio Salcedo, y otra en el río Brazos de nombre San Telesforo de los
Brazos52. No obstante esta última se estableció en el río San Marcos bajo
el nombre de San Marcos de Neve. Ambas poblaciones se establecieron
finalmente entre 1808 y 1809 siempre con el problema de la falta de colonos constatado por el comandante general, Nemesio Salcedo, cuando
afirmó lo siguiente: “No es fácil hallar en las Provincias Internas personas laboriosas que quieran trasladarse a la enunciada villa”53. También
se procuró la mejora de las comunicaciones y del comercio para estimular el tráfico mercantil y combatir el contrabando. En 1806 se declaró
50
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224
CHIPMAN, D. E., Texas en la época …, pp. 292-293.
HILTON, S. “Spain and North America, 1763-1821” en ÁGUEDA VILLAR, M., y
KINDER CARR, C. (dirs.), Legado: España y Estados Unidos…, p.40.
G.L.O. Don Ignacio Pérez Alcalde 1º de la Villa de San Fernando…, octubre de 1805.
CHIPMAN, D. E., Texas en la época …, p. 307.
La frontera oriental novohispana
Puerto franco al puerto de Matagorda, cerca de La Bahía, que siempre
había sido el puerto más importante de Texas, desde que lo usara el primer gobernador de Texas, Terán de los Ríos en 1690. Sin embargo aún
así, no se aplicó su nuevo estatus hasta 180954.
En 1806 las tensiones fronterizas entre Estados Unidos y España
parecía que inequívocamente iban a desembocar en un conflicto armado. A las solicitudes territoriales efectuadas por el presidente de Estados
Unidos Thomas Jefferson, quien reclamaba como territorio de Luisiana
y por tanto estadounidense toda la provincia de Texas, el comandante
de las Provincias Internas y el gobernador de Texas destacaba en Nacogdoches un millar de soldados para reforzar la frontera. El gobernador de
Luisiana, Claiborne, respondió de la misma forma y reforzó el puesto
de Natchitoches con el general Wilkinson al frente55. En ese momento
se puso en contacto con él Aaron Burr, antiguo vicepresidente, quien le
tentó para que entrase en conflicto con España con la finalidad de crear
una nueva república. De este modo el general se encontró en una difícil
tesitura, entre la opción de traicionar a su amigo o a su país, optando
finalmente por denunciar a Burr mientras la tensión en la frontera acabó por estabilizarse alejándose el fantasma del conflicto armado por el
momento gracias a la creación de una franja de tierra de nadie entre los
río Sabina y dos afluentes del río Rojo56.
En 1808 los problemas dinásticos en la metrópoli, las ambiciones del favorito Godoy y el engaño de Napoleón desembocaron en la
invasión de las tropas francesas de la Península Ibérica, comenzando la
conocida en España como guerra de independencia tras las escaramuzas
del dos de mayo en Madrid y el bando promulgado por el alcalde de
Móstoles, Andrés Torrejón. La administración en América siguió funcionando con aparente normalidad mientras en la Península, la ciudad
de Cádiz se mantenía fuera del alcance galo. En México, como en otros
lugares, se creó una junta de gobierno para salvaguardar los derechos de
54
55
56
A.G.I. Guadalajara, 414.
BANNON, J. F. The Spanish Borderlands Frontier…, pp. 210-211.
CARTER, H. Doomed Road of…, pp. 175-194.
225
José María Rodríguez Jiménez
la familia Borbón. Esta situación provocó un vacío de poder que “relajó el principio de autoridad, intensificándose las […] divisiones entre
mestizos, criollos e indios por un lado y peninsulares por otro”57.
En febrero de 1809 Nemesio Salcedo consciente del problema de
la inmigración desde Luisiana ordenando vigilar y en caso de sospecha
expulsar a los extranjeros que se hallasen en Texas58. En San Antonio el
comandante militar de Coahuila y Texas, Bernardo de Bonavia, celebró
una junta de guerra en la que participaron el gobernador de Coahuila,
Nuevo León y Texas. Ante el rumor de que los franceses podían volver
a tomar el control efectivo de las provincias americanas se aumentó la
supervisión del flujo migratorio que existía desde Luisiana, desprendiéndose cierta desconfianza a todo aquel de origen francés y estableciendo toda una serie de exigencias para los que deseasen emigrar desde
Luisiana a Nueva España. Por último se realizó un recuento para en caso
de enfrentamiento directo con las tropas francesas conocer el número
aproximado de hombres que pudieran defender Texas de la hipotética
invasión, contando con un total de casi 2000 personas59. No obstante el
auténtico problema para las autoridades españolas vino desde del interior del virreinato a través del sacerdote Miguel Hidalgo, quien inició
el proceso que culminaría con el nacimiento de una nación Mexicana
independiente de la metrópoli.
El proceso de independencia
Desde la Península en el año 1810 sonaban aires de renovación
en medio de una cruenta guerra que tenía por objeto poder expulsar al
invasor francés. En agosto, Nemesio Salcedo distribuyó a las provincias
bajo su mando la invitación de la junta central para enviar representantes en las cortes constituyentes que se celebrarían en Cádiz, finalmente
parecía que se concedían derechos políticos en igualdad de condiciones
57
58
59
226
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 619.
G.L.O. Don Ignacio Pérez Alcalde 1º de la Villa de San Fernando…, octubre de 1805.
A.G.I. Guadalajara, 414.
La frontera oriental novohispana
a “los españoles de ambos hemisferios”60. Ignorando el hecho de que el
representante debía ser un nativo el consejo que se formó en San Antonio eligió a Manuel Salcedo, sobrino del comandante general de las
Provincias Internas, nacido en la Península y huido a América tras la
invasión napoleónica, quien había sido nombrado gobernador de Texas
por el Consejo de Indias en 180761. Tras la anulación de esta elección
por parte de la Audiencia de Guadalajara se decidió que el representante
de Coahuila, Miguel Ramos Arizpe, hiciera lo propio con Texas, Nuevo
León y Nuevo Santander62.
La decisión para otorgar definitivamente completos derechos
políticos a los españoles americanos llegó tarde para el sacerdote Miguel Hidalgo quien arengó a la población a la rebelión en septiembre de
1810 a través del conocido como “Grito de Dolores” e inició el proceso
que daría como resultado el nacimiento de la nación mejicana. Las noticias que llegaban a la comandancia eran las de una marcha triunfal
encabezada por el cura Hidalgo a la que se le iba sumando un número
cada vez mayor de adeptos a la causa de la independencia, hablándose
incluso de 100.000 hombres63. Mientras tanto en Texas, el gobernador
Manuel Salcedo se encontraba volviendo de una inspección desde Nacogdoches cuando en otoño le llego la noticia de la sublevación. Llegaron a San Fernando los sublevados Francisco Escamilla y Antonio
Sáenz para levantar la provincia contra los realistas. El alcalde de San
Fernando declaró su lealtad al bando realista ordenando el encierro de
los sublevados en la antigua misión de San Antonio de Valero, convertida en cuartel donde se albergaba a la compañía de Álamo de Parras64. En
enero de 1811 el tesorero de Coahuila huyó de la villa de Saltillo ante la
desastrosa derrota realista que sentenciaba la pérdida de Coahuila. En el
camino le auxiliaron los milicianos tejanos y la compañía del Álamo de
60
61
62
63
64
Constitución política de la Monarquía Española. Promulgada en Cádiz a 19 de
marzo de 1812. Cap. I, artículo 1º.
A.G.I. Guadalajara, 302.
KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 358.
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 633.
CARTER, H. Doomed Road of…, p. 204.
227
José María Rodríguez Jiménez
Parras, en total unos sesenta hombres que no pudieron hacer nada porque fuera aprehendido por los sublevados, siendo confiscado el tesoro
que custodiaba y conducido de nuevo a la villa de Saltillo desde donde
había partido. Ese mismo mes de enero el capitán de las milicias de la
provincia se declaró insurgente y capturó al gobernador Salcedo y al
coronel Simón de Herrera, al tiempo que Hidalgo amenazaba la ciudad
de México. Hidalgo cayó en desgracia entre los suyos viéndose obligado
a ceder el mando a Ignacio Allende65.
Allende encomendó a Hidalgo liderar la expedición que partió
desde Saltillo hasta San Antonio de Béxar de camino a Estados Unidos
para adquirir armamento con el que reanudar la lucha. Los realistas, que
contaban con una eficaz red de espías, tuvieron oportunidad de maquinar un plan para interceptar la expedición y descabezar el movimiento
secesionista. Así sucedió en la conocida como “Emboscada del Baján”,
donde Hidalgo fue finalmente hecho preso con la colaboración de las
autoridades tejanas y conducido a Chihuahua, donde sería ejecutado
tras ser juzgado el 30 de julio de 181166. Sin embargo en el momento
de su ejecución otro sacerdote, José María Morelos, ya había tomado el
relevo revolucionario.
Por otro lado a pesar de la aparente calma tras la derrota de Hidalgo, en el invierno entre 1811 y 1812 surgieron nuevos problemas
para las autoridades españolas al romperse la paz existente que hasta ese
momento se mantenía con los comanches. Esta situación se debió principalmente a que tenían grandes intereses comerciales con los estadounidenses en Luisiana proporcionándoles grandes cantidades de ganado
caballar salvaje que, cuando comenzó a escasear, decidieron sustraer
de las posiciones hispanas incumpliendo el tratado de paz firmado en
65
66
228
Hidalgo salió victorioso tras la batalla del Monte de las Cruces que le dejó el camino abierto a la capital pero inexplicablemente se retiró, posiblemente por el
desgaste de sus tropas lo que fue aprovechado por los realistas para vencerle y obligarle a replegarse, comprometiendo así su proyecto. ALESIO ROBLES, V. Coahuila
y Texas en la época…,p. 636.
KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, pp. 357-358.
La frontera oriental novohispana
178567. Además, el rebelde José Bernardo Gutiérrez de Lara ya se encontraba en Estados Unidos recabando apoyos contra el bando realista.
De manera sucinta Estados Unidos le apoyó ya que al país vecino no le
convenía una confrontación directa con España en esos momentos68.
Con el apoyo de las autoridades de Luisiana se organizó una expedición
que estaría comandada por él y por Augustus W. Magee, quien pidió su
baja en el ejército de Estados Unidos, convirtiéndose en filibustero69.
Un ejército de 800 hombres entre angloamericanos e hispanos y bajo
el nombre de “Ejército Republicano del Norte”, traspasó la frontera y se
hizo con el control de Nacogdoches el 11 de agosto de 1811, dirigiéndose posteriormente hacia La Bahía, plaza que se rindió sin presentar
batalla sumándoseles los hombres que allí estaban. Manuel Salcedo y
Simón de Herrera pusieron sitio a la plaza de La Bahía pero los intentos
por tomarla fueron infructuosos, a pesar que el propio Magee perdió la
vida en su defensa siendo sustituido rápidamente por Shaler. Finalmente los realistas decidieron retirarse a San Antonio en febrero de 181370.
Gutiérrez se dirigió entonces hacia el presidio de San Antonio,
sede del poder español en Texas. Salcedo y Herrera salieron a su encuentro produciéndose el choque de armas en el arroyo Salado, donde los
realistas experimentaron un sonoro descalabro perdiendo la batalla y la
provincia. La junta provisional que se formó nombró a Gutiérrez generalísimo y gobernador de Texas. Todos los prisioneros realistas fueron
condenados a muerte y es digno de mención la crueldad que rodeó a
la muerte de Salcedo y Herrera, donde al parecer primó el sentimiento
67
68
69
70
HÄMÄLÄINEN, P. The Comanche …, p. 185.
Estados Unidos y Gran Bretaña se encontraban al borde de la guerra, que finalmente estallaría en junio de 1812. España tras la invasión napoleónica se convirtió
en aliada de Gran Bretaña de modo que para Estados Unidos era una amenaza
y fundamental que España perdiese el control de las provincias limítrofes como
Texas o Nuevo México para que en caso de guerra no se pudiera abrir un segundo
frente por el sur. A resultas de esto prestaron todo tipo de facilidades, de forma más
o menos discreta a Gutiérrez de Lara el gobernador de Luisiana. Cfr. CARTER, H.
Doomed Road of…, p. 204.
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 656.
KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 363.
229
José María Rodríguez Jiménez
de venganza más que el de impartir justicia, habida cuenta del papel
decisivo que jugaron ambos en la captura del padre Hidalgo. El 6 de
abril Gutiérrez declaró la independencia de Texas de España y se autoproclamó protector de Texas. Situación que aprovechó el contingente
angloamericano que le abandonó debilitando su posición71.
El gobierno español reaccionó nombrando como máximo responsable militar de todas las Provincias Internas a Joaquín Arredondo,
quien tenía la misión de recuperar la provincia. Arredondo envió a Ignacio Elizondo, que en principio fue derrotado por Gutiérrez. Éste, al
regresar a la villa, fue derrocado por Álvarez de Toledo, apoyado por
los angloamericanos. Un segundo intento por parte de las tropas realistas acabó con la primera independencia de Texas. Arredondo nombró
como nuevo gobernador de Texas a Cristóbal Domínguez y se retiró a
Monterey en febrero de 181472. Hasta 1817 la situación permaneció estable en la provincia de Texas aunque la recuperación económica tardó
en producirse dadas las nefastas de la guerra. Hubo cinco gobernadores
hasta el final de la etapa colonial, nombrándose a Antonio María Martínez ese año. El mayor problema que tuvo la provincia en esta etapa fue el
establecimiento en Galveston de un grupo de corsarios liderados por un
exrealista, Javier Mina, quien había cambiado de bando al comprobar
la actitud despótica y cruel que tomó el restaurado Fernando VII a su
regreso al trono hispano.
71
72
230
Para la historiografía estadounidense la marcha de los filibusteros angloamericanos respondió a la actitud despótica que adoptó Gutiérrez y las irregularidades
en su mandato, siendo el detonante la manera en que Herrera y Salcedo fueron
asesinados. Sin embargo para la historiografía mejicana Gutiérrez advirtió desde el
principio el doble juego angloamericano que ambicionaba a medio plazo adherir
Texas a Estados Unidos, siendo el detonante la exclusión de dependencia respecto
a Estados Unidos y no recibir los angloamericanos ningún tipo de privilegio en la
constitución tejana. Cfr. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 365; CARTER,
H. Doomed Road of…, pp. 230-231 y en ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en
la época…, pp. 656-657.
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 659.
La frontera oriental novohispana
El 22 de febrero de 1819 el esfuerzo diplomático entre Estados
Unidos y España por desbloquear la incómoda situación en la frontera
existente desde 1806 culminó con la firma del conocido como Tratado
de Adams – Onís o tratado de Transcontinentalidad para “terminar todas las desavenencias que han existido entre ellas”73. La decadente situación española se contrapuso a la emergente estadounidense y condicionó el resultado del tratado. España lograba que Texas fuera reconocida
como su posesión pero a cambio tuvo que ceder grandes extensiones
de territorio que si bien le pertenecían de manera nominal contaba con
una escasa o nula presencia hispana. Se eliminaba la “zona neutral” estableciendo los límites de Texas en los que posee hoy día el Estado.74.
En la delimitación de la frontera España cedió ambas Floridas y por el
Norte el Oregón. Respecto a los habitantes de la zona española que se
cedía a Estados Unidos se les concedió la oportunidad de quedarse, siendo respetadas sus propiedades, religión, etc., o bien emigrar a territorio
español75.
Este tratado defraudó sobremanera a muchos angloamericanos
que vivían en la frontera o en la zona neutral y albergaban esperanzas de
una Texas estadounidense, por lo que al conocer la noticia del tratado
organizaron una expedición para invadir la provincia española76. Ya en
1818 las autoridades españolas habían recibido rumores de una gran
expedición compuesta por 1500 hombres con la finalidad de invadir
Nuevo México. A resultas de lo cual el gobernador de aquella provincia,
Facundo Melgares, movilizó sus tropas y suspendió provisionalmente
el envío de la compañía de dragones para auxiliar al comandante de las
Provincias Internas, Arredondo, en Texas en otra eventual invasión angloamericana77. En verano de 1819 los filibusteros angloamericanos to73
74
75
76
77
G.L.O. Tratado de Amistad, liquidación y límites entre los Estados Unidos de América
y S. M. Católica. Art. 9º. Copia de febrero de 1821 sobre el original de febrero de
1819.
G.L.O. Ibid. Art. 3º.
G.L.O. Ibíd. Art. 5º y 6º.
ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 663.
A.G.I. Estado 33, N.45.
231
José María Rodríguez Jiménez
maron la villa de Nacogdoches, desde donde pretendían emular la gesta
de Gutiérrez –Magee de unos años atrás. En septiembre salió una tropa
compuesta por 551 hombres a cuyo mando se encontraba el teniente
coronel Ignacio Pérez camino de Nacogdoches. Parece ser que tras su
marcha cinco naciones nativas, enemigas de los españoles y aliadas de
los angloamericanos, prendieron fuego a todos los pastos en los márgenes del Camino Real a lo largo de las casi 200 leguas entre San Antonio y
Nacogdoches con la finalidad de evitar el envío de más tropas a caballo
contra los filibusteros eliminando los pastos con que alimentar a estos
animales78. Mientras tanto Long en Nacogdoches proclamó la independencia de Texas del dominio español redactando una constitución para
ganar más adeptos a su causa, mientras su esposa confeccionó la famosa
bandera del Lone Star State79.
Long intentó por todos lo medios convencer a los bucaneros que
se habían hecho fuertes años atrás en la isla de Galveston para que se
adhirieran a su causa sin éxito. La gran distancia comprendida entre
San Antonio y Nacogdoches descartaba de todo punto una intervención
rápida ante una posible invasión angloamericana y además pensaban
que el tiempo corría en su contra porque como “no hay duda de que el
número va en aumento y se hará muy difícil echarlos fuera […] sino se
adoptan desde un principio medidas rigurosas”, como advirtieron los
agentes españoles al virrey desde Nueva Orleans en octubre de 181980.
A primeros de noviembre de 1819 las tropas de Ignacio Pérez llegaron
a Nacogdoches restaurando sin contratiempo el dominio español en la
villa81. Long había huido de Nacogdoches y su plan de “liberar” Texas
quedó desbaratado, viéndose obligado a huir a la Península Bolívar, cerca de Galveston donde volvería a fracasar al año siguiente. Así Ignacio
Pérez llegó hasta el río Sabinas expulsando a todos “facciosos” que se
habían desplazado desde la “zona neutral”. En su carta a Arredondo el
78
79
80
81
232
Una legua castellana equivale a 4,19 Km, de modo que quemaron los pastos a lo
largo de una distancia de 838 Km. A.G.I. Estado 33, N.45.
CARTER, H. Doomed Road of…, p. 243.
A.G.I. Estado 33, N.45.
A.G.I. Estado 33, N.1.
La frontera oriental novohispana
teniente coronel Ignacio Pérez solicitó el reforzamiento de Nacogdoches
e informó de la captura de 44 seguidores de Long82.
En cualquier caso desde territorio controlado por la corona se
preveía una llegada más o menos numerosa de inmigrantes tras la firma del tratado Adams-Onís. Entre esta inmigración legal, también se
encontraban angloamericanos que se sentían atraídos por las oportunidades que les podía ofrecer Texas, como la familia Austin. Moses Austin,
quien ya había sido considerado súbdito español en 1799, solicitó en
diciembre de 1820 a las autoridades virreinales el establecimiento de
una colonia en Texas que estaría compuesta por unas 300 familias. La
proposición fue estudiada por Arredondeo, quien finalmente concedió
el permiso. El ayuntamiento de San Fernando le escribió concediéndole
el establecimiento de la colonia en enero de 1821 sin conocer que había
fallecido recientemente83. Debido a este contratiempo su hijo, Stephen
F. Austin, pudo retomar el proyecto de su padre haciéndose cargo del
mismo y publicitándolo en Estados Unidos para conseguir familias de
colonos informando de las condiciones que debían cumplir84. Stephen
F. Austin fue el promotor de la colonización legal anglosajona en Texas y
posteriormente uno de los principales impulsores de su independencia
respecto a México en 1836.
A pesar de la calma que se vivía en Texas, el proceso independentista siguió adelante en el resto de Nueva España. El 24 de febrero de 1821
se proclamó el Plan de Iguala promulgado por el general Iturbide que
declaraba la independencia de España, la religión católica como la oficial
y la unión de todas las clases sociales indistintamente de su origen. Tal
fue el éxito de este plan que se ganó el apoyo de casi toda la población al
punto que cuando el comandante general de las Provincias Internas de
oriente se dirigió a Saltillo para evitar que la ciudad lo adoptase se vio
abandonado por sus tropas, no quedando otro remedio que jurar él mis82
83
84
Ibíd.
G.L.O. Aprobación del proyecto de M. Austin. Tengo la satisfacción de participar a
V.S…, enero de 1821.
G.L.O. A S.S. El gobernador y Cabildo de San Antonio de Béxar…, en julio de 1821.
233
José María Rodríguez Jiménez
mo el plan en julio del mismo año85. México consumó su independencia
el 27 de septiembre de 1821 pero el último gobernador español en Texas,
Antonio María Martínez no pudo entregar el gobierno de la provincia
hasta el 24 de agosto de 1822 al primer gobernador mejicano, Félix Trespalacios. El dominio español sobre Texas había concluido.
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235
Crisis en la frontera septentrional
del Imperio español en América.
La gran rebelión de los indios
Pueblo (1680-1696)1
José A. Armillas Vicente2
Introducción
En enero de 1998, un grupo sedicentemente identificado como
indios Pueblo de Acoma, aserraron el pie derecho a la estatua de Juan
de Oñate que se alza en la plaza central de la ciudad de Alcalde, en el
condado neomexicano de Río Arriba. Se trataba, al decir de los implicados, de una tardía correspondencia con la orden emitida por el caudillo
criollo –hijo del conquistador guipuzcoano Cristóbal de Oñate– el 22
de enero de 1599 de represaliar cruelmente a cada indio de 25 años,
salido de Acoma –ciudad fortaleza de los indios Queres, descrita ya por
Hernando de Alvarado en 15413–, cortándoles un pie4. Tal atrocidad, en
1
2
3
4
A petición de los coordinadores se incluye el presente texto de la ponencia presentada en su día al congreso La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote. Universidad de Castilla La Mancha & Ed. Sïlex. Madrid, 2005, pp. 647-664.
Universidad de Zaragoza
Alvarado Tezozomoc, Hernando de: Relación del suceso… En Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas
posesiones de América y Oceanía. Madrid 1864-1884, tomo XIV.
Pérez de Villagrá, Gaspar: Historia de Nuevo México. Ed. de Mercedes Junquera.
Historia 16. Madrid 1989, p. 264. También, López Vallés, C. & Payán Franco, H.:
237
José A. Armillas Vicente
la línea de actitudes semejantes practicadas en la previa expedición punitiva de Coronado5, significó el colofón de la feroz resistencia planteada
por las gentes de Acoma: “Movieron aquellos ciegos miserables idólatras
a que los demás ejecutasen consigo mismos especies de crueldad las más
enormes que con otros hicieron practicar Nerón, Majencio ni el resto de los
despiadados hombres de mundo, no quedándose este atrocísimo desvarío
en los términos de ejercer su diabólico ejercicio entre los robustos ánimos de
los varones, sino pasando a la débil condición piadosa natural de las mujeres, pues unas se lanzaban a las llamas de los incendios con sus hijuelos,
otras con ellos abrazadas se despeñaban por los riscos echándose del alto
muro abajo, otras abriéndose los pechos con las agudas puntas de pedernal, despedían las miserables almas por las penetrantes heridas. Y muchas
otras con diferentes géneros de muertes acababan consigo y con sus hijos”6.
Aquella resistencia numantina y la represión aplicada tan contraria a las
normas emanadas de la Corona7, debieron pesar lo suficiente en la memoria del Consejo de Indias como para hacer decaer el prestigio de uno
de los últimos conquistadores, que perdió todo su poder e influencia
hasta concluir sus días como un rico hacendado al que encontraría la
muerte en Guadalcanal, cerca de Sevilla el 3 de junio 1626. La memoria
indígena, viva trescientos años después, practicó una simbólica mutilación acorde con prácticas similares en otros monumentos conmemorativos de símbolos y personas de la etapa colonial en la dilatada geografía
iberoamericana.
5
6
7
238
Oñate, conquistador de Nuevo México. Instituto Chihuahuense de Cultura. Chihuahua, México, 1999.
Bolton, H.E.: Coronado, Knight of Pueblos and Plains. University of New Mexico Press. Albuquerque 1949, p. 15. También, Hammond, G.P. & Rey, A. (comps.
y trads.): Narratives of the Coronado expedition, 1540-1542. Albuquerque, New
Mexico, 1940, p. 24.
Biblioteca Nacional (Madrid) Mss. 2.822 y 2.823 (microfilmes 4.805 y 16.638, respectivamente): Historia de la conquista, pérdida y restauración de el Reyno y Provincias de la Nueva México en la América Septentrional [por don Juan de Villagutierre
y Sotomayor], ff. 230-230v.
Real Célula de 21 de mayo de 1678 dirigida al Virrey de la Nueva España sobre el
buen trato que debía dispensarse a los Indios. A.G.I. México, leg. 50, N. 53.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
Los indios Pueblo
Tras los quiméricos informes de fray Marcos de Niza8, el conjunto de pueblos indígenas, identificado así por los primeros exploradores
españoles por su carácter sedentario, su cultura económica agraria y la
peculiaridad de las construcciones de sus habitats, se encontraba establecido en tierras que hoy corresponderían a los estados de Arizona y
Nuevo México. Como oasis en un vasto desierto estaban organizados
en comunidades que alcanzaban los 1.500 individuos de media, las menos vinculadas al curso del Río Grande –seis naciones–, las más en zonas áridas hacia el oeste –doce naciones–. La población total, estimada
exageradamente por Andrew Knault en 130.000 almas para 1585, fecha
inmediatamente anterior a la conquista de Oñate, la reduce a la mitad
tan sólo quince años después, para dejarla en 15.000 individuos en vísperas de la gran Rebelión9. Cifras de menor entidad son las aportadas
por Hodge, Hammond y Rey, quienes estiman en 80.000 personas el
total de los Pueblo hacia 1598, que se reducirían a 60.000 treinta años
más tarde10. Sin embargo, acorde con la habitual polémica que la interpretación demográfica en el ámbito americano produce, para Mercedes
Junquera no pasarían de 20.000 el número de almas que reunirían los
indios Pueblo repartidos en no más de setenta unidades de población,
en la época de la conquista11. En el último tercio del siglo XVII el franciscano fray Francisco de Ayeta, en coherencia con la última de las cifras
8
9
10
11
Montané Martí, J.C.: Por los senderos de la quimera. El viaje de fray Marcos de Niza.
Instituto Sonorense de Cultura. Hermosillo, Mx. 1995.
Knault, Andrew: The Pueblo Revolt of 1680: conquest and resistence in SeventeenthCentury New Mexico. University of New Mexico Press. Norman 1995, pp. 153-155.
Ayer, E.E,(trans.): The Memorial of Fray Alonso de Benavides, 1630. Chicago 1916.
También, Hodge, F.W., Hammond, G.P. & Rey, A.(comps. y trads.): Fray Alonso de
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Junquera, Mercedes: “Introducción” a la Historia de Nuevo México de Gaspar de
Villagrá. Historia 16. Col. “Crónicas de América”. Madrid 1989, p. 11.
239
José A. Armillas Vicente
aportadas, no daría mas de 17.000 indígenas a los Pueblo en vísperas de
la gran rebelión12.
Estas tribus que por sus manifestaciones de cultura material habían contribuido a su pesar a sustentar el mito de las Siete Ciudades
de Cíbola y Quivira, contaban como grupos más importantes con los
Hopi y los Zuñi, a los que se sumaban otros menos conocidos como los
Acoma, Laguna, Jemez, Queres, Tano, Tihua, Tehua, Manxo, Piro, etc.,
muchos de ellos practicantes de distintos grupos lingüísticos. Laboriosos cultivadores, se encontraban rodeados por tribus nómadas muy belicosas, en un estado cultural mucho menos evolucionado, como eran
los Apaches mescaleros, los Apaches chiricahuas, los Apaches jicarillas,
los Navajos y, en algunas ocasiones, grupos desplazados de Comanches.
Unos y otros merodeaban en torno a los asentamientos de los Pueblo,
ejerciendo la dialéctica parasitaria tan conocida entre pueblos nómadas y sedentarios. Precisamente, la vinculación a la agricultura como
fuente económica principal permite explicar –con la notable excepción
de Ácoma– la buena receptividad con que acogieron a los españoles y
a los frailes que se instalaban en sus poblados y que representaban, en
definitiva, unos aliados eficaces contra los enemigos comunes: las tribus
nómadas depredadoras.
A su vez, una vida organizada en poblados bien estructurados
y defendidos, será una de las constantes en las narraciones de los cronistas circunstanciales. Lejos ya de las ensoñaciones de fray Marcos de
Niza, quien creyó ver en el lugar donde halló la muerte el esclavo negro
Estebanico –superviviente con Alvar Núñez Cabeza de Vaca– y ahora su compañero en la búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola, que
Hawikuh era “una ciudad más grande que la ciudad de México (…) la
más grande y la mejor que se había descubierto”13. Antonio de Espejo, con
12
13
240
Hacket, Ch.W. (comp.): Historical Documents relating to New Mexico, Nueva Vizcaya and Approaches Thereto, 1773. Washington D.C. 1937, vol. 3, pp. 296-305.
Relación… de fray Marcos de Niza. Colección de Documentos inéditos relativos al
descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones españolas en
América y Oceanía…Kraus reprint. Vaduz (Liechtenstein) 1964-1966, vol. III.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
timbres mucho más realistas dirá del poblado de Ácoma, el principal
núcleo habitado de los Queres que “está edificado este pueblo por la guerra que tiene con los indios Querechos, que son como los Chichimecos, en
un alto cerro de peña atajada, que tiene cuatro subidas cuanto puede subir
una persona de a pie todos los escalones en la propia piedra atajada y las
propias puertas de las casas a manera de compuertas. Veíanse de día y de
noche, saliéronnos a recibir los naturales e por nos hacer fiesta, hicieron un
mitote muy solemne al uso mexicano, y que entraban mujeres con mantas
mexicanas muy galanas de pintura e plumas e otras galas, e allí nos dieron
muchas mantas e gamuzas, e gallinas, e maíz (…); e hallamos muchas
sementeras de maíz de riego, con sus acequias y presas, como si españoles
lo hicieran”14.
Contaban los Pueblo con una economía sustentada en el cultivo
del maíz, fréjoles, algodón y calabaza, base de una agricultura desarrollada y, por tanto, capaz de producir excedentes y, por tanto, se dotaban
de una infraestructura comercial avanzada ya descrita por fray Marcos
de Niza cuando afirmaba que “los indios vaqueros cruzan para comerciar
con los Picuríes y los Taos donde cambian pieles por algodón y maíz y unas
piedras verdes que usan”15. La Arqueología ha confirmado tal infraestructura comercial señalando una ruta hacia la costa del Pacífico y el
golfo de California en la que se han podido extraer nueve especies de
conchas marinas procedentes de aquella y hasta treinta y ocho de éste.
En la dirección opuesta, productos derivados de la caza del búfalo llegaban a California a través de los territorios de Nuevo México, Arizona
y Sonora16.
14
15
16
Expediente y relación del viaje que hizo Antonio de Espejo con catorce soldados y
un religioso de la Orden de San Francisco… En Colección de Documentos inéditos
relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones españolas en América y Oceanía…Kraus reprint. Vaduz (Liechtenstein) 1964-1966, vol.
XV. Véase también Lloyd Mecham, J.: “Antonio de Espejo and his Journey to New
Mexico”. En Southwestern History Quarterly 30 (october 1926).
Relación… de fray Marcos de Niza. O.c.
Junquera Gómez, Mercedes: o.c., n. 8.
241
José A. Armillas Vicente
Tal índice de desarrollo económico había facilitado la aparición
entre los Pueblo de una religión bastante evolucionada dirigida a propiciar la lluvia tan necesaria para los cultivos en tierras semiáridas, y que
contaba, además, con chamanes o hechiceros poseedores de los secretos misteriosos y de las prácticas rituales destinadas a conmover a las
fuerzas de la Naturaleza, lo que les otorgaba, de paso, una incontestable
jerarquía social17.
En tal coyuntura, antes o después, hubo de surgir la lógica competencia entre la religión tradicional, sustentada sobre los ejes del Sol
y el Agua, deidades de las que dependían, obviamente, sus cultivos y
la traída e impuesta por los colonizadores blancos. Contaban también
los Pueblo con deidades menores que, en forma de pequeños ídolos o
fetiches, eran adorados en las Kivas o estufas de las fuentes españolas,
oquedades cavadas en la roca o aprovechamientos naturales. Pérez de
Luján, cronista de la expedición de Antonio de Espejo (1582-1583) las
describe como “unas casillas de oraciones donde hablan al Diablo y le
ofrecen ollas con harina y otras legumbres”18. Y añade: “Tienen entre quince o veinte vecinos una estufa debajo de la tierra con gruesas vigas techadas
y alosadas todas que están hirviendo, que cuando hace mayores fríos, están
ellos en cueros o sudan; aquí dentro de estas estufas, los indios hilean algodón y tejen mantas, aunque dicen que rescatan parte de este algodón de la
provincia de Mohose, que es una tierra templada, que las mantas que ellos
y ellas traen es de pita y tan bien curada que parece de angeo”19. También
describe el uso de tales espacios como centro comunitario y lugar de
17
18
19
242
Gutiérrez, R.A.: Cuando Jesús llegó, las madres del maíz se fueron. Matrimonio, sexualidad y poder en Nuevo México, 1500-1846. Fondo de Cultura Económica. México 1993, pp. 40 y ss.
Diego Pérez de Luxán: Expedition into New Mexico made by Antonio de Espejo,
1582-1583. Translated by G.P. Hammond & A. Rey. Quivira Society. Los Angeles
1929.
Ibidem, (“anjeo”, una especie de lienzo basto).
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
alojamiento para forasteros20, lo que ha sido interpretado también como
acogimiento de sociedades esotéricas21.
La falta de flexibilidad por parte de los doctrineros, siempre dispuestos a ver idolatría, superstición y costumbres ferinas en las actitudes
de los indígenas, y las enconadas controversias entre los oficiales reales
y los eclesiásticos22, se vieron agravadas por los onerosos servicios personales y los tributos impuestos a aquellos naturales por las autoridades españolas, lo que fue incrementando de forma larvada un profundo
malestar que a cualquier espectador perspicaz le hubiese hecho prever la
explosión natural que se aproximaba.
Perturbación de la Pax colonial
Al concluir la Guerra Chichimeca, lo único que se había conseguido, además de pacificar a tales indios bárbaros –que tal es el sentido
del término en lengua nahuatl– era adelantar la frontera septentrional
de la Nueva España23. Y así, hacia el año 1590 los establecimientos españoles, los presidios, las misiones y las rancherías ganaderas se encontraban asomadas a las orillas del Río Grande o Río Bravo, lo que había
permitido entrar en contacto con los indios Pueblo.
Las primeras misiones, encomendadas a los franciscanos, de los
que diez acompañaron a Oñate en su expedición de 1598, se sustanciarían, no sin graves dificultades, una vez iniciada la nueva centuria.
Como señala Pedro Borges, en esta fecha puede considerarse ya definitivamente encauzada la incipiente misión franciscana que contaba con
dieciocho frailes (incrementados con la expedición de fray Alonso Martínez) para atender a la ciudad de San Juan de los Caballeros y las misiones de San Gabriel, San Diego de Jémez, San Ildefonso, Santo Domingo,
20
21
22
23
Ibidem.
Gutiérrez, Ramón A.: o.c., p. 65, n. 73.
Scholes, Frances V.: “Documents for the History of New Mexico in the Seventeenth
Century”. New Mexico Historical Review IV, num. 45-48, pp. 195-201
Powell, Ph.W.: La guerra chichimeca (1550-1600). UNAM. Mexico 1984, p. 39.
243
José A. Armillas Vicente
San Lorenzo de Picuríes y Nuestra Señora de los Ángeles de Pecos, y los
restantes en el extremo septentrional de Nuevo México a orillas del Río
Bravo o Grande del Norte24.
Sin embargo, al año siguiente, fray Juan de Escalona escribía al
Comisario General de los franciscanos de Nueva España lo siguiente:
“La gente se va de Nuevo México porque se ve en situación de hambre
y desnudez. Los indios se mueren de hambre por haberles el Gobernador
y sus capitanes saqueados sus pueblos y quitado su maíz. Han acordado
españoles e indios salir hacia Santa Bárbara y allí esperar lo que el Virrey
les mande. Los religiosos tienen licencia para irse con ellos y sólo hemos
quedado yo y algunos españoles esperando nuevas del Gobernador. Desde
México a estos pueblos donde estamos tenemos andadas 400 leguas y se ha
traído ganado y otras cosas con mucho trabajo por lo que pienso que dejar
ahora todo perdido parece contra conciencia, mayormente porque dejamos
acá almas bautizadas, así de adultos como de niños. A mi parecer, al Rey
no le conviene dejar esto”25.
Pese a tan negativa información sobre los progresos de la evangelización entre los Pueblo, aseverada en 1626 por otro informe del P.
Juan de Santander, Comisario General de Indias, en el sentido de que
durante los primeros doce años de su presencia en Nuevo México los
franciscanos no habían alcanzado fruto alguno en su labor26, hacia
1617, siete años después de la fundación de Santa Fe, el mismo fraile
afirmaba en un memorial dirigido a Felipe IV, que los franciscanos habían levantado once iglesias en otros tantos poblados y decían haber
bautizado a 14.000 naturales27. Algunos años después, tras la llegada de
24
25
26
27
244
Borges, Pedro: “Estados Unidos: la evangelización de Nuevo México-Arizona”. En
Borges, Pedro (dir.): Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (siglos XVXIX). B.A.C. II. Madrid MCMXCII, pp. 65-76.
Torquemada, J. De.: Monarchia Indiana (1615). México 1975, III, pp. 673-674.
Borges, Pedro: o.c., p. 67.
Benavides, Fray Alonso de: Memorial que fray Juan de Santander, de la Orden de
San Francisco, Comisario General de Indias, presenta a la Magestad Católica del Rey
don Felipe Quarto, nuestro Señor… Madrid 1630.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
nuevas expediciones franciscanas, alcanzaban en 1630 los 34.000 indios
bautizados y cuarenta y tres las iglesias erigidas28.
Susan Schroeder en el prólogo del libro de que es responsable
sobre resistencia indígena y Pax colonial en Nueva España, en el que introduce la categoría analítica de la resistencia, sustentaba la hipótesis de
que tan solo la escasez de estudios sobre alteraciones, revueltas y rebeliones en el virreinato septentrional, abona la idea, extendida por demás,
de una paz colonial generalizada que seguiría al proceso de conquista y
evangelización de los indígenas29. Y el hecho de tal ausencia es tanto o
más sorprendente cuanto que las rebeliones indígenas en las Provincias
Internas de la Nueva España anteriores al siglo XVIII, han recibido escasa atención en la historiografía española30. La razón puede encontrarse
en que salvo algunos documentos que se encuentran en la Audiencia de
Guadalajara del Archivo General de Indias31, la parte fundamental de la
información relativa a la Gran Rebelión de la frontera septentrional a fines del siglo XVII, se ha mantenido custodiada en el Archivo General de
la Nación, en México32 donde pueden verse los documentos originales
que corresponden a los expedientes abiertos con las declaraciones de indígenas huidos o capturados en campaña, sacadas de grado o por fuerza
en el dilatado periodo de doce años que siguió a la sublevación de los
indios Pueblo y a la evacuación de la ciudad de Santa Fe y el repliegue
de los españoles hasta el Paso del Norte, puesto fortificado al que se le
28
29
30
31
32
Zárate y Salmerón, fray Jerónimo de: “Relaciones de todas las cosas que en el Nuevo México se han visto y oído así por mar como por tierra desde el año de 1538
hasta el de 1676”. Biblioteca Nacional (Madrid). Ms. 6.882. Publicadas en Documentos para la Historia de México, tercera serie, 3 (México 1856), pp. 30-30. Reedición: University of New Mexico Press. Albuquerque, N.M. 1966.
Schroeder, Susan (ed.): Native resistence and the Pax Colonial in New Spain. Nebraska U. P. Lincoln &London, 1998, p. 11.
Barral Gómez, A.: Rebeliones indígenas en la América española. MAPFRE-América.
Madrid 1992.
A.G.I. Guadalajara, leg. 138. Expediente sobre la conquista de Nuevo México,
1639-1686.
Miravete Galván, José Luis: Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el
norte de México (1680-1821). UNAM. México, D.F. 1985
245
José A. Armillas Vicente
dotaría urgentemente de presidio con el nombre de Nuestra Señora del
Pilar del río del Paso del Norte33.
El mayor desastre ocurrido a España en la frontera septentrional,
si no el de mayor importancia hasta le fecha en toda América, como
califica Hubert H. Bancroft la gran rebelión de los indios Pueblo entre
1680 y 169634, no fue sino el natural resultado de una concatenación de
incidentes a lo largo de todo el siglo XVII que habla de la precaria asimilación de poblaciones indígenas asentadas en agricultura de desierto
si exceptuamos las zonas irrigadas de los valles de los ríos en las que se
practicaban cultivos intensivos de maíz, fréjoles y calabaza. Ya en 1632,
los Pueblo Zuñi de Hawiku se rebelaron contra las autoridades de San
Gabriel; al año siguiente siguieron el ejemplo los Hopi de Awatavi; y en
1639, hicieron lo propio los Pueblo de Taos. Todos ellos fueron sometidos por las fuerzas de los sucesivos gobernadores de Nuevo México,
Francisco de la Mora y Ceballos y Luis de Rosas35.
La sucesión de sequías pertinaces, las epidemias de viruela, sarampión y otras enfermedades, amén de las constantes incursiones de
Apaches y Navajos, quienes diezmaban las magras economías de los
Pueblo con sus rapiñas, agravaron la situación perturbando aquella paz
mitificada por las autoridades españolas. A la quietud aparente de los
aborígenes, superficialmente cristianizados, que tendían abiertamente
33
34
35
246
Autos tocantes al Alçamiento de los Yndios de la Provincia de la Nueba Mexico &
Autos pertenecientes a el Alçamiento de los Yndios de la Provincia del Nuevo Mexico
y la entrada, y subcesos de ella que se hiço para su recuperación. Archivo General de
la Nación (México). Ramo de Provincias Internas, tomos 37 y 34, respectivamente.
La transcripción y traducción al inglés de tales documentos puede verse en Hackett, Charles W. (ed.): Revolt of de Pueblo Indians of New Mexico and Otermin’s
Attempted Reconquest, 1680-1682. Two vols. Coronado Fourth Centennial Publications, 1540-1940, vols 8 and 9, 1942. Second printing, University of New Mexico
Press. Albuquerque 1970.
“The greatest disaster that ever befell Spain on the northern frontier, if not indeed
in any part of America”, Bancroft, Hubert H.: History of the North Mexican States
and Texas. 2 vols. History Company. San Francisco 1886 y 1889, I, p. 284.
Hackett, C.W.(ed.): Historical documents relating to New Mexico…, o.c., pp. 327335.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
a la recuperación de sus danzas y se sospechaba de la eficacia de sus
hechizos y sortilegios, calificados de paganismo, no contribuían algunos
excesos doctrinales como el ocurrido en Tewa en 1672, donde un fraile
franciscano acusó de hechicerías a sus habitantes, quienes se amotinaron y le dieron muerte, y de los que cuatro fueron condenados a pena
de horca y cuarenta y tres a azotes36. La inquietud despertada entre los
oficiales reales y transmitida a la capital del virreinato, se traduce en una
elocuente solicitud de socorros para Nuevo México diligenciada por el
Virrey a comienzos del año 167837. No resultará extraño, por tanto, que
se fuese cociendo un creciente resentimiento contra religiosos y laicos
españoles como describe la declaración de Diego Zambrano de 9 de
agosto de 1680, quien había oído a unos indígenas que planeaban matar
a los ministros eclesiásticos, a los españoles, sus mujeres y niños, a fin de
destruir toda la población del reino38.
El alzamiento indígena
Con tales antecedentes es fácil imaginar que la presión doctrinal
y los excesos a que eran sometidos los naturales acelerasen el estallido que cogió por sorpresa al Gobernador de Nuevo México, Antonio
de Otermín quien, pese a las señales manifiestas de signo vario que le
llegaban, particularmente de misioneros que estaban en contacto con
los indígenas y de algunos de sus jefes, como Pedro Situ y Diego Mode,
de los Pueblo de Tesuque, quienes avisaron al Gobernador de que el
levantamiento previsto para el 13 de agosto se adelantaba al día 10 en
36
37
38
Scholes, F.V.: “Troblous Times in New Mexico, 1659-1670”. En Historical Society
of New Mexico, Publications in History, vol. 11. University of New Mexico Press.
Albuquerque 1942. También, Sánchez, Jane C.: “Spanish-indian relations during
the Otermin Administration, 1677-1683)”, New Mexico Historical Review 58 (april
1983), pp. 133-151.
El Virrey de la Nueva España a S.M. el Rey. México, 13 de enero de 1678. A.G.I.
México, leg. 50, n. 3.
Bancroft, Hubert H.: o.c., pp. 166-168.
247
José A. Armillas Vicente
vista de las denuncias filtradas, el Gobernador no habría de entender su
significado39.
En tan críticas circunstancias surgirá el personaje que, a modo
de fulminante provocará la gran deflagración indígena. El hechicero de
los indios Pueblo de Tewa, del poblado de San Juan, próximo a Santa
Fe, Popé, hombre de avanzada edad –unos cincuenta años–, que había
padecido los rigores del látigo, prendió la chispa del alzamiento en Taos
instigando a la rebelión contra los españoles a fin de restaurar la cultura y religión tradicionales. Decidido a borrar del mapa neomexicano
todo atisbo de influencia española, desarrolló una inteligente campaña
de culpabilización hacia los españoles de cuantos males afligían a los
naturales desde su llegada a aquellas tierras. La conspiración, meticulosamente preparada y concertada con mucha antelación, consiguió una
aceptación bastante generalizada de los más de los grupos Pueblo, muy
divididos entre sí habitualmente, y sabiendo integrar, además, a otras
tribus radicalmente enemigas como los Navajo y los Apaches, a los que
uniría el objetivo común de echar a los españoles, sustentado sacralizadamente en los mensajes que le habían transmitido la trinidad diabólica
de los Kátsina40 Caidi, Tilimplin y Theume, “tres diablos en figura de indios de horroroso aspecto, vertiendo llamas de fuego por todos los sentidos
y extremidades del cuerpo”41. Los Hopi, sus vecinos del noroeste, mantuvieron una neutralidad comprensiva que les llevó en el momento de
la represalia reconquistadora a acoger en sus tierras a los Pueblo huidos
de sus habitats tradicionales42.
Llegado el momento fijado, y avisados los indígenas, concertados
previamente, mediante la circulación de cuerdas de yute con nudos que
transmitían mensajes indescifrables para los españoles, el 10 de agosto
39
40
41
42
248
B. N. (M). Ms. 2.822, f. 281 v.
Espíritus de los muertos que propiciaban la lluvia y que permanecían agrupados
en los lugares míticos de los que procedían los Pueblo, bajo los lagos y en la cima
de las montañas. Gutiérrez, Ramón A.: o.c., p. 64.
B.N.(M), Ms. 2.822, f. 284 v.
Oswalt, Wendell H.: This Land was theirs. A study of the North American Indian.
John Wiley & Sons. New York, London, Sidney & Toronto 1966, p. 402.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
de 1780, día de San Lorenzo, se produjo la sublevación que barrió en
una orgía de sangre todo el territorio de Nuevo México desde las aldeas
de Río Grande hasta los límites con los Hopi, a más de doscientas cincuenta millas hacia el Oeste43. Bajo la dirección de Popé y otros cabecillas teóricamente cristianizados, Francisco, del pueblo de San Ildefonso;
Catití, mestizo de los Keres de Santo Domingo; Saca, de Taos; Tacu, de
San Juan; Luis Tupatú de los Picuríes…; cerca de 3.000 indios sublevados destruyeron las misiones, mataron a veintiún religiosos franciscanos, saquearon y arrasaron las rancherías dispersas sacrificando a mas
de cuatrocientos colonos.
Popé, jefe espiritual de la sublevación, no participó en las masacres que engendraron un gran pánico colectivo. Los supervivientes se
refugiaron en Santa Fe, pero la ciudad fue sitiada durante nueve días,
siéndole cortado el suministro de agua; y tras reiterados combates “fuéseles estrechando el cerco y en medio de la gran resistencia que hacían se
llegó hasta pegar fuego a las casas en que se mantenían con desesperación,
pues haciéndoles varias amonestaciones sobre que se diesen de paz, pues
veían los muchos que se les mataban y que habían de venir a quedar consumidos todos al rigor del fuego y dureza de las armas, fue tal su obstinado
nivel de barbaridad, y tan grande el tesón en confiar la pelea”44, que el Gobernador de Nuevo México, Antonio de Otermín, sin fuerzas suficientes
para la defensa, “totalmente falto de bastimentos para poder mantener
tanto número de personas, cansados los pocos caballos que habían quedado
vivos, y atenuados los otros ganados por haber estado encerrados de día y
de noche, y el no ser posible asegurar el agua para cualquier accidente que
sucediere”45, decidió evacuar la ciudad el 21 de agosto y, tras una estratégica ofensiva en la que perecieron tres centenares de indios, salió hacia
la Isleta, a treinta leguas al sur de Santa Fe, “donde se podía presumir se
hubiesen fortificado los vecinos de las jurisdicciones del río abajo, con su
43
44
45
Folsom, Franklin: Red Power on the Rio Grande: The Native Revolution of 1680.
“Introduction” by Alonso Ortiz. University of New Mexico Press. Albuquerque
1973 (Reprint 1996).
B.N.(M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, J., o.c., ff. 296 y 29.
Ibidem, f. 297.
249
José A. Armillas Vicente
Teniente General Alonso García, si todos no eran muertos como los demás
del Reino”46. De allí marcharon a El Paso donde se reagruparon las fuerzas propias, mientras la mayor parte de los colonos que habían escapado
a la matanza decidió regresar a México47.
El 31 de agosto siguiente, fray francisco de Ayeta, Procurador y
Comisario del Santo Oficio y Visitador de la Orden de San Francisco
en Nuevo México, escribía al virrey-arzobispo fray Payo Enríquez de
Ribera desde El Paso lo siguiente: “Muy reverendo Padre, amigo y señor. El tiempo de la calamidad ha llegado cuando con los ojos anegados
y un profundo dolor en mi corazón, comienzo a dar cuenta de la tragedia
lamentable que nunca antes ha sucedido en el mundo y que ha ocurrido
ahora en este reino desgraciado. Después de que enviara mi última carta a
su reverencia, recibí la información de que un plan se había formado para
una sublevación general de los indios cristianos y se preparaba rápidamente. Esto era enteramente contrario a la paz y a la tranquilidad existentes
en este reino desgraciado, no solamente entre los españoles y los naturales,
sino incluso por parte del enemigo pagano del que hacía largo trecho que
no había hecho algún daño considerable”48.
Del texto de la carta –primer documento que llegó a México con
información del desastre– se extrae la sorpresa que representó para las
autoridades españolas, incluso para los eclesiásticos, que nada pudieron
intuir de lo que se estaba preparando. La carta del fraile se extiende en
una relación pormenorizada de los sacrilegios y violencias hechas por
los indios apóstatas sobre personas y bienes, que justifica el terror generalizado que atenazó a la población española, hasta el punto de que
pocas semanas después de la sublevación, no quedaba ningún español
al norte de El Paso.
46
47
48
250
Ibidem, f. 298.
Knault, A.L.: The Pueblo Revolt of 1680: Conquest and Resistence in SeventeenthCentury New Mexico. University of Oklahoma Press. Norman 1995, pp. 48-60.
Carta de Fray Francisco de Ayeta al virrey-arzobispo, Fray Payo Enríquez de Ribera. El Paso, 31 de agosto de 1680. Archivo General de la Nación (México). Historia,
25, 15, ff. 183-189.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
A las informaciones emitidas por el clérigo, siguieron pormenorizados relatos del Capitán de las Jurisdicciones del río del Norte, Alonso
García, y del Gobernador de Nuevo México, Antonio de Otermín, quien
recogió todos los pormenores remitidos por otros oficiales subalternos
sobre los asaltos efectuados por los naturales en los pueblos de Santa
Fe, Santo Domingo, San Felipe. Taos, Cochiti y Galisteo, así como de las
condiciones en que las que los rancheros españoles abandonaron sus
propiedades para refugiarse finalmente en el Paso del Río del Norte49.
Las noticias del P. Ayeta, transmitidas por distintos conductos,
alarmaron no sólo a la capital virreinal sino también, obviamente, a los
reinos limítrofes. Desde la Nueva Vizcaya se advertía el peligro que amenazaba a toda la frontera septentrional “porque los Janos y Sumas y otras
naciones de aquí que confinan con esos, todos son de unos humores y quizá
peores”50.
Los Pueblo y sus aliados circunstanciales “no dejaron piedra sobre piedra en edificio alguno de los conventos, iglesias ni imagen que no
quemasen, sino fue en uno o dos Pueblos de los más remotos que algunos
reservaron escondidas. Y llegó a tan sumo grado el odio y aborrecimiento
a cualquiera cosa que pudiera servir de memoria y recuerdo de españoles,
que hasta los carneros, vacas y gallinas de Castilla los mataron, y los árboles frutales y hasta los trigos los arrancaron, que es hasta donde parece que
puede llegar la fuerza del rencoroso enojo que aquellos apóstatas concibieron contra la Nación española”51.
Otermín, repuesto de las urgencias de la huida, propuso al Virrey,
conde de Paredes, la oportunidad de proceder a la reconquista de aquella
49
50
51
Documentos que sobre el levantamiento de los indios del año de 1680 formó don Antonio de Otermín, Gobernador y Capitán General del reino de Nuevo México. A.G.N.
Historia, 26, 2, ff. 23-283. Editado en Biblioteca Histórica. México 1947.
Francisco de Agramont a Antonio de Otermín. San Juan Bautista de Sonora, 16 de
septiembre de 1680. En “Testimonios de autos tocantes al alzamiento general de
los indios de la provincia de Nuevo México”. A.G.I., Guadalajara, leg. 138, núm. 1,
ff. 273-275v. También, B.N. (M.) Ms, 2.822, ff. 325-329v.
B.N.(M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, J.: o.c., f. 320.
251
José A. Armillas Vicente
provincia levantada mediante la remisión de fuerzas y todo género de
ayuda para el sostenimiento de los colonos que no habían regresado a
México en la esperanza de recuperar sus haciendas52. Convocada la Junta
de la Real Hacienda por el Virrey, en auto del 10 de enero de 1681 acordó
el envío de pertrechos, municiones y demás cosas necesarias para el sustento de los huidos y fortalecimiento de la frontera vencida53.
Consecuencias
Las resultas inmediatas de aquella catástrofe fue la conversión de
El Paso del Río del Norte en el punto geoestratégico desde el que iba a
gestionarse la restauración del orden colonial perdido. Aunque el inmediato intento de reconquista del territorio abandonado con las fuerzas
de apoyo llegadas de México en mayo de 1682 estaba condenado al fracaso54, se iniciaba así un largo periodo en el que no faltaron intentos de
penetración militar y sublevaciones indígenas que mantuvieron la precariedad del dominio y determinaron la necesidad de recuperar el reino
de Nuevo México mediante una operación militar de gran envergadura
que no se haría efectiva hasta 1693.
Desde El Paso, y siguiendo una expansión horizontal, nuevas remesas de franciscanos llegados de México, fundaron las misiones de San
Francisco de los Sumas, la Soledad de los Janos, el Sacramento, San Pedro de Alcántara, Santa Getrudis, San Lorenzo, nuestra Señora del Pilar
y San José, en las que se evangelizaba a Sumas, Jumanos, Piros, Tanos y
Apaches. Concentraciones importantes de indígenas se irán instalando
en los pueblos de La Salineta, San Lorenzo, Senecú y El Socorro, funda52
53
54
252
El Gobernador de Nuevo México al Virrey. El Paso, 30 de diciembre de 1680.
A.G.N. Provincias Internas 37, 7, ff.316 y ss.
Memoria de la regulación y ajustamiento de la Junta de la Real Hacienda en auto de
10 de enero de 1681. A.G.N. (M.) Provincias Internas, 37, ff. 390-397.
El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso, 25 de junio
de 1682. A.G.N. (M.) Provincias Internas, 34, 3, ff. 155-151. Cfr. Hackett, Ch.W.:
The Revolt of the Pueblo Indians of New Mexico and Otermin’s attempted reconquest,
1680-1682.2 vols. Albuquerque 1942.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
dos en 1682. Hacia el Sur y siguiendo el curso del Río Grande hasta su
confluencia con el río Conchos, se levantaron dos misiones en la Junta
de los Ríos. La necesidad imperiosa de dotar a El Paso de un presidio,
decidido en 1681, no se haría realidad hasta 1683, cuando cesado en el
Gobierno Otermín, le sucedería Domingo Gironza y Petriz de Cruzate,
quien en la Cédula Real de nombramiento tenía encargo preciso de Carlos II “de que rixais y goberneis todos los parajes, tierra y poblaciones que al
presente se hallaren y estuvieren en poder de dichas provincias, y lo demás
que de adelante fuereis recuperando procurando el habitamiento. Así en
lo que se fuere reduciendo como en lo que al presente se estuviere haciendo en estos Parajes, Poblaciones, aumento y conservación; y que los Indios
naturales dellos que están asentados de paz, sean amparados disponiendo
y ordenando las demás cosas de aquellas provincias y haciendo población
de todos los españoles que se hallaren en dicho paraje”55. Consecuentemente con las órdenes recibidas, a comienzos de aquel año acaudillaría
una entrada en Nuevo México para pacificar a los indios rebeldes y dispondría de medidas tendentes a suprimir la libre circulación de indios,
mestizos y esclavos para yugular la posible expansión de los fermentos
de rebelión a las provincias limítrofes56. En 1683, Gironza comenzaría a
levantar el presidio, guarnecido por cincuenta soldados, entre El Paso y
las misiones de San Lorenzo, Nuestra Señora del Pilar y San José, para
trasladarlo un año después a Guadalupe del Paso donde resistió durante
más de una centuria57.
La gran rebelión de los indios Pueblo se extendería como reguero
de pólvora, produciéndose un alzamiento general entre los años 1683 y
1684 que afectó a un extenso territorio desde Sonora a la Junta de los
Ríos Grande y Conchos y hasta la región de la Laguna, al fondo del bol55
56
57
Relación de Méritos y Servicios de Domingo Gironza Petriz de Cruzat, Gobernador y Capitán General de Nuevo México. A.G.I. Indiferente, leg. 133, n. 58.
Informe del Fiscal de la Real Audiencia de México, Lic. Martín de Solís, acerca de
las intenciones del Capitán Domingo Gironza. Ciudad de México, 31 de agosto de
1682. A.G.N. Provincias Internas, 35, 2, ff. 46-85.
Navarro García, Luis: Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte de Nueva España. C.S.I.C. Sevilla 1964, p. 26.
253
José A. Armillas Vicente
són de Mapimí58. El Gobernador Gironza, en carta al Virrey de México a
primeros de noviembre, le daba cuenta de las hostilidades que los indios
Janos, Sumas, Apaches, Mansos, Piros y Tiguas59 habían desencadenado
simultáneamente contra El Paso, Janos y Casas Grandes, acompañando representaciones suscritas por los colonos españoles de la zona reclamando los auxilios que imperativamente necesitaban60. Aunque no
pudo llegar ayuda de la Nueva Vizcaya por el levantamiento indígena
contra El Parral, San Martín, Julimes y Conchos, en El Paso pudo yugularse la revuelta y en Casas Grandes los indios levantados fueron rechazados viéndose obligados a refugiarse en la sierra del Diablo. Mientras
tanto, era destruida la misión de la Soledad, cerca de Janos, Carretas y
Santa Gertrudis, a la vez que Jocomes, Chinarras y Conchos se sumaban
a la sublevación y los Apaches hacían correrías sangrientas por todo el
territorio61.
“El alboroto –ha escrito Luis Navarro– había durado un año cuando en 1685 empezó a serenarse, salvo en la parte de la sierra colindante con Sonora. Sus consecuencias fueron devastadoras. Toda la región
del norte del Parral hasta El Paso, quedó en manos de los indios hostiles Conchos y Julimeños, abandonándose los pueblos de Carretas, Casas
Grandes, San Antonio de Julimes, San Francisco de Conchos, Nombre
de Dios y San Jerónimo, con las misiones de San Javier y Torreón, administrados todos estos establecimientos por los franciscanos de Zacatecas.
Las pérdidas en ganado mayor y menor, robado o muerto, fueron muy
crecidas, y quedaron destruidas las haciendas de plata del Ojo de Ramos,
San Lorenzo, Tabalaopa, Encinillas y la del Capitán Falcón. Los valles de
58
59
60
61
254
Ibidem, p. 27.
Forbes, J.D.: “The Janos, Jocomes, Mansos and Sumas Indians”. En New Mexico
Historical Review, XXXII (october, 4, 1957), pp. 319-334.
El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso del Río del
Norte, 1 de noviembre de 1684. A.G.N.(M.) Provincias Internas, 37, 5, ff. 201-208.
El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso del Río del
Norte, 29 de diciembre de 1684. A.G.N.(M.), Provincias Internas, 37, 6, ff. 232235v.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
Encinillas y Sacramento fueron desalojados”62. En el verano de 1685 se
produjeron las primeras ofertas de paz hechas por Sumas y Conchos que
hacían presumir la interrupción de las hostilidades indígenas y la pacificación del territorio63.
La última consecuencia de aquel masivo levantamiento indígena
sería el reparo e incremento de la fortificación en la frontera septentrional. La política que había seguido el Virrey de México, conde de Paredes,
de contención del gasto aun en situaciones tan graves como las pasadas,
fue duramente criticada por la Corte. En una Cédula Real de 22 de diciembre de 1685, Carlos II mostraba su extrañeza a su alter Nos en el
reino de la Nueva España “de que en materia de tanta importancia como
ésta tomase la Junta (de Hacienda y Guerra) una resolución tan tibia
como la de los medios que se propusieron en ella, pues se han considerado
impracticables para ocurrir prontamente a tan grave urgencia, y que Vos
os hubieseis conformado con su parecer, cuando la obligación de vuestro
puesto os debía empeñar a que valiéndoos de todos los medios posibles acudieseis al reparo de tan fatal suceso, yendo en persona a la reducción de estos indios, pues de despreciarse un caso como éste y no haberse aplicado en
tiempo el remedio conveniente, sucedió la pérdida de la Nueva México”64.
Epílogo. La reconquista de Nuevo México
La restauración del reino de Nuevo México, insistentemente requerida por la Corona, fue propuesta en la Corte a Toribio de la Huerta,
quien había servido al Rey en las pacificaciones de Sonora y Sinaloa,
pero sus excesivas demandas –concesión de un marquesado, vinculación de sus hijos Pedro y Sebastián a la campaña con derecho de sucesión, un contingente militar de mil hombres de a caballo, doscientos
infantes, dos mil vacas y seis mil carneros, así como poner en explota-
62
63
64
Navarro García, Luis: o.c., p. 27.
Domingo Gironza al conde de Paredes. El Paso, 26 de octubre de 1685. A.G.N.(M.)
Provincias Internas 35, 6, ff. 281-289.
C.R. de 22 de diciembre de 1685. Cfr. Navarro García, Luis: o.c., p. 31.
255
José A. Armillas Vicente
ción una presunta mina de azogue en Cerro Colorado de acuerdo con el
modelo de la peruana de Huancavelica–, aun cuando fueron aceptadas
por la Corona, Huerta no pudo allegar los caudales necesarios y desistió
de acometerla65. Su ejecución estaría reservada al noble madrileño Diego de Vargas Zapata Luján y Ponce de León, Alcalde Mayor de Tenitla y
Justicia Mayor de las Minas de Tlalpuzagua, nombrado Gobernador del
territorio por Carlos II en 1690 a propuesta del nuevo Virrey de México,
el conde de Galve, puesto del que tomó posesión el día 22 de febrero
del año siguiente en El Paso del Norte66. De la nutrida correspondencia
que mantuvo entre agosto de 1691 y fines de mayo de 1692, destaca la
necesidad de acometer una definitiva campaña de reconquista de Nuevo México, acompañado minuciosos informes sobre proyectos y costes
del objetivo señalado. El plan propuesto partía de efectuar una entrada
preliminar para determinar el estado en que había quedado la región
perdida y después conseguir la sumisión de los Pueblo rebeldes, por vía
pacífica, si era posible, por la fuerza, en caso contrario. Reunida la Junta de Hacienda y Guerra en Ciudad de México el 28 de mayo de 1692,
aprobó las proposiciones del Gobernador de Nuevo México67.
El 9 de agosto salió Vargas de El Paso al frente de un reducido
cuerpo expedicionario de cincuenta hombres a caballo –que habrían
de ser sustituidos por el Gobernador de la Nueva Vizcaya para no dejar desguarnecido el presidio de El Paso– y un tren de artillería, con la
compañía de tres frailes franciscanos –fray Miguel Moñiz, fray Francisco Corvera y fray Cristóbal Barroso–, además de un número no determinado de indios amigos de guerra y auxilio, siguiendo el curso del
Río Grande en dirección a Santa Fe, para cumplir una jornada de ida
y vuelta de ciento ochenta leguas en la que pretendía obtener la mayor
información posible del estado del territorio doce años después de la
65
66
67
256
B.N.(M.), Ms. 2.822. Gutierre y Villamayor, Juan de: o.c., ff. 377-378,
Relación de méritos y servicios de Diego de Vargas Zapata y Luján. A.G.I. Indiferente, leg. 122, N. 135
Correspondencia del Gobernador de Nuevo México con el Virrey, conde de Galve.
El Paso del Norte, agosto de 1691 a 28 de mayo de 1692. A.G.N. (M.), Historia, 37,
3, ff. 99-181.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
salida de los españoles. A primeros de septiembre, el día 9, sin haber
sufrido incidente alguno, los expedicionarios llegaron “a la hacienda que
llamaban de Mejías, como treinta leguas distante de la villa de Santa Fe; y
pareciéndole al General ser puesto acomodado de aguas, pastos, sano y sin
bosques, determinó dejar allí la caballada, boyadas y demás ganados, carros, yeguaje y víveres con la gente de su manejo y guardia quince soldados
españoles y cincuenta indios de guerra; y por Cabo de todos el Capitán de
Campaña a don Rafael Téllez Girón para que esto sirviese allí de refuerzo
al ganado y descansase; y el General pudiese con el resto de la gente hacer
las entradas a los pueblos de los apóstatas”68.
Tras pasar ante establecimientos Pueblo abandonados, y entrar
en contacto con los Pueblo de San Felipe, quienes dijeron al Sargento
Mayor, Cristóbal de Tapia, respondiendo a sus intimaciones de paz, que
“tampoco ellos de ninguna suerte querían guerras sino estar en paz con los
españoles, que antes bien los Tanos y Teguas se la hacían a ellos muy cruda,
con crecidos daños, por lo cual se holgaban de que volviesen los españoles
porque con eso les ayudarían e irían a matar a los Teguas y Tanos”69, el 11
de septiembre los expedicionarios llegaron ante los muros de Santa Fe
donde encontraron a sus ocupantes fortificados y desafiantes, no reconociéndoles como españoles, “sino Pecos y Apaches embusteros”70. Vargas,
mediante el ejercicio de la diplomacia y la convicción, sin disparar un
solo arcabuzazo, consiguió que los defensores depusiesen su actitud71.
Habló por los cercados el indio Antonio Bolsa reconociendo al
Gobernador y justificando las violencias pasadas “por cuanto el Demonio les dictaba y poniendo en su pensamiento, para descargo de todos, los
rebelados de aquel Reino, vino a parar en decir que los que habían tenido
la culpa de todo ya se habían muerto, y que los que al presente vivían no
68
69
70
71
B.N. (M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., f. 385v.
Ibidem, f. 388.
Ibidem, f. 390 v.
Espinosa, J. Manuel: First expedition of Vargas into New Mexico, 1692. Coronado Cuarto Centennial Publications, 1540-1940. Ed. G.P. Hammond. University of
New Mexico Press. Albuquerque 1942.
257
José A. Armillas Vicente
habían sido parte en nada de ello, y que los más de ellos eran muchachos”72.
Diego de Vargas les dio seguridades y, tras largas conversaciones de paz,
los cercados depusieron su actitud agresiva y se avinieron a la ofertas de
perdón que les hacía el Gobernador. Abandonada la fortaleza de Santa
Fe, Vargas arengó a los Pueblo en los siguientes términos: “Hijos. Ya estaréis más quietos reconociendo mi buen corazón y os hallaréis contentos
de veros ya perdonados y reducidos a nuestra Santa fe Católica y a la obediencia del Rey Nuestro Señor que Dios guarde, cuyos vasallos sois; de que
os podéis dar por dichosos y de tener tal Rey, Señor y Monarca soberano.
Mirad su clemencia, pues olvidado de vuestra apostasía, del vituperio con
que renunciasteis a la Ley de Cristo, del sacrilegio que cometisteis quitando
la vida a los religiosos, profanando los templos, rotas las imágenes, contaminados y asolados los templos, profanados los sagrados vasos, y de la
alevosía con que pasasteis a cuchillo a los españoles, sin perdonar a las
mujeres y tiernos niños, y de la barbaridad con que quemasteis sus haciendas y les arruinasteis los pueblos y de las pésimas consecuencias que de
semejantes abominaciones se han seguido, me envía a mi para perdonaros
sin más cargo que el de reduciros al gremio de la santa madre Iglesia que
os recibe como piadosa madre si la solicitáis con penitencia y con calidad
de que habéis de jurar a su Majestad Católica por vuestro legítimo Rey y
Señor natural”73.
Aceptado por los indígenas, el día 14 de septiembre de 1692 formalizó la toma de posesión de la ciudad de Santa Fe por el Rey Católico
Carlos II74 con toda solemnidad y pronunciando en tres lenguas distintas la siguiente fórmula: “La villa de Santa Fe, capital del reino de la
Nueva México y con ella sus provincias y pueblos, todos por la Majestad
Católica del Rey nuestro Señor Don Carlos Segundo, que Dios guarde, Rey
de las Españas y de este nuevo mundo y villa para amparar a tofos los
72
73
74
258
B.N. (M.), Ms. 2.822, f. 393v.
Ibidem, ff. 404 y 404v.
“Relación de la entrada que el ejército de don Diego de Vargas Zapata hizo en la
provincia del Nuevo México para conseguir su pacificación”. El Paso del Norte, 14
de enero de 1693. A.G.N. (M.), Provincias Internas 34, ff. 95-113.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
vasallos de sus dilatados dominios muy largos, felicísimos años en mayores
aumentos de su grandeza”75.
En lo que restaba hasta la conclusión del año, la mayor parte de
los Pueblo de Nuevo México –con la excepción de los Jemes y los Keres de
Acoma, que resistieron más– se reintegraron a la obediencia de la Corona
española, mediante la fórmula de absolución de los indios, perdón real y
bautismo de los niños, aunque su actitud distó mucho de ser duradera.
Regresado a El Paso el Gobernador Vargas en enero de 1693, se preparó
minuciosamente el regreso de los colonos para restaurar sus haciendas
y granjerías. En octubre, una nueva expedición integrada por setenta familias de colonos –las más de Zacatecas–, dieciocho frailes franciscanos,
un contingente de indios de Tláxcala como auxiliares –como se había
practicado ya desde 159176– y las fuerzas del Capitán Roque de Madrid,
incorporadas en el camino, marcharon con Diego de Vargas al frente a la
recolonización de Nuevo México. Cuando la expedición llegó ante Santa
Fe en diciembre, los indígenas habían mudado de actitud, fortificada
nuevamente la ciudad y decididos a resistir la acción de los españoles77.
Informado el Gobernador por el indio Lorenzo, jefe de los Pecos, de la
nueva traición de los pobladores de Sante Fe, conociendo, además, por
una india anciana los proyectos de Tanos, Teguas y otras naciones de
alzarse nuevamente contra los españoles, decidiría adoptar una decisiva
actuación disuasoria mediante el uso de la fuerza tan distinta de la de
paz y concordia practicada en su primera entrada en 169278.
Reforzado el contingente militar del Gobernador con las fuerzas
de su teniente Luis Granillo, habiendo reunido 800 hombres ente soldados y colonos, y dispuesto Vargas a dar un sonado escarmiento, tras dos
días de enconados combates fue vencida la resistencia de los indios y se
75
76
77
78
Ibidem.
R.C. de Felipe II de marzo de 1591 autorizando que 400 familias de Tláxcala,
acompañadas por fray Jerónimo de Zárate y otros franciscanos, partieran para
Nuevo México bajo el mando de Agustín de Hinojosa y Villavicencio. Vid. Nota 26.
Bailey, J.B.: Diego de Vargas and the reconquest of New Mexico. Albuquerque 1940,
pp. 61 & ss.
B.N. (M.), Ms. 2.823. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., II, ff. 73-77v.
259
José A. Armillas Vicente
reconquistó Santa Fe. Las represalias sobre los defensores tras numerosos
interrogatorios, informes y procesos, se concretaron en la ejecución de
setenta hombres y la condena a penas de esclavitud temporal a varios
cientos más79, práctica que se había recuperado como forma de castigo
a raíz de las grandes sublevaciones del ciclo que abre la rebelión triunfante de los indios de Nuevo México. Durante el gobierno neomexicano
de Gironza, este vendió en 1691 setenta piezas apresadas en una de las
campañas preparatorias a la reconquista de Nuevo México por Diego
de Vargas80. La medida, además de tener sentido punitivo, representaba
una fuente de ingresos con los que resarcir los gastos de las empresas
militares. El Rey aprobó lo actuado con la condición de que los indios
esclavizados fuesen mayores de edad y recuperasen la libertad una vez
transcurridos diez años81. Por su parte, Juan Villagutierre y Sotomayor,
acorde con el tono apologético de su Historia… estima que los repartos
de indios prisioneros entre los españoles no eran en calidad de esclavos82.
La pacificación del resto del territorio no fue fácil y el levantamiento parcial de 1694 y la campaña contra los indios de la mesa de San
Ildefonso terminó por aquietar al reino, aunque al precio de poblaciones dispersadas, abandono de pueblos y comunidades refugiadas en las
montañas o al amparo de los Hopi, Apaches y Navajos. Los tres lustros
largos que separan el inicio de la Gran Rebelión de la postrera con la
que se cierra la decimoséptima centuria, harían variar sensiblemente la
distribución geográfica de los grupos Pueblo al norte del Río Grande.
Mientras muchos fueron abandonados por el desplazamiento de sus
pobladores hacia latitudes más seguras, otros se fundieron, mientras
que los refugiados fundaban nuevos núcleos de población. En conse79
80
81
82
260
Espinosa, J.M.: “The recapture of Santa Fe, New Mexico, by the Spaniards, december 29-30, 1693”. Hispanic American Historical Review XIX, october, 4, 1939, pp.
443-463.
Navarro García, L.: Sonora y Sinaloa en el siglo XVII. Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Sevilla 1967, p. 166.
R.C. de Carlos II al Virrey de México. San Lorenzo, 21 de julio de 1691. A.G.I.
Guadalajara, leg. 232, N. 7, ff. 89v-92.
B.N.(M.), Ms. 2.823. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., ff. 145v-151.
Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América
cuencia, la geografía humana de Nuevo México en el umbral del siglo
XVIII ofrecía un panorama muy distinto83.
La última rebelión de la centuria, la segunda gran alteración de
los Pueblo, se produciría en el verano de 1696. Pero en esta ocasión sólo
fue protagonizada por algunos grupos que sacrificaron a cinco franciscanos y a un número indeterminado de colonos españoles. Los sublevados, debilitados por los años de guerra y por las disensiones internas,
no pudieron ofrecer mayor resistencia a la llegada de nuevos contingentes de colonos españoles que instalaron sus rancherías en el territorio,
mientras los franciscanos multiplicaban su presencia y restablecían las
misiones84. Pero “la frialdad con que los indios recibieron a los frailes
–ha escrito R.A. Gutiérrez– fue característica de las relaciones que iban
a existir en el transcurso del siglo XVIII. En el anterior los frailes habían
sido los principales intermediarios entre los Pueblo y las instituciones
españolas. Los franciscanos, hombres que gozaban de gran autoridad
política entre los Pueblo, habían vigilado la vida en la misión, habían
interpretado para los indios las exigencias de los seglares españoles y
habían mantenido a raya todo lo posible el mundo exterior. La Corona,
en cambio, siempre había visto a las misiones como instituciones aculturadoras temporales que transformarían a los indios en ciudadanos
modelo, dándoles los rudimentos de la vida urbana y una economía
orientada a las necesidades españolas y al gobierno propio”85.
El reino de Nuevo México se asomaba al siglo XVIII superficialmente pacificado, una vez quebrantada la resistencia de los Hopi con
la destrucción de una de sus principales poblaciones, Awatobi, y la esclavización temporal de sus pobladores como indios rebeldes. Pero los
83
84
85
Dozier, E.: The Pueblo Indians of North America. Holt Rinehart Winston Pub. New
York 1970, pp. 63-67.
Espinosa, J.M.: The Pueblo Indian Revolt of 1696 and the Franciscan Missions in
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261
José A. Armillas Vicente
brotes de insurgencia y las alarmas esporádicas serán una constante a lo
largo de toda la centuria. La fundación de Santa Cruz, segunda ciudad
de Nuevo México en 1695, y la de Albuquerque en 1706, estarían dictadas para asegurar el dominio del territorio y en prevención infructuosa
de nuevos acontecimientos similares a la pasada Gran Rebelión de los
Indios Pueblo.
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265
II. Fronteras económicas
y sociales
La corona española
y la libertad de los indios esclavos
en la España peninsular, Nueva España
y las fronteras imperiales durante la
segunda mitad del siglo XVI
Andrés Reséndez1
En la primera mitad del siglo XVI más de 2.500 indios del Nuevo
Mundo llegaron a la península Ibérica, la mayoría de ellos como esclavos. Eran principalmente mujeres y niños procedentes de las islas del
Caribe o de las costas de México y Florida. Una vez en España estos
indígenas vivieron encerrados en casas y comercios durante años y aún
décadas pero dejando pocos indicios históricos de su existencia. De hecho, sabríamos muy poco de ellos de no haber sido por las llamadas
Leyes Nuevas. Este extraordinario código introducido en 1542 prohibió
terminantemente que se siguieran esclavizando a los indios, “ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna.” Es decir la
prohibición era clara y absoluta. Además todos aquellos españoles que
ya tenían indios en su poder debían acudir a las autoridades para presentar los títulos correspondientes que debían ser revisados y confirmados. Huelga decir que muchos de los dueños no tenían tales títulos, con
lo cual las Nuevas Leyes asestaban otro duro golpe a una práctica que
había venido ocurriendo desde el descubrimiento de América. Estamos
1
Universidad de California, Davis
269
Andrés Reséndez
acostumbrados a pensar que las leyes del imperio Español fueron a menudo meras declaraciones de principios o ideales inalcanzables que en
la práctica eran imposibles de aplicar. Pero en este caso el emperador
Carlos V hizo todo lo posible por hacer valer las Leyes Nuevas. Hizo
que se leyeran en público, envió oficiales para que investigaran casos de
indios tenidos por esclavos ilegalmente, y nombró procuradores para
que ayudaran a estos esclavos indígenas a preparar demandas contra sus
dueños para alcanzar su libertad. El Archivo General de Indias contiene
por lo menos 79 demandas interpuestas por indios radicados en distintas partes de España pidiendo ser liberados. Se trata de una verdadera
mina de oro de información.2
Luchando por su libertad
Antes de hablar de la suerte de estos indios conviene poner su
situación legal en un contexto comparativo más amplio. Por ejemplo,
en el siglo XIX los esclavos negros del sur de Estados Unidos vivían en
un marco jurídico enteramente diferente. Desde el punto de vista legal
los esclavos negros eran considerados como objetos o mercancía. No
solamente no podían demandar a los blancos sino que ni siquiera podían testificar en las cortes del sur de Estados Unidos. Un dueño podía
torturar o matar a sus esclavos y, mientras no hubiera otro blanco que lo
delatara ante una corte, no había manera alguna de castigar al infractor.
Para un sureño del siglo XIX la idea de que algún esclavo suyo acudiera a
alguna corte en Nueva Orleans o en alguna otra ciudad a demandarlo y
reclamar su libertad hubiera resultado francamente risible. No obstante,
2
270
Mira Caballos, Esteban, El Indio Antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud
(1492-1542). Sevilla, Muñoz Moya, editor., 1997. pp. 305-306; e Indios y mestizos
Americanos en la España del siglo XVI. Madrid, Iberoamericana, 2000. p. 111. Ver
también a Julián, Amadeo, “Tráfico de indígenas esclavos de Santo Domingo a España, a fines del siglo XV y en el siglo XVI” en Bancos, ingenios y esclavos en la época
colonial, Santo Domingo, Colección Banreservas, 1997; Franco Silva, Alfonso, “El
indígena en el mercado de esclavos de Sevilla (1500-1525)” Gades 1 (1978), 25-35;
y Gil-Bermejo, Juana, “Indígenas americanos en Andalucía” en Andalucía y América en el siglos XVI. Sevilla, EEHA, 1983. pp. 535-555.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
éste era precisamente el mecanismo de liberación establecido en el siglo
XVI por las Nuevas Leyes.3
Desde luego que una cosa era poner el sistema legal español a
disposición de los esclavos indios y muy otra que éstos se decidieran a
usarlo. Para estos esclavos indios la decisión de demandar a sus dueños
debió haber sido gravísima y terrible. Ya que raramente salían de la casa
–mujeres y menores en su mayoría como había mencionado– la idea
de ir a una corte a testificar públicamente y ser examinados por jueces
y abogados debió haber sido por demás difícil. Y este calvario público
no era nada en comparación con el suplicio doméstico al que debían
someterse. En el instante mismo en el que el dueño se enteraba de que
su esclavo lo había demandado la relación entre ambos sufría un daño
irreparable y a menudo se volvía decididamente hostil. Los procesos de
liberación de los esclavos indios podían durar meses o incluso años enteros. Y durante todo este tiempo los esclavos debían seguir viviendo
bajo el mismo techo que sus amos. Así pues los dueños tenían amplias
oportunidades para castigar, torturar o de alguna manara hacer que sus
esclavos desistieran de su propósito. Era tan común que los dueños maltrataran o quisieran esconder a sus esclavos en fincas rurales más allá del
alcance de la ley, que en el mismo documento donde se les informaba
que habían sido demandados se les ordenaba que evitaran estas prácticas. Así pues para un esclavo o esclava la decisión de demandar a su
dueño era gravísima. Y a cambio de todas estas zozobras, sufrimientos,
y riesgos a su integridad física, lo único que ganaban era la mera posibilidad de obtener su libertad. Desde luego también era enteramente
posible que perdieran, en cuyo caso lo único que habrían conseguido
3
Para un tratamiento más amplio del marco legal en el Sur de Estados Unidos ver a
Gross, Ariela J., Double Character: Slavery and Mastery in the Antebellum Southern
Court. Princeton, Princeton University Press, 2000. p. 42. Para entender los orígenes y funcionamiento del sistema legal del imperio español ver a Owensby, Brian
P., Empire of Law and Indian Justice in Colonial Mexico. Stanford, Stanford University Press, 2008; y más ampliamiente a Blackburn, Robin, The Making of New
World Slavery: From the Baroque to the Modern 1492-1800. Nueva York, Verso,
1997. pp. 50-52.
271
Andrés Reséndez
a cambio de sus esfuerzos legales era el odio y resentimiento eterno de
sus amos.
El caso de Beatriz y sus hijos muestra perfectamente la tenacidad
tanto de esclavos como de amos en estos procesos legales. Beatriz tenía
“aspecto de yndia” según un testigo ocular quien además la describió
como “una mujer baja de cuerpo delgada que tiene menos un diente de
la parte de arriba.” Beatríz había llegado a España cuando tenía catorce
años y ya llevaba un bebé en brazos llamado Simón. Madre e hijo fueron
vendidos en la villa de Carmona y fueron dados por dote de casamiento
a Juan Cansino en 1534. Beatriz permaneció en casa de Cansino durante 24 años. Durante este tiempo su relación se fue complicando y
haciéndose cada vez más hostil. Primero Cansino vendió al pequeño
Simón “porque era muy travieso” –según declaró el dueño– y “le había
hurtado a este declarante muchas cosas”. Con el paso de los años Beatriz
tuvo cuatro hijos más al parecer de varios padres. Beatriz y sus cuatro
hijos permanecieron como esclavos en la casa de Cansino quien durante
este tiempo se volvió un hombre rico y respetado logrando el puesto de
regidor de Carmona.4
Un punto de quiebra en la relación de Cansino y sus esclavos
ocurrió alrededor de 1556 cuando la hija mayor de Beatriz, llamada
Catalina, quien para entonces había cumplido 17 años, comenzó a dar
muestras de independencia y aún de rebeldía. Para castigarla, el regidor
Cansino mandó a la joven Catalina con el barbero que estaba “al lado de
la carnicería” para que la marcara en el rostro con una herradura pues
–como explicó el propio Cansino– “se le huía muchas veces y porque le
hurtó una bolsa de dinero y una cadena de plata de su casa, y otras muchas cosas y joyas y quesos y lana y vino y todo cuanto podía haber ella.”
Este escarmiento, sin embargo, no logró amedrentar ni a Catalina ni a
su madre quienes poco después de este episodio empezaron a hablar en
4
272
Este proceso se encuentra en el Archivo General de Indias [en adelante A.G.I.] en
Francisco Sarmiento, Protector de Indios, a nombre de Catalina Hernández y sus
hermanas, todas hijas de Beatriz Hernández, Sevilla, 1573-1574, “Pleito fiscal: Juan
Cansino” AGI, Justicia, 908, N. 1.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
voz alta de cómo ellas eran “yndias de las Yndias de su Magestad” y por
tanto debían ser dadas por libres. De hecho Beatriz y Catalina se habían
enterado de que algunos indios que residían en la cercana ciudad de
Sevilla habían demandado a sus dueños y logrado así su libertad.
Finalmente, en la primavera de 1558, tras 24 años de servicio,
Beatriz se escapó dejando a sus hijos en casa de Cansino. De alguna
manera Beatriz llegó hasta Sevilla donde permaneció durante cinco meses. Ignoramos cómo se sustentó durante este tiempo. Con la ayuda del
procurador general de indios, Francisco Sarmiento, Beatriz convenció a
algunas personas para que testificaran en su favor. Cuando todo estaba
listo, Juan Cansino fue informado que su esclava Beatriz lo iba a llevar
a juicio exigiendo su libertad así que el regidor de Carmona debía acudir a Sevilla para responder a estos cargos. La cuestión legal de fondo
no podía ser más sencilla. Si Beatriz podía probar satisfactoriamente
que ella era de las “Yndias de Su Magestad” entonces el regidor Cansino
debía otorgarle su libertad, y por la misma razón también debía hacer
extensiva la libertado a todos sus hijos.
Al principio las cosas parecían ir muy bien para Beatriz. Uno de
los declarantes dijo que “su aspecto parece de yndia.” Un zapatero de
Sevilla que había conocido a Beatriz por 18 años dijo que “siempre la
ha tenido y tiene por yndia, por haberle muchas veces oído hablar lengua extraña, y que ha oído a otros indios hablar lengua semejante.” A
continuación el procurador Francisco Sarmiento, a nombre de Beatriz,
hizo desfilar a varios testigos de la villa de Carmona: una viuda que vivía en una casa cercana, la esposa del carnicero, y algunos otros. Todos
ellos aseguraron que Beatriz hablaba una lengua extraña y que venía
de México. El testigo principal de Beatriz era un indio ciego de México
radicado en Sevilla quien afirmó que Beatriz hablaba la misma lengua
que él, y que ambos procedían de “Malacata” que era una provincia en la
“Nueva España en las Indias del mar océano.” Su declaración en tercera
persona es casi poética: “aunque no la ve” –dijo el testigo ciego llamado
Juan Vázquez– “sabe que la dicha Beatriz es yndia por las palabras que
con ella ha trocado… y es yndia natural de Malacata que es en la Nueva
España, porque este testigo es natural de Nueva España y que entiende
273
Andrés Reséndez
la lengua de Malacata que es la que habla la dicha Beatriz, y no ha visto
ni oído otra cosa en contrario.”
Una estratagema legal común entre los dueños de aquella época
era la de afirmar que sus esclavos provenían no de las “Yndias de Su Magestad” sino de las Indias Portuguesas –es decir de Brasil o la costa oeste de
África o del sudeste asiático– donde la esclavitud de los habitantes naturales era perfectamente legal. Ésta fue precisamente la estrategia que siguió
Juan Cansino y su equipo legal. “Desde que la dicha Beatriz ha estado
en poder de este declarante” –insistió Cansino– “la tiene por alárabe hija
de moro, porque ella siempre ha dicho que es hija de moro y que se crio
en Portugal… y nunca el testigo la ha tenido por yndia de las Yndias de
Su Magestad.” Asimismo el abogado de Cansino quiso aprovecharse de la
ignorancia y credulidad de Beatriz sometiéndola a una serie de preguntas
capciosas: “¿Hay en su tierra camellos o elefantes y leones y tigres, o qué
animales hay?. Yten. ¿Cómo se visten en la dicha tierra, y qué género de
paños hay?. Yten. ¿Qué mantenimientos tienen y si hay arroz, y que especias hay: pimienta, clavo, canela, jengibre, u otras especias?”. El astuto
abogado también hizo grandes aspavientos de la declaración de Beatriz en
el sentido de que ella provenía de la provincia de “Malacata” en la Nueva
España. El abogado de Cansino primero demostró que en el Nuevo Mundo no existía ninguna provincia de ese nombre para luego sugerir que
Beatriz en realidad se estaba refiriendo a “Malagueta” en la cosa de África
de dónde provenía la famosa pimienta de Malagueta. De hecho uno de
los testigos que Cansino llamó para testificar en su favor era un marinero
de Lisboa llamado Luis Calaforte quien, después de haber jurado ante un
crucifijo, dijo que en numerosas ocasiones había navegado por toda la
costa de África y que sabía muy bien que Malagueta era una porción de la
costa africana debajo de São Thomé en las Indias portuguesas.
Por su parte el procurador Sarmiento, para contrarrestar este testimonio, llamó por testigo a un español de nombre Francisco de Vega
quien, después de afirmar que había viajado por las Yndias de Su Magestad y tratado a los naturales de ellas, dijo que “a este testigo cree o tiene
por cierto que esta dicha Beatriz que trata de este pleito es natural de
las Yndias de su Magestad de la provincia de Nueva España.” Este testi274
La corona española y la libertad de los indios esclavos
monio, mucho más cauteloso que los de los testigos de Cansino, no fue
suficiente para lograr la libertad de Beatriz. No es difícil imaginarse el
calvario de Beatriz una vez que fuera entregada a su dueño por no haber
podido probar que provenía de las Yndias de Su Magestad.
Pero incluso entonces la batalla legal no había terminado. Trece
años después de este primer juicio, Catalina, la hija mayor de Beatriz, volvió a emplazar a Cansino. Para el verano de 1572 Beatriz ya había muerto
como esclava. Catalina era una mujer de más de treinta años y tenía una
hija de diez años. Y José Cansino era un patriarca de edad muy avanzada.
Su hijo, Fernando Cansino, era el nuevo regidor de la villa de Carmona.
Durante todos estos años la determinación de Catalina por buscar su
libertad por la vía legal se había mantenido incólume. En la primavera de
1572 Catalina habló con abogados y jueces. Francisco Sarmiento todavía fungía como procurador general de yndios. Catalina le confió que su
madre había sido una mujer “falta de juicio y entendimiento, y todos los
más de los días se emborrachaba e iba por las calles, y jugaban con ella los
muchachos.” Así que en este segundo juicio Catalina no dejó nada al azar.
Reunió a varios testigos, se aseguró que sus versiones fueran consistentes
entre sí, y cuando todo estuvo listo emplazó nuevamente a su dueño.
Ya que Catalina, a diferencia de su madre, había nacido en España, en esta ocasión la estrategia legal de la parte acusada se centró en
cuestionar la credibilidad de los testigos de Catalina que eran mulatos e
indios pero ningún español, cristiano viejo, y miembro de alguna de las
familias “respetables” de Carmona. Por ejemplo, una testigo de Beatriz
era una morisca ex esclava llamada Isabel Navarra. Uno de los abogados
de Cansino dijo de la testigo que “son personas viles y de liviana opinión, a las cuales no se les ha de dar crédito por ser moriscas de casta
de moro.” Otra mujer que testificó en favor de Catalina era una india
de México llamada Marina. La parte acusada igualmente desestimó su
testimonio diciendo que, “por ser yndia, tiene este testigo por cierto que
no diría la verdad por favorecer a la dicha Catalina, y otro porque siendo
yndia es baja, y persona de liviana opinión, y no se le debe dar crédito.”
Cuando el regidor Fernando Cansino, hijo de Juan Cansino, se enteró de
quiénes iban a ser los testigos de Catalina, éste los “andaba aventando…
275
Andrés Reséndez
y los enfrentaba e injuriaba.” Ambas partes lucharon tenazmente, pero al
final de cuentas los testigos de Catalina no fueron capaces de esclarecer
la procedencia de Beatriz. Ya habían pasado más de cuarenta años desde
su llegada a España y ya poca gente sabía o se acordaba de los hechos.
La información parecía haberse perdido para siempre. “Hallamos que
el dicho Francisco Sarmiento, a nombre de los dichos yndios, no probó
su intención y demanda –sentenciaron los jueces– y por tanto debemos
absolver a Juan Cansino Aragones… y poner una fianza de 100 mil maravedíes por no tratar mal a los dichos yndios sus esclavos.” Ignoramos
cuál habrá sido el fin de Catalina y de sus hermanos e hijos.
He dedicado todo este tiempo al juicio de Beatriz y sus hijos para
mostrar el acceso extraordinario que tenían los esclavos indios al sistema legal español y la tenacidad con la que buscaban su libertad. El veredicto final, sin embargo, no es representativo pues muchos de los indios
que demandaron a sus dueños –muy probablemente la mayoría– lograron alcanzar su libertad, o al menos esa es la impresión que nos da la
revisión de los casos de los que sabemos cuál fue el resultado. El Archivo
General de Indias contiene numerosos veredictos en este sentido: “Real
Cédula a las justicias de estos reinos y de Indias dando por libre a la india Magdalena, que había sido esclava de Esteban Vicente, vecino de la
villa de Medina del Campo” o bien el proceso “contra Isabel de Herrera,
vecina de Ciudad Rodrigo y viuda de Juan Marqués, sobre la puesta en
libertad de cinco indios que tenía en su poder sin ser esclavos”, y otros
casos similares. Una de las más sonadas victorias legales fue la de Pedro
y Luisa en contra de Nuño de Guzmán, presidente de la primera Audiencia de México, gobernador de Pánuco y de Nueva Galicia, y famoso
conquistador cuyo poder llegó a rivalizar con el de Hernán Cortés. A
pesar de su fama, en 1549 los dos esclavos que trajo a España tuvieron
la osadía de demandar su libertad. Y no solamente pedían su libertad
sino que además exigían tres mil maravedíes en compensación por el
trabajo que Pedro y Luisa habían hecho desde su arribo a la península
Ibérica diez años antes. Para un hombre tan poderoso como Guzmán,
quien durante su estadía en Pánuco promovió la esclavización de unos
diez mil indios, este juicio debió haber sido insultante. El abogado de
276
La corona española y la libertad de los indios esclavos
Guzmán argumentó que el servicio de Pedro y Luisa era “en cosas menudas y de poca sustancia” y que su trabajo no alcanzaba ni siquiera
para cubrir lo de su comida y vestido.5
En suma, las Leyes Nuevas no acabaron con la esclavitud de indios
que ocurría en España de un solo tajo. Pero sí comenzaron un proceso
que culminó con la desaparición total o casi total de esta institución.
Después de 1542 fue notorio y público en toda España que los nativos
que provenían de las Yndias de Su Magestad eran libres, y se supo también que muchos antiguos dueños de indios tuvieron que darlos por
libres, e incluso tuvieron que pagarles salarios por el tiempo que habían
trabajado. No es sorprendente pues que estos esclavos indios residentes
en España hayan perdido mucho de su valor de intercambio después de
1542. Sus dueños no podían venderlos ni recuperar el precio que habían
pagado por ellos por temor a ser denunciados. Y desde luego los esclavos
indios mismos cobraron conciencia de que podían buscar su libertad
por la vía legal como fue el caso de Beatriz y Catalina en la villa de Carmona. Durante la segunda mitad del siglo XVI y aun en las primeras
décadas del XVII todavía se vendieron y compraron indios del Nuevo
Mundo en España. Pero estas transacciones fueron disminuyendo hasta
desaparecer por completo.6
Los esclavos de Nueva España
Desde luego que la corona también buscó erradicar la esclavitud
de indios en las colonias americanas. Pero aquí la situación era muy otra.
5
6
El autor tiene en su poder una relación de 79 procesos, aunque a menudo no se
sabe cuál fue el destino final de los demandantes. Para el caso de la demanda de
Pedro y Luisa contra Nuño de Guzmán ver la “Receptoría pedida por Nuño de
Guzmán” AGI, Patronato, 280, N. 2, R. 137; la “Real Provisión” AGI, Indiferente,
424, L.22, F. 261V; y la “Ejecutoria del pleito de Nuño de Guzmán” AGI Patronato,
281, N.1, R. 3, entre otros documentos.
Ver por ejemplo a Mira Caballos, Esteban, “De esclavos a siervos: amerindios en
España tras las Leyes Nuevas de 1542” Revista de Historia de América 140 (enerojunio 2009), pp. 95-110.
277
Andrés Reséndez
En el Nuevo Mundo la población de esclavos indios no era marginal
como en España sino que constituía el cimiento principal de las economías de extracción. En Nueva España, por ejemplo, la importancia de los
esclavos indios quedó de manifiesto desde la llegada misma de Hernán
Cortés a las costas del Golfo de México. El conquistador anticipaba ya
que habría muchos indios que no se someterían voluntariamente así que
le pedía al rey autorización para repartirlos como esclavos “como se acostumbra hacer en tierra de infieles pues es cosa muy justa” según escribió.7
La conquista de Cortés subyugó a millones de indios poniéndolos bajo el control de unos cuantos miles de españoles. Esclavizarlos a
todos ellos hubiera sido imposible e innecesario. En vez de esto Cortés
adaptó la encomienda –institución que ya se había venido utilizando en
el Caribe– a la realidad de Nueva España. Y así fueron los españoles de
pueblo en pueblo concediéndolos en encomienda. En el caribe la encomienda, que inicialmente había sido implementada para proteger a los
indios de la explotación indiscriminada generada por las minas de oro,
falló en su cometido. En el caso de las poblaciones del centro de México,
sin embargo, la encomienda sí ofreció una cierta protección a los indios.
Desde luego que podemos encontrar muchos casos de encomenderos
abusivos. Pero en general los pueblos agricultores del centro de México
continuaron viviendo en sus lugares de origen, retuvieron a sus caciques
y autoridades tradicionales, y sólo tuvieron que transferir una parte de
su producción al encomendero. En otras palabras, no podemos considerar que la encomienda en el centro de México rayara la esclavitud.8
7
8
278
La cita aparece en Zavala, Silvo, Los Esclavos Indios en Nueva España. México, El
Colegio Nacional, 1967. p. 1. Los primeros cronistas y muchos otros documentos
dan fe muy clara de las actividades esclavistas durante la primera mitad del siglo
XVI.
Hay muchos trabajos a este respecto como los ya clásicos de Simpson, Lesley, The
Encomienda in New Spain: The Beginning of Spanish Mexico. Berkeley, University
of California Press, 1966; y Gibson, Charles, The Aztecs under the Spanish: A History of the Indians of the Valley of Mexico. Stanford, Stanford University Press, 1976,
passim.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
Pero además de los indios dados en encomienda, los conquistadores españoles también adquirieron miles de esclavos. Muchos de ellos
fueron obtenidos durante campañas y guerras, y por esta razón éstos se
llamaron esclavos de guerra. Según Bernal Díaz, los españoles requerían
tres veces para que los indios vinieran de paz, “y si no quisiesen venir y
diesen guerra, que les pudiésemos hacer esclavos y echar un hierro en
la cara.” De hecho la corona permitió a Cortés y a sus hombres hacer
esclavos de guerra en tanto pagaran impuestos por ellos, tales como el
quinto real.
Contamos así con las cuentas reales para el periodo que va de
enero de 1521 a mayo de 1522, es decir unos meses antes y otros después
de la caída de Tenochtitlán. Tomando en cuenta el valor de mercado de
los esclavos indios en ese momento podemos estimar que los españoles pagaron impuestos correspondientes a unos 8,000 esclavos indios
en números redondos. Además, en los meses y años que siguieron a la
caída del imperio azteca, entraron a la ciudad de México miles de esclavos a medida que se fueron extendiendo las conquistas a otras partes
como Oaxaca, Michoacán, Tututepec, y hasta Guatemala. “Entraban los
esclavos de distintas partes” –comentó fray Toribio de Benavente– “eran
traídos a México en grandes rebaños como si fueron ovejas.”9
Además de los esclavos de guerra, los españoles compraban indios
que ya habían sido esclavizados por otros indios y que se vendían en
mercados al aire libre llamados tianguis. A estos esclavos se les llamaba
de rescate para distinguirlos de los otros y se les ponían un hierro distinto
en la cara. Sería largo hacer un recuento pormenorizado de las prácticas
precolombinas de esclavitud en el centro de México. Para nuestros propósitos me limito a decir que al interior de las sociedades precolombinas
9
La primera cita es de Díaz, Bernal, Historia Verdadera, II, 594-595. El número de
indios esclavos a partir de las cuentas reales proviene del cálculo hecho por Berthe,
Jean-Pierre, “Aspectos de la esclavitud de los indios en la Nueva España durante la
primera mitad del siglo XVI” en Estudios de Historia de la Nueva España de Sevilla
a Manila. Guadalajara, MX: Universidad de Guadalajara, 1994. p. 67. La segunda
cita es de fray Toribio de Benavente, Historia de los Indios de Nueva España. México, Porrúa, 1973. p. 92.
279
Andrés Reséndez
del centro de México crímenes tales como robo o violación a menudo
eran castigados esclavizando a los culpables. Había otros cautivos que
provenían de provincias más distantes en donde había guerras o podían
ser adquiridos por mercaderes mexicas. Desde luego había cautivos que
se destinaban a las festividades que requerían sacrificios humanos y canibalismo ritual. Pero la mayoría de ellos simplemente se vendían al aire
libre en los tianguis o mercados para uso común. Durante las décadas
posteriores a la conquista estos esclavos indios se siguieron ofreciendo
en los mercados y en las calles. Estos esclavos de rescate eran muy numerosos y podían adquirirse fácilmente a cambio de cuchillos, mantas,
o varios otros objetos. Como se trataba de transacciones entre privados
que no eran fiscalizadas ni gravadas por la corona, no tenemos la menor
idea de cuántos esclavos de rescate pudo haber en el centro de México.10
El número de esclavos de rescate rápidamente alcanzó las decenas
de miles. Probablemente exagerando, el Padre Las Casas afirmó que en
México, Centro América, y Venezuela se hicieron más de tres millones
de esclavos. Con mayor mesura, el franciscano Motolinia estimó el número total de esclavos hechos en las diferentes provincias de México
hasta el año de 1555 en una amplia horquilla que pudo oscilar entre los
100.000 y 200.000. Pero aún en el caso de que fueran 100.000 el dato no
es poco significativo e indica que los esclavos indios representaron una
fuerza laboral importante en la economía de Nueva España.11
La necesidad que había de esclavos se hizo más visible con el desarrollo de las minas de oro en la década de 1520. Al principio los mineros
españoles obligaron a muchos indios de encomiendas a trabajar en estas
minas. Pero éstos se resistieron y con razón dijeron que violaba el acuerdo original entre encomendados y encomenderos. Además después de
10
11
280
Sobre los esclavos de rescate ver el trabajo de Zavala, Los Esclavos Indios en Nueva
España, capítulo 1.
Son bien conocidos estos dos números tan divergentes proporcionados por Las
Casas y Motolinía. Ver a Berthe, “Aspectos de la esclavitud de los Indios”. pp. 66-67;
y Livi Bacci, Massimo, Conquest: The Destruction of the American Indios. Cambridge, Polity Press, 2008. Capítulo 2.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
la desastrosa experiencia de los indios de encomienda en las minas del
Caribe, la corona optó por prohibir su uso para tales menesteres. Así que
los mineros españoles de México tuvieron que echar mano de los esclavos indios para explotar las minas de oro. La mejor evidencia de este
fenómeno lo encontramos en documentos notariales de la época que revelan un mundo fascinante de esclavitud y explotación en el que indios
esclavos y algunos negros laboraban juntos en cuadrillas. Por ejemplo,
entre estos documentos tenemos los pertenecientes a una sociedad para
explotar unas minas en Michoacán entre Fernando Alonso, herrero de
la ciudad de México, y un ranchero llamado Nicolás López de Palacios
Rubio. El herrero se comprometió a aportar herramientas y bateas para
coger oro y 100 esclavos indios “y si se puede hasta 200” mientras que el
dueño del rancho se obligaba a alimentarlos al menos durante un año.
Igualmente contamos con la documentación de Pedro González Nájera,
vecino de la ciudad de México, quien en 1528 vendió un centenar de esclavos indios entre hombres y mujeres que tenía en una mina de oro en
Oaxaca con todo y sus herramientas y bateas y quienes describe como
“esclavos de buena guerra y diestros en las minas” por quienes pretende
6 pesos por cada uno de ellos. De éste y otros documentos se desprende
que tanto hombres como mujeres trabajaban en las minas. Por ejemplo, un contrato de 1525 entre Pedro de Villalobos y Álvaro Maldonado
estipulaba que cada socio debía aportar 50 esclavos “entre hombres y
mujeres”; mientras que la venta de otra mina en 1528 incluía “esclavos
indios de la tierra, mitad machos y mitad hembras, que fuesen de treinta
años para abajo.”12
12
Acuerdo de sociedad entre Fernando Alonso y Nicolás López de Palacios Rubio,
México, 27 de febrero de 1528, Acerbo Histórico del Archivo General de Notarias del Distrito Federal [AHAGNDF], Notaría No. 1, escribano público Juan
Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 372, folios 297/298; venta que hace Pedro González Nájera en favor de Antón de Carmona, México, 3 de junio de 1528,
AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 494, folios 383v/384. Contrato entre Pedro de Villalobos y Álvaro
Maldonado, México, 27 de agosto de 1525, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano
público Juan Fernández del Castillo, Volumen 52, ficha 17, folios 33v/35. Contrato
para crear una sociedad entre Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez, México, 19
281
Andrés Reséndez
Junto con los esclavos indios laboraban algunos africanos que valían mucho más y comúnmente eran destinados a tareas más especializadas. Por ejemplo la cuadrilla de Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez
estaba constituida por 20 esclavos indios y cuatro africanos, estos últimos dedicados a operar una fragua de herrería. Una de las provisiones
de este contrato era que si estos cuatro esclavos “maestros del oficio”
huyeran o murieran por alguna razón, ambos socios absorberían la pérdida por mitades. Con el paso de los años el precio de los esclavos indios
fue subiendo y los esclavos procedentes de África se volvieron más numerosos, pero en todo caso los esclavos indios siguieron predominando
en la explotación de las minas.13
Como en muchas otras cosas, el ubicuo Hernán Cortés fue el pionero en estas actividades. Después de haber subyugado al imperio azteca, el conquistador de México dedicó sus considerables recursos materiales e inagotable energía a la explotación de minas. Como queda de
manifestó en los documentos notariales, la minería no era nada más un
asunto de mandar esclavos a que escarbaran túneles sino que había que
proveerlos de herramientas y alimentos producidos por otros indios. Así
que Cortés, como el mayor encomendero que había en la Nueva España,
tenía una posición inmejorable para hacer que tales indios sustentaran
a los esclavos que tenía en las minas. El nombre del Marqués del Valle
13
282
de octubre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández
del Castillo, Volumen 54, ficha 816, folios 633/633v; poder notarial otorgado por
Juan Domínguez a Alonso Martín de Jerez para vender 60 indios esclavos enviados
a las minas de Zacatula, México, 19 de febrero de 1528, AHAGNDF, Notaría No.
1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 212, folios
346/347; venta de Martín Vázquez en favor de Alonso García, México, 30 de septiembre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del
Castillo, Volumen 54, ficha 715, folios 554v/555; contrato entre Pedro de Villalobos
y Álvaro Maldonado, México, 27 de agosto de 1525, AHAGNDF, Notaría No. 1,
escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 52, ficha 17, folios 33v/35;
entre otros.
Contrato para formar una sociedad entre Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez,
México, 19 de octubre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan
Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 816, folios 633/633v.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
aparece frecuentemente en documentos de compraventas de minas. Por
ejemplo, el 20 de noviembre de 1536 adquirió la cuarta parte de la llamada Mina Rica de la Albarrada en Sultepec junto con veinte esclavos
de ambos sexos. Ese mismo día pagó 10.000 pesos por otra cuarta parte
de la misma mina que también incluía “cierto número de esclavos con
sus herramientas.” Y también en esa ocasión compró otra mina cercana
que incluía otros 70 esclavos indios por 6.230 pesos. En otras palabras,
en un solo día el conquistador de México adquirió más de cien esclavos
que debía alimentar y vestir si quería que las minas siguieran produciendo, una circunstancia que para Cortés no era difícil de solventar dado el
acceso que tenía a estas provisiones mediante sus encomiendas.14
En la década de 1530 el futuro de la Nueva España parecía estar fuertemente ligado a la minería. La explotación de oro mediante la
mano de obra esclava era el mecanismo para adquirir riqueza. Pero para
colmo de males fue entonces cuando el emperador Carlos V y algunos
allegados de su corte comenzaron a hablar acerca de la abolición tanto
de la esclavitud de indios como de encomiendas. En 1539 el emperador ordenó a la Audiencia de México liberar a todos los esclavos indios.
14
Venta que hace Melchor Vázquez en favor de Hernán Cortés, México, 20 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1 escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 212, folios 420/423; Hernán Cortés reconoce la deuda que tiene
con Juan de Cuevas, México, 20 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1
escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 214, folios 426/428; Contrato
entre Hernán Cortés y Alonso Sosa, México, 24 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1 escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 225, folios
449/451. Cortés además era el dueño principal de las minas de in Taxco. Ver a Haskett, Robert S., “’Our Suffering with the Taxco Tribute’: Involuntary Mine Labor
and Indigenous Society in Central New Spain” The Hispanic American Historical
Review 71:3 (agosto de 1991), pp. 447-475; Berthe, Jean-Pierre, “Las minas de oro
del Marqués del Valle en Tehuantepec, 1540-1547” en Estudios de Historia de la
Nueva España de Sevilla a Manila, pp. 15-24; y Zavala, Los Esclavos Indios en Nueva
España, capítulo 1. Para una fascinante visión del papel de los indios encomendados en las minas del occidente de México ver el trabajo de Calvo, Thomas, et.
al., Xalisco: La voz de un pueblo en el siglo XVI. México, CIESAS, 1993; y Altman,
Ida, The War for Mexico’s West: Indians and Spaniards in New Galicia, 1524-1550.
Albuquerque, University of New Mexico Press, 2010. Capítulo 3.
283
Andrés Reséndez
Esta tajante orden tomó a los dueños de esclavos, mineros, y aún los
oficiales reales por sorpresa. Luego de discutir acaloradamente la situación durante algunos días, los miembros de la Audiencia respondieron
al emperador implorándole que reconsiderara la orden. La Audiencia
también recogió algunos testimonios de los residentes españoles más
respetados y que habían vivido en México por más tiempo. Según la
usanza de la época, los testigos debían contestar a preguntas que a veces
se prolongaban durante media página o más a la que debían responder
con un simple “sí” o “no” como esta: “¿Sabe que el dicho Marqués del
Valle [Hernán Cortés] dijo haber hallado a una español que se llamaba
Jerónimo de Aguilar el cual estaba en una tierra que se llama Yucatán
en poder de los yndios naturales de ella, y que él dijo que hace muchos
años era cautivo de los dichos yndios.” La pregunta 22 del cuestionario
seguía la misma línea argumentativa: “¿Sabe que los yndios naturales
de esta Nueva España han tenido y tienen por costumbre de tener entre
ellos yndios esclavos en su poder, y los venden y compran públicamente
por los tianguis para servirse de ellos en sus haciendas y granjerías?”.
Otras preguntas del cuestionario enfatizaban los efectos benéficos de la
esclavitud: “¿Sabe que los esclavos que los yndios de esta Nueva España
tienen en su poder están mejor tratados y van teniéndoles instruidos en
las cosas de nuestra Santa Fe Católica?” o bien ““¿Sabe que los naturales
de tierra extraña son idólatras y que comen carne humana?”. La última
sección estaba dedicada a temas económicos: “¿Sabe que en esta Nueva
España no hay mucha hacienda ni trabajadores más que los esclavos
naturales de la tierra, porque con ellos los españoles sacan oro y plata de
las minas y también ganados y hacen haciendas y granjerías… y sin ellos
Su Magestad se hallaría muy deservido en que se perdiese y despoblase
un tan gran reyno y señorío como es esta Nueva España?”. Pese a todas
estas objeciones el monarca promulgaría las Nuevas Leyes que de facto
pusieron en libertad a la mayoría de los indios.15
15
284
Información hecha en la ciudad de México sobre la libertad de los Indios, México,
6 de septiembre de 1539, AGI Justicia, 1029. La lucha entre esclavistas y anti-esclavistas en México puede entreverse muy claramente en una carta que los franciscanos de México enviaran al emperador, México, 31 de julio de 1533, en Cuevas,
La corona española y la libertad de los indios esclavos
En España las Nuevas Leyes causaron malestar y descontento. Pero
en las colonias Americanas causaron rebeldía. En el virreinato del Perú
un grupo de colonos asesinó y decapitó al funcionario enviado desde
España para hacer cumplir las nuevas ordenanzas. En la Nueva España
el arribo de Francisco Tello Sandoval, inquisidor y miembro del Consejo
de Indias, causó conmoción. A su entrada a la ciudad de México en 1544
Tello Sandoval se encontró con que algunas de las autoridades locales
salieron a recibirlo vestidos de luto. Durante las reuniones que sostuvo
con las autoridades civiles y eclesiásticas de México la economía se paró
por completo y se extendió el estupor. Después de escuchar amenazas y
súplicas, Tello Sandoval aceptó primero posponer la lectura pública de
las Nuevas Leyes y suspender algunas de sus provisiones.16
En general, el público lector tiende a asociar las Nuevas Leyes de
1542 no con la esclavitud de indios sino con las encomiendas. Uno de
los artículos más controvertidos de las Nuevas Leyes fue el de la suspensión en el otorgamiento de nuevas encomiendas. En efecto, esto hubiera
dado fin a las encomiendas porque las que ya se habían dado pasarían
a manos de la corona a la muerte del encomendero con lo cual todas
las encomiendas habrían desaparecido en una generación. Los colonos
españoles radicados en el Nuevo Mundo mostraron tal oposición a esta
provisión de las Nuevas Leyes que al final la corona tuvo que suspender
su aplicación. Este hecho ha generado la percepción de que las Nuevas
Leyes no se aplicaron. La realidad, sin embargo, es muy otra. La corona
de hecho continuó pugnando por la aplicación de otros artículos de
la nueva ordenanza incluyendo la que se refería a la prohibición de la
esclavitud de indios.
16
Mariano ed., Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México. México,
Porrúa, 1975. pp. 14-15.
Para mayores pormenores sobre estos acontecimientos ver los trabajos de Zavala,
Los esclavos indios en Nueva España. Capítulo 2; Aiton, A. S., Antonio de Mendoza: First Viceroy of New Spain. Durham, Duke University Press, 1927. pp. 96-98; y
Simpson, The Encomienda in New Spain. pp. 130-135.
285
Andrés Reséndez
En 1550 la corona envió a un nuevo virrey a Nueva España, don
Luís de Velasco, con instrucciones muy claras en el sentido de poner en
libertad a los Indios del Virreinato. Pero su llegada ocurrió en circunstancias muy poco propicias. Las minas de Zacatecas, descubiertas cuatro
años antes, empezaban a dar muestras de una riqueza sin precedentes
en la historia minera de Nueva España. A la llegada del virrey Velasco, la
colonia se estaba recuperando de lo que había sido la rebelión indígena
más seria hasta entonces, la llamada guerra del Mixtón o guerra de los
Peñoles que se extendería de 1542 (justo en año de la promulgación de
las Nuevas Leyes) hasta 1546. Esta rebelión que había logrado aglutinar
a varias naciones del occidente de México en contra de los españoles estuvo a punto de expulsar a los europeos de toda esa zona que constituía
una nueva y muy importante frontera de minas de plata. Los nuevos descubrimientos de plata y la guerra del Mixtón habían impedido que se
aplicaran las Leyes Nuevas. En particular la abolición de la esclavitud
de indios parecía muy inoportuna en este contexto pues, como hemos
visto, la institución resultaba fundamental para la explotación minera y
segundo constituía una forma ideal para castigar a los indios rebeldes del
occidente de México transformándolos en mano de obra productiva.17
Pese a todo esto el virrey Velasco procedió a nombrar a Bartolomé Melgarejo como procurador encargado de ayudar a los indios a que
emplazaran a sus dueños y lograran su libertad. El nombramiento de
Melgarejo fue un paso decisivo. Desgraciadamente el flamante procurador resultó ser no un decidido abolicionista sino un abogado temeroso
que usaba distinciones sin importancia y argumentos espurios para minimizar los efectos de las Nuevas Leyes en la Nueva España. Con todo,
entre 1551 y 1554 liberó a unos 647 indios.18
17
18
286
Sarabia Viejo, María Justina, Don Luís de Velasco virrey de Nueva España 15501564. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978. pp. 303-309.
Para una lista organizada por años acerca de los esclavos indios liberados ver los
trabajos de Berthe, “Aspectos de la esclavitud de los indios en la Nueva España
durante la primera mitad del siglo XVI”, 81; y Zavala, Los esclavos indios en Nueva
España, pp. 133-134.
La corona española y la libertad de los indios esclavos
El grupo de reformadores y antiesclavistas españoles que redactaron y promulgaron las Nuevas Leyes de 1542 lograron mucho con sus
esfuerzos. En España esta ordenanza liberó a un porcentaje importante
de los esclavos indios que a la sazón residían en España y provocó un
proceso de disolución de la institución que culminaría con su total o
casi total desaparición en las primeras décadas del siglo XVII. No obstante, en las colonias españolas en el Nuevo Mundo las Nuevas Leyes
de 1542 tuvieron un impacto tardío y liberaron a un porcentaje mucho
menor de la población de esclavos indios. La economía colonial simplemente dependía en grado sumo de la mano de obra indígena esclava.
Así que las buenas intenciones de los reformadores de la metrópolis se
toparon con las realidades de un mundo colonial extractivo basado en
la explotación laboral. Los dueños de esclavos indios, en colusión con
autoridades coloniales, buscaron fórmulas para dar cumplimiento meramente formal a estos ordenamientos pero asegurándose de no agotar
la mano de obra servil de los indios. En el fondo las Nuevas Leyes no lograron que la esclavitud de indios desapareciera sino simplemente que
se hiciera más difícil de detectar y por lo tanto más difícil de erradicar.
Por ejemplo, la captura de indios por distintas razones se desplazó a zonas fronterizas fuera del control de las autoridades coloniales y en donde los capitanes de guerra podían pedir que se hicieran excepciones a la
prohibición general de la esclavitud dada la naturaleza especialmente
“bárbara” de los indios fronterizos. O bien tratantes de esclavos, coludidos con autoridades locales e incluso gobernadores, le dieron vuelta a la
ley prohibitiva aprendiendo indios que eran considerados no como esclavos sino como “criminales” cumpliendo condenas o como “rebeldes”
o “sirvientes” o indios “encomendados” o “congregados” o usando algún
otro eufemismo que en el fondo preservaba la esencia de la esclavitud
con otro nombre. De esta manera la esclavitud de indios no solamente
logro subsistir después de las Nuevas Leyes de 1542 sino que perduró en
el Nuevo Mundo por lo menos hasta finales del siglo XIX.
287
Andrés Reséndez
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289
El mestizaje en la frontera de
Texas durante el siglo XVIII1
Carla Mendiola2
En los años posteriores a la conquista de la Nueva España, las autoridades en Madrid y en la ciudad de México se enfrentaron al reto de
cómo definir y controlar una sociedad diversa que estaba dando origen
a una descendencia más diversa. Mestizaje es la mezcla a largo plazo de
la sangre y las culturas para, finalmente, producir una cultura propia.
Según la Real Academia Española, la autoridad de la lengua española,
mestizaje significa: en primer lugar, cruzamiento de razas diferentes;
también se entiende por conjunto de individuos que resultan de este
cruzamiento; y, además, por la mezcla de culturas distintas, que da origen a una nueva3. Los criterios de identidad cambiaban mientras las
ideas viajaban desde España a Nueva España, y también cambiaron con
el tiempo. ¿Cómo se determinaba la identidad en el siglo XVIII cuando
los criterios previos ya no eran útiles o pragmáticos en una sociedad
cada vez más mixta racial y culturalmente? Y, ¿presentaba vivir en una
frontera alguna diferencia en la adhesión de los colonos a las directrices
1
2
3
Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de
Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas.
Southern Methodist University, Dallas
El Diccionario de la lengua española (DRAE) en línea, 22ª edicion, (Madrid: Real
Academia Española, 2001), s.v. “ Mestizaje,” http://lema.rae.es/drae/?val=mestizaje
(consultado el 1 de noviembre de 2013).
291
Carla Mendiola
del mestizaje?. Este estudio describe el contexto más amplio de mestizaje
en la Nueva España, y ofrece ejemplos de las diferentes manifestaciones
del mestizaje en la frontera de Texas.
En cuanto a la primera pregunta, las definiciones iniciales de los
diferentes grupos en España se basaban en las diferencias religiosas entre los cristianos y los no cristianos, ya fueran musulmanes, judíos, etc.
Esta práctica continuó en la Nueva España en el siglo XVI. Españoles
cristianos y sus sirvientes africanos se consideraban parte de la república
de españoles gobernada por el rey español. Todos los indios no-cristianos
y católicos, desde sociedades complejas y urbanas hasta pequeños grupos nómadas, pertenecían a la república de indios y fueron gobernados
por la Corona española a través de sus respectivos líderes indígenas4.
La variedad de uniones multiétnicas y sus descendientes mixtos con el
tiempo dio lugar a un sistema de clasificación –una sociedad de castas
o el sistema de castas– que tanto reflejaba como formaba una jerarquía
socio-económica de castas. Estos descendientes se concebían a veces a
través de las uniones consentidas o matrimonios mixtos o a través de la
coacción o la violencia, en muchos casos fuera del matrimonio, lo que a
su vez afectaba la posición social por ser reconocido como hijo legítimo
o ilegítimo de uno o ambos padres5.
4
5
292
Indios, europeos y africanos se presentan a menudo como grupos monolíticos,
pero estos términos abarcan muchos grupos diferentes con historias propias, y que
participaban en el mestizaje cultural y biológico mucho antes del contacto en las
Américas. La rica historia de estos grupos va más allá del alcance de este trabajo.
Existen numerosos estudios sobre la limpieza de sangre, el sistema de castas, la
raza y la ilegitimidad. Los siguientes títulos se centran principalmente en la Nueva
España. Para un estudio de cómo los criterios de identidad evolucionaron por
primera vez en España y más tarde en la Nueva España, véase MARTÍNEZ, María
Elena, Genealogical Fictions: Limpieza de Sangre, Religion, and Gender in Colonial
Mexico. Stanford, Stanford University Press, 2008. Para una investigación de estas cuestiones en relación con las pinturas de castas, véase CARRERA, Magali M.,
Imagining Identity in New Spain: Race, Lineage, and the Colonial Body in Portraiture and Casta Paintings. Austin, University of Texas Press, 2003. Para un estudio
de la intersección entre raza y clase véase COPE, R. Douglas, The Limits of Racial
Domination: Plebeian Society in Colonial Mexico City, 1660-1720. Madison, University of Wisconsin Press, 1994. Para una investigación sobre las cuestiones de la
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
Con el tiempo, las diferentes combinaciones de mestizaje y los esfuerzos para documentar el estatus social presentaron nuevos desafíos.
Previamente los protocolos de identidad bien definidos y los grupos
raciales se habían multiplicado, hibridado, y llegado a ser tan complicados y ambiguos que incluso se cuestionaba la pureza de la sangre de
un “español”. La apariencia física del cuerpo ya no era un factor determinante confiable de la propia posición en la jerarquía social y los
administradores adoptaron un sistema que incluía la calidad, que hacía
hincapié en las características intangibles de un individuo y su reputación, así como su herencia dentro del sistema de castas. La calidad de
una persona –ascendencia, carácter, posición económica, ocupación y
comportamientos asociados– se convirtió en el centro de cómo uno se
percibía en la sociedad. Las élites españolas esperaban crear un sistema
que permitiera identificar a las personas por sus rasgos físicos y morales,
y así ayudar a mantener una sociedad colonial ordenada. Sin embargo,
la creación de clasificaciones sociales y la aplicación de ese sistema eran
dos cuestiones diferentes. Como un erudito explicó sucintamente, “las
imágenes coloniales no muestran como era la vida, sino la vida tal como
fue imaginada”6.
Esto lleva a la discusión de la segunda pregunta, las expresiones
del mestizaje en las zonas fronterizas. A pesar de que compartían puntos
de vista similares, objetivos y lealtades, los nuevos colonos españoles
que vivían en los centros urbanos y los de las regiones remotas de la
frontera se enfrentaban a realidades muy diferentes. Al igual que el centro de México, los colonos de Texas estaban al tanto del sistema de castas, y muchos aspiraban a tener los privilegios de la élite. Sin embargo,
6
ilegitimidad, del honor y afines en el contexto más amplio de la América Latina colonial, véase TWINAM, Ann, Public Lives, Private Secrets: Gender, Honor, Sexuality,
and Illegitimacy in Colonial Spanish America. Stanford, Stanford University Press,
1999; LIPSETT-RIVERA, Johnson, Lyman y Sonya (eds.), The Faces of Honor: Sex,
Shame, and Violence in Colonial Latin America. Albuquerque, University of New
Mexico Press, 1998.
Para la cita, véase LOREN, “Corporeal Concerns”, p. 28. Véase también MARTINEZ, Genealogical Fictions.
293
Carla Mendiola
a diferencia de sus compatriotas del sur, el contexto de las condiciones
de vida de los colonos en Texas llevó a muchos a no tener en cuenta
de buena gana la jerarquía del sistema de castas mediante la participación en el mestizaje cultural y biológico, la práctica de un mestizaje más
abiertamente, y la aceptación de una jerarquía más fluida. Los Adaes,
San Antonio, y la región del Valle Bajo del Río Grande de Tejas, ofrecen
ejemplos de cómo los vecinos indígenas, europeos, las castas de sangre
mixta y los vecinos africanos se adaptaron en la frontera. Tanto la distancia, el medio ambiente, y el hecho de que los indios fueran la fuerza
dominante en la región previnieron otros aspectos de la vida.
Texas no ofreció ninguna riqueza mineral y existían pocos ríos
navegables para atraer a los colonos españoles. La importancia de Texas
para España radica en su papel como una zona de amortiguación frente
a sus rivales europeos y, como un puesto de avanzada contra los grupos indígenas locales que competían por el control de esta zona7. Los
Adaes, San Antonio y la zona del Bajo Río Grande son tres ejemplos de
cómo se produjo el mestizaje en las comunidades fronterizas españolas
de Texas.
Las comunidades fronterizas planteaban diferentes desafíos. Hacer cumplir las reivindicaciones territoriales, sobre todo en el norte de la
Nueva España, fue especialmente difícil para la Corona española, dada
la escasa población de la región8. Los asentamientos españoles en Texas
7
8
294
Kessell, John, Spain in the Southwest: A Narrative History of Colonial New Mexico,
Arizona, Texas, and California. Norman, University of Oklahoma Press, 2002; WEBER, David, The Spanish Frontierin North America. New Haven y Londrés: Yale
University Press, 1992, y Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment. New Haven y Londrés: Yale University Press, 2005.
Hacia 1650, aproximadamente 440.000 españoles habían emigrado al Nuevo
Mundo, sin embargo pocos se habían establecido en las provincias del norte. Los
colonos españoles tenían más opciones, a diferencia de los ingleses y franceses, que
tenían colonias americanas sólo en el norte. La mayoría de los españoles preferían
las zonas mineras financieramente más prometedoras de México, América Central
y la región andina de América del Sur, en lugar de las regiones áridas y de escasos
recursos del remoto norte. Sin embargo, en la década de 1700, el imperio español
continuó explorando y estableciendo asentamientos en la frontera norte. En 1790,
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
eran remotos, siendo complicado controlar y proteger el territorio, y
más arduo aún encontrar cónyuges aceptables. Los colonos fronterizos
ya eran a menudo un grupo variopinto antes de llegar a su destino. Se
trataba de misioneros y soldados, españoles nacidos en España o en la
Nueva España de familias mestizas del centro y el norte de México que
querían mejorar su posición social, los indígenas de la zona o centro
de México (particularmente tlaxcaltecas), y también hombres solteros
de reputación respetable así como otros de carácter cuestionable. Los
administradores españoles ofrecían tierras o títulos a los españoles que
estaban dispuestos a proteger las tierras reclamadas por España para
establecer asentamientos o para convertir a los indígenas en ciudadanos
cristianos y leales al monarca español. Los incentivos de propiedades y
títulos eran necesarios para atraer a los soldados y colonos a la frontera, sobre todo cuando descripciones desfavorables llegaban a zonas más
seguras, como denunció el gobernador de Texas Don Domingo Cabello
y Robles que Texas era “peor que la Siberia o Laponia”9. Además la necesidad de protección militar introdujo automáticamente la presencia de
muchos hombres solteros de variados orígenes españoles y de las castas.
El desequilibrio de género abrió la puerta a desafiar los protocolos sociales y raciales y las prácticas matrimoniales aceptables. Sin embargo,
algunos miembros de las comunidades fronterizas aún se mantenían
preocupados por las categorías de castas y el estatus de calidad.
La coexistencia o la rivalidad entre europeos e indios por el control de Texas tomaron diferentes formas que variaron según el lugar y
la época. Los indígenas resistían cuando se sentían amenazados, se rendían cuando era necesario, coexistían cuando era posible y dominaban
9
Nueva España contenía aproximadamente 3,7 millones de habitantes, cerca del
60% de los cuales eran indios. En 1820, según nuevas estimaciones de población,
la Nueva España llegó a 6,2 millones. Para la estimación del siglo XVII y las zonas
de asentamiento, Véase WEBER, Spanish Frontier, p. 90. Para las cifras de los siglos
XVIII y XIX, véase del mismo autor Spanish Frontier, p. 274.
DE LA TEJA, Jesús F. “Why Urbano and Maria Trinidad Can’t Get Married: Social Relations in Late Colonial San Antonio”, en Southwestern Historical Quarterly,
vol.112, no.2, Oct. 2008. p. 121-146. Cita p.136
295
Carla Mendiola
más de lo esperado10. La relación entre los españoles y los indios se
desarrolló dependiendo de la fuerza de cada grupo, sus demografías y
los recursos naturales disponibles en la zona. Los africanos participaron
también aunque en menor número. Un africano, Estebánico, fue uno de
los primeros en explorar la frontera norte en el siglo XVI, pero durante
todo el período colonial la mayoría de los africanos se concentraban
más al sur de Nueva España, en la ciudad de México, cerca de las minas,
o cerca de puertos donde los africanos llegaban como esclavos, trabajaban como sirvientes, o eran libres11. El grado de mestizaje entre estos
grupos se basaba en la capacidad de la élite gobernante para imponer la
10
11
296
Para más detalles sobre las naciones indígenas de esta región y la relación entre
indios y europeos desde el contacto más temprano hasta el siglo XVIII, véase
ARNN, John Wesley, III, Land of the Tejas: Native American Identity and Interaction in Texas, A.D. 1300 to 1700. Austin, University of Texas Press, 2012; FOSTER,
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Estebánico fue uno de los tres supervivientes de la expedición de Alvar Núñez
Cabeza de Vaca por Norteamérica. Una copia de la versión de 1555 de La Relación
se encuentra en los archivos de Texas State University, y está disponible en linea
por http://alkek.library.txstate.edu/swwc/cdv/la_relacion/index.html (consultado
el 1 de Noviembre de 2013). Entre 1521 y 1594, Nueva España importó aproximadamente 36.500 negros africanos mientras 8.000 de ellos se quedaban a vivir
en la ciudad de México, véase CARRERA, Imagining identity in New Spain, p. 36.
La información sobre la presencia de negros en la sociedad de Nueva España se
puede encontrar en los títulos mencionados anteriormente en relación con la raza
y la identidad. Para los estudios adicionales, que no están directamente relacionados con Texas, véase BROOKS, James F. Confounding the Color Line: The IndianBlack Experience in North America. Lincoln, University of Nebraska Press, 2002;
SLUYTER, Andrew, Black Ranching Frontiers: African Cattle Herders of the Atlantic
World, 1500-1900. New Haven, Yale University Press, 2012.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
separación social, en la disponibilidad de cónyuges aceptables, y en la
voluntad de los colonos de seguir o ignorar las políticas administrativas.
Cuando la legitimidad oficial no era una opción, algunas personas trataron de imitar la vestimenta y el comportamiento de la élite para
alcanzar la respetabilidad. Sobre todo durante el siglo XVIII las elites se
preocuparon cada vez más por que las castas pasaran como españoles.
Un visitante habitual en México, Pedro O’Crouley, señaló en 1763 que
“Muchos que pasan como españoles saben en sus corazones que son
mulatos”12. En Los Adaes, los colonos seguían las prácticas jerárquicas
de indumentaria o las adoptaban a sus necesidades13. También se nota
que la distancia, los intereses religiosos de los misioneros para convertir
indios, y la fe católica compartida entre los colonos europeos conducían
a que en Los Adaes se priorizaran las necesidades fronterizas locales por
encima de lo que dictaba la autoridad central.
Tanto la misión de San Miguel de Linares de los Adaes, originalmente establecida en 1717, como el presidio Nuestra Señora del Pilar de
Los Adaes, establecido en 1721, eran conocidos colectivamente como
Los Adaes. Nombrada la capital de Texas en 1729 y ubicada cerca de la
frontera actual entre Texas y Louisiana, esta comunidad fue el puesto
más nororiental de la Nueva España y el responsable de la defensa contra las incursiones francesas en el Golfo de México y el río Mississippi.
Ciertamente los colonos eran conscientes de las tensiones políticas entre
los imperios europeos en América del Norte y las normas sociales del
sistema de castas. Ellos sabían que debían limitar las interacciones con
sus vecinos los indios Caddo, los franceses en el cercano puesto comercial de Natchitoches y sus esclavos o sirvientes africanos. Sin embargo,
la interacción con los vecinos más cercanos, quienesquiera que fuesen,
era considerablemente más fácil que visitar otros compatriotas en zonas
distantes por senderos inciertos y a través de hostil territorio apache o
comanche.
12
13
CARRERA, Imagining Identity in New Spain, p.43.
LOREN, “Corporeal Concerns.”
297
Carla Mendiola
La Corona debió haber sospechado esta tentación de ignorar sus
políticas, por lo que trató de imponer la uniformidad en todo el imperio. Una táctica inicial fue la aprobación de leyes de suntuosidad que
ordenaban los artículos de vestir adecuados para las diferentes clases.
Como un erudito resumió,
“La leyes de suntuosidad dictaban que los colonos españoles y soldados en el este de Texas necesitaban llevar la moda borbónica de abrigos
recortados, chalecos bordados (chupas), camisas de encaje, pelucas empolvadas y sombreros de tres picos. Las mujeres españolas debían llevar
vestidos de seda o brocado, adornadas con cintas o lazos, y pelucas empolvadas. Solamente se permitiría que los españoles se vistieran de seda,
algo prohibido para todos los demás grupos. Se instruía que hombres y
mujeres mestizos así como africanos vistieran a la moda Bourbon, imitando las modas usadas por las elites pero en estilos y telas más sencillos.
Los estilos de vestido para los nativos –ropa de piel de venado cubierta
con cuentas de semilla blanca– fueron prohibidos para todos los colonos españoles y mestizos. Los nativos en la Nueva España necesitaban
vestirse con sus propias modas, no los estilos europeos”14.
De acuerdo con algunos colonos en Los Adaes, ellos siguieron
las leyes satisfactoriamente y reflejaban los dictados de la moda ideal.
Un sastre orgullosamente declaró que él proporcionaba muchas de las
prendas de su bien vestida comunidad. Otro colono de Los Adaes declaró “que sería raro encontrar a una esposa de un soldado o colono que no
tuviera una camiseta de seda con trenza de plata o flecos”. Sin embargo,
otros colonos y visitantes quedaron consternados por el vestuario indecente de los colonos, los soldados y sus familias, que se vestían con vestimenta de ante de los indios Caddo, mientras algunos incluso iban “sin
camisas, sombreros o zapatos.” Estos incluso describían cómo algunos
individuos “se vestían con pantalones de ante o bridas fijas con camisas
de encaje y capotes militares”15.
14
15
298
Ibid., p.29.
Ibid., p.29.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
Mapa de la Sierra Gorda y la costa mexicana
Fuente: TIENDA DE CUERVO, José. “Mapa de la Sierra Gorda, y Costa de èl Seno Mexicano,”
1792, en Estado general de las fundaciones hechas por d. José de Escandón en la colonía del
Nuevo Santander, Costa del Seno Mexicano. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1929-30.
vol. 1. DeGolyer Library, Central University Libraries, Southern Methodist University.
299
Carla Mendiola
Comparando los artefactos con las descripciones históricas de las
prácticas de vestir, los arqueólogos han analizado hasta qué punto los
colonos seguían las reglas jerárquicas de vestir a través del examen de
los artefactos excavados en tres casas –la del gobernador y de otros dos
colonos– en el presidio de Los Adaes que datan aproximadamente de
1725 a 1770. Se utilizaron dos categorías de vestimenta para determinar
la clase y las prácticas sociales, el vestido y los adornos. Los artículos de
vestir eran usados cerca del cuerpo, tales como la ropa, los botones y las
hebillas, mientras que los adornos eran artículos usados sobre la ropa,
como joyas, armas, medallas religiosas, cuchillos de cinturón y espadas.
Eligieron las categorías de vestido y adornos para visualizar la complejidad de la identidad, es decir, el color de piel, la ropa y los adornos. Las
variables relativas al cuerpo humano permanecieron sin cambios, salvo
quizás las pinturas o los tatuajes, mientras que los otros dos elementos
de identidad se adaptaron a las diferentes situaciones16. Una vez más, el
cuerpo físico de un individuo y la identidad social estaban inextricablemente vinculados y conectados a su estatus social.
Los artefactos asociados a los vestidos encontrados en la casa del
gobernador eran principalmente artículos españoles de alto estatus, con
algunos elementos que sugieren cierta mezcla de estilos de vestir. Los
artículos de lujo consistían en encajes de oro, botones de adorno, medallones, joyas y piezas de espadas. Los artículos de vestir y adornos comunes incluyeron conos de latón Tinkler y cuentas de vidrio utilizadas para
decorar la ropa17. Las otras dos casas contenían más de una mezcla de
artículos. El hecho de que las tres casas mantuvieran una combinación
de vestido y de adornos de clase superior y común sugiere que todas las
clases participaban en algún nivel de la mezcla de estilos de vestir.
Los colonos de Los Adaes aparentemente eran conscientes de los
cambios en las políticas sociales y algunos trataron de seguirlos. Vivir en
una zona fronteriza marcaba la diferencia ya que también era probable
que advirtieran los cambios más tarde, debido a la distancia y el tiempo
16
17
300
Ibid., p. 30.
Ibid., p. 33.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
para las comunicaciones, o los ignoraran debido a la impracticabilidad
de las órdenes o a que simplemente no tenían acceso a sus prendas preferidas. La mezcla de prendas de vestir también sugiere que los colonos
fronterizos de Los Adaes tenían una interpretación más flexible del sistema de castas. Parecían combinar ropa e identidades como una forma
de ejercer la movilidad social. Como ha escrito un erudito, “con los códigos de vestimenta que existían en el este de Texas español, un hombre
Caddo con taparrabo o falda pero con una camisa europea, que portase armas de fuego, cuchillos y anillos en los dedos, pudo haber tenido
más acceso a cualquier oficio y una mayor participación política que un
hombre Caddo que llevara una levita, quien sería visto como si se vistiera de una forma totalmente extraña”18. Los colonos de Los Adaes pudieron y a veces tuvieron que desarrollar una identidad cultural mixta para
sobrevivir a través de formas culturales como el vestido, la vivienda, la
construcción y las actividades diarias19. La religión, el comercio, la defensa y la necesidad de intimidad fueron otros factores que motivaron a
que los colonos fronterizos rompieran con las normas administrativas.
La distancia entre Los Adaes y otras colonias españolas y la cercanía del puesto francés de Natchitoches (establecido en 1714) obstaculizaron las comunicaciones para los administradores españoles. Saltillo, el
centro de suministros más cercano en el norte de México estaba a cientos de kilómetros de distancia mientras que Natchitoches estaba aproximadamente a quince millas. San Antonio era otra opción pero el clima
y el terreno podía dificultar las entregas de suministros en situaciones
concretas como sucedió durante los cuatro meses de lluvias e inunda-
18
19
Loren indica que mediante la combinación de diferentes estilos de vestir, las personas estaban “cambiando su apariencia física y el estado de su cuerpo en la sociedad
colonial.” LOREN, “Corporeal Concerns”, p. 34. Véase también, LOREN, Diana
DiPaolo, “The Intersections of Colonial Policy and Colonial Practice: Creolization
on the Eighteenth-Century Louisiana/Texas Frontier”, en Historical Archaeology,
vol. 34, no. 3, p. 89.
LOREN, Diana DiPaolo, “The Intersections of Colonial Policy”, pp. 85-98.
301
Carla Mendiola
ciones en 172620. Teniendo en cuenta las dificultades de viajar largas distancias a las ciudades vecinas o a la capital y los probables ataques de los
indios, es comprensible entender por qué la interacción con los grupos
fuera del puesto resultaba infrecuente, y por qué se practicaban los matrimonios mixtos en las comunidades fronterizas21.
La fe católica compartida con el deseo de los frailes franceses y
españoles para convertir a los nativos Caddo locales, que interactuaban
frecuentemente con los franceses, incitó a que los misioneros españoles
celebraran servicios religiosos que incluían a españoles, franceses e indios. Como resultado, los vínculos familiares y comerciales también se
desarrollaron entre los tres grupos. Natchitoches generalmente suministraba a Los Adaes alimentos mientras los misioneros españoles proveían
servicios religiosos cuando los franceses no tenían ningún sacerdote.
Bien es cierto que los indios voluntariamente intercambiaban productos pero pocos se convertían y las parejas franco-españolas se casaban
sin desaliento. “El objetivo imperial de mantener una comunidad claramente ‘española’ y controlar el comercio ilícito fue socavada cada vez
más por la realidad de la frontera de Louisiana y Texas”22. Aunque la afiliación imperial (español, francés, inglés) no fue un factor definitivo en
el sistema de castas, los matrimonios entre colonos españoles y franceses
se convirtieron en un tabú en una zona donde se intentaba mantener
a los franceses fuera del territorio español. En 1766, Natchitoches era
20
21
22
302
Para la distancia y las lluvias, véase GALAN, Francis, “Presidio Los Adaes: Worship,
Kinship, and Commerce with French Natchitoches on the Spanish-Franco-Caddo
Borderlands, 1721-1773”, en Louisiana History, vol. 49, no. 2, Primavera 2008, p.
203.
La tecnología moderna ofrece distancias aproximadas con fines comparativos,
aunque la distancia real en tiempo es función del terreno, el clima y los vecinos
hostiles que tuvieran que ser eludidos. De una manera aproximada, la distancia
entre Los Adaes y San Antonio es de 644 kilómetros, 1.154 kilómetros de Los Adaes
a Saltillo, 400 kilómetros de San Antonio al Bajo Río Grande-Reynosa, 1.385 kilómetros de San Antonio a la ciudad de México, 320 kilómetros de Reynosa a Saltillo
y 1.150 kilómetros de Reynosa a la ciudad de México. Véase Google Maps, https://
maps.google.com/maps?hl=en&tab=wl (consultado el 1 de noviembre de 2013).
GALAN, “Presidio Los Adaes,” pp. 191-208.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
mitad francesa y africana, con algunos españoles, indios y criollos (mestizos). A finales del siglo XVIII, Los Adaes era aproximadamente mitad
española y de sangre mixta, con algunos franceses, indios y africanos.23
Teniendo en cuenta que los franceses comúnmente tenían esclavos o
sirvientes africanos y mantenían relaciones íntimas con mujeres Caddo,
es muy probable que la mezcla fuese más común en Natchitoches.24 Los
matrimonios mixtos entre Natchitoches y los colonos de Los Adaes, por
lo tanto, tenían el potencial para introducir más mestizaje en la comunidad de Los Adaes.25 Las condiciones de vida en las zonas fronterizas
atraían a los franceses, y ofrecían más oportunidades de mestizaje, incluso a pequeña escala, en el ámbito español.
La interdependencia de las dos comunidades coloniales era tan
fuerte que cuando Natchitoches fue atacado por los indios Natchez,
Louis Juchereau de Saint Denis solicitó apoyo militar de Los Adaes, que
recibió en forma de once soldados y algunos indios aliados. Sin embargo, las apariencias políticas tenían que ser mantenidas. Al mismo tiempo que se llevaban a cabo los matrimonios entre españoles y franceses, o
los funcionarios y misioneros españoles presentaban sus respetos en el
funeral de Saint Denis, la correspondencia oficial describía lo contrario.
Una carta de Los Adaes al virrey que informaba de la muerte de Saint
Denis añadía que el resultado “era la promesa de vivir con menos miedo
y un poco de consuelo en el futuro.”26 La vida en la frontera llevaba a
que los colonos participasen de una forma más activa en las prácticas
contra la administración y las políticas sociales, y también a ocultar las
prácticas del escrutinio oficial. Los informes oficiales sobre el estado de
23
24
25
26
LOREN, “Intersections of Colonial Policy”, p. 86.
Para los dos ejemplos de una supuesta disputa francesa sobre una mujer india y
los dones de las mujeres indígenas como una muestra de gratitud, véase BOLTON,
Texas in the Middle Eighteenth Century, p. 38, 40. Para una breve comparación de
las políticas españolas y francesas de la mezcla y mestizaje cultural, véase Loren,
“Intersections of Colonial Policy”, pp. 87-88.
GALAN, Presidio Los Adaes,” pp. 193 y 202.
BOLTON, Herbert, Texas in the Middle Eighteenth Century: Studies in Spanish Colonial History and Administration. 1915, reimpreso en Austin, University of Texas
Press, 1970. p. 41.
303
Carla Mendiola
negligencia de Los Adaes y la incorporación de la Louisiana francesa al
imperio español llevaron eventualmente a la disolución de Los Adaes y
al traslado de sus colonos, soldados, misioneros y algunos indios a San
Antonio, donde esperaban nuevos retos sociales.
En San Antonio, el mestizaje y el estatus social influyeron en las
prácticas de matrimonio, los discutibles registros de identidad y la fluidez de las identidades sociales. Los misioneros franciscanos establecieron la misión de San Antonio de Valero en 1718; pocos días después se
fundó el presidio militar de San Antonio de Béjar y la población civil
de la Villa de Béjar.27 Inicialmente había más de cien grupos diferentes
de indígenas viviendo o migrando a través de la región de San Antonio.
A menudo entraban en la misión para escapar de las enfermedades, el
hambre y los ataques de otros grupos indígenas. Las tribus de apaches y
sus aliados hostigaron la comunidad de San Antonio en varias ocasiones
durante las décadas de 1730 y 1740, hasta que éstos también se sintieron
amenazados y se unieron a la misión debido a la invasión de los comanches. La población indígena de la misión podría alcanzar hasta los
300 neófitos, un número que fluctuó considerablemente.28 Teniendo en
cuenta el número de grupos indígenas en el área de San Antonio, no es
de extrañar que la mezcla ocurriera dentro y entre los diferentes grupos.
Lo que puede sorprender es que el mestizaje se producía no sólo entre
los indios más pacíficos por lo general asociados con la misión, sino
también a veces incluía a los apaches y los comanches.29 Los niños y los
27
28
29
304
La misión San Antonio de Valero cambió varias veces de localización después de
su fundación inicial en 1718, debido a las inundaciones y a un huracán, antes de
establecerse finalmente en el lugar que ocupa hoy en 1724. SCHOELWER, Susan
Prendergast, “San Antonio de Valero Mission,” in Handbook of Texas Online, Texas
State Historical Association, http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/uqs08, (consultado el 9 de junio de 2013). WEBER, David, Spanish Frontier,
pp. 191-195.
WEBER, David, Spanish Frontier, p. 192.
Para obtener una descripción de los grupos Coahuiltecan y sus vecinos, véase
ORTIZ, Alfonso (ed.) Handbook of North American Indians-Southwest, vol.10,
Washington, Smithsonian Institution, 1983. pp.345-357; Para una visión general
de los grupos de lengua y cultura mesoamericana indígena antes del contacto eu-
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
adultos solían buscar refugio, o se quedaban dentro de la protección de
los muros de la misión, por los motivos mencionados anteriormente, o
como parte de un tipo de sistema de intercambio de esclavitud-servitud-adopción, practicado con frecuencia en el interior de América del
Norte.30
Este mestizaje se amplió para incluir a grupos más diversos una
vez que los españoles y sus compañeros del sistema de castas, africanos e indios llegaron desde el interior de México.31 Al igual que en Los
Adaes, el mestizaje racial y cultural era aparentemente más fluido en
San Antonio. Sin embargo, hay pruebas de que el sistema de castas y
la calidad aún se consideraban importantes. En 1788 un misionero de
San Antonio evidenciaba que las actitudes de distinción se entendían
también dentro de las órdenes religiosas al aseverar que “cuando digo
español se entiende no indio, que así es lo corriente en este país.”32 Los
30
31
32
ropeo, véase DUVERGER, Christian, El Primer Mestizaje: La Clave Para Entender
el Pasado Mesoamericano. México, D.F., Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Taurus, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007. pp. 37-51. En cuanto a la mezcla de los grupos
indígenas, véase DE LA TEJA, Jesús F., “Why Urbano and Maria Trinidad Can’t
Get Married: Social Relations in Late Colonial San Antonio” in The Southwestern
Historical Quarterly, vol. 112, no. 2, Ocubre 2008, pp.125-26; ANDERSON, Clayton, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethnogenesis and Reinvention. Norman,
University of Oklahoma Press, 1999.
Véase BROOKS, James, Captives and Cousins: Slavery, Kinship, and Community
in the Southwest Borderlands. Chapel Hill, University of North Carolina Press,
2002; BLACKHAWK, Ned, Violence Over the Land, Indians and Empires in the
Early American West. Cambridge, Harvard University Press, 2006; GUTIERREZ,
Ramón, When Jesus Came the Corn Mothers Went Away: Marriage, Sexuality, and
Power in New Mexico, 1500-1846. Stanford, Stanford University Press, 1991.
Sobre la mezcla racial en San Antonio, véase DE LA TEJA, Jesús F., pp. 26-27. Para
hacer una comparación con otra región en otra zona fronteriza del norte de la
Nueva España, véase SERVIN, Manuel, “California's Hispanic Heritage: A View
Into the Spanish Myth”, en WEBER, David (ed.), New Spain’s Far Northern Frontier: Essays on Spain in the American West, 1540-1821. Dallas, Southern Methodist
University Press, 1979.
WEBER, Bárbaros, p.17; Véase también su nota al final n. 63, p.283.
305
Carla Mendiola
esfuerzos de los misioneros para proteger a los indios de los españoles,
quienes se temía podrían abusar de aquéllos o actuar como influencias
negativas en las almas de los recién convertidos, también sirvieron para
minimizar el mestizaje.
Mapa de Texas
Fuente: BOLTON, Herbert Eugene. “Map of Texas and Adjacent Regions
in the Eighteenth Century.” Berkley: University of California Press, 1915. Map Number 2
in the University of California Map Series. DeGolyer Library, Central University Libraries,
Southern Methodist University.
Pero otros frailes tomaron un camino diferente. Hay evidencia
que en la misión de San Antonio a fines del siglo XVIII, por lo menos un fraile, fray José María Salas, estaba tratando de casar neófitos
de las misiones con mestizos y españoles con el objetivo de integrar a
sus feligreses indígenas en la comunidad civil local para así asegurar un
306
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
futuro social y económico más seguro para ellos. Este caso demuestra
tanto el mestizaje como la importancia de la calidad y la posibilidad de
movilidad social hacia arriba o hacia abajo en la escala social.33 En 1781
los familiares varones de Ana María Trinidad Games de trece años protestaron que la petición de matrimonio de Urbano Hinojosa de treinta
y cinco años deshonraría a su familia porque eran españoles y él era
un indio de la Misión de San Antonio de Valero con filiación dudosa.34
Ambas partes presentaron sus argumentos ante el gobernador pero el
proceso se demoró tanto tiempo que Urbano retiró su petición y se casó
con una mujer india de la misión.
A primera vista, como una pintura de castas, la pareja original
parece ser un simple caso “de Española y de Indio produce mestizo.” Un
estudio más detallado de las personas involucradas revela, una vez más,
que la realidad social es más compleja que las clasificaciones teóricas.
Los familiares varones de María Trinidad hablaban, actuaban, y alegaban su carácter completamente español. Urbano respondió a sus cargos,
con la sospechosa ayuda del misionero franciscano fray José María Salas:
“A todo esto los dichos hermanos y tíos de María Trinidad agregaron
el supuesto desdoro que iba a suceder, porque al ser soldados no sería
adecuado para su sobrina y su hermana casarse con un indio. Es muy
claro que la deshonra era fingida, porque no consideraron ni declararon lo que son y con quién están casados, siendo notorio y público que
son mulatos por los cuatro lados. Y, siendo mulatos, a pesar de que son
soldados, tampoco son españoles ni de un mejor estado, o de la sangre
mejor y más pura que la de un indio; y que llevan dentro de sí el honor
manchado que sus orígenes les dan y que se llevarán a la tumba”35.
33
34
35
Para una investigación detallada sobre este caso, véase DE LA TEJA, Jesús F., “Why
Urbano and Maria Trinidad Can’t Get Married”; Para más ejemplos en la ciudad de México, MARTÍNEZ, Genealogical Fictions. Dos ejemplos específicos de la
Ciudad de México se pueden encontrar en CARRERA, Imagining Identity in New
Spain, pp. 2-3, 14, 20-21, y 25-26.
En cuanto a la diferencia de edad de las parejas, véase DE LA TEJA, “Why Urbano
and Maria Trinidad?”, p. 127-128.
Ibid., p.122.
307
Carla Mendiola
Por supuesto, los familiares varones de María Trinidad negaron
esta acusación y, aunque hubieran sido mulatos, ellos habían servido en el
ejército en Los Adaes, que a menudo incluía una mejora de estatus como
incentivo para servir en los puestos fronterizos menos atractivos. Teniendo en cuenta las conexiones íntimas entre Los Adaes y Natchitoches vistas
antes, una cierta herencia mulata era posible. Aunque técnicamente de una
calidad igualmente respetable, los dos hermanastros, los dos tíos y un primo de María Trinidad sufrieron diferentes fortunas. Los factores comunes
para todos estos hombres eran que habían servido en el ejército de Los
Adaes y que luego emigraron con sus vecinos a San Antonio, donde los
adaesaños (gente de Los Adaes) se quejaron constantemente durante años
de ser tratados sin respeto y de no recibir sus parcelas prometidas de tierra.
Los dos hermanastros de María Trinidad fueron catalogados
como españoles en el ejército y los registros bautismales de sus hijos, a
pesar de que uno siguió una carrera militar respetable y el otro otra de
mala reputación. La situación socio-económica de sus tíos empeoró y
ambos murieron pobres y sin tierra. Uno de ellos fue catalogado como
un inválido en el presidio y el dudoso estatus social del otro fue alegado
en los registros bautismales de sus hijos. O él o su esposa fueron considerados mestizos o alguna otra categoría de casta porque los registros
bautismales catalogaron a un hijo como español y a las tres niñas como
mestizas. El primo de María Trinidad, al igual que todos los otros familiares varones, sirvió en el ejército, y fue inicialmente considerado como
español. Sin embargo, su caso es inusual porque los registros bautismales muestran que su condición empeoró y posteriormente mejoró con
el tiempo. Sus dos primeros hijos fueron considerados como españoles, a
continuación, un tercer hijo como mulato, y otra hija e hijo como mestizos. En el registro de su hija, él y su esposa aparecen como mestizos, pero
en el matrimonio posterior de un hijo, los padres son clasificados como
españoles y aparecen como Don y Doña, lo que denota su pertenencia a
la élite colonial de Texas36.
36
308
Para más detalles sobre el estado de la prima, véase DE LA TEJA, “Why Urbano
and Maria Trinidad “, p.134. Un ejemplo de la relajación de los límites sociales fue
el uso del título de “don” y “doña”, como título de respeto. Según el diccionario
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
En cuanto al pretendiente, Urbano era un indio Papaya, uno de
los varios grupos Coahuiltecas de Texas. Su discutible origen se debía a
algo más que el hecho de que fuera indio. En primer lugar ninguno de
sus dos padres estaba bautizado y por lo tanto no estaban casados por
la iglesia. De este modo se le consideró nacido fuera del matrimonio
cuando sus padres murieron o lo dejaron con los misioneros. Teniendo
en cuenta que Urbano se quedó en la misión, es muy probable que él sí
fuera bautizado. En vez de casarse con María Trinidad, Urbano se casó
con su segunda esposa india, Luisa de los Santos, y juntos recibieron un
terreno de la misión cuando la misión San Antonio de Valero fue secularizada. La documentación lo cita como un labrador37. Por lo tanto, aunque se le considera un indio de bajo estatus social a causa de su sangre,
con el tiempo él obtuvo tierra, algo que los familiares varones españoles
de María Trinidad no pudieron lograr.
En cuanto a la pretendiente, María Trinidad enviudó a los quince
años, por lo que se volvió a casar en 1783 con Félix Castañeda, un indio
Pajalate de la misión Concepción, también en el área de San Antonio,
que fue catalogado como un jornalero. Al igual que sus tíos, la identidad
y la reputación de María Trinidad cambiaron con el tiempo. En el censo
de 1792, figuraba como española, luego como mestiza en 1793, y después
como india en 1796. Su marido fue clasificado permanentemente como
indio. En 1795 tuvieron una niña descrita como mestiza y un niño catalogado como lobo, es decir mezcla de indio y africano, dos años después.
En la anotación del bautismo de su hijo, ella aparece como mulata.38
37
38
de 1791 de la Real Academia, “don” era un “título de honor y dignidad que antes
fue dado a muy pocos, incluso entre la más alta nobleza, pero que ahora se ha
convertido en distintivo de todos los nobles, a pesar de que se concede habitualmente a los que no son [noble] simplemente fuera de tolerancia o abuso “, en DE
LA TEJA,” Why Urbano and Maria Trinidad “, p.135. Bajo las leyes del siglo XVIII,
estos títulos fueron utilizados sólo por los españoles de sangre pura, criollos y
nobles indígenas. A principios del siglo XIX, el título podría ser comprado por mil
cuatrocientos pesos. CARRERA, Imagining Identity in New Spain, p.4, Nota n º 9,
p.155.
DE LA TEJA, “Why Urbano and Maria Trinidad”, pp.125-126.
Ibid., pp.127-128.
309
Carla Mendiola
A partir de esta evidencia, vemos que el estatus como indio del marido
se mantuvo constante, pero el estatus social de María Trinidad empeoró.
Tal vez su larga relación con él y la adopción probable de la vivienda, el
vestido, y otros hábitos característicos de la esposa de un obrero contribuyeron a una disminución de la calidad.
La limpieza de sangre, calidad, y las clasificaciones de castas podrían haber sido de mayor preocupación para las élites, ya que servían a
modo de distinción frente al resto de los colonos de estatus social inferior. Sin embargo, los miembros de las castas también eran conscientes
de estas categorías y las restricciones asociadas a sus oportunidades socio-económicas. La diferencia fundamental era su vida en una sociedad
fronteriza en la que los remotos asentamientos españoles y las opciones
matrimoniales limitadas a menudo significaban casarse con alguien que
era “otro”, o cuyos antepasados incluían “otros” grupos. El caso de María
Trinidad y su familia revela como la identidad era variable a lo largo
del espacio geográfico –el estatus español de la familia en Los Adaes
fue percibido como mulato en San Antonio– y efímero. Se utilizaba la
clasificación de las castas a veces de manera diferente y, en algunos casos,
las expectativas de las castas se invirtieron, como el caso de un indio
propietario de una tierra cuando un español no podía.
Al igual que en Los Adaes y San Antonio, otro ejemplo ahora procedente del Bajo Río Grande muestra la práctica del mestizaje y las ventajas de vivir en las áreas remotas del imperio español. Entre Los Adaes
y San Antonio y la Ciudad de México está la región entonces conocida
como el Seno Méxicano que comienza cerca de Querétaro y se extiende
hasta el río San Antonio ya en Texas39. Como parte de la colonia del
Nuevo Santander, en 1749 don José de Escandón estableció dos de los
primeros asentamientos en la orilla sur de la parte baja del Río Grande
en Reynosa y Camargo40. En 1757, el capitán José Tienda de Cuervo vi39
40
310
HILL, Lawrence Francis, José de Escandón and the Founding of Nuevo Santander: A
Study in Spanish Colonization. Columbus, Ohio State Univesity Press, 1926, p.18.
TIENDA DE CUERVO, José, Estado general de las fundaciones hechas por d. José
de Escandón en la colonía del Nuevo Santander, costa del Seno Mexicano. México,
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
sitó ambos lugares durante una inspección de las comunidades costeras
fronterizas en el Seno Mexicano bajo las órdenes del virrey Marqués
de las Amarillas41. El informe del capitán Tienda de Cuervo ofrece una
representación de las actitudes de los colonos e indígenas y las costumbres de ambas comunidades. A pesar de que las duras condiciones y las
grandes distancias pudieron haber desanimado a algunos colonos, ese
mismo aislamiento de los centros de autoridad tenía un atractivo tangible para otros. Un capitán retirado de Reynosa dejó bastante claro que
su deseo era que lo dejasen solo cuando a regañadientes participó en la
inspección, según informa el capitán Tienda de Cuervo:
“Don Carlos Cantú, Capitán reformado de esta Villa [Reynosa],… fue
electo Capitán para la primera población y condujo las familias y fomentó este establecimiento y ahora le han querido introducir en la matrícula
contra su voluntad, sobre que representa y pide se le deje la voluntad
libre de poderse ir con su familia donde un mejor cuenta le tenga”42.
La razón exacta de esta actitud de aparente disgusto está poco
clara aunque es obvio que jugó un papel importante en la supervivencia
y en el desarrollo de la comunidad. Don Carlos Cantú se había ganado el
respeto de la gente del pueblo, que eran probablemente de ascendencia
española y mestiza. También se ganó el respeto de los indios locales. El
41
42
Talleres Gráficos de la Nación, 1929-30. vol.1, p. 31, y vol. 1, p. 32; vol. 2, p. 110.
Información adicional sobre el Rio Grande Bajo y la zona fronteriza al norte de
México incluyen, WEBER, Spanish Frontier, pp. 192-193; CHIPMAN, Spanish
Texas, pp. 168-169; ALONZO, Armando C., Tejano Legacy: Rancheros and Settlers
in South Texas, 1734-1900. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1998;
SCOTT, Florence Johnson, Historical Heritage of the Lower Rio Grande: A historical
record of Spanish exploration, subjugation and colonization of the lower Rio Grande
Valley and the activities of José Escandón, count of Sierra Gorda, together with the
development of towns and ranches under Spanish, Mexican and Texas sovereignties,
1747-1848. 1937, reimpreso en Rio Grande City, Texas, La Retama Press, 1970;
ALMARAZ, Felix, Jr. Crossroad of Empire: The Church and State on the Rio Grande
Frontier of Coahuila and Texas, 1700-1821. San Antonio, Center for Archaeological
Research, University of Texas at San Antonio, 1979.
TIENDA DE CUERVO, Estado General, vol.1, p. 367.
Ibid., vol.1, p. 370.
311
Carla Mendiola
testimonio de uno de los indios de la misión indica que lo admiraban, y
apunta a una explicación posible de la disposición del capitán retirado.
“Estas dos últimas castas explicaron también cuánto deseaban tener
otro padre Misionero que los atendiese con más caridad que el actual y
cuánto apetecían el que se les volviese a poner de Capitán de la población a Don Carlos Cantú, a quien habrá como dos meses que lo quitó
de este empleo el Coronel Don José de Escandón, poniendo otro que no
los mira con el cariño que aquél, pues el dicho Cantú habla su lengua y
los atiende y socorre en sus necesidades “43.
El hecho de que el capitán Cantú aprendiera una lengua nativa
local le valió el respeto y facilitó su trato con ellos. Los indios usualmente
aprendían español, como parte del proceso de adoctrinamiento cristiano
o con fines comerciales44. El capitán Tienda de Cuervo sin embargo se
refería a ellos como castas. Esto podría implicar que eran mestizos, o al
menos refleja la visión estándar de ellos como clase baja. En respuesta a
su solicitud, instruyó a los indios a trabajar duro y a aprender la doctrina
cristiana para que el virrey les enviase lo que pedían. Según Tienda de
Cuervo los indios de la misión “entendieron muy bien porque muchos
de ellos hablan el castellano y explicaron este razonamiento a sus compañeros, los que hicieron demostraciones de haberlo entendido y quedar
gustosos”45. Los indios y los españoles estaban aprendiendo el idioma del
“otro” con el fin de negociar lo que querían, y en el proceso, ya fuera
consciente o no, se abrían las puertas a un posible mestizaje cultural.
Durante su visita a la misión, el capitán Tienda de Cuervo reportó
cuatro principales “naciones o castas” con los nombres de Nazas, Narices, Comecrudos y Tejones. En su informe señala que los dos primeros
43
44
45
312
Ibid., vol.1, p. 372.
Los misioneros sirvieron a menudo como intermediarios lingüísticos fronterizos.
Para grupos de indígenas, lenguas y prácticas culturales en esta área, véase TIENDA DE CUERVO, Estado General, vol. 2, pp. 389-403; y ORTIZ, Alfonso (ed.),
Handbook of North American Indians-Southwest, vol.10 Washington, Smithsonian
Institution, 1983. pp. 354 y 357.
TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol.1, P372.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
grupos eran indios bautizados o cristianos neófitos, a excepción de unos
pocos individuos mayores y jóvenes, y que la mayoría de ellos procedían
de una misión diferente donde ya habían recibido el bautismo y algo
de instrucción cristiana. El misionero conscientemente contribuyó a la
mezcla de grupos indígenas cuando los reclutó de una misión diferente cerca del pueblo de Pilón. Por desgracia, los recién llegados se sintieron decepcionados al no encontrar mejores condiciones de vida, mejor
trato o una mayor comunidad india como se les había prometido. Los
Comecrudos –descritos como “los gentiles de esta Colonia”– se quejaban
de que el misionero franciscano sólo bautizaba a sus jóvenes y no a los
adultos. El religioso explicó que primero tenían que aprender la doctrina,
pero que él no quería enseñarles porque suponía que dejarían la misión
para regresar a sus casas en las colinas de los alrededores46. Los Tejones
fueron descritos como “naturales de este terreno en que está situada la
población”47. Al mismo tiempo, al igual que en otros poblados fronterizos de la Nueva España, muchos de los indígenas asociados con las comunidades civiles habían acompañado a los colonos de otras partes, “que
desde el principio que se fomentó esta población, mantuvo el declarante
[Capt. Cantú] a los indios que lleva referido trajo consigo y a los que aquí
se le agregaron”48. Sin embargo, una vez que se estableció el asentamiento
la mayoría de los indios permanecieron en la misión, especialmente todos los que eran conversos recientes, aunque muchos de ellos salían con
regularidad cada vez que la comida comenzaba a escasear49.
La amalgama entre los indios de las misiones y los colonos españoles o mestizos era difícil, si no imposible, cuando los grupos indígenas abandonaban la comunidad en busca de alimento. Tienda de
Cuervo informó que esto sucedía con tanta frecuencia que el misionero
consideró trasladar la misión a una zona más remota al sur, donde los
grupos indígenas locales le informaron de tierras más fértiles y con más
indios,
46
47
48
49
Ibid., vol.1, p. 372.
Ibid., vol.1, p. 372.
Ibid., vol.1, p. 380.
WEBER, David, Spanish Frontier, p. 192.
313
Carla Mendiola
“En todas las ocasiones que falta esta providencia de tener que darles;
y que de quince a veinte días a esta parte ha tomado el dicho padre Misionero la deliberación de mudarse con su dicha Misión a un lado del
paraje que llaman el Desierto, hacia la parte del Sur como a tres cuartos
de legua de esta población a fin de lograr algunas mejores tierras en qué
poder exponer sus siembras y ahí tiene recogidos los indios que actualmente se hallan congregados”50.
Aunque la asociación entre los miembros de la comunidad indígena y española o mestiza parecía menos probable con los grupos indígenas que se fueron, para aquéllos que se quedaron en la zona de asentamiento las relaciones entre los diferentes grupos fueron aparentemente
amistosas, y potencialmente favorables a los matrimonios mixtos y al
mestizaje. El comercio con los indios era común y necesario para los colonos españoles, especialmente para la gente del pueblo, para la adquisición de alimentos y suministros. Los colonos intercambiaban mercancías
como algodón o paños de lana y unos pocos productos estadounidenses
o europeos por pieles de ciervo o búfalo y sal51. El informe de Tienda de
Cuervo no nos da ninguna idea de la frecuencia o la aceptabilidad de
los matrimonios mixtos, pero describe un ambiente propicio para ello.
Como él señala “sus haciendas y congregas [son] enteramente pacíficas
y sus pobladores en buena correspondencia unos con otros, y que por lo
que toca a los indios gentiles de lo no conquistado no se teme por ahora
novedad ninguna pues todos se mantienen en quietud, y los que entran y
salen en esta población no dan perjuicio ni causan vejaciones”52.
Parece que las diferentes naciones indias vivían cerca de la misión o de las aldeas, y que estaban abiertos a las relaciones pacíficas con
los “otros”, es decir españoles, africanos y castas. La evidencia también
muestra que la simbiosis entre ambos grupos sucedía más allá de las comunidades establecidas por los colonos. Esto se deduce de las palabras
atribuidas a Cantú,
50
51
52
314
TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol.1, p. 381.
Ibid.,vol. 2. p. 445.
Ibid.,vol.1, p. 384.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
“y de estos gentiles tienen reconocido, y el declarante [Capitán Cantú]
lo ha visto, que en una lista que está en el medio de los tres brazos en
que se divide el Río Grande antes de desembocar en el mar, veinticinco
leguas de esta población a la parte del Oriente, hay una casta de negros
lobos que se reconoce se han mezclado con las indias y que de esto puede resultar esta segunda casta, los cuales tienen formadas sus rancherías
de viviendas formales puestas en orden; que este declarante alcanzó a
ver algunos de dichos negros tan inmediatos como a un tiro de pistola
y les dio un manojo de tabaco dejándoselo puesto a su vista sobre unos
zacates, lo que vinieron luego a recoger, y a poco rato de venir retirándose el declarante con sus compañeros, vieron una multitud muy grande
de indios que cree estén todos revueltos con los dichos negros, y de estos
últimos no se tiene más noticia de su origen que es la que dan algunos
indios viejos de que proceden de una embarcación que los conducía y
no se sabe con qué accidente vinieron a parar en aquel paraje”53
Este excepcional informe que describe la vida de los indios más
allá de los muros de las misiones nos ofrece un ejemplo del proceso
de mestizaje en la frontera de la Nueva España. Por otra parte, hubo
una población de colonos de origen africano, razón por la cual algunos
Comecrudos que vivían cerca del Río Grande fueran conocidos como
Mulatos o Carrizos54. Aunque los misioneros a veces viajaban por el
campo, es probable que la mayoría de los matrimonios entre los indios
y castas en estas comunidades remotas no fueran reconocidos ni documentados por la iglesia, sino más bien fueran uniones que seguirían las
costumbres locales –por esto no serían legales bajo las leyes españolas.
Esto sin embargo no parece haber sido una preocupación para los grupos que durante generaciones prefirieron vivir alejados de los asentamientos españoles.
Viviendo en esta región fronteriza de la colonia del Nuevo Santander, en lo que hoy se conoce como bajo Río Grande, marcaba la diferencia, ya que era más fácil crear una vida fuera del alcance del sistema
53
54
Ibid., vol.1, pp. 384-385. Para apuntes informativos adicionales sobre los africanos,
véase también TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol. 1, pp. 443-444.
ORTIZ, Alfonso (ed), Handbook, p.357.
315
Carla Mendiola
de castas y calidad para el indio, el español, el africano y las castas. El hecho de que algunos inspectores o visitantes apuntaran la simbiosis entre
indios y mulatos es digno de mencionar, ya que muestra el mestizaje en
el contexto de una comunidad indígena en vez de una española. Al vivir
en regiones dominadas por indígenas, los colonos españoles eludían las
normas cuando era necesario, ya que su supervivencia dependía más de
sus buenas relaciones con los indios vecinos que de apaciguar a los administradores en la Ciudad de México. Consecuentemente las presiones
reales de la vida fronteriza sobre los colonos sesgaban su adaptación a
las necesidades locales respecto al mestizaje más que a satisfacer estrictamente los lejanos decretos sobre casta y calidad.
El mestizaje cultural y biológico era más común en Texas al ser
una zona de frontera. El alto número de militares implicaba más hombres solteros pero también más viudas debido a las muertes relacionadas
con el servicio de sus maridos. También hubo una escasez de mujeres
españolas o criollas y una mayor disponibilidad de cónyuges mestizos e
indios. Los colonos reivindicaban identidades como españoles, aunque,
al igual que en la capital virreinal, se tratara en realidad de una más que
probable herencia mestiza. En los asentamientos hubo una combinación de matrimonios legales, uniones no oficiales, relaciones extramaritales, y aquéllos con múltiples relaciones simultáneas. De acuerdo con
los registros del censo de finales de siglo XVIII –principalmente para
San Antonio, Nacogdoches y La Bahía– las uniones extramatrimoniales
fueron bastante comunes y a menudo se produjeron entre las diferentes
castas originando una tasa de natalidad resultante igualmente alta. Sin
embargo, la tasa de mortalidad infantil también era alta, lo que prevenía
un crecimiento de la población en general y que se convirtiera predominantemente en mestiza.55
Tratar de crear una sociedad colonial ordenada en los centros de
poder era difícil, pero la aplicación de un sistema de castas social era un
gran desafío en las fronteras a cientos de kilómetros de distancia, donde
la supervisión del gobierno era limitada y los colonos tenían diferentes
55
316
TJARKS, Alicia, Comparative Demographic Analysis of Texas, pp. 313.
El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII
prioridades, principalmente la supervivencia diaria en un ambiente a
veces duro con vecinos a menudo hostiles. Por otra parte, también se
desarrollaron relaciones amistosas entre algunos de los grupos indígenas sedentarios o nómadas y los españoles y castas de los presidios, las
misiones y los asentamientos, así como ocasionalmente con franceses
o africanos. Aunque el mestizaje ocurría en Nueva España, el mestizaje
en las fronteras coloniales es particularmente instructivo, porque ahí
es donde vemos acontecer la lucha por el control de la tierra y la gente,
desde el nivel imperial al personal. En la frontera, la dinámica de mestizaje involucraba a los mismos grupos que competían por el control
de ese territorio. Podemos ver como los pobladores más alejados de los
centros coloniales reaccionaron a los decretos de las autoridades centrales ya fuera aceptando, rechazando o adaptándose a lo más conveniente.
Por mucho que los administradores centrales trataran de desalentar o
controlar el mestizaje, la hibridación biológica y cultural de la Nueva
España colonial se expandió con la frontera. Con el tiempo, y muchas
veces después de dolorosas luchas, los territorios fronterizos finalmente
se convirtieron en el hogar para indios, europeos, africanos y sus innumerables descendientes.
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321
Muros del presidio
y trabajo de los convictos.
El examen de los orígenes
de los trabajos forzados en
la frontera de Nueva España
1
Norwood Andrews2
En todas las regiones del mundo moderno reclamadas por los españoles y otras naciones europeas, en las periferias imperiales, a lo largo
de las fronteras demarcadas y en las regiones fronterizas en disputa, la
protección de los asentamientos y la afirmación de las reclamaciones territoriales consumían los recursos imperiales, incluyendo contingentes
de personal. La organización y el despliegue de las fuerzas militares reflejaban inevitablemente las tradiciones nacionales y las historias bélicas
– tal fue el caso de las campañas de la Reconquista – así como los dilemas de la administración imperial, la asignación de los escasos fondos y
otros recursos materiales y las adaptaciones a las circunstancias locales.
En la frontera norte de Nueva España, durante el tiempo que los misioneros franciscanos mantuvieron la mayor parte de la responsabilidad de
la exploración y la pacificación, las guarniciones de soldados que soste1
2
Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de
Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas.
University of Texas-Pan American.
323
Norwood Andrews
nían los presidios o fuertes fueron relegados a papeles secundarios. Los
cambios y las transformaciones de estas funciones a través del tiempo,
sin embargo, conllevaban no sólo las consideraciones de la política imperial, sino también las relaciones entre los sujetos imperiales y los pueblos indígenas, que en algunos casos se enfrentaban a la presencia española con sus propias pretensiones de dominación regional. Los soldados
al servicio del rey a menudo se han visto y evaluado simplemente como
instrumentos de la política imperial, pero en realidad estaban enredados
en relaciones inestables y complejas con sus propias autoridades institucionales, y con los pueblos tribales cuyas regiones compartían.
Pero ¿quiénes eran estos soldados? Para los académicos estadounidenses pioneros en los estudios de las “fronteras españolas” en América del Norte, su fascinación por las instituciones españolas eclesiásticas
y seculares (dentro de lo que es el suroeste de Estados Unidos) produjo
un conocimiento detallado sobre el funcionamiento de las misiones y
presidios fronterizos, así como de los asentamientos civiles y el reclutamiento de los colonos, pero poca comprensión de las perspectivas subalternas – esto es más obvio en los pueblos indígenas que cuestionaban
las demandas imperiales españolas (y fueron descritos como bárbaros
salvajes), pero también las de los soldados presidiales que habían sido
asignados a las fronteras. Gran parte de estas investigaciones reproducen, hasta cierto punto, las preocupaciones y suposiciones de los funcionarios imperiales, de las autoridades institucionales y de los oficiales
militares cuya correspondencia e informes representaban la mayor parte de los registros de archivo3.
3
324
Algunos ejemplos claves, que serán familiares para estudiantes principiantes y
avanzados de la historia de las zonas fronterizas, incluyen las obras de Herbert
Eugene Bolton, Odie B. Faulk, y Max Moorhead. Para los tratamientos informativos de los presidios véase Faulk, “The Presidio: Fortress or Farce?” en David J.
Weber, ed., New Spain’s Far Northern Frontier (Albuquerque: Univ. of New Mexico
Press, 1979), y Moorhead, The Presidio: Bastion of the Spanish Borderlands (Norman: Univ. of Oklahoma Press, 1975). Pueden encontrarse más ejemplos en David
J. Weber, “The Spanish Borderlands of North America: A Historiography,” OAH
Magazine of History, Vol. 14, No. 4 (2000), pp. 5-11.
Muros del presidio y trabajo de los convictos.
Al reorientar la perspectiva académica para acomodar la intervención de los grupos subalternos y de cada una de las partes en las
relaciones entre las poblaciones fronterizas, estudios más recientes han
planteado preguntas que permanecen sin respuesta. Mientras que las
tribus fronterizas en algunas regiones se acomodaron a la presencia española, las decisiones estratégicas por parte de otras tribus imponían
límites a la autoridad española en formas que son ampliamente reconocidas4. Sin embargo, las consideraciones de los comandantes españoles
– así como la complejidad de las relaciones fronterizas – eran necesariamente influidas también por las cualidades de las tropas presidiarias.
¿Quiénes eran exactamente? ¿De dónde habían salido? O más importante: ¿cuál era la naturaleza de su servicio? ¿Fueron reclutados voluntariamente? ¿O son ellos mismos cautivos, cumpliendo los términos de
una sentencia penal en el servicio del rey o ofreciendo su servicio militar
como una alternativa a otras penas?.
Dada la ausencia de registros que detallen con claridad los orígenes individuales de la mayoría de los soldados en los presidios fronterizos, los historiadores que estudian la frontera española en Norteamérica
han sostenido en general (y en ocasiones expresado) el supuesto de que
los soldados fueron reclutados de entre la población de los asentamientos civiles fronterizos5. Aunque esto está sin duda justificado en muchos
casos individuales, este supuesto fracasa (como mostraré) en entender
cómo se pudieron reunir grandes números de soldados tras las decisiones de las autoridades imperiales de aumentar el número de presidios y
reforzar las guarniciones. En términos más generales, los historiadores
de la frontera del norte de Nueva España han supuesto que los presidios
de estas regiones fronterizas del norte eran esencialmente instituciones
individuales, a pesar de la existencia de muchos otros “presidios” en
otras regiones de Nueva España y en otros lugares del imperio español.
4
5
Ejemplos recientes prominentes incluyen a Juliana Barr, Peace Came in the Form of
a Woman: Indians and Spanish in the Texas Borderlands (Chapel Hill: UNC Press,
2007), y Pekka Hämäläinen, The Comanche Empire (New Haven: Yale Univ. Press,
2008).
Véase como ejemplo a Faulk, “The Presidio: Fortress or Farce?”
325
Norwood Andrews
Al reconocer otros presidios, un erudito ha advertido explícitamente a
los lectores de no confundir diferentes tipos de instituciones que tienen
algunas cosas en común, a pesar de compartir un nombre6. Yo sostengo
que las diferencias son de grado, no de clase. El desarrollo de las instituciones presidiarias en otras fronteras del imperio global de España
forjó una asociación duradera del trabajo presidial (incluyendo el servicio militar) con trabajos forzados. Estas instituciones ayudan a sostener
(si no a probar) la hipótesis de que los soldados convictos eran también
esenciales para las operaciones militares en el norte de Nueva España.
Finalmente se argumenta que las sociedades divididas de las nuevas tierras fronterizas españolas exigen un lugar en la emergente historia universal del trabajo convicto que reconozca el servicio militar involuntario
en las remotas fronteras como parte de un espectro de las sentencias
penales, y también como una política de reasentamiento forzoso (como
el establecimiento de colonias penales en otras regiones imperiales) que
contribuyeron en forma no intencionada a la formación de las sociedades postcoloniales.
La práctica de asignar servicios presidiarios como una forma de
servidumbre penal surgió de una larga tradición de dominación colonial
española en el norte de África. Según concluye una de las más importantes historiadoras del sistema penal en la España moderna, durante el
siglo XVI mientras que los delincuentes comunes generalmente fueron
condenados a penas de trabajo en galeras de guerra o en las minas de
Almadén, a los convictos de noble cuna o con suficiente riqueza se les
permitía servir sus términos como soldados en los cuarteles que habían sido establecidos en los puntos estratégicos de los territorios recién
conquistados7. El término “presidio” en sí mismo (es decir, en general
una fortaleza o recinto con paredes reforzadas, derivado del latín praesidium) parece haber entrado en uso durante este tiempo, refiriéndose
inicialmente a los bastiones del norte de África, que fueron en su ma6
7
326
Véase Charles R. Cutter, The Legal Culture of Northern New Spain (Albuquerque:
Univ. of New Mexico Press, 1995).
Véase Ruth Pike, Penal Servitude in Early Modern Spain (Madison: Univ. of Wisconsin Press, 1983), capítulos 1-3.
Muros del presidio y trabajo de los convictos.
yoría conquistados a principios de siglo XVI y cuya fortificación se reconstruyó y fortaleció a partir de la década de 1560. Aunque los trabajos
forzados en los presidios se limitaban originalmente a los soldados, con
los trabajos de construcción y otros detalles asignados a los trabajadores
libres, con el tiempo la escasez de mano de obra y la creación de nuevos
presidios obligaron a un cambio en la política: “Con la llegada del siglo XVIII había dos tipos de reos: desterrados, que realizaban el servicio
militar, y presidiarios, que eran condenados a trabajos forzados”8. Los
mayores presidios en este momento se encontraban en Ceuta y Orán,
con guarniciones más pequeñas estacionadas en Melilla, Alhucemas y
Peñón de Vélez. Después de la abolición del servicio de galeras en 1748,
los presidios confinaron a un mayor número de presidiarios, a pesar de
que la construcción de nuevos arsenales navales en la misma España y,
después de mediados de la década de 1760, la construcción de nuevas
fortificaciones en La Habana y San Juan crearon demandas que competían por el trabajo de los delincuentes comunes9. Los referentes de “presidio” se ampliaron para incluir las fortalezas del Caribe, instalaciones
navales españolas que empleaban trabajo de los convictos, y los sitios
de reclusión en Madrid y otras ciudades que mantenían a vagabundos
condenados y otros delincuentes que trabajaban en obras públicas municipales. En Nueva España, los gobiernos virreinales siguieron una política progresista similar que permitía una amplia gama de delitos graves
pero alejándose en 1767 del empleo de los trabajadores convictos en las
empresas privadas hacia el trabajo duro en los presidios, que incluía los
sitios claves del Caribe y también la fortaleza de San Juan de Ulúa en el
puerto de Veracruz10.
Durante la década de 1560 aparecen las primeras variantes de presidio diferente al tradicional existente en las fronteras de Nueva España
y se plasmó en el establecimiento de pequeñas guarniciones –de tan sólo
cuatro o cinco soldados armados– que defendían los asentamientos y
8
9
10
Pike, Penal Servitude, p. 42.
Pike, Penal Servitude, capítulos 4-7.
Véase Gabriel Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 1999), capítulo 5.
327
Norwood Andrews
las rutas comerciales claves que se extendían desde el valle central de
México a las minas de plata de Zacatecas y las regiones más al norte. La
Guerra Chichimeca de la década de 1580 impulsó nuevos despliegues de
tropas y el establecimiento de nuevos presidios, pero también mostró a
los funcionarios que la fuerza armada podría ser de utilidad limitada
en la pacificación de la frontera. Las publicaciones de colecciones de
documentos detallan el mantenimiento de las fuerzas desplegadas en los
presidios y los episodios bélicos locales a lo largo y ancho de las regiones
del norte durante el siglo XVII y los principios de siglo XVIII, pero en
general también sirven para confirmar una amplia disposición a largo
plazo de la política virreinal e imperial hacia la restricción militar y la
confianza en las iniciativas misioneras11.
Soldado de cuera de 1802
Fuente: AGI, MP-UNIFORMES, 81.
11
328
Véase Moorhead, The Presidio, y Thomas Naylor y Charles W. Polzer, eds., The
Presidio and Militia on the Northern Frontier of New Spain: A Documentary History,
Volume One, 1570-1700 (Tucson: Univ. of Arizona Press, 1986).
Muros del presidio y trabajo de los convictos.
La atención se desplazó de nuevo a la confrontación militar en la
frontera del siglo XVIII tras la rebelión de los indios Pueblo en Nuevo
México, tras otros episodios de rebeliones indígenas y después de nuevos desafíos agresivos a la presencia española por parte de los comanches y apaches. Finalmente, a pesar de las limitaciones en la capacidad
de los virreyes y los administradores para satisfacer nuevos compromisos con los recursos limitados disponibles, la fuerza imperial de tropas
en el norte se incrementó sustancialmente. Los viajes de inspección de
Pedro de Rivera en la década de 1720 y del Marqués de Rubí en la década
de 1760 detallan las deficiencias de los presidios fronterizos y los planes
propuestos para la reforma militar – mientras enfatizan la eficiencia y
la reorganización como medios de fortalecimiento. Pero después de su
nombramiento en 1776, y después de que los esfuerzos de los administradores anteriores para recuperar la ventaja militar con nuevos despliegues en los presidios resultaran infructuosos, el comandante general
Teodoro de Croix desarrolló nuevas unidades de caballería ligera (“tropa ligera”) y otras innovaciones de ahorro de costes que permitieron
el aumento de las fuerzas de los presidios del norte de 1.900 a 2.840
durante la década de 1780. Se mantuvo el nivel del contingente militar elevado, aunque no aumentó considerablemente, hasta el final del
período colonial. Croix y sus sucesores lograron establecer condiciones
más pacíficas, pero en gran medida a través de opciones políticas, como
las concesiones comerciales y la creación de alianzas con coaliciones
tribales, que reflejaban una conciencia continua de las limitaciones del
contingente militar. Croix incluso incorporó soldados tribales como auxiliares en las unidades reorganizadas de los presidios, aunque no como
un sustituto completo de los refuerzos de tropas regulares12.
¿De dónde salieron las nuevas tropas?. Aunque la pregunta requiere más investigación, la posibilidad de suficientes nuevas contrata12
David J. Weber examina estos acontecimientos en The Spanish Frontier in North
America (New Haven: Yale Univ. Press, 1992), capítulo 8. Para la traducción de los
informes claves y una explicación útil de la política de Croix, una fuente clásica es
Alfred Barnaby Thomas, Teodoro de Croix and the Northern Frontier of New Spain,
1776-1783 (Norman: Univ. of Oklahoma Press, 1941).
329
Norwood Andrews
ciones procedentes de asentamientos fronterizos pequeños en apuros
parece extremadamente baja. Un veredicto similar se aplica a la posibilidad de reclutar voluntarios de otras regiones de Nueva España. Uno de
los historiadores militares más importantes del imperio español describe los graves desafíos a que se enfrentaban las banderas de reclutas (o
equipos de reclutamiento) al intentar crear cuatro nuevos regimientos
de infantería para el ejército de la Nueva España durante la década de
1790. Inevitablemente “la obligación de un tipo u otro se convirtió en
la regla general.”13 Milicianos y otros asalariados encontraron rutinariamente sus propias maneras de evitar ser reclutados o forzados al servicio
militar. Los medios más eficaces para llenar las filas resultaron ser el
reclutamiento forzoso de vagabundos urbanos y delincuentes de poca
monta, el reclutamiento de reclusos en las cárceles y los nuevos arreglos
con los tribunales locales para sentenciar a los criminales directamente
al servicio militar en lugar de a trabajos forzados presidiarios. Bien es
cierto que a resultas de estos métodos pasaron al servicio militar muchos
hombres que no cumplían las normas físicas mínimas para el mismo14.
Lo que es cierto, por lo menos, es que la expansión de la tropa
presidiaria mandada por Croix, después de tantos años de propuestas
reformistas, llegó justo después del cambio fundamental en las políticas
de las sentencias penales en Nueva España. Según las reformas de Croix,
se redirigieron los convictos utilizados como mano de obra por empleadores privados hacia tareas de presidio –que podría haber incluido
trabajos en San Juan de Ulúa u otras fortalezas más distantes– y hacia el
servicio militar. Durante gran parte de la historia del imperio español
en América, los trabajadores convictos puestos a disposición de las autoridades judiciales habían representado una fuerza laboral importante en varios sectores privados, incluyendo la minería y la manufactura
textil. Las luchas políticas con las autoridades estatales sobre el acceso al
trabajo de los condenados en general se habían resuelto a favor de los
empresarios privados. Pero en 1767, Carlos Francisco de Croix, el mar13
14
330
Christon I. Archer, The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810 (Albuquerque: Univ.
of New Mexico Press, 1977), p. 230.
Véase Archer, The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810, capítulo 9.
Muros del presidio y trabajo de los convictos.
qués de Croix, entonces virrey de la Nueva España y el tío de Teodoro
de Croix, prohibió el uso de los trabajadores convictos en la empresa
privada 15. El impacto del decreto se confirma en las bases de datos parciales recopiladas hasta ahora por los historiadores que han registrado
las condenas penales dictadas por los tribunales de la ciudad de México
colonial (la sala del crimen y la Acordada). La compilación de sentencias de la Acordada desde 1703 hasta 1808 hecha por Colin MacLachlan
indica, por ejemplo, que las condenas a presidios aumentaron notablemente en términos absolutos de 78,2 años en promedio, entre 1732 y
1756, a 344 en el periodo de 1781 a 1782, mientras que los números
de convictos vendidos a las empresas privadas disminuyeron de 21.24
al año en promedio entre 1732-1756 hasta prácticamente cero después
de la prohibición – esto aunque los reglamentos revisados permitieron
una modesta reactivación de las ventas de convictos después de 178216.
Gabriel Haslip-Viera ha observado que el decreto virreinal siguió las
decisiones de las autoridades imperiales para fortalecer al resto de los
presidios del Caribe como parte del esfuerzo general de los Borbones
para abordar las vulnerabilidades estratégicas imperiales que últimamente había revelado la guerra de los Siete Años. También observa que
el decreto también puede reflejar la política de la Corona por tratar de
eliminar la competencia de las propias empresas privadas de España17.
La hipótesis de que la presencia de presos condenados era importante dentro de presidios fronterizos recibe más apoyo de fuentes
esencialmente anecdóticas, como referencias de pasada o descripciones que figuran en la correspondencia oficial entre los comandantes de
presidio o gobernadores provinciales y sus administrativos superiores.
Estas fuentes confirman, por ejemplo, que los soldados sentenciados
por crímenes violentos fueron condenados no a la muerte o incluso a
trabajos forzados de presidios sino a términos adicionales de servicio
15
16
17
Véase Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico, capítulo 5.
Colin M. MacLachlan, Criminal Justice in Eighteenth Century Mexico: A Study of
the Tribunal of the Acordada (Berkeley: Univ. of California Press, 1974), Appendix
I, p. 114.
Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico, pp. 111-112.
331
Norwood Andrews
La red de presidios, 1780-1800
Fuente: Luis Arnal, “El sistema presidial en el septentrión novohispano..”
Consultada la edición electrónica en: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-26.htm
militar en otros presidios. En 1710, las autoridades descubrieron que
Martín García, un cabo de escuadra y soldado en la guarnición de presidio de Santa Fe en Nuevo México, ordenó la tortura y el asesinato de
un indio llamado Francisco Pablo. Después de señalar su culpabilidad,
el virrey simplemente condenó a García a un nuevo mandato de cuatro
años en un presidio en Sonora, aunque hay que decir que era notorio
que el comandante de este presidio trataba a sus soldados con dureza18.
18
332
Véase la correspondencia y el comentario en Diana Hadley, Thomas H. Naylor, y
Mardith K. Schuetz-Miller, eds., The Presidio and Militia on the Northern Frontier
of New Spain: A Documentary History, Volume Two, Part Two: The Central Corridor
and the Texas Corridor, 1700-1765 (Tucson: Univ. of Arizona Press, 1997), pp. 256265.
Muros del presidio y trabajo de los convictos.
Otras referencias a los presos indican que los presidios fronterizos también empleaban por lo menos algunos convictos para servicios
laborales comunes – sugiriendo otra función que compartían con el
presidio de San Juan de Ulúa y otros presidios en otras partes del imperio. En una carta de 1780, el comandante Teodoro de Croix le pidió al
gobernador de Texas que “propusiera qué ocupaciones o labores se podían imponer a los delincuentes como sanción correctiva en sus propias
provincias y jurisdicciones”. El propósito de su pregunta, Croix le decía
al gobernador, era “poner fin al perjuicio resultante de estar mantenidos
[los reos]en prisión durante largos periodos de tiempo y la detención y
el trabajo privado a los que han sido enviados hasta ahora, ya que no hay
[trabajo] público en el que se emplean para el beneficio común”19. En su
tesis doctoral sobre los grupos marginados en las sociedades fronterizas,
Peter Alan Stern sugiere que “muchos delincuentes habían sido enviados a la Acordada para trabajar en obras públicas, por lo general en un
presidio. Fueron enviados con una provisión de raciones, y por lo tanto constituían una mano de obra barata y una forma conveniente para
deshacerse de los alborotadores.”20 Stern también proporciona evidencia
de una alta tasa de deserción y fuga entre los obreros y soldados del
presidio, como un ejemplo de la frecuente frustración y las dificultades
prácticas padecidas por sus comandantes21. Se requiere investigación
adicional para confirmar la impresión de que los presidios fronterizos
de Norteamérica, al igual que otros presidios en otras partes del imperio, estaban destinados fundamentalmente para servir como penales al
igual que con funciones de seguridad.
Las posibles implicaciones del carácter penal de los presidios
fronterizos son de largo alcance. Se apoyan más directamente en las relaciones y mutuas influencias entre los españoles y otros pueblos en las
regiones que los españoles (y algunas veces otros grupos) trataron de
19
20
21
Cavallero de Croix to Lord Governor of Texas, Feb. 10, 1780, in Bexar Archives,
Briscoe Center for American History, The University of Texas at Austin.
Peter Alan Stern, “Social Marginality and Acculturation on the Northern Frontier
of New Spain,” Ph.D., University of California, Berkeley, 1984, p. 117.
Véase Stern, “Social Marginality,” capítulo 4.
333
Norwood Andrews
dominar, pero que eran, de hecho, las regiones compartidas y, hasta
cierto punto, las sociedades compartidas. ¿Cómo el uso de trabajadores forzados, no sólo como constructores de fortificaciones, sino como
agentes de la autoridad imperial, determina la naturaleza de esa autoridad como fue experimentada por otros súbditos reticentes?. ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo para una sociedad postcolonial,
como las de las antiguas provincias del norte de la Nueva España, que
se caracterizaban por un número relativamente alto de integración de
los descendientes de tanto los colonos imperiales como los pueblos indígenas?. Los historiadores de las prisiones y de los métodos disciplinarios en diversas partes del mundo están creando ingeniosas historias
globales de la reclusión penal y del trabajo de los convictos, lo que en
ambos casos busca un punto de vista por encima de los límites de determinados ámbitos geográficos de la historia e investiga una perspectiva de los patrones y las causas comunes que operaban a lo largo de estas
fronteras22. Si las historias fronterizas han producido una contribución
especial a estas nuevas líneas de investigación, bien podría tratarse de
la importancia de los ejércitos y del servicio militar como un ejemplo,
todavía en gran parte desconocido, de la utilización social del trabajo
de los convictos.
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La expansión comanche
en la frontera norte de Nueva España
durante el siglo XVIII
Joaquín Rivaya Martínez1
La frontera norte de Nueva España
A mediados del siglo XVIII las provincias de Nuevo México y
Texas constituían la frontera más septentrional de Nueva España. En
ambos casos los españoles controlaban de facto un territorio mucho
más reducido del que ocupan los correspondientes estados en la actualidad, así como del reclamado por las autoridades de la corona.2
En Nuevo México los españoles se habían establecido fundamentalmente a lo largo del curso alto del Río Grande, aprovechando la fertilidad de los valles y, especialmente, la presencia de los indios pueblos.
Estos agricultores sedentarios eran culturalmente diversos y estaban organizados en asentamientos políticamente independientes, todo lo cual
1
2
Texas State University.
Sobre la frontera norte de Nueva España véanse las magistrales síntesis de DAVID
J. WEBER, The Spanish Frontier in North America (New Haven: Yale University
Press, 1992), y JOHN L. KESSELL, Spain in the Southwest: A Narrative History
of Colonial New Mexico, Arizona, Texas, and California (Norman: University of
Oklahoma Press, 2002), así como ALFREDO JIMÉNEZ NÚÑEZ, El Gran Norte de
México. Una frontera imperial en la Nueva España (1540-1820) (Madrid: Editorial
Tebar, 2006).
339
Joaquín Rivaya Martínez
los hacía parecer más susceptibles de conversión y explotación que los
nómadas chichimecas con quienes los españoles se habían topado por
todo el norte de Nueva España. Sin embargo, tras la conquista de la
provincia por Juan de Oñate en 1598 y el consiguiente reparto de encomiendas, una mortalidad sin precedentes debida fundamentalmente a
las epidemias, las sequías y las crecientes incursiones de indios nómadas,
unida a la alienación causada por los frecuentes abusos e imposiciones
de encomenderos y misioneros, condujeron a la rebelión de los indios
pueblos en 1680, quienes expulsaron temporalmente a los españoles
de sus tierras hasta que Nuevo México fue reconquistado por Diego de
Vargas entre 1692 y 1693. Un nuevo intento de rebelión de los pueblos
en 1696 resultó en fracaso. Tras la reconquista, las autoridades españolas
se tomaron más en serio la protección de los súbditos indígenas de la corona, adoptando una actitud menos explotadora y más indulgente con
las prácticas tradicionales de los pueblos. Durante la primera mitad del
siglo XVIII la convivencia pacífica entre hispanos y pueblos hizo posible
el mantenimiento de esta remota provincia, pese a su aislamiento y a la
constante amenaza de los numerosos grupos de nómadas gentiles que
la rodeaban.3
En Texas, por otra parte, los primeros intentos colonizadores se
limitaron al establecimiento de una serie de misiones entre los indios
cados a partir de 1690, ante el temor de que los franceses de Luisiana
avanzasen sobre Nueva España. Los cados eran también agricultores
sedentarios, pero en este caso culturalmente homogéneos y organizados políticamente en una serie de poderosos cacicatos. El fracaso de los
intentos evangelizadores entre los cados fue tal que la región fue aban3
340
Sobre sobre el Nuevo México virreinal véanse: ROSS FRANK, From Settler to Citizen: New Mexican Economic Development and the Creation of Vecino Society, 17501820 (Berkeley: University of California Press, 2000); CHARLES L. KENNER, History of New Mexican-Plains Indian Relations (Norman: University of Oklahoma
Press, 1969); JOHN L. KESSELL, Kiva, Cross and Crown: The Pecos Indians and
New Mexico 1540-1840 (Washington: National Park Service, 1979); FRAY ANGÉLICO CHÁVEZ, My Penitente Land: Reflections on Spanish New Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1974).
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
donada temporalmente. En 1718 Martín de Alarcón fundó el presidio
de San Antonio de Béxar y la misión de S. Antonio Valero, en la ruta
que unía el territorio cado con el presidio de San Juan Bautista de Río
Grande, en Coahuila. Con el tiempo Béxar se convirtió en la capital y
centro neurálgico de la provincia en torno al cual se concentraba el núcleo principal de población hispana y de indios neófitos.4
Tanto Nuevo México como Texas eran provincias de escasa población dispersa en asentamientos y misiones relativamente vulnerables
a las incursiones de los llamados ¨bárbaros¨, es decir, indios independientes no evangelizados ni hispanizados. La corona las mantuvo fundamentalmente como barrera para proteger las ricas minas de plata situadas más al sur ante una hipotética invasión de alguna potencia rival,
y, en menor medida, para continuar la tarea evangelizadora y conservar
su propio prestigio. El crecimiento demográfico de Nuevo México y
Texas fue lento, reflejo de una reducción paulatina de la población indígena evangelizada, fundamentalmente debido a las epidemias llegadas
del viejo continente. Además de gérmenes y explotación, los españoles
también llevaron a América elementos aparentemente menos nocivos,
incluyendo diversas especies de plantas cultivables y de ganado. Una de
estas especies, el caballo, transformaría profundamente el universo de
toda una serie de sociedades indígenas situadas en ocasiones a miles de
kilómetros de Nueva España, influyendo decisivamente en la génesis de
un nuevo grupo, los comanches.
La revolución ecuestre
Los comanches y otros indios pronto descubrieron que el caballo
se adaptaba admirablemente al ecosistema de las Grandes Llanuras de
Norteamérica, una inmensa pradera que se extiende al este de las Mon4
Sobre la provincia española de Texas véanse: DONALD E. CHIPMAN, Spanish
Texas, 1519-1821 (Austin: University of Texas Press, 1992); JACK JACKSON, Los
Mesteños: Spanish Ranching in Texas (College Station: Texas A&M University Press,
1986); JESÚS F. DE LA TEJA, San Antonio de Béxar: A Community on New Spain’s
Northern Frontier (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1995).
341
Joaquín Rivaya Martínez
tañas Rocosas desde el centro de Canadá hasta el oeste de Texas, por la
que vagaban millones de bisontes, antílopes y otros ungulados. El caballo puede sobrevivir sin ayuda los dramáticos cambios climáticos que se
producen en la región, a excepción de los rigores extremos del invierno.
Durante esta estación, cuando la hierba ofrecía menor valor nutritivo y
podía permanecer sepultada bajo la nieve durante semanas, los caballos
podían alimentarse con corteza de álamo y de otros árboles que crecían
en valles fluviales y cañones.
Además el caballo proporcionaba ventajas significativas a sus
dueños: mayor capacidad de carga que el perro, único animal doméstico que poseían los indios de las Llanuras, lo que permitía una mayor
acumulación de riqueza; y mayor movilidad y velocidad en los desplazamientos, permitiendo a grupos enteros trasladarse largas distancias
para practicar la caza, el comercio o la guerra, así como eludir enemigos
y epidemias con más facilidad. Herramientas y técnicas ecuestres hispanas fueron rápidamente incorporadas al bagaje cultural de los pueblos
indígenas. Tampoco debemos olvidar que el caballo doméstico proporcionaba una fuente más fiable de carne que cualquiera de los herbívoros
salvajes que poblaban las Llanuras.
No es de extrañar que el caballo, un bien mueble, se convirtiese
en la forma más valiosa de propiedad individual y principal artículo de
comercio, sirviendo como moneda en todo tipo de transacciones. Dado
su valor intrínseco, el caballo se convirtió en un índice de la riqueza y el
estatus de su dueño. De esta forma, individuos con aspiraciones políticas podían acumular prestigio y poder mediante donaciones generosas
de caballos entre su séquito. Por todo ello, los caballos se convirtieron
también en el principal objetivo de las incursiones.
Así, la introducción del caballo causó una verdadera revolución
entre los indios de las Grandes Llanuras y zonas limítrofes, provocando
cambios en los patrones de subsistencia y la economía política de todos
ellos. Grupos de cazadores-recolectores pedestres, como los sioux o los
comanches, se volvieron ecuestres. Pero incluso algunos horticultores
sedentarios se transformaron en cazadores nómadas. Así ocurrió con
342
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
los cheyenes, arápajos, crows y muchos otros. Una vez montados, todos
estos grupos comenzaron a vagar por las Llanuras recorriendo distancias mucho más largas en pos del deseado bisonte y del no menos codiciado caballo, que obtenían a menudo por medio del robo, lo que produjo enfrentamientos más frecuentes y la consiguiente militarización de
estas sociedades. Por último, el caballo también transformó los patrones
de asentamiento de los nómadas, quienes se vieron obligados a establecer campamentos más pequeños (y por lo tanto más vulnerables) y a
desplazarse más a menudo cuanto mayor era su caballada, al consumir
los équidos rápidamente el pasto y el agua de los alrededores.5
Los comanches
El pueblo comanche surgió en buena medida como resultado de
todos estos procesos. A mediados del siglo XVIII, los españoles llamaban comanches o ¨cumanches¨ a una serie de grupos indígenas de las
Grandes Llanuras políticamente autónomos pero que compartían la
lengua shoshone, el parentesco bilateral y una cultura material similar
a la de otros nómadas de la región (incluyendo la habitación en tipis, la
dependencia del bisonte, al que cazaban con arco y flecha, etc.). Es decir,
constituían una nación en el sentido étnico, pero se organizaban en una
5
Sobre la influencia del caballo en las culturas de las Grandes Llanuras, la obra
clásica es: CLARK WISSLER, “The Influence of the Horse on the Development of
Plains Culture,” American Anthropologist 16, no. 1 (1914). Véanse también: FRANCIS HAINES, “The Northward Spread of Horses among the Plains Indians,” American Anthropologist 40 (1938); PRESTON HOLDER, The Hoe and the Horse on the
Plains: A Study of Cultural Development among North American Indians (Lincoln
and London: University of Nebraska Press, 1970); LOIS L. NELSEN SCHMIDLIN,
“The Role of the Horse in the Life of the Comanche,” Journal of the West 13, no. 1
(1974); JAMES E. SHEROW, “Workings of the Geodialectic: High Plains Indians
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Fall of Plains Indian Horse Cultures,” Journal of American History 90, no. 3 (2003);
DAN FLORES, “Bringing Home All the Pretty Horses: The Horse Trade and the
Early American West, 1775-1825,” Montana 58, no. 2 (2008).
343
Joaquín Rivaya Martínez
serie de parcialidades o divisiones independientes, integradas a su vez
por rancherías autónomas.
Los comanches eran nómadas ecuestres que subsistían de la caza
de bisonte y otros grandes ungulados y de la recolección de frutos y
plantas silvestres. También eran ávidos comerciantes de caballos, cautivos, pieles y otros productos, y su propensión a la rapiña era ya legendaria en la frontera. Su riqueza en caballos era tal, que hay quien los ha
llegado a considerar un pueblo de ¨pastores¨. El trabajo se repartía de
manera desigual, en virtud de la edad y el sexo de cada individuo, siendo las mujeres responsables principalmente de la recolección y de toda
clase de tareas domésticas, mientras que los hombres se encargaban de
la caza y de la guerra.
Su entera existencia giraba en torno al caballo y el bisonte. Este
herbívoro les proporcionaba alimento, abrigo, vivienda, herramientas,
artículos comerciales, etc. La dependencia del bisonte era tal que las oscilaciones en la población y los movimientos de este animal condicionaban
la ubicación, el tamaño y la duración de los campamentos comanches,
los cuales se desplazaban a menudo en persecución del bisonte conforme
a un patrón de migraciones estacionales no siempre predecibles.
Al contrario de lo que algunos han afirmado, los comanches no
constituían una sociedad igualitaria. Antes bien, las constantes tensiones
con otros grupos indígenas y la dimensión depredadora de su economía
conformaron una sociedad de rangos profundamente androcéntrica y
caracterizada por un etos marcial que impregnaba en buena medida las
relaciones interpersonales dentro y fuera del grupo.6
6
344
Este breve esbozo de la sociedad comanche del XVIII se basa tanto en fuentes
históricas como etnográficas: DOMINGO CABELLO, Respuestas... sobre varias circunstancias de los indios Cumanches Orientales, Béxar, abril 30, 1786, Bexar Archives 17: 417-419; THOMAS W. KAVANAGH, “Comanche,” in Handbook of North
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La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
La expansión comanche, 1700-1770
Hacia 1750, los comanches controlaban un vasto territorio que
se extendía aproximadamente desde el río Platte hasta el Canadian. Los
comanches procedían sin embargo de latitudes más septentrionales. A
partir de finales del siglo XVII, una serie de grupos de habla shoshone
abandonaron el actual estado de Wyoming dirigiéndose hacia el centro y
el sur de las Grandes Llanuras. Fue ésta una emigración gradual que tuvo
lugar a lo largo de varias generaciones. Diferentes grupos alcanzaron el
sur de las Grandes Llanuras en diferentes momentos, ampliando poco a
poco su territorio que también fue desplazándose paulatinamente hacia el sur. Las fuentes más antiguas en lengua francesa o inglesa suelen
referirse a estos indios como ¨serpientes¨, la misma denominación que
recibían los shoshones que permanecieron más al norte, mientras que los
españoles de Nuevo México los denominaron inicialmente ¨cumanchis¨,
confiriendo al territorio que habitaban la designación de Comanchería.7
Al desplazarse hacia el sur de las Grandes Llanuras, los comanches se aproximaban a la frontera norte de Nueva España, de donde
procedían los codiciados caballos y buena parte de las manufacturas que
circulaban por la región. La tradición oral de comanches y shoshones
orientales sugiere que las epidemias también jugaron un papel impor-
7
sobre los comanches orientales], San Antonio de Béxar, noviembre 15, 1785, Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra (en adelante AGS-SG), 7031, 9, 2.
GARY C. ANDERSON, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethogenesis and Reinvention (Norman: University of Oklahoma Press, 1999), 204-05; PEKKA HÄMÄLÄINEN, The Comanche Empire (New Haven and London: Yale University Press,
2008), 18-20, 28, 346, 73 n.22; ELIZABETH A. H. JOHN, Storms Brewed in Other
Men’s Worlds: The Confrontation of Indians, Spanish, and French in the Southwest,
1540-1795, 1996 ed. (Norman and London: University of Oklahoma Press, 1975),
215-17, 56-57, 67, 75, 79, 306-07; THOMAS W. KAVANAGH, Comanche Political
History: An Ethnohistorical Perspective, 1706-1875 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1996; reprint, 1999), 3-7, 126-27; KAVANAGH, “Comanche”, 886, 902-04;
RUPERT N. RICHARDSON, The Comanche Barrier to South Plains Settlement: A
Century and a Half of Savage Resistance to the Advancing White Frontier (Glendale,
California: Arthur H. Clark Co., 1933), 1-2, 17, 21.
345
Joaquín Rivaya Martínez
tante en la separación de ambos grupos. Otros factores que seguramente
atrajeron a los comanches a latitudes más meridionales son el clima más
benigno y la abundancia de bisontes en el invierno. Los comanches terminarían por abandonar la región al norte del río Arkansas a comienzos
del siglo XIX ante la presión de otros grupos indígenas. Con su avance,
los comanches también desplazaron a otros grupos, especialmente a los
apaches llamados ¨orientales” (grupos de lengua atapasca que habitaban al este y el nordeste del curso alto del Río Grande), con quienes
competían por los recursos naturales de las llanuras, los caballos y el
control del comercio regional.8
Las primeras noticias de comanches se refieren a sus incursiones,
acompañados a menudo por aliados yutas (en inglés “Utes”), contra
diversos grupos de apaches que vivían al nordeste de Nuevo México.
Partidas de guerreros comanches asaltaban por sorpresa los poblados
apaches matando a los varones, pero capturando a menudo a mujeres
y niños. Los primeros contactos conocidos entre comanches e hispanos
fueron también hostiles. Mencionados en Nuevo México desde 1706 y
en Texas desde 1743, sus relaciones con los habitantes de estas provincias vinieron marcadas por las incursiones comanches de saqueo, fundamentalmente para robar caballos. Las primeras irrupciones en Nuevo
México ocurrieron en el norte de la provincia en la década de 1710,
siendo frecuentes las treguas temporales para comerciar a partir de la
década de 1720, especialmente en el pueblo indígena de Taos. Los primeros períodos de paz duradera con los comanches en dicha provincia
no llegarían hasta los dos ejercicios del gobernador Tomás Vélez Ca8
346
Sobre la rivalidad entre comanches y apaches de las llanuras, véanse: ANDERSON,
Indian Southwest, 204-15; JULIANA BARR, Peace Came in the Form of a Woman:
Indians and Spaniards in the Texas Borderlands (Chapel Hill: University of North
Carolina Press, 2007), 181, 207-09, 24, 39-42, 72, 79; HÄMÄLÄINEN, Comanche
Empire, 61, 64, 66, 75, 90, 101; JOHN, Storms, 223, 29-30, 43-45, 65-66, 75, 96, 318,
59-60, 62, 460, 65-66, 85, 551; KAVANAGH, Comanche History, 63-79; JOAQUÍN
RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica en la frontera norte de Nueva España. Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica,” Nuevo Mundo, Mundos Nuevos
(2011), http://nuevomundo.revues.org/62228.
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
chupín, entre 1749-1754 y 1761-1767 respectivamente, tras la desintegración de su alianza con los yutas. La piedra angular de las relaciones
pacíficas entre comanches y novomexicanos era el comercio.9
Los indios comanches probablemente se dieron a conocer en la
provincia española de Nuevo México en torno al año 1700. El 15 de julio
de 1706 varios líderes de los indios Taos informaron al sargento mayor
Juan de Ulibarri de que los indios yutas y comanches planeaban atacar
su pueblo de forma inminente. Si bien parece que dicho ataque no llegó
a materializarse, se trata de la primera mención de comanches aparecida
en el registro documental hasta la fecha. El 27 del mismo mes, en un
lugar indeterminado de las Grandes Llanuras próximo a un río al que
los españoles denominaban de San Blas, un grupo de líderes apaches,
incluido un individuo llamado El Coxo, hicieron saber a Ulibarri que
yutas y comanches habían atacado recientemente una ranchería de los
(¿apaches?) Carlana y Sierra Blanca, y otra de los (¿apaches?) Penxayes.10
Ese mismo año, en un informe a sus superiores, el gobernador de Nuevo México, Francisco Cuervo y Valdés, se refería a yutas y comanches
como los grupos indígenas hostiles situados al norte de la provincia a su
cargo.11 Como señala el etnohistoriador estadounidense Thomas Kavanagh, el hecho de que ninguno de los españoles mencionados parezca
haber reaccionado con sorpresa ante la presencia de comanches tan cerca de Nuevo México sugiere que éstos eran ya conocidos en la provincia
con anterioridad.12
9
10
11
12
ANDERSON, Indian Southwest, 205-12, ; HÄMÄLÄINEN, Comanche Empire,
1-71; JOHN, Storms, 226-57, 304-35; KAVANAGH, Comanche History, 121-23, 2631; RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica”.
JUAN DE ULIBARRI, Diario y derrotero que hizo el sargento mayor Juan de Ulibarri
de la jornada que ejecutó de orden del señor gobernador y capitán general de este reino
don Francisco Cuervo y Valdés, Santa Fe, September 2, 1706, AGN-PI, Tomo 36,
Expediente 4, folios 131-140.
CHARLES W. HACKETT, ED., Historical Documents Relating to New Mexico, Nueva Vizcaya, and Approaches Thereto, to 1773, 3 vols. (Washington: Carnegie Institution, 1937), vol. 3, 382.
THOMAS W. KAVANAGH, Comanche Political History: An Ethnohistorical Perspective, 1706-1875 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1996; reprint, 1999), 63.
347
Joaquín Rivaya Martínez
Durante el verano de 1716, yutas y comanches llevaron a cabo
una serie de robos de caballada en las jurisdicciones nuevomexicanas
de Santa Cruz, la Cañada, Santa Clara y Taos. Otros indios forasteros
fueron observados en varios puntos de la provincia, lo que hizo temer
se tratase de espías de un grupo presuntamente hostil. El 14 de octubre,
las autoridades españolas reunidas en junta de guerra en Santa Fe decidieron atacarlos. Poco después, un contingente mixto de soldados presidiales, milicianos, e indios teguas (Tewas) auxiliares comandado por el
capitán Cristóbal de la Serna asaltó una ranchería de comanches y yutas
en el Cerro de San Antonio, unas cien leguas al noroeste de Santa Fe. Algunos de los cautivos apresados en el ataque fueron vendidos como esclavos en la provincia de Nueva Vizcaya. Al conocerse que el gobernador
Félix Martínez en persona se había beneficiado de la venta, se le ordenó
a éste que recobrase los prisioneros. Sin embargo, para entonces muchos
habían fallecido de viruela, mientras que otros habían sido bautizados,
de modo que, ante el riesgo de que apostatasen, nunca fueron devueltos
con los suyos.13
En septiembre de 1719, tras una sucesión de ataques en la provincia atribuidos a yutas y comanches, el gobernador Antonio Valverde
y Cossío llevó a cabo una nueva expedición punitiva. Si bien los expedicionarios descubrieron esta vez los restos de dos rancherías, de unos
60 y 100 hogares respectivamente, cerca de la actual ciudad de Pueblo,
en Colorado, nunca llegaron a entrar en combate. Lo que sí pudieron
constatar es que los apaches situados al nordeste de Nuevo México vivían bajo la amenaza constante de las incursiones de comanches y yutas.
Dichos apaches también informaron a Valverde de una supuesta alianza
entre los franceses y una serie de grupos indígenas que vivían aún más al
nordeste, incluidos los Pananas (Pawnees), Cánceres (Kansas) y Jumanes
(Taovayas).14
13
14
348
FÉLIX MARTÍNEZ y MIGUEL TENORIO DE ALBA, [Junta de guerra], Santa Fe,
octubre 14, 1716, Spanish Archives of New Mexico (en adelante SANM), II, 5: 632638; KAVANAGH, Comanche History, 63-64.
ANTONIO VALVERDE COSSÍO, [Carta al Marqués de Valero], Santa Fe, noviembre 30, 1719, (AGN-PI), 183: 324-329v.
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
El trueque entre nómadas y sedentarios era práctica común en
Nuevo México ya en época prehispánica. Los nómadas suministraban
a los indios pueblos fundamentalmente pieles, derivados del bisonte y
cautivos, a cambio de productos agrícolas, ropas de algodón, cerámica y otros productos. Este rescate o cambalache (trueque) alcanzó gran
importancia en época virreinal con la entrada en circulación del ganado y las manufacturas europeas. Las autoridades españolas intentan
regularlo, estableciendo ferias anuales en Taos, Pecos, Abiquiú y otros
lugares, y supervisando las transacciones personalmente para evitar los
abusos. En este comercio participaban todos los sectores de la población novomexicana: vecinos, indios pueblos, autoridades y misioneros.
El rescate llegó a convertirse en la base del tráfico interno de la provincia, así como del comercio de larga distancia con Chihuahua y Sonora. El rescate de cautivos no sólo cristianos sino también paganos fue
permitido bajo el criterio de que así se salvaban las vidas y las almas de
los rescatados, a cambio de una servidumbre temporal y supuestamente
remunerada que debía durar sólo unos años durante los cuales los criados compensarían a sus amos con su trabajo. Los abusos, sin embargo,
fueron frecuentes. Estos indios de rescate y sus descendientes, conocidos en la provincia como genízaros, quedaban así desvinculados de su
etnia ancestral, siendo teóricamente cristianizados e hispanizados por
sus rescatadores y amos. Con el tiempo, la población de genízaros creció
exponencialmente y una serie de comunidades de criados emancipados
y sus descendientes fueron estableciéndose en los límites de la provincia,
sirviendo como barrera ante las invasiones de los nómadas.15
15
Sobre los genízaros de Nuevo México, véase: DORIS SWANN AVERY, “Into the
Den of Evils: The Genízaros in Colonial New Mexico” (M.A. Thesis, The Unviersity of Montana, 2008); FRAY ANGÉLIOCO CHÁVEZ, “Genizaros,” en Handbook
of North American Indians, ed. William C. Sturtevant, Handbook of North American Indians (Washington: Smithsonian Institution, 1979); MALCOLM EBRIGHT,
“Advocates for the Oppressed: Indians, Genizaros and their Spanish Advocates in
New Mexico, 1700-1786,” New Mexico Historical Review 71, no. 4 (1996); RUSSELL M. MAGNAGHI, “Plains Indians in New Mexico: The Genizaro Experience,”
Great Plains Quaterly 10, no. 2 (1990); JAMES F. BROOKS, Captives and Cousins:
349
Joaquín Rivaya Martínez
Desde su primera mención en Texas en 1743, los comanches aparecen como enemigos acérrimos de los apaches lipanes, contra quienes
lanzaban campañas constantemente. En un principio, los asentamientos
españoles no sufrieron más que alguna que otra incursión esporádica
para robar caballos. Sin embargo, los intentos españoles por convertir
a los lipanes condujeron a una alianza entre comanches y norteños (un
conjunto de grupos indígenas culturalmente diversos que vivían al norte
de la provincia), y a un enfrentamiento frontal entre éstos y los españoles.
La nueva estrategia comanche salió a la luz con la destrucción de la Misión de San Sabá en 1758, a la que sucedió un ataque al presidio San Luis
de las Amarillas en 1759. Una expedición con carácter punitivo liderada
por Diego Ortiz Parrilla en 1759 terminó en fracaso. Sin embargo, en
1762, un grupo de líderes comanches acordaron con Fray José Calahorra
y Sáenz no atacar a los apaches de misión. Diez años más tarde, gracias
a la mediación del Athanase de Mézières, se alcanzaba la primera paz
formal con los comanches representados por el jefe Povea. Sin embargo,
las incursiones comanches en Texas continuarían casi sin remisión hasta
1785.16
Para entender el porqué de esas incursiones conviene tener en
cuenta la importancia de la guerra en la sociedad comanche. Los Comanches distinguían las incursiones de saqueo para obtener botín (fundamentalmente caballos y otro ganado, pero también cautivos, ropa,
armas y otros objetos) de las campañas militares organizadas expresamente para vengar la muerte de un pariente a manos de algún enemigo. La expectativa cultural era que los vengadores regresarían con la
16
350
Slavery, Kinship, and Community in the Southwest Bordelands (Chapel Hill and
London: The University of North Carolina Press, 2002), 53, 71, 121-42, 98-206.
El mejor y más exhaustivo resumen de estos procesos continúa siendo: ELIZABETH A. H. JOHN, Storms Brewed in Other Men’s Worlds: The Confrontation of
Indians, Spanish, and French in the Southwest, 1540-1795, 1996 ed. (Norman and
London: University of Oklahoma Press, 1975). Véanse también: JULIANA BARR,
Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands
(Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2007); PEKKA HÄMÄLÄINEN,
The Comanche Empire (New Haven and London: Yale University Press, 2008); KAVANAGH, Comanche History.
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
cabellera de un individuo perteneciente al grupo de los agresores. De
esta forma una incursión a cargo de unos cuantos jóvenes con el único
objetivo de robar unos caballos podía convertirse a largo plazo en una
auténtica campaña militar masiva, generando a menudo un ciclo vicioso de vendettas mutuas con otros grupos indígenas. Además, los caballos
y la existencia de un mercado fiable para cautivos en Nuevo México,
proporcionaban alicientes adicionales a los guerreros.
Pero es que la guerra era además la principal fuente de estatus y
poder para los varones. Las hazañas militares entrañaban gran prestigio
y eran interpretadas como el resultado de la capacidad del guerrero para
manipular el poder sobrenatural (puha). Por otra parte, la generosidad
en la redistribución del botín solía acarrear el apoyo político de los beneficiarios. De hecho, todo líder (paraibo) debía ser antes un héroe (tekwuniwapi).
Sin embargo, la enemistad latente entre los comanches y otros
grupos indígenas tenía también importantes causas materiales. Comanches, apaches y otros grupos de las Grandes Llanuras rivalizaban por los
recursos naturales de la región, fundamentalmente el bisonte y otra caza
mayor, y los lugares de acampada más favorables, aquéllos que ofrecían
pasto, agua y árboles en abundancia. Los valles de los ríos de menor
elevación que la llanura circundante eran particularmente codiciados
en invierno para eludir los gélidos vientos que en ocasiones barren la
región y acceder a las hierbas que conservan un mayor valor nutritivo
en esa época del año.
Esa tensión latente se vio agudizada con la introducción del caballo, que como ya vimos se convirtió en el principal objeto de saqueo
y comercio, y otorgaba mayor movilidad y un campo de acción más
amplio a cazadores y guerreros. Además, a medida que nuevos grupos se
iban haciendo ecuestres y pasaban más tiempo en las Llanuras, algunos
de los recursos naturales de la región se fueron haciendo más escasos.
Los mismos caballos escaseaban crónicamente debido a la alta mortalidad que causaban las condiciones climáticas extremas. Por otra parte,
el tráfico de manufacturas europeas generó una gran competición por
351
Joaquín Rivaya Martínez
las armas de fuego, los instrumentos metálicos, y otros productos, así
como el acceso desigual de los distintos grupos indígenas a las armas
de fuego y la munición. La elevada mortalidad causada por la guerra
crónica se vio multiplicada por las epidemias, generando una gran demanda de mano de obra, lo que explica la captura masiva de mujeres
y niños enemigos, quienes eran a veces esclavizados y utilizados como
pastores, procesadores de pieles, concubinas, etc., siendo también a menudo incorporados al grupo de sus captores por medio de la adopción,
el matrimonio o la cooptación.
En ese contexto de violencia crónica, los comanches se convirtieron en el pueblo hegemónico del centro y sur de las Grandes Llanuras. Ello fue posible gracias a una población numerosa que crecía con
la afluencia de nuevas oleadas de shoshone-parlantes del noroeste, así
como con la masiva incorporación de cautivos, favorecida por el carácter exógamo de las bandas comanches y la extendida práctica de la
poliginia. Al mismo tiempo, los comanches pronto se convirtieron en el
pueblo más rico en caballos, lo que les otorgaba una importante ventaja
comercial y favorecía su asombrosa movilidad. Sin embargo, al igual que
los comanches obtenían la mayor parte de sus équidos a través del robo,
sus grandes caballadas constituían un suculento atractivo para los merodeadores de grupos rivales. Si bien sus numerosos guerreros y caballos
constituyeron la clave de su poderío militar, los comanches también se
beneficiaron de una situación estratégica privilegiada dada su proximidad a la principal fuente de caballos, Nueva España, su acceso directo a
los mercados y mercancías españoles en Nuevo México (y, desde 1785,
en Texas), así como a las mercancías y mercados de Luisisana a los que
accedían a través de comerciantes francoparlantes que se adentraban en
las Llanuras remontando los ríos Red y Arkansas, o bien a través de intermediarios de habla güichita (especialmente taovayas). Por último, los
comanches también demostraron gran habilidad diplomática tejiendo
un sistema cambiante de alianzas del que formaron parte sucesivamente
los indios yutas (c. 1705 - c. 1740), taovayas (desde c. 1740), y demás
norteños (desde c. 1755), así como los españoles de Texas (1785 - c.
1810) y Nuevo México (desde 1786). Sólo la combinación de todos estos
352
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
factores hizo posible la expansión sin precedentes de los comanches, la
cual se produjo a costa de otros grupos indígenas, fundamentalmente
los apaches de las llanuras.
La hegemonía comanche tuvo una importante dimensión comercial. Los comanches no sólo se convirtieron en los principales traficantes
de caballos de las Llanuras, sino que también vendían pieles, productos derivados del bisonte, cautivos, sal y otros productos a cambio de
maíz, piloncillo (barras de azúcar moreno), pinole (un tipo de harina
de maíz mezclada con hierbas y semillas molidas) y otros alimentos,
así como cuchillos, ropa, armas de fuego, munición, cuentas de vidrio
y otras manufacturas. A medida que los comanches fueron expulsando
a los apaches del territorio del bisonte, éstos intensificaron sus propias
hostilidades contra los asentamientos novohispanos.17
Crisis en la Comanchería, 1770-1785
A partir de 1770, una sucesión de acontecimientos preparó el terreno para el establecimiento de una alianza hispano-comanche. Una
prolongada sequía en las llanuras meridionales acarreó una de las peores
fases de violencia comanche en la frontera a partir de 1772. En agosto
de 1779, una fuerza de ochocientos hombres que incluía soldados “presidiales”, milicianos, indios yutas y apaches jicarillas liderada por el gobernador de Nuevo México, Juan Bautista de Anza, asaltó una ranchería
comanche de más de ciento veinte tiendas al norte del río Arkansas. Era
17
Sobre los diferentes procesos que contribuyeron a forjar la hegemonía comanche,
véanse: HÄMÄLÄINEN, Comanche Empire, 18-106; NED BLACKHAWK, “The Displacement of Violence: Ute Diplomacy and the Making of New Mexico’s EighteenthCentury Northern Borderlands,” Ethnohistory 54, no. 4 (2007); JOHN, Storms; KAVANAGH, Comanche History, 63-154; ALFRED B. THOMAS, ed., After Coronado:
Spanish Exploration Northeast of New Mexico, 1696-1727 (Norman: University of
Oklahoma Press, 1935), 1-49; ALFRED B. THOMAS, ed., The Plains Indians and
New Mexico, 1751-1778: A Collection of Documents Illustrative of the History of the
Eastern Frontier of New Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press,
1940), 1-59; GARY C. ANDERSON, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethogenesis
and Reinvention (Norman: University of Oklahoma Press, 1999), 105-27.
353
Joaquín Rivaya Martínez
la primera ocasión en que los españoles atacaban a los comanches tan al
norte. De regreso a Nuevo México, el contingente de Anza se topó con
una partida de más de cuarenta comanches que volvía de incursionar allí.
Este encuentro costó a los comanches otros diecisiete muertos, incluidos
su belicoso líder Cuerno Verde, considerado el principal instigador de las
incursiones, su hijo primogénito y otros cuatro líderes.18
Entre 1780 y 1781, una mortífera pandemia de viruela se extendió por Norteamérica. El hecho de que sea el primer estallido de dicha
enfermedad documentado entre los comanches sugiere que se trató del
primer episodio de la misma, o al menos del primero en mucho tiempo. En cualquier caso, la epidemia debió de ser terriblemente virulenta
entre los comanches al tratarse de una población no inoculada, hasta el
punto que en 1785 los orientales afirmaron haber perdido dos tercios de
su población durante dicha epidemia.19 Todos estos factores hicieron a
los comanches más vulnerables a los ataques de otros grupos indígenas,
muchos de ellos mejor pertrechados de armas de fuego que los propios
comanches.
Entre tanto, durante una ardua inspección de los presidios del
norte de Nueva España que se extendió por dos años (1766-1768), el
Marqués de Rubí comprobó la falta de recursos humanos y materiales para defender la frontera de las incursiones de los bárbaros. En su
informe final el marqués recomendaba una profunda reestructuración
de los presidios, reubicando varios de ellos para formar una única línea
de defensa más o menos paralela al río Grande, con la excepción de
los presidios avanzados de Santa Fe y Béxar. Rubí también recomendó
formar una alianza con los comanches e intensificar la guerra contra los
apaches. La mayoría de sus recomendaciones fueron reflejadas en un
18
19
354
JUAN BAUTISTA DE ANZA, Diario de la expedición... contra la nación Cumanche... septiembre 10, 1779, Archivo General de Indias - Audiencia de Guadalajara
(en adelante AGI-AG), 278.
JOAQUÍN RIVAYA-MARTÍNEZ, “Incidencia de la viruela y otras enfermedades
epidémicas en la trayectoria histórico-demográfica de los indios comanches, 17061875,” in El impacto demográfico de la viruela. De la época colonial al siglo XX, ed.
Chantal Cramaussel (Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2010), 67-68.
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
nuevo Reglamento e Instrucción de presidios aprobado en 1772. A partir
de entonces, las autoridades españolas iniciaron una exhaustiva reorganización militar y administrativa de la frontera norte de Nueva España
que culminó con la creación de la Comandancia General de las Provincias Internas en 1776. Los españoles habían sido incapaces de subyugar
o evangelizar a los apaches, y las hostilidades generalizadas de éstos y de
otros indios independientes se habían convertido en una pesadilla para
las autoridades novohispanas. En los años siguientes, para hacer frente
a los apaches, los españoles construirán un sistema de coaliciones que
llegará a incorporar a buena parte de los indios bárbaros de la frontera,
y cuya piedra angular será la alianza con los comanches.20
La alianza con los españoles, 1785-1821
Hacia 1785 los españoles distinguían cuatro divisiones principales entre los comanches. Algunas rancherías de “cuchunticas” (del comanche Kuhtsutuhka “comedores de bisonte”) vagaban normalmente
por la región situada al sur del río Arkansas y al este de la Sierra de la
Sangre de Cristo. Los “jupes” (Huupi “gente del bosque” o de “palo”)
habitaban las llanuras al norte del Arkansas y al este de la sierra de las
Montañas Rocosas conocida como Front Range. Aún más al norte vi20
ANTONIO BONILLA, [Actas de cuatro juntas de guerra], Chihuahua, octubre 4,
1778, AGS-SG, 7045, 3, 41, 51-60; LUIS NAVARRO GARCÍA, Don José de Gálvez
y la Comandancia General de las Provincias Internas del norte de Nueva España
(Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1964); NOEL M. LOOMIS and
ABRAHAM P. NASATIR, Pedro Vial and the Roads to Santa Fe (Norman: University of Oklahoma Press, 1967), 22-27; MAX L. MOORHEAD, The Apache Frontier: Jacobo Ugarte and Spanish Indian Relations in Northern New Spain, 1769-1791
(Norman: University of Oklahoma Press, 1968), 143-69; ALFRED B. THOMAS,
ed., Forgotten Frontiers: A Study of the Spanish Indian Policy of Don Juan Bautista
de Anza, Governor of New Mexico 1777-1787 (Norman: University of Oklahoma
Press, 1932), 71-83; WEBER, Spanish Frontier, 204-35; DAVID J. WEBER, Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment (New Haven: Yale
University Press, 2005), 156-59; ALFRED B. THOMAS, ed., Teodoro de Croix and
the Northern Frontier of New Spain, 1776-1783 (Norman: University of Oklahoma
Press, 1941), 1-68.
355
Joaquín Rivaya Martínez
vían los “yamparicas” (Yamparuhka “comedores de yampa”, un tubérculo de la región). Estos tres grupos residían más cerca de la provincia
de Nuevo México, siendo a veces denominados colectivamente “comanches occidentales”. Otro grupo de cuchunticas, conocidos simplemente
como “orientales”, vivían entre los ríos Rojo y Brazos, en las inmediaciones de la provincia de Texas.21
En Julio de 1785, una partida de cuchunticas apareció en el pueblo indígena de Taos, al nordeste de Nuevo México, para vender sus
mercancías y proponer la paz a los españoles. Ese mismo verano, jupes
y yamparicas se declaraban también dispuestos a establecer la paz tras la
muerte de Toroblanco, un influyente líder que los había mantenido en
pie de guerra hasta entonces.22 En septiembre del mismo año, una delegación española encabezada por el comerciante franco-hispano Pedro
(Pierre) Vial y el excautivo comanche Francisco Xavier Chávez iniciaba
negociaciones con los cuchunticas orientales con la ayuda de Guersec y
Eschas, líderes respectivamente de los taovayas y güichitas. Siguiendo el
consejo de sus dos “capitanes” principales, Camisa de Hierro y Cabeza
Rapada, los orientales se mostraron favorables a la paz. En octubre, el
gobernador de Texas, Domingo Cabello, recibía en Béxar a una delegación de los orientales con quienes establecía un tratado formal.23
21
22
23
356
BONILLA, [Actas de cuatro juntas de guerra], ; VIAL and CHÁVEZ, [Diario e
informe sobre los comanches orientales]; CABELLO, Respuestas... sobre varias circunstancias de los indios Cumanches Orientales, ; FRANCISCO XAVIER ORTIZ,
[Informe sobre la nación comanche dirigido a Juan Bautista de Anza], Santa Fe,
May 20, 1786, AGS-SG, 7031; PEDRO GARRIDO Y DURÁN, Noticia de los capitanes Comanches... [Santa Fe, julio 14, 1786], AGS-SG, 7031, 9, 37/8; PEDRO
GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo
México... Chihuahua, diciembre 21, 1786, AGS-SG, 7031, 9, 37; CARNEY SAUPITTY, SR., Interview with author, Apache, Oklahoma, July 19, 2005; KAVANAGH, Comanche History, 121-32.
JOSÉ ANTONIO RENGEL, [Carta n.116 a Gálvez sobre progresos conseguidos en la
Paz de los Cumanches], Chihuahua, diciembre 31, 1785, AGS-SG, 7031, 9, 32; AGIAG, 286.
VIAL and CHÁVEZ, [Diario e informe sobre los comanches orientales].
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
El 25 de febrero de 1786, el líder principal de los cuchunticas occidentales, a quien las fuentes identifican como Ecueracapa (“El Huérfano”), visitó a Anza en Santa Fe en representación de las tres divisiones occidentales y le propuso una serie de condiciones para un tratado.
Tres días después, durante un encuentro con varios líderes cuchunticas
occidentales en la población indígena de Pecos, Anza aceptaba oficialmente las propuestas de Ecueracapa. En la misma fecha y lugar, con la
mediación de Anza, los cuchunticas occidentales establecían la paz con
los indios yutas, también aliados de los españoles. Durante las semanas
siguientes una legión de representantes de todas las divisiones occidentales visitó Nuevo México para ratificar el tratado. Para finales de julio
así lo habían hecho veintitrés líderes que representaban a unas 8.300
personas. El 5 de octubre del mismo año, Jacobo de Ugarte y Loyola, comandante en jefe de las Provincias Internas, aprobaba también el acuerdo.24 Por último, el 21 de abril de 1787, Anza participó en una reunión
con representantes de todas las divisiones comanches en algún lugar de
la Comanchería donde el tratado fue ratificado de forma definitiva.25
En un contexto de violencia creciente en las Grandes Llanuras,
y aún bajo las secuelas de la pandemia de 1780-1781, los comanches
se aseguraron por medio de estos tratados la capacidad de atravesar
libremente las tierras de la corona mientras continuaban su ancestral
confrontación con los apaches. Además, los tratados permitieron a los
comanches monopolizar el comercio novohispano y controlar el tráfico
de manufacturas a través de las llanuras, desplazando en el proceso a sus
tradicionales rivales, los apaches. De esta forma, los líderes comanches
24
25
GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo
México... ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y...
de la paz con los comanches, apaches, y otros puntos relativos al estado de la guerra,
Arizpe, agosto 14, 1787, AGI-AG, 287; AGS, SG, 7031, 9, 41.
JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta Juan Bautista de Anza], Chihuahua, octubre 26, 1786, SANM, II, 11: 1081-1083; UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y... de la paz con los comanches, apaches, y otros puntos relativos
al estado de la guerra, ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta a Fernando de la
Concha] Arizpe, enero 23, 1788, Spanish Archives of New Mexico II, 12: 32-34.
357
Joaquín Rivaya Martínez
garantizaban a su gente un flujo constante de mercancías hispanas a la
vez que les permitía reforzar su riqueza y prestigio a través de los regalos
diplomáticos y las muestras públicas de deferencia que recibían de las
autoridades españolas. Por último, la capacidad de acampar y desplazarse libremente en las inmediaciones de los asentamientos hispanos facilitaba también el acceso de los comanches al territorio más meridional
del bisonte, en las cuencas del río Pecos y del alto Canadian, así como la
posibilidad de recibir envíos rápidos de víveres en caso de hambruna.26
De esta forma, los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786
pusieron fin a décadas de violencia entre ambos pueblos, inaugurando
un período de relaciones predominantemente amistosas del que unos y
otros se beneficiaron durante décadas. Comanches y españoles se auxiliaron mutuamente en sus campañas militares, especialmente contra sus
enemigos comunes, los apaches, ya fuera por separado o en operaciones conjuntas. A menudo, los españoles suministraron armas de fuego,
pólvora y municiones a los comanches, quienes debían devolverlas al
concluir sus expediciones. Más raramente, soldados españoles acompañaron a los comanches en sus campañas contra enemigos lejanos.27
Los comanches orientales intensificaron su guerra contra los lipanes, mientras que los occidentales incrementaron sus campañas contra
26
27
358
Sobre los tratados hispano-comanches y sus consecuencias véase: JOAQUÍN RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica en la frontera norte de Nueva España.
Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica,” Nuevo Mundo, Mundos Nuevos (2011),
http://nuevomundo.revues.org/62228.
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1785-1819 (Santa Fe: Stagecoach Press, 1967), 23; GARRIDO Y DURÁN, Relación
de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo México... ; JACOBO UGARTE Y
LOYOLA, [Carta al Marqués de Sonora], Chihuahua, diciembre 21, 1786, AGI-AG,
287; UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y... de la paz con los
comanches, apaches, y otros puntos relativos al estado de la guerra, ; JUAN DE DIOS
PEÑA, Diario y derrotero... en esta campaña... de auxiliar a los Comanches contra la
nación de los Pananas... Santa Fe, agosto 8, 1790, Spanish Archives of New Mexico
II, 12: 262-265.
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
los faraones, y comenzaron a atacar a otros apaches que vivían más al
sur y al oeste.28 Amenazados al mismo tiempo por españoles y comanches, algunos apaches optaron por establecer sus propios tratados con
los españoles, llegando algunos a establecerse de forma sedentaria en las
inmediaciones de algunos presidios.29 Para 1800 los comanches habían
conseguido empujar a los apaches a la periferia de las llanuras.30
El mantenimiento de la alianza se basó en la buena voluntad y la
flexibilidad de ambas partes.31 Partidas de comanches continuaron visitando Nuevo México y Texas con expectativas de protección, comercio,
hospitalidad y munificencia que las autoridades españolas satisficieron
en la medida de sus posibilidades. Los españoles continuaron proveyendo a los comanches de artículos comerciales y regalos. Los líderes
de ambos pueblos contribuyeron a esclarecer quejas y a sancionar a
quienes cometían crímenes contra sus aliados. Las autoridades españolas sólo autorizaron el uso de la fuerza contra los comanches de forma
esporádica, y únicamente para castigar a aquéllos responsables de específicos actos de agresión.32 También intentaron aplacar a los comanches
28
29
30
31
32
GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo
México... ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta n.130 a Manuel Antonio Flores],
Janos, marzo 13, 1788, AGN-PI, 65: 507-508v; FERNANDO DE CONCHA, [Carta
n.147 a Jacobo Ugarte y Loyola], Santa Fe, noviembre 20, 1789, AGN-PI, 191: 201201v; RAMÓN DE CASTRO, [Carta n.71 a Revillagigedo], Valle de Santa Rosa,
julio 12, 1791, AGN-PI, 224: 47-48v.
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359
Joaquín Rivaya Martínez
cuando se produjeron incidentes con otros indios aliados como sucedió, por ejemplo, cuando distribuyeron regalos entre los comanches en
1790, después de que una partida de cazadores mescaleros que viajaba
bajo escolta española atacase una ranchería comanche.33 Además, las autoridades de Nuevo México enviaron suministros de maíz a los comanches occidentales en varias ocasiones en los años posteriores al tratado.34
En julio de 1787, ante el asombro de Anza, el líder jupe Paruanarimuco solicitó ayuda a los españoles para construir “establecimientos
fijos” para su gente. Tan inusual petición fue rápidamente atendida por
las autoridades españolas, que vieron en ella una oportunidad única
para convertir a los belicosos e itinerantes jupes en un pueblo de agricultores sedentarios, sentando así un prometedor ejemplo para otros
“bárbaros” de la frontera. En unos meses, el poblado comanche de San
Carlos de los Jupes se erguía en algún lugar a orillas del Arkansas.35 En
enero de 1788, sin embargo, los jupes abandonaban San Carlos tras haber fallecido allí una de las esposas de Paruanarimuco.36
La presencia de intérpretes en las rancherías comanches agilizó
las comunicaciones entre ambos pueblos. La paz también permitió a los
españoles desplazarse con seguridad a través de la Comanchería y llevar
a cabo diversas exploraciones beneficiándose de la hospitalidad y del
conocimiento del terreno de sus anfitriones comanches.37
33
34
35
36
37
360
REVILLAGIGEDO, [Carta a Pedro de Nava], México, marzo 2, 1791, AGS-SG,
7045, 3, 42; AGS-SG, 7045, 3, 42; MOORHEAD, Apache Frontier, 168.
FERNANDO DE LA CONCHA, Relación... de los gastos ocasionados durante... 1791
en gratificar y mantener en esta villa las naciones bárbaras aliadas que concurren a
ella... Santa Fe, marzo 1, 1792, AGN-PI, 204: 337-334v.
JUAN BAUTISTA DE ANZA, [Carta a Ugarte y Loyola], Santa Fe, octubre 20, 1787,
AGN-PI, 65: 501-502; FERNANDO DE LA CONCHA, [Carta a Jacobo Ugarte y
Loyola], Santa Fe, noviembre 10, 1787, AGN-PI, 65: 51-56.
FERNANDO DE LA CONCHA, [Carta n.29 a Ugarte y Loyola], Santa Fe, junio 26,
1788, AGN-PI, 65: 511-511v.
CONCHA, Relación... de los gastos ocasionados durante... 1791 en gratificar y mantener en esta villa las naciones bárbaras aliadas que concurren a ella...
La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España
En las décadas que siguieron a los tratados, hispanos e indios bajo
dominio español establecieron una relación comercial más informal
con los comanches, ignorando en ocasiones las regulaciones y prohibiciones establecidas por las autoridades locales. En Nuevo México, la
paz y la coexistencia favorecieron las visitas a la Comanchería de un
considerable número de traficantes novomexicanos, quienes acabarían
por ser denominados “comancheros”, para comerciar con comanches y
otros indios.38 La importancia y persistencia de este tráfico fortaleció la
paz entre novomexicanos y comanches, que perduraría hasta la década
de 1870, al mismo tiempo que la presencia de ciboleros (cazadores de
bisontes) novomexicanos en la Comanchería se hacía más frecuente.
Todo ello favoreció la expansión demogfráfica, económica y territorial de Nuevo México. Nuevas poblaciones con una importante presencia
de genízaros fueron establecidas al este y nordeste de la provincia. A medida que la población aumentaba, también lo hizo le producción agropecuaria y artesanal. Además, las pieles obtenidas por comancheros y ciboleros se
convirtieron en el motor de la economía nuevomexicana, siendo el principal artículo del comercio interprovincial. De esta forma, la integración de
Nuevo México en el comercio novohispano se hizo más firme.
Por otra parte, la alianza comanche con Texas empezó a desintegrarse en la década de 1810, debido en buena medida a la incapacidad
de las autoridades españoles para satisfacer las demanda comanche de
regalos y mercancías en el contexto de la invasión napoleónica y la insurrección mexicana. Comerciantes angloamericanos con base en los
Estados Unidos comenzaron a suministrar a los comanches armas, municiones y otros artículos, ofreciendo además un emergente mercado
para los caballos comanches, a menudo robados. Así, las depredaciones comanches se extendieron paulatinamente a Coahuila, Nuevo León,
Nuevo Santander y Chihuahua.39 La mayoría de los comanches, sin em38
39
JOHN, “Nurturing the Peace”; KENNER, History.
JOHN, “Nurturing the Peace”; SIMMONS, ed., Border Comanches, 35-36; FRANK,
From Settler to Citizen; JOHN, Storms, 734; KAVANAGH, Comanche History, 177;
MOORHEAD, Apache Frontier, 169.
361
Joaquín Rivaya Martínez
bargo, se mantendría leal a la corona durante las guerras mexicanas de
independencia.
Conclusión
La intrusión hispana en el actual Suroeste de Norteamérica desencadenó cambios dramáticos entre los pueblos autóctonos del continente. Los españoles y sus aliados indígenas introdujeron mortíferos
gérmenes importados del Viejo Mundo que causaron una mortandad
sin precedentes, pero también nuevas especies animales y vegetales, así
como toda una serie de mercancías, técnicas y herramientas que pronto fueron objeto del interés de los nativos. La introducción del caballo
en particular transformó radicalmente el modo de vida de numerosas
sociedades. Muchos de los grupos indígenas de las Grandes Llanuras de
Norteamérica y zonas limítrofes se volvieron nómadas ecuestres. Sus
desplazamientos se volvieron más frecuentes y comenzaron a recorrer
mayores distancias. A la tradicional competencia por el bisonte y otros
recursos naturales se unió entonces una cada vez mayor rivalidad por
los caballos, así como por las mercancías y mercados europeos, lo que
a su vez generó una fuerte militarización de estas sociedades. En este
contexto de tensiones intertribales crecientes, el siglo XVIII contempló
el ascenso imparable de los comanches, quienes gradualmente fueron
imponiendo su hegemonía militar y económica sobre el sur de las Grandes Llanuras a expensas de otros grupos, fundamentalmente apaches.
Pese a sufrir numerosos contratiempos en torno a 1780, los comanches
lograron sobreponerse y mantener su dominio sobre la región durante
décadas (de hecho, hasta bien entrado el siglo XIX), en buena medida
gracias a la alianza hispano-comanche que se gestó con los tratados de
1785 y 1786.
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económico de la frontera sur
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siglos XVI-XVIII
José Gabriel Martínez-Serna1
En respuesta al reto emanado de la efervescencia religiosa e intelectual de la Reforma Protestante, Ignacio de Loyola fundó a mediados
del siglo XVI la Compañía de Jesús, también conocida como la Sociedad
de Jesús y más ordinariamente como la orden jesuita. Loyola tuvo la visión de aplicar a su instituto métodos de organización y administración
modernos con el fin de difundir la ortodoxia Católica entre europeos
cristianos y no cristianos de las Indias Orientales y Occidentales.2 Sus
seguidores llegaron a cada rincón de la tierra en cuestión de dos generaciones. Para el siglo XVII, en Asia había misioneros jesuitas en la
corte imperial china, el Japón de los shogunes, la India mogol y hasta
el reino de Bután en el Himalaya. En contraste, en el Nuevo Mundo los
jesuitas se establecieron en las cortes virreinales de la Nueva España y
Perú, además de en capitales provinciales y pueblos de frontera de Hispanoamérica y Brasil coloniales. Junto a su presencia urbana, los jesuitas
en las Américas también se establecieron en las más remotas periferias
coloniales, entre naciones indígenas semisedentarias o nómadas que
1
2
Universidad Iberoamericana Extensión Saltillo, Coahuila, México
John O’Malley, The First Jesuits (Cambridge: Harvard University Press, 1999).
371
José Gabriel Martínez-Serna
aun otras naciones indígenas consideraban bárbaras y primitivas. La
presencia jesuita fue crucial para la apertura e incorporación de nuevas
regiones y sus recursos naturales y poblaciones a los imperios Católicos
del mundo Atlántico. A pesar de que Brasil y la Nueva Francia tuvieron
experiencias similares, fue en los dominios del rey de España donde tuvieron una mayor presencia e importancia.
La expansión de la frontera hispánica en Sudamérica tiene importantes paralelos con la expansión de la frontera septentrional en la Nueva España. En ambas regiones, la presencia de misioneros fue clave para
la pacificación, reducción y aculturación de indios semisedentarios. Al
fundar estas misiones, los misioneros también fueron instrumentales en
la transformación de su medio ambiente, los patrones locales de trabajo
y asentamiento humanos, y el desarrollo económico regional. Además
de las misiones, los jesuitas tuvieron colegios o residencias en capitales
provinciales y pueblos de frontera como Chihuahua, Durango y Parral
en el norte de la Nueva España y Tucumán, Concepción, y Córdoba en
las fronteras de América del Sur.
Tanto las misiones como los colegios y residencias de pueblos o
ciudades de frontera ayudaban en el desarrollo de la economía fronteriza: las misiones mediante su incorporación de recursos naturales y
humanos a las redes políticas y económicas coloniales; los colegios y
residencias, mediante la especialización en la explotación de recursos
naturales locales y la creación de excedentes agrícolas para comercialización o trueque. Por ejemplo, las misiones que se encontraban más
allá del rio Bío Bío en Chile y los colegios de ciudades como Mendoza y
San Juan de la Frontera en el país de Cuyo (hoy en día Argentina) tenían
viñedos para el financiamiento de sus operaciones. Pero en la región que
va desde Salta y Tucumán hasta Córdoba, las propiedades rurales jesuitas se enfocan principalmente en la producción agro-pastoral, mientras
que en las tierras guaraníes la yerba mate y las pieles curtidas de ganado
fueron sus principales excedentes económicos.
El proceso de expansión jesuita en estas periferias y la transformación física y social de los espacios fronterizos eran un proyecto de
372
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
alta prioridad corporativa. Desde la sede en Roma el padre general y la
curia jesuita circulaban instrucciones para cada una de las provincias de
la orden, fijando como preferencia la conversión de indígenas por medio de un programa de aculturación que consistía en “reducir” y enseñar
a sembrar a naciones semisedentarias o móviles que generalmente eran
cazadores-recolectores.3 Por otro lado el establecimiento de propiedades agrícolas que proveyeran una fuente constante de ingresos para las
actividades de colegios en capitales provinciales o pueblos de la frontera
también tuvo un papel destacado, aun cuando estos establecimientos
funcionaban dentro de una economía de mercado ya existente, a diferencia de las misiones. Las propiedades rurales de colegios y residencias
jesuitas eran parte fundamental de sus respectivos mercados regionales, muchas veces incluso llegando a ser los actores más importantes de
ciertas industrias. El uso de métodos de administración y financiación
modernos hicieron de los jesuitas rivales comerciales formidables, pero
esto causó también fricciones y envidia por parte de otros grupos eclesiásticos y de algunos elementos de la sociedad civil.4
Los jesuitas eran distintos a sus contrapartes franciscanos en la
manera en que financiaban sus operaciones. Las reglas del instituto jesuita formuladas por Ignacio de Loyola y sus sucesores inmediatos a
mediados del siglo XVI requerían que cada parte de su ministerio educativo y misionero debía ser financieramente independiente. Aun cuando el padre superior de una provincia jesuita tenía la facultad de transferir recursos de una parte a otra dentro de su provincia, por ejemplo
subsidiando las operaciones del colegio de una ciudad o pueblo a otro,
3
4
El interés corporativo en las misiones del septentrión novohispano es evidente en
“Congregación provincial mexicana quinta”, México, Nov. 2-9 1599, Monumenta
Mexicana VI, Doc. nº 220, 641-649; ver también “Carta del General Acquaviva al
Padre Martin Peláez”. Roma, Agosto 2 1597, ibid, Doc. nº 63, 259-260; también
una orden del Padre General Acquaviva enfatizando una mayor pasión para el
ministerio a los indios norteños, “Instrucción para que se atienda con mas calor al
ministerio con los indios” Rome, June 30 of 1603, Monumenta Mexicana Vol. VIII,
Doc. nº 25, 187-190.
Ver más abajo.
373
José Gabriel Martínez-Serna
se incentivaba la independencia tanto de cada provincia jesuita, como
de cada colegio, residencia y misión dentro de la provincia.
Para tener esta independencia financiera, cada colegio, residencia
o misión tenía propiedades dedicadas a proporcionar esta autonomía
económica en un tipo de fideicomisos que los jesuitas llamaban “fundaciones” (las ganancias de estas propiedades se complementaban con
rentas de propiedades urbanas y censos). En este aspecto la Compañía
operaba de una manera que parece normal para nuestros estándares
contemporáneos, pero que para un instituto religioso en la era moderna
temprana era algo insólito, y causa de mucho recelo y resentimiento por
parte de otros religiosos, tanto de la iglesia regular como la diocesana.
En cambio, los franciscanos tendían a evitar el dedicarse directamente
a la explotación y administración de bienes, por lo que sus operaciones
dependían más de limosnas reales o de patrones aristocráticos, una manera de financiamiento más acorde con estándares del medievo. En parte por eso las iglesias jesuitas tendían a ser más opulentas que las franciscanas e incluso las parroquiales. También por esto mismo las misiones
jesuitas eran más importantes como polos de desarrollo económico en
la frontera que las franciscanas. Pero esta riqueza de la Compañía y la
manera celosa en que defendía sus propiedades y privilegios sería también la principal fuente de escándalos y confrontaciones que tendría con
autoridades civiles y eclesiásticas.5
Como se ha dicho, el ministerio jesuita tuvo dos principales vertientes: la educación de las élites criolla e indígena (aunque en instituciones separadas); y la conversión de pueblos indígenas, sobre todo
aquellos localizados en la fronteras del imperio, lejos de los centros de
poder político y económico. Ambos aspectos del ministerio jesuita operaban con independencia administrativa mutua dentro de la estructura
de provincia. En el lado misional, las operaciones jesuitas eran financiadas por una oficina llamada la Procura de Misiones, que administraba
5
374
Robert E. Scully S.J., “The Supression of the Society of Jesus: A Perfect Storm in the
Age of “Enlightenment”, Studies in the Spirituality of Jesuit, Vol. 45 No. 2 (Verano
2013).
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
bienes para la financiación de sus operaciones pero también administraba las subvenciones reales que complementaban los ingresos de las
fundaciones. En el caso de las propiedades rurales de las fundaciones
de colegios y residencias, el excedente agro-pastoral y de los censos proveían las fuentes de su financiamiento.6
La principal unidad administrativa de la Compañía era la provincia, de las cuales se desprendían viceprovincias o una nueva provincia
cuando el número de misiones, colegios y residencias había crecido y se
volvía difícil su administración efectiva. Cada provincia jesuita tenía a
la cabeza a un padre provincial designado desde Roma por periodos de
tres años. Cada una de las provincias era administrativamente autónoma y tenía comunicación directa con la curia jesuita en Roma. En Roma,
las provincias eran categorizadas en cinco asistencias que a grandes rasgos tenían como base idioma y cultura. Estas cinco eran: la Asistencia
Lusitana (que incluía a las provincias del Lejano Oriente, como India,
China y Japón); la Asistencia Hispánica (que incluía a las provincias de
Hispanoamérica y las Filipinas); la Asistencia Francesa (que incluía a la
Nueva Francia); la Asistencia Germana (que incluía a la provincia de Inglaterra y las de Europa Oriental); y la Asistencia Itálica. Las asistencias
jesuitas eran dirigidas por un padre asistente que aconsejaba al padre
general de la Compañía en cuestiones legales, políticas y culturales de
las provincias de su asistencia. Pero las asistencias eran estructuras administrativas que carecían de poderes operacionales como las provincias y por lo tanto sin peso en decisiones directas sobre como gestionar
recursos. Dentro de la Asistencia Hispánica, las provincias jesuitas de
Hispanoamérica colonial tenían tres tipos de institución jesuita: los colegios en ciudades y capitales provinciales, las residencias en pueblos y
asentamientos más pequeños, y las misiones en las fronteras.
6
J. Gabriel Martínez-Serna “Procurators and the Making of the Jesuits’ Atlantic
Network” en Bernard Bailyn y Patricia Denault (eds), Soundings in Atlantic History: Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830 (Cambridge: Harvard
University Press, 2011) 181-216.
375
José Gabriel Martínez-Serna
La estructura corporativa y las reglas internas del instituto ignaciano fueron elementales para que la orden ayudara al desarrollo económico de la periferia imperial. Cada padre provincial tenía un equipo
que le asistía en la administración de colegios, residencias, y misiones de
su provincia. En las operaciones económicas y en las relaciones con el
exterior, el responsable era un padre procurador de provincia. Los procuradores jesuitas administraban los bienes materiales de la Compañía
y además del padre procurador de provincia había también un procurador para cada colegio y residencia.7 Los procuradores de colegios, residencias y misiones tenían mucho margen de maniobra para desarrollar
sus actividades, pero tenían que mandar informes anuales al procurador
de provincia, y estos al procurador general en Roma.
El procurador de provincia supervisaba y daba el visto bueno a
las actividades de los procuradores de colegios, residencias, y misiones
aunque últimamente eran los padres provinciales los que aprobaban las
operaciones de los procuradores:
“Los padres rectores de colegios debían poseer un solido entendimiento de los problemas económicos para que los colegios tuvieran buenos
ingresos para garantizar la enseñanza. Para asistir en cuestiones financieras cada rector tenía un procurador cuyos deberes incluían llevar libros de cuentas exactas, asegurarse de tener copias de documentos que
comprobaran la posesión legítima de propiedades, y en resumen tener
cuidado que el ingreso de un colegio fuera aumentando en vez de disminuirse. Juntos, tanto rector como procurador eran responsables ante el
padre provincial por la administración financiera de su colegio. El padre
provincial, asistido por un procurador especial, era responsable ante el
padre general y el procurador general en Roma. Un padre provincial
7
376
A veces un procurador jesuita podía ser un hermano coadjunto espiritual y no un
padre jesuita con los cuatro votos; raramente un jesuita que no tuviera los cuatro
votos tenia un puesto tan importante; los hermanos coadjuntos espirituales generalmente eran apotecarios u otra actividad practica, pero hubo una importante
cantidad de procuradores de colegios y sobre todo residencias (que eran mucho
mas pequeñas que un colegio) que eran de estos hermanos jesuitas de dos o tres
votos religiosos y no los cuatro de un padre jesuita. Martínez-Serna, ibídem.
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
que dejaba que su provincia entrara en dificultades económicas corría
el riesgo de ser depuesto”.8
Así mismo, las propiedades que financiaban a las misiones de una
provincia en conjunto eran administradas por un jesuita a cargo de la
Procura de Misiones de la provincia, y complementadas con la subvención real anual para misioneros de la frontera, así como donaciones de
patrocinadores aristocráticos.9
Las operaciones comerciales de los procuradores jesuitas variaban
según la geografía, medio ambiente y recursos naturales de sus respectivas provincias. Haciendas, plantaciones, ranchos ganaderos, y viñedos
eran las principales fuentes de ingreso para cada fundación. Algunos
ejemplos específicos de actividades económicas jesuitas en la frontera
sur fueron la producción de vinos en los valles costeros del sur de Perú,
la Araucanía, y el País de Cuyo; ranchos ganaderos en la región de Tucumán y Córdoba en Argentina; y la yerba mate en la frontera guaraní. La
aportación jesuita fue elemental para la inserción de estas regiones, sus
poblaciones y recursos naturales a la economía imperial.
La manera en que la Compañía integraba sus operaciones locales
en las redes regionales (e incluso transatlánticas) de comercio constituía
una parte fundamental de las actividades de los procuradores jesuitas.
Por esto la estructura misma de la orden y el énfasis de su esprit de corps
le daba una ventaja sobre sus competidores seculares y eclesiásticos:
8
9
Magnus Mörner, The Political and Economic Activities of the Jesuits in the La Plata
Region: The Hapsburg Era (Library and Institute of Ibero-American Studies, 1953)
4; ver también Martínez-Serna, ibídem.
Por ejemplo, para la financiación de las misiones de Baja California en la Nueva
España ver “Carta del Padre Salvatierra al Procurador de misiones” Mayo 2, 1655
Archivo Histórico de la Provincia de México, Doc. nº 1655; ver también la correspondencia del jesuita tirolés Eusebio Francisco Kino desde las misiones de Baja
California y Sonora con patrocinadores aristocráticos en Europa, Kino Writes to
the Duchess: Letters of Eusebio Francisco Kino to the Duchess of Aveiro (St. Louis,
Missouri: St. Louis University Press, 1965).
377
José Gabriel Martínez-Serna
“Los jesuitas formaron parte de los mercados regionales en los que
participaban también los comerciantes laicos, pero al mismo tiempo la
Compañía contaba con un sistema de conexiones comerciales dadas por
la colaboración institucional, entre colegios y misiones. De esta forma,
los jesuitas tuvieron los beneficios que les brindaba el formar parte de
una estructura administrativa y económica que respaldaba sus compras,
ventas, inversiones, etc. Era como tener en cada ciudad un intermediario seguro y confiable: la misma Compañía. En otras palabras, lo que
beneficiaba a la orden jesuita era su independencia en cuanto a la producción y comercialización”.10
Con un padre procurador en cada estación de la red jesuita, había
integración tanto vertical como horizontal en las operaciones económicas y financieras de la Compañía. Esta situación convirtió a los jesuitas
en rivales comerciales formidables con los que pocos podían competir.
En las actividades económicas jesuitas en la Hispanoamérica colonial había dos temas de trasfondo recurrentes que se pueden observar desde la perspectiva tanto de la frontera novohispana como la de la
Araucanía: el primero se refiere a las prácticas de negocio esencialmente
medievales que fueron poco a poco transformadas por los procuradores jesuitas en operaciones basadas en un concepto de administración
más moderno. Por ejemplo, mecanismos de crédito que anteriormente
habían sido consideradas doctrinalmente dudosos cada vez eran considerados como prácticas normales, además de mantener una fundación
para cada una de sus misiones, colegios y residencias.
El segundo tema de trasfondo recurrente en los documentos jesuitas relativos a su actividad económica en las fronteras del imperio
es el intento por utilizar modelos de instituciones religiosas europeas
para describir la realidad americana en vez de utilizar prototipos nativos del continente. Es decir, los jesuitas consideraban y se referían a las
10
378
Celia López, “Con la cruz y con el aguardiente: la empresa vitivinícola Jesuita en el
San Juan Colonial”, Universum, v. 20, nº 2, Talca (2005); también Con la cruz y con
el dinero: los Jesuitas del San Juan Colonial (San Juan, Argentina: Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan, 2005).
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
misiones de frontera de la misma manera en que se hablaba de los conventos y abadías medievales, que además de ser santuarios eran centros
de comercio y polos de desarrollo económico regional. Aun cuando la
realidad en la frontera americana era inmensamente variable y en muchos sentidos dramáticamente distinta a la experiencia eclesiástica de
la frontera cristiana del medievo, esta práctica ha sido defendida por
historiadores de la orden,
“Este sesgo es deliberado primeramente porque tanto las comunidades
religiosas de Sudamérica como de México usaban monasterios europeos como arquetipo. Esto no significó que no surgieron variaciones regionales, determinadas por circunstancias físicas y ministeriales. Como
Herman Konrad ha demostrado tan claramente en su espléndido estudio de la Hacienda Santa Lucía, los jesuitas de México no dudaron
en ajustar sus operaciones económicas rurales a las circunstancias locales, aun cuando esto significaba un abandono de prácticas tradicionales europeas. Pero en cambio sí significó que la manera en que las
instituciones religiosas de Hispanoamérica colonial se relacionaban con
la frontera debía ser comparada con la experiencia de sus predecesores
en la frontera europea. Aparentemente hasta los ranchos ganaderos de
Sinaloa en la costa Pacífica de México jugaban un papel muy distinto al
que jugaron las propiedades azucareras del Perú costeño o los ranchos
de mulas de Córdoba. Pero a pesar de estas diferencias, las propiedades
institucionales tendían a demostrar una personalidad en común que
invita a una comparación ventajosa con sus antecedentes europeos”11
La primera provincia jesuita en Hispanoamérica colonial fue la
de Perú, que en un principio abarcaba todo el territorio bajo dominio
español en Sudamérica. Los jesuitas llegaron allí en 1568. La provincia
de la Nueva España se fundó unos años después en 1571 y durante varias décadas sólo estas dos provincias jesuitas existieron en la América
hispana mientras había cuatro provincias en la España metropolitana:
Toledo, Castilla, Aragón, y Andalucía. Hacia 1603 el crecimiento había
sido tal que se creo la Provincia de Paraguay, a la cual pasaron a pertene11
Nicholas Cushner,, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, 1650-1767 (SUNY University Press) p. 5-6.
379
José Gabriel Martínez-Serna
cer las misiones fronterizas de la Araucanía y los colegios y residencias
de asentamientos como Tucumán, Salta, Córdoba, Asunción, Santa Fe y
Santiago del Estero. Las del País de Cuyo como Mendoza y San Juan de
la Frontera posteriormente pasarían a ser parte de la Viceprovincia de
Chile cuando ésta se formó en 1625 (Chile se convertiría en provincia
autónoma en 1683). Durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, se
fueron creando nuevas provincias americanas hasta que llegaron a seis,
cada una con una estructura autónoma de colegios, residencias, y misiones con sus respectivas fundaciones. A pesar de haber llegado al Nuevo
Mundo décadas después de sus contrapartes franciscanos, dominicos,
y agustinos, los jesuitas pronto eclipsaron a estos gracias al éxito de las
operaciones económicas de la Compañía.12
Los colegios y residencias jesuitas en Hispanoamérica colonial
siempre compraron propiedades rurales que ya estaban funcionando
con fines de lucro, mientras que las misiones esencialmente tenían que
crear una economía de mercado donde la economía preponderante fuera de subsistencia. En ambos casos el papel de la Compañía fue decisivo en el desarrollo económico regional pues las propiedades rurales de
misiones, colegios y residencias se convirtieron en polos de desarrollo
para la economía fronteriza. Se puede entonces hablar de cada colegio,
residencia, o misión como si fuera una unidad productiva dentro de las
redes comerciales e interprovinciales de la orden.13
Estudios de la actividad económica en varias fronteras jesuitas
han enfatizado que los colegios, residencias, y misiones no eran solamente lugares con funciones espirituales sino verdaderos centros de
12
13
380
Robert Ricard, The Spiritual Conquest of Mexico: An Essay on the Apostolate and the
Evangelizing Methods of the Mendicant Orders in New Spain, 1523-1572 (Berkeley:
University of California Press, 1974).
Raúl Sánchez Andaur, “La empresa económica jesuita en el obispado de Concepción: el caso de los colegios San Bartolomé de Chillán y Buena Esperanza” Universum N. 26, Vol. 2 (2011) 219, discutiendo a Tovar Pinzón “Elementos constitutivos
de la empresa agraria jesuita en la segunda mitad del siglo XVII en México” en Enrique Florescano (Editor), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina
(México, Siglo Veintiuno, 1975).
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
intercambio y adaptación cultural además de ser empresas capitalistas
generadoras de excedente agro-pastoral y por lo tanto de capital.14 También eran espacios de intercambio de bienes y de financiación, este último fluyendo desde los principales centros urbanos como Córdoba y
Buenos Aires hacia las más remotas avanzadas jesuitas en las fronteras.
Esta compleja red interjesuita era gran parte del éxito económico de sus
operaciones:
“la orientación precapitalista de su gestión, dada la tendencia a la especialización productiva y el estricto régimen de control contable, entre
otros aspectos; y la existencia de un estilo de gestión “propio”, resultado
de la ordenada y continua experimentación, socializando a todos los
administradores por medio de documentos emanados desde los padres
generales”.15
La penetración jesuita en tierras de grupos indígenas semisedentarios en las fronteras del imperio imponía a estos pueblos un programa
de aculturación que consistía en el establecimiento de asentamientos
permanentes, la imposición de la religión Católica, el nombramiento de
autoridades indígenas locales, y la introducción de agricultura, primero
para la subsistencia de la población misional y posteriormente para la
producción de excedentes agrícolas para el comercio. Por ello, la transformación al sedentarismo fue acompañada de una gradual incorporación a la economía colonial. Cuando una misión estaba muy cerca de
asentamientos coloniales seculares como reales de minas o presidios, los
jesuitas consolidaban sus operaciones y empujaban la frontera aún más,
de esta manera integraron nuevas regiones, poblaciones, y recursos a la
economía imperial.
En la frontera sur al igual que en la septentrional, la presencia de
misiones jesuitas transformó tanto el medio ambiente como las culturas
indígenas que vivían en él. En el norte de la Nueva España las misiones
jesuitas incorporaron al imperio pueblos indígenas desde las costas del
Mar de Cortez hasta las ciénagas de la misión de Parras en los desiertos
14
15
Ibid.
Ibid.
381
José Gabriel Martínez-Serna
del noreste mexicano. Encontraron ecosistemas costeros, de sierra, desierto, y valles aluviales y en cada uno de estos explotaron los recursos
que el medio ambiente les proporcionaba para financiar sus operaciones, como lo fueron ranchos ganaderos en Sinaloa, haciendas agrícolas
en Sonora, y viñedos en Nueva Vizcaya y Baja California. Como se verá
en los siguientes ejemplos, en los virreinatos sudamericanos hubo varias
fronteras misioneras y colegios en capitales provinciales y pueblos de
frontera, y al igual que en la Nueva España, los jesuitas explotaron los
recursos naturales y humanos locales, desatando fuerzas que impulsaron al desarrollo de la economía fronteriza.
La frontera chilena: Araucanía, Concepción y el País de Cuyo
La aportación jesuita en el desarrollo económico de la frontera
sur del Chile colonial incluyó tanto las misiones de la Araucanía propia
así como las propiedades de los colegios en el obispado austral de Concepción y en el país de Cuyo (actualmente la región de Mendoza y San
Juan en la Argentina andina). El desarrollo económico de la frontera
sur fue posible gracias a la expansión misionera jesuita en la Araucanía.
Durante los siglos XVII y XVIII la única presencia hispana al sur del Bío
Bío correspondió a los jesuitas. En esta frontera, la principal actividad
económica de las misiones jesuitas con los indios mapuche así como de
las propiedades de los colegios y residencias de la orden en el obispado
de Concepción se centró en la viticultura,
“disponiendo todas de un apreciable número de plantas, bodegas, lagares, alambiques y vasijas destinadas a la producción de vino y destilado
de aguardientes, lo que avala la existencia de una actividad vitivinícola
regular, en una zona donde, según testigos de la época, “se producía el
vino de mejor calidad del reino”.16
Los jesuitas llegaron a Chile hacia el final de la Conquista de Chile
durante la última década del siglo XVI. Fue justo antes de la “Destruc16
382
Raúl Sánchez Andaur, “Viticultores Jesuitas en el Obispado de Concepción” Universum, V. 21, N. 1 (2006).
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
ción de las siete Ciudades” en que la presencia hispana al sur del rio Bío
Bío quedó extinguida después de la llamada ‘Gran Sublevación Mapuche’ de 1598. Casi todo el desarrollo económico logrado desde la llegada
al área de Pedro de Valdivia a mediados del siglo XVI fue destruido. Fue
por esta razón que se erigieron misiones jesuitas entre los indios mapuche para la reactivación económica de la región y su reintegración a los
mercados coloniales.17
El primer contingente de jesuitas llegó a Santiago en 1593, y para
1595 ya se encontraban evangelizando en la Araucanía. Entre estos primeros misioneros destaca Luis de Valdivia, figura clave en la historia de
los jesuitas en Chile. Valdivia fue la persona que ayudaría a convencer a
las autoridades coloniales de un cambio de estrategia fronteriza tras el
desastre de 1598, cuando los indios mapuches derrotaron a las fuerzas
españolas y mataron al gobernador Oñez de Loyola. Valdivia sugirió que
la encomienda y la guerra ofensiva fueran remplazadas por una guerra
defensiva y un nuevo empuje para la evangelización de los indígenas. A
pesar de esto, los jesuitas accedieron a sancionar la esclavitud indígena
precisamente para atenuar la carga de trabajo de los indios de encomienda. Esto también serviría como lección a los indios bárbaros u hostiles así como para facilitar su conversión al cristianismo y el aprendizaje
de prácticas agrícolas y de oficios manuales. La misión en la Araucanía
serviría para la pacificación de la región más austral, en el obispado de
Concepción y el archipiélago de Chiloé y el subsecuente desarrollo económico de toda esta región. Pero los mapuches nunca fueron reducidos
como lo fueron sus contrapartes más al sur.18
La guerra defensiva de Valdivia fue implementada brevemente (de
1612 al 1625), pero la continua hostilidad mapuche y diferencias entre
jesuitas y el gobernador Alonso de Ribera hicieron que finalmente se
desechara esta estrategia. Sin embargo el avance misional de los jesuitas
17
18
Guillaume Baccara “Etnogénesis Mapuche: Resistencia y restructuración entre los
indígenas del centro-sur de Chile (Siglos XVI-XVIII).” Hispanic American Historical Review 79, no. 3 (August 1999): 425-61.
Ibid.
383
José Gabriel Martínez-Serna
perduró, permitiendo el establecimiento de una estructura diocesana todavía más al sur de la Araucanía, en la ciudad meridional de Concepción.
Ahí, la Compañía aprovechó el medio ambiente y sus recursos para establecer la base económica de las misiones y de los colegios de la región:
“la dinámica productiva de las unidades agrarias de la Compañía de
Jesús en el Obispado de Concepción…. desarrollaron básicamente el
cultivo de cereales, producción de vinos y aguardientes, crianza y explotación de ganado y, marginalmente, explotación de bosques para obtención de madera y fabricación de tejas y vasijas”.19
Sin embargo, debido al alto grado de valor agregado en la vitivinicultura la producción vinícola fue la que dominó las actividades económicas y comerciales tanto en las misiones de Araucanía como la de los
colegios del obispado de Concepción.
Al igual que sus contrapartes en los colegios y residencias de la
frontera septentrional de la Nueva España, los jesuitas del país de Cuyo
fueron muy astutos al aprovechar no sólo el medio ambiente específico
de su región y el trabajo de sus feligreses locales. Los procuradores cuyanos complementaban estos ingresos con los incentivos reales y regionales
para el financiamiento de sus actividades y el desarrollo económico local:
“No de menos significación son las granjerías o privilegios que les fueron concedidos, como la liberación del pago del diezmo –el diez por
ciento sobre las producciones agrícolas y crías de ganados–, una de las
contribuciones de mayor importancia en la economía colonial, máxime cuando una de las fortalezas económicas de la Compañía radicaba
justamente en la producción agropecuaria; y otras como la decisión del
cabildo de Concepción de ‘declarar libres de todo censo a todas las tierras que les pertenecían a aquellos colegios por razón de propios de la
ciudad, en compensación del servicio que hacían dichos colegios en la
doctrina y enseñanza pública’”.20
19
20
384
Ibid.
Raúl Sánchez Andaur, “La empresa económica jesuita en el obispado de Concepción: el caso de los colegios San Bartolomé de Chillán y Buena Esperanza”, Universum, No.26, Vol. 2 (2011).
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
Pero últimamente, estas actividades resultaban de interés porque el
excedente agrícola de las propiedades de la frontera no era sólo destinado
al mercado local fronterizo sino también a la comercialización de estos
excedentes en el sustancialmente mayor y más rico mercado limeño:
“La estrecha relación con dicho mercado… se puede apreciar en el
activo intercambio comercial que mantienen los colegios del obispado de Concepción con la procuraduría de Chile en El Callao, hacia
donde remit[ían] productos de la tierra e importaban manufacturas,
herramientas, víveres y enseres varios que [allí] no se fabricaban o
producían”.21
Pero si los productos vitícolas de Concepción dependían de los
mercados de Lima, los de Mendoza y San Juan de la Frontera en el país
de Cuyo estaban más estrechamente ligados al mercado de Buenos Aires. Estas regiones no fueron las primeras en tener actividades vinícolas
en la Sudamérica hispana, pero sí fueron las de mayor envergadura.22
A pesar de la similitud en sus actividades económicas entre las
propiedades jesuitas del obispado de Concepción y las de Mendoza, el
peso de las propiedades vinícolas jesuitas era mayor en los mercados de
la frontera sur chilena que las actividades de sus contrapartes transandinos. Por una parte la participación jesuita en el obispado de Concepción
era la dominante (con casi el 60% de la cepas de la región); mientras en
el mercado de Mendoza los jesuitas tuvieron menor peso (poco más del
20%), aun cuando siguieron siendo el mayor productor.23 Sin embargo,
la situación en Cuyo no era de una frontera de avance hispano y resistencia indígena, sino más bien asentamientos españoles donde la orden
tenía colegios o residencias, y la propiedades rurales respectivas para la
manutención y administración de estos colegios o residencias. Pero en
el país de Cuyo, Mendoza y San Juan de la Frontera eran asentamientos
de tamaño muy distinto.
21
22
23
Ibid.
Pablo Lacoste, “La vid y el vino en América del Sur: el desplazamiento de los polos
vitivinícolas (siglos XVI al XX)” Universum, No. 19, N. 2 (2004) 62-93.
Raúl Sánchez Andaur, “Viticultores Jesuitas”.
385
José Gabriel Martínez-Serna
La industria vinícola en Mendoza fue donde más producción
hubo en Hispanoamérica colonial (incluso más que el valle central chileno). Las estructuras socioeconómicas de la industria mendocina tuvieron muchos parecidos con las de Concepción. Al igual que ahí, en
Mendoza la industria fue dominada en un principio por eclesiásticos:
“El clérigo fue una importante fuerza en la industria del vino, no sólo
por su habilidad para evadir impuestos sino también por la continuidad e innovación que mostraron en el manejo de muchas de la principales propiedades de la industria local. La Sociedad de Jesús provee
un excelente ejemplo. Los viñedos y lagares de vino jesuitas ocupaban
la posición dominante en la industria regional del vino. La Hacienda
de Nuestra Señora del Buen Viaje, que los jesuitas poseían y operaban,
tenía una capacidad de 100.000 litros así como equipo avanzado de cal
y ladrillos, una fabrica de barriles, y más…. Es importante considerar
el papel que los padres de la Sociedad de Jesús habían alcanzado en la
industria del vino. Cuando fueron expulsados de América, la Hacienda
de Nuestra Señora del Buen Viaje tenía una capacidad de producción de
3.000 arrobas, equivalente al 21.7% del total de la producción de vino
en Mendoza. Eso significó una cantidad asombrosa de poder sobre el
mercado regional del vino, lo cual afectaba a sus competidores, tanto
civiles como eclesiásticos”.24
A pesar de las similitudes en la base económica vinícola en la frontera de Concepción como la de Cuyo, las estructuras socioeconómicas
de esta producción fueron muy distintas, aun cuando ambas resultaron
elementales para el desarrollo económico de la frontera.
Tanto el colegio de Mendoza como la residencia de San Juan tuvieron viñedos como su principal sustento económico, pero los procuradores jesuitas se adaptaron a las distintas situaciones de ambas
partes. En Mendoza la industria vinícola era la de mayor producción
en Sudamérica, mientras que la situación en San Juan de la Frontera
era distinta pues éste era un pueblo fronterizo pequeño y con recursos
24
386
Pablo Lacoste, “The Rise and Secularization of Viticulture in Mendoza: The Godoy
Family Contribution, 1700-1831”, The Americas, 63:3 January 2007, 383-407.
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
limitados. Por lo tanto nunca tuvo la importancia económica y estratégica de Mendoza:
“En San Juan, así como en el resto de Cuyo, la economía de los establecimientos jesuitas estuvo centrada en la explotación de las propiedades
rurales, pero debieron adecuarse a una serie de condiciones locales. No
tuvieron en San Juan las enormes haciendas de México, Perú el resto de
Argentina o Chile, aunque tampoco su capacidad lo permitía tratándose
de una residencia con un número pequeño de padres jesuitas y ubicada en una ciudad marginal del espacio colonial. Tampoco se trataba de
haciendas como en otras partes de América, sino que en el caso de San
Juan la típica propiedad de explotación rural fue la chacra o finca, cuya
explotación estaba condicionada por la necesidad de tener cerca el acceso al agua, dadas las características áridas de la región… Las circunstancias específicas que llevaron a los jesuitas a adaptarse a la realidad
sanjuanina se originaron por un lado en las características que adquirió
la propiedad de la tierra en la región y por otra parte en las condiciones
geográficas que limitaban la explotación a las tierras de regadío y de
suelos de calidad”.25
Pero sin importar el tamaño modesto de su residencia, los jesuitas
sanjuaninos (al igual que los de Mendoza y Concepción) suministraban
con sus vinos y aguardientes a mercados coloniales más importantes
como Lima o Buenos Aires, y así mismo importaban desde ahí enseres y
otros bienes que no se conseguían fácilmente en la frontera:
“Tal como ocurría con el comercio de seculares, la venta de aguardiente en Buenos Aires les permitía a los jesuitas obtener todos aquellos
productos que no producían, fundamentalmente ropa, géneros (telas),
tabaco y yerba. El agente laico en Buenos Aires remitía a la residencia
jesuita de San Juan las cargas de estos productos que se compraban con
las ganancias de las ventas de aguardiente. Así como los comerciantes
seculares se convirtieron en “agentes que dinamizaban la economía cuyana”, los jesuitas también actuaron como estímulo de la misma. En este
sentido, la Compañía participaba en la actividad económica más importante de la región (producción y venta de aguardiente) y también
25
Celia López, Ibid.
387
José Gabriel Martínez-Serna
suministraba productos traídos de Buenos Aires que eran muy demandados en una ciudad de frontera. Estos productos comprados por los
jesuitas en Buenos Aires con las ganancias de la venta de aguardiente se
convirtieron también en parte del comercio jesuita al ser vendidos en
San Juan o usados para pagar mano de obra (aunque un porcentaje, por
supuesto, era dedicado al propio uso de los jesuitas de la residencia y de
su mano de obra esclava)”.26
Pero en regiones donde no se cultivaba la vid, los procuradores jesuitas encontraron otros recursos con los cuales financiar sus operaciones.
La frontera guaraní
La región de las reducciones guaraníes en la provincia jesuítica de
Paraguay era única tanto por las características socioculturales de la población indígena así como por su localización geográfica en las fronteras
de ambos imperios ibéricos. Los recursos naturales de la región fueron
explotados para el desarrollo de la economía regional al igual que en las
misiones mapuches pero en vez de basarse en una económica vinícola,
en las misiones guaraníes el principal excedente agro-pastoral para la
comercialización e intercambio fueron las telas de algodón, las pieles
curtidas, y sobre todo la yerba mate.27
La economía interna de las misiones guaraníes fue mucho más
variada e integrada que la de las misiones de Araucanía o de cualquiera
de las misiones del norte de la Nueva España. Consistía en un número
de rubros complementarios en agricultura, ganadería, producción de
textiles y comercio (tanto interno como externo) que le daban fortaleza
y cohesión que carecían otras economías de misión fronteriza. Los productos eran intercambiados entre los diferentes pueblos de la misión
pero también con los grandes mercados urbanos coloniales de la región:
26
27
388
Ibid.
John J. Crocetti, “The Internal Economic Organization of the Jesuits Missions
among the Guaraní”, International Social Science Review 3/22/2002, Encyclopedia.
com/ HighBeam Research.
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
“La producción agrícola comunitaria no era del todo destinada al consumo interno. Después de alcanzar las necesidades de sus ciudadanos,
los pueblos mandaban el excedente de telas a sus agentes en Buenos
Aires y Santa Fe”.28
La exportación agrícola de las misiones guaraníes era complementada con el excedente pastoral, en especial pieles curtidas. En un
principio esta actividad estaba basada en manadas cimarronas que merodeaban los límites de las reducciones, pero lo lucrativo de esta actividad hizo que jesuitas y guaraníes adaptaran sus prácticas para seguir
con este comercio cuando estas manadas fueron extinguiéndose:
“Las misiones también exportaban grandes cantidades de pieles de
ganado curtidas. Durante la primera parte del siglo XVIII, la sobreabundancia de ganado cimarrón en las pampas ayudó a establecer este
comercio. Para mediados de siglo, manadas domesticadas habían remplazado como fuente principal de este comercio a las pieles procedentes
de cimarrones. Para el año de la expulsión, la más pequeña de las misiones tenía aproximadamente 12,000 cabezas de ganado y el número total
en las misiones ascendía a 719,761. La calidad de estas pieles exportadas
por las misiones reflejaba la abundancia de ganado. Un sólo cargamento
del siglo XVII fue de más de 300.000 pieles”.29
Pero a pesar de lo rentable de la producción agro-pastoral tradicional y de textiles, la principal fuente de ingreso de las misiones guaraníes fue la yerba mate, también conocida como té jesuita:
“La más importante exportación de las misiones guaraníes fue la yerba mate. La yerba mate nunca encontró un mercado significativo en
Europa. Sin embargo la famosa “yerba de Paraguay” se convirtió en un
favorito del Nuevo Mundo con importantes mercados en lugares tan
apartados como Chile, Potosí, y Lima. Los consumidores valoraban en
especial la yerba mate de alta calidad llamada caamini que producían las
misiones guaraníes. En 1747, una arroba de caamini costaba de cuatro a
seis pesos en Santa Fe y Buenos Aires, de ocho a diez pesos, y hasta veinte
28
29
Ibid.
Ibid.
389
José Gabriel Martínez-Serna
pesos en Lima. Una arroba de yerba mate de menor calidad, llamada
yerba mate de palos, generalmente no entraba en el mercado Limeño,
pero se vendía a sólo dos pesos (o aún menos) en Santa Fe y Buenos
Aires, y de cuatro a seis pesos en Chile”.30
Los excedentes guaraníes eran llevados a los mercados coloniales
por medio de arrieros o convoyes de balsas que navegaban por los ríos
de la región. Pero al igual que el caso del vino y aguardiente jesuita en
Cuyo, la producción y exportación de yerba mate de buena calidad por
las misiones guaraníes las convirtió en rivales comerciales formidables
de los comerciantes laicos. Esto a su vez causó fricciones con los colonos hispanos de Santa Fe que se dedicaban a la misma actividad en esta
frontera, e incluso fue la razón más importante de un alzamiento criollo
que se dio en la región a principios del siglo XVIII.31
La frontera de Tucumán
La provincia de Tucumán se extendía desde el Alto Perú al norte,
los llanos del Chaco al este, los Andes al oeste, y el país de Cuyo al sur. La
presencia jesuita en esta región incluía colegios o residencias en la ciudad de Tucumán, Salta, Córdoba y Santiago del Estero. En esta frontera,
los jesuitas no fueron la punta de lanza de la colonización hispana como
lo fueron en la Araucanía y la frontera guaraní. Pero al igual que en
Concepción y Mendoza, jugaron un papel clave en el desarrollo económico de esta frontera mediante el establecimiento de fundaciones para
financiar sus colegios y residencias en la región, en especial el colegio de
Córdoba. Porque los recursos locales no eran aptos para la viticultura,
las propiedades de estos colegios y residencias se especializaron en una
economía pastoral.32
30
31
32
390
Ibid.
Barbara Ganson, The Guaraní under Spanish Rule in the Rio de la Plata (Stanford:
Stanford University Press, 2005), 50; Magnus Morner, The Political and Economic
Activities of the Jesuits.
Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, p. 82
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
La tierra fronteriza que se extendía desde la ciudad de Tucumán
hasta las reducciones guaraníes era una frontera en los dos sentidos de
la palabra: en el sentido de frontera Turneriana, es decir, del avance hispánico sobre las tierras natales de los indios Chaco; pero también en
el sentido de ser un región limítrofe entre las periferias coloniales de
ambos imperios ibéricos.33
En la frontera de Tucumán, al igual que en ciertas regiones de la
frontera del norte de la Nueva España, la caída precipitosa de la población indígena fue rápidamente sustituida por la presencia de colonos
hispanos con ranchos ganaderos. Estos rápidamente cambiaron la flora y fauna regional introduciendo plantas y animales del Viejo Mundo
junto con nuevas practicas agrícolas y pastorales. Mientras que esto destruyó a las culturas indígenas de la región, también estableció las bases
para una economía agro-pastoral integrada en los mercados coloniales
de Perú y Buenos Aires. Aquí los jesuitas no tuvieron misiones como las
de la Araucanía o las reducciones guaraníes por lo que no crearon una
economía de mercado. En Tucumán la principal contribución jesuita al
desarrollo de la economía se produjo, al igual que en el país de Cuyo, mediante el establecimiento de propiedades rurales para el sostenimiento
de varios colegios y residencias en la región. Es decir, la Compañía inicio
sus operaciones comerciales cuando ya había una presencia secular en
el área y funcionaba una economía de mercado. Aun así se convirtieron
en la piedra angular del desarrollo de la economía regional, debido a sus
lazos con los jesuitas del Perú, Argentina, y Chile.34
33
34
En historiografía estadounidense, la frontera tiene un lugar privilegiado y su origen como instrumento historiográfico se lo dió Frederick Jackson Turner y su
Tesis Turneriana que veía a la frontera como un avance entre la civilización angloamericana y la barbarie indígena. Hoy en día esta vision ha sido superada por
los estudios fronterizos con una concepción mas dinámica del entendimiento de
zonas fronterizas. Ver también la obra de David Weber, lo referente a la aplicación
de la tesis Turner para la historia de las fronteras en Latinoamérica, “Turner, the
Boltonians, and the Spanish Borderlands” en su Myth and History of the Hispanic
Southwest (University of New Mexico Press: Albuquerque, 1988) 33-54.
Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina.
391
José Gabriel Martínez-Serna
Los ranchos jesuitas de la frontera de la provincia de Tucumán
pertenecían a los colegios y residencias de las ciudades de Tucumán, Salta, Santiago del Estero y Córdoba. Las ganancias de estos ranchos tenían
dos fines: el suplir los colegios con bienes esenciales que ellos mismos
no producían como vino, trigo, y textiles; y segundo, financiar sus operaciones mediante la cría y venta de mulas, ganado, y otros productos
agrícolas. Ésta era una actividad muy distinta a la de los viñedos.35 Pero
como hemos venido comentando, a diferencia de la frontera misionera,
en los colegios de frontera más que crear una economía de mercado, los
procuradores jesuitas entraban en una que ya estaba establecida, y las
características de su instituto hicieron que pronto dominaran la economía regional:
“El papel de la práctica agropecuaria jesuita de rancho debe ser puesta
en el contexto de la expansión de la frontera española. En este sentido,
las actividades de la Sociedad eran más participativas que innovadoras.
Sus enormes posesiones rurales ayudaron a proporcionar una barrera
contra indios depredadores, y su constante actividad comercial ayudó a
cementar y al mismo tiempo avanzar los lazos económicos y comerciales con otros centros coloniales”.36
Estos lazos económicos hacían de los ranchos pastorales de Tucumán una parte importante de la red jesuita en Sudamérica, sirviendo
de enlace en la cadena de intercambio que iba desde Buenos Aires hasta
Lima, pasando por Tucumán y el Alto Perú (Bolivia). Los productos de
los distintos colegios y residencias jesuitas de la región servían para integrar sus operaciones con los jesuitas del Perú y la Plata y hacerlas más
eficientes. Explicaba el procurador de Tucumán el establecimiento de
una avanzada jesuita en Salta de la siguiente manera:
“La razón para instituir una oficina de procurador en Salta es principalmente para obtener un buen precio para las mulas y ganado que van de
los ranchos de la provincia y los colegios a Salta tanto para vender o para
invernar antes de proceder al Perú. Es necesario tener comunicación
35
36
392
Ibid..
Ibid p. 5.
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
frecuente entre Perú y los colegios por lo que una de las principales responsabilidades de la nueva oficina será la de recomendar a los colegios
cuándo mandarlos a invernar y cuándo es el mejor momento de mandar los animales al Perú. Debe tomarse cuidado especial en aprender el
tiempo apropiado para vender mulas y otros bienes. Si mulas y bienes
no pueden ser vendidos en Salta, entonces hay que mandarlos al Perú
para su venta. Las cuentas de cada colegio deben estar separadas de las
de otros para que no halla confusión. Si la ropa no puede ser comprada
en Salta, entonces compradla en Potosí. Todo negocio con seglares debe
ser hecho con dinero o trueque”.37
Esta integración en sus operaciones hizo que el peso de los jesuitas en la economía de la frontera de Tucumán fuese esencial para su
desarrollo. Así como lo hicieron en la industria vinícola de Mendoza y
Concepción, las características de la orden hicieron que sus actividades
económicas a lo largo de las generaciones tuvieran más visión que las
empresas de otros eclesiásticos, pero también más continuidad que la
mayoría de sus contrapartes laicos. En este sentido la frontera tucumana
era parte del mismo patrón repetido en otras periferias del imperio. Y el
cambio dramático en las fortunas de los jesuitas de la región reflejo este
desarrollo a través de los siglos XVII y XVIII:
“En 1609, poco después de la llegada de los jesuitas a Tucumán, todas
sus residencias subsistían de limosnas. Todavía no tenían granjas, ranchos o viñedos. El rector jesuita de Santiago del Estero, Juan Darío, informaba sobre la falta de ingresos y la pobre calidad en la vestimenta
de sus correligionarios. ‘Sufren una gran necesidad” escribió. Pero un
siglo y medio después la situación había cambiado dramáticamente.
En los años que habían transcurrido, los colegios jesuitas de Tucumán
y Paraguay habían adquirido tierra, desarrollado granjas y ranchos, y
establecido relaciones de intercambio comercial. Se convirtieron en la
principal potencia económica de la región”.38
37
38
“Instrucción” en Archivo General de Buenos Aires, Temporalidades de Salta IX,
22-1-1 citado en Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development
of Colonial Argentina, p. 57n15.
Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, p. 151.
393
José Gabriel Martínez-Serna
Conclusión
Es difícil exagerar la importancia de las actividades económicas
y comerciales de los jesuitas en las economías de los imperios Católicos
del mundo Atlántico. Este ensayo se ha centrado sólo en las regiones
fronterizas meridionales de uno de estos imperios pero fue equivalente
a la manera en que la orden organizaba, administraba, y explotaba racionalmente los recursos naturales y humanos, y subvenciones y privilegios reales y diocesanos en otras fronteras. Así fue como eclipsaron a sus
contrapartes en las fronteras, lo hicieron también en capitales europeas
o americanas de estos mismos imperios, donde los jesuitas invariablemente tenían las iglesias y escuelas de mayor prestigio y esplendor. Y
la razón era la misma que los hizo excelentes misioneros y maestros
provinciales: unas reglas institucionales de corte moderno que hacían
posible tener fines estratégicos bien establecidos, pero que al mismo
tiempo daban margen para prácticas que eran tácticamente flexibles y
adaptables a la situación particular de cada parte de su ministerio.
La expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España en
1767 tuvo como consecuencia la desaparición de la entidad corporativa
más grande, activa, y competitiva de la economía imperial. La ausencia
de la Compañía fue particularmente notable en la periferia del imperio,
a pesar del énfasis de los Borbones por implementar políticas de frontera enfocadas al comercio y no al establecimiento de misiones como
había sido la prioridad durante la era de los Habsburgo. Ninguno de los
sucesores de los jesuitas en sus propiedades expropiadas llegó a imitar
al éxito de la orden. A pesar de que las tierras jesuitas expropiadas por
la Corona fueron vendidas a laicos para su explotación y consolidación,
la expansión que había sido posible gracias a la presencia jesuita en las
fronteras del imperio no volvería a tener el mismo dinamismo que había caracterizado la era dorada de la propagación de la orden durante
el siglo XVII.
394
Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur
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398
“La necesidad hace lícito
lo que es ilícito por ley”:
Contrabando en la frontera
española en Norteamérica,
siglos XVII-XVIII1
George T. Díaz2
El comercio ilícito se extendió por América del Norte entre los
años 1600 y 1800. A pesar de que el alcance fue diferente en el tiempo y
en el espacio, las operaciones ilícitas de traficantes a menudo reducían el
comercio autorizado afectando el curso del imperio español en América.
Aunque el comercio ilícito con frecuencia beneficiaba a los colonos en las
tierras fronterizas, el contrabando trabajaba contra las ambiciones imperiales de España tanto por negarle a ésta ingresos coloniales como por
asistir a los rivales de España. Las ineficiencias en la economía mercantilista colonial provocaron la necesidad de contrabando de mercancías.
Este trabajo presenta una perspectiva general del comercio ilícito
en la frontera española de América del Norte (o lo que hoy en día es el
suroeste de EE.UU.). Se argumenta que la política económica española
en sus colonias americanas impulsó el comercio ilícito como una nece1
2
Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de
Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas.
Sam Houston State University
399
George T. Díaz
sidad local. Más que fortalecer la autoridad de España en sus territorios
del Nuevo Mundo, la política comercial española catalizó las actividades
de contrabando que generalmente fortalecieron la colonia a expensas
del imperio. Con el comercio ilícito dando beneficios a las comunidades
fronterizas, los vecinos eligieron el interés local contra el del imperio
socavando así la autoridad española en las tierras que reclamaba. Por la
falta de apoyo local e incapaz de controlar el extenso territorio controlado nominalmente, España finalmente fue incapaz de impedir el libre
comercio a lo largo de su imperio norteamericano.
Contrabando es una fusión de dos palabras en español, contra y
bando (es decir, la proclamación o decreto). En cuanto a las violaciones de comercio, el contrabando se puede definir como el movimiento
ilegal de mercancías a través de las fronteras nacionales. En lugar de
pasar de contrabando mercancías ilegales, la gran parte de este comercio se refería al movimiento clandestino de artículos lícitos evadiendo
las leyes comerciales del gobierno. En vez de permitir que el comercio
colonial se desarrollara libremente España, al igual que otros imperios
europeos, regulaba el comercio en sus territorios americanos bajo un
sistema mercantilista rígido. En pocas palabras, el mercantilismo era la
teoría económica prevalente según la cual las colonias existían únicamente para el beneficio de la metrópoli. La política mercantilista dictaba que las colonias restringían su comercio al núcleo imperial y comerciaban sólo con la madre patria, incluso aunque esto implicara pérdidas.
El comercio con las potencias imperiales rivales fue visto efectivamente
como comerciar con el enemigo. En 1503, la reina Isabel creó la Casa
de Contratación para controlar el comercio de las colonias. Aunque
España conservó su monopolio comercial mediante la prohibición de
los comerciantes extranjeros, en realidad, los contrabandistas extranjeros abundaban. Ya desde la década de 1560 contrabandistas franceses
comerciaban con lino en Santo Domingo, seguidos por comerciantes
ingleses y holandeses en la década de 1590.3 Impuestos onerosos al co3
400
Wim Klooster, “ Inter-Imperial Smuggling in the Americas, 1600-1800”, en Soundings in Atlantic History: Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830,
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
mercio y un servicio de aduanas insuficiente exacerbaron el comercio
ilícito. Por otra parte, la ineficaz maquinaria burocrática española era tal
que muchos funcionarios del gobierno toleraban el comercio ilegal. Por
ejemplo, durante el siglo XVIII Cádiz monopolizaba el comercio entre
España y sus colonias americanas hasta 1765, cuando la corona permitió
que Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y Margarita comerciaran directamente con otros nueve puertos españoles. Antes de esta asignación,
este intercambio de mercancías ocurría ilícitamente y era por lo tanto
considerado contrabando según la ley.4
La lejanía de la frontera española en América del Norte prácticamente obligaba a los colonos a comerciar libremente en contra de la ley.
Según la política mercantilista restrictiva, todo el comercio español debía de realizarse a través del puerto de Veracruz. A pesar de que canalizar
las importaciones y exportaciones a través de un solo puerto permitía la
tributación adecuada de las mercancías, el transporte de estos bienes a
las zonas limítrofes y remotas del imperio era difícil. Los precios de los
bienes aumentaban con la distancia cuando los gastos de transporte y
las alcabalas se añadían a los costes mientras la falta de frecuencia en las
visitas de comerciantes del centro de la Nueva España hacia la frontera
hacía difícil para los vecinos españoles la adquisición de bienes de manera legal, fomentando el contrabando con la Luisiana francesa como una
alternativa viable a la lenta recua de mulas que transportaba mercancías procedente de México. Por otra parte, los comerciantes franceses
también buscaban el comercio con Texas y Nuevo México a pesar de la
distancia y el peligro que suponían los indios. Un testimonio de segunda
mano de un contrabandista francés ilustra muy bien las percepciones
francesas sobre la posibilidad del comercio ilícito. Corría el rumor de
que un contrabandista francés que viajaba errante hacia el oeste en busca de Santa Fe a finales del siglo XVIII se encontró con un español raído
4
ed. 1800-30. Bernard Bailyn y Patricia L. Denault, 141-180 (Cambridge: Harvard
University Press, 2009), 150.
Klooster, 175. Para una visión general de la política económica española hacia sus
colonias americanas véase, Peter Bakewell, A History of Latin America: Empires and
Sequels, 1450-1930 (Malden, MA: Blackwell Publishers Inc., 1997).
401
George T. Díaz
y sucio al que preguntó el camino a seguir. El español respondió amablemente y le preguntó si el viajero tenía alguna mercancía para vender.
Invitado a la casa del español el contrabandista encontró a la esposa
casi desnuda y los niños completamente desnudos. El español compró
un par de medias de seda rojas y otras prendas extranjeras y pagó por
ello con indiferencia de una caja fuerte que contenía más de quinientos
pesos. El comerciante contrabandista comentó más adelante que la vida
de los más pobres de los franceses era preferible a “morir de hambre al
lado de un montón de pesos”.5
Sin importar si esta historia es cierta o no, la riqueza procedente
de la plata en Nueva España era muy reconocido y Francia y otras naciones europeas hicieron esfuerzos serios para comerciar con sus vecinos hispanoamericanos que poseían una increíble riqueza minera pero
grandes carencias de bienes materiales. En 1714, Juchereau de St. Denis
estableció el contacto comercial documentado más temprano entre las
fronteras francesa y española. Siguiendo instrucciones del gobernador
de Luisiana Antoine de la Mothe-Cadillac, St. Denis tuvo éxito en llevar
sus productos al puesto de San Juan Bautista en el Río Grande, donde el
capitán del presidio Domingo Ramón lo detuvo inmediatamente. Después de un culebrón de intriga que incluía el matrimonio de St. Denis
con la hija del capitán y su acuerdo para llevar misioneros franciscanos
al este de Texas, las autoridades soltaron el comerciante francés. Las operaciones de contrabando de St. Denis, junto con el descubrimiento del
intento de colonización de Texas por La Salle aumentó en gran medida
los temores españoles de una posible ocupación francesa. En una carta
escrita a España, un inquieto funcionario en México ilustró la preocupación general ante el cariz de los acontecimientos:
“México no tiene otro comercio con el interior y perderá a través del comercio con Mobile. Se evitarán … los impuestos de entrada… los ingresos de las alcabalas, del quinto, y el de los derechos de exportación. Esto
permitirá a los franceses vender el cincuenta por ciento más barato…
5
402
Henri Folmer, “Contraband Trade between Louisiana and New Mexico in the
Eighteenth Century”, New Mexico Historical Review Vol. XVI. N º 3 (1941): 253.
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
Es cierto que el comercio de España se arruinará con la importación de
productos franceses desde el norte”.6
La expedición exitosa de St. Denis perpetuó el mito de los españoles ricos en harapos. El gobernador Cadillac continuó la política de
comercio de Francia sobre la idea de conquista, y apoyó a St. Denis en
otra empresa en octubre de 1716. El capitán Ramón ayudó a su yerno
con la operación, proporcionándole una recua de mulas para llevar las
mercancías de contrabando al presidio. Para evitar cualquier apariencia de complicidad, Ramón confiscó parte de la carga ilícita y afirmó
que el resto había sido tomado en incursiones de los indios. El viaje de
St. Denis a la Ciudad de México para reclamar sus bienes decomisados
terminó en su encarcelación después de que el gobernador de Coahuila
y Texas Martín de Alarcón informara al virrey que las “provincias fronterizas se habían inundado de contrabando francés iniciado por Saint
Denis”.7 Sorprendentemente, los alegatos de los misioneros franciscanos
ayudaron a St. Denis a conseguir la libertad bajo fianza en noviembre
de 1717. Ya liberado, St. Denis rápidamente huyó a Natchitoches en
Luisiana. Aunque los sueños franceses de lanzar caravanas cargadas de
contrabando a través de las fronteras españolas se evaporaron, St. Denis
transformó Natchitoches en un centro para el comercio ilícito hasta su
muerte en 1744. 8
Reaccionando a estas y otras amenazas, España estableció un
presidio en Los Adaes en el este de Texas en 1721. En lugar de servir
como un bastión para la defensa española, la necesidad y el aislamiento
extremo del presidio obligaron a los soldados de la guarnición al comercio ilícito con la Luisiana francesa. En 1724, sólo tres años después
de su fundación, los soldados del presidio compraban maíz a los franceses con el fin de evitar morir de inanición. Aunque el virrey autorizó
compras de maíz en 1733, el resto del comercio no vital seguía siendo
ilegal. Con el comercio español arrastrándose lentamente a lo largo del
6
7
8
Ibid., pp. 256-57.
Ibid., p. 244.
Ibid., p. 245.
403
George T. Díaz
Camino Real desde Saltillo a 800 millas de distancia hasta Los Adaes y
los productos franceses ilícitos a menos de un día de distancia, muchos
soldados optaron por su propia conveniencia y supervivencia más que
la política, practicando con sus rivales imperiales el trueque ilegal por
ropa, armas de fuego y otros bienes manufacturados. Esto muy a pesar
de las restricciones mercantilistas.9
El comercio con los indios no cristianos, aunque prohibido por la
ley española, se convirtió en una parte necesaria de la diplomacia española con los Indios y la geopolítica colonial. Los indios caddo y wichita
contribuyeron al contrabando de comercio mediante el intercambio de
caballos y pieles por armas de fuego francesas y españolas, herramientas de acero y otros productos europeos. De hecho, a lo largo del siglo
XVIII la influencia de los indios entre los ríos Rojo y Trinidad fue tal que
España y Francia disputaron por su favor. El intercambio de regalos (comercio) cimentaba acuerdos entre los indios y los colonos mediante la
creación de parentescos ficticios. Las colonias que no podían intercambiar regalos con los grupos indígenas numéricamente y militarmente
superiores se mantuvieron marginadas y venerables a un ataque. Por
otra parte, la certeza de que los colonos franceses en Luisiana entraron
en relaciones comerciales con los indios del este de Texas prácticamente
obligó a los colonos españoles a hacer lo mismo.10
Aparte de la vinculación de los españoles, los colonos franceses y
los indios por medio del contrabando, los vínculos entre soldados de la
guarnición de Los Adaes y los colonos franceses socavaban aún más la
9
10
404
David J. Weber, The Spanish Frontier in North America (New Haven: Yale University Press, 1992), 172-73.
Para más información sobre la participación indígena en el contrabando en las
zonas fronterizas, véase James F. Brooks, Captives and Cousins: Slavery, Kinship,
and Community in the Southwest Borderlands (Chapel Hill: University of North
Carolina Press, 2002); Joseph P. Sánchez, Explorers, Traders, and Slavers: Forging
the Old Spanish Trail, 1678-1850, (Salt Lake City: University of Utah Press, 1997);
y David La Vere, “Between Kinship and Capitalism: French and Spanish Rivalry in
the Colonial Louisiana – Texas Indian Trade”, The Journal of Southern History Vol.
64, N º 2 (mayo de 1998), 197-218.
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
política imperial española. Hijas de oficiales españoles se casaban con
los hijos de los colonos franceses y ciudadanos de ambos imperios rivales sirvieron como padrinos para los niños que crecían con auténticos
vínculos transnacionales. Con lazos de la comunidad inmediatamente
conectados entre sí y los objetivos imperiales contrarios al bienestar local, los habitantes fronterizos normalmente optaban por sus intereses,
incluso si era contra la ley.11
La retirada francesa de América del Norte tras su derrota en la
Guerra de los Siete Años (1756-1763) dejó una brecha comercial que
llenaron rápidamente los contrabandistas británicos. Por otra parte, la
revolución industrial y la expansión de la armada y la marina mercante
británicas crearon las circunstancias para la expansión del comercio lícito e ilícito británico en los mercados extranjeros. De hecho, entre 1770
y 1777, Gran Bretaña dominó la importación y exportación a través de
la Luisiana española, especialmente participando en la venta no autorizada de productos textiles y artículos de metal. El gobernador interino
de Luisiana Bernardo de Gálvez estimó que el comercio legal de la colonia era de 15.000 pesos al año frente a otros 585.000 pesos, es decir el
97.5%, de intercambio producido ilícitamente.12 El 17 de abril de 1777,
en una demostración de fuerza que resultó ser poco más que eso, Gálvez
ordenó la incautación de once buques británicos sospechosos de contrabando a lo largo del delta del Mississippi, aunque la geopolítica, sin
embargo, con el tiempo forzó el retorno de los bienes incautados y mantuvo el estatus quo del comercio ilegal. Aunque el regreso de los barcos
se deriva del deseo razonable de evitar una guerra con Gran Bretaña, la
incapacidad de España para vigilar el contrabando a través de uno de
11
12
Francis Xavier Galán, “Presidio Los Adaes: Worship, Kinship, and Commerce with
French Natchitoches on the Spanish-Franco-Caddo Borderlands, 1721-1773,”
Louisiana History: The Journal of the Louisiana Historical Association Vol . 49, N º
2 (primavera de 2008), 204; y Matthew Babcock, “Roots of Independence: Transcultural Trade in the Texas-Louisiana Borderlands.” Ethnohistory 60, no. 2 (2013):
245-268.
Klooster, “ Inter-Imperial Smuggling in the Americas, 1600-1800”, 176.
405
George T. Díaz
sus puestos más guarnecidos ilustra el fracaso general de la política del
comercio colonial.13
Una gran parte de la culpa del contrabando la tenía la política
administrativa española que restringía el comercio legal severamente.
A pesar de que los temores de perder sus posesiones periféricas frente a
los rivales europeos (especialmente los franceses) impulsaron la colonización española de Texas por España, la política mercantilista paralizó
el desarrollo de los asentamientos a lo largo de la frontera. Entre 1748
y 1756 José de Escandón fundó veinticuatro poblamientos a lo largo
del Río Bravo (Río Grande), como parte de las denominadas Villas del
Norte en la Colonia del Nuevo Santander. Los esfuerzos de Escandón
trajeron unos 1.767 colonos a la región y dejaron el territorio bajo el
gobierno español. A pesar de que los colonos y los soldados que custodiaban la frontera contra la invasión de los indios servían los fines imperiales de España, las autoridades coloniales prohibían la capitalización
de sus esfuerzos. En lugar de permitir que los vecinos establecieran un
puerto en el puerto natural cerca de Refugio, la política mercantilista
siguió limitando el comercio al puerto de Veracruz localizado a cientos
de kilómetros de distancia. Aparte de hacer el comercio legal más caro y
difícil, esta restricción ahogaba la explotación de los recursos naturales
de las Villas del Norte, lo cual dificultaba el desarrollo de la región y,
finalmente, las ambiciones españoles de colonizar la región. Colonos
contrariados mostraban su desprecio por la ley al recibir a contrabandistas extranjeros yanquis y otros que operaban a lo largo de la malamente protegida costa del Golfo de México. De hecho, ya para los años
de la década de 1770 el tráfico ilícito llegó a ser tan común que los vecinos practicaban el contrabando como una “manera de vivir”.14
El contrabando se extendió a los límites de las posesiones de España en América del Norte. Las preocupaciones de contrabando en Ca13
14
406
John Caughey, “Bernardo de Galvez and the English Smugglers on the Mississippi,
1777.” The Hispanic American Historical Review 12, No. 1 (1932): 46-58.
Omar S. Valerio-Jiménez, River of Hope: Forging Identity and Nation in the Rio
Grande Borderlands (Durham: Duke University Press, 2013), 98.
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
lifornia comenzaron en 1784 con la publicación del relato de la travesía
del Pacífico del capitán James Cook, en el que el capitán emprendedor
anunciaba que los compradores cantoneses pagaban hasta $120 para
una sola piel de nutria marina. Los anuncios en inglés sobre la rentabilidad del comercio de nutria marina despertaron el interés de los españoles ante la posibilidad de explotar este recurso. Ese mismo año el
virrey de la Nueva España Vicente Vasadre y Vega respondió formando
un plan para estimular el comercio de nutria entre California y China.
En vez de que los barcos españoles regresaran vacíos, Vasadre propuso
que los navíos volvieran a Acapulco con pieles de nutria de California.
Estas pieles se transportarían a Manila en las islas Filipinas en galeones
donde serían intercambiadas por el azogue necesario para las minas de
plata mexicanas. La corona aprobó los planes de Vasadre y le concedió
un monopolio virtual en el comercio de nutria. Las prohibiciones de la
Corona fueron tan lejos como para excluir el comercio interior español
y funcionaron para desalentar la economía de Nueva España.15
Sin embargo, el monopolio de España en el comercio de nutrias
marinas de California sólo existía sobre papel. Ya en 1796 los contrabandistas yanquis navegaban las aguas de la bahía de Monterey. Las
frustraciones de España por frenar este comercio ilícito se tipificaban
claramente en sus esfuerzos contra el navío de bandera estadounidense
Alexander. En febrero de 1803, el Alexander propiedad de armadores de
Boston navegó a la bahía de San Diego. Aunque el capitán del barco poseía un pasaporte firmado por el cónsul de España en Nueva Inglaterra,
el comandante del presidio Manuel Rodríguez sospechó algo irregular.
En un ardid ideado por los contrabandistas estadounidenses, el capitán
del barco convenció a Rodríguez que sus hombres estaban enfermos y
15
William J. Barger, “Furs, Hides, and a Little Larceny: Smuggling and Its Role in
Early California’s Economy,” Southern California Quarterly, vol. 85, No. 4 (Invierno 2003), 381-412; Magdalen Coughlin, “ Boston Smugglers on the Coast (17971821): An Insight into the American Acquisition of California “ California Historical Society Quarterly Vol.. XLVI. N º 2 (junio de 1967): 99-120, y Adele Ogden, The
California Sea Otter Trade 1784-1848 (Los Angeles: University of California Press,
1941), 15-16.
407
George T. Díaz
muertos de hambre para que se les permitiera atracar en el puerto. El
honor español exigía que Rodríguez concediera ayuda a los estadounidenses, pero la prudencia le mantuvo los ojos abiertos y el comandante envió unos pocos hombres para que vigilaran el navío. Rumores
de contrabando llegaron a oídos de Rodríguez cinco días después. La
consiguiente inspección del Alexander descubrió un alijo de 491 pieles
de nutria ilegales. Lo irónico en esta historia es que la fuente de la carga
evadida en el Alexander procedía de los propios españoles. La petición
de un oficial militar del presidio al gobernador de la devolución de las
223 pieles de nutria que “fingió vender” a los estadounidenses junto con
la petición de devolución de un misionero franciscano sobre 170 pieles
que los indios de misión vendieron son evocadores de la complicidad
local con el contrabando.16
La participación de los indios en el comercio ilícito se extendía
más allá de aquellos que estaban confinados a las misiones. El dominio geopolítico por parte de los indios del sur de las Grandes Planicies
proporcionó un foro a los rivales de España. Comerciantes americanos
entraron en las tierras fronterizas españolas ya en la década de 1790 para
intercambiar productos con los comanches y otros pueblos indígenas
en contra de las leyes españolas. Ansiosos por herramientas de metal,
productos textiles, y armas de fuego, y buscando remplazar a sus socios
comerciales franceses, los indios recibieron a los comerciantes estadounidenses que buscaban caballos. Aunque los caballos salvajes abundaban en el sur de las grandes llanuras, en 1778 las autoridades coloniales
españolas que buscaban ingresos bajo las reformas borbónicas clasificaron los mesteños como propiedad del rey. La ley española todavía
permitía el comercio de caballos salvajes, pero impuestos rígidos que a
veces rozaban el 67% sofocaban el comercio autorizado y motivaban el
contrabando.17 Sólo en una expedición en 1798, el aventurero y contrabandista estadounidense de mesteños Philip Nolan hizo entre $ 60.000
16
17
408
Ogden., 36.
Dan Flores, “Bringing Home All the Pretty Horses: The Horse Trade and the Early
American West,” Montana: The Magazine of Western History Vol. 58. N º 2 (verano
2008), 15.
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
y 70.000 dólares, diez veces su inversión original, traficando con caballos.18 Los soldados españoles descubrieron finalmente el campamento
de Nolan cerca del río Trinidad en 1801 y lo mataron, pero aun así, las
fuerzas españolas no podían detener el comercio ilegal de caballos a través de sus fronteras. Durante la década de 1810, el gobernador español
de Texas estimó que los traficantes robaban casi 1.000 caballos del rey al
mes. Aparte de denegar grandes sumas de ingresos coloniales a las arcas
reales, el comercio ilícito con los mercados de los Estados Unidos sedujo
a los comanches a abandonar su alianza con los españoles, incitando
la reavivación de sus incursiones de saqueo de caballos y mulas contra
los asentamientos españoles. Los comanches intercambiaban el ganado
capturado por las preciadas armas de fuego estadounidenses que se empleaban en los ataques contra las poblaciones españolas, alimentando
así un ciclo de guerra que frustró las esperanzas de colonizar la frontera del norte y debilitó significativamente la presencia de España en
México.19 Este ciclo de debilitamiento de España se acentuó aún más
entrando el siglo XIX.
La invasión de la península Ibérica por Napoleón en 1808 dejó libres del control metropolitano a las administraciones americanas y proporcionó oportunidades para la población descontenta con el sistema
colonial implantado por los borbones, lo que eventualmente conduciría
hacia los procesos de independencia. Los contrabandistas aprovecharon
el caos administrativo que rodeaba a los movimientos de independencia
de América Latina para traficar con esclavos hacia los Estados Unidos.
Aunque el gobierno revolucionario en México prohibió el comercio de
esclavos en 1810, la esclavitud seguía siendo legal bajo la ley española.
Por otra parte, el algodón y el cultivo de azúcar en el Sur de los Estados
Unidos dependían de mano de obra esclava, que los mercados internos estadounidenses no podían satisfacer. La prohibición de los Estados
Unidos contra el tráfico internacional de esclavos después de 1808 incrementó aún más la rentabilidad de traficar esclavos. Como no podía
18
19
Ibid., 21.
Pekka Hämäläinen, The Comanche Empire (New Haven: Yale University Press,
2008), 150-52.
409
George T. Díaz
ser de otra forma, el comercio ilegal de esclavos floreció por el aumento de la demanda, el incremento de los beneficios y la débil vigilancia
en las fronteras y zonas marítimas. A finales de la década de 1810, los
traficantes trajeron entre unos 13.000 a 15.000 esclavos a los Estados
Unidos, muchos de los cuales pasaron por aguas españolas entre Cuba
y Florida.20
Situado en la periferia del imperio español en América del Norte
y cerca del puerto de Nuevo Orleans, Texas se convirtió en un centro
del comercio ilegal de esclavos. Galveston resultó particularmente adecuado para esta actividad ilícita. Además de su conveniente ubicación,
debido a la competición entre los españoles, los mexicanos y los estadounidenses por reclamar el puerto, la isla se encontró en un limbo legal
que no pasó desapercibido a los conocidos piratas Pierre y Jean Laffite,
quienes trasladaron sus proyectos empresariales de Louisiana a la isla
de Galveston y se involucraron en el floreciente comercio de esclavos.
Desde la isla los esclavos eran trasladados por barco a Luisiana, donde
marchaban por el territorio neutral en disputa reclamado tanto por España como por los Estados Unidos. El aficionado a los cuchillos James
Bowie compraba al peso los esclavos de los hermanos Laffite, pagando
un dólar la libra tras lo cual eran llevados a través de la frontera en
grupos de hasta cuarenta a la vez. Aunque la ley de Estados Unidos prohibía la importación de esclavos extranjeros, los traficantes de esclavos
buscaban fisuras legales para trasladar su mercancía humana. En lugar
de liberar a los esclavos importados ilegalmente a Estados Unidos, las
autoridades estadounidenses incautaban estos esclavos de contrabando
y los vendían en subastas públicas. Los confidentes recibían la mitad de
los beneficios generados en las subastas de esclavos del gobierno como
recompensa por sus servicios. Esto fomentaba el mercado y tráfico ilegal
de esclavos hacia Estados Unidos. Aprovechando esta situación, Bowie y
sus hermanos llevaban a sus esclavos procedentes del tráfico ilegal a las
autoridades estadounidenses, antes las que afirmaban que sólo habían
20
410
David Head, “Slave Smuggling by Foreign Privateers: The Illegal Slave Trade and
the Geopolitics of the Early Republic,” Journal of the Early Republic, 33 (otoño de
2013), 438.
“La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera
traído esclavos que fueron apresados por ser incorregibles. Los hermanos Bowie entonces compraban estos mismos esclavos, lavando eficazmente la marca del contrabando sobre sus esclavos y utilizando el dinero de la recompensa para compensar el precio del ardid.21 De este modo,
Bowie y sus hermanos traficaron exitosamente con unos 180 esclavos
en cuatro ocasiones diferentes entre 1819 y 1820, ganando unos 65.000
dólares en estas empresas de tráfico humano.22
A modo de conclusión podemos señalar que fue el contrabando
y los contrabandistas los que derrotaron al imperio español. Inevitablemente, el libre comercio se impuso por varias razones. La economía
mercantilista de España no cumplió con los mejores intereses de los
colonos americanos e inculcó desdén por la ley. Con los productos extranjeros más baratos y fácilmente disponibles, pocos tuvieron el reparo
de decir no. José Darío Argüello, el gobernador español de California,
puso el problema de forma sucinta cuando afirmó en 1811 que “la necesidad hace lícito lo que no es lícito por ley”.23 Las dificultades logísticas
y burocráticas también contribuyeron al hacer la política comercial de
la corona inejecutable. En lugar de defender las leyes en contra de su
propio interés, los colonos y los soldados de los presidios fronterizos
antepusieron frecuentemente a la comunidad sobre los intereses de la
corona y negociaron libremente con sus supuestos rivales imperiales.
De hecho, en lugares como la zona fronteriza entre Texas y Luisiana los
colonos españoles formaron lazos familiares con sus adversarios imperiales. Aunque el comercio ilícito en general beneficiaba a las comunidades regionales, llevaba una gran desventaja para el imperio de España en América del Norte. Aparte de la privación de ingresos coloniales
importantes por el contrabando, el comercio ilícito de caballos provocó
ataques de los comanches que devastaron los establecimientos del norte
de la Nueva España. Por otra parte, los comerciantes de esclavos manipularon la confusión geopolítica y la apatía del gobierno para facilitar la
21
22
23
Peter Andreas, Smuggler Nation: How Illicit Trade Made America (Oxford: Oxford
University Press, 2013), 145.
Head, “ Slave Smuggling by Foreign Privateers,” 453.
Ogden, 66.
411
George T. Díaz
venta ilegal de seres humanos. Finalmente, el objetivo imperial de España sobrepasó su alcance permitiendo que los contrabandistas se salieran
con la suya.
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413
III. Fronteras
ideológicas. Religiosas
y culturales
Imágenes indirectas.
La cristiandad y el Islam
en los interrogatorios
a cautivos1
Juan Francisco Pardo Molero2
“La pequeña población que nombran el Col y la boca de un río que allí
entra en el dicho mar Mediterráneo dividiendo el reino de Tremecén
del de Túnez, están en el meridiano de la villa de Niza del ducado de
Saboya. Y a continuación del Col, a poniente, el primer lugar que en la
dicha costa se le sigue se nombra Gixar o Chichar, que está frontero de
Tolón, de la misma costa de Francia. La fuerza de Bugía, más a poniente
de Gixar está en la igualdad de Narbona; Tedelez, entre Bugía y Argel,
está en la de Rosas, costa de Cataluña; y la famosa ladronera de Argel
está en el paraje de Barcelona. Sargel, más a poniente de Argel, está en el
de Tortosa; Valencia en el de Briscar, inmediata población del reino de
Tremecén, como es dicho. La de Ténez está frontero de Denia, Alicante,
en el de Mostagán. Guardamar, boca del río de Segura, extremo de los
reinos de Valencia y Murcia, está en el de Arceo; Orán Y Mazalquivir
1
2
Este trabajo (que fue elaborado en el marco del proyecto de investigación del Ministerio de Educación y Cultura “El Reino de Valencia en el marco de una Monarquía Compuesta: un modelo de gobierno y sociedad desde una perspectiva
comparada”, Código HUM 2005-05354, financiado con fondos FEDER), fue publicado en Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 55 (2005); se han
rectificado errores y actualizado referencias bibliográfícas.
Universidad de Valencia
417
Juan Francisco Pardo Molero
están fronteros de Cartagena, a menos distancia de mar que los demás
referidos lugares”
Suárez, Historia del Maestre último que fue de Montesa
y de su hermano.., 2005, 83-84.
La precisa descripción de los confines entre África y Europa realizada por Diego Suárez Montañés ya en el siglo XVII no sólo recuerda
la condición de frontera entre España y Berbería, sino que también, al
recorrer los accidentes geográficos, como sierras o ríos, o las ciudades,
presenta paralelismos entre los dos lados del mar interior. Por ejemplo,
las montañas y sierras de Tremecén “prolongan y se extienden” del mismo modo que las de España (Suárez, 2005, 85-86). Ese reflejo aproximado ofrecido por la geografía había de significar afinidad de ánimos, presentada contradictoriamente con otras razones sobre conflicto cultural,
religioso y militar (Bunes, 1989, 30-66). Del mismo modo los testimonios de los cristianos que habían sufrido cautiverio en aquellas ciudades
norteafricanas, al tiempo que marcan distancias entre la Cristiandad y
el Islam, también proponen imágenes, en las que junto al prejuicio o la
intención política y estratégica se adivina el reflejo de un mundo en el
otro; la enemistad religiosa y la guerra no sólo generan tópicos de odio
y exclusión, sino también una especie de emulación que, para superar al
rival, lo asimila y lo hace propio.
Hace algunos años las increíbles historias de los renegados contadas por los Bennassar proporcionaron una visión inédita de las relaciones entre la Cristiandad y el Islam, en cuyos intersticios había espacio
sobrado para vidas aventureras y trayectorias de ida y vuelta con final no
siempre trágico (Bennassar y Bennassar, 1989, passim). Pero no sólo los
renegados franquearon los límites entre las dos civilizaciones y volvieron para contarlo. Centenares de personas, de ambos lados, sobrevivieron a la traumática experiencia del cautiverio sin abandonar su fe, y no
pocos de ellos dieron a otros testimonios de su periplo. Naturalmente en
esos testimonios no interesaban tanto las vicisitudes espirituales de los
cautivos como otro tipo de informaciones, que los interlocutores, magistrados civiles en este caso, recogían con sumo cuidado, dado el interés
418
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
que podían tener para la estrategia y la política militar de la Monarquía.
Muchos de los cautivos vueltos de manos de los turcos, especialmente
cuando su regreso se hacía al margen de las órdenes rescatadoras, la Trinidad y la Merced (para cuyas gestiones véase Martínez Torres, 2004),
eran de ordinario interrogados según un cuestionario estándar, que se
interesaba por la ruta que había seguido el cautivo hasta recobrar la libertad (muchas veces al escaparse de la galera en que remaba), por la
capacidad e intenciones de la escuadra en que había servido, y, más en
general, por la capacidad naval de Argel o las posibilidades defensivas
de la ciudad y por sus contactos con el Imperio otomano. Gracias a la
información suministrada por el ex cautivo el juez civil reunía datos
sobre los planes y la potencia militar de los enemigos del emperador y
de la fe católica. Con esos datos se confeccionaban informes que luego
se remitían al Gobierno de la Monarquía con la intención no sólo de
proporcionar adecuada información sino sobre todo de llamar la atención sobre la indefensión de las plazas de África o de las costas de España. Incluso la mera transcripción del interrogatorio, con preguntas
bien escogidas y respuestas interesadas, por sí mismo podía bastar para
alertar al destinatario, siempre que este se dejase alertar. Porque estos
testimonios pasan rápidamente a integrarse en el copioso flujo de avisos
que circulaba por las rutas navales y terrestres de la Monarquía y que
confluye siempre en la Corte. En todos los avisos, junto a la aparentemente neutra finalidad de mantener informado al Gobierno imperial,
asomaba también el deseo de influir en los ánimos regios o ministeriales
y condicionar la elaboración de la política exterior.
Detrás de este cruce de intenciones, en el que el cautivo trata de
satisfacer la sed de conocimientos de las autoridades cristianas, se deslizan a veces otros detalles; muy poco sobre la peripecia personal, en
primera persona, del cautivo; algo más (no mucho) sobre aspectos generales del vivir en las ciudades y escuadras escenario del cautiverio.
Aprendemos algo sobre la moral de los cautivos, que oscila entre las
esperanzas de una próxima victoria militar cristiana, que libere a los
esclavos de los infieles, y la desesperación, unida siempre a la tentación
de renegar la fe. O sobre las actividades económicas en la ciudad de
419
Juan Francisco Pardo Molero
reclusión, especialmente Argel, máxime si esas actividades están relacionadas con la guerra. O, de una manera más sutil, acerca de la imagen
de los reyes, emperadores, militares y ministros de ambos lados, de la
idea que unos y otros tienen de Carlos V, Solimán o Barbarroja, cómo se
transmite y cómo se refleja en el contrario, hasta acabar constituyendo
patrones más o menos fijos. La intención sigue siendo transparente: dar
idea de estados de ánimo, de posibilidades económicas, de capacidades
del enemigo que hay que destruir o incorporar, etc., pero la fijación del
tópico no deja de ser menos cierta.
Lo corrobora el contenido de otras fuentes que abundan en las
mismas ideas y participan de las mismas intenciones. Para empezar los
otros avisos, de los que también veremos alguna muestra, y que vienen
de fuentes muy diversas: de la correspondencia de particulares, sobre
todo de mercaderes, de la que se suelen extractar capítulos de relieve
estratégico, con noticias sobre el Turco, Barbarroja o los demás corsarios otomanos; de las confesiones de los cautivos musulmanes, de los
apresados por los cristianos, ya sea en el norte de África o en las costas
españolas; cautivos a los que se somete a un interrogatorio similar al
que hemos visto; o, con toda intención, de las informaciones reservadas transmitidas por espías, agentes muchas veces de fidelidad dudosa (Suárez, 2005, 152-153), limitados a acciones breves, o bien tenaces
informadores que, a su vez, cuentan con fuentes veraces, que remiten
constantemente relaciones de las fuerzas y plazas enemigas3. Otro tanto
puede decirse de la correspondencia oficial que a veces se nutre de las
informaciones que acabamos de enumerar, y que transmite sus intereses
de intervención o de apoyo militar o naval con todo descaro: gobernadores, virreyes, magistrados municipales, visitadores, etc., se hacen portavoces de la conveniencia estratégica local y la hacen llegar a la Corona.
Finalmente las crónicas, algunas veces con una similitud en el fondo y
en la forma con los papeles de avisos que no debe sorprender: no sólo
3
420
Recientemente Mª José Bertomeu mediante la publicación de la correspondencia
de uno de estos agentes, el dálmata Jerónimo Bucchia, con Antonio Perrenot de
Granvela, ha desvelado una de estas redes de espionaje (Bertomeu, 2006). Véase
también Sola, 2005, especialmente 201-247.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
porque el cronista maneje aquellos papeles para escribir los suyos, sino
también porque en muchos casos ha participado de ese mundo de noticias y alertas. Las crónicas, aparentemente de intención más compleja
que la correspondencia, pueden proporcionar algunas claves para los
avisos, pero encaminadas como están a enaltecer una “nación”, un estamento o institución, o una persona, pierden parte de la confluencia
de intereses que aún subsiste en el documento de aviso (al tiempo que
incorporan otros nuevos): el reflejo de una historia real, la intención de
quien lo transmite, la de quien lo hace copiar y reenviar, el interés de la
Monarquía etc. Son más bien los intereses cruzados de los papeles los
que nos dan las claves de lectura de las crónicas.
La cronología de los informes que vamos a estudiar aquí no es casual. La década de 1530 constituye el período culminante de la rivalidad
entre Carlos V y Solimán el Magnífico, con las figuras de Doria, Álvaro
de Bazán, Barbarroja, Salah Rais, etc. en su apogeo. La década que media
entre las dos derrotas hispanas de Argel de 1529 y 1541 fue un tiempo
de máxima tensión hispano-turca, al que, además, se suma Francisco I
en 1536. La guerra estiliza las imágenes, pero, a la vez, vuelve más claros los reflejos y aviva el sentido de la emulación. Se trata además de
un período en el que la información disponible sobre los turcos en los
libros impresos o manuscritos de cierta difusión en España está todavía
bastante limitada, y oscila entre la recepción parcial del reconocimiento
europeo y la fantasía. Pero también se empieza a tomar conciencia de
esa limitación, de la que se hace eco, por ejemplo, Antonio de Guevara,
se prepara la aparición de obras de cierto rigor, al tiempo que empieza,
siquiera sea episódica o tangencialmente, a irrumpir el “tema turco” en
la literatura de ficción (Mas, 1967, I, 17-57). Un conocimiento estimulado por el conflicto militar y que aparece primero en la forma de avisos y
relaciones muy vinculados al espionaje y al cautiverio.
Grandeza, disimulación y miedo
En enero de 1536, meses después de que Carlos V obtuviese una
de sus más celebradas victorias, la conquista de Túnez, Jairedín Barba-
421
Juan Francisco Pardo Molero
rroja, el corsario contra el que se había lanzado la campaña imperial,
entraba sano y salvo en Constantinopla al frente de sus galeras. Pedro de
Vergara, cautivo que iba en aquella escuadra, recordó poco después que
aquel día de enero “la ciudad de Constantinopla hizo gran fiesta y alegría loando al dicho Barbarroxa que havía hecho gran cosa en se haver
escapado de las manos de tan gran señor”4. La consideración del emperador como “gran señor” la había retenido el cautivo cristiano como
la justificación de los festejos públicos en la capital otomana y la supo
traer a colación en el momento oportuno. Su trayectoria personal no le
dejaba demasiado espacio a la improvisación. Debía justificar su pasado,
proporcionar información útil y, en la medida de lo posible, regalar los
oídos de los pesquisidores del rey que le interrogaban. Cuando le preguntaron cómo había ido a parar a Constantinopla, se apresuró a decir
que había pasado más de seis años en cautiverio desde que lo hiciese
preso el famoso corsario Cachadiablo cuando echó a pique las Galeras de España (hecho que tuvo lugar en 1529: López de Gómara, 1853,
396-399; Pardo, 2001, 242-248): “Preguntado cómo y quándo y de qué
manera fue a Constantinopla, dize que siendo tomado preso en las galeras de Barbarroxa por esclavo, sobre las galeras de Portuondo”. Cuando
Carlos V tomó Túnez, Vergara estaba en Bona, y de allí se lo llevaron a
Argel, donde Barbarroja, con quince galeras, cargó sus cosas y se juntó
con las escuadras de los corsarios que allí había, El Judío y Salah Rais.
Como es bien sabido, atacaron y saquearon Mahón poniendo en evidencia la estrategia imperial (Juan, 2001, 550-554); de ahí, y por etapas,
pasando por Monastir, Quíos y Mitilene, fueron a Levante, y avisaron al
hijo de Solimán para que autorizase su entrada en Constantinopla. La
narración de Vergara dice:
“Después de la tomada de Túnez (…) fueron a Argel con XV galeras y
cargaron la ropa y artillería que tenía el dicho Barbarroja en Argel y así
cargado, juntamente con otras galeras que estavan en Argel con El Judío
y el captián Salla Rais vinieron en Menorca con las banderas de la Cesá4
422
Archivo General de Simancas, AGS en adelante, Estado, Costas de África y Levante,
466, “Razón del dicho y depusición de Pedro de Vergara, spañol, que se le preguntó
a XX de marzo de MDXXXVI en Lete”.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
rea Magestad y tomaron y saquearon la isla, y de allí partieron con todas
las dichas galeras, y navegando tomaron agua al Monasterio, y otra vez
tomaron agua allí cerca y navegando desde allí fueron a Quío y de Quío
a Metelene, donde estuvieron por XV días hasta tanto que embió avisar
el hijo del Gran Turco que él quedava en una ciudad nombrada Oxia,
martítima, y tornando por el puerto hordenó que fuesen a Constantinopla, y así partieron con la dicha armada y entraron en Constantinopla el
mes de henero próximo pasado”.
El relato de las gestas de Barbarroja hecho por alguien que lo vivió tan de cerca, amarrado al banco de una de sus galeras, podía molestar a los agentes imperiales que le tomaban declaración, pero la noticia
de que en Constantinopla valoraban la importancia de su señor compensaba la posible irritación. En el fondo, Vergara equiparaba un enemigo con otro; las fiestas celebradas en la capital del Imperio otomano
ponían a Carlos V, “gran señor”, al nivel de Solimán, del “Gran Turco”.
Era la idea que los que vivían en las fronteras del imperio carolino en el
Mediterráneo trataban de recalcar una y otra vez: la verdadera lucha en
la que debía empeñarse el emperador era la cruzada contra el Turco, la
más justa y la que le procuraría gloria de monarca universal. Así se afirmaba por las autoridades de los territorios acosados por el corsarismo
otomano (Pardo, 2001, 278-279), y también por los agentes del César
ocupados en los vericuetos de la diplomacia y el espionaje imperial. Lo
sostenía uno de los más afamados espías de Carlos V, el dálmata Jerónimo Bucchia, cuando proponía planes grandiosos para la reconquista
de Constantinopla, a la que consideraba la vera sedia deli imperi (Bertomeu, 2006, 169). Tópico de “los dos grandes” que subsiste en el siglo
XVII (Mas, 1967, II, 153-164). Solimán y Carlos V eran emperadores
enfrentados en una lucha entre iguales.
La reputación de la lucha por la hegemonía se trasladaba a otros
niveles del imperio. El virrey de Valencia cuando informó sobre los estragos que causaba una escuadra corsaria en la costa del reino, en el
verano de 1538, dijo que el capitán que la mandaba era algo así como
“visorey de Alger”, con lo que, implícitamente, lo colocaba a su altura.
No es raro, pues, que cuando aquella flota atacó Villajoyosa, el virrey
423
Juan Francisco Pardo Molero
se empeñase en acudir personalmente al socorro: había encontrado un
enemigo de su talla (Pardo, 2001, 318-320). Pero si la guerra podía ser
entre iguales, los prejuicios no dejaban de asomar. Primero porque la
gloria y la riqueza que se podían obtener en aquellas fronteras del Mediterráneo no era demasiada. Acremente lo confesaba Perafán de Ribera,
quien recordaba en 1534, en carta a Carlos V, “que Bugía no es el Perú,
donde hay oro y perlas en las cabalgadas; aquí no hay sino turcos y moros” (Zavala, 1885, 187). Y, segundo, porque la condición moral de los
musulmanes, sean “turcos” o sean “moros”, no dejaba tarde o temprano
de asomar.
Indudablemente los turcos no son de fiar, y no sólo para los cristianos, sus enemigos naturales, sino también para sus correligionarios..
Falsedad y traición se encuentran entre las largas listas de defectos que
los autores cristianos más adelante atribuirán a los moros y turcos (Bunes, 1989, 232-236). La ocultación o la mentira descarada pueden ser
empleadas por las autoridades otomanas con el fin de dar una imagen
de seguridad y grandeza, que, en ocasiones, según juzgan los cristianos,
está muy alejada de la realidad. Pedro de Vergara, en su relación, pese a la
implícita equiparación entre Solimán y Carlos V, acusa al primero de no
dudar en propagar noticias falsas para contentar a sus súbditos y hacer
pasar derrotas por victorias. Lo comprobó en primera persona, mientras
permanecía en la capital otomana con la escuadra de Barbarroja:
“Estando el dicho Barbarroxa con la dicha armada en Constantinopla
vino la persona del Gran Turco y Braín Baxá, con çerca de XM turcos
de pie y de a cavallo, y entraron en Constantinopla a XXVI de henero
con banderas desplegadas y diziendo que havían havido vitoria contra el
Soffí; bien que quanto se entendía de secreto no era la verdad, y después
vino nueva a Constantinopla que el Sofí havía recobrado y recobrava muy
lindamente sus tierras”. AGS, Estado, Costas de África y Levante, Leg. 466.
El triunfo fingido por Solimán y el gran visir Ibrahim no sólo
servía en el discurso de Vergara, y en las intenciones de quien lo hizo
recoger, para apuntar la perfidia de los turcos, empezando por el sultán,
sino también para mostrar su correlato: la vulnerabilidad de los ene-
424
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
migos de la Cristiandad. En el mismo sentido se entienden las noticias
recogidas por el oficial que visitó Bugía dos años después. Un cautivo
“que vino de Alger ha dos meses” había relatado el mal estado de defensa
en que se encontraba esta última ciudad, y cómo Barbarroja la había dejado prácticamente desamparada, poniendo al frente de la misma a un
criado suyo renegado, Hasán Aga, el cual perdía día a día sus soldados,
de miedo que tenían frente al posible ataque de Carlos V. Como único
recurso para mantener la tranquilidad de los habitantes, Hasán Aga “les
finge muchas vezes nuevas y mensajeros de prosperidades y venidas de
Barbarroxa, de quien no se avían sabido ny oído nuevas verdaderas”5.
La falsedad va unida a la vulnerabilidad, porque refleja el miedo.
Ésa es la conclusión que podría extraerse de lo dicho por Juan de Fonte,
un cautivo panormitano que había permanecido en Argel, al servicio de
un sobrino de Barbarroja durante varios meses. Últimamente lo habían
amarrado al remo de una de las galeotas de la escuadra de Salah Rais.
Su fuga fue posible cuando, estando la armada cerca de Cartagena, se
libró de los grillos gracias a una lima que tenía escondida en los calzones y nadó hasta la ciudad cristiana6. Los jueces, después de hacerle las
preguntas de rigor sobre el recorrido de la escuadra y las fuerzas de los
turcos, no resistieron la tentación de preguntarle si en Argel “ay nueva
de la fuga del Gran Turco”; se referían, claro está, a la retirada del ejército
de Solimán del sitio de Viena en 1532, un triunfo tan celebrado por la
propaganda imperial que despertaba en los oficiales de Carlos V el deseo
de saber cómo lo habían encajado los enemigos. La respuesta de Fonte
no debió de defraudarles: “Dixo que entre los christianos se dezía cómo
avía sydo e que Barbarroxa e los turcos lo desymulavan, e que estavan
muy tristes; e que se sabía la vitoria que Andrea Doria avía ovido en
Corón y los otros lugares”. Esas victorias podían infundir temor en el
5
6
Ib., 463, f. 190, Bugía, 22 de junio de 1536.
Según relató a quienes le tomaron declaración en Cartagena el 19 de enero de
1533: “Preguntado que cómo se salió y a qué ora, dixo que esta noche pasada, con
un pedaço de lima que a muchos días que lo tiene guardado en la vayna de los
calçones, e limó la chaveta de los grillos, e una ora antes que saliese la luna se echó
en la mar e se vino a esta cibdad sin ser sentido de los turcos”: ib., 461, ff. 126-127.
425
Juan Francisco Pardo Molero
ánimo de Barbarroja; precisamente Fonte afirmó que hacía poco que el
corsario había hecho las paces con todos los poderes locales del entorno
de Argel, y, añadía, “oyó dezir que lo hazía por miedo de los christianos”
(AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, 461, ff. 126-127). Un miedo
del que no escapa Solimán, según relata el enterado Pedro de Vergara:
“Finalmente el dicho Pedro de Bergara refiere y afirma que el Gran Turco se fortifica en Constantinopla por el gran miedo que tiene que el emperador vaya a conbatirlo, y tiene gran sospecha a los christianos griegos
questán en Constantinopla, y no save qué se hazer y está confuso, de
manera que no determina hazer salir la dicha armada de Constantinopla, aunque la aya puesto en horden, hasta que sea certificado que el
emperador no va allá a conbatirla”.
AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 466, s.f.
El miedo hace vulnerable al enemigo y preludia la derrota, tema
que Garcilaso acababa por entonces de poner en relación con los turcos
(Égloga II, 1.638 y ss.; comentado en Mas, 1967, I, 38). En este caso contado por Vergara el atenazamiento provocado por el miedo se traduce
en confusión e indeterminación, que afectan a la estrategia de Solimán.
La transmisión de esta noticia incitaba a proseguir la cruzada contra el
Turco, pero, consciente o inconscientemente, parecía hacerse eco del desconcierto que provocaba en los presidios del norte de África o en la costa
española la falta de continuidad del esfuerzo militar carolino en aquella
guerra. El miedo, además, generaba ese desconcierto hacia los cristianos:
Solimán, dice el cautivo Vergara, no sabía qué hacer con los cristianos
griegos, potenciales aliados de Carlos V, como a éste le sugerían sus espías (Bertomeu, 2006, passim). Naturalmente era un miedo que, como
las derrotas, se intenta disimular, aparentando seguridad y confianza en
las propias fuerzas, aunque sin dejar de caer en contradicciones; como la
que se refleja en la actitud de Barbarroja transmitida por informadores
anónimos desde Constantinopla, en 1535, cuando está a punto de desencadenarse la ofensiva de Carlos V sobre Túnez: “Barvarosa embiava a
dezir que estava fuerte y sin temor de cosa alguna, pero pedía socorro”7.
7
426
Ib., 462, f. 7: “Por letras de Constantinopla hasta de XVIII de junio 1535”.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
De la esperanza a la desesperación
Frente al temor y la confusión de los turcos, la actitud que se trata
de reflejar en los cautivos es la de esperanza, cierta pero en grave riesgo
de decaer. Lo vuelve a transmitir el visitador de Bugía, haciéndose eco de
aquel cautivo cristiano, el cual afirmaba
“que se creýa y tenía por cierto entre los cativos cristianos que abía, que
viniendo armada sobre Alger que no pondrían los turcos y moros en
defensa, y que la dexarían luego por las razones dichas, y que así lo devió
presuponer Barbarroxa quando se fue y llevó lo que tenía, sin dexar allý
persona de confiança ni cabdillo guerrero, porque no lo es aquel renegado ny tiene partes para seello”
AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 463, f. 190.
Pero la pérdida de la esperanza era un peligro cercano, ligado al
de renegar, como se recoge en la relación de la declaración de otro cautivo también recién salido de Argel:
“Dize que fue tan grande la desesperaçión de los christianos quando supieron que la armada que Vuestra Majestad hazía çessava por causa de la
muerte de la enperatrís, mi señora, que se tornaron muchos moros, y que
si dieran licençia a todos los que querían renegar la fee, que fueran más
de la meytad, y que todos están esperando a ver qué se haze el verano que
viene, y que si Dios y Su Magestad no lo remedian, que la mayor parte se
tornarán moros, porque los tratan muy bien a los que reniegan la fee, y
que tienen grand provecho de las cavalgadas que hazen, y son muy mal
tractados los que están en la fee de Jhesu Christo como deven”8.
En esta estrategia de desgaste de moral, en la que no se vacila en
presentar informaciones fuera de razón, el rumor provocativo, difundido
con o sin intención, también tiene su lugar. Por el contenido de ciertas cartas remitidas desde Constantinopla se pasó el aviso a propósito de algunas
8
Ib., 467, f. 13, “Las nuevas que dize de Argel un christiano que de allí salió de captivo quinze días ha”, Orán, 22 de septiembre de 1539, remitidas por el conde de
Alcaudete.
427
Juan Francisco Pardo Molero
intenciones de Solimán: “Havía dicho el Turco que enbiaría CLM alcanzis a
daño de cristianos”, pero no se aclaraba a dónde iba dirigida aquella fuerza
(“no dizen a qué parte”); en consecuencia, la noticia se clasificó como de
poco fiar, incluso como chanza, no sabemos si del propio sultán otomano, de quien hizo correr el rumor o del autor de la carta. Desestimar la
noticia no se debía sólo a la falta de concreción de la supuesta ofensiva,
sino sobre todo a la inconsistencia del pretendido ejército: los akincis (“alcanzis” en el aviso) eran una especie de caballería poco regular, heredera
de los antiguos nómadas turcomanos, que solía integrar la vanguardia del
ejército otomano, no cobraba del Tesoro imperial, sino que sólo recibía
su compensación mediante el botín, y eran más aptos para incursiones
de destrucción y saqueo o expediciones de castigo que para actuar por sí
solos en una campaña importante; además el número que les atribuye el
informante no se compadece con los contingentes que tenían los akincis
en esa época, sin duda mucho menores (Beldiceanu, 1989, 130; Veinstein,
1989, 2001, 30; Imber, 2002, 260-265): “Esto se tiene por burla, máxime
por ser los alcanzis la más vil gente del Turco”, era la conclusión. Tal falta
de seriedad podía afectar al resto de noticias que se incluían en el mismo
informe, transmitidas por la misma fuente, cuya fiabilidad quedaba en entredicho. Las mismas cartas constantinopolitanas nos dicen que Solimán
“havía determinado (…) de ruinar el Sancto Sepuclcro de Jerusalem y hazer allí un cerrallo, por evitar que no vayan allí más christianos a causa
que ha sentido que, con escusa de yr allí, van por espías”. La intención del
sultán no podía ser más escandalosa para oídos cristianos. Tampoco era
muy piadosa para un musulmán, aunque la razón esgrimida no carecía de
lógica, por las consecuencias nefastas que la circulación de espías cristianos
por el Imperio otomano podía tener para la estrategia de la guerra santa.
Pero más que eso, lo que asoma detrás de las ideas atribuidas a Solimán es
el deseo de mantener a toda costa el prestigio, pues lo que habían hecho
esos supuestos espías disfrazados de peregrinos era propagar las noticias de
las derrotas sufridas a manos de los persas9.
9
428
“Han publicado [los espías cristianos] que ha recebido [Solimán] muchos daños
del Sophí”: ib., 466, s.f.: “Por cartas de Constantinopla de X hasta XXVII de febrero
MDXXXVI”.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
Entre los turcos la desconfianza hacia los cristianos o incluso
hacia los renegados o tornadizos, quienes por alguna razón se habían
hecho cristianos pero luego habían vuelto al islam (llamados elches),
podía ser más o menos grande, pero sobre todo estallaba en momentos
de especial peligro. O, al menos, era subrayada por los informadores
cristianos para sensibilizar conciencias. Por ejemplo, en 1535 los corresponsales de Constantinopla se refieren abiertamente al estado de subyugación en que se encuentran los cristianos allí; es más, se relata en
comparación con la actitud de los enviados del rey de Francia. Llegado
allí Jean de La Fôret, embajador de Francisco I, el 13 de junio de 1535,
anunció su deseo de ser recibido por Solimán, pero este se encontraba
en plena campaña contra los persas y no volvería hasta octubre. La Fôret
prefirió esperar, pero no quiso estar en la ciudad, sino fuera de la misma
por no padecer la “sugectión que están los christianos en Constantinopla”. Una sujeción que incluso podía degenerar en cualquier altercado,
especialmente con los jenízaros, “de los quales –dice el mismo informante– temían mucho en Constantinópoli y en Pera que un día matasen y saqueasen los christianos”. Para evitarlo, Solimán envió un capitán
a fin de que los tuviese en orden, lo cual había surtido su efecto: “con
la venida deste capitán se avían asegurado los christianos y atendían a
sus negocios”10. Se percibe el reflejo de las situaciones de peligro que
atravesaban las morerías en reinos como Aragón, Valencia o Granada,
ante la presencia de tropas mal pagadas y propensas a los saqueos. Pero
también se vislumbra el reconocimiento de la eficacia de la disciplina,
administrada por oficiales competentes, entre la infantería otomana, un
campo en el que los ejércitos cristianos, y particularmente los Tercios
españoles, aspiraban a sobresalir..
También la actitud hacia los conversos vueltos al islam podía peligrar en momentos delicados. Así lo refleja un aviso enviado desde Orán
que incluye noticias de Barbarroja, transmitidas por un cautivo genovés
preso en Benarax, que escribe el 26 de septiembre de 1535 a un mercader de Orán y le cuenta lo que a él, a su vez, le ha contado un cautivo de
10
“Por letras de Constantinopla hasta de XVIII de junio 1535”, ib., 462, f. 7.
429
Juan Francisco Pardo Molero
Argel: “Que Barbarroxa avrá ocho días que a cortado las cabeças a los
alcaydes elches, diziendo que se carteavan con los christianos, y de todos
los navíos que toma de christianos también luego le manda matar”. La
descripción de la desaforada actuación del corsario se incardina en los
intereses estratégicos del gobernador de Orán, deseoso de que el emperador mantuviese su presión sobre Barbarroja. La actitud de éste se explica por la derrota sufrida ese verano en Túnez, que habría demostrado
su vulnerabilidad. Sin embargo esa victoria imperial no se había completado con un golpe sobre Argel. Antes al contrario, quien parecía más
amenazador era el corsario turco, que no sólo acababa de saquear Mahón, sino que se preparaba, según las noticias que tenía el gobernador
de Orán, para mayores golpes. De hecho el motivo principal de la carta
del cautivo genovés al mercader oraní era hacer llegar un aviso urgente:
“Aviso a vuestra merced que vaya donde está su señoría y le dé aviso
cómo Barbarroxa a traýdo de la ysla de Menorca IIMD ánimas, y que
arma otra vez los navíos, y dizen que an de dar sobre Cáliz con treynta y
çinco velas, por eso no dexe su señoría de dar aviso, porque no aya más
daño de lo echo”. La noticia la confirmaba otra carta, remitida por un
judío, Isaac Ternero, que escribía también desde Benarax por las mismas
fechas, y que afirmaba que “Barbarroxa, después que saqueó a Menorca,
está armado para entrar en la mar, y echa fama que va a Almaçarquivir,
y creo que más çierto es para Cáliz”11.
Comercio con el infiel
Este juego complicado de amenazas mutuas, en que se intenta
comunicar la idea de que el rival se encuentra en situación delicada, sin
por ello hacer creer que uno mismo está en posición más favorable o
menos expuesto a los ataques enemigos, no excluye, paradójicamente,
11
430
Ambos avisos (“Nuevas de Barbarroxa por una carta de Ysaque Ternero, judío que
escrive de Benaraz a postrero de setiembre al conde de Alcabdete” y “Una carta
que escrivió un jinovés que está cautivo en Benarax a un mercader de Orán a veinteyséis de setienbre”) se incluyeron en el mismo informe, ib., 462, f. 132. Sobre los
judíos de Orán, Schaub, 1999.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
la posibilidad de realizar un comercio lucrativo. Una serie de noticias
proporcionadas esta vez por un cautivo de los cristianos, un espía que
habían tratado de introducir los turcos en Orán, así lo pone de manifiesto. Su declaración no tarda en detenerse en los tratos que sostienen
franceses y turcos, que van más allá de lo militar y que desvelan amplias
posibilidades de intercambio comercial:
“Puede aver –dice el espía capturado- tres meses que fue a Arjel una
nao de dos gavias de Françia que llevó paños y vino y sal y canela, y que
agora está cargando esta nao para llevar a Françia cera y lino y lana y que
oyó dezie en Arjel que avía de bolver luego y traer armas de Françia y
que quedó en Arjel un mercader a esperar que bolviesse la nao, que cree
que se llama Juanes”12.
Al margen de la relevancia militar de la información relativa al
abastecimiento de armas, mercancías consideradas merces prohibitae,
esto es, cuya venta a los musulmanes estaba estrictamente prohibida
por la legislación canónica (Agoston, 2005, 91-93), a las autoridades de
Orán no les pasan desapercibidas las posibilidades de negocio que reflejan las declaraciones citadas. No es de extrañar, por tanto, lo que afirmó
años después, el cautivo que acababa de salir de Argel en 1539, para el
cual “es tan grande la riqueza de aquella çibdad que no se puede creer”.
Ahora bien, el mismo cautivo no duda en condenar enérgicamente el
tráfico de los cristianos con Argel:
“Dize que los navíos que van con mercadurías mereçían ser quemados
con sus dueños dentro, porque demás del dapno que hazen a los christianos que no son conoçidos en avisar de lo que valen, dan avisos de
quanto en España se haze y de las Galeras y de todas las cosas que se
12
“Lo que dixo el negro que salió de las galeotas por espía es lo siguiente”: ib., 463, f.
45. No sería muy frecuente, al menos en épocas posteriores, el descubrimiento por
parte de las autoridades oraníes de estos espías, en particular de los enviados por
Argel, según ha señalado Beatriz Alonso: “Por su parte, las autoridades de Argel
también se las ingeniaban para introducir a sus espías en el doble presidio, y tanto
debía ser el cuidado con que procedían a ello, que en ningún momento queda
constancia de haberse descubierto quiénes hacían esta labor” (Alonso, 2000, p.
423).
431
Juan Francisco Pardo Molero
tractan y de los navíos que se cargan para otras partes y de la gente que
va en ellos, a cuya causa hazen más entradas de las que harían y muy
a su salvo, y que ha aconteçido dar aviso mercaderes de los navíos que
se cargavan en España de çiertas mercaderías con condiçión que se las
diesen a tal preçio si las tomasen y conprar desta manera de los turcos la
pressa y llevalla a vender a otra parte”.
AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 467, f. 13.
La frecuencia de viajes a Argel de mercaderes cristianos13 era alta:
con el pretexto de rescatar cautivos con dinero confiado por las familias de
aquellos, no era raro que la Corona concediese licencias para pasar a Berbería. Es más, Barbarroja solía dar seguro a los mercaderes cristianos que
iban a Argel, y hacía respetar enérgicamente ese seguro. Cuenta el cautivo
siciliano Juan de Fonte que “a poco más de un mes que Barbarroxa ahorcó
treynta e nueve turcos e uno que cortó la soga El Judío, porque era su criado, e por razón los ahorcó, porque no guardaron un syguro de Barbarroxa
a unos christianos que lo llevaban yendo a contractar en Argel con una
caravela”14. Las consecuencias podían ser graves, como hemos visto denunciar a otro cautivo, pero las expectativas de lucro no eran pocas.
Además de esa imagen de actividad comercial, las confesiones de
cautivos y espías pueden presentar Argel y, en general, el mundo otomano como ejemplo de eficiencia industrial y logística. El mismo cautivo
al que acabamos de ver enjuiciando las prácticas comerciales prestó durante su cautiverio una atención especial a los oficios relacionados con
la industria naval; y esto no pasó desapercibido al conde de Alcaudete,
que en su informe dirigido a la Corona incluyó el siguiente párrafo:
“Dize que ay en Argel tres maestro prinçipales christianos y uno moro
para hazer navíos; tiene XV o XX maestros daxa, tiene XXIII calafates o
13
14
432
Aunque en el documento no se especifica que se trate de mercaderes cristianos la
información que pasan a los turcos así lo da a entender. Las prácticas de rescate, incluyendo los llevados a cabo a través de mercaderes que hacían de intermediarios,
con licencia real, y que aprovechaban para realizar tratos comerciales en Argel, se
estudian en Kaiser, 2008.
AGS, Estado, Costas de África y Levante, 461, ff. 126-127.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
más y muchos remolares y muy grand diligencia en dar a estos ayudantes que aprendan siempre; cordoneros para hazer xarcia tiene siete, que
sienpre trabajan en su oficio, que ay doze herreros qu no çessan sienpre
de hazer lavor, y quatro caldereros”
AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 467, f. 13.
La insistencia del cautivo en la laboriosidad y en el interés por
aprender los oficios pretende dar una imagen de laboriosidad que redunda en la eficacia militar y organizativa de los enemigos de la fe. El
mismo efecto tiene la declaración de un cautivo del otro lado. Se trata de
Mohet Dui15, arráez de una galeota otomana. Fue capturado en el otoño
de 1536, con su nave, por la escuadra de Álvaro de Bazán, cuando navegaba en compañía de las Galeras de Francia. Esta última circunstancia,
como es natural, despertó el interés de los jueces, que quisieron saber
todo lo que pudiese contarles el prisionero sobre los planes que hacían
franceses y turcos. Entre otras cosas, Mohet Dui afirmó que Barbarroja
había hecho llegar a Argel la noticia de que “el Turco fazía mil velas de
armada para el verano que viene”. Incrédulos ante las cifras que esgrimía
el marino, los jueces le encarecieron “otra vez que diga la verdad, porque
no parece versemblante que el Turco pueda armar mil velas”, a lo que
Mohet contestó con una pequeña exposición a propósito de las técnicas
de reclutamiento del Imperio otomano: “El deposante respondió y dixo
que sí podía, porque no pagaba a nadi el Turco, sino que pedía a cada
señor o pueblo gente, a quien X, a quien XX, o más”. Esta simplificada
definición del devsirme y demás métodos de reclutamiento otomanos
no sólo servía para despejar las dudas de los jueces sino también para
ofrecer una imagen de poderío sobre las gentes. En el fondo, de nuevo,
vuelve a advertirse el deseo de emulación, y cómo se traslada hasta los
cuadros militares del sultán. Se desprende de la declaración del prisionero, que se hace eco de las historias que circulaban por ahí a propósito
de la rivalidad entre Carlos V y Solimán: “Se dixo –dice Mohet Dui- que
el Turco havía preguntado a Barbarroxa que quántas velas havía llevado
15
O Diu o, más a la turca, Din: hemos optado por la lectura que más parece ajustarse
a la grafía.
433
Juan Francisco Pardo Molero
el emperador a Túnez, y que por haverle dicho que fue con seiscientas,
él dixo que haría mil”16.
***
Hemos visto algunas de las ideas que en la década de 1530 menudean en los avisos procedentes de de Argel o Constantinopla dirigidos
a la Corona por los diferentes agentes imperiales. Más tarde también
aparecerán en las obras de ficción o no ficción que aborden el “tema
turco” o “moro”. Una imagen de rivalidad que, plagada de argumentos
de diferencia y desprecio, en cierto modo, prolonga la “imagen en el
espejo” propia de las crónicas medievales (Barkai, 1984). Pero encierra
también la conciencia de la semejanza, la dignidad de la lucha con el
infiel, la grandeza de los enemigos, las virtudes que se le reconocen, y
que reflejan, en positivo o en negativo, las aspiraciones propias de grandeza y dignidad. En realidad, tal y como los hemos recogido, los testimonios de cautivos obedecen a una presentación de los hechos muy
propia de la frontera y que se caracteriza por el difícil equilibrio entre
el peligro y la seguridad, la alarma y la confianza. La manipulación más
o menos sutil, encaminada a influir en el Gobierno, a que se sometía
a esta información, junto con la difusión que acababa dándose a estas
noticias y avisos (por más que se transmitiesen como reservados) trascenderá a otros ámbitos literarios, librarios o documentales, e influirá
en la formación de las ideas hispánicas sobre el mundo islámico. La
visión característica de la frontera, moldeada por el cautivo o el espía y
por los oficiales de la Corona que le toman declaración y que remiten
el correspondiente informe, acaba por reflejarse en las concepciones
generales sobre el mundo que existe más allá de los límites geográficos,
políticos o culturales.
16
434
AGS, Estado, Costas de África y Levante, 464, s.f., Palamós, 7 de diciembre de 1536.
Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam
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436
La sacramentalización
de la frontera. El programa
misionero franciscano
del Colegio Apostólico
de Tarija en Bolivia al final
de la colonia1
David Rex Galindo2
¿Se puede bautizar a un feto en peligro de muerte que todavía no
ha salido del vientre de su madre?. Y si se teme por la vida de la madre,
¿se puede bautizar al feto y cómo?. Es decir, ¿se espera a que la madre
muera y se intenta extraer el feto con vida o se realiza la operación mientras ella está viva?. ¿Qué se debe hacer cuando la madre ha muerto y se
sospecha que el feto todavía está vivo? Estas son algunas de las preguntas
que plantea el misionero franciscano fray Antonio Comajuncosa en su El
Comisario-Prefecto de misiones instruido, obra manuscrita enciclopédica
compuesta a principios del siglo XIX en Tarija, Bolivia, en dos volúmenes
y más de 1000 páginas. El tema era relevante y requería de atención ya
que el negocio principal de los misioneros era la salvación de las almas,
lo que incluía la administración de los sacramentos del bautismo, peni1
2
La investigación para este ensayo fue financiada en parte con el premio “Lewis
Hanke” que concede la Conference on Latin American History y una beca doctoral
de la Academy of American Franciscan History.
Stephen F. Austin State University
437
David Rex Galindo
tencia, y eucaristía en las zonas limítrofes de evangelización misionera así
como en los centros bajo el control imperial y religioso hispánico3.
Comajuncosa escribió su manuscrito tras siete años de experiencia como Comisario-Prefecto de misiones del Colegio apostólico de propaganda fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija. La labor fue
ardua – el autor compuso los dos libros entre 1804 y el 9 de junio de
1811 mientras era el escritor oficial del Colegio de Tarija. Como indica
al principio del primer volumen, su objetivo era didáctico “dirigido à los
Comisarios=Prefectos de Misiones, y à los Misioneros que trabajan en la
conversión de los Ynfieles, en la manutencion, y adelantamiento de los
convertidos, y en la propagacion de la Fe, y dilatacion de los Dominios de
nuestro Catolico Monarca”4. En este compendio, fray Antonio buscaba
soluciones a los diversos problemas planteados, utilizando una metodología dialéctica, explicativa y resoluta, con un carácter sintético de las posiciones que él considera más fidedignas tras examinar multitud de autores y doctores de la Iglesia. El manuscrito está dividido en tres ‘títulos’
que abordan diferentes cuestiones relativas a la labor evangelizadora de
los misioneros del colegio de Tarija. En el primer título, que abarca más o
menos la mitad del escrito, Comajuncosa examina las facultades, cargos
y obligaciones del comisario-prefecto de misiones. En su segundo título
analiza cómo conquistar y reducir a los indios independientes no cristianos en las misiones fronterizas y las facultades y deberes de los misioneros, enfatizando los aspectos temporales como pueden ser el comercio y
la producción agrícola de las misiones. El segundo volumen termina con
otro extenso título sobre las condiciones espirituales de las misiones ya
3
4
438
COMAJUNCOSA, Fray Antonio, “El Comisario-Prefecto de misiones instruido
en sus Facultades, Cargos, y Obligaciones, y en varios puntos concernientes al régimen temporal, y espiritual, político, y económico de los Padres Conversores è
Yndios de su cargo” (en adelante ECPMI). 2 volúmenes, Tarija, 1804-1811, Archivo Franciscano de Tarija, Bolivia (en adelante AFT). Los dos volúmenes está
paginados y el texto está dividido en secciones. Citaré el número de la sección y la
página donde se encuentra.
ECPMI, vol. 1, p. iii. El autor señala en la página con el título que empezó este
trabajo siendo escritor del Colegio Apostólico de Tarija en 1804 y lo terminó el 9
de junio de 1811, ECPMI, vol. 2, Nº 1737, p. 1507.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
centrado en la administración de los sacramentos y los mandamientos
de la Iglesia. En una de las secciones de este último título, el autor expone detalladamente el sacramento del bautismo, planteando y ofreciendo
soluciones ante varias situaciones que abordaron los misioneros franciscanos del Colegio Apostólico de Tarija en su labor evangelizadora.
El hecho de que fray Antonio debata cómo administrar el bautismo en casos de posible muerte de la madre, del feto o de ambos ofrece
una aproximación al programa misionero desde circunstancias extremas
que requerían respuestas expeditas y decisivas. Esta contundencia tiene su
origen en el objetivo principal de los colegios apostólicos de propaganda
fide: la salvación de las almas. En este sentido, el fin –es decir la salvación
eterna del alma– justificaba los medios y los ávidos y solitarios misioneros
recurrían a su propio ingenio y a lo aprendido en los colegios franciscanos
para intentar responder a situaciones in extremis en las remotas fronteras
del imperio español. De hecho, los dirigentes franciscanos y la corona respaldaron la creación de los colegios franciscanos de propaganda fide para
preparar misioneros tenaces bajo las arduas condiciones de las misiones
entre indios independientes que la corona consideraba súbditos no sometidos y la iglesia los percibía como su legítimo campo de acción misionera.
El Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija
Los colegios apostólicos de propaganda fide fueron fundados a
finales del siglo XVII para revitalizar el programa misionero de la orden franciscana en el mundo hispánico. Cuando se funda el Colegio de
Nuestra Señora de Tarija en 1755, los misioneros franciscanos ya operan
desde otros 17 seminarios en España, en Nueva España y en el Perú.
Los colegios formaban al personal misionero franciscano para su labor
catecúmena entre los católicos y entre los no cristianos de la periferia
del imperio. Por lo tanto el objetivo de los colegios franciscanos era formativo, pedagógico y evangelizador5. La patente de fray José Jiménez
5
El único estudio comprensivo que tenemos de los colegios franciscanos de propaganda fide es el ya clásico SAIZ DÍEZ, Félix, Los Colegios de Propaganda Fide en
439
David Rex Galindo
Samaniego a fray Antonio Llinás otorgada en 1682 previo a su partida
hacia Querétaro, donde fundaría el primer colegio denominado de la
Santa Cruz, decretaba que los nuevos colegios de propaganda fide se
centraran “á los fieles para reformacion de costumbres, y á los infieles
dandoles noticia, y luz de la fee, baptiçandolos, y agregandolos al rebaño
de la Santa Iglesia Romana, y alistandolos á su obediençia, sin la qual
ninguno se salva”. Para ello se solicitaba que
“los Religiosos mozos sean instruidos en el espiritu, y con la doctrina
necessaria, y los ya experimentados se fortalezcan mas cada dia, y a donde despues de los trabaxos de la Mission, buelvan á repararse, y á cobrar
nuevos alientos en el cuerpo, y en el alma, en tiempos convenientes, y
oportunos; y de donde vuelban á salir luego nuebamente, recobradas las
fuerzas del cuerpo; y del alma, y con nuebo fervor, con el merito de la
Santa obediencia, á diversas partes, con la misma tarea de sembrar en las
almas la palabra divina”6.
6
440
Hispanoamérica. 2ª ed. Lima, 1992. Sobre los colegios fundados en España véase PARRONDO, Domingo, Historia de los Colegios-Seminarios de Misiones de la
Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco, exîstentes en esta Península de España. Madrid, Oficina de Don Francisco Martínez Dávila, impresor de cámara de
S. M., 1818. Para el caso de Bolivia, veáse LANGENBACHER JIMÉNEZ, Ferdy,
Origen, desarrollo e influjo de los Colegios de Propaganda Fide en la Iglesia y Sociedad de la recién fundada República Boliviana (1834-1877). Analecta Franciscana,
V. 15. Grottaferrata, Frati Editori di Quaracchi, 2005; y el faraónico trabajo de
CALZAVARINI GHINELLO, Lorenzo, ed. Presencia Franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentación del Archivo Franciscano de
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Methodist University, 2010.
Patente de fray José Jiménez Samaniego a fray Antonio Llinás, Convento de San
Francisco, Madrid, 12 de marzo de 1682, en DÍEZ, Fray José, “Apostólicos empleos
de los hijos del Seraphín llagado obreros Evangélicos, del Collegio de la Santíssima
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
El objetivo de estos colegios, como marcan las bulas papales de
1686 que otorgaban carácter oficial a los colegios, era la progagación
de “la Religion Christiana, y de la Fé Católica, recta instrucción de los
Fieles Christianos, reformacion de las costumbres, y para procurar la
salvacion de las almas en todas partes”7.
Como fue costumbre con otros colegios, en 1755 se traspasa el
convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, perteneciente a la Provincia de San Antonio de las Charcas, a los misioneros
llegados desde el Colegio de Santa Rosa de Ocopa en el Perú. Desde ese
instante, el colegio actuaría independiente de la provincia franciscana,
quedando bajo la autoridad del Comisario General del Perú y a partir
de 1769, año en que se eliminaron las comisarias generales de la Nueva
España y del Perú, bajo el Comisario General de las Indias en Madrid. El
Colegio de Tarija, como los demás colegios, era un centro de formación
de misioneros que atraía a franciscanos de otras provincias y colegios o
laicos que entraban en la orden como novicios, donde profesaban como
frailes franciscanos tras el año de residencia en su noviciado8.
La formación misionera era parte integral de la vida de los novicios
y frailes en los colegios de propaganda fide, donde padecían un programa
prolongado e intenso de oración, ejercicios espirituales, clases, debates, y
la secuencia regular de los santos sacramentos y el calendario católico. La
7
8
Cruz de la Ciudad de Querétaro,” 1700, fotocopia en el Archivo Histórico de la
Provincia Franciscana de Michoacán-Fondo del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, (en adelante AHPFM-CSCQ), fols. 15v-16r.
Inocencio XI, Bula Ecclesiae Catholicae, 16 de octubre de 1686, en IBARRA, Joaquín, Breve apostólico de Pio Sexto, y Estatutos Generales para la erección y gobierno
de las custodias de misioneros observantes de Propaganda Fide en las Provincias Internas de Nueva España. Madrid, D. Joachín Ibarra, Impresor de Cámara de S. M.,
1781. pp. 75, 38.
Así lo mandaban las bulas papales y la legislación relativa a los colegios. Véase por
ejemplo DÍEZ, “Apostólicos empleos,” fol. 16r. La versión en español de las constituciones generales de los colegios – conocidas como las dos bulas papales Ecclesiae
catholicae de 1686–están en Ibarra, Breve apostólico de Pio Sexto. Sobre los trámites
de erección de los nuevos colegios véase SAIZ DÍEZ, Los Colegios de Propaganda
Fide en Hispanoamérica, pp. 107-110.
441
David Rex Galindo
vida en un colegio, tan ardua como puede parecer hoy en día, también era
muy difícil de imaginar para los seglares contemporáneos; la necesidad de
un equilibrio entre la educación, la espiritualidad, y el retiro extendieron
la resistencia física y mental de los frailes hasta el límite. Por encima de
todo, los teóricos franciscanos aseveraban que un horario rígido y exigente guiaría a sus hermanos para evitar los peligros de la laxitud y la pereza.
Un curioso documento que fue impreso en 1785 nos ofrece una
mirada microscópica a lo que pudo ser la vida cotidiana del colegio de
Tarija, o por lo menos el ideario de dicha vida. El horario era desde luego
draconiano y monótono. Según este documento, cada día, los religiosos
se despertaban a las 5 menos cuarto de la mañana y se dirigían al coro de
la iglesia para rezar la letanía y orar hasta las 6, a lo que sucedían las cuatro
horas menores, es decir, Prima, Tercia, Sexta y Nona. Grupos de tres en
tres frailes bajaban a dar misa en la iglesia hasta las 10 de la mañana, tras
lo cual los frailes se reunían probablemente en la biblioteca para atender
una hora de conferencia de teología mística o lenguas nativas. A las dos de
la tarde rezaban la víspera y completas; de cinco a seis los religiosos atendían la conferencia de teología moral, excepto el jueves en que se daba
tiempo para el asueto. A las seis los religiosos retornaban al coro donde
rezaban la estación del santísimo sacramento y observaban una hora de
oración mental. Tras rezar los maitines a las siete de la tarde, los religiosos
volvían al refectorio a cenar y después regresaban a la iglesia o al coro para
rezar sus devociones personales. El colegio tocaba recogimiento y silencio
a las nueve. El ciclo diario se repetía cuando un hermano lego o donado
despertaba a los frailes y novicios a las cinco menos cuarto de la mañana
siguiente. Además toda la comunidad debía realizar la disciplina los días
prescritos por las constituciones generales de la orden franciscana.
Los frailes desayunaban normalmente mate con azúcar a lo que se
añadía al menos un almuerzo dos días por semana para quienes lo solicitaran aunque no se les negaba otros días si lo pedían. El chocolate estaba
reservado para los religiosos enfermos, excepto 11 ó 12 días al año en que
todos podían disfrutar de esta bebida. Como excepción, los predicadores
recibían 4 onzas de chocolate cada vez que predicaban; si se trataba de
sermones panegíricos se aumentaba la asignación a una libra. Las comi442
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
das se servían en el refectorio o comedor al mediodía, tras lo que algunos
religiosos fregaban –normalmente los donados y legos– y otros disponían de un breve tiempo para conversar “religiosamente” antes de recogerse a la siesta. La comida incluía una taza de caldo, un guiso cocinado
de carnero, vaca o una mezcla de ambos, una buena ración de olla con
tocino y verduras, fruta del tiempo y a veces queso. El mate estaba también disponible por la tarde. Para la cena, se servía un plato de verduras
cocidas y otro de carnero guisado. Los domingos y jueves, se sustituía las
verduras cocidas por ensalada fresca de escarolas o lechugas. Todo esto se
acompañaba de pan según cada religioso y un vaso de vino en cada comida y cena. El colegio disponía de cuatro onzas de tabaco en polvo cada
50 días para aquéllos que lo usaban, “no à los que lo necesitan”9.
A través de un intenso calendario de continuas oraciones y meditación, los religiosos perseguían el trance espiritual que les ayudara a
alcanzar un estado de abnegación y la santidad, y en última instancia la
simbiosis con Jesucristo. Fue con su Dios que era todo y suficiente, es decir, el único medio, pensaron, para alcanzar la salvación eterna. Como escribió la influente mística española Santa Teresa de Ávila en el siglo XVI,
una vez que el alma “se vacía de todo lo creado,” Dios “necesariamente
lo llenará de sí mismo.” El día a día del Colegio de Tarija fue orquestado
para elevar espiritualmente a la comunidad religiosa y así llenar las almas
de los frailes con su Dios. Era además un medio para obtener la fuerza
necesaria para resistir la dureza de la rutina diaria en los colegios y, vamos a ver, en las duras condiciones de las misiones fronterizas10.
Misionando la frontera
Los misioneros del Colegio de Tarija evangelizaron entre los chiriguanos, chanés, mataguayos y bejoses, todos ellos grupos independientes
9
10
“Régimen y método de vida,” ART, RR, 165.
Veáse DELUMEAU, Jean, Catholicism between Luther and Voltaire: a new view of
the Counter-Reformation. Londres, Burns and Oates, Philadelphia, Westminster
Press, 1977. pp. 47-55, la cita en p. 47.
443
David Rex Galindo
de la periferia del imperio español que nunca fueron controlados de facto
durante la época colonial. Sin embargo, tras varios siglos de relación con
el mundo hispánico, algunas de estas sociedades indígenas eran multiétnicas a finales del siglo XVIII. Por ejemplo, entre los chiriguanos vivían
“muchos mestizos, mulatos y algunos negros fugitivos” que se integraron
en la sociedad chiriguana y que traían consigo la influencia cultural española tanto como ellos mismos fueron indianizados11. Algunos grupos
indígenas independientes se sometieron al régimen misional o aceptaron
pueblos españoles en sus territorios, pero la mayoría resistió estoicamente la invasión española. Los semisedentarios chiriguanos demostraron
ser unos formidables guerreros imposibles de conquistar. En 1727 ya habían expulsado a los misioneros jesuitas, no siendo hasta 1757 cuando
entran los misioneros franciscanos del Colegio de Tarija para intentar la
evangelización de chiriguanos y otras naciones independientes. La economía de los chiriguanos de hecho crecía a base de las recaudaciones
de impuestos procedentes de los españoles, algo que éstos interpretaban
como un intercambio de regalos para garantizar la paz. La confrontación
también abarcó el periodo franciscano. Los chiriguanos y chanés se levantaron tras la llegada de los misioneros tarijeños en 1796 y 1799; ambas sublevaciones sólo pudieron ser sometidas con refuerzos de tropas y
la ayuda de neófitos que permanecieron leales a los franciscanos12.
El carácter indómito de los chiriguanos desde luego los hacía susceptibles de ser catalogados como bárbaros y salvajes por los españoles,
algo extendido a lo largo de América y que algunos historiadores han
visto como un reflejo de la propia frustración de los misioneros por su
11
12
444
WEBER, David, Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment.
New Haven y Londres: Yale University Press, 2005. p. 249, cita en español en n. 213,
p. 362.
COMAJUNCOSA y HORTET, Fray Antonio, Manifiesto Histórico, Geográfico,
Topográfico, Apostólico y Político de los que han trabajado, entre fieles e infieles los
misioneros franciscanos de Tarija, 1754-1810 [1810]. Tarija, Editorial Offset Franciscana, 1993. pp. 85-97, 107-113, 241-253. WEBER, David, Bárbaros, p. 192. Veáse
también LANGER, Erick D., y JACKSON, Robert H., “Colonial and Republican
Missions Compared: The Cases of Alta California and Southeastern,” en Comparative Studies in Society and History, Vol. 30, No. 2, Abril 1988. pp. 288-289.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
inhabilidad para convertir a los indios independientes. Relata fray Antonio Comajuncosa en 1810 sobre la inconstancia hacia la fe católica de
los chiriguanos y chanés que “mientras sus carnes huelan a barbarismo
y no habiéndose habituado todavía a la sujeción y observancia de las
leyes cristianas y mucho más siendo los más de un Pueblo Infieles o
Gentiles, harán lo mismo que la cabra que siempre tira al monte.” Este
discurso desde luego no era nuevo, en 1727 otro misionero jesuita escribía no sin desilusión que los chiriguanos “son de genio inconstante,
más de los que se puede creer, mudables a todo viento, no guardan la
palabra que dan, hoy parecen hombres y cristianos y mañana apóstatas
y animales”13.
Las misiones eran expuestas de una manera regular a visitas
de inspección en las que se observaba y anotaba el estado espiritual y
temporal, para lo que el visitador indagaba sobre el conocimiento de
la doctrina por parte de los neófitos, la administración regular de los
sacramentos, el tipo de trabajos realizados en la misión y la asistencia de
los neófitos a las liturgias de la iglesia así como el trato existente entre
los misioneros y los indios. Además el visitador registraba los libros de
misas y los edificios de la misión, ya fuera la iglesia, capilla, sacristía
y oficinas. Ésta era también la oportunidad de escuchar las quejas de
padres e indios, aunque normalmente no eran medidas con el mismo
rasero. Como dicen los estatutos, en las querellas de indios el visitador
“deberá proceder con mucha prudencia, sagacidad y cautela … [por] la
poca verdad que se experimenta en la boca de los indios”14.
13
14
David Weber se hace eco de las frustraciones de los misioneros y el achaque sobre
los propios nativos por su fracaso en la conversión, WEBER, Bárbaros, p. 96. Ver la
cita del padre jesuita en Idem., n. 30, p. 305. COMAJUNCOSA y HORTET, Manifiesto Histórico, p. 242.
Estatutos y ordenaciones. Según las Bulas de nuestro SS. Padre Inocencio XI expidió
para los colegios de Misioneros de la Orden de N.P.S. Francisco, acomodadas á la más
estrecha observancia que se debe practicar en el Colegio de Propaganda Fide de Ntra.
Señora de los Ángeles de la Villa de Tarija en el Reino del Perú y Arzobispado de la
Plata. Año de 1807. Copiado del original que se halla en la Biblioteca del convento de
Santa Rosa de Ocopa, 9 de Octubre de 1807, en SAIZ DÍEZ, Los Colegios de Propaganda Fide, Apéndice IV, Capítulo 12, punto 310, p. 344.
445
David Rex Galindo
Y parece que los frailes actuaron con moderación y templanza en
las misiones de la chiriguanía, donde el control de los padres franciscanos parece haber sido más laxo que el sometimiento padecido por los
neófitos de las misiones de Alta California. Los chiriguanos tuvieron la
capacidad bélica para mantener en jaque a las autoridades coloniales
durante gran parte del siglo XVIII. Tanto la confrontación como la coexistencia entre españoles e indios independientes se sustentaron gracias
a un fino hilo diplomático que rara vez entendieron las autoridades civiles y eclesiásticas españolas. Fue principalmente a partir de la década
de 1770 cuando de motu propio, accedieron en masa a congregarse en las
misiones del Colegio de Tarija, pero bajo sus condiciones. A diferencia
de las misiones del Colegio de San Fernando en la Alta California, los
chiriguanos se negaron a realizar trabajos comunales para la misión, la
abandonaban cuando les parecía, mantenían algunas de sus costumbres
y esperaban regalos a cambio de residir con los padres. Se estableció por
lo tanto una relación de conveniencia que pareció beneficiar a todos.
Por una parte, los misioneros tenían a su alcance miles de potenciales almas que podían salvar mientras que los chiriguanos aseguraban
la reverencia de los frailes, valedores del poder del rey de España en sus
tierras. Se calcula que entre 1770 y 1810 unos 24.000 chiriguanos fueron
congregados en veinte y una misiones, es decir, una quinta parte de la
población chiriguana. Los misioneros sabían que en esta frontera boliviana estaban a merced de los indios. El uso de medios punitivos para
mantener a los neófitos en el sendero de la salvación por lo tanto parece
que fue menos extendido que en otras zonas misioneras como la Alta
California15.
Es por ello que el Colegio de Tarija hizo hincapié en reclutar un
número de misioneros capaces de lidiar en las plazas misioneras que
consideraban exigentes. El riesgo no era desdeñable para los frailes que
15
446
WEBER, Bárbaros, p. 136-137. Para un estudio comparativo entre las misiones
de Bolivia y las de la Alta California véase LANGER y JACKSON, “Colonial and
Republican Missions Compared.” El Colegio de San Fernando de la Ciudad de
México fue fundado por misioneros franciscanos procedentes del Colegio de la
Santa Cruz de Querétaro en 1733.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
se adentraran en territorios donde no siempre eran bienvenidos o con
suerte eran vistos como aliados que pagarían pleitesía a los indígenas–
nada más lejos de la realidad del misionero que consideraba su cultura
superior a la del “salvaje”. Según los estatutos del Colegio de Tarija, el comisario-prefecto de misiones sólo podía aceptar voluntarios para fundar
misiones entre indios independientes en territorios todavía no controlados por el colegio y los españoles. En el caso de las misiones ya establecidas, el guardián y el discretorio del colegio tenían facultades para escoger
a “los [misioneros] que les parecieren más útiles y convenientes,” quienes
se veían forzados a aceptar como parte de su labor evangelizadora en el
colegio para lo que se alistaron16. Una vez se había reclutado un grupo
considerado por lo menos teóricamente óptimo de misioneros, comenzaba la labor evangelizadora que se iniciaba con la atracción (ya fuera
persuasiva o más coercitiva) del indio a la pila bautismal. En una campaña en 1787 para pacificar a los chiriguanos y atraerlos a las misiones, el
obispo de Charcas los incitó a que aceptaran el bautismo de la mano de
los misioneros, cuyas “armas … no son más que la verdad, la persuasión,
y la dulzura” pero por otra parte aquellos indios que rechazaran la ablución serían “condenados eternamente al Infierno”17.
Bautismos, cesáreas y salvación
El sacramento del bautismo introducía a los nuevos miembros
en la comunidad católica de la misión. Como la labor del misionero era
salvar almas, y desde mediados del siglo XVI constaba la racionalidad y
humanidad de los habitantes de América, Comajuncosa era tajante en
lo tocante a la administración del bautismo a los indios independientes,
afirmando lo siguiente: “Pero aun quando concediésemos, que todos los
Yndios fuesen de un genio embotado, rudo, feroz, brutal, y salvage; siendo, como realmente son, hombres verdaderos, siempre se debe tener,
y juzgar por muy absurdo, è impio el juicio de aquellos, q.e quisieron
excluirlos de la participacion de la Fe católica, y del consorcio de la Santa
16
17
Estatutos y ordenaciones, Apéndice IV, Capítulo 12, punto 324, p. 347.
WEBER, Bárbaros, p. 101, citas en n. 68, p. 307.
447
David Rex Galindo
Yglesia, cuya puerta està abierta para todos.” Continúa Comajuncosa
arguyendo que la salvación estaba abierta a todos y por ello, utilizando
el Nuevo Testamento como inspiración, concluye que los misioneros
son como los apóstoles mandados a todas las partes del mundo para
“predicar, enseñar, y bautizar à todas las gentes” independientemente de
la situación social, política o cultural de éstas18. Las bulas papales concedidas a los misioneros de propaganda fide garantizaban su derecho
y obligación a administrar los sacramentos del bautismo, eucaristía y
penitencia –normalmente administrados por los curas párrocos– en las
misiones de frontera, donde no había clero diocesano19.
El bautismo se aplicaba a los infantes tras su nacimiento, a los
adultos en el lecho de muerte y a aquellos indios que voluntariamente
lo solicitaban tras pasar por un periodo de instrucción en la doctrina
cristiana. Una vez bautizado, el neófito formaba parte de la ecúmene
católica y por lo tanto estaba sujeto a una serie de deberes y obligaciones
del régimen establecido por sus nuevos líderes espirituales. La vida cotidiana en las misiones de la frontera, como en otras partes del imperio
hispano, fue sacramentalizada y sometida a la rutina de fiestas católicas más importantes anuales. Los neófitos, bajo la guía de los padres
franciscanos, observaron la Navidad, la Cuaresma, el Corpus Christi, las
fiestas de los grandes días, y las fiestas locales como el día del patrón de
la misión. Además los recién convertidos atendían los servicios religiosos diarios y festivos al son de campana tañida. Por lo tanto mediante el
bautismo se incrementaba la comunidad católica y se marcaba el inicio
del objetivo misionero: la salvación eterna del alma. No cabe duda que
18
19
448
ECPMI, vol. 2, Nº 1050, p. 946.
ECPMI, vol. 2, Nº 1051-1061, p. 947-955. Fue el papá Pablo III en su bula Sublimis Deus del 2 de junio de 1537 quien despeja las dudas de la humanidad de los
nativos al aseverar que los nativos, “como verdaderos hombres que son,” también
son “capaces de la fe cristiana,” en DUVERGER, Christian, La Conversión de los
Indios de Nueva España: Con el Texto de los Coloquios de los Doce de Bernardino de
Sahagún (1564). Trad. María Dolores de la Peña. México, D.F., Fondo de Cultura
Económica, 1993. p. 220.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
tanta responsabilidad por parte del misionero exigía de una exquisitez
extrema a la hora de cómo y cuándo administrar el sacramento.
Los estudios se han centrado en el bautismo de no cristianos generalmente adultos en los procesos de colonización. Así, las dudas de
cómo, a quién y cuándo administrar el bautismo se plantearon desde el
crepúsculo de la evangelización americana. En las primeras décadas de
evangelización en la Nueva España tras la caída de la capital azteca México-Tenochtitlán, los misioneros franciscanos y dominicos se enfrascaron en disputas sobre si era necesaria una previa instrucción cristiana
de los adultos no cristianos antes de la administración del bautismo. Los
dominicos se quejaban de la laxitud de los franciscanos en sus multitudinarias campañas en las que miles de Mexicas fueron bautizados sin la
instrucción necesaria. Se trataba de dos diferentes estrategias de evangelización en un mundo azteca que se desvanecía bajo la hoz de mortíferas
enfermedades infecciosas20. Pero otros misioneros como el padre Comajuncosa planteaban dudas a la hora de bautizar “à los que todavia estan
en el vientre de su Madre, ò que no sacan sino una pequeña parte de
su cuerpo, ò que son abortivos, ò que son dementes, ò furiosos, ò à los
hijos de los Ynfieles invitis Parentibus, ò à los monstruosos”21. El resto de
este ensayo se centra en algunas de estas cuestiones, principalmente en
cómo debían actuar los misioneros franciscos cuando el feto, la madre
o ambos estaban en peligro de muerte. Es decir, ¿cómo se puede acceder
al feto para aplicarle el agua bendita y así evitar su condenación en el
Limbo imaginado por los misioneros?
Esta duda es lógica, ya que los índices de mortalidad en la época
moderna eran dramáticamente altos. Una de las causas de mortalidad
era el parto o post-parto y no era raro que los bebés nacieran muertos o
murieran al nacer o que la madre falleciera encinta o durante el alumbramiento. La ginecología y la obstetricia eran ciencias que todavía es20
21
SCHWALLER, John Frederick, The History of the Catholic Church in Latin America: From Conquest to Revolution and Beyond. New York y Londres: New York
University Press, 2011. p. 63.
ECPMI, vol. 2, Nº 1102, p. 987.
449
David Rex Galindo
taban en sus primeras luces en el siglo XVIII; además, la escasez de cirujanos especialistas, las infecciones y el desangrado provocaban elevados
índices de mortalidad entre las parturientas y sus bebés. Esto era más
dramático en el caso de las misiones de frontera, donde el hacinamiento
y las enfermedades infecciosas causaban estragos en las poblaciones nativas22. Esta convivencia casi diaria con la muerte hacía importante que
los frailes ingeniaran medios para salvar las almas de los recién nacidos
(de los que se encargaban). El problema que planteaba Comajuncosa
era por lo tanto previsible, aunque excepcional en la documentación
misionera; no obstante sí parece más común en la literatura religiosa
de la época moderna. Su singularidad documental puede explicar el
por qué es un tema poco común en la literatura sobre la evangelización
americana y en los estudios de misiones23.
La insistencia en velar por la salvación del alma del feto no era
nueva y trataba de superar los miedos de los familiares de la parturienta
así como de las autoridades ante soluciones que pudieran parecer drásticas y no cristianas, como vemos en el caso de la operación cesárea. El
22
23
450
El caso de Alta California es el más estudiado, veáse por ejemplo JACKSON, Robert H., y CASTILLO, Edward, Indians, Franciscans, and Spanish Colonization: The
Impact of the Mission System on California Indians. Albuquerque, University of
New Mexico Press, 1995; SANDOS, James A., Converting California: Indians and
Franciscans in the Missions. New Haven y Londrés, Yale University Press, 2004. especialmente pp. 111-127; y HACKEL, Steven W., “From Ahogado to Zorrillo: external causes of mortality in the California missions.” En The History of the Family,
vol. 17, No. 1. pp. 77-104.
Como excepciones veáse por ejemplo VALLE, Rosemary K., “The cesarean operation in Alta California during the Franciscan Mission Period (1769-1833),” en
Bulletin of the history of medicine, 48, 2, 1974. pp. 265-75; RIGAU-PÉREZ, José
G., “Surgery at the Service of Theology: Postmortem Cesarean Sections in Puerto
Rico and the Royal Cedula of 1804,” en The Hispanic American Historical Review,
Vol. 75, No. 3, Agosto 1995. pp. 377-404; WARREN, Adam, “Pastoral Zeal and
“Treacherous” Mothers: Ecclesiastical Debates about Cesarean Sections, Abortion,
and Infanticide in Andean Peru, 1780–1810,” en Women, Ethnicity, and Medical
Authority: Historical Perspectives on Reproductive Health in Latin America, Working Papers, Center for Iberian and Latin American Studies, UC San Diego, http://
escholarship.org/uc/item/8q4485r0 (acceso el 17 de noviembre, 2013).
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
recelo era aún más acuciante en las misiones, donde los misioneros se
sentían obligados a prácticas que a menudo chocaban con la idiosincrasia de los neófitos. Para que el bautizo fuera válido, Comajuncosa aducía, era necesario poder alcanzar cualquier parte del cuerpo con agua
bendita. Citando a San Agustín, Comajuncosa descarta la ablución del
cuerpo de la madre por la falta de contacto entre el agua y el feto, que
está envuelto por la ‘secundina’ o placenta. Cuando la criatura está en
peligro de muerte dentro del útero, el cirujano o la partera pueden acceder al feto si se ha desprendido de la placenta y bautizarlo con los dedos
o con algún instrumento quirúrgico, “introduciendo el agua calida hasta la matriz, y bañando à la criatura, diciendo la forma del Bautismo”24.
Este era un sistema que no requería de conocimientos cirujanos específicos al no tener que practicarse secciones sobre el cuerpo de la madre
para acceder al feto.
¿Podrían los misioneros que evangelizan en las fronteras chiriguanas aplicar esta práctica? ¿Sería válido este bautismo? Ante las dudas
que plantean los teólogos en este respecto, Comajuncosa concluía que
“por lo mismo como cosa dudosa se le puede, y debe bautizar baxo la
condicion: si es capax, ego te baptizo &c. (si es capaz [del bautismo], yo
te bautizo),” y si el bebé nace se debe rebautizar con la condición “si non
es baptizatus.” La cosa era diferente si la cabeza del bebé salía del útero,
existiendo peligro de muerte, a lo que Comajuncosa respondía que se
debe bautizar de manera condicional y que si la criatura sobrevive debería ser bautizada de nuevo. Lo mismo ocurre si asoma otra parte del
cuerpo y se sospecha que está vivo, entonces se bautizaría la parte accesible del bebé y si viviera después de nacido, se repite la administración
del sacramento bajo la condición “si non es baptizatus, ego te baptizo &c.”
En el caso de que naciera muerto después de bautizado, se sepultaría en
lugar sagrado25.
Otro dilema surge si no se podía acceder al feto en la situación
extrema de peligro de muerte de éste o de la madre. ¿Se puede abrir el
24
25
ECPMI, vol. 2, Nº 1104, p. 988.
ECPMI, vol. 2, Nº 1104, p. 988.
451
David Rex Galindo
vientre de la madre para bautizar al feto? Fray Antonio Comajuncosa
trata las opciones del uso de la cesárea para acceder al feto y bautizarlo.
La digresión es extensa e interesante. Tanto Comajuncosa como otros
teólogos incluido Santo Tomás de Aquino concluyen que la madre todavía viva no está obligada a una cesárea o incisión en el vientre, “porque
non sunt facienda mala, ut eveniant [sic] bona,” (porque no hace el mal
para que venga el bien), citando al apóstol San Pablo en su epístola a
los Romanos (3 v8). Más aún dice Comajuncosa que se conocen casos
de cesáreas exitosas sobre madres vivas en España, Italia, Alemania y
Francia, “pero como en las Misiones no se hallan de estos Cirujanos, me
parece que alli serà lo mas acertado aguardad, que dicha Madre muera,
para socorrer despues à la criatura viva.” En este sentido Santo Tomás de
Aquino en su Suma Teológica sugiere que se abra el vientre de la madre
tras su fallecimiento para así poder bautizar al feto vivo. Ya desde finales
del siglo XIII se empieza a requerir la extracción quirúrgica del bebé
tras la muerte de la madre para poder administrar el bautismo, operaciones conocidas con el epónimo cesárea tal vez en recordatorio del
nacimiento de emperador romano Julio César ya que en la Edad Media
se suponía que había sido extraído del vientre de su madre. Se sanciona
la cesárea en varios concilios sinodales y encuentra defensores entre algunos teólogos y clérigos26. En un sermón sobre el bautismo predicado
en Florencia en 1305, el fraile dominicano Giordano de Pisa amonesta
a aquellos que entierran a las mujeres embarazadas “con los fetos vivos
en sus vientres … que era un gran pecado.” Fray Giordano entonces
continúa con un ejemplo personal en Pisa, donde solicitó la presencia
de cuatro doctores y matronas para que abrieran a una mujer que había muerto embarazada: “La abrimos y sacamos el niño de su vientre,
y estaba vivo, y lo bautizamos, y su alma se ha salvado. ¿No fue este un
26
452
ECPMI, vol. 2, Nº 1107, p. 990. Comajuncosa se basa en Santo Tomás de Aquino,
Suma Teológica, Parte IIIa, Cuestión 68, y en el Ritual Romano, versión estándar de
los rituales de la Iglesia Católica publicado bajo los auspicios del Papa Pablo V en
1614. Comajuncosa cita: “Si mater praegnans mortua fuerit, foetus quam primum
caute extrahatur, ac, si vivus fuerit, baptizetur: si fuerit mortuus, et baptizati non
potuerit, in loco sacro sepeliti non debet.” P. 990. Sobre este asunto veáse también
VALLE, “The cesarean operation in Alta California,” p. 269.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
acto de misericordia? Muchas [almas] se pierden de esta manera y están
en el Limbo, por vuestra culpa. [Las mujeres] deben ser abiertas, y es de
gran misericordia. Gracias a Dios. Amén.” Inicialmente encapsulada en
un ambiente soteriológico, la cesárea encuentra su espacio académico a
partir del renacimiento italiano y francés a través de textos de anatomía
que describen la extracción del feto para su bautismo27.
Es sin embargo a lo largo del siglo XVIII cuando, bajo el amparo
eclesiástico, la cesárea se extiende en Europa a través de tratados médicos y teológicos y de los códigos legales europeos. Tratados quirúrgicos
y de teología moral reivindican la extracción del feto del vientre de la
madre para la administración del bautismo pero también como materia
obstetricia. La operación salta del ámbito religioso al público. Indudablemente, los trabajos influyentes del benedictino cisterciense aragonés
Antonio José Rodríguez (Nuevo aspecto de teología médico moral, 4 volúmenes, 1745-1767), del inquisidor de Sicilia Francesco Cangiamila
(Embriologia Sacra, 1745 en italiano y publicado en versión abreviada
en 1772 en español en México y 1774 en Madrid) y del presbítero Félix
Eguia (Directorio Teológico-Moral, 1784) llegaron a las bibliotecas de los
colegios de propaganda fide.28 El libro de Cangiamila incitó a Carlos VII,
rey de las Dos Sicilias y futuro Carlos III de España, a promulgar una
pragmática en 1749 –que sería reproducida en España en 1761, siendo
ya rey de España– ordenando la aplicación de la cesárea para salvar a los
bebés de una posible muerte o garantizar su salvación eterna a través
del bautismo. Aquéllos que obstruyeran la operación serían acusados
de homicidio. En 1772, tanto el virrey de Nueva España Frey Antonio
María de Bucareli y Usua y el arzobispo de México Alonso Núñez de
Haro y Peralta imponen la operación cesárea bajo multa de 500 pesos
el primero y ordenando que los párrocos manden cirujanos cuando sea
menester el segundo. Ambos mencionaban el libro del padre José Manuel Rodríguez titulado La Caridad del Sacerdote con los Niños Encerra27
28
PARK, Katherine, Secrets of Women: Gender, Generation, and the Origins of Human
Dissection. New York, Zone Books, 2006. pp. 14-15, 63-65. Cita en pp. 64-65.
Así consta en el inventario de la biblioteca del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, 1815, AHPFM-CSCQ, R-1-4, pp. 91, 169. Ver ECPMI, vol. 2, Nº 1108, p. 991.
453
David Rex Galindo
dos en el Viente de su Madres Difuntas, publicado en México en 1772.
Con un trasfondo pedagógico para los clérigos, este libro describe cómo
realizar la operación en caso de que no haya cirujanos o manos hábiles
y con conocimiento29.
La práctica requiere de pericia. Ante la posibilidad de la falta de
facultativos expertos en la disección por cesárea, la pragmática sanción
de Carlos IV promulgada en abril de 1804 no sólo obligaba a su práctica
(al igual que hiciera su padre) sino que también incluía la descripción
de la operación siguiendo el texto del cisterciense Alonso José Rodríguez. En su Comisario-Prefecto de misiones instruido, fray Antonio Comajuncosa copia verbatim la descripción de la operación de cesárea del
tratado de Félix Eguia. Es plausible que una de las razones para incluir
tal descripción fuera la pragmática de Carlos IV, ya que el libro se escribió entre 1804 y 181130.
Conclusión
¿Cómo influyeron las ideas de Comajuncosa en el ejercicio de la
labor evangelizadora en las misiones del Colegio de Tarija? Para el caso
de la operación cesárea, hay constancia de su aplicación en México y
Perú en 1795 y 1794 respectivamente. En su estudio pionero de las misiones franciscanas de Alta California, Rosemary Valle computó que los
misioneros del Colegio de San Fernando de México practicaron catorce
cesáreas en las misiones de la Alta California entre 1799 y 1826. Todas
ellas excepto dos fueron practicadas por los frailes al cargo de la misión
en cuestión. Según la autora del estudio, los neófitos Narciso y Silvestre
practicaron dos cesáreas en la misión de San José en 1825 y 1829 bajo
29
30
454
Las pragmáticas de 1749 y 1804 además de las órdenes del Virrey y el arzobispo se
encuentran en inglés en VALLE, “The cesarean operation in Alta California,” pp.
270-275; veáse también RIGAU-PÉREZ, “Surgery at the Service of Theology,” con
una traducción de la pragmática de 1804 en pp. 379-382.
Veáse el apartado titulado “Practica de la Operacion Cesarea,” ECPMI, vol. 2, Nº
1109-1115, pp. 992-996. Éste está reproducido en CALZAVARINI GHINELLO,
Lorenzo, ed. Presencia Franciscana y formación intercultural, Vol. 2, pp. 801-802.
La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano
la supervisión de fray Narciso Durán, quien a su vez practicó la misma
operación en 1832. Al igual que en Alta California, es difícil imaginar
que los misioneros franciscanos del Colegio de Tarija no practicaran cesáreas en el lecho de muerte de las neófitas encinta. Es por ello necesario
un estudio de los registros de bautismos y difuntos de las misiones tarijeñas entre los chiriguanos, chanés, mataguayos y bejoses para conocer
la incidencia de este tipo de prácticas.
El hecho de que fray Antonio Comajuncosa incluya dentro de la
sección sobre la administración del bautismo una digresión sobre cómo
bautizar a los no nacidos demuestra que una de las principales motivaciones de los misioneros de propaganda fide era soteriológica. Por
ello se fundó el Colegio de propaganda fide de Tarija en 1755 con un
objetivo claro, preparar a los religiosos para su labor evangelizadora entre fieles católicos súbditos del monarca español así como entre los indios no cristianos en las fronteras del mundo hispánico. Los colegios de
propaganda fide eran por consiguiente centros pedagógicos de instrucción misionera tanto como núcleos de evangelización y aculturación a
lo largo de los territorios bajo la monarquía hispánica. Así, el tratado
de Comajuncosa ponía a disposición de los religiosos más de treinta
años de experiencia misionera en un estudio exhaustivo de las diferentes características de la labor evangelizadora en Bolivia y las misiones
fronterizas a cargo del colegio. Esto incluía situaciones al límite como
la administración del bautismo a los no nacidos en casos de defunción
de la madre o posibilidad de muerte materna antes o durante el parto.
Por otra parte, la inclusión de la operación cesárea en el manual
del comisario-prefecto expone la influencia del conocimiento científico
en el mundo religioso a finales del siglo XVIII. Aunque la práctica de
procedimientos quirúrgicos como la cesárea era conocida desde la Edad
Media, las autoridades civiles y médicas no promovieron su aplicación
hasta la revolución científica de los siglos XVII y XVIII. Es en esta época cuando se promulgan las pragmáticas de Carlos III y Carlos IV que
ordenan la práctica de la cesárea sobre mujeres embarazadas. Aunque
el objetivo inicial era soteriológico, como se ha indicado, la motivación
fue también obstétrica y ginecológica. En cualquier caso, este interés
455
David Rex Galindo
religioso, médico y civil tuvo consecuencias prácticas en Tarija y en las
misiones fronterizas a cargo de los religiosos franciscanos.
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2005 Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment.
New Haven y Londres: Yale University Press.
458
Fronteras sacralizadas. Relatos
sobre martirio de misioneros
jesuitas y franciscanos
en el noroeste novohispano
en el siglo XVIII
José Refugio de la Torre Curiel1
En un sermón predicado en 1794 en el Colegio de Querétaro, con
motivo de las honras fúnebres que dicho instituto daba a cuatro misioneros que habían muerto años antes a manos de indígenas yumanos, en
las cercanías de la desembocadura del Río Colorado, fr. Diego Miguel
Bringas alzaba la voz para que la reflexión sobre la vida y virtudes de
sus compañeros de hábito sirvieran para “la edificación pública, [para
promover] el celo de la salvación de las almas, y [demostrar la injusticia
del] odio de nuestros enemigos”.2
En buena medida, esta última referencia se apartaba de los cánones que la ortodoxia y la tradición señalaban para el recuento de las vidas
1
2
El Colegio de Jalisco, Universidad de Guadalajara
Fr. Diego Miguel Bringas de Manzaneda y Encinas, Sermón que en las solemnes
honras celebradas en obsequio de los VV PP Predicadores apostólicos, Fr. Francisco
Tomás Hermenegildo Garcés, Fr. Juan Marcelo Díaz, Fr. José Matías Moreno, Fr. Juan
Antonio Barreneche, misioneros del Colegio de Propaganda fide de la Santa Cruz de
Querétaro…, dixo en la iglesia de dicho Colegio el 19 de julio de 1794…, Madrid,
Imprenta de Fermín Villalpando, 1819, p. 4.
459
José Refugio de la Torre Curiel
ejemplares y el discurso hagiográfico; tal innovación se justificaba en la
época ante las críticas que los filósofos de la Ilustración lanzaban contra las
órdenes religiosas y los votos sagrados, poniendo en entredicho los servicios que el estado monástico proporcionaba a la sociedad en su conjunto.3
En este mismo contraataque que Bringas dirigía a “los enemigos
de la religión”, brillaba, por otra parte, la continuidad de los elementos
didácticos y piadosos que se encontraban detrás de las historias de los
venerables que habían muerto en el ejercicio de las virtudes que trataba
de promover el cristianismo.
Imagen 1: Pimería alta y Papaguería a finales del siglo XVIII
(Fragmento de Fr. Diego de Bringas, “Nuevo Viaje hecho por los Religiosos del Colegio
de la Santa Cruz a los Pimas Gentiles del Rio Gila…”, tomado de De la Torre, Twilight, p. 41).
3
460
Al respecto Bringas pretendía “demostrar la injusticia del odio de nuestros enemigos. Siendo estos los mismos que combaten el Trono, la Religión Católica y todo
orden que conduce a la felicidad temporal y eterna de los hombres…” Esto que era
ahora atacado lo habían defendido los cuatro sujetos aludidos en el sermón, y por
ello “es preciso que excitemos la rabia de aquellos que degradan la humana naturaleza, al paso que se quieren acreditar de filantrópicos: que combaten a la religión
al mismo tiempo que se jactan con el nombre de filósofos, y que pudiendo servir
para todas las cosas… calumnian al Estado monacal de inútil, ocioso, gravamen
del Estado; y a sus individuos de indignos de tomar asiento entre los padres de la
Patria”. Ibid, p. 6.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
Cerca de un siglo antes de que se pronunciara este discurso, el
jesuita Francisco Xavier de Saeta moría en la misión sonorense de Caborca —en los límites entre la Pimería alta y la Papaguería, al norte de
Sonora—, en abril de 1695, en el contexto de un alzamiento de indios
pimas de las cercanas misiones de Tubutama y Oquitoa (ver Imagen
1). Tras deplorar la muerte de Saeta, señalando los abusos de los españoles en esa zona como una de las razones del revés que acababan
de sufrir los misioneros,4 Eusebio Francisco Kino, a la sazón destinado
también a las conversiones en la Pimería alta, en Sonora, redactaría un
largo memorial en el que explicaba al provincial, Diego Almonacir, que
dicha muerte, gloriosa como era considerada por los jesuitas, debía servir para poner mayor atención en aquellas provincias y enviar más religiosos para consolidar la obra iniciada. En ese sentido, esta debía ser no
sólo una muerte edificante, sino detonante de un renovado impulso en
la conversión y congregación de los grupos del noroeste novohispano.5
Si bien ambos testimonios del martirio de religiosos podían ser
asociados a la tradición de los exempla medievales, o a las biografías de
santos y venerables que circularon impresas en la Nueva España durante el periodo colonial,6 debe destacarse también el hecho de que al
vincularse con dos contextos de expansión misional inacabada, éstos y
otros discursos constituían específicos llamados a la acción para que
las autoridades coloniales y los propios religiosos retomaran el rumbo
trazado por generaciones anteriores de misioneros en la indoctrinación
de los indígenas locales.
4
5
6
Herbert Eugene Bolton, Los confines de la Cristiandad, México, Editorial México
Desconocido–Universidad Autónoma de Baja California–Universidad de Colima–
Universidad de Guadalajara–El Colegio de Sinaloa–Universidad de Sonora, 2001,
pp. 416-420.
Eusebio Francisco Kino, Inocente, apostólica y gloriosa muerte del venerable padre
Francisco Xavier Saeta…, 1695, manuscrito en Biblioteca Nacional de México,
Fondo Reservado. Bolton, Los confines, pp. 407-408.
Véase al respecto, Antonio Rubial García, La santidad controvertida. Hagiografía
y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de Nueva España,
México, FCE–UNAM, 1999.
461
José Refugio de la Torre Curiel
Con el fin de mostrar la forma en que el campo discursivo sobre
el martirio se entrelazaba con los proyectos misionales jesuitas y franciscanos en el noroeste novohispano, este trabajo analiza un par de textos
jesuitas y franciscanos que evocan las muertes que algunos miembros de
estos institutos religiosos encontraron entre los grupos indígenas locales
en aquella frontera. Se propone así, un acercamiento a la representación
de la santidad y el martirio en el contexto de la frontera misional del
norte novohispano, como una herramienta que permitió a los religiosos
situar la obra misionera en el noroeste dentro de la historia salvífica del
occidente cristiano en general, y dentro de las conquistas de cada orden
en particular, a través de escritos que documentaban una sacralización
simbólica del espacio.
Santidad y martirio
Antes de entrar en materia, vale la pena aclarar que este trabajo
no se inscribe en las líneas de análisis de la hagiografía, la teología de la
santidad, o la historia del pensamiento cristiano, sino que solamente se
pregunta acerca de las representaciones sobre santidad y martirio en los
contextos de expansión misional de la Nueva España en los siglos XVII y
XVIII. Con todo, se retoman algunas precisiones sobre los conceptos de
santidad y martirio, en aras de dotar al estudio de la claridad necesaria
para establecer puntos de partida específicos.
Convendría recordar que martirio y santidad no constituyen necesariamente un vínculo indisociable, puesto que no todos los mártires
alcanzan la condición de santos, ni todos los que han llegado a los altares
lo han hecho por la vía del martirio. La santidad, en tanto “perfección
e integridad de costumbres, conforme a la ley y religión”, era entendida como una propiedad divina, que “por gracia, privilegio y participación” se reconocía también en los ángeles,7 y mediante la doctrina de la
7
462
Deriva del latín sanctitas. Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana…, tomo VI, Madrid, Imprenta de la Real Academia Española por los herederos de Francisco del Hierro, 1739, pp. 42-43.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
justificación, se extendía a los humanos que voluntariamente admitían
“la gracia y dones” divinos.8 El martirio, en cambio, se entendía como la
muerte o tormento que se padecía en “testimonio de la verdad de la fe
católica o defensa de alguna verdadera virtud”.9 Con todo, para la época
aquí estudiada, santos y mártires formaban parte de una cultura religiosa común que buscaba en ambos casos ejemplos de una fructífera vida
terrena, recompensada en distintas maneras al final de sus días. Ambos
eran recordados por una sociedad que recurría a ellos, buscando proyectar sus propios valores al reconstruir y relatar sus méritos y virtudes.10
En respuesta a las tesis luteranas que desacreditaban el culto a
los santos, el concilio de Trento había promovido un escrutinio más
estrecho sobre las manifestaciones populares de veneración a imágenes
y reliquias por medio de confesores e inquisidores, reservando para el
pontífice el derecho de canonizarlas o prohibirlas, con lo que la calificación de la santidad de las vidas ejemplares dejaba de ser materia de libre
especulación; al mismo tiempo, el propio concilio “insistía en la necesidad de invocar a los santos y de honrar sus reliquias e imágenes como un
medio para fortalecer la fe”.11 Años más tarde, en 1588, surgía la Sagrada
Congregación de Ritos para promover el culto a los santos mediante las
formas sancionadas por el derecho canónico. Para reforzar estos pasos
8
9
10
11
Concilio de Trento, sesión VI, capítulo VII, “Qué sea la justificación del pecador y
cuáles sus causas”, en El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento (Ignacio López
de Ayala, trad.), Madrid, Imprenta Real, 1785.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana…, Madrid, Joachín
Ibarra, 1780, p. 609. En este rubro destacaba la influencia que desde fines del siglo XVI ejerciera la obra de Antonio Gallonio para fijar la imagen cristiana del
martirio. Antonio Gallonio, Trattato De Gli Instrumenti Di Martirio, E Delle Varie
Maniere Di Martoriare Usate Da’ Gentili Contro Christiani. Descritte Et Intagliate In
Rame, Roma, Donangeli, 1591 (traducida al latín en 1594 como De SS. martyrum
cruciatibus).
Rudolph M. Bell y Donald Weinstein, Saints and Society, p. 8. Citados en Rubial
García, La santidad controvertida, p. 12.
Ibid., pp. 34-35, citando la sesión XXV del Concilio de Trento, decreto “De la invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, en la
cual se señalaba “que es bueno y útil invocarles humildemente, y recurrir a sus
oraciones, intercesión y auxilio [….]”.
463
José Refugio de la Torre Curiel
iniciales, a principios del siglo XVII el papa Urbano VIII definiría con
mayor claridad la serie de pasos que permitirían que una persona que
fallecía en opinión de “venerable”, pudiera ser postulada para un proceso de beatificación y/o canonización.12
De esta manera, las sugerencias de santidad, milagros, revelaciones, y calificación de las condiciones en que moría un sujeto venerable
habían quedado oficialmente reservados para la Sagrada Congregación
de Ritos.
Mártires para Sonora
La hagiografía, se ha mencionado en alguna ocasión, “crea esquemas de pensamiento; concreta formas abstractas de racionalización
trayéndolas a la vida cotidiana, y dramatiza los valores dominantes por
medio de imágenes básicas que se afianzan en los terrenos de la emotividad y el sentimiento”.13 Para difundir estos valores e ideas, aquellos grupos que cuentan con privilegios y medios de difusión suficientes para
hacerlo, construyen relatos con estructuras propias, “independiente[s]
12
13
464
Ibid., p. 36. Como parte de las reformas de Urbano VIII, se estableció que no podían iniciarse procesos de canonización con personas muertas en los últimos cincuenta años. El primer paso en estos procesos debía darlo el obispo del lugar donde había vivido el venerable, promoviendo informaciones sobre los escritos, vida,
fama de santidad y milagros del postulado. A continuación, la Sagrada Congregación de Ritos revisaría dichos papeles, y prepararía unas “letras remisoriales” que
serían enviadas junto con una “bula de rótulo” a la diócesis de donde era originario
el postulado. A partir de entonces se consideraba abierta la causa y el postulado
podía ser llamado “siervo de Dios”, para distinguirlo de un venerable que no había
iniciado proceso de canonización. Después de esas “letras”, cada una de las diócesis
donde había actuado el postulado instituirían un tribunal apostólico para recoger
testimonios y documentos sobre virtudes y milagros, para enviarlos luego a Roma.
La Santa Sede nombraría entonces un postulador de la causa o ponente. Un cardenal “promotor de la fe” se encargaría de presentar los “dubios” sobre la causa. El
papa tenía la última palabra y con ella se emitiría el decreto de beatificación. Si el
caso lo ameritaba, y con dos milagros más, se podía abrir el proceso para la canonización.
Rubial, La santidad controvertida, p. 12.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
de la historia, pues no [es necesario aludir] esencialmente a lo que pasó,
sino a lo que es ejemplar”.14 Sobre la base de estas consideraciones, el discurso hagiográfico es una forma de representación de una idea basada
en aspiraciones situadas en contextos que guardan cierta familiaridad, o
un trasfondo de realidad reconocible para quien recibe estos textos. Sin
embargo, los discursos sobre los santos, o sobre los mártires para este
caso, no están contenidos solamente en la palabra impresa, sino que con
estas mismas características y fines se integran a las imágenes, complemento y aliciente de la palabra.
La experiencia misional de jesuitas y franciscanos en el noroeste
novohispano muestra, además, que la reproducción de los elementos
propios del discurso de la santidad y el martirio no solamente aspiraba
a exaltar la piedad del cristiano y asegurar la conversión de nuevas almas, sino también a ganar opiniones favorables para causas materiales
e intelectuales específicas. Un par de estrategias utilizadas por jesuitas
y franciscanos al norte de la provincia de Sonora ayudan a ejemplificar
estos recursos.
a) Sobre el martirio de Franciso Xavier Saeta, SJ
Durante los primeros meses de 1694, Antonio Solís, uno de los
capitanes de campo en los presidios de Sonora, dirigió una serie de
campañas en persecución de distintas partidas de indígenas acusadas
de asolar las misiones y haciendas de la Pimería alta, en Sonora. Las incursiones de Solís entre los pimas sobaipuris se tradujeron en la muerte
y captura de varias decenas de indígenas, sin que resultara claro si los
muertos y los cautivos estaban efectivamente asociados a los hurtos que
habían originado tales campañas; lo que sería manifiesto, en cambio,
era el descontento generalizado que entre los pimas de aquellas misiones había generado la actuación de aquel capitán. En los meses siguientes, sucesivos brotes de violencia en las misiones de Tubutama, Nácori,
Bavispe, Baseraca, Cúchuta, y el presidio de Janos, serían reprimidos
14
Michel de Certeau, La escritura de la historia, pp. 287, 294; citado en Rubial, Ibid.,
p. 13.
465
José Refugio de la Torre Curiel
por los españoles, lo que tensaría aún más la situación en la provincia
de Sonora, al grado que para noviembre de ese año se organizaría una
campaña en contra de los indios enemigos que se pudieran encontrar en
la sierra de Batepito.15 Aparentemente, las maniobras militares habían
dado resultado, pero los pimas no consideraban resueltos los agravios
en su contra. Este resentimiento sería claro en la misión de Tubutama,
donde los excesos de un capataz ópata en contra de los residentes de
aquella misión resultaron en la muerte de dicho indígena, y en una
nueva rebelión a principios de 1695. Desde Tubutama la violencia se
extendería hacia las poblaciones de Oquitoa y Caborca, sitio en el que
los sublevados arrasaron con la misión local y dieron muerte al jesuita
Francisco Xavier Saeta el 2 de abril de aquel año.16
A pocos días de que este levantamiento cobrara la vida del jesuita,
y tras la ejecución de varios indígenas en las represalias subsecuentes,17
tanto las autoridades españolas como los propios misioneros identificaban las causas de dichos tumultos en el maltrato de los indígenas locales, y en los excesos en que algunos indios ópatas habían incurrido al
15
16
17
466
Bolton, Los confines, pp. 372-376. Según investigaciones recientes, estos levantamientos se daban en un contexto generalizado de descontento de los indígenas
del norte novohispano contra el poblamiento misional y los excesos de los vecinos
españoles. Luego de la rebelión de 1680, las provincias norteñas experimentarían
un permanente estado de alerta, con la posibilidad de levantamientos generalizados entre los indios del interior de aquellas provincias. Ignacio Almada Bay, José
Marcos Medina Bustos, y María del Valle Borrero Silva, “Hacia una nueva interpretación del régimen colonial en Sonora: Descubriendo a los indios y redimensionando a los misioneros”, en Región y Sociedad, vol. 19, número especial, 2007, pp.
237–265.
Eusebio Kino, Vida del P. Francisco J. Saeta, S.J. Sangre misionera en Sonora, Ernest
J. Burrus, prólogo y notas, (Col. Figuras y Episodios de la Historia de México /
102), México, Editorial Jus, 1961, pp. 85-98. Según refiere este relato, los indios de
Tubutama sacaron a Saeta de la casa de la misión mediante ciertos engaños; una
vez en el exterior, le habrían dado muerte a flechazos.
Sobre el levantamiento pima de 1695, consultar Belén Navajas Josa, “El Padre Kino
y la Pimería. Aculturación y expansión en la frontera norte de Nueva España”, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, tesis
doctoral, 2009, pp. 114-118; Kino, Vida del P. Francisco J. Saeta, pp. 86-97.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
confiárseles la supervisión de las faenas del campo que los pimas debían
llevar a cabo en aquellas misiones.18 Que los incidentes de Tubutama
y Caborca habían dado a la Compañía de Jesús un nuevo mártir en el
trabajo de conversión religiosa había sido también un tema reconocido
desde los primeros momentos en que circularon las noticias del resultado de aquel levantamiento, como señalara uno de aquellos misioneros:
Imagen 2. Martirio de Francisco Xavier Saeta, en Eusebio Kino,
“Mapa de las misiones y descubrimientos jesuitas en el noroeste
de Nueva España” (1695),
Tomado de Ernest J. Burrus, La obra cartográfica de la Provincia Mexicana
de la Compañía de Jesús (1567 – 1967), vol. II, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1967].
18
Un caso ejemplar de participación indígena en este sentido es el del pima Francisco Montes “el Pintor”, estudiado por José Luis Mirafuentes Galván en “Las tendencias individualistas de los indios y los excesos del patrimonialismo misional en
Sonora, 1687-1725”, en Estudios de Historia Novohispana, 33, julio-diciembre de
2005, pp. 13-55.
467
José Refugio de la Torre Curiel
“Llamo mártir al venerable padre Francisco Xavier Saeta […] en el
modo que permiten los decretos de nuestro muy santo padre Urbano
VIII y demás concernientes, porque según lo que protestaron los indios
[que dan testimonio de su muerte], según lo ejecutado con los sagrados
ornamentos, santos óleos, aras, cálices y patenas […] y otros principios
y circunstancias, no dudo lo mataron in odium fidei –con odio hacia la
fe. Dichosa muerte, y dichoso padre; pues mereció la honra de morir
por Cristo, que solo se alcanza con relevantes virtudes e inocencia de
vida”.19
Pero ese sentir no era del todo compartido por las autoridades de
la provincia jesuita mexicana. El provincial Diego de Almonacir, y sobre
todo el padre visitador Marcos Antonio Kappus, veían en estos hechos
el reflejo de una empresa de conversión más preocupada por la expansión del territorio que por la profundidad de las convicciones de los
indígenas. 20 Huelga decir, que en buena parte, estas características de la
empresa misional sonorense se identificaban con su principal operario:
Eusebio Kino. Incluso el propio general de la Compañía, Tirso de González, quien reconocía abiertamente que la rebelión de 1695 no debía
frenar el trabajo en la Pimería alta, señalaba también que Kino se veía
más llevado por el afán de cubrir un extenso territorio misional que por
consolidar su trabajo entre nuevos conversos: “llevado de su demasiado
fervor y celo, pasa muy de corrida; administra los bautismos con facilidad, no instruye bastantemente [a] los que han de recibir el bautismo de
las obligaciones de tan sacrosanta mudanza”.21 Ante los acontecimientos
que sacudían las misiones de la Pimería alta, el provincial Diego de Almonacir sugería también a los jesuitas de Sonora que, sin renunciar al
ideal del apostolado misionero, se avocaran con renovados bríos, pero
quizá con otra estrategia, al trabajo que desempeñaban en aquellos lugares; apenas en junio de 1695 Almonacir recomendaría a Marcos Anto19
20
21
468
Luis Xavier Velarde, citado en Bolton, Los confines de la cristiandad, p. 382.
Gabriel Gómez Padilla, Tubutama en llamas. Testimonios de Marco Antonio Kappus
y Juan Muñoz de Burgos sobre la Rebelión Pima de 1695, Guadalajara, Universidad
de Guadalajara, 2009.
Ibid., p. 46.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
nio Kappus, a cargo del rectorado de Nuestra Señora de los Dolores, que
vigilara que los jesuitas se aplicaran a “la enseñanza de esas gentes, y que
sea sin sangre [su] más prolongado martirio en el continuo riesgo de la
vida y penosa tarea de su ministerio con su bruta terquedad”.
A sabiendas de que no las tenía todas consigo, Kino prepararía su
memorial sobre la muerte de Saeta como parte de su defensa del proyecto misional en el noroeste. Como han reconocido Bolton, Polzer, Gómez
Padilla, y otros autores que han trabajado sobre este texto, dicho escrito
trasciende la estructura y fines del género hagiográfico para convertirse
en una lectura que quiere demostrar la viabilidad del sustento de la proyectada expansión misionera hacia California contando con una base de
establecimientos en Sonora. La fortuna de Saeta, en este contexto, se explicaba por una suma de factores externos a la propia acción de los misioneros (la crueldad de los indios, los castigos excesivos hacia los propios pimas, los abusos del indio Antonio en Tubutama, los falsos cargos
de robo de caballos en contra de los pimas, el sentimiento de abandono
que reconocía Kino en los indios de Oquitoa); dentro de este escenario,
sin embargo, un papel preponderante se asignaba como causa última a
la furiosa reacción del maligno al ver las cosechas que se estaban levantando en el campo de las conversiones de aquellos habitantes.22
En el testimonio de Kino, Saeta había recibido una “dichosa, inocentísima muerte”, “de rodillas, con los brazos abiertos, a imitación de
Cristo crucificado” (ver imagen 2).23 Pero esta venturosa muerte se daba
dentro de la “terquedad” que los superiores de la provincia jesuita señalaban en la planeación del trabajo misional en la Pimería, y que Kino se
esforzaba en convertir en sus escritos en reconocimiento a las penas que
padecía el trabajo de conversiones. Giros literarios al margen, para Kino
era imperativo reaccionar frente a las contradicciones que la empresa
misionera enfrentaba en aquel momento; más aún, entendía que dicha
labor debía ser ampliamente divulgada para que, con motivo de ella, se
22
23
Kino, Vida del P. Francisco J. de Saeta, pp. 86-88.
Ibid, p. 92.
469
José Refugio de la Torre Curiel
conocieran “las buenas noticias de lo que su divina Majestad se sirve de
hacer y obrar en estos últimos y nuevos términos y fines del mundo”.24
Si bien Kino no mostraba reservas en llamar a Saeta “santo”, “venerable”, o “siervo de Dios”, el recuento de la llegada de dicho misionero
a Sonora y las condiciones de su muerte no llevaban como objetivo central la celebración de estas virtudes, sino que dicho “tratado”25 obedecía
más bien a la necesidad de defender la viabilidad de la expansión misional jesuita en el noroeste novohispano, como lo expresaban las secciones
principales del propio escrito: los dictámenes de Saeta en favor de nuevas conversiones y el estado en que Kino reportaba que se encontraban
dichas conquistas.26
b) Martirio y poblamiento en el periodo franciscano
Tras la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en
1767, las misiones que la Compañía de Jesús administraba en Sonora
fueron asignadas por el virrey Teodoro de Croix y el visitador de la Nueva España, José de Gálvez, a los franciscanos de la provincia de Santiago
de Xalisco y del Colegio Apostólico de Querétaro. Los xaliscienses no carecían de experiencia misional, habiéndose ocupado de las conversiones
24
25
26
470
Ibid, p. 55.
Debe destacarse que es éste el género en que Kino inscribe su escrito, quien mostraba plena certeza de que la tradición hagiográfica jesuita, representada en las
“cartas edificantes” que normalmente celebrarían la vida y muerte de un ejemplar
compañero de hábito, quedaba a cubierto con las plumas de otros sacerdotes como
el rector Marcos Antonio Kappus, o el provincial Diego de Almonacir. Cfr. Kino,
Vida del P. Francisco J. Saeta, libro IV, capítulo I, p. 101.
Solamente tres de los ocho libros que componían este tratado –teniendo en cuenta
que el libro VII no existe en el único manuscrito que se conoce de la Vida del P.
Francisco J. Saeta– estaban dedicados a la labor misionera de Saeta antes de su
llegada a la Pimería alta, y a las condiciones del levantamiento de 1695. Posteriormente, los libros restantes se dedican a documentar los comentarios favorables
que el propio Saeta y varias autoridades civiles y eclesiásticas tenían acerca de la
expansión misional hacia la Pimería alta, así como a defender la viabilidad de dicho proyecto desechando los argumentos esgrimidos por los detractores de esta
idea.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
en el noreste novohispano, en Coahuila, desde 1673, si bien se trataba
de una provincia dedicada fundamentalmente a la administración de
doctrinas y conventos en el occidente de la Nueva Galicia.27 Por lo que
respecta a los queretanos, se trataba, en cambio, de un instituto religioso
especializado desde su fundación, en 1683, en la formación de franciscanos dedicados a la predicación misionera tanto entre cristianos viejos
como en las conversiones vivas.28
Desde su llegada a Sonora en 1768, los queretanos trataron de tener una idea general del estado que guardaban aquellas misiones, enterándose de las costumbres y particularidades de los pimas, los pápagos,
los seris, y otros grupos indígenas que residían en (o que eventualmente
visitaban) las misiones que les habían sido asignadas. Pero sobre todo,
los queretanos llegaban a aquella frontera con la intención de extender
los alcances del poblamiento español más hacia el norte, mediante el
establecimiento de nuevas misiones en las cercanías de los ríos Gila y
Colorado. Con ello, los queretanos se interesaban en el antiguo proyecto
jesuita de avanzar hacia la Papaguería, y para tratar de materializar esta
27
28
Las primeras fundaciones de los franciscanos de la provincia de Santiago de Xalisco en esta zona serían San Francisco de Coahuila y San Bernardino de la Candela
en 1673, y San Buenaventura de los Colorados y Santa Rosa de Nadadores en 1674.
José Refugio de la Torre Curiel, Vicarios en entredicho. Crisis y desestructuración de
la provincia franciscana de Santiago de Xalisco, 1749-1860, Zamora, El Colegio de
Michoacán, 2001, pp. 40-41.
En el contexto del renacimiento misional del siglo XVII tardío, el Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro nacería de la idea del mallorquín fray
Antonio Llinaz, quien con acuerdo del Ministro General de los franciscanos, Fr.
José Jiménez de Samaniego, buscaba los medios para lograr la conversión de los
indios ubicados entre Querétaro y San Luis Potosí. Para ello se pensó en fundar
un seminario en el convento de Querétaro, lo que se logró mediante la patente de
erección de 12 de marzo de 1682, y la confirmación (el 8 de mayo de 1682) de Inocencio XI mediante el breve Sacrosancti Apostolatus officium, el cual establecía el
primer Colegio Apostólico de Propaganda Fide en América. La fundación efectiva
se daría hasta el 15 de agosto de 1683. Cuauhtémoc Esparza Sánchez, Compendio
histórico del Colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe Zacatecas,
Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 1974, pp. 13-14; Antolín Abad Pérez, Los Franciscanos en América, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992, pp. 88-89.
471
José Refugio de la Torre Curiel
idea se darían a la tarea de averiguar cuáles serían los lugares más propicios para tales fundaciones y mediante qué arreglo institucional podría
asegurarse este proyecto. Así, en pocos años los queretanos negociarían
con la provincia de Santiago de Xalisco y las autoridades virreinales la
cesión de algunas de las misiones más sureñas en Sonora con el fin de
enfocarse en las pretendidas fundaciones; de igual forma, para 1769 el
visitador José de Gálvez autorizaría a los queretanos que dispusieran
del manejo de los bienes materiales de aquellas misiones, los cuales a
la salida de los jesuitas habían sido depositados en manos de vecinos
locales en calidad de administradores. En este mismo contexto, y con el
afán de impulsar la idea de la expansión misional hacia la Papaguería,
fray Francisco Garcés realizaría la mayor parte de sus entradas entre los
distintos grupos de pimas gileños, experiencia que le convertiría en una
pieza fundamental en el intento de reconfiguración de la frontera norte
novohispana mediante las expediciones terrestres que establecerían el
camino entre Nuevo México y California (1774-1776). Finalmente, tras
conseguir algunas donaciones particulares, los queretanos estuvieron en
forma de planear para principios de 1780 la fundación de nuevas misiones entre los yumas y cocomaricopas que se asentaban en la confluencia
de los ríos Gila y Colorado.29
Según fray Francisco Garcés, uno de los queretanos más decididos en llevar adelante este proyecto, los indígenas de aquellas regiones
–especialmente los yumas– mostraban una favorable disposición para
29
472
José Refugio de la Torre Curiel, Twilight of the Mission Frontier: Shifting Interethnic
Alliances and Social Organization in Sonora, 1768–1855, Stanford y Berkeley, Stanford University Press–The Academy of American Franciscan History, 2012, pp.
190-196. Acerca de los viajes de fray Francisco Garcés, véase fray Francisco Garcés,
Diario de exploraciones en Arizona y California en los años de 1775 y 1776, (John
Galvin ed.), México, UNAM, 1968; Sobre las expediciones a cargo de Juan Bautista
de Anza para abrir el paso entre Nuevo México y California, véase Mario Hernández Sánchez-Barba, La última expansión española en América, Madrid, Instituto
de Estudios Políticos, 1957, pp. 266-274; Herbert Eugene Bolton, Anza’s California
Expeditions, 5 vols., Nueva York, Russell and Russel, 1966; Julio César Montané
Martí, Juan Bautista de Anza. Diario del Primer Viaje a la California, Hermosillo,
Sociedad Sonorense de Historia, 1989.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
ser congregados en misiones, y la única ayuda que se requeriría consistía
en que el virrey Bucareli autorizara la fundación de un par de presidios
para resguardar aquella frontera.30 En el mismo sentido había opinado
el capitán Juan Bautista de Anza, quien había dirigido las expediciones
para comunicar Nuevo México con la Alta California, y a quien un jefe
Yuma le habría prometido la paz y la conversión de su gente, según testimonios que el propio Anza enviara a la ciudad de México en 1776.31
Sin embargo, con la autorización para que los franciscanos establecieran un conjunto de misiones en aquella parte de la Papaguería
(Purísima Concepción del Río Colorado, San Pedro y San Pablo de Vicuñer) llegaría también el aval para que varios soldados y sus familias
pasaran a establecerse entre los religiosos.32 Las cosas no irían bien para
las nuevas fundaciones, y al cabo de unos cuantos meses los indígenas
locales rechazarían de forma violenta a los recién llegados, dando muerte a algunos vecinos y a los misioneros fray Juan Díaz y fray Matías Moreno (en San Pedro y San Pablo de Vicuñer el 17 de julio de 1781), y fray
Francisco Garcés y fray Juan Antonio de Barreneche (en la Purísima
Concepción el 19 de julio de 1781).33
Desde la óptica franciscana, el fracaso de las misiones del río
Colorado –y su abrupto final a pocos meses de su establecimiento– se
debía a la decisión de las autoridades virreinales de no haber dejado la
conducción de las nuevas poblaciones en manos de los religiosos. Para
los franciscanos, el arreglo que mejor funcionaba en la organización de
las misiones era el “método de Texas”, en el cual la organización de la
30
31
32
33
De la Torre, Twilight, pp. 38-39.
Véase por ejemplo la supuesta carta de Salvador Palma “al virrey de Mejico”, en la
que pide la llegada de misioneros a tierra de los yumas para asegurar su conversión
y la sujeción a la corona española. AGI, Guadalajara 516.
Las noticias sobre los establecimientos de estas misiones se encuentran en Juan
Domingo Arricivita, Crónica seráfica y apostólica del Colegio de Propaganda Fide de
la Santa Cruz de Querétaro en la Nueva España, México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1792, libro iv, capítulos viii-ix.
Ibid, libro iv, capítulos xiv-xvii, pp. 529-554.
473
José Refugio de la Torre Curiel
vida comunitaria quedaba bajo su administración directa.34 Allí donde
los excesos de los españoles, o las interferencias en dicho sistema de gobierno se habían manifestado, los resultados habían sido funestos para
el avance de las misiones, aunque gloriosos en otro sentido. Tal era, por
ejemplo, la opinión del cronista del Colegio de Querétaro, fray Juan Domingo Arricivita, quien a propósito de la rebelión de los yumas, señalara
en 1791: “bien conocían los misioneros que aquellas intempestivas fundaciones de pueblos de españoles iban muy descaminadas del principal
fin, que era la reducción de aquellos gentiles.” Las misiones del Colorado, denunciaba el cronista, se establecieron con un “nuevo sistema de
gobierno”, excluyendo de él “todos los dictámenes de los misioneros”.35
Si bien la crónica de Arricivita, escrita apenas una década después
de las muertes del río Colorado, dedicaba buena parte de sus páginas a
relatos prodigiosos acordes al género hagiográfico en que describía las
vidas de los misioneros ejemplares que había dado aquel colegio, debe
tenerse en cuenta que la composición de esta obra se daba en medio de
una creciente injerencia de las autoridades españolas en la organización
de las misiones y los pueblos de la frontera norte novohispana.36 De he34
35
36
474
La forma de trabajo que los franciscanos del Colegio de Guadalupe acordaron
con las autoridades novohispanas para organizer las misiones de Texas dejaba a
los religiosos el control de los asuntos gobierno en los pueblos de misión. Los
soldados estarían cerca de los pueblos para proteger a los misioneros y ayudar a los
padres a retener a la población local. Esencialmente, los franciscanos trataban de
implantar en Texas un método de gobierno enfocado en el sostenimiento de una
cadena de misiones dotadas de propiedades comunales trabajadas por los indios,
quienes vivirían en policía bajo la supervisión de los padres, y aislados de la influencia negativa de los indios no sometidos a la corona, e incluso de la de algunos
españoles. Bajo este modelo de trabajo, “el misionero era el líder religioso, el agente
proveedor y el administrador de la comunidad”. Mariah Wade, “The Missionary
Predicament: Conversion Practices in Texas, New Mexico, and the Californias”,
en Timothy J. Johnson y Gert Melville (eds.), From La Florida to La California.
Franciscan Evangelization in the Spanish Borderlands, Berkeley, The Academy of
American Franciscan History, 2013, p. 293.
Arricivita, Crónica, libro iv, capítulo ix; pp. 504-505.
Por lo que hace a las misiones, la fundación de la diócesis de Sonora en 1779, y el
proyecto de unir la administración espiritual de todos los pueblos de misión en
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
cho, la Crónica de Arricivita debe leerse en el contexto de las críticas
que el trabajo de los misioneros queretanos recibía hacia la década de
1780, de parte de autoridades civiles y eclesiásticas que pensaban que un
nuevo modelo de gobierno en las misiones de la frontera novohispana
aseguraría mejores resultados si dichos establecimientos se sujetaban a
la autoridad de los obispos respectivos. Una “guerra intestina”, según el
parecer del entonces presidente de las misiones sonorenses, fray Antonio Barbastro, motivaba estas opiniones que incluso habían conseguido
el apoyo del monarca; de hecho, para 1783 el comandante general de
las provincias internas le indicaba haber recibido una carta del rey en
que se decía “bien informado que los indios de esas fronteras están esclavizados”, por lo que le ordenaba “ponerlos en libertad como a fieles
vasallos míos, que luego enviaré un nuevo gobierno de las misiones”.
Para Barbastro, estas intrigas de corte obedecían a un proyecto personal de fray Antonio de los Reyes, a la sazón primer obispo de Sonora,
quien había conseguido apoyo del ministro general de los franciscanos
y del propio rey para reformar las tareas misionales en la Nueva España,
organizando una serie de custodias misioneras, empezando por las de
Sonora. El veneno que dicho religioso había “vomitado […] contra todo
el estado regular” a lo largo de varios años era la causa de esa anunciada
reforma,37 ante la cual los colegios de Querétaro, Guadalupe, Zacatecas
37
una custodia misionera, independiente de la provincia de Xalisco y el Colegio de
Querétaro, bajo la directa supervisión del obispo local representaban las reformas
que mayor injerencia tenían en la actividad de los franciscanos en aquella frontera. Se trataba de una época en que los detractores de la administración misional habían convencido al rey de que “los indios en Sonora vivían como esclavos,
explotados por los misioneros en un régimen opresivo que de ninguna manera
garantizaba su incorporación como vasallos del soberano”. De la Torre, Twilight,
pp. 202-213.
Barbastro al padre Lector Fr. Diego Ximénez, Tubutama, 17 de junio de 1783, Archivo Franciscano de la Provincia de Michoacán, Letra K, legajo 16, 2ª porción, 19.
De hecho, el obispo De los Reyes reclamaría expresamente al guardián de Querétaro el plan de expansión al río Colorado y su aprobación para las fundaciones
entre los yumas, calificándolas como “mal meditadas fundaciones que sobre habernos privado de cuatro excelentes misioneros imposibilitarán por muchos años
la reducción de los indios del Río Gila y Colorado”. Fray Antonio de los Reyes al
475
José Refugio de la Torre Curiel
y San Fernando de México habrían de responder de manera constante
en el transcurso de las décadas de 1780 y 1790, periodo en que las misiones del norte novohispano fueron especialmente cuestionadas por
las autoridades civiles y militares, por ser vistas como elementos que
ralentizaban la incorporación de los indígenas al servicio de rancheros,
hacendados, mineros y militares locales.38
La defensa que Arricivita hacía del sistema de gobierno de las misiones queretanas y sus buenos frutos, en este contexto, resultaban un
vehículo sólido para mostrar la ejemplaridad de aquellos que habían
destacado en el trabajo evangélico. Así, las biografías con que el cronista ilustraba sus páginas sobre las misiones del noroeste novohispano
trataban de crear la imagen de una geografía que había sido marcada
por vidas virtuosas, colmadas de señales propicias desde temprana edad,
adornadas con el reconocimiento de los méritos de los misioneros por
parte de indígenas y españoles por igual;39 dicho cuadro no podía terminar sino con la evocación de imágenes de muerte con olor a santidad
y noticias sobre reliquias aromáticas y, en algunos casos, libres de corrupción, como enseñaban los modelos hagiográficos tradicionales.40
38
39
40
476
guardián fray Esteban Salazar, Málaga, 4 de mayo de 1782, Archivo Franciscano de
la Provincia de Michoacán, Letra K, legajo 16, número 11.
De hecho, estas posturas y acusaciones se encontraban en la base de la reforma
decretada en 1794 por el Comandante general de las Provincias Internas, Pedro de
Nava, limitando la intervención de los misioneros en el régimen de gobierno de las
misiones, eliminando el servicio personal de los indios a título de trabajo comunal, equiparando además a los indios y a la población española como propietarios
individuales. De la Torre, Twilight, pp. 222-223.
Sobre Garcés comenta que su celo religioso era “de admiración [par]a los indios,
pues le veían acomodarse en todo a sus bárbaros estilos. Su cama era el suelo, sin
más abrigo ni conveniencia que el hábito: sus alimentos los mismos que tienen
ellos, pues su cocina y mesa corrían a cuenta de la Providencia, que se la franqueaba en los mismos platos… [atole, tortillas, semillas campestres, maíz tostado]…,
cautivados de su estilo, y de las advertencias y consejos que les daba, [los indios] le
miraban con respeto, y todos [en la Pimería Alta] le veneraban como a un oráculo”.
Arricivita, Crónica, libro iv, capítulo xvi, p. 543.
Rubial, La santidad controvertida; Jacóbo de la Vóragine, La leyenda dorada, Madrid, Alianza Editorial, 1982.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
Parte de estos símbolos prodigiosos se habían presentado, por ejemplo,
al localizar la tumba donde originalmente fueron sepultados los padres
Garcés y Barreneche en 1781, tras su muerte en las misiones del río Colorado. Dicho sitio contaba con una pequeña cruz colocada ahí por los
indígenas, pero destacaba de su entorno por tratarse de “un tramo de
tierra que estaba muy verde y florida…, rodeado de mucha manzanilla
muy olorosa, y entre el sacate verde en sólo aquel paraje muchas flores”.41
Sacralizar la frontera noroeste novohispana en los términos ofrecidos por la Crónica de Arricivita ciertamente cumplía las expectativas
de los anales del propio Colegio de Querétaro, mediante la creación de
una memoria propia que se dirigiría a un lector indeterminado. Sin embargo, otros miembros del mismo colegio que compartían la intención
original de aquel cronista explorarían otras vías para alcanzar el mismo
fin de reclamar una oportunidad para llevar adelante el proyecto de poblamiento misional en el noroeste novohispano.
Por las fechas en que Arricivita terminaba su Crónica del Colegio
de Querétaro, presentando el norte de la frontera sonorense como tierras integradas a la cristiandad por la vía del martirio –y especialmente
por mártires salidos del Colegio de Querétaro–, otro de los religiosos de
aquel instituto retomaría la misma idea de incorporación del noroeste
novohispano al proyecto misional propio, aunque con un lenguaje que
trataba de reconciliar los resultados de las actividad de los franciscanos
en la Pimería alta y la Papaguería al servicio de ambas majestades. Así,
con fray Diego Miguel Bringas, el sacrificio de los religiosos caídos en
las riberas del río Colorado no solamente era motivo de una reflexión
edificante, sino que se convertía en un caso de la más notable urgencia
política. Las vidas de los cuatro misioneros muertos en 1781 no solamente habían sido ejemplares, como interesaría a una historia edificante divulgada por los religiosos en apoyo de su labor catequética, sino
que, decía Bringas en su sermón de 1794, eran testimonio de múltiples
esfuerzos que trataban de ganar para la corona y la cristiandad un extenso territorio “entre gentiles” que comprendía “desde los 32 hasta casi
41
Ibid., libro iv, capítulo x, p. 511.
477
José Refugio de la Torre Curiel
los 37 grados de altura boreal”. Los mártires del Colorado, seguía Bringas, antes de su muerte habían trabajado en ese extenso terreno, entre
naciones como “los cajuenches y yumas, los jalchedunes y jamajabs, los
chemegues y jabesúas, los cuercumaches y jaquesilas […], los cajualas,
sebintas […,] jalicuamais (o quiquimas), […] los cucupas, quemeyas,
[…,] serranos [y] los jeariches o danzarines”.42
Se había trazado así, un escenario que para Bringas podía ser pensado lo mismo en términos de una geografía sacra –en tanto labrada por
sus renombrados compañeros de hábito–, que en tanto pieza clave en la
geografía política de la época: todas estas naciones se encontraban en
los términos de la Papaguería, y eran además enemigos de los apaches.
Así lo comunicaba en 1796 al Comandante general de las Provincias
Internas al solicitar su apoyo para permitir el regreso de los queretanos
a los ríos Gila y Colorado. Fundar misiones entre aquellos grupos no solamente devolvería al Colegio de Querétaro la posibilidad de su ansiada
expansión de la frontera misional, sino que “aseguraría el paso para las
[naciones] del Gila, y formaría una doble línea de comunicación” entre
viejas y nuevas misiones. En conclusión, “nunca sería útil despoblar un
terreno de ochenta leguas de frontera, casi en cuadro, para que despojando de él a una nación pacífica se abriese acaso este dilatado campo a
una numerosa gentilidad de diversas naciones que quisieran comenzar
a hacernos una nueva guerra”.43
Consideraciones finales: políticas de la sacralización del espacio
Como todos los discursos preparados para mover el ánimo de los
interlocutores, la geografía sacra que jesuitas y franciscanos delineaban
en el noroeste novohispano –mediante los testimonios de los martirios
padecidos en aquellas fronteras– buscaba persuadir a los receptores de
42
43
478
Bringas, op. cit., pp. 52-53.
Fr. Diego de Bringas al Comandante General de Provincias Internas. Chihuahua,
7 de marzo de 1796. Archivo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo
de Michoacán, Archivo de Querétaro, letra K, legajo 18, núm. 27.
Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos
los escritos aquí analizados acerca de los méritos que cada instituto religioso había conseguido en su obra misional. A pesar de los reveses que
los proyectos de evangelización pudieran sufrir en cada ataque de indios
insumisos, o frente a las denuncias de excesos en el tratamiento de los
vecinos españoles y las poblaciones congregadas en cada misión, tanto
jesuitas como franciscanos se interesaban en mostrar el alcance efectivo
de sus programas de conversión y subordinación de grupos indígenas a
la corona española.
Dentro de esta lógica, la frontera noroeste no solamente constituía un territorio por conquistar y controlar, sino que se ofrecía como
una gran comarca dentro del mapa de la cristiandad, la cual guardaba
un estatus especial. En tanto tierra de mártires, esta comarca tenía ya
una de las primeras señales –indeleble, desde la perspectiva de jesuitas y
franciscanos– de los progresos de la cristiandad, la cual se vinculaba con
las primeras edades de esa historia eclesiástica. Pero la culminación de
esta historia, argumentaban jesuitas como Eusebio Kino, no podía llegar
a menos que los operarios originales fueran respaldados en esta obra. La
geografía del noroeste novohispano, no debía ser vista como un conjunto de territorios desprovistos de poblaciones españolas, o abandonados
al dominio de grupos aún no sometidos a la corona. Más bien, en el
caso de los jesuitas se pensaba en un gran territorio donde se libraban
batallas que eran ganadas por los misioneros de la Compañía de Jesús,
si bien la condición para persistir en ese empeño era un contar con un
amplio margen de maniobra mediante la dirección del poblamiento
hispano en esas regiones.
Con una visión semejante, la defensa de los franciscanos sobre la
viabilidad de la empresa misional en el noroeste novohispano recurría
también a la imagen de la geografía sacra construida mediante establecimientos religiosos y escenarios de martirio. Sin embargo, para fines del
siglo XVIII, las críticas hacia la presencia misional en la frontera norte
de la Nueva España, así como las necesidades defensivas de la monarquía española ante el avance de fuerzas extranjeras en Norteamérica,
convencerían a los franciscanos acerca de la pertinencia de ajustar el
discurso del mérito del martirio, poniéndolo ahora al servicio de la uti479
José Refugio de la Torre Curiel
lidad social y política. En los albores del nuevo siglo, el misionero ejemplar no lo era solamente por haber muerto en la promoción y defensa
de la fe, sino como argumentaba Bringas de Manzaneda, porque ese
destino se había alcanzado como colofón de trayectorias personales que
habían contribuido al conocimiento de otros pueblos, a la familiaridad
con nuevos escenarios, y al esfuerzo con construir un mapa continuo
que vinculara las provincias de la última frontera novohispana.
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482
Negociando la supervivencia
en la frontera de Texas:
grupos indígenas
en las misiones Franciscanas1
Jay T. Harrison2
La historia de los indígenas de Texas es rica y compleja e incluye múltiples posibilidades de estudio como las últimas investigaciones
han demostrado3. La supervivencia es un tema clave para la mayor parte
de las bandas de indios que se dedicaban a la caza y recolección en las
tierras del sur y en las costas del Golfo de México. Estas gentes tenían
culturas diferentes a las de los Apaches, los Comanches y los Caddos,
ésta última con una fuerte base en la agricultura. Las bandas de cazadores-recolectores fueron las que más se aproximaron a algunas misiones
como demuestran los estudios sobre San Fernando de Béjar (la ciudad
1
2
3
Este trabajo fue revisado en sus versiones inglesa y española por José María Rodríguez Jiménez, estudiante de Doctorado en la Universidad de Castilla-La Mancha.
Center of Southwest Studies, Fort Lewis College, Colorado
Para la elaboración del presente estudio se han consultado los siguientes archivos
y bibliotecas: la Academy of American Franciscan History, archivos, Bancroft Library, Berkeley, California; el Archivo del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro,
en el Archivo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán,
Celaya, Guanajuato, México; los Béxar Archives, General Manuscript Series, 17171836, Dolph Briscoe Center for American History, University of Texas, Austin; y la
Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano,
México, D.F.
483
Jay T. Harrison
de San Antonio, Texas de hoy), quedando vestigios de su paso por la villa
y por las cinco misiones del Río de San Antonio. Los misioneros franciscanos tomaron amplio contacto con estas culturas. Esta relación entre
los frailes de los Colegios Apostólicos de Nueva España y las bandas de
cazadores-recolectores formaron una base a partir de la cual los misioneros pudieron edificar misiones de indios sin la presencia de neófitos
de las tribus mayores de Texas4.
Nos referimos en esta ocasión a la historia de algunos grupos y
bandas que nunca parecieron prominentes en las acciones políticas de
la provincia de los Tejas5. Sin embargo, estas bandas fueron numerosas e
incluyeron muchos grupos que hablaban idiomas y dialectos ininteligibles y compartían, en mayor o menor medida, un tipo de vida y hábitos
en común sobre los llanos de sur, las mesetas y las costas de la región.
Nuestra aportación se centra precisamente en estas gentes repartidas
por espacios habitables para las misiones que actuaron como modo de
supervivencia en un paisaje político que cambiaba rápidamente cuando los españoles los encontraron en la Texas de finales del siglo XVII y
comienzos del XVIII. Entre las razones del interés de los indios de utilizar las misiones para su supervivencia prevalecieron aquellas referidas
a la preservación de sus gentes por medio de refugios, de sus fuentes de
4
5
484
La historia de Texas es tema de muchos libros libros sobre todo a partir de su independencia de México en1836. Antes de este año, hay un grupo más limitado de
estudios que tratan los primeros años de la provincia colonial. Entre estos títulos,
pueden seguirse los de: CASTAÑEDA, Carlos E., Our Catholic Heritage in Texas,
1519-1936, 7 vol. Austin, Tex., Von Boeckmann-Jones, 1936-1950; ALESSIO ROBLES, Vito, Coahuila y Texas en la Época Colonial. México, Editorial Cultura, 1938;
y CHIPMAN, Donald E., Spanish Texas, 1519-1821. Austin, University of Texas
Press, 1992. Documentos inéditos para los primeros años de la provincia española
son incluidos en GÓMEZ CANEDO, Lino, Primeras exploraciones y poblamiento
de Texas, Ed. 2o. México, Editorial Porrúa, 1988.
La mayoría de los estudios sobre los indios de Texas se centra en los grupos más
poderosos que disputaron la presencia española durante el siglo dieciocho. Véase
por ejemplo, BARR, Juliana, Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands. Chapel Hill, University of North Carolina Press,
2007.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
aprovisionamiento y de la vigilancia de otras necesidades con objeto de
restablecer sus pueblos dentro de otras bandas a través de procesos graduales de etnogénesis6. La percepción de un mundo cambiante para estas
poblaciones indígenas de la Provincia de Texas basada en una economía
de la caza y la recolección fue la búsqueda en paz de tierras concretas
para estas bandas que permitieran un desarrollo de sus familias. La introducción de los Comanches y otras tribus norteñas en un área donde
estaban asentados los Caddos y los Apaches Lipanes hizo la vida más
difícil para las bandas más pequeñas de la provincia. A mediados del siglo
XVIII, estos pequeños grupos de indígenas con civilizaciones menos desarrolladas se encontraron a merced de los Comanches, Taovayas y otros
grupos norteños, cuyos deseos se cifraban en el control de los recursos de
las planicies del sur, de las cuales Texas era una parte importante7.
La influencia y presencia española en la Provincia de las Tejas
(originalmente conocida como Nuevas Filipinas) comenzó en la década de 1680 cuando Robert de la Salle pretendió establecer una colonia
cerca de la costa del actual Golfo de México. Con motivo del fracaso de
la expedición francesa de La Salle, la Corte española decidió afianzar su
presencia de forma más permanente al norte del virreinato de Nueva
España con el establecimiento de nuevas misiones y un presidio. Los
militares españoles y los frailes franciscanos trabajaron conjuntamente
para levantar las primeras misiones en el este de Texas en la región de
Piney Woods (una región de selvas y colinas) donde vivían los Caddos
de la confederación de los Hasinai. Este esfuerzo se dirigió a los nativos
más sedentarios de la región aunque los resultados fueron nefastos debido a la marcada indiferencia de los Caddos y a su posterior hostilidad
a los españoles quienes deseaban convertirlos a una nueva fe, la religión
6
7
El investigador principal de los estudios de indios norteamericanos y el proceso
de etnogénesis es Gary Clayton Anderson. Véase, ANDERSON, Gary Clayton, The
Indian Southwest, 1580-1830: Ethnogenesis and Reinvention. Norman, University of
Oklahoma Press, 1999.
HÄMÄLÄINEN, Pekka, The Comanche Empire. New Haven, Yale University Press,
2008; SMITH, F. Todd, From Dominance to Disappearance: The Indians of Texas
and the Near Southwest, 1786-1859. Lincoln, University of Nebraska Press, 2005.
485
Jay T. Harrison
católica, y a un nuevo estilo de vida. Tras la salida de los misioneros de
Texas en 1693 no tuvieron lugar nuevos asentamientos españoles hasta
después de 1716 cuando el renovado interés de los franceses por la región estimuló la aparición de nuevas villas y misiones en la Provincia
tales como San Fernando (la moderna ciudad actual de San Antonio)8.
Sería el inicio de una serie de traslados de misiones desde el este de Texas
a lo largo del río San Antonio y de otros de sus afluentes. Hacia 1776
tenemos constancia de la existencia y funcionamiento de siete misiones
a lo largo del río San Antonio y de su desembocadura en el Golfo de
México. En estas misiones y en otras del centro y sur de la Provincia, los
españoles encontraron pequeñas bandas de cazadores y recolectores que
estuvieron más comprometidos con las misiones del siglo XVIII9.
Los cazadores-recolectores del centro y sur de Texas
Tenemos constatada la existencia de una gran diversidad de pueblos en el sur de la provincia española de Texas. La parte de Texas que se
conoce fue ocupada por españoles durante la época colonial desde 1690
hasta 1821. En ese territorio terminaron conviviendo muchas tribus, o
bandas menores de indios, que normalmente ocupaban la mayor parte
de su tiempo en la búsqueda de caza menor y en la recolección de los alimentos que ofrecía la naturaleza en el área inmediatamente circundante
a su territorio. A pesar de que ninguno de los territorios donde estos
grupos vivieron resultó permanente hubo una constante relación entre
los pueblos que engendró una mezcla típica y a la vez de concordia y
malevolencia entre ellos. Las tribus con menos poder, en medio de estas
cazadoras–recolectoras, lograron subsistir entre las más poderosas tales
como los Apaches o los Caddos, y más tarde entre las tribus norteñas
cerca del río Rojo que vivieron en la región de Texas durante el periodo
8
9
486
Para la historia de la villa de San Fernando véase DE LA TEJA, Jesús F., San Antonio
de Béxar: A Community on New Spain’s Northern Frontier. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1995.
CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 86-215; CASTAÑEDA, Our Catholic Heritage in
Texas, 3 y 4.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
español. Etnógrafos y antropólogos actuales que quieren profundizar en
la historia de esta región analizan si estas tribus menores fueron tan persistentes en una u otra zona, manteniendo distintas teorías al respecto10.
Los españoles encontraron estos pueblos diversos cuando los misioneros franciscanos llegaron en 1690 y cuando los frailes regresaron
después de veintiseis años, en 171611. Si inicialmente las misiones franciscanas se establecieron en el este de Texas, en medio de la confederación Caddos, en 1718 los españoles llegaron a las cercanías del río San
Antonio para fundar las primeras misiones entre las tribus de cazadores– recolectores establecidas a lo largo de las orillas de este río. En el
transcurso de los ochenta años siguientes se llegaron a fundar veintidós
misiones más para atraer a las distintas tribus indígenas como los Apaches, Caddos, y a otras como los Wichita. Las misiones de San Antonio estaban situadas entre dos y cuatro leguas entre sí y en total fueron
cinco: San Antonio de Valero (ahora se llama “El Álamo” situada en el
centro de la ciudad de San Antonio), Nuestra Señora de la Purísima
Concepción, San José y San Miguel de Aguayo, San Juan Capistrano,
y San Francisco de la Espada. Hacia el sur se situaron las misiones de
Nuestra Señora del Espíritu Santo de Zúñiga, Nuestra Señora del Rosario, y Nuestra Señora del Refugio, para convertir a los nativos de la costa.
También se constataron otros esfuerzos de evangelización por parte de
los frailes que incluyeron el establecimiento de tres misiones al norte
de San Fernando de Béxar en las orillas del río de San Gabriel (también nombrado San Xavier), una misión entre los Arkokisas (conocidos
10
11
NEWCOMB, William W., The Indians of Texas: From Prehistoric to Modern Times.
Austin, University of Texas Press, 1961; SCHUETZ, Mardith K., “The Indians of
the San Antonio Missions, 1718-1821”. Ph.D. Diss., University of Texas at Austin, 1980, pp. 40-102; CAMPBELL, T.N., “Coahuiltecans and Their Neighbors,” en
Handbook of North American Indians, Vol. 10, Southwest, ed. Alfonso Ortiz, Washington, D.C., Smithsonian Institution, 1983, pp. 343-46; NEWCOMB, William W.,
Jr., “Karankawas,” en Handbook of North American Indians, Vol. 10, pp. 359-67;
CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 1-21.
TOUS, Gabriel, trans., “The Espinosa-Olivares-Aguirre Expedition of 1709”, en
Jesús F. de la Tejas, ed., Preparing the Way: Preliminary Studies of the Texas Catholic
Historical Society. Vol. I, Austin, Texas Catholic Historical Society, 1997.
487
Jay T. Harrison
también como Orcoquisas), así como otros intentos misionales para los
Caddos que vivieron al sur de la confederación de los Hasinai y sus vecinos como los Bidais12.
La diversidad de naciones indias en Texas en el siglo dieciocho
fue considerable. No hubo menos de treinta pueblos de cazadores- recolectores diferentes asentados en los márgenes de los ríos, los llanos y
las costas del sur de la región. Unos de los primeros grupos que los españoles encontraron y redujeron a las misiones fueron las tribus de los
Tacame y Pajalaches, grupos que pasaron la vida juntos en las misiones,
y décadas más tarde, estuvieron en las mismas misiones además junto
a otras tribus distintas. En la misión de Nuestra Señora de la Purísima Concepción y en otras, los frailes aprendieron a hablar el idioma de
“pajalat”, lo documentaron, e hicieron un esfuerzo amplio y largo para
imponer el pajalat como lengua franca a otros grupos nativos13. Aunque
no pudieron llevarlo a cabo es un ejemplo del esfuerzo que realizaron
los misioneros y denota la necesidad que tenían de comprender y comunicarse a lo largo del panorama dialéctico en la región con los nativos.
Aparte de los cazadores-recolectores Tacames y Pajalaches, otros
coahuiltecanos vivieron retirados de la costa. Fruto de recientes investigaciones sabemos que Payayas, Aranames, Tamiques, Orejones, Pacha12
13
488
HABIG, Marion A., The Alamo Chain of Missions: A History of San Antonio’s Five
Old Missions. Chicago, Franciscan Herald Press, 1968; BOLTON, Herbert E., “The
Founding of the Missions on the San Gabriel River, 1745-1749,” Southwestern Historical Quarterly, XVII (April 1914), pp. 323-78; CHIPMAN, Spanish Texas, pp.
147-53; Diez cartas de VIANA, Fray Mariano de los Dolores, Julio – Octubre 1749,
en Letters and Memorials of Fray Mariano de los Dolores y Viana, 1737-1762, ed. Benedict Leutenegger. San Antonio, Texas, Old Spanish Missions Historical Research
Library, 1985, pp. 49-95; JESUS MARIA, fray José Abad de, memorial de la misión
a la Orcoquisas, Misión La Luz, Noviembre 27, 1759, Béxar Archives (BA en lo
sucesivo), Briscoe Center for American History, Austin, Texas, Caja 2S28.
BENOIST, Howard, y FLORES, María Eva, C.D.P., eds., Instrucción para el Ministro
de la Misión de la Puríssima Concepción de la Provincia de Texas, 4o ed. San Antonio,
Texas, Old Spanish Missions Historical Research Library, Our Lady of the Lake
University, 1994, pp. 11, 13, 21; VERGARA, fray Gabriel de, El cuadernillo de la
lengua de los indios Pajalates (1732), Eugenio del Hoyo, ed. Monterrey, 1965.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
les, Katuhanos y Kesale-Terkodames formaron una parte de la mezcla de
pueblos coahuiltecanos que orbitaron en torno a las misiones de Texas.
A pesar de que sus dialectos eran semejantes, cada tribu tenía su propio giro lingüístico. Los pueblos coahuiltecanos estaban localizados a
lo largo de las áreas ribereñas y en las áreas boscosas. Algunas tribus
fueron más numerosas entre las poblaciones de las misiones; los Payayas, Pachales, Tamiques, y Orejones aparecen repetidas muchas veces en
los documentos históricos procedentes de las misiones del río de San
Antonio y de las misiones del sur, cerca de la Bahía de Todos Santos del
golfo de México14.
Más cerca de los coahuiltecanos pero con rasgos e idiosincrasia
diferentes a ellos vivían los Tonkawas, compuestos por diferentes tribus
que poseían diferentes dialectos entre sí. Más abundante en los registros
de las misiones estaban los Tonkawa propiamente dichos y también los
Mayeyes, Yojuanes, y Ervipiames. Todas ellas corresponden a pequeñas
tribus que incluyen a los Cavas, Emetes, Sanas, Tohos y Tohahas, grupos
de familias procedentes en origen de los Tonkawa de quienes se separaron y por eso constituyeron pueblos aparte de los grupos de Mayayes,
Ervipiames, etc. En medio de estos grupos no fue raro encontrar otros
pueblos que vivíeron allí para mantener relaciones comerciales o por
afinidad con las misiones españolas15.
Desde el punto de vista de los españoles, otros grupos indígenas se clasificaron muy debajo de los coahuiltecos o los Tonkawas en
lo que respecta a la urbanidad e higiene16. En la costa vivían pueblos
14
15
16
SCHUETZ, “The Indians of the San Antonio Missions, 1718-1821”; NEWCOMB,
Indians of Texas, pp. 29-57.
NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 133-53.
HARRISON, Jay T., Franciscan Missionary Theory and Practice in Eighteenth-Century New Spain: The Propaganda Fide Friars in the Texas Missions, 1690-1821. Ph.D.
diss., Washington, D.C., Catholic Unvirsity of America, 2012, pp. 34, 157-60; Relación de SILVA, fray Manuel, y GARZA, fray Josef Francisco Mariano de la, Febrero
1791, Bahia. Microfilm de la Bancroft Library, University of California, Berkeley,
AAFH Microfilm, BANC MSS 2005/262, caja 1, subcaja 6, Inventorio y fotos de la
Civezza Collection, Pontificio Ateneo Antonianum, Archivo General OFM. Vol.
489
Jay T. Harrison
considerados por los españoles como belicosos en la mayoría de casos.
Estas tribus, identificadas por los antropólogos como los Karankawas,
se adaptaron muy bien al entorno de la costa en las aguas tierra adentro.
También eran sus dialectos distintos entre sí como era el caso de otros
cazadores-recolectores de la región en el interior. Las tribus que prestaron su nombre a este grupo más grande de bandas indígenas fueron los
Karancaguacas. Los frailes mencionaron también en numerosas ocasiones a los Cocos (de los que algunas tribus se trasladaron hacia el interior
de Texas), Coaques y Copanes. Otros grupos más pequeños incluyeron
a los Korenkake y los Clamcoetas, una tribu migratoria de la época colonial17. La mayoría de relatos españoles sobre estos pueblos Karankawa
hablaban sobre el tipo de vida que llevaban entre las lagunas pantanosas
y los pantanos de la costa del golfo de México. Los españoles también
pensaban que su olor y los tatuajes que portaban estaban más allá de las
normas de la tolerancia para poder fomentar su total conversión en las
misiones18. Por eso, la conversión de los Karankawas era dudosa.
A pesar de la visión que tenían los españoles de los Karankawas,
los Atakapas estaban asociados con la antropofagia en los escritos de
frailes y los soldados de Texas y por ello los Atakapas se encontraban
en los escalones más bajos de la humanidad entre unos grupos humanos ajenos a su cultura. En Texas no menos que seis culturas distintas
se clasificaron como Atakapas. Al este de la villa de San Fernando y al
sur de los Caddos en los pueblos de los Hasinai, los Ais, Bidais, and
Deadoses vivieron como tribus con un estilo de vida que mezclaba la
caza y su trabajo en el campo, algo que era común entre estos pueblos.
No lejos al oeste, en la región situada entre la villa de San Fernando, la
costa, y los bosques del este vivían los Arkokisas u Orcoquisas, como
los nombran los españoles. También, los Atakapas y los Pitiris organizaban sus hogares de forma semejante a como lo hacían los Arkokisas19.
17
18
19
490
203; Jesus Garavito, fray Antonio de, a Sr. Theniente Comandante Don Joseph
Miguel del Moral, misión Refugio, 13 Octubre, 1798. BA microfilm, 028: 0503-04.
NEWCOMB, “Karankawas”, pp. 359-67; NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 59-81.
Relación de SILVA y GARZA, 1791.
NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 315-29.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
Si el canibalismo del que estos pueblos fueron acusados estuvo reflejado
en la práctica guerrera consistente en comer parte del enemigo muerto,
común en otros pueblos de Norteamérica, o si hubo testigos sobre las
prácticas de canibalismo en las décadas anteriores a la llegada de los
españoles, los documentos no son demasiado explícitos sobre este tipo
de prácticas durante este periodo.
Entre todos los pueblos de cazadores-recolectores de Texas hubo
ciertos aspectos o modos de vida en común. Mientras que había una
gran variedad de idiomas y dialectos, muchos grupos fueron interlocutores comerciales con los otros, y a veces iban a cazar o a recoger alimentos junto a un grupo de manera estacional. Algunos grupos estaban
encargados de cultivar cosechas de frijoles, calabazas, o maíz. Otros pueblos intercambiaban los productos de la tierra por caza menor, tasajo,
cueros, y otros productos de los grupos cazadores. Otros adoptaron lentamente el uso de caballos y otros ganados mayores cuando pudieron,
pero la mayoría de los pueblos, en tribus más pequeñas en el sur de la
provincia de Texas no tenían rebaños antes de la época de las misiones.
En general, las bandas de cazadores-recolectores tenían menos recursos
que otros indios de Texas y fueron nómadas dependientes de la climatología a través de las estaciones del año, cuando se determinaba que era
preciso moverse al otro sitio.
Hubo tribus que se establecieron en rancherías, que eran grupos de familias y personas adoptadas por la misma. La mayor parte de
la ranchería estaba organizada en torno a un clan o parte de un clan.
Muchos asentamientos podían agruparse cerca de un sitio en particular donde regularmente una tribu podría parar en una estación para
recoger alimentos o cazar. Los circuitos para recolectar alimentos variaban en función de las precipitaciones y otros factores de la climatología,
los meses del año y la disponibilidad de frutas, nueces, caza menor y
materiales para confeccionar la ropa, además de conseguir un refugio.
Muchos pueblos de cazadores-recolectores vivían con muy pocos materiales. Estas tribus de Texas dieron la bienvenida al comercio exterior y
por eso fueron algunos de los primeros pueblos con quien los españoles,
soldados y misioneros, tuvieron contacto. Mientras que algunas de las
491
Jay T. Harrison
tribus de la costa, especialmente los Carancaguases, tendieron a la guerra, muchas de las pequeñas tribus del interior, en las rancherías, mostraron un talante pacífico, pero con cautela, en sus contactos con otros
pueblos. Existen numerosas informaciones en los archivos sobre este
tipo de prácticas entre los pueblos de cazadores–recolectores indicando
que se escondían en el bosque haciendo humo para que al acercarse otro
pueblo o los españoles pudieran ir a su encuentro cuando consideraban
que no había peligro20.
Aunque los nómadas de las llanuras introdujeron los caballos en
las Américas, las tribus de cazadores-recolectores de Texas dieron otro
enfoque a la cultura del caballo y a los correspondientes cambios que
estos trajeron a los llanos. Uno de los grandes cambios fue la influencia
que tuvo el caballo en el comercio entre las tribus de Texas. El intercambio y movimiento de los productos y bienes se transformó por la
posibilidad de aumentar las distancias en las rutas comerciales. Otros
cazadores-recolectores también adoptaron el uso del caballo, teniendo
como consecuencia el aumento del tráfico de equinos como ganado o
para atacar los ranchos en la Luisiana o más al sur en Nueva España. Los
cazadores de los llanos tuvieron el mismo trato que antes con las tribus
del interior de Texas, pero las condiciones y bienes cambiaron como el
caballo, adoptado por los llaneros21.
Una de las consecuencias más profundas en el cambio cultural
entre las tribus de las planicies fue el aumento de nuevos conflictos sobre tierras de caza y socios comerciales. También, la frecuencia de los
ataques no solamente persistió sino que creció con la introducción del
caballo en ciertas culturas al sur de las grandes llanuras. El incremento
de los ataques o razias y la guerra abierta sobre la cada vez más disputada zona de los búfalos, trajo como consecuencia que las tribus más
pequeñas y menos desarrolladas en sus estructuras sociales sintieran la
20
21
492
NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 44-51; CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 1-21;
TOUS, “Espinosa-Olivares-Aguirre Expedition of 1709”, pp. 53, 57-58.
Hämäläinen, The Comanche Empire, pp. 2-17; SMITH, From Dominance to Disappearance, pp. 1-32.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
necesidad de establecer buenas relaciones con aquellos pueblos que tuvieran capacidad de defenderlos. En Texas esto llevó a la oportunidad
de que cualquier foráneo podía crear nuevas relaciones entre las tribus
menores que tuvieran acceso a caballos, bienes y armas, algo que fue en
clara decadencia hacia finales del siglo dieciocho. Este declive se intensificó más cuando los Apaches Lipanes del sur de las llanuras cedieron
terreno así como las bases de su comercio tradicional a los Comanches
y sus confederados de Wichita y a otros pueblos del norte que llegaron
más al sur de Texas22.
Estrategias de supervivencia: Las misiones
A partir de 1718, las tribus indígenas asentadas en las dos orillas
del Río de San Antonio vieron nuevas oportunidades para utilizar en
su beneficio las misiones establecidas por los frailes españoles, mientras
que los misioneros intentaron reducir los indígenas a vivir como neófitos en las mismas. La respuesta de los indios a las misiones fue complicada y con el paso del tiempo las misiones comenzaron a emplear nuevas
estrategias para lograr la supervivencia de algunas tribus cuya existencia
se hizo más precaria a resultas de la intensificación de las luchas políticas
y económicas por el control del sur de las llanuras en el siglo dieciocho.
Los pueblos indígenas percibieron numerosas ventajas cuando tomaban la decisión de vivir en las misiones franciscanas. Estos pueblos tenían asegurada la alimentación, protección, actividad comercial, orden
social, o alianzas. Los pueblos cazadores-recolectores acostumbrados
a compartir los escasos recursos con otras sociedades similares descubrieron que era más sencillo cambiar su modo de vida estableciendo su
residencia en las misiones. Algunos eligieron vivir todo el año dentro de
las misiones, mientras que otros decidieron establecer allí su residencia
de forma estacional coincidiendo con el momento de la recolección de
22
SMITH, From Dominance to Disappearance, pp. 1-32; SMITH, F. Todd, The Wichita Indians: Traders of Texas and the Southern Plains, 1540-1845. College Station,
Texas A&M University Press, 2000; WADE, Maria F., The Native Americans of the
Texas Edwards Plateau, 1582-1799. Austin, University of Texas Press, 2002.
493
Jay T. Harrison
los alimentos y la obtención de materias primas necesarias para vivir.
Cada motivo debe ser aclarado para lograr entender completamente las
opciones disponibles que tenían las tribus indígenas, y lo que implicaba
una u otra opción para la supervivencia de sus miembros.
El principal motivo por el que los nativos buscaron un lugar
dentro de las misiones españolas fue asegurarse el alimento y obtener
refugio al mismo tiempo. Al principio los historiadores solían poner
énfasis en la importancia en la obtención de alimento en la mayoría de
las misiones, ya que ofrecían un refugio rudimentario, sobre todo durante las primeras décadas de su existencia23. El alimento que se ofrecía
procedía del ganado menor y mayor de la misión y de los productos de
la tierra pertenecientes a la misma, así como del comercio de caravanas
desde los centros de distribución en el norte de Nueva España a través
de El Paso del Norte y las villas fundadas posteriormente como Saltillo
y Chihuahua. Muchos grupos inicialmente buscaba las misiones como
parte de los ciclos de recolección de los alimentos por lo que los franciscanos escribieron desconcertados sobre los indígenas, quienes acudían
para asentarse en un lugar próximo a la misión marchándose después
de forma repentina unas semanas después para reaparecer posteriormente al mes siguiente. Estos ciclos de residencia y ausencia fueron muy
comunes en el sur entre los Karankawas y sus familias, relacionados con
las misiones del Golfo de México, como la misión de El Refugio y la
de El Rosario24. Después de algunas idas y venidas como estas, muchas
tribus eligieron permanecer en la misión a condición de que los frailes
les permitieran la caza durante la época que coincidía con su calendario
tradicional. La obtención de alimento se convirtió entonces en un complemento junto a la obtención de un refugio. Jacales, cabañas sencillas
construidas a base de palos, hierbas y barro semejante a casas prehistó23
24
494
HABIG, The Alamo Chain of Missions, pp. 50, 55, 57, 90, 125, 135, 168-69; LEUTENEGGER, Benedict, trans. y ed., “Report of Fray Ignacio Ciprián”, en The Texas
Missions of the College of Zacatecas in 1749-1759. San Antonio, Old Spanish Missions Historical Research Library, Misión San José, 1979.
Carta de Jesus Garavito, Misión Refugio, 13 Octubre, 1798; NEWCOMB, Indians
of Texas, 59-81.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
ricas de Europa se convirtieron en las casas ordinarias para la mayoría
de las tribus cuando llegaban al principio a las misiones, y en la mayoría
de los casos, los jacales fueron el tipo más común durante décadas después de los primeros años en la misión. La documentación histórica ha
demostrado que las casas de piedra, edificadas a intramuros de las misiones, fueron construidas con gran esfuerzo y a menudo en una época
muy posterior de lo que se pensaba. Para las misiones situadas en el río
de San Antonio, este tipo de viviendas fueron usadas por los frailes desde la década de 174025.
Si una tribu de cazadores-recolectores aceptaba alimento y refugio
en las misiones dentro de su estilo de vida, la propia tribu aprovechaba
la misión como lugar de comercio y adquisición de bienes. Los misioneros realizaban de forma regular pedidos de bienes para los indígenas
neófitos, como telas, zapatos, cuero para cinturones y tachuelas, cintas,
ollas para cocinar, herramientas, además de otros productos. También
proporcionaban a los neófitos regalos como tabaco, dulces, azúcar y baratijas para decorar o comerciar con otros. Algunos documentos de la
época resaltaban la gran importancia dada a la distribución de artículos
a los neófitos en las poblaciones de las misiones26. Eventos como estos
sucedían los días de fiestas u otros días importantes para la vida anual
de la comunidad misional. Además, los bienes que los frailes dieron a
los neófitos fueron incentivos dirigidos sobre todo a las tribus para que
poblaran la misión27.
El énfasis puesto sobre los bienes materiales de los indios de las
misiones no es pura exageración por parte de los frailes de la época y de
los historiadores que nos lo describen al detalle. Las redes de comercio
25
26
27
HABIG, The Alamo Chain of Missions; LEUTENEGGER, “Report of Fray Ignacio
Ciprián”.
BENOIST y FLORES, Instrucción para el Ministro, pp. 12-27; Cuestionario formulado por el padre presidente fray Mariano Francisco de los Dolores en relación al gobierno de las misiones del Río de San Antonio, y respuestas dadas por los misioneros,
Texas, 1751, Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, 6/135.2, ff. 3-35.
Carta de VIANA, Fray Mariano de los Dolores, 16 Julio, 1749, Texas, en Letters and
Memorials of Fray Mariano de los Dolores y Viana, 1737-1762, pp. 49-59.
495
Jay T. Harrison
existentes en la provincia de Texas se adaptaron para permitir la entrada
de bienes nuevos a través de los españoles, así como las tribus del este
y el norte había hecho para comerciar con los franceses y sus coureurs
de bois. Los españoles fueron compañeros más atractivos o aliados más
apropiados para un grupo indígena si tenían un abastecimiento constante de bienes de comercio y las misiones tenían ubicaciones idóneas
para el mismo. Para las numerosas pero pequeñas tribus de cazadoresrecolectores en Texas, el acceso a bienes de comercio se presenta normalmente a través de grupos más poderosos que controlaron el flujo
de bienes alejados de la costa. Cuando los Apaches controlaron grandes
territorios al sur de las planicies norteamericanas, fue cuando sus aliados más débiles pudieron tener acceso a estos bienes, como los pueblos
coahuiltecanos o Karankawas. Con la llegada de los Wichita y Comanches del norte y el noroeste, el acceso a los bienes fue desviado por los
norteños hacia las bandas de menos influencia en Texas. Por lo mismo,
con el crecimiento del poder de la gente Osage del noreste, las menguantes tribus de Caddos se hicieron más aptas para comerciar con las
misiones durante las últimas décadas del siglo. Además los misioneros
españoles facilitaron el acceso a los bienes ordinarios sin amenaza de
someter a las tribus montadas de las planícies.
Con los recursos de primera necesidad como el alimento cubiertos, los indígenas buscaban distintas formas de protección en las misiones. Especialmente los cazadores y recolectores. Esta protección significó que aquellos obtenían un aliado nuevo que tenía armas y aliados
poderosos para proteger sus pequeñas tribus de la invasión de nuevos
grupos poderosos como los Comanches y otras tribus del norte. Entre
ellos los grupos indígenas de la región de Texas que ganaron aliados
en las misiones españolas donde fue común que muchas tribus fueran
reducidas en una misma misión en vez de ser una misión por tribu.
Los frailes tenían conocimiento sobre la política indígena en la misión
y como se debía trabajar para representar a todos los grupos dentro de
496
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
la estructura política del complejo de la misión28. Poco a poco e insertos
en esta nueva dinámica social, más tribus indígenas acabaron incorporándose a la nueva sociedad que se estaba dibujando dentro de la misión. Por eso, para vivir dentro de los muros de la misión, existía una
dependencia de ayuda mutua durante la guerra, y el fraile actuaba como
árbitro constante, de modo que algunas tribus encontraron protección
y guardaron sus bienes bajo el amparo de los misioneros y sus soldados. La alianza frente a nuevos invasores o la amenaza de los Apaches
hizo que la vida dentro las misiones de San Antonio fuera especialmente
atrayente para las tribus pequeñas que habitaban los llanos abiertos y las
regiones fluviales de Texas.
Otra forma de protección apareció también en las misiones. La
supervivencia de una población, su modo de vida, su idioma y su estructura familiar podía llevarse a cabo en la misión cuando no existía
otra opción. Etnohistoriadores han escrito sobre los complejos procesos
de etnogénesis en el mundo de la América indígena. En Texas, las tribus
que se enfrentaban a su aniquilación no hubieran podido sobrevivir por
su cuenta, sin embargo fueron capaces de superar su extinción gracias a
que se acogieron a la vida misional con los frailes franciscanos. Aunque
el proceso de etnogénesis no sucedió inmediatamente para las tribus
que se mudaron a las misiones, hubo un proceso gradual a través de
los matrimonios mixtos, conversión a la cultura y agricultura de los españoles y el cambio de identidad de tribus hacia una conciencia como
miembros de una misma misión en vez de una tribu, algunos de los
elementos que siguieron al proceso de etnogénesis y el desarrollo de una
identidad nueva de grupo. Antes de esta situación, las tribus percibían
las misiones como lugares donde se podía proteger su identidad en un
futuro próximo. El mantenimiento de costumbres, idiomas, normas
matrimoniales, la identidad del clan y cuestiones semejantes fueron posibles gracias al refugio que ofrecía la misión.
28
BENOIST y FLORES, Instrucción para el Ministro; SCHUETZ, “The Indians of the
San Antonio Missions, 1718-1821”.
497
Jay T. Harrison
La influencia de las misiones en la vida de cazadores-recolectores de Texas
A finales del siglo XVIII y principios del XIX las tribus de cazadores-recolectores del sur de Texas tenían mucha experiencia con los
misioneros franciscanos y sus programas de conversión religiosa y cultural. Aunque muchos pueblos indígenas estuvieron fuera de las misiones durante esta época, otras tribus más pequeñas que encontraron en
las misiones un nuevo lugar en un mundo que estaba cambiando rápidamente en toda la provincia. Esas tribus que entraban en las misiones,
solo durante una parte del año, experimentaron algunos cambios en su
cultura y estilo de vida, evolucionando como un pueblo diferente. Las
misiones fueron lugares donde nuevas vías culturales reemplazaron las
antiguas de los nativos.
Las valoraciones sobre los procesos de secularización en las misiones durante las últimas décadas del siglo XVIII y en la época revolucionaria durante las décadas de 1810 y 1820 demuestran que los últimos
indígenas que seguían habitando las misiones de San Antonio seguían
organizándose como cuando fueron aculturizados inicialmente29. Se habían producido distintos procesos de mestizaje lo que no evitó la identificación de algunas naciones indias como propias de una misión, como
sucedió en San Juan de Capistrano, y no de uno u otro grupo indígena.
Los nombres de las tribus –Cocos, Payayes, Mayayes– fueron desapareciendo poco a poco. El proceso en que se desarrolló esta transición
constituye una forma de etnogénesis desarrollada gracias a los espacios
restringidos de la misión y por la voluntad de los neófitos de abrazar
una comunidad nueva representada por cada misión. De esta manera
los españoles consiguieron su deseo: los frailes deseaban que nuevos vasallos cristianos fueran formados en las misiones y que estas misiones
29
498
ALMARAZ, Felix D., The San Antonio Missions and Their System of Land Tenure.
Austin, University of Texas Press, 1989; HABIG, The Alamo Chain of Missions, pp.
66-72, 110-11, 145-6, 179-80, 224.
Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas
se convirtieran en nuevas villas españolas en la frontera30. Las escasas
familias de nativos que sobrevivieron más que una generación en las
misiones de Texas, posteriormente se convirtieron en habitantes de un
pueblo o villa y sus idiomas y culturas se trasladaron al idioma y cultura
de los españoles así como su mentalidad y modo de actuar.
De comunidades de cazadores-recolectores, dependientes del ciclo estacional para conseguir alimentos de la naturaleza, se acabaron
convirtiendo gracias a la labor de los frailes españoles en pequeñas comunidades sedentarias de indígenas que pasaron a residir en las misiones del Río de San Antonio. Estas misiones se transformaron en pueblos
donde había labradores en los ranchos y campos, quienes comerciaban
en los mercados de la región cuando las condiciones se lo permitían.
Más de treinta misiones en Texas intentaron lograr que los franciscanos
atrajesen a los nativos nómadas a maneras de vida diferentes entre el sur
de las grandes planicies los ríos, y la costa del Golfo de México donde las
misiones pudieran ofrecerles la ayuda que necesitaban de los españoles.
Algunos pueblos indígenas eludieron adoptar los modos de vida y cultura ofrecidos por los franciscanos en las misiones de Texas y su rumbo
fue muy diferente.
30
Casañas, fray Francisco de, Relación, Nombre Santíssima de María misión, 15
Agosto 1691, en Gómez Canedo, Primeras exploraciones, 52, 56; Espinosa, fray Isidro Felix de al virrey, 18 Agosto 1721, Misión Concepción de Agreda, Archivo del
Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, en el Archivo de la Provincia Franciscana
de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Celaya, Guanajuato, México, K, Leg. 1,
no. 10 (J); HARRISON, Jay T., “Franciscan Concepts of the Congregated Mission
and the Apostolic Ministry in Eighteenth-Century Texas”, en Timothy J. Johnson
y Gert Melville, eds., From La Florida to La California: Franciscan Evangelization
in the Spanish Borderlands. Berkeley, Calif., Academy of American Franciscan History, 2013, 323-39.
499
Jay T. Harrison
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502
Fronteras Culturales: relación
y dependencia histórica
entre Europa y América
Javier García Bresó1
Introducción. La Herencia Cultural
Normalmente entendemos por frontera una delimitación geográfica invisible entre distintos países. Quienes hacemos visibles esas fronteras somos los seres humanos. Algunas personas poderosas construyen
esas delimitaciones y las hacen pasar a nuestras mentes estableciendo
referencias simbólicas visibles como aduanas, muros, piedras, etc. Conociendo esas referencias podemos saber dónde nos encontramos. Por
tanto la frontera es una referencia mental que nos facilita la organización social e intersocial. Aunque el papel más importante de la frontera
es, sobre todo, separar.
Pues bien, en este sentido de separar se puede señalar que la cultura también puede considerarse como una frontera, como algo que nos
separa a los diferentes grupos humanos, incluso hasta dentro de nuestra propia sociedad. Por tanto creo que existen muchas más fronteras
que las geográficas. Nuestras respectivas culturas construyen referentes,
campos simbólicos y sobre todo visiones del mundo muy diferentes en1
Universidad de Castilla-La Mancha
503
Javier García Bresó
tre sí. Y tan diferentes que normalmente nos impiden una comprensión
de los “otros” desde nuestra lógica cultural. O mejor dicho entendemos
a los otros, que son diferentes a nosotros, desde nuestra lógica. Un buen
error que los antropólogos han denominado etnocentrismo. La historia
del contacto entre personas de distintas culturas está llena de este tipo
de errores. Desde un análisis etnohistórico se pueden presentar ejemplos
sobre la idea de que la comunicación intercultural no ha funcionado de
la mejor manera posible. La relación histórica entre Europa y América
nos proporciona un pretexto idóneo para profundizar en este asunto.
En el mes de noviembre del 2006 se inauguró en Valladolid la
exposición “La materia de los sueños: Cristóbal Colón”, cuyo comisario
fue Fernando Checa Cremades, quien además dirigió el magnífico catálogo de referencia. En él se incluyeron artículos profundamente sugerentes sobre América. El profesor Checa se inspira en Shakespeare para
conformar el título de la exposición: “Estamos hechos de la materia de
los sueños”2. Me gustaría interpretar esta idea asociada a la construcción
cultural. Ciertamente los sueños y también las ilusiones colaboran y forman parte en la construcción del mundo que las personas pensamos
como el estado natural de las cosas. Se puede pensar en América como
una tierra natural, como algo que existe fuera de mí. Pero también se
puede pensar en América como una construcción cultural. O, si es posible, como un estado de cosas fraguadas desde Europa a partir de las configuraciones, convencionalismos o esquemas culturales de los europeos.
La materia podría considerarse como el pretexto que fabrica el contexto, como la idea que nos impulsa a pensar y a actuar con la esperanza
de conseguir algo mejor, aunque sea inventado. Como por ejemplo nos
indica Cora Bender3 al hablar de los anasazi, que habitaron distintos
territorios de Utah, Colorado, Nuevo México y Arizona, el Sudoeste de
los Estados Unidos. Parece ser que el nombre anasazi fue acuñado por
un arqueólogo que utilizó un término navajo, pensando que significaba
“pueblo antiguo”. Sin embargo la traducción literal quiere decir “ances2
3
504
CHECA, 2006: 42.
BENDER, 2000: 373.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
tros de los enemigos”. No es sólo el error, sino la denominación “inventada” de quienes no sabemos cómo se llamaban entre sí.
Está claro que en el siglo XV y hasta principios del XVI América no existía para los europeos. Pero sí se tenían referencias de Asia,
de las posibles riquezas que guardaba, de sus monstruos y peligros. Y
sobre todo de los lugares que escondía como el paraíso terrenal y sus
esperanzas asociadas a él. La historia bíblica del Génesis o la historia
de la creación, tal como fue narrada por Moisés, ha formado parte del
conocimiento más arraigado en la memoria de los cristianos. Durante
siglos se ha configurado en la mente de los cristianos como una verdad
inapelable. Por lo tanto su memorización se ha constituido como uno
de los principales esquemas mentales para el conocimiento del mundo
por parte de los creyentes.
El Paraíso Terrenal siempre tuvo un papel importantísimo en el
Génesis. Pero esta idealización bíblica llegó a tener una conformación
tangible e incluso un lugar concreto en la tierra. Mandeville hizo la siguiente descripción:
“El Paraíso es, según cuentan, la tierra más alta del universo… tan alta
que no la pudo alcanzar el Diluvio… Está cercado por una muralla de la
que no se sabe muy bien de qué está hecha: parece que está encubierta
con musgos y líquenes, de tal suerte que no aparecen las piedras con
que se construyó. Esa muralla se extiende desde el Mediodía hasta la
Tramontana, con una sola entrada cerrada por un fuego inextinguible,
por lo que ningún hombre mortal puede penetrar.
Justo en el medio y en lo más alto del Paraíso, se halla la Fuente de donde
salen los cuatro ríos que corre por varias tierras. El primero se llama Fisón o Ganges y recorre toda la India o Evilath, cargado con abundantes
piedras preciosas y arenas de oro…Dicen que todas las aguas dulces del
mundo nacen de aquella Fuente paradisíaca…
Habéis de saber que ningún mortal puede acercarse al Paraíso Terrenal.
Por tierra, por las fieras salvajes que andan por los desiertos y por lo
imposible que resulta franquear la Región de las Tinieblas, con sus rocas y montes envueltos en la oscuridad. Cruzar los ríos para alcanzarlo
505
Javier García Bresó
también sería imposible, por la fuerza de las aguas que caen en cataratas
desde tan alto que ningún navío podría remontarlos. Con tal violencia
ruge y muge el agua brava que no pueden oírse el uno al otro en el
barco, aunque se ande dando órdenes a voz en grito. Muchos grandes
señores lo intentaron con una numerosa compañía, sin que nadie lo
lograra. Unos murieron de cansancio, apaleados por el oleaje al navegar
a contracorriente. Algunos volvieron ciegos y a otros los dejó sordos el
estruendo de las olas. Varios perdieron el rumbo y se ahogaron. Así que
nadie puede acercarse al Paraíso Terrenal sin la gracia divina, por lo que
más no os puedo contar y he de callarme.”4
A lo largo de la Edad Media los cartógrafos ubicaron el Paraíso
Terrenal en Oriente, más concretamente en la India. Así lo muestran dos
intentos de mapas mundiales conocidos como el Hereford Mappamundi, realizado en algún momento entre 1276 y 1283 y el de Ebstorfer Weltkarte de 1235-1250, mucho mejor ilustrado. Con todas estas evidencias
debía resultar muy difícil no creer en la existencia real de lo imaginado
en el Génesis. Y el Nuevo Mundo generó asociaciones inevitables con
esas ideas ya existentes en las mentes de los colonizadores.
Un posible ejemplo de estas relaciones lo constituye la búsqueda
de la Fuente de la Eterna Juventud. Una fuente de la que habla Mandeville:
“En la linde del bosque, está la ciudad de Polumbe, al pie de la montaña
del mismo nombre. En los estribos de esa montaña brota un manantial
maravilloso cuyas abundantes aguas saben y huelen a toda suerte de especias, y cambian de olor y de sabor cada hora. Quien beba de esa agua
en ayunas, tres veces, sanará de cualquier enfermedad que tenga. Los
que allí viven y suelen beber de ella jamás han conocido la enfermedad
y siempre parecen jóvenes. Yo mismo la he probado tres o cuatro veces
y creo que, desde entonces, estoy mejor. Algunos la llaman la Fuente de
la Eterna Juventud, porque quien bebe de ella a menudo siempre parece
joven y no conoce la enfermedad. Es tal la virtud de esa fuente maravillosa que dicen que viene del Paraíso Terrenal”5.
4
5
506
BENEDEIT Y MANDEVILLE, 2000: 261-262.
Ibid., 2000: 190.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Algunos europeos del siglo XVI pensaron que dicha fuente se encontraba en América. Curiosamente los cartógrafos portugueses llegaron a dibujarla en Norteamérica, como se puede ver en el mapa portugués de 1525 atribuido a Lopo Homen y que Ponce de León buscó por
la Florida.
Imagen 1. Hemisferio Occidental del mapamundi
de “Miller”, 1525. Atribuido a Lopo Homem
Es curioso observar cómo la mente humana construye mundos
arbitrariamente. Como señala Moser:
“Hubo una diferencia entre el primitivismo clásico y cristiano: en los
antiguos salvajes no tenían nada y en los últimos poseían lujos. Esto
507
Javier García Bresó
está probado en las historias del Paraíso Terrenal, donde se describe una
gran riqueza en piedras preciosas. En este contexto los nobles salvajes no
eran admirados tanto por su moralidad sino a causa de sus maravillas
naturales. El tema de las maravillas del Oriente atrajo el tratamiento
visual en el periodo medieval y, como las representaciones griegas de
otras razas, se hizo una importante contribución a la iconografía de la
prehistoria”6.
Posiblemente inspirados en las mitologías griega y romana los escribas medievales también produjeron ilustraciones de criaturas extrañas con rasgos humanos y de animales. Entre las diversas imágenes de
razas de monstruos en las publicaciones sobre las Maravillas de Oriente
hay una cantidad de criaturas que son definidas por motivos prehistóricos, por ejemplo el ‘cinocefalo’ o la criatura de cabeza de perro, los
hombres con pelo hasta el suelo, los gigantes caníbales, el ‘homodubi’ o
mitad hombre mitad burro, el ‘donestre’ o criatura de cabeza de león,
mujeres barbudas y mujeres con pelos hasta sus talones y dientes de
cerdo. Todo un concurso de imaginación y fantasía que es transmitida
de una época a otra como entidades reales de mundos lejanos.
Ante la dura y monótona cotidianeidad, seguramente que la imaginación medieval necesitaba todas estas fantasías. O quizás, también fabricó
todas esas ilusiones porque aún el pensamiento científico no disponía de las
suficientes explicaciones para comprender el funcionamiento real del mundo. Y ante la dificultad, el pensamiento mágico del ser humano encontró explicaciones más funcionales, aunque apoyadas en el enigma y en el misterio.
Así, la mente de Colón como la del resto de los europeos instruidos de la época había sido formada en una cultura que había configurado esquemas o abstracciones conceptuales de ilusiones que se consideraban reales desde la Edad Media. Sobre todo a partir de la producción
literaria medieval que narraban los viajes de comerciantes y aventureros
como la Carta del Preste Juan (s. XII), o los viajes de Marco Polo de fina-
6
508
MOSER, 1998: 44.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
les del siglo XIII, y después con el Libro de las maravillas de Mandeville
(s. XIV).
El escaso espacio para la Creatividad
La historia de América como la cognición de la mente humana
también tiene sus códigos. Se trata pues de utilizar una estrategia etnohistórica para poder acercarse a una comprensión de esos elementos
que están detrás de esos códigos. Y para ello es importante partir de la
base de que los esquemas culturales no son ni únicos a los individuos
ni están difundidos igualmente por todos los seres humanos, sino que
más bien son compartidos por miembros de sociedades particulares.
La asunción aquí es que, como resultado de su transmisión regular de
generación a generación, el conocimiento cultural viene a estar organizado de tal manera que se “ajusta” a las capacidades y limitaciones de
la mente humana. Quiero refirme aquí a ese concepto mencionado de
esquema cultural. Un concepto que muy pocos antropólogos han aplicado en el análisis de las lógicas del comportamiento humano.
Estudiosos como Casson7 se centran primero en tres tipos de
esquemas complejos encontrados en la organización del contenido
cultural: los esquemas del objeto, los esquemas de la orientación, y los
esquemas de acontecimiento. Investigaciones recientes han promovido
la comprensión de los esquemas complejos subyacentes en una amplia
gama de sistemas de clasificación de objetos. Las categorías del objeto
son categorías de identidades concretas. Por otra parte los esquemas de
orientación son esquemas complejos que representan el conocimiento sobre orientaciones espaciales. Los esquemas de este tipo a menudo
se refieren a “mapas cognitivos”. Los mapas cognitivos contienen tres
clases de representaciones: representaciones para el conocimiento sobre
los medioambientes particulares, descripciones de la posición corriente
de sí mismo (se suele señalar como: “Usted está aquí”) y representaciones de procesos que manipulan las otras dos clases de conocimiento,
7
CASSON, 1983: 441.
509
Javier García Bresó
por ejemplo, las rutas a través de la representación medioambiental. Los
esquemas de orientación son usados no sólo al viajar por las ciudades
y navegar por los mares. También son usados al imaginar el viaje por la
ciudad y por el mar. Los esquemas de acontecimientos representan una
amplia variedad de actividades e interacciones, variando de dos acciones simples como dar y tomar, a escenas complejas como ordenar una
comida en un restaurante. Al estudiar los conceptos de acontecimientos,
los investigadores han dedicado una considerable atención a determinar las unidades elementales prescindiendo incluso de que los esquemas
sean construidos para los acontecimientos.
Desde el principio, en la relación de Europa con el Nuevo Mundo,
los esquemas culturales de mayor uso, por las personas implicadas en el
proceso, fueron los de orientación. Pero eso no quita que también los
esquemas de objeto y de acontecimiento tuvieran una gran influencia
en el pensamiento de los colonizadores. Afianzar el conocimiento de las
nuevas tierras a través de cartografías lo más verosímiles posibles y de
cada lugar en concreto, facilitó la ubicación en las nuevas tierras y, en
los siguientes viajes después de Colón, clarificaron las rutas por dónde
moverse. Se desarrollaron expediciones por todos los sitios y lugares posibles impulsadas por el deseo de dominio y también de conocimiento.
La construcción del Nuevo Mundo empezó por denominar las nuevas
tierras descubiertas. La primera denominación fue de Colón y su énfasis en Las Indias Occidentales. Después Amerigo con Mundus Novus.
Y más tarde, la más relevante y definitiva, fue la de América. Es cierto
que España no cedió su propia denominación de Indias Occidentales
por la de América hasta varios siglos después del descubrimiento. En los
primeros momentos los territorios recién encontrados eran islas hasta
que Vespucci dio con el enorme continente que se extendía hacia el sur.
Esta nueva información fue aprovechada en 1507 por Martín
Waldseemüller, un joven profesor de geografía en el colegio de SaintDié en Lorena. Este trazó el Nuevo Mundo como un gran continente
en una edición que realizó del mapa de Ptolomeo. Hizo lo que puede
considerarse una conjetura, pero una conjetura muy hábil. Creó una
sencilla entidad geográfica al unir los descubrimientos de Colón con
510
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
los de Vespucci en el sur y de Cabot y Corte Real en el norte. Puesto
que esta cuarta parte del mundo había “sido descubierta por Americus
Vesputius”, escribió:
Imagen 2. Mapa de Martín Waldseemüller, 1507.
Biblioteca del Congreso, Washington.
“Yo no veo porqué debería haber alguna objeción para que se llame de
Americus el descubridor, un hombre de sabiduría natural, Tierra de
Americus o Mérica, ya que Europa y Asia han tomado sus nombres de
mujeres”8.
En el mapa colocó el nombre América por la zona de Brasil de
hoy y por debajo un loro simbolizando sus productos naturales. Y así
durante medio siglo, el nombre de América se estuvo usando para designar a todo el continente por la mayor parte de los europeos, pero no por
los españoles, que obstinadamente persistieron en llamarle Las Indias
Occidentales.
8
HONOUR, 1975: 13; HESSLER, 2008: 101 y 107; RESTALL, 2009: 36. Waldseemüller reflexiona sobre la denominación del Nuevo Mundo en su obra Universalis Cosmographia secundum Ptholomei Traditionem E et Americi Vespucio Aliorum
Lustrationes (1507).
511
Javier García Bresó
Imagen 3. Vespucci, “Descubriendo” América, finales siglo XVI.
Théodor Galle, según Jan van der Straet. Biblioteca Nacional de España,
Madrid, sign. ER/1605
Se podría decir que la construcción de América por parte de los
europeos empezó precisamente por su denominación en un mapa, que
en el momento de su realización fue bastante conjetural por unir el norte con el sur de América cuando aún no se sabía nada de Centroamérica.
A ello se une la serie sucesiva de imágenes y en diferentes épocas
del grupo “alegorías de América”. ¿Por qué en estos grabados América
está representada casi siempre como una mujer medio desnuda? Quizás
el comentario de Restall sobre el grabado de Van der Straet (1575) pueda considerarse como una pista importante, dice así:
512
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
“La posición de la mujer indígena parece representar una inocencia e
ingenuidad que es a la vez vacilante y hospitalaria, infantil y cargada de
sexualidad; parece invitar a Vespuccio a protegerla y poseerla a la vez.”9
No es menos cierto que a veces las imágenes también esconden
algunas significaciones codificadas. Detrás de esa supuesta amabilidad o
“entrega” de la mujer indígena que nos señala Restall también podría verse
una clara justificación de la presencia de los europeos en el Nuevo Mundo. Toda una insinuación simbólica que probablemente pudo estar en la
mente de los europeos desde la idea de que América les estaba esperando.
Pero, por supuesto, en la historia de América también podemos incluir esquemas culturales de los acontecimientos históricos. Acontecimientos que pueden variar de acciones simples a otras más complejas y en las
que podemos incluir también las consideraciones en un análisis retrospectivo que los europeos hicieron sobre América. Como en el caso del desprecio
que despertó el Nuevo Mundo para algunos ilustrados y su contraste con el
triunfo y la consecuente independencia de los Estados Unidos. Si los críticos
contra la esperanza que había despertado América en toda Europa, desde
el descubrimiento, hubieran conocido la triste realidad de naciones como
Haití, quizás nunca hubieran rectificado sus tesis, como debieran haberlo
hecho claramente el Abbé Raynal y todos aquellos ilustrados franceses defensores de la teoría de los climas, al conocer el triunfo de la revolución de
los “palurdos” colonos norteamericanos desde 1781, triunfo que fue aceptado por los propios ingleses en el Tratado de Versalles de 1783. Sin embargo,
su acción no quedó testimoniada en el cuadro que el gran pintor norteamericano Benjamin West no pudo acabar porque la delegación británica se
negó a posar. Sin duda una esperanzadora situación.
Definiendo el concepto de esquema cultural: el fuerte dominio
de la economía
Creo que los esquemas culturales de la mayoría de los españoles
de aquella época no eran compatibles para entender la situación cultural
9
RESTALL, 2009: 158.
513
Javier García Bresó
de los indios. Entendiendo por esquema cultural lo que Casson denomina estructuras de conocimiento y que son los componentes básicos
de la cognición y que otros autores han llamado escenas, argumentos,
guiones, gestalt, redes estructurales activas y paquetes de organización
del recuerdo10. En realidad estos esquemas son abstracciones que sirven
como base para procesar toda información humana, como por ejemplo la percepción y la comprensión, la categorización y la planificación,
el reconocimiento y el recuerdo, y la solución de problemas y la toma
de decisiones. Y desde estos esquemas el pasado opera en las personas
como una masa organizada que, como un grupo de elementos, cada
uno de los cuales retiene su carácter específico. Como señala Bartlett
recordar es constructivo11, pero no todos los estímulos se conservan en
la memoria sino que más bien los esquemas son empleados para proporcionar “una impresión general del todo” y construir o reconstruir
los “detalles probables”. La mente humana funciona guardando en su
memoria, con más eficacia, las impresiones generales que los numerosos
detalles específicos.
Un esquema también se puede considerar un prototipo o una representación genérica compartida entre los miembros de una sociedad
particular12 o una cultura concreta. Y los esquemas afectan a los objetos
como plantas, herramientas, vestidos, muebles, identidades étnicas, etc.,
a la orientación espacial, a los acontecimientos vinculados a secuencias
ordenadas o encadenadas como ordenar una comida en un restaurante. Pero también en una dimensión lingüística como las metáforas. Y
para la comunicación adecuada entre las personas, las metáforas son
fundamentales para la comprensión de conceptos complejos o muy estructurados. Si no podemos descifrar los campos semánticos ni siquiera
entre personas de la misma cultura no podrá existir una comunicación
adecuada. Está claro que entre los nativos americanos y los europeos
los campos semánticos y culturales eran muy diferentes. Valga como
ejemplo la referencia que hace Pedro Mártir d’Anglería cuando en 1513
10
11
12
514
CASSON, 1983: 429-62.
BARTLETT, 1988: 99; NORTHWAY, 1940: 317-318; Rosa y Brescó, 2005: 1-29.
CASSON, 1983: 440.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Balboa había arrojado unos cuarenta pathicos faemineo amictu (sodomitas vestidos de mujer) a los perros13. En Europa los condenados por
sodomía podían ser ahorcados. Entre los nativos americanos, los hoy
considerados dos-espíritus, o también conocidos como berdaches, no
eran estigmatizados ni castigados. Todo lo contrario, eran y son muy
respetados. La intersexualidad se ha visto y se ve como la manifestación
del espíritu de la persona. Es su espíritu quien determina el género de
la persona y por tanto se respetará siempre su rol14. Sin duda, estos dos
esquemas culturales fueron irreconciliables en el momento del contacto
entre los dos mundos.
Básico para este estado de campos conceptuales es la visión de
que los esquemas ocurren en diferentes niveles de abstracción. En niveles relativamente bajos de abstracción existen esquemas para percibir figuras geométricas, colores, rostros, etc., mientras que en niveles
más altos hay esquemas para comprender acontecimientos y actividades
complejas. No existen diferencias importantes de clase entre los esquemas de percepción y de comprensión: “la percepción es comprensión de
la información sensorial”15. Los niveles más altos de los esquemas son fijos y representan aspectos invariables de conceptos, mientras que los niveles más bajos tienen terminales, o “franjas”, que deben ser llenadas por
ejemplos específicos de datos, es decir, tienen variables que están asociadas o “unidas” por elementos en el medio ambiente en instancias particulares del esquema. Los esquemas están organizados como estructuras
jerárquicas en las que los esquemas en los niveles más altos representan
los conceptos más generales y los esquemas en los niveles sucesivamente
más bajos representan conceptos cada vez más específicos. Un esquema
es también un prototipo. Es una representación estereotípica o genérica
de un concepto que sirve como un nivel para evaluar la calidad del ajuste entre los elementos y las variables del esquema en el medio ambiente.
En definitiva los esquemas son procesos activos cuya actividad principal
es la construcción de las interpretaciones de la experiencia.
13
14
15
ROSCOE, 1995: 208.
HAVILAND, 2008: 138-140.
CASSON, 1983: 430
515
Javier García Bresó
De donde se puede deducir que hay que estar culturalmente preparado para entender a los otros y que hemos de evitar la fácil visión
etnocéntrica. Una visión que inconscientemente nos domina a casi todos y que ciertamente se deja transmitir en cualquier opinión que se
refiera al contacto intercultural entre distintos pueblos. Por tanto los
esquemas culturales de los europeos instruidos o analfabetos, que viajaban u opinaban sobre América desde su descubrimiento, también eran
incompatibles para entender la realidad americana en todas sus facetas.
Para poder compatibilizar nuevas realidades los seres humanos
utilizamos algunas estrategias. Como expresa John H. Elliott ante el
impacto cultural operan ciertos mecanismos culturales que ayudan a
suavizarlo16. La falta de una clara comprensión social y geográfica sobre
el nuevo entorno de las tierras desconocidas condujo a aquellos descubridores y colonizadores a procesos de reincorporación de los elementos ajenos a los patrones culturales que ya existían en su cultura. A
esta acción Evon Z. Vogt la denominó “encapsulación”17. Los europeos
tuvieron mucho tiempo para ir encajando las cosas del nuevo mundo a
sus campos conceptuales, sociales y rituales. De ahí que podamos hablar
de una América Hispana, Anglosajona, Portuguesa, Francófona…
Bases culturales para entender lo raro: reconstruyendo lo ininteligible
El historiador colombiano Fernando Rivera desarrolla una idea
parecida al apoyarse en la teoría de las representaciones sociales para
identificar los ejes simbólicos del imaginario europeo que determinaron la interpretación y categorización del Nuevo Continente durante la
exploración y conquista18. Un conocimiento extraído de lugares y personajes como ya se ha mencionado de los libros de Marco Polo y de
Mandeville. O en todo el repertorio de los libros como el Imago Mundi,
16
17
18
516
ELLIOTT, 1976: 22.
VOGT, 1976: 281-284.
RIVERA, 2009: 266.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Las Sergas de Esplandián, El Amadís de Gaula, El Espejo de la Caballería,
El Cid Campeador, El Rey Canamor, y muchos otros que ayudaron a
sincretizar las incógnitas de las nuevas tierras descubiertas.
Así se puede decir, como deduce el historiador mexicano Edmundo O’Gorman, que los europeos construyeron “su” América19. Aunque
este autor se refiere más directamente a que lo que no se sabe que existe no constituye una entidad empírica. Pero en este mismo sentido de
construcción y de invención fundamentan su argumentación John F.
Moffitt y Santiago Sebastián20, para quienes la primera reacción de los
europeos ante los habitantes del Nuevo Mundo fue emocional. Y por
tanto se sumergieron en una valoración en la que utilizaron patrones
culturales familiares para ellos y que les parecían naturales y lógicos. Así
las percepciones iniciales, inevitablemente, surgieron de las configuraciones o esquemas culturales que los europeos ya traían en sus cabezas:
“un contexto fijo, un bagaje psicológico de manidos mitos y leyendas,
muchos de los cuales tenían que ver con la India y los indios asiáticos”21.
Es curioso constatar cómo Ivan Bargna también señala una idea parecida de invención para África hecha, una vez más, desde Europa22.
Aunque con otra palabra, imagen, ya Alfredo Jiménez había conceptualizado esta dimensión del conocimiento. Esta idea encaja perfectamente con la de esquemas mentales. Así, “imagen es la representación
que hacemos de una cosa ya sea en nuestra mente, ya sea a través de
palabras o por medio de la pintura, la escultura o alguna otra forma de
representación gráfica o plástica”23. Otro autor que podemos incluir en
la idea de los anteriores porque para él el “indio” también es una construcción mental por parte de los europeos.
Para Colón la tierra descubierta era Asia y nunca la pensó como
América. Sin embargo, aunque en un sentido parecido, me refiero al
19
20
21
22
23
O’GORMAN, 2006.
MOFFITT y SEBASTIÁN, 1996: 3-4.
Ibid., 1996: 4.
BARGNA, 2000: 8.
JIMÉNEZ, 1990: 78.
517
Javier García Bresó
proceso de cognición del mundo que se les presentó a los descubridores.
Un mundo al que tuvieron que ir denominando cosa por cosa, objeto
por objeto con palabras condicionadas por el bagaje de sus esquemas
culturales y con su propia lengua. Es muy frecuente la alusión al ejemplo
de llamar “mezquitas” a los templos aborígenes y “papas” y “obispos” a
los líderes de las organizaciones religiosas indígenas, así como “rey”, “señor” o “vasallo”, como si la aventura americana fuese una continuación
de la reconquista24. Incluso cuando usaron denominaciones aborígenes
también fueron transformadas en la transcripción final. Por ejemplo,
en las lenguas aborígenes americanas no existe el sonido “r” ni “rr” y sin
embargo ese sonido es incluido en nombres como “Caribe”, “Nicaragua”.
Palabras atribuidas a lenguas nativas. O en la denominación de plantas como el original “nopal” para los mexicas, que Oviedo lo denomina
“peral espinoso” y hoy es más conocido como la chumbera, el cactus
que produce higos chumbos. Yo mismo me he llevado muchas sorpresas cuando, aún en la actualidad, en Nicaragua me han presentado un
“melocotón” o “espinacas” y he comprobado lo diferentes que son a los
de España. Los esquemas culturales de los europeos también les orientaron para la denominación de lugares como “California”, la isla de la
reina Calafia25 que aparece en Las Sergas de Esplandián, o “Venezuela”
como la pequeña Venecia. Precisamente la denominación aborigen de
Cahuenga, hoy la zona de Los Ángeles, mucho menos reconocible para
los españoles, se la bautiza con el nombre de California más reconocible
por su derivación latina de “calidus fornus” y por ser parte de una leyenda. Y ciertamente así les debió parecer a aquellos españoles en 1542 y al
castellano Juan Rodríguez Carrillo como jefe, que reclamó el territorio
para la Corona de España. Después de atravesar el sofocante desierto
del Mohave la única zona que tiene algo de verdor era precisamente Cahuenga, un horno más cálido que el territorio por el que habían pasado
y por tanto algo valioso para incorporarlo al dominio español.
24
25
518
Ibid., 1990: 82.
RIVERA, 2009: 272.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Sin embargo no hubo nada que reclamar en la histórica y fracasada expedición de Francisco Vázquez de Coronado en 1540. El fraile
Marcos de Niza había informado un año antes de la existencia en las
tierras del sudoeste de Norteamérica de la existencia de las siete ciudades de oro llamadas Cíbola26. Parece ser que este fraile había visto destellos dorados del sol poniente que desprendían los techos de las casas de
adobe del poblado Zuñi de Halona. Quizás todo se debió a una visión
errónea. Producto de las prisas con las que el fraile se batía en retirada, al
enterarse de que los indios Zuñis habían matado al guía marroquí Estevanico. Porque además de su mal comportamiento no quiso entregarles
a los indios el sonajero sagrado de calabaza, que éste había conseguido
en su paso por el desierto27. Entre Zuñis y Hopis rechazaron al ejército
de Coronado, que tuvo que regresar a México sin oro y sin poder cristianizar a estos indios más conocidos como los Pueblo.
Bajo este punto de vista sólo cabe insistir en que los esquemas
mentales de las culturas europeas de la época, jugaron un alto porcentaje en la construcción del mundo en América. Por tanto América, para
bien o para mal, es en gran parte una “construcción europea”. Creo que
en su aplicación no dista mucho de la palabra “invención” que utiliza
O’Gorman o Moffitt y Sebastián o también Elliot o José Rabasa28. Una
26
27
28
Cíbola corresponde a una de las fantásticas ciudades que existieron en una vieja
leyenda originada hacia el año 713 cuando los moros conquistaron Mérida, España; según la leyenda siete obispos huyeron de la ciudad no sólo para salvar sus
vidas, sino también para impedir que los infieles moros se apropiaran de valiosas
reliquias religiosas. Años después corrió el rumor de que se habían instalado los
siete obispos en un lugar lejano, más allá del mundo conocido en esa época, fundando las ciudades de Cíbola y Quivira, de las que pronto se extendió la leyenda
de que guardaban grandes tesoros. La leyenda que acabó circulando con el tiempo
no solo hablaba de Cíbola y Quivira sino de otras ciudades como Aira, Anhuib,
Ansalli, Ansesseli, Ansodi y Ansolli para conformar las siete ciudades de Cíbola.
Las referencias en internet son muy numerosas pero no tanto las publicaciones
existentes sobre el tema. Se pueden consultar dos obras que ambientan muy bien
la leyenda: CLISSOLD, S., 1962; y VÁZQUEZ, 1990. ernand, 2009: 107-122.
MAXWELL, 1992: 208.
RABASA, 2009.
519
Javier García Bresó
opinión que puede considerarse ratificada en la argumentación de Fernand Braudel, al expresar que la conquista del Nuevo Mundo también es
la expansión de la civilización europea bajo todas sus formas y que una
vez que entró en la vida de Europa, América cambió poco a poco todos
los elementos fundamentales, hasta el punto de reorientar su acción. Así,
“América es el hacer de Europa”, entendiendo que el ser y el hacer son lo
mismo29. Bernard Vincent lo expresa más empíricamente al decir que “lo
que nos muestra la historia de Pocahontas y la imagen que de ella queda,
no es en absoluto la “indianización” de América sino, por el contrario, la
‘occidentalización’ de los primeros habitantes del Nuevo Mundo y la extinción de su identidad”30. De ahí que la aplicación toponímica de “Nuevo” sea constante: Nuevo Mundo, Nueva Galicia, Nueva España, Nueva
Granada, etc. Este adjetivo incluye además, como señala Borrero31, que
América se presentaba a los europeos como una tierra del porvenir, de
la libertad y de la esperanza sobre todo. ¡Una manera más de expresar el
deseo de apropiarse de un territorio en el que ya vivían otras personas!
Imagen 4. Matoaka o más conocida
como Pocahontas, 1616,
bautizada Lady Rebeca
29
30
31
520
VAUGEOIS, 2003: 8.
VINCENT, 1996: 185- 193.
BORRERO BARRERA, 2000: 8.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
La influencia cultural europea en los dibujos: indios bailando el
minué
Otro ejemplo de esta apropiación lo proporciona una serie de
pinturas en cobre realizadas por el pintor flamenco Jan van Kessel entre
1664 y 1666, en las que cada continente es representado por un grupo
de dieciséis paneles más pequeños y uno grande. El dedicado a América
es un tesoro de información geográfica –y desinformación– sacada de
una variedad de libros ilustrados. El panel central representa una clase
de Wunderkammer, el ideal de las curiosidades de América, tal como
cualquier príncipe de la época se habría alegrado de poseer. Está lleno
de pájaros, bestias, peces, reptiles, insectos, conchas, armas y armaduras. Y como en casi todas las colecciones muchos de los objetos están
clasificados incorrectamente. Aquí los dos indios han sido confundidos.
Las mujeres y los niños que van bailando al pasar la puerta, las dos estatuas en los nichos y la escena de incineración en el más bajo de los
tres cuadros de la derecha no son americanos sino que procedía de un
libro de finales del siglo dieciséis de los viajes a las Indias Orientales de
los portugueses realizado por Jan Huygens. La armadura en la esquina
parece ser asiática, un error más fácilmente comprensible ya que tales
piezas fueron etiquetadas “Indios Occidentales” en el Arsenal Real en
Madrid hasta finales del siglo XVIII. La figura en la esquina inferior
izquierda, de piel oscura y que lleva puesto sólo un tocado, un collar y
una falda de plumas, sosteniendo uno de los grandes pesos de oro en el
suelo y sentado cerca de un montón de perlas, corales, y monedas que se
desparraman desde un gran florero, personifica a América. Las grandes
figuras pintadas en el muro de la parte posterior son reconociblemente
brasileños y se tomaron de copias de la Historia Naturalis Brasiliae de
Wilhelm Piso, publicada en 1648 y basada en las pinturas de Albert Eckhout32.
32
HONOUR, 1975: 99.
521
Javier García Bresó
Imagen 5. Panel América, Jan van Kessel, 1664-66.
Bayerische Staatsgemäldesammlungen, Alte Pinakothek München
Cada uno de los paneles más pequeños que rodean la alegoría
central representan un paisaje con fauna local y aquí van Kessel se vuelve aún más fantástico. Según él, hay unicornios cerca de Buenos Aires,
elefantes en Vera Cruz, cebras en Porto Seguro, jirafas en Santo Domingo, y un hipopótamo en las afueras de la Habana. En dos paneles combinó la fauna Americana con paisajes asiáticos, mostrando tucanes y
loros brasileños encaramados cerca de la pagoda del Cabo en Cilán, y
opossums (zarigüeyas) en Amboina. Esto sería menos sorprendente si
van Kessel hubiera cometido errores similares con los otros continentes
o no hubiese pintado pájaros americanos propios con una exactitud tan
meticulosa. Pero si él defraudó a los modernos modelos de zoogeografía, lo hizo con una compañía distinguida. El notable zoólogo Konrad
von Gesner en su Historia animalium (1551) y el viajero Thevet habían
descrito jirafas en América del sur. Como ya hemos visto, los elefantes
522
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
a menudo se asociaban con Brasil (o México). Y hasta aún en 1782 el
padre jesuita Molina informó que un tipo de hipopótamo con pies palmeados y piel suave, como los de una foca, había sido visto bañándose
en los lagos de Arauca.
Y todo esto nos remite de nuevo a la idea de los esquemas culturales o a la teoría de las representaciones sociales del imaginario europeo, de la que nos habla Fernando Rivera. Al hacer un repaso de las representaciones encontramos siempre un énfasis de europeización, sobre
todo en los populares dibujos de Teodoro De Bry.
Algunos de los toscos dibujos lineales de Gonzalo Fernández de
Oviedo o los aún más toscos de Benzoni, son bastantes próximos a la
realidad, aunque les falte los necesarios referentes de la perspectiva y
la proporción. Precisamente estos dibujos y a pesar de la falta de calidad, otorgan un mayor interés a sus obras Historia General (1535) y a
la Historia del Nuevo Mundo (1572) respectivamente, porque fueron los
primeros que tenían alguna correspondencia con la realidad del Nuevo
Mundo. Las anteriores impresiones añadidas a las cartas de Vespucci no
tenían ninguna correspondencia con la realidad, ni como los grabados
incluidos en el frontispicio de las ediciones ilustradas de las cartas de
Colón ni en la de Giuliano Dati. Todas esas imágenes fueron distorsiones
de una realidad sólo creíble para los europeos que desconocían América.
Durante la primera mitad del siglo XVI no llegaron a las Américas artistas europeos preparados. Y no fue hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XVI cuando Felipe II, en 1571 ordenó la realización
del primer inventario visual de la naturaleza mexicana. Expresando con
ello los claros intereses de la corona y desdeñando los magníficos estudios sobre la cultura azteca del franciscano fray Bernardino de Sahagún,
un claro ejemplo de la esperanza y la desesperación de América. Fue el
primer gran investigador que abrió la puerta del conocimiento sobre
el mundo aborigen americano por sus trabajos sobre los aztecas. Y sin
embargo su obra terminó siendo confiscada, en vez de aplaudida, hacia
1577 por orden real y quizás instigada por ciertos sectores religiosos
disconformes con sus métodos.
523
Javier García Bresó
Pues bien esta primera expedición botánica fue dirigida por el
médico de cámara del propio Felipe II, el doctor Francisco Hernández,
quien además de la magnífica catalogación de la flora, incluyó un estudio de los nahuas, un grupo étnico del México central, inspirado fundamentalmente en las obras de Gómara y Sahagún33, y de sus investigaciones sobre las tradiciones médicas indígenas. Desgraciadamente parte
de la obra y muchos dibujos se perdieron en el fatídico incendio de El
Escorial el 7 de julio de 1671, aunque de todos modos la obra no llegó a
publicarse por la insolvencia financiera de la Corona34.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI llegaron al norte
de América algunos cartógrafos que realizaron los primeros dibujos de
cierta calidad sobre la vida y costumbres de los indios, plantas y animales. Destacan las acuarelas del inglés John White y del francés Jacques le
Moyne. Pero posiblemente poco conoceríamos de ellos, pues sus pinturas no llegaron a publicarse, si a Theodor de Bry, grabador y orfebre
belga, no se le hubiera ocurrido adaptarlas para su publicación en serie.
Como ya señaló William Sturtevant35, cuando un artista copia la obra
de otros o la suya propia puede incluir variaciones intencionales o accidentales. A pesar de que en sus acuarelas White y le Moyne dejan ver
un cierto sesgo europeo en las posturas de sus personajes, aún expresan
cierta naturalidad. En de Bry esa naturalidad queda totalmente fuera
en virtud de un fuerte colorido y con personajes que parecen salidos de
la mano de los clásicos griegos o romanos, altos y musculosos. Figuras
propias del renacimiento, pero nada que ver con la realidad de la América aborigen. Los personajes parecen europeos tanto en rostros como
en posturas usando las vestimentas de los indios. De Bry incluso fue más
allá en la copia de sus dibujos, dado el éxito, y representó o mejor dicho
copió de White y le Moyne su representación de los Pictos, los supuestos
aborígenes de Gran Bretaña36.
33
34
35
36
524
BUSTAMANTE GARCÍA, 1992: 297-328.
BARRAS Y DE ARAGÓN, 1950: 411-469; PARKER BRIENEN, 2006: 21-22.
STURTEVANT, 1976: 417.
MOSER, 1998: 70-83.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Sin embargo las publicaciones en serie de los grabados de Teodoro de Bry en formato de libro alcanzaron un gran éxito. Desde el mismo
momento de su salida al mercado en 1590 hasta que su hijo mayor publicó el décimo y último volumen en 1618, todas las series tuvieron una
gran aceptación en Europa, menos, claro está, en España; incluso después de esos años fueron frecuentes las reimpresiones durante más de
siglo y medio y hasta hoy día que circulan en el mercado con el título de
América (1590-1634) con un interesantísimo prólogo de John H. Elliott.
Imagen 6. Pintura
de John White. 1585-87
Imagen 7. Grabado
de Theodoro de Bry. 1590
Para la Corona de España, De Bry era un protestante y antiespañol que difundía la crueldad de los españoles en América y por tanto
estuvo censurado. Y como termina señalando Elliott, después de presentar tantas crueldades cometidas por todos los conquistadores europeos,
no sólo por los españoles, en las publicaciones de Teodoro de Bry, debió
quedar una pregunta en la mente de los lectores “¿Quiénes eran, según
se desprendía de los horrorizantes documentos visuales, los verdaderos
bárbaros: los indios o los europeos?”37.
Otro asunto sería cómo explicar la popularidad de estas publicaciones. En cualquier caso De Bry tuvo una gran habilidad para presentar
a los lectores lo que deseaban: una imagen comprensible para los esque37
ELLIOTT, 1992: 13.
525
Javier García Bresó
mas culturales de los europeos y un “pié de foto” para explicar la lógica
de las imágenes. Un cocktail parecido a la perspectiva itinerante de los
comics actuales, donde la imaginación del lector facilita la comprensión
de cada historia.
En la actualidad sería más difícil que la obra de Theodor De
Bry volviera a tener el éxito alcanzado en el siglo XVII. Los esquemas
culturales de los europeos han cambiado, pero en esa época encajaron
con efectividad en el estilo y el modelo de la representación, aunque en
detrimento de otras obras con mejor expresión técnica y artística. Me
refiero a las pinturas de Albert Eckhout de mediados del siglo XVII, no
tan difundidas en relación a su calidad. Incluso me atrevería a decir que
los diseños de Eckhout para los tapices franceses o Gobelins fueron más
populares que sus obras sobre los tupinambas de Brasil, que hoy residen
en el Museo Nacional (Nationalmuseet) de Copenhague, por donación
de quien se las encargó, el conde Johan Maurits de Nassau-Siegen, al rey
Frederik III de Dinamarca en 1654.
Imagen 8. Danza de guerra de los tapuya o tupinamba.
Albert Eckhout, 1641-43. Nationalmuseet, Copenhague
526
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
Creo que el cuadro de la Danza de los indios tapuya (1640) es irrepetible y excepcional, una auténtica obra de arte. Se puede decir que las
representaciones de Eckhout son las primeras obras de un europeo que
presentan a los nativos de Brasil con toda su naturalidad, sin escorzos
estilísticos de influencia europea, sin el típico y tópico etnocentrismo
del Viejo Continente, reales como la vida misma. La primera vez que los
indios parecen indios y no europeos medio desnudos. Aunque ciertamente Eckhout utilizó escenarios como en los “retratos de estudio”, no
por ello pierden su naturalidad. Y entiendo que no fueran tan populares
después de ver el cuadro Mujer tapuya (1941), medio desnuda y bajo un
árbol de algarrobo como si viniera de un mercado popular, transporta
una mano con su antebrazo y un pie que sobresale del canasto apoyado
en su espalda, con la clara insinuación de su uso para comer.
Visiones como esta y teniendo en cuenta los esquemas culturales
de la época clarifican que estas pinturas no fuesen muy difundidas, pues
reafirmarían la consideración de los nativos como salvajes. Pero en la
actualidad Eckhout está recuperando el lugar apropiado en la historia
de las representaciones aborígenes de América y en la historia del arte
en Europa. Me refiero a la exposición Discovering Brazil with Albert Eckhout (1610-1666), realizada en La Haya, del 27 de marzo al 27 de junio
del 2004.
Pasará mucho tiempo, hasta la segunda mitad del siglo XVIII, y
en el cenit de la Ilustración, cuando otro gran artista como Benjamin
West continúe presentando a los indios del norte de América sin que
parezcan europeos. Sin duda alguna la Ilustración operó en las mentes
del mundo occidental ampliando los esquemas culturales con nuevas
teorías sobre la aparición del ser humano en el mundo. Después en el
siglo XIX le seguirán el suizo Karl Bodmer y la francesa Rosa Bonheur,
quienes muestran a los indios en distintas facetas de su vida, como el
prolífico artista estadounidense George Catlin, que se paseó por Europa
con sus más de 500 pinturas, cuando el Congreso de los Estados Unidos
rechazó la compra de su colección.
527
Javier García Bresó
A pesar de los nuevos antídotos teóricos para la forma de pensar,
que la Ilustración proporcionó, los europeos “progresistas” no lograron
encontrar el adecuado para liberarse del etnocentrismo. Como ya se ha
mencionado, esta actitud se incrusta en nuestros esquemas culturales
desde el principio del proceso de culturización del individuo y resulta muy difícil superarla. Aún recientemente algunos investigadores no
europeos tal como Edward Said (1978, 1994), Trinh Minhha (1989), C.
Mohanty (1988), Gyatri Spivak (1988) y otros han criticado las representaciones románticas de los llamados pueblos primitivos o exóticos y
la tendencia de los investigadores europeos y norteamericanos a interpretar las culturas no occidentales en términos de conceptos europeos
occidentales38.
Refuerzo en la esperanza
De Göttingen surgió una esperanza para la historia universal, el
rechazo a la construcción de la historia política tradicional (batallas,
fechas, reinados). Y se cambió por un nuevo enfoque para explicar la
pluralidad de la experiencia histórica avalada por la teoría de los climas
de Montesquieu, quien en su análisis sólo se centró en Europa. Pero este
modelo de los climas se adoptó y adaptó al estudio de otras áreas culturales. Parece como si los iluminados europeos hubiesen visto la luz para
explicar la diversidad humana en el mundo, así como los materialistas
también lo creyeron en el siglo XIX con el evolucionismo darwinista.
En un magnífico análisis, Carmen Bernand39 clarifica la correlación de influencias entre unos y otros autores. Tanto Buffon como
Voltaire asumen la nueva teoría de los climas y sin prestarle mucha atención a América, sólo apoyan la idea de que todos los mamíferos del Nuevo Mundo eran más pequeños y los pueblos indígenas más débiles de
todos los otros continentes. Y otro ilustrado de la escuela de Göttingen,
Christoph Meiners, a quien algunos consideran como el iniciador de los
38
39
528
LECOMPTE Y SCHENSUL, 1999: 27.
BERNAND, 2009: 107-122.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
estudios de etnología, enfatiza que el nuevo modelo de la historia global
demuestra la superioridad de Europa.
El más violento detractor de los indios fue el holandés Cornelius
de Pauw, seguidor de Buffon y Voltaire, que nunca pisó el Nuevo Continente. Todo un fundamentalista visceral del determinismo geográfico
y de la superioridad europea, que había obtenido todo su conocimiento
de otros libros y apoyaba la tesis de la degeneración de América. Llegó a convertirse en la “autoridad erudita” del momento sobre América,
después de salir airoso de las réplicas formuladas por Antoine-Joseph
Pernety, quien acompañó a Bougainville en su expedición a las Malvinas
en 176340. Y años después también mostraron sus discrepancias con de
Pauw, el jesuita Francisco Javier Mariano Clavijero en su Historia Antigua de México (1781) y muchos otros intelectuales nacidos en América
y en Europa41.
Algo más moderado, pero también seguidor de la tesis de Cornelius de Pauw, fue el Abbé Raynal. En su obra Histoire Philosophique
et Politique des Establissemens et du Commerce des Européens Dans les
Deux Indes (1770), traducida a varios idiomas y abreviada en castellano
como Historia de las Dos Indias. Expresa como idea central que el género
humano se deterioraba y degradaba en el Nuevo Mundo. Ideas como
estas justificaron la actitud de los exterminadores de los pieles rojas en
Norteamérica42.
En España esta obra fue censurada y la única traducción incompleta fue realizada por Eduardo Malo de Luque, duque de Almodóvar,
con el título Historia de los establecimientos ultramarinos de las naciones
europeas (Madrid 1784-1790). Sin embargo, en el resto de Europa tuvo
un gran éxito si consideramos las 30 ediciones legales y las aproximadamente 40 ediciones ilegales o piratas que salieron al mercado43.
40
41
42
43
GERBI, 1960: 73.
RODRÍGUEZ PÉREZ, 1995: 240- 248; BERNAND, 2009:116-118; GERBI, 1960: 73.
GERBI, 1960: 252.
GARCÍA REGUEIRO, 1985: 66.
529
Javier García Bresó
La superioridad que sentían algunos europeos frente a los americanos debió derrumbarse cuando se enteraron que la “degradada” América propiciaba la gran derrota final del ejército británico en Yorktown
(1781). Un ejército que años antes consiguió el triunfo de la Guerra de
los Siete Años contra Francia y España. Por tanto la colaboración de la
alianza de los Borbones en la independencia de Estados Unidos más
bien parece una prórroga de dicha guerra para recuperarse de las pérdidas. Y paradójicamente Luis XVI, que ayudó a los revolucionarios americanos, fue guillotinado por los revolucionarios franceses.
Ante estos hechos, Raynal debió replantearse sus rotundas afirmaciones de la degradación de América y en 1787 presidió un concurso
patrocinado por la Academia de Lyon con el tema de si el descubrimiento de América había sido beneficioso o perjudicial para el género humano44. Ya no parecía posible seguir considerando como de Pauw que el
descubrimiento de América había sido la mayor calamidad en la historia
de la humanidad. Pero de los ocho ensayos que se presentaron la mitad
afirmaba y la otra mitad lo negaba y no se concedió ningún premio45.
En uno de esos ensayos escrito por el marqués de Chastellux, que
había servido bajo el mando de Rochambeau en la guerra de la independencia, expresaba que el descubrimiento de América había estimulado
el comercio y aumentado las riquezas. Pero también había abierto las
puertas “a la virtud perseguida, a la ambición frustrada y al crimen que
vacila entre la desesperación y el arrepentimiento”46.
El nacimiento de los nuevos Estados Unidos también provocó
una gran esperanza entre muchos europeos, sobre todo de libertad en
las dimensiones comercial, religiosa y política. Pero la nueva nación
tuvo su punto negro: la esclavitud. También se superó, aunque con secuelas. Y hoy América sigue haciendo soñar a otros muchos europeos
y a otros americanos emigrantes. Aunque para bastantes personas ese
44
45
46
530
BERNAND, 2009: 115.
HONOUR, 1975: 138.
Ibid., 1975: 138.
Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica
sueño puede terminar en pesadilla. Sobre todo para los indios que no
vislumbraron el imperio de la libertad y de la igualdad al colaborar en la
lucha independentista47.
En definitiva, los europeos creyeron haber descubierto un Mundo Nuevo en el Continente Americano. Y en realidad lo descubrieron,
pero no se dieron cuenta que ese mundo estaba ya dentro de ellos mismos, porque fue construido a partir de sus propios esquemas culturales
llenos de mitos y frustraciones políticas y sociales. Como Matthew Restall48 nos menciona, entre las personas del Nuevo Mundo y las personas
del Viejo Mundo hubo muchas interferencias comunicativas desde los
primeros contactos simbolizados entre Cortés y Moctezuma y Pizarro
y Atahualpa. Pero el problema no ha terminado, porque aún seguimos
creyendo entre españoles y latinoamericanos que por hablar la misma
lengua nos entendemos. Quizás haya llegado el momento de plantearnos y considerar que hablar la misma lengua puede ser también una
trampa u otro problema para seguir sin entendernos completamente,
sobre todo en la dimensión cultural.
Sin darnos cuenta creemos que nos comunicamos, pero pueden
suceder curiosas situaciones como la acontecida con la exitosa película
Bailando con Lobos (1990) del actor y director Kevin Costner. Cuando
dicha película se presentó en un teatro en Rapid City, Dakota del Sur,
las personas Lakotas de las reservas cercanas llegaron ilusionados a ver
esta película que trataba sobre sus antepasados. Pero cuando escucharon a Costner, que interpretaba a un soldado, y a sus amigos guerreros
hablar en la pantalla, comenzaron a reírse. En la medida que las escenas
dramáticas se desarrollaban, las risas crecieron. ¿Qué era tan gracioso?
Al mismo tiempo que los Lakotas presentes en el cine estaban complacidos de oír su propia lengua en una película importante de Hollywood,
les pareció muy divertido escuchar al héroe blanco, junto con algunos
actores indios no Lakotas vestidos como guerreros, hablar Lakota como
mujeres. Quien había preparado a los actores para hablar Lakota en la
47
48
COMAS, 1955: 20.
RESTALL, 2009: 123-149.
531
Javier García Bresó
película era una mujer Lakota, pero esta consideró que era mejor no
molestar mucho a los actores con las complejidades del habla de género,
pues entre los Lakota, las mujeres y los hombres siguen diferentes reglas
de sintaxis49. Dado el énfasis del argumento de la película, que se centra
en mostrar a los indios como capaces de ser felices en su supuesto “salvajismo” y al blanco como la inevitable “bola de nieve” que aplastará a
un legítimo sistema de vida en su caída o expansión, presenta al indio
como el más débil ante contacto con el blanco. De no haber sido por
la anécdota del “habla de género” la película habría terminado siendo
“perfecta”. Pero este simple detalle nos vuelve a demostrar que las buenas intenciones de los occidentales parece que siguen sin ser muy acertadas cada vez que nos sumergimos en la relación y en el mundo de los
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