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Whole Book. La frontera en el mundo hispánico 2014.

2014, La frontera en el mundo hispánico

La frontera en el mundo hispánico Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo Coordinadores La frontera en el mundo hispánico 2014 LA FRONTERA EN EL MUNDO HISPÁNICO Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo (Coordinadores) 1era. edición: Ediciones Abya-Yala Av. 12 de Octubre N24-22 y Wilson bloque A Casilla: 17-12-719 Teléfonos: (593-2) 2 506-267 / (593-2) 3962 800 e-mail: editorial@abyayala.org www.abyayala.org Quito-Ecuador Ministerio de Economía y Competitividad España Diseño de portada José María Jiménez Rodríguez Traducción de textos: Wilber Arias y José María Jiménez Rodríguez ISBN: 978-9942-09-………… Diseño, diagramación e impresión: Ediciones Abya-Yala Quito-Ecuador Impreso en Quito-Ecuador, octubre de 2014 SCIENTIFIC BOARD Peter BAKEWELL, Southern Methodist University Ramón A. GUTIÉRREZ, University of Chicago Steven W. HACKEL, University of California, Riverside Sean F. McENROE, Southern Oregon University Christopher STORSS, University of Dundee Jesús F. DE LA TEJA, Texas State University I.A.A. THOMPSON, Royal Historical Society, London Índice Autores ............................................................................................................ 9 Presentación Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo ................................................. 21 I. FRONTERAS POLÍTICAS Y MILITARES La frontera hispánica en la Europa Moderna Oscar Jane Checa ............................................................................................ 39 Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas en los siglos XVI y XVII Francisco Fernández Izquierdo ....................................................................... 61 Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí de Granada al final de la Edad Media Jesús Molero García ......................................................................................... 123 La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII. El caso de la región de Noudar y Barrancos en Portugal João Augusto Espadeiro Ramos ....................................................................... 151 Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana durante el siglo XVIII. De San Lorenzo al Río de La Plata Porfirio Sanz Camañes .................................................................................... 179 La frontera oriental novohispana Texas y San Fernando a finales de la época colonial (1772-1822) José María Rodríguez Jiménez......................................................................... 207 5 Índice Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América. La gran rebelión de los indios Pueblo (1680-1696) José A. Armillas Vicente................................................................................... 237 II. FRONTERAS ECONÓMICAS Y SOCIALES La corona española y la libertad de los indios esclavos en la España peninsular, Nueva España y las fronteras imperiales durante la segunda mitad del siglo XVI Andrés Reséndez .............................................................................................. 269 El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII Carla Mendiola ............................................................................................... 291 Muros del presidio y trabajo de los convictos. El examen de los orígenes de los trabajos forzados en la frontera de Nueva España Norwood Andrews ........................................................................................... 323 La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España durante el siglo XVIII Joaquín Rivaya Martínez ................................................................................ 339 Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur del imperio hispánico, siglos XVI-XVIII José Gabriel Martínez-Serna ........................................................................... 371 “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera española en Norteamérica, siglos XVII-XVIII George T. Díaz ................................................................................................. 399 III. FRONTERAS IDEOLÓGICAS. RELIGIOSAS Y CULTURALES Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam en los interrogatorios a cautivos Juan Francisco Pardo Molero .......................................................................... 417 La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano del Colegio Apostólico de Tarija en Bolivia al final de la colonia David Rex Galindo.......................................................................................... 437 6 Índice Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos en el noroeste novohispano en el siglo XVIII José Refugio de la Torre Curiel ........................................................................ 459 Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas en las misiones Franciscanas Jay T. Harrison ................................................................................................ 483 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica entre Europa y América Javier García Bresó .......................................................................................... 503 7 Autores ANDREWS, Norwood (Universidad de Texas-Pan American) Es profesor de Historia en la Universidad de Texas-Pan American. Tras recibir su doctorado en 2008 en la Universidad de Texas en Austin realizó distintas estancias de investigación postodoctorales en el Centro para la Historia de la Medicina, de la Universidad de Warwick y en el William L. Clements Department of History, de la Southern Methodist University de Dallas. Es co-editor (con Robert Chase) de Sunbelt Prisons and the Carceral State: New Frontiers of State Power, Resistance, and Racial Oppression (University of North Carolina Press, en prensa). En la actualidad está escribiendo un libro sobre Prison Labor and Plantation Agriculture in late 19th Century Texas. ARMILLAS VICENTE, José Antonio (Universidad de Zaragoza) Es doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza desde 1973. Catedrático de Historia de América, es en la actualidad Profesor Emérito, habiendo dedicado una buena parte de su actividad investigadora al estudio de la frontera, publicando varios trabajos relacionados con tal área en el subcontinente norteamericano en la segunda mitad del siglo XVIII. Entendiendo la frontera como espacio, no como línea (boundary), las naciones indias que ocupaban tan vastas extensiones espaciales están obviamente integradas en el sentido que da a la frontier Fulmer Mood en su Agricultural History. En tal línea irían sus primeras publicaciones: “La Gran Confederación India. Interacción hispanoanglo-americana para con las Naciones Indias del Sudeste norteamericano a fines del siglo XVIII” (Estudios sobre política indigenista española en América, Valladolid 1976). Su tesis de Doctorado, adaptada a los límites razonables de un libro, vería la luz en 1977 bajo el título de El Mississippi, frontera de España. España y los Estados Unidos ante el tratado de San Lorenzo (Institución “Fer- 9 nando el Católico” & C.S.I.C. Zaragoza), donde se estudiaba el litigio sembrado por Inglaterra a propósito de las fronteras entre Luisiana y Florida con los nacientes Estados Unidos. Tras varios trabajos desgajados de la documentación original de su tesis doctoral, presentó la ponencia “Geopolítica de la frontera meridional hispano-norteamericana a fines del siglo XVIII” en el II Congreso Internacional de Historia Militar publicada por el Estado Mayor del Ejército (Madrid 1988). Integrado en el proyecto investigador “Ciudad, técnica y frontera en América y Filipinas”, dirigido por el profesor de investigación del CSIC, Francisco de Solano y Pérez-Lila, concluyó un trabajo sobre los “Orígenes de la cuestión del Mississippi” (Ed. Complutense, Madrid 1996), así como “Las relaciones diplomáticas entre España y los Estados Unidos desde el tratado de San Lorenzo (1795) al de Adams-Onís (1819)” [Instituto de Historia y Cultura Militar, Madrid 2007] donde el problema de la frontera vertebra todo el planteamiento diplomático. El texto que aquí se presenta supone una ampliación de horizontes hacia el far west, de carácter tan iniciático como el correspondiente al ámbito geográfico del virreinato peruano titulado “Límites y fronteras en el ocaso del Imperio español en América” (Fronteras y globalización. Prensas Universitarias, Zaragoza 2008). Finalmente, tiene pendiente de publicación “La defensa del fuerte Carlos III sobre el Arkansas”, ponencia presentada al congreso de historia militar celebrado en Madrid los días 22 al 24 de octubre de 2013. DIAZ, George T. (Sam Houston State University, Texas) Es originario de Laredo, Texas y obtuvo su doctorado de historia en Southern Methodist University, Dallas. Recientemente fue investigador y profesor visitante en el Centro de Estudios Mexicanoamericanos de la Universidad de Houston, donde enseñó un curso sobre contrabando en la frontera de Estados Unidos y México. Entre sus publicaciones destaca su próximo libro Border Contraband: A History of Smuggling Across the Rio Grande, (The University of Texas Press, 2015). George Díaz es profesor de historia en Sam Houston State University en Hunsville (Texas). ESPADEIRO RAMOS, João Augusto (Universidad de Évora) En la actualidad desarrolla sus investigaciones vinculado a la Universidad de Évora. Con formación de base en el área de la salud siempre ha cultivado su pasión por la Historia. Su Máster, centrado sobre la frontera y las relaciones de poder en el espacio de Noudar y Barrancos (Fronteira e relações de poder. Noudar e Barrancos no Antigo Regime), le ha permitido conocer “in situ” las 10 Autores vicisitudes por las que atravesó este territorio fronterizo en la época moderna convertido por el autor en un laboratorio especial sobre el que giraron las distintas relaciones de poder, los cambios sociales, las permutas económicas y las consecuencias militares derivadas de vivir en torno a la frontera. El fenómeno fronterizo sigue centrando su interés de cara a la publicación de su tesis. FERNÁNDEZ IZQUIERDO, Francisco (Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC) Nacido en Madrid (1959) y licenciado en Geografía e Historia (Universidad Complutense) en 1981 fue premio extraordinario de licenciatura, becario predoctoral en el Instituto de Historia (CSIC) y realizó su doctorado en la Universidad Complutense (1986). Ingresó como colaborador científico en el Instituto de Historia, CSIC (1987), donde actualmente es investigador científico y ha sido elegido jefe del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea (2013). Es gerente, reelegido en 2010, de la Fundación Española de Historia Moderna (desde 1988 como Asociación Española de Historia Moderna). Miembro de los consejos de redacción de Studia Histórica Historia Moderna (Univ. Salamanca-FEHM), Revista de Historia Moderna (Universidad de Alicante), y del consejo asesor de Estudis, Revista de Historia Moderna (Universidad de Valencia). Ha formado parte del consejo editorial y asesor de Hispania Revista española de Historia (CSIC). Es secretario de la colección de monografías “Biblioteca de Historia” del Dpto. de Publicaciones del CSIC (desde 2007). Sus temas de investigación son la nobleza y las órdenes militares en la Edad Moderna, la aplicación de las nuevas tecnologías a la investigación histórica, en particular al análisis bibliométrico de las publicaciones de historia moderna, así como la aplicación y análisis de documentación histórica con nuevas tecnologías. Recientemente ha realizado investigaciones sobre las infraestructuras hidráulicas históricas, y ha sido elegido en 2013 vocal del Comité de Información al Público y Educación de Spancold (Comité Español de Grandes Presas). Colabora como profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, y lo ha sido de las Universidades de Castilla-La Mancha y San Pablo-CEU, además de participar en la organización de seminarios y cursos con otros centros, en particular con la Universidad Politécnica de Madrid. GARCÍA BRESÓ, Javier (Universidad de Castilla-La Mancha) Es maestro, licenciado en Antropología Americana y Doctor en Antropología Americana por la Universidad Complutense de Madrid. En la ac- 11 tualidad es Profesor Titular de Universidad de Antropología Social en la Universidad de Castilla-La Mancha y Coordinador del Máster en Antropología Aplicada. Fue profesor en la Universidad Centroamericana de Managua, en la Escuela Normal de Bluefields y en la Campaña Nacional de Alfabetización en Nicaragua. Realizó trabajo de campo para su tesis doctoral entre los indios monimboseños de Nicaragua. Ha escrito varios artículos en revistas especializadas de Nicaragua, Bolivia, México y España. También ha publicado libros como Monimbó: Una comunidad india de Nicaragua (1992) e Identidad y cultura en Nicaragua (1993), Cultura y Pertenencia en Castilla-La Mancha (2000), la traducción del inglés del libro de Jacques Maquet La Experiencia Estética, la mirada de un antropólogo sobre el arte (1999), La conciencia de los marginados, Etnicidad en Nicaragua: Monimbó (2009), además de diecisiete capítulos en diversos libros y veintisiete artículos en revistas de España y América. HARRISON, Jay T. (Center of Southwest Studies de Fort Lewis College, Colorado) Es director del Center of Southwest Studies de Fort Lewis College, un centro universitario especializado en artes liberales que recibe cada año más de un millar de estudiantes indígenas de Norte América en el campus en Durango, Colorado. Doctor en Historia por la Universidad Católica de América en Washington, D.C., ha enseñado en las prestigiosas George Washington University, Hood College, y otras universidades antes de su designación como director del Center of Southwest Studies. Su tesis doctoral se centró en la sociedad de Texas del siglo XVIII y en las misiones franciscanas de la colonia. Ha centrado sus investigaciones en la época colonial de México para conocer los contactos entre los españoles y los indígenas de las tierras del interior. Sus estudios, como se desprende de distintas publicaciones y monografías, se han centrado sobre las culturas tradicionales y populares de las zonas de contacto e interdependencia en los territorios del norte de Nueva España JANÉ CHECA, Óscar (Universidad Autónoma de Barcelona) Es Profesor-Investigador del Programa ‘Ramón y Cajal’ en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha realizado sus estudios en Francia, en las universidades de Montpellier III y de Toulouse- Le Mirail. Se doctoró en esta última en codirección con la Universidad Autónoma de Barcelona en el 2003 y publicó el libro Catalunya i França al segle XVII. Identitats, contraidentitats i ideologies a l’època moderna (1640-1700) (Ed. Afers, 2006). Trabaja desde hace tiempo temas relacionados con los movimientos colectivos, las memorias per- 12 Autores sonales (dietarios y autobiografías), la construcción de los Estados modernos y estudios relacionados con las fronteras. En este sentido ha publicado Catalunya sense Espanya. Ramon Trobat, ideologia i catalanitat a l’empara de França (Catarroja-Barcelona, 2009), sobre un personaje crucial del siglo XVII francés y español. Y sobre fronteras: el libro La identitat de la frontera pirinenca. Efectes socials i polítics al nord de Catalunya des de la creació de Montlluís (1677-1698) (Diputació de Girona, 2008), o varios artículos, entre los cuales “Psico(socio) logía e identidad de la frontera en la época moderna” (Manuscrits, 26, 2008, pp.93-120) o “The boundaries between France and Spain in the Catalan Pyrenees: Elements for the construction and invention of borders” (en Living on the border. European Border Regions in Comparison, Routledge, 2013). Actualmente trabaja sobre un libro de teoría de las fronteras modernas y sobre la Comisión Internacional de los Pirineos. MARTÍNEZ-SERNA, José Gabriel (Universidad Iberoamericana Extensión Saltillo) Realizó sus estudios de posgrado en las universidades de Stanford y Southern Methodist University. Su trabajo explora el nexo entre la historia del medio ambiente, la viticultura de las misiones jesuitas, y la etnohistoria de las fronteras del imperio hispánico. Ha sido profesor invitado en Gettysburg College y West Virginia University y ha publicado artículos y ensayos sobre la historia de los jesuitas, la etnohistoria del norte novohispano, y el comercio de vino en el Atlántico hispano. Ha organizado y participado en numerosos paneles en conferencias internacionales y su manuscrito Viñedos e indios del desierto: fundación, auge y secularización de una misión jesuita en la frontera noreste de la Nueva España ganó el Premio de Investigación 2013 del Museo de Historia Mexicana y será publicado en 2014 en Monterrey, Nuevo León. Actualmente es investigador invitado en el Archivo para la Memoria de la Universidad Iberoamericana Extensión Saltillo y esta terminando una versión mas larga en inglés del mismo manuscrito y dirigiendo un proyecto de digitalización del archivo jesuita colonial en Parras, Coahuila. MENDIOLA, Carla (Southern Methodist University en Dallas, Texas) En la actualidad desarrolla su trayectoria académica e investigadora en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Sus intereses académicos se centran en las prácticas matrimoniales, el lenguaje y la influencia de las políticas de inmigración, nacionales y culturales en la frontera entre Texas y México. 13 Ha participado en numerosos Congresos y meetings internacionales durante los últimos años. Ha publicado recientemente un avance de sus investigaciones en “The Meeting of Two Border Worlds: How the Maine-Canada and TexasMexico Borders Met in 1920,” en “The Maine Borderlands,” un número especial de Maine History, 47, 1 (Jan. 2013). En 2011-2012 fue becaria Fullbright en la Universidad Laval en Quebec, Canadá. Además ha trabajado en producciones de radio, televisión y cine y ha recibido becas de investigación y de enseñanza. En la actualidad investiga para la realización de su tesis doctoral, con el título: “From Border crossers to Borderlanders: How Mestizaje/Metissage Along the North American Borderlands of Texas-Mexico and Maine-Canada Shaped Families, Communities, and Identities, 1880-1930”, definiendo un estudio comparativo del proceso de mestizaje en dos comunidades en las fronteras de Maine-Canada y Texas-Mexico. MOLERO GARCÍA, Jesús (Universidad de Castilla-La Mancha) Es doctor en Historia Medieval por la Universidad de Castilla-La Mancha. Sus líneas de investigación versan sobre la Arqueología medieval, el poblamiento, los castillos, la historia de las Órdenes Militares y la frontera. En 1999 obtuvo el premio “Manuel Corchado Soriano” de investigación castellológica por el trabajo titulado Fortificaciones sanjuanistas en La Mancha: los cuatro castillos de la ribera del Guadiana y después el premio extraordinario a la Tesis Doctoral: Fortificaciones y organización del espacio en el Campo de Calatrava (ss. IX-XVI) dirigida por el catedrático Ricardo Izquierdo Benito (UCLM). Ha participado en diversos proyectos de investigación sobre temas relacionados con la Arqueología Medieval (estructuras de poblamiento, hábitat, vías de comunicación, fortificaciones) y la historia de las Órdenes Militares (San Juan y Calatrava principalmente). Ha dirigido varias intervenciones arqueológicas destacando la reciente excavación en el castillo de La Estrella (Montiel), de la Orden Militar de Santiago. También ha participado como ponente invitado y comunicante en más de 30 congresos, la mayoría internacionales, y es autor de unas 40 publicaciones, la mayoría referidas a fortificaciones de Órdenes Militares y al hecho fronterizo, fundamentalmente en el antiguo Reino de Toledo (ss. XII-XIII). Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Lyon, en la Universidad de Maine (como profesor invitado), en la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma y en la Universidad de Oporto. Su experiencia 14 Autores en la gestión de actividades académicas y de investigación se concretan en la dirección y secretaría de varios congresos, seminarios, ciclos de conferencias y cursos de verano desarrollados en el marco institucional de la Universidad de Castilla-La Mancha en colaboración con diversas entidades de ámbito nacional e internacional: Casa de Velázquez, Universitatea Valahia din Târgoviste (Rumanía), Université du Maine (Le Mans, Francia), Sociedad Española de Estudios Medievales, Universidad Autónoma de Madrid, Mancomunidad Campo de Calatrava, Ayuntamientos de Ciudad Real, Alcázar de San Juan, Saceruela, Uclés, Villacañas, Montiel, etc. En la actualidad forma parte del Grupo de Investigación consolidado en Historia Medieval (PORIDAD) dirigido por el catedrático Francisco Ruiz Gómez de la UCLM y del Grupo Materialidad, Arqueología y Patrimonio (MAP) de la UCLM dirigido por el profesor titular Jorge Onrubia. En la actualidad compagina la docencia en Historia Medieval con el cargo de secretario del Departamento de Historia. PARDO MOLERO, Juan Francisco (Universidad de Valencia) Es profesor titular de Historia Moderna en la Universidad de Valencia. Se doctoró en Geografía e Historia en dicha Universidad (1997), y amplió su formación en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París, como becario posdoctoral. Sus investigaciones se han orientado a la organización militar y naval del reino de Valencia, la Corona de Aragón y la Monarquía Hispánica, la minoría morisca, la frontera mediterránea en la Edad Moderna, así como las instituciones, las ideas y las prácticas políticas, y sus protagonistas, en la Monarquía Hispánica de los siglos XVI y XVII. Entre sus publicaciones pueden citarse los libros: La defensa del imperio. Carlos V, Valencia y el Mediterráneo, publicado en Madrid en 2001, y el volumen colectivo que coordinó, junto a Manuel Lomas Cortés, Oficiales reales. Los ministros de la Monarquía Católica, editado en 2012; asimismo ha publicado diversos artículos en revistas de su especialidad, como Estudis: Revista de Historia Moderna, Chronica Nova, Anales de la Universidad de Alicante, Mediterranea: Ricerche Storiche, Manuscrits o Cahiers de la Mediterranée. Ha participado en numerosos congresos,, y, en noviembre de 2012, dirigió las VIII Jornadas Internacionales de Historia de las Monarquías Ibéricas (promovidas por la Red Columnaria), dedicadas al tema “El gobierno de la virtud. Política, ciencia y moral en las Monarquías Ibéricas y Europa (siglos XVI-XVIII)”. 15 RESÉNDEZ, Andrés (Universidad de California, Davis) Es profesor-investigador de la Universidad de California, Davis. Obtuvo la licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio de México y la maestría y el doctorado en Historia en la Universidad de Chicago. Sus intereses académicos giran en torno a las fronteras, la construcción de identidades, y la exploración y colonización del continente americano. Su primer libro, Changing National Identities at the Frontier (Cambridge University Press, 2005), estudia cómo distintos grupos de hispanos, indios, y anglo-americanos que habitaban lo que ahora son los estados de Texas y Nuevo México imaginaron y desarrollaron sus lealtades nacionales en las décadas que precedieron a la guerra entre México y Estados Unidos. En su libro más reciente, A Land So Strange (Basic Books, 2007) o bien Un viaje distinto: la exploración de Cabeza de Vaca por América (Libros de Vanguardia, 2009), el autor se aboca a examinar el proceso inicial de colonización europea a partir de las experiencias de los últimos cuatro sobrevivientes de una expedición a Florida en la década de 1520. Actualmente está escribiendo un libro acerca del fenómeno de la esclavitud de indios en Norteamérica entre los siglos XVI y XIX. REX GALINDO, David (Stephen F. Austin State University en Nacogdoches, Texas) Es profesor de historia en la Stephen F. Austin State University en Nacogdoches, Texas. Obtuvo su doctorado en la Southern Methodist University en 2010 en Dallas, Texas. Sus áreas de interés son América Latina, las fronteras en el mundo hispánico, el programa misionero en la América colonial y la historia social de la religión en América. Ha presentado y publicado sus investigaciones en Estados Unidos, México y en España, de donde es originario. Ha recibido apoyo a su investigación por las Universidades de Harvard, Southern Methodist University, Stephen F. Austin State University, la Texas State Historical Association y la Academy of American Franciscan History. En la actualidad está preparando para su publicación proyecto con el título: “To Sin No More: Franciscan Missionaries and the Conversion of the Hispanic World”, galardonado con el premio Lewis Hanke por la Conference on Latin American History, centrado en un renovado enfoque de las misiones franciscanas y la propagación de la Fe. Es uno de los coordinadores del presente volumen. 16 Autores RIVAYA MARTÍNEZ, Joaquín (Texas State University, San Marcos) Es profesor de historia en la Texas State University. Licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Antropología por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), su investigación se centra principalmente en los grupos indígenas del Suroeste y las Grandes Llanuras de Norteamérica durante los siglos XVIII y XIX. Sus investigaciones han sido financiadas, entre otras, por las siguientes instituciones: Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research de Nueva York; Bill and Rita Clements Center for the Study of Southwestern America de la Southern Methodist University en Dallas; American Philosophical Society y Philips Fund for Native American Research de Filadelfia; Newberry Library de Chicago; Instituto para México y los EE.UU. de la Universidad de California (UC MEXUS); y el Institute of American Cultures de UCLA. Ha publicado ensayos e impartido conferencias en EE.UU., México, Francia, España y Canadá. Entre su producción en castellano destacan el artículo “Diplomacia interétnica en la frontera norte de Nueva España. Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica”, aparecido en la revista Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, y el capítulo “De la civilización a la barbarie. La indianización de cautivos euroamericanos entre los indios comanches, 18201875”, en el libro La indianización. Cautivos, renegados, “hommes libres” y misioneros en los confines de las Américas, s. XVI-XIX, publicado por Doce Calles y la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del CSIC. Actualmente trabaja en un libro provisionalmente titulado Captivity, Slavery, and Adoption among the Comanche Indians, 1706-1875. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José María (Universidad de Castilla-La Mancha) En la actualidad desarrolla su trayectoria académica e investigadora en Historia en la Universidad de Castilla-La Mancha. Sus intereses académicos se centran en la historia de América durante la Edad Moderna, historia de la frontera novohispana, historia militar e historia social. Ha participado en distintos Seminarios y Reuniones Científicas internacionales como Secretario y con publicaciones sobre Conflictos, poblamiento y luchas de poder en tierras de frontera, referidos a la organización territorial de Texas desde los primeros años de la presencia española en aquellas tierras. En 2011 estuvo al frente de un proyecto de investigación a cargo del Consulado de España en Houston orientado a la localización y estudio de la documentación original ubicada en Texas de época española y después colaboró en el Congreso celebrado en la Rice University de 17 Houston, con el título El Camino Real: Past & Present. Ha Impartido charlas en varios Congresos Internacionales de Americanistas y en Universidades norteamericanas, como la Stephen F. Austin University en Nacogdoches, Texas. En la actualidad investiga para la realización de su tesis doctoral sobre el presidio tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII. SANZ CAMAÑES, Porfirio (Universidad de Castilla-La Mancha) Es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Zaragoza y Master en Hispanic Studies por la School of History de la Universidad de Birmingham. Ha sido Director Académico de Relaciones Internacionales de la Universidad de Castilla-La Mancha, entre 2005 y 2011, y en la actualidad es el Director del Departamento de Historia de la UCLM, donde ejerce como Profesor Titular de Historia Moderna desde 2002. Ha impartido conferencias en Gante, Shanghai, Houston y Río de Janeiro y disfrutado de estancias de investigación en Londres, París, New York y Buenos Aires. Sus líneas de investigación se han centrado en la historia político-militar aragonesa y en la historia de las relaciones internacionales, especialmente anglo-españolas, durante el siglo XVII. Es autor de una decena de libros y medio centenar de artículos de investigación, entre ellos: Política, hacienda y milicia en el Aragón de los últimos Austrias entre 1640 y 1680 (Zaragoza, 1997); Diplomacia hispano-inglesa durante el siglo XVII (Cuenca, 2002); Las ciudades en la América hispana (Madrid, 2004); Los ecos de la Armada (Madrid, 2012); y su reciente Atlas Histórico de España en la Edad Moderna (Madrid, 2012). Es coordinador de dos volúmenes colectivos: La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote (Sílex, Madrid, 2005) y Tiempo de cambios. Guerra, diplomacia y política internacional de la Monarquía Hispánica, 16481700 (Actas, Madrid, 2012). Es uno de los coordinadores del presente volumen. TORRE CURIEL, José Refugio de la (El Colegio de Jalisco, Universidad de Guadalajara) Es profesor-investigador de la Universidad de Guadalajara (Guadalajara, México) y El Colegio de Jalisco. Obtuvo la maestría en Historia de México en El Colegio de Michoacán, y el doctorado en Historia en la Universidad de California, Berkeley. Se ha especializado en el estudio de los franciscanos en México, y en los procesos de poblamiento en el noroeste novohispano. Cuenta con varios artículos científicos sobre el poblamiento misional en Sonora y la frontera norte novohispana. Dedicó su primer libro, Vicarios en entredicho (El 18 Autores Colegio de Michoacán, 2001), al análisis de la desaceleración de las provincias franciscanas en México en el periodo 1749-1860, relacionando dicho proceso con el auge del liberalismo, la secularización de la sociedad, y la reorganización de la Iglesia católica en la Nueva España y el México Independiente. Su obra más reciente, Twilight of the Mission Frontier (Stanford University Press – The Academy of American Franciscan History, 2012), explora procesos de transculturación y reajustes administrativos y económicos que tuvieron lugar en los últimos años del periodo misional en el noroeste novohispano. Actualmente trabaja en un libro sobre cartografía jesuita y franciscana del noroeste novohispano. 19 Presentación Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo1 El presente libro se fraguó durante el curso de verano internacional que con el título La frontera en el mundo hispánico. Tierras de convivencia y espacios de confrontación (siglos XV-XVIII), se celebró en Almagro durante los días 12 y 13 de junio de 2013. Con la concurrencia del centenario del descubrimiento de la Florida y el ensanchamiento de la frontera hispánica por Ponce de León en 1513, el encuentro resultó enormemente gratificante para ponentes y participantes. A tenor de la gran acogida que tuvo la reunión científica entre docentes y discentes podemos decir que las jornadas celebradas en la ciudad manchega ofrecieron debates enormemente sugerentes para adentrarnos en el proceloso mundo de la frontera, hilo conductor de todo el libro. El concepto de frontera está presente en nuestros días y es una realidad próxima como se atestigua a diario en los medios de comunicación. Resulta difícil no aproximarse a la misma desde distintos puntos de vista y siempre con un enfoque interdiciplinar. Con la publicación de este libro queremos incorporarnos a este debate y ayudar al lector a comprender y utilizar la frontera como una herramienta analítica que le permita explicar mejor las complejas relaciones sociales, económicas, políticas, culturales e ideológicas entre los diferentes grupos que caracterizaron al mundo hispánico moderno. Los investigadores actuales están de acuerdo con la necesidad de acercarse a la frontera y anali1 Directores del Curso y coordinadores de la obra 21 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo zarla desde una perspectiva comparativa. Los términos frontier, border y borderland en inglés, frontière en francés, frontera en español, Grenze en alemán, jing en chino, uj en turco, y thagr en árabe, por citar algunos ejemplos, siguen ofreciendo respuesta a la evolución socio-política de la frontera en las sociedades modernas. La idea de frontera debe entenderse, en nuestra opinión, como la de un término multiforme con diferentes perspectivas de análisis y distinta evolución a lo largo de la historia, más allá del prisma exclusivamente territorial. Desde que existen los espacios de confrontación, existen las fronteras: el limes romano, la raya islámica, la Marca Hispánica o cualquier límite o confín han determinado desde época antigua aquellos aspectos que separaban y que de alguna manera han servido para crear claros componentes culturales y diferenciadores a uno y otro lado de la frontera. En efecto, en determinadas épocas de la historia europea, el Rin, los Pirineos, el Canal de la Mancha, los Cárpatos, los Urales o el Mediterráneo, han llegado a reflejar todos ellos espacios de tensión fronteriza a la vez que representan regiones abiertas de intercambio multicultural. La revolución cartográfica permitió pensar la frontera como límite a la vez que supuso una revolución espacial para la Europa moderna. La acuciante necesidad de comprender y controlar el mundo llevó a la realización de mapas cada vez más precisos transformando la manera de ver el mundo en un escenario cada vez más sujeto a la metamorfosis espacial. La cartografía moderna se impuso claramente como instrumento de la práctica del imperio y símbolo victorioso de los logros del Estado. La frontera también ha generado sobre quienes han vivido con proximidad a las mismas unas condiciones de vida que han terminado plasmando características intelectuales y culturales de gran importancia. Por ejemplo, las obras de los viajeros del período colonial en adelante describen ciertos rasgos comunes, tales como: la rudeza y la fuerza combinadas con la agudeza y la curiosidad, la disposición mental práctica, el individualismo dominante, etc-, algunos de los cuales sobrevivieron también cuando se dio una organización social más elevada. Podríamos decir, siguiendo a Frederick Jackson Turner, que desde que 22 Presentación las carabelas de Colón entraron en las aguas del Nuevo Mundo, América fue otra cosa, y los Estados Unidos asumieron la expansión incesante que no sólo había sido accesible a todos sino que terminó por ser inevitable para ellos. El paradigma de la frontera ha tenido de hecho un importante impacto en la historiografía de los Estados Unidos desde que en 1893 Turner lanzara su famosa tesis de la frontera sobre la fundación de su país basada en la expansión hacia el oeste y la conquista de nuevas tierras como catálisis del carácter individualista y democrático norteamericano. Desde luego que en su propuesta no había cabida para los grupos indígenas, los españoles o los esclavos forzados a migrar desde África. El paradigma turneriano es una historia épica de conquista y victoria de la civilización anglosajona, es una explicación teleológica y nacionalista de la formación de la gran nación norteamericana. Un historiador contemporáneo de Turner con base en California, Hubert Howe Bancroft orientó su interés hacia la región fronteriza entre México y Estados Unidos, recopilando una inmensa cantidad de fuentes primarias de diferentes archivos en México y publicando prolíficamente obras sobre la presencia española en el suroeste de Estados Unidos y la frontera norte de México. Aunque no aplicó la tesis de la frontera, su obra enciclopédica sirvió de formidable cimentación para futuros investigadores norteamericanos interesados en estudiar el período colonial español a ambos lados de la frontera política actual. A comienzos del siglo XX, el historiador Herbert Eugene Bolton fue el primero que introdujo los estudios de la presencia española en los Estados Unidos en el currículo académico. En lugar de centrarse en las trece colonias inglesas, Bolton propuso un nuevo enfoque a la colonización de América del Norte desde una perspectiva española. Retirándose del enfoque de Bancroft a ambos lados de la actual frontera entre EE.UU. y México, Bolton estableció un marco geográfico y temporal para el nuevo campo “en las regiones entre Florida y California, que ahora pertenecen a los Estados Unidos, en las que España dominó durante siglos” entre 1513 y 1821. Su enfoque construía una narrativa épica de conquis- 23 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo tadores y misioneros en el que los pueblos nativos fueron irremediablemente sometidos a la civilización y la conversión de España. En la actualidad, se contempla más la idea de fronteras como regiones culturalmente complejas y abiertas al intercambio cultural. La frontera ibérica es un buen ejemplo de cómo dos cosmovisiones antagónicas crearon divisiones lineales imaginarias que contribuyeron a la formación de dos escuelas historiográficas diferentes: arabistas y medievalistas. El enfoque simplista centrado en el conflicto religioso descuida los factores políticos, económicos e ideológicos, así como las realidades internas complejas. Las retóricas de la yihad o guerra santa contra el infiel y de la reconquista cristiana de la tierra perdida se utilizaron para justificar la expansión territorial y la separación religiosa. Arabistas y medievalistas incorporan estas ideas como sus principales paradigmas para explicar el proceso histórico de la península ibérica medieval. Las fronteras en la Iberia Medieval, el Imperio Otomano o la China de la dinastía Tang, por ejemplo, pueden, por otra parte, reclamar permeabilidad, apertura, puerta, pase, encuentros culturales, zonas de reuniones e hibridez como comunes denominadores de las experiencias históricas analizadas. Estas fronteras se imponen sobre regiones culturalmente complejas con lealtades políticas variables y con independencia de la identidad étnica o ideología. Los que trataron de explicar estas fronteras como demarcaciones exclusivas y lineales terminaron siendo prisioneros de sus cosmovisiones teleológicas de los conceptos de Estado-nación y de la soberanía central. Al mismo tiempo, los estudiosos tienen que evitar la propaganda contemporánea que utiliza la retórica de la frontera con el fin de explicar las políticas expansivas o la centralización del poder. Se entiende mejor las fronteras –parafraseamos al profesor David J. Weber en su estudio de la frontera española en América del Norte– como zonas de interacción entre dos culturas, como los diferentes lugares donde las culturas de los invasores y de los invadidos pugnan entre sí y con su entorno físico para producir una dinámica que es única en el tiempo y lugar. En otras palabras, concluye D. J. Weber, las fronteras representan tanto el lugar y el proceso, ligados inextricablemente. A pesar de la excepcionalidad de cada experiencia fronteriza, 24 Presentación el análisis comparativo puede producir hipótesis generales que explican la evolución de la frontera y al mismo tiempo establecen claramente su singularidad. Creemos que los dieciocho estudios que aparecen en este libro reflejan estas tendencias en la historiografía de la frontera desde un punto de vista hemisférico y Atlántico. Anteriores trabajos han encontrado paralelismos entre las regiones del norte de México y el Río de la Plata ya que ambas eran periferias del imperio español y centros de grupos indígenas nómadas. Fueron estas tierras zonas de impacto misionero tanto jesuita como franciscano durante la época colonial. También hay similitudes ecológicas, siendo zonas que facilitan el pasto y el ganado, elementos importantes en las economías de los indios y españoles. Por último, la violencia y el poder fueron elementos que no sólo caracterizaron el encuentro entre indios y europeos sino que fomentaron el faccionalismo intra-étnico. Las fronteras del mundo hispano fueron zonas de contestación y negociación, de violencia y de diplomacia, de convivencia y de confrontación entre los diferentes grupos que luchaban por el control de los recursos naturales. En muchos casos, fueron los indios independientes los que controlaron los términos de su relación con los colonos hispanos. Ya fuera a través de relaciones diplomáticas o comerciales, la balanza del poder se inclinó hacia los grupos chiriguanos en el Alto Perú, mapuches en Chile, apaches, comanches y caddos en el septentrión novohispano quienes expandieron sus áreas tradicionales de influencia gracias a la llegada de los colonos europeos. En otras palabras, los procesos fronterizos también permitieron la convivencia, la solidaridad y la interdependencia. Los siete primeros estudios se centran fundamentalmente en las fronteras políticas y militares. Oscar Jane Checa en su frontera hispánica en la Europa Moderna, entiende que la frontera puede explicar perfectamente la razón de ser del Estado monárquico desde mediados del siglo XVII y, en este sentido, valora los cambios de la concepción de la construcción fronteriza para entender la idea que la periferia del Estado representa. Resulta evidente que a raíz de esta percepción surjan comportamientos múltiples a favor del arraigo o con intención de superar 25 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo las fronteras. Centrado en el análisis de las fronteras a escala europea y también americana considera –con sus categorías macro y micro– que los espacios de frontera son un auténtico talón de Aquiles del Estado que se construye y en el que las élites locales ocupan un papel fundamental, ya sea en el espacio pirenaico catalán, en su actuación en las instituciones de Barcelona, o durante los alborotos napolitanos de Masaniello en los años cuarenta del siglo XVII, otro frente de la monarquía hispánica. Francisco Fernández Izquierdo se centra en los cruzados, en la aparición de las órdenes militares y en su función militar desde la intervención de los reinos europeos en las Cruzadas en Tierra Santa. Se analiza la función de las órdenes militares en la Península Ibérica a finales del siglo XV y su incorporación a la corona, precisamente coincidiendo con el fin de la Reconquista en el territorio peninsular. En su estudio se abordan las hazañas corporativas de los caballeros cruzados glosadas en la cronística de la guerra de Granada, así como su ausencia de las nuevas ofensivas en el norte de África como caballeros de las órdenes, integrados en los ejércitos reales. Conocemos como desde 1495 la corona obligaba a los comendadores de Calatrava y Alcántara a costear lanzas. Termina su análisis con una mirada a la frontera en el Mediterráneo, espacio hacia donde se trasladan –tras la conquista granadina y la desaparición de la frontera terrestre con los musulmanes– los principales enfrentamientos de los siglos XVI y XVII entre el imperio de los Habsburgo y el imperio Turco, con especial intensidad en los territorios costeros norteafricanos. Jesús Molero García desciende al estudio del control fronterizo a través de las fortalezas militares a lo largo de la frontera cristiana con el reino nazarí de Granada. Considera que este dispositivo militar de la franja granadina estuvo directamente relacionado con la idea de frontera de la España medieval. La frontera correspondió a un espacio variable en extensión y a una realidad integrada políticamente en el reino, donde destacaba un alto grado de militarización y existía un fuerte peso de las labores de colonización. La estrategia castellana frente al reino nazarí consistió –como señala el autor– en acumular castillos con un doble propósito: como base de operaciones para las cabalgadas e incursiones de desgaste en territorio enemigo; y como baluarte de la construcción 26 Presentación de un “territorio político”, al convertirse en los más fieles aliados de la monarquía para ensanchar su reino. En esta realidad fronteriza intervinieron los concejos, las órdenes militares y otra serie de agentes en un ámbito tan comprometido que sirvió para legitimar la guerra en defensa de la cristiandad y para justificar la reconquista como guerra justa. Por su parte, João Augusto Espadeiro Ramos se centra en otro estudio de caso: el producido en las poblaciones de Noudar y Barrancos, en la región del Alentejo, al sur de Portugal y en su fuerte vinculación a la militarización del área de frontera contigua. Todo parece indicar, a resultas del estudio, que el castillo de Noudar y la preponderancia económica de Barrancos dieron significado a todo un término que correspondía a una encomienda de la Orden de Aviz y dependía en lo espiritual del Prior Mayor del convento de Aviz. Como concluye el autor, en este espacio de frontera se buscó más la riqueza que el ennoblecimiento mientras la organización militar del territorio siempre quedó sometida a los vaivenes fronterizos y a las turbulencias de la guerra. La mirada americana se incorpora en los tres últimos apartados de este bloque. Porfirio Sanz Camañes entiende la frontera como fenómeno articulador de determinadas estructuras político-administrativas de enorme relieve en la América hispana, tales como el Virreinato y los cabildos de las ciudades. Es evidente que los Tratados y las guerras han añadido nuevos componentes al papel de la frontera y lo han hecho desde tiempos muy remotos. En el caso de la América hispana los primeros acuerdos contaron con las bendiciones de Roma a través de las bulas pontificias y los tratados hispano-lusos que pusieron su acento en el reparto de áreas de influencia entre las Coronas de Castilla y Portugal desde inicios de la época moderna. El poblamiento posterior, enmarcado en un proceso de aculturación, contempló un extraordinario despliegue urbano con la fundación de ciudades bajo patrones más o menos establecidos y lo hizo sobre nuevos parámetros a lo largo del siglo XVIII. José María Rodríguez Jiménez, por su parte, se centra en la frontera oriental novohispana de Texas y especialmente en la villa de San Fernando de Béxar (actual San Antonio) a finales de la época colonial. Como señala en su estudio, cuando las autoridades mexicanas 27 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo se hicieron cargo de la provincia de Texas en 1822 se encontraron con una tierra que había experimentado notables cambios y turbulencias. La guerra de independencia, las incursiones filibusteras, los corsarios en el sur y las revueltas de los nativos, habían mermado drásticamente la economía y la población tejana, a lo que se sumó una pertinaz sequía que duró más de un lustro con el consiguiente impacto demográfico. La Texas española inició una serie de reformas durante el último cuarto del siglo XVIII tras la creación de la comandancia de las Provincias Internas. Los recortes presupuestarios se plasmaron en el cierre de presidios, la secularización de prácticamente todas las misiones franciscanas y el traslado de la capital de Los Adaes a San Antonio –debido a que Texas ya no mantenía fronteras con ninguna potencia rival– se había conseguido estabilidad con los nativos y la hacienda real cada día estaba más mermada. La provincia perdió protagonismo y se convirtió en un territorio más en la frontera norte. El profesor José A. Armillas Vicente pone su acento en el reino de Nuevo México que se asomaba al siglo XVIII superficialmente pacificado, una vez quebrantada la resistencia de los Hopi con la destrucción de una de sus principales poblaciones, Awatobi, y la esclavización temporal de sus pobladores como indios rebeldes. Sin embargo, los brotes de insurgencia y las alarmas esporádicas fueron una constante a lo largo de toda la centuria como demostró lo sucedido con la gran rebelión de los indios Pueblo, entre 1680 y 1696. La fundación de Santa Cruz, segunda ciudad de Nuevo México en 1695 y la de Albuquerque en 1706, aparecieron precisamente con el objetivo de asegurar el dominio del territorio y prevenir infructuosos nuevos acontecimientos similares a las rebeliones pasadas. Por último, tras la venta de Luisiana a Estados Unidos por parte de Francia, se abrió un nuevo capítulo en que Estados Unidos ejerció una formidable presión en la frontera, culminando con la creación de la zona neutral en 1806, situación que evidenció la debilidad española al permitir en su territorio una “tierra de nadie” llena de bandidos, contrabandistas y filibusteros. Un segundo bloque está más centrado en las fronteras económicas y sociales con seis estudios. Las nuevas medidas legales implantadas en América tuvieron sus repercusiones económicas y sociales aunque 28 Presentación los cambios no siempre fueran pronto percibidos. La aplicación de las Nuevas Leyes de Indias de 1542 en España sirvieron para liberar a un porcentaje importante de los esclavos indios que a la sazón residían en territorio peninsular y provocó un proceso de disolución de la institución que culminaría con su total o casi total desaparición en las primeras décadas del siglo XVII. Como pone de manifiesto Andrés Resendez en su estudio sobre la libertad de los indios esclavos en la España peninsular, en Nueva España y en las fronteras imperiales durante la segunda mitad del siglo XVI, esta situación se produjo como consecuencia del impulso dado por los reformadores y antiesclavistas españoles que redactaron y promulgaron las citadas Nuevas Leyes. Sin embargo, en las colonias españolas del Nuevo Mundo esta legislación tuvo un impacto tardío y solo permitieron liberar a un porcentaje mucho menor de la población esclava indígena. Es evidente que la economía colonial dependía en gran medida de la mano de obra indígena esclava por lo que las buenas intenciones de los reformadores de la metrópolis se toparon con las realidades de un mundo colonial cimentado en la explotación laboral. En el fondo, las Nuevas Leyes no lograron que desapareciera la esclavitud de los indios sino simplemente que se hiciera más difícil de detectar y de erradicar perdurando en América por lo menos hasta finales del siglo XIX. El ensayo de Carla Mendiola sobre el mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII examina las dificultades para aplicar en la frontera de Texas los baremos raciales y étnicos que se intentaban implementar en la sociedad colonial del dieciocho en el centro de la Nueva España. Conocemos que el sistema racial de repúblicas separadas fracasó desde el inicio de la colonia como expone la autora a través de una serie de evidencias y que la falta de medios o poder nominal en la frontera hicieron fracasar cualquier intento por trasladar el sistema de orden racial en zonas tan lejanas como Los Adaes, San Antonio y el Valle del Río Grande. La realidad de la frontera, la búsqueda de tierras y el sometimiento español a los grupos indígenas al igual que el mestizaje contribuyó a la formación de una identidad fronteriza que difería de los grupos originales indios, africanos y españoles. Esta sociedad mestiza 29 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo también fue objeto del castigo y de medidas punitivas por parte de la Corona española cuando las circunstancias así lo requerían. En algunos casos, más de los que pudiera parecer, como demuestra Norwood Andrews en el trabajo de los convictos en la frontera de Nueva España, los colonos eran conscriptos que redimían sus penas en los presidios fronterizos y que finalmente se mezclaban con las comunidades locales. La corona española recurrió a presos y condenados para poblar y defender las posesiones del septentrión novohispano, algo que plausiblemente se extendió a otras fronteras en América del Sur. Este era el equivalente del castigo a galeras de los siglos XVI y XVII, algo que había caído en desuso en la era borbónica por el menor uso de galeras y por la utilización de los condenados en otros menesteres, como la expansión de la frontera en la América española. Ese mismo reformismo borbónico, sin embargo, hizo hincapié en la defensa de las regiones mineras de posibles invasiones francesas e inglesas, sobre todo, tras la caída de las ciudades portuarias de La Habana y Manila por flotas inglesas en 1761. La rapiña europea, aunque fuese una continua preocupación en la corte, sólo era una parte de la ecuación. En muchos casos las zonas fronterizas estaban bajo el control de naciones indígenas independientes, como era el caso de los poderosos comanches en la frontera nordeste de la Nueva España. Estos y otras sociedades indígenas se vieron atraídos por nuevas tecnologías, comercio, armas y la posibilidad de caballos, ganado y cautivos, como asevera Joaquín Rivaya Martínez en un estudio centrado en la expansión comanche. Los comanches dominaron el sur de las planicies de Norteamérica y sus razias llegaron hasta los núcleos de población novohispana, tales como San Luis Potosí y Querétaro, transformando la frontera del mundo hispánico en un núcleo de sociedades indígenas que controlaban al mismo tiempo sus interrelaciones además de su comercio y trato con los europeos. La actividad económica también envolvió a otras comunidades indígenas más propicias a su colaboración con los europeos. En este sentido, las órdenes misioneras fueron claves instrumentales en la expansión del dominio ibérico en las Américas durante los siglos XVI al XVIII. Tanto los jesuitas como los franciscanos establecieron cadenas de 30 Presentación misiones entre naciones indígenas de la periferia del imperio hispánico, donde extendieron la cultura y la lengua española. Como señala José Gabriel Martínez Serna, los jesuitas establecieron un sistema económico autosuficiente en el que cada misión, colegio, y residencia de una provincia jesuita contaba para su sustento y operación con una base económica independiente, que podía incluir haciendas, plantaciones, ranchos ganaderos, e incluso viñedos. En cada una de sus provincias, los jesuitas explotaban recursos naturales locales e integraban a las poblaciones indígenas en redes económicas y políticas coloniales. La creación de nuevas provincias jesuitas en Sudamérica –cada una con sus colegios, residencias y misiones– incentivó el desarrollo de la economía en la periferia y ayudó a consolidar las fronteras del imperio contra rivales indígenas y europeos. El comercio con las naciones indígenas no siempre se realizó legalmente, todo lo contrario, la actividad contrabandista se impuso en la mayoría de las ocasiones como demuestra George T. Díaz en su ensayo sobre el contrabando en la frontera norte de la Nueva España. A pesar del control borbónico mediante la militarización de la frontera, las sanciones y la centralización del imperio, o tal vez debido a ello, el comercio ilícito fue una sangría constante para la hacienda real. El contrabando floreció en las regiones remotas como Texas y California, donde era más fácil comercial ilícitamente con los grupos indios independientes y las potencias europeas que seguir el sistema mercantilista que los obligaba a importar los productos caros de la metrópoli. El tercer bloque fija su atención en las fronteras ideológicas, religiosas y culturales con cinco aportaciones. Juan Francisco Pardo Molero se centra en los relatos que los cautivos cristianos del norte de África contaban a las autoridades cristianas de la frontera, testimonios que constituían una fuente de información de primera importancia para construir una imagen sobre el Islam desde la cristiandad. A través de estos relatos no sólo se obtenían datos de relieve estratégico sino también se recibían y elaboraban ideas más generales sobre el enemigo norteafricano y, especialmente, otomano. De esta manera, los informes preparados por las autoridades españolas de la frontera con el Islam y remitidos al Gobierno de la Monarquía hispánica hacían posible la difusión de las ideas pro- 31 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo pias del mundo de la frontera acerca de turcos y berberiscos. David Rex Galindo estudia el Colegio Apostólico franciscano de propaganda fide en Tarija, Bolivia, cuyo objetivo era lanzar un programa misionero entre las naciones chiriguanas, chanes y otros indios independientes además de los católicos ya convertidos. Los colegios franciscanos de propaganda fide eran por consiguiente centros pedagógicos de instrucción misionera tanto como núcleos de evangelización y aculturación a lo largo de los territorios bajo la monarquía hispánica. Así, fray Antonio Comajuncosa, en quien se centra el autor, ponía a disposición de los religiosos más de treinta años de experiencia misionera en un tratado exhaustivo de las diferentes características de la labor evangelizadora en Bolivia y las misiones fronterizas a cargo del colegio. El principal objetivo era la salvación eterna de los feligreses mediante la administración de los sacramentos de bautismo, confesión, penitencia, y eucaristía. En otras palabras, todo un programa de entrenamiento que incluía cómo salvar el “alma” de los fetos no nacidos mediante prácticas como la operación cesárea. Es en esta época cuando se promulgan las pragmáticas de Carlos III y Carlos IV que ordenan la práctica de la cesárea sobre mujeres embarazadas. Sí, el objetivo inicial era soteriológico, como se ha indicado, pero la motivación fue también obstétrica y ginecológica. En cualquier caso, este interés religioso, médico y civil tuvo consecuencias prácticas en Tarija y en las misiones fronterizas a cargo de los religiosos franciscanos. Por su parte, José Refugio de la Torre Curiel recoge una acertada serie de relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos en el noroeste franciscano durante el siglo XVIII. Ambas órdenes utilizaron el martirio como munición para extender la conversión de los indígenas en el noroeste novohispano. Sin embargo, y a pesar de los reveses que los proyectos de evangelización pudieran sufrir en cada ataque de indios insumisos, o frente a las denuncias de excesos en el tratamiento de los vecinos españoles y las poblaciones congregadas en cada misión, tanto jesuitas como franciscanos se interesaron en mostrar el alcance efectivo de sus programas de conversión y subordinación de grupos indígenas a la corona española. En sus fronteras sacralizadas, el autor, entiende que la frontera noroeste no solamente constituía un territorio por conquistar y controlar, sino que ofrecía una gran comarca dentro del mapa de 32 Presentación la cristiandad, la cual guardaba un estatus especial. En tanta tierra de mártires, esta comarca tenía ya una de las primeras señales –indeleble, desde la perspectiva de jesuitas y franciscanos– de los progresos de la cristiandad, la cual se vinculaba con las primeras edades de esa historia eclesiástica. Pero la culminación de esta historia, como argumentaban algunos jesuitas, no podía llegar a menos que los operarios originales fueran respaldados en esta obra. La geografía del noroeste novohispano, no debía ser vista como un conjunto de territorios desprovistos de poblaciones españolas, o abandonados al dominio de grupos aún no sometidos a la corona. Más bien, en el caso de los jesuitas se pensaba en un gran territorio donde se libraban batallas que eran ganadas por los misioneros de la Compañía de Jesús, si bien la condición para persistir en ese empeño era contar con un amplio margen de maniobra mediante la dirección del poblamiento hispano en esas regiones. Algunos grupos indígenas de las misiones franciscanas en la frontera de Texas sirven de pórtico al estudio de Jay T. Harrison. La viabilidad de la empresa misional en el nordeste novohispano dependió de una orden religiosa que recurrió a la imagen de la geografía sacra construida mediante establecimientos religiosos y escenarios de martirio. Sin embargo, para fines del siglo XVIII, las críticas hacia la presencia misional en la frontera norte de la Nueva España, así como las necesidades defensivas de la monarquía española ante el avance de fuerzas extranjeras en Norteamérica, convencerían a los franciscanos acerca de la pertinencia de ajustar el discurso del mérito del martirio, poniéndolo ahora al servicio de la utilidad social y política. ¿Se trataba de una forma de negociar la supervivencia en la frontera tejana?. Todo parece indicar que las misiones proporcionaron formas de supervisión para la mayor parte de las bandas de indios que se dedicaban a la caza y recolección en estas tierras. Estas gentes tenían culturas diferentes a las de los Apaches, los Comanches y los Caddos, ésta última con una fuerte base en la agricultura. Las bandas de cazadores-recolectores fueron las que más se aproximaron a algunas misiones como demuestran los estudios sobre San Fernando de Béjar entonces, la ciudad de San Antonio hoy, quedando vestigios de su paso por la villa y por las cinco misiones 33 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo del Río de San Antonio. Los misioneros franciscanos tomaron amplio contacto con estas culturas. Esta relación entre los frailes de los Colegios Apostólicos de propaganda fide de Nueva España y las bandas de cazadores-recolectores formaron una base a partir de la cual los misioneros pudieron edificar misiones de indios sin la presencia de neófitos de las tribus mayores de Texas. Entre las razones del interés de los indios por utilizar las misiones para su supervivencia prevalecieron aquellas referidas a la preservación de sus gentes por medio de refugios, de sus fuentes de aprovisionamiento y de la vigilancia de otras necesidades con objeto de restablecer sus pueblos dentro de otros grupos a través de procesos graduales de etnogénesis. El ensayo de Javier García Bresó sobre las fronteras culturales cierra el libro. Como expone el autor, la relación y dependencia histórica entre Europa y América le proporciona un pretexto idóneo para profundizar en el asunto de la frontera. ¿Qué variables tiene la frontera?. Normalmente se entiende comúnmente por frontera la delimitación geográfica invisible entre distintos países. Precisamente quienes hacen visibles esas fronteras son los seres humanos. Algunas personas poderosas construyen esas delimitaciones y las hacen pasar a nuestras mentes estableciendo referencias simbólicas visibles como aduanas, muros, piedras, etc. Conociendo esas referencias podemos saber dónde nos encontramos. Por tanto la frontera es una referencia mental que nos facilita la organización social e intersocial aunque a priori nos pueda parecer que el papel más importante de la frontera es, sobre todo, separar. Pues bien, desde esta tesitura se puede señalar que la cultura, asevera García Bresó, también puede considerarse como una frontera, como algo que separa a los diferentes grupos humanos incluso hasta dentro de la propia sociedad. Esto lleva al autor a tratar las fronteras más allá de las geográficas y espaciales. Nuestras respectivas culturas construyen referentes, campos simbólicos y sobre todo visiones del mundo muy diferentes entre sí. Y tan diferentes que normalmente nos impiden una comprensión de los “otros” desde nuestra lógica cultural. O mejor dicho entendemos a los otros, que son diferentes a nosotros, desde nuestra lógica. Un buen error que los antropólogos han denominado etnocentrismo. La historia del 34 Presentación contacto entre personas de distintas culturas está llena de este tipo de errores. Desde un análisis etnohistórico, el autor del ensayo, presenta distintos ejemplos para explicar que la comunicación intercultural no siempre ha funcionado de la mejor manera posible. Como todo proyecto conjunto es obvio reconocer el esfuerzo de muchas personas e instituciones. Los primeros agradecimientos, en el capítulo humano, deben dirigirse a los autores de los textos que se recogen de casi una veintena de universidades españolas y americanas tanto por el interés demostrado en asistir al curso de verano en Almagro como por el meritorio trabajo de escribirlos con la temática elegida para su publicación científica. Extendemos nuestro agradecimiento a los miembros del Comité Científico que, de forma generosa y altruista, realizaron matizaciones y sugerencias oportunas para su mejora. Y por supuesto, al secretario del curso, José María Rodríguez Jiménez, que nos ayudó en la búsqueda de la siempre difícil financiación y en las imágenes de los folletos y carteles, compartiendo con los directores del curso el desvelo por el buen desarrollo de las jornadas. Es de agradecer, además, se pusiera desde el primer momento a nuestra disposición en las sesiones académicas y nos ayudara con el tedioso aparato logístico. En el capítulo institucional estamos en deuda con el Ministerio de Economía y Competitividad que avaló el proyecto desde sus inicios (HAR 2012-37583) y con la Universidad de Castilla-La Mancha, alma mater ya de tantas iniciativas académicas que han llegado a buen puerto. En especial, a Doña María de los Ángeles Zurilla, Vicerrectora de Extensión Universitaria del Campus de Cuenca, por la confianza puesta en los Directores de lo que en su día se presentó como un curso de verano. A don Luis Maldonado, Alcalde de Almagro, por acompañarnos en la inauguración de las jornadas y en la visita al magnífico Corral de Comedias de Almagro. También nos sentimos muy bien acompañados en la clausura por Doña Amy Bliss, Agregada Cultural de la embajada de Estados Unidos en España, y por Doña Carmen González, jefa de asesoría de Asuntos Culturales y Educativos de la misma embajada. Y a los alumnos de la Universidad de Castilla-la Mancha y de otras universidades españolas por el calor humano que dieron a las jornadas, entre 35 Porfirio Sanz Camañes y David Rex Galindo ellos, guardamos un recuerdo muy especial de Domingo Rex y de Marisa Galindo. Al otro lado del Atlántico, Wilber Arias, estudiante de maestría de Estudios Hispánicos de la Stephen F. Austin University en Texas, nos ayudó con las traducciones de los textos escritos originalmente en inglés para buscar su mejor versión en español. Por último, el buen acabado del libro se debe a la editorial Abya Yala y a su editor por el interés despertado en su difusión y publicación. Como siempre, no nos queda sino someter al buen juicio del lector las páginas que a continuación se presentan. 36 I. Fronteras políticas y militares La frontera hispánica en la Europa Moderna Oscar Jane Checa1 Las razones para pensar las fronteras de manera distinta a los siglos anteriores durante la formación de los Estados modernos tiene que ver con los cambios en el modo de hacer la guerra, con las necesidades de los propios monarcas y con los efectos colaterales que, de una manera u otra, obligaron a mudar fronteras o vestirlas de otra forma. Es obvio que la monarquía hispánica vive unas transformaciones estratosféricas para la época, o mejor dicho, primero las conoce la corona de Castilla, al verse involucrada en la “campaña” americana –que ya no cerrará la puerta hasta la era contemporánea–. El descubrimiento de América, la posesión singular de parte de la península Ibérica y la lucha establecida al Este con el turco marcará una manera distinta de pensar la frontera. O mejor dicho, obligará a abandonar la antigua forma de frontera exclusivamente militar. La “raya” bélica se irá transformando en “raya” social, humana, poblacional, ideada desde esferas lejanas eso sí. Pero también es cierto que la “frontera” que se proyecta, que se usa y de destruye al uso de monarquías cada vez más fuertes, es distinta en Europa que en América. La evolución de dos maneras de ver el mundo, traerá consigo que, aunque detrás estén situadas las mismas órdenes gobernantes, el enfoque –y el uso– sea distinto. En ambos casos emerge la cuestión de la violencia, pero mientras en Europa se aprende a usarla y concebirla 1 Universidad Autónoma de Barcelona 39 Oscar Jane Checa desde dentro, en América prosigue con la tradición bélica e intrínseca de una sociedad antigua2. En el caso que nos ocupa, sin embargo, vamos a intentar evocar algunos aspectos de esta idea de frontera que se vislumbra esencialmente a partir del siglo XVII en Europa, en un mundo compartimentado y presionado por las demandas de control de las grandes esferas monárquicas, esencialmente, Francia y España, pero también Inglaterra y otros territorios nórdicos. La monarquía hispánica se extiende más allá del Atlántico pero conoce mutaciones, primero menores y luego significativas, en su “imperio” europeo. Un imperio que sin duda se tambalea: primero con la separación del monarca del poder imperial –ya en el siglo XVI–; luego con las rebeliones y revoluciones varias, tanto en el norte de Europa (Provincias Unidas) como en su parte más meridional (Cataluña, Portugal, Nápoles…); y, por último, con la progresiva 2 40 Véase en este sentido el interesante estudio de Espino LópEz, Antonio, La conquista de América. Una revisión crítica, RBA Ediciones, Barcelona, 2013, donde explica que la violencia ejercida en América, y que marcará las delimitaciones territoriales y la conquista en general trasciende la misma forma de funcionar que aquella que se había conocido durante las luchas contra los musulmanes, o bien en el Mediterráneo. Para el caso concreto del siglo XVIII, véase: sAnz CAmAñEs, Porfirio, “Frontera, límites y espacios de confrontación en la América hispana durante el siglo XVIII”, Cuadernos de historia de España, 85-86, 2011-2012, pp. 701-718. También Tamar Herzog ha estudiado a fondo la relación de las fronteras y la conquista. Véase el análisis respecto el mundo local y la acción externa en HErzog, Tamar, “Conquista o integración. Los debates entorno a la inserción territorial (Madrid-México, siglo XVIII), en Michel BErtrAnd y Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière. De la Méditerranée à l’Atlantique (XVIe-XVIIIe siècle), Casa de Velázquez, Madrid, 2011, pp. 149-164. Aun en una mirada ensayística para épocas posteriores, Richard White exponía claramente la diferencia entre la mirada europea y americana de la frontera. Asimismo, entre la vivencia septentrional y la que tuvo lugar en el sur americano, la violencia y la fuerza fueron tan determinantes como la relación entre “frontera” y “miedo”; el “miedo” de aquello desconocido situado tras la frontera que marcaba la línea del tope alcanzado hasta el momento en la “conquista” hacia el oeste. Véase WHitE, Richard y LimEriCk, Patricia Nelson, en grossmAn, James R. (ed.), The frontier in American Culture, University of California Press, Berkeley & LA, 1994. La frontera hispánica en la Europa Moderna fuerza que toma el rey de Francia, sobretodo durante la segunda época de gobierno de Luis XIV, y los efectos de la Guerra de Sucesión. En la comprensión de esta evolución se encuentra el estudio de la frontera moderna, que representa poder entender la ideologización de lo que significa vivir, pensar, proyectar, construir o utilizar la propia frontera. Y en este sentido radica también la necesidad de comprender la frontera moderna ya no como una línea de separación y punto –y que de hecho se reproducirá en otros momentos de la historia, como durante los periodos imperialistas del siglo XIX–, sino como unos espacios, unas zonas amplias de frontera. ¿Qué son las fronteras en la Europa de la Monarquía hispánica? La mirada contemporánea sobre las fronteras pasadas son, en general, complejas. Y no lo son solo para la proyección –a menudo– errática de una mirada actual sobre construcciones –y razones– pasadas, sino por la complejidad misma de las fronteras en una época donde, dependiendo de donde nos situemos y quien las conciba, tienen un valor u otro. Estos valores, además, se mueven en campos de análisis que se compenetran, pero no forzosamente entran en las razones de la formación de fronteras, como puede ser el caso de elementos religiosos, económicos, culturales, políticos o simplemente coyunturales. Las perspectivas de análisis sobre las fronteras hispánicas reposan sobre una comprensión evolutiva y real de las distintas realidades fronterizas, así como el estudio de la voluntad del monarca –o del gobierno ocurrente– en controlar, dominar y potenciar sus fronteras. Evidentemente, unas distintas a las otras. Y es precisamente en esta distinción donde se encuentra la raíz para evitar errores cronológicos e ideológicos. Con una voluntad de clarificar, sin por ello simplificar lo complejo desde la mirada actual –y natural, en aquella época–, definiremos tres tipos de fronteras en la monarquía hispánica. En primer lugar, las fronteras interiores son aquellas que se encuentran en la península ibérica. De hecho, esta definición tampoco es del todo válida, porque si precisamente evoca el concepto de frontera es el hecho de interior-exte- 41 Oscar Jane Checa rior, que es lo que sucedía entre los distintos reinos peninsulares. Pero al pasar bajo el dominio de un solo monarca, la idea de “interiores” facilita su comprensión, aunque entendemos entonces que es todo aquel territorio que está bajo mando del mismo rey. Estas fronteras “interiores” son pues peninsulares y ultra-peninsulares (Nápoles y Sicilia)3: tanto en unos territorios como en otros, se necesitaban pasaportes, existían aduanas, controles e impuestos comerciales, la nacionalidad era distinta, como lo eran también las administraciones y los privilegios adquiridos y ejercidos (políticos, como privilegios de alojamientos, milicias, etc.). Así pues, un catalán era tan extranjero a ojos de un castellano, como lo era un mallorquín. Y lo era incluso igual que un francés desde un punto de vista práctico, como hemos explicado, si no fuese porque compartían el mismo monarca. El segundo caso de frontera es la frontera en Europa. De ella hemos separado el caso del reino de Nápoles que consideramos “interior”, pero incluimos los casos de los Países Bajos, Nápoles norte Italia, etc. La gestión de estos territorios, y por lo tanto de sus fronteras, es distinto. Distinto por el interés económico que mueve la monarquía hispánica –y otras como la de Francia– en estos espacios, pero es diferente también porque la gestión administrativa difiere tanto a nivel local como conceptual. Son territorios militarmente activos y sin una clara definición estructural de los privilegios propios. Del mismo modo, se pueden incluir o excluir, territorios según el interés o las derrotas que se van conociendo. La diplomacia moderna ejerce aquí un papel determinante. Y, por último, la(s) frontera(s) del Nuevo Mundo, las de América. Estas fronteras son, ante todo, mentales. La novedad ejerce una influencia enorme en la mirada mundial de los monarcas hispánicos –y europeos, de hecho–, aun trasladando viejas costumbres al otro lado del Atlántico. Las fronteras se multiplican a medida que avanza la conquista, tanto con los autóctonos, como entre los propios 3 42 Sobre el caso italiano y la cuestión de las fronteras interiores y exteriores, véase el estudio de: sABAtini, Gaetano y FAvAró, Valentina, “Frontières externes, frontières internes. Implications politiques et sociales de l’institution des milices territoriales dans les royaumes de Naples et de Sicile (XVIe-XVIIe siècle), en Michel BErtrAnd y Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière…, pp. 177-191. La frontera hispánica en la Europa Moderna conquistadores, entre sus formas de concebir el avance, militar y/o religioso, económico sin duda; y frontera con los “otros” europeos y con las realidades americanas. Finalmente, la frontera americana es también la frontera marítima-continental. Situándonos en el siglo XVII, cabe resaltar diversos elementos fundamentales en la mutación del sentido de “frontera” en Europa. De hecho, probablemente haría falta disponer de diversos conceptos en la propia lengua para definir mejor la frontera de cada momento, algo al estilo de la lengua inglesa, capaz de usar diversos conceptos para los cuales el castellano solo ofrece uno: border, boundary o frontier. En otro ámbito queda ya poco a poco, en aquella época, desdibujado el sentido medieval del “límite”, aunque no su razón de ser cartográfica4. El “nuevo orden de fronteras” son las que se crean a partir de embajadas de diplomáticos y plenipotenciarios, es decir profesionales de la negociación, durante las paces de Westfalia –negociaciones que tienen lugar entre 1644 y 1648– y la de los Pirineos –negociación que se extiende, según el estudio de Daniel Séré, de 1635 a 1659–5. En realidad, muchas de estas paces o tratados, según el interés del uso, se reafirman o quedan en nada con los años, e incluso décadas o más aun. Lucien Bély afirma en este sentido que “por encima de todo, la diplomacia sólo se puede concebir a través de la reflexión y la acción políticas. Ella prepara, acompaña y finaliza la guerra. Se inscribe, pues, en una visión global de los límites tal y como los estados modernos la elaboran”6. La diplomacia, al servicio de su señor –el monarca– se constituye como parte plena y de pleno derecho del Estado. Los que la ejercen transitan hacia un modo profesional, erudito y político, conocedores de 4 5 6 Nordman, Daniel, “Frontières”, en Lucien Bély (dir.), Dictionnaire de l’Ancien Régime, PUF, París, 1996, pp. 576-578. Véase también su fantástico trabajo sobre Frontières de France. De l'espace au territoire, XVIe-XIXe siècle, Gallimard, París, 1998. séré, Daniel, La paix des Pyrénées. Vingt-quatre ans de négociations entre la France et l’Espagne (1635-1659), Champion, París, 2007 i “La France et la Paix des Pyrénées”, en Oscar JAné (ed.), Del Tractat dels Pirineus [1659] a l’Europa del segle XXI, un model en construcció?, Generalitat de Catalunya-Museu d’Història de Catalunya, Barcelona, 2010, pp. 119-126. BéLy, Lucien, “La representación de la frontera en las diplomacias durante la Época Moderna”, Manuscrits, 26, 2008, pp. 35-51 (p.39) 43 Oscar Jane Checa geografía, pero también de lenguas y de ideología de Estado, de economía y de linajes europeos. Los diplomáticos ejercen, a partir de entonces, la otra cara de la violencia del Estado a la hora de construir sus “límites”. Sus interiores dependen entonces de algo que se va programando, aunque ello encuentre a menudo su origen en lo eventual. La base de la sociedad de Antiguo Régimen, la violencia horizontal como la vertical, se reinventa y se construye en las periferias de los poderes como afirmación de fuerza7. En un primer momento, la violencia puede parecer inocua, precisamente por esa costumbre al uso y recibo de ella. En ese camino, la guerra, una guerra que sale de los campos de batalla, que penetra ya cada vez más las casas, las iglesias, los campos, que se convierte en algo más que un frío metal en el cuello para pasar a ser la amenaza constante en el tiempo, es el elemento fundamental. El dominio de la guerra, pero sobretodo su monopolio, determina en la realidad aquello que el papel de los diplomáticos había intuido8. Según Bély, “la acción política alarga, bajo formas de igualdad, la violencia de la guerra”, algo que es fácilmente palpable durante los momentos álgidos de la época de Luis XIV9, y evidente en los espacios colindantes con la monarquía hispánica, como en el caso de Cataluña durante toda la mitad del siglo XVII. Esta presencia, ya sea por la guerra o la amenaza de ésta, convertirá al rey de Francia –y a los franceses por extensión– en creador de un sentimiento de identidad colectivo catalán frente a su monarquía. Eso se puede ver a través de las negociaciones llevadas a cabo en la época de Luis XIV10. 7 8 9 10 44 Un estudio ya clásico sobre violencia social en la época moderna se puede leer en muCHEmBLEd, Robert, La violence au village. Sociabilité et comportements populaires en Artois du XVe au XVIIe siècle, Brepols, Bruselas, 1989. Véase rEynoLds, Charles, The Politics of war. A study of the rationality of violence in inter-sate relations, St. Martin’s Press, Sussex Harvester-Wheatsheaf, New York, 1989. BéLy, Lucien, “La representación de la frontera…”, p. 41. Esta relación entre la presencia y la acción política francesa y la reacción catalana la estudiamos en JAné, Oscar, Catalunya i França al segle XVII. Identitats, contraidentitats i ideologies a l’època moderna (1640-1700), Ed. Afers, Catarroja-Barcelona, 2006. Para otros territorios, con el mismo generador político, véase la aportación La frontera hispánica en la Europa Moderna Ahora bien, si bien es cierto que elementos como la guerra resultan fundamentales en la construcción de las fronteras de Estados y, al mismo tiempo, en las representaciones locales de las fronteras, éstas toman formas distintas desde los diferentes estadios. La primera definición de frontera, ahora y más entonces, es que la frontera es esencialmente dinámica, está en continuo movimiento, perceptible o no en el tiempo, pero nunca es “definitiva”. Este es un elemento asentado en la sociedad y la clase política del siglo XVII, y es uno de los motivos por los cuales se acepta alguna pérdida territorial, como por ejemplo la del Rosellón, por tener la certeza que se trata de un territorio que tarde o temprano retornaría en alguna otra negociación o por la fuerza de las armas. En cualquier caso, el interés de definir la idea de frontera en este momento, el gran cambio que conoce durante la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII es que la frontera, en Europa, deja de ser “solo” un límite, un lugar de separación o de cambio, para convertirse en un espacio de frontera y un espacio de control11. En América, la frontera no puede ser exhaustiva en este sentido en ese mismo momento, ya que ésta avanza y se adentra en el territorio. Durante el siglo XIX, sin embargo, se producirán cambios similares. Y, por otro lado, la definición de la idea misma de frontera como límite, patrimonial y tradicionalhistórico, evoluciona hacia lo político. La frontera ha sido siempre un motivo de estudio, más bien indirecto que directo, en la historiografía catalana moderna. Seguramente por los sucesos políticos (alianzas, guerras, revueltas, líneas militares, etc.) y por su idiosincrasia geográfica (con una frontera marítima im- 11 de ruiz iBáñEz, José Javier, “Vivir en el campo de Marte. Población e identidad en la frontera entre Francia y los Países Bajos (siglos XVI-XVII), dins Michel BErtrAnd i Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière…, pp. 165-175. El uso del territorio, político-administrativo así como social, se va desarrollando en el siglo XVIII. Si en las décadas anteriores se entrevé el interés y la necesidad de control de los espacios de frontera, en ese momento se ve la necesidad de llenarlo de contenido a través de su óptima gestión. Así, por ejemplo, “en France, le XVIIIème siècle éclairé semble “inventer” la notion d’aménagement du territoire” afirmaba hace tiempo Paula Alliès: ALLiès, Paul, L’invention du territoire, Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble, 1980, pp. 147-156. 45 Oscar Jane Checa portante, una frontera al norte que muta, y otra respecto a los demás reinos peninsulares). Y, evidentemente, cuando hacemos alusión a la idea de “frontera”, no siempre es como un sinónimo de “barrera” o “dificultad”, sino que a veces puede resultar un puente, un espacio indefinido. En este sentido, es importante recalcar ante todo que hablar de fronteras, como mínimo en los espacios mediterráneos y pirenaicos, es decir en las fronteras relativas a “lo interior” de la monarquía hispánica, es hablar pues de espacios de frontera, de espacios humanos conformados y de inputs políticos en correlación a la evolución de los estados modernos, como son Francia y España. Las teorías fronterizas se mueven en la época moderna entre el avance científico militar, la estrategia, la geografía y el uso de las élites locales12. Todo ello, cuanto más desarrollado, es un indicador del grado de conciencia de la entidad política gobernante y su poder, de cara al interior como hacia sus oponentes. Así es como el estudio contrapuesto de la monarquía hispánica con sus distintos “enemigos” es suficientemente evocador. Sin embargo, la única frontera “real” que existe (al menos en muchas zonas como las interiores o exteriores), y como mínimo hasta la Guerra de Sucesión, es la frontera militar13. El resto, aquella que se va ideando, la que toca las poblaciones como consagra la fuerza del Estado monárquico, siempre encuentra sus bases en la militar, y no se desarrolla plenamente hasta finales del siglo XVII o el XVIII. Se trata de una frontera que como decíamos, por esencia, es móvil. Puede ser una línea o diversas superpuestas, cruzadas, de larga o corta duración en el tiempo. Pero son esas fronteras perceptibles, por la presencia de tropas de una u otra monarquía, por las administraciones cambiantes o no. Son 12 13 46 BArAmovA, Maria, “Border Theories in Early Modern Europe”, in European History Online (EGO), Institute of European History (IEG), URL: http://www.ieg-ego.eu/ baramovam-2010-en [2013-10-21]. Véase, para el caso catalano-aragonés, la cuestión de la frontera militar interiorexterior en sAnz CAmAñEs, Porfirio, Estrategias de poder y guerra de frontera. Aragón en la guerra de Secesión catalana (1640-1652), CEHIMO, Monzón, 2001. Y también: Espino López, Antonio, Guerra, fisco y fueros. La defensa de la Corona de Aragón en tiempos de Carlos II, 1665-1700, PUV, Valencia, 2007. La frontera hispánica en la Europa Moderna las fronteras reales, las que mueven poblaciones y espacios humanos, las que conllevan un efecto directo e interior, las que definen la violencia cotidiana. Así, para obtener un buen análisis, es imprescindible abandonar las visiones y las estructuras mentales políticas actuales. Un buen ejemplo es el error cometido tanto por la historiografía española como catalana de minusvalorar la pérdida de Perpiñán durante el Tratado de los Pirineos, cuando la capital rosellonesa era, en 1659, la segunda ciudad más importante de Cataluña, desde un punto de vista político y económico, y que era quien desde hacía siglos gestionaba distintas fronteras septentrionales y marítimas con otros reinos. La lectura y comprensión de la frontera hispánica y, en general, de todas aquellas que se van solapando (especialmente Francia y España), puede analizarse como “la frontera” moderna. Y en esta “modernidad” cabe incluir los “efectos” de una frontera ideada, luego llevada a la práctica. Los efectos de la construcción de la frontera catalana La frontera de 1659/1660 (Isla de los Faisanes-Llívia) rompe con la tradición de los límites. Establece un nuevo estilo de concebir las líneas de separación entre las monarquías y desintegra en parte los “microestados” pirenaicos asimilados así por Francia o España. El papel “a secas” no hace la frontera, sino que lo hace el contacto, la separación, las guerras y el tiempo. Por eso, hablar de “frontera” simple no sería del todo acertado. Nos inclinamos bastante por la idea de “variabilidad” respecto de la frontera, sobretodo ya para los últimos años del siglo XVII. En este sentido existen varias maneras de “comprender” la instalación de una neofrontera, desde el estudio de los comportamientos sociales hasta el de las decisiones políticas más o menos concretas y aclaratorias del interés y convencimiento de aquella división o los avances logrados en las diversas guerras. El frente pirenaico no representa el más excepcional ni estudiado por la historiografía moderna, ya que el espacio septentrional de Europa ha llamado más la atención por su complejidad y “riqueza”. Sin embargo, en los últimos años ha emergido la idea que es precisa- 47 Oscar Jane Checa mente durante los años 1640-1678/84 y en esta zona fronteriza catalana donde se pone en marcha todo un laboratorio de ideas y prácticas que serán aplicadas posteriormente a otros niveles y en otros lugares. Y es también el momento gracias al cual se observa un cambio de tendencia en el poder emergente francés frente al hispánico, como mínimo en Europa. Así es como la frontera marcada por los acuerdos y paces de 1659/1660 pende de un hilo durante los enfrentamientos bélicos hispanofranceses de los últimos cuarenta años del siglo. Posteriormente, la guerra de Holanda (1672-1678) acaba plasmando las posibilidades de Francia sobre el territorio definido entonces como fronterizo y las dificultades del rey de España para poder tener el control, incluso para realizar cualquier avance hacia el Languedoc o el Rosellón, como antiguamente. En consecuencia, los franceses comienzan a darse cuenta del interés de una frontera hasta entonces inasequible. Las intenciones de Francia en Cataluña se inscriben en el puro deseo de conquista y, sobre todo, en el alejamiento del peligro español. La ampliación del territorio francés durante ese período (Alsacia, Franco-Condado o Rosellón) es una decisión esencialmente geoestratégica. A partir de los años sesenta del siglo XVII, para el Rosellón, y a partir de la década siguiente, para la Cerdaña, el dilema de las acciones bélicas a llevar a cabo se desvanece y emergen los intereses reales para conservar estos espacios territoriales y humanos. Se pasó de un temprano interés militar –con el ataque defensivo y la progresiva consolidación del poder galo en Europa– a una estrategia política meditada que tuvo una influencia directa en la cotidianidad de los pueblos que habitaban aquella frontera. El debate sobre la asimilación o la integración del Rosellón y la Alta Cerdaña en Francia es estéril porque las interpretaciones pueden ser diversas. En todo caso se puede apreciar cómo los fundamentos se establecieron a finales del siglo XVII, permitiendo asimilaciones exclusivamente parciales, pero que nunca fueron definitivas, hasta el punto de mantenerse entre ambos lados las relaciones sociales, familiares y eco- 48 La frontera hispánica en la Europa Moderna nómicas hasta el siglo XIX14. Por otra parte, los argumentos históricos o tradicionales no eran más que ficción literaria en el porqué de la anexión del Rosellón y parte de la Cerdaña a Francia. La variabilidad de la frontera es una constante, pues, en los esquemas militares y en la realidad territorial funcional. En cada declaración de guerra –e incluso sin ella–, el conjunto de la Cerdaña bajo soberanía hispánica y parte del Empordà pasaban a manos francesas con relativa facilidad (excepto en la década de 1660). Por lo tanto, la frontera avanzaba, o tenía un pie, sobre el territorio hispánico. Pero, aún más, como sucede durante algunos periodos de guerra, la frontera llega a hacerse estable en tierras meridionales. La frontera no siempre queda en el Pirineo más allá de 1659, sino que es variable y poco clara, como cuando la marca fronteriza se establece en Hostalric o Girona durante algunas campañas de finales del siglo XVII. Solo los tratados de paz sucesivos deshacen las nuevas fronteras, a diferencia de la del 1659, que sí se certificó aunque sin cuajar automáticamente. De alguna manera, se puede afirmar que el tratado de los Pirineos es un proceso que culmina en el siglo XIX con los tratados de Bayona (1856-1868), tal y como creía Peter Sahlins, o incluso durante las décadas posteriores, con la puesta en marcha de la Comisión Internacional de los Pirineos (1875)15. Las construcciones y las fortificaciones son una de las maneras más visibles de visualizar un asentamiento poderoso y la afirmación defensiva –o con objetivos ofensivos– desde una región fronteriza. Una vez los gobernantes franceses se concienciaron de la importancia de conservar la nueva frontera (y las tierras anexadas), se dio el salto hacia una verdadera estrategia de arraigo estático militar y, sobretodo, de gran incidencia social. Al concluir la guerra de Holanda, en 1678, se acelera el proceso tanto de conservación de la provincia como de la construcción 14 15 Véase el trabajo de ConEsA, Marc, D’herbe, de terre et de sang. La Cerdagne du XIVe au XIXe siècle, Presses Universitaires de Perpignan, Perpiñán, 2010. sAHLins, Peter, Boundaries: the making of France and Spain in the Pyrenees, University of California Press, Berkeley, 1989; Archives du Ministère d’Affaires Étrangères (AMAE), Fonds Cailler, Commission des Pyrénées. 49 Oscar Jane Checa de la fortaleza de Montlluís (Mont-Louis), significando así la relación entre ambas cuestiones. Francia prosigue su intervención sobre la frontera certificando la debilidad hispánica durante toda la guerra de los Nueve Años (1689 a 1697). Las construcciones y fortificaciones llevadas a cabo hasta la puesta en marcha de Montlluís solo refuerzan la idea de provisionalidad. A partir de entonces, todo cambia, y el efecto provisional se convierte en una voluntad tenaz de extensión de los poderes y, por encima de todo, de control (a los niveles). La manera de observar si la frontera actúa como tal es ver si los comportamientos sociales han variado o se han adaptado a una nueva realidad jurisdiccional y militar. Estas cuestiones verán la luz más adelante. Cabe decir, que la antigua frontera septentrional hispánica de Cataluña con Francia, situada en las Corbières –certificada de hecho como frontera en 1258 entre la Corona de Aragón y Francia–, no dejó de existir hasta casi la Revolución francesa (1785). Este elemento tantas veces recordado por la historiografía rosellonesa indica hasta qué punto la economía de los territorios anexados en Francia sufrió impuestos aduaneros desde el mar hasta todas “sus” montañas. De hecho, incluso los más altos grados militares y políticos franceses que comandaban el Rosellón y la Cerdaña se daban cuenta y, a la vez que controlaban las salidas y entradas de mercancías por Languedoc, reclamaban que se establecieran prioridades en la concesión de pasaportes e intercambios comerciales16. En la construcción del sólido entramado de la nueva frontera hubo un elemento de toque, un puntal. Éste no fue ninguna de las plazas fuertes ya existentes ni reformadas, sino un centro nuevo, innovador y situado de manera estratégica. Montlluís tenía una razón de ser y unos objetivos múltiples: desde la defensa de la frontera hasta convertirse en plataforma de ataque, y también en un “ojo de control” interno y externo de los territorios junto a la frontera. Las autoridades francesas no habían ni mucho menos previsto esto antes de la Guerra de Holanda. 16 50 Service Historique de l’Armée de Terre [en adelante SHAT], A1 356, 85, Carlier a Louvois (abril de 1673). La frontera hispánica en la Europa Moderna El pensamiento hispánico se extendía sobre la idea de que un día u otro podrían recuperar parte de los territorios cedidos en 1659, razón junto a la patrimonial por la que habrían rechazado toda posibilidad de canje en la década de los setenta del siglo XVII, y que se difumina en los años ochenta. Tanto es así que el intendente del Rosellón en ese momento, Ramon Trobat, tenía claro que la situación estaba muy alejada del deseo del rey de España. Es así como fuerza la situación ante la inminente entrada en guerra en Europa: una consulta hecha por el Consejo de Aragón, motivada por una carta del virrey Duque de Villahermosa y unas cartas anexas que venían con ella, venían expedidas por el “Presidente del Consejo del Ruisellón sobre la novedad que se intenta, para que se remitan los títulos de los bienes de los súbditos de VM assí seculares, como eclesiásticos, gosan en la Cerdaña de la obediencia del Rey Cristianísimo, con el pretexto de saber si cumplen los sufragios y demás obligaciones pías que tuvieren, y que si no lo presentan dentro de 15 días se pasarán a la confiscación de dichos bienes”. La respuesta del Consejo de Estado fue que los ministros de Francia estaban equivocados, ya que lo que había cedido el rey en el tratado de lo Pirineos no era otra cosa que “la jurisdicción temporal de la Cerdaña francesa, quedando lo eclesiástico al Obispo de Urgel, que es a quien toca; y debe pedir quenta a los poseedores destas haciendas, si ejecutan las obras pías, à que están obligados por los bienes que poseen”17. Es cierto que la configuración política eclesiástica se mantendrá igual hasta el siglo XIX, pero la temporalidad de la soberanía de la Cerdaña se difuminaba cada vez más a favor de los franceses que del rey de España, tal y como ya había anticipado en 1659 el mismo Cristóbal Crespí: “(…) que entrando los franceses ya desta parte de los Pirineos es cada día más fácil la disensión en los confines, y se suele mover por qualquier leve accidente la guerra que es contrario al fin de la paz que con estos tratados se pretende, y el primer movimiento es ya dentro de la circumferencia de España. 17 Archivo General de Simancas [en adelante AGS], Estado K (Francia), leg.1659, Consejo de Estado al Rey, Madrid 8 de febrero de 1689. 51 Oscar Jane Checa Que los descontentos de Cathaluña en quien ha hechado raízes el cariño a Francia, tienen estando los Franceses dentro de sus límites, camino para conservar su mal afecto y ir fomentando la inquietud. Que en toda Cathaluña y aun en los otros Reynos de la corona de Aragón, se ha de tener por disfavor que VM desestime el amor destos vasallos haziéndolos súbditos del Rey de Francia, pues lo que ha hecho la violencia de la Guerra se atribuie [sic] a desdicha y siempre se espera la recuperación: Pero el día que se enagena por tratados, se cierra la puerta a esta esperanza, y es desconsuelo de no buena consequencia”.18 Sin embargo, el efecto colateral de las fortificaciones y, por lo tanto, del asentamiento militar en la “frontera” catalana pirenaica fue esencialmente: el control de los caminos, así como el de las casas, las familias, los lazos sociales, etc. Es decir, la instalación de una fortaleza moderna, pensada en parte por Vauban para minimizar los efectos nocivos de esparcir la soldadesca por el territorio, pero incrementando exponencialmente los controles, forzó claramente una mutación del comercio más local –aunque con una mirada en el long terme y a pesar de la frontera, el comercio continuó, sobretodo entre distancias mayores–19. Uno de los principales efectos fronterizos, pero también uno de los mayores indicadores de adaptabilidad o resiliencia a la frontera es el grado de desarrollo de operaciones ilegales como el contrabando. No obstante, no se puede decir que durante los primeros años, el aumento espectacular de contrabando (más de 800% entre 1681 y 1697) se deba a ello, sino al control sistemático que se comienza a ejercer20. De esta forma, el comercio tradicional se convertía en contrabando. Otra cosa es, con el tiempo, la transformación por necesidad de las sociedades locales y la 18 19 20 52 AGS, Estado Francia, K1622, n.62, Memorial para el Rey de Cristóbal Crespi de Valdaura, 22 de septiembre de 1659. pouJAdE, Patrice, Le voisin et le migrant. Hommes et circulations dans les Pyrénées modernes (XVIe-XIXe siècle), PUR, Rennes, 2011. Hemos tratado este asunto en: JAné, Oscar, Catalunya i França al segle XVII…, pp. 123-131 La frontera hispánica en la Europa Moderna construcción de unos parámetros profesionales de contrabando21. Por lo tanto, existe una consecuencia directa de la política militar sobre el control fronterizo. Las propias fortificaciones aportan una explicación, más allá de las guerras que, en general, convierten a la frontera en un espacio aun más inestable e indefinido. En este caso, se pone en marcha un proyecto evidente de utilizar la frontera “desde dentro”, cosa que no tendrá símil en esta parte del territorio hispánico hasta el siglo XVIII. Como decía Ramon Trobat, la construcción de una fortificación –monstruosa– para la Cerdaña de la época no se realizó evitando efectos y consecuencias sobre la población de la zona. El mismo inicio de las obras representó el toque de salida de la vigilancia social, “estant important en ce pays pour y establir le bon ordre, de faire toutes choses avec beaucoup d’hautorité, particulièrement au Mont-Louis”22. En el ámbito de las luchas de los estados monárquicos se encontraba pues, no solamente el enfrentamiento bélico, sino la ideologización y plasmación de aparatos disuasorios, amenazantes y de control. Quien tuviese el control sobre su propia periferia, es decir sobre las fronteras de la monarquía, tendría mayores posibilidades de sobreponerse al otro. Para ello era muy necesario ir perfeccionando al máximo los instrumentos defensivos, que a la larga serían también las plataformas de ataque y de presión23. La gran novedad de este sistema es que, conscientemente o no, se introduce la frontera en las casas de los habitantes. Los cambios de señor e incluso de soberanía, que tantas veces se producían y no parecían afectar profundamente la gente, si no había grandes cambios fiscales o económicos, se traducían ahora en mutaciones estructurales. Y todo ello, en la zona oriental del Pirineo, se realizó con una militarización exacer- 21 22 23 Esto tiene lugar ya a partir del siglo XVIII, como explica BrunEt, Michel, Contrebandiers, Mutins, Fiers-à-bras. Les stratégies de la violence en pays catalan au XVIIIe siècle, Trabucaire, Canet, 2001. SHAT A1 648, 28, Carta de Trobat. pErnot, Jean-François, “Guerre de siège et places fortes”, Guerre et pouvoir en Europe au XVIIe siècle, H. Veyrier, Kronos, Saint-Etienne, 1991, p. 132. 53 Oscar Jane Checa bada, por parte de Francia en ese momento, y que se mantuvo al menos cincuenta años, con presiones por los dos lados24. Los efectos de la construcción de Montlluís –y de la presencia francesa en la zona– simboliza el cambio de tendencia en el control de las fronteras hispánicas en Europa. El hecho reiterado por el que el propio marqués de Lafuente debe quejarse demuestra la debilidad del rey ante los ojos de sus habitantes. El mes de septiembre de 1680, por ejemplo, escribe a Carlos II “sobre los malos tratamientos que se hazen a los vasallos de VM en las fronteras de Cerdaña”. Ante las insistentes quejas, el embajador del rey en Francia se mostraría insistente ya que lo que aparentemente eran quejas de ámbito local no correspondían en realidad sino a una cuestión de soberanía, de poder en los extremos de la corona. Lafuente afirmaba que había que actuar por esta razón ante “los malos tratamientos y violencias que reciven de franceses los vasallos de Cerdania y Fuenterravía”25. Algunas consideraciones finales La frontera es el corazón ideológico y la razón de ser del Estado monárquico a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Y más aun con la consolidación del binomio teoría-diplomacia que se practica en Utrecht en 1713. Esta premisa indica la importancia del hecho fronterizo durante la construcción de los estados modernos, y aun más durante su mantenimiento y desarrollo. Se trata de una eclosión que viene seguida necesariamente de un reconocimiento internacional, asumido o no, del espacio, de los límites políticos y lineales del Estado que aspira a ser, ya en el siglo XVIII y sobretodo XIX, una nación homogénea. No es pues hasta ese momento que los estados asumen la existencia de diferencias 24 25 54 Véase el reciente trabajo de mArtí EsCAyoL, Maria Antònia y Espino LópEz, Antonio, Catalunya abans de la Guerra de Successió. Ambrosi Borsano i la creació d’una nova frontera militar, 1659-1700, Editorial Afers, Catarroja-Barcelona, 2013. AGS, Estado K (Francia), leg.1647, Marqués de Lafuente al Rey, París 11 de setembre de 1680; AGS, Estado K (Francia), leg.1648, Consejo de Estado al Rey, Madrid 21 de gener de 1681. La frontera hispánica en la Europa Moderna interiores que hay que ir integrando, sobretodo cuando aquellas fronteras interiores que evocamos al principio ya no existen como tales. En cualquier caso, el cambio de concepción de la construcción fronteriza y de su puesta en marcha teórica rompiendo con una tradición más clásica y medieval, coincide con la idea que la periferia del Estado representa, en estas condiciones, el centro mismo del poder: es el centro de mandos, el laboratorio militar y social, un espacio y un sistema que hay que ir protegiendo y resguardando de cualquier intrusión física y política. Desde la periferia relativa se actúa del macro hacia el micro, en todos los sentidos. Y desde la periferia física del Estado surgen comportamientos múltiples y acciones a favor del arraigo, o bien para conseguir superar la frontera. Una frontera que, por su propia condición de inestabilidad, lleva a evocar nuevos conceptos para evitar indefiniciones y, sobretodo, el rechazo a la idea de “barrera” que durante tanto tiempo ha desarrollado una cierta historiografía conformista. Desde el momento en que el Estado se construye o necesita mantenerse, teniendo en cuenta las dificultades de cada momento –es evidente que no es lo mismo los dominios para mantener bajo control de la monarquía de Francia y la de España a mediados del siglo XVII, por ejemplo–, necesita también dominar, controlar sus fronteras internamente y externamente. Aquí no interviene el concepto del “miedo” a lo desconocido que sí aparece en el mundo americano, ni tampoco el mismo tipo de violencia, ya que aquí, aunque existe, queda enmarcada en un mundo eminentemente judicial y tradicional. La mirada centroperiferia toma fuerza y se reinventa, siempre según unos intereses planificados y con acciones, a menudo, inconscientes o coyunturales. Por todas estas razones, el análisis de las fronteras a escala europea –y siempre con una mirada de reojo al mundo americano, presente en todas las mesas de negociación de la época– se ha de hacer partiendo de estos puntos de mira macros como micros, siendo así capaces de captar de manera conveniente también las políticas locales así como las internacionales, las acciones e interacciones que tienen lugar, o bien las afectaciones transversales de la propia frontera. Las estructuras macro, 55 Oscar Jane Checa por ejemplo, emplean necesariamente las micro para conseguir los objetivos de la monarquía, sino sería muy difícil o efímero. Uno de los puntos esenciales, a parte del objetivo de construcción, mantenimiento y supervisión del Estado monárquico es precisamente el hecho de otorgar la función de “control” a la frontera, quedando ésta a manos del rey – y ya no de las comunidades locales– (tanto para controlar el paso, como para la “selección”, como para el bloqueo… lo fundamental es disponer de ese poder)26. La estructura micro es fundamental, si se trabaja en función y a favor de la macro (el Estado, la administración): es la adaptación necesaria para la supervivencia dinámica de la frontera. En caso contrario, cualquier controversia local o choque puede demoler las estructuras de un Estado construido sobre la fuerza de su periferia, al margen de cuál sea su centro. Los espacios de frontera son pues como el talón de Aquiles del Estado que se construye. De aquí la importancia de las élites locales y su rol fundamental, ya sea en el espacio pirenaico catalán, en su papel en las instituciones de Barcelona, o durante los alborotos napolitanos de Masaniello en los años cuarenta del siglo XVII, otro frente de la monarquía hispánica desde el supuesto interior27. El uso de los poderes locales ha sido el cortocircuito necesario en ciertos momentos y el puente distorsionador en muchos otros. Familias, tradiciones, historia y legalidad se unen en la periferia a la razón de un Estado al servicio de su monarca. En este camino hacia la consolidación del Estado moderno, la monarquía hispánica irá perdiendo “adeptos” locales en sus zonas fronterizas “exteriores” de Europa y, a menudo por rechazo de terceros, ganará aliados en sus espacios de frontera “interiores”. 26 27 56 gAvriLis, George, The dynamics of Interstate boundaries, Cambridge University Press, New York, 2008, pp. 5-9. Véase entre otros, sobre este tema, el libro de: viLLAri, Rosario, Per il re o per la patria. La fedeltà nel seicento: con “ il Cittadino Fedele “ e altri scritti politici, Ed. Laterza, Roma-Bari, 1994. Por nuestro lado, propusimos comparar desde la teoría de frontera el caso de Nápoles, el de Cataluña y el de los efectos religiosos en Francia en: JAné, Oscar, “Psico(socio)logía e identidad de la frontera en la época moderna”, Manuscrits, 26, 2008, pp. 93-120. La frontera hispánica en la Europa Moderna Bibliografía ALLIÈS, Paul 1980 L’invention du territoire, Presses Universitaires de Grenoble, Grenoble. BÉLY, Lucien 2008 “La representación de la frontera en las diplomacias durante la Época Moderna”, Manuscrits, 26, pp. 35-51. BRUNET, Michel 2001 Contrebandiers, Mutins, Fiers-à-bras. Les stratégies de la violence en pays catalan au XVIIIe siècle, Trabucaire, Canet. CONESA, Marc 2010 D’herbe, de terre et de sang. La Cerdagne du XIVe au XIXe siècle, Presses Universitaires de Perpignan, Perpiñán. ESPINO LÓPEZ, Antonio 2007 Guerra, fisco y fueros. La defensa de la Corona de Aragón en tiempos de Carlos II, 1665-1700, PUV, Valencia. ESPINO LÓPEZ, Antonio 2013 La conquista de América. Una revisión crítica, RBA Ediciones, Barcelona. ESZTER Andor y TÓTH Gyôrgy István 2001 Frontiers of Faith. Religious Exchange and the Constitution of Religious Identities, 1400-1750, Central European University Press/European Science Foudation, Busdapest. GAVRILIS, George 2008 The dynamics of Interstate boundaries, Cambridge University Press, New York. HERZOG, Tamar 2011 “Conquista o integración. Los debates entorno a la inserción territorial (Madrid-México, siglo XVIII), en Michel BErtrAnd y Natividad pLAnAs, Les sociétés de frontière. De la Méditerranée à l’Atlantique (XVIe-XVIIIe siècle), Casa de Velázquez, Madrid, pp. 149-164. JANÉ, Oscar 2008 “Psico(socio)logía e identidad de la frontera en la época moderna”, Manuscrits, 26, pp. 93-120. JANÉ, Oscar 2006 Catalunya i França al segle XVII. Identitats, contraidentitats i ideologies a l’època moderna (1640-1700), Ed. Afers, Catarroja-Barcelona. 57 Oscar Jane Checa LAURENTI Martino 2006 “Terra di confine. Perosa tra dominazione sabauda e francesa nella prima metà del secolo XVII”, Bollettino Storico-Bibliografico Subalpino, Deputazione Subalpina di Storia Patria, Torino-Palazzo Carignano, pp.271-340. MARTÍ ESCAYOL, Maria Antònia y ESPINO LÓPEZ, Antonio 2013 Catalunya abans de la Guerra de Successió. Ambrosi Borsano i la creació d’una nova frontera militar, 1659-1700, Editorial Afers, CatarrojaBarcelona. MONCUSÍ, Albert 2005 Fronteres, identitats nacionals i integració europea, Ed. Afers/Universitat de València, Catarroja-València. MUCHEMBLED, Robert 1989 La violence au village. 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ZIMMER Oliver 2003 “Boundary mechanisms and symbolic resources: towards a processoriented approach to national identity”, Nations and Nationalism, 9 (2), pp.173-193. 59 Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas en los siglos XVI y XVII Francisco Fernández Izquierdo1 El surgimiento de las órdenes militares, de las Cruzadas a la baja Edad Media 1. Los orígenes de las órdenes militares cristianas en Tierra Santa A finales del siglo XI, con motivo de la primera Cruzada, nacía también el movimiento ideológico del que surgieron las órdenes militares, que fueron instituciones destinadas a pervivir durante los siglos siguientes encarnando los principios ideológicos y espirituales de la cristiandad medieval europea. Para muchos autores esto no fue sino trasladar a ámbito cristiano la idea de la yihad islámica, y de figuras como los almorávides, que a partir de cenobios o eremitorios denominados rábidas (ribat), transformaron el ascetismo espiritual interior en una lucha armada que consiguió expandir con éxito las fronteras del Islam, la doctrina predicada por el profeta Mahoma. En una sociedad como la medieval, donde la religión y la política estaban estrechamente vinculadas, las órdenes militares cristianas se erigieron en defensoras de 1 Instituto de Historia, CSIC. Madrid 61 Francisco Fernández Izquierdo la fe cristiana propia, frente a las creencias de los paganos o los infieles mahometanos, y se basaron en una estructura organizativa tomada del monacato, especialmente del Císter2. Se cumplía con ello la máxima de la guerra santa proclamada por el papa Urbano II cuando convocó la primera Cruzada, en el concilio de Clermont el 27 de noviembre de 1095, que llevó a la conquista de Tierra Santa y el establecimiento del reino latino de Jerusalén. Los principales artífices de las operaciones serían los nobles, que luchaban a caballo y asumían el papel de paladines de una causa justa por la que luchar y hasta perder la vida, un ideal propio de los bellatores que encarnaban la función militar y de gobierno en la sociedad tripartita medieval. Poco después de que Godofredo de Bouillón hubiera conquistado la ciudad santa en 1099, fundó la Orden de los Canónigos del Santo Sepulcro, siguiendo la regla monástica de San Agustín3. En 1103, el rey Balduino I de Jerusalén asumió para sí y sus sucesores la facultad de presidir esta orden canónica y nombrar a sus hermanos, en nombre del patriarca de la ciudad. Sus miembros se dividían en canónigos regulares (fratres), canónigos seculares (confratres), y sargentos (sergentes), elegidos estos últimos entre los soldados más valerosos y esforzados, que eran armados caballeros para encargarse de la defensa del Santo Sepulcro y del reino latino de Jerusalén y las plazas conquistadas por los cristianos en Tierra Santa. Esta función militar comenzó a decaer con la recuperación de Jerusalén por Saladino en 1103, aunque se mantuvo hasta la conquista musulmana de Acre en 1291, cuando desapareció finalmente el reino latino de Tierra Santa. Desde entonces, el Santo Sepulcro se limitó a su labor estrictamente eclesiástica, conservando además sus prioratos e iglesias en los reinos cristianos europeos. En 1120 nació la 2 3 62 Elaborada por reconocidos especialistas en el tema, es recomendable la lectura de esta síntesis, que se ocupa de las principales órdenes miliares, y que ha sido traducida a diversos idiomas. novoA portELA, Feliciano; AyALA mArtínEz, Carlos de (eds.): Las Órdenes Miliares en la Europa Medieval. Lunwerg editores, BarcelonaMadrid-México D.F., 2005. Gennes, Jean-Pierre de: Les Chevaliers du Saint-Sepulcre de Jérusalem, Paris: Herault, 1995. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas orden del Temple, destinada inicialmente a proteger y asistir a los peregrinos, pero poco más tarde asumiría también la defensa armada del territorio conquistado por los reyes latinos en Oriente. Sus miembros no solo profesaban los votos propios de un monje, sino que también pelearían por la fe católica, lo que les convirtió en la orden militar más popular en toda la cristiandad europea occidental, recibiendo importantes donaciones y fundando establecimientos que les nutrían de las personas y recursos para sus acciones en Tierra Santa. En aquellos años se ponía en marcha la reforma cisterciense, que se propuso devolver al monacato benedictino a sus principios, siguiendo las propuestas de San Bernardo de Claraval. El propio Bernardo es autor del libro de la Alabanza de la nueva milicia, (Liber ad milites templi de laude novae militiae, ca 11201136) donde ensalza a los caballeros del Temple4, donde no resulta extraña la convergencia del entusiasmo reformador durante el mandato del maestre del Temple Roberto de Craon (1136-1149), cuando la orden templaria adoptó hábitos asimilados a los del Císter, colocándose una cruz ancorada de color rojo en el hombro izquierdo, sobre el corazón, como la principal seña de identidad exterior, representativa de la sangre de Cristo. Otra hermandad que se ocupaba de los leprosos en Jerusalén, la de San Lázaro, también se militarizó en el siglo XIII. De manera paralela a la fundación de las anteriores, apareció la orden hospitalaria de San Juan, que era una hermandad destinada en su origen a la atención de los peregrinos, surgida del convento, iglesia y hospital en la ciudad de Jerusalén que fueron autorizados en 1048 por el califa de Egipto a la república italiana de Amalfi. La comunidad que atendía el convento y hospital, dirigida por el beato Gerardo, adoptó una 4 García Fitz, Francisco: la Edad media. Guerra e ideología. Justificaciones religiosas y jurídicas. Madrid: Sílex, 2003, en p. 170: recoge una cita del elogio de San Bernardo en tu texto en el que alaba la nueva milicia templaria: “Marchad, pues, soldados, seguros al combate y cargad valientes contra los enemigos de la cruz de Cristo ciertos de que ni la vida ni la muerte podrá privaros del amor de Dios que está en Cristo Jesús, quien os acompaña en todo momento de peligro…”. Véase también Ruiz Gómez, Francisco: “Los hijos de Marta, las Órdenes Militares y las tierras de la Mancha en el siglo XII.”, Hispania, LXII/210, 2000, pp. 897-916. 63 Francisco Fernández Izquierdo regla inspirada en el monacato agustino, y fue aprobada por el papa Pascual II en 1113, mediante la bula Pie Postulatio Voluntatis5. En el seno de esta, en 1128, surgió la semilla de la que sería la orden Teutónica (Hospitale Sancte Marie Theutonicorum Ierosolimitanum), otra de las más importantes órdenes militares internacionales, que alcanzaría su plena independencia en 1229 cuando comenzó la conquista de Prusia, bajo el patronato del emperador Federico II. A partir de entonces, y con una denominación como “Orden Alemana” o teutónica (Deutsche Orden), se orientaría preferentemente a la conversión al catolicismo, por vía de conquista, de los pueblos aún no cristianizados de Escandinavia y del este de Europa, centrándose en las actuales tierras polacas y prusianas, en las regiones de Prusia oriental, Curlandia, Livonia y Estonia6. En ellas formaría un estado propio en la baja Edad Media, con capital en Marienburg (Malbork en la actual Polonia), sede maestral hasta 1457, que duró hasta la conversión al luteranismo de su maestre, Alberto de Brandenburgo, en 1525. Con la posterior pérdida de Prusia, la orden persistió en otros territorios con diversos feudos (bailías, encomiendas) bajo la autoridad del gran maestre, pero dependientes del Imperio Romano Germánico. Admitía entre sus miembros a católicos, luteranos y reformados, manteniéndose hasta su disolución por Napoleón en 1810, aunque continuó vigente incluso más tiempo en sus dominios austriacos. 5 6 64 O’Malley, Gregory: The Knigts Hospitaller of English Langue. 1460-1565, Oxford University Press, 2005, 2-4. El texto de la bula fundacional, traducido al español, en ‹www.orderofmalta.int/pie-postulatio-voluntatis-es/65553/papa-pascual-ii-asu-venerable-hijo-gerardo/?lang=es›. Luttrell, Anthony T., Studies on the Hospitallers after 1306. Rhodes and the West, Variorum Collected Studies Series, Aldershot, Ashgate, 2007. Borchardt, Karl; Jaspert, Nikolas; Nicholson, Helen J. (eds.): The Hospitallers, the Mediterranean and Europe: festschrift for Anthony Luttrell, Ashgate, Aldershot, England; Burlington, VT, 2007. Especialmente, Riley-Smith, Jonathan: “Towards a a History of Militari-religious Ordes”, pp. 269-284. Una reciente síntesis divulgativa en español y con profusión de ilustraciones es la de Canales, Carlos y Rey, Miguel del: Los halcones del mar. La Orden de Malta. Madrid: Edaf, 2013. Boockmann, Hartmut: Der Deutsche Orden. Zwölf Kapitel aus seiner Geschichte. München, C. H. Beck, 1994. Urban, William L.: The Teutonic Knights: a military history, London, Greenhill, 2003. Nicolle, David: Teutonic Knight. 1190-1561. Osprey Publishing Oxford-New York, 2007. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Algunas de estas órdenes perviven en nuestros días, es el caso de las internacionales de Malta/San Juan de Jerusalén7, y el Santo Sepulcro. Conservando su empeño en la atención hospitalaria a los peregrinos y enfermos que acudían a Tierra Santa, en la actualidad, las órdenes que aún permanecen vigentes están dedicadas a fines asistenciales y caritativos, como lo hacen otras organizaciones internacionales de naturaleza no gubernamental (ONG), tanto en los países más pobres como en naciones desarrolladas, ayudando a los necesitados pero sin perder su naturaleza religiosa católica. Cuentan con miembros tanto eclesiásticos ordenados, como laicos, incluidas damas, según explican sus propias publicaciones, incluidos los portales en Internet8. La Orden de Malta disfruta de un estatus de soberanía reconocida por más de cien naciones de todo el mundo, aunque carece de territorio, con su sede Roma en el Palacio Magistral (Via dei Condotti, 68, donde reside el maestre) y la Villa Magistral del Aventino, donde radica la embajada de la orden ante la República Italiana y la Santa Sede9. 7 8 9 En 2013, del 8 de junio al 2 de agosto se celebró en la Biblioteca Nacional en La Valetta, una exposición en Malta dedicada al 900 aniversario de la fundación de la orden. ‹www.orderofmalta.int/news/66929/the-national-library-of-malta-celebratesthe-order-past-and-present/?lang=en›. La Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén reside tanto físicamente como en Internet, en la Santa Sede vaticana: ‹www.vatican.va/roman_curia/institutions_connected/oessh/›. De esta presencia en Internet de las órdenes militares me ocupé a la altura de 2008 en Fernández Izquierdo, F.: “Información y documentación sobre órdenes militares on-line”, en Manuel Rivero, (coord.), Nobleza hispana, Nobleza cristiana. La Orden de San Juan, Madrid: Ediciones Polifemo Colección Temas IULCE-UAM, 2009 Volumen II, pag. 1321-1364. Como hecho relevante del peso interno que conserva además en la Iglesia católica, el papa Benedicto XVI, poco antes de su renuncia, nombró el 26 de febrero de 2013 presidente del banco del Vaticano (el Istituto per le Opere di Religione, IOR) al barón Ernst Von Freyberg, caballero de la Orden de Malta, por su experiencia como financiero y presidente del grupo de astilleros Blom+Voss Group. Orden de San Juan o Malta en ‹www.orderofmalta.int›, en inglés, italiano, español, francés, alemán y ruso. Como hecho relevante del peso interno que conserva además en la Iglesia católica, el papa Benedicto XVI, poco antes de su renuncia, nombró el 26 de febrero de 2013 presidente del banco del Vaticano (el Istituto per le Opere di Religione, IOR) al barón Ernst Von Freyberg, caballero de la Orden 65 Francisco Fernández Izquierdo En torno a 1150, medio siglo más tarde que lo observado en el oriente del Mediterráneo, en su extremo opuesto, la Península Ibérica, donde esta lucha de frontera de la cristiandad europea alcanzaba plena justificación en los límites de Al-Ándalus, y donde también se habían fundado establecimientos de las mismas órdenes surgidas en Tierra Santa, particularmente los templarios, hospitalarios y sepulcristas, había una situación propicia para la aparición de milicias religiosas autóctonas10. La Orden de Calatrava nació en 1158 para ocupar un territorio que los templarios habían abandonado en el valle del Guadiana, en torno a en la plaza de la que toma su nombre, Calatrava la Vieja, en término de Carrión de Calatrava (Ciudad Real). Su fundación como orden, vinculada al Císter, fue confirmada por el papa Alejando III en 1164 y Alfonso VIII se apoyó en esta nueva institución para la defensa y expansión del reino castellano en la Mancha, mientras que Alfonso II de Aragón situó a los calatravos en 1174 en Alcañiz, que se convertiría en la Encomienda Mayor de Aragón, una de las bases en la expansión hacia el sur que culminaría con la conquista de Valencia, donde también con- 10 66 de Malta, por su experiencia como financiero y presidente del grupo de astilleros Blom+Voss Group. Estas órdenes internacionales y su presencia en España puede seguirse en Barquero Goñi, Carlos: Los caballeros hospitalarios en España durante la Edad Media (siglos XII-XV). Burgos: Editorial La Olmeda, 2003. Id.: “La Orden Militar de San Juan de Jerusalén y la Reconquista desde el siglo XIII hasta el siglo XV”, Medievalismo, 23 (2013), 43-60. Morenés Mariategui, Carlos: Historia resumida de la soberana Orden de Malta. Madrid: Instituto Complutense de la Orden de Malta, 1995. CevallosEscalera y Gila, Alfonso De; Sánchez de León y Cotoner, Antonio y Palmero Pérez, Dolores: La Orden de Malta en España (1802-2002). Madrid: Palafox & Pezuela, 2002. Rincón García, Wifredo: La Orden del Santo Sepulcro en Aragón. Guara Editorial, Zaragoza, 1982. Martínez Díez, Gonzalo: La Orden y los Caballeros del Santo Sepulcro en la Corona de Castilla. Burgos, 1995. Id.: Los templarios en los reinos de España. Barcelona: Planeta, 2001. Bueno y Pimienta, Francisco; Monteserín y Álvarez, Manuel; Valero de Bernabé y Martín Eugenio, Luis; Balanzó y Solá, Juan Gualberto de (col.): Historia de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén y su implantación en España. Madrid: Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, 2001. García Albares, Mª Concepción: Bibliografía de la Orden del Santo Sepulcro. Centro de Estudos de la Orden del Santo Sepulcro, Gobierno de Aragón, 2007. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas siguió la orden algunas encomiendas y un priorato en la propia ciudad. A principios del siglo XIII la sede de la orden se trasladaría hacia el sur en las estribaciones de Sierra Morena, al Sacro Convento de Calatrava la Nueva, con un breve paso por el castillo de Salvatierra, muy próximo al anterior. Su expansión continuó en Andalucía, en particular en la actual provincia de Jaén, con varias encomiendas en torno a Martos, y otras posesiones más dispersas en tierras andaluzas. Más a poniente, en el reino de León, la cofradía de los fratres de Cáceres fue en 1170 la semilla de la Orden de Santiago, confirmada por bula pontificia en 1175, mientras que la Orden de Alcántara, inicialmente denominada de San Julián del Pereiro, por el nombre del monasterio cisterciense donde tuvo su origen en 1176, situado en territorio del actual Portugal, también corroboró su fundación por bula pontificia en 1177. De manera casi coetánea, en 1176, surgía también en Portugal la milicia religiosa de Évora, posteriormente denominada Avis, que como Alcántara quedaría bajo la supervisión de Calatrava como orden filial y con la regla cisterciense. De todas ellas, la Orden de Santiago es la que mayor éxito y extensión alcanzó, sumando su papel militar al de la asistencia a los peregrinos en el camino de Santiago, manteniendo diversos hospitales entre los que destacó el de San Marcos de León11. Su señorío se extendió desde la cuenca alta del río Tajo por la Mancha oriental y reino de Murcia, también por las tierras del reino de León y su prolongación en Extremadura, más diversas posesiones en la Corona de Aragón e incluso alguna fuera de la península. Al independizarse el reino de Portugal, la Orden de Santiago se dividió en dos, con sedes respectivas en Uclés para el reino castellano-leonés, y en Palmela, para el lusitano, con reconocimiento pontificio desde 1288, con el nombre de Ordem de Santiago da Espada, con dependencia de la casa real portuguesa. 11 Un reciente trabajo da cuenta del contenido documental de esta sede santiaguista. Calzado Sobrino, María Pilar: “San Marcos de León. Historia del fondo documental, fábrica e institución del Archivo de la Orden de Santiago en el Priorato de León”, Medievalismo, 23, 2013, 101-115. 67 Francisco Fernández Izquierdo A estas constituciones de órdenes militares les seguirían otras, y entre las más perdurables deben mencionarse las surgidas a partir de la disolución del Temple, pues con sus bienes se formaron las de Montesa en Valencia y de Cristo en Portugal, ratificadas por bulas en 1317 y 1319 respectivamente, mientras que otros bienes pasaron a nutrir la orden del Hospital12. A partir del término frater o hermano, de uso general en las hermandades y comunidades monásticas, los miembros de las órdenes militares establecieron una distinción para poder acoger en su seno a laicos comprometidos con los fines de la institución, particularmente con la misión militar. En las órdenes militares peninsulares, sus miembros eran denominados freires o freiles, para distinguirlos de los frailes de las otras órdenes monásticas. Este título se extendía tanto a los freires clérigos –religiosos sometidos a los votos propios de un monje, e incluso con facultad de administrar sacramentos como sacerdotes si hubieran profesado como tales-, como a los freires caballeros en las órdenes de regla cisterciense. Los caballeros, según la orden a la que se afiliaban, profesaban votos de pobreza, celibato y castidad estricta, como las que habían tomado su regla del Císter. En otros casos, la castidad de los caballeros se limitaba a cumplir con la fidelidad conyugal, no se les impedía atender y vivir con su familia o legar sus bienes a sus sucesores, como en Santiago, una de las órdenes que asumieron la regla agustina, en la que los caballeros no se intitulaban freires. Aparte de los varones también ingresaban mujeres como monjas, denominadas freilas o comendadoras (en 12 68 Disponemos de síntesis actualizadas sobre la fundación y trayectoria medieval de estas milicias propias de la Península Ibérica. Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV). Madrid: Marcial PonsLatorre Literaria, 2003, y sobre su fundación, pp. 165-147. Rodríguez-Picavea, Enrique: Los monjes guerreros en los reinos hispánicos: las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad Media. Madrid: La Esfera de los Libros, 2008. Ruiz Gómez, Francisco: Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2003. Madrid y Medina, Ángela y Villegas Díaz, Luis Rafael (coords.): El nacimiento de la orden de Calatrava. Primeros tiempos de expansión (siglos XII y XIII): actas del I Congreso Internacional de la Orden de Calatrava. Almagro, octubre 2008. Ciudad Real: Instituto de Estudios Manchegos, 2009. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Santiago), junto a otras diversas formas de afiliación y dependencia de los conventos y hospitales militares, más o menos equivalentes a las de las órdenes monásticas medievales. Incluso en Santiago hay testimonio de la concesión de hábitos de caballeras a mujeres nobles durante el reinado de Carlos V, que no parece haberse continuado posteriormente13. Con todo, la preponderancia de los caballeros en estas instituciones se configuró como una peculiaridad respecto a otras instituciones eclesiásticas. El vínculo entre la caballería y la nobleza, sumado al atractivo ideológico de la lucha por la fe católica, supuso un estímulo para que en las órdenes militares fuera cada vez mayor la presencia de personajes procedentes de las familias más distinguidas de Occidente, que pugnaban por ocupar los puestos rectores, aunque no se exigiera en las reglas y estatutos que los nuevos miembros fueran nobles, pero de hecho quien autorizaba los ingresos en cada orden era su respectivo maestre. Finalmente, en particular desde el siglo XV, se establecieron en los estatutos de las órdenes militares criterios restrictivos a para los solicitantes de ingreso, exigiéndose pruebas de nobleza y cristiandad vieja a los nuevos profesos, en diversos grados dependiendo de cada orden, y también en diferente nivel si se solicitaba para ingresar como clérigo o monja, o como caballero. En el caso de las órdenes peninsulares se añadió además la demostración de limpieza de sangre, respecto de que los admitidos no procedieran de linajes conversos al cristianismo de judíos o musulmanes, ni hubieran sido condenados por la Inquisición. Estas órdenes eran presididas por un superior elegido entre los caballeros, denominado maestre y o incluso gran maestre, mientras que los responsables de castillos y distritos eran los bailes y comendadores, que 13 Álvarez-Coca González, María Jesús: “La concesión de hábitos de caballeros de las Ordenes Militares: procedimiento y reflejo documental (s. XVI-XIX)” Cuadernos de Historia Moderna, 14, 1993, p. 291. La participación de mujeres disfrutando de las rentas en las órdenes militares españolas, sin embargo, se canalizó mediante el procemiento del goce de frutos de encomiendas y beneficios a favor de familiares de los varones que sí pudieran haberlas disfrutados. Este caso también se observó en las portuguesas. Olival, Fernanda: –As Ordens Militares (séc XVII-XVIII). Um universo exclusivamente mascuino?–, Faces de Eva, nº 20, 2008, 73-90. 69 Francisco Fernández Izquierdo estaban al frente, respectivamente, de las bailías y encomiendas. Se reunían periódicamente en capítulos, para elegir a los maestres y adoptar las decisiones importantes. Por otra parte, su naturaleza eclesiástica, con dependencia directa de la Santa Sede, ocasionaba conflictos con las diócesis en las que compartían señoríos y jurisdicción canónica. El papel militar adoptado desde su fundación, junto al crecimiento de sus señoríos y los recursos que les proporcionaban, supusieron implicaciones políticas y económicas para que estas órdenes se involucraran en el gobierno de los reinos donde fueron extendiendo sus dominios. El conflicto de mayor envergadura fue el que llevó a la desaparición del Temple a principios del siglo XIV, tras haber caído el reino latino de Jerusalén y perderse también su finalidad originaria, quedando las órdenes cada vez más sometidas en la Edad Moderna a la autoridad de las monarquías en las que radicaban sus dominios. 2. La función militar de las órdenes en la Península Ibérica al final del siglo XV14 Sin entrar en la intervención de las órdenes militares en los sucesivos conflictos por el poder acaecidos en los reinos peninsulares desde mediados del siglo XIV hasta la guerra civil castellana al acceder al trono los Reyes Católicos, que es objeto de una ponencia en este curso, hemos de cuantificar el peso estratégico de las órdenes militares desde mediados del siglo XV. Enrique IV consiguió una bula pontificia que le permitía administrar los maestrazgos de Santiago y Alcántara en 1455 e incluso a vestir el hábito de caballero de Santiago, en un momento de reivindicación del espíritu de cruzada tras la caída de Constantinopla en 1453, ante la amenaza de expansión desde el territorio bajo dominio islámico en la Península con apoyo de los turcos. La inestabilidad interior impidió a Castilla liberarse de ese peligro, hasta que los Reyes Católicos movilizaran a todas las milicias religiosas de Santiago, Calatrava y Al14 70 Este apartado y el siguiente suponen una reelaboración de mi trabajo Fernández Izquierdo, F.: “Los caballeros cruzados en el ejército de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII: ¿anhelo o realidad?”. Revista de Historia Moderna, Anales de la Universidad de Alicante, 22 (2004), 495 -543. Me remito a él para un mayor detalle en las referencias citadas. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas cántara, asentadas en los reinos castellano-leoneses y en los de la Corona de Aragón, al prior del Hospital en 1491 y al maestre de Montesa en 1497, que sumaron sus caballeros y peones a las tropas que atacaban el reino nazarí de Granada15. El espíritu de cruzada propio de las órdenes militares estuvo presente en todo momento, ya que durante las Cortes de Toledo de 1480 se bendijo simbólicamente el estandarte con la cruz jacobea que encabezaría las huestes comandadas por Alonso de Cárdenas, su maestre16. Durante el desarrollo de la guerra se produjeron algunas terribles derrotas, como la de la Ajarquía malagueña en 1483, donde perdieron la vida o fueron capturados más de treinta comendadores santiaguistas, contrapesadas en el éxito de los restantes caballeros de Santiago en la toma de Cártama en 1485, la de Málaga en 1487 (donde el primo del maestre, el comendador mayor de León, Gutierre de Cárdenas izó el pendón jacobeo en la alcazaba, tras asistir en nombre de los Reyes Católicos a diversas negociaciones con las ciudades enemigas), y en la conquista de Baza en 1489, donde el maestre de Santiago estuvo al frente de 1.800 lanzas, compuestas por los propios caballeros y los soldados que costeban. El maestre de Calatrava, Rodrigo Téllez Girón contribuyó al fallido sitio de Loja en julio de 1482 con 400 caballeros y casi un millar de peones, costándole la vida al propio maestre. García López de Padilla, que le sucedió en el maestrazgo, intervino en la tala de la vega granadina en 1483, pero su senectud dio paso al protagonismo del comendador mayor Diego García de Castrillo, y de los sucesivos claveros, Gutierre de Padilla y García López de Padilla. El joven maestre de Alcántara apenas llegó a acudir en persona a la campaña de Ronda a partir de 1485, al frente de 563 caballeros entre los profesos y los reclutados en su señorío, y 253 peones, incrementados hasta 755 jinetes y 427 peones en las campaña de 1487, cuando se tomaron Vélez Málaga 15 16 Sobre las fases de la conquista de Granada, véase el mapa incluido en el Atlas cronológico de la Historia de España, Real Academia de la Historia- Ediciones SM, Madrid, 2009. Seguimos en este punto a suárEz FErnándEz, Luis: Las órdenes militares y la Guerra de Granada, sEviLLA: FundACión sEviLLAnA dE ELECtriCidAd-guAdALquivir, s.L. EdiCionEs, 1992. Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)…, pp. 479-485. 71 Francisco Fernández Izquierdo y Málaga, disminuyéndose estas cifras en los años posteriores, hasta los 200 caballeros que permanecían en activo en la primavera de 149217. Entre los muchos actos heroicos que protagonizaron los caballeros en esta guerra destacan en 1486 el fallecimiento en la vega de Granada del caballero don Martín Vázquez de Arce (inmortalizado en su figura yaciente del Doncel de Sigüenza donde se destaca en su pecho la cruz de Santiago)18, el valor del comendador de Heliche de la Orden de Alcántara en la toma de Vélez Málaga19, o el aguerrido calatravo Pedro de Ribera, comendador de Caracuel20. Dejando aparte las gestas individuales y consideradas en bloque, las tropas aportadas por las órdenes militares podrían suponer en términos generales entre el 15 y el 20 por ciento de un total de 10.000 caballeros movilizados en esta guerra, y entre el 5 o 6 por ciento de los peones de infantería, estimados en más de 40.000. Los efectivos de las órdenes, respecto a las aportaciones de nobles y eclesiásticos en las huestes de los Reyes Católicos, llegaron a suponer hasta el 35 por cien de los caballeros y el 55 por cien de los peones en la campaña de 148721, siendo Santiago la que más lanzas aportaba22. Las 17 LAdEro quEsAdA, mAnuEL FErnAndo: “LA ordEn dE ALCántArA En EL sigLo Xv. dAtos soBrE su potEnCiAL miLitAr, tErritoriAL, EConómiCo y dEmográFiCo”, En la España Me- 18 19 20 21 22 72 dieval, ii, 1982, Estudios En mEmoriA dEL proFEsor d. sALvAdor dE moXó, pp. 503-504. Martínez Gómez-Gordo, Juan Antonio: El Doncel de Sigüenza. Guadalajara: Aache, 1998. El comendador era frey Maldonado. Torres y Tapia, Alonso: Crónica de la Orden de Alcántara, Madrid: Gabriel Ramírez, 1763, Tomo III, p. 518. Hay reedición por la Asamblea de Extremadura en 1999 y en Nabu Press, 2011. Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)… p. 484. Se destaca la potencia de Santiago sobre las demás milicias, pues en 1487 movilizaba 1.200 lanzas y 2.500 peones, Calatrava 550 lanzas y 1.000 peones, y Alcántara 775 caballeros y 400 peones. Véase Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)… pp. 558-559, sobre cifras estimadas por Ladero Quesada, Miguel ángel: Castilla y la conquista de Granada, Granada, 1987, e Id.: “Ejército, logística y financiación”, en VV.AA. La incorporación de Granada a la Corona de Castilla, Granada, 1993, pp. 195-227. Porras Arboledas, Pedro Andrés: La Orden de Santiago en el siglo XV: la provincia de Castilla. Madrid: Dykinson, 1997, pp. 31-32 y 295-297. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 69 encomiendas de la santiaguista Provincia de Castilla (en las actuales provincias de Madrid, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Albacete, Jaén y Murcia) proporcionaron 293 lanzas en 1481, mientras que la Provincia de León con una treintena de encomiendas extremeñas, sufragaba 194 lanzas en 1480 y 1484, incrementadas hasta 207 en 150223. Una vez cerrada la conquista de Granada el 2 de enero de 1492, se asistió al izado del pendón de Santiago sobre la Torre de la Vela en la Alhambra, junto a la enseña de los Reyes Católicos. Los miembros destacados de las órdenes militares recibieron recompensas por sus servicios24. Al irse produciendo el fallecimiento del maestre de Calatrava, García López de Padilla (1489), de Santiago, Alonso de Cárdenas (1493), y la renuncia del maestre alcantarino Juan de Zúñiga (1494), los maestrazgos recayeron definitivamente en poder de los Reyes Católicos en administración, conforme a un pacto negociado con la Santa Sede, cuyos pontífices Inocencio VIII y Alejandro VI habían ratificado con la expedición de las bulas que así lo disponían25. En este proceso primaba la autoridad del rey sobre la de las casas nobiliarias que habían pretendido los maestrazgos y los habían utilizado en sus propios beneficios. Una vez concluida la Reconquista, carecía de sentido que la monarquía no accediera al control directo sobre estas instituciones y sus recursos26. 23 24 25 26 rodríguEz BLAnCo, dAniEL: La Orden de Santiago en Extremadura. Siglos XIV y XV. Badajoz: Diputación de Badajoz, 1985, p. 134. LAdEro quEsAdA, miguEL ángEL: “LimosnAs, dádivAs y LiBErACionEs En torno A LA tomA dE grAnAdA (1490-1492)”, Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 24, 2012, pág. 11. Sin embargo, la Orden de Montesa no se incluyó en este proceso, pues Alejando VI, el papa Borgia, de origen valenciano, no estaba dispuesto a que los miembros de su linaje perdieran los recursos que obtenían en dicha orden. Un resumen elaborado en el siglo XVI de las causas de la incorporación de los tres maestrazgos redactado en italiano,, De causis uniones Magisterii Ordinis de Calatrava Coronis Castellae. Explicaba los motivos: “…Che essendo stata la erettione di questi ordini per scacciare li Mori di Spagna et guerreggiar contra di loro, li Maestri non attendeuano a questo, ma a altri cose contrarie al honor Reale et quiete delli reghni, consumando l’entrate in questi vsi. Altre cause che constano per le Historie et si puo gudicare che con l’espresse nelle bolle mouessero li Pontifici a concede la detta administatione a li Re. 73 Francisco Fernández Izquierdo La dignidad maestral, en manos de familias muy importantes de la nobleza castellana, no se cedió sin oposición, pues se produjeron algunos conatos de resistencia tanto tras el fallecimiento del maestre de Calatrava como tras la muerte de Fernando el Católico en 1516, pero esta fue vencida finalmente, cerrándose el proceso en 1523 con la concesión de la administración maestral por la bula Dum intra nostrae otorgada a Carlos V y a sus sucesores de manera perpetua27. Se había logrado 27 74 Che la maggior parte delli detti Magisterii consiste in donatione che li Re hanno fatte a questi ordini de terre e Castelli nelle frontiere delli Mori, affin che di li guerreggiassero con loro et di altre gratie che similmente gli faceuano in quello che si andaua guadagnando dalli Mori. Che scacciati li Mori di Spagna cesso la necesita et occasione principale con la quale i magisterii se instituirno per star posti in persone particolare, et segui similomente la conuenientia che stiano nel Principe, il qual sempre tien guerra e frontera con li Mori et in chi stanno viue le cause che vi farno per fare Maestri, Che cessando l’impiegarsi li Maestri in la guerra che con li Mori era in Spagna non seruiuano a cosa alguna a la esaltatione della fede l’entrate delli Magisterii come serueno ingrandendo la corona Reale che sempre tiene questo carico et impresa, Che era grande absurdo che fosse un Maestro piu capace di beneficare Caualieri et gente nobbile che il Principe proprio essendo la maggior parte di questa remuneratione di richezze procedute del medesimo Principe in tanta gran quantita/ e conuertendola loro in sua offesa in fauore delli Mestri, et quando megior et piu gusto pare che le gratie et mercede che la nobbilita ha da pretendere le pretenda dal suo Principe che da qual si voglia altro suddito, et il disordine che causa in vna Monarchia il star tronchato questo, et auantaggiati li sudditi al Principe, Che li Magisterii stamo meglio et piu authorizati et con maggior decoro nelli Re che in nessun suo vasallo, et e molto maggiore il frutto che ne segue al seruitio di nuestro Signore, stando questa forza vnita con la corona che no in altro particolare ne quali era tanto invtile e dannosa per quello che si e detto, oi che li Maestri gia non si occupauano in la guerra con li Mori ma pensuano farla allí suoi Principi, Che venendo per elettione a succedere in qual si voglia di questi Magisterii alcuno delli signori potente di Castilla congiugendosi con la possanza e parentado et authorita di sua casa la richezza e mezzi de rimunerare con le comende, et seguito della nobilta, era cosa molto pericolosa et occasionata a danni della Corona, et Inquiete delli sudditi di quella come si vidde molte volte…” Archivo Secreto VaticanoA.A.Arm. I-XVIII, 2281. En el caso de la orden de Calatrava, en 1489 se reunió un capítulo general que pretendió, de forma fallida, nombrar un nuevo maestre. FErnándEz izquiErdo, F.: La orden militar de Calatrava en el siglo XVI. Madrid: CSIC, 1992, pp. 48-56. LAdEro Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas por fin la sumisión a la corona de estas instituciones, que por su potencial militar habían llegado a enfrentarse en no pocas ocasiones a los intereses de los titulares del trono. Recuérdese la postura favorable a la Beltraneja que adoptaron el clavero de Alcántara o el maestre de Calatrava durante la guerra civil al principio del reinado de los Reyes Católicos, que corresponde al ambiente en el que se gestaron los hechos de la revuelta de Fuenteobejuna y su posterior secuela literaria, mientras que en el bando contrario se produjo el apoyo del maestre de Santiago a la causa de Isabel y Fernando. Por eso, a partir de este momento, el potencial militar de las órdenes, bajo la autoridad directa de los Reyes Católicos, quedó neutralizado ante cualquier veleidad política peligrosa. Respecto a Portugal, al contrario que en Castilla, las órdenes militares mantuvieron una línea de dependencia y colaboración con la casa real portuguesa, especialmente la Orden de Avís, de la que tomó nombre el linaje que gobernaba el reino, desde que accedió en 1385 al trono de Portugal Juan I, que era maestre de dicha orden e hijo bastardo del rey Pedro I. Tanto la Orden de Cristo, como la de Santiago, así como la de San Juan, estuvieron en este período vinculadas a parientes del monarca y a sus intereses. La expansión ultramarina portuguesa en África, Asia y América contó con el apoyo de los miembros de sus órdenes militares, con particular protagonismo de la Orden de Cristo28. 28 quEsAdA, mAnuEL FErnAndo: “La incorporación del Maestrazgo de Alcántara a la Corona”, Hispania, XLii, 1982, pp. 9-16. Cortés pEñA, Antonio Luis: “Carlos V y el papado”, en Castellano Castellano, Juan Luis; Francisco Sánchez-Montes González (coords.): Carlos V. Europeísmo y universalidad. Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, volumen III, Los escenarios del imperio, pp. 145-168, y especialmente sobre la concesión de la administración de los maestrazgoa a perpetuidad en p. 154. Suárez Fernández, Luis: “Cuándo los maestrazgos se incorporan a la Corona”, Revista de Historia Militar. 2000, 44 (número extra), pp. 223-230. Se ofrece una visión sintética sobre la incorporación de todos los maestrazgos en Ayala Martínez, Carlos de: Las Órdenes Militares Hispánicas en la Edad Media (siglo XII-XV)…, pp. 751-758, y la bibliografía que se cita. El papel de las órdenes militares en campañas ultramarinas sí la tuvo la orden portuguesa de Cristo. Olival, Fernanda: “La historiografía sobre Órdenes Militares portuguesas en el periodo moderno: balance y tendencias (1970 – 2002)”, Stvdia 75 Francisco Fernández Izquierdo 3. Las órdenes militares castellanas incorporadas a la corona Cuando las órdenes militares castellanas perdieron su independencia, coincidiendo con el fin de la Reconquista en el territorio peninsular, las hazañas corporativas de los caballeros cruzados glosadas en la cronística de la guerra de Granada desparecieron en las nuevas ofensivas en el norte de África, porque los miembros de las órdenes no participaban como tales, sino integrados en los ejércitos reales. No hay noticia de convocatorias de las órdenes militares para la toma de Melilla en 1497, o Mazalquivir en 1505, aunque desde 1495 la corona ya obligaba a los comendadores de Calatrava y Alcántara a costear lanzas, como también se mantuvo para la Orden de Santiago tras su incorporación a la corona. En 1508, para la campaña de África, en la ofensiva hacia Orán, Bujía y Trípoli (1509-1510), se ordenó la participación de los comendadores y caballeros personalmente, junto a las lanzas que les correspondieran, pero no fructificó una propuesta de situar presidios y conventos en dichas plazas que estuvieran a cargo de los caballeros de las órdenes29. Del servicio personal se fue pasando a la imposición a los comendadores de un pago anual por lanzas, proporcional a los ingresos de cada encomienda, pues resultaba más práctico30. Tampoco se mantuvo una identi- 29 30 76 Historica Historia Moderna 24, 2002, bibliografía citada en notas 34 y 35. Id.: “The Military Orders and the Nobility in Portugal, 1500-1800”, Mediterranean Studies, XI, 2002, pp. 71-80. Dutra, Francis: Military Orders in the early Modern Portuguese World. Aldershot-Burlington: Ashgate, Variorum, 2006. En Julio de 2013 se ha celebrado un congreso monográfico en Lisboa dedicado a dicha orden. Alonso Acero, Beatriz: Cisneros y la conquista española del Norte de África cruzada, política y arte de la guerra Madrid: Ministerio de Defensa, 2006, p. 174 y 248. En 2010 se ha celebrado en Alcalá de Henares un congreso monográfico sobre OránMazalquivir entre los siglos XVI y XVIII, cuyas actas se han publicado Bunes, Miguel Ángel y Alonso Acero, Beatriz (eds.): Orán. Historia de la Corte Chica, Madrid: Ediciones Polifemo-IULCE, 2011. Apenas se aborda esta fallida iniciativa. Rodríguez Blanco, Daniel: “Santiago y Calatrava en transición (Inicios del siglo XVI). Renta y milicia”, Historia, Instituciones, Documentos, 31, 2004, 511-542. Este autor ha estimado que las encomiendas de la Orden de Santiago contribuían con 479 lanzas en 1480 y 512 en 1502, mientras que las de Calatrava costeaban 288 en 1511 y 300 en 1523. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas dad específica de cuerpos militares de caballeros o tropas de las órdenes militares, y los que participaron en estas campañas lo hacían integrados en el ejército de la corona. Caballeros procedentes de las órdenes militares quedaron integrados en ese ejército, como los calatravos Alonso de Velasco31, y Juan de la Tovilla32, que participaron en la toma de Orán en 1512 y se les encomendaron posteriormente misiones en la orden. Posteriormente, Velasco fue autorizado por el Consejo de Órdenes para acompañar al marqués de Comares en la campaña de Túnez y Tremecén en 1530, por su experiencia previa en aquellas tierras33. De forma similar, las órdenes militares no asumieron ningún papel institucional relevante en la conquista americana, pues aunque adquirieron algunas propiedades inicialmente, su presencia no perduró34. No obstante, diversos personajes destacados en la colonización 31 32 33 34 Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares (OOMM), Caballeros de Calatrava, expediente 2879-3, año 1508. En el registro de despachos de la Secretaría de Calatrava y Alcántara en 1509-08-26 se copió una Real Cédula dirigida al prior del Sacro Convento de Calatrava para que recibiera la profesión expresa de sus votos a Alonso de Velasco, que ya había cumplido siete meses en dicho convento de su año de noviciado, pues los cinco restantes los pasaría sirviendo al rey Fernando en Orán. AHN, OOMM, libro 26c, f. 129 v. En el capítulo general de Calatrava que convocó Carlos V en Burgos en 1523 se le nombró visitador de las obras pagadas con cargo a la mesa maestral en fortalezas de la Orden de Calatrava, íbidem, libro 324c f 46r. En 1525-05-15 fue nombrado procurador de Calatrava en la Real Chancillería de Granada, ibídem, libro 323c, f. 230r. Ejerció el cargo hasta su relevo por Juan de la Tovilla en 1529-09-08, ibídem, libro 327c f. 145 v. También administró la encomienda de las Casas de Córdoba, al fallecer su titular, ibídem, libro 327c f. 160r, Real Cédula, 1529-11-09 AHN, OOMM, Caballeros de Calatrava, expediente 2897-6, año 1509. En 1516 fue nombrado alcaide de la fortaleza calatrava de Sabiote, con salrio pagado por la mesa maestral de la orden. AHN, OOMM, libro 323c f. 268v, Real Cédula, 151604-17. En 1517 actuaba como fiscal de Calatrava, ibídem, libro 324c, f 81v, Real Cédula, 1517-03-02. Fue nombrado procurador de la orden en la Real Chancillería de Granada en 1529 (véase la nota anterior) Real Cédula, 1530-03-05, AHN, OOMM, libro 327c, f169r -tachada-y 170v. En nuestro trabajo Fernández Izquierdo, F.: La orden militar de Calatrava en el siglo XVI, p. 115, se da cuenta de diversos documentos fechados entre 1508 y 1527, relativos a posesiones de la orden de Alcántara en la Española, que finalmente se 77 Francisco Fernández Izquierdo pertenecían a las órdenes. Frey Nicolás de Ovando, gobernador de las Indias que sucedió a Colón, fue comendador mayor de Alcántara35, y su sucesor, frey Francisco de Bobadilla, lo fue de Calatrava y comendador de Auñón. Apenas pocos años después de su paso por La Española, algunos bienes que habían conseguido para la Orden de Alcántara fueron vendidos. La condición de los caballeros cruzados, en particular de la Orden de Santiago, fue propia de muchos de los conquistadores y gobernadores en las Indias: Cortés, Alvarado, Pizarro… La larga tradición alimentada durante la Reconquista mantuvo el mito del apóstol Santiago luchando contra los infieles que se traspasó a América, adaptado en este caso frente a los indios paganos. El espíritu medieval de la caballería, en el que se basaban las novelas que tanto éxito tuvieron en el siglo XVI y que inspiraron a Cervantes para su obra maestra, El Quijote, se inmortalizaron en toponimias como California o Amazonas. Los caballeros militares recibieron otro llamamiento para la expedición africana que preparaba Fernando el Católico en 1511 y que finalmente condujo hacia Italia las tropas que habían sido embarcadas en la flota, y de nuevo se les convocó en 1512 a presentarse esta vez en Burgos, donde se confirmaba que los comendadores y caballeros podían ser más útiles a la corona costeando su aportación en dinero que acudiendo en persona. Para hacer más llevaderos estos desembolsos, no se dudaba en continuar eximiendo del pago de lanzas total o parcialmente a los titulares de encomiendas de baja rentabilidad, o dispensar de asistencia a los caballeros enfermos y ancianos. A partir de este momento podría afirmarse que desde la monarquía se había decidido que las tropas de órdenes militares fueran susti- 35 78 vendieron al no cuajar el establecimiento de estas milicias. Véase también Szászdi León-Borja, István: “El comendador mayor de Alcántara en la isla Española: la Reforma de las Órdenes y los Caballeros en la nueva frontera”, en López-Salazar Pérez, Jerónimo (coord.): Las Órdenes Militares en la Península Ibérica: volumen II, Edad Moderna. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000, pp. 2.241-2.264. Torres y Tapia, Alonso de: Cronica de la Orden de Alcantara. Madrid: Ramírez, 1763, tomo II, págs 662-668. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas tuidas por personas de las órdenes en los ejércitos reales, especialmente cuando se superponían dos lealtades que obligaban a los individuos que vistieran uno de estos hábitos: primero habían de ser leales a su rey como monarca natural; en segundo lugar, como maestre de su orden. Este procedimiento no era novedoso, pues muchos comendadores y caballeros habían servido usualmente a título personal en las huestes reales. Pese a este vínculo individual, tras la guerra de Granada los caballeros de órdenes fueron convocados por la corona en determinados momentos, cuando la urgencia de la situación obligó a recabar la ayuda de las órdenes a Carlos V y a Felipe II, y cuyo resultado práctico está aún pendiente de precisar. En el reinado del emperador, en tres ocasiones, entre noviembre de 1520 y noviembre de 1521 los caballeros y comendadores de las órdenes fueron requeridos en apoyo de Carlos V para sofocar la revuelta comunera, y poco más tarde, en 1523, a presentarse convenientemente armados en sus monturas con ocasión del capítulo general que convocó el propio emperador en Burgos. Asimismo se movilizaron también los peones situados en las fortalezas que volvían a adquirir sentido en aquella guerra civil, e incluso soldados concejiles reclutados en el señorío de las órdenes36. No obstante, quien tuvo un papel decisivo al frente de las tropas realistas no fue un caballero de las órdenes incorporadas a la corona, sino un miembro del Hospital que aún permanecía independiente: don Antonio de Zúñiga, prior de San Juan, quien actuó contra los comuneros desde su castillo de Consuegra37, mientras que 36 37 Gómez Vozmediano, Miguel Fernando: “La revuelta de las comunidades en la Mancha (1519-1531).”, Chronica Nova, nº 23, 1996, pp. 135-169. Este autor presenta en un cuadro las guarniciones de peones situados en la fortalezas de Calatrava en 1520 y 1521, que en las 9 fortalezas del partido de Andalucía oscilaron entre 69 y 75, en las cinco del Campo de Calatrava solo 18, y en la única que había en el de Zorita, el castillo de Zorita de los Canes de 12 en 1520 pasaron a 20 en 1521. Ibídem, p. 150. Véase también, Gómez Vozmediano, Miguel (coord.): Castilla en llamas: La Mancha comunera. Ciudad Real: Almud, 2008. Barquero Goñi, Carlos: Los caballeros hospitalarios en España durante la Edad Media (siglos XII-XV), pp. 231-232, y anteriores, donde se da cuenta del apoyo mutuo entre los Reyes Católicos y la orden de San Juan en intervenciones militares, tanto en el interior de los reinos peninsulares como en el espacio estratégico del Mediterráneo. Todos los cargos sanjuanistas habían de tener autorización regia para su 79 Francisco Fernández Izquierdo algunos comendadores y amplios territorios en la orden de Santiago, como eran el Campo de Montiel o muchas villas murcianas, apoyaron a la revuelta contra Carlos V38. Posteriormente los caballeros de las órdenes volvieron a ser llamados a presentarse en Valladolid tras la derrota de Mohacs en diciembre de 1526, solicitándoles apoyo económico el emperador durante las cortes celebradas en 1527, y ante una amenaza de desembarco turco coincidente con la ofensiva del sultán Solimán el Magnífico sobre Viena, fueron convocados de nuevo en 153239, así como en 1551 y 1597, al plantearse supuestos ataques costeros que efectuarían las naves musulmanas. En 1542 la guerra con Francia y la defensa de Perpiñán y Navarra se planteó la primera ocasión en la que una llamada a las órdenes militares no tenía a los enemigos islámicos como objetivo, mientras que en el caso del levantamiento granadino de las Alpujarras en 1569 la lucha contra el enemigo interior e infiel al mismo tiempo fue la causa de otra convocatoria. No obstante, estos llamamientos entre los documentos de los archivos no parecen haber obtenido éxito práctico, especialmente ante los problemas que supuso el levantamiento, mucho más organizado, de los batallones de las órdenes a partir de 1640. Sin embargo, frente al contraste entre la realidad y el imaginario tan propio de nuestro barroco Siglo de Oro, un espíritu a la vez purista y 38 39 80 nombramiento, y que habían de cumplir con lealtad la fidelidad a sus reyes naturales. pérEz, JosEpH: La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521). Madrid, 1977, pp. 331-350, 360-379. gutiérrEz niEto, JuAn ignACio: Las Comunidades como movimiento antiseñorial, Barcelona 1973, pp. 218-228. Sobre estos movimientos y la respuesta que solicitó en Valladolid Carlos V a los españoles para socorrer Viena véase korpás, zoLtán: “La frontera oriental de la Universitas Christiana entre 1526-1532. La política húngara y antiturca de Carlos V”, en Carlos V. Europeísmo y universalidad, Vol. III, pp. 321-334. Sobre la situación en el Mediterráneo vénase estos trabajos y la bibliografía que se cita, JuAn vidAL, JosEp: “El reino de Mallorca en la política mediterránea de Carlos V”, Ibídem, pp. 531-565. pArdo morEno, JuAn FrAnCisCo: “Imperio y cruzada. La política mediterránea de Carlos V vista desde Valencia”, Ibídem, pp. 359-378. ALonso ACEro, BEAtriz: “Cristiandad versus islam en el gobierno de Maximiliano y María (15481551)”, Ibídem, pp. 15-29. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas utilitario impregnaba los diversos arbitrios y propuestas estratégicas que se ocupaban de las milicias de las órdenes. Ante el peligro de los turcos y sus aliados magrebíes, se pensó situar a los miembros de estas corporaciones en los presidios norteafricanos40, así como costear algunas galeras con cargo a las cantidades recaudadas en concepto de lanzas, asimilando las órdenes castellanas a la orden de San Juan, que había sido protegida por el emperador, cediendo a sus caballeros de las islas de Malta, Gozo, Comino y la plaza de Trípoli para que asentaran en ella su capital tras la pérdida de Rodas. Incluso en algún momento puntual se aplicaron sobre las encomiendas derramas adicionales a los pagos en concepto de lanzas, con destino específico a la dotación de naves de guerra41. Desde 1552 la orden de Santiago se comprometió a mantener cuatro galeras, bajo el mando de don Luis de Requesens, comendador mayor de Castilla nombrado general de las galeras de Santiago, consignándose 25.000 ducados anuales desde el año indicado hasta 1559 en las rentas de la mesa maestral, encomiendas y demás beneficios de la orden para su sostenimiento, completados con dotaciones de la corona para suministros, contratación de remeros, soldados y oficiales. Parece que tan solo se lograron armar tres (Capitana, Patronata 40 41 Por ejemplo, la creación de un convento de la Orden de Santiago en Orán, en el reinado de Felipe III Alonso Acero, Beatriz: Orán y Mazalquivir en la política norteafricana de España, 1589-1639, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 1997, p. 64-68. ‹http://www.ucm.es/BUCM/tesis/19972000/H/0/H0036501.pdf›. También en Id.: Orán-Mazalquivir, 1589-1639. Una sociedad española en la frontera de Berbería. Madrid: CSIC, 2000. Gijón Granados, Juan de A.: Arqueología Moderna en el Castillo de Manzanares (Ciudad Real). La Nobleza, la Casa de Borbón y las Órdenes Militares. Villanueva de los Infantes: Juan A. de Gijón Granados, con la colaboración del Ayto de Manzanares, 2003, pp. 207 y 208, recordando referencias apuntadas ya por, pero apuntando otros proyectos, como el de Ramón Ezquerra fechado en 1596, que pretendía incluso trasladar la sede de las órdenes desde sus conventos del interior a presidios y fortalezas costeras, en donde armarían galeras, al modo de la orden de Malta. En 1535-36 se exigió a las tres órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara un servicio de 24.000 ducados, con destino a costear cuatro galeras armadas, la mitad en la feria de Medina de 1535 y la otra mitad en 1536. Calatrava había de pagar en cada año 4.000 ducados y se comunicó en abril de 1535 a los priores y comendadores que debían abonarlo, como se comprueba en las reales provisiones que señalan las cantidades correspondientes a cada uno. 81 Francisco Fernández Izquierdo y San Pablo) que, integradas en la Escuadra de las Galeras de España desde 1561, participaron en la ofensiva contra la rebelión de las Alpujarras (1568) o en la batalla de Lepanto (1571)42. En esta línea se estableció que los caballeros novicios, si no se encontraban ocupados en otros servicios de importancia por encargo de la corona, antes de poder verificar la profesión de sus votos y convertirse en caballeros profesos de pleno derecho en su orden, habían de permanecer al menos seis meses en galeras, y además habían de retirarse un mes al convento respectivo de su orden para aprender los principios espirituales, la liturgia y oraciones a que estaban obligados por la regla, haciendo vida monástica43. Pero, como se ha dicho arriba, las dispensas eran muy frecuentes44, no solo del servicio militar en 42 43 44 82 El número de tres galeras no resulta escaso si lo comparamos con el de las cuatro que mantenía la Orden de Malta. Lambert-Gorges, Martine: “Santiago et la défense de la Mediterranée”, en Las Órdenes Militares en el Mediterráneo Occidental (siglos XII-XVIII): Coloquio celebrado los días 4,5 y 6 de mayo de 1983, organizado por la Casa de Velázquez, Instituto de Estudios Manchegos. Madrid, 1991, pp. 213249. Cf. AGS, Contaduría Mayor de Cuentas, 1ª época, leg. 1.438, 1.118. Cuentas de 8.000 ducados recibidos por D. Luis de Requesens, comendador mayor de Castilla, para armar las galeras de la Orden de Santiago. Los pagos a se realizaron el 19 de diciembre de 1553 (6.000 ducados, por el tesorero Alonso de Baeza) y el 19 de julio de 1555 (2.000 ducados, de la plata de Nueva España). En leg. 1.318 y 1.339, cuentas de 4.249.363 mrs. recibidos en 1560, por el pagador de las galeras de Santiago, Alonso de Iniesta, siendo general de las galeras de Santiago don Martín de Córdoba, conde de Alcaudete.. Sobre don Luis de Requesens y su puesto de almirante de las galeras de la orden de Santiago véase: Fernández Duro, Cesáreo: Historia de la Armada española, desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón. Tomo II, Madrid: Museo Naval, 1972, p.11, 48 y 494. Adro, Xavier: Luis de Requesens en la Europa del siglo XVI, Madrid: Vassallo de Mumbert, editor, 1984, pp. 128-136, 180212 y ss. Íñigo de Mendoza también fue general de las galeras de Santiago, antes de perecer con su galera en Génova en1562. Los caballeros novicios de Santiago deberían permanecer seis meses sirviendo en las galeras si deseaban recibir el hábito de la orden, medida que quedó recogida en la regla desde 1555. En Calatrava la medida se estableció en 1568, y se refrenda a partir de las definiciones de 1576. Cf. Fernández Izquierdo, F.: La orden militar de Calatrava en el siglo XVI…, pp. 106-107. Siguiendo los libros de despachos de Calatrava, encontramos dispensas de asistir a galeras, tras el establecimiento de la norma. Juan de Nonquermes, que fue proviso del hábito y de la encomienda de Jimena y Recena, y el conde Luis Cribelo fueron Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas las galeras, sino de acudir incluso al retiro espiritual y hasta de realizar la profesión expresa de votos fuera de la iglesia conventual, una gracia concedida a ciertos personajes cortesanos de gran influencia45, o porque el caballero novicio se encontraba sirviendo en los consejos de la monarquía46. Parece lógico que estas exigencias litúrgicas antes de ser armado caballero no tuvieran mucho sentido en quienes recibían su hábito en una edad madura, y fueran propias de los adolescentes o de hombres jóvenes que se iniciaran en la milicia47. En otros casos, sin embargo, el motivo de la dispensa era evitar que el caballero se demorase en acudir al frente de guerra48, y no faltaban quienes no necesitaban este servicio militar, porque ya se encontraban destinados en las galeras49, servían en otros puestos cas- 45 46 47 48 49 dispensados porque la concesión era anterior a la norma indicada, y también por idéntico motivo. Don Francisco de Córdoba y Guzmán, hijo de don Sancho de Córdoba, se libró por enfermedad, lo mismo que don Jorge Ponce de León El barón Adán de Dietrichstein, mayordomo de los príncipes de Hungría, fue relevado de galeras y de acudir al Sacro Convento de Calatrava por atender negocios del emperador Maximiliano, lo mismo que el conde Claudio Tribulcio, asimismo al servicio de los príncipes de Hungría. Ruy Gómez de Silva fue autorizado a profesar sus votos en Calatrava en abril de 1571, dejando la encomienda de Herrera en esa orden, para pasar a beneficiarse de la Clavería de Calatrava, mucho más productiva (Ibídem, f. 148 r, 1571-04-21). Véase EdELmAyEr, FriEdriCH: “ Honor y dinero. Adam de Dietrichstein al servicio de la Casa de Austria.”, Stvdia Historica Historia Moderna, 10-11, 1992-1993, pp. 89-116. Don Fernando Enríquez de Ribera, marqués de Villanueva del Río fue autorizado a conmutar su servicio como portero del capítulo general de Calatrava, por su estancia en galeras. Lo mismo, al licenciado Francisco de Albornoz, del Consejo de Órdenes y ell secretario real Juan de Ibarra. En Calatrava la edad media de acceso a los hábitos se situaba en 25-27 años para el siglo XVI, similar a la de otras órdenes militares. Así se le concedió a don Antonio Fernández de Córdoba en 1570, que con tan solo diez días en el Sacro Convento era requerido a unirse a las tropas que combatían la revuelta morisca de las Alpujarras. Don Rodrigo de Navarra y Mendoza, señor de Buñuel y Lodosa, era mayordomo de don Juan de Austria, cuando se le autorizó a profesar como caballero de Calatrava fuera del Sacro Convento, por estar sirviendo en la armada en 1573. Paulo Sforza también servía en la marina cuando se le autorizó a profesar en 1574. 83 Francisco Fernández Izquierdo trenses50, o incluso habían caído prisioneros en el combate51. En resumen, durante los años transcurridos desde 1568, año del establecimiento del servicio en galeras, hasta 1591, en Calatrava se concedieron 37 dispensas a otros tantos caballeros, que eran justamente la mitad de los que recibieron la merced de hábito en esos años. Cinco de ellos estaban sirviendo ya en el ejército, tres eran importantes figuras de la corte, cuatro ejercían como funcionarios en consejos o corregimientos, tres fueron declarados enfermos, y los 22 restantes no parecían esgrimir excusas importantes, pero consiguieron evitar su paso por las galeras. Entre los medios que se intentaron poner en marcha para sumar fuerzas a la defensa y ofensiva en el Mediterráneo frente a los turcos, Felipe II puso en marcha la reconversión de la Orden del Santo Sepulcro en una orden militar efectiva, asumiendo el propio monarca el liderazgo de la renovada milicia, de la que fue elegido maestre en 1558. Se encargó a Pedro de Zárate, como comisario general, que obtuviera en Roma las autorizaciones pontificias del papa Paulo IV, particularmente para dedicar parte de las rentas eclesiásticas en esta nueva cruzada, pero no obtuvo facilidades porque no querían menoscabar el poder de la consolidada Orden de San Juan52. La historiografía de las órdenes militares en los siglos XVI y XVII, cuya figura más destacada es la figura de frey Francisco de Rades y An50 51 52 84 Cristóbal de Ezpeleta, gobernador de Orvitello en 1582, no podía dejar su cometido para acudir a las galeras. Don Juan de Gaviria había estado sirviendo el corregimiento de la Coruña, y preparando sus fortificaciones durante la guerra con Portugal en 1584. Pedro Vanegas de Córdoba, como alcaide de Santgean, defendía la plaza frente a los luteranos en 1587. Don Jerónimo de Mendoza enfermó mientras servía en Orán, fue apresado y retenido en Argel hasta su liberación. Tras haber recibido la provisión de su hábito de Calatrava en 1562, no pudo recibirlo hasta el 26 de enero 1571, por haber sido capturado, y obtuvo dispensa para profesar de sus votos sin acudir a galeras en 1572, debido a su cautiverio. Sobre los cautivos, véase Martínez Torres, José Antonio: Prisioneros de los infieles. Vida y rescate de los cautivos cristianos en el Mediterráneo musulmán (siglos XVI-XVII). Barcelona: Alborán Bellatera, 2004. García Hernán, Enrique: La Armada española en la monarquía de Felipe II y la defensa del Mediterráneo. Madrid: Ediciones Tempo, 1995, 91-93. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas drada53, clérigo de la Orden de Calatrava, intentó mantener vivo el carácter castrense de los caballeros y comendadores tras la incorporación de los maestrazgos a la corona. En lugar de glosar las gestas colectivas de las huestes cruzadas, se dedicó a recopilar las trayectorias individuales de los militares que habían vestido hábitos en las órdenes. Además de mis propias investigaciones, recientemente he recibido la agradable noticia del descubrimiento por parte del profesor y archivero Miguel Gómez Vozmediano de una crónica inédita de Rades relativa a los reinados de Carlos V y Felipe II para la Orden de Calatrava, cuya publicación, con un sólido estudio biográfico, supondrá una aportación de primera línea en la historiografía de las órdenes militares54. Rades incluye unas Adiciones con una nómina de 74 comendadores de Calatrava, de los que ofrece unos sucintos datos biográficos. Aunque no es exhaustiva la relación de todos los que fueron titulares de una encomienda, respecto a los datos que conocemos mediante otras fuentes, se observa que el cronista manejó documentación del Consejo de Órdenes para completar esta aproximación prosopográfica de su propia institución, pues también elaboró una relación similar con los freiles clérigos más notables del siglo XVI. Los militares de aquel siglo participaban en las diversas campañas que se iban planteando, fuese en el teatro de operaciones del Mediterráneo, frente a turcos y magrebíes, o en Italia, Europa del Norte, el Atlántico. No podría hablarse estrictamente de que eran cruzados 53 54 Rades y Andrada, frey Francisco de: Chronica de las tres ordenes y cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara: en la qual se trata de su origen y sucesso, y notables hechos en armas de los maestres y caualleros de ellas: y de muchos señores de titulo y otros nobles que descienden de los maestres: y de muchos otros linages de España, Toledo, Juan de Ayala, 1572, 73 pp.+3 h.+85 pp.+ 8 h.+ 75 pp. Disponible edición digitalizada en Internet de la Biblioteca Estatal de Baviera (Bayerische Staatsbibliothek) en ‹http://reader.digitale-sammlungen.de/resolve/display/bsb10143822. html› Reedición en Barcelona: El Albir, 1980, 303 pp., con estudio e introducción de D.W. Lomax. Asimismo se ha reeditado en facsímil en Valencia: Librería ParísValencia, 1994, 73 pp. (Sangiago), 85 pp. (Calatrava) y 55 pp. (Alcántara). Hay una edición parcial, limitada a la Crónica de la Orden de Calatrava, Ciudad Real: Diputación Provincial, 1980, 4h.+85 pp. Con el título Francisco Rades de Andrada, cronista y linajista: Adiciones a la Crónica le la Orden y Caballería de Calatrava. 85 Francisco Fernández Izquierdo en el sentido más medieval del concepto, pero sí que actuaron como tales en cuanto apoyaban en algunas ocasiones el mismo tipo de guerra confesional y política. Entre los miembros de Calatrava que menciona Rades, con servicios militares en su biografía, y que ha recogido Gómez Vozmediano en una tabla de cursus honorum, encontramos a casi dos decenas de comendadores, cuyas vidas coincidieron con el reinado de Felipe II55.56 Nombre Ayanz, Jerónimo de Bazán, Alonso de Borja, Pedro Luis Garcerán de, maestre de Montesa y marqués de Navarrés. 55 56 86 Ingreso en Calatrava Familia 1580 Hijo de Carlos de Ayanz, militar, señor de Guenduláin, Navarra. Méritos militares Encomiendas en la Orden Participa en La Goleta, Milán, Flandes, Portugal y Las Azores. Ballesteros (1582–1614 †) y también de Abanilla (15951597) 1573 Hijo de Álvaro Bazán, general de galeras, señor de Santa Cruz y El Viso. Capitán de las galeras Vállaga y Almoguera (1582– 1589); Almodóvar (1589–1597); Viso y Santa Cruz (1597– 1604 †) 158856 Hijo de Juan de Borja, duque de Gandía y de su segunda esposa Francisca de Castro Pinós Capitán general de Orán y virrey de Cataluña Encomienda Mayor (15881592 †) Obviamos datos biográficos que no sean estrictamente militares, como sus puestos cortesanos, diplomáticos, matrimonios, etc., de los que da cuenta con detalle Miguel Gómez Vozmediano. Sin abandonar su condición de maestre de Montesa, recibió la Encomienda Mayor de Calatrava con goce de frutos, a cambio de su renuncia a ser sucedido por otro caballero en el maestrazgo montesiano, con lo que a su muerte en 1592 la orden quedó sometida al rey Felipe II. Inicialmente, dicha encomienda sería concedida a su hijo Juan, que falleció en 1588, antes que su padre, el maestre de Montesa. Véase Andrés Robres, Fernando: “Garcerán de Borja, Felipe II y la tardía incorporación Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Nombre Córdoba Ponce de León, Diego de Guzmán, Pedro de. I conde de Olivares [Hurtado de] Mendoza, Francisco de Manrique de Ayala, García Ingreso en Calatrava Familia 1561 Hijo de Andrés Ponce de León, caballero de Santiago Capitán General del Reino de Murcia Casas de Ciudad Real y Fuente el Moral (15731603) 1544 Hijo de Juan [Alonso Pérez] de Guzmán, duque de Medina-Sidonia, [conde de Niebla, marqués de Cazaza] Alcaide de los Alcázares de Sevilla; sirve a Carlos V en Italia, Alemania y Túnez. Puertollano, (1545-1552.) Piedrabuena (1551-1563) 1564 Hijo de Íñigo López de Mendoza, [III] marqués de Mondéjar y virrey de Valencia y Nápoles Lucha en Guerra de Las Alpujarras, 1569-1571. Almirante de Aragón y las Indias. Almirante en Flandes. Embajador en Polonia (1597). Cautivo de los holandeses, 1600-1602. Valdepeñas (1582-1622) Hijo de Álvaro de Ayala, conde de Fuensalida. Capitán del tercio de Lombardía. Regidor y procurador en Cortes por Toledo. Redimido de penas en Calatrava por acudir a la guerra de las Alpujarras. Daimiel (15821590 †) 1533 Méritos militares Encomiendas en la Orden del maestrazgo de la Orden de Montesa a la corona. Los hechos (1492-1592)”, en Martínez Ruiz, E; Suárez Grimón, V.(eds.). Iglesia y Sociedad en el Antiguo Régimen. III Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad de Las Palmas, 1995. Sobre su actuación en el norte de África, véase Suárez Corvin Montanès, Diego: Historia del maestre último que fue de Montesa de su hermano don Felipe de Borja la manera como gobernaron las memorables plazas de Orán y Mazalquivir, reinos de Tremecén y Ténez, en África, siendo allí capitanes generales, uno en pos del otro, como aquí se narra. Edición de Beatriz Alonso Acero y Miguel Ángel de Bunes. València: Institució Alfons el Magnànim. 2005. 87 Francisco Fernández Izquierdo Ingreso en Calatrava Familia 1565 Hijo de Pedro González de Mendoza (señor de La Torre) Castellano de Castilnovo (Nápoles, 1565). Militar en Flandes. Villarrubia (1569-1582) Mestanza (15821599 †) Mendoza [y Manrique], Jerónimo de 1571 Nieto de Iñigo López de Mendoza, segundogénito del señor de Almazán.. Hijo de Iñigo López de Mendoza y María de Bazán Capitán. Recibe merced hábito en 1562, pero está cautivo en Argel hasta 1571. Capitán general en Portugal. Almuradiel (1582-1596) Almodóvar (1596-1597 †) Mendoza, Juan de 1559 Capitán Casas de Toledo (1561-1569) Abanilla (15691574 †) Monroy, Pedro de 1556 Capitán con Carlos V y Felipe II. Casas de Talavera (1558- 1566 †) 1543 Capitán con Juan de Austria en represión de revuelta de las Alpujarras, 15691571. Gobernador de Gibraltar, 1575. Ballesteros (1575-1577) Cañaveral, (1577-1590 †) Capitán de la guardia extrajera de Felipe II Jimena y Recena, (1570-1578 †) Nombre Mendoza [y Alarcón], Álvaro de Moreno, Antonio Noycarmes, Juan de 88 1576 Su padre, barón de Noycarmes fue maestre de campo general con el duque de Alba en los Países Bajos Méritos militares Encomiendas en la Orden Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Nombre Tisnacq, Carlos Ponce de León, Pedro Sarmiento de Acuña [o Mendoza], Antonio Silva, Juan de [alias “El Corcovado”] Tribulcio, Claudio, conde de Melci Ingreso en Calatrava Familia 1590 Hijo de Charles de Tisnaqc, consejero de Brabante, tesorero de Toisón, presidente del Consejo de Estado de Flandes y presidente del Consejo Privado † 1573. Capitán de la Noble Guardia de Archeros de Corps, 1578-1588. Alcolea (15911597 †) 1585 Hijo de Rodrigo Ponce de León, señor de La Torre de Mengíbar [comandó caballería de Jaén en Guerra de las Alpujarras] Sirve 14 años con su tío el marqués de Santa Cruz en la toma de las Azores. Piedrabuena (Juro) (15901622†) 1549 Hijo de Luis Sarmiento de Mendoza Luchó contra losmusulmanes en Lepanto y en Túnez y contra los moriscos de Granada Almagro (15591576 †) 1544 Hijo de Manrique de Lara, comendador de Guadalerza (1525) y maestresala de la emperatriz Isabel de Portugal Militar en San Quintín (1557), Flandes (1559) y Orán (1568-1569). Capitán de las guardas de Castilla. Cautivo del rey de Marruecos tras la batalla de Mazalquivir (1578). Rescatado (1579). Torroba (15591590) Obrero (1590-1601 †) Merced de hábito con 49 años “por su buen servicio en la guerra”. Monroyo y Peñarroya, (15711591 †) 1568 Méritos militares Encomiendas en la Orden 89 Francisco Fernández Izquierdo Nombre Ulloa, Pedro de Zúñiga y Córdova, Alonso de Ingreso en Calatrava Familia 1560 Hijo de García Alonso de Ulloa 1567 Hijo de Pedro de Ávila, I marqués de la Navas Méritos militares Encomiendas en la Orden Capitán [y alcaide de Almuñécar] Cañaveral (1567-1569);Víboras (15691575†) Capitán de una compañía de las guardas de Castilla Mestanza (15671582) Almodóvar (1582-1589) Viso y Santa Cruz, 15891593 †) A esta veintena habría que añadir, al menos, otras tres decenas de caballeros, de los que se informaba de su condición castrense en el registro de despachos de la Secretaría de Calatrava, lo que supone en conjunto de medio centenar de militares, aproximadamente el 13,5 % de los 370 caballeros que ingresaron en la orden durante los reinados de Carlos V y Felipe II57. La Orden de Santiago, la más vinculada a la milicia, fue historiada por frey Diego de la Mota58, religioso santiaguista autor de diversas 57 58 90 Fernández Izquierdo, F: “Los caballeros cruzados en el ejército de la Monarquía Hispánica…”, pp. 33-35. El número total de caballeros que ingresaron en Calatrava se obtiene de las menciones en los registros de despachos de la propia orden. No disponemos de cifras para Santiago o Alcántara. Mota, Diego de la. Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del Espada, y una declaracion de la Regla, y tres votos substanciales de Religion, que los Freyles cavalleros hazen, y la fundacion del convento de Ucles, cabeza dela Orden, con un catalogo de los Maestres, y priores, y de algunos cavalleros. Valentiae: Alvaro Franco, 1599. Dedicado a Felipe III: “A.L.C.R.M. del Rey Felipe III administrador perpetuo de la Orden de la Cavalleria de S.Tiago del Espada, por autoridad apostolica”. Consta de cinco libros: I. Vida y milagros del apostol Santiago y su Orden; II. Confirmación de la orden por el Papa Alejandro III, anotaciones a la regla de Santiago y catálogo de algunos caballeros; III. Fundación del convento de Uclés y catálogo de Maestres y Priores; IV. El convento de Uclés, cabeza de la orden; V. Índice de algunos aspectos relevantes en relación a la orden. Disponible edición digitalizada en Internet de la Biblioteca Estatal de Baviera (Bayerische Staatsbi- Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas obras entre los últimos años del siglo XVI y primeros del XVII, en el Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del Espada59. La obra se divide en varios libros, entre los que se encuentra la glosa de la regla de la orden de Santiago y el catálogo de los maestres al modo de la historiografía más clásica de las órdenes militares cuya cima está ocupada por la Chronica de Rades. El segundo libro, titulado Catálogo de algunos caualleros de la orden y Caualleria de Santiago60, contiene una relación de 375 caballeros que identificó frey Diego de la Mota, la mayoría con servicios militares, especialmente en el período posterior a la incorporación del maestrazgo a la corona, lo que abarca los años finales del siglo XV y todo el siglo XVI, pues las referencias más modernas que se registran llevan como fecha el año 1599, justo tras acceder al torno Felipe III. Con esta información y otras fuentes, pudimos deducir que en Santiago no menos del 30% de sus caballeros sirvieron en los ejércitos y milicias durante el siglo XVI, y los comendadores, que habían recibido sus encomiendas en función de servicios y lealtades, elevaban la 59 60 bliothek) ‹http://reader.digitale-sammlungen.de/resolve/display/bsb10160983.ht ml›. También en AHN. Biblioteca, sign. 2698, ejemplar en prueba, en parte está aún manuscrito. Mota, frey Diego de la: El Apóstol Santiago. Libro instrucción para que los religiosos de su orden caminen a la perfección de la caridad con un confesionario. Valencia: Diego de la Torre, 1599. Id.: Tractatum de confirmatione Ordinis Militae Santi Jacobi de Spatha cum declaratione trium votorum substantialium quae in eo fiunt.. Valentiae: Apud Didacum de la Torre, 1599. Id.: Tratado sobre un problema en que se advierte como se ha de pretender el Abito de las Órdenes Militares y los padres encaminar a sus hijos. Valladolid: Lorenzo de Ayala, 1603. Id: Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago, del Espada, y una declaracion de la Regla, y tres votos substanciales de Religion, que los Freyles cavalleros hazen, y la fundacion del convento de Ucles, cabeza de la Orden, con un catalogo de los Maestres, y priores, y de algunos cavalleros. Valentiae: Alvaro Franco, 1599. AHN. Biblioteca, sign. 2698. Es un ejemplar en pruebas, pues parte está aún manuscrito, con errores en la numeración de páginas y las hojas que faltan han sido sustituidas por copias con letra quizá de principios del XVII. Acceso digitalizado en la Biblioteca Nacional ‹http:// bibliotecadigitalhispanica.bne.es/webclient/MetadataManager?pid=2704671› Mota, frey Diego de la: Libro del principio de la Orden de la cavalleria de S. Tiago…, pp. 258-322. 91 Francisco Fernández Izquierdo proporción casi al 50 %61. En las biografías sumarias de Mota, los episodios más relevantes de la guerra en el Mediterráneo aparecen al menos en 85 caballeros de Santiago que participaron, y murieron, defendiendo su patria y su fe. Entre los más relevantes estaban los capitanes generales de las flotas, junto a otros personajes menos conocidos62. 4. La frontera en el Mediterráneo Tras la conquista de Granada, el problema de la frontera terrestre con los musulmanes en la península Ibérica se había trasladado al mar, el Mediterráneo, donde se librarían los principales enfrentamientos durante los siglos XVI y XVII entre los dos polos culturales, religiosos y políticos: los imperios de los Habsburgo, y el imperio Turco, con especial intensidad en los territorios costeros norteafricanos63. Desde el oriente mediterráneo se había iniciado la expansión del poderío de los otomanos, que habían puesto su objetivo en la conquista del este europeo desde el siglo XIV, cuyo punto de inflexión se produjo con la caída de Constantinopla en 1453 a manos del sultán Mehmet II. La efectividad de la artillería y de tropas especialmente entrenadas como los jenízaros resultó efectiva para poner fin a un dominio cristiano milenario, el bizantino, y establecer en la ciudad de Estambul la capital del nuevo 61 62 63 92 Esta temática la he tratado en Fernández Izquierdo, F.: “Las Órdenes de Caballería hispánicas y su proyección militar en los siglos XVI y XVII”, en Enrique García Hernan-Davide Maffi (eds.): Guerra y sociedad en la Monarquía Hispánica. Madrid: Ediciones del Laberinto-CSIC-Fundación Mapfre, 2006, vol. II, pp. 861-884. Por orden alfábetico, en las galeras del Mediterráneo Mota menciona a los santiaguistas Jaime de Alagón y Cardona, Álvaro de Bazán y Benavides, II marqués de Santa Cruz; Juan de Cardona y Requesens; Manuel Castelví y Aragón; Cristobal Centellas; Joaquín Centellas; Carlos Centurión de Negrón; Pedro Cervellón; Ioanetín Doria; Juan Andrea Doria; Marcelo Doria; Sinivaldo Doria; Juan de Mendoza y de Luna, marqués de Montesclaros; Bernardino de Mendoza; Francisco de Mendoza; Juan de Mendoza; Pedro de Toledo, marqués de Villafranca; Lope de Valenzuela. García Arenal, Mercedes y Bunes, Miguel Ángel de: Los españoles y el norte de África. Siglos XVI-XVIII. Madrid: Editorial Mapfre, 1992. Una reciente síntesis divulgativa sobre estos sucesos es la de Martínez Láinez, Fernando: La guerra del Turco. Edaf: Madrid, 2010. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas imperio islámico. En los años siguientes, los enclaves costeros y el ducado latino de Atenas fueron cayendo. Quedaba, no obstante, un escollo en el propio seno del dominio marítimo, la isla de Rodas, donde residían los caballeros de la Orden de San Juan, desde la caída de Acre en 1291, y un establecimiento temporal en Chipre, en Limasol. La isla de Rodas había sido capturada entre 1306 y 1310 por la Religión (como se autodenominaba la propia orden), lo que supuso un refuerzo en el papel militar de los caballeros hospitalarios, que con su permanencia en oriente evitaron con ello un destino como el que sufrió la Orden del Temple en aquellos años. Tras la ocupación de Constantinopla, el sultán exigía tributos a los caballeros, que los rechazaban sistemáticamente, así como los intentos de asalto de las naves otomanas. En 1480 la ciudad de Rodas fue asaltada y estuvo a punto de caer, e incluso padeció un terremoto en 1481, pero la muerte de Mehmet II le permitió resistir otros cuarenta años, aunque cada vez más aislada. Los sanjuanistas disponían de amplios dominios en toda Europa, incluyendo conventos, hospitales y castillos, desde donde se nutrían de caballeros que acudían a su sede principal en Rodas, residencia del gran maestre. Se organizaban en lenguas, representadas por cada una de las ocho puntas de la cruz de la orden: Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón (con Navarra), Inglaterra (con Escocia e Irlanda), Alemania, Castilla (con Portugal). Este apoyo, pero también el corso –contra las naves musulmanas– y el comercio, eran el sustento de la Orden del Hospital. Pero su tiempo en Rodas estaba contado. Poco después de haber accedido al sultanato, Solimán, llamado el Magnífico, instó en 1521 al gran maestre de San Juan, Philippe Villiers de l’Isle Adam, a abandonar Rodas: “Los monstruosos perjuicios que habéis causado durante años a mi sufrido pueblo han despertado mi piedad y mi cólera. Por lo tanto, os orden rendir de inmediato la isla y la fortaleza de Rodas, y os concedo mi misericordioso permiso para que las abandonéis salvos y sanos con vuestras pertenencias más preciadas. Si sois sensatos, preferiréis la amistad, y la paz a la crueldad de la guerra”64. 64 Norwich, John Julios. El Mediterráneo, Un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones. Barcelona: Ariel, 2008, p. 283. 93 Francisco Fernández Izquierdo Tras un largo asedio, con la flota y tropas otomanas comandadas por el propio Solimán, en la Navidad de 1522, el maestre de L’Isle Adam aceptó la rendición, y con la felicitación de su enemigo por la valentía demostrada, y acompañado de los supervivientes, partieron hacia Creta. En los años siguientes se asistió a la sucesión de dos hermanos, los Barbarroja (Aruj y Jeireddín), de origen griego nacidos en la isla de Mitilene (Lesbos), pero musulmanes, que con su experiencia como piratas lograrían extender los dominios otomanos. En 1516 Aruj Barbarroja consiguió el sultanado de Argel, y acosar las plazas conquistadas por los castellanos, así como las islas Baleares, aunque cayó en 1518 ante la ofensiva del marqués de Comares, gobernador de Orán. Por su parte, su hermano Jeireddin fue llamado en 1532 para hacerse cargo de la flota otomana, que a partir de entonces supondría un enemigo cada vez más poderoso para las naves y territorios cristianos (genovesas españolas, y de los dominios de Carlos V en Italia: Nápoles, Cerdeña y Sicilia). Esto llevó a una ofensiva en la que participó el propio emperador para conquistar Túnez en 153565, que venció sobre las fuerzas de Barbarroja. El siguiente suceso importante se viviría en Malta, tras haber accedido a la corona española el rey Felipe II66. En la conquista de Túnez intervinieron de forma sustancial los caballeros de San Juan, a quienes Carlos V había concedido en 1530 las islas de Malta, Gozo y Comino67 65 66 67 94 Mota menciona a los siguiente caballeros santiaguistas participando en la conquista de Túnez: Salvador Aymerich, Jerónimo de Cabanillas, Galcerán de Cardona, Juan de Cardona, Gonzalo de Ledesma, Juan Rodríguez de Villafuerte, Luis de Saoyosa y Gaspar soler de Marradas. Un recorrido sintético por todos estos hechos puede seguirse en Abulafia, David. El gran mar. Una historia humana del Mediterráneo. Barcelona: Crítica, 2013, pp. 425-464. Fontenay, Michel: “Charles-Quint, Malte et la défense de la Mediterranée”, en Carlos V. Europeísmo y universalidad, Vol. III, pp. 177-192; Id. “Malte entre la France et l'Espagne des Habsbourgs (XVIe-XVIIe siècles)”, en L'Orde de Malta, el regne de Mallorca i la Mediterrània: Ponències. Palma, 25-28 d'octubre de 2000. Salvá Riera, Jaime: La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra turcos y berberiscos en los siglos XVI y XVII. mAdrid: instituto HistóriCo dE LA mArinA, CsiC, 1944. García Martín, Pedro: “Historiografía de las lenguas hispanas de la orden de Malta en la época moderna”, Stvdia Historica Historia Moderna, 24, 2002. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas para su asentamiento en otra sede que sustituiría a la pérdida de Rodas, y que vendría a dar también una nueva denominación de la propia orden68. Desde allí, en los años sucesivos consiguieron reconstruir una flota que ponía en jaque a las naves otomanas69. Los ataques entre cristianos e islámicos no cesaban, con enfrentamientos de dimensiones mayores, como el de los Gelves, en mayo de 1560, junto a la isla de Yeba (o Djerba), en la costa tunecina, ganado por la armada de Piali Bajá sobre las naves cristianas, mayormente españolas70. En el socorro de Orán, sucedido en 156271, volvemos a encontrar la participación de santiaguistas, y en la recuperación del peñón de los Vélez en 156472. En 1565, Solimán decidió que era preciso volver a aniquilar a la molesta Orden de San Juan. Envió una armada, a las órdenes de su yerno, Piale Pachá, y un ejército terrestre a las órdenes de su cuñado, Mustafá Pachá, que se enfrentarían al maestre Jean Parisot de la Valette y a sus caballeros. Con una lucha que se dilató desde mayo a septiembre dejando casi arrasadas las principales construcciones de la isla, lejos 68 69 70 71 72 Sobre la Orden de San Juan, ya establecida en Malta, véase Brogini, Anne. Malte, frontière de chrétienté (1530-1670) Universidad de Niza, Tesis doctoral. 2004. Id.: Une ultime représentation de la Croisade: l'Ordre de Malte surgi et dépéri dans les récits modernes (XVIème-XVIIIème siècles). Nice: UFR Lettres. 2002. Id. Malte, frontière de chrétienté, 1530-1670. [Rome]: Ecole française de Rome, 2006. ‹books.openedition.org/efr/111?lang=es›. Una visión tradiconal, en Coy Cotoner, Agustín: Historia de la ínclita y soberana Orden de Malta, Madrid: Establecimiento tipográfico de Juan Pérez Torre, 1913, pp. 103-133. Sobre su organización, véase Olesa Muñido, Francisco Felipe: La organización naval de los estados mediterráneos y en especial de España durante los siglos XVI y XVII. Madrid: Editorial Naval, 1968, tomo 2, pp. 1.078-1.107. Según Mota, entre los sufrieron esta derrota, e incluso algunos fueron apresados, estaban los santiaguistas Martín de Argote; Juan de Cardona y Requesens; Juan de Castilla; Lope de Figueroa y Barradas; Juan Osorio de Ulloa; Álvaro de Sande (el comandante español); Hernando de Vega. Mota menciona a Enrique Cardona; Luis de la Cueva y Benavides; Juan Andrea Doria; Juan de Tassis; Juan de Texeda; Fernando de Toledo; García de Toledo, marqués de Villafranca. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz; Enrique Cardona; Juan Andrea Doria; Lope de Figueroa y Barradas; Luis Osorio; García de Toledo, marqués de Villafranca. 95 Francisco Fernández Izquierdo de su base, las tropas turcas se debilitaban ante la feroz resistencia de los cruzados, hasta que en septiembre llegó a la isla el socorro de Malta, 9.000 hombres enviados por el virrey de Sicilia don García de Toledo73. Poco después, en 1569 se produjo el levantamiento de los moriscos en la Alpujarra granadina, lo podría suponer un verdadero peligro para España en caso de que llegaran a recibir ayuda por mar74. La derrota turca en Malta no amilanó al sultán, que en 1570 decidió expulsar a los cristianos de Chipre, que era un dominio veneciano y con muchas propiedades de los caballeros de San Juan. Una alianza, en la que se sumaron el rey Felipe II de España, el papa Pío V y Venecia, sin embargo, no fue capaz de defender Chipre, que sufrió el ataque de la flota a las órdenes de Piale Pachá y el ejército terrestre de Lala Mustafá Pachá. En septiembre cayó Nicosia y los turcos pusieron cerco a Famagusta, donde se defendían los venecianos mandados por Marcantoni Bragadin, que resistieron hasta agosto del año siguiente. Tras haberse rendido, con la esperanza de poder salir de la isla hacia la de Creta, sin embargo, Lalá Mustafá desató la crueldad que caracterizaba a los turcos, masacrando a los supervivientes que fueron torturados, empalados y decapitados. La peor parte la llevó el comandante Bragadin, que fue encarcelado, enfermó de sus heridas, se le obligó a arrastrarse con una pesada carga a la espalda, lo izaron hasta el penol de la nao capitana para que le insultasen lo marineros, y finalmente murió desollado vivo. 73 74 96 Brogini, Anne. 1565, Malte dans la tourmente: le “Grand siège” de l'île par les Turcs. [Saint-Denis]: Bouchène, 2011. Mota, Libro del principio de la Orden…, menciona a los siguientes santiaguistas en el socorro de Malta: Pedro Bermúdez Santiso; Gonzalo Bracamonte; Enrique Cardona; Juan de Cardona y Requesens; Luis de la Cueva y Benavides; Juan Andrea Doria; Lope de Figueroa y Barradas; Antonio de Múxica; Melchor de Robles (allí murió); Álvaro de Sandi; Fernando de Toledo; García de Toledo, marqués de Villafranca; Alonso de Vargas. Mota declara que en esta guerra participaron los santiaguistas Pedro de Acevedo; Francisco Arévalo de Zuazo; Pedro Bermúdez Santiso; Juan de Castilla; Luis de la Cueva; Pedro Enríquez de Guzmán, conde de Fuentes; Luis Fajardo, marqués de los Vélez; Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar; Diego Maldonado de Salcedo; Miguel Ramón de Moncada; Pedro de Padilla; Luis Ponce de León. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Con este fracaso, a los cristianos no les quedaba sino dar una respuesta suficiente para evitar que los turcos continuaran extendiendo su poder. Por ello el 25 de mayo de 1571 se firmo un tratado, la Liga Santa, entre la Santa Sede, Venecia y España, dirigido contra los turcos y todos sus vasallos musulmanes75. La previsión era proporcionar hasta 200 galeras, 100 barcos de transportes, 50.000 soldados de infantería y 4.500 de caballería, provistos de artillería y munición, y se reunirían cada primavera para realizar una campaña de verano. En el verano de 1571 la flota reunida por la Liga Santa estaba a las órdenes de don Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II, capitán conjunto, Sebastiano Venier por Venecia, y Marcantonio Colonna por el papado, además de los veteranos Gian Andrea Doria, el veneciano Augustino Barbarigo y los capitanes españoles Juan de Cardona y Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, al frente de la flota, pero también como figura destacada de la Orden de Santiago, junto a sus hijos Francisco, de Calatrava, y Pedro, de Alcántara76. El encuentro con la flota turca, envalentonada por el éxito en Famgusta, se produjo el 7 de octubre en la entrada del golfo de Patras, junto a Lepanto (actual Naupactos). Los turcos, a las órdenes del almirante Alí Pachá, junto con Mehmet Saulk gobernador de Alejandría, y Uluch Alí, al frente de una flota de 141 galeras, que se enfrentarían a las naves cristianas: 132 galeras y seis galeazas, además de galeones y barcos de abastecimiento. La batalla resultó muy favorable para los cristianos, que derrotaron en toda regla a los turcos, y con ello se estabilizó la expansión otomana en el Mediterráneo, aunque no se 75 76 García Hernán, David y García Hernán, Enrique: Lepanto: el día después. Madrid: Actas Editorial, 1999. Rivero Rodríguez, Manuel: La batalla de Lepanto. Cruzada, Guerra Santa e identidad confesional, Silex Ediciones, Madrid 2008. Id,: “La Santa Sede y la defensa de la Cristiandad en la segunda mitad del siglo XVII”, en Ruiz Gómez, Francisco y Molero García, Jesús M.: La Orden de San Juan entre el Mediterráneo y la Mancha, Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha, 2009, pp. 385-399. Junto a Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, Mota da cuenta de la presencia en la batalla de Juan de Cardona y Requesens; Pedro Cervellón; Juan Andrea Doria, Lope de Figueroa y Barradas (donde capturó personalmente el estandarte de la galera real turca del Bajá), Pedro de Padilla. La relación, con seguridad es apenas una parte de los caballeros de órdenes que participaron en aquellos hechos. 97 Francisco Fernández Izquierdo consiguió recuperar Chipre, pues no se llegaron a librar combates de tal envergadura en los años siguientes. El papel de las naves de la Orden de Malta, sin ser determinante por su escaso volumen, sin embargo, fue destacado por actuar en el principal frente de la batalla. En los enfrentamientos que se produjeron en los años sucesivos, la presencia de caballeros de Santiago se mantiene77. Entre los episodios destacables también se encuentra la fallida conquista de Alcazarquivir por el rey portugués don Sebastián, que acabó con su vida y con la de los nobles que le acompañaban en 1578. Las consecuencias fueron la vacante del trono portugués y el acceso, por conquista, de Felipe II de España, que consiguió unirlo a la corona castellana. La situación dejaba pie a la actuación de piratas y corsarios de todas las religiones y países, con una navegación peligrosa, en la que los asaltos, raptos y cautiverios en los presidios norteafricanos era un modo de vida de muchos de los puertos musulmanes. Esta situación fue uno de los motivos de la decisión de expulsar a los moriscos de la península Ibérica en 1609. Las intervenciones navales en el Mediterráneo por parte española y de las naciones cristianas continuarían durante todo el siglo XVII, pero en un tono bélico de menor intensidad, especialmente por el agravamiento de los frentes en el norte de Europa. La marina del gran duque de Osuna (1611-1620), don Pedro Téllez Girón y Velasco, en el reinado de Felipe III, mantuvo la continuidad de las operaciones navales frente a los turcos78, mientras que durante el resto del siglo las tensiones en el Mediterráneo se sucedían, aunque los escenarios del norte, la Guerra de los Treinta Años y los conflictos internos en la década de 1640, consumieron los recursos de una monarquía acosada por todos los frentes79. 77 78 79 98 En Navarino (1572), Mota menciona a don Álvaro de Bazán, Enrique de Cardona y Pedro de Padilla. Y en Túnez (1573), además de don Álvaro a Miguel Ramón de Moncada y Juan Velázquez. Véase la obra clásica de Fernández Duro, Cesáreo: El Gran Duque de Osuna y su Marina; jornadas contra Turcos y Venecianos, 1602-1624. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1885, reed. En Sevilla: Renacimiento, 2006. Velasco Hernández, Francisco: El otro Rocroi: la guerra naval contra Felipe IV en el Mediterráneo suroccidental (o Mancha Mediterránea). Cartagena: Áglaya, 2005. Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Los intentos de crear presidios en el norte de África defendidos por las órdenes militares son una constante durante el siglo XVI y XVII, pero no pasaron de meros arbitrios80. Agustín Jiménez Moreno81, en su reciente tesis doctoral, aborda especialmente la literatura que se ocupó de estas tentativas, en el capítulo 6 se analiza la relación entre las órdenes militares y la profesión de Marte, partiendo de los orígenes de las órdenes en Tierra Santa en el movimiento de las Cruzadas, y con el vínculo a la reforma cisterciense promovida por san Bernardo de Claraval. Respecto al siglo XVI se abordan las escasas intervenciones de las órdenes militares (proyectos de conventos en el norte de África tras la campaña de Cisneros, convocatoria contra los comuneros, establecimiento de las galeras de Santiago con Felipe II), además del proyecto de fusión de las órdenes italianas de San Lázaro y San Mauricio. Con ello, saliéndose del discurso hasta ahora estrictamente castellano, se aborda el problema del diferente rango entre los miembros de las órdenes castellanas respecto a los individuos que eran caballeros de otras órdenes militares procedentes de dominios extrapeninsulares de la monarquía. Se ocupa, en el reinado de Felipe II, de los memorialistas Juan Velázquez o Ramón Ezquerra, partidarios de fundar una nueva orden militar o destinar las existentes a la defensa marítima de los intereses hispánicos en el Mediterráneo y el Atlántico. Estos planteamientos fueron seguidos por D. Rafael de la Barreda y Figueroa, en el reinado de Felipe III, al proponer que se levantara un nutrido ejército de infantes y jinetes a partir de las tres órdenes castellanas, junto a la valenciana de Montesa, y las tres portuguesas, tras la incorporación de este reino por Felipe II, con cuyas encomiendas habrían de ser financiados los oficiales y las tropas. Entre sus objetivos estaría el mantenimiento de plazas fuertes en el litoral 80 81 Ya se mencionaban estos proyectos en el artículo clásico de WrigHt, L.p. “The Military Orders in sixteenth and seventeenth century Spanish society. The institutional embodiment of a historical tradition”, Past and Present, 43 (1969), 34-70. Traducido al español “Las Órdenes Militares en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. La encarnación institucional de una tradición histórica”, en Elliott, John H. (ed.): Poder y sociedad en la España de los Austrias, Barcelona: Crítica, 1982, pp 15-56. Jiménez Moreno, Agustín: Nobleza, guerra y servicio a la corona: los caballeros de hábito en el siglo XVII. Tesis doctoral. Universidad Complutense, 2011. 99 Francisco Fernández Izquierdo D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, con sus sucesivas esposas, vistiendo armadura y un collar con una venera de la Orden de Santiago. Palacio de El Viso del Marqués. Fotog. F. Fernández Izquierdo. norteafricano, el mismo que proponía otro memorial presentado tras la conquista de Larache en 1610. En ambos casos se calculaban los ingresos posibles procedentes de las encomiendas y conventos de las órdenes, además de medias anatas y otros ingresos como las tres gracias y otras imposiciones sobre las rentas eclesiásticas. Pero lo más importante sería vincular de oficio a las órdenes con sus fines fundacionales y la declaración de que los honores y prebendas se concedieran por servicios prestados. Con Felipe IV parece establecerse esta práctica de que los hábitos militares 100 Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas se concedieran por dichos servicios personales, y al revisar el memorial anónimo Medidas para defender las costas de África, el autor introduce una referencia a la marina toscana y a la orden de Santo Stefano así como a la de San Juan, puestas como ejemplo por el autor del memorial, en particular para la ocupación de la isla de Mogodor, un punto estratégico en el Atlántico entre la costa, la península, Canarias y Madeira. D. Francisco (Orden de Calatrava) y D. Pedro de Bazán (Orden de Alcántara), hijos de D. Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Palacio de El Viso del Marqués. Fotog. F. Fernández Izquierdo. Siguiendo con otros memoriales (Pedro López del Reino, Murcia de la Llana) se menciona la creación de órdenes nuevas, como la de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (dependiente de la Santa Sede) en 1624, buscando un mayor compromiso de los que se integrasen en las nuevas y en las tradicionales con las operaciones en las que estaba involucrada la monarquía española. En 1630 Manuel Riberos de León y un real decreto derivado de una consulta de la Junta de Teólogos, planteaban 101 Francisco Fernández Izquierdo también la dedicación de las rentas y miembros de las órdenes militares al sostenimiento del ejército, fuera en persona o costeando sustitutos, pues el Consejo de Órdenes se mostraba contrario a los servicios personales. Otra propuesta más, a finales de la década de 1630, de D. Gregorio de Contreras, abundaba en reservar encomiendas y hábitos a los profesionales de las armas, aunque admitía el nombramiento y pago de sustitutos de los caballeros que no fueran personalmente a servir. Esta corriente reformista insistía en las ideas de devolución de las órdenes militares y de los importantes recursos que tenían asignados, para fines castrenses, en defensa de los intereses de la monarquía. Las convocatorias de los caballeros, su sustitución por el pago de montados, y el levantamiento de batallones de caballería, iniciaron a mediados del siglo XVII un retorno de las órdenes militares hacia el ejército, aunque nunca perdieron su carácter aristocrático y confesional, como testimonios de especial lealtad hacia la monarquía. Escudos de las Órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Palacio del Viso del Marqués. Fotog. F. Fernández Izquierdo 102 Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas Bibliografía ABULAFIA, David 2013 El gran mar. 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XVI Mota, p. 308, PB II, p. 145-146, e. 170 Marqués de Villasor. Fue comendador de Villafranca. Sirvió en Nápoles, capitán de campaña contra los forajidos. Estuvo en Portugal en las galeras de Nápoles. Diego de la Mota le señala sirviendo en muchas ocasiones en la guerra de Nápoles, capitán de campaña contra los forajidos. También estuvo en Portugal tuvo a su cargo las galeras de Nápoles durante cierto tiempo Fuente Mota, p. 300 Otros datos Capitán de infantería en la guerra de los moriscos de Granada Servicios militares Álvarez Osorio, Diego s. XV e. 170 Expediente Cab. Stgo. Mota, p. 274 Alonso de Guzmán, Juan 1569 Fecha ingreso Capitán general de Melilla Duque de Medinasidonia Alagón [y Cardona], Jaime de Origen, títulos Conde de Villa Sorras, en el Reino de Cerdeña Acevedo, Pedro de Apellidos, Nombre Apéndice. Caballeros de Santiago con acciones de guerra en el Mediterráneo mencionados por Diego de la Mota (1599) Francisco Fernández Izquierdo 1575 1534 1528 1584 1579 1563 Señor de la Villa de Mara [Mora], en Cerdeña Primer marqués de Santa Cruz, grande de Castilla. Granada Segundo Marqués de Santa Cruz. Casa de Santa Cruz y Teba Natural de Castropol, Asturias Conde y marqués de Briatico. Nápoles Aymerich [y Boter], Salvador Bazán [y Guzmán], Álvaro de Bazán [y Benavides], Álvaro de Bermúdez Santiso, Pedro Bisbal, Juan Alfonso Fecha ingreso Córdoba Origen, títulos Argote [ y de los Ríos], Martín de Apellidos, Nombre e. 1.104 e. 1.029 e. 911 e. 914 e. 777 bis e. 582 bis Expediente Cab. Stgo. Comendador de la Barra Capitán de infantería española dos veces en Itala, capitán de caballos en Sicilia, capitán de infantería en los Gelves donde fue capturado; tuvo a su cargo tres galeras en el socorro de Malta, la guarda de Ronda y Marbella, sirvió contra los moriscos de Granada, en la guarda de Mallorca. Capitán general de Navarra, reconoció el reino de Portugal andado disfrazado, y luego fue veedor general del ejército que entró en ese reino. Tuvo la guarda del reino de Galicia cuando atacó Drake y maestre de campo de la gente de guerra entre el Duero y el Miño. Sirvió al emperador en todas las guerras, lugarteniente de gobernador y capitán general del Reino de Sicilia Comendador de Alhambra y la Solana, hijo de D. Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz Comendador mayor de León por sus servicios. Mota se detiene en sus hazañas y los logros conseguidos (victorias, enemigos capturados, etc.) Al servicio del rey en las galeras en 1596, persiguió a los que asaltaron Cádiz Capitán general del emperador en 1554. Almirante de la flota contra los franceses, capitán general de diez galeras en 1561 en la toma del Peñón, el levantamiento de los moriscos en 1569, en Lepanto en 1571 destacándose en socorrer a la galera real, en Navarino en 1572, en Túnez en 1573, etc. Mota, 267 Mota, p. 287-288 Mota, p. 278 Mota, p. 277-278, Mota, p. 269 Mota, p, 288, PB VI, p. 286-285, r; e. 582 bis No se conserva su expediente, información obtenida del libro de genealogías Fue capturado en los Gelves, después alférez de don Lope de Figueroa, en el tercio de la Liga, y capitán del mismo. Fue maestre de campo en la jornada de Portugal Sirvió en la jornada de Túnez Fuente Otros datos Servicios militares Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 113 114 Estuvo en las jornadas de Argel, Asaiz, en la Provenza, y después gobernador del Principado de Cataluña Gobernó la Goleta en el ínterín, y después fue general de la artillería en Nápoles, donde falleció Cardona [y Requesens], Juan de Cardona, Pedro de Carrillo de Quesada 1560 1565 e. 1.709 e. 1.565 Padre de don Luis y de don Jaime de Castelví Padre de D. Enrique de Cardona Sirvió al emperador en la jornada de Metz, en Lorena y otras; cayó en los Gelves y fue rescatado; capitán general de las Galeras de Sicilia, participó en socorro de Malta en 1565, desembarcando 700 hombres al mando de Melchor de Robles, caballero de Santiago; estuvo en Lepanto, general de las galeras de Nápoles, y en 1598 era virrey de Navarra. Sirvió como capitán general en Sicilia con el emperador, en 1566 especialmente cuando Barbarroja desembarcó en Pulla. Comendador de Aledo y Totana, trece De la boca del emperador, sirvió en Alemania, toma de Túnez, Argel. Cardona, Juan de Castelví y Alagón, Artal de Comendador de Museros, hermano del almirante de Aragón Sirvió en la jornada de Túnez Cardona, Galcerán de Natural de cerdeña, visconde de Sant Luri y después conde de Lacono Comendador de Biedma Estuvo en el socorro de Orán, la toma del Peñón y el socorro de Malta que izo su tío Juan Cardona. También estuvo en Lepanto y Navarino. Gobernador del Principado de Cataluña e. 1.202 Cardona, Enrique 1563 Comendador de Montizón Otros datos Gentilombre de la boca de Carlos V, sirvió en las guerras de Alemania, Argel, Túnez, San Quintín, gobernador de la ciudad y Reino de Valencia Servicios militares Cabanillas, Jerónimo de Expediente Cab. Stgo. Comendador de Criptana, mencionado por Bernardino de Mendoza Casa de Fuente el Sol (Ávila) Bracamonte [González Dávila], Gonzalo de Fecha ingreso Se halló en el socorro de Malta, maestre de campo en Flandes, en Moch Origen, títulos Apellidos, Nombre Mota, p. 269 Mota, p. 304 Mota, p. 273 Mota, p. 285, biografía extensa Mota, p. 271 Mota, p. 269 Mota, p. 273 Mota, p. 273 Mota, p. 306 Fuente Francisco Fernández Izquierdo Mota, p. 314 Capitán de tres galeras y maestre de campo de infantería italiana en Marsella, y en la armada. Señor de la villa de Oropesa, en el Reino de Valencia Conde de Elda Conde de Alcaudete Conde de Alcaudete Cervellón, Pedro Coloma, Antonio [Fernández de] Córdoba y de Velasco, Francisco Córdoba, Alonso de Centurión [de Negrón], Carlos 1595 1592 exp. 2.107 e. 1.872 Alcaide y capitán general de Orán y Mazalquivir, donde resistió importantes ataques; luego virrey de Navarra Mota, p. 291 Hijo de don Alonso de Córdoba y sobrino de don Martín de Córdoba Comendador de Villanueva de la Fuente Mota, p. 292 Hermano de Carlos Coloma Alcaide del castillo de Alicante y después en 1598 virrey y capitán general del Reino de Cerdeña. Capitán general de Orán y Mazalquivir. Mota, p. 314 Comendador de Dos Barrios y Paracuellos Peleó en Lepanto, con cuatro galeras; fue general de las galeras de España. Mota, p. 301 Mota, p. 309 Sirvió en una galera suya llamada Serafina en muchas ocasiones de guerra. Conde de Quirra e. 1.729 Centellas, Joaquín 1579 Mota, p. 315 Castilla, Juan de Sirvió en las galeras de Nápoles junto a D. Pedro de Toledo, y en las entradas de los franceses en Cataluña en 1597. Mota, p. 269 Mota, p. 269 Fuente Centellas, Cristóbal Hermano del marqués de Estepa Hermano de don Luis de Castelví Sirve en 1597 como teniente de capitán general de la caballería de Cerdeña. En 1572 participó en echar de la isla de Santiago en aquel reino a los turcos que desembarcó el rey de Argel. Maestre de campo de infantería en Cerdeña, estuvo en la jornada de Chipre. Otros datos Servicios militares Mota, p. 286 e. 1.710 e. 1.714 Expediente Cab. Stgo. Peleó en los Gelbes, se le rescató de Argel. Maestre de campo en la guerra de Granada, castellano de Pamplona, donde murió 1568 1585 Fecha ingreso Mota, p. 301 Conde de Lacono, vizconde de Sant Luri Barón de Samafi, en el Reino de Cerdeña Conde de Lacono Origen, títulos Capitán de la marina de Caller, en 1598. Castelví [y Alagón] Manuel de Castelví, Luis de Castelví, Jaime de Apellidos, Nombre Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 115 116 Adelantado mayor de Andalucía, estuvo en la jornada de Argel y trasladó los huesos de los reyes a El Escorial. Adelantado del Reino de Murcia, intervino contra los corsarios turcos y fue capitán general contra los moriscos rebelados en 1569. Conde de Fuentes Duque de Alcalá Marqués de los Vélez Enríquez de Ribera, Fernando Fajardo, Luis Estuvo en la expulsión de los Franceses de Nápoles y en la toma de Siena; guerras del Piamonte y Lombardía como coronel de la caballería española. Embajador en Francia, estuvo en la guerra de las Alpujarras, gobernador del Estado de Milán, capitán general de Portugal, pasó a Flandes donde obtuvo muchas victorias Enríquez de Guzmán, Pedro Doria, Sinivaldo Capitán de las galeras de Milán, con el príncipe Doria como general Capitán de galeras en Génova Doria, Juan Andrea Doria, Marcelo Estuvo en Orán, el Peñón, el socorro de Malta, Lepanto, y en 1598, capitán general del Mar Mediterráneo Comendador de Caravaca, padre de D. Pedro Fajardo. Comendador de Yeste y trece en 1597. Mota incluye una biografía extensa. Comendador de Caravaca y trece. Mota incluye una biografía extensa. Hijo de don Luis de la Cueva, comendador de Bedmar Hijo de don Alonso de la Cueva, general de la Goleta Comendador de Bedmar, hijo de D. Juan de la Cueva Hermano de Alonso de Córdoba, conde de Alcaudete. Comendador de Socuéllamos y trece Estuvo en la jornada de Mostagán, donde cayó preso y fue llevado a Argel; prendió luego al emir Sulimán, rey de Tremecén; resistió el asalto de Mazalquivir con su hermano; luego fue alcaide y capitán general de galeras, virrey de Navarra, y en 1597 era presidente del Consejo de Órdenes. Sirvió en la toma de la Goleta, de la que fue después general y pasó a Orán como alcaide, y prendió a Padilla en la batalla de Villalar. Sirvió en la Goleta en compañía de su padre, y en la jornada de Malta en 1565, gobernador y capitán general de Canarias. Otros datos Servicios militares Capitán de una escuadra de galeras. Expediente Cab. Stgo. Doria, Ioanetín Fecha ingreso Sirvió en la Guerra de Granada. Señor de Bedmar Marqués de Cortes Origen, títulos Cueva, Luis de la Cueva y Benavides, Luis de la Cueva y Benavides, Alonso de la Córdoba, Martín de Apellidos, Nombre Mota, p. 270 Mota, p. 273 Mota, p. 281-282, Mota, p. 289 Mota, p. 289 Mota, p. 288-289 Mota, p. 289 Mota, p. 268 v.-269 Mota, p. 268 v. Mota, p. 268 v. Mota, p. 291-292 Fuente Francisco Fernández Izquierdo Capitán general del Reino de Granada, resistió el alzamiento de los moriscos; luego fue virrey y capitán general del Valencia y de Nápoles. Sirvió en las jornadas de Durban y en el levantamiento de los moriscos de Granada. Marqués de Mondéjar Natural de Salamanca, señor de la villa de Noelejo López de Mendoza, Íñigo Maldonado de Salcedo, Diego Mota, p. 299-200 Mota, p. 300 Mota, p. 275-276 Mota, p. 269 Muy ejercitado en guerras, castellano del Castillo del Lobo, en Nápoles, preso en los Gelbes de donde fue a Constantinopla. General de las galeras de Sicilia y de Nápoles, y después de las Galeras de España. Murió siendo virrey de Navarra. Sobrino de Antonio de Leyva, y sus hijos fueron Alonso y Sancho de Leyva. Mota, p. 321 Hijo del marqués de la Algava. Mota, p. 271 Mota, p. 286 – 287 Mota, p. 271 Fuente Comendador de los Bastimentos. Mota incluye una biografía extensa. Virrey y capitán general del Reino de Valencia, sofocó a los moriscos en Espadán, fue a la jornada de Argel. Sirvió al emperador y a Felipe II con gran arrojo en Milán, los Gelves, Malta, Córcega, Flandes, el Peñón, Lepanto (donde capturó personalmente el estandarte de la galera real turca del Bajá), Portugal, isla de San Miguel. Alférez mayor de Sevilla, sirviendo en ocasiones de defensa de la costa. Sirvió en la jornada de Argel, y cuando entró la reina Isabel desde Francia, embajador de Felipe II en Valencia en 1565, sobre la reducción de los morisco del Reino de Valencia. Se halló en la jornada de Túnez. Otros datos Fue comendador de Cieza y Usagre, tuvo el hábito de Santiago 85 años, padre de D. Jaime Ferrer. Servicios militares Leyva[y Díez de Guinea], Sancho de e. 4.425 e. 3.084 Expediente Cab. Stgo. Mota, p. 266 1557 1572 Fecha ingreso Leyva, Diego de Vizconde de Chelva Natural de Guadix Origen, títulos Sirvió en la guerra de Granada en 1569, y se halló en la victoria contra Abén Humeya. Peleó en combates singulares, y murió en una emboscada de moros. Ledesma, Gonzalo de Ladrón de Pallas, Francisco Guzmán, Luis de Figueroa y Barradas[o Zapata], Lope de Ferrer, Luis Apellidos, Nombre Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 117 118 Servicios militares Mota, p. 301 e. 6.091 Mota, p. 285 1565 Comendador de Medina de las Torres. Comendador de las Casas de Córdoba Mota, p. 289-290 Mota, p. 292-293 Capitán de infantería, estuvo en.los Gelbes, y en la isla de Cirquisea pasó con la gente y metió el socorro. Maestre de campo de infantería española en la guerra de Granada en 1570, estuvo en Lepanto, en la galera real apoyando al maestre de campo D. Lope de Figueroa; del consejo de D. Juan de Austria; participó en Navarino y Túnez; virrey de Mallorca y de Cerdeña. Comendador de Socuéllamos Mota, p. 272 Hermano de Antonio de Mendoza, e hijo del marqués de Mondéjar General en la Goleta, y de las Galeras de España, y tomó las galera de Alihamer y Caramami en 1540, en Alborán, después de que hubieran saqueado Gibraltar. General de las galeras de España, en lugar de don Juan de Mendoza, que murió en la Herradura; socorrió a Orán y Mazalquivir, pero no pudo concluir el encargo de conquistar el Peñón de Vélez de la Gomera, por enfermar y morir. General de las galeras de España, yendo a suministrar ayuda a Orán y Mazalquivir, falleció en una tempestad en la Herradura en 1562 Mota, p. 315 Mota, p. 293 Fuente Hijo de don Juan de Mendoza, caballero de Santiago Otros datos Capitán de una compañía de gente de armas de las guardas de Castilla, sirvió en las galeras de España enl os últimos siete años en muchas ocasiones Veedor general de las galeras de España, estuvo en el socorro de Mazalquivir, jornada de Inglaterra y otras. Proveedor general en 1588. Osorio de Ulloa [y Miranda], Juan [de] e. 5.402 Expediente Cab. Stgo. Mota, p. 282 1534 Fecha ingreso Sirvió en Italia, en el socorro de Malta, con dos compañías de infantería en Flandes, en el sitio de Mos de Nao junto al duque de Alba y estuvo a punto de matar allí al príncipe de Orange. Marqués de Montes Claros en 1597 Origen, títulos Múxica, Antonio de Moncada [y Bou], Miguel Ramón de Mendoza, Juan de Mendoza, Francisco de Mendoza, Bernardino de Mendoza y de Luna, Juan de Manrique, Jorge Apellidos, Nombre Francisco Fernández Izquierdo Sánchez de Valenzuela, Lope Estuvo en la conquista de Orán en 1509. Mota, p. 284[276]285 Comendador de Mures y Benezuza Romero de Ibarrola, Julián e. 7.213 Capitán de infantería española, sirvió en muchas ocasiones con Carlos V y Felipe II, llegando a ser maestre de campo en luchas contra herejes, moros y rebeldes, siendo uno de los más valerosos y famosos soldados de su tiempo. Natural de Torrejoncillo, obispado de Cuenca Rodríguez de Villafuerte, Juan 1560 Mota, 267 Estuvo en la coronación de Carlos V, también en Túnez, y cuando entró el emperador en Francia. Vecino de Madrid Robles [y Leyte], Melchor de Mota, p. 272 Mota, p. 293-294 Hijo de Lope de Robles y de doña María Leite Gentilhombre de la boca del emperador don Fernando, tío del rey Felipe II; maestre de campo de infantería española en Sicilia, con don Juan de Cardona; general de las galeras de Sicilia que metió el socorro en Malta, donde murió. Nacido en Castilla, aunque le llamaran caballero portugués Ponce de León, Luis e.7.071 Mota, p. 300-301 Bajo sus armas se hallaron cilicios y su muerte fue muy exaltada en los púlpitos en Sevilla. Sirvió en la guerra contra los moriscos, donde murió De la casa del duque de Arcos Padilla, Pedro de 1560 Mota, p. 280-281, Capitán de infantería en Flandes, maestre de campo en Nápoles y con su tercio estuvo en la guerra de las Alpujarras, en Lepanto, Navarino, Orán, Portugal. Castellano del Castillo de Milán, y peleó después contra herejes. Gobernador del Estado de Milán y del Consejo de Guerra. Natural de Talavera de la Reina Mota, p. 274 Mota, p. 293 Fuente Comendador de Estepa y trece en 1597. Mota incluye una biografía extensa. Otros datos Tuvo dos hijos, Álvaro Ossorio y Juan Ossorio, capitán y maestre de campo. Servicios militares Sirvió en Villalar, entró con el estandarte real en Salamanca, sirvió en Túnez, y la Goleta. Expediente Cab. Stgo. Ossorio, Antonio Fecha ingreso Maestre de campo de infantería española del Reino de Sicilia en el Peñón de Vélez de la Gomera, al mando de dos galeras, del Consejo de Guerra. Murió en una escaramuza naval con moros. Origen, títulos Osorio, Luis Apellidos, Nombre Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 119 120 Maestre de campo de Carlos V en Túnez, San Quintín y Flandes. Sirvió en las guerras de Hungría, Alemania, Túnez, Argel. Virrey y capitán general de Mallorca, caballero muy valiente apreciado por el emperador Correo mayor de todos los reinos y señoríos de Felipe II; se señaló en el socorro de Orán Estuvo en el naufragio de la Herradura en 1562, pero pasó al socorro de Orán, estuvo en 1564 en la toma del Peñón, en el 65 en el socorro de Malta, y pasó a Flandes en 1567. Fue alférez, capitán y fue herido en Arlen. Estuvo en Portugal, en el desembarco en Cascais, con su maestre de campo don Rodrigo Zapata y en la Tercera. Regresó a Flandes, recibió el castillo de Barleta. En 1587 con un tercio de infantería española marchó a las Indias como capitán general de Cuba, defendiéndose allí de una flota inglesa. Regresó a Flandes, al Consejo de Guerra del archiduque Sandi, Álvaro de Saoyosa, Luis de Soler de Marradas, Gaspar Tassis, Juan de Texeda, Juan de Comendador de Villarrubio. Gaspar Marradas, Juan Aguilón y Miguel Canoguera fueron apresados en Francia mientras cumplían misiones del emperador. Hermano de Pedro de Tassis Fue comendador de Horcajo. Su hijo fue D. Rodrigo de Sandi. Mota se detiene en su biografía con amplitud. Expediente Cab. Stgo. Coronel de infantería española en Nápoles, maestre de campo en la Goleta y Sicilia. En 1543 y 1544 luchó contra los luteranos en Dura, Metz y Sandezir. Luego en la pérdida de los Gelves donde fue capturado, en el socorro de Malta, donde se distinguió especialmente por su coraje, que logró echar a los turcos y que Felipe II le diera la villa de Piovar en el Piamonte y el título de marqués. Fecha ingreso Otros datos Origen, títulos Servicios militares Apellidos, Nombre Mota, p. 290, biografía extensa Mota, p. 292 Mota, p. 270 Mota, p. 277 Mota, p. 274, Fuente Francisco Fernández Izquierdo Virrey de Navarra y embajador en Roma, tomó Anxiano, virrey de Sicilia, capitán general en la jornada de África en 1550, presidente de Castilla. Vega, Hernando de Vega, Juan de Señor de Grajal Estuvo en el socorro de los Gelves y otras ocasiones Vargas, Alonso de Comenador de Hornachos Comendador de Hornachos. Hijo de Hernando de Vega, y a su vez su hijo también se llamó Hernando de Vega Comendador de Socobos Mucha experiencia en guerra hasta ser gobernador de la caballería en Flandes y general de la caballería de España, de Consejo de Guerra, general del ejército en la jornada de Aragón en 1591. Participó en el socorro de Malta como capitán de infantería, y la conquista de Portugal Mota, p. 300 Comendador de los Bastimentos Sirvió en la guerra contra los moriscos Valenzuela, Lope de Mota, p. 268 Comendador de Ricote Tuvo a su cargo dos compañías de caballos en Flandes, participó en la toma de las Azores, general de las galeras de Nápoles. Marqués de Villafranca Toledo, Pedro de Mota, p. 271 Mota, p. 271 Mota, p. 276 Mota, 267-268 Comendador de Azuaga Virrey y capitán general de Nápoles, sirvió también en la toma de la Goleta, y murió al intentar cercar Siena, en 1552 Marqués de Villafranca Mota, p. 268 Mota, p. 293 Fuente Toledo, Pedro de Hijo del conde de Alba de Liste Otros datos Fue al socorro de Orán, Malta, Flandes, donde fue capitán de infantería, de caballos y maestre de campo, en la jornada de Portugal vino con dos tercios de Flandes; recibió en Barcelona a la emperatriz doña María, hermana de Felipe II Servicios militares Comendador de Azuaga. Padrede D. Pedro de Toledo Expediente Cab. Stgo. Toledo, García de Fecha ingreso Muy experto en cosas de guerra, virrey de Cataluña, capitán general de las galeras de Nápoles, fue con Juan de Vega a cercar la ciudad de África, capitán general en la toma del Peñón en 1564, y el siguiente en el socorro de Malta. Origen, títulos Marqués de Villafranca Toledo, Fernando de Apellidos, Nombre Los cruzados de la Edad Moderna: Órdenes militares y fronteras europeas 121 122 Zapata, Rodrigo Zapata, Lope Velázquez, Juan Apellidos, Nombre Natural de Madrid Origen, títulos Fecha ingreso Expediente Cab. Stgo. Mota, p. 287 Mota, p. 287 Fue comendador. Primo hermano de don Lope de Figueroa. Hermano de Rodrigo y Francisco Zapata, hijos de don Rodrigo Zapata, natural de Madrid Hermano de los anteriores, Lope y Francisco, todos hijos de don Rodrigo Zapata, natural de Madrid Capitán de caballos, se halló en el socorro de Orán, en Flandes rompió el sitio de Mos de Nao. Estuvo en el socorro de Orán, alférez de su hermano D. Francisco, y capitán de infantería, cuya compañía era llamada la de “la sangre” por los estragos que hacía. Capitán de caballos en Flandes, maestre de campo en Portugal. Fuente Mota, p. 309 Otros datos Fue comendador Capitán de infantería en el Reino de Nápoles, y estuvo con ella en la jornada de Túnez en 1573; en 1597 gobernador y capitán general de la provincia de Guipúzcoa, Fuenterrabía y San Sebastián. Servicios militares Francisco Fernández Izquierdo Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí de Granada al final de la Edad Media Jesús Molero García1 1. Introducción El tema de la frontera se ha convertido en un tópico historiográfico en las últimas décadas. No hay historiador que se resista a tratar la cuestión para cualquier época o lugar. Se habla de fronteras exteriores e interiores; fronteras políticas, económicas, socio-culturales y religiosas; fronteras como ámbitos de separación pero también como lugar de intercambio y mestizaje cultural. Fronteras en fin, como espacios físicos que han conformado un determinado paisaje histórico, y fronteras simbólicas y mentales que transcienden con mucho las barreras y demarcaciones políticamente establecidas2. 1 2 Universidad de Castilla-La Mancha Sobre las múltiples acepciones del término frontera, no necesariamente materiales, ver MITRE FERNÁNDEZ, Emilio, “La cristiandad medieval y las formulaciones fronterizas” en Fronteras y fronterizos en la historia. Valladolid, 1997, pp. 7-62. Ver también las consideraciones metodológicas y conceptuales de TOUBERT, Pierre, “Frontière et frontières: un objet historique” en Castrum 4. Frontière et peuplement 123 Jesús Molero García Pero seguramente si hay una época en la que el hecho fronterizo está más presente que nunca es sin duda el medievo hispánico. Como es sabido, la Península Ibérica fue durante siglos la frontera por antonomasia3. Era el confín de occidente, el espacio de confrontación entre los reinos cristianos y musulmanes y no sólo como entidades políticas, sino ante todo como realidades socioculturales diferentes cuando no antagónicas, contrapuestas. Pero a su vez, la España medieval era frontera en el sentido de tierra de oportunidades, ámbito de expansión y de crecimiento. Se ensanchaba la civilización occidental y cristiana en detrimento de la islámica, lo que supuso para los reinos cristianos un notable crecimiento económico y un enriquecimiento cultural sin precedentes. Se habla de la España de las tres culturas, una sociedad admirada y las más de las veces mitificada, pero que en el fondo no es otra cosa que una realidad socio-cultural fronteriza4. De la misma manera América ha sido y aún sigue siendo tierra de frontera. Con frecuencia se ha interpretado la conquista y colonización del continente americano como la última empresa épica medieval, como epílogo de las guerras de la reconquista. En efecto, el tema del Im- 3 4 124 dans le monde méditerranéen au Moyen âge. Madrid, 1992, pp. 9-17; Id. “Le concept de frontière. Quelques réflexions introductives” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 1-4. La bibliografía sobre la realidad fronteriza en la España medieval y sus diferentes concreciones territoriales es muy abundante, sirva de ejemplo el coloquio Aragón en la Edad Media: sesiones de trabajo. 2º Seminario de Historia Medieval. Universidad de Zaragoza, 1993, reunión científica donde se presentaron ponencias que abarcaban prácticamente toda la Península y el Seminario de la Casa de Velázquez: AYALA MARTÍNEZ, Carlos de; BURESI, Pascal y JOSSERAND, Philippe (ed.), Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001. Una excelente revisión historiográfica sobre el tema puede verse en GARCÍA FITZ, Francisco, “¿La “España de las tres culturas”? El mito de la tolerancia y los límites de la coexistencia en la España medieval” en Diálogo de civilizaciones Oriente-Occidente. Aportaciones al entendimiento internacional (Simposio internacional celebrado en Cáceres, 2001). Cáceres, 2002, pp. 127-155. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí perio fue considerado por los padres de la historiografía hispana5 como la aportación más significativa de los españoles a la Historia Universal. Los trabajos de síntesis sobre la Historia de España, desde el clásico libro de Pierre Vilar6 hasta los más recientes de Fernando García de Cortázar7, Manuel Fernández Álvarez8, Joseph Pérez9 o Carlos Gil Andrés10 insisten en esta consideración. La mayoría de estos autores coinciden en señalar que el descubrimiento y la creación de la América hispánica no es sino el resultado del proceso histórico seguido por el reino de Castilla en expansión desde la Edad Media. Los castellanos conquistaron aquellas tierras como si fueran caballeros de la reconquista, una empresa santa impregnada de un espíritu místico y de aventura del que no era ajeno la avaricia económica y el afán por conseguir honor y fama. Así lo manifestaba uno de sus protagonistas, Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España (1568) cuando decía que la conquista se había hecho: “Por servir a Dios y a su majestad y dar luz a los que estaban en tinieblas y también por haber riquezas que todos los hombres venimos a buscar”11. El punto de partida para comprender la realidad fronteriza americana es sin duda el medievo hispánico y en particular la experiencia castellana frente al último reducto musulmán: el reino nazarí de Grana5 6 7 8 9 10 11 Nos referimos fundamentalmente a SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, España. Un enigma histórico. Buenos Aires, 1962; CASTRO, Américo, La realidad histórica de España. México, 1954 y la magna obra en varios volúmenes dirigida por Ramón MENÉNDEZ PIDAL y continuada después por José María JOVER, Historia de España. Espasa Calpe, Madrid. VILAR, Pierre, Historia de España. Barcelona, 2008. GARCÍA DE CORTÁZAR, Fernando, Historia de España: de Atapuerca al euro. Barcelona, 2002. FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel, España. Biografía de una nación. Madrid, 2010. PÉREZ, Joseph, Entender la Historia de España. Madrid, 2011. GIL ANDRÉS, Carlos, 50 cosas que hay que saber sobre Historia de España. Barcelona, 2013. DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia verdadera de la conquista de Nueva España. México, 1976, p.21. 125 Jesús Molero García da. Conviene insistir en que la conquista de América, al menos en sus comienzos, fue una empresa eminentemente castellana. Castilla financió los viajes de Colón porque a finales del siglo XV era una auténtica potencia económica y marítima. Contaba con una flota numerosa y moderna, adaptada a las nuevas técnicas de navegación. Además disponía de un contingente militar extremadamente cualificado que había logrado una inestimable experiencia en combate en las guerras de sucesión de Enrique IV y en la guerra de Granada12. El espíritu belicoso propio de la reconquista y las ansias de botín y fama harían el resto13. Incluso la colonización y administración de las tierras americanas se hizo de forma similar a como se habían repoblado las tierras ganadas al islam. Las capitulaciones se asimilaban a los permisos de conquista otorgados por la corona y las encomiendas de Indias no son sino una institución copiada de las encomiendas medievales de las órdenes militares. En este sentido la experiencia acumulada durante más de 200 años en la “frontera estable” de Granada sería determinante en su proyección americana. Experiencia que abarcaba todas las facetas de la vida, desde la defensa de la tierra y la población, a los intercambios culturales y comerciales, pasando por las acciones más o menos descontroladas de los fronteros, bandidos, rufianes y soldados de fortuna que vivían en la franja utilizando la táctica del terror en beneficio propio14. La creación de instituciones y cargos específicos, por ejemplo el adelantado de la frontera15, o la construcción y dotación de castillos fronterizos encomendados las 12 13 14 15 126 El mayor especialista en la guerra de Granada es Miguel Ángel LADERO QUESADA, Castilla y la conquista del reino de Granada. Granada, 1987 y del mismo autor Las guerras de Granada en el siglo XV. Barcelona, 2002. Sobre la evolución de la corona de Castilla en el siglo XV y su relación con la empresa americana puede verse IZQUIERDO BENITO, Ricardo y RUIZ GÓMEZ, Francisco, “La Edad Media y el imperio español” en Un siglo de España: Centenario 1898-1998. Cuenca, 1998, pp. 115-130. Sobre este particular ver ROJAS GABRIEL, Manuel, La frontera entre los reinos de Sevilla y Granada en el siglo XV (1390-1481). Cádiz, 1995, en especial el capítulo 2. Cargo creado en tiempo de Alfonso X para velar por los intereses de la monarquía en la frontera (PÉREZ BUSTAMANTE, Rogelio, El gobierno y la administración territorial de Castilla (1230-1474). Madrid, 1976, t. I, pp. 353-356). Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí más de las veces a caballeros de órdenes militares, son dos aspectos clave de la estrategia castellana. En las líneas que siguen dedicaremos especial atención a esta última cuestión, centrándonos en el papel que tuvieron las fortificaciones en la estrategia política castellana en la frontera. 2. Evolución del concepto de frontera en la Edad Media hispana 2.1. Primera época: La frontera como marca (siglos VII-X) Etimológicamente, la palabra frontera procede del latín frons, -ntis que significa “frente” en su acepción estrictamente militar. Durante la Alta Edad Media este término no suele usarse en los textos, prefiriéndose otros vocablos que también proceden del latín para aludir al hecho fronterizo: fines, -is y sobre todo limes, -itis. Es el caso del limes visigodo frente a las tribus cántabras y vasconas del norte peninsular, espacio creado a imagen y semejanza del viejo limes romano, o el limes bizantino establecido por Leovigildo en la franja del sureste como separación de los dominios bizantinos tras las conquistas de Justiniano (mediados del siglo VI). En ambos casos se trata de espacios militarizados de separación político-administrativa con defensas estáticas (castra, castellum) y con guarniciones semi-permanentes. Cuando los musulmanes conquistaron el reino visigodo de Toledo ocuparon la práctica totalidad de la Península salvo los espacios montañosos del norte peninsular. Allí surgieron unos núcleos de resistencia que con el tiempo evolucionaron hasta convertirse en los primeros reinos cristianos. En los años 40 del siglo VIII una revuelta bereber de ideología Jariyí y Yemení se extendió del Magreb a la Península y provocó que todo el valle del Duero fuera abandonado a su suerte por el poder musulmán. Desde entonces el “desierto estratégico del Duero” como lo definió Claudio Sánchez Albornoz, se manifestó como una espacio fronterizo desestructurado y muy poco poblado, una marca de separación difusa de cientos de kilómetros entre las dos realidades (véase Mapa 1). 127 Jesús Molero García Pero como espacio fronterizo que era se trataba también de un lugar de oportunidades, una tierra de nadie susceptible de ser colonizada por los pobladores cristianos de las montañas. La llamada repoblación de presura es la evidencia más clara de esta coyuntura. En un segundo momento (ss. X-XI), la creación de los grandes concejos de las Extremaduras, cuyos amplios alfoces se extendían hacia el sur a lo largo de las rutas ganaderas, son también prueba evidente de la escasa territorialización del poder político y de los vaivenes de la reconquista16. Mapa 1 La Península Ibérica en la Alta Edad Media (siglos IX-X) La frontera como marca (rayado el “desierto estratégico del Duero”). Fuente: LAPIEDRA, Eva, “Tolerancia y multiculturalidad (4ª parte)” en Araboislámica [en línea], 11 de enero de 2009. Disponible en < http://araboislamica.blogspot.com.es/> [consulta 27/03/2014]. 16 128 La “marca” es una zona extrema, imprecisa y sin ningún poder estable y administrativamente canalizado (MARAVALL CASESNOVES, José Antonio, Estado moderno y mentalidad social. Vol. I, Madrid, 1972, pp. 121-132). Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí Por su parte en el ámbito oriental, la expansión carolingia en la vertiente sur de los Pirineos culminó también con la creación de un espacio fronterizo pero mucho más elaborado: la Marca Hispánica, origen de los futuros condados aragoneses y catalanes. En este ámbito las estructuras feudales y la erección de fortalezas (castillos termenados) sirvieron para encuadrar a la población y defender el territorio desde fechas tempranas (ss. IX-X)17. 2.2. Segunda época. Una frontera ideológica y en movimiento (siglos XIprimera mitad del siglo XIII) Tras la desintegración del califato de Córdoba en los débiles e inestables reinos taifas y la quiebra del régimen vasallático-tributario de las parias, los distintos estados cristianos se sintieron lo suficientemente fuertes como para plantearse como objetivo político fundamental, la conquista sistemática de territorios anteriormente ocupados por el islam. Es la época por excelencia de la reconquista con hitos tan significativos como la toma de Toledo (1085), Zaragoza (1118), Calatrava (1147), Córdoba (1236), Sevilla (1248) y Cádiz (1262), hechos de armas que coinciden con una profunda transformación de la realidad fronteriza18. La frontera sigue siendo un espacio en profundidad, un territorio encastillado que sirve a su vez de demarcación político-militar y de separación religiosa. Este último aspecto es el que cobra protagonismo en estos instantes. La frontera se constituye en un territorio de cruzada y de expansión de la cristiandad occidental19. Es un ámbito de confrontación ideológica, 17 18 19 SABATÉ, Flocell, La feudalización de la sociedad catalana. Granada, Universidad de Granada, 2007. Ver LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “Sobre la evolución de las fronteras medievales hispánicas (siglos XI a XIV)” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 5-50; y el trabajo de BAZZANA, André, GUICHARD, Pierre y SÈNAC, Philippe, “La frontière dans l’Espagne médiévale” en Castrum 4. Frontière et peuplement dans le monde méditerranéen au moyen âge. Madrid, 1992, pp. 35-59. Sobre la realidad fronteriza plenomedieval y la confrontación socio-religiosa ver: GAUTIER-DALCHÉ, Jean, “Islam et Chrétienté en Espagne au XIIe siècle. Contribution à l’étude de la notion de frontière” en Hespéris, n.º 47 (1959), pp. 183-217; 129 Jesús Molero García de lucha entre el bien, representado por la militia christi, en especial los caballeros de las recién creadas órdenes militares20, y el mal, es decir, los yihadistas islámicos, fundamentalmente el imperio almohade. Conviene llamar la atención que es en esta época cuando aparece por vez primera en lenguas romances el término “frontera” en las fuentes escritas y se hace siempre en relación con al-Andalus y el islam. El primer caso conocido es el testamento de Ramiro I de Aragón (1059) cuando se habla de la “frontaria” como espacio de separación de la “terra maurorum”21. Posteriormente, en 1171, se usa ya en la cancillería leonesa, en concreto en la donación de Fernando II a la Orden Militar de Santiago del castillo de Almofrag, situado “in ripa Tagi, in frontera sarracenorum”22 y una década después, en 1183 lo hace en un documento castellano, cuando Alfonso VIII dona el castillo de Consuegra a la Orden de San Juan de Jerusalén, fortaleza que se encontraba próxima a 20 21 22 130 GUICHARD, Pierre, “Avant Tordesillas: la délimitation des terres de reconquête dans l’Espagne des XIIe et XIIIe siècles” en Le partage du monde. Échanges et colonisation dans le Méditerranée médiévale. Paris, 1998, pp. 453-460. BURESI, Pascal, “Nommer, penser les frontières en Espagne aux XIe - XIIIe siècles” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 51-74; Id. La Frontière entre Chrétienté et Islam dans la Péninsule Ibérique. Du Tage à la Sierra Morena (fin XIe-milieu XIIIe siècle). Paris, 2004. De la abundante bibliografía sobre el origen de las órdenes militares y su papel en la frontera destacamos RUIZ GÓMEZ, Francisco, Los orígenes de las Órdenes Militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (1150-1250). Madrid, 2003; AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV). Madrid, 2003; RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, Enrique, Los monjes guerreros en los reinos hispánicos. Las órdenes militares en la Península Ibérica durante la Edad Media. Madrid, 2008. SÉNAC, Philippe, ““Ad castros de fronteras de mauros qui sunt pro facere”. Note sur le premier testament de Ramire Ier d’Aragon” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, pp. 205-221. Del mismo autor: “Frontière et reconquète dans l’Aragon du XIe siècle” en Frontières et espaces pyrénéens au Moyen Âge. Perpignan, 1992, pp. 47-60. Archivo Histórico Nacional (AHN), Órdenes Militares (OO.MM.), Uclés, Carpeta 58, n.º II. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí Toledo “in fronteria maurorum”23. En todos los casos nos encontramos con la misma concepción de la frontera: se trata de un espacio abierto y mal definido, un lugar de confrontación política e ideológica, pero también un territorio de evangelización y de expansión económica susceptible de ser integrado en el mapa político de los reinos cristianos. Mapa 2. La Península Ibérica a principios del siglo XIII. La época de la frontera en movimiento y la cruzada Fuente: PÉREZ, Toni: “Los reinos cristianos” en Aula Digital de Ciencias Sociales [en línea], 4 de febrero de 2013. Disponible en <http://aauladigital.blogspot.com.es/> [consulta 27/03/2014]. En estos momentos el término frontera no se aplica nunca como límite entre reinos cristianos. O dicho de otro modo, la frontera se identifica en el siglo XII no tanto con su valor político-administrativo, sino sobre todo con la idea de cruzada y con la guerra como actividad consustancial y permanente frente a los poderes islámicos. En efecto, no 23 Archivo General de Palacio (AGP), Infante don Gabriel, Secretaría, leg. 564. 131 Jesús Molero García suele encontrarse en los tratados entre estados anteriores al siglo XIII24, quizás porque hasta esas fechas la monarquía feudal no había conseguido alcanzar el suficiente grado de madurez como para culminar con éxito el consiguiente proceso de fijación de límites. La diferenciación política entre reinos, aunque venía gestándose desde el siglo XI, será un asunto que como veremos, se desarrollará preferentemente entre el segundo cuarto del siglo XIII y principios del XIV. Por el contrario, como ponen de manifiesto los casos referidos, en el último tercio siglo XII-principios del XIII el concepto de frontera se asocia casi con exclusividad al lado musulmán25. En un momento en el que se recupera el viejo ideal neogótico de guerra justa por la “pérdida de España”26 y se difunde por la Península la idea de cruzada, comienza también a utilizarse el concepto de frontera como espacio de confrontación entre el mundo musulmán y el cristiano. Una frontera que se concibe no como una línea, sino como un territorio amplio y expuesto, sujeto a los peligros constantes derivados de los ataques provenientes de la parte sarracenorum27. Es un espacio por lo demás dinámico, es decir en continuo movimiento, al compás de los avances y retrocesos derivados de las invasiones norteafricanas. Por este motivo no es necesario definirlo con exactitud, es un límite difuso que conviene superar y ampliar constantemente en detrimento de los vecinos infieles. La frontera se convierte así en un ámbito de lucha y de expansión tanto de la autoridad política del reino como de la propia religión cris24 25 26 27 132 Para el caso de Castilla y León ver GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, “Fijación de la frontera castellano-leonesa en el siglo XII” en En la España Medieval, II. Estudios en memoria del profesor D. Salvador de Moxó, n.º 2 (1982). Madrid, pp. 411-423. La primera utilización del término “frontera” para referirse a los límites entre León y Castilla data de 1209. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Madrid, 1960, Vol. III, doc. 845, pp. 479-484. Sobre el concepto de reconquista y su uso por la historiografía ver GARCÍA FITZ, Francisco, La Reconquista. Granada, 2010. Expresión recogida en un documento fechado en 1155 por el que Alfonso VII el Emperador dona a Pelayo Pérez de Fromista la villa de Bel, en término de Toledo (AHN, OO.MM., Calatrava, carp. 417, n.º 13). Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí tiana (dilatatio christiantatis). No en vano los Papas del momento, Inocencio III y Honorio III, tendieron a difundir por toda Europa la idea de una frontera sagrada frente al islam. La identificación de la frontera oriental, en Tierra Santa, con la occidental, en la Península Ibérica, es una consecuencia inevitable de esta política. El enemigo es el mismo y por eso caben las mismas indulgencias a los que luchen en ambos frentes28. Por eso los avances reconquistadores significaban también la “necesidad” de santificar el nuevo territorio: sus fortalezas, sus mezquitas y por supuesto sus gentes29. 2.3. Tercera época. La territorialización del poder político y la estabilidad de la frontera (Segunda mitad del siglo XIII-XV) A partir de mediados del siglo XIII las monarquías europeas tienden a superar los estrechos márgenes que les impone el feudalismo clásico y llevan a cabo una serie de reformas institucionales y normativas que les permiten ganar, con altibajos, protagonismo en sus propios estados. Surge el concepto de naturalismo político y el reino se define de una manera más precisa, incluyendo lo que se ha venido en denominar la territorialización del poder regio30. Se trata de un proceso conocido y común a toda Europa donde el rey empieza a encarnar la noción de 28 29 30 Sobre la idea de cruzada y su aplicación al caso hispano ver, entre otros, BENITO RUANO, Eloy, “Las Órdenes Militares españolas y la idea de Cruzada” en Hispania, n.º 16, 62, (1956), pp. 3-15; GOÑI GAZTAMBIDE, José, Historia de la bula de cruzada en España. Vitoria, 1958; GARCÍA GUIJARRO RAMOS, Luís, Papado, Cruzadas y Órdenes Militares (siglos XII-XIII). Madrid, 1995; FLORI, Jean, “Réforme, reconquista, croisade. L’idée de reconquête dans la correspondance pontificale d’Alexandre II à Urbain II” en Cahiers de civilisation médiévale, n.º 40 (1997), pp. 317-335. BURESI, Pascal, “Nommer, penser les frontières en Espagne aux XIe-XIIIe siècles” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, p 71. Sobre este concepto ver AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, “Las órdenes militares castellano-leonesas y la acción de frontera en el siglo XIII” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 123-157. 133 Jesús Molero García estado y la autoridad soberana, no sólo sobre los naturales del país, sino también sobre éste en tanto que territorio bien delimitado. Como consecuencia se definen las rayas o fronteras político-administrativas entre los reinos vecinos con amojonamientos cada vez más detallados, se llevan a cabo pactos para la delimitación de términos y el reparto de áreas de influencia, nacen aduanas y sobre todo se crean instituciones y cargos representativos del poder monárquico en los extremos31. En relación con la frontera andalusí, a mediados del siglo XIII termina el período de las grandes conquistas con la ruina del imperio almohade y el resurgimiento de los poderes locales en forma de terceras taifas. La frontera se acorta y estabiliza, con dos variantes: una terrestre con los últimos reinos andalusíes (Niebla, Murcia, Granada…) y otra costero-marítima con los estados musulmanes del norte de África32. La frontera de Granada será la más importante de todas, sobre todo cuando se simplifique el mapa político a partir de las conquistas de Alfonso X y Alfonso XI y quede el reino nazarí como último reducto musulmán de la Península. 31 32 134 Sobre las transformaciones políticas de las monarquías hispánicas y la fijación de las fronteras exteriores ver los trabajos de LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “Las regiones históricas y su articulación política en la Corona de Castilla durante la Baja Edad Media” en En la España Medieval, n.º 15 (1992), pp. 213-247; LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “La Corona de Castilla: transformaciones y crisis políticas (1250-1350)” en Europa en los umbrales de la crisis (1250-1350). Semana de Estudios Medievales de Estella. Pamplona, 1995, pp. 275-322; TORRES FONTES, Juan, “La evolución de las fronteras peninsulares durante el gran avance de la Reconquista (c. 1212-c. 1350)” en Historia de España. Menéndez Pidal, t. XIII, vol. 1: La expansión peninsular y mediterránea (c. 1212 – c. 1350). Madrid, 1990, pp. XIII-LVI. BAZZANA, André, “El concepto de frontera en el Mediterráneo occidental en la Edad Media” en La frontera oriental nazarí como sujeto histórico (s. XIII-XVI). Almería, 1997, pp. 25-46. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí Mapa 3 La frontera “estable” y el reino nazarí de Granada (siglos XIV-XV) Fuente: “Reino nazarí de Granada” en Wikipedia [en línea], 3 de junio de 2013. Disponible en <http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Reino_de_Granada.svg?uselang=es> [consulta 27/03/2014]. Surge entonces un concepto de frontera diferente del heredado de época plenomedieval. La frontera se estabiliza, apenas varía, pues aunque haya reajustes, estos son mínimos y las más de las veces coyunturales, lo cual no es óbice para que los reyes castellanos consideren en todo momento esos límites como “provisionales”33. En realidad, el reino de Granada nunca representó una amenaza seria para los cristianos que mantuvieron sobre el mismo una política de control político y explotación económica que en buena medida, explica lo dilatado de su existencia. En efecto, Granada se convirtió en los siglos XIV y XV en una fuente inestimable de ingresos para la corona gracias a las parias y los servicios de Cortes. Era un medio muy eficaz para fortalecer el poder real e incrementar su prestigio, y a su vez, un recurso para desviar las energías y 33 LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Sobre la evolución de las fronteras medievales, p. 47. 135 Jesús Molero García ambiciones nobiliarias y una justificación para mantener viva la idea de cruzada y el espíritu caballeresco34. El punto de partida de esta nueva realidad fronteriza podemos fecharlo en el año 1246, cuando el rey de Granada Muhammad I se declara vasallo de Fernando III el Santo, rey de Castilla y León. Desde entonces el reino nazarí se convierte en tributario del castellano lo que conlleva la firma de treguas y el pago de parias35, bien es cierto que los pactos no siempre eran respetados y derivaban con frecuencia en enfrentamientos puntuales. Un estado de guerra latente focalizado en el espacio fronterizo con algunas rupturas significativas que servirán para militarizar aún más un territorio ya de por sí bastante encastillado36. La primera gran hostilidad se produce en tiempos de Alfonso X y es consecuencia de la sublevación mudéjar que afectó al reino de Murcia y a toda Andalucía (1264-65). Como consecuencia el reino de Castilla se extiende hacia el sur y se define con mayor precisión la línea fronteriza. Posteriormente se inicia la Guerra del Estrecho (1290) que culmina con la batalla del Salado (1340) lo que permite a Castilla asegurar sus posiciones en la fachada Atlántica. A partir de este momento la crisis interna en el reino de Castilla (peste, guerra civil de Pedro I, conflictos nobiliarios) supone una mayor estabilidad fronteriza que es rota ya en el siglo XV con las guerras de Granada. La primera campaña de envergadura fue encabezada por el infante don Fernando (1407-1410), seguida de la 34 35 36 136 CASTILLO CÁCERES, Fernando, “La funcionalidad de un espacio: La frontera granadina en el siglo XV” en Espacio, Tiempo y Forma. Historia Medieval, n.º 12 (1999), pp. 47-64. Sobre las relaciones pacíficas de la frontera ver CARRIAZO ARROQUIA, Juan de Mata. En la frontera de Granada. Sevilla, 1971 y RODRÍGUEZ MOLINA, José. “La frontera de Granada, siglos XIII-XV” en Primeras Jornadas de Estudios de Frontera. Alcalá la Real y el arcipreste de Hita. Jaén, 1996, pp. 521-560. Ver ACIÉN ALMANSA, Manuel. “Los tugur del reino de Granada. Ensayo de sistematización”. En Castrum, 5. Archéologie des espaces agraires méditerranéens au Moyen Âge. Murcia, 1999, pp. 427-438. MALPICA CUELLO, Antonio, Los castillos en Al-Andalus y la organización del territorio. Cáceres, 2003; Id. Poblamiento y castillos en Granada. Barcelona, 1996. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí llamada cruzada Enriqueña de 1455 y finalmente la guerra y conquista definitiva de tiempos de los Reyes Católicos (1482-1492)37. La política castellana para el mantenimiento y control fronterizo consistió en disponer una tupida red de fortalezas que permitían controlar los movimientos en el lado vecino. La revuelta mudéjar de 1264-65 y la amenaza meriní no harían sino confirmar la necesidad de reforzar esa línea fronteriza. En este contexto las órdenes militares, fundamentalmente las de Calatrava y Santiago, y en menor medida Alcántara y la recién creada de Santa María de España, tendrían una responsabilidad fundamental, siendo calificadas por Carlos de Ayala como una verdadera “policía de frontera”38. No obstante, esa acción de defensa estuvo siempre limitada por su endémica escasez de medios y de recursos39. Su valor vendría determinado por su mayor fidelidad a la monarquía, sobre todo en comparación con la nobleza levantisca y por la posibilidad de integrar en el reino con mayores garantías de éxito los territorios conquistados. Por lo demás, la mayor estabilidad fronteriza permitirá consolidar una sociedad de frontera mucho mejor definida que en etapas anteriores. Desde la segunda mitad del siglo XIII la administración y organización de los territorios fronterizos será una de las preocupaciones principales de la monarquía, bien es cierto que en último término dicha responsabilidad recaerá en los señores vasallos de la zona de frontera. A ellos se les encomienda la labor de alzar castillos, poblar la tierra, cobrar rentas aduaneras y defender el reino. Para ello se permitirán situaciones excepcionales, como la de hacer contrabando, acoger bandidos o tolerar 37 38 39 LADERO QUESADA, Miguel Ángel, La guerra de Granada (1482-1492). Granada, 2001. AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las órdenes militares castellano-leonesas, p. 142. Sobre los problemas para el mantenimiento y defensa de las fortalezas de frontera ver ROJAS GABRIEL, Manuel, “Algunas notas sobre la conservación y el estado edilicio de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental granadina durante el siglo XV” en Estudios de Historia y Arqueología Medievales, n.º 9 (1993), pp. 185-216. 137 Jesús Molero García cabalgadas en época de tregua40. Quizás lo más llamativo de esta situación sea que junto con los episodios de violencia que sin duda existieron41, asistimos a una mayor fluidez de las relaciones sociales, fruto de la intensidad del poblamiento y de la mejora del conocimiento mutuo42. 3. El papel de los castillos en la frontera de Granada La Batalla del Salado constituye un hito en la consolidación de la frontera meridional del reino de Castilla. En 1341 se produce la conquista de las estratégicas plazas de Priego (Córdoba) y Alcalá la Real (Jaén) considerada desde entonces como la “llave y defendimiento del reino de Castilla”. La toma de Algeciras (1344) y el castillo de Huelma (1348) este último al sur del reino de Jaén, marcan el fin de las conquistas de tiempos de Alfonso XI y suponen la estabilización de la frontera hasta principios del siglo XV43. 40 41 42 43 138 LADERO QUESADA, Miguel Ángel, Sobre la evolución de las fronteras medievales, p. 48. Muchos de estos nobles han sido calificados por sus acciones como auténticos “señores de la guerra” ROJAS GABRIEL, Manuel, La frontera entre los reinos de Sevilla y Granada, p. 43. Ver los trabajos publicados en los congresos que con el título genérico “Estudios de Frontera” se vienen celebrando regularmente en la ciudad de Alcalá la Real (Jaén). El primero se celebró en 1996 y lleva por título Alcalá la Real y el Arcipreste de Hita. Jaén, 1996. El segundo se convocó en 1997 bajo el título, Actividad y vida en la frontera: en memoria de Claudio Sánchez Albornoz. Jaén, 1998. El tercer congreso se centró en la Convivencia, defensa y comunicación en la frontera. En memoria de don Juan de Mata Carriazo. Jaén, 2000. Los IV Estudios de Frontera se dedicaron a la Historia, tradiciones y leyendas en la frontera, homenaje a Don Enrique Toral y Peñaranda. Jaén, 2002. El V Congreso se celebró en el año 2003 con el tema Funciones de la red castral fronteriza: homenaje a Don Juan Torres Fontes. Jaén, 2004. El VI congreso en 2005 con el título Población y poblamiento. Homenaje a Manuel González Jiménez. Jaén, 2006. El VII Congreso data de 2008 con el título Islam y cristiandad (siglos XII-XVI). Homenaje a María Jesús Viguera Mollins. Jaén, 2010 y los VIII a la Mujer en la frontera (en prensa) GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel. Andalucía: Guerra y frontera 1312-1350. Sevilla, 1990. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí La frontera se presenta entonces como una línea sinuosa que se extiende por zonas montuosas entre la bahía de Algeciras y el Campo de Gibraltar, en su extremo occidental y los confines del concejo de Lorca (Murcia), en el oriental. La difícil orografía favorece la defensa pasiva y los castillos y villas fortificadas se levantan por doquier sobre altos riscos que cuentan con atalayas para servir de apoyo en las labores de guarda y vigilancia fronteriza44. Se trata pues de un espacio militarizado y encastillado con más de 500 fortificaciones en toda la franja. Ahora bien, la distribución de los castillos va a ser desigual, con una mayor densidad en la zona del reino de Jaén45, Córdoba y Sevilla, mientras que el espacio más desprotegido será el colindante con el reino de Murcia. La conquista de Xiquena (1433) y Huéscar (1434) tratan de paliar este déficit, pero aun así, todavía en 1473 los murcianos se quejaban que desde estos lugares había “nueve leguas de tierra despoblada e todo a peligro de moros”46. A pesar de estas alusiones directas a los peligros de la frontera, la historia político-militar del reino nazarí demuestra su incapacidad manifiesta de realizar incursiones a gran escala en territorio castellano. En las fases de guerra abierta se mantuvieron a la defensiva, atrincherados en los husun y torres que edificaron por doquier. Con frecuencia la población campesina abandonaba a su suerte sus casas y tierras de las alquerías más comprometidas, para volver a ocuparlas pasado el momento de peligro. Como táctica ofensiva utilizaron el recurso de la cabalgada depredatoria, talando árboles, quemando cosechas y captu44 45 46 CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos et alii, “Sistemas fronterizos en la Campiña Giennese” en Arqueología Espacial. Fronteras, Coloquio internacional de Arqueología Espacial (Teruel, 14-16 de septiembre de 1989). Teruel, 1989, pp. 207 – 218; SALVATIERRA CUENCA, Vicente et alii, “Visibilidad y control: un problema de fronteras. Un caso nazarí en el sector Montefrío-Moclín”, en Arqueología Espacial. Fronteras, Coloquio internacional de Arqueología Espacial (Teruel, 14-16 de septiembre de 1989). Teruel, 1989, pp. 229-240. CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos y ALCÁZAR HERNÁNDEZ, Eva María, “La Campiña del alto Guadalquivir en la Baja Edad Media: la dinámica de un espacio fronterizo” en Studia Historica, n.º 24 (2006), pp. 155-196. TORRES FONTES, Juan, Xiquena, castillo de la frontera. Murcia, 1979, p. 128. 139 Jesús Molero García rando cautivos. Ahora bien, rara vez tomaban castillos, en primer lugar por incapacidad militar manifiesta, pero también por las dificultades logísticas de mantenerlos posteriormente operativos. En el lado cristiano la situación no era muy diferente. La política castellana consistió en mantener y acumular castillos en la franja fronteriza. Se creaba así un espacio encastillado que “defendía” en profundidad el reino, asegurando las ciudades y villas de la retaguardia. No obstante, contamos con varios ejemplos de arrancadas moras que se adentraban más de 200 Km. en territorio cristiano, lo cual es una prueba evidente de la inoperatividad manifiesta de la “línea de defensas” fronterizas. Las conquistas y reconquistas de castillos son frecuentes y los saqueos pueden ser tan significativos como el que se produjo en 1455 en la ciudad de Jerez, cuando el rey de Granada se llevó “e robó mas de çinco mil vacas e mató ciertas gentes e llevó cautivos”47. Por su parte, la estrategia ofensiva frente al reino nazarí consistía igualmente en realizar cabalgadas de castigo, muchas veces protagonizadas por bandidos y señores de la guerra que habían convertido la táctica del terror en una vía fácil de enriquecimiento y encumbramiento social. Esta almogavaría recíproca va a ser la forma más habitual de hacer la guerra en la frontera, tanto en época de treguas como en períodos de conflicto abierto48. Los castillos serán las bases de operaciones de estos hechos, como también servían de apoyo logístico a los grandes ejércitos en campaña comandados por monarcas, adelantados de la frontera o capitanes regios. Con todo, seguramente sería la amenaza latente y callada que ejercía la simple presencia de un castillo, el elemento principal de disuasión hacia el enemigo. Este statu quo se mantuvo hasta bien 47 48 140 ROJAS GABRIEL, Manuel, “Funcionalidad bélica de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental con Granada (c. 1350-c. 1481)” en La Fortaleza Medieval: Realidad y Símbolo. Actas de la XV Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales (Alicante, 1997). Murcia, 1998, p. 66. En ocasiones conocemos incluso el nombre de estos fronteros, como Juan Beato de Morón “quien avía por ofiçio de almogavarear, e yva a entrar muchas vezes a tierra de moros e pasava por Zaara, e entrava e dormía muchas noches en ella” (Ibid. p. 71) Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí entrado el siglo XV, cuando la modernización de los ejércitos cristianos y la incorporación de nuevas armas (artillería), volcó definitivamente la balanza para el lado castellano. En todo el espacio fronterizo el papel de las órdenes militares va a ser determinante. La plataforma territorial de estas instituciones en la frontera de Granada había sido creada en el siglo XIII, en tiempos de Fernando III y Alfonso X, y a pesar de ciertos cambios de titularidad en los siglos XIV y XV, la presencia de los castillos de órdenes va a seguir siendo destacada hasta finales del período estudiado. La Orden de Calatrava poseía los castillos de Jarilla, Martos, Víboras, Lopera, Matrera, Sabiote, Osuna, Cazalla y Tiñosa, entre otros49. La de Santiago las fortalezas de Bujalame, Cardete, Tasca, Siles, Segura de la Sierra, Hornos, Albanchez, Benajemí, Vierbén, Antequera, Archidona, Estepa… La Orden de Alcántara tenía los castillos de Morón y Cote y la de Santa María de España la villa de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules. A ellos habría que sumar las fortalezas de titularidad episcopal, fundamentalmente de la mitra toledana; las de los grandes concejos andaluces y las regentadas por la nobleza particular. La pregunta es hasta qué punto esta acumulación de defensas supone un auténtico “sistema castral”, una organización defensiva conscientemente diseñada y organizada por la autoridad central para defensa de vasallos y señoríos. Los recientes estudios castellológicos han desmitificado el concepto de “sistema defensivo” tradicionalmente utilizado por la historiografía50. No existe ningún diseño ex profeso en tal 49 50 La mayoría situados en el reino de Jaén. Ver, CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos y CASTILLO ARMENTEROS, José Luis. “La organización militar de la orden de Calatrava en el alto Guadalquivir a través de las investigaciones arqueológicas” en Arqueología y Territorio Medieval (2003), vol. 10.2, pp. 183-188. Sobre este particular se ha preocupado en varias ocasiones el profesor Francisco García Fitz. Ver entre otros: GARCÍA FITZ, Francisco, “Fortificaciones, fronteras y sistemas defensivos en al-Andalus, siglos XI al XIII” en Actas del I Congreso Internacional Fortificaciones en al-Andalus (Algeciras, noviembre-diciembre, 1996). Algeciras, 1998, pp. 269-280; GARCÍA FITZ, Francisco, “Para acreçentamiento de nuestros regnos. Las funciones ofensivas de los castillos de frontera” en La forta- 141 Jesús Molero García sentido, además, es evidente que no estaba perfectamente organizado. La supuesta vertebración territorial es muy discutible y desde luego la función defensiva de dichas fortalezas, al menos por sí solas, era muy limitada. Las crónicas y documentos medievales están llenos de ejemplos de cabalgadas enemigas que pasaban con total impunidad por las proximidades de los castillos sin que sus defensores pudieran hacer nada por evitarlo. Como ha demostrado la arqueología experimental en varias ocasiones, la defensa directa que se hace desde un castillo utilizando las tradicionales armas portátiles de torsión y tiro o la artillería pirobalística es muy limitada. El alcance eficaz de una ballesta no suele sobrepasar los 300-400 metros y los fuertes desniveles y distancias que existen entre los muros de los castillos y los vados y caminos que circulan por los alrededores, impiden poder asegurar una defensa eficaz directa sobre los mismos. Como mucho la estrategia consistía en mandar tropas de caballería al alcance de estas incursiones enemigas, las más de las veces con resultados nulos, y realizar ahumadas y mandar emisarios para avisar a las villas y castillos vecinos de su presencia en la frontera. En otras ocasiones se organizaba la hueste para tomar represalias o ir al socorro de castillos y villas asediadas, pero lo que solía ocurrir es que cuando finalmente llegaban, el enemigo había levantado el sitio y había vuelto a sus cuarteles de retaguardia. En realidad cuando se habla del valor militar defensivo de los castillos fronterizos nos referimos al papel disuasorio que tenían y a la evidencia de que en el medievo toda conquista sólo podía ser segura si se lograba ocupar y dominar físicamente el territorio51. Para ello era necesario en primer lugar destruir las bases económicas, políticas y psi- 51 142 leza medieval. Realidad y símbolo. Actas de la XV Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales (Alicante, 1997). Madrid, 1998, pp. 75-89. Sobre la guerra en la Castilla plenomedieval ver: GARCÍA FITZ, Francisco, Castilla y León frente al Islam: Estratégicas de expansión y tácticas militares (siglos XI-XIII), Sevilla, 1998; Id. “Una frontera caliente. La guerra en las fronteras castellano-musulmanas (siglos XI-XIII)” en Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, 2001, pp. 159-179. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí cológicas del enemigo a través de la sucesión de cabalgadas por tierras fronterizas52. Esta guerra de desgaste contribuyó a difundir la sensación de peligro por la frontera, creando un clima permanente de violencia y desasosiego para los que allí vivían. En segundo lugar, tras razziar un territorio era necesario desalojar al enemigo de las torres, castillos y ciudades fortificadas. Bien es cierto que esto es una labor harto complicada porque conquistar un castillo era sumamente costoso: se precisaba tiempo, pues las más de las veces había que rendirlo mediante asedio, y evidentemente dinero, necesario para abastecer un ejército lo suficientemente importante para poder batirlo53. En este contexto no es de extrañar que la estrategia castellana consistiera en acumular recintos fortificados en la frontera, lo que no significa que estuvieran todos en perfecto estado, ni mucho menos que fueran levantados ex novo por los poderes señoriales que los regentaban. En efecto, las construcciones de nueva planta son francamente escasas y lo que más abunda es la llamada política de “adobo y reparo”, es decir, la ocupación de fortalezas ganadas al islam y su reforma puntual para acomodarlas a los usos y funciones de sus nuevos ocupantes. Con frecuencia esas reformas consistían en reducir los espacios físicos, desmochando por ejemplo los extensos albacares islámicos, dada la escasez endémica de defensores en el ámbito cristiano. En el mismo sentido, también era habitual derribar construcciones menores (torres) o situadas en posiciones demasiado arriesgadas, ante la dificultad de defenderlas con eficacia en el futuro como ocurrió con el castillo de Estepona en 1460. En otros casos se elevaban los muros de murallas y torreones, y 52 53 Ver ROJAS GABRIEL, Manuel, “El valor bélico de la cabalgada en la frontera de Granada (c. 1350-c. 1481)” en Anuario de Estudios Medievales, n.º 31/1 (2001), pp. 295-328 y TORRES FONTES, Juan, “Apellido y cabalgada en la frontera de Granada” en Estudios de Historia y Arqueología Medievales, n.º 5-6 (1985-1986), pp. 177-190. GARCIA FITZ, Francisco, “El cerco de Sevilla: reflexiones sobre la guerra de asedio en la Edad Media” en Sevilla 1248. Congreso Internacional Conmemorativo del 750 Aniversario de la Conquista de la Ciudad de Sevilla por Fernando III, rey de Castilla y León. Sevilla, 1998, pp. 115-154. 143 Jesús Molero García sobre todo se forraban las viejas murallas de tapial terrero con otras de dura mampostería, haciéndolas así más resistentes al impacto de proyectiles. La excavación de fosos y finalmente la apertura de troneras y cámaras de tiro, fundamentalmente ya en el siglo XV, serían otros ejemplos destacados de estas reformas puntuales54. La operatividad de los castillos fronteros se ve pues condicionada por la escasez endémica de recursos y por la desidia de sus titulares, más interesados por la fama y botín de la vida en la frontera que por los elevados costes de retenencia de las fortalezas. Dos eran los principales problemas con que se enfrentaban los tenentes de los catillos fronterizos: En primer lugar la dificultad de mantenimiento físico. Defensas obsoletas, deterioro estructural y murallas vulnerables eran el común denominador. Las actas de cortes muestran las demandas que con frecuencia elevaban señores y concejos ante una situación enquistada en el tiempo. Los informes de los visitadores de las órdenes militares insisten en esta cuestión, así como los testimonios de los alcaides de las fortalezas que muchas veces acudían a los concejos para pedir socorro ante la vulnerabilidad de los edificios que regentaban55. Con todo, conviene tener en cuenta que hay también un afán propagandístico en todas estas 54 55 144 Sobre las adaptaciones artilleras ver, entre otros, COOPER, Edward, “Desarrollo de la fortificación tardomedieval española” en Mil anos de Fortificaçáõs na Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Actas do simpósio internacional sobre castelos, Lisboa, 2002, pp. 667-676; COBOS, Fernando, “Artillería y fortificación ibérica de transición en torno a 1500” en Mil anos de Fortificaçáõs na Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Actas do simpósio internacional sobre castelos. Lisboa, 2002, pp. 677-696. Para el caso concreto de la frontera granadina: ROJAS GABRIEL, Manuel, “Nuevas técnicas ¿Viejas ideas? Revolución militar, pirobalística y operaciones de expugnación castral castellanas en las guerras contra Granada (c. 1325-c-1410)” en Meridies, n.º 4 (1997), pp. 31-56. El profesor Manuel Rojas ha publicado varios ejemplos en este sentido, como la carta que Juan Gil, alcaide de Matrera, envió al concejo de Sevilla en 1472 encomendándose “a vuestra merçed… en como el dicho castillo está una parte dél muy mal reparada e se quiere caer. E que sy vuestra señoría agora lo mandase adobar se podría faser con muy pocos dineros… Lo qual fasta agora vuestra señoría no ha fecho ni querdio faser…, vos lo notifico de nuevo” (ROJAS GABRIEL, Manuel, Funciona- Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí alarmas. Se trataba de mantener viva la necesidad del aporte económico a la frontera, difundiendo un ambiente de terror y miedo que no siempre se correspondía con la realidad de los hechos. Ni que decir tiene que cuando llegaban esos recursos no siempre se destinaban al mantenimiento y refortificación de los castillos. El segundo problema que limitaba la operatividad de los castillos fronteros es el de las dotaciones. Aunque las fuentes no son tan explícitas como nos gustaría, por lo que sabemos las guarniciones solían ser escasas y mal pertrechadas. Las dificultades de abastecimiento eran comunes, faltaban caballerías, el armamento estaba anticuado, etc. Por lo demás, los grandes señores se despreocupaban de su responsabilidad directa en este sentido, por lo que todos dependían de los recursos extraordinarios que aportaba la monarquía, las llamadas “pagas y llevas”. Por ejemplo, en 1464 el castillo y villa de Zahara debía estar custodiado por 50 caballeros, 100 ballesteros y 100 lanceros, pero evidentemente no lo estaba ya que en 1481 fue asaltado por incursión mora y sólo había 10 hombres para su defensa56. 4. Conclusión La frontera de Granada se constituye desde el último tercio del siglo XIII hasta la conquista definitiva de la ciudad por parte de los Reyes Católicos (1492), como un espacio encastillado a uno y otro lado de la franja. Sin embargo, no podemos hablar de una organización defensiva planificada y coherente. Los castillos estaban mal pertrechados y los problemas de dotación y mantenimiento fueron una constante, incluso en tiempos de la ofensiva final (1481-1491). La estrategia castellana frente al reino nazarí consistió en acumular castillos con un doble propósito. En primer lugar para que sirvieran 56 lidad bélica de las fortificaciones castellanas en la frontera occidental con Granada, p. 63. ROJAS GABRIEL, Manuel, Funcionalidad bélica de las fortificaciones castellanas en la frontera, p. 69. 145 Jesús Molero García de base de operaciones para las cabalgadas e incursiones de desgaste en territorio enemigo. De esta manera se canalizaban también los belicosos ánimos de la nobleza y se mantenía la tensión en las relaciones políticas con el vecino musulmán de cara a su extorsión económica. Por otro lado, el papel defensivo de las fortalezas no impedía las incursiones en profundidad de las tropas moras, fundamentalmente por parte de los benimerines, pero sí servían de obstáculo para que el enemigo pudiera ocupar de forma firme y efectiva el territorio. En este sentido los castillos eran verdaderos “constructores de territorio político” y eran los más fieles aliados de la monarquía para ensanchar su reino. En efecto, el papel militar de los castillos de la franja granadina está directamente relacionado con la idea de frontera de la España medieval. Las autoridades cristianas concebían el espacio fronterizo como una realidad integrada políticamente en el reino que era a su vez el ámbito natural de expansión del mismo. Se trataba de un espacio variable en extensión, aunque cada vez más preciso, donde destacaba su alto grado de militarización y el fuerte peso de las labores de colonización. Los reinos peninsulares crecen, se ensanchan y se definen a partir de la frontera y las órdenes militares, como los concejos de realengo, tendrían un papel fundamental en la definición de ese espacio político57. Ahora bien, no conviene sobredimensionar el valor de la actividad militar fronteriza ni de unos ni de otros. En líneas generales no fueron capaces de defender la frontera con eficacia, lo cual puede sorprender ya que recibieron numerosos castillos y fueron colmados con importantes privilegios políticos y económicos. Los concejos se apoyaban con frecuencia en almogávares y caballeros de fortuna. Las órdenes militares, por su parte, recurrían al uso de voluntarios o mercenarios laicos. Además, tenían dificultades de mantener sus propias fortalezas, 57 146 AYALA MARTÍNEZ, Carlos de, Las Órdenes militares castellano-leonesas, p. 124. Ver también sus trabajos “Ordenes militares y frontera en la Castilla del siglo XIV” en En la España Medieval, n.º 23 (2000), pp. 265-291 y “Frontera y órdenes militares en la Edad Media castellano-leonesa (siglos XII-XIII)” en Studia Historica. Historia Medieval, n.º 24 (2006), pp. 87-112. Retener castillos, controlar la frontera. La estrategia de Castilla frente al reino nazarí lo que les llevaba a tener que cederlas en prestimonio a los poderes laicos. Frente a estas limitaciones, el valor fundamental de los caballeros de órdenes militares en la frontera tiene que ver con su imagen de defensores de la fe, de cruzados permanentes. Su presencia en un ámbito tan comprometido servía para legitimar la guerra en defensa de la cristiandad y para justificar la reconquista como guerra justa. Ideas que no tardarían en trasladar a la nueva frontera americana. Bibliografía I-VII ESTUDIOS de Frontera. 1991-2010 Actas de los congresos celebrados en Alcalá la Real (Jaén) entre 1996 y 2008. Jaén, Diputación Provincial. AYALA MARTÍNEZ, Carlos de 2000 “Ordenes militares y frontera en la Castilla del siglo XIV” en En la España Medieval, n.º 23, pp. 265-291. AYALA MARTÍNEZ, Carlos de 2003 Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV). Madrid, Marcial Pons. AYALA MARTÍNEZ, Carlos de 2006 “Frontera y órdenes militares en la Edad Media castellano-leonesa (siglos XII-XIII)” en Studia Historica, n.º 24, pp. 87-112. AYALA MARTÍNEZ, Carlos de; BURESI, Pascal y JOSSERAND, Philippe (eds.) 2001 Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV). Madrid, Collection de la Casa de Velázquez, n.º 75. BALARD, Michel y DUCELLIER, Alain (dir.) 1998 Le partage du monde. Échanges et colonisation dans le Méditerranée médiévale. Paris. Sorbonee. 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El caso de la región de Noudar y Barrancos en Portugal1 João Augusto Espadeiro Ramos2 El término de Noudar y Barrancos, en la región del Alentejo, al sur de Portugal, estuvo en su origen fuertemente vinculado con la militarización del área de frontera contigua. Este término se creó a partir del castillo de Noudar, próximo a una villa que a lo largo de los siglos siempre tuvo dificultades en su fijación demográfica. A partir del siglo XIV, surgió en el término el lugar de Barrancos, que asumió rápidamente la preponderancia económica. Por ello, a partir del siglo XVI, a medida que la administración se trasladó del castillo a la villa, el término comenzó a denominarse Noudar e Barrancos. Una particularidad del término es que todo él correspondía a una encomienda de la Orden de Aviz, y dependía en lo espiritual del Prior Mayor del convento de Aviz. Otra particularidad exclusiva fue que su jurisdicción era del comendador, quien nombraba oficios y oidor específico. Este término de Noudar y Barrancos se asienta en el único espacio del territorio portugués situado al este del rio Guadiana. De ahí que 1 2 Traducción realizada por Solène P. Hamon. Agradezco las sugerencias de la Dra. Ana Isabel López-Salazar Codes (CIDEHUS de la Universidade de Évora, Portugal) porque me han resultado de enorme utilidad para la elaboración de este estudio. Universidad de Évora 151 João Augusto Espadeiro Ramos en determinados periodos se hablara del Além d’Odiana situado, por lo tanto, mas allá del río que naturalmente hace de tramo final de frontera entre los dos países. En esta zona, la preponderancia demográfica y económica recaía en primer lugar en la villa de Moura, seguida de la de Serpa. En este espacio se encontraba también la villa de Mourão. Estos territorios mantenían relaciones de proximidad con la parte occidental del Guadiana, y con la ciudad de Beja, cabeza de comarca a la cual pertenecían las villas de Moura e Serpa. La fortificación de la frontera La fortificación de la frontera está relacionada con la estrategia de consolidación territorial de Portugal de la época de Don Dinis (12791325). Es precisamente en ese contexto en el que se sitúa la donación, en 1303, del Castillo de Noudar a la Orden de Aviz3 y la atribución a esta orden de la obligación de reconstruir la estructura militar existente y poblar aquel territorio. El hecho de que esta no fuese la primera orden con poderes sobre Noudar es una prueba de la implicación de las órdenes en el control de espacios con importancia militar. El territorio había pertenecido a la Orden del Cister “antes del rey D. Dinis cuando eran de Castilla y vinieron a este reino de Portugal por virtud de una demarcación que en tiempo de dicho rey D. Dinis se hizo entre estos dos reinos” 4. Todo el territorio al otro lado del Guadiana fue señorío del rey de Castilla, hasta su donación en 12835 por parte de Alfonso X (1252-1284) a su hija doña Beatriz, hecho que permitió el cambio de jurisdicción para Portugal. Tras el esclarecimiento acerca de las posesiones al margen izquierdo del Guadiana, se inició un proceso de fortificación de las villas. 3 4 5 152 Marta Páscoa, “Levantamento documental sobre Noudar e Barrancos existente na Torre do Tombo”, Cadernos do Museu, nº 1, Noviembre, 1998, p. 27. Archivo Nacional de Torre de Tombo [en adelante ANTT], MCO, Tombo das Comendas, Lv 373, fol. 202v. Gustavo de Matos Sequeira, Noudar - notícia histórica, Lisboa, Tip. Da Casa da Moeda e do Papel Selado, 1909. (Sep. Boletim da Associação dos Architectos Civis e Archeólogos Portuguezes, vol. 11, nº10), p. 8. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII La Orden de Aviz fue convocada en el proceso de creación de condiciones para el poblamiento de la región. Conservaba gran influencia sobre el margen izquierdo del Guadiana, ya que además de poseer Noudar, posteriormente transformada en encomienda, nombraba también los priores en las villas de Moura, Serpa y Mourão, además de las de los principales lugares de estos términos6. Esta cesión tuvo desde en su origen la intención de cumplir un objetivo doble: militarización y poblamiento, pues de ellos dependía la producción de rentas para la Orden y garantizar la salvaguarda del territorio del rey. El poblamiento no siempre fue un objetivo fácil de alcanzar, lo que tuvo implicaciones en la producción de riquezas y en la capacidad defensiva, lo que llevó a que se tomasen medidas extraordinarias. Una de esas medidas fue la creación de cotos de homiciados7, estructuras que estaban íntimamente ligadas con la frontera y su necesidad constante de efectivos. El coto de homiciados de Noudar, el primero del reino creado en 13088, y el de Mourão, instituido posteriormente en 14409, pretendían dar respuestas a la falta, en muchas ocasiones grave, de población para la ocupación efectiva de los territorios, como antes apuntamos. La localización de la villa de Noudar en la frontera, su escasez de habitantes y defensores, y su relevancia en el control del acceso a importantes terrenos de pasto, así como en la protección de Moura y de Serpa, hicieron de esta fortaleza blanco preferente de repetidos ataques. Estos asaltos determinaron una posesión intermitente entre Castilla y Portugal. A lo largo del siglo XIV tiene lugar su ocupación por la orden 6 7 8 9 João Cosme, Elementos para a história da Além-Guadiana Português (1640-1715), Mourão, Câmara Municipal de Mourão, 1996, p.14. Cf. Regra da cavallaria e Ordem Militar de S. Bento de Avis, Lisboa, por Yorge Roijz, 1631, Tit. 1º, Cap. XIII. Coto donde los condenados podían cambiar su pena de prisión o destierro por habitar en este lugar. Este sistema fue muy utilizado en la Edad Media para poblar áreas fronterizas de difícil poblamiento. Adelino de Matos Coelho, O Castelo de Noudar: fortaleza medieval, Edición de la Câmara Municipal de Barrancos, [D.L. 1997], p. 47. Margarida Garcez Ventura, “Os coutos de homiziados nas fronteiras com o direito de asilo”, Revista da Faculdade de Letras: História, serie II, vol. 15, nº. 1, 1998, p. 607. 153 João Augusto Espadeiro Ramos castellana de Santiago y su posesión por parte de Castilla en el ámbito de la crisis de 138310. Quizá como consecuencia de esta última pérdida, D. João I (1385-1433) ordenó invertir en la reparación y cerca del castillo de Noudar en 140811. En el siglo XV Noudar volvería a ser castellana durante tres años, y regresó a la administración portuguesa por obra de su alcaide castellano Martim o Martinho de Sepúlveda, que se puso al servicio de la corona de Portugal12. La relación de este territorio con la frontera es anterior a la propia existencia del reino de Portugal. Ya en época romana era un espacio fronterizo, y aunque la historiografía no se pone de acuerdo acerca de la división entre la Lusitania y la Bética, la proximidad del rio Anas13 y la existencia de una ciudad denominada Fines14, dejan entrever una divisoria que pasaba por este territorio. Ya sea más cerca o más lejos de ese límite, Noudar estaba seguramente en la zona de división. En época islámica la frontera también se mantuvo presente. La fortaleza de Noudar surgió en un lugar donde era fácil atravesar el río Ardila (límite parcial al norte del territorio más allá del Guadiana). Este río marcaba la división entre los reinos musulmanes de Badajoz y Sevilla, mientras delimitaba a la vez la entrada en los dominios de la ciudad de Beja, de ahí que existiese la intención clara de mantener allí una estructura militar de control de acceso al territorio15. La vigilancia territorial como función de Noudar 10 11 12 13 14 15 154 Adelino de Matos Coelho, O Castelo…, cit., p. 33. Marta Páscoa, “Levantamento …, cit., p. 27. Norberto Franco, O porquê de Barrancos, Amareleja, Ed. del autor, 2000, p. 158. Información original de la Crónica de D. Afonso V, de Rui de Pina. Maria de Fátima Botão afirma que el Guadiana mantenía la demarcación utilizada por los romanos para separar las dos provincias. (Maria de Fátima Botão, “A definição e a dinâmica dos limites no Algarve medieval”, Revista da Faculdade de Letras. História, vol. 15, nº 1, 1998, p. 745. André Carneiro, Itinerários Romanos do Alentejo. Uma releitura de “As grandes vias da Lusitânia – O Itinerário de Antonino Pio” de Mário Saa, cinquenta anos depois, Lisboa, Comissão de Coordenação e Desenvolvimento Regional do Alentejo, 2008, p. 121. Santiago Macias, Mértola – O último porto do Mediterrâneo. Catálogo da exposição Mértola – história e património: séculos V-XII, Mértola, Campo Arqueológico de Mértola, 2005, p. 171. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII hunde sus raíces en la etimología del propio término “noudar” cuyo significado originario se correspondía con “atalaya” 16. Todo indica que a la fortaleza existente en época musulmana se acercaron comunidades en busca de protección. La red de estructuras militares de defensa de la frontera que efectuó D. Dinis (1279-1325) muchas veces fue llevada a cabo reforzando y complementando estas estructuras militares previas, las más antiguas de las cuales databan de la Edad del Hierro. Noudar, muy cercano a la línea de frontera, representaba una importante avanzadilla para la salvaguarda de las villas mas importantes. Esta relevancia estratégica es todavía clara en el siglo XVII, cuando los procuradores de la villa de Moura en las Cortes de 1642, afirmaron que esta fortaleza era “una de las llaves de este Reino”17, o en el siglo XVIII, cuando el párroco de Santo Aleixo (aldea del término de Moura que lindaba con el término de Noudar) afirmó, en respuesta al cuestionario que se llevó a cabo tras el terremoto de 1755, que aquel lugar “se haya, con el castillo de Noudar, situado en una estrecha punta que hace el Reino metido en el de Castilla, que ambas plazas sirven de atalaya y descanso a las Villas de Serpa, Moura y Mourão”18. Este espacio, cuya génesis está estrechamente ligada a la militarización de la frontera en la Edad Moderna, se vería implicado todavía en los conflictos militares aunque acabaría perdiendo esas funciones a comienzos del siglo XIX. No obstante, como hemos observado en un trabajo reciente19, los oficios militares tenían en ese mismo periodo muy poca relevancia en el contexto social local. Para poder comprender mejor esta particularidad pretendemos desarrollar aquí la cuestión de la importancia militar de este territorio de frontera, tanto a través de las 16 17 18 19 Cláudio Torres, “Povoamento antigo do Baixo Alentejo”, Arqueologia Medieval, 1 (Febrero), Porto, Afrontamento/Campo Arqueológico de Mértola, 1999, p. 197. ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp. 248-288. Marta Cristina Páscoa, As memórias paroquiais da Vila de Moura e seu termo, Moura, Câmara Municipal de Moura, [D.L. 2003], p. 73. João Augusto Espadeiro Ramos, Fronteira e relações de poder. Noudar e Barrancos no Antigo Regime, Dissertação de mestrado, Universidade de Évora, 2012. 155 João Augusto Espadeiro Ramos fortificaciones, mediante el estudio de su importancia en la Edad Moderna, como a través del impacto social de las funciones militares y sus repercusiones sobre la población local. Mapa 1 Localización del término de Noudar. Elaborado por Ana Contente 156 La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII La pérdida de importancia militar de las fortalezas del Guadiana La estabilización y la estabilidad de la frontera, el desplazamiento de las rivalidades luso-castellanas hacia los territorios ultramarinos y, finalmente, el dominio común bajo una misma monarquía (15801640), contribuyeron a una cada vez menor inversión en las estructuras defensivas e incluso en la organización militar del territorio. Basta observar el inventario de las fortificaciones fronterizas realizado por Duarte D’Armas20 para constatar que, a principios del siglo XVI, las torres y paños de las murallas de las villas del margen izquierdo del Guadiana se encontraban en ruinas o en un estado de conservación bastante deteriorado. Constatamos también que en la mayoría de las villas la estructura defensiva ya no protegía a todo el entramado urbano puesto que los arrabales extramuros presentaban proporciones considerables. Noudar no escapó a esta falta de inversión, más acentuada si cabe en una fortaleza que había sido tan atacada por el enemigo. A principios del siglo XVI se desarrollaron obras en Noudar según consta en el informe fechado el 20 de febrero de 1510, enviado a D. Manuel I (1495-1521) por el encargado de supervisar las obras de los castillos21. A pesar de estos trabajos, el estado en el que se encontraba Noudar media docena de años más tarde era de total abandono. El acto de entrega de la fortaleza a Luís D’Antas en 1516 es muy esclarecedor en cuanto al estado de la estructura militar: “La casa que está encima del todo sobre la dicha torre está derruida […] otras trece espingardas sin culata […] una falda y gocetes de malla gruesa muy oxidada y casi podrida […] a lo largo de la muralla un torreón que se llama de los enamorados todo descubierto y con las paredes a punto de caerse […] otro torreón de delante en que duermen las guardias está cubierto pero a punto de caerse […] otro torreón de delante todo derruido” 22. Si ese 20 21 22 João de Almeida, Reprodução Anotada do Livro das Fortalezas de Duarte Darmas, Lisboa, Editorial Império, 1943. Gustavo de Matos Sequeira, Noudar…, cit., p. 11. “Auto d’uma posse do Castello de Noudar e inventario do que lá existia no século” XVI, en O Archeologo Português, Serie 1, vol. 5, n.º 5 (1899-1900), Lisboa, Museu Ethnographico Português, pp. 147-149. 157 João Augusto Espadeiro Ramos era el estado del área militar, la situación del resto de la villa no era mejor: “Todas las otras casas del dicho castillo [están] todas derruidas y sin tejados; solamente [hay] una que está a la entrada del castillo que sirve ahora de caballeriza cubierta a mitad de teja y a mitad de corcho, muy mal reparada y todas las otras descubiertas; solamente [hay] dos de ellas que tienen cada una un puñado de tejas encima y que se pueden llamar chozos y no casas […] en todas las otras puertas de la villa no han ninguna puerta, sino una única puerta partida que yace en el suelo […] la puerta de Pero Gomez [tiene] una polea grande nueva y buena y tiene dos grietas […] una arca vieja sin fondo ni tapa que está en casa de Acenço Gonçalvez […] un pedazo de cobre muy viejo que fue de un caldero” 23. Las descripciones nos muestran una imagen de total desolación. En 1532, la situación poco había mejorado, Noudar contaba con apenas seis habitantes, y el término con un total de 7324 y cinco años más tarde, en 1577, en Noudar vivían tan sólo dos vecinos25. La importancia militar de Noudar en la Edad Moderna A pesar de todo, estas antiguas fortalezas volverían a ser llamadas a asumir su papel. Las guerras de la Edad Moderna –Restauración portuguesa (1640-1668) y Sucesión española (1701-1715)– estuvieron asociadas a una nueva y última fase de inversión en las infraestructuras militares, no solo de recalificación sino también de adaptación a los nuevos modos de entender la guerra. Estos conflictos tuvieron grandes implicaciones en todo este territorio. Guerra de Restauración portuguesa El 1 de diciembre de 1640 un grupo de aristócratas portugueses privó de poderes a la virreina de Portugal y aclamó como rey portugués 23 24 25 158 Ibid., pp. 149-150. Gustavo de Matos Sequeira, O Castelo…, cit., p. 11. Demarcações de fronteira: De Castro Marim a Montalvão, Vol. I, Porto, Centro de Investigação e de Documentação de História Medieval Universidade Portucalense Infante D. Henrique, 2003, p. 66. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII al Duque de Braganza, que se convertiría en el futuro João IV (16401656). Este conflicto, del que Portugal salió vencedor, presentaba de partida escasas posibilidades de alcanzar el éxito porque del lado portugués se hizo necesaria a partir de dicho momento la urgente organización de la administración y del ejército. El conflicto iniciado con este golpe determinó, en palabras de Rafael Valladares, el fin irreversible de la hegemonía de los Austrias en Europa. Si la unión ibérica de 1580 había representado su apogeo, la pérdida de Portugal en 1640 precipitó su declive26. No obstante, el precio de esta acción “libertadora” para Portugal fue que el país quedase “rehén” del apoyo prestado por los ingleses27. Tanto Portugal como España dejaron de ser potencias marítimas, lo que supuso el fin su dominio del comercio mundial, que pasaría posteriormente al imperio británico. A nivel local también existieron implicaciones económicas inmediatas, relacionadas con una tipología de conflictos basados fundamentalmente en saqueos “en que la noche era utilizada para aproximarse a las poblaciones a las que se pretendía atacar. Después, de forma sorpresiva, al llegar el amanecer se atacaban las plazas de armas secundarias, que en principio estaban provistas de menos medios defensivos, y desde esos espacios se vengaban de los ataques recibidos” 28. Por esta razón, teniendo en cuenta la cuestión del alojamiento pero también los saqueos, Fernando Cortés Cortés clasifica esta guerra como un acontecimiento desastroso para la Extremadura española29. Este tipo de guerra de saqueo no es ajena al hecho de que la Monarquía Hispánica se enfrentaba con diversos conflictos simultáneos, especialmente contra Francia y Cataluña, a los cuales prestaba más atención y que siguieron su curso hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659). Esta situación determinó que la estrategia y recursos castellanos de los primeros 19 de los 28 años de 26 27 28 29 Rafael Valladares, A Independência de Portugal. Guerra e Restauração 1640-1680, Lisboa, Esfera dos Livros, 2006, p. 354. Ibid., pp. 361-362. João Cosme, Elementos…, cit., p. 39. Fernando Cortés Cortés, Guerra e Pressão Militar nas Terras de Fronteira 16401668, Lisboa, Livros Horizonte, 1990, p. 9. 159 João Augusto Espadeiro Ramos guerra, no estuvieran orientados hacia la frontera portuguesa, lo que influyó en el éxito portugués. Durante los casi 30 años que duró el conflicto, este fue el tipo de actuación más común y solo se podrían clasificar como batallas cinco de estos enfrentamientos 30. Aunque el papel de Noudar a lo largo de la Guerra de Restauración portuguesa no fue protagonista de ninguno de los muchos textos panfletarios de la época –lo que corresponde a una participación tímida en dicha guerra–, no dejó de verse involucrada varias veces en el conflicto. Esta guerra se desarrolló principalmente en el Alentejo, pues Badajoz fue un lugar estratégico para el ataque a Portugal. De hecho, la estrategia castellana de ataque fue la misma que utilizó en 1580 el Duque de Alba cuando invadió Portugal para hacer firmes las exitosas pretensiones de Felipe II al trono portugués31. Por esta razón, la táctica castellana se concentró en la Extremadura española, contigua al Alentejo. En 1641 se intensificó la vigilancia junto a la frontera, lo que implicaba una mayor atención al castillo de Noudar. A pesar de ser un punto estratégico estaba muy destruido y su villa muy deshabitada, por lo que la villa de Moura trató de reforzarlo con provisiones y efectivos32. Entre el 29 de junio de 1641 y los primeros días de agosto33 el ejercito portugués despejó el lugar de Barrancos por orden del rey, incendiándolo y dejando en pie apenas la iglesia parroquial y parte del palacio del conde de Linhares, comendador de Noudar. La destrucción de este lugar, el conjunto urbano más importante del término, permitió la concentración de los esfuerzos militares en la fortaleza de Noudar. 30 31 32 33 160 Ibid., p. 40. Fernando Dores Costa, A Guerra da Restauração 1641-1668, Lisboa, Livros Horizonte, 2004, p. 47. João Cosme, Elementos…, cit., p. 27. Ibid., p. 32. El 4 de agosto regresó a Moura D. Francisco de Sousa, mando militar de esa expedición. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII Algunos días después de la destrucción de la aldea de Barrancos, fueron detectados caballeros enemigos en las proximidades del castillo de Noudar sin mayores incidentes, puesto que este ya estaba guarnecido34. El 11 de julio de 1641, llegaron noticias a Moura de que el castillo de Noudar estaba cercado, por lo que se enviaron refuerzos35. El 18 de julio los “regidores [de Encinasola] acordaron y mandaron que se pregone en la plaza y calles públicas de esta villa que todos los vecinos de esta villa que tuvieren ganados en la tierra que hace frente al Reino de Portugal […] lo traigan de la parte arriba de esta villa”36. La acción del ejército luso, capaz de destruir una aldea portuguesa debió provocar muchos recelos en los territorios fronterizos. A pesar de que el castillo de Noudar quedase a un lado de las contiendas más significativas de la Guerra de Restauración portuguesa, la preocupación de los procuradores de Moura en las Cortes de 1642, dejó bien clara la importancia estratégica que esta villa atribuía a la fortaleza. Afirmaban los procuradores que siendo Noudar “una de las llaves de este Reino”37 necesitaba 120 hombres a caballo y una compañía de infantería para su defensa. Es curiosa la sugerencia hecha por los procuradores, que recuerdan la función original de esta fortaleza y también el objetivo inicial de la cesión a la Orden de Aviz. Ese retorno a las concepciones originales quedó patente cuando afirmaron que el “presidio es jurisdicción del Maestre de Aviz en donde en las guerras pasadas residía el maestre con sus caballeros”38. Como es obvio, esta referencia alude a la permanencia del comendador y no a la del maestre de la orden. Así, se sugiere “que todos los hidalgos o personas que requieran o pretendiesen 34 35 36 37 38 Ibid., p. 32. Ibid., p. 33. Archivo Histórico de Encinasola (AHE), Ayuntamiento Pleno, Actas Capitulares, Legajo 1, fol. 29. ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp. 248-288. ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp. 248-288. 161 João Augusto Espadeiro Ramos encomiendas del hábito vengan a servir a dicha fortaleza”39. Es más curioso todavía que esta pretensión entronque con la del Estado dos Povos discutida en las mismas cortes, que defendía que fuesen los bienes de la Corona y de las Órdenes los destinados a pagar la mayor parte de los costos de la guerra, ya que están “estos bienes obligados en primer lugar a los gastos de la guerra, siendo dados por los reyes con esa condición”40. La cuestión aludida rebasa el espacio al este del Guadiana. En 1643 el rey portugués se aproximó físicamente al escenario de la guerra al instalarse en Évora con el fin de atraer vasallos y medios materiales para la misma. Uno de los problemas a los que se enfrentó la nueva monarquía de los Braganza fue el de la escasez de soldados y las dificultades de reclutamiento, ya que, como se ha apuntado anteriormente, el ejército portugués era prácticamente inexistente hasta ese momento. Todas estas dificultades se reflejaron también en Noudar. Atendiendo a la escasez de habitantes en Noudar todo indica que su guarnición era “profesional”, pues incluso su capitán mayor era un oficial remunerado41 y no un noble del lugar. No es que los habitantes locales no pudiesen integrar la guarnición, pues en el inicio de la Guerra de Restauración portuguesa integraba la tropa de Noudar Bartolomeu Rodrigues Ronquilho, natural de Barrancos, que sería posteriormente destacado mediante una merced42, pero esta no sería la pauta dominante. El libro de albaranes y mercedes del ayuntamiento de Moura43 referente a nombramientos militares, deja entrever las dificultades a la hora de conseguir dirigentes, puesto que la aplicación de penas de destierro a Noudar tiene siempre como implicados a oficiales, militares y nobles. Estas dificultades no solo se advertirían a nivel de reclutamiento, sino también en el mantenimien39 40 41 42 43 162 ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp. 248-288. Fernando Dores Costa, A Guerra … cit., p. 38. Esto fue así durante el periodo de la Guerra de Restauración. Fernando Dores Costa, “As forças sociais perante a guerra: as Cortes de 1645-46 e de 1653-54”, Análise Social, vol. XXXVI (161), 2001, p. 1151. ANTT, Livros das Portarias do Reino, L. 2, fol. 474v. Arquivo Municipal de Moura (AMM), Câmara Municipal, Alvarás e Mercês, L. 1. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII to de los mandos. En julio de 1659 recayeron sospechas44 sobre el capitán que estaba en Noudar, y el gobernador de armas del Alentejo ordenó su sustitución por uno de mayor confianza. La búsqueda de mandos de confianza llevaba a que se encontrasen soluciones inesperadas, como sucedió en enero de 1662, cuando fue nombrado capitán de Noudar el militar extranjero João de Sentclar45. La preocupación de Moura por dotar a Noudar de medios militares, denotaba la importancia que la primera villa atribuía a la segunda. Si se relaciona esta cuestión con el papel que asumió Moura en su abastecimiento, tanto de efectivos como de bienes, la relación entre estos dos polos militares se muestra aún más clara. En 1644, queda testimonio de la existencia de un cerco que culminó con la toma de la villa que fue recuperada algún tiempo después46. En este mismo año, estalló la primera batalla –la de Montijo– que tuvo un mal comienzo para el ejército portugués, aunque acabaría saliendo victorioso. En 1645 y 1646 aún existían hostilidades pero después le sucedería un período de calma. Por lo que evidencia la lectura de las mercedes y privilegios concedidos por servicios en aquel castillo, que se concentraron entre 1644 y 1654, este período fue el de mayor actividad en el territorio de Noudar47. A partir de 1657, debido a la muerte de D. João IV y la minoría de edad de D. Afonso VI (1656-1683), se inicia la regencia de Doña Luisa de Gusmão. Este hecho, asociado a una mayor disponibilidad castellana, especialmente la proporcionada por el tratado de los Pirineos con Francia (1659), hace que la guerra con Portugal entre en una nueva y última fase. Felipe IV tenía las manos libres para concentrar sus efectivos militares en la frontera occidental. En octubre de 1660, se documentan movimientos en torno a Noudar puesto que el gobernador de Aroche es herido y 44 45 46 47 Cartas dos Governadores da Província do Alentejo a El-Rei D. João IV e a El-Rei D. Afonso VI, Vol. II, Lisboa, Academia Portuguesa de História, 1940, p. 301. Norberto Franco, O porquê…, cit., p. 165. Ibid., pp. 163-164. Información original en Cartas dos Governadores da Província do Alentejo. Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., pp. 18-19. 163 João Augusto Espadeiro Ramos apresado en este castillo48. En diciembre de 1661, los rumores llegados de Castilla apuntan que los castellanos tenían intención de atacar Noudar, Safara y Santo Aleixo49. Entre 1659 y 1665, el ejército portugués derrotó en repetidas ocasiones a las tropas castellanas en las batallas de Elvas, Ameixial y Montes Claros. Esta situación, asociada a una guerra larga y prolongada en el tiempo, llevó al agotamiento de ambas partes determinando el fin de la contienda mediante un tratado de paz firmado el 5 de enero de 1668 en Madrid, y ratificado en Lisboa en el mes siguiente50. Una observación interesante acerca de la importancia militar de este territorio en el siglo XVII, viene dada por la divergencia de posturas en cuanto a la destrucción de la aldea de Barrancos. El conde de Ericeira, en su obra História de Portugal Restaurado apunta que “era tan difícil y poco útil conservarlo [el lugar], que sin culpa de los habitantes fue justo destruirlo”51. La Relação do que sucede una vila de Moura e seu termo no ano de 1641 indica que fue dispuesto que “ninguno de los moradores de Barrancos pasase a Castilla bajo pena de traidores y ser por tales tenidos”52, por lo que la destrucción de la aldea parece haber sido solamente un castigo. En nuestra opinión este antagonismo no es más que la diferenciación del nivel desde el que es observado el problema. El conde, en una obra de análisis general sobre la situación de la guerra, más militarista, no da mucha importancia a ese pequeño territorio. Mientras que la Relação, que tiene un enfoque más local, transmite la idea contraria defendiendo el fundamental sostén de los habitantes de la aldea destruida e impidiendo su pase a Castilla a pesar de la desconfianza en cuanto a su fidelidad. Esta situación también fue debida a que serían útiles para desempeñar el mismo papel de marco fronterizo que permitió a Portugal ver reconocida la jurisdicción del lugar de Barrancos en el pleito de 1493. 48 49 50 51 52 164 João Cosme, Elementos…, cit., p. 72. Ibid., p. 74. Ibid., p. 78. D. Luís de Meneses, História de Portugal Restaurado, Tomo I, Lisboa, Oficina de João Galvão, 1679, p. 216. João Cosme, Elementos…, cit., p. 332. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII La Guerra de Sucesión española (1701-1715) La Guerra de Sucesión española (1701-1715) tuvo mayores consecuencias geopolíticas en el territorio estudiado, puesto que el término de Noudar pasó a jurisdicción castellana. Las principales potencias europeas se vieron implicadas en el conflicto tras la muerte de Carlos II de España, quien dejó como heredero al que sería más tarde Felipe V, nieto del rey de Francia Luís XIV. El recelo que suscitó la unión de dos grandes países europeos, provocó que Inglaterra, el Imperio Austriaco y las Provincias Unidas entraran en guerra con Francia y España. Este conflicto abrió la puerta a la afirmación del imperio británico en detrimento de la importancia que el imperio español había tenido hasta el momento. Se desarrolló entre el recelo de una unión entre España y Francia en contraposición a la hegemonía de los Habsburgo a través de una nueva unión entre España y el Imperio Austriaco. Portugal, tras alegar neutralidad y apoyo a Francia decidía, en 1704, reforzar las relaciones comerciales con Inglaterra, acogiendo en su territorio a otro aspirante al trono: el Archiduque Carlos, hijo del emperador austriaco. Los conflictos con Portugal se iniciaron en la región de la Beira para extenderse más tarde por el Alentejo, donde se volvieron más intensos, especialmente en lo relativo a los saqueos a uno y otro lado de la frontera. Esta situación determinó, entre 1704 y 1715, el despoblamiento de la mayoría de los territorios al este del Guadiana, y la concentración de sus habitantes bajo la protección de las murallas de las respectivas poblaciones53. En el Alentejo los conflictos se iniciaron concretamente en la zona situada al este del río Guadiana. En 1704, tras el saqueo de Santo Aleixo y Aldeia Nova de S. Bento, el marqués de Villadarias tomó la plaza de Noudar y mantuvo allí un efectivo militar54. La ocupación de la villa implicó la asunción no solo de la jurisdicción y de la organización militar, sino también de la eclesiástica. En 1706 el gobernador castellano de Noudar manifestó al gobernador de Jerez de los Caballeros sus preocupaciones por la concentración de tropas portuguesas y solicitó con53 54 Ibid., p. 103. Ibid., p. 102. 165 João Augusto Espadeiro Ramos sejo55. La ausencia de asientos bautismales para 1712 se justificó en 1733 con el hecho de “el padre Benedito Marqués, natural de anzinasola prior que en aquel tiempo era en esta Iglesia de Nuestra Señora del destierro de esta villa de Noudar por razón de que en dicho tiempo estaba dicha villa y su término poseído por castellanos”56. En 1707 se produjo la pérdida de las villas de Serpa y Moura57, ciudades que Castilla desocupó en 1708 debido a las dificultades en su mantenimiento, causando daños en las estructuras militares antes de su abandono. La ocupación de estas villas correspondió a una estrategia clara del duque de Osuna, capitán general de Andalucía, de ocupar territorios al este del Guadiana, como forma de impedir el paso de caballos y bienes hacia Portugal. Después de este episodio, el conflicto se trasladó hacia el área de Olivença, que fue objeto de varias tentativas fallidas de ocupación. Sin embargo, la realización de incursiones se mantuvo, como revela el abandono de las aldeas hasta el comienzo de la negociación de la paz. Noudar volvió a ser posesión portuguesa en 1715 por los tratados de Utrecht, firmados desde 1713 entre los distintos beligerantes y que supusieron el fin de la Guerra de Sucesión española. En ellos, además de la restitución de Noudar y de la Colonia de Sacramento, Portugal vio garantizadas sus posesiones coloniales. En este último conflicto, en el que Noudar se vió involucrado como plaza militar pero en el que ya no era valorada como tal, se constató su importancia en la protección del margen izquierdo del Guadiana, puesto que Moura y Serpa fueron tomadas por tropas castellanas una vez que Noudar estuvo en manos de Castilla. Tras la pérdida y recuperación de Noudar, surgió la preocupación por modernizar la fortaleza. La planta del castillo y alrededores elabora- 55 56 57 166 Ibid., p. 105. ANTT, Archivo del Distrito de Lisboa (ADL),Registos Paroquiais (RP), Noudar, Batismos, L. 1, fol. 22v. João Cosme, Elementos…, cit., pp. 111-112. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII da en 1755 por Miguel Luiz Jacob58, mostraba una fortaleza proyectada al este de la villa en el tiempo de D. João V (1689-1750), pero nunca llegó a construirse. Las pocas ocasiones y el modo en que la villa se menciona en la bibliografía y documentación de la época referente a la Guerra de Restauración portuguesa, así como la decisión de no construir el reducto dibujado en la planta de 1755 tras la Guerra de Sucesión española, parecen indicar que Noudar tenía cada vez menos valor estratégico frente a las nuevas formas de hacer la guerra. De este modo, su abandono se fue acentuando. En 1755, la planta mostraba una fortaleza degradada, con cuarteles arruinados y almacenes demolidos. Cuando tuvo lugar la invasión francesa, Portugal ya había rechazado la contribución de Noudar en la vigilancia de la frontera, puesto que en 1805 el albarán que regulaba las plazas de frontera había retirado la de Noudar59. El análisis de la estructura militar de Noudar corrobora que estamos ante una villa con importancia exclusivamente militar. Esta importancia procedía de la necesidad de controlar la frontera, de asegurar recursos y garantizar el poblamiento. Los cambios en las formas de control del territorio determinaron con frecuencia el abandono de las estructuras militares medievales a favor de emplazamientos más próximos a las áreas de cultivo o de pastoreo. Esto se comprueba repetidamente por la transferencia de la sede del poder local desde las antiguas villas hasta los nuevos lugares en desarrollo. Si bien este proceso fue muy frecuente en los territorios fronterizos, el caso de Noudar es el único al este del Guadiana. Una villa con función exclusivamente militar Una vez analizada la importancia estratégica del territorio en términos militares, consideramos que es del máximo interés tratar de comprender cuál fue el peso social de los asuntos militares en este mismo 58 59 Publicado en Adelino de Matos Coelho, O Castelo…, cit., p. 88. Norberto Franco, O porquê…, cit., pp. 168-169. 167 João Augusto Espadeiro Ramos territorio. Es conocida la naturaleza ennoblecedora de los oficios militares, pero deberíamos preguntarnos: ¿Resultaron atractivos estos oficios para los habitantes del término toda vez que se reconocía la importancia estratégica del mismo en la región? Noudar nunca fue una villa, en la acepción de espacio urbano dinámico, ni en la vertiente económica ni en la social. Los registros parroquiales clarifican mucho esta cuestión. Aunque algunas veces es denominada villa, Noudar es mayoritariamente mencionada como villa y castillo de Noudar, e incluso sólo como castillo de Noudar. Fray António Vaz de Sousa fue, en 1735, “Prior del Castillo de Noudar, parroquia de Nuestra Señora del Destierro”60. En 1730 Brás Mestre y Maria Vasques aparecen como “habitantes en este castillo”61 y en 1734 Domingos da Silva como “natural del mismo castillo”62. Esta denominación no sólo era utilizada por los priores de Noudar, sino también en Barrancos. En 1748, Francisca Rodrigues era denominada natural del castillo de Noudar63, y Francisco Fernandes Corvo aparecía en 1762 como “natural del castillo de la villa de Noudar”64. La referencia conjunta aludía siempre a la villa del castillo y no al castillo de la villa. En el caso de Francisco Fernandes Corvo, en que se hace referencia al castillo de la villa de Noudar, éste no es considerado natural de la villa, sino del castillo. No nos encontramos, por lo tanto, ante una villa que tiene un castillo para protegerse, sino ante un castillo que tiene una villa para darle soporte. Esto puede confirmarse por el hecho de que cuando el Alcaide Luís Dantas recibió el castillo en 1516, no sólo visitó la fortaleza sino también la villa y las casas de los escasos habitantes. De este modo al Alcaide, tras verificar “las cosas anteriormente escritas que fueron encontradas en la dicha fortaleza y la dicha villa, todas fueron entregadas al dicho Luis Dantas alcaide mayor en su 60 61 62 63 64 168 ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 25v. Ibid., L. 1, fol. 17. Ibid., L. 1, fol. 25. ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 4, fol. 47v. Ibid., L. 5, fol. 72. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII persona”65. El alcaide no sólo recibía el espacio militar, sino también la villa. Esta función exclusivamente militar refleja la dificultad en el asentamiento de la población civil, y determinó su abandono cuando esa función militar dejó de ser relevante. Fue hasta tal punto difícil el asentamiento humano en el lugar que estuvo asociado al castigo. De aquí procede la denominación del patronazgo de la villa, que a partir del siglo XVIII pasó a ser, significativamente, el de Nuestra Señora del Destierro. En el siglo XIV los condenados cambiaban la cárcel por la estancia en Noudar. En el trascurso de la Guerra de Restauración, los militares transgresores de Moura cumplieron sus penas en Noudar, e incluso para el clero Noudar parece haber sido un castigo. El padre Manuel Tisnado, referido como prior de la Iglesia de Nuestra Señora del Destierro aunque no se ha hallado su carta de presentación, permaneció en Noudar entre el 25 de septiembre de 174366 y el 22 de octubre de 174767. Antes de habitar en Noudar había sido párroco de Santo Amador, en el término de Moura, pero su conducta no fue la más adecuada para el cumplimiento de sus obligaciones. En la visita del 27 de diciembre de 1734, la iglesia parroquial estaba “en el suelo la mayor parte de ella”68, lo que se debía al “poco celo de los feligreses y la menor actividad del Reverendo Párroco”69. El sucesor del padre Manuel Tisnado retomó la fiesta patronal, que no se realizaba desde hacía diez años, y recibió de él un libro que “se encuentra inmundo y lleno de manchas”70. Es fácil comprender que la sustitución del padre Manuel Tisnado el 3 de septiembre de 1741 tuvo muy probablemente relación con este inadecuado comportamiento. Su aparición en Noudar no sería ajena a la necesidad de castigar este comportamiento. 65 66 67 68 69 70 “Auto d’uma posse …”, cit., p. 150. ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol, 35. Ibid., L. 1, fol. 39v. ANTT, ADL, Confrarias e Irmandades, M. XXX, nº 6, fol. 7. ANTT, ADL, Confrarias e Irmandades, M. XXX, nº 6, fol. 7. Ibid., M. XXX, nº 6, fol. 13. 169 João Augusto Espadeiro Ramos En todo caso, los priores de Noudar tampoco estaban mucho tiempo en la villa. En el caso de fray Bento Gomes de Negreiros que recibió carta de presentación como prior de Noudar en 172771 y firmó tan sólo un asiento de bautismo el 16 de marzo72, la situación está justificada, ya que vino a morir, curiosamente a Barrancos, el 14 de mayo de ese mismo año73. Con otros priores no ocurre sin embargo lo mismo. Fray António Vaz de Sousa no firmó ningún asiento en el libro de bautismos entre el 1 de enero de 174174 y el 27 de diciembre de 175975. Esta segunda fue la fecha en la que firmó su último bautizo, a pesar de que su sustituto sólo recibió carta de presentación en 176976. Uno de los últimos priores, fray Vicente Inácio da Rocha Peniz, presentado en 180877, fue casi siempre sustituido en los actos, aunque firmó los asientos. Esa sustitución la hicieron padres castellanos, como por ejemplo el padre D. Diogo Fernandes Compañon, “presbítero de la villa de Valencia” en 181478 y nombrado posteriormente, en 1815, coadjutor en Noudar79. Hubo también otros casos. En 1791, Don Diego, presbítero del hábito de san Pedro y vecino de Valencia del Mombuey, bautizaba en Noudar con licencia del prior80. En 1786 aparece asimismo bautizando el padre António Morcilla, habitante de Valencia del Mombuey81. Los militares, además de ser extraños al término, también parecían estar de paso. Aun en el siglo XVIII, los militares que los registros parroquiales sitúan en Noudar pertenecían a los regimientos de Moura. En 1733 fue padrino de un bautizo António Alves, soldado de la plaza de 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 170 Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., p. 23. ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 13v. ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 3, fol. 4. ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 32. Ibid., L. 1, fol. 47v. Marta Páscoa, “Levantamento…”, cit., p. 25. Ibid., p. 26. ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 2, fol. 39v. Ibid., L. 2, fol. 40. Ibid., L. 2, fol. 31v. Ibid., L. 2, fol. 19v. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII Moura82. En 1739 aparecen como testigos en un proceso de defunción José de Brito, alférez del regimiento de Moura “que se hallaba destacado aquí por orden de su Mayoral”83, Pedro José, cabo de escuadra del mismo destacamento y “un soldado de la misma compañía”84. Se trataba por lo tanto de militares de los regimientos de Moura que estaban en Noudar cumpliendo órdenes de sus superiores. Al menos en la primera mitad del siglo XVIII, el ayuntamiento de Moura corría con los “gastos de alojamiento y de lo que se daba a quien proporcionaba luz y lumbre a la tropa en tránsito desde allí [la aldea de Safara] hacia la guarnición del castillo de Noudar”85. La relación entre Noudar y Moura y la importancia de la fortificación para el término, quedó bien patente en la ya mencionada petición de los procuradores de Moura a las cortes de 1642, en la que indicaban “que en el distrito de esta villa [de Moura] está el presidio de Noudar, que es una de las llaves de este Reino”86, solicitando por ello el refuerzo de la fortaleza a través de la realización de obras y de su dotación militar. La importancia social de los oficios militares En lo referente al desempeño de oficios militares es importante, en cualquier caso, distinguir entre Noudar y Barrancos. En Noudar se mantenía una estructura militar, encabezada por los gobernadores de la plaza. Todos ellos permanecieron en Noudar, donde se casaron, bautizaron y enterraron a sus hijos, y la villa se mantuvo como base de la estructura militar del territorio. El oficio de gobernador de la plaza correspondía, al menos en 1716, al puesto de capitán de infantería que tenía derecho al “sueldo que corresponde a estos puestos de acuerdo con las últimas 82 83 84 85 86 Ibid., L. 1, fol. 21. ANTT, ADL, RP, Noudar, Óbitos, L. 1, fol. 16. Ibid., L. 1, fol. 16. José Avelino da Silva e Matta, Anais de Moura, Moura, Câmara Municipal de Moura e Biblioteca Municipal, 1991, p. 38. ANTT, Cortes, mç 12, nº 9, fol. 3. Publicado en João Cosme, Elementos…, cit., pp. 248-288. 171 João Augusto Espadeiro Ramos órdenes y gozará de todas las honras, libertades, exenciones y franquezas que directamente le competen”87, y dependía del Maestre de Campo General que gobernaba la provincia del Alentejo, de quien tomaba posesión una vez nombrado. Tras la recuperación de la plaza en ese año de 1716, fue nombrado gobernador del castillo de Noudar Baltasar de Mendonça e Castro88. Este militar natural del término de Montemor-o-Velho, llegó a este oficio de gobernador tras una carrera de casi veinte años en Macao, Estremoz, Mourão, Serpa, Olivenza, Valencia y Alcántara, en puestos de sargento, capitán de compañía, alférez y capitán de infantería. Este era el “currículo” que sustentaba sus aspiraciones al gobierno de Noudar. Al igual que quienes le seguirían después, el gobernador se instaló en el castillo con su familia. Así lo indica al menos el enterramiento en la iglesia de Noudar de uno de sus hijos menores en 171989. El gobierno de la plaza aparece aquí no sólo como una recompensa a años de buen servicio, sino como un claro instrumento en la búsqueda de distinción social. Dado el marco de atribución del cargo en aquella altura, se trataba aún de un oficio que concedía nobleza, y era ciertamente eso lo que buscaba Baltasar de Mendonça e Castro. Este fue el último gobernador cuyo nombramiento fue hecho por merced regia, por lo que parece bastante probable que a partir de mediados del siglo XVIII el nombramiento de gobernador para el castillo de Noudar pasase a un nivel regional, lo que representó sin duda una disminución de la importancia de la plaza y del mando de la misma. A medida que se fueron pacificando los conflictos, el cargo del gobernador en estos términos perdió su función militar. Los gobernadores Pedro José de Fonseca, que permaneció en Noudar entre 175790 y 177691, y Francisco António Freire Lameira, que vivió en Noudar entre 178692 y 178993, fueron hombres de la región. El 87 88 89 90 91 92 93 172 ANTT, Registo Geral de Mercês, D. João V, L. 8, fol. 90v. ANTT, Registo Geral de Mercês, D. João V, L. 8, fol. 90v. ANTT, ADL, RP, Noudar, Óbitos, L.1, fol. 2. ANTT, ADL, RP, Noudar, Batismos, L. 1, fol. 46. Ibid., L. 2, fol. 3v. Ibid., L. 2, fol. 20. Ibid., L. 2, fol. 24. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII primero era natural de Serpa y su mujer de Moura. El segundo fue asimismo natural de Moura. Este segundo, tenía los mismos apellidos que el juez de la comarca de la orden de Aviz, fray Teodósio Freire Lameira, y fue probablemente su sobrino, y nieto por esta rama de un capitán de Olivença. En la familia del primero no se conoce sin embargo ningún oficio militar o de cualquier otro tipo. Tales hechos vienen simplemente a confirmar que Noudar pasó a depender de un nivel más local, acentuándose su interdependencia con la plaza militar de Moura. El último gobernador conocido de la plaza, Francisco António Freire Lameira, aparece como asistente en Barrancos en 178994 y en 1792 es mencionado como “gobernador de esta villa [de Barrancos] y de la del castillo de Noudar”95. El hecho de que el gobernador de la plaza pasase a ser asistente en la villa de Barrancos y a ser denominado también como gobernador de Barrancos a pesar de que la plaza militar se encontrase en Noudar es una clara señal de la pérdida de importancia de la estructura militar, que se hace visible incluso en el contexto municipal. También los mandos militares hicieron el recorrido de paso de Noudar a Barrancos que el gobierno había hecho ya en el siglo XVI. Estaba ya trazado el destino de la plaza, camino a su extinción en 1805. También podríamos preguntarnos: ¿Qué importancia tenían los oficios militares en Barrancos, donde se localizaba la gran comunidad demográfica del término, donde permanecía la autoridad en la época moderna y se asentaba el poder económico? En Barrancos los hombres que desempeñaron funciones militares fueron apareciendo en apadrinamientos, en los que vemos surgir a tenientes de caballería e infantería e incluso al gobernador de armas, aunque casi siempre de forma muy puntual. El capitán José Pereira Palha, de quien no sabemos que tuviese familia ni ningún otro vínculo con Barrancos, consta como padrino entre 174496 y 176497. Durante estos veinte años fue padrino y testigo de bautizos y matrimonios en seis ocasiones, incluyendo los matrimonios 94 95 96 97 ANTT, ADL, RP, Barrancos, Mistos, L. 3, fol. 74v. Ibid., L. 3, fol. 81. Ibid., L. 4, fol. 71. Ibid., L. 5, fol. 258. 173 João Augusto Espadeiro Ramos de los varones de la familia más importante del gobierno municipal. El capitán Semião Gonçalves surge una única vez, en 175698. Encontramos también al capitán Domingos Vasques como procurador del gobernador de armas Manuel Escudeiro de Andrade99. Una nueva excepción a las apariciones puntuales la constituye el alférez Rodrigo Carrasco, cuya hija Isabel Carrasco, natural de Santo Aleixo en el térmmino de Moura, se casó en 1692100 en Barrancos. El propio alférez se casaría en 1701101 con una sobrina del párroco de esta localidad de Barrancos, en la que fue residente entre 1701 y 1723, año de su muerte102, y en la que dio origen a un linaje de hombres de gobierno a través de su hija Isabel. Con la excepción de este personaje, ninguno de los demás militares tuvo una presencia efectiva en Barrancos. No obstante, hay que tener en cuenta que dicho alférez estuvo allí en el periodo de la Guerra de Sucesión y es probable que en los momentos de mayor tensión la plaza da Noudar mantuviera algún efectivo militar en aquella localidad. Dado que los militares que aparecen en Barrancos no eran integrantes de las familias locales concluimos que no existieron Ordenanças103, pues no se hace ninguna referencia a las mismas ni podrían haber existido dejando de lado a las élites locales. 98 99 100 101 102 103 174 Ibid., L. 5, fol. 29. Ibid., L. 5, fol. 53. Ibid., L. 1, fol. 36. Ibid., L. 1, fol. 46. Ibid., L. 3, fol. 31v. Las ordenanças eran una especie de circunscripción para el reclutamiento y el entrenamiento militar, coincidente con el territorio de un municipio. Constituían una reserva para las tropas de primera línea y estaban integradas por todos los hombres de una localidad entre los dieciséis y los sesenta años, con excepción de los privilegiados. Estas estructuras eran relativamente independientes de la jerarquía militar, pues tenían como base de su constitución el ayuntamiento o el poder señorial, que nombraba los capitanes de compañía y el capitán mayor. Estos cargos, por su cariz municipal y por que se atribuían la capacidad de reclutamiento, tenían gran influencia local y se repartían entre los personajes más ilustres del lugar por lo que su ejercicio otorgaba nobleza. La importancia de la frontera militar en los siglos XVII y XVIII Conclusiones Si bien las guerras de la época moderna vinieron a confirmar la importancia estratégica de la fortaleza de Noudar para la salvaguarda de las villas más importantes del margen izquierdo del Guadiana, las nuevas dinámicas militares y las más modernas técnicas y tácticas bélicas condujeron a que nunca se invirtiese en la modernización de esta fortaleza y a que en 1805 se renunciase a su uso y función militar. El análisis social de los oficios militares en este territorio resulta más complicado. El debilitamiento de la estructura militar fundacional del término parece estar asociado a la relevancia social de los hombres que desempeñaban tales funciones. Los mandos militares de Noudar, y especialmente los gobernadores, no tuvieron ninguna relevancia en las dinámicas sociales y económicas de la encomienda a partir de la Edad Media, momento en que perdieron su vínculo con la guerra. Al contrario de lo que sucedió en otros concejos, el ejercicio de oficios militares no fue utilizado aquí en la búsqueda de distinción social. En una tierra de frontera en la que la presencia militar fue determinante para la consolidación y estructuración del territorio, el ejercicio de funciones militares tuvo muy poca relevancia. Desde luego no existen referencias a la existencia de ordenanças y las élites locales no recurrieron al ejercicio de oficios militares en procesos de ennoblecimiento (del mismo modo que tampoco lo hicieron con respecto a los procesos de ennoblecimiento, pues en este sentido apenas se conocen dos candidatos a ser familiares del Santo Oficio). Es probable que este hecho esté relacionado con la disminución de la importancia de la frontera en la vida de estas comunidades, tanto en lo referente a la administración señorial como en el plano económico. Todo parece indicar que el proceso de administración y la vida económica se desenvolvieron con los territorios portugueses contiguos y de espaldas a los del otro lado de la frontera104. 104 João Augusto Espadeiro Ramos, Fronteira e relações de poder. Noudar e Barrancos no Antigo Regime, Dissertação de mestrado, Universidade de Évora, 2012, pp. 162, 171, 172. 175 João Augusto Espadeiro Ramos Podemos concluir señalando que en este espacio de frontera se buscó la riqueza y no precisamente el ennoblecimiento. A diferencia de la Edad Media –donde la organización militar tuvo un fuerte cariz señorial puesto que el dominio militar estaba al alcance del comendador, que era también alcaide mayor del castillo– en la época moderna dicha organización dependió de la Corona o de las villas a las que Noudar servía como puesto de protección avanzada. En otras palabras, la organización militar del territorio nunca estuvo bajo la responsabilidad de sus habitantes, lo que sin duda influyó en un espacio demasiado sometido a los vaivenes fronterizos y a las turbulencias de la guerra. Bibliografía AMANTE, Maria de Fátima 2007 Fronteira e Identidade. Construção e representação Identitárias na Raia Luso-Espanhola, Lisboa, Instituto Superior de Ciências Sociais e Políticas. CARMONA RUIZ, Maria Antónia 1998 “La explotación ganadera de la frontera luso-española: la ‘contienda’ de Moura, Nódar, Aroche y Encinasola”, Revista da Faculdades de Letras – História, vol 15, nº 1, Porto, pp. 241-258. 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He dedicado algunos trabajos a su aparición como fenómeno articulador de determinadas estructuras político-administrativas de enorme relieve en la América hispana, tales como el Virreinato o también a dilucidar el papel de la frontera –tal y como intencionadamente llevó el título del curso en el que se inscribe esta aportación– no solo entendida como linde o delimitación sino como espacio de convivencia y de confrontación. En unas fronteras, más claramente que en otras, se asistió a distintos procesos de convivencia, solidaridad e interdependencia pero también a otros de conflicto y tensión fronteriza en preservación del territorio, entendido hoy como soberanía territorial y defendido por muchos con un sentido exclusivo y excluyente2. 1 2 Universidad de Castilla-La Mancha Definir el reconocimiento de la alteridad, es decir, de la existencia del “otro” ha quedado vinculado para épocas más recientes con el respeto de su identidad. En este sentido, el “nosotros” y el “otro” puede entenderse en los mismos límites de la 179 Porfirio Sanz Camañes Hoy en día las cuestiones relativas a la frontera y los estudios sobre la frontera siguen concitando la atención de los investigadores desde el boom surgido por los nacionalismos y la aparición de nuevas fronteras en el siglo XIX. En la actualidad se asiste a un doble proceso claramente atestiguado con multitud de ejemplos y variantes. Mientras entre los países más industrializados se asiste a procesos de vertebración plurinacional, donde se tiende a la aparición de espacios económicos más amplios y a la consiguiente desaparición de las fronteras, en otros, las tensiones fronterizas se plasman visualmente con el levantamiento de muros, murallas o vallados de gran altura y durante cientos de kilómetros3. Las guerras y los Tratados han añadido nuevos componentes al papel de la frontera y lo han hecho desde tiempos muy remotos. No podemos ser muy exhaustivos en la siguiente aportación pero pretendemos hacer un rápido recorrido sobre algunos de los tratados y conflictos bélicos que modelaron las fronteras e impulsaron la fundación de ciudades en la América hispana, de norte a sur, desde San Lorenzo al Río de La Plata durante el siglo XVIII. Los primeros acuerdos sobre el Nuevo Mundo contaron, como no podía ser de otra forma, con las bendiciones de Roma. Las bulas pontificias y los tratados hispano-lusos pusieron su acento en el reparto de áreas de influencia entre las Coronas de Castilla y Portugal durante el siglo XV sobre unos espacios todavía indefinidos jurídica y políticamente. Desde el punto de vista jurídico, Portugal se convirtió en el único país que po- 3 180 enunciación de la cultura. BÜSCHGES, C., y LANGUÉ, F., (coords.), Excluir para ser. Procesos identitarios y fronteras sociales en la América hispánica (XVII-XVIII). Madrid, 2005. No cabe duda, y tenemos numerosos ejemplos que lo confirman, en las obras de O. Ranum, A.E. Smith y B. Anderson, entre otros, que los perímetros fronterizos pueden llegar a ser o convertirse en la clara expresión de las sensibilidades de cada pueblo incidiendo en su componente nacional. Sirva el ejemplo de lo que sucede en América del Norte en nuestros días desde los parámetros de los Estados Unidos de América. La frontera sur en particular, ha sido y es objeto de representaciones encontradas si consideramos la población mexicana, mientras la población angloamericana convive en el norte con una casi tácita desaparición de la frontera. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana día conquistar tierras del mundo no cristianas sirviéndose de las bulas concedidas en tiempos de los Papas Nicolás V, Calixto III y Sixto IV. El éxito de la empresa colombina de 1492 sirvió para delimitar los nuevos espacios y áreas de influencia que bajo el pontificado de Alejandro VI recibieron un destacado impulso. El pontífice romano, como dominus orbi, confirmaría de forma exclusiva y también excluyente “la posesión de todas las tierras descubiertas y por descubrir” a cien leguas al oeste de las Azores a través de la bula Inter Coetera II de 4 de mayo de 1493. Poco después, el Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, servía para fijar nuevas líneas de demarcación territorial y suponía una ampliación de las áreas de influencia para los reinos ibéricos a quienes asignaba el monopolio de lo que poco después sería conocido como Nuevo Mundo. El poblamiento posterior, enmarcado en un proceso de aculturación, contempló un extraordinario despliegue urbano con la fundación de ciudades bajo patrones más o menos establecidos. Con respecto a la guerra y a las formas en las que se manifestó quizá resulte excesivo parafrasear a Treistchke, un teórico convencido que veía la guerra como el instrumento por el que se podía convertir a un pueblo en nación. Sin embargo, todo parece indicar que el poder militar resultó el menos permeable a la frontera y el que actuó de elemento más separador al menos desde época moderna. Y es que con frecuencia los poderes instalados en la frontera se acabaron convirtiendo en poderes enfrentados, por lo general a través de un sistema de presidios o fortificaciones instalado sobre el territorio, para terminar convirtiendo lo frontero en lo contrario.4 Las fronteras norte y sur desde la perspectiva virreinal Las tensiones fronterizas resultaron especialmente visibles desde comienzos del siglo XVII cuando otras potencias europeas como Ingla4 Sobre el caso de las fortificaciones en América hay una abundante bibliografía, entre las que podemos destacar: VV.AA., Puertos y Fortificaciones en América y Filipinas, CEHOPU, Madrid, 1984; CALDERÓN QUIJANO, A., Fortificaciones españolas en América en la Edad Moderna. Madrid, 1985; y GUTIÉRREZ, R. y ESTERAS, C., Territorio y Fortificación. Madrid, 1991. 181 Porfirio Sanz Camañes terra, Francia y Holanda se quisieron sumar a un reparto americano un tanto tardío. Como C.H. Haring puso de manifiesto en su obra sobre el Imperio Hispánico en América publicada en Buenos Aires en 1958, el Imperio se articuló sobre tres elementos básicos para su mantenimiento: las minas, fuente de riqueza y fundamento económico de la política imperial; los puertos, como agentes transformadores de las ciudades y de sus regiones; y las flotas, necesarias para el transporte, la información y la defensa entre los dominios americanos y la metrópoli. La creación de los Virreinatos de Nueva España, en 1535, y del Perú, en 1542, sirvió para articular administrativa y gubernativamente unas fronteras que se iban ampliando a gran velocidad. Durante el siglo XVIII se plasmaron en nuevas realidades los distintos esfuerzos colonizadores en la América del Norte y del Sur. Con respecto a la primera, las escasas poblaciones de españoles asentadas en las zonas de Arizona, Nuevo México y el oeste de Texas –conocidas como Provincias Internas– tuvieron que convivir no siempre pacíficamente con las tribus indígenas de apaches, comanches y karankawas que extendían la amenaza y el perjuicio para su seguridad y el desarrollo de las actividades comerciales de la zona5. Cuando las relaciones se enturbiaban, el saqueo y la rapiña se convertían en moneda de cambio entre indígenas y españoles o franceses asentados en estas zonas. Con el establecimiento de presidios, es decir, de guarniciones para la protección de distintos caminos y poblaciones se pretendía preservar la soberanía española de Nuevo México y Texas, salvaguardando 5 182 Nos referimos sólo a algunas obras que consideramos de relieve en este apartado, entre ellas, las de WEBER, D. La frontera norte de México, 1821-1846. México, 1988; La frontera española en América del Norte. México, 1992; y Bárbaros Barcelona, 2006; así como la obra coordinada por BERNABEU, Salvador de, El gran norte de México. Sevilla, 2009; y su monografía sobre El septentrión novohispano: ecohistoria, sociedades e imágenes de frontera. Sevilla, 2000. Las correrías de los apaches y de los comanches, éstas a partir de 1780, asolaron las poblaciones de Coahuila y Chihuahua, obligando a la esporádica organización de movilizaciones militares de castigo por parte de los comandantes de los presidios españoles para alejarlos de las poblaciones fronterizas. Véase, GERALD, R.E., Spanish Presidios of the Late Eighteenth Century in Northern New Spain. Santa Fe, 1968. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana los yacimientos de Nueva España y Nueva Galicia6. Para ello se hizo necesario activar otra serie de medidas: por una parte, la necesaria evangelización, clave para la aplicación de los proyectos pacificadores sobre los indígenas de la zona; y por otra, de tipo económico, al supervisar el problema del contrabando con la Luisiana francesa, una auténtica obsesión de las autoridades españolas. El proceso de colonización tejano, financiado a través de las provisiones de la Corona, la Iglesia –sobre todo los franciscanos– y los particulares, superó los costos previstos inicialmente. La escasa presencia española en el territorio se explica por las dificultades geográficas, la fuerte resistencia indígena y los impulsos, no siempre decididos y continuos, de la Corona. Si estratégicamente se había logrado el objetivo, manteniendo a distancia a otras potencias coloniales, la política de poblamiento no obtuvo los resultados esperados. La visita de José de Gálvez a las Provincias Internas modificó los planteamientos estratégicos tras el informe por el que se procedía a la reorganización de la zona. Debemos entender que durante las primeras décadas del siglo XVIII se extendían a lo largo del territorio poco más de veinte presidios y algo menos del millar de hombres. Las propuestas de Gálvez y del marqués de Rubí, integrante de una misión militar a la zona entre 1766 y 1768, acabaron fructificando en una serie de reformas que descansaban en la coordinación de los enclaves defensivos y fortalecían la frontera natural de río Grande y el núcleo de San Antonio7. El 6 7 Esta serie de provincias tenían en común dos rasgos principales: por un lado, la defensa de los ricos yacimientos mineros de Nueva España, ante las invasiones extranjeras y las incursiones de los indios; por otra, ese espíritu de frontera, debido a su alejamiento con respecto a los más importantes centros urbanos del virreinato. Con este objetivo se iniciaron las gestiones pobladoras a través de la fundación de presidios, misiones y pueblos ranchos, todos ellos unidos entre sí por una red de caminos reales, al mismo tiempo claves para entender la ordenación territorial de Texas. Véase, MOORHEAD, M.I. The Presidio. University of Oklahoma Press, 1991. p. 27 y ss. Desde su edición original, en 1975, sigue siendo una obra de referencia para todos estos temas. El investigador José María Rodríguez Jiménez está desarrollando bajo mi dirección su Tesis doctoral: “El presidio tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII”. En su tesis de maestría ya 183 Porfirio Sanz Camañes proyecto carolino de 1769, recogido en el reglamento de los presidios del virrey Croix de 1770, pretendía impulsar la penetración española en el interior, sin olvidar los dos grandes problemas existentes en la región: por una parte, contener las incursiones de los pueblos apaches y, por otra, observar el despliegue de los rusos en la costa noroeste. De alguna forma, se estaba fraguando el proyecto definitivo, sancionado posteriormente por Carlos III, para la creación de una Comandancia General de las Provincias Internas, cuyos límites con el Virreinato de Nueva España quedaron fijados por el sur de Sinaloa, Durango y Coahuila hasta pasado el río Grande. La inestable situación fronteriza constituyó siempre una de las mayores preocupaciones para el virreinato de Nueva España. Se hacía necesario proceder a una nueva reorganización del territorio con la división de la antigua comandancia aprobándose por un decreto de 1787 su organización8. En cualquier caso, estas entidades resultantes tuvieron poco futuro, como demuestra la aprobación de un nuevo plan para reunificar la comandancia, con dependencia absoluta del virrey sobre las provincias de Sonora, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Texas y Coahuila. Los Tratados anglo-españoles en América del Norte9 La guerra, plasmada en los distintos conflictos anglo-españoles que tuvieron lugar durante el siglo XVIII recorrió amplios espacios des- 8 9 184 adelantó algunas hipótesis de trabajo sobre el poblamiento de Texas que ahora esperan ser ampliadas con la Tesis. Con este objeto se aprobó un decreto en 1787 organizando la región occidental o de Poniente (incluyendo las Californias, Sonora, Nueva Vizcaya y Nuevo México) bajo el gobierno de Ugarte; y la de Oriente (Coahuila, Texas y Nuevo Reino de León, con algunas dependencias menores) al mando de Ugalde, con estrictos poderes militares Véase, MOORHEAD, M.I., The Apache Frontier. Jacobo Ugarte and Spanish Indian Relations in Northern New Spain, 1769-1791. University of Oklahoma Press, 1968. Seguimos en lo sustancial SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana. Siglos XV-XVIII. Madrid, 2004. pp. 417-421. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana de la América del Norte y el Caribe10, afectando especialmente al dispositivo militar de las islas y del Istmo de Panamá, desde Portobelo hasta Cartagena de Indias11. Especial incidencia tuvo la guerra colonial de los Siete Años, entre 1756 y 1763, reflejando el creciente temor de España a que los ingleses le arrebataran algunos dominios de sus extensos e inexplorados territorios de Norteamérica, que consideraba de su propiedad pero que no podía explotar a su conveniencia por falta de medios12. Para conjurar esta amenaza se organizaron, en la primera mitad del siglo XVIII, una serie de gobiernos militares en Texas (1718), Sinaloa (1734) y Nuevo Santander (1746). Más problemas tuvo la penetración por las salvajes y semidesérticas tierras del sudoeste norteamericano – proceso iniciado por misioneros, marineros y soldados– situación que 10 11 12 Sobre el dispositivo defensivo del Caribe, puede verse: HOFFMAN, P.E., El desarrollo de las defensas del Caribe. Siglo XVI y principios del siglo XVII. La Rábida, 1981; y del mismo, The Spanish Crown and the Defense of the Caribbean, 15351585: Precedent, Patrimonialism, and the Rotal Parsimony. Bâton Rouge, 1980. La protección del Istmo de Panamá y los ataques corsarios de Morgan son algunos de los aspectos temáticos mejor tratados en la obra de CÉSPEDES DEL CASTILLO, G., La defensa militar del istmo de Panamá a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII. Sevilla, 1952. En este sentido, las ciudades más estudiadas en el Istmo de Panamá corresponden a Nombre de Dios, Panamá y Portobelo. Véase también, MARTÍN, M.A., Fundación, desarrollo y decadencia de tres centros urbanos españoles en el Istmo de Panamá. Buenos Aires, 1982. Por último, cerrando el dispositivo defensivo del Caribe, destaca la ciudad de Cartagena de Indias, una de las más estudiadas, como demuestran los libros de: BORREGO PLA, M.C., Cartagena de Indias en el siglo XVI. Sevilla, 1983; DOUSDEBES, P.J., Cartagena de Indias, plaza fuerte (capítulos de la historia militar de Colombia). Bogotá, 1948; del mismo, MARCO DORTA, E., Cartagena de Indias, la ciudad y sus monumentos. Sevilla, 1951; Cartagena de Indias, puerto y plaza fuerte. Cartagena, 1960; y ZAPATERO, J.M., fortalezas españolas en América. Cartagena de Indias. Madrid, 1967. Sobre la política exterior inglesa en estos años, véase: BLACK, J., Eighteenth-Century Europe, 1700-1789. London, 1990; “British Foreign Policy in the Eighteenth Century. A Survey”, en Journal of British Studies, 26 (1987). pp. 36-37; y “Parliament and Foreign Policy, 1763-1793”, en Parliaments, Estates and Representation, vol. 13, 2 (1993). pp. 153-171. 185 Porfirio Sanz Camañes no se produjo hasta la segunda mitad del siglo XVIII13, lo que explica las tardías fundaciones de San Francisco en 1775 y de Los Ángeles en 1780. La frontera de la Luisiana y el Mississippi también atestiguó numerosas rivalidades y disputas coloniales a lo largo del siglo XVIII. La firma del Tratado de San Lorenzo en 1795 sirvió para poner fin a las disputas hispano-norteamericanas y delimitar la frontera entre España y las antiguas trece colonias inglesas14. El definitivo Tratado de Límites determinaría aspectos tan relevantes como: la navegación por el Mississippi, de gran interés para los Estados ribereños de Kentucky y Ohio; los aranceles comerciales; la delimitación de las tribus asentadas en los territorios fronterizos; y la posibilidad de comerciar con las colonias españolas de América15. Hacia 1763, cuando la Luisiana pasó a manos españolas según el Tratado de París, la provincia se extendía por la frontera del Mississippi e Iberville, lagos Maurepas y Ponchartrain. La otra línea que delimitaba estos territorios se situaba al oeste del río Rojo, en las inmediaciones de Natchitoches, cuyo foco comercial más importante se situaba en la ciudad de Nueva Orleans, que había sido fundada en 1718 y se acabaría convirtiendo en el eje económico del valle del Mississippi16. 13 14 15 16 186 McKAY, D. y SCOTT, H.M., The Rise of the Great Powers, 1648-1815. London, 1991. pp. 270-271. El tratado de San Lorenzo de 1795, también ha sido conocido como el “Tratado de amistad, límites y navegación” o tratado Pinckney en los Estados Unidos, firmado por Manuel Godoy en nombre de Carlos IV de España y por Thomas Pinckney, en representación de Estados Unidos. Con el tratado se definían las fronteras entre los Estados Unidos y las colonias españolas en Norteamérica, especialmente la Luisiana y las dos Floridas, además de regularse los derechos de navegación en el Mississippi. Véase, ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi, frontera de España. España y los Estados Unidos ante el Tratado de San Lorenzo. Zaragoza, 1977. Ibid., pp. 163-176. La ciudad, atravesó distintas vicisitudes entre 1718 y 1803, cambiando sucesivamente de manos francesas a españolas hasta su venta a los Estados Unidos. Como ciudad de frontera, sufrió las consecuencias de los conflictos intermitentes con los ingleses, fundamentalmente durante la guerra de los Siete Años (1756-1763), la depresión económica de la década de 1770 y hasta dos graves incendios (1788 y 1794) que la dejaron destruida. Cit. SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana., pp. 419-420. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana La Luisiana volvió a manos españolas a partir de 1762, como “regalo” de Luis XV a Carlos III por la pérdida de la Florida tras la guerra de los Siete Años. Con la llegada del general Alejandro O’Reilly, en 1769, acompañado de un fuerte convoy militar se recupera el orden en la zona para incorporar más tarde la Luisiana al sistema administrativo colonial español17. Luis de Unzaga, sustituto de O’Reilly, tuvo que hacer frente, primero, a la depresión económica que azotó la colonia entre 1770 y 1772; y, después, con la crisis de las Islas Malvinas, en 1771, prepararse para una situación prebélica debido al envío de una expedición militar británica a Pensacola y a la caída de los intercambios comerciales en el Mississippi. Aunque aparecen indicios de recuperación económica a partir de 1772, la crisis en las colonias británicas, agudizada a partir de 1775, y el advenimiento de la revolución americana instaron a una mejora en el dispositivo militar de la Luisiana18. Las dificultades inglesas en Norteamérica abrieron la posibilidad a los españoles para conquistar la Florida británica, cada vez más evidente desde 1776. Con el gobierno de Bernardo de Gálvez, entre 1777 y 1783, España inició los preparativos en la Luisiana ante una probable guerra19. Nueva Orleans estaba suministrando distintos equipamientos a los Estados Unidos, en rebelión contra Inglaterra. La conquista española de Baton Rouge, en 1779; Mobile, en 1780; y Pensacola, en 1781 a los ingleses, con ayuda norteamericana, favoreció el rápido final de la guerra. Los tratados de paz de 1783 dejaron la cuestión de la frontera entre España y Estados Unidos sin resolver, aunque la nueva nación americana, reclamaba derechos de navegación en el río Mississippi20. En virtud de los tratados, España consiguió la cesión inglesa de la Florida occidental y el reconocimiento de la soberanía española en la Florida oriental. Con ello, la anterior frontera de Nueva España se 17 18 19 20 Ibid., p. 420. Ibid., pp. 420-421. Los fuertes en Manchac, Pointe Coupée, Natchitoches, Arkansas y la entrada del río Missouri carecían de artillería funcional y tenían escasa dotación militar. ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi,.., pp. 163-176. 187 Porfirio Sanz Camañes había desplazado hacia el este, pero la disputa con los nacientes Estados Unidos de Norteamérica no tardaría en llegar como consecuencia de la prohibición española para navegar por el río Mississippi. Desde 1787 un decreto real permitiría comerciar de forma limitada por el río a los norteamericanos y hacia 1793 los Estados Unidos controlaban la mayor parte del comercio de la Luisiana. Debido a nuevas disputas fronterizas, en 1795 se firmaba el Tratado de San Lorenzo o Tratado de Pinckney y en 1800, por el Tratado de San Ildefonso, España cedía nuevamente la Luisiana a Francia, que era vendida en 1803 a los Estados Unidos por 60 millones de francos21. Los Tratados hispano-lusos y su impacto en América del Sur En la América del Sur, como ya hemos expuesto en otros trabajos, el espíritu de frontera ensanchó los límites territoriales conocidos y extendió el proceso de urbanización de las ciudades de frontera quedando atestiguado en la región chilena, la América Austral, Paraguay, Venezuela, Nueva Granada y La Plata. En esta última etapa de la época colonial –como ha puesto de manifiesto Manuel Lucena–se reactivó el ciclo de nuevas fundaciones de ciudades ensanchando, todavía más ese espíritu de frontera, surgiendo, en consecuencia, la ciudad ilustrada, en un marco de nuevos conflictos22. En ocasiones, para ocupar espacios vacíos, en otras, por motivos de índole política o económica, en cualquier caso, para asegurar la defensa imperial que conllevaba la afirmación de la soberanía española en aquellas tierras. Como señalábamos al comienzo de este estudio, los tratados hispano-lusos sirvieron para “modelar” la frontera, primero en el ámbito peninsular –con el firmado en Medina del Campo, en 1431 y ratificado en Almeida el año siguiente– y después con los sucesivos tratados de Alcaçovas-Toledo, Tordesillas y así sucesivamente hasta el de Badajoz, de 21 22 188 SANZ CAMAÑES, P., Las ciudades en la América hispana., p. 421. LUCENA GIRALDO, M., A los cuatro vientos. Las ciudades de la América hispana. Madrid, 2006. pp. 129-172. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana 1801, sin incidencia para América por el que ambos países pusieron fin a la Guerra de las Naranjas. Los Tratados hispano-lusos, ya desde el siglo XV, suponían desde el reconocimiento político a distintas cuestiones entre los reinos ibéricos a la fijación de las dotes en las alianzas matrimoniales pasando por el reparto de las zonas de navegación y conquista del Atlántico y los dominios americanos. La administración política de España y Portugal en América se mantuvo hasta comienzos del siglo XIX aunque el monopolio económico-mercantil hispano-portugués tuviera que ir cediendo ante el avance de ingleses, franceses y holandeses ya desde el siglo XVI. Durante el siglo XVIII cobran especial relevancia los Tratados de Madrid (1750), también llamado de “Permuta”, alcanzado entre Fernando VI de España y Juan V de Portugal, y el de San Ildefonso (1777), ambos firmados por las Cortes de Madrid y Lisboa, por los que se establecían las fronteras de ambos países en América del Sur, el primero, con un enorme impacto sobre el régimen de misiones jesuíticas en el Paraguay, y el segundo, que supuso la cesión de una parte del actual Uruguay, incluyendo la Colonia de Sacramento. El tratado de Madrid o de Permuta de 1750 y su impacto en el Paraguay Terminada la Guerra de Sucesión Austriaca con la paz de Aquisgrán, en 1748, España y Portugal decidieron poner término a las controversias que todavía persistían sobre la interpretación del Tratado de Tordesillas y firmaron en Madrid, el 13 de enero de 1750, un tratado para la definición de los límites coloniales. Como consecuencia del mismo, España cedía a Portugal la región paraguaya al este de los ríos Uruguay e Ibicuy con una serie de misiones y poblados guaraníes. El tratado obligaba a la transferencia a los portugueses de los poblados pero los guaraníes, considerados súbditos españoles, debían ser trasladados al oeste perdiendo sus casas y tierras que quedaban en manos de los portugueses. En las regiones del interior como la del Paraguay, dada la existencia de una mayor influencia portuguesa, que interfería las actividades 189 Porfirio Sanz Camañes económicas de su ciudad más importante, Asunción, la Corona ordenó la creación de pueblos y de presidios en la línea de frontera, que en algunos momentos se convirtió en una frontera de guerra. La fundación de misiones por parte de los jesuitas era la avanzadilla española que refrendaba su soberanía frente a las incursiones de los bandeirantes de Sao Paulo en un espacio de conflicto sobre el que se aplicaría el Tratado de Límites23. La historiografía centrada en este tratado y sus consecuencias ha abordado el indudable daño material y moral producido en las comunidades guaraníes. A pesar de los esfuerzos de la Compañía de Jesús por disuadir a la Corte en la toma de esta decisión, las razones de Estado se acabaron imponiendo. La orden Jesuítica atravesaba momentos difíciles en Europa ante unas monarquías nacionales cada vez más celosas de su autonomía frente a las injerencias papales y sus instrumentos de acción, tales como la Compañía. La comisión mixta encargada de definir el Tratado y las nuevas fronteras tardó en ponerse a trabajar casi dos años, mientras la vida en las doctrinas seguía su curso y los guaraníes sembraban sus campos y recogían sus cosechas. Los jesuitas habían logrado convencer a las comunidades afectadas de que se trasladasen hacia el oeste e incluso algunos misioneros se habían adelantado para seleccionar los lugares a donde serían trasladadas las reducciones. Poco después de la siembra, el comisario portugués para la ejecución del Tratado, Gómez Freire de Andrada, gobernador de Río de Janeiro, informó a su colega español Valdelirios que no iba a conceder más dilaciones para la determinación del trazado fronterizo y la evacuación de los poblados. En Madrid, la presión cada vez era más insistente pues a la reivindicación lusa se su23 190 El desarrollo económico de los jesuitas puede seguirse en las obras de Nicholas P. Cushner. Véanse, entre otras: Farm and Factory: The Jesuits and the Development of Agrarian Capitalism in Colonial Quito, 1600-1767. Albany, 1982; Lords of the Land: Sugar, Wine, and Jesuit Estates of Colonial Peru, 1600-1767. Albany, 1982; Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, 1650-1767. Albany, 1983; y Why Have You Come Here?. The Jesuits and the First Evangelization of Native America. Oxford, 2006. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana maba el apoyo de Londres, que miraba con especial interés la región del Río de La Plata. Se redujo, por tanto, el tiempo concedido a los guaraníes para efectuar su traslado, lo que significaba en la práctica que las siembras se perderían y el fantasma del hambre haría su aparición. El tratado afectaba a siete poblaciones, las de: San Borja, San Luis Gonzaga, San Lorenzo, San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, San Nicolás y San Ángel. Las tres primeras aceptaron el traslado sin apenas oposición. En cambio, las otras cuatro se rebelaron contra las autoridades españolas y contra los sacerdotes jesuitas24. Mapa 1 Los tratados de Límites hispano-lusos del siglo XVIII. 24 Las reducciones de San Miguel y San Carlos se enfrentaron a los portugueses, quienes realizaron sobre las mismas una gran matanza. Tales sucesos son recogidos con gran veracidad en el magnífico film “La Misión”, dirigida por Roland Joffé, en 1986. 191 Porfirio Sanz Camañes Con estos trastornos las misiones sufrieron abundantes daños y el número de indios disminuyó notablemente, no solo por los que perecieron durante la guerra, sino también por los que sucumbieron al vigor de las privaciones y enfermedades, por los que buscaron su seguridad en los montes y por otros muchos que se llevaron engañados los portugueses. Las consecuencias del tratado no se hicieron esperar y las reclamaciones españolas al mismo tampoco. Carlos III anuló el tratado de Límites alegando manifiesto incumplimiento por parte de los portugueses, al negarse a recibir los siete pueblos de misiones desocupados por España y entregar la Colonia del Sacramento. Las órdenes correspondientes para deshacer los mojones levantados por las partidas de demarcación, devolver a los indios a los pueblos de donde habían sido sacados violentamente y de restituir las cosas al estado anterior que tenían antes del Tratado fueron enviadas a Ceballos y Valdelirios en septiembre de 1760. El Tratado de El Pardo, firmado el 12 de febrero de 1761, fijaría las nuevas bases del entendimiento hispano-luso en América. Sin embargo, los portugueses se mantuvieron en sus posiciones argumentando la espera de órdenes de Lisboa para abandonar los territorios reclamados. El clima de tensión se agudizó en las misiones de Mojos amenazadas por los portugueses desde el fuerte de Santa Rosa, desde el que también dominaban terrenos usurpados en Cuyabá y Matogrosso. Las expediciones españolas organizadas en 1763 y 1764 finalmente terminaron en sendos fracasos. Las enfermedades tropicales, la deserción, la falta de preparación militar y la falta de armas y preparación adecuadas fueron lastres para que Madrid consiguiera sus intentos. Por esos mismos años crecía el rechazo a la Compañía de Jesús en la Corte de Carlos III, una oposición que ya venía declarándose en tiempos de Fernando VI25. La expulsión de los jesuitas de Portugal y Francia 25 192 La Compañía de Jesús era vista con poca simpatía por las demás órdenes religiosas. A medida que la Compañía se extendió y cobró poder económico e influencia política y social también acumuló progresivamente el recelo y la animadversión de grandes sectores de la sociedad. La defensa del molinismo frente a la doctrina de Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana no encontró el respaldo del episcopado español, que dio muestras claras de su escasa simpatía por su causa. Conocemos suficientemente que la inestabilidad política y el ascenso en la Corte de figuras como Campomanes, el duque de Alba y el padre Eleta, confesor del rey, permitieron plantear una estrategia a seguir para ir relegando a un segundo plano a los partidarios de la compañía. El motín de Esquilache sería determinante y ofreció la mejor excusa para acusar a los jesuitas de haberlo tramado. Las investigaciones e informes posteriores denunciaron “las malas ideas esparcidas sobre la autoridad real por los eclesiásticos” y el “fanatismo que por muchos siglos habían venido infundiendo en el pueblo y gente sencilla”. El Conde de Aranda que ocupó el lugar de Ensenada, desterrado a Medina del Campo, creó una sala especial o consejo extraordinario para entender todo lo relativo al motín y de cuyas conclusiones se desprendió la tácita acusación de algunos miembros de la Compañía. La expulsión de los jesuitas fue decretada por Carlos III el 27 de febrero de 1767 siendo el Conde de Aranda, Presidente del Consejo de Castilla, quien ejecutase la medida de “extrañamiento de los regulares de la Compañía de Jesús de todos los dominios de España e Indias” con la ocupación de sus bienes26. Las consecuencias de la aplicación del decreto de expulsión en Indias –en palabras del historiador sueco Magnus 26 San Agustín, las discusiones teológicas sobre la gracia, la cuestión de la ortodoxia del cardenal Noris que enfrentó, a finales del siglo XVII, a los jesuitas y a los agustinos promovieron la incesante aparición de publicaciones, a veces de tono casi panfletario que acabaron desprestigiando ante el pueblo a la Compañía de Jesús en mayor grado que a las restantes órdenes religiosas. Sobre la expulsión de la Compañía de Jesús de la América española hay una nutrida bibliografía. En 1965 el historiador sueco Magnus Mörner publicaba su The Expulsion of the Jesuits From Latin America, en la editorial Alfred A. Knopf de New York. Desde entonces la catarata de publicaciones no ha dejado de cesar. Por ello, nos remitimos a efectos de recopilación a uno de los más recientes studios, casi coincidiendo con el curso de verano sobre la frontera que tuvimos en Almagro. Véase, SCULLY ROBERT, E. S.J., “The Supression of the Society of Jesus: A Perfect Storm in the Age of “Enlightenment”, Studies in the Spirituality of Jesuits Vol. 45 No. 2 (Verano 2013). 193 Porfirio Sanz Camañes Mörner– sacudió profundamente la sociedad colonial, hasta tal punto que es difícil encontrar otro suceso de la misma magnitud en el curso de la historia de Latinoamérica entre la conquista y la independencia27. Mapa 2 La frontera en el área de Misiones En las reducciones situadas en las gobernaciones de Buenos Aires y del Paraguay el decreto de la expulsión tardó en entrar en vigor y no lo hizo hasta el año siguiente pues se temía una reacción por parte de la Compañía. Los testimonios recogidos sobre la expulsión en las misiones reflejan un clamor semejante28. Los propios indígenas se encontraban confundidos y desolados. Continuas preguntas pasaban por su mente: ¿Cuál era la causa de suceso tan nunca pensado?; ¿Por qué no continua27 28 194 MÖRNER, Magnus, The expulsion of the Jesuits from Latin America. Nueva York, 1965. p. 3. HERNÁNDEZ, P. S.J., El extrañamiento de los Jesuítas del Río de La Plata y de las Misiones del Paraguay por decreto de Carlos III. Madrid, 1908. Tomo I, pp. 38-39, 135-135 y 200-206. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana ban en educarlos habiendo sido ellos los que los engendraron en Cristo?; ¿Qué sería de ellos si los Padres se marchaban?; ¿Quién iba a enseñar a sus hijos a partir de ahora las artes útiles?. A pesar de los esfuerzos para que se conservasen en sus reducciones a los padres jesuitas las medidas de extrañamiento seguían su curso. El Gobernador Bucareli desde Buenos Aires se mostró inflexible ante cualquier posible aplazamiento29. Los efectos de la expulsión fueron difíciles de medir pero su impacto en el sistema de las reducciones fue demoledor30. A la drástica disminución de la población en los poblados se sumaron la falta de medios de subsistencia –se abandonó la agricultura y las manufacturas– y la desaparición de las buenas costumbres, es decir, del orden social, la rectitud y la disciplina que habían implantado los Padres jesuitas. Además, Bucareli se sirvió del régimen encomendero para sustituir el gobierno de los indios guaraníes, un régimen cuya aplicación tuvo consecuencias desastrosas. Las ordenanzas decretadas en 1770 debían ajustarse a las Leyes de Indias. Se nombraron visitadores para que inspeccionaran la situación de las doctrinas, se mantuviera e impulsara la lengua castellana y se volviera al cultivo de las tierras y al beneficioso comercio proporcionado en épocas pasadas. En 1801 quedaban en las reducciones algo menos de 23.000 almas frente a las casi 90.000 almas de 1767, prueba explícita de que las medidas tomadas por las autoridades españolas tras la salida de los misioneros no surtieron su efecto. Por último, la problemática frontera originada en esta zona llevó a la creación de nuevas ciudades de frontera españolas y portuguesas. Mientras por el bando portugués aparecían las ciudades de Miranda Nova Coimbra y Nossa Senhora de Pazeres, ambas en el Paraguay; la Corona española impulsaba la fundación de Villa Real de la Concepción, en 1769; y después lle- 29 30 Ibid., Tomo I, pp. 62-63. La aportación cultural de los Jesuitas en América también ha sido objeto de un gran número de estudios. Para no ser exhaustivos, véase: MÖRNER, Magnus. “The Role of the Jesuits in the Transfer of Secular Baroque Culture to the Río De La Plata Region”, en John W. S. J. O'Malley (Eds.), The Jesuits: Cultures, Sciences, and the Arts, 1540-1773. Toronto: University of Toronto Press, 1999. pp. 305-315. 195 Porfirio Sanz Camañes garían las de San Agustín de la Emboscada, Pilar de Neembucú, Rosario de Caurepotí y San Pedro Apóstol de Ycua-Mandiyú. Los Tratados de San Ildefonso y El Pardo sobre el Río de La Plata El Tratado firmado en 1777 entre el conde de Floridablanca, en nombre del rey español Carlos III, y Francisco Inocencio de Souza, en representación de la reina María de Portugal, tenía por objeto resolver un viejo conflicto fronterizo con Portugal en el Río de La Plata. Un acuerdo que tenía intención de “extinguir las desavenencias que ha habido entre las coronas de España y Portugal y sus respectivos vasallos por casi el espacio de tres siglos sobre los límites de sus dominios de América y Asia”31. El acuerdo, además de ratificar los tratados de 1668, 1715 y 1763, y la restitución mutua de las presas realizadas, conllevaba cesiones territoriales en Asia, en África y en América. Entre ellas, Lisboa, renunciaba a los posibles derechos sobre las islas Filipinas y Marianas; cedía las islas de Annobón y Fernando Poo, en la costa occidental africana a España; y en la zona del conflicto, se formaba una comisión mixta que debía fijar los límites, supuestamente siguiendo el curso de los ríos Negro, río Uruguay, río Pepirí Guazú, río San Antonio, río Iguazú, Paraná e Igurey, mientras otra serie de ríos y afluentes llegaban al Amazonas pasando por el Yapurá y Orinoco y de ahí a la desembocadura en el Océano Atlántico. La isla de Santa Catalina quedaría en manos lusas, quienes debían negar el acceso portuario a embarcaciones que no fueran españolas o portuguesas. El tratado de El Pardo, firmado en 1778, cerraba un conflicto fronterizo que había enfrentado a España y Portugal en la cuenca de la desembocadura del Río de la Plata con motivo del establecimiento de la colonia do Sacramento portuguesa –desde 1680– en la Banda Oriental de la cuenca del Plata frente a la ciudad de Buenos Aires. Durante un siglo, ambas Coronas se habían volcado en controlar una zona geoestraté31 196 “Tratado de El Pardo entre España y el Portugal ajustado entre el muy poderoso don Carlos III rey de España y de las Indias y la muy poderosa doña María reina de Portugal”, El Pardo, 11 de marzo de 1778. Tratado de El Pardo, entre España y Portugal, 1778. Consta de XIX artículos. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana gica desde el punto de vista militar con notables riquezas agropecuarias que darían el definitivo impulso al fenómeno urbanizador del Uruguay. Sin embargo, no hay que olvidar que el conflicto hispano-luso venía de muy atrás y merece la pena recordarlo. El desinterés español en la cuenca del Río de la Plata había sido tan evidente durante los siglos XVI y XVII que no es de extrañar que fuese sometida a distintas incursiones, sobre todo por parte de misioneros, indígenas rebeldes, portugueses y corsarios32. Sin embargo, la región pronto llamó la atención de otras potencias coloniales. La Francia de Luis XIV se interesó por la fundación de un emplazamiento en dicho estuario. Según los informes que llegaban a Versalles, los resentimientos de los comerciantes porteños por el control de Lima y de la metrópoli, el odio de los indígenas a los españoles y la escasa presencia militar en la zona, de unos 200 hombres, daban posibilidades a la intentona francesa. La ciudad de Buenos Aires, según todas las crónicas, ofrecía una escasa capacidad para su defensa, lo que hacía plausible la fundación de una colonia frente a la ciudad portuaria, cerca de la isla de San Gabriel. La intentona francesa no pasaría del papel puesto que la política europea concentraba toda su atención. Sin embargo, después de que el papa Inocencio XI con la bula “Romani Pontificis Pastoralis”, declaraba en 1676 el Río de la Plata como frontera meridional del nuevo obispado de Río de Janeiro, los portugueses no desaprovecharon la oportunidad y, en 1680, establecían en la Banda Oriental del río de La Plata la Nova Colonia do Santísimo Sacramento33. Con cuya fundación por Manuel Lobo, gobernador de Río de Janeiro –según Marta Canessa– el imperio portugués y su dominio americano del Brasil, materializaban el 32 33 AGUILERA ROJAS, J. Fundación de ciudades hispanoamericanas. Madrid, 1994. pp. 239 y ss. KAHLE, G. “América Latina como esfera de los intereses europeos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX”, en SCHRÖTER, B. y SCHÜLLER, K. (Eds.), Tordesillas y sus consecuencias. La política de las grandes potencias europeas respecto a América Latina (1494-1898). Madrid, 1995. p. 5. 197 Porfirio Sanz Camañes fin de un largo proceso”34. Desde entonces, la historia de Sacramento se convertiría en una “historia de necesidad” por parte de Brasil y de Portugal de recuperar los grandes beneficios que el comercio clandestino había estimulado gracias a la ruta Potosí, Tucumán, Buenos Aires, Río de Janeiro y Lisboa. En otras palabras, el establecimiento de la colonia despertó, de su lentitud, de su morosidad, a las dos fronteras: la jurídicopolítica, o sea la del límite entre ambos estados; y la pionera, sobre un espacio despoblado o “vacío de humanidad”35. No cabe duda que la política portuguesa en la zona iba a configurar el perfil de un nuevo modelo familiar o “familia platina” que iba a trascender la formación política, económica, social y cultural al sur de Brasil y también en las repúblicas vecinas de Uruguay y Argentina36. La presencia lusitana en la zona atrajo a tantos contrabandistas que los Borbones españoles decidieron la fundación de otro asentamiento, poblando y fortificando la bahía de Montevideo con familias canarias y bonaerenses. Las autoridades españolas tomaron la iniciativa primero con la fundación de San Felipe y Santiago de Montevideo, en 1714, plaza militar, y una década más tarde con la de la ciudad de Montevideo, dependiente durante todo el siglo XVIII de la gobernación de Buenos Aires. La ciudad de Montevideo, fundada en 1724, tuvo una clara función estratégico-defensiva, convirtiéndose pronto en una centinela adelantada a la entrada del río de La Plata, fortificada con murallas que encerraban toda la ciudad, más algunas fortalezas ubicadas estratégicamente37. Concebido como el “gran baluarte militar del Sur del continen34 35 36 37 198 CANESSA DE SANGUINETTI, M., “La importancia de la fundación de la Colónia del sacramento en la cuenca del Plata”, en Boletim da Sociedade de Geográfia de Lisboa, Serie 104, nº 7-12 (1986). pp. 161-170. La cita en la p. 163. Ibid., pp. 162 y 165. FERRAND DE ALMEIDA, L., “A “política dos cassais” na Colónia do Sacramento (1680-1777)”, en Biblos: Revista da Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra. Vol. 77 (2001). pp. 239-258. La cita en la p. 254. ABADIE-RICARDI, O., “El papel de Montevideo en el sistema defensivo español”, en ARTEAGA, J.J. (Comp.), Uruguay, defensas y comunicaciones en el período hispano. Madrid, 1989. p. 37. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana te americano” y como centro portuario de primera magnitud, durante las últimas décadas del siglo XVIII38, la Corona utilizó todos los recursos a su alcance para incentivar a los nuevos pobladores. Por ello, se concedió la calidad de “hidalgo de solar conocido” a todos los españoles que concurrieran al poblamiento de las tierras americanas, amén de adjudicarse tierras en el pueblo donde el súbdito se asentara como poblador. El crecimiento fue realmente espectacular. La ciudad pasó en dos décadas de tener poco menos de 2.000 habitantes, en 1759, a 4.681, en 1780, con un crecimiento superior al 134%39. En consecuencia, no se escatimaron esfuerzos para hacer de Montevideo y de otras ciudades de la banda oriental, lugares poblados, y en tanto tales, lugares soberanos. Quedaba claro –como ha señalado Luque Azcona– que la configuración del espacio urbano del Montevideo colonial se iba a convertir en el espejo de una sociedad en formación40. En 1730 quedaba constituido el primer cabildo de San Felipe y Santiago de Montevideo, bajo la dirección de un comandante militar dependiente del gobernador de Buenos Aires. Sin embargo, la fundación de la ciudad de Montevideo añadió nuevos problemas a la tensa situación que ya mantenían Sacramento y Buenos Aires. Por una parte, hubo intentos españoles por recuperar la colonia. En ocasiones frustrados, como en 1735 y en otras con más éxito, con Pedro de Ceballos, en 1762. También los hubo por la fuerza de la diplomacia como ya se ha mencionado a través del Tratado de Permuta o Tratado de Madrid, en 1750 o el de San Ildefonso y El Pardo en 1777 y 1778 respectivamente. En consecuencia, y dados los problemas hispano-lusos existentes en la banda oriental, entre 1680 y 1777 la autoridad real española tuvo que tomar la iniciativa en numerosas ocasiones con la fundación 38 39 40 LUQUE AZCONA, E.J., Ciudad y poder: la construcción material y simbólica del Montevideo colonial (1723-1810). Sevilla, 2007. p. 293. LUQUE AZCONA, E.J., “Evolución urbana de Montevideo en el siglo XVIII: un mundo de frontera, luchas y contrabando”, en MARTÍN ACOSTA, E. PARCERO TORRE, C., y SAGARRA GAMAZO, A., Metodología y nuevas líneas de investigación de la Historia de América. Burgos, 2001. p. 83-99. Ibid., pp. 87-96. 199 Porfirio Sanz Camañes de plazas militares, la organización de expediciones militares –como las de Pedro de Ceballos– y la creación del virreinato del Río de La Plata en 1776. En un espacio tan extenso y una frontera tan activa como la de la cuenca del Plata, sometida a la amenaza portuguesa desde sus bases en el Brasil y a las itinerantes expediciones inglesas y francesas sobre las costas de Patagonia y las Malvinas, no es de extrañar que se plantearan informes y proyectos desde antes de 1770 aconsejando su creación41. Como ha señalado Mónica Quijada la disputa en esta zona no era por la soberanía territorial sino por la tenencia del espacio42. Sin embargo, el virreinato nació con un claro corte militar a cuyo frente se situó a don Pedro de Ceballos y se terminó extendiendo a las gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y las cuatro del Alto Perú, la provincia de Cuyo –dependiente de la Audiencia de Santiago de Chile– y el Chaco y la Patagonia, con una superficie de aproximadamente cinco millones de kilómetros cuadrados. Poco después, en 1782, el virreinato se dividía por la Real Ordenanza de Intendentes de Ejército y Provincia en ocho intendencias, siendo la de Buenos Aires la más relevante, y cuatro gobiernos militares, encabezados por el de Montevideo. Con este bagaje la coyuntura bélica en que se crearon los nuevos virreinatos de Nueva Granada o Río de La Plata tenían otro perfil a los creados en el siglo XVI43. El del Río de La Plata venía a satisfacer a los rioplatenses de nuevos órganos de gobierno y justicia y a pesar de su corta duración, permitió avanzar en la transformación interna de la región, convertida en un auténtico polo de atracción internacional44. 41 42 43 44 200 KOSSOK, M., El virreinato del Río de La Plata – su estructura económica y social. Buenos Aires, 1972. pp. 23 y ss. QUIJADA, M., “Repensando la frontera sur Argentina: concepto, contenido, continuidades y discontinuidades de una realidad espacial y étnica (siglos XVIII-XIX)”, Revista de Indias, 2002. LXII. Núm. 224. p. 110. TAU ANZOÁTEGUI, V., “Las reformas borbónicas y la creación de los nuevos virreinatos”, en BARRIOS, F., El gobierno de un mundo.., pp. 431-446. La cita en la p. 435. Ibid., p. 437. Tratados, fronteras y fundaciones urbanas en la América hispana En conclusión, las guerras y los Tratados habían añadido nuevos componentes al papel de la frontera oficial forjada en Tordesillas en 1494 para atestiguar el avance de otra frontera política, económica e incluso espiritual empujada por razones estratégicas y socio-económicas tanto por los contrabandistas británicos, franceses y holandeses, como por los bandeirantes portugueses. En esa nueva frontera aparecida durante el siglo XVIII resultó crucial la fundación de ciudades a lo largo de la América hispana, de norte a sur, y desde San Lorenzo al Río de La Plata. Bibliografía ABADIE-RICARDI, O. 1989 “El papel de Montevideo en el sistema defensivo español”, en ArtEAgA, J.J. (Comp.), Uruguay, defensas y comunicaciones en el período hispano. Madrid. 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La guerra de independencia, las incursiones filibusteras, los corsarios en el sur y las revueltas de los nativos, habían mermado drásticamente la economía y la población tejana, a lo que se sumó una pertinaz sequía que duró más de un lustro. En consecuencia, la población en 1822 era muy inferior a la del año 1772. Los últimos cincuenta años de la Texas española estuvo marcado por tres etapas. La primera iría desde 1773 hasta 1803. En este periodo la administración española comenzó una serie de reformas como la creación de la comandancia de las Provincias Internas y recortes presupuestarios representados por el cierre de presidios, la secularización de prácticamente todas las misiones franciscanas y el traslado de la capital 1 2 El presente estudio se inscribe en el marco de la Tesis doctoral que estoy desarrollando con el título: “El presidio tejano de San Antonio de Béxar en la estrategia defensiva de la frontera novohispana en el siglo XVIII”, bajo la dirección del Dr. Porfirio Sanz Camañes. Universidad de Castilla-La Mancha 207 José María Rodríguez Jiménez a San Antonio, habida cuenta que Texas ya no formaba frontera con ninguna potencia rival, se había conseguido estabilidad con los nativos y la hacienda real cada día estaba más mermada. La provincia cayó sino en un olvido, si en “dejadez” como lo refleja por ejemplo el innecesario periplo de la población de los Adaes que no consiguen estabilidad, ni licencia para asentarse hasta 1779 en Nacogdoches, seis años después de ser expulsados de los Adaes. Era un territorio más en la frontera norte. La segunda etapa comenzó tras la venta de Luisiana a Estados Unidos por parte de Francia, abriendo un nuevo capítulo en que Estados Unidos ejercerá una formidable presión en la frontera, culminando con la creación de la zona neutral en 1806, que evidenció la debilidad de España al permitir en su territorio una “tierra de nadie” llena de bandidos, contrabandistas y filibusteros. Así se fue “modelando” el espacio tejano, unas tierras con una población autóctona escasa sobre la que se establecieron distintos poderes y que fue tierra de paso para rebeldes, filibusteros y realistas tras la rebelión protagonizada por el padre Hidalgo en 1810. La ciudad de San Fernando y el presidio de San Antonio se acabaron convirtiendo en el epicentro de la vida política y militar de Texas. México se tuvo que hacer cargo de una provincia y continuar la política que hasta el momento había llevado el anterior gobierno, ignorando que en la solución para aumentar la población tejana estaba también la causa de su secesión tan solo 14 años después. De Los Adaes a San Fernando: la desmilitarización de Texas En 1766 el virrey de Nueva España, el marqués de Cruillas, encargó al mariscal de campo marqués de Rubí la inspección de toda la frontera norte de Nueva España para adecuar la estructura defensiva a las nuevas circunstancias, sobre todo tras la incorporación de Luisiana a la Monarquía Hispánica3. Los presidios de la frontera oriental de Nueva España, es decir, las provincias de Coahuila, Texas y Nuevo León, fueron 3 208 CAUGHEY, J. W. Bernardo de Gálvez in Louisiana, 1776-1783. Gretna, 1991, pp. 29-42. La frontera oriental novohispana inspeccionadas por el brigadier Pedro de Rivera quien pronto constató las difíciles condiciones en que se hallaban la mayoría de los presidios de la frontera, así como la permisividad existente con el contrabando en algunos presidios. Respecto al presidio de los Adaes, situado cerca de la frontera con Luisiana se llevó a cabo un exhaustivo estudio económico con la finalidad de conocer exactamente los recursos de los que disponía y los gastos que estaba suponiendo su mantenimiento, así como un listado para conocer los 61 soldados que habitaban el presidio. En el informe se aconseja que su tropa y población “han de removerse y completar la dicha villa” de San Fernando de Béxar y el presidio de San Antonio4. Esta inspección a la frontera daría como resultado el reglamento de presidios de 1772, que estableció un cordón de presidios a lo largo de toda la frontera novohispana de Texas a California, comenzando por el presidio de la Bahía, el único que quedó en Texas, además del de San Antonio5. Finalmente el 6 de mayo de 1773 el comandante inspector de las Provincias Internas, Hugo O’Conor, redactó las instrucciones para el gobernador de Texas, el barón de Riperdá ordenando el traslado de la tropa y la vecindad desde los Adaes a San Fernando de Béxar, con la promesa de dar a las “familias tierras de realengo para que formen sus haciendas […] de campo a los que tuvieren bienes; y de labor a los que fueren de este exercicio”6. En junio los 61 soldados, los vecinos, los misioneros y los neófitos del malogrado Adaes comenzaron su periplo hacia la lejana villa de San Fernando y el presidio de San Antonio de Béxar, en total unas 300 personas aproximadamente. La soldada del presidio de 4 5 6 Archivo General de Indias [en adelante A.G.I]. Guadalajara, 273. El reglamento de 1772 sancionó las recomendaciones de Rivera respecto al cierre de los presidios de Nuestra señora del Pilar de los Adaes, San Agustín de la Ahumada y San Luis de las amarillas, quedando solamente dos presidios en Texas: San Antonio de Béxar y Nuestra Señora de Loreto de la Bahía. El nuevo reglamento sólo consideró reforzar el presidio de San Antonio en Texas y de Santa Fe en Nuevo México fuera del cordón de presidios. A.G.I., Guadalajara, 522. Texas General Land Office [en adelante G.L.O]. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, mayo de 1773. Instrucción reservada… 209 José María Rodríguez Jiménez San Agustín de la Ahumada pasó a engrosar las filas del de San Antonio de Béxar, así como la del presidio de los Adaes y su capitán se convirtió en el alférez de San Antonio7. Una población triste y deprimida, obligada a abandonar cuanto poseía por orden virreinal, sufrió un agónico viaje a pié que duró tres meses desde el extremo este de Texas hasta la actual San Antonio y para sobrevivir estuvieron obligados a resistir el hambre, el clima y la enfermedad. Hubieron de vender casi cuanto habían podido llevar consigo para comer, comprando comida a los nativos, y las duras condiciones del viaje causaron la muerte de más de treinta adultos y diez niños, mermando considerablemente el ganado que portaban. Finalmente, en septiembre llegaron a San Fernando, donde la comitiva no tuvo un buen recibimiento y quedaron repartidos a lo largo del Camino Real cerca de la villa. Desde el octavo día en que llegaron a su nuevo destino comenzaron a realizar peticiones al gobierno de la provincia para trasladarse de nuevo al este y abandonar San Fernando8. En 1778 en un expediente iniciado por Agustín Rodríguez, uno de los líderes de la antigua comunidad de los Adaes, se quejaba de no tener tierra donde poder construir sus casas ni cultivos, en contra de las ordenanzas proporcionadas por el gobernador Riperdá en 1773, obteniendo el apoyo del ayuntamiento de San Fernando, el capitán del presidio e incluso del gobernador de la provincia para que pudieran fundar un nuevo pueblo. Ya en 1774 habían fundado por su cuenta la villa de Nuestra Señora del Pilar de Bucareli, pero no todos los vecinos quisieron trasladarse a ese punto9. Finalmente, a través de la iniciativa de Gil Ybarbo, quien en un principio no quiso abandonar el este de Texas, se fundó el actual pueblo de Nacogdoches en el este de Texas, cerca del emplazamiento de la misión homónima cerrada en 1773. Hay autores como Hodding Carter que sostienen que Ybarbo siempre pretendió volver al este seguir con sus labores de contrabando, convirtiéndose Nacogdoches en el centro 7 8 9 210 A.G.I. Guadalajara, 273. BOLTON, H. E. Texas in the Middle Eighteenth Century. Studies in Spanish Colonial History and Administration. Austin, 1970, pp. 391-393. A.G.I. Guadalajara, 267. La frontera oriental novohispana del comercio ilegal como había temido O’Conor y como acabó sucediendo10. Con la aplicación del reglamento de 1772 San Fernando de Béxar se convirtió en la capital de la provincia de Texas y a pesar de que la guarnición de su presidio se vio incrementada con la soldada de los extintos presidios, lo cierto es que Texas tras el reglamento de 1772 quedaba reducida en la práctica a dos enclaves: El presidio de Nuestra Señora del Loreto de la Bahía, cerca de la costa en el sur; y el presidio de San Antonio de Béxar, este último además sin el apoyo del desaparecido presidio de San Sabá quedó como un “núcleo totalmente aislado en un medio indígena tradicionalmente hostil”11. Lo cierto es que a pesar de no pertenecer al cordón de presidios se tiende interpretar a San Antonio como un “presidio – avanzadilla” del propio cordón. También durante este periodo hubo una reorganización en el plano religioso. Por un lado el reglamento de 1772 sancionó el cierre de todas las misiones que perteneciesen al colegio de Zacatecas, situadas en el este de la provincia enviando sus “alhajas” para pasar a formar parte de la hacienda real12. Por otro lado, el obispo de Guadalajara consciente del gran tamaño del territorio bajo su jurisdicción eclesiástica intentó en 1773 la creación de un obispado auxiliar, dependiente del suyo, que abarcaría las provincias de Nuevo León, Coahuila y Texas transformándolo en arzobispo y manteniendo el control eclesiástico sobre estas provincias. Sin embargo, se decidió el establecimiento de un obispado completamente nuevo e independiente del de Guadalajara, el obispado de Linares, situado en Nuevo Santander de quien dependerá a partir de 10 11 12 CARTER, H. Doomed Road of Empire. The Spanish Trail of Conquest, New York, 1963, p. 150. NAVARRO GARCÍA, L. Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte de Nueva España. Sevilla, 1964, p. 269. Las tres misiones que se mandaron cerrar fueron las de Nuestra señora del Pilar de los Adaes, Nuestra Señora de Guadalupe de los Nacogdoches y Nuestra señora de la Luz del Orcoquisac. Los bienes muebles de las misiones pasarían a ser responsabilidad del colegio de Zacatecas. G.L.O. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, mayo de 1773. Instrucción reservada… 211 José María Rodríguez Jiménez este momento la provincia de Texas en los asuntos religiosos. Esto fue aprobado mediante bula en 1777 y en 1779 fue ordenado el primer obispo de Nuevo Santander, fray Antonio de Jesús Sacudón13. Así mismo, el reglamento de 1772 también refleja la preocupación existente en lo tocante a las relaciones con las naciones indias que poblaban la provincia. El virreinato era consciente del peligro que suponían para la presencia hispana en el área como se pudo comprobar en Nuevo México a finales del siglo XVII y en Texas una centuria después con la guerra de la coalición Norteña. El reglamento es una declaración de guerra velada contra la nación apache, en un intento por ganarse el favor de los comanches14. El gobernador Riperdá vio limitada la iniciativa respecto a la política a desarrollar con las naciones indias. Era palpable que desde el virreinato se prefería llevar a cabo una política poco agresiva con las naciones indias. A causa de haberse sentido engañados en diversas ocasiones, las autoridades retiraron al gobernador la potestad de hacer propuestas de paz a las naciones indias y le instaron a mantenerse neutral en la guerra que se estaba desarrollando entre los apaches y las naciones del norte con los comanches al frente15. A pesar de esto no dejaron de producirse constantes escaramuzas con los nativos tras la aplicación del reglamento. Tres años bastaron desde su puesta en funcionamiento para que se hiciera evidente que la complejidad para gestionar las provincias situadas en la frontera norte novohispana requería de la aplicación de una política bajo un único mando independiente de la ciudad de México. Esta reorganización tendría tan amplios poderes que prácticamente sería un virreinato nuevo, proponiéndose esta medida al consejo de indias en 1768 por primera vez, siendo aprobada finalmente en 177616. 13 14 15 16 212 Hoy día este es el obispado del Nuevo reino de León con sede en la ciudad de Monterey. A.G.I., Guadalajara, 340. A.G.I. Guadalajara,522. G.L.O. Hugo O’Conor al barón de Riperdá, 6 de mayo de 1773. Instrucción reservada… ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época colonial. México, 1938, p.592. La frontera oriental novohispana La Comandancia General de las Provincias Internas Se suele señalar que la creación de la Comandancia de las Provincias Internas parece responder a la incapacidad del virreinato por organizar adecuadamente la defensa de estas provincias tanto de los nativos como de otras potencias extranjeras como por ejemplo en California con la amenaza rusa o en Texas con la amenaza inglesa a lo que se añadía la enorme distancia existente entre la ciudad de México y la frontera norte de Nueva España. Tras aprobarse su creación se nombra en mayo de 1776 oficialmente como primer comandante de las Provincias Internas a Teodoro de Croix17. En la práctica, el enorme territorio que comprendían las Provincias Internas, si bien seguía perteneciendo al virreinato de Nueva España, eran completamente independientes y su comandante solo estaba obligado a rendir cuentas ante el monarca. Este hecho disgustó sobremanera al virrey Bucareli, condicionando desde el principio la relación entre ambos, percibiéndose un grado mayor o menor de tensión y de igual forma que sucedió con quien hasta ese momento había sido Comandante Inspector de las Provincias Internas, Hugo O’Conor18. Teodoro de Croix, quien estuvo al frente de la Comandancia hasta 1783 llegó a la ciudad de México seis años antes, en enero de 1777, y permaneció allí nueve meses para conocer exhaustivamente de primera mano la situación de la frontera. O’Conor, tras entregar los informes que le requirió Croix, esgrimió estar enfermo y renunció a su cargo de inspector ese mismo año. Croix acompañado de Fray Agustín de Morfi, el gran cronista, emprendió una inspección para conocer de primera mano la situación real de la frontera, quizá por desconfianza de los datos que obtuvo de O’Conor. Croix se convenció de que el principal problema en la frontera era el “problema indio”, como lo definían. En Texas la inquietud estaba representada por las naciones norteñas, es decir, una cantidad 17 18 A.G.I. Guadalajara, 301. CHIPMAN, D. E. Texas en la época colonial. Madrid, 1992, p. 260. 213 José María Rodríguez Jiménez importante de naciones que eran aliadas tradicionalmente de la nación Comanche, la más numerosa y poderosa de la provincia19. Los comanches en su entrada desde las montañas rocosas habían desplazado a los apaches quienes también estaban enemistados con los españoles. Teodoro de Croix estaba decidido a llevar a cabo una reorganización del ejército para adecuar a la realidad de la frontera en lugar de imponer los modelos europeos como hasta entonces se había hecho20. En las juntas de guerra que se celebraron en Coahuila a finales de ese año se comenzó a perfilar un plan para expulsar a los apaches lipanes, mezcaleros y natajes en una acción conjunta con las tropas de todas las provincias circundantes a estas naciones para reducirlos o en caso de resistencia “exterminarlos” posteriormente21. Más tarde Teodoro se dirigió hacia Texas, donde los nativos tenían algo que los diferenciaban del resto de los que habitaban las Provincias Internas: el suministro regular de armas de fuego por parte de franceses e ingleses hasta el extremo de permitirse el lujo de vender sus excedentes a los vecinos de San Fernando22. El tres de enero de 1778 Teodoro de Croix llegó al presidio de San Fernando para celebrar la primera junta de guerra, donde se estudió la relación con los nativos de la provincia, llegando a la conclusión de que era más conveniente alcanzar y mantener la paz con las naciones del norte y comisionar a Athanase de Mézières, en otro tiempo un tratante con nativos de origen francés, para llevar a cabo esta labor diplomática. El 20 de febrero De Mézières se mostró conforme a las deliberaciones de la junta y propuso a través de su misiva llegar a un acuerdo de paz con los poderosos comanches a través de las naciones del norte para combatir a los apaches, sus ene- 19 20 21 22 214 Es considerado como el grupo más poderoso en este periodo de tiempo en Nuevo México, Texas, Luisiana y norte de México, cfr. HÄMÄLÄINEN, P. The Comanche Empire. New Haven, 2008, p. 2. WEBER, D. La frontera española en América del Norte. Madrid, 2000, p. 321-323, A.G.I. México, 2462. NAVARRO GARCÍA, L. Don José de Gálvez y la Comandancia…, p. 296. La frontera oriental novohispana migos, sugiriendo para ello recurrir a los antiguos oficiales franceses reformados23. La visita que realizó Croix a San Fernando también sirvió para que los habitantes del lugar le expusieran sus demandas, pues había problemas entre los distintos estratos de la población y los ganaderos, influido todo ello por el agotamiento de los recursos y la falta de ingresos públicos en las arcas municipales24. En cuanto a las disputas existentes entre los rancheros y misioneros los conflictos estaban condicionados por los terrenos que estaban poblando los ganados mesteños, a resultas de lo cual los rancheros solicitaron el reconocimiento del ganado salvaje como realengo “para que todos podamos disfrutarlos como tales”25. Sin embargo, al considerarse propiedad de la Corona, Croix estableció una estricta regulación del ganado orientada a aumentar los ingresos mediante un impuesto que recaería sobre el ganado no marcado26. En la búsqueda de una alianza contra los apaches, De Mézières tuvo que recorrer grandes distancias durante 1779 para establecer los vínculos necesarios con las naciones norteñas pero nunca terminó de cerrar una alianza en firme con los comanches, su objetivo principal, algo que acabó lamentando27. Cuando llegó a San Antonio en septiembre conoció la noticia del ascenso del gobernador de Texas, el barón de Riperdá, como nuevo Comandante Inspector y el deseo de Croix de nombrarle a él gobernador de Texas. No obstante, Athanase De Mézières no se veía con fuerza a la edad de casi sesenta años y renunció a su nombramiento, habilitándose como interino a Domingo Cabello quien durante el desempeño de su cargo mantuvo buenas relaciones con al 23 24 25 26 27 A.G.I. Guadalajara, 276. DE LA TEJA, J. F. San Antonio de Béxar. A community of New Spain’s Nothern Frontier. Albuquerque, 1995, p. 108. G.L.O. Expediente promovido por el vezindario de San Fernando…, enero de 1778. DE LA TEJA, J. “Sobrevivencia económica en la frontera de Texas: Los Ranchos ganaderos del S. XVIII en San Antonio de Béxar”, Southwest Texas State University. Historia Mexicana, vol. XLII, 4, 1993, p. 854-855. A.G.I. Guadalajara, 302. 215 José María Rodríguez Jiménez menos una veintena de pueblos nativos, consiguiendo la amistad de los comanches en 178528. En el sur de la provincia el peligro para los españoles estaba representado por los carancahuas, siendo numerosos los ataques que en esta etapa aparecen registrados en la documentación oficial. Ya en 1778 Croix ideó un plan para atacarlos navegando a través de los ríos hasta las islas del sur, auxiliados por los vecinos de San Fernando, Bahía y Bucareli29. El mayor temor de las autoridades de la provincia radicaba en una hipotética alianza entre los carancahuas en el sur y los comanches en el norte, quienes atacaban constantemente las posiciones españolas. Baste el ejemplo de los carancahuas, que se permitieron el lujo de robar directamente más de doscientas cabezas de ganado del corral del presidio de la Bahía en 1781 y al año siguiente intentaron lo mismo y en el mismo lugar los comanches aunque en esta ocasión los soldados pudieron evitarlo30. Croix intentó aumentar el número de efectivos en la frontera pero por desgracia los años en los que tuvo el mando de la Comandancia de las Provincias Internas, coincidieron casi por completo con la guerra de independencia de Estados Unidos y la entrada de España en guerra contra Inglaterra en 1779, lo que restó inevitablemente prioridad a los planes de Croix relegándolos a un segundo plano31. Croix estableció una tropa ligera, sin el pesado abrigo de cuero y por tanto más adaptada para luchar sobre el terreno tanto a caballo como a pié, sin mermar el número de las tropas presidiales existentes, así como la creación milicias en Nuevo México, Coahuila y Texas en 177932. También en los años ochenta se comisionó a Pedro Vial para encontrar una vía de comunicación entre Nuevo México y Texas directamente, es decir, entre los presidios de 28 29 30 31 32 216 KESSEL, J. L. Spain in the Southwest. A narrative history of Colonial New Mexico, Arizona, Texas and California. Oklahoma, 2002, p. 308. A.G.I. Guadalajara, 270. A.G.I. Guadalajara, 253. MOORHEAD M, L. The Presidio: Bastion of the Spanish Borderlands. Norman, 1991, p. 191-193. A.G.I. Guadalajara, 270. La frontera oriental novohispana Santa Fe de Nuevo México y de San Antonio de Béxar y la villa de San Fernando, trayecto que duraría casi cinco meses en los que recorrió más de 2.200 Km. (unas 1.400 millas)33. Las profundas reformas del primer comandante de las Provincias Internas fueron a largo plazo beneficiosas, algo de lo que sus sucesores se beneficiaron llevando a cabo una política continuista en su gestión, a pesar de la complejidad de la Comandancia que sufrió varias remodelaciones y escisiones a lo largo de los 35 años que transcurren entre 1776 y 181134. Con la creación del mando único de la Comandancia de las Provincias Internas cambió la política llevada a cabo hasta ese momento respecto a los nativos, sancionando la que se inició con el reglamento de 1772. La espada fue sustituyendo a la cruz y en consecuencia las misiones de Texas comenzaron a perder su sentido. 33 34 El viaje comenzó el 22 de junio de 1788 y finalizó el 18 de noviembre en San Fernando, habiendo recorrido más de 570 leguas castellanas (aproximadamente 2.400 Km.). Véase G.L.O. Derrotero Diario y calculación de leguas que en…, junio de 1788. En 1785 Felipe Neve sucesor de Croix dividió la comandancia en tres comandancias y al frente de cada provincia un intendente: la primera comandancia con el Coronel Juan Ugalde al frente comprendía las provincias de Coahuila, Texas, Nuevo León, Nuevo Santander y los distritos de Parras y Saltillo; la segunda comandancia con José Rengel al frente las provincias de Nueva Vizcaya y Nuevo México; y la tercera con el brigadier Jacobo Ugarte que englobaba las provincias de Sonora, Sinaloa y Californias. En 1787, la primera comandancia recibe el nombre de Provincias Internas de Oriente y las otras dos se unifican formando las de occidente. En 1792 las provincias de Nuevo León, Nuevo Santander y las Californias vuelven a depender directamente del virreinato, mientras que el resto se vuelve a unir en una sola Comandancia. La última división la tenemos en 1811 en el que se retoma el esquema de 1787. Cfr. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, pp. 593-595. 217 218 [Mapa de elaboración propia] Texas entre 1772 y 1822 José María Rodríguez Jiménez La frontera oriental novohispana La secularización de las misiones franciscanas y la situación internacional La última década del siglo XVIII en Texas estuvo marcada por el desmantelamiento del sistema de misiones que un siglo atrás había ayudado a consolidar el dominio hispano en la provincia. Al llegar a la década de los noventa las misiones franciscanas contaban con un escaso número de neófitos y se encontraban francamente en crisis al contar cada vez menos incorporaciones de nativos. Por ello se decidió el cierre de la misión de San Antonio de Valero en 1793 y un año más tarde la secularización o cierre parcial de las misiones franciscanas de San Antonio dejando “que dicho método antiguo continúe solamente en las nuevas reducciones, conversiones y misiones vivas […] de los diez primeros años desde su creación”35, es decir, que cualquier misión que contase con más de una década de existencia debía secularizarse. De las misiones establecidas en el área del actual San Antonio (obviando San Antonio de Valero) se decidió la secularización total de San Juan de Capistrano y de San Francisco de la Espada, trasladándose sus neófitos a las tierras de las misiones de San José y de nuestra Señora de la Concepción. El gobernador de Texas, Manuel Muñoz, protestó al conde de Revillagigedo, virrey de Nueva España, para que no se aplicase el decreto en las misiones de la Bahía y Rosario por no estar sus neófitos preparados y el virrey aceptó estas dos excepciones en la provincia36. Para lograr el control sobre los indígenas que hasta el momento habitaban en las misiones, estas se transformaron en los denominados “Pueblos de indios” otorgándoles los mismos derechos y deberes de los que gozaban los españoles, al menos sobre el papel. Así mismo se repartieron las tierras, los bienes y los animales entre los nativos que las poblaban para que pudieran subsistir a través del cuidado del ganado y el trabajo de la tierra. En el dictamen que amortizaba las misiones del río San Antonio se organizaron estos pueblos a la manera tradicional 35 36 G.L.O. Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San José y también Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San Francisco de la Espada…, junio de 1794. CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 277. 219 José María Rodríguez Jiménez definiendo los bienes comunales y configurando los consistorios a su cargo, a pesar de todo lo cual también se les obligó a que entre ellos estuvieran “los subdelegados españoles que debe haber en los pueblos de cabeceras de meros indios”37, para “observar” que se comportaban como se esperaba. Así pues en el último lustro del siglo XVIII Texas solo albergaba tres misiones franciscanas, dos de ellas como excepción a la norma que obligaba a secularizar toda misión con más de diez años de existencia y la tercera, la misión de El Refugio, se convirtió en el último intento para evangelizar [y controlar] a las tribus de la costa tejana38. Desgraciadamente la nueva misión se caracterizó por la falta de compromiso por parte de los nativos, ya que solamente acudían a esta cuando requerían zafarse de sus enemigos, los apaches lipanes. Así pues en 1794 Manuel Silva, comisario de las misiones del Colegio de Zacatecas, decidió el traslado de la misión al río Guadalupe, cerca del presidio y misión de La Bahía. La cercanía a este establecimiento provocó la “invasión” en los terrenos de la misión, mermando sus recursos como recoge la queja que dirigió Fray Francisco Puelles al gobernador, quien reflexionó sobre el posible error en su ubicación que podía determinar que los terrenos no perteneciesen en realidad a la misión de El Refugio sino a la presidio de La Bahía39. Para solucionarlo en enero de 1795 la misión se trasladó a su emplazamiento definitivo, en los terrenos del rancho llamado “El Diezmero”, cerca de la actual localidad de Refugio40. A pesar de los infructuosos intentos por mantener el sistema de misiones en Texas lo cierto es que desde el último tercio del siglo XVIII estaban condenadas 37 38 39 40 220 G.L.O. Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San José y también Ynventario de los bienes de temporalidad de la misión de San Francisco de la Espada…, junio de 1794. CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 277. G.L.O. Fray Francisco Puelles al gobernador de Texas Manuel Muñoz, 28 de agosto de 1794 y contestación de este en septiembre de 1794. G.L.O. Carta del comisario de misiones Manuel Silva al gobernador de Texas Manuel Muñoz comunicando el emplazamiento elegido para establecer la misión el 9 de diciembre de 1794. Donald Chipman nombra el emplazamiento de la misión en el rancho de Santa Gertrudis. Cfr. CHIPMAN, D. E. Texas en la época …, p. 276. La frontera oriental novohispana a su desaparición, en primer lugar por la falta de interés de los nativos en cambiar su estilo de vida y cultura y además por el cambio de mentalidad de las autoridades, cada vez más proclives al uso de las armas con objeto de controlar la población nativa en la frontera. En cuanto a San Fernando la población española residente se estabilizó en unas dos mil personas en la última década del siglo XVIII, de los cuales unos seiscientos se encontraban viviendo dentro de los límites del presidio y de la villa, además de las extintas misiones. Los rancheros fueron volviendo poco a poco a sus tierras, gracias a la paz lograda con los nativos, aunque se seguían lamentando de su suerte por el escaso valor agrario que tenían sus tierras. En 1794 se documenta el estado de la cabaña de ganado, contando muy pocas cabezas de manera que el gobernador conseguía imponer la cuota de ganado mínimo que necesitaba cada familia para subsistir aunque la alta mortalidad del ganado vacuno hizo oscilar un poco la actividad ganadera hacia el ganado caballar41. En 1796 el gobernador de Texas, Manuel Muñoz, solicitó su retiro nombrándose al efecto al coronel Don José de Irigoyen para hacerse cargo de la provincia, tomando este posesión de su cargo en 1798 y falleciendo tan solo dos años más tarde. El teniente coronel Juan Bautista Elguezabal ocupó el cargo como primer gobernador de Texas del siglo XIX en 180142. Cuando el nuevo gobernador llegó a su destino se encontró con una provincia enorme con tan poco número de habitantes que ofrecía una situación de práctico abandono, y es que es necesario recordar que desde que Luisiana se convirtiera en provincia del imperio español en 1783 Texas había perdido su valor geoestratégico en el ámbito internacional, entrando en clara decadencia43. Por otro 41 42 43 DE LA TEJA, J. F. San Antonio de Béxar. A community of…, pp. 21-112. A.G.I. Guadalajara, 302. La provincia francesa de Luisiana pasó a manos españolas en virtud del Tratado de París de 1763 por el que se puso fin a la Guerra de los siete años, en compensación por las pérdidas territoriales hispanas en su apoyo a Francia. Cfr. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 220. 221 José María Rodríguez Jiménez lado para las autoridades de la Luisiana española y Texas ya era notorio el movimiento expansionista estadounidense advirtiéndose grupos de personas entrando ilegalmente en territorio texano en 179544. Es posible que el episodio de Philip Nolan fuera el que hiciera tomar conciencia a las autoridades españolas sobre peligro que estaba suponiendo la cercanía de los Estados Unidos. Se estableció la medida de cerrar el paso de cualquier persona hacia Texas desde el este, incluida Luisiana siempre y cuando no llevara consigo un pasaporte en regla, y reforzándose el puesto fronterizo de Nacogdoches45. También ese mismo año se firmó el Tratado de San Lorenzo entre Estados Unidos y España, a resultas de los derechos de navegación de los americanos por el río Mississippi, controlado por España, quien se vio obligada a ceder ante todas las exigencias planteadas por Estados Unidos46. Bajo este clima de desconfianza por parte de las autoridades españolas, se sitúa la historia de Philip Nolan, protegido por el general y héroe de la independencia estadounidense James Wilkinson47. Consiguió el monopolio para comerciar en Texas con ganado caballar salvaje, los mustangs. Las buenas relaciones entre Wilkinson y el gobernador de Luisiana, Esteban Rodríguez Miró, proporcionaron a Nolan el necesario pasaporte para poder acceder a Texas y de esta forma comenzó su actividad económica en 1791, siendo el primer estadounidense que se dedicó al comercio caballar48. Tampoco tuvo problemas en conseguir un pasa44 45 46 47 48 222 NAVARRO GARCÍA, L. Don José de Gálvez y la Comandancia General…, pp. 494495. CHIPMAN, D. E. Texas en la época…, pp. 271-285. BANNON, J. F. The Spanish Borderlands Frontier, 1513-1821. Alburquerque, 1974, p. 206. Véase también el clásico estudio de ARMILLAS VICENTE, J.A., El Mississippi, frontera de España. España y los Estados Unidos ante el Tratado de San Lorenzo. Zaragoza, 1977. pp. 163-176. Wilkinson, se ganó la simpatía de las autoridades españolas al insinuar en varias ocasiones la conveniencia de que Kentucky se separara de los estados independientes e incluso se uniese voluntariamente al territorio español, esto sucedió antes de la creación de la federación de los Estados Unidos de América aprobada por los estados en 1789. CHIPMAN, D.E. Texas en la época…, p. 288-291. CARTER, H. Doomed Road of…, p. 161. La frontera oriental novohispana porte bajo el mando del siguiente gobernador de Luisiana, el barón de Carondelet, yendo siempre a San Antonio a presentar sus credenciales. Entró en Texas cuatro veces en diez años. En la expedición que Nolan llevó a cabo entre 1794 y 1799 empezó igualmente a comerciar con los indios ayudado por Antonio Leal, un ciudadano de Texas, y su esposa Gertrudis. Por desgracia para Nolan las relaciones entre España y Estados Unidos comenzaron a deteriorarse y sus actividades en Texas a levantar el recelo de las autoridades españolas. No hay que olvidar que Nolan estuvo elaborando mapas de las zonas situadas al oeste del Mississippi, informando de todo ello al general Wilkinson quien a su vez mantenía informado de todo esto al presidente Thomas Jefferson49. Las autoridades españolas pensaron que era un agente estadounidense destinado a levantar a las naciones indias contra ellos para facilitar a Estados Unidos la anexión de Luisiana y Texas. En 1800 el comandante de las Provincias Internas, Pedro de Nava, ordenó la búsqueda y captura de Nolan si volvía a entrar en Texas y sobre todo advirtió que tenía taxativamente prohibido explorar el territorio tejano. Se solicitó al país vecino que evitara su entrada pero no consideraron la petición, de forma que Nolan pudo entrar por última vez en Texas a finales de 1800, pero en esta ocasión de manera ilegal, y acompañado de una cuadrilla de 25 hombres armados. Desde Nacogdoches se organizó una pequeña partida de búsqueda antes de que finalizara el año para encontrar a Philip Nolan. Al mismo tiempo se detuvo a Antonio Leal, a su esposa Gertrudis y al funcionario norteamericano que los acompañaba. La deserción de varios miembros de la expedición de Nolan proporcionó más información a las autoridades españolas. Según Mordecai Richards, uno de los acompañantes de Nolan, habría planeado construir un fuerte entre los indios caddo para buscar las ricas minas hispanas. Los españoles dieron como cierto el testimonio de Richards y se alertaron todos los fuertes de Nuevo Santander, Nuevo México y Texas. Finalmente los cincuenta soldados enviados desde Nacogdoches dieron con el paradero de Nolan en marzo de 1801 y le instaron a rendirse. Tras la 49 Ibíd., pp. 163-167. 223 José María Rodríguez Jiménez negativa de Nolan comenzó una breve escaramuza que pronto terminó, junto con la vida del estadounidense. Los supervivientes que quedaron de la cuadrilla de Nolan acabaron siendo ejecutados o encerrados en las cárceles de Nuevo México50. La situación para Texas cambió a principios del siglo XIX debido a dos hechos fundamentales. En 1802 se tomó la decisión de devolver Luisiana a Francia por parte de la Monarquía Hispánica, consciente de su incapacidad para contrarrestar adecuadamente la presión, sobre todo migratoria, que se ejercía desde Estados Unidos. Esta devolución se ratificó a través del tratado de San Ildefonso firmado entre Carlos IV y Napoleón. En 1803, violando los términos de este tratado, el gobernante francés vendió a Estados Unidos de forma inesperada Luisiana, de manera que Texas volvía a cobrar máxima importancia geoestratégica en un momento de gran debilidad del imperio hispánico51. El Tratado de San Lorenzo y la escasa población de la provincia de Texas evidenció lo crítico de la presencia hispana en este territorio por lo que en 1805 se ordenó el establecimiento de dos villas más en Texas con la finalidad de aumentar su población. El gobernador Antonio Cordero decidió establecer en el río Trinidad una de ellas, de nombre Santísima villa de Salcedo, en honor al comandante general de las Provincias Internas, Nemesio Salcedo, y otra en el río Brazos de nombre San Telesforo de los Brazos52. No obstante esta última se estableció en el río San Marcos bajo el nombre de San Marcos de Neve. Ambas poblaciones se establecieron finalmente entre 1808 y 1809 siempre con el problema de la falta de colonos constatado por el comandante general, Nemesio Salcedo, cuando afirmó lo siguiente: “No es fácil hallar en las Provincias Internas personas laboriosas que quieran trasladarse a la enunciada villa”53. También se procuró la mejora de las comunicaciones y del comercio para estimular el tráfico mercantil y combatir el contrabando. En 1806 se declaró 50 51 52 53 224 CHIPMAN, D. E., Texas en la época …, pp. 292-293. HILTON, S. “Spain and North America, 1763-1821” en ÁGUEDA VILLAR, M., y KINDER CARR, C. (dirs.), Legado: España y Estados Unidos…, p.40. G.L.O. Don Ignacio Pérez Alcalde 1º de la Villa de San Fernando…, octubre de 1805. CHIPMAN, D. E., Texas en la época …, p. 307. La frontera oriental novohispana Puerto franco al puerto de Matagorda, cerca de La Bahía, que siempre había sido el puerto más importante de Texas, desde que lo usara el primer gobernador de Texas, Terán de los Ríos en 1690. Sin embargo aún así, no se aplicó su nuevo estatus hasta 180954. En 1806 las tensiones fronterizas entre Estados Unidos y España parecía que inequívocamente iban a desembocar en un conflicto armado. A las solicitudes territoriales efectuadas por el presidente de Estados Unidos Thomas Jefferson, quien reclamaba como territorio de Luisiana y por tanto estadounidense toda la provincia de Texas, el comandante de las Provincias Internas y el gobernador de Texas destacaba en Nacogdoches un millar de soldados para reforzar la frontera. El gobernador de Luisiana, Claiborne, respondió de la misma forma y reforzó el puesto de Natchitoches con el general Wilkinson al frente55. En ese momento se puso en contacto con él Aaron Burr, antiguo vicepresidente, quien le tentó para que entrase en conflicto con España con la finalidad de crear una nueva república. De este modo el general se encontró en una difícil tesitura, entre la opción de traicionar a su amigo o a su país, optando finalmente por denunciar a Burr mientras la tensión en la frontera acabó por estabilizarse alejándose el fantasma del conflicto armado por el momento gracias a la creación de una franja de tierra de nadie entre los río Sabina y dos afluentes del río Rojo56. En 1808 los problemas dinásticos en la metrópoli, las ambiciones del favorito Godoy y el engaño de Napoleón desembocaron en la invasión de las tropas francesas de la Península Ibérica, comenzando la conocida en España como guerra de independencia tras las escaramuzas del dos de mayo en Madrid y el bando promulgado por el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón. La administración en América siguió funcionando con aparente normalidad mientras en la Península, la ciudad de Cádiz se mantenía fuera del alcance galo. En México, como en otros lugares, se creó una junta de gobierno para salvaguardar los derechos de 54 55 56 A.G.I. Guadalajara, 414. BANNON, J. F. The Spanish Borderlands Frontier…, pp. 210-211. CARTER, H. Doomed Road of…, pp. 175-194. 225 José María Rodríguez Jiménez la familia Borbón. Esta situación provocó un vacío de poder que “relajó el principio de autoridad, intensificándose las […] divisiones entre mestizos, criollos e indios por un lado y peninsulares por otro”57. En febrero de 1809 Nemesio Salcedo consciente del problema de la inmigración desde Luisiana ordenando vigilar y en caso de sospecha expulsar a los extranjeros que se hallasen en Texas58. En San Antonio el comandante militar de Coahuila y Texas, Bernardo de Bonavia, celebró una junta de guerra en la que participaron el gobernador de Coahuila, Nuevo León y Texas. Ante el rumor de que los franceses podían volver a tomar el control efectivo de las provincias americanas se aumentó la supervisión del flujo migratorio que existía desde Luisiana, desprendiéndose cierta desconfianza a todo aquel de origen francés y estableciendo toda una serie de exigencias para los que deseasen emigrar desde Luisiana a Nueva España. Por último se realizó un recuento para en caso de enfrentamiento directo con las tropas francesas conocer el número aproximado de hombres que pudieran defender Texas de la hipotética invasión, contando con un total de casi 2000 personas59. No obstante el auténtico problema para las autoridades españolas vino desde del interior del virreinato a través del sacerdote Miguel Hidalgo, quien inició el proceso que culminaría con el nacimiento de una nación Mexicana independiente de la metrópoli. El proceso de independencia Desde la Península en el año 1810 sonaban aires de renovación en medio de una cruenta guerra que tenía por objeto poder expulsar al invasor francés. En agosto, Nemesio Salcedo distribuyó a las provincias bajo su mando la invitación de la junta central para enviar representantes en las cortes constituyentes que se celebrarían en Cádiz, finalmente parecía que se concedían derechos políticos en igualdad de condiciones 57 58 59 226 ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 619. G.L.O. Don Ignacio Pérez Alcalde 1º de la Villa de San Fernando…, octubre de 1805. A.G.I. Guadalajara, 414. La frontera oriental novohispana a “los españoles de ambos hemisferios”60. Ignorando el hecho de que el representante debía ser un nativo el consejo que se formó en San Antonio eligió a Manuel Salcedo, sobrino del comandante general de las Provincias Internas, nacido en la Península y huido a América tras la invasión napoleónica, quien había sido nombrado gobernador de Texas por el Consejo de Indias en 180761. Tras la anulación de esta elección por parte de la Audiencia de Guadalajara se decidió que el representante de Coahuila, Miguel Ramos Arizpe, hiciera lo propio con Texas, Nuevo León y Nuevo Santander62. La decisión para otorgar definitivamente completos derechos políticos a los españoles americanos llegó tarde para el sacerdote Miguel Hidalgo quien arengó a la población a la rebelión en septiembre de 1810 a través del conocido como “Grito de Dolores” e inició el proceso que daría como resultado el nacimiento de la nación mejicana. Las noticias que llegaban a la comandancia eran las de una marcha triunfal encabezada por el cura Hidalgo a la que se le iba sumando un número cada vez mayor de adeptos a la causa de la independencia, hablándose incluso de 100.000 hombres63. Mientras tanto en Texas, el gobernador Manuel Salcedo se encontraba volviendo de una inspección desde Nacogdoches cuando en otoño le llego la noticia de la sublevación. Llegaron a San Fernando los sublevados Francisco Escamilla y Antonio Sáenz para levantar la provincia contra los realistas. El alcalde de San Fernando declaró su lealtad al bando realista ordenando el encierro de los sublevados en la antigua misión de San Antonio de Valero, convertida en cuartel donde se albergaba a la compañía de Álamo de Parras64. En enero de 1811 el tesorero de Coahuila huyó de la villa de Saltillo ante la desastrosa derrota realista que sentenciaba la pérdida de Coahuila. En el camino le auxiliaron los milicianos tejanos y la compañía del Álamo de 60 61 62 63 64 Constitución política de la Monarquía Española. Promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812. Cap. I, artículo 1º. A.G.I. Guadalajara, 302. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 358. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 633. CARTER, H. Doomed Road of…, p. 204. 227 José María Rodríguez Jiménez Parras, en total unos sesenta hombres que no pudieron hacer nada porque fuera aprehendido por los sublevados, siendo confiscado el tesoro que custodiaba y conducido de nuevo a la villa de Saltillo desde donde había partido. Ese mismo mes de enero el capitán de las milicias de la provincia se declaró insurgente y capturó al gobernador Salcedo y al coronel Simón de Herrera, al tiempo que Hidalgo amenazaba la ciudad de México. Hidalgo cayó en desgracia entre los suyos viéndose obligado a ceder el mando a Ignacio Allende65. Allende encomendó a Hidalgo liderar la expedición que partió desde Saltillo hasta San Antonio de Béxar de camino a Estados Unidos para adquirir armamento con el que reanudar la lucha. Los realistas, que contaban con una eficaz red de espías, tuvieron oportunidad de maquinar un plan para interceptar la expedición y descabezar el movimiento secesionista. Así sucedió en la conocida como “Emboscada del Baján”, donde Hidalgo fue finalmente hecho preso con la colaboración de las autoridades tejanas y conducido a Chihuahua, donde sería ejecutado tras ser juzgado el 30 de julio de 181166. Sin embargo en el momento de su ejecución otro sacerdote, José María Morelos, ya había tomado el relevo revolucionario. Por otro lado a pesar de la aparente calma tras la derrota de Hidalgo, en el invierno entre 1811 y 1812 surgieron nuevos problemas para las autoridades españolas al romperse la paz existente que hasta ese momento se mantenía con los comanches. Esta situación se debió principalmente a que tenían grandes intereses comerciales con los estadounidenses en Luisiana proporcionándoles grandes cantidades de ganado caballar salvaje que, cuando comenzó a escasear, decidieron sustraer de las posiciones hispanas incumpliendo el tratado de paz firmado en 65 66 228 Hidalgo salió victorioso tras la batalla del Monte de las Cruces que le dejó el camino abierto a la capital pero inexplicablemente se retiró, posiblemente por el desgaste de sus tropas lo que fue aprovechado por los realistas para vencerle y obligarle a replegarse, comprometiendo así su proyecto. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…,p. 636. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, pp. 357-358. La frontera oriental novohispana 178567. Además, el rebelde José Bernardo Gutiérrez de Lara ya se encontraba en Estados Unidos recabando apoyos contra el bando realista. De manera sucinta Estados Unidos le apoyó ya que al país vecino no le convenía una confrontación directa con España en esos momentos68. Con el apoyo de las autoridades de Luisiana se organizó una expedición que estaría comandada por él y por Augustus W. Magee, quien pidió su baja en el ejército de Estados Unidos, convirtiéndose en filibustero69. Un ejército de 800 hombres entre angloamericanos e hispanos y bajo el nombre de “Ejército Republicano del Norte”, traspasó la frontera y se hizo con el control de Nacogdoches el 11 de agosto de 1811, dirigiéndose posteriormente hacia La Bahía, plaza que se rindió sin presentar batalla sumándoseles los hombres que allí estaban. Manuel Salcedo y Simón de Herrera pusieron sitio a la plaza de La Bahía pero los intentos por tomarla fueron infructuosos, a pesar que el propio Magee perdió la vida en su defensa siendo sustituido rápidamente por Shaler. Finalmente los realistas decidieron retirarse a San Antonio en febrero de 181370. Gutiérrez se dirigió entonces hacia el presidio de San Antonio, sede del poder español en Texas. Salcedo y Herrera salieron a su encuentro produciéndose el choque de armas en el arroyo Salado, donde los realistas experimentaron un sonoro descalabro perdiendo la batalla y la provincia. La junta provisional que se formó nombró a Gutiérrez generalísimo y gobernador de Texas. Todos los prisioneros realistas fueron condenados a muerte y es digno de mención la crueldad que rodeó a la muerte de Salcedo y Herrera, donde al parecer primó el sentimiento 67 68 69 70 HÄMÄLÄINEN, P. The Comanche …, p. 185. Estados Unidos y Gran Bretaña se encontraban al borde de la guerra, que finalmente estallaría en junio de 1812. España tras la invasión napoleónica se convirtió en aliada de Gran Bretaña de modo que para Estados Unidos era una amenaza y fundamental que España perdiese el control de las provincias limítrofes como Texas o Nuevo México para que en caso de guerra no se pudiera abrir un segundo frente por el sur. A resultas de esto prestaron todo tipo de facilidades, de forma más o menos discreta a Gutiérrez de Lara el gobernador de Luisiana. Cfr. CARTER, H. Doomed Road of…, p. 204. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 656. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 363. 229 José María Rodríguez Jiménez de venganza más que el de impartir justicia, habida cuenta del papel decisivo que jugaron ambos en la captura del padre Hidalgo. El 6 de abril Gutiérrez declaró la independencia de Texas de España y se autoproclamó protector de Texas. Situación que aprovechó el contingente angloamericano que le abandonó debilitando su posición71. El gobierno español reaccionó nombrando como máximo responsable militar de todas las Provincias Internas a Joaquín Arredondo, quien tenía la misión de recuperar la provincia. Arredondo envió a Ignacio Elizondo, que en principio fue derrotado por Gutiérrez. Éste, al regresar a la villa, fue derrocado por Álvarez de Toledo, apoyado por los angloamericanos. Un segundo intento por parte de las tropas realistas acabó con la primera independencia de Texas. Arredondo nombró como nuevo gobernador de Texas a Cristóbal Domínguez y se retiró a Monterey en febrero de 181472. Hasta 1817 la situación permaneció estable en la provincia de Texas aunque la recuperación económica tardó en producirse dadas las nefastas de la guerra. Hubo cinco gobernadores hasta el final de la etapa colonial, nombrándose a Antonio María Martínez ese año. El mayor problema que tuvo la provincia en esta etapa fue el establecimiento en Galveston de un grupo de corsarios liderados por un exrealista, Javier Mina, quien había cambiado de bando al comprobar la actitud despótica y cruel que tomó el restaurado Fernando VII a su regreso al trono hispano. 71 72 230 Para la historiografía estadounidense la marcha de los filibusteros angloamericanos respondió a la actitud despótica que adoptó Gutiérrez y las irregularidades en su mandato, siendo el detonante la manera en que Herrera y Salcedo fueron asesinados. Sin embargo para la historiografía mejicana Gutiérrez advirtió desde el principio el doble juego angloamericano que ambicionaba a medio plazo adherir Texas a Estados Unidos, siendo el detonante la exclusión de dependencia respecto a Estados Unidos y no recibir los angloamericanos ningún tipo de privilegio en la constitución tejana. Cfr. KESSEL, J. L. Spain in the Southwest…, p. 365; CARTER, H. Doomed Road of…, pp. 230-231 y en ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, pp. 656-657. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 659. La frontera oriental novohispana El 22 de febrero de 1819 el esfuerzo diplomático entre Estados Unidos y España por desbloquear la incómoda situación en la frontera existente desde 1806 culminó con la firma del conocido como Tratado de Adams – Onís o tratado de Transcontinentalidad para “terminar todas las desavenencias que han existido entre ellas”73. La decadente situación española se contrapuso a la emergente estadounidense y condicionó el resultado del tratado. España lograba que Texas fuera reconocida como su posesión pero a cambio tuvo que ceder grandes extensiones de territorio que si bien le pertenecían de manera nominal contaba con una escasa o nula presencia hispana. Se eliminaba la “zona neutral” estableciendo los límites de Texas en los que posee hoy día el Estado.74. En la delimitación de la frontera España cedió ambas Floridas y por el Norte el Oregón. Respecto a los habitantes de la zona española que se cedía a Estados Unidos se les concedió la oportunidad de quedarse, siendo respetadas sus propiedades, religión, etc., o bien emigrar a territorio español75. Este tratado defraudó sobremanera a muchos angloamericanos que vivían en la frontera o en la zona neutral y albergaban esperanzas de una Texas estadounidense, por lo que al conocer la noticia del tratado organizaron una expedición para invadir la provincia española76. Ya en 1818 las autoridades españolas habían recibido rumores de una gran expedición compuesta por 1500 hombres con la finalidad de invadir Nuevo México. A resultas de lo cual el gobernador de aquella provincia, Facundo Melgares, movilizó sus tropas y suspendió provisionalmente el envío de la compañía de dragones para auxiliar al comandante de las Provincias Internas, Arredondo, en Texas en otra eventual invasión angloamericana77. En verano de 1819 los filibusteros angloamericanos to73 74 75 76 77 G.L.O. Tratado de Amistad, liquidación y límites entre los Estados Unidos de América y S. M. Católica. Art. 9º. Copia de febrero de 1821 sobre el original de febrero de 1819. G.L.O. Ibid. Art. 3º. G.L.O. Ibíd. Art. 5º y 6º. ALESIO ROBLES, V. Coahuila y Texas en la época…, p. 663. A.G.I. Estado 33, N.45. 231 José María Rodríguez Jiménez maron la villa de Nacogdoches, desde donde pretendían emular la gesta de Gutiérrez –Magee de unos años atrás. En septiembre salió una tropa compuesta por 551 hombres a cuyo mando se encontraba el teniente coronel Ignacio Pérez camino de Nacogdoches. Parece ser que tras su marcha cinco naciones nativas, enemigas de los españoles y aliadas de los angloamericanos, prendieron fuego a todos los pastos en los márgenes del Camino Real a lo largo de las casi 200 leguas entre San Antonio y Nacogdoches con la finalidad de evitar el envío de más tropas a caballo contra los filibusteros eliminando los pastos con que alimentar a estos animales78. Mientras tanto Long en Nacogdoches proclamó la independencia de Texas del dominio español redactando una constitución para ganar más adeptos a su causa, mientras su esposa confeccionó la famosa bandera del Lone Star State79. Long intentó por todos lo medios convencer a los bucaneros que se habían hecho fuertes años atrás en la isla de Galveston para que se adhirieran a su causa sin éxito. La gran distancia comprendida entre San Antonio y Nacogdoches descartaba de todo punto una intervención rápida ante una posible invasión angloamericana y además pensaban que el tiempo corría en su contra porque como “no hay duda de que el número va en aumento y se hará muy difícil echarlos fuera […] sino se adoptan desde un principio medidas rigurosas”, como advirtieron los agentes españoles al virrey desde Nueva Orleans en octubre de 181980. A primeros de noviembre de 1819 las tropas de Ignacio Pérez llegaron a Nacogdoches restaurando sin contratiempo el dominio español en la villa81. Long había huido de Nacogdoches y su plan de “liberar” Texas quedó desbaratado, viéndose obligado a huir a la Península Bolívar, cerca de Galveston donde volvería a fracasar al año siguiente. Así Ignacio Pérez llegó hasta el río Sabinas expulsando a todos “facciosos” que se habían desplazado desde la “zona neutral”. En su carta a Arredondo el 78 79 80 81 232 Una legua castellana equivale a 4,19 Km, de modo que quemaron los pastos a lo largo de una distancia de 838 Km. A.G.I. Estado 33, N.45. CARTER, H. Doomed Road of…, p. 243. A.G.I. Estado 33, N.45. A.G.I. Estado 33, N.1. La frontera oriental novohispana teniente coronel Ignacio Pérez solicitó el reforzamiento de Nacogdoches e informó de la captura de 44 seguidores de Long82. En cualquier caso desde territorio controlado por la corona se preveía una llegada más o menos numerosa de inmigrantes tras la firma del tratado Adams-Onís. Entre esta inmigración legal, también se encontraban angloamericanos que se sentían atraídos por las oportunidades que les podía ofrecer Texas, como la familia Austin. Moses Austin, quien ya había sido considerado súbdito español en 1799, solicitó en diciembre de 1820 a las autoridades virreinales el establecimiento de una colonia en Texas que estaría compuesta por unas 300 familias. La proposición fue estudiada por Arredondeo, quien finalmente concedió el permiso. El ayuntamiento de San Fernando le escribió concediéndole el establecimiento de la colonia en enero de 1821 sin conocer que había fallecido recientemente83. Debido a este contratiempo su hijo, Stephen F. Austin, pudo retomar el proyecto de su padre haciéndose cargo del mismo y publicitándolo en Estados Unidos para conseguir familias de colonos informando de las condiciones que debían cumplir84. Stephen F. Austin fue el promotor de la colonización legal anglosajona en Texas y posteriormente uno de los principales impulsores de su independencia respecto a México en 1836. A pesar de la calma que se vivía en Texas, el proceso independentista siguió adelante en el resto de Nueva España. El 24 de febrero de 1821 se proclamó el Plan de Iguala promulgado por el general Iturbide que declaraba la independencia de España, la religión católica como la oficial y la unión de todas las clases sociales indistintamente de su origen. Tal fue el éxito de este plan que se ganó el apoyo de casi toda la población al punto que cuando el comandante general de las Provincias Internas de oriente se dirigió a Saltillo para evitar que la ciudad lo adoptase se vio abandonado por sus tropas, no quedando otro remedio que jurar él mis82 83 84 Ibíd. G.L.O. Aprobación del proyecto de M. Austin. Tengo la satisfacción de participar a V.S…, enero de 1821. G.L.O. A S.S. El gobernador y Cabildo de San Antonio de Béxar…, en julio de 1821. 233 José María Rodríguez Jiménez mo el plan en julio del mismo año85. México consumó su independencia el 27 de septiembre de 1821 pero el último gobernador español en Texas, Antonio María Martínez no pudo entregar el gobierno de la provincia hasta el 24 de agosto de 1822 al primer gobernador mejicano, Félix Trespalacios. El dominio español sobre Texas había concluido. Bibliografía ÁGUEDA VILLAR, M. y KINDER CARR, C. (dirs.) 2007 Legado: España y Estados Unidos en la era de la Independencia. Madrid, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España (SAECEX). ALESIO ROBLES, V. 1938 Coahuila y Texas en la época colonial. México D.F. Cultura. ARMILLAS VICENTE, J.A. 1977 El Mississippi, frontera de España. España y los Estados Unidos ante el Tratado de San Lorenzo. Zaragoza, Institución “Fernando el Católico”. BANNON, John F. 1974 The Spanish Borderlands Frontier, 1513-1821. Albuquerque, University of New Mexico Press. BOLTON, H. E. 1970 Texas in the Middle Eighteenth Century. Studies in Spanish Colonial History and Administration. 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Se trataba, al decir de los implicados, de una tardía correspondencia con la orden emitida por el caudillo criollo –hijo del conquistador guipuzcoano Cristóbal de Oñate– el 22 de enero de 1599 de represaliar cruelmente a cada indio de 25 años, salido de Acoma –ciudad fortaleza de los indios Queres, descrita ya por Hernando de Alvarado en 15413–, cortándoles un pie4. Tal atrocidad, en 1 2 3 4 A petición de los coordinadores se incluye el presente texto de la ponencia presentada en su día al congreso La Monarquía Hispánica en tiempos del Quijote. Universidad de Castilla La Mancha & Ed. Sïlex. Madrid, 2005, pp. 647-664. Universidad de Zaragoza Alvarado Tezozomoc, Hernando de: Relación del suceso… En Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones de América y Oceanía. Madrid 1864-1884, tomo XIV. Pérez de Villagrá, Gaspar: Historia de Nuevo México. Ed. de Mercedes Junquera. Historia 16. Madrid 1989, p. 264. También, López Vallés, C. & Payán Franco, H.: 237 José A. Armillas Vicente la línea de actitudes semejantes practicadas en la previa expedición punitiva de Coronado5, significó el colofón de la feroz resistencia planteada por las gentes de Acoma: “Movieron aquellos ciegos miserables idólatras a que los demás ejecutasen consigo mismos especies de crueldad las más enormes que con otros hicieron practicar Nerón, Majencio ni el resto de los despiadados hombres de mundo, no quedándose este atrocísimo desvarío en los términos de ejercer su diabólico ejercicio entre los robustos ánimos de los varones, sino pasando a la débil condición piadosa natural de las mujeres, pues unas se lanzaban a las llamas de los incendios con sus hijuelos, otras con ellos abrazadas se despeñaban por los riscos echándose del alto muro abajo, otras abriéndose los pechos con las agudas puntas de pedernal, despedían las miserables almas por las penetrantes heridas. Y muchas otras con diferentes géneros de muertes acababan consigo y con sus hijos”6. Aquella resistencia numantina y la represión aplicada tan contraria a las normas emanadas de la Corona7, debieron pesar lo suficiente en la memoria del Consejo de Indias como para hacer decaer el prestigio de uno de los últimos conquistadores, que perdió todo su poder e influencia hasta concluir sus días como un rico hacendado al que encontraría la muerte en Guadalcanal, cerca de Sevilla el 3 de junio 1626. La memoria indígena, viva trescientos años después, practicó una simbólica mutilación acorde con prácticas similares en otros monumentos conmemorativos de símbolos y personas de la etapa colonial en la dilatada geografía iberoamericana. 5 6 7 238 Oñate, conquistador de Nuevo México. Instituto Chihuahuense de Cultura. Chihuahua, México, 1999. Bolton, H.E.: Coronado, Knight of Pueblos and Plains. University of New Mexico Press. Albuquerque 1949, p. 15. También, Hammond, G.P. & Rey, A. (comps. y trads.): Narratives of the Coronado expedition, 1540-1542. Albuquerque, New Mexico, 1940, p. 24. Biblioteca Nacional (Madrid) Mss. 2.822 y 2.823 (microfilmes 4.805 y 16.638, respectivamente): Historia de la conquista, pérdida y restauración de el Reyno y Provincias de la Nueva México en la América Septentrional [por don Juan de Villagutierre y Sotomayor], ff. 230-230v. Real Célula de 21 de mayo de 1678 dirigida al Virrey de la Nueva España sobre el buen trato que debía dispensarse a los Indios. A.G.I. México, leg. 50, N. 53. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América Los indios Pueblo Tras los quiméricos informes de fray Marcos de Niza8, el conjunto de pueblos indígenas, identificado así por los primeros exploradores españoles por su carácter sedentario, su cultura económica agraria y la peculiaridad de las construcciones de sus habitats, se encontraba establecido en tierras que hoy corresponderían a los estados de Arizona y Nuevo México. Como oasis en un vasto desierto estaban organizados en comunidades que alcanzaban los 1.500 individuos de media, las menos vinculadas al curso del Río Grande –seis naciones–, las más en zonas áridas hacia el oeste –doce naciones–. La población total, estimada exageradamente por Andrew Knault en 130.000 almas para 1585, fecha inmediatamente anterior a la conquista de Oñate, la reduce a la mitad tan sólo quince años después, para dejarla en 15.000 individuos en vísperas de la gran Rebelión9. Cifras de menor entidad son las aportadas por Hodge, Hammond y Rey, quienes estiman en 80.000 personas el total de los Pueblo hacia 1598, que se reducirían a 60.000 treinta años más tarde10. Sin embargo, acorde con la habitual polémica que la interpretación demográfica en el ámbito americano produce, para Mercedes Junquera no pasarían de 20.000 el número de almas que reunirían los indios Pueblo repartidos en no más de setenta unidades de población, en la época de la conquista11. En el último tercio del siglo XVII el franciscano fray Francisco de Ayeta, en coherencia con la última de las cifras 8 9 10 11 Montané Martí, J.C.: Por los senderos de la quimera. El viaje de fray Marcos de Niza. Instituto Sonorense de Cultura. Hermosillo, Mx. 1995. Knault, Andrew: The Pueblo Revolt of 1680: conquest and resistence in SeventeenthCentury New Mexico. University of New Mexico Press. Norman 1995, pp. 153-155. Ayer, E.E,(trans.): The Memorial of Fray Alonso de Benavides, 1630. Chicago 1916. También, Hodge, F.W., Hammond, G.P. & Rey, A.(comps. y trads.): Fray Alonso de Benavides. Revised Memorial of 1634.University of New Mexico Press. Albuquerque 1945, p. 34. Junquera, Mercedes: “Introducción” a la Historia de Nuevo México de Gaspar de Villagrá. Historia 16. Col. “Crónicas de América”. Madrid 1989, p. 11. 239 José A. Armillas Vicente aportadas, no daría mas de 17.000 indígenas a los Pueblo en vísperas de la gran rebelión12. Estas tribus que por sus manifestaciones de cultura material habían contribuido a su pesar a sustentar el mito de las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira, contaban como grupos más importantes con los Hopi y los Zuñi, a los que se sumaban otros menos conocidos como los Acoma, Laguna, Jemez, Queres, Tano, Tihua, Tehua, Manxo, Piro, etc., muchos de ellos practicantes de distintos grupos lingüísticos. Laboriosos cultivadores, se encontraban rodeados por tribus nómadas muy belicosas, en un estado cultural mucho menos evolucionado, como eran los Apaches mescaleros, los Apaches chiricahuas, los Apaches jicarillas, los Navajos y, en algunas ocasiones, grupos desplazados de Comanches. Unos y otros merodeaban en torno a los asentamientos de los Pueblo, ejerciendo la dialéctica parasitaria tan conocida entre pueblos nómadas y sedentarios. Precisamente, la vinculación a la agricultura como fuente económica principal permite explicar –con la notable excepción de Ácoma– la buena receptividad con que acogieron a los españoles y a los frailes que se instalaban en sus poblados y que representaban, en definitiva, unos aliados eficaces contra los enemigos comunes: las tribus nómadas depredadoras. A su vez, una vida organizada en poblados bien estructurados y defendidos, será una de las constantes en las narraciones de los cronistas circunstanciales. Lejos ya de las ensoñaciones de fray Marcos de Niza, quien creyó ver en el lugar donde halló la muerte el esclavo negro Estebanico –superviviente con Alvar Núñez Cabeza de Vaca– y ahora su compañero en la búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola, que Hawikuh era “una ciudad más grande que la ciudad de México (…) la más grande y la mejor que se había descubierto”13. Antonio de Espejo, con 12 13 240 Hacket, Ch.W. (comp.): Historical Documents relating to New Mexico, Nueva Vizcaya and Approaches Thereto, 1773. Washington D.C. 1937, vol. 3, pp. 296-305. Relación… de fray Marcos de Niza. Colección de Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones españolas en América y Oceanía…Kraus reprint. Vaduz (Liechtenstein) 1964-1966, vol. III. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América timbres mucho más realistas dirá del poblado de Ácoma, el principal núcleo habitado de los Queres que “está edificado este pueblo por la guerra que tiene con los indios Querechos, que son como los Chichimecos, en un alto cerro de peña atajada, que tiene cuatro subidas cuanto puede subir una persona de a pie todos los escalones en la propia piedra atajada y las propias puertas de las casas a manera de compuertas. Veíanse de día y de noche, saliéronnos a recibir los naturales e por nos hacer fiesta, hicieron un mitote muy solemne al uso mexicano, y que entraban mujeres con mantas mexicanas muy galanas de pintura e plumas e otras galas, e allí nos dieron muchas mantas e gamuzas, e gallinas, e maíz (…); e hallamos muchas sementeras de maíz de riego, con sus acequias y presas, como si españoles lo hicieran”14. Contaban los Pueblo con una economía sustentada en el cultivo del maíz, fréjoles, algodón y calabaza, base de una agricultura desarrollada y, por tanto, capaz de producir excedentes y, por tanto, se dotaban de una infraestructura comercial avanzada ya descrita por fray Marcos de Niza cuando afirmaba que “los indios vaqueros cruzan para comerciar con los Picuríes y los Taos donde cambian pieles por algodón y maíz y unas piedras verdes que usan”15. La Arqueología ha confirmado tal infraestructura comercial señalando una ruta hacia la costa del Pacífico y el golfo de California en la que se han podido extraer nueve especies de conchas marinas procedentes de aquella y hasta treinta y ocho de éste. En la dirección opuesta, productos derivados de la caza del búfalo llegaban a California a través de los territorios de Nuevo México, Arizona y Sonora16. 14 15 16 Expediente y relación del viaje que hizo Antonio de Espejo con catorce soldados y un religioso de la Orden de San Francisco… En Colección de Documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones españolas en América y Oceanía…Kraus reprint. Vaduz (Liechtenstein) 1964-1966, vol. XV. Véase también Lloyd Mecham, J.: “Antonio de Espejo and his Journey to New Mexico”. En Southwestern History Quarterly 30 (october 1926). Relación… de fray Marcos de Niza. O.c. Junquera Gómez, Mercedes: o.c., n. 8. 241 José A. Armillas Vicente Tal índice de desarrollo económico había facilitado la aparición entre los Pueblo de una religión bastante evolucionada dirigida a propiciar la lluvia tan necesaria para los cultivos en tierras semiáridas, y que contaba, además, con chamanes o hechiceros poseedores de los secretos misteriosos y de las prácticas rituales destinadas a conmover a las fuerzas de la Naturaleza, lo que les otorgaba, de paso, una incontestable jerarquía social17. En tal coyuntura, antes o después, hubo de surgir la lógica competencia entre la religión tradicional, sustentada sobre los ejes del Sol y el Agua, deidades de las que dependían, obviamente, sus cultivos y la traída e impuesta por los colonizadores blancos. Contaban también los Pueblo con deidades menores que, en forma de pequeños ídolos o fetiches, eran adorados en las Kivas o estufas de las fuentes españolas, oquedades cavadas en la roca o aprovechamientos naturales. Pérez de Luján, cronista de la expedición de Antonio de Espejo (1582-1583) las describe como “unas casillas de oraciones donde hablan al Diablo y le ofrecen ollas con harina y otras legumbres”18. Y añade: “Tienen entre quince o veinte vecinos una estufa debajo de la tierra con gruesas vigas techadas y alosadas todas que están hirviendo, que cuando hace mayores fríos, están ellos en cueros o sudan; aquí dentro de estas estufas, los indios hilean algodón y tejen mantas, aunque dicen que rescatan parte de este algodón de la provincia de Mohose, que es una tierra templada, que las mantas que ellos y ellas traen es de pita y tan bien curada que parece de angeo”19. También describe el uso de tales espacios como centro comunitario y lugar de 17 18 19 242 Gutiérrez, R.A.: Cuando Jesús llegó, las madres del maíz se fueron. Matrimonio, sexualidad y poder en Nuevo México, 1500-1846. Fondo de Cultura Económica. México 1993, pp. 40 y ss. Diego Pérez de Luxán: Expedition into New Mexico made by Antonio de Espejo, 1582-1583. Translated by G.P. Hammond & A. Rey. Quivira Society. Los Angeles 1929. Ibidem, (“anjeo”, una especie de lienzo basto). Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América alojamiento para forasteros20, lo que ha sido interpretado también como acogimiento de sociedades esotéricas21. La falta de flexibilidad por parte de los doctrineros, siempre dispuestos a ver idolatría, superstición y costumbres ferinas en las actitudes de los indígenas, y las enconadas controversias entre los oficiales reales y los eclesiásticos22, se vieron agravadas por los onerosos servicios personales y los tributos impuestos a aquellos naturales por las autoridades españolas, lo que fue incrementando de forma larvada un profundo malestar que a cualquier espectador perspicaz le hubiese hecho prever la explosión natural que se aproximaba. Perturbación de la Pax colonial Al concluir la Guerra Chichimeca, lo único que se había conseguido, además de pacificar a tales indios bárbaros –que tal es el sentido del término en lengua nahuatl– era adelantar la frontera septentrional de la Nueva España23. Y así, hacia el año 1590 los establecimientos españoles, los presidios, las misiones y las rancherías ganaderas se encontraban asomadas a las orillas del Río Grande o Río Bravo, lo que había permitido entrar en contacto con los indios Pueblo. Las primeras misiones, encomendadas a los franciscanos, de los que diez acompañaron a Oñate en su expedición de 1598, se sustanciarían, no sin graves dificultades, una vez iniciada la nueva centuria. Como señala Pedro Borges, en esta fecha puede considerarse ya definitivamente encauzada la incipiente misión franciscana que contaba con dieciocho frailes (incrementados con la expedición de fray Alonso Martínez) para atender a la ciudad de San Juan de los Caballeros y las misiones de San Gabriel, San Diego de Jémez, San Ildefonso, Santo Domingo, 20 21 22 23 Ibidem. Gutiérrez, Ramón A.: o.c., p. 65, n. 73. Scholes, Frances V.: “Documents for the History of New Mexico in the Seventeenth Century”. New Mexico Historical Review IV, num. 45-48, pp. 195-201 Powell, Ph.W.: La guerra chichimeca (1550-1600). UNAM. Mexico 1984, p. 39. 243 José A. Armillas Vicente San Lorenzo de Picuríes y Nuestra Señora de los Ángeles de Pecos, y los restantes en el extremo septentrional de Nuevo México a orillas del Río Bravo o Grande del Norte24. Sin embargo, al año siguiente, fray Juan de Escalona escribía al Comisario General de los franciscanos de Nueva España lo siguiente: “La gente se va de Nuevo México porque se ve en situación de hambre y desnudez. Los indios se mueren de hambre por haberles el Gobernador y sus capitanes saqueados sus pueblos y quitado su maíz. Han acordado españoles e indios salir hacia Santa Bárbara y allí esperar lo que el Virrey les mande. Los religiosos tienen licencia para irse con ellos y sólo hemos quedado yo y algunos españoles esperando nuevas del Gobernador. Desde México a estos pueblos donde estamos tenemos andadas 400 leguas y se ha traído ganado y otras cosas con mucho trabajo por lo que pienso que dejar ahora todo perdido parece contra conciencia, mayormente porque dejamos acá almas bautizadas, así de adultos como de niños. A mi parecer, al Rey no le conviene dejar esto”25. Pese a tan negativa información sobre los progresos de la evangelización entre los Pueblo, aseverada en 1626 por otro informe del P. Juan de Santander, Comisario General de Indias, en el sentido de que durante los primeros doce años de su presencia en Nuevo México los franciscanos no habían alcanzado fruto alguno en su labor26, hacia 1617, siete años después de la fundación de Santa Fe, el mismo fraile afirmaba en un memorial dirigido a Felipe IV, que los franciscanos habían levantado once iglesias en otros tantos poblados y decían haber bautizado a 14.000 naturales27. Algunos años después, tras la llegada de 24 25 26 27 244 Borges, Pedro: “Estados Unidos: la evangelización de Nuevo México-Arizona”. En Borges, Pedro (dir.): Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (siglos XVXIX). B.A.C. II. Madrid MCMXCII, pp. 65-76. Torquemada, J. De.: Monarchia Indiana (1615). México 1975, III, pp. 673-674. Borges, Pedro: o.c., p. 67. Benavides, Fray Alonso de: Memorial que fray Juan de Santander, de la Orden de San Francisco, Comisario General de Indias, presenta a la Magestad Católica del Rey don Felipe Quarto, nuestro Señor… Madrid 1630. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América nuevas expediciones franciscanas, alcanzaban en 1630 los 34.000 indios bautizados y cuarenta y tres las iglesias erigidas28. Susan Schroeder en el prólogo del libro de que es responsable sobre resistencia indígena y Pax colonial en Nueva España, en el que introduce la categoría analítica de la resistencia, sustentaba la hipótesis de que tan solo la escasez de estudios sobre alteraciones, revueltas y rebeliones en el virreinato septentrional, abona la idea, extendida por demás, de una paz colonial generalizada que seguiría al proceso de conquista y evangelización de los indígenas29. Y el hecho de tal ausencia es tanto o más sorprendente cuanto que las rebeliones indígenas en las Provincias Internas de la Nueva España anteriores al siglo XVIII, han recibido escasa atención en la historiografía española30. La razón puede encontrarse en que salvo algunos documentos que se encuentran en la Audiencia de Guadalajara del Archivo General de Indias31, la parte fundamental de la información relativa a la Gran Rebelión de la frontera septentrional a fines del siglo XVII, se ha mantenido custodiada en el Archivo General de la Nación, en México32 donde pueden verse los documentos originales que corresponden a los expedientes abiertos con las declaraciones de indígenas huidos o capturados en campaña, sacadas de grado o por fuerza en el dilatado periodo de doce años que siguió a la sublevación de los indios Pueblo y a la evacuación de la ciudad de Santa Fe y el repliegue de los españoles hasta el Paso del Norte, puesto fortificado al que se le 28 29 30 31 32 Zárate y Salmerón, fray Jerónimo de: “Relaciones de todas las cosas que en el Nuevo México se han visto y oído así por mar como por tierra desde el año de 1538 hasta el de 1676”. Biblioteca Nacional (Madrid). Ms. 6.882. Publicadas en Documentos para la Historia de México, tercera serie, 3 (México 1856), pp. 30-30. Reedición: University of New Mexico Press. Albuquerque, N.M. 1966. Schroeder, Susan (ed.): Native resistence and the Pax Colonial in New Spain. Nebraska U. P. Lincoln &London, 1998, p. 11. Barral Gómez, A.: Rebeliones indígenas en la América española. MAPFRE-América. Madrid 1992. A.G.I. Guadalajara, leg. 138. Expediente sobre la conquista de Nuevo México, 1639-1686. Miravete Galván, José Luis: Movimientos de resistencia y rebeliones indígenas en el norte de México (1680-1821). UNAM. México, D.F. 1985 245 José A. Armillas Vicente dotaría urgentemente de presidio con el nombre de Nuestra Señora del Pilar del río del Paso del Norte33. El mayor desastre ocurrido a España en la frontera septentrional, si no el de mayor importancia hasta le fecha en toda América, como califica Hubert H. Bancroft la gran rebelión de los indios Pueblo entre 1680 y 169634, no fue sino el natural resultado de una concatenación de incidentes a lo largo de todo el siglo XVII que habla de la precaria asimilación de poblaciones indígenas asentadas en agricultura de desierto si exceptuamos las zonas irrigadas de los valles de los ríos en las que se practicaban cultivos intensivos de maíz, fréjoles y calabaza. Ya en 1632, los Pueblo Zuñi de Hawiku se rebelaron contra las autoridades de San Gabriel; al año siguiente siguieron el ejemplo los Hopi de Awatavi; y en 1639, hicieron lo propio los Pueblo de Taos. Todos ellos fueron sometidos por las fuerzas de los sucesivos gobernadores de Nuevo México, Francisco de la Mora y Ceballos y Luis de Rosas35. La sucesión de sequías pertinaces, las epidemias de viruela, sarampión y otras enfermedades, amén de las constantes incursiones de Apaches y Navajos, quienes diezmaban las magras economías de los Pueblo con sus rapiñas, agravaron la situación perturbando aquella paz mitificada por las autoridades españolas. A la quietud aparente de los aborígenes, superficialmente cristianizados, que tendían abiertamente 33 34 35 246 Autos tocantes al Alçamiento de los Yndios de la Provincia de la Nueba Mexico & Autos pertenecientes a el Alçamiento de los Yndios de la Provincia del Nuevo Mexico y la entrada, y subcesos de ella que se hiço para su recuperación. Archivo General de la Nación (México). Ramo de Provincias Internas, tomos 37 y 34, respectivamente. La transcripción y traducción al inglés de tales documentos puede verse en Hackett, Charles W. (ed.): Revolt of de Pueblo Indians of New Mexico and Otermin’s Attempted Reconquest, 1680-1682. Two vols. Coronado Fourth Centennial Publications, 1540-1940, vols 8 and 9, 1942. Second printing, University of New Mexico Press. Albuquerque 1970. “The greatest disaster that ever befell Spain on the northern frontier, if not indeed in any part of America”, Bancroft, Hubert H.: History of the North Mexican States and Texas. 2 vols. History Company. San Francisco 1886 y 1889, I, p. 284. Hackett, C.W.(ed.): Historical documents relating to New Mexico…, o.c., pp. 327335. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América a la recuperación de sus danzas y se sospechaba de la eficacia de sus hechizos y sortilegios, calificados de paganismo, no contribuían algunos excesos doctrinales como el ocurrido en Tewa en 1672, donde un fraile franciscano acusó de hechicerías a sus habitantes, quienes se amotinaron y le dieron muerte, y de los que cuatro fueron condenados a pena de horca y cuarenta y tres a azotes36. La inquietud despertada entre los oficiales reales y transmitida a la capital del virreinato, se traduce en una elocuente solicitud de socorros para Nuevo México diligenciada por el Virrey a comienzos del año 167837. No resultará extraño, por tanto, que se fuese cociendo un creciente resentimiento contra religiosos y laicos españoles como describe la declaración de Diego Zambrano de 9 de agosto de 1680, quien había oído a unos indígenas que planeaban matar a los ministros eclesiásticos, a los españoles, sus mujeres y niños, a fin de destruir toda la población del reino38. El alzamiento indígena Con tales antecedentes es fácil imaginar que la presión doctrinal y los excesos a que eran sometidos los naturales acelerasen el estallido que cogió por sorpresa al Gobernador de Nuevo México, Antonio de Otermín quien, pese a las señales manifiestas de signo vario que le llegaban, particularmente de misioneros que estaban en contacto con los indígenas y de algunos de sus jefes, como Pedro Situ y Diego Mode, de los Pueblo de Tesuque, quienes avisaron al Gobernador de que el levantamiento previsto para el 13 de agosto se adelantaba al día 10 en 36 37 38 Scholes, F.V.: “Troblous Times in New Mexico, 1659-1670”. En Historical Society of New Mexico, Publications in History, vol. 11. University of New Mexico Press. Albuquerque 1942. También, Sánchez, Jane C.: “Spanish-indian relations during the Otermin Administration, 1677-1683)”, New Mexico Historical Review 58 (april 1983), pp. 133-151. El Virrey de la Nueva España a S.M. el Rey. México, 13 de enero de 1678. A.G.I. México, leg. 50, n. 3. Bancroft, Hubert H.: o.c., pp. 166-168. 247 José A. Armillas Vicente vista de las denuncias filtradas, el Gobernador no habría de entender su significado39. En tan críticas circunstancias surgirá el personaje que, a modo de fulminante provocará la gran deflagración indígena. El hechicero de los indios Pueblo de Tewa, del poblado de San Juan, próximo a Santa Fe, Popé, hombre de avanzada edad –unos cincuenta años–, que había padecido los rigores del látigo, prendió la chispa del alzamiento en Taos instigando a la rebelión contra los españoles a fin de restaurar la cultura y religión tradicionales. Decidido a borrar del mapa neomexicano todo atisbo de influencia española, desarrolló una inteligente campaña de culpabilización hacia los españoles de cuantos males afligían a los naturales desde su llegada a aquellas tierras. La conspiración, meticulosamente preparada y concertada con mucha antelación, consiguió una aceptación bastante generalizada de los más de los grupos Pueblo, muy divididos entre sí habitualmente, y sabiendo integrar, además, a otras tribus radicalmente enemigas como los Navajo y los Apaches, a los que uniría el objetivo común de echar a los españoles, sustentado sacralizadamente en los mensajes que le habían transmitido la trinidad diabólica de los Kátsina40 Caidi, Tilimplin y Theume, “tres diablos en figura de indios de horroroso aspecto, vertiendo llamas de fuego por todos los sentidos y extremidades del cuerpo”41. Los Hopi, sus vecinos del noroeste, mantuvieron una neutralidad comprensiva que les llevó en el momento de la represalia reconquistadora a acoger en sus tierras a los Pueblo huidos de sus habitats tradicionales42. Llegado el momento fijado, y avisados los indígenas, concertados previamente, mediante la circulación de cuerdas de yute con nudos que transmitían mensajes indescifrables para los españoles, el 10 de agosto 39 40 41 42 248 B. N. (M). Ms. 2.822, f. 281 v. Espíritus de los muertos que propiciaban la lluvia y que permanecían agrupados en los lugares míticos de los que procedían los Pueblo, bajo los lagos y en la cima de las montañas. Gutiérrez, Ramón A.: o.c., p. 64. B.N.(M), Ms. 2.822, f. 284 v. Oswalt, Wendell H.: This Land was theirs. A study of the North American Indian. John Wiley & Sons. New York, London, Sidney & Toronto 1966, p. 402. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América de 1780, día de San Lorenzo, se produjo la sublevación que barrió en una orgía de sangre todo el territorio de Nuevo México desde las aldeas de Río Grande hasta los límites con los Hopi, a más de doscientas cincuenta millas hacia el Oeste43. Bajo la dirección de Popé y otros cabecillas teóricamente cristianizados, Francisco, del pueblo de San Ildefonso; Catití, mestizo de los Keres de Santo Domingo; Saca, de Taos; Tacu, de San Juan; Luis Tupatú de los Picuríes…; cerca de 3.000 indios sublevados destruyeron las misiones, mataron a veintiún religiosos franciscanos, saquearon y arrasaron las rancherías dispersas sacrificando a mas de cuatrocientos colonos. Popé, jefe espiritual de la sublevación, no participó en las masacres que engendraron un gran pánico colectivo. Los supervivientes se refugiaron en Santa Fe, pero la ciudad fue sitiada durante nueve días, siéndole cortado el suministro de agua; y tras reiterados combates “fuéseles estrechando el cerco y en medio de la gran resistencia que hacían se llegó hasta pegar fuego a las casas en que se mantenían con desesperación, pues haciéndoles varias amonestaciones sobre que se diesen de paz, pues veían los muchos que se les mataban y que habían de venir a quedar consumidos todos al rigor del fuego y dureza de las armas, fue tal su obstinado nivel de barbaridad, y tan grande el tesón en confiar la pelea”44, que el Gobernador de Nuevo México, Antonio de Otermín, sin fuerzas suficientes para la defensa, “totalmente falto de bastimentos para poder mantener tanto número de personas, cansados los pocos caballos que habían quedado vivos, y atenuados los otros ganados por haber estado encerrados de día y de noche, y el no ser posible asegurar el agua para cualquier accidente que sucediere”45, decidió evacuar la ciudad el 21 de agosto y, tras una estratégica ofensiva en la que perecieron tres centenares de indios, salió hacia la Isleta, a treinta leguas al sur de Santa Fe, “donde se podía presumir se hubiesen fortificado los vecinos de las jurisdicciones del río abajo, con su 43 44 45 Folsom, Franklin: Red Power on the Rio Grande: The Native Revolution of 1680. “Introduction” by Alonso Ortiz. University of New Mexico Press. Albuquerque 1973 (Reprint 1996). B.N.(M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, J., o.c., ff. 296 y 29. Ibidem, f. 297. 249 José A. Armillas Vicente Teniente General Alonso García, si todos no eran muertos como los demás del Reino”46. De allí marcharon a El Paso donde se reagruparon las fuerzas propias, mientras la mayor parte de los colonos que habían escapado a la matanza decidió regresar a México47. El 31 de agosto siguiente, fray francisco de Ayeta, Procurador y Comisario del Santo Oficio y Visitador de la Orden de San Francisco en Nuevo México, escribía al virrey-arzobispo fray Payo Enríquez de Ribera desde El Paso lo siguiente: “Muy reverendo Padre, amigo y señor. El tiempo de la calamidad ha llegado cuando con los ojos anegados y un profundo dolor en mi corazón, comienzo a dar cuenta de la tragedia lamentable que nunca antes ha sucedido en el mundo y que ha ocurrido ahora en este reino desgraciado. Después de que enviara mi última carta a su reverencia, recibí la información de que un plan se había formado para una sublevación general de los indios cristianos y se preparaba rápidamente. Esto era enteramente contrario a la paz y a la tranquilidad existentes en este reino desgraciado, no solamente entre los españoles y los naturales, sino incluso por parte del enemigo pagano del que hacía largo trecho que no había hecho algún daño considerable”48. Del texto de la carta –primer documento que llegó a México con información del desastre– se extrae la sorpresa que representó para las autoridades españolas, incluso para los eclesiásticos, que nada pudieron intuir de lo que se estaba preparando. La carta del fraile se extiende en una relación pormenorizada de los sacrilegios y violencias hechas por los indios apóstatas sobre personas y bienes, que justifica el terror generalizado que atenazó a la población española, hasta el punto de que pocas semanas después de la sublevación, no quedaba ningún español al norte de El Paso. 46 47 48 250 Ibidem, f. 298. Knault, A.L.: The Pueblo Revolt of 1680: Conquest and Resistence in SeventeenthCentury New Mexico. University of Oklahoma Press. Norman 1995, pp. 48-60. Carta de Fray Francisco de Ayeta al virrey-arzobispo, Fray Payo Enríquez de Ribera. El Paso, 31 de agosto de 1680. Archivo General de la Nación (México). Historia, 25, 15, ff. 183-189. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América A las informaciones emitidas por el clérigo, siguieron pormenorizados relatos del Capitán de las Jurisdicciones del río del Norte, Alonso García, y del Gobernador de Nuevo México, Antonio de Otermín, quien recogió todos los pormenores remitidos por otros oficiales subalternos sobre los asaltos efectuados por los naturales en los pueblos de Santa Fe, Santo Domingo, San Felipe. Taos, Cochiti y Galisteo, así como de las condiciones en que las que los rancheros españoles abandonaron sus propiedades para refugiarse finalmente en el Paso del Río del Norte49. Las noticias del P. Ayeta, transmitidas por distintos conductos, alarmaron no sólo a la capital virreinal sino también, obviamente, a los reinos limítrofes. Desde la Nueva Vizcaya se advertía el peligro que amenazaba a toda la frontera septentrional “porque los Janos y Sumas y otras naciones de aquí que confinan con esos, todos son de unos humores y quizá peores”50. Los Pueblo y sus aliados circunstanciales “no dejaron piedra sobre piedra en edificio alguno de los conventos, iglesias ni imagen que no quemasen, sino fue en uno o dos Pueblos de los más remotos que algunos reservaron escondidas. Y llegó a tan sumo grado el odio y aborrecimiento a cualquiera cosa que pudiera servir de memoria y recuerdo de españoles, que hasta los carneros, vacas y gallinas de Castilla los mataron, y los árboles frutales y hasta los trigos los arrancaron, que es hasta donde parece que puede llegar la fuerza del rencoroso enojo que aquellos apóstatas concibieron contra la Nación española”51. Otermín, repuesto de las urgencias de la huida, propuso al Virrey, conde de Paredes, la oportunidad de proceder a la reconquista de aquella 49 50 51 Documentos que sobre el levantamiento de los indios del año de 1680 formó don Antonio de Otermín, Gobernador y Capitán General del reino de Nuevo México. A.G.N. Historia, 26, 2, ff. 23-283. Editado en Biblioteca Histórica. México 1947. Francisco de Agramont a Antonio de Otermín. San Juan Bautista de Sonora, 16 de septiembre de 1680. En “Testimonios de autos tocantes al alzamiento general de los indios de la provincia de Nuevo México”. A.G.I., Guadalajara, leg. 138, núm. 1, ff. 273-275v. También, B.N. (M.) Ms, 2.822, ff. 325-329v. B.N.(M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, J.: o.c., f. 320. 251 José A. Armillas Vicente provincia levantada mediante la remisión de fuerzas y todo género de ayuda para el sostenimiento de los colonos que no habían regresado a México en la esperanza de recuperar sus haciendas52. Convocada la Junta de la Real Hacienda por el Virrey, en auto del 10 de enero de 1681 acordó el envío de pertrechos, municiones y demás cosas necesarias para el sustento de los huidos y fortalecimiento de la frontera vencida53. Consecuencias Las resultas inmediatas de aquella catástrofe fue la conversión de El Paso del Río del Norte en el punto geoestratégico desde el que iba a gestionarse la restauración del orden colonial perdido. Aunque el inmediato intento de reconquista del territorio abandonado con las fuerzas de apoyo llegadas de México en mayo de 1682 estaba condenado al fracaso54, se iniciaba así un largo periodo en el que no faltaron intentos de penetración militar y sublevaciones indígenas que mantuvieron la precariedad del dominio y determinaron la necesidad de recuperar el reino de Nuevo México mediante una operación militar de gran envergadura que no se haría efectiva hasta 1693. Desde El Paso, y siguiendo una expansión horizontal, nuevas remesas de franciscanos llegados de México, fundaron las misiones de San Francisco de los Sumas, la Soledad de los Janos, el Sacramento, San Pedro de Alcántara, Santa Getrudis, San Lorenzo, nuestra Señora del Pilar y San José, en las que se evangelizaba a Sumas, Jumanos, Piros, Tanos y Apaches. Concentraciones importantes de indígenas se irán instalando en los pueblos de La Salineta, San Lorenzo, Senecú y El Socorro, funda52 53 54 252 El Gobernador de Nuevo México al Virrey. El Paso, 30 de diciembre de 1680. A.G.N. Provincias Internas 37, 7, ff.316 y ss. Memoria de la regulación y ajustamiento de la Junta de la Real Hacienda en auto de 10 de enero de 1681. A.G.N. (M.) Provincias Internas, 37, ff. 390-397. El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso, 25 de junio de 1682. A.G.N. (M.) Provincias Internas, 34, 3, ff. 155-151. Cfr. Hackett, Ch.W.: The Revolt of the Pueblo Indians of New Mexico and Otermin’s attempted reconquest, 1680-1682.2 vols. Albuquerque 1942. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América dos en 1682. Hacia el Sur y siguiendo el curso del Río Grande hasta su confluencia con el río Conchos, se levantaron dos misiones en la Junta de los Ríos. La necesidad imperiosa de dotar a El Paso de un presidio, decidido en 1681, no se haría realidad hasta 1683, cuando cesado en el Gobierno Otermín, le sucedería Domingo Gironza y Petriz de Cruzate, quien en la Cédula Real de nombramiento tenía encargo preciso de Carlos II “de que rixais y goberneis todos los parajes, tierra y poblaciones que al presente se hallaren y estuvieren en poder de dichas provincias, y lo demás que de adelante fuereis recuperando procurando el habitamiento. Así en lo que se fuere reduciendo como en lo que al presente se estuviere haciendo en estos Parajes, Poblaciones, aumento y conservación; y que los Indios naturales dellos que están asentados de paz, sean amparados disponiendo y ordenando las demás cosas de aquellas provincias y haciendo población de todos los españoles que se hallaren en dicho paraje”55. Consecuentemente con las órdenes recibidas, a comienzos de aquel año acaudillaría una entrada en Nuevo México para pacificar a los indios rebeldes y dispondría de medidas tendentes a suprimir la libre circulación de indios, mestizos y esclavos para yugular la posible expansión de los fermentos de rebelión a las provincias limítrofes56. En 1683, Gironza comenzaría a levantar el presidio, guarnecido por cincuenta soldados, entre El Paso y las misiones de San Lorenzo, Nuestra Señora del Pilar y San José, para trasladarlo un año después a Guadalupe del Paso donde resistió durante más de una centuria57. La gran rebelión de los indios Pueblo se extendería como reguero de pólvora, produciéndose un alzamiento general entre los años 1683 y 1684 que afectó a un extenso territorio desde Sonora a la Junta de los Ríos Grande y Conchos y hasta la región de la Laguna, al fondo del bol55 56 57 Relación de Méritos y Servicios de Domingo Gironza Petriz de Cruzat, Gobernador y Capitán General de Nuevo México. A.G.I. Indiferente, leg. 133, n. 58. Informe del Fiscal de la Real Audiencia de México, Lic. Martín de Solís, acerca de las intenciones del Capitán Domingo Gironza. Ciudad de México, 31 de agosto de 1682. A.G.N. Provincias Internas, 35, 2, ff. 46-85. Navarro García, Luis: Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas del Norte de Nueva España. C.S.I.C. Sevilla 1964, p. 26. 253 José A. Armillas Vicente són de Mapimí58. El Gobernador Gironza, en carta al Virrey de México a primeros de noviembre, le daba cuenta de las hostilidades que los indios Janos, Sumas, Apaches, Mansos, Piros y Tiguas59 habían desencadenado simultáneamente contra El Paso, Janos y Casas Grandes, acompañando representaciones suscritas por los colonos españoles de la zona reclamando los auxilios que imperativamente necesitaban60. Aunque no pudo llegar ayuda de la Nueva Vizcaya por el levantamiento indígena contra El Parral, San Martín, Julimes y Conchos, en El Paso pudo yugularse la revuelta y en Casas Grandes los indios levantados fueron rechazados viéndose obligados a refugiarse en la sierra del Diablo. Mientras tanto, era destruida la misión de la Soledad, cerca de Janos, Carretas y Santa Gertrudis, a la vez que Jocomes, Chinarras y Conchos se sumaban a la sublevación y los Apaches hacían correrías sangrientas por todo el territorio61. “El alboroto –ha escrito Luis Navarro– había durado un año cuando en 1685 empezó a serenarse, salvo en la parte de la sierra colindante con Sonora. Sus consecuencias fueron devastadoras. Toda la región del norte del Parral hasta El Paso, quedó en manos de los indios hostiles Conchos y Julimeños, abandonándose los pueblos de Carretas, Casas Grandes, San Antonio de Julimes, San Francisco de Conchos, Nombre de Dios y San Jerónimo, con las misiones de San Javier y Torreón, administrados todos estos establecimientos por los franciscanos de Zacatecas. Las pérdidas en ganado mayor y menor, robado o muerto, fueron muy crecidas, y quedaron destruidas las haciendas de plata del Ojo de Ramos, San Lorenzo, Tabalaopa, Encinillas y la del Capitán Falcón. Los valles de 58 59 60 61 254 Ibidem, p. 27. Forbes, J.D.: “The Janos, Jocomes, Mansos and Sumas Indians”. En New Mexico Historical Review, XXXII (october, 4, 1957), pp. 319-334. El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso del Río del Norte, 1 de noviembre de 1684. A.G.N.(M.) Provincias Internas, 37, 5, ff. 201-208. El Gobernador de Nuevo México al Virrey de la Nueva España. El Paso del Río del Norte, 29 de diciembre de 1684. A.G.N.(M.), Provincias Internas, 37, 6, ff. 232235v. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América Encinillas y Sacramento fueron desalojados”62. En el verano de 1685 se produjeron las primeras ofertas de paz hechas por Sumas y Conchos que hacían presumir la interrupción de las hostilidades indígenas y la pacificación del territorio63. La última consecuencia de aquel masivo levantamiento indígena sería el reparo e incremento de la fortificación en la frontera septentrional. La política que había seguido el Virrey de México, conde de Paredes, de contención del gasto aun en situaciones tan graves como las pasadas, fue duramente criticada por la Corte. En una Cédula Real de 22 de diciembre de 1685, Carlos II mostraba su extrañeza a su alter Nos en el reino de la Nueva España “de que en materia de tanta importancia como ésta tomase la Junta (de Hacienda y Guerra) una resolución tan tibia como la de los medios que se propusieron en ella, pues se han considerado impracticables para ocurrir prontamente a tan grave urgencia, y que Vos os hubieseis conformado con su parecer, cuando la obligación de vuestro puesto os debía empeñar a que valiéndoos de todos los medios posibles acudieseis al reparo de tan fatal suceso, yendo en persona a la reducción de estos indios, pues de despreciarse un caso como éste y no haberse aplicado en tiempo el remedio conveniente, sucedió la pérdida de la Nueva México”64. Epílogo. La reconquista de Nuevo México La restauración del reino de Nuevo México, insistentemente requerida por la Corona, fue propuesta en la Corte a Toribio de la Huerta, quien había servido al Rey en las pacificaciones de Sonora y Sinaloa, pero sus excesivas demandas –concesión de un marquesado, vinculación de sus hijos Pedro y Sebastián a la campaña con derecho de sucesión, un contingente militar de mil hombres de a caballo, doscientos infantes, dos mil vacas y seis mil carneros, así como poner en explota- 62 63 64 Navarro García, Luis: o.c., p. 27. Domingo Gironza al conde de Paredes. El Paso, 26 de octubre de 1685. A.G.N.(M.) Provincias Internas 35, 6, ff. 281-289. C.R. de 22 de diciembre de 1685. Cfr. Navarro García, Luis: o.c., p. 31. 255 José A. Armillas Vicente ción una presunta mina de azogue en Cerro Colorado de acuerdo con el modelo de la peruana de Huancavelica–, aun cuando fueron aceptadas por la Corona, Huerta no pudo allegar los caudales necesarios y desistió de acometerla65. Su ejecución estaría reservada al noble madrileño Diego de Vargas Zapata Luján y Ponce de León, Alcalde Mayor de Tenitla y Justicia Mayor de las Minas de Tlalpuzagua, nombrado Gobernador del territorio por Carlos II en 1690 a propuesta del nuevo Virrey de México, el conde de Galve, puesto del que tomó posesión el día 22 de febrero del año siguiente en El Paso del Norte66. De la nutrida correspondencia que mantuvo entre agosto de 1691 y fines de mayo de 1692, destaca la necesidad de acometer una definitiva campaña de reconquista de Nuevo México, acompañado minuciosos informes sobre proyectos y costes del objetivo señalado. El plan propuesto partía de efectuar una entrada preliminar para determinar el estado en que había quedado la región perdida y después conseguir la sumisión de los Pueblo rebeldes, por vía pacífica, si era posible, por la fuerza, en caso contrario. Reunida la Junta de Hacienda y Guerra en Ciudad de México el 28 de mayo de 1692, aprobó las proposiciones del Gobernador de Nuevo México67. El 9 de agosto salió Vargas de El Paso al frente de un reducido cuerpo expedicionario de cincuenta hombres a caballo –que habrían de ser sustituidos por el Gobernador de la Nueva Vizcaya para no dejar desguarnecido el presidio de El Paso– y un tren de artillería, con la compañía de tres frailes franciscanos –fray Miguel Moñiz, fray Francisco Corvera y fray Cristóbal Barroso–, además de un número no determinado de indios amigos de guerra y auxilio, siguiendo el curso del Río Grande en dirección a Santa Fe, para cumplir una jornada de ida y vuelta de ciento ochenta leguas en la que pretendía obtener la mayor información posible del estado del territorio doce años después de la 65 66 67 256 B.N.(M.), Ms. 2.822. Gutierre y Villamayor, Juan de: o.c., ff. 377-378, Relación de méritos y servicios de Diego de Vargas Zapata y Luján. A.G.I. Indiferente, leg. 122, N. 135 Correspondencia del Gobernador de Nuevo México con el Virrey, conde de Galve. El Paso del Norte, agosto de 1691 a 28 de mayo de 1692. A.G.N. (M.), Historia, 37, 3, ff. 99-181. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América salida de los españoles. A primeros de septiembre, el día 9, sin haber sufrido incidente alguno, los expedicionarios llegaron “a la hacienda que llamaban de Mejías, como treinta leguas distante de la villa de Santa Fe; y pareciéndole al General ser puesto acomodado de aguas, pastos, sano y sin bosques, determinó dejar allí la caballada, boyadas y demás ganados, carros, yeguaje y víveres con la gente de su manejo y guardia quince soldados españoles y cincuenta indios de guerra; y por Cabo de todos el Capitán de Campaña a don Rafael Téllez Girón para que esto sirviese allí de refuerzo al ganado y descansase; y el General pudiese con el resto de la gente hacer las entradas a los pueblos de los apóstatas”68. Tras pasar ante establecimientos Pueblo abandonados, y entrar en contacto con los Pueblo de San Felipe, quienes dijeron al Sargento Mayor, Cristóbal de Tapia, respondiendo a sus intimaciones de paz, que “tampoco ellos de ninguna suerte querían guerras sino estar en paz con los españoles, que antes bien los Tanos y Teguas se la hacían a ellos muy cruda, con crecidos daños, por lo cual se holgaban de que volviesen los españoles porque con eso les ayudarían e irían a matar a los Teguas y Tanos”69, el 11 de septiembre los expedicionarios llegaron ante los muros de Santa Fe donde encontraron a sus ocupantes fortificados y desafiantes, no reconociéndoles como españoles, “sino Pecos y Apaches embusteros”70. Vargas, mediante el ejercicio de la diplomacia y la convicción, sin disparar un solo arcabuzazo, consiguió que los defensores depusiesen su actitud71. Habló por los cercados el indio Antonio Bolsa reconociendo al Gobernador y justificando las violencias pasadas “por cuanto el Demonio les dictaba y poniendo en su pensamiento, para descargo de todos, los rebelados de aquel Reino, vino a parar en decir que los que habían tenido la culpa de todo ya se habían muerto, y que los que al presente vivían no 68 69 70 71 B.N. (M.), Ms. 2.822. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., f. 385v. Ibidem, f. 388. Ibidem, f. 390 v. Espinosa, J. Manuel: First expedition of Vargas into New Mexico, 1692. Coronado Cuarto Centennial Publications, 1540-1940. Ed. G.P. Hammond. University of New Mexico Press. Albuquerque 1942. 257 José A. Armillas Vicente habían sido parte en nada de ello, y que los más de ellos eran muchachos”72. Diego de Vargas les dio seguridades y, tras largas conversaciones de paz, los cercados depusieron su actitud agresiva y se avinieron a la ofertas de perdón que les hacía el Gobernador. Abandonada la fortaleza de Santa Fe, Vargas arengó a los Pueblo en los siguientes términos: “Hijos. Ya estaréis más quietos reconociendo mi buen corazón y os hallaréis contentos de veros ya perdonados y reducidos a nuestra Santa fe Católica y a la obediencia del Rey Nuestro Señor que Dios guarde, cuyos vasallos sois; de que os podéis dar por dichosos y de tener tal Rey, Señor y Monarca soberano. Mirad su clemencia, pues olvidado de vuestra apostasía, del vituperio con que renunciasteis a la Ley de Cristo, del sacrilegio que cometisteis quitando la vida a los religiosos, profanando los templos, rotas las imágenes, contaminados y asolados los templos, profanados los sagrados vasos, y de la alevosía con que pasasteis a cuchillo a los españoles, sin perdonar a las mujeres y tiernos niños, y de la barbaridad con que quemasteis sus haciendas y les arruinasteis los pueblos y de las pésimas consecuencias que de semejantes abominaciones se han seguido, me envía a mi para perdonaros sin más cargo que el de reduciros al gremio de la santa madre Iglesia que os recibe como piadosa madre si la solicitáis con penitencia y con calidad de que habéis de jurar a su Majestad Católica por vuestro legítimo Rey y Señor natural”73. Aceptado por los indígenas, el día 14 de septiembre de 1692 formalizó la toma de posesión de la ciudad de Santa Fe por el Rey Católico Carlos II74 con toda solemnidad y pronunciando en tres lenguas distintas la siguiente fórmula: “La villa de Santa Fe, capital del reino de la Nueva México y con ella sus provincias y pueblos, todos por la Majestad Católica del Rey nuestro Señor Don Carlos Segundo, que Dios guarde, Rey de las Españas y de este nuevo mundo y villa para amparar a tofos los 72 73 74 258 B.N. (M.), Ms. 2.822, f. 393v. Ibidem, ff. 404 y 404v. “Relación de la entrada que el ejército de don Diego de Vargas Zapata hizo en la provincia del Nuevo México para conseguir su pacificación”. El Paso del Norte, 14 de enero de 1693. A.G.N. (M.), Provincias Internas 34, ff. 95-113. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América vasallos de sus dilatados dominios muy largos, felicísimos años en mayores aumentos de su grandeza”75. En lo que restaba hasta la conclusión del año, la mayor parte de los Pueblo de Nuevo México –con la excepción de los Jemes y los Keres de Acoma, que resistieron más– se reintegraron a la obediencia de la Corona española, mediante la fórmula de absolución de los indios, perdón real y bautismo de los niños, aunque su actitud distó mucho de ser duradera. Regresado a El Paso el Gobernador Vargas en enero de 1693, se preparó minuciosamente el regreso de los colonos para restaurar sus haciendas y granjerías. En octubre, una nueva expedición integrada por setenta familias de colonos –las más de Zacatecas–, dieciocho frailes franciscanos, un contingente de indios de Tláxcala como auxiliares –como se había practicado ya desde 159176– y las fuerzas del Capitán Roque de Madrid, incorporadas en el camino, marcharon con Diego de Vargas al frente a la recolonización de Nuevo México. Cuando la expedición llegó ante Santa Fe en diciembre, los indígenas habían mudado de actitud, fortificada nuevamente la ciudad y decididos a resistir la acción de los españoles77. Informado el Gobernador por el indio Lorenzo, jefe de los Pecos, de la nueva traición de los pobladores de Sante Fe, conociendo, además, por una india anciana los proyectos de Tanos, Teguas y otras naciones de alzarse nuevamente contra los españoles, decidiría adoptar una decisiva actuación disuasoria mediante el uso de la fuerza tan distinta de la de paz y concordia practicada en su primera entrada en 169278. Reforzado el contingente militar del Gobernador con las fuerzas de su teniente Luis Granillo, habiendo reunido 800 hombres ente soldados y colonos, y dispuesto Vargas a dar un sonado escarmiento, tras dos días de enconados combates fue vencida la resistencia de los indios y se 75 76 77 78 Ibidem. R.C. de Felipe II de marzo de 1591 autorizando que 400 familias de Tláxcala, acompañadas por fray Jerónimo de Zárate y otros franciscanos, partieran para Nuevo México bajo el mando de Agustín de Hinojosa y Villavicencio. Vid. Nota 26. Bailey, J.B.: Diego de Vargas and the reconquest of New Mexico. Albuquerque 1940, pp. 61 & ss. B.N. (M.), Ms. 2.823. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., II, ff. 73-77v. 259 José A. Armillas Vicente reconquistó Santa Fe. Las represalias sobre los defensores tras numerosos interrogatorios, informes y procesos, se concretaron en la ejecución de setenta hombres y la condena a penas de esclavitud temporal a varios cientos más79, práctica que se había recuperado como forma de castigo a raíz de las grandes sublevaciones del ciclo que abre la rebelión triunfante de los indios de Nuevo México. Durante el gobierno neomexicano de Gironza, este vendió en 1691 setenta piezas apresadas en una de las campañas preparatorias a la reconquista de Nuevo México por Diego de Vargas80. La medida, además de tener sentido punitivo, representaba una fuente de ingresos con los que resarcir los gastos de las empresas militares. El Rey aprobó lo actuado con la condición de que los indios esclavizados fuesen mayores de edad y recuperasen la libertad una vez transcurridos diez años81. Por su parte, Juan Villagutierre y Sotomayor, acorde con el tono apologético de su Historia… estima que los repartos de indios prisioneros entre los españoles no eran en calidad de esclavos82. La pacificación del resto del territorio no fue fácil y el levantamiento parcial de 1694 y la campaña contra los indios de la mesa de San Ildefonso terminó por aquietar al reino, aunque al precio de poblaciones dispersadas, abandono de pueblos y comunidades refugiadas en las montañas o al amparo de los Hopi, Apaches y Navajos. Los tres lustros largos que separan el inicio de la Gran Rebelión de la postrera con la que se cierra la decimoséptima centuria, harían variar sensiblemente la distribución geográfica de los grupos Pueblo al norte del Río Grande. Mientras muchos fueron abandonados por el desplazamiento de sus pobladores hacia latitudes más seguras, otros se fundieron, mientras que los refugiados fundaban nuevos núcleos de población. En conse79 80 81 82 260 Espinosa, J.M.: “The recapture of Santa Fe, New Mexico, by the Spaniards, december 29-30, 1693”. Hispanic American Historical Review XIX, october, 4, 1939, pp. 443-463. Navarro García, L.: Sonora y Sinaloa en el siglo XVII. Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Sevilla 1967, p. 166. R.C. de Carlos II al Virrey de México. San Lorenzo, 21 de julio de 1691. A.G.I. Guadalajara, leg. 232, N. 7, ff. 89v-92. B.N.(M.), Ms. 2.823. Villagutierre y Sotomayor, Juan de: o.c., ff. 145v-151. Crisis en la frontera septentrional del Imperio español en América cuencia, la geografía humana de Nuevo México en el umbral del siglo XVIII ofrecía un panorama muy distinto83. La última rebelión de la centuria, la segunda gran alteración de los Pueblo, se produciría en el verano de 1696. Pero en esta ocasión sólo fue protagonizada por algunos grupos que sacrificaron a cinco franciscanos y a un número indeterminado de colonos españoles. Los sublevados, debilitados por los años de guerra y por las disensiones internas, no pudieron ofrecer mayor resistencia a la llegada de nuevos contingentes de colonos españoles que instalaron sus rancherías en el territorio, mientras los franciscanos multiplicaban su presencia y restablecían las misiones84. Pero “la frialdad con que los indios recibieron a los frailes –ha escrito R.A. Gutiérrez– fue característica de las relaciones que iban a existir en el transcurso del siglo XVIII. En el anterior los frailes habían sido los principales intermediarios entre los Pueblo y las instituciones españolas. Los franciscanos, hombres que gozaban de gran autoridad política entre los Pueblo, habían vigilado la vida en la misión, habían interpretado para los indios las exigencias de los seglares españoles y habían mantenido a raya todo lo posible el mundo exterior. La Corona, en cambio, siempre había visto a las misiones como instituciones aculturadoras temporales que transformarían a los indios en ciudadanos modelo, dándoles los rudimentos de la vida urbana y una economía orientada a las necesidades españolas y al gobierno propio”85. El reino de Nuevo México se asomaba al siglo XVIII superficialmente pacificado, una vez quebrantada la resistencia de los Hopi con la destrucción de una de sus principales poblaciones, Awatobi, y la esclavización temporal de sus pobladores como indios rebeldes. Pero los 83 84 85 Dozier, E.: The Pueblo Indians of North America. Holt Rinehart Winston Pub. New York 1970, pp. 63-67. Espinosa, J.M.: The Pueblo Indian Revolt of 1696 and the Franciscan Missions in New Mexico: Letters and the Missionaries and Related Documents.University of Oklahoma Press. Norman 1988. Gutiérrez, R. A.: o.c., p. 208. Véase también: Adams, E.B. & Chávez, fr. A. (com. & trad.): The Missions of the New Mexico, 1776: A description by fray Atanasio Domínguez. New Mexico university Press. Albuquerque 1975, p. 284. 261 José A. Armillas Vicente brotes de insurgencia y las alarmas esporádicas serán una constante a lo largo de toda la centuria. La fundación de Santa Cruz, segunda ciudad de Nuevo México en 1695, y la de Albuquerque en 1706, estarían dictadas para asegurar el dominio del territorio y en prevención infructuosa de nuevos acontecimientos similares a la pasada Gran Rebelión de los Indios Pueblo. Bibliografía AYER, Edward E, (trans.) 1945 The Memorial of Fray Alonso de Benavides, 1630.. Chicago: privately printed, 1916; Reprinted, New Mexico University Press, Albuquerque. BAILEY, J.B. 1940 Diego de Vargas and the reconquest of New Mexico. University of New Mexico Press, Albuquerque. BANCROFT, Hubert H. 1886-1889 History of the North Mexican States and Texas. 2 vols. History Company. San Francisco. 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Fronteras económicas y sociales La corona española y la libertad de los indios esclavos en la España peninsular, Nueva España y las fronteras imperiales durante la segunda mitad del siglo XVI Andrés Reséndez1 En la primera mitad del siglo XVI más de 2.500 indios del Nuevo Mundo llegaron a la península Ibérica, la mayoría de ellos como esclavos. Eran principalmente mujeres y niños procedentes de las islas del Caribe o de las costas de México y Florida. Una vez en España estos indígenas vivieron encerrados en casas y comercios durante años y aún décadas pero dejando pocos indicios históricos de su existencia. De hecho, sabríamos muy poco de ellos de no haber sido por las llamadas Leyes Nuevas. Este extraordinario código introducido en 1542 prohibió terminantemente que se siguieran esclavizando a los indios, “ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna.” Es decir la prohibición era clara y absoluta. Además todos aquellos españoles que ya tenían indios en su poder debían acudir a las autoridades para presentar los títulos correspondientes que debían ser revisados y confirmados. Huelga decir que muchos de los dueños no tenían tales títulos, con lo cual las Nuevas Leyes asestaban otro duro golpe a una práctica que había venido ocurriendo desde el descubrimiento de América. Estamos 1 Universidad de California, Davis 269 Andrés Reséndez acostumbrados a pensar que las leyes del imperio Español fueron a menudo meras declaraciones de principios o ideales inalcanzables que en la práctica eran imposibles de aplicar. Pero en este caso el emperador Carlos V hizo todo lo posible por hacer valer las Leyes Nuevas. Hizo que se leyeran en público, envió oficiales para que investigaran casos de indios tenidos por esclavos ilegalmente, y nombró procuradores para que ayudaran a estos esclavos indígenas a preparar demandas contra sus dueños para alcanzar su libertad. El Archivo General de Indias contiene por lo menos 79 demandas interpuestas por indios radicados en distintas partes de España pidiendo ser liberados. Se trata de una verdadera mina de oro de información.2 Luchando por su libertad Antes de hablar de la suerte de estos indios conviene poner su situación legal en un contexto comparativo más amplio. Por ejemplo, en el siglo XIX los esclavos negros del sur de Estados Unidos vivían en un marco jurídico enteramente diferente. Desde el punto de vista legal los esclavos negros eran considerados como objetos o mercancía. No solamente no podían demandar a los blancos sino que ni siquiera podían testificar en las cortes del sur de Estados Unidos. Un dueño podía torturar o matar a sus esclavos y, mientras no hubiera otro blanco que lo delatara ante una corte, no había manera alguna de castigar al infractor. Para un sureño del siglo XIX la idea de que algún esclavo suyo acudiera a alguna corte en Nueva Orleans o en alguna otra ciudad a demandarlo y reclamar su libertad hubiera resultado francamente risible. No obstante, 2 270 Mira Caballos, Esteban, El Indio Antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542). Sevilla, Muñoz Moya, editor., 1997. pp. 305-306; e Indios y mestizos Americanos en la España del siglo XVI. Madrid, Iberoamericana, 2000. p. 111. Ver también a Julián, Amadeo, “Tráfico de indígenas esclavos de Santo Domingo a España, a fines del siglo XV y en el siglo XVI” en Bancos, ingenios y esclavos en la época colonial, Santo Domingo, Colección Banreservas, 1997; Franco Silva, Alfonso, “El indígena en el mercado de esclavos de Sevilla (1500-1525)” Gades 1 (1978), 25-35; y Gil-Bermejo, Juana, “Indígenas americanos en Andalucía” en Andalucía y América en el siglos XVI. Sevilla, EEHA, 1983. pp. 535-555. La corona española y la libertad de los indios esclavos éste era precisamente el mecanismo de liberación establecido en el siglo XVI por las Nuevas Leyes.3 Desde luego que una cosa era poner el sistema legal español a disposición de los esclavos indios y muy otra que éstos se decidieran a usarlo. Para estos esclavos indios la decisión de demandar a sus dueños debió haber sido gravísima y terrible. Ya que raramente salían de la casa –mujeres y menores en su mayoría como había mencionado– la idea de ir a una corte a testificar públicamente y ser examinados por jueces y abogados debió haber sido por demás difícil. Y este calvario público no era nada en comparación con el suplicio doméstico al que debían someterse. En el instante mismo en el que el dueño se enteraba de que su esclavo lo había demandado la relación entre ambos sufría un daño irreparable y a menudo se volvía decididamente hostil. Los procesos de liberación de los esclavos indios podían durar meses o incluso años enteros. Y durante todo este tiempo los esclavos debían seguir viviendo bajo el mismo techo que sus amos. Así pues los dueños tenían amplias oportunidades para castigar, torturar o de alguna manara hacer que sus esclavos desistieran de su propósito. Era tan común que los dueños maltrataran o quisieran esconder a sus esclavos en fincas rurales más allá del alcance de la ley, que en el mismo documento donde se les informaba que habían sido demandados se les ordenaba que evitaran estas prácticas. Así pues para un esclavo o esclava la decisión de demandar a su dueño era gravísima. Y a cambio de todas estas zozobras, sufrimientos, y riesgos a su integridad física, lo único que ganaban era la mera posibilidad de obtener su libertad. Desde luego también era enteramente posible que perdieran, en cuyo caso lo único que habrían conseguido 3 Para un tratamiento más amplio del marco legal en el Sur de Estados Unidos ver a Gross, Ariela J., Double Character: Slavery and Mastery in the Antebellum Southern Court. Princeton, Princeton University Press, 2000. p. 42. Para entender los orígenes y funcionamiento del sistema legal del imperio español ver a Owensby, Brian P., Empire of Law and Indian Justice in Colonial Mexico. Stanford, Stanford University Press, 2008; y más ampliamiente a Blackburn, Robin, The Making of New World Slavery: From the Baroque to the Modern 1492-1800. Nueva York, Verso, 1997. pp. 50-52. 271 Andrés Reséndez a cambio de sus esfuerzos legales era el odio y resentimiento eterno de sus amos. El caso de Beatriz y sus hijos muestra perfectamente la tenacidad tanto de esclavos como de amos en estos procesos legales. Beatriz tenía “aspecto de yndia” según un testigo ocular quien además la describió como “una mujer baja de cuerpo delgada que tiene menos un diente de la parte de arriba.” Beatríz había llegado a España cuando tenía catorce años y ya llevaba un bebé en brazos llamado Simón. Madre e hijo fueron vendidos en la villa de Carmona y fueron dados por dote de casamiento a Juan Cansino en 1534. Beatriz permaneció en casa de Cansino durante 24 años. Durante este tiempo su relación se fue complicando y haciéndose cada vez más hostil. Primero Cansino vendió al pequeño Simón “porque era muy travieso” –según declaró el dueño– y “le había hurtado a este declarante muchas cosas”. Con el paso de los años Beatriz tuvo cuatro hijos más al parecer de varios padres. Beatriz y sus cuatro hijos permanecieron como esclavos en la casa de Cansino quien durante este tiempo se volvió un hombre rico y respetado logrando el puesto de regidor de Carmona.4 Un punto de quiebra en la relación de Cansino y sus esclavos ocurrió alrededor de 1556 cuando la hija mayor de Beatriz, llamada Catalina, quien para entonces había cumplido 17 años, comenzó a dar muestras de independencia y aún de rebeldía. Para castigarla, el regidor Cansino mandó a la joven Catalina con el barbero que estaba “al lado de la carnicería” para que la marcara en el rostro con una herradura pues –como explicó el propio Cansino– “se le huía muchas veces y porque le hurtó una bolsa de dinero y una cadena de plata de su casa, y otras muchas cosas y joyas y quesos y lana y vino y todo cuanto podía haber ella.” Este escarmiento, sin embargo, no logró amedrentar ni a Catalina ni a su madre quienes poco después de este episodio empezaron a hablar en 4 272 Este proceso se encuentra en el Archivo General de Indias [en adelante A.G.I.] en Francisco Sarmiento, Protector de Indios, a nombre de Catalina Hernández y sus hermanas, todas hijas de Beatriz Hernández, Sevilla, 1573-1574, “Pleito fiscal: Juan Cansino” AGI, Justicia, 908, N. 1. La corona española y la libertad de los indios esclavos voz alta de cómo ellas eran “yndias de las Yndias de su Magestad” y por tanto debían ser dadas por libres. De hecho Beatriz y Catalina se habían enterado de que algunos indios que residían en la cercana ciudad de Sevilla habían demandado a sus dueños y logrado así su libertad. Finalmente, en la primavera de 1558, tras 24 años de servicio, Beatriz se escapó dejando a sus hijos en casa de Cansino. De alguna manera Beatriz llegó hasta Sevilla donde permaneció durante cinco meses. Ignoramos cómo se sustentó durante este tiempo. Con la ayuda del procurador general de indios, Francisco Sarmiento, Beatriz convenció a algunas personas para que testificaran en su favor. Cuando todo estaba listo, Juan Cansino fue informado que su esclava Beatriz lo iba a llevar a juicio exigiendo su libertad así que el regidor de Carmona debía acudir a Sevilla para responder a estos cargos. La cuestión legal de fondo no podía ser más sencilla. Si Beatriz podía probar satisfactoriamente que ella era de las “Yndias de Su Magestad” entonces el regidor Cansino debía otorgarle su libertad, y por la misma razón también debía hacer extensiva la libertado a todos sus hijos. Al principio las cosas parecían ir muy bien para Beatriz. Uno de los declarantes dijo que “su aspecto parece de yndia.” Un zapatero de Sevilla que había conocido a Beatriz por 18 años dijo que “siempre la ha tenido y tiene por yndia, por haberle muchas veces oído hablar lengua extraña, y que ha oído a otros indios hablar lengua semejante.” A continuación el procurador Francisco Sarmiento, a nombre de Beatriz, hizo desfilar a varios testigos de la villa de Carmona: una viuda que vivía en una casa cercana, la esposa del carnicero, y algunos otros. Todos ellos aseguraron que Beatriz hablaba una lengua extraña y que venía de México. El testigo principal de Beatriz era un indio ciego de México radicado en Sevilla quien afirmó que Beatriz hablaba la misma lengua que él, y que ambos procedían de “Malacata” que era una provincia en la “Nueva España en las Indias del mar océano.” Su declaración en tercera persona es casi poética: “aunque no la ve” –dijo el testigo ciego llamado Juan Vázquez– “sabe que la dicha Beatriz es yndia por las palabras que con ella ha trocado… y es yndia natural de Malacata que es en la Nueva España, porque este testigo es natural de Nueva España y que entiende 273 Andrés Reséndez la lengua de Malacata que es la que habla la dicha Beatriz, y no ha visto ni oído otra cosa en contrario.” Una estratagema legal común entre los dueños de aquella época era la de afirmar que sus esclavos provenían no de las “Yndias de Su Magestad” sino de las Indias Portuguesas –es decir de Brasil o la costa oeste de África o del sudeste asiático– donde la esclavitud de los habitantes naturales era perfectamente legal. Ésta fue precisamente la estrategia que siguió Juan Cansino y su equipo legal. “Desde que la dicha Beatriz ha estado en poder de este declarante” –insistió Cansino– “la tiene por alárabe hija de moro, porque ella siempre ha dicho que es hija de moro y que se crio en Portugal… y nunca el testigo la ha tenido por yndia de las Yndias de Su Magestad.” Asimismo el abogado de Cansino quiso aprovecharse de la ignorancia y credulidad de Beatriz sometiéndola a una serie de preguntas capciosas: “¿Hay en su tierra camellos o elefantes y leones y tigres, o qué animales hay?. Yten. ¿Cómo se visten en la dicha tierra, y qué género de paños hay?. Yten. ¿Qué mantenimientos tienen y si hay arroz, y que especias hay: pimienta, clavo, canela, jengibre, u otras especias?”. El astuto abogado también hizo grandes aspavientos de la declaración de Beatriz en el sentido de que ella provenía de la provincia de “Malacata” en la Nueva España. El abogado de Cansino primero demostró que en el Nuevo Mundo no existía ninguna provincia de ese nombre para luego sugerir que Beatriz en realidad se estaba refiriendo a “Malagueta” en la cosa de África de dónde provenía la famosa pimienta de Malagueta. De hecho uno de los testigos que Cansino llamó para testificar en su favor era un marinero de Lisboa llamado Luis Calaforte quien, después de haber jurado ante un crucifijo, dijo que en numerosas ocasiones había navegado por toda la costa de África y que sabía muy bien que Malagueta era una porción de la costa africana debajo de São Thomé en las Indias portuguesas. Por su parte el procurador Sarmiento, para contrarrestar este testimonio, llamó por testigo a un español de nombre Francisco de Vega quien, después de afirmar que había viajado por las Yndias de Su Magestad y tratado a los naturales de ellas, dijo que “a este testigo cree o tiene por cierto que esta dicha Beatriz que trata de este pleito es natural de las Yndias de su Magestad de la provincia de Nueva España.” Este testi274 La corona española y la libertad de los indios esclavos monio, mucho más cauteloso que los de los testigos de Cansino, no fue suficiente para lograr la libertad de Beatriz. No es difícil imaginarse el calvario de Beatriz una vez que fuera entregada a su dueño por no haber podido probar que provenía de las Yndias de Su Magestad. Pero incluso entonces la batalla legal no había terminado. Trece años después de este primer juicio, Catalina, la hija mayor de Beatriz, volvió a emplazar a Cansino. Para el verano de 1572 Beatriz ya había muerto como esclava. Catalina era una mujer de más de treinta años y tenía una hija de diez años. Y José Cansino era un patriarca de edad muy avanzada. Su hijo, Fernando Cansino, era el nuevo regidor de la villa de Carmona. Durante todos estos años la determinación de Catalina por buscar su libertad por la vía legal se había mantenido incólume. En la primavera de 1572 Catalina habló con abogados y jueces. Francisco Sarmiento todavía fungía como procurador general de yndios. Catalina le confió que su madre había sido una mujer “falta de juicio y entendimiento, y todos los más de los días se emborrachaba e iba por las calles, y jugaban con ella los muchachos.” Así que en este segundo juicio Catalina no dejó nada al azar. Reunió a varios testigos, se aseguró que sus versiones fueran consistentes entre sí, y cuando todo estuvo listo emplazó nuevamente a su dueño. Ya que Catalina, a diferencia de su madre, había nacido en España, en esta ocasión la estrategia legal de la parte acusada se centró en cuestionar la credibilidad de los testigos de Catalina que eran mulatos e indios pero ningún español, cristiano viejo, y miembro de alguna de las familias “respetables” de Carmona. Por ejemplo, una testigo de Beatriz era una morisca ex esclava llamada Isabel Navarra. Uno de los abogados de Cansino dijo de la testigo que “son personas viles y de liviana opinión, a las cuales no se les ha de dar crédito por ser moriscas de casta de moro.” Otra mujer que testificó en favor de Catalina era una india de México llamada Marina. La parte acusada igualmente desestimó su testimonio diciendo que, “por ser yndia, tiene este testigo por cierto que no diría la verdad por favorecer a la dicha Catalina, y otro porque siendo yndia es baja, y persona de liviana opinión, y no se le debe dar crédito.” Cuando el regidor Fernando Cansino, hijo de Juan Cansino, se enteró de quiénes iban a ser los testigos de Catalina, éste los “andaba aventando… 275 Andrés Reséndez y los enfrentaba e injuriaba.” Ambas partes lucharon tenazmente, pero al final de cuentas los testigos de Catalina no fueron capaces de esclarecer la procedencia de Beatriz. Ya habían pasado más de cuarenta años desde su llegada a España y ya poca gente sabía o se acordaba de los hechos. La información parecía haberse perdido para siempre. “Hallamos que el dicho Francisco Sarmiento, a nombre de los dichos yndios, no probó su intención y demanda –sentenciaron los jueces– y por tanto debemos absolver a Juan Cansino Aragones… y poner una fianza de 100 mil maravedíes por no tratar mal a los dichos yndios sus esclavos.” Ignoramos cuál habrá sido el fin de Catalina y de sus hermanos e hijos. He dedicado todo este tiempo al juicio de Beatriz y sus hijos para mostrar el acceso extraordinario que tenían los esclavos indios al sistema legal español y la tenacidad con la que buscaban su libertad. El veredicto final, sin embargo, no es representativo pues muchos de los indios que demandaron a sus dueños –muy probablemente la mayoría– lograron alcanzar su libertad, o al menos esa es la impresión que nos da la revisión de los casos de los que sabemos cuál fue el resultado. El Archivo General de Indias contiene numerosos veredictos en este sentido: “Real Cédula a las justicias de estos reinos y de Indias dando por libre a la india Magdalena, que había sido esclava de Esteban Vicente, vecino de la villa de Medina del Campo” o bien el proceso “contra Isabel de Herrera, vecina de Ciudad Rodrigo y viuda de Juan Marqués, sobre la puesta en libertad de cinco indios que tenía en su poder sin ser esclavos”, y otros casos similares. Una de las más sonadas victorias legales fue la de Pedro y Luisa en contra de Nuño de Guzmán, presidente de la primera Audiencia de México, gobernador de Pánuco y de Nueva Galicia, y famoso conquistador cuyo poder llegó a rivalizar con el de Hernán Cortés. A pesar de su fama, en 1549 los dos esclavos que trajo a España tuvieron la osadía de demandar su libertad. Y no solamente pedían su libertad sino que además exigían tres mil maravedíes en compensación por el trabajo que Pedro y Luisa habían hecho desde su arribo a la península Ibérica diez años antes. Para un hombre tan poderoso como Guzmán, quien durante su estadía en Pánuco promovió la esclavización de unos diez mil indios, este juicio debió haber sido insultante. El abogado de 276 La corona española y la libertad de los indios esclavos Guzmán argumentó que el servicio de Pedro y Luisa era “en cosas menudas y de poca sustancia” y que su trabajo no alcanzaba ni siquiera para cubrir lo de su comida y vestido.5 En suma, las Leyes Nuevas no acabaron con la esclavitud de indios que ocurría en España de un solo tajo. Pero sí comenzaron un proceso que culminó con la desaparición total o casi total de esta institución. Después de 1542 fue notorio y público en toda España que los nativos que provenían de las Yndias de Su Magestad eran libres, y se supo también que muchos antiguos dueños de indios tuvieron que darlos por libres, e incluso tuvieron que pagarles salarios por el tiempo que habían trabajado. No es sorprendente pues que estos esclavos indios residentes en España hayan perdido mucho de su valor de intercambio después de 1542. Sus dueños no podían venderlos ni recuperar el precio que habían pagado por ellos por temor a ser denunciados. Y desde luego los esclavos indios mismos cobraron conciencia de que podían buscar su libertad por la vía legal como fue el caso de Beatriz y Catalina en la villa de Carmona. Durante la segunda mitad del siglo XVI y aun en las primeras décadas del XVII todavía se vendieron y compraron indios del Nuevo Mundo en España. Pero estas transacciones fueron disminuyendo hasta desaparecer por completo.6 Los esclavos de Nueva España Desde luego que la corona también buscó erradicar la esclavitud de indios en las colonias americanas. Pero aquí la situación era muy otra. 5 6 El autor tiene en su poder una relación de 79 procesos, aunque a menudo no se sabe cuál fue el destino final de los demandantes. Para el caso de la demanda de Pedro y Luisa contra Nuño de Guzmán ver la “Receptoría pedida por Nuño de Guzmán” AGI, Patronato, 280, N. 2, R. 137; la “Real Provisión” AGI, Indiferente, 424, L.22, F. 261V; y la “Ejecutoria del pleito de Nuño de Guzmán” AGI Patronato, 281, N.1, R. 3, entre otros documentos. Ver por ejemplo a Mira Caballos, Esteban, “De esclavos a siervos: amerindios en España tras las Leyes Nuevas de 1542” Revista de Historia de América 140 (enerojunio 2009), pp. 95-110. 277 Andrés Reséndez En el Nuevo Mundo la población de esclavos indios no era marginal como en España sino que constituía el cimiento principal de las economías de extracción. En Nueva España, por ejemplo, la importancia de los esclavos indios quedó de manifiesto desde la llegada misma de Hernán Cortés a las costas del Golfo de México. El conquistador anticipaba ya que habría muchos indios que no se someterían voluntariamente así que le pedía al rey autorización para repartirlos como esclavos “como se acostumbra hacer en tierra de infieles pues es cosa muy justa” según escribió.7 La conquista de Cortés subyugó a millones de indios poniéndolos bajo el control de unos cuantos miles de españoles. Esclavizarlos a todos ellos hubiera sido imposible e innecesario. En vez de esto Cortés adaptó la encomienda –institución que ya se había venido utilizando en el Caribe– a la realidad de Nueva España. Y así fueron los españoles de pueblo en pueblo concediéndolos en encomienda. En el caribe la encomienda, que inicialmente había sido implementada para proteger a los indios de la explotación indiscriminada generada por las minas de oro, falló en su cometido. En el caso de las poblaciones del centro de México, sin embargo, la encomienda sí ofreció una cierta protección a los indios. Desde luego que podemos encontrar muchos casos de encomenderos abusivos. Pero en general los pueblos agricultores del centro de México continuaron viviendo en sus lugares de origen, retuvieron a sus caciques y autoridades tradicionales, y sólo tuvieron que transferir una parte de su producción al encomendero. En otras palabras, no podemos considerar que la encomienda en el centro de México rayara la esclavitud.8 7 8 278 La cita aparece en Zavala, Silvo, Los Esclavos Indios en Nueva España. México, El Colegio Nacional, 1967. p. 1. Los primeros cronistas y muchos otros documentos dan fe muy clara de las actividades esclavistas durante la primera mitad del siglo XVI. Hay muchos trabajos a este respecto como los ya clásicos de Simpson, Lesley, The Encomienda in New Spain: The Beginning of Spanish Mexico. Berkeley, University of California Press, 1966; y Gibson, Charles, The Aztecs under the Spanish: A History of the Indians of the Valley of Mexico. Stanford, Stanford University Press, 1976, passim. La corona española y la libertad de los indios esclavos Pero además de los indios dados en encomienda, los conquistadores españoles también adquirieron miles de esclavos. Muchos de ellos fueron obtenidos durante campañas y guerras, y por esta razón éstos se llamaron esclavos de guerra. Según Bernal Díaz, los españoles requerían tres veces para que los indios vinieran de paz, “y si no quisiesen venir y diesen guerra, que les pudiésemos hacer esclavos y echar un hierro en la cara.” De hecho la corona permitió a Cortés y a sus hombres hacer esclavos de guerra en tanto pagaran impuestos por ellos, tales como el quinto real. Contamos así con las cuentas reales para el periodo que va de enero de 1521 a mayo de 1522, es decir unos meses antes y otros después de la caída de Tenochtitlán. Tomando en cuenta el valor de mercado de los esclavos indios en ese momento podemos estimar que los españoles pagaron impuestos correspondientes a unos 8,000 esclavos indios en números redondos. Además, en los meses y años que siguieron a la caída del imperio azteca, entraron a la ciudad de México miles de esclavos a medida que se fueron extendiendo las conquistas a otras partes como Oaxaca, Michoacán, Tututepec, y hasta Guatemala. “Entraban los esclavos de distintas partes” –comentó fray Toribio de Benavente– “eran traídos a México en grandes rebaños como si fueron ovejas.”9 Además de los esclavos de guerra, los españoles compraban indios que ya habían sido esclavizados por otros indios y que se vendían en mercados al aire libre llamados tianguis. A estos esclavos se les llamaba de rescate para distinguirlos de los otros y se les ponían un hierro distinto en la cara. Sería largo hacer un recuento pormenorizado de las prácticas precolombinas de esclavitud en el centro de México. Para nuestros propósitos me limito a decir que al interior de las sociedades precolombinas 9 La primera cita es de Díaz, Bernal, Historia Verdadera, II, 594-595. El número de indios esclavos a partir de las cuentas reales proviene del cálculo hecho por Berthe, Jean-Pierre, “Aspectos de la esclavitud de los indios en la Nueva España durante la primera mitad del siglo XVI” en Estudios de Historia de la Nueva España de Sevilla a Manila. Guadalajara, MX: Universidad de Guadalajara, 1994. p. 67. La segunda cita es de fray Toribio de Benavente, Historia de los Indios de Nueva España. México, Porrúa, 1973. p. 92. 279 Andrés Reséndez del centro de México crímenes tales como robo o violación a menudo eran castigados esclavizando a los culpables. Había otros cautivos que provenían de provincias más distantes en donde había guerras o podían ser adquiridos por mercaderes mexicas. Desde luego había cautivos que se destinaban a las festividades que requerían sacrificios humanos y canibalismo ritual. Pero la mayoría de ellos simplemente se vendían al aire libre en los tianguis o mercados para uso común. Durante las décadas posteriores a la conquista estos esclavos indios se siguieron ofreciendo en los mercados y en las calles. Estos esclavos de rescate eran muy numerosos y podían adquirirse fácilmente a cambio de cuchillos, mantas, o varios otros objetos. Como se trataba de transacciones entre privados que no eran fiscalizadas ni gravadas por la corona, no tenemos la menor idea de cuántos esclavos de rescate pudo haber en el centro de México.10 El número de esclavos de rescate rápidamente alcanzó las decenas de miles. Probablemente exagerando, el Padre Las Casas afirmó que en México, Centro América, y Venezuela se hicieron más de tres millones de esclavos. Con mayor mesura, el franciscano Motolinia estimó el número total de esclavos hechos en las diferentes provincias de México hasta el año de 1555 en una amplia horquilla que pudo oscilar entre los 100.000 y 200.000. Pero aún en el caso de que fueran 100.000 el dato no es poco significativo e indica que los esclavos indios representaron una fuerza laboral importante en la economía de Nueva España.11 La necesidad que había de esclavos se hizo más visible con el desarrollo de las minas de oro en la década de 1520. Al principio los mineros españoles obligaron a muchos indios de encomiendas a trabajar en estas minas. Pero éstos se resistieron y con razón dijeron que violaba el acuerdo original entre encomendados y encomenderos. Además después de 10 11 280 Sobre los esclavos de rescate ver el trabajo de Zavala, Los Esclavos Indios en Nueva España, capítulo 1. Son bien conocidos estos dos números tan divergentes proporcionados por Las Casas y Motolinía. Ver a Berthe, “Aspectos de la esclavitud de los Indios”. pp. 66-67; y Livi Bacci, Massimo, Conquest: The Destruction of the American Indios. Cambridge, Polity Press, 2008. Capítulo 2. La corona española y la libertad de los indios esclavos la desastrosa experiencia de los indios de encomienda en las minas del Caribe, la corona optó por prohibir su uso para tales menesteres. Así que los mineros españoles de México tuvieron que echar mano de los esclavos indios para explotar las minas de oro. La mejor evidencia de este fenómeno lo encontramos en documentos notariales de la época que revelan un mundo fascinante de esclavitud y explotación en el que indios esclavos y algunos negros laboraban juntos en cuadrillas. Por ejemplo, entre estos documentos tenemos los pertenecientes a una sociedad para explotar unas minas en Michoacán entre Fernando Alonso, herrero de la ciudad de México, y un ranchero llamado Nicolás López de Palacios Rubio. El herrero se comprometió a aportar herramientas y bateas para coger oro y 100 esclavos indios “y si se puede hasta 200” mientras que el dueño del rancho se obligaba a alimentarlos al menos durante un año. Igualmente contamos con la documentación de Pedro González Nájera, vecino de la ciudad de México, quien en 1528 vendió un centenar de esclavos indios entre hombres y mujeres que tenía en una mina de oro en Oaxaca con todo y sus herramientas y bateas y quienes describe como “esclavos de buena guerra y diestros en las minas” por quienes pretende 6 pesos por cada uno de ellos. De éste y otros documentos se desprende que tanto hombres como mujeres trabajaban en las minas. Por ejemplo, un contrato de 1525 entre Pedro de Villalobos y Álvaro Maldonado estipulaba que cada socio debía aportar 50 esclavos “entre hombres y mujeres”; mientras que la venta de otra mina en 1528 incluía “esclavos indios de la tierra, mitad machos y mitad hembras, que fuesen de treinta años para abajo.”12 12 Acuerdo de sociedad entre Fernando Alonso y Nicolás López de Palacios Rubio, México, 27 de febrero de 1528, Acerbo Histórico del Archivo General de Notarias del Distrito Federal [AHAGNDF], Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 372, folios 297/298; venta que hace Pedro González Nájera en favor de Antón de Carmona, México, 3 de junio de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 494, folios 383v/384. Contrato entre Pedro de Villalobos y Álvaro Maldonado, México, 27 de agosto de 1525, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 52, ficha 17, folios 33v/35. Contrato para crear una sociedad entre Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez, México, 19 281 Andrés Reséndez Junto con los esclavos indios laboraban algunos africanos que valían mucho más y comúnmente eran destinados a tareas más especializadas. Por ejemplo la cuadrilla de Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez estaba constituida por 20 esclavos indios y cuatro africanos, estos últimos dedicados a operar una fragua de herrería. Una de las provisiones de este contrato era que si estos cuatro esclavos “maestros del oficio” huyeran o murieran por alguna razón, ambos socios absorberían la pérdida por mitades. Con el paso de los años el precio de los esclavos indios fue subiendo y los esclavos procedentes de África se volvieron más numerosos, pero en todo caso los esclavos indios siguieron predominando en la explotación de las minas.13 Como en muchas otras cosas, el ubicuo Hernán Cortés fue el pionero en estas actividades. Después de haber subyugado al imperio azteca, el conquistador de México dedicó sus considerables recursos materiales e inagotable energía a la explotación de minas. Como queda de manifestó en los documentos notariales, la minería no era nada más un asunto de mandar esclavos a que escarbaran túneles sino que había que proveerlos de herramientas y alimentos producidos por otros indios. Así que Cortés, como el mayor encomendero que había en la Nueva España, tenía una posición inmejorable para hacer que tales indios sustentaran a los esclavos que tenía en las minas. El nombre del Marqués del Valle 13 282 de octubre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 816, folios 633/633v; poder notarial otorgado por Juan Domínguez a Alonso Martín de Jerez para vender 60 indios esclavos enviados a las minas de Zacatula, México, 19 de febrero de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 212, folios 346/347; venta de Martín Vázquez en favor de Alonso García, México, 30 de septiembre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 715, folios 554v/555; contrato entre Pedro de Villalobos y Álvaro Maldonado, México, 27 de agosto de 1525, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 52, ficha 17, folios 33v/35; entre otros. Contrato para formar una sociedad entre Pedro de Sepúlveda y Martín Sánchez, México, 19 de octubre de 1528, AHAGNDF, Notaría No. 1, escribano público Juan Fernández del Castillo, Volumen 54, ficha 816, folios 633/633v. La corona española y la libertad de los indios esclavos aparece frecuentemente en documentos de compraventas de minas. Por ejemplo, el 20 de noviembre de 1536 adquirió la cuarta parte de la llamada Mina Rica de la Albarrada en Sultepec junto con veinte esclavos de ambos sexos. Ese mismo día pagó 10.000 pesos por otra cuarta parte de la misma mina que también incluía “cierto número de esclavos con sus herramientas.” Y también en esa ocasión compró otra mina cercana que incluía otros 70 esclavos indios por 6.230 pesos. En otras palabras, en un solo día el conquistador de México adquirió más de cien esclavos que debía alimentar y vestir si quería que las minas siguieran produciendo, una circunstancia que para Cortés no era difícil de solventar dado el acceso que tenía a estas provisiones mediante sus encomiendas.14 En la década de 1530 el futuro de la Nueva España parecía estar fuertemente ligado a la minería. La explotación de oro mediante la mano de obra esclava era el mecanismo para adquirir riqueza. Pero para colmo de males fue entonces cuando el emperador Carlos V y algunos allegados de su corte comenzaron a hablar acerca de la abolición tanto de la esclavitud de indios como de encomiendas. En 1539 el emperador ordenó a la Audiencia de México liberar a todos los esclavos indios. 14 Venta que hace Melchor Vázquez en favor de Hernán Cortés, México, 20 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1 escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 212, folios 420/423; Hernán Cortés reconoce la deuda que tiene con Juan de Cuevas, México, 20 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1 escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 214, folios 426/428; Contrato entre Hernán Cortés y Alonso Sosa, México, 24 de noviembre de 1536, AHAGNDF, Notaría No. 1 escribano real Martín de Castro, Volumen 33, ficha 225, folios 449/451. Cortés además era el dueño principal de las minas de in Taxco. Ver a Haskett, Robert S., “’Our Suffering with the Taxco Tribute’: Involuntary Mine Labor and Indigenous Society in Central New Spain” The Hispanic American Historical Review 71:3 (agosto de 1991), pp. 447-475; Berthe, Jean-Pierre, “Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuantepec, 1540-1547” en Estudios de Historia de la Nueva España de Sevilla a Manila, pp. 15-24; y Zavala, Los Esclavos Indios en Nueva España, capítulo 1. Para una fascinante visión del papel de los indios encomendados en las minas del occidente de México ver el trabajo de Calvo, Thomas, et. al., Xalisco: La voz de un pueblo en el siglo XVI. México, CIESAS, 1993; y Altman, Ida, The War for Mexico’s West: Indians and Spaniards in New Galicia, 1524-1550. Albuquerque, University of New Mexico Press, 2010. Capítulo 3. 283 Andrés Reséndez Esta tajante orden tomó a los dueños de esclavos, mineros, y aún los oficiales reales por sorpresa. Luego de discutir acaloradamente la situación durante algunos días, los miembros de la Audiencia respondieron al emperador implorándole que reconsiderara la orden. La Audiencia también recogió algunos testimonios de los residentes españoles más respetados y que habían vivido en México por más tiempo. Según la usanza de la época, los testigos debían contestar a preguntas que a veces se prolongaban durante media página o más a la que debían responder con un simple “sí” o “no” como esta: “¿Sabe que el dicho Marqués del Valle [Hernán Cortés] dijo haber hallado a una español que se llamaba Jerónimo de Aguilar el cual estaba en una tierra que se llama Yucatán en poder de los yndios naturales de ella, y que él dijo que hace muchos años era cautivo de los dichos yndios.” La pregunta 22 del cuestionario seguía la misma línea argumentativa: “¿Sabe que los yndios naturales de esta Nueva España han tenido y tienen por costumbre de tener entre ellos yndios esclavos en su poder, y los venden y compran públicamente por los tianguis para servirse de ellos en sus haciendas y granjerías?”. Otras preguntas del cuestionario enfatizaban los efectos benéficos de la esclavitud: “¿Sabe que los esclavos que los yndios de esta Nueva España tienen en su poder están mejor tratados y van teniéndoles instruidos en las cosas de nuestra Santa Fe Católica?” o bien ““¿Sabe que los naturales de tierra extraña son idólatras y que comen carne humana?”. La última sección estaba dedicada a temas económicos: “¿Sabe que en esta Nueva España no hay mucha hacienda ni trabajadores más que los esclavos naturales de la tierra, porque con ellos los españoles sacan oro y plata de las minas y también ganados y hacen haciendas y granjerías… y sin ellos Su Magestad se hallaría muy deservido en que se perdiese y despoblase un tan gran reyno y señorío como es esta Nueva España?”. Pese a todas estas objeciones el monarca promulgaría las Nuevas Leyes que de facto pusieron en libertad a la mayoría de los indios.15 15 284 Información hecha en la ciudad de México sobre la libertad de los Indios, México, 6 de septiembre de 1539, AGI Justicia, 1029. La lucha entre esclavistas y anti-esclavistas en México puede entreverse muy claramente en una carta que los franciscanos de México enviaran al emperador, México, 31 de julio de 1533, en Cuevas, La corona española y la libertad de los indios esclavos En España las Nuevas Leyes causaron malestar y descontento. Pero en las colonias Americanas causaron rebeldía. En el virreinato del Perú un grupo de colonos asesinó y decapitó al funcionario enviado desde España para hacer cumplir las nuevas ordenanzas. En la Nueva España el arribo de Francisco Tello Sandoval, inquisidor y miembro del Consejo de Indias, causó conmoción. A su entrada a la ciudad de México en 1544 Tello Sandoval se encontró con que algunas de las autoridades locales salieron a recibirlo vestidos de luto. Durante las reuniones que sostuvo con las autoridades civiles y eclesiásticas de México la economía se paró por completo y se extendió el estupor. Después de escuchar amenazas y súplicas, Tello Sandoval aceptó primero posponer la lectura pública de las Nuevas Leyes y suspender algunas de sus provisiones.16 En general, el público lector tiende a asociar las Nuevas Leyes de 1542 no con la esclavitud de indios sino con las encomiendas. Uno de los artículos más controvertidos de las Nuevas Leyes fue el de la suspensión en el otorgamiento de nuevas encomiendas. En efecto, esto hubiera dado fin a las encomiendas porque las que ya se habían dado pasarían a manos de la corona a la muerte del encomendero con lo cual todas las encomiendas habrían desaparecido en una generación. Los colonos españoles radicados en el Nuevo Mundo mostraron tal oposición a esta provisión de las Nuevas Leyes que al final la corona tuvo que suspender su aplicación. Este hecho ha generado la percepción de que las Nuevas Leyes no se aplicaron. La realidad, sin embargo, es muy otra. La corona de hecho continuó pugnando por la aplicación de otros artículos de la nueva ordenanza incluyendo la que se refería a la prohibición de la esclavitud de indios. 16 Mariano ed., Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México. México, Porrúa, 1975. pp. 14-15. Para mayores pormenores sobre estos acontecimientos ver los trabajos de Zavala, Los esclavos indios en Nueva España. Capítulo 2; Aiton, A. S., Antonio de Mendoza: First Viceroy of New Spain. Durham, Duke University Press, 1927. pp. 96-98; y Simpson, The Encomienda in New Spain. pp. 130-135. 285 Andrés Reséndez En 1550 la corona envió a un nuevo virrey a Nueva España, don Luís de Velasco, con instrucciones muy claras en el sentido de poner en libertad a los Indios del Virreinato. Pero su llegada ocurrió en circunstancias muy poco propicias. Las minas de Zacatecas, descubiertas cuatro años antes, empezaban a dar muestras de una riqueza sin precedentes en la historia minera de Nueva España. A la llegada del virrey Velasco, la colonia se estaba recuperando de lo que había sido la rebelión indígena más seria hasta entonces, la llamada guerra del Mixtón o guerra de los Peñoles que se extendería de 1542 (justo en año de la promulgación de las Nuevas Leyes) hasta 1546. Esta rebelión que había logrado aglutinar a varias naciones del occidente de México en contra de los españoles estuvo a punto de expulsar a los europeos de toda esa zona que constituía una nueva y muy importante frontera de minas de plata. Los nuevos descubrimientos de plata y la guerra del Mixtón habían impedido que se aplicaran las Leyes Nuevas. En particular la abolición de la esclavitud de indios parecía muy inoportuna en este contexto pues, como hemos visto, la institución resultaba fundamental para la explotación minera y segundo constituía una forma ideal para castigar a los indios rebeldes del occidente de México transformándolos en mano de obra productiva.17 Pese a todo esto el virrey Velasco procedió a nombrar a Bartolomé Melgarejo como procurador encargado de ayudar a los indios a que emplazaran a sus dueños y lograran su libertad. El nombramiento de Melgarejo fue un paso decisivo. Desgraciadamente el flamante procurador resultó ser no un decidido abolicionista sino un abogado temeroso que usaba distinciones sin importancia y argumentos espurios para minimizar los efectos de las Nuevas Leyes en la Nueva España. Con todo, entre 1551 y 1554 liberó a unos 647 indios.18 17 18 286 Sarabia Viejo, María Justina, Don Luís de Velasco virrey de Nueva España 15501564. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978. pp. 303-309. Para una lista organizada por años acerca de los esclavos indios liberados ver los trabajos de Berthe, “Aspectos de la esclavitud de los indios en la Nueva España durante la primera mitad del siglo XVI”, 81; y Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, pp. 133-134. La corona española y la libertad de los indios esclavos El grupo de reformadores y antiesclavistas españoles que redactaron y promulgaron las Nuevas Leyes de 1542 lograron mucho con sus esfuerzos. En España esta ordenanza liberó a un porcentaje importante de los esclavos indios que a la sazón residían en España y provocó un proceso de disolución de la institución que culminaría con su total o casi total desaparición en las primeras décadas del siglo XVII. No obstante, en las colonias españolas en el Nuevo Mundo las Nuevas Leyes de 1542 tuvieron un impacto tardío y liberaron a un porcentaje mucho menor de la población de esclavos indios. La economía colonial simplemente dependía en grado sumo de la mano de obra indígena esclava. Así que las buenas intenciones de los reformadores de la metrópolis se toparon con las realidades de un mundo colonial extractivo basado en la explotación laboral. Los dueños de esclavos indios, en colusión con autoridades coloniales, buscaron fórmulas para dar cumplimiento meramente formal a estos ordenamientos pero asegurándose de no agotar la mano de obra servil de los indios. En el fondo las Nuevas Leyes no lograron que la esclavitud de indios desapareciera sino simplemente que se hiciera más difícil de detectar y por lo tanto más difícil de erradicar. Por ejemplo, la captura de indios por distintas razones se desplazó a zonas fronterizas fuera del control de las autoridades coloniales y en donde los capitanes de guerra podían pedir que se hicieran excepciones a la prohibición general de la esclavitud dada la naturaleza especialmente “bárbara” de los indios fronterizos. O bien tratantes de esclavos, coludidos con autoridades locales e incluso gobernadores, le dieron vuelta a la ley prohibitiva aprendiendo indios que eran considerados no como esclavos sino como “criminales” cumpliendo condenas o como “rebeldes” o “sirvientes” o indios “encomendados” o “congregados” o usando algún otro eufemismo que en el fondo preservaba la esencia de la esclavitud con otro nombre. De esta manera la esclavitud de indios no solamente logro subsistir después de las Nuevas Leyes de 1542 sino que perduró en el Nuevo Mundo por lo menos hasta finales del siglo XIX. 287 Andrés Reséndez Bibliografía AITON, A.S. 1927 Antonio de Mendoza: First Viceroy of New Spain. Durham, Duke University Press. ALTMAN, Ida 2010 The War for Mexico’s West: Indians and Spaniards in New Galicia, 1524-1550. Albuquerque, University of New Mexico Press. BERTHE, Jean-Pierre 1994 “Aspectos de la esclavitud de los indios en la Nueva España durante la primera mitad del siglo XVI” en Estudios de Historia de la Nueva España de Sevilla a Manila. Guadalajara, MX: Universidad de Guadalajara. BERTHE, Jean-Pierre s/f “Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuantepec, 1540-1547” en Estudios de Historia de la Nueva España de Sevilla a Manila, pp. 15-24. BLACKBURN, Robin 1997 The Making of New World Slavery: From the Baroque to the Modern 1492-1800. Nueva York, Verso. CALVO, Thomas, et al. 1993 Xalisco: La voz de un pueblo en el siglo XVI. México, CIESAS. CUEVAS, Mariano ed. 1975 Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México. México, Porrúa. GIBSON, Charles 1976 The Aztecs under the Spanish: A History of the Indians of the Valley of Mexico. Stanford, Stanford University Press. GROSS, Ariela J. 2000 Double Character: Slavery and Mastery in the Antebellum Southern Court. Princeton, Princeton University Press. HASKETT, Robert S. 1991 “‘Our Suffering with the Taxco Tribute’: Involuntary Mine Labor and Indigenous Society in Central New Spain” The Hispanic American Historical Review 71:3 (agosto), pp. 447-475. 288 La corona española y la libertad de los indios esclavos LIVI BACCI, Massimo 2008 Conquest: The Destruction of the American Indios. Cambridge, Polity Press. MIRA CABALLOS, Esteban 2009 “De esclavos a siervos: amerindios en España tras las Leyes Nuevas de 1542” Revista de Historia de América 140 (enero-junio), pp. 95110. MIRA CABALLOS, Esteban 1997 El Indio Antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (14921542). Sevilla, Muñoz Moya, editor. MIRA CABALLOS, Esteban 2000 Indios y mestizos Americanos en la España del siglo XVI. Madrid, Iberoamericana. OWENSBY, Brian P. 2008 Empire of Law and Indian Justice in Colonial Mexico. Stanford, Stanford University Press. SARABIA VIEJO, María Justina 1978 Don Luís de Velasco virrey de Nueva España 1550-1564. Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. SIMPSON, Lesley 1966 The Encomienda in New Spain: The Beginning of Spanish Mexico. Berkeley, University of California Press. TORIBIO DE BENAVENTE 1973 Historia de los Indios de Nueva España. México, Porrúa. ZAVALA, Silvo 1967 Los Esclavos Indios en Nueva España. México, El Colegio Nacional, 1967. 289 El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII1 Carla Mendiola2 En los años posteriores a la conquista de la Nueva España, las autoridades en Madrid y en la ciudad de México se enfrentaron al reto de cómo definir y controlar una sociedad diversa que estaba dando origen a una descendencia más diversa. Mestizaje es la mezcla a largo plazo de la sangre y las culturas para, finalmente, producir una cultura propia. Según la Real Academia Española, la autoridad de la lengua española, mestizaje significa: en primer lugar, cruzamiento de razas diferentes; también se entiende por conjunto de individuos que resultan de este cruzamiento; y, además, por la mezcla de culturas distintas, que da origen a una nueva3. Los criterios de identidad cambiaban mientras las ideas viajaban desde España a Nueva España, y también cambiaron con el tiempo. ¿Cómo se determinaba la identidad en el siglo XVIII cuando los criterios previos ya no eran útiles o pragmáticos en una sociedad cada vez más mixta racial y culturalmente? Y, ¿presentaba vivir en una frontera alguna diferencia en la adhesión de los colonos a las directrices 1 2 3 Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas. Southern Methodist University, Dallas El Diccionario de la lengua española (DRAE) en línea, 22ª edicion, (Madrid: Real Academia Española, 2001), s.v. “ Mestizaje,” http://lema.rae.es/drae/?val=mestizaje (consultado el 1 de noviembre de 2013). 291 Carla Mendiola del mestizaje?. Este estudio describe el contexto más amplio de mestizaje en la Nueva España, y ofrece ejemplos de las diferentes manifestaciones del mestizaje en la frontera de Texas. En cuanto a la primera pregunta, las definiciones iniciales de los diferentes grupos en España se basaban en las diferencias religiosas entre los cristianos y los no cristianos, ya fueran musulmanes, judíos, etc. Esta práctica continuó en la Nueva España en el siglo XVI. Españoles cristianos y sus sirvientes africanos se consideraban parte de la república de españoles gobernada por el rey español. Todos los indios no-cristianos y católicos, desde sociedades complejas y urbanas hasta pequeños grupos nómadas, pertenecían a la república de indios y fueron gobernados por la Corona española a través de sus respectivos líderes indígenas4. La variedad de uniones multiétnicas y sus descendientes mixtos con el tiempo dio lugar a un sistema de clasificación –una sociedad de castas o el sistema de castas– que tanto reflejaba como formaba una jerarquía socio-económica de castas. Estos descendientes se concebían a veces a través de las uniones consentidas o matrimonios mixtos o a través de la coacción o la violencia, en muchos casos fuera del matrimonio, lo que a su vez afectaba la posición social por ser reconocido como hijo legítimo o ilegítimo de uno o ambos padres5. 4 5 292 Indios, europeos y africanos se presentan a menudo como grupos monolíticos, pero estos términos abarcan muchos grupos diferentes con historias propias, y que participaban en el mestizaje cultural y biológico mucho antes del contacto en las Américas. La rica historia de estos grupos va más allá del alcance de este trabajo. Existen numerosos estudios sobre la limpieza de sangre, el sistema de castas, la raza y la ilegitimidad. Los siguientes títulos se centran principalmente en la Nueva España. Para un estudio de cómo los criterios de identidad evolucionaron por primera vez en España y más tarde en la Nueva España, véase MARTÍNEZ, María Elena, Genealogical Fictions: Limpieza de Sangre, Religion, and Gender in Colonial Mexico. Stanford, Stanford University Press, 2008. Para una investigación de estas cuestiones en relación con las pinturas de castas, véase CARRERA, Magali M., Imagining Identity in New Spain: Race, Lineage, and the Colonial Body in Portraiture and Casta Paintings. Austin, University of Texas Press, 2003. Para un estudio de la intersección entre raza y clase véase COPE, R. Douglas, The Limits of Racial Domination: Plebeian Society in Colonial Mexico City, 1660-1720. Madison, University of Wisconsin Press, 1994. Para una investigación sobre las cuestiones de la El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII Con el tiempo, las diferentes combinaciones de mestizaje y los esfuerzos para documentar el estatus social presentaron nuevos desafíos. Previamente los protocolos de identidad bien definidos y los grupos raciales se habían multiplicado, hibridado, y llegado a ser tan complicados y ambiguos que incluso se cuestionaba la pureza de la sangre de un “español”. La apariencia física del cuerpo ya no era un factor determinante confiable de la propia posición en la jerarquía social y los administradores adoptaron un sistema que incluía la calidad, que hacía hincapié en las características intangibles de un individuo y su reputación, así como su herencia dentro del sistema de castas. La calidad de una persona –ascendencia, carácter, posición económica, ocupación y comportamientos asociados– se convirtió en el centro de cómo uno se percibía en la sociedad. Las élites españolas esperaban crear un sistema que permitiera identificar a las personas por sus rasgos físicos y morales, y así ayudar a mantener una sociedad colonial ordenada. Sin embargo, la creación de clasificaciones sociales y la aplicación de ese sistema eran dos cuestiones diferentes. Como un erudito explicó sucintamente, “las imágenes coloniales no muestran como era la vida, sino la vida tal como fue imaginada”6. Esto lleva a la discusión de la segunda pregunta, las expresiones del mestizaje en las zonas fronterizas. A pesar de que compartían puntos de vista similares, objetivos y lealtades, los nuevos colonos españoles que vivían en los centros urbanos y los de las regiones remotas de la frontera se enfrentaban a realidades muy diferentes. Al igual que el centro de México, los colonos de Texas estaban al tanto del sistema de castas, y muchos aspiraban a tener los privilegios de la élite. Sin embargo, 6 ilegitimidad, del honor y afines en el contexto más amplio de la América Latina colonial, véase TWINAM, Ann, Public Lives, Private Secrets: Gender, Honor, Sexuality, and Illegitimacy in Colonial Spanish America. Stanford, Stanford University Press, 1999; LIPSETT-RIVERA, Johnson, Lyman y Sonya (eds.), The Faces of Honor: Sex, Shame, and Violence in Colonial Latin America. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1998. Para la cita, véase LOREN, “Corporeal Concerns”, p. 28. Véase también MARTINEZ, Genealogical Fictions. 293 Carla Mendiola a diferencia de sus compatriotas del sur, el contexto de las condiciones de vida de los colonos en Texas llevó a muchos a no tener en cuenta de buena gana la jerarquía del sistema de castas mediante la participación en el mestizaje cultural y biológico, la práctica de un mestizaje más abiertamente, y la aceptación de una jerarquía más fluida. Los Adaes, San Antonio, y la región del Valle Bajo del Río Grande de Tejas, ofrecen ejemplos de cómo los vecinos indígenas, europeos, las castas de sangre mixta y los vecinos africanos se adaptaron en la frontera. Tanto la distancia, el medio ambiente, y el hecho de que los indios fueran la fuerza dominante en la región previnieron otros aspectos de la vida. Texas no ofreció ninguna riqueza mineral y existían pocos ríos navegables para atraer a los colonos españoles. La importancia de Texas para España radica en su papel como una zona de amortiguación frente a sus rivales europeos y, como un puesto de avanzada contra los grupos indígenas locales que competían por el control de esta zona7. Los Adaes, San Antonio y la zona del Bajo Río Grande son tres ejemplos de cómo se produjo el mestizaje en las comunidades fronterizas españolas de Texas. Las comunidades fronterizas planteaban diferentes desafíos. Hacer cumplir las reivindicaciones territoriales, sobre todo en el norte de la Nueva España, fue especialmente difícil para la Corona española, dada la escasa población de la región8. Los asentamientos españoles en Texas 7 8 294 Kessell, John, Spain in the Southwest: A Narrative History of Colonial New Mexico, Arizona, Texas, and California. Norman, University of Oklahoma Press, 2002; WEBER, David, The Spanish Frontierin North America. New Haven y Londrés: Yale University Press, 1992, y Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment. New Haven y Londrés: Yale University Press, 2005. Hacia 1650, aproximadamente 440.000 españoles habían emigrado al Nuevo Mundo, sin embargo pocos se habían establecido en las provincias del norte. Los colonos españoles tenían más opciones, a diferencia de los ingleses y franceses, que tenían colonias americanas sólo en el norte. La mayoría de los españoles preferían las zonas mineras financieramente más prometedoras de México, América Central y la región andina de América del Sur, en lugar de las regiones áridas y de escasos recursos del remoto norte. Sin embargo, en la década de 1700, el imperio español continuó explorando y estableciendo asentamientos en la frontera norte. En 1790, El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII eran remotos, siendo complicado controlar y proteger el territorio, y más arduo aún encontrar cónyuges aceptables. Los colonos fronterizos ya eran a menudo un grupo variopinto antes de llegar a su destino. Se trataba de misioneros y soldados, españoles nacidos en España o en la Nueva España de familias mestizas del centro y el norte de México que querían mejorar su posición social, los indígenas de la zona o centro de México (particularmente tlaxcaltecas), y también hombres solteros de reputación respetable así como otros de carácter cuestionable. Los administradores españoles ofrecían tierras o títulos a los españoles que estaban dispuestos a proteger las tierras reclamadas por España para establecer asentamientos o para convertir a los indígenas en ciudadanos cristianos y leales al monarca español. Los incentivos de propiedades y títulos eran necesarios para atraer a los soldados y colonos a la frontera, sobre todo cuando descripciones desfavorables llegaban a zonas más seguras, como denunció el gobernador de Texas Don Domingo Cabello y Robles que Texas era “peor que la Siberia o Laponia”9. Además la necesidad de protección militar introdujo automáticamente la presencia de muchos hombres solteros de variados orígenes españoles y de las castas. El desequilibrio de género abrió la puerta a desafiar los protocolos sociales y raciales y las prácticas matrimoniales aceptables. Sin embargo, algunos miembros de las comunidades fronterizas aún se mantenían preocupados por las categorías de castas y el estatus de calidad. La coexistencia o la rivalidad entre europeos e indios por el control de Texas tomaron diferentes formas que variaron según el lugar y la época. Los indígenas resistían cuando se sentían amenazados, se rendían cuando era necesario, coexistían cuando era posible y dominaban 9 Nueva España contenía aproximadamente 3,7 millones de habitantes, cerca del 60% de los cuales eran indios. En 1820, según nuevas estimaciones de población, la Nueva España llegó a 6,2 millones. Para la estimación del siglo XVII y las zonas de asentamiento, Véase WEBER, Spanish Frontier, p. 90. Para las cifras de los siglos XVIII y XIX, véase del mismo autor Spanish Frontier, p. 274. DE LA TEJA, Jesús F. “Why Urbano and Maria Trinidad Can’t Get Married: Social Relations in Late Colonial San Antonio”, en Southwestern Historical Quarterly, vol.112, no.2, Oct. 2008. p. 121-146. Cita p.136 295 Carla Mendiola más de lo esperado10. La relación entre los españoles y los indios se desarrolló dependiendo de la fuerza de cada grupo, sus demografías y los recursos naturales disponibles en la zona. Los africanos participaron también aunque en menor número. Un africano, Estebánico, fue uno de los primeros en explorar la frontera norte en el siglo XVI, pero durante todo el período colonial la mayoría de los africanos se concentraban más al sur de Nueva España, en la ciudad de México, cerca de las minas, o cerca de puertos donde los africanos llegaban como esclavos, trabajaban como sirvientes, o eran libres11. El grado de mestizaje entre estos grupos se basaba en la capacidad de la élite gobernante para imponer la 10 11 296 Para más detalles sobre las naciones indígenas de esta región y la relación entre indios y europeos desde el contacto más temprano hasta el siglo XVIII, véase ARNN, John Wesley, III, Land of the Tejas: Native American Identity and Interaction in Texas, A.D. 1300 to 1700. Austin, University of Texas Press, 2012; FOSTER, William, Historic Native Peoples of Texas. Austin, University of Texas Press, 2008; HÄMÄLÄINEN, Pekka, The Comanche Empire. New Haven, Yale University Press, 2008; BARR, Juliana, Peach Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands. Chapel Hill, coeditado con el William P. Clements Center for Southwest Studies, Southern Methodist University, por University of North Carolina Press, 2007; JOHN, Elizabeth A. H. Storms Brewed in Other Men's Worlds: The Confrontation of Indians, Spanish, and French in the Southwest, 1540-1795. 1975, reimpresión de Lincoln, University of Nebraska Press, 1981; CHIPMAN, Donald, Spanish Texas 1519-1821. Austin, University of Texas, 1992; WEBER, David, Spanish Frontier y Bárbaros. Estebánico fue uno de los tres supervivientes de la expedición de Alvar Núñez Cabeza de Vaca por Norteamérica. Una copia de la versión de 1555 de La Relación se encuentra en los archivos de Texas State University, y está disponible en linea por http://alkek.library.txstate.edu/swwc/cdv/la_relacion/index.html (consultado el 1 de Noviembre de 2013). Entre 1521 y 1594, Nueva España importó aproximadamente 36.500 negros africanos mientras 8.000 de ellos se quedaban a vivir en la ciudad de México, véase CARRERA, Imagining identity in New Spain, p. 36. La información sobre la presencia de negros en la sociedad de Nueva España se puede encontrar en los títulos mencionados anteriormente en relación con la raza y la identidad. Para los estudios adicionales, que no están directamente relacionados con Texas, véase BROOKS, James F. Confounding the Color Line: The IndianBlack Experience in North America. Lincoln, University of Nebraska Press, 2002; SLUYTER, Andrew, Black Ranching Frontiers: African Cattle Herders of the Atlantic World, 1500-1900. New Haven, Yale University Press, 2012. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII separación social, en la disponibilidad de cónyuges aceptables, y en la voluntad de los colonos de seguir o ignorar las políticas administrativas. Cuando la legitimidad oficial no era una opción, algunas personas trataron de imitar la vestimenta y el comportamiento de la élite para alcanzar la respetabilidad. Sobre todo durante el siglo XVIII las elites se preocuparon cada vez más por que las castas pasaran como españoles. Un visitante habitual en México, Pedro O’Crouley, señaló en 1763 que “Muchos que pasan como españoles saben en sus corazones que son mulatos”12. En Los Adaes, los colonos seguían las prácticas jerárquicas de indumentaria o las adoptaban a sus necesidades13. También se nota que la distancia, los intereses religiosos de los misioneros para convertir indios, y la fe católica compartida entre los colonos europeos conducían a que en Los Adaes se priorizaran las necesidades fronterizas locales por encima de lo que dictaba la autoridad central. Tanto la misión de San Miguel de Linares de los Adaes, originalmente establecida en 1717, como el presidio Nuestra Señora del Pilar de Los Adaes, establecido en 1721, eran conocidos colectivamente como Los Adaes. Nombrada la capital de Texas en 1729 y ubicada cerca de la frontera actual entre Texas y Louisiana, esta comunidad fue el puesto más nororiental de la Nueva España y el responsable de la defensa contra las incursiones francesas en el Golfo de México y el río Mississippi. Ciertamente los colonos eran conscientes de las tensiones políticas entre los imperios europeos en América del Norte y las normas sociales del sistema de castas. Ellos sabían que debían limitar las interacciones con sus vecinos los indios Caddo, los franceses en el cercano puesto comercial de Natchitoches y sus esclavos o sirvientes africanos. Sin embargo, la interacción con los vecinos más cercanos, quienesquiera que fuesen, era considerablemente más fácil que visitar otros compatriotas en zonas distantes por senderos inciertos y a través de hostil territorio apache o comanche. 12 13 CARRERA, Imagining Identity in New Spain, p.43. LOREN, “Corporeal Concerns.” 297 Carla Mendiola La Corona debió haber sospechado esta tentación de ignorar sus políticas, por lo que trató de imponer la uniformidad en todo el imperio. Una táctica inicial fue la aprobación de leyes de suntuosidad que ordenaban los artículos de vestir adecuados para las diferentes clases. Como un erudito resumió, “La leyes de suntuosidad dictaban que los colonos españoles y soldados en el este de Texas necesitaban llevar la moda borbónica de abrigos recortados, chalecos bordados (chupas), camisas de encaje, pelucas empolvadas y sombreros de tres picos. Las mujeres españolas debían llevar vestidos de seda o brocado, adornadas con cintas o lazos, y pelucas empolvadas. Solamente se permitiría que los españoles se vistieran de seda, algo prohibido para todos los demás grupos. Se instruía que hombres y mujeres mestizos así como africanos vistieran a la moda Bourbon, imitando las modas usadas por las elites pero en estilos y telas más sencillos. Los estilos de vestido para los nativos –ropa de piel de venado cubierta con cuentas de semilla blanca– fueron prohibidos para todos los colonos españoles y mestizos. Los nativos en la Nueva España necesitaban vestirse con sus propias modas, no los estilos europeos”14. De acuerdo con algunos colonos en Los Adaes, ellos siguieron las leyes satisfactoriamente y reflejaban los dictados de la moda ideal. Un sastre orgullosamente declaró que él proporcionaba muchas de las prendas de su bien vestida comunidad. Otro colono de Los Adaes declaró “que sería raro encontrar a una esposa de un soldado o colono que no tuviera una camiseta de seda con trenza de plata o flecos”. Sin embargo, otros colonos y visitantes quedaron consternados por el vestuario indecente de los colonos, los soldados y sus familias, que se vestían con vestimenta de ante de los indios Caddo, mientras algunos incluso iban “sin camisas, sombreros o zapatos.” Estos incluso describían cómo algunos individuos “se vestían con pantalones de ante o bridas fijas con camisas de encaje y capotes militares”15. 14 15 298 Ibid., p.29. Ibid., p.29. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII Mapa de la Sierra Gorda y la costa mexicana Fuente: TIENDA DE CUERVO, José. “Mapa de la Sierra Gorda, y Costa de èl Seno Mexicano,” 1792, en Estado general de las fundaciones hechas por d. José de Escandón en la colonía del Nuevo Santander, Costa del Seno Mexicano. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1929-30. vol. 1. DeGolyer Library, Central University Libraries, Southern Methodist University. 299 Carla Mendiola Comparando los artefactos con las descripciones históricas de las prácticas de vestir, los arqueólogos han analizado hasta qué punto los colonos seguían las reglas jerárquicas de vestir a través del examen de los artefactos excavados en tres casas –la del gobernador y de otros dos colonos– en el presidio de Los Adaes que datan aproximadamente de 1725 a 1770. Se utilizaron dos categorías de vestimenta para determinar la clase y las prácticas sociales, el vestido y los adornos. Los artículos de vestir eran usados cerca del cuerpo, tales como la ropa, los botones y las hebillas, mientras que los adornos eran artículos usados sobre la ropa, como joyas, armas, medallas religiosas, cuchillos de cinturón y espadas. Eligieron las categorías de vestido y adornos para visualizar la complejidad de la identidad, es decir, el color de piel, la ropa y los adornos. Las variables relativas al cuerpo humano permanecieron sin cambios, salvo quizás las pinturas o los tatuajes, mientras que los otros dos elementos de identidad se adaptaron a las diferentes situaciones16. Una vez más, el cuerpo físico de un individuo y la identidad social estaban inextricablemente vinculados y conectados a su estatus social. Los artefactos asociados a los vestidos encontrados en la casa del gobernador eran principalmente artículos españoles de alto estatus, con algunos elementos que sugieren cierta mezcla de estilos de vestir. Los artículos de lujo consistían en encajes de oro, botones de adorno, medallones, joyas y piezas de espadas. Los artículos de vestir y adornos comunes incluyeron conos de latón Tinkler y cuentas de vidrio utilizadas para decorar la ropa17. Las otras dos casas contenían más de una mezcla de artículos. El hecho de que las tres casas mantuvieran una combinación de vestido y de adornos de clase superior y común sugiere que todas las clases participaban en algún nivel de la mezcla de estilos de vestir. Los colonos de Los Adaes aparentemente eran conscientes de los cambios en las políticas sociales y algunos trataron de seguirlos. Vivir en una zona fronteriza marcaba la diferencia ya que también era probable que advirtieran los cambios más tarde, debido a la distancia y el tiempo 16 17 300 Ibid., p. 30. Ibid., p. 33. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII para las comunicaciones, o los ignoraran debido a la impracticabilidad de las órdenes o a que simplemente no tenían acceso a sus prendas preferidas. La mezcla de prendas de vestir también sugiere que los colonos fronterizos de Los Adaes tenían una interpretación más flexible del sistema de castas. Parecían combinar ropa e identidades como una forma de ejercer la movilidad social. Como ha escrito un erudito, “con los códigos de vestimenta que existían en el este de Texas español, un hombre Caddo con taparrabo o falda pero con una camisa europea, que portase armas de fuego, cuchillos y anillos en los dedos, pudo haber tenido más acceso a cualquier oficio y una mayor participación política que un hombre Caddo que llevara una levita, quien sería visto como si se vistiera de una forma totalmente extraña”18. Los colonos de Los Adaes pudieron y a veces tuvieron que desarrollar una identidad cultural mixta para sobrevivir a través de formas culturales como el vestido, la vivienda, la construcción y las actividades diarias19. La religión, el comercio, la defensa y la necesidad de intimidad fueron otros factores que motivaron a que los colonos fronterizos rompieran con las normas administrativas. La distancia entre Los Adaes y otras colonias españolas y la cercanía del puesto francés de Natchitoches (establecido en 1714) obstaculizaron las comunicaciones para los administradores españoles. Saltillo, el centro de suministros más cercano en el norte de México estaba a cientos de kilómetros de distancia mientras que Natchitoches estaba aproximadamente a quince millas. San Antonio era otra opción pero el clima y el terreno podía dificultar las entregas de suministros en situaciones concretas como sucedió durante los cuatro meses de lluvias e inunda- 18 19 Loren indica que mediante la combinación de diferentes estilos de vestir, las personas estaban “cambiando su apariencia física y el estado de su cuerpo en la sociedad colonial.” LOREN, “Corporeal Concerns”, p. 34. Véase también, LOREN, Diana DiPaolo, “The Intersections of Colonial Policy and Colonial Practice: Creolization on the Eighteenth-Century Louisiana/Texas Frontier”, en Historical Archaeology, vol. 34, no. 3, p. 89. LOREN, Diana DiPaolo, “The Intersections of Colonial Policy”, pp. 85-98. 301 Carla Mendiola ciones en 172620. Teniendo en cuenta las dificultades de viajar largas distancias a las ciudades vecinas o a la capital y los probables ataques de los indios, es comprensible entender por qué la interacción con los grupos fuera del puesto resultaba infrecuente, y por qué se practicaban los matrimonios mixtos en las comunidades fronterizas21. La fe católica compartida con el deseo de los frailes franceses y españoles para convertir a los nativos Caddo locales, que interactuaban frecuentemente con los franceses, incitó a que los misioneros españoles celebraran servicios religiosos que incluían a españoles, franceses e indios. Como resultado, los vínculos familiares y comerciales también se desarrollaron entre los tres grupos. Natchitoches generalmente suministraba a Los Adaes alimentos mientras los misioneros españoles proveían servicios religiosos cuando los franceses no tenían ningún sacerdote. Bien es cierto que los indios voluntariamente intercambiaban productos pero pocos se convertían y las parejas franco-españolas se casaban sin desaliento. “El objetivo imperial de mantener una comunidad claramente ‘española’ y controlar el comercio ilícito fue socavada cada vez más por la realidad de la frontera de Louisiana y Texas”22. Aunque la afiliación imperial (español, francés, inglés) no fue un factor definitivo en el sistema de castas, los matrimonios entre colonos españoles y franceses se convirtieron en un tabú en una zona donde se intentaba mantener a los franceses fuera del territorio español. En 1766, Natchitoches era 20 21 22 302 Para la distancia y las lluvias, véase GALAN, Francis, “Presidio Los Adaes: Worship, Kinship, and Commerce with French Natchitoches on the Spanish-Franco-Caddo Borderlands, 1721-1773”, en Louisiana History, vol. 49, no. 2, Primavera 2008, p. 203. La tecnología moderna ofrece distancias aproximadas con fines comparativos, aunque la distancia real en tiempo es función del terreno, el clima y los vecinos hostiles que tuvieran que ser eludidos. De una manera aproximada, la distancia entre Los Adaes y San Antonio es de 644 kilómetros, 1.154 kilómetros de Los Adaes a Saltillo, 400 kilómetros de San Antonio al Bajo Río Grande-Reynosa, 1.385 kilómetros de San Antonio a la ciudad de México, 320 kilómetros de Reynosa a Saltillo y 1.150 kilómetros de Reynosa a la ciudad de México. Véase Google Maps, https:// maps.google.com/maps?hl=en&tab=wl (consultado el 1 de noviembre de 2013). GALAN, “Presidio Los Adaes,” pp. 191-208. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII mitad francesa y africana, con algunos españoles, indios y criollos (mestizos). A finales del siglo XVIII, Los Adaes era aproximadamente mitad española y de sangre mixta, con algunos franceses, indios y africanos.23 Teniendo en cuenta que los franceses comúnmente tenían esclavos o sirvientes africanos y mantenían relaciones íntimas con mujeres Caddo, es muy probable que la mezcla fuese más común en Natchitoches.24 Los matrimonios mixtos entre Natchitoches y los colonos de Los Adaes, por lo tanto, tenían el potencial para introducir más mestizaje en la comunidad de Los Adaes.25 Las condiciones de vida en las zonas fronterizas atraían a los franceses, y ofrecían más oportunidades de mestizaje, incluso a pequeña escala, en el ámbito español. La interdependencia de las dos comunidades coloniales era tan fuerte que cuando Natchitoches fue atacado por los indios Natchez, Louis Juchereau de Saint Denis solicitó apoyo militar de Los Adaes, que recibió en forma de once soldados y algunos indios aliados. Sin embargo, las apariencias políticas tenían que ser mantenidas. Al mismo tiempo que se llevaban a cabo los matrimonios entre españoles y franceses, o los funcionarios y misioneros españoles presentaban sus respetos en el funeral de Saint Denis, la correspondencia oficial describía lo contrario. Una carta de Los Adaes al virrey que informaba de la muerte de Saint Denis añadía que el resultado “era la promesa de vivir con menos miedo y un poco de consuelo en el futuro.”26 La vida en la frontera llevaba a que los colonos participasen de una forma más activa en las prácticas contra la administración y las políticas sociales, y también a ocultar las prácticas del escrutinio oficial. Los informes oficiales sobre el estado de 23 24 25 26 LOREN, “Intersections of Colonial Policy”, p. 86. Para los dos ejemplos de una supuesta disputa francesa sobre una mujer india y los dones de las mujeres indígenas como una muestra de gratitud, véase BOLTON, Texas in the Middle Eighteenth Century, p. 38, 40. Para una breve comparación de las políticas españolas y francesas de la mezcla y mestizaje cultural, véase Loren, “Intersections of Colonial Policy”, pp. 87-88. GALAN, Presidio Los Adaes,” pp. 193 y 202. BOLTON, Herbert, Texas in the Middle Eighteenth Century: Studies in Spanish Colonial History and Administration. 1915, reimpreso en Austin, University of Texas Press, 1970. p. 41. 303 Carla Mendiola negligencia de Los Adaes y la incorporación de la Louisiana francesa al imperio español llevaron eventualmente a la disolución de Los Adaes y al traslado de sus colonos, soldados, misioneros y algunos indios a San Antonio, donde esperaban nuevos retos sociales. En San Antonio, el mestizaje y el estatus social influyeron en las prácticas de matrimonio, los discutibles registros de identidad y la fluidez de las identidades sociales. Los misioneros franciscanos establecieron la misión de San Antonio de Valero en 1718; pocos días después se fundó el presidio militar de San Antonio de Béjar y la población civil de la Villa de Béjar.27 Inicialmente había más de cien grupos diferentes de indígenas viviendo o migrando a través de la región de San Antonio. A menudo entraban en la misión para escapar de las enfermedades, el hambre y los ataques de otros grupos indígenas. Las tribus de apaches y sus aliados hostigaron la comunidad de San Antonio en varias ocasiones durante las décadas de 1730 y 1740, hasta que éstos también se sintieron amenazados y se unieron a la misión debido a la invasión de los comanches. La población indígena de la misión podría alcanzar hasta los 300 neófitos, un número que fluctuó considerablemente.28 Teniendo en cuenta el número de grupos indígenas en el área de San Antonio, no es de extrañar que la mezcla ocurriera dentro y entre los diferentes grupos. Lo que puede sorprender es que el mestizaje se producía no sólo entre los indios más pacíficos por lo general asociados con la misión, sino también a veces incluía a los apaches y los comanches.29 Los niños y los 27 28 29 304 La misión San Antonio de Valero cambió varias veces de localización después de su fundación inicial en 1718, debido a las inundaciones y a un huracán, antes de establecerse finalmente en el lugar que ocupa hoy en 1724. SCHOELWER, Susan Prendergast, “San Antonio de Valero Mission,” in Handbook of Texas Online, Texas State Historical Association, http://www.tshaonline.org/handbook/online/articles/uqs08, (consultado el 9 de junio de 2013). WEBER, David, Spanish Frontier, pp. 191-195. WEBER, David, Spanish Frontier, p. 192. Para obtener una descripción de los grupos Coahuiltecan y sus vecinos, véase ORTIZ, Alfonso (ed.) Handbook of North American Indians-Southwest, vol.10, Washington, Smithsonian Institution, 1983. pp.345-357; Para una visión general de los grupos de lengua y cultura mesoamericana indígena antes del contacto eu- El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII adultos solían buscar refugio, o se quedaban dentro de la protección de los muros de la misión, por los motivos mencionados anteriormente, o como parte de un tipo de sistema de intercambio de esclavitud-servitud-adopción, practicado con frecuencia en el interior de América del Norte.30 Este mestizaje se amplió para incluir a grupos más diversos una vez que los españoles y sus compañeros del sistema de castas, africanos e indios llegaron desde el interior de México.31 Al igual que en Los Adaes, el mestizaje racial y cultural era aparentemente más fluido en San Antonio. Sin embargo, hay pruebas de que el sistema de castas y la calidad aún se consideraban importantes. En 1788 un misionero de San Antonio evidenciaba que las actitudes de distinción se entendían también dentro de las órdenes religiosas al aseverar que “cuando digo español se entiende no indio, que así es lo corriente en este país.”32 Los 30 31 32 ropeo, véase DUVERGER, Christian, El Primer Mestizaje: La Clave Para Entender el Pasado Mesoamericano. México, D.F., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Taurus, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007. pp. 37-51. En cuanto a la mezcla de los grupos indígenas, véase DE LA TEJA, Jesús F., “Why Urbano and Maria Trinidad Can’t Get Married: Social Relations in Late Colonial San Antonio” in The Southwestern Historical Quarterly, vol. 112, no. 2, Ocubre 2008, pp.125-26; ANDERSON, Clayton, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethnogenesis and Reinvention. Norman, University of Oklahoma Press, 1999. Véase BROOKS, James, Captives and Cousins: Slavery, Kinship, and Community in the Southwest Borderlands. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2002; BLACKHAWK, Ned, Violence Over the Land, Indians and Empires in the Early American West. Cambridge, Harvard University Press, 2006; GUTIERREZ, Ramón, When Jesus Came the Corn Mothers Went Away: Marriage, Sexuality, and Power in New Mexico, 1500-1846. Stanford, Stanford University Press, 1991. Sobre la mezcla racial en San Antonio, véase DE LA TEJA, Jesús F., pp. 26-27. Para hacer una comparación con otra región en otra zona fronteriza del norte de la Nueva España, véase SERVIN, Manuel, “California's Hispanic Heritage: A View Into the Spanish Myth”, en WEBER, David (ed.), New Spain’s Far Northern Frontier: Essays on Spain in the American West, 1540-1821. Dallas, Southern Methodist University Press, 1979. WEBER, Bárbaros, p.17; Véase también su nota al final n. 63, p.283. 305 Carla Mendiola esfuerzos de los misioneros para proteger a los indios de los españoles, quienes se temía podrían abusar de aquéllos o actuar como influencias negativas en las almas de los recién convertidos, también sirvieron para minimizar el mestizaje. Mapa de Texas Fuente: BOLTON, Herbert Eugene. “Map of Texas and Adjacent Regions in the Eighteenth Century.” Berkley: University of California Press, 1915. Map Number 2 in the University of California Map Series. DeGolyer Library, Central University Libraries, Southern Methodist University. Pero otros frailes tomaron un camino diferente. Hay evidencia que en la misión de San Antonio a fines del siglo XVIII, por lo menos un fraile, fray José María Salas, estaba tratando de casar neófitos de las misiones con mestizos y españoles con el objetivo de integrar a sus feligreses indígenas en la comunidad civil local para así asegurar un 306 El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII futuro social y económico más seguro para ellos. Este caso demuestra tanto el mestizaje como la importancia de la calidad y la posibilidad de movilidad social hacia arriba o hacia abajo en la escala social.33 En 1781 los familiares varones de Ana María Trinidad Games de trece años protestaron que la petición de matrimonio de Urbano Hinojosa de treinta y cinco años deshonraría a su familia porque eran españoles y él era un indio de la Misión de San Antonio de Valero con filiación dudosa.34 Ambas partes presentaron sus argumentos ante el gobernador pero el proceso se demoró tanto tiempo que Urbano retiró su petición y se casó con una mujer india de la misión. A primera vista, como una pintura de castas, la pareja original parece ser un simple caso “de Española y de Indio produce mestizo.” Un estudio más detallado de las personas involucradas revela, una vez más, que la realidad social es más compleja que las clasificaciones teóricas. Los familiares varones de María Trinidad hablaban, actuaban, y alegaban su carácter completamente español. Urbano respondió a sus cargos, con la sospechosa ayuda del misionero franciscano fray José María Salas: “A todo esto los dichos hermanos y tíos de María Trinidad agregaron el supuesto desdoro que iba a suceder, porque al ser soldados no sería adecuado para su sobrina y su hermana casarse con un indio. Es muy claro que la deshonra era fingida, porque no consideraron ni declararon lo que son y con quién están casados, siendo notorio y público que son mulatos por los cuatro lados. Y, siendo mulatos, a pesar de que son soldados, tampoco son españoles ni de un mejor estado, o de la sangre mejor y más pura que la de un indio; y que llevan dentro de sí el honor manchado que sus orígenes les dan y que se llevarán a la tumba”35. 33 34 35 Para una investigación detallada sobre este caso, véase DE LA TEJA, Jesús F., “Why Urbano and Maria Trinidad Can’t Get Married”; Para más ejemplos en la ciudad de México, MARTÍNEZ, Genealogical Fictions. Dos ejemplos específicos de la Ciudad de México se pueden encontrar en CARRERA, Imagining Identity in New Spain, pp. 2-3, 14, 20-21, y 25-26. En cuanto a la diferencia de edad de las parejas, véase DE LA TEJA, “Why Urbano and Maria Trinidad?”, p. 127-128. Ibid., p.122. 307 Carla Mendiola Por supuesto, los familiares varones de María Trinidad negaron esta acusación y, aunque hubieran sido mulatos, ellos habían servido en el ejército en Los Adaes, que a menudo incluía una mejora de estatus como incentivo para servir en los puestos fronterizos menos atractivos. Teniendo en cuenta las conexiones íntimas entre Los Adaes y Natchitoches vistas antes, una cierta herencia mulata era posible. Aunque técnicamente de una calidad igualmente respetable, los dos hermanastros, los dos tíos y un primo de María Trinidad sufrieron diferentes fortunas. Los factores comunes para todos estos hombres eran que habían servido en el ejército de Los Adaes y que luego emigraron con sus vecinos a San Antonio, donde los adaesaños (gente de Los Adaes) se quejaron constantemente durante años de ser tratados sin respeto y de no recibir sus parcelas prometidas de tierra. Los dos hermanastros de María Trinidad fueron catalogados como españoles en el ejército y los registros bautismales de sus hijos, a pesar de que uno siguió una carrera militar respetable y el otro otra de mala reputación. La situación socio-económica de sus tíos empeoró y ambos murieron pobres y sin tierra. Uno de ellos fue catalogado como un inválido en el presidio y el dudoso estatus social del otro fue alegado en los registros bautismales de sus hijos. O él o su esposa fueron considerados mestizos o alguna otra categoría de casta porque los registros bautismales catalogaron a un hijo como español y a las tres niñas como mestizas. El primo de María Trinidad, al igual que todos los otros familiares varones, sirvió en el ejército, y fue inicialmente considerado como español. Sin embargo, su caso es inusual porque los registros bautismales muestran que su condición empeoró y posteriormente mejoró con el tiempo. Sus dos primeros hijos fueron considerados como españoles, a continuación, un tercer hijo como mulato, y otra hija e hijo como mestizos. En el registro de su hija, él y su esposa aparecen como mestizos, pero en el matrimonio posterior de un hijo, los padres son clasificados como españoles y aparecen como Don y Doña, lo que denota su pertenencia a la élite colonial de Texas36. 36 308 Para más detalles sobre el estado de la prima, véase DE LA TEJA, “Why Urbano and Maria Trinidad “, p.134. Un ejemplo de la relajación de los límites sociales fue el uso del título de “don” y “doña”, como título de respeto. Según el diccionario El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII En cuanto al pretendiente, Urbano era un indio Papaya, uno de los varios grupos Coahuiltecas de Texas. Su discutible origen se debía a algo más que el hecho de que fuera indio. En primer lugar ninguno de sus dos padres estaba bautizado y por lo tanto no estaban casados por la iglesia. De este modo se le consideró nacido fuera del matrimonio cuando sus padres murieron o lo dejaron con los misioneros. Teniendo en cuenta que Urbano se quedó en la misión, es muy probable que él sí fuera bautizado. En vez de casarse con María Trinidad, Urbano se casó con su segunda esposa india, Luisa de los Santos, y juntos recibieron un terreno de la misión cuando la misión San Antonio de Valero fue secularizada. La documentación lo cita como un labrador37. Por lo tanto, aunque se le considera un indio de bajo estatus social a causa de su sangre, con el tiempo él obtuvo tierra, algo que los familiares varones españoles de María Trinidad no pudieron lograr. En cuanto a la pretendiente, María Trinidad enviudó a los quince años, por lo que se volvió a casar en 1783 con Félix Castañeda, un indio Pajalate de la misión Concepción, también en el área de San Antonio, que fue catalogado como un jornalero. Al igual que sus tíos, la identidad y la reputación de María Trinidad cambiaron con el tiempo. En el censo de 1792, figuraba como española, luego como mestiza en 1793, y después como india en 1796. Su marido fue clasificado permanentemente como indio. En 1795 tuvieron una niña descrita como mestiza y un niño catalogado como lobo, es decir mezcla de indio y africano, dos años después. En la anotación del bautismo de su hijo, ella aparece como mulata.38 37 38 de 1791 de la Real Academia, “don” era un “título de honor y dignidad que antes fue dado a muy pocos, incluso entre la más alta nobleza, pero que ahora se ha convertido en distintivo de todos los nobles, a pesar de que se concede habitualmente a los que no son [noble] simplemente fuera de tolerancia o abuso “, en DE LA TEJA,” Why Urbano and Maria Trinidad “, p.135. Bajo las leyes del siglo XVIII, estos títulos fueron utilizados sólo por los españoles de sangre pura, criollos y nobles indígenas. A principios del siglo XIX, el título podría ser comprado por mil cuatrocientos pesos. CARRERA, Imagining Identity in New Spain, p.4, Nota n º 9, p.155. DE LA TEJA, “Why Urbano and Maria Trinidad”, pp.125-126. Ibid., pp.127-128. 309 Carla Mendiola A partir de esta evidencia, vemos que el estatus como indio del marido se mantuvo constante, pero el estatus social de María Trinidad empeoró. Tal vez su larga relación con él y la adopción probable de la vivienda, el vestido, y otros hábitos característicos de la esposa de un obrero contribuyeron a una disminución de la calidad. La limpieza de sangre, calidad, y las clasificaciones de castas podrían haber sido de mayor preocupación para las élites, ya que servían a modo de distinción frente al resto de los colonos de estatus social inferior. Sin embargo, los miembros de las castas también eran conscientes de estas categorías y las restricciones asociadas a sus oportunidades socio-económicas. La diferencia fundamental era su vida en una sociedad fronteriza en la que los remotos asentamientos españoles y las opciones matrimoniales limitadas a menudo significaban casarse con alguien que era “otro”, o cuyos antepasados incluían “otros” grupos. El caso de María Trinidad y su familia revela como la identidad era variable a lo largo del espacio geográfico –el estatus español de la familia en Los Adaes fue percibido como mulato en San Antonio– y efímero. Se utilizaba la clasificación de las castas a veces de manera diferente y, en algunos casos, las expectativas de las castas se invirtieron, como el caso de un indio propietario de una tierra cuando un español no podía. Al igual que en Los Adaes y San Antonio, otro ejemplo ahora procedente del Bajo Río Grande muestra la práctica del mestizaje y las ventajas de vivir en las áreas remotas del imperio español. Entre Los Adaes y San Antonio y la Ciudad de México está la región entonces conocida como el Seno Méxicano que comienza cerca de Querétaro y se extiende hasta el río San Antonio ya en Texas39. Como parte de la colonia del Nuevo Santander, en 1749 don José de Escandón estableció dos de los primeros asentamientos en la orilla sur de la parte baja del Río Grande en Reynosa y Camargo40. En 1757, el capitán José Tienda de Cuervo vi39 40 310 HILL, Lawrence Francis, José de Escandón and the Founding of Nuevo Santander: A Study in Spanish Colonization. Columbus, Ohio State Univesity Press, 1926, p.18. TIENDA DE CUERVO, José, Estado general de las fundaciones hechas por d. José de Escandón en la colonía del Nuevo Santander, costa del Seno Mexicano. México, El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII sitó ambos lugares durante una inspección de las comunidades costeras fronterizas en el Seno Mexicano bajo las órdenes del virrey Marqués de las Amarillas41. El informe del capitán Tienda de Cuervo ofrece una representación de las actitudes de los colonos e indígenas y las costumbres de ambas comunidades. A pesar de que las duras condiciones y las grandes distancias pudieron haber desanimado a algunos colonos, ese mismo aislamiento de los centros de autoridad tenía un atractivo tangible para otros. Un capitán retirado de Reynosa dejó bastante claro que su deseo era que lo dejasen solo cuando a regañadientes participó en la inspección, según informa el capitán Tienda de Cuervo: “Don Carlos Cantú, Capitán reformado de esta Villa [Reynosa],… fue electo Capitán para la primera población y condujo las familias y fomentó este establecimiento y ahora le han querido introducir en la matrícula contra su voluntad, sobre que representa y pide se le deje la voluntad libre de poderse ir con su familia donde un mejor cuenta le tenga”42. La razón exacta de esta actitud de aparente disgusto está poco clara aunque es obvio que jugó un papel importante en la supervivencia y en el desarrollo de la comunidad. Don Carlos Cantú se había ganado el respeto de la gente del pueblo, que eran probablemente de ascendencia española y mestiza. También se ganó el respeto de los indios locales. El 41 42 Talleres Gráficos de la Nación, 1929-30. vol.1, p. 31, y vol. 1, p. 32; vol. 2, p. 110. Información adicional sobre el Rio Grande Bajo y la zona fronteriza al norte de México incluyen, WEBER, Spanish Frontier, pp. 192-193; CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 168-169; ALONZO, Armando C., Tejano Legacy: Rancheros and Settlers in South Texas, 1734-1900. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1998; SCOTT, Florence Johnson, Historical Heritage of the Lower Rio Grande: A historical record of Spanish exploration, subjugation and colonization of the lower Rio Grande Valley and the activities of José Escandón, count of Sierra Gorda, together with the development of towns and ranches under Spanish, Mexican and Texas sovereignties, 1747-1848. 1937, reimpreso en Rio Grande City, Texas, La Retama Press, 1970; ALMARAZ, Felix, Jr. Crossroad of Empire: The Church and State on the Rio Grande Frontier of Coahuila and Texas, 1700-1821. San Antonio, Center for Archaeological Research, University of Texas at San Antonio, 1979. TIENDA DE CUERVO, Estado General, vol.1, p. 367. Ibid., vol.1, p. 370. 311 Carla Mendiola testimonio de uno de los indios de la misión indica que lo admiraban, y apunta a una explicación posible de la disposición del capitán retirado. “Estas dos últimas castas explicaron también cuánto deseaban tener otro padre Misionero que los atendiese con más caridad que el actual y cuánto apetecían el que se les volviese a poner de Capitán de la población a Don Carlos Cantú, a quien habrá como dos meses que lo quitó de este empleo el Coronel Don José de Escandón, poniendo otro que no los mira con el cariño que aquél, pues el dicho Cantú habla su lengua y los atiende y socorre en sus necesidades “43. El hecho de que el capitán Cantú aprendiera una lengua nativa local le valió el respeto y facilitó su trato con ellos. Los indios usualmente aprendían español, como parte del proceso de adoctrinamiento cristiano o con fines comerciales44. El capitán Tienda de Cuervo sin embargo se refería a ellos como castas. Esto podría implicar que eran mestizos, o al menos refleja la visión estándar de ellos como clase baja. En respuesta a su solicitud, instruyó a los indios a trabajar duro y a aprender la doctrina cristiana para que el virrey les enviase lo que pedían. Según Tienda de Cuervo los indios de la misión “entendieron muy bien porque muchos de ellos hablan el castellano y explicaron este razonamiento a sus compañeros, los que hicieron demostraciones de haberlo entendido y quedar gustosos”45. Los indios y los españoles estaban aprendiendo el idioma del “otro” con el fin de negociar lo que querían, y en el proceso, ya fuera consciente o no, se abrían las puertas a un posible mestizaje cultural. Durante su visita a la misión, el capitán Tienda de Cuervo reportó cuatro principales “naciones o castas” con los nombres de Nazas, Narices, Comecrudos y Tejones. En su informe señala que los dos primeros 43 44 45 312 Ibid., vol.1, p. 372. Los misioneros sirvieron a menudo como intermediarios lingüísticos fronterizos. Para grupos de indígenas, lenguas y prácticas culturales en esta área, véase TIENDA DE CUERVO, Estado General, vol. 2, pp. 389-403; y ORTIZ, Alfonso (ed.), Handbook of North American Indians-Southwest, vol.10 Washington, Smithsonian Institution, 1983. pp. 354 y 357. TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol.1, P372. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII grupos eran indios bautizados o cristianos neófitos, a excepción de unos pocos individuos mayores y jóvenes, y que la mayoría de ellos procedían de una misión diferente donde ya habían recibido el bautismo y algo de instrucción cristiana. El misionero conscientemente contribuyó a la mezcla de grupos indígenas cuando los reclutó de una misión diferente cerca del pueblo de Pilón. Por desgracia, los recién llegados se sintieron decepcionados al no encontrar mejores condiciones de vida, mejor trato o una mayor comunidad india como se les había prometido. Los Comecrudos –descritos como “los gentiles de esta Colonia”– se quejaban de que el misionero franciscano sólo bautizaba a sus jóvenes y no a los adultos. El religioso explicó que primero tenían que aprender la doctrina, pero que él no quería enseñarles porque suponía que dejarían la misión para regresar a sus casas en las colinas de los alrededores46. Los Tejones fueron descritos como “naturales de este terreno en que está situada la población”47. Al mismo tiempo, al igual que en otros poblados fronterizos de la Nueva España, muchos de los indígenas asociados con las comunidades civiles habían acompañado a los colonos de otras partes, “que desde el principio que se fomentó esta población, mantuvo el declarante [Capt. Cantú] a los indios que lleva referido trajo consigo y a los que aquí se le agregaron”48. Sin embargo, una vez que se estableció el asentamiento la mayoría de los indios permanecieron en la misión, especialmente todos los que eran conversos recientes, aunque muchos de ellos salían con regularidad cada vez que la comida comenzaba a escasear49. La amalgama entre los indios de las misiones y los colonos españoles o mestizos era difícil, si no imposible, cuando los grupos indígenas abandonaban la comunidad en busca de alimento. Tienda de Cuervo informó que esto sucedía con tanta frecuencia que el misionero consideró trasladar la misión a una zona más remota al sur, donde los grupos indígenas locales le informaron de tierras más fértiles y con más indios, 46 47 48 49 Ibid., vol.1, p. 372. Ibid., vol.1, p. 372. Ibid., vol.1, p. 380. WEBER, David, Spanish Frontier, p. 192. 313 Carla Mendiola “En todas las ocasiones que falta esta providencia de tener que darles; y que de quince a veinte días a esta parte ha tomado el dicho padre Misionero la deliberación de mudarse con su dicha Misión a un lado del paraje que llaman el Desierto, hacia la parte del Sur como a tres cuartos de legua de esta población a fin de lograr algunas mejores tierras en qué poder exponer sus siembras y ahí tiene recogidos los indios que actualmente se hallan congregados”50. Aunque la asociación entre los miembros de la comunidad indígena y española o mestiza parecía menos probable con los grupos indígenas que se fueron, para aquéllos que se quedaron en la zona de asentamiento las relaciones entre los diferentes grupos fueron aparentemente amistosas, y potencialmente favorables a los matrimonios mixtos y al mestizaje. El comercio con los indios era común y necesario para los colonos españoles, especialmente para la gente del pueblo, para la adquisición de alimentos y suministros. Los colonos intercambiaban mercancías como algodón o paños de lana y unos pocos productos estadounidenses o europeos por pieles de ciervo o búfalo y sal51. El informe de Tienda de Cuervo no nos da ninguna idea de la frecuencia o la aceptabilidad de los matrimonios mixtos, pero describe un ambiente propicio para ello. Como él señala “sus haciendas y congregas [son] enteramente pacíficas y sus pobladores en buena correspondencia unos con otros, y que por lo que toca a los indios gentiles de lo no conquistado no se teme por ahora novedad ninguna pues todos se mantienen en quietud, y los que entran y salen en esta población no dan perjuicio ni causan vejaciones”52. Parece que las diferentes naciones indias vivían cerca de la misión o de las aldeas, y que estaban abiertos a las relaciones pacíficas con los “otros”, es decir españoles, africanos y castas. La evidencia también muestra que la simbiosis entre ambos grupos sucedía más allá de las comunidades establecidas por los colonos. Esto se deduce de las palabras atribuidas a Cantú, 50 51 52 314 TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol.1, p. 381. Ibid.,vol. 2. p. 445. Ibid.,vol.1, p. 384. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII “y de estos gentiles tienen reconocido, y el declarante [Capitán Cantú] lo ha visto, que en una lista que está en el medio de los tres brazos en que se divide el Río Grande antes de desembocar en el mar, veinticinco leguas de esta población a la parte del Oriente, hay una casta de negros lobos que se reconoce se han mezclado con las indias y que de esto puede resultar esta segunda casta, los cuales tienen formadas sus rancherías de viviendas formales puestas en orden; que este declarante alcanzó a ver algunos de dichos negros tan inmediatos como a un tiro de pistola y les dio un manojo de tabaco dejándoselo puesto a su vista sobre unos zacates, lo que vinieron luego a recoger, y a poco rato de venir retirándose el declarante con sus compañeros, vieron una multitud muy grande de indios que cree estén todos revueltos con los dichos negros, y de estos últimos no se tiene más noticia de su origen que es la que dan algunos indios viejos de que proceden de una embarcación que los conducía y no se sabe con qué accidente vinieron a parar en aquel paraje”53 Este excepcional informe que describe la vida de los indios más allá de los muros de las misiones nos ofrece un ejemplo del proceso de mestizaje en la frontera de la Nueva España. Por otra parte, hubo una población de colonos de origen africano, razón por la cual algunos Comecrudos que vivían cerca del Río Grande fueran conocidos como Mulatos o Carrizos54. Aunque los misioneros a veces viajaban por el campo, es probable que la mayoría de los matrimonios entre los indios y castas en estas comunidades remotas no fueran reconocidos ni documentados por la iglesia, sino más bien fueran uniones que seguirían las costumbres locales –por esto no serían legales bajo las leyes españolas. Esto sin embargo no parece haber sido una preocupación para los grupos que durante generaciones prefirieron vivir alejados de los asentamientos españoles. Viviendo en esta región fronteriza de la colonia del Nuevo Santander, en lo que hoy se conoce como bajo Río Grande, marcaba la diferencia, ya que era más fácil crear una vida fuera del alcance del sistema 53 54 Ibid., vol.1, pp. 384-385. Para apuntes informativos adicionales sobre los africanos, véase también TIENDA DE CUERVO, Estado general, vol. 1, pp. 443-444. ORTIZ, Alfonso (ed), Handbook, p.357. 315 Carla Mendiola de castas y calidad para el indio, el español, el africano y las castas. El hecho de que algunos inspectores o visitantes apuntaran la simbiosis entre indios y mulatos es digno de mencionar, ya que muestra el mestizaje en el contexto de una comunidad indígena en vez de una española. Al vivir en regiones dominadas por indígenas, los colonos españoles eludían las normas cuando era necesario, ya que su supervivencia dependía más de sus buenas relaciones con los indios vecinos que de apaciguar a los administradores en la Ciudad de México. Consecuentemente las presiones reales de la vida fronteriza sobre los colonos sesgaban su adaptación a las necesidades locales respecto al mestizaje más que a satisfacer estrictamente los lejanos decretos sobre casta y calidad. El mestizaje cultural y biológico era más común en Texas al ser una zona de frontera. El alto número de militares implicaba más hombres solteros pero también más viudas debido a las muertes relacionadas con el servicio de sus maridos. También hubo una escasez de mujeres españolas o criollas y una mayor disponibilidad de cónyuges mestizos e indios. Los colonos reivindicaban identidades como españoles, aunque, al igual que en la capital virreinal, se tratara en realidad de una más que probable herencia mestiza. En los asentamientos hubo una combinación de matrimonios legales, uniones no oficiales, relaciones extramaritales, y aquéllos con múltiples relaciones simultáneas. De acuerdo con los registros del censo de finales de siglo XVIII –principalmente para San Antonio, Nacogdoches y La Bahía– las uniones extramatrimoniales fueron bastante comunes y a menudo se produjeron entre las diferentes castas originando una tasa de natalidad resultante igualmente alta. Sin embargo, la tasa de mortalidad infantil también era alta, lo que prevenía un crecimiento de la población en general y que se convirtiera predominantemente en mestiza.55 Tratar de crear una sociedad colonial ordenada en los centros de poder era difícil, pero la aplicación de un sistema de castas social era un gran desafío en las fronteras a cientos de kilómetros de distancia, donde la supervisión del gobierno era limitada y los colonos tenían diferentes 55 316 TJARKS, Alicia, Comparative Demographic Analysis of Texas, pp. 313. El mestizaje en la frontera de Texas durante el siglo XVIII prioridades, principalmente la supervivencia diaria en un ambiente a veces duro con vecinos a menudo hostiles. Por otra parte, también se desarrollaron relaciones amistosas entre algunos de los grupos indígenas sedentarios o nómadas y los españoles y castas de los presidios, las misiones y los asentamientos, así como ocasionalmente con franceses o africanos. Aunque el mestizaje ocurría en Nueva España, el mestizaje en las fronteras coloniales es particularmente instructivo, porque ahí es donde vemos acontecer la lucha por el control de la tierra y la gente, desde el nivel imperial al personal. En la frontera, la dinámica de mestizaje involucraba a los mismos grupos que competían por el control de ese territorio. Podemos ver como los pobladores más alejados de los centros coloniales reaccionaron a los decretos de las autoridades centrales ya fuera aceptando, rechazando o adaptándose a lo más conveniente. Por mucho que los administradores centrales trataran de desalentar o controlar el mestizaje, la hibridación biológica y cultural de la Nueva España colonial se expandió con la frontera. Con el tiempo, y muchas veces después de dolorosas luchas, los territorios fronterizos finalmente se convirtieron en el hogar para indios, europeos, africanos y sus innumerables descendientes. 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El examen de los orígenes de los trabajos forzados en la frontera de Nueva España 1 Norwood Andrews2 En todas las regiones del mundo moderno reclamadas por los españoles y otras naciones europeas, en las periferias imperiales, a lo largo de las fronteras demarcadas y en las regiones fronterizas en disputa, la protección de los asentamientos y la afirmación de las reclamaciones territoriales consumían los recursos imperiales, incluyendo contingentes de personal. La organización y el despliegue de las fuerzas militares reflejaban inevitablemente las tradiciones nacionales y las historias bélicas – tal fue el caso de las campañas de la Reconquista – así como los dilemas de la administración imperial, la asignación de los escasos fondos y otros recursos materiales y las adaptaciones a las circunstancias locales. En la frontera norte de Nueva España, durante el tiempo que los misioneros franciscanos mantuvieron la mayor parte de la responsabilidad de la exploración y la pacificación, las guarniciones de soldados que soste1 2 Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas. University of Texas-Pan American. 323 Norwood Andrews nían los presidios o fuertes fueron relegados a papeles secundarios. Los cambios y las transformaciones de estas funciones a través del tiempo, sin embargo, conllevaban no sólo las consideraciones de la política imperial, sino también las relaciones entre los sujetos imperiales y los pueblos indígenas, que en algunos casos se enfrentaban a la presencia española con sus propias pretensiones de dominación regional. Los soldados al servicio del rey a menudo se han visto y evaluado simplemente como instrumentos de la política imperial, pero en realidad estaban enredados en relaciones inestables y complejas con sus propias autoridades institucionales, y con los pueblos tribales cuyas regiones compartían. Pero ¿quiénes eran estos soldados? Para los académicos estadounidenses pioneros en los estudios de las “fronteras españolas” en América del Norte, su fascinación por las instituciones españolas eclesiásticas y seculares (dentro de lo que es el suroeste de Estados Unidos) produjo un conocimiento detallado sobre el funcionamiento de las misiones y presidios fronterizos, así como de los asentamientos civiles y el reclutamiento de los colonos, pero poca comprensión de las perspectivas subalternas – esto es más obvio en los pueblos indígenas que cuestionaban las demandas imperiales españolas (y fueron descritos como bárbaros salvajes), pero también las de los soldados presidiales que habían sido asignados a las fronteras. Gran parte de estas investigaciones reproducen, hasta cierto punto, las preocupaciones y suposiciones de los funcionarios imperiales, de las autoridades institucionales y de los oficiales militares cuya correspondencia e informes representaban la mayor parte de los registros de archivo3. 3 324 Algunos ejemplos claves, que serán familiares para estudiantes principiantes y avanzados de la historia de las zonas fronterizas, incluyen las obras de Herbert Eugene Bolton, Odie B. Faulk, y Max Moorhead. Para los tratamientos informativos de los presidios véase Faulk, “The Presidio: Fortress or Farce?” en David J. Weber, ed., New Spain’s Far Northern Frontier (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 1979), y Moorhead, The Presidio: Bastion of the Spanish Borderlands (Norman: Univ. of Oklahoma Press, 1975). Pueden encontrarse más ejemplos en David J. Weber, “The Spanish Borderlands of North America: A Historiography,” OAH Magazine of History, Vol. 14, No. 4 (2000), pp. 5-11. Muros del presidio y trabajo de los convictos. Al reorientar la perspectiva académica para acomodar la intervención de los grupos subalternos y de cada una de las partes en las relaciones entre las poblaciones fronterizas, estudios más recientes han planteado preguntas que permanecen sin respuesta. Mientras que las tribus fronterizas en algunas regiones se acomodaron a la presencia española, las decisiones estratégicas por parte de otras tribus imponían límites a la autoridad española en formas que son ampliamente reconocidas4. Sin embargo, las consideraciones de los comandantes españoles – así como la complejidad de las relaciones fronterizas – eran necesariamente influidas también por las cualidades de las tropas presidiarias. ¿Quiénes eran exactamente? ¿De dónde habían salido? O más importante: ¿cuál era la naturaleza de su servicio? ¿Fueron reclutados voluntariamente? ¿O son ellos mismos cautivos, cumpliendo los términos de una sentencia penal en el servicio del rey o ofreciendo su servicio militar como una alternativa a otras penas?. Dada la ausencia de registros que detallen con claridad los orígenes individuales de la mayoría de los soldados en los presidios fronterizos, los historiadores que estudian la frontera española en Norteamérica han sostenido en general (y en ocasiones expresado) el supuesto de que los soldados fueron reclutados de entre la población de los asentamientos civiles fronterizos5. Aunque esto está sin duda justificado en muchos casos individuales, este supuesto fracasa (como mostraré) en entender cómo se pudieron reunir grandes números de soldados tras las decisiones de las autoridades imperiales de aumentar el número de presidios y reforzar las guarniciones. En términos más generales, los historiadores de la frontera del norte de Nueva España han supuesto que los presidios de estas regiones fronterizas del norte eran esencialmente instituciones individuales, a pesar de la existencia de muchos otros “presidios” en otras regiones de Nueva España y en otros lugares del imperio español. 4 5 Ejemplos recientes prominentes incluyen a Juliana Barr, Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spanish in the Texas Borderlands (Chapel Hill: UNC Press, 2007), y Pekka Hämäläinen, The Comanche Empire (New Haven: Yale Univ. Press, 2008). Véase como ejemplo a Faulk, “The Presidio: Fortress or Farce?” 325 Norwood Andrews Al reconocer otros presidios, un erudito ha advertido explícitamente a los lectores de no confundir diferentes tipos de instituciones que tienen algunas cosas en común, a pesar de compartir un nombre6. Yo sostengo que las diferencias son de grado, no de clase. El desarrollo de las instituciones presidiarias en otras fronteras del imperio global de España forjó una asociación duradera del trabajo presidial (incluyendo el servicio militar) con trabajos forzados. Estas instituciones ayudan a sostener (si no a probar) la hipótesis de que los soldados convictos eran también esenciales para las operaciones militares en el norte de Nueva España. Finalmente se argumenta que las sociedades divididas de las nuevas tierras fronterizas españolas exigen un lugar en la emergente historia universal del trabajo convicto que reconozca el servicio militar involuntario en las remotas fronteras como parte de un espectro de las sentencias penales, y también como una política de reasentamiento forzoso (como el establecimiento de colonias penales en otras regiones imperiales) que contribuyeron en forma no intencionada a la formación de las sociedades postcoloniales. La práctica de asignar servicios presidiarios como una forma de servidumbre penal surgió de una larga tradición de dominación colonial española en el norte de África. Según concluye una de las más importantes historiadoras del sistema penal en la España moderna, durante el siglo XVI mientras que los delincuentes comunes generalmente fueron condenados a penas de trabajo en galeras de guerra o en las minas de Almadén, a los convictos de noble cuna o con suficiente riqueza se les permitía servir sus términos como soldados en los cuarteles que habían sido establecidos en los puntos estratégicos de los territorios recién conquistados7. El término “presidio” en sí mismo (es decir, en general una fortaleza o recinto con paredes reforzadas, derivado del latín praesidium) parece haber entrado en uso durante este tiempo, refiriéndose inicialmente a los bastiones del norte de África, que fueron en su ma6 7 326 Véase Charles R. Cutter, The Legal Culture of Northern New Spain (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 1995). Véase Ruth Pike, Penal Servitude in Early Modern Spain (Madison: Univ. of Wisconsin Press, 1983), capítulos 1-3. Muros del presidio y trabajo de los convictos. yoría conquistados a principios de siglo XVI y cuya fortificación se reconstruyó y fortaleció a partir de la década de 1560. Aunque los trabajos forzados en los presidios se limitaban originalmente a los soldados, con los trabajos de construcción y otros detalles asignados a los trabajadores libres, con el tiempo la escasez de mano de obra y la creación de nuevos presidios obligaron a un cambio en la política: “Con la llegada del siglo XVIII había dos tipos de reos: desterrados, que realizaban el servicio militar, y presidiarios, que eran condenados a trabajos forzados”8. Los mayores presidios en este momento se encontraban en Ceuta y Orán, con guarniciones más pequeñas estacionadas en Melilla, Alhucemas y Peñón de Vélez. Después de la abolición del servicio de galeras en 1748, los presidios confinaron a un mayor número de presidiarios, a pesar de que la construcción de nuevos arsenales navales en la misma España y, después de mediados de la década de 1760, la construcción de nuevas fortificaciones en La Habana y San Juan crearon demandas que competían por el trabajo de los delincuentes comunes9. Los referentes de “presidio” se ampliaron para incluir las fortalezas del Caribe, instalaciones navales españolas que empleaban trabajo de los convictos, y los sitios de reclusión en Madrid y otras ciudades que mantenían a vagabundos condenados y otros delincuentes que trabajaban en obras públicas municipales. En Nueva España, los gobiernos virreinales siguieron una política progresista similar que permitía una amplia gama de delitos graves pero alejándose en 1767 del empleo de los trabajadores convictos en las empresas privadas hacia el trabajo duro en los presidios, que incluía los sitios claves del Caribe y también la fortaleza de San Juan de Ulúa en el puerto de Veracruz10. Durante la década de 1560 aparecen las primeras variantes de presidio diferente al tradicional existente en las fronteras de Nueva España y se plasmó en el establecimiento de pequeñas guarniciones –de tan sólo cuatro o cinco soldados armados– que defendían los asentamientos y 8 9 10 Pike, Penal Servitude, p. 42. Pike, Penal Servitude, capítulos 4-7. Véase Gabriel Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 1999), capítulo 5. 327 Norwood Andrews las rutas comerciales claves que se extendían desde el valle central de México a las minas de plata de Zacatecas y las regiones más al norte. La Guerra Chichimeca de la década de 1580 impulsó nuevos despliegues de tropas y el establecimiento de nuevos presidios, pero también mostró a los funcionarios que la fuerza armada podría ser de utilidad limitada en la pacificación de la frontera. Las publicaciones de colecciones de documentos detallan el mantenimiento de las fuerzas desplegadas en los presidios y los episodios bélicos locales a lo largo y ancho de las regiones del norte durante el siglo XVII y los principios de siglo XVIII, pero en general también sirven para confirmar una amplia disposición a largo plazo de la política virreinal e imperial hacia la restricción militar y la confianza en las iniciativas misioneras11. Soldado de cuera de 1802 Fuente: AGI, MP-UNIFORMES, 81. 11 328 Véase Moorhead, The Presidio, y Thomas Naylor y Charles W. Polzer, eds., The Presidio and Militia on the Northern Frontier of New Spain: A Documentary History, Volume One, 1570-1700 (Tucson: Univ. of Arizona Press, 1986). Muros del presidio y trabajo de los convictos. La atención se desplazó de nuevo a la confrontación militar en la frontera del siglo XVIII tras la rebelión de los indios Pueblo en Nuevo México, tras otros episodios de rebeliones indígenas y después de nuevos desafíos agresivos a la presencia española por parte de los comanches y apaches. Finalmente, a pesar de las limitaciones en la capacidad de los virreyes y los administradores para satisfacer nuevos compromisos con los recursos limitados disponibles, la fuerza imperial de tropas en el norte se incrementó sustancialmente. Los viajes de inspección de Pedro de Rivera en la década de 1720 y del Marqués de Rubí en la década de 1760 detallan las deficiencias de los presidios fronterizos y los planes propuestos para la reforma militar – mientras enfatizan la eficiencia y la reorganización como medios de fortalecimiento. Pero después de su nombramiento en 1776, y después de que los esfuerzos de los administradores anteriores para recuperar la ventaja militar con nuevos despliegues en los presidios resultaran infructuosos, el comandante general Teodoro de Croix desarrolló nuevas unidades de caballería ligera (“tropa ligera”) y otras innovaciones de ahorro de costes que permitieron el aumento de las fuerzas de los presidios del norte de 1.900 a 2.840 durante la década de 1780. Se mantuvo el nivel del contingente militar elevado, aunque no aumentó considerablemente, hasta el final del período colonial. Croix y sus sucesores lograron establecer condiciones más pacíficas, pero en gran medida a través de opciones políticas, como las concesiones comerciales y la creación de alianzas con coaliciones tribales, que reflejaban una conciencia continua de las limitaciones del contingente militar. Croix incluso incorporó soldados tribales como auxiliares en las unidades reorganizadas de los presidios, aunque no como un sustituto completo de los refuerzos de tropas regulares12. ¿De dónde salieron las nuevas tropas?. Aunque la pregunta requiere más investigación, la posibilidad de suficientes nuevas contrata12 David J. Weber examina estos acontecimientos en The Spanish Frontier in North America (New Haven: Yale Univ. Press, 1992), capítulo 8. Para la traducción de los informes claves y una explicación útil de la política de Croix, una fuente clásica es Alfred Barnaby Thomas, Teodoro de Croix and the Northern Frontier of New Spain, 1776-1783 (Norman: Univ. of Oklahoma Press, 1941). 329 Norwood Andrews ciones procedentes de asentamientos fronterizos pequeños en apuros parece extremadamente baja. Un veredicto similar se aplica a la posibilidad de reclutar voluntarios de otras regiones de Nueva España. Uno de los historiadores militares más importantes del imperio español describe los graves desafíos a que se enfrentaban las banderas de reclutas (o equipos de reclutamiento) al intentar crear cuatro nuevos regimientos de infantería para el ejército de la Nueva España durante la década de 1790. Inevitablemente “la obligación de un tipo u otro se convirtió en la regla general.”13 Milicianos y otros asalariados encontraron rutinariamente sus propias maneras de evitar ser reclutados o forzados al servicio militar. Los medios más eficaces para llenar las filas resultaron ser el reclutamiento forzoso de vagabundos urbanos y delincuentes de poca monta, el reclutamiento de reclusos en las cárceles y los nuevos arreglos con los tribunales locales para sentenciar a los criminales directamente al servicio militar en lugar de a trabajos forzados presidiarios. Bien es cierto que a resultas de estos métodos pasaron al servicio militar muchos hombres que no cumplían las normas físicas mínimas para el mismo14. Lo que es cierto, por lo menos, es que la expansión de la tropa presidiaria mandada por Croix, después de tantos años de propuestas reformistas, llegó justo después del cambio fundamental en las políticas de las sentencias penales en Nueva España. Según las reformas de Croix, se redirigieron los convictos utilizados como mano de obra por empleadores privados hacia tareas de presidio –que podría haber incluido trabajos en San Juan de Ulúa u otras fortalezas más distantes– y hacia el servicio militar. Durante gran parte de la historia del imperio español en América, los trabajadores convictos puestos a disposición de las autoridades judiciales habían representado una fuerza laboral importante en varios sectores privados, incluyendo la minería y la manufactura textil. Las luchas políticas con las autoridades estatales sobre el acceso al trabajo de los condenados en general se habían resuelto a favor de los empresarios privados. Pero en 1767, Carlos Francisco de Croix, el mar13 14 330 Christon I. Archer, The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810 (Albuquerque: Univ. of New Mexico Press, 1977), p. 230. Véase Archer, The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810, capítulo 9. Muros del presidio y trabajo de los convictos. qués de Croix, entonces virrey de la Nueva España y el tío de Teodoro de Croix, prohibió el uso de los trabajadores convictos en la empresa privada 15. El impacto del decreto se confirma en las bases de datos parciales recopiladas hasta ahora por los historiadores que han registrado las condenas penales dictadas por los tribunales de la ciudad de México colonial (la sala del crimen y la Acordada). La compilación de sentencias de la Acordada desde 1703 hasta 1808 hecha por Colin MacLachlan indica, por ejemplo, que las condenas a presidios aumentaron notablemente en términos absolutos de 78,2 años en promedio, entre 1732 y 1756, a 344 en el periodo de 1781 a 1782, mientras que los números de convictos vendidos a las empresas privadas disminuyeron de 21.24 al año en promedio entre 1732-1756 hasta prácticamente cero después de la prohibición – esto aunque los reglamentos revisados permitieron una modesta reactivación de las ventas de convictos después de 178216. Gabriel Haslip-Viera ha observado que el decreto virreinal siguió las decisiones de las autoridades imperiales para fortalecer al resto de los presidios del Caribe como parte del esfuerzo general de los Borbones para abordar las vulnerabilidades estratégicas imperiales que últimamente había revelado la guerra de los Siete Años. También observa que el decreto también puede reflejar la política de la Corona por tratar de eliminar la competencia de las propias empresas privadas de España17. La hipótesis de que la presencia de presos condenados era importante dentro de presidios fronterizos recibe más apoyo de fuentes esencialmente anecdóticas, como referencias de pasada o descripciones que figuran en la correspondencia oficial entre los comandantes de presidio o gobernadores provinciales y sus administrativos superiores. Estas fuentes confirman, por ejemplo, que los soldados sentenciados por crímenes violentos fueron condenados no a la muerte o incluso a trabajos forzados de presidios sino a términos adicionales de servicio 15 16 17 Véase Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico, capítulo 5. Colin M. MacLachlan, Criminal Justice in Eighteenth Century Mexico: A Study of the Tribunal of the Acordada (Berkeley: Univ. of California Press, 1974), Appendix I, p. 114. Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial Mexico, pp. 111-112. 331 Norwood Andrews La red de presidios, 1780-1800 Fuente: Luis Arnal, “El sistema presidial en el septentrión novohispano..” Consultada la edición electrónica en: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-26.htm militar en otros presidios. En 1710, las autoridades descubrieron que Martín García, un cabo de escuadra y soldado en la guarnición de presidio de Santa Fe en Nuevo México, ordenó la tortura y el asesinato de un indio llamado Francisco Pablo. Después de señalar su culpabilidad, el virrey simplemente condenó a García a un nuevo mandato de cuatro años en un presidio en Sonora, aunque hay que decir que era notorio que el comandante de este presidio trataba a sus soldados con dureza18. 18 332 Véase la correspondencia y el comentario en Diana Hadley, Thomas H. Naylor, y Mardith K. Schuetz-Miller, eds., The Presidio and Militia on the Northern Frontier of New Spain: A Documentary History, Volume Two, Part Two: The Central Corridor and the Texas Corridor, 1700-1765 (Tucson: Univ. of Arizona Press, 1997), pp. 256265. Muros del presidio y trabajo de los convictos. Otras referencias a los presos indican que los presidios fronterizos también empleaban por lo menos algunos convictos para servicios laborales comunes – sugiriendo otra función que compartían con el presidio de San Juan de Ulúa y otros presidios en otras partes del imperio. En una carta de 1780, el comandante Teodoro de Croix le pidió al gobernador de Texas que “propusiera qué ocupaciones o labores se podían imponer a los delincuentes como sanción correctiva en sus propias provincias y jurisdicciones”. El propósito de su pregunta, Croix le decía al gobernador, era “poner fin al perjuicio resultante de estar mantenidos [los reos]en prisión durante largos periodos de tiempo y la detención y el trabajo privado a los que han sido enviados hasta ahora, ya que no hay [trabajo] público en el que se emplean para el beneficio común”19. En su tesis doctoral sobre los grupos marginados en las sociedades fronterizas, Peter Alan Stern sugiere que “muchos delincuentes habían sido enviados a la Acordada para trabajar en obras públicas, por lo general en un presidio. Fueron enviados con una provisión de raciones, y por lo tanto constituían una mano de obra barata y una forma conveniente para deshacerse de los alborotadores.”20 Stern también proporciona evidencia de una alta tasa de deserción y fuga entre los obreros y soldados del presidio, como un ejemplo de la frecuente frustración y las dificultades prácticas padecidas por sus comandantes21. Se requiere investigación adicional para confirmar la impresión de que los presidios fronterizos de Norteamérica, al igual que otros presidios en otras partes del imperio, estaban destinados fundamentalmente para servir como penales al igual que con funciones de seguridad. Las posibles implicaciones del carácter penal de los presidios fronterizos son de largo alcance. Se apoyan más directamente en las relaciones y mutuas influencias entre los españoles y otros pueblos en las regiones que los españoles (y algunas veces otros grupos) trataron de 19 20 21 Cavallero de Croix to Lord Governor of Texas, Feb. 10, 1780, in Bexar Archives, Briscoe Center for American History, The University of Texas at Austin. Peter Alan Stern, “Social Marginality and Acculturation on the Northern Frontier of New Spain,” Ph.D., University of California, Berkeley, 1984, p. 117. Véase Stern, “Social Marginality,” capítulo 4. 333 Norwood Andrews dominar, pero que eran, de hecho, las regiones compartidas y, hasta cierto punto, las sociedades compartidas. ¿Cómo el uso de trabajadores forzados, no sólo como constructores de fortificaciones, sino como agentes de la autoridad imperial, determina la naturaleza de esa autoridad como fue experimentada por otros súbditos reticentes?. ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo para una sociedad postcolonial, como las de las antiguas provincias del norte de la Nueva España, que se caracterizaban por un número relativamente alto de integración de los descendientes de tanto los colonos imperiales como los pueblos indígenas?. Los historiadores de las prisiones y de los métodos disciplinarios en diversas partes del mundo están creando ingeniosas historias globales de la reclusión penal y del trabajo de los convictos, lo que en ambos casos busca un punto de vista por encima de los límites de determinados ámbitos geográficos de la historia e investiga una perspectiva de los patrones y las causas comunes que operaban a lo largo de estas fronteras22. Si las historias fronterizas han producido una contribución especial a estas nuevas líneas de investigación, bien podría tratarse de la importancia de los ejércitos y del servicio militar como un ejemplo, todavía en gran parte desconocido, de la utilización social del trabajo de los convictos. Bibliografía ARCHER, Christon I. 1977 The Army in Bourbon Mexico, 1760-1810.Albuquerque: University of New Mexico Press. ARNAL, Luís 1995 El presidio en México en el siglo XVI. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 22 334 Véase Christian G. De Vito and Alex Lichtenstein, “Writing a Global History of Convict Labour,” International Review of Social History, Vol. 58, No. 2 (2013), pp. 285-325, y Mary Gibson, “Global Perspectives on the Birth of the Prison,” American Historical Review, Vol. 116, No. 4 (2011), pp. 1040-1063. Muros del presidio y trabajo de los convictos. ARNAL, Luís 1999 Arquitectura y Urbanismo del Septentrión Novohispano Tomo I. Fundaciones del Noreste en el siglo XVIII. México: Universidad Nacional Autónoma de México. ARNAL, Luis 2006 “El sistema presidial en el septentrión novohispano, evolución y estrategia de poblamiento”, Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Vol. X, núm. 218. Edición electrónica en: http:// www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-26.htm ARRILLAGA, José Basilio 1772 Recopilación de leyes, Decretos, Bandos, Reglamentos, Circulares y Providencias de los Supremos Poderes de los Estados Unidos Mexicanos…Vol. IX, p. 139-189. México: Imp. A. Boix, M. Zornoza, 18611866. 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WEDDLE, Robert S. 1991 San Juan Bautista, Gateway to Spanish Texas. Austin: University of Texas. 337 La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España durante el siglo XVIII Joaquín Rivaya Martínez1 La frontera norte de Nueva España A mediados del siglo XVIII las provincias de Nuevo México y Texas constituían la frontera más septentrional de Nueva España. En ambos casos los españoles controlaban de facto un territorio mucho más reducido del que ocupan los correspondientes estados en la actualidad, así como del reclamado por las autoridades de la corona.2 En Nuevo México los españoles se habían establecido fundamentalmente a lo largo del curso alto del Río Grande, aprovechando la fertilidad de los valles y, especialmente, la presencia de los indios pueblos. Estos agricultores sedentarios eran culturalmente diversos y estaban organizados en asentamientos políticamente independientes, todo lo cual 1 2 Texas State University. Sobre la frontera norte de Nueva España véanse las magistrales síntesis de DAVID J. WEBER, The Spanish Frontier in North America (New Haven: Yale University Press, 1992), y JOHN L. KESSELL, Spain in the Southwest: A Narrative History of Colonial New Mexico, Arizona, Texas, and California (Norman: University of Oklahoma Press, 2002), así como ALFREDO JIMÉNEZ NÚÑEZ, El Gran Norte de México. Una frontera imperial en la Nueva España (1540-1820) (Madrid: Editorial Tebar, 2006). 339 Joaquín Rivaya Martínez los hacía parecer más susceptibles de conversión y explotación que los nómadas chichimecas con quienes los españoles se habían topado por todo el norte de Nueva España. Sin embargo, tras la conquista de la provincia por Juan de Oñate en 1598 y el consiguiente reparto de encomiendas, una mortalidad sin precedentes debida fundamentalmente a las epidemias, las sequías y las crecientes incursiones de indios nómadas, unida a la alienación causada por los frecuentes abusos e imposiciones de encomenderos y misioneros, condujeron a la rebelión de los indios pueblos en 1680, quienes expulsaron temporalmente a los españoles de sus tierras hasta que Nuevo México fue reconquistado por Diego de Vargas entre 1692 y 1693. Un nuevo intento de rebelión de los pueblos en 1696 resultó en fracaso. Tras la reconquista, las autoridades españolas se tomaron más en serio la protección de los súbditos indígenas de la corona, adoptando una actitud menos explotadora y más indulgente con las prácticas tradicionales de los pueblos. Durante la primera mitad del siglo XVIII la convivencia pacífica entre hispanos y pueblos hizo posible el mantenimiento de esta remota provincia, pese a su aislamiento y a la constante amenaza de los numerosos grupos de nómadas gentiles que la rodeaban.3 En Texas, por otra parte, los primeros intentos colonizadores se limitaron al establecimiento de una serie de misiones entre los indios cados a partir de 1690, ante el temor de que los franceses de Luisiana avanzasen sobre Nueva España. Los cados eran también agricultores sedentarios, pero en este caso culturalmente homogéneos y organizados políticamente en una serie de poderosos cacicatos. El fracaso de los intentos evangelizadores entre los cados fue tal que la región fue aban3 340 Sobre sobre el Nuevo México virreinal véanse: ROSS FRANK, From Settler to Citizen: New Mexican Economic Development and the Creation of Vecino Society, 17501820 (Berkeley: University of California Press, 2000); CHARLES L. KENNER, History of New Mexican-Plains Indian Relations (Norman: University of Oklahoma Press, 1969); JOHN L. KESSELL, Kiva, Cross and Crown: The Pecos Indians and New Mexico 1540-1840 (Washington: National Park Service, 1979); FRAY ANGÉLICO CHÁVEZ, My Penitente Land: Reflections on Spanish New Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1974). La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España donada temporalmente. En 1718 Martín de Alarcón fundó el presidio de San Antonio de Béxar y la misión de S. Antonio Valero, en la ruta que unía el territorio cado con el presidio de San Juan Bautista de Río Grande, en Coahuila. Con el tiempo Béxar se convirtió en la capital y centro neurálgico de la provincia en torno al cual se concentraba el núcleo principal de población hispana y de indios neófitos.4 Tanto Nuevo México como Texas eran provincias de escasa población dispersa en asentamientos y misiones relativamente vulnerables a las incursiones de los llamados ¨bárbaros¨, es decir, indios independientes no evangelizados ni hispanizados. La corona las mantuvo fundamentalmente como barrera para proteger las ricas minas de plata situadas más al sur ante una hipotética invasión de alguna potencia rival, y, en menor medida, para continuar la tarea evangelizadora y conservar su propio prestigio. El crecimiento demográfico de Nuevo México y Texas fue lento, reflejo de una reducción paulatina de la población indígena evangelizada, fundamentalmente debido a las epidemias llegadas del viejo continente. Además de gérmenes y explotación, los españoles también llevaron a América elementos aparentemente menos nocivos, incluyendo diversas especies de plantas cultivables y de ganado. Una de estas especies, el caballo, transformaría profundamente el universo de toda una serie de sociedades indígenas situadas en ocasiones a miles de kilómetros de Nueva España, influyendo decisivamente en la génesis de un nuevo grupo, los comanches. La revolución ecuestre Los comanches y otros indios pronto descubrieron que el caballo se adaptaba admirablemente al ecosistema de las Grandes Llanuras de Norteamérica, una inmensa pradera que se extiende al este de las Mon4 Sobre la provincia española de Texas véanse: DONALD E. CHIPMAN, Spanish Texas, 1519-1821 (Austin: University of Texas Press, 1992); JACK JACKSON, Los Mesteños: Spanish Ranching in Texas (College Station: Texas A&M University Press, 1986); JESÚS F. DE LA TEJA, San Antonio de Béxar: A Community on New Spain’s Northern Frontier (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1995). 341 Joaquín Rivaya Martínez tañas Rocosas desde el centro de Canadá hasta el oeste de Texas, por la que vagaban millones de bisontes, antílopes y otros ungulados. El caballo puede sobrevivir sin ayuda los dramáticos cambios climáticos que se producen en la región, a excepción de los rigores extremos del invierno. Durante esta estación, cuando la hierba ofrecía menor valor nutritivo y podía permanecer sepultada bajo la nieve durante semanas, los caballos podían alimentarse con corteza de álamo y de otros árboles que crecían en valles fluviales y cañones. Además el caballo proporcionaba ventajas significativas a sus dueños: mayor capacidad de carga que el perro, único animal doméstico que poseían los indios de las Llanuras, lo que permitía una mayor acumulación de riqueza; y mayor movilidad y velocidad en los desplazamientos, permitiendo a grupos enteros trasladarse largas distancias para practicar la caza, el comercio o la guerra, así como eludir enemigos y epidemias con más facilidad. Herramientas y técnicas ecuestres hispanas fueron rápidamente incorporadas al bagaje cultural de los pueblos indígenas. Tampoco debemos olvidar que el caballo doméstico proporcionaba una fuente más fiable de carne que cualquiera de los herbívoros salvajes que poblaban las Llanuras. No es de extrañar que el caballo, un bien mueble, se convirtiese en la forma más valiosa de propiedad individual y principal artículo de comercio, sirviendo como moneda en todo tipo de transacciones. Dado su valor intrínseco, el caballo se convirtió en un índice de la riqueza y el estatus de su dueño. De esta forma, individuos con aspiraciones políticas podían acumular prestigio y poder mediante donaciones generosas de caballos entre su séquito. Por todo ello, los caballos se convirtieron también en el principal objetivo de las incursiones. Así, la introducción del caballo causó una verdadera revolución entre los indios de las Grandes Llanuras y zonas limítrofes, provocando cambios en los patrones de subsistencia y la economía política de todos ellos. Grupos de cazadores-recolectores pedestres, como los sioux o los comanches, se volvieron ecuestres. Pero incluso algunos horticultores sedentarios se transformaron en cazadores nómadas. Así ocurrió con 342 La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España los cheyenes, arápajos, crows y muchos otros. Una vez montados, todos estos grupos comenzaron a vagar por las Llanuras recorriendo distancias mucho más largas en pos del deseado bisonte y del no menos codiciado caballo, que obtenían a menudo por medio del robo, lo que produjo enfrentamientos más frecuentes y la consiguiente militarización de estas sociedades. Por último, el caballo también transformó los patrones de asentamiento de los nómadas, quienes se vieron obligados a establecer campamentos más pequeños (y por lo tanto más vulnerables) y a desplazarse más a menudo cuanto mayor era su caballada, al consumir los équidos rápidamente el pasto y el agua de los alrededores.5 Los comanches El pueblo comanche surgió en buena medida como resultado de todos estos procesos. A mediados del siglo XVIII, los españoles llamaban comanches o ¨cumanches¨ a una serie de grupos indígenas de las Grandes Llanuras políticamente autónomos pero que compartían la lengua shoshone, el parentesco bilateral y una cultura material similar a la de otros nómadas de la región (incluyendo la habitación en tipis, la dependencia del bisonte, al que cazaban con arco y flecha, etc.). Es decir, constituían una nación en el sentido étnico, pero se organizaban en una 5 Sobre la influencia del caballo en las culturas de las Grandes Llanuras, la obra clásica es: CLARK WISSLER, “The Influence of the Horse on the Development of Plains Culture,” American Anthropologist 16, no. 1 (1914). Véanse también: FRANCIS HAINES, “The Northward Spread of Horses among the Plains Indians,” American Anthropologist 40 (1938); PRESTON HOLDER, The Hoe and the Horse on the Plains: A Study of Cultural Development among North American Indians (Lincoln and London: University of Nebraska Press, 1970); LOIS L. NELSEN SCHMIDLIN, “The Role of the Horse in the Life of the Comanche,” Journal of the West 13, no. 1 (1974); JAMES E. SHEROW, “Workings of the Geodialectic: High Plains Indians and Their Horses in the Region of the Arkansas River Valley, 1800-1870,” Environmental History Review 16, no. 2 (1992); PEKKA HÄMÄLÄINEN, “The Rise and Fall of Plains Indian Horse Cultures,” Journal of American History 90, no. 3 (2003); DAN FLORES, “Bringing Home All the Pretty Horses: The Horse Trade and the Early American West, 1775-1825,” Montana 58, no. 2 (2008). 343 Joaquín Rivaya Martínez serie de parcialidades o divisiones independientes, integradas a su vez por rancherías autónomas. Los comanches eran nómadas ecuestres que subsistían de la caza de bisonte y otros grandes ungulados y de la recolección de frutos y plantas silvestres. También eran ávidos comerciantes de caballos, cautivos, pieles y otros productos, y su propensión a la rapiña era ya legendaria en la frontera. Su riqueza en caballos era tal, que hay quien los ha llegado a considerar un pueblo de ¨pastores¨. El trabajo se repartía de manera desigual, en virtud de la edad y el sexo de cada individuo, siendo las mujeres responsables principalmente de la recolección y de toda clase de tareas domésticas, mientras que los hombres se encargaban de la caza y de la guerra. Su entera existencia giraba en torno al caballo y el bisonte. Este herbívoro les proporcionaba alimento, abrigo, vivienda, herramientas, artículos comerciales, etc. La dependencia del bisonte era tal que las oscilaciones en la población y los movimientos de este animal condicionaban la ubicación, el tamaño y la duración de los campamentos comanches, los cuales se desplazaban a menudo en persecución del bisonte conforme a un patrón de migraciones estacionales no siempre predecibles. Al contrario de lo que algunos han afirmado, los comanches no constituían una sociedad igualitaria. Antes bien, las constantes tensiones con otros grupos indígenas y la dimensión depredadora de su economía conformaron una sociedad de rangos profundamente androcéntrica y caracterizada por un etos marcial que impregnaba en buena medida las relaciones interpersonales dentro y fuera del grupo.6 6 344 Este breve esbozo de la sociedad comanche del XVIII se basa tanto en fuentes históricas como etnográficas: DOMINGO CABELLO, Respuestas... sobre varias circunstancias de los indios Cumanches Orientales, Béxar, abril 30, 1786, Bexar Archives 17: 417-419; THOMAS W. KAVANAGH, “Comanche,” in Handbook of North American Indians, ed. William C. Sturtevant (Washington: Smithsonian Institution, 2001); FELIPE DE SANDOVAL, [Carta a Vélez Cachupín], Santa Fe, marzo 1, 1750, Archivo General de la Nación, Provincias Internas (en adelante AGN-PI), 37: 103-106v; PEDRO VIAL y FRANCISCO XAVIER CHÁVEZ, [Diario e informe La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España La expansión comanche, 1700-1770 Hacia 1750, los comanches controlaban un vasto territorio que se extendía aproximadamente desde el río Platte hasta el Canadian. Los comanches procedían sin embargo de latitudes más septentrionales. A partir de finales del siglo XVII, una serie de grupos de habla shoshone abandonaron el actual estado de Wyoming dirigiéndose hacia el centro y el sur de las Grandes Llanuras. Fue ésta una emigración gradual que tuvo lugar a lo largo de varias generaciones. Diferentes grupos alcanzaron el sur de las Grandes Llanuras en diferentes momentos, ampliando poco a poco su territorio que también fue desplazándose paulatinamente hacia el sur. Las fuentes más antiguas en lengua francesa o inglesa suelen referirse a estos indios como ¨serpientes¨, la misma denominación que recibían los shoshones que permanecieron más al norte, mientras que los españoles de Nuevo México los denominaron inicialmente ¨cumanchis¨, confiriendo al territorio que habitaban la designación de Comanchería.7 Al desplazarse hacia el sur de las Grandes Llanuras, los comanches se aproximaban a la frontera norte de Nueva España, de donde procedían los codiciados caballos y buena parte de las manufacturas que circulaban por la región. La tradición oral de comanches y shoshones orientales sugiere que las epidemias también jugaron un papel impor- 7 sobre los comanches orientales], San Antonio de Béxar, noviembre 15, 1785, Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra (en adelante AGS-SG), 7031, 9, 2. GARY C. ANDERSON, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethogenesis and Reinvention (Norman: University of Oklahoma Press, 1999), 204-05; PEKKA HÄMÄLÄINEN, The Comanche Empire (New Haven and London: Yale University Press, 2008), 18-20, 28, 346, 73 n.22; ELIZABETH A. H. JOHN, Storms Brewed in Other Men’s Worlds: The Confrontation of Indians, Spanish, and French in the Southwest, 1540-1795, 1996 ed. (Norman and London: University of Oklahoma Press, 1975), 215-17, 56-57, 67, 75, 79, 306-07; THOMAS W. KAVANAGH, Comanche Political History: An Ethnohistorical Perspective, 1706-1875 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1996; reprint, 1999), 3-7, 126-27; KAVANAGH, “Comanche”, 886, 902-04; RUPERT N. RICHARDSON, The Comanche Barrier to South Plains Settlement: A Century and a Half of Savage Resistance to the Advancing White Frontier (Glendale, California: Arthur H. Clark Co., 1933), 1-2, 17, 21. 345 Joaquín Rivaya Martínez tante en la separación de ambos grupos. Otros factores que seguramente atrajeron a los comanches a latitudes más meridionales son el clima más benigno y la abundancia de bisontes en el invierno. Los comanches terminarían por abandonar la región al norte del río Arkansas a comienzos del siglo XIX ante la presión de otros grupos indígenas. Con su avance, los comanches también desplazaron a otros grupos, especialmente a los apaches llamados ¨orientales” (grupos de lengua atapasca que habitaban al este y el nordeste del curso alto del Río Grande), con quienes competían por los recursos naturales de las llanuras, los caballos y el control del comercio regional.8 Las primeras noticias de comanches se refieren a sus incursiones, acompañados a menudo por aliados yutas (en inglés “Utes”), contra diversos grupos de apaches que vivían al nordeste de Nuevo México. Partidas de guerreros comanches asaltaban por sorpresa los poblados apaches matando a los varones, pero capturando a menudo a mujeres y niños. Los primeros contactos conocidos entre comanches e hispanos fueron también hostiles. Mencionados en Nuevo México desde 1706 y en Texas desde 1743, sus relaciones con los habitantes de estas provincias vinieron marcadas por las incursiones comanches de saqueo, fundamentalmente para robar caballos. Las primeras irrupciones en Nuevo México ocurrieron en el norte de la provincia en la década de 1710, siendo frecuentes las treguas temporales para comerciar a partir de la década de 1720, especialmente en el pueblo indígena de Taos. Los primeros períodos de paz duradera con los comanches en dicha provincia no llegarían hasta los dos ejercicios del gobernador Tomás Vélez Ca8 346 Sobre la rivalidad entre comanches y apaches de las llanuras, véanse: ANDERSON, Indian Southwest, 204-15; JULIANA BARR, Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2007), 181, 207-09, 24, 39-42, 72, 79; HÄMÄLÄINEN, Comanche Empire, 61, 64, 66, 75, 90, 101; JOHN, Storms, 223, 29-30, 43-45, 65-66, 75, 96, 318, 59-60, 62, 460, 65-66, 85, 551; KAVANAGH, Comanche History, 63-79; JOAQUÍN RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica en la frontera norte de Nueva España. Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica,” Nuevo Mundo, Mundos Nuevos (2011), http://nuevomundo.revues.org/62228. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España chupín, entre 1749-1754 y 1761-1767 respectivamente, tras la desintegración de su alianza con los yutas. La piedra angular de las relaciones pacíficas entre comanches y novomexicanos era el comercio.9 Los indios comanches probablemente se dieron a conocer en la provincia española de Nuevo México en torno al año 1700. El 15 de julio de 1706 varios líderes de los indios Taos informaron al sargento mayor Juan de Ulibarri de que los indios yutas y comanches planeaban atacar su pueblo de forma inminente. Si bien parece que dicho ataque no llegó a materializarse, se trata de la primera mención de comanches aparecida en el registro documental hasta la fecha. El 27 del mismo mes, en un lugar indeterminado de las Grandes Llanuras próximo a un río al que los españoles denominaban de San Blas, un grupo de líderes apaches, incluido un individuo llamado El Coxo, hicieron saber a Ulibarri que yutas y comanches habían atacado recientemente una ranchería de los (¿apaches?) Carlana y Sierra Blanca, y otra de los (¿apaches?) Penxayes.10 Ese mismo año, en un informe a sus superiores, el gobernador de Nuevo México, Francisco Cuervo y Valdés, se refería a yutas y comanches como los grupos indígenas hostiles situados al norte de la provincia a su cargo.11 Como señala el etnohistoriador estadounidense Thomas Kavanagh, el hecho de que ninguno de los españoles mencionados parezca haber reaccionado con sorpresa ante la presencia de comanches tan cerca de Nuevo México sugiere que éstos eran ya conocidos en la provincia con anterioridad.12 9 10 11 12 ANDERSON, Indian Southwest, 205-12, ; HÄMÄLÄINEN, Comanche Empire, 1-71; JOHN, Storms, 226-57, 304-35; KAVANAGH, Comanche History, 121-23, 2631; RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica”. JUAN DE ULIBARRI, Diario y derrotero que hizo el sargento mayor Juan de Ulibarri de la jornada que ejecutó de orden del señor gobernador y capitán general de este reino don Francisco Cuervo y Valdés, Santa Fe, September 2, 1706, AGN-PI, Tomo 36, Expediente 4, folios 131-140. CHARLES W. HACKETT, ED., Historical Documents Relating to New Mexico, Nueva Vizcaya, and Approaches Thereto, to 1773, 3 vols. (Washington: Carnegie Institution, 1937), vol. 3, 382. THOMAS W. KAVANAGH, Comanche Political History: An Ethnohistorical Perspective, 1706-1875 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1996; reprint, 1999), 63. 347 Joaquín Rivaya Martínez Durante el verano de 1716, yutas y comanches llevaron a cabo una serie de robos de caballada en las jurisdicciones nuevomexicanas de Santa Cruz, la Cañada, Santa Clara y Taos. Otros indios forasteros fueron observados en varios puntos de la provincia, lo que hizo temer se tratase de espías de un grupo presuntamente hostil. El 14 de octubre, las autoridades españolas reunidas en junta de guerra en Santa Fe decidieron atacarlos. Poco después, un contingente mixto de soldados presidiales, milicianos, e indios teguas (Tewas) auxiliares comandado por el capitán Cristóbal de la Serna asaltó una ranchería de comanches y yutas en el Cerro de San Antonio, unas cien leguas al noroeste de Santa Fe. Algunos de los cautivos apresados en el ataque fueron vendidos como esclavos en la provincia de Nueva Vizcaya. Al conocerse que el gobernador Félix Martínez en persona se había beneficiado de la venta, se le ordenó a éste que recobrase los prisioneros. Sin embargo, para entonces muchos habían fallecido de viruela, mientras que otros habían sido bautizados, de modo que, ante el riesgo de que apostatasen, nunca fueron devueltos con los suyos.13 En septiembre de 1719, tras una sucesión de ataques en la provincia atribuidos a yutas y comanches, el gobernador Antonio Valverde y Cossío llevó a cabo una nueva expedición punitiva. Si bien los expedicionarios descubrieron esta vez los restos de dos rancherías, de unos 60 y 100 hogares respectivamente, cerca de la actual ciudad de Pueblo, en Colorado, nunca llegaron a entrar en combate. Lo que sí pudieron constatar es que los apaches situados al nordeste de Nuevo México vivían bajo la amenaza constante de las incursiones de comanches y yutas. Dichos apaches también informaron a Valverde de una supuesta alianza entre los franceses y una serie de grupos indígenas que vivían aún más al nordeste, incluidos los Pananas (Pawnees), Cánceres (Kansas) y Jumanes (Taovayas).14 13 14 348 FÉLIX MARTÍNEZ y MIGUEL TENORIO DE ALBA, [Junta de guerra], Santa Fe, octubre 14, 1716, Spanish Archives of New Mexico (en adelante SANM), II, 5: 632638; KAVANAGH, Comanche History, 63-64. ANTONIO VALVERDE COSSÍO, [Carta al Marqués de Valero], Santa Fe, noviembre 30, 1719, (AGN-PI), 183: 324-329v. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España El trueque entre nómadas y sedentarios era práctica común en Nuevo México ya en época prehispánica. Los nómadas suministraban a los indios pueblos fundamentalmente pieles, derivados del bisonte y cautivos, a cambio de productos agrícolas, ropas de algodón, cerámica y otros productos. Este rescate o cambalache (trueque) alcanzó gran importancia en época virreinal con la entrada en circulación del ganado y las manufacturas europeas. Las autoridades españolas intentan regularlo, estableciendo ferias anuales en Taos, Pecos, Abiquiú y otros lugares, y supervisando las transacciones personalmente para evitar los abusos. En este comercio participaban todos los sectores de la población novomexicana: vecinos, indios pueblos, autoridades y misioneros. El rescate llegó a convertirse en la base del tráfico interno de la provincia, así como del comercio de larga distancia con Chihuahua y Sonora. El rescate de cautivos no sólo cristianos sino también paganos fue permitido bajo el criterio de que así se salvaban las vidas y las almas de los rescatados, a cambio de una servidumbre temporal y supuestamente remunerada que debía durar sólo unos años durante los cuales los criados compensarían a sus amos con su trabajo. Los abusos, sin embargo, fueron frecuentes. Estos indios de rescate y sus descendientes, conocidos en la provincia como genízaros, quedaban así desvinculados de su etnia ancestral, siendo teóricamente cristianizados e hispanizados por sus rescatadores y amos. Con el tiempo, la población de genízaros creció exponencialmente y una serie de comunidades de criados emancipados y sus descendientes fueron estableciéndose en los límites de la provincia, sirviendo como barrera ante las invasiones de los nómadas.15 15 Sobre los genízaros de Nuevo México, véase: DORIS SWANN AVERY, “Into the Den of Evils: The Genízaros in Colonial New Mexico” (M.A. Thesis, The Unviersity of Montana, 2008); FRAY ANGÉLIOCO CHÁVEZ, “Genizaros,” en Handbook of North American Indians, ed. William C. Sturtevant, Handbook of North American Indians (Washington: Smithsonian Institution, 1979); MALCOLM EBRIGHT, “Advocates for the Oppressed: Indians, Genizaros and their Spanish Advocates in New Mexico, 1700-1786,” New Mexico Historical Review 71, no. 4 (1996); RUSSELL M. MAGNAGHI, “Plains Indians in New Mexico: The Genizaro Experience,” Great Plains Quaterly 10, no. 2 (1990); JAMES F. BROOKS, Captives and Cousins: 349 Joaquín Rivaya Martínez Desde su primera mención en Texas en 1743, los comanches aparecen como enemigos acérrimos de los apaches lipanes, contra quienes lanzaban campañas constantemente. En un principio, los asentamientos españoles no sufrieron más que alguna que otra incursión esporádica para robar caballos. Sin embargo, los intentos españoles por convertir a los lipanes condujeron a una alianza entre comanches y norteños (un conjunto de grupos indígenas culturalmente diversos que vivían al norte de la provincia), y a un enfrentamiento frontal entre éstos y los españoles. La nueva estrategia comanche salió a la luz con la destrucción de la Misión de San Sabá en 1758, a la que sucedió un ataque al presidio San Luis de las Amarillas en 1759. Una expedición con carácter punitivo liderada por Diego Ortiz Parrilla en 1759 terminó en fracaso. Sin embargo, en 1762, un grupo de líderes comanches acordaron con Fray José Calahorra y Sáenz no atacar a los apaches de misión. Diez años más tarde, gracias a la mediación del Athanase de Mézières, se alcanzaba la primera paz formal con los comanches representados por el jefe Povea. Sin embargo, las incursiones comanches en Texas continuarían casi sin remisión hasta 1785.16 Para entender el porqué de esas incursiones conviene tener en cuenta la importancia de la guerra en la sociedad comanche. Los Comanches distinguían las incursiones de saqueo para obtener botín (fundamentalmente caballos y otro ganado, pero también cautivos, ropa, armas y otros objetos) de las campañas militares organizadas expresamente para vengar la muerte de un pariente a manos de algún enemigo. La expectativa cultural era que los vengadores regresarían con la 16 350 Slavery, Kinship, and Community in the Southwest Bordelands (Chapel Hill and London: The University of North Carolina Press, 2002), 53, 71, 121-42, 98-206. El mejor y más exhaustivo resumen de estos procesos continúa siendo: ELIZABETH A. H. JOHN, Storms Brewed in Other Men’s Worlds: The Confrontation of Indians, Spanish, and French in the Southwest, 1540-1795, 1996 ed. (Norman and London: University of Oklahoma Press, 1975). Véanse también: JULIANA BARR, Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2007); PEKKA HÄMÄLÄINEN, The Comanche Empire (New Haven and London: Yale University Press, 2008); KAVANAGH, Comanche History. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España cabellera de un individuo perteneciente al grupo de los agresores. De esta forma una incursión a cargo de unos cuantos jóvenes con el único objetivo de robar unos caballos podía convertirse a largo plazo en una auténtica campaña militar masiva, generando a menudo un ciclo vicioso de vendettas mutuas con otros grupos indígenas. Además, los caballos y la existencia de un mercado fiable para cautivos en Nuevo México, proporcionaban alicientes adicionales a los guerreros. Pero es que la guerra era además la principal fuente de estatus y poder para los varones. Las hazañas militares entrañaban gran prestigio y eran interpretadas como el resultado de la capacidad del guerrero para manipular el poder sobrenatural (puha). Por otra parte, la generosidad en la redistribución del botín solía acarrear el apoyo político de los beneficiarios. De hecho, todo líder (paraibo) debía ser antes un héroe (tekwuniwapi). Sin embargo, la enemistad latente entre los comanches y otros grupos indígenas tenía también importantes causas materiales. Comanches, apaches y otros grupos de las Grandes Llanuras rivalizaban por los recursos naturales de la región, fundamentalmente el bisonte y otra caza mayor, y los lugares de acampada más favorables, aquéllos que ofrecían pasto, agua y árboles en abundancia. Los valles de los ríos de menor elevación que la llanura circundante eran particularmente codiciados en invierno para eludir los gélidos vientos que en ocasiones barren la región y acceder a las hierbas que conservan un mayor valor nutritivo en esa época del año. Esa tensión latente se vio agudizada con la introducción del caballo, que como ya vimos se convirtió en el principal objeto de saqueo y comercio, y otorgaba mayor movilidad y un campo de acción más amplio a cazadores y guerreros. Además, a medida que nuevos grupos se iban haciendo ecuestres y pasaban más tiempo en las Llanuras, algunos de los recursos naturales de la región se fueron haciendo más escasos. Los mismos caballos escaseaban crónicamente debido a la alta mortalidad que causaban las condiciones climáticas extremas. Por otra parte, el tráfico de manufacturas europeas generó una gran competición por 351 Joaquín Rivaya Martínez las armas de fuego, los instrumentos metálicos, y otros productos, así como el acceso desigual de los distintos grupos indígenas a las armas de fuego y la munición. La elevada mortalidad causada por la guerra crónica se vio multiplicada por las epidemias, generando una gran demanda de mano de obra, lo que explica la captura masiva de mujeres y niños enemigos, quienes eran a veces esclavizados y utilizados como pastores, procesadores de pieles, concubinas, etc., siendo también a menudo incorporados al grupo de sus captores por medio de la adopción, el matrimonio o la cooptación. En ese contexto de violencia crónica, los comanches se convirtieron en el pueblo hegemónico del centro y sur de las Grandes Llanuras. Ello fue posible gracias a una población numerosa que crecía con la afluencia de nuevas oleadas de shoshone-parlantes del noroeste, así como con la masiva incorporación de cautivos, favorecida por el carácter exógamo de las bandas comanches y la extendida práctica de la poliginia. Al mismo tiempo, los comanches pronto se convirtieron en el pueblo más rico en caballos, lo que les otorgaba una importante ventaja comercial y favorecía su asombrosa movilidad. Sin embargo, al igual que los comanches obtenían la mayor parte de sus équidos a través del robo, sus grandes caballadas constituían un suculento atractivo para los merodeadores de grupos rivales. Si bien sus numerosos guerreros y caballos constituyeron la clave de su poderío militar, los comanches también se beneficiaron de una situación estratégica privilegiada dada su proximidad a la principal fuente de caballos, Nueva España, su acceso directo a los mercados y mercancías españoles en Nuevo México (y, desde 1785, en Texas), así como a las mercancías y mercados de Luisisana a los que accedían a través de comerciantes francoparlantes que se adentraban en las Llanuras remontando los ríos Red y Arkansas, o bien a través de intermediarios de habla güichita (especialmente taovayas). Por último, los comanches también demostraron gran habilidad diplomática tejiendo un sistema cambiante de alianzas del que formaron parte sucesivamente los indios yutas (c. 1705 - c. 1740), taovayas (desde c. 1740), y demás norteños (desde c. 1755), así como los españoles de Texas (1785 - c. 1810) y Nuevo México (desde 1786). Sólo la combinación de todos estos 352 La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España factores hizo posible la expansión sin precedentes de los comanches, la cual se produjo a costa de otros grupos indígenas, fundamentalmente los apaches de las llanuras. La hegemonía comanche tuvo una importante dimensión comercial. Los comanches no sólo se convirtieron en los principales traficantes de caballos de las Llanuras, sino que también vendían pieles, productos derivados del bisonte, cautivos, sal y otros productos a cambio de maíz, piloncillo (barras de azúcar moreno), pinole (un tipo de harina de maíz mezclada con hierbas y semillas molidas) y otros alimentos, así como cuchillos, ropa, armas de fuego, munición, cuentas de vidrio y otras manufacturas. A medida que los comanches fueron expulsando a los apaches del territorio del bisonte, éstos intensificaron sus propias hostilidades contra los asentamientos novohispanos.17 Crisis en la Comanchería, 1770-1785 A partir de 1770, una sucesión de acontecimientos preparó el terreno para el establecimiento de una alianza hispano-comanche. Una prolongada sequía en las llanuras meridionales acarreó una de las peores fases de violencia comanche en la frontera a partir de 1772. En agosto de 1779, una fuerza de ochocientos hombres que incluía soldados “presidiales”, milicianos, indios yutas y apaches jicarillas liderada por el gobernador de Nuevo México, Juan Bautista de Anza, asaltó una ranchería comanche de más de ciento veinte tiendas al norte del río Arkansas. Era 17 Sobre los diferentes procesos que contribuyeron a forjar la hegemonía comanche, véanse: HÄMÄLÄINEN, Comanche Empire, 18-106; NED BLACKHAWK, “The Displacement of Violence: Ute Diplomacy and the Making of New Mexico’s EighteenthCentury Northern Borderlands,” Ethnohistory 54, no. 4 (2007); JOHN, Storms; KAVANAGH, Comanche History, 63-154; ALFRED B. THOMAS, ed., After Coronado: Spanish Exploration Northeast of New Mexico, 1696-1727 (Norman: University of Oklahoma Press, 1935), 1-49; ALFRED B. THOMAS, ed., The Plains Indians and New Mexico, 1751-1778: A Collection of Documents Illustrative of the History of the Eastern Frontier of New Mexico (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1940), 1-59; GARY C. ANDERSON, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethogenesis and Reinvention (Norman: University of Oklahoma Press, 1999), 105-27. 353 Joaquín Rivaya Martínez la primera ocasión en que los españoles atacaban a los comanches tan al norte. De regreso a Nuevo México, el contingente de Anza se topó con una partida de más de cuarenta comanches que volvía de incursionar allí. Este encuentro costó a los comanches otros diecisiete muertos, incluidos su belicoso líder Cuerno Verde, considerado el principal instigador de las incursiones, su hijo primogénito y otros cuatro líderes.18 Entre 1780 y 1781, una mortífera pandemia de viruela se extendió por Norteamérica. El hecho de que sea el primer estallido de dicha enfermedad documentado entre los comanches sugiere que se trató del primer episodio de la misma, o al menos del primero en mucho tiempo. En cualquier caso, la epidemia debió de ser terriblemente virulenta entre los comanches al tratarse de una población no inoculada, hasta el punto que en 1785 los orientales afirmaron haber perdido dos tercios de su población durante dicha epidemia.19 Todos estos factores hicieron a los comanches más vulnerables a los ataques de otros grupos indígenas, muchos de ellos mejor pertrechados de armas de fuego que los propios comanches. Entre tanto, durante una ardua inspección de los presidios del norte de Nueva España que se extendió por dos años (1766-1768), el Marqués de Rubí comprobó la falta de recursos humanos y materiales para defender la frontera de las incursiones de los bárbaros. En su informe final el marqués recomendaba una profunda reestructuración de los presidios, reubicando varios de ellos para formar una única línea de defensa más o menos paralela al río Grande, con la excepción de los presidios avanzados de Santa Fe y Béxar. Rubí también recomendó formar una alianza con los comanches e intensificar la guerra contra los apaches. La mayoría de sus recomendaciones fueron reflejadas en un 18 19 354 JUAN BAUTISTA DE ANZA, Diario de la expedición... contra la nación Cumanche... septiembre 10, 1779, Archivo General de Indias - Audiencia de Guadalajara (en adelante AGI-AG), 278. JOAQUÍN RIVAYA-MARTÍNEZ, “Incidencia de la viruela y otras enfermedades epidémicas en la trayectoria histórico-demográfica de los indios comanches, 17061875,” in El impacto demográfico de la viruela. De la época colonial al siglo XX, ed. Chantal Cramaussel (Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2010), 67-68. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España nuevo Reglamento e Instrucción de presidios aprobado en 1772. A partir de entonces, las autoridades españolas iniciaron una exhaustiva reorganización militar y administrativa de la frontera norte de Nueva España que culminó con la creación de la Comandancia General de las Provincias Internas en 1776. Los españoles habían sido incapaces de subyugar o evangelizar a los apaches, y las hostilidades generalizadas de éstos y de otros indios independientes se habían convertido en una pesadilla para las autoridades novohispanas. En los años siguientes, para hacer frente a los apaches, los españoles construirán un sistema de coaliciones que llegará a incorporar a buena parte de los indios bárbaros de la frontera, y cuya piedra angular será la alianza con los comanches.20 La alianza con los españoles, 1785-1821 Hacia 1785 los españoles distinguían cuatro divisiones principales entre los comanches. Algunas rancherías de “cuchunticas” (del comanche Kuhtsutuhka “comedores de bisonte”) vagaban normalmente por la región situada al sur del río Arkansas y al este de la Sierra de la Sangre de Cristo. Los “jupes” (Huupi “gente del bosque” o de “palo”) habitaban las llanuras al norte del Arkansas y al este de la sierra de las Montañas Rocosas conocida como Front Range. Aún más al norte vi20 ANTONIO BONILLA, [Actas de cuatro juntas de guerra], Chihuahua, octubre 4, 1778, AGS-SG, 7045, 3, 41, 51-60; LUIS NAVARRO GARCÍA, Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provincias Internas del norte de Nueva España (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1964); NOEL M. LOOMIS and ABRAHAM P. NASATIR, Pedro Vial and the Roads to Santa Fe (Norman: University of Oklahoma Press, 1967), 22-27; MAX L. MOORHEAD, The Apache Frontier: Jacobo Ugarte and Spanish Indian Relations in Northern New Spain, 1769-1791 (Norman: University of Oklahoma Press, 1968), 143-69; ALFRED B. THOMAS, ed., Forgotten Frontiers: A Study of the Spanish Indian Policy of Don Juan Bautista de Anza, Governor of New Mexico 1777-1787 (Norman: University of Oklahoma Press, 1932), 71-83; WEBER, Spanish Frontier, 204-35; DAVID J. WEBER, Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment (New Haven: Yale University Press, 2005), 156-59; ALFRED B. THOMAS, ed., Teodoro de Croix and the Northern Frontier of New Spain, 1776-1783 (Norman: University of Oklahoma Press, 1941), 1-68. 355 Joaquín Rivaya Martínez vían los “yamparicas” (Yamparuhka “comedores de yampa”, un tubérculo de la región). Estos tres grupos residían más cerca de la provincia de Nuevo México, siendo a veces denominados colectivamente “comanches occidentales”. Otro grupo de cuchunticas, conocidos simplemente como “orientales”, vivían entre los ríos Rojo y Brazos, en las inmediaciones de la provincia de Texas.21 En Julio de 1785, una partida de cuchunticas apareció en el pueblo indígena de Taos, al nordeste de Nuevo México, para vender sus mercancías y proponer la paz a los españoles. Ese mismo verano, jupes y yamparicas se declaraban también dispuestos a establecer la paz tras la muerte de Toroblanco, un influyente líder que los había mantenido en pie de guerra hasta entonces.22 En septiembre del mismo año, una delegación española encabezada por el comerciante franco-hispano Pedro (Pierre) Vial y el excautivo comanche Francisco Xavier Chávez iniciaba negociaciones con los cuchunticas orientales con la ayuda de Guersec y Eschas, líderes respectivamente de los taovayas y güichitas. Siguiendo el consejo de sus dos “capitanes” principales, Camisa de Hierro y Cabeza Rapada, los orientales se mostraron favorables a la paz. En octubre, el gobernador de Texas, Domingo Cabello, recibía en Béxar a una delegación de los orientales con quienes establecía un tratado formal.23 21 22 23 356 BONILLA, [Actas de cuatro juntas de guerra], ; VIAL and CHÁVEZ, [Diario e informe sobre los comanches orientales]; CABELLO, Respuestas... sobre varias circunstancias de los indios Cumanches Orientales, ; FRANCISCO XAVIER ORTIZ, [Informe sobre la nación comanche dirigido a Juan Bautista de Anza], Santa Fe, May 20, 1786, AGS-SG, 7031; PEDRO GARRIDO Y DURÁN, Noticia de los capitanes Comanches... [Santa Fe, julio 14, 1786], AGS-SG, 7031, 9, 37/8; PEDRO GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo México... Chihuahua, diciembre 21, 1786, AGS-SG, 7031, 9, 37; CARNEY SAUPITTY, SR., Interview with author, Apache, Oklahoma, July 19, 2005; KAVANAGH, Comanche History, 121-32. JOSÉ ANTONIO RENGEL, [Carta n.116 a Gálvez sobre progresos conseguidos en la Paz de los Cumanches], Chihuahua, diciembre 31, 1785, AGS-SG, 7031, 9, 32; AGIAG, 286. VIAL and CHÁVEZ, [Diario e informe sobre los comanches orientales]. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España El 25 de febrero de 1786, el líder principal de los cuchunticas occidentales, a quien las fuentes identifican como Ecueracapa (“El Huérfano”), visitó a Anza en Santa Fe en representación de las tres divisiones occidentales y le propuso una serie de condiciones para un tratado. Tres días después, durante un encuentro con varios líderes cuchunticas occidentales en la población indígena de Pecos, Anza aceptaba oficialmente las propuestas de Ecueracapa. En la misma fecha y lugar, con la mediación de Anza, los cuchunticas occidentales establecían la paz con los indios yutas, también aliados de los españoles. Durante las semanas siguientes una legión de representantes de todas las divisiones occidentales visitó Nuevo México para ratificar el tratado. Para finales de julio así lo habían hecho veintitrés líderes que representaban a unas 8.300 personas. El 5 de octubre del mismo año, Jacobo de Ugarte y Loyola, comandante en jefe de las Provincias Internas, aprobaba también el acuerdo.24 Por último, el 21 de abril de 1787, Anza participó en una reunión con representantes de todas las divisiones comanches en algún lugar de la Comanchería donde el tratado fue ratificado de forma definitiva.25 En un contexto de violencia creciente en las Grandes Llanuras, y aún bajo las secuelas de la pandemia de 1780-1781, los comanches se aseguraron por medio de estos tratados la capacidad de atravesar libremente las tierras de la corona mientras continuaban su ancestral confrontación con los apaches. Además, los tratados permitieron a los comanches monopolizar el comercio novohispano y controlar el tráfico de manufacturas a través de las llanuras, desplazando en el proceso a sus tradicionales rivales, los apaches. De esta forma, los líderes comanches 24 25 GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo México... ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y... de la paz con los comanches, apaches, y otros puntos relativos al estado de la guerra, Arizpe, agosto 14, 1787, AGI-AG, 287; AGS, SG, 7031, 9, 41. JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta Juan Bautista de Anza], Chihuahua, octubre 26, 1786, SANM, II, 11: 1081-1083; UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y... de la paz con los comanches, apaches, y otros puntos relativos al estado de la guerra, ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta a Fernando de la Concha] Arizpe, enero 23, 1788, Spanish Archives of New Mexico II, 12: 32-34. 357 Joaquín Rivaya Martínez garantizaban a su gente un flujo constante de mercancías hispanas a la vez que les permitía reforzar su riqueza y prestigio a través de los regalos diplomáticos y las muestras públicas de deferencia que recibían de las autoridades españolas. Por último, la capacidad de acampar y desplazarse libremente en las inmediaciones de los asentamientos hispanos facilitaba también el acceso de los comanches al territorio más meridional del bisonte, en las cuencas del río Pecos y del alto Canadian, así como la posibilidad de recibir envíos rápidos de víveres en caso de hambruna.26 De esta forma, los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 pusieron fin a décadas de violencia entre ambos pueblos, inaugurando un período de relaciones predominantemente amistosas del que unos y otros se beneficiaron durante décadas. Comanches y españoles se auxiliaron mutuamente en sus campañas militares, especialmente contra sus enemigos comunes, los apaches, ya fuera por separado o en operaciones conjuntas. A menudo, los españoles suministraron armas de fuego, pólvora y municiones a los comanches, quienes debían devolverlas al concluir sus expediciones. Más raramente, soldados españoles acompañaron a los comanches en sus campañas contra enemigos lejanos.27 Los comanches orientales intensificaron su guerra contra los lipanes, mientras que los occidentales incrementaron sus campañas contra 26 27 358 Sobre los tratados hispano-comanches y sus consecuencias véase: JOAQUÍN RIVAYA-MARTÍNEZ, “Diplomacia interétnica en la frontera norte de Nueva España. Un análisis de los tratados hispano-comanches de 1785 y 1786 y sus consecuencias desde una perspectiva etnohistórica,” Nuevo Mundo, Mundos Nuevos (2011), http://nuevomundo.revues.org/62228. MARC SIMMONS, ed., Border Comanches: Seven Spanish Colonial Documents, 1785-1819 (Santa Fe: Stagecoach Press, 1967), 23; GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo México... ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta al Marqués de Sonora], Chihuahua, diciembre 21, 1786, AGI-AG, 287; UGARTE Y LOYOLA, Extracto de novedades de enemigos y... de la paz con los comanches, apaches, y otros puntos relativos al estado de la guerra, ; JUAN DE DIOS PEÑA, Diario y derrotero... en esta campaña... de auxiliar a los Comanches contra la nación de los Pananas... Santa Fe, agosto 8, 1790, Spanish Archives of New Mexico II, 12: 262-265. La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España los faraones, y comenzaron a atacar a otros apaches que vivían más al sur y al oeste.28 Amenazados al mismo tiempo por españoles y comanches, algunos apaches optaron por establecer sus propios tratados con los españoles, llegando algunos a establecerse de forma sedentaria en las inmediaciones de algunos presidios.29 Para 1800 los comanches habían conseguido empujar a los apaches a la periferia de las llanuras.30 El mantenimiento de la alianza se basó en la buena voluntad y la flexibilidad de ambas partes.31 Partidas de comanches continuaron visitando Nuevo México y Texas con expectativas de protección, comercio, hospitalidad y munificencia que las autoridades españolas satisficieron en la medida de sus posibilidades. Los españoles continuaron proveyendo a los comanches de artículos comerciales y regalos. Los líderes de ambos pueblos contribuyeron a esclarecer quejas y a sancionar a quienes cometían crímenes contra sus aliados. Las autoridades españolas sólo autorizaron el uso de la fuerza contra los comanches de forma esporádica, y únicamente para castigar a aquéllos responsables de específicos actos de agresión.32 También intentaron aplacar a los comanches 28 29 30 31 32 GARRIDO Y DURÁN, Relación de los sucesos ocurridos en la Provincia del Nuevo México... ; JACOBO UGARTE Y LOYOLA, [Carta n.130 a Manuel Antonio Flores], Janos, marzo 13, 1788, AGN-PI, 65: 507-508v; FERNANDO DE CONCHA, [Carta n.147 a Jacobo Ugarte y Loyola], Santa Fe, noviembre 20, 1789, AGN-PI, 191: 201201v; RAMÓN DE CASTRO, [Carta n.71 a Revillagigedo], Valle de Santa Rosa, julio 12, 1791, AGN-PI, 224: 47-48v. MATTHEW M. BABCOCK, “Rethinking the Establecimientos: Why Apaches Settled on Spanish-Run Reservations, 1786-1793,” New Mexico Historical Review 84, no. 3 (2009). JAMES H. GUNNERSON and DOLORES A. 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Tan inusual petición fue rápidamente atendida por las autoridades españolas, que vieron en ella una oportunidad única para convertir a los belicosos e itinerantes jupes en un pueblo de agricultores sedentarios, sentando así un prometedor ejemplo para otros “bárbaros” de la frontera. En unos meses, el poblado comanche de San Carlos de los Jupes se erguía en algún lugar a orillas del Arkansas.35 En enero de 1788, sin embargo, los jupes abandonaban San Carlos tras haber fallecido allí una de las esposas de Paruanarimuco.36 La presencia de intérpretes en las rancherías comanches agilizó las comunicaciones entre ambos pueblos. La paz también permitió a los españoles desplazarse con seguridad a través de la Comanchería y llevar a cabo diversas exploraciones beneficiándose de la hospitalidad y del conocimiento del terreno de sus anfitriones comanches.37 33 34 35 36 37 360 REVILLAGIGEDO, [Carta a Pedro de Nava], México, marzo 2, 1791, AGS-SG, 7045, 3, 42; AGS-SG, 7045, 3, 42; MOORHEAD, Apache Frontier, 168. FERNANDO DE LA CONCHA, Relación... de los gastos ocasionados durante... 1791 en gratificar y mantener en esta villa las naciones bárbaras aliadas que concurren a ella... Santa Fe, marzo 1, 1792, AGN-PI, 204: 337-334v. JUAN BAUTISTA DE ANZA, [Carta a Ugarte y Loyola], Santa Fe, octubre 20, 1787, AGN-PI, 65: 501-502; FERNANDO DE LA CONCHA, [Carta a Jacobo Ugarte y Loyola], Santa Fe, noviembre 10, 1787, AGN-PI, 65: 51-56. FERNANDO DE LA CONCHA, [Carta n.29 a Ugarte y Loyola], Santa Fe, junio 26, 1788, AGN-PI, 65: 511-511v. CONCHA, Relación... de los gastos ocasionados durante... 1791 en gratificar y mantener en esta villa las naciones bárbaras aliadas que concurren a ella... La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España En las décadas que siguieron a los tratados, hispanos e indios bajo dominio español establecieron una relación comercial más informal con los comanches, ignorando en ocasiones las regulaciones y prohibiciones establecidas por las autoridades locales. En Nuevo México, la paz y la coexistencia favorecieron las visitas a la Comanchería de un considerable número de traficantes novomexicanos, quienes acabarían por ser denominados “comancheros”, para comerciar con comanches y otros indios.38 La importancia y persistencia de este tráfico fortaleció la paz entre novomexicanos y comanches, que perduraría hasta la década de 1870, al mismo tiempo que la presencia de ciboleros (cazadores de bisontes) novomexicanos en la Comanchería se hacía más frecuente. Todo ello favoreció la expansión demogfráfica, económica y territorial de Nuevo México. Nuevas poblaciones con una importante presencia de genízaros fueron establecidas al este y nordeste de la provincia. A medida que la población aumentaba, también lo hizo le producción agropecuaria y artesanal. Además, las pieles obtenidas por comancheros y ciboleros se convirtieron en el motor de la economía nuevomexicana, siendo el principal artículo del comercio interprovincial. De esta forma, la integración de Nuevo México en el comercio novohispano se hizo más firme. Por otra parte, la alianza comanche con Texas empezó a desintegrarse en la década de 1810, debido en buena medida a la incapacidad de las autoridades españoles para satisfacer las demanda comanche de regalos y mercancías en el contexto de la invasión napoleónica y la insurrección mexicana. Comerciantes angloamericanos con base en los Estados Unidos comenzaron a suministrar a los comanches armas, municiones y otros artículos, ofreciendo además un emergente mercado para los caballos comanches, a menudo robados. Así, las depredaciones comanches se extendieron paulatinamente a Coahuila, Nuevo León, Nuevo Santander y Chihuahua.39 La mayoría de los comanches, sin em38 39 JOHN, “Nurturing the Peace”; KENNER, History. JOHN, “Nurturing the Peace”; SIMMONS, ed., Border Comanches, 35-36; FRANK, From Settler to Citizen; JOHN, Storms, 734; KAVANAGH, Comanche History, 177; MOORHEAD, Apache Frontier, 169. 361 Joaquín Rivaya Martínez bargo, se mantendría leal a la corona durante las guerras mexicanas de independencia. Conclusión La intrusión hispana en el actual Suroeste de Norteamérica desencadenó cambios dramáticos entre los pueblos autóctonos del continente. Los españoles y sus aliados indígenas introdujeron mortíferos gérmenes importados del Viejo Mundo que causaron una mortandad sin precedentes, pero también nuevas especies animales y vegetales, así como toda una serie de mercancías, técnicas y herramientas que pronto fueron objeto del interés de los nativos. La introducción del caballo en particular transformó radicalmente el modo de vida de numerosas sociedades. Muchos de los grupos indígenas de las Grandes Llanuras de Norteamérica y zonas limítrofes se volvieron nómadas ecuestres. Sus desplazamientos se volvieron más frecuentes y comenzaron a recorrer mayores distancias. A la tradicional competencia por el bisonte y otros recursos naturales se unió entonces una cada vez mayor rivalidad por los caballos, así como por las mercancías y mercados europeos, lo que a su vez generó una fuerte militarización de estas sociedades. En este contexto de tensiones intertribales crecientes, el siglo XVIII contempló el ascenso imparable de los comanches, quienes gradualmente fueron imponiendo su hegemonía militar y económica sobre el sur de las Grandes Llanuras a expensas de otros grupos, fundamentalmente apaches. Pese a sufrir numerosos contratiempos en torno a 1780, los comanches lograron sobreponerse y mantener su dominio sobre la región durante décadas (de hecho, hasta bien entrado el siglo XIX), en buena medida gracias a la alianza hispano-comanche que se gestó con los tratados de 1785 y 1786. 362 La expansión comanche en la frontera norte de Nueva España Bibliografía ANDERSON, Gary C. 1999 The Indian Southwest, 1580-1830: Ethogenesis and Reinvention. Norman: University of Oklahoma Press. ANZA, Juan Bautista de [Carta a Ugarte y Loyola]. Santa Fe, octubre 20, 1787. Archivo General de la Nación, Provincias Internas 65: 501-502. 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Loyola tuvo la visión de aplicar a su instituto métodos de organización y administración modernos con el fin de difundir la ortodoxia Católica entre europeos cristianos y no cristianos de las Indias Orientales y Occidentales.2 Sus seguidores llegaron a cada rincón de la tierra en cuestión de dos generaciones. Para el siglo XVII, en Asia había misioneros jesuitas en la corte imperial china, el Japón de los shogunes, la India mogol y hasta el reino de Bután en el Himalaya. En contraste, en el Nuevo Mundo los jesuitas se establecieron en las cortes virreinales de la Nueva España y Perú, además de en capitales provinciales y pueblos de frontera de Hispanoamérica y Brasil coloniales. Junto a su presencia urbana, los jesuitas en las Américas también se establecieron en las más remotas periferias coloniales, entre naciones indígenas semisedentarias o nómadas que 1 2 Universidad Iberoamericana Extensión Saltillo, Coahuila, México John O’Malley, The First Jesuits (Cambridge: Harvard University Press, 1999). 371 José Gabriel Martínez-Serna aun otras naciones indígenas consideraban bárbaras y primitivas. La presencia jesuita fue crucial para la apertura e incorporación de nuevas regiones y sus recursos naturales y poblaciones a los imperios Católicos del mundo Atlántico. A pesar de que Brasil y la Nueva Francia tuvieron experiencias similares, fue en los dominios del rey de España donde tuvieron una mayor presencia e importancia. La expansión de la frontera hispánica en Sudamérica tiene importantes paralelos con la expansión de la frontera septentrional en la Nueva España. En ambas regiones, la presencia de misioneros fue clave para la pacificación, reducción y aculturación de indios semisedentarios. Al fundar estas misiones, los misioneros también fueron instrumentales en la transformación de su medio ambiente, los patrones locales de trabajo y asentamiento humanos, y el desarrollo económico regional. Además de las misiones, los jesuitas tuvieron colegios o residencias en capitales provinciales y pueblos de frontera como Chihuahua, Durango y Parral en el norte de la Nueva España y Tucumán, Concepción, y Córdoba en las fronteras de América del Sur. Tanto las misiones como los colegios y residencias de pueblos o ciudades de frontera ayudaban en el desarrollo de la economía fronteriza: las misiones mediante su incorporación de recursos naturales y humanos a las redes políticas y económicas coloniales; los colegios y residencias, mediante la especialización en la explotación de recursos naturales locales y la creación de excedentes agrícolas para comercialización o trueque. Por ejemplo, las misiones que se encontraban más allá del rio Bío Bío en Chile y los colegios de ciudades como Mendoza y San Juan de la Frontera en el país de Cuyo (hoy en día Argentina) tenían viñedos para el financiamiento de sus operaciones. Pero en la región que va desde Salta y Tucumán hasta Córdoba, las propiedades rurales jesuitas se enfocan principalmente en la producción agro-pastoral, mientras que en las tierras guaraníes la yerba mate y las pieles curtidas de ganado fueron sus principales excedentes económicos. El proceso de expansión jesuita en estas periferias y la transformación física y social de los espacios fronterizos eran un proyecto de 372 Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur alta prioridad corporativa. Desde la sede en Roma el padre general y la curia jesuita circulaban instrucciones para cada una de las provincias de la orden, fijando como preferencia la conversión de indígenas por medio de un programa de aculturación que consistía en “reducir” y enseñar a sembrar a naciones semisedentarias o móviles que generalmente eran cazadores-recolectores.3 Por otro lado el establecimiento de propiedades agrícolas que proveyeran una fuente constante de ingresos para las actividades de colegios en capitales provinciales o pueblos de la frontera también tuvo un papel destacado, aun cuando estos establecimientos funcionaban dentro de una economía de mercado ya existente, a diferencia de las misiones. Las propiedades rurales de colegios y residencias jesuitas eran parte fundamental de sus respectivos mercados regionales, muchas veces incluso llegando a ser los actores más importantes de ciertas industrias. El uso de métodos de administración y financiación modernos hicieron de los jesuitas rivales comerciales formidables, pero esto causó también fricciones y envidia por parte de otros grupos eclesiásticos y de algunos elementos de la sociedad civil.4 Los jesuitas eran distintos a sus contrapartes franciscanos en la manera en que financiaban sus operaciones. Las reglas del instituto jesuita formuladas por Ignacio de Loyola y sus sucesores inmediatos a mediados del siglo XVI requerían que cada parte de su ministerio educativo y misionero debía ser financieramente independiente. Aun cuando el padre superior de una provincia jesuita tenía la facultad de transferir recursos de una parte a otra dentro de su provincia, por ejemplo subsidiando las operaciones del colegio de una ciudad o pueblo a otro, 3 4 El interés corporativo en las misiones del septentrión novohispano es evidente en “Congregación provincial mexicana quinta”, México, Nov. 2-9 1599, Monumenta Mexicana VI, Doc. nº 220, 641-649; ver también “Carta del General Acquaviva al Padre Martin Peláez”. Roma, Agosto 2 1597, ibid, Doc. nº 63, 259-260; también una orden del Padre General Acquaviva enfatizando una mayor pasión para el ministerio a los indios norteños, “Instrucción para que se atienda con mas calor al ministerio con los indios” Rome, June 30 of 1603, Monumenta Mexicana Vol. VIII, Doc. nº 25, 187-190. Ver más abajo. 373 José Gabriel Martínez-Serna se incentivaba la independencia tanto de cada provincia jesuita, como de cada colegio, residencia y misión dentro de la provincia. Para tener esta independencia financiera, cada colegio, residencia o misión tenía propiedades dedicadas a proporcionar esta autonomía económica en un tipo de fideicomisos que los jesuitas llamaban “fundaciones” (las ganancias de estas propiedades se complementaban con rentas de propiedades urbanas y censos). En este aspecto la Compañía operaba de una manera que parece normal para nuestros estándares contemporáneos, pero que para un instituto religioso en la era moderna temprana era algo insólito, y causa de mucho recelo y resentimiento por parte de otros religiosos, tanto de la iglesia regular como la diocesana. En cambio, los franciscanos tendían a evitar el dedicarse directamente a la explotación y administración de bienes, por lo que sus operaciones dependían más de limosnas reales o de patrones aristocráticos, una manera de financiamiento más acorde con estándares del medievo. En parte por eso las iglesias jesuitas tendían a ser más opulentas que las franciscanas e incluso las parroquiales. También por esto mismo las misiones jesuitas eran más importantes como polos de desarrollo económico en la frontera que las franciscanas. Pero esta riqueza de la Compañía y la manera celosa en que defendía sus propiedades y privilegios sería también la principal fuente de escándalos y confrontaciones que tendría con autoridades civiles y eclesiásticas.5 Como se ha dicho, el ministerio jesuita tuvo dos principales vertientes: la educación de las élites criolla e indígena (aunque en instituciones separadas); y la conversión de pueblos indígenas, sobre todo aquellos localizados en la fronteras del imperio, lejos de los centros de poder político y económico. Ambos aspectos del ministerio jesuita operaban con independencia administrativa mutua dentro de la estructura de provincia. En el lado misional, las operaciones jesuitas eran financiadas por una oficina llamada la Procura de Misiones, que administraba 5 374 Robert E. Scully S.J., “The Supression of the Society of Jesus: A Perfect Storm in the Age of “Enlightenment”, Studies in the Spirituality of Jesuit, Vol. 45 No. 2 (Verano 2013). Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur bienes para la financiación de sus operaciones pero también administraba las subvenciones reales que complementaban los ingresos de las fundaciones. En el caso de las propiedades rurales de las fundaciones de colegios y residencias, el excedente agro-pastoral y de los censos proveían las fuentes de su financiamiento.6 La principal unidad administrativa de la Compañía era la provincia, de las cuales se desprendían viceprovincias o una nueva provincia cuando el número de misiones, colegios y residencias había crecido y se volvía difícil su administración efectiva. Cada provincia jesuita tenía a la cabeza a un padre provincial designado desde Roma por periodos de tres años. Cada una de las provincias era administrativamente autónoma y tenía comunicación directa con la curia jesuita en Roma. En Roma, las provincias eran categorizadas en cinco asistencias que a grandes rasgos tenían como base idioma y cultura. Estas cinco eran: la Asistencia Lusitana (que incluía a las provincias del Lejano Oriente, como India, China y Japón); la Asistencia Hispánica (que incluía a las provincias de Hispanoamérica y las Filipinas); la Asistencia Francesa (que incluía a la Nueva Francia); la Asistencia Germana (que incluía a la provincia de Inglaterra y las de Europa Oriental); y la Asistencia Itálica. Las asistencias jesuitas eran dirigidas por un padre asistente que aconsejaba al padre general de la Compañía en cuestiones legales, políticas y culturales de las provincias de su asistencia. Pero las asistencias eran estructuras administrativas que carecían de poderes operacionales como las provincias y por lo tanto sin peso en decisiones directas sobre como gestionar recursos. Dentro de la Asistencia Hispánica, las provincias jesuitas de Hispanoamérica colonial tenían tres tipos de institución jesuita: los colegios en ciudades y capitales provinciales, las residencias en pueblos y asentamientos más pequeños, y las misiones en las fronteras. 6 J. Gabriel Martínez-Serna “Procurators and the Making of the Jesuits’ Atlantic Network” en Bernard Bailyn y Patricia Denault (eds), Soundings in Atlantic History: Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830 (Cambridge: Harvard University Press, 2011) 181-216. 375 José Gabriel Martínez-Serna La estructura corporativa y las reglas internas del instituto ignaciano fueron elementales para que la orden ayudara al desarrollo económico de la periferia imperial. Cada padre provincial tenía un equipo que le asistía en la administración de colegios, residencias, y misiones de su provincia. En las operaciones económicas y en las relaciones con el exterior, el responsable era un padre procurador de provincia. Los procuradores jesuitas administraban los bienes materiales de la Compañía y además del padre procurador de provincia había también un procurador para cada colegio y residencia.7 Los procuradores de colegios, residencias y misiones tenían mucho margen de maniobra para desarrollar sus actividades, pero tenían que mandar informes anuales al procurador de provincia, y estos al procurador general en Roma. El procurador de provincia supervisaba y daba el visto bueno a las actividades de los procuradores de colegios, residencias, y misiones aunque últimamente eran los padres provinciales los que aprobaban las operaciones de los procuradores: “Los padres rectores de colegios debían poseer un solido entendimiento de los problemas económicos para que los colegios tuvieran buenos ingresos para garantizar la enseñanza. Para asistir en cuestiones financieras cada rector tenía un procurador cuyos deberes incluían llevar libros de cuentas exactas, asegurarse de tener copias de documentos que comprobaran la posesión legítima de propiedades, y en resumen tener cuidado que el ingreso de un colegio fuera aumentando en vez de disminuirse. Juntos, tanto rector como procurador eran responsables ante el padre provincial por la administración financiera de su colegio. El padre provincial, asistido por un procurador especial, era responsable ante el padre general y el procurador general en Roma. Un padre provincial 7 376 A veces un procurador jesuita podía ser un hermano coadjunto espiritual y no un padre jesuita con los cuatro votos; raramente un jesuita que no tuviera los cuatro votos tenia un puesto tan importante; los hermanos coadjuntos espirituales generalmente eran apotecarios u otra actividad practica, pero hubo una importante cantidad de procuradores de colegios y sobre todo residencias (que eran mucho mas pequeñas que un colegio) que eran de estos hermanos jesuitas de dos o tres votos religiosos y no los cuatro de un padre jesuita. Martínez-Serna, ibídem. Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur que dejaba que su provincia entrara en dificultades económicas corría el riesgo de ser depuesto”.8 Así mismo, las propiedades que financiaban a las misiones de una provincia en conjunto eran administradas por un jesuita a cargo de la Procura de Misiones de la provincia, y complementadas con la subvención real anual para misioneros de la frontera, así como donaciones de patrocinadores aristocráticos.9 Las operaciones comerciales de los procuradores jesuitas variaban según la geografía, medio ambiente y recursos naturales de sus respectivas provincias. Haciendas, plantaciones, ranchos ganaderos, y viñedos eran las principales fuentes de ingreso para cada fundación. Algunos ejemplos específicos de actividades económicas jesuitas en la frontera sur fueron la producción de vinos en los valles costeros del sur de Perú, la Araucanía, y el País de Cuyo; ranchos ganaderos en la región de Tucumán y Córdoba en Argentina; y la yerba mate en la frontera guaraní. La aportación jesuita fue elemental para la inserción de estas regiones, sus poblaciones y recursos naturales a la economía imperial. La manera en que la Compañía integraba sus operaciones locales en las redes regionales (e incluso transatlánticas) de comercio constituía una parte fundamental de las actividades de los procuradores jesuitas. Por esto la estructura misma de la orden y el énfasis de su esprit de corps le daba una ventaja sobre sus competidores seculares y eclesiásticos: 8 9 Magnus Mörner, The Political and Economic Activities of the Jesuits in the La Plata Region: The Hapsburg Era (Library and Institute of Ibero-American Studies, 1953) 4; ver también Martínez-Serna, ibídem. Por ejemplo, para la financiación de las misiones de Baja California en la Nueva España ver “Carta del Padre Salvatierra al Procurador de misiones” Mayo 2, 1655 Archivo Histórico de la Provincia de México, Doc. nº 1655; ver también la correspondencia del jesuita tirolés Eusebio Francisco Kino desde las misiones de Baja California y Sonora con patrocinadores aristocráticos en Europa, Kino Writes to the Duchess: Letters of Eusebio Francisco Kino to the Duchess of Aveiro (St. Louis, Missouri: St. Louis University Press, 1965). 377 José Gabriel Martínez-Serna “Los jesuitas formaron parte de los mercados regionales en los que participaban también los comerciantes laicos, pero al mismo tiempo la Compañía contaba con un sistema de conexiones comerciales dadas por la colaboración institucional, entre colegios y misiones. De esta forma, los jesuitas tuvieron los beneficios que les brindaba el formar parte de una estructura administrativa y económica que respaldaba sus compras, ventas, inversiones, etc. Era como tener en cada ciudad un intermediario seguro y confiable: la misma Compañía. En otras palabras, lo que beneficiaba a la orden jesuita era su independencia en cuanto a la producción y comercialización”.10 Con un padre procurador en cada estación de la red jesuita, había integración tanto vertical como horizontal en las operaciones económicas y financieras de la Compañía. Esta situación convirtió a los jesuitas en rivales comerciales formidables con los que pocos podían competir. En las actividades económicas jesuitas en la Hispanoamérica colonial había dos temas de trasfondo recurrentes que se pueden observar desde la perspectiva tanto de la frontera novohispana como la de la Araucanía: el primero se refiere a las prácticas de negocio esencialmente medievales que fueron poco a poco transformadas por los procuradores jesuitas en operaciones basadas en un concepto de administración más moderno. Por ejemplo, mecanismos de crédito que anteriormente habían sido consideradas doctrinalmente dudosos cada vez eran considerados como prácticas normales, además de mantener una fundación para cada una de sus misiones, colegios y residencias. El segundo tema de trasfondo recurrente en los documentos jesuitas relativos a su actividad económica en las fronteras del imperio es el intento por utilizar modelos de instituciones religiosas europeas para describir la realidad americana en vez de utilizar prototipos nativos del continente. Es decir, los jesuitas consideraban y se referían a las 10 378 Celia López, “Con la cruz y con el aguardiente: la empresa vitivinícola Jesuita en el San Juan Colonial”, Universum, v. 20, nº 2, Talca (2005); también Con la cruz y con el dinero: los Jesuitas del San Juan Colonial (San Juan, Argentina: Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan, 2005). Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur misiones de frontera de la misma manera en que se hablaba de los conventos y abadías medievales, que además de ser santuarios eran centros de comercio y polos de desarrollo económico regional. Aun cuando la realidad en la frontera americana era inmensamente variable y en muchos sentidos dramáticamente distinta a la experiencia eclesiástica de la frontera cristiana del medievo, esta práctica ha sido defendida por historiadores de la orden, “Este sesgo es deliberado primeramente porque tanto las comunidades religiosas de Sudamérica como de México usaban monasterios europeos como arquetipo. Esto no significó que no surgieron variaciones regionales, determinadas por circunstancias físicas y ministeriales. Como Herman Konrad ha demostrado tan claramente en su espléndido estudio de la Hacienda Santa Lucía, los jesuitas de México no dudaron en ajustar sus operaciones económicas rurales a las circunstancias locales, aun cuando esto significaba un abandono de prácticas tradicionales europeas. Pero en cambio sí significó que la manera en que las instituciones religiosas de Hispanoamérica colonial se relacionaban con la frontera debía ser comparada con la experiencia de sus predecesores en la frontera europea. Aparentemente hasta los ranchos ganaderos de Sinaloa en la costa Pacífica de México jugaban un papel muy distinto al que jugaron las propiedades azucareras del Perú costeño o los ranchos de mulas de Córdoba. Pero a pesar de estas diferencias, las propiedades institucionales tendían a demostrar una personalidad en común que invita a una comparación ventajosa con sus antecedentes europeos”11 La primera provincia jesuita en Hispanoamérica colonial fue la de Perú, que en un principio abarcaba todo el territorio bajo dominio español en Sudamérica. Los jesuitas llegaron allí en 1568. La provincia de la Nueva España se fundó unos años después en 1571 y durante varias décadas sólo estas dos provincias jesuitas existieron en la América hispana mientras había cuatro provincias en la España metropolitana: Toledo, Castilla, Aragón, y Andalucía. Hacia 1603 el crecimiento había sido tal que se creo la Provincia de Paraguay, a la cual pasaron a pertene11 Nicholas Cushner,, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, 1650-1767 (SUNY University Press) p. 5-6. 379 José Gabriel Martínez-Serna cer las misiones fronterizas de la Araucanía y los colegios y residencias de asentamientos como Tucumán, Salta, Córdoba, Asunción, Santa Fe y Santiago del Estero. Las del País de Cuyo como Mendoza y San Juan de la Frontera posteriormente pasarían a ser parte de la Viceprovincia de Chile cuando ésta se formó en 1625 (Chile se convertiría en provincia autónoma en 1683). Durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, se fueron creando nuevas provincias americanas hasta que llegaron a seis, cada una con una estructura autónoma de colegios, residencias, y misiones con sus respectivas fundaciones. A pesar de haber llegado al Nuevo Mundo décadas después de sus contrapartes franciscanos, dominicos, y agustinos, los jesuitas pronto eclipsaron a estos gracias al éxito de las operaciones económicas de la Compañía.12 Los colegios y residencias jesuitas en Hispanoamérica colonial siempre compraron propiedades rurales que ya estaban funcionando con fines de lucro, mientras que las misiones esencialmente tenían que crear una economía de mercado donde la economía preponderante fuera de subsistencia. En ambos casos el papel de la Compañía fue decisivo en el desarrollo económico regional pues las propiedades rurales de misiones, colegios y residencias se convirtieron en polos de desarrollo para la economía fronteriza. Se puede entonces hablar de cada colegio, residencia, o misión como si fuera una unidad productiva dentro de las redes comerciales e interprovinciales de la orden.13 Estudios de la actividad económica en varias fronteras jesuitas han enfatizado que los colegios, residencias, y misiones no eran solamente lugares con funciones espirituales sino verdaderos centros de 12 13 380 Robert Ricard, The Spiritual Conquest of Mexico: An Essay on the Apostolate and the Evangelizing Methods of the Mendicant Orders in New Spain, 1523-1572 (Berkeley: University of California Press, 1974). Raúl Sánchez Andaur, “La empresa económica jesuita en el obispado de Concepción: el caso de los colegios San Bartolomé de Chillán y Buena Esperanza” Universum N. 26, Vol. 2 (2011) 219, discutiendo a Tovar Pinzón “Elementos constitutivos de la empresa agraria jesuita en la segunda mitad del siglo XVII en México” en Enrique Florescano (Editor), Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina (México, Siglo Veintiuno, 1975). Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur intercambio y adaptación cultural además de ser empresas capitalistas generadoras de excedente agro-pastoral y por lo tanto de capital.14 También eran espacios de intercambio de bienes y de financiación, este último fluyendo desde los principales centros urbanos como Córdoba y Buenos Aires hacia las más remotas avanzadas jesuitas en las fronteras. Esta compleja red interjesuita era gran parte del éxito económico de sus operaciones: “la orientación precapitalista de su gestión, dada la tendencia a la especialización productiva y el estricto régimen de control contable, entre otros aspectos; y la existencia de un estilo de gestión “propio”, resultado de la ordenada y continua experimentación, socializando a todos los administradores por medio de documentos emanados desde los padres generales”.15 La penetración jesuita en tierras de grupos indígenas semisedentarios en las fronteras del imperio imponía a estos pueblos un programa de aculturación que consistía en el establecimiento de asentamientos permanentes, la imposición de la religión Católica, el nombramiento de autoridades indígenas locales, y la introducción de agricultura, primero para la subsistencia de la población misional y posteriormente para la producción de excedentes agrícolas para el comercio. Por ello, la transformación al sedentarismo fue acompañada de una gradual incorporación a la economía colonial. Cuando una misión estaba muy cerca de asentamientos coloniales seculares como reales de minas o presidios, los jesuitas consolidaban sus operaciones y empujaban la frontera aún más, de esta manera integraron nuevas regiones, poblaciones, y recursos a la economía imperial. En la frontera sur al igual que en la septentrional, la presencia de misiones jesuitas transformó tanto el medio ambiente como las culturas indígenas que vivían en él. En el norte de la Nueva España las misiones jesuitas incorporaron al imperio pueblos indígenas desde las costas del Mar de Cortez hasta las ciénagas de la misión de Parras en los desiertos 14 15 Ibid. Ibid. 381 José Gabriel Martínez-Serna del noreste mexicano. Encontraron ecosistemas costeros, de sierra, desierto, y valles aluviales y en cada uno de estos explotaron los recursos que el medio ambiente les proporcionaba para financiar sus operaciones, como lo fueron ranchos ganaderos en Sinaloa, haciendas agrícolas en Sonora, y viñedos en Nueva Vizcaya y Baja California. Como se verá en los siguientes ejemplos, en los virreinatos sudamericanos hubo varias fronteras misioneras y colegios en capitales provinciales y pueblos de frontera, y al igual que en la Nueva España, los jesuitas explotaron los recursos naturales y humanos locales, desatando fuerzas que impulsaron al desarrollo de la economía fronteriza. La frontera chilena: Araucanía, Concepción y el País de Cuyo La aportación jesuita en el desarrollo económico de la frontera sur del Chile colonial incluyó tanto las misiones de la Araucanía propia así como las propiedades de los colegios en el obispado austral de Concepción y en el país de Cuyo (actualmente la región de Mendoza y San Juan en la Argentina andina). El desarrollo económico de la frontera sur fue posible gracias a la expansión misionera jesuita en la Araucanía. Durante los siglos XVII y XVIII la única presencia hispana al sur del Bío Bío correspondió a los jesuitas. En esta frontera, la principal actividad económica de las misiones jesuitas con los indios mapuche así como de las propiedades de los colegios y residencias de la orden en el obispado de Concepción se centró en la viticultura, “disponiendo todas de un apreciable número de plantas, bodegas, lagares, alambiques y vasijas destinadas a la producción de vino y destilado de aguardientes, lo que avala la existencia de una actividad vitivinícola regular, en una zona donde, según testigos de la época, “se producía el vino de mejor calidad del reino”.16 Los jesuitas llegaron a Chile hacia el final de la Conquista de Chile durante la última década del siglo XVI. Fue justo antes de la “Destruc16 382 Raúl Sánchez Andaur, “Viticultores Jesuitas en el Obispado de Concepción” Universum, V. 21, N. 1 (2006). Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur ción de las siete Ciudades” en que la presencia hispana al sur del rio Bío Bío quedó extinguida después de la llamada ‘Gran Sublevación Mapuche’ de 1598. Casi todo el desarrollo económico logrado desde la llegada al área de Pedro de Valdivia a mediados del siglo XVI fue destruido. Fue por esta razón que se erigieron misiones jesuitas entre los indios mapuche para la reactivación económica de la región y su reintegración a los mercados coloniales.17 El primer contingente de jesuitas llegó a Santiago en 1593, y para 1595 ya se encontraban evangelizando en la Araucanía. Entre estos primeros misioneros destaca Luis de Valdivia, figura clave en la historia de los jesuitas en Chile. Valdivia fue la persona que ayudaría a convencer a las autoridades coloniales de un cambio de estrategia fronteriza tras el desastre de 1598, cuando los indios mapuches derrotaron a las fuerzas españolas y mataron al gobernador Oñez de Loyola. Valdivia sugirió que la encomienda y la guerra ofensiva fueran remplazadas por una guerra defensiva y un nuevo empuje para la evangelización de los indígenas. A pesar de esto, los jesuitas accedieron a sancionar la esclavitud indígena precisamente para atenuar la carga de trabajo de los indios de encomienda. Esto también serviría como lección a los indios bárbaros u hostiles así como para facilitar su conversión al cristianismo y el aprendizaje de prácticas agrícolas y de oficios manuales. La misión en la Araucanía serviría para la pacificación de la región más austral, en el obispado de Concepción y el archipiélago de Chiloé y el subsecuente desarrollo económico de toda esta región. Pero los mapuches nunca fueron reducidos como lo fueron sus contrapartes más al sur.18 La guerra defensiva de Valdivia fue implementada brevemente (de 1612 al 1625), pero la continua hostilidad mapuche y diferencias entre jesuitas y el gobernador Alonso de Ribera hicieron que finalmente se desechara esta estrategia. Sin embargo el avance misional de los jesuitas 17 18 Guillaume Baccara “Etnogénesis Mapuche: Resistencia y restructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (Siglos XVI-XVIII).” Hispanic American Historical Review 79, no. 3 (August 1999): 425-61. Ibid. 383 José Gabriel Martínez-Serna perduró, permitiendo el establecimiento de una estructura diocesana todavía más al sur de la Araucanía, en la ciudad meridional de Concepción. Ahí, la Compañía aprovechó el medio ambiente y sus recursos para establecer la base económica de las misiones y de los colegios de la región: “la dinámica productiva de las unidades agrarias de la Compañía de Jesús en el Obispado de Concepción…. desarrollaron básicamente el cultivo de cereales, producción de vinos y aguardientes, crianza y explotación de ganado y, marginalmente, explotación de bosques para obtención de madera y fabricación de tejas y vasijas”.19 Sin embargo, debido al alto grado de valor agregado en la vitivinicultura la producción vinícola fue la que dominó las actividades económicas y comerciales tanto en las misiones de Araucanía como la de los colegios del obispado de Concepción. Al igual que sus contrapartes en los colegios y residencias de la frontera septentrional de la Nueva España, los jesuitas del país de Cuyo fueron muy astutos al aprovechar no sólo el medio ambiente específico de su región y el trabajo de sus feligreses locales. Los procuradores cuyanos complementaban estos ingresos con los incentivos reales y regionales para el financiamiento de sus actividades y el desarrollo económico local: “No de menos significación son las granjerías o privilegios que les fueron concedidos, como la liberación del pago del diezmo –el diez por ciento sobre las producciones agrícolas y crías de ganados–, una de las contribuciones de mayor importancia en la economía colonial, máxime cuando una de las fortalezas económicas de la Compañía radicaba justamente en la producción agropecuaria; y otras como la decisión del cabildo de Concepción de ‘declarar libres de todo censo a todas las tierras que les pertenecían a aquellos colegios por razón de propios de la ciudad, en compensación del servicio que hacían dichos colegios en la doctrina y enseñanza pública’”.20 19 20 384 Ibid. Raúl Sánchez Andaur, “La empresa económica jesuita en el obispado de Concepción: el caso de los colegios San Bartolomé de Chillán y Buena Esperanza”, Universum, No.26, Vol. 2 (2011). Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur Pero últimamente, estas actividades resultaban de interés porque el excedente agrícola de las propiedades de la frontera no era sólo destinado al mercado local fronterizo sino también a la comercialización de estos excedentes en el sustancialmente mayor y más rico mercado limeño: “La estrecha relación con dicho mercado… se puede apreciar en el activo intercambio comercial que mantienen los colegios del obispado de Concepción con la procuraduría de Chile en El Callao, hacia donde remit[ían] productos de la tierra e importaban manufacturas, herramientas, víveres y enseres varios que [allí] no se fabricaban o producían”.21 Pero si los productos vitícolas de Concepción dependían de los mercados de Lima, los de Mendoza y San Juan de la Frontera en el país de Cuyo estaban más estrechamente ligados al mercado de Buenos Aires. Estas regiones no fueron las primeras en tener actividades vinícolas en la Sudamérica hispana, pero sí fueron las de mayor envergadura.22 A pesar de la similitud en sus actividades económicas entre las propiedades jesuitas del obispado de Concepción y las de Mendoza, el peso de las propiedades vinícolas jesuitas era mayor en los mercados de la frontera sur chilena que las actividades de sus contrapartes transandinos. Por una parte la participación jesuita en el obispado de Concepción era la dominante (con casi el 60% de la cepas de la región); mientras en el mercado de Mendoza los jesuitas tuvieron menor peso (poco más del 20%), aun cuando siguieron siendo el mayor productor.23 Sin embargo, la situación en Cuyo no era de una frontera de avance hispano y resistencia indígena, sino más bien asentamientos españoles donde la orden tenía colegios o residencias, y la propiedades rurales respectivas para la manutención y administración de estos colegios o residencias. Pero en el país de Cuyo, Mendoza y San Juan de la Frontera eran asentamientos de tamaño muy distinto. 21 22 23 Ibid. Pablo Lacoste, “La vid y el vino en América del Sur: el desplazamiento de los polos vitivinícolas (siglos XVI al XX)” Universum, No. 19, N. 2 (2004) 62-93. Raúl Sánchez Andaur, “Viticultores Jesuitas”. 385 José Gabriel Martínez-Serna La industria vinícola en Mendoza fue donde más producción hubo en Hispanoamérica colonial (incluso más que el valle central chileno). Las estructuras socioeconómicas de la industria mendocina tuvieron muchos parecidos con las de Concepción. Al igual que ahí, en Mendoza la industria fue dominada en un principio por eclesiásticos: “El clérigo fue una importante fuerza en la industria del vino, no sólo por su habilidad para evadir impuestos sino también por la continuidad e innovación que mostraron en el manejo de muchas de la principales propiedades de la industria local. La Sociedad de Jesús provee un excelente ejemplo. Los viñedos y lagares de vino jesuitas ocupaban la posición dominante en la industria regional del vino. La Hacienda de Nuestra Señora del Buen Viaje, que los jesuitas poseían y operaban, tenía una capacidad de 100.000 litros así como equipo avanzado de cal y ladrillos, una fabrica de barriles, y más…. Es importante considerar el papel que los padres de la Sociedad de Jesús habían alcanzado en la industria del vino. Cuando fueron expulsados de América, la Hacienda de Nuestra Señora del Buen Viaje tenía una capacidad de producción de 3.000 arrobas, equivalente al 21.7% del total de la producción de vino en Mendoza. Eso significó una cantidad asombrosa de poder sobre el mercado regional del vino, lo cual afectaba a sus competidores, tanto civiles como eclesiásticos”.24 A pesar de las similitudes en la base económica vinícola en la frontera de Concepción como la de Cuyo, las estructuras socioeconómicas de esta producción fueron muy distintas, aun cuando ambas resultaron elementales para el desarrollo económico de la frontera. Tanto el colegio de Mendoza como la residencia de San Juan tuvieron viñedos como su principal sustento económico, pero los procuradores jesuitas se adaptaron a las distintas situaciones de ambas partes. En Mendoza la industria vinícola era la de mayor producción en Sudamérica, mientras que la situación en San Juan de la Frontera era distinta pues éste era un pueblo fronterizo pequeño y con recursos 24 386 Pablo Lacoste, “The Rise and Secularization of Viticulture in Mendoza: The Godoy Family Contribution, 1700-1831”, The Americas, 63:3 January 2007, 383-407. Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur limitados. Por lo tanto nunca tuvo la importancia económica y estratégica de Mendoza: “En San Juan, así como en el resto de Cuyo, la economía de los establecimientos jesuitas estuvo centrada en la explotación de las propiedades rurales, pero debieron adecuarse a una serie de condiciones locales. No tuvieron en San Juan las enormes haciendas de México, Perú el resto de Argentina o Chile, aunque tampoco su capacidad lo permitía tratándose de una residencia con un número pequeño de padres jesuitas y ubicada en una ciudad marginal del espacio colonial. Tampoco se trataba de haciendas como en otras partes de América, sino que en el caso de San Juan la típica propiedad de explotación rural fue la chacra o finca, cuya explotación estaba condicionada por la necesidad de tener cerca el acceso al agua, dadas las características áridas de la región… Las circunstancias específicas que llevaron a los jesuitas a adaptarse a la realidad sanjuanina se originaron por un lado en las características que adquirió la propiedad de la tierra en la región y por otra parte en las condiciones geográficas que limitaban la explotación a las tierras de regadío y de suelos de calidad”.25 Pero sin importar el tamaño modesto de su residencia, los jesuitas sanjuaninos (al igual que los de Mendoza y Concepción) suministraban con sus vinos y aguardientes a mercados coloniales más importantes como Lima o Buenos Aires, y así mismo importaban desde ahí enseres y otros bienes que no se conseguían fácilmente en la frontera: “Tal como ocurría con el comercio de seculares, la venta de aguardiente en Buenos Aires les permitía a los jesuitas obtener todos aquellos productos que no producían, fundamentalmente ropa, géneros (telas), tabaco y yerba. El agente laico en Buenos Aires remitía a la residencia jesuita de San Juan las cargas de estos productos que se compraban con las ganancias de las ventas de aguardiente. Así como los comerciantes seculares se convirtieron en “agentes que dinamizaban la economía cuyana”, los jesuitas también actuaron como estímulo de la misma. En este sentido, la Compañía participaba en la actividad económica más importante de la región (producción y venta de aguardiente) y también 25 Celia López, Ibid. 387 José Gabriel Martínez-Serna suministraba productos traídos de Buenos Aires que eran muy demandados en una ciudad de frontera. Estos productos comprados por los jesuitas en Buenos Aires con las ganancias de la venta de aguardiente se convirtieron también en parte del comercio jesuita al ser vendidos en San Juan o usados para pagar mano de obra (aunque un porcentaje, por supuesto, era dedicado al propio uso de los jesuitas de la residencia y de su mano de obra esclava)”.26 Pero en regiones donde no se cultivaba la vid, los procuradores jesuitas encontraron otros recursos con los cuales financiar sus operaciones. La frontera guaraní La región de las reducciones guaraníes en la provincia jesuítica de Paraguay era única tanto por las características socioculturales de la población indígena así como por su localización geográfica en las fronteras de ambos imperios ibéricos. Los recursos naturales de la región fueron explotados para el desarrollo de la economía regional al igual que en las misiones mapuches pero en vez de basarse en una económica vinícola, en las misiones guaraníes el principal excedente agro-pastoral para la comercialización e intercambio fueron las telas de algodón, las pieles curtidas, y sobre todo la yerba mate.27 La economía interna de las misiones guaraníes fue mucho más variada e integrada que la de las misiones de Araucanía o de cualquiera de las misiones del norte de la Nueva España. Consistía en un número de rubros complementarios en agricultura, ganadería, producción de textiles y comercio (tanto interno como externo) que le daban fortaleza y cohesión que carecían otras economías de misión fronteriza. Los productos eran intercambiados entre los diferentes pueblos de la misión pero también con los grandes mercados urbanos coloniales de la región: 26 27 388 Ibid. John J. Crocetti, “The Internal Economic Organization of the Jesuits Missions among the Guaraní”, International Social Science Review 3/22/2002, Encyclopedia. com/ HighBeam Research. Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur “La producción agrícola comunitaria no era del todo destinada al consumo interno. Después de alcanzar las necesidades de sus ciudadanos, los pueblos mandaban el excedente de telas a sus agentes en Buenos Aires y Santa Fe”.28 La exportación agrícola de las misiones guaraníes era complementada con el excedente pastoral, en especial pieles curtidas. En un principio esta actividad estaba basada en manadas cimarronas que merodeaban los límites de las reducciones, pero lo lucrativo de esta actividad hizo que jesuitas y guaraníes adaptaran sus prácticas para seguir con este comercio cuando estas manadas fueron extinguiéndose: “Las misiones también exportaban grandes cantidades de pieles de ganado curtidas. Durante la primera parte del siglo XVIII, la sobreabundancia de ganado cimarrón en las pampas ayudó a establecer este comercio. Para mediados de siglo, manadas domesticadas habían remplazado como fuente principal de este comercio a las pieles procedentes de cimarrones. Para el año de la expulsión, la más pequeña de las misiones tenía aproximadamente 12,000 cabezas de ganado y el número total en las misiones ascendía a 719,761. La calidad de estas pieles exportadas por las misiones reflejaba la abundancia de ganado. Un sólo cargamento del siglo XVII fue de más de 300.000 pieles”.29 Pero a pesar de lo rentable de la producción agro-pastoral tradicional y de textiles, la principal fuente de ingreso de las misiones guaraníes fue la yerba mate, también conocida como té jesuita: “La más importante exportación de las misiones guaraníes fue la yerba mate. La yerba mate nunca encontró un mercado significativo en Europa. Sin embargo la famosa “yerba de Paraguay” se convirtió en un favorito del Nuevo Mundo con importantes mercados en lugares tan apartados como Chile, Potosí, y Lima. Los consumidores valoraban en especial la yerba mate de alta calidad llamada caamini que producían las misiones guaraníes. En 1747, una arroba de caamini costaba de cuatro a seis pesos en Santa Fe y Buenos Aires, de ocho a diez pesos, y hasta veinte 28 29 Ibid. Ibid. 389 José Gabriel Martínez-Serna pesos en Lima. Una arroba de yerba mate de menor calidad, llamada yerba mate de palos, generalmente no entraba en el mercado Limeño, pero se vendía a sólo dos pesos (o aún menos) en Santa Fe y Buenos Aires, y de cuatro a seis pesos en Chile”.30 Los excedentes guaraníes eran llevados a los mercados coloniales por medio de arrieros o convoyes de balsas que navegaban por los ríos de la región. Pero al igual que el caso del vino y aguardiente jesuita en Cuyo, la producción y exportación de yerba mate de buena calidad por las misiones guaraníes las convirtió en rivales comerciales formidables de los comerciantes laicos. Esto a su vez causó fricciones con los colonos hispanos de Santa Fe que se dedicaban a la misma actividad en esta frontera, e incluso fue la razón más importante de un alzamiento criollo que se dio en la región a principios del siglo XVIII.31 La frontera de Tucumán La provincia de Tucumán se extendía desde el Alto Perú al norte, los llanos del Chaco al este, los Andes al oeste, y el país de Cuyo al sur. La presencia jesuita en esta región incluía colegios o residencias en la ciudad de Tucumán, Salta, Córdoba y Santiago del Estero. En esta frontera, los jesuitas no fueron la punta de lanza de la colonización hispana como lo fueron en la Araucanía y la frontera guaraní. Pero al igual que en Concepción y Mendoza, jugaron un papel clave en el desarrollo económico de esta frontera mediante el establecimiento de fundaciones para financiar sus colegios y residencias en la región, en especial el colegio de Córdoba. Porque los recursos locales no eran aptos para la viticultura, las propiedades de estos colegios y residencias se especializaron en una economía pastoral.32 30 31 32 390 Ibid. Barbara Ganson, The Guaraní under Spanish Rule in the Rio de la Plata (Stanford: Stanford University Press, 2005), 50; Magnus Morner, The Political and Economic Activities of the Jesuits. Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, p. 82 Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur La tierra fronteriza que se extendía desde la ciudad de Tucumán hasta las reducciones guaraníes era una frontera en los dos sentidos de la palabra: en el sentido de frontera Turneriana, es decir, del avance hispánico sobre las tierras natales de los indios Chaco; pero también en el sentido de ser un región limítrofe entre las periferias coloniales de ambos imperios ibéricos.33 En la frontera de Tucumán, al igual que en ciertas regiones de la frontera del norte de la Nueva España, la caída precipitosa de la población indígena fue rápidamente sustituida por la presencia de colonos hispanos con ranchos ganaderos. Estos rápidamente cambiaron la flora y fauna regional introduciendo plantas y animales del Viejo Mundo junto con nuevas practicas agrícolas y pastorales. Mientras que esto destruyó a las culturas indígenas de la región, también estableció las bases para una economía agro-pastoral integrada en los mercados coloniales de Perú y Buenos Aires. Aquí los jesuitas no tuvieron misiones como las de la Araucanía o las reducciones guaraníes por lo que no crearon una economía de mercado. En Tucumán la principal contribución jesuita al desarrollo de la economía se produjo, al igual que en el país de Cuyo, mediante el establecimiento de propiedades rurales para el sostenimiento de varios colegios y residencias en la región. Es decir, la Compañía inicio sus operaciones comerciales cuando ya había una presencia secular en el área y funcionaba una economía de mercado. Aun así se convirtieron en la piedra angular del desarrollo de la economía regional, debido a sus lazos con los jesuitas del Perú, Argentina, y Chile.34 33 34 En historiografía estadounidense, la frontera tiene un lugar privilegiado y su origen como instrumento historiográfico se lo dió Frederick Jackson Turner y su Tesis Turneriana que veía a la frontera como un avance entre la civilización angloamericana y la barbarie indígena. Hoy en día esta vision ha sido superada por los estudios fronterizos con una concepción mas dinámica del entendimiento de zonas fronterizas. Ver también la obra de David Weber, lo referente a la aplicación de la tesis Turner para la historia de las fronteras en Latinoamérica, “Turner, the Boltonians, and the Spanish Borderlands” en su Myth and History of the Hispanic Southwest (University of New Mexico Press: Albuquerque, 1988) 33-54. Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina. 391 José Gabriel Martínez-Serna Los ranchos jesuitas de la frontera de la provincia de Tucumán pertenecían a los colegios y residencias de las ciudades de Tucumán, Salta, Santiago del Estero y Córdoba. Las ganancias de estos ranchos tenían dos fines: el suplir los colegios con bienes esenciales que ellos mismos no producían como vino, trigo, y textiles; y segundo, financiar sus operaciones mediante la cría y venta de mulas, ganado, y otros productos agrícolas. Ésta era una actividad muy distinta a la de los viñedos.35 Pero como hemos venido comentando, a diferencia de la frontera misionera, en los colegios de frontera más que crear una economía de mercado, los procuradores jesuitas entraban en una que ya estaba establecida, y las características de su instituto hicieron que pronto dominaran la economía regional: “El papel de la práctica agropecuaria jesuita de rancho debe ser puesta en el contexto de la expansión de la frontera española. En este sentido, las actividades de la Sociedad eran más participativas que innovadoras. Sus enormes posesiones rurales ayudaron a proporcionar una barrera contra indios depredadores, y su constante actividad comercial ayudó a cementar y al mismo tiempo avanzar los lazos económicos y comerciales con otros centros coloniales”.36 Estos lazos económicos hacían de los ranchos pastorales de Tucumán una parte importante de la red jesuita en Sudamérica, sirviendo de enlace en la cadena de intercambio que iba desde Buenos Aires hasta Lima, pasando por Tucumán y el Alto Perú (Bolivia). Los productos de los distintos colegios y residencias jesuitas de la región servían para integrar sus operaciones con los jesuitas del Perú y la Plata y hacerlas más eficientes. Explicaba el procurador de Tucumán el establecimiento de una avanzada jesuita en Salta de la siguiente manera: “La razón para instituir una oficina de procurador en Salta es principalmente para obtener un buen precio para las mulas y ganado que van de los ranchos de la provincia y los colegios a Salta tanto para vender o para invernar antes de proceder al Perú. Es necesario tener comunicación 35 36 392 Ibid.. Ibid p. 5. Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur frecuente entre Perú y los colegios por lo que una de las principales responsabilidades de la nueva oficina será la de recomendar a los colegios cuándo mandarlos a invernar y cuándo es el mejor momento de mandar los animales al Perú. Debe tomarse cuidado especial en aprender el tiempo apropiado para vender mulas y otros bienes. Si mulas y bienes no pueden ser vendidos en Salta, entonces hay que mandarlos al Perú para su venta. Las cuentas de cada colegio deben estar separadas de las de otros para que no halla confusión. Si la ropa no puede ser comprada en Salta, entonces compradla en Potosí. Todo negocio con seglares debe ser hecho con dinero o trueque”.37 Esta integración en sus operaciones hizo que el peso de los jesuitas en la economía de la frontera de Tucumán fuese esencial para su desarrollo. Así como lo hicieron en la industria vinícola de Mendoza y Concepción, las características de la orden hicieron que sus actividades económicas a lo largo de las generaciones tuvieran más visión que las empresas de otros eclesiásticos, pero también más continuidad que la mayoría de sus contrapartes laicos. En este sentido la frontera tucumana era parte del mismo patrón repetido en otras periferias del imperio. Y el cambio dramático en las fortunas de los jesuitas de la región reflejo este desarrollo a través de los siglos XVII y XVIII: “En 1609, poco después de la llegada de los jesuitas a Tucumán, todas sus residencias subsistían de limosnas. Todavía no tenían granjas, ranchos o viñedos. El rector jesuita de Santiago del Estero, Juan Darío, informaba sobre la falta de ingresos y la pobre calidad en la vestimenta de sus correligionarios. ‘Sufren una gran necesidad” escribió. Pero un siglo y medio después la situación había cambiado dramáticamente. En los años que habían transcurrido, los colegios jesuitas de Tucumán y Paraguay habían adquirido tierra, desarrollado granjas y ranchos, y establecido relaciones de intercambio comercial. Se convirtieron en la principal potencia económica de la región”.38 37 38 “Instrucción” en Archivo General de Buenos Aires, Temporalidades de Salta IX, 22-1-1 citado en Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, p. 57n15. Nicholas Cushner, Jesuit Ranches and the Agrarian Development of Colonial Argentina, p. 151. 393 José Gabriel Martínez-Serna Conclusión Es difícil exagerar la importancia de las actividades económicas y comerciales de los jesuitas en las economías de los imperios Católicos del mundo Atlántico. Este ensayo se ha centrado sólo en las regiones fronterizas meridionales de uno de estos imperios pero fue equivalente a la manera en que la orden organizaba, administraba, y explotaba racionalmente los recursos naturales y humanos, y subvenciones y privilegios reales y diocesanos en otras fronteras. Así fue como eclipsaron a sus contrapartes en las fronteras, lo hicieron también en capitales europeas o americanas de estos mismos imperios, donde los jesuitas invariablemente tenían las iglesias y escuelas de mayor prestigio y esplendor. Y la razón era la misma que los hizo excelentes misioneros y maestros provinciales: unas reglas institucionales de corte moderno que hacían posible tener fines estratégicos bien establecidos, pero que al mismo tiempo daban margen para prácticas que eran tácticamente flexibles y adaptables a la situación particular de cada parte de su ministerio. La expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España en 1767 tuvo como consecuencia la desaparición de la entidad corporativa más grande, activa, y competitiva de la economía imperial. La ausencia de la Compañía fue particularmente notable en la periferia del imperio, a pesar del énfasis de los Borbones por implementar políticas de frontera enfocadas al comercio y no al establecimiento de misiones como había sido la prioridad durante la era de los Habsburgo. Ninguno de los sucesores de los jesuitas en sus propiedades expropiadas llegó a imitar al éxito de la orden. A pesar de que las tierras jesuitas expropiadas por la Corona fueron vendidas a laicos para su explotación y consolidación, la expansión que había sido posible gracias a la presencia jesuita en las fronteras del imperio no volvería a tener el mismo dinamismo que había caracterizado la era dorada de la propagación de la orden durante el siglo XVII. 394 Los jesuitas y el desarrollo económico de la frontera sur Bibliografía BANNON,John Francis S.J. 1955 The Mission Frontier in Sonora, 1620-1687. New York: The United States Catholic Historical Society. 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A pesar de que el alcance fue diferente en el tiempo y en el espacio, las operaciones ilícitas de traficantes a menudo reducían el comercio autorizado afectando el curso del imperio español en América. Aunque el comercio ilícito con frecuencia beneficiaba a los colonos en las tierras fronterizas, el contrabando trabajaba contra las ambiciones imperiales de España tanto por negarle a ésta ingresos coloniales como por asistir a los rivales de España. Las ineficiencias en la economía mercantilista colonial provocaron la necesidad de contrabando de mercancías. Este trabajo presenta una perspectiva general del comercio ilícito en la frontera española de América del Norte (o lo que hoy en día es el suroeste de EE.UU.). Se argumenta que la política económica española en sus colonias americanas impulsó el comercio ilícito como una nece1 2 Este trabajo fue traducido de su original en inglés por Wilber Arias, estudiante de Master en Estudios Hispánicos en la Stephen F. Austin State University de Nacogdoches en Texas. Sam Houston State University 399 George T. Díaz sidad local. Más que fortalecer la autoridad de España en sus territorios del Nuevo Mundo, la política comercial española catalizó las actividades de contrabando que generalmente fortalecieron la colonia a expensas del imperio. Con el comercio ilícito dando beneficios a las comunidades fronterizas, los vecinos eligieron el interés local contra el del imperio socavando así la autoridad española en las tierras que reclamaba. Por la falta de apoyo local e incapaz de controlar el extenso territorio controlado nominalmente, España finalmente fue incapaz de impedir el libre comercio a lo largo de su imperio norteamericano. Contrabando es una fusión de dos palabras en español, contra y bando (es decir, la proclamación o decreto). En cuanto a las violaciones de comercio, el contrabando se puede definir como el movimiento ilegal de mercancías a través de las fronteras nacionales. En lugar de pasar de contrabando mercancías ilegales, la gran parte de este comercio se refería al movimiento clandestino de artículos lícitos evadiendo las leyes comerciales del gobierno. En vez de permitir que el comercio colonial se desarrollara libremente España, al igual que otros imperios europeos, regulaba el comercio en sus territorios americanos bajo un sistema mercantilista rígido. En pocas palabras, el mercantilismo era la teoría económica prevalente según la cual las colonias existían únicamente para el beneficio de la metrópoli. La política mercantilista dictaba que las colonias restringían su comercio al núcleo imperial y comerciaban sólo con la madre patria, incluso aunque esto implicara pérdidas. El comercio con las potencias imperiales rivales fue visto efectivamente como comerciar con el enemigo. En 1503, la reina Isabel creó la Casa de Contratación para controlar el comercio de las colonias. Aunque España conservó su monopolio comercial mediante la prohibición de los comerciantes extranjeros, en realidad, los contrabandistas extranjeros abundaban. Ya desde la década de 1560 contrabandistas franceses comerciaban con lino en Santo Domingo, seguidos por comerciantes ingleses y holandeses en la década de 1590.3 Impuestos onerosos al co3 400 Wim Klooster, “ Inter-Imperial Smuggling in the Americas, 1600-1800”, en Soundings in Atlantic History: Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830, “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera mercio y un servicio de aduanas insuficiente exacerbaron el comercio ilícito. Por otra parte, la ineficaz maquinaria burocrática española era tal que muchos funcionarios del gobierno toleraban el comercio ilegal. Por ejemplo, durante el siglo XVIII Cádiz monopolizaba el comercio entre España y sus colonias americanas hasta 1765, cuando la corona permitió que Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y Margarita comerciaran directamente con otros nueve puertos españoles. Antes de esta asignación, este intercambio de mercancías ocurría ilícitamente y era por lo tanto considerado contrabando según la ley.4 La lejanía de la frontera española en América del Norte prácticamente obligaba a los colonos a comerciar libremente en contra de la ley. Según la política mercantilista restrictiva, todo el comercio español debía de realizarse a través del puerto de Veracruz. A pesar de que canalizar las importaciones y exportaciones a través de un solo puerto permitía la tributación adecuada de las mercancías, el transporte de estos bienes a las zonas limítrofes y remotas del imperio era difícil. Los precios de los bienes aumentaban con la distancia cuando los gastos de transporte y las alcabalas se añadían a los costes mientras la falta de frecuencia en las visitas de comerciantes del centro de la Nueva España hacia la frontera hacía difícil para los vecinos españoles la adquisición de bienes de manera legal, fomentando el contrabando con la Luisiana francesa como una alternativa viable a la lenta recua de mulas que transportaba mercancías procedente de México. Por otra parte, los comerciantes franceses también buscaban el comercio con Texas y Nuevo México a pesar de la distancia y el peligro que suponían los indios. Un testimonio de segunda mano de un contrabandista francés ilustra muy bien las percepciones francesas sobre la posibilidad del comercio ilícito. Corría el rumor de que un contrabandista francés que viajaba errante hacia el oeste en busca de Santa Fe a finales del siglo XVIII se encontró con un español raído 4 ed. 1800-30. Bernard Bailyn y Patricia L. Denault, 141-180 (Cambridge: Harvard University Press, 2009), 150. Klooster, 175. Para una visión general de la política económica española hacia sus colonias americanas véase, Peter Bakewell, A History of Latin America: Empires and Sequels, 1450-1930 (Malden, MA: Blackwell Publishers Inc., 1997). 401 George T. Díaz y sucio al que preguntó el camino a seguir. El español respondió amablemente y le preguntó si el viajero tenía alguna mercancía para vender. Invitado a la casa del español el contrabandista encontró a la esposa casi desnuda y los niños completamente desnudos. El español compró un par de medias de seda rojas y otras prendas extranjeras y pagó por ello con indiferencia de una caja fuerte que contenía más de quinientos pesos. El comerciante contrabandista comentó más adelante que la vida de los más pobres de los franceses era preferible a “morir de hambre al lado de un montón de pesos”.5 Sin importar si esta historia es cierta o no, la riqueza procedente de la plata en Nueva España era muy reconocido y Francia y otras naciones europeas hicieron esfuerzos serios para comerciar con sus vecinos hispanoamericanos que poseían una increíble riqueza minera pero grandes carencias de bienes materiales. En 1714, Juchereau de St. Denis estableció el contacto comercial documentado más temprano entre las fronteras francesa y española. Siguiendo instrucciones del gobernador de Luisiana Antoine de la Mothe-Cadillac, St. Denis tuvo éxito en llevar sus productos al puesto de San Juan Bautista en el Río Grande, donde el capitán del presidio Domingo Ramón lo detuvo inmediatamente. Después de un culebrón de intriga que incluía el matrimonio de St. Denis con la hija del capitán y su acuerdo para llevar misioneros franciscanos al este de Texas, las autoridades soltaron el comerciante francés. Las operaciones de contrabando de St. Denis, junto con el descubrimiento del intento de colonización de Texas por La Salle aumentó en gran medida los temores españoles de una posible ocupación francesa. En una carta escrita a España, un inquieto funcionario en México ilustró la preocupación general ante el cariz de los acontecimientos: “México no tiene otro comercio con el interior y perderá a través del comercio con Mobile. Se evitarán … los impuestos de entrada… los ingresos de las alcabalas, del quinto, y el de los derechos de exportación. Esto permitirá a los franceses vender el cincuenta por ciento más barato… 5 402 Henri Folmer, “Contraband Trade between Louisiana and New Mexico in the Eighteenth Century”, New Mexico Historical Review Vol. XVI. N º 3 (1941): 253. “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera Es cierto que el comercio de España se arruinará con la importación de productos franceses desde el norte”.6 La expedición exitosa de St. Denis perpetuó el mito de los españoles ricos en harapos. El gobernador Cadillac continuó la política de comercio de Francia sobre la idea de conquista, y apoyó a St. Denis en otra empresa en octubre de 1716. El capitán Ramón ayudó a su yerno con la operación, proporcionándole una recua de mulas para llevar las mercancías de contrabando al presidio. Para evitar cualquier apariencia de complicidad, Ramón confiscó parte de la carga ilícita y afirmó que el resto había sido tomado en incursiones de los indios. El viaje de St. Denis a la Ciudad de México para reclamar sus bienes decomisados terminó en su encarcelación después de que el gobernador de Coahuila y Texas Martín de Alarcón informara al virrey que las “provincias fronterizas se habían inundado de contrabando francés iniciado por Saint Denis”.7 Sorprendentemente, los alegatos de los misioneros franciscanos ayudaron a St. Denis a conseguir la libertad bajo fianza en noviembre de 1717. Ya liberado, St. Denis rápidamente huyó a Natchitoches en Luisiana. Aunque los sueños franceses de lanzar caravanas cargadas de contrabando a través de las fronteras españolas se evaporaron, St. Denis transformó Natchitoches en un centro para el comercio ilícito hasta su muerte en 1744. 8 Reaccionando a estas y otras amenazas, España estableció un presidio en Los Adaes en el este de Texas en 1721. En lugar de servir como un bastión para la defensa española, la necesidad y el aislamiento extremo del presidio obligaron a los soldados de la guarnición al comercio ilícito con la Luisiana francesa. En 1724, sólo tres años después de su fundación, los soldados del presidio compraban maíz a los franceses con el fin de evitar morir de inanición. Aunque el virrey autorizó compras de maíz en 1733, el resto del comercio no vital seguía siendo ilegal. Con el comercio español arrastrándose lentamente a lo largo del 6 7 8 Ibid., pp. 256-57. Ibid., p. 244. Ibid., p. 245. 403 George T. Díaz Camino Real desde Saltillo a 800 millas de distancia hasta Los Adaes y los productos franceses ilícitos a menos de un día de distancia, muchos soldados optaron por su propia conveniencia y supervivencia más que la política, practicando con sus rivales imperiales el trueque ilegal por ropa, armas de fuego y otros bienes manufacturados. Esto muy a pesar de las restricciones mercantilistas.9 El comercio con los indios no cristianos, aunque prohibido por la ley española, se convirtió en una parte necesaria de la diplomacia española con los Indios y la geopolítica colonial. Los indios caddo y wichita contribuyeron al contrabando de comercio mediante el intercambio de caballos y pieles por armas de fuego francesas y españolas, herramientas de acero y otros productos europeos. De hecho, a lo largo del siglo XVIII la influencia de los indios entre los ríos Rojo y Trinidad fue tal que España y Francia disputaron por su favor. El intercambio de regalos (comercio) cimentaba acuerdos entre los indios y los colonos mediante la creación de parentescos ficticios. Las colonias que no podían intercambiar regalos con los grupos indígenas numéricamente y militarmente superiores se mantuvieron marginadas y venerables a un ataque. Por otra parte, la certeza de que los colonos franceses en Luisiana entraron en relaciones comerciales con los indios del este de Texas prácticamente obligó a los colonos españoles a hacer lo mismo.10 Aparte de la vinculación de los españoles, los colonos franceses y los indios por medio del contrabando, los vínculos entre soldados de la guarnición de Los Adaes y los colonos franceses socavaban aún más la 9 10 404 David J. Weber, The Spanish Frontier in North America (New Haven: Yale University Press, 1992), 172-73. Para más información sobre la participación indígena en el contrabando en las zonas fronterizas, véase James F. Brooks, Captives and Cousins: Slavery, Kinship, and Community in the Southwest Borderlands (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2002); Joseph P. Sánchez, Explorers, Traders, and Slavers: Forging the Old Spanish Trail, 1678-1850, (Salt Lake City: University of Utah Press, 1997); y David La Vere, “Between Kinship and Capitalism: French and Spanish Rivalry in the Colonial Louisiana – Texas Indian Trade”, The Journal of Southern History Vol. 64, N º 2 (mayo de 1998), 197-218. “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera política imperial española. Hijas de oficiales españoles se casaban con los hijos de los colonos franceses y ciudadanos de ambos imperios rivales sirvieron como padrinos para los niños que crecían con auténticos vínculos transnacionales. Con lazos de la comunidad inmediatamente conectados entre sí y los objetivos imperiales contrarios al bienestar local, los habitantes fronterizos normalmente optaban por sus intereses, incluso si era contra la ley.11 La retirada francesa de América del Norte tras su derrota en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) dejó una brecha comercial que llenaron rápidamente los contrabandistas británicos. Por otra parte, la revolución industrial y la expansión de la armada y la marina mercante británicas crearon las circunstancias para la expansión del comercio lícito e ilícito británico en los mercados extranjeros. De hecho, entre 1770 y 1777, Gran Bretaña dominó la importación y exportación a través de la Luisiana española, especialmente participando en la venta no autorizada de productos textiles y artículos de metal. El gobernador interino de Luisiana Bernardo de Gálvez estimó que el comercio legal de la colonia era de 15.000 pesos al año frente a otros 585.000 pesos, es decir el 97.5%, de intercambio producido ilícitamente.12 El 17 de abril de 1777, en una demostración de fuerza que resultó ser poco más que eso, Gálvez ordenó la incautación de once buques británicos sospechosos de contrabando a lo largo del delta del Mississippi, aunque la geopolítica, sin embargo, con el tiempo forzó el retorno de los bienes incautados y mantuvo el estatus quo del comercio ilegal. Aunque el regreso de los barcos se deriva del deseo razonable de evitar una guerra con Gran Bretaña, la incapacidad de España para vigilar el contrabando a través de uno de 11 12 Francis Xavier Galán, “Presidio Los Adaes: Worship, Kinship, and Commerce with French Natchitoches on the Spanish-Franco-Caddo Borderlands, 1721-1773,” Louisiana History: The Journal of the Louisiana Historical Association Vol . 49, N º 2 (primavera de 2008), 204; y Matthew Babcock, “Roots of Independence: Transcultural Trade in the Texas-Louisiana Borderlands.” Ethnohistory 60, no. 2 (2013): 245-268. Klooster, “ Inter-Imperial Smuggling in the Americas, 1600-1800”, 176. 405 George T. Díaz sus puestos más guarnecidos ilustra el fracaso general de la política del comercio colonial.13 Una gran parte de la culpa del contrabando la tenía la política administrativa española que restringía el comercio legal severamente. A pesar de que los temores de perder sus posesiones periféricas frente a los rivales europeos (especialmente los franceses) impulsaron la colonización española de Texas por España, la política mercantilista paralizó el desarrollo de los asentamientos a lo largo de la frontera. Entre 1748 y 1756 José de Escandón fundó veinticuatro poblamientos a lo largo del Río Bravo (Río Grande), como parte de las denominadas Villas del Norte en la Colonia del Nuevo Santander. Los esfuerzos de Escandón trajeron unos 1.767 colonos a la región y dejaron el territorio bajo el gobierno español. A pesar de que los colonos y los soldados que custodiaban la frontera contra la invasión de los indios servían los fines imperiales de España, las autoridades coloniales prohibían la capitalización de sus esfuerzos. En lugar de permitir que los vecinos establecieran un puerto en el puerto natural cerca de Refugio, la política mercantilista siguió limitando el comercio al puerto de Veracruz localizado a cientos de kilómetros de distancia. Aparte de hacer el comercio legal más caro y difícil, esta restricción ahogaba la explotación de los recursos naturales de las Villas del Norte, lo cual dificultaba el desarrollo de la región y, finalmente, las ambiciones españoles de colonizar la región. Colonos contrariados mostraban su desprecio por la ley al recibir a contrabandistas extranjeros yanquis y otros que operaban a lo largo de la malamente protegida costa del Golfo de México. De hecho, ya para los años de la década de 1770 el tráfico ilícito llegó a ser tan común que los vecinos practicaban el contrabando como una “manera de vivir”.14 El contrabando se extendió a los límites de las posesiones de España en América del Norte. Las preocupaciones de contrabando en Ca13 14 406 John Caughey, “Bernardo de Galvez and the English Smugglers on the Mississippi, 1777.” The Hispanic American Historical Review 12, No. 1 (1932): 46-58. Omar S. Valerio-Jiménez, River of Hope: Forging Identity and Nation in the Rio Grande Borderlands (Durham: Duke University Press, 2013), 98. “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera lifornia comenzaron en 1784 con la publicación del relato de la travesía del Pacífico del capitán James Cook, en el que el capitán emprendedor anunciaba que los compradores cantoneses pagaban hasta $120 para una sola piel de nutria marina. Los anuncios en inglés sobre la rentabilidad del comercio de nutria marina despertaron el interés de los españoles ante la posibilidad de explotar este recurso. Ese mismo año el virrey de la Nueva España Vicente Vasadre y Vega respondió formando un plan para estimular el comercio de nutria entre California y China. En vez de que los barcos españoles regresaran vacíos, Vasadre propuso que los navíos volvieran a Acapulco con pieles de nutria de California. Estas pieles se transportarían a Manila en las islas Filipinas en galeones donde serían intercambiadas por el azogue necesario para las minas de plata mexicanas. La corona aprobó los planes de Vasadre y le concedió un monopolio virtual en el comercio de nutria. Las prohibiciones de la Corona fueron tan lejos como para excluir el comercio interior español y funcionaron para desalentar la economía de Nueva España.15 Sin embargo, el monopolio de España en el comercio de nutrias marinas de California sólo existía sobre papel. Ya en 1796 los contrabandistas yanquis navegaban las aguas de la bahía de Monterey. Las frustraciones de España por frenar este comercio ilícito se tipificaban claramente en sus esfuerzos contra el navío de bandera estadounidense Alexander. En febrero de 1803, el Alexander propiedad de armadores de Boston navegó a la bahía de San Diego. Aunque el capitán del barco poseía un pasaporte firmado por el cónsul de España en Nueva Inglaterra, el comandante del presidio Manuel Rodríguez sospechó algo irregular. En un ardid ideado por los contrabandistas estadounidenses, el capitán del barco convenció a Rodríguez que sus hombres estaban enfermos y 15 William J. Barger, “Furs, Hides, and a Little Larceny: Smuggling and Its Role in Early California’s Economy,” Southern California Quarterly, vol. 85, No. 4 (Invierno 2003), 381-412; Magdalen Coughlin, “ Boston Smugglers on the Coast (17971821): An Insight into the American Acquisition of California “ California Historical Society Quarterly Vol.. XLVI. N º 2 (junio de 1967): 99-120, y Adele Ogden, The California Sea Otter Trade 1784-1848 (Los Angeles: University of California Press, 1941), 15-16. 407 George T. Díaz muertos de hambre para que se les permitiera atracar en el puerto. El honor español exigía que Rodríguez concediera ayuda a los estadounidenses, pero la prudencia le mantuvo los ojos abiertos y el comandante envió unos pocos hombres para que vigilaran el navío. Rumores de contrabando llegaron a oídos de Rodríguez cinco días después. La consiguiente inspección del Alexander descubrió un alijo de 491 pieles de nutria ilegales. Lo irónico en esta historia es que la fuente de la carga evadida en el Alexander procedía de los propios españoles. La petición de un oficial militar del presidio al gobernador de la devolución de las 223 pieles de nutria que “fingió vender” a los estadounidenses junto con la petición de devolución de un misionero franciscano sobre 170 pieles que los indios de misión vendieron son evocadores de la complicidad local con el contrabando.16 La participación de los indios en el comercio ilícito se extendía más allá de aquellos que estaban confinados a las misiones. El dominio geopolítico por parte de los indios del sur de las Grandes Planicies proporcionó un foro a los rivales de España. Comerciantes americanos entraron en las tierras fronterizas españolas ya en la década de 1790 para intercambiar productos con los comanches y otros pueblos indígenas en contra de las leyes españolas. Ansiosos por herramientas de metal, productos textiles, y armas de fuego, y buscando remplazar a sus socios comerciales franceses, los indios recibieron a los comerciantes estadounidenses que buscaban caballos. Aunque los caballos salvajes abundaban en el sur de las grandes llanuras, en 1778 las autoridades coloniales españolas que buscaban ingresos bajo las reformas borbónicas clasificaron los mesteños como propiedad del rey. La ley española todavía permitía el comercio de caballos salvajes, pero impuestos rígidos que a veces rozaban el 67% sofocaban el comercio autorizado y motivaban el contrabando.17 Sólo en una expedición en 1798, el aventurero y contrabandista estadounidense de mesteños Philip Nolan hizo entre $ 60.000 16 17 408 Ogden., 36. Dan Flores, “Bringing Home All the Pretty Horses: The Horse Trade and the Early American West,” Montana: The Magazine of Western History Vol. 58. N º 2 (verano 2008), 15. “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera y 70.000 dólares, diez veces su inversión original, traficando con caballos.18 Los soldados españoles descubrieron finalmente el campamento de Nolan cerca del río Trinidad en 1801 y lo mataron, pero aun así, las fuerzas españolas no podían detener el comercio ilegal de caballos a través de sus fronteras. Durante la década de 1810, el gobernador español de Texas estimó que los traficantes robaban casi 1.000 caballos del rey al mes. Aparte de denegar grandes sumas de ingresos coloniales a las arcas reales, el comercio ilícito con los mercados de los Estados Unidos sedujo a los comanches a abandonar su alianza con los españoles, incitando la reavivación de sus incursiones de saqueo de caballos y mulas contra los asentamientos españoles. Los comanches intercambiaban el ganado capturado por las preciadas armas de fuego estadounidenses que se empleaban en los ataques contra las poblaciones españolas, alimentando así un ciclo de guerra que frustró las esperanzas de colonizar la frontera del norte y debilitó significativamente la presencia de España en México.19 Este ciclo de debilitamiento de España se acentuó aún más entrando el siglo XIX. La invasión de la península Ibérica por Napoleón en 1808 dejó libres del control metropolitano a las administraciones americanas y proporcionó oportunidades para la población descontenta con el sistema colonial implantado por los borbones, lo que eventualmente conduciría hacia los procesos de independencia. Los contrabandistas aprovecharon el caos administrativo que rodeaba a los movimientos de independencia de América Latina para traficar con esclavos hacia los Estados Unidos. Aunque el gobierno revolucionario en México prohibió el comercio de esclavos en 1810, la esclavitud seguía siendo legal bajo la ley española. Por otra parte, el algodón y el cultivo de azúcar en el Sur de los Estados Unidos dependían de mano de obra esclava, que los mercados internos estadounidenses no podían satisfacer. La prohibición de los Estados Unidos contra el tráfico internacional de esclavos después de 1808 incrementó aún más la rentabilidad de traficar esclavos. Como no podía 18 19 Ibid., 21. Pekka Hämäläinen, The Comanche Empire (New Haven: Yale University Press, 2008), 150-52. 409 George T. Díaz ser de otra forma, el comercio ilegal de esclavos floreció por el aumento de la demanda, el incremento de los beneficios y la débil vigilancia en las fronteras y zonas marítimas. A finales de la década de 1810, los traficantes trajeron entre unos 13.000 a 15.000 esclavos a los Estados Unidos, muchos de los cuales pasaron por aguas españolas entre Cuba y Florida.20 Situado en la periferia del imperio español en América del Norte y cerca del puerto de Nuevo Orleans, Texas se convirtió en un centro del comercio ilegal de esclavos. Galveston resultó particularmente adecuado para esta actividad ilícita. Además de su conveniente ubicación, debido a la competición entre los españoles, los mexicanos y los estadounidenses por reclamar el puerto, la isla se encontró en un limbo legal que no pasó desapercibido a los conocidos piratas Pierre y Jean Laffite, quienes trasladaron sus proyectos empresariales de Louisiana a la isla de Galveston y se involucraron en el floreciente comercio de esclavos. Desde la isla los esclavos eran trasladados por barco a Luisiana, donde marchaban por el territorio neutral en disputa reclamado tanto por España como por los Estados Unidos. El aficionado a los cuchillos James Bowie compraba al peso los esclavos de los hermanos Laffite, pagando un dólar la libra tras lo cual eran llevados a través de la frontera en grupos de hasta cuarenta a la vez. Aunque la ley de Estados Unidos prohibía la importación de esclavos extranjeros, los traficantes de esclavos buscaban fisuras legales para trasladar su mercancía humana. En lugar de liberar a los esclavos importados ilegalmente a Estados Unidos, las autoridades estadounidenses incautaban estos esclavos de contrabando y los vendían en subastas públicas. Los confidentes recibían la mitad de los beneficios generados en las subastas de esclavos del gobierno como recompensa por sus servicios. Esto fomentaba el mercado y tráfico ilegal de esclavos hacia Estados Unidos. Aprovechando esta situación, Bowie y sus hermanos llevaban a sus esclavos procedentes del tráfico ilegal a las autoridades estadounidenses, antes las que afirmaban que sólo habían 20 410 David Head, “Slave Smuggling by Foreign Privateers: The Illegal Slave Trade and the Geopolitics of the Early Republic,” Journal of the Early Republic, 33 (otoño de 2013), 438. “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera traído esclavos que fueron apresados por ser incorregibles. Los hermanos Bowie entonces compraban estos mismos esclavos, lavando eficazmente la marca del contrabando sobre sus esclavos y utilizando el dinero de la recompensa para compensar el precio del ardid.21 De este modo, Bowie y sus hermanos traficaron exitosamente con unos 180 esclavos en cuatro ocasiones diferentes entre 1819 y 1820, ganando unos 65.000 dólares en estas empresas de tráfico humano.22 A modo de conclusión podemos señalar que fue el contrabando y los contrabandistas los que derrotaron al imperio español. Inevitablemente, el libre comercio se impuso por varias razones. La economía mercantilista de España no cumplió con los mejores intereses de los colonos americanos e inculcó desdén por la ley. Con los productos extranjeros más baratos y fácilmente disponibles, pocos tuvieron el reparo de decir no. José Darío Argüello, el gobernador español de California, puso el problema de forma sucinta cuando afirmó en 1811 que “la necesidad hace lícito lo que no es lícito por ley”.23 Las dificultades logísticas y burocráticas también contribuyeron al hacer la política comercial de la corona inejecutable. En lugar de defender las leyes en contra de su propio interés, los colonos y los soldados de los presidios fronterizos antepusieron frecuentemente a la comunidad sobre los intereses de la corona y negociaron libremente con sus supuestos rivales imperiales. De hecho, en lugares como la zona fronteriza entre Texas y Luisiana los colonos españoles formaron lazos familiares con sus adversarios imperiales. Aunque el comercio ilícito en general beneficiaba a las comunidades regionales, llevaba una gran desventaja para el imperio de España en América del Norte. Aparte de la privación de ingresos coloniales importantes por el contrabando, el comercio ilícito de caballos provocó ataques de los comanches que devastaron los establecimientos del norte de la Nueva España. Por otra parte, los comerciantes de esclavos manipularon la confusión geopolítica y la apatía del gobierno para facilitar la 21 22 23 Peter Andreas, Smuggler Nation: How Illicit Trade Made America (Oxford: Oxford University Press, 2013), 145. Head, “ Slave Smuggling by Foreign Privateers,” 453. Ogden, 66. 411 George T. Díaz venta ilegal de seres humanos. Finalmente, el objetivo imperial de España sobrepasó su alcance permitiendo que los contrabandistas se salieran con la suya. Bibliografía ANDREAS, Peter 20013 Smuggler Nation: How Illicit Trade Made America. Oxford: Oxford Press. BABCOCK, Matthew 20013 “Roots of Independence: Transcultural Trade in the Texas-Borderlands.” Ethnohistory, 60, no. 2: 245-268. BAILYN, Bernard, and Patricia L. 2009 DENAULT, eds. Soundings in Atlantic History: latent structures and intellectual currents, 1500–1830. Cambridge: Harvard University Press. BAKEWELL, Peter John 1997 A History of Latin America: Empires and Sequels, 1450-1930. Maiden, Mass: Blackwell. BARGER, William J. 2003 “Furs, Hides, and a Little Larceny: Smuggling and Its Role in Early California’s Economy.” Southern California Quarterly 85, no. 4: 381412. BROOKS, James F. 2002 Captives and Cousins: Slavery Kinship, and Community in the Southwest Borderlands. Chapel Hill: University of North Carolina Press. CAUGHEY, John 1932 “Bernardo de Galvez and the English Smugglers on the Mississippi, 1777.” The Hispanic American Historical Review 12, no. 1: 46-58. COUGHLIN, Magdalen 1967 “Boston Smugglers on the Coast (1797-1821): An Insight into the American Acquisition of California.” California Historical Society Quarterly 46, no. 2: 99-120. FLORES, Dan 2008 “Bringing home all the pretty horses-The horse trade and the early American West, 1775-1825.” Montana-The Magazine of Western History, 58, no. 2: 3-21. 412 “La necesidad hace lícito lo que es ilícito por ley”: Contrabando en la frontera FOLMER, Henri 1941 “Contraband trade between Louisiana and New Mexico in the eighteenth century.” New Mexico Historical Review 16, no. 3. GALÁN, Francis Xavier 2008 “Presidio Los Adaes: Worship, Kinship, and Commerce with French Natchitoches on the Spanish-Franco-Caddo Borderlands, 17211773.” Louisiana History: The Journal of the Louisiana Historical Association 49, no. 2: 191-208. HÄMÄLÄINEN, Pekka 2008 The Comanche Empire. New Haven: Yale University Press. HEAD, David 2013 “Slave Smuggling by Foreign Privateers: The Illegal Slave Trade and the Geopolitics of the Early Republic.” Journal of the Early Republic 33, no. 3: 433-462. LA VERE, David 1998 “Between Kinship and Capitalism:French and Spanish Rivalry in the Colonial Louisiana-Texas Indian Trade.” The Journal of Southern History 64, no. 2: 197-218. OGDEN, Adele 1941 The California Sea Otter Trade, 1784-1848. Berkeley: University of California Press. SÁNCHEZ, Joseph P. 1997 Explorers, Traders, and Slavers: Forging the Old Spanish Trail, 16781850. Salt Lake City: University of Utah Press. VALERIO-JIMÉNEZ, Omar S. 2013 River of Hope: Forging Identity and Nation in the Rio Grande Borderlands. Durham: Duke University Press. WEBER, David J. 1992 The Spanish Frontier in North America. New Haven: Yale University Press. 413 III. Fronteras ideológicas. Religiosas y culturales Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam en los interrogatorios a cautivos1 Juan Francisco Pardo Molero2 “La pequeña población que nombran el Col y la boca de un río que allí entra en el dicho mar Mediterráneo dividiendo el reino de Tremecén del de Túnez, están en el meridiano de la villa de Niza del ducado de Saboya. Y a continuación del Col, a poniente, el primer lugar que en la dicha costa se le sigue se nombra Gixar o Chichar, que está frontero de Tolón, de la misma costa de Francia. La fuerza de Bugía, más a poniente de Gixar está en la igualdad de Narbona; Tedelez, entre Bugía y Argel, está en la de Rosas, costa de Cataluña; y la famosa ladronera de Argel está en el paraje de Barcelona. Sargel, más a poniente de Argel, está en el de Tortosa; Valencia en el de Briscar, inmediata población del reino de Tremecén, como es dicho. La de Ténez está frontero de Denia, Alicante, en el de Mostagán. Guardamar, boca del río de Segura, extremo de los reinos de Valencia y Murcia, está en el de Arceo; Orán Y Mazalquivir 1 2 Este trabajo (que fue elaborado en el marco del proyecto de investigación del Ministerio de Educación y Cultura “El Reino de Valencia en el marco de una Monarquía Compuesta: un modelo de gobierno y sociedad desde una perspectiva comparada”, Código HUM 2005-05354, financiado con fondos FEDER), fue publicado en Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 55 (2005); se han rectificado errores y actualizado referencias bibliográfícas. Universidad de Valencia 417 Juan Francisco Pardo Molero están fronteros de Cartagena, a menos distancia de mar que los demás referidos lugares” Suárez, Historia del Maestre último que fue de Montesa y de su hermano.., 2005, 83-84. La precisa descripción de los confines entre África y Europa realizada por Diego Suárez Montañés ya en el siglo XVII no sólo recuerda la condición de frontera entre España y Berbería, sino que también, al recorrer los accidentes geográficos, como sierras o ríos, o las ciudades, presenta paralelismos entre los dos lados del mar interior. Por ejemplo, las montañas y sierras de Tremecén “prolongan y se extienden” del mismo modo que las de España (Suárez, 2005, 85-86). Ese reflejo aproximado ofrecido por la geografía había de significar afinidad de ánimos, presentada contradictoriamente con otras razones sobre conflicto cultural, religioso y militar (Bunes, 1989, 30-66). Del mismo modo los testimonios de los cristianos que habían sufrido cautiverio en aquellas ciudades norteafricanas, al tiempo que marcan distancias entre la Cristiandad y el Islam, también proponen imágenes, en las que junto al prejuicio o la intención política y estratégica se adivina el reflejo de un mundo en el otro; la enemistad religiosa y la guerra no sólo generan tópicos de odio y exclusión, sino también una especie de emulación que, para superar al rival, lo asimila y lo hace propio. Hace algunos años las increíbles historias de los renegados contadas por los Bennassar proporcionaron una visión inédita de las relaciones entre la Cristiandad y el Islam, en cuyos intersticios había espacio sobrado para vidas aventureras y trayectorias de ida y vuelta con final no siempre trágico (Bennassar y Bennassar, 1989, passim). Pero no sólo los renegados franquearon los límites entre las dos civilizaciones y volvieron para contarlo. Centenares de personas, de ambos lados, sobrevivieron a la traumática experiencia del cautiverio sin abandonar su fe, y no pocos de ellos dieron a otros testimonios de su periplo. Naturalmente en esos testimonios no interesaban tanto las vicisitudes espirituales de los cautivos como otro tipo de informaciones, que los interlocutores, magistrados civiles en este caso, recogían con sumo cuidado, dado el interés 418 Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam que podían tener para la estrategia y la política militar de la Monarquía. Muchos de los cautivos vueltos de manos de los turcos, especialmente cuando su regreso se hacía al margen de las órdenes rescatadoras, la Trinidad y la Merced (para cuyas gestiones véase Martínez Torres, 2004), eran de ordinario interrogados según un cuestionario estándar, que se interesaba por la ruta que había seguido el cautivo hasta recobrar la libertad (muchas veces al escaparse de la galera en que remaba), por la capacidad e intenciones de la escuadra en que había servido, y, más en general, por la capacidad naval de Argel o las posibilidades defensivas de la ciudad y por sus contactos con el Imperio otomano. Gracias a la información suministrada por el ex cautivo el juez civil reunía datos sobre los planes y la potencia militar de los enemigos del emperador y de la fe católica. Con esos datos se confeccionaban informes que luego se remitían al Gobierno de la Monarquía con la intención no sólo de proporcionar adecuada información sino sobre todo de llamar la atención sobre la indefensión de las plazas de África o de las costas de España. Incluso la mera transcripción del interrogatorio, con preguntas bien escogidas y respuestas interesadas, por sí mismo podía bastar para alertar al destinatario, siempre que este se dejase alertar. Porque estos testimonios pasan rápidamente a integrarse en el copioso flujo de avisos que circulaba por las rutas navales y terrestres de la Monarquía y que confluye siempre en la Corte. En todos los avisos, junto a la aparentemente neutra finalidad de mantener informado al Gobierno imperial, asomaba también el deseo de influir en los ánimos regios o ministeriales y condicionar la elaboración de la política exterior. Detrás de este cruce de intenciones, en el que el cautivo trata de satisfacer la sed de conocimientos de las autoridades cristianas, se deslizan a veces otros detalles; muy poco sobre la peripecia personal, en primera persona, del cautivo; algo más (no mucho) sobre aspectos generales del vivir en las ciudades y escuadras escenario del cautiverio. Aprendemos algo sobre la moral de los cautivos, que oscila entre las esperanzas de una próxima victoria militar cristiana, que libere a los esclavos de los infieles, y la desesperación, unida siempre a la tentación de renegar la fe. O sobre las actividades económicas en la ciudad de 419 Juan Francisco Pardo Molero reclusión, especialmente Argel, máxime si esas actividades están relacionadas con la guerra. O, de una manera más sutil, acerca de la imagen de los reyes, emperadores, militares y ministros de ambos lados, de la idea que unos y otros tienen de Carlos V, Solimán o Barbarroja, cómo se transmite y cómo se refleja en el contrario, hasta acabar constituyendo patrones más o menos fijos. La intención sigue siendo transparente: dar idea de estados de ánimo, de posibilidades económicas, de capacidades del enemigo que hay que destruir o incorporar, etc., pero la fijación del tópico no deja de ser menos cierta. Lo corrobora el contenido de otras fuentes que abundan en las mismas ideas y participan de las mismas intenciones. Para empezar los otros avisos, de los que también veremos alguna muestra, y que vienen de fuentes muy diversas: de la correspondencia de particulares, sobre todo de mercaderes, de la que se suelen extractar capítulos de relieve estratégico, con noticias sobre el Turco, Barbarroja o los demás corsarios otomanos; de las confesiones de los cautivos musulmanes, de los apresados por los cristianos, ya sea en el norte de África o en las costas españolas; cautivos a los que se somete a un interrogatorio similar al que hemos visto; o, con toda intención, de las informaciones reservadas transmitidas por espías, agentes muchas veces de fidelidad dudosa (Suárez, 2005, 152-153), limitados a acciones breves, o bien tenaces informadores que, a su vez, cuentan con fuentes veraces, que remiten constantemente relaciones de las fuerzas y plazas enemigas3. Otro tanto puede decirse de la correspondencia oficial que a veces se nutre de las informaciones que acabamos de enumerar, y que transmite sus intereses de intervención o de apoyo militar o naval con todo descaro: gobernadores, virreyes, magistrados municipales, visitadores, etc., se hacen portavoces de la conveniencia estratégica local y la hacen llegar a la Corona. Finalmente las crónicas, algunas veces con una similitud en el fondo y en la forma con los papeles de avisos que no debe sorprender: no sólo 3 420 Recientemente Mª José Bertomeu mediante la publicación de la correspondencia de uno de estos agentes, el dálmata Jerónimo Bucchia, con Antonio Perrenot de Granvela, ha desvelado una de estas redes de espionaje (Bertomeu, 2006). Véase también Sola, 2005, especialmente 201-247. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam porque el cronista maneje aquellos papeles para escribir los suyos, sino también porque en muchos casos ha participado de ese mundo de noticias y alertas. Las crónicas, aparentemente de intención más compleja que la correspondencia, pueden proporcionar algunas claves para los avisos, pero encaminadas como están a enaltecer una “nación”, un estamento o institución, o una persona, pierden parte de la confluencia de intereses que aún subsiste en el documento de aviso (al tiempo que incorporan otros nuevos): el reflejo de una historia real, la intención de quien lo transmite, la de quien lo hace copiar y reenviar, el interés de la Monarquía etc. Son más bien los intereses cruzados de los papeles los que nos dan las claves de lectura de las crónicas. La cronología de los informes que vamos a estudiar aquí no es casual. La década de 1530 constituye el período culminante de la rivalidad entre Carlos V y Solimán el Magnífico, con las figuras de Doria, Álvaro de Bazán, Barbarroja, Salah Rais, etc. en su apogeo. La década que media entre las dos derrotas hispanas de Argel de 1529 y 1541 fue un tiempo de máxima tensión hispano-turca, al que, además, se suma Francisco I en 1536. La guerra estiliza las imágenes, pero, a la vez, vuelve más claros los reflejos y aviva el sentido de la emulación. Se trata además de un período en el que la información disponible sobre los turcos en los libros impresos o manuscritos de cierta difusión en España está todavía bastante limitada, y oscila entre la recepción parcial del reconocimiento europeo y la fantasía. Pero también se empieza a tomar conciencia de esa limitación, de la que se hace eco, por ejemplo, Antonio de Guevara, se prepara la aparición de obras de cierto rigor, al tiempo que empieza, siquiera sea episódica o tangencialmente, a irrumpir el “tema turco” en la literatura de ficción (Mas, 1967, I, 17-57). Un conocimiento estimulado por el conflicto militar y que aparece primero en la forma de avisos y relaciones muy vinculados al espionaje y al cautiverio. Grandeza, disimulación y miedo En enero de 1536, meses después de que Carlos V obtuviese una de sus más celebradas victorias, la conquista de Túnez, Jairedín Barba- 421 Juan Francisco Pardo Molero rroja, el corsario contra el que se había lanzado la campaña imperial, entraba sano y salvo en Constantinopla al frente de sus galeras. Pedro de Vergara, cautivo que iba en aquella escuadra, recordó poco después que aquel día de enero “la ciudad de Constantinopla hizo gran fiesta y alegría loando al dicho Barbarroxa que havía hecho gran cosa en se haver escapado de las manos de tan gran señor”4. La consideración del emperador como “gran señor” la había retenido el cautivo cristiano como la justificación de los festejos públicos en la capital otomana y la supo traer a colación en el momento oportuno. Su trayectoria personal no le dejaba demasiado espacio a la improvisación. Debía justificar su pasado, proporcionar información útil y, en la medida de lo posible, regalar los oídos de los pesquisidores del rey que le interrogaban. Cuando le preguntaron cómo había ido a parar a Constantinopla, se apresuró a decir que había pasado más de seis años en cautiverio desde que lo hiciese preso el famoso corsario Cachadiablo cuando echó a pique las Galeras de España (hecho que tuvo lugar en 1529: López de Gómara, 1853, 396-399; Pardo, 2001, 242-248): “Preguntado cómo y quándo y de qué manera fue a Constantinopla, dize que siendo tomado preso en las galeras de Barbarroxa por esclavo, sobre las galeras de Portuondo”. Cuando Carlos V tomó Túnez, Vergara estaba en Bona, y de allí se lo llevaron a Argel, donde Barbarroja, con quince galeras, cargó sus cosas y se juntó con las escuadras de los corsarios que allí había, El Judío y Salah Rais. Como es bien sabido, atacaron y saquearon Mahón poniendo en evidencia la estrategia imperial (Juan, 2001, 550-554); de ahí, y por etapas, pasando por Monastir, Quíos y Mitilene, fueron a Levante, y avisaron al hijo de Solimán para que autorizase su entrada en Constantinopla. La narración de Vergara dice: “Después de la tomada de Túnez (…) fueron a Argel con XV galeras y cargaron la ropa y artillería que tenía el dicho Barbarroja en Argel y así cargado, juntamente con otras galeras que estavan en Argel con El Judío y el captián Salla Rais vinieron en Menorca con las banderas de la Cesá4 422 Archivo General de Simancas, AGS en adelante, Estado, Costas de África y Levante, 466, “Razón del dicho y depusición de Pedro de Vergara, spañol, que se le preguntó a XX de marzo de MDXXXVI en Lete”. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam rea Magestad y tomaron y saquearon la isla, y de allí partieron con todas las dichas galeras, y navegando tomaron agua al Monasterio, y otra vez tomaron agua allí cerca y navegando desde allí fueron a Quío y de Quío a Metelene, donde estuvieron por XV días hasta tanto que embió avisar el hijo del Gran Turco que él quedava en una ciudad nombrada Oxia, martítima, y tornando por el puerto hordenó que fuesen a Constantinopla, y así partieron con la dicha armada y entraron en Constantinopla el mes de henero próximo pasado”. El relato de las gestas de Barbarroja hecho por alguien que lo vivió tan de cerca, amarrado al banco de una de sus galeras, podía molestar a los agentes imperiales que le tomaban declaración, pero la noticia de que en Constantinopla valoraban la importancia de su señor compensaba la posible irritación. En el fondo, Vergara equiparaba un enemigo con otro; las fiestas celebradas en la capital del Imperio otomano ponían a Carlos V, “gran señor”, al nivel de Solimán, del “Gran Turco”. Era la idea que los que vivían en las fronteras del imperio carolino en el Mediterráneo trataban de recalcar una y otra vez: la verdadera lucha en la que debía empeñarse el emperador era la cruzada contra el Turco, la más justa y la que le procuraría gloria de monarca universal. Así se afirmaba por las autoridades de los territorios acosados por el corsarismo otomano (Pardo, 2001, 278-279), y también por los agentes del César ocupados en los vericuetos de la diplomacia y el espionaje imperial. Lo sostenía uno de los más afamados espías de Carlos V, el dálmata Jerónimo Bucchia, cuando proponía planes grandiosos para la reconquista de Constantinopla, a la que consideraba la vera sedia deli imperi (Bertomeu, 2006, 169). Tópico de “los dos grandes” que subsiste en el siglo XVII (Mas, 1967, II, 153-164). Solimán y Carlos V eran emperadores enfrentados en una lucha entre iguales. La reputación de la lucha por la hegemonía se trasladaba a otros niveles del imperio. El virrey de Valencia cuando informó sobre los estragos que causaba una escuadra corsaria en la costa del reino, en el verano de 1538, dijo que el capitán que la mandaba era algo así como “visorey de Alger”, con lo que, implícitamente, lo colocaba a su altura. No es raro, pues, que cuando aquella flota atacó Villajoyosa, el virrey 423 Juan Francisco Pardo Molero se empeñase en acudir personalmente al socorro: había encontrado un enemigo de su talla (Pardo, 2001, 318-320). Pero si la guerra podía ser entre iguales, los prejuicios no dejaban de asomar. Primero porque la gloria y la riqueza que se podían obtener en aquellas fronteras del Mediterráneo no era demasiada. Acremente lo confesaba Perafán de Ribera, quien recordaba en 1534, en carta a Carlos V, “que Bugía no es el Perú, donde hay oro y perlas en las cabalgadas; aquí no hay sino turcos y moros” (Zavala, 1885, 187). Y, segundo, porque la condición moral de los musulmanes, sean “turcos” o sean “moros”, no dejaba tarde o temprano de asomar. Indudablemente los turcos no son de fiar, y no sólo para los cristianos, sus enemigos naturales, sino también para sus correligionarios.. Falsedad y traición se encuentran entre las largas listas de defectos que los autores cristianos más adelante atribuirán a los moros y turcos (Bunes, 1989, 232-236). La ocultación o la mentira descarada pueden ser empleadas por las autoridades otomanas con el fin de dar una imagen de seguridad y grandeza, que, en ocasiones, según juzgan los cristianos, está muy alejada de la realidad. Pedro de Vergara, en su relación, pese a la implícita equiparación entre Solimán y Carlos V, acusa al primero de no dudar en propagar noticias falsas para contentar a sus súbditos y hacer pasar derrotas por victorias. Lo comprobó en primera persona, mientras permanecía en la capital otomana con la escuadra de Barbarroja: “Estando el dicho Barbarroxa con la dicha armada en Constantinopla vino la persona del Gran Turco y Braín Baxá, con çerca de XM turcos de pie y de a cavallo, y entraron en Constantinopla a XXVI de henero con banderas desplegadas y diziendo que havían havido vitoria contra el Soffí; bien que quanto se entendía de secreto no era la verdad, y después vino nueva a Constantinopla que el Sofí havía recobrado y recobrava muy lindamente sus tierras”. AGS, Estado, Costas de África y Levante, Leg. 466. El triunfo fingido por Solimán y el gran visir Ibrahim no sólo servía en el discurso de Vergara, y en las intenciones de quien lo hizo recoger, para apuntar la perfidia de los turcos, empezando por el sultán, sino también para mostrar su correlato: la vulnerabilidad de los ene- 424 Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam migos de la Cristiandad. En el mismo sentido se entienden las noticias recogidas por el oficial que visitó Bugía dos años después. Un cautivo “que vino de Alger ha dos meses” había relatado el mal estado de defensa en que se encontraba esta última ciudad, y cómo Barbarroja la había dejado prácticamente desamparada, poniendo al frente de la misma a un criado suyo renegado, Hasán Aga, el cual perdía día a día sus soldados, de miedo que tenían frente al posible ataque de Carlos V. Como único recurso para mantener la tranquilidad de los habitantes, Hasán Aga “les finge muchas vezes nuevas y mensajeros de prosperidades y venidas de Barbarroxa, de quien no se avían sabido ny oído nuevas verdaderas”5. La falsedad va unida a la vulnerabilidad, porque refleja el miedo. Ésa es la conclusión que podría extraerse de lo dicho por Juan de Fonte, un cautivo panormitano que había permanecido en Argel, al servicio de un sobrino de Barbarroja durante varios meses. Últimamente lo habían amarrado al remo de una de las galeotas de la escuadra de Salah Rais. Su fuga fue posible cuando, estando la armada cerca de Cartagena, se libró de los grillos gracias a una lima que tenía escondida en los calzones y nadó hasta la ciudad cristiana6. Los jueces, después de hacerle las preguntas de rigor sobre el recorrido de la escuadra y las fuerzas de los turcos, no resistieron la tentación de preguntarle si en Argel “ay nueva de la fuga del Gran Turco”; se referían, claro está, a la retirada del ejército de Solimán del sitio de Viena en 1532, un triunfo tan celebrado por la propaganda imperial que despertaba en los oficiales de Carlos V el deseo de saber cómo lo habían encajado los enemigos. La respuesta de Fonte no debió de defraudarles: “Dixo que entre los christianos se dezía cómo avía sydo e que Barbarroxa e los turcos lo desymulavan, e que estavan muy tristes; e que se sabía la vitoria que Andrea Doria avía ovido en Corón y los otros lugares”. Esas victorias podían infundir temor en el 5 6 Ib., 463, f. 190, Bugía, 22 de junio de 1536. Según relató a quienes le tomaron declaración en Cartagena el 19 de enero de 1533: “Preguntado que cómo se salió y a qué ora, dixo que esta noche pasada, con un pedaço de lima que a muchos días que lo tiene guardado en la vayna de los calçones, e limó la chaveta de los grillos, e una ora antes que saliese la luna se echó en la mar e se vino a esta cibdad sin ser sentido de los turcos”: ib., 461, ff. 126-127. 425 Juan Francisco Pardo Molero ánimo de Barbarroja; precisamente Fonte afirmó que hacía poco que el corsario había hecho las paces con todos los poderes locales del entorno de Argel, y, añadía, “oyó dezir que lo hazía por miedo de los christianos” (AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, 461, ff. 126-127). Un miedo del que no escapa Solimán, según relata el enterado Pedro de Vergara: “Finalmente el dicho Pedro de Bergara refiere y afirma que el Gran Turco se fortifica en Constantinopla por el gran miedo que tiene que el emperador vaya a conbatirlo, y tiene gran sospecha a los christianos griegos questán en Constantinopla, y no save qué se hazer y está confuso, de manera que no determina hazer salir la dicha armada de Constantinopla, aunque la aya puesto en horden, hasta que sea certificado que el emperador no va allá a conbatirla”. AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 466, s.f. El miedo hace vulnerable al enemigo y preludia la derrota, tema que Garcilaso acababa por entonces de poner en relación con los turcos (Égloga II, 1.638 y ss.; comentado en Mas, 1967, I, 38). En este caso contado por Vergara el atenazamiento provocado por el miedo se traduce en confusión e indeterminación, que afectan a la estrategia de Solimán. La transmisión de esta noticia incitaba a proseguir la cruzada contra el Turco, pero, consciente o inconscientemente, parecía hacerse eco del desconcierto que provocaba en los presidios del norte de África o en la costa española la falta de continuidad del esfuerzo militar carolino en aquella guerra. El miedo, además, generaba ese desconcierto hacia los cristianos: Solimán, dice el cautivo Vergara, no sabía qué hacer con los cristianos griegos, potenciales aliados de Carlos V, como a éste le sugerían sus espías (Bertomeu, 2006, passim). Naturalmente era un miedo que, como las derrotas, se intenta disimular, aparentando seguridad y confianza en las propias fuerzas, aunque sin dejar de caer en contradicciones; como la que se refleja en la actitud de Barbarroja transmitida por informadores anónimos desde Constantinopla, en 1535, cuando está a punto de desencadenarse la ofensiva de Carlos V sobre Túnez: “Barvarosa embiava a dezir que estava fuerte y sin temor de cosa alguna, pero pedía socorro”7. 7 426 Ib., 462, f. 7: “Por letras de Constantinopla hasta de XVIII de junio 1535”. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam De la esperanza a la desesperación Frente al temor y la confusión de los turcos, la actitud que se trata de reflejar en los cautivos es la de esperanza, cierta pero en grave riesgo de decaer. Lo vuelve a transmitir el visitador de Bugía, haciéndose eco de aquel cautivo cristiano, el cual afirmaba “que se creýa y tenía por cierto entre los cativos cristianos que abía, que viniendo armada sobre Alger que no pondrían los turcos y moros en defensa, y que la dexarían luego por las razones dichas, y que así lo devió presuponer Barbarroxa quando se fue y llevó lo que tenía, sin dexar allý persona de confiança ni cabdillo guerrero, porque no lo es aquel renegado ny tiene partes para seello” AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 463, f. 190. Pero la pérdida de la esperanza era un peligro cercano, ligado al de renegar, como se recoge en la relación de la declaración de otro cautivo también recién salido de Argel: “Dize que fue tan grande la desesperaçión de los christianos quando supieron que la armada que Vuestra Majestad hazía çessava por causa de la muerte de la enperatrís, mi señora, que se tornaron muchos moros, y que si dieran licençia a todos los que querían renegar la fee, que fueran más de la meytad, y que todos están esperando a ver qué se haze el verano que viene, y que si Dios y Su Magestad no lo remedian, que la mayor parte se tornarán moros, porque los tratan muy bien a los que reniegan la fee, y que tienen grand provecho de las cavalgadas que hazen, y son muy mal tractados los que están en la fee de Jhesu Christo como deven”8. En esta estrategia de desgaste de moral, en la que no se vacila en presentar informaciones fuera de razón, el rumor provocativo, difundido con o sin intención, también tiene su lugar. Por el contenido de ciertas cartas remitidas desde Constantinopla se pasó el aviso a propósito de algunas 8 Ib., 467, f. 13, “Las nuevas que dize de Argel un christiano que de allí salió de captivo quinze días ha”, Orán, 22 de septiembre de 1539, remitidas por el conde de Alcaudete. 427 Juan Francisco Pardo Molero intenciones de Solimán: “Havía dicho el Turco que enbiaría CLM alcanzis a daño de cristianos”, pero no se aclaraba a dónde iba dirigida aquella fuerza (“no dizen a qué parte”); en consecuencia, la noticia se clasificó como de poco fiar, incluso como chanza, no sabemos si del propio sultán otomano, de quien hizo correr el rumor o del autor de la carta. Desestimar la noticia no se debía sólo a la falta de concreción de la supuesta ofensiva, sino sobre todo a la inconsistencia del pretendido ejército: los akincis (“alcanzis” en el aviso) eran una especie de caballería poco regular, heredera de los antiguos nómadas turcomanos, que solía integrar la vanguardia del ejército otomano, no cobraba del Tesoro imperial, sino que sólo recibía su compensación mediante el botín, y eran más aptos para incursiones de destrucción y saqueo o expediciones de castigo que para actuar por sí solos en una campaña importante; además el número que les atribuye el informante no se compadece con los contingentes que tenían los akincis en esa época, sin duda mucho menores (Beldiceanu, 1989, 130; Veinstein, 1989, 2001, 30; Imber, 2002, 260-265): “Esto se tiene por burla, máxime por ser los alcanzis la más vil gente del Turco”, era la conclusión. Tal falta de seriedad podía afectar al resto de noticias que se incluían en el mismo informe, transmitidas por la misma fuente, cuya fiabilidad quedaba en entredicho. Las mismas cartas constantinopolitanas nos dicen que Solimán “havía determinado (…) de ruinar el Sancto Sepuclcro de Jerusalem y hazer allí un cerrallo, por evitar que no vayan allí más christianos a causa que ha sentido que, con escusa de yr allí, van por espías”. La intención del sultán no podía ser más escandalosa para oídos cristianos. Tampoco era muy piadosa para un musulmán, aunque la razón esgrimida no carecía de lógica, por las consecuencias nefastas que la circulación de espías cristianos por el Imperio otomano podía tener para la estrategia de la guerra santa. Pero más que eso, lo que asoma detrás de las ideas atribuidas a Solimán es el deseo de mantener a toda costa el prestigio, pues lo que habían hecho esos supuestos espías disfrazados de peregrinos era propagar las noticias de las derrotas sufridas a manos de los persas9. 9 428 “Han publicado [los espías cristianos] que ha recebido [Solimán] muchos daños del Sophí”: ib., 466, s.f.: “Por cartas de Constantinopla de X hasta XXVII de febrero MDXXXVI”. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam Entre los turcos la desconfianza hacia los cristianos o incluso hacia los renegados o tornadizos, quienes por alguna razón se habían hecho cristianos pero luego habían vuelto al islam (llamados elches), podía ser más o menos grande, pero sobre todo estallaba en momentos de especial peligro. O, al menos, era subrayada por los informadores cristianos para sensibilizar conciencias. Por ejemplo, en 1535 los corresponsales de Constantinopla se refieren abiertamente al estado de subyugación en que se encuentran los cristianos allí; es más, se relata en comparación con la actitud de los enviados del rey de Francia. Llegado allí Jean de La Fôret, embajador de Francisco I, el 13 de junio de 1535, anunció su deseo de ser recibido por Solimán, pero este se encontraba en plena campaña contra los persas y no volvería hasta octubre. La Fôret prefirió esperar, pero no quiso estar en la ciudad, sino fuera de la misma por no padecer la “sugectión que están los christianos en Constantinopla”. Una sujeción que incluso podía degenerar en cualquier altercado, especialmente con los jenízaros, “de los quales –dice el mismo informante– temían mucho en Constantinópoli y en Pera que un día matasen y saqueasen los christianos”. Para evitarlo, Solimán envió un capitán a fin de que los tuviese en orden, lo cual había surtido su efecto: “con la venida deste capitán se avían asegurado los christianos y atendían a sus negocios”10. Se percibe el reflejo de las situaciones de peligro que atravesaban las morerías en reinos como Aragón, Valencia o Granada, ante la presencia de tropas mal pagadas y propensas a los saqueos. Pero también se vislumbra el reconocimiento de la eficacia de la disciplina, administrada por oficiales competentes, entre la infantería otomana, un campo en el que los ejércitos cristianos, y particularmente los Tercios españoles, aspiraban a sobresalir.. También la actitud hacia los conversos vueltos al islam podía peligrar en momentos delicados. Así lo refleja un aviso enviado desde Orán que incluye noticias de Barbarroja, transmitidas por un cautivo genovés preso en Benarax, que escribe el 26 de septiembre de 1535 a un mercader de Orán y le cuenta lo que a él, a su vez, le ha contado un cautivo de 10 “Por letras de Constantinopla hasta de XVIII de junio 1535”, ib., 462, f. 7. 429 Juan Francisco Pardo Molero Argel: “Que Barbarroxa avrá ocho días que a cortado las cabeças a los alcaydes elches, diziendo que se carteavan con los christianos, y de todos los navíos que toma de christianos también luego le manda matar”. La descripción de la desaforada actuación del corsario se incardina en los intereses estratégicos del gobernador de Orán, deseoso de que el emperador mantuviese su presión sobre Barbarroja. La actitud de éste se explica por la derrota sufrida ese verano en Túnez, que habría demostrado su vulnerabilidad. Sin embargo esa victoria imperial no se había completado con un golpe sobre Argel. Antes al contrario, quien parecía más amenazador era el corsario turco, que no sólo acababa de saquear Mahón, sino que se preparaba, según las noticias que tenía el gobernador de Orán, para mayores golpes. De hecho el motivo principal de la carta del cautivo genovés al mercader oraní era hacer llegar un aviso urgente: “Aviso a vuestra merced que vaya donde está su señoría y le dé aviso cómo Barbarroxa a traýdo de la ysla de Menorca IIMD ánimas, y que arma otra vez los navíos, y dizen que an de dar sobre Cáliz con treynta y çinco velas, por eso no dexe su señoría de dar aviso, porque no aya más daño de lo echo”. La noticia la confirmaba otra carta, remitida por un judío, Isaac Ternero, que escribía también desde Benarax por las mismas fechas, y que afirmaba que “Barbarroxa, después que saqueó a Menorca, está armado para entrar en la mar, y echa fama que va a Almaçarquivir, y creo que más çierto es para Cáliz”11. Comercio con el infiel Este juego complicado de amenazas mutuas, en que se intenta comunicar la idea de que el rival se encuentra en situación delicada, sin por ello hacer creer que uno mismo está en posición más favorable o menos expuesto a los ataques enemigos, no excluye, paradójicamente, 11 430 Ambos avisos (“Nuevas de Barbarroxa por una carta de Ysaque Ternero, judío que escrive de Benaraz a postrero de setiembre al conde de Alcabdete” y “Una carta que escrivió un jinovés que está cautivo en Benarax a un mercader de Orán a veinteyséis de setienbre”) se incluyeron en el mismo informe, ib., 462, f. 132. Sobre los judíos de Orán, Schaub, 1999. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam la posibilidad de realizar un comercio lucrativo. Una serie de noticias proporcionadas esta vez por un cautivo de los cristianos, un espía que habían tratado de introducir los turcos en Orán, así lo pone de manifiesto. Su declaración no tarda en detenerse en los tratos que sostienen franceses y turcos, que van más allá de lo militar y que desvelan amplias posibilidades de intercambio comercial: “Puede aver –dice el espía capturado- tres meses que fue a Arjel una nao de dos gavias de Françia que llevó paños y vino y sal y canela, y que agora está cargando esta nao para llevar a Françia cera y lino y lana y que oyó dezie en Arjel que avía de bolver luego y traer armas de Françia y que quedó en Arjel un mercader a esperar que bolviesse la nao, que cree que se llama Juanes”12. Al margen de la relevancia militar de la información relativa al abastecimiento de armas, mercancías consideradas merces prohibitae, esto es, cuya venta a los musulmanes estaba estrictamente prohibida por la legislación canónica (Agoston, 2005, 91-93), a las autoridades de Orán no les pasan desapercibidas las posibilidades de negocio que reflejan las declaraciones citadas. No es de extrañar, por tanto, lo que afirmó años después, el cautivo que acababa de salir de Argel en 1539, para el cual “es tan grande la riqueza de aquella çibdad que no se puede creer”. Ahora bien, el mismo cautivo no duda en condenar enérgicamente el tráfico de los cristianos con Argel: “Dize que los navíos que van con mercadurías mereçían ser quemados con sus dueños dentro, porque demás del dapno que hazen a los christianos que no son conoçidos en avisar de lo que valen, dan avisos de quanto en España se haze y de las Galeras y de todas las cosas que se 12 “Lo que dixo el negro que salió de las galeotas por espía es lo siguiente”: ib., 463, f. 45. No sería muy frecuente, al menos en épocas posteriores, el descubrimiento por parte de las autoridades oraníes de estos espías, en particular de los enviados por Argel, según ha señalado Beatriz Alonso: “Por su parte, las autoridades de Argel también se las ingeniaban para introducir a sus espías en el doble presidio, y tanto debía ser el cuidado con que procedían a ello, que en ningún momento queda constancia de haberse descubierto quiénes hacían esta labor” (Alonso, 2000, p. 423). 431 Juan Francisco Pardo Molero tractan y de los navíos que se cargan para otras partes y de la gente que va en ellos, a cuya causa hazen más entradas de las que harían y muy a su salvo, y que ha aconteçido dar aviso mercaderes de los navíos que se cargavan en España de çiertas mercaderías con condiçión que se las diesen a tal preçio si las tomasen y conprar desta manera de los turcos la pressa y llevalla a vender a otra parte”. AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 467, f. 13. La frecuencia de viajes a Argel de mercaderes cristianos13 era alta: con el pretexto de rescatar cautivos con dinero confiado por las familias de aquellos, no era raro que la Corona concediese licencias para pasar a Berbería. Es más, Barbarroja solía dar seguro a los mercaderes cristianos que iban a Argel, y hacía respetar enérgicamente ese seguro. Cuenta el cautivo siciliano Juan de Fonte que “a poco más de un mes que Barbarroxa ahorcó treynta e nueve turcos e uno que cortó la soga El Judío, porque era su criado, e por razón los ahorcó, porque no guardaron un syguro de Barbarroxa a unos christianos que lo llevaban yendo a contractar en Argel con una caravela”14. Las consecuencias podían ser graves, como hemos visto denunciar a otro cautivo, pero las expectativas de lucro no eran pocas. Además de esa imagen de actividad comercial, las confesiones de cautivos y espías pueden presentar Argel y, en general, el mundo otomano como ejemplo de eficiencia industrial y logística. El mismo cautivo al que acabamos de ver enjuiciando las prácticas comerciales prestó durante su cautiverio una atención especial a los oficios relacionados con la industria naval; y esto no pasó desapercibido al conde de Alcaudete, que en su informe dirigido a la Corona incluyó el siguiente párrafo: “Dize que ay en Argel tres maestro prinçipales christianos y uno moro para hazer navíos; tiene XV o XX maestros daxa, tiene XXIII calafates o 13 14 432 Aunque en el documento no se especifica que se trate de mercaderes cristianos la información que pasan a los turcos así lo da a entender. Las prácticas de rescate, incluyendo los llevados a cabo a través de mercaderes que hacían de intermediarios, con licencia real, y que aprovechaban para realizar tratos comerciales en Argel, se estudian en Kaiser, 2008. AGS, Estado, Costas de África y Levante, 461, ff. 126-127. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam más y muchos remolares y muy grand diligencia en dar a estos ayudantes que aprendan siempre; cordoneros para hazer xarcia tiene siete, que sienpre trabajan en su oficio, que ay doze herreros qu no çessan sienpre de hazer lavor, y quatro caldereros” AGS, Estado, Costas de Africa y Levante, Leg. 467, f. 13. La insistencia del cautivo en la laboriosidad y en el interés por aprender los oficios pretende dar una imagen de laboriosidad que redunda en la eficacia militar y organizativa de los enemigos de la fe. El mismo efecto tiene la declaración de un cautivo del otro lado. Se trata de Mohet Dui15, arráez de una galeota otomana. Fue capturado en el otoño de 1536, con su nave, por la escuadra de Álvaro de Bazán, cuando navegaba en compañía de las Galeras de Francia. Esta última circunstancia, como es natural, despertó el interés de los jueces, que quisieron saber todo lo que pudiese contarles el prisionero sobre los planes que hacían franceses y turcos. Entre otras cosas, Mohet Dui afirmó que Barbarroja había hecho llegar a Argel la noticia de que “el Turco fazía mil velas de armada para el verano que viene”. Incrédulos ante las cifras que esgrimía el marino, los jueces le encarecieron “otra vez que diga la verdad, porque no parece versemblante que el Turco pueda armar mil velas”, a lo que Mohet contestó con una pequeña exposición a propósito de las técnicas de reclutamiento del Imperio otomano: “El deposante respondió y dixo que sí podía, porque no pagaba a nadi el Turco, sino que pedía a cada señor o pueblo gente, a quien X, a quien XX, o más”. Esta simplificada definición del devsirme y demás métodos de reclutamiento otomanos no sólo servía para despejar las dudas de los jueces sino también para ofrecer una imagen de poderío sobre las gentes. En el fondo, de nuevo, vuelve a advertirse el deseo de emulación, y cómo se traslada hasta los cuadros militares del sultán. Se desprende de la declaración del prisionero, que se hace eco de las historias que circulaban por ahí a propósito de la rivalidad entre Carlos V y Solimán: “Se dixo –dice Mohet Dui- que el Turco havía preguntado a Barbarroxa que quántas velas havía llevado 15 O Diu o, más a la turca, Din: hemos optado por la lectura que más parece ajustarse a la grafía. 433 Juan Francisco Pardo Molero el emperador a Túnez, y que por haverle dicho que fue con seiscientas, él dixo que haría mil”16. *** Hemos visto algunas de las ideas que en la década de 1530 menudean en los avisos procedentes de de Argel o Constantinopla dirigidos a la Corona por los diferentes agentes imperiales. Más tarde también aparecerán en las obras de ficción o no ficción que aborden el “tema turco” o “moro”. Una imagen de rivalidad que, plagada de argumentos de diferencia y desprecio, en cierto modo, prolonga la “imagen en el espejo” propia de las crónicas medievales (Barkai, 1984). Pero encierra también la conciencia de la semejanza, la dignidad de la lucha con el infiel, la grandeza de los enemigos, las virtudes que se le reconocen, y que reflejan, en positivo o en negativo, las aspiraciones propias de grandeza y dignidad. En realidad, tal y como los hemos recogido, los testimonios de cautivos obedecen a una presentación de los hechos muy propia de la frontera y que se caracteriza por el difícil equilibrio entre el peligro y la seguridad, la alarma y la confianza. La manipulación más o menos sutil, encaminada a influir en el Gobierno, a que se sometía a esta información, junto con la difusión que acababa dándose a estas noticias y avisos (por más que se transmitiesen como reservados) trascenderá a otros ámbitos literarios, librarios o documentales, e influirá en la formación de las ideas hispánicas sobre el mundo islámico. La visión característica de la frontera, moldeada por el cautivo o el espía y por los oficiales de la Corona que le toman declaración y que remiten el correspondiente informe, acaba por reflejarse en las concepciones generales sobre el mundo que existe más allá de los límites geográficos, políticos o culturales. 16 434 AGS, Estado, Costas de África y Levante, 464, s.f., Palamós, 7 de diciembre de 1536. Imágenes indirectas. La cristiandad y el Islam Bibliografía AGOSTON, G. 2005 Guns for the Sultan. Military Power and the Weapons Industry in the Ottoman Empire, Cambridge, Cambridge University Press. ALONSO, B. 2000 Orán-Mazalquivir, 1589-1639: una sociedad española en la frontera de Berbería, Madrid, CSIC. BARKAI, R. 1984 Cristianos y musulmanes en la España medieval. (El enemigo en el espejo), Madrid, Rialp. BELDICEANU, N. 1989 “L’organisation de l’empire ottoman (XIVe-XVe siècles)”, en R. Mantran, dir., Histoire de l’empire ottoman, París, Fayard. 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Y si se teme por la vida de la madre, ¿se puede bautizar al feto y cómo?. Es decir, ¿se espera a que la madre muera y se intenta extraer el feto con vida o se realiza la operación mientras ella está viva?. ¿Qué se debe hacer cuando la madre ha muerto y se sospecha que el feto todavía está vivo? Estas son algunas de las preguntas que plantea el misionero franciscano fray Antonio Comajuncosa en su El Comisario-Prefecto de misiones instruido, obra manuscrita enciclopédica compuesta a principios del siglo XIX en Tarija, Bolivia, en dos volúmenes y más de 1000 páginas. El tema era relevante y requería de atención ya que el negocio principal de los misioneros era la salvación de las almas, lo que incluía la administración de los sacramentos del bautismo, peni1 2 La investigación para este ensayo fue financiada en parte con el premio “Lewis Hanke” que concede la Conference on Latin American History y una beca doctoral de la Academy of American Franciscan History. Stephen F. Austin State University 437 David Rex Galindo tencia, y eucaristía en las zonas limítrofes de evangelización misionera así como en los centros bajo el control imperial y religioso hispánico3. Comajuncosa escribió su manuscrito tras siete años de experiencia como Comisario-Prefecto de misiones del Colegio apostólico de propaganda fide de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija. La labor fue ardua – el autor compuso los dos libros entre 1804 y el 9 de junio de 1811 mientras era el escritor oficial del Colegio de Tarija. Como indica al principio del primer volumen, su objetivo era didáctico “dirigido à los Comisarios=Prefectos de Misiones, y à los Misioneros que trabajan en la conversión de los Ynfieles, en la manutencion, y adelantamiento de los convertidos, y en la propagacion de la Fe, y dilatacion de los Dominios de nuestro Catolico Monarca”4. En este compendio, fray Antonio buscaba soluciones a los diversos problemas planteados, utilizando una metodología dialéctica, explicativa y resoluta, con un carácter sintético de las posiciones que él considera más fidedignas tras examinar multitud de autores y doctores de la Iglesia. El manuscrito está dividido en tres ‘títulos’ que abordan diferentes cuestiones relativas a la labor evangelizadora de los misioneros del colegio de Tarija. En el primer título, que abarca más o menos la mitad del escrito, Comajuncosa examina las facultades, cargos y obligaciones del comisario-prefecto de misiones. En su segundo título analiza cómo conquistar y reducir a los indios independientes no cristianos en las misiones fronterizas y las facultades y deberes de los misioneros, enfatizando los aspectos temporales como pueden ser el comercio y la producción agrícola de las misiones. El segundo volumen termina con otro extenso título sobre las condiciones espirituales de las misiones ya 3 4 438 COMAJUNCOSA, Fray Antonio, “El Comisario-Prefecto de misiones instruido en sus Facultades, Cargos, y Obligaciones, y en varios puntos concernientes al régimen temporal, y espiritual, político, y económico de los Padres Conversores è Yndios de su cargo” (en adelante ECPMI). 2 volúmenes, Tarija, 1804-1811, Archivo Franciscano de Tarija, Bolivia (en adelante AFT). Los dos volúmenes está paginados y el texto está dividido en secciones. Citaré el número de la sección y la página donde se encuentra. ECPMI, vol. 1, p. iii. El autor señala en la página con el título que empezó este trabajo siendo escritor del Colegio Apostólico de Tarija en 1804 y lo terminó el 9 de junio de 1811, ECPMI, vol. 2, Nº 1737, p. 1507. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano centrado en la administración de los sacramentos y los mandamientos de la Iglesia. En una de las secciones de este último título, el autor expone detalladamente el sacramento del bautismo, planteando y ofreciendo soluciones ante varias situaciones que abordaron los misioneros franciscanos del Colegio Apostólico de Tarija en su labor evangelizadora. El hecho de que fray Antonio debata cómo administrar el bautismo en casos de posible muerte de la madre, del feto o de ambos ofrece una aproximación al programa misionero desde circunstancias extremas que requerían respuestas expeditas y decisivas. Esta contundencia tiene su origen en el objetivo principal de los colegios apostólicos de propaganda fide: la salvación de las almas. En este sentido, el fin –es decir la salvación eterna del alma– justificaba los medios y los ávidos y solitarios misioneros recurrían a su propio ingenio y a lo aprendido en los colegios franciscanos para intentar responder a situaciones in extremis en las remotas fronteras del imperio español. De hecho, los dirigentes franciscanos y la corona respaldaron la creación de los colegios franciscanos de propaganda fide para preparar misioneros tenaces bajo las arduas condiciones de las misiones entre indios independientes que la corona consideraba súbditos no sometidos y la iglesia los percibía como su legítimo campo de acción misionera. El Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija Los colegios apostólicos de propaganda fide fueron fundados a finales del siglo XVII para revitalizar el programa misionero de la orden franciscana en el mundo hispánico. Cuando se funda el Colegio de Nuestra Señora de Tarija en 1755, los misioneros franciscanos ya operan desde otros 17 seminarios en España, en Nueva España y en el Perú. Los colegios formaban al personal misionero franciscano para su labor catecúmena entre los católicos y entre los no cristianos de la periferia del imperio. Por lo tanto el objetivo de los colegios franciscanos era formativo, pedagógico y evangelizador5. La patente de fray José Jiménez 5 El único estudio comprensivo que tenemos de los colegios franciscanos de propaganda fide es el ya clásico SAIZ DÍEZ, Félix, Los Colegios de Propaganda Fide en 439 David Rex Galindo Samaniego a fray Antonio Llinás otorgada en 1682 previo a su partida hacia Querétaro, donde fundaría el primer colegio denominado de la Santa Cruz, decretaba que los nuevos colegios de propaganda fide se centraran “á los fieles para reformacion de costumbres, y á los infieles dandoles noticia, y luz de la fee, baptiçandolos, y agregandolos al rebaño de la Santa Iglesia Romana, y alistandolos á su obediençia, sin la qual ninguno se salva”. Para ello se solicitaba que “los Religiosos mozos sean instruidos en el espiritu, y con la doctrina necessaria, y los ya experimentados se fortalezcan mas cada dia, y a donde despues de los trabaxos de la Mission, buelvan á repararse, y á cobrar nuevos alientos en el cuerpo, y en el alma, en tiempos convenientes, y oportunos; y de donde vuelban á salir luego nuebamente, recobradas las fuerzas del cuerpo; y del alma, y con nuebo fervor, con el merito de la Santa obediencia, á diversas partes, con la misma tarea de sembrar en las almas la palabra divina”6. 6 440 Hispanoamérica. 2ª ed. Lima, 1992. Sobre los colegios fundados en España véase PARRONDO, Domingo, Historia de los Colegios-Seminarios de Misiones de la Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco, exîstentes en esta Península de España. Madrid, Oficina de Don Francisco Martínez Dávila, impresor de cámara de S. M., 1818. Para el caso de Bolivia, veáse LANGENBACHER JIMÉNEZ, Ferdy, Origen, desarrollo e influjo de los Colegios de Propaganda Fide en la Iglesia y Sociedad de la recién fundada República Boliviana (1834-1877). Analecta Franciscana, V. 15. Grottaferrata, Frati Editori di Quaracchi, 2005; y el faraónico trabajo de CALZAVARINI GHINELLO, Lorenzo, ed. Presencia Franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentación del Archivo Franciscano de Tarija, 1606-1936. 7 volúmenes. Tarija, Centro Eclesial de Documentación, 20042006. Para la Nueva España se puede consultar MCCLOSKEY, Michael B., The Formative Years of the Missionary College of Santa Cruz of Querétaro, 1683-1733. Washington, D.C., Academy of American Franciscan History, 1955; ESPINOSA, Fray Isidro Felix de Crónica de los Colegios de Progaganda Fide de la Nueva España [1746], 2ª ed. de Lino Gómez Canedo. Washington, D.C., Academy of American Franciscan Historians, 1964; y REX GALINDO, David, “Propaganda Fide: Training Franciscan Missionaries in New Spain.” Dallas: Tesis doctoral de Southern Methodist University, 2010. Patente de fray José Jiménez Samaniego a fray Antonio Llinás, Convento de San Francisco, Madrid, 12 de marzo de 1682, en DÍEZ, Fray José, “Apostólicos empleos de los hijos del Seraphín llagado obreros Evangélicos, del Collegio de la Santíssima La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano El objetivo de estos colegios, como marcan las bulas papales de 1686 que otorgaban carácter oficial a los colegios, era la progagación de “la Religion Christiana, y de la Fé Católica, recta instrucción de los Fieles Christianos, reformacion de las costumbres, y para procurar la salvacion de las almas en todas partes”7. Como fue costumbre con otros colegios, en 1755 se traspasa el convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, perteneciente a la Provincia de San Antonio de las Charcas, a los misioneros llegados desde el Colegio de Santa Rosa de Ocopa en el Perú. Desde ese instante, el colegio actuaría independiente de la provincia franciscana, quedando bajo la autoridad del Comisario General del Perú y a partir de 1769, año en que se eliminaron las comisarias generales de la Nueva España y del Perú, bajo el Comisario General de las Indias en Madrid. El Colegio de Tarija, como los demás colegios, era un centro de formación de misioneros que atraía a franciscanos de otras provincias y colegios o laicos que entraban en la orden como novicios, donde profesaban como frailes franciscanos tras el año de residencia en su noviciado8. La formación misionera era parte integral de la vida de los novicios y frailes en los colegios de propaganda fide, donde padecían un programa prolongado e intenso de oración, ejercicios espirituales, clases, debates, y la secuencia regular de los santos sacramentos y el calendario católico. La 7 8 Cruz de la Ciudad de Querétaro,” 1700, fotocopia en el Archivo Histórico de la Provincia Franciscana de Michoacán-Fondo del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, (en adelante AHPFM-CSCQ), fols. 15v-16r. Inocencio XI, Bula Ecclesiae Catholicae, 16 de octubre de 1686, en IBARRA, Joaquín, Breve apostólico de Pio Sexto, y Estatutos Generales para la erección y gobierno de las custodias de misioneros observantes de Propaganda Fide en las Provincias Internas de Nueva España. Madrid, D. Joachín Ibarra, Impresor de Cámara de S. M., 1781. pp. 75, 38. Así lo mandaban las bulas papales y la legislación relativa a los colegios. Véase por ejemplo DÍEZ, “Apostólicos empleos,” fol. 16r. La versión en español de las constituciones generales de los colegios – conocidas como las dos bulas papales Ecclesiae catholicae de 1686–están en Ibarra, Breve apostólico de Pio Sexto. Sobre los trámites de erección de los nuevos colegios véase SAIZ DÍEZ, Los Colegios de Propaganda Fide en Hispanoamérica, pp. 107-110. 441 David Rex Galindo vida en un colegio, tan ardua como puede parecer hoy en día, también era muy difícil de imaginar para los seglares contemporáneos; la necesidad de un equilibrio entre la educación, la espiritualidad, y el retiro extendieron la resistencia física y mental de los frailes hasta el límite. Por encima de todo, los teóricos franciscanos aseveraban que un horario rígido y exigente guiaría a sus hermanos para evitar los peligros de la laxitud y la pereza. Un curioso documento que fue impreso en 1785 nos ofrece una mirada microscópica a lo que pudo ser la vida cotidiana del colegio de Tarija, o por lo menos el ideario de dicha vida. El horario era desde luego draconiano y monótono. Según este documento, cada día, los religiosos se despertaban a las 5 menos cuarto de la mañana y se dirigían al coro de la iglesia para rezar la letanía y orar hasta las 6, a lo que sucedían las cuatro horas menores, es decir, Prima, Tercia, Sexta y Nona. Grupos de tres en tres frailes bajaban a dar misa en la iglesia hasta las 10 de la mañana, tras lo cual los frailes se reunían probablemente en la biblioteca para atender una hora de conferencia de teología mística o lenguas nativas. A las dos de la tarde rezaban la víspera y completas; de cinco a seis los religiosos atendían la conferencia de teología moral, excepto el jueves en que se daba tiempo para el asueto. A las seis los religiosos retornaban al coro donde rezaban la estación del santísimo sacramento y observaban una hora de oración mental. Tras rezar los maitines a las siete de la tarde, los religiosos volvían al refectorio a cenar y después regresaban a la iglesia o al coro para rezar sus devociones personales. El colegio tocaba recogimiento y silencio a las nueve. El ciclo diario se repetía cuando un hermano lego o donado despertaba a los frailes y novicios a las cinco menos cuarto de la mañana siguiente. Además toda la comunidad debía realizar la disciplina los días prescritos por las constituciones generales de la orden franciscana. Los frailes desayunaban normalmente mate con azúcar a lo que se añadía al menos un almuerzo dos días por semana para quienes lo solicitaran aunque no se les negaba otros días si lo pedían. El chocolate estaba reservado para los religiosos enfermos, excepto 11 ó 12 días al año en que todos podían disfrutar de esta bebida. Como excepción, los predicadores recibían 4 onzas de chocolate cada vez que predicaban; si se trataba de sermones panegíricos se aumentaba la asignación a una libra. Las comi442 La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano das se servían en el refectorio o comedor al mediodía, tras lo que algunos religiosos fregaban –normalmente los donados y legos– y otros disponían de un breve tiempo para conversar “religiosamente” antes de recogerse a la siesta. La comida incluía una taza de caldo, un guiso cocinado de carnero, vaca o una mezcla de ambos, una buena ración de olla con tocino y verduras, fruta del tiempo y a veces queso. El mate estaba también disponible por la tarde. Para la cena, se servía un plato de verduras cocidas y otro de carnero guisado. Los domingos y jueves, se sustituía las verduras cocidas por ensalada fresca de escarolas o lechugas. Todo esto se acompañaba de pan según cada religioso y un vaso de vino en cada comida y cena. El colegio disponía de cuatro onzas de tabaco en polvo cada 50 días para aquéllos que lo usaban, “no à los que lo necesitan”9. A través de un intenso calendario de continuas oraciones y meditación, los religiosos perseguían el trance espiritual que les ayudara a alcanzar un estado de abnegación y la santidad, y en última instancia la simbiosis con Jesucristo. Fue con su Dios que era todo y suficiente, es decir, el único medio, pensaron, para alcanzar la salvación eterna. Como escribió la influente mística española Santa Teresa de Ávila en el siglo XVI, una vez que el alma “se vacía de todo lo creado,” Dios “necesariamente lo llenará de sí mismo.” El día a día del Colegio de Tarija fue orquestado para elevar espiritualmente a la comunidad religiosa y así llenar las almas de los frailes con su Dios. Era además un medio para obtener la fuerza necesaria para resistir la dureza de la rutina diaria en los colegios y, vamos a ver, en las duras condiciones de las misiones fronterizas10. Misionando la frontera Los misioneros del Colegio de Tarija evangelizaron entre los chiriguanos, chanés, mataguayos y bejoses, todos ellos grupos independientes 9 10 “Régimen y método de vida,” ART, RR, 165. Veáse DELUMEAU, Jean, Catholicism between Luther and Voltaire: a new view of the Counter-Reformation. Londres, Burns and Oates, Philadelphia, Westminster Press, 1977. pp. 47-55, la cita en p. 47. 443 David Rex Galindo de la periferia del imperio español que nunca fueron controlados de facto durante la época colonial. Sin embargo, tras varios siglos de relación con el mundo hispánico, algunas de estas sociedades indígenas eran multiétnicas a finales del siglo XVIII. Por ejemplo, entre los chiriguanos vivían “muchos mestizos, mulatos y algunos negros fugitivos” que se integraron en la sociedad chiriguana y que traían consigo la influencia cultural española tanto como ellos mismos fueron indianizados11. Algunos grupos indígenas independientes se sometieron al régimen misional o aceptaron pueblos españoles en sus territorios, pero la mayoría resistió estoicamente la invasión española. Los semisedentarios chiriguanos demostraron ser unos formidables guerreros imposibles de conquistar. En 1727 ya habían expulsado a los misioneros jesuitas, no siendo hasta 1757 cuando entran los misioneros franciscanos del Colegio de Tarija para intentar la evangelización de chiriguanos y otras naciones independientes. La economía de los chiriguanos de hecho crecía a base de las recaudaciones de impuestos procedentes de los españoles, algo que éstos interpretaban como un intercambio de regalos para garantizar la paz. La confrontación también abarcó el periodo franciscano. Los chiriguanos y chanés se levantaron tras la llegada de los misioneros tarijeños en 1796 y 1799; ambas sublevaciones sólo pudieron ser sometidas con refuerzos de tropas y la ayuda de neófitos que permanecieron leales a los franciscanos12. El carácter indómito de los chiriguanos desde luego los hacía susceptibles de ser catalogados como bárbaros y salvajes por los españoles, algo extendido a lo largo de América y que algunos historiadores han visto como un reflejo de la propia frustración de los misioneros por su 11 12 444 WEBER, David, Bárbaros: Spaniards and Their Savages in the Age of Enlightenment. New Haven y Londres: Yale University Press, 2005. p. 249, cita en español en n. 213, p. 362. COMAJUNCOSA y HORTET, Fray Antonio, Manifiesto Histórico, Geográfico, Topográfico, Apostólico y Político de los que han trabajado, entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija, 1754-1810 [1810]. Tarija, Editorial Offset Franciscana, 1993. pp. 85-97, 107-113, 241-253. WEBER, David, Bárbaros, p. 192. Veáse también LANGER, Erick D., y JACKSON, Robert H., “Colonial and Republican Missions Compared: The Cases of Alta California and Southeastern,” en Comparative Studies in Society and History, Vol. 30, No. 2, Abril 1988. pp. 288-289. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano inhabilidad para convertir a los indios independientes. Relata fray Antonio Comajuncosa en 1810 sobre la inconstancia hacia la fe católica de los chiriguanos y chanés que “mientras sus carnes huelan a barbarismo y no habiéndose habituado todavía a la sujeción y observancia de las leyes cristianas y mucho más siendo los más de un Pueblo Infieles o Gentiles, harán lo mismo que la cabra que siempre tira al monte.” Este discurso desde luego no era nuevo, en 1727 otro misionero jesuita escribía no sin desilusión que los chiriguanos “son de genio inconstante, más de los que se puede creer, mudables a todo viento, no guardan la palabra que dan, hoy parecen hombres y cristianos y mañana apóstatas y animales”13. Las misiones eran expuestas de una manera regular a visitas de inspección en las que se observaba y anotaba el estado espiritual y temporal, para lo que el visitador indagaba sobre el conocimiento de la doctrina por parte de los neófitos, la administración regular de los sacramentos, el tipo de trabajos realizados en la misión y la asistencia de los neófitos a las liturgias de la iglesia así como el trato existente entre los misioneros y los indios. Además el visitador registraba los libros de misas y los edificios de la misión, ya fuera la iglesia, capilla, sacristía y oficinas. Ésta era también la oportunidad de escuchar las quejas de padres e indios, aunque normalmente no eran medidas con el mismo rasero. Como dicen los estatutos, en las querellas de indios el visitador “deberá proceder con mucha prudencia, sagacidad y cautela … [por] la poca verdad que se experimenta en la boca de los indios”14. 13 14 David Weber se hace eco de las frustraciones de los misioneros y el achaque sobre los propios nativos por su fracaso en la conversión, WEBER, Bárbaros, p. 96. Ver la cita del padre jesuita en Idem., n. 30, p. 305. COMAJUNCOSA y HORTET, Manifiesto Histórico, p. 242. Estatutos y ordenaciones. Según las Bulas de nuestro SS. Padre Inocencio XI expidió para los colegios de Misioneros de la Orden de N.P.S. Francisco, acomodadas á la más estrecha observancia que se debe practicar en el Colegio de Propaganda Fide de Ntra. Señora de los Ángeles de la Villa de Tarija en el Reino del Perú y Arzobispado de la Plata. Año de 1807. Copiado del original que se halla en la Biblioteca del convento de Santa Rosa de Ocopa, 9 de Octubre de 1807, en SAIZ DÍEZ, Los Colegios de Propaganda Fide, Apéndice IV, Capítulo 12, punto 310, p. 344. 445 David Rex Galindo Y parece que los frailes actuaron con moderación y templanza en las misiones de la chiriguanía, donde el control de los padres franciscanos parece haber sido más laxo que el sometimiento padecido por los neófitos de las misiones de Alta California. Los chiriguanos tuvieron la capacidad bélica para mantener en jaque a las autoridades coloniales durante gran parte del siglo XVIII. Tanto la confrontación como la coexistencia entre españoles e indios independientes se sustentaron gracias a un fino hilo diplomático que rara vez entendieron las autoridades civiles y eclesiásticas españolas. Fue principalmente a partir de la década de 1770 cuando de motu propio, accedieron en masa a congregarse en las misiones del Colegio de Tarija, pero bajo sus condiciones. A diferencia de las misiones del Colegio de San Fernando en la Alta California, los chiriguanos se negaron a realizar trabajos comunales para la misión, la abandonaban cuando les parecía, mantenían algunas de sus costumbres y esperaban regalos a cambio de residir con los padres. Se estableció por lo tanto una relación de conveniencia que pareció beneficiar a todos. Por una parte, los misioneros tenían a su alcance miles de potenciales almas que podían salvar mientras que los chiriguanos aseguraban la reverencia de los frailes, valedores del poder del rey de España en sus tierras. Se calcula que entre 1770 y 1810 unos 24.000 chiriguanos fueron congregados en veinte y una misiones, es decir, una quinta parte de la población chiriguana. Los misioneros sabían que en esta frontera boliviana estaban a merced de los indios. El uso de medios punitivos para mantener a los neófitos en el sendero de la salvación por lo tanto parece que fue menos extendido que en otras zonas misioneras como la Alta California15. Es por ello que el Colegio de Tarija hizo hincapié en reclutar un número de misioneros capaces de lidiar en las plazas misioneras que consideraban exigentes. El riesgo no era desdeñable para los frailes que 15 446 WEBER, Bárbaros, p. 136-137. Para un estudio comparativo entre las misiones de Bolivia y las de la Alta California véase LANGER y JACKSON, “Colonial and Republican Missions Compared.” El Colegio de San Fernando de la Ciudad de México fue fundado por misioneros franciscanos procedentes del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro en 1733. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano se adentraran en territorios donde no siempre eran bienvenidos o con suerte eran vistos como aliados que pagarían pleitesía a los indígenas– nada más lejos de la realidad del misionero que consideraba su cultura superior a la del “salvaje”. Según los estatutos del Colegio de Tarija, el comisario-prefecto de misiones sólo podía aceptar voluntarios para fundar misiones entre indios independientes en territorios todavía no controlados por el colegio y los españoles. En el caso de las misiones ya establecidas, el guardián y el discretorio del colegio tenían facultades para escoger a “los [misioneros] que les parecieren más útiles y convenientes,” quienes se veían forzados a aceptar como parte de su labor evangelizadora en el colegio para lo que se alistaron16. Una vez se había reclutado un grupo considerado por lo menos teóricamente óptimo de misioneros, comenzaba la labor evangelizadora que se iniciaba con la atracción (ya fuera persuasiva o más coercitiva) del indio a la pila bautismal. En una campaña en 1787 para pacificar a los chiriguanos y atraerlos a las misiones, el obispo de Charcas los incitó a que aceptaran el bautismo de la mano de los misioneros, cuyas “armas … no son más que la verdad, la persuasión, y la dulzura” pero por otra parte aquellos indios que rechazaran la ablución serían “condenados eternamente al Infierno”17. Bautismos, cesáreas y salvación El sacramento del bautismo introducía a los nuevos miembros en la comunidad católica de la misión. Como la labor del misionero era salvar almas, y desde mediados del siglo XVI constaba la racionalidad y humanidad de los habitantes de América, Comajuncosa era tajante en lo tocante a la administración del bautismo a los indios independientes, afirmando lo siguiente: “Pero aun quando concediésemos, que todos los Yndios fuesen de un genio embotado, rudo, feroz, brutal, y salvage; siendo, como realmente son, hombres verdaderos, siempre se debe tener, y juzgar por muy absurdo, è impio el juicio de aquellos, q.e quisieron excluirlos de la participacion de la Fe católica, y del consorcio de la Santa 16 17 Estatutos y ordenaciones, Apéndice IV, Capítulo 12, punto 324, p. 347. WEBER, Bárbaros, p. 101, citas en n. 68, p. 307. 447 David Rex Galindo Yglesia, cuya puerta està abierta para todos.” Continúa Comajuncosa arguyendo que la salvación estaba abierta a todos y por ello, utilizando el Nuevo Testamento como inspiración, concluye que los misioneros son como los apóstoles mandados a todas las partes del mundo para “predicar, enseñar, y bautizar à todas las gentes” independientemente de la situación social, política o cultural de éstas18. Las bulas papales concedidas a los misioneros de propaganda fide garantizaban su derecho y obligación a administrar los sacramentos del bautismo, eucaristía y penitencia –normalmente administrados por los curas párrocos– en las misiones de frontera, donde no había clero diocesano19. El bautismo se aplicaba a los infantes tras su nacimiento, a los adultos en el lecho de muerte y a aquellos indios que voluntariamente lo solicitaban tras pasar por un periodo de instrucción en la doctrina cristiana. Una vez bautizado, el neófito formaba parte de la ecúmene católica y por lo tanto estaba sujeto a una serie de deberes y obligaciones del régimen establecido por sus nuevos líderes espirituales. La vida cotidiana en las misiones de la frontera, como en otras partes del imperio hispano, fue sacramentalizada y sometida a la rutina de fiestas católicas más importantes anuales. Los neófitos, bajo la guía de los padres franciscanos, observaron la Navidad, la Cuaresma, el Corpus Christi, las fiestas de los grandes días, y las fiestas locales como el día del patrón de la misión. Además los recién convertidos atendían los servicios religiosos diarios y festivos al son de campana tañida. Por lo tanto mediante el bautismo se incrementaba la comunidad católica y se marcaba el inicio del objetivo misionero: la salvación eterna del alma. No cabe duda que 18 19 448 ECPMI, vol. 2, Nº 1050, p. 946. ECPMI, vol. 2, Nº 1051-1061, p. 947-955. Fue el papá Pablo III en su bula Sublimis Deus del 2 de junio de 1537 quien despeja las dudas de la humanidad de los nativos al aseverar que los nativos, “como verdaderos hombres que son,” también son “capaces de la fe cristiana,” en DUVERGER, Christian, La Conversión de los Indios de Nueva España: Con el Texto de los Coloquios de los Doce de Bernardino de Sahagún (1564). Trad. María Dolores de la Peña. México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 1993. p. 220. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano tanta responsabilidad por parte del misionero exigía de una exquisitez extrema a la hora de cómo y cuándo administrar el sacramento. Los estudios se han centrado en el bautismo de no cristianos generalmente adultos en los procesos de colonización. Así, las dudas de cómo, a quién y cuándo administrar el bautismo se plantearon desde el crepúsculo de la evangelización americana. En las primeras décadas de evangelización en la Nueva España tras la caída de la capital azteca México-Tenochtitlán, los misioneros franciscanos y dominicos se enfrascaron en disputas sobre si era necesaria una previa instrucción cristiana de los adultos no cristianos antes de la administración del bautismo. Los dominicos se quejaban de la laxitud de los franciscanos en sus multitudinarias campañas en las que miles de Mexicas fueron bautizados sin la instrucción necesaria. Se trataba de dos diferentes estrategias de evangelización en un mundo azteca que se desvanecía bajo la hoz de mortíferas enfermedades infecciosas20. Pero otros misioneros como el padre Comajuncosa planteaban dudas a la hora de bautizar “à los que todavia estan en el vientre de su Madre, ò que no sacan sino una pequeña parte de su cuerpo, ò que son abortivos, ò que son dementes, ò furiosos, ò à los hijos de los Ynfieles invitis Parentibus, ò à los monstruosos”21. El resto de este ensayo se centra en algunas de estas cuestiones, principalmente en cómo debían actuar los misioneros franciscos cuando el feto, la madre o ambos estaban en peligro de muerte. Es decir, ¿cómo se puede acceder al feto para aplicarle el agua bendita y así evitar su condenación en el Limbo imaginado por los misioneros? Esta duda es lógica, ya que los índices de mortalidad en la época moderna eran dramáticamente altos. Una de las causas de mortalidad era el parto o post-parto y no era raro que los bebés nacieran muertos o murieran al nacer o que la madre falleciera encinta o durante el alumbramiento. La ginecología y la obstetricia eran ciencias que todavía es20 21 SCHWALLER, John Frederick, The History of the Catholic Church in Latin America: From Conquest to Revolution and Beyond. New York y Londres: New York University Press, 2011. p. 63. ECPMI, vol. 2, Nº 1102, p. 987. 449 David Rex Galindo taban en sus primeras luces en el siglo XVIII; además, la escasez de cirujanos especialistas, las infecciones y el desangrado provocaban elevados índices de mortalidad entre las parturientas y sus bebés. Esto era más dramático en el caso de las misiones de frontera, donde el hacinamiento y las enfermedades infecciosas causaban estragos en las poblaciones nativas22. Esta convivencia casi diaria con la muerte hacía importante que los frailes ingeniaran medios para salvar las almas de los recién nacidos (de los que se encargaban). El problema que planteaba Comajuncosa era por lo tanto previsible, aunque excepcional en la documentación misionera; no obstante sí parece más común en la literatura religiosa de la época moderna. Su singularidad documental puede explicar el por qué es un tema poco común en la literatura sobre la evangelización americana y en los estudios de misiones23. La insistencia en velar por la salvación del alma del feto no era nueva y trataba de superar los miedos de los familiares de la parturienta así como de las autoridades ante soluciones que pudieran parecer drásticas y no cristianas, como vemos en el caso de la operación cesárea. El 22 23 450 El caso de Alta California es el más estudiado, veáse por ejemplo JACKSON, Robert H., y CASTILLO, Edward, Indians, Franciscans, and Spanish Colonization: The Impact of the Mission System on California Indians. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1995; SANDOS, James A., Converting California: Indians and Franciscans in the Missions. New Haven y Londrés, Yale University Press, 2004. especialmente pp. 111-127; y HACKEL, Steven W., “From Ahogado to Zorrillo: external causes of mortality in the California missions.” En The History of the Family, vol. 17, No. 1. pp. 77-104. Como excepciones veáse por ejemplo VALLE, Rosemary K., “The cesarean operation in Alta California during the Franciscan Mission Period (1769-1833),” en Bulletin of the history of medicine, 48, 2, 1974. pp. 265-75; RIGAU-PÉREZ, José G., “Surgery at the Service of Theology: Postmortem Cesarean Sections in Puerto Rico and the Royal Cedula of 1804,” en The Hispanic American Historical Review, Vol. 75, No. 3, Agosto 1995. pp. 377-404; WARREN, Adam, “Pastoral Zeal and “Treacherous” Mothers: Ecclesiastical Debates about Cesarean Sections, Abortion, and Infanticide in Andean Peru, 1780–1810,” en Women, Ethnicity, and Medical Authority: Historical Perspectives on Reproductive Health in Latin America, Working Papers, Center for Iberian and Latin American Studies, UC San Diego, http:// escholarship.org/uc/item/8q4485r0 (acceso el 17 de noviembre, 2013). La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano recelo era aún más acuciante en las misiones, donde los misioneros se sentían obligados a prácticas que a menudo chocaban con la idiosincrasia de los neófitos. Para que el bautizo fuera válido, Comajuncosa aducía, era necesario poder alcanzar cualquier parte del cuerpo con agua bendita. Citando a San Agustín, Comajuncosa descarta la ablución del cuerpo de la madre por la falta de contacto entre el agua y el feto, que está envuelto por la ‘secundina’ o placenta. Cuando la criatura está en peligro de muerte dentro del útero, el cirujano o la partera pueden acceder al feto si se ha desprendido de la placenta y bautizarlo con los dedos o con algún instrumento quirúrgico, “introduciendo el agua calida hasta la matriz, y bañando à la criatura, diciendo la forma del Bautismo”24. Este era un sistema que no requería de conocimientos cirujanos específicos al no tener que practicarse secciones sobre el cuerpo de la madre para acceder al feto. ¿Podrían los misioneros que evangelizan en las fronteras chiriguanas aplicar esta práctica? ¿Sería válido este bautismo? Ante las dudas que plantean los teólogos en este respecto, Comajuncosa concluía que “por lo mismo como cosa dudosa se le puede, y debe bautizar baxo la condicion: si es capax, ego te baptizo &c. (si es capaz [del bautismo], yo te bautizo),” y si el bebé nace se debe rebautizar con la condición “si non es baptizatus.” La cosa era diferente si la cabeza del bebé salía del útero, existiendo peligro de muerte, a lo que Comajuncosa respondía que se debe bautizar de manera condicional y que si la criatura sobrevive debería ser bautizada de nuevo. Lo mismo ocurre si asoma otra parte del cuerpo y se sospecha que está vivo, entonces se bautizaría la parte accesible del bebé y si viviera después de nacido, se repite la administración del sacramento bajo la condición “si non es baptizatus, ego te baptizo &c.” En el caso de que naciera muerto después de bautizado, se sepultaría en lugar sagrado25. Otro dilema surge si no se podía acceder al feto en la situación extrema de peligro de muerte de éste o de la madre. ¿Se puede abrir el 24 25 ECPMI, vol. 2, Nº 1104, p. 988. ECPMI, vol. 2, Nº 1104, p. 988. 451 David Rex Galindo vientre de la madre para bautizar al feto? Fray Antonio Comajuncosa trata las opciones del uso de la cesárea para acceder al feto y bautizarlo. La digresión es extensa e interesante. Tanto Comajuncosa como otros teólogos incluido Santo Tomás de Aquino concluyen que la madre todavía viva no está obligada a una cesárea o incisión en el vientre, “porque non sunt facienda mala, ut eveniant [sic] bona,” (porque no hace el mal para que venga el bien), citando al apóstol San Pablo en su epístola a los Romanos (3 v8). Más aún dice Comajuncosa que se conocen casos de cesáreas exitosas sobre madres vivas en España, Italia, Alemania y Francia, “pero como en las Misiones no se hallan de estos Cirujanos, me parece que alli serà lo mas acertado aguardad, que dicha Madre muera, para socorrer despues à la criatura viva.” En este sentido Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica sugiere que se abra el vientre de la madre tras su fallecimiento para así poder bautizar al feto vivo. Ya desde finales del siglo XIII se empieza a requerir la extracción quirúrgica del bebé tras la muerte de la madre para poder administrar el bautismo, operaciones conocidas con el epónimo cesárea tal vez en recordatorio del nacimiento de emperador romano Julio César ya que en la Edad Media se suponía que había sido extraído del vientre de su madre. Se sanciona la cesárea en varios concilios sinodales y encuentra defensores entre algunos teólogos y clérigos26. En un sermón sobre el bautismo predicado en Florencia en 1305, el fraile dominicano Giordano de Pisa amonesta a aquellos que entierran a las mujeres embarazadas “con los fetos vivos en sus vientres … que era un gran pecado.” Fray Giordano entonces continúa con un ejemplo personal en Pisa, donde solicitó la presencia de cuatro doctores y matronas para que abrieran a una mujer que había muerto embarazada: “La abrimos y sacamos el niño de su vientre, y estaba vivo, y lo bautizamos, y su alma se ha salvado. ¿No fue este un 26 452 ECPMI, vol. 2, Nº 1107, p. 990. Comajuncosa se basa en Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte IIIa, Cuestión 68, y en el Ritual Romano, versión estándar de los rituales de la Iglesia Católica publicado bajo los auspicios del Papa Pablo V en 1614. Comajuncosa cita: “Si mater praegnans mortua fuerit, foetus quam primum caute extrahatur, ac, si vivus fuerit, baptizetur: si fuerit mortuus, et baptizati non potuerit, in loco sacro sepeliti non debet.” P. 990. Sobre este asunto veáse también VALLE, “The cesarean operation in Alta California,” p. 269. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano acto de misericordia? Muchas [almas] se pierden de esta manera y están en el Limbo, por vuestra culpa. [Las mujeres] deben ser abiertas, y es de gran misericordia. Gracias a Dios. Amén.” Inicialmente encapsulada en un ambiente soteriológico, la cesárea encuentra su espacio académico a partir del renacimiento italiano y francés a través de textos de anatomía que describen la extracción del feto para su bautismo27. Es sin embargo a lo largo del siglo XVIII cuando, bajo el amparo eclesiástico, la cesárea se extiende en Europa a través de tratados médicos y teológicos y de los códigos legales europeos. Tratados quirúrgicos y de teología moral reivindican la extracción del feto del vientre de la madre para la administración del bautismo pero también como materia obstetricia. La operación salta del ámbito religioso al público. Indudablemente, los trabajos influyentes del benedictino cisterciense aragonés Antonio José Rodríguez (Nuevo aspecto de teología médico moral, 4 volúmenes, 1745-1767), del inquisidor de Sicilia Francesco Cangiamila (Embriologia Sacra, 1745 en italiano y publicado en versión abreviada en 1772 en español en México y 1774 en Madrid) y del presbítero Félix Eguia (Directorio Teológico-Moral, 1784) llegaron a las bibliotecas de los colegios de propaganda fide.28 El libro de Cangiamila incitó a Carlos VII, rey de las Dos Sicilias y futuro Carlos III de España, a promulgar una pragmática en 1749 –que sería reproducida en España en 1761, siendo ya rey de España– ordenando la aplicación de la cesárea para salvar a los bebés de una posible muerte o garantizar su salvación eterna a través del bautismo. Aquéllos que obstruyeran la operación serían acusados de homicidio. En 1772, tanto el virrey de Nueva España Frey Antonio María de Bucareli y Usua y el arzobispo de México Alonso Núñez de Haro y Peralta imponen la operación cesárea bajo multa de 500 pesos el primero y ordenando que los párrocos manden cirujanos cuando sea menester el segundo. Ambos mencionaban el libro del padre José Manuel Rodríguez titulado La Caridad del Sacerdote con los Niños Encerra27 28 PARK, Katherine, Secrets of Women: Gender, Generation, and the Origins of Human Dissection. New York, Zone Books, 2006. pp. 14-15, 63-65. Cita en pp. 64-65. Así consta en el inventario de la biblioteca del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, 1815, AHPFM-CSCQ, R-1-4, pp. 91, 169. Ver ECPMI, vol. 2, Nº 1108, p. 991. 453 David Rex Galindo dos en el Viente de su Madres Difuntas, publicado en México en 1772. Con un trasfondo pedagógico para los clérigos, este libro describe cómo realizar la operación en caso de que no haya cirujanos o manos hábiles y con conocimiento29. La práctica requiere de pericia. Ante la posibilidad de la falta de facultativos expertos en la disección por cesárea, la pragmática sanción de Carlos IV promulgada en abril de 1804 no sólo obligaba a su práctica (al igual que hiciera su padre) sino que también incluía la descripción de la operación siguiendo el texto del cisterciense Alonso José Rodríguez. En su Comisario-Prefecto de misiones instruido, fray Antonio Comajuncosa copia verbatim la descripción de la operación de cesárea del tratado de Félix Eguia. Es plausible que una de las razones para incluir tal descripción fuera la pragmática de Carlos IV, ya que el libro se escribió entre 1804 y 181130. Conclusión ¿Cómo influyeron las ideas de Comajuncosa en el ejercicio de la labor evangelizadora en las misiones del Colegio de Tarija? Para el caso de la operación cesárea, hay constancia de su aplicación en México y Perú en 1795 y 1794 respectivamente. En su estudio pionero de las misiones franciscanas de Alta California, Rosemary Valle computó que los misioneros del Colegio de San Fernando de México practicaron catorce cesáreas en las misiones de la Alta California entre 1799 y 1826. Todas ellas excepto dos fueron practicadas por los frailes al cargo de la misión en cuestión. Según la autora del estudio, los neófitos Narciso y Silvestre practicaron dos cesáreas en la misión de San José en 1825 y 1829 bajo 29 30 454 Las pragmáticas de 1749 y 1804 además de las órdenes del Virrey y el arzobispo se encuentran en inglés en VALLE, “The cesarean operation in Alta California,” pp. 270-275; veáse también RIGAU-PÉREZ, “Surgery at the Service of Theology,” con una traducción de la pragmática de 1804 en pp. 379-382. Veáse el apartado titulado “Practica de la Operacion Cesarea,” ECPMI, vol. 2, Nº 1109-1115, pp. 992-996. Éste está reproducido en CALZAVARINI GHINELLO, Lorenzo, ed. Presencia Franciscana y formación intercultural, Vol. 2, pp. 801-802. La sacramentalización de la frontera. El programa misionero franciscano la supervisión de fray Narciso Durán, quien a su vez practicó la misma operación en 1832. Al igual que en Alta California, es difícil imaginar que los misioneros franciscanos del Colegio de Tarija no practicaran cesáreas en el lecho de muerte de las neófitas encinta. Es por ello necesario un estudio de los registros de bautismos y difuntos de las misiones tarijeñas entre los chiriguanos, chanés, mataguayos y bejoses para conocer la incidencia de este tipo de prácticas. El hecho de que fray Antonio Comajuncosa incluya dentro de la sección sobre la administración del bautismo una digresión sobre cómo bautizar a los no nacidos demuestra que una de las principales motivaciones de los misioneros de propaganda fide era soteriológica. Por ello se fundó el Colegio de propaganda fide de Tarija en 1755 con un objetivo claro, preparar a los religiosos para su labor evangelizadora entre fieles católicos súbditos del monarca español así como entre los indios no cristianos en las fronteras del mundo hispánico. Los colegios de propaganda fide eran por consiguiente centros pedagógicos de instrucción misionera tanto como núcleos de evangelización y aculturación a lo largo de los territorios bajo la monarquía hispánica. Así, el tratado de Comajuncosa ponía a disposición de los religiosos más de treinta años de experiencia misionera en un estudio exhaustivo de las diferentes características de la labor evangelizadora en Bolivia y las misiones fronterizas a cargo del colegio. Esto incluía situaciones al límite como la administración del bautismo a los no nacidos en casos de defunción de la madre o posibilidad de muerte materna antes o durante el parto. Por otra parte, la inclusión de la operación cesárea en el manual del comisario-prefecto expone la influencia del conocimiento científico en el mundo religioso a finales del siglo XVIII. Aunque la práctica de procedimientos quirúrgicos como la cesárea era conocida desde la Edad Media, las autoridades civiles y médicas no promovieron su aplicación hasta la revolución científica de los siglos XVII y XVIII. Es en esta época cuando se promulgan las pragmáticas de Carlos III y Carlos IV que ordenan la práctica de la cesárea sobre mujeres embarazadas. Aunque el objetivo inicial era soteriológico, como se ha indicado, la motivación fue también obstétrica y ginecológica. En cualquier caso, este interés 455 David Rex Galindo religioso, médico y civil tuvo consecuencias prácticas en Tarija y en las misiones fronterizas a cargo de los religiosos franciscanos. Bibliografía CALZAVARINI GHINELLO, Lorenzo, ed. 2004-2006 Presencia Franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia según documentación del Archivo Franciscano de Tarija, 16061936. 7 volúmenes. Tarija, Centro Eclesial de Documentación. COMAJUNCOSA y HORTET, Fray Antonio 1993 Manifiesto Histórico, Geográfico, Topográfico, Apostólico y Político de los que han trabajado, entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija, 1754-1810 [1810]. Tarija, Editorial Offset Franciscana. DELUMEAU, Jean 1977 Catholicism between Luther and Voltaire: a new view of the CounterReformation. Londres, Burns and Oates, Philadelphia, Westminster Press. DUVERGER, Christian 1993 La Conversión de los Indios de Nueva España: Con el Texto de los Coloquios de los Doce de Bernardino de Sahagún (1564). Trad. María Dolores de la Peña. México, D.F., Fondo de Cultura Económica. 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Diego Miguel Bringas alzaba la voz para que la reflexión sobre la vida y virtudes de sus compañeros de hábito sirvieran para “la edificación pública, [para promover] el celo de la salvación de las almas, y [demostrar la injusticia del] odio de nuestros enemigos”.2 En buena medida, esta última referencia se apartaba de los cánones que la ortodoxia y la tradición señalaban para el recuento de las vidas 1 2 El Colegio de Jalisco, Universidad de Guadalajara Fr. Diego Miguel Bringas de Manzaneda y Encinas, Sermón que en las solemnes honras celebradas en obsequio de los VV PP Predicadores apostólicos, Fr. Francisco Tomás Hermenegildo Garcés, Fr. Juan Marcelo Díaz, Fr. José Matías Moreno, Fr. Juan Antonio Barreneche, misioneros del Colegio de Propaganda fide de la Santa Cruz de Querétaro…, dixo en la iglesia de dicho Colegio el 19 de julio de 1794…, Madrid, Imprenta de Fermín Villalpando, 1819, p. 4. 459 José Refugio de la Torre Curiel ejemplares y el discurso hagiográfico; tal innovación se justificaba en la época ante las críticas que los filósofos de la Ilustración lanzaban contra las órdenes religiosas y los votos sagrados, poniendo en entredicho los servicios que el estado monástico proporcionaba a la sociedad en su conjunto.3 En este mismo contraataque que Bringas dirigía a “los enemigos de la religión”, brillaba, por otra parte, la continuidad de los elementos didácticos y piadosos que se encontraban detrás de las historias de los venerables que habían muerto en el ejercicio de las virtudes que trataba de promover el cristianismo. Imagen 1: Pimería alta y Papaguería a finales del siglo XVIII (Fragmento de Fr. Diego de Bringas, “Nuevo Viaje hecho por los Religiosos del Colegio de la Santa Cruz a los Pimas Gentiles del Rio Gila…”, tomado de De la Torre, Twilight, p. 41). 3 460 Al respecto Bringas pretendía “demostrar la injusticia del odio de nuestros enemigos. Siendo estos los mismos que combaten el Trono, la Religión Católica y todo orden que conduce a la felicidad temporal y eterna de los hombres…” Esto que era ahora atacado lo habían defendido los cuatro sujetos aludidos en el sermón, y por ello “es preciso que excitemos la rabia de aquellos que degradan la humana naturaleza, al paso que se quieren acreditar de filantrópicos: que combaten a la religión al mismo tiempo que se jactan con el nombre de filósofos, y que pudiendo servir para todas las cosas… calumnian al Estado monacal de inútil, ocioso, gravamen del Estado; y a sus individuos de indignos de tomar asiento entre los padres de la Patria”. Ibid, p. 6. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos Cerca de un siglo antes de que se pronunciara este discurso, el jesuita Francisco Xavier de Saeta moría en la misión sonorense de Caborca —en los límites entre la Pimería alta y la Papaguería, al norte de Sonora—, en abril de 1695, en el contexto de un alzamiento de indios pimas de las cercanas misiones de Tubutama y Oquitoa (ver Imagen 1). Tras deplorar la muerte de Saeta, señalando los abusos de los españoles en esa zona como una de las razones del revés que acababan de sufrir los misioneros,4 Eusebio Francisco Kino, a la sazón destinado también a las conversiones en la Pimería alta, en Sonora, redactaría un largo memorial en el que explicaba al provincial, Diego Almonacir, que dicha muerte, gloriosa como era considerada por los jesuitas, debía servir para poner mayor atención en aquellas provincias y enviar más religiosos para consolidar la obra iniciada. En ese sentido, esta debía ser no sólo una muerte edificante, sino detonante de un renovado impulso en la conversión y congregación de los grupos del noroeste novohispano.5 Si bien ambos testimonios del martirio de religiosos podían ser asociados a la tradición de los exempla medievales, o a las biografías de santos y venerables que circularon impresas en la Nueva España durante el periodo colonial,6 debe destacarse también el hecho de que al vincularse con dos contextos de expansión misional inacabada, éstos y otros discursos constituían específicos llamados a la acción para que las autoridades coloniales y los propios religiosos retomaran el rumbo trazado por generaciones anteriores de misioneros en la indoctrinación de los indígenas locales. 4 5 6 Herbert Eugene Bolton, Los confines de la Cristiandad, México, Editorial México Desconocido–Universidad Autónoma de Baja California–Universidad de Colima– Universidad de Guadalajara–El Colegio de Sinaloa–Universidad de Sonora, 2001, pp. 416-420. Eusebio Francisco Kino, Inocente, apostólica y gloriosa muerte del venerable padre Francisco Xavier Saeta…, 1695, manuscrito en Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado. Bolton, Los confines, pp. 407-408. Véase al respecto, Antonio Rubial García, La santidad controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables no canonizados de Nueva España, México, FCE–UNAM, 1999. 461 José Refugio de la Torre Curiel Con el fin de mostrar la forma en que el campo discursivo sobre el martirio se entrelazaba con los proyectos misionales jesuitas y franciscanos en el noroeste novohispano, este trabajo analiza un par de textos jesuitas y franciscanos que evocan las muertes que algunos miembros de estos institutos religiosos encontraron entre los grupos indígenas locales en aquella frontera. Se propone así, un acercamiento a la representación de la santidad y el martirio en el contexto de la frontera misional del norte novohispano, como una herramienta que permitió a los religiosos situar la obra misionera en el noroeste dentro de la historia salvífica del occidente cristiano en general, y dentro de las conquistas de cada orden en particular, a través de escritos que documentaban una sacralización simbólica del espacio. Santidad y martirio Antes de entrar en materia, vale la pena aclarar que este trabajo no se inscribe en las líneas de análisis de la hagiografía, la teología de la santidad, o la historia del pensamiento cristiano, sino que solamente se pregunta acerca de las representaciones sobre santidad y martirio en los contextos de expansión misional de la Nueva España en los siglos XVII y XVIII. Con todo, se retoman algunas precisiones sobre los conceptos de santidad y martirio, en aras de dotar al estudio de la claridad necesaria para establecer puntos de partida específicos. Convendría recordar que martirio y santidad no constituyen necesariamente un vínculo indisociable, puesto que no todos los mártires alcanzan la condición de santos, ni todos los que han llegado a los altares lo han hecho por la vía del martirio. La santidad, en tanto “perfección e integridad de costumbres, conforme a la ley y religión”, era entendida como una propiedad divina, que “por gracia, privilegio y participación” se reconocía también en los ángeles,7 y mediante la doctrina de la 7 462 Deriva del latín sanctitas. Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana…, tomo VI, Madrid, Imprenta de la Real Academia Española por los herederos de Francisco del Hierro, 1739, pp. 42-43. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos justificación, se extendía a los humanos que voluntariamente admitían “la gracia y dones” divinos.8 El martirio, en cambio, se entendía como la muerte o tormento que se padecía en “testimonio de la verdad de la fe católica o defensa de alguna verdadera virtud”.9 Con todo, para la época aquí estudiada, santos y mártires formaban parte de una cultura religiosa común que buscaba en ambos casos ejemplos de una fructífera vida terrena, recompensada en distintas maneras al final de sus días. Ambos eran recordados por una sociedad que recurría a ellos, buscando proyectar sus propios valores al reconstruir y relatar sus méritos y virtudes.10 En respuesta a las tesis luteranas que desacreditaban el culto a los santos, el concilio de Trento había promovido un escrutinio más estrecho sobre las manifestaciones populares de veneración a imágenes y reliquias por medio de confesores e inquisidores, reservando para el pontífice el derecho de canonizarlas o prohibirlas, con lo que la calificación de la santidad de las vidas ejemplares dejaba de ser materia de libre especulación; al mismo tiempo, el propio concilio “insistía en la necesidad de invocar a los santos y de honrar sus reliquias e imágenes como un medio para fortalecer la fe”.11 Años más tarde, en 1588, surgía la Sagrada Congregación de Ritos para promover el culto a los santos mediante las formas sancionadas por el derecho canónico. Para reforzar estos pasos 8 9 10 11 Concilio de Trento, sesión VI, capítulo VII, “Qué sea la justificación del pecador y cuáles sus causas”, en El sacrosanto y ecuménico Concilio de Trento (Ignacio López de Ayala, trad.), Madrid, Imprenta Real, 1785. Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana…, Madrid, Joachín Ibarra, 1780, p. 609. En este rubro destacaba la influencia que desde fines del siglo XVI ejerciera la obra de Antonio Gallonio para fijar la imagen cristiana del martirio. Antonio Gallonio, Trattato De Gli Instrumenti Di Martirio, E Delle Varie Maniere Di Martoriare Usate Da’ Gentili Contro Christiani. Descritte Et Intagliate In Rame, Roma, Donangeli, 1591 (traducida al latín en 1594 como De SS. martyrum cruciatibus). Rudolph M. Bell y Donald Weinstein, Saints and Society, p. 8. Citados en Rubial García, La santidad controvertida, p. 12. Ibid., pp. 34-35, citando la sesión XXV del Concilio de Trento, decreto “De la invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, en la cual se señalaba “que es bueno y útil invocarles humildemente, y recurrir a sus oraciones, intercesión y auxilio [….]”. 463 José Refugio de la Torre Curiel iniciales, a principios del siglo XVII el papa Urbano VIII definiría con mayor claridad la serie de pasos que permitirían que una persona que fallecía en opinión de “venerable”, pudiera ser postulada para un proceso de beatificación y/o canonización.12 De esta manera, las sugerencias de santidad, milagros, revelaciones, y calificación de las condiciones en que moría un sujeto venerable habían quedado oficialmente reservados para la Sagrada Congregación de Ritos. Mártires para Sonora La hagiografía, se ha mencionado en alguna ocasión, “crea esquemas de pensamiento; concreta formas abstractas de racionalización trayéndolas a la vida cotidiana, y dramatiza los valores dominantes por medio de imágenes básicas que se afianzan en los terrenos de la emotividad y el sentimiento”.13 Para difundir estos valores e ideas, aquellos grupos que cuentan con privilegios y medios de difusión suficientes para hacerlo, construyen relatos con estructuras propias, “independiente[s] 12 13 464 Ibid., p. 36. Como parte de las reformas de Urbano VIII, se estableció que no podían iniciarse procesos de canonización con personas muertas en los últimos cincuenta años. El primer paso en estos procesos debía darlo el obispo del lugar donde había vivido el venerable, promoviendo informaciones sobre los escritos, vida, fama de santidad y milagros del postulado. A continuación, la Sagrada Congregación de Ritos revisaría dichos papeles, y prepararía unas “letras remisoriales” que serían enviadas junto con una “bula de rótulo” a la diócesis de donde era originario el postulado. A partir de entonces se consideraba abierta la causa y el postulado podía ser llamado “siervo de Dios”, para distinguirlo de un venerable que no había iniciado proceso de canonización. Después de esas “letras”, cada una de las diócesis donde había actuado el postulado instituirían un tribunal apostólico para recoger testimonios y documentos sobre virtudes y milagros, para enviarlos luego a Roma. La Santa Sede nombraría entonces un postulador de la causa o ponente. Un cardenal “promotor de la fe” se encargaría de presentar los “dubios” sobre la causa. El papa tenía la última palabra y con ella se emitiría el decreto de beatificación. Si el caso lo ameritaba, y con dos milagros más, se podía abrir el proceso para la canonización. Rubial, La santidad controvertida, p. 12. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos de la historia, pues no [es necesario aludir] esencialmente a lo que pasó, sino a lo que es ejemplar”.14 Sobre la base de estas consideraciones, el discurso hagiográfico es una forma de representación de una idea basada en aspiraciones situadas en contextos que guardan cierta familiaridad, o un trasfondo de realidad reconocible para quien recibe estos textos. Sin embargo, los discursos sobre los santos, o sobre los mártires para este caso, no están contenidos solamente en la palabra impresa, sino que con estas mismas características y fines se integran a las imágenes, complemento y aliciente de la palabra. La experiencia misional de jesuitas y franciscanos en el noroeste novohispano muestra, además, que la reproducción de los elementos propios del discurso de la santidad y el martirio no solamente aspiraba a exaltar la piedad del cristiano y asegurar la conversión de nuevas almas, sino también a ganar opiniones favorables para causas materiales e intelectuales específicas. Un par de estrategias utilizadas por jesuitas y franciscanos al norte de la provincia de Sonora ayudan a ejemplificar estos recursos. a) Sobre el martirio de Franciso Xavier Saeta, SJ Durante los primeros meses de 1694, Antonio Solís, uno de los capitanes de campo en los presidios de Sonora, dirigió una serie de campañas en persecución de distintas partidas de indígenas acusadas de asolar las misiones y haciendas de la Pimería alta, en Sonora. Las incursiones de Solís entre los pimas sobaipuris se tradujeron en la muerte y captura de varias decenas de indígenas, sin que resultara claro si los muertos y los cautivos estaban efectivamente asociados a los hurtos que habían originado tales campañas; lo que sería manifiesto, en cambio, era el descontento generalizado que entre los pimas de aquellas misiones había generado la actuación de aquel capitán. En los meses siguientes, sucesivos brotes de violencia en las misiones de Tubutama, Nácori, Bavispe, Baseraca, Cúchuta, y el presidio de Janos, serían reprimidos 14 Michel de Certeau, La escritura de la historia, pp. 287, 294; citado en Rubial, Ibid., p. 13. 465 José Refugio de la Torre Curiel por los españoles, lo que tensaría aún más la situación en la provincia de Sonora, al grado que para noviembre de ese año se organizaría una campaña en contra de los indios enemigos que se pudieran encontrar en la sierra de Batepito.15 Aparentemente, las maniobras militares habían dado resultado, pero los pimas no consideraban resueltos los agravios en su contra. Este resentimiento sería claro en la misión de Tubutama, donde los excesos de un capataz ópata en contra de los residentes de aquella misión resultaron en la muerte de dicho indígena, y en una nueva rebelión a principios de 1695. Desde Tubutama la violencia se extendería hacia las poblaciones de Oquitoa y Caborca, sitio en el que los sublevados arrasaron con la misión local y dieron muerte al jesuita Francisco Xavier Saeta el 2 de abril de aquel año.16 A pocos días de que este levantamiento cobrara la vida del jesuita, y tras la ejecución de varios indígenas en las represalias subsecuentes,17 tanto las autoridades españolas como los propios misioneros identificaban las causas de dichos tumultos en el maltrato de los indígenas locales, y en los excesos en que algunos indios ópatas habían incurrido al 15 16 17 466 Bolton, Los confines, pp. 372-376. Según investigaciones recientes, estos levantamientos se daban en un contexto generalizado de descontento de los indígenas del norte novohispano contra el poblamiento misional y los excesos de los vecinos españoles. Luego de la rebelión de 1680, las provincias norteñas experimentarían un permanente estado de alerta, con la posibilidad de levantamientos generalizados entre los indios del interior de aquellas provincias. Ignacio Almada Bay, José Marcos Medina Bustos, y María del Valle Borrero Silva, “Hacia una nueva interpretación del régimen colonial en Sonora: Descubriendo a los indios y redimensionando a los misioneros”, en Región y Sociedad, vol. 19, número especial, 2007, pp. 237–265. Eusebio Kino, Vida del P. Francisco J. Saeta, S.J. Sangre misionera en Sonora, Ernest J. Burrus, prólogo y notas, (Col. Figuras y Episodios de la Historia de México / 102), México, Editorial Jus, 1961, pp. 85-98. Según refiere este relato, los indios de Tubutama sacaron a Saeta de la casa de la misión mediante ciertos engaños; una vez en el exterior, le habrían dado muerte a flechazos. Sobre el levantamiento pima de 1695, consultar Belén Navajas Josa, “El Padre Kino y la Pimería. Aculturación y expansión en la frontera norte de Nueva España”, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, tesis doctoral, 2009, pp. 114-118; Kino, Vida del P. Francisco J. Saeta, pp. 86-97. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos confiárseles la supervisión de las faenas del campo que los pimas debían llevar a cabo en aquellas misiones.18 Que los incidentes de Tubutama y Caborca habían dado a la Compañía de Jesús un nuevo mártir en el trabajo de conversión religiosa había sido también un tema reconocido desde los primeros momentos en que circularon las noticias del resultado de aquel levantamiento, como señalara uno de aquellos misioneros: Imagen 2. Martirio de Francisco Xavier Saeta, en Eusebio Kino, “Mapa de las misiones y descubrimientos jesuitas en el noroeste de Nueva España” (1695), Tomado de Ernest J. Burrus, La obra cartográfica de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús (1567 – 1967), vol. II, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1967]. 18 Un caso ejemplar de participación indígena en este sentido es el del pima Francisco Montes “el Pintor”, estudiado por José Luis Mirafuentes Galván en “Las tendencias individualistas de los indios y los excesos del patrimonialismo misional en Sonora, 1687-1725”, en Estudios de Historia Novohispana, 33, julio-diciembre de 2005, pp. 13-55. 467 José Refugio de la Torre Curiel “Llamo mártir al venerable padre Francisco Xavier Saeta […] en el modo que permiten los decretos de nuestro muy santo padre Urbano VIII y demás concernientes, porque según lo que protestaron los indios [que dan testimonio de su muerte], según lo ejecutado con los sagrados ornamentos, santos óleos, aras, cálices y patenas […] y otros principios y circunstancias, no dudo lo mataron in odium fidei –con odio hacia la fe. Dichosa muerte, y dichoso padre; pues mereció la honra de morir por Cristo, que solo se alcanza con relevantes virtudes e inocencia de vida”.19 Pero ese sentir no era del todo compartido por las autoridades de la provincia jesuita mexicana. El provincial Diego de Almonacir, y sobre todo el padre visitador Marcos Antonio Kappus, veían en estos hechos el reflejo de una empresa de conversión más preocupada por la expansión del territorio que por la profundidad de las convicciones de los indígenas. 20 Huelga decir, que en buena parte, estas características de la empresa misional sonorense se identificaban con su principal operario: Eusebio Kino. Incluso el propio general de la Compañía, Tirso de González, quien reconocía abiertamente que la rebelión de 1695 no debía frenar el trabajo en la Pimería alta, señalaba también que Kino se veía más llevado por el afán de cubrir un extenso territorio misional que por consolidar su trabajo entre nuevos conversos: “llevado de su demasiado fervor y celo, pasa muy de corrida; administra los bautismos con facilidad, no instruye bastantemente [a] los que han de recibir el bautismo de las obligaciones de tan sacrosanta mudanza”.21 Ante los acontecimientos que sacudían las misiones de la Pimería alta, el provincial Diego de Almonacir sugería también a los jesuitas de Sonora que, sin renunciar al ideal del apostolado misionero, se avocaran con renovados bríos, pero quizá con otra estrategia, al trabajo que desempeñaban en aquellos lugares; apenas en junio de 1695 Almonacir recomendaría a Marcos Anto19 20 21 468 Luis Xavier Velarde, citado en Bolton, Los confines de la cristiandad, p. 382. Gabriel Gómez Padilla, Tubutama en llamas. Testimonios de Marco Antonio Kappus y Juan Muñoz de Burgos sobre la Rebelión Pima de 1695, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2009. Ibid., p. 46. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos nio Kappus, a cargo del rectorado de Nuestra Señora de los Dolores, que vigilara que los jesuitas se aplicaran a “la enseñanza de esas gentes, y que sea sin sangre [su] más prolongado martirio en el continuo riesgo de la vida y penosa tarea de su ministerio con su bruta terquedad”. A sabiendas de que no las tenía todas consigo, Kino prepararía su memorial sobre la muerte de Saeta como parte de su defensa del proyecto misional en el noroeste. Como han reconocido Bolton, Polzer, Gómez Padilla, y otros autores que han trabajado sobre este texto, dicho escrito trasciende la estructura y fines del género hagiográfico para convertirse en una lectura que quiere demostrar la viabilidad del sustento de la proyectada expansión misionera hacia California contando con una base de establecimientos en Sonora. La fortuna de Saeta, en este contexto, se explicaba por una suma de factores externos a la propia acción de los misioneros (la crueldad de los indios, los castigos excesivos hacia los propios pimas, los abusos del indio Antonio en Tubutama, los falsos cargos de robo de caballos en contra de los pimas, el sentimiento de abandono que reconocía Kino en los indios de Oquitoa); dentro de este escenario, sin embargo, un papel preponderante se asignaba como causa última a la furiosa reacción del maligno al ver las cosechas que se estaban levantando en el campo de las conversiones de aquellos habitantes.22 En el testimonio de Kino, Saeta había recibido una “dichosa, inocentísima muerte”, “de rodillas, con los brazos abiertos, a imitación de Cristo crucificado” (ver imagen 2).23 Pero esta venturosa muerte se daba dentro de la “terquedad” que los superiores de la provincia jesuita señalaban en la planeación del trabajo misional en la Pimería, y que Kino se esforzaba en convertir en sus escritos en reconocimiento a las penas que padecía el trabajo de conversiones. Giros literarios al margen, para Kino era imperativo reaccionar frente a las contradicciones que la empresa misionera enfrentaba en aquel momento; más aún, entendía que dicha labor debía ser ampliamente divulgada para que, con motivo de ella, se 22 23 Kino, Vida del P. Francisco J. de Saeta, pp. 86-88. Ibid, p. 92. 469 José Refugio de la Torre Curiel conocieran “las buenas noticias de lo que su divina Majestad se sirve de hacer y obrar en estos últimos y nuevos términos y fines del mundo”.24 Si bien Kino no mostraba reservas en llamar a Saeta “santo”, “venerable”, o “siervo de Dios”, el recuento de la llegada de dicho misionero a Sonora y las condiciones de su muerte no llevaban como objetivo central la celebración de estas virtudes, sino que dicho “tratado”25 obedecía más bien a la necesidad de defender la viabilidad de la expansión misional jesuita en el noroeste novohispano, como lo expresaban las secciones principales del propio escrito: los dictámenes de Saeta en favor de nuevas conversiones y el estado en que Kino reportaba que se encontraban dichas conquistas.26 b) Martirio y poblamiento en el periodo franciscano Tras la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles en 1767, las misiones que la Compañía de Jesús administraba en Sonora fueron asignadas por el virrey Teodoro de Croix y el visitador de la Nueva España, José de Gálvez, a los franciscanos de la provincia de Santiago de Xalisco y del Colegio Apostólico de Querétaro. Los xaliscienses no carecían de experiencia misional, habiéndose ocupado de las conversiones 24 25 26 470 Ibid, p. 55. Debe destacarse que es éste el género en que Kino inscribe su escrito, quien mostraba plena certeza de que la tradición hagiográfica jesuita, representada en las “cartas edificantes” que normalmente celebrarían la vida y muerte de un ejemplar compañero de hábito, quedaba a cubierto con las plumas de otros sacerdotes como el rector Marcos Antonio Kappus, o el provincial Diego de Almonacir. Cfr. Kino, Vida del P. Francisco J. Saeta, libro IV, capítulo I, p. 101. Solamente tres de los ocho libros que componían este tratado –teniendo en cuenta que el libro VII no existe en el único manuscrito que se conoce de la Vida del P. Francisco J. Saeta– estaban dedicados a la labor misionera de Saeta antes de su llegada a la Pimería alta, y a las condiciones del levantamiento de 1695. Posteriormente, los libros restantes se dedican a documentar los comentarios favorables que el propio Saeta y varias autoridades civiles y eclesiásticas tenían acerca de la expansión misional hacia la Pimería alta, así como a defender la viabilidad de dicho proyecto desechando los argumentos esgrimidos por los detractores de esta idea. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos en el noreste novohispano, en Coahuila, desde 1673, si bien se trataba de una provincia dedicada fundamentalmente a la administración de doctrinas y conventos en el occidente de la Nueva Galicia.27 Por lo que respecta a los queretanos, se trataba, en cambio, de un instituto religioso especializado desde su fundación, en 1683, en la formación de franciscanos dedicados a la predicación misionera tanto entre cristianos viejos como en las conversiones vivas.28 Desde su llegada a Sonora en 1768, los queretanos trataron de tener una idea general del estado que guardaban aquellas misiones, enterándose de las costumbres y particularidades de los pimas, los pápagos, los seris, y otros grupos indígenas que residían en (o que eventualmente visitaban) las misiones que les habían sido asignadas. Pero sobre todo, los queretanos llegaban a aquella frontera con la intención de extender los alcances del poblamiento español más hacia el norte, mediante el establecimiento de nuevas misiones en las cercanías de los ríos Gila y Colorado. Con ello, los queretanos se interesaban en el antiguo proyecto jesuita de avanzar hacia la Papaguería, y para tratar de materializar esta 27 28 Las primeras fundaciones de los franciscanos de la provincia de Santiago de Xalisco en esta zona serían San Francisco de Coahuila y San Bernardino de la Candela en 1673, y San Buenaventura de los Colorados y Santa Rosa de Nadadores en 1674. José Refugio de la Torre Curiel, Vicarios en entredicho. Crisis y desestructuración de la provincia franciscana de Santiago de Xalisco, 1749-1860, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2001, pp. 40-41. En el contexto del renacimiento misional del siglo XVII tardío, el Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro nacería de la idea del mallorquín fray Antonio Llinaz, quien con acuerdo del Ministro General de los franciscanos, Fr. José Jiménez de Samaniego, buscaba los medios para lograr la conversión de los indios ubicados entre Querétaro y San Luis Potosí. Para ello se pensó en fundar un seminario en el convento de Querétaro, lo que se logró mediante la patente de erección de 12 de marzo de 1682, y la confirmación (el 8 de mayo de 1682) de Inocencio XI mediante el breve Sacrosancti Apostolatus officium, el cual establecía el primer Colegio Apostólico de Propaganda Fide en América. La fundación efectiva se daría hasta el 15 de agosto de 1683. Cuauhtémoc Esparza Sánchez, Compendio histórico del Colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe Zacatecas, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 1974, pp. 13-14; Antolín Abad Pérez, Los Franciscanos en América, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992, pp. 88-89. 471 José Refugio de la Torre Curiel idea se darían a la tarea de averiguar cuáles serían los lugares más propicios para tales fundaciones y mediante qué arreglo institucional podría asegurarse este proyecto. Así, en pocos años los queretanos negociarían con la provincia de Santiago de Xalisco y las autoridades virreinales la cesión de algunas de las misiones más sureñas en Sonora con el fin de enfocarse en las pretendidas fundaciones; de igual forma, para 1769 el visitador José de Gálvez autorizaría a los queretanos que dispusieran del manejo de los bienes materiales de aquellas misiones, los cuales a la salida de los jesuitas habían sido depositados en manos de vecinos locales en calidad de administradores. En este mismo contexto, y con el afán de impulsar la idea de la expansión misional hacia la Papaguería, fray Francisco Garcés realizaría la mayor parte de sus entradas entre los distintos grupos de pimas gileños, experiencia que le convertiría en una pieza fundamental en el intento de reconfiguración de la frontera norte novohispana mediante las expediciones terrestres que establecerían el camino entre Nuevo México y California (1774-1776). Finalmente, tras conseguir algunas donaciones particulares, los queretanos estuvieron en forma de planear para principios de 1780 la fundación de nuevas misiones entre los yumas y cocomaricopas que se asentaban en la confluencia de los ríos Gila y Colorado.29 Según fray Francisco Garcés, uno de los queretanos más decididos en llevar adelante este proyecto, los indígenas de aquellas regiones –especialmente los yumas– mostraban una favorable disposición para 29 472 José Refugio de la Torre Curiel, Twilight of the Mission Frontier: Shifting Interethnic Alliances and Social Organization in Sonora, 1768–1855, Stanford y Berkeley, Stanford University Press–The Academy of American Franciscan History, 2012, pp. 190-196. Acerca de los viajes de fray Francisco Garcés, véase fray Francisco Garcés, Diario de exploraciones en Arizona y California en los años de 1775 y 1776, (John Galvin ed.), México, UNAM, 1968; Sobre las expediciones a cargo de Juan Bautista de Anza para abrir el paso entre Nuevo México y California, véase Mario Hernández Sánchez-Barba, La última expansión española en América, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1957, pp. 266-274; Herbert Eugene Bolton, Anza’s California Expeditions, 5 vols., Nueva York, Russell and Russel, 1966; Julio César Montané Martí, Juan Bautista de Anza. Diario del Primer Viaje a la California, Hermosillo, Sociedad Sonorense de Historia, 1989. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos ser congregados en misiones, y la única ayuda que se requeriría consistía en que el virrey Bucareli autorizara la fundación de un par de presidios para resguardar aquella frontera.30 En el mismo sentido había opinado el capitán Juan Bautista de Anza, quien había dirigido las expediciones para comunicar Nuevo México con la Alta California, y a quien un jefe Yuma le habría prometido la paz y la conversión de su gente, según testimonios que el propio Anza enviara a la ciudad de México en 1776.31 Sin embargo, con la autorización para que los franciscanos establecieran un conjunto de misiones en aquella parte de la Papaguería (Purísima Concepción del Río Colorado, San Pedro y San Pablo de Vicuñer) llegaría también el aval para que varios soldados y sus familias pasaran a establecerse entre los religiosos.32 Las cosas no irían bien para las nuevas fundaciones, y al cabo de unos cuantos meses los indígenas locales rechazarían de forma violenta a los recién llegados, dando muerte a algunos vecinos y a los misioneros fray Juan Díaz y fray Matías Moreno (en San Pedro y San Pablo de Vicuñer el 17 de julio de 1781), y fray Francisco Garcés y fray Juan Antonio de Barreneche (en la Purísima Concepción el 19 de julio de 1781).33 Desde la óptica franciscana, el fracaso de las misiones del río Colorado –y su abrupto final a pocos meses de su establecimiento– se debía a la decisión de las autoridades virreinales de no haber dejado la conducción de las nuevas poblaciones en manos de los religiosos. Para los franciscanos, el arreglo que mejor funcionaba en la organización de las misiones era el “método de Texas”, en el cual la organización de la 30 31 32 33 De la Torre, Twilight, pp. 38-39. Véase por ejemplo la supuesta carta de Salvador Palma “al virrey de Mejico”, en la que pide la llegada de misioneros a tierra de los yumas para asegurar su conversión y la sujeción a la corona española. AGI, Guadalajara 516. Las noticias sobre los establecimientos de estas misiones se encuentran en Juan Domingo Arricivita, Crónica seráfica y apostólica del Colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro en la Nueva España, México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1792, libro iv, capítulos viii-ix. Ibid, libro iv, capítulos xiv-xvii, pp. 529-554. 473 José Refugio de la Torre Curiel vida comunitaria quedaba bajo su administración directa.34 Allí donde los excesos de los españoles, o las interferencias en dicho sistema de gobierno se habían manifestado, los resultados habían sido funestos para el avance de las misiones, aunque gloriosos en otro sentido. Tal era, por ejemplo, la opinión del cronista del Colegio de Querétaro, fray Juan Domingo Arricivita, quien a propósito de la rebelión de los yumas, señalara en 1791: “bien conocían los misioneros que aquellas intempestivas fundaciones de pueblos de españoles iban muy descaminadas del principal fin, que era la reducción de aquellos gentiles.” Las misiones del Colorado, denunciaba el cronista, se establecieron con un “nuevo sistema de gobierno”, excluyendo de él “todos los dictámenes de los misioneros”.35 Si bien la crónica de Arricivita, escrita apenas una década después de las muertes del río Colorado, dedicaba buena parte de sus páginas a relatos prodigiosos acordes al género hagiográfico en que describía las vidas de los misioneros ejemplares que había dado aquel colegio, debe tenerse en cuenta que la composición de esta obra se daba en medio de una creciente injerencia de las autoridades españolas en la organización de las misiones y los pueblos de la frontera norte novohispana.36 De he34 35 36 474 La forma de trabajo que los franciscanos del Colegio de Guadalupe acordaron con las autoridades novohispanas para organizer las misiones de Texas dejaba a los religiosos el control de los asuntos gobierno en los pueblos de misión. Los soldados estarían cerca de los pueblos para proteger a los misioneros y ayudar a los padres a retener a la población local. Esencialmente, los franciscanos trataban de implantar en Texas un método de gobierno enfocado en el sostenimiento de una cadena de misiones dotadas de propiedades comunales trabajadas por los indios, quienes vivirían en policía bajo la supervisión de los padres, y aislados de la influencia negativa de los indios no sometidos a la corona, e incluso de la de algunos españoles. Bajo este modelo de trabajo, “el misionero era el líder religioso, el agente proveedor y el administrador de la comunidad”. Mariah Wade, “The Missionary Predicament: Conversion Practices in Texas, New Mexico, and the Californias”, en Timothy J. Johnson y Gert Melville (eds.), From La Florida to La California. Franciscan Evangelization in the Spanish Borderlands, Berkeley, The Academy of American Franciscan History, 2013, p. 293. Arricivita, Crónica, libro iv, capítulo ix; pp. 504-505. Por lo que hace a las misiones, la fundación de la diócesis de Sonora en 1779, y el proyecto de unir la administración espiritual de todos los pueblos de misión en Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos cho, la Crónica de Arricivita debe leerse en el contexto de las críticas que el trabajo de los misioneros queretanos recibía hacia la década de 1780, de parte de autoridades civiles y eclesiásticas que pensaban que un nuevo modelo de gobierno en las misiones de la frontera novohispana aseguraría mejores resultados si dichos establecimientos se sujetaban a la autoridad de los obispos respectivos. Una “guerra intestina”, según el parecer del entonces presidente de las misiones sonorenses, fray Antonio Barbastro, motivaba estas opiniones que incluso habían conseguido el apoyo del monarca; de hecho, para 1783 el comandante general de las provincias internas le indicaba haber recibido una carta del rey en que se decía “bien informado que los indios de esas fronteras están esclavizados”, por lo que le ordenaba “ponerlos en libertad como a fieles vasallos míos, que luego enviaré un nuevo gobierno de las misiones”. Para Barbastro, estas intrigas de corte obedecían a un proyecto personal de fray Antonio de los Reyes, a la sazón primer obispo de Sonora, quien había conseguido apoyo del ministro general de los franciscanos y del propio rey para reformar las tareas misionales en la Nueva España, organizando una serie de custodias misioneras, empezando por las de Sonora. El veneno que dicho religioso había “vomitado […] contra todo el estado regular” a lo largo de varios años era la causa de esa anunciada reforma,37 ante la cual los colegios de Querétaro, Guadalupe, Zacatecas 37 una custodia misionera, independiente de la provincia de Xalisco y el Colegio de Querétaro, bajo la directa supervisión del obispo local representaban las reformas que mayor injerencia tenían en la actividad de los franciscanos en aquella frontera. Se trataba de una época en que los detractores de la administración misional habían convencido al rey de que “los indios en Sonora vivían como esclavos, explotados por los misioneros en un régimen opresivo que de ninguna manera garantizaba su incorporación como vasallos del soberano”. De la Torre, Twilight, pp. 202-213. Barbastro al padre Lector Fr. Diego Ximénez, Tubutama, 17 de junio de 1783, Archivo Franciscano de la Provincia de Michoacán, Letra K, legajo 16, 2ª porción, 19. De hecho, el obispo De los Reyes reclamaría expresamente al guardián de Querétaro el plan de expansión al río Colorado y su aprobación para las fundaciones entre los yumas, calificándolas como “mal meditadas fundaciones que sobre habernos privado de cuatro excelentes misioneros imposibilitarán por muchos años la reducción de los indios del Río Gila y Colorado”. Fray Antonio de los Reyes al 475 José Refugio de la Torre Curiel y San Fernando de México habrían de responder de manera constante en el transcurso de las décadas de 1780 y 1790, periodo en que las misiones del norte novohispano fueron especialmente cuestionadas por las autoridades civiles y militares, por ser vistas como elementos que ralentizaban la incorporación de los indígenas al servicio de rancheros, hacendados, mineros y militares locales.38 La defensa que Arricivita hacía del sistema de gobierno de las misiones queretanas y sus buenos frutos, en este contexto, resultaban un vehículo sólido para mostrar la ejemplaridad de aquellos que habían destacado en el trabajo evangélico. Así, las biografías con que el cronista ilustraba sus páginas sobre las misiones del noroeste novohispano trataban de crear la imagen de una geografía que había sido marcada por vidas virtuosas, colmadas de señales propicias desde temprana edad, adornadas con el reconocimiento de los méritos de los misioneros por parte de indígenas y españoles por igual;39 dicho cuadro no podía terminar sino con la evocación de imágenes de muerte con olor a santidad y noticias sobre reliquias aromáticas y, en algunos casos, libres de corrupción, como enseñaban los modelos hagiográficos tradicionales.40 38 39 40 476 guardián fray Esteban Salazar, Málaga, 4 de mayo de 1782, Archivo Franciscano de la Provincia de Michoacán, Letra K, legajo 16, número 11. De hecho, estas posturas y acusaciones se encontraban en la base de la reforma decretada en 1794 por el Comandante general de las Provincias Internas, Pedro de Nava, limitando la intervención de los misioneros en el régimen de gobierno de las misiones, eliminando el servicio personal de los indios a título de trabajo comunal, equiparando además a los indios y a la población española como propietarios individuales. De la Torre, Twilight, pp. 222-223. Sobre Garcés comenta que su celo religioso era “de admiración [par]a los indios, pues le veían acomodarse en todo a sus bárbaros estilos. Su cama era el suelo, sin más abrigo ni conveniencia que el hábito: sus alimentos los mismos que tienen ellos, pues su cocina y mesa corrían a cuenta de la Providencia, que se la franqueaba en los mismos platos… [atole, tortillas, semillas campestres, maíz tostado]…, cautivados de su estilo, y de las advertencias y consejos que les daba, [los indios] le miraban con respeto, y todos [en la Pimería Alta] le veneraban como a un oráculo”. Arricivita, Crónica, libro iv, capítulo xvi, p. 543. Rubial, La santidad controvertida; Jacóbo de la Vóragine, La leyenda dorada, Madrid, Alianza Editorial, 1982. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos Parte de estos símbolos prodigiosos se habían presentado, por ejemplo, al localizar la tumba donde originalmente fueron sepultados los padres Garcés y Barreneche en 1781, tras su muerte en las misiones del río Colorado. Dicho sitio contaba con una pequeña cruz colocada ahí por los indígenas, pero destacaba de su entorno por tratarse de “un tramo de tierra que estaba muy verde y florida…, rodeado de mucha manzanilla muy olorosa, y entre el sacate verde en sólo aquel paraje muchas flores”.41 Sacralizar la frontera noroeste novohispana en los términos ofrecidos por la Crónica de Arricivita ciertamente cumplía las expectativas de los anales del propio Colegio de Querétaro, mediante la creación de una memoria propia que se dirigiría a un lector indeterminado. Sin embargo, otros miembros del mismo colegio que compartían la intención original de aquel cronista explorarían otras vías para alcanzar el mismo fin de reclamar una oportunidad para llevar adelante el proyecto de poblamiento misional en el noroeste novohispano. Por las fechas en que Arricivita terminaba su Crónica del Colegio de Querétaro, presentando el norte de la frontera sonorense como tierras integradas a la cristiandad por la vía del martirio –y especialmente por mártires salidos del Colegio de Querétaro–, otro de los religiosos de aquel instituto retomaría la misma idea de incorporación del noroeste novohispano al proyecto misional propio, aunque con un lenguaje que trataba de reconciliar los resultados de las actividad de los franciscanos en la Pimería alta y la Papaguería al servicio de ambas majestades. Así, con fray Diego Miguel Bringas, el sacrificio de los religiosos caídos en las riberas del río Colorado no solamente era motivo de una reflexión edificante, sino que se convertía en un caso de la más notable urgencia política. Las vidas de los cuatro misioneros muertos en 1781 no solamente habían sido ejemplares, como interesaría a una historia edificante divulgada por los religiosos en apoyo de su labor catequética, sino que, decía Bringas en su sermón de 1794, eran testimonio de múltiples esfuerzos que trataban de ganar para la corona y la cristiandad un extenso territorio “entre gentiles” que comprendía “desde los 32 hasta casi 41 Ibid., libro iv, capítulo x, p. 511. 477 José Refugio de la Torre Curiel los 37 grados de altura boreal”. Los mártires del Colorado, seguía Bringas, antes de su muerte habían trabajado en ese extenso terreno, entre naciones como “los cajuenches y yumas, los jalchedunes y jamajabs, los chemegues y jabesúas, los cuercumaches y jaquesilas […], los cajualas, sebintas […,] jalicuamais (o quiquimas), […] los cucupas, quemeyas, […,] serranos [y] los jeariches o danzarines”.42 Se había trazado así, un escenario que para Bringas podía ser pensado lo mismo en términos de una geografía sacra –en tanto labrada por sus renombrados compañeros de hábito–, que en tanto pieza clave en la geografía política de la época: todas estas naciones se encontraban en los términos de la Papaguería, y eran además enemigos de los apaches. Así lo comunicaba en 1796 al Comandante general de las Provincias Internas al solicitar su apoyo para permitir el regreso de los queretanos a los ríos Gila y Colorado. Fundar misiones entre aquellos grupos no solamente devolvería al Colegio de Querétaro la posibilidad de su ansiada expansión de la frontera misional, sino que “aseguraría el paso para las [naciones] del Gila, y formaría una doble línea de comunicación” entre viejas y nuevas misiones. En conclusión, “nunca sería útil despoblar un terreno de ochenta leguas de frontera, casi en cuadro, para que despojando de él a una nación pacífica se abriese acaso este dilatado campo a una numerosa gentilidad de diversas naciones que quisieran comenzar a hacernos una nueva guerra”.43 Consideraciones finales: políticas de la sacralización del espacio Como todos los discursos preparados para mover el ánimo de los interlocutores, la geografía sacra que jesuitas y franciscanos delineaban en el noroeste novohispano –mediante los testimonios de los martirios padecidos en aquellas fronteras– buscaba persuadir a los receptores de 42 43 478 Bringas, op. cit., pp. 52-53. Fr. Diego de Bringas al Comandante General de Provincias Internas. Chihuahua, 7 de marzo de 1796. Archivo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Archivo de Querétaro, letra K, legajo 18, núm. 27. Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos los escritos aquí analizados acerca de los méritos que cada instituto religioso había conseguido en su obra misional. A pesar de los reveses que los proyectos de evangelización pudieran sufrir en cada ataque de indios insumisos, o frente a las denuncias de excesos en el tratamiento de los vecinos españoles y las poblaciones congregadas en cada misión, tanto jesuitas como franciscanos se interesaban en mostrar el alcance efectivo de sus programas de conversión y subordinación de grupos indígenas a la corona española. Dentro de esta lógica, la frontera noroeste no solamente constituía un territorio por conquistar y controlar, sino que se ofrecía como una gran comarca dentro del mapa de la cristiandad, la cual guardaba un estatus especial. En tanto tierra de mártires, esta comarca tenía ya una de las primeras señales –indeleble, desde la perspectiva de jesuitas y franciscanos– de los progresos de la cristiandad, la cual se vinculaba con las primeras edades de esa historia eclesiástica. Pero la culminación de esta historia, argumentaban jesuitas como Eusebio Kino, no podía llegar a menos que los operarios originales fueran respaldados en esta obra. La geografía del noroeste novohispano, no debía ser vista como un conjunto de territorios desprovistos de poblaciones españolas, o abandonados al dominio de grupos aún no sometidos a la corona. Más bien, en el caso de los jesuitas se pensaba en un gran territorio donde se libraban batallas que eran ganadas por los misioneros de la Compañía de Jesús, si bien la condición para persistir en ese empeño era un contar con un amplio margen de maniobra mediante la dirección del poblamiento hispano en esas regiones. Con una visión semejante, la defensa de los franciscanos sobre la viabilidad de la empresa misional en el noroeste novohispano recurría también a la imagen de la geografía sacra construida mediante establecimientos religiosos y escenarios de martirio. Sin embargo, para fines del siglo XVIII, las críticas hacia la presencia misional en la frontera norte de la Nueva España, así como las necesidades defensivas de la monarquía española ante el avance de fuerzas extranjeras en Norteamérica, convencerían a los franciscanos acerca de la pertinencia de ajustar el discurso del mérito del martirio, poniéndolo ahora al servicio de la uti479 José Refugio de la Torre Curiel lidad social y política. En los albores del nuevo siglo, el misionero ejemplar no lo era solamente por haber muerto en la promoción y defensa de la fe, sino como argumentaba Bringas de Manzaneda, porque ese destino se había alcanzado como colofón de trayectorias personales que habían contribuido al conocimiento de otros pueblos, a la familiaridad con nuevos escenarios, y al esfuerzo con construir un mapa continuo que vinculara las provincias de la última frontera novohispana. Bibliografía ABAD PÉREZ, Antolin 1992 Los Franciscanos en América, Madrid, Editorial MAPFRE. 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Juan Marcelo Díaz, Fr. José Matías Moreno, Fr. Juan Antonio Barreneche, misioneros del Colegio de Propaganda fide de la Santa Cruz de Querétaro, Fundadores de las Conversiones de la Purísima Concepción y de S. Pedro y S. Pablo del Río Colorado entre los Gentiles Yumas, y muertos en ellas gloriosamente a manos de los mismos 480 Fronteras sacralizadas. Relatos sobre martirio de misioneros jesuitas y franciscanos Bárbaros en los días 17 y 19 de Julio de 1781 dixo en la iglesia de dicho Colegio el 19 de julio de 1794 en que se sepultaron sus cenizas…, Madrid, Imprenta de Fermín Villalpando. EL SACROSANTO y ecuménico Concilio de Trento (Ignacio López de Ayala, trad.), Madrid, Imprenta Real, 1785. ESPARZA SÁNCHEZ, Cuauhtémoc 1974 Compendio histórico del Colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe Zacatecas, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 1974. 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La supervivencia es un tema clave para la mayor parte de las bandas de indios que se dedicaban a la caza y recolección en las tierras del sur y en las costas del Golfo de México. Estas gentes tenían culturas diferentes a las de los Apaches, los Comanches y los Caddos, ésta última con una fuerte base en la agricultura. Las bandas de cazadores-recolectores fueron las que más se aproximaron a algunas misiones como demuestran los estudios sobre San Fernando de Béjar (la ciudad 1 2 3 Este trabajo fue revisado en sus versiones inglesa y española por José María Rodríguez Jiménez, estudiante de Doctorado en la Universidad de Castilla-La Mancha. Center of Southwest Studies, Fort Lewis College, Colorado Para la elaboración del presente estudio se han consultado los siguientes archivos y bibliotecas: la Academy of American Franciscan History, archivos, Bancroft Library, Berkeley, California; el Archivo del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, en el Archivo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Celaya, Guanajuato, México; los Béxar Archives, General Manuscript Series, 17171836, Dolph Briscoe Center for American History, University of Texas, Austin; y la Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Colección Archivo Franciscano, México, D.F. 483 Jay T. Harrison de San Antonio, Texas de hoy), quedando vestigios de su paso por la villa y por las cinco misiones del Río de San Antonio. Los misioneros franciscanos tomaron amplio contacto con estas culturas. Esta relación entre los frailes de los Colegios Apostólicos de Nueva España y las bandas de cazadores-recolectores formaron una base a partir de la cual los misioneros pudieron edificar misiones de indios sin la presencia de neófitos de las tribus mayores de Texas4. Nos referimos en esta ocasión a la historia de algunos grupos y bandas que nunca parecieron prominentes en las acciones políticas de la provincia de los Tejas5. Sin embargo, estas bandas fueron numerosas e incluyeron muchos grupos que hablaban idiomas y dialectos ininteligibles y compartían, en mayor o menor medida, un tipo de vida y hábitos en común sobre los llanos de sur, las mesetas y las costas de la región. Nuestra aportación se centra precisamente en estas gentes repartidas por espacios habitables para las misiones que actuaron como modo de supervivencia en un paisaje político que cambiaba rápidamente cuando los españoles los encontraron en la Texas de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Entre las razones del interés de los indios de utilizar las misiones para su supervivencia prevalecieron aquellas referidas a la preservación de sus gentes por medio de refugios, de sus fuentes de 4 5 484 La historia de Texas es tema de muchos libros libros sobre todo a partir de su independencia de México en1836. Antes de este año, hay un grupo más limitado de estudios que tratan los primeros años de la provincia colonial. Entre estos títulos, pueden seguirse los de: CASTAÑEDA, Carlos E., Our Catholic Heritage in Texas, 1519-1936, 7 vol. Austin, Tex., Von Boeckmann-Jones, 1936-1950; ALESSIO ROBLES, Vito, Coahuila y Texas en la Época Colonial. México, Editorial Cultura, 1938; y CHIPMAN, Donald E., Spanish Texas, 1519-1821. Austin, University of Texas Press, 1992. Documentos inéditos para los primeros años de la provincia española son incluidos en GÓMEZ CANEDO, Lino, Primeras exploraciones y poblamiento de Texas, Ed. 2o. México, Editorial Porrúa, 1988. La mayoría de los estudios sobre los indios de Texas se centra en los grupos más poderosos que disputaron la presencia española durante el siglo dieciocho. Véase por ejemplo, BARR, Juliana, Peace Came in the Form of a Woman: Indians and Spaniards in the Texas Borderlands. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2007. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas aprovisionamiento y de la vigilancia de otras necesidades con objeto de restablecer sus pueblos dentro de otras bandas a través de procesos graduales de etnogénesis6. La percepción de un mundo cambiante para estas poblaciones indígenas de la Provincia de Texas basada en una economía de la caza y la recolección fue la búsqueda en paz de tierras concretas para estas bandas que permitieran un desarrollo de sus familias. La introducción de los Comanches y otras tribus norteñas en un área donde estaban asentados los Caddos y los Apaches Lipanes hizo la vida más difícil para las bandas más pequeñas de la provincia. A mediados del siglo XVIII, estos pequeños grupos de indígenas con civilizaciones menos desarrolladas se encontraron a merced de los Comanches, Taovayas y otros grupos norteños, cuyos deseos se cifraban en el control de los recursos de las planicies del sur, de las cuales Texas era una parte importante7. La influencia y presencia española en la Provincia de las Tejas (originalmente conocida como Nuevas Filipinas) comenzó en la década de 1680 cuando Robert de la Salle pretendió establecer una colonia cerca de la costa del actual Golfo de México. Con motivo del fracaso de la expedición francesa de La Salle, la Corte española decidió afianzar su presencia de forma más permanente al norte del virreinato de Nueva España con el establecimiento de nuevas misiones y un presidio. Los militares españoles y los frailes franciscanos trabajaron conjuntamente para levantar las primeras misiones en el este de Texas en la región de Piney Woods (una región de selvas y colinas) donde vivían los Caddos de la confederación de los Hasinai. Este esfuerzo se dirigió a los nativos más sedentarios de la región aunque los resultados fueron nefastos debido a la marcada indiferencia de los Caddos y a su posterior hostilidad a los españoles quienes deseaban convertirlos a una nueva fe, la religión 6 7 El investigador principal de los estudios de indios norteamericanos y el proceso de etnogénesis es Gary Clayton Anderson. Véase, ANDERSON, Gary Clayton, The Indian Southwest, 1580-1830: Ethnogenesis and Reinvention. Norman, University of Oklahoma Press, 1999. HÄMÄLÄINEN, Pekka, The Comanche Empire. New Haven, Yale University Press, 2008; SMITH, F. Todd, From Dominance to Disappearance: The Indians of Texas and the Near Southwest, 1786-1859. Lincoln, University of Nebraska Press, 2005. 485 Jay T. Harrison católica, y a un nuevo estilo de vida. Tras la salida de los misioneros de Texas en 1693 no tuvieron lugar nuevos asentamientos españoles hasta después de 1716 cuando el renovado interés de los franceses por la región estimuló la aparición de nuevas villas y misiones en la Provincia tales como San Fernando (la moderna ciudad actual de San Antonio)8. Sería el inicio de una serie de traslados de misiones desde el este de Texas a lo largo del río San Antonio y de otros de sus afluentes. Hacia 1776 tenemos constancia de la existencia y funcionamiento de siete misiones a lo largo del río San Antonio y de su desembocadura en el Golfo de México. En estas misiones y en otras del centro y sur de la Provincia, los españoles encontraron pequeñas bandas de cazadores y recolectores que estuvieron más comprometidos con las misiones del siglo XVIII9. Los cazadores-recolectores del centro y sur de Texas Tenemos constatada la existencia de una gran diversidad de pueblos en el sur de la provincia española de Texas. La parte de Texas que se conoce fue ocupada por españoles durante la época colonial desde 1690 hasta 1821. En ese territorio terminaron conviviendo muchas tribus, o bandas menores de indios, que normalmente ocupaban la mayor parte de su tiempo en la búsqueda de caza menor y en la recolección de los alimentos que ofrecía la naturaleza en el área inmediatamente circundante a su territorio. A pesar de que ninguno de los territorios donde estos grupos vivieron resultó permanente hubo una constante relación entre los pueblos que engendró una mezcla típica y a la vez de concordia y malevolencia entre ellos. Las tribus con menos poder, en medio de estas cazadoras–recolectoras, lograron subsistir entre las más poderosas tales como los Apaches o los Caddos, y más tarde entre las tribus norteñas cerca del río Rojo que vivieron en la región de Texas durante el periodo 8 9 486 Para la historia de la villa de San Fernando véase DE LA TEJA, Jesús F., San Antonio de Béxar: A Community on New Spain’s Northern Frontier. Albuquerque, University of New Mexico Press, 1995. CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 86-215; CASTAÑEDA, Our Catholic Heritage in Texas, 3 y 4. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas español. Etnógrafos y antropólogos actuales que quieren profundizar en la historia de esta región analizan si estas tribus menores fueron tan persistentes en una u otra zona, manteniendo distintas teorías al respecto10. Los españoles encontraron estos pueblos diversos cuando los misioneros franciscanos llegaron en 1690 y cuando los frailes regresaron después de veintiseis años, en 171611. Si inicialmente las misiones franciscanas se establecieron en el este de Texas, en medio de la confederación Caddos, en 1718 los españoles llegaron a las cercanías del río San Antonio para fundar las primeras misiones entre las tribus de cazadores– recolectores establecidas a lo largo de las orillas de este río. En el transcurso de los ochenta años siguientes se llegaron a fundar veintidós misiones más para atraer a las distintas tribus indígenas como los Apaches, Caddos, y a otras como los Wichita. Las misiones de San Antonio estaban situadas entre dos y cuatro leguas entre sí y en total fueron cinco: San Antonio de Valero (ahora se llama “El Álamo” situada en el centro de la ciudad de San Antonio), Nuestra Señora de la Purísima Concepción, San José y San Miguel de Aguayo, San Juan Capistrano, y San Francisco de la Espada. Hacia el sur se situaron las misiones de Nuestra Señora del Espíritu Santo de Zúñiga, Nuestra Señora del Rosario, y Nuestra Señora del Refugio, para convertir a los nativos de la costa. También se constataron otros esfuerzos de evangelización por parte de los frailes que incluyeron el establecimiento de tres misiones al norte de San Fernando de Béxar en las orillas del río de San Gabriel (también nombrado San Xavier), una misión entre los Arkokisas (conocidos 10 11 NEWCOMB, William W., The Indians of Texas: From Prehistoric to Modern Times. Austin, University of Texas Press, 1961; SCHUETZ, Mardith K., “The Indians of the San Antonio Missions, 1718-1821”. Ph.D. Diss., University of Texas at Austin, 1980, pp. 40-102; CAMPBELL, T.N., “Coahuiltecans and Their Neighbors,” en Handbook of North American Indians, Vol. 10, Southwest, ed. Alfonso Ortiz, Washington, D.C., Smithsonian Institution, 1983, pp. 343-46; NEWCOMB, William W., Jr., “Karankawas,” en Handbook of North American Indians, Vol. 10, pp. 359-67; CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 1-21. TOUS, Gabriel, trans., “The Espinosa-Olivares-Aguirre Expedition of 1709”, en Jesús F. de la Tejas, ed., Preparing the Way: Preliminary Studies of the Texas Catholic Historical Society. Vol. I, Austin, Texas Catholic Historical Society, 1997. 487 Jay T. Harrison también como Orcoquisas), así como otros intentos misionales para los Caddos que vivieron al sur de la confederación de los Hasinai y sus vecinos como los Bidais12. La diversidad de naciones indias en Texas en el siglo dieciocho fue considerable. No hubo menos de treinta pueblos de cazadores- recolectores diferentes asentados en los márgenes de los ríos, los llanos y las costas del sur de la región. Unos de los primeros grupos que los españoles encontraron y redujeron a las misiones fueron las tribus de los Tacame y Pajalaches, grupos que pasaron la vida juntos en las misiones, y décadas más tarde, estuvieron en las mismas misiones además junto a otras tribus distintas. En la misión de Nuestra Señora de la Purísima Concepción y en otras, los frailes aprendieron a hablar el idioma de “pajalat”, lo documentaron, e hicieron un esfuerzo amplio y largo para imponer el pajalat como lengua franca a otros grupos nativos13. Aunque no pudieron llevarlo a cabo es un ejemplo del esfuerzo que realizaron los misioneros y denota la necesidad que tenían de comprender y comunicarse a lo largo del panorama dialéctico en la región con los nativos. Aparte de los cazadores-recolectores Tacames y Pajalaches, otros coahuiltecanos vivieron retirados de la costa. Fruto de recientes investigaciones sabemos que Payayas, Aranames, Tamiques, Orejones, Pacha12 13 488 HABIG, Marion A., The Alamo Chain of Missions: A History of San Antonio’s Five Old Missions. Chicago, Franciscan Herald Press, 1968; BOLTON, Herbert E., “The Founding of the Missions on the San Gabriel River, 1745-1749,” Southwestern Historical Quarterly, XVII (April 1914), pp. 323-78; CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 147-53; Diez cartas de VIANA, Fray Mariano de los Dolores, Julio – Octubre 1749, en Letters and Memorials of Fray Mariano de los Dolores y Viana, 1737-1762, ed. Benedict Leutenegger. 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Los pueblos coahuiltecanos estaban localizados a lo largo de las áreas ribereñas y en las áreas boscosas. Algunas tribus fueron más numerosas entre las poblaciones de las misiones; los Payayas, Pachales, Tamiques, y Orejones aparecen repetidas muchas veces en los documentos históricos procedentes de las misiones del río de San Antonio y de las misiones del sur, cerca de la Bahía de Todos Santos del golfo de México14. Más cerca de los coahuiltecanos pero con rasgos e idiosincrasia diferentes a ellos vivían los Tonkawas, compuestos por diferentes tribus que poseían diferentes dialectos entre sí. Más abundante en los registros de las misiones estaban los Tonkawa propiamente dichos y también los Mayeyes, Yojuanes, y Ervipiames. Todas ellas corresponden a pequeñas tribus que incluyen a los Cavas, Emetes, Sanas, Tohos y Tohahas, grupos de familias procedentes en origen de los Tonkawa de quienes se separaron y por eso constituyeron pueblos aparte de los grupos de Mayayes, Ervipiames, etc. En medio de estos grupos no fue raro encontrar otros pueblos que vivíeron allí para mantener relaciones comerciales o por afinidad con las misiones españolas15. Desde el punto de vista de los españoles, otros grupos indígenas se clasificaron muy debajo de los coahuiltecos o los Tonkawas en lo que respecta a la urbanidad e higiene16. En la costa vivían pueblos 14 15 16 SCHUETZ, “The Indians of the San Antonio Missions, 1718-1821”; NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 29-57. NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 133-53. HARRISON, Jay T., Franciscan Missionary Theory and Practice in Eighteenth-Century New Spain: The Propaganda Fide Friars in the Texas Missions, 1690-1821. Ph.D. diss., Washington, D.C., Catholic Unvirsity of America, 2012, pp. 34, 157-60; Relación de SILVA, fray Manuel, y GARZA, fray Josef Francisco Mariano de la, Febrero 1791, Bahia. Microfilm de la Bancroft Library, University of California, Berkeley, AAFH Microfilm, BANC MSS 2005/262, caja 1, subcaja 6, Inventorio y fotos de la Civezza Collection, Pontificio Ateneo Antonianum, Archivo General OFM. Vol. 489 Jay T. Harrison considerados por los españoles como belicosos en la mayoría de casos. Estas tribus, identificadas por los antropólogos como los Karankawas, se adaptaron muy bien al entorno de la costa en las aguas tierra adentro. También eran sus dialectos distintos entre sí como era el caso de otros cazadores-recolectores de la región en el interior. Las tribus que prestaron su nombre a este grupo más grande de bandas indígenas fueron los Karancaguacas. Los frailes mencionaron también en numerosas ocasiones a los Cocos (de los que algunas tribus se trasladaron hacia el interior de Texas), Coaques y Copanes. Otros grupos más pequeños incluyeron a los Korenkake y los Clamcoetas, una tribu migratoria de la época colonial17. La mayoría de relatos españoles sobre estos pueblos Karankawa hablaban sobre el tipo de vida que llevaban entre las lagunas pantanosas y los pantanos de la costa del golfo de México. Los españoles también pensaban que su olor y los tatuajes que portaban estaban más allá de las normas de la tolerancia para poder fomentar su total conversión en las misiones18. Por eso, la conversión de los Karankawas era dudosa. A pesar de la visión que tenían los españoles de los Karankawas, los Atakapas estaban asociados con la antropofagia en los escritos de frailes y los soldados de Texas y por ello los Atakapas se encontraban en los escalones más bajos de la humanidad entre unos grupos humanos ajenos a su cultura. En Texas no menos que seis culturas distintas se clasificaron como Atakapas. Al este de la villa de San Fernando y al sur de los Caddos en los pueblos de los Hasinai, los Ais, Bidais, and Deadoses vivieron como tribus con un estilo de vida que mezclaba la caza y su trabajo en el campo, algo que era común entre estos pueblos. No lejos al oeste, en la región situada entre la villa de San Fernando, la costa, y los bosques del este vivían los Arkokisas u Orcoquisas, como los nombran los españoles. También, los Atakapas y los Pitiris organizaban sus hogares de forma semejante a como lo hacían los Arkokisas19. 17 18 19 490 203; Jesus Garavito, fray Antonio de, a Sr. Theniente Comandante Don Joseph Miguel del Moral, misión Refugio, 13 Octubre, 1798. BA microfilm, 028: 0503-04. NEWCOMB, “Karankawas”, pp. 359-67; NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 59-81. Relación de SILVA y GARZA, 1791. NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 315-29. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas Si el canibalismo del que estos pueblos fueron acusados estuvo reflejado en la práctica guerrera consistente en comer parte del enemigo muerto, común en otros pueblos de Norteamérica, o si hubo testigos sobre las prácticas de canibalismo en las décadas anteriores a la llegada de los españoles, los documentos no son demasiado explícitos sobre este tipo de prácticas durante este periodo. Entre todos los pueblos de cazadores-recolectores de Texas hubo ciertos aspectos o modos de vida en común. Mientras que había una gran variedad de idiomas y dialectos, muchos grupos fueron interlocutores comerciales con los otros, y a veces iban a cazar o a recoger alimentos junto a un grupo de manera estacional. Algunos grupos estaban encargados de cultivar cosechas de frijoles, calabazas, o maíz. Otros pueblos intercambiaban los productos de la tierra por caza menor, tasajo, cueros, y otros productos de los grupos cazadores. Otros adoptaron lentamente el uso de caballos y otros ganados mayores cuando pudieron, pero la mayoría de los pueblos, en tribus más pequeñas en el sur de la provincia de Texas no tenían rebaños antes de la época de las misiones. En general, las bandas de cazadores-recolectores tenían menos recursos que otros indios de Texas y fueron nómadas dependientes de la climatología a través de las estaciones del año, cuando se determinaba que era preciso moverse al otro sitio. Hubo tribus que se establecieron en rancherías, que eran grupos de familias y personas adoptadas por la misma. La mayor parte de la ranchería estaba organizada en torno a un clan o parte de un clan. Muchos asentamientos podían agruparse cerca de un sitio en particular donde regularmente una tribu podría parar en una estación para recoger alimentos o cazar. Los circuitos para recolectar alimentos variaban en función de las precipitaciones y otros factores de la climatología, los meses del año y la disponibilidad de frutas, nueces, caza menor y materiales para confeccionar la ropa, además de conseguir un refugio. Muchos pueblos de cazadores-recolectores vivían con muy pocos materiales. Estas tribus de Texas dieron la bienvenida al comercio exterior y por eso fueron algunos de los primeros pueblos con quien los españoles, soldados y misioneros, tuvieron contacto. Mientras que algunas de las 491 Jay T. Harrison tribus de la costa, especialmente los Carancaguases, tendieron a la guerra, muchas de las pequeñas tribus del interior, en las rancherías, mostraron un talante pacífico, pero con cautela, en sus contactos con otros pueblos. Existen numerosas informaciones en los archivos sobre este tipo de prácticas entre los pueblos de cazadores–recolectores indicando que se escondían en el bosque haciendo humo para que al acercarse otro pueblo o los españoles pudieran ir a su encuentro cuando consideraban que no había peligro20. Aunque los nómadas de las llanuras introdujeron los caballos en las Américas, las tribus de cazadores-recolectores de Texas dieron otro enfoque a la cultura del caballo y a los correspondientes cambios que estos trajeron a los llanos. Uno de los grandes cambios fue la influencia que tuvo el caballo en el comercio entre las tribus de Texas. El intercambio y movimiento de los productos y bienes se transformó por la posibilidad de aumentar las distancias en las rutas comerciales. Otros cazadores-recolectores también adoptaron el uso del caballo, teniendo como consecuencia el aumento del tráfico de equinos como ganado o para atacar los ranchos en la Luisiana o más al sur en Nueva España. Los cazadores de los llanos tuvieron el mismo trato que antes con las tribus del interior de Texas, pero las condiciones y bienes cambiaron como el caballo, adoptado por los llaneros21. Una de las consecuencias más profundas en el cambio cultural entre las tribus de las planicies fue el aumento de nuevos conflictos sobre tierras de caza y socios comerciales. También, la frecuencia de los ataques no solamente persistió sino que creció con la introducción del caballo en ciertas culturas al sur de las grandes llanuras. El incremento de los ataques o razias y la guerra abierta sobre la cada vez más disputada zona de los búfalos, trajo como consecuencia que las tribus más pequeñas y menos desarrolladas en sus estructuras sociales sintieran la 20 21 492 NEWCOMB, Indians of Texas, pp. 44-51; CHIPMAN, Spanish Texas, pp. 1-21; TOUS, “Espinosa-Olivares-Aguirre Expedition of 1709”, pp. 53, 57-58. Hämäläinen, The Comanche Empire, pp. 2-17; SMITH, From Dominance to Disappearance, pp. 1-32. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas necesidad de establecer buenas relaciones con aquellos pueblos que tuvieran capacidad de defenderlos. En Texas esto llevó a la oportunidad de que cualquier foráneo podía crear nuevas relaciones entre las tribus menores que tuvieran acceso a caballos, bienes y armas, algo que fue en clara decadencia hacia finales del siglo dieciocho. Este declive se intensificó más cuando los Apaches Lipanes del sur de las llanuras cedieron terreno así como las bases de su comercio tradicional a los Comanches y sus confederados de Wichita y a otros pueblos del norte que llegaron más al sur de Texas22. Estrategias de supervivencia: Las misiones A partir de 1718, las tribus indígenas asentadas en las dos orillas del Río de San Antonio vieron nuevas oportunidades para utilizar en su beneficio las misiones establecidas por los frailes españoles, mientras que los misioneros intentaron reducir los indígenas a vivir como neófitos en las mismas. La respuesta de los indios a las misiones fue complicada y con el paso del tiempo las misiones comenzaron a emplear nuevas estrategias para lograr la supervivencia de algunas tribus cuya existencia se hizo más precaria a resultas de la intensificación de las luchas políticas y económicas por el control del sur de las llanuras en el siglo dieciocho. Los pueblos indígenas percibieron numerosas ventajas cuando tomaban la decisión de vivir en las misiones franciscanas. Estos pueblos tenían asegurada la alimentación, protección, actividad comercial, orden social, o alianzas. Los pueblos cazadores-recolectores acostumbrados a compartir los escasos recursos con otras sociedades similares descubrieron que era más sencillo cambiar su modo de vida estableciendo su residencia en las misiones. Algunos eligieron vivir todo el año dentro de las misiones, mientras que otros decidieron establecer allí su residencia de forma estacional coincidiendo con el momento de la recolección de 22 SMITH, From Dominance to Disappearance, pp. 1-32; SMITH, F. Todd, The Wichita Indians: Traders of Texas and the Southern Plains, 1540-1845. College Station, Texas A&M University Press, 2000; WADE, Maria F., The Native Americans of the Texas Edwards Plateau, 1582-1799. Austin, University of Texas Press, 2002. 493 Jay T. Harrison los alimentos y la obtención de materias primas necesarias para vivir. Cada motivo debe ser aclarado para lograr entender completamente las opciones disponibles que tenían las tribus indígenas, y lo que implicaba una u otra opción para la supervivencia de sus miembros. El principal motivo por el que los nativos buscaron un lugar dentro de las misiones españolas fue asegurarse el alimento y obtener refugio al mismo tiempo. Al principio los historiadores solían poner énfasis en la importancia en la obtención de alimento en la mayoría de las misiones, ya que ofrecían un refugio rudimentario, sobre todo durante las primeras décadas de su existencia23. El alimento que se ofrecía procedía del ganado menor y mayor de la misión y de los productos de la tierra pertenecientes a la misma, así como del comercio de caravanas desde los centros de distribución en el norte de Nueva España a través de El Paso del Norte y las villas fundadas posteriormente como Saltillo y Chihuahua. Muchos grupos inicialmente buscaba las misiones como parte de los ciclos de recolección de los alimentos por lo que los franciscanos escribieron desconcertados sobre los indígenas, quienes acudían para asentarse en un lugar próximo a la misión marchándose después de forma repentina unas semanas después para reaparecer posteriormente al mes siguiente. Estos ciclos de residencia y ausencia fueron muy comunes en el sur entre los Karankawas y sus familias, relacionados con las misiones del Golfo de México, como la misión de El Refugio y la de El Rosario24. Después de algunas idas y venidas como estas, muchas tribus eligieron permanecer en la misión a condición de que los frailes les permitieran la caza durante la época que coincidía con su calendario tradicional. La obtención de alimento se convirtió entonces en un complemento junto a la obtención de un refugio. Jacales, cabañas sencillas construidas a base de palos, hierbas y barro semejante a casas prehistó23 24 494 HABIG, The Alamo Chain of Missions, pp. 50, 55, 57, 90, 125, 135, 168-69; LEUTENEGGER, Benedict, trans. y ed., “Report of Fray Ignacio Ciprián”, en The Texas Missions of the College of Zacatecas in 1749-1759. San Antonio, Old Spanish Missions Historical Research Library, Misión San José, 1979. Carta de Jesus Garavito, Misión Refugio, 13 Octubre, 1798; NEWCOMB, Indians of Texas, 59-81. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas ricas de Europa se convirtieron en las casas ordinarias para la mayoría de las tribus cuando llegaban al principio a las misiones, y en la mayoría de los casos, los jacales fueron el tipo más común durante décadas después de los primeros años en la misión. La documentación histórica ha demostrado que las casas de piedra, edificadas a intramuros de las misiones, fueron construidas con gran esfuerzo y a menudo en una época muy posterior de lo que se pensaba. Para las misiones situadas en el río de San Antonio, este tipo de viviendas fueron usadas por los frailes desde la década de 174025. Si una tribu de cazadores-recolectores aceptaba alimento y refugio en las misiones dentro de su estilo de vida, la propia tribu aprovechaba la misión como lugar de comercio y adquisición de bienes. Los misioneros realizaban de forma regular pedidos de bienes para los indígenas neófitos, como telas, zapatos, cuero para cinturones y tachuelas, cintas, ollas para cocinar, herramientas, además de otros productos. También proporcionaban a los neófitos regalos como tabaco, dulces, azúcar y baratijas para decorar o comerciar con otros. Algunos documentos de la época resaltaban la gran importancia dada a la distribución de artículos a los neófitos en las poblaciones de las misiones26. Eventos como estos sucedían los días de fiestas u otros días importantes para la vida anual de la comunidad misional. Además, los bienes que los frailes dieron a los neófitos fueron incentivos dirigidos sobre todo a las tribus para que poblaran la misión27. El énfasis puesto sobre los bienes materiales de los indios de las misiones no es pura exageración por parte de los frailes de la época y de los historiadores que nos lo describen al detalle. Las redes de comercio 25 26 27 HABIG, The Alamo Chain of Missions; LEUTENEGGER, “Report of Fray Ignacio Ciprián”. BENOIST y FLORES, Instrucción para el Ministro, pp. 12-27; Cuestionario formulado por el padre presidente fray Mariano Francisco de los Dolores en relación al gobierno de las misiones del Río de San Antonio, y respuestas dadas por los misioneros, Texas, 1751, Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, 6/135.2, ff. 3-35. Carta de VIANA, Fray Mariano de los Dolores, 16 Julio, 1749, Texas, en Letters and Memorials of Fray Mariano de los Dolores y Viana, 1737-1762, pp. 49-59. 495 Jay T. Harrison existentes en la provincia de Texas se adaptaron para permitir la entrada de bienes nuevos a través de los españoles, así como las tribus del este y el norte había hecho para comerciar con los franceses y sus coureurs de bois. Los españoles fueron compañeros más atractivos o aliados más apropiados para un grupo indígena si tenían un abastecimiento constante de bienes de comercio y las misiones tenían ubicaciones idóneas para el mismo. Para las numerosas pero pequeñas tribus de cazadoresrecolectores en Texas, el acceso a bienes de comercio se presenta normalmente a través de grupos más poderosos que controlaron el flujo de bienes alejados de la costa. Cuando los Apaches controlaron grandes territorios al sur de las planicies norteamericanas, fue cuando sus aliados más débiles pudieron tener acceso a estos bienes, como los pueblos coahuiltecanos o Karankawas. Con la llegada de los Wichita y Comanches del norte y el noroeste, el acceso a los bienes fue desviado por los norteños hacia las bandas de menos influencia en Texas. Por lo mismo, con el crecimiento del poder de la gente Osage del noreste, las menguantes tribus de Caddos se hicieron más aptas para comerciar con las misiones durante las últimas décadas del siglo. Además los misioneros españoles facilitaron el acceso a los bienes ordinarios sin amenaza de someter a las tribus montadas de las planícies. Con los recursos de primera necesidad como el alimento cubiertos, los indígenas buscaban distintas formas de protección en las misiones. Especialmente los cazadores y recolectores. Esta protección significó que aquellos obtenían un aliado nuevo que tenía armas y aliados poderosos para proteger sus pequeñas tribus de la invasión de nuevos grupos poderosos como los Comanches y otras tribus del norte. Entre ellos los grupos indígenas de la región de Texas que ganaron aliados en las misiones españolas donde fue común que muchas tribus fueran reducidas en una misma misión en vez de ser una misión por tribu. Los frailes tenían conocimiento sobre la política indígena en la misión y como se debía trabajar para representar a todos los grupos dentro de 496 Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas la estructura política del complejo de la misión28. Poco a poco e insertos en esta nueva dinámica social, más tribus indígenas acabaron incorporándose a la nueva sociedad que se estaba dibujando dentro de la misión. Por eso, para vivir dentro de los muros de la misión, existía una dependencia de ayuda mutua durante la guerra, y el fraile actuaba como árbitro constante, de modo que algunas tribus encontraron protección y guardaron sus bienes bajo el amparo de los misioneros y sus soldados. La alianza frente a nuevos invasores o la amenaza de los Apaches hizo que la vida dentro las misiones de San Antonio fuera especialmente atrayente para las tribus pequeñas que habitaban los llanos abiertos y las regiones fluviales de Texas. Otra forma de protección apareció también en las misiones. La supervivencia de una población, su modo de vida, su idioma y su estructura familiar podía llevarse a cabo en la misión cuando no existía otra opción. Etnohistoriadores han escrito sobre los complejos procesos de etnogénesis en el mundo de la América indígena. En Texas, las tribus que se enfrentaban a su aniquilación no hubieran podido sobrevivir por su cuenta, sin embargo fueron capaces de superar su extinción gracias a que se acogieron a la vida misional con los frailes franciscanos. Aunque el proceso de etnogénesis no sucedió inmediatamente para las tribus que se mudaron a las misiones, hubo un proceso gradual a través de los matrimonios mixtos, conversión a la cultura y agricultura de los españoles y el cambio de identidad de tribus hacia una conciencia como miembros de una misma misión en vez de una tribu, algunos de los elementos que siguieron al proceso de etnogénesis y el desarrollo de una identidad nueva de grupo. Antes de esta situación, las tribus percibían las misiones como lugares donde se podía proteger su identidad en un futuro próximo. El mantenimiento de costumbres, idiomas, normas matrimoniales, la identidad del clan y cuestiones semejantes fueron posibles gracias al refugio que ofrecía la misión. 28 BENOIST y FLORES, Instrucción para el Ministro; SCHUETZ, “The Indians of the San Antonio Missions, 1718-1821”. 497 Jay T. Harrison La influencia de las misiones en la vida de cazadores-recolectores de Texas A finales del siglo XVIII y principios del XIX las tribus de cazadores-recolectores del sur de Texas tenían mucha experiencia con los misioneros franciscanos y sus programas de conversión religiosa y cultural. Aunque muchos pueblos indígenas estuvieron fuera de las misiones durante esta época, otras tribus más pequeñas que encontraron en las misiones un nuevo lugar en un mundo que estaba cambiando rápidamente en toda la provincia. Esas tribus que entraban en las misiones, solo durante una parte del año, experimentaron algunos cambios en su cultura y estilo de vida, evolucionando como un pueblo diferente. Las misiones fueron lugares donde nuevas vías culturales reemplazaron las antiguas de los nativos. Las valoraciones sobre los procesos de secularización en las misiones durante las últimas décadas del siglo XVIII y en la época revolucionaria durante las décadas de 1810 y 1820 demuestran que los últimos indígenas que seguían habitando las misiones de San Antonio seguían organizándose como cuando fueron aculturizados inicialmente29. Se habían producido distintos procesos de mestizaje lo que no evitó la identificación de algunas naciones indias como propias de una misión, como sucedió en San Juan de Capistrano, y no de uno u otro grupo indígena. Los nombres de las tribus –Cocos, Payayes, Mayayes– fueron desapareciendo poco a poco. El proceso en que se desarrolló esta transición constituye una forma de etnogénesis desarrollada gracias a los espacios restringidos de la misión y por la voluntad de los neófitos de abrazar una comunidad nueva representada por cada misión. De esta manera los españoles consiguieron su deseo: los frailes deseaban que nuevos vasallos cristianos fueran formados en las misiones y que estas misiones 29 498 ALMARAZ, Felix D., The San Antonio Missions and Their System of Land Tenure. Austin, University of Texas Press, 1989; HABIG, The Alamo Chain of Missions, pp. 66-72, 110-11, 145-6, 179-80, 224. Negociando la supervivencia en la frontera de Texas: grupos indígenas se convirtieran en nuevas villas españolas en la frontera30. Las escasas familias de nativos que sobrevivieron más que una generación en las misiones de Texas, posteriormente se convirtieron en habitantes de un pueblo o villa y sus idiomas y culturas se trasladaron al idioma y cultura de los españoles así como su mentalidad y modo de actuar. De comunidades de cazadores-recolectores, dependientes del ciclo estacional para conseguir alimentos de la naturaleza, se acabaron convirtiendo gracias a la labor de los frailes españoles en pequeñas comunidades sedentarias de indígenas que pasaron a residir en las misiones del Río de San Antonio. Estas misiones se transformaron en pueblos donde había labradores en los ranchos y campos, quienes comerciaban en los mercados de la región cuando las condiciones se lo permitían. Más de treinta misiones en Texas intentaron lograr que los franciscanos atrajesen a los nativos nómadas a maneras de vida diferentes entre el sur de las grandes planicies los ríos, y la costa del Golfo de México donde las misiones pudieran ofrecerles la ayuda que necesitaban de los españoles. Algunos pueblos indígenas eludieron adoptar los modos de vida y cultura ofrecidos por los franciscanos en las misiones de Texas y su rumbo fue muy diferente. 30 Casañas, fray Francisco de, Relación, Nombre Santíssima de María misión, 15 Agosto 1691, en Gómez Canedo, Primeras exploraciones, 52, 56; Espinosa, fray Isidro Felix de al virrey, 18 Agosto 1721, Misión Concepción de Agreda, Archivo del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, en el Archivo de la Provincia Franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, Celaya, Guanajuato, México, K, Leg. 1, no. 10 (J); HARRISON, Jay T., “Franciscan Concepts of the Congregated Mission and the Apostolic Ministry in Eighteenth-Century Texas”, en Timothy J. Johnson y Gert Melville, eds., From La Florida to La California: Franciscan Evangelization in the Spanish Borderlands. Berkeley, Calif., Academy of American Franciscan History, 2013, 323-39. 499 Jay T. Harrison Bibliografía ALESSIO ROBLES, V. 1938 Coahuila y Texas en la época colonial. 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San Antonio, Texas, Old Spanish Missions Historical Research Library. WADE, Maria F. 2002 The Native Americans of the Texas Edwards Plateau, 1582-1799. Austin, University of Texas Press. 502 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica entre Europa y América Javier García Bresó1 Introducción. La Herencia Cultural Normalmente entendemos por frontera una delimitación geográfica invisible entre distintos países. Quienes hacemos visibles esas fronteras somos los seres humanos. Algunas personas poderosas construyen esas delimitaciones y las hacen pasar a nuestras mentes estableciendo referencias simbólicas visibles como aduanas, muros, piedras, etc. Conociendo esas referencias podemos saber dónde nos encontramos. Por tanto la frontera es una referencia mental que nos facilita la organización social e intersocial. Aunque el papel más importante de la frontera es, sobre todo, separar. Pues bien, en este sentido de separar se puede señalar que la cultura también puede considerarse como una frontera, como algo que nos separa a los diferentes grupos humanos, incluso hasta dentro de nuestra propia sociedad. Por tanto creo que existen muchas más fronteras que las geográficas. Nuestras respectivas culturas construyen referentes, campos simbólicos y sobre todo visiones del mundo muy diferentes en1 Universidad de Castilla-La Mancha 503 Javier García Bresó tre sí. Y tan diferentes que normalmente nos impiden una comprensión de los “otros” desde nuestra lógica cultural. O mejor dicho entendemos a los otros, que son diferentes a nosotros, desde nuestra lógica. Un buen error que los antropólogos han denominado etnocentrismo. La historia del contacto entre personas de distintas culturas está llena de este tipo de errores. Desde un análisis etnohistórico se pueden presentar ejemplos sobre la idea de que la comunicación intercultural no ha funcionado de la mejor manera posible. La relación histórica entre Europa y América nos proporciona un pretexto idóneo para profundizar en este asunto. En el mes de noviembre del 2006 se inauguró en Valladolid la exposición “La materia de los sueños: Cristóbal Colón”, cuyo comisario fue Fernando Checa Cremades, quien además dirigió el magnífico catálogo de referencia. En él se incluyeron artículos profundamente sugerentes sobre América. El profesor Checa se inspira en Shakespeare para conformar el título de la exposición: “Estamos hechos de la materia de los sueños”2. Me gustaría interpretar esta idea asociada a la construcción cultural. Ciertamente los sueños y también las ilusiones colaboran y forman parte en la construcción del mundo que las personas pensamos como el estado natural de las cosas. Se puede pensar en América como una tierra natural, como algo que existe fuera de mí. Pero también se puede pensar en América como una construcción cultural. O, si es posible, como un estado de cosas fraguadas desde Europa a partir de las configuraciones, convencionalismos o esquemas culturales de los europeos. La materia podría considerarse como el pretexto que fabrica el contexto, como la idea que nos impulsa a pensar y a actuar con la esperanza de conseguir algo mejor, aunque sea inventado. Como por ejemplo nos indica Cora Bender3 al hablar de los anasazi, que habitaron distintos territorios de Utah, Colorado, Nuevo México y Arizona, el Sudoeste de los Estados Unidos. Parece ser que el nombre anasazi fue acuñado por un arqueólogo que utilizó un término navajo, pensando que significaba “pueblo antiguo”. Sin embargo la traducción literal quiere decir “ances2 3 504 CHECA, 2006: 42. BENDER, 2000: 373. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica tros de los enemigos”. No es sólo el error, sino la denominación “inventada” de quienes no sabemos cómo se llamaban entre sí. Está claro que en el siglo XV y hasta principios del XVI América no existía para los europeos. Pero sí se tenían referencias de Asia, de las posibles riquezas que guardaba, de sus monstruos y peligros. Y sobre todo de los lugares que escondía como el paraíso terrenal y sus esperanzas asociadas a él. La historia bíblica del Génesis o la historia de la creación, tal como fue narrada por Moisés, ha formado parte del conocimiento más arraigado en la memoria de los cristianos. Durante siglos se ha configurado en la mente de los cristianos como una verdad inapelable. Por lo tanto su memorización se ha constituido como uno de los principales esquemas mentales para el conocimiento del mundo por parte de los creyentes. El Paraíso Terrenal siempre tuvo un papel importantísimo en el Génesis. Pero esta idealización bíblica llegó a tener una conformación tangible e incluso un lugar concreto en la tierra. Mandeville hizo la siguiente descripción: “El Paraíso es, según cuentan, la tierra más alta del universo… tan alta que no la pudo alcanzar el Diluvio… Está cercado por una muralla de la que no se sabe muy bien de qué está hecha: parece que está encubierta con musgos y líquenes, de tal suerte que no aparecen las piedras con que se construyó. Esa muralla se extiende desde el Mediodía hasta la Tramontana, con una sola entrada cerrada por un fuego inextinguible, por lo que ningún hombre mortal puede penetrar. Justo en el medio y en lo más alto del Paraíso, se halla la Fuente de donde salen los cuatro ríos que corre por varias tierras. El primero se llama Fisón o Ganges y recorre toda la India o Evilath, cargado con abundantes piedras preciosas y arenas de oro…Dicen que todas las aguas dulces del mundo nacen de aquella Fuente paradisíaca… Habéis de saber que ningún mortal puede acercarse al Paraíso Terrenal. Por tierra, por las fieras salvajes que andan por los desiertos y por lo imposible que resulta franquear la Región de las Tinieblas, con sus rocas y montes envueltos en la oscuridad. Cruzar los ríos para alcanzarlo 505 Javier García Bresó también sería imposible, por la fuerza de las aguas que caen en cataratas desde tan alto que ningún navío podría remontarlos. Con tal violencia ruge y muge el agua brava que no pueden oírse el uno al otro en el barco, aunque se ande dando órdenes a voz en grito. Muchos grandes señores lo intentaron con una numerosa compañía, sin que nadie lo lograra. Unos murieron de cansancio, apaleados por el oleaje al navegar a contracorriente. Algunos volvieron ciegos y a otros los dejó sordos el estruendo de las olas. Varios perdieron el rumbo y se ahogaron. Así que nadie puede acercarse al Paraíso Terrenal sin la gracia divina, por lo que más no os puedo contar y he de callarme.”4 A lo largo de la Edad Media los cartógrafos ubicaron el Paraíso Terrenal en Oriente, más concretamente en la India. Así lo muestran dos intentos de mapas mundiales conocidos como el Hereford Mappamundi, realizado en algún momento entre 1276 y 1283 y el de Ebstorfer Weltkarte de 1235-1250, mucho mejor ilustrado. Con todas estas evidencias debía resultar muy difícil no creer en la existencia real de lo imaginado en el Génesis. Y el Nuevo Mundo generó asociaciones inevitables con esas ideas ya existentes en las mentes de los colonizadores. Un posible ejemplo de estas relaciones lo constituye la búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud. Una fuente de la que habla Mandeville: “En la linde del bosque, está la ciudad de Polumbe, al pie de la montaña del mismo nombre. En los estribos de esa montaña brota un manantial maravilloso cuyas abundantes aguas saben y huelen a toda suerte de especias, y cambian de olor y de sabor cada hora. Quien beba de esa agua en ayunas, tres veces, sanará de cualquier enfermedad que tenga. Los que allí viven y suelen beber de ella jamás han conocido la enfermedad y siempre parecen jóvenes. Yo mismo la he probado tres o cuatro veces y creo que, desde entonces, estoy mejor. Algunos la llaman la Fuente de la Eterna Juventud, porque quien bebe de ella a menudo siempre parece joven y no conoce la enfermedad. Es tal la virtud de esa fuente maravillosa que dicen que viene del Paraíso Terrenal”5. 4 5 506 BENEDEIT Y MANDEVILLE, 2000: 261-262. Ibid., 2000: 190. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Algunos europeos del siglo XVI pensaron que dicha fuente se encontraba en América. Curiosamente los cartógrafos portugueses llegaron a dibujarla en Norteamérica, como se puede ver en el mapa portugués de 1525 atribuido a Lopo Homen y que Ponce de León buscó por la Florida. Imagen 1. Hemisferio Occidental del mapamundi de “Miller”, 1525. Atribuido a Lopo Homem Es curioso observar cómo la mente humana construye mundos arbitrariamente. Como señala Moser: “Hubo una diferencia entre el primitivismo clásico y cristiano: en los antiguos salvajes no tenían nada y en los últimos poseían lujos. Esto 507 Javier García Bresó está probado en las historias del Paraíso Terrenal, donde se describe una gran riqueza en piedras preciosas. En este contexto los nobles salvajes no eran admirados tanto por su moralidad sino a causa de sus maravillas naturales. El tema de las maravillas del Oriente atrajo el tratamiento visual en el periodo medieval y, como las representaciones griegas de otras razas, se hizo una importante contribución a la iconografía de la prehistoria”6. Posiblemente inspirados en las mitologías griega y romana los escribas medievales también produjeron ilustraciones de criaturas extrañas con rasgos humanos y de animales. Entre las diversas imágenes de razas de monstruos en las publicaciones sobre las Maravillas de Oriente hay una cantidad de criaturas que son definidas por motivos prehistóricos, por ejemplo el ‘cinocefalo’ o la criatura de cabeza de perro, los hombres con pelo hasta el suelo, los gigantes caníbales, el ‘homodubi’ o mitad hombre mitad burro, el ‘donestre’ o criatura de cabeza de león, mujeres barbudas y mujeres con pelos hasta sus talones y dientes de cerdo. Todo un concurso de imaginación y fantasía que es transmitida de una época a otra como entidades reales de mundos lejanos. Ante la dura y monótona cotidianeidad, seguramente que la imaginación medieval necesitaba todas estas fantasías. O quizás, también fabricó todas esas ilusiones porque aún el pensamiento científico no disponía de las suficientes explicaciones para comprender el funcionamiento real del mundo. Y ante la dificultad, el pensamiento mágico del ser humano encontró explicaciones más funcionales, aunque apoyadas en el enigma y en el misterio. Así, la mente de Colón como la del resto de los europeos instruidos de la época había sido formada en una cultura que había configurado esquemas o abstracciones conceptuales de ilusiones que se consideraban reales desde la Edad Media. Sobre todo a partir de la producción literaria medieval que narraban los viajes de comerciantes y aventureros como la Carta del Preste Juan (s. XII), o los viajes de Marco Polo de fina- 6 508 MOSER, 1998: 44. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica les del siglo XIII, y después con el Libro de las maravillas de Mandeville (s. XIV). El escaso espacio para la Creatividad La historia de América como la cognición de la mente humana también tiene sus códigos. Se trata pues de utilizar una estrategia etnohistórica para poder acercarse a una comprensión de esos elementos que están detrás de esos códigos. Y para ello es importante partir de la base de que los esquemas culturales no son ni únicos a los individuos ni están difundidos igualmente por todos los seres humanos, sino que más bien son compartidos por miembros de sociedades particulares. La asunción aquí es que, como resultado de su transmisión regular de generación a generación, el conocimiento cultural viene a estar organizado de tal manera que se “ajusta” a las capacidades y limitaciones de la mente humana. Quiero refirme aquí a ese concepto mencionado de esquema cultural. Un concepto que muy pocos antropólogos han aplicado en el análisis de las lógicas del comportamiento humano. Estudiosos como Casson7 se centran primero en tres tipos de esquemas complejos encontrados en la organización del contenido cultural: los esquemas del objeto, los esquemas de la orientación, y los esquemas de acontecimiento. Investigaciones recientes han promovido la comprensión de los esquemas complejos subyacentes en una amplia gama de sistemas de clasificación de objetos. Las categorías del objeto son categorías de identidades concretas. Por otra parte los esquemas de orientación son esquemas complejos que representan el conocimiento sobre orientaciones espaciales. Los esquemas de este tipo a menudo se refieren a “mapas cognitivos”. Los mapas cognitivos contienen tres clases de representaciones: representaciones para el conocimiento sobre los medioambientes particulares, descripciones de la posición corriente de sí mismo (se suele señalar como: “Usted está aquí”) y representaciones de procesos que manipulan las otras dos clases de conocimiento, 7 CASSON, 1983: 441. 509 Javier García Bresó por ejemplo, las rutas a través de la representación medioambiental. Los esquemas de orientación son usados no sólo al viajar por las ciudades y navegar por los mares. También son usados al imaginar el viaje por la ciudad y por el mar. Los esquemas de acontecimientos representan una amplia variedad de actividades e interacciones, variando de dos acciones simples como dar y tomar, a escenas complejas como ordenar una comida en un restaurante. Al estudiar los conceptos de acontecimientos, los investigadores han dedicado una considerable atención a determinar las unidades elementales prescindiendo incluso de que los esquemas sean construidos para los acontecimientos. Desde el principio, en la relación de Europa con el Nuevo Mundo, los esquemas culturales de mayor uso, por las personas implicadas en el proceso, fueron los de orientación. Pero eso no quita que también los esquemas de objeto y de acontecimiento tuvieran una gran influencia en el pensamiento de los colonizadores. Afianzar el conocimiento de las nuevas tierras a través de cartografías lo más verosímiles posibles y de cada lugar en concreto, facilitó la ubicación en las nuevas tierras y, en los siguientes viajes después de Colón, clarificaron las rutas por dónde moverse. Se desarrollaron expediciones por todos los sitios y lugares posibles impulsadas por el deseo de dominio y también de conocimiento. La construcción del Nuevo Mundo empezó por denominar las nuevas tierras descubiertas. La primera denominación fue de Colón y su énfasis en Las Indias Occidentales. Después Amerigo con Mundus Novus. Y más tarde, la más relevante y definitiva, fue la de América. Es cierto que España no cedió su propia denominación de Indias Occidentales por la de América hasta varios siglos después del descubrimiento. En los primeros momentos los territorios recién encontrados eran islas hasta que Vespucci dio con el enorme continente que se extendía hacia el sur. Esta nueva información fue aprovechada en 1507 por Martín Waldseemüller, un joven profesor de geografía en el colegio de SaintDié en Lorena. Este trazó el Nuevo Mundo como un gran continente en una edición que realizó del mapa de Ptolomeo. Hizo lo que puede considerarse una conjetura, pero una conjetura muy hábil. Creó una sencilla entidad geográfica al unir los descubrimientos de Colón con 510 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica los de Vespucci en el sur y de Cabot y Corte Real en el norte. Puesto que esta cuarta parte del mundo había “sido descubierta por Americus Vesputius”, escribió: Imagen 2. Mapa de Martín Waldseemüller, 1507. Biblioteca del Congreso, Washington. “Yo no veo porqué debería haber alguna objeción para que se llame de Americus el descubridor, un hombre de sabiduría natural, Tierra de Americus o Mérica, ya que Europa y Asia han tomado sus nombres de mujeres”8. En el mapa colocó el nombre América por la zona de Brasil de hoy y por debajo un loro simbolizando sus productos naturales. Y así durante medio siglo, el nombre de América se estuvo usando para designar a todo el continente por la mayor parte de los europeos, pero no por los españoles, que obstinadamente persistieron en llamarle Las Indias Occidentales. 8 HONOUR, 1975: 13; HESSLER, 2008: 101 y 107; RESTALL, 2009: 36. Waldseemüller reflexiona sobre la denominación del Nuevo Mundo en su obra Universalis Cosmographia secundum Ptholomei Traditionem E et Americi Vespucio Aliorum Lustrationes (1507). 511 Javier García Bresó Imagen 3. Vespucci, “Descubriendo” América, finales siglo XVI. Théodor Galle, según Jan van der Straet. Biblioteca Nacional de España, Madrid, sign. ER/1605 Se podría decir que la construcción de América por parte de los europeos empezó precisamente por su denominación en un mapa, que en el momento de su realización fue bastante conjetural por unir el norte con el sur de América cuando aún no se sabía nada de Centroamérica. A ello se une la serie sucesiva de imágenes y en diferentes épocas del grupo “alegorías de América”. ¿Por qué en estos grabados América está representada casi siempre como una mujer medio desnuda? Quizás el comentario de Restall sobre el grabado de Van der Straet (1575) pueda considerarse como una pista importante, dice así: 512 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica “La posición de la mujer indígena parece representar una inocencia e ingenuidad que es a la vez vacilante y hospitalaria, infantil y cargada de sexualidad; parece invitar a Vespuccio a protegerla y poseerla a la vez.”9 No es menos cierto que a veces las imágenes también esconden algunas significaciones codificadas. Detrás de esa supuesta amabilidad o “entrega” de la mujer indígena que nos señala Restall también podría verse una clara justificación de la presencia de los europeos en el Nuevo Mundo. Toda una insinuación simbólica que probablemente pudo estar en la mente de los europeos desde la idea de que América les estaba esperando. Pero, por supuesto, en la historia de América también podemos incluir esquemas culturales de los acontecimientos históricos. Acontecimientos que pueden variar de acciones simples a otras más complejas y en las que podemos incluir también las consideraciones en un análisis retrospectivo que los europeos hicieron sobre América. Como en el caso del desprecio que despertó el Nuevo Mundo para algunos ilustrados y su contraste con el triunfo y la consecuente independencia de los Estados Unidos. Si los críticos contra la esperanza que había despertado América en toda Europa, desde el descubrimiento, hubieran conocido la triste realidad de naciones como Haití, quizás nunca hubieran rectificado sus tesis, como debieran haberlo hecho claramente el Abbé Raynal y todos aquellos ilustrados franceses defensores de la teoría de los climas, al conocer el triunfo de la revolución de los “palurdos” colonos norteamericanos desde 1781, triunfo que fue aceptado por los propios ingleses en el Tratado de Versalles de 1783. Sin embargo, su acción no quedó testimoniada en el cuadro que el gran pintor norteamericano Benjamin West no pudo acabar porque la delegación británica se negó a posar. Sin duda una esperanzadora situación. Definiendo el concepto de esquema cultural: el fuerte dominio de la economía Creo que los esquemas culturales de la mayoría de los españoles de aquella época no eran compatibles para entender la situación cultural 9 RESTALL, 2009: 158. 513 Javier García Bresó de los indios. Entendiendo por esquema cultural lo que Casson denomina estructuras de conocimiento y que son los componentes básicos de la cognición y que otros autores han llamado escenas, argumentos, guiones, gestalt, redes estructurales activas y paquetes de organización del recuerdo10. En realidad estos esquemas son abstracciones que sirven como base para procesar toda información humana, como por ejemplo la percepción y la comprensión, la categorización y la planificación, el reconocimiento y el recuerdo, y la solución de problemas y la toma de decisiones. Y desde estos esquemas el pasado opera en las personas como una masa organizada que, como un grupo de elementos, cada uno de los cuales retiene su carácter específico. Como señala Bartlett recordar es constructivo11, pero no todos los estímulos se conservan en la memoria sino que más bien los esquemas son empleados para proporcionar “una impresión general del todo” y construir o reconstruir los “detalles probables”. La mente humana funciona guardando en su memoria, con más eficacia, las impresiones generales que los numerosos detalles específicos. Un esquema también se puede considerar un prototipo o una representación genérica compartida entre los miembros de una sociedad particular12 o una cultura concreta. Y los esquemas afectan a los objetos como plantas, herramientas, vestidos, muebles, identidades étnicas, etc., a la orientación espacial, a los acontecimientos vinculados a secuencias ordenadas o encadenadas como ordenar una comida en un restaurante. Pero también en una dimensión lingüística como las metáforas. Y para la comunicación adecuada entre las personas, las metáforas son fundamentales para la comprensión de conceptos complejos o muy estructurados. Si no podemos descifrar los campos semánticos ni siquiera entre personas de la misma cultura no podrá existir una comunicación adecuada. Está claro que entre los nativos americanos y los europeos los campos semánticos y culturales eran muy diferentes. Valga como ejemplo la referencia que hace Pedro Mártir d’Anglería cuando en 1513 10 11 12 514 CASSON, 1983: 429-62. BARTLETT, 1988: 99; NORTHWAY, 1940: 317-318; Rosa y Brescó, 2005: 1-29. CASSON, 1983: 440. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Balboa había arrojado unos cuarenta pathicos faemineo amictu (sodomitas vestidos de mujer) a los perros13. En Europa los condenados por sodomía podían ser ahorcados. Entre los nativos americanos, los hoy considerados dos-espíritus, o también conocidos como berdaches, no eran estigmatizados ni castigados. Todo lo contrario, eran y son muy respetados. La intersexualidad se ha visto y se ve como la manifestación del espíritu de la persona. Es su espíritu quien determina el género de la persona y por tanto se respetará siempre su rol14. Sin duda, estos dos esquemas culturales fueron irreconciliables en el momento del contacto entre los dos mundos. Básico para este estado de campos conceptuales es la visión de que los esquemas ocurren en diferentes niveles de abstracción. En niveles relativamente bajos de abstracción existen esquemas para percibir figuras geométricas, colores, rostros, etc., mientras que en niveles más altos hay esquemas para comprender acontecimientos y actividades complejas. No existen diferencias importantes de clase entre los esquemas de percepción y de comprensión: “la percepción es comprensión de la información sensorial”15. Los niveles más altos de los esquemas son fijos y representan aspectos invariables de conceptos, mientras que los niveles más bajos tienen terminales, o “franjas”, que deben ser llenadas por ejemplos específicos de datos, es decir, tienen variables que están asociadas o “unidas” por elementos en el medio ambiente en instancias particulares del esquema. Los esquemas están organizados como estructuras jerárquicas en las que los esquemas en los niveles más altos representan los conceptos más generales y los esquemas en los niveles sucesivamente más bajos representan conceptos cada vez más específicos. Un esquema es también un prototipo. Es una representación estereotípica o genérica de un concepto que sirve como un nivel para evaluar la calidad del ajuste entre los elementos y las variables del esquema en el medio ambiente. En definitiva los esquemas son procesos activos cuya actividad principal es la construcción de las interpretaciones de la experiencia. 13 14 15 ROSCOE, 1995: 208. HAVILAND, 2008: 138-140. CASSON, 1983: 430 515 Javier García Bresó De donde se puede deducir que hay que estar culturalmente preparado para entender a los otros y que hemos de evitar la fácil visión etnocéntrica. Una visión que inconscientemente nos domina a casi todos y que ciertamente se deja transmitir en cualquier opinión que se refiera al contacto intercultural entre distintos pueblos. Por tanto los esquemas culturales de los europeos instruidos o analfabetos, que viajaban u opinaban sobre América desde su descubrimiento, también eran incompatibles para entender la realidad americana en todas sus facetas. Para poder compatibilizar nuevas realidades los seres humanos utilizamos algunas estrategias. Como expresa John H. Elliott ante el impacto cultural operan ciertos mecanismos culturales que ayudan a suavizarlo16. La falta de una clara comprensión social y geográfica sobre el nuevo entorno de las tierras desconocidas condujo a aquellos descubridores y colonizadores a procesos de reincorporación de los elementos ajenos a los patrones culturales que ya existían en su cultura. A esta acción Evon Z. Vogt la denominó “encapsulación”17. Los europeos tuvieron mucho tiempo para ir encajando las cosas del nuevo mundo a sus campos conceptuales, sociales y rituales. De ahí que podamos hablar de una América Hispana, Anglosajona, Portuguesa, Francófona… Bases culturales para entender lo raro: reconstruyendo lo ininteligible El historiador colombiano Fernando Rivera desarrolla una idea parecida al apoyarse en la teoría de las representaciones sociales para identificar los ejes simbólicos del imaginario europeo que determinaron la interpretación y categorización del Nuevo Continente durante la exploración y conquista18. Un conocimiento extraído de lugares y personajes como ya se ha mencionado de los libros de Marco Polo y de Mandeville. O en todo el repertorio de los libros como el Imago Mundi, 16 17 18 516 ELLIOTT, 1976: 22. VOGT, 1976: 281-284. RIVERA, 2009: 266. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Las Sergas de Esplandián, El Amadís de Gaula, El Espejo de la Caballería, El Cid Campeador, El Rey Canamor, y muchos otros que ayudaron a sincretizar las incógnitas de las nuevas tierras descubiertas. Así se puede decir, como deduce el historiador mexicano Edmundo O’Gorman, que los europeos construyeron “su” América19. Aunque este autor se refiere más directamente a que lo que no se sabe que existe no constituye una entidad empírica. Pero en este mismo sentido de construcción y de invención fundamentan su argumentación John F. Moffitt y Santiago Sebastián20, para quienes la primera reacción de los europeos ante los habitantes del Nuevo Mundo fue emocional. Y por tanto se sumergieron en una valoración en la que utilizaron patrones culturales familiares para ellos y que les parecían naturales y lógicos. Así las percepciones iniciales, inevitablemente, surgieron de las configuraciones o esquemas culturales que los europeos ya traían en sus cabezas: “un contexto fijo, un bagaje psicológico de manidos mitos y leyendas, muchos de los cuales tenían que ver con la India y los indios asiáticos”21. Es curioso constatar cómo Ivan Bargna también señala una idea parecida de invención para África hecha, una vez más, desde Europa22. Aunque con otra palabra, imagen, ya Alfredo Jiménez había conceptualizado esta dimensión del conocimiento. Esta idea encaja perfectamente con la de esquemas mentales. Así, “imagen es la representación que hacemos de una cosa ya sea en nuestra mente, ya sea a través de palabras o por medio de la pintura, la escultura o alguna otra forma de representación gráfica o plástica”23. Otro autor que podemos incluir en la idea de los anteriores porque para él el “indio” también es una construcción mental por parte de los europeos. Para Colón la tierra descubierta era Asia y nunca la pensó como América. Sin embargo, aunque en un sentido parecido, me refiero al 19 20 21 22 23 O’GORMAN, 2006. MOFFITT y SEBASTIÁN, 1996: 3-4. Ibid., 1996: 4. BARGNA, 2000: 8. JIMÉNEZ, 1990: 78. 517 Javier García Bresó proceso de cognición del mundo que se les presentó a los descubridores. Un mundo al que tuvieron que ir denominando cosa por cosa, objeto por objeto con palabras condicionadas por el bagaje de sus esquemas culturales y con su propia lengua. Es muy frecuente la alusión al ejemplo de llamar “mezquitas” a los templos aborígenes y “papas” y “obispos” a los líderes de las organizaciones religiosas indígenas, así como “rey”, “señor” o “vasallo”, como si la aventura americana fuese una continuación de la reconquista24. Incluso cuando usaron denominaciones aborígenes también fueron transformadas en la transcripción final. Por ejemplo, en las lenguas aborígenes americanas no existe el sonido “r” ni “rr” y sin embargo ese sonido es incluido en nombres como “Caribe”, “Nicaragua”. Palabras atribuidas a lenguas nativas. O en la denominación de plantas como el original “nopal” para los mexicas, que Oviedo lo denomina “peral espinoso” y hoy es más conocido como la chumbera, el cactus que produce higos chumbos. Yo mismo me he llevado muchas sorpresas cuando, aún en la actualidad, en Nicaragua me han presentado un “melocotón” o “espinacas” y he comprobado lo diferentes que son a los de España. Los esquemas culturales de los europeos también les orientaron para la denominación de lugares como “California”, la isla de la reina Calafia25 que aparece en Las Sergas de Esplandián, o “Venezuela” como la pequeña Venecia. Precisamente la denominación aborigen de Cahuenga, hoy la zona de Los Ángeles, mucho menos reconocible para los españoles, se la bautiza con el nombre de California más reconocible por su derivación latina de “calidus fornus” y por ser parte de una leyenda. Y ciertamente así les debió parecer a aquellos españoles en 1542 y al castellano Juan Rodríguez Carrillo como jefe, que reclamó el territorio para la Corona de España. Después de atravesar el sofocante desierto del Mohave la única zona que tiene algo de verdor era precisamente Cahuenga, un horno más cálido que el territorio por el que habían pasado y por tanto algo valioso para incorporarlo al dominio español. 24 25 518 Ibid., 1990: 82. RIVERA, 2009: 272. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Sin embargo no hubo nada que reclamar en la histórica y fracasada expedición de Francisco Vázquez de Coronado en 1540. El fraile Marcos de Niza había informado un año antes de la existencia en las tierras del sudoeste de Norteamérica de la existencia de las siete ciudades de oro llamadas Cíbola26. Parece ser que este fraile había visto destellos dorados del sol poniente que desprendían los techos de las casas de adobe del poblado Zuñi de Halona. Quizás todo se debió a una visión errónea. Producto de las prisas con las que el fraile se batía en retirada, al enterarse de que los indios Zuñis habían matado al guía marroquí Estevanico. Porque además de su mal comportamiento no quiso entregarles a los indios el sonajero sagrado de calabaza, que éste había conseguido en su paso por el desierto27. Entre Zuñis y Hopis rechazaron al ejército de Coronado, que tuvo que regresar a México sin oro y sin poder cristianizar a estos indios más conocidos como los Pueblo. Bajo este punto de vista sólo cabe insistir en que los esquemas mentales de las culturas europeas de la época, jugaron un alto porcentaje en la construcción del mundo en América. Por tanto América, para bien o para mal, es en gran parte una “construcción europea”. Creo que en su aplicación no dista mucho de la palabra “invención” que utiliza O’Gorman o Moffitt y Sebastián o también Elliot o José Rabasa28. Una 26 27 28 Cíbola corresponde a una de las fantásticas ciudades que existieron en una vieja leyenda originada hacia el año 713 cuando los moros conquistaron Mérida, España; según la leyenda siete obispos huyeron de la ciudad no sólo para salvar sus vidas, sino también para impedir que los infieles moros se apropiaran de valiosas reliquias religiosas. Años después corrió el rumor de que se habían instalado los siete obispos en un lugar lejano, más allá del mundo conocido en esa época, fundando las ciudades de Cíbola y Quivira, de las que pronto se extendió la leyenda de que guardaban grandes tesoros. La leyenda que acabó circulando con el tiempo no solo hablaba de Cíbola y Quivira sino de otras ciudades como Aira, Anhuib, Ansalli, Ansesseli, Ansodi y Ansolli para conformar las siete ciudades de Cíbola. Las referencias en internet son muy numerosas pero no tanto las publicaciones existentes sobre el tema. Se pueden consultar dos obras que ambientan muy bien la leyenda: CLISSOLD, S., 1962; y VÁZQUEZ, 1990. ernand, 2009: 107-122. MAXWELL, 1992: 208. RABASA, 2009. 519 Javier García Bresó opinión que puede considerarse ratificada en la argumentación de Fernand Braudel, al expresar que la conquista del Nuevo Mundo también es la expansión de la civilización europea bajo todas sus formas y que una vez que entró en la vida de Europa, América cambió poco a poco todos los elementos fundamentales, hasta el punto de reorientar su acción. Así, “América es el hacer de Europa”, entendiendo que el ser y el hacer son lo mismo29. Bernard Vincent lo expresa más empíricamente al decir que “lo que nos muestra la historia de Pocahontas y la imagen que de ella queda, no es en absoluto la “indianización” de América sino, por el contrario, la ‘occidentalización’ de los primeros habitantes del Nuevo Mundo y la extinción de su identidad”30. De ahí que la aplicación toponímica de “Nuevo” sea constante: Nuevo Mundo, Nueva Galicia, Nueva España, Nueva Granada, etc. Este adjetivo incluye además, como señala Borrero31, que América se presentaba a los europeos como una tierra del porvenir, de la libertad y de la esperanza sobre todo. ¡Una manera más de expresar el deseo de apropiarse de un territorio en el que ya vivían otras personas! Imagen 4. Matoaka o más conocida como Pocahontas, 1616, bautizada Lady Rebeca 29 30 31 520 VAUGEOIS, 2003: 8. VINCENT, 1996: 185- 193. BORRERO BARRERA, 2000: 8. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica La influencia cultural europea en los dibujos: indios bailando el minué Otro ejemplo de esta apropiación lo proporciona una serie de pinturas en cobre realizadas por el pintor flamenco Jan van Kessel entre 1664 y 1666, en las que cada continente es representado por un grupo de dieciséis paneles más pequeños y uno grande. El dedicado a América es un tesoro de información geográfica –y desinformación– sacada de una variedad de libros ilustrados. El panel central representa una clase de Wunderkammer, el ideal de las curiosidades de América, tal como cualquier príncipe de la época se habría alegrado de poseer. Está lleno de pájaros, bestias, peces, reptiles, insectos, conchas, armas y armaduras. Y como en casi todas las colecciones muchos de los objetos están clasificados incorrectamente. Aquí los dos indios han sido confundidos. Las mujeres y los niños que van bailando al pasar la puerta, las dos estatuas en los nichos y la escena de incineración en el más bajo de los tres cuadros de la derecha no son americanos sino que procedía de un libro de finales del siglo dieciséis de los viajes a las Indias Orientales de los portugueses realizado por Jan Huygens. La armadura en la esquina parece ser asiática, un error más fácilmente comprensible ya que tales piezas fueron etiquetadas “Indios Occidentales” en el Arsenal Real en Madrid hasta finales del siglo XVIII. La figura en la esquina inferior izquierda, de piel oscura y que lleva puesto sólo un tocado, un collar y una falda de plumas, sosteniendo uno de los grandes pesos de oro en el suelo y sentado cerca de un montón de perlas, corales, y monedas que se desparraman desde un gran florero, personifica a América. Las grandes figuras pintadas en el muro de la parte posterior son reconociblemente brasileños y se tomaron de copias de la Historia Naturalis Brasiliae de Wilhelm Piso, publicada en 1648 y basada en las pinturas de Albert Eckhout32. 32 HONOUR, 1975: 99. 521 Javier García Bresó Imagen 5. Panel América, Jan van Kessel, 1664-66. Bayerische Staatsgemäldesammlungen, Alte Pinakothek München Cada uno de los paneles más pequeños que rodean la alegoría central representan un paisaje con fauna local y aquí van Kessel se vuelve aún más fantástico. Según él, hay unicornios cerca de Buenos Aires, elefantes en Vera Cruz, cebras en Porto Seguro, jirafas en Santo Domingo, y un hipopótamo en las afueras de la Habana. En dos paneles combinó la fauna Americana con paisajes asiáticos, mostrando tucanes y loros brasileños encaramados cerca de la pagoda del Cabo en Cilán, y opossums (zarigüeyas) en Amboina. Esto sería menos sorprendente si van Kessel hubiera cometido errores similares con los otros continentes o no hubiese pintado pájaros americanos propios con una exactitud tan meticulosa. Pero si él defraudó a los modernos modelos de zoogeografía, lo hizo con una compañía distinguida. El notable zoólogo Konrad von Gesner en su Historia animalium (1551) y el viajero Thevet habían descrito jirafas en América del sur. Como ya hemos visto, los elefantes 522 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica a menudo se asociaban con Brasil (o México). Y hasta aún en 1782 el padre jesuita Molina informó que un tipo de hipopótamo con pies palmeados y piel suave, como los de una foca, había sido visto bañándose en los lagos de Arauca. Y todo esto nos remite de nuevo a la idea de los esquemas culturales o a la teoría de las representaciones sociales del imaginario europeo, de la que nos habla Fernando Rivera. Al hacer un repaso de las representaciones encontramos siempre un énfasis de europeización, sobre todo en los populares dibujos de Teodoro De Bry. Algunos de los toscos dibujos lineales de Gonzalo Fernández de Oviedo o los aún más toscos de Benzoni, son bastantes próximos a la realidad, aunque les falte los necesarios referentes de la perspectiva y la proporción. Precisamente estos dibujos y a pesar de la falta de calidad, otorgan un mayor interés a sus obras Historia General (1535) y a la Historia del Nuevo Mundo (1572) respectivamente, porque fueron los primeros que tenían alguna correspondencia con la realidad del Nuevo Mundo. Las anteriores impresiones añadidas a las cartas de Vespucci no tenían ninguna correspondencia con la realidad, ni como los grabados incluidos en el frontispicio de las ediciones ilustradas de las cartas de Colón ni en la de Giuliano Dati. Todas esas imágenes fueron distorsiones de una realidad sólo creíble para los europeos que desconocían América. Durante la primera mitad del siglo XVI no llegaron a las Américas artistas europeos preparados. Y no fue hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XVI cuando Felipe II, en 1571 ordenó la realización del primer inventario visual de la naturaleza mexicana. Expresando con ello los claros intereses de la corona y desdeñando los magníficos estudios sobre la cultura azteca del franciscano fray Bernardino de Sahagún, un claro ejemplo de la esperanza y la desesperación de América. Fue el primer gran investigador que abrió la puerta del conocimiento sobre el mundo aborigen americano por sus trabajos sobre los aztecas. Y sin embargo su obra terminó siendo confiscada, en vez de aplaudida, hacia 1577 por orden real y quizás instigada por ciertos sectores religiosos disconformes con sus métodos. 523 Javier García Bresó Pues bien esta primera expedición botánica fue dirigida por el médico de cámara del propio Felipe II, el doctor Francisco Hernández, quien además de la magnífica catalogación de la flora, incluyó un estudio de los nahuas, un grupo étnico del México central, inspirado fundamentalmente en las obras de Gómara y Sahagún33, y de sus investigaciones sobre las tradiciones médicas indígenas. Desgraciadamente parte de la obra y muchos dibujos se perdieron en el fatídico incendio de El Escorial el 7 de julio de 1671, aunque de todos modos la obra no llegó a publicarse por la insolvencia financiera de la Corona34. A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI llegaron al norte de América algunos cartógrafos que realizaron los primeros dibujos de cierta calidad sobre la vida y costumbres de los indios, plantas y animales. Destacan las acuarelas del inglés John White y del francés Jacques le Moyne. Pero posiblemente poco conoceríamos de ellos, pues sus pinturas no llegaron a publicarse, si a Theodor de Bry, grabador y orfebre belga, no se le hubiera ocurrido adaptarlas para su publicación en serie. Como ya señaló William Sturtevant35, cuando un artista copia la obra de otros o la suya propia puede incluir variaciones intencionales o accidentales. A pesar de que en sus acuarelas White y le Moyne dejan ver un cierto sesgo europeo en las posturas de sus personajes, aún expresan cierta naturalidad. En de Bry esa naturalidad queda totalmente fuera en virtud de un fuerte colorido y con personajes que parecen salidos de la mano de los clásicos griegos o romanos, altos y musculosos. Figuras propias del renacimiento, pero nada que ver con la realidad de la América aborigen. Los personajes parecen europeos tanto en rostros como en posturas usando las vestimentas de los indios. De Bry incluso fue más allá en la copia de sus dibujos, dado el éxito, y representó o mejor dicho copió de White y le Moyne su representación de los Pictos, los supuestos aborígenes de Gran Bretaña36. 33 34 35 36 524 BUSTAMANTE GARCÍA, 1992: 297-328. BARRAS Y DE ARAGÓN, 1950: 411-469; PARKER BRIENEN, 2006: 21-22. STURTEVANT, 1976: 417. MOSER, 1998: 70-83. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Sin embargo las publicaciones en serie de los grabados de Teodoro de Bry en formato de libro alcanzaron un gran éxito. Desde el mismo momento de su salida al mercado en 1590 hasta que su hijo mayor publicó el décimo y último volumen en 1618, todas las series tuvieron una gran aceptación en Europa, menos, claro está, en España; incluso después de esos años fueron frecuentes las reimpresiones durante más de siglo y medio y hasta hoy día que circulan en el mercado con el título de América (1590-1634) con un interesantísimo prólogo de John H. Elliott. Imagen 6. Pintura de John White. 1585-87 Imagen 7. Grabado de Theodoro de Bry. 1590 Para la Corona de España, De Bry era un protestante y antiespañol que difundía la crueldad de los españoles en América y por tanto estuvo censurado. Y como termina señalando Elliott, después de presentar tantas crueldades cometidas por todos los conquistadores europeos, no sólo por los españoles, en las publicaciones de Teodoro de Bry, debió quedar una pregunta en la mente de los lectores “¿Quiénes eran, según se desprendía de los horrorizantes documentos visuales, los verdaderos bárbaros: los indios o los europeos?”37. Otro asunto sería cómo explicar la popularidad de estas publicaciones. En cualquier caso De Bry tuvo una gran habilidad para presentar a los lectores lo que deseaban: una imagen comprensible para los esque37 ELLIOTT, 1992: 13. 525 Javier García Bresó mas culturales de los europeos y un “pié de foto” para explicar la lógica de las imágenes. Un cocktail parecido a la perspectiva itinerante de los comics actuales, donde la imaginación del lector facilita la comprensión de cada historia. En la actualidad sería más difícil que la obra de Theodor De Bry volviera a tener el éxito alcanzado en el siglo XVII. Los esquemas culturales de los europeos han cambiado, pero en esa época encajaron con efectividad en el estilo y el modelo de la representación, aunque en detrimento de otras obras con mejor expresión técnica y artística. Me refiero a las pinturas de Albert Eckhout de mediados del siglo XVII, no tan difundidas en relación a su calidad. Incluso me atrevería a decir que los diseños de Eckhout para los tapices franceses o Gobelins fueron más populares que sus obras sobre los tupinambas de Brasil, que hoy residen en el Museo Nacional (Nationalmuseet) de Copenhague, por donación de quien se las encargó, el conde Johan Maurits de Nassau-Siegen, al rey Frederik III de Dinamarca en 1654. Imagen 8. Danza de guerra de los tapuya o tupinamba. Albert Eckhout, 1641-43. Nationalmuseet, Copenhague 526 Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica Creo que el cuadro de la Danza de los indios tapuya (1640) es irrepetible y excepcional, una auténtica obra de arte. Se puede decir que las representaciones de Eckhout son las primeras obras de un europeo que presentan a los nativos de Brasil con toda su naturalidad, sin escorzos estilísticos de influencia europea, sin el típico y tópico etnocentrismo del Viejo Continente, reales como la vida misma. La primera vez que los indios parecen indios y no europeos medio desnudos. Aunque ciertamente Eckhout utilizó escenarios como en los “retratos de estudio”, no por ello pierden su naturalidad. Y entiendo que no fueran tan populares después de ver el cuadro Mujer tapuya (1941), medio desnuda y bajo un árbol de algarrobo como si viniera de un mercado popular, transporta una mano con su antebrazo y un pie que sobresale del canasto apoyado en su espalda, con la clara insinuación de su uso para comer. Visiones como esta y teniendo en cuenta los esquemas culturales de la época clarifican que estas pinturas no fuesen muy difundidas, pues reafirmarían la consideración de los nativos como salvajes. Pero en la actualidad Eckhout está recuperando el lugar apropiado en la historia de las representaciones aborígenes de América y en la historia del arte en Europa. Me refiero a la exposición Discovering Brazil with Albert Eckhout (1610-1666), realizada en La Haya, del 27 de marzo al 27 de junio del 2004. Pasará mucho tiempo, hasta la segunda mitad del siglo XVIII, y en el cenit de la Ilustración, cuando otro gran artista como Benjamin West continúe presentando a los indios del norte de América sin que parezcan europeos. Sin duda alguna la Ilustración operó en las mentes del mundo occidental ampliando los esquemas culturales con nuevas teorías sobre la aparición del ser humano en el mundo. Después en el siglo XIX le seguirán el suizo Karl Bodmer y la francesa Rosa Bonheur, quienes muestran a los indios en distintas facetas de su vida, como el prolífico artista estadounidense George Catlin, que se paseó por Europa con sus más de 500 pinturas, cuando el Congreso de los Estados Unidos rechazó la compra de su colección. 527 Javier García Bresó A pesar de los nuevos antídotos teóricos para la forma de pensar, que la Ilustración proporcionó, los europeos “progresistas” no lograron encontrar el adecuado para liberarse del etnocentrismo. Como ya se ha mencionado, esta actitud se incrusta en nuestros esquemas culturales desde el principio del proceso de culturización del individuo y resulta muy difícil superarla. Aún recientemente algunos investigadores no europeos tal como Edward Said (1978, 1994), Trinh Minhha (1989), C. Mohanty (1988), Gyatri Spivak (1988) y otros han criticado las representaciones románticas de los llamados pueblos primitivos o exóticos y la tendencia de los investigadores europeos y norteamericanos a interpretar las culturas no occidentales en términos de conceptos europeos occidentales38. Refuerzo en la esperanza De Göttingen surgió una esperanza para la historia universal, el rechazo a la construcción de la historia política tradicional (batallas, fechas, reinados). Y se cambió por un nuevo enfoque para explicar la pluralidad de la experiencia histórica avalada por la teoría de los climas de Montesquieu, quien en su análisis sólo se centró en Europa. Pero este modelo de los climas se adoptó y adaptó al estudio de otras áreas culturales. Parece como si los iluminados europeos hubiesen visto la luz para explicar la diversidad humana en el mundo, así como los materialistas también lo creyeron en el siglo XIX con el evolucionismo darwinista. En un magnífico análisis, Carmen Bernand39 clarifica la correlación de influencias entre unos y otros autores. Tanto Buffon como Voltaire asumen la nueva teoría de los climas y sin prestarle mucha atención a América, sólo apoyan la idea de que todos los mamíferos del Nuevo Mundo eran más pequeños y los pueblos indígenas más débiles de todos los otros continentes. Y otro ilustrado de la escuela de Göttingen, Christoph Meiners, a quien algunos consideran como el iniciador de los 38 39 528 LECOMPTE Y SCHENSUL, 1999: 27. BERNAND, 2009: 107-122. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica estudios de etnología, enfatiza que el nuevo modelo de la historia global demuestra la superioridad de Europa. El más violento detractor de los indios fue el holandés Cornelius de Pauw, seguidor de Buffon y Voltaire, que nunca pisó el Nuevo Continente. Todo un fundamentalista visceral del determinismo geográfico y de la superioridad europea, que había obtenido todo su conocimiento de otros libros y apoyaba la tesis de la degeneración de América. Llegó a convertirse en la “autoridad erudita” del momento sobre América, después de salir airoso de las réplicas formuladas por Antoine-Joseph Pernety, quien acompañó a Bougainville en su expedición a las Malvinas en 176340. Y años después también mostraron sus discrepancias con de Pauw, el jesuita Francisco Javier Mariano Clavijero en su Historia Antigua de México (1781) y muchos otros intelectuales nacidos en América y en Europa41. Algo más moderado, pero también seguidor de la tesis de Cornelius de Pauw, fue el Abbé Raynal. En su obra Histoire Philosophique et Politique des Establissemens et du Commerce des Européens Dans les Deux Indes (1770), traducida a varios idiomas y abreviada en castellano como Historia de las Dos Indias. Expresa como idea central que el género humano se deterioraba y degradaba en el Nuevo Mundo. Ideas como estas justificaron la actitud de los exterminadores de los pieles rojas en Norteamérica42. En España esta obra fue censurada y la única traducción incompleta fue realizada por Eduardo Malo de Luque, duque de Almodóvar, con el título Historia de los establecimientos ultramarinos de las naciones europeas (Madrid 1784-1790). Sin embargo, en el resto de Europa tuvo un gran éxito si consideramos las 30 ediciones legales y las aproximadamente 40 ediciones ilegales o piratas que salieron al mercado43. 40 41 42 43 GERBI, 1960: 73. RODRÍGUEZ PÉREZ, 1995: 240- 248; BERNAND, 2009:116-118; GERBI, 1960: 73. GERBI, 1960: 252. GARCÍA REGUEIRO, 1985: 66. 529 Javier García Bresó La superioridad que sentían algunos europeos frente a los americanos debió derrumbarse cuando se enteraron que la “degradada” América propiciaba la gran derrota final del ejército británico en Yorktown (1781). Un ejército que años antes consiguió el triunfo de la Guerra de los Siete Años contra Francia y España. Por tanto la colaboración de la alianza de los Borbones en la independencia de Estados Unidos más bien parece una prórroga de dicha guerra para recuperarse de las pérdidas. Y paradójicamente Luis XVI, que ayudó a los revolucionarios americanos, fue guillotinado por los revolucionarios franceses. Ante estos hechos, Raynal debió replantearse sus rotundas afirmaciones de la degradación de América y en 1787 presidió un concurso patrocinado por la Academia de Lyon con el tema de si el descubrimiento de América había sido beneficioso o perjudicial para el género humano44. Ya no parecía posible seguir considerando como de Pauw que el descubrimiento de América había sido la mayor calamidad en la historia de la humanidad. Pero de los ocho ensayos que se presentaron la mitad afirmaba y la otra mitad lo negaba y no se concedió ningún premio45. En uno de esos ensayos escrito por el marqués de Chastellux, que había servido bajo el mando de Rochambeau en la guerra de la independencia, expresaba que el descubrimiento de América había estimulado el comercio y aumentado las riquezas. Pero también había abierto las puertas “a la virtud perseguida, a la ambición frustrada y al crimen que vacila entre la desesperación y el arrepentimiento”46. El nacimiento de los nuevos Estados Unidos también provocó una gran esperanza entre muchos europeos, sobre todo de libertad en las dimensiones comercial, religiosa y política. Pero la nueva nación tuvo su punto negro: la esclavitud. También se superó, aunque con secuelas. Y hoy América sigue haciendo soñar a otros muchos europeos y a otros americanos emigrantes. Aunque para bastantes personas ese 44 45 46 530 BERNAND, 2009: 115. HONOUR, 1975: 138. Ibid., 1975: 138. Fronteras Culturales: relación y dependencia histórica sueño puede terminar en pesadilla. Sobre todo para los indios que no vislumbraron el imperio de la libertad y de la igualdad al colaborar en la lucha independentista47. En definitiva, los europeos creyeron haber descubierto un Mundo Nuevo en el Continente Americano. Y en realidad lo descubrieron, pero no se dieron cuenta que ese mundo estaba ya dentro de ellos mismos, porque fue construido a partir de sus propios esquemas culturales llenos de mitos y frustraciones políticas y sociales. Como Matthew Restall48 nos menciona, entre las personas del Nuevo Mundo y las personas del Viejo Mundo hubo muchas interferencias comunicativas desde los primeros contactos simbolizados entre Cortés y Moctezuma y Pizarro y Atahualpa. Pero el problema no ha terminado, porque aún seguimos creyendo entre españoles y latinoamericanos que por hablar la misma lengua nos entendemos. Quizás haya llegado el momento de plantearnos y considerar que hablar la misma lengua puede ser también una trampa u otro problema para seguir sin entendernos completamente, sobre todo en la dimensión cultural. Sin darnos cuenta creemos que nos comunicamos, pero pueden suceder curiosas situaciones como la acontecida con la exitosa película Bailando con Lobos (1990) del actor y director Kevin Costner. Cuando dicha película se presentó en un teatro en Rapid City, Dakota del Sur, las personas Lakotas de las reservas cercanas llegaron ilusionados a ver esta película que trataba sobre sus antepasados. Pero cuando escucharon a Costner, que interpretaba a un soldado, y a sus amigos guerreros hablar en la pantalla, comenzaron a reírse. En la medida que las escenas dramáticas se desarrollaban, las risas crecieron. ¿Qué era tan gracioso? Al mismo tiempo que los Lakotas presentes en el cine estaban complacidos de oír su propia lengua en una película importante de Hollywood, les pareció muy divertido escuchar al héroe blanco, junto con algunos actores indios no Lakotas vestidos como guerreros, hablar Lakota como mujeres. Quien había preparado a los actores para hablar Lakota en la 47 48 COMAS, 1955: 20. RESTALL, 2009: 123-149. 531 Javier García Bresó película era una mujer Lakota, pero esta consideró que era mejor no molestar mucho a los actores con las complejidades del habla de género, pues entre los Lakota, las mujeres y los hombres siguen diferentes reglas de sintaxis49. Dado el énfasis del argumento de la película, que se centra en mostrar a los indios como capaces de ser felices en su supuesto “salvajismo” y al blanco como la inevitable “bola de nieve” que aplastará a un legítimo sistema de vida en su caída o expansión, presenta al indio como el más débil ante contacto con el blanco. De no haber sido por la anécdota del “habla de género” la película habría terminado siendo “perfecta”. Pero este simple detalle nos vuelve a demostrar que las buenas intenciones de los occidentales parece que siguen sin ser muy acertadas cada vez que nos sumergimos en la relación y en el mundo de los aborígenes americanos. Bibliografía BARGNA, Iván 2000 Arte africano. Editorial LIBSA. Madrid. BARTLETT, Frederic 1988 Pensamiento: Un estudio de psicología experimental. Debate, S.A. Madrid. BARRAS Y DE ARAGÓN, Francisco de las 1950 “Notas para una Historia de la Expedición Botánica de Nueva España”. Anuario de Estudios Americanos. Vol. 7. pp. 411-469. BENDER, Cora 2000 “Sudoeste”, en: Feest, Christian F. (ed.), Culturas de los indios norteamericanos. Könemann Verlagsgesellschaft mbH. Colonia. BENEDIT y MANDEVILLE 2002 Libros de Maravillas. Ediciones Siruela: Biblioteca Medieval (trad. cast. Marie-José Lemarchand). Madrid. 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