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Juan Bosco: lecciones de educación social

2015, En La Calle Revista Sobre Situaciones De Riesgo Social

Una versión ampliada de este artículo puede encontrarse en López, P. (2015). Las intuiciones pedagógicas de Don Bosco. Una lectura desde la Educación social. Educación social. Revista de intervención socioeducativa, (60), (en prensa).

PROFUNDIZANDO JUAN BOSCO: lecciones de educación social 1 PACO LÓPEZ. Decano de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social, Pere Tarrés. Universidad Ramón Llull. Barcelona En 2015 se cumplen doscientos años del nacimiento de Giovanni Melchiorre Bosco Occhiena, al que el mundo conocería, más tarde, como Don Bosco. Hijo de una humilde familia campesina, saltimbanqui, sacerdote, escritor y, de manera muy especial, educador. La aportación pedagógica de Juan Bosco no puede entenderse, probablemente, sin un conocimiento exhaustivo de su biografía, porque es precisamente su praxis educativa (más, incluso, que sus escritos) la que nos ayuda a comprender el valor de sus intuiciones pedagógicas. Vamos a repasar algunas de esas intuiciones para conectarlas con propuestas, criterios y actitudes que hoy iluminan una práctica pro- fesional, la de la Educación social, que, de algún modo, Don Bosco anticipó. 1. LA EDUCACIÓN ES COSA DEL CORAZÓN La Organización Mundial de la Salud estima que unos 40 millones de niños menores de 15 años son víctimas de malos tratos o abandono (Save the Children, 2011). En España, más de la mitad de los adultos (exactamente el 52,2%) creía, recientemente, que a veces es necesario pegar a un niño para educarlo (CIS, 2004). Los datos revelan, con nitidez, que, en pleno siglo XXI, continua siendo un reto el superar la concepción represora de la educación y el uso del castigo físico. Frente a represión y castigo, cariño y confianza. Esta fue una de las claves, casi revolucionarias en aquella época, de las propuestas de Don Bosco, que tuvieron como motores sus encuentros en la calle y en las cárceles con los jóvenes más pobres y excluidos del Turín de la Revolución industrial. En las narraciones que, más tarde, hizo de la relevancia de estos encuentros, se percibe la intensidad y la urgencia de respuestas con las que Don Bosco vivía el malestar de aquellos muchachos, lo que le llevó a responder con una opción profunda de aceptación incondicional y de amor. 0 1 1 Una versión ampliada de este artículo puede encontrarse en López, P. (2015). Las intuiciones pedagógicas de Don Bosco. Una lectura desde la Educación social. Educación social. Revista de intervención socioeducativa, (60), (en prensa). EN LA CALLE 11 PROFUNDIZANDO Esta opción nace, inevitablemente, de una concepción compleja de los motivos que les hacían estar allí. Como señalan Arrieta y Moresco (1992), cuando analizan los que llamamos modelos implícitos de intervención, el comportamiento de los “chicos y chicas que molestan” no se puede simplificar atribuyéndoles maldad, victimizándolos como pobrecillos o excusándolos como enfermos mentales, sino que precisa de un análisis más complejo, que incorpore la desigualdad de oportunidades, la injusta distribución de los recursos y la necesidad de poner el foco también en sus posibilidades. Esta perspectiva sociopolítica, que no se conforma con respuestas simples (ni malos, ni enfermos, ni pobrecillos) y que, consecuentemente, se siente corresponsable del devenir de cada uno de esos muchachos, unida a la convicción (profundamente arraigada en el humanismo cristiano) de que el amor es la única respuesta posible ante el dolor ajeno, son ele- Pedagogía de la confianza: actuar razonablemente y fiarnos de la capacidad de los jóvenes de razonar para mejorar. Pedagogía de la esperanza: acompañar para ayudarlos a desvelar el sentido de su existencia y todo su potencial. Pedagogía de la alianza: buscar la distancia o la proximidad óptimas que permitan a educadores y educandos ser cómplices de la tarea educativa. 12 EN LA CALLE mentos clave para entender lo que él llamaría el sistema preventivo. Don Bosco resumió este sistema en tres palabras: razón, religión, amor. Quizás hoy, en una sociedad más sensible a la diversidad de creencias y al nefasto influjo de los fanatismos religiosos, necesitaríamos traducciones del segundo término que lo hicieran más generalizable. Cuando Don Bosco hablaba de la religión como principio educativo, lo hacía, lógicamente, en un marco de creencias que, como sacerdote cristiano, inspiraban y daban sentido a su labor educativa y social. Pero, además de sus motivaciones personales, Don Bosco entendía que esa fe llevaba, irremediablemente, a un compromiso cívico y al ejercicio de la solidaridad, la honestidad y la justicia social. Desde una perspectiva universal, hoy, probablemente, hablaríamos de educación en valores, de educación para la ciudadanía o de despertar la sensibilidad y la capacidad de dar sentido a la propia existencia en un marco de creencias respetuoso con los derechos universales. Junto a ello, la racionalidad en las propuestas y decisiones educativas y la amabilidad en el trato permiten activar los resortes que destapan lo mejor que los chicos y chicas llevan dentro. En una excelente actualización del sistema preventivo publicada en esta misma revista, Petitclerc (2008) nos habla de la Pedagogía de la confianza (actuar razonablemente y fiarnos de la capacidad de los jóvenes de razonar para mejorar), la Pedagogía de la esperanza (acompañar para ayudarlos a desvelar el sentido de su existencia y todo su potencial) y la Pedagogía de la alianza (buscar la distancia o la proximidad óptimas que permitan a educadores y educandos ser cómplices de la tarea educativa). 2. EL CUIDADO DEL AMBIENTE Y LA PRESENCIA DE EDUCADORES Y EDUCADORAS SON CLAVES EN LA EDUCACIÓN Don Bosco dedicó esfuerzos especiales a conseguir lugares adecuados para realizar su labor con los jóvenes porque entendió que el lugar de encuentro acaba formando parte significativa de los vínculos que en él se establecen y que es importante que educadores y educadoras faciliten la apropiación del espacio por parte de los niños, niñas, adolescentes o jóvenes que en él conviven. La inmensa mayoría de esos lugares estaban situados en los barrios de la periferia de Turín. El “ir a las periferias geográficas y existenciales”, que hoy reclama el Papa Francisco implica una opción radical por facilitar que, realmente, los jóvenes sientan que los espacios educativos les pertenecen y los perciban como cercanos. El centro social o educativo se convierte en punto de partida del ambiente educativo en la medida que dejamos de considerarlo un simple lugar donde suceden cosas y entendemos que, además de escenario donde aprender y desarrollar principios y valores, también es casa que puede ser vivida como propia y patio que permite expresarse con libertad, encontrarse con amigos y disfrutar. Sobre ese PROFUNDIZANDO escenario, así concebido y cuidado, resulta posible construir relaciones educativas más ricas, porque no se reducen a momentos o acciones concretas, sino que cuentan con el ambiente en su conjunto como agente educador. Junto al espacio físico, un elemento clave para la creación del ambiente educativo es la presencia de los educadores y educadoras entre los jóvenes. En un documento de hondo contenido pedagógico, la Carta de Roma, Don Bosco recuerda expresamente a los primeros salesianos la importancia de participar en el patio de los juegos de los chicos, de estar activa y respetuosamente presentes, compartiendo con familiaridad esos espacios, que son escenarios privilegiados de la relación educativa, de una relación que sitúe al educador o educadora suficientemente cerca para poder entender y ayudar y, a la vez, suficientemente lejos como para hacerlo equilibrada y saludablemente, sin intrusiones ni paternalismos. lataba recientemente Andrea Fiorenza (conocido psicoterapeuta italiano) en un encuentro formativo con profesionales, hablando de la actuación educativa con adolescentes, hemos de acercarnos a ellos o ellas como lo haríamos a un gato en una habitación a oscuras. Si nos movemos para intentar cogerlo, huirá o nos arañará. Hemos de estar, paciente y serenamente, en nuestro sitio. Si el gato sabe que puede encontrarnos siempre ahí, en algún momento se acercará, quizás frotará, más tarde, su lomo en nuestra pierna y llegará un momento en que lo podamos tener en el regazo. Pero, para ello, ¡hemos de entrar en la habitación! En resumen: saber cuál es nuestro lugar, respetar el suyo y estar disponibles y accesibles. La intuición que se esconde detrás de este planteamiento es que la educación no se puede reducir a un conjunto de actividades planificadas para espacios y tiempos definidos, sino que implica la opción por un ambiente educativo consistente en el que todos los elementos del escenario en el que se relacionan los actores de los procesos sociales y educativos pasan a ser, lo quieran o no, elementos relevantes de esos procesos. Ello nos permitirá una intervención integral, no fragmentada, que incorpore cuatro dimensiones imprescindibles en el proceso educativo: Ë La calidez en la acogida que facilita sentirse aceptado y miembro de un colectivo. Ë La intencionalidad educativa que pone el foco en el desarrollo de las potencialidades. Ë La perspectiva ética o espiritual que ayuda a responder las grandes y pequeñas preguntas sobre el sentido de la existencia. Ë El cuidado del tiempo libre como espacio privilegiado para la creación, la fiesta y el encuentro entre las personas. Esta actitud implica aceptar que el acto educativo no se realiza sólo en los espacios “controlados” por el educador o educadora, sino, y de manera especialmente significativa, en espacios compartidos o incluso “propios” de los educandos (la calle es, muchas veces, vivida así). Nada tiene que ver esta proximidad con la renuncia al rol educador o con la confusión entre la relación de ayuda y la relación entre iguales. Educador y educando no tienen iguales responsabilidades en el proceso educativo, ni son “colegas” de ratos libres. Precisamente la presencia es una condición necesaria para ejercer plenamente el rol de ayuda que le corresponde al educador o educadora. Como reEN LA CALLE 13 PROFUNDIZANDO 3. LA CONFIANZA EN LAS POSIBILIDADES DE TODO SER HUMANO ES LA ACTITUD CENTRAL EN A EDUCACIÓN En sus memorias, Juan Bosco hace un relato que le sirve para explicar el origen de sus primeros proyectos. La historia, que tiene como protagonista a un muchacho llamado Bartolomé Garelli, se ha convertido en un arquetipo de la exploración de posibilidades y de la actitud en la respuesta a las necesidades de los jóvenes. Hoy sabemos que el valor de este relato es más simbólico que histórico y que Don Bosco, utilizaba los personajes de algunas narraciones para encarnar la esencia de su pensamiento educativo (ver, por ejemplo, la revisión histórica de Lenti, 20102012). En la conversación entre Don Bosco y Garelli, después de preguntar acerca de su familia y sus orígenes, Don Bosco intenta descubrir qué sabe hacer. Tras encon- trarse con respuestas negativas a las preguntas habituales (leer, escribir, contar…), Don Bosco le pregunta si sabe silbar, lo cual hace sonreír al muchacho. En ese momento, Don Bosco se pone manos a la obra para ayudarle a aprender algunas de las cosas más básicas. Con frecuencia, los profesionales de la intervención social y educativa, centramos la mirada y el análisis en las dificultades reales o potenciales de los destinatarios de nuestro trabajo. Sin embargo, junto con el análisis de los riesgos razonables, en la praxis de la educación se hace imprescindible, por encima de todo, el rastreo de las posibilidades. Así lo recoge una de las obras de referencia en los inicios de la Educación social en España, que, utilizando la conocida fábula del aguilucho, invita a fijarnos en la posibilidades en lugar de en las dificultades (Costa y López, 1996). En la misma dirección se sitúa el análisis de los factores protectores que construyen la resiliencia (Vaniestendael, 1997). La práctica de la Educación social precisa, del desarrollo de esa competencia para identificar los recursos y potencialidades de las personas, partiendo, como Don Bosco, de la convicción profunda de que nadie está tan limitado que no tenga ninguna capacidad. La pregunta sobre silbar no responde tanto a descubrir una habilidad para trabajar con ella, sino a redirigir, con humor y cercanía, una mirada derrotada en relación a las propias capacidades hacia una perspectiva esperanzada y más realista sobre las mismas. Por otra parte, la respuesta inmediata de Don Bosco ante Garelli nos sitúa ante el dilema del tipo de respuestas que precisan las necesidades sociales. Coexisten, en éstas, la urgencia de la vivencia personal de las carencias y la visión estratégica y política sobre las causas generadoras de las mismas. Con frecuencia simplificamos esta coexistencia oponiendo ambas como un dilema entre beneficencia o transformación social, que solemos traducir en el habitual “escoger entre dar peces o enseñar a pescar” (utilizado en ocasiones, paradójicamente, por quien no hace ninguna de las dos cosas). Sin embargo, utilizando las palabras de Mario Benedetti, “todo depende del dolor con que se mira”; y mirar empáticamente la realidad (con dolor) nos lleva, necesariamente, a no aceptar la validez de ese dilema. No podemos elegir entre cambiar las condiciones generadoras de injusticia o ayudar a las personas que las sufren. Pero sí hemos de hacer cada una de esas cosas de manera que no empeoremos la otra. Hay formas de intervención política y económica que, con inmejorables intenciones, desatienden los efectos no previstos sobre 14 EN LA CALLE PROFUNDIZANDO colectivos vulnerables (porque no miran suficientemente de cerca esas realidades). También hay formas de ayuda directa que generan dependencia, que vulneran la dignidad de los receptores de esa ayuda o que mantienen, de manera cómplice, el equilibrio de un sistema injusto. Entender la realidad única e ineludible de cada persona nos lleva a dar respuesta lo más eficaz e inmediata posible, para, posteriormente, comprometernos aún más en la construcción de respuestas estables que minimicen las posibilidades de que se den situaciones de ese tipo en la misma o en otras personas. Al menos, así pareció entenderlo Don Bosco cuando, tras la respuesta inmediata a aquel muchacho, decidió organizar una propuesta social y educativa de más largo alcance. La experiencia de Juan Bosco nos recuerda a las de otros hombres y mujeres que han dedicado o dedican su tiempo y sus esfuerzos a cambiar este mundo desigual mirando a los ojos de los más pobres y excluidos, caminando a su lado, aprendiendo con ellos y poniéndose de su parte. Las ciencias sociales nos aportan, hoy, conocimientos, perspectivas y técnicas impensables en el siglo XIX. Pero esa opción radical por el ser humano, esa manera de situarse ante cada persona y de dar respuestas únicas y a la vez transformadoras de las dinámicas sociales, sigue siendo una referencia válida para la educación del siglo XXI. Como sintetiza, con lucidez y fuerza, Pere Casaldáliga: “Al final del camino me dirán: - Has vivido? Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: •฀ Arrieta,฀L.฀y฀Moresco,฀M.฀(1992).฀Educar desde el conflicto: chicos que molestan. Madrid: CCS. •฀ Centro฀de฀Investigaciones฀Sociológicas฀(CIS).฀(2004).฀Estudio no 2578. 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